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7.- 7.1 LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA (1874-1902): Cánovas del Castillo y el turno de


partidos. La Constitución de 1876.

Tras el pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos (diciembre de 1874), Alfonso XII
es proclamado nuevo rey. Con el restablecimiento de los Borbones se inicia el periodo de La Restauración
(1874-1923), cuyo artífice es Antonio Cánovas del Castillo.
Alfonso XII anuncia su programa político en el Manifiesto de Sandhurst: monarquía liberal,
confesionalidad católica, apertura a los moderados y progresistas… Tras ello, Cánovas orienta el cambio
político hacia un nuevo sistema de carácter bipartidista en el que predomine lo civil sobre lo militar y el orden
sobre la libertad. Sin embargo, Martínez Campos se adelanta a Cánovas y lleva a cabo un golpe de Estado en
Sagunto (Valencia) el 29 de diciembre de 1874; y el 31 se crea un ministerio-regencia al frente del cual se
sitúa Cánovas.
En enero, el rey Alfonso XII llega a Madrid y confirma a Cánovas como presidente del gobierno.
Unas primeras reformas son: eliminación del matrimonio civil, restablecimiento del Concordato, se suspende
la prensa demócrata y republicana, se veta a los catedráticos demócratas…, aunque también se permite el
sufragio universal en las primeras elecciones a Cortes.
El carlismo y el nacionalismo vasco mantendrán viva en el futuro la reivindicación foral. Se dieron
también los pasos necesarios para resolver el conflicto de Cuba, enviando a la Isla al general Martínez
Campos que, mezclando hábilmente las acciones militares con la negociación, consiguió alcanzar la Paz de
Zanjón (1878) en la que se ponía fin a la guerra, se concedía la amnistía y España adquiría el compromiso de
acometer las reformas políticas que reclamaban muchos cubanos.
El régimen canovista se basaba fundamentalmente en el apoyo de las clases y los grupos más
conservadores de la sociedad: los latifundistas, la burguesía harinera castellana, la burguesía industrial
catalana y sectores de la gran burguesía industrial y financiera vasca.
Gran admirador del parlamentarismo inglés por su estabilidad, elaboró una Constitución de carácter
moderado, planteada de manera flexible para que diera cabida a los distintos programas liberales. Promulgada
en junio de 1876, establecía la "soberanía compartida", la del rey y la de las Cortes, y una práctica política que
debía efectuarse sobre el principio de la existencia de un bipartidismo. Unas Cortes bicamerales formadas por
un Senado elitista y un Congreso electivo. La forma de sufragio quedaba abierta a una posterior ley electoral.
Proclamaba la confesionalidad del Estado, de manera que los poderes públicos garantizaban el mantenimiento
del culto y del clero católicos, si bien se permitía la existencia de otros cultos.
Establecía, así mismo, el centralismo político-administrativo como fórmula de organización del
Estado. Sancionaba también la unidad de códigos y la igualdad jurídica de los ciudadanos. Pero el vago
reconocimiento de ciertas libertades políticas (expresión, asociación, etc.) que hacía esta Constitución fue
reducido en la práctica por leyes restrictivas. También reorganizó las diputaciones provinciales y los
ayuntamientos. Se limitó la participación ciudadana en las elecciones de los cargos a los propietarios.
En la práctica, el funcionamiento del sistema se basaba en una práctica electoral corrupta. Cuando el
partido de gobierno estaba desgastado, su líder presentaba la dimisión y el Rey encargaba la formación de
nuevo gobierno al jefe de la oposición, que convocaba las elecciones y se aseguraba la mayoría parlamentaria.
Su ministro de la Gobernación elaboraba la lista de candidatos, el encasillado, que incluía una amplia mayoría
de diputados de su partido y algunos de la oposición. Las autoridades provinciales y los caciques manipulaban
las elecciones empleando procedimientos como incluir a fallecidos en el censo, presionar a los votantes,
comprar votos, cambiar papeletas en el recuento, manipular las actas... Todas estas prácticas favorecían la
abstención electoral de gran parte de la población.
Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885) se acabaron la Guerra carlista y la Guerra de Cuba, se
institucionalizó el régimen y empezó a funcionar el turno de partidos. Entre 1875 y 1880 gobernó el Partido
Conservador de Cánovas, que reguló las libertades constitucionales y aprobó la Ley Electoral de 1877, de
sufragio censitario. En 1881 dio comienzo el turno con el primer gobierno, muy breve, de Sagasta al frente del
Partido Liberal Fusionista que se había creado el año anterior. En el siguiente turno conservador de Cánovas
ocurrió un hecho inesperado, en noviembre de 1885 muere Alfonso XII y entonces su segunda mujer, María
Cristina de Habsburgo, embarazada del futuro Alfonso XIII, se hace con la regencia. Es ahora cuando el
turnismo es puesto a prueba, sucediéndose diversos gobiernos:
Cánovas dimite y Sagasta se hace con el Gobierno (1886-1890) tras el Pacto de El Pardo (firmado por
los dos líderes políticos con el propósito de proporcionar estabilidad al régimen y concretar un cambio futuro,
o alternancia de gobierno sin sobresaltos entre ambas formaciones).
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Las principales leyes aprobadas durante este período son: la de asociación, la ley electoral de 1890,
por la que se establece el sufragio universal masculino. En ese mismo año, Sagasta es destituido por la
regente, debido a acusaciones de corrupción en el Gobierno y en el Ayuntamiento de Madrid.
Por lo que Cánovas se hace otra vez con el Gobierno (1890-1892). Se lleva a cabo un giro radical en
materia económica al establecer el arancel de 1891, que responde a un nuevo marco internacional más
proteccionista y a las demandas de los productores de trigo y de la burguesía industrial vasca y catalana.
El enfrentamiento entre los moderados Romero Robledo, partidario de una política de dureza en
Cuba, y Silvela, regeneracionista, se solventa con la llegada de Sagasta al Gobierno, que supone la
reactivación del turnismo.
Comienza entonces el Gobierno liberal (1892-1895). El partido de Sagasta se aproxima al
proteccionismo moderado con la subida de las aduanas, pero existen disputas dentro del gobierno en cuanto el
proyecto de reformas de Ultramar presentado por Maura, por el que se amplía el cuerpo electoral y se
establece un autogobierno para las colonias. Al ser rechazado su proyecto, Maura dimite. La crisis se agrava
por conflictos entre diarios madrileños y diversos grupos militares debido a unos artículos en contra del
ejército.
En 1895 estalló la Guerra de Cuba, que condicionó la vida española y la acción gubernamental. El
asesinato de Cánovas en 1897 aceleró el turno y fue Sagasta quien tuvo que afrontar el Desastre del 98.
A finales de siglo, el sistema político estaba en crisis por diversos factores. El sistema era incapaz de
resolver los grandes problemas del país: los nacionalismos periféricos, la cuestión colonial y militar, y el
desarrollo del movimiento obrero.
Además, los dos líderes desaparecieron en esos años: Cánovas fue asesinado en 1897, y Sagasta
murió en 1903. Tras ellos, una nueva generación de políticos (Silvela, Maura, Canalejas) encabezaron los dos
grandes partidos dinásticos, que en muchas ocasiones tuvieron que crear "gobiernos de concentración" con
políticos de diversas tendencias.

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