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CONSTITUCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD EN CONTEXTOS EDUCATIVOS – TRONCO COMÚN -2.

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VIÑETAS ACERCA DEL SUJETO Y LA CONSTITUCIÓN DE LA


SUBJETIVIDAD1
Este escrito es un apunte de cátedra en el que se recuperan un conjunto de referencias
textuales de diversos/as autores/as y cuya pretensión (aún a riesgo de convertirse en una
suerte de Frankenstein) es dar cuenta de la complejidad del concepto de “sujeto” y de los
procesos de “constitución de la subjetividad”.
Está organizado de modo tal que:

 En primer lugar, se diferencian y relacionan las nociones de “individuo” y “sujeto”;


 luego se justifica el por qué de la denominación “constitución” para la cuestión de la
subjetividad;
 capitalizando los dos parágrafos anteriores se aportan algunas conceptualizaciones
acerca del sujeto que se han producido desde la psicología social;
 el apunte luego se demora en las funciones materna y paterna en la constitución de la
subjetividad;
 también se aportan algunas precisiones en torno a la subjetividad individual y la
subjetividad social, así como respecto de la valiosa diferenciación foucaultiana entre
“modos de subjetivación” y “producción de la subjetividad”.
 Finalmente se introducen algunas relaciones que permiten pensar la
identidad/identidades como otro aspecto a modo de complejizar la constitución subjetiva.

 ¿Individuo – sujeto?: El de- venir de individuo a sujeto

La noción de individuo proviene de la biología, que concibe a la especie como el patrón


general a partir del cual salen ejemplares particulares: los individuos. El hombre (abarca en
este caso tanto hembra como macho) se ubica como un individuo en la especie humana.
La Biología describe la relación entre la especie y el individuo. Los individuos vivos han
realizado adaptaciones a fin de conservar su identidad estructural y a partir de su capacidad
de reproducción no sólo se han perpetuado en el tiempo, sino que han transmitido el
producto de sus adaptaciones. Desde allí podemos pensar la relación especie/individuo en
términos de complementariedad, en la cual el individuo es un producto. El individuo humano
es el producto del encuentro entre un óvulo y un espermatozoide, es decir, de un proceso de
reproducción.
El de- venir de individuo humano a sujeto supone como condición necesaria, pero no
suficiente, la dotación de un cerebro especializado y la aparición de un sistema nervioso que
le permita ampliar los dominios de interacción entre el organismo y el medio. No obstante, la
especialización cerebral no responde a un plan madurativo intrínseco, sino que requiere del
concurso de Otro2, de la sociedad y de la cultura. Con lo cual, el proceso mismo de

1
El presente documento fue realizado por docentes de la cátedra de Constitución de la subjetividad del IFD N° 13. Prof.
Hormachea y Prof. Robledo con el fin de ser utilizado en este espacio académico.
2
Siguiendo el posicionamiento de la autora Mariana Karol escribimos “Otro” con mayúsculas porque se trata de Otro
peculiar, significativo, y no de cualquier otro. Es Otro que no garantiza el éxito de su función sólo porque tiene un lazo
biológico con el individuo, sino por su posicionamiento respecto de él. De allí que lo diferenciemos de “otros” utilizando la
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complejización biológica requiere de la interacción con otros seres humanos y la


participación/inclusión en un sistema de significados y significaciones culturales.

EL INDIVIDUO HUMANO, AL SER INTRODUCIDO EN LA TRAMA DE SIGNIFICACIONES


CULTURALES, DEBE SUBORDINAR LAS CARACTERÍSTICAS QUE LO INSCRIBEN EN
UN ORDEN NATURAL -COMO INDIVIDUO PERTENECIENTE AL LINAJE HUMANO-
PARA LIGARSE A UN ORDEN CULTURAL Y SIMBÓLICO, QUE LO SITÚA COMO
SUJETO (…)

 ¿Por qué hablar de constitución subjetiva?

Plantear la temática de la constitución del sujeto supone partir de la premisa de que no


existe un sujeto dado desde los orígenes, sino que éste será producto de complejos
procesos de transformaciones subjetivas que le permitan devenir sujeto.
La concepción y el nacimiento como acontecimientos biológicos que marcan el comienzo de
la vida otorgan el lugar de individuos dentro de la especie humana. Sin embargo, en ese
momento se es apenas un cachorro humano, una cría desvalida, prematura e indefensa,
sumamente condicionada por las necesidades y urgencias biológicas. Todo aquello que le
falta a ese infante3, lo compensa y lo proporciona la madre4.

Dirá Edgar Morín: “El hombre es, pues, un ser plenamente biológico, pero si no dispusiera
plenamente de la cultura sería un primate del más bajo rango […]”

Existe una relación dialéctica entre los pares individuo humano-naturaleza y sujeto-
sociedad, de cuya interacción depende la posibilidad de devenir sujeto.
El individuo humano como organismo vivo, circula en el interjuego fundante de la necesidad
y la satisfacción de esa necesidad. La necesidad es un elemento de orden BIOLÓGICO que
emerge del intercambio de materia del individuo con su medio. La necesidad es innata al ser
vivo, tanto la necesidad como la satisfacción se dan en el interior del individuo, pero la fuente
de gratificación de esa necesidad es exterior al ser vivo. Esto promueve la relación del
individuo con el mundo exterior.
Así, en los momentos iniciales de la vida, el bebé experimenta necesidades bio-fisiológicas
(hambre, sueño…) para cuya satisfacción depende de otro y de un contexto que le provea
los recursos para alcanzar la gratificación.
Acceder a la posición de sujeto supone superar la condición de mero ser vivo, ser en estado
de naturaleza pura; ser de pura necesidad y, a la vez, de suma indefensión para poder
satisfacer sus necesidades por sí mismo.
Para poder realizar este pasaje de ser de la naturaleza a sujeto psíquico y social, se requiere
de la asistencia de Otro que se sitúe como portavoz de un lenguaje que no es propio, sino

mayúscula para, para remarcar su carácter estructurante, único y singular. (Ver Karol Mariana “La constitución subjetiva
del niño” en AA.VV. De la familia a la escuela, Ed. Santillana, Cap. 3)
3
Etimológicamente “infante” significa “el que no habla”, señalando así, algo que falta, abriendo a las posibilidades de
estructuración.
4
Se hace referencia al adulto que cumple esta función, no necesariamente a la madre biológica. Véase en estas viñetas
“Función materna” y “Función paterna”.
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que es propio de una estructura social y cultural más amplia de la que forma parte. Este
lenguaje (capacidad desarrollada por la especie humana con la cual se representa mediante
símbolos abstractos, aspectos concretos de la realidad) es transmitido a través de códigos
particulares de la lengua (aspectos idiomáticos- contexto socio- cultural de pertenencia)
construida a partir de la pertenencia a un grupo social al que el sujeto se adscribe mediante
el habla (empleo de la lengua por parte de un sujeto particular que comunica la significación
de un mensaje).
El lenguaje cumple una función constitutiva y constituyente en el sentido que imprime una
significación en el individuo humano quien, al ser nominado, designado e interpelado por
otro a través de diversos lenguajes, adquiere una posición de objeto de enunciación y
potencial sujeto enunciador.

“El cachorro humano, nace y se constituye dentro de un universo habitado por otros,
semejantes y próximos, sin cuya asistencia, no sobreviviría. Sin embargo, la asistencia a
partir del abastecimiento de la necesidad no es condición suficiente para que el cachorro
humano devenga como sujeto humano capaz de re- presentar la realidad y de re-
presentarse dentro de ella a partir de símbolos”. (AULAGNIER, Piera.1988)
(Véase en Anexo el apartado “El ‘salvaje de Aveyron’: ¿qué nos hace sujetos?”)

¿Cuándo comienza la constitución de la subjetividad? Desprevenidamente pudiera


responderse que al nacer, en tanto se suponga que allí comienzan los vínculos con otros tal
como hemos destacado más arriba. Sin embargo, esta desprevenida respuesta estaría
obviando un primer vínculo (protovínculo) entre el sujeto en gestación y la madre que lo
contiene, una relación que va a ir condicionando el desarrollo del psiquismo y que irá ya
constituyendo las matrices de aprendizaje del mismo. No sólo este protovínculo aporta a la
constitución subjetiva, sino que también los factores medioambientales ya comienzan a
influir en forma significativa.
Respecto de este tema hemos dispuesto la lectura de un artículo de Marisa Punta
Rodulfo que nos permitirá ponderar su importancia y, a su vez, nos remitirá al contexto de la
historia de nuestro país.

 El sujeto en la concepción de la psicología social

El sujeto es… un emergente producido en una complejísima trama de vínculos y relaciones


sociales. Producido y emergente, pero, a la vez, productor, actor y protagonista”

La concepción pichoneana de sujeto lo define como emergente configurado en un sistema


vincular a partir del interjuego entre necesidad y satisfacción, interjuego que remite a una
dialéctica intersubjetiva.

Es decir, que esa dialéctica esencial constitutiva de lo subjetivo, tiene como sustancia la
interpenetración de dos pares contradictorios: a)- necesidad /satisfacción; b)- sujeto/
contexto vincular social en el que emerge y se resuelve, en una relación con otro, esa
contradicción básica entre la necesidad y la satisfacción.

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Pichòn Rivière conceptualiza en términos de dialéctica entre necesidad y satisfacción, entre


sujeto y trama vincular en las que las necesidades del sujeto cumplen su destino vincular de
gratificación o frustración, el interjuego de causas internas y condiciones externas que
operan en la constitución del sujeto.

La “tensión de necesidad” sería, en principio, un elemento de orden biológico, el que con


mayor claridad remite a la base material, orgánica del comportamiento del sujeto. La tensión
de necesidad tiene a su vez su fundamento en otra contradicción, ya que emerge del
intercambio de materia de ese organismo con su medio. La necesidad es inherente a la
materia viva.

La contradicción entre necesidad y su opuesto, la satisfacción, se dan en el interior del


sujeto, pero en tanto la fuente de gratificación le es exterior esta contradicción promueve la
relación con el mundo externo, en la búsqueda de dicha fuente de gratificación. La
necesidad aparece, así como el fundamento motivacional de toda experiencia de contacto,
de todo aprendizaje, de todo vínculo. La satisfacción, a la que solo se accede en la
experiencia con el otro es eminentemente social, vincular…

Concepción de sujeto: “(…) ser de necesidades, que sólo se satisfacen socialmente en


relaciones que lo determinan. El sujeto no es solo un sujeto relacionado, es sujeto
producido en una praxis. Nada hay en él que no sea resultante de la interrelación entre
individuos, grupos y clases”

“Pichòn Rivière dice que el sujeto no es sólo un sujeto relacionado, es un sujeto producido
en una praxis, en un hacer. Plantea esto porque va a poner foco en la cuestión de ser
productor de su vida material y de su universo simbólico, y a la vez ser producido en ese
mundo en el que cada uno de nosotros nace, emerge y se configura como sujeto. Entonces
es sujeto productor y producido”

Este señalamiento del sujeto producido / productor nos recuerda aquella sentencia de Sartre
“Uno es lo que hace con lo que hicieron de él”. Aquí se sintetizan dialécticamente las dos
dimensiones señaladas al principio “producido y emergente” y “productor, actor y
protagonista”.

 Para pensar en términos de función. Una aproximación a la desnaturalización de


los roles materno y paterno.

Función materna: el pasaje de cachorro a infans.

El desarrollo del psiquismo incipiente del infans o cachorro humano dependerá de cómo el
otro semejante se ubique en una posición de función. Por función se entiende el lugar que se
le asigna simbólicamente a otro dentro de una trama vincular. Este lugar supone el habilitar
un espacio estructurado y estructurante que va a ser ocupado por Otro. De ahí que la acción
maternaje/paternaje sea algo más que la mera producción biológica de un ser vivo, y se

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constituya en el soporte vincular a partir del cual se sujeta al individuo humano a una
estructura organizada a partir del lenguaje.
El primer Otro (constituyente y primordial) estará representado por la función materna quien
a partir del abastecimiento de la necesidad introducirá algo del orden de lo vincular que será
objeto de representación, pues supone el agregado de algo más que la acción material de
proveer cuidado y nutrición. Ese algo más es del orden de la significación y el sentido con
que ese Otro ejerza esa acción. Este Otro nutre, asiste, mima, toca, abriga, habla, imagina a
su bebé (cría humana) como sólo un sujeto con una subjetividad constituida puede hacerlo
(Karol,M.1999).
En tal sentido, es oportuno aclarar que el modo en que se ejerce la función materna
depende a su vez de la propia historia de constitución subjetiva de la madre o cuidadora/o,
con todo lo que ello implica.
La función materna, entonces, no está dada por el hecho de la procreación, sino por el
trabajo de vincularse a la cría y de encontrar gratificación en el trabajo de asistirla y cuidarla.
Quien cumple la función materna debe decodificar –interpretar- la reacción que produce
alguna necesidad no satisfecha en el bebé (hambre, sueño, dolor) atribuyéndole un
significado a esa manifestación según los patrones culturales de su entorno y su propia
historia subjetiva; de acuerdo a la interpretación que realice de la necesidad que se trata,
proveerá los arreglos para satisfacerla también de acuerdo a las acciones y ritualizaciones
propias de su contexto socio- cultural. Pero, más allá del modo convencional de proveer al
bebé, el modo particular en que lo hace, el significado que le otorga a la acción, al otro y a sí
misma en la realización de la acción cargan de un significado afectivo- vincular el acto de
cuidado. Por ello, la necesidad sería el “fundamento motivacional de toda experiencia de
contacto, de todo aprendizaje, de todo vínculo” (Quiroga, A.1990). La satisfacción de la
necesidad, mientras tanto, tendría un correlato social, pues sólo se accede a ella en la
experiencia vincular con el Otro, experiencia mediada por palabras y actos portadores de
significado que expresan un verdadero lenguaje.

(…) El modo en que la representante de la función materna inviste de significación el


acto de cuidar- a través de las acciones requeridas para satisfacer las necesidades del
bebé- transforma cualitativamente la naturaleza meramente bio- fisiológica de la
necesidad, instalando una nueva necesidad de ser/estar sujetado a otro para alcanzar
la gratificación.

La experiencia con el Otro tiene carácter constituyente. Es en la relación con el Otro en


donde el individuo humano de la necesidad (en la acción de satisfacerla) se transforma en
sujeto de la representación, de las significaciones sociales. Es en la dialéctica
necesidad/satisfacción y gratificación/ placer en donde lo biológico es atravesado por lo
social y, es en el seno de la relación vincular experiencial en donde emerge el
psiquismo como interiorización de esas relaciones, como instancia representacional
que dará lugar al surgimiento del pensamiento, el lenguaje y las distintas formas de
simbolización propias de ser sujeto.

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La Función paterna como representante del campo social:

El padre en su función es el representante de los otros y es quien introduce el discurso del


campo social (…) es el representante de la ley, en tanto, se constituye en emisario y en
portavoz del campo social. De ahí que el ejercicio de su función opere como organizador y
estructurante del psiquismo.
(…) esta función constituye la intromisión de un tercero que “rompe” la relación simbólica
entre la madre (Otro con mayúscula) y su bebé (cachorro/infans). La función paterna será
quién garantice que en el discurso materno no se produzca un exceso de violencia
interpretativa5 que obstaculice el proceso de individuación del yo y que atente contra sus
posibilidades de autonomía.
La función paterna interpela al discurso materno para que se ubique en el marco de un
discurso social más amplio.
El de-venir en sujeto implica el atravesamiento del lenguaje, que supone la transmutación
del orden natural en un orden cultural.

El campo social como contexto de subjetivación:

La función materna y la función paterna están situadas social y culturalmente y, por ello,
presentan notables diferencias en diversos tiempos históricos y en distintas sociedades. Tal
como hemos señalado anteriormente, ello significa que los modos de ejercicio de estas
funciones están matrizadas en la trama de significaciones, prácticas y valores propios de un
contexto socio- cultural. En otras palabras, tanto la función materna como paterna se
sostienen y emergen del campo social (que es por definición cambiante, dinámico,
conflictivo). No obstante, el campo social no es más que una expresión que designa las
relaciones e interacciones que se producen entre ciertos grupos o instituciones que, de
acuerdo a su posición en la estructura social, generan dinámicas particulares de intercambio
configurando así un campo de fuerzas sociales que tienen cierta estabilidad en un tiempo-
espacio histórico.

El campo social tiene un carácter constitutivo para el sujeto; es decir, que lo social es
parte esencial de la subjetividad de cada sujeto; dado que la estructura social se
inscribe en el individuo humano sujetándolo a un universo organizado a partir de
reglas convencionales de carácter simbólico. (Aulagnier, P.1988)
El sujeto puede constituirse sólo a partir de que lo social se inscribe en él y… él se
inscribe en lo social. (Karol, M.,1999)

La función materna y la función paterna se han estructurado históricamente en nuestra


cultura en un grupo particular, al que acostumbramos denominar familia.

5
Mariana Karol subraya la diferencia entre una “violencia interpretativa legítima y necesaria”, a la que llama “violencia
primaria” y una “violencia secundaria o exceso de violencia interpretativa”. La primera es necesaria en tanto la presencia
de un Otro constituyente, como ya se ha señalado suficientemente; la segunda, en cambio, se prolonga innecesariamente
imponiendo significaciones y sentidos que atentarán a la larga contra las posibilidades de autonomía del sujeto.
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Las características y la configuración de la sociedad y de las instituciones sociales no


pueden entenderse si no es en relación a la existencia de los grupos que las conforman. A
nivel de los miembros de la sociedad, su tránsito desde el nivel de individuos al de sujetos
sociales no puede explicarse por fuera de los procesos de socialización y de subjetivación
realizados en el seno de diferentes grupos sociales. En definitiva, los grupos son a la vez
condición y posibilidad para la constitución y el desarrollo de la sociedad, las instituciones y
los sujetos. Las interacciones e interrelaciones entre la sociedad y los sujetos son mediadas
por los grupos. Los procesos de producción y reproducción social son la resultante de la
interacción entre las fuerzas de lo instituido (establecido) y de lo instituyente (lo por
establecer), interacción que se juega al interior de las instituciones y de los grupos sociales,
entre los que se encuentra la familia como institución social y cada familia como
configuración particular de la sociedad.

La subjetividad del sujeto se va conformando a partir de la apropiación (internalización) del


conjunto de valores, normas, creencias y saberes, que propone la cultura como socialmente
válidos, mediante las prácticas que sostienen la red vincular primaria.
La cultura inscribe su matriz social en el sujeto, modelando sus modalidades de
pensamiento, las que a su vez, condicionan las maneras de accionar frente a lo que percibe
de su contexto y respecto de sí mismo.

El proceso de subjetivación se efectúa a partir del establecimiento de un Yo que puede


diferenciar/se, aunque de manera rudimentaria, en un mundo de otros. De ahí que, la
identidad adquiere sentido y contenido a partir de las trayectorias de aprendizajes
significativos primarios que el sujeto emprende y que le permiten arribar a la respuesta de
quién es.

La cultura define y ordena los lugares y posiciones de los sujetos socializados a partir de las
correspondencias con diferentes matrices sociales presentes en las instituciones. La cultura
sujeta al sujeto a sus instituciones sociales mediante el establecimiento de un contrato
fundante que liga al sujeto singular con un grupo de pertenencia quien tiene a cargo la
transmisión de los enunciados del campo social.

 Pensando la subjetividad en su doble acepción: subjetividad individual y


subjetividad colectiva.

La subjetividad individual refiere a lo que es propio del sujeto singular. Implica un arreglo
particular de la pulsión, la fantasía, de la relación de objeto y del discurso del otro, en la
realidad psíquica del sujeto. Lo subjetivo depende de él, y tiene valor sólo para él. Es lo no
necesario, ni universal y se opone al objeto y a los otros individuos. Es aquello que se le
aparece al sujeto y puede ser irreal, ilusorio, aquello que sólo existe en el pensamiento o la
imaginación. Por su parte, Fernandez (2006) alude a una subjetividad que no es sinónimo de
sujeto psíquico, que no es meramente mental o discursiva sino que engloba las acciones y
las prácticas, los cuerpos y sus intensidades.

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Kaes (1984, citado en Bonanno, 1997) en sus aportes desde el psicoanálisis de grupos,
considera que la subjetividad está apuntalada sobre la experiencia corporal, sobre el deseo
de otros, sobre el tejido de los vínculos, de las emociones y de las representaciones
compartidas a través de las cuales se forma el sujeto.
La subjetividad colectiva da cuenta de aquellas representaciones sociales, imaginarios
colectivos y componentes pulsionales que comparten los integrantes de una época histórica
y que constituyen una ficción dominante que hace lazo social y es presentada como la
realidad (Pachuk, 1998).
En el mismo sentido, para Edelman y Kordon (2011), cada período socio- histórico,
promueve modelos y contenidos específicos, de modo tal que cada sociedad produce
subjetividades determinando las formas con las cuales se constituyen sujetos plausibles de
integrarse a sistemas que les otorguen un lugar y garanticen su pertenencia. Entienden la
subjetividad como las diferentes formas de sentir, pensar, y dar significación y sentidos al
mundo. Así la subjetividad de época es producto del modo en que cada sociedad articula las
condiciones materiales de existencia, las relaciones sociales, las prácticas colectivas, los
discursos hegemónicos y contra- hegemónicos.

El contexto social metafóricamente es texto de la subjetividad, ya que el sujeto es por


definición un ser social que se constituye como tal en el interior de un vínculo intersubjetivo y
en la experiencia social. Es decir, cada sujeto adviene a un mundo material, a un
discurso y sistema ideológico, a enunciados dominantes o a una forma de nominar lo
real.

A partir de lo enunciado, podemos decir que la subjetividad corresponde simultáneamente al


sujeto individual y al conjunto, aunque no existe una correspondencia lineal entre ambos
aspectos.
“(…) las configuraciones colectivas crean condiciones de posibilidad de una situación de
producción de subjetividad, instala modalidades de acción, de imaginación, de afectación, de
vinculación (…)” (Fernández; 2006) De cualquier manera siempre queda del lado del
sujeto la posibilidad de reinventar lo establecido, el resto o exceso que no se incluye
en lo instituido, y que constituye para el sujeto líneas de fuga posibles.

Según Fernández (2006) la subjetividad se produce en el entre, con los otros, siendo por
tanto un nudo de múltiples inscripciones deseantes, históricas, sexuales, psíquicas,
materiales etc. En esta posición el término producción, remite a considerar lo subjetivo
básicamente como proceso, como un devenir en permanente transformación y no
como algo ya dado. Este marco conceptual propone el desafío de pensar la subjetividad en
la articulación de los modos sociales de sujeción y su resto no sujetado.
Se trataría de pensar una dimensión subjetiva que se produce y ES en acto y que constituye
sus potencias en su propio accionar.

 Modos de subjetivación- producción de subjetividad.

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Podemos diferenciar la conceptualización foucaultiana de “modos de subjetivación”, de la


idea de “producción de subjetividad”.
Los modos de subjetivación son formas de dominio, pero siempre se mantiene un resto o
exceso que no puede ser disciplinado y produce diferentes formas de malestar. Desde allí
se pueden establecer líneas de fuga, posibilidades de invención, de imaginación
radical, de transformaciones que alteren o rompan con lo instituido, de esto se trataría
la producción de subjetividad. En este sentido, las acciones autogestivas han sido
experiencias de permanente producción de subjetividad ya que los sujetos que en ellas
participan inventan prácticas de trabajo, formas de vivir, de relacionarse y en suma, de
afectarse, muy distintas de las ya dadas.
De una multitud de posibles ejemplos, en la Argentina tenemos las valiosas experiencias de
los cientos de fábricas recuperadas por sus propios obreros que funcionan bajo gestión
obrera. Emblemática y muy cercana a nosotros está la ex fábrica de cerámicos Zanon hoy
Fasinpat (fábrica sin patrones). Dirá Alberto Ivern “Tal vez nadie pondría en duda el valor de
esta experiencia desde el punto de vista de la construcción de una nueva subjetividad e
intersubjetividad, es decir, de la construcción de una nueva imagen de sí y del mundo por
parte de los trabajadores”.
En el contexto capitalista se dan modos muy fuertes de subjetivación (disciplinadores,
“sujetadores” …), pero ello no ha sido un impedimento absoluto para la producción de
subjetividades otras. AMPLIAR SOBRE MODOS

 Las identidades: Producción narrativa e histórica.

“El concepto de identidad aquí desplegado no es, por lo tanto, esencialista, sino estratégico
y posicional. Vale decir que, de manera directamente contraria a lo que parece ser su
carrera semántica preestablecida, este concepto de identidad no señala ese núcleo estable
del yo que, de principio a fin, se desenvuelve sin cambios a través de todas las vicisitudes de
la historia; el fragmento del yo que ya es y sigue siendo siempre «el mismo», idéntico a sí
mismo a lo largo del tiempo.
Tampoco es —si trasladamos esta concepción esencializadora al escenario de la identidad
cultural— ese «yo colectivo o verdadero que se oculta dentro de los muchos otros "yos",
más superficiales o artificialmente impuestos, que un pueblo con una historia y una
ascendencia compartidas tiene en común» (Hall, 1990), y que pueden estabilizar, fijar o
garantizar una «unicidad» o pertenencia cultural sin cambios, subyacente a todas las otras
diferencias superficiales. El concepto acepta que las identidades nunca se unifican y, en los
tiempos de la modernidad tardía, están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca
son singulares, sino construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y
posiciones diferentes, a menudo cruzados y antagónicos.
Están sujetas a una historización radical, y en un constante proceso de cambio y
transformación. Es preciso que situemos los debates sobre la identidad dentro de todos esos
desarrollos y prácticas históricamente específicos que perturbaron el carácter relativamente
«estable» de muchas poblaciones y culturas, sobre todo en relación con los procesos de
globalización, que en mi opinión son coextensos con la modernidad (Hall, 1996) y los

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procesos de migración forzada y «libre» convertidos en un fenómeno global del llamado


mundo «poscolonial».
Aunque parecen invocar un origen en un pasado histórico con el cual continúan en
correspondencia, en realidad las identidades tienen que ver con las cuestiones referidas al
uso de los recursos de la historia, la lengua y la cultura en el proceso de devenir y no de ser;
no «quiénes somos» o «de dónde venimos» sino en qué podríamos convertirnos, cómo nos
han representado y cómo atañe ello al modo como podríamos representarnos.
Las identidades, en consecuencia, se constituyen dentro de la representación y no fuera de
ella. Se relacionan tanto con la invención de la tradición como con la tradición misma, y nos
obligan a leerla no como una reiteración incesante sino como «lo mismo que cambia»
(Gilroy, 1994): no el presunto retorno a las raíces sino una aceptación de nuestros
«derroteros».
Surgen de la narrativización del yo, pero la naturaleza necesariamente ficcional de este
proceso no socava en modo alguno su efectividad discursiva, material o política, aun cuando
la pertenencia, la «sutura en el relato» a través de la cual surgen las identidades resida, en
parte, en lo imaginario (así como en lo simbólico) y, por lo tanto, siempre se construya en
parte en la fantasía o, al menos, dentro de un campo fantasmático.
Precisamente porque las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él,
debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el
interior de formaciones y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias
enunciativas específicas. Por otra parte, emergen en el juego de modalidades específicas de
poder y, por ello, son más un producto de la marcación de la diferencia y la exclusión que
signo de una unidad idéntica y naturalmente constituida: una «identidad» en su significado
tradicional (es decir, una mismidad omniabarcativa6, inconsútil7 y sin diferenciación interna).
Sobre todo, y en contradicción directa con la forma como se las evoca constantemente, las
identidades se construyen a través de la diferencia, no al margen de ella. Esto implica la
admisión radicalmente perturbadora de que el significado «positivo» de cualquier término —y
con ello su «identidad»— sólo puede construirse a través de la relación con el Otro, la
relación con lo que él no es, con lo que justamente le falta, con lo que se ha denominado su
afuera constitutivo (Derrida, 1981; Laclau, 1990; Butler, 1993)”.

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:

Aulagnier, P (1988), La violencia de la interpretación, Amorrortu editores, Bs. As.

Foucault, M. (2002), La arqueología del saber, Siglo XXI, Bs. As.

Hall, S. (1996) “Introducción: ¿Quién necesita ‘identidad’?”, en Hall, S.; Du Gay, P. (1996)
Cuestiones de identidad cultural, Amorrortu editores, Bs. As.

Ivern, A. (2007), Hacerlo posible, Ed. s b, Bs. As.

6
Que todo lo abarca
7
Inconsútil: Que no tiene costura, sentido.
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Karol, M. “La constitución subjetiva del niño”, en AA.VV. (1999), De la familia a la escuela,
Ed. Santillana, Bs. As. Cap. 3

Morín, E. (2002), Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, Nueva Visión,
Bs. As.

Pedranzani, B; Martín, L; Díaz, C. (2013), Pensando las subjetividades hoy: El papel de la


escuela y el currículum, Universidad Nacional de San Luis.

Quiroga, A. (2009) Enfoques y perspectivas en psicología Social. Desarrollos a partir del


pensamiento de Enrique Pichòn Rivière, Ed. Cinco, Bs.As.

Urbano A. C; Yuni A. J. (2005) Psicología del desarrollo. Enfoques y perspectivas del curso
vital. Ed. Brujas.

Nota: otras fuentes mencionadas en el apunte están tomadas de citas de la bibliografía


precedente.

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