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DIARIO DE EMMA
INDICE
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COPYRIGHT Y AVISO LEGAL
DEDICATORIA
AGRADECIMIENTOS
ELLOS
RUTINA
TRAGEDIA
VIVE
ESPERANZAS
SOLO
AMIGO
NOTICIAS
ENCUENTRO
SECRETOS
NIÑEZ
CONFIESA
OTRA
TRAZOS
DÉBIL
DUDAS
FACHADA
DESCUBRIRSE
AGONÍA
DECISIÓN
IRA
LOCURA
RESACA
INMÓVIL
JUICIOS
SORPRENDIDOS
BÚSQUEDA
AGONÍA
NICO
MELODÍA
AGRADECIMIENTOS ESPECIALES
OTRAS OBRAS DEL AUTOR
COPYRIGHT Y AVISO LEGAL
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Con cariño infinito y gratitud eterna para ustedes que de alguna forma se
verán identificados en algún paraje de este manuscrito y además para los que
esperaron con paciencia este proceso, ahora fruto de tantas vivencias; días de
soledad, noches de desvelos, tristezas, esperanzas, lejanías, risas y hasta
lágrimas… es decir un fruto muy humano que espero que saboreen cada uno de
ustedes.
AGRADECIMIENTOS
A Zue Dawzen, pues sin usted, mi chamo, este proceso hubiera sido más
difícil.
Y EN ESPECIAL:
Emma y Thomas… dos mundos que conforman una sola galaxia, día y noche
en un solo instante, luz y sombra, color y sepia en una misma fotografía, sol y
luna en un mismo eclipse, dos humanos diferentes que conforman un solo
cuerpo, una sola alma.
Para muchos, una explosión de vida con la chispa adecuada, la relación que
cualquiera desearía tener, incluso ellos mismos no concebían la vida del uno sin
el otro… eran como un rompecabezas de tan solo dos piezas que encajaban
perfectamente, eso sí, cada pieza fabricada con un material distinto, lo que los
hacía asombrosamente únicos y diferentes.
Pero en la vida real los cuentos de hadas son solo eso, cuentos. No existe la
perfección, pues esta, al igual que la felicidad, no son perennes en el tiempo (no
son para toda la vida) son más bien estados temporales del alma, sensaciones
momentáneas experimentadas por el ser, dadas por unas características
específicas en fracciones de tiempos puntuales y de corta perdurabilidad.
Un estado de coma inesperado, un diario que revela que los seres humanos
somos solamente un 50 % para los demás, que el otro 50 % es tan propio y
oculto que nunca lo sacamos a flote, pues si saliera, surgirían un sinfín de
preguntas que no seríamos capaces de responder por lo complicado y
vergonzosas que podrían ser, o sencillamente, porque ni nosotros mismos
tenemos la respuesta.
En la vida hay dos opciones: entenderla o vivirla. Thomas… tú, ¿qué eliges?
Emma, una mulata de 39 años, próxima a cumplir sus 40, con unos hilos de
plata sobre el centro de la frente, los cuales peinaba por mitad hacia los lados
dando la impresión de que fuera un cabello sutilmente maquillado, su estatura
era mediana, 1,69 centímetros, cejas definidas y unas pestañas espesas que
parecían cortinas de seda negra para las ventanas de sus ojos oscuros, de mirada
profunda y triste, nariz pequeña pero redonda, una sonrisa de marfil que
resaltaba a su chocolatada piel, enmarcada siempre por un labial de tono rojo
encendido. Su contextura no era gruesa ni delgada, era precisamente ese tipo de
robustez que toda mujer se queja, pero que muchas envidian, piernas definidas
gruesas, cadera ancha y levantada, cintura pequeña, de senos pequeños, pero
firmes.
Sus pies estaban helados, su cabeza la sentía hirviendo, su pulso era agitado y
podía sentirlo a través de la almohada como si esta tuviera vida propia y
estuviera atravesando una emoción de esas improvistas que nos sacan de
nosotros mismos. Se volteó boca arriba, observó por unos instantes la oscuridad
del techo del cuarto, miró a su izquierda y vio la silueta de Thomas que, poco a
poco, se iba esclareciendo, adaptándose a las sombras de la noche con el reflejo
de la ventana, él dormía plácidamente como un bebé recién nacido envuelto en
las cobijas, como si fueran un edredón.
Tomó papel de toilette y secó su parte íntima, se incorporó, abrió el grifo del
lavamanos para limpiar sus manos, con ellas, un poco humedecidas palmoteó su
frente, las mejillas y el pecho. Tomó la toalla para secarse, se dirigió al
refrigerador sacó la jarra de agua, sirvió un vaso, lo bebió como una mula
asoleada; rápido y sin parar, sirvió otro vaso de agua que cuando comenzó a
ingerirlo sintió una especie de tirón en la parte superior de la cabeza que la hizo
ladear un poco, luego, una pequeña presión en el pecho, que la llevó a exhalar
fuertemente.
Dejó de tomar agua y comenzó a realizar ejercicios de respiración lentamente,
hasta que tuvo nuevamente el control de su cuerpo.
Emma se levantó de la cama, tomó una ducha rápida, se vistió con su estilo
tan propio y característico, llamó a Thomas para que se levantara, pues siempre
le costaba desprenderse del lecho. Preparó el desayuno como de costumbre,
huevos, tocino, pan tostado, queso, café con leche y jugo de naranja. Se sentía
con una vitalidad increíble, como si el impase de la madrugada hubiera sido una
recarga de energía única.
Mientras Thomas desayunaba, ella salió del cuarto e hizo su pequeña pasarela
de modas como habitualmente la hacía, desfiló hasta estar frente a él, puso las
manos en la cabeza de Thomas y los dedos entre sus rizos a la altura de los
oídos, haló la cabeza de él suavemente frente a ella, lo miró fijamente a los ojos
y le hizo la pregunta de rigor…
Emma laboraba como secretaria para un pequeño diario local desde hacía
ocho años, pero por su experiencia y conocimiento de esta, la habían convertido
en la mano derecha del director, a tal punto de que ella era la responsable de
grandes decisiones de la imprenta. Su trabajo y entorno le apasionaban, por su
carisma, se había ganado el cariño de todos los empleados y clientes de la
compañía.
Thomas, aunque era un poco introvertido, por su parte tenía una capacidad
creativa inmensa, por lo que eligió la línea del diseño gráfico contando con su
propia empresa de publicidad, la cual, aunque no era muy grande, les permitía
vivir una vida digna y darse en ocasiones sus buenos gustos y deseos a sus
anchas.
Emma era apasionada al cine, una cineasta con una crítica excepcional, en
especial del cine independiente. Para este día en el Pequeño cinema de la gran
avenida se estaría estrenando una película de tendencia nazi-feminista, una
perfecta combinación que encajaba justo en los gustos de ella. Thomas, como
hombre de sorpresas y de pequeños detalles, de esos que enamoran, había
comprado un par de entradas con excelentes puestos.
Ella sonrió, abrió la puerta del coche, entró y lo saludó con un apasionado
beso.
Thomas manejó el auto hasta un café cercano al Pequeño teatro, allí ella tomó
dos copas de vino, y él, un par de cervezas. Picaron algo de comer y platicaron
por un buen rato de las cosas del día, recordaron pasado, y a su vez, planearon el
futuro. Thomas le dijo Emma que había preparado una sorpresa, que debían
apresurarse para no llegar tarde.
Cuando arribaron al cine, Emma no pudo ocultar su cara de emoción pues esta
era una película que quería ver desde su promoción, pero nunca imaginó que la
vería en premier. Lo más extraño es que no iban en el medio del filme, cuando
Emma cayó vencida por el agotamiento y se durmió. Thomas se sintió un poco
frustrado, sin embargo, no dijo nada, prefirió callar y pensar que ella había
tenido una dura jornada.
Luego del cine, camino a casa, nadie pronunció una sola palabra, solo al llegar
antes de salir del auto Emma ofreció excusas a Thomas por lo sucedido y le dio
un beso, esta vez un poco más tierno que apasionado. Entraron al domicilio,
fueron a la cama y Emma cayó profunda como una piedra.
TRAGEDIA
El fin de semana transcurrió como de costumbre; sábado de aseo familiar
durante el día, en la tarde salir a cenar a un restaurante, y en la noche, un buen
sexo ocasional antes de dormir.
En la noche Emma tomó una ducha, fue a la cama alrededor de las 9:00 p. m.,
y leyó un poco de un libro, y se quedó dormida. Thomas, por su parte, tomaba un
café en el balcón y fumaba un cigarro mientras el humo se esfumaba al ritmo de
sus pensamientos. Cuando entró a la habitación encontró a Emma dormida con
el libro sobre el pecho; se acercó, le quitó el libro, la cobijó, la besó dulcemente
en la frente y dijo suavemente, “este, para que el mundo sepa a quién le
perteneces”. Luego se acostó, con cuidado, para no interrumpir su sueño.
Volvió a la cama, sin nada de sueño, pero en esta ocasión un poco más
inquieta sobre lo que le estaba sucediendo que la vez pasada, con un sinsabor a
incertidumbre y ese tipo de presentimiento de que algo extraño va a suceder, se
acercó a Thomas quien dormía de lado dando la espalda en posición medio fetal.
Ella lo abrazó, se aferró a él como encajando dos piezas de un rompecabezas.
Thomas asumió que era un abrazo como de ternura y se entrelazó con Emma de
la mano llevándolas a su pecho mientras continúo durmiendo, ella por su parte se
impacientaba más porque podía sentir los latidos del corazón de Thomas a media
velocidad de los suyos como una sinfonía de terror.
Salió apresurada como queriendo huir de algo que no sabía que era o como
quien corre al encuentro con algo que no espera… esa sensación extraña que
llamamos presentimiento.
Emma llegó a la estación esta vez 20 minutos antes que lo habitual, eran las
6:45 a. m., esperó cuatro minutos a que llegara el tren de la Línea Azul, ingresó
por la segunda puerta del tercer vagón, como siempre lo hacía, pues esta le
quedaba perfecta al momento de bajarse en la estación de destino, pues allí daba
justo la salida directa a la calle principal que comunicaba con su trabajo. Aún era
un poco temprano, y, aunque había más asientos disponibles que de costumbre,
Emma no quiso sentarse, prefirió irse de pie frente a la puerta y observar el
paisaje que ofrecía el tren en movimiento, mientras que se percataba de lo poco
observadora que había sido en sus viajes anteriores.
Pronto toda esa paz se tornó en angustia, en temor, en ansiedad, los gritos de
varias personas que exclamaban:
− ¡Auxilio!
Otros que pedían que se alejaran para devolverle el aire, murmullos como:
Emma sintió que ese trance de paz que vivía era el anuncio de que estaba
saldando su compromiso con la vida, que había cumplido su tiempo en esta
tierra, pero algo la desconcertaba; no había túnel, tampoco existía luces
resplandecientes, no veía a su alrededor aquellas personas cercanas a su vida que
habían dejado este mundo; como muchos dicen que al final vuelven a nuestro
encuentro, tampoco veía su cuerpo, ni la muchedumbre que la acompañaba.
De pronto se escuchó:
−Cariño, ¿me oyes? Respóndeme, por favor, regresa, dinos cómo te llamas…
Emma no podía comprender lo que estaba aconteciendo, para ella era todo
muy extraño, cómo podían decir que no le escuchaban si ella había dado
respuesta a todas las preguntas, ella había gritado su nombre varias veces,
incluso había llamado a Thomas en varias ocasiones, pero todo fue en vano.
−En sus pertenencias no se halló ningún nombre o número que nos pudiera
acercar a algún pariente cercano, solo sus identificaciones personales, sus
tarjetas de banco, dinero en efectivo, cosméticos y su aparato celular. Dicho todo
esto, creo que no hay nada más que agregar, estoy segura de que dejo a la
paciente en muy buenas manos, este hospital tiene excelentes recomendaciones.
Los doctores se reunieron, en voz baja, y discutieron entre todos cuál sería el
tratamiento más adecuado para aplicar en este momento, teniendo en cuenta que
desconocían la historia clínica de la paciente.
Después de unos minutos de discusión, uno de los doctores llamó a una de las
enfermeras y le dijo:
Gabriela era de ese tipo de enfermeras que dan la sensación de ser cuidado por
un ángel. Llevaba un poco más de 20 años en el hospital y por su
profesionalismo y carisma se había ganado la confianza y un gran aprecio por
parte de toda la institución y de cuanto paciente se había cruzado en sus
servicios, todos la amaban desde los venteros de las afuera del hospital, el
personal de seguridad, oficios varios, el personal administrativo, hasta los altos
dirigentes del hospital.
VIVE
No había transcurrido una hora cuando el celular estaba sonando, Gabriela lo
tomó y vio que decía llamada entrante de “Mi Thomy”.
−Hola...
−¿Bueno?...
−¿Quién habla?
−Señor Thomas, como le dije me llamo Gabriela, soy enferma del Hospital
Nuestra Señora del Carpinello, y es muy importante que se presente lo más
pronto posible al hosp…
−Por favor, páseme a Emma… ¿Qué sucede? Necesito hablar con mi esposa.
−Pero, espere, ¿qué sucede? ¿Mi esposa está bien? Dígame, por favor, ¿qué
pasa? ¡Dígame que está bien…!
−Creo que sí, ¿es el que está ubicado entre la calle 23 y la vía central?
−Correcto ese mismo es, por favor cuando llegue diríjase al tercer piso y
pregunte por mí, Gabriela Duque, aquí le daré toda la información que necesite.
¿De acuerdo?
Thomas, cogió las llaves del auto, su celular y dejó la oficina como estaba,
ingresó al carro, lo encendió, pero no fue capaz de iniciar la marcha de
inmediato, pues se había apoderado de él una ansiedad enorme.
Solo pasaba su mano por la cabeza varias veces y sacudía sus crespos,
tensionaba el cuello, mirando el techo del carro pensaba en miles de cosas que
estarían sucediendo con Emma, la imaginaba enferma, herida, e incluso pensó en
la posibilidad de que ella estuviera muerta lo que le generaba un pánico extremo
que le impedía conducir el auto. Ese macho alfase había convertido en una
esponja de sensibilidad, sus ojos se humedecieron y golpeó fuertemente el timón
del auto por la impotencia. Decidió apagar el auto, salir de él y mejor tomar un
taxi que lo llevara directamente al hospital.
Thomas por fin llegaba al hospital y se dirigía al tercer piso, Gabriela estaba
en la recepción, cuando se abrió la puerta del elevador vio salir un hombre que
se notaba enormemente desorientado, angustiado, triste, que miraba a varios
lados... Gabriela inmediatamente exclamó:
−¡Señor Thomas!
−Hola, enfermera… Qué alivio verla, ¿cómo está ella? ¿Dónde está? ¿Puedo
verla?
Eran las preguntas que venían una tras otra, esperando que la respuesta fuera
obvia.
−Debe ser paciente, tener un poco de calma hasta hablar con el doctor
Martínez. Le ruego, por favor, que se siente y espere un momento acá que voy a
llamarlo.
Thomas, no pudo resistirse a esa dulzura de mujer con mirada compasiva que
le tomaba la mano derecha, como si estuviera saludando y con la izquierda lo
palmoteaba, como una madre cuando quiere brindar tranquilidad a su hijo
logrando que este se sienta seguro de ella.
Observaba cada rincón del recinto, miraba hacia la ventana, los cuadros, las
luces blancas, todas las puertas y salidas que había allí con sus respectivos
nombres, pero a él le cuestionaba una en especial, la que decían UCI... Thomas
muy bien sabía lo que estas siglas querían decir.
Luego de unos minutos vio salir a la enfermera Gabriela con un doctor de uno
de los pasillos, ellos se acercaron y la enfermera los presentó:
−Doctor, dígame, ¿dónde está Emma? ¿Cómo está ella? ¿Puedo verla? Quiero
verla… de verdad lo necesito y sé que ella me necesita también. Se lo suplico,
doctor lléveme donde Emma.
−Entre y siéntese, por favor. ¿Desea tomar un vaso con agua?, le ayudará a
relajarse un poco.
Thomas recibió el vaso con agua y bebió un poco, miró al doctor con una
atención suprema, este ingresó al ordenador y abrió el expediente de Emma,
miró a Thomas y le dijo:
−Es muy importante que usted nos informe cuáles antecedentes médicos tiene
su esposa, si es alérgica a alguna medicina o si en el momento está tomando
algún medicamento, pero lo más importante es que conserve la calma para que
ahora que ingrese a verla pueda transmitirle esta sensación a ella.
Él sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, podía inclusive sentir las
pulsaciones en su cabeza, ella caminó hasta el fondo, volteó a la izquierda (todos
eran como cubículos de incubadora) caminó hasta el tercer cubículo y se detuvo;
miró a Thomas y el comprendió que allí estaba su esposa.
El miró por el vidrio, una fría sensación le invadió por todo su cuerpo, Emma
estaba acostada y aunque parecía dormir plácidamente, el verla conectada a
diversos aparatos, con sondas en varias venas, respirador, el sonido lento del
bip…bip…bip...eran demasiado para él.
−¿Puedo entrar?
Ella asentó con la cabeza que sí, pero antes de que él entrara lo tomó del brazo
y le dijo en voz muy baja acercándose al oído…
Sea fuerte, no se derrumbe ante ella, dele a entender que la ama, que está aquí
por ella y que juntos van a superar este impase.
La puerta se abrió, Thomas entró lentamente, antes de emitir el más mínimo
sonido, o pronunciar una sola silaba solo le tomó la mano, le acarició
suavemente el rostro y la besó delicadamente en la frente… ella inmediatamente
respondió con cierta energía que trasmitió a Thomas y que solo él pudo sentir,
allí él supo que Emma estaba al tanto de su presencia.
−Mi pedazo de chocolate oscuro. −La llamó de esta forma, porque entre ellos
existía la costumbre de llamarse así; chocolate oscuro, que era Emma, y
chocolate blanco, que era él−.
−Aquí estoy contigo, como lo prometí un día, en las buenas y en las malas, en
la salud y la enfermedad. Ya verás que esto es solo un mal momento que pronto
pasará, que venceremos juntos como siempre lo hemos hecho, por tu amor, por
mi amor, por el nuestro y los nuestros, porque tenemos muchos planes por
cumplir, sueños por realizar, proyectos por materializar, cenas, bailes, ir a cine,
hacer el amor hasta el cansancio, y muchos viajes por hacer.
Pasada casi una hora regresaron con Emma, él inmediatamente se puso de pie,
se acercó a la enfermera y le preguntó:
Thomas ingresó y nuevamente tomó la mano de Emma, esta vez no dijo nada,
solo la acarició dulcemente, de nuevo volvió a sentir esa energía inexplicable,
pero que le daba la certeza de que Emma sabía que él estaba allí.
Nuevamente tres golpes suaves en el vidrio era el doctor que lo llamaba,
Thomas lo miró y levantó la mano indicando que pronto saldría.
En ese instante, una idea loca pasó por su mente… abrió la bolsa de las
pertenencias de Emma, tomó la cartera, sacó los cosméticos y con el lápiz labial
de Emma se pintó los labios, la besa en la frente, se acerca y le susurra al oído…
para que sepan todos a quien tu perteneces, el beso aleja lobos.
–Señor Thomas, las noticias que le tengo no son muy alentadoras, espero que
por esto no pierda las esperanzas. Los resultados de los exámenes de sangre y el
electrocardiograma nos muestra que, en el momento, Emma padece una
pericarditis aguda, la cual consiste en una inflamación súbita y generalmente
dolorosa del pericardio, que es como el músculo membranoso que rodea al
corazón y la más frecuente condición que afecta es al pericardio, caracterizado
por un derrame de líquido y productos de la sangre como la fibrina, glóbulos
rojos y glóbulos blancos en el espacio pericárdico, su complicación más seria es
el taponamiento cardíaco en el que la acumulación de líquido en el pericardio
obstruye el flujo de sangre hacia el corazón, y es una condición letal.
–Pero eso sí… –Le aconsejó el médico– solo un par de tragos, si toma más
solo logrará empeorar la situación y su estado de ánimo podría llegar a afectar un
poco más a la paciente, lo necesitamos fuerte, optimista y decidido.
Thomas salió del hospital, luego de cruzar la puerta miró hacia el cielo como
quien busca repuestas, como quien quiere un poco de paz, la tarde estaba
cayendo, era un ocaso maravilloso de esos que invitan un poco la reflexión, a la
nostalgia.
Tomó un taxi y le pidió que lo llevara a la esquina de la calle 8 con calle alta.
Durante el camino él solo pensaba un sinfín de cosas, incluso cosas que no se
relacionaban unas con otras. El conductor era un señor que lucía amable, pero
muy callado. Thomas lo miraba de reojo, como con ganas de entablar una
conversación, de esta forma seguir el consejo del doctor, pero no sabía cómo
hacerlo… carraspeó y dijo:
Se bajó del carro, cruzó la calle al frente, caminó por la acera como hasta la
mitad del bloque hasta que llegó a su destino, “El rinconcito bohemio”. Entró y
caminó hasta la barra, pero notó que estaba muy iluminada, él lo que menos
quería era que su presencia fuera muy evidente, solo quería estar cómodo,
solitario y así poder reflexionar ante tantas cosas que merodeaban por su mente.
Mientras le traían su pedido observaba todo el lugar, el sitio era perfecto para
la ocasión, la música era muy social, no muy alto el volumen de los que
permiten pensar y hasta tener un buen diálogo, que puede ser perfecto para el
romance o la reflexión.
Tragó casi medio vaso de licor en un solo sorbo e inmediatamente sus ojos se
humedecieron, no pudo evitar lo inevitable, su rostro se empapó en lágrimas,
lloraba y lloraba sin poder parar aunque de forma silenciosa, solo bajo la mirada
a la mesa, puso los codos sobre esta y con las manos a la altura de la frente
introdujo los dedos entre sus crespos para sostener la cabeza, solo se podía ver, a
través de la media luz, en su silueta, como las lágrimas goteaban por la punta de
su nariz hasta caer sobre la mesa.
Llamó al camarero y le solicitó dos tragos, un Grey Goose con soda y limón
para él, y otro, de los que estaba tomando Thomas, dijo:
–No me refiero a esa pérdida, esa nunca pasaría, conozco muy bien a mi
Emma, me refiero a que ella se está debatiendo entre la vida y la muerte, no sé
qué tiene solo sé que está muy delicada y no me dan muchas esperanzas y
aunque en mí hay positivismo, también existe una extraña sensación que no me
da paz.
Andrés preguntó:
–¿Cómo te llamas?
Thomas dijo:
Unos instantes más tarde comenzó a hablar de su relación con Emma; cómo la
había conocido, cómo se enamoraron, el proceso de vivir juntos, lo que ella
significaba para él, el temor de perderla... Hubo un poco de risas y llanto, así,
por varias horas.
Pronto la tetera emitió el sonido notificando que el agua estaba lista, tomó una
pequeña taza, puso una cuchara pequeña de café vertió el agua caliente, abrió la
gaveta que estaba a un lado del fregador automático tomó el paquete de
cigarrillos, el encendedor y se dirigió hacia el balcón de la habitación pasando
por esta como si no quisiera ver nada de lo que allí había.
Solo fumó el segundo hasta la mitad, pero decidió apagarlo después de una
última y fuerte inhalada. Pasó de largo por la habitación fue a la cocina, como
nunca lo hacía lavó la taza y la puso a secar sobre el entrepaño al lado de la
estufa.
Por fin llegó el momento que tanto había evitado, ir a la habitación para
enfrentarse a la soledad del cuarto, a la inmensidad de la cama. Caminó desde la
cocina lentamente hasta que llegó a la puerta y ahora sí lo observó todo
completo, detalle por detalle, se sentó en la cama y miró el despertador; eran las
11:43 p. m., pronto llegaría la medianoche.
Encendió la televisión, pero sin percatarse del canal, tampoco del programa
que estaban presentando, bajó el volumen a un tono moderado, solo por sentir un
poco de compañía, miró hacia el tocador, allí estaba una foto de los dos que
había sido tomada en uno de los viajes de vacaciones años atrás y estaba en un
marco cuidadosamente seleccionado por ellos mismos; la foto era hermosa, el
lugar paradisiaco, los dos habían quedado como modelos de revista.
Esa era la fotografía del año, pues Emma acostumbraba cada comienzo de año
a revisar entre todas las fotografías que se habían tomado juntos para seleccionar
una foto que fuera la que estaría ahí durante todo el año como fuente inspiradora
del amor que se tenían; como la renovación anual de sus votos, la que les
recordaría al levantarse que tenían una lucha conjunta con la vida para seguir
construyéndola juntos, y al acostarse sentir la satisfacción de tener alguien con
quien compartir los sueños.
Thomas tomó la foto entre sus manos, su mente se inundó de todo tipo de
recuerdos, de vivencias, de toda clase de momentos que inmediatamente
desataron el llanto como a un niño desconsolado, de aquellos que no se pueden
parar, que se siente en el pecho, y se derrama entre sollozos repetitivos.
Thomas abrió los ojos y se vio acostado de lado, en posición fetal, con un
poco de dolor a la altura del pecho, donde se percató de que estaba la foto de los
dos, le sorprendía ver que había luz de día entrando por el ventanal del balcón e
inmediatamente se incorporó pensando que por su hábito de mal madrugador se
le había hecho tarde para ir al hospital.
Pero la vida había sido justa con él, apenas eran las 7:10 a. m., tiempo justo
para tomar una ducha, un buen café, de pronto un cereal con leche (más por
deber, que por deseo) tomar un taxi hasta la oficina para recoger su vehículo y
así poder desplazarse con mayor comodidad hasta el hospital para acompañar a
su pedacito de chocolate oscuro.
Todo fue calculado a la perfección, no eran las 9:00 a. m., cuando Thomas ya
se encontraba a la entrada de la UCI esperando le autorizaran el ingreso de sus
primeros cinco minutos que le habían sido otorgados por el doctor para visitar a
Emma en horario extravisita, de esta forma poder ayudarla en el proceso de
regresar a su estado de conciencia, como se lo había pedido el doctor.
Thomas se sentó en una silla al lado de la cama, le tomó la mano derecha con
su mano izquierda, se acercó, la besó en la frente y procedió a saludarla:
Nuevamente, sintió esa extraña energía del día anterior que le daba a entender
que había una fuerte conexión con Emma.
Calló por unos instantes pensando en qué más decir y lo primero que dijo fue
justo eso:
–La verdad que no sé qué decir, tú sabes que soy de pocas palabras, pero el
doctor me pide que hable contigo y en este momento no sé de qué hablarte, él
dice que es necesario que escuches mi voz, para que te familiarices con este
mundo consciente y regreses de donde estás, pues es difícil porque tengo la
presión del tiempo, solo son cinco minutos que debo de aprovechar al máximo…
Bueno, comenzaré contándote un poco de lo que te sucedió…
Thomas le relató más o menos la versión que él tenía de los hechos, a Emma,
sin soltarle la mano, acariciándole el cabello, esos cinco minutos pasaron como
un relámpago. Pronto, una enfermera estaba tocando el vidrio y señalándole el
reloj de pulso, como quien indica que el tiempo terminó.
Así transcurrió todo el día, entre turnos de cinco minutos en los cuales no
sabía qué decir, cada vez le parecía más difícil entablar una conversación donde
él era el único hablante, daba gracias cuando entre horas llegaban amigos,
familiares o compañeros de trabajo a preguntar por el estado de salud de Emma,
pues esto le ayudaba un poco a sobrellevar el día.
Cayó la tarde cuando Thomas decidió que debía regresar a casa, ya el tráfico
comenzaba a ponerse pesado y debía descansar un poco, puesto que al día
siguiente tenía que pasar por la oficina temprano a dar unas instrucciones a los
empleados, distribuir sus funciones y asignar nuevas tareas. Thomas era
consciente de que esta situación lo mantendría alejado de sus labores en la
empresa por un buen tiempo, pero de igual forma esta debía continuar con el
negocio porque los gastos que le esperaban eran grandes, adicional a que las
obligaciones actuales no dan espera.
Thomas ingresó por última vez a ver Emma, para despedirse, tomó su mano,
acarició el cabello y el rostro de su amada, se acercó y le habló dulcemente al
oído:
Subió a su auto condujo hasta la casa, puso música durante el camino, cantó,
el viento sacudía sus crespos, el tráfico parecía no existir, era como si estuviera
preparando el regreso a casa de algún pariente que se encontraba en el exterior
hacía mucho tiempo.
Al llegar, parqueó el vehículo y entró a la casa, esta vez con un aire triunfante,
dejó la chaqueta sobre el sofá de la sala, se quitó los zapatos a la entrada del
cuarto, fue a la cocina abrió el refrigerador tomó la jarra del jugo y bebió
directamente de esta como solía hacerlo, sacó un pedazo de pan de la despensa e
intercalaba el masticar el pan, pasándolo con sorbos grandes de jugo, luego de
que terminó, entró de nuevo al cuarto, se quitó el pantalón, la camisa, las medias,
abrió el clóset sacó sus pantalones deportivos, un suéter, unas medias cortas, los
tenis, se vistió con todo aquello, sintonizó su celular en su música preferida, se
puso unos audífonos, las llaves y la cartera en el bolsillo.
Luego de trotar por casi una hora alrededor del parque, Thomas cayó en el
mismo pecado que Emma le hacía cometer siempre, se arrimó a un carro de
comidas callejeras; pidió una deliciosa hamburguesa de queso con tocino, papas
fritas, para ajustar una gaseosa Cola, bien chispeante y fría. Era como si Emma
le estuviese diciendo:
Ah, esa sensación que nos hace querer volver a vivir esos momentos mágicos
del pasado, esos que cuando los recordamos nos cuestionan mucho acerca de
cómo transcurre el tiempo, pero al final nos responden que el tiempo pasa, pero
no pasa en vano; pues transforma todo lo que toca a su paso, haciendo que en
muchas ocasiones nos propongamos a revivir aquello que no puede tener sino
solo una vida. Por así expresarlo, aunque esté mal dicho, revivir lo irrevivible,
porque en la vida todo se vive una sola vez, ningún instante es igual a otro,
aunque estén dentro de la misma unidad de tiempo, pues el tiempo es algo que
pasa y nunca vuelve.
Se puso bajo esta y dejó que el agua cayera por todo su cuerpo por un buen
tiempo, luego aumentó un poco la temperatura de esta y se puso un poco de
champú en la cabeza, comenzando a masajear sus crespos desde el cuero
cabelludo, se enjuagó el pelo y de nuevo puso más champú, pero esta vez no lo
enjuagó, algo que de alguna manera lo hacía sentir más relajado, hacía tiempo
que no disfrutaba tanto de un baño como lo estaba haciendo, luego tomó el jabón
líquido para el cuerpo, puso una buena cantidad en su mano derecha y comenzó
a esparcírselo por todo el cuerpo; comenzando por el cuello, las axilas, pasando
por el pecho, el estómago, los muslos, las pantorrillas, llegó a los pies los estregó
un poco y los lavó de inmediato para no resbalarse, de resto casi todo su cuerpo
estaba enjabonado.
Solo faltaba sus partes íntimas, tomó esta vez poca cantidad de jabón y
comenzó estregándose las nalgas, luego pasó a su miembro sintiendo una extraña
sensación de placer, puso un poco más de jabón y se concentró en sus genitales,
sus testículos que ahora se ponían un poco más pesados y su pene más firme,
comenzó a acariciarse lentamente, primero con una mano, después paso a la otra
alternando poco a poco, entraba y salía debajo de la ducha constantemente,
mientras el jabón se deslizaba suavemente por todo su cuerpo.
Thomas salió del baño, se secó, se puso la toalla alrededor de la cintura, fue a
la cocina, encendió la tetera del agua, preparó un café, tomó un cigarrillo, salió
al balcón como de costumbre a vivir su momento de placer nocturno, esta vez
el segundo momento de la noche.
Ingresó a la cocina lavó la taza, recogió todo lo que tenía tirado por la casa,
organizó lo que necesitaba para el día siguiente, luego fue a la cama esta vez
desnudo para poder descansar más plácidamente, encendió la TV, sintonizó un
programa cualquiera como para comenzar a relajarse y en cuestión de minutos
cayó en un sueño profundo.
AMIGO
La mañana llegó más rápida que de costumbre, esta vez a Thomas le costó un
poco más ponerse en pie, también estaba un poco angustiado porque le había
prometido a Emma que pensaría en temas de gran interés para hablarle durante
los cinco minutos de visita, pero la verdad no había pensado nada, se había
dedicado a recargarse de buena energía para enfrentar el nuevo día.
Preparó el café, le dio un sorbo para testear cómo había quedado; la respuesta
fue… unas ganas incalculables de fumar un cigarrillo, algo que muy rara vez
sentía en las mañanas y hoy no pensaba privarse de ese placer.
Salió al balcón, sintió como el sol de las mañanas calentaba un poco su cuerpo
que había quedado muy fresco por la ducha, comenzó a tomar el café intercalado
con unas fuertes inhalaciones de cigarrillo donde luego soltaba lentamente el
humo al aire, como si fueran bocanadas de tensión que se liberaban en el viento,
mientras lo hacía pensaba en qué cosas podía hablarle a Emma hoy durante los
períodos cortos de visita que tendría con ella, lastimosamente no se le ocurría
nada.
Thomas quería evitar el tráfico, pero fue un poco tarde, ya comenzaba todo a
ponerse un poco más lento, sin embargo, se dispuso a aprovechar el tiempo
pensando en los temas que le hablaría a Emma, pero por más que echaba cabeza
no se le ocurría algo específico. De pronto, al estar en una luz roja esperando el
cambio, recordó las palabras de su amigo de paso… “Andrés, si necesitas hablar
con alguien, o cualquier otra ayuda, puedes contar conmigo, solo llámame” -y en
una servilleta apuntó su número de teléfono-.
-Aló… -dijo Thomas, como queriendo parecer que no sabía quién era-.
-Eh, Andrés, excelente, por así decirlo… Me alegra mucho saber de ti, ¿cómo
estás? ¿Qué cuentas?
-Yo, muy bien gracias, perdona que no te pude contestar, cuando me llamaste,
pero inmediatamente recibí tu mensaje decidí devolverte la llamada…
Cuéntame, ¿cómo estás?
-Sí, pero eso no es todo, ayer fue muy difícil encontrar de qué hablar con ella
durante cada cinco minutos de permiso, y le prometí que para hoy sería un mejor
conversador, que pensaría algo específico para hablarle, pero la verdad no sé qué
decirle y eso me está volviendo loco.
-Pero no está tan difícil, pues tú me has contado que, aunque eres alguien de
pocas palabras, eres buen conversador cuando te tomas unas copas y entras en
sintonía, o en tus cinco sentidos con tu mujer lograbas hablar por horas sin parar
por la conexión que tenías con ella. Es simple, solo dime, cuando estás con
Emma, ¿de qué cosas hablan?
-Eso es, de esas mismas cosas debes hablar, solo teniendo en cuenta que ella
no puede responder y que tú debes ser el único hablante.
-Sí... -dijo Thomas-, pero también quiero decirle que la extraño, que la
necesito, que me hace falta, que la deseo… en fin cosas quizá nuevas, pero no sé
cómo…
-Así, mi amigo, así de la misma forma como me lo estás contando a mí, así
con esa misma naturalidad debes hacerlo con ella, hasta diría que con ella te
saldrá más bonito porque a las palabras le añades el sentimiento. Te sugiero que
le hagas preguntas…
-No te apures, ya sabes que aquí estoy… Si tengo tiempo, hoy en la tarde paso
a darte un saludo al hospital, es en el Hospital Nuestra Señora del Carpinello,
¿verdad?
-Me alegra oír eso, ¿preparado para compartir un nuevo día al lado de su
esposa y ayudar a traerla de regreso?
-Pues, eso intento, enfermera, esa es la idea, por lo menos la fe está intacta y
la esperanza viva, eso creo…
-Pero no se preocupe, veo que usted es alguien creyente y eso está bien, pues,
aunque el tiempo es eterno para el que espera, es corto para el que ama y usted
no solo espera con amor, sino también con fe, y es en ella que recibirá las
respuestas correctas.
Para Thomas era extraño ver a Emma con ese semblante tan tranquilo, lucía
como en un sueño plácido, no había en ella la más mínima muestra de dolor o de
molestia, era como si se estuviera poniendo al día con los sueños atrasados, pues
Emma era una mujer noctámbula, de esas que en la noche quieren hacer de todo,
y de igual forma levantarse temprano al siguiente día, tenía un lema que era:
“Para dormir tenemos la muerte, la vida es solo una y es para vivirla… vivirla en
plenitud”.
Thomas ingresó, pero esta vez la saludó con mucha naturalidad, dijo:
-Perdona que haya llegado un poco tarde, amor, pero el tráfico estaba
complicado, tú ya sabes cómo es la hora pico… si, ya sé que debía haberlos
previsto con más tiempo, pero tú también sabes como soy de tranquilo, es algo
que me cuesta cambiar, pero bueno te prometo que para mañana sí saldré con
más tiempo.
Cuando menos pensó, habían pasado siete minutos y Thomas no los había
sentido, era como si estuviera sosteniendo una conversación de toma y dame,
sentía que Emma le respondía, preguntaba o incluso lo regañaba a veces.
Salió del cubículo, se sentó en la sala de espera, abrió su maletín para sacar el
yogur y las galletas procediendo a degustarlas plácidamente.
Miraba para todos los lados, saludaba con la cabeza a cuanta persona pasaba
por allí, se sentía victorioso, los consejos de Andrés habían sido perfectos, solo
necesitaba mostrarse natural.
De esta forma transcurrió buen tiempo del día, entre cinco y cinco minutos
que, cada vez sentía que eran mejores, pues él de pocas palabras había resultado
ser un excelente hablante.
Eran las 4:00 p. m. pasadas cuando salía de uno de los cinco minutos y se
encontró en la sala de espera a Andrés, quien lo esperaba para acompañarlo un
poco.
-¡Qué grata visita! -Dijo Thomas cuando Andrés se paró a darle un saludo de
aquellos que se dan a los amigos reales-.
-Más que listo, amigo, la verdad solo me tomé el de la mañana antes de salir
de la casa, ya estoy ansioso de un buen trago de café.
Los dos decidieron ir una cafetería que estaba afuera del hospital, como para
cambiar un poco de ambiente y poder tener una conversación más amena.
Thomas le daba las gracias a Andrés por los consejos, le explicaba que no había
sentido ninguno de los cinco minutos del día, que hasta se tomaba más tiempo
del autorizado, pero que, por sus buenas relaciones con el personal del hospital,
no le decían nada.
Andrés le preguntó que, si le había notado alguna reacción nueva con Emma
durante este día, pero Thomas dijo que no, solo la conexión que él sentía y un
par de veces que la piel de Emma se erizó por los recuerdos que le contaba, pero
nada nuevo. Andrés también le preguntó que, si ya había hecho preguntas que él
sintiera que podían sacudir un poco la emoción de Emma, para tratar de
encontrar nuevas reacciones.
Thomas le dijo que lo había olvidado pero que pronto entraría de nuevo a los
últimos cinco minutos del día y le haría preguntas.
Los dos compartieron por un poco más de una hora, donde conocieron un
poco más de cada uno, hasta que Thomas miró el reloj y dijo:
-No, ahora no, estos son los minutos más importantes de tu día y debes
aprovecharlos al máximo, ve tú tranquilo que ya, cuando tu esposa reaccione
habrá tiempo para conocerla y compartir con ella, mejor te espero acá y si deseas
cuando salgas vamos al bar y nos tomamos un par de copas.
Se fue decidido a tener nuevas señales de Emma. Llegó donde ella estaba, la
miró y dijo con voz firme:
-Bueno, mi chocolate oscuro, llegó la hora de partir, estos son los últimos
minutos y antes de irme quiero que me respondas unas cosas... ¿cómo te sientes?
-Pero recordó que esto era para una respuesta larga y no corta como le había
indicado Andrés-.
A lo que ella hizo un ligero, pero suave movimiento del dedo meñique. La que
se erizó en ese momento fue la piel de Thomas… hubo un silencio por segundos
y preguntó de nuevo:
-Hagamos algo… cuando diga sí, tú moverás solo una vez tu dedo, y cuando
diga no, lo moverás dos veces:
-Sí…
-No…
Emma movió el dedo dos veces seguidas.
El mágico momento no podía ser mejor interrumpido que por el golpe del
vidrio y la enfermera señalando el reloj: “El tiempo terminó”.
Thomas salió más esperanzado que nunca, su cara de felicidad era inocultable,
era tan evidente que Andrés cuando lo vio, solo le dijo:
-Amigo, no sé cuál será el motivo de felicidad, pero sea el que sea, merece
que celebremos, me imagino que tiene que ver con tu Emma; como yo siempre
ando en tren o en taxi, para poder tomar mis copas tranquilo de vez en cuando,
vamos hasta tu casa dejamos tu auto allá y tomamos un taxi para el bar, así,
durante el camino, me cuentas a qué se debe esa cara de felicidad… ¿Te parece?
Thomas le respondió:
-Todo eso, gracias a tus consejos, amigo; perdona que te llame así, pero nunca
he tenido un amigo cercano y no sé por qué contigo me siento hablando casi con
un hermano. -Dijo Thomas, con una emoción total-.
Andrés, le dijo:
-Yo sí he sido de más amigos que tú, por lo que veo, pues siempre he tratado
de estar rodeado de personas que me quieran y a quienes quieras, pero algo que
me hace muy feliz es hacer nuevos amigos, para mí es un privilegio que me
llames así, pues aunque me gusta hacer amigos no es un proceso fácil, y contigo
siento que en este poco tiempo, me has dado tanta confianza que parece que nos
conociéramos desde hace mucho tiempo. Gracias de verdad, esta situación que
estás viviendo no sé por qué me ha tocado tanto, pero me ha enseñado mucho, la
vida es una sola, larga para unos, corta para otros, depende del lado en que la
miren, pero igual es una sola y hay que vivirla al máximo, todos los días sonreír,
llorar cuando sea necesario, dar gracias a cada instante, expresar lo que
sentimos, con cautela, pero sin reparos, vivir un día a la vez pero pensando que
puede ser el último, no con temor, sino intensamente para que sean pocas las
cosas que nos queden pendientes pero con la certeza de que nos vamos habiendo
disfrutado de las pequeñas cosas que no tienen precio, pero que valen tanto, en
palabras sencillas… Vivir la vida.
Los dos llegaron al bar, entraron y se sentaron, pero esta vez no en la mesa
escondida, al contrario, tomaron un lugar que estuviera ubicado estratégicamente
con buena luz, cerca de la barra, donde el sonido fuera perfecto para una buena
charla, y los pedidos no tardaran mucho…
Allí pasaron un buen rato, esta vez no hubo lágrimas, al contrario, solo
sonrisas acompañadas de muy buenas charlas. De Thomas, el hombre reservado
y callado no quedaba nada, hablaba hasta de lo que no debía. Luego de casi una
hora de estar hablando acerca de él, de Emma, de la relación de los dos… sintió
un poco de vergüenza, pues no había dado la oportunidad a Andrés que hablara
de él, entonces dijo:
-Bueno, siento que te puedo llegar a cansar de tanto hablar de mis cosas, por
lo que prefiero que me hables un poco de ti, aunque siento que te tengo aprecio y
confianza, me gustaría conocerte un poco más, a ver qué me cuentas…
-Te cuento que, al igual que a ti, mi padre falleció estando yo muy joven, y no
solo él, sino también mi madre, los dos fallecieron en un accidente de auto
cuando venían a la ciudad en un bus que rodó por un caño, el famoso accidente
de Cabo Azul.
-Siento mucho tu pérdida, -dijo Thomas-, ese accidente fue hace más de veinte
años, creo haber escuchado algo al respecto.
-Sí, -dijo Andrés-, exactamente veintitrés años. Para esa época yo tenía quince
años, después de ahí quedamos mi hermano mayor, Robert, de diecisiete años, el
menor llamado Daniel, de once, y yo. Una tía nos acogió en su casa y esos
fueron de los años más duros de nuestras vidas, vivimos en escasez en varios
sentidos.
Mi hermano mayor, un año más tarde, decidió casarse e irse a vivir a otra
ciudad con su nueva familia, en cambio, Daniel nunca pudo digerir lo sucedido y
cuatro años más tarde tomó la valiente decisión de quitarse la vida… o cobarde,
dicen algunos.
Dicho esto, reinó entre los dos un profundo silencio, Thomas se sentía un
poco apenado por haber suscitado esos recuerdos en Andrés…
–Ah, pero no me has dicho nada de tu vida sentimental, ¿qué hay de ella? –
Preguntó Thomas–.
–Pues, ¿qué puedo contarte? Tengo una hija de catorce años que se llama
Elena, una princesa hermosa, aunque no vivo con ella, tenemos una excelente
relación, al igual que con su madre, nunca fuimos pareja, pero fuimos los
mejores amigos de la universidad, y ya ves lo que nos quedó… je, je, je…
–Bueno, tanto como casado no, ¡qué más quisiera yo!, pero no se puede,
convivo en unión libre con alguien, tengo una relación hace trece años, casi lo
que tengo de ser padre, no ha sido fácil, pero ahí estamos. Tenemos un hijo, un
cachorro, husky siberiano llamado Bastián, de seis años y es el hijo consentido
de la casa… Pero bueno, para mis cosas habrá más tiempo, sígueme hablando de
las tuyas.
Pasaron toda la noche hablando de cosas de parte y parte, hasta planearon que,
cuando Emma saliera del hospital y estuviera recuperada harían un viaje los
cuatro, pues esta sí era una afición de todos; viajar, pasear, conocer nuevos
lugares.
–Buenos días, señor Thomas, espero que haya amanecido bien, soy Gabriela,
la enfermera del hospital el Carpinello…
–No, por el contrario, ya salía para el hospital, pero dígame, ¿sucede algo son
mi esposa?
–Sí, claro que sí… –Respondió Thomas, ya un poco más tranquilo, pero aún
se sentía ansioso–.
–Bueno, eso me alegra, como usted verá, ya tengo en mis manos el resultado
del examen que teníamos pendiente de su esposa, y para serle honesto no tengo
muy buenas noticias. Voy a explicarle detalladamente cuál es el resultado y las
posibilidades que tenemos, le ruego me escuche atento, y al final, me haga las
preguntas pertinentes, ¿de acuerdo?
Thomas no pronunció una sola sílaba, solo asintió con la cabeza que sí, y
abrió sus ojos como un búho para estar atento a lo que le tenía que decir el
doctor.
Thomas solo asintió con la cabeza que sí. Luego, un profundo silencio reinó
en el consultorio, tan profundo que podría sentirse perfectamente la caída de una
aguja en el recinto.
–Ahora, una de las cosas más preocupantes es que la mayoría de los pacientes
enclaustrados no recupera el control motor, pues no existe algún tratamiento
normatizado o cura disponible, solo en ocasiones se realiza estimulación de los
reflejos musculares con electrodos, para ayudar a recuperar algo de la función
muscular, pero siento que debo ser completamente honesto con usted y muy
raramente regresa alguna función motora significativa.
–No acostumbro a hacer este tipo de cosas con mis pacientes, –continuó el
doctor–, pero este es un caso especial, y créame, no sé por qué, pero hay algo en
ustedes dos que hacen que, para mí, este caso sea especial; quizá sea porque yo
miro a mi esposa de la misma forma que usted observa a la suya y no quisiera
estar en sus pantalones. De nuevo, ¿alguna pregunta que quiera hacer…?
El doctor lo observa con una nostalgia inmensa por cómo podía percibir el
dolor, la tristeza, la angustia, el desosiego en el rostro de Thomas, se acercó al
escritorio y le dijo:
–Le ofrezco mil excusas, pero mi código de ética profesional me exige que sea
honesto con usted, el 90 % de los pacientes con síndrome de enclaustramiento
muere dentro de los primeros cuatro meses de haberse instalado los síntomas, sin
embargo, algunos continúan viviendo mucho más tiempo, pero estables, sin
ninguna mejoría, solo se han conocido dos casos en toda la historia que han
tenido una recuperación completa espontánea, es decir, que las probabilidades
son mínimas.
–Como usted puede ver, su esposa está con respiración artificial porque ni esta
facultad puede controlar, en un comienzo pensamos que su esposa se encontraba
con muerte cerebral en un estado vegetativo, pero, gracias a Gabriela, la
enfermera a cargo, pudimos percibir que la paciente mueve un poco los ojos,
aunque no los abre y se manifiesta en ella la sensación de sentir la presencia de
personas a su alrededor, esto es asombroso, casi milagroso porque este
diagnóstico es muy difícil de realizar puede tardar meses o años para que
podamos descubrir que el paciente no está inconsciente, por lo general, son los
familiares del paciente quienes detectan la conciencia, teniendo en cuenta que
usted es el único paciente era muy difícil que esto sucediera.
–Ahora, dígame doctor, ¿qué quiere que piense? ¿Qué quiere que haga? No sé
si poner a pensar al corazón o palpitar a la razón…
Tercer silencio profundo entre los dos, esta vez podían escuchar el tic tac del
reloj de pared a la par con las pulsaciones de sus corazones.
–Solo una pregunta más doctor, ¿Emma, aparte de tener que vivir la pesadilla
de sentirse atrapada, tiene otro sufrimiento físico?
–Me refiero a si ella padece algún dolor que la haga desear morir… Que
prefiera la muerte total a vivir muerta en vida… –Ripostó Thomas–.
Thomas salió de la clínica, y antes de tomar el auto miraba para todos lados,
todo tan igual, tan normal, tan estático, podría decirse que todo estaba perfecto,
en su punto y en su orden, menos su vida.
De repente allí apareció ella, una mulata de cabello afro, sonrisa amplia, ojos
expresivos, tenía los labios rojos como invitando a besos, femenina y delicada,
que hablaba con todo el mundo, sonreía para todos menos con él. Thomas, con
una copa en la mano observaba desde el balcón como todos celebraban,
cantaban, reían, bailaban, comían y no se percataban de que él estaba allí.
–No, por nada, aquí estoy bien, la verdad me gusta más observar que
participar, –dijo él–.
Emma le ofreció un trago, pero él dijo que no, que así estaba bien, luego ella
le tendió la mano brindándole un cigarrillo, pero de nuevo el insistió que no, que
no fumaba.
–Por lo que veo eres el hombre cohete; no bebes, no fumas, no nada… –dijo
Emma, entre sonrisas, mientras él sonrojado, le decía:–.
Pero, para Emma, ya uno de los últimos, como algo extraño ella dejó de fumar
con el tiempo, mientras Thomas lo reafirmaba más, a partir de ese momento
hablaron sin parar, carcajadas van e historias vienen durante toda la noche, de
verdad que Emma tenía el poder de hacerle hablar hasta de lo que no se debe,
desde ese día no pararon más…
Se bajó del auto subió unos escalones y llegó a la cima del cerro, allí observó
la ciudad por todos los lugares, sus rincones, calles, barrios, edificios, autos y
ciudadanos que miraba caminar a lo lejos, se cuestionaba cómo la vida podía
seguir tan igual, si en este instante su amada se debatía entre la vida y la muerte,
si para él la vida ya no era la misma.
–De acuerdo, amigo, acá te espero, no tardes, por favor. Eres lo único que
tengo.
Así pasaron las horas de este día tan amargo, esta vez no quisieron consumir
alcohol, solo un par de cafés y algunos cigarrillos, luego Thomas llevó a Andrés
hasta su casa siguiendo luego para la suya.
Al llegar a casa, esta vez solo entró sin percatarse de nada, sin observar
ningún lado, ningún detalle, como si deseara ignorar lo que estaba pasando y así
hacer menos dolorosa la ausencia de su pedazo de chocolate oscuro… Tomó una
ducha, su café, el cigarrillo de siempre. Esa era una noche serena, tranquila y no
tan oscura, pues había una luna de aquellas que no hace falta las luces de los
postes para iluminar las calles.
Thomas cepilló sus dientes, entró al cuarto listo para ir a dormir, organizó la
cama y se acostó, de pronto, de la nada, cayó la foto de los dos al suelo, cuando
se agacho a recogerlas le llamó la atención ver un cajón del tocador mal cerrado,
era uno de los cajones de Emma, lo abrió para cerrarlo bien y encontró allí una
pila de recuerdos de ella, se podría decir sus memorias de sentimientos: cartas,
tarjetas, fotos, manillas, joyas, en fin, todas esas cosas que se guardan que,
aunque no tienen alto precio monetario, sí un gran valor sentimental. Thomas vio
algunas tarjetas, entre ellas, varias de las que él le había dado, algunas de amigos
y hasta de novios del pasado.
Lo mismo ocurría con las fotos… había fotos muy viejas, de familiares,
amigos y hasta de amores… todo esto resumía un poco la vida sentimental de su
pedazo de chocolate oscuro, para él, esto era la esencia de su Emma, pero allí
había algo que nunca había visto, era como un cuaderno, un libro o algo así, en
la portada había una foto de Frida Kahlo, y con letra cursiva a mano decía Mi
Otra Yo… acompañado de una frase en la parte inferior centro:
Thomas solo pasó las páginas rápidamente, se percataba de que tenía varios
escritos, aunque no lleno, sí había muchos, aunque esto le causaba curiosidad y
unas ganas inmensas de leerlo, mejor se abstuvo, prefirió dejarlo sobre la mesa
de noche, al lado del celular (excelente decisión). Luego de unos segundos cayó
en un profundo sueño.
Thomas apenas asimila que debe levantarse, pero por unos instantes no se
percata de la situación actual, solo hasta que mira a su izquierda en busca de su
pedazo de chocolate oscuro y nota que esta no está, es ahí donde su mente
empieza adaptarse a la realidad, cae en cuenta de que Emma espera por él quizá
con ansias teniendo en cuenta que el día anterior no la visitó durante toda la
jornada, recordó todo lo que le dijo el doctor sobre el estado de salud actual de
Emma, e inmediatamente, como un resorte, se sentó en la cama.
Lo primero que vio sobre la mesa de noche fue el cuaderno que había hallado
la noche anterior en el cajón de los recuerdos de Emma, era extraño, pero esto le
llamaba demasiado la atención, pues ella era una mujer muy abierta con él, todo
se lo compartía, le contaba cada cosa, incluso detalles que él consideraba que no
debían compartirse, si no existían secretos, según él.
¿Por qué no tenía conocimiento de este diario?, “por así llamarlo”. Algo más
que le llamaba la atención era la portada que decía… “Mi otra yo”. ¿Cuál sería
esa otra yo de su Emma que él podía desconocer? Tomó de nuevo el cuaderno en
sus manos, lo abrió, pasó sus hojas rápidamente sin leer ninguna y sin detenerse,
regresó al principio observo la portada echando cabeza del porqué no conocía
este cuaderno, abrió la primera página y allí estaba “Mi otra yo”. ¿Qué más
podía seguir? ¿Qué habría allí adentro? ¿Cuál sería su otra Emma? Sin más,
cerró de nuevo el cuaderno, lo puso sobre la mesa de noche y allí dejó el móvil,
el reloj, y las llaves del auto.
Thomas solo comió un poco del sándwich, un poco de fruta, bebió café y el
resto lo tiró. Entró a la habitación tomó las llaves del auto, el móvil y lo puso en
sus bolsillos, de igual forma observó el cuaderno y lo depositó en su maletín,
pues algo dentro de él le decía que lo llevara consigo, quizá durante los tiempos
muertos en el hospital podría leer un poco y conocer un poco a “su otra Emma”.
Thomas, quien era la persona más tranquila y relajada del mundo, no dejaba
de cavilar en esta frase: “Mi otra yo”. ¿Cuál sería esa otra yo de su amada que él
no conocía? más aún, ¿por qué no tenía conocimiento de este libro de apuntes o
diario, como Emma lo llamaba?, pues él siempre fue curioso con las cosas
ocultas, con los secretos, con lo prohibido, con lo desconocido, y esto sí que
despertaba toda su inquietud.
–Muy bien, y tú, ¿cómo amaneciste? –Dijo Andrés, con un tono de voz un
poco agitado–.
–Pues, qué puedo decirte… –dijo Thomas–, luego hizo una pequeña pausa:
Andrés escuchó con atención, y, por unos instantes hizo una pausa, luego
respondió:
–¿Tú crees que haya cosas que ella no sepa de mí? ¿Crees que en una pareja
existan cosas que el uno no sepa del otro? –Preguntó Thomas–.
–Es más, creo que se guardan para poder ir haciendo nuevas historias en el
transcurso del tiempo, para ganar encanto cuando todo parece igual, para ser
redescubiertos, para impresionar o sencillamente para tener algo nuevo siempre
por contar.
–Imagínate que hallé un cajón de Emma mal cerrado y cuando lo abrí para
organizarlo, me encontré con todos sus recuerdos sentimentales y afectivos:
tarjetas, esquelas, cartas, fotos, suvenires, artesanías pequeñas que le habían
dado la familia, amigos y amores, entre esos, me incluyo yo.
–No, para nada. –Dijo él–. Yo ya conocía todo eso, lo único que me cuestiona
es un cuaderno que dice: Mi otra yo, del cual nunca tuve conocimiento y cuando
lo abro está escrito en letra cursiva: el diario de Emma.
–Me inquieta porque si ella siempre me había contado todo de sí misma, ¿por
qué no sabía de esto?, pero con lo que me explicas me queda más claro, aunque
no sé qué cosas haya acerca de mí que ella no sepa.
–Amigo, algo debe haber, créeme y no poco varias cosas desde tu niñez que
tienes guardadas como travesuras, anécdotas de machos, fantasías, trivialidades,
pecadillos, etc., varias cosas que nos guardamos incluso cosas que no deseas
recordar y prefieres reprimirlas hasta para ti mismo. Pero, por tu esposa no te
preocupes, mujer soñadora y romántica que se respete tiene un diario de
adolescente.
Un fuerte silencio reinó entre los dos, por unos instantes no se dijo nada. Era
como si cada uno estuviera esperando a que el otro dijese algo que valiera la
pena, pero como que ninguno quería decir algo que lo pudiera comprometer más,
así como “meter la pata”.
–Bueno, amigo, así será… Gracias de nuevo por tus palabras tan oportunas,
siempre tan a tiempo. A pesar de ser poco creyente creo que eres un regalo de
Dios. –Dijo Thomas–.
–No es por nada, amigo, déjame y verás que, poco a poco, descubrirás cosas
mías que quizá no te imaginas… –Respondió Andrés, con una sonrisa un poco
tímida o maliciosa–.
–Andrés, una última cosa, ¿crees que si leo este cuaderno estaré haciendo algo
mal con Emma? La verdad que la curiosidad me mata, pero eso es algo natural
en mí, siempre que me decían que no se podía o que era prohibido sentía unos
deseos inmensos de hacerlo para entender por qué, y la verdad, ardo en llamas de
conocer un poco más de mi pedazo de chocolate.
–¿Si ves, amigo? Ahora sé algo nuevo de ti, –dijo Andrés, entre risas, así es la
vida…–. Con respecto a tu pregunta déjame decirte que no sé cuál es tu umbral
de curiosidad y qué tan grave sea, teniendo en cuenta las condiciones actuales de
tu esposa, que tú conozcas un poco más de ella. Como sugerencia, te diría que
leas un poco, pero si sientes que te pone incomodo a medida que lo vas
haciendo, mejor para y no continúes, creo que como estás ahora es una carga
emocional muy fuerte para agregarle otra, aunque también pienso que
encontrarás cositas tan de mujeres que ni te llamará la atención seguir leyéndolo.
–Claro que sí, más tarde nos veremos, un abrazo fuerte. –Respondió Andrés–.
NIÑEZ
Thomas entró muy decido a hablar con Emma, asustado pero decidido. Llegó
a la UCI, e ingresó al cubículo, vio a su pedazo de chocolate como descansaba
plácidamente, la miró por un buen rato, luego comenzó a acariciarle la frente, se
acercó, saludó con un dulce beso, y, suavemente, le dijo:
–Hola. Aquí estoy de nuevo, perdóname por haber faltado ayer, luego te diré
qué pasó, lo más importante es que estoy ahora contigo y que tengo la certeza de
que me oyes. El doctor me dijo que escuchas todo lo que te hablo, que puedes
sentirme y eso, a pesar de las circunstancias, me da mucha alegría, tener la
certeza de que al decirte que te amo con todas las fuerzas de mi corazón, al igual
que te extraño como nunca y tú puedes escucharme.
Emma, esta vez se manifestó doble, pues aparte de erizarse la piel, rodaron
dos lágrimas por sus mejillas, las mismas que se mezclaban con las lágrimas que
caían del rostro de Thomas sobre el de ella. Acercó la silla y tomó asiento
acercándose entre el pecho y la cabeza de Emma, él era todo un manojo de
nervios no sabía cómo comenzar a hablar, ni mucho menos de qué.
Yo, durante unos instantes pensé qué podría hacer, cuál sería mi dibujo; la
verdad quería ganarme un premio, en casa, mis padres siempre nos premiaban
por hacer algo y de un momento a otro mi mente se iluminó con una brillante
idea, me concentré en mi pintura, me perdí en el ejercicio, hasta tal punto que no
escuchaba absolutamente nada a mi alrededor.
–Estoy dibujando a Dios, ella se detuvo y los demás compañeros que estaban
a mi alrededor me miraron fijamente, la maestra dijo: «Pero, nadie sabe cómo es
Dios». Yo, sin mirarla, y concentrado en mi dibujo contesté: «todos lo van a
saberlo en unos minutos».
–¿Sabes?, desde ahí dejé de tener amigos, solo uno que otro compañero, pero
también desistí de creer en Dios. Hasta que te conocí y con tu esoterismo
comencé a sentir que había algo superior que nos rige como una energía, una
fuerza espiritual enorme, eso es: «tú me decías que a Dios no se le puede ver, oír
o palpar», solo sentir como una especie de don, para mí, el Amor es el don más
preciado y perfecto en el que creo, entonces en ese orden de ideas, si Dios es
amor, y yo creo en el amor, por consecuencia, creo en Dios.
–Ah, y algo que no se me puede olvidar es que en estos días siento que por fin
tengo un amigo… se llama Andrés, pronto te lo presentaré. Como ves también
tengo historias mías para contarte, que estoy seguro desconocías.
Para Thomas era extraño todo este ejercicio, de estar conversando con una
persona que, aparentemente solo escucha, pero que no da el más minino vestigio
de estar atenta, sin embargo, al hacerlo sentía algo de paz, de tranquilidad, como
si estuviera haciendo catarsis de su propia vida, era un sentimiento un poco
egoísta dada la situación, pero para no experimentar algún cargo de conciencia,
en su mente imaginaba un dialogo abierto con Emma, donde ella no solo oía,
sino que también cuestionaba, interactuaba, asentía, incluso hacía su juicio de
valor, de acuerdo a lo que Thomas conocía del temperamento de ella.
Cuando se percató estaba sentado en una mesa, con una taza de café y un
cigarrillo, al tiempo que con su dedo índice derecho paseaba por todos los lados
de la portada del cuaderno de Emma, mientras sus ojos observaban
perplejamente la frase que decía: ”Mi otra yo”, de repente, el libro se fue
abriendo lentamente, pero esta vez no se detuvo en el nombre de la primera
página donde decía: El diario de Emma”, por el contrario, continuó rápidamente
a la siguiente hoja donde se llevó una sorpresa, esta estaba en blanco, por unos
instantes pensó que sería una señal divina, pero su carencia de superstición no lo
detuvo por mucho tiempo pues sin saber cómo, estaba leyendo el primer escrito.
CONFIESA
“Soy mulata de pura cepa, de caderas anchas y firmes…De crespos oscuros y
rebeldes como mis pensamientos, de pasado propio, presente compartido y
futuro incierto. Una mujer que ríe hasta el llanto reza hasta el milagro, que
canta y llora de alegría, que muere en la noche y renace en el día, llena de
recuerdos y rebosada de temores, que odia las rosas, pero ama las flores…”
“Emmloz”.
Luego de leído esto, Thomas se sentía un poco más tranquilo, lo primero que
había encontrado era un verso hermoso, una especie de poema que describía a
grandes rasgos los que era su pedazo de chocolate oscuro, puesto que para él era
mucho más que eso, era todo un libro digno de un nobel de literatura. Razón
tenía Andrés, lo más seguro era que, este cuaderno era de esos tipos de diarios
adolescentes lleno de frases y poemas soñadores. Continuó leyendo…
“Emmloz”
Ahora bien, podía comprender que había algo más de fondo que relacionaba
estas dos anécdotas, el no poder tener hijos para continuar su linaje y su temor a
la muerte por algo específico que no le brindó el deseo de adoptar.
¿Sería que Emma sabía o tenía la más mínima sospecha de lo que le estaba
sucediendo en este momento? ¿Presentiría, por algún momento, su muerte
temprana? Todo este pensamiento era como si una parte de él estuviera
convencido de que su esposa moriría pronto, pero otra, en su interior, la que
estaba ligada al don del amor conservaba la esperanza de una recuperación, eran
como dos fuerzas interiores que luchaban entre sí.
–Hola, Andrés, ¿cómo estás? –Dijo Thomas, luego del caluroso saludo dado
por su amigo al otro lado del teléfono–.
–No hay problema, yo siempre tengo tiempo para los amigos, –contestó
Andrés–. Cuéntame…
–Claro que sí, –dijo Andrés, mientras, por otro lado, daba instrucciones de no
ser molestado, que nadie lo interrumpiera y que si lo llamaban dijeran que estaba
en una reunión muy importante, así fuera el mismo Leo, que luego se
comunicaría, se sintió cerrar una puerta…–. Ahora sí estoy a total disposición,
lee amigo.
–¿Qué piensas?
–Pues, honestamente era lo que me esperaba, como te dije esta mañana para
mí es como un diario de adolescente.
–Pues, te cuento amigo, que por la tinta y la forma de este diario no parece
escrito hace tanto tiempo, mi Emma está a puertas de los 40 años y estos escritos
no creo que tengan más de uno o dos años, si fueran de adolescente, las páginas
hubiesen perdido un poco de color al igual que la tinta, ya habría bajado la
resolución, eso, sin hablar de la madurez de la caligrafía en sus escritos.
Esperaba una respuesta de esas que Andrés solo sabía darle, de esas que le
devolvían la calma, pero esta vez debía esperar.
–Pues si puedes pasar por mí, sería genial, –dijo Andrés–. ¿A qué hora sería?
–Hoy pienso salir temprano, a eso de las 4:00 p. m., estaré pasando por tu
oficina, ¿te parece?
Todo tú
“Ojos azul profundo… que me atrapan con la mirada, que me envuelven con
su magia, tan misteriosos como el mar, tan enigmáticos como el cielo…”.
Con el mismo puño y letra de la primera página del diario, pero la tinta se veía
más fresca. Otro pelo más que le salía al gato, ¿a qué estarían haciendo
referencia Emma en este escrito, pues sus ojos eran carmelitas, como castaños o
cafés, pero de azul no tenían absolutamente nada? Guardó el pedazo de papel en
la billetera e ingresó al hospital.
“Emmloz”
OTRA
Thomas cada vez se sorprendía más, se sentía como leyendo un libro, la forma
de redactar, de expresarse de Emma acá era asombrosa, pues aunque conocía su
lado rebelde, poético, artístico, no conocía esta capacidad literaria que Emma
tenía ni mucho menos los pensamientos que estaba encontrando, ese sentir de
Emma era nuevo para él, de verdad que sí era su “otra yo”, algo que lo alentaba
era que había sido mencionado en uno de sus escritos y sabía que aún faltaban
más.
–Buenos días, señor Santander, –dijo una voz angelical–. ¿Quién más podría
ser si no la misma Gabriela, quien siempre estaba tan pendiente de Emma?
–Espero que esté muy bien, le informo que el doctor Martínez quiere verlo en
su consultorio. Sígame por favor.
–Todos en la vida tenemos dos yo, el que todo mundo conoce y otro que es tan
oculto que, a veces es desconocido para nosotros mismos.
–No se asuste, lo digo por el cuaderno que tiene en sus manos… –De
inmediato sintió un fuerte alivio, pues pensaba que era demasiada casualidad o
un mensaje divino–.
–Señor Santander, muy buenos días, perdone que no le pregunte como está,
pero no acostumbro a preguntar cómo se están a las personas en este lugar, en
ocasiones la pregunta es necia y la respuesta es falsa, solo puedo decir que
espero que se encuentre un poco más tranquilo, aunque por su expresión lo
percibo inquieto. Siéntese por favor.
–No se preocupe, doctor, dentro de lo que cabe puedo decir que estoy bien, –
contestó tímidamente, Thomas–. Además, estoy un poco expectante por su
llamado.
–Bien, trataré de ser breve y puntual; como usted sabe, el estado actual de su
esposa no es el más alentador, aparentemente se ve estable, pero las condiciones
no mejoran, está así gracias al medicamento suministrado, pero ya bien le
explicado lo que sucede con los pacientes que padecen el síndrome de
enclaustramiento, pues muy raramente regresa alguna función motora, las
posibilidades del deceso son altas, a la señora López no podemos tenerla más en
la UCI, usted bien sabe que esta unidad de atención medica es para proveer a
determinados pacientes unos cuidados específicos para su recuperación.
Mientras el doctor hablaba, Thomas, por unos instantes solo lo veía modular,
pero no escuchaba nada de lo que el doctor decía es como si lo hubiera puesto en
mute, todo se turbó ante él y lo único que hacía era jugar con la portada del
diario y pasar las hojas de un lado a otro. De un momento a otro solo escuchó
cuando el doctor Martínez le dijo:
Thomas solo asintió con la cabeza que sí, pero la verdad no comprendía nada
de lo que había dicho el doctor, él tuvo una desconexión desde el momento que
escucho la palabra “deceso”, no podía creer que su pedazo de chocolate podía
estar próximo a su fundición. Se paró, extendió la mano al doctor, dio las
gracias, salió del consultorio, e inmediatamente le pidió a Gabriela que le
explicara a grandes rasgos qué había dicho el médico, su semblante lucía pálido,
mucho más de lo que comúnmente era, se había quedado sin color.
Gabriela le explicó que, debido a la condición terminal de Emma ella sería
traslada a habitación regular, pero con la ventaja de que estaría sola y podría
tener acompañante permanente, pues ya lo único que quedaba era esperar.
Thomas comenzó a caminar apresurado por el pasillo hasta que llegó a una
puerta que daba a la calle, allí salió, miró al cielo, vio como un día tan hermoso
se podía convertir, para él, en uno de los peores, las lágrimas eran incontenibles
mientras apretaba fuertemente el diario contra su pecho, como si en verdad
estuviera abrazando un pedazo de su Emma. Luego abrió el diario en cualquier
parte como quien busca un mensaje oculto:
«Sentir es fácil, pero vibrar es especial. Para mí, las lágrimas surgen como
consecuencia del miedo, la tristeza, la rabia, el dolor o la alegría; pero que se
me erice la piel es consecuencia de que me han tocado el alma».
“Emmloz”
Esto que había leído era como si una daga atravesara su pecho, como si
tuviera dos manos ahorcándolo, sofocándolo, apretando su cuello para ahogar
sus palabras, ¿cómo era posible que su Emma, su pedazo de chocolate oscuro, la
mujer de su vida, según los dictámenes médicos estaba ya sobre las últimas
lunas?, pero su diario ahora le decía todo lo contrario, que ella estaba más viva
que nunca, que sus lágrimas eran la manifestación de algún sentimiento que
había experimentado en el momento y las veces que se le había erizado la piel
era la muestra de que su alma estaba consciente. Emma, más viva que nunca
estaba predestinada a morir…
Miles de cosas pasaban por la mente de Thomas, ¿qué podría hacer? ¿Existiría
alguna esperanza? ¿Debería recurrir a eso que siempre se había negado y que
todos llaman fe? Sin más opción, en el momento decidió ir a un pequeño cafetín
en frente del hospital, a tomar un café y fumar un cigarrillo. Sentía que
necesitaba urgentemente este antídoto, llegó a la cafetería se sentó en la terraza
delantera, junto al corredor que da directo a la calle, el espacio propicio para
poder aspirar su medicina con tranquilidad. La camarera se acercó con una
excelente actitud lo saludó procediendo a preguntarle qué le apetecía en el
momento:
–Ojalá un trago de licor bien fuerte, de esos que clavan el pecho y sacuden los
sentidos, pero sé que acá es imposible, así que, por favor, tráigame dos cafés
oscuros y fuertes en una sola taza, es como decir un trago doble, –dijo Thomas–.
Ella asintió positivamente con la cabeza y con una tierna sonrisa se retiró, por
lo que podía percibir en su cliente sentía un poco de vergüenza ofrecerle algo
más.
“Emmloz”
He allí un boceto de su Emma, corto, pero bien graficado, una mujer de pocos
planes, pero de mucha vida, él leía este pensamiento una y otra vez, hasta que
fue interrumpido por la camera, a su vez lo sorprendía, pues llevaba su taza de
café doble a la par de un vaso corto con un trago de licor desconocido, mientras
le decía:
–No se preocupe, señor, por mi parte siempre estoy preparada para cuando
necesito sacudir mi ser, el café es el pedido de la casa y el trago es cortesía, de
mi parte.
“Debe ser íncubo o Súcubo, uno de los dos demonios nocturnos que buscan a
sus víctimas cuando están durmiendo, con el fin de asustarlos, pero lo delicado
es que pueden incluso terminar en posesión y requieren de un exorcismo”.
Antes, esto me aterrorizaba más, hasta el punto de que podía dizque ver a los
supuestos demonios sobre mí, rondando por la habitación, acostados a mi lado
en la cama o parados al lado de esta como a la espera de algo. Gracias a Dios
fui creciendo y pude darme cuenta de que los demonios estaban solo en mi
mente, que eso que me sucedía, aunque no tenía una explicación científica
exacta, era como si el cerebro despertara pero el cuerpo siguiera durmiendo;
como un temprano despertar o también puede decirse que era producto de mi
imaginación, algo así como una alucinación hipnagógica, que son como una
especie de percepciones visuales y aditivas que suceden cuando estamos entre la
vigilia y el sueño, justo a punto de comenzar a dormir…».
«… De niña lo superé, pero ¿por qué vuelve ahora, al cabo de los años y con
tanta frecuencia? ¿Por qué, aunque sé lo que puede significar, siento que me da
más miedo? ¿Será que es un anuncio de algo?... Quisiera contarle a Thomas,
pero temo que no me comprenda, que piense que es algo más de mi honda
exotérica, de mi imaginación o de mis creencias paranormales de las cuales él
es tan escéptico, solo si él supiera y cuando se percatara de que estoy en ese
estado, me rescatara. ¡Dios mío, no permitas que un día me quede atrapada en
ese mundo para siempre…!».
Julio, 16 –“Emmloz”
TRAZOS
Esta vez había una fecha, aunque no tenía año, pero había un mes y un día.
Era un escrito diferente, había algo distinto en este escrito, a comparación de los
otros, pues en los anteriores, Thomas sentía que eran más pensamientos
románticos y un poco filosóficos, en cambio, en este, había algo distinto, era
como si ella estuviera sosteniendo un diálogo con ella misma, una especie de
conversación de Emma a Emma.
Thomas tomó su móvil y llamó Andrés, quien parecía nueva conquista, pues
no había terminado de sonar el primer timbre cuando ya estaba respondiendo:
–Pues, ¿qué puedo decirte, amigo? En este momento me siento con mucha
necesidad de tu amistad. –Respondió Thomas–.
–He estado leyendo el diario de Emma, y aunque llevo muy poco, puedo
decirte que sí estoy descubriendo “La otra ella”, como dice en la portada. La
verdad, he encontrado mucho en tan poca lectura, ¿quién sabe qué más habrá…?
Algo que también me tiene muy consternado es que a Emma la llevarán a una
habitación normal, porque el médico dice que ya no hay nada más que hacer,
sino esperar, y la verdad, eso me parte el alma.
Mientras Thomas decía todo esto, el cielo se fue tornando un poco oscuro,
como si fuese a soltarse una tempestad…
–Dame un segundo, amigo, –dijo Thomas–, voy a pagar acá la cuenta, que
parece que fuese a llover y no quiero que el agua me impida entrar donde mi
esposa.
Pagó la cuenta y salió apresurado para el hospital, en el corto camino
continuaba hablando con Andrés, quien le contaba que se había estado
documentado acerca de la enfermedad de Emma y se enteró de que en el mundo
se conoce el caso de dos mujeres que padecían la misma enfermedad, y
sorpresivamente, tuvieron una recuperación completa y espontánea y no veía por
qué Emma no podía ser la tercera.
–Por supuesto que nos vemos, –dijo Andrés–, en una hora aproximadamente
estaré por allá. Un abrazo.
Cada vez que Thomas escuchaba una palabra relacionada al final de Emma,
sentía como si le colocaran una soga al cuello, como si una punta filosa punzara
su corazón. Él solo dio las gracias y se dirigió a tomar el elevador para el 4.º
piso. Mientras subía, abrió de nuevo el diario:
«Por mis canas… Y tú no te imaginas la aflicción que guarda mi pecho, no
sabes el dolor de mi pobre corazón, las noches que en silencio lloro, son
lágrimas que brotan desde lo más profundo de mi ser.
“Emmloz”
DÉBIL
Él no comprendía por qué Emma, la mujer más fuerte que conocía, incluso
mucho más que él, pudiera estar tan llena de temores… Se abrió la puerta del
elevador en el 4.º piso cuando salió, se le cayó el diario al suelo, el diario quedó
abierto, lo recogió, y por curiosidad, leyó la primera frase:
“Emmloz”
Pronto llegó, se paró frente a la puerta, esta estaba cerrada, al lado derecho, a
la altura de la manija giratoria para abrir la puerta estaba el número 405, justo al
lado de un dispensador de gel antibacterial para manos que decía: la mejoría del
paciente, al igual que su salud están en sus manos.
Thomas puso el diario debajo el brazo, presionó dos veces el dispensador,
frotó las manos y abrió la puerta, mientras entraba por el pequeño corredor que
conducía a la cama donde reposaba su pedazo de chocolate, ahora más amargo,
que oscuro. Sentía que atravesaba el túnel de la muerte, pues aquellos escasos 3
o 4 pasos de la puerta al cuarto los sintió en cámara lenta, al compás que
escuchaba patente el bip del monitor de signos vitales, que indicaba que Emma
estaba viva.
Él se paró frente a la cama, y observó todo lo que allí había, un cuarto blanco
resplandeciente por la lámpara de neón que estaba en el techo, la cama tendida
con sabanas marfil, al lado una especie de mesa de noche con una jarra con agua,
vasos desechables que, por el estado de Emma se suponía que serían para la
visita, un especie de sofá para el acompañante, sobre el pasillo la puerta para el
baño, y al lado, un pequeño clóset para guardar algunas pertenencias del paciente
y el acompañante.
–Hola, amigo, ¿cómo estás? –En un tono bajito, como quien cuenta un
secreto–.
–No amigo, no te preocupes, más oportuno no has podido ser, solo que hablo
en tono bajo porque estoy en el cuarto con Emma y no sé por qué razón,
conociendo su estado de salud, tiendo hablar, así como para no despertarla.
–Hasta el momento todo está muy bien, acabo de llegar al hospital, pero estoy
aquí, en la recepción del primer piso, aunque no sé dónde trasladaron a Emma,
para ir a visitarte.
Tomó el diario que reposaba sobre Emma, el abrigo, su maletín y salió de allí
como alma que lleva el diablo, sin despedirse de Emma, sin el beso, mucho
menos una frase amorosa. Caminó apresurado por el corredor y esta vez no quiso
tomar el elevador prefirió bajar corriendo por las escaleras de emergencia.
–Podemos tomar unas copas, mientras me cuentas todas tus penumbras, luego
solicitamos un servicio de entrega las llaves para que un conductor profesional
maneje tu vehículo a la casa. ¿Te parece?, –dijo Andrés para interrumpir ese
abrazo silencioso, largo e incómodo–.
Los dos salieron de allí, tomaron el auto de Thomas, condujo como por una
hora y quince minutos donde no se pronunció una sola silaba durante todo el
recorrido, solo Andrés interrumpió al arribar diciendo:
Levantó la mirada al cielo. Ya había dejado de llover, pero este día aún tenía
en sí mismo un toque especial de cierta melancolía. Observó alrededor, llenó sus
pulmones de aire y exhaló fuertemente, dando la espalda al recinto, la vista era
maravillosa, se podía apreciar cada rincón de la ciudad a los pies del cerro, todo
abajo tranquilo, tan pacífico, tan hermoso, tan relajante… Pero su alma tan
atormentada y confusa, de verdad que Andrés tenía razón, este lugar invitaba a la
calma y a la paz, al encuentro con ese yo interior, que a veces necesitamos tanto.
Fue inevitable, dos lágrimas rodaron por sus mejillas, Andrés mientras lo
miraba con discreción, a su vez que con su mano derecha masajeaba el hombro
izquierdo de su amigo, en señal de comprensión, de acompañamiento, de
amistad, de camaradería…
–No te imaginas, amigo, la situación tan difícil que vivo, lo que nunca había
llorado en mi entera vida lo estoy haciendo ahora. –Exhaló nuevamente y dijo–:
¡Entremos!
Al ingresar al lugar, se percató de que era mágico. Estaba sonando una música
instrumental andina, el lugar por dentro estaba totalmente forrado en madera
rústica y contaba con unos ventanales muy grandes. Era como una especie de
feria artesanal, atrapasueños por todos lados y en vez de mesas con sillas, había
muebles que forman especies de pequeñas salas, con mesas de centro en puro
cedro, sobre la barra del recinto se exhibía un cuadro gigante de un indio
guerrero espectacular, con un letrero en la parte inferior que decía:
Azomalli;
Al lado de esta barra había unas escalas que conducían a un segundo piso,
continuaron por allí, y al subir, la majestuosidad era más grande, a la derecha
había un salón lleno de hamacas con otro letrero que decía: para mecer su alma,
y al lado derecho un sofá enorme que daba la vuelta a todo el borde del lugar,
pero que su frente no era hacia el interior del salón, sino hacia el exterior, un
ventanal que va de punta a punta por las cuatro esquinas del segundo piso, con
una vista maravillosa, por unos segundos Thomas olvidó su situación, solo se le
ocurrió mirar a Andrés y decirle:
–Amigo, soy de las personas que tengo un lugar para cada situación. –Dijo
Andrés–. Ven, sentémonos y hablemos de la situación puntual que te aqueja hoy,
pues por la expresión de tu rostro, me dice que hay algo más de lo que quieres
hablar.
Se sentaron justo en toda la esquina derecha, allí era como el mejor punto para
observar el exterior y hablar con más tranquilidad. Tomaron la carta, para mayor
sorpresa, los tragos no eran para nada familiares, estaba: el solitario, el triste, el
tumbacachos, el revuelca espíritus, el matapasión, el embellecedor, el
envalentado, el quitapenas, etc., y así como esos, varios más, con la ventaja de
que cada trago traía a su lado la composición de licores y bebidas con los que era
preparado.
Andrés le dijo:
Para sorpresa de Thomas había un letrero que decía: «permitido fumar, pero
en el balcón». Inmediatamente, miró a Andrés y le dijo:
–No es necesario sacar el diario de Emma, puedes dejarlo acá que nada
pasará, te lo prometo.
Thomas entró de nuevo, se sentó, tomó el trago, dijo salud para con Andrés y
se mandó un buen trago, que le estremeció todo el cuerpo, sacudiéndole la cara,
Andrés le sirvió un poco del agua y se la dio como pasante, diciéndole:
–No sé si tenías razón con respecto a la lectura del diario de Emma, cuando
me dijiste que no leyera nada, para evitar encontrarme con cosas que me fueran a
doler, pero leerlo era inevitable, ahora o después de que Emma faltase lo hubiera
hecho, no me hubiera quedado con la inquietud de conocer los escritos de mi
esposa, pero lo que más me duele es saber que, aunque lo estoy leyendo aún
estando viva ella, no puede darme ni una sola respuesta a la cantidad de
interrogantes que tengo.
–Hoy, cuando iba para el cuarto de Emma, al salir del ascensor en el 4.º piso,
se me cayó el diario al suelo, quedó abierto en una parte que yo no había leído,
lo tomé sin dejarlo cerrar y leí lo siguiente, Thomas, aunque había cerrado el
libro de golpe pudo encontrar fácilmente el escrito y lo leyó para Andrés,
terminada la lectura dijo:
–Ya te había compartido dos escritos y me diste tu opinión. Ahora bien, ¿qué
piensas de este?
–¿Cuál es el delito, amigo? ¿Dónde está lo grave del asunto? Entiendo que
estés un poco celoso porque el escrito habla de otra persona que no eres tú, pero
ella está siendo muy clara cuando dice: «hoy vi de nuevo a mi debilidad
secreta», pero en ningún momento está diciendo que es un amante real, que tiene
algo con él o algo por el estilo, creo que es una exclamación normal como
cuando se ve a un galán de televisión que genera suspiros.
Thomas lo interrumpió y dijo:
–¿Y qué prefieres, una verdad que te queme, o una incógnita sin dolor, solo
con incertidumbre?
–Pero una pregunta de esas sin respuesta me dejará inconcluso, de por vida.
–Bueno, y si descubrieras que vivió algún tipo de romance, ¿qué vas a hacer?
Ya no puedes cambiar lo sucedido, adicional, ¿de qué te sirve descubrir esa
verdad teniendo en cuenta la condición actual de Emma y el futuro que le
espera?
–Pero, insisto, ¿de qué sirve una verdad en esto momento? ¿Qué tanto puede
cambiar la situación? Antes, más bien, creo que la empeoraría.
–La verdad que no soy capaz, amigo, no puedo, me mata el solo hecho de
pensar que ella haya sido de otro hombre estando conmigo, que haya sentido otra
piel diferente a la mía, otros besos que no sean de mis labios, e incluso, que haya
escuchado otras palabras de amor que no salieran de mí.
–Amigo, sé que será inútil insistir para que no lo hagas, siento que tu decisión
de continuar con estas lecturas está más que tomada, pero permíteme darte una
especie de consejo, o mejor, prométeme algo…
–No vas a leer el diario en desorden, para que puedas entender la lógica de los
escritos y no te confundas más, sigue en el orden en que vas hasta que
encuentres lo que quieres, y si, por el contrario, no encuentras nada extraño de
nuevo, sería excelente. Emma te necesita ahora más que nunca, así sea para sus
últimos días, te necesita para que le des las fuerzas y el apoyo necesario para su
partida.
-¡Salud!
Así pasaron por unas buenas horas, hablando de cosas un poco personales, de
vez en cuando salía a relucir Emma, pero más que por su diario y la situación
actual, por vivencias del pasado. Sonrieron, lloraron, se abrazaron, hasta juraron
ser amigos por el resto de sus vidas. Thomas había sido prudente con la bebida,
pues quería estar más bien sobrio cuando llegara a casa para continuar con la
lectura.
–Recuerda, amigo, sin prisa, pero sin pausa… –y esta vez añadió–: con
conciencia, no olvides los bellos momentos que son los que cuentan ahora… Ah,
y amigos por siempre. –Lo abrazó y le dio un beso fraterno en la mejilla–.
–Te lo prometo, amigos por siempre. Gracias por todo, como siempre.
Era extraño, pues, aunque la lectura era normal, Thomas solo parecía estar
repasando los renglones entre líneas tratando de encontrar esa palabra clave o
ese escrito que lo llevara a conocer el inicio de su angustia, pero hasta el
momento era en vano, solo encontraba frases célebres, pensamientos y aunque
quizá, asuntos importantes, pero irrelevantes para él, en el momento.
«Tacones rojos…
Yo, que deliro fuerte y desmedido, yo que he soñado con un amor para toda la
vida, no imaginaba lo doloroso que este sueño es cuando se vuelve realidad un
día... He abierto mi corazón como se abren las flores en primavera al dulce
canto del ruiseñor, con el temor de que ahora estoy entrando al otoño de mi
vida.
Emmloz
Thomas, sin darse cuenta, mientras leía este pequeño fragmento, a la vez que
se hacía tantas preguntas. Había fumado dos cigarrillos consecutivos, decidió
dejar por un instante el libro sobre el sofá, se quitó los zapatos, desabotonó su
camisa la dejó en otro sillón quedando en camisilla, se puso de pie y dejó caer
los pantalones quedando en ropa interior un poco suelta. Era como si el calor se
hubiera apoderado de él, sirvió un poco más de licor en el vaso, dos cubos de
hielo dirigiéndose al balcón para tomar un poco de aire fresco. Allí elevo la
mirada expirando lentamente el humo del cigarrillo al cielo, el cual parecía llevar
todas sus inquietudes a lo más alto.
Tras bambalinas, por así decirlo, pude escuchar como los machos allí
presentes habían hecho comentarios con ese toque morboso y un poco soez que
supuestamente a tantas nos incomoda, pero por dentro nos excita, cerca de
Karol, y por supuesto, entre ellos, no podía faltar mi marido; el reservado
Thomas, a quien observé muy detalladamente y noté como, mientras hacía sus
comentarios acerca de lo fascinado que estaba con aquellas “tetotas” como él
las llamó mientras mordía sus labios y tronaba sus dedos, era la primera vez
que escuchaba a mi hombre expresarse así.
Ahí no terminaba todo… las dos sentimos una conexión muy fuerte, fue esa
misma noche luego de varias copas, risas, cantos y dramas que cuando todas
estaban durmiendo, yo no podía conciliar el sueño, decidí levantarme a tomar
un poco de agua, con cuidado a no despertar las otras chicas, cuando cerré la
puerta del refrigerador ahí estaba Karol parada, mi pulso se aceleró, serví un
poco de agua y la bebí de un solo sorbo. Ella no apartaba su mirada de mí.
Sin pronunciar una sola palabra, solo mirándonos fijamente, mi amiga tomó
con su mano izquierda mi mano derecha, allí podíamos sentir el pulso de las
dos, cuán acelerado estaba, con su otra mano acarició mi rostro y en menos de
lo que pudiéramos pensar estábamos entrelazadas besándonos, ha sido de los
besos más dulces y apasionados que haya tenido en mi vida.
Puedo recordar todo lo que vino tras el beso, las caricias, sentir nuestras
pieles amasándose sobre el sofá, su lengua se deslizaba por cada rincón de mi
cuerpo mientras la mía descubría unos lugares tan inimaginables, pero con un
sabor tan especial que no quieres nunca desprenderte de ahí… Besos, caricias,
más besos y más caricias, hasta llegar a ese punto de éxtasis en el que explotas
en varios orgasmos consecutivos de los que muy pocas veces un hombre, en su
afán de complacerse a sí mismo, no se percata de hacer sentir en una mujer.
De ahí fuimos amantes clandestinas por un tiempo, puedo decir que hasta
llegamos a enrolarnos en una relación que nunca terminó, solo se desvaneció a
través de tiempo, la distancia y los afanes del día a día, en ese duro camino de
la formación profesional. Ahora, las dos casadas nos reencontramos y con la
mirada cómplice nos dijimos, en silencio, “gracias por esos momentos tan
especiales”. Descubrí en mí algo muy importante: no soy mujer que me enamoro
del género, sino de la persona.
No sé si Thomas tiene esa misma fantasía de casi todos los hombres porque
no me ha propuesto un trío con otra mujer, por mi parte… yo encantada.
Anoche, al llegar a casa tuve uno de los mejores sexos de mi vida con mi
´Thomas, él se había transformado en una de esas fieras que a mí me encantan,
sé que no era solo el efecto de las copas que habíamos tomado, pues sentí que
en sus ojos cuando me miraba, no me veía a mí, sino a mi amiga Karol, por la
forma en cómo jugaba con mis senos mientras yo estaba sentada sobre él y
Thomas, a su vez, decía con tanto morbo… “me encantan estas tetotas” y las
apretaba con fuerza y deseo. Nunca se había referido a mis senos de esa
manera.
Thomas sabe que amo los buenos besos, pero a veces parece que lo olvida…
sin embargo, anoche, luego de hacer el amor, nos besamos con la misma fuerza,
magia y poder del primer beso.
Emmloz
DESCUBRIRSE
Thomas no podía volver en sí, esto era demasiado para él, recordaba
perfectamente ese día, uno a uno los relatos de Emma lo habían transportado a
ese instante y pudo revivir paso a paso ese momento, de hecho, sin darse cuenta
tenía una fuerte erección y su ropa interior estaba mojada por lo lubricado que
estaba. Thomas se sentía descubierto, un poco avergonzado, pero a su vez
demasiado inquieto, sabía que los escritos que iba a comenzar a leer databan de
menos de un año, puesto que esta fiesta había tenido lugar en mayo del año
pasado y ya estaban en abril, aproximadamente once meses. Es decir, que los
ojos azules que eran la ilusión secreta de Emma habían aparecido no hace mucho
tiempo, y con lo que había acabado de leer, el género de esos ojos azules podía
ser cualquiera: masculino o femenino.
Por un momento quiso masturbarse, y apretó con fuerza sus genitales, pero la
incertidumbre era más grande que su propia libido en ese instante, por lo que
mejor bebió un fuerte sorbo de licor y se paró para fumar otro cigarrillo en el
balcón.
«Mayo, 21
Mis te amo…
-¿Cómo te sientes? Hoy me acordé de ti. Por favor, cuídate. Abrígate al salir.
Te extraño. Compré esto que tanto te gusta. Hoy escuché tu canción favorita.
¿Por qué tienes las manos frías? Buenos días. Buenas noches. Mira lo que
cociné… incluso en aquellos silencios que hago para que puedas sumergirte en
tus propias cosas…».
Emmloz
«Junio, 3
Imperfecta…
Thomas sentía las pulsaciones en su cabeza. Todos estos escritos eran un poco
confusos para él, sin darse cuenta ya se había fumado otro cigarrillo sin salir al
balcón, y la botella de whisky había disminuido, él continúa leyendo,
encrespando sus cabellos con el dedo índice de la mano izquierda, el diario
abierto sobre la mesa y la mano derecha libre para cambiar la página, fumar o
beber un poco de licor…
Thomas ya había leído varios pensamientos, hasta que se encuentra con “16
de agosto”…
«16 de agosto
Azul profundo…
Ahora paso a contarte acerca de esta extraña esta sensación, nunca la había
vivido, no sé si será por las últimas discusiones con Thomas, que, aunque no son
tan graves, el hecho de que sean tan constantes agotan el sentir.
Wow! Qué sensación más extraña, hace tiempo no sentía algo así, de verdad
que su imagen me ha quedado grabada en mi memoria, para que tengas una
idea de él, te lo describiré:
Esto es todo por ahora, amigo diario. Pronto volveré y te contaré más acerca
de mis cosas».
Emmloz
Thomas estaba atónito con esto que leía, sabía que ya estaba encontrando lo
que buscaba, el escrito lo había sacado de sí mismo, pues sentía que su relación
estaba en el mejor momento, no creía que esas pequeñeces por las que discutía a
diario con Emma significaran tanto, es más creía que parte de lo que ellos
disfrutaban era discutir por tonterías, mas no pensaba que esto le estuviera
suscitando esa especie de hastío en Emma, ya lo mencionaba en varios escritos
“la rutina” y “las discusiones constantes”, entre otros.
Sin darse cuenta estaba parado en mitad de la sala, el diario abierto de par en
par sobre la mesa, mientras en una mano sostenía un vaso con whisky, en la otra
una taza de café oscuro, sentía que aunque lo que más deseaba era seguir
tomando un trago fuerte, a su vez debía sostenerse sobrio y cuerdo para estar
atento a lo que se vendría, aún faltaba más por leer y tenía una fuerte
corazonada de que lo que había leído solo era el comienzo, sabía para sí mismo
que encontraría más cosas.
«21 de agosto
Ante el espejo…
Qué difícil es esta sensación de que, aunque todo parezca perfecto, no lo es.
Reconozco que te quiero, que tu amor es lo más grande que tengo, que
necesitamos solo un tiempo, un tiempo para hacer de cada día un nuevo
comienzo en nuestras vidas.
Tiempo para saber que no nos amamos porque nos necesitamos, sino que nos
necesitamos porque nos amamos.
Emmloz
Cuando Thomas menos pensó, se encontró con una página que le faltaba un
pedazo de papel.
«4 de septiembre
Todo tú…
“Ojos azul profundo… que me atrapan con la mirada, que me envuelven con
su magia, tan misteriosos como el mar, tan enigmáticos como el cielo…».
Comparó este trozo de papel con el pedazo que hacía falta en la página y este
encajaba perfecto. Y continuó leyendo.
«…Nariz griega, completamente plana y recta que genera cierto tipo de deseo
en mí, de sentir como respiras por mi cuello y erizas mi piel, nariz que me hace
imaginarte con un encanto especial.
Labios carnosos que incitan al pecado, invitan a calmar esta sed de deseo que
arde en mí. Oh, cómo desearía saciarme con ese manjar de labios frondosos.
Y ni hablar del resto de ti; es todo tú, que desprende atractivo por los cuatro
costados sin siquiera pretenderlo, sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo,
pues tu alta capacidad de atracción es totalmente natural e ingenua, pero
altamente irresistible, espero que sigamos encontrándonos a diario para seguir
deleitando mis sentidos
Emmloz
Ahora más que nunca estaba convencido de que debía continuar la lectura
hasta el final, sin importar las consecuencias, pues Emma en el momento no
podía responder todos los interrogantes que tenía y quizá nunca lo haría, por lo
que estaba decido a buscar respuestas por sí mismo en el diario, aun consciente
del riesgo de que, en vez de resolverlas, estas aumentarán más.
Sirvió una nueva taza de café, esta vez un poco fría, o a decir, en temperatura
ambiente y la bebió de un solo sorbo, encendió un cigarrillo, miró el pequeño bar
que había en la sala, notando que no había más whisky decidió destapar una
botella de vino tinto, pues el vino nunca fue de sus licores favoritos, por lo que
creía que tomaría más lento, y así sería más apropiado para cumplir con su
propósito.
Luego se dirigió al tocadiscos. Buscó entre toda la música algo que le ayudara
a digerir la lectura, y a su vez, amenizara el momento. Thomas era de espíritu un
poco extraño y de alguna forma sentía que poner un poco más de dolor al dolor
ayudaba a que este no doliera tanto. Era como una especie de anestesia
psicológica, de pronto encontró uno que creía era el apropiado, un larga duración
de grandes clásicas y excelentes óperas, entre ellos en su orden; “Belle nuit –
Barcarolle, de Offenbach, Silence y Moonlight, Sonata de Beethoven, Adagio in
G Minor, de Albinoni, El concierto de Aranjuez, "Adagio" de Joaquín Rodrigo
Vidre, entre otras… para Thomas, el complemento perfecto.
«6 de septiembre
El ciclo:
Emmloz
AGONÍA
Es difícil precisar qué generaba más drama en el momento; la expresión del
rostro de Thomas al leer el diario, los escritos de Emma, la música de fondo, o a
mejor decirlo, la combinación de todo esto, incluso el mismo vino tenía un sabor
mucho más allá de tinto, era un sabor a dolor, angustia, tristeza, miedo, amor…
definitivamente estos relatos de este diario databan de una Emma diferente,
realmente era “otra ella”, como decía en su portada.
También se preguntaba a sí mismo una y otra vez; ¿por qué lo había leído?
¿Por qué no le había hecho caso a Andrés? Hubiese sido mejor no saber nada,
estaría más tranquilo. Y se respondía; el problema de muchos humanos es que no
nos gusta estar bien, esa rebeldía absurda de querer saberlo todo, de tener
siempre todo bajo control, el deseo del conocimiento absoluto nos lleva, muchas
veces, a perder la vida, a perderla de diversas formas, y no solo con la muerte
física, sino a la vez por el descubrimiento de algo muere una parte de nosotros,
después de ahí no volvemos a ser los mismos.
-Me regaló su primera sonrisa; ¡tan cálida, tan perfecta, tan él!
-Querido diario… Si hoy lo hubieras visto. ¡Wow! Lucia bellísimo.
«Noviembre, 14
Susceptible
Esta mañana nuestro encuentro fue diferente, esta ocasión mi silla habitual en
el metro estaba ocupada cuando ingresé en la estación, había varios asientos
disponibles, pero también estaba disponible uno al lado de él, por primera vez
decidí sentarme a su lado, sentir su cuerpo pegado al mío fue una emoción
irresistible, verlo ahora de perfil era como descubrir otra parte de él.
Sus manos fuertes, varoniles, gruesas, con unos dedos hermosos y unas uñas
limpias y perfectamente organizadas, se podía notar que era alguien de mucho
cuidado para consigo mismo, de esos hombres que hay pocos hoy en día.
Pero, bueno eso solo una parte; puse mi mano en la barra de sujeción justo
debajo de la mano de él y como había un caballero agarrado de la misma barra
arriba de su mano, pude sentir su piel todo el viaje, la verdad que fue una
transmisión de energía única, pude sentir su piel pegada a la mía, hasta el punto
de que me parecía estar entre sus brazos. Mi mente comenzó a volar y recrear en
ella la fantasía perfecta, cómo sería que me pasé dos estaciones más de donde
me debía bajar y cuando me percaté al descender en la estación para hacer el
cambio de sentido. Sentía mis manos llenas de sudor, mi cuerpo estaba en una
temperatura más elevada de lo normal y esto te lo diré más bajito… mi
entrepierna estaba totalmente húmeda.
Solté mi sostén y acaricié mis senos hasta el punto de que hice erizar cada
poro de mi piel, mis senos eran demasiados firmes, los acaricié en círculos,
suavemente, y de forma sutil apreté mis pezones dejando salir un leve gemido de
placer, con una mano acaricié mi vientre, mientras, con la otra, bajaba
lentamente mi ropa interior.
Emmloz
Thomas, esta vez estaba sin palabras, sus ojos totalmente desorbitados, sus
manos humedecidas y temblorosas, se levantó del sillón, quería leer de corrido,
pero era imposible, puso el diario sobre la mesa de centro, se dirigió a la cocina,
allí abrió el grifo liberando un chorro de agua fría que tomó entre sus manos y
salpicó su cara, como queriendo despertar de un mal sueño. Salpicaba su rostro
con agua y continuaba con sus manos humedeciendo su cabello, de adelante
atrás.
Tomó el teléfono y llamó a su gran amigo. Esta vez necesitaba las palabras de
un experto, él no podía solo con todo esto.
–Aló, –se oyó una voz de fondo que no era precisamente la de su amigo–.
–Amigo, qué alivio escucharte, perdona si soy imprudente, pero siento que
necesito hablar contigo, ahora más que nunca.
–Amigo, solo preparo unos nachos con queso para ver una película, si deseas
puedes venir a mi casa y compartes con Leo y conmigo.
–Y así estuviera con todos sus sentidos, no te podrá dar respuesta, –dijo
Andrés–, porque por eso lo escribió, no sé de qué tratan los escritos, pero puedo
asegurarte de que ella puede sentir vergüenza de tener que explicarte, por un
lado, y por otra parte, debe haber cosas que ni ella misma pueda explicar,
resolver o responder. En la vida no hay respuesta inmediata para todo, hay
tiempo para preguntas, hay tiempo para respuestas, a veces hasta la mejor
respuesta es no tener respuesta. No te apresures, en esta existencia no todo es ya,
no todo es ahora, la vida misma toma su tiempo, si no, mira a Emma aun en su
condición sigue ahí, y no sabemos hasta cuándo.
–Amigo, te diré algo… –dijo esta vez Thomas, con la voz entrecortada–, los
escritos de Emma hablan de un tercero, no sé su nombre, ella lo llama su amor
secreto o amante secreto, o algo así, y piensa cosas sobre él, que creo que nunca
las ha pensado sobre mí, cosas y sentimientos muy fuertes, muy profundos, que
duelen, que taladran el alma, por ahora no puedo entrar en detalles porque me da
un poco de vergüenza y creo que para poder entenderlos es mejor leerlos que
contarlos.
De pronto, un silencio reinó entre los dos, por unos instantes solo se
escuchaban los sollozos de Thomas, Andrés solo respiraba pausado y sentía
mucha impotencia de no poder ser pertinente o asertivo para su amigo en el
momento, de pronto los dos intentaros hablar al tiempo.
Andrés dijo:
–No, solo quiero que me digas qué hacer, ¿continúo con la lectura o no?
–Yo no soy la persona indicada para decirte qué hacer. Ahora bien, creo que
Emma, en las circunstancias que se encuentra, llegando a la caída de su sol, solo
le debe interesar las huellas de amor que ha dejado, especialmente en ti. Créeme
que así es.
–Pues, la verdad, su huella en este instante quema mucho, y las cenizas se las
lleva el viento.
–Tienes razón, –respondió Andrés–, pero ¿sabes?, así las cenizas vuelen, la
huella del fuego queda y el ardor continúa por un buen tiempo.
–Te pregunto, amigo, ¿cómo quieres recordar a Emma?
–Yo, igual, amigo mío. Llámame a la hora que me necesites, de igual forma
mañana nos veremos. Dios bendiga tu decisión.
–Chao.
–No, la verdad es que necesita estar solo, esta es una noche decisiva para él,
esta es parte del enigma de su vida y debe trascender en ella.
Perdóname, Señor, pero no permitas que me muera sin haber probado el elixir
de su boca…».
Entre otras, pero esta vez apareció un escrito que le cuestionó un poco.
«10 de enero
Un solo corazón.
Siento que, aunque tengo un solo corazón alberga dos sentimientos igual de
intensos por mis dos hombres. En ocasiones, cuando veo a Nico, trato de pensar
que es Thomas y así lo siento más cercano, otras veces cuando veo a Thomas
siento que es Nico y puedo liberar mis más grandes fantasías.
Siempre he sido una mujer muy puntual, pero nunca tan exacta, el mismo tren,
a la misma hora, en la misma estación, casi las mismas personas, ya somos
como una familia de viaje matutinos, con la ventaja de que él ya viene allí y que,
cuando me bajo él continua, es decir, lo disfruto todo mi viaje, tristemente solo
de ida, porque al regreso nunca coincidimos.
Hasta mañana a las 7:04 a. m., que tome el tren que llegue a la estación
primavera e ingrese en el vagón de costumbre, donde viene mi Nico.
Perdóname Thomas, pero sabes que te amo, te amo con todo mi ser, como
nunca he amado a nadie en esta vida , es por eso que a ti no debo escribirte en
un diario, pues no eres digno de un trozo de papel , a ti mejor te vivo y te escribo
a diario dentro de mi pecho con cada latido de mi corazón, inclusive hasta
puede ser que estos apuntes algún día los queme y las cenizas las arroje al mar,
al viento o al retrete, pero vaya donde vaya, lo que he escrito de ti en mi corazón
siempre estará conmigo y si algún día muero me lo llevaré como un tatuaje en el
alma».
Emmloz
Thomas se encontraba sentado, con los ojos colmados de lágrimas. Era una
mezcla de amor y odio, de rabia y tranquilidad, por un lado, Emma seguía
teniendo esos pensamientos por ese amante secreto, pero por otro, a él lo amaba
con un amor desmesurado, la verdad que todo esto lo iba a enloquecer, pero no
era capaz de parar, la idea de que en el diario pudiera descubrir que los límites de
la fantasía de Emma superaran la ficción y llegaban a ser realidad, lo sacaban de
sí mismo.
De nuevo encontró muchas frases cortas y una que otra que hablaban de lo
mismo, de su fantasía, si lo había visto, si no lo había visto y del deseo de darle
un beso, de pronto encontró otro texto largo.
Febrero, 18
La confesión.
Hola, querido diario, hoy vengo a ti como nueva, renovada, recién atendida y
satisfecha, hace poco hice el amor con Thomas, la verdad que este ha sido el
mejor sexo de mi vida… Ufff, nunca había tenido un orgasmo de este ímpetu, de
semejante magnitud, ni cuando me he masturbado por Nico, ni mucho menos el
día que hice el amor con Thomas donde los dos sentíamos que hacíamos el amor
con mi amiga.
Hoy estaba cocinando, fresca, recién salida del baño, en mi cabeza tenía el
cabello envuelto con toalla, mi salida de baño un poco pegada al cuerpo a
causa de no haberme secado bien después de la ducha. Probaba una salsa que
preparaba para las pastas, cuando Thomas se pegó a mí por la espalda, estaba
en bóxer, descalzo, greñudo y sin bañar, olía literalmente a macho, a mi macho.
Oh, cuánto placer podía sentir, cómo refregaba su miembro, que era medio
eréctil en mis caderas, y bailaba para mí al son de unos “blues” que había
colocado. Pronto lamió mi cuello, y suspiró dulcemente en mi oído, poco a poco
sus manos se fueron apoderando de mis muslos por entre mis piernas, el placer
aumentaba cada instante más y más.
Luego me miró fijamente a los ojos y dijo: –“La salsa te quedó perfecta,
apenas para marinarte a ti”. Yo, atrapada en él, solo husmeaba dentro de su
ropa interior y sin apartar la mirada de sus ojos, que estaban llenos de morbo y
de placer pregunté: –“¿Y con qué vamos a acompañar la cena?”. Sin darme
cuenta estaba encima del mesón de la cocina, con las piernas entreabiertas,
dejando sobresalir su miembro erecto y derramando un poco de vino sobre este;
diciéndome: - “¿Y qué tal si lo acompañamos con este?”.
Después de un buen rato, se puso en pie. El mesón era perfecto para sus
intenciones, por lo largo de sus piernas hizo que quedara sentada en la punta de
la cocina y mientras me acariciaba, lamía mis senos, y con sus dedos hurgaba
suavemente en mi entrepierna. Luego, fue acercando poco a poco su sexo al mío
y suavemente nos convertíamos en eso que llamamos “una sola carne”.
Todo era muy lento y sutil, podía sentir cómo respiraba, con un placer
delicado de aquellos que demuestran que no quiere acabar rápido, yo a la vez,
llevaba el compás con unos suaves gemidos.
Emmoloz
IRA
Thomas, de un solo golpe, arrojó el diario a una esquina con una fuerza brutal,
por primera vez en su vida maldijo al amor, sus ojos estaban encendidos, sus
labios totalmente pálidos habían perdido su color a causa de la emoción
repentina que experimentaba, sus manos y sus piernas temblaban sin control, en
el centro del estómago sentía un ardor desmedido, el pedazo de chocolate
amargo se había convertido en la versión más amarga de sí mismo.
Thomas, esta vez fue por la botella de vodka, cogió el paquete de cigarrillos,
el encendedor y el cenicero, sin pensarlo estaba sentado en un rincón de la sala
con las piernas encogidas y abiertas, con un vaso de vodka y el cigarrillo
encendido. Fumaba y bebía al compás que lloraba destrozado como un niño
chiquito, su pecho se agitaba y en la garganta se le hacía un taco imposible de
contener, de esos llantos que por más que trates no puedes parar y sí o sí, hay
que dejarlos salir, algunos los llaman llanto calma espíritu, ahogapenas,
quitadolor. Exactamente eso estaba sintiendo Thomas, su espíritu estaba
demasiado turbado, su pena era enorme y el dolor incalculable.
Como pudo se paró de allí, se quitó las medias y quedó solo en camisilla y
bóxer. Tomó las botellas y las puso al lado de la barra de la cocina, la botella de
ron sobre esta. Vació el licor que tenía el vaso por el fregadero de la cocina hasta
que salió la colilla, destapó una botella de Prosecco, y en ese mismo vaso, sin
lavar, sirvió un poco de este vino espumoso, encendió un cigarrillo, pero antes
tomó un puñado de cereal y lo comió pasando con agua. Realizó esto dos veces
más, abrió la gaveta donde están el botiquín de primeros auxilios y tomó de allí
dos pastas para el dolor de cabeza que las ingirió con un poco de agua.
Eran tres cajas de whisky, de doce botellas cada una; tres bolsas de hielo;
cinco cajas de cigarrillos de diez paquetes cada uno; tres encendedores; dos
frascos grandes de café instantáneo; un paquete de café de colador y muchos
misceláneos como nachos con sus salsas, papas fritas de diversos sabores, agua
seltzer...
Abrió unos paquetes de nachos y de papas fritas, las vació en una bandeja,
cogió una botella de whisky, un paquete de cigarrillos, el cenicero, el vaso y
llenó un recipiente con hielo. Todo esto lo puso sobre la mesa de centro de la
sala y se sentó en el sofá grande, justo al lado del diario.
En esta ocasión fue diferente, no cayó vencido por la embriaguez, sino que
sintió que se fue apoderando de él cierto cansancio con el que no podría luchar,
miró el reloj y vio que eran la 1:36 a. m., ya comenzaba la madrugada de un
nuevo día, entonces sirvió un café y pasó por la habitación sin mirar a ningún
lado, solo caminó directo al balcón, encendió un cigarrillo y vivió su ritual
habitual de todas noches. Por un instante sintió de nuevo ser el mismo, fumó ese
cigarrillo y bebió ese café como si hacía varios días no probara ninguno de los
dos.
Ese estado de lucidez duró poco, luego que terminó, dejó la taza en el balcón,
ingresó a la habitación y buscó en el guardarropa de Emma la salida de baño de
la que ella hablaba en el último escrito que él había leído en el diario y se la
puso.
Se dirigió a la sala, se vistió con la bata de baño de Emma, aumentó el
volumen de la música, destapó otra botella sirvió un buen trago en las rocas, un
casco de limón y comenzó a bailar al ritmo de la música.
–¿Él baila como yo? ¿Tu Nico baila como yo? La verdad no creo, sabes que
nadie te lleva el ritmo como lo hago yo… mi pedazo de chocolate “amargo”.
Así estuvo por mucho tiempo, hasta que comenzó a reír como loco, era
imparable su risa mientras daba vueltas con los brazos abiertos y su mirada
elevada al techo, luego paró de girar y cayó de rodillas con la cabeza al suelo,
apoyado sobre los brazos y llorando nuevamente como un niño, desconsolado, a
la vez que repetía sin cesar:
–¿Por qué, Emma? ¿Por qué? ¿Por qué me haces esto? Si yo te amo, dime por
qué… ¿Por qué te me acercaste aquella noche en la fiesta? Mejor ni hubiera ido,
maldita la hora en que te conocí, Emma López, maldita sea. Te amo, te amo, te
amo y por mucha ira que tengo no puedo odiarte, pero tengo que olvidarte,
cueste lo que cueste.
Su llanto fue fuerte, pero duró poco, pronto quedó totalmente acostado en el
piso todavía con la bata puesta y en posición fetal, aferrado a los pies hasta que
quedó dormido.
RESACA
Abrió los ojos y vio que el sol resplandeciente entraba por las ventanas, se
sentó por unos instantes para reestablecerse un poco antes de ponerse en pie,
luego se paró y fue a la cocina a beber un poco de agua seltzer, miró el reloj y
eran las 2:07 p. m., no supo por cuanto tiempo durmió.
Así, entre beber a cántaros, fumar demasiado, alimentarse mal, reír un poco,
llorar a borbotones, bailar y dormir en horas del día, velar en horas de la noche,
muchos llamados no respondidos a su puerta, más con la angustiosa voz de
Andrés que le suplicaba e imploraba que lo atendiera y un sinnúmero de notas
dejadas por debajo de la puerta, pasaron siete soles con sus lunas. Ya solo le
quedaban cuatro botellas de licor, más una que tenía empezada y algunas
cajetillas de cigarrillos
Thomas solo bajó un poco el sonido de la música, pero no hizo ningún otro
movimiento que indicara algo de importancia por su amigo que, desesperado, lo
llamaba desde afuera.
–Thomas, amigo mío, por favor, te suplico que abras la puerta, necesito hablar
contigo, entiendo tu situación y sé que no es para nada fácil, pero te lo suplico,
déjame entrar que necesito hablar contigo.
El tono de Andrés ya era más calmado, hasta se sentía con cierto impulso
controlado al llanto.
–Amigo, vengo del hospital y las noticias no son muy alentadoras, el estado
de salud de Emma se agravó hace unos días, y desde ese momento atraviesa un
estado de agonía, los doctores dicen que está literalmente en su última fase y en
cualquier momento puede llegar el deceso. Siento mucho decírtelo de esta
forma, de verdad perdóname, amigo, pero no me das otra alternativa. No he
podido verla porque su estado es muy delicado y solo permiten que un familiar
directo la vea, en este caso tú…
–Gabriela me suplicó que viniera a verte, ellos también han hecho un esfuerzo
sobrehumano por ponerse en contacto contigo, pero no ha sido posible.
–Ya está tarde, pero mañana en la mañana iré al hospital y espero verte allá,
pues no creo que estés en condiciones de ir en este momento. Ojalá la vida te dé
tiempo. Siento que Emma te necesita para irse y debes darle la oportunidad, sea
como sea, en estos instantes ya nada puedes cambiar.
–De nuevo espero verte mañana, si no, de igual forma informaré al hospital
que ya te notifiqué de su estado…
Andrés corrió hacia él y lo abrazó con uno de esos abrazos fuertes, muy
fuertes… Thomas solo recostó su cabeza sobre los hombros de Andrés y dejó los
brazos sueltos. Para Andrés fue un momento tan duro que también acompañó a
su amigo, en su dolor, con lágrimas.
–Oye, amigo mío, tratemos de calmarnos un poco, por ahora te vas a tomar un
café y nosotros nos vamos a encargar de ti. Ah, por cierto, no te he presentado, él
es Leonardo, alguien muy especial al que le he hablado mucho de ti y créeme
que también está muy preocupado por tu situación. Entre los dos te ayudaremos
en todo cuanto podamos.
Andrés se levantó del sofá y le dijo a Leo, que mientras él buscaba si había
café, para prepararle uno especial para ayudar a levantar un poco el estado físico
de Thomas, él tratara de organizar un poco la casa. Leo sin ninguna objeción
aceptó.
Así fue, Thomas solo observó por un buen rato lo que su amigo y el
desconocido hacían por él, luego de unos instantes se dirigió al cuarto de
servicio, de allí apareció en mitad de la sala con un maletín un poco extraño,
ellos solo lo observaban de reojo, era curioso pues el maletín parecía de algún
instrumento y efectivamente así era, Thomas sacó un violín y de repente
comenzó a tocar en mitad de la sala.
Leo, de igual forma, tampoco podía contener las lágrimas. Era un momento
demasiado desgarrador, nunca había visto una pena de amor a semejante
magnitud, claro que también había que sumarle las condiciones de los
protagonistas: Thomas con su congoja del corazón y Emma en plena flor de la
vida a las puertas del deceso. De verdad que la vida a veces luce muy cruel… –
pensó él–.
En un momento cualquiera el espectáculo terminó, Thomas dejó caer sus
brazos al tiempo que sollozando decía:
–“Posiblemente otro sea tu sueño o tu fantasía, pero nadie tocará el violín para
ti, como lo toca este escuálido tipo, este hombre corriente que se hace sublime
gracias al majestuoso amor que he sentido por ti…
–Te aseguro que no te gustará saber las cosas que hay allí escritas, pareces un
hombre de buen corazón y esos escritos están para dañar el alma y maltratar el
espíritu.
–Comprendo amigo, y tienes toda la razón, tal vez, yo, en tu caso estaría igual
o peor…
–No creas, amigo, lo único es que se hace más fácil opinar de la corrida
cuando estás en las gradas, pero si tienes que hacer la faena es totalmente
diferente, es probable que algún día tú estés desde las gradas y puedas
orientarme en mi corrida, así funciona la amistad y de esa forma funcionan todas
las relaciones afectivas que tenemos, un día hacemos el papel de locos, y otro
día, jugamos el rol de cuerdos.
–Me duele saber que la mujer que creía mía, en verdad no era tan mía, porque
siempre pensaba en otro.
–No, Andrés, pero Emma era mi felicidad, era mi mundo, era mi todo, yo no
concibo mi vida sin su amor, y ahora tener que renunciar a ella y encima con
todo lo que sé, eso me mata, amigo.
–Déjame decirte, amigo, ese es otro grave error que cometemos los humanos,
tu felicidad no puede depender de nadie más que de ti mismo, tu felicidad no son
los otros, al contrario, tu felicidad es para compartirla con los demás, así, cuando
tienes alguien en tu vida es por elección y no por necesidad.
–Pero, dime, ¿cómo hago con todo esto que ahora sé?, ¿cómo ignoro todo lo
que he descubierto?, crees que yendo a verla al hospital cuando esté al lado de
ella, ¿será fácil?, ¿crees que la veré con los mismos ojos?, ¿crees que seguiré
sintiendo que es mi pedazo de chocolate oscuro?
–Amigo, eso solo lo sabrás cuando estés frente de ella, –dijo Andrés–.
–Quizá soy el menos indicado para hablar, –comentó Leo–; puesto que en este
momento soy un intruso, pero con el perdón de ustedes siento que debo decir
algo, en esta vida recibimos muchos golpes, unos suaves que solo nos sacuden, y
otros fuertes, que nos derrumban y eso hace que cada vez desconfiemos más,
que a medida que avanzamos creamos menos en los demás. Thomas, tal vez si
algún día te enamoras de nuevo tengas menos para dar…
–Eso es cierto, por ahora, pero solo por ahora, porque dadas las circunstancias
tú nunca es hoy; quizás algún día todo cambie, pues nunca y siempre son
palabras que no deberíamos utilizar. Ahora bien, permítame continuar con lo que
quiero decirte, –y es con todo respeto, dijo Leo–. Tenemos un solo cuerpo, con
un solo corazón, los dos envejecen con los años, y el día menos pensado nuestro
corazón se habrá deteriorado y nuestro cuerpo tendrá las marcas implacables del
paso de los años. Es ahí donde nadie nos mirará al pasar más que de pronto para
cedernos el paso, por compasión y respeto, por los años. Así que, a diferencia de
Emma, tú todavía tienes mucha vida por delante, e incluso, aún puedes hacer
realidad tus sueños y cumplir tus fantasías, en cambio ella ya no, para ella su
tiempo prácticamente terminó. Igualmente te aconsejo: guarda para ti todos los
bellos momentos que viviste a su lado, no malgastes tu corazón antes de tiempo,
mejor quédate con la alegría que te dio, no la mates, déjala ir en paz y con amor.
–Amigo, que mañana debes ir a primera hora a ver a Emma, olvida lo leído,
solo por un instante, piensa en los buenos ratos y guarda, por un momento, los
no tan buenos, tú bien sabes que solo has encontrado esos escritos, pero nunca
has encontrado un hecho, y eso, en verdad es importante, porque si ella hubiera
querido, hubiese hecho algo con el supuesto “Nico”.
–Amigo, lo único que puedes hacer es terminar de leer el diario, –dijo André–,
pero bien sabemos que eso realmente no es lo que quieres en este momento, para
mí es la mejor decisión que has tomado. Es lo más sensato, claro que, por lo
poco que dices que falta, no creo que encuentres mayor cosa. Créeme que
cuando a una mujer se le mete en la cabeza hacer algo, no lo piensa mucho, ella
simplemente lo hace, así que si en todo lo que leíste no lo hizo, lo más probable
es que nunca iba a hacerlo.
–Y… ¿Qué hago con el diario, entonces?
–Mi querido Thomas, puedes hacer muchas cosas, quemarlo, botarlo, hacerlo
trizas, dárselo a Emma para que se lo lleve con ella, o simplemente, guardarlo
con todos sus recuerdos, como sea es una parte de ella, por lo que Emma es y
será siempre la misma, no perfecta, sino puramente humana, con cosas muy
bellas, que nunca debes dejar que se pierdan en el baúl del olvido, que solo te lo
arrebate el mal de Alzheimer, pero por lo demás, que lo lleves contigo hasta la
muerte, así como estoy seguro de que ella se lleva lo mejor de ti en esto
momento.
–Créeme, Andrés, que no me queda una sola gota de aliento para hacer
absolutamente nada.
Andrés le pidió a Leo que llenara un poco la bañera, con agua tibia y jabón,
para que su amigo reposara un poco.
Thomas permaneció allí por un buen tiempo, luego se paró y Andrés le pasó la
salida de baño y una toalla, lo ayudó a sentarse en el retrete, aplicándole un poco
de espuma en el rostro y afeitó a su amigo.
Ahora sí que Thomas lucía como nuevo o, mejor dicho, ya era alguien muy
cercano al que siempre había sido.
–Es extraño, de todos los recuerdos de Emma que guardé, solo me quedó este
por error y justo ahora se cae y se rompe, pero lo curioso es que los dos nos
escribimos algo oculto en nuestras fotos de la mesa de noche y ahora no sé qué
hacer, si leer el mensaje o no.
Mi Thomas, eres mi más hermoso sueño hecho realidad por el cual no deseo
dormir jamás, para poder disfrutarte a cada instante, en todo momento, y en
todo lugar.
Siempre voy a ser para ti, tuya y nada más que tuya, aún con mis locos
pensamientos. Tú siempre serás mi idea más sensata, mi polo a tierra, así que
déjame volar tranquila, porque al final solo deseo aterrizar en ti.
P. D.: Si ese día todavía estás conmigo quiero que toques de despedida para
mí con tu violín una de nuestras melodías: “Sad Romance” o “Serenade”, de
Schubert».
Thomas salió del cuarto y les leyó, en voz alta, a ellos, el reverso de la
fotografía, diciendo:
Sin darse cuenta comenzaba a repuntar el alba y Thomas había pasado en vela
toda la madrugada en el balcón. El reloj marcó las 6:00 a. m. Andrés dormía en
el sofá grande, a un lado, con los pies sobre el mueble individual, Leo. Al igual,
estaba durmiendo allí, pero a lo largo de este, con los pies encogidos y la cabeza
sobre las piernas de Andrés.
Thomas, sin hacer mucho ruido preparo café, tostó pan, lo puso sobre la mesa
con jugo de naranja, y queso. Luego llamó a Andrés, con cautela, para no ir a
asustarlo:
–Amigo, hora de despertar, –le dijo, invitándolo a pasar a la mesa para tomar
algo–.
Andrés despertó a Leo. Los dos se pusieron en pie, pero antes de ir la mesa,
uno a uno fue al baño y se lavaron el rostro con un poco de agua fría, como para
poder entrar en sintonía con el momento. Al llegar al comedor Andrés solo quiso
tomar un poco de café con queso, Leo, por su parte, sirvió jugo de naranja, tomó
pan con queso, y adicional, sirvió un poco de café para el final.
Por su parte, Thomas solo quiso café para acompañar su cigarrillo, mientras
los observaba en silencio. Andrés, un poco inquieto, carraspeó la garganta y
preguntó:
–Es una tarea un poco difícil, pero no imposible. Necesito que me acompañen
al Metro, debemos llegar a la estación Primavera, antes de las 7:00 a. m., y son
las 6:13 a. m., así que tenemos alrededor de cuarenta y cinco minutos para estar
allá. Igual, esa queda a tres bloques de aquí, aproximadamente a cinco minutos
caminando. Allí debemos tomar el tren que pase justo después de las 7:05 a. m.,
no antes, e ingresar al tercer vagón, que es precisamente el tren y el vagón que
todos los días tomaba Emma para ir a la oficina, allí tenemos doce estaciones o
un promedio de treinta minutos para que me ayuden a identificar al supuesto
“Nico”.
–Sí, amigo, así es, pero no es una misión tan difícil, solo tenemos la presión
del tiempo, por lo demás somos tres y es un solo vagón con cuatro puertas de
acceso, si entramos cada uno por una puerta diferente tendremos todo más
controlado, solo es buscar entre las personas que estén sentadas y yo les daré los
rasgos físicos del supuesto Nico. Lo he analizado de mil maneras y solo
tardaremos tres estaciones en validar las personas que estén sentadas, cada vagón
cuenta con cuarenta y dos asientos, que son los únicos que debemos revisar, al
mismo tiempo, a esa hora, el tren en la estación Primavera no viene tan lleno.
–Por ella es que lo hago, por la situación, por su condición y por todo lo que
pasa de fondo con este momento, quizá no me entienden, pero permítanme
terminar de explicarles mi plan…
–La verdad, Thomas, que no comprendo, ¿cuál es el objetivo con todo esto? –
Dijo Andrés, que no caía del asombro y agregó:
–Nosotros nada, pero Emma sí, ella podrá ganar el beso que anheló tanto en
vida, por el que muchas veces suplicó en el diario y por el que pidió a Dios no
morir sin antes de probar esos labios, así como dice en el reverso de la foto, que
por mi felicidad renuncia a mí y está dispuesta hacer lo imposible por cumplir
mis sueños… Así mismo lo intentaré por ella.
BÚSQUEDA
Nadie tuvo algo más por refutar o argumentar, el discurso de Thomas los
había desarmado por completo, de esta forma él tomó el diario y leyó
detenidamente para ellos el primer escrito, donde Emma describía los rasgos
físicos de “Nico”, añadiendo…
–No es fácil, pero es sencillo, puesto que no es común en esta ciudad ver a
muchos hombres de ojos azules o claros. –Tomó el estuche con el violín y les
dijo–:
A las 7.00 a m., en punto, estaban los tres parados en la estación atentos para
ingresar al tercer vagón del Metro que pasará justo después de las 7:05 a. m.
Solo quedaba una última oportunidad en Cuatro Soles, allí ingresaron, pero
esta vez el pequeño recorrido se hizo eterno, al llegar a la estación La Libertad,
por la cuarta puerta descendió Thomas, por la tercera, Andrés, solo faltaba Leo,
quien, en el momento que se escuchó la señal del cierre de puertas, salía por la
primera puerta acompañado de un joven.
–No te preocupes, hijo, no pasa nada, solo fue un error de apreciación, puedes
tomar el próximo tren y continuar el viaje.
–No te preocupes, amigo, has hecho hasta lo imposible para ser feliz a Emma
y estoy seguro de que ella lo sabe. No te des tan duro, no te midas por el
resultado, ese es importante, pero mídete por el esfuerzo puesto en conseguir tus
cosas y por todo lo que das, es eso lo que realmente dice lo que eres y muestra
de qué estás hecho. Recuerda que la vida en esto momento conspira y te brinda
las condiciones necesarias para vivir con valentía este trance, esta situación, esta
circunstancia.
Mientras, con sus dos manos sostenía con fuerza las manos de Thomas, este
solo miraba al suelo como quien busca algo pequeño, pero precioso que se le
haya caído. De repente pasó algo inesperado, algo que jamás había imaginado;
Thomas reparó en las manos de Andrés y vio que traía consigo unos de sus
accesorios de costumbre, pero que él nunca había detallado, de inmediato se
detuvo a observar con detenimiento uno en particular, el cual llamó
poderosamente su atención, era una pulsera de color plata con medio corazón
que tenía la inicial “E”. Thomas, de un solo golpe, se transporta a la última
lectura del diario.
Thomas comenzó a recoger los cabos sueltos sobre su amigo y a atarlos entre
sí: vivía cerca a la primera estación de la Línea Azul del Metro, tenía una
empresa de moda por lo que siempre lucía impecable, era un hombre maduro,
pero le gustaba vestir a la moda, lo que lo caracterizaba como alguien muy
particular.
Thomas mira los pies de Andrés y este tenía unos zapatos de color café con el
logo de la marca Calzado Real, tenía una camisa negra como de costumbre, y en
su mano izquierda pudo ver un reloj de Anthony de la Vega. Todo esto sumado a
que era un viajero habitual en las mañanas del Metro de la ciudad.
No cabía duda, Andrés era el supuesto Nico… Pronto el rostro de Thomas se
transformó, era otro de nuevo, pero esta vez más por una sensación que no podía
describir, pues, no era rabia, no era dolor, no era tristeza, no era odio, ni mucho
menos temor. Era algo que no podía definir como bueno, ni mucho menos como
algo malo… solo era un sentimiento imposible de precisar. En su cuerpo subió la
temperatura de forma inexplicable y esta misma cayó ipso facto, su rostro pasó
de rojo encendido a pálido en cuestión de unos breves minutos, sus manos
sudaban y podía sentir como la sangre bombeaba por todo su cuerpo,
experimentaba palpitaciones en el pecho, la cabeza, las manos… por un
momento pensó que iba a desplomarse.
–¿Te pasa algo, amigo? ¿Estás bien? Te ves pálido, luces extraño, ¿Quieres
que te busque algo para tomar?
–Todo está bien, por ahora. Solo que por mi mente pasa una y mil cosas que
no sé cómo explicarte, por el momento solo quiero preguntarte algo amigo…
¿Qué harías tú si fueras el supuesto Nico? Pues considero que eres una persona
que encaja a la perfección en la palabra cordura y quiero saber si la búsqueda de
este sujeto tiene sentido o no.
–Lo que sucede, amigo, es que no lo soy y es difícil ser asertivo ante
supuestos.
–No lo creo, –respondió Thomas–, me has enseñado de mil formas cómo
actuar ante supuestos, pues nunca has tenido la realidad absoluta, puesto que
solo conoces mi verdad y nada más, no conoces la verdad que hay del otro lado,
solo la versión como yo te la cuento y lo poco que te he compartido del diario,
pero de acuerdo a lo que he aprendido de ti, en el corto tiempo que te conozco,
me has mostrado que hay otro lado que no puedo desconocer y es la verdad de
Emma, a lo que puedo decir que hay tres versiones; la mía, del otro (en este
caso, la de Emma) y la verdad que es la suma de las dos.
–Tú solo conoces una y siendo así siento que has sido muy asertivo conmigo,
por lo que puedo decir que en muchas ocasiones actuamos asertivamente sobre
supuestos, haciendo un análisis externo donde la razón no afecte el sentimiento
ni viceversa. Ahora bien, de acuerdo con todo esto, ¿cuál es tu respuesta a mi
inquietud?
Andrés quedó demasiado sorprendido por el análisis que había hecho Thomas,
y por más que quería encontrar argumentos para refutarle no hallaba ninguno,
adicional a esto Andrés era de alma altruista y sabía muy bien qué haría en este
caso, solo que tenía un poco de temor. Sin más, carraspeó un poco la garganta y
dijo:
De repente, reinó entre los tres un profundo silencio, el cual fue interrumpido
por Leo:
–¿Vamos, amigos?
–¡Vamos!
–¿Dónde está Emma? Quiero ver a mi esposa, lléveme donde ella, por favor.
–Seguro que sí, yo lo llevaré, pero primero debe ver al doctor por unos leves
minutos.
–Señor Santander pensamos que usted nunca iba a llegar, por favor entre a mi
consultorio, solo nos tomará un par de minutos lo que tengo para decirle, luego
puedo ver a su esposa.
–La verdad, debe prepararse para verla, pues el estado de su esposa empeoró
en los últimos días, no podemos decir con certeza que sucedió, pero este tipo de
enfermedad es muy difícil precisar su evolución. Debo de ser muy honesto con
usted, pero el estado de salud de su esposa se vino en picada de un momento a
otro, hasta el punto de que le cuesta respirar por sus propios medios y tuvimos
que conectarla a respiración artificial.
Thomas sintió como si una daga atravesara su pecho, solo tragó entero y
respiró fuertemente.
–Sus signos vitales se han debilitado a tal punto de que el diagnóstico que
puedo darle es que su esposa se encuentra en un estado de agonía… creo que
sabe a qué me refiero con esto. Su esposa está viviendo sus últimos momentos, y
en este instante, su presencia es fundamental, perdóneme si le hablo de estos
términos, pero dadas las circunstancias, prefiero evitar los filtros.
–No puedo precisarlo, hijo, por lo general una agonía dura entre dos o tres
días, como máximo, pero su esposa ya está por el quinto día, me atrevería a decir
que está esperando por usted.
Gabriela, Andrés y Leo seguían al doctor, y a Thomas, con demasiado sigilo.
El médico acabando de decir esto se detuvo y abrió la puerta de una habitación
en cuidados especiales (UCE):
Por unos instantes, Thomas se paralizó por completo, no pudo dar un solo
paso, quedó atrapado por el lúgubre frío que salía de la habitación, todos a su
paso eran un nudo de ansias por el desasosiego que generaba aquel momento.
Gabriela interrumpió aquel momento diciéndole:
–Para serte sincero, no muy bien, pero creo que en este instante ya está un
poco mejor. Entren, que quiero presentar a mi Emma, a mi esposa, a mi pedazo
de chocolate oscuro.
Los dos siguieron a Thomas a la habitación, él entró primero seguido por Leo,
y de último, Andrés. Se pararon alrededor de la cama y la cara de sorpresa de
Andrés era inevitable, abrió sus ojos y su rostro se tornó pálido rápidamente, la
observó detenidamente, frunció el ceño como haciendo una fotografía visual de
Emma, miró a Thomas, quien lo observaba con detenimiento y con una
expresión de estar afirmando esas preguntas que suscitan en silencio, pero que,
aparentemente son obvias, aunque este no fuera el caso precisamente.
–No puedo creerlo, yo la conozco, nunca supe cómo se llama, pero durante
varios meses fue mi compañera de viaje en el tren por las mañanas, mira Leo
esta es la mujer exótica de la que te hablé en muchas ocasiones, ¿lo recuerdas?
–Nunca pensé que esta era la mujer de quien me hablabas, es una mujer que
tiene algo de especial por sí sola, que no necesitas acercarte a ella y conocerla
para sentir esa energía tan particular. Pero, Thomas, no recuerdo quién pueda ser
el supuesto Nico del que Emma habla.
Thomas, sin mediar una sola palabra, se dirigió a donde estaba su maletín,
buscó en un pequeño compartimento y sacó de allí el diario de Emma… lo abrió
en una página muy específica para él y comenzó a leer.
Noviembre, 14
Susceptible …
Sus manos fuertes, varoniles, gruesas, con unos dedos hermosos y unas uñas
limpias y perfectamente organizadas, se podía notar que era alguien de mucho
cuidado para consigo mismo, de esos hombres que hay pocos hoy en día.
NICO
–¿Y sabes?, no continúo leyendo más por respeto a la ocasión, bueno, además,
ya no viene al caso.
–Eres tú, –dijo Leo, con un tono de total sorpresa–. Eres tú, Andrés, no cabe
duda de que eres tú, eres el supuesto Nico…
–Sí, es él, –dijo Thomas–. Ahora bien, permítame los presento, Emma este es
el mejor amigo del que te he estado hablando durante todo este tiempo, de
hecho, más que mi mejor amigo, el único que he tenido en toda mi vida, el
amigo perfecto del que te hablé.
–No, no, no… esto no puede ser, –mientras salía apresurado de la habitación–.
Thomas salió detrás de él y lo tomó por el brazo, diciéndole:
–No, amigo esta vez no, esta vez no puedo ayudarte, esto es demasiado para
mí.
–Pero ¿por qué? Hace menos de una hora te lo pregunté antes de venir al
hospital y tú estabas de acuerdo en todo lo planteado, ¿por qué huyes ahora y me
dejas solo?...
–Amigo, es obvio, creo que lo evidente no se pregunta, pero voy a serte más
claro, Leonardo es mi pareja desde hace muchos años. Yo nunca le di a Emma
entrada a su sentimiento, solo fui un compañero de viaje cotidiano que trató de
ser amable, y ahora, con toda esta situación me siento culpable.
Andrés soló llevó las manos a su cabeza y sacudió su cabello, dio media
vuelta y regresó a la habitación, seguido esta vez solo por Thomas, pues
Leonardo, por respeto al momento, decidió quedarse afuera.
–No tienes que decir nada, si no quieres, solo darle el beso, que de lo demás
me encargo yo.
–Me llamo Andrés, o si prefiere para mayor comodidad soy Nico. Es usted
una mujer encantadora a la que le deseo hoy un feliz viaje, y suavemente posó
sus labios sobre los de Emma por unos segundos.
“Qué misteriosa, mágica, compleja, pero hermosa es esta vida, de verdad que
me has enseñado muchas cosas, durante este tiempo, a tu lado aprendí que no
tenemos destino trazado, la vida nos ofrece diversas alternativas, pero somos
nosotros quienes tomamos la decisión de cuál camino escoger.
Gracias por escoger permanecer conmigo durante todo este tiempo, quizá
renunciando, muchas veces a ti, por seleccionarme a mí.
Gracias por enseñarme que no existe un destino, que soy yo el que lo trazó
con mis acciones día a día, pues si el destino ya estuviese escrito no valdría la
pena esforzarse por vivir; ¿qué gracia tendría soñar, proyectar, planear si ya
todo está hecho y dicho? Que el único destino seguro es el día que partiremos
de este mundo y lo maravilloso es que no sabemos cuándo.
Gracias por la lección de que los bienes solo son para mejorar el paso por
este mundo, para hacer más cómoda la estancia en esta tierra, pero que de igual
forma, con o sin riquezas, nos iremos y nada nos llevaremos, no por los lujos
nos quedaremos, tampoco regresaremos algún día por ellos; al contrario,
trascenderemos por los bellos momentos, por la cantidad de abrazos, de te
quiero, de sonrisas, de caricias, y hasta de la bondad del ser que hayamos
repartido.
Gracias por mostrarme la fe; la fe en que hay un cielo al que todos iremos,
donde nos reuniremos con los que se fueron y esperaremos a los que llegarán
después, esa misma fe que hoy me reconforta, que me muestra que nuestro amor
no termina aquí, sino que evoluciona a lo más sublime, incluso allá podemos ser
felices los tres: tú, tu fantasía y yo.
–Querido Thomas, Emma acaba de partir, pero aún puede escuchar, por si
siente que debe decir algo, háblele, y ayúdele a irse tranquila…
Thomas respondió:
La señal sonó, era el violín de Thomas que tocaba las últimas melodías para la
despedida de su amada.
AGRADECIMIENTOS ESPECIALES