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El sentimiento de inseguridad y su repercusión social y política

David Foust Rodríguez*

 * Doctorante en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara.

En México, alrededor de 12% de los hogares ha sido víctima de la delincuencia. El


número de delitos por cada 100 mil habitantes (tasa de incidencia) había oscilado
entre 10 y 12 mil entre 2001 y 2007, pero en 2010 alcanzó 18 mil (ICESI, varios
años; INEGI, 2011).

En el año 2008 cerca de 50% de la población consideró que su vida se había visto
afectada por la inseguridad (ICESI, 2009). En el periodo comprendido entre 2001 y
2010, entre 50 y 80% de la población reportó haber cambiado algún hábito como
medida preventiva —no salir de noche, impedir que sus hijos menores salieran,
dejar de visitar a familiares, etcétera— (ICESI, varios años).

Una de las encuestas más reputadas en América Latina —Latinobarómetro—


reporta que la preocupación por el desempleo y por el crimen y la violencia en
Latinoamérica ha seguido en los últimos años tendencias opuestas: en el año
2003, la primera registraba 28%, mientras que la segunda sólo el 8%; para el año
2007, el 18% de los encuestados reportan estar preocupados por el crimen y 17%
por el crimen y la violencia. Para 2008 ya se habían invertido los términos. En
mayo de 2011 la preocupación por la inseguridad en México ya estaba por encima
de la preocupación por los problemas económicos (México Unido contra la
Delincuencia, 2011). No obstante, los mismos ciudadanos identifican a la pobreza
y al desempleo como las principales causas de la delincuencia, según las
encuestas de victimización y percepción de seguridad.

¿Por qué ha adquirido tal nivel de centralidad esta preocupación? ¿Cómo se


configura este "sentimiento de inseguridad"? ¿De qué manera impacta en las
relaciones de confianza y, por tanto, en la capacidad para tender y sostener redes
sociales y comunitarias? ¿Puede la percepción de mayor inseguridad conducir a
los ciudadanos a demandar más mano dura y, eventualmente, atentar contra las
libertades o el sistema democrático? ¿Qué han encontrado las investigaciones
previas en otras latitudes y momentos? ¿Cuáles son los huecos o limitaciones de
este campo de investigación?

Bibliografía
Bergman, Marcelo y Gabriel Kessler (2008). "Vulnerabilidad al delito y sentimiento
de inseguridad en Buenos Aires: Determinantes y consecuencias", Desarrollo
económico.  

Explicación: David Foust Rodríguez quien es un doctorante en Ciencias Sociales


por la Universidad de Guadalajara, nos revela en su artículo datos que el INEGI
brinda sobre la inseguridad en México. Nos dice que en nuestro país, alrededor
del 12% de los hogares ha sido víctima de una situación de inseguridad, además
de que por cada 100 mil habitantes, en el año 2018, 18 mil personas fueron
víctimas de la delincuencia. En el año 2008, cerca del 50% de la población
considero que su vida se vio afectada de alguna forma por la inseguridad. En el
período comprendido entre 2001 y 2010, más de la mitad de la población dijo
haber cambiado algún hábito como medida preventiva, como por ejemplo no salir
de noche, dejar de visitar familiares, etcétera. Nos menciona que debido a
diversas encuestas realizadas, podemos darnos cuenta que a la sociedad le
preocupa más los problemas por inseguridad que por el desempleo y pobreza,
además de que identifica estos dos últimos problemas como las principales
causas de la inseguridad.
Causas que generan la inseguridad en México

Por Dr. Andric Núñez Trejo 10, Mayo, 2019

La delincuencia en México alcanzó la cifra récord en los primeros tres meses de


2019. La violencia no da tregua y se han registrado 8493 homicidios, 9.6% más
que en el mismo periodo de 2018, según datos proporcionados por el Secretariado
Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

La inseguridad cada vez está más grave, hemos tenido diversos sucesos de gran
magnitud en la Ciudad de México, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Tamaulipas,
Puebla, Veracruz, entre otros Estados de la República Mexicana.

En la actualidad hay muchas causas de inseguridad en México y los factores más


influyentes surgen de los siguientes:
 Las fallas en el sistema educativo;
 La mala política de seguridad;
 Los malos elementos policiacos;
 La desigualdad económica;
 La delincuencia organizada;
 El tráfico ilegal de armas y drogas;
 La desintegración familiar; y
 Por la corrupción.
Con estos factores la inseguridad se difunde y sigue generándose como un círculo
vicioso que alguien en algún momento tendrá que romperlo, por lo tanto, hay que
tomar en cuenta todas las fallas que existen a consecuencia del mal sistema
económico que tiene el país y aquí es donde debemos corregir los errores, es
decir, hay que cambiar el sistema económico y, sobre todo, evitar que la
corrupción siga invadiendo los sectores más importantes del Estado.

Dicho lo anterior, tenemos que preguntarnos ¿Qué está pasando con los valores
en nuestro país?
Considero importante mencionar que independientemente de los factores antes
mencionados por los cuales se ha incrementado la inseguridad en México, cabe
destacar que la base de nuestra sociedad es la familia y es ahí donde debemos de
reforzar todos los valores que en algún tiempo nos enseñaron y que ahora se han
ido perdiendo poco a poco.

Estos valores tienen que ser inculcados a todos los seres humanos desde que
nacen y los adultos tenemos que ponérselos como ejemplo con nuestra forma de
pensar, de sentir y de actuar, no debemos olvidar que el valor es la calidad del
alma que nos mueve y rescatar el principal valor que significa el ser padre y
madre.

Nunca hay que perder la confianza, ni la fe, ¡por favor hagamos algo al respecto! 
No podemos seguir viviendo en esta inseguridad, no le dejemos todo al gobierno,
tenemos que actuar y después exigir que las autoridades hagan su trabajo para
protegernos de todos aquellos individuos que han decidido ir por el mal camino de
la delincuencia.

Luchemos por seguir viviendo en paz y con valores, especialmente con el de la


familia y enfrentemos así lo que la vida nos presenta para lograr hacer de nuestros
hijos, mejores hombres y mejores mexicanos, ya que son el futuro de toda nación.
https://forojuridico.mx/

Explicación: Este segundo artículo también nos brinda algunos datos sobre los
homicidios en México, datos proporcionados por el Secretario Ejecutivo del
Sistema Nacional de Seguridad Pública. En este artículo culpa de la inseguridad a
las siguientes causas: fallas en el sistema educativo, la mala política de seguridad,
los malos elementos policiacos, la desigualdad económica, corrupción, entre otros.
Estas situaciones nos hacen pensar ¿qué está pasando con los valores de nuestro
país? Debemos hacer algo al respecto, ya que no podemos seguir viviendo con
esta inseguridad, ya que la mayoría de las veces pensamos que es culpa del
gobierno, y que ellos deben solucionarlo, también debemos actuar por nosotros
mismos y luchar por vivir en paz.
Inseguridad y certidumbre

(Conferencia en Madrid, 1999. Edición: Renato José de Moraes)

Julián Marías

 La vida humana es inseguridad. Ortega diría que es radical inseguridad. Y


efectivamente es así. Por lo pronto, hay un hecho que solemos olvidar a fuerza de
manifiesto: es lo que los escolásticos llamaban contingencia. Una realidad
contingente es algo que existe pero podría no existir. Es evidente que nosotros,
cada uno de nosotros, existe -aquí estamos- sí, pero no somos necesarios.
Contingente se opone a necesario; necesario es lo que tiene que existir. La vida
humana, evidentemente, no; es real, en cada caso, pero es contingente. De modo
que la inseguridad es a radice, es decir, desde su mismo comienzo, desde su
origen.

            Esto, por una parte; por otra, está expuesta a terminar en cualquier
momento. Siempre se ha dicho que el niño puede morir unos días después y que
no hay nadie tan viejo que no pueda vivir un día más. Pero dentro de esto, la vida
humana tiene una inseguridad radical, en el sentido que puede dejar de existir en
cualquier momento.

            No solamente eso, sino que además está dependiente de innumerables


factores de inseguridad: el azar, que está entretejido con la vida humana
absolutamente: casi todo lo que nos ocurre, casi todo lo que nos afecta, lo que nos
ha ocurrido en el pasado, depende de azares. Depende de la coincidencia en
nuestra vida -en nuestras trayectorias más o menos proyectadas, con mayor o
menor coherencia-, de ingredientes, de elementos extraños a ellas, que no se
pueden prever y que naturalmente la alteran. De eso hablamos ya el otro día:
recuerden ustedes que yo hacía una afirmación, yo insistía en el inmenso puesto
que el azar tiene en toda vida, incluso en lo que afecta a sus rasgos capitales, en
lo más profundo de ella. Pero insistía en que, con todo, eso que es enteramente
ajeno, eso que interrumpe mis proyectos, que altera las trayectorias proyectadas,
sin embargo, la vida reobra sobre ese azar ajeno, enteramente ajeno, inseguro,
casi siempre imprevisible y hace con él la propia vida, es decir, lo absorbe, lo
digiere, diríamos, lo asimila, hace con él nuestra propia vida, y a veces hace lo
más auténtico, lo más profundo de nuestra vida.

            El hombre no vive aislado, el hombre vive en sociedad, en compañía, y


cada una de las personas tiene evidentemente su propia libertad, y eso hace que
la conducta de los demás sea, en gran medida, imprevisible. Recuerden ustedes
como cuando vivimos en una sociedad bien conocida, afín a nosotros, regulada
por un repertorio de usos que tienen vigencia, tenemos una cierta normalidad y,
por tanto, la inseguridad es menor. Estoy aquí, en esa habitación, con muchas
personas, pero cuento con que están sometidas a un sistema de usos y de
vigencia parecidos a los míos, que creo conocer, y por tanto en cierto modo
preveo lo que supongo que va a ser su conducta. Espero que no se van a indignar
demasiado conmigo, espero que no me van a agredir, espero que no me van a
matar. No es que sea absolutamente seguro, pero cuento con ello, y puedo hablar
con cierta tranquilidad.

            Si yo estuviera ahora en una selva de Borneo, entre cortadores de


cabezas, pues no sé, estaría un poco menos tranquilo y no sé si me atrevería a
hablar con la naturalidad y la calma con que estoy hablando. La interferencia con
las otras libertades es un factor capital de inseguridad. Hay además la inseguridad
de lo colectivo como tal. Lo colectivo engendra inseguridad; ustedes piensen, por
ejemplo, que en muchos países actualmente -y en el nuestro en otras épocas que
no son por fortuna la actual-, pueden ocurrir cosas enteramente imprevisibles, que
alteren absolutamente las formas de la vida. Los que no somos nada jóvenes
hemos vivido, por ejemplo, la experiencia increíble de la guerra civil, que
naturalmente fue la gran inseguridad sobrevenida que alteró absolutamente todos
los proyectos, todas las instalaciones en la vida en que habíamos vivido hasta
aquel momento. Pero en fin, en grandes partes del mundo, basta abrir un
periódico o ver la televisión, esto está pasando actualmente, y es naturalmente
otro factor, un inmenso factor de inseguridad.

            Y hay otro más, a lo cual aludía otro día en ese curso, pero que me parece
importante, quizá de los más importantes, es que independiente de las acciones
individuales humanas, incluso de las acciones colectivas, de las acciones que
ejecutan una gran sociedad, una gran comunidad, o una nación, o varias, que
tienen sus proyectos, que hacen una guerra, la revolución, hacen una
transformación social del tipo que sea, hay algo que aumenta la inseguridad, y es
que el resultado siempre es profundamente distinto del conjunto de las acciones
individuales. Recuerdo la imagen de los hilos de un tapiz, que forman la trama,
pero hay el tapiz mismo, que es el resultado que va más allá de las voluntades, de
las voluntades individuales, incluso colectivas, las voluntades que representan con
mayor o menor autenticidad la voluntad de un país, de una sociedad, de una
clase, de lo que sea.

            Como ven ustedes, por tanto, el grado de inseguridad de la vida humana
es extremo. La expresión "inseguridad radical" es absolutamente evidente, y hay
que contar con ella. Por tanto, es engañoso todo intento de fingir una seguridad
que no tiene. En general, los intentos, que han sido muchos y lo siguen siendo, de
dar seguridad a la vida humana consisten en su simplificación, consiste en su
reducción a formas de realidad que no son la humana, que no son personales.

                       Estos son intentos, intentos de dar seguridad a la vida humana. ¿A


qué precio? En definitiva, al precio de la deshumanización. La deshumanización,
en el sentido radical de la palabra, es la despersonalización. Si la vida humana no
es humana; si la vida humana es cósmica, es material, es elemental, o es
meramente biológica, o es puramente social, tendrá una cierta seguridad, no
tendrá esa radical inseguridad que antes hemos recordado. Pero si es la vida
humana, si es nuestra vida, si es lo que hacemos y lo que nos pasa, si es el
diálogo de mí con lo que me rodea, si es la realidad proyectiva, móvil, cambiante,
entonces la inseguridad la penetra por todas partes. Es inseguridad radical, que
llega hasta la raíz. Lo cual es evidentemente difícil de tolerarse para muchas
personas, y esto ayuda a entender, por qué el hombre, sobre todo el hombre de
los dos últimos siglos, o tres quizá, acepta con cierta facilidad la renuncia al que es
más propio de él, al que es más propio de la vida humana, a cambio de seguridad.
Esto ha terminado en una época que es la época de la seguridad; la seguridad
social es una de ellas. Pero el puesto que tiene... Quizá me ha ayudado
personalmente a entender un poco esto y a pensarlo el contraste, porque yo no
tengo seguridad social, por supuesto, ni ninguna otra seguridad. Lo cual me hace
un bicho raro en este mundo, pero claro, sobre todo en los últimos 50 o 60 años, el
peso que ha tenido la seguridad es algo increíble.

            Entonces tenemos que resignarnos a que la vida humana sea inseguridad,
radical inseguridad, y tenemos que vivir, a pesar de todo. Y yo aspiro a que
vivamos sin renunciar a lo que somos. Es decir, somos inseguridad, hay que
aceptarla. Porque si no, si no aceptamos lo que somos, a cambio de una imagen,
de una pretensión, de una ilusión -en el sentido negativo de la palabra- de
seguridad, entonces perdemos nuestra realidad. Lo cual me parecería lamentable.
Entonces, ¿qué hacemos con la certidumbre? Porque el hombre necesita
certidumbres; evidentemente, el hombre necesita saber, el hombre necesita
entender, necesita alcanzar certidumbre respecto de algunas cosas. Ya veremos
cuales, y en qué medida y qué consecuencias tiene eso.

            El hombre necesita no tener una total inseguridad; que sea radical es una
cosa, que afecte a su raíz misma es inevitable. Que la inseguridad sea total, es
otra cosa. El hombre piensa, el hombre necesita pensar, el hombre necesita
razonar, porque necesita saber a qué atenerse. Porque en esa inseguridad que lo
rodea, y que lo constituye, insisto yo, tiene que proyectar, tiene que elegir, tiene
que hacer algo en cada momento, y para eso necesita saber a qué atenerse. Por
consiguiente, necesita certidumbres. Las tiene, en medio de la inseguridad tiene
certidumbres, tiene certidumbre de que está existiendo, de que tiene de proyectar,
de que su vida le es dada, pero no le es dada hecha, que tiene por tanto que
hacerla, que tiene de cierto modo de inventarla, de eso está cierto, de eso tiene
certidumbre. Que es insegura, claro, pero eso se sabe con certeza: “yo estoy
absolutamente cierto de que mi vida es insegura”, esa puede ser la fórmula total.
¿Es que esto no es certidumbre? Lo es, claro que lo es. No impide la inseguridad,
pero dentro de ella me permite cierta orientación.

                       Hemos visto que la inseguridad, la inseguridad radical, la


inseguridad plena, es la vida, la vida humana. Es curioso, hemos visto en una
especie de recorrido panorámico y hemos visto que en la medida que las cosas
son menos reales, son menos inseguras. Curiosamente. Y hemos visto cómo
cuando el hombre ha buscado con razón, primariamente, alguna seguridad, lo ha
hecho pagando el precio de su reducción a formas inferiores de realidad, a formas
menos reales; a última hora, a su condición de persona. Y entonces resulta que,
cuanto más realidad, hay más inseguridad.

            Pero por otra parte, esa realidad más real que todas las demás, la máxima
realidad conocida, que es la persona, necesita certidumbres para poder proyectar,
para poder elegir, para poder decidir, para poder vivir, justamente, humanamente,
para poder vivir en medio de la inseguridad. Esta es la situación, y esta es la
empresa de la filosofía. ¿Dirán ustedes utópica? Sí, en cierta medida sí. Es
evidente que la filosofía, si apretamos las cosas, no puede tener éxito, porque no
puede superar la inseguridad: se nutre de ella. Pero claro, ya es bastante, el estar
en la certidumbre de que la vida es insegura, es una certidumbre. El problema
está en abrazarse con esa condición. Piensen en que quizá el núcleo de la
cuestión está en que el hombre acepte su inseguridad, tenga la certidumbre de su
inseguridad.

            Pero en todo caso es algo relacionado a la contingencia, la inseguridad,


incluso de la existencia. Por otra parte, tenemos la mortalidad: el hombre, puede
morir, a cualquier momento. No es solamente que puede morir, es que tiene que
morir. No solamente es posible que muera, es cierto. No olviden ustedes una
fórmula: Mors certa, hora incerta, la muerte es cierta, la hora incierta. Justamente,
sabemos con certidumbre que hemos de morir, no sabemos cuándo. Hay una
incertidumbre respecto al cuándo, no respecto al desenlace. Decía Pascal: “Sea
como sea la comedia, el último acto es sangriento”. Así es la cosa, evidentemente,
pero no sabemos cuándo. Es decir, la incertidumbre se mantiene, se conserva, lo
cual es interesante en muchos sentidos. Pero evidentemente tenemos esa
certidumbre y ¿no podemos tener más certidumbres? El hombre suele desviar la
mirada, cuando se encuentra consigo mismo, cuando se encuentra con su
condición, desvía la mirada, mientras se afana por conocer el comportamiento de
los minerales de los astros, de los vegetales, y hasta de los animales, todos los
comportamientos sociales, económicos, lo que sea. Cuando se trata de sí mismo,
cuando se trata de su condición personal, siente una especie de temor, una
especie de pavor. No se atreve a enfrentarse con su inseguridad, y por tanto no
busca las certidumbres que podría tener, que yo creo que son muchas, y que se
han ido acumulando, y que se han ido consiguiendo a lo largo del tiempo. Yo creo
que el hombre está en una enorme cantidad de certidumbres respecto de su
propia realidad, respecto de sí mismo. Certidumbres que va olvidando, que no
pone en conexión unas con otras, que toma aisladamente, que va abandonando.
Yo creo que esto hace justamente que no haga lo que podría hacer, que es
superar, mediante la certidumbre, la inseguridad que le pertenece y que no puede
evitar nunca.

          Es que el hombre ha puesto su empeño, su esfuerzo, en intentar


precisamente alcanzar la certidumbre posible respecto a la propia inseguridad.
            Piensen que es la época de la seguridad, el hombre está lleno de
seguridades, tiene incomparablemente más seguridades que ha tenido nunca,
pero cuando miramos la dignidad humana, la dignidad personal, evidentemente
vemos un estado inquietante de incertidumbre, de inseguridad, de vacilación
respecto al sentido mismo de esta vida, que es la que está viviendo cada uno.

            Probablemente es una de las épocas, no digo la única, ha habido algunas


también análogas, pero es una de las fases de desorientación más difundida, en la
cual, el hombre, a última hora, rodeado de seguridades, sabe menos a qué
atenerse, está más menesteroso de certidumbre.

    

http://www.hottopos.com/

Explicación: Este filosofo habla de que la inseguridad es radical, que la misma vida
humana lo es, en el sentido de que puede dejar de existir en cualquier momento y
manifiesta la inseguridad a causa de que el hombre vive en sociedad, en libertad y
eso hace que su conducta sea imprevisible. Y que al estar en una sociedad con
tantas personas desconocidas solo esperamos que no se nos acerquen o no nos
hagan daño, aunque la realidad es que no es necesario estar rodeado de
personas, solo con abrir un periódico o ver un momento la televisión o las noticias
y lo que está pasando actualmente sentimos inseguridad. Otro inmenso factor de
inseguridad, aunque no lo imaginemos y siempre pensemos que no causa ningún
daño son las acciones individuales, mucho más que las colectivas. La inseguridad
radical es evidente y hay que contar con ella. Entonces tenemos que resignarnos
a que la vida humana sea inseguridad y aceptarla, y por otra parte, la personas
necesita certidumbres para poder vivir en medio de la inseguridad.
La inseguridad del hombre moderno
Por: Juan Roig Gironella
Al formular el enunciado: La inseguridad del hombre moderno, en la problemática
del pensamiento, espontáneamente ocurrirá a no pocos una pregunta sobre el
enunciado mismo: ¿hay inseguridad en el pensamiento del hombre moderno?
Reflexionando hace algunos meses sobre esta pregunta y el modo de poder
afirmar la existencia del problema antes de describirlo y de proponerle solución,
vino inesperadamente en mi ayuda algo decisivo. En efecto, se publicó el 6 de
agosto de 1964 la primera y magna Encíclica de S. S. Pablo VI, en la cual formula
con nitidez y precisión el ambiente de vértigo, de aturdimiento, de aberración que
envuelve al hombre de hoy. Nada mejor que aducir las mismas palabras de Pablo
VI para empezar afirmando que efectivamente el hombre de hoy está envuelto en
un ambiente de inseguridad. Dice así el Sumo Pontífice: «Todos saben por igual
que la Humanidad en este tiempo está en vía de grandes transformaciones,
alteraciones y progresos, que cambian profundamente no sólo sus formas
exteriores de vida, sino también sus modos de pensar. Su pensamiento, su
cultura, su espíritu, vienen a modificarse íntimamente, ya con el progreso
científico, técnico y social, ya también con las corrientes del pensamiento filosófico
y político que la invaden y atraviesan. Todo ello, como las olas de un mar,
envuelve y sacude a la Iglesia misma: los espíritus de los hombres que a ella se
confían están fuerte~ mente influidos por el clima del mundo temporal; de tal
manera que un peligro como de vértigo, de aturdimiento, de aberración, puede
sacudir su misma solidez e inducir a muchos a ir tras los más extraños
pensamientos, imaginando como si la Iglesia debiera renegar de sí misma y
abrazar novísimas e impensadas formas de vida. Ésta es la expresión exacta: «un
peligro como de vértigo, de aturdimiento, de aberración, puede sacudir su misma
solidez e inducir a muchos a ir tras los más extraños pensamientos». La
inseguridad del hombre moderno en su pensamiento. Por ello es muy curioso
observar las continuas contradicciones en que incurren los hombres a causa de
este alocado vértigo, que si bien todavía contiene en sí elementos buenos ( que
hemos de saber aprovechar) no destaca entre ellos la firme y decidida búsqueda
de la verdad, que da una estabilidad incomparable. Este vértigo por el contrario,
hoy dice y mañana se desdice; afirma en una materia y en igual sentido niega en
otra lo antes afirmado; ensaya y ensaya, pero sin asentar nada perdurable;
después de haber abandonado (a veces temerariamente) un sistema filosófico que
resistía firmemente el embate de siglos, arrumbándolo sin más motivo que el de
«lo nuevo», «lo que es de moda», «lo que todos dicen», se halla después que lo
que ha construido en su lugar no puede resistir ni un lustro sin que exija
constantemente dudas, vacilaciones, cambios: vértigo, aturdimiento, aberración.
Se pueden señalar algunas de estas típicas contradicciones escogiéndolas casi al
azar entre las muchas que bullen, especialmente en tres zonas del pensamiento:
en lo filosófico, en lo teológico, en lo pastoral. Il. VÉRTIGO EN LO FILOSÓFICO
En lo filosófico es bien patente esta inseguridad e inestabilidad. ¿Qué diríamos de
un arquitecto que colocase una gran jácena para sostener sobre ella todo un
edificio y que al mismo tiempo dijese que el edificio se sostendrá sin jácena, sobre
un arco? Poner y quitar a la vez, es un contrasentido. Pues bien, esto hacen
ciertos pensadores, hasta dentro del campo católico: por ejemplo uno de ellos dice
que es piedra fundamental el sistema de Santo Tomás de Aquino, pero a vuelta de
hoja defiende que el nuevo Santo Tomás de nuestros días es nada menos que
Teilhard de Chardin. Pero ¿cómo puede ser? Santo Tomás está esencialmente
anclado en el pensamiento absoluto de la Metafísica de Aristóteles; ¿cómo,
manteniéndolo, puede asociársele con una concepción radicalmente bergsoniana
de evolución total, que va desde la materia al viviente, del viviente al animal, del
animal material al espíritu humano? ¿Santo Tomás que admite la esencial
gratuidad del orden sobrenatural, con el «punto omega» de la evolución al cual
tendería la naturaleza material por sí misma, punto que sería la Encarnación, con
que Dios se uniría a este mundo en evolución, para salvarlo así, pero sin
mencionar para nada el «pecado»? Si estas palabras significan lo que suenan a
los oídos de cualquier persona sincera, no sólo no están de acuerdo con Santo
Tomás, sino que están en el polo opuesto. ¿No significan lo que suenan?
Entonces precisamente esto demuestra lo que decíamos, este vértigo, este
aturdimiento, esta aberración del pensamiento de hoy, que levanta banderas y
enaltece consignas, que hay que empezar entendiéndolas al revés de lo que
significan. Otros hay que ponen como exponente ''del pensamiento de hoy la
libertad política, social; pero a vuelta de hoja se tragan como moda intelectual, que
no hay libertad psicológica, basándose en interpretaciones infundadas del
psicoanálisis. ¿Cómo puede ser si ·el hombre no es libre psicológicamente, si está
condenado a seguir fatalmente impulsos inconscientes irreprimibles, tenga como
eje de su progreso la libertad para elegir libremente un partido político? Si no es
libre, no tiene libertad; si tiene libertad para elegir, es libre. Una cosa u otra, pero
¿cómo ambas a la vez? Sin embargo esto es precisamente lo que hacen: ambas a
la vez.
Fuente: LaInseguridadDelHombreModerno

Explicación: Nos obliga a realizarnos una pregunta: ¿hay inseguridad en el


hombre moderno?, la cual el filósofo responde como afirmativa, guiado por una
encíclica, que es una carta circular enviada a todas las iglesias católicas de una
zona en la antigua iglesia cristiana, y afirma que el hombre de hoy está envuelto
en un ambiente de inseguridad, y que la humanidad está en vía de grandes
transformaciones, alteraciones y progresos, que entre muchas cosas, cambian
nuestra forma de pensar. Si el hombre es libre, no tiene libertad. Si tiene libertad
para elegir, es libre. ¿Entonces está condenado a seguir totalmente impulsos
inconscientes?

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