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ESTO ES PURA RAPIÑA…..

Una cacería frustrada.

Doña Eloísa tenía un gran patio, grande en tamaño y belleza, amplio, con muchos árboles, baños
para aves y plantas de ornato, pero sus flores más bonitas, eran las palomitas llamadas torcasitas,
primero fue una, que encontró refugio y alimento y como casi no les gusta el chisme, luego fueron
un montón, las paredes con ampliasntes y altas les permitían una libertad que en otros lados los
gatos limitaban, además, como complemento a su dieta, todos los días les regalaban sus buenos
puñados de alpiste, y como eran palomas torcasitas, pero no pendejas, pues eligieron este sitio
para anidar, muchos nidos, casi en cualquier rincón de una ventana había un nido, daba gusto
observar todo el proceso, desde que la palomita elegía un lugar y empezaba a tejer su curioso
nido, como luego durante dos o tres días se quedaba dentro, inmóvil, solo con sus grandes ojos
abiertos, ese paraíso no podía hacer olvidar la memoria genética de tantos miles de años de estar
pendiente del acecho de los depredadores, y después, ver los inmóviles, diminutos y blancos
huevos, todo con el mayor cuidado para no asustar a la palomita, hasta que un día, el milagro de la
vida se repite, una sarta de polluelos, levantando desesperados la cabeza para recibir alimentos de
su progenitora, aquí no se le puede llamar mamá, porque estos animalitos no son mamíferos, es
más, todos los intentos de completar su dieta con leche, han sufrido trágicos desenlaces, decían
los antiguos, “es su nana”.

Una mañana, algo perturbó la idílica tranquilidad del patio, mucho ruido, doña Eloísa y sus hijos
adolescentes salen a ver y alcanzan a ver a un zanate que robaba de un nido a un polluelo de
paloma, acosado por varias palomitas, el zanatte no tuvo más remedio que huir, y para dar
celeridad a su huida, soltó de su pico al polluelo, el cual se estrelló en el piso, muriendo por
ruptura de las segunda y tercera vértebras cervicales. Solo se oían improperios contra el zanate
“desgraciado”, “carroñero”, “donde está?”, y luego … silencio, hasta las aves que perdieron a un
congénere se quedaron calladas, “ahí está, está escondido en ese árbol el maldito”.

Si, ahí estaba, a una prudente distancia veía el nido fijamente, observando que todavía había
potenciales presas, a veces su vista se nublaba por la debilidad, habían sido días muy fríos en la
península de Yucatán y su dieta habitual escaseaba, pero sacudía la cabeza y de alguna forma
desconocida recobraba la fuerza y la determinación de cazar a un polluelo, cuando consideró que
era el momento propicio, abrió las alas para iniciar el vuelo asesino, cuando de repente, un
proyectil de plomo golpeó su pecho, no alcanzó a decir ni pio, porque los zanates hace un sonido
más chirriante, y ya no supo más, el tiro del poderoso diábolo de 5.5 mm había sido certero, “ahí
tienes perro, ya no harás más daño”, fue rápida y eficientemente puesto en una bolsa de plástico y
de ahí al bote de basura, por dos razones, la primera, os miércoles el camión de la basura pasa
temprano, y la segunda, estaba a punto de iniciar el entierro con honores del polluelo de paloma
torcasita.

Esa noche, en un nido situado en un árbol, a ciento cincuenta metros del lugar de la tragedia,
cuatro polluelos de zanate murieron, porque mamá zanate nunca llegó con la comida.

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