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bab ancatoy que ahora sola deslgado de ly gravitaen un espacio cada ver mis silensoso,¥ sobre toda desenbre que en el momento mismo de hablar no siempre até alojado en el interior desu lenguaje,yque enella- garde ujeto hablante de a hlosofia—ruya identidad evidenteycharatana ‘adie habla puesto en dda deode laton hasta Niewsche~sehaabiertoun ‘aeioen elquese sty ee desatan, se combinany ee excuyen, una malt liidad de sujetoeHablantes, «Preface la transression> Gitiqu,195- 196, Homenaje 2G. Beall, 1963; reoogdo en Dist its, 1, pp. 2988. MICHEL FOUCAULT: Una politica de la experiencia «Les formes singuliéres de Texpérience peuvent bien porter en cles des structures universellesselles peuvent bien n'étre pas in~ dépendantes des déterminstions oonerétes de existence sociale; cependant, nies détermainationsni ces structures ne peuventdon- ner liew des expériences (cest-dire des connaissances d'un certain ype, adesréges d'une certaine forme et certains modes de conscience de soi et des autres), i oe nest travers la pensée. Pas d’expérience qui ne soit unemaniére de penser et ne puisse ‘etre analysée du point de vue d'une histoire dela pensée; c'est ce {quon pourrait appelerle principe d'irréductibilité de la pensée> Mrown1 Foucaver, «Preface to The History of Sexuality». Quisiera proponer en Jo que signe algo parecido a un posible diapas6n de lectara para la obra de M. Foucault, una via de acceso 404. Una primera versién de est textose publies an JA. Rarmder (ed). Michel Foueaul, un pensadorpaliédneo, Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2012, 195, Las formas singulares dela experiencia es posible que impliquen es tmueraras universles: es posible que no sean independientes de ls de- ‘erminaciones concretas de la exictencia social sia embargo, ni estas, detormioasiones ni estas estructuras pueden dar lugar aexperiencis (es Jecir «concimientos de un tipo determinado,aumna forma determinada de regs ya ciertos modos de conciencia de sly de los otros), noes ‘navés del pensamiento. No existe usa experiencia que no sea tina mane~ rade pensary que no pueda ser analizada desde el punto de vista de una historia del pensamiento; es lo que podria lsmarse el prineipio de itre- en P.Rabinow (ed) The Reuenlt Reader Pantheon Books, New York, 1984). alitinerario de su pensamiento, sin duda modesta, pero pienso «que efieaz, capaz de permitirnos transitar con tino por su tra~ bbajo y evarnos todo lo lejos que queramos y podamos llegar. Lo que sigue esta dicho sin embargo fuera de toda autori~ dad, sin voluntad polémica alguna: no se trata aqui de contra~ decir ningiin juicio mas o menos establecido, sino de proponer ‘una via de acceso que scaso permita diversificar de otro modo la inteligibilidad del proyecto foucaultiano. Fuera de todo con- texto dialéctico, lo quesigue, antes que plegarse a la Logica del o bien... o bien, apuesta decididamente por el no sélo... sino también, subrayando siempre el también. ul Comenzaré apoyéndome en una cita menor, de escaso relum- brén pero bien reveladora, dotada, si se quiere decir asi, con toda la eficacia de lo infame. En 1971, en el curso de un en~ cuentro con un grupo de estudiantes de bachillerato, Foucault afurmaré: .""° ‘Aun lado pues la utopia y del otro un topos especifico y dificil («uno de los mas oscuros que tenemos», segin reza el t6pico escolar gadameriano), la experiencia. Quisiera pro- ponerles que echéramos a andar a partir de aqui, dejéndonos solicitar por ese topos, tratando de rastrear la relevancia de la nocién de experiencia en la diagonal de la obra de Foucault. 106, , en apy era de ‘les, 43. 2008; sombiem del mito ster, apart correspondiente en Focal Rony: Pest reste das rt Zag, 201) 47 retenemos los diferentes modos de existencia de esta consi- deracién politica de la experiencia en su desnudo anonimato, porque lo que se nos haria interesante entonces serian las vias de mestizaje posibles que a partir de abi se abren. m1 Pero ;acaso las claves mayores dela armazén del trabajo foueaul- tiano no estin ya defimitivamente establecidas, refrendadas y ti- teladas por el propio Foucault, ademas? Qué podria atadir alo que sabemos una atencin centrada en la nocién de experiencia? Y si, sin duda es cierto, es cierto lo que suele contarse 80 bre Foucault, sobre su pensamiento y su obra: que pueden dis tinguirse tres etapas en su evolucién, por ejemplo. De 19612 1970, un primer periodo en el que sus procedimientos meté- dicos se caracterizan como arqueolégicos, y su objeto de inda~ gacién es el saber (y enna progresién evidente: la locura yla psiquiatria; la enfermedad y la medicina; el humanismo y las ciencias humanas). De1g70 a 1976, un segundo perfodo en el que sus procedimientos metodicos se earacterizan como ge~ neal6gicos, y su objeto de indagacién es el poder. Ahora, por recurso a la nocién de poder, sus procedimientos metédicos pasardn de descriptives a explicativos, hasta el punto de que Surveiller et punir (s973) puede entenderse como un ejercicio de reescritura de Histoire de la folie (1961), ayudéndose con las estrategias discursivas disefiadas en Naissance de la clinique (2963), con objeto de tratar de dar respuesta ala cuestiOn ma- yor que Les mots et les choses (1966) dejaba abierta a propésito del surgimiento de ls ciencias humanas. Se recordaré la inde- cisién que flotaba al respecto: «Lo primero que debe consta~ tarse es que las ciencias humanas no han recibido en herencia un determinado dominio previamente dibujado, tal vez me~ dido en su conjunto pero que permanecia yermo, ante el que la tarea seria elahorarlo con conceptos finalmente cientificos y métodos positives... Las ciencias humanas no aparecieron 148 hasta que, bajo el efecto de algtin racionalismo apremiante, de aigin problema cientffico no resuelto, de algiin interés pric tico, se decidié (por las buenas o por las malas, y con més 0 ‘menos éxito) incluir al hombre entre los objetos cientificos ~entre los cuales no es seguro que pueda ser colocado de un modo absoluto-; aparecieron el dia en el que el hombre se constituyé en la cultura occidental, a la vez como lo que hay que pensar ylo que esté por saber>.™* Eso bajo el efecto de lo cual surgi la necesidad de las ciencias humanas y cuya deter- minacién quedaba aqui en suspenso sera precisamente lo que Surveller et punir se va a empetiar en indagar. Con la publicacién del primer volumen de la Histoire de 1a sexwalité (1976), al final de esta etapa, se abre la andadura del sltimo periodo, interrumpido por su muerte en 1984. A diferencia de las etapas anteriores, Foucault no pudo tutelar, como es obvio, la recepeién de sus éltimos trabajos, por lo que incluso el rotulo general que deberia asignarseles quedaré sin acabar de determinar... Sus procedimientos metédicos seran ahora tanto arqueologicos como geneal6gicos," y su objeto dominante tal vex sea la subjetividad Sin duda todo esto es cierto, y sin embargo... Vv Sin embargo, si por un momento nos olvidéramos de lo que sabemos y abriéramos uno a uno los libros de Foucault por 208, Les mats eles hoes (Galliar,Pasts 1966) pp 855-5. 20g, Sereaordard la convesalén del af abl de 1963 om Dreyfus YP. Rabinow, le que aludiamos ates en la que Foucault encta “Arquologia metodo par ina genelogi sti, que oma come omni dé aie cue» Vet Morey, Lacan Jel metodo intodsecin a M Fowl, Tenologat ilo (Pid, Barcelona, 990, done he ntentado na proiaon ss como aides, no scmpre benefice, duns tipariion como éta, Exo csitrecogdoenlaprvente eeoion 49 ; sus primeras paginas, buscando el lugar en el que explicita su compromiso con el lector, tal vez nos llevéramos més de una sorpresa. ¥ €s que Histoire dela folie e nos presenta, segiin reza ¢lprefacio original desaparecido en posteriores ediciones, con el ‘compromiso de .*Y, finalmente, en el iitimo de los textos hho. «Preface, en Dis Grits 1p. 164 sux. Naissance deta clinique alliznard, Paris, 1963), pv 11a, Ibi, p. 203 10 histéricos del Namado periodo arqueolégico, Les mois et les choses, afirma: ."* 2Qué pensar entonces? Alleer con ealma esos propésitos explicitos, una correecién sobre lo anterior se impone, casi obligada. ¥ es que los apremios por valorar e discurso de Foucault en términos epistemoldgicos Carqueologia del saber) o politicos (genealogia del poder) tal vez hhayan sumido en wn punto ciego esa otra dimensién, también presente, de la experiencia: tal vez esas urgencias hayan apan- tallado el hecho de que la problematizacién de una determinada experiencia es lo que también esta en juego en su trabajo. v Aunque de un modo precipitado, esa presencia de la experien~ cia en el proyecto mismo de sus textos arqueolégicos también podria verse como un residuo de su formacién fenomenologi- a, ineluso como un recurso para tratar de acomodar el propio discurso segtin los tépicos habituales del contexto tradicional. Y sin embargo no es éste el caso, porque Foucault apoya de modo explicito el término, reivindicdndolo precisamente en antagonismo directo con el uso fenomenolégico. La experiencia del fenomendlogo es, en el fondo, un cierto ‘modo de poner una mirada rflexiva sobre un objeto cualquie~ +adelo vivido, sobre 0 cotidianoen su forma transitoria para ceptar ous significaciones, Para Nitesche, Bataille, Blanchot, alcontrario, la experiencia es trater de alcanzar un cierto puto 113. Lesmots tle choses Gallimard, Paris, 1963). p13. ast de la vida lo mis préximo posible de lo invivible. Lo que se precisa es el méximo de intensidad y, ale ver, de impo- sibilidad. El trabajo fenomenolégico, al contrario, consiste fen desplogar todo el eampo de posibilidades ligadas a la ex- pperiencia cotidiana, Ademds la fenomenologia trata de captar Ja significaciOn de la experiencia cotidiana para encontrar en ‘qué medida el sujeto que yo soy es efectivamente fundador, ‘en sus funciones trascendentales, de esa experiencia y de sus significaciones. Po: el contrario la experiencia en Nietzsche, Blanchot, Bataille iene por funcién arrancar al sujeto de si ‘mismo, de modo queyano sea é] mismo o se ea transportado 2 6u aniquilacién ou digoluctén. Bs una empresa de desub- jetivacion. 1a filiaci6n que reclama para su nocién de experiencia seré asi la que autores como Bataille Blanchot han comenzado a tematizar a partir de Nietzsche, precisamente para escapar de la fenomenologia sartreana, reivindicando explicitamen- te la necesidad de que pensar sea, ante todo, otro tipo de ex periencia... A partir de aqui se precisa notablemente el dibujo anterior. VI En cualquier caso, zpodria decirse que el lugar medular atri- buido por Foucault ala nocion de experiencia se limita ala lla- mada etapa arqueologica? La respuesta es que no, rotunda ya lavez esclarecedora, porque lo que nos permite darla son las lineas con las que se ebre el prologo a sus iltimos vokimenes de Histoire de la sexualite, por ejemplo, donde dice: 11g. abierta adominios de eonocimiento ‘muy diversos y artculada por un sistema de reglas y restric= clones, El prayecto era por lo tanto el de uns historia de la sexualided como experiencia, si matendemos por experiencia Iscorrelaci6n, dentro de una eulsura, entre eazapos del saber, tipos de normativided y formas de subjetividad. Aqui, no s6lo (un dominio espectfico de) la experiencia sigue siendo el objeto de indagacién que se propone, sino que la ex- periencia queda caracterizada en la interseccién entre los tres ambitos a los que Foucault ha dedicado sucesivas tapas de su itinerario intelectual, segtin la cronologia norma~ linada: el saber, el poder y Ia subjetividad. Y tal ver fuera también éste el momento de recordar que, biena memudo, los dominios de experiencia alos que Foucault hha consagrado sus estudios son o estén muy cerca de ser lo que se conace como experiencias-Iimite: la locura, la enfermedad, lammerte, el encierro, la sexualidad... vit Hace un momento eseuchabamos a Foucault desmarcarse del lastre cartesiano que grava el mbito de lo que cabe dentro de lanocién fenomenolégica de experiencia, y caracterizarla por el contrario como . Ser& continuzcién cuando le euente aTrombadori lo que entiende por experiencia-limite. Laidea de una experiencia-limite, que arrangue al sujeto de si mismo, esto es lo que ha sido realmente impdrtante para 1g, Misoive del seule, x (Callimard, Pris, 84), p10. 153 E t smi de lalectura de Nietzsche, Bataille o Blanchot, ylo que ha hecho que, por més aburridos, por mis eruditos que sean mis libros. siempre hayan sido eoncebidos como experiencias ddirectas que apuntatan a arrancarme de mi mismo, a impe- dire seguir siendo cl mismo." ‘Tras esta reivindicacion de la experiencia del libro como un modo de autotransformacion, una suerte de muerte y re- surreccién del autor mediante el ejercicio del pensamiento, y directamente en Iinea con su defensa testamentaria, quince afios més tarde, del penier autrement (mas adelante tendremos ‘asin de detenernos en esa reivindicacién del trabajo Blos6- ‘fico en tanto que comprometido con la tarea de tratar de saber como y hasta dénde seria posible pensar de otro modo), poco después matizaré como sigue: En el libro, Ia relacién con la experieneia debe permi- ‘tiruna transformacién, una metamorfosis, que no sea sim- plementela mia, sinoque pueda tener un ciertovalor, un cierto cardoteraocesible pars los demas, de modo que esta experien- ia pueda ser hecha por otros." Para concluir la reflexién asi, tomando Histoire de la folie como ejemplo: El libro ha constituido para mi ~y para quienes lo han let- do o utilizado~ una transformacion de la relecion (histérica, ‘yde la relacton teoriea, dela relacién moral también, ética) {que tenemos con la Iseura, con los locos, com la institucién _psiquiétrica y com la verdad misma del discurso psiquiatrico. Astpues, es un libro que faneiona como una experienc, para quien Io escribe y para quien lo lee, mucho mas que como la constatacion de una verdad istérica, Para que esta experiens ‘ sino sino , ete.), un matiz apenas que podria considerarse pres~ cindible para una lectura répida. Ahora lo que queda también earacterizado al amparo de la noci6n de experiencia son sus procedimientos mismos de escritura, su relacién con el lector yeon la verdad, todolo que de un modo pomposo podria deno- ‘minarse su metodologia. Evidentemente es cierto que Foucault arma y usa protocolos metodolégicos a los que llama arqueolo- iay genealogia, y que ambos son dos cosas distintas, tanto por sus maneras como por sus vecindades, més cerca del émbito epistemolégico la una y del politico la otra. Sin embargo, de ser cierto lo que acabamos de leer, se nos estaria diciendo que estos artificios metédicos tendrian como finalidad no wn me~ jor conocimiento del objeto de estudio (la locura, por ejemplo, con lo que los resultados de sus trabajos tendrian interés para 8, Td 155 Jos expertos profesionales del tema), sino una transformacién de la experiencia que sobre tal dominio tenia el lector (el lector cualquiera, uno mismo, nadie y cada cual). Como si sefialara que, en filosofia, la aventura dei conocimiento tiene una espe- cificidad que la separanetamente de aquello alo que se aplican Jas ciencias humanas: si para éstas de lo que se trata es de al- canzar un conocinaiento cada ver mejor de su objeto de estudio, ala filosofia le es imposible ignorar que tal cosa no puede lle- vvarse a cabo sin una trensformacién del sujeto de conocimien- to, se sepa o no, y que, sin duda, es mejor tratar de saberlo."* Vit Visto lo visto, habida exenta de que al parecer de lo que se trata 5 de llevar al lector a uma transformacién de su propia expe- nig, Tal ven si atendiécamos ala posoion del intrdocutor en el discarso oweaultano resltars que, aunque es cierto quel andadura dea obra 4 Foseaultse deja eseandi como a ericnacion progresiva de una ree- puesta a tes grandes preguntas (por el eaber, por el poder, por la sub~ Jetivdad), el modo enel que estas preguntas vienen plantoadas no abre (exactamente, o tan elo) una gran pregunta por el eaber (ju eo a ber?) emla qu eotaran nteresadasepistemalogos,histariadozesycien- tifcos sociales: ni una gran pregunta por el poder (jquées el poder?),. destinada a convocar a atenei6n de periodistas, politicos yeiudadanos, ‘itampoco ama gran pregunta por la ubjetividad (jaimo seconatitye la ‘subjeiidad?),en Ia que verian implicados Ios agentes de los discursos € instinciones de tipo «pal-». Le corresponde sin duda a, Deleze [en Foucealt, Minuit, Paris, 1986] el mérite de haber reformuledolatextura del plano de enuncizen en el que sedan las preguntas fovenultianas, transformindola en qué st, cquépuedo?,;qun 20)? Edesplazamien to puede parecer, porleve, ancedético pero es de singular importancia, ‘porque el interlocutoral qu tales preguntas apelan no es entoncesniel hombre de cencia, nisl periodists nie eiudadano en cuanto tales, sino nadie yeada cual, ese uno mismo lector euyaintimidad esta atravesada, por problemas de saber de poder y de subjetivacin, a loa que atiende recisamenteen esa medida, A lal de lo que la noeibn de experiencia os ensefa,resultaraentonees que eve uno mismo (al) que final- mente seri el objeto de reflexién de ss ditimos trabajos habria sido Aesdesierape el interoeutor de los mismo. 156 riencia, en algunos de sus aspectos, através de una experien- cia de lectura, y habida cuenta del caracter de ficcién de toda experiencia, ni verdadera ni falsa, desde aqui, la vecindad del trabajo de Foucault con el quehacer de la literatura podria co- ‘menzar a ser tal vez ponderado de otro modo. Se recordarés Los autores mis importantes que me han, no exactamente formado, pero permitido que me desmarcara de mi forma- cidn universitaria, fueron gente como Bataille, Nietzsche, Blanchot, Klossowski, que no eran filésofos en el sentido institucional del término, y un cierto niémero de experien- cias personales, por supuesto. Lo que més me ha impre- sionado y fascinado de ellos y les ha concedido la especial importancia que tienen para mies que ou problema no era la construecidn de wn sistema, sino la construceién de una experiencia personal. En cambio, enla universidad, me en- trenaron, me formaron, me forzaron a aprender esas gran- des maquinarias filoséficas que se lamaban hegelianismo, fenomenologia..."™ Pero lo importante quiz4 no sea tanto esto, el ejemplo reco- ‘sido del espacio literario sefialanco la prioridad que tiene la constitucién de una experiencia cognoscitiva frente a cualquier voluntad de completitud discursiva, cuanto la experiencia mis~ ma que desde esa cierta literatura se ofrece, en tanto que ex- periencia tutelar. Seguramente un dia sera preciso reconocer Ia soberanta de estas experiencias y tratar de acogerlas: no porque se trate de liberarsu verdad ~pretensién irrisoria ante estas palabras que son limites para nosotros-, sino para iberar fmalmente partir de ellas nuestra lenguaje. ‘0, ), ola distincion, de Bataille entre existencia y empleo del tiempo que esta en la base de su diferencia entre el ambito de lo econémico y el de lo politico, en sus andlisis del poder? ;Podria ser que lo propio del quehacer de Foucault fuera, también, el modo en que lleva a discurso experiencias cognoscitivas cuyo origen no es discursive? Xx Pero cémo, se dir, ;nos va a llevar la nocién de experiencia a poner en duda la pertinencia de uno de los tpicos que mas asiduamente se le atribuyen, va a hacer que se desdibuje tam- Dien una de las imagenes mis persistentes que nos permiten identifiear su tarea, la de ¢Foucault, fil6sofo del discurso>? 123, Se recordar ls sfirmaci6n de Blanchot: «Devant Ie grand portal, je retrowwai la viellle femme qui me regarda avec un sourire malicieux: “Connaiaser-vous la nouvelle? Il n'y plus de bibliothéque. Chacun Aésormais lira & sa guiae"> [4Dernier mot», en Aprés coup, Minuit Paris, 1983, pp. 62-60]. Por lo que reepecta a Bataille he intentado una ‘aracterisaién de esta vineulaién, omando apoyo en una eonversasion ppetsonal con M, Fouctlt,en «De a ssntifieacién de larga, recogido bn Pequeiasdoctrinasdelasledad (Sexto Piso, México/Madrid 2007). PP. 157728. eepecilnente pp. 177-82 158 Bien esté que por recurso a la nocién de experiencia sea posi- ble afinar la mirada alo que fueron, de su primer libro al ilti- mo, no s6lo los objetos de sus estudios sino también el talante de sus procedimientos diseursivos, puestos al servicio de una tarea de desubjetivacion siempre; bien esté que la relaci6n de ssu trabajo con la experiencia literaria vea reconocida de este ‘modo su radical importaneia o qu: la emergeneia de la tercera de sus etapas pierda buena parte de su incomodidad y su extra~ fteza, bien esti, Pero la presencia clave de la noci6n de expe- riencia en el trabajo de Foucault nos autorizaria a entenderlo, también, como una aportacién més a la critica contemporanea de la racionalidad discursiva? En lugar de responder de inmediato, tal ver fuera éste el momento de recordar el contexto en el que se da la aftrmacion de Foucault que enfrentaba wtopiay experiencia, tomada como punto de partida de estas paginas. Alli, replicando a la cues- tion que le plantea uno de los estudiantes («... el movimiento actual tendria necesidad de una utopia y una reflexién tedrica que superaran ¢l campo de las experiencias vividas, parcela- ras y reprimidas>), Foucault seitala: «Y si dijéramos lo con- trario: que hay que renunciar a la teorfa y al discurso general? Esta necesidad de teoria forma parte todavia de este sistema con el que ya no queremés tener nada que ver>. Ya continua cién vienen las palabras que ya conocemos: «Yo opondria la experiencia ala utopia...>."? Por més sorprendente que pueda parecer esta afirmacién desde el t6pico que hace de Fouccult un (incluso el) , Foucault afirmard: ."* Leidas con atencién estas lineas, tal vez sorprenda me~ nos entonees la reivindicacion fmal del «ensayo» (y reparese bien en lo que ello implica en el contexto de una pretendida -) con la que concluye su andadura, en 1984: 12g. Larchéologie du sovcir(Callimard, Paes, 1965). pp. 37 160 aPero qué es hoy la filosofia —quiero decir. a atividad filo- s6fica-sino el trabajo eritico del pensamiento sobre si mis~ ‘mo; sino consiste, en lugar de en egitimar lo que ya se sabe, ‘en iratar de saber como y basta dénde seria posible pensar de otro modo? [...] Hl «ensayos>, gue debe entenderse como prucha modificadora de uno mismo en el juego de la verdad ‘no como apropiacién simplifeators del otro con fines de ‘comunicacin, es el euerpo vivo dea filosofla, si es que sigue siendo todavia hoy lo que fue antato, es decir, «una ascesis>, im ejercicio desi, enel pensamierto. A partir de aqui, tal vez ahora fuera posible ya volver cobre nuestros pasos y dar asi por cerrada esta invitacion a atender en la obra de Foucault, también, a esos otros aspectos que nos permite vislumbrar la noci6n de experiencia, que no tienen s6lo que ver con lo que en su dia fueron «los debates intelec~ ‘uales del momento®, sino pura, simple y llanamente con el ejercicio del pensamiento. 125, Histoire de a sezualié Loe. e. pp. 14-15 161

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