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C J FILO:UBA

tL -^i A y Facultad dB Filosofia y Letras


Universidad de Buenos Aires

Conocimiento histórico y
representaciones del pasado en
el Río de la Plata
[1830- 1860]

Autor:

Wasserman, Fabio
Tutor:
Chiaramonte, José C.

2004

Tesis pre sentada con el fin de c u m p lim e n t a r con los requisitos finales para la
obtención del título Doctor de la Universidad de Bu enos Aires en Historia
S C .T S g

Universidad de Buenos Aires3 0 JUN 2004


Facultad de Filosofía y Letras
Tesis Doctoral , a r .
Historia

CONOCIMIENTO HISTÓRICO Y REPRESENTACIONES DEL


PASADO EN EL RÍO DE LA PLATA (1830-1860)

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIMES


AO !)í ñíGSQBA Y LETRAS'
:H îW c « ié n ¿ e B fib ü íó te c a s

Tesista: Fabio Wasserman

Director: José C. Chiaramonte


T e sis M -1
1

AGRADECIMIENTOS

P ara realizar este trabajo conté con sucesivas becas d e la U niversidad de Buenos A ires y el

C onicet, y con u n su b sid io otorgado por la F u n d ació n A ntorchas para finalizar su redacción.

A d em ás d e este apoyo institucional fueron varias las personas que m e ay u d a ro n d e m uy

d iv erso m odo, alg u n as incluso sin saberlo.

Q u iero ag rad ecer a to d o s aquellos con quienes co m p artí la investigación, la enseñanza y la

discusión: los docentes d e la C átedra d e H istoria A rgentina I “A d e la Facultad d e Filosofía y

L etras d e la UBA y los m iem bros d e los P rogram as d e Historia Argentina del siglo X IX y de

Historia de las ideas y de la cultura argentina, am bos con sede en el Instituto R avignani. T am bién

q u iero ag rad ecer al personal d e las siguientes bibliotecas y archivos: Instituto R avignani,

A cadem ia N acional d e H istoria, Facultad d e Filosofía y Letras d e la UBA, M useo M itre y

A rchivo G eneral d e la N ación.

A riesgo d e ser injusto y pecar p o r om isión q u isiera referirm e a algunas personas en particular,

e m p ezan d o p o r José C arlos C hiaram onte, q u ien en m ed io d e sus ocupaciones supo dirigirm e

re sp etan d o siem p re m is intereses e inclinaciones intelectuales. F abiana Arbía y S usana Yazbek

se en carg aro n d e solucionar todo tipo d e problem as, facilitando la labor de quienes trabajam os

en el In stitu to R avignani al ig u al que M arcelina Jarm a, A bel R oth y M argarita Sam pietro lo

h icieron d esd e su biblioteca. N oem í G o ld m an m e a y u d ó d e m uchas m aneras, pero

especialm ente decisivas fu ero n las lecturas d e alg u n as p artes d e la tesis. T am bién fue

im p o rtan te la inform ación a p o rta d a y los com entarios q u e m e hicieron en distintos m om entos

C arlos C ansanello, G abriel d i M eglio, N o ra Souto, Julio V ezub e Isabela Cosse. A vances d e la

tesis fu e ro n d iscu tid o s e n diversos ám bitos e n los q u e tam b ién recibí aportes inform ativos,

observaciones y críticas q u e m e llevaron a p recisar m ejor los argum entos, a replantearlos e,

incluso e n alg u n o s casos, a desecharlos. E n v arias d e esas occisiones intervino Jorge M yers, a

q u ien le q u iero ag rad ecer sus críticas, p ero m ás a ú n la ag u d eza, generosidad y calidad con que

las hizo y q u e ev id en cian la posibilidad d e d isen tir en u n m ed io no siem pre proclive a sopo rtar

las diferencias.

A lo largo d e estos años desarrollé tam b ién otro tip o d e actividades y proyectos q u e m e

p erm itiero n salir d el siglo XIX y volver al p resen te. Q u iero agradecer por eso a Javier T rím boli y

a m is co m p añ ero s d e La Escena Contemporánea G uillerm o K orn, M aría Pía López, M atías M olle,

V erónica G ago y D iego Sztulw ark.


2

M aría V ictoria M urillo y M ario Pecheny son dos am igos q u e siem pre m e a y u d a ro n y alentaro n

p ara q u e p u d ie ra concluir la tesis. Vicky fue en v e rd ad la q u e hace m uchos años m e dio el

em p u jó n inicial p a ra que m e ded icara a esta actividad, y a pesar d e la distancia siem pre estuvo

in teresad a e n saber cóm o seguía m i trabajo. M ario intentó infructuosam ente que la redacción d e

la tesis fu e ra m ás clara y precisa. A parte hizo gala de su reconocida generosidad p restán d o m e

su casa p a ra q u e p u d iera escribir con tran q u ilid ad , com o lo estoy haciendo en este preciso

m o m en to (m ientras sigue in ten tan d o en vano q u e m ejore m i estilo). A provecho p ara

ag rad ecerle tam b ién la m úsica d e P órtishead que m e acom pañó estos últim os dos años.

La investigación q u e dio lu g ar a esta tesis com encé a realizarla poco antes q u e naciera Federico.

T iem po d esp u é s nació M artín, y m is hijos crecieron aco stu m b rad o s a v er a su p a d re sen tad o en

la co m p u tad o ra "h acien d o la tesis", m ientras ellos tam b ién q u ería n sentarse pero a jugar. H ace

u n o s m eses, d esd e que les p ro m etí q u e estaba cerca d e term in ar, com enzaron a ofrecerm e su

ay u d a p a ra "corregir la tesis" q uizás alentados p o r la secreta esp eran za d e que esa pro m esa p or

fin p u d ie ra cum plirse. A ellos y a m i esposa Paula, m ás q u e agradecerles su constante apoyo,

q u iero dedicarles este trabajo p o r la paciencia q u e m e tuvieron, p ero m ás a ú n p o r el am or q ue

m e tienen.

Buenos Aires, junio d e 2004


3

ABREVIATURAS

A E: Ju an M. G utiérrez, Archivo: Epistolario, Bs.As., Biblioteca del C ongreso, tom os I a VE, 1979­
1990.

BA: W. Parish, Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata, desde su descubrim iento y
conquista por los Españoles, T raducido del inglés al castellano y aum entado con notas y apuntes
p o r Justo Maeso, Bs.As., Hachette, 1958 [Bs.As., t. I, Im prenta d e Benito H ortelano, 1852, t. II,
Im prenta de Mayo, 1853].

C P: Com ercio del Plata, M ontevideo, Im p ren ta del C om ercio del Plata, 1845 a 1855.

DS: E. Echeverría, Dogm a Socialista, ed. crítica y docum entada a cargo d e A. Palcos, La Plata, 1940
[M ontevideo, 1846]

EL: El Lucero. Diario político, literario y m ercantil, Bs.As., 1829 a 1833

FO : D. F. Sarm iento, Facundo. Civilización y Barbarie, Bs.As., Eudeba, 1988 [Civilización i


barbarie. Vida d e Tuan F acundo Q uiroga. I aspecto físico, costum bres i abitas de la República
Arjentina, Santiago de Chile, 1845].

FP: Ju an B. A lberdi, Fragm ento Prelim inar al estudio del Derecho, Bs.As., Biblos, 1984 [Bs. As.,
1837]

G M : La G aceta M ercantil, Bs.As., 1830-1852.

LD : Los D ebates. D iario d e intereses generales. P olítica.-C om ercio.-L iteratura., Bs.As., Im p ren ta
A m ericana, 1852; 2da época, Bs.As., Im p re n ta A rgentina, 1857/8.

O C E: E. Echeverría, O bras C om pletas, Bs.As., A ntonio Z am ora, 1951.

O C M : B. M itre, O bras C om pletas,

OCS: D. F. Sarm iento; O bras C om pletas, Tom os I, II, III, IV, VI, VII, VIII, EX, XII, XIII, XVI, XXIV,
XXVI, XXVin, XLIV, LE, Bs.As., Lu z Del Día, 1948-1950.

SL: F. W einberg (com p.) El Salón Literario, Bs.As., H achette, 1958.


4

INTRODUCCIÓN

La Historia descubre el velo que oculta el índice de la voluntad del


Creador.
Juan M. G u tiérrez a A lejandro M agariños C ervantes, 1858

(...) en esta ciencia está envuelta nada ménos qe la revelación de la


naturaleza del ombre i de la sociedad (...) En la época en qe vivimos
tenemos todos una necesidad indispensable de estudios istóricos. Todos
somos ciudadanos capaces de obtener un puesto eminente en la dirección
de los Estados, i nada ai mas necesario, para dirijirlos bien, qe conocer su
naturaleza, para no violentarla ni permitirle estravíos peligrosos. Así,
pues, el establecimiento del Gobierno Representativo a echo qe la historia,
qe antes no era sino la ciencia de los príncipes, sea oi la ciencia de los
ciudadanos; la ciencia de todos los qe tienen el deber de conocer la
naturaleza de la sociedad, para dirijir bien sus movimientos.
V icente F. López, Curso de Bellas Letras, 18451

1 J. M. Gutiérrez a A. Magariños Cervantes, Rosario, 17/10/1858, en E. Morales (comp.) Epistolario de Juan


María Gutiérrez. Bs.As., Instituto Cultural Joaquín V. González, folio 7; V. F. López, Curso de Bellas
Letras. Santiago de Chile, Imprenta del Siglo, 1845, pp. 215 y 215/6. En todas las citas se respetó la
ortografía de la fuente de donde se la extrajo. Del mismo modo, y salvo en los epígrafes, todos los
destacados en cursiva o los subrayados son del original citado. -
5

D urante la prim era m itad del siglo XIX cobraron cuerpo en E uropa y sus áreas d e influencia

cultural u n conjunto de corrientes doctrinarias, políticas, científicas y estéticas d e raigam bre

historiásta. A unque sus objetos, propósitos y enfoques po d ían ser m uy diversos, éstas coincidían en

sostener q u e los acontecim ientos, fenóm enos, estructuras y procesos sociales sólo p o d ían adquirir

consistencia e inteligibilidad a través de su reconstrucción histórica. De ese m odo, el conocim iento

del pasado se convirtió en u n a necesidad d e prim er ord en para todos aquellos que procuraran

entender, legitim ar, criticar o transform ar la sociedad o algunos de sus aspectos. En el Río de la

Plata esta concepción com enzó a difundirse con éxito a principios d e la década de 1830 y se

generalizó en la de 1850. En consecuencia, se aspiraba a que el pasado local cobrara densidad y

capacidad explicativa sobre el carácter de esa sociedad, especialm ente en lo que hacía a las

dificultades para alcanzar u n a organización político-institucional que gozara d e consenso tras el

derru m b e del o rd en colonial.

Lo enunciado e n el párrafo anterior resum e e n buena m ed id a u n a interpretación presente en los

num erosos trabajos que tom aron por objeto la cultura rioplatense d e m ediados del siglo XIX. En

efecto, gran parte d e los autores que se h a n o cupado d e la historia d e la cultura, de las ideas o de la

literatura, coinciden en señalar el papel central que tuvo el historicism o rom ántico entre 1830 y

1860. A dem ás, suele añadirse tam bién que este m ovim iento tuvo com o m ayor propósito d ar form a

a u n a id entidad nacional tanto en A rgentina com o en U ruguay. Estas apreciaciones son fruto d e

u n a sólida tradición de estudios en cuyo seno convive u n a vasta producción d e textos

m onográficos, inform ativos o descriptivos, junto con obras d e m ayor alcance interpretativo,

algunas d e las cuales p u ed en reputarse com o clásicas2. Pese a todo, hay rasgos d e esa v id a cultural

q u e todavía no h an sido suficientem ente tratados. Y no m e refiero a aspectos m arginales, sino a

cuestiones sustanciales en u n a cultura que hizo del historicism o rom ántico uno d e sus núcleos

productivos. Éste es el caso de la vinculación q u e esa sociedad estableció con el p asa d o entre 1830

y 1860, cuyo exam en constituye el objetivo d e la presente tesis.

Este problem a h a sido objeto d e diversos estudios, algunos d e ellos d e gran valor p o r sus aportes.

Sin em bargo, éstos resultan inadecuados o insuficientes p ara d ar cuenta de algunos fenóm enos y,

m ás aún, p ara alcanzar u n a visión d e conjunto. Y esto p o r al m enos dos razones. La prim era se

debe a q u e u n a buena parte d e estas interpretaciones se basó m ás en supuestos sobre la recepción

del historicism o rom ántico que en indagaciones sobre las características precisas q u e éste asum ió.

La seg u n d a es porque cuando sí se hicieron esas investigaciones, se las restringió a la obra y el

accionar d e algunas d e las figuras m ás prom inentes del período com o A ndrés Lam as, Bartolom é

2 La lista es por cierto extensa, por lo cual me remito al apartado 2.3 de la bibliografía, particularmente a
los puntos 2.3.2 y 2.3.3. •
M itre, Vicente F. López, D om ingo F. Sarm iento, Juan M. Gutiérrez, P edro d e Angelis, Florencio

Varela o Valentín Alsina.

La tesis se p ro p o n e am p liar el cam po d e indagación con el fin d e echar n u ev a luz sobre el

problem a p lan tead o así com o tam bién sobre la cu ltu ra del p erío d o en general y sus

vinculaciones con la política. P ara ello se encaró el exam en sistem ático d e dos tem as: los m edios

a través d e los cuales se procuró d a r fo rm a al conocim iento histórico en tre 1830 y 1860 y las

representaciones q u e las elites se hacían del p asa d o local. M ientras q u e el p rim ero requirió el

exam en d e prácticas, discursos, sujétos e instituciones, el seg u n d o d e m a n d ó el análisis d e u n a

am plia y heterogénea serie d e textos en los q u e esas representaciones cobraron form a, así com o

tam bién d e sus condiciones d e pro d u cció n y recepción.

A hora bien, el interés d e este trabajo v a m ás allá del tratam iento q u e hace d e tem as q u e no

m erecieron u n análisis exhaustivo y del enfoque q u e propone. C om o h a sid o n o ta d o e n diversas

ocasiones, las representaciones del p asa d o con stitu y en u n m aterial valioso p a ra in d a g a r en las

características d e los g ru p o s q u e las p ro d u c e n o las h ac en suyas, p articu larm en te en lo q u e hace

a la conform ación d e sus id en tid ad es3. En ese sentido este exam en p re te n d e realizar tam b ién un

ap orte que p erm ita alcanzar u n a m ejor co m p ren sió n d e la v id a pública posrevolucionaria,

su m án d o se así a los esfuerzos realizados en los últim os años p o r n u m ero so s in v estig ad o res que

p ro c u ran d o tarla d e u n n u ev o m arco d e inteligibilidad.

En relación a esto h ay d o s cuestiones q u e m erecen ser su b ra y ad as d e antem ano. La p rim era es

la existencia de u n h o rizo n te en co m ú n d e ideas y representaciones que, com o p o d rá apreciarse

con m ayor n itid e z e n los ap a rtad o s d o n d e se exam ina el discurso del régim en rosista, suele ser

dejado en u n seg u n d o p lan o p o r la fu erte incidencia que tu v iero n los conflictos facciosos y

regionales d esatad o s tras la R evolución. C abe aclarar e n ese sen tid o q u e no p ro p o n g o dejar de

lad o las ag u d a s diferencias q u e d iero n lu g ar a constantes conflictos y enfrentam ientos, sino la

n ecesidad d e c o m p ren d erlas d en tro d e ese m arco o suelo com ún.

La seg u n d a cuestión es la ten sió n p ro v o c ad a p o r el choque p ro d u c id o en tre la postu lació n d e la

necesidad d e conocer el p asa d o local y las dificultades políticas, ideológicas e institucionales

J De hecho, la investigación tuvo como motivación inicial dilucidar las identidades político-comunitarias
de las elites rioplatenses examinando sus representaciones del pasado. Durante su desarrollo se fueron
planteando nuevas inquietudes que motivaron algunos cambios en relación al plan original a fin de poder
indagar las características que asumió el conocimiento histórico. Como testimonio de ese proceso, y por
el interés específico que puede presentar para el lector, la bibliografía mantiene desagregada la referida a
problemas relativos a la identidad. ■
p resentes a la h o ra d e p o d er cum plir con esa exigencia. D ificultades q u e a diferencia d e cóm o se

lo h a hecho e n algunas oportunidades, no p u e d e n considerarse sólo com o lim itaciones,

im p ed im entos o rém oras. Por el contrario, esa tensión tu v o tam bién u n a p ro d u c tiv id a d sin g u lar

q u e pro curé recu p erar em pírica y conceptualm ente en la tesis cuyos principales arg u m e n to s so n

p resen tados a continuación.

T esis
La im portancia asig n ad a al conocim iento del pasado y a su difusión e n el Río de la P lata a p a rtir

d e la d écad a d e 1830 p u e d e apreciarse en g ra n p arte d e la producción textual p u es afectó a

to d o s los géneros. Com o contracara de este fenóm eno se destaca la ausencia de alg u n a form a

discursiva que, aunque m ás no fuera en form a incipiente, pu d iera ser expresión d e u n a disciplina

constituida p o r géneros, instituciones, sujetos y prácticas históriográficas. Pero no p o rq u e no se

hicieran intentos en ese sentido, sino m ás bien p orque éstos tuvieron u n carácter precario, trunco o

asum ieron otros propósitos, com o puede apreciarse al exam inarse las características d e las

colecciones docum entales y la deriva de los Institutos H istóricos fundados en esos años. A dem ás,

y a pesar d e la proliferación de textos referidos al p asa d o y de la suposición q u e los m ism os

d eb ían ser aportes sustanciales p ara d ar cuenta del p resen te y del futuro, fueron escasos los

relatos históricos capaces d e filiar id en tid ad es político-com unitarias, lo cual n o sólo era

percib ido sino tam bién lam entado. A nte la ausencia d e co m u n id ad es sociopolíticas q u e se

co n v irtieran e n sujetos d e esas narraciones, p re d o m in a b an los relatos p ro tag o n iz ad o s p o r

in d iv id u o s, facciones, configuraciones socioculturales com o la civilización o valores y p rin cip io s

com o la libertad o el progreso. Esta carencia se hace m ás evid en te cu an d o se co n sid era la

inexistencia de to d a n arración q u e p u d ie ra ser e n te n d id a com o u n a H istoria N acional. La

prin cip al causa d e este fenóm eno es la dificultad p ara p o d e r articu lar u n a p ersp ectiv a política

inequívoca d esd e la cual p u d ie ra dotarse d e sentido a los hechos d el pasad o local.

P ara co m p ren d er el significado q u e ten ían las representaciones del pasad o resulta insuficiente

la constatación d e la difusión d e concepciones historicistas. Esto requiere tam bién d e u n exam en

d e sus condiciones d e producción, circulación e inteligibilidad, en tre las cuales se destacan: a) la

valo ración d e los relatos históricos com o obras literarias, p ero no sólo p o rq u e bajo el concepto de

literatura se hacía referencia a la v id a cu ltu ra l en general, sino p o rq u e su inteligibilid ad

d e p e n d ía d e form as n arrativ as com o la novela; b) su d isp ersió n en libros, folletos, cartas,

m an u scritos y, fun d am en talm en te, en la v olum inosa p re n sa del perío d o en las q u e circulab an

en m uchas ocasiones d e m o d o fragm entario e inconcluso; c) su carácter pragm ático, d a d o q u e

fo rm ab an p arte d e em presas d estin ad as a satisfacer objetivos personales, políticos, cívicos o


económ icos; d) la existencia d e dificultades ideológicas, políticas e institucionales p a ra p ro d u c ir

narraciones que p u d ie ra n d a r cuenta d e la experiencia histórica rioplatense, tarea q u e p o r lo

tan to era explícitam ente leg ad a a generaciones futuras.

E n cuanto a los contenidos d e las representaciones del pasad o y sus valoraciones p u ed e n

distin g u irse dos g ra n d es bloques. P or u n lado, el del p asa d o que q uería ser n eg a d o o dejado

definitivam ente atrás, es decir, el indígena y el colonial. P or el otro, el q u e era reivindicado

com o u n n u ev o p u n to d e p a rtid a en la historia d e la región, es decir, el revolucionario e

in d ep en d en tista. Esta d istinción im plicó tam bién u n m u y d iferente tratam iento: m ientras que el

m u n d o indígena y la sociedad colonial ten d ían a ser con sid erad o s com o abstracciones carentes

d e m ayor interés, el proceso revolucionario dio lu g ar a representaciones d e m ay o r d en sid ad

q u e estuvieron afectadas p o r los conflictos que atrav esab an la v id a pública del período. De

to d o s m odos las elites m an tu v iera n u n a actitu d am b ig u a ante el pasad o revolucionario, pues

tam b ién se consideraba q u e era en su sin g u lar deriva d o n d e debían rastrearse alg u n as d e las

claves que p erm itirían e n te n d e r las dificultades existentes p ara constituir u n o rd e n social y

político que fuera legítim o y estable a la vez.

E n las líneas anteriores realicé u n a breve caracterización con el fin d e establecer algunos rasgos

co m p artid o s p o r las elites e n lo q u e hacía al conocim iento y representación del p asa d o local.

C om o p o d rá apreciarse a lo largo de la tesis, esto no im plica en m o d o alguno ignorar la

existencia d e m atices y diferencias q u e era n expresión d e las diversas ideas e intereses

d efen d idos p o r distintos sectores políticos, ideológicos y regionales. P ero antes d e exponer los

resu ltad os d e la ind ag ació n resu lta necesario realizar alg u n as precisiones d e carácter histórico,

historiográfico, co n cep tu al y m etodológico, q u e no p re te n d e n ser u n exhaustivo estad o d e la

cuestión sino u n intento p o r precisar m ejor el objeto d e estu d io y p o r situ ar esta investigación

d en tro del cam po disciplinar.

L a H isto ria y c o n o c im ien to h istó rico e n el sig lo XIX


Se h a señalado en m ás d e u n a o p o rtu n id a d q u e el siglo XIX fue u n perío d o d e im p o rtan tes

transform aciones sociales, políticas, económ icas y cu ltu ra le s q u e suelen ser cifradas en nociones

com o revolución, liberalismo, capitalismo, burguesía, nación, historia. En relación a la pertinencia de

esta ú ltim a b asta re p asar cu a lq u ie r m an u al, y a sea d e h isto ria d e la historiografía o d e histeria

del período, p a ra n o tar q u e d u ra n te ese siglo el conocim iento histórico ad q u irió u n a

im p o rtancia d e la cual n u n ca an tes había gozado e n O ccidente. N o sólo se m u ltiplicaron los

estu d io s históricos, sino q u e éstos se institu cio n alizaro n y se co n stitu y ero n en u n a disciplina
q u e com enzó a sin g u larizarse den tro del m u n d o de las letras y las ciencias. P ero no fu ero n éstas

las únicas m anifestaciones del nuevo papel asignado al conocim iento del pasado.

P ro bablem ente h ay a sido tan to o m ás im p o rtan te el hecho q u e toda experiencia p asa ra a ser

concebida en térm inos históricos, pues se consideraba que era sólo a p artir d e la reconstrucción

d e su dev en ir q u e los fenóm enos, estru ctu ras y acontecim ientos sociales p o d ía n a d q u irir

espesor, consistencia e inteligibilidad4. C on lo cual se d ab a p o r sentado q u e to d a v e rd a d e ra

fo rm a d e conocim iento, incluso p ara algunos la referida a los fenóm enos naturales, debía ser d e

u n m o d o u otro histórico.

V arios au to res sostienen q u e esta concepción es p ro p ia d e lo q u e se ha d a d o en llam ar

historicismo y así v a a ser considerado a lo largo d e este trabajo. Esta decisión no im plica

desconocer q u e se trata d e u n rótulo im puesto en form a retrospectiva y q u e ad em ás ha

m erecido im p o rtan tes críticas p o r los problem as q u e acarrea su uso. Por u n lado, p o rq u e es

u tilizad o de u n m o d o tan am plio que term in a re su ltan d o im preciso al abarcar tendencias y

posiciones heterogéneas. P or el otro, p o rq u e algunos lo circunscriben a u n a escuela o corriente

d e p en sam iento específica. Ya sea entonces p o r u n a u otra razón, existen diversas definiciones y

descripciones d e sus rasgos distintivos, alg u n as d e ellas antagónicas entre sí. Sin em bargo, y

d a d o que la tesis no se p ro p o n e dilu cid ar problem as filosóficos o epistem ológicos, no considero

im prescindible ad h e rir a n in g u n a d e estas definiciones e n particu lar ni tam poco en tra r en

discusiones sobre su pertinencia o valid ez5. Es p o r eso q u e m e lim ito a hacer u n uso del

concepto que, si b ien algo laxo, resulta o perativo p a ra los p ro p ó sito s d e este trabajo. C on esto

quiero dejar establecido q u e d e aquí en m ás to d as las referencias al historicismo rem iten a u n a

concepción seg ú n la cual la esencia d e los fenóm enos sociales es su h istoricidad y que, en

consecuencia, su p o n e q u e la form a priv ileg iad a o única d e hacerlos inteligibles es el

conocim iento histórico.

P o r su p u esto q u e esta definición abre otros interrogantes, y a q u e tam bién p o d ría plan tearse en

q u é consistiría esa histo ricid ad y cuáles d eb e n ser las características del conocim iento histórico.

Sin em bargo, com o y a aclaré, n o resu lta necesario d a r acá resp u estas a estas p re g u n ta s com o sí

4 Como señaló M. Foucault, durante el siglo XIX la Historia se constituyó en ”(...) el modo fundamental de
ser de las empiricidades, aquello a partir de lo cual son afirmadas, puestas, dispuestas y repartidas en el
espacio del saber para conocimientos eventuales y ciencias posibles”. Es por eso que tenía la función de
definir “(...) el lugar de nacimiento de lo empírico, aquello en lo cual, más allá de cualquier cronología
establecida, toma el ser que le es propio", Las palabras v las cosas. Siglo XXI, México, 1968, p. 215.
5 Para un tratamiento de estas cuestiones siguen siendo de imprescindible lectura los trabajos clásicos de
R. Collingwood, Idea de la Historia. México, FCE, 1977; B. Croce, La historia como hazaña de la libertad,
México, FCE, 1960, 2da. parte; F. Meinecke, El historicismo y su génesis. México, FCE, 1943. Un examen
conciso de las definiciones más usuales en A. Waismann, “¿Qué es el historicismo?” en Revista de la
Universidad de Buenos Aires. 4ta. época, año 7, t. XIII, n° 27, julio-sept. 1953. -
10

lo sería en o tro tipo d e indagación. De to d as m aneras q u isiera d estacar dos cuestiones q u e

resultan im p o rtan tes p a ra e n ten d e r los arg u m en to s que q u iero plantear. La p rim era es la

consideración d e q u e cada fenóm eno o hecho acontecido p orta u n valor intrínseco, a u n q u e éste

sólo p u ed a apreciarse si se lo sitúa en u n proceso m ás am plio en cuyo seno cobra v erd ad ero

sentido. La se g u n d a es q u e el saber histórico se tornó im prescindible no sólo p ara conocer el

p asad o y el p resen te d e las sociedades sino tam bién p ara ju zg ar sus características e, incluso,

p o d e r transform arlas.

R esulta ev id en te q u e esta entronización d e la H istoria n o p u d o obedecer tan sólo a un

re o rd en am ien to disciplinar. Se trató m ás bien de u n a a g u d a transform ación e n las form as d e

co m p rensión y rep resen tació n de los fenóm enos sociales q u e afectó las p ro p ias concepciones

sobre q u é es la H isto ria así com o tam bién las condiciones y consecuencias que ten ían su

estu d io 6. C abe re co rd a r al respecto q u e d u ra n te siglos la H isto ria había sido co n sid erad a com o

u n rep ertorio d e form as retóricas eru d ita s o d e ejem plos d estin ad o s a o rien tar la tom a d e

decisiones de los g ru p o s dirigentes. Esas eran al m en o s las p retensiones en g lo b ad as m uchas

veces bajo el tópico d e la Historia com o maestra de la vida u otros sim ilares. De ese m odo, el

pasad o era v alo ra d o p o r su capacidad d e ilu m in ar el p resen te e n tan to p o d ía trazarse u n

p aralelo en tre am bos m om entos d a d a la suposición d e q u e to d a experiencia existente o p or

v en ir p o d ía ser re d u c id a d e alg ú n m o d o a otra y a acontecida y m ás a ú n si ésta era de la

a n tig ü e d a d clásica.

Sin que estas concepciones p e rd ie ra n vigencia del todo, d e sd e m ed iad o s a fines del siglo XVIII

com enzó a p ro d u c irse u n m ovim iento q u e ten d ía a d o ta r al conocim iento histórico d e n u ev o s

sen tidos y d e m ay o r c a rn a d u ra al dejar d e ser co n sid erad o solam ente com o u n co m p en d io d e

acontecim ientos significativos p o r su carácter ejem p lar o form al. Este proceso cristalizó e n el

concepto d e Historia com o expresión d e la to talid a d d e la experiencia h u m a n a y fu erza q u e

anim a su ser, co n stitu y én d o se así e n condición d e p o sib ilid ad d e to d as las historias

acontecidas7. D e ese m odo, la H istoria se tran sfo rm ó en el ám bito o el lu g ar en el q u e se

6 Estas cuestiones, que aquí retomo en forma parcial y esquemática, han sido desarrolladas por R.
Kosselleck en una serie de investigaciones semánticas y conceptuales centradas en el área de habla
alemana. Algunos de sus trabajos más importantes han sido compilados en Futuro Pasado. Para una
semántica de los tiempos históricos. Barcelona, Paidós, 1993 y L’expérience de 1’ histoire, París, Gallimard-
Le Seuil, 1997. Otros trabajos en los que se tratan estas cuestiones puede encontrarse en el apartado 1.2 de la
bibliografía.
7 Una evidencia de esta transformación puede hallarse en el hecho que hasta entonces los relatos
históricos se circunscribían a fenómenos particulares, sin que se considerara la Historia como un
concepto singular referido a una totalidad o un sistema en el que éstos estuvieran necesariamente
interconectados y cobraran sentido como partes del mismo. En todo caso, y más allá de la presunción
sobre la existencia de un plan providencial para la humanidad, se escribían historias plurales e
desp liega to d o lo existente, pero tam bién en el que ad q u iere sentido y p u ed e ser conocido.

A hora bien, estas nociones espaciales no p u e d e n d ar v erd ad era cuenta d e la n u ev a concepción

d e la H istoria ya q u e ésta tu v o m ás que v er con la interiorización d e la tem p o ra lid ad com o

atrib u to inherente a la m ism a que, adem ás, no debía d eriv a r necesariam ente d e u n a cronología

d ep e n d ie n te d e la naturaleza. C on lo cual el tiem po dejó d e ser considerado exterior a los

sucesos com o si sólo se tra ta ra d e u n m edio q u e sirve d e ocasión p ara q u e éstos acontecieran,

p a ra p asar a ser trata d o com o u n a fuerza q u e los anim a e im p u lsa su desarrollo.

P ero esto n o es to d o lo q u e p u e d e decirse sobre la relación entre las nu ev as concepciones d e la

H isto ria y la tem p o ralid ad . R. Kosselleck h a llam ado la atención sobre la ru p tu ra p ro d u c id a p or

los ilu strad o s e n lo que hacía a la relación en tre pasado, presente y futuro. En ese sen tid o nota

q u e d esd e m ed iad o s del siglo XVIII com enzó a dejarse atrás u n a tradición d e gran arraigo, pues

las expectativas co m en zaro n a situarse cada v ez m ás en u n h o rizonte que no era necesariam ente

trib u tario d e las experiencias pasadas. La ra zó n de este distanciam iento es q u e aparentemente el

p asa d o no tenía d em asiad o que enseñar, y a q u e los acontecim ientos y los procesos, si bien

p o d ía n estar en cad en ad o s causalm ente, eran irrepetibles: las condiciones presentes d eb ían ser

d istin tas d e las p asa d as y, obviam ente, d e las futuras. En consonancia con esta p o stu ra com enzó

a p lan tearse tam b ién que era desde el fu tu ro q u e d ebía exam inarse el pasad o y el presente: la

H isto ria no p o d ía ser v erd ad eram en te conocida si no incluía tam bién un futuro potencial q u e la

d o tara d e sentido.

L as consecuencias d e esta concepción sólo p u e d e n ser apreciad as si se consideran las ag u d a s

transform aciones sociopolíticas pro vocadas p o r la R evolución Francesa q u e llevó a la práctica y

d o tó d e n u ev o s sentidos lo q u e h asta ese entonces era n elucubraciones teóricas, así com o

tam b ién invento o tras nuevas. N o sólo p o rq u e a p a rtir d e ella se produjo la conciencia d e

h ab itar u n a época radicalm ente n u ev a q u e no se q u ería legataria del pasad o , sino p o rq u e

d u ra n te la m ism a se p ro d u jero n o se resignificaron las nociones y categorías q u e p erm itirían d ar

cu en ta d e experiencias n o v ed o sas e, incluso, d e otras p ro y ectad as y a ú n inexistentes. A sim ism o,

las transform aciones pro v o cad as p o r la R evolución In d u strial y p o r la expansión capitalista no

hicieron m ás q u e re fo rzar la percepción d e q u e el p resen te se alejaba cada v ez m ás del pasado,

m ien tras q u e el fu tu ro lo hacía a ú n m ás d el presente. De ese m o d o las expectativas y a no sólo

n o parecían d e p e n d e r d e la experiencia sino q u e tam b ién p o d ía n contradecirla, ra zó n p o r la

cual fue p e rd ie n d o peso la idea seg ú n la cual el conocim iento histórico tenía com o prin cip al

fu n ció n p ro v eer m odelos o lecciones p a ra orientar la tom a d e decisiones. Esta m u tació n fu e

irreductibles entre sí: eclesiásticas, civiles, militares, diplomáticas, literarias, o referidas a alguna persona
o hecho preciso. -
12

p ercib ida p o r diversos autores, entre los cuales m erece destacarse Alexis d e Tocqueville, uno de

los m ás lúcidos in terp retes del período, q u ien d ab a p o r hecho q u e a pesar d e no haberse

asistido al final d e las transform aciones en curso sus resultados iban a ser incom parables con los

d e cu alquier experiencia pasada. Es p o r eso q u e su texto capital concluye afirm an d o que "El

p asad o no alu m b ra el porvenir, el e sp íritu cam ina en las tinieblas"8.

Esta percepción d e las dim ensiones tem porales com o radicalm ente d istin tas u n as d e otras

p lanteaba, en tre otros desafíos, el d e lograr su articulación p ara im p ed ir que se convirtieran en

co m p artim entos estancos carentes d e u n sen tid o totalizador. Problem a que, bajo su apariencia

m etafísica, evidencia la am en aza q u e p o d ría h aber significado u n a concepción q u e p o n e en

en tred icho los fu n d a m e n to s d e cualquier o rd e n al sostener q u e los hechos sociales no tienen p o r

q u é tener relación con los preexistentes ni con los subsiguientes. Sin em bargo, es sabido, fueron

co n tad os los p en sa d o res que afirm aro n el carácter in d eterm in ad o , contingente o azaroso d e los

fenóm enos sociales. P or el contrario, y a u n q u e d e m u y diverso m odo, las teorías filosóficas,

sociales y políticas ten d iero n a ad o p ta r u n a concepción ontològica d e la H istoria seg ú n la cual lo

existente es e n su d ev en ir. Y, p o r eso m ism o, el conocim iento histórico, la historia filosófica o la

Filosofía d e la H istoria ad q u irie ro n u n rol privilegiado al proveer d e los elem entos em píricos o

conceptuales q u e p erm itían d eterm in a r el sentido ú ltim o d e los hechos, estru ctu ras y procesos

sociales.

P ara q u e esta concepción lograra im ponerse, p a ra q u e la H istoria p u d ie ra constituirse, p o r

ejem plo, en el fu n d a m e n to de relatos identitarios capaces de d o tar d e sen tid o las experiencias

sociales, el discurso histórico decim onónico debió vincularse con otras elaboraciones

conceptuales y discursivas. E ntre ellas q u isiera d estacar dos. En p rim er lu g ar la novela com o

form a n arrativ a, cu y a p re te n sió n realista y la elaboración d e u n a tram a cap az d e incluir

sincrónica y diacrònicam ente u n a m u ltip licid ad d e actores q u e fo rm an p arte d e u n a m ism a

experiencia, favoreció la representación d e procesos p ro tag o n izad o s p o r conjuntos sociales a lo

largo d el tiem po9. En seg u n d o lu g ar la utilización d e alg u n as categorías q u e perm itiero n

hacerlo o p erativ o com o génesis, totalidad, necesidad, fin , en tre las cuales se destaca la d e progreso

y a q ue es la q u e p erm itió articu lar a to d as las otras. Es q u e el progreso, a veces bajo otras

den o m inaciones com o evolución, desarrollo o perfectibilidad, se transform ó en la leg alid ad d e lo

existente. De ese m o d o las disco n tin u id ad es, el ad v en im ien to d e acontecim ientos imposibles en

las condiciones an terio res com o la R evolución Francesa, fu ero n reinscritos com o p arte d e u n

8 Alexis de Tocqueville, La democracia en América, Madrid, Alianza, 1985, t. 2, p. 278.


9 Al respecto puede consultarse de R. Barthes “El discurso de lá historia”, en El susurro del lenguaie. Más
allá de la palabra y la escritura. Barcelona, Paidós, 1994. •
proceso regidos p o r leyes históricas que les era n preexistentes y que, p o r eso m ism o, d e te n ta b a n

su sentido. Este recurso p erm itió en su m a reconocer la historicidad d e los fenóm enos sociales y,

a la vez, av e n ta r el fantasm a d e su posible inconsistencia, m su stan cialid ad o contingencia.

Si bien lo antedicho es u n a exposición sintética y parcial, perm ite e n ten d e r la cen tralid ad que

ad q u irió el discurso histórico y la p rogresiva tendencia a h istorizar los fenóm enos, estru c tu ras y

acontecim ientos sociales10. En ese sentido q u isiera in sistir en las consecuencias q u e tu v o esta

m atriz: si sólo en su despliegue tem p o ral lo existente es, su inteligibilidad requiere

n ecesariam ente d el conocim iento histórico, ya sea ex p resad o en form a eru d ita, filosófica o, al

m enos, com o u n relato con cierta consistencia. Y, a la vez, la H istoria y los saberes y d iscurso s

co n stituidos en torno a ella re q u ie ren d e su h erm e n eu ta privilegiado, el histo riad o r o el filósofo-

h isto riador, ya sea fo rm ad o o, al m enos, socialm ente reconocido com o tal. C om o no tó V ictor

C ousin, d iv u lg ad o r d e las tesis hegelianas e n Francia y fu en te do ctrin aria d e los rom ánticos

rioplatenses

"Si to d o tiene u n a razó n d e ser, si to d o tiene u n a idea, u n principio, y u n a ley, n a d a es


insignificante y to d o tiene u n sentido, y ese sen tid o es lo q u e el h isto riad o r filósofo tiene el
d eb er y la m isión d e d iscern ir"11.

El éxito d e esta concepción p u e d e apreciarse en la ra p id e z con la que arraigó en prácticas,

discursos, instituciones y sujetos d estin ad o s a d ar su sten to al saber histórico. A tales fines se

crearo n p o r ejem plo alg u n as revistas y asociaciones e ru d ita s d ed icad as a p ro d u c ir y d ifu n d ir

dicho conocim iento, si bien n o tu v iero n el g ra d o d e especialización q u e alcanzarían luego. M ás

im p o rtan te a ú n fue el hecho q u e algunos E stados em p e z a ra n a facilitar la labor d e los

h isto riad o res y la institucionalización d e la disciplina al p roveerlos d e tem as y p ro b lem as

referidos a su p asa d o y, m ás concretam ente, m ed ian te la creación d e cátedras, la o rganizació n

d e archivos y alen ta n d o o ap o y a n d o la edición de colecciones docum entales. En relación a esto

ú ltim o u n p u n to d e inflexión se ubica en la seg u n d a d éc ad a del siglo XIX c u a n d o co m en z aro n a

p u b licarse en A lem ania los M onumenta Germaniae Histórica q u e sirvieron d e m odelo y acicate

p a ra q u e se g eneralizara la práctica d e recopilación y edición d e colecciones do cu m en tales d e

vasto alcance. D adas las características q u e estab a n a su m ien d o los E stados, los intentos d e

10 En relación a estas cuestiones la obra de Kosselleck presenta algunos problemas que si bien no estoy en
condiciones de dilucidar, y menos aquí, al menos quisiera plantear ya que están referidos a las
modalidades a través de las cuales se vincularon pasado y presente. Es que siguiendo su argumentación
no se entiende por qué si el pasado ya no podía ser un depósito de formas que permitían orientarse y
tomar decisiones, y si el sentido de los fenómenos y de las experiencias parecían provenir cada vez más
del futuro, el siglo XIX asistió entonces a un florecimiento del discurso histórico.
11 Octava lección del 12 de junio de 1828, cit. en R. Picard, El romanticismo social, México, FCE, 1947,
p. 219. •
14

construcción estatal o, si se quiere, el im aginario sobre cuál d ebía ser su fu n d am en to y fuente d e

leg itim idad que progresivam ente se fueron basan d o en el principio d e las nacionalidades, dicho

m o vim iento eru d ito tendió a orientarse p o r valores nacionales. Esto perm ite explicar p o r qué,

a p a rte d e textos literarios o folklóricos q u e p o d ían d a r cuenta de u n a especificidad lingüística y

cu ltural, se p rio rizaro n en estas colecciones y m ás a ú n en los nacientes archivos nacionales, las

fu en tes políticas e institucionales, en tanto se constituían en el soporte d e la historia d e u n a

nación y, así, en el fu n d am en to del E stado nacional existente o proyectado. A dem ás, este

proceso estuvo acom pañado, y en m uchos casos an ticip ad o , p o r la publicación d e historias

nacionales que co n stitu y ero n u n aporte decisivo en la conform ación de id en tid ad es nacionales,

p u es se su p o n ía q u e los rasgos idiosincrásicos de las naciones se habrían ido d elin eán d o a lo

largo del tiem po y que éstos p o d ían y d e b ía n ser restitu id o s a través d e esos relatos.

Suele señalarse q u e este m ovim iento e ru d ito y político encontró ráp id o y am plio eco en el Plata.

Sin em bargo, com o p re te n d o argum entar, sólo p u d o hacerlo d e u n m odo sin g u lar d a d o s los

rasgos q u e tu v o su desarrollo político e institucional. Es p o r eso que antes d e a v a n zar en el

exam en d e la historiografía sobre el historicism o rom ántico en la región, resu lta necesario tener

p resen te algunas características de su v id a pública.

A ltern a tiv a s en la b ú s q u e d a d e u n n u e v o o rd en : el R ío d e la P lata en tre 1830 y 1860.


E n el Río de la Plata, y al igual que en gran p arte de H ispanoam érica, la crisis del ord en colonial y

la revolución de independencia dieron com ienzo a u n prolongado y conflictivo ciclo caracterizado

p o r la necesidad d e constituir nuevas form as de organización social, política y económica. N o

m enos conflictivas fueron las representaciones e interpretaciones que se hicieron d e ese ciclo

d u ra n te gran p arte del siglo XX. T anto es así que las historiografías argentina y uru g u ay a

convirtieron a esas disputas y a sus protagonistas en tem as d e su predilección, au n q u e al precio de

representar e in terpretar el período m ediante juicios m orales y clichés provenientes d e m odelos

dicotóm icos que rem iten m ás a arquetipos q u e a procesos y fenóm enos históricos. D esde luego q ue

no m e estoy refiriendo a la obra d e tal o cual autor, sino al estado general de la disciplina, pero m ás

a ú n a sus ecos e n la vida pública y en el sistem a educativo de am bos países. De hecho fueron

varios los autores cuyas investigaciones perm itieron alcanzar u n a mejor com prensión del período

y, p o r eso m ism o, sus aportes pudieron ser retom ados con provecho en form a reciente p o r algunos

d e los estudios q u e procuraron renovar el cam po disciplinar.

E n efecto, d u ra n te los últim os años se produjo u n heterogéneo m ovim iento d e renovación

historiográfica que, alentado tanto por el desarrollo d e nuevos tem as, problem as y enfoques com o
15

p o r el análisis d e fuentes soslayadas y la relectura de otras ya conocidas, propuso u n a p ro fu n d a

revisión de las interpretaciones canónicas. C abe recordar al respecto que aún quienes procurab an

exam inar en form a m ás rigurosa lo sucedido en el período, tendían a considerarlo com o u n

escenario de disputas sórdidas y por m om entos incom prensibles en el cual se había p roducido la

transición entre dos configuraciones históricas de m ayor nitidez. Éstas podían ser, según la

dim ensión de análisis que se privilegiara, el Estado colonial y el Estado nacional; la sociedad

tradicional y la moderna; la econom ía precapitalista o feudal y la econom ía capitalista. De u n m od o u

otro era casi inevitable que el lapso que m ediaba entre am bas configuraciones fuera interpretado

d esd e u n a perspectiva teleológica, cóm o si sólo pu d iera ser considerado com o la prehistoria de la

A rgentina y el U ruguay m odernos. De ahí q u e prevalecieran innum erables anacronism os que

dificultaban la com prensión - y en algunos casos incluso el conocim iento- de aspectos sustanciales

de las form as de Estado, sociedad, economía, política y cultura características del período.

Por el contrario, si hay algo que distingue a las investigaciones m ás recientes es q u e consideran

esas form as com o objetos relevantes en sí m ism os y no tanto com o resabios d e u n pasado que se

negaba a m orir o anticipos de u n fu tu ro prom isorio. En ese sentido, y aunque este renovad o

corpus historiográfico no responde a planteos únicos en cuanto a tem as, problem as y perspectivas

teóricas y m etodológicas, los investigadores coinciden en resaltar la existencia en tensión d e líneas

d e continuidad y d e ru p tu ra q u e dotaron a esa sociedad d e u n a fisonom ía singular no reductible a

otras configuraciones históricas12. A dem ás resulta im portante destacar q u e estos trabajos se

enriquecieron significativam ente por haber iniciado u n diálogo con la historiografía de otras

regiones d e Iberoam érica pro d u cto tanto del exilio provocado p o r las dictaduras d e la década de

1970 com o por el proceso de profesionalización, institucionalización y standarización de la vida

académ ica en la región prom ovida desd e m ediados d e los años 80' y profundizados en los 90'.

Pero m ás allá de sus m otivaciones, este diálogo perm itió q u e fueran repensados algunos

fenóm enos de la sociedad rioplatense d entro d e u n contexto m ás am plio en el cual cobraron m ayor

sentido, ya sea p o rq u e form aron p arte de procesos de alcance general, ya sea p o r tratarse de rasgos

particulares de la experiencia histórica local. En este trabajo p o r ejemplo, el lector encontrará

num erosas referencias sobre Chile y e n m en o r m ed id a sobre Brasil, y a que su desarrollo político e

institucional y la incidencia de éste a la hora d e exam inar y d a r form a y difusión a sus respectivos

pasados, ofrecen u n contraste notable con lo sucedido en el Plata.

E n relación a los nuevos enfoques sobre el período en lo q u e hace a la vida política rioplatense,

cabe notar que existe consenso e n asum ir la reinterpretación que se viene haciendo desde hace

12 Para una reflexión colectiva sobre estas cuestiones, aunque centrada en el caso de Buenos Aires, puede
consultarse el número especial del Anuario del IEHS “Prof. Juan C. Grosso” n° 12, 1997.
16

tiem po del proceso independentista hispanoam ericano, m ayorm ente atribuido al vacío d e pod er

provocado por la crisis de la C orona española13. De ese m odo, fueron dejadas d e lado las tesis que

caracterizaban la Revolución de M ayo com o la m anifestación de una esencia argentina -

cualesquiera fueran los contenidos de ésta-, o com o la expresión política de una burguesía

p o rtadora d e u n proyecto de organización nacional en to m o a su hegem onía. C abe aclarar que este

planteo no soslaya los conflictos entre sectores criollos y d e origen m etropolitano, sino que

cuestiona la existencia de esa clase nacional y la preexistencia de la nación o la nacionalidad

argentina14.

En cuanto a u n a caracterización d e la conflictiva vida política tras la crisis del o rd e n colonial,

existen dos grandes líneas interpretativas que, a pesar d e sus diferencias, se transform aron en

planteos insoslayables p ara gran parte de la producción historiográfica reciente. Por u n lado, T.

H alperín D onghi ha puesto de m anifiesto q u e a pesar d e los diversos intentos d e m oldeam iento de

form as de Estado y sociedad, la vida sociopolítka era altam ente inestable ya q u e los conflictos se

veían potenciados por la debilidad d e ám bitos institucionales q u e perm itieran su p erar las

relaciones personales, familiares o facciosas. Por otro lado, José C. C hiaram onte h a insistido en que

d u ran te la prim era m itad del siglo XIX tam poco se produjo el advenim iento d e u n a clase

dom inante de alcance nacional ni logró darse form a a u n a nacionalidad argentina. Por el contrario,

sostiene que el Río de la Plata se caracterizaba por la existencia de espacios sociales, políticos y

económicos reducidos a u n a ciudad y su entorno ru ral q u e en la década de 1820 alcanzaron una

dim ensión provincial15. Pero a diferencia d e lo sostenido tradicionalm ente, este proceso no es

considerado com o el resultado del accionar de caudillos q u e erigieron su p o d er apelando a la

coerción y a form as de legitim ación basadas en la posesión d e recursos, en el carism a o en el

13 La bibliografía al respecto es amplia. A nivel local puede consultarse la obra de de T. Halperín Donghi,
particularmente su clásico Revolución y Guerra: Formación de una élite dirigente en la Argentina criolla,
México, Siglo XXI, 1979 y también Argentina: de la Revolución de la Independencia a la Confederación
Rosista. Bs.As., Paidós, 1972. En forma más reciente Francois X. Guerra planteó la necesidad de examinar
como un único proceso desatado por esa crisis a la revolución liberal en la península y a la de
independencia en América, en Modernidad e independencias. MAPFRE, Madrid, 1992.
14 Estas cuestiones han sido tratadas por José C. Chiaramonte en diversos trabajos, entre los cuales se
destacan “La cuestión regional en el proceso de gestación del Estado nacional Argentino”, en Mercaderes
del Litoral. Economía y sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad del siglo XIX, Bs.As., FCE,
1991, "El Federalismo Argentino en la primera mitad del siglo XIX" en Carmagnani, M. (comp.)
Federalismos latinoamericanos: México. Brasil. Argentina, México, FCE, 1993; Ciudades, provincias,
Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846). Bs.As., Ariel, Biblioteca del Pensamiento Argentino
Tomo I, 1997.
15 Los trabajos más significativos de ambos autores son los citados en las dos notas anteriores. Un
panorama general de su producción puede encontrarse en el apartado 2.3.1 de la bibliografía. Estos y otros
aportes recientes fueron recogidos en N. Goldman (dir.) Revolución. República v Confederación (1806­
1852). Nueva Historia Argentina t. 3, Bs.As., Editorial Sudamericana, 1999. -
17

cientelismo, sino que se dio en u n m arco de institucionalización del poder político q u e en m uchos

casos había antecedido el ascenso d e estas figuras a los prim eros planos d e la vida pública16.

Esta institucionalización tuvo com o principal ám bito la provincia, m otivo por el cual se convirtió en
un o de los objetos que m ayor interés ha concitado en las nuevas investigaciones, ya sea en sus

aspectos económicos, políticos, jurídicos o sociales. En líneas generales se concede q u e para

com prender este proceso h ay que rem itirse al período colonial, en especial a la etapa d e los A ustria

cuando se produjo la ocupación y el poblam iento del territorio m ediante la fundación d e ciudades

que eran consideradas no sólo ám bitos físicos y sociales, sino tam bién corporaciones con derechos
políticos expresados a través de sus Cabildos. Tras el d erru m b e del orden colonial, y a pesar d e los

esfuerzos de los gobiernos centrales por concentrar el p o d er cuyos antecedentes p u ed en

rem ontarse a las reform as borbónicas im plem entadas en el últim o tercio del siglo XVIII, las

ciudades m ás im portantes se convirtieron en el único ám bito en el cual p u d iero n seguir

asegurándose aspectos básicos de la vida social, política y económica. El fracaso d e la C onstitución

centralista de 1819 y la disolución del p o d er central directorial e n 1820, sum ados a la am pliación de

la participación y la representación política d e las cam pañas com o consecuencia d e los procesos

desencadenados por los enfrentam ientos arm ados desatados tras la Revolución, m otivó la creación

d e novedosas entidades provinciales. M ás aún, dichas provincias establecieron sistem as

republicanos representativos y procuraron constituirse en Estados al asum ir atribuciones

soberanas y al considerarse sujetos de derecho internacional.

Este proceso no im plicó en m odo alguno q u e desapareciera del horizonte la posibilidad de

constituir una entidad político-institucional nacional, au n q u e su alcance no era algo

p redeterm inado sino objeto de constantes disputas. C laro q u e estos conflictos tenían com o

principales protagonistas a las provincias, razón por la cual los proyectos de organización nacional

debían partir, casi indefectiblem ente, del reconocim iento de su carácter soberano, com o q u ed ó

expresado en la Ley Fundamental dictada p o r u n C ongreso nacional a principios d e 1825. T anto es

así q ue cuando al año siguiente se creó el P oder Ejecutivo N acional y se dictó u n a C onstitución q ue

contradecía lo expresado en dicha Ley, se produjo el desconocim iento de esas au to rid ad es p o r

p arte d e num erosas provincias, lo cual, entre otras causas, provocó su caída. Esto tu v o com o

consecuencia el recrudecim iento de las luchas políticas y m ilitares entre los grupos conocidos

d esd e entonces com o unitarios y federales y, a la vez, im plicó u n afianzam iento d e las soberanías

provinciales com o ám bitos d e institucionalización del poder, ya sea por convicción, interés o

necesidad circunstancial d e los grupos dirigentes locales.

16 Al respecto puede consultarse el volumen colectivo compilado por N. Goldman y R. Salvatore


Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Bs. As., Eudeba, 1998.
18

D urante las tres décadas siguientes, que son las exam inadas en la tesis, las soberanías provinciales

entraro n en tensión con la necesidad de buscar form as organizativas d e m ayor entidad q u e las

contuvieran, d ad as las dificultades políticas y económ icas de gran parte de ellas p ara p o d er

subsistir en form a aislada. En tal sentido se p u e d e n d istin g u ir d o s sub-períodos caracterizad o s

p o r distintos clivajes políticos. D urante el prim ero, que tuvo com o marco la C onfederación

A rgentina (1831-1852), el carácter soberano de las provincias sancionado por el Pacto Federal d e

1831 entró en tensión con el progresivo increm ento del p o d er político por parte del ejecutivo de

Buenos Aires. De ese m odo, y a la par de los conflictos interregionales, políticos e ideológicos, los

actores políticos, aunque se identificaran con las facciones unitaria, federal y, posteriorm ente, con

la Nueva Generación, no pu d iero n sustraerse d e la progresiva polarización que im plicó la expansión

del régim en, incluso en el caso d e una nación independiente com o U ruguay.

El segundo sub-período (1852-1861), com enzó con la d errota de Rosas por parte d e u n a alianza

interprovincial e internacional dirigida por, el gobernador d e Entre Ríos, Justo José d e U rquiza.

Bajo su liderazgo se sancionó u n a C onstitución nacional e n 1853 y se constituyó u n E stad o

federal, pero Buenos A ires desconoció lo hecho p o r el resto d e las provincias d ictán d o se ella

tam b ién u n a C onstitución en 1854. De ese m odo, el enfrentam iento entre esos E stados se

convirtió en el principal foco d e conflicto, sin q u e esto im plicara la desaparición de diferencias al

interior d e am bos. En efecto, m ientras que en Buenos A ires diversas facciones se d isp u tab an tanto

el acceso al jx>der com o la definición de los vínculos con el resto d e las provincias, éstas procuraro n

seguir m anteniendo el m ayor grado posible d e autonom ía, circunstancia que llevó a m antener en

m uchos casos u n a relación tensa tanto con el p o d er central com o entre ellas. En sum a, d u ra n te esos

años se produjo u n com plejo cruce de intereses y conflictos que tuvo u n a resolución provisoria a

principios de la década d e 1860 cuando Buenos Aires logró im ponerse a u n adversario debilitado

p o r sus diferencias internas y por sus dificultades económicas. D e ese m odo, se abrió u n a nuev a

etap a que m arca desde u n a perspectiva política el lím ite d e la tesis.

C om o se h ab rá p o d id o apreciar, a pesar d e las m odificaciones sustanciales o cu rrid as e n la

d écad a d e 1850, existieron im p o rtan tes líneas d e c o n tin u id ad en esas tres d écad as en tre las

cuales quisiera destacar dos. Por u n lado, la ten sió n existente en la m ayoría d e las provincias en

lo q ue hacía a la intención d e m antener su so b eran ía y su autonom ía, a la vez que, y d ad a s las

dificultades políticas y económ icas d e gran p arte d e ellas p ara p o d er subsistir en form a aislada, se

hacía cada vez m ás evidente la necesidad d e constituir u n p o d e r político-institucional de m ayor


19
en tidad que las contuviera. Por el otro, su contrapartida: la cap acid ad de Buenos A ires p a ra

sostener su soberanía y su autonom ía que en cierta m ed id a logró p e rd u ra r h asta 1880.

El esq u em a tra z a d o en los párrafos precedentes no p re te n d e d a r cuenta d e la historia política

del p erío d o sino a p o rta r algunas claves que p erm itan su m ejor com prensión. A tales fines

resulta necesario re cu p erar las dos líneas d e in terpretación señ alad as al iniciar este ap a rtad o .

C on esto q u iero p lan tea r q u e no se deben desdeñar las luchas facciosas, pero tam poco los

procesos d e institucionalización del poder, pues am bos fenóm enos estaban en trelazad o s y

con fo rm aban u n h o rizo n te contra él cual se recortaban las percepciones y las acciones d e las

elites. En efecto, tenerlos presente perm ite precisar mejor u n rasgo decisivo de la vida pública del

período: el estado d e indeterm inación y provisionalidad política e institucional que en general es

atribuido a las luchas facciosas. Sin desconocer la im portancia que éstas tuvieron, ese estado debe

rep utarse tam bién a la coexistencia de diversas alternativas en lo que hacía a la constitución d e

com unidades políticas. Esto afectó decisivam ente a los actores, quienes ante la indefinición en

relación a cuáles era n los m arcos d e acción, llegaron a so sten er m u y diversas opciones, y a sea

con el p ro p ó sito d e d efen d er ideas o intereses, y a sea p o r la necesidad d e d ar resp u estas

circunstanciales e n d eterm in a d as coyunturas. Para en te n d e r en su m a el carácter conflictivo e

"inestable d e la v id a pública del período se debe co n sid erar q u e no sólo estaba en d isp u ta el

acceso al p o d er, sino tam b ién la definición institucional, territo rial y conceptual que éste d eb ía

tener.

E n cu anto a estas d iv ersas alternativas d e organización, p a ra los fines de la tesis alcanza co n d a r

cu en ta d e la existencia d e u n horizonte d e posibilidades sin presuponer a ninguna com o

natu ralm ente p redestinada al éxito o al fracaso, aunque es obvio que algunas resultaban m ás

factibles q u e otras, así com o tam bién que algunos sectores bregaban con m ás firm eza p o r im po n er

u n desenlace acorde a sus intereses. C abe notar en ese sentido que a principios d e la d éc ad a de

1830 existía consenso en q u e el reconocim iento de las soberanías provinciales y la necesid ad d e

u n acu erd o en tre ellas, era u n p u n to d e p artid a in elu d ib le a la h o ra d e elaborar cu alq u ier

p royecto d e organización, incluso en el caso d e aquellos q u e q u isieran apelar al p rincipio d e las

n acio n alidades com o la Nueva Generación. Si se deja d e lad o el E stad o unitario que p a ra entonces

era co nsiderado e n form a casi u nánim e com o inviable, este reconocim iento p o d ía im plicar

d iversas alternativas: a) m an ten e r el statu s soberano e n fo rm a indefinida y, en caso d e ser

necesario, celebrar pactos o acuerdos específicos, y a sean bilaterales o m ultilaterales; b) u n a

v arian te d e la p rim era consistía en la posibilidad d e u n irse m ed ian te u n pacto en u n a

confederación q u e re u n ie ra a algunas o todas, d eleg an d o atribuciones soberanas com o las


20

Relaciones Exteriores en u n ejecutivo provincial; c) otra variante, p lan tea d a e n diversas

ocasiones, era realizar esa un ió n con E stados que n o pertenecían a la C onfederación com o

U ruguay, P araguay o Bolivia; d) constituir u n E stado federal que reconociera a la v ez la

soberanía d e las provincias y la nacional con preem inencia d e esta últim a.

Estas alternativas político-institucionales no siem pre se co rresp o n d ían con las relaciones d e

poder, com o se hizo h arto ev id en te al extenderse la influencia del rosism o en la d é c a d a d e 1840:

d u ra n te esos años las provincias siguieron siendo soberanas, pero m uchas decisiones

fu n d am entales, y no solo las referidas a las Relaciones Exteriores que le hab ían sid o d elegad as,

re sp o n d ían a orientaciones dictad as p o r el G o b ern ad o r d e Buenos Aires. Es p o r esta razón q u e

esa soberanía no se trad u c ía necesariam ente en au to n o m ía política. Lo cual co n stitu y e u n a

evidencia d e p o r qué p ara co m p re n d er la com pleja v id a política de esa sociedad y el estad o de

indeterm inación, se deben tener p resen te a la vez la dim en sió n político-institucional y la

facciosa, cuyos ritm os y desarrollos no siem pre coincidieron.

C om o ya noté, era h ab itu al q u e los políticos y publicistas esgrim ieran diversas posiciones en lo

q u e hacía,a la constitución d e poderes estatales. E ntre o tras razones, este hecho explica por q u é

las calificaciones d e u n itario o federal m uchas veces dificu ltan la com prensión d e los conflictos

y d e los intereses en juego. C óm o e n ten d e r sino los constantes intercam bios en tre B uenos A ires

y alg u nas provincias com o C orrientes, cuyos rep resen tan tes se altern ab an en la defensa d e la

existencia d e la N ación y su prim acía sobre cualquier p o d e r provincial a fin d e p o d e r d efen d er

m ejor sus intereses. Esa necesidad hizo p o r ejem plo q u e a principios d e la d éc ad a d e 1830 el

correntino P edro Ferré fuera el p rim ero en en u n ciar en la reg ió n u n p ro g ram a d e organizació n

nacional basado en el principio d e las n acionalidades, a u n q u e no le diera ese no m b re, sien d o

q u e se tratab a tam bién d e u n o d e los m ayores ad a lid e s d e la defensa d e las soberan ías

provinciales cu an d o lo consideraba necesario17. Y, al revés, la dirigencia p o rteñ a p o d ía arg ü ir

com o lo hizo entonces a través del publicista P edro d e A ngelis, q u e las soberanías provinciales

era n tan absolutas q u e su integración a u n proyecto nacional debía ser igual d e libre com o lo

sería p ara Francia u n irse a Inglaterra18, p a ra pocos años d esp u é s negarle no solo a las provin cias

sino tam bién a P arag u ay to d a p re te n sió n soberana p o r fo rm ar p arte d e la C onfederació n


A rgentina.

17 Sobre el programa correntino se puede consultar de José C. Chiaramonte, Ciudades, provincias....


op.cit, pp. 231-246.
18 “La soberanía de las provincias es absoluta, y no tiene mas limites que los que quieren prescribirle sus
mismos habitantes. Asi es que el primer paso para reunirse en cuerpo nacional debe ser tan libre y
espontaneo como lo seria para Francia el adherirse á la alianza de Inglaterra”, EL, n° 843, 17/8/1832.
Esta inconstancia, fácil d e co m p re n d er cu an d o se atien d e a las circunstancias, afectó a casi tod o s

los q u e p articip aro n activam ente d e la v id a pública. En tal sen tid o resultan rev elad o ras algun as

posiciones esgrim idas p o r el u n itario Florencio V arela en su exilio m ontevideano d esd e las

pág in as d e El Comercio del Plata, d o n d e llegó a d efen d er o a tolerar alternativas m u y distin tas en

relación a lo que hacía a la organización q u e deb ían ten er las provincias rioplatenses. Así, y an te

la po sibilidad p lan tea d a e n 1846 d e que se form ara u n nu ev o E stado que ag ru p ara a C orrientes

y E ntre Ríos -y , p otencialm ente a U ru g u ay y P a ra g u ay -, sostuvo que au n q u e esa resolución no

lo satisfacía ya que consideraba m ás conveniente luchar p o r el libre com ercio y la libre

nav eg ación en el seno d e la co m u n id ad argentina, n o p o d ía hacerle objeciones d e principio ya

q u e la constitución d e p o d eres políticos debía ser el re su ltad o de pactos entre en tid ad e s

soberan as com o lo eran esas provincias, y no la expresión d e u n a su p u esta co m u n id ad nacional

preex istente19. Pocos m eses m ás ta rd e retom ó este razo n am ien to pactista, a u n q u e m odificó su

co n ten ido al sostener q u e las provincias "(...) form an u n a asociación que ha pactado constituirse en

n ación in d ep en d ie n te p ero q u e to d av ía no se ha constituido"20. Casi u n año m ás ta rd e

p ro fu n d iz ab a a ú n m ás esta id ea d e nación al señalar q u e "(...) en n ad a pensam os m enos q u e en

d iv id ir las provincias, en d esm em b ra r la n acionalidad argentina, representación e n A m érica d e

tan tas glorias m ilitares, civiles y adm inistrativas"21.

Estas oscilaciones d eben en ten d e rse no sólo com o la expresión d e u n a m o d alid ad q u e hacía del

p acto entre en tid ad es so b eran as el fu n d a m e n to de la constitución d e los po d eres políticos, sino

tam b ién a la lu z del en fren tam ien to con el régim en rosista, objetivo q u e opacaba to d a o tra

consideración. Las p o stu ras iban m odificándose al com pás d e las alianzas q u e se su cedían en el

afán p o r d erro tar a Rosas, p o r no decir en el afán p o r sostener la cada v ez m ás en d eb le

resistencia de M ontevideo frente a las fuerzas sitiadoras d e O ribe apoyadas p o r el G o b ern ad o r

d e Buenos Aires. P ero n o es eso lo q u e aquí interesa sino su consideración com o p ro p u estas

v álid as, capaces d e ser en u n ciad as, arg u m e n tad as y d efen d id as públicam ente, y a que fo rm ab an

p arte del h o rizo n te d e posib ilid ad es e n lo q u e hacía al o rdenam iento político, territorial e

in stitucional d e la región.

T en ien do e n cu en ta lo h asta aquí señ alad o se en tien d e p o r q u é resu lta conveniente co n sid erar el

Río d e la P lata com o u n id a d d e análisis. Esta decisión evita el anacronism o q u e lleva a

19 “Para eso, nada importa que sean provincias aijentinas, ó un estado independiente: lo mismo pueden
conseguir aquellos objetos en una condicion que en otra: y mas pronto los conseguirán, cuanto menos se
embarazen con cuestiones de agregación ó separación políticas (...) Nosotros ni apoyamos ni combatimos
la idea; si hubiera en ella uniformidad de pareceres, nada tendríamos que oponer.", CP n° 207, 20/6/1846.
20 CP n° 361, 23/12/1846.
21 CP n° 592, 8/10/1847. .
22

co n fu n d ir la N ación A rgentina con los territorios h ered ero s del V irreinato y, a la vez, perm ite

d a r cu enta d e la indeterm inación que existía con respecto a cuáles y cóm o debían org an izarse

políticam ente. A dem ás, esta delim itación p erm ite incluir e n el análisis a U ruguay q u e, pese a su

indep en dencia, form aba p arte ju n to a las o tras soberanías provinciales de u n delicado sistem a

d e equilibrio -o d e desequilibrio, si se q u ie re - regional. E n éste n o resu ltab an claros los lím ites

en los q u e debía desenvolverse la acción política y m ilitar y a q u e se p ro d u c ía n constantes

intervenciones en la vida d e los vecinos, sin q u e p u d ie ra establecerse del todo si se trata b an d e

conflictos internos o externos; así com o tam poco resu ltab a del to d o claro si se había co m p artid o

o no el p asa d o y si el fu tu ro sería com ún. D e ese m o d o se en tien d e p o r qué resu lta necesario

ten er p resente ese estado d e indeterm inación no sólo si se q uiere exam inar la v id a política e

institucional, sino tam bién las representaciones del p asa d o y el sen tid o que éstas p o d ía n tener.

A hora bien, a pesar d e que la tesis tom a al Río de la P lata com o u n id a d de análisis, en m o d o

alg u n o p u ed e considerarse q u e se tratab a d e u n espacio hom ogéneo. Por el contrario, si se

caracterizaba p o r algo era precisam ente p o r la m uy desigual distribución de población, riquezas

y p o d er político que había entre las distintas provincias. Esto m otivó tam bién la existencia d e

diversas condiciones de desarrollo institucional y de producción discursivas: algunas ciudades

com o Buenos Aires o M ontevideo se convirtieron en centros d e producción y concentración de

bienes culturales; otras lo fueron en m enor m edida com o C orrientes, C órdoba o P araná en la

década d e 1850, m ientras que algunas h asta carecieron d e pren sa propia hasta av anzado el

período. De todos m odos u n a característica general d e la v id a pública rioplatense, y que la

distingue notoriam ente d e lo sucedido e n Chile o Brasil, es el escaso y débil desarrollo d e

instituciones o asociaciones político-culturales, entre otras razones porque éstas requerían del

apoyo estatal y de cierta estabilidad que no fuera afectada p o r los conflictivos vínculos entre los

m iem bros d e las elites.

E n sum a, la vida pública rioplatense entre 1830 y 1860 estaba a la vez condicionada p o r la

indeterm inación y la provisionalidad en lo q u e hacía a la organización d e poderes políticos y p o r

u n a pro funda debilidad institucional. C om o p o d rá apreciarse a lo largo d e la tesis, estas

condiciones afectaron la producción del historicism o rom ántico en la región.

El h isto ricism o ro m án tico rio p la te n se y su h isto rio g rafía .

E n las p rim eras líneas d e la Introducción h ab ía n o ta d o q u e la historiografía rioplatense coincide

en p lan tear que a lre d ed o r d e 1830 com enzó la recepción del historicism o rom ántico

co n v irtiéndose ráp id a m en te en u n a d e las principales corrientes intelectuales q u e an im aro n la


23

v id a pública local22. C on lo cual, si se p re te n d e in d ag ar e n las representaciones del p asa d o

p ro d u cid as en esos años resu lta necesario p reg u n tarse p o r las características precisas q u e tu v o

este m ovim iento. Si este in terro g an te sigue teniendo validez, esto se debe a que su resolución

im plica ir m ás allá d e la ru tin aria constatación de q u e eran cada vez m ás los letrados y

publicistas q u e recurrían a nociones, ideas o representaciones provenientes d e ese u niverso

conceptual; y eso en el caso d e q u e no se trata ran de m eras citas d e figuras u obras a m o d o d e

au torización de sus discursos y legitim ación de sus intervenciones públicas. C abe p re g u n ta rse

entonces no sólo p o r cóm o afectaron la obra de algunos au to res d e renom bre las concepciones

sobre el conocim iento del p asa d o y su relación con el presente, sino q u e tam bién resu lta d e

interés hacerlo p o r las condiciones d e producción de relatos q u e lo tem atizaban y p o r el sen tid o

que éstos p o d ían asum ir. M ás precisam ente, y en relación a esto últim o, parece ev id en te q u e no

alcanza con exam inar los contenidos d e los textos e n los que cobraron form a las

representaciones del p asa d o sino se considera tam b ién qu ién es eran sus au to res y su s
interlocutores, cuáles sus propósitos, así com o tam bién su s características form ales y m ateriales,

sus m o dos d e circulación y su recepción.

Estos interrogantes no tien en sin em bargo respuestas sistem áticas. P or u n lado, p o rq u e es

reciente el desarrollo de u n a historiografía ded icad a al ex am en d e las prácticas culturales; pero

sobre to d o p o r las características q u e asum ió la trad ició n d e estu d io s dedicados al análisis del

conocim iento del p asa d o p ro d u c id o en el Río d e la P lata d u ra n te la p rim era m itad del siglo XIX.

E n relación a esto últim o cabe n o tar q u e son n u m ero sa s las reflexiones, observaciones y

referencias relativas a aspectos vinculados con ese saber, m u ch as d e ellas de gran valor. Sin

em bargo, están d ispersas en innum erables trabajos que, e n general, estu v iero n an im ad o s p o r

o tras objetivos o m otivaciones, ap arte d e contener erro res u om isiones significativas23.

22 Como ya adelanté son numerosos los estudios que dan por válida esta interpretación. Dado que fue
quien dio forma a una periodización ya clásica en la historia de las ideas, merecen ser citados los artículos
publicados entre la década de 1920 y 1950 por Coriolano Alberini, compilados posteriormente en
Precisiones sobre la evolución del pensamiento argentino. Bs.As., Docencia, 1981.
23 Las omisiones son en general de textos publicados en la prensa, mientras que los errores tienen que ver
con la confusión de diversas ediciones de una misma obra o de diversas obras de un mismo autor bajo un
mismo título. Hay errores que resultan aún más llamativos, como es el caso de una inconclusa Historia de
los partidos políticos argentinos de Vicente F. López que fue publicada como parte de una colección de
textos del correntino Juan Pujol a quien el editor le atribuyó erróneamente su autoría por haber hallado
una copia entre sus papeles. Esto se debe a que Pujol había tomado contacto en Córdoba con López en
1840 cuando éste se escapó de Buenos Aires por su oposición al régimen rosista. La verdadera autoría
puede determinarse no sólo por su estilo y sus contenidos —que fue lo primero que llamó mi atención—,
sino también por la existencia de varias cartas escritas por López al llegar a Chile reclamando a sus
interlocutores que le enviaran el texto manuscrito e indicando que uno de sus poseedores es el propio
Pujol, así como también de algunos borradores de López que se conservan en su Archivo y que contienen
párrafos similares. "Introducción á la Historia de los partidos políticos de la República Argentina , en
Juan Pujol Corrientes en la organización Nacional, vol. 1, Bs.As., G. Kraft, 1911; Vicente F. López a
24

A sim ism o, los estu d io s eru d ito s específicos no sólo son escasos, sino q u e en su m ayoría están

referidos a obras o figuras singulares, m ientras que los q u e tienen m iras m ás am plias tien d en a

la descripción o clasificación d e corrientes, tendencias e influencias24. Este estado del

-conocim iento p u ed e atribuirse a diversas razones, en tre las cuales quisiera destacar dos pues

en tien d o q u e son las m ás relevantes: p o r u n lado, los enfoques em pleados y, por el otro, los

co n ten idos d e los textos.

En cu anto a los enfoques, los estudios q u e po d rían d a r cu en ta d e estas obras se suelen inscribir

en dos m o d alid ad es de indagación: la historia d e la historiografía y la historia d e las ideas. En el

p rim er caso, el interés p o r el proceso d e form ación d e u n a disciplina som etida a reglas prop ias

lleva a dejar d e lado u n cuantioso corpus textual a través del cual dicha sociedad se

rep resentaba su pasado. Es p o r eso que en ocasiones se co n sid eran algunas crónicas, m em orias,

biografías o ensayos, pero se lo hace com o si fu e ran m anifestaciones 'primitivas d e la

historiografía p ro p iam e n te dicha a la q u e se concibe com o el objeto d e estudio v erd ad eram en te

valioso. En el seg u n d o caso, suele privilegiarse el exam en d e las obras m ás significativas y d e

los au to res m ás ren o m b rad o s en d etrim en to del conjunto d e la pro d u cció n discursiva con la q u e
pocas veces se la vincula. A dem ás se tiende a en c u ad ra r dichas obras y autores en alg u n a

corriente teórica, ideológica, doctrinaria, estética o política, concentrando así los esfuerzos en

establecer filiaciones e influencias o en pro d u cir o legitim ar u n canon. De todos m o d o s esta

ú ltim a apreciación debe ser m atizada, pues en los últim os años se h an se h an en carad o

investigaciones q u e p ro p o n e n análisis m ás ricos en cuanto a sus objetos, in terro g an tes y

alcances in terp retativ o s25.

D esde luego q u e lo señalado no es u n juicio d e v alo r sobre esos enfoques que h a n m o tiv ad o

algunos trabajos clásicos cuya lectura sigue re su ltan d o necesaria, sino el señalam iento d e su

Juan Campillo, Santiago de Chile, 31/3/1841 en AGN Sala VII, Archivo y Colección los López, legajo
2364, doc. n° 3943; “Discurso sobre la Filosofía de nuestra Historia y sobre los deberes q. ella impone á
la Juventud por V. F. López” (s/f), en id., legajo 2375, doc. n° 5261.
24 Este es el caso de los dos estudios más completos sobre las producciones historiográficas del período:
Rómulo Carbia, Historia crítica de la historiografía Argentina, La Plata, UNLP, 1939 y Juan A. Oddone,
"La historiografía uruguaya en el siglo XIX. Apuntes para su estudio", en Revista histórica de la
Universidad. 2da. época, n° 1, 1959, Montevideo. Para más referencias me remito al punto 2.3.2 de la
bibliografía.
25 A modo de ejemplo merecen citarse el trabajo de P. González Bemaldo Civilidad v política en los
orígenes de la Nación Argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires. 1829-1862, Bs.As. FCE, 2001 y los de
J. Myers Orden y virtud. El discurso republicano en el régimen rosista. Bemal, Universidad Nacional de
Quilmes,1995 y ‘'La Revolución en las ideas: La generación romántica de 1837 en la cultura y en la política
argentinas” , en N. Goldman, N., (Dir.'l Revolución. República. Confederación (1806-1852), op.cit.
25

insuficiencia p a ra encarar u n exam en com o el aquí p ro p u e sto 26. Pero la falta d e interés en

p ro fu n d iz ar u n a indagación sobre esta producción discu rsiv a no p u ed e atribuirse solam ente a

lim itaciones d e los enfoques em pleados p a ra d ar cuenta d e la m ism a. H ay otra razón q u e deriva

d e sus contenidos, y es que éstos difícilm ente p o d ría n so p o rtar una interpretación q u e las

co nstituya en relatos históricos nacionales. En ese sen tid o se d eb e tener presente q u e tanto en

A rg en tina com o en U ruguay el problem a d e la nación, es decir, la definición d e sus rasgos

distintivos, la ubicación d e su origen y la narración de su devenir, ocupó el centro d e las

preocupaciones históricas del siglo XX, ya sean académ icas o alentadas p o r una visión ético-

política. De ahí q u e las investigaciones sistem áticas sobre las representaciones del pasad o

to m aran casi invariablem ente com o p u n to d e p artid a las elab o rad as en el últim o tercio del siglo

XIX27. M ientras q u e e n U ru g u ay se resalta la obra de Francisco B auzá com o artífice d e la historia

d e esa n acionalidad d esd e el período colonial, en A rgentina dicho m érito es atrib u id o a la obras

m ayores d e V icente F. López y, especialm ente, de B artolom é M itre28. Asim ism o, n o sólo se

co n sidera q u e e n esos años se p rodujeron las prim eras h isto rias nacionales, sino q u e tam b ién se

sen taro n las bases d e la disciplina com o práctica d e conocim iento e ru d ita y m etódica, en

especial tras la polém ica an im ad a por los m ism os M itre y L ópez d u ra n te la décad a de 1880,

v erd ad ero mito de orígenes d e la historiografía argentina. Y si bien en los últim os años se

pro d u jeron im portantes aportes que perm itieron com plejizar tanto la obra de am bos autores, com o

el carácter y el sentido de sus polémicas, dichos trabajos apenas trataron las m odalidades que

asum ió el conocim iento histórico y las representaciones del pasad o en las décadas anteriores29.

26 Éste sería por ejemplo el caso del análisis de las ideas de Alberdi y Sarmiento que ensayó Natalio
Botana en La Tradición Republicana, Bs.As., Sudamericana, 1984
27 Estas mismas razones son las que permiten entender por qué en casos como el chileno existe una mayor
tradición en el análisis de los modos de elaboración y de apropiación del pasado producidos durante esos
mismos años. Es que no sólo tuvo un mayor desarrollo de instituciones estatales como la Universidad que
alentaron el conocimiento histórico, sino que éste estuvo mayormente orientado a dar cuenta de la
singularidad chilena en términos de una nación o una nacionalidad desde el período colonial. Lo mismo
en relación a Brasil, donde se produjo una incipiente institucionalización disciplinar al fundarse en 18j8
el Instituto Histórico y Geográfico Brasileiro. Para el caso chileno y una comparación con lo sucedido en el
Plata pueden consultarse mis trabajos “Las prendas jeniales de nuestra sociedad: representaciones del
pasado e identidad nacional en el discurso de las elites político-letradas chilenas (1840-1860) , en
Iberoamericana. América Latina - España - Portugal, Nueva Época, año III, n° 9, Instituto
Iberoamericano, Berlín, marzo de 2003 y “Representaciones del pasado en la cultura y la política chilena
y rioplatense (1830-1860)”, en CD Rom IX Jomadas Interescuelas v departamentos de historia a veinte
años, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, setiembre de 2003. Un examen de las condiciones de
producción de relatos históricos nacionales en Brasil y Argentina en Elias Palti, “Imaginación histórica e
identidad nacional en Brasil y Argentina. Un estudio comparativo” en Revista Iberoamericana, vol. LXII,
núms. 174, enero-marzo 1996. Para una ampliación me remito al apartado 2.2 de la bibliografía final.
28 B. Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Bs.As., 1887 (4o ed. definitiva) e Historia
de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, Bs.As., 1887-1890; V. F. López, Historia de la
República Argentina (Su origen, su revolución y su desarrollo político hasta 1852, Bs.As., 188j - 189_>, 10
vols; F. Bauzá, Historia de la Dominación Española en el Uruguay, Montevideo, 1880-2.
29 Por ejemplo, N. Botana, La libertad política y su historia, Bs.As., Sudamericana, 1991; P. Buchbinder,
“Vínculos privados, instituciones públicas y reglas profesionales en los orígenes de la historiografía
26

Ya sea entonces p o r los contenidos d e las obras con las q u e las elites d ab a n cuenta del p asa d o o

p o r los enfoques em p lead o s para analizarlas, no resulta extraño q u e en su m ayoría éstas h ay an

sido dejadas d e lado o q u e sólo fu eran utilizadas com o fuente inform ativa p ara otro tipo de

indagaciones sin q u e se las considerara com o u n corpus dig n o d e tratam iento sistem ático. Para

peor, las pocas obras q u e sí se exam inaban, solían ser desgajadas del universo d e prácticas,

discursos, representaciones, instituciones y sujetos del cual fo rm ab an parte y en cuyo seno

cobran d en sid ad y sentido histórico.

Esta falta d e interés en analizar sistem áticam ente y en p ro b lem atizar cóm o las elites d ab a n

cu en ta d e su p asa d o no ten d ría p o r qué llam ar la atención. De hecho siguen siendo varios y

sustanciales los aspectos q u e a ú n se ignoran del siglo XIX rioplatense. P ero en este caso resulta

a ú n m ás llam ativo, ya q u e la m ism a historiografía que p restó poca atención a esas produccion es

p lan tea q u e a p a rtir d e 1830 se p ro d u jo u n a presencia cad a v ez m ás im p o rtan te d e corrientes

políticas, ideológicas, d octrinarias y estéticas com o el rom anticism o, las cuales se co n stitu y ero n

e n im p o rtan tes agentes difusores d e concepciones historicistas. De ese m odo se sostiene q u e ei

historicism o se h ab ría id o convirtiendo en u n m arco d e referencia p ara in terp re tar los

fenóm enos sociales y p a ra realizar intervenciones públicas, o rien ta n d o así en gran m e d id a las

p ro d ucciones d e las elites letra d as y políticas30. En ese sen tid o suele destacarse tam b ién la

ru p tu ra p ro d u c id a e n relación a las concepciones históricas vigentes d u ra n te los p rim ero s años

d e v id a in d ep en d ien te, cuyos fuertes resabios de la historiografía eclesiástica colonial ap en as

eran recubiertos p o r u n estilo retórico neoclásico com o p u e d e apreciarse en el Ensayo de la

historia a vil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán publicado hacia 1816-7 p o r el D eán F unes31.

P or el contrario, se sostiene q u e entre 1830 y 1860 com enzó a desarrollarse u n a p ro d u c ció n en la

argentina” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani, tercera serie, n°
13, primer semestre 1996; A. Eujanián, “Polémicas por la historia. El surgimiento de la crítica en la
historiografía argentina, 1864-1882”, en Entrepasados. n° 16, 1999; T. Halperín Donghi, "Mitre y la
formulación de un historia nacional para la Argentina" en Anuario del IEHS. Tandil, 1996; E. Palti, “La
Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional” en Boletín del
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Tercera serie, n° 21, 1er. Semestre,
2001 '

30 Por su carácter sintético y preciso merece citarse a F. Weinberg, para quien a partir de 1830 se habría
producido “una revalorización y reformulación de la historia. La historia va a gravitar en casi todos los
campos de la cultura; va a penetrar y dar historicidad a la literatura, al arte, a la lingüística, a la filosofía,
al derecho, a la política. También va a quebrar encasillamientos tradicionales y hacer difusos los límites
convencionales de disciplinas y géneros”, “Los comienzos de la historiografía romántica rioplatense’’,
Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. LXI, 1988, p. 144.
31 Si bien el texto de Funes siguió gozando de prestigio ya que durante mucho tiempo fue casi el único en
el que se podía encontrar un relato del pasado rioplatense, con el correr de los años comenzaron a
extenderse las valoraciones negativas de su forma y sus contenidos. G. Funes, Ensayo de la Historia Civil
de Buenos Aires. Tucumán y Paraguay. , Bs.As., 2da. ed., Imprenta bonaerense, 1856 [Ira. ed., Bs.As., t.
I, Imprenta de J. M. Gandarillas y socios, 1816, t. II y 111, Imprenta de Benavente, 1817]
27

cual el pasad o cobraba m ay o r carn ad u ra y capacidad explicativa. Se h ab rían p ro d u c id o así

escritos d e carácter pragm ático q u e ya no eran sim ples artificios retóricos d estin ad o s a exhibir la

eru d ició n del autor, ni tam poco se p ro p o n ían ser un m u estrario d e v irtu d es y defectos eternos

d estin ad o s a e d u c ar a la elite dirigente. O tro lugar co m ú n consiste en d estacar q u e la

m ad u ració n de esta corriente se h abría p ro d u c id o tras la b atalla d e C aseros, m om ento en el cual

h ab rían cobrado m ay o r desarro llo y consistencia las m iradas hacia el p asa d o rioplatense com o

consecuencia d e los cam bios políticos provocados p o r la caída de Rosas. De ese m o d o se

aseg u ra q u e se p ro d u jo u n au g e d e estudios históricos cuyo fru to m ás valioso fue la publicación

en 1858/9 d e las versiones prim itivas d e la biografía d e B elgrano escritas p o r B artolom é M itre,

u su alm ente co n sid erad a com o la prim era H istoria N acional A rg en tin a au n q u e a m i juicio en

form a errónea. Esta discusión está d esarro llad a en varios pasajes d e la tesis, p o r lo que sólo

quisiera ad e la n tar q u e esa in terp retació n recién se ajusta a la tercera edición d e 1876/7, la cual

no p u ed e considerarse com o u n a sim ple extensión o m ejora d e la anteriores, ya q u e M itre

introdujo n u evos capítulos, refu n d ió otros y ad ap tó su título a fin d e p o d er d o ta r a su biografía

d e nuevos sentidos32.

P ero m ás allá d e q u e esta in terp retació n sea m ás o m enos a c ertad a o ajustada, el m arco en el

q u e fue realizada p re sen ta im p o rtan tes reparos. Es que incluso si se deja de lado lo q u e debería

h aber sido su m ay o r logro discursivo -u n a H istoria N acio n al-, la difusión del historicism o

rom ántico e n la c u ltu ra rio p laten se debería haber estad o a c o m p a ñ a d a por prácticas, actores e

instituciones acordes d e alg ú n m odo con sus postulados. Y, sin em bargo, b asta re p asar los

análisis referidos a la c u ltu ra del perío d o p a ra n otar q u e estos fenóm enos fu e ro n m ás bien

débiles o, en algunos casos, inexistentes. C on esto quiero d a r cu en ta del carácter paradojal de

u n a in terp retació n canónica pocas veces revisada: el señ alam ien to d e la presencia d e u n a

corriente co n sid erad a v igorosa p ero que sin em bargo, y salvo co n tad as excepciones, n o p ro d u jo

siquiera m ín im am en te aquello q u e d eberían constituir sus prin cip ales logros o m anifestaciones.

Este desacople perm ite e n te n d e r por q u é las representaciones d el pasad o p ro d u c id a s en esos

años fu eron m ay o rm en te d ejad as d e lado o, en el m ejor d e los casos, sólo se ex am in aro n obras o

auto res pu n tu ales, m ay o rm e n te aquellos q u e m ilitaron e n el m o v im ien to rom ántico. A dem ás, y

dejando d e lado su riq u ez a interpretativa, estos estu d io s ten d iero n a privilegiar u n a

aproxim ación anacrónica al co n sid erar a esas representaciones com o anticipos de desarrollo s

~2 Las cuatro ediciones fueron "Biografía del General Belgrano", en Galería de Celebridades Argentinas,
Bs.As. Ledoux y Vignal eds., 1858; Historia de Belgrano, Bs.As., 1858/9; Historia de Belgrano y de la
Independencia Argentina, Tercera y única edición completa, Bs.As., Imprenta y Librería de Mayo, 1876/7,
Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, cuarta edición y definitiva, Bs.As., 1887.
28

fu tu ro s m ás plenos -lo s prim eros textos d e M itre o López suelen ser leídos com o esbozos d e sus

obras m ayores-; o resabios d e u n pasad o q u e se negaba a m o rir com o sucede con p arte d e las

m em orias, biografías y crónicas. Por el contrario, p ara e n ten d e r la cultura del p erío d o es

necesario analizarla en su especificidad, teniendo presente las con tin u id ad es y ru p tu ra s, pero

sin q u erer reducirla a otras configuraciones sociohistóricas. Esta es al m enos la preten sió n que

guía la presente tesis cuyo principal com etido es exam inar las vinculaciones q u e la socied ad

rio p latense estableció con su pasad o en tre 1830 y 1860.

A sp ectos teóricos y m etodológicos


E sta indagación se centró e n la pro d u cció n textual d e aquellos m iem bros d e las elites cuya

posición social, vínculos, capacidades y actividades profesionales y políticas perm ite

considerarlos orientadores d e la v id a pública o, al m enos, representantes d e sus ten d en cias33.

M ás precisam ente m e d e tu v e en las elites políticas y letradas, así caracterizadas por su cap acid ad

p ara articular discursos q u e p u d ie ra n to rn arse socialm ente significativos y p o r p erten ecer o

serv ir a alguno de los E stados, po d eres o facciones en p u g n a, situación d e la q u e difícilm ente

p o d ía n sustraerse los escritores d a d a la ausencia d e u n cam po cu ltu ral autó n o m o y d e un

m ercad o d e bienes culturales34.

D ad o q u e estaba interesado en q u e el exam en fuera lo m ás rico posible, estim é necesario incluir

n o sólo a quienes p o r su form ación o activ id ad com o abogados, clérigos, periodistas, políticos o

funcionarios p u e d e n ser co n siderados escritores, letrados o publicistas, sino tam b ién a tod o s

aquellos q u e elaboraran representaciones d el pasad o d e alg ú n interés público com o es el caso

d e alg unos m ilitares. Del m ism o m o d o procuré am p liar el universo textual exam inado,

u su alm en te re d u cid o a la obra d e unos pocos autores d e ren o m b re y ni siquiera a su to talid a d

pu es, p o r ejem plo, suele dejarse d e lad o o considerarse en form a parcial la pro d u cció n

periodística.

E sta am p litu d , su m a d a a la ausencia d e u n a producción q u e p u e d a considerarse historiográfica

e n u n sentido estricto y a la inclusión e n el exam en de alg u n as im ágenes d e escasa en tid ad

n arrativ a o arg u m en tativ a, son las razones q u e m e llevaron a definir el objeto d e estu d io

33 Cabe notar que el análisis se restringe a las expresiones laicas de esa cultura. Esto no implica que no se
hagan menciones y análisis de expresiones puntuales provenientes de miembros de la Iglesia y menos aún
que se desdeñe su importancia; pero sí que un examen sistemático de sus manifestaciones amerita un
estudio que excede el marco de la tesis.
34 Las relaciones entre política y literatura en la Hispanoamérica decimonónica fueron objeto de
numerosas indagaciones. Entre las más recientes resulta de gran interés el trabajo de J. Ramos
Desencuentros de la modernidad en América Latina. Política y literatura en el siglo XIX, México, FCE,
1989.
29

recu rrien d o a u n a categoría algo laxa com o representaciones del pasado y no a otra m ás restrictiv a

com o p o d ría ser discurso histórico. En cu an to al corpus, y d a d o que en el p rim er cap ítu lo se

realiza una caracterización sistem ática del m ism o, sólo quisiera ad elan tar q u e se integró con

obras de div ersa procedencia en cu an to a géneros y soportes -libros, folletos, prensa, cartas,

m an u scrito s-, pero tam bién d e m uy disím il en v erg ad u ra en cuanto a su en tid a d eru d ita,

conceptual, arg u m en tativ a, n arrativ a o estilística. P roducciones que, a pesar d e esta d iv ersid ad ,

y d ad o q u e tem atizan el p asa d o local en u n m arco sociopolítico com ún con el fin de legitim ar

d istin tas posiciones e intereses, con stitu y en u n a serie que am erita ser co n sid erad a com o u n a

formación discursiva35. El exam en d e esta form ación o serie discursiva, así com o tam b ién el d e

prácticas com o la edición d e colecciones docum entales y el d e instituciones d ed ica d as al

conocim iento histórico, se inspiró en alg u n as p ro p u estas d esarro llad as en el m arco d e la historia

cultural36. E ntiéndase q u e esta idea d e inspiración d eb e considerarse en form a literal, p u es la

tesis no se p ro p u so ser la aplicación d e u n a m etodología p re d eterm in ad a a u n caso concreto,

sino que com parte la necesid ad d e d o tar d e sentido a los objetos culturales inscribiéndolos en

u n a tram a social, política, ideológica y d iscu rsiv a sin la cual p ierd e n d en sid ad histórica.

E strategia ex p o sitiv a y o rg a n iz a c ió n d e la tesis


La tesis consta d e doce capítulos a g ru p a d o s en tres secciones en cada una d e los cuales se

exam ina u n a problem ática particular. D ado q u e los tem as trata d o s no p u e d e n ser p re sen tad o s

en form a n arrativ a sin q u e se p ie rd a el hilo d el relato, o pté p o r u n a estrategia expositiva de

carácter analítico y descriptivo. E n la m e d id a d e lo posible pro cu ré sin em bargo re sp etar u n

o rd en am ien to cronológico, sobre to d o en la seg u n d a y tercera sección.

La p rim era p arte consta d e cinco capítulos y se titu la El conocimiento del pasado. El p ro b lem a q u e

busca d ilu cid ar es el sen tid o q u e ten ían el conocim iento histórico y las representaciones del

p asado, p a ra lo cual presto especial atención a la tensión p ro v o cad a p o r la necesidad d e conocer

y d ifu n d ir el pasad o local y la constatación sobre las d ificultades p ara p o d e r hacerlo o, p eo r

aún, su im posibilidad. Si bien e n cada cap ítu lo se exam ina u n tem a u objeto en p articu lar, éstos

d eb en ser e n ten d id o s com o u n a to ta lid a d n o sólo p o rq u e a p u n ta n a d ar cu en ta d e u n a m ism a

p ro b lem ática sino tam b ién p o rq u e re to m a n y p ro fu n d iz a n las diversas cuestiones p lan tead as. El

35 Noción con la cual se pretende dar cuenta de "una regularidad" "entre los objetos, los tipos de
enunciación, los conceptos, las elecciones temáticas" M. Foucault, La Arqueología del saber, México, Siglo
XXI, 1990, p. 62.
36 Entre la vasta bibliografía teórico-metodológica merece citarse la obra de Roger Chartier El mundo
como representación. Historia cultural: entre práctica v representación, Barcelona, Gedisa, 1992. De mayor
interés, dado que se refiere a una temática afín a la tesis, es el libro de Michel de Certeau La escritura de la
Historia. México, Universidad Iberoamericana, 1993. Para una ampliación de las referencias me remito a los
apartados 1.1 y 1.2 de la bibliografía. •
30

p rim e r capítulo describe y analiza los géneros a través de los cuales cobraron cu erp o las

representaciones del pasado. Tiene com o propósito d ar cuenta del corpus trabajado y, a la vez,

b rin d ar u n a p rim era aproxim ación al sen tid o que tenían esas representaciones. El seg u n d o

to m a com o objeto la edición d e colecciones docum entales y biográficas, práctica q u e perm ite

p o n er de relieve las tensiones existentes en tre las pretensiones eru d ita s y las m o d alid ad es q u e

éstas asum ieron. El tercero es u n a indagación sobre los rasgos asignados a los sujetos

pro d u cto res d e conocim iento histórico y d e u n tópico recurrente: el del historiador futuro. El

cu arto está d edicado a exam inar lo su ced id o con los intentos d e institucionalización d e ese

saber, las causas que im p u lsa ro n la creación d e asociaciones d estin ad as a su estudio, sus rasgos,

y los m otivos por los cuales fracasaron. El q uinto arg u m en ta p o r qué no se elab o raro n historias

nacionales d u ra n te esas tres d écadas a diferencia de lo sucedido en otros países cercanos com o

C hile o Brasil.

La seg u n d a p arte consta d e d o s capítulos extensos y lleva p o r título La negación del pasado: el

mundo indígena y la sociedad colonial. En esta sección se an alizan sistem áticam ente las

representaciones d e ese p asa d o q u e e n form a casi u n án im e q uería ser dejado definitivam en te

atrás. En tal sentido p ro cu ré ir m ás allá d e las generalizaciones sobre el escaso interés q u e estos

tem as tenían p a ra las elites, p re sta n d o atención a las interpretaciones, juicios y representacion es

q u e co m p artían y q u e diferenciaban a distintos sectores, así com o tam bién a su evolución a lo

largo del período. El cap ítu lo seis se centra en las representaciones del m u n d o indígena, y hace

tam b ién u n as com paración con las elab o rad as p o r políticos y escritores chilenos. El capítu lo

sép tim o se aboca al p a sa d o colonial p o n ien d o de relieve el tratam ien to abstracto q u e se hacía de

él y el juicio crítico q u e en general m erecía. Este exam en se detiene p articu larm en te en el

discurso d e la G eneración d e 1837 y del rosism o, p ara luego d a r cuenta de algunas m utaciones

p ro d u c id a s en la décad a d e 1850 q u e alen taro n u n tibio y lim itado proceso d e revalorización.

La tercera p arte consta d e cinco capítulos y lleva p o r título La creación de un nuevo pasado: la

Revolución de Mayo como mito de orígenes. Esta sección constituye la contracara d e la anterior,

p u es se centra en la com pleja construcción d e u n nu ev o origen p a ra la sociedad rioplatense y en

los conflictos suscitados al q u erer d o tarlo d e sentido. Los capítulos exam inan la serie d e

representaciones sobre la R evolución in a u g u ra d a s en 1817 p o r el D eán Funes, sus

transform aciones, su utilizació n e n el m arco d e las lu ch as facciosas y regionales, y el cierre q ue

le d io B artolom é M itre al p la n te a r u n a rein terp retació n d e ese proceso y d e la obra d e quienes

hicieron referencia a él.


En las Conclusiones se reto m an y sistem atizan los principales resultados alcanzados, a la v ez q u e

se p lan tea n alg u n as de sus proyecciones ya sea en lo q u e hace a u n a m ejor co m p ren sió n d e la

v id a pública del período, com o d e su p o sterio r deriva.


32

PRIMERA PARTE

EL CONOCIMIENTO DEL PASADO

La historia, pues, de las sociedades humanas es hoy para las ciencias sociales
lo que la geología para las ciencias naturales. (...) El historiador sigue el
mismo rumbo; en los tiempos pasados, en la sucesión de naciones que han
habitado el globo, en las revoluciones que las han agitado, transformado o
hecho desaparecer, busca la explicación de los fenómenos sociales que hoy se
presentan a su vista, y con el auxilio de los antecedentes históricos, se da
cuenta de lo que es, por lo que ve que ha sido en todos los tiempos y lugares.
El estudio de la historia ha asumido, por tanto, el rango de estudio
preparatorio, con más título que la lógica, la retórica y los demás estudios
llamados clásicos.
D om ingo F. Sarm iento, 1843

la historia no es un cuento de adas, ni una simple i menuda relación de


todos los echos realizados en las naciones, sino la representación científica,
es decir, sistemada, ajustada a un orden de progresión bien patente entre las
verdaderas causas i los verdaderos efectos de todos los cambios qe sufre el
modo de ser de una nación; científica, decíamos, i literaria, es decir, una
relación reducida a tales formas, a tal plan i a tal estilo qe qeden comc en
relieve los acontecimientos qe sean fundamentales según la manera de ver
del istoriador, i agrupados alrededor de estos, con orden, con variedad, con
simetría i colorido, todos los demas sucesos qe sin poder ocupar la primera
línea sean no obstante oportunos para acer conocer el jérmen o los resultados
de esos acontecimientos fundamentales
Vicente F. López, Curso de Bellas Letras, 184537

^ D. F. Sarmiento, "Apertura de un curso de historia en el Colegio de Santiago", en OCS. t. IV, pp. 288/9
rEl Progreso. Santiago de Chile, 10/4/1843]; V. F. López, Curso de Bellas Letras. Santiago de Chile,
Imprenta del Siglo, 1845, p. 213. -
■ 33

En esta sección se exam inan las características, el significado y la im portancia q u e se le asignaba

al conocim iento, representación y d ifu sió n del pasado. Dicha indagación se centra en los

propósitos, logros y lim itaciones q u e tu v iero n los m edios a través d e los cuales se buscó d a r

form a a ese saber, pero tam b ién e n las percepciones q u e las elites tenían de éstos. En tal sen tid o

se p ro p one destacar la tensión p ro v o cad a p o r la constantem ente proclam ada necesidad de

conocer el pasad o local y la constatación sobre las dificultades p ara hacerlo o, peor aún, su

im posibilidad. En tal sen tid o se p ro p o n e

La sección consta d e cinco cap ítu lo s en cad a u n o d e los cuales se analiza u n tem a u objeto. Estos

d eb en ser sin em bargo e n ten d id o s com o u n a to talid a d p orque se trata n d e diversas

aproxim aciones a u n a m ism a problem ática, pero tam bién p o rq u e en cada u n o d e ellos se

retom an y p ro fu n d iz an las diversas cuestiones planteadas. El prim ero, que es el m ás extenso,

tiene u n doble fin: describir el corpus d e la investigación y exam inar los pro p ó sito s q u e ten ían

los autores y el sentido q u e p o d ía n cobrar en sus escritos las representaciones del pasado. El

seg u n d o tom a com o objeto d e análisis la edición d e colecciones docum entales y biográficas,

práctica q u e perm ite p o n er d e relieve las tensiones existentes en tre las pretensiones e ru d ita s y

las m o d alidades que éstas p o d ía n asum ir. El tercero es u n a indagación sobre los sujetos

p ro d u cto res de conocim iento histórico y sobre u n tópico recurrente: el del historiador futuro. El

cu arto está d edicado a exam inar lo su ced id o con los intentos de institucionalización d e ese

saber, las causas q u e im p u lsa ro n la creación d e asociaciones d estin ad as a su estu d io , su s rasgos,

y los m otivos p o r los cuales fracasaron. El quinto y ú ltim o es u n a arg u m en tació n sobre las

causas por las cuales no se elab o raro n historias nacionales d u ra n te esas tres décadas.
34

Capítulo I
Conocimiento histórico, representaciones
del pasado y géneros discursivos

yo soy de los qe. se ríen de los trabajos literarios de la América. Pero ¿qué
quiere Ud., es preciso trabajar; todo lo qe. hagamos lo más será mato, lo
es, de cierto; po. lo qe. importa es pensar qe. es útil y en qe. pr. tanto
estamos obligados a hacerlo.
Vicente F. López a Juan M. G utiérrez, 1845.

Parecíame entonces que una serie de novelas destinadas á resucitar el


recuerdo de los viejos tiempos, con buen sentido, con erudición, con
paciencia y consagración séria al trabajo, era una empresa digna de tentar al
mas puro patriotismo; porque creia que los pueblos en donde falte el
conocimiento claro y la conciencia de sus tradiciones m ám ales, son como
los hombres desprovistos de hogar y de familia, que consumen su vida en
oscuras y tristes aventuras sin que nadie quede ligado á ellos por el respeto,
por el amor, ó por la gratitud. Las generaciones se suceden unas á otras
abandonadas á las convulsiones y los delirios del individualismo.
Vicente F. López, "C arta-P rólogo" a La Novia del Hereje o la
Inquisición de Lima, 185438.

38 V. F. López a J. M. Gutiérrez, Santiago de Chile, 18/7/1845 en AE. tomo 11, p. 4; V. F. López,


Montevideo, 7/9/1854, en El Plata Científico y Literario. Revista de los Estados del Plata sobre
Legislación, Jurisprudencia, Economía-Política, Ciencias Naturales y Literatura, Bs. As., Imprenta de
Mayo, p. 149. •
35

El C o rp u s
E n la introducción p u d im o s ap reciar q u e d esd e inicios d e la d écada d e 1830 había ido co b ran d o

cu erp o en la cu ltu ra rioplatense u n a n u ev a concepción sobre la H istoria, cuyo conocim iento era

co n sid erad o adem ás necesario p ara d ilu cid ar el presente y el futuro. Esto, entre o tras razones

q u e iré precisando, perm ite explicar p o r q u é se pusieron en m archa u n a serie d e discursos,

prácticas e instituciones orien tad o s a d ar cuenta no sólo del pasado, sino tam b ién d e la

actu a lid a d en tanto presente histórico. Pero la im portancia d e este m ovim iento no rad ica tan to

e n h aberse constituido en u n foco d e en v e rg ad u ra en la cultura del período, sino m ás bien en su

incidencia en el conjunto d e la producción discursiva al afectar tan to sus form as y co n ten id o s

com o su orientación y percepción. En ese sen tid o resulta válido sostener que se trató d e u n a

cu ltu ra historicista; o, si se prefiere, d e u n a cu ltu ra en la q u e el historicism o se convirtió en u n a

m atriz significativa a la h o ra d e p ro d u c ir y d e valorar sus diversas expresiones.

D ad o q u e el conjunto de la p ro d u cció n discursiva resultó así afectada, el análisis sobre cóm o las

elites d ab a n cuenta d e su p asa d o no p o d ía restringirse a u n a serie d e textos delim itad o s a priori.

D e ese m odo, y m ás allá del interés q u e p u e d e p resen tar la consideración d e u n conjunto

d o cu m en tal am plio y heterogéneo, la p ro p ia problem ática p lan tea d a d em an d ó el exam en d e

textos d e m uy diversa índole en lo que hace a su autoría, género, soporte, en v erg ad u ra, calidad

u objetivos. Textos en los que, adem ás, el pasad o no siem pre es recu p erad o e n form a

a rg u m e n tativ a o narrativa, ra zó n por la cual o pté por re cu rrir a u n a categoría com o

representaciones del pasado y no a otra m ás restrictiva com o p o d ría ser discurso histórico o

historiográfico.

Es cierto, y así lo d em u estra n los n u m ero so s estu d io s dedicados a la m em oria histórica o la

m em o ria colectiva, que este tipo d e enfoque p u ed e practicarse con provecho en diversas

situaciones. Sin em bargo, e n este caso no se trató tan sólo d e u n a elección q u e perm ite

co n sid erar textos no canónicos o interrogar u n espectro m ás am plio de autores, sino q u e m ás

b ien fue u n a exigencia d e riv a d a d e los interrogantes plan tead o s p o r la investigación. Esto se

refu erza adem ás p o r el hecho d e que el interés p o r el pasad o no generó u n a p ro d u cció n

discu rsiva autónom a, cualquiera sea el concepto d e autonomía q u e se utilice y que em pleo a

d isg u sto p o r no contar con otro m ejor. En efecto, com o p o d rá apreciarse a lo largo d e la sección,

su conocim iento, representación y difusión era n co nsideradas actividades literarias o rien tad as

h acia fines pragm áticos, m ay o rm en te d e índole cívica o sociopolítica. Y si ésta no era la

o rientación q u e quería im p rim irle el au to r a su obra, difícilm ente su s lectores h u b ie ro n p o d id o

percibirla o valorarla de otro m odo.


36

Esta falta d e autonom ía o, m ejor aún, la presencia de representaciones del pasado en el conjunto de

la producción discursiva -q u e no constituyen un m ism o fenóm eno aunque se los p u ed a

confundir-, planteó algunos problem as en los inicios d e la investigación. El principal fue q u e

au n q u e estim aba que los textos y los autores usualm ente analizados no logran d ar cuenta de lo q ue

acontecía en el conjunto d e las elites, tam poco contaba con criterios claros p ara delim itar algún

corpus que sí lo perm itiera. En consecuencia, y p ara no restringir la indagación, lo fui

construyendo a lo largo d e la investigación sin tener p o r qué ceñirm e a priori a género, soporte,

texto o au to r alguno. Lo cual no im plicó en m odo alguno la ausencia de toda guía que orientara la

búsqueda, la lectura y el exam en de los textos.

En prim er lugar, y com o estaba interesado en analizar lo qüe podría considerarse com o el proceso

de construcción colectiva del pasado, privilegié aquellos escritos cuya circulación hubiera tenido

alguna incidencia o, al m enos, q u e resultaran representativos de las posiciones ideológicas y d e las

sensibilidades de las elites. Es por eso que presté especial atención a la actividad periodística, d ad o

que la prensa se constituyó e n el principal soporte de la cultura letrada del período y, a la vez, g ran

parte de los letrados fueron periodistas o dieron a conocer sus escritos a través d e la prensa. En ese

sentido debe tenerse presente q u e su im portancia no fue sólo cuantitativa, sino tam bién cualitativa,

y a que dicho m edio condicionó tanto la producción, com o la circulación y la inteligibilidad d e los

discursos, aspectos a los q u e en general no se les h a prestado dem asiada atención39. En segundo

lugar, y com o estaba interesado en las obras referidas a fenóm enos, hechos o procesos que eran

considerados parte d e u n a historia que se reputaba con capacidad p ara incidir en la actualidad,

desestim é aquellas cuyos contenidos se refieren a la historia eu ro p ea antigua y m edieval, a la de

pueblos asiáticos y a la sagrada. Esto no im plica en m odo alguno desconocer su valor e interés,

sobre todo en el caso d e esta últim a, pero su exam en excede los alcances de esta investigación40. En

tercer lugar presté atención preferente a aquellos textos cuya tram a o argum entación presentan

cierta densidad y capacidad descriptiva o explicativa del pasado, aunque ahora se nos ocurran

precarias o toscas. Es p o r esta razó n que dejé de lado algunos géneros com o los anales, a los que

sólo consideré para cuestiones específicas com o los cam bios en la percepción d e la tem poralidad.

Del m ism o m odo sólo traté im as pocas obras que alu d en a los fenóm enos o hechos del pasado en

j9 Algo similar puede plantearse en relación a la correspondencia, en general considerada como una fuente de
información sobre algún episodio o figura, cuando amerita ser analizada como un objeto con valor propio,
sobre todo si se considera que numerosas cartas eran concebidas para que circularan públicamente -y muchas
que no lo habían sido, también alcanzaron ese estado-.
40 La productividad que puede tener una indagación de ese corpus puede apreciarse en el trabajo de
Roberto di Stéfano “Lecturas políticas de la Biblia en la revolución rioplatense (1810-1835)" en Anuario
de Historia de la Iglesia XII, Universidad de Navarra, Facultad de Teología, Instituto de Historia de la
Iglesia, 2003. -
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form a retórica o que los tratan com o m odelos atem porales. Éste es el caso d e la producción poética

y de num erosas piezas oratorias, sobre todo las de carácter fúnebre, m ás allá d e q u e fuesen

posteriorm ente publicadas, ya q u e en general se valoraba su dim ensión retórica m ás q u e su

carn ad u ra histórica.

Las n u m erosas obras q u e c u m p len con estos requisitos p u e d e n ser tam b ién a g ru p a d a s en

diversos conjuntos con m o d alid ad es discursivas, m otivaciones y finalidades específicas. El

p resen te capítulo tiene com o p ropósito describir y analizar sus principales rasgos a fin d e p o d e r

ap reciar m ejor cóm o condicionaban la producción, circulación y recepción de las

representaciones del pasado. En tal sentido distinguí cuatro gran d es gru p o s d e textos: los

biográficos y testim oniales; los estu d io s históricos y geográficos; los ensayos; y las obras

literarias. C abe aclarar q u e no se trata d e u n a categorización absoluta, ya q u e en m o d o alg u n o

considero q u e estos textos p u e d a n en cu ad rarse en u n a taxonom ía precisa q u e los re d u z c a a u n

género discursivo único e inequívoco. Debe entenderse entonces q u e esta clasificación está

su b o rd in ad a a la problem ática plan tead a, p u d ien d o utilizarse otras con igual leg itim id ad , y q u e

su único propósito es p erm itir u n o rdenam iento sistem ático del Corpus p a ra facilitar su

descripción y análisis.

Textos biográficos y testimoniales


Las obras del p erío d o e n las cuales se p u e d e n encontrar m ay o r ca n tid a d d e rep resen tacio n es del

p asa d o so n las d e carácter biográfico y testim onial com o las autobiografías, biografías,

m em orias y rectificaciones históricas41. La am p litu d d e este co rp u s tiene la v irtu d d e q u e su

análisis perm ite considerar u n extenso universo d e obras sin tener p o r q u é ceñirse a las

p ro d u c id a s por unos pocos au to res d e renom bre. Esto no im plica sin em bargo su p o n e rla s

eq u iv alentes entre sí: com o h a sido señalado p o r la crítica literaria y el análisis del discurso,

d ifieren en aspectos sustanciales com o la enunciación que a los fines d e la p resen te ind ag ació n

no resu ltan sin em bargo relevantes.

H a y otras diferencias q u e sí am erita n ser precisadas p u es átañ e n a los p ro b lem as aq u í

p lan teados. Me refiero al hecho d e q u e si bien estas obras se refieren al pasad o , sus rasg o s no

su elen ser p ro fu n d izad o s m ás allá del contexto inm ediato q u e p erm ite situ ar las v id a s o los

41 Entre éstos lo que han merecido mayor atención son las memorias y las autobiografías, destacándose
los estudios de Adolfo Prieto La literatura autobiográfica argentina. Bs.As., CEAL, 1982 y de Silvia Molloy
Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica. México, FCE, 1996. Como obras de
referencia pueden consultarse de R. Trostiné “Catálogo de las memorias y autobiografías argentinas
(1810-1852)” en Anuario de Historia Argentina. V, Sociedad de Historia Argentina, 1947; y de M.
Caffese y C. Lafuente Mayo en la bibliografía. Bs.As., Universidad de Buenos Aires, 1961.
38

ep iso d io s n arrados. Y, en caso d e hacerse referencias a contextos m ás am plios, se trata n d e

apreciaciones abstractas o de clichés com o los d estinados a fustigar el orden c o lo n ia l. Es p o r eso

q u e d en tro d e este corpus se destacan u n as pocas obras en cuya tram a los contenidos históricos

ad q u ieren m ayor d en sid ad por su cap acid ad de p ro d u c ir interpretaciones significativas d e

procesos o estructuras. En v erd ad , los au to res de estas obras no hacían m ás .que p o n e r en

práctica las concepciones en boga sobre el p ap e l de las biografías com o cifra d e la sociedad d e la

cual fo rm an parte las p erso n alid ad es retratadas. S egún Sarm iento, un ferviente defensor y

cu lto r del género,

"La biografía de u n hom bre que h a d esem p eñ ad o u n gran papel en u n a época y país
d ados, es el resu m en de la historia contem poránea, ilu m in ad a con los an im ad o s colores
q u e reflejan las costum bres y hábitos nacionales, las ideas dom inantes, las tendencias d e
la civilización, y la dirección especial q u e el genio d e los grandes hom bres p u e d e im p rim ir
a la sociedad"42

C abe n o tar q u e a pesar d e constituir u n lu g ar co m ú n señalar q u e esta valoración es p ro p ia del

rom anticism o, la m ism a no se restringió a quienes m ilitaron en sus filas. Así, tras el

fallecim iento del político o riental S antiago V ázquez, el ilu strad o y neoclásico Florencio V arela

trazó u n breve retrato d e su persona en El Comercio del Plata, lam entándose p o r no hab er p o d id o

escribir u n a biografía dig n a d e ese nom bre. Pero no sólo p o r falta d e espacio y d e tiem po, sino

tam b ién p o rq u e

"L a biografía d e u n h o m b re público, si h a d e llenar las condiciones y los objetos q u e la


ra zó n u n iversal exije hoy d el trabajo del biógrafo, equivale casi á escribir la h isto ria del
p u eb lo y d e la época en q u e el h o m b re público v iv ió "43

El consenso en to rn o a estos principios n o fue sin em bargo estím ulo suficiente p a ra lo g rar u n a

p ro d u c ció n acorde a los m ism os. En efecto, a pesar d e las teorías sobre el p ap el d e los grandes

hombres, a pesar d e la im p o rtan cia atrib u id a a las biografías com o m odelo público o p o r su

c a p acid ad d e rep resen tar u n estad o social, a pesar d e la g ra n circulación d e las m ism as y del

interés con que era n leídas, fueron escasas las obras q u e p u d ie ro n cum plim entar las exigencias

en u m erad as p o r Varela. Es p o r eso q u e d eb e n buscarse o tras m otivaciones p a ra p o d e r explicar

la proliferación d e textos dedicados a relatar la v id a d e u n a perso n a o d e sus recu erd o s a m o d o

d e testim onio o m em orias d e lo viv id o o presenciado. Las siguientes pág in as tienen com o

p ro p ó sito trata r esta cuestión

42 D. F. Sarmiento, "De las biografías", en OCS. tomo I, pp. 182 1E1 Mercurio. 20/3/1842].
43 CP n° 448, 14/4/1847. .
39

Lo p rim ero que llam a la atención entonces al exam inar estas obras, es que gran p a rte d e las

m ism as se restringen a n a rra r la participación de sus p rotagonistas com o testigos o actores d e

d eterm in ad o s hechos, sin m ayores pretensiones de d ilu cid ar su sentido o ubicación d en tro de

u n a estru ctu ra o proceso d e m ay o r alcance. Esto era asu m id o explícitam ente p o r alg u n o s d e su s

autores, quienes aseg u rab an q u e su p ropósito era consignar d eterm inados hechos p a ra p o d e r

establecer la v e rd ad d e lo acontecido. E n ese sentido no sólo decían estar d esp reo cu p ad o s p o r el

estilo em pleado sino q u e p o r m om entos tam bién parecían estarlo por la en v e rg a d u ra o p o r la

im portancia de los hechos narrados. Por ejem plo, el C oronel Lugones plantea en sus Recuerdos

que

"A l em p re n d er u n trabajo tan su p erio r á m is fuerzas y ajeno hasta cierto p u n to d e mi


profesión, h e tenido en cuenta concurrir con m i grano d e arena al esclarecim iento d e la
v erd ad histórica d e m i país, tran sm itien d o á la p o sterid ad en su verd ad ero p u n to d e vista,
los d istinguidos hechos d e tantos varo n es ilustres, hijos benem éritos d e la P atria. Estos
a p u n tes no serán u n m odelo d e elocuencia y erudición, ni encontrarán los q u e los lean
aquel estilo florido d e otros escritores q u e p o r sí solo b asta ecsitar interés y ca u tiv a r la
atención; yo escribo á m i m odo, llana y sencillam ente los hechos que h an p a sa d o an te m is
ojos y de los cuales soy actor y testigo; sin prevención d e n in g u n a clase, sin p re te n sió n de
n in g u n a especie y sin aspiración d e n in g ú n género (...) M is lectores m e d isp e n sa rá n si en
los prim eros pasos d e m i carrera m ilitar m e ocupo d e pequeñeces insignificantes p ara
otros; pero p ara m í d e m u y gratos recuerdos"44.

Ese desinterés p o r el estilo y p o r la relevancia de lo n a rra d o resu lta com prensible cu a n d o se

co n sidera q u e lo q u e e n v e rd a d se p ro p o n ía n los au to res era p o r sobre to d o testim oniar,

recordar, ensalzar o dejar a salvo el b u e n no m b re y h onor d e sus protagonistas. Es p o r eso q u e

en g ran p arte d e estas obras p u e d e n en co n trarse dos estrategias argum entativas: p o r u n lado,

en d ilg arle errores y fallas a su b o rd in ad o s q u e no cum plieron con su deber o a su p erio res q u e no

su p iero n escuchar consejos oportunos; p o r el otro, resaltar las iniciativas perso n ales q u e

p erm itiero n alcanzar u n re su ltad o favorable, en especial en el caso d e acciones m ilitares y m ás

a ú n si fueron to m ad as p o r cuenta pro p ia sin el aval d e sus superiores.

M ediante estos textos se p re te n d ía entonces exaltar la gloria y defender el honor. R ecordem os

q u e este últim o atrib u to estaba v inculado tan to a la pertenencia fam iliar, el lu g ar d e o rig en y la

posición social, com o al n o m b re ad q u irid o a través del com portam iento y las acciones públicas

y p riv ad as45. Esta v irtu d trascendía al in d iv id u o en cuestión h asta abarcar a to d a su fam ilia,

44 Lorenzo Lugones, Recuerdos históricos sobre las campañas del Ejército Auxiliador del Perú en la
Guerra de la Independencia en esclarecimiento de las memorias postumas del Brigadier General don José
María Paz. Bs.As., 2da. ed., 1888, pp. 5 y 6 [Ira. ed., Bs.As., 1855],
45 Un ejemplo elocuente sobre el significado que podía tener la defensa del honor entre los militares, se
encuentra en el relato que hace Lugones de su ingreso al primer ejército patrio al que, podría decirse,
- . 40

circunstancia q u e perm ite en ten d e r la participación activa d e d e u d o s e n la elaboración o

publicación d e biografías, m em orias o relatos testim oniales, así com o la recurrencia e n d estac ar

q u e los m ayores bienes legados eran los ejem plos y el b u e n nom bre. Es p o r eso tam bién que,

m ás allá d e las convenciones d e género y d e la pertinencia d e ap elar a u n recorrido cronológico

p a ra trazar u n a curva vital, la m ayoría d e estas obras se inician con u n a breve referencia a los

an tecedentes fam iliares, lu g ar d e origen, posición social y estudios.

La im p ortancia asignada a este tipo d e obras p u e d e apreciarse en u n a reflexión d e Rosas

p ro v o cad a por su p ed id o a Estanislao L ópez p ara q u e le en v iara u n a relación d e su v id a a fin d e

p o d er hacer su biografía, a la q u e estim aba com o el

"(...) m odo m ás suave d e p o n er en claro n u estra cuna, nu estra h o n ra d ez y n u estro s


servicios a la patria. El m ás decente p a ra co n fu n d ir a los m alv ad o s que nos h ab ían tirad o
sin p ie d a d " 46.

Esta ú ltim a apreciación po n e d e m anifiesto otro aspecto q u e resulta necesario tener p resen te

p a ra co m p ren d er el sentido d e estas obras: el hecho d e h ab er sido p ro d u c id a s en el m arco d e las

luchas que d esg arrab an la sociedad rioplatense. De ese m odo, la crisis del o rd e n colonial, la

revolución, las guerras d e in d ep en d en cia y los conflictos político-m ilitares que les sucediero n ,

con stituyen el trasfondo d e esos relatos e n los que los atrib u to s de honorabilidad se c o n fu n d e n

con los d e u n a n u ev a v irtu d o, m ás precisam ente, d e u n a v irtu d an tig u a p ero ah o ra c a rg ad a de

n u ev o s sentidos: el patriotismo. D e hecho, los relatos to m an e n general com o p u n to d e p a rtid a

d e las acciones d e sus p ro tag o n istas a las invasiones inglesas, la R evolución d e M ayo o las

gu erras d e independencia. Es decir, el m o m en to d e su iniciación en la v id a pública o cívica,

p ero tam bién el m om ento d e iniciación d e esa m ism a vida. C om o verem os e n el capítulo octavo,

la R evolución h abía d o ta d o d e sen tid o a los acontecim ientos p ero tam bién a las p ro p ias v id as

lan zad as p o r rum bos no sólo im previstos sino im pensables.

Estos condicionam ientos eran tan fuertes q u e incluso las narraciones que buscan circunscribirse

a u n ám bito dom éstico no p u e d e n ev itar hacer referencia a la conflictiva v id a púb lica

había sido ofrendado por su padre dada su minoría de edad. Todavía medio siglo más tarde recordaba con
orgullo una carta en la que éste le prevenía “que en todo caso el honor es lo primero y habiendo de elegir un
partido entre la muerte ó la deshonra, no se debe trepidar en abrazar lo primero”. Además, le adjuntaba algo
que consideraba esencial: ”(...) la fe de bautismo acompañada de los certificados de tu buen origen, requisito
necesario para ser admitido en tu clase, no obstante que, la genealogía del militar está en la foja de sus
servicios y los ascensos obtenidos con suficiente méritos, son los verdaderos títulos de su linage”. Id., p. 9.
46 Juan Manuel de Rosas a Manuel García, Villa de Luján, 30/3/1830, cit. por E. Barba “Noticias
bibliográficas sobre unitarios y federales”, en AA.VV Unitarios v federales. Bs.As., Granica, 1974, p.
160. W •

I ■
41

in a u g u ra d a p o r la revolución y a la participación de sus protagonistas en la m ism a. E ntre o tras

razones, esto perm ite explicar por q u é en gran p arte d e estos textos suelen aparecer

c o n fu n d id o s diversos planos e intencionalidades, ya q u e p o d ía n tener com o destinatarios a la

fam ilia y los allegados pero tam bién a la opinión pública. O, m ás precisam ente, estaban

d estin ad o s a la fam ilia p ara que ésta p u d ie ra alegar ante esa opinión, com o hizo explícito C.

S aav ed ra cuyas m em orias decía legar a sus hijos para

"q u e les sirva de guía en los casos q u e p u ed an ocurrir después d e mi fallecimiento. Por mi
T estam ento les he legado el honor que heredé de mis abuelos y el que supe adquirir con mis servicios,
y ellos son interesados en conservarlo, sostenerlo y defenderlo de las incursiones de la intriga
y m aledicencia"47.

Y si éste no era el objetivo d e sus autores en v e rd ad n o im p o rta dem asiado, pues en nu m ero sas

ocasiones m em orias d estin ad as al círculo íntim o - o q u e decían estarlo, lo cual no siem p re

resu lta d el to d o claro-, fu e ro n ed itad a s e n v id a o tras la m u erte del au to r d o tán d o las así de

n u ev o s sentidos al constituirse en obras d e dom inio público. En ese m arco deben en ten d erse

tam b ién varias publicaciones debidas a la iniciativa d e parientes a fin d e reivindicar o justificar

el accionar d e u n a figura a través de la redacción de u n a biografía o u n a crónica. Este es el caso

d e la defensa hecha p o r José A renales d el accionar d e su p a d re en la cam paña de la Sierra del

P erú, escrita en resp u esta a las Memorias del G eneral M iller q u e lo habían dejado m al p a ra d o 48.

C ab e señalar p o r últim o q u e m uchos d e estos textos ten ían e n tre sus finalidades, y a veces era la

p rim era o la única, acreditar m éritos o servicios que e sp e rab a n ser reconocidos no tanto p o r los

d eu d o s, los allegados o la o p in ió n pública, sino m ás b ien p o r el Estado, fu n d am en talm en te en el

caso d e m ilitares q u e esp erab an ver recom pensados sus servicios. De ahí q u e u n a porción d e

este co rp u s no p resen te m ay o r interés, p u e s se trata d e reconstrucciones d e fojas d e servicios

aco m p añ ad o s p o r docum entos probatorios y algunas observaciones en extrem o puntuales.

L legados a este p u n to resu lta necesario señalar que m ás allá d e su en v erg ad u ra, calidad, o de

las intenciones d e sus autores, algunas d e estas obras g o zaro n d e u n a am plia difusión p asa n d o

así a fo rm ar p arte d e la m em oria pública o, m ás precisam ente ya q u e de ello se trataba, d e la

47 Comelio Saavedra ’’Memoria Autógrafa” en Museo Histórico Nacional, Memorias v autobiografías.


tomo I, p. 22 [Bs. As, La Gaceta Mercantil. 20/3 a 28/4/1830].
48 En cuanto a su deber filial, en el texto “Preliminar” y tras reseñar otras obras que estaba realizando,
plantea que “Sea cual fuere la importancia de estos escritos, me dije á mí mismo, si ya es inevitable salir á
la palestra, siempre me será mas satisfactorio y aun mas honorífico, que la primera producción que salga
de mi mano, sea la que es consagrada al buen nombre y reputación pública de mi respetable padre.”. José
Arenales Memoria Histórica de las operaciones de la división libertadora al mando del general Arenales
en su segunda campaña a la Sierra del Perú en 1821. Bs.As., La Cultura Argentina, 1920, p. 45 [Bs.As.,
Imprenta de La Gaceta Mercantil, 1832]. •
m em oria d e las elites post-revolucionarias, co n fu n d id a o identificada con la p ro p ia histo ria d e

sus co m unidades. En efecto, su publicación, m ayorm ente en la prensa, com o folletos y libros, e

incluso su circulación com o copias m anuscritas -fen ó m en o poco estu d iad o pero d e in d u d ab le

im p o rtan cia-, constituyó u n en tra m ad o d e textos q u e se to rn ó u n referente ineludible p ara

atestig u ar sobre hechos del pasad o reciente y, así tam bién, p a ra in d ag ar el sentido de esa

experiencia y su posible incidencia en la actualidad. Este en tra m ad o no resp o n d ió a u n a

estrategia d e institución, grupo o persona alguna q u e p u d ie ra controlarla o al m enos

prom overla, a u n q u e h u b o algunos intentos e n ese sentido. P or el contrario, obedeció a u na

lógica q ue p o d ría calificarse com o d e agregación o d e corrección, fo m en tad a p o r la necesidad d e

contestar, rebatir o p ro fu n d iz ar relatos q u e circulaban en form a m anuscrita u oral y, m ás aún,

en textos publicados com o libros, folletos o artículos periodísticos. Es q u e si los sucesos allí

n arrad o s o las acciones d e sus p ro tag o n istas ponían en juego el b u en nom bre y honor de una

persona, a ésta o a sus parientes no les q u e d a b a m ás q u e d a r u n a respuesta tam bién pública49.

De ese m odo, y al igual q u e en los otros planos d e las relaciones d e las elites, la construcción d e

u n a m em oria colectiva fue objetó d e d isp u tas personales, fam iliares, facciosas y regionales. N o

p arece extraño entonces q u e gran p arte d e estos escritos fu e ran p u b licad o s en form a po stu m a,

varios d e ellos incluso décadas m ás ta rd e y m uchas veces en fo rm a parcial a fin d e no afectar el

n o m b re y el h onor d e algunas personas y d e sus familias.

P ara ilu strar este proceso resulta ú til re co rd a r las in m ed iatas críticas y refutaciones q u e suscitó

la publicación d u ra n te 1855 d e las Memorias Postumas del general Paz, en las q u e se p u e d e n

percibir tensiones m o tivadas p o r diferencias personales, faccionales o regionales30. A lgunas

respuestas, com o las d e C ornelio Zelaya, circularon e n form a oral o m anuscrita; m ientras q ue

o tras fueron publicadas ese m ism o año, com o las d e los u su alm en te irritables G regorio A ráoz

d e L am adrid y Tom ás d e Iriarte, o la m ás m o d era d a d e L orenzo L ugones51. U na p artic u la rid ad

d e estas resp u estas es q u e la p reten sió n d e n o dejar p asar m enciones u om isiones que afectaran

49 Algunos de estos textos aparecieron en la prensa o como folletos bajo el título de rectificaciones
históricas, que se constituyó así en un género a través del cual se disputaba sobre el pasado o, más
precisamente, sobre hechos y figuras de ese pasado. Con el correr de los años se iría despersonalizando y
oficiaría como canal para discutir problemas de otra índole como las concepciones sobre la Historia y su
legalidad, las forma narrativas o el uso de las fuentes.
50 José María Paz, Memorias postumas. Bs.As., Biblioteca del Oficial, 1924 [Bs.As., 1855].
51 L. Lugones, Recuerdos históricos.... op.cit.; G. Aráoz de Lamadrid, Observaciones sobre las memorias
postumas del brigadier general D. José M. Paz. Bs.As., Imprenta de la Revista, 1855; T. Iriarte, Ataque y
defensa, y juicio sumario de las Memorias del General Paz. Bs.As., Imprenta Americana, 1855; C. Zelaya,
“Memorias de sus servicios desde 1806 hasta 1810, escritas por él mismo antes de morir’', en Biblioteca
de Mayo. Colección de Obras v Documentos para la Historia Argentina, tomo II, Autobiografías, Bs.As.,
1960. [Bs.As., 1855]; aparte de algunos artículos periodísticos, también se pueden agregar unos
comentarios sobre el General Belgrano debidos a José C. Balbín, “Observaciones y rectificaciones
históricas a la obra “Memorias Postumas'’ del General don José María Paz”, en Ibíd.
43

el b u en nom bre y el honor llevó a varios im p u g n ad o re s a enjuiciar críticam ente no sólo al au to r

sino tam bién a los editores. Es que a alg u n o s les resu ltab a difícil congeniar la im agen q u e tenían

d e P az con su escrito, p o r lo que p o n ían en d u d a sino su autoría, al m enos su v o lu n tad d e d arlo

a conocer sin hab er sido corregido.

A Z elaya p o r ejem plo le resultaba increíble q u e P az se h u b iera p ro p u e sto ocultar su nom b re

h asta en aquellos casos q u e se refiere explícitam ente a él, ya q u e solía honrarlo en público, d e lo

cual eran testigos sus propios editores. P or eso su p o n e q u e h ab ían sido éstos quienes h ab rían

tem id o e m p añ a r las Memorias con su nom bre, pues d e haber sido P az se trataría d e un m iserable

falsario. Pero esta posibilidad le parece u n "sacrilegio" ya q u e no lo cree tan despreciable.

C oncluye entonces que d e haber q u e rid o publicar el texto h ab ría corregido sus im perfecciones.

Estos recelos se en tien d en m ejor al finalizar el m anuscrito cu an d o Zelaya m enciona en qué

ocasiones había sido pasad o p o r alto su n o m b re m ientras q u e otros oficiales com o M oldes eran

encom iados p o r Paz. C reía q u e esto se d eb ía a q u e éste era salteño, m ientras que él y sus

H ú sares era n porteños "q u e p ara los redactores d e las m em orias, no som os d e su devoción,

seg ú n parece...". Este ab ru p to final resu lta significativo, ya q u e la atribución d e u n a au to ría

p lu ral a la m em oria parece fruto d e la p erplejidad y la indecisión d e Zelaya sobre qu ién era

resp onsable de la m ism a52.

O tro es el caso d e Iriarte, que no d u d a en atrib u irle to d o a Paz, a q u ien califica de m ordaz, d e

"d estila r hiel" y d e ser "m onom aniaco". Sin em b arg o considera a los editores com o

corresponsables, p o r lo q u e les solicita q u e s u n o m b re no siga apareciendo en las Memorias q u e

eran publicadas p o r entregas. El enojo d e Iriarte era consecuencia d e u n a observación hecha p o r

P az al relatar su incorporación al ejército antirrosista d irig id o por Lavalle. Este lo h ab ría

ig n o rad o p o rq u e m ás q u e u n a a y u d a era u n estorbo p a ra su s planes; y Paz entendió, y así lo

escribió, q u e esa prevención era justa p u es él n o iba a acep tar q u e d a r reducido a u n rol nu lo

com o el q u e tenía Iriarte. Éste se consideró m enospreciado, lo cual creía u n cargo grave q u e

debía d esvanecer p ara q u e la opin ió n pública p u d ie ra fallar en defensa d e su honor afectado.

P ero si se dejan d e lado estas alusiones personales, h ay algo m ás q u e aparece tanto en las

m em o rias d e Paz com o en la refutación d e Iriarte sin q u e n in g u n o saque m ayores conclusiones:

a diferencia de Lavalle y Paz q u e eran unitarios, él era federal, si bien entonces eran todos

opositores a Rosas53.

52 C. Zelaya, “Memorias...”, op.cit., p. 1865.


J T. de Iriarte, A taque.... op.cit., pp. 5 y 8.
44

P or su p u esto que todas las observaciones no eran igual d e críticas. Francisco Pico observó q u e

en su relato d e la batalla d e Salta, Paz había om itido el no m b re d e su p ad re, p o r lo q u e envió

u n a carta pública al editor en la que rep ro d u cía el p arte oficial d e Belgrano. De todos m od o s

estim aba que no debía corregirse el m anuscrito, ya q u e el m ay o r interés q u e tenía el texto era el

juicio d e Paz sobre los hechos q u e vivió y presenció. En to d o caso era a él com o hijo q u e le

co rresp ondía corregir u n erro r que le parecía disculpable, sin atrib u irle n in g u n a otra m otivación

ni a Paz ni a sus editores54.

E n cu an to al proceso de producción d e estas obras no p u e d e considerarse a las Memorias de P az

com o su p u n to d e partid a, ya q u e éste tam bién había ten id o com o m otivación inicial d a r

resp u esta a otros relatos. Paz había com enzado a redactar su texto en Brasil hacia 1848, a fin d e

co m p letar y rectificar la Memoria d e B elgrano relativa a la Batalla d e T ucum án. Al poco tiem p o

tom ó contacto con las Memorias de L am adrid, cuya lectura lo incitó a p ro seg u ir su redacció n

d ad a s las num erosas incorrecciones q u e encontró55.

Estas operaciones d e lectura, relectura, crítica, escritura, reescritura y publicación, fuero n

tam b ién u n im portante estím ulo p ara que se d esa rro llara n consideraciones sobre las

características d e estas obras, sus condiciones d e pro d u cció n y d e recepción. En tal sen tid o se

p lan tea ro n algunas reflexiones sobre las m o d alid ad es enunciativas; las condiciones d e

recepción; o las dificultades p a ra rep resen tar el pasad o d a d o el tiem p o tran scu rrid o , la falta d e

d o cu m entos y la p arcialid ad d eb id a a pasiones o intereses. C on lo cual se p u e d e concluir el

exam en d e este conjunto discursivo n o tan d o la com plejidad q u e h ab ía alcanzado al suscitar esas

interrogaciones sobre sí m ism o, a u n q u e en m uchas ocasiones estas consideraciones se re d u cían

a descalificar textos ajenos p o r tratarse d e fábulas com o lo hizo P az con L am adrid, q u ien

ag reg ab a ad em ás que éste no sabía v alo rar la im portancia d e los distintos sucesos q u e h ab ía

p ro tag o n izad o y q u e por eso no po d ía construir u n a n arrativ a q u e les diera sen tid o 56.

54 “Publicación solicitada. Carta de Francisco Pico a José M. Paz (h.)”, Montevideo, 12/5/1855, en La
Tribuna. Bs.As., Imprenta de la Tribuna, n° 517, 20/5/1855.
55 Las Memorias de Lamadrid fueron editadas en forma postuma a fines del siglo XIX. Sin embargo,
algunas versiones circulaban en forma manuscrita, ya que las había estado redactando desde principios de
la década de 1840 y se las había vendido a Andrés Lamas, quien se las habría facilitado a Paz, así como
también lo había hecho con otras como las del General Alvarez Thomas.
56 En esto discrepo con Molloy, quien plantea que era escasa la reflexión generada por las autobiografías y
memorias precisamente por el temor a que fueran tachadas como ficciones. J. M. Paz, Memorias.... , op.cit.,
t. II, p. 23 y 374; S. Molloy, Actos de presencia.... op.cit., p. 197. •
45

Estudios históricos y geográficos.


U n seg u n d o conjunto discursivo en el q u e el pasado cobra un papel relevante y q u e adem ás

p u ed e rem ontarse m ucho m ás atrás en el tiem po, está in teg rad o p o r u n a heterogénea serie de

textos en los que la histo ria aparece entrem ezclada con otras saberes com o la geografía. Es q u e

am bas, a las q u e se les solía añ ad ir tam b ién la estadística y la econom ía política, form aban parte

d e u n m ism o área d e conocim iento q u e tom aba p o r objeto la sociedad, la econom ía y los

recursos d e alg ú n territorio. De ese m o d o conform aban u n a su erte d e disciplina o ciencia social

co n sid erad a d e gran u tilid ad p ara el hom bre público.

Las relaciones entre estas form as d e conocim iento, así com o su valor e interés, fueron

p lan tea d as en diversas ocasiones. B artolom é M itre p o r ejem plo consideraba q u e la estadística

era d e su m a im portancia p ara el conocim iento histórico, p u d ie n d o cum plir adem ás u n a suerte

d e función m etodológica p o r su capacidad p a ra vincular en tre sí diversos saberes d a d o que

"L a estadística q u e cuenta y clasifica los hom bres, y q u e cu en ta y clasifica las cosas, p u ed e
sevir ó de vínculo com ún ó d e p u en te d e com unicación á las abstracciones del m u n d o
m oral y á las descripciones del m u n d o físico".

El conocim iento del p asa d o y del p resen te p o d ía y debía ponerse al servicio del futuro. Esto

p erm ite e n ten d e r por qué, tras p o n d e ra r a la econom ía política com o guía necesaria d e los

estu d io s históricos y sociales, Sarm iento afirm aba ante u n g ru p o d e jóvenes a quienes deb ía

g u iar en el conocim iento del p asa d o am ericano que

"Los datos estadísticos son p a ra la inteligencia m o d ern a, lo q u e la intervención d e los


dioses era p a ra los antiguos. Son los libros de la Sibila q u e contienen las predicciones del
p orvenir"57

E n cu an to a la relación entre historia, estadística y geografía resu ltan de interés las

consideraciones hechas p o r Vicente F. L ópez en su Curso de Bellas Letras. Allí sostiene q u e la

g eografía aparece tra ta d a inevitablem ente e n to d o libro d e h isto ria pues es la que indica los

accidentes q u e influyen en el desenvolvim iento d e cada nación. Ésto p u e d e apreciarse m ejor en

la div isión q u e traza d e los estu d io s geográficos en descriptivos, estadísticos y pintorescos. Los

p rim eros son los que d a n cuenta del terren o y de la población; los seg u n d o s de las form as

políticas d e los estad o s y d e la p rogresión o decadencia d e su s m anifestaciones n atu rales -e n tal

57 B. Mitre, “Bases Orgánicas del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata” en R. Levene, Mitre y
los estudios históricos en la Argentina. Bs.As., 1944, p. 294 [Bs.As., Imprenta de la Tribuna, 1856]; D. F.
Sarmiento, "Espíritu y condiciones de la Historia en América", OCS. tomo XXI, p. 103 [Memoria leída el 11
de octubre de 1858 en el Ateneo del Plata al ser nombrado director de Historia]. -
46

sen tid o cita a u n autor alem án p ara q u ien la historia es la estadística an d a n d o y la estadística la

historia d escan san d o -; y los terceros co rresp o n d en a los escritos d e viajeros a los q u e considera

auxiliares d e la historia a p esar d e su falta d e estudio58.

M ás allá d e estas referencias o reflexiones q u e proveen d e u n m arco general p a ra e n te n d e r la

relación q u e se po d ía establecer entre estos saberes, resulta necesario in d ag ar los rasgos d e los

textos q u e los trata n en concreto. A tales fines me voy a referir en p rim er lugar a las obras q ue

tienen com o propósito sostener la defensa d e derechos territoriales, p ara luego tra ta r las

m isceláneas histórico-geográficas entre las cuales tam bién p u e d e n incluirse los textos de

viajeros.

Los trabajos q u e se p ro p o n ían sostener derechos territoriales fu ero n en general p ro m o v id o s en

fo rm a oficial o extraoficial p o r los Estados, p articularm ente el d e Buenos A ires d u ra n te los

gobiernos d e Rosas, circunstancia q u e perm ite explicar p o r q u é sus au to res eran funcionarios o

escribas oficiales u oficiosos. Estos textos publicados en form a d e libros, folletos e, incluso en

alg unos casos en la p re n sa o com o p arte de colecciones docum entales, en trem ezclan

argu m entaciones jurídicas, sucesos históricos y referencias o estu d io s geográficos aco m p añ ad o s

p o r d o cum entación probatoria. Esta pro d u cció n era entonces incipiente y recién cobraría vig o r

d u ra n te las últim as décadas del siglo XIX al plantearse con m ayor p re m u ra la delim itación

definitiva d e los E stados h ered ero s d e los territorios d e las C oronas d e E spaña y P ortugal. Este

carácter d e legado explica p o r q u é estos textos alentaban la elaboración y p u esta en circulación

d e representaciones del pasado. Es q u e los reclam os territoriales sólo p o d ía n ser legitim ados

recu rrien d o a decisiones políticas, institucionales y ad m in istrativ as to m ad as en el perío d o

colonial que, d e ese m odo, p resen tab a u n interés preciso a u n q u e p o r cierto acotado. C abe

reco rd ar en ese sentido q u e com o principio general los E stados am ericanos d ecían aco rd ar e n la

c o n tin u id ad d e los lím ites jurisdiccionales provenientes del p erío d o colonial. Esto sin em barg o

no obstó p a ra que sub sistieran litigios p o r la dem arcación territorial, algunos d e las cuales eran

u n leg ado d e las d isp u ta s en tre los im perios p o rtu g u és y español, m ientras q u e otros era n

p ro d u c to d e la dinám ica política post-revolucionaria. Pero incluso en este últim o caso d eb ían

rem o n tarse a la organización q u e h abía hecho la C orona d e su s dom inios. C on lo cual se

en tien d e p o r q u é resultaba im prescindible conocer los actos ad m in istrativ o s realizados d u ra n te

los siglos d e dom in io colonial, así com o tam bién los acu erd o s con otras potencias.

58 V. F. López, Curso de Bellas Letras. Santiago de Chile, Imprenta del Siglo, 1845, p. 225.
47

El intento m ás interesante al respecto, si bien trunco, p rovino d e Florencio V arela, q u ien o rien tó

u n a p arte im p o rtan te d e sus investigaciones históricas en esa dirección. A u n q u e la m ay o ría d e

sus escritos y ap u n tes se perd iero n , todavía se conserva u n a p arte referida a los p ro b lem as d e

lím ites en tre las coronas p o rtu g u esa y española en la cuenca del Plata. En cu an to a la

justificación d e sus esfuerzos, V arela decía estar interesado en establecer la " v e rd a d histórica"

sin ánim o d e favorecer a una u otra posición. En cuanto a sus posibles destinatarios, e n ten d ía

q u e esa obra p odía ser de interés p ara los europeos p o rq u e tratab a sobre u n a d isp u ta q u e

atravesó la historia m o d ern a en la q u e h ab ían participado figuras d e ren o m b re e im portan cia.

Pero sobre todo lo era p ara los am ericanos, porque se tratab a de

"(...) u n a interesante porcion d e los A nales d e n u estra existencia colonial, cuyo


conocim iento creo indispensable p a ra co m p ren d er d eb id am en te la H istoria de la G ra n d e
R evolución que separó los dos m undos; para explicar acontecim ientos pasados, justificar
hechos existentes, y d ar segura n o rm a p ara im portantes arreglos en el p o rv e n ir"59

L lam a la atención y constituye u n a v e rd a d e ra originalidad d e su trabajo, q u e V arela p re te n d ie ra

escribir sobre este tem a sin su b o rd in arlo a la defensa d e derechos territoriales precisos. Sin

em bargo, y m ás allá d e q u e esta preten sió n se viera favorecida p o r el hecho d e trata rse d e u n a

obra cuyo im pulso pro v en ía del p ro p io au to r y no de u n encargo oficial, su posición neutral

d ebe relacionarse tam b ién con el contexto político. Es que to d as las acciones d e los em ig rad o s

arg en tinos estaban destin ad o s a su m ar esfuerzos en la lucha antirrosista, p o r lo cual n o parecía

p ru d e n te avivar d isp u tas con Brasil. De todos m odos, y com o ya noté, el texto no se publicó,

p o r lo q u e no sabem os e n q u é condiciones lo h u b iera hecho, p ero d e h ab er sido con estas

características h u b iera constituido u n caso excepcional d a d o su contraste con los d e M anuel

M oreno y P edro d e A ngelis, p ero tam bién con los d e V alentín A lsina y D alm acio V élez

Sarslfield, todos ellos consecuencia d e los reclam os p ro d u c id o s d u ra n te los gobiernos d e Rosas

en relación a M alvinas y la Patagonia.

A diferencia de las obras referidas a problem as lim ítrofes, los estu d io s sobre u n a reg ió n o las

m isceláneas histórico-geográficas no solían estar p ro m o v id as p o r los Estados, a u n q u e sus

objetivos a veces lo am eritaran ya q u e se p ro p o n ían traz ar el in v en tario d e u n territo rio q u e se


q u ería d a r a conocer. Estas obras, d e contenidos eclécticos y m uy difícil clasificación,

co n stituyen u n a su erte d e guías, tratad o s o breves enciclopedias en las q u e se inclu y en

conocim ientos históricos, geográficos, estadísticos, institucionales y d e econom ía política, p ero

59 Introducción y parte del primer capítulo de una obra inédita del Sr. D. Florencio Varela, titulada
“Cuestiones entre España y Portugal sobre los límites de sus respectivas conquistas en la América
Meridional hácia el Rio de la Plata y sobre la Colonia del Sacramento Río de Janeiro. Octubre 1842,
en AGN, Sala VII, Colección Carlos Casavalle, Legajo n° 2311, 1834-1846. •
48

tam bién de ciencias n atu rales y cu a d ro s d e costum bres. P ara en ten d er m ejor su sen tid o se d ebe

ten er presente q u e adem ás de esta preten sió n científica o erudita, existía otra d e carácter

p ragm ático y que tenía igual o m ay or im portancia: favorecer la colonización o la explotación del

territorio en cuestión. N o es d e ex trañ ar entonces que estas obras co m en zaran a p ro liferar a

m ediados de la d écada d e 1850, cobrando auge en las siguientes c u a n d o se afian zaro n las

condiciones p ara fom entar la llegada d e nuevos contingentes m igratorios.

De todos m odos y a a p a rtir d e la d écad a d e 1830 se publicaron algunos textos e n los q u e se

asu m e explícitam ente esa doble condición científica y político-económ ica, co n tan d o incluso con

an tecedentes desd e fines del período colonial prom ovidos por la política d e los Borbones. En

general, estos trabajos se cen tran en el exam en de áreas poco conocidas o m arginales q u e eran

co n sideradas d e gran potencial económ ico. Entre ellas se encu en tra u n a am p lia zona q u e abarca

la región chaqueña y lin d a con P ara g u ay y Bolivia a la q u e se le d ed icaro n varios trabajos. Es el

caso de u n texto p u blicado p o r Benjam ín V illafañe a m ed iad o s de la d écad a d e 1850 e n el q u e

pro cu ra d a r cuenta d e to d o aquello referido al territorio recorrido p o r el río Berm ejo en su

p rim er tram o. El trabajo exam ina las principales características d e O rá n d escrib ien d o su

población, sus costum bres y su p ro d u cció n -real y potencial-, a la vez que n a rra b rev em en te su

historia desd e su fundación. A dem ás se detien e en la enum eración d e sus notables d estac an d o

sus aptitudes, gustos y consum os culturales civilizados y sofisticados. Esta descripció n

h alag ü eñ a busca entonces re alzar y d o ta r d e u n a id e n tid a d p ro p ia a esa región. P ero éstos no

eran sus únicos propósitos, y ni siq u iera los m ás im portantes, p u es estab an su b o rd in a d o s a su


posible colonización60.

U n cu arto d e siglo antes se h ab ía p u b licad o otro texto sim ilar pero d e pretensiones m ás

am plias. R ecordem os q u e hacia 1832 José A renales había d ad o a luz u n a reivindicación d e la

C am p aña en la Sierra h echa p o r su p ad re, posp o n ien d o p a ra m ás ad elan te otros trabajos q u e

ten ía avanzados. Al año siguiente publicó u n o d e ellos, cuyo sólo título d a cu en ta d e sus

objetivos: Noticias históricas y descriptivas sobre el gran país del Chaco y Río Bermejo, con

observaciones relativas a un plan de navegación y colonización que se propone. En su in tro d u cció n n o ta


q ue

"Lejos d e constituirm e in térp re te d e narraciones ú observaciones ajenas, yo h e p re ferid o


exhibir los diversos d o cu m en to s ó m ateriales q u e m e h a n serv id o p a ra esta redacción, tan
íntegram ente com o fuese com patible con ella. C onvenia, pues, n o solo fo rm ar u n a
recopilación com pleta d e to d o lo q u e se ha descubierto, ejecutado y o p in ad o sobre estas

60 B. Villafañe, Oran y Bolivia á la m arien del Berm ejo. Imprenta del Comercio, 18S7, pp. 12/3.
49

m aterias, sino tam bién d ar á conocer las ideas dom inantes d e las épocas sucesivas d esd e
la a n tig ü ed a d hasta nuestros dias, y la capacidad relativa d e los actores ó escritores q u e
las h a n dirigido o ilu strad o "61.

E sta declaración perm ite en ten d e r la funcionalidad o la necesidad de recurrir al p asa d o q u e

resu lta recurrente en las obras de este género. En este caso, el conocim iento histórico es

co n sid erad o u n a fuente de experiencias sobre cóm o llevar a cabo las relaciones con los

indígenas, la colonización y la explotación del territorio. Esto le perm ite detallar m etódicam en te

los pasos a seguir, p ro p oniendo incluso alg u n as disposiciones, p ara concluir con u n a crítica a

u n reciente -y fru stra d o - intento de colonización dirigido p o r Pablo Soria. En sum a, y an te la

ausencia d e conocim ientos precisos sobre la región, sólo quedaba recopilar d e m o d o

enciclopédico to d o lo relativo a la m ism a que, en este caso, se debía en gran p arte a crónicas

coloniales, especialm ente jesuíticas. Sin em bargo, A renales no parece convencido de las v irtu d e s

d e fuentes cuyo fin era exaltar o glorificar a sus protagonistas e n detrim ento d e la v erd ad , p o r lo

q u e dice preferir los docum entos m ás m odernos, ya sean m o tiv ad o s por el esp íritu com ercial o

p o r las investigaciones fom entadas p o r la C orona q u e había en v iad o funcionarios ilustrados.

E n cu anto a cóm o aparece tem atizad o el pasado, en el texto h ay toda u n a sección d estin a d a a

reseñar el descubrim iento y los intentos d e conquista y colonización del área. A tales fines no

sólo debió rem itirse a autores com o A zara o Funes, a los que reprodujo en form a extensiva, sino

q u e tam bién se vio obligado a traz ar u n a su erte d e breve historia política del período colonial

e n la región centro y n orte del Plata a fin d e to rn ar inteligibles los acontecim ientos reseñ ad o s -

m ay o rm en te conflictos entre nativos y españoles o entre los m ism os españoles-. C abe n o tar

ad em ás q u e el texto es in terv en id o p o r com entarios que contribuyen a hacer del m ism o u n

co m p endio o u n a su m a del saber sobre la región. Es el caso d el juicio crítico que le m erecen las

características socioculturales d e Salta a la que, a diferencia d e cóm o percibiría V illafañe a O rá n

do s d écad as m ás tarde, considera atra sad a p o r la escasa circulación d e publicaciones y p o r su

total ignorancia d e lo que sucede m ás allá d e sus límites. Pero estas reflexiones tam bién p u e d e n

a p u n ta r e n otra dirección: así, el análisis d e u n antig u o proyecto del C onsulado p a ra co n stru ir

u n p u en te sobre el Río S alado lo lleva a criticar el intervencionism o estatal y a reiv in d icar el

liberalism o y el m odelo inglés d e desarrollo d e la sociedad civil (p. 56).

La obra d e A renales p u e d e considerarse entonces com o u n a su erte d e com pendio enciclopédico

d estin ad o a conocer u n a reg ió n p a ra p o d e r p oblarla y explotarla, pero tam bién d e alg u n o s

61 J. Arenales, Noticias históricas y descriptivas sobre el gran país del Chaco v Río Bermejo, con
observaciones relativas a un plan de navegación y colonización que se propone. Bs.As., 1833, p. 1.
50

v alores u orientaciones sobre los m odelos d e desarrollo político y socioeconóm ico62. De esa

form a q u e d a n excluidas o tras pretensiones com o p o d ía n ser las de carácter didascàlico. En

relación a esto cabe u n a breve digresión: no sólo se carecía d e textos escolares d estin ad o s a la

en señ an za d e la historia local, los cuales recién com enzarían a ser ed itad o s en la d écad a d e 1860,

sino q u e tam poco se im p artía la asignatura, algunos d e cuyos contenidos com o el

descu b rim iento y la conquista se d ictab an en las clases d e geografía y literatura. En algun o s

establecim ientos se dictaban nociones d e histo ria sag rad a, an tig u a y m oderna, m ay o rm en te

inscriptas en la en señ an za cívica, literaria, retórica o m oral. Esto p u e d e ser co n trastad o con lo

su ced id o en Chile, cuya U niversidad en tan to rectora d e la enseñanza en todos los niveles,

pro m o v ió el estu d io d e la historia nacional en la d écada d e 1840 im p u lsan d o p ara ello la

elaboración d e textos escolares.

Pero A renales no sólo m u estra escaso interés por la dim en sió n didáctica d e su obra lo cual

resu lta razonable si se tienen en cuenta su s propósitos, sino q u e tam poco parece estarlo p o r sus

cu alid ades literarias o p o r su cap acid ad d e en treten er a sus lectores, lo cual ya no re su lta tan

evidente. De hecho, y en u n claro intento p o r desestim ar esa posible expectativa, com ienza su

in tro d u cción d eclarando q u e

"Al trasm itir las p resen tes noticias y observaciones acerca del C haco y rio Bermejo, yo no
p re te n d o so rp re n d er a los lectores con m aravillosos rom ances, ni divertirlos con aquellas
raras concepciones poéticas, q u e su elen ser m u i a p ro p ó sito p ara am enizar estos escritos.
M i objeto h a sido re u n ir m etódicam ente todos los hechos q u e la historia ó los p ro c ed eres
científicos p o d ian p roporcionar, p a ra en cam inam os á p u n to fijo al exám en y solucion d e
cuestiones m u i im p o rtan tes a la política y econom ía d e la república." (p. I)

C on esta referencia busca desm arcar su obra d e otras q u e sí ten ían entre sus objetivos b rin d a r

u n m o m ento d e lectura ag rad ab le o d e recreación. En general éstas era n d e au to res extranjeros y

su elen en cu ad rarse en lo q u e se ha d a d o en llam ar relatos de viajes o de viajeros. U na po rció n

im p o rtan te d e estos textos, tu v iera n o no en tre su s fines el esparcim iento o el convertirse en u n a

su erte d e guía, co m p arten con sus p ares locales el afán enciclopedista p o r co m p en d ia r los

conocim ientos sobre u n a región, si b ien tien en algunas diferencias com o la d e en fatizar los

62 El carácter enciclopédico de la obra puede apreciarse en su estructura, pues está dividida en secciones
dedicadas a distintos tipos de saber. La primera se refiere a la geografía, historia natural y población indígena;
la segunda a la historia que, en este caso, es la de su intento de conquista y ocupación desde Perú y Paraguay;
la tercera evidencia los objetivos pragmáticos: “Localidades y disposición jeneral del rio Bermejo.-
Tratamiento de los naturales; medios de colonización; sistema militar.- Presupuesto.- Plan de Asociacion.-
Antigua Compañía del Rio Bermejo”. Esta sección es una consecuencia de los informes contenidos en las
previas, en el cual se incluyen perspectivas y posibilidades por la ampliación del comercio y la integración de
los mercados boliviano y rioplatense que se abrirían mutuamente al mundo. •
51

aspectos costum bristas y las descripciones físicas63. E n ese m arco suelen dedicarle alg ú n

ap a rta d o a n arrar aspectos d e la historia local, razón p o r la cual a veces se los consideraba jun to

con los relatos históricos d en tro de un m ism o universo discursivo com o p u ed e apreciarse en

algunos catálogos d e ventas de libros.

Estos textos escritos p o r com erciantes, científicos, m ilitares o agentes diplom áticos, tu v iero n

u n a gran circulación entre las elites locales, conform ando así u n corpus que resultó decisivo en

la conform ación de representaciones, ideas y narrativ as64. Esta difusión, a pesar de su am big u o

prestigio d a d a la procedencia de sus autores, incentivaba a los escritores y publicistas locales a

retom arlas, ya sea p ara ad h erirse o p ara criticarlas p o r considerarlas exageradas, el re su ltad o d e

la m ás crasa ignorancia o, e n no pocas ocasiones, p ro d u c to d e la m ala fe. De u n m odo u otro,

estos textos y sus críticas locales, m ayorm ente publicadas en la prensa o consignadas en la

a b u n d a n te correspondencia q u e m an ten ían entre sí políticos y letrados, se convirtieron en otro

im p o rtan te m edio en el q u e se hacía referencia tanto al p asa d o rioplatense y am ericano com o a

su incidencia en el presente.

Es p or eso q u e si bien no exam iné sistem áticam ente este corpus, igual considero necesario
ev alu ar algunas d e sus características. En tal sentido resulta d e interés el texto del ex cónsul

inglés W oodline Parish, cuya segunda edición am p liad a se publicó trad u c id a tras la caída d e

R osas65. La p artic u la rid ad d e este au to r es q u e no sólo fue u n im p o rtan te agente diplom ático,

63 De todos modos se debe tener presente que el propio género estaba sufriendo importantes mutaciones
durante esos años, y que algunos publicistas se mostraban críticos de los libros de viajes cuyo único fin era
entretener a los lectores. En el prólogo a sus Viajes Sarmiento señala que “El viaje escrito, a no ser en
prosecución de algún tema científico, o haciendo exploración de paises poco conocidos es materia mui
manoseada ya, para entretener la atención de los lectores”. En ese sentido recuerda que si bien las
impresiones de viaje como lectura amena basada en descripciones de paisajes o sucesos habían encontrado en
Dumas un exponente inigualable, no se sabía si se trataban de hechos reales o eran un capricho de su fantasía
Frente a este modelo que se queda en la fisonomía exterior de los pueblos y la geografía, considera que es una
exigencia de su tiempo escrutar “el espíritu que aqueja a las naciones, las instituciones que retardan o
impulsan sus progresos, i aquellas preocupaciones del momento que dan a la narración toda su oportunidad, i
el tinte peculiar de la época”. Finalmente augura una declinación en la importancia del género al notar que el
avance de la vida civilizada estaba homogeneizando a las distintas socjedades, del mismo modo que las
publicaciones de la prensa diaria hacen que el hombre culto esté al tanto de las mismas cosas que los viajeros
sin que sea necesario salir de su gabinete de estudio. D. F. Sarmiento, Viajes por Europa. África v América
1845-1847 y Diario de Gastos. Bs.As., FCE-Colección Archivos, 1993, pp. 3 a 5 [Santiago de Chile, Julio
Belín, 1849].
64 Cfr. de A. Prieto, Los viajeros ingleses v la emergencia de la literatura argentina ('1820-1850). Bs.As.,
Sudamericana. 1996. Como obra de referencia puede consultarse a Susana Santos Gómez, Bibliografía de
viajeros a la Argentina. Bs.As, Fecic, 2 vols., 1983.
65 Woodline Parish, Buenos Aires v las Provincias del Rio de la Plata, desde su descubrimiento v
conquista por los Españoles. Traducido del inglés al castellano y aumentado con notas y apuntes por Justo
Maeso, Bs.As., Hachette, 1958 [Bs.As., 1.1, Imprenta de Benito Hortelano, 1852, t. II, Imprenta de Mayo,
1853], La obra se divide en cuatro partes. La primera tiene seis capítulos históricos desde el
descubrimiento hasta la declaración de la independencia. La segunda consta de diez capítulos históricos,
. 52

sino q u e tam bién se m ostraba interesado p o r el estu d io d e la geografía y de la n aturaleza, razó n

p o r la cual escribió m onografías p re sen tad as e n sociedades científicas que le valiero n

reconocim iento, distinciones y cargos. Su libro p u ed e co nsiderarse entonces com o u n inten to

p o r constituirse en u n a au to rid a d en el Plata. Esta interm ediación entre lo que constituía u n

área poco conocida y sus potenciales lectores europeos, p erm ite entender, junto a otras razones,

su carácter enciclopédico puesto d e m anifiesto por el p ro p io P arish al com enzar la in troducció n

p re g u n tá n d o se

"¿Q ué es la R epública A rgentina? ¿Q ué es esa tierra d e leche y miel, con su s p a m p a s


llenas de ganados y sus selvas llenas d e abejas? ¿Q ué p arte ocupa en el m ap a d e
Sudam érica? ¿Cuáles son sus rasgos físicos, sus p ro d u c to s naturales, su suficiencia para
su sten tar las poblaciones que a su tiem po la habiten, y p a ra elevarlas a u n a posición
im p o rtan te entre las naciones d e la tierra? Tales son las p reg u n tas que n a tu ra lm e n te se
h acen el geógrafo, el com erciante y el político; p re g u n ta s q u e d e v ez en c u a n d o se m e
d irig en aún, con m otivo d e hab er yo d ese m p e ñ ad o p o r tantos años u n a m isión e n esa
p arte d e Sudam érica" (p. 31)

El texto incluye adem ás u n relato d e su génesis seg ú n el cual, al hacer la p rim era edición, tenía

com o principal fin esclarecer la geografía d e regiones poco conocidas y carentes d e m ap as

precisos, p o r lo que había llevado m ateriales p ara q u e John A rro w sm ith hiciera uno n u ev o d e

las provincias del Plata y d e los países adyacentes. A esto le añ a d ió algunos datos q u e luego

com pletó con referencias históricas, detalles de fósiles q u e había recolectado, u n a razó n d el

com ercio y d e u d a pública d e Buenos A ires y algunas estadísticas. P ara ello contó con el ap o y o

d e gobiernos com o el d e Rosas, y tam b ién con algunos corresponsales en las provincias del

interior. F inalm ente com enta que d a d o q u e au m en tó el interés p o r lo que sucedía en el P lata

a n te la caída d e Rosas, se le solicitó hacer u n a n u ev a edición, a la que le agregó u n a breve

relación del descubrim iento y colonización q u e estim aba necesaria p a ra com pletar las historias

d e las conquistas de M éxico y P erú d e Prescott. E n su m a, P arish a p u n tab a a satisfacer

d em an d a s que, com o dejó en claro en el p árrafo citado al referirse a sus posibles interlocutores,

p ro v e n ía n d e la ciencia, la econom ía y la política, a las q u e asp ira b a a resolver tam b ién e n esas

m ism as claves.

E sto en cuanto a cóm o se elaboró la obra que, p o r otro lado, gozó d e gran aceptación e n B uenos

A ires en la décad a d e 1850 p u es algunos d e sus p lan teo s favorecían su posición frente a la

C onfederación. Es d e n o tar sin em bargo q u e su trad u c to r, Justo M aeso, añ ad ió nu m ero sas no tas

geográficos y estadísticos. La tercera de cuatro capítulos dedicados a las distintas regiones. La cuarta son
dos capítulos sobre el comercio del Río de la Plata y deuda pública de Buenos Aires. También tiene un
Apéndice extenso y un mapa de Arrowsmith. Por otro lado, 'el texto incluye también varias láminas con
imágenes de figuras históricas y políticos -d e Gaboto a Urquiza-, de fósiles y de cuadros costumbristas.
53

aclaratorias conform ando así u n nuevo texto en el q u e no sólo se am plia la inform ación, sino

q u e tam bién se critica y corrige el original en varios pasajes. P or ejem plo, cuando nota que

P arish com ete u n error com ún al señalar com o lím ite su r el Río N egro. Si es que se tratab a d e u n

error, p ues p ara Maeso esto era ex-profeso p ara dejar u n inm enso territorio en m anos d e los

in d ígenas con lo cual otros países p o d rían reclam arlo (pp. 127/8). De ese m odo, y d esd e las

notas al pie, la escritura d e M aeso va creciendo h asta ad u e ñ arse del texto, ya sea al hacer u n a

reseña de los sucesos o curridos entre 1815 y 1820 q u e P arish pasó por alto o al actualizar alg u n a

inform ación com o cu an d o aclara que Jujuy se había in d ep en d iz ad o d e Salta en 1834. De hecho,

las notas descriptivas sobre las provincias son m ás largas q u e el texto original, lo cual p ara

M aeso no sólo no debía extrañar, sino q u e h asta creía q u e eran concisas p ara sus objetivos, pu es

insistía en que A rgentina sólo era conocida e n E uropa p o r sus conflictos

"Pero, entrados en u n a época d e paz, o m ejor dicho d e h astío d e guerra, es indispensable,


es justo, es útil, d a r a ese país la herm osa fam a a q u e es acreedor ante el em ig ran te
eu ropeo, que, forzado a buscar u n a n u ev a p atria, v o lará presuroso a aquella e n d o n d e se
le m uestre q u e su trabajo le d ará p ro n to el bienestar y ab u n d an cia apetecibles p a ra él y
sus hijos" (p. 436)

C on lo cual no sólo actualiza el texto d e Parish, sino q u e tam bién, y en m ás d e u n sentido, lo

ajusta y trad u ce a las necesidades locales. N ecesidades que, por cierto, alentaron tam b ién la

publicación en diversos idiom as d e textos pro p ag an d ístico s destinados a fo m en tar la

inm igración, e n los q u e se m ezcla u n a v ez m ás inform ación histórica, geográfica, estadística,

política, cuadros d e costum bres. Pero este co rp u s recién com enzaba a producirse a m ed iad o s d e

la d écada d e 1850, estim u lad o tam b ién p o r la necesidad d e la C onfederación de ser reconocida

p o r las potencias eu ro p eas ante la ru p tu ra d e Buenos Aires, y sólo florecería en las d écad as

siguientes.

E nsayos
U n tercer conjunto d e textos en el q u e co b raro n form a representaciones del pasado, y q u e p u e d e

co n siderarse com o el co rp u s m ás denso y significativo del período, es el que está co n stitu id o

p o r ensayos. La presencia d e contenidos históricos en ese co rp u s no debe extrañar, ya q u e estos

textos están anim ados p o r el interés d e resolver problem as acuciantes a los cuales parecía

necesario en contrar su raíz: dilu cid ar p o r q u é parecía im posible constituir u n o rd e n social y

político estable y, a la vez, p ro p o n e r altern ativ as d e organización. C laro q u e en general, y sin

q u e se contradijeran esos otros fines, lo q u e en v e rd a d se p ro p o n e n es criticar, realzar o

leg itim ar d eterm in a d as políticas, figuras, hechos, instituciones o valores. Y, si no era esa la

intención d e sus autores, sí lo era la percepción de sus lectores q u e no po d ían m ás q u e procesar


. 54

esos textos a p artir del sistem a d e referencias y valores q u e artic u la b an la v ida pública

rioplatense.

C onsiderem os por ejem plo u n a polém ica suscitada en tre B artolom é M itre y José M árm ol a fines

d e 1852 con m otivo d e la política a seguir tras la revolución del once de septiem bre q ue

consagró la separación d e Buenos A ires d e las otras trece a g ru p a d a s e n u n E stado federal

lid erad o p o r U rquiza. Las posibilidades abiertas p o r el éxito de la revolución m otivaron q u e

M itre planteara la necesidad d e nacionalizar la revolución, p ro m o v ien d o d e ese m odo un

en frentam iento arm ad o con las fuerzas q u e re sp o n d ía n a U rquiza. En ese sen tid o sostiene q u e

así com o en 1810 Buenos A ires había m a n d a d o tropas p a ra com batir la reacción a la revolución

arg en tina en C órdoba, ah o ra iba a hacerlo enviándolas a E ntre Ríos d o n d e estaba convocado u n

C ongreso C onstituyente66. Estas p ro p u e sta s se c o rresp o n d en con el clim a d e euforia que se vivía

en Buenos Aires y en m edio del cual M árm ol asum ió la redacción d e El Paraná, d esd e cuyas

páginas sostuvo que era m ás conveniente m an ten er a la provincia aislada d ejando q u e el paso

del tiem po creara condiciones p a ra la u n id a d nacional. P ara el a u to r d e Amalia la unificación era

in o p o rtu n a y contraria a derecho, ya q u e sólo se p o d ría hacer p o r la fuerza. A fin de

fu n d a m e n tar sus asertos escribió u n b re v e ensayo titu la d o Una ojeada sobre la historia de la

República Argentina arg u m e n tan d o q u e el aislam iento de las provincias no era la m u erte de la

nacionalidad, sino su estad o norm al, rem o n tán d o se p a ra ello incluso al perío d o colonial67. M itre

h ab ía salu d ad o la aparición del m edio d irig id o por M árm ol, p lan te a n d o en form a respetu o sa

las diferencias y p ro c u ran d o rebatirlo con arg u m en to s históricos, jurídicos, políticos y m orales.

Sin em bargo, el debate, no p ro sp eró en esa dirección y M árm ol debió dejar la redacción del

d iario en m edio d e insultos y difam aciones a las q u e M itre ap o rtó lo suyo con su ácida

exhortación p ara dejar al p o eta h ab lan d o solo. Este ep iso d io p erm ite apreciar la recurrencia al

p asad o p a ra dilu cid ar cuestiones d el p resen te y del fu tu ro y, a la vez, el conflictivo m arco en el

cual esa exploración era realizada y q u e in evitablem ente teñ ía su sentido. A hora bien, p o r q u é

h ab ría de recurrirse al p asa d o p a ra en te n d e r los m ales d e ese presente. Las razones son varias

p ero h ay dos decisivas.

La p rim era es la difusión d e las concepciones historicistas q u e llev ab an a buscar en el p asa d o d e

u n a sociedad las fuerzas q u e la determ in an , las causas d e su estad o p resen te y las condiciones

p a ra d ar form a a u n fu tu ro . De ese m odo, y m ás allá d el interés específico q u e p o d ía presen tar,

el conocim iento del p asa d o era u n a condición necesaria p a ra lo g rar d ilu cid ar las leyes q u e

66 B. Mitre, '‘Principios y propósitos”, El Nacional. Periódico comercial, político y literario, Bs.As., Imprenta
Argentina, n° 125, 13/10/1852.
67 El Paraná. n° 6, 7 y 8, Bs.As. Imprenta Americana, 2, 3 y 4/11/1852. •
. 55

reg ían la v id a y el devenir d e la sociedad. La seg u n d a es p o rq u e desd e la d éc ad a d e 1830 se

sintió cada vez m ás la necesidad d e trazar un balance d e lo q u e h abía significado el m ovim ien to

revolucionario al hacerse patentes sus consecuencias, en especial, las indeseadas o inesperad as.

C o n el correr d e los años am bas m otivaciones se irían co n fu n d ien d o entre sí cad a v ez m ás, lo

cual constituye u n a d e las pru eb as m ás notorias del influjo alcanzado por el historicism o

rom ántico en la cu ltu ra rioplatense y q u e p u e d e apreciarse, p o r ejem plo, en las diferencias q u e

existen entre la producción d e autores com o G orriti o Funes d e otros com o A lberdi o S arm iento.

Pero esto se evidencia a ú n m ás cu an d o se considera la evolución en las ideas d e alg u n as figuras.

Éste es el caso del salteño F acundo Z uviría, veterano dirigente unitario que deb ió exiliarse en

Bolivia al triu n far los federales en su provincia a principios d e la década d e 1830. A su regreso

tras la batalla de Caseros, y antes de ocu p ar altos cargos en el gobierno nacional, se lo nom bró

P resid ente de la L egislatura salteña cuyas sesiones in au g u ró con un extenso y sustancial

discurso que, entre otros objetivos, se p ro p o n ía rastrear las raíces históricas d e los m ales q u e

h ab ían aquejado a la R epública y, m ás precisam ente, q u e la h ab ían llevado a oscilar entre la

an arq u ía y el despotism o. Lo notable es q u e p ara ello realizó u n a crítica a g u d a d e la generación

revolucionaria y d e los un itario s, recu rrien d o a im ágenes, tem as y argum entos d e raig am b re

historicista, e incluso populista, q u e b ien p o d rían hab er suscrito los m iem bros d e la N u ev a

G eneración rom ántica:

"El entusiasm o a fav o r d e la libertad creyó al fin asegurarla, crean d o gobiernos ilustrad o s,
q u e n u e stra inexperiencia p re te n d ía consolidar con m áxim as m etafísicas y exageradas. El
pueblo, las masas, q u e desconocían tales resortes, em p ez aro n p o r desconfiar d e la
au to rid a d q u e los m anejaba: ap e la ro n a su instinto q u e no engaña, que es su p erio r y m ás
seguro q u e to d a política, y m ás fácil d e conocerse q u e to d as las teorías d e la ra zó n y
exageraciones d e la dem agogia. Entonces esas masas, q u e m ás se atienen al p resen te q u e al
porvenir, q u e p refieren m ed id as q u e las alivien a teorías q u e las en g añ en , y a ú n a id eas
q u e las ilustren, q u e an tep o n en la p az y la ab u n d an cia a la m ism a libertad, p o rq u e su
libertad y dicha están en la abundancia, en la co m o d id ad y bienestar que o b ra n sobre ellas
cada día; cada h o ra y cad a m om ento; ese pueblo, esas masas, decía, q u e d iscu rren con m ás
im parcialidad por sus m enos tem ores y esperanzas, n o p o d ía n m irar sino con ojo torvo
esos gobiernos que, o cu p ad o s d el exterior,, d e la p re n sa anárquica, d e la trib u n a y form as
parlam entarias, del lu stre y ornato d e las ciudades, d esc u id a b an todo lo q u e existía fu era
d e ellas y no satisfacían u n a sola d e las exigencias reclam ad as p o r las cam pañas y p o r esas
masas que son las q u e prin cip alm en te constituyen los E sta d o s" .

Se p re g u n ta b a p o r últim o q u é p o d ía esperarse de h o m bres que, au n q u e sabios, v irtuoso s y

patrióticos, no h ab ían ten id o e n cuenta

"(...) q u e cada país, cad a época, cad a pueblo, tiene su s leyes p ro p ias tan n atu ra les y tan
justas com o las leyes d e la naturaleza; y que no sien d o las leyes sino la fórm ula d e las
costum bres, d e la índole, carácter, antecedentes, población, grad o d e cultura, necesidades,
56

hábitos, territorio y dem ás condiciones d e n u estra existencia social, era en estas fuen tes
d o n d e se debía buscar las instituciones y leyes análogas a nuestra p atria, antes q u e en los
códigos de naciones robustas, llenas d e saber, de riqueza y d e experiencia"68.

En cu anto a los rasgos d e la producción ensayística h a sido m ucho lo que se ha escrito. P ara los

pro pósitos del presente trabajo resultan d e especial interés algunas reflexiones de A rtu ro Roig

q u ien considera que el propio carácter en tránsito d e las sociedades hispanoam erican as

posrevolucionarias determ inó las form as discursivas que p re d o m in aro n en su v id a pública. En

ese sentido plantea u n a com pleja vinculación entre los intentos de organización d e nuev as

form as sociopolíticas y las m o d alid ad es discursivas que, a la vez q u e reflexionaban sobre esos

procesos, incidían en los m ism os. Su arg u m en to es que u n a realid ad que no alcanzaba a ser

a p reh en d id a requería tam bién de nuevas form as q u e p o d ría n considerarse ensayos, si se tiene

p resen te que éste com o género

"se trata d e u n tipo q u e no recibe u n a definición d esd e fuera d e si m ism o, d esd e u n a


preceptiva, sino q u e es construido d esd e sí. Es ensayo sobre u n a d e te rm in a d a realid ad ,
pero en la m ed id a en que form a p arte de la m ism a realid ad q u e se ensaya resu lta ser
ensayo de sí m ism o o, con las palabras del propio S arm iento "ensayo y revelación" p a ra sí
m ism o"69

T am bién destaca que no sólo el ensayismo con su carácter inacabado y en constan te

reform ulación, sino tam bién el 'diarismo con su carga d e cotidianeidad y frag m en tareid ad ,

p erm e aro n to d a la pro d u cció n discursiva. De ese m o d o q u e d a n u ev a m e n te p la n te a d a la

d ificultad d e p o d e r establecer con clarid ad u n a taxonom ía d e géneros, en este caso, q u e p erm ita

identificar cuándo nos encontram os con ensayos p ro p iam e n te dichos y cu án d o con obras q u e

sin serlo estaban tam bién condicionadas o contam inadas p o r el m ism o. En ese sentido parece

difícil sistem atizar los rasgos discursivos d e los ensayos, al m enos en lo q u e hace a su

consideración com o género, d ad o q u e d e u n m o d o u otro gran p arte d e la p ro d u cció n

d iscu rsiva d e cierta d en sid ad po d ría ser así considerada.

A p esar de estas dificultades, y antes d e concluir, q u isiera sin em bargo realizar alg u n as

precisiones que p erm iten caracterizar m ejor a estas obras. La p rim era es q u e se tra ta n de

ensayos sociopolíticos ya que m ás allá d e sus contenidos específicos -jurídicos, literarios,

68 “Discurso pronunciado el dia 25 de abril de 1852, en la solemne inauguración de la vigésimo segunda


legislatura de la Provincia de Salta, por su honorable presidente, el Sr. Dr. D. Facundo de Zuviría” en Escritos
v discursos. Bs.As., Jackson, s/f., pp. 83 y 85/6 [Salta, mayo de 1852].
69, Arturo Roig, "El Siglo XIX latinoamericano y las nuevas formas discursivas" en El pensamiento
latinoamericano en el siglo XIX, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México, 1986, p. 136 (la
referencia de Sarmiento forma parte de la dedicatoria a Valentín Alsina inserta en la segunda edición de
Facundo de 1851). •
57

ed u cativos, económ icos-, el p ropósito de sus autores es traz ar u n diagnóstico y a p o rta r alg ú n

tipo d e solución que perm ita la constitución d e nuevas y m ás d u ra d e ra s form as d e o rganizació n

social y política. Es p o r eso q u e gran p arte d e estas obras, y esta es la seg u n d a característica,

suelen hacer u n a caracterización crítica del pasado colonial pero m ás a ú n d e su aciago legad o -

au n q u e com o verem os este juicio crítico com enzó a ser revisado por algunos en la décad a de

1850-. Por el contrario, exaltan el proceso revolucionario un án im em en te co n sid erad o u n a

ru p tu ra en el dev en ir am ericano y rioplatense, au n q u e tam bién se in terrogan por las razo n es

q u e im p id iero n q u e se institucionalizara la libertad. La tercera y ú ltim a precisión se refiere a los

aspectos m ateriales d e estos ensayos que, en su m ayoría, aparecieron en la pren sa com o series

d e artículos, sin que todos p u d ie ra n alcanzar el form ato d e folleto o libro. Esto, su m ad o a otros

hechos com o la desaparición del m edio y las m últiples ocupaciones de los autores, perm ite

e n ten d e r p o r qué en algunos casos no p u d o concluirse su publicación o re su ltan poco conocidos

en la actualidad.

H isto ria, p o lítica y lite ratu ra .


El ú ltim o conjunto discursivo q u e m erece especial consideración al analizar los géneros en los

q u e circulaban las representaciones del p asa d o es el con stitu id o p o r las producciones literarias,

especialm ente algunos relatos, novelas, obras teatrales y poesías -s i bien e n estas ú ltim as el

p asa d o ta n sólo pro v eía d e tem as o im ágenes sin que en general se preten d iese d o tarlo de

esp eso r y cap acid ad explicativa-. D e hecho, casi todos los m iem bros del m ovim iento rom án tico

co n sid eraro n necesario recu rrir a este tip o d e obras p a ra d ar a conocer sus p u n to s d e vista, no

sólo sobre el p asa d o sino tam b ién sobre el presente y el fu tu ro , en tre o tras razones, p o rq u e

co nfiaban q u e sus ideas p o d ía n en contrar así u n a m ayor circulación. N o debe ex trañ ar entonces

q u e su calidad artística sea m u y pobre pues, m ás allá del talento d e sus autores, su b o rd in a b a n

su obras a pro p ó sito s extra literarios, ya sean cívicos, políticos o d e críticas d e costum bres.

C om o solía suceder, q u ie n hizo la caracterización m ás precisa p ero tam b ién m ás c ru d a d e esta

situ ación fue Ju an B. A lberdi en u n a n o ta q u e añ ad ió a u n a o b ra d e teatro sobre la R evolución

d e M ayo q u e será ex am in ad a e n el capítulo décim o:

"Escribimos siem pre para las ideas, n o p ara el arte: anhelam os a tener razón, no a tener
gracia. (...) Si pudiésem os hacer todo lo que escribimos, no escribiríam os nunca. La palabra no
es p ara nosotros m as q u e u n m edio d e acción. N o sabríam os, p o r otro lado, com o servir á un
arte cuya form a es h asta hoy tan incierta y d u d o sa com o la d e nuestra sociedad m ism a, de la
cual no debe ser m as que la espresion. C onsideram os p rem atu ro y p erd id o todo lo q u e entre
nosotros se hace p a ra el arte. El arte A m ericano d u erm e todavía en u n porvenir q u e dista
siglos d e nosotros, y el arte E uropeo no nos hace caso entre tanto. Al instinto, único soberano
d e los tiem pos presentes, corresponde la acum ulación de los m ateriales que deben d e servir
al arte que ha de venir despues. Se deja ver por otra parte, con bastante claridad, q u e el rol
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principal de la Am érica en la civilización del m undo, no ha de ser artístico, sino industrial y


político"70

Esta p retensión perm ite tam bién explicar p o r qué gran p arte d e estos textos, y al igual q u e

algunos ensayos, fueron publicado s originalm ente com o folletines o artículos seriados en la

p rensa. Si bien m uchos alcanzaron u n a edición posterior en form atos com o el folleto o el libro,

e n general se los reeditaba en otros m edios de prensa, siem pre ávidos d e m ateriales q ue

p u d ie ra n llenar sus páginas, aseg u ran d o así tam bién su circulación en diversos territorios.

Es necesario tener presente tam bién o tras articulaciones entre literatu ra y conocim iento

histórico q u e resu ltan significativas y cuyo tratam iento perm ite ad em ás recap itu lar alg u n as de

las cuestiones h asta aquí planteadas. C om o se habrá p o d id o apreciar, los géneros en los cuales

co braban form a y circulaban las representaciones del pasado eran heterogéneos. Esta

proliferación lleva a interrogarse p o r la existencia d e alguna form a discursiva p ro p iam e n te

historiográfica. En relación a esto existe consenso en señalar que al m enos h asta las p rim era s

décadas del siglo XX cu an d o se constituyó lo que se dio en llam ar Nueva Escuela Histórica, el

conocim iento y el discurso histórico carecían d e au to n o m ía d a d o el desinterés, la d ificu ltad o

im p o sibilidad d e p o d er constituirse e n u n saber con géneros, m étodos, discusiones e

instituciones p ro p ias capaces d e ser som etidos a alg u n a form a d e control d iscip lin ar71. E stas

cuestiones serán trata d as en los siguientes capítulos, p o r lo q u e aquí basta con señ alar u n „

aspecto d el problem a: d u ra n te el p erío d o exam inado fu e ro n ocasionales las discusiones sobre

los m odelos n arrativ o s y los enfoques q u e debían privilegiarse e n la escritura d e relatos

históricos. E ntre esas excepciones se p u e d e contabilizar la crítica hecha por V alentín A lsina al

Facundo d e Sarm iento que, d e todos m odos, tuvo u n carácter p riv a d o 72. Así, m ien tras q u e en

70 J. B. Alberdi, La Revolución de Mavo. Crónica Dramática. Bs.As., 1960, p. 128 [Montevideo, Revista
del Plata. 18391.
71 Diversos aspectos de este proceso fueron examinados en F. Devoto (comp.) La historiografía argentina en
el siglo X X Buenos Aires, CEAL, 2 vols., 1993/4.
72 "Vd. no se propone escribir un romance, ni una epopeya, sino una verdadera historia social, política y hasta
militar á veces de un período interesantísimo de la época contemporánea. Siendo así, forzoso es no separarse
ni un ápice -en cuanto sea posible- de la exactitud y rigidez histórica, y á esto se oponen las exageraciones.
Estas tienen que ser en Vd. una necesidad: ¿sabe por qué? porque creo -aunque pudo estar muy engañado-
que es propenso a los sistemas', y estos en las ciencias sociales como en las naturales no son el mejor medio
para arribar al descubrimiento de la verdad, ni el recto examen, ni á la veraz exposición de ella. Desde que el
espíritu está ocupado de una idea anterior, y se proponga hacerla triunfar en la demostración, se expone á
equivocaciones notables, sin percibirlo. Entonces el escritor, en vez e proceder analíticamente, en vez de
examinar cada hecho en sí mismo, para ver lo que de él se deduzca, y de este conjunto de deducciones y
observaciones sacar, recién á lo último, una deducción general, ó resultado', en vez de este proceder, emplea
el sintético: esto es, sentada una idea jefe, recorre cuantos hechos se le presentan, no para examinarlos
filosóficamente y en sí mismos, sino para alegarlos en prueba de su idea favorita, para formar con ellos el
edificio de su sistema.", "Notas de Valentín Alsina al Facundo" en A. Palcos (ed.) Facundo ed. crítica, La
Plata, UNLP, 1938, pp. 364/5 [Montevideo, 1851], •
59

C hile se p ro d u jero n a m ed iad o s de la d écad a d e 1840 u n a serie de polém icas com o las

so stenidas por A ndrés Bello, José V. L astarria y Jacinto C hacón, y de las cuales p artic ip a ro n en

form a indirecta algunos rioplatenses allí exiliados com o L ópez y Sarm iento; debió esp erarse

h asta la polém ica entre M itre y López a principios d e la décad a d e 1880 para q u e se d iera u n

debate sim ilar del otro lado de los A ndes73. De todos m odos es bueno recordar q u e en am bos

casos no se tratab a sólo de u n a discusión teórica y m etodológica, sino tam bién política e

ideológica.

En cu anto al in terro g an te planteado, debe señalarse q u e las obras q u e p o d ría n co n sid erarse d e

alg ú n m o d o historiográficas solían ser reconocidas com o producciones cuya inteligibilid ad

d ep e n d ía d e form as literarias com o las novelas. En efecto, no eran pocos los letrados q u e decían

preferir u n a organización form al y u n a escritu ra m ás cercana a los géneros literarios q u e a los

científicos, llegándose incluso a p lan tear en ocasiones q u e esa era la v erd ad era historia y, p o r

eso m ism o, así debía ser escrita. Es el caso d e Juan M. G u tiérrez q u e cu an d o pasó a dirigir u n a

escuela naval en su exilio chileno, se preocupó p orque la form ación d e los alum nos incluyera

literatura m arítim a. Este interés le provocó, entre otras, la siguiente reflexión:

"¡Byron, Irving! ¿no le parece a u sted q u e es im posible olvidar en la v ida lo q u e se leyó


alguna vez d e ellos? Yo tuve igual entusiasm o cu an d o leí la Historia de la vida de Colón, y
pensé desde entonces q u e la H istoria que no se escribe así, no es H istoria ni p u e d e
popularizarse"74

Esta preferencia no im plicaba e n m odo alg u n o q u e se desconociera la existencia d e lím ites e n tre

lo ficcional y lo histórico a u n q u e éstos fu e ran endebles o así nos resu lten a nosotros, sino q u e

estaba relacionada con la necesidad d e o rg an izar relatos capaces d e d ar sen tid o al p a sa d o d e

m o d o tal q u e p u d ie ra n resu ltar atractivos y gozaran d e aceptación. A dem ás, y com o es sabido,

la incidencia d e las form as literarias en la organización y la inteligibilidad d e los relatos

históricos no constituyó u n a p artic u la rid ad d e la cu ltu ra rioplatense ni de la hisp an o am erican a,

ya q u e lo m ism o sucedía e n E u ro p a h asta bastan te a v a n zad o el siglo XIX75. P or n o m encion ar

q u e el sentido d e to d o relato histórico está condicionado p o r su estru ctu ra n arrativ a com o h a n

insistido num erosos autores.

7j Los debates en Chile han sido examinados por Alien Woll en "The Philosophy o f History in Nineteenth-
Century Chile: The Lastarria-Bello Controversy" History & Theory, vol XIII, n°3, 1974 y A functional Past.
The Uses o f History in Nineteenth Century Chile. Baton Rouge, Lousiana State University Press, 1982.
74 Juan M. Gutiérrez a Juan B. Alberdi, Valparaiso, 6/8/1845, en E. Morales, Epistolario de Juan Maria
Gutiérrez. Bs.Ás., Instituto Joaquín V. González, folio 55.
75 De hecho se ha sostenido que las novelas de Walter Scott: "fueron, hasta mediados del siglo XIX, el ideal
sobre el cual autores y lectores medían, conscientemente o no, las producciones históricas". E. Fueter,
Historia de la Historiografía Moderna. Ed. Nova, Bs.As 1953: t. II, p. 120. •
60

T odo lo señalado en lo q u e hace a las vinculaciones entre H istoria, política y literatura p u e d e n

apreciarse en el P rólogo con el q u e M itre buscaba legitim ar la publicación d e Soledad, u n a

m ediocre novela que dio a luz com o folletín d u ra n te su breve exilio boliviano:

"(...) quisiéram os q u e la novela echase p ro fu n d as raíces en el suelo v irg en d e A m érica. El


pueblo ignora su historia, sus costum bres apenas form adas no h an sido filosóficam ente
estu d iad as, y las ideas y sentim ientos m odificados por el m odo d e ser político y social no
h an sido presen tad as bajo form as vivas y anim adas copiadas de la sociedad en q u e
vivim os. La novela p o p u lariz a n u estra historia echando m ano d e los sucesos de la
conquista, d e la época colonial, y d e los recuerdos de la g u erra de la Independencia."76

En sum a, la inteligibilidad y la apreciación del discurso histórico d ep en d ía d e form as literarias,

y su legitim idad d e la producción d e contenidos orientados pragm áticam ente, en general d e

carácter político. P ero com o vim os con M itre, éstas no eran condiciones que actu ab an

ciegam ente sobre los autores, ni tam poco eran percibidas com o restricciones q u e co artab an o

d isto rsio n ab an los objetivos y las form as q u e debía asu m ir el conocim iento histórico. M uy p o r

el contrario, eran consideradas com o condiciones u objetivos q u e d eb ían ser d esarrollados p a ra

q u e éste alcanzara su m ás pleno sentido. A hora bien, ¿cuál era ese sentido?, ¿lograba acaso ser

alcanzado? Los siguientes capítulos se p ro p o n e n ap o rtar elem entos que perm itan re sp o n d e r a

estas p reg u n tas, p a ra lo cual m e d e te n d ré e n la descripción y el exam en de discursos, prácticas,

actores e instituciones ligados a la p ro d u cció n d e ese saber.

76 Y sigue: “Como Cooper en su PURITANO y el ESPIA, pintaría las costumbres originales y desconocidas
de los diversos pueblos de éste continente, que tanto se prestan a ser poetizadas, y haría conocer nuestras
sociedades tan profundamente agitadas por la desgracia, con tantos vicios y tan grandes virtudes,
representándolas en el momento de la transformación, cuando la crisálida se transforma en brillante mariposa.
Todo esto haría a la novela, y es la única forma bajo la cual puedan presentarse estos diversos cuadros tan
llenos de ricos colores y movimiento” “Soledad” en OCM. volumen XVIII, Bs.As., 1972, p. 385 [La Paz,
Imprenta de La Epoca, 1847], •
61

Capítulo II
Prácticas sin discurso

Yo insisto en la necesidad de dar al estudio de la Historia entre nosotros el


carácter erudito y cronológico: en esto consiste la mitad cuando menos de la
verdad histórica. Somos demasiado inclimdos a poetizar a generalizar para
que no sean necesarias esas rémoras, que dan pulso y gravedad y son las
verdaderas inspiradoras por cuanto ponen al escritor en caminos nuevos.
Juan M. G utiérrez a A. M agariños Cervantes, 1858.

A l decir, pues, cuales son nuestros propósitos en los Estudios históricos


que hemos emprendido, pedimos nuevamente se nos faciliten los
documentos que hemos indicado. No tenemos la pretensión de escribir la
historia, queremos al menos hacer la crónica y publicar los antecedentes
que deben servir á los futuros investigadores
Vicente Q uesada, La Revista de Buenos Aires, 186377

77 J. M. Gutiérrez a A. Magariños Cervantes, Rosario, 28/10/1858 en E. Morales , Epistolario de Juan María


Gutiérrez. Bs.As., Instituto Cultural Joaquín V. González, folio 72; V. Quesada, “Estudios Históricos.
Nuestros propósitos”, La Revista de Buenos Aires. Historia Americana. Literatura v Derecho. Periódico
destinado a la República Argentina, la Oriental del Uruguay y del Paraguay, t. II, pg.-49.
62

E n el capítulo an terio r realicé un exam en descriptivo d e los géneros a través d e los cuales

cobraron form a las representaciones del pasado. E ntre otras cuestiones esto perm itió precisar

algo q u e y a h a sido señ alad o en varias ocasiones y que es la falta de una producció n

historiográfica au tó n o m a. Este capítulo p ro fu n d iz a esta línea de indagación, pero to m an d o

ah ora com o objeto u n a práctica ligada a las nacientes historiografías decim onónicas com o la

edición d e colecciones docum entales. En ese sentido propongo argum entar q u e la edición d e

estas colecciones, así com o tam bién las d e otro tipo d e m ateriales textuales com o las biografías,

p u e d e n ser co n sid erad as com o prácticas sin discurso ya que no dieron lugar ni tam poco fueron

consecuencia d e u n discurso historiográfico q u e las constituyera en su fundam ento. Lo cual,

com o p o d rá apreciarse, no im plica en m o d o alguno q u e carecieran de sentido o que se trata r d e

u n d esp ropósito o u n capricho d e sus autores.

C olecciones d o cu m en ta le s
M ás allá d e lo q u e p lan tea n ciertas visiones estereo tip ad as referidas al escaso valor asig n ad o a

la H istoria y su conocim iento por la ilustración, el interés p o r el pasado y por los docum ento s

históricos tam b ién fue pro m o v id o p o r esa corriente de p ensam iento78. Esto p u ed e apreciarse

p o r ejem plo en los p rim ero s periódicos pu b licad o s en el m arco de la ilustración tardo-colonial

h isp an o am ericana com o el Telégrafo Mercantil, rural, político-económico e historiógrafo del Río de la

Plata q u e dio inicio a la p re n sa e n la reg ió n e n 1801. Este interés, q u e no p u d o sostenerse

m aterialm ente d u ra n te las guerras d e in dependencia, em pezó a encontrar en el Río d e la P lata

n u ev a s m o d alid ad es en la d écada d e 1830 al generarse o tras condiciones m ateriales, discursivas

y políticas q u e p ro m o v iero n la b ú sq u ed a y la edición de docum entos. De este m odo, y si bien

con altibajos, esta práctica iría cobrando cad a vez m ayor im pulso y en la década d e 1860 d aría

ab u n d a n te m aterial a las nacientes revistas literarias q u e llenarían sus páginas con papeles

históricos. Sin em bargo h ab ría que esp erar v arias décadas -y no sólo en H isp an o am érica- p a ra

q u e se im p u siera el m éto d o crítico q u e p erm itiera su m ejor valoración.

P or cierto q u e este creciente interés n o d eb e llam ar la atención pues m ás allá d e las

concepciones históricas vigentes, la proliferación de obras q u é trata n aspectos del pasad o

im plicó la necesidad d e recu rrir a alg ú n tip o d e p ru e b a sobre los asertos allí vertidos. Sobre

to d o si se considera la orientación p rag m ática d e m uchas de estas aproxim aciones q u e hizo

cad a v ez m ás im p erio sa la necesidad d e basarse en docum entos, particularm ente c u a n d o se

q u ería sostener o reclam ar derechos territoriales. D erechos que p o d ían corresponderles a

particu lares y no sólo a los Estados. En ese sentido, la utilidad q u e podía tener el conocim iento

78
Hace ya más de medio siglo que E. Cassirer había llamado la atención sobre este juicio erróneo en el
capítulo “Conquista del mundo histórico” de su Filosofía de la Ilustración. México, FCE, 1943.
63

d el pasado basado en pruebas docum entales estaba d a d o tam b ién p o r la posibilidad d e fu n d ar

pretensiones patrim oniales com o evidencia la siguiente reflexión d e Juan Pujol suscitada por la

publicación en la Revista del Paraná d e u n docum ento sobre el re p arto d e tierras a los pobladores

originarios de C orrientes:

"(...) es curioso no sólo com o d o cum ento histórico, sino tam bién m u y im p o rtan te com o
títulos justificativos los m ás legítim os é irrefragables d e la p ro p ied a d q u e asiste á los
descendientes y d eu d o s d e los conquistadores, descu b rid o res y pobladores, cuyos
incuestionables derechos fuero n in v ad id o s y desconocidos p o r u n decreto gubernativo del
año 1828, sin q u e les valiera el título privilegiado de u n a posesión inm em orial, para que
no fu eran despojados, com o lo fueron injusta y arbitrariam ente"79.

Éstas u otras circunstancias perm itirían explicar la publicación d e docum entos, pero no lo que

constituyó una v erd ad era n o v ed ad com o fue q u e éstos co m en z ara n a com pilarse, clasificarse y

ed itarse en colecciones, entre las cuales se destacó la p rim era d e todas d eb id a a la iniciativa de

P edro de A ngelis80. La publicación d e n u m ero so s e im p o rtan tes d ocum entos poco conocidos o

a ú n inéditos com o las Actas Capitulares d e m ayo de 1810, así com o su calidad form al y m aterial,

la convirtieron en u n a obra difícil d e eq u ip arar, hecho q u e se evidencia en el interés que logró

concitar incluso en tre quienes lo co n d en ab an p o r su condición d e escriba oficial del rosism o8-. Y

79J. Pujol a V. Quesada, Paraná, 10/4/1861, en Corrientes en la organización nacional, Bs.As., G. Kraft,
1911, t. 10, p. 366.
80 P. de Angelis, Colección de documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del
Río de la Plata. Bs.As., Imprenta del Estado, VI vols. y un anexo, 1835-9. La Biblioteca del Comercio del
Plata, [Montevideo 1845-51], que era editada como parte del periódico dirigido por Florencio Varela y tras
su asesinato en 1848 por Valentín Alsina, publicó una importante cantidad de documentos. Sólo consideré los
siguientes tres tomos que explícitamente se organizaron como colecciones documentales: Colección de
memorias y documentos para la historia y la ieografía de los pueblos del Río de la Plata, tomo I [y único],
comp. y ed. por Andrés Lamas, Biblioteca del Comercio del Plata, t. 7, Montevideo, 1849, [n° 1152 del
13/11/1849 al n° 1330 del 25/6/1850]; Compilación de documentos relativos á los sucesos del Río de la
Plata desde 1806. ed. por Vicente F. López y V. Alsina, Biblioteca del Comercio del Plata, t. 9,
Montevideo, 1851 [n° 1500 del 18/1/1851 al 1695 del 18/9/1851)]; Tratados de los Estados del Río de la
Plata, y Constituciones de las Repúblicas Sud-Americanas. comp. por Florencio Varela, Biblioteca del
Comercio del Plata, t. 4, Montevideo, 1848 [n° 395 5/2/1847 a n° 674 19/1/1848]. Otra colección fue la
Biblioteca del Federal. Documentos Históricos, t. I, ed. por Federico de la Barra, Bs. As., Imprenta de
Arzac, 1852, que contiene unos pocos textos referidos a las invasiones inglesas y quedó trunca a poco de
iniciarse. Para la Colección de P. de Angelis puede consultarse de J. Torres Revello y T. Becú La colección
de documentos de Pedro de Angelis y el Diario de Diego de Alvear, Bs.Ás., Peuser, Facultad de Filosofía y
Letras, Publicaciones del Instituto de Investigaciones históricas n° LXXV, 1941; y de J. Sabor Pedro dg
Angelis v los orígenes de la bibliografía argentina, Bs.As., Ediciones Solar, 1995. Para la del Comercio del
Plata\ F. Weinberg y colaboradores Florencio Varela v el "Comercio del Plata", Cuadernos del Sur,
Universidad Nacional de Bahía Blanca, 1970; L. Gianello, Florencio Varela, Bs. As., Kraft, 1958; M.
Cemadas de Bulnes, Valentín Alsina Periodista. Jurista v Hombre de Gobierno, Bahía Blanca, Universidad
Nacional del Sur, Utopía Ediciones, 1996.
81 Para entender mejor el conflictivo lugar de Pedro de Angelis en la sociedad rioplatense se debe tener
presente que no sólo era mal visto por sus volteretas políticas que lo habían llevado de Rivadavia a Rosas,
sus posibles robos, su afán de protagonismo y sus poses, sino también por su origen napolitano. En cuanto
a la apreciación de su Colección merece citarse la opinión de W. Parish, quien afirmaba que ‘'es con
mucho la obra más importante que ha salido de las prensas de Sudamérica, y comprende una abundante
64

si bien desde u n a p erspectiva heurística p u e d e n criticarse ciertas licencias q u e se tom ó, ya que

no sólo incluyó notas y prólogos p ara orientar a los lectores, sino que tam bién m odernizó

algunos textos y aligeró sus contenidos p ara hacerlos m ás legibles, no p u ed e desconocerse que
x
dicha colección recibió la influencia del m ovim iento eru d ito europeo que había tenido com o

p u n ta d e lanza la reciente publicación d e los Monumenta...

De A ngelis era ab so lu tam en te conciente del carácter in n o v ad o r d e su Colección, pues no sólo

d ab a a luz m ateriales inéditos significativos sino que buscaba sentar las condiciones para

d elim itar u n territorio p ro p io p ara el conocim iento histórico d en tro del m u n d o literario. Es por

eso q u e llam aba la atención sobre la necesidad de diferenciar cuáles debían ser los insum os de

los h istoriadores d e lo que constituían m eras fábulas. En ese sentido, y antes d e d ar cuenta de la

d o cum entación existente sobre la fundación d e Buenos Aires, n o ta que

"Los pueblos m o d ern o s no tiene q u e buscar su origen en los poetas y m itólogos: los
h istoriadores son sus genealogistas, y del p rim er d ía d e su existencia p u ed e hablarse con
tanto acierto com o d e u n acontecim iento contem poráneo."

Y en referencia a u n h isto riad o r de la C orte d e Felipe V q u e h abía escrito tres tom os p ara prob ar

q u e H ércules h ab ía fu n d a d o C ádiz a u n q u e d u d a b a si había sido tebano, egipcio o asirio, añade

que

"Ya p asa ro n los tiem pos en q u e p a ra edificar ciu d ad e s tenían q u e bajar los dioses del
O lim po. Estas fábulas, in v en tad as p a ra lisonjear a la v an id a d de los pueblos, au m en ta n el
caudal d e m entiras q u e nos h an tran sm itid o los antiguos, por m as q u e se em p eñ en en
acreditarlos los eruditos."82

D e A ngelis ten ía e n claro la existencia d e nu ev as necesidades y m odalidades p ara conocer el

p asad o q u e buscaba com enzar a satisfacer a través d e esta em presa. Sin em bargo, uno de los

aspectos m ás llam ativos d e ésta y d e las otras colecciones, es la dificultad p ara in terp re tar cuáles

eran los criterios d e edición utilizad os a la h o ra d e establecer q u é textos se p ublicaban y cóm o se

ub icab an en u n a serie q u e los to rn ara significativos. Basta rep asar los títulos p ara percibir q u e

los docum entos era n ed itad o s sin q u e im p o rtara dem asiad o cóm o se los agrupaba, con lo cual

recopilación de documentos públicos del más alto interés sobre la historia, estadística, geografía, etc., de
esos países, tan nuevos en cuanto tiene relación con esas materias para los americanos mismos, como lo
son para los europeos; siendo realzado su mérito con las notas y apuntes introductorios de su ilustrado
editor, como fruto de un largo y atento estudio de la historia e instituciones de su país adoptivo’ , BA, p.
37.
82 Aunque quizás resulte algo abusivo, podría considerarse al poema de Borges Fundación mítica de
Buenos Aires como una respuesta a de Angelis, pues primero propone una visión mítica de su origen en
una manzana de Palermo para después concluir que la juzga “tan eterna como el agua y el aire . P. de
Angelis, "Discurso preliminar a la Fundación de Buenos Aires...", p. I, en Colección..., 1.111, op.cit..
65
se p u ed e d u d a r d e la existencia de alg ú n criterio o rd en ad o r ya sea cronológico o tem ático salvo

en la Colección d e A lsina y L ópez sobre las invasiones inglesas y la d e V arela sobre T ratad o s y

C onstituciones am ericanas83. Este fenóm eno se vio potenciado p o r la laxitud q u e tenía la noción

d e documento, ya que éste po d ía abarcar cualquier escrito referido al p asa d o sin q u e im p o rtara
dem asiado su procedencia, au n q u e en este aspecto d e A ngelis m ostró m ay o r cu id ad o q u e sus

contem poráneos. A dem ás solía suceder q u e to d o texto referido a u n fenóm eno histórico, ya sea

u n d o cum ento original o u n estu d io referido al m ism o, podía llegar a tener el m ism o v alor sin

q u e se considerase necesario distinguirlos; y esto no sólo p o r la laxitud con q u e se usaba la

noción d e docum ento, sino tam bién p o r el precario sistem a d e citas y notas q u e hace difícil

percibir en m uchos casos la au to ría y el statu s d e los textos84.

Pero esto no resulta suficiente p ara p o d er co m p ren d er la hetero g en eid ad d e estas colecciones y

la dificultad que tienen los textos allí reu n id o s p ara q u e cobren sen tid o com o p arte d e u n a serie

discursiva d efinida p o r alg ú n principio o rdenador. T am bién se d eb en ten er presente sus

condiciones de p ro d u cció n así com o su s m o d o s de circulación y atesoram iento, co m enzan d o

p o r el hecho q u e sus p artes no siem pre era n en c u ad ern ad as del m odo e n q u e lo hab ían

p lan ead o sus editores.

Esto era consecuencia en p rim er lugar del soporte en el cual circulaban, ya q u e se p ublicab an

p o r entregas o fo rm ab an p arte d e periódicos d e los cuales se reco rtab an com o la Biblioteca del

Comercio del Plata; pero e n todos los casos su en cuadernación solía q u e d a r en m anos d e los

suscriptores o co m p rad o res ocasionales. E sta autonom ía d el público se vio favorecida p o r las

83 En cuanto a la heterogeneidad, se puede considerar el mismo tomo III de la Colección dirigida por de
Angelis, pues éste comienza con una Descripción geográfica y estadística de la provincia de Santa Cruz
de la Sierra, continúa con documentos referidos a la fundación de Buenos Aires, seguidos por las Actas
capitulares de mayo de 1810 y por una Memoria sobre la navegación del río tercero de Pedro García. La
editada por Lamas no sólo no tiene ningún tipo de unidad u orden temático o cronológico, sino que
agrupa textos de muy diversa índole genérica: autobiografías como las de José Rondeau y Pedro Agrelo;
escritos de este último sobre la historia de América y la sucesión de gobiernos de Buenos Aires; proyectos
de constitución; documentos sobre negociaciones entre Buenos Aires y Artigas y sobre la ocupación
portuguesa de la Banda Oriental; apuntes biográficos de personajes como San Martín, José F. Aldao, G.
Brown y Julián Alvarez, a los que tituló Colección de noticias y memorias para la biografía de los
hombres notables del Río de la Plata.
84 El punto VI de los apuntes históricos de Pedro Agrelo editados en la Colección dirigida por Lamas, es
un relato de la fundación de Buenos Aires basado en cronistas de la época. A continuación, y como si
fuera un texto similar, reproduce el Acta de fundación de la ciudad por Juan de Garay entre otros
documentos, sin ningún tipo de marca que discrimine autorías o niveles de citas -algunos de los cuales,
por otro lado, ya había publicado de Angelis, por lo que también reproduce sus notas- De ese modo, una
serie de documentos se equiparan a un relato basado en documentos, que a su vez integran los papeles
inéditos de un letrado referidos a muy diversos temas, que forman parte de una colección de textos
relativos a temas también muy variados, que es parte a su vez de otra colección, la Biblioteca del
Comercio del Plata. -
66

p ro p ias características d e las colecciones. Los textos pu b licad o s p o r d e A ngelis tienen

paginación, carátula e índice propio, perm itiendo así su edición com o folleto o libro ya sea en

form a au tónom a o in teg ran d o un v o lum en distinto al p laneado p o r el editor. A dem ás, m uchos

d e los paratextos debidos a su p lu m a eran publicados tiem po d esp u és q u e los q u e ven ían a

p ro lo g ar o com plem entar. De ahí q u e el n apolitano incitara a sus suscriptores a seguir sus

directivas p ara o rg an izar los m ateriales, d a n d o a conocer incluso q u ién p o d ría encuadernarlo s

sig u ien do sus criterios. M ás aún, al finalizar su obra publicó u n índice general q u e n u m era los

d o cum entos p erm itien d o así su ubicación en cada u n o d e los tom os. De todos m odos su préd ica

no parece haber sido exitosa si se co n sid eran las diferencias existentes en las colecciones que se

en cu en tran en diversas bibliotecas y repositorios85. El m ism o p roblem a se suscita en relación a

la Biblioteca del Comercio del Plata, lo cual resulta difícil d e explicar d a d a su aparición en u n

d iario p o r lo q u e consta claram ente c u á n d o com ienza y finaliza cada tom o. Sin em bargo, p ara

su o rd enam iento co n sp irab a el hecho q u e los textos tam bién se publicaran en tiradas separadas;

q u e se llegara a reed itar en u n tom o n u ev o u n o ya publicado com o los Viajes d e A zara; y que

alg unos tengan pag in ació n y carátula p ro p ia d en tro d e un m ism o volum en, m ientras q u e otros

no.

C abe n o tar por últim o que en pocas ocasiones se p u d o resp etar los planes de edición originales,

ya sea p o r la im previsión del com pilador, com o en el caso d e Lam as q u e había sobrevalorad o el

m aterial del que d isp o n ía p o r lo q u e sólo p u d o e d ita r u n único tom o; p o r razones económ icas,

com o e n el caso d e la colección e d ita d a p o r de A ngelis q u e q u ed ó tru n ca al p ro d u cirse el

bloqueo francés q u e lo dejó sin p ap el y sin p o d e r finalizar su séptim o tom o; o p o r m otivos

políticos, com o ocurrió en el Comercio del Plata, cuya Biblioteca debió dejar lugar varias veces a

escritos d e p ro p a g a n d a antirrosista, algunos d e los cuales h a b ía n sido publicados en el propio

cu erp o del diario pocos m eses antes.

Así las cosas, cabe p re g u n ta rse q u é objetivos ten ían los editores d e estas colecciones y cuáles

e ra n las expectativas d e sus su scriptores u ocasionales com pradores. Es decir, m ás allá de

tratarse d e u n posible negocio ed ito rial -la obra d e A ngelis, p o r ejem plo, casi alcanza la n ad a

d esd eñ ab le cifra d e 500 su scrip to res-, y d el interés q u e p o d ía n llegar a d esp e rtar algunos textos,

q u é propósito ten ían estas com pilaciones. Estos interrogantes am erita n diversas respuestas q u e

p erm iten tam bién ilu m in ar algunos rasgos singulares d e la c u ltu ra rioplatense.

85 Me remito al exhaustivo estudio de T. Becú quien consultó más de sesenta colecciones de la obra, La
colección.... op.cit.. -
67

E n principio, y si se p resta atención a sus contenidos, se n o tará q u e u n a porción significativa d e

los textos se refiere a exploraciones e inform es sobre zonas poco conocidas, en especial

fronterizas, y a decisiones adm inistrativas o acuerdos sobre las m ism as, p articu larm en te sobre

la región norte del Río d e la Plata y la P atagonia. Su publicación cubría al m enos d o s

necesidades: la d e b rin d ar conocim ientos sobre territorios con sid erad o s p otencialm ente ricos y

la d e legitim ar reclam os territoriales. Por otro lado, se p ublicaban escritos q u e hacen referencia
a hechos considerados de sum a im portancia en el dev en ir d e la sociedad rioplatense, com o era

el caso d e la fundación de Buenos Aires, las invasiones inglesas o la R evolución de M ayo. De

ese m odo, constituían u n aporte p ara la construcción d e u n p asa d o relevante y glorioso. Todo

esto perm itiría explicar el interés por esos textos, pero no su edición com o p arte d e tan

heterogéneas colecciones. C on lo cual subsiste la p re g u n ta p o r el sen tid o y el valor d e las

com pilaciones, y no por el q u e p u d ie ra n tener tal o cual d o cu m en to q u e p u d ie ra form ar p arte

d e las m ism as.

La resp uesta a este interrogante es q u e dichas colecciones era n concebidas com o objetos

intrínsecam ente valiosos m ás allá de su ca p acid ad p ara satisfacer n ecesidades económ icas,

políticas, cívicas o territoriales, o del interés que tu v ie ra n p a ra p erm itir el conocim iento de

algunos hechos históricos relevantes. La ra zó n es q u e se su p o n ía q u e las m ism as co n stitu ían u n

jalón en el desarrollo cultural d e la reg ió n que, por eso m ism o, p erm itía colocarla a la a ltu ra d e

los centros m ás adelan tad o s y prestigiosos. Esta p re te n sió n p u e d e apreciarse en u n extenso

artículo publicado p o r Sarm iento en 1851 con el fin d e explicar p o r q u é tras la ru p tu ra d e

U rquiza con Rosas era necesario convocar a u n C ongreso federativo d e las P rovincias del Plata.

P ara ello se d etu v o en u n exam en m inucioso d e los ad elan to s cu ltu rales q u e h ab ían

exp erim entado sus habitantes, m o stran d o especial satisfacción p o r los avances realizados en el

cam po d e la historia y la geografía:

"Sobre estos p u n to s hem os hecho p ro g reso s q u e n o nos d ejan n a d a q u e envidiar. (...) La


colección d e A ngelis, que no es m ás q u e la publicación d e los m anuscritos d e la biblioteca
d e Buenos Aires, es el m o n u m en to nacional m ás glorioso q u e p u e d a h o n ra r a u n E stado
am ericano, y a A ngelis q u e em p re n d ió la publicación le debe la R epública lo bastan te p a ra
p erd o n arle su s flaquezas (...) ¿D iráse q u e es u n acaso q u e u n hom bre com o el m eritorio
Angelis, dígase lo q u e se quiera, acertase a establecerse e n la R epública A rgentina y
d otarnos d e aquel tesoro? ¡Error! A ngelis satisfacía a u n a necesidad pública y a u n a d e
esas propensiones de u n pueblo q u e m u e stra n la a ltu ra d e su pensam iento, y su
p reparación p ara d esem p eñ ar d ig n am en te los altos destinos a q u e la P rovidencia lo h a
llam ado".

Sarm iento continúa resaltando la trad u cció n hecha p o r R ivadavia del texto d e A zara del q u e se

agotaron dos ediciones, lo cual p ru eb a cu an " d e m a n d a d o s son e n tre nosotros estos libros serios
68

i d e p u ro estudio", p ara luego añadir u n a larga lista d e textos publicados que b uscaban p ro b ar

estos asertos, los cuales no eran m ás q u e la copia d e los índices d e las colecciones d ocum entales

p u b licad as hasta entonces. Una vez concluida esta enum eración, retom a su p ropósito d a n d o a

conocer u n a n u ev a lista: la de los nom bres, lugares d e o rig en y actividades d e las nu m ero sas

p erso n alidades capaces d e dirigir el país, en tre las cuales, p o r supuesto, él tam bién se incluye86.

En sum a, y m ás allá de la exaltación q u e hace d e su p erso n a y d e los que im agina com o los

fu tu ro s dirigentes d e la A rgentina post-rosista, lo q u e S arm iento evidencia es q u e la pro p ia

m aterialid ad d e esos volúm enes y su carácter secuencial con stitu y en una m u estra tan to de la

existencia de u n p asa d o valioso y digno d e recuerdo, com o d e los avances p ro d u cid o s en el

presen te p a ra lograr su m ejor conocim iento. De ese m o d o p o d ía n q u ed ar en g a rza d as am bas

dim ensiones tem porales d e la co m u n id ad en objetos capaces d e ser atesorados y d ifu n d id o s,

m ás allá de cóm o éstos p u d ie ra n ser leídos si es q u e efectivam ente lo eran, hecho q u e resu lta

du d o so . A dem ás, estas obras no sólo o cu p a b an anaqueles o estantes locales sino q u e tam b ién

p o d ía n hacerlo en el exterior, facilitando así el establecim iento d e vínculos con p erso n alid a d es y

sociedades científicas europeas y am ericanas. Está cuestión será tratad a luego, p ero cabe

ad e la n tar que este reconocim iento internacional m ás q u e re d u n d a r en u n v e rd a d e ro


intercam bio d e conocim ientos y experiencias, oficiaba d e m ecanism o legitim ador d e literatos y

científicos ante la ausencia de instancias locales capaces d e ejercer esa función. Es p o r eso p o r

ejem plo q u e al in au g u ra rse el Salón Literario en 1837, su m en to r M arcos Sastre destacó la

im p o rtan te o b ra q u e estaba publicando d e A ngelis d e la q u e sin em bargo sólo creyó necesario

m en cio nar q u e "y a h a sido recibida con a p lau so en v arias sociedades científicas d e E u ro p a"87.

La consideración d e esos tom os com o objetos cu ltu ral y económ icam ente valiosos en sí, perm ite

explicar p o r q u é en sus planes d e edición p rim ab a n criterios cuantitativos: parecía p restarse

m ás atención a la necesidad d e com pletar u n a ca n tid a d d eterm in ad a de volúm enes q u e al

v e rd a d e ro interés q u e p o d ría n p resen tar su s contenidos o su posible articulación com o u n a

to talid ad significativa. Si a esto se le su m a la n ecesid ad d e llenar páginas q u e p o d ía tener u n

d iario com o El Comercio del Plata, se e n tien d e la co nstante apelación a todos aquellos q u e

estu v ieran en posesión d e m ateriales p a ra q u e los d ie ra n a conocer, sin im portar d em asia d o en

q u é consistían, ni en qué condiciones y p a ra q u é serían p ublicados.

86 "LIGA LITORAL. Adhesión al pacto federal de 4 de enero de 1831", en Sud América, tomo II,
Santiago de Chile, 9/6/1851, pp. 213-220.
87 "Ojeada filosófica sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación Argentina", en SL p. 119, nota n°
-i •
-5- .
69

C laro q u e esto no es todo si se quiere e n ten d e r el sentido que tenían estas colecciones, al m enos

d esd e u n p u n to d e vista q u e considere la producción de conocim iento histórico. T am bién se

d eb e tener p resen te u n lu g ar com ún según el cual había q u e contentarse con recolectar

m ateriales q u e facilitaran la labor d e los futuros historiadores quienes g ozarían d e m ejores

condiciones para restituir el significado d e los docum entos y realizar u n a v e rd a d e ra narración

histórica. Esta valoración es lo q u e finalm ente perm ite term inar de en ten d e r la falta d e criterios

tan to p ara seleccionar los docum entos com o p ara organizarlos en series q u e tu v iera n sentid o

histórico88. De hecho, no se trata tanto d e que la ausencia de d ocum entos o su falta de

organización im p id en constituirlos en soporte d e n arrativ as históricas, sino m ás bien lo

contrario: lo que n o existían eran relatos q u e p u d ie ra n integrar esos testim onios en u n a historia

cap az d e d o tar d e sentido a los acontecim ientos y procesos m ás relevantes y, así tam bién, a los

docu m entos q u e los testim oniaban. Sería recién a fines d e la década d e 1850 cu an d o estas

colecciones com enzarían a convertirse d e alg ú n m odo en soporte d e obras capaces d e in teg rar

p asad o y p resen te e n u n a m ism a tram a.

En sum a: h asta e n tra d a la década de 1860, y salvo contadas excepciones, las colecciones

d o cum entales no diero n sustento a n arrativ as históricas que las considerara com o u n corpus al

q u e d ebiera hacerse referencia. O, m ás bien, p o d ría plantearse que lo q u e no existían eran

relatos históricos -y a sean efectivam ente escritos o al m enos im ag in ad o s- q u e p erm itieran

o rg an izar en form a significativa los textos q u e las integraban. C on lo cual, la edición d e

colecciones docum entales era u n a práctica eru d ita p ero d esligada d e u n d iscu rso cap az d e d o ta r

d e sen tido al pasado. Es decir que, com o quise argum entar, se tratab a d e u n a práctica sin

discurso. P ero n o p o rq u e se creyera q u e éste era innecesario sino p o rq u e resu ltab a difícil o

im posible d e realizar en las condiciones existentes q u e seguirán siendo exam in ad as a lo largo

d e esta sección.

La Galería de Celebridades A rgentinas


Estas condiciones no sólo afectaron las colecciones de docum entos sino tam b ién a otras

publicaciones sim ilares com o las d ed icad as a biografías d e perso n alid ad es públicas -q u e d e

to d o s m odos tam b ién p o d ía n form ar p arte d e colecciones docum entales com o vim os en el caso

88 Cuando de Angelis proyecta continuar su colección al finalizar el bloqueo francés, sí tomó en cuenta este
problema. En su Prospecto anuncia que “En esta segunda série hemos procurado dar una colocación mas
adecuada á los documentos”, lo cual se desprende de la organización temática de cada uno de los ocho
volúmenes de 500 páginas allí anunciados que, sin embargo, nunca serían publicados. Estos hubieran sido: t.
1: Misiones de Chiquitos; 2 y 3: demarcación de límites de las antiguas posesiones españolas y portuguesas
en América; 4 y 5: Misiones del Paraguay; 6: Topografía é historia de la región Magallánica: 7 y 8
Documentos oficiales y de gobierno. “Prospecto de una segunda serie de documentos inéditos relativos a la
Historia y Geografía de las Provincias del Rio de la Plata” en GM n° 5280, 20/3/1841..
70

d e la d irig id a p o r L am as-. La m ás im p o rtan te d e estas com pilaciones fue la Galena de

celebridades Argentinas que, al igual que su algo m ás lujoso y m ucho m ás extenso p a r chileno,

tiene la p artic u la rid ad d e estar com puesta p o r u n conjunto d e biografías ilu strad as por

litografías de N arciso D esm adryl89. Es d e n o tar que estas obras e ra n habituales en E uropa y en

A m érica, au n q u e en cada caso po d ían tener rasgos singulares y asu m ir diversos sentidos: la

realizad a en C hile por ejem plo no sólo es d e m ayor calidad y extensión, sino q u e sus contenidos

son tam bién m ás densos y conflictivos pues presenta visiones alternativas del p asa d o reciente90.

Al igual que las com pilaciones docum entales lo m ás notable d e la Galería es el g ra n descuido

con el q u e fue realizada: en su carátula fig u ran autores com o Ignacio A lvarez T hom as y Félix

Frías q ue no pu b licarían n in g ú n trabajo; en su Prospecto se a n u n c ia n biografías q u e luego fueron

hechas p o r otros au to res q u e los indicados; aparecieron otras q u e no h ab ían sido previstas; y,

p o r si fuera poco, tam b ién se p rom etieron alg u n as q u e n u n ca v ería n la lu z y q u e es d e su p o n er

tam poco h ab ían sido escritas91. En sum a, no estaba e n claro quiénes iban a ser los biografiados,

q u ién se iba a hacer cargo d e qué, n i cuáles era n los criterios p a ra seleccionar a los au to res y a

los personajes. T anto es así que incluso hoy día resu lta equívoca su au to ría o dirección,

atrib u y éndosela algunos com o P. G onzález a Juan M. G utiérrez y otros com o N. S h u m w ay a

M itre y S arm iento92. D adas las características d e la obra, en ten d ía q u e d ebía considerarse a sus

editores Ledoux y V ignal com o responsables d e la dirección.

O tro rasgo d istin tiv o d e la colección es la d isp a rid a d d e los textos publicados e n cu an to a

calidad, contenidos y extensión. P or el contrario, lo único q u e perm anece inalterable son las

89 Galena de celebridades Argentinas. Biografías de los personases mas notables del Rio de la Plata. Bs.As.,
Ledoux y Vignal editores, Imprenta Americana, 1857-8; Galería Nacional o Colección de Biografías y
Retratos de Hombres Célebres de Chile. 2 vols., Santiago de Chile, Imprenta Chilena, 1854 y 1859.
90 Esta cuestión está tratada en parte en mi trabajo “Las prendas jemales de nuestra sociedad:
representaciones del pasado e identidad nacional en el discurso de las elites político-letradas chilenas (1840­
1860)”, en Iberoamericana. América Latina - España - Portugal. Nueva Época, año III, n° 9, Instituto
Iberoamericano, Berlín, marzo de 2003.
91 En el Prospecto los editores avisaron que la obra saldría por entregas y que sus autores eran "los primeros
literatos del pais", a la vez que señalaron que la extensión dependería de. "la protección que encuentre en el
público". Allí se anuncia que la del Almirante Brown la iba a hacer Mitre -la hizo el General Tomás
Guido-, así como también la de Mariano Moreno -finalmente extractada de la obra de su hermano
M anuel- y una del General Paz que nunca saldría editada; que la de Lavalle la iba a hacer Félix Frías -la
hizo Pedro Lacasa-, En cambio, apareció sin firma la de Funes que era en verdad una autobiografía trunca
concluida por otra mano, y la de Manuel García escrita por su hijo aunque sin su firma, ambas anunciadas
para más adelante junto a las de Balcarce, Dorrego, Arenales, Gorriti, Alvear, Saavedra, Castelli,
Olabarria (sic), Chiclana, Viamont, Suarez, Brandzen, Rondeau, Puyrredon (sic), Echeverría, Juan C.
Varela, Vicente López, Laprida, Luca, Labarden, Fr. Cayetano Rodríguez, Paso, La Madrid, Peña, entre
"otros personages no menos célebres" que nunca serían editadas.
92 P. González Bemaldo Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina. Las sociabilidades en
Buenos Aires. 1829-1862. Bs.As. FCE, p. 329; N. Shumway. La invención de la Argentina. Historia de una
idea. Bs.As.. EMECE . 1993. p. 211. •
71

litografías; y, d e hecho, el form ato elegido parece favorecer m ás la p arte visual q u e la textual

com o n otó Juan M. G utiérrez ante u n a requisitoria d e José A renales que se h abía en tu siasm ad o

al ver su nom bre al frente d e la obra:

"(...) no tengo parte alguna en la especulación d e las biografías de los inmortales. Me h an


p e d id o la d e R ivadavia y la he escrito con gusto y com o Dios m e ha ay u d a d o . M ui
so rp re n d id o estube cu an d o vi mi nom bre al frente d e la publicación sin q u e se m e h ay a
co nsultado al efeto. La parte tipográfica y las litografías de la Galerías so n perfetas, y el
to d o sería m agnífico si el testo llegase a corresponder a los esfuerzos del a rte y a la
exelente calidad del papel d e la edición"93.

M ás aún, no sólo resu ltan favorecidas las im ágenes, sino que quizás éstas sean el m ay o r interés

q u e p resen ta de la obra y, en cierto m odo, su v erd ad ero contenido. Incluso M itre, q u ien pocos

m eses d esp u és redactaría im a Introducción buscando fijarle u n sentido a la Galería, no tó con

a g rad o esta preem inencia al salu d ar la aparición de la prim era entrega d e la colección q u e fue la

b iografía d e San M artín escrita p o r Sarm iento. Pero no sólo p o rq u e destaca en p rim er lugar la

litografía, sino m ás bien p o rq u e estim a q u e el texto del sanjuanino es u n bello retrato escrito

d estin ad o a com plem entar la im agen del procer a la que q u ed a subordinada: "N o es la historia,

no es la biografía pro p iam en te hablando: es el retrato histórico q u e sirve d e texto al retrato

litogràfico"94.

Q uizás sea necesario entonces tom ar el títu lo de la obra en form a literal y co n sid erar a la Galería

com o u n a su erte d e museo portátil d o n d e p u e d e n contem plarse los principales rasgos d e alg u n as

fig u ras pro m in en tes de la v id a pública post-revolucionaria. D e todos m odos esto n o resu lta

suficiente pues su s contenidos textuales tam bién m erecen ser exam inados d a d o el interés q u e

presen tan. M ás aú n , la obra am erita u n tratam iento conjunto d e los textos y las im ágenes com o

u n a to talid a d significativa. P ero esto excede las posibilidades d e esta tesis, p o r lo q u e aquí sólo

se ex am in arán su s contenidos textuales. En ese sentido, y m ás allá de las legítim as d u d a s q u e

p lan tea n los criterios de selección utilizados en cada caso, la Galería p u ed e considerarse com o

u n a o b ra colectiva cuyo p ropósito es celebrar la m em oria d e la elite posrevolucionaria. De ahí

q u e en la Introducción M itre la considere u n "m o n u m en to " en el que p o d ría contem plarse la

v id a d e perso n alid ad es q u e servirían de guía y m odelo a las nu ev as generaciones95.

93 Otro dato que abona mi hipótesis se encuentra en una carta que le dirige un año después el impresor de
la obra al mismo Gutiérrez en la que pone de manifiesto que ésta iba a dejar de publicarse en dos meses a
pesar de que aún faltaban biografías para acompañar los retratos ya hechos. J. M. Gutiérrez a José
Arenales, Bs.As., 3/9/1857 y Juan C. Ure a J.M. Gutiérrez, Bs.As., 22/8/1858, AE t. V, pp. 26 y 103.
94 LDn° 75, 17 y 18/8/1857. '
95 "Esta obra no es una historia, ni una biografía general, sino un monumento erigido a nuestros ilustres
antepasados, que consagraron su vida y sus afanes a la felicidad y a la gloria de la patria. La posteridad
72

La Galería se p ro p o n ía unificar en u n solo corpus la v id a pública d e algunas figuras sobre las

q u e si bien poco y n a d a se había publicado o era d e difícil acceso, circulaban nu m ero so s y

co ntradictorios relatos que creía necesario racionalizar y sistem atizar. Este m ism o

desconocim iento, su m ad o a la falta de previsiones tom adas, perm ite explicar en p arte por q ué

los editores se d eb iero n co n ten tar con com pilar algunos textos ya publicados m ientras q ue

varias de las biografías fueron escritas p o r parientes o allegados. C laro que no todos aceptaro n

ese ofrecim iento: p o r ejem plo, n ad ie quiso hacerse cargo d e la biografía del G eneral A lvear y

Ju an M. G utiérrez rechazó escribir la d e C hiclana. Es p o r eso q u e m ás allá d e la falta de

v o lu n tad o d e interés, se debe tener p resen te lo que ya señalé al trata r las biografías y m em orias,

la existencia d e an im o sid ad es personales, fam iliares, facciosas y regionales q u e im p ed ían o al

m enos dificultaban la construcción d e ese P anteón que, d e tan am plio, resu ltab a inverosím il.

C onsiderem os sino el caso de V icente F. López, qu ien exilado e n M ontevideo se negó a realizar

la biografía d e su p a d re recientem ente fallecido d a d a su oposición al g ru p o dirigente p o rteñ o 96.

E n relación a esto últim o es d e n o tar q u e m ás allá d e la intención d e sus ed ito res o d e los

au to res d e las biografías, lo q u e la obra finalm ente exhibe es u n a su erte d e m em oria colectiva

p ero d e la elite porteña. Al respecto, se destacan dos cuestiones q u e no se d esp re n d e n

ú n icam ente d e lo publicado, sino del contexto en el q u e se lo hizo. Por u n lado, la expurgació n

d el reciente p asa d o rosista del q u e n ad ie parecía h aber to m ad o parte, p o r lo q u e la acción d e

alg u n os de los biografiados e n su s gobiernos com o el A lm irante B row n o M anuel G arcía es

o m itid a o q u ed a aco tad a97. P or el otro, la creación d e u n p asa d o q u e p erm itiera justificar su

p reten sió n d e co nstituirse en g uía o cabeza de to d a la nación. A m bas cuestiones p u e d e n


percibirse con clarid ad en p re n sa p o rteñ a tras la caída d e Rosas, sobre to d o a p a rtir d e la

trasladará algún día sus cenizas al Panteón de los grandes hombres de la Nación Argentina'. “Introducción a
Galería de Celebridades Argentinas. Biografías de los personages mas notables del Río de la Plata en B.
Mitre, OCM. vol. XI, Bs.As., 1942, p. 22 [Bs.As., 1858].
96 En una carta les explica a los editores que no quería exponer la memoria de su padre al fanatismo
partidario y a él a las críticas consiguientes o, sino,' a ser acusado de débil por no hablar con franqueza
sobre los últimos actos de su vida pública. Los editores le respondieron pocos días después acordando que
sus motivos eran justos. Este pedido había sido hecho una vez iniciada la publicación de la obra, lo cual
evidencia la falta de un plan de edición previo. Vicente F. López a los señores Ledoux y Vignal,
Montevideo, 28/10/1857; Ledoux y Vignal a V. F. López, Bs.As., 7/11/1857; en AGN, Sala VII, Archivo y
Colección los López, Legajo n° 2375, doc. N° 5278 y Legajo N° 2370, Doc. n° 4601.
97 Fenómenos similares se dieron en otras provincias como Corrientes a la que Urquiza había combatido
cuando era un firme sostén de las políticas rosistas en el litoral. Esto no podía ser olvidado tan fácilmente,
sobre todo si se considera las atrocidades que habían cometido las tropas bajo su mando. Es por eso que, entre
otras razones, el gobierno de Pujol procuró instituir el recuerdo de la participación correntina en la batalla de
Caseros en detrimento de los otros enfrentamientos que había tenido la provincia con las fuerzas rosistas. Un
examen de este proceso en María G. Quiñónez, “Entre el pasado y el presente: historia y política en
Corrientes en tomo de la lucha contra la Tiranía rosista (1839-1941)”, en Revista de Historia de América n
126, enero-junio 2000. '
73

rep atriació n los restos d e R ivadavia e n 1857, cuya figura y accionar en la décad a d e 1820 com o

M inistro de G obierno de la Provincia y luego com o P residente d e la N ación, sirvió d e espejo en

el q u e gustó verse reflejado el g rupo dirig en te porteño. Frente a tal u n an im id ad fueron exiguas

las voces que se p ro n u n ciaro n en contra, en tre ellas, la del ex rosista B aldom ero G arcía q u e

envió u n a crítica anónim a al periódico entrerriano El Uruguay, reprochándole a sus redactores

h ab er rep ro d u cid o u n panegírico d e Ju an M. G utiérrez98. Lo notable es q u e esta p o stu ra fue

excepcional: incluso en el interior la fig u ra de R ivadavia parecía concitar resp eto en algunos

círculos, au n q u e recordando solam ente su accionar en pro d e u n gobierno nacional. T anto es así

q u e alg unos publicistas d isp u tab an el sen tid o de su legado, criticando a sus p ares p o rteñ o s la

p reten sión de constituirse en sus únicos herederos:

"(...) si este generoso v aró n volviese á la vida, él se ap resu raría á re p ro b ar esta filiación
bastarda, su corazon entusiasta se revelaría ante la idea de la escisión efectu ad a por hijos
extraviados ó crim inales, y que entre la gran m ayoría d e la nación y u n círculo egoísta que
alaba las m as tristes pasiones locales, no vacilaría u n instante. Dejem os á ese glorioso
m u erto en su tum ba, no vengam os a ostentar su cadáver p ara seducir el p u e b lo " 99

V olviendo a la Galería cabe n o tar q u e tam bién tiene o tras características q u e perm iten

hom o lo garla con las colecciones docum entales o, al m enos, con sus condiciones y pretensiones.

El m ism o M itre en su Introducción nos ofrece varias pistas q u e perm iten precisar m ejor cuáles

eran sus objetivos. En principio, y com o ya noté, considera q u e se trata de un monumento e n el

q u e las nu ev as generaciones p o d ría n en c o n trar m odelos d e hom bres públicos p a ra lo cual se

p ro cu ra rescatar del olvido a figuras significativas d e la v id a pública post-revolucionaria. A este

p ro p ó sito cívico p o d ría añadírsele tam b ién la posible reivindicación por p a rte d e fam iliares y

allegados d e algunas personalidades. Sin em bargo, y al igual q u e en el caso d e las colecciones

d ocum entales, lo que v erd ad eram en te im p o rtab a era la publicación d e la obra en sí, incluso m ás

allá d e sus contenidos. Y esto p o r dos razones que fueron p lan tead as ese m ism o año por Julio

N ú ñ e z al prologar la publicación p o stu m a d e la obra de su p a d re Ignacio, n o tan d o e n relación a

la Galería que

"E n esos escritos v e n d rá a buscar m añ an a n u estro fu tu ro Tliiers el carácter y talentos d e


n uestros p ro hom bres p a ra p o d er esplicarse m uchos d e sus hechos; y esas biografías

98 El artículo es durísimo ya que culpa a Rivadavia de casi todos los males existentes a la vez que le niega los
méritos que le atribuían sus entusiastas vindicadores. También circuló como un folleto anónimo en Buenos
Aires con el título de Refutación solemne de los rasgos biográficos y discursos escritos y pronunciados en
Buenos Aires por los señores Gutiérrez, Alsina, Mitre y otros, con motivo de los funerales de don Bernardino
Rivadavia. Un porteño, “Rivadavia” firmada en Bs.As. el 28/9/1857, en El Uruguay, s/n, s/f [se encuentra
como un recorte en la Biblioteca de la Academia Nacional de Historia. La atribución de la autoría es del
historiador Ernesto Fitte]
99 “Los dos caminos” en El Nacional Argentino. Paraná, Imprenta del Nacional Argentino, n° 423 15/1/1857.
74

serv irán tam bién a p e rp e tu a r su m em oria. Será u n m o n u m en to d ig n o d e ellos y de sus


autores!"100

Esta ú ltim a razón, im plícita en la obra, es explicitada en la Introducción d e M itre cu an d o

arg u m en ta q u e su dim ensión colectiva tanto en lo que hace a los biografiados com o a los

au to res d a cuenta d e la existencia d e u n a v id a pública de gran riqueza y, p o r eso m ism o, dig n a

d e las sociedades m ás av an zad as y cultas. La otra tam bién fue d esarro llad a p o r M itre al

sostener que

"La gloria d e esos hom bres es la m ás rica herencia d el pueblo argentino, y salv ar del
olvido su v id a y sus facciones, es recoger y utilizar esa herencia, en n u estro h o n o r y en
n u estro provecho. En esas v id as encontrará la generación actual m odelos dignos d e
im itarse. En los sucesos m em orables q u e ellas recuerden, encontrará el h isto riad o r fu tu ro
tem as dignos d e sus m editaciones austeras" (pp. 19/20).

C on lo cual arg u m e n ta q u e la o b ra no tenía com o fin d o tar d e u n sentido preciso a la histo ria

rio p latense com o a ú n suele señalarse, sino, p o r u n lado, pro v eer de m odelos cívicos y, p o r el

otro, acu m u lar m ateriales q u e p u d ie ra n ser utilizados m ás ad elan te p o r los fu tu ro s

historiadores. Sin p o d er saberlo, eso es lo que él m ism o haría: en esta colección publicó su

p rim era versión d e la biografía d e B elgrano cuyas sucesivas reescrituras la tran sfo rm arían en su

afam ad a Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina.

M itre p lan tea entonces la n ecesidad d e d o ta r d e u n a trad ició n político-cultural a esa sociedad, a

la vez que, com o p o d rá apreciarse con m ayor d etalle en el capítulo cuatro, reconoce la

im p o sibilidad d e realizar u n a v e rd a d e ra n arració n histórica q u e diera cu erp o a esa exigencia.

De ahí q u e resu ltara razonable contentarse con la recolección d e m ateriales capaces d e serv ir al

h isto riad o r q u e en el fu tu ro estu v iera e n condiciones d e p ro d u c ir esos relatos. C on lo cual, y al

ig u al q u e en el caso d e las colecciones docum entales, p o d ría sostenerse tam b ién q u e la

publicación d e biografías seriad as era u n a práctica sin discurso. O, p a ra ser m ás precisos, sin u n

discurso capaz d e re u n ir y d o ta r d e pleno sentido a esas biografías com o p a rte d e u n a m ism a

tram a histórica p ro tag o n iz ad a p o r las figuras allí retratadas. ■

Ese discurso no parecía estar disponible entonces en la cu ltu ra rioplatense. ¿Pero lo estaba acaso

la figura socioprofesional q u e d ebía darle form a, es decir, el historiador? El cap ítu lo siguien te

exam ina esta cuestión con m ay o r detenim iento.

100 Julio Núñez, Prólogo a Noticias históricas de la República Argentina. Bs. As.. Imprenta Argentina, 1857,
p. IV. .
75

Capítulo III
Los historiadores: un presente de ausencias,
un futuro de promesas

Nuestra historia es una epopeya que contiene en si los elementos de la^


vida de un pueblo. Sin embargo, este pueblo que tiene una historia tan
hermosa, no tiene historiadores, y en cuarenta y siete años de vida
independiente nada se ha hecho para ilustrar nuestros anales, ni siquiera
tenemos un compendio histórico que sirva a los niños de lectura en las
escuelas
B artolom é M itre, "E studios H istóricos", 1857

Tiempo ha que el genio de la Historia se cierne buscando una cabeza


argentina en que posarse: conozco algunos compatriotas (sin contar los
que han dejado de existir) que contraen su atención desde m uy atrás a
este estudio y ensayan sus fuerzas para producir la gran página de que
carecemos para miramos en ella y mejoramos para lo futuro. El momento
ha llegado tal vez
Juan M. G utiérrez a A. M agariños C ervantes, 1858101

101 B. Mitre, “Estudios históricos”, LD n°?, 25/11/1857; J. M. Gutiérrez a A. Magariños Cervantes, Rosario,
17/10/1858, en E. Morales (ed.), Epistolario de Juan María Gutiérrez. Bs.As., Instituto Cultural Joaquín V.
González, folio 71. .
76

La insistencia en p lan tear que había q u e contentarse con p o d e r com pilar m ateriales históricos

en esp era de tiem pos m ejores q u e p erm itieran su cabal in terp retació n abre otros in terro g an tes

sobre el m o d o sin g u lar asu m id o p o r el historicism o en la cu ltu ra rioplatense. C abe p re g u n ta rse

p o r ejem plo quiénes eran reconocidos com o historiadores, cuáles eran sus atrib u to s distin tiv o s y

q u é se esperaba d e ellos. El presente capítulo está d ed icad o a dilu cid ar estas cuestiones.

U n p re se n te d e au sen cias.
En su Introducción a la Galería M itre asegura q u e entre las num erosas p erso n alid ad es dig n as de

recu erd o h ay "legisladores, poetas, historiadores, publicistas, hom bres d e estado, jurisconsultos,

generales, diplom áticos, sabios y v arones justos". A hora bien, de todas estas figuras arquetípicas

p u e d e n encontrarse varios rep resen tan tes sin dificultad alguna... salvo en el caso d e los

h istoriadores. T anto es así que pocas líneas d espués q u ed a d esm en tid a esa su p u e sta p lu ralid ad :

en tre las m ás d e cincuenta p erso n alid ad es m encionadas sólo registra a "Funes, historiad o r,

publicista y orador". D e m ás está decir que M itre no p o d ía pasar p o r alto la presencia d e

histo riadores h u b iera n sid o éstos célebres o no. C on lo cual, y exceptuando a Funes, no h ab ría n

existido h isto riad o res e n el p asa d o rioplatense. P ero eso no es todo: tam poco parecía p o d er

en co n trar h isto riad o res contem poráneos. Poco tiem po antes, al p ro p o n e r la creación del

Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata, h abía realizado u n a generosa invitación

d estin ad a a todos aquellos q u e tu v iera n m éritos p a ra integrar dicha asociación:

"El erudito, el literato, el jurisconsulto, el ho m b re d e estado, el geóm etra, el pintor, el


anticuario, el filólogo, el n atu ra lista, el viagero, el agrónom o, el publicista, todos te n d rá n
u n asiento e n este b a n q u e te y to d o s p o d rá n cooperar eficazm ente á la labor com ún, sin
violentar su s inclinaciones, ni d esviarse d e sus estu d io s especiales, e stan d o ta n solo
obligados á bu scar u n a fó rm u la práctica p ara em itir sus ideas. T odas las ciencias, to d as las
artes, y a u n las ideas m ism as, p u e d e n trad u cirse y esponerse en form as históricas, del
m ism o m o d o q u e los hechos; p o rq u e e n la m archa ascendente d e los pueblos hácia la luz,
la histo ria no es o tra cosa q u e el reflejo del desarrollo del esp íritu hu m an o , sean cual
fuesen las form as esteriores que revista al presen tarse á n u estro s ojos ó á n u e stra m ente.
Todo lo que es del ho m b re cabe en la fórm ula histórica (..,)"102.

H ay al m enos dos cuestiones q u e m erecen destacarse d e esta, invitación. La p rim era es q u e

M itre asu m e u n a concepción d e la H isto ria com o expresión d e la to talid ad de la experiencia

h u m ana, com o instancia en la cual se p ro d u c en , desarrollan y ad q u ieren sen tid o los fenóm enos

sociales. D e ahí q u e el conocim iento histórico constituya u n saber privilegiado p ara d a r cu en ta

d e lo social, ya sea p o r su ca p acid ad in terp retativ a, ya sea com o condición d e posib ilid ad de

102 B. Mitre “Preliminar de las Bases Orgánicas del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata’
en R. Levene, Mitre y los estudios históricos en la Argentina. Bs.As 1944, pp. 293/4 [Bs.As., Imprenta
Argentina de La Tribuna, 1856]. •
77

to d a form a d e conocim iento. Pero, y esta es la seg u n d a cuestión que aquí interesa destacar,

dicha cu alid ad o cap acid ad no está ac o m p añ ad a p o r la figura d e quien debería ser su

h erm en eu ta privilegiado: el h isto riad o r103. En su reem plazo p ropone que en tan p ro m eted o r

b an q u ete tom en asiento eruditos, literatos, jurisconsultos, hombres de estado, geómetras, pintores,

anticuarios, filólogos, naturalistas, viageros, agrónomos, publicistas... En sum a, u n a extensa y algo

pintoresca lista q u e p o d ría incluir cualquier figura que reuniera la condición d e letrad a y

su p iera trad u cir su saber en u n a fórm ula práctica q u e lo hiciera transm isible.

A m bas apreciaciones d e M itre perm iten entonces ilustrar u n fenóm eno llam ativo: las escasas

referencias a historiadores. Sobre to d o si se considera que no sólo era poco utilizado ese rótu lo

sino q u e adem ás se lo solía reservar a qu ien h u b iera historiado tal o cual episodio, p erso n alid ad

o proceso -" e l h isto riad o r d e su p ad re", "el h isto riad o r de n u estra revolución"- que, claro está,

no es u n historiador sino alg u ien que pone su capacidad de escritor p ara d ar form a a relatos q u e

tem atizan el pasado, así com o tam bién p u ed e realizar otro tipo d e trabajos literarios. Es decir,

u n eru dito, literato o publicista q u e circunstancialm ente trata aspectos del pasado, sin que se le

reconozca especificidad a lg u n a a esa tarea.

La esc ritu ra d el p asa d o


P o d rá objetarse q u e la ausencia d e u n a figura com o la del historiador no es u n dato relevante en

sí, y q u e tam poco causa extrañeza p u es casi n o existía u n a división del trabajo intelectual q u e

alen tara tal especialización. Es cierto y sobre esto resu ltan particularm ente reveladoras las

palab ras p ro n u n ciad as en 1858 p o r S arm iento com o director d e la sección H istoria del Ateneo del

Plata. En su extenso discurso hace m ención a sus variad o s y prolíficos m éritos pero n o sólo p o r

su consabida au to rreferen cialid ad lin d an te con la m egalom anía, sino p orque estim a necesario

explicitar y legitim ar cuáles son las credenciales que lo habilitan p ara cum plir esa tarea. En ese

sen tid o asum e su falta d e conocim ientos específicos p ara p o d er dirigir los estu d io s d e sus

jóvenes interlocutores, p ero cree com pensarlo con su condición d e publicista atento a la realid ad

am ericana cuya legalidad histórica había lo g rad o vislum brar. M ás aún, asegura q u e es su deb er

realizar esa tarea ya q u e

103 Y no se crea que se trató de un descuido de Mitre. Al comentarle a Andrés Lamas su proyecto de crear
esa institución calificó a sus potenciales miembros como aquellos que se habían “consagrado á los
estudios políticos y sociales”, sin hacer mención alguna a sus posibles conocimientos históricos o
geográficos. Del mismo modo, Sarmiento celebró esa creación asegurando que “(...) reunirá en una sola
familia cuanto nombre se ha ilustrado entre nosotros por las letras, el estudio, los viajes las exploraciones y
los trabajos del espíritu.”. B. Mitre a A. Lamas, Bs.As., 1/7/1854, en B. Mitre, Correspondencia literaria,
histórica y política. Bs.As., Coni, 1912, t. I, pp. 63/4; D. F. Sarmiento “25 de Mayo de 1856", en OCS, t.
XVII, p. 13 ÍE1 Nacional. 23/5/1856]. -
78

"Mi abstención h ab ría sido achacada a d esd é n d e vu estro s conatos, m ás b ien q u e a


conveniencia d e la propia insuficiencia; y siem p re h e tenido p ara mí, q u e a falta d e
hom bres de ciencia, debem os, com o Dios nos lo dé a entender, poner to d o n u estro
contingente d e b u en a v o lu n tad p a ra su p lir a las necesidades d e la R epública"104.

A hora bien, la estim ación d e la p erso n alid a d y del saber atrib u id o a cada au to r, si bien

im p o rtan te ante la ausencia d e reglas o instituciones q u e lo avalaran, no era suficiente p ara q u e

su tarea com o p ro d u c to r d e conocim iento o relatos históricos p u d ie ra ser co n sid erad a legítim a.

E n esas condiciones sólo existía u n a fo rm a d e d istin g u ir quiénes estab an capacitados p a ra

hacerlo y quiénes no: el ejercicio d e u n a escritura so m etid a a escrutinio público. La figura del

h isto riad o r no precedía ni era condición p ara el conocim iento y la difusión del pasado, p o r lo

q ue su legitim idad sólo p o d ía o bten erla a través de la escritura, divulgación y aceptación d e sus

trabajos. D adas las características d e la v id a pública, y sin ten er p o r qué alejarse n ecesariam en te

d e la pretensión eru d ita, esto im plicaba exponerse a los vaivenes políticos com o p u e d e

apreciarse en un ep iso d io q u e involucró a quiénes serían considerados el escritor y los d o s

h istoriadores m ás im p o rtan tes del siglo XIX: Sarm iento, M itre y López.

En febrero de 1860 V icente F. López publicó u n a serie d e artículos en el diario La Patria

m o strándose crítico d e la posib ilid ad d e m odificar la C onstitución N acional p a ra q u e Buenos

A ires se incorporara a la C onfederación. En uno d e ellos califica d e ignorantes a M itre y

Sarm iento, p u es en tien d e q u e carecen d el conocim iento que sólo p u e d e ad q u irirse con

laboriosidad y estudio. E n su extensa re sp u esta S arm iento desp leg ó su reconocida ca p acid ad d e

polem ista, alen tad a p o r su recu rren te irritación ante to d o s aquellos que le re co rd a b an su falta

d e estudios form ales. Así, critica a L ópez p o r descalificar a sus oponentes com o arg u m e n to

polém ico recurrente y, d e paso, re c u e rd a sus constantes traspiés políticos. P ero eso n o es to do,

ya q ue tam bién p lan tea u n a cuestión d e com petencias intelectuales al objetarle su ca p acid ad

p ara o pinar sobre cuestiones d e derecho, ya q u e a p esar d e h ab e r obtenido el títu lo d e ab o g ad o

sus intervenciones no h acen sino m o strar ignorancia. P or el contrario, entien d e q u e M itre a

pesar d e no haber hecho estu d io s com o los d e López, ocupó diversos cargos públicos a los q u e

califica com o v erd ad era escuela práctica e n cuestiones d e derecho. A dem ás le re c u e rd a q u e

m ien tras que en C hile él m ism o h ab ía escrito co tid ian am en te y publicado libros sobre asu n to s

públicos d e dos Estados, L ópez sólo h abía hecho u n a novela histórica q u e poco p o d ía a p o rta r al

conocim iento del derecho constitucional sobre el cual se polem izaba. F inalm ente, arg u m e n ta

q ue

104 D. F. Sarmiento, "Espíritu y condiciones de la Historia en América", en OCS. t. XXI, p. 86 [Memoria


leída el 11 de octubre de 1858 en el Ateneo del Plata], ■
79

"E n cuanto a los hechos históricos, el general M itre ha escrito la vida d e Belgrano, el único
libro histórico q u e poseem os, m ientras q u e el señor López no ha escrito un renglón q u e
acredite igual laboriosidad y estudio (...)"105

M ás allá d e la hiriente descalificación d e López lo q u e Sarm iento evidencia es, por u n lado, la

falta d e libros históricos y, por el otro, q u e la reconocida erudición y capacidad literaria d e su

ad v ersario no le servían d e n ad a si no realizaba u n a p ro d u cció n acorde a la m ism a106. De ah í el

contraste con M itre, cuya reciente escritura de la Historia de Belgrano le valdría en poco tiem p o el

reconocim iento com o h isto riad o r del cual h asta entonces él tam poco había gozado.

Esta legitim ación de M itre tam bién p ro v e n d ría del reconocim iento d e sus pares d e o tras partes

d e A m érica, especialm ente d e C hile d o n d e la producción historiográfica había en co n trad o u n

suelo m ás propicio p a ra desarrollarse. E n ese sen tid o fue clave el estudio d ed icad o años

d esp u és por Diego Barros A rana a la lite ratu ra histórica p ro d u c id a en A rgentina, en el q u e

explícitam ente destaca la existencia de dos m om entos: antes y d espués d e M itre o, m ás

precisam ente, d e su Historia de Belgrano. R u p tu ra que, entre otros m otivos, atrib u y e a un

re n o v ad o estilo y al correcto uso d e las fuentes, p ero tam bién a haber lo g rad o explicar la

sin g u larid ad del proceso in d ep en d e n tista e n el P lata y de la co m u n id ad que lo había

p ro tag o n izad o 107. Barros A rana tam bién d a cuenta del n u ev o posicionam iento de M itre al

exam inar los m otivos p o r los cuales logró triu n far en u n a polém ica con Vélez Sarsfield

p ro d u c id a en 1864 con m otivo d e unos artículos críticos sobre la biografía d e B elgrano q u e éste

h ab ía publicado en form a anónim a e n El Nacional d e Buenos A ires108. P ara el chileno la

su p erio rid a d del biógrafo d e B elgrano se evidencia p o r la d estreza con la que em p leó los

recursos d e h isto riad o r p a ra v alid ar sus dichos; lo cual, p o r cierto, no es m ás q u e u n eco d e los

arg u m en to s esgrim idos p o r el p ro p io M itre al descalificar la posición enunciativa d e su objetor

n o ta n d o que éste no h ab ía sido testigo o p ro tag o n ista d e los hechos, pero tam poco u n estud io so

105 Domingo F. Sarmiento, "No conviene en estos momentos la reforma de la constitución federal -
V.F.L.", en OCS. t. XVII, p. 336 rEl Nacional. 27/2/1860 y ss.].
106 Esta crítica se entiende mejor si se tiene presente la convicción que tenía López de que su destino era
escribir la historia nacional o, al menos, la de la Revolución: “Hace cerca de 20 años qe. mi estudio
favorito como tú sabes es la Historia de ntra. Revoln. Estoy maduro pa. escribirla y pronto también desde
qe pueda disponer de tiempo material pa. la compaginación de todos mis apuntes & &. (...) de todos
nosotros, yo soy el único qe. me he dedicado especialmte. a este ramo. Puedo morirme sin haberlo
realizado, y esto seria un mal pa. el pais- no te parece?”. V. F. López a F. Frías, Montevideo, 28/1/1856,
en AGN, Sala VII, Archivo y Colección Los López, doc. n° 4304.
107 D. Barros Arana, "Historiadores Aijentinos", en Obras Completas. Tomo IX, Santiago de Chile, Imprenta
Cervantes, 1911 rRevista de Chile. 1876, tomo IV].
108 En la sección siguiente la polémica es examinada con mayor detalle. Puede consultarse también de A.
Eujanian “Polémicas por la historia. El surgimiento de la crítica en la historiografía argentina. 1864-1882 , en
Entrepasados. n° 16, 1999. •
q u e recurriera a docum entos fid ed ig n o s109. Finalm ente, y d a n d o u n cierre circular a este proceso

d e reconocim iento, M itre recogería los com entarios elogiosos d e B arros A rana y d e B. V icuña

M ackenna al prologar en 1876 la tercera edición de su Historia de Belgrano. Prólogo q u e adem ás

concluye rep asan d o u n a serie d e hechos significativos trata d o s en la edición an terio r com o las

crónicas secretas d e la R evolución y los proyectos d e M onarquía, a los q u e co n sid era p ara

entonces fuera d e to d a discusión p o r las pruebas docum entales q u e entonces había a p o rta d o 110.

Esta n u ev a posición alcan zad a p o r M itre se p u ed e ap reciar m ejor cu an d o se considera otra

polém ica que había entablado en 1857 a través de la p re n sa con el m ism o Vélez, precisam en te

con m otivo d e los proyectos m onárquicos prom ovidos en la décad a de 1810. En su artículo

M itre dice extrañarse d e que Vélez lo trate com o u n h isto riad o r pues la d iscusión se h ab ía

p ro d u c id o por algo m ucho m ás p ed e stre com o era u n a reseña q u e había hecho de la biografía

d e R ivadavia p ublicada p o r Ju an M. G utiérrez en la Galería de Celebridades. A dem ás asu m e u n a

posición h u m ild e al aseg u rar q u e las críticas de Vélez p o n ien d o a p ru eb a su e ru d ic ió n son com o

esas estocadas a fondo q u e los m aestros de esgrim a tira n a su s discípulos p a ra d esp u é s

enseñarles cóm o evitarlas, agradeciéndole en consecuencia la lección q u e le dio 111. C om o se

p o d rá apreciar, n ad a m ás lejano al posicionam iento q u e asu m iría M itre pocos años d esp u é s

ante ese m ism o interlocutor.

En sum a: al m enos h asta principios d e la década d e 1860 ni siq u iera el acto d e escribir sobre el

pasad o perm itía alcanzar reconocim iento com o h isto riad o r, y a que lo q u e resaltab a com o

condición intelectual y com o cap acid ad era el ejercicio d e la escritura q u e p o d ía estar o rien ta d a

a diversos objetos, tem as y propósitos. De ese m odo, m ás q u e u n d e te rm in a d o sujeto d e

conocim iento, u n a institución, u n as reglas, o u n a disciplina, era el ejercicio d e u n a práctica, la

d e la escritura so m etid a a escrutinio público, la q u e se su p o n ía q u e estaba en condiciones d e

p o n er o rd e n y fijar el sen tid o del pasado. P ero p ara ello, y e n p rim e r lugar, tam bién debía estar

en condiciones d e p o d er hacerlo con el presente.

Sobre el historiador futuro, el caótico presente y el pasado incierto.


La ausencia de la figura socioprofesional del h isto riad o r u o tra equivalente, no im p ed ía sin

em bargo q u e se hicieran ab u n d a n te s referencias a los h isto riad o res e n la cu ltu ra rioplatense.

P or u n lado, com o cabría esperar, a los d e origen eu ro p eo o am ericano q u e oficiaban d e faros o

109 B. Mitre, “Estudios Históricos sobre la Revolución Argentina. Belgrano y Güemes” en OCM. vol. XI, p.
273 [Bs. As., Imprenta del Comercio del Plata, 1864]
B. Mitre, “Prólogo” a Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Tercera y única edición
completa, Bs.As., Imprenta y Librería de Mayo,1876, p. 14.
111 B. Mitre, “Proyectos de Monarquía” en LD n°?, 23/9/1857. •
referentes intelectuales. P or el otro, y a pesar d e lo que hasta aquí vine sosteniendo, tam bién se

p u e d e n encontrar n u m ero sas m enciones d e historiadores locales. C laro q u e estos tienen u n a

cu alid ad llam ativa que m erece ser ex am in ad a en detalle: la de estar ubicados en u n futu ro

indeterm inado.

Recordem os, u n a vez m ás, la Introducción a la Galena en la que M itre se van ag lo ria de la

can tid ad d e perso n alid ad es q u e po b lab an la historia argentina, m uchas de las cuales serían

rescatadas del olvido o de la tradición oral p ara p o d e r servir de m odelo o ejem plo para sus

contem poráneos. Estos pro p ó sito s p u e d e n parecer algo m odestos si se considera q u e provienen

d e alguien con u n sen tid o histórico y político tan ag u d o com o el que poseía M itre. P ero eso no

es todo ya que adem ás dice legar al "h isto riad o r futuro" la tarea d e m editar sobre los actos y los

fenóm enos por ellos en carn ad o s p ara así p o d er dotarlos d e su v erd ad ero sentido. Q ue fuera

M itre y a fines d e la décad a d e 1850 q u ien legitim ara esta suerte d e distribución temporal de tareas

historiográficas p o d ría llam ar la atención; sin em bargo, es absolutam ente representativo de las

presunciones sobre cuáles era n las posibilidades q u e se tenía de pro d u cir alg ú n tipo de

n arrativ a histórica d e en v erg ad u ra. Es q u e la apelación al historiador futuro o form ulaciones

sim ilares com o la d e Julio N ú ñ e z sobre "n u estro fu tu ro T hiers", no sólo eran habituales sino

que tam bién p ro v e n ía n d e autores m u y diversos -a n tig u o s unitarios, publicistas del rosism o,

m iem bros d e la generación rom ántica; porteños, orientales o provincianos-, quienes insistían

u n a y o tra vez en la necesid ad d e co ntentarse con recopilar m ateriales para que m ás adelan te

éstos p u d ie ra n ser ex am inados e in terp re tad o s por esa enigm ática figura.

V eam os dos ejem plos u b icad o s al principio y al final del perío d o analizado y q u e pro v ien en de

autores pertenecientes a diversos m u n d o s políticos e ideológicos. El prim ero co rresp o n d e a u n a

nota rem itid a en 1831 a u n periódico p o rteñ o rosista. Su autor, escudado bajo el seu d ó n im o de

"U n O bservador", sostiene q u e u n a época de convulsiones com o la que había abierto la

R evolución no es la m ás a d e cu ad a p a ra escribir la historia, por lo que propone contentarse con

aglom erar los m ateriales, p a ra q u e otros m as felices q u e nosotros se encarguen d e lev an tar el

edificio"112. C asi trein ta años m ás tard e, y e n u n a co y u n tu ra no m enos conflictiva, Félix Frías

notó que

"No es el m ejor cam ino p a ra llegar al olvido del pasad o la p in tu ra de las luchas
sangrientas q u e antes h a n d iv id id o a los argentinos. Pero será b u en o p re p a ra r los
m ateriales al fu tu ro h isto riad o r y le ru eg o no olvide d e re u n ir cuantos dato s halle p o r esos
lugares"113.

EL n° 500, 8/6/1831. '


F. Frías a J. M. Gutiérrez, Bs.As., 19/9/1858, en AE, t. V, p. 107. •
82

En el prim er caso se p lan tea una im posibilidad y en el seg u n d o una exigencia, p ero las

consecuencias que se extraen son las m ism as: la necesidad d e contentarse con recop ilar

m ateriales para que éstos p u d ie ra n ser exam inados en el futuro. Pero no sólo los referido s al

p asad o reciente sino tam b ién del m ás lejano. A dem ás, este tipo d e argum entos era n em p lead o s

p ara justificar por q u é se p ro d u c ía n glosas d e docum entos, ap u n tes superficiales, crónicas o

„ anales, pues se en ten d ía q u e a pesar d e su pobreza estos textos serían m ás ad elan te insum os de

los historiadores. Es el caso d e D am ián H u d so n , q u ien en la Introducción a su s Apuntes

cronológicos sobre C uyo asegura que

"(...) el deseo d e p re sta r u n servicio a m i país en la necesidad que ya em p ieza a sen tir d e
ser conocido y q u e m ás tard e v e n d rá a utilizarse p o r la p lu m a del h isto riad o r -son
positivam ente las consideraciones q u e m e h an im p u lsa d o a e m p re n d er esta com pilación,
d e u n trabajo p u ra m e n te m aterial (...) si en estos trabajos p u e d o ser útil a m i p atria, si los
m ateriales q u e am ontono, alguna v ez d e algo sirv ieran al historiador- se h a b rá n satisfecho
d el todo m is aspiraciones y q u e d a rá n co m pensados con exceso mis desvelos"114.

El reconocim iento d e la ausencia d e condiciones favorables p a ra p ro d u cir u n a n arra tiv a e n cuya

tram a cobren sentido los hechos del p asa d o local p u e d e atribuirse a diversas razones:

desconocim iento de las fuentes, cercanía d e los acontecim ientos q u e im pedía to m ar distancia de

ellos p ara p o d er objetivarlos, falta d e tiem po por la d iv ersid ad d e ocupaciones q u e ten ían los

escritores, ausencia d e estím ulos p ara e m p re n d e r esas obras d a d a la carencia d e u n público o de

u n p o d e r político q u e las d em an d a ra. D e hecho fu ero n v arias las ocasiones en las q u e escritores

y publicistas p lan tea ro n este tipo d e dificultades. Es el caso d e Julio N ú ñ ez q u e e n el Prospecto

d e las Noticias Históricas... escritas p o r su p a d re llam a la atención sobre lo provechoso q u e son

los estudios históricos p a ra la ju v en tu d , a rg u m e n tan d o adem ás q u e los publica ante la casi total

ausencia d e trabajos de esa ín d o le pues

"Ellos p o d rán servir m as tarde para form ar la "H istoria d e la República A rgentina", cuando
aparezca el hom bre que quiera tom ar p ara si la bella tarea de contar a las edades venideras,
tantos hechos gloriosos com o tendría que consignar"

E n el Prólogo atribuye esta falta a las zozobras d e la v id a pública que h ab ían im p e d id o al

h isto riad o r recoger esos hechos, estu d iarlo s y com paginarlos, restan d o sólo las m em orias y los

relatos orales q u e eran fuente d e discordia. En ese sen tid o insiste e n que el h isto ria d o r n o d eb e

ser p arte d e los hechos q u e relata pues eso lo hace parcial a u n q u e sea h onrado. De to d o s m o d o s

en tien d e que ya había llegado el m om ento d e reiv in d icar a los próceres y q u e era u n acto d e

114 “Apuntes cronológicos para servir á la historia de la antigua Provincia de Cuyo” en Revista de la Junta
de Estudios Históricos de Mendoza, tomo X, 1938, pp. 47/8 [Mendoza, 1852], •
83

patrio tism o hacerlo ante la d esu n ió n d e la república, y a q u e así se reavivarían "los únicos lazos

q u e nos u n en con las Provincias que form aban la antigua República: -las glorias y los sufrim ientos

com unes"115. Un año antes, y haciendo eje en otros aspectos del problem a, V icente F. López

había m ostrado su recurrente fastidio al n o tar que

"(...) si fuera rico antes d e tres años h ab ria p u b licad o veinte novelas históricas qe. m e
bailan pr. la cabeza, y la H istoria A rg en tin a qe. b ro ta ya en la p u n ta d e m is dedos! Q ue
pais tan jodido el nuestro! ni estas cosas p u e d e u n o hacer contando con el público.
M eterse en ellas, es p e rd e r uno din ero adem as del tiem po y del regalo qe. debe u n o hacer
de su trabajo. La dem ocracia es p eo r m il veces pa. con la inteliga. qe. el despotism o: los
reyes tenian u n g ra n d e em pleado, bien rentado, qe. llam aban C ronista y escribir la
H istoria pr. deber; y a fé qe. era u n g ran d e acto d e sab id u ría!"116

A pesar d e éstas u otras apreciaciones p o r el estilo que era n invocadas en form a insistente, había

otras razones m ás im portantes q u e p erm iten e n ten d e r p o r q u é no se escribía esa historia que,

sin em bargo y esto resulta necesario tenerlo presente, m uchos decían anhelar. La trayectoria del

p ro p io L ópez perm ite in d ag ar en esas razo n es m ás p ro fu n d as pues, com o es sabido, recién

publicó sus trabajos d e en v e rg ad u ra sobre el p asa d o nacional en la década d e 1880. N o creo q u e

p u e d a resolverse del to d o la razó n d e esta demora, p ero sí q u e ésta no fue consecuencia d e la

falta de fuentes, d e tiem po, d e dinero y, m enos aún, d e conocim ientos, incluso a u n q u e así lo

creyera el propio López. Al respecto resu lta d e u tilid a d re co rd ar dos episodios en los q u e

estu v o involucrado.

E n su carácter d e editor d e la colección d e d ocum entos sobre las invasiones inglesas, V alentín

A lsina sostuvo q u e éstas no sólo fu ero n d e g ra n im p o rtan cia sino q u e tam bién h ab ían influid o

en el proceso in d ep en d en tista. Eso lo lleva a lam entarse y a q u e en m edio siglo no se h ab ía

escrito su historia n i re u n id o los d ato s q u e p erm itirían hacerlo. Es p o r eso q u e u n a v ez m ás dice

contentarse con la com pilación d e do cu m en to s y datos, p u es entiende que todavía no p u e d e

escribirse ese relato117. A hora bien, si había alg u ien en condiciones d e escribir dicha historia, ese

era sin d u d a Vicente F. L ópez q u e ad em ás era co-editor d e esa colección. Es q u e L ópez no sólo

ten ía u n interés m anifiesto p o r esos sucesos -y p o r el p asa d o porteño, rioplatense y am ericano

en g en eral- y talento com o literato, sino q u e tam b ién gozaba d e acceso a do cu m en to s d e la

época com o los allí publicados y a relatos d e testigos o p ro tag o n istas d e los sucesos com o su

115 Julio Núñez, Prospecto y Prólogo a Noticias históricas de la República Argentina. Bs.As., Imprenta
Argentina, 1857, p. IV.
116 V. F. López a F. Frías, Montevideo, 28/1/1856, en AGN, Archivo y Colección Los López. Sala VII, legajo
n° 2368, doc. n° 4304 (los subrayados en el original).
117 Compilación de documentos relativos á los sucesos del Río de la Plata desde 1806, Biblioteca del
"Comercio del Plata", Montevideo, 1851, p. V. •
84

p ro p io padre. Pero esto es tan sólo u n a apreciación b asa d a e n algo q u e podna hab er sucedid o .

Así q u e resta el segundo episodio que, p o r otro lado, p o n e d e m anifiesto u n a v ez m ás el m uy

diverso desarrollo que tuvo la pro d u cció n historiográfica e n C hile y que afectó tam b ién a los

rioplatenses allí exiliados. Me refiero al hecho altam ente significativo d e q u e L ópez p u d ie ra

escribir hacia 1845, y en m u y pocos m eses, u n Manual de la istoria de Chile [sic] en el q u e logró

p lasm ar p ara u n potencial público escolar la historia d e esa nación d esd e sus orígenes

coloniales. Las razones d e este logro están d ad a s por la d e m a n d a del texto -q u e igual fue u n

fracaso económ ico pues u n cam bio d e au to rid ad es afectó el acu erd o q u e h abía hecho L ópez-,

p ero m ás a ú n en la existencia d e m u y diversas condiciones d e pro d u cció n políticas, cu ltu rales e

institucionales que, entre otras cosas, le ap o rta ro n u n a p erspectiva d esd e la cual p o d ía tra z a r el

ru m b o histórico de esa nación118.

Del m ism o m odo, pero en su reverso, p o d ría plantearse q u e en el Río d e la P lata la m ay o r

dificultad existente para desarrollar u n a n arrativ a histórica d e en v e rg ad u ra era política. M ás

precisam ente, com o verem os e n el capítulo sexto, deriv ab a d e la falta d e u n a p ersp ectiv a

inequívoca anclada en el presente y con proyección hacia el fu tu ro d esd e la cu al p u d ie ra

do tarse de sentido a los hechos históricos. P ero no sólo p o rq u e el p asa d o p reh isp án ico fu era

ignorado, los siglos de dom inio colonial rep u d ia d o s y la R evolución hu b iera dejado u n leg ad o

problem ático, sino m ás bien p o rq u e el p resen te era p ercibido com o u n caos en el q u e co nviv ían

y u x tap uestos fenóm enos incom patibles en tre sí -o incom prensibles p a ra algunos com o el

rosism o-, sin q u e ad em ás p u d iera predecirse cuál era el fu tu ro o, al m enos, se ac ertara a

en co n trar u n rum bo incontrastable hacia él. De ese m o d o parece razonable q u e re su lta ra difícil

en co n trar u n p u n to d e vista q u e p erm itiera articular las diferentes dim ensiones tem p o rales d e

u n a co m u n id ad en un relato histórico q u e tu v iera u n a orientación clara y e n el q u e p u d ie ra n

cobrar sentido pleno las acciones d e su s protagonistas. Es esta ausencia finalm ente la q u e

p erm ite en ten d er por q u é había consenso en la necesid ad d e contentarse con recolectar

cu alq u ier tipo d e narraciones, ya sean biografías, docum entos, relatos orales, crónicas, anales, u

objetos com o m apas o m edallas, m ientras q u e se legaba a fu tu ro s histo riad o res su cabal

co m prensión q u e sólo sería alcan zad a cu an d o estos elem entos p u d ie ra n ser pro cesad o s e

in teg rados en u n a historia p ro tag o n iz ad a p o r u n a c o m u n id a d o, al m enos, p o r fig u ras o g ru p o s

a los q u e p u d iera atribuirse su representación.

118 Las peripecias de la escritura del manual y su fracaso como negocio pueden seguirse en la
correspondencia de López con su padre, en especial una carta en la que le explica sus expectativas y otra
en la que meses más tarde da cuenta de su desazón. Vicente F. López a Vicente López y Planes,
27/1/1845 y 7/9/1845. AGN, Archivo y Colección Los López, Sala VII, legajo n° 2364, docs. n° 3973 y
3975. ' ' -
85

P o d ría suponerse que la creación del Instituto Histórico y Geográfico im p u lsad o p o r M itre tenía

en tre sus propósitos rem ed iar esa falencia al constituirse e n u n ám bito que, p o r u n lado,

perm itiría articular esta perspectiva y, p o r el otro, form aría o legitim aría a sus m iem bros com o

sujetos p roductores d e conocim iento histórico. E ntre otras razones, esto explicaría la

h etero g eneidad de quienes había convocado p ara form ar p arte del m ism o, com o de A ngelis que

era u na figura d e escaso prestigio en u n a Buenos A ires q u e buscaba desem barazarse d e su

reciente pasad o rosista. Pero m ás allá d e las prevenciones que p u d iera n causar su persona,

M itre reconocía en el eru d ito n apolitano a uno d e los pocos letrados con conocim ientos ciertos

en el arte de hacer historiam . Lo que no había percibido M itre -lo que a ú n no había p o d id o

p ercib ir-, era que ni su participación ni la d e nadie p o d ía resolver los problem as q u e aquejarían

a esa asociación u otras sim ilares. C om o p o d rá apreciarse en el capítulo siguiente, sus

lim itaciones no prov en ían tanto d e la ausencia de letrados con determ inados conocim ientos,

ap titu d es o especializaciones, sino d e la d eb ilid ad institucional pro v o cad a por la v id a pública

rioplatense que im pedía su consolidación.

119 Mitre fue uno de los que gestionó que de Angelis pudiera volver a Buenos Aires hacia 1855 tras su
destierro decretado en 1853. En cuanto a su valoración del napolitano resulta de interés un borrador de
una carta en la que le recuerda que al despedirse la primera vez que lo vio, había planteado entablar
relaciones literarias bajo la base de la reciprocidad “aun cuando en materia de cambio de conocimientos
históricos, sea como la reciprocidad marítima de la Gran Bretaña y de la República Argentina", para
añadir que “Por supuesto que no pretendo ser la Gran Bretaña”. Pero estos elogios no sólo eran privados
sino también públicos. Así, pocos años después, y tras criticar una carta que había enviado el napolitano a
fin de discutir la actuación de Rivadavia, Mitre le reconoce sin embargo sus “(...) importantes servicios
que ha prestado a la ilustración de la historia argentina, que le debe el único monumento que hasta hoy
posee”. Minuta de B. Mitre a P. de Angelis, Bs.As., 18/6/1856, en T. Becú y J. Torres Revello, La
colección de documentos de Pedro de Angelis y el Diario de Dieso de Alvear, Bs.As., Peuser, Facultad
de Filosofía y Letras, Publicaciones del Instituto de Investigaciones históricas n° LXXV, 1941, pp.
XLVIII-XLI; “Rectificaciones Históricas. Bemardino Rivadavia” en LD. Bs.As., 9/10/1857.
86

Capítulo IV
Los Institutos Históricos y Geográficos

El Instituto Histórico-Geográfico, es un bello pensamiento, cuya ejecución


completa y concienzuda, dará fama a la nación, estimulará el cultivo de la
ciencia, nos libertará de la dependencia en que estamos de los trabajos de
extrangeros en cosas que son de nuestro pais, reunirá en un foco de
ilustración los datos importantes para la geografía é historia del pais que se
conservan dispersos, con peligro de desaparecer, y el oriental que se sienta
con el talento y vigor necesario para escribir la Historia de su Patria,
tendrá preciosos materiales y se ahorrará grandes fatigas y gastos.
El Instituto-Histórico-Geográfico, es el primer paso para la independencia
científica y literaria de las poblaciones del Río de la Plata, y un nuevo
vínculo de dulce fraternidad.
El Nacional, M ontevideo, 1843

Parece que una gran parte de los petisamientos más nobles o más útiles
para el país estuviesen condenados a permanecer en embrión (...) Parece
que la existencia del Instituto hubiese sido como una de esas exhalaciones
que cruzan velozmente el espacio.
"In stitu to H istórico y G eográfico", La Tribuna, Bs.As., 1855120

120 El Nacional 2da. época, Montevideo, Imprenta del Nacional, 25/5/1843; La Tribuna. Bs.As., Imprenta de
la Tribuna, Bs.As, n° 501, 30/4 y 1/5/1855. •
87

E n el capítulo anterior se p u d o n o tar que a pesar d el creciente interés p o r el p asa d o existían

d ificu ltades p ara d o tar d e sentido la historia local an te la falta d e u n a perspectiva clara e

inequívoca desd e la cual p u d iera trazarse u n ru m b o histórico preciso. De ese m o d o los

esfuerzos se reducían a p ro d u c ir trabajos al servicio d e intereses inm ediatos o se d irig ían a

recolectar relatos y m ateriales para que éstos p u d ie ra n ser u tilizad o s con provecho en el futuro.

De ahí q u e se p lan teara com o u n a necesidad d e p rim er o rd e n la institucionalización del estu d io

y d e la difusión de conocim ientos sobre el pasad o am ericano y rioplatense, lo cual d eb ería crear

condiciones p ara p o d e r d a r a luz esos relatos que se an h e la b an pero q u e no se alcan zab an a

concretar. E n ese contexto fueron creadas u n a serie d e sociedades científicas o culturales q ue

serán ex am inadas a continuación.

E ntre 1843 y 1861 se fu n d a ro n en M ontevideo, B uenos A ires y P aran á sendos Institutos

Históricos y Geográficos121. Es d e n o tar que estas em p resas fu e ro n m ayorm ente ig n o rad as p o r la

h isto rio grafía y que, en aquellos casos en q u e se les p restó atención, ten d iero n a ser

co n sid erad as com o lejanos y heroicos antecedentes d e lo q u e serían en el siglo XX la Academia

Nacional de Historia argentina y el Instituto Histórico y Geográfico Nacional u ruguayo. Este enfoque

dificultó su com prensión ya q u e al interrogarse por aquello q u e debieron haber sido o aquello

q u e an ticiparon, se dejó d e lado lo que realm ente fueron. P or el contrario, entiendo q u e resu lta

m ás fructífero exam inar qué se p ro p o n ían su s creadores, cóm o eran percibidos socialm ente,

cuáles e ra n sus funciones y cóm o las cum plieron, si es q u e p u d ie ro n hacerlo.

P ara com enzar a resp o n d er estas cuestiones se d eb e ten er p resen te en p rim er lu g ar que,

sig u ien d o el m odelo del Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro fu n d a d o en 1838, fu e ro n

im p u lsa d o s o b uscaron el am p aro de sus respectivos E stad o s122. En seg u n d o lugar, q u e su

121 El Instituto Histórico y Geográfico Nacional impulsado por Andrés Lamas y Teodoro Vilardebó en
Montevideo en 1843; el Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata promovido por Bartolomé
Mitre en Buenos Aires entre 1854 y 1856; y el Instituto Histórico y Geográfico de la Confederación,
creado en Paraná en 1861 por el Ministro de Interior, Juan Pujol. También se puede incluir en esta lista al
Departamento de Estadística de la Confederación, encomendado por Urquiza a de Angelis tras la caída de
Rosas en 1852, ya que entre sus funciones se encontraba la de sistematizar el conocimiento de la historia
civil, literaria, religiosa y administrativa de las provincias. Sobre estos institutos pueden consultarse
respectivamente los siguientes estudios: J. Pivel Devoto, El Instituto Histórico y Geográfico Nacional
(1843-1845)", en Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, t. XI, 1934/5: Mitre y los estudios
históricos en la Argentina. Bs.As., Academia Nacional de Historia, 1944; B. Bosch, "El Instituto Histórico y
Geográfico de la Confederación" en La Gaceta. San Miguel de Tucumán, 19/9/1993; J. Sabor, Pedro de
Angelis y los orígenes de la bibliografía argentina. Bs.As., Ediciones Solar, 1995, pp. 128/9.
122 Sobre el Instituto de Brasil cfr. de A. Wehling “As origens do Instituto Histórico e Geográfico
Brasileiro” en Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro. Brasilia, n° 338, enero-marzo 1983
e “Historiografía e identidade na construcao do Estado nacional brasileiro. O projeto político do IHGB” en
Actas del V Congreso Iberoamericano de Academias de la Historia: Los estudios históricos como
expresión de la cultura nacional. Academia Chilena de Historia. 1995. .
88

den o m inación q u e parecía restringir un cam po de estu d io preciso no debe en g añ ar ya q u e el

conocim iento del pasado era en tendido com o u n a actividad literaria. T anto es así q u e en sus

p ro p ias bases y reglam entos se los califica d e m odo genérico com o asociaciones literarias o

científicas y literarias, y a sus m iem bros com o hombres de letras. Es decir q u e en principio, y al

igual q u e los otros fenóm enos exam inados en lo q u e hacía a los m ovim ientos ten d ien tes a

escu d riñ ar el pasado, se evidencia la falta d e au to n o m ía d e u n espacio d e conocim iento

histórico al q u e d a r su b su m id o en el m ucho m ás am plio m u n d o de las letras. Lo m ism o en

relación a la orientación y propósitos q u e tenían ya que, al igual que las colecciones

docum entales y las producciones culturales en general, dichos Institutos se pro p o n ían satisfacer

n ecesidades m uy diversas, ya sean políticas, cívicas, sociales o económ icas123. Es p o r eso que

estab an d ed icad as al conocim iento y la difusión de la h istoria y de la geografía, p ero tam b ién d e

la estadística, con las q u e conform aban u n a su erte d e ciencias sociales d e las que tam bién p o d ía

form ar p arte la econom ía política. A dem ás se estim aba q u e la estadística no sólo p erm itía d a r

cuenta de los recursos disponibles en u n a región sino q u e tam b ién era d e gran u tilid a d p ara

conocer el pasado, com o notó M itre al referirse elogiosam ente a la labor d e M anuel Trelles en la

recién cread a oficina de Estadística:

"La historia d e u n pueblo p u ed e escribirse por m ed io d e térm inos num éricos. U na cifra es
m uchas veces m ás elocuente que u n largo discurso. Los hechos sociales son del d o m in io
d e la estadística, y ella p u ed e esp resar con el lenguaje severo d e los n ú m ero s las
vicisitudes d e u n pueblo, sus épocas d e progreso, corrupción, sus v irtu d es, sus
tendencias, y h asta los hechos m orales y intentes q u e escapan con frecuencia al
h isto riad o r y q u e se revelan súbitam ente e n u n c u a d ro estadístico"124.

E ntre las actividades en co m en d ad as a los Institutos se destaca la difusión d e su s m aterias

específicas m ed ian te m em orias, discursos o publicaciones; la relación con corporaciones afines

d e A m érica y Europa; el otorgam iento d e prem ios; la recolección d e docum entos, textos, m ap as

o im ágenes d e interés p a ra las disciplinas e, incluso e n alg ú n caso com o el de M ontevideo, el

constituirse en v erd ad eras bibliotecas o archivos.

123 Esta orientación era puesta de manifiesto por sus impulsores en forma permanente, sobrevalorando
incluso sus verdaderas posibilidades. Lamas, por ejemplo, aspiraba a que en el futuro surgieran de su seno
cátedras “donde la historia y los principios de administración puedan ser explicados sobre bases y datos
nacionales”, para después añadir que entre los temas de investigación también debía incluirse el estudio del
guaraní, así como también las costumbres y la historia política y militar de ese pueblo. Podría atribuirse
este particular interés al romanticismo de Lamas, sin embargo su argumento era que "El conocimiento de
esa lengua puede ser, con el tiempo, un medio de ensanchar el terreno que domina nuestra actual
civilización: ella se habla con pocas alteraciones en las últimas clases de la gente de nuestra campaña y en el
inmenso litoral del Paraná, Uruguay y Paraguay". Andrés Lamas a Santiago Vázquez, Montevideo,
23/5/1843, en Escritos selectos del Doctor Andrés Lamas (1837-1855), Instituto Histórico y Geográfico del
Uruguay, 1922,1.1, p. 70.
124 “Estudios estadísticos”. LD. n° ?. 14/11/1857. •
89

Pero no fueron éstas las únicas razones q u e im p u lsaro n su creación, pues tam bién se les asignó

otros objetivos q u e excedían el d a r form a a una disciplina cap az d e regular la p ro d u c ció n de

conocim ientos orien tad o s a satisfacer necesidades públicas. T anto es así que, al igual q u e en el

caso de las colecciones d e d ocum entos y de biografías, p o d ría sostenerse q u e el principal

p ro p ó sito era la existencia d e la asociación en sí. Y esto p o r varios m otivos que m erecen ser

exam inados en detalle.

En principio se d eb en co n sid erar las expectativas sobre cóm o éstas instituciones rep ercu tirían

en los vínculos con el resto d el m u n d o , propósito que era insistentem ente señalado en artículos

periodísticos, correspondencia y en los propios docum entos d e las asociaciones. P or un lado,

p o rq u e su existencia era u n a m u estra palpable del grado de civilización alcanzado p o r la región

y, m ás particularm ente, d el rol activo del E stado en la consecución d e ese desarrollo. C u alid ad

q u e p o r ejem plo, en u n a co y u n tu ra com o la creada en M ontevideo d u ran te el sitio al que la

so m etían las fuerzas d e R osas y O ribe, p erm itía ofrecer u n co n traste frente a esos enem igos. Del

m ism o m odo, M itre concluiría años m ás ta rd e u n artículo en el q u e daba cuenta de los trabajos

hechos p ara relan zar el In stitu to p o r él fu n d a d o señ alan d o q u e éste sería "(...) u n o de los

tim bres d e la n u ev a época, y sus progresos, a la vez q u e fe cu n d ar la inteligencia argentina,

d a rá n lustre y h o n o r a la actu alid ad d e Buenos A ires"125. E sta creación p erm itía adem ás

concretar relaciones con instituciones afines de E uropa y A m érica. Es por eso q u e a instancias

d e Florencio Varela, u n a d e las p rim eras m ed id as to m ad as p o r el Instituto d e M ontevideo -

incluso antes d e hab er alcan zad o a n o m b rar a todos sus m iem bros fu n d a d o res-, fue establecer

vínculos con sociedades afines d e E u ro p a y Brasil y el n o m b ram ien to de socios corresponsales

pertenecientes a los m ism os o q u e go zaran d e prestigio126. P or su p u esto q u e dicho contacto no

sólo legitim aba la existencia d e estas asociaciones, sino tam b ién la d e sus m iem bros, quienes

g u stab an ser reconocidos com o corresponsales d e tan prestigiosos centros127.

125 “Instituto Histórico” en LD n° 164, 30/11 y 1/12/57


126 Cfr. el Acta del 2/7/1843, en J. Pivel Devoto, "El Instituto Histórico y Geográfico Nacional...”, op.cit.,
p. 205/6. "
127 Para apreciar la importancia material pero también simbólica de la ligazón con estas sociedades,
resulta de utilidad recordar la reacción que tuvo de Angelis al ser disuelto el Departamento de Estadística
de la Confederación tras la revolución setembrista. Angelis inició gestiones ante al Gobernador de
Buenos Aires, Valentín Alsina, a fin de solicitarle su apoyo para darle continuidad a la institución y, claro
está, a su cargo. Su argumento no se basó en la necesidad de esos conocimientos para el desarrollo de la
Provincia, ni en su pericia, sino en el hecho que había entrado en relaciones con el Departamento
Estadístico de Inglaterra, el cual le había enviado material que se había comprometido a retribuir con
estadísticas comerciales del puerto de Buenos Aires que hasta el momento no había podido hacer. Para
reforzar sus dichos, esgrimió varias notas del cuerpo diplomático inglés. De todos modos, Alsina no
pareció impresionarse mucho y a los pocos días decretó su cierre Los documentos de la gestión de P. de
Angelis en AGN Sala Vil, Archivo de Pedro de Angelis, legajo n° 96. •
90

T am bién existían razones internas no m enos im portantes que explican p o r q u é la creación d e la

in stitución era en sí valorable incluso m ás allá d e sus logros inm ediatos. En p rim er lugar,

p o rq u e se suponía que p o d ría constituir en u n m odelo d e organización institucional y de

sociabilidad, de lo cual resulta u n a elocuente m uestra el extenso Reglamento del Instituto de

Buenos A ires com puesto por 13 secciones y 84 artículos en los q u e se estipula m inuciosam en te

sus objetos y su funcionam iento interno: elecciones; derechos y obligaciones d e los socios; rol d e

los funcionarios (presidentes, vicepresidentes, tesoreros, secretarios, bibliotecario); m o d alid ad es

d e reu n ió n y d e tom a d e decisiones; etc.128. A dem ás, el hecho m ism o d e asociarse era e n sí

reivindicable p o r su capacidad d e g en erar u n plus d e valor en la labor intelectual:

"A plicar al trabajo intelectual el esp íritu de asociación, es m ultipicar las fuerzas
p ro d u ctiv as d e la inteligencia, es, en cierto m odo, perfeccionar el organism o del pueb lo ,
d o tán d o le d e u n n u ev o sen tid o d e la percepción"129.

Y, finalm ente, p o rq u e se su p o n ía q u e en su seno se p o d ría d esarro llar u n a sociabilidad en la q u e

no ten d ría cabida la política y las rencillas personales o fam iliares que afectaban la v id a pública

rioplatense. Es p o r eso q u e junto a la posibilidad d e situarse a la altura d e las m ás altas

expresiones d e la civilización, la creación d e u n ám bito en el q u e q u ed a rían n eu tra liz ad o s los

conflictos públicos y p riv ad o s fue el principal argum ento q u e esgrim ió A ndrés Lam as ante el

M inistro d e G obierno d e M ontevideo al proponerle la creación del Instituto:

"La reu n ió n d e to d o s los hom bres d e letras que tenga el país, llam ados a despojarse e n las
p u ertas del Instituto, d e sus prevenciones y colores políticos, p ara en tra r a él a ocuparse
tranquilam ente, en objetos d e interés com ún y perm anente, em p ezará por aproxim arlo s y
acabará tal vez p o r nivelar las opiniones todas y reu n irías e n el centro d e la u tilid ad y la
gloria d e esta p atria, en q u e tan to noble, bello y ú til p u e d e ejecutarse. C onfío, señor
M inistro, en que la creación del Instituto, e n m om entos com o los actuales, será p a ra
m uchos u n objeto d e solaz p a ra el esp íritu agitado por las d u ra s escenas de las guerras, y
p a ra todos u n a p ru e b a d e las m iras civilizadoras del G obierno, que se em p eñ a e n echar
fu n d am en to s d e g ra n d es edificios sociales, cu an d o to d o conspira a m in ar los elem entos
d e la sociedad"130

E n form a coincidente, pero u n a décad a m ás tarde, M itre p lan tearía al echar los cim ientos del

Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata que éste

128 B. Mitre, “Reglamento Constitutivo del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata”, en R.
Levene, Mitre y los estudios históricos.... op.cit. [Bs.As., Imprenta Argentina de El Nacional, 1856].
129 B. Mitre, “Base orgánicas...” op. cit., p. 298.
130 A. Lamas a S. Vázquez, op. cit.., pp. 70/1 -
91

"(...) p resentará á todos los hom bres d e inteligencia u n cam po n eu tra l en q u e d escansar d e
las agitaciones de la v ida pública, será u n auxilio p a ra los q u e p ro c u ran satisfacer su
actividad por cam inos m enos peligrosos, y u tilizará á to d o s los hom bres capaces, d e cuya
concurrencia se privaría el país si les faltase un núcleo á q u e adherirse"131

Esta p ro p u esta era consecuencia de u n diagnóstico sobre el estad o sociocultural del Río d e la

Plata, cuyos constantes conflictos hab ían p o strad o el esp íritu público. M itre e n ten d ía q u e no

sólo se hab ían dividido los pueblos sino tam b ién los in d iv id u o s, cuyos trabajos y m editacion es

reservaba cada uno para sí haciendo inútiles los valiosos recursos intelectuales con los q u e se

contaba por hallarse dispersos. En el caso d e Buenos A ires n otaba q u e la caída d e Rosas había

actu ad o com o u n d isp ara d o r p a ra la creación de asociaciones d estin ad as a m uy diverso s

p ro p ósitos com o la m úsica y el baile, p ero no a otros d e m ayor trascendencia com o las letras y

las ciencias. Por eso estim aba im prescindible la fun d ació n d e u n centro en el cual debían

co n v erg er esas capacidades: " u n teatro p a ra la inteligencia, u n a trib u n a p ara la libre em isión del

p en sam iento científico ó literario y u n centro p ara los h om bres d e ciencias, d e artes ó d e letras".

P ero a diferencia d e quienes creían q u e no d ebían delim itarse los objetos d e dicha asociación,

M itre estim aba que éstos d eb ían ser precisados, del m ism o m o d o que las activ id ad es a

desarrollar, ya que así la acción g an aría en p ro fu n d id a d y las fuerzas no serían n u ev a m e n te

dispersadas:

"(...) era conveniente encam inar sistem áticam ente las id eas abriéndoles un cause, en vez
d e dejarlas d erram arse p o r la llanura; q u e era in d isp en sab le disciplinar el pen sam ien to ,
d án d o le p u n to s de partid a, p ro p ó sito s fijos (,..)"132

A hora bien, por qué ese disciplinamiento d ebía orientarse al desarrollo d e la historia, la geografía

y la estadística, a las que M itre co n sid erab a com o las aplicaciones m ás "útiles, vastas y
originales" que p o d rían tener ese tipo d e asociaciones. P or u n lado, com o ya noté, este

conocim iento era considerado u n a necesidad de p rim e r o rd e n y u n in d icad o r del grad o d e

civilización alcanzado por esa sociedad. P or otro lado, existía consenso e n p lan tea r q u e éstos

eran objetos de im portancia q u e a ú n p erm a n ecía n desconocidos tan to p a ra los eu ro p eo s q u e

p o d ían tener intereses e n la región, com o p a ra los p ro p io s rioplatenses. De ahí la referencia

hecha p o r Lam as al p resen tar el proyecto al M inistro d e G obierno:

"Por su faz literaria será u n a co m p leta nov ed ad . Estas regiones no h an sido e stu d iad a s en
n in g ú n sentido: todo está p o r ex p lo tar y la E u ro p a poco m ás sabe d e ellas q u e m erezca

131 B. Mitre “Preliminar de las Bases Orgánicas del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata” en
R. Levene, Mitre y los estudios..., op.cit., p. 296 [Discurso pronunciado en la Biblioteca Pública con el objeto
de promover á la asociación el 3/9/1854, Bs.As., Imprenta Argentina de La Tribuna, 1856].
132 Id., p. 293. -
92

apreciarse, q u e lo que le han dicho A zara y D 'O rbigni. El m isterio que envuelve n u estra
n atu raleza física, es com ún a n u estra historia, generalm ente desconocida, h asta d e gran
p arte d e los hijos de.estas regiones"133

En v e rd a d no alcanzarían las páginas d e u n libro p ara re p ro d u cir las constantes quejas p o r la

ignorancia de la historia y la geografía local. Desconocim iento que, com o notaba V. F. López, tenía

tam bién consecuencias políticas:

"¿N o crees tú qe. uno de los m as g ra n d es m otivos d e an arq u ia qe. nosotros tenem os es la
falta de tradición, la horrible ignorancia en que estam os de nuestro pasado, esa anom alía
de no tener recuerdo d e nuestro origen ni idea d e n u estro cam ino hacia el porvenir? Yo lo
creo! El hecho es qe. entre nosotros todos saben algo d e la historia francesa o turca, y
n ad ie sabe n a d a d e la nuestra; y este vicio pa. m i es fatal en su consecuencia"134.

P ero este desconocim iento no sólo era visto com o u n a carencia interna, sino que tam b ién

afectaba las relaciones con los centros culturales m ás avanzados. De hecho, u n o d e los

arg u m en to s esgrim idos p o r M itre p ara justificar p o r q u é el pensam iento debía disciplinarse en

esa dirección era que éstos eran los únicos tem as en los q u e los am ericanos todavía p o d ía n

d estacarse p o r realizar aportes originales " irra d ia n d o n u estro pensam iento al esterior, p ara

recibir en cam bio las luces que necesitam os". Tarea q u e si b ien se atribuía a A m érica en general,

p a ra m uchos era a ú n m ás claro que se trata b a d e u n a a sig n atu ra p endiente p ara los p ueblos del

Plata. De ese m odo, se prom ovía una su erte d e división del trabajo intelectual d estin ad a a tener

u n a larga duración, p o r la cual a los am ericanos sólo les q u ed aría el desarrollo d e

conocim ientos em píricos bajo la guía d e teorías elaboradas en E uropa. C laro que a diferencia d e

cóm o sería en ten d id a m ás tarde, no se consideraba q u e se estu v iera ante u n a tarea m en o r o

su b o rd in ad a , y a q u e se su p o n ía que tan to el conocim iento com o la civilización eran únicos, si

b ien sus m anifestaciones y niveles de desarrollo p o d ía n ser diversos.

Ese no era u n p roblem a ni p ara M itre, ni p a ra los escritores y publicistas del período. Lo q u e sí

co n stituía u n v e rd ad ero problem a eran las dificultades existentes p a ra p o d er p ro d u c ir ese sab er

o riginal y necesario. Por eso n o debe ex trañ ar que, u n a v ez m ás, M itre se contentara con crear

condiciones favorables p a ra q u e la p o sterid ad p u d ie ra ap ro v ech arse d e esos trabajos:

"Tal vez en el vasto p ro g ram a d e nu estro s trabajos, no nos sea posible exam inar esos
m ateriales á la luz de u n sano criterio, y tengam os q u e contentarnos con p o n er alg ú n
o rd e n en el caos d e docum entos q u e constituye n u estra herencia historial."135

^ A. Lamas a S. Vázquez, op. cit., p. 69.


Ij4 V. F. López a F. Frías, Montevideo, 28/1/1856, en AGN, Sala VII, Archivo y Colección Los López,
Doc. n° 4304.
L’5 B. Mitre, "Preliminar..", op.cit., p. 296. .
93

E sta falta d e u n sano criterio, sobre la cual ya m e extendí en el cap ítu lo an terio r y cuyo exam en

p ro fu n d iz aré en el siguiente, perm ite en ten d e r por q u é se trata b a d e u n a cu ltu ra e n la q u e

m anifestaciones p reten d id am en te eru d itas com o las colecciones d o cum entales o los p ro p io s

institutos, no estaban necesariam ente acom pañados p o r la existencia d e u n discurso acorde a las

m ism as. De ahí q u e en sus Bases, y tras p lan tear u n a posible publicación que debía incluir

trabajos, com unicaciones, docum entos inéditos, biografías d e am ericanos ilustres, bibliografías,

investigaciones sobre geología y agricultura, M itre so stu v ie ra u n a v ez m ás que la m ism a

fo rm aría "al m ism o tiem po el archivo del h istoriador fu tu ro " 136.

C abría entonces volver a la reflexión final del capítulo an terio r y p re g u n ta rse por q u é estas

instituciones no fueron el ám bito en el cual se desarrolló o se acordó u n a perspectiva co m ú n

q u e p erm itiera o rd e n ar los docum entos heredados, ni tam poco fo rm aro n o leg itim aro n sujetos

d e conocim iento q u e p u d ie ra n escribir u n a historia d ig n a d e ese no m b re y que, p o r eso m ism o,

facilitara la orientación de quienes p articip ab an de la v id a p ú b lica rioplatense. La re sp u esta es

q ue, m ás allá d e las intenciones d e su s prom otores q u e las im ag in ab an u n cam po n eu tra l p a ra

los h o m bres d e ciencias y letras, las rencillas regionales, políticas, facciosas y personales q u e
d ificu ltaban aco rd ar u n a perspectiva com ún, tam bién im p id iero n su consolidación. En este

sen tid o m e perm ito discrepar con ciertas apreciaciones d e P ilar G onzález sobre lo su ced id o con

el Instituto Histórico y Geográfico fu n d a d o p o r M itre, cuyo ex am en disuelve en el rico y com plejo

m o v im iento asociacionista porteño d e la d écada de 1850. P or u n lad o p o rq u e no sólo sostiene

q u e sus m iem bros se reunían periódicam ente, lo cual resu lta d u d o so , sino q u e lo hacían p a ra

o rd e n ar los hechos del pasado nacional a fin d e "crear la nació n m ed ian te la socialización del

relato d e los orígenes". Esta apreciación se basa en la cita d e M itre referida a contentarse con

p o n er o rd e n en el caos d e docum entos existentes que, p o r el contrario, lo q u e p lan tea es la

im p o sibilidad d e lograr ese propósito a ú n antes de intentarlo. P or otro lado, p o rq u e destaca q u e

la existencia de m iem bros d e diversas procedencias políticas -a u to n o m istas, nacionalistas,

u rq u icistas- es u n a evidencia d e q u e com partían a la nación com o fu n d a m e n to d e la

co m u n id ad de pertenencia. En su m a d a a en ten d e r q u e los socios efectivam ente se reun ían ,

p ro d u c ía n y, m ás aún, lograban dejar d e lado sus rencillas particu lares y diferencias políticas lo

cual, p o r cierto, no sólo no sucedió, sino q u e difícilm ente h u b iera p o d id o su ced er137.

lj6 B. Mitre, “Bases...”, op.cit., p. 303.


Ij7 P. González Bemaldo Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina. Las sociabilidades en
Buenos Aires. 1829-1862. Bs.As. FCE, p. 252. ■
94

De la m ag n itu d d e estos problem as q u e aquejaron la v id a pública rioplatense, d a cuenta

tam b ién lo su ced id o con el Ateneo del Plata, sociedad literaria cread a e n junio de 1858 p o r

iniciativa del joven periodista u ru g u a y o H eraclio Fajardo. El objetivo d e esta asociación era

re u n ir a los jóvenes de las elite letrad a po rteñ a y m o n tev id ean a q u e p u g n ab a n p o r forjarse un

lu g ar p ro p io e n el m u n d o cultural y político, pero am p a ra d o s p o r figuras prestigiosas133. Su

p ro m o to r insistía en la im portancia del esp íritu de asociación p ero tam bién en la necesidad d e

ofrecer u n m arco que perm itiera o rien tar en u n sentido a p ro p ia d o la producción intelectual,

d a d a la publicación d e obras de escaso v alo r en la prensa. A dem ás, y p ara p re v er el m ayor m al

q u e aquejaba a estas iniciativas, el reglam ento establecía taxativ am en te q u e se trataría de un

ám bito d e pro d u cció n y discusión literaria en el que no te n d ría cabida la política. Sin em bargo,

a poco d e p ro d u c id a su prim era sesión se suscitó u n conflicto q u e provocó su división y

p o sterior ruina. La ru p tu ra se debió a la p ro p u esta d e algunos d e sus integrantes p a ra q u e se

n o m b rara com o m iem bro honorario a N icolás Calvo, d irec to r d e La Reforma Pacífica, periódico

proclive a u n acercam iento con la C onfederación g o b ern ad a p o r U rquiza. Esto provocó la

oposición aira d a d e D ardo Rocha, ap o y ad o tácitam ente p o r el D irector del Ateneo, José M.

G utiérrez. En consecuencia, dim itiero n varios d e sus m iem b ro s que, encabezados p o r el p ro p io

Fajardo y a rg u m e n tan d o la necesidad d e m antener los p rin cip io s violentados, se ag ru p aro n en

el Liceo del Plata que, a diferencia de El Ateneo, no contó con el beneplácito oficial139. C laro q ue

esto no im portó u n a v erd ad era diferencia, ya q u e su s d estin o s fu e ro n sim ilares. A m bas

sociedades d esarro llaro n escasas actividades h asta d esvanecerse sin q u e n ad ie pareciera

conm overse d em asiad o p o r ese desenlace, m ás allá d e p ro n u n c ia m ie n to s esporádicos com o los

realizados d e sd e el Museo Literario p o r u n articulista q u e llam aba a re to m a r las actividades y a

d ep o n e r las diferencias140. La v id a pública rioplatense en cam in ab a a su s m iem bros hacia otras

138 El Ateneo se dividía en tres secciones, Poesía, Prosa e Historia. Se nombró Director de Poesía a José
Mármol y suplente a Luis Domínguez; de Prosa a Miguel Cañé y suplente a Carlos Tejedor; de Historia a
Sarmiento y suplente a Félix Frías. Además, se creó un Comité de Censura integrado por Bartolomé
Mitre, Juan C. Gómez. Francisco Bilbao, Alejandro Magariños Cervantes y José Barros Pazos. Cfr. de
Sara Jaroslavsky y Elena Maspero “La cultura argentina en el decenio 1852-1862'’, Cursos y
Conferencias. Bs.As.. año XVI, Vol. XXXI, nros. 181.183, abril-junio 1947.
139 i . . .
La precipitación con la que sucedieron los hechos puede apreciarse en una carta de L. Domínguez a J. M.
Gutiérrez donde le anuncia que "Está en embrión la idea de crear un Ateneo Literario. No he asistido a
ninguna de sus sesiones preparatoria, Vd. ha sido nombrado miembro honorario y yo también; me han
nombrado, además, subdirector y después director de la sección Poesía.”, para inmediatamente lamentar que
“(...) ayer se han separado 17 socios activos por haber sido rechazado Calvo como s. honorario, y creo que en
consecuencia el embrión aborta. Si es así, durará esto menos que el Salón Literario, etc., etc., ¡Oh!
¡Atenienses!, me parece que no os quedará de tales sino la cola del perro de Alcibíades", Luis Domínguez a
J.M. Gutiérrez, Bs.As., 26/7/1858, en Juan M. Gutiérrez, AE. Bs.As., t. V, 1986, p. 96.
140 Quizás las dos actividades más significativas hayan sido las conferencias relativas a la historia, sus
leyes y su posible desarrollo en América pronunciadas por Sarmiento y Francisco Bilbao en El Ateneo y
El Liceo, respectivamente. D. F. Sarmiento, "Espíritu y condiciones de la Historia en América", en OCS,
tomo XXI, [Memoria leída el 11 de octubre de 1858 al ser nombrado Director de Historia]; F. Bilbao “ La
Ley de la Historia” en Obras Completas, tomo I, Bs.As., Imprenta de Buenos Aires. 1866 [Discurso de
95

direcciones com o la activ id ad política y periodística q u e sig u iero n sien d o refractarias a la

creación d e u n campo neutral p ara los hom bres d e letras y ciencias.

P ero esto no es todo: tam bién los conflictos político-m ilitares y las d ificultades económ icas d e

instituciones que eran estatales o qu erían estar cobijadas p o r el E stado explican su carácter

efím ero. M ás aún, en algunos casos ni siquiera alcanzaron a constituirse p o r lo q u e su existencia

fue sólo nom inal. El Instituto creado por Lam as, que no alcanzó a d esarro llar actividad alg u n a

d e relieve salvo la convocatoria d e u n certam en poético p ara celebrar el 25 de m ayo d e 1844, se

disolvió poco tiem po d esp u é s e n m edio d e ausencias y disensiones entre sus m iem b ro s141. El

D ep artam ento de Estadística de la Confederación dirigido p o r P. de A ngelis fue disuelto tras la

revolución setem brista en B uenos Aires. El Instituto creado p o r M itre tuvo u n a com isión

p ro m o to ra d esd e 1854, pero recién en 1856 se constituyó con u n Reglamento y Bases Orgánicas y

con reuniones esporádicas e n la Biblioteca Pública. No se conoce u n a fecha precisa d e su

disolución pero probablem ente h ay a ocurrido hacia 1858/9 sin q u e h u b iera logrado cu m p lir

n in g u n o d e sus objetivos. El Instituto proyectado por Pujol e n P aran á tam poco p u d o sobrellevar

las diferencias internas, las ocupaciones d e sus m iem bros, la m u erte d e su m entor y, m enos aún,

la d eb ilid ad política y económ ica q u e p uso fin a la pro p ia C onfederación pocos m eses d espu és.

Resulta evid en te el contraste con el caso brasilero, cuyo Instituto Histórico e Geográfico a m p a ra d o

p o r u n E stado consolidado e in teresado en la creación d e u n a memoria nacional capaz de

legitim arlo, estim uló su s actividades y garantizó su co n tin u id ad . Y lo m ism o en relación a

Chile, au n q u e ese rol lo asu m ió la U niversidad fu n d a d a e n 1843 y, m ás precisam ente, su

Facultad d e H u m an id ad es.

C om o notó m elancólicam ente Juan M. G utiérrez hacia 1857 en u n a n o ta necrológica d ed ica d a a

T eodoro V ilardebó q u e publicó anó nim am ente, la idea d e crear el Institu to m o n tev id ean o h ab ía

q u e d a d o "h asta ahora en estad o d e germ en, como q u e d a n siem p re e n tre nosotros las ideas de

esta n a tu ra leza "142. De ese m o d o p o d ría concluirse q u e las causas que d ificu ltab an la

construcción de u n a persp ectiv a capaz d e ordenar los d o cu m en to s e n form a significativa y

co n struir u n relato histórico q u e d o tara d e sentido inequívoco el pasad o , el p resen te y el fu tu ro

d e la sociedad rioplatense, e ra n análogas a las que obstaculizaban la creación d e instituciones en

apertura del Liceo Literario, noviembre de 1858]; L.P., “El Ateneo y el Liceo”, Museo Literario, Periódico
semanal de Literatura en General, Teatro y Modas, Bs.As., 1859, p. 138.
141 Al plantear los motivos de su renuncia, Francisco Araucho hizo referencia a su “heterogénea
composición”, aludiendo en parte a diferencias políticas, pero también a la existencia de porteños que
formaban parte de la misma o al menos eso hace suponer que la carta la firmara como “su amigo y paisano”.
F. Araucho a A. Lamas, Montevideo, 21/8/1845, en J. Pivel Devoto, "El Instituto Histórico...” op.cit, p. 216
(la cursiva en el original).
142 “El Dr. D. Teodoro M. Vilardebó” en El Orden. 8/4/1857. •
96

las q u e se forjara dicho saber y se fo rm aran o legitim aran sujetos disciplinares ap to s p a ra p o d e r

p ro d u cirlo. En el próxim o capítulo p o d rá apreciarse cóm o afectaron esas condiciones a la

p ro d u cció n d e textos pasibles d e d ar form a a relatos históricos nacionales.

O
97

Capítulo V
El romanticismo rioplatense y la Historia Nacional

¿Porque no ha escrito V. su historia? No hay un solo libro complete de


historia Argentina.
Francisco Bilbao a Vicente F. López, 1858.

¡Somos m uy desgraciados! El profundo caos en qe. estamos como entidad


política es causa de qe. sea imposible armonizar las ideas; cada uno lucha
pr. la suya y no hay criterio pa. lo bueno.
V icente F. L ópez a Juan M. G utiérrez, 1854

¿Quiénes somos? ¿Adonde vamos? ¿Somos una raza? ¿Cuáles son


nuestros progenitores? ¿Somos nación? ¿Cuáles son sus límites?.
De estas dudas han nacido derroteros que conducen al abismo.
D. F. S arm iento, 1858143.

I4'’ F. Bilbao a V. F. López, Bs. As., 14/4/1858, en AGN, Sala VII, Archivo y Colección Los López,, doc.
n° 4627; V. F. López a J. M. Gutiérrez, Montevideo, 18/8/1854, en AB t. III, p. 66; D. F. Sarmiento,
"Espíritu y condiciones de la Historia en América", en OCS, t. XXI, p. 98 [Memoria leída el 11 de
octubre de 1858 en el Ateneo del Plata]. .
Los capítulos anteriores tu v iero n com o p ro p ó sito in d ag ar algunos d e los m edios a través d e los

cuales las elites rioplatenses p ro c u raro n establecer u n vínculo activo con el pasado, es decir, q u e

perm itiera conocerlo y que ese saber p u d ie ra ser a su vez difu n d id o . P ara ello fuero n

exam inados los géneros e n los q u e co b raro n form a las representaciones del pasado, la práctica

d e edición d e colecciones d o cum entales y biográficas, la d eriva de las instituciones d ed ica d as al

conocim iento histórico y los sujetos q u e realizaban esa tarea. Por lo q u e se p u d o ap reciar el

rasgo m ás distintivo d e este m ovim iento fue su carácter precario, incoherente y trunco, incluso

si se lo evalúa desd e sus p ro p io s p arám etros. Si estas cualidades resu ltan llam ativas, esto se

d ebe no sólo a la fuerte im p ro n ta q u e tu v o el historicism o rom ántico en la cu ltu ra rio p laten se

sino tam bién al hecho q u e d e ese esfuerzo p o r conocer el pasad o to m aro n parte alg u n o s d e los

escritores y publicistas d e m ay o r ca p acid ad y talento com o A ndrés Lam as, B artolom é M itre,

Vicente F. López, D om ingo F. S arm iento, Juan M. G utiérrez, P edro d e A ngelis, Florencio V arela

y V alentín Alsina.

Este desfase p u e d e apreciarse tam b ién e n el constante lam ento p o r la falta d e relatos históricos

q u e p u d ie ra n representar el p a sa d o local. A h o ra bien, a u n q u e esta ausencia está estrecham en te

relacionada con todo lo antedicho, no p u e d e sin em bargo considerarse com o su consecuencia

necesaria. C on esto qu iero decir q u e m ás allá de las lim itaciones señaladas igual p o d rían

h aberse elaborado relatos d e cierta e n tid a d q u e dieran cuenta del ru m b o histórico d e la región.

Y, sin em bargo, esto no sucedió. E n v e rd a d , y p ara ser m ás precisos, lo q u e n o se elaboró fue

n in g ú n texto capaz d e articu lar e n u n a m ism a tram a el pasad o y el p resen te d e alg u n o d e los

conglom erados h u m anos asen tad o s e n el territorio del an tig u o V irreinato en u n a histo ria

d o ta d a d e u n a dirección precisa y que, a la vez, p erm itiera reconocerlo com o u n a co m u n id a d

p o seed ora d e u n a id e n tid a d distin g u ib le p o r u n a serie de rasgos q u e se h u b ie ra n id o

desarro llan d o d u ra n te ese m ism o trayecto o que fu e ran preexistentes a él. Es decir, lo q u e

v u lg arm en te se conoce com o u n a h isto ria nacional.

Este tipo de n arrativ as sobre la nación, su origen, su id e n tid a d y su devenir no es u n m otiv o o

u n p ro pósito secundario p a ra el ro m anticism o sino lo q u e p u e d e considerarse com o su m ás

acab ad a expresión discursiva. Lo cual nos co n d u ce u n a v ez m ás al carácter pecu liar q u e tu v o

este m ovim iento en el Plata: a pesar d e su v asta y notable pro d u cció n política, ensayística y

literaria, su p erio r en m uchos aspectos a la d e otras áreas d e A m érica, recién p u d o concretar esta

p reten sión en el últim o cuarto del siglo XIX m ientras q u e países cercanos com o C hile o B rasil ya

contaban con historias nacionales a m ed iad o s d e ese siglo. H istorias que, m ás allá d e la

ideología de sus au to res y d e las objeciones q u e p u e d a n m erecer, lograron articu lar u n a tram a
99

cap az d e representar el trayecto singular d e esas naciones d esd e el período colonial inclu y en d o

ad em ás en algunos casos el pasad o indígena.

P ara d espejar posibles m alos entendidos: en el extenso co rp u s com puesto p o r representaciones

d el p asad o p u ed en encontrarse num erosos elem entos pasibles d e alim entar id en tid ad es

político-com unitarias ya sean de carácter provincial o nacional. N o es esa la cuestión q u e q u iero

plantear, sino u n hecho que era puesto d e relieve una y otra v ez por diversos hom bres públicos:

esas representaciones no p o d ían ser co n sid erad as historias nacionales. Cóm o en ten d er sino que,

co n trad iciendo uno d e los p o stulados m ás caros al historicism o rom ántico, los sujetos

protag o n istas d e estos relatos no son ni la nación ni n in g u n a otra en tid ad que p u d ie ra

rep resentarla. Por el contrario, están p ro tag o n izad o s p o r in d iv id u o s o facciones y, en el m ejor

d e los casos, por configuraciones socioculturales com o la civilización o por valores o principio s

com o la libertad. Por su p u esto que todos éstos son elem entos pasibles de d istin g u ir u n a

co m u n id ad en tanto se su p o n e q u e ella encarna d eterm in ad o s principios y valores, y se expresa

a través d e algunas figuras o hechos significativos. Sin em bargo, p o r sí solos no alcanzan p a ra

definirla, calificarla ni delim itarla frente a otras q u e es lo q u e cabría esperar razo n ab lem en te d e

u n a historia nacional, uno de cuyos principales propósitos es precisam ente p o d er m o strar y

explicar su singularidad.

A dem ás d e enunciada, esta aseveración sobre la ausencia d e historias nacionales requiere ser

desp leg ad a y arg u m e n tad a a fin d e p o d e r alcanzar u n perfil m ás nítido del historicism o

rom ántico rioplatense. Este capítulo, que d a cierre a la p rim era sección de la tesis, tiene com o

p ro p ó sito plan tear algunos argum entos e n ese sentido, seg u id o s d e unas breves consideraciones

sobre algunos textos d e Sarm iento y M itre que p o d ría n ser considerados com o historias

nacionales.

El principio de las nacionalidades y los p ro ceso s de fo rm a ció n estatal


E ntre las innovaciones políticas p ro m o v id as p o r el rom anticism o a p artir d e la d écada d e 1830

se destaca lo que se ha d a d o en llam ar el principio de las nacionalidhdes según el cual las naciones

son la expresión política d e pueblos-naciones d e b ru m o so s y lejanos orígenes cuyos atrib u to s

idiosincrásicos h ab rían ido cobrando form a a lo largo del tiem po. Tam bién se asegura q u e éstas

alcanzan su plena form a cu an d o lo g ran institucionalizarse e n E stados nacionales que, p o r lo

tanto, sólo p u e d e n ser co n sid erad o s com o el necesario desenlace d e esa historia previa. De ahí

entonces la im portancia decisiva que se le asigna al conocim iento del pasad o y a la elaboración
100

d e relatos históricos, únicos m edios con capacidad p a ra d a r form a a esa trayectoria y a los

rasgos distintivos de las nacionalidades.

A hora bien, a pesar d e la fuerte im p ro n ta q u e tu v o el rom anticism o en el Plata, el p rin cip io de

las n acionalidades no logró hacer pie fácilm ente en la región. En tal sentido, y com o no es el

tem a de la tesis, sólo quiero recordar algo q u e ya fue trata d o en la Introducción: d esd e u n p u n to

d e vista jurídico-institucional d u ra n te g ra n p arte del siglo XIX p rim ó la p resunción d e q u e la

conform ación d e organizaciones estatales debía ser el re su ltad o d e acuerdos entre las provincias

a las que se las reconocía com o en tid ad es soberanas, es decir, con capacidad p ara d ecid ir si

q u erían unirse entre sí o no, y con cuáles, cóm o y c u á n d o hacerlo. Por su puesto q u e esto no

im plicaba que se d esd eñ ara la im portancia q u e po d ía tener la existencia d e rasgos en c o m ú n o

u n a historia com partida; pero sí que éstos n o era n con sid erad o s com o la causa, el fu n d a m e n to o

la legitim ación d e nin g u n a form a estatal existente o p royectada, ni siquiera las d e carácter

p rovincial que fueron consecuencia d e la dinám ica pro v o cad a p o r el proceso revolucionario.

T anto es así que a u n q u e p u d ie ra n invocarlo en textos d e carácter program ático o dogm ático, los

rom ánticos rioplatenses solían dejar d e lado el p rin cip io d e las nacionalidades c u a n d o se

in v o lu craban en la creación o en la legitim ación d e a lg u n a form a d e organización estatal. M ás

aún, y al igual q u e sus contem poráneos, ten d ían a p lan tea r argum entos propios d e u n a lógica

d e intereses y d e acuerdos entre las provincias144. P o d ría tratarse d e un reconocim iento d e sus

lim itaciones, d e la necesidad d e ad a p ta rse a las condiciones existentes, d e u n a conveniencia

táctica com o lo era la constante invocación al Pacto Federal en tre los opositores al ré g im e n

rosista. T odo eso es cierto o al m enos re su lta plausible, p ero h ay algo m ás q u e está relacion ad o

con el carácter singular q u e tuvo el m ovim iento rom ántico local y es el hecho q u e sus m iem b ro s

m o straro n m ayor interés p o r los problem as del presente y p o r d a r form a a u n fu tu ro q u e p o r u n

p asad o del cual solían abjurar.

Pese a todo, algunos de ellos insistirían con el correr d e los años en la postu lació n d e la

preexistencia d e u n a nacio n alid ad arg en tin a d e rasgos d efin id o s que, por eso m ism o, d eb ía ser

el fu n d am en to del E stado nacional q u e asp ira b an a constituir. U na nacionalidad que, incluso, se

la p o d ía su p o n er vigente a u n q u e no h u b iera lo g rad o n in g u n a encam ación m aterial. C om o es

sabido, el m ayor adalid d e esta p o stu ra fue B artolom é M itre, d e lo cual d a cuenta la siguien te

caracterización q u e hizo d e la nacionalidad arg en tin a e n octu b re d e 1852:

144 Esta cuestión está tratada en varios pasajes de mi tesis de licenciatura Formas de identidad política y
representaciones de la nación en el discurso de la Generación de 1837, Cuadernos del Instituto Ravignani
n° 1L 1998. •
101

"La tradición, los antecedentes históricos, la constitución geográfica, los sacrificios


com unes, la id en tid ad de creencias y d e carácter, la u n id a d de raza, la llan u ra no
in te rru m p id a d e la p am p a, y esa atracción m isteriosa q u e ejerce un pueblo sobre otro,
to d o conspira a hacer q u e la C onfederación A rgentina sea u n a indivisible [sic] com o la
túnica del R edentor.
Este sentim iento, este principio es m as fuerte q u e los hom bres, es m as fuerte q u e los
pueblos m ism os. En vano sería reaccionar contra él (...)
La nacionalidad es u n a ley orgánica, u n a ley constitutiva d e ese pedazo d e tierra q u e se
llam a hoy C onfederación A rgentina. Es in d ep en d ie n te d e la voluntad de los hom bres,
p o rq u e reside en todos los elem entos esenciales d e la sociedad, circula en su sangre, se
aspira con el aire, es el alm a de este cuerpo y com o el alm a todavía vivirá a sem ejanza del
p atriotism o rom ano cu an d o se disu elv a el cuerpo q u e lo alb erg o "145.

La cita es lo suficientem ente elocuente com o p ara que necesite m ayores com entarios. Sí resulta

im p o rtan te insistir en el hecho que d u ra n te los años exam in ad o s expresiones tan precisas com o

éstas no fueron frecuentes ni siquiera p o r p arte d e M itre, p o r lo que necesitan ser

contextualizadas. En este caso form an p arte d e u n a arg u m e n tació n d estinada a ex ten d er la

rev o lu ción setem brista al resto d e las provincias p ara lo cual debía convencer sobre su

n ecesid ad y justicia a la dirigencia p o rteñ a y a u n a in flu y en te opinión pública local en

crecim iento. De todos m odos, y m ás allá d e su carácter co y u n tu ral, lo que aquí interesa es que

esa definición d e la nacionalidad po d ía ser p o stu lad a con total precisión aunque M itre no fuera

del todo consecuente con la m ism a en otras ocasiones.

Historia, narración e identidad


E n lo q u e sí m ostraría constancia es en p o n d e ra r el v alo r q u e tenía el conocim iento histórico

p a ra lo g rar la consolidación de la nacionalidad. Esto p u e d e apreciarse por ejem plo en las

declaraciones que realizaría u n lustro d esp u é s m o stran d o su congratulación p o r la creciente

pu b licación d e obras sobre el pasad o local, p u es confiaba en q u e

" (...) el conocim iento d e n u estra h istoria h a d e hacer m as p o r la nacionalidad arg en tin a
q u e las conferencias, los tratados, las g u erras y las rev o lu cio n es"146.

M ás allá d e lo excesiva q u e resu lta esa afirm ación en alg u ien cu y a trayectoria política estuv o

sig n ad a p o r conferencias, tratados, guerras y revoluciones, es sin em bargo rep resen tativ a d e lo

q u e u n h isto riad o r rom ántico d ebía p en sa r o, al m enos, sostener. ¿Pero por qué se creía q u e la

definición d e u n a id en tid ad político-com unitaria debía d arse a través d e u n relato histórico? Al

respecto caben n o tar dos cuestiones q u e tam b ién atañ e n a M itre p u e s sería el prim ero e n lograr

145 “Nacionalidad” en El Nacional. Periódico comercial, político y literario, n° 137, Bs.As., Imprenta
Argentina, 27/10/1852.
146 “Estudios históricos” en LD n°?, 25/11/1857. -
102

im p lem entarlas con cierto éxito en la edición d e 1 8 7 6 /7 d e su Historia de Belgrano y de la

Independencia Argentina. P or un lado, la necesidad d e e n c o n trar e n el exam en del p asa d o las

fuerzas, principios o leyes que d eterm in a n o rigen el d ev e n ir d e u n a co m u n id ad d esd e sus

orígenes. Por el otro, la aspiración a d a r form a a relatos históricos cuyo sujeto sea esa m ism a
co m u n id ad y en cuya tram a p u ed a n tanto articularse sus rasgos distintivos com o rep resen tarse

el curso d e su trayecto histórico.

Esta ú ltim a pretensión resulta decisiva pues su p o n e la elaboración d e relatos q u e d eb en ser en

sí m ism os u n a explicación, en tanto logran rep resen tar cabalm ente la realidad acontecida y su

desenvolvim iento a lo largo del tiem po. A gustín T hierry, u n o d e los m ás fervientes cultores de

lo q u e se ha d ad o en llam ar historia narrativa, lo explicó e n los siguientes térm inos:

"Se h a dicho que el objetivo del h isto riad o r es contar, n o probar; yo no sé, p ero estoy
seguro d e que, en historia, el m ejor tipo d e p ru e b a, el m ás capaz d e im presionar y d e
convencer a todos los espíritus, el q u e perm ite m enos desconfianza y deja m enos d u d a s es
la narración com pleta..."147

D esde luego que no todos m o strab an hacia la historia narrativa el m ism o fervor q u e T hierry, al

m enos en lo que hacía al gusto p o r los detalles y p o r la necesid ad d e d o tar d e excesivo colorido

al relato. Pero incluso aquellos q u e p referían las obras d e carácter m ás especulativo en ten d ía n

q u e el sentido d e todo texto histórico debía articularse e n p rim e r lu g ar n arrativ am en te y en

form a secundaria a través d e com entarios, reflexiones u otros añ ad id o s. Los co n ten id o s p o d ía n

ser los hechos o su explicación, p ero en am bos casos d eb ían estar articulados en u n a m ism a

tram a y no com o cuadros inconexos. A dem ás ese relato d eb ía ser lo m ás com pleto posible, ya

q u e el sentido d e u n a historia sólo p o d ía alcanzarse p len am e n te si log rab an articularse bajo u n a

m ism a serie de principios todos los sucesos q u e afectaron d e m o d o significativo al sujeto q u e la

p ro tag o niza o, en todo caso, las explicaciones sobre esos hechos. Y a u n q u e es obvio q u e todos

estos requisitos resu ltan casi im posibles d e cu m p lim e n tar co n éxito, son los que o rien ta ro n gran

p arte d e la producción historiográfica del período p o r lo q u e d e alg ú n m o d o deb ían ser

satisfechos o así deb ían creerlo su au to r y su s lectores.

Esta p retensión fue p u esta de m anifiesto en 1861 p o r Luis D om ín g u ez al d a r a luz u n a Historia

Argentina que p u ed e considerarse com o la p rim era historia local d e en v e rg a d u ra p u es com ienza

con el descubrim iento d e A m érica y llega h asta 1820. E n el Prólogo, D om ínguez se justifica p o r

147 La cita fue recogida por R. Barthes, quien nota al respecto que lo que el discurso histórico decimonónico
pretendía era “instituir la narración como significante privilegiado de la realidad”. “El discurso de la historia”
en El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra v la escritura. Barcelona, Paidós, 1994, pp. 176/7.
103

haberse contentado con trazar u n cu ad ro general y esquem ático alegando que sólo asp irab a a

cu b rir u n vacío inform ativo y a ofrecer u n a obra q u e re q u ería u n m o d erad o esfuerzo d e

atención. Sin em bargo se a p u ra en aclarar q u e esta elección no im plica en m odo alg u n o cercenar

hechos y m enos a ú n los q u e perm iten "conservar la ilación d e los acontecim ientos, ó la trabazó n

d e la estru ctu ra histórica". Y cóm o habría d e hacerlo si e n ten d ía que

"T odo es lógico en la v id a de los pueblos: au n sus m ism as inconsecuencias: - y para q ue


esta v e rd a d aparezca com probada p o r sí m ism a, es in d isp en sab le que en la narración no
falte u n a sola d e las prem isas, cuya ausencia p u d ie ra in te rru m p ir la cadena invisible q u e
conduce d esd e la causa prim era, h asta su últim a consecuencia"148

E n sum a, la posibilidad d e explicar el sentido d e u n a experiencia histórica req u iere d e la

articulación d e u n a tram a en la cual p u e d a tanto rep resen tarse sus hechos m ás significativos

com o dilucidarse las leyes o principios q u e an im aro n su desenvolvim iento. Q ue estas

aspiraciones p u d ie ra n cum plirse o no ya era otra cuestión. D om ín g u ez por ejem plo, q u e m ostró

lucid ez p ara p lan tear esta necesidad, no p u d o , no su p o o no q u iso resolverla. Es p o r eso q u e

m ás allá del extenso arco tem p o ral que recorre su obra, ésta n o p u e d e ser co n sid erad a com o u n a

h isto ria nacional. En el capítulo séptim o se exam ina con m ay o r d etalle su texto, p o r lo que aq u í

alcanza con ad e la n tar que se trata de u n a crónica cuya tram a resulta fallida. Esta es una d e las

razones p o r las cuales su historia q u ed a ría opacada años m ás ta rd e por las obras m ayores d e

M itre y d e López. De todos m odos debe reconocerse q u e ese desenlace había sido previsto p o r

D om ínguez: e n u n a carta a L ópez confiesa d arse p o r satisfecho si su trabajo p o d ía oficiar com o

u n a guía o u n esquem a, asp ira n d o a q u e en el fu tu ro p u d ie ra n escribirse relatos d e m ay o r

ca rn ad u ra y cap acid ad explicativa149.

T odavía a m ed iad o s d e 1861, poco tiem po d espués d e la p ublicación d e la Historia de Belgrano d e

M itre y cu an d o parecía posible la unificación d e Buenos A ires con el resto d e la nación, el au to r

del p rim er relato exhaustivo sobre el p asa d o local seg u ía afirm an d o que serían historiadores

futuros quienes escribirían u n a v erd ad era historia nacional. Esto d a cuenta del carácter radical

del p ro blem a q u e estoy tra ta n d o y q u e p o d ría ser fo rm u lad o d el siguiente m odo: d u ra n te los

años ex am inados es ab so lu ta la ausencia d e textos q u e m o stra ra n la existencia d e alg u n a

co m u n id ad con las características asignadas por M itre en su artículo sobre la nacionalidad,

u tilizan d o p ara ello relatos cuya estru c tu ra re sp o n d ie ra a las exigencias p lan tea d as p o r

D o m ín guez en el Prólogo a su Historia Argentina.

148 Luis Domínguez, Historia Argentina. Bs.As. Imprenta del Orden, 1861, pp. VI-VIL
149 Luis Domínguez a V. F. López, Bs.As., 5/7/1861, en A G N Sala VII, Archivo y Colección los López,
legajo n° 2372, doc 4772. .
104

Las h isto rias provinciales

La radicalidad d e esta ausencia p u ed e apreciarse en el hecho q u e no sólo se refiere a la

posibilidad de d ar form a a una historia nacional, sino tam b ién a las d e carácter provincial que,

d a d a la conform ación política d e la región, hub ieran re su ltad o incluso m ás ap ro p iad as. En tal

sen tid o cabe señalar que en el transcurso d e la investigación d ebí desechar u n a d e las hipótesis

originales. B asándom e en los aportes m ás recientes sobre los procesos de constitución de

id en tid ad es político-com unitarias y en algunas referencias hechas p o r autores com o R óm ulo

C arbia, había estim ado q u e si bien iba a resu ltar difícil en c o n trar relatos históricos nacionales, sí

iba a p o d er hacerlo con los d e carácter regional o provincial. Sin em bargo, esto tam po co

sucedió. Lo cual, cabe aclarar d e nuevo, no quiere decir q u e no existieran ab u n d a n te s

representaciones de los pasados locales -m ay o rm e n te referidas a hechos gloriosos y figuras

d ig n as d e recu erd o -, sino que éstos no estaban articulados en u n a tram a histórica q u e tu v iera a

las ciudades, las provincias o los pueblos com o sujetos protagónicos.

P or su p u esto q u e esta ausencia se constituyó tam b ién e n m otivo de lam ento, com o p u e d e

apreciarse en gran p arte d e la pren sa provincial d u ra n te la d éc ad a d e 1850. A lgunos se su m ab an

a ese lam ento pero desde una perspectiva nacional m ás q u e local. Esto p u ed e apreciarse en u n a

reseña hecha p o r M itre sobre u n folleto d e Vicente Q u e sa d a d ed icad o a C orrientes, y al q u e

consideraba m erecedor d e la atención del político, filósofo, histo riad o r, geógrafo y a ú n del

p o eta en busca d e tradiciones. Este elogio, d esm ed id o si se co n sid eran las cu alid ad es del texto,

d io tam bién pie a u n a am arga reflexión sobre la ausencia d e trabajos sim ilares sobre to d as las

p rovincias que p o d rían así constituirse en eslabones d e la u n id a d nacional, ya q u e M itre insistía

en que la historia, la geografía y la estadística tenían com o fin a n u d a r los vínculos nacionales150.

Q u esad a com partía esta preocupación, y d e hecho u n a p a rte im p o rtan te de sus esfuerzos

intelectuales se volcaron en esa dirección tran sfo rm án d o se en u n o d e los publicistas q u e m ay o r

interés m ostró en recuperar el p asa d o de las provincias, m u ch as veces desp reciad o p o r su

rá p id a identificación con el m u n d o colonial. En tal sen tid o re su lta significativa su labor en la

p ren sa d e la C onfederación, p articu larm en te la e m p re n d id a d e sd e la dirección d e la Revista del

Paraná en cuyas páginas acogió escritos y d o cu m en to s sobre las provincias. M ás aún, en su

seg u n d o n ú m ero insertó una declaración d e pro p ó sito s en la sección Historia llam an d o la

atención sobre el hecho q u e las historias provinciales n o estab a n a ú n escritas y q u e era n difíciles

d e conocer por la falta de fuentes y p o r la fatalid ad q u e h ab ía hecho p e rd e r algunos textos. Es

150 “Bibliografía. La Provincia de Corrientes”, en LD n°? 28 y 29/12/57.


105

p o r eso q u e apeló a sus lectores p ara q u e enviaran to d o tipo d e m ateriales a fin d e ser

p u b licados por breves o insignificantes que éstos p u d ie ra n ser. De todos m odos p ro p u so u n a

lista d e p rio rid ad es en cab ezad a p o r las A ctas d e fundación d e las ciudades, do cu m en to s sobre

re p arto d e tierras e indios y to d o aquello q u e diera cuenta d e sus orígenes a fin d e seg u ir su

desarrollo h asta llegar a la conform ación d e las catorce provincias tras la R evolución, p o r lo q u e

tam b ién solicitó la elaboración d e cronologías de los diversos gobiernos locales. F inalm ente

llam ó la atención sobre la necesidad d e rescatar del olvido crónicas, tradiciones o leyend as

orales q u e p u d ie ra n darle m ay o r color a las historias provinciales.

De ese m odo, y si bien esas historias no h ab ían sido to d av ía escritas hacia 1861, al m enos

parecía haberse concebido u n p ro g ram a q u e ap u n tab a en esa dirección. Sin em bargo Q u e sa d a

se m ostró escéptico d e q u e fuera su generación la que p u d iera concretarlo:

"(....) poseem os ya im p o rtan tes trabajos publicados sobre nuestro pais, p ero estos no
b astan p ara d arn o s u n a id ea clara y m etódica d e todos los sucesos y p a ra ap reciar el
d esarrollo parcial d e las diversas localidades: este vacio es el q u e nos p ro p o n e m o s llenar,
no com o historiadores, sino com o sim ples n arrad o re s d e hechos, re p ro d u cien d o los
docum entos q u e sirv an m as tard e á los historiadores fu tu ro s" 151

Las causas d e la ausencia d e esas historias provinciales son las m ism as q u e las d e carácter

nacional q u e p lan tearé en el a p a rta d o siguiente, pero con u n añ a d id o significativo q u e d e alg ú n

m o d o está presente en la reflexión d e Q uesada: sólo p o d ría n ser escritas con p o sterio rid a d a la

elaboración d e historias nacionales d e las q u e serían co n sid erad as com o u n a parte. En los

térm in o s p lan tead o s p o r Q u e sa d a p o d ría sostenerse entonces q u e esos historiadores futuros lo

serían -y e n v e rd a d lo fu e ro n - tan to d e la historia nacional com o d e las historias provinciales o

regionales que se concebirían com o u n su b -p ro d u cto o u n d e riv a d o d e la p rim era y no al revés.

La H isto ria N acio n al y su s lím ite s

A hora bien, ¿cuáles son las causas d e la ausencia d e relatos históricos nacionales o su s sím iles

provinciales en el p erío d o exam inado? C om o planteé a lo largo d e to d a esta sección, n o p u ed e

arg ü irse la falta d e conocim ientos, fuentes, tiem po, d in ero u o tras circunstancias p o r el estilo,

incluso a u n q u e así lo creyeran los p ro p io s escritores. Las razones son otras, y a u n q u e cuesta

d istin g u ir unas de otras p u es actú an e n conjunto potenciándose, ig u al m erecen ser co n sid erad as

p o r separado.

151 “Nuestros propósitos”, Revista del Paraná. n° 2, 31/3/1861.


106

E n p rim er lugar existe u n hecho ev id en te que, p o r eso m ism o, es el q u e m ás suele destacarse: la

falta d e rasgos distintivos com o raza, religión, lengua, hábitos o tradiciones q u e p erm itiera n

sin g u larizar la sociedad rioplatense del resto d e H ispanoam érica. Sin em bargo se trata d e u n a

causa secundaria, pues con el correr d e los años se lograría ir d a n d o form a a u n a serie de

elem entos que h abrían caracterizado la experiencia histórica local con capacidad p ara so p o rtar

esa distinción d e m odo convincente.

E n seg u n d o lugar hay otras dos cuestiones tam bién referidas a los contenidos que, com o

con stitu yen el núcleo d e las dos secciones siguientes, m e p erm ito ap en as enunciarlas. M e refiero

p o r u n lado al desinterés p o r la sociedad indígena y por el p erío d o colonial y, p o r el otro, a las

p erp lejidades provocadas p o r el legado revolucionario. En relación a la p rim era cuestión resu lta

ev id en te q u e ese desinterés, desprecio o juicio crítico, hacía difícil elaborar relatos históricos q ue

p u d ie ra n rem ontarse a u n p asa d o q u e p re sen tara alguna d en sid a d social o tem p o ra l en el que
se h ab ría n conform ado rasgos idiosincrásicos q u e p refig u raran u n a co m u n id ad sociopolítica.

Esto bien p o d ía ser atrib u id o al proceso revolucionario e in d ep en d e n tista que ocupó el centro

d e las reflexiones y relatos sobre el p asa d o p u es era considerado u n obligado p u n to d e p a rtid a

en el curso histórico local. Pero a u n q u e la R evolución era u n án im em en te reiv in d icad a, se

tratab a d e u n a experiencia cuyas consecuencias indeseadas to d av ía se hacían sentir con fuerza,

con lo cual no resultaba fácil en contrar en ella rasgos definitorios d e una id en tid ad y, m enos

aún, u n ru m b o histórico q u e desem bocara en la constitución d e u n o rd e n político preciso.

L legam os así a la que considero com o la causa principal q u e es d e o rd e n político y cuya

resolución perm itiría tam bién hacerlo con las otras: la ausencia de u n a perspectiva político

co m u n itaria inequívoca e irrecusable q u e posibilitara o q u e alen ta ra la elaboración d e n arrativ as

históricas d estin ad as a fu n d a m e n tarla o legitim arla.

A lo largo d e la sección p u d im o s apreciar cóm o los conflictos facciosos, personales, regionales e

incluso d e valores o principios, o p acaban cualquier posible postulación d e u n a c o m u n id a d

com o sujeto d e u n a n arrativ a histórica p o r m ás q u e éste fu era u n o d e los p o stu lad o s m ás caros

d el rom anticism o. Pero esto no es todo. T am bién debe tenerse p resen te q u e el v e rd a d e ro

sen tid o d e u n relato histórico nacional sólo p o d ría alcanzarse c u a n d o lograra consolidarse u n

o rd e n político institucional o, al m enos, cu an d o se lo co n sid erara viable e irrecusable. Es decir,

com o h a n señalado en form a reciente A lejandro E ujanián y Elias Palti, cu an d o esa trayecto ria

p rev ia desem bocara en la conform ación d e u n o rd e n estatal o este desenlace p u d ie ra ser


107

co n sid erad o inm inente152. S im plificando sus argum entos, lo q u e am bos autores p la n te a n es q u e

la ausencia d e historias nacionales d eb e en ten d e rse com o consecuencia d e la p recaried ad o d e la

inexistencia d e un Estado nacional q u e las requiriera. Y esa m ism a es la razó n q u e p erm itiría

explicar p o r qué Chile y Brasil sí p o d ían tenerlas, así com o tam bién instituciones q u e h u b iera n

alen tad o su elaboración y difusión.

Pero el p roblem a es m ás com plejo aún, p u es no se trató tanto d e la inexistencia d e u n ord en

in stitucional estatal o d e q u e el m ism o no p u d iera ser concebido, sino m ás bien d e la

coexistencia de diversas alternativas d e organización consideradas viables y, en alg u n o s casos

incluso, deseables. Si se retom a lo señ alad o en la Introducción en relación a la ind eterm in ació n

en lo q ue hacía a la constitución d e form as estatales luego d e 1820 p o d ría plantearse la siguien te

preg u n ta: ¿cuál era acaso esa co m u n id ad delim itad a d e m odo incontrastable que re q u ería d e

relatos históricos p ara legitim ar la erección en su territorio d e u n ord en sociopolítico y d e u n

sistem a institucional que la representara?. El problem a no es que no existiera o q u e no p u d ie ra

ser im ag in ad a, sino que las posibilidades al respecto era n varias y n ad ie po d ía señalar con total
V

certeza cuál iba a producirse. P ero sin esa perspectiva precisa, sin la posibilidad d e p o stu la r a

u n a co m u n id ad delim itada com o sujeto y com o re su ltad o d e u n a trayectoria previa, ¿cóm o

escribir su historia?. ¿C óm o seleccionar los hechos q u e deb ían form ar parte d e u n relato sobre

su devenir? ¿En base a q u é criterios? P ara poner u n ejem plo que retom aré luego: los

lev an tam ientos contra las au to rid a d e s españolas p ro d u cid o s en el A lto P erú en 1809, ¿d eb ían o

n o fo rm ar p arte d e u n a historia nacional argentina? Y d e ser afirm ativa la respuesta, ¿en calidad

d e q ué lo serían? Lo m ism o en relación a U ruguay, ¿cóm o d ar form a a lo q u e Real d e A zú a

calificaría críticam ente com o su " p re d e stin a d a diferenciación"?153.

E n su m a, el problem a p a ra d a r form a a historias nacionales, p ro b lem a q u e se hizo a ú n m ás

p aten te en aquellos q u e m ilitaro n e n las filas del rom anticism o, era doble. Por u n lado la m atriz

historicista im ponía buscar el sen tid o d e la experiencia histórica local y del ru m b o q u e ésta

d eb ía to m ar apelando al conocim iento d el pasado, a la v ez q u e las convenciones ideológicas

d o m in an tes los hacía abjurar del m ism o154. P or el otro, se su p o n ía q u e el sujeto p riv ileg iad o d e

la H istoria era la nación. Sin em bargo, la existencia d e m u y diversas p o sib ilid ad es d e

152 A. Eujanián, “Polémicas por la historia. El surgimiento de la crítica en la historiografía argentina, 1864­
1882”, en Entrepasados, n° 16, 1999; E. Palti, “La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática
concepción de un pasado nacional” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio
Ravignani”. Tercera serie, n° 21, 1er. Semestre 2000.
153 C. Real de Azúa, Los orígenes de la nacionalidad uruguaya. Montevideo, Arca, 1990, cap. 2.
154 Este problema ha sido examinado con gran agudeza por Germán Colmenares en Las convenciones contra
la cultura. Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Bogotá, Tercer Mundo, 1997.
108

org an ización territorial y político-institucional, sup erp u estas con los constantes conflictos

facciosos, hacían difícil trazar u n rum bo histórico irrecusable que tuviera por p ro tag o n ista a

a lg u n a co m u n id ad precisa.

C on lo cual no debe extrañar q u e para m uchos no sólo ese sistem a institucional sino tam bién

esa id e n tid a d y esa com unidad, d eb ían ser el resultado de acciones q u e ten d ieran a constituirlos

y no el desenlace necesario d e u n a historia cuyos elem entos d eb ían ser rastreados en el pasad o .

De to d os m odos, y au n q u e p u e d a resu ltar contradictorio, tam bién se su p o n ía q u e deb ía

realizarse esa operación historiográfica, y no eran pocos quiénes se m ostrarían insistentes al

respecto sobre todo tras la caída d e Rosas. D esde u n a perspectiva discursiva se trata entonces

d e u n a d e las paradojas del m ovim iento rom ántico rioplatense q u e com enzaría a ser resuelta de

m o d o tard ío p o r M itre m ientras q u e e n form a paralela iba produciéndose la consolidación d e

u n o rd e n estatal nacional. C laro q u e esta ú ltim a afirm ación es posible p orque contam os con la

inapreciable ventaja de conocer el re su ltad o d e ese proceso: incluso M itre se p erm itía afirm ar al

asu m ir la p residencia d e u n a nación form alm ente unificada en 1862 que "m arch am o s d e lo

desconocido a lo desconocido", echando así u n m anto d e d u d a s sobre el proceso en cu rso 155.

S arm ien to , M itre y la h isto ria nacio n al a rg e n tin a

P or el m om ento p lan teé los condicionam ientos estructurales que inhibieron la elaboración de

h isto rias nacionales en el perío d o exam inado. A hora bien, p ese a todo no p u e d e considerarse en

m o d o alg u n o q u e la falta d e condiciones políticas constituyan d e por sí u n im p ed im e n to

ab soluto p a ra p o d e r hacerlas. P ero precisam ente por eso m ism o resulta notable la eficacia q u e

tu v iero n esas restricciones, sobre to d o si se considera q u e los escritores locales contaban con

m o delos teóricos y n arrativ o s prestigiosos p a ra p o d e r d arle form a a ese tipo d e relatos y, sobre

todo, q u e su necesidad era constantem ente proclam ada.

Si volvem os a las figuras m encionadas al com enzar este capítulo nos encontram os con que esa

h isto ria n o fue escrita ni p o r publicistas u nitarios com o Florencio V arela o V alentín A lsina, ni

p o r federales com o P edro d e A ngelis. En cuanto a los m iem bros de la N u ev a G eneración

tam p o co lo hicieron d u ra n te el p erío d o exam inado V icente F. López; ni Juan M. G u tiérrez a

p esar del interés creciente que éste m ostró p o r el desarrollo cu ltu ral en el período colonial; y ni

siq u iera A n d rés Lam as a p esar d e h ab er recibido en 1849 el encargo oficial del gobierno d e

M o n tev ideo p a ra realizar u n a "H isto ria d e la R epública" q u e nunca escribió156. H a)' sin

155 B. Mitre a Juan M. Gutiérrez, Bs.As., 17/3/1862, en AE t. VII, p. 57.


156 Y eso a pesar de que ya en 1843 había anticipado cuáles podían ser los núcleos de ese relato al
fundamentar los nombres elegidos para la nueva nomenclatura de Montevideo. Al respecto puede consultarse
109

em bargo dos casos que re su ltan m ás com plejos pues p u blicaron algunas obras significativas

q u e suelen ser consideradas com o historias nacionales. Me refiero a Facundo y Recuerdos de

Provincia d e Sarm iento y las dos p rim era s ediciones de la Historia de Belgrano d e M itre

p u b licadas en 1858/9. C om o el exam en d e sus contenidos es realizado en las secciones

siguientes, aquí sólo quiero p lan tear brev em en te p o r qué e n tien d o que las m ism as no son

historias nacionales. Pero antes cabe u n a aclaración: no se trata d e u n intento p o r rastrear u n

género definido de antem ano d en o m in ad o Historia Nacional q u e d e tan p u ro resu lta inexistente,

sino in d ag ar en las características d e esos relatos, en sus usos y en su circulación, p ara p o d er

apreciar cuál era el sentido q u e éstos p o d ía n tener o ad q u irir seg ú n los propios p arám etro s d e

sus autores y lectores.

C om o es sabido, en los prim eros capítulos d e Facundo, S arm iento enum era, describe o define

algunos elem entos significativos en lo q u e hace a la p o sibilidad d e d istin g u ir u n a co m u n id ad

nacional: u n a delim itación territorial, tip o s sociales particulares, tradiciones y hábito s

com partidos. C aracterísticas q u e m ás allá d e los condicionam ientos geográficos son tam b ién

atrib u id as a causas históricas q u e p u e d e n rem o n tarse a la colonización española. A hora bien,

to d o esto no resulta suficiente p a ra q u e p u e d a considerarse q u e se trata d e u n a historia

nacional, com enzando p o r el hecho q u e m uchos d e esos rasgos m ás que reivindicados so n

criticados. Por u n lado, p o rq u e si bien hace ab u n d a n te s referencias históricas e incluso p lan tea

leyes que explican el desenvolvim iento d e la sociedad, n o logra articular sus div erso s

m o m entos en u n a m ism a tram a y bajo u nos m ism os principios explicativos. Los prim eros

capítulos dejan establecido q u e las condiciones creadas por la naturaleza y la historia local habían

d ad o form a a u n a cam paña caracterizada p o r la barbarie cuya figura m ás acabada y em blem ática

había sido Facundo Q uiroga, la cual se racionalizó y sistem atizó e n la d e Rosas. Sin em bargo, en

los últim os dos capítulos del libro Sarm iento introduce su program a político que contradice en

form a flagrante lo antedicho, pues sostiene q u e los propios rosistas po n d rían fin al régim en. De ese

m odo, el final im aginado, p ro p u e sto o d esead o d e su relato y d e la historia local no sería tan to

la culm inación d e u n a trayectoria p re v ia sino su negación, sin q u e adem ás acierte con u n a

explicación d e ese an helado desenlace. P or otro lado, p o rq u e el sujeto d e este relato no es ni u n a

nación ni n in g u n a otra form a co m u n itaria precisa. De hecho, Facundo constituye la m u estra m ás

acab ad a de lo que p u e d e co nsiderarse com o u n a n arrativ a cuyo sujeto es u n a configuración

sociocultural o, si se prefiere, u n a fo rm a d e sociedad: p o r d etrá s d e la biografía d el caudillo

riojano se tram a u n relato cuyos p ro tag o n istas son las ciu d ad e s y las cam pañas pastoras,

mi trabajo “Fragmentos de un discurso histórico: la construcción de una narrativa histórico-geográfica en la


nomenclatura de Montevideo de 1843”, en María L. Mugica (coord.) Territorio, memoria y relato en la
construcción de identidades. Rosario, Universidad Nacional de Rosario editora, 2004. ■
110

expresiones de la etern a lucha entre la civilización y la barbarie. Pero se trata d e principios

antagónicos en cam ad o s en dos espacios destin ad o s a ignorarse o enfrentarse sin posib ilid ad

alg u n a d e síntesis por la m ism a rad ic alid ad de esa escisión -o , peor aún, sintetizados d e alg ú n

m o d o en esa extraña e indefinible figura q u e era R osas-, En tal sentido, y si bien está articu lad a
n arrativ am ente, po d ría considerarse q u e m ás q u e una explicación histórica en Facundo hay una

d e índole sociológica b asad a en la existencia de fuerzas sociales en p u g n a que o cu p an ám bitos

diferenciados: "El siglo XIX y el siglo XII viven juntos: el uno dentro d e las ciudades, el otro en las

cam pañas"157. De ese m odo el conflicto ad q u iere en Facundo u n a dinám ica espacial a la que

q u ed a su b o rd in ad a la H istoria. C abe n o tar p o r últim o que el p asa d o colonial casi no aparece

historizado y, m enos aún, d e m odo tal q u e perm ita explicar el tránsito de la colonia a la

república: p ara Sarm iento la R evolución sólo p u d o p roducirse p o r el influjo d e las ideas

ilu strad as eu ro p eas en un sector m inoritario d e la elite criolla cuyas d isp u tas internas habían

p erm itid o desp u és que la barbarie hiciera pie y se a d u e ñ ara d e las ciudades. A hora bien, u n a de

las claves q u e posibilitaría la estru ctu ració n d e u n relato histórico nacional, m ás aún, u n a d e las

condiciones im prescindibles p a ra p o d e r hacerlo, fue precisam ente la articulación d el período

colonial y el in d ep en d en tista recu rrien d o a u n a m ism a clave explicativa y a u n a tram a que

rep resentara ese tránsito. ¿C óm o co n sid erar sino que se tra ta d e u n a m ism a historia

p ro tag o n izad a p o r u n a nacionalidad o p o r agentes q u e la representaron?

En relación a esto últim o Recuerdos de Provincia introdujo algunos cam bios significativos. Si bien

fue escrito apenas u n lustro d esp u é s q u e Facundo, el final del rosism o parecía inm inente d e

v erd ad , lo cual le facilitó a S arm iento otra p erspectiva desd e la cual leer la h istoria local. Pero

este hecho no fue tan decisivo com o su viaje m aterial e intelectual a los Estados U nidos. Es q u e

allí encontró u n m odelo altern ativ o d e so ciedad cuyo éxito era consecuencia entre otra razones

d e u na historia que p o d ía rem o n tarse a su p erío d o colonial por lo q u e el proceso

in d ep en d en tista y la organización rep u b lican a eran su consecuencia legítim a y no su negación

com o en H ispanoam érica. Esto perm ite e n ten d e r en parte p o r q u é Recuerdos de Provincia es un

relato en el que los fenóm enos en c u e n tra n u n a explicación histórica m ás q u e geográfica o

sociológica. T am bién perm ite e n ten d e r p o r q u é p u e d e asum ir el relato desde el p u n to d e vista

d e la civilización cifrada e n su San Ju an natal, y y a no d esd e la b arbarie q u e en Facundo se

fagocita la H istoria. Sin em bargo, la biografía de esa elite provincial que tenía a la vez u n

carácter nacional y cuyo desenlace era la p ro p ia figura d e S arm iento, es en gran m e d id a la

historia d e u n a decadencia: la d e esas ciu d ad es q u e se co n stitu y ero n en el recinto d e la

civilización. A dem ás, y com o h a n o ta d o H a lp e rín D onghi, S arm iento trata a los fenóm enos

157 FO, p. 49.


111

coloniales com o extravagancias desprovistas de m ay o r sen tid o y no com o expresiones

significativas de la sociedad de la cual form aban p arte158. H a y un p u n to m ás q u e suele

destacarse y es la m ayor atención que se presta en Recuerdos de Provincia al ocaso del o rd e n

colonial cuando éste com enzaba a tran sm u tarse para d ar paso a la R epública, lo cual constitu y e

u n avance en lo que hace a la posibilidad de dar form a a u n relato histórico d e m ás largo

alcance. De todos m odos Sarm iento tam bién es explícito en p lan tea r que u n a vez estallad a la

R evolución ya n ad a po d ía ser rescatado de ese pasad o q u e recuerda con u n a m ezcla d e

nostalgia, p iedad e ironía.

A pesar d e las lim itaciones señaladas, la lo g rad a articulación d e personajes que v en d ría n a

rep resen tar a la elite en su tránsito por varios siglos, perm ite en ten d e r p o r q u é Recuerdos de

Provincia p o d ría ser leído com o u n relato histórico nacional. Sin em bargo hay u n aspecto m ás

q u e no siem pre es suficientem ente señalado y que rem ite a los condicionam ientos estru ctu rales

p o tenciados en este caso p o r los co y u n tu rales com o lo era el intento d e S arm iento p or

posicionarse ante la caída d e Rosas: m ás allá de lo que p o d am o s en contrar en su libro, debem o s

re co rd ar q u e éste fue en general recibido con perplejidad, fria ld a d o con sorna, sin q u e sus

lectores percibieran que esa biografía colectiva era tam bién u n a historia nacional.

Si to d o lo anterior no alcanzara, tam bién podríam os recu rrir a alg u n as apreciaciones q u e hizo el

p ro p io Sarm iento. R ecordem os q u e al dictar u n a conferencia com o D irector d e la sección

H isto ria del Ateneo del Plata se vio en la necesidad d e aclarar a n te sus interlocutores q u e no

contaba con los conocim ientos necesarios p ara p o d e r guiarlos, p ero q u e igual acep tab a la

m isión p o rq u e en ten d ía q u e alguien debía hacerlo. En cu an to a su p ro p ia obra, notó q u e en ésta

sólo h abía "(...) bosquejado algunos cuadros d e hechos y hom bres q u e entran en el dom inio de la

historia am ericana, sin p retender por eso alcanzar a la m ajestad de la h istoria''159

Esto m ism o sostendría con m ayor precisión al año siguiente c u a n d o debió a ñ a d ir u n Corolario a

la Historia de Belgrano d e M itre, ya q u e éste la había dejado tru n ca p ara m arc h ar al frente del

ejército porteño q u e sería d erro tad o p o r U rquiza e n C epeda. En ese Corolario S arm iento buscó

co m p letar la v id a de B elgrano apro v ech an d o tam bién p a ra ho m o lo g ar su accionar con el d e

M itre. A dem ás señaló q u e esa biografía debía considerarse com o u n relato histórico nacion al a

158 T. Halperín Donghi, "El antiguo orden y su crisis como tema de Recuerdos de Provincia", en Boletín del
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, tercera serie, n° 1, 1989.
159 "Espíritu y condiciones de la Historia en América", en PC S, t. XXI, p. 86 [Memoria leída el 11 de octubre
de 1858 en el Ateneo del Plata], ■
112

diferencia d e sus p ro p ias obras com o Facundo en las que sólo h ab ría alcan zad o a trazar el

escenario del conflicto:

"La falta de u n a historia d e la R epública A rgentina que, com o la d e Belgrano, m uestre la


u n id ad que la caracteriza, en m edio del d eso rd en aparente d e sus actos, ha sido causa d e
graves m ales. Los agentes europeos e n A m érica, los literatos y escritores m ism os de los
países m ás cultos, si aciertan a ocuparse d e nuestras cosas, fascinados p o r la d eso rd en ad a
persistencia d e n u estras conm ociones, concluyen p o r d ec la ram o s incurablem ente
labrados por la anarquía, y p red estin ad o s al despotism o, com o el único freno d e pasiones
tan deso rd en ad as. El exam en d e n u estra H istoria, tal com o la p resen te el general M itre,
abriráles los ojos a este respecto, vien d o en ella desenvolverse los gérm enes de las
posteriores g u erras civiles, y en las presentes m anifestados los esfuerzos que la
inteligencia y la v irtu d hacen p ara extirparlas p o r su raíz. H ay consecuencia e ilación en
todos los actos, genealogía y afinidad e n to d as las ideas, progreso y solución m ás o m enos
re ta rd a d a en todas las cuestiones. E ntre los escritos am ericanos, las p rim eras páginas d e
Civilización y Barbarie d iero n a E u ro p a la fisonom ía del terren o en q u e se desenvuelven
n u estras luchas internas; pero sin alcanzar a establecer los an teced en tes d e la R epública y
las conquistas q u e h a id o haciendo sobre la colonia española. Trabajo lento y penoso, pero
no estéril ni inútil. D esde 1806 a 1810 p u e d e verse surgir del seno d e la colonia gobernad a
p o r españoles p en in su lares el p rim er albor del sentim iento nacional."160

Sarm iento parecía entonces h aber en c o n trad o la clave del tránsito en tre el m u n d o colonial y el

rep u blicano en la Historia de Belgrano, así com o tam bién una h istoria cap az d e m o strar la u n id ad

d e la A rgentina tras el ap a ren te caos d e sus hechos ¿Pero realm ente es así? E n el últim o capítulo

se exam ina en detalle este texto, p o r lo q u e ah o ra sólo m e d eten d ré en algunas precisiones q u e

p erm iten p o n er e n d u d a esta aseveración.

En p rim er lugar p o r u n hecho q u e y a señalé y que au n q u e p u e d a parecer banal igual resulta

revelador: M itre no logra concluir su relato en n in g u n a d e sus d o s p rim eras ediciones, ni la de

1858, ni la d e 1858/9; la p rim era lo hace en 1812 y la seg u n d a en 1816, m ientras q u e Belgrano

m u rió e n 1820. En am bos casos el au to r alegó m otivos razonables -e n la p rim era falta de

espacio y en la seg u n d a d e tiem p o -, a u n q u e resulta significativo q u e alguien com o M itre q u e

n u n ca dejó d e escribir, incluso cu an d o ejerció la presidencia, deb iera esp erar h asta 1876 p ara

co m p letar su biografía. P ero dejando d e lado el hecho d e si M itre había concebido o no ese final,

cóm o p o d ría n cap tar los lectores el sen tid o d e u n a biografía tru n ca cuyo p ro tag o n ista tu v o u n

rol público h asta los últim o s m om entos d e su vida. Por cierto q u e el a p re ta d o Corolario d e

Sarm iento, m ás in teresad o en el en fren tam ien to con U rquiza q u e en la vida del procer, no

parecía el m edio m ás adecuado. En seg u n d o lugar, y si consideram os los pro p ó sito s declarados

p o r M itre, nos encontram os con que parecía m ás p re o cu p ad o p o r señalar la necesidad de

160 D. F. Sarmiento, “Corolario de la Io edición de la Historia de Belgrano de 1859” en B. Mitre, Historia de


Belgrano y de la Independencia Argentina. Bs.As., Anaconda, 1950, pp. 14/5 [Bs.As., 1.859].
113

racionalizar el culto del héroe que po r d a r cu en ta del desarrollo d e los elem entos germ inales d e

la nacio nalidad argentina. C u an d o en el Prefacio a la seg u n d a edición procuró resaltar cuál era la

im p o rtancia de su biografía sólo señaló que era vital hacer u n a historia d o c u m e n ta d a q u e

explicase el rol d e Belgrano p ara q u e sirviese com o ejem plo y guía p ara sus co n tem p o rán eo s al

igual que lo eran la d e las otras figuras recordadas en la Galería de Celebridades161. En n in g ú n

m o m en to p lan tea q u e su biografía perm itiría d ar cuenta del desarrollo d e la n acio n alid ad

arg en tin a o de alguno de sus elem entos constitutivos, au n q u e en la polém ica con Vélez d e 1864

arg u m e n taría q u e ese había sido u n o d e sus propósitos. E n tercer lugar se debe ten er p resen te

q u e au n q u e M itre p ro cu ra realzar algunos fenóm enos ocurridos en la colonia, se restrin g e al

últim o tercio del setecientos -in sisto en q u e p o r ahora dejo de lado el problem a d e si es del todo

lo g rad a o no su tram a -. De ese m odo, y a diferencia de la edición d e 1876/7 su texto resu lta

incompleto com o historia nacional y no precisam ente por faltarle los últim os años d e la v id a del

biografiado. Esta cuestión p u ed e apreciarse m ejor si se consideran las lecturas q u e tu v o el texto

y la form a en la q u e fue utilizado.

C u an d o dos años d espués Luis D om ínguez publica su Historia Argentina, le envía u n ejem p lar a

V. F. López reconociendo q u e si bien no era el escritor m ejor p re p a ra d o para hacerlo, el p ro p io

L ópez perm anecía en silencio, V arela no había p o d id o hacer n ada, y "M itre se h a q u e d a d o á

m itad d e cam ino"162. E ntiendo q u e con esto últim o se refiere no tanto a los años q u e re sta n d e la

v id a d e Belgrano, sino m ás b ien a g ra n p a rte del perío d o colonial que p a ra D o m ín g u ez

resu ltab a im prescindible recuperar. C on lo cual, com o reconoció el m ism o D o m ín g u ez e n el

prólogo a su Historia Argentina, si q uería contarse con u n a historia nacional, no q u e d a b a m ás

rem ed io q u e articular la Historia de Belgrano d e M itre con el Ensayo del D eán Funes. U nión d e la

q u e era m ás fácil esperar u n en g en d ro q u e u n relato coherentem ente estructurado.

De esto resulta u n a excelente m u estra la prim era obra didascàlica de carácter elem ental q u e

co m p en dió el pasad o nacional y q u e tom a precisam ente com o fuente a esas dos obras: el

m an u al publicado en Buenos A ires e n 1862 p o r Juana M anso163. P ara no fatigar con el exam en

161 De hecho, esto mismo era lo que también sostenía Sarmiento en su Corolario al calificar al trabajo de
Mitre como “una restauración de un monumento medio sepultado ya bajo las movedizas arenas arrastradas
por el pampero; y el mérito del autor de la Historia está en haber devuelto a la admiración de sus
contemporáneos el más inimitable de los buenos modelos”. B. Mitre, “Prefacio de la segunda edición” en
Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. Tercera y única edición completa, Bs.As., Imprenta y
Librería de Mayo, 1876, pp. 18/9 [Bs.AS., 1858]; D. F. Sarmiento, “Corolario...” op.cit., p. 10.
162 Luis Domínguez a V. F. López, Bs.As., 19/6/1861, en AG N Sala VII, Archivo y Colección los López,
legajo n° 2372, doc. n° 4770.
163 J. Manso de Noronha, Compendio de la Historia de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, desde su
descubrimiento hasta la declaración de su independencia, el 9 de julio de 1816. destinada para el uso de las
escuelas de la República Argentina, Bs.As., Imp. y Lit. á vapor, de Bemheim y Boneo.1862.
d e esta obra b asta señalar lo endeble q u e es su tram a, basada e n u n a estru ctu ra ac u m u la tiv a

m ás q u e significativa y cuyo estilo se p u e d e resu m ir en frases com o las siguientes: "El otro

acontecim iento notable d e esa época" (p. 30); "La tom a de la C olonia del S acram ento n o p o d ia

dejar d e fig u rar en el catálogo d e los acontecim ientos d e aquella época" (p. 36). En sum a, u n a

crónica d o n d e se su m an hechos sin u n a legalidad q u e los dote d e sentido, razó n p o r la cual

tam p o co logra articu lar u n a narrativ a sobre el origen. Si bien es cierto que se refiere a la génesis

d e fenóm enos y estru c tu ras sociohistóricas significativas -la s ciudades, el com ercio, la

evangelización, la ad u a n a, la p ro sp e rid ad d e Buenos Aires, la R evolución d e M ayo-, ese origen

m ás q u e explicado o n a rra d o es señalado. A sim ism o fracasa en lo q u e p o d ría considerarse com o

el cierre narrativo: la p ro p ia autora debe confesar que su obra finaliza sin p o d er d a r cu e n ta de

los procesos d esen cad en ad o s p o r la revolución, por lo que se contenta con señalar algun o s

sucesos dispersos d e 1815 y 1816. De ese m odo, el cierre q u e v en d ría a d a r sen tid o a lo

acontecido lo lega com o u n a "ingrata tarea al q u e escriba la h istoria general d e la República" (p.

129).

P o r cierto que tan to la capacidad d e Juana M anso, p u esta m aliciosam ente en d u d a en tre otros

p o r Ju an M. G utiérrez, así com o tam b ién el público al q u e estaba d irig id o el Compendio, tu v iero n
m u ch o q u e v er con su pobreza. Sin em bargo, el m anual expresa b astante bien el p ro d u c to q u e

p o d ía resu ltar d e la u n ió n en tre la obra d e M itre y la d e Funes. Y, p o r eso m ism o, la in cap acid ad

d e la Historia de Belgrano p a ra d ar form a p o r sí sola a u n a historia nacional, q u e el m a n u a l d e

M anso n o hace sino am plificar. Esta in cap acid ad se p u e d e ap reciar m ejor cu an d o se la co m p ara

co n su tercera edición d e 1 8 7 6 /7 q u e ten d ría contenidos -sujetos, acontecim ientos y

fen ó m en o s- inequívocam ente argentinos articulados en u n a tram a q u e le p erm itiría d a r cu en ta

d e u n origen d e los m ism os, m uchos d e los cuales p o d ía n incluso ser rastread o s h asta el

m o m en to m ism o d e la conquista164. El p ro b lem a en ese sen tid o no es q u e e n las dos p rim eras

ediciones se carece de u n relato p o rm en o riz ad o d e los hechos coloniales h asta fines d el siglo

XVIII, sino q u e tam poco se hace u n a caracterización d e los m ism os q u e p erm ita u n irlo s bajo

u n o s m ism os principios explicativos con los sucesos posteriores, que es lo que aparece en la

tercera edición.

164 Entre éstos se destacan particularidades geográficas y raciales, así como también el tipo de
colonización en la que había primado el “trabajo reproductor” por sobre el saqueo y cuya pobreza
originaria e igualadora había promovido una “democracia rudimentaria”. Por otro lado, notaba como la
construcción de un mercado y el vínculo con Europa a través del Atlántico habían sido de fundamental
importancia para el desarrollo local en el siglo XVIII, creando nuevos intereses que vendrían a
fundamentar las futuras aspiraciones de independencia de los criollos argentinos. B. Mitre, “La
sociabilidad Argentina. 1770-1794”, Introducción a Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina,
Bs.As., Anaconda, 1950 [Bs.As., 1876/7]. Un excelente análisis de esta versión y de las problemáticas
huellas dejadas por las anteriores fue realizado por E. Palti en “La Historia de Belgrano de M itre...”, op.cit.
115

P o d ría dejarse de lado to d o lo señalado e igual bastaría con considerar algo que tam bién fue

señ alad o p o r E. Palti: m ás allá d e lo q u e pensara M itre al respecto, su texto evidencia q u e no

sólo la nacionalidad, sino tam bién el p ro p io pueblo y el territorio argentino no eran u n dato

p rim o rd ial. En efecto, M itre plantea q u e la R evolución d e M ayo había p erm itid o que los

am ericanos reasu m ieran sus derechos y se iniciaran en el cam ino d e la libertad; pero esto no

significaba en m o d o alguno la existencia de u n a en tid ad nacional ya delim itada au n q u e así

q u isiera afirm arlo. Por el contrario, su relato deja en claro q u e ésta sería consecuencia d e la

revolución y de la guerra. Esto aparece con m ayor nitid ez en su polém ica con Vélez Sarsfield,

p u es estuvo obligado a arg u m e n tar el rol decisivo que h abía tenido Belgrano al frente del

Ejército del N orte. E n tal sentido asegura en relación a la posible secesión de las provincias del

n o roeste que, si B elgrano p erd ía la batalla d e T ucum án o se retirab a hasta C órdoba, "la causa d e

la revolución si n o sucum bía, q u ed a b a p o r lo m enos m uy seriam ente com prom etida, y su

re su ltad o h abría sido m u y diverso p ara la nacionalidad argentina". Por otro lado precisa que

"T odas las P rovincias q u e hoy fo rm an la República A rgentina, respondieron al valeroso


llam am iento d e la capital, a u n antes d e contar con el apoyo d e sus arm as. Este hecho
d eterm in ó los lím ites geográficos y políticos de la nacionalidad argentina, que ha
sobrevivido a tantos vaivenes, y q u e explica su v italid ad y su cohesión m oral"165.

D esde luego q u e estas aseveraciones resu ltan fácilm ente rebatibles. Basta reco rd ar el

lev an tam iento alto p eru an o d e 1809, casi ig n o rad o p o r M itre e n su texto y a q u e esta región

fin alm ente no form ó p arte d e la R epública A rgentina; p o r n o m encionar lo cuestionable q u e era

p o stu lar la v italid a d y cohesión m oral d e la nacionalidad arg en tin a hacia 1864. Pero en lo q ue

aq u í interesa su relato hace ev idente q u e m ás allá d e determ inaciones geográficas,

p articu larism os socioculturales y m an d ato s históricos, la N ación A rgentina había sido el

re su ltad o del accionar d e d eterm in ad o s sujetos -p u eb lo s, d irigentes-, som etidos a la

contingencia d e la g u erra y la política, es decir, a relaciones d e fu erza que no siem pre fueron

favorables a la su p u e sta causa nacional. P or eso resu lta especialm ente destacable el papel d e

B elgrano y su revalorización histórica y a q u e p ara M itre - y tam b ién p ara el G eneral José M.

Paz, u n antig u o su b o rd in a d o su y o -, su acción cívica, que h abía sido tanto o m ás im p o rtan te que

la m ilitar, era la q u e había g an ad o a las provincias del noroeste p a ra la causa d e la R evolución y

d e la N ación A rgentina.

165 B. Mitre, “Estudios Históricos sobre la Revolución Argentina. Belgrano y Güemes" en OCM vol. XI, pp.
295 y 322 [Bs. As., Imprenta del Comercio del Plata, 1864] •
116

Esta interpretación seg ú n la cual las m inorías d irigentes rep resen ta d as por B elgrano hab ían sid o

d eterm in an tes en la delim itación d e la n acionalidad arg en tin a no p u ed e sin em bargo ser

siem p re verificada. De hecho, en las n u m erosas pág in as q u e le dedica a su cam pañ a al

P arag u ay no q u ed a claro p o r q u é este territorio se escindió y form ó u n E stado q u e no integró

las P rovincias U nidas ya que, según M itre, había sido B elgrano quien a pesar d e su d erro ta

h abía influido e n la oficialidad y en la elite p arag u ay a p a ra q u e se declararan in d ep en d ien tes de

España. La úruca explicación que se p u ed e en contrar es que era el territorio del V irreynato m ás

atrasad o económ ica e ideológicam ente y q u e allí h ab ía nacid o la idea confederal q u e su p o n ía

soberano a cada pueblo ya que era d o n d e m ás p re d o m in a b a el espíritu de localidad q u e sería

fatal p ara la institucionalización de u n o rd e n de alcance nacional. De ese m odo, las v irtu d es

cívicas en carnadas en B elgrano tam poco alcanzaban p a ra ase g u rar la delim itación d e la fu tu ra

N ación A rgentina, lo cual hacía a ú n m ás ev id en te q u e ésta era el re su ltad o d e acciones

h u m an as, d e intereses y d e relaciones d e fu erza cam biantes, y no u n a esencia o u n destino.

P o d ría concluirse entonces q u e hacia 1859 el h isto riad o r M itre contradecía al político y

p ublicista M itre q u e en 1852 había descrito y defin id o la n acio n alid ad argentina com o u n hecho

esp iritu al que estaba m ás allá de todo accidente histórico. Pocos años desp u és am bos

coincidirían cuando, tras su paso p o r la presidencia, M itre d iera a lu z su tercera edición d e la

Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina e n la q u e dejaría asentada u n a in terp retació n

d el p asa d o nacional q u e si bien no fue exitosa in m ed iatam en te, lograría im ponerse y p e rd u ra r

d u ra n te m ás d e u n siglo. Lo notable es q u e esta p e rd u ra c ió n se dio incluso a través d e m uchos

d e q uienes abju raro n d e M itre y su in terp retació n d el p asa d o nacional, pero que, al igual q u e lo

su ced id o con Francisco B auzá en U ruguay, sólo p u d ie ro n p ro p o n er unos contenid o s

altern ativos al esquem a q u e ellos h ab ían trazado. P or cierto q u e esto fue posible p o r la

consolidación d e u n nuevo o rd e n estatal y p o r el desarro llo sociocultural que tu v iero n

A rg en tina y en U ru g u a y hacia fines del siglo XIX y principios del XX. Procesos que, adem ás,

tam bién favorecieron la consolidación d e esas prácticas, instituciones, discursos y sujetos que,

p ro m o v id o s p o r el historicism o rom ántico, sólo p u d ie ro n constituirse p len am en te c u a n d o su


h o ra ya había pasado.
117

SEGUNDA PARTE

LA NEGACIÓN DEL PASADO.


EL MUNDO INDÍGENA Y LA SOCIEDAD COLONIAL

la revolución americana (...) es la negación y la protesta contra la


legitimidad de los hechos y la rectitud de las ideas del pueblo de que
procedemos. Norte América se separaba de la Inglaterra sin renegar la
historia de sus libertades, de sus jurados, sus parlamentos y sus letras.
Nosotros, al día siguiente de la revolución, debíamos volver los ojos a
todas partes buscando con qué llenar el vacío que debían dejar la
inquisición destruida, el poder absoluto vencido, la exclusión religiosa
ensanchada
D. F. S arm iento, Recuerdos de Provincia166.

166 D. F. Sarmiento, Recuerdos de Provincia. Bs.As., Sur, 1962, p. 134 [1850],


E n la sección anterior se exam inaron las m o d alid ad es q u e asum ió el conocim iento del pasad o

en el Río d e la Plata entre 1830 y 1860. U no d e los rasgos distintivos q u e tuvo ese m ovim iento,

fueron las dificultades o lim itaciones m ateriales, ideológicas, políticas e institucionales en lo que

hacía a la posibilidad d e desarrollar u n a historiografía y o rganizar u n relato histórico nacional.

A hora bien, esto no significó en m odo alguno q u e no se elaboraran representaciones del pasad o

o q u e éstas tu v ieran u n carácter m arginal. M uy por el contrario, p u e d e n encontrarse en gran

p arte d e la producción discursiva del período, por lo que su exam en constituye tam b ién u n

ap o rte al conocim iento d e esa sociedad.

La tesis se centra a p a rtir d e ahora en el exam en d e estas representaciones en el m arco d e la

conflictiva v id a pública en la que cobraron form a p ro c u ran d o q u e am bas se ilu m in en

m u tu am ente. Esta sección está dedicada a las representaciones del p asa d o indígena y colonial y

la siguiente a las del proceso revolucionario. R esulta necesario aclarar al respecto q u e esta

elección resp o n d e a una estrategia que p re te n d e o rd e n ar la exposición, pues estas

representaciones no form aban com partim ientos estancos ni se en cuentran aisladas en los textos.

Este o rdenam iento no es casual, pero n o sólo p o rq u e respeta u n a cronología sino m ás bien

p o rq u e en ese trayecto p u e d e n apreciarse representaciones cada vez m ás densas y significativas

y p o rq u e am bos bloques eran percibidos de m u y diferente m odo. Así, las num erosas, com plejas

y conflictivas referencias al proceso revolucionario e in d ep en d e n tista q u e era co n sid erad o u n

n u ev o p u n to d e p a rtid a histórico, co ntrastan con el casi to tal desinterés p o r el p asa d o in d íg en a

y el tratam iento generalizado q u e se hacía del período colonial.

Estos d os últim os co n stitu ían u n pasad o q u e en general q u ería ser dejado atrás e n form a

definitiva. Entre otras razones, porque seguía teniendo u n a fuerte incidencia en el p re sen te y

m uchos tem ían adem ás q u e tam bién la sig u iera teniendo e n el futuro. Esta sección se aboca al

exam en d e esta cuestión, y esa es la razón p o r la que se titula La negación del pasado. C o n sta d e

d o s largos capítulos: el prim ero está d edicado al análisis d e las representaciones d el m u n d o

in d íg en a y el seg u n d o a las d e la sociedad colonial. En am bos casos pro cu ré ir m ás allá d e las

observaciones q u e se h acen sobre el escaso interés q u e estos tem as ten ían p a ra las elites,

n o tan d o a la vez las interpretaciones, juicios y representaciones q u e co m p artían y q u e

diferenciaban a distintos sectores políticos y regionales, y la evolución q u e tu v iero n d esd e el

p erío d o revolucionario h asta llegar a las tres décadas recortadas en la investigación.


119

Capítulo VI
Los indígenas y su mundo

El indígena no figura ni compone mundo en nuestra sociedad política y civil

¿Creéis que un araucano sea incapaz de aprender a leer y escribir


castellano? ¿ Y pensáis que con eso sólo deje de ser salvaje?
Juan B. Alberdi, Bases, 1852167

167 J. B. Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Bs. As.,
Plus Ultra, 1981, pp. 82 y 243 [Valparaíso, 1852], •
120

V ariaciones sobre u n a abstracción: los indios


P ara entender el sentido que tenían las representaciones del pasado indígena elaboradas en el Río

de la Plata hasta avanzado el siglo XIX se deben tener presente algunas cuestiones prelim inares. En

p rim er lugar que ese pasado no podía ser considerado del todo com o tal ya q u e a ú n seguía

form ando parte del presente. Por un lado, porque se suponía que eran sociedades que no habían

sufrido transform aciones significativas. Por el otro, p orque no sólo coexistían con la sociedad

criolla sino que tam bién m antenían contactos y niveles de intercam bio que en algunas áreas eran

m uy significativos. De todos m odos tam bién se tenía la certeza de que ese pasado q u e era a la vez

presente, no iba a ser futuro. La razón era q u e existía consenso en suponer que esas com unidad es

estaban destinadas a desaparecer com o tales. En segundo lugar, que a pesar d e esta presencia

difícil de eludir fueron pocas las ocasiones en las que se procuró dotar a esas com unidades de

d en sid ad histórica; m uy por el contrario, cuando no se las ignoraba era porque se hacían

referencias pragm áticas a hechos puntuales o apreciaciones vagas sobre algún pueblo en particular

o sobre los indios o los indígenas en general, es decir, com o u n a abstracción. En tercer lugar, que

todas estas consideraciones estaban condicionadas p o r las que se hacían del pasado colonial y de la

sociedad posrevolucionaria y republicana o, m ejor aún, eran subsidiarias de éstas.

Estas cuestiones p u ed e n percibirse en la producción discursiva fom entada desde los inicios del

proceso revolucionario. Cabe recordar que en esos años se prom ovió la reivindicación d e las

sociedades indígenas a las que, por u n lado, se aspiraba a devolver sus derechos y su dignid ad

ajada p o r siglos d e dom inio colonial y, p o r el otro, se las consideraba en cierta form a antecesoras

d e los criollos que luchaban por su independencia. De ese m odo, el indigenismo ocupó u n a función

precisa en la econom ía discursiva de la dirigencia revolucionaria: sum ar argum entos a la crítica del

dom inio colonial ejercido por España168. Para ello se recurría a im ágenes y juicios provenientes de

la Leyenda Negra o se hacía referencia a la cruel represión que había tenido el levantam iento

encabezado por Tupac A m aru en los A ndes peruanos pocas décadas antes.

La constante alusión a la opresión de los indígenas q u e dotaba d e m ayor legitim idad al proceso

revolucionario en tanto redentor de pueblos sojuzgados, no apuntaba sin em bargo a tener

conocim ientos m ás precisos d e esas com unidades, y m enos a ú n alentó la elaboración d e narrativas

q ue d ieran cuenta d e su historia. Por el contrario, y salvo casos puntuales como el d e funcionarios,

m ilitares o científicos que tom aron contacto directo, quienes hacían referencia a los m ism os

abstraían sus singularidades e ignoraban su devenir. Es q u e lo que en verdad im portaba era su

168 Si bien la noción de indigenismo resulta anacrónica, así como también la de indianismo empleada por
algunos autores, recurrí a ella por no contar con otra que permita hacer referencia a discursos, prácticas o
representaciones tendientes a rehabilitar a los pueblos indígenas o a reivindicar sus formas de existencia.
121

carácter simbólico, fenóm eno que estaba reforzado p o r su consideración desde u n a perspectiva

am ericanista que se quería oponer com o u n a totalidad al sistem a colonial español. Este sesgo, del

todo coincidente con la identidad de los revolucionarios, perm itía adem ás recuperar en forma

selectiva a algunos pueblos que residieron o tuvieron su centro en otras partes del continente. Así,

y en desm edro de la m ayoría de las com unidades que habitaban o habían habitado el territorio de

las provincias del Plata, la generación revolucionaria sintió predilección por el recuerdo del

poderoso im perio incaico y por el d e sus descendientes que hacía pocos años se habían rebelado en

la zona andina. Esto p u ed e percibirse en la producción discursiva, iconográfica y ritual

revolucionaria que había incorporado tem as, im ágenes o sím bolos que rem itían a esa sociedad,

com o p u ed e apreciarse en la Marcha escrita por Vicente López y Planes: en la seg u n d a estrofa de

esta versión prim itiva del Himno Nacional Argentino p u ed e leerse q u e "Se conm ueven del Inca las

tu m b as,/ Y en sus huecos revive el a rd o r,/ Lo que vé renovando á sus hijos/ De la Patria el

antiguo esplendor"169.

E n sum a, du ran te esos años la recuperación del pasado indígena estuvo su b o rd in ad a a la

legitim ación del accionar revolucionario, sin que esto im plicara la producción d e obras en las que

se procurara darle m ayor carnadura. Por el contrario, se hacía una valoración general de esas

com unidades y se recurría a algunas im ágenes d e gran fuerza evocativa estructuradas por

convenciones retóricas neoclásicas. A hora bien, m ás allá de que esta reivindicación de lo indígena

tuviera u n carácter retórico o simbólico, debe tenerse presente q u e las relaciones sociales y políticas

fueron afectadas p o r la desintegración del viejo o rd en y p o r las guerras desencadenadas tras la

Revolución, así com o tam bién por la asunción consecuente p o r parte de algunos d e los nuevos

dirigentes de las ideas revolucionarias. P odem os recordar al respecto tres situaciones disím iles en

cu an to a sus propósitos, alcances y protagonistas: las políticas filoindigenistas p ro m o v id as p o r

C astelli en el A lto P erú q u e le valió la oposición d e la elite local; la participación a rm a d a de


gru p o s in d íg en as q u e en algunos casos im plicó tam bién n u ev o s liderazgos, com o ocurrió con

los ejércitos que re sp o n d ía n a A rtigas q u e se g an aro n la av ersió n d e im p o rtan tes sectores d e la

elite litoraleña; y el proyecto d e coronar u n descendiente d e los Incas en u n ciad o en el C ongreso

d e T u cu m án en 1816 q ue, m enos chocante e n tanto n o pasó d e ser u n a pro p u esta, no fue p o r eso

m ejor recibido170. Los ejem plos po d rían am pliarse, pero lo que quiero hacer notar es q u e si bien las

169 La iconografía y la simbología revolucionaria fueron examinadas por J. E. Burucúa y F. Campagne en


"Los países del Cono Sur", en A. Annino, et.al, De los Imperios a las naciones: Iberoamérica, Zaragoza,
Ibercaja, 1994. Un minucioso análisis del corpus discursivo referido al pasado incaico y su influencia en la
política revolucionaria en D. Rípodas Ardanaz "Pasado incaico y pensamiento político rioplatense" Jahrbuch
fiir Geschichte Lateinamerikas. vol. 30, 1993.
170 Treinta años más tarde Tomás M. de Anchorena, que había sido Diputado en el Congreso, recordaría
ante su primo Juan M. de Rosas que a muchos de los representantes este proyecto les había parecido
ridículo y extravagante “porque poníamos la mira en un monarca de la casta de los chocolates, cuya
122

representaciones del m u n d o indígena y d e su pasado se m ostraron m onótonas en cuanto a sus

contenidos, no se debe desconocer la posibilidad d e que alcanzaran nuevos sentidos que

reforzaran su dim ensión legitim adora u orientadora d e acciones y discursos que ap u n tab an a im a

transform ación de las relaciones sociales.

U na vez finalizadas las guerras d e independencia se convirtió en una necesidad de prim er orden la

construcción d e nuevas form as sociales y estatales, lo cual implicó tam bién que fueran cada vez

m ás conflictivas las relaciones con los grupos indígenas en todo el territorio rioplatense. En esa

n u ev a situación, y a pesar d e que su interrelación con la sociedad criolla era m oneda corriente -

incluso participaban d e sus conflictos-, las com unidades indígenas pasaron a ser tratadas cada vez

m ás com o carentes d e todo valor al considerárselas incapaces de form ar parte de la nueva sociedad

republicana. En consecuencia fue extinguiéndose tam bién cualquier posible reivindicación de las

m ism as, aunque m ás no fuera sim bólica o retórica. Esto llevó a tom ar distancia crítica d e las

representaciones dom inantes en el período revolucionario com o se p u ed e apreciar en una

discusión entablada en 1857 con m otivo de los proyectos m onárquicos esgrim idos en el C ongreso

de Tucum án. En ese m arco M itre planteó que esa era u n a "(...) época en q ue teníam os la m anía de

creernos descendientes d e los Incas, y en que era de m oda invocar los m anes d e A tahualpa, com o

se ve p o r nuestro H im no N acional"171.

D e ese m odo, las representaciones de los indígenas q uedaron reducidas a una serie d e clichés o

m otivos no m enos abstractos que los presentes en la discursividad del período revolucionario,

pero ah ora tendientes a desvalorizarlos o estigm atizarlos por su ingénita condición de crim inales,

vagos, sucios, traidores e incapaces d e som eterse a reglas sociales. Pero esto no es todo, ya que no

sólo se los desvalorizaba m ediante juicios raciales y morales, sino que tam bién tendía a tratárselos

com o objetos inertes, com o entes m ás cercanos a la naturaleza que a la cultura dándose por cierto

q u e esa m ism a incapacidad d e incorporarse al proceso civilizatorio los destinaba a desaparecer, ya

sea p o r su absorción, extinción o elim inación172.

persona, si existía, probablemente tendríamos que sacarla borracha y cubierta de andrajos de alguna
chichería para colocarla en el elevado trono de un monarca, que debíamos tenerle preparado", cit. en J.
Irazusta, Tomás M. de Anchorena. Bs.As., Huemul, 1962, p. 28.
171 “Proyectos de Monarquía” en LD, n° ?, 23/9/1857.
172 Esta caracterización como entes más cercanos a la naturaleza que a la cultura estaba tan extendida que
incluso alcanzaba la enseñanza escolar. Por ejemplo, en un examen los alumnos debían mencionar a los
primeros descubridores, para luego hacer una "descripción de las costas, rios, puertos, tierras y tribus
comprendidas entre el cabo San Agustín, Perú, y Estrecho de Magallanes". Si bien no era del todo clara la
línea de separación entre la historia y la geografía, parece evidente que esas “tribus” formaban parte de una
serie de accidentes naturales aunque los puertos podrían considerarse como hechos sociales. Colegio
Republicano Federal de Buenos Aires, Examen General. Bs.As., Imprenta del Estado, 1-845, p. 56.
El paso de u n a valoración o u n a representación positiva a u n a negativa d e las sociedades

aborígenes no m odificó sin em bargo el hecho que éstas siguieran siendo co n sid erad as a la p ar

d e la experiencia colonial. C laro q u e ahora, y salvo contadas excepciones, se les atrib u ía a

am bas la nefasta herencia que h ab ían legado a la sociedad republicana. Esta atrib u ció n p u ed e

percibirse en casi to d as las explicaciones q u e se ten tab an p ara d ar cuenta d e su atraso

sociocultural y d e las dificultades p a ra constituir u n nu ev o o rd e n republicano. P or ejem plo, en

u n panegírico d e la figura de S arm iento, N icolás A vellaneda resaltaba la prom oción d e la

educación p rim aria q u e estim aba m ás q u e necesaria "(...) en este país, en v u elto en som bras, en

el q ue todavía se suceden los accidentes trágicos d e la C onquista, e n el q u e sig u en d isp u tán d o se

la posesión d e su suelo el europeo analfabeto y el indígena salvaje"173. La referencia a Sarm iento

no es casual, ya q u e su Facundo se convirtió en la obra m ás exitosa a la h o ra de d ifu n d ir ese

diagnóstico que hacía del legado colonial fu n d id o con el in d íg en a u n a fuente inagotable de

m ales que d eb ían ser extirpados d e raíz.

Desde luego que esto no im plica desconocer que en ciertas ocasiones p u d iera producirse una

reivindicación de am bos legados, pero en general se reducía a rescatar la valentía y gallardía de

españoles e indígenas en la conform ación de u n carácter nacional. A dem ás, esta reivindicación

solía lim itarse a u n a m ención rá p id a e insustancial de la cual no se extraían m ayores

consecuencias. Es el caso de F acundo Z uviría, qu ien tras la caída d e Rosas p lan teó que los

recuerdos d e las luchas civiles serían m ás ingratos y dolorosos

"(...) si no fu e ran tem p lad o s p o r los d e n u estra s glorias y p o r esa bizarría q u e no hem os
traicionado ni e n el infortunio. En to d a época y en to d a circunstancia, p ró sp e ra o adversa,
no hem os d esm en tid o aquellas; n o h em o s desm en tid o n u estro carácter nacional, resu ltad o
d e n u estro s antecedentes, y d e la nobleza y com ún heroísm o d e n u estro s progenitores
indígenas y europeos" 174

T am bién es cierto q u e resulta posible encontrar obras e n las q u e se realizan observaciones

concretas sobre determ inados pueblos, trib u s o parcialidades. Pero esto sólo ocurría en situaciones

m uy precisas. Por u n lado, cuando se procuraba producir u n relato exótico ya sea destinado al

entretenim iento o la curiosidad bajo la form a d e cuadros de costum bres com o los que pu eb lan los

textos producidos por viajeros o, en m enor m edida, cuando podía presentar alg ú n aporte al

conocim iento científico. Por el otro, au n q u e m uchas veces relacionado con lo anterior, cuando

17j N. Avellaneda al Doctor Vallejo, Bs.As., 1859 en N. Avellaneda, Escritos v discursos, t. 1, Bs.As.,
Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, 1910, p. 11.
174 “Discurso pronunciado el dia 25 de abril de 1852, en la solemne inauguración de la vigésimo segunda
legislatura de la Provincia de Salta, por su honorable presidente, el Sr. Dr. D. Facundo de Zuviría” en
Escritos y discursos. Bs.As., Jackson, s/f., p. 89 [Salta, mayo de 1852] (el énfasis es del autor).
124

existía interés en el territorio que habitaban p o r ser potencialm ente productivo y colonizable o p o r

tratarse de u n área en disputa. A tales fines se recurría a cronistas, inform es y relatos de viajeros o

funcionarios, pero sin que se procurara articular alguna narrativa m ás o m enos significativa sobre

su historia o se los pudiera considerar desde u n a perspectiva centrada en su propio devenir.

C abe n o tar finalm ente q u e este desinterés p o r el pasad o indígena se vio reforzado p o r el hecho

d e que, a diferencia d e o tras áreas com o los A ndes centrales o México, el espacio rioplatense,

m ás claram ente d elim itad o u n a vez concluidas las g uerras ind ep en d en tistas, n o había

albergado a u n a sociedad q u e p u d iera ofrecer alguna d en sid ad dem ográfica, social o cultural

cap az de d esp e rtar interés, em patia, o que el m enos la hu b iera hecho difícil d e obviar au n q u e

m ás no fuera p o r la existencia d e obras o m on u m en to s significativos. La única excepción e n ese

sentido p o d rían hab er sido las M isiones jesuíticas, a u n q u e esto tam bién co m portaba algunos

inconvenientes ya q u e p a ra m uchos la C o m p añ ía había construido u n a organización social que,

al p ro m over la p ro p ie d a d colectiva y la abolición d e la fam ilia, contradecía la n atu ra leza

h u m an a y por eso m ism o n o había p o d id o sobrevivir a la expulsión d e quiénes la h ab ían

gestad o 175. De todos m odos, com o notó Parish, aú n cuando se hubiera querido reivindicar esa

experiencia no podía desconocerse que había sido el resultado de la acción de europeos y no del

desarrollo autónom o de los guaraníes176.

Esta exploración podría prolongarse y hacerse a ú n m ás sutil. Sin em bargo no resulta necesario ya

q u e por u n lado es algo que en líneas generales resulta conocido y, p o r el otro, porque m ás allá de

tal o cual representación p u n tu al lo q u e quiero hacer notar son las consecuencias que tuvo el

desconocim iento y la desvalorización del pasado y del presente indígena. En relación a esto
últim o, cabe conjeturar q u e este tratam iento perm ite explicar en parte las dificultades existentes

p ara p o d er realizar u n a historia d e la región que se rem ontara a tiem pos lejanos, que la

singularizara, o que p u d iera incluir a todos los habitantes del territorio. Lim itación q u e afectó

incluso a los escritores rom ánticos, cuyo d esd é n p o r el m u n d o indígena los privó de u n recurso

valioso para poder caracterizar u n a cultura nacional y dotarla de u n a historia m ás densa.

Considerem os el caso d e Juan M. G utiérrez, el literato m ás atento a las expresiones culturales

am ericanas que tuvo su generación. En el discurso que pronunció al inaugurarse el Salón Literario

en 1837, reivindicó la existencia d e u n a tradición indígena rem ontándose para ello al recuerdo de

los antiguos pobladores del continente, en especial los A ztecas e Incas:

175 Esta es por ejemplo la explicación que da Vicente Quesada, obviando el rol jugado por los ejércitos
español y portugués en ese desenlace. La provincia de Corrientes. Bs.As., Imprenta del Orden, 1857, p. 9.
176 BA, P- 34. -
125

"El hierro y el fuego de la conquista destruyeron de consuno los m onum entos d e nuestros
padres. M octezum a y Atahualpa; los sacerdotes de sus dioses; las vírgenes consagradas a su
culto, enterraron consigo la ciencia que poseían, y los testim onios d e una civilización q u e se
encam inaba a su zenit. Sin em bargo, algunos hom bres sabios y laboriosos h an reedificado
con sus escombros, el tem plo del saber am ericano, y enseñado que aquellos denom inados
bárbaros habían llegado a un grado de cultura n ad a inferior a la de los caldeos y egipcios. Las
figuras simbólicas, y los quipos d e los mejicanos (cuyo im perio se alzaba en m edio d e la
América, para difu n d ir por toda ella sus luces, com o desde u n centro) pru eb an que el
desarrollo intelectual no contaba en aquella región los largos siglos que en el viejo m un d o ,
desde la época inm em orial en que brilló la luz de la razón en el oriente; y a pesar d e esto
¿qué les faltaba p ara construir u n pueblo civilizado? ¿ N o tenían u n a creencia que Clavijero
no h a trepidado en parangonar con la de los griegos y de los rom anos? ¿No tem an u n a
legislación y unas costum bres, que p u e d e n llam arse sin exageración, sabia a la una, hum an as
a las otras? Así lo dicen escritores ilustres filósofos y desapasionados"177

Com o se p o d rá apreciar, no sólo les recuerda a sus interlocutores que am bos pueblos habían

construido una sociedad cuyas m anifestaciones perm itían calificarlas de civilizadas, sino que

tam bién se refirió a ellos com o "nuestros padres". A continuación, y para realzar a ú n m ás su

argum ento, propone u n a pregunta contrafáctica: qué hubiera ocurrido en caso de haber pod id o

continuar desarrollándose en form a autónom a. Interrogante cuya respuesta sólo p o d ía ser

especulativa, pero que le perm itía introducir el problem a que en v erd ad quería plantear, es decir,

qué hacer con el legado español que a ú n oprim ía a los pueblos americanos:

"L a conquista cortó el hilo d el d esenvolvim iento intelectual am ericano. Esta bella p a rte
m eridional del n u ev o m u n d o se trocó en hija a d o p tiv a d e la E spaña, se pobló d e ciudad es,
recibió costum bres análogas a las d e su s conquistadores; y la ciencia y la lite ratu ra
española fu ero n d esd e entonces n u e stra ciencia y n u estra literatu ra" (pp. 140/1).

Es por eso que au n q u e p u d iera referirse en form a adm irativa a los antiguos pobladores del

continente, aunque al igual que la generación revolucionaria quisiera invocarlos com o sus ilustres

antepasados, sólo podía concluir que no po d ía filiar allí tradición alguna.

Estas lim itaciones en lo q u e hacía al proceso d e construcción d e relatos históricos capaces de

incorporar el pasado indígena pu ed en ser exam inadas desde m u y diversos ángulos. En este

capitulo opté p o r dos vías q u e perm iten explorarlas y precisarlas mejor: en p rim er lugar confronto

las representaciones del pasado indígena elaboradas en Chile y en el Río de la Plata; en segundo

lugar examino uno d e los escasos textos e n los q u e se n arran episodios de ese pasado p ro curan d o

asum ir su p u n to de vista.

177 J. M. Gutiérrez, "Fisonomía del Saber Español: Cuál deba ser entre nosotros", ert-SL, pp. 139/40.
126

M iradas a u n o y otro lado d e la C ordillera


Lo hasta aquí señalado en relación al desinterés por la sociedad indígena y la certeza d e que allí no

p o d ría hallarse nada digno d e ser rescatado, p u ed en resultar u n a obviedad p ara quienes conocen

los valores dom inantes en la sociedad rioplatense d e m ediados del siglo XIX. Sin em bargo, esta

obviedad deja de ser tal si se considera la cuestión desde una perspectiva m ás am plia. De ahí el

interés que presenta el exam en de lo ocurrido en Chile, cuya elite había incorporado en su discurso

im ágenes y valoraciones positivas de los pueblos indígenas habitantes de ese territorio, facilitando

d e ese m odo la elaboración de relatos históricos que expresaran a la vez su singularidad y

extensión en el tiem po. -

E n verdad, y para ser m ás precisos, se d eben tener presentes tres cuestiones. En p rim er lugar que

estas referencias se circunscribían a los pueblos reconocidos por españoles y criollos com o

araucanos, m ás allá de cuáles fueran las percepciones que éstos tenían de si m ismos. Pueblos cuya

d en o d ad a resistencia, valentía, am or a la tierra y sentido de la independencia, eran encom iadas por

p arte de la elite chilena que gustaba identificarse con esas cualidades estilizadas entre otros poetas

y cronistas coloniales por Alonso de Ercilla e n La Araucana. En segundo lugar, que esta valoración

no era exclusiva ya que convivía con otras que expresaban diferentes grados de rechazo hacia

cualquier m anifestación proveniente del m u n d o indígena, con la particularidad que las dos series

d e representaciones no fueron patrim onio de ningún g rupo político o corriente ideológica. Así, en

su Memoria p re sen tad a a la F acultad d e H u m an id ad e s e n 1861 el liberal M iguel A m u n áteg u i

so stu v o que

"Los araucanos no eran ciertam ente los cu m p lid o s caballeros arm a d o s d e lanzas i
m acanas que h a p in tad o D on A lonso d e Ercilla en octavas b ien rim ad as i p ein ad as, sino
bárbaros, q u e si bien m as ad e la n tad o s e n civilización q u e otros pueblos in d íg en as del
n uevo m u n d o , eran no obstante bárbaros, sin m as religión q u e alg u n as supersticion es
groseras, ni m as organización social q u e la q u e resu ltab a d e la obediencia a los jefes q u e
sobresalían p o r el v alo r o la astucia, obediencia que, sobre to d o e n tiem p o d e paz, era
su m am ente floja"178.

E n tercer lugar, y en relación con la coyuntura en la que A m unátegui hizo estas apreciaciones, que

la valoración positiva de los araucanos iría perdiendo peso a m ediados de la década de 1850 al

propiciarse la expansión del Estado chileno hacia el extenso territorio dom inado a ú n por esos

pueblos y que sería ocupado en las décadas siguientes.

178 M. Amunátegui, Descubrimiento y conquista de Chile. Santiago de Chile. Imprenta chilena, 1862 p.
296. •
127

O tra p artic u la rid ad d e Chile, y q u e tam b ién re d u n d ó d e alg ú n m odo en la p ro d u c ció n de

representaciones del p asa d o indígena, fue la activa participación q u e tu v o el E stado en el

fom ento del conocim iento histórico. Al respecto po d em o s reco rd ar el p ed id o realizad o en 1839

p o r el M inistro d e Instrucción Pública del gobierno conservador, M ariano Egaña, quien le

encargó al n atu ralista francés C laudio G ay la redacción de u n a H istoria d e Chile. Gay, algo

ex trañ ad o d a d o q u e esa no era su especialidad, le p re g u n tó si ese p asa d o había significado algo

p a ra la civilización. En su resp u esta E gaña no sólo le resp o n d ió afirm ativam ente, sino q ue

tam b ién enum eró cuál h abía sido ese aporte, indicándole así d e alg ú n m odo q u é fenóm enos

debía resaltar en su obra. En esta enum eración, q u e incluía la lucha contra filibusteros

h olandeses e ingleses o el haber librado las batallas d e C hacabuco y M aipú decisivas en la

in d ep en d en cia am ericana, rescataba tam b ién las guerras sostenidas por los araucanos que

h ab ían doblegado el orgullo español y le h ab ían hecho p e rd e r la fe en su invencibilidad179.

Es d e n o tar que en su extensa obra cuya elaboración le d em an d ó m ás d e dos décadas, y m ás allá

d e cuáles fu eran sus íntim as convicciones q u e en v e rd a d desconozco, Gay asum ió el p u n to de

v ista d e su com itente. Ya en su Prólogo p ro m etía describir

"(...) el interesante c u a d ro d o n d e lu zcan los usos, las inclinaciones y costum bres d e los tan
altivos com o in trép id o s Araucanos q u e id ó latras d e su libertad é independencia, y m erced
a su heroico valor, h a n sabido g u a rd a r intactos h asta el d ía sus rústicas instituciones y con
ellas su h ered itaria d ig n id a d " 180.

P ero G ay no sólo n arra m o ro sam en te com o tantos otros au to res los conflictos en tre españoles e

indios, sino q u e tam b ién destaca algunas v irtu d e s d e estos últim os. En varios pasajes describe y

alab a su organización, su carácter racional, su recep tiv id ad a los m isioneros y su predisposició n

a ser convertidos d a d a su afin id ad con el catolicism o salvo en lo q u e hacía a la poligam ia. De

ese m o do no p o d ía sino concluir q u e "Si estos era n bárbaros, es preciso confesar q u e lo eran d e

u n a especie bastante p artic u la r y ra ra " 181. O tro aspecto significativo d e su obra es q u e n arra la

historia d e C hile desd e antes de la lleg ad a d e los españoles ya q u e tam bién co n sid era el avance

d e los incas sobre ese territorio y la resistencia p re sen tad a p o r los pueblos indígenas locales.

Resistencia que h ab ría p re fig u rad o no sólo dos territo rio s nacionales, sino tam bién dos

179 G. Feliu Cruz, "Claudio Gay, Historiador de Chile 1800-1873" en Conversaciones históricas de Claudio
Gay con algunos de los testigos v actores de la Independencia de Chile 1808-1826. Santiago de Chile,
Editorial Andrés Bello 1965, pp. XXII y XXIII.
C. Gay, Historia física y política de Chile. Historia, tomo I, París, Imprenta de Fain y Thunot, 1844, p.
VII.
181 Id., t. III, París, 1847, p. 19. -
128

n acio nalidades reconocibles p o r los gentilicios d e "p eru an o s" y "ch ilen o s"182. N o cuesta

im ag inar que p ara m uchos lectores d eb en haber p asa d o por alto este anacronism o p u es

perm itía cifrar u n a larga genealogía del carácter nacional. En ese sen tid o se d eb e tener p resen te

q u e la redacción de la obra le había sido encarg ad a a Gay el m ism o añ o e n q u e C hile triu n fó

sobre la C onfederación Peru-boliviana, lo cual p erm itió afianzar su p o d er en el Pacífico su r

d esp ertan d o tam bién u n sentim iento d e orgullo nacional.

Estas valoraciones y representaciones no podían pasar desapercibidas para los rioplatenses

residentes en Chile en la década d e 1840, quienes no tab an con desagrado el reconocim iento de

atributos dignos de encom io en los pueblos indígenas. Basta recordar en ese sentido que el

periódico oficial del gobierno conservador llevaba por título El Araucano, algo absolutam ente

im pensable del otro lado de los Andes. El rechazo provocado por este tipo de reivindicaciones era

tan fuerte que autores com o Sarm iento, A lberdi y Vicente F. López lo hicieron m anifiesto a

diferencia de otras cuestiones sobre las q u e se cuidaban d e hacer alusiones públicas p o r su

condición d e exiliados. De todos m odos cabe conjeturar que estos pronunciam ientos se debieron

no sólo a ese rechazo visceral, sino al hecho de que no podía traerle ninguna consecuencia gravosa

a quién lo hiciera ya que así tam bién se m anifestaban algunas figuras im portantes com o A ndrés

Bello. Estas divergencias cobraron particular visibilidad en una serie d e obras y discusiones

producidas entre 1844 y 1845 que serán exam inadas a continuación.

U na de las obras m ás significativas pro d u cid as en Chile a m ediados del siglo XIX es la Memoria

presentada a la U niversidad en la que el liberal José V. Lastarria describía y explicaba los infinitos

m ales legados por el dom inio colonial a esa nación y a A m érica183. Su im portancia no radica tanto

en la originalidad d e su s planteos sino en hab er lo g rad o co n d en sar c ie rta s. percepciones

generacionales, así com o tam bién en los efectos políticos y culturales que tuvo su publicación. En

la Memoria Lastarria hace referencia con inocultable orgullo a la resistencia p resen tad a por los

araucanos que había singularizado la historia colonial chilena:

"E n C hile no existia el indíjena envilecido i pu silán im e a q u ien b astab a en g a ñ ar p ara


vencer, m an d ar p a ra esclavizar, sino u n pueblo altanero i valiente, q u e léjos d e correr a
ocultarse en los bosques, esp erab a a su enem igo en el cam po abierto, p o rq u e se sonreía
con la seg u rid a d de vencerlo i d e hacerle sentir to d o el peso d e su v alor. Esta
circunstancia tan notable influyó precisam ente p a ra diversificar la conquista d e C hile de
la del resto d e la Am érica".

182 Id.. 1.1, op. cit., p. 107.


I8j José V. Lastarria, "Investigaciones sobre la Influencia social de la conquista i del Sistema colonial de los
españoles en Chile" en Obras Completas, tomo VII, Santiago de Chile, Imprenta, Litografía i Encuademación
Barcelona, 1909 [Santiago de Chile, 1844]. •
129

A dem ás asegura q u e es u n "un pueblo organizado que sabe apreciar su dignidad" (p. 36). En

cuanto al m odo a través del cual se transm itió su influencia, explica que si bien la población

indígena se había ido extinguiendo, los sobrevivientes se asim ilaron o se incorporaron a la

sociedad criolla a través del mestizaje. Esta tesis la argum enta con m ayor detalle al analizar las

costum bres y los hábitos de los araucanos, señalando que éstos todavía se encuentran en la

población criolla, así com o tam bién los legados por la colonización española (p. 40).

E n verdad, y al igual que en el discurso d e Juan M. G utiérrez en el Salón Literario, es esta últim a

cuestión -e l legado español- lo que verdaderam ente le interesaba tratar en su Memoria y es en

función d e éste que aparecen las referencias al m u n d o indígena. Esto se hace evidente en la

introducción cuando se p re g u n ta qué tem as eran los m ás convenientes p ara su exposición,

siendo conciente q u e estaba in a u g u ra n d o u n nuevo tipo d e intervención político-cultural. Tras

desechar la historia d el p erío d o revolucionario d a d a la falta d e condiciones p a ra su cabal

in terpretación, estim aba q u e resultaba d e poco provecho d etenerse en el p asa d o indígena. C laro

q u e lo hacía en los siguientes térm inos:

"Confieso, señores, qe yo habría preferido haceros la descripción de alguno d e aquellos


sucesos heróicos o episodios brillantes que nos refiere nuestra historia, para m over vuestros
corazones con el entusiasm o de la gloria o de la adm iración, al hablaros de la co rd u ra de
Colocolo, d e la p ru d en cia i fortaleza d e C aupolican, d e la pericia i denuedo de Lautaro, d e la
ligereza i osadía d e Painenancu; pero ¿qué provecho real habríam os sacado d e estos
recuerdos halagüeños? ¿qué utilidad social reportaríam os de dirijir nuestra atención a un o
de los m iem bros separados de u n g ran cuerpo, cuyo análisis debe ser com pleto?" (p. 30)

Si bien resu lta ev id en te q u e el pasad o d e los araucanos no le parecía el objeto m ás provechoso

p a ra d irig ir su s estu d io s e n circunstancias en las q u e p re te n d ía in v en tariar los m ales legados

p o r la colonización española, tam b ién lo es la valoración positiva que hacía del m ism o y, m ás

aú n , su reconocim iento d e q u e era u n co m ponente legítim o d e la historia chilena.

La Memoria m ereció u n a elogiosa reseña de Sarm iento qu ien sin em bargo no quiso pasar por alto

algunas afirm aciones que le parecían absurdas com o las referidas a los araucanos. Sarm iento

entendía q u e la postura d e Lastarria era u n resabio ideológico de la etapa revolucionaria que

obstaculizaba la construcción de u n a república y d e u n a sociedad m odernas en las que esos '

pueblos no po d ían tener cabida alguna. En tal sentido, y al igual que lo haría al año siguiente en su

m ás fam osa obra, sostuvo que "No hay am algam a posible entre u n pueblo salvaje y uno

civilizado". Y para que no q u ed ara d u d a alguna de su posición, la expresó d e la form a m ás cruda

al asegurar que se debía


130

"(...) a p a rta r d e to d a cuestión social am ericana a los salvajes, p o r quienes sentim os, sin
p o d erlo rem ediar, u n a invencible repugnancia, y p a ra nosotros Colocolo, L autaro y
C aupolicán, no ob stan te los ropajes civilizados y nobles d e q u e los revistiera Ercilla, no
son m ás q u e u n o s indios asquerosos, a quienes habriam os hechos colgar y m an d aríam o s
colgar ahora, si reapareciesen en u n a g u erra d e los arau can o s contra Chile, q u e n a d a tiene
q u e v er con esa can alla"184

El poem a de Ercilla al igual que otras crónicas coloniales, no sólo habían legado una valoración

singular de los araucanos sino tam bién el nom bre d e algunos caciques inm ortalizados por sus

h azañas y sus atributos, m ereciendo incluso u n lugar en el H im no N acional chileno. De ese m odo,

y com o le sucedió a Sarm iento, estos nom bres debían ser invocados cuando se pretendía im pugnar

aquello que representaban. Y si llam o la atención sobre esta cuestión es para d ar cuenta de la

distancia existente con lo que sucedía en el Río de la Plata, d o n d e estas invocaciones resultaban

innecesarias ya que ese pasado no sólo era despreciado sino tam bién ignorado.

Estas diferencias entre los exiliados y parte d e la elite chilena se hicieron de nuevo presente al año

siguiente con la publicación por Vicente F. López de su m an u al de historia de Chile183. El texto fue

aprobado por la U niversidad a pesar de que López no realizó algunas correcciones q u e le habían

sido sugeridas por u n a com isión exam inadora, en especial e n i o q u e hacía a la caracterización de

las razas que habitaban el territorio chileno y la valoración de los grupos indígenas186. Es que

L ópez había re cu rrid o al esquem a que p o p u lariz aría S arm iento ese m ism o año según el cual

existían dos clases d e h o m b res e n C hile radicalm ente exteriores u n o del otro: el h ab itan te d e las

ciu d ad es y el d e los cam pos desiertos, es decir, el civilizado y el bárbaro. D e hecho considerab a

q u e se trata b an d e dos razas, si bien en ten d id a s en térm inos étnicos al fu n d a r sus

p artic u la rid ad es no sólo e n los aspectos raciales sino tam b ién en los socioculturales e históricos.

Estas razas eran los chilenos descendientes d e los españoles y los indios que

184 Como en tantas otras cuestiones, Sarmiento también realizaría algunas apreciaciones que contradicen o
al menos matizan las recién citadas. En este caso, en el capítulo de Recuerdos de Provincia dedicado a los
indios huarpes, antiguos habitantes de su San Juan natal: aunque los utiliza como ejemplo de quienes
están destinados a desaparecer por no marchar a la par de la civilización -olvidando el papel que tuvo la
conquista española en la producción de ese desenlace-, se permite destacar algunas de sus cualidades,
hábitos, desarrollo cultural e, incluso, la creación de ciudades de las cuales todavía podían encontrarse
ruinas. D. F. Sarmiento, "Investigaciones sobre el sistema colonial de los españoles por J.V. Lastarria", en
OCS. tomo 11, pp. 219/20 fEl Progreso. 27/9/1844]; Recuerdos de Provincia, Bs.As., Sur, 1962, pp. 61 a
65 [1850],
185 Vicente F. López, Manual de la istoria de Chile [sic] Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1845.
186 El episodio es examinado por Alien Woll en “For God or Country: History Textbooks and the
Secularization o f Chilean Society, 1840-1890”, en Journal o f Latin American Studies, vol. 7, núm. 1,
mayo 1975. -
131

"(...) no son m iem bros d e n u estra sociedad, n o son n u estro s com patriotas, p o rq u e no
tienen nuestro idiom a, ni n u estra relijion, ni n u estra s leyes, ni nuestras inclinaciones, ni
n u estra fisonom ía en fin, asi es qe no e n tra n a form ar p arte d e nuestra n ación ni tienen
lu g ar o em pleo en nu estra sociedad" (p. 36).

El p ro b lem a d e este esquem a es q u e resultaba insuficiente p a ra d a r cuenta del d ev e n ir chileno,

pues no parecía p o d er incluir e n él a la m ayor parte d e la población que era m estiza. T am bién

en esto López ofreció u n a caracterización divergente d e la d e Lastarria, p u es p a ra él los

m estizos d eb ían ser considerados españoles ya q u e h ab ría n prevalecido sus atrib u to s m ientras

que h ab ían p erd id o peso los provenientes d e su ascendente indígena.

Pero esto no es todo: L ópez tam b ién se perm itió recordarles a sus pequeños lectores q u e ellos,

los chilenos, deb ían asu m ir sin p u d o r que eran descendientes d e los españoles q u e le habían

q u itad o sus tierras a los indios. Y si bien reconocía q u e éstos h ab ían peleado heroicam ente por

su in d ep endencia, eso no le parecía tan significativo com o el hecho que su m ism a b arb arie les

im p ed ía co m p ren d er las ventajas a p o rta d a s p o r la civilización. La consecuencia d e este planteo

no p o d ía ser m ás evidente: los pueblos indígenas no p o d ía n form ar p arte en m odo a lg u n o d e la

historia chilena que, p o r el contrario, estaba p ro tag o n iz ad a p o r los descendientes de los

"españoles europeos" tran sfo rm ad o s p o r la aclim atación y la diferenciación p ro g resiv a a lo

largo d e los siglos en "españoles chilenos" pues, insistía,

"N o siendo los indios om bres d e nuestra raza ni d e nuestras costum bres, debem os v er qe su
historia no es la nuestra: adem as, siendo bárbaros, debem os creer qe no tienen historia
[historia escrita, FW], Según esto, se v e qe la historia d e Chile es la historia d e los sucesos
relativos a la raza española d e qe form am os parte nosotros" (pp. 37/8).

Es p o r eso q u e si bien en su relato hay constantes m enciones d e acciones p ro tag o n iz ad as p o r los

indios, éstas aparecen su b o rd in a d a s al conflicto con los españoles cuyo p u n to d e v ista rige la

narración. La insistencia d e L ópez e n p lan tea r la ab so lu ta exterioridad d e los in d íg en as con

respecto a los chilenos p erm ite inferir que la ausencia d e m ayores referencias sobre esa sociedad

no resu ltaba tan obvia p a ra el m edio en el q u e escribía. De ahí que adem ás se sin tiera en la

obligación de recom endar la lectura del Compendio de la istoria del reino de Chile del ab ate M olina

p ara todos aquellos alum nos q u e tu v ieran interés en el conocim iento de la sociedad indígena,

reconociendo así de algún m o d o q u e sus valores no coincidían con los d e la elite chilena o, al

m enos, con los d e algunos d e su s m iem bros.

Pocos m eses después que López escribiera su m anual, A lberdi dio a luz un texto en el que dejó

asentado casi por prim era vez los lincam ientos de lo que sería su program a inm igratorio -d e
132

hecho, pasajes enteros pasarían a form ar parte d e las Bases-, En m edio de una polém ica desatada

p o r la intervención franco-inglesa en el Plata, a la q u e desde el rosism o se le opuso u n discurso

americanista que tuvo gran resonancia en el continente, A lberdi se vio en la obligación d e aclarar en

q ué consistía p ara él lo am ericano deslindándolo para ello d e lo aborigen:

"Los egoístas, esos ladrones del p o d e r público, llam ados tiranos, los v e rd ad ero s
conquistadores, p o rq u e no es preciso venir d e fuera p ara conquistar, finjen q u e H e rn án
C ortés y P izarro están d e vuelta: y to m an d o las v estid u ras prim itivas de M octezum a y los
Incas, invocan, e n lengua española, a C hacabuco y M aipo, com o si estos triunfos hubiesen
sido obtenidos p o r pehuenches o indios salvajes!"187.

En form a previsible sostiene que lo único que tenia algún viso de legitim idad en A m érica era lo

q ue habían hecho los europeos y sus descendientes, ya q u e los pueblos aborígenes no tenían

entidad o relevancia alguna p ara la civilización. En su reflexión se puede apreciar nuevam ente la

necesidad de ponderar a la vez el pasado indígena y el colonial ya que, asegura, se había historiado

m ás el m al que el bien legado por España, acercándose d e ese m odo a las posiciones d e A ndrés

Bello que insistía en atenuar los cargos hechos a la m ad re patria. Por eso A lberdi reconoce q u e si

b ien es cierto q u e E spaña se había llevado el oro de A m érica, se olvida

"(...) q u e nos trajo el cristianism o, el derecho rom ano, la len g u a española, las ciencias y las
artes d e la E uropa; nos dio en fin, el m u n d o q u e habitam os. ¿Todo esto no vale m ás q u e el
oro descubierto y p o r descubrirse? ¡G rande España! N a d a te hem os d a d o e n com paración
con lo q u e m ereces" (p. 123)

P ara los rom ánticos rioplatenses los criollos era n los e u ro p eo s en A m érica y, p ara b ien o p ara

m al, lo hab ían sid o a través d e España. Por eso, líneas antes tam b ién nota que

"Somos, pues, europeos por la raza y por el espíritu, y nos preciam os d e ello. N o conozco
caballero alguno que haga alarde d e ser indio neto. En cuanto a mí, yo am o m ucho el valor
heroico de los am ericanos cuando los contem plo en el poem a d e Ercilla; pero a fe m ía q u e al
d ar por esposa u n a hija o herm ana mía, no daría de calabazas a u n zapatero inglés, por el m ás
ilustre de los príncipes d e las m onarquías habitadoras del otro lado del Bío-Bío" (p. 122).

De ese m odo, y al igual que Sarm iento cu an d o p lan tea lo ab su rd o que es traer a colación

caciques d e nom bres sonoros, o de López cu an d o re cu erd a q u e los chilenos son h ered ero s de

los con quistadores y no d e los conquistados, A lberdi p o n e el d ed o en la llaga al evidenciar el

carácter retórico o sim bólico con el q u e algunos chilenos invocaban a los araucanos com o sus

187J. B. Alberdi, Acción de la Europa en América", en Autobiografía. Bs.As., Jackson, 1953, p. 127
[Santiago de Chile, 1845]. -
133

an tep asad o s, cuestionando así tam bién el aporte q u e éstos p o d ían haber ten id o e n la

conform ación de su id en tid ad nacional.

P ara en ten d er la insistencia d e estos plan teo s se debe tener presente que la valorización po sitiv a

d e la sociedad indígena en el discurso d e p arte de la elite chilena no era sólo u n efecto retórico

d estin ad o a estilizar u n pasad o rem oto. En ocasiones, pocas pero significativas, tam b ién

ap u n ta b a n al presente y al futuro. En 1845, año en que A lberdi publicó su texto, S arm iento el

Facundo y Vicente F. López su m anual, el polaco Ignacio D om eyko, m iem bro destacad o d e la

U n iv ersidad de C hile d e la que sería Rector años m ás tarde, dejó asen tad a las im presiones q u e

le causó u n viaje científico y exploratorio d e las posibilidades colonizadoras de A rauco. Lo

n o tab le es que D om eyko daba p o r sen tad o que los in d íg en as form aban parte d e la nació n

chilena, asegurando adem ás q u e p o d ía n ser integrados a esa sociedad a través de la educación,

la religión y la colonización, p o r lo q u e discutía con aquellos q u e sostenían que era n incapaces

d e in corporar los valores católicos y republicanos188. P or su p u esto que recibió fuertes críticas,

en tre ellas las d e A ndrés Bello p a ra q u ien sólo se tratab a d e u n a utopía filantrópica ya q u e

estab a convencido d e la total insignificancia del m u n d o indígena. C laro que este juicio crítico no

le h abía im p ed id o a Bello ser el d irecto r d e El Araucano, lo cual constituye u n a ev id en cia

significativa sobre su necesidad d e ad a p ta rse a ciertas condiciones d e la v ida pública chilena

m ás allá de sus ideas.

E n sum a, la actitu d d e la elite chilena frente a los in d íg en as p u e d e sintetizarse e n tres po stu ras:

la q u e prom ovía su re p u d io liso y llano; la q u e hacía u n a reivindicación sim bólica o retórica, y

la q u e hacía u n a valoración real com o u n a co m u n id ad pasible d e ser in teg rad a a la v id a

rep u b licana m oderna. Estas dos últim as, q u e e n m uchas ocasiones p o d ían confundirse, era n las

q u e h ab ían d ad o pie a las intervenciones d e los escritores rioplatenses que, p o r cierto, tam b ién

ad m itía n m atices.

La crítica d e A lberdi p o r ejem plo iba m ucho m ás lejos q u e las discusiones referidas a la

id en tid ad chilena: tam bién tom aba p o r blanco las representaciones positivas d e sociedad es

com o la azteca e inca q u e h ab ían d esp e rtad o la ad m iració n d e sabios europeos y el org u llo de

m uchos am ericanos. De hecho, su s arg u m en to s re b aten casi p u n to p o r p u n to el d iscu rso que

h ab ía p ro n u n ciad o pocos años antes Ju an M. G utiérrez e n el Salón Literario:

188 Ignacio Domeyko, Araucania y sus Habitantes. Recuerdo de un viaie hecho en las Provincias
Meridionales de Chile en los meses de enero v febrero de 1845. Buenos Aires. Ed. Francisco de Aguirre,
1971 [Santiago de Chile, 1845], ■
134

"L am ente H u m b o ld t cuanto q uiera la p é rd id a d e la civilización p rim itiv a d e los


mejicanos. El gran M octezum a, al fin, era u n g ra n salvaje, m onarca de salvajes com o él,
sin religión v erd ad era, sin ciencias, sin leyes, sin instituciones cultas. El m ejor d e sus
m onum entos arquitectónicos, no vale u n a com isa o u n arco griego, o arabesco, d e los q u e
debem os a E sp añ a"189

De ese m odo aparecen p lan tead as dos posiciones en el seno del grupo rom ántico q u e se h aría n

m ás ev identes al año siguiente cu an d o G u tiérrez publica su América Poética en cuyo prólogo dejó

asentado la existencia de u n a literatura valiosa en todos los pueblos indígenas am ericanos,

m ientras que A lberdi dejaba clausurado cualquier posible acercam iento a esas sociedades com o

p u ed e apreciarse en los epígrafes que encabezan este capítulo tom ados de sus Bases190.

D e la In d ia al Plata: el d eb ate en tre M itre y B ilbao


La valoración positiva de los pueblos indígenas hecha por parte de la elite chilena tam bién pu ed e

apreciarse en las posiciones asum idas por algunos de sus m iem bros que residieron en el Río de la

Plata. Es el caso del político y publicista radical Francisco Bilbao, colaborador y director de

diversos periódicos en P araná y Buenos A ires com o la Revista del Nuevo Mundo aparecida en esta

ciu d ad du ran te 1857. Uno d e sus ejes program áticos era la necesidad de constituir la nación

argentina o m ás bien de unificarla, paso necesario para su m ás ambicioso proyecto de

confederación continental. Es por eso que se m ostró fuertem ente crítico de las posiciones

sostenidas por Sarm iento y M itre desde El Nacional y Los Debates, pues éstos consideraban com o u n

obstáculo insuperable p ara la u n ió n la presencia de U rquiza al frente d e la C onfederación191. Lo

notable d e estas discusiones no es sólo su recurrencia, sino la utilización q ue se hacía d e cualquier

tem a de actualidad local o internacional p ara sentar las respectivas posiciones.

Esto p u ed e apreciarse en el tratam iento hecho a u n problem a que por entonces había cobrado gran

actualidad tanto en Buenos Aires com o en otras partes d e A m érica y en Europa: los conflictos con

los pueblos autóctonos. En efecto, M itre se valió de u n a breve crítica realizada p o r Bilbao a la

intervención inglesa en la India tras u n sangriento levantam iento d e su población, a fin d e

denostarlo por no ver en ello el avance de la civilización y p o r equiparar la suerte d e ese pueblo a

189 J. B. Alberdi, “Acción de la Europa en América”, op.cit., p. 123.


190 Juan M. Gutiérrez, Prólogo a América poética. Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1846.
191 Se debe tener presente que Mitre manifestaba respeto por Bilbao, de quien incluso publicó artículos en
Los Debates. Claro que lo relegaba al rol del amigo utopista que defiende bellas pero impracticables
ideas. Así, por ejemplo, su anhelada confederación sud americana era un “sueño dorado, que no tiene más
base que un sentimiento exaltado, reminiscencia del americanismo de la guerra de la independencia, y
aunque con tendencias más elevadas y generosas una repetición del americanismo de Rosas”. “Revista del
Nuevo Mundo”, en LD, n° 155, 19/11/1857. -
135

la del desgraciado Tupac A m aru192. Pero eso no es todo, ya que tam bién situó la discusión en el

plano local para descalificar del todo a su oponente al hom ologar la sim patía que podía d esp ertar

el levantam iento d e los indios frente a los ingleses con el apoyo a C alfucurá frente a "los

defensores de la civilización y el cristianism o". Este m ism o argum ento ya lo había utilizado dos

m eses antes para criticar lo que era u n resabio de las valoraciones del m u n d o indígena

provenientes del período revolucionario. Es que en la nueva nom enclatura de las calles d e Buenos

Aires se había incluido el nom bre de Tupac Amaru cuyo terrible final, creía Mitre, podía d esp ertar

sim patías, pero no im plicaba en m odo alguno que debiera ser reivindicado, y m enos a ú n por la

"culta Buenos Aires" cuyos habitantes descendían de los españoles que el inca hubiera

exterm inado de haber triunfado. Y para enfatizar su argum ento asegura que de aceptarse ese

nom bre tam bién debería hacérselo en algún m om ento con los de C aupolican, C hañil y

C alfucura193.

Por supuesto que Bilbao entendía las cosas d e otro m odo: desde m uy joven había reivindicado el

legado indígena, considerando adem ás que debían form ar parte de la nación chilena com o p u ed e

apreciarse en u n texto titulado Los Araucanos que escribió hacia 1847 m ientras se hallaba exilado

e n Francia y q u e sólo fue conocido en form a po stu m a y parcial. En dicho escrito se d etien e con

g ran interés en las características d e ese pueblo reto m an d o las ideas d e D om eyko a fin d e p o d e r

d a r con los m edios m ás ad e cu ad o s p ara p o d e r incorporarlo a la sociedad re p u b lican a194. Pero

Bilbao no creía q u e esa incorporación debía restringirse a sus ad m irad o s araucanos, y su exilio

en el Plata y P erú le d a ría n la o p o rtu n id a d d e arg u m e n tar en ese sentido. D iez años m ás ta rd e y

poco antes d e la polém ica con M itre, publicó un artículo criticando a quienes p re d ic ab an el

exterm inio d e los indígenas. E n tal sentido recuperó u n a Memoria sobre la frontera escrita en

1811 p or P edro G arcía a fin d e p ro p o n er u n proceso d e colonización y d e estrech am ien to de

vínculos q u e p erm itiría su incorporación progresiva y pacífica195.

T eniendo en cu en ta estos antecedentes no resulta extraño q u e Bilbao polem izara con M itre y

q u e su resp u esta fu era incluso m ás allá del hecho p u n tu a l en discusión. P or u n lado, p o rq u e

p ro p o n e otra lectura sobre qué im plica la civilización así com o u n a interpretación d e las

nacionalidades en clave anticolonialista. Por el otro, porque le recuerda a Mitre que los ciudadan o s

192 La argumentación de Mitre es de todos modos más compleja, ya que si bien se postra ante el arrollador
avance de la civilización reconoce que no puede sojuzgarse por la fuerza a los pueblos bajo la pena de
sucumbir en ese intento. Además admite que los ingleses habían cometido injusticias y actos de crueldad,
aunque el retomo de los antiguos mandatarios hindúes se le ocurre una alternativa aún peor. “Los ingleses
en la India”, LD n° 136, 22/10/1857.
193 “Nomenclatura de calles” en LD n° 84, 29/8/1857.
F. Bilbao, “Los Araucanos”, en Obras Completas. Bs.As., Imprenta de Buenos Aires, 1866.
195 “La Frontera”, en La Revista del Nuevo Mundo n° 10, Bs.As., 1857, pp. 257-262,
136

y los principales dirigentes de Bolivia, P erú y C olom bia descienden de esos indígenas q u e él

desprecia por bárbaros, preguntándole adem ás si las m enciones a los Incas en el H im no argentino

y de Lautaro y Colo Colo en el chileno son sólo figuras retóricas. Por supuesto que Bilbao cree que

no, y que la independencia se había realizado precisam ente para prom over la solidaridad d e razas

q ue fundaría la nacionalidad am ericana. Finalm ente, y p ara term inar de poner en claro sus

diferencias, traza otra línea genealógica al sostener que los am ericanos no eran herederos d e la

conquista sino de la independencia que había acabado con ella196.

M ás allá d e las sim patías que hoy p u e d a n despertar los argum entos de Bilbao, fue M itre quien

logró im poner los térm inos del debate, pues el chileno no p u d o hacerse cargo de las críticas que

éste le había hecho por equiparar la com prensión que m ostraba hacia los levantam ientos en la

India y P erú con la defensa de las acciones d e C alfucurá de quien, adem ás, la prensa porteña no se

cansaba de señalar su connivencia con U rquiza. Y en caso de haber podido responder,

seguram ente no hubiera tenido u n a recepción favorable, pues u n a de las consecuencias que tu v o la

caída de Rosas fue el aum ento d e la conflictividad entre criollos e indígenas que tendría com o

trágico desenlace el exterm inio de éstos décadas m ás tard e en la denom inada Campaña del Desierto.
El debate hizo evidente que u n a cosa era proponer la incorporación pacífica de los pueblos

indígenas a la sociedad republicana, y otra reivindicar el accionar de quienes, por los m otivos que

sean, desafiaban a esa sociedad afectando la v ida y los bienes d e sus m iem bros.

Pero esto no concluyó allí, pues M itre publicó dos artículos m ás sobre el tem a, el prim ero d e los

cuales term inó d e volcar la discusión a favor suyo, au n q u e se debe considerar que Bilbao dejó de

ed itar su revista. M itre com ienza criticando a Bilbao p o r haber escrito que estaría dispuesto a

apoyar a Argelia si ésta luchara p o r independizarse. Lo acusa d e privilegiar u n hecho -la

au to n o m ía- por sobre los principios d e la civilización. Es q u e esa independencia no podía ser m ás

q u e la de la barbarie, la esclavitud y la tiranía, p o r lo q u e los principios esgrim idos por Bilbao eran

errados si no se tem a presente la realidad e n las que estaban encam ados. En tal sentido

arg u m entaba que si ahora apoyaba a los hindúes y en el fu tu ro a los árabes, era n atu ral que

tam bién lo hiciera con los indios que asolaban las fronteras peleando por su autonom ía. C on lo

cual debería congratularse si llegaban a clavar su estandarte en el centro d e Buenos Aires

repitiendo las escenas sangrientas d e la India, pues en este caso los criollos eran los conquistadores

q u e debían desaparecer. F inalm ente, y al igual q u e lo h a b ía n hecho Sarm iento, A lberdi y López

u n a d écada antes, le hacía n o tar q u e si se seguía su lógica tam bién debía apoyarse a los

araucanos si éstos se su b lev ab a n p a ra reco n q u istar sus p osesiones en m anos de los chilenos. De

196 “La nacionalidad y la conquista” en La Revista del Nuevo Mundo n° 13, Bs.As.,1857. pp. 340-344.
137

ese m o do concluía q u e es falso com o principio que to d a conquista d eb a desaparecer,

ad v irtien d o q u e cu an d o chocan dos civilizaciones debe im ponerse la m ás av a n zad a197.

El aguzam iento de los conflictos fronterizos en la década d e 1850 hizo que se d espertara m ayor

interés por el pasado de los pueblos indígenas y, m ás precisam ente, por su conquista. Interés en el

que una vez m ás se cruzaron chilenos y rioplatenses pero ahora desde una perspectiva bien

distinta. En 1863 Vicente Q uesada publicó en la Revista de Buenos Aires una declaración de

propósitos referida a los estudios históricos que buscaba prom over. Entre otras cuestiones se

preguntaba cóm o había sido posible que u n exiguo g rupo d e conquistadores hubiera podid o

dom inar a u n a población tan num erosa. P rocurando hallar u n a solución recurría al historiador

chileno M. A m unátegui, quien lam entaba que ese fenóm eno no hubiera sido estu d iad o en

p ro fu n d id ad ya que de él p o d rían extraerse consecuencias prácticas. Esta opinión era com partid a

p o r Q uesada, quien tam bién coincidía con su par chileno en que ese logro obedecía a que la

conquista había sido llevada a cabo com o u n conjunto d e iniciativas individuales que perm itieron

u n a mejor adaptación a las dificultades que suscitaba tan difícil em presa. Concluía entonces que

"(...) ese estudio servirá p ara resolver m uchos problem as y p ara aprender el m o d o de
estender el dom inio d e la civilización sobres esas incultas soledades abandonadas hasta hoy
á los salvajes, que continuam ente golpean nuestras fronteras en nom bre de la barbarie"193

De ese m odo hacía explícito el carácter pragm ático que le asignaba al conocim iento histórico, a la

vez que daba cierre a cualquier intento p o r reivindicar a los pueblos indígenas, anticipando

adem ás su exterm inio que se concretaría pocos años m ás tarde.

Los charrúas y el debate por la identidad oriental.


M ás allá de que planteos com o los exam inados en el ap a rtad o anterior gozaban de consenso, es

im portante destacar q u e tam bién p u ed en encontrarse m atices y apreciaciones divergentes. Los

m atices provienen del reconocim iento de la existencia d e diferencias entre los pueblos indígenas en

197 En verdad éste no era el fondo de la cuestión sino el debate en tomo a la posible unión nacional. Por
eso se permite ironizar que tras haber dado la vuelta al mundo había venido a parar a la línea de Arroyo
del Medio, retomando la idea según la cual cuando chocan dos principios debe imponerse el más fecundo,
en este caso el representado por Buenos Aires donde gobernaba la opinión pública en oposición al
caudillaje de Urquiza. Ésta es precisamente una de las ocasiones en las que Mitre no trata a la
nacionalidad como un principio sino más bien como “un hecho que no puede considerarse aisladamente,
sin incurrir en las mas lastimosas aberraciones, confundiendo las formas esteriores que revisten los
hechos transitorios con la esencia de las cosas imperecederas”. De ahí concluía que para poder existir
como tal, la nacionalidad debía subordinarse a los principios de buen gobierno. “Buenos Aires, La
Confederación y la India” LD. n° 167,4/12/57
198 Vicente Quesada, “Estudios Históricos. Nuestros propósitos”, La Revista de Buenos Aires. Historia
Americana, Literatura y Derecho, tomo II, dic. 1863, p. 485. ■
138

su historia de contactos con españoles y criollos. El m ism o Q uesada por ejem plo había llam ado la

atención en un trabajo sobre C orrientes acerca de la docilidad d e la población guaraní que, adem ás,

consideraba susceptible d e cultura. En ese sentido lam entaba que esa fuerza d e trabajo

perm aneciera desaprovechada, preguntándose cómo se lograría incorporarla a los procesos

productivos: "Será la espada ó será la cruz? H é aquí la gran cuestión"199. D esde luego que se

trataba de una pregunta retórica cuya respuesta podía deducirse d e la caracterización que había

hecho anteriorm ente: la Iglesia debía realizar esa tarea pero en m odo alguno com o lo habían hecho

los jesuítas. Era entonces en ocasiones com o ésta que se prestaba m ayor atención a las

particularidades de algún pueblo aborigen. De todos m odos esta apreciación más benigna no

im plicaba que esas com unidades fueran reivindicadas p o r Q uesada, así com o tam poco lo era su

pasado ya que éste no presentaba para él interés alguno salvo en lo que hacía a su mejor

conocim iento para lograr su explotación.

Esta distinción entre diversos pueblos indígenas en función d e su posible incorporación a la

sociedad criolla com o fuerza d e trabajo n o fue u n a n o v ed a d in tro d u cid a p o r Q uesada. De hecho

los gu araníes solían ser así considerados sobre to d o c u a n d o se los co m p arab a con los charrúas,

sus an tiguos vecinos que, p o r el contrario, se hab ían co nvertido e n el p a ra d ig m a d e u n a

co m u n id ad inasim ilable p o r su carácter belicoso y cruento. Es p o r eso q u e resulta llam ativo q u e

un o d e los escasos intentos d e reivindicación de las c o m u n id ad e s indígenas realizados en el

P lata los tuviera com o protagonistas. De este intento, d e su carácter m arg in al y d e su s p ro p ias

sus lim itaciones, trata el p resen te a p a rta d o 200.

A principios d e la d écada d e 1850 el m ilitar u ru g u a y o P ed ro P. B erm údez publicó u n a obra

teatral titu lad a El Charrúa, seg u id a p o r u n anexo con n o tas en las q u e arg u m e n ta y ofrece

evidencias p ara legitim ar sus dichos201. Si bien es cierto q u e la pieza tiene escasa en tid ad

literaria su exam en igual resu lta d e interés. En p rim er lu g ar p o rq u e p erm ite trata r los valores y

las representaciones de figuras que su elen ser dejadas d e lad o e n este tipo d e indagaciones202.

199 V. Quesada, La provincia de Corrientes. Bs.As., Imprenta del Orden, 1857, p. 7.


200 Para el contexto histórico puede consultarse de J. P. Barrán Apogeo v crisis del Uruguay pastoril y
caudillesco 1838-1875. Historia Uruguaya t. 4, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, .1974.
201 Le agradezco a Isabela Cosse haberme hecho conocer esta obra, así como también su excelente análisis
de la misma que lamentablemente permanece inédito y del que en gran parte son tributarias las líneas que
siguen. Pedro P. Bermúdez, El Charrúa. Drama histórico en cinco actos v en verso. Imprenta Uruguayana,
Montevideo, 1853; Isabela Cosse, Charrúas en el Teatro Solís. El drama histórico de Pedro Pablo
Bermúdez (mimeo).
202 Bermúdez, cuya familia formó parte secundaria de lo que Carlos Real de Azúa dio en llamar el
patriciado uruguayo, tomó la carrera de las armas en 1832. Se exilió en Buenos Aires junto a los
seguidores de Oribe en 1839, con quien retornó a Uruguay en 1843. Tras el fin de la Guerra Grande
asumió cargos político-militares cada vez más importantes, constituyéndose esta actividad en el centro de
139

E n seg u n d o lu g ar p orque fue re p resen ta d a públicam ente d an d o lugar a u n a m uy in teresan te

polém ica sobre la identidad oriental.

En relación a esto últim o la obra debe situarse en el m arco d e la discusiones sobre el

am ericanism o y la identidad provocadas p o r las intervenciones eu ro p eas y por las guerras

civiles en el Plata. C laro que la posición d e B erm údez era exactam ente contraria a la d e au to res

com o A lberdi, quien no sólo abjuraba del m u n d o indígena sino que tam bién en ten d ía q u e la

p atria no era el suelo203. En este caso resulta m anifiesta la intención de establecer u n a narrativa

sobre la identidad oriental cristalizada en la om nipresente referencia a la "patria" identificada con

el territorio oriental. De hecho, el texto es precedido por una nota en la que su autor recuerda que

"oriental y desterrado" se puso a recorrer la historia d e su patria viendo "levantarse la raza

belicosa" que había sido dueña de esa tierra, y d e la cual sólo quedaban restos insignificantes204. En

el Prólogo, escrito en form a de poem a com o todo el dram a, destaca que su canto se dirige al

esfuerzo de la gigantesca raza que d u ra n te trescientos años le hizo frente a España y cuya historia

era poco conocida en su m ism a patria a pesar de haberla m arcado en form a indefectible. Incluso

nota que de haber tenido un poeta com o Ercilla, hubiera com petido sin d u d a con la pro p ia

Araucana (p. VII). Esta afirm ación resulta congruente con las representaciones sobre los charrúas,

en gran m edida equiparables a las realizadas en Chile con los araucanos, al m enos en lo q u e hacía a

su valentía, fiereza y sentido de la independencia205. Claro que había al m enos dos diferencias

significativas: los charrúas gozaban en general de m ala fam a y, com o verem os, habían sido

m asacrados pocos años antes.

E n u na nota agregada al com ienzo de la acción se señalan las coordenadas espacio-tem porales

estableciendo que ésta se inicia e n 1573 y q u e transcurre en la "República O riental del U ruguay, en

el territorio que m edia desde la C olonia del Sacram ento hasta San Salvador". Esto no sólo tiene

com o propósito ubicar el m arco histórico y geográfico en el que se desarrolla el dram a, sino

su vida -e n la carátula del drama su nombre es acompañado por el de su cargo como Sargento Mayor de
Caballería-, En esos años también participó de actividades literarias publicando artículos en los que
reivindicaba a Artigas y a los orientales que habían luchado en las guerras de independencia. En cuanto a
su formación intelectual, el drama permite apreciar que si bien no se trataba de un autor de relieve
contaba con un caudal significativo de lecturas.
2(b Esta cuestión la traté en el cap. 5 de mi tesis de licenciatura Formas de identidad política y
representaciones de la nación en el discurso de la Generación de 1837. Cuadernos del Instituto Ravignani n°
11.
204 También aclara que había empezado a escribir el drama en 1842 como un desafio de sobremesa,
retomando los borradores una década más tarde para darle su forma final. P. Bermúdez, “Una palabra
acerca del charrúa”, en El Charrúa.... op.cit.. p.V.
205 ”
En un manual se asegura por ejemplo que eran “los Espartanos de la América. Celosos de su libertad
jamas desistieron de pelear por ella y la restauración de sus antiguas posesiones” Juan Manuel de la Sota,
Historia del territorio Oriental del Uruguay. Montevideo, Imprenta de la Caridad, 1841, p. 13.
140

tam bién prom over una idea d e continuidad e n el tiem po en tom o a u n territorio identificado con

sus habitantes prim itivos utilizando p ara ello un anacronism o com o considerar q u e entonces

existía la República Oriental del U ruguay. Esta identificación pu ed e apreciarse tam bién en el hecho

q ue los charrúas aparecen consustanciados con esa geografía que dom inaban con facilidad, en

contraposición con lo q u e les sucedía a los españoles que sólo encontraban obstáculos y fracasaban

u n a y otra vez al fu n d ar ciudades. Pero esta reivindicación o revalorización no se red u ce sólo al

recuerdo de quiénes habían ocupado el territorio y lo habían defendido con valentía de una

am enaza exterior, o a ensalzar su integración arm ónica con ese entorno. T om ando distancia d e los

estereotipos corrientes, B erm údez p ropone u n a estilización d e los charrúas a quienes dota de u n a

fisonom ía atractiva y les atribuye costum bres y hábitos dignos de encom io com o su propensión a

la igualdad, .valentía, lealtad, sentido de la independencia y am or a su patria. A dem ás m uestra que

se regían por leyes que desm entían a aquellos que los im aginaban sum idos en la barbarie. Reglas

que, incluso, habían perm itido la unión de grupos que depusieron antiguas rivalidades para

enfrentarse a los españoles. Por el contrario, estos últim os constituían su reverso negativo ya q ue

su llegada no está presentada en térm inos civilizatorios o religiosos, sino com o u n a ocupación

llevada a cabo por personajes q u e se m ostraban bárbaros, cobardes, traidores, crueles y ambiciosos.

El desenlace del d ra m a es el suicidio d e u n a pareja d e indígenas, L irom peya y A bayubá, an te la

posib ilidad d e ser sep arad o s p o r su captor, el español C arvallo, q u e q u ería q u ed a rse con la

m ujer. Este suceso y a había sid o n a rra d o p o r varios cronistas coloniales e, incluso e n form a m ás

reciente p o r A dolfo Berro en u n poem a. A hora bien, a pesar d e su p re te n sió n d e verdad histórica,

B erm údez m odificó algunas situaciones o personajes consignados en diversas crónicas a fin d e

acen tu ar los rasgos dram áticos y la carga histórica. S egún la tradición, la pareja estab a fo rm ad a

p o r dos guaraníes, Y anduballú y L irom peya, a los q u e B erm údez convirtió en charrú as.

A dem ás, unificó la histo ria d e Y an d u llab ú con la d e A bayubá, él sí charrúa, q u ien era re co rd ad o

p o r sus h azañ as en la lucha co n tra los españoles. P ero la m odificación m ás significativa fue sin

d u d a su decisión d e ap a rtarse d e las convenciones n arrativ as al co n stru ir u n relato q u e no sólo

tiene com o p ro tag o n istas a los ch arrú as, sino que tam b ién n a rra los acontecim ientos d e sd e su
p u n to d e vista.

C on respecto a esto últim o d eb e recordarse algo que, si b ien previsible, no deja d e tener su

im portancia: todas las obras q u e h acen a lg u n a referencia al p asa d o in d íg en a co m ien zan y

term inan con acciones o decisiones d e los españoles o d e los criollos. En este caso sin em bargo no

sucede de ese m odo: la obra se inicia con el acuerdo de las tribus p ara atacar a los invasores y

culm ina con la venganza de la m u erte de la pareja a m anos del guaraní Y am andú, en sim ultáneo
141

con el ataque realizado por una alianza de pueblos prom ovida por A bayubá al fuerte español en el

q ue éste estaba preso con Lirom peya. El resultado d e este ataque no es revelado p o r el autor,

quizás buscando expresar el espíritu indom able de los charrúas a través de u n desenlace abierto al

futuro. Pero com o bien sabían sus lectores y espectadores, ese futuro había sido clausurado hacía

m u y pocos años: en 1831 los charrúas habían sido traicionados y exterm inados por las fuerzas

gubernam entales al m ando de Bernabé Rivera, herm ano del P residente de la República.

Este últim o episodio que dota de m ayor sentido a la obra y del que se valdrían algunos de sus

im pugnadores, es introducido p o r B erm údez en una de las notas con las que ap u n ta a sostener o

am pliar su interpretación, y que resultan d e gran interés au n q u e no p u d ieran form ar parte d e una

representación teatral. Entre ellas, com o señala Cosse, se destacan sus apreciaciones sobre dos

tem as recurrentes en los relatos sobre los charrúas que habían alim entado su m ala fama: sus

creencias religiosas y la antropofagia que habrían practicado al d ar m uerte a Solís. En cuanto a la

p rim era cuestión, B erm údez retom a la argum entación de Bartolom é d e las Casas según la cual los

indígenas am ericanos tenían creencias religiosas aunque sus ritos fueran diversos d e los cristianos,

d iluyendo así las supuestas diferencias d e naturaleza. A dem ás, y m ediante una argum entación

algo tortuosa, procura em parentar a todos los pueblos autóctonos a fin de filiarlos con los m ás

prestigiosos incas y aztecas. Esto le perm ite señalar no sólo que todos ellos tenían u n origen en

com ún, sino que tam bién adoraban a u n único creador representado d e diversas m aneras (p. 115­

7). En cuanto a la supuesta antropofagia, y al igual que autores com o Azara, la niega de plano

arg u m entando que resulta increíble que los com pañeros d e los m uertos hubieran asistido pasivos

a tan horrorosa práctica, aparte d e que estim a difícil q u e hub ieran po d id o observar lo q u e sucedía

desde u n lugar seguro. Por otro lado le parece inexplicable que los charrúas h u b ieran podido

cam biar d e hábitos tan rápidam ente, ya que expediciones posteriores dejaron testim onio de su

respeto por la vida de sus prisioneros. C oncluye entonces que debía tratarse de u n a argucia para

excusar su derrota y, quizás tam bién, p ara am edrentar a los portugueses q u e se estaban

av en tu ran d o en ese territorio (pp. 113/4). Esta cuestión tam bién es tratada en el d ram a cuando

A bayuba pone de testigo d e su accionar leal a Chacón, u n español que sobrevivió entre los

ch arrúas du ran te varias décadas tras hab er sido capturado al darse m uerte a Solís. A dem ás,

C hacón cum plía la función d e destacar ante otros españoles las virtudes d e los indígenas, dejando

constancia del contraste que existía en el com portam iento, hábitos y valores de am bos grupos.

E n sum a, B erm údez se p ro p u so d esarticu lar las representaciones negativas sobre los charrú as,

reiv in d icando su m o d o d e existencia y, m ás particularm ente, su carácter igualitario y leal así

com o tam bién su d e n o d a d a lucha p o r la independencia. Sin em bargo, y esta es una lim itación
142

difícil d e elu d ir a la h o ra d e procurar filiar en ellos u n a h istoria en com ún, no p o d ía dejar d e

n o tar q u e ese m ism o carácter indom able los hacía inasim ilables a la sociedad republicana. De

ahí que el prólogo concluya notando que canta a u n a tribu cuya m ism a valentía la había

d estin ad o a q u e d a r reducida al polvo y a la nada.

H asta aquí el texto, pero cabe pregu ntarse p o r la recepción q u e tuvo. Su publicación en 1853 no

provocó acuse alguno de la prensa a pesar de q u e su m an u scrito había recibido u n juicio

favorable de A cuña de Figueroa. Cosse atribuye este silencio a la radicalización d e la lucha

facciosa. En verdad, y esto es sólo una hipótesis, quizás haya pesado la falta de cualidades del texto

su m ad o al hecho que su publicación se restringió al form ato de libro. Es que si bien tuvo

suscriptores, no podía alcanzar la m ism a repercusión que si lo hubiera hecho a través d e la prensa.

C om o aval d e esta hipótesis cuenta el hecho que la obra no pasaría desapercibida al ser llevada a

las tablas pocos años después en u n contexto político n o m enos conflictivo.

En 1858 la C om pañía d e M atilde Duelos interpretó el d ram a en el Teatro Solís fu n d ad o dos años

antes. Más allá d e la ironía no prem editada que im plica representar la obra en u n teatro cuyo

nom bre es el del conquistador que había sido asesinado y quizás fagocitado por aquellos q u e se

quiere reivindicar, la puesta provocó una polém ica sobre el papel de la literatura y del pasado en la

constitución d e la identidad nacional. Inicialm ente u n artículo de La Nación firm ado por "Unos

orientales" realizó com entarios elogiosos d e la obra. Este juicio tuvo com o contraparte u n a d u ra

crítica de Francisco X. de A cha hacia su calidad literaria pero m ás a ú n a la im agen d e los charrúas,

pro cu rando adem ás revalorizar el legado español. A m odo d e respuesta, B erm údez escribió

tam bién u n largo artículo defendiendo el d ram a y su interpretación del pasado206.

P ara situar la discusión se debe recordar que la p ropuesta d e incorporar a la m em oria colectiva u n a

im agen positiva d e los charrúas no involucraba solam ente u n a crítica al dom inio colonial. Es que

no sólo habían sobrevivido a los esfuerzos de las au to rid ad es españolas por som eterlos, sino q u e

tam bién habían com batido con -y contra- los ejércitos republicanos, hasta q u e fueron

exterm inados en Salsipuedes al constituirse el Estado uruguayo. Este episodio, que había sido

ap lau d ido o al m enos consentido por la elite oriental, recién m ereció algunas críticas a m ediados

de la década siguiente. Pero éstas fueron u n a derivación d e la lucha entre colorados y blancos,

d ad o que habían sido figuras cercanas a la prim era d e esas facciones quienes habían provocado la

m asacre. De ese m odo, algunos dirigentes y publicistas del p artido blanco com enzaron a plantear

206 Francisco X. de Acha, "La República. A nuestros literatos” y “El Charrúa” en La República, 21/11/58 y
25/11/1858; Pedro P. Bermúdez, “Folletín. Un artículo para todos” en La Nación, el 3, 12 y 13/12/58. Toda la
información referida a la polémica periodística en I. Cosse, Charrúas.... op.cit. •
143

u n a progresiva revalorización de los charrúas, en cuyo seno se pu ed e ubicar el d ram a de

Berm údez. Cabe notar adem ás que este m ovim iento form aba parte a su vez d e u n a reivindicación

de la cam paña frente a la ciudad que por entonces hacían quienes habían adherido al gobierno del

C errito com o Bernardo Berro, si bien no todos com partían las apreciaciones sobre los charrúas.

En cuanto a cóm o era tratado el exterm inio resulta ilustrativo u n artículo publicado en el periódico

oficial del gobierno del Cerrito. Su autor, que firm a con el seudónim o de "Dem ófilo", exalta su

valentía y plantea com o u n interrogante q u e lega a historiadores las razones que perm itirían

explicar cóm o había sobrevivido u n a reducida tribu enclavada en m edio de poblaciones blancas

poderosas. Pero sobre todo le interesa detenerse en el episodio que había puesto fin a su existencia,

haciendo notar que entonces nadie había levantado una voz piadosa para pronunciar u n a oración

fúnebre por lo que se proponía rom per ese pesado silencio. Recuerda que los charrúas habían sido

adictos a Fructuoso Rivera pero que al asum ir la presidencia los traicionó porque estaba haciendo

negocios con la venta d e tierras. Por ese m otivo había organizado u n a expedición com andada p o r

su herm ano Bernabé, quien sería asesinado poco tiem po después por algunos sobrevivientes que

quisieron vengar la m asacre. El autor tam bién recuerda que las m ujeres y los niños fueron

repartidos entre distintas familias, y finaliza haciendo referencia a una hum illante exhibición q ue

se había hecho de u n cacique en E uropa207.

T eniendo en cuenta lo antedicho resu lta notable q u e d e todas las objeciones p re sen tad as p o r

A cha, B erm údez no p u d iera hacerse cargo, e incluso om itiera, aquella que a p u n ta b a a justificar

el exterm inio de quienes reivindicó en su obra. En efecto, A cha destaca q u e tan to los españo les

com o los antiguos m ilitares y las figuras m ás célebres d e las facciones blanca y colorada, h ab ían

ten tad o m edios conciliatorios con los ch a rrú a s sin re su ltad o alguno. La ra zó n del fracaso le

parece evidente, ya que éstos "sólo serv ían p a ra el robo, el asesinato y la em briaguez". De ahí

q u e considere razonable la o rd e n d e exterm inarlos cu m p lid a a pie juntillas p o r el ejército, hecho

q u e adem ás perm itió asu m ir a los o rientales su v erd ad era id en tid ad al d a r u n

"solem ne desm en tid o a esa p leg aria finjida d e com pasión p o r las desgracias de los indios,
com o q u e se arm ó, d e u n bello pretexto, la p ro p a g a n d a revolucionaria contra el dom in io
de España".

B erm údez podía pensar sinceram ente que la m asacre había sido u n a atrocidad, pero no podía

desconocer que era u n contrasentido reprocharle a E spaña lo que habían term inado haciendo los

m ism os orientales sin q u e entonces se h u b iera escuchado crítica alguna. Lo cual, claro está,
144

dificulta la posibilidad de filiar la propia identidad en aquellos a quienes poco tiem po antes se

había exterm inado. En ese sentido resulta m ás coherente la propuesta d e A cha quien, al igual que

A lberdi en Chile una década antes, se preguntaba

(...) cóm o podem os nosotros anatem atizar la conquista d e los españoles, cu an d o a ella
debem os nuestro orijen, nuestra relijion, nuestras costum bres?"208

Puso así en evidencia el contrasentido de reivindicar a los charrúas en un teatro llam ado Solís,

op tan do por una línea histórica m ás fácil d e asim ilar por la elite criolla que en la década de 1850

había com enzado a plantear la necesidad d e revalorizar el pasado colonial. Pero tam bién se

alzaron algunas voces procurando integrar am bas tradiciones, anticipando así algunos tópicos que

recién cobrarían fuerza a principios del siglo XX. En dos artículos publicados en La Nación, "U n

com patriota" se lam enta por la falta de u n a literatura indígena que diera base a u n a d e carácter

nacional. Plantea entonces la necesidad de asum ir la herencia española en lo que hace a lengua,

creencias, costum bres, aunque sólo p ara tratar tem as autóctonos. De ese m odo, entiende, podría
crearse u n a literatura nacional209.

N o era otra al fin y al cabo la intención que tenía Luis D om ínguez cuando en su calidad de

Director d e la Sección de Poesía del Ateneo del Plata se dirigió a sus m iem bros para indicarles que

en el pasado m ás rem oto po d ían encontrar tem as dignos de ser tratados por la p lu m a del poeta.

C laro q u e a diferencia d e B erm údez y del au to r de los artículos en La Nación, en n in g ú n m om ento

se le ocurrió que ese pasado podría ser el d e las com unidades indígenas. Por el contrario, era el de

sus conquistadores encam ados en las figuras d e Solís, M endoza y G aray sobre quienes p rop o n ía

realizar u n rom ance histórico210. C om o se p o d rá apreciar en el siguiente capítulo, esta p ro p u e sta de

D om ínguez no sólo daba por tierra con cualquier posible reivindicación de los pueblos indígenas,

sino q ue tam bién buscaba prom over u n a innovación en lo que hacía a las representaciones del
p asad o colonial.

Charrúas en El Defensor de la Independencia Americana. Miguelete, Imprenta Oriental, N° 34


1/7/1845.
20* “La RePública- A nuestros literatos”, La República. Montevideo, 21/11/58.
210t Sobre el Charrúa” en La Nación. 24/11/1858 y 26/11/1858.
El discurso de Domínguez no sólo fue contemporáneo de la puesta teatral del drama, sino que también
se lo reprodujo en La República de Montevideo entrando así en discusión con Bermúdez. L. Domínguez,
Discurso pronunciado en el Ateneo del Plata, en la sesión del Io de noviembre de 1858" en Neftalí
Carranza (comp.) Oratoria Argentina. Bs.As., Sesé y Larrañaga, 1905, T. 2. -
145

Capítulo VII
La sociedad colonial

La historia argentina puede definirse sin equivocación como un querer


apartarse de España, como un voluntario distanciamiento de España
Jorge L. Borges, El escritor argentino y la tradicmi

Un pueblo sin historia carece de la primera condición de nacionalidad; es


un expósito entre los demas pueblos de la tierra. ¿Ignoran esto los que se
empeñan en repudiar en todos los terrenos la tradición ibérica que
eslabona su pasado a nuestro presente, su vida a nuestra vida
A lejandro M agariños C ervantes, 1854211

211 Jorge L. Borges, Obras Completas t. 1, Bs.As., Emecé, p. 271; A. Magariños Cervantes, “Historiadores
primitivos de América”, en Estudios históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata, tomo II,
Colección de clásicos uruguayos, vol. 36, Montevideo, 1963, p. 151 [Revista española de ambos mundos,
Madrid, 1854-5], .
146

D el m ism o m odo que lo sucedido en E uropa e n relación al A n tig u o R égim en, la revolución d e

in d ep en d en cia fue u n a condición necesaria p ara q u e en A m érica p u d ie ra plantearse la

existencia de u n período colonial en ten d id o com o u n a to talid a d significativa. P or cierto que las

representaciones d e ese pasado se m o straro n m onolíticam ente críticas, pues la legitim idad d e la

revolución radicaba precisam ente en la ru p tu ra q u e hacía d e esos siglos u n a etap a que sólo

p o d ía m erecer re p u d io y desprecio por los m ales causados a los am ericanos. R epudio q u e

ad em ás se extendía hacia la p ro p ia España, ya que esos m ales eran atrib u id o s al despotism o

m etro p olitano q u e había o p rim id o o d esc u id a d o a sus colonias m an ten ién d o las en u n estad o d e

m iseria e ignorancia.

A u n q u e ésta era la p o stu ra que gozaba d e m ay o r consenso, no todos co m p artían el re p u d io a la

madre patria: algunos autores llam aban a no confundir la crítica al sistem a colonial, v erd ad era

causa d e la independencia, con u n a censura a E spaña d e la q u e la sociedad am ericana debía

considerarse su m ás legítim a heredera. Ésta fue por ejem plo la posición so sten id a p o r el P ad re

C astañeda, cuyos singulares libelos, panfletos y artículos periodísticos atacab an sin p ie d a d a

aquellos q u e abjuraban d e ese origen, m ientras q u e él se pro clam ab a orgulloso d e reivindicar de

"esp íritu castellano, o el hispanoam ericano, e iberocolom biano, q u e es to d o n u estro h onor, y

form a nuestro carácter; pues p o r C astilla som os gente, y C astilla h a sido n u estra gentilitia

domes"112. Sin em bargo, apreciaciones com o éstas resu ltab an v erd a d e ra s excepciones, y m ás si se

recu erd a que todavía no h ab ían finalizado las gu erras d e in d ep en d e n cia en el continente

cu an d o C astañeda las publicó.

C on el correr d e los años serían m enos infrecuentes los intentos d e filiar o d e reivindicar u n a

trad ición hispánica, au n q u e se los h aría d en tro d e otros m arcos conceptuales. Es q u e si bien

d u ra n te gran p arte del siglo XIX co n tin u aro n p revaleciendo las representaciones y juicios q u e

an atem atizab an a E spaña com o creadora d e u n sistem a colonial sobre el cual no parecía

necesario realizar m ayores indagaciones d a d a la evidencia m ism a d e su carácter despótico,

re tró g rad o y oscurantista, poco a poco com enzó a cuestionarse esa interpretación, o al m enos, se

la m atizó, lo cual incitaba a p restarle m ayor atención a alg u n as m anifestaciones singulares d e

212 En ese mismo sentido nota un poco antes que la Revolución “no contenía en sus elementos el menor
odio contra los españoles, ni la menor aversión contra sus costumbres, que eran las nuestras, ni contra su
literatura que era la nuestra, ni contra sus virtudes que eran las nuestras, ni mucho menos contra su
religión que era la nuestra. Para los demagogos, los aventureros, los psicofantos, los tinterillos, los zoilos
indecentes impregnándose de las máximas revolucionarios de tantos libros jacobinos, cuantos abortó en el
pasado y presente siglo la falsa filosofía, empezaron a revestir un carácter absolutamente antiespañol; ya
vistiéndose de indios para no ser ni indios, ni españoles; ya aprehendiendo el francés para ser parisienses
de la noche a la mañana; o el inglés para ser misteres recién desembarcaditos de Plimouth.” Francisco de
147

esa experiencia. E ntiéndase que m e estoy refiriendo a tendencias no siem pre fáciles d e precisar,

ya q ue las representaciones que p ro p o n ía n alguna form a de revalorización d e la sociedad

p rerrev olucionaria convivían con aquellas otras q u e abjuraban d e ese pasado. A dem ás, esta

coexistencia cobraba a veces form a en la obra d e un m ism o au to r e, incluso, e n u n m ism o texto.

E n las tres décadas que son aquí exam inadas este proceso d e revalorización estaba en sus

inicios, por lo que co n tinuaron p re d o m in a n d o las im ágenes negativas d e ese p asa d o en el que

ad em ás m uchos rastreab an las raíces o las causas d e los m ales presentes. Recién en la década de

1850 com enzaría a p lantearse con m ay o r vigor la necesidad d e revisar los cargos hechos a la

m ad re patria. Esto im plicó al m enos tres estrategias. Por u n lado, p ro c u rar situ ar el accionar de

E spaña en su contexto histórico a fin d e explicarlo o justificarlo, lo cual tenía com o corolario la

afirm ación d e que A m érica no h abía sid o especialm ente p erju d icad a por las políticas d e la

C orona o, al m enos, q u e no lo hab ía sido m ás q u e la p ro p ia m etró p o li213. P or el otro, autores

com o A lberdi llam aban a reexam inar el perío d o colonial, a u n q u e esto no se tradu jera

necesariam ente en trabajos que cu m p liera n ese p ro g ram a -y a vim os q u e esta preten sió n tenía

m uchas veces com o p ropósito desm arcarse de cualquier in ten to p o r reivindicar el legado

in d íg en a-. Por últim o, com enzó a m o strarse m ayor interés e n re cu p erar aspectos concretos de

ese p asado. En p rim er lugar, p o r acciones q u e ten d ría n consecuencias años m ás ta rd e com o

aquellas en las q u e se h ab ía aseg u rad o el dom inio territorial frente a otras potencias o frente a

los pueblos indígenas. E n seg u n d o lugar, p o r figuras d ig n as d e recuerdo, ya sean

conq u istadores q u e se h a b ía n m o strad o gallardos y valientes, funcionarios q u e h ab ían alen tad o

el p rogreso de la región y su defensa, o letrados q u e h u b iera n realizad o u n a obra d ig n a de

renom bre; todas ellas figuras q u e fu e ro n prolijam ente en u m erad as p o r M itre en su Introducción

a la Galería de Celebridades. E n tercer lugar, p o r algunos fenóm enos precisos com o los C abildos,

p u es com o señala u n artículo aparecido e n 1854 "A ntes d e la proclam ación d e la república, la

soberanía del pueblo existia en s u d A m érica com o hecho y com o principio en el sistem a

m un icipal que nos habia d a d o la E spaña. El pueblo intervenía entonces m as q u e hoy en la

ad m in istración pública d e los negocios civiles y económ icos"214.

Castañeda, “Teatro de Buenos-Ayres”, en Las tres comedias de Doña María Retazos, Bs. As., Coni. 1924,
pp. 170/1 [Bs.As., 1821],
1U Esta posición fue anticipada por Sarmiento en su crítica a la Memoria de Lastarria donde sostiene que
es un error heredado del proceso independentista calificar a España como opresora de sus colonias, ya que
éstas habían sido "verdaderas provincias españolas, sobre las que pesaba en el nuevo continente como en la
península el mismo despotismo y la misma arbitrariedad", notando incluso que el dominio era bastante más
blando en América que en la península. D. F. Sarmiento, "Investigaciones sobre el sistema colonial de los
españoles por J. V. Lastarria", en OCS. tomo II, p. 220 fEl Progreso. 27/9/1844].
214 El artículo es una glosa de un texto en el que Alberdi equipara el Cabildo con el sistema institucional
norteamericano, mientras que atribuye su supresión a la nefasta y antirrepublicana influencia del
despotismo moderno francés que, en nombre de la soberanía del pueblo, le había quitado la capacidad de
148

D e ese m odo se fue p roduciendo u n a p rogresiva au n q u e tím ida revalorización del p asa d o

colonial q u e re d u n d ó en la producción y circulación d e nuevas representaciones del m ism o.

M ás allá del v alo r intrínseco q u e p u e d a atribuirse a este proceso y d e su s m u y ev id en tes

lim itaciones, su im portancia radica en el hecho que se trató de u n a condición necesaria p ara q u e

el d ev en ir de la sociedad rioplatense p u d ie ra ser considerado com o u n a experiencia cuyo

sen tid o po d ía ser totalizado y, p o r eso m ism o, pasible d e ser recu p erad a en narraciones que

ab arcaran d esd e la llegada de los españoles h asta el presente. Logro q u e sin em bargo solo sería

alcan zado años m ás tarde.

En este capítulo exam ino las representaciones del pasad o colonial teniendo p resen te entonces la

existencia d e u n a tendencia dominante;: aquella que seguía co n sid eran d o el perío d o colonial

com o u n a experiencia nefasta en la q u e h ab ían cristalizado gran p arte d e los m ales q u e a ú n

aqu ejaban a la sociedad H ispanoam ericana; y u n a q u e recién estaba asom ando: aquella q u e sin

necesariam ente tener que dejar d e sostener esa crítica global, p ro cu rab a reivindicar aspectos de

ese p asa d o o, al m enos, historizarlo p ara p o d e r com prenderlo m ejo-. Estas posiciones con ten ían

diversos m atices que tam bién son exam inados, así com o tam bién las tensiones q u e g en erab a o

los problem as q u e planteaba la convivencia de las diversas representaciones y líneas d e

reflexión.

P ara d a r cuenta d e estas tensiones, y tras ex p lo rar en u n p rim er a p a rta d o las visiones n egativ as

d el p erío d o colonial presentes e n el grueso d e la producción discursiva d e las d écad as d e 1830 y

1840, m e detengo p articularm ente en el exam en de las representaciones q u e reco rren los escritos

p ro d u c id o s por dos sectores d u ra n te esos años: la G eneración d e 1837 y los publicistas del

rég im en rosista. En cuanto a los p rim eros, la elección radica e n el hecho q u e fu e ro n ellos

qu ien es hicieron algunas de las críticas m ás d u ras al p asa d o colonial -e n tan to ese p asa d o

seguía siendo p arte de su p re sen te-, p ero tam bién fueron m iem bros d e ese g ru p o o allegado s al

m ism o quienes com enzaron a p lan tea r la necesidad d e rev alo rizar esa experiencia o, al m enos,

d e conocerla mejor. En cuanto al rosism o, p o rq u e el análisis d e sus representaciones del p asa d o

- y d e su producción discursiva en g en e ral- resulta ta n estereo tip ad a q u e salvo co ntad as

excepciones no perm ite d a r cuenta d e su s particu larid ad es. En efecto, to d av ía se insiste, a u n q u e

a m i juicio erróneam ente, en tratarlo com o u n intento p o r re to rn ar sin m ás a la socied ad

administración civil y económica. “Municipalidades ó Cabildos (extractado de una obra argentina, por M.
Sastre)” en La Ilustración Argentina. Museo de Familias. Bs.As., Imprenta Americana, 2da. época, n° 5,
3/1/1854, p. 65 (El texto de Alberdi es “Leyes y tradiciones políticas anteriores a la Revolución de 1810” en
Derecho Público Provincial Argentino. Bs. As., La Cultura Argentina, 1928, p. 75 y ss. [1853]).
149

colonial. Es p o r esa razón q u e resu lta d e especial interés in d ag ar cuáles eran sus

rep resentaciones d e ese período. Por últim o exam ino d e q u é m odo y p o r q u é razones com enzó

a elab o rarse u n a n u ev a im agen del p e río d o colonial d u ra n te la d écada d e 1850, n o tan d o

tam b ién las lim itaciones que este rep lan teo tuvo.

La m ad re d e to d o s lo s m ales
C om o ya noté la p o stu ra do m in an te en la vida pública rioplatense con respecto al pasad o

colonial d u ra n te gran p arte del siglo XIX era el d e su condena sin m ayores atenuantes, de lo

cual resu lta u n a elocuente m u estra el grueso d e la d iscu rsiv id ad p ro d u c id a en las d écad as de

1830 y 1840. Esto no im plica desconocer la existencia d e diversos m atices, ya sean d eriv a d o s de

las p reocupaciones e intereses d e los au to res o de los sectores d e los cuales fo rm ab an parte, d e

los objetivos específicos de los escritos, d e quiénes se asp irab a a tener com o interlocutores e,

incluso com o verem os a continuación, d e los géneros en los q u e se dio form a a los relatos,

rep resentaciones y reflexiones sobre ese pasado.

E n g ra n p arte de las m em orias, autobiografías y biografías el perío d o colonial ap en as aparece

tra ta d o y, e n ese caso, sólo se hacen referencias críticas d e carácter general o, p o r el contrario,

m u y p u n tu ales. Este desinterés, evidenciado p o r el hecho d e que en su m ayoría inician la

n arració n con las invasiones inglesas o la R evolución d e M ayo, no era sólo consecuencia de u n a

lim itación cronológica d eb id a a q u e sus p ro tag o n istas h ab ían nacido en los últim os años del

d o m in io colonial. R ecordem os q u e la R evolución y las g u erras d e in d ep en d en cia con stitu y en el

núcleo d e esas narraciones, p u es no sólo legitim an las acciones d e sus p ro tag o n istas sino q u e

tam b ién d o ta n d e interés y d e sen tid o su s p ro p ias vidas. D e ese m o d o se d ab a form a a u n

c u a d ro vigoroso frente al cual el m u n d o colonial sólo p o d ía aparecer desdibujado, sobre to d o

p o rq u e su n eg a tiv id ad resu ltab a tan ev id en te q u e n o am eritaba vina indagación d etallad a sobre

su s características precisas. Es p o r eso que resu lta difícil en contrar en esas obras

rep resentaciones d e la experiencia colonial que p re sen ten alg ú n espesor, en tanto ésta era

co n d e n ad a d e antem ano y, d e ese m odo, tra ta d a com o u n a abstracción o com o u n a to talid ad

d esd eñ ab le a priori.

Esto no im plicaba la ausencia d e to d a alu sió n concreta a ese pasado. Sin em bargo, y salvo casos

excepcionales com o los ap u n tes biográficos d el D eán F unes q u e m u estran alg u n as d e las

tensiones existentes en esa sociedad215, estas referencias su elen estar circunscriptas a las p artes

215 “Biografía del Doctor Don Gregorio Funes”, en Archivo del Doctor Gregorio Funes. Bs.As., Imprenta
de la Biblioteca Nacional, tomo I, 1944 [Bs.As., Imprenta Bonaerense, 1856; reproducido en la Galería
de Celebridades Argentinas] .
150

in tro d u cto rias en las que se tra ta n antecedentes genealógicos, o a algunas referencias aisladas

hechas en el cuerpo del texto m ayorm ente dirigidas a reco rd ar la form ación o los estu d io s d e los

b iografiados o autores de las m em orias. Estas descripciones actú an adem ás com o u n a su erte d e

sinécdoque d e lo que había sido la sociedad colonial, y a q u e no hacen m ás q u e confirm ar el

carácter opresivo y re tró g rad o que había tenido esa educación, com o p u e d e apreciarse en la

b iografía d e Julián Á lvarez o en los recuerdos d e Ignacio N ú ñ ez216.

El carácter generalizador y la repetición d e m enciones críticas cu m p len la función d e establecer

u n m arco o trasfondo n egativo u opaco en el que, por contraposición, resaltan las acciones d e

los p rotagonistas de esos relatos así com o el nuevo estad o social conquistado. Esto p u e d e

apreciarse tam bién en las m utaciones q u e sufren las periodizaciones em p lead as en las crónicas,

anales o efem érides, pues las dataciones referidas al período colonial lo d iv id en en d écad as o

siglos, m ientras q u e a p a rtir d e 1806 o de 1810 lo hacen d e m es a m es o d e día en día. P ero no

sólo p o rq u e los acontecim ientos p re sen tan m ayor interés, sino tam b ién p o rq u e se les atrib u y e

u n a m ay o r densidad: se d ab a p o r hecho q u e e n el p erío d o colonial no p o d ía h ab er p a sa d o n a d a

d em asiad o significativo. En sum a, el pasad o colonial era considerado com o u n a su erte de

p reh isto ria gris y m on ó to n a q u e el m ovim iento revolucionario h ab ía v en id o a dejar atrás, y

cuyo conocim iento preciso no sólo no p resen tab a m ayor interés sino q u e su valoración neg ativ a

era u n a condición im plícita e n la escritura y lectura d e esos textos.

A u n q u e igual d e críticos, los ensayos in tro d u ce n otros m atices en el exam en d e ese p asad o . Es

q u e sus au to res le p re sta n m ay o r atención d a d o que éste era percibido no sólo com o u n a etap a

prehistórica q u e la R evolución h ab ría v en id o a poner fin, sino tam b ién com o u n a experiencia

cuyo legado nefasto im p ed ía av a n zar en la sen d a del p rogreso y el o rd e n republicano. Florencio

V arela aseguraba p o r ejem plo q u e quienes h ab ían in d a g a d o en las causas d el d eso rd e n político

q u e aquejaba a los pueblos del P lata concluían q u e éste era consecuencia d e la ausencia de

prácticas d e gobierno p ro p io d u ra n te los años d e dom inio colonial pues

"N atu ral era que, llam ados rep en tin am en te á gobernarse á si m ism os, se p e rd ie se n e n
ensayos, inútiles unos, peligrosos otros; y que, estrav iad o s sin guia fija, corriesen

216 El biógrafo de Álvarez nota que éste había recibido una "Educación enteramente vana e inútil para la
vida social, á pesar de los hábitos de disciplina, orden y subordinación, que un régimen enteramente
monástico infundía en los alúmnos. Educación calculada para inutilizar el génio y los talentos que la
naturaleza hubiese deparado á los hijos de América; pero que no se podía dejar de recibir á falta de otra
mejor”. Mucho más precisas son las referencias a la opresiva y degradante educación recibida por Ignacio
Núñez que su hijo Julio mantuvo inéditas al publicar sus cuadernos en 1857 -así como también lo hizo
con la condición de hijo natural del autor- Juan Andrés Gelly y Obes, Apuntes biográficos del Dr. D.
Julián Alvarez. Montevideo, Imprenta del Nacional, 1844, pp. 2/3; Ignacio Núñez, Autobiografía. Bs.As.,
Senado de la Nación-Academia Nacional de Historia, 1995 [escrita desde 1839]. •
151

irreflexivam ente tras d e los caudillos y los dem agogos, cuyos m edios d e contener á la
m u ltitu d se re d u cian á lisonjear sus p asiones y á p redicar la in d ep en d e n cia individual. De
ahí la relajación d e todos los vínculos, sociales, la anarquía; y p ro d u c to d e esta, el
d esp o tism o "217.

Ésta u o tras afirm aciones sim ilares no sólo eran recurrentes, sino q u e tam b ién solían estar

aco m p añ ad as p o r referencias a esa otra experiencia que oficiaba com o su contracara: la d e las

colonias inglesas en N orteam érica, obligado p u n to d e com paración a la h o ra d e in d ag ar las

raíces históricas d e los m ales del presente. La razón es q u e a cualquier o b serv ad o r le resu ltab a

ev id en te q u e el tránsito d e la colonia a la república había re su ltad o m ás arm onioso en

N orteam érica, facilitándose de ese m o d o la consolidación institucional y el progreso

socioeconóm ico. Así, e n su defensa del A cu erd o de San N icolás e n junio d e 1852, V. F. López

plan teó que la an a rq u ía q u e aquejaba al P lata provenía del hecho q u e su in d ep en d en cia se había

p ro d u c id o cu an d o se hallaba en su infancia sin hab er p o d id o siquiera darle no m b re d e nación, a

diferencia d e N orteam érica d o n d e ya existía u n pueblo co nstituido y con intereses en com ún.

Del m ism o m odo, Félix Frías n o taría tiem po después q u e en el N o rte la ru p tu ra con el p asa d o

colonial había sido arm ónica ya q u e era n libres desd e antes y ten ían instituciones y costum bres

q u e sólo d ebieron continuarse. C on lo cual los fu n d a d o res d e su in d ep en d e n cia no debiero n

recu rrir a teorías insensatas com o había su ced id o en el Plata, q u e es lo q u e en v e rd a d q uería

m o strar con esa com paración histórica218. C om o se habrá p o d id o apreciar -y com o cabría

e sp e ra r- el p asa d o colonial era v alo ra d o d esd e el m u y diverso p resen te d e am bas sociedades.

M ás aún, p o d ría sostenerse q u e en v e rd a d lo q u e im p o rtab a d e ese p asa d o era su prolongació n

en ese p resen te y, m ás precisam ente, su incidencia: negativa e n el Plata e H isp an o am érica y


p o sitiv a en N orteam érica.

A h o ra bien, a u n q u e estos ensayos, estudios, artículos periodísticos e incluso alg u n as novelas

com o las del p ro p io L ópez p o d ía n b rin d a r m ayores precisiones sobre las características del

p erío d o colonial, a u n q u e esta pro d u cció n p ro cu rara d a r cuenta d e su pervivencia nefasta, esto

no im plicaba q u e cam biara su valoración com o el reverso negativo d e la sociedad rep u b lican a

posrevolucionaria. Por el contrario, no era n pocas las veces que-su exam en era u tilizad o p a ra

enfatizar ese contraste, com o p u ed e apreciarse e n otro texto d e Florencio V arela q u e si bien se

trata d e u n p u n teo en u n b o rra d o r inédito, po n e de relieve cuáles eran p a ra él los fenóm enos y

217 CP n° 420, 9/3/1847.


"I8 V. F. López, Intervención del 22 de junio en “Debates en la Sala de RR. De Buenos Aires sobre el
Acuerdo hecho en San Nicolás de los Arroyos en 31 de mayo de 1852”, en E. Ravignani (ed.) Asambleas
Constituyentes Argentinas. Bs.As., Peuser, tomo IV, 1937, p. 378 [Bs.As., Imprenta Argentina, 1853]; F.
Frías, “Estudios Históricos” en Escritos y discursos. Bs.As., P. Casavalle ed.. 1884. p. 355 [La Religión.
19/9/1857],
152

los procesos dignos d e ser rescatados del pasad o local. En ese sentido resulta significativo q u e

com ience aseg u ran d o q u e el país carecía d e an tig ü ed a d es capaces d e em bellecer y d a r interés a

su historia d a d o que, por ejem plo, no había habido " ed ad m edia" o "g u erras d e religión" -

lam ento que evidencia la valoración positiva que hacía el ilustrado y neoclásico V arela del

rom anticism o europeo o, al m enos, d e las orientaciones que éste m ovim iento p ro p o n ía -.

A dem ás nota q u e el descubrim iento y la conquista d e estas regiones concitaban m enos atenció n

q u e los d e otras áreas del continente. Se p re g u n ta entonces qué interés p o d ría tener esa historia,

y la resp u esta no parece m uy p rom isoria en lo que hace al p erío d o colonial: q u e la co n q u ista

h ab ía d e m a n d a d o la v id a de 4000 españoles y casi u n siglo d e trabajos, y los conflictos

territoriales entre las C oronas d e E spaña y P ortugal. P ero esa falta d e d en sid ad histórica no sólo

n o se le ocurre com o algo grave sino q u e h asta le resu lta halag ü eñ a pues ese pasad o no era m ás

q u e la contracara negativa de lo su ced id o tras la Revolución. Por eso, estim a que hay

"(...) u n gran contraste entre los p ro g reso s de la adm inistración argentina, co m p arad o con
la an tig u a ignorancia d e estas regiones; contraste entre la riqueza y com ercio, co m p arad o
con la an tig u a población n u estra y con la d e aquellas otras d e A m érica"219.

C o n lo cual, a u n q u e p o r otras vías y asp ira n d o a u n conocim iento m ás preciso, su m irad a sobre

la experiencia colonial no parece alejarse dem asiad o d e la que anim aba las biografías y

m em orias, en tan to se constituía en el reverso negativo del presente.

V arela señala ad em ás q u e el fenóm eno dig n o d e m ay o r atención eran las d isp u ta s territo riales

en tre las C oronas d e E spaña y P ortugal. P or u n lado, p o rq u e p erm itían e n ten d e r la evolución d e

la sociedad colonial en el P lata q u e estu v o fu ertem en te condicionada por esos conflictos. P or el

otro, p o rq u e su esclarecim iento resu ltab a im prescindible p ara p o d er establecer los lím ites en tre

los E stados herederos, lo cual añ a d ía u n interés pragm ático al conocim iento d e ese pasad o . D e

hecho el texto citado es la introducción a u n estu d io q u e tam b ién perm aneció incom pleto e

in éd ito con el q u e p re te n d ía exam inar esos conflictos a la lu z d e docum entos históricos, alg u n o s

d e los cuales llegó a p ublicar en la Biblioteca del Comercio del Plata. C om o es d e su p o n er, los

estu d io s referidos a estas cuestiones d e b ía n ad e n trarse con m ayor precisión en el exam en del

p asa d o colonial, a u n q u e m ás no fuera en la d im en sió n ad m in istrativ a y en los acu erd o s o

219 Para inmediatamente precisar que su referencia era en verdad a Buenos Aires, ciudad que se destaca
por su comercio, por la civilización y el progreso, aparte de haber sido el primer agente y mantenedor de
la revolución americana dando existencia incluso a otras naciones. “Apuntes de un discurso preliminar”,
en Introducción y parte del primer capítulo de una obra inédita del Sr. D. Florencio Varela, titulada
“Cuestiones entre España y Portugal sobre los límites de sus respectivas conquistas en la América
Meridional hácia el Rio de la Plata y sobre la Colonia del Sacramento, Río de Janerio, Octubre 1842,
AGN, Sala VII, Colección Carlos Casavalle, Legajo n° 2311, 1834-1846. -
153

conflictos d e la C orona con otras potencias. A sim ism o alen tab an la b ú sq u e d a d e textos o

d o cu m entos referidos a exploraciones, fundaciones, conquistas, poblam iento u otro hecho que

sirviera de antecedente p ara legitim ar reclam os o d efen d er derechos territoriales. C om o se vio

en la sección anterior, ese interés tu v o expresión m aterial en la edición d e colecciones

d o cu m entales y e n la escritura d e obras p o r funcionarios o publicistas en los q u e se sostenían

esos derechos y, en m enor m edida, en artículos periodísticos. De todos m odos, com o ya noté

tam bién, este corpus sólo cobraría im pulso e n el últim o tercio del siglo XIX al increm entarse las

d isp u tas p o r los lím ites territoriales.

Este interés pragm ático p o r el p asa d o colonial, anim ó a todos los estu d io s histórico-geográficos

y no sólo aquellos referidos a d isp u tas territoriales. En estos textos la co n d en a a E spaña se

m an tiene casi inalterable con el aten u a n te d e algunos hechos o figuras d ignos d e encom io y, p o r

eso m ism o, excepcionales. En ese sen tid o resulta ilustrativo el trabajo d e A renales sobre el

C haco, y a q u e a la vez q u e ofrece u n relato preciso sobre el proceso d e ocupación d e esa región,

co n d en a explícitam ente el m odelo de exterm inio seguido por los conquistadores que, por

ejem plo, había provocado el despoblam iento de la zona d o m inada por los calchaquíes. Por el

contrario, y pensando en cuáles debían ser las políticas a seguir d e ahí en más, es decir, atendiendo

al v erd adero propósito del libro, estim a q u e se debería haber atraído a los indígenas a la vida

civilizada en form a pacífica220.

A hora bien, q u e existieran m otivaciones precisas para explorar ese p asado en tanto el m ism o p o día

resultar u n aporte p ara resolver problem as d e actualidad, no parecía ser u n a condición suficiente

p ara concretar esa aspiración. Apearte d e las razones que ya expuse en la sección anterior, existían

otros obstáculos atribuidos a las propias características d e la sociedad colonial q u e habría

condicionado tam bién las evidencias legadas por lo q u e se las consideraba insuficientes o poco

confiables. El propio Arenales, a la vez que relata el proceso d e ocupación d e la región chaqueña y

describe las características de los pueblos indígenas recurriendo p ara ello a relatos de

conquistadores, funcionarios y religiosos, n o deja de m ostrar su m ás viva desconfianza en esas

fuentes, especialm ente las de los jesuítas; p o r el contrario, explícita su preferencia p o r las

pro d u cidas en el últim o m edio siglo p o r viajeros, exploradores y com erciantes q u e estaban

anim ados p o r otro espíritu e intereses. Esta m ism a desconfianza se exhibía tam bién ante otro tipo

fuentes com o las estadísticas, ya q u e se estim aba que e n caso d e existir debían ser erróneas d a d a la

desidia d e la adm inistración colonial p o r conocer la sociedad que gobernaba. P or eso en u n artículo

publicado poco después d e Caseros, el autor notó que


154

"E n vano volverem os la vista á los tres siglos que h an pasado desde la fundación d e Buenos
Aires: en vano estudiarem os sus historiadores prim itivos y sus archivos m as im portantes,
n ad a hallarem os absolutam ente. Un velo im penetrable cubre nuestra existencia: no sabem os,
ni podem os ya saber por que senderos corrió la v id a d e nuestros pueblos: com o fueron ellos
creciendo: que lecciones nos han dejado, ó q u e teorías sociales ó económ icas se ven
confirm adas con los datos que la sociedad antigua nos legára. Ignoram os é ignorarem os p or
siem pre los usos y costum bres d e nuestros antepasados de ayer, y ni podem os com prender
los m ism os hechos historíeos que se v en en nuestros anales porque nos faltan todos los
antecedentes p ara form am os siquiera una idea del estado de cada C iudad en u n año, y aun
en u n siglo d ad o "221

P or su p u esto q u e estas prevenciones eran exageradas. De hecho, estos m ism os d o cu m en to s

p u d ie ro n com enzar a ser utilizados pocos años m ás tarde. Esto ya era a d v e rtid o p o r M itre hacia

1857 al saludar los trabajos em prendidos por M. Trelles en la Oficina de Estadística, cuyas

investigaciones sobre población y reparto d e la tierra se rem ontaban a la llegada de los prim eros

colonizadores222. De todos m odos resulta significativo que incluso en aquellos casos q u e por

n ecesid ades pragm áticas se p ro cu rab a exam inar con m ay o r detenim iento el p asa d o colonial, la

valo ración negativa del m ism o dificultaba o im p ed ía tam b ién su conocim iento al ex ten d erse ese

juicio crítico hacia los propios testim onios legados o prod u cid o s p o r sus p ro tag o n istas. Y lo

m ism o su ced ía al revés: cu an d o se p o n ían en circulación docum entos que p o d ían p erm itir ese

conocim iento, éstos no hacían m ás q u e revelar los m ales intrínsecos del régim en colonial. M ales

cuya ex tensión era ta n p ro fu n d a q u e h ab ían afectado tam bién las acciones o las fig u ras dign as

d e ser reiv in d icad as o enaltecidas.

Estas cuestiones fu ero n p lan tead as p o r P ed ro d e A ngelis en algunos d e los n u m ero so s textos

q u e escribió p a ra su colección d e docum entos. R ecordem os que ésta se inicia con la Historia

Argentina d e R ui D íaz d e G uzm án, an teced id a p o r u n Discurso preliminar del ed ito r q u e destaca

su v alo r e interés, a la vez q u e llam a la atención sobre el hecho q u e la m ism a h u b iera

p erm an ecid o inédita. Esta circunstancia la había co n d en ad o al olvido, así com o tam b ién a

q u ienes h a b ía n p articip ad o d e la gesta q u e describe223. De ese m odo, y m ás allá d e trata rse de

220 José Arenales, Noticias históricas y descriptivas sobre el gran país del Chaco v Río Bermejo, con
observaciones relativas a un plan de navegación y colonización que se propone. Bs.As. 1833.
221 “Estadística” en El Nacional. Periódico comercial, político y literario. Bs.As., Imprenta Argentina n°
28, 5/6/1852.
222 “Estudios estadísticos”, en LD, n° ?, 14/11/1857.
223 "Esta indiferencia por los trabajos de un escritor, que puede ser considerado como el primer historiador
de estas provincias, no es fácil comprenderlo, ni seria posible explicarlo (...) El autor de la Argentina,
cuyo objeto, según lo indica en el preámbulo de su historia, era impedir que se consumiese la memoria de
los que, á costa de mil sacrificios, habian acrecentado el poder y la gloria de la corona de Castilla, no solo
no es oido con favor, sino que se le trata con desden!", "Historia Argentina del descubrimiento, poblacion
y conquista de las Provincias del Río de la Plata", por Rui Diaz de Guzman en el-año de 1612, primera
155

u n artilugio ten d ien te a resaltar su m érito al d a r a luz u n inédito de gran valor, re su lta notable

q u e la p rim era intervención d e A ngelis ap u n ta ra a lograr u n m ayor conocim iento de la

conquista y colonización del Río d e la Plata. Pero si resu lta notable es p o rq u e incluso cu an d o

p ro cu ra recu p erar esos hechos y su s protagonistas, no p u e d e dejar d e criticar a E spaña por

h ab er co n d en ad o al olvido a aquellos q u e la habían engrandecido y enriquecido.

Esto no era sin em bargo lo p eo r q u e se p o d ía decir d e la madre patria y de la posibilidad de

conocer los hechos p o r ella protagonizados. Basta p en sa r en los escritos juveniles d e A lberdi o

d e López en los q u e se le n iega a E spaña h asta la posibilidad m ism a d e p o d er articu lar u n relato

capaz de d ese n trañ ar su ru m b o histórico. A lberdi aseg u ra en ese sentido q u e incluso e n el caso

q u e h u b ieran p o d id o establecerse esos hechos, España igual no habría estad o en condiciones d e

escribir u n a historia d a d a su incapacidad p ara reflexionar y generalizar, d eb ien d o conform arse

entonces con la esc ritu ra d e crónicas coloridas pero carentes de to d a filosofía q u e p erm itiera

ofrecer u n a explicación histórica. M ás radical se m ostró a ú n V. F. López, q u ien poco d esp u és

arg ü iría q u e los hechos d e la h istoria española sólo p o d ía n ser consignados en crónicas ya q u e

carecían en sí d e to d a filosofía q u e los trascendiera224.

En cuanto a los re su ltad o s q u e p o d ían p ro d u cir los intentos por d o tar de un carácter concreto a

la sociedad colonial a la v ez q u e se m an ten ía u n juicio negativo sobre esa experiencia, resulta

ilu strativ a la edición p o rteñ a del texto d e W. Parish. A u n q u e el ex cónsul inglés no realiza u n a

lectura sociológica o política del fenóm eno colonial, sino q u e m ás bien acu m u la descripciones o

episodios a m o d o d e saber enciclopédico, n o p u e d e evitar p ro n u n c ia r u n juicio m oral negativ o

sobre esa experiencia. D e m o d o previsible destaca la ra p acid ad y falta de escrú p u lo s d e los

conq u istadores q u e los llevaba a robarse en tre ellos; la incuria de u n a C orona in cap az d e

explotar las riq u ezas del territo rio rioplatense d a d o su interés exclusivo e n la extracción d e

m etales preciosos; la im p lan tació n d e u n sistem a m onopólico opresor del com ercio y la

p ro d u cción local. Sin em bargo in tro d u ce u n m atiz significativo al n o tar q u e e n m ed io d e ese

estad o social se h ab ía p ro d u c id o u n avance dem ográfico y económ ico en la reg ió n litoral y en

especia] en Buenos A ires, creán d o se así nuevos intereses q u e abo g ab an p o r el libre com ercio.

P ero esto no im plicaba q u e sus hab itan tes asp ira ran a la in d ep en d en cia pues ésta se p ro d u c iría

p o r la crisis d e u n a C orona q u e había dejado a las colonias libradas a su suerte. Lo m ás

interesante del texto son u n a v ez m ás las notas ag reg ad as p o r su traductor, Justo M aeso, qu ien

edición, ilustrada con disertaciones, y un Índice histórico y geográfico para la mas fácil inteligencia del
texto, Discurso Preliminar del Editor, p. 1, en Colección de.... op.cit., tomo I.
156

p ro p o n e u n cam bio d e perspectiva tendiente a a te n u a r los cargos hechos al proceso de

co n quista y colonización. Por eso le reprocha a P arish hab er olvidado los beneficios q u e en

ocasiones hacían esos co n quistadores a los pueblos d e los q u e se apoderaban, ap a rte d e señalar

q u e los p o rtugueses, holandeses, franceses, pero sobre to d o los ingleses, hab ían sido iguales o

peores, sin q u e tu v iera n la excusa d e ac tu a r en tiem pos rem otos o d e ser poco cultos com o los

españoles a quiénes tanto criticaba225.

Estos m atices d a n cuenta d e u n a n u ev a perspectiva q u e com enzaba a abrirse paso en la décad a

d e 1850. Pero ¿por qué n o su rg iero n antes?. ¿Y p o r q u é cu an d o lo hicieron no cobraron fuerza,

ni tam poco lo g raro n trad u cirse en relatos capaces d e d o ta r d e espesor la experiencia colonial?

Estos interrogantes se p u e d e n precisar u o rien tar m ejor si se exam ina la producción discursiv a

d e la G eneración d e 1837 y la de los publicistas del régim en rosista. ¿Acaso los jóvenes

rom ánticos no te n d ría n q u e haber in d a g a d o en los vericuetos d e ese pasado? Y q u é decir del

rosism o q u e p ara sus ad versarios -y p a ra varios d e sus ad m irad o res p o stu m o s- era u n a v u elta

al an tig uo orden: ¿produjo o alentó la elaboración d e relatos q u e d o tara n d e espesor a esa

experiencia o que, al m enos, p erm itieran recu p erarla en form a positiva? En los siguientes

ap a rta d o s se an alizan estas cuestiones pues, m ás allá d e su interés intrínseco, p erm iten ap reciar

m ejor la valoración q u e hacían las elites criollas d e la experiencia colonial.

El régimen rosista: ¿una restauración del pasado colonial?


Si h ab ía algo sobre lo cual no ten ían m ayores d u d a s los opositores al régim en rosista, era q u e

éste encarnaba en form a acabada las consecuencias m ás nefastas que h abía tenido el o rd e n

colonial. M ás aún, m uchos no d u d a b a n en afirm ar q u e se tratab a d e u n a v e rd a d e ra reacción, de

u n in tento p o r volver al p asa d o prerrevolucionario. P or ejem plo Florencio V arela, cuyas

apreciaciones solían ser m ucho m ás m o d era d as q u e las d e sus com pañeros d e lucha, aseg u rab a

que

"T an an tig u a com o la d ictad u ra d e R osas es la p ersu acio n e n los q u e e stu d ia n su s m ed io s


y su s fines, d e q u e ella es u n a reacción m ed itad a y com pleta contra los principios d e la
g ra n revolución d e 1810; u n retroceso al gobierno irresponsable de u n a sola persona, y al
estad o social d e la v id a del colono. Si se ecep tu a la in d ep en d en cia política, todos los otros
dogm as, todos los objetos d e aquel glorioso m ovim iento, h a n sido com batidos p o r Rosas
con p erseverancia d iabólica"226.

224 J. B. Alberdi, FP, p. 245; V. F. López "Introducción á la Historia de los partidos políticos de la República
Argentina", en Corrientes en la organización Nacional, vol. 1, Bs.As., G. Kraft 1911, p. 12 [atribuido
erróneamente a Juan Pujol, escrito cerca de 1840],
225 M , P- 66.
- 157

C om o es sabido, esta caracterización tam bién se la p u e d e encontrar en g ra n p arte d e la

p ro d u cció n historiográfica del siglo XX; incluso en la obra d e aquellos que v eían con sim patía
esa restauración del o rd e n jerárquico hispánico.

Este ab ru m a d o r consenso perm ite av e n tu rar q u e el régim en rosista había p ro cu rad o d o tarse d e

leg itim idad y pro sap ia a través d e la elaboración d e relatos q u e exaltaran y recu p eraran ese

p asa d o o, al m enos, q u e d o tara n de espesor e interés a aspectos sustanciales del m ism o. Esta

conjetura resulta m ás p lausible cu an d o se considera q u e contaba con otras condiciones q u e

favorecían esa operación: la p retensión d e unificar políticam ente el territorio rioplaten se

to m an d o com o m odelo la traza del an tig u o virreinato -c o n la excepción no siem pre clara de

U ru g u ay y d e las provincias altoperuanas p ertenecientes a Bolivia-; la apelación a u n discurso

n ativ ista q u e destacaba la sin g u larid ad am ericana; la pro fu sa producción d e u n corpus

sim bólico, icónico y discursivo dirig ido a diversos públicos locales y extranjeros cuyo p ro p ó sito

era legitim ar el régim en; y, finalm ente, la presencia d e u n escritor com o P edro d e A ngelis, qu ien

con tab a con to d as las condiciones intelectuales y m ateriales p a ra realizar ese tipo d e n arrativ as

a p a rte d e m ostrarse siem p re solícito en satisfacer los p e d id o s d e Rosas.

P ues bien, a pesar d e lo señalado, entre la copiosa p ro d u c ció n discursiva del régim en rosista no

se en cu en tran narraciones significativas sobre el p asa d o colonial. De hecho las representaciones

sobre ese período, al igual que gran parte d e la producción discursiva del régim en, se encuentra

dispersa e n cartas, docum entos oficiales, artículos periodísticos, proclam as o discursos e n la

legislatura, pero no en obras que aspiren a sistem atizar o d a r form a a una línea d e desarrollo

histórico, ni tan siquiera a d o tar d e espesor o m ayor interés a la sociedad colonial227. Por otro lado,

y contra lo que cabría esperar, ese pasado tam poco parecía ser especialm ente reivindicado, o al

m enos no lo era del m o d o p lan tead o p o r sus opositores y p o r g ra n p arte d e la historiografía del

siglo XX. ¿C uál era entonces la relación en tre el rég im en rosista y el pasad o colonial? ¿Q ué

representaciones y discursos sobre el m ism o elab o raro n su s publicistas? Las siguientes líneas se

p ro p o n e n trata r estas preg u n tas. P ara ello co n sid eraré e n p rim e r lugar alg u n o s conjuntos

genéricos en los q u e p o d ría haberse d a d o form a a aspectos significativos d e ese pasad o , para

luego explorar cuáles e ra n las representaciones del m ism o y q u é sentido tenían en el discurso
del régim en.

^ CP n° 405, 19/2/1847.
Para las características del discurso rosista (géneros, formatos, públicos, enunciadores, delimitación
espacial y temporal, etc.) me remito al trabajo de J. Myers, Orden y virtud. El discurso republicano en el
régimen rosista. Bs.As., UNQUI, 1995. •
158

D ad a la ausencia d e relatos históricos relativos al an tig u o o rd e n o d e textos literarios q ue

p u d ie ra n cu m p lir con esa función, resulta necesario d etenerse e n otro tipo de trabajos. En

p rim er lugar, claro está, la Colección d irig id a por P ed ro d e A ngelis q u e suele ser considerad a

con justicia com o la m áxim a expresión historiográfica del período. La cantidad y calidad de

docu m entos del p erío d o colonial allí com pilados y la expectativa con la q u e fue recibida la obra,

h acen su p o n er la im portancia que se le asignaba a ese pasad o . Esto era destacado por de

A ngelis en algunos d e los textos q u e añ ad ió p ara hacer inteligibles los docum entos, sobre todo

en los referidos al proceso de conquista del Plata cuyo significado y valor m agnificaba para

p o d e r ponerlo a la a ltu ra d e los m ucho m ás ren o m b rad o s d e M éxico y Perú. Sin em bargo hay

do s cuestiones q u e p o n e n en entredicho o al m enos m atizan esta reivindicación. En p rim er

lugar, com o se vio en la p rim era sección, p o rq u e este interés no se tradujo en n in g ú n relato

so sten ido por esos docum entos. En seg u n d o lugar, y m ás im p o rtan te aún, p o rq u e la

reivindicación p u n tu a l d e alg ú n fenóm eno, suceso o figura q u e d a o p acada p o r el severo juicio

crítico q u e le m erecía al n ap o litan o la experiencia colonial, cuyos m ales hacían evidentes esos

m ism os d o cu m en to s q u e la colección d ab a a luz. Es q u e su valoración d e ese p asa d o no difería

e n n ad a del d e otros publicistas com o Florencio V arela o V alentín Alsina, con quienes

co m p artía tam bién la predilección p o r algunos tem as com o la conquista, las exploraciones y las

d isp u tas lim ítrofes o territoriales que poco p o d ía n ap o rta r al conocim iento d e la sociedad

colonial.

O tro corpus en el q u e cabría encontrar obras que de alg ú n m odo constituyeran narrativas sobre el

pasado colonial o que, al m enos, lo dotaran d e alg ú n espesor, es el com puesto por m em orias,

testim onios y biografías. Y qué mejor para ello que las biografías del propio Rosas. Cabe notar q ue

en lo que hace a la relación con el antiguo orden, las dos m ás im portantes que le fueron dedicadas

no parecen desentonar dem asiado con textos análogos provenientes d e otras form aciones políticas

o ideológicas, pues al igual que éstas no evidencian n in g ú n interés por ese pasado al que se

su p o n ía el biografiado ansiaba retom ar. En la "Introducción histórica" de la publicada p o r la Sala

de Representantes e n 1842 no h ay referencia alguna a esos años, lo cual puede atribuirse al hecho

q ue se trata de u n a apología d e su v ida pública. N o es éste el caso d e la publicada anónim am ente

p o r Pedro d e Angelis en 1830 p ara afianzar su pertenencia a la facción federal rosista tras su paso

po r las filas rivadavianas, ya q u e allí sí se hacen referencias a ese pasado. Sin em bargo, éstas no

p asan d e u n ráp id o exam en y reivindicación del accionar d e los abuelos y el p ad re d e Rosas, sobre

todo en aquello q u e anticiparía el suyo com o ser el fom ento d e la p az en la frontera indígena228.

228 Rasgos de la vida pública del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas (Homenaje de la Sala de
Representantes), edición facsímil, Editorial Freeland, Bs.As., 1975, [Bs. As., 1842]; Pedro de Angelis.
159

U n tercer conjunto discursivo cuya fin alid ad p erm ite su p o n er que se d esp lieg u e u n m ay o r

interés p o r in d ag ar y recu p erar aspectos del o rd e n colonial, es el constituido p o r los textos

d estin ados a sostener reclam os territoriales. En ese sen tid o resulta d e especial interés la

p ro d u cción referida a la d isp u ta p o r la soberanía d e P araguay. Por u n lado, p o rq u e p o d ría

alegarse u n origen co m ú n y, así, sería necesario h acer alg u n a referencia m ás precisa sobre ese

pasado. Por el otro, p o rq u e m ás allá d e los reclam os y las diferencias p o r M alvinas, M agallanes

o Tarija, este conflicto ocupó el centro d e la atención del régim en rosista d u ra n te g ra n p arte d e

la d écada de 1840. C abe reco rd ar q u e tras la m u erte d e G aspar Francia a principios de esa

d écada su sucesor, C arlos A ntonio López, procuró term in ar con el aislam iento d e P arag u ay

in terv iniendo m ás activam ente e n los conflictos q u e afectaban a los pueblos del P lata. P ara ello

estableció vínculos con algunas provincias com o C orrientes así com o tam b ién con E stados

am ericanos y europeos. Sin em bargo, la cancillería rosista desconoció su in d ep en d en cia, p o r lo

q u e la calificaba com o u n a "p ro v in cia arg en tin a rebelde", m ientras q u e en sus m ensajes a la

L egislatura Rosas se refería a esa d isp u ta en el ru b ro "In terio r" y no "Relaciones E xteriores".

E n cu anto a los arg u m en to s p ara sostener la pertenencia d e P arag u ay a la C onfederación resu lta

in d istin to cu alq u ier texto, ya q u e el estilo p ro p ag an d ístico y diplom ático del rég im en se

caracterizó p o r repetirlos u n a y otra vez en fo rm a m achacona. P u ed en encontrarse, p o r ejem plo,

e n u n artículo pub licad o p o r la Gaceta Mercantil en 1851 q u e d a cuenta del m alestar d e A u stria

p o r la introm isión d e agentes n o rteam ericanos q u e p re te n d ía n reconocer la R epública H ú n g a ra.

Este incidente es ap ro v ech ad o p o r el articulista p a ra recordarle a ese gobierno q u e así hab ía

pro ced id o éste al reconocer la in d ep en d e n cia d e P ara g u ay poco tiem po antes, d a n d o lu g ar

entonces a u n a clarividente reflexión d e Rosas sobre el peligro q u e im plicaba p a ra la p ro p ia

potencia hacer ese tipo de reconocim ientos p u es p o d ría n v olvérsele en contra. P ara reafirm ar la

p reten sión sobre P arag u ay , el diario re p ro d u c e tam b ién el reclam o hecho p o r Felipe A ra n a en

1849 com o M inistro d e Relaciones Exteriores del G obierno d e Buenos A ires y en c arg a d o d e las

d e la C onfederación A rgentina. E n su alegato, A rana nota p o r u n lado q u e

"(...) los m ism os P ueblos y territo rio s q u e co m p o n ían su V ireinato e n tiem p o d e la


d om inación Española, form aron el to d o de la n u ev a R epública. P arte d e ella, era el
P araguay, y esta Provincia, com o las d em as q u e co m p o n ían el V ireinato d e B uenos A yres,
d esd e q u e fue trem olado el e sta n d a rte d e la revolución, sujetáronse á la a u to rid a d d e la
Junta G u b ern ativ a que in stalad a e n esta C iu d a d asu m ió el p o d e r d e los V irreyes"

Ensayo historico sobre la vida del Exmo. Sr. D. Juan Manuel de Rosas. Gobernador v Capitan General de la
Provincia de Buenos Aires. Bs.As., Imprenta del Estado, 1830, pp. 6/7 [Anónimo]. -
160

Esta descripción es por lo m enos discutible. Pero a ú n en caso d e ser cierta, el arg u m e n to

decisivo d e A rana no era esa procedencia com ún q u e debía ser m an ten id a com o si se tratara d e

u n a nacionalidad cuya n atu raleza hacía im posible su desm em bram iento, sino un acu erd o

su scrip to entre la Provincia d e P araguay y el gobierno d e Buenos Aires en octubre d e 1811 p or

el q u e ésta se reconocía parte d e u n m ism o E stado -cu rio sam en te M itre le atribuiría u n a d écad a

m ás tard e hab er sido el acto q u e dio origen al federalism o d isolvente-. En consecuencia, A ran a

sostenía que si bien era cierto q u e P arag u ay se había aislado y no había participado d e la lucha

p o r la in dependencia cuyos frutos no se p riv ab a sin em bargo d e gozar, esto no p o d ía im plicar

en m o d o alguno q u e fu era in d ep en d ien te ya q u e a ú n tenía vigencia esa federación o alian za

hecha en form a v o lu n taria229.

P o d ría suponerse q u e esta arg u m en tació n era consecuencia, p o r u n lado, d e la lógica pactista en

lo q ue hacía a la conform ación d e poderes políticos y, p o r el otro, d e la m ayor legitim idad que

ten ían las acciones to m ad as p o r los gobiernos revolucionarios en d etrim ento d e las decisiones

ad m in istrativ as d e la C orona. De ese m o d o resu ltaría innecesaria cualquier exploración

m inuciosa sobre la conform ación d e esas jurisdicciones en el período colonial. Esto p u e d e

apreciarse m ejor cu an d o se considera lo sucedido con u n m uy interesante texto d e P ed ro


S om ellera publicado p o r La Gaceta Mercantil a principios d e 1851 p ara refutar u n folleto co n el

q u e C arlos A ntonio López había fu n d a d o la aspiración p arag u ay a sobre los pueblos ub icad o s a

la izq u ierd a del P aran á230. En su alegato, el ex profesor d e D erecho d e la U niversidad d e Buenos

A ires, antiguo funcionario colonial en A sunción y v e rd a d e ra au to rid a d en lo q u e hacía a

P arag u ay , hace gala d e eru d ició n relatan d o en detalle la histo ria política de la reg ió n d u ra n te el

siglo XVI. Su objetivo es m o strar q u e ni A sunción com o creían los paraguayos, pero tam po co

n in g u n a o tra ciu d ad , h abía sido capital del territorio rioplatense h asta la creación d e la

g obernación en 1620. A dem ás, señala q u e los errores d e su adversario p ro v en ían d e Funes,

qu ien se h abía basado e n las crónicas d e L ozano y G uev ara realizadas desde la persp ectiv a d e

los jesuítas, p o r lo cual las provincias a las que hacía referencia eran catequísticas y no civiles.

Esto le perm ite arg u m e n tar q u e es u n anacronism o d arle ese estatu s cu an d o a ú n n o h ab ía

gobierno ni provincia del P araguay.

GM> n° 8201, 12/3/1851.


230 El trabajo está precedido por una carta enviada a Rosas un mes antes en la que Somellera le hacía
saber que había vuelto en forma reciente tras veinte años de emigración [se había ido en 1829 a
Montevideo, FW], Le planteaba que había querido tener una audiencia, para lo cual había tentado
diversos medios sin obtener una respuesta positiva. En consecuencia le acercó este folleto, a la vez que
alababa su firme política al frente de las Relaciones Exteriores. GM. n° 8176, 11/2/1851.
161

Este trabajo, que exhibe profusos y m u y precisos conocim ientos del p rim e r siglo d e h isto ria

colonial así com o tam bién u n a valoración a g u d a d e sus fuentes -lo cual evidencia u n a v ez m ás

q u e la ausencia d e relatos históricos no p u e d e atribuirse a la falta de conocim iento sobre los

h ech o s-, ocupa la to talid a d d e las p ág in as d el n ú m ero en el q u e fue publicado. Sin em bargo,

q u e d ó incom pleto al no en contrar c o n tin u id a d en La Gaceta Mercantil que, d u ra n te los m eses

siguientes, siguió llen an d o sus p ág in as con ad hesiones y p ed id o s de los gobiernos provinciales

p a ra que Rosas no efectivizara su ru tin aria renuncia, así com o tam bién con no m enos ru tin aria s

glosas d e prensa extranjera y n o tas oficiales. Sin p o d e r establecer con certeza la causa d e esta

interru pción, q u e no creo obedezca a la filiación política o ideológica de su au to r ya q u e Rosas

h ab ía utilizado en otras o p o rtu n id a d e s textos d e V alentín Alsina p ara sostener derechos

territoriales, parece evidente q u e el trabajo d e Som ellera no presentaba n in g ú n interés especial

p ara el régim en rosista. Y m enos a ú n si se considera que d e ahí se d ed u ce q u e P ara g u ay había

ten id o u n a v id a y u n a ad m in istració n se p a ra d a en el perío d o colonial, hecho que contradecía la

línea arg u m en tal seg u id a p o r la C ancillería porteña. C laro q u e éstas son sólo conjeturas, y a q u e

tam p o co se p u ed e explicar p o r q u é sí se h ab ía co m enzado a publicar. P ero m ás allá d e estos

interrogantes, este ep iso d io p o n e d e relieve la existencia d e conocim ientos p a ra p o d e r elabo rar

relatos precisos sobre el p asa d o colonial o, al m enos, sobre algunos d e sus m om entos, p ero

tam b ién la d e obstáculos q u e d ificu ltab an su concreción, si es que no rev elab an su carácter

innecesario o, peor aún, su peligrosidad.

F inalm ente este desinterés p u ed e apreciarse tam bién en la prensa periódica, incluso e n aquellos

casos en los que los editores se p ro p o n ían darle u n lugar d e privilegio al conocim iento histórico.

Este es el caso d e la Ilustración Argentim , u n a publicación m ensual m endocina aparecida e n 1849,

cuyo exam en tam bién perm ite interiorizarse d e lo ocurrido en las provincias del interior. C laro que

se trata d e u n caso excepcional, ya que a diferencia de sus pares no pretendía ser u n m ero

rep ro d uctor de notas oficiales, m ensajes y proclam as. En efecto, aunque no se p riva de incluir

textos d e esa índole o d e rebatir puntillosam ente a u n Sarm iento calificado com o "furioso hacedor

d e hypérboles" y "com unista em igrado", tam bién difunde autores com o E dgard Q uinet, se

m uestra crítico d e las costum bres tradicionales y alienta u n a valoración en clave rom ántica d e la

geografía local. Es p o r eso que au n q u e no cum plió con el am bicioso p lan d e renovación y difusión

cultural que prom etía su Prospecto, el periódico constituyó igual u n fenóm eno digno d e atención231.

2jl “Exponer en un cuadro abreviado y completo todas las ciencias de que se enorgullece el espíritu
humano; trazar la marcha de las adquisiciones y de las conquistas con que se ha enriquecido la
inteligencia del hombre con el transcurso de las edades y los grandiosos esfuerzos del genio; en una
palabra, recorrer el vasto campo de la naturaleza física y moral, hasta donde ha llegado á penetrarlo el
saber y los trabajos de todas las generaciones, de todos los siglos, tal es el grande objeto que se proponen
los redactores de la presente publicación, y para cuya realización han resuelto no omitir ningún sacrificio,
T anto es así que su aparición fue saludada por algunos opositores al régim en rosista que

m ostraban especial atención a cualquier m ovim iento en las provincias que evidenciara fisuras en

ese o rd e n 232.

E ntre la d iv ersid ad d e tem as q u e el periódico p re te n d ía cubrir se destaca la H istoria, contando

incluso con u n a sección fija en la q u e p o d ría aspirarse a en contrar alguna referencia al pasad o

colonial. Sin em bargo esto no fue así. El prim er núm ero está ocupado por una explicación de los

rudim entos de la cronología en el que se incluyen los diferentes m étodos utilizados para m edir el

tiem po, a la vez que se los aplica para periodizar la historia del hom bre y de la tierra. Esta

periodización, com o toda, no es neutral, sino que tam bién tiene una carga valorativa en la que se

com bina la presunción sobre el carácter divino de la creación con la recurrencia a los avances y

retrocesos d e la libertad, la dem ocracia y el conocim iento com o los tem as o m otivos dom inantes de

la historia de los últim os cinco m ilenios233. El texto parece ser vina glosa o una copia de otro al que

se le introdujeron ligeras variantes, hecho que se evidencia en las escasas referencias a la historia

local insertas entre guiones en m edio de la historia europea. En cuanto a los contenidos de esas

partes añadidas, se destaca el recuerdo de la lucha em ancipadora encabezada por Buenos Aires y

la exaltación d e la "era del gran Rosas en A m érica", m ientras que no hay m ención alguna al

p asad o colonial. Pero este vacío no puede atribuirse sólo a las características de tan particular texto:

los núm eros siguientes de la sección fueron ocupados por la reproducción d e u n com pendio de

H istoria Sagrada que resum e en form a cronológica el A ntiguo Testam ento y por la publicación del

Ahasverus d e Q uinet, m ientras que en ninguna otra sección los editores m ostraron interés por los

acontecim ientos producidos d u ran te los siglos d e dom inio colonial, ni siquiera por los d e M endoza

o Cuyo.

E n sum a, com o se h ab rá p o d id o ap reciar tras este recorrido q u e no p reten d e ser exhaustivo sino

tan sólo indicativo, el régim en rosista q u e no d u d ó en recu rrir a u n am plio y sofisticado

d esp lieg u e discursivo, icònico y ritu al d estin ad o a públicos diversos, no estim ó necesario la

elaboración d e relatos históricos q u e se re m o n ta ran al p asa d o colonial a fin d e legitim arse o de

leg itim ar sus políticas, co n tan d o sin em bargo p a ra ello con condiciones ciertas p ara p o d er

hacerlo. Es v e rd a d que estas n arrativ as no eran im prescindibles p ara legitim ar ese ord en - d e

ninguna fatiga”, “Prospecto” en Ilustración Argentina. Ciencias, Industria, Política y Literatura, Mendoza,
n° 1, 1/5/1849.
232 Es el caso de Valentín Alsina, quien igual dudaba que ese periódico pudiera cumplir con su ambicioso
programa. CP, n° 1037, 25/6/1849.
233 •
Resulta significativo que la cronología concluya con un final abierto provocado por las revoluciones
de 1848: “Gran revolución y restablecimiento de la democracia en Francia - revolución en Prusia,
Austria, Alemania é Italia, agitación jeneral en toda la Europa, de 1848 á 18....”. “Historia. Nociones
Preliminares. Cronología” en Ilustración Argentina n° 1, p. 31. -
163

hecho no las necesitó-, pero igual resulta llam ativo q u e no h u b iera n sido siquiera concebidas. Y

m ás cu an d o se considera lo sucedido en o tras áreas d e H ispanoam érica com o Chile o México

d o n d e los gru p o s conservadores se m o straro n m ucho m ás atentos al pasad o colonial y a

reivindicar aspectos del m ism o.

De ese m odo q u ed a p lan tead o u n a vez m ás u n problem a q u e recorre esta tesis: cóm o explicar

p o r qué no sucedió algo q u e debería hab er su ced id o o, m ás precisam ente, q u e podría hab er

sucedido. Y, adem ás, q u é interés p resen ta este tipo d e interrogación, o al m enos q u e interés

preciso p u e d e tener en este caso. En cu an to a la explicación, si h u b iera o p tad o por la m ism a

estrategia q u e utilicé en el capítulo referido a las sociedades indígenas p o d ría h aberm e lim itado

a llam ar la atención sobre la ausencia d e narrativ as históricas q u e recu p eraran el o rd e n colonial

en el discurso del régim en rosista, p ara p asa r in m ed iatam en te a exam inar las representaciones

d e ese pasad o elaboradas p o r su s publicistas. P ero e n este caso en tien d o que esa sola resp u esta

resu lta tan cóm oda com o poco satisfactoria. Es por eso q u e p ro p o n g o considerar d ich a ausencia

com o u n p u n to d e p a rtid a y no sólo com o u n o d e llegada. Lo cual nos lleva al interés específico

q u e p resen ta esta indagación, y a que este p u n to d e p a rtid a in v ita a revisar el su p u esto seg ú n el

cu al el régim en rosista h ab ría sido u n intento p o r re sta u rar el antig u o orden. De todos m odos

esta revisión igual h u b iera sido necesaria p a ra to rn ar inteligibles las representaciones del

pasad o colonial, d ad o q u e éstas sólo re su lta n com prensibles si se consideran los m arcos

institucionales, políticos e ideológicos e n los q u e cobraron form a y los sentidos específicos que

se les q u ería asignar o q u e p o d ía n llegar a adquirir.

Estas consideraciones -te n e r p resen te el contexto pro d u cció n de ideas, valores o

representaciones, así com o tam b ién los objetivos d e quiénes les d iero n form a y las condiciones

d e su a p ro p ia ció n - p u e d e n parecer obvias. P ero en este caso sig u en sien d o necesarias ya q u e

u n a p arte significativa d e los estu d io s sobre el rosism o no se h a n caracterizado p o r cu m p lir con

algunas exigencias q u e parecen básicas e n cualquier ind ag ació n histórica. A u n q u e p a ra ser

justos se d eb e co n sid erar tam bién q u e m ás allá de las querellas d e las q u e fue y sigue sien d o

objeto, la p ro p ia com plejidad q u e tu v o com o fenóm eno dificulta su com prensión, p o r lo q u e

suele reducírselo a alg u n a d e su s ex presiones o facetas m ás llam ativas m ien tras q u e se dejan d e

lado otras q u e p u e d e n re su ltar tanto o m ás decisivas. En ese sen tid o la pro d u cció n

historiográfica m ás reciente h a realizad o diversos ap o rtes q u e llevan a p lan tear la necesid ad d e

diferenciar sus diversos m o m en to s y com ponentes, así com o tam b ién la d e considerarlo com o
164

p a rte legítim a de la experiencia política posrevolucionaria y no com o u n a anom alía en todo

extraña a ésta234.

Sin p re te n d er ag o tar o tan siquiera trata r en p ro fu n d id a d estas cuestiones q u e exceden la

presen te investigación, en tien d o q u e d eb e tenerse p resen te esa com plejidad a fin de p o d er

an alizar las representaciones del pasad o colonial que, com o se p o d rá apreciar, no parecían estar

m u y distantes d e las d e otros sectores. A hora bien, esto no im plica en m odo alguno d esd e ñ ar la

interp retación q u e caracteriza a Rosas y a algunos d e sus allegados com o nostálgicos del

an tig u o régim en. Es q u e la insistencia con la q u e se la ha hecho no es el re su ltad o de u n

d esvarío colectivo, sino q u e p u ed e detectarse u n a sensibilidad e incluso lecturas o actitud es

proclives a alen tar esa n ostalgia que, sin em bargo, y esto resulta decisivo, nunca lograron una

articulación discursiva sistem ática e inequívoca. Es aquí cu an d o resulta necesario prestar

atención a la com plejidad del régim en, y a que las referencias hechas en ese sen tid o estab an

in sertas en u n en tra m a d o d e instituciones, p rácticas y discursos que buscaban expresar el

carácter republicano, dem ocrático y federal d e los p ueblos rioplatenses. C u alid ad es que p o r

cierto, y m ás allá d e cuál fu era el pensam iento y el sen tir íntim o de Rosas, sus allegados o los

publicistas del régim en, e ra n consecuencia d e las innovaciones introducidas p o r la R evolución y

las g u erras que ésta desencadenó, p o r lo q u e re su ltab a n im posibles d e obviar p a ra to d o aquel

q u e q uisiera incidir en la v id a pública rioplatense. Es p o r eso q u e a pesar d e lo q u e creía

Florencio Varela, la in d ep en d en cia política no era el único legado revolucionario d efen d id o p o r

el régim en rosista, cuyos publicistas tam poco se p riv a ro n d e p lan tear d u ra s críticas sobre

aspectos sustanciales del o rd e n colonial.

E n cu anto a la posible valoración positiva d e ese p asad o , no p u ed e desconocerse q u e una

p o rció n d e la pro d u cció n discursiva del régim en, y d e Rosas en particular, destila u n a su erte de

a ñ o ran za por la sociedad jerárquica y o rd e n a d a q u e habría existido en el período

prerrevolucionario. P ero esto no alentó u n a indagación q u e se pro p u siera recu p erar aspectos

concretos de esa sociedad, p o r lo q u e dicha a ñ o ran za sólo se m anifestó e n invocaciones hechas a

u n a suerte d e e d a d d o ra d a ubicada en u n p a sa d o atem p o ral d o n d e reinaba la q u ietu d , la

tran q u ilid ad y el resp eto a las au to rid ad es. E dad d o ra d a a la q u e sin em bargo, y este es el

m eollo d e la cuestión, no parecía aspirarse a re to rn ar sin m ás. Por cierto que estas invocaciones,

a u n q u e abstractas, no carecían d e sentido. M uy p o r el contrario, cum plían una función precisa

234 No es éste el lugar para realizar una revisión historiográfica, por lo que sólo quisiera destacar el valor
de los trabajos de T. Halperín Donghi y, más cercano a los propósitos de este apartado, el estudio en el
que Jorge Mvers caracteriza el discurso del régimen como republicano clásico, a la vez que llama la
165

en la econom ía discursiva del régim en: resaltar los m ales d esencadenados p o r la R evolución, en

especial en lo q u e hacía al desconocim iento de las jerarquías, la desorganización d e las

actividades económ icas y las transform aciones de los vínculos sociales y políticos

p articu larm ente en el área ru ral235. Esta valoración, q u e ya p u ed e encontrarse en las proclam as,

m em orias y m anifiestos realizados por R osas a principios d e la década d e 1820, cobraría m ayor

consistencia d u ra n te su gestión. C on el añ a d id o de q u e se haría explícito que era su acción de

gobierno el único rem edio p a ra esos m ales, legitim ando d e ese m odo su p erm anencia en el

p o d e r y los in stru m en to s utilizados p a ra alcanzar ese resultado. P ero en n in g ú n caso, insisto,

alentó la pro d u cció n d e relatos ni tan siquiera d e representaciones q u e d o ta ra n d e m ayo r

espesor a la sociedad prerrevolucionaria.

C om o ya noté, esta añ o ran za por el o rd e n jerárquico prerrevolucionario coexistía tam bién con

otra línea d e in terp retació n que, si bien divergente, hizo sistem a en el discurso del régim en

au n q u e al precio d e to rn arlo am biguo y contradictorio -lo cual, p o r cierto, no era percibid o

com o u n problem a, ya q u e d esd e su p erspectiva prag m ática efectivam ente no lo era-. Esta línea

tam bién fue esb o zad a te m p ra n am en te p o r R osas c u a n d o hacia 1818, y ante la n ecesidad de

en carar el p roblem a del abasto d e la carne, criticó el reglam entarism o y las prohibiciones

o rd en ad as por E spaña "e n tiem pos d e ignorancia y serv id u m b re "236. Ésta u otras apreciaciones

sim ilares no sólo serían m an ten id as sin fisuras años m ás ta rd e com o discurso oficial u oficioso

del régim en, sino q u e tam b ién ad q u iriría n m ay o r leg itim id ad y consistencia al fu n d á rselas en

los principios d e la econom ía política e n boga. En ese sen tid o resu ltan ilustrativas las polém icas

sostenidas a principios d e la d éc ad a d e 1830 p o r publicistas p o rteños q u e hacían profesión d e fe

liberal en defensa d e los intereses d e su provincia, frente a las posiciones proteccionistas

so stenidas p o r el gobierno d e C orrientes.

En el m arco d e esa polém ica, P. d e A ngelis criticó al correntino P edro Ferré n o tan d o q u e su

p ro p u esta no sólo lim itaría el com ercio con otras naciones sino tam bién entre las p ro p ias

provincias, p o r lo que, d e hacérsele caso, éstas se aislarían y volverían a la "ép o ca m as

tenebrosa del feudalism o en E uropa". E ntendía ad e m á s que el correntino se basaba e n

principios antiguos, desconociendo los im portantes - e indiscutibles p ara é l- ap o rtes en ciencia

atención sobre la incidencia que tuvieron en su conformación ideológica y discursiva las trayectorias
previas de sus publicistas. J. Myers, Orden y virtud.... op.cit.
J Resulta notable en ese sentido que en la biografía de Rosas escrita por de Angelis, sólo se destaca del
momento revolucionario que los esclavos de las estancias de su padre León se habían vuelto menos
dóciles, obligándolo a establecerse en ellas. Ensayo historico.... op.cit., pp. 6/7.
2' 6 Cit. en Arturo Sampay, Las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas. Bs.As. Juárez-Editor, 1972, p. 63.
166

económ ica d e u n A d am S m ith237. P or el contrario, Ferré recurría a arg u m en to s neom ercantilistas

p ara sostener la n ecesidad d e p ro teg er la producción local increp an d o a sus adversarios p o r

sostener u n “liberalismo mal entendido" entre cuyas consecuencias se hallaba la d e h ab er

tran sm itid o el antiguo m onopolio español a uno m ás bárb aro e injusto que, a u n q u e no

identifica con precisión, no p o d ía ser otro q u e el d e Inglaterra aliada con Buenos A ires238.

Resulta notable esta afirm ación enfática, ya q u e evidencia la legitim idad q u e había a d q u irid o el

liberalism o económ ico e n la v id a pública rioplatense: incluso se lo invocaba cu an d o se

propiciaba una política q u e le era contraria y con argum entos tam bién contrarios.

Esta legitim idad tam bién es perceptible en los publicistas del rosism o, y no sólo p o rq u e se

adecuaba con m ay o r facilidad a los intereses de la provincia d e Buenos Aires. O tra d e las

intervenciones críticas d e la posición d e C orrientes se d e tu v o en u n arg u m en to d e Ferré seg ú n

el cual los pueblos so m etid o s al libre com ercio vivían en la m iseria. P or eso, su au to r chicaneaba

al correntino haciéndole sab er q u e si q uería

"(...) v er m u ltitu d d e lab rad o res y artesanos ricos, com o no se v eian antes d el 25 d e M ayo
de 1810 en todo este continente, ni se v en ahora fuera d e B uenos Aires, v en g a á esta
c iu d a d "239.

Esta posición no difería e n n a d a d e la q u e exhibiría u n a décad a m ás tard e F. V arela, pues

tam bién consideraba la R evolución com o u n parte aguas e n lo q u e hacía al pro g reso y la

pro d u cción d e riqueza en B uenos Aires. E n cuanto a lo q u e aquí interesa, es decir la valoració n

y la representación del p erío d o colonial, esta posición ten ía u n a consecuencia inevitable o, m ás

bien, p artía de u n p re su p u esto q u e ya p u e d e entreverse en ese escrito d e Rosas referido a la

carestía d e carne: u n a tom a d e d istancia crítica frente a ese p asa d o pues se había trata d o d e u n a

experiencia opresora d e los am ericanos que, entre otros m ales, había aten tad o co n tra su

p ro sp e rid ad económ ica. C o n lo cual, y m ás allá de la posible añ o ran za p o r el o rd e n jerárquico

237 EL, n° 844, 18/8/1832.


238 Pedro Ferré, “Cuestiones nacionales. Contestación al Lucero ó los falsos y peligrosos principios en
descubierto. Con la refutación a los autores escondidos bajo el título de Cosmopolita y Porteño, por el
Gobierno de Corrientes”, en E. Ravignani (ed.) Documentos para la Historia Argentina, tomo XVII,
apéndice segundo, Bs.As., Casa Jacobo Peuser, 1922, pp. 275 y 281 (en cursiva en el original)
[Corrientes, Imprenta del Estado, 1832 y 1833]. Aunque están firmados por Ferré, es probable que los
escritos de esta polémica no hubieran sido escritos sólo por él.
239 Además, y haciendo gala de democratismo, añade que así no sólo saldría de su error, sino que también
aprendería a “gozar de los frutos de su alambique tomando lecciones prácticas de muchos pardos y
morenos, sastres y zapateros sobre el modo de comer, vestir y tratarse en casa con abundancia, aseo,
comodidad y gusto”, “Defensa de la conducta de Buenos Aires y ataque de la observada por Ferré”, por
El Porteño, en id., pp. 231/2 [1832, remitido a GM], ■
167

p erd id o , no resultan extrañas las críticas constantes a la ad m in istració n española p o r no hab er

ex p lo tado con racionalidad y eficacia las riquezas am ericanas p o stran d o a sus habitantes.

Pero esto no es todo ya que tam b ién se achacaba a la C orona el hab er coartado la libertad d e los

am ericanos. En efecto, consideraciones en ese sen tid o a b u n d a n e n los textos elab o rad o s p o r d e

A ngelis p a ra su Colección.... Es p o r eso q u e su reivindicación d e fenóm enos, hechos o figuras

coloniales con el fin de fu n d a r glorias locales no debe prestarse a confusión alguna, ya q u e están

p resididas por u n a m irad a p ro fu n d am en te crítica d e ese pasado. T anto es así que se perm ite

desafiar d e este m odo a los publicistas peninsulares:

"Quéjense cuanto q u iera n los escritores españoles d e las justas reconvenciones hechas á su
nación y su s gobiernos; afánense en b u sca r razones p a ra justificarlos, nunca conseguirán
b o rrar la nota de iliberales que la m ano de la p o sterid ad h a im preso sobre su m em oria"240.

C abe n o tar q u e esta referencia de "iliberales" no rem itía sólo a aspectos económ icos. A dem ás no

era sólo d e A ngelis q u ien se expresaba d e ese m o d o com o p u e d e apreciarse en u n artículo

p u b licado en 1844 p o r u n a "Sociedad d e A rgentinos F ederales (en q u e no en tra n in g ú n

m iem bro heterogéneo)" q u e p re te n d ía hacerse cargo d e la actividad teatral cóm ica porteñ a.

Estos singulares em presarios decían lam en tar q u e ta n im p o rtan te actividad p a ra el

en tretenim iento, la sociabilidad y la m o ralid ad pública no h u b iera tenido m ayor desarrollo en

A m érica. Su explicación, q u e a p u n ta b a tam b ién a d a r cu en ta d e lo su ced id o con o tro tipo d e

em presas, establecim ientos y asociaciones, form aba p a rte d e cierto sen tid o co m ú n p resen te en

diversos sectores políticos e ideológicos:

"(...) los q u e la d o m in aro n p o r tres ce n tu rias con el objeto d e explotarla p ara sí solos, y d e
conservarla en coloniage ta n p ro lo n g ad o com o ser p u d iera , no les convenia sino tenerla
siem pre com o recien salida d e las m anos d e la creación; esto es, e n estad o d e natu raleza.
T odo lo q u e condujese á ilu strar y socializar á sus hijos, debia ser p roscripto en el consejo
d e los conquistadores p o rq u e así se re ta rd aría al m enos la época de su necesaria
em ancipación"241.

E xpresiones com o éstas q u e criticaban el oscurantism o al q u e había sido co n d e n ad a A m érica

d u ra n te el antig u o régim en no escasearon e n el discurso d el régim en, incluso en m om entos en

q u e su control d e la palabra pública era férreo. Su c o n tra p a rtid a no siem pre explicitada pero

evidente, era q u e la R evolución y los valores p o r ella p ro m o v id o s h ab ían pu esto fin a ese aciago

240 “Discurso preliminar del editor” al "Diario de un viaje á la costa de la Patagonia" por D. Antonio de
Viedma, p. II en Colección.... op.cit., Bs.As., 1838, t. VI.
241 “Programa de la nueva empresa sobre los teatros” en GM n° 6132, 23/3/1844. -
168

estado, au n q u e las zozobras provocadas p o r las guerras d e la in d ep en d en cia pero m ás a ú n el

accionar d e los pérfidos unitarios, m alo g raro n m uchos d e los esfuerzos hechos en ese sentido.

P ero esto no es todo, pues algunos au to res tam bién llegaron a sostener, al m enos en

determ in ad o s m om entos, u n a defensa d e principios o valores q u e co n stitu y en el "núcleo d u ro "

del liberalism o político. Es el caso d e P. d e Angelis, q u ien a p rincipio d e la d éc ad a d e 1830

p ublicó varios artículos en El Lucero en los que alegaba en favor d e las libertades o las garan tías

in d ividuales. De todos m odos se d eb e tener presente q u e estas consideraciones no eran

co m p artid as por todos los publicistas del régim en y q u e serían aten u a d as d u ra n te el seg u n d o

gobierno de Rosas hasta casi desaparecer d e la vida pública, sin q u e esto im plicara tam poco su

reem plazo por u n discurso tendiente a recu p erar el an tig u o orden.

E n lo que aquí interesa cabe destacar q u e la coexistencia d e esas dos líneas d e reflexión y

valo ración -a q u ella que m ostraba añ o ran za p o r el ce rrad o o rd e n jerárquico del an tig u o rég im en

y aquella q u e se pro p o n ía reivindicar las transform aciones leg ad as por la revolución y, en

especial, el libre com ercio y la in d ep en d en cia política- no hace m ás q u e expresar la am b ig ü ed a d


esencial d e los discursos, prácticas y representaciones del rosism o. En efecto, si q u isiera

red u cirse u n fenóm eno tan com plejo a u n esquem a, p o d ría plan tearse q u e dicho rég im en se

p ro p o n ía restau rar un o rd e n ideal q u e su p u estam en te h ab ría existido e n el p asad o , pero

fijándose a la vez m etas y aspiraciones q u e sólo p o d ía n satisfacerse en el m arco d e u n a

sociedad, u n E stado y u n a econom ía q u e eran o a p u n ta b a n a ser m o d ern as co n to d o lo

im precisa q u e p u e d a resu ltar esta noción. E n tal sentido, com o señala M yers, resulta ilu strativ o

u n discurso p ronunciado p o r B aldom ero G arcía en la Sala d e R epresentantes a prin cip io s d e

1850 en el que trazó u n balance del régim en en u n m om ento q u e el au to r percibía com o el d e su

apogeo y q u e poco después se sabría q u e era el d e su ocaso:

"(...) el G eneral Rosas con la sola sin g u larid ad d e su genio, con la sola fu erza d e su
carácter ha restablecido el o rd e n q u e conservaba e n este país el G obierno E spañol. El
C iu d ad an o Rosas, él sólo h a p o d id o tanto com o u n trono robustecido p o r los siglos,
ro d ead o d e em blem as históricos, altam en te fuerte d e prestigio y d e poder. R epito q u e la
sola capacidad del G eneral Rosas h a v alid o p a ra este p ais tan to com o u n trono, esto es
asom broso, (...) el o rd en q u e él nos h a d ad o está com binado con u n carácter de
civilización y de d ig n id a d nacional que no teníam os (...) im p oniendo con robusto
esfuerzo la observancia d e la ley, igual p ara todos, hizo p o r p rim era vez efectiva en tre
nosotros la palabra República (...) an tes del G eneral R osas ra ra vez u n funcionario público
se atrevía a proceder contra u n h o m b re d e los q u e se llam ab an decentes".
A clarando a continuación que esto no im plicaba en m o d o alguno el desconocim iento d e las

jerarq u ías sociales242. Es de lam entar q u e sean escasos los textos q u e ex p resan con ta n ta clarid ad

la am b ig ü ed ad del rosism o frente al antiguo orden. P or el contrario, u n a u otra línea aparece

en fatizad a d ep e n d ie n d o del au to r del texto, sus pro p ó sito s y la circunstancia en la q u e lo

escribió. De ahí tam bién las dificultades existentes a la hora d e caracterizar el régim en y la

necesidad de prestar atención a sus interlocutores, así com o tam b ién a sus diversos m o m en to s y

com ponentes, sin que éstos p u ed a n ser tom ados aislad am en te y, m enos aún, considerárselos del

to d o representativos.

E stim o que algo de esto últim o ocurre en el análisis que Jorge M yers hizo sobre el discurso del

régim en rosista. Es que su énfasis en colocar al lenguaje republicano clásico en el centro d e su

exam en lo llevó a relegar a u n lugar excesivam ente m arg in al a las ideas, conceptos y

argu m entaciones provenientes d e otras tradiciones q u e tam b ién p u d ie ro n form ar p arte d el

discurso rosista con pleno derecho com o la liberal. Y eso a pesar d e reconocer q u e el rég im en

p o d ía recu rrir a sus contenidos c u a n d o le resultaba conveniente y d e p lan tea r q u e su

asim ilación con alg u n a variante del liberalism o decim onónico resu lta plausible y q u e esa es la

razó n por la que hizo énfasis e n sus rasgos no liberales243. U n ejem plo p erm itirá aclarar m ejor la

cuestión. En u n artículo que tiene com o propósito legitim ar la entonces p royectada C a m p añ a al

D esierto, P. d e A ngelis alega que si b ien se había term in ad o la lucha co n tra los op reso res d e la

R epública, es decir los unitarios, todavía debía asegurarse la su erte d e la provincia y a q u e

"¿D e q u é nos serviría hab er d efen d id o n u estro s derechos, si q u ed a sen am ag ad as n u estra s


p ro p ied ad es? La libertad d e los m o d ern o s no es com o la d e los antiguos, q u e las m as
veces se am algam aba con la m iseria y se robustecía en las disensiones. La p rim era
exigencia d e las sociedades actuales es la estab ilid ad y el reposo, p o rq u e cu alesquiera q u e
sean los elem entos de su riqueza, no p u e d e n desarrollarse en la agitación, y se
esterilizarían en los peligros"244.

P or cierto que expresiones com o éstas difícilm ente p u e d a n ser encuadradas en u n a m atriz

republicano clásica. C on lo cual no quiero desd eñ ar el peso que tuvo este lenguaje com o

articulador del discurso rosista y principal m atriz d e su sentido, sino la necesidad d e tener

presente su capacidad de contener tam bién otras familias ideológicas com o la liberal. C laro que el

cercenam iento p rogresivo de los derechos in d iv id u a le s sobre to d o a p a rtir d e 1835, así com o

tam b ién algunos hechos ocurridos d u ra n te el p rim er m a n d a to com o la q u em a de periódico s en

242 “Discurso de Baldomero García en la Sala de Representantes”, 2/2/1850, en GM n° 7866 del 6/2/1850,
citado en J Myers, Orden.... op.cit., p. 305/6. (las cursivas en el original).
Apreciación que sin embargo puede llegar a pasar desapercibida porque el autor la expresó en una
nota. J. Myers, Orden y virtud.... op.cit., pp. 6/7 nota n° 5.
170

1830 a m anos d e u n verdugo, perm iten e n ten d e r p o rq u e resulta difícil asim ilar el o rd e n rosista

con u n régim en liberal. Insisto sin em bargo e n el hecho q u e la caracterización q u e hace M yers

del d iscurso rosista resulta incom pleta. En tal sentido p ro p o n g o u n a hipótesis que d esd e u n a

p erspectiva d e los lenguajes políticos p u ed e parecer contradictoria, pero q u e igual resu lta ú til

p a ra caracterizar tan peculiar y pragm ático régim en: reto m an d o los propios térm inos u tilizad o s

p o r M yers, p o d ría plantearse entonces q u e esa m on ó to n a invocación al orden y la virtud

rep u b lican a estaban en v erd ad al servicio d el interés.

Pero esto es tan sólo u n a hipótesis d estin ad a a p ro m o v er u n a discusión sobre la n atu ra leza d el

rég im en rosista y, particularm ente, sobre su discurso. En to d o caso, y en lo q u e hace a la

percepción del antiguo ord en que es lo q u e aquí interesa, am bos lenguajes o cu erp o s d e

d o ctrin a -e l republicano clásico y el lib eral- p o d ía n converger a la hora d e criticarlo p o r su

carácter opresor ya sea d e los individuos, d e la co m u n id ad o del cuerpo político. En ese sentid o ,

y m ás allá d e la consideración d e ese p asa d o com o u n m om ento d e añ o ra d a tran q u ilid ad , el

régim en rosista resultó, com o en tantos otros aspectos, u n fiel expositor d e la elite rio p laten se

decim onónica, particularm ente la del litoral, q u e m o strab a m ayor interés p o r el p resen te y el

fu tu ro q u e por cualquier pasado m ítico o real.

U n lag o m o n ó to n o y sin p ro fu n d id a d .
O tro sector q u e p o d ría haberse m o strad o proclive a reivindicar el pasad o colonial o al m enos

aspectos del m ism o, es la Generación de 1837. P ero a diferencia d e g ra n p arte d e los rom ántico s

eu ro p eos que auspiciaban u n a recuperación del p asa d o prerrevolucionario, los rio p laten ses

asu m ían la cesura e n la historia am ericana p ro v o cad a p o r la revolución de in d ep en d e n cia q u e

h ab ía v en id o a dejar atrás el antiguo régim en. Es m ás, com o verem os en la sección siguiente, el

revolucionario era el único legado q u e reivindicaban. Sin em bargo, estim aban tam b ién q u e la

R evolución había q u ed a d o trunca, d e lo cual resu ltab a u n a elocuente m u estra el rég im en

rosista: tras u n fallido intento d e acercam iento p ro p iciad o entre otros p o r A lberdi, las políticas

pro m o v id as p o r ese gobierno no hicieron m ás q u e confirm arle su apreciación d e q u e la

experiencia colonial no se tratab a tanto d e u n p asa d o oprobioso, sino d e u n leg ad o q u e seg u ía

in cid iendo en form a decisiva en el presente y que, p o r eso m ism o, exigía q u e la lucha d e sus

m ayores fuera reto m ad a en otros planos.

Este diagnóstico p erm ite en ten d e r u n a p arte sustancial d e la p ro d u cció n discursiva d el g ru p o

realizada en la década d e 1830 y com ienzos d e la d e 1840, y d e la cual resu lta u n a m u estra

244 EL n° 649, 10/12/1831.


171

elocuente el conocido lam ento d e Echeverría: "Los brazos d e la E spaña no nos oprim en; pero

sus tradiciones nos a b ru m a n " 245. La razón es q u e a ú n no había p o d id o realizarse el pen sam ien to

revolucionario, pues si bien resultaba in d u d ab le que se había alcanzado la in d ep en d en cia no se

h abía logrado a ú n institucionalizar ese bien su p re m o que era la libertad. Del m ism o m o d o

A lberdi se interrogaba poco tiem po antes en su Fragmento Preliminar si "¿sabem os los

am ericanos q u e som os m enos in d ep en d ien tes de la E spaña d e lo q u e nos figuram os?", p ara

in m ed iatam en te aclarar que

"E ste p o d e r ibérico consiste en cien hab itu d es, cien tradiciones intelectuales, m orales y
m ateriales q u e se m an tien en a ú n entre nosotros. U na g u erra quiere ser abierta contra
ellas, d espués d e la q u e hem os hechos a su s arm as: y únicam ente cu an d o hay am o s
o btenido la doble victoria, nos será perm itido decir q u e hem os sacu d id o su y u g o "246.

E n el capítulo anterior se p u d o apreciar cóm o el com p añ ero d e am bos, Juan M. G utiérrez,

parecía p ro m o v er u n a reivindicación del pasado in d íg en a e n el discurso p ro n u n c ia d o al

in au g u ra rse el Salón Literario en 1837. R ecordem os sin em bargo q u e su interés no era tanto d a r

resp u esta al in terro g an te sobre q u é h ab ría su ced id o d e n o hab erse in te rru m p id o el desarro llo

au tó n o m o d e los incas y aztecas, sino que m ás bien ap u n ta b a a d ilu cid ar la influencia q u e tuvo

E spaña en la v id a d e los pueblos am ericanos. A tales fines p ro p o n ía u n a explicación d e su p o b re

d esarrollo cultural cuyas conclusiones no p o d ía n ser m ás d esa le n tad o ras en cu an to a q u é p o d ía

esp erarse d e ese legado. Es por ello que, al ig u al que lo h aría pocos años m ás ta rd e S arm iento al

d escribir a C órdoba, c iu d a d e n la q u e el sanjuanino cifraría la pervivencia d el m u n d o españ o l

en contraposición a u n a Buenos A ires abierta al tráfico d e bienes e ideas, G utiérrez n o tab a q u e

"El genio y la im aginación esp añ o la p u e d e n co m p ararse a u n e x ten d id o lago, m on ó to n o y


sin p ro fu n d id a d ; jam ás sus aguas se alteran, ni p e rtu rb a n la in d o len te tra n q u ilid a d de las
naves q u e le surcan. C recen e n la orilla árboles sin frutos n u tritiv o s, a u n q u e lozanos, cuya
som bra d ifu n d e u n irresistible so p o r"247.

De m ás está decir q u e si esa era la caracterización q u e h ac ía n d e E spaña y sus d o m in io s

u ltram arin o s en la q u e tam b ién d estacaban el fanatism o, la intolerancia, la ignorancia, el

esp íritu localista entre otros atrib u to s negativos, poco p o d ía esp e rarse d e su herencia. C om o

245 Para inmediatamente añadir en relación al rosismo que “De las entrañas de la anarquía nació la
contrarrevolución”. Claro que entonces se mostraba optimista ya que sólo era ”la agonía lenta de un siglo
caduco, de las tradiciones retrógradas del antiguo régimen, de unas ideas que tuvieron ya completa vida
en la historia”, por lo que no tenía posibilidades reales de perdurar. DS, p. 252.
246 FP, p. 243.
247 Según Sarmiento, Córdoba era como “un lago artificial de agua sin movimiento, sin vida, en cuyo
centro está un cenador de formas majestuosas, pero inmóvil, estacionario”. .1. M. Gutiérrez, "Fisonomía
del Saber Español: Cuál deba ser entre nosotros", en SL, pp. 144/5; D. F. Sarmiento.-FO. p. 103.
172

sobre estas cuestiones se ha insistido ya suficiente, sólo m e voy a d eten e r en alg u n o s m atices

q u e en tiendo p articularm ente significativos.

En principio resulta notable q u e la caracterización neg ativ a del legado español alcan zara

tam bién aspectos en los que los cargos q u e se lev an tab an contra la m a d re p atria p o d ría n no

h ab er sido graves com o la lengua. De hecho, algunos d e los jóvenes rom ánticos p ro p u sie ro n

transform arla, pues la consideraban incapaz d e expresar las n u ev a s re alid ad es y n ecesid ad es d e

la sociedad post-revolucionaria. Es el caso d e G utiérrez, q u ien al in au g u ra rse el Salón Literario


planteó que

N ula, pues, la ciencia y la lite ratu ra española, debem os nosotros divorciarn o s


co m pletam ente con ellas, y em anciparnos a este respecto d e las tradiciones pen in su lares,
com o supim os hacerlo en política (...). Q u edam os a ú n ligados p o r el vínculo fuerte y
estrecho del idiom a, pero éste debe aflojarse d e d ía en día, a m ed id a q u e vay am o s
en tra n d o en el m ovim iento intelectual d e los p u eb lo s ad e la n tad o s d e la E uropa. P ara esto
es necesario q u e nos fam iliaricem os con los id io m as extranjeros, y hagam os co n stan te
estu d io d e aclim atar al nuestro c u a n d o e n aquéllos se p ro d u z c a d e bueno, in teresan te y
bello", (p. 145).

Esto le valió una ag u d a crítica d e F. V arela q u e m ostraba la inconsecuencia d e G utiérrez, ya q u e

su pro p io discurso hacía gala de purism o castizo248. P or su parte, A lberdi p ro fu n d iz ó a ú n m ás

la cuestión en el Fragmento Preliminar al p lan tear q u e m an ten e r la len g u a española era ig u al q u e

hacerlo co n la legislación y las costum bres d e ese origen, careciendo así d e to d a p e rso n a lid a d

nacional p o r lo q u e llam aba a em an cip ar la lengua. E n tal sentido llegó a afirm ar que "El pueblo

es legislador no sólo de lo justo, sino tam bién d e lo bello, d e lo verdadero, d e lo conveniente", p o r


eso los am ericanos

(...) que en p u n to a la legitim idad del estilo invocan a la sanción española, despojan a su
patria de una faz de su soberanía: com eten una especie de alta traición. N o reconocer la
au toridad de los estam entos, y soportar la autoridad d e la academ ia, es continuar siendo
m edio colonos españoles"249

P ero esta posición no era com p artid a p o r todos los rom ánticos, y d e hecho algunos la recibieron

con som a. T odavía veinte años m ás tard e, al exam inar los discursos p ro n u n c ia d o s al re p atriarse
los restos d e R ivadavia, Juan T hom pson p o d ía com entarle a Ju an M. G utiérrez que

N O te hablaré d e ciertos discursos p ara m í m u y detestables, así cuanto al fondo com o


respecto d e la form a ¡Qué gongorism os! ¡Qué m etáforas! ¡Pobre idioma! ¡D esdichada

248 F. Varela a J. M. Gutiérrez. Montevideo. 1/8/1837, en SL., p. 186.


249 EE- PP- 154/5.
173

gramática! La sim iente no ha caído en terreno ingrato. R ecuerdo que hubo u n tiem po en q u e
J. B. A. se em peñaba en probar que así com o nos habíam os em ancipado d e España
políticam ente debíam os d ar al traste con su idiom a y levantar u n tem plo a los sabios a natura,
o sea a los aguadores o a los lecheros. De donde se deduce que no hay m ás que abrir la boca
p ara hablar com o un Cicerón o un Santo Tomás. Por desgracia no falta quien haya
aprovechado el consejo"250

C laro que p ara entonces tam poco seguiría sien d o m an ten id a por A lberdi, q u ien

p ro g resivam ente se fue d esp reo cu p an d o de los tem as ligados a la cultura, p ara cen trar su

atención en los problem as políticos y económ icos. En form a paralela com enzaría a d esarro llar

u n a n u ev a m irad a sobre el p asa d o colonial q u e lo llevaría a p lan tea r la necesidad d e rev isar esa

experiencia o, al m enos, algunos de sus aspectos. U n p u n to d e inflexión en ese proceso fue su

crítica del Informe q u e fu n d am en tab a el dictam en sobre los gan ad o res del Certamen Poético

realizad o en M ontevideo en 1841. Según los m iem bros del ju rad o , todos ellos pertenecientes a la

generación anterior, no había existido u n a literatu ra am ericana antes de la R evolución ya q u e

e n te n d ía n que n in g u n a colonia po d ía tener u n a pro p ia. Lo cual, m erece ser aclarado, no

im plicaba en m o d o alguno q u e desconocieran los m éritos d e la literatu ra española a la q u e eran

afectos los neoclásicos am ericanos, sino q u e ésta n o p o d ía considerarse com o u n a expresió n

local251. Por el contrario, A lberdi sostenía q u e to d a sociedad tiene alg u n a form a d e expresión

literaria propia, y que en el períod o colonial había u n a sociedad p o r m ás que u n a "m e tá fo ra

p ro v erbial" la hiciera d a ta r d e 1810, con lo cual, concluía, h abía existido u n a literatu ra colonial.

P ero eso no era todo, ya q u e en su afán crítico d e la generación q u e lo precedía ex h o rtab a a

e m p re n d e r estu d io s serios sobre ese p asa d o a fin d e p o d e r en te n d e r cóm o había sido cread a esa

socied ad y, así, co m p ren d er el presente y d iag ra m ar su futuro:

"El estu d io d e n u estra literatu ra colonial, sería u n d ig n o tem a d e las investigaciones d e los
talentos serios q u e se levantan: es tiem p o ya d e ab a n d o n a r preocupaciones p a sa d a s de
m oda, y e m p re n d e r seriam ente el exam en d e los an teced en tes literarios, legislativos y
adm inistrativos d e nuestros tres siglos coloniales, q u e h a n d a d o a lu z la sociedad
presente: sólo en el p ro fu n d o estu d io d e n u estro p asad o , ap ren d erem o s a ap reciar el
presente, y d escu b rir la llave d el p o rv e n ir"252.

P o d ría su p o n erse que esta exhortación a p u n ta b a a filiar u n a id en tid ad capaz d e rem o n tarse en

el tiem po h asta p o d er abarcar esos siglos cuya o scu rid a d hacía que su s contem porán eo s

Juan Thompson a J.M. Gutiérrez, Madrid, 2/11/1857, AE, tomo V, p. 38


"Informe de la Comisión Clasificadores de las composiciones que han concurrido al primer certamen
poético de Mayo" [integrado por Francisco Araucho, Candido Juanicó, Florencio Varela, Manuel H. y Obes y
Juan A. Gelly], en Certamen poético de 1841. Montevideo, Comisión Municipal de Cultura, Mayo 1941-
Mayo 1942 , p. XXI (reimpresión textual), [Montevideo, 25 de Mayo de 1841, Imprenta Constitucional de
P.P.Olave (el autor fue F. VarelaYl.
?52 t f #
' Juan B. Alberdi, “Observaciones sobre el certamen poético celebrado en Montevideo en 1841'’ en
Autobiografía. Bs.As., Jackson, 1953, pp. 68/9 [Montevideo, 1841]. .
174

q u isieran dejarlos definitivam ente atrás. Sin em bargo esto tam poco era así o, al m enos, no era

u n a consecuencia necesaria. Lo que A lberdi e n realidad sostenía era otro tipo de exigencia: la d e

lev an tar u n inventario d e ese legado a fin de p o d er desem b arazarse d e to d o aquello q u e

o bstaculizaba el progreso m aterial y m oral. Su m irad a p o d ía ser entonces m ás rica o

desprejuiciada que la de aquellos q u e sólo p o d ían abjurar d e ese p asa d o com o u n a to talid ad

abstracta, p ero no im plicaba que se trad u je ra en u n a reivindicación d e esa experiencia. Es que

m ás q u e pro cu rar encontrar allí raíces sobre las cuales erigir la sociedad republicana, se

p ro p o n ía identificarlas para p o d er extirparlas e im p ed ir q u e sig u ieran re p ro d u cién d o se sus

m ales. En to d o caso, com o vim os en el capítulo anterior, ese legado p o d ía ser d efen d id o

ard o ro sam ente, pero sólo cu an d o servía com o arg u m en to polém ico contra aquellos q u e

p ro m o v ían u n a reivindicación del p asa d o indígena p ara o p o n er u n a id e n tid a d am ericana frente

a lo europeo.

E ntre las v arias pruebas del desinterés d e A lberdi p o r filiar en el m u n d o colonial u n p asa d o

p ro p io y dig n o d e ser re cu p erad o activam ente, p u e d e recu rrirse a su polém ico texto La

República Argentina a 37 años de la Revolución de Mayo e n el q u e trazó u n p o r m om en to s

ex trav agante panegírico d e su tierra natal. Así, tras alab ar a Rosas com o re p resen ta n te d e la

g ra n d eza argentina, lo cual le valió nu m ero sas críticas, aseg u ra con orgullo q u e ésta precedía al

dictador. P ero esta precedencia no se pro lo n g ab a m ucho m ás allá e n el tiem po, p u es arrancab a

con las invasiones inglesas y se expresaba e n la fig u ra d e Liniers253. P o d ría arg ü irse q u e éste

h ab ía sido u n funcionario colonial q u e incluso se m a n tu v o fiel a E sp añ a al estallar la

R evolución; sin em bargo, resulta ev id en te q u e por sí solo no p o d ía cifrar esa experiencia, p o r lo

q u e resu lta llam ativo q u e no invocara o tras figuras com o Solís, G aray, H e rn an d arias, Zabala, el

V irrey C eballos com o lo haría M itre d iez años m ás ta rd e en la Introducción a la Galería de

Celebridades. Invocación q u e sin d u d a le h ab ría ap o rta d o algunos jalones m ás a esa g ra n d eza

arg en tina que decía reivindicar. C on lo cual, la p ro c la m ad a necesidad d e p ro fu n d iz a r en la

in dagación del pasad o colonial hecha p o r A lberdi no se trad u c ía en hechos concretos incluso

cu an d o m ás parecían requerirlos sus argum entos.

S erían otros com pañeros d e su generación quienes co m en zarían a concretar su exhortación,

em p ezan d o p o r Juan M. G utiérrez q u e dejaría atrás su caracterización d e la c u ltu ra españ o la

com o u n lago m onótono, o la m an ten d ría p ero p ro c u ra n d o sep a rar d e ella lo p ro p iam e n te

am ericano que, com o tal, estim aba dig n o d e ser reiv in d icad o incluso c u a n d o se tra ta ra n d e

obras d e escaso valor. Este posicionam iento m ás afín a su sensibilidad ro m án tica le perm itió

253 "La República Argentina 37 años después de su Revolución de Mayo", en id. [Valparaíso, 1847].
175

trazar u n inventario h alagüeño d e la pro d u cció n cultural en la colonia, tarea a la q u e dedicaría

gran p arte de sus esfuerzos intelectuales h asta el final d e su vida, y cuyo cam ino ya había

com enzado a recorrer d u ra n te su exilio en Chile. Lo q u e A lberdi sí realizó com o u n aporte en esa

dirección fue historizar la posición antiespañola enarbolada por la generación revolucionaria a fin

de poder dejarla atrás definitivam ente. Así, a la vez que la justificaba por haber cum plido una

función necesaria en su m om ento preciso -d a r aliento al proceso in d ep en d en tista-, la condenaba

por resultar u n obstáculo anacrónico a la hora d e hacer frente a los nuevos desafíos. M ás aún, si

bien decía venerar a los guerreros d e 1810 que habían sustraído Am érica al p o d er español,

estim aba que eran incapaces de entender las nuevas necesidades del continente. La razón es que

seguían presos d e "las ficciones de patriotism o", del "artificio de la causa puram ente am ericana",

legítim os instrum entos en tiem pos d e guerra pero inconvenientes en m om entos en que debían

tratarse problem as relativos a industria, comercio, inm igración y que, p o r eso m ism o, dem andab an

u n a ap ertura irrestricta al m u n d o 254. Estas producciones que eran historizadas críticam ente p or

A lberdi, pu ed en encontrarse con sum a facilidad en las m em orias y autobiografías d e los

protagonistas o testigos de la revolución d e independencia que, com o ya noté, constituían el

grueso de las representaciones del pasado producidas en esos años y que seguían a ú n presas de

esas "ficciones del patriotism o"255.

Esto perm ite apreciar la otra posición q u e A lberdi com partía con los m iem bros d e su g rupo en

relación al orden colonial. P orque si p o r m om entos hacían u n a crítica descalificadora d e ese pasado

p u es su aciago legado obstaculizaba el ansiado progreso, en otros directam ente lo ignoraban p o r

entender que carecía de todo valor. Es posible que m ás allá d e los prejuicios ideológicos, y al igual

q ue lo sucedido en relación con el pasado indígena, esto tam bién haya sido consecuencia d e la

insignificancia q u e habían tenido los pueblos del Plata en com paración con los d e otras partes d e

Am érica donde se habían desarrollado sociedades m ás com plejas y ricas incluso desd e un pu n to

254 J. B. Alberdi, "Acción de la Europa en América", en id., pp. 128/9.


Una crítica similar a la de Alberdi se puede encontrar también en la respuesta que había dado Ferré a
los publicistas porteños quince años antes, aunque promoviendo una posición proteccionista y no
librecambista. Resulta notable además que apelara a galicismos a los que serían tan afectos los románticos
como el de “perfectibilidad”, lo cual abonaría la hipótesis de que Ferré no fue el único autor de los textos:
“(...) los Argentinos tan valientes en la guerra, no pensaron jamas en dar los primeros pasos a la
perfectibilidad; derecho que habia puesto en sus manos la suerte de las armas: (...) todos los años
renovamos la memoria de nuestra regeneración política, y en medio de los cánticos, de los vivas y de las
aclamaciones en que se desaoga el noble entusiasmo, no ha salido hasta ahora un escritor de los ilustres
que encierra Buenos-Ayres, que aprovechando aquellos dulces trasportes, dixese a sus conciudadanos:
hemos combatido y triunfado; pero no basta haber nacido y existir: nos resta un camino mucho mas
largo, pero sin estorbos, y en el encontraremos la mayoría de los bienes que debemos gozar por ahora,
con los aumentos progresivos que recogerá nuestra posteridad”, P. Ferré, “Cuestiones nacionales....”,
op. cit., pp. 274/5. -
d e vista cultural y que, por eso m ismo, habrían m erecido que se les prestara m ayor atención a su

fisonom ía aunque m ás no fuera para repudiarla.

Entre las m últiples evidencias que p u ed e n encontrarse del desinterés por ese pasado, m uchas

veces argum entado explícitam ente, resulta reveladora la narración que hizo Echeverría en su

Ojeada Retrospectiva de la organización de la Asociación de la Joven Generación Argentina. En ese

m elancólico balance del derrotero d e su grupo, Echeverría recuerda que sus m iem bros se habían

p ropuesto dilucidar una serie de cuestiones de alto interés, dividiéndose los problem as para

encontrar u n a form ulación práctica que perm itiera resolverlos. A tales fines debían fu n d a r sus

propuestas realizando una "reseña crítica d e los antecedentes históricos q u e tuviese en el país el

asunto que trataba", lo cual habría perm itido reivindicar el legado d e sus m ayores al eslabonar

cada trabajo a la tradición. N o parece descabellado suponer que esta indagación podría haber

llevado a explorar d e algún m odo el pasado colonial. Sin em bargo esto no fue así ya q u e el único

legado adoptado era el de "las tradiciones progresivas de la revolución d e M ayo con la m ira de

perfeccionarlas o com pletarlas". Lo que el poeta quería argum entar era que, a diferencia d e las

facciones dom inantes que desconocían todo lo hecho p o r sus oponentes, ellos iban a ad o p tar lo

mejor de cada una de éstas. De ese m odo dejaba explícitam ente d e lado cualquier posibilidad de

extender su indagación m ás allá de principios del siglo XIX, incluso cuando se tratara d e buscar los

"antecedentes históricos" d e los tem as que los preocupaban256.

P or cierto que esta lim itación autoim puesta no era algo excepcional ni destinada a desaparecer en

form a inm ediata. Veinte años m ás tarde, y en su condición d e D irector de la Sección H istoria del

Ateneo del Plata, Sarm iento fue invitado a orientar a los jóvenes d e esa asociación. Su pro p u esta

era q u e éstos elaboraran m onografías sobre episodios históricos a m odo de ejercicio q u e les

perm itiría em prender luego tareas m ayores. A tales fines consideró conveniente señalar la

existencia de num erosos sucesos q u e po d ían tratarse con éxito. Pues bien, salvo en el caso d e las

invasiones inglesas, ninguno d e ellos pertenecía al m u n d o colonial: la R evolución d e M ayo, las

cam pañas de San M artín, el alzam iento d e las m asas d e jinetes, la iniciación d e R ivadavia, la

llegada de Rosas al poder257. Sin em bargo, este desinterés estaba em pezando a dejar d e ser tal:

d u ra n te esos días, y en su calidad d e Director d e la Sección Poesía, Luis D om ínguez le estaba

p roponiendo a esos m ism os jóvenes que dram atizaran los sucesos d e la conquista en cam ad o s en

algunas d e sus figuras m ás destacadas com o Solís o Garay.

¿M,DSp. 161.
257 "Espíritu y condiciones de la Historia en América", en OCS. tomo XXI, p. 100 [Memoria leída el 11
de octubre de 1858 en el Ateneo del Plata al ser nombrado director de Historia]. .
177

H acia u n a n u e v a v alo ra ció n de E sp añ a y d e l p e río d o colonial: alcances y lim itac io n e s


N u m erosos au to res señalan que a fines del siglo XIX y principios del XX se p ro d u jo u na

p ro g resiva revalorización d e la tradición hispánica y del p asa d o colonial. Entre o tras razones,

esto fue consecuencia d e la reacción d e la elite criolla a las transform aciones pro v o cad as por el

proceso inm igratorio. Sin em bargo, com o se p u d o apreciar en el a p a rta d o anterior, la necesidad

d e ex am inar con m ay o r atención el perío d o colonial había com enzado a plantearse por lo

m enos d esd e la d écada d e 1840, a u n q u e los prim eros intentos en ese sentido recién se

p ro d u jero n en la década siguiente favorecidos por la existencia d e nuevas condiciones tanto a

nivel local com o internacional.

E n relación a estas últim as, es d e n o tar q u e d u ra n te s esos años se hab ían p ro d u c id o avances

significativos en el conocim iento del proceso de conquista y colonización q u e no p o d ían ser

obv iad os e n u n a cu ltu ra tan aten ta a las n o v ed ad es de los centros intelectuales com o era la

rioplatense. En efecto, la a p e rtu ra en E spaña d e los archivos p a ra que p u d ie ra n ser consultados

p o r los investigadores, la edición de colecciones docum entales com o la d irig id a p o r F ernández

N av arrete q u e sacó a la lu z u n cúm ulo d e m ateriales desconocidos, y la publicación d e obras

com o las del norteam ericano W. P rescott e n las q u e aparecen situ ad o s históricam ente los hechos

v sus p ro tag o n istas a fin d e p o d e r en ten d erlo s sin tener p o r q u é hacer valoraciones anacrónicas,

alen taro n u n exam en m ás desprejuiciado d e la historia española, inclu y en d o la de sus

dom inios. E n el caso d e Prescott, esto ú ltim o se veía refo rzad o ya q u e no sólo se había

co n stitu id o en u n a au to rid a d in d iscu tid a e n los tem as específicos p o r él tratad o s, sino que su

ob ra tam b ién era co n sid erad a u n m odelo historiográfico tan to en lo q u e hacía a la investigación

com o a la exposición d e su s resultados. De u n m o d o u otro, la am pliación de las fuentes

conocidas así com o la utilización m ás desprejuiciada q u e hacían d e éstas alg u n o s autores,

d ab a n resp ald o a quienes p ro m o v ían la necesidad d e conocer m ejor lo su ced id o en el período

colonial con el fin d e dejar atrás apreciaciones que co n sid erab an absurdas, parciales o injustas.

E n el capítulo seg u n d o se p u d o ap reciar q u e ese afán e ru d ito tu v o u n a im p o rtan te expresión

local en esos m ism os años. Basta re co rd a r los n u m ero so s e im p o rtan tes d o cu m en to s oficiales,

crónicas y relatos pu b licad o s en las colecciones ed itad as p o r P ed ro d e A ngelis y p o r El Comercio

del Plata. Sin em bargo, la revisión del p asa d o colonial d u ra n te la décad a de 1850 no fue sólo

consecuencia d e u n a p re te n sió n eru d ita , sino q u e tam bién, y q u izás en p rim er lu g ar, obedeció a

razo n es m ás estrictam ente políticas y a q u e se había afian zad o la necesidad d e exam inar las

raíces d e la sociedad rioplatense y, en especial, de los q u e era n percibidos com o su s m ales. Este

interés no p u e d e atribuirse solam ente a la recepción del historicism o, sino tam bién al hecho
178

que, contra lo esp erad o p o r sus opositores pero tam bién por algunos d e sus antigu o s

ad h erentes, esos m ales no se habían acabado con la caída d e Rosas: u n nu ev o ciclo de conflictos

se había abierto sin q u e p u d iera establecerse con certeza el destino que le a g u a rd ab a a la región.

Ese conflictivo contexto no fue obstáculo sin em bargo p ara que se p ro d u jera u n a p au latin a

com plejización d e la v id a pública con u n a pren sa en expansión y la creación d e nu ev as

instituciones. E n ese m arco com enzaron a cobrar relevancia y a ocupar espacios algunos jóvenes

q u e h ab ían crecido e n el exilio o al am p aro de los gobiernos federales y que se m o straro n

proclives a p ro m o v er u n a revalorización del p asa d o colonial, pues en ten d ía n com o A lberdi q u e

las "ficciones d el p atriotism o" d e la generación revolucionaria eran anacrónicas. Si se m e

perm ite u tilizar u n arg u m en to p lan tead o por quienes investigan los fenóm enos m igratorios,

p o d ría afirm arse entonces q u e e n este caso tam b ién se dio el fenóm eno p o r el cual aquello q u e

qu iso ser o lv id ad o p o r los hijos, trató d e ser recu p erad o p o r los nietos.

T odas estas cuestiones, u n a n u ev a cam ad a d e políticos y publicistas, la am pliación d e la prensa,

la creación d e instituciones, y la necesidad d e conocer m ejor el perío d o colonial y a sea p ara

reiv in d icar aspectos del m ism o en tanto ese p asa d o era asu m id o com o algo propio, ya sea

p o rq u e resu ltab a necesario dilucidar su incidencia en el presente, p u e d e n apreciarse en dos

artículos ap arecid o s en Buenos A ires y P aran á con cinco años d e diferencia. El prim ero llam a la

atención sobre la p arálisis del Instituto H istórico y G eográfico n o tan d o la im p o rtan cia q u e éste

ten ía pues

"La A m érica ofrece u n cam po inm enso á investigaciones profundas. Sus g randes perio d o s
históricos, el descubrim iento, la conquista, la dom inación española y la in d ep en d en cia,
ab raza n vina d u ra ció n de m as d e tres siglos, q u izá los m ás m em orables en la m isteriosas
cadena d e los tiem pos. Bien: estas transform aciones h an dejado sobre el N u ev o M u n d o
una hu ella m as ó m enos lum inosa, en q u e es necesario buscar la certid u m b re, com o se
rem onta u n rio h asta su origen escondido"

El seg u n d o celebra la inm inente creación del Instituto Histórico y Geográfico de la Confederación.

E n esas circunstancias, Ju an F. Seguí notó que

"El pasad o del Pueblo A rgentino, com o N ación Independiente, no tiene sino m edio siglo;
pero su v erd ad era historia á los ojos d e la filosofía, rem onta á la época del descubrim iento y
conquista del N uevo M undo. Este período que no es corto, es m uy rico e n acontecim ientos,
179

que tiene su p u n to de contacto con los hechos contem poráneos, y allí está la incógnita para
resolver m uchos problem as sociales y políticos d e n u estra época"258.

C abe señalar ad em ás q u e este progresivo interés se potenció por el que estos jóvenes m ostraban

en conocer el p asa d o d e las provincias. D e todos m odos se debe tener presente q u e estas

p retensiones recién com enzarían a concretarse años m ás tard e cu an d o co m p artirían espacios e

id eas con algunos d e sus m ayores, quienes tam bién se volcarían a u n exam en m ás franco d e ese

pasado, com o se evidenciaría en los trabajos que em p re n d iero n en su m a d u re z Vicente F.

López, A ndrés Lam as o Juan M aría G utiérrez.

E n relación a este últim o resulta de interés recordar u n intercam bio epistolar que tuvo en 1858 con

el oriental A lejandro M agariños Cervantes, editor de la Biblioteca Americana. En sus cartas G utiérrez

se perm itía reflexionar sobre las necesidades intelectuales que tenían los pueblos del Plata a fin de

orientar los contenidos de esa colección. Entre sus reflexiones se destaca aquella que puede

considerarse com o u n program a d e lo q u e él ya había com enzada a practicar y q u e intensificaría


i _ _
d u ran te los años siguientes, es decir, u n a reinterpretación y revalorización d e los siglos coloniales

y, m ás precisam ente, d e sus m anifestaciones culturales:

"Creo, q u e si se exam inan los sucesos de la A m érica española (por ejemplo) con
conocim iento de la m anera de ser d e la Península y d e los fines q u e en la política de la
m etrópoli debían desem peñar sus Colonias, resultarían sus hechos presentados con m ás
n o vedad q u e la q u e tienen m irados al través del entusiasm o revolucionario y d e la reacción
de la Independencia. T endrían m ás novedad y m ás v erd ad tam bién. Tengo m is sospechas d e
. que m uchas d e nuestras declam aciones contra nuestros antiguos am os son exageradas, y que
m ás dispuestos hem os estado a aceptar los cargos d e los enem igos d e la España, q u e los
descargos q u e los escritores españoles h an d ados sobre esas acusaciones"259

Su in terlocutor no p o d ría ser m ás a p ro p ia d o , ya q u e era exactam ente eso lo q u e él pensaba. De

hecho, M agariños C ervantes suele ser considerado com o el p rim er escritor rioplatense en

p lan tear con firm eza u n a reivindicación del p asa d o colonial a través d e u n a serie d e artículos

\ periodísticos escritos a principios d e la d écada de 1850 q u e fu e ro n com pilados bajo el título d e

Estudios Históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata260. Si bien es cierto q u e estos artículos

' fu ero n escritos en España, lo cual im plicaba otras condiciones d e enunciación d e las q u e su

258 “Instituto Histórico y Geográfico”, La Tribuna. Bs.As., Imprenta de la Tribuna, n° 501, 30/4 y
1/5/1855; Corrientes en la organización nacional, tomo 10. Bs.As., G. Kraft, 1911, p. 112 [El Nacional
Argentino. 31/5/1860],
259 J.M. Gutiérrez a A. Magariños Cervantes, Rosario, 28/10/1858, en E. Morales, Epistolario de Juan Mana
Gutiérrez. Bs.As., Instituto Cultural Joaquín V. González, folio 72.
260 Estudios históricos, políticos v sociales sobre el Río de la Plata, 2 tomos, Colección de clásicos
uruguayos, vols. 35/6, Montevideo, 1963 [París, Tipografía de Adolfo Blondeau, 1854, Revista Española
de Ambos Mundos. Madrid, tomos II, III, IV, 1854/5]. •
180

a u to r tenía plena conciencia, esto no invalida en n a d a el hecho que éste estuviera d e v e rd ad

in teresado en reivindicar ese pasado.

M agariños no era sin em bargo él el único en prom over esa revalorización, de lo cual existen varios

indicios com o la elección de los nom bres d e Solís y Colón para los teatros de M ontevideo y de

Buenos Aires creados en esa década. En ese sentido resulta d e interés u n breve artículo d e M itre

publicado a fines d e 1852, ya q u e expresa en form a clara y contundente ese nuevo h u m o r ante el

p asado hispánico. El C ónsul español había hecho saber a las autoridades locales que sus

com patriotas se habían ofendido ya que el farol de retreta con el que la G uardia N acional d e

Buenos Aires encabezaba sus desfiles tenía entre sus im ágenes la de unos leones vencidos. M itre le

respondió que no debía confundirse pues éstos sim bolizaban el poder absoluto de los reyes contra

el q ue tam bién habían com batido los españoles que reivindicaban sus derechos. De ese m odo

invertía lo afirm ado en 1810 por quienes se apoyaban en la figura de F em ando VII para

em anciparse de España, sosteniendo que junto a la sociedad española la am ericana había luchado

p ara term inar con la tutela de ese y de todo m onarca absolutista. A dem ás aseguraba que no podía

haber odio nacional alguno ya que com partían u n origen en com ún:

"El pueblo arg en tin o para reco rd ar sus glorias no necesita in su ltar ni ofen d er a n in g u n a
nación, y a la E spaña m ucho m enos, p o rq u e la m ism a sangre corre p o r sus v en as (...) El
25 d e M ayo n o significa u n a revolución contra la E spaña, sino a favor d e la in d ep en d en cia
y la libertad"

Y p a ra enfatizar a ú n m ás su posición, concluye n o ta n d o q u e los cañones que sa lu d a b a n las

fechas p atrias lo hacían en el m ism o lugar que el ilu stre G aray había clavado "el e sta n d a rte d e

C astilla, en to rn o del cual se fu n d ó la ciu d ad de B uenos A ires, hija legítim a d e la E spaña",

co m p artien d o am bas ad em ás la gloria de hab er triu n fad o sobre los ingleses a qu ien es h ab ían

ca p tu rad o sus b an d e ras q u e a ú n p en d ían e n los tem plos d e la ciu d ad 261.

Claro que no todos com partían estas apreciaciones d e M itre u otras sim ilares q u e pro p o n ían

distinguir a E spaña d e su gobierno despótico contra el cual tam bién había luchado p arte d e la

población peninsular. Para algunos esta distinción p odía resultar una sutileza, sobre todo si se

considera que E spaña no había reconocido aú n la independencia d e las provincias del Plata. Sin

em bargo esto no obstó a q u e fueran am pliándose cada v ez m ás las voces que llam aban a in d ag ar el

pasado am ericano desde la llegada de los conquistadores, en tanto se trataba de u n a historia

propia y no ajena. Es el caso del G obernador d e C orrientes Juan Pujol, quien al recordar en 1857 u n

261 “Farol de retreta”, El Nacional. Periódico comercial, político y literario. Bs.As., Imprenta Argentina,
N° 134, 23/10/1852. ' -
181

nuevo aniversario de la Revolución notaba que ya se había disipado el encono con sus

progenitores. Es por eso que si bien creía que los m ales desatados tras la Revolución resultaban

explicables por el atraso colonial, no d u d ab a en afirm ar q u e tam bién debía hacerse m ayor justicia

con la m adre patria que, por ejemplo, había sido la nación que puso m enos trabas al desarrollo

intelectual de sus colonias ya que fue la única en dotarlas d e universidades cuya enseñanza si bien

no merecía dem asiados honores, no era inferior a la im partida e n la propia Península262.

A hora bien, lo m ás interesante no es que se planteara u n a revalorización explícita de algunos

aspectos del pasado colonial o que se asum iera en form a positiva la pertenencia al m ism o tronco

que España, sino el hecho que cuando se pasaba de la apreciación general sobre el origen com ún a

u n a exploración m ás detenida sobre ese pasado, no parecía encontrarse allí nada dem asiado digno

d e ser rem em orado. Dicho d e otro modo: cuando d e v erd ad se recurría a la historia, esa valoración

positiva encontraba sus límites. Dos años después de pronunciado el discurso de Pujol, u n artículo

publicado en u n periódico salteño con el fin de rem em orar el 25 de M ayo tam bién planteó que ya

era hora d e dejar atrás las prevenciones hacia España, p u es estaba lejos de ellos esa "m e zq u in a

id ea" de los revolucionarios q u e h abían ren eg ad o d e "n u estro s nobles progenitores", así com o

tam poco quería "co n d en a r el p o d e r español instalado p o r la conquista en este hem isferio". El

au to r traza una breve historia de la España del siglo XV, a la que exalta com o potencia, pero

tam bién recuerda que d a d a su posterior decadencia, sus principios errados de adm inistración y la

lejanía con sus dom inios, estaba escrito que los iba a perder. En ese sentido afirm a que los propios

m ales causados p o r E spaña desde C arlos V constituían el proceso hecho a sus gobiernos

justificando d e ese m odo la em ancipación263. Es decir q u e incluso cu an d o se pretendía reivindicar

el proceso de conquista y colonización, no podía dejar de notarse que los fines y los m edios

em pleados no po d ían haber sido m ás desacertados e injustos, por lo cual la ru p tu ra con la m ad re

p atria aparecía com o una consecuencia lógica y necesaria.

Estas tensiones y lim itaciones se p u e d e n ap reciar m ejor, y resu ltan a ú n m ás significativas, en los

trabajos históricos d e aquellos q u e m ás francam ente decían reivindicar ese tronco co m ú n com o

era el caso de M agariños C ervantes. En efecto, incluso u n a p rim era lectura d e sus Estudios...

evidencia que no sólo re su ltan exiguas las pág in as q u e le dedica al perío d o colonial, sino q u e su

m oroso relato del siglo XVI y d e gran p arte d el XVII no hace m ás que exhibir u n a sucesión

m o nótona de crím enes en tre españoles, y entre éstos y los indígenas. C rím enes q u e no p erm iten

262 “Discurso de S. E.” en La Opinión. Periódico Político, Literario y Comercial, Corrientes, Imprenta de la
Opinión, n° 401, 29/5/57.
26’ “El 25 de Mayo de 1810” en La Libertad en el Orden Periódico Político, Económico y Literario n° 27,
Salta, Imprenta del Comercio, 25/5/1859. .
182

d esm en tir en n ad a la leyenda negra, razó n por la cual no resulta m u y enaltecedora la rem isión

q u e hace a la raíz ibérica. A dem ás, en varios pasajes asu m e explícitam ente q u e no había sucesos

d ignos d e ser recordados, entre los cuales hay dos q u e resu ltan llam ativos. Por u n lado, cu an d o

afirm a que lo único im p o rtan te q u e había ocurrido d u ra n te dos siglos en la B anda O riental

h abía sido la d isp u ta territorial con Brasil a la q u e le dedica num erosas páginas, lo cual resulta

n o table si se tiene p resen te que M agariños era o riu n d o d e ese país y, com o tal, proclive a realzar

su p asado. Por el otro, cu an d o asegura q u e u n a vez concluido el conflicto con P ortugal en 1778

y h asta las invasiones inglesas, el Río d e la Plata no había sido teatro de nin g ú n suceso

im p o rtan te264.

E sta ú ltim a apreciación y su consecuencia a la h o ra de describir los sucesos del período, su m ad a

al hecho q u e la estru c tu ra del texto se basa en cu ad ro s históricos o rd en ad o s cronológicam ente

q u e no están ligados en tre sí, hace que la R evolución d e M ayo aparezca com o u n a

d isco n tin u id ad en la h istoria del Río d e la Plata sin vinculación alg u n a con el perío d o colonial.

Lo cual no resulta irrelevante, ya q u e la reivindicación p len a d e ese pasad o sólo p o d ría lograrse

c u a n d o fuera cap az de ser articu lad o con el presente. Es decir, cu an d o se lograra describir,

n arrar, d em o strar o arg u m e n tar la existencia de sujetos, fenóm enos y procesos q u e h ab rían

an ticip ado la R evolución d e M ayo, la v id a republicana y el progreso socioeconóm ico y cu ltu ral

d e la región. Esta necesid ad h abía sido n o tad a por V icente F. L ópez al publicar en la Biblioteca

del Comercio del Plata las Noticias secretas de América d e Jorge Juan y A ntonio d e U lloa escritas a

m o d o d e inform e a la C orona sobre el estad o d e sus p osesiones am ericanas. En su presen tació n

d e esa obra q u e los liberales tran sfo rm aro n e n u n em b lem a d e la crítica hacia E spaña, L ópez

lam en taba q u e no hiciera referencia al estad o del Río d e la Plata, ya q u e así h ab ría p o d id o

resolver "u n o d e los m as orijinales y curiosos problem as d e la época colonial" q u e era el

crecim iento silencioso d e B uenos A ires h asta convertirse e n u n em porio m ercantil:

"¿C óm o h abia su ced id o esto e n u n país d esp ro v isto d e m inerales y segregado del
com ercio directo co n su m ism a m etrópoli? ¿C óm o habia su ced id o q u e u n a orilla desierta é
in apercibida se h ab ia p re sen tad o d e repente fo rzan d o la m ano del m onarca á q u e la
reconociese com o u n o d e sus m as im p o rtan tes vireinatos? ¿C óm o habia su ced id o q u e
d esd e entonces se fijase e n esa orilla la codicia d e los pueblos m as ricos y com erciantes del
m u n d o com o en u n a valiosa posesion?. P roblem as so n todos aquestos q u e m erecen fijar
d e u n m o d o capital la vista d el h isto riad o r q u e asp ire á co m p re n d er n u estro oríjen, y las
condiciones peculiares d e n u estro ser ta n div ersas d e las d e los otros pueblos Sud-
A m ericanos"265

264 “Descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata. Bosquejo histórico de 1515 a 1810'’, en
Estudios históricos......op.cit.. t. 1. pp. 47 y 81.
265 V. F. López, Prefacio a Noticias secretas de América, sobre el estado naval, militar y político de los
reinos del Perú y Provincias de quito, Costas de Nueva Granada y Chile, Gobierno y Rejimen particular
183

A u n q u e en form a algo im precisa y esquem ática, estas resp u estas q u e p erm itirían articu lar el

p erío d o colonial y el revolucionario recién com enzarían a cobrar form a en la Biografía del General

Belgrano publicada p o r M itre u n lustro después, pues allí sostiene a diferencia d e lo afirm ad o

p o r M agariños que a fines del setecientos había su rg id o u n n u ev o centro en el litoral rioplatense

cuyo desarrollo alentaba la ru p tu ra del vínculo colonial. En form a co n tem poránea a la

publicación de esa biografía, M itre analizó el exiguo desarrollo que h abía ten id o la

historiografía local n o tan d o q u e los m ateriales para escribir u n a historia d e la colonia estaban

m ás o m enos clasificados a diferencia de los referidos a los sucesos m ás recientes. A dem ás notó

con satisfacción q u e y a existían suficientes estu d io s q u e p erm itirían esclarecer aspectos

sustanciales d e ese p asa d o 266. C on lo cual, cabría conjeturar q u e su obra fue consecuencia de

esas condiciones halagüeñas. Sin em bargo, la evidencia d e q u e M itre estaba en lo cierto no se

en cu en tra tanto e n su biografía de Belgrano, com o tam poco lo estaba en las colecciones d e citas

y d e esbozos biográficos publicados en 1859 y 1860 p o r Ju an M. G utiérrez en la Biblioteca

d irig id a p o r M agariños C ervantes, sino en u n a obra q u e sería p u b licad a poco tiem po desp u és y

en la que el p asa d o colonial p o r fin adquiriría u n a p resencia significativa: la Historia Argentina

d e Luis D om ínguez267. o

Esta obra p u ed e considerarse com o la m ay o r expresión d e la corriente q u e se p ro p o n ía

exam inar con deten im ien to y sin prejuicios el m u n d o colonial. T anto es así q u e el relato incluía

tam b ién referencias a la historia d e la p ro p ia P enínsula q u e el a u to r estim aba im prescindibles

p ara e n ten d e r lo su ced id o en A m érica. Su ap o rte m ás im p o rtan te es el hecho d e q u e a p esar d e

estar escrito com o u n a crónica, aparece esbozada u n a línea d e desarrollo histórico d e sd e el

p erío d o colonial ce n trad a en la región litoral y, m ás precisam ente, en Buenos Aires. De ese

m odo, y au n q u e en form a rud im en taria, D om ínguez busca articu lar u n a tram a en la q u e los

diversos fenóm enos y procesos ad q u ieren u n sentido m ay o r y a q u e se p re sen tan com o la causa,

de los pueblos de indios: cruel opresion y estorsiones de sus correjidores y curas: abusos escandalosos
introducidos entre estos habitantes por los mismos misioneros: causas de su orijen y motivos de su
continuación por el espacio de tres siglos, escritas fielmente según las instrucciones del Exmo. Señor
Marques de la Ensenada, Primer Secretario de Estado, y presentadas en infome secreto a S.M.C. el Señor
Don Femando VI por D. Jorje Juan. D. Antonio de Ulloa, sacadas a la luz para el verdadero conocimiento
del gobierno de los españoles en la América Meridional por Don David Barrí, Montevideo, segunda
edición, e n C P n 0 1697, 20/9/1851.
266 “Bibliografía. Noticias históricas por D. Ignacio Núñez” en LD n° 135, 21/10/1857.
267 J. M. Gutiérrez, Pensamientos, máximas y sentencias de escritores, oradores v hombres de estado de la
República Argentina. Bs.As., Biblioteca del Río de la Plata, 1945 [Bs.As., Biblioteca Americana, Tomo VI,
Imprenta de Mayo, 1859] y Apuntes biográficos de escritores, oradores y hombres de Estado de la República
Argentina Bs.As., Biblioteca Americana, Tomo VII, Imprenta de Mayo, 1860; Luis L. Domínguez, Historia
Argentina. Bs.As., Imprenta del Orden, 1861 [al año siguiente se publicó una edición corregida y
aumentada]. •
184

el origen o el an teced en te d e desarrollos futuros que d o ta ría n a la región d e u n a sin g u larid ad en

el m u n d o hispanoam ericano. La fundación de ciudades, el poblam iento y mestizaje, la

introducción del ganado y la práctica de contrabando q u e había anticipado el libre com ercio y

p red isp ondría a la lucha p o r la independencia, aparecen com o gérm enes cuyo desenvolvim iento

orientaría el devenir de la región en una dirección determ inada.

La obra de D om ínguez se hace cargo entonces d e la revalorización del pasad o colonial,

en co n tran d o en él figuras dignas d e encom io, y elem entos cuyo desarrollo habilitaría el paso a

u n a sociedad in d ep en d ie n te , republicana y próspera. P or cierto que estas ideas no eran extrañas

a la elite local, e incluso algunas d e ellas constituían u n a suerte d e sentido com ún. Pero debió

esperarse la publicación d e este texto para que p u dieran encontrar u n a articulación m ás o m enos

sistem ática cuya estructura respondiera a alguna form a d e relato histórico. C laro que D om íngu ez

tam b ién com partía con m uchos otros autores ciertas v aloraciones negativas q u e constituían u n a

lim itación a la h o ra d e p o d e r reivindicar en form a p len a ese pasado. De tqdas ellas quisiera

d eten erm e en d o s a las q u e y a hice referencia en el p rim e r a p a rta d o del capítulo: p o r u n lado, la

docu m entación disp o n ib le y su posible uso; por el otro, los sucesos q u e p o d ían considerarse

significativos y q u e estab a n en estrecha relación con la caracterización q u e el au to r hacía del

vínculo colonia-m etrópoli y sus consecuencias p ara los am ericanos.

E n lo q ue hace a las fuentes y su utilización, el autor exam ina en la introducción aquellas en las

q u e abrevó p a ra co n stru ir su crónica, p lan tean d o explícitam ente q u e no consideraba fiables las

p ro d u c id a s p o r los p ro tag o n istas d e la conquista y colonización, o p tan d o en consecuencia p o r

seg u ir a Félix d e A zara e n la m ed id a d e lo posible (p. IX). Esta elección resulta significativa no

sólo p or la descalificación q u e hacía d e las fuentes originales -s in considerar que A zara se había

b asa d o e n esos m ism os textos q u e D om ínguez y sus co n tem p o rán eo s estim aban poco fiables-,

sino tam b ién p o r trata rse d e u n au to r em blem ático en lo q u e hacía a la d esidia d e la M onarq u ía

frente a sus dom inios am ericanos. R ecordem os q u e su o b ra h abía sido pu b licad a en francés an te

el d esinterés q u e h ab ía m o strad o la C orona por d a r a lu z los inform es p ro d u c id o s por ese

funcionario q u e había en v iad o al Plata. La edición e n castellano debería esperar varias d écad as

h asta publicarse p o r p rim e ra v ez e n la Biblioteca del Comercio del Plata que se valió d e u n a

retrad u cción hecha p o r B ernardino R ivadavia.

En cu anto a los co n ten id o s d e la Historia Argentina, y com o e n tantas otras cosas, D om ínguez se

m u estra trib u tario d e su m entor, Florencio Varela: tan to e n la introducción com o al co m en zar el

relato del perío d o virrein al hace n o tar q u e lo m ás im p o rtan te q u e había ocurrido en la época
185

colonial era la d isp u ta p o r los lím ites entre las C oronas esp añ o la y p o rtu g u esa (pp. X y 110).

C on lo cual se entien d e p o r q u é las fuentes que m ás aprecia son las referidas a esa tem ática y

p or q u é gran p arte d e su n arración se detiene en esas cuestiones com o solía suceder tam bién en

los estu dios histórico-geográficos. A hora bien, esta predilección no parece d ar aliento a la

elaboración d e representaciones significativas de la sociedad colonial. En to d o caso perm ite

reivindicar la actuación d e algunos funcionarios que, p o r cierto, estim aba excepcional; o, en el

m ejor de los casos, alen tar la suposición d e que esa historia había d elim itado u n territorio que

prefig u raba el d e la fu tu ra república, au n q u e esto ú ltim o tam poco es afirm ado d e m odo

ro tundo.

Este desinterés p o r realizar u n a exploración m ás n ítid a y d etallad a resulta com prensible si se

considera que, m ás allá d e su p ro clam ad a necesidad d e volver a exam inar esos siglos, su

caracterización d e E spaña, d e la n atu ra leza del vínculo colonial y d e sus consecuencias p ara

A m érica, no parecía a p a rtarse dem asiad o del canon d o m in an te. Al exam inar p o r ejem plo los

p rim eros gobiernos en tre 1620 y 1680 señala que la colonia n o p o d ía p ro sp e rar d a d a la

decadencia de la " m a d re P atria" q u e h ab ía pasad o d e u n a M o narquía tem p lad a p o r los fueros

d e los pueblos y los derechos d e los nobles, a u n a M o n arq u ía ab so lu ta q u e ahogó to d a libertad

y progreso. Esta falta d e p ro sp e rid a d le perm itía explicar la ra z ó n p o r la cual era m uy poco lo

d ig n o de ser reco rd ad o d e esos prim eros años de p resencia española. En cuanto a la acción

concreta d e la C orona, insiste en q u e ésta sólo estaba in tere sa d a e n la explotación d e las

riq u ezas locales, p o r lo q u e enviaba funcionarios cuyo único p ro p ó sito era enriquecerse

ráp id am en te. R azón p o r la cual difícilm ente h u b ieran p o d id o dejar hu ella u obra valiosa capaz

d e ser reivindicada en el fu tu ro (pp 69/70).

La lista podría prolongarse, pero lo q u e m e interesa rem arcar es que m ás allá d e sus intenciones,

los juicios y las representaciones del pasado colonial presentes e n el texto de D om ínguez seguían

constreñidas p o r las convenciones narrativas e ideológicas dom inantes. Es por eso que si bien

constituye u n aporte al conocim iento del pasado hispánico y colonial que adem ás aparece

reconocido com o algo propio, no logra u n a verdadera y sentida reivindicación del m ism o, e

incluso por m om entos resulta dudoso q u e la intente. Entre otras razones, esta lim itación está d a d a

p or el hecho que ese pasado sigue siendo valorado desde el proceso revolucionario que se

pretendía su negación radical. Para lograr su plena reivindicación sin desconocer la tradición

liberal y republicana q u e inform aba la cultura política post-revolucionaria, es decir, aceptando sus

m ales, pero m atizándolos o desproveyéndolos de sus consecuencias m ás nefastas, habría que

esperar q u e p u d iera ser integrado en u n a m ism a línea d e desarrollo histórico capaz de unirlo con
lo sucedido en la Revolución. Esto recién sería logrado plenam ente por M itre al publicar la tercera

edición de su Historia de Belgrano en 1876/7 que incluiría com o capítulo introductorio la

"sociabilidad argentina''. H asta entonces, y si bien eran cada v ez m ás las voces q u e se

pronunciaban por reivindicar el origen hispano, resultaron infructuosos los intentos por construir

representaciones positivas del pasado colonial y, m ás aún, por elaborar relatos históricos capaces

de integrar en u n a m ism a línea el devenir d e la sociedad rioplatense desde la llegada d e los

españoles hasta el presente. C laro que, com o p o d rá apreciarse en la sección siguiente, esto tam bién

era consecuencia d e las representaciones y valoraciones que se hacía de la propia Revolución.


187

TERCERA PARTE
\

LA CREACIÓN DE UN NUEVO PASADO.


LA REVOLUCIÓN DE MAYO COMO MITO DE ORÍGENES

Compatriotas llegó el dia grande


Precursor del combate y la gloria,
Ha empezado reden vuestra historia,
Vais el rango de pueblo á tomar
Esteban Echeverría, El 25 de Mayo

estoy m uy de acuerdo con V. que nos caeremos muertos sin acabar de


devanar la madeja que el año 10 dejó a sus hijos para entretenimiento,
Tom ás d e Triarte a Ju an M aría G utiérrez,1860268.

268 E. Echeverría, “El 25 de Mayo” en Cantos a Mayo, leídos en la sesión del Instituto Histérico-
Geográfico Nacional el 25 de Mayo de 1844, Montevideo, Luis A. Retta Libros editor. 1990-, p. 10.
[Montevideo, Imprenta del Nacional. 1845 (poesía escrita en Colonia, mayo de 1841)]; Tomás de Iriarte a
J. M. Gutiérrez, Bs.As., 20/5/1860 en AE, t. VI, p. 93 (la frase está destacada en el original).
E n la sección anterior p u d im o s n o tar que las representaciones y las valoraciones que hacían del

p asa d o y del presente las elites rioplatenses no p u e d e n ser en ten d id a s desgajadas d e las

referidas a la R evolución d e M ayo ya q u e ésta se constituyó en el m irad o r privilegiado d esd e el

cual se exam inaba la experiencia histórica local. Esta entronización era consecuencia del

ex ten d ido consenso en caracterizarla com o u n a ru p tu ra y u n acto fundacional q u e había

in au g u ra d o u n a nu ev a era. M ás aú n , m uchos co n sid erab an q u e en v e rd a d había d a d o inicio a la

H istoria en la región. De ese m odo el proceso revolucionario se constituyó en u n mito de orígenes

p a ra los pueblos rioplatenses. Sin em bargo, ese mito p resen tab a algunos problem as p a ra q u e

p u d ie ra ser fácilm ente estilizado bajo la form a de u n relato histórico y, m ás aún, p ara que esta

estilización p u d iera gozar d e consenso. Por u n lado, p o rq u e se tratab a d e u n proceso reciente

del cual costaba tom ar distancia. P ero sobre todo p o rq u e lo q u e p o d rían considerarse sus

efectos indeseados, es decir, los conflictos, facciosos, ideológicos, sociales, regionales o

económ icos que desató, no sólo se hicieron sentir con fu erza m u y ráp id am en te sino q u e con el

correr d e los años se fu e ro n p ro fu n d izan d o . Y si bien solía culpabilizarse de esos m ales al atraso

leg ad o p o r siglos d e dom inio colonial, no e ra n pocos qu ien es creían q u e la R evolución tam b ién

h ab ía hecho u n ap o rte decisivo en ese sen tid o al p o n er en crisis el antiguo o rd e n sin hab er

lo g rad o acertar en la erección d e u n o nuevo capaz d e reem plazarlo. En sum a, no sólo era

u n án im e la reivindicación d e la R evolución sino tam b ién la certeza d e q u e ésta había d a d o

inicio a u n proceso cuyo ru m b o incierto p lan teab a d u d a s inquietantes: por qué no p o d ía

accederse plen am en te a los bienes m ateriales y m orales q u e h ab ía p ro m etid o y cuáles eran los

m ed io s m ás ad ecu ad o s p ara p o d e r alcanzarlos. Es decir, ¿cóm o constituir u n o rd e n

sociopolítico y u n sistem a institucional estable y legítim o q u e g o zara d e consenso?

C om o es sabido, la b ú sq u ed a d e u n a resp u esta capaz d e satisfacer esta p re g u n ta fue u n o d e los

principales m otivos d e desvelo p a ra la dirigencia política y p a ra los publicistas d u ra n te gran

p arte del siglo XIX, quienes p o r eso m ism o v olvían u n a y o tra v ez sobre la R evolución p ara

interrogarse p o r su natu raleza, sus causas, su sen tid o y, sobre todo, su incidencia en el ru m b o

q u e h ab ían to m ad o los acontecim ientos q u e le sucedieron. P ero hay algo m ás q u e suele ser

p asa d o p o r alto, y es el hecho q u e sólo c u a n d o ese n u ev o o rd e n se hu b iera consolidado p o d ría

afirm arse que la R evolución h ab ía concluido. Es p o r eso q u e to d av ía a m ed iad o s del siglo XIX, y

a pesar d e que eran cada v ez m ás quienes p ro clam ab an com o A lberdi la necesidad d e dejar la

R evolución atrás d a d a la existencia d e n u ev o s problem as, ese p a sa d o no p o d ía ser co n sid erad o

d el to d o com o tal en tan to seguía fo rm an d o p a rte d el p resen te269. D icho d e otro m odo: no era

269 Esta cuestión la traté en mi trabajo “¿Pasado o presente? La Revolución de Mayo en el debate político
rioplatense’' en F. Herrero (comp.) Revolución. Política, sociedad e ideas en la década de 1810 Unía,
2004 (en prensa). -
189

tan to u n pasad o glorioso q u e se quería rem em orar, sino m ás bien el inicio d e u n proceso

inacabado cuyo curso debía ser desen trañ ad o y en d erezad o si se quería arribar a b u en puerto .

Es por eso que sus representaciones e interpretaciones estuvieron m ás claram en te

co n dicionadas p o r los conflictos que an im aro n la vida pública rioplatense que las referid as al

p asa d o colonial y al m u n d o indígena. C on lo cual su exam en perm ite apreciar m ejor alg u n as

id eas y valoraciones co m p artid as por los diversos sectores, p ero tam bién sus diferencias

T eniendo en cuenta las consideraciones antedichas, en la p resen te sección se exam inan en form a

sistem ática el ciclo d e representaciones sobre el proceso revolucionario q u e com ienza e n el

m o m en to m ism o d e la R evolución y tiene u n p rim er cierre con las intervenciones d e M itre entre

fines d e la d écada d e 1850 y m ediados d e la de 1860. La organización de los capítulos busca

resp etar en la m ed id a d e lo posible u n o rdenam iento cronológico que perm ita ap ro x im arse a

esas representaciones, pero considerando a la vez en cad a u n o d e ellos problem as específicos.

E n el capítulo octavo se exam inan las p rim eras im ágenes p re sta n d o especial atención a aquellas

cuestiones que m an ten d ría n vigencia d u ra n te v arias décadas, p articularm ente al m arco

in terp retativ o y a la incidencia d e los conflictos que a tra v esab a n la v id a pública del período. El

no veno retom a el exam en del discurso rosista realizado en la sección anterior y lo confronta con

el d e sus opositores. El décim o está d edicado a las innovaciones in tro d u cid as p o r la G eneración

d e 1837, pero tam b ién a las dificultades y lim itaciones q u e ten ían p ara p o d er d arle form a a u n

relato sobre los hechos revolucionarios. El u n décim o se centra e n la incidencia q u e tu v o e n la

d écad a d e 1850 el conflicto entre Buenos A ires y las pro v in cias a g ru p a d a s en u n E stado federal.

El d u o d écim o y últim o, exam ina la intervención d e M itre q u e elaboró u n a n arra tiv a cuyo

p ro p ó sito era lograr u n a rein terp retació n global d e lo su ce d id o en 1810 y de su inscripción e n la

experiencia histórica local.


190

Capítulo VIII
"Todavía arden estas pasiones": los primeros relatos
y representaciones sobre la Revolución

Nada liay que enorgullezca tanto a los pueblos, como las páginas militares
de su historia; porque desde la más alta hasta la más humilde clase de la
sociedad, sabe bien cada una que tiene derecho de decir: a m í también se
deben esas páginas. Esa historia de combates y glorias, la saben todos, los
unos por el libro, los otros por el romance, los otros por la tradición; pasa
de niño a niño, de hombre a hombre, de clase a clase, y viene a ser una
especie de monumento en la memoria de todos
M anuel H errera y Obes, 1847

No hemos llegado todavía á la época en que pueda escribirse la historia de


nuestra revolución con libertad y sin reticencias, sobre los hechos y las
personas. Nuestros nietos la redactarán con mas imparcialidad y
perfección recogiendo de las memorias que encuentren publicadas, de los
archivos y de las tradiciones orales, los materiales que han de servir para
confeccionarla.
Esta tarea, aun para ellos mismos, será bien difícil y delicada; y hará
prueba de discernimiento el historiador que tenga buena elección y no se
deje seducir por la pasión y el espíritu de partido y de localidad que, mas o
menos, ha de desfigurar en los escritos contemporáneos el cuadro de los
- acontecimientos, y el retrato de nuestros prohombres de la era
revolucionaria, juzgándolos por los efectos sin conocimiento de las causas.
T om ás d e Iriarte, 1858270.

270 M. Herrera y Obes "Estudios sobre la situación", El caudillismo v la revolución americana,


Montevideo, Biblioteca Artigas, 1966, pp. 5/6 fEl Conservador. Montevideo. 20/11 al 9/12/1847] ; T. de
Iriarte, “Advertencia Preliminar” a Glorias argentinas v recuerdos históricos. 1818-1825. Dedicado a la
juventud argentina. Bs.As., Librería de La Victoria, 1858, pg. I
191

El B osquejo del D eán F unes


La R evolución de M ayo, com o todo proceso que produce u n cam bio radical o q u e al m enos lo

hace en la percepción de quienes se sintieron afectados, m otivó la in m ed iata elaboración d e

textos q u e buscaban fu n d am en tarla, explicarla y orientarla -e , incluso, a u n q u e en m u ch a m enor

m ed id a d ad o el éxito que obtuvo, atacarla-. Esto se p u ed e com probar fácilm ente al exam inar lo

acontecido con géneros tan diversos com o artículos periodísticos, cartas, diarios personales,

libelos, inform es, docum entos oficiales, folletos, proclam as, poesías, canciones, catecism os. M ás

aún, el proceso d esencadenado por la crisis d e la M onarquía y la creación d e gobiernos locales

afectó todas las m o d alid ad es expresivas d e la sociedad rioplatense, incluso las sim bólicas y

rituales, q u e se satu ra ro n de representaciones sobre lo q u e estaba aconteciendo así com o

tam b ién sobre sus causas, su destino y sus protagonistas.

C uriosam ente, este vasto m ovim iento no incluyó la publicación d e relatos capaces de inscribir

los sucesos revolucionarios en u n proceso histórico que los explique y fun d am en te. El inten to

m ás claro e n ese sentido, q u e tu v o incluso u n carácter oficial, no p u d o siquiera ser concluido: en

1812 B ernardino R ivadavia, entonces secretario del T riunvirato, le encargó al dom inico Julián

P erd riel u n a "H istoria Filosófica d e nu estra feliz R evolución" d e stin ad a a fustigar el o rd e n

colonial y a rem em orar y legitim ar el m ovim iento revolucionario. P erdriel no logró cu m p lir con

su com etido que le fue traslad a d o dos años m ás tard e al D eán G regorio Funes, q u ien desd e

hacía rato venía co m pilando m ateriales sobre el período colonial q u e u tilizaría e n su h isto ria d e

la reg ió n rioplatense. Ésta com enzó a publicarse en 1816, finalizando al año siguiente con u n

Bosquejo d e la R evolución q u e se constituyó así en el p rim er relato público sobre la m ism a271.

E n relación a esta prim acía debe tenerse p resen te que m e estoy refirien d o a relatos q u e ten g an

cierta en v e rg ad u ra e n su s m iras y q u e d e n cuenta d e alg ú n m o d o d e los hechos y su s

protagonistas, p o r lo q u e no cu e n ta n referencias circunstanciales com o las p u b licad as e n la

p rensa. P odría arg u m en tarse q u e el prim er relato que cu m p le con esas condiciones se en c u en tra

e n la biografía d e M ariano M oreno pu b licad a en L ondres en 1812 p o r su h erm a n o M anuel.

A hora bien, la p arte referida a los sucesos revolucionarios e n el P lata no sólo es h arto escueta,

sino que tam bién está excesivam ente condicionada p o r la necesidad d e neg ar q u e lo acontecido

271 Gregorio Funes Ensayo de la Historia Civil de Buenos Aires. Tucumán y Paraguay,, Bs.As., 2da. ed.,
Imprenta bonaerense, 1856 [Ira. ed., Bs.As., t. I, Imprenta de J. M. Gandarillas y socios, 1816, t. II y III,
Imprenta de Benavente, 1817]. Las citas utilizadas corresponden a Bosquejo de nuestra revolución desde
el 25 de Mavo de 1810 hasta la apertura del Congreso Nacional, el 25 de Marzo de 1816. Córdoba,
Universidad Nacional de Córdoba, 1961. •
192

se trata ra d e u n a ru p tu ra en la fidelidad hacia el M onarca272. T anto es así q u e cu an d o u n cuarto

d e siglo m ás tard e redacta u n a introducción a u n a colección de escritos d e su herm ano, debió

reconocer q u e al escribirse la biografía en 1812 los hechos eran tan recientes "y tán poco

d eterm in ad o s en sus inm ensos resultados, que era en cierto m odo im posible el h ablar d e ellos

con confianza, y abrazar todos los detalles, anécdotas, y observaciones q u e las debiero n

explicar"273. El relato de Funes en cam bio fue escrito d esd e u n a n u ev a posición p ro d u cto d e la

d eclaración de la Indep en d en cia en 1816.

P o r cierto que esto le facilitó las cosas, a u n q u e no era u n a condición suficiente p a ra p o d er tom ar

distancia d e los hechos. Esto fue no tad o p o r el propio Funes qu ien abre su Bosquejo con u n a

fuerte p revención sobre la posibilidad m ism a d e alcanzar su propósito:

"Es consejo d e u n sabio, q u e la historia de las revoluciones d eb e escribirse, ni ta n distan te


d e ellas, q u e se h ay a p e rd id o la m em oria d e los hechos, ni ta n cerca, q u e le falte la libertad
al escritor. En este ú ltim o caso todos los que la leen co n stan tem en te la citan an te su
tribunal p a ra v er si ap ru eb a o co n d en a su conducta, y fo rm an su juicio p o r los
sentim ientos q u e los afectan. La historia entonces viene a ser e n la opinión pública u n caos
d e incertidum bres, a pesar d e hab er sido escrita p o r los anales m ás verídicos" (p. 7).

Este "consejo d e u n sabio" le perm ite justificar p o r q u é h ab ía realizado ta n sólo u n bosquejo en

el q u e se ab stu v o d e p ro fu n d iz a r en cuestiones conflictivas q u e p o d ía n ser terg iv ersad as p o r

p asiones a ú n vivas. D esde luego q u e éstas no p u e d e n atrib u irse sólo a caprichos o posiciones

irracionales, sino q u e e ra n expresión d e las ag u d a s diferencias políticas, ideológicas y d e

intereses q u e h ab ían afectado a la dirigencia revolucionaria, si bien es cierto que éstas m u ch as

veces se po ten ciaro n p o r enconos personales. Pero hay algo m ás q u e F unes n o señala, a u n q u e se

hace ev idente en su p ro p io relato y era tam b ién sabido p o r sus lectores: su activa participació n

en esos acontecim ientos d e los cuales no p o d ía ser co n sid erad o sim p le testigo. De ese m odo , y

m ás allá d e la cercanía con los hechos u otros condicionam ientos p ro p io s d e las convenciones

n arrativ as e historiográficas a las q u e adscribía el D eán Funes, esa afección personal perm ite

e n ten d e r su opción p o r no p ro fu n d iz a r en el exam en d e los acontecim ientos. Y si llam o la

atención sobre estos condicionam ientos algo obvios, es p o rq u e no sólo afectaron su relato sino

tam b ién las representaciones y las narraciones d e la R evolución realizad as d u ra n te g ra n p arte

d el siglo XIX, y a q u e éstas cobrarían form a en escritos d e p ro tag o n istas d e la m ism a o d e sus

allegados, prin cip alm en te a través d e m em orias, biografías, autobiografías y rectificaciones

272 Manuel Moreno, Vida y memorias de Mariano Moreno. Bs.As., Eudeba, 1968, p. 99 y ss. [Londres,
Im prenta! M. Creey, 1812].
273 “Prefacio” a Colección de Arengas en el Foro, y escritos del Dr. Mariano Moreno. Abogado de Buenos
Ayres v Secretario del Primer Gobierno en la Revolución de aquel estado, tomo I (único). Londres, Jaime
Pickbum impresor, 1836, p. X. •
193

históricas. C abe n otar en es sen tid o q u e el Bosquejo d e Funes p u e d e ser co n sid erad o com o el

texto in au g u ral de la serie discursiva referida a la R evolución n o sólo p o r u n a p reced en cia

cronológica, sino m ás bien p o rq u e logró sistem atizar y hacer públicas alg u n as representacio n es

e ideas sobre la m ism a que, al ser co m p artid as por otros testigos y p ro tag o n istas o al en co n trar

ellos allí u n a explicación o u n a descripción d e lo que hab ían vivido, p e rd u ra ría n d u ra n te m ucho

tiem po. Lo notable es q u e esto sucedió incluso con algunos d e los n u m ero so s au to res q u e se

m o strab an críticos d e esa obra, ya sea p o r su estilo, p o r su s contenidos o p o r su s om isiones274.

Incluso en varios textos p u e d e n encontrarse frases to m ad as del Bosquejo en form a literal o

apen as m odificadas, sin q u e se h ag a referencia a ese origen. Y a u n q u e esto resulte difícil d e

verificar, es probable q u e no se tratara d e u n plagio sino d e u n a vulgarización del texto d e

Funes cuyas ideas e im ágenes se convirtieron en lugares com unes q u e cobraron v id a p ro p ia al


au to n o m izarse d e su fuente.

E n cu an to a la caracterización y las causas d e los acontecim ientos p ro n tam e n te reconocidos bajo

el no m bre d e R evolución d e M ayo, el Bosquejo m uestra q u e éstos sólo p u e d e n ser c o m p re n d id o s

si se los enm arca en la crisis q u e a ú n sacudía la M onarquía española. S egún Funes, esa crisis

hab ía p ro d u c id o u n a co y u n tu ra favorable aprovechada p o r alg u n o s h o m b res atrev id o s que,

in flam ados por la idea d e libertad, arriesg aro n v ida y fo rtu n a p a ra crear u n gobierno propio.

Esta caracterización p aln tea u n p roblem a presente en to d a in terp retació n d e procesos

revolucionarios y q u e tam b ién lo estu v o en este caso: el problem a d el sujeto. Es q u e m ás allá d e

las valoraciones y los encom ios personales d e los revolucionarios, el relato deja en claro q u e

éstos n o p u e d e n considerarse p rom otores d e los acontecim ientos. D e hecho Funes afirm a q u e

sus m éritos consistían en hab er ap ro v ech ad o con p ru d e n cia la o p o rtu n id a d p ro v o cad a p o r la

acefalía o p tan d o p o r go b ern ar en no m b re de F em an d o VII, es decir, sin d ec la rar la

in d ep en d en cia q u e h u b iera pro v o cad o u n a reacción negativa e n la sociedad. A dem ás, esta

sensatez se h abría visto ex p resad a e n el carácter incruento d e la R evolución (p. 9/10). P or cierto

q u e esto últim o resu lta difícil d e sostener a m enos q u e se sep are la creación d e la Ju n ta el 25 de

M ayo d e los acontecim ientos posteriores; operación que, com o verem os a lo largo d e esta
sección, sería utilizada en form a recurrente d e ahí en m ás.

" Francisco Saguí por ejemplo, escribió una memoria en la década de 1840 alegando la ausencia de
textos imparciales y completos sobre los acontecimientos producidos tras las invasiones inglesas.
Recuerda que la lectura que hizo de la obra de Funes en 1817 lo había disgustado a pesar de su celebridad
como literato ya que resultaban obvias las omisiones y la parcialidad del autor, y que lo mismo le había
sucedido con la biografía de Moreno escrita por su hermano. Sin embargo, las representaciones de la
Revolución presentes en el relato de Seguí no difieren demasiado de las que recorren el de Funes. Más
aún, y a pesar de haberlo escrito un cuarto de siglo más tarde, asume sufrir los mismos
condicionamientos. “Los últimos cuatro años de la dominación española en el antiguo Virreinato del Río
de la Plata. Desde el 26 de junio de 1806 hasta el 25 de mayo de 1810/’ en BM, t. I, pp. 27 a 29 [Bs.As.,
Imprenta Americana, 1874], . .
194

Si bien algo escueta, la descripción que hace Funes d e la crisis im perial le perm ite a cualquier

lector concluir que el im pulso em an c ip ad o r había sido resultado de factores q u e escapaban al

control o tan siquiera a la previsión d e sus protagonistas. De todos m odos, y p a ra q u e no q u ep a

d u d a alguna, lo reafirm a explícitam ente al asegurar que la R evolución había sido "p ro d u c id a

p o r el m ism o curso de los sucesos" (p. 10). Logró así sintetizar u n a in terp retació n d e la

R evolución en clave providencial q u e ten d ría u n a larga perduración, a u n q u e con el co rrer del

tiem p o iría asu m ien d o cad a v ez m ás su carácter profano en tanto m anifestación d e leyes

históricas o naturales. Esto perm ite en te n d e r u n recurso em p lead o p o r F unes y q u e tam b ién

ten d ría larga vida: cifrar el proceso revolucionario en im ágenes o m etáforas q u e re m iten a

fenóm enos naturales, incontrolables e irrevocables. Ya sea la creación d e la Junta el 25 d e M ayo

d e 1810 cu an d o "revienta p o r fin el volcán cuyo ru id o habia resonado so rd am en te" (p. 9/1 0 ); o

la reacción encabezada d esd e C ó rdoba p o r Liniers, C oncha, y O rellana, d estin ad a al fracaso p o r

lu ch ar "contra u n a tem p estad in a u d ita y en m ares desconocidos" (p. 14). En efecto, éstas u otras

im ágenes sim ilares q u e rem iten a fenóm enos natu rales q u e no p u e d e n ser p revistos ni afectados

por acciones h u m an as -u n meteorito, un torrente, una marea, un terremoto-, serían

recu rren tem en te invocadas p ara explicar o p a ra describir los sucesos revolucionarios. Es posible

q u e esto obedeciera a convenciones retóricas, lo cual no obsta a q u e tu v ieran o asu m iero n u n

sen tid o preciso q u e era caracterizar la R evolución com o p arte d e u n proceso cuya leg alid ad

excedía las decisiones y hasta la p ro p ia conciencia d e sus actores. U n proceso q u e en este caso

estaba p re d estin a d o a realizarse p o r la p ro p ia n atu raleza injusta y violenta d el v ín cu lo colonial

q u e o p rim ía a los am ericanos, quienes ah o ra p o d ía n alcanzar su lib ertad e in d ep en d en cia.

A u n q u e no siem pre se lo p lan tea ra d e m o d o tan preciso esto llevaba a co n sid erar la R evolución

com o el sujeto p ro m o to r d e ese proceso histórico -y a sea en sí m ism a, o com o encarnación d e

leyes divinas, d e la libertad, d e la justicia o del p ro g reso -, m ientras q u e los revolucionarios sólo

se h ab rían co nvertido en tales p o r la fu erza d e los hechos: era la R evolución la q u e h ab ía hecho

a los revolucionarios y no los revolucionarios a la Revolución.

A hora bien, cu an d o se consideran esas m etáforas o im ágenes d esd e u n a p erspectiva d e m ás

largo plazo, resu lta evidente q u e n o m a n tu v ie ro n u n sentido único: la atribución d e u n carácter

irrevocable al proceso revolucionario p e rd u ra ría pero a condición d e ir m u ta n d o el énfasis e n el

señalam iento d e la d esintegración d el o rd e n m onárquico y colonial, p o r el p u esto e n la

m ad u ra ció n d e agentes, intereses o id eas q u e h u b iera n en tra d o e n contradicción con ese orden.

Y si bien en am bos casos el curso revolucionario busca ser descrito re cu rrie n d o a analogías con

fenóm enos naturales, resu ltan m u y diversas sus consecuencias en lo q u e hace a su


195

caracterización, su sentido y su inclusión en u n a narrativ a histórica. Com o se p o d rá ap reciar al

finalizar esta sección, sería M itre qu ien lograría d a r form a en un relato histórico a la postulación

d e agentes concientes que habrían im p u lsa d o la Revolución. P or eso señalaba q u e tras el

conocim iento de la caída d e la Ju n ta C entral e n m ayo d e 1810

"H abía llegado en efecto el m om ento d e deponer a las autoridades españolas, cuya caída
estaba hacía largo tiem po decretada en las juntas secretas d e los patriotas. Varias causas
habían retardado hasta entonces este m ovim iento m aduram ente preparado, que m uchos h an
considerado com o una aventura sin p lan y sin vistas ulteriores, im provisada en vista del
estado de la España. Los sucesos que hem os narrado y los trabajos perseverantes de los
patriotas en el sentido de la independencia y de la libertad, prueban que era u n hecho q u e se
venía preparando fatalm ente, com o la m area que sube im pulsada por u n a fuerza invisible y
misteriosa, obedeciendo a las eternas leyes d e la atracción"275.

A firm ación que, com o explícitam ente asu m e M itre, buscar ro m p er con la in terp retació n

so sten id a p o r Funes y por gran p arte d e la elite criolla d u ra n te m edio siglo.

C abe n o tar p o r últim o q u e entre las ideas, representaciones y valoraciones presentes en el texto

d e Funes q u e te n d ría n u n a larga vida, se destaca tam bién una cierta am b ig ü ed ad a la h o ra d e

v alo rar la R evolución y, m ás precisam ente, sus consecuencias. Es q u e si bien existía consenso en

señ alar q u e ésta había in au g u ra d o u n a era n u ev a era, pronto se hizo evidente q u e tam bién

h ab ía p rovocado u n a serie de m ales q u e parecían ser cada v ez m ás ag u d o s y difíciles d e

rem ed iar. E n g eneral se argüía q u e la lib ertad co n q u istad a d esp u és d e tres siglos d e o p resió n no

h ab ía lo g rad o ser canalizada y orientada, q u e d a n d o así desquiciados los vínculos sociales y

políticos. P ero esto no era sólo u n p roblem a q u e afectaba las relaciones en tre d istin to s sectores

sociales sino tam bién, y p ara m uchos en p rim er lugar, a la d e la propia dirigencia. Es ese
sen tid o Funes n ota que

"M enos p o r los obstáculos exteriores, q u e p o r u n a en ferm edad com ún a to d o E stado en


revolución, debe decirse, q u e n u estro s asuntos no se iban p resen tan d o bajo u n a form a
siem pre bienhechora. Ya se percibe q u e vam os a h ablar d e nu estras intestinas disensiones.
En el trán sito rep en tin o d e n u estra revolución, el sentim iento d em asiado vivo d e n u estra s
serv id u m b re sin lím ites nos llevó al ejercicio dem asiado violento de una libertad sin freno.
U n joven lleno de talentos y conocim ientos, dice u n au to r m oderno, aso m b rad o d e leer en
cada página d e los antiguos el diario d e lo que sucedía a sus ojos en la ú ltim a revolución
francesa, tu v o la feliz ocurrencia d e escribirla con pasajes sacados d e esos m ism os autores,
y sin otro trabajo q u e las citas com puso u n a obra original. (...) En efecto, cu an d o fijam os la
consideración en nu estras disensiones, n o parece sino q u e C icerón, Tácito y Salustio
escribieron p a ra nosotros" (p. 1 6 /7 )

275 BB, P- 99.


196

P ara Funes los m ales d esen cad en ad o s p o r la R evolución, m ales q u e ap en as se atrevía a n o m b rar

y q u e sólo p o d ía percibir al igual q u e m uchos d e sus contem poráneos com o u n a reedición de

las disensiones civiles en la a n tig ü ed a d clásica, eran las luchas facciosas in stalad as en el

m o m en to m ism o d e la creación d e la Junta d e G obierno en m ayo d e 1810. ¿Pero p o d ía acaso

d arse form a a relatos y representaciones d el proceso revolucionario sin tenerlas presente?

El d e b a te e n el C ongreso C o n stitu y e n te d e 1826


C on el correr d e los años esas divergencias q u e dificultaban la construcción d e u n n u ev o o rd e n

social y político no sólo se p ro fu n d iz aro n sino que tam bién se su m aro n nuevos focos de

conflicto q u e p a ra Funes h u b iera n re su ltad o inim aginables. Esto m otivaría la n ecesidad de

rep lan tearse cuáles era n sus causas, p u es era evidente q u e no p o d ían ser sólo expresión d e

diferencias personales y facciosas o de circunstancias fortuitas. A su vez, la difusión d e nuevas

teorías sociales y m odelos n arrativ o s fue m odificando la percepción d e esos conflictos q u e h asta

entonces solían ser con sid erad o s e n form a atem poral com o la actualización d e u n p asa d o q u e

serv ía com o m odelo p ara e n te n d e r su presente. Por el contrario, com enzaron a ser trata d o s cada

v ez m ás com o u n a expresión necesaria d e la R evolución y del estad o social en el q u e se hallaba

el Río d e la P lata c u a n d o ésta estalló. C om o p o d rá apreciarse a lo largo d e esta sección, dichas

m utaciones re d u n d a ro n en la elaboración d e representaciones m ás com plejas del proceso

revolucionario, a la vez q u e afianzaron a ú n m ás la necesidad d e considerarlo com o obligad o

p u n to d e p a rtid a p a ra to d o exam en d el p resen te y del futuro.

U n hecho significativo e n ese sentido, e n tanto perm itió q u e cristalizaran y circularan

p ú b licam ente diversas representaciones y valoraciones d el proceso revolucionario realizad as

p o r publicistas y políticos d e to d as las provincias, fue el d eb ate q u e se dio en tre m ayo y junio d e

1826 e n el C ongreso C on stitu y en te con el p ropósito d e d eterm in a r la au to ría d e la R evolución.

La discusión fue m o tiv a d a p o r u n proyecto q u e envió el Ejecutivo p ara crear u n a fuente que, a

m o d o d e m o n um ento, tu v iera inscriptos los nom bres d e los autores d e la R evolución a quienes

tam b ién se les d a ría u n a pensión. El proyecto, d efen d id o en el recinto p o r el M inistro d e

G obierno Julián A güero, p ro p o n ía crear dos com isiones in teg rad as por rep resen tan tes d e to d as

las provincias: la p rim era debía establecer los criterios de selección y la otra los utilizaría p ara

d eterm in a r la autoría. P ero la com isión d e legislación, a través d e Ju an José Paso, planteó q u e el

p royecto no debía tratarse p o r in o p o rtu n o . De ese m odo, y contra lo esp e rad o p o r sus

p ro m o tores q u e im ag in aro n u n consenso inexistente, se d eb atió larg am en te sobre su v iab ilid ad

y o p o rtu n id ad , sobre su posible carácter aristocrático y antirrepublicano, sobre la existencia de

fo n d o s y, por cierto, sobre las dificultades q u e en trañ ab a establecer la autoría. Finalm ente, el
197

proyecto se aceptó pero se resolvió que la fuente no incluyera nom bres propios, con lo cual,

claro está, tam poco se o to rg arían pensiones276.

La discusión estuvo condicionada por las tensiones q u e recorrían la política rioplatense. Entre

ellas, el conflicto con Brasil por la B anda O riental q u e provocaría una g u erra cuyo desenlace

sería la creación de la R epública O riental del U ruguay; la n atu raleza d e la C onstitución que se

p ro cu rab a sancionar; las rivalidades entre Buenos A ires y las provincias; la existencia de

diversos lenguajes y tradiciones políticas; y, claro está, los enfrentam ientos facciosos y

personales que tu v iero n u n a gran incidencia en el d eb ate d ad o q u e el proyecto se propo n ía

reco rd ar el no m b re d e quiénes habían sido los autores d e la Revolución.

En relación con esto últim o fueron varios los D ip u tad o s q u e señalaron la im posibilidad d e

establecerlos con justicia d a d a la n atu raleza del acontecim iento, a lo que añ ad ían tam bién la

cercanía con los hechos q u e dificultaba hacer u n a correcta valoración d e lo sucedido. De todos

m odos, y al igual q u e en el Bosquejo de Funes, la discusión hizo evid en te que el m ayor problem a

n o era tanto la lejanía o la cercanía tem p o ral, sino la p e rd u ra c ió n d e diferencias políticas e

ideológicas así com o tam bién d e rencores difíciles d e obviar, sobre to d o si se considera que

v arios d e los D ip u tad o s hab ían tenido u n a actuación destacad a en el proceso revolucionario. Es

p o r eso q u e el D ip u tad o P ortillo insistió e n reco rd ar q u e esas h ab ían sido las razones del fracaso

d e P erdriel c u a n d o se le encargó escribir la historia d e la revolución, concluyendo q u e lo m ism o

sucedería ah o ra y a q u e "T odavía a rd e n estas p asiones”277. M ás aún, algunos D ip u tad o s

cen su raban el proyecto arg u m e n tan d o q u e si el C ongreso tenía com o fin a p ro b ar u n a

C onstitución, era necesario u n clim a d e concordia q u e sólo p o d ía ser p ertu rb ad o por esa

discusión. P or el contrario, A güero lo defendió ase g u ran d o q u e era o p o rtu n o ya que no

su b sistían intereses parciales y sus au to res corrían el riesgo d e ser olvidados. A dem ás, y a

diferencia de quiénes lo objetaban p o r deb ilitar al C ongreso, sostuvo q u e au m en taría su fuerza

m oral ante la in m in en te sanción d e la C onstitución278.

276 El proyecto fue tratado en las sesiones n° 139, 24/5/1826, n° 140, 31/5/1826, n° 144, 5/6/1826, nc 145,
6/6/1826, n° 147, 9/6/1826 y n° 148, 10/6/1826. Las referencias de las primeras dos en Diario de Sesiones
del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata; las siguientes en E.
Ravignani (ed.) Asambleas Constituyentes Argentinas 1813-1898, tomo 11, 1825-1826, Bs.As., Peuser,
1937. Para el marco político puede consultarse de M. Temavasio, “Las reformas rivadavianas en Buenos
Aires y el Congreso General Constituyente (1820-1827) en N. Goldman (dir.) Revolución. República y
Confederación (1806-1852"). tomo 3 de la Colección Nueva Historia Argentina, Editorial Sudamericana,
1999; y de T. Halperín Donghi, Argentina: de la Revolución de la Independencia a la Confederación
Rosista. Bs.As., Paidós, 1972.
277 Sesión n° 148, 10/6/1826, p. 1409.
278 Sesión n° 139, 24/5/1826, pp. 7 a 19. •
198

El d ebate p erm ite ap reciar q u e lo q u e se h a d ad o en llam ar el grupo riv ad av ian o n o sostenía

posiciones hom ogéneas. P ero no sólo p o r la existencia d e voces disonantes en el C ongreso, sino

tam bién p o r lo o cu rrid o con el periódico oficialista q u e al inform ar sobre su presentación tildó

d e in o p o rtu n o el proyecto, p ara dos días desp u és p ublicar u n a nota ap oyándolo y ase g u ran d o

q u e ten d ría aceptación u n iversal279. D esde luego que estos artículos no fueron los únicos

ap arecidos e n u n a p re n sa q u e siguió m u y d e cerca el debate convirtiéndose en el princip al

ám bito d e discusión sobre la au to ría d e la R evolución, a diferencia d e lo su ced id o en el

C ongreso d o n d e no se llegó a hacer explícito no m b re alguno. La Gaceta Mercantil p o r ejem plo,

inform ó sobre la presentación del proyecto p o n ien d o sus páginas al servicio de q u ién p u d iera

realizar alg ú n aporte, haciendo n otar ad em ás que "(...) em piezan ya a sonar los C astellis,

Vieytes, Peñas, D onados, C hiclanas, Belgranos, etc., etc". Dos días después los edito res

m o straro n m ay o r cautela al d a r cuenta d e la existencia de dificultades para p o d er establecer no

sólo los nom bres, sino tam bién los criterios que p erm itirían determ inarlos. En tal sentid o

o p in aro n que sólo deb ían considerarse los sucesos previos al 25 de m ayo y a quiénes h ab ían

concebido el proyecto, p ro p o n ien d o algunos nom bres que cum plían esos requisitos.

Finalm ente, y al conm em orarse u n n u ev o aniversario, el diario publicó u n breve "R asgo

histórico d e la R evolución d e M ayo" en el q u e tam bién se hace m ención d e varios n o m b res280.

Estos artículos, p ero m ás a ú n las resp u estas q u e provocaron, perm iten ap reciar cuán acertados

estab an quienes creían q u e el proyecto cald earía los ánim os. En efecto, unas pocas sem anas m ás

ta rd e u n rem itid o firm ad o p o r "El co m p atrio ta ad o p tiv o " dejaba en claro sus sim patías p o r

M oreno, L arrea y P osadas, cuyos nom bres no h a b ía n aparecido en algunas listas. La ra zó n d e

esta ausencia la en contraba en lo acertad o del principio según el cual

"la historia d e to d as la revoluciones difícilm ente es bien tran sm itid a a la p o sterid ad p o r


la p lu m a d e sus contem poráneos, m u ch o m ás c u a n d o éstos no h an sido indiferentes p a
las afecciones d e los p artid o s en q u e q u ed ó d iv id id o el país desd e la fatal jo rn ad a del 5 y
6 d e abril d e 1811".

D e todos m odos, se m u estra tran q u ilo d e q u e los encargados d e hacer la clasificación no se

reg irían p o r el texto d e Funes al q u e tild a d e faccioso. El rem itido provocó la ind ig n ació n d e

Ju an M. d e P u eyrredón, q u ien volcó su enojo en u n escrito q u e dejó inédito e inconcluso d o n d e

rebate el p ap el d e M oreno y d e sus seguidores, lam en tan d o incluso q u e no h u b iera sid o

ah orcado p o r S aavedra tras su ap o y o a la fru stra d a aso n ad a d e Á lzaga en 1809. A sim ism o

resalta sus pro p io s m éritos d e sd e las invasiones inglesas a través d e u n a n arración en tercera

279 El Mensajero Argentino n° 39, 20/5/1826 y n° 40, 22/5/1826.


280 GM n° 763, 20/5/1826, n° 764, 22/5/1826 y n° 767, 25/5/1826.
199

p ersona en la q u e se atribuye sin n in g u n a m odestia haber sido "el p rim er m otor de la

in d ep endencia, y el que h a hecho todo lo bueno que se ha hecho"281.

P o d ría invocar otros ejem plos, pero seg u ram en te éstos no alcanzarían para d a r cuenta d e las

reacciones provocadas p o r el proyecto d a d o q u e m uchas d e éstas resu ltan difíciles de

a p reh en d e r p o r tratarse d e rum ores y dichos en cafés, tertulias, cuarteles u otros espacios de

sociabilidad. Es p o r eso q u e au n q u e la discusión en el C ongreso se planteó en otros térm inos, no

d ebe olvidarse q u e lo hizo teniendo com o trasfondo ese clim a de rencillas y m urm uraciones.

En el recinto el proyecto recibió el apoyo d e u n a m ayoría m ás bien silenciosa, pues fu ero n los

D ip u tad o s que se op o n ían a su sanción quienes p lan tea ro n los argum entos m ás sólidos y

extensos. De todos m odos, com o ya noté, se llegó a u n a suerte d e transacción al aprobárselo sin

incluir los n om bres que tantos problem as provocaban. En form a esquem ática p o d ría p lantearse

q u e había dos posiciones entre los q u e ap o y a b an el proyecto: quienes co n sid erab an com o

M ansilla, Som ellera o L ozano que los au to res e ra n p o r todos conocidos y quienes estim ab an

com o V alentín G óm ez q u e no sería tan difícil averiguarlo, au n q u e ad m itían la posibilidad de

q u e se com etiera alg ú n error. Entre los q u e lo rech azab an tam bién había dos posiciones: quienes

so sten ían com o C avia q u e un proceso tan com plejo no p o d ía tener autores reconocidos p o r lo

q u e el proyecto le parecía absurdo, y quienes p lan tea b an com o M edina que era in o p o rtu n o , p or

lo q u e p ro p o n ía dejar q u e p asara el tiem po p ara q u e se p ro n u n ciara la opin ió n pública tras

h aberse ex p resad o p rim ero los escritores y la prensa. Este esquem a no p erm ite apreciar los

m atices y los arg u m en to s q u e p re sen tab an las diversas posiciones, algunos d e ellos d e g ran

interés y a que sus au to res fueron m ás allá d e la discusión sobre la factibilidad y la o p o rtu n id a d

del proyecto, p ara exhibir cuáles eran las rep resen tacio n es y las valoraciones q u e hacían d e la

R evolución, de sus causas y d e sus consecuencias.

E n cu anto a las causas n o parecía caber m ayores d u d a s y a que había u n extendido consenso en

co n sid erar q u e los sucesos revolucionarios h ab ían sido provocados p o r u n a com binación de

azar, p ro v id en cia y, en m en o r m edida, genio y sen tid o d e la o p o rtu n id ad . Y esto era así p o rq u e

a la h o ra d e explicar lo su ced id o se colocaba e n u n p rim e r plan o la descom posición del sistem a

d e p o d er esp añ o l acelerado a fines del setecientos y principios del ochocientos por la presió n

p ro v o cad a p o r la d isp u ta entre Francia e Inglaterra, y recién en u n seg u n d o plan o la reacción

q u e tu v o la elite local an te esa crisis. De ese m odo, la R evolución era atrib u id a a u n a serie d e

hechos circunstanciales o providenciales q u e no p o d ía n ser previstos ni d o m in ad o s sino tan

-81 GM n° 781. 14/6/1826; Documentos del Archivo de Pueyrredón. Museo Mitre, Bs. As., Coni 1912,
tomo 1, p. 280. .
200

sólo ap rovechados u n a v ez producidos. Esto no im plicaba en m odo alguno que se co n sid erara a

la R evolución com o u n proceso som etido a u n a deriva ciega carente d e dirección o propósitos.

P or el contrario, su sen tid o era tan claro y preciso q u e resu ltab a autoevidente: p ro m o v er el

establecim iento d e la Libertad y la Independencia en A m érica tras siglos d e opresión. Esta

presu n ción perm itía aten u a r el carácter fortuito q u e en apariencia tenían los sucesos

revolucionarios y el p ap el de sus protagonistas, en tan to se tratab an d e m edios a través de los

cuales se estaba d esarro llan d o u n proceso p rovidencial d e vasto alcance. Al fin y al cabo, para

q uienes creen q u e la h u m a n id a d se encuentra regida y que los acontecim ientos tienen un

sentido teleológico, la P rovidencia p u ed e m anifestarse d e m u y singulares m aneras, así com o

tam bién p u ed e n hacerlo las leyes n aturales o históricas p ara quienes le atrib u y en otros

fu n d am en to s a su devenir.

Las intervenciones que m ay o r riqueza p re sen tan p a ra exam inar estas cuestiones son las del

D ip u tad o G orriti, p u es fue q u ien m ejor expuso cuáles h a b ía n sido las causas y el sen tid o d e la

R evolución al fu n d a m e n tar su oposición al proyecto. C om enzó interp elan d o a A güero p a ra q u e

aclarara el significado d e la expresión "au to res de la R evolución del 25 d e m ayo", y a q u e no

acordaba con dejar en m anos d e u n a com isión tan im p o rta n te decisión. Es que, a su juicio, si se

la consideraba en u n sentido lato la autoría sería d e m uchos; pero si se lo hacía en u n sentid o

estricto h ab ría q u e atribuírsela a sus enem igos. La ra zó n era que m ovim ientos d e esas

características no p o d ían ser el re su ltad o d e las acciones d e particulares, sino q u e debían ser

p ro v ocados p o r los m alos gobiernos q u e se enajen an la lealtad y el am or d e sus súb d ito s,

a c u m u lan d o d e ese m odo m aterial inflam able p asible d e estallar ante cualquier chispa282.

El arg um ento, a u n q u e convincente, p resen ta sin em b arg o u n problem a: si la R evolución hab ía

sido consecuencia d e la m ala ad m in istració n y de la o p re sió n q u e se h abían ex ten d id o p o r casi

tres siglos, entonces p o r q u é no estalló antes. O, p la n te a d o al revés, p o r qué d u ra n te tan to

tiem po h ab ían sid o m antenidos el am or y la lealtad al M onarca finalm ente enajenados. P or

cierto q u e existían respuestas a este p roblem a q u e en general a p u n ta b a n a señalar el

em b rutecim iento d e las colonias, y a sea p o rq u e E sp añ a las había d o m in ad o férream ente o

p o rq u e h abía m o strad o escaso interés en ellas. P ero si esto era así, la R evolución difícilm ente

p o d ía ser explicada p o r el su rgim iento d e actores, id eas o intereses locales q u e p ro m o v iera n la

ru p tu ra con la m etrópoli. D esde luego q u e esto no e ra u n p ro b lem a ni p ara G orriti ni p ara g ra n

p arte d e sus contem poráneos, quienes hacían h in cap ié e n la crisis d e la M onarquía q u e hab ía

dejado sin gobierno a sus dom inios. P or eso p o d ía concluir que

282 Sesión n° 140,31/5/1826, pp. 5 a 7.


201

"es in d u d ab le que to d as estas causas se han am o n to n ad o , p o r llenar la m ed id a de 300


años d e hum illaciones y oprobios, y convenir a u n m ism o tiem po, d e la necesidad de
to m ar la justicia, p o r nu estra m ano, y del que era llegada la o p o rtu n id a d d e hacerlo con
b u en suceso"283.

El recurso al ap ro v ech am ien to de una o p o rtu n id ad única le perm itía entonces a n u d a r el

arg u m ento q u e explica la R evolución com o efecto d e la crisis m onárquica con el q u e a p u n ta al

carácter opresivo d e la dom inación colonial.

A u n q u e con diversos m atices y énfasis, estas ideas co n stitu ían las bases d e u n exten d id o

consenso sobre lo acontecido. Incluso A güero acordaba e n q u e "L a revolución estaba p re p a ra d a

p o r la ilustración, p o r la m ism a odiosidad del gobierno español, y sobre to d o por su

im potencia". Sin em bargo, en ten d ía q u e igual debía destacarse el m érito d e quiénes d iero n el

grito de lib ertad 284. En esto se diferenciaba d e G orriti q u e hacía hincapié en la crisis de la

C orona y su adm inistración, p o r lo cual estim aba im posible hom enajear a los au to res d e la

Revolución. En ese sen tid o afirm ó que e n v e rd a d ésta h abía sido p re p a ra d a por

"(...) la estolidez d e C arlos IV, la corrupción d e G odoy, la in ep titu d d e Sobre-M onte, la


am bición d e B onaparte, los periódicos de España, la co n d u c ta equivocada de Liniers, las
intrigas d e G oyeneche, las perfidias de la Ju n ta central, y la incapacidad d e C isneros,
(,..)"285

La P rovidencia h abía evidenciado así u n a vez m ás q u e su s designios re su ltan inescrutables, ya

q u e se había m anifestado a través de agentes que sólo p o d ía n m erecer rep u d io . C on lo cual, no

h ab ría héroes q u e celebrar ni n a d a d em asiado digno q u e recordar. Pero G orriti no creía que esto

d eb iera ser así, ya q u e p o stu lab a la existencia en ésta y en to d a R evolución d e dos m om entos

q u e d ebían ser v alo ra d o s d e diverso m odo: el im p u lso revolucionario q u e suele ser

consecuencia d e p asiones innobles y objetivos espurios, y la dirección q u e se le d a al

m ovim iento p a ra q u e p u e d a p onerse al servicio d e los intereses d e la sociedad. Esta distinción

en tre dos m om entos, im plícita en el Bosquejo d e Funes, ten d ría u n a larga v id a en las

representaciones d e la R evolución so p o rtan d o diversos contenidos, cronologías y p rotagonistas.

Su sentido sería m enos equívoco en tanto ten d ía a diferenciar la crisis m onárquica d e la lucha

p o r la in d ep en d en cia y la construcción d e u n n u ev o orden. D e ese m odo, en el p rim er m om en to

h ab ría n p rim a d o los aspectos estructurales o providenciales y en el seg u n d o h ab ría n tenido

m ay o r incidencia la v o lu n ta d y la conciencia d e los actores.

283 Sesión n° 140, 31/5/1826, pp. 6/7


284 Sesión n° 145, 6/6/1826, p. 1378.
285 Sesión n° 140, 31/5/1826, pp. 6/7. -
202

Esta distinción p u ed e apreciarse p o r ejem plo en el n ú m e ro ded icad o p o r el El Mensagero

Argentino a celebrar el aniversario de la R evolución d e M ayo. Es que el ed ito r sostenía q u e el 25

d e m ayo era u n día p ara alegría y festejo, p ero no el m ás ad e cu ad o para analizar los cam bios

q u e introdujo en la política de los Estados del m u n d o an tig u o y los que p ro d u c iría com o

pro m o to ra del surgim iento d e naciones nuevas, q u e era el objetivo trascen d en te del

m o vim iento revolucionario. En consecuencia, publicó el Acta de la Declaración de la Independencia

d e 1816, ya q u e estim aba que este acto había sido su p rim era consecuencia im p o rtan te en esa

dirección286. T reinta años m ás tarde, M itre haría u n plan teo análogo al criticar la biografía de

R ivadavia p u b licad a p o r Juan M. G utiérrez en la Galería de Celebridades Argentinas. A u n q u e en

líneas generales se m u estra elogioso del trabajo, considera u n erro r calificar al biografiado com o

au to r d e la R evolución, así com o tam bién lo era hacerlo con M oreno. En tal sen tid o recuerd a

q u e éste no había tenido ideas claras sobre cóm o p ro ced er al llegar las noticias d e la caída de la

Ju n ta en España, p o r lo que su voto en el C abildo del 22 d e m ayo, al igual q u e el d e otros

p atrio tas com o M artín R odríguez y Saavedra, había d iferid o d el d e Castelli. P ero p ara M itre

en u n ciar estas v erd ad es no hace m ella en sus figuras, ya que si bien resulta erró n eo

considerarlos au to res d e la R evolución, tanto M oreno com o R ivadavia h ab ían sido quien es

lo g raro n orientarla, y p o r eso debían ser reivindicados287.

Sería M itre q u ien d u ra n te esos años elaboraría u n a n a rra tiv a tendiente a m o strar que la

R evolución d e M ayo había sido p ro tag o n izad a por la n ac io n a lid a d arg en tin a o p o r agentes q u e

la rep resentaban. Esto evidencia algunas d e las n o v ed a d es que su rg irían con el paso d e los

años, ya q u e los particip an tes d el debate d e 1826 a c o rd ab a n e n q u e se h ab ía tra ta d o d e u n a

revolución d e stin a d a a d a r libertad e in d ep en d en cia a los pueblos del P lata o d e A m érica, sin

q u e h u b iera en sus apreciaciones n in g u n a n acio n alid ad q u e la p ro tag o n izara o fu era

d estin ataria d e esos preciados bienes: e n to d o el debate n o hay u n a sola v o z q u e so stu v iera la

existencia de u n a e n tid a d nacional, u n a co m u n id ad o, ta n siquiera u n sentim iento nacional

arg en tino es decir, d elim itado en térm inos políticos, geográficos y culturales d el conjunto

hisp an oam ericano y d e m ayor en v e rg ad u ra q u e B uenos A ires. Se h abría trata d o en su m a d e

u n a revolución am ericana por sus alcances y propósitos, a u n q u e para algunos p esab a m ás el

hecho q u e h u b iera estallado en la capital virreinal. En efecto, la dirigencia p o rteñ a -a u n q u e no

sólo ella- solía d estacar que la R evolución se había iniciado en Buenos A ires p a ra luego

ex tenderse p o r el V irreynato y g ra n p arte de S ud A m érica. A dem ás resaltaba algu n o s

286 El Mensagero
}g7 ,, ,
Argentino
.
n° 41, Bs.As.." 25/5/1826.
‘ “Celebridades argentinas. Biografía de Rivadavia por D. Juan María Gutiérrez”, LD n° 86, Bs.As.,
19/9/1857. ■
203

acontecim ientos locales q u e la h abrían p re p ara d o o p rom ovido, en especial el rechazo a las

invasiones inglesas y el fru strad o alzam iento d e Á lzaga en 1809 q u e había ten id o com o

consecuencia la prim acía m ilitar criolla. De ese m o d o se fom entaba la percepción d e q u e había

sid o u n m ovim iento p ro d u c id o en y por Buenos Aires que, adem ás, era co n sid erad a la principal

sosten edora d e las guerras d e independencia. D esde luego q u e tam b ién existía su c o n tra p artid a

crítica: eran m uchos los q u e estim ab an q u e la R evolución h abía sido u n m ovim iento p ro d u c id o

para Buenos A ires o, en todo caso, que ésta se había ap ro p ia d o d e sus frutos.

T eniendo en cuenta el m arco en el q u e se desarrolló el debate, esta identificación d e la

R evolución con Buenos Aires no p odía sino a g u d iza r las diferencias con las provincias. Es p o r

eso que varios rep resen tan tes p lan tearo n que la ap ro b ació n provocaría m alestar en el interior,

ya que era evidente q u e los nom bres a recordar co rresp o n d erían a porteños o a qu ien es hab ían

actu ado en la ciudad. Pero m ás allá d e estos resq u em o res tam bién estaba e n juego la

in terp retación de la R evolución, así com o la d e sus alcances, protagonistas y cronología.

N u ev am ente resu lta d e interés la intervención G orriti, q u ien p uso el d ed o e n la llaga al sostener

q u e en caso de ap ro b arse el proyecto debía prem iarse a los paceños q u e se lev an ta ro n en 1809,

ya que no sólo h ab ían an teced id o al m ovim iento p o rteñ o sino q u e lo h ab ían hecho e n peores

condiciones al no ten er las espaldas re sg u ard ad a s com o las ten d ría B uenos A ires p o r la

presencia de m ilicias criollas - d e hecho h ab ían sido re p rim id o s p o r algunos cu erp o s d e esas

m ism as m ilicias en v iad a s al A lto P erú p o r el V irrey C isn ero s-. P or eso, al igual q u e el D eán

F unes que a p esa r d e ser m iem bro del C ongreso n o se p ro n u n c ió d u ra n te to d o el debate, G orriti

sostuvo que el m érito d e quiénes actu aro n en B uenos A ires se reducía a hab er conocido y

ap ro v echado u n m om ento favorable o p tan d o p o r go b ern ar e n nom bre d e F ern an d o VII. Y d a d o

q u e todo había estado p re d isp u e sto e n su favor ya q u e "L a n atu ra leza habia fijado este o rd e n á

los sucesos", se p re g u n ta b a si p u d o hab er heroísm o en esos actos, pro v o can d o la resp u esta

aira d a d e varios d e los presentes288.

M ás allá d e q u e se tra ta ra n d e legítim os resquem ores o d e chicanas ten d ien tes a d ese stim ar el

proyecto, ésta y otras intervenciones sim ilares p erm ite n visu alizar la relación entre las

representaciones d e la R evolución y el proceso de constitución d e id en tid a d e s político-

com unitarias en curso289. En tal sentido se destaca u n a discu sió n p ro d u c id a entre P ed ro C avia y

288 Sesión n° 140, 31/5/1826, pp. 8 a 10.


289 Para este proceso me remito al trabajo de J. C. Chiaramonte "Formas de Identidad política en el Río de
la Plata luego de 1810" en el Boletín del Instituto de Historia Argentina v Americana Dr. E. Ravignani,
Tercera Serie, N° 1, Bs.As., 1er. semestre, 1989; y a mi Tesis de Licenciatura Formas de identidad
política v representaciones de la nación en el discurso de la Generación de 1837. Cuadernos del Instituto
Ravignani, n° 1 1, 1998. ■
204

V alentín G óm ez. El prim ero arg u m en tab a q u e com o el proyecto dejaba afuera a las provincias

au m en ta rían las tensiones. A dem ás, sostenía q u e quienes d iero n el p rim er grito en Buenos

A ires d ebían considerarse m ás com o pregones que com o au to res dad o que, insistía, sólo

clam orearon por " u n a revolución que estaba ya hecha y o rg a n iz ad a por la n atu ra leza m ism a de

las cosas". G óm ez estim aba q u e estos resquem ores eran in fundados: h asta entonces n in g u n a

p ro v in cia se había qu ejad o d e q u e la pirám ide estuviera en esa ciu d ad "p o rq u e no h ay n ad ie

q u e p u e d a contradecir el h o n o r y la gloria d e Buenos A ires". Esto fue rebatido por C avia que

rep resentaba a C orrientes p ero se proclam aba orgulloso de ser porteño, a u n q u e "p ro p iam en te

h ab lan d o soy m as bien cosm opolita d e to d as las provincias d e A m érica q u e d e Buenos

A ires"290. Es decir q u e p o d ía considerarse am ericano o p o rteñ o m ás no argentino.

P recisam ente, entre los objetivos del C ongreso estaba el de d ilu cid ar q u é eran las P rovincias del

Río d e la P lata d esd e u n a perspectiva territorial y político-institucional. P ero este intento se

fru stró p o r la oposición p rovocada p o r la C onstitución u n itaria d e 1826 y las políticas del

Ejecutivo q u e m o tiv aro n la disolución d e las au to rid a d es nacionales y la reafirm ación d e las

soberanías provinciales. De ese m odo, tanto esta ley com o otras q u e habían sido ap ro b ad as p or

el C ongreso, n u n ca p u d ie ro n ser llevadas a la práctica, co n stitu y én d o se incluso años m ás tard e

en objeto de b u rla o d e desprecio p ara los jóvenes rom ánticos y p ara los publicistas del

rosism o291. Es im p o rtan te n o tar sin em bargo q u e el d eb a te dejó instalado el p ro b lem a d e la

au to ría d e la R evolución al q u e seguiría haciéndose referencia d u ra n te las décadas siguientes en

térm in o s q u e rem itían a lo tra ta d o en la p re n sa y e n el C ongreso d u ra n te 1826 a u n q u e pocas

veces se lo hiciera explícito. A dem ás, la discusión hizo q u e co b rara n form a y circu laran alg u n as

rep resentaciones y valoraciones sobre la R evolución, e n especial en lo q u e hacía a su n atu raleza,

su curso y sus causas.

Estas cuestiones y a h a n sid o trata d as y seg u irán siéndolo a lo largo d e la p re sen te sección; p o r

ese m otivo sólo q u isiera d estacar u n a cuestión q u e se hizo p re sen te en el d eb ate y q u e p u e d e

apreciarse con n itid e z en la distinción q u e hace G orriti en tre dos m om entos: la presunción , d e

q u e lo ocurrido alre d ed o r del 25 d e M ayo d e 1810 no p o d ía explicar la R evolución ni co n d en sar

su sentido. El p ro b lem a era q u e esta constatación parecía ser lo único q u e p o d ía co m p artirse

d a d o q u e los desacu erd o s afloraban d e inm ediato c u a n d o se p asab a a considerar lo su ced id o

con m ayor precisión. El tratam ien to del proyecto p u so entonces en u n p rim er plan o u n

consenso n eg ativ o q u e h asta entonces no h ab ía ten id o p o sib ilid ad d e ser p lan tea d o co n tan ta

290 Sesión n° 145, 6/6/1826, pp. 1374 y 1376/7.


291 Archivo Americano y Espíritu de la prensa del mundo. Bs.As., Imprenta de la Independencia, 1844, t.
I, p. 140. -
205

clarid ad y con ese nivel d e exposición pública. Por cierto q u e esto fue consecuencia del afán del

gobierno p o r prem iar a los au to res de la Revolución, abriendo así u n debate sobre el significado

d e esa autoría en el que no po d ían obviarse los sucesos com o había ocurrido h asta entonces.

C o n tradiciendo los deseos d e sus im pulsores, esto hizo que afloraran diferencias insalvables

q u e hacían im posible alcanzar u n acuerdo sobre cuáles hab ían sido estos hechos, qu ién es sus

p ro tag o nistas y, en p rim er lugar, los criterios p ara p o d er d eterm inarlos. Es por eso q u e lo q u e el

gobierno d e R ivadavia h abía im aginado com o u n hom enaje a los héroes revolucionarios deriv ó

en u n a discusión que hizo evidente la im posibilidad d e alcanzar dicho propósito, al m enos en

los térm inos p lanteados originalm ente que exigían u n consenso difícil de alcanzar incluso en

circunstancias m ás apacibles.

Este d ebate perm ite in d ag ar tam bién en un fenóm eno singular: la escasez d e relatos sobre el

proceso revolucionario capaces d e d otar de sentido a los hechos a través d e u n a n arració n d e los

m ism os. C om o p o d rá apreciarse m ás ad elan te al exam inar u n a obra de teatro p u b licad a p o r

Ju an B. A lberdi en 1839, u n relato de estas características d ebía tener u n carácter épico difícil d e

lo g rar si se considera q u e la R evolución había sido consecuencia d e la crisis m onárquica. P ero

sobre todo p o rq u e tan to el papel d e sus p rotagonistas com o la dim en sió n q u e tu v o la

R evolución y su cronología, todos ellos elem entos necesarios a ú n en la m ás ru d im e n ta ria d e las

narrativas, eran m otivo d e agrias disputas. A hora bien, el p roblem a d e la cronología y la

dim en sió n no e ra n sólo consecuencia d e las diferencias existentes sobre el inicio d e la

R evolución sino tam bién sobre su finalización, m om ento en el q u e ésta p o d ría alcanzar su m ás

pleno sentido. T odos aco rd ab an en q u e su objetivo h abía sido lograr la Libertad y la

Independencia, pero tam bién en q u e estos logros sólo p o d ría n verificarse c u a n d o se co n stitu y era

u n o rd e n legítim o y estable, es decir, cu an d o los conflictos q u e afectaban la v id a pública

q u e d a ra n acallados o fu eran su bsum idos en espacios institucionales. La m ay o r dificu ltad p a ra

log rar articular u n relato del proceso revolucionario deriv ab a entonces de la ausencia d e u n

cierre inequívoco q u e le p erm itiera d o tar d e sentido a los sucesos y figuras q u e h ab ían to m ad o

p arte del m ism o. En sum a, las m ism as lim itaciones q u e afectaban la concreción d e u n a h isto ria

nacional. Esto perm ite explicar p o r q u é la respuesta a am b as cuestiones sería re alizad a a la v ez

en la obra historiográfica d e B artolom é M itre, au n q u e p a ra ello debiera esperarse a ú n m ed io


siglo.

D esde luego q u e lo antedicho no obstaba p ara q u e se elab o raran interpretaciones generales

sobre el proceso revolucionario com o las q u e ya se exam inó, así com o tam bién se hacían

in n u m erables m enciones precisas de hechos o de acciones en las q u e se h abrían in v o lu crad o


206

d iversas figuras. Pero am bas form as d e considerar la R evolución -re la to s o descripciones p o r

u n lado, interpretaciones y arg u m en to s por el o tro - solían correr por sep a rad o sin q u e p u d ie ra n

estru ctu rarse del todo en u n a m ism a tram a. En el siguiente a p a rta d o se trata rá con m ayor

d etalle esta cuestión, ya q u e está d ed icad o a exam inar los relatos biográficos y testim oniales es

decir, los textos cuya p ro p ia n atu ra leza exige hacer hincapié en los sucesos y sus protagonistas.

U n a m em o ria co n flictiv a

Si bien es cierto q u e tanto el Bosquejo d e Funes com o el d eb ate en el C ongreso C o n stitu y en te son

p revios al período recortado en esta investigación, su exam en p erm itió apreciar alg u n as

representaciones e interpretaciones d e la R evolución q u e se m an ten d ría n vigentes a lo largo d e

las décadas siguientes. Esto p u e d e verificarse en el corpus com puesto p o r m em orias, biografías,

autobiografías y rectificaciones históricas q u e se constituyeron en casi los únicos relatos d e los

h echos y, así, en u n a referencia ineludible para d ar cu e n ta d e lo sucedido, ya sea q u e se los

co n sid erara com o interpretaciones, com o descripciones, com o testim onios o, com o solía

suceder, sin que se estim ara necesario realizar estas distinciones. En efecto, estas obras tie n d e n a

coincidir con las interpretaciones d e la R evolución p lan tea d as en el debate d e 1826 y en el texto

d e Funes, au n q u e d a n m ayor cabida a los hechos y a su s protagonistas. De ese m odo, con

variaciones que d e p e n d e n d e la subjetividad de los au to res y d e quiénes p ro tag o n iz an esos

relatos q u e en m uchas ocasiones coinciden, p lan tean u n a y otra v ez q u e la R evolución fue

consecuencia d e la crisis m o nárquica q u e resquebrajó la ad m in istració n colonial p ro v o can d o u n

vacío d e p o d e r q u e debió ser llen ad o p o r la elite criolla. E sta in terp retació n p re sid e p o r ejem plo

las m em orias q u e C ornelio S aavedra escribió en 1829 y q u e fu e ro n p u b licad as p o r la p re n sa tras

su m u erte al añ o siguiente, en las q u e p u e d e n leerse afirm aciones com o las siguientes:

"Es in d u d ab le en m i opinión, q u e si se m iran las cosas á b u en a luz, á la am bición d e


N apoleón y á la de los Ingleses e n q u erer ser señores d e esta A m érica, se debe atrib u ir la
revolución del 25 d e m ayo d e 1810... Si no h u b ie ra n sido re p etid as éstas, si h u b ie ra n
triu n fad o d e nosotros, si se h u b ie ra n hecho d u e ñ o s d e Buenos Aires: ¿Q ué sería d e la
causa d e la p atria, d ó n d e estaría su libertad é in d ep en d en cia. Si el trasto rn o del tro n o
español, p o r las arm as ó p o r las intrigas d e N ap o leó n q u e ca u saro n tam b ién el d esó rd en y
desorganización d e todos los gobiernos d e la citad a P enínsula, y ro m p ió p o r consiguien te
la carta d e incorporacion y pactos d e la A m érica con la corona d e C astilla; si esto y m u ch o
m ás q u e om ito p o r consultar la b rev ed ad no hu b iese acaecido ni sucedido, ¿p u d iera
habérsenos v en id o á las m anos otra o p o rtu n id a d m ás análoga y lisongera al verificativo
d e nu estras ideas, en p u n to á sep ararn o s p ara siem p re del dom in io d e E spaña y resu m ir
[sic] n u estro s derechos?"

C laro q u e esta in terp retació n q u e hacía d e la crisis m o n árq u ic a y d e la presión d e las potencias

eu ro p eas las causas d e la R evolución, tenía u n fin polém ico y a q u e a p u n tab a a d esv alo rizar lo
207

q u e en ten d ía planteaban sus enem igos q u e se atribuían hab er sido sus autores. P or eso afirm ab a

q u e a esos sucesos

"(...) debem os radicalm ente atrib u ir el origen de n u estra revolución, y no á algun o s


presum idos d e sabios y doctores q u e en las reuniones d e los cafes y sobre la carpeta,
h ablaban de ella, m as no se d ecidieron hasta que nos vieron (hablo de m is com pañero s y
d e m i m ism o) con las arm as en la m an o resueltos ya á verificarla"292

Esta ú ltim a apreciación no debe sin em bargo engañar, ya q u e cuesta en co n trar textos e n los q u e

se asu m a con tan ta claridad y desen fad o que la R evolución había sido consecuencia del

accionar esclarecido de algún sector de la elite. Entre esas excepciones se en cu en tra el Prefacio

q u e M anuel M oreno añ a d ió e n 1836 a la colección de textos d e su h erm an o M ariano, en el q u e

p ro cu ra m o strar la preexistencia d e m ovim ientos tendientes a la em ancipación. Esto le resu ltab a

natu ral, pues

"P ara despreciar y aborrecer el yugo español en A m érica, n o se necesitaba sino nacer, ver,
y sentir, Así se en g añ an d em asiad o aquellos q u e h án q u erid o atrib u ir el deseo d e
in d ep en d en cia á sola la o p o rtu n id a d d e la invasión d e E spaña p o r las arm as d e
N ap o leó n "293

P ero fu ero n contados los textos q u e incluyeron apreciaciones p o r el estilo y, m enos aún, los q u e

ap arte d e po stu larlo p u d ie ra n d em o strarlo a través d e u n relato d e los hechos. Es por eso q u e en

el caso d e S aavedra lo q u e en v e rd a d estaba en discusión era algo m ucho m ás acotado y q u e ya

h ab ía m otivado su participación en el debate de 1826 a través d e u n co m unicado e n el q u e

desafiaba a sus adversarios a q u e d em o straran que él no h ab ía m ilitad o esp o n tán e am en te e n el

m o vim iento revolucionario: lo q u e estaba en juego era saber si h ab ía ten id o o no particip ació n

en los p rep arativ o s tendientes al cam bio d e gobierno cu an d o com enzó a hacerse ev id en te el

estad o term inal del p o d er central m etropolitano y su ad m in istració n colonial. Del m ism o m o d o ,

com o se p u d o apreciar en el escrito q u e dejó inconcluso P u ey rred ó n , los opositores a M oreno

so sten ían q u e éste no h ab ía p articip ad o d e esos p rep arativ o s, q u e poco antes h ab ía ju g a d o a

favor d e las au to rid a d es españolas y q u e recién se sum ó c u a n d o la caída del V irrey era u n

hecho consum ado.

P or cierto que éstas eran precisiones q u e afectaban el h o n o r d e las personas, p ero no im plicab an

la existencia d e apreciaciones div erg en tes sobre las causas d e la R evolución, la existencia d e u n

sujeto revolucionario y el papel q u e éste h abría tenido. T anto es así q u e testigos o actores d e

292 Comelio Saavedra, “Memoria Autógrafa”, en Memorias v autobiografías, Bs. As., tomo 1, Museo
Histórico Nacional, 1910, nota 1, pp. 54/6 [Bs. As, GM, 20/3 a 28/4/1830],
29j “Prefacio” a Colección de Arengas... . op.cit., p. XL. •
208

esos acontecim ientos, algunos d e ellos opositores a S aav ed ra y p o r lo tan to d estinatarios d e sus

dichos, insistirían en la falta d e u n proyecto q u e rigiera las acciones d e los revolucionarios. Es el

caso d e Ignacio N úñez, quien se hace eco d e la tradición del g ru p o m orenista achacándole a

S aavedra hab er tenido escaso interés en participar del m ovim iento, ya que sólo lo h abría hecho

an te la presión d e otras figuras y d e algunos subalternos. P ero N ú ñ e z tam bién en ten d ía q u e él

factor d esen cad en an te de la R evolución h abía sido la crisis atra v esad a p o r España, co ncluyen d o

entonces q u e sin q u erer desm erecer el papel de quienes h ab ían encabezado el m ovim iento,

"p u e d e asegurarse q u e esta g ran d e obra fue poco m enos que im p ro v isad a", circunstancia q u e le

perm ite explicar la ausencia d e com binaciones internas y d e relaciones con poderes extranjeros

q u e la h u b iera n a m p a ra d o 294.

A preciaciones sim ilares se en cu en tran tam bién en otro tipo d e obras, pero no sólo p o rq u e los

relatos biográficos y testim oniales se constituyeron en su fu en te principal, sino p o rq u e se

tratab a d e u n a concepción extendida. A m bas causas confluyeron p o r ejem plo e n el texto d e

Parish, trib u tario e n g ra n m e d id a d e inform es provistos p o r el p ro p io N úñez. Pues bien, el ex

C ónsul inglés estim aba q u e la R evolución h abía sido consecuencia d e la crisis m onárquica. Pero

eso no es to d o y a q u e tam bién sostenía q u e m ientras E u ro p a estaba conm ocionada, A m érica

gozaba d e tran q u ilid ad , estad o q u e no hacía sino co m p ro b ar la aciaga influencia del sistem a

colonial español q u e sofocaba to d o sentim iento p o p u lar, incluso en m om entos en q u e este

p o d e r se en contraba débil. En tal sentido se perm ite p lan tea r q u e los su d am erican o s fuero n

leales a la C orona, cuyo d o m in io cesó p o r m otivos q u e a u n q u e n o explica del to d o los en m arca

en la crisis m o n árq u ica q u e dejó a las colonias libradas a su suerte. Lo notable es q u e Justo

M aeso, su pun tillo so tra d u c to r y corrector, sólo se lim itó a e n m e n d a r algunos erro res en el

relato d e los hechos d ejan d o intactas esas aseveraciones. Incluso cu an d o P arish señala q u e si

E spaña no h u b iera tra ta d o com o in surgentes a las n u ev a s au to rid a d e s n o se h ab ría p ro d u c id o

u n q u ieb re e n la lealtad a la m o n arq u ía295.

Esto ú ltim o in tro d u ce u n p ro b lem a q u e aparece e n v arias obras a u n q u e en form a so lap ad a

d ad a s las consecuencias q u e p o d ía llegar a tener. Es q u e si bien constituía u n a su erte d e sen tid o

co m ú n la inscripción d e hechos circunstanciales o contingentes en u n proceso d e carácter

providencial, algunos relatos d ejan en trev er que las cosas p o d ría n hab er su ced id o d e o tra

m anera. Y p ara ello n o hacía falta rem itirse al desconocim iento q u e hicieron las a u to rid a d e s

esp añ o las d e las ju n tas su rg id as en tre 1810 y 1811 p ro v o c an d o la guerra, sino tam b ién a hechos

previos. P or ejem plo T om ás G u id o sostenía q u e el V irrey C isneros p o d ría h ab e r d a d o p o r tierra

294 1. Núñez, Noticias Históricas de la República Argentina, tomo 1, Bs. As. Jackson, 1944. p. 248.
295 BA cap. VI. -
209

con los planes de los revolucionarios y q u e si no lo hizo fue p o r cobardía296. A u n q u e n o es

en u n ciad a en form a explícita esta afirm ación introduce una p re g u n ta significativa: ¿qué h abría

ocu rrid o con la R evolución en caso d e no hab er sido u n cobarde el V irrey? Sin em bargo, éste u

otros in terrogantes sim ilares q u e p u e d e n d esp ren d erse d e lo q u e los p ro p io s textos p lan tean ,

com o es el caso de aquellos que llam aban la atención sobre el hecho q u e la R evolución h abría

fracasado d e no haberse triu n fad o en batallas com o las de Salta o T ucum án, n o solían ser

form ulados. La razón q uizás resida en el carácter inquietante q u e p o d ría n tener sus respuestas.

D e todos m odos, com o la R evolución era in terp retad a en clave providencial no h u b iera

re su ltad o difícil d a r con u n a solución satisfactoria, y así se lo h izo en varias ocasiones. Este es el

caso de M itre, que en su biografía d e B elgrano se referiría al m ism o C isneros a p e la n d o u n a vez

m ás a im ágenes d e fenóm enos natu rales e incontrolables, n o tan d o q u e éste no tenía u n a

cap acid ad a la altura d e tan difíciles sucesos, p ero aunque la h u b iera tenido

"n o habría podido hacer m ás que prolongar la crisis, pues no estaba ya en la m ano del
hom bre detener el curso d e los acontecim ientos, que se precipitaban con el invencible p o d er
d e u n torrente que baja d e la m ontaña"297.

C on esto hacía referencia a la m aduración de u n poder local con capacidad para poner fin al

dom inio colonial, apartándose d e ese m odo de lo sostenido por g ra n p arte d e los testigos y

p ro tag o nistas d e la R evolución q u e hacían hincapié en la crisis d e la C orona y d e su

ad m in istración colonial. Sin em bargo M itre seguiría coincidiendo en q u e la R evolución h ab ía

in a u g u ra d o u n a n u ev a era y en q u e se había tratad o d e u n a v e rd a d e ra regeneración política.

D esde luego que p a ra quienes h a b ía n viv id o el proceso esto resu ltab a a ú n m ás evidente, con lo

cual se en tien d e la insistencia en d estacar el rol activo q u e h ab ían ten id o los p ro tag o n istas d e los

relatos biográficos y testim oniales. Este énfasis e n las acciones y decisiones q u e llevaba a colocar

en u n p rim er p lano el p ap e l d e las personas, p lan tea algunas tensiones con las representacion es

d el proceso revolucionario e n ten d id o com o consecuencia de la crisis m onárquica.

C onsiderem os n u ev a m e n te el caso d e Saavedra, qu ien describe los hechos q u e desem bocaro n

en la creación d e la Junta p ara luego señalar que

"(...) no se p u e d e neg ar esta gloria á los q u e p o r libertarla del pasado yugo q u e la


oprim ía, hicim os u n form al ab an d o n o d e nuestras vidas, d e n u estras fam ilias é intereses,
arro stran d o los riesgos á q u e con aquel hecho q u ed a m o s expuestos. N osotros solos, sin
p recedente com binación con los pueblos del interior, m a n d a d o s p o r jefes españoles q u e

296 Tomás Guido, “Reseña histórica de los sucesos de Mayo”, en El Plata Científico y Literario, Buenos
Aires, Imprenta de Mayo, 1855, tomo VI, p. 155.
297 BB, p. 91. -
210

ten ían influjo d ecidido en ellos, confiados en n u estras pocas fuerzas y su bien acred itad o
v alor y e n q u e la m ism a justicia de la causa d e la libertad am ericana, le acarrearía en to d as
p artes prosélitos y d efensores"298

Este encendido alegato q u e destaca el valor, la decisión y el riesgo que corrieron quién es

encab ezaron el m ovim iento revolucionario, es seguido poco después por la apreciación ya

referid a seg ú n la cual la R evolución sólo p u d o p roducirse p o r la crisis de la C orona. Es por eso

q u e en éste y en otros textos biográficos y testim oniales la p u esta en un p rim er plano d e las

acciones d e los sujetos n o alcanza a afectar del todo a la interpretación sobre las causas d e la

R evolución, y a q u e en general son p re sen tad as com o resp u estas que se fueron d a n d o ante la

crisis m onárquica.

Esta p retensión d e exhibirse no se m anifiesta del m ism o m o d o en todos los casos, d e p e n d ie n d o

d e la p erso n alid ad en cuestión, p ero tam b ién d e sus dato s biográficos que no siem pre p u e d e n

so p o rtar ese nivel d e participación. E n form a esquem ática p o d ría plantearse que estaban

aquellos q u e se p re te n d ía n su s p ro m o to res y aquellos q u e se su m aro n una vez d esen cad en ad o

el proceso. Y relacionado con esto estab a n quienes se en co n trab an en Buenos A ires y quienes

estab an e n el interior; quienes iniciaron su carrera con las invasiones inglesas y qu ien es lo

h icieron con la Revolución; quienes p o r su e d a d o posición tuv iero n un rol protagónico y

q uienes sólo p u d iero n ser testigos o actores secundarios. Estas opciones cobraron fo rm a

tam b ién e n diversas estrategias n arrativ as y argum entativas: m ientras que S aavedra, Balcarce o

M artín R odríguez hicieron u n relato p o rm en o riz ad o d e sus acciones, otros se conform aban con

breves m enciones com o el C oronel M elián qu ien reco rd ab a sus ascensos tras las invasiones

inglesas p a ra concluir d e m o d o lacónico p ero no p o r eso m enos significativo q u e "P o r su p u esto

q u e m e encontré en la plaza d e Buenos A ires el 25 d e M ayo d e 1810" 299.

Si bien existía consenso en señalar q u e lo su ced id o alre d ed o r d e ese día no p o d ía ag o tar el

sen tid o d e la R evolución, no cabía d u d a q u e se h ab ían tra ta d o d e hechos trascendentales, con lo

cual el señalam iento d e la p articipación en esos sucesos y, d e ser posible, en las re u n io n es

d esarro llad as con an terio rid ad , se convirtieron e n v erd a d e ro s blasones que ro d e a b a n d e

prestigio a quienes p u d ie ra n galardonarlos. D e ahí q u e incluso quienes p o d ía n jactarse p o r sus

acciones en las gu erras d e in d ep en d e n cia o p o r su ac tiv id ad e n los gobiernos revolucionarios,

sen tían la n ecesidad d e hacer u n a referencia explícita a su participación en esas jornadas. Es el

caso d el G eneral A lvarez T hom as, q u ien señala en u n o de su s cu ad ern o s autobiográficos q u e

298 C. Saavedra, Memoria..., op.cit., p. 53.


299 Revista del Paraná. Periódico mensual de Historia, Literatura, Lejislacion, y Economía Política,
Paraná, Imprenta Nacional, 1861, Tomo II, n° 7, 31/8. '
211

"A u n q u e en los actos m em orables q u e alcanzan al 25 d e M ayo, en q u e q u ed ó érijido el


p rim er G obierno Patrio, m i nom bre no aparesca consignado, com o el d e tan to s otros
p atrio tas á quienes sus devéres m ilitares los retenía fuera d e los com icios, m i cooperación
com o soldado, y ciudadano, m e coloca en las filas de los fu n d a d o res d e la in d ep en d en cia
N acional"300.

Ejem plos com o éste p o d rían m ultiplicarse con facilidad, lo cual no debe ocultar la existencia de

m atices y excepciones que p u ed en q u e d a r ocultos tras esta generalización. La m ás notable d e

estas excepciones es sin d u d a la d e G ervasio P osadas, qu ien tras su paso com o D irector

S u p rem o sufrió u n desprestigio del q u e no se p u d o recuperar y q u e lo transform ó en u n

v erd ad ero paria. Esto perm itiría explicar por q u é su m em oria se caracteriza por p ro m o v er una

prédica inversa a la d e sus contem poráneos q u e hace evidente d e e n tra d a ya que el texto

com ienza haciendo referencia a la R evolución de este m odo: "N o tu v e d e ella la m en o r idea ni

noticia p re v ia "301. De ahí en m ás busca m ostrarse ajeno a los hechos: había sido in v ita d o a

p articip ar del C abildo abierto del 22 d e m ayo, pero no concurrió p u es estaba ocu p ad o e n lab rar

las actas del concurso p a ra ocupar u n a silla m agistral en la C atedral com o N otario M ayor del

O bispado. M ás aún, asegura que c u a n d o se en teró d e lo d ecidido se m ostró crítico d a d o q u e ya

se h abía d ep u esto y desobedecido a varios virreyes, d an d o lugar a u n a tendencia q u e sería fatal

y d e la cual se m ostró retrospectivam ente profètico. Esta m em oria ilustra todos los m ales

traíd o s p o r la R evolución d e la que P osadas busca distanciarse, realizando p a ra ello

afirm aciones inverosím iles: dice n o e n te n d e r p o r q u é fue encarcelado y co n d en ad o al destierro ,

p ero tam b ién se m u estra perplejo p o r su nom b ram ien to com o D irector Suprem o. Lo notable es

q u e en este com p en d io d e los m ales p ro v o cad o s p o r la R evolución, P o sad as no osa en n in g ú n

m o m en to p ro n u n ciarse a favor d e u n reto rn o al A ntiguo R égim en. En ese sen tid o perm ite

ap reciar algunos lím ites q u e resu ltab a n infranqueables: la R evolución era u n acontecim iento

legítim o e indiscutible incluso p a ra q u ien se consideraba com o u n a d e sus víctim as.

P ero esta autobiografía es u n caso extrem o, ya que si h ay u n a característica q u e d istin g u e los

relatos biográficos y testim oniales es la fu e rte identificación q u e establecen entre la R evolución

y las vidas d e quienes se vieron envuelto en ella, incluso en el caso de aquellos q u e fu e ro n

arrastra d o s a posiciones m arginales com o S aavedra. Más allá de las m enciones explícitas en ese

sentido, esta identificación tam bién p u e d e apreciarse en la construcción n arrativ a d e estos

textos q u e p u e d e n ser co n siderados com o relatos d e iniciación: el nacim iento d e la p a tria se

co n fu n d e con el inicio d e su v id a pública y d e la participación activa d e quienes se

300 Ignacio Alvarez Thomas “Memorandum para mi familia”, en Selección de documentos del Museo
Histórico Nacional, tomo I, Guerras de la Independencia, Bs.As., 1952. p. 223 [Escrito en Colonia, 1839­
1841],
301 “Autobiografía” Gervasio Antonio Posadas en BM. t. II, p. 1409 [Bs.As., 19/6/1829].
212

com p ro m etieron con ella. Esto resulta a ú n m ás notorio en los textos d e quienes por su e d a d o

p or la situación en la que se en contraban p o d ían hacer coincidir m ás fácilm ente su trayectoria

v ital con la de la naciente patria, sobre to d o en el caso d e aquellos que hab ían to m ad o la carrera

d e las arm as com o el general José M. Paz. Inicio que en algunos casos adem ás, había im plicado

tam bién u n a ru p tu ra que po d ía abarcar aspectos personales, com o le sucedió a A lvarez T hom as

q u e debió enfrentarse con su fam ilia leal a la Corona.

P or cierto que esta últim a no es la única fuente de conflictos q u e aparece destacad a en estas

obras, y ni siquiera es la m ás im p o rtan te ya que el p ro p io desarrollo del proceso parecía

haberles d ad o la razó n a quienes o p taro n p o r sum arse al nu ev o ru m b o político. De hecho, la

reivindicación d e la R evolución era uno d e los escasos p u n to s de acuerdo entre las elites

rioplatenses q u e la to m ab an com o p u n to d e p artid a en cualquier consideración sobre la h istoria,

el presente y el fu tu ro de la región y d e su s habitantes. Sin em bargo, esto no im p ed ía q u e fu era

cada vez m ayor la desazó n frente a las dificultades existentes a la h o ra d e lograr co n stru ir u n

o rd e n político estable y legítim o q u e era n tam bién a trib u id as a la R evolución o, m ás

precisam ente, a sus efectos indeseados. Lo cual nos rem ite a los conflictos q u e sí aparecen en

p rim er plano en las obras que integran este corpus, es decir, los enconos personales, las luch as

facciosas y las rivalidades regionales su rg id as en el seno del m ovim iento revolucionario.

R ivalidades que no sólo afectaban la escritura d e estas obras sino tam b ién su recepción, ya que

no p o d ían m ás q u e ser leídas en esa clave.

En sum a, los relatos biográficos y testim oniales se caracterizan p o r reivindicar a la R evolución y

p o r la preten sió n d e posicionar a sus p ro tag o n istas com o activos partícipes d e la m ism a, p ero

tam bién p o r las ab u n d a n te s referencias a los conflictos in tern o s desatad o s y a e n m ayo d e 1810.

A m bos fenóm enos fueron no tad o s por A lb erd i con su h ab itu al lucidez:

"(...) la R evolución d e M ayo, com o todos los hechos d el dom in io d e la historia, h a sid o y
será u n p u n to d e co n tin u a controversia. D ividida, al nacer, e n dos p artid o s rivales, com o
la revolución francesa, to d o s los juicios, to d as las tradiciones, todos los escritos
concernientes á su origen y causas, á su caracter y m iras, á los trabajos d ese m p e ñ ad o s p o r
cada u n o d e sus autores, se h a n re sen tid o d espues d e la p rim era división, y h an ca m in a d o
anarquizados. N o se h a d e olv idar tam poco la m o n o m an ía d e la iniciativa que, en 1810, lo
m ism o q u e hoy, hacia q u e cad a recluta se considerase prin cip al actor y agen te
indispensable"302

M J.B. Alberdi. La Revolución de Mayo. Crónica Dramática. Bs.As., 1960, p. 127 [Montevideo, Revista
del Plata, 1839], -
213

E sta "m onom anía d e la iniciativa" se m an ten d ría casi incólum e d u ra n te to d o el perío d o

exam inado. N o ocurriría lo m ism o con lo que A lberdi entendía com o esos cam inos

"an arq u iz ad o s", ya q u e éstos irían am p lian d o sus contenidos y sentidos con el su rg im ien to de

n u ev o s focos de conflicto y la profu n d izació n d e las luchas políticas. De hecho, su p ro p io texto

p u e d e ser así e n ten d id o y a que tenía com o fin su m ar arg u m en to s contra el régim en rosista,

cuya d erro ta sin em bargo no traería cam bios sustanciales en ese sentido: hacia 1858 u n ferviente

polem ista com o lo era el G eneral Iriarte, publicó una m iscelánea d e recuerdos sobre las guerras

independentistas en cuya Advertencia Preliminar llam a la atención sobre la existencia de dificultades

sim ilares a las señaladas p o r Funes cuarenta años antes en lo que hacía a la posibilidad de escribir

u n a historia del proceso revolucionario, por lo que aspiraba a que sus nietos pudieran hacerla con

im parcialidad. De todos m odos, entendía q u e ese distanciam iento sería una condición necesaria

m ás no suficiente, pues los m ateriales con los que contaría ese historiador futuro estarían

irrem ediablem ente contam inados.

"p o r la p asió n y el esp íritu d e p artid o y d e localidad que, m as o m enos, h a d e d esfig u rar
en los escritos contem poráneos el c u a d ro d e los acontecim ientos, y el retrato de nu estro s
pro hom bres d e la era revolucionaria, ju zg án d o lo s p o r los efectos sin conocim iento d e las
causas"303.

De esas pasiones, las d e 1810 pero m ás a ú n las d e quiénes p re te n d ía n d a r cuenta de lo sucedid o

entonces, trata n e n p articu lar los próxim os capítulos.

■0j Tomás de Iriarte, Glorias argentinas v recuerdos históricos. 1818-1825. Bs.As., Librería de La Victoria,
1858, p. 1. .
214

Capítulo IX
El Régimen rosista, las luchas facciosas
y la Revolución de Mayo

LEYES Y LIBERTAD, fue el grito poderoso que resonó desde las hermosas
orillas del Plata hasta las elevadas regiones de los Andes, y bastaron estas
palabras para desplomar en un dia un trono cimentado en mas de tres siglos
con la sangre de millares de victimas: pero no fueron suficientes para
infundir en los ánimos toda aquella moderación que se necesita para llevar
adelante tan magnanima empresa. Una falsa interpretación de las voces
libertad y derechos, confundidas con las de insubordinación y licencia,
sembraron de obstáculos una senda en la que esperimentamos todos los
males de la anarquía, mienb'as que solo debia proporcioiwmos los goces de
esa misma libertad que invocábamos. A los inmensos sacrificios que nos
impuso la guerra de la independencia, sucedió la discordia intestina, que se
complicó despues con la última lucha en que se halló empeñada la República,
y cuyos triunfos espiai?ios caramente por la deslealdad del egército que los
Iwbía arrancado.
El Lucero, 1832

Para Rosas y sus hombres no hay recuerdos, no hay dias inmortales, no hay
glorias americanas, ni hechos que determinen un porvenir; sangre,
destrucción, muerte, terror, tiranía en los medios, tiranía en las tendencias,
atraso y barbarismo, esas son las deidades y el culto de esos vándalos que
llaman á los hombres de corazon y libertad, como se llaman por las ilaciones
cidtas á los habitantes del desierto, salvages!
El 25 de Mayo es para él una acusación mortal de su sistema y de sus
medios, por que es el dia en que el Pueblo alzando irritado sus brazos
omnipotentes dijo soy y quiero ser libre. Acusación que en los delirios de su
rabia a querido amortecer arrastrando á la cola de su caballo la bandera azul
y blanca, símbolo de las mas bellas glorias de estas regiones, y mandando á
la muerte millares de hombres, hijos y satélites fieles de esa revolución
inmortal
M. Cañé (p.), M ontevideo, 1844304

304 EL n° 779, 24/5/1832; M. Cañé (p.), “Las fiestas mayas de la Defensa de Montevideo”, en Cantos a
Mavo. leídos en la sesión del Instituto Histérico-Geográfico Nacional el 25 de Mayo de 1844,
Montevideo, Luis A. Retta Libros editor, 1990, pp. XXII-XXIII ["Revista del Río de la Plata, t. II, Bs.As.,
1871 escrito en las trincheras de Montevideo, 29 de Mayo de 1844)]. -
215

P ara exam inar cóm o era rep resen tad o y n a rra d o el proceso revolucionario e n el m arco d e los

conflictos facciosos m e centré en la d isp u ta entre el régim en rosista y sus num erosos y

heterogéneos opositores. H ay al m enos dos razones que av alan esta elección. En p rim er lugar la

centralidad q u e tuvo, consecuencia no sólo d e su d u ra ció n y de su carácter crisp ad o sino

tam b ién de hab er d ad o cauce a intereses y focos d e conflicto que le preexistían y q u e

su bsistirían tras su caída. En segundo lugar p o rq u e en ese m arco se articularon algunos relatos

y representaciones d e la R evolución q u e si bien resultan altam en te significativos no se Ies ha

p restad o la atención debida.

La A renga d e R osas

En el capítulo séptim o había llam ado la atención sobre la necesidad d e su p e ra r algunos

estereotipos p ara p o d e r exam inar las representaciones del p asa d o colonial presentes en el

discurso del rég im en rosista d ad o que, en tre otras razones, éste había asu m id o en form a

positiva el legado revolucionario. Sin em bargo, tam bién m encioné q u e la atribución al rosism o

d e expresiones favorables al antiguo o rd e n no carecen d e to d o fundam ento. U na d e las

evidencias m ás relevantes en ese sentido, y sobre la q u e se basaro n gran p arte d e las

im putaciones hechas p o r sus adversarios, es u n a Arenga p ro n u n c ia d a por R osas ante las

corporaciones d e B uenos A ires el 25 d e m ayo de 1836 q u e sería publicada año a año por la

pren sa del régim en. Por su im portancia, m e perm ito rep ro d u cirla en form a extensa:

"¡Qué gran d e, Señores, y qué plausible deber ser p a ra to d o A rgentino este d ía consagrad o
p o r la nación p a ra festejar el p rim er acto d e S oberanía p o p u lar q u e ejerció este gran
pueblo en M ayo el célebre año d e 1810! -¡Y cu án glorioso es para los hijos d e Buenos
Aires, h ab er sido los prim eros en lev an tar la v o z con u n o rd e n y con u n a d ig n id ad sin
ejemplo! -N o p a ra sublevarnos co n tra las au to rid a d e s legítim am ente constituidas, sino
p ara su p lir la falta d e las que, acéfala la N ación, h ab ían cad u cad o de hecho y d e derecho. -
N o p a ra su b lev arn o s contra n u estro Soberano, sino p a ra conservarle la posesión d e su
au to rid a d d e la q u e había sido despojado p o r u n acto d e perfidia. -N o p ara ro m p er los
vínculos q u e nos ligaba a los E spañoles sino p a ra fortalecerlos m ás p o r el am o r y la
g ratitu d , p o n ién d o n o s a disposición d e auxiliarlos con m ejor éxito en su desgracia. -No
p ara in tro d u cir la an a rq u ía sino p a ra preserv arn o s d e ella, y n o ser arrastra d o s al abism o
en q u e se h allab a su m id a la E spaña.- Estos, Señores, fu ero n los g ra n d es y plausibles
objetos del m em o rab le C abildo abierto celebrado e n esta c iu d a d el 22 d e M ayo d e 1810,
cuyo acto d eb ería grabarse en lám inas de oro p ara h o n ra y gloria eterna del Pueblo
Porteño...pero ah!...¡Q uién lo h u b iera creído! -U n acto ta n heroico d e gen ero sid ad y
patriotism o, no m enos que d e lealtad y d e fid elid ad a la N ación E spañola y a su
desgraciado M onarca; u n acto q u e ejercido e n otros pueblos de E spaña con m enos
d ig n id a d y nobleza, m ereció los m ayores elogios, fue in terp re tad o en nosotros
m alignam ente com o u n a rebelión d isfra zad a p o r los m ism os q u e debieron hab er agotad o
su ad m iració n y g ra titu d p ara re sp o n d erlo d ig n am en te-."305.

305 GM n° 7653, Bs.As., 24/5/1849.


216

Rosas resalta el rol q u e h ab ían tenido Buenos A ires y los porteños, situ án d o se d e ese m o d o en la

m ism a línea que m uchas d e las representaciones precedentes. Sin em bargo, se aleja d e las

caracterizaciones q u e hacían énfasis en el aprovecham iento de u n a o p o rtu n id a d única para

alcanzar la Libertad y la Independencia al re cu p erar en form a literal expresiones y arg u m en to s


esgrim idos p o r los revolucionarios, en especial los realizados en el C abildo del día 22 d e m ayo.

En tal sentido sostiene q u e no se había trata d o de u n levantam iento contra las au to rid a d es sino

d e u n a acción d estin ad a a cubrir la acefalía y cu id ar la posesión d e F ernando VII; que no había

sid o u n intento d e ro m p er con E spaña sino d e ponerse en m ejor disposición p ara auxiliarla; y,

fu n d am entalm ente, que había ten ido com o propósito re sg u ard ar el o rd e n para no ser

arrastrados p o r la crisis d e la C orona. M ás aú n , y p a ra que no p u d ie ra q u e d a r n in g u n a d u d a ,

reivindica lo sucedido el día 22 d e M ayo d ep lo ra n d o q u e la Junta creada ese día h u b iera sido

m alin terp retad a com o u n a rebelión encubierta por las au to rid ad es, ya q u e esa resolución se

basaba en una tradición co m p artid a con los otros pueblos d e E spaña que hab ían to m ad o la

m ism a decisión m an ten ien d o su fid elid ad a la C orona. En sum a, lo que h asta entonces era

consid erado en form a u n án im e com o u n a estrategia p ru d e n te q u e había p erm itid o el tránsito

revolucionario al enm ascarar sus p ro p ó sito s -e l recurso a m ecanism os institucionales m ás o

m enos ortodoxos, la no declaración d e la independencia, el m antenim iento d e la lealtad al

M onarca-, Rosas lo juzga com o la v e rd a d e ra intención d e los revolucionarios q u e se vieron en

la necesidad d e hacerse cargo del gobierno an te la acefalía q u e ponía en peligro el o rd e n social.

C on lo cual p o d ría explicarse, al m enos e n parte, p o r q u é era co n sid erad o u n nostálgico del

an tig u o régim en. P ero esto no es todo: a u n q u e sus opositores n o p u d ie ra n o no q u isieran

percibirlo, la exposición no sólo p ro seg u ía sino que lo hacía d e m o d o tal que le p erm itía cob rar

otros sentidos:

"Y hé aquí, Señores, otra circunstancia que realza sobrem anera la gloria del pueb lo
A rgentino, p u es q u e ofendidos con tam añ a ingratitud, hostigados y perseg u id o s de
m uerte p o r el G obierno E spañol, perseveram os siete años e n aquella noble resolución
hasta q u e cansados d e sufrir m ales sobre m ales, sin esp eran za de ver el fin; y
p ro fu n d am en te conm ovidos del triste espectáculo q u e p resen tab a esta tierra d e ben d ició n
an egada en n u estra san g re inocente con ferocidad indecible p o r quienes d eb ían
econom izarla a u n m as q u e la su y a propia, nos pusim os en m anos d e la D ivina
Providencia, y confiando en su infinita b o n d a d y justicia, tom am os el único p a rtid o q u e
nos q u ed a b a p a ra salvarnos: nos declaram os libres in d ep en d ien tes d e los Reyes de
E spaña y d e to d a otra d o m inación extrangera-. El Cielo, Señores, oyó n u estras súplicas- El
Cielo p rem ió aquel constante am o r al o rd e n establecido, qe había excitado h asta entonces
nuestro valor, av iv ad o n u estra lealtad, y fortalecido n u estra fid elid ad p ara no sep a ram o s
de la d ep e n d en cia d e los Reyes d e España, a p esa r d e la n eg ra in g ratitu d con q u e estaba
em p eñ a d a la C orte d e M ad rid e n asolar n u estro pais-"
Al igual q u e lo h abían hecho y lo seguirían haciendo otros políticos y publicistas, Rosas

d istin g u e entre dos m om entos de la Revolución: por u n lado el del cam bio d e au to rid a d es, sus

causas y sus propósitos inm ediatos; por el otro, el de sus secuelas, en este caso haciendo énfasis

en la acción desag rad ecid a d e los españoles que había provocado la guerra y, finalm ente, la

declaración d e la In d ependencia en 1816. D esde luego q u e esta distinción no es sólo u n a

exquisitez d e alg u ien q u e siem pre se m ostró afecto al resguardo de las form as legales e

institucionales. T am bién perm ite recu p erar el legado revolucionario de m odo tal q u e no se

v ieran afectadas la defensa del ord en y la obediencia a las autoridades, tran sm itien d o a su vez

esos valores a la causa d e la Federación com o h ered era d e ese m ovim iento, com o p u ed e

apreciarse en la conclusión del discurso:

"Sea, pues, n u estro regocijo tal cual lo m anifestáis en las felicitaciones que acabais d e
d irigir al G obierno e n tan fausto dia; pero sea re n o v an d o aquellos nobles sentim ientos de
o rden, d e lealtad y fidelidad q u e hacen n u estra gloria, p ara egercerlos con v alor heroico
en sosten y defensa d e la C ausa N acional de la Federación que ha pro clam ad o to d a la
R epública, d e esa causa p o p u lar bajo cuyos auspicios en m edio d e las d u lzu ra s d e la p az y
d e la tran q u ilid ad p o dem os dirigir nuestras alabanzas al Todo-P oderoso, y exclam ar,
llenos d e en tu siasm o y alegría, ¡Viva el V einte y C inco d e Mayo!, ¡Viva la C onfederación
A rgentina!, ¡M ueran los im píos unitarios!"

Rosas logró elaborar así u n a explicación sobre los sucesos d e M ayo que terna varias ventajas. En

efecto, al p lan tear q u e se trató d e u n a necesidad d e hacerse con el p o d er ante el estad o d e

acefalía, la R evolución p o d ía ser reivindicada e n u n m arco d e respeto al o rd e n y a las

au to rid a d es constituidas. A dem ás, y en caso de ser necesario, tam bién p erm itía re cu p erar

tradiciones, valores o instituciones del antiguo régim en. Finalm ente le p erm itía afirm ar q u e la

F ederación era la co n tin u ad o ra n atu ra l del proceso revolucionario. C om o verem os a

continuación, este esq u em a m ostró in m ed iatam en te su p ro d u ctiv id ad , p u es los publicistas del

rég im en la hicieron su y a a d a p tá n d o la a diversas circunstancias y convirtiéndola así en u n a

su erte d e versión oficial cap az de so p o rtar diversos contenidos.

La A renga en el d isc u rso d el ré g im e n ro sista

La im portancia d e la Arenga se debió entonces no sólo a quien la pronunció, sino a la

cen tralidad que pasó a ten er en el discurso del régim en. C om o en tantas otras cuestiones, esto

no im plicó que todos sus ad h eren te ac o rd aran con su p rim era figura, pero sí q u e tu v iero n q u e

ad ecu arse a esa n u ev a perspectiva o callar.

C onsiderem os lo su ce d id o con dos figuras del elenco diplom ático q u e adem ás h abían sid o

actores y testigos privilegiados del proceso revolucionario: M anuel M oreno y T om ás G uido. Ya


218

vim os q ue el p rim ero h abía publicado en L ondres u n a colección d e escritos d e su h erm a n o

preced id os por u n a biografía d e su autoría q u e no llevaba firm a. Dicho trabajo, ed itad o en 1836

au n q u e escrito el año anterior, difícilm ente h u b iera po d id o adecuarse a la visión p ro m o v id a p o r

Rosas p u es destaca el accionar d e los grupos revolucionarios en p ro d e la in d ep en d e n cia desd e

antes de las invasiones inglesas306. Lo m ism o p o d ría decirse en el caso d e G uido, p u es d u ra n te

esos años no hizo referencias públicas sobre lo sucedido en m ayo d e 1810, salvo en las

argum en taciones q u e debió realizar com o diplom ático. Este silencio lo m an tu v o h asta la caída

de Rosas, cu an d o dio a lu z varios escritos en los que recu p erab a la idea según la cual los

revolucionarios h ab ían ac tu a d o bajo el m an to de la legalidad vigente sin a p u n ta r a u n a

separación absoluta pero n o por hab er sido ese el objetivo, sino p o r tem or a las resistencias que

p o d ía generar el proyecto in d ep en d e n tista307.

La necesidad d e adecu arse a la versión oficial p u ed e apreciarse en u n a obra q u e suele ser

d estacad a p o r su p re te n sió n eru d ita. En noviem bre d e 1836 P ed ro d e A ngelis p u b licab a en su

Colección, y por p rim era vez, las Actas del Cabildo del m es d e M ayo. El carácter escueto d e esos

docu m entos y el trata rse d e textos institucionales q u e d ebían g u a rd a r las form alidades,

favorecían d e p o r sí la versión d e Rosas. Sin em bargo, y p ara q u e no q u e d a ra d u d a alguna, de

A ngelis añ ad ió u n p rólogo q u e orienta la lectu ra en esa m ism a dirección. M ás aún, se rem ite

explícitam ente a la Arenga hecha p o r Rosas m ed io año antes, n o tan d o q u e ésta h ab ía llam ad o la

atención de la o p in ió n pública p o r esos d ocum entos casi desconocidos que le fu e ro n facilitados

p o r T om ás M. d é A n chorena p a ra q u e los pu b licara308. La publicación d e las Actas dio así m ayor

consistencia y leg itim id ad a la in terp retació n que hacía el rosism o d e la R evolución. Esto

p erm ite en ten d e r p o r q u é los publicistas del régim en in sistirían en rem itir to d o relato o

representación d e la R evolución a esa fuente, au n q u e tam bién se debe tener presente otro dato

insoslayable q u e lo com plem enta: el carácter escrupuloso d e Rosas e n lo q u e hacía al

tratam iento d e las fo rm alid ad es legales e institucionales.

E n cu an to a la valoración q u e hace d e A ngelis d e la R evolución se destaca su repetitivo afán p o r

d a r relieve a to d o aquello q u e a p u n ta ra a la m oderación, la confianza en la a u to rid a d y el

resg u ard o del orden; cualid ad es q u e cifra en u n a proclam a hecha p o r el C abildo el d ía 22 d e

m ayo. En ese sen tid o se esfuerza p o r m o strar q u e la R evolución no había im plicado u n a ru p tu ra

en el o rd e n público, lo cual había sid o consecuencia tan to d el carácter pacífico d e los p o rteñ o s

306 “Prefacio” a Colección de Arengas . op.cit..


~'07 T. Guido, “Reseña histórica de los sucesos de Mayo”, en El Plata Científico y Literario. Buenos Aires,
Imprenta de Mayo, 1855, tomo VI.
*08 P. de Angelis, "Prólogo a las Actas Capitulares del Mes de Mayo de 1810", pp. 11 y III, en Colección...,
op.cit., T. III, 1836. •
219

com o del juicioso com p o rtam ien to d e su representación capitular: im b u id o d e u n esp íritu

m o d erad o y d e conservación, el pu eb lo legalm ente convocado había decidido el cam bio d e

auto rid ades. Q uizás por tratarse d e unos com entarios circunscriptos a u nos d o cu m en to s m u y

precisos, de A ngelis n o p ro fu n d iz ó en el planteo d e Rosas según el cual la in d ep en d e n cia había

sid o consecuencia del accionar desag rad ecid o de los españoles. En cam bio agregó algo q u e la

Arenga casi no había tratad o , pero que form aba p arte d e la caracterización q u e hacía el régim en

d e los conflictos desatad o s tras la R evolución: considerar que su rum bo pacífico y o rd e n a d o se

h ab ía extraviado p o r el accionar d e quienes co n fu n d ían patriotism o con exaltación: "A l espíritu

de conservación, sucedió el desorden, y Buenos Aires tuvo tam bién que lam entar sus víctim as" (p.

III). Esta in terp retació n p re te n d ía hom ologar lo sucedido al desatarse la R evolución co n las

luchas facciosas: d e u n lado se encontraba el pacífico pueblo d e Buenos A ires re p resen ta d o

d ig n a y legalm ente ya sea p o r el C abildo o p o r las instituciones republicanas a cuya cabeza se

en contraba el R estau rad o r d e las Leyes y, del otro una m inoría de exaltados q u e había

extraviado el ru m b o pacífico y legal d e la R evolución, com o lo hicieron los u n itario s al ro m p er

el o rd e n institucional d esa ta n d o la g u erra civil - a lo que m ás tard e se añ ad iría su alianza con

naciones extranjeras q u e no hacía m ás q u e evidenciar su carácter vil-.

A hora bien, que el enfoque p ro p u esto p o r R osas se transform ara en u n a su erte d e v ersió n

oficial del régim en tam b ién fue posible p o rq u e resu ltab a lo suficientem ente flexible p a ra p o d e r

so p o rtar variaciones q u e d e p e n d ía n del carácter d e los textos, sus autores y los p ro p ó sito s

específicos q u e éstos tenían. V ariaciones q u e p o d ía n ser incluso contradictorias en tre sí, sin q u e

p o r eso fuera afectada la noción d e q u e la R evolución había sido in iciad a en el m arco

institucional del antiguo rég im en y q u e la ru p tu ra con éste fue consecuencia d e la reacción d e

las au to rid ad es españolas. V eam os algunos ejem plos q u e perm iten ilustrar esta cuestión.

A fines d e 1846 y principios d e 1847, La Gaceta Mercantil y el Comercio del Plata en tab laro n u n a

d u ra polém ica m o tiv ad a p o r la publicación hecha en M ontevideo p o r el G eneral L am ad rid d e

unos d o cum entos sobre el aciago año 1820. R esulta notable el consenso q u e generó dicha

publicación, ya q u e esos d o cu m en to s fu ero n universalm ente considerados apócrifos o inexactos

-¡cóm o no hacerlo adem ás, si en uno d e ellos aparece la firm a de L am ad rid q u e él m ism o

señalaba com o falsa!-. La o tra cara d e este consenso era que cada u n a d e las facciones im p u ta b a

a la otra su au to ría con el p ro p ó sito d e p erjudicar su causa. Esto llevó a m u y diversas

consideraciones, en tre las cuales se hallaba la necesidad d e hacerse cargo d e las tendencias

m onárquicas en la d écad a d e 1810 que fue u n o d e los tem as sobre los q u e m ás se discutió

d u ra n te el siglo XIX. La Gaceta sostenía al respecto q u e desd e el inicio d e la R evolución los


220

p u eb lo s h ab ían a d o p ta d o el G obierno R epublicano R epresentativo y que esta ad h esió n se h ab ía

afian zad o al declararse la in dependencia. P ero tam bién notaba que hasta 1816 los am ericanos

h ab ían esp erad o m ay o r justicia d e España, y q u e la in d ep en d en cia fue el re su ltad o d e

habérselos p riv ad o de sus derechos y libertades, ase g u ran d o adem ás que las p ro p ias leyes

españolas legitim aban la ru p tu ra del lazo que el au to r concibe en térm inos pactistas

tradicionales309.

Pocos m eses m ás ta rd e el m ism o diario publicó u n a nota necrológica dedicada a T om ás M. d e

A n chorena qu ien p ro b ab lem en te h ay a sido el m en to r d e la in terpretación q u e su prim o Ju an M.


d e Rosas hacía d e la R evolución. El artículo repasa su extensa trayectoria re co rd an d o q u e en

1810 había sido " u n o d e los benem éritos ciu d ad a n o s q u e ac o rd aro n y firm aron la m em orab le

A cta del 25 de m ayo d e 1810: expresión energica d e la libertad A rgentina" y ^"primer acto d e

soberanía p o p u la r q u e ejerció la República". Pero esta "ex p resió n enérgica", este "acto d e

so b eranía p o p u la r", era co n sid erad o consecuencia d e la acefalía en cuya resolución se había

ap e la d o a las form as institucionales hispánicas. Lo cual no es d e p o r sí significativo, p ero cobra

m ay o r sen tid o c u a n d o se atrib u y e la ru p tu ra a la obstinación del gobierno p en in su lar q u e h ab ía

p ro v o cad o la g u erra al n o acep tar u n acu erd o en base a la "igualdad d e representación y d e

derechos", d a d a su p re te n sió n d e "considerar á los A m ericanos no com o súbditos sino com o

esclavos. Las leyes divinas y hu m an as, la ra zó n y las luces del siglo, concurrían á re p ro b ar

sem ejante exceso"310. De ese m odo, la invocación a "leyes divinas y h u m an as", a la razón e

incluso a las "luces del siglo", n o le im p ed ía al au to r d e la necrológica p lan tea r q u e los

A m ericanos h u b iera n p o d id o co n tin u ar sien d o sú b d ito s d e la C orona en tanto ésta re sp etara sus

derechos, o al m enos su p o n ía q u e así lo h ab ían co n sid erad o los revolucionarios. Sin em bargo,

ese m ism o p eriódico h ab ía sostenido pocos m eses antes q u e el pueblo había hecho suy o el

rég im en republicano re p resen tativ o y abju rad o del m onárquico ya desde 1810, y q u e así lo

h ab ían verificado tam b ién los gobiernos patrios. .

A lo largo del capítulo se p o d rá n apreciar otras caracterizaciones del proceso revolucionario

p ro v enientes d e publicistas o políticos d el régim en que, a u n q u e p o d ían d iv erg ir e n tre sí,

co m p artía n la d istinción en tre lo su ce d id o e n 1810 com o u n acto legal su rg id o en el seno d e la

leg itim idad m o n árq u ica com o efecto de la acefalía q u e m ás q u e u n a ru p tu ra p ro m o v ía alg u n a

form a d e co n tin u id ad , y las consecuencias p ro v o cad as p o r la oposición egoísta d e las

au to rid a d es españolas q u e desen cad en ó la g u erra y la declaración d e la independencia.

309 GM. n° 6996. 10/2/1847.


310 GM .n° 7053. 4/5/1847.
221

F lorencio V arela y la in te rp re ta c ió n d e la R evolución


Este énfasis en p lan tear la con tin u id ad q u e habían ten id o los sucesos ocurridos entre los días 22

y 25 d e m ayo d e 1810 perm ite explicar, al m enos en parte, p o r q u é los opositores al régim en, ya

sean antiguos unitarios y federales o los jóvenes rom ánticos, consideraban que éste no hacía m ás

q ue traicionar el carácter rupturista que había tenido la Revolución de Mayo. Pero antes d e

exam inar esas im putaciones, resulta necesario detenerse en u n a cuestión significativa a la que sin

em bargo no se le h a prestado dem asiada atención: m e refiero al hecho que la interpretación d e

Rosas no era sólo d e él o de algunos d e sus allegados. Ya vim os p o r ejem plo que, p ara Parish,

las g u erras de in d ep en d en cia fueron en gran m ed id a consecuencia del desconocim iento d e las

ju n tas locales p o r las au to rid a d es peninsulares. Pero esto no resulta tan revelador com o las

posiciones de dos d e los m ás connotados opositores al régim en rosista com o Juan B. A lberd i y

F. V arela, au n q u e éstos no necesariam ente expusieron su s ideas en form a pública o am plia. M ás

ad elan te se exam ina la interpretación d e A lberdi, p o r lo q u e ahora sólo consideraré lo sosten id o

p o r Varela.

A m ed iad o s d e la décad a de 1830 V arela había co m enzado a proyectar la escritura de u n a

h isto ria argentina. Esto lo llevó a realizar num erosas indagaciones a entrevistarse con algun o s

testigos y p rotagonistas del proceso revolucionario, y a intercam biar inform ación e im presio n es

con otros escritores y políticos. En u n a carta escrita e n Río d e Janeiro d o n d e p ro cu rab a m ejorar

su salu d m ientras p ro fu n d iz ab a sus pesquisas, le com entaba a Ju an M. G utiérrez que

"A m ed id a, am igo querido, que avanzo en el estu d io d e los m onum entos d e n u estra
R evolución se hace m ás espeso el círculo d e d u d a s q u e m e ciñe; d u d as, Jan Ma., q u e no es
posible satisfacer e stu d ian d o los docum entos públicos y que sería preciso aclarar
e sc u d riñ an d o correspondencias íntim as u o yendo relaciones sinceras de los h o m b res d e
aquella época, p o rq u e realm ente son d e inm ensa trascendencia, si h a d e escribirse con
p ro b id ad y co n deseo d e ser útil. ¿C reerá V. q u e la m ás grave y m ás oscura d e esas d u d a s
es acerca d e las v erd ad eras intenciones de la P rim era Ju n ta revolucionaria? H ablo del
cuerpo, no d e un hombre. ¿La Ju n ta del 25 d e M ayo em pezó a m archar d eterm in a d a a
em an cip ar el p aís d e la tu tela p en in su lar o siguió solam ente al principio u n im p u lso igual
al q u e había m ovido a las Provincias españolas y a M ontevideo m ism o año y m edio
antes? A m arguísim a d u d a es ésta; pero he d e llegar a aclararla. Y resuelta por el p rim er
estrem o en el sentido m ás honroso ¡cuántas im prudencias no se cometieron!"311

A unque planteada com o u n a anwrga duda y con la n ad a secreta esperanza de estar equivocado, la

im presión que tenía Varela sobre la R evolución y sus objetivos no parecía diferir dem asiado de lo

311 F. Varela a J. M. Gutiérrez, 24/8/1841, Río de Janeiro, en AE. t. I, p. 226 (la cursiva en el original).
Esta referencia no es examinada en el único estudio dedicado a la interpretación que hacía Varela de la
Revolución, G. Facchinetti de Alvarez “El sentido de la Revolución de Mayo según la interpretación de
Florencio Varela", Cuadernos del Sur n° 8-9, Bahía Blanca, 1967/8. -
. . 222

que sostenía Rosas. Claro que Varela no lo hizo en form a pública, quizás porque podría haber

afectado las im putaciones que hacían los opositores al régim en rosista. Varela m urió asesinado sin

haber podido escribir su historia, por lo que no sabem os si finalm ente logró aclarar tan

inquietantes dudas. Sin em bargo es probable que, com o señalara M itre años m ás tarde, hubiera

m uerto d u d an d o de los propósitos d e los revolucionarios. De hecho, sus im presiones tom aro n

estado público al ser citadas en su biografía aparecida en la Galería de Celebridades. Y si bien su

autor, Luis D om ínguez, había form ado parte del círculo íntim o d e Varela, no realizó nin g u n a

corrección o rectificación sobre esta cuestión. Fue en base a esta biografía que M itre plantearía sus

com entarios críticos que, a su vez, serían replicados p o r Alberdi. Sobre estas cuestiones volveré

luego, por lo que aquí sólo adelantaré que el biógrafo d e Belgrano arrem etió contra las sospechas

de Varela ya que d e ser éstas ciertas quedaría afectada la postulación de un sujeto y u n proyecto

em ancipatorio que h u bieran presidido los sucesos de m ayo. Pero la discusión de estas diferencias

sólo p u d o ser posible, y a ú n con limitaciones, una vez caído el régim en rosista. En ese sentido

basta repasar las im putaciones hechas por sus opositores p ara entender por qué antes hubiera sido

difícil que tom aran estado público las d u d as que aquejaban a Varela.

La R evolución e n el d eb a te faccioso

El rosism o no abjuraba entonces de la Revolución, hecho q u e le hubiera facilitado las cosas a sus

enem igos, sino que proponía otra valoración de esos sucesos, sus causas y sus consecuencias. La

respuesta d e todos los sectores ante esta reivindicación unánim e fue enfatizar las diferencias en

clave facciosa al alinearse la lucha revolucionaria e independentista, sus hechos y sus figuras, con

los conflictos del presente: las diferencias se tram itaban acusando al contrario d e traicionar los m ás

caros principios de la Revolución a la vez que se reivindicaba para sí su defensa y continuación. En

form a esquem ática p o d ría plantearse que m ientras que los publicistas del rosism o le atrib u ían a

sus adversarios haber traicionado el principio de independencia p o r su alianza con los poderes

extranjeros y el haber atentado contra el ord en p o r tratarse d e unos licenciosos anarquistas, la

dirigencia y los escritores antirrosistas caracterizaban a ese régim en com o u n despotism o q u e

prolongaba el dom inio colonial e im pedía recoger los frutos d e la em ancipación. Por cierto que

am bas interpretaciones tom aban datos d e la realidad au n q u e los estilizaban en función d e sus

propósitos, así com o tam bién debían om itir otros q u e p o d ían m ostrar contradicciones internas, en

especial en lo que hacía a la existencia de conflictos e intereses q u e trascendían la división en esos

dos bandos, com o podía ser el vínculo entre Buenos A ires y el resto d e las provincias.

La consideración del conflicto faccioso com o u n a actualización d e los principios enfrentados en

1810 recorre de ese m odo toda la prensa del período, particularm ente la opositora al régim en que
223

transform ó esta cuestión en uno d e sus caballitos de batalla. Por ejemplo, un periódico editado en

Corrientes por m iem bros d e la Nueva Generación sostenía que

"El triunfo d e la revolución q u e nos aseguraba, bajo todos aspectos el desarrollo


progresivo d e las n u ev a s ideas hijas d e aquel hecho, n o solo es rep ro b ad o p o r él [Rosas] y
sus m alvados consejeros, sino atacado de frente y con tesón. A sus ojos ese triu n fo no
debe p ro d u cir u n a m u tació n radical e n las ideas é intereses nacionales; antes si h ab rá de
continuar el sistem a colonial, siendo él u n nuevo eslabón d e la cadena d e los virreyes; y
con m enos responsabilidad q u e estos d isp o n er á su arbitrio d e los destinos del pais. Las
provincias d e la R epública q u e en tra ro n p o r esa m ism a ley d e la em ancipación a hacer
com unes su industria, su p ro sp e rid ad y pensam ientos ten d ría n q u e p erm anecer
eternam ente desligadas e indiferentes a su suerte(...)"

De ahí que al au to r le parezca n atu ra l que Rosas y sus im itadores q u isieran seguir m an ten ien d o

en la ignorancia a los pueblos, p u es si éstos co b raran conciencia d e sus derechos ya no p o d ría n

seg u ir siendo "el triste ju g u ete d e palabras huecas" y la revolución daría al fin sus frutos: se

lograría la u n id ad , la sociedad prosperaría, y se in stitucionalizaría u n a república dem ocrática.

A u n q u e bajo otros nom bres, quiénes en fren tab an a R osas creían estar actualizando el m ism o

com bate que había sido en tab lad o trein ta años antes en tre los principios revolucionarios y los

del an tig uo régim en

"La revolución d e 1810 asegura este porvenir, y no el que u n am bicioso quiere


dem arcam os. La revolución triu n fara en su seg u n d o periodo, p o rq u e hoy los pueblo s
poseen el m ism o valor, la m ism a resolución p a ra d efen d er su soberanía; y m as
inteligencia q u e entonces p o rq u e h a n g o zad o las delicias de la lib ertad "312.

Este artículo perm ite apreciar cóm o se cifraba en Rosas y su régim en los males atávicos que

afectaban a la sociedad rioplatense: bajo otros nom bres, y a veces ni siquiera, el com bate entre los

principios revolucionarios y los coloniales seguía siendo el m ismo. Claro que contra lo q u e creían

sus entonces esperanzados opositores, el régim en logró salir indem ne de esa d u ra prueba que

debió soportar a fines de la década d e 1830 y principios d e la d e 1840. Cabe notar en ese sentido

q u e las críticas dirigidas contra el gobierno d e Rosas v ariaban en lo que hacía a su carácter

esperanzado o escéptico según las diversas coyunturas: cada 25 d e M ayo aparecía así com o u n a

nuev a ocasión p ara reivindicar los valores atribuidos a la R evolución y criticar el rosism o, pero

tam bién para indicar el estado de la lucha.

En cuanto al recuerdo que hacía el rosism o del aniversario d e la Revolución, para sus opositores no

podía ser m ás q u e una burla, u n a brom a siniestra o u n intento por tergiversar su verdadero

’12 “25 de Mayo” en El Pueblo Libertador n° 40, Corrientes, 28/5/1840.


. 224

sentido con el propósito d e confundir a u n público crédulo. Es p o r eso que en el artículo ya citado

se llam a la atención sobre el hecho que

"(...) u n tirano sin títulos p ara con la revolución, ap o y a d o e n el servilism o y el terro r ha


convertido este solem ne aniversario en un grosero é in m u n d o pasatiem po. H o rd a s
d esn u d as d e africanos ro d ean la pirám id e del 25 d e M ayo, y con horrible alg araza y
d an zas indecentes p ro fan an la m ag estad de aquel m o n um ento. Las cárceles se cierran
sobre ciu d ad an o s ilustres. El 25 d e M ayo ya no es d ia d e gracia. Es d ia d e persecuciones y
torm entos. Es el d ia del verdugo. Es dia d e lagrim as p a ra todos. Su m em oria solo recibe
culto en el secreto d e los corazones, y nin g ú n labio se d esp leg a hoy en la c iu d ad m ártir
p a ra en to n ar el him n o sublim e d e 1810. P or v e n tu ra el tirano h a ennoblecido el cadalso.
La revolución seg ú n la p rostitución d e su lenguaje h a sido u n a merienda de negros"

Por cierto que no todos los opositores hacían énfasis e n los m ism os aspectos ni del m ism o

m odo. Un año antes, A lberdi había publicado u n artículo m ucho m ás sutil y zu m b ó n en el q ue

aseg u raba irónicam ente que

"Es curioso v er á Rosas, cad a 12 m eses, cara á cara con el SOL d e MAYO; (...) Intenta
agasajarlo, incensarlo; pero en vano; le cuesta u n m u n d o , no sabe ejecutarlo, lo hace con
repugnancia; y p o r lo m ism o, lo hace m al, frió, in síp id o , tonto; dejando traslucir su
indiferencia, m as b ien lo insulta, q u e lo festeja. N o conoce la historia d e su pais, ó bien la
q uiere m al; la oscurece, la depraba, la adultera; o lv id a d e intento su s g ran d es dias, sus
g randes hechos, y el v e rd ad ero esp íritu suyo: o lv id a los g randes nom bres, los g ra n d es
servicios pasados, to d o lo q u e es pasad o , todo lo q u e n o pertenece á su m om ento d e él:
egoísm o y estrecho, p ara él no es n a d a la historia to d a d e la R evolución: la Restauración, es
todo. D epraba la historia e n su provecho, p ro stitu y e el v e rd a d e ro carácter d e su s hechos,
d e sus dogm as, d e sus designios: lo corrom pe todo, to d o lo infesta, pasado, p re sen te y
p orvenir."

P ara ejem plificar sus dichos, llam a la atención sobre la in terp retació n hecha p o r R osas d e la

R evolución y la utilización d e su recu erd o al servicio d e la facción federal:

H ace 4 años, q u e en u n a aren g a pública, p resen tó a la R evolución com o u n p aso d e


fidelidad, d e su b ordinación colonial, hácia la d o m in ació n d e F em an d o VII, y no com o u n a
insurrección d e libertad y d e in d ep en d en cia am ericana. Dio la esp a ld a á su v erd ad ero
sentido, y no vió e n M ayo m as que el costado p arla m en tario y diplom ático; (...). En este
año habla d e la causa am ericana, no y a com o ahora 4 años; ah o ra está haciendo el pap el
d e patriota; y sin em bargo dice en ella -" fu e sellada e n A yacucho, consolidada en Y ungay
y P ago-L argo"313.

Ij Alberdi también deploraba que se equipararan esas batallas y asi también a Bolívar, con “un tal
Urquiza , además de que se inscribiera en la Pirámide los nombres que integraban el panteón de ilustres
federales fallecidos: Quiroga, López, Dorrego y Heredia. “Mayo y Rosas” Revista del Plata. Diario
político, literario, noticioso y mercantil, Montevideo, N° 16, 4/6/1839. •
225

La contundencia d e los com entarios d e A lberdi inhibe realizar m ayores com entarios. Sin em bargo,

com o se p o d rá apreciar en el capítulo siguiente, él tam bién proponía una interpretación que hacía

énfasis en el "costado parlam entario y diplom ático" de la Revolución.

El rosism o, al igual que sus opositores, tam bién actualizaba ese recuerdo en clave facciosa. A tales

fines, y entre otros m edios, recurrió con éxito a las tradicionales fiestas cívicas o patrióticas q u e

perm itían interpelar a públicos am plios en la ciudad y en la cam paña. La posibilidad de exam inar

estos festejos requiere prestar atención a prácticas y producciones sim bólicas y rituales q ue

exceden los alcances de este trabajo. De todos m odos algunos de sus rasgos p u e d e n ser

recuperados ya que era habitual que la prensa recogiera relatos d e lo sucedido, com o p u ed e

apreciarse en una extensa carta firm ada por Un Argentino que n arra la celebración cívica-religiosa

hecha durante tres días del C orpus y del 9 de julio en San M iguel del Monte. Esa celebración estaba

encabezada por el com andante Vicente G onzález quien, tras la cerem onia religiosa en la q u e se

exaltó la figura de Rosas, realizó u n a proclam a ante la tro p a en la q u e tam bién encum bró las

figuras d e López y Quiroga. La carta destaca tam bién u n banquete posterior presidido p o r los

retratos d e los jefes federales en el que se hicieron convites en su nom bre, si bien gran parte de ellos

sólo aludía a Rosas e incluso algunos, a su esposa E ncam ación Ezcurra314. C ada aniversario de la

Revolución era convertido así en antecedente de las acciones de gobierno o del partido federal, si

bien a principios d e la década d e 1830, e invocando el estado d e guerra civil o la ausencia del

G obernador de la ciudad, no se festejó en Buenos Aires o se lo unificó con el del 9 d e julio q u e

com enzó a cobrar m ayor im portancia. C abe conjeturar q u e esto p u d o haber obedecido al hecho

q u e este recuerdo perm itía afianzar la idea d e independencia nacional, tan cara al rosism o, en

desm edro del de la R evolución que era m ucho m ás conflictivo. Sobre todo si se considera q u e a

p artir d e 1836, q u e fue cuando Rosas pronunció su A renga, esto no volvería a suceder. O tra

hipótesis es que esto hubiera sido hecho p ara provocar u n acercam iento con las provincias del

interior, donde el 9 d e Julio parecía ser m ás valorado que el 25 d e M ayo315. Sin em bargo hub iera

tenido m ás sentido hacerlo d u ran te el segundo m andato de Rosas com o G obernador, cu an d o

buscó extender su p o d er hacia el interior con m ayor firm eza y éxito.

D u ran te este seg u n d o gobierno, y m ás p articu larm en te en la d éc ad a d e 1840, los publicistas del

régim en enarb o laro n u n discurso americanista uno d e cuyos principales com ponentes era la

im p u tació n a los enem igos d e la causa federal d e trab ar relación con fuerzas extranjeras. En ese

314 EL n° 841. 14/8/1832.


',l5 Esta hipótesis fue planteada por L. Munilla Lacasa en su presentación “ De mayo a julio: estrategias
políticas en las fiestas cívicas del primer Rosas”, realizada en las Jornadas Rupturas y continuidades: de
Mayo a Pavón, 1810-1862, Universidad Torcuato Di Telia, 25 y 26 de Junio de 200-1.
226

m arco el recuerdo de la R evolución y d e la Independencia se utilizó com o u n arg u m en to

polém ico ejercido no sólo p o r el régim en rosista sino tam bién p o r sus aliados com o el G obierno

del C errito presidido por Oribe. En efecto, su periódico oficial festejaba en m ayo d e 1846 u n

n u ev o aniversario de la R evolución haciendo notar q u e la dirigencia de la sitiada M ontevideo la

h ab ía traicionado al aliarse con intereses extranjeros en alusión a F rancia e Inglaterra. Pocos días

d esp u és reafirm aba esta prédica llam an d o la atención sobre lo su ced id o en la ciu d ad al

celebrarse el 25 de m ayo con la participación d e los cuerpos ingleses q u e h ab ían tocado su

H im n o y d a d o vivas a su Reina sin q u e .se hiciera m ención alg u n a a la in d ep en d en cia

am ericana316.

C iertas o no, im putaciones com o éstas u o tras sim ilares eran m o n ed a corriente.

L am en tablem ente no sucede lo m ism o en lo que hace a las discusiones explícitas en torno a las

interp retaciones d e la R evolución, hecho q u e perm itiría apreciar m ejor las representaciones q u e

d e la m ism a ten ían los contendientes y su utilización com o arg u m en to s polém icos. Entre esas

excepciones se en cu en tra u n a discusión p ro d u c id a en 1844 en tre El Nacional d e M ontevideo

d irig id o p o r J. R ivera In d arte y La Gaceta Mercantil probablem ente escrita p o r P. d e A ngelis, q u e

se d esató p o r la publicación d e unas "C artas sobre la A m érica del Sur" en la Presse d e París q ue

era u n periódico adicto al régim en rosista.

U na v ez m ás se evidencia la existencia d e coincidencias e n varios p u n to s fundam entales; en tre

ellos, la reivindicación d e la R evolución y del régim en republicano. Las divergencias, q u e no

eran m enores, versaban sobre el significado d e la R evolución y la form a en que se a d o p tó el

republicanism o. M ientras q u e para la La Gaceta debió ser im p ro v isad o sobre la m archa ante la

ausencia d e hábitos d e gobierno propio com o consecuencia del despotism o español; p a ra R ivera

In d arte el Río de la P lata gozaba de condiciones q u e hacían casi n a tu ra l la ado p ció n del régim en
rep u b licano y dem ocrático. En tal sen tid o aducía la ausencia d e ham bre en u n a población

m ed ian am en te ilu strad a y cap az de gozar la dem ocracia, n o tan d o incluso q u e la posibilidad d e

pro g reso estaba al alcance d e todos

"P orque en el Rio d e la Plata no es p ro p ietario sino el q u e no quiere serlo. Asi h asta la
clase ínfim a del pueblo del Rio de la P lata con solo q u e se la deje en p az y q u e u n
gobierno bien intencionado no estravie sus sentim ientos y ponga obstáculos a su dicha,
concurrirá al gobierno republicano representativo, p ara el q u e tiene adm irab les
disposiciones (,..)"317.

316 El Defensor de la Independencia Americana. Miguelete, Imprenta Oriental, n° 113, 26/5/1846; n° 115,
1/6/1846. ~
J'7 “Cartas sobre la América del Sur”, El Nacional segunda época, n° 1535, Montevideo. Imprenta de El
Nacional, 27/1/1844. -
227

Estas ideas, q u e no eran originales d e R ivera Indarte, ten d rían u n im p o rtan te recorrido hasta

q u e M itre lograra años m ás tard e d arles carn ad u ra y u n a explicación histórica. Ya habían sido

en u n ciad as p o r E cheverría en el Salón Literario cu an d o notó que

"ningún pueblo se halló en m ejor ap titu d que el argentino p ara organizarse y constituirse al
nacer a la vida política. N uestra sociedad entonces era hom ogénea; ni había clases, ni
jerarquías, ni vicios, ni preocupaciones profundam ente arraigadas".

Del m ism o m odo, pero años m ás tarde, el periódico oficial d e la C onfederación presidida p o r

U rquiza señalaría al celebrar el recuerdo d e la Revolución que

"L a dem ocracia es indígena d e este continente en d o n d e parece hab er sido p lan tad a po r la
m ism a m ano del creador, p o r la su av id ad del clim a, la riqueza de la tierra, la
m an sed u m b re del carácter y la facilidad del trabajo"318.

Esta caracterización h alagüeña era tam b ién co m p artid a p o r el rosism o, a u n q u e sus publicistas

aleg ab an q u e esas condiciones favorables provistas p o r la p ro p ia n atu ra leza no hab ían po d id o

d esarrollarse p len am e n te p o r el accionar del régim en colonial q u e coartaba toda iniciativa en

ese sentido, con lo cual difícilm ente h u b iera p o d id o estar ex ten d id o tam bién el deseo de

em ancipación. P or el contrario, R ivera In d a rte aseg u rab a en otro artículo que en 1810 este

an h elo había m ad u ra d o , y q u e p o r su p ro p ia n atu ra leza la población rioplatense no so p o rtab a

m ás el y u g o colonial. Incluso se hacía cargo d e las in terp retacio n es d o m in an tes al aseg u rar q u e

la invasión de N a p o leó n a la P enín sula sólo había d a d o la o p o rtu n id a d p a ra que la R evolución

se verificara, sin q u e debiera otorgársele m ayor im p o rtan cia319. De ese m odo ponía en

en tred icho las interpretaciones q u e co n sid erab an el proceso revolucionario com o consecuencia

d e la crisis m o n árq u ica p ro v o c ad a p o r las abdicaciones d e B ayona, pero tam bién se enfrentab a

con la q u e in ten tab a im p o n er el rosism o q u e hacía d e l m antenim iento d e la fidelidad a la

C orona u n o de sus pilares. En defensa d e su in terp retació n invocaba la prensa d e la época, la

co rrespondencia, los docum entos oficiales y a los actores q u e a ú n vivían, pero sin hacer citas ni

d a r m ayor precisiones. Esto m otivó u n a réplica d e La Gaceta q u e destacaba la falta d e atención

d e R ivera In d arte hacia las Actas del C abildo, m ofándose incluso d e su pertenencia al Instituto

H istórico m on tev id ean o p u es prefería reem p lazar d o cu m en to s por elucubraciones. Esta

im p u tació n recién sería re sp o n d id a dos m eses m ás ta rd e al conm em orarse u n nuevo aniversario

Jl8 E. Echeverría, "Lecturas pronunciadas en el Salón Literario", en SL, p. 159; “Fiestas Mayas - Apertura
de las Cámaras” en El Nacional Argentino. Paraná, Imprenta del Nacional Argentino, n° 477, 26/5/1857.
' 1 El Nacional segunda época, n° 1537, Montevideo, Imprenta de El Nacional, 30/4/1844.
228

d e la R evolución, cu an d o invoca al D eán Funes para sostener q u e las Actas no serv ían com o

d o cum ento p o rq u e h ab ían disfrazado las v erd ad eras intenciones d e los revolucionarios320.

En cuanto a los argum entos, La Gaceta retom a la tesis d e Rosas al afirm ar q u e "(...) el

-p e n sa m ie n to de M ayo no fue d e tu m u lto y _rebelión contra el G obierno Españolr-frnw de

proclam ación y ofensiva d e los derechos de. estos países a regirse p o r Ju n tas G u b ern ativ as en la

acefalía d e la M onarquía". En ese m arco d eb e entenderse el interés q u e le atrib u y e al Acta

cap itu lar del 25 de m ayo, ya q u e la considera com o la única fuente v álid a m ientras q u e critica a

quiénes basan sus juicios en los dichos q u e circulaban en los "clubes". El artículo finaliza

señ alan do u n a vez m ás q u e era erróneo p lan tea r que los pueblos q u isieran em anciparse en

1810, hecho que fue consecuencia de la injusta agresión española q u e desconoció sus d erecho s y

su fid elidad321. Esta posición sería re afirm ad a u n a vez m ás al co n m em o rarse u n nuevo

aniversario d e la Revolución:

"E n la acefalía d e la M onarquía E spañola se consideró este país con títulos á ejercer sus
derechos políticos p a ra regirse p o r u n a ju n ta pro p ia d u ra n te la c a u tiv id ad del M onarca
E spañol y en nom bre d e este. T an justa determ inación solo encontro opositores e n los
envejecidos órganos d e las an tig u as preocupaciones q u e d e sd e ñ a b a n asociar á los
A m ericanos al goce d e los derechos com unes d e las d em as P rovincias in teg ran tes d e la
M onarquía E spañola en los que m irab a n en ellos h om bres inertes y estú p id o s. Voto
injusto, voto cruel que costó a la E spaña la p érd id a de sus colonias (.,.)"322

C om o noté en varias o p o rtu n id ad es, las diversas valoraciones d e la R evolución estab an

estrecham ente relacionadas con los análisis q u e se hacían de los conflictos q u e le sucedieron. La

explicación ofrecida p o r La Gaceta en ese sen tid o resulta b astante convencional: el despotism o

colonial había im p ed id o a los am ericanos d esarro llar hábitos d e lib ertad responsable, p o r lo q u e

al p ro d ucirse la R evolución ésta se confundió con u n a libertad licenciosa q u e p u so e n crisis los

vínculos sociales y el principio d e au to rid ad . Esto era criticado p o r R ivera In d a rte -reco rd e m o s

q u e le atrib u ía a la sociedad rioplatense condiciones innatas p a ra o rg an izarse e n u n a república

rep resen tativ a-, a u n q u e concedía que quizás debió ad o p tarse u n a m arch a m ás len ta323. Por el

contrario, La Gaceta insistía e n que el sistem a representativo debió im provisarse p u es "era

p lan ta n u ev a q u e debia aclim atarse bajo u n cielo borrascoso, y e n u n terren o sin p rep aració n ".

P or eso decía so rp re n d erse d e la necedad del articulista del El Nacional e n su negativa p o r

320 El Nacional segunda época, n° 1634, Montevideo, Imprenta de El Nacional, 26/5/1844.


“Sofismas, embustes, calumnias ridiculas, romances lúgubres y patrañas del Nacional de Montevideo
en enero último" en GM n° 6116, 5/3/1844.
322 “Veinte y cinco de mayo de 1810” en GM n° 6181. 24/5/1844.
J~3 El Nacional segunda época, n° 1576, Montevideo, Imprenta de El Nacional, 16/3/1844.
229

acep tar la falta d e hábitos de libertad, hecho que para la elite del perío d o co n stitu ía u n a

o b v iedad. En tal sentido afirm aba que:

"E n el antiguo régim en los A m ericanos sobrellevaban el peso del coloniage m as extricto.
T oda idea, to d o h ábito d e rep resentación nacional, to d a practica rep resen tativ a estab an
cu id ad o sam en te proscriptos, y celado con sum a suspicacia cualquier destello q u e las
presagiase. N egar esto es exponerse a u n ridículo v u lg a r"324.

Este párrafo, que form a p arte d e la explicación hecha por La Gaceta Mercantil a fin d e explicar

los extravíos posteriores a la R evolución, bien podría haber sido suscripto p o r casi cu alq u ier

fig u ra opositora al régim en rosista. Lo m ism o en cuanto a cuáles h abían sido sus consecuencias:

poco tiem po después, y en u n a discusión q u e m an ten d ría con el p ro p io d e A ngelis, E cheverría

so sten d ría que el p roblem a q u e aquejaba a los pueblos am ericanos era que h ab ían p a sa d o "del

m ás abyecto y oscuro vasallaje al ejercicio de la m ás d esen fren ad a libertad", apreciación con la

q u e su polem ista coincidía p len am en te a u n q u e no p o r cierto con las soluciones q u e p ro p o n ía 325.

C on esto quiero insistir en el hecho que no alcanza con p lan tear u n a división en la q u e q u e d e n
alin ead os e n form a precisa arg u m en to s y representaciones d e la R evolución seg ú n cual fu e ra el
b an d o e n el que se m ilitara. C laro q u e esto no siem pre p o d ía ser percibido p o r aquellos q u e
estab an involucrados en esa lucha y a u n q u e p u d iera serlo se lo p asab a p o r alto p a ra no
en tu rb iar los objetivos m ás inm ediatos. Sin em bargo, esto no afecta algo q u e a ú n hoy sigue
re su ltan d o necesario subrayar: todos co m p artía n que la R evolución era el único p u n to d e
p a rtid a legítim o a la h o ra d e exam inar el estad o presente del P lata y d e p ro c u rar in cid ir e n su
incierto rum bo. Este p u n to d e p a rtid a p erm ite en ten d e r m ejor entonces el afán p o r caracterizar
el proceso revolucionario p ro m o v ien d o a la v ez u n a diferenciación con el enem igo, a u n q u e ésta
no siem pre resu lte tan clara m ás allá d e la discusión circunstancial q u e la prom ovió. En ese
sen tid o se debe tener p resen te q u e el trasfo n d o d e las discusiones sobre la R evolución era la
leg itim idad del rosism o: p a ra su s defensores se tratab a d e u n régim en excepcional q u e d ebía
p o n er fin a los extravíos q u e h abía p rovocado y los unitarios p ro fu n d iz ad o , m ien tras q u e p ara
su s opositores se tratab a d e u n a m o n stru o sid ad , d e u n im p ed im en to p ara c o n tin u ar la sen d a
abierta e n 1810. Estos condicionam ientos eran ta n fuertes que incluso quienes p ro p o n ía n
exam inar el proceso histórico rioplatense desde u n a perspectiva m enos estrecha tam p o co
p o d ía n zafar d e ese m arco in terp retativ o . C om o verem os a continuación, ese es el caso d e la
G eneración d e 1837. .

j24 “Sofismas, embustes, calumnias ridiculas, romances lúgubres y patrañas del Nacional de Montevideo
en marzo último” GM n° 6137, 30/3/1844.
J25 "Cartas a Don Pedro de Angelis, editor del Archivo Americano", en OCE. p. 402 [Montevideo, Imprenta
18 de julio, 1847], •
230

Capítulo X
La Generación de 1837:
La Revolución como mandato inconcluso

Las revoluciones, como dice un gran poeta contemporáneo son los


grandes silogismos del destino. La lógica de los tiempos es admirable
Vicente F. López, alred ed o r d e 1840.

siempre será cierta esta grande máxima que ha patentizado la filosofía de la


historia: "Ningún grande acontecimiento sobreviene por causas
completamente ilegítimas; ya sea al lado de éstas, ya encubiertas en ellas,
hay siempre causas legítimas, buenas y justas razones para que se produzca
un hecho importante"
D om ingo F. Sarm iento, 1841326

326 V. F. López, “Introducción á la Historia de los partidos políticos de la República Argentina” en


Corrientes en la organización nacional, Bs.As., G. Kraft, 1911, t. 1, pp. 4/5 [atribuido enóneamente a Juan
Pujol, escrito cerca de 1840]; D. F. Sarmiento, "Política Americana I", en OCS t. IX, pp. 8/9 FE1 Mercurio.
10/8/1841], •
Este capítulo tiene com o propósito exam inar las representaciones e interpretaciones d e la

R evolución elab o rad as por los m iem bros d e la G eneración d e 1837. Para ello m e centré en su

p ro d u cción discursiva m ás tem prana, es decir, la realizada entre m ediados d e la d éc ad a d e 1830

y m ed iad o s d e la d e 1840. Es que con el co rrer d e los años, y en especial tras la caída del

régim en rosista, se acrecentaron sus diferencias personales, políticas e ideológicas, si bien

rasgos sustanciales d e su producción y d e su posicionam iento seguirían m o stran d o afinidad es

com o p o d rá apreciarse en los capítulos siguientes. T am bién realicé un recorte tem ático

ciñ én d o m e a algunos p u n to s d e especial interés, d a d o que las relaciones entre la N uev a

G eneración y la R evolución ya h an sido suficientem ente trata d as p o r la historiografía327. En ese

sentido cabe n o tar q u e si bien el discurso del g ru p o estuvo fu ertem ente condicionado p o r los

conflictos facciosos, tam bién logró incorporar alg u n as n o v ed ad es que afectaron las

representaciones d e la R evolución y la posibilidad de n arrarla e integrarla en el curso d e un

proceso histórico m ás vasto. En los p rim ero s ap a rtad o s d e este capítulo se ex am in an dos de

estas innovaciones q u e p erm itían situ ar a la v ez el proceso revolucionario en el curso d e la

historia local y e n el de la historia universal: la postulación d e la nación o la n acio n alid ad com o

sujeto d el d ev en ir histórico; y el recurso a la filosofía de la historia o la historia filosófica com o clave

explicativa d e los fenóm enos sociales. Sin em bargo, com o verem os al exam inar u n a obra d e

teatro d e A lberdi, esas innovaciones n o lo g raro n p lasm arse con éxito en relatos q u e d ieran

cuenta del proceso revolucionario.

C abe n o ta r antes d e av a n zar q u e tan to éstas com o o tras n o v ed ad es tu v iero n diversas

m otivaciones y condiciones d e posibilidad, p u d ie n d o d istin g u irse las ideológicas, conceptuales

y narrativas, d e aquellas q u e era n consecuencia del p ro p io hecho generacional y del contexto

político local. Si las p rim eras los proveyó d e n u evos insum os y m atrices p a ra exam inar y d a r

form a el p asa d o y el p resen te así com o tam b ién p a ra d iag ra m ar el futuro, las o tras favorecieron

q ue ese exam en p u d ie ra ser realizado d e sd e u n a posición d istin ta a la d e quienes h ab ían

o cu p ad o h asta entonces el centro d e la escena pública. Esto ú ltim o fue posible p o r al m enos dos

razones: p o rq u e su nacim iento se había p ro d u c id o entre el d erru m b e del o rd e n colonial y la

p rim era décad a revolucionaria; y p o rq u e se in co rp o raro n a la v id a pública tras el fracaso

u n itario y la consolidación del federalism o rosista p ro c u ra n d o tom ar d istancia d e am b as

facciones p a ra colocarse p o r encim a de ellas. Sobre la p rim era d e estas circunstancias llam aro n

in sistentem ente la atención con el p ro p ó sito d e favorecer su identificación con la naciente

'2? Entre los trabajos más recientes m erecen destacarse de J. Dotti “La emancipación sudamericana en el
pensamiento de Juan Bautista Alberdi” en Las vetas del texto. Puntosur, Bs.As, 1990 y de J. M yers
"Revoluciones inacabadas: hacia una noción de Revolución en el imaginario histórico de la Nueva
Generación argentina: Alberdi y Echevería, 1837-1850" en Imagen y recepción de la Revolución Francesa en
la Argentina. Bs.As., GEL, 1990. •
232

p atria, com o p u e d e apreciarse en u n a exposición realizada p o r Echeverría en u n a sesión d e la

sociedad q u e presidía: .

"N uestra v id a y la d e la Patria, em pieza en Mayo. Ligar nu estro s trabajos al pensam ien to
d e M ayo, será co ntinuar la obra d e la revolución, es decir, com pletarla y perfeccionarla
seg ú n sus pasos, y progresar, que es lo que constituye la vida"328

C om o h a sido ad v e rtid o en num erosas ocasiones, esta p retensión se entrelazaba con su

convicción d e q u e d eb ía renovarse la elite d irigente y q u e esa tarea les había sido d estin ad a p o r

po seer u n sistem a su p erio r d e ideas q u e el d e su s m ayores. De ese m odo justificaban su

p ro p ó sito de dejar atrás las rencillas personales, facciosas y regionales p ara reto m ar el

p ro g ram a revolucionario y posicionarse com o aquellos q u e d eb ían llevarlo a cabo.

El " P e n sa m ie n to d e M ayo"
A h o ra bien, si este p ro g ram a debía ser recuperado, com pletado o perfeccionado, era

precisam ente p o rq u e a ú n no h abía logrado ser llevado a cabo. De ahí la necesidad d e realizar

u n balance crítico del proceso revolucionario que p re sta ra atención a su sen tid o y a sus

consecuencias, p ero sobre todo a aquello q u e había obstaculizado su concreción. A quí es

cu an d o en tra a tallar la filosofía d e la historia q u e prescribía buscar el sentido d e los fenóm enos

sociales m ed ian te u n exam en d e su p asa d o y, m ás precisam ente, d e las leyes q u e p re sid e n el

d ev en ir d e la h u m a n id a d y el d e cada sociedad. Pero esa b ú sq u ed a p artía d e u n p re su p u esto

q u e aten tab a contra su s m ism os propósitos, p u es u n a d e las convicciones m ás co m p artid as era

q u e e n ese p asa d o difícilm ente hubiera algo que p u d ie ra ser reivindicado. P or cierto que

difícilm ente p o d ría haberlo si tom aban com o p u n to d e p a rtid a el hecho revolucionario cuyo

sen tid o había sido precisam ente re p u d ia r el pasado. R ecordem os que los jóvenes rom ánticos

oscilaban entre ig n o rar la experiencia colonial por carecer d e todo v alor p ara la historia d e la

civilización y re p u d ia rla p o r los m ales q u e había ca u sad o y legado. N o era allí d o n d e p o d ían

en co n trar elem entos d ignos de ser recu p erad o s y m enos a ú n en los pueblos indígenas. C om o si

se tra ta ra d e u n círculo vicioso, esa b ú sq u ed a q u e to m ab a com o p u n to d e p artid a la R evolución

sólo p erm itía re iv in d icar el p asa d o m ás reciente, es decir, el q u e había sido iniciado d u ra n te ese

m ism o proceso.

P ero el p ro b lem a n o era tanto ese círculo vicioso, sino el hecho q u e la reivindicación del proceso

revolucionario m ás q u e ap o rta r u n a solución abría n u ev o s problem as. Es que su legado, único

b ien atesorable e n la historia local, resultaba exiguo p a ra p o n er coto a los m ales que afectaban

328 E. Echeverría, "Exposiciones hechas en el seno de la Joven G eneración Argentina", en OCE, p. 223.
233

su sociedad y p a ra d a r a luz a la nación argentina. En tal sen tid o consideraban que la

R evolución había p erm itid o obtener la in d ep en d en cia y p o n er en cuestión el antig u o régim en

p ro p o rcio n an d o valores, ideas y principios, pero sin que éstos h u b iera n lo g rad o en carn ad u ra

social ni institucional. Se había d errib ad o en sum a u n o rd e n retró g ad o y caduco sin que se

h u b iera p o d id o co n stru ir uno nuevo q u e no fuera despótico. C on lo cual el círculo vicioso se

cerraba con u n a tautología: el "pensam iento d e m ayo" h abía q u e d a d o red u cid o precisam ente a

eso, a u n pensam iento. Y a veces ni siquiera. A pelando a ese tono quejum broso y patético que le

era tan caro y q u e e n esta ocasión resu ltab a p articu larm en te apro p iad o , Echeverría decía

lam en tarse ya que

" N o hay principio, no hay idea, no hay doctrina q u e se h ay a en carnado com o creencia en
la conciencia p o p u la r después d e u n a predicación d e 35 años. No h ay cuestión v en tilad a y
resuelta cien veces q u e no h ay an vuelto a p o n er en p roblem a y discutir pésim am ente los
ignorantes y charlatanes sofistas. N o hay tradición alg u n a p rogresiva q u e no b o rre u n año
d e tiem po; y lo p eo r de to d o es q u e no nos q u e d a n al cabo ideas, sino p alabrotas que
repetim os a grito h erid o p ara hacer creer que las entendem os"

A g regando a con tin u ació n q u e se h abía logrado salir del régim en colonial p a ra caer en la

co n trarrevolución rosista329. Ese pasad o no po d ía ser co n sid erad o entonces del todo com o tal en

tanto seguía fo rm an d o p arte de u n p resen te en el q u e p erv iv ían hábitos, form as de sociabilidad,

tradiciones e instituciones del A ntiguo R égim en. Sin em bargo reconocían q u e alg u n o s aspectos

d e ese legado p o d ía n oficiar d e p u n to d e apoyo d esd e el cual tra z a r el ru m b o progresivo de la

nación. Y a u n q u e esta p o stu ra parecía contradecir su re p u d io a to d a herencia d el m u n d o

hispánico, colonial y católico, e n ciertas circunstancias so stu v iero n ideas en ese sentido,

fu n d a m e n talm e n te p a ra diferenciarse d e los un itario s a qu ien es les atrib u ían h ab e r qu erid o

arrasar con esa herencia sin considerar q u e pro v o cab an u n vacío del q u e sólo p o d ía su rg ir la

an arq u ía y luego el despotism o.

En sum a, los jóvenes rom ánticos so sten ían q u e la R evolución había pro m o v id o u n a ru p tu ra en

la historia d e la reg ió n cuyo p ro p ó sito era p o n er fin n o sólo al dom inio colonial sino al

estancam iento al q u e éste la co n d e n ad a irrem ediablem ente. De eso no parecía caber d u d a

alguna. A hora bien, a pesar d e los esfuerzos hechos e n ese sentido, esa ru p tu ra no había lograd o

alcanzar sus propósitos. Si bien h abía d a d o a lu z u n a sociedad que había hecho suyos el

régim en republicano d e gobierno y alg u n o s principios liberales e ilustrados, su fisonom ía

seguía recortándose sobre la del an tig u o régim en. P ero ese no era el m ayor problem a con el q u e

creían en fren tarse p u es el p ro p io desarro llo progresivo d e la sociedad perm itiría ir su p eran d o

329 DS, p. 178.


234

ese estado. El problem a era que las provincias del P lata sólo parecían p o d e r oscilar entre la

an arq u ía y el despotism o, con el ag rav an te q u e ese m ovim iento p e n d u la r era consecuencia de

los desbarajustes provocados p o r el proceso revolucionario e in d ep en d e n tista p ro lo n g ad o s

d u ra n te las guerras civiles. La R evolución, q u e había tenido com o fin a lu m b ra r u n a sociedad

nueva, había sin em bargo d esatad o fuerzas que im p ed ían la constitución d e u n o rd e n

sociopolítico legítim o y estable com o el q u e ellos anhelaban. ¿D ónde apoyarse entonces? ¿Sobre

q u é elem entos de la realidad p o d ía construirse la nación por ellos anhelada?

F ilo so fía y R evolución


Esta b ú sq u ed a infructuosa en el d ev en ir d e la sociedad rioplatense perm ite en ten d er, al m enos

en parte, el carácter singular del rom anticism o rioplatense: com o la nación, la nacionalidad o

tan siquiera sus elem entos constitutivos no prov en ían del fondo d e los tiem pos, com o tam poco

h ab ían p o d id o form arse en el proceso revolucionario ya q u e los intentos en ese sen tid o se

h ab ían desvanecido, am bas d eb ían ser co n stru id as casi d e sd e la n ad a y to m an d o al fu tu ro m ás

q u e al pasad o com o p u n to d e referencia. C on lo cual se distanciaban d e gran p arte del


rom anticism o eu ro p eo y a que e n vez d e recuperar aspectos d e la h istoria local p ara d a r form a a

la nación p ro p o n ían inventarla d esd e su s m ism os cim ientos. E n tal sentido, y ap elan d o a u n

tono patético no m enos ad ecu ad o que el d e Echeverría, u n artículo publicado en M ontevideo

aseg u rab a en relación a la literatura, p ero p u d ie n d o extenderse ese diagnóstico a to d as las

expresiones sociales, q u e

"(...) nos falta todo: som os hijos d esh e red a d o s d e u n a m ad re cuyo seno ha sido
d esa g arra d o p o r n u estras p ro p ias m anos. El p atrim o n io d e la p atria es ilusorio; a sus hijos
les toca realizarlo. Tal es n u estra m isión."330

La R evolución h ab ía tenido com o consecuencia la in d ep en d e n cia y la afirm ación d e u n a

p erso n alid ad propia; sin em bargo, a ú n no había cuajado la libertad ni el o rd en institucional que

p u d ie ra asegurarla por lo q u e d esd e entonces la sociedad oscilaba entre la an arq u ía y el

despotism o. Si b ien presenta algunos m atices nuevos, esta in terp retació n no parecía d iferir

d em asiad o de la q u e hacían las facciones e n p u g n a, a u n q u e sí p o d ía n serlo alg u n as d e las

soluciones que p ro p o n ían . Los jóvenes rom ánticos e n te n d ía n q u e el problem a radicaba en q ue

el hecho p u ro d e la libertad co n sag rad o p o r la R evolución n o había logrado ser revestido por

u n a m o ralid ad , u n sistem a d e ideas e instituciones q u e la orien taran , la en cau saran y le d ieran

su v erd ad ero sentido. Pero no sólo p o r las rém o ras d el p asa d o colonial, sino tam b ién p o r las

errad a s ideas sociales y políticas d e la dirigencia revolucionaria. La R evolución debía ser

',j0 “Literatura” en El Iniciador N° 3, M ontevideo, 1838, p. 51 [el autor es M. Cañé]


. 235

entonces con tin u ad a, pero las batallas debían darse e n otros cam pos. P or eso in sistían en q u e la

esp a d a debía ser reem p lazad a p o r la inteligencia com o n o taría ese m ism o p eriódico poco

tiem po después:

"Algo m as que separarnos de la corona de Castilla tuvo en vista el heroico pensam iento que
concibió en M ayo de 1810 la Independencia Am ericana. Su concepción era m as grande, m as
generosa. Se trataba nada m enos que de operar la m etam orfosis social d e todo u n pueblo, de
fundir los gastados elem entos de u n a sociedad gótica, desvirtuada, esclava, p ara construir
u na sociedad joven, republicana, ilustrada. H acerla d e española y exótica pu ram en te
nacional, A rgentina. (...) D ar batallas, triunfar y libertar la m itad de la A m érica á lanzazos,
fué la m isión augusta del pueblo argentino. (...) Así ganam os la Libertad m aterial, faltabanos
lo m as im portante: la libertad inteligente"331

Este co n tra p u n to en tre la libertad m aterial conseguida p o r los revolucionarios y la libertad

inteligente que v en d ría a com pletarla y darle su v erd ad ero sentido, se convirtió así en u n a d e

las claves explicativas d e la R evolución, de su conflictivo p resen te y del rol q u e se asig n ab a n en

él p a ra alcanzar u n n u ev o horizonte.

A hora bien, q u e la R evolución no h u b iera logrado a ú n institucionalizarse, q u e h u b iera abierto

tam b ién la p u erta p ara los m ales que aquejaban a esa sociedad, no hacía m ella en el hecho q u e

se tratara del único p u n to d e p artid a válido p ara su proyecto político. Es q u e a p esa r d e su

carácter inconcluso y d e su legado problem ático, h abía in a u g u ra d o u n n u ev o ciclo histórico q u e

perm itió in sertar a la región e n la sen d a del progreso y d e la civilización. A quí es c u a n d o se

cru zan el recurso a la filosofía d e la historia com o clave explicativa d e los procesos sociales y la

apelación a la nación com o sujeto histórico, ya que p erm itía co n sid erar a ésta y a la R evolución

d en tro d e u n m ovim iento m ás am plio q u e a la v ez las trascen d ía y las explicaba. Esta m atriz

co n ceptual constituyó u n a d e las n o v ed ad es m ás significativas q u e ap o rtó el g ru p o en lo q u e

hacía a las representaciones e interpretaciones de la R evolución. M ás allá d e los m u y diversos

m atices, contenidos y protagonistas q u e p o d ían a d m itir los relatos escritos en esa clave, su

rasgo distintivo era el d e acentuar el carácter fatal q u e h ab ía tenido. Esto p u e d e apreciarse en el

discurso q u e A lberdi pronunció al in au g u ra rse el Salón LiterariOj ya q u e allí retom ó críticam ente

lo sostenido por las interpretaciones do m in an tes h asta entonces com o las d e Funes, G orriti y

S aavedra, al ase g u rar que

"Cada vez que se ha dicho que nuestra revolución es hija d e las arbitrariedades d e u n virrey,
de la invasión peninsular de N apoleón, y otros hechos sem ejantes, se ha tom ado en m i
opinión un m otivo, u n pretexto por una causa. (...) N o creáis, señores, que de u nos hechos

El Iniciador. n° 10, Montevideo, 1838, p. 209.


236

tan efím eros hayan podido nacer resultados inm ortales. Todo lo que queda, y continúa
desenvolviéndose, ha tenido y debido tener u n desenvolvim iento fatal y necesario"332

Ésta u o tras intervenciones sim ilares a p u n ta b a n n o tanto a refu tar sino a re in te rp reta r los relatos

d e los hechos q u e hacían los testigos y protagonistas de la Revolución. Es q u e si bien éstos

insistían en su carácter providencial no p o d ían dejar d e n o tar q u e h abían sido consecuencia d e

hechos circunstanciales y, en m uchos casos, contingentes. A lberdi no acordaba con esto últim o,

ya que adem ás inscribía esa fatalidad en un proceso d e m ás vasto alcance y en cuyo seno cobraba

v e rd ad ero sentido. Por eso notaba a continuación que

"La causa, pues, que h a dad o a luz todas las repúblicas de las dos Am éricas; la causa que ha
producido la Revolución Francesa, y la próxim a que hoy am aga a la Europa, no es otra que
esta eterna im pulsión progresiva de la hum anidad. (...) , nuestra revolución es hija del
desarrollo del espíritu hum ano, y tiene por fin este m ism o desarrollo: es u n hecho nacido de
otros hechos, y que debe producir otros nuevos: hijo d e las ideas, y nacido para engend rar
otras ideas: engendrado p ara engendrar a su vez, y concurrir por su lado al sostén d e la
cadena progresiva d e los días d e la v ida hum anitaria. T engam os, pues, el 25 d e M ayo de
1810 p o r el d ía en que nosotros fuim os envueltos e im pelidos p o r el desenvolvim ien to
p rogresivo d e la v id a de la h u m an id ad , cuya conservación y desarrollo es el fin de n u estra
revolución, com o d e todas las g ran d es revoluciones d e la tierra" (p. 128)

D esde este p u n to d e vista los sucesos d e m ayo eran u n o d e los tantos fenóm enos pro v o cad o s

p o r el desarrollo d e la h u m a n id a d en cum plim iento d e leyes históricas q u e hacían d e las

revoluciones m om entos d e ru p tu ra en los cuales se aceleraba y condensaba su sen tid o

progresivo. En m ay o r o m en o r m ed id a, ésta u otras apreciaciones sim ilares q u e h acen d e la

filosofía de la historia la clave explicativa de la R evolución - y d e todos los fenóm enos sociales-

recorren la obra d e los jóvenes rom ánticos. Es el caso d e u n escrito d e V icente F. L ópez cuyo

p ro p ó sito era in d ag ar en las raíces d e los conflictos q u e aquejaban el Río d e la Plata. Al igual

q u e A lberdi, L ópez inscribe el proceso revolucionario en u n a legalidad trascen d en te

caracterizada p o r im p u lsa r el desarrollo d e to d a form a d e v id a e n la sen d a del pro g reso y el

perfeccionam iento. Este m ovim iento continuo requiere q u e e n ocasiones se p ro d u z c a n

revoluciones p ara p o d e r alcanzar n u ev o s estadios d e organización. Este principio general tenía

u n a traducción p artic u la r en la historia d e la q u e co n sid erab a la organización social m ás

com pleja q u e era n las naciones pues

"(...) n in g u n a d e ellas verifica u n a revolución, sino d esp u é s d e haberla p re p a ra d o p o r


m ovim ientos interiores, y p o r acrecencias lentas; éstas son las q u e poco á poco v ien en á
p o n er u n p aís e n la necesidad d e d e stru ir su org an izació n presente, com o estrecha ya y
co m pletam ente incapaz d e contener los gérm enes d e su desarrollo. Esta destrucción p o n e

"Doble arm onía entre el objeto de esta institución, con una exigencia de nuestro desarrollo social; y de
esta exigencia con otra general del espíritu humano”, en SL, pp. 127/8. •
237

p o r si m ism a á la N ación q u e la verifica en una m archa necesariam ente progresiva hacia


u n a organización m ás v asta y m ás com pleta q u e la anterior. La destrucción y la
reorganización sobre bases m ás anchas, son las dos faces q u e constituyen el desarrollo d e
los pueblos. Y en este desarrollo n a d a hay arbitrario, todos sus principios son ciertos,
todas sus consecuencias in d estru ctib les"333

C on lo cual la R evolución, al m enos en principio, no p o d ría h ab e r sido sólo consecuencia de

hechos circunstanciales p o r m ás q u e éstos h u b ieran ten id o u n carácter providencial, ni tam poco

u n efecto d e la crisis m onárquica. Esto lo llevó a precisar a ú n m ás la idea d e A lberdi según la

cual en 1810 h ab ían sido "en v u elto s e im pelidos por el desenvolvim iento progresivo d e la vid a

d e la h u m a n id a d ", ya q u e d eb erían haber existido agentes internos que p ro m o v ieran o

en carn aran ese m ovim iento p o r m ás que el im pulso p ro v in iera del exterior. López, al igual que

algunos d e sus allegados com o lo sería poco después S arm iento, en ten d ía que ese agente había

sid o u n sector d e la elite criolla im buida por las ideas ilu strad as divulgadas por la Francia

revolucionaria. Ideas q u e h ab ían p erm itid o a los m ás lúcidos d e sus m iem bros asu m ir el

carácter indigno q u e tenía el dom in io colonial, a la v ez q u e les abría u n nuevo h o rizonte para

u n a A m érica in d e p e n d ie n te (p. 13). Por supuesto q u e esto no h u b iera sido p erm itid o p or

España, y ésta era la ra zó n q u e explicaba la necesidad d e la R evolución y su justificación

filosófica. Lo interesante es q u e López establece estos principios y recién después considera la

crisis m etro p o litan a y sus efectos locales. De ese m odo, lo q u e solía ser percibido com o u n a

su m a d e hechos fo rtu ito s o coyunturales d e carácter pro v id en cial q u e p erm itían explicar el

estallido d e la R evolución, los tra ta com o circunstancias favorables, entre las cuales destaca u n

tem a q ue le sería ta n caro com o las invasiones inglesas (p. 14).

Esto últim o revela tam b ién algo q u e au n q u e resulta obvio igual m erece ser señalado: d en tro d e

u n a m ism a p erspectiva general q u e era com partida p o r el g ru p o rom ántico, cabían tam b ién

diversos m atices y énfasis q u e re sp o n d ía n a percepciones y afecciones particulares d e sus

m iem bros. L ópez p o r ejem plo, se destaca p o r la reivindicación q u e hace d e esa elite ilustrada:

h asta el final d e sus d ías seg u iría rin d ien d o culto a ese g rupo dirigente form ado en el m arco del

reform ism o ilustrado. P or eso afirm a en relación a las g u erras d e independencia q u e "Los

triunfos los hem os debido al brazo de los soldados; pero esos soldados lo debian todo, hasta su

alm a, á los letrados y políticos que gobernaban el país" (p. 20). A firm ación cuyo carácter ro tu n d o

no necesariam ente era co m p artid o por otros m iem bros del g ru p o au n q u e acordaran con la idea

q u e la presidía.

^33 “ Introducción á la H istoria de los partidos políticos de la República A rgentina'’ en C om entes en la


organización nacional. Bs.As., G. Kraft, 1911, t. 1, pp. 4/5 [atribuido erróneamente a Juan Pujol, escrito
cerca de 1840], •
238

Las leyes del tiem po y del espacio.


A hora bien, el balance del proceso revolucionario no p o d ía concluir aquí ya q u e tam b ién deb ía

explicarse por qué fracasó en lograr institucionalizarse a se g u ran d o la libertad. En form a

previsible López estim a q u e el problem a era el atraso p ro m o v id o d u ra n te siglos p o r el sistem a

colonial im p lan tad o p o r E spaña q u e había im p ed id o fructificar a las ideas nuevas: p o r m ás

cap az y bienintencionada q u e h u b iera sid o la dirigencia que las había a d o p ta d o no p o d ía estar a

la altu ra de las circunstancias p ara en te n d e r del todo lo q u e estaba sucediendo y cuáles deb ían

ser los fines del m ovim iento q u e encabezaba (p. 13/4). A lberdi a p u n ta en esa m ism a dirección

cu an d o n ota que la R evolución, si bien había form ado p arte d e u n proceso m ás v asto -e l ciclo

d e las revoluciones atlánticas cuyos antecedentes p o d ía n rem o n tarse al R enacim iento y la

R eform a-, se había a p a rta d o de lo que debería haber sido su ru m b o pues había in v ertid o el

o rd e n lógico que p re su p o n ía u n cam bio en las ideas, la m oral y la conciencia pública p ara

d esp u és a p u n ta r a las transform aciones sociopolíticas. Por eso, en el discurso q u e p ro n u n ció al

in au g u rarse el Salón Literario destacó que

"Es cierto que en M ayo d e 1810 com enzam os nuestro desarrollo; pero es cierto tam bién q u e
lo com enzam os mal. Lo com enzam os sin deliberación; lo hem os seguido sin conciencia;
nosotros no nos hem os m ovido; hem os sido m ovidos p o r la im pulsión fatal d e otras cosas
m ás grandes que las nuestras. Así es que nosotros sabíam os que nos m ovíam os, pero no
sabíam os ni por qué ni p ara q u é'' (p. 131)

A lberdi en ten d ía q u e tan to el atraso colonial com o las in g en tes necesidades p lan tea d as p o r la

R evolución y las guerras d e in d ep en d e n cia sólo h a b ía n p erm itid o q u e se p ro d u jera la

em ancipación m aterial, re sta n d o a ú n la esp iritu al o inteligente q u e v en d ría a co m p letarla y

d o tarla d e su v e rd a d e ro sentido. La fa ta lid a d había q u e rid o q u e A m érica se in co rp o rara al

proceso civilizatorio c u a n d o a ú n no contaba con condiciones suficientes p a ra ello. C laro q u e no

p o d ría hab er sucedido d e otro m odo, p u es E spaña h ab ría seg u id o o p rim ien d o a la sociedad

colonial m an ten ién d o la a p a rta d a d el contacto con los centros m ás av a n zad o s d e la civilización.

Este desfase entre el proceso d e em ancipación y las q u e d e b e rían h ab e r sido sus condiciones, es

u n tópico habitual en los escritos d el g ru p o . En tal sen tid o se d estaca u n a afirm ación hecha en

form a recurrente p o r A lb erd i seg ú n la cual la R evolución d e M ayo, a diferencia d e la francesa o

la norteam ericana, había v iolado "las leyes divinas del tiem po y del espacio" (p. 130).

Esta caracterización podía socavar la in terp retació n d e los jóvenes rom ánticos p u es resu ltab a

ev id en te q u e las leyes d e la histo ria se h ab ría n m anifestado d e u n m o d o h arto sin g u lar en este

ap a rta d o rincón del planeta. Sin em bargo esto no era p ercibido com o u n p roblem a conceptual o,

m ás bien, no co n sid erab an q u e afectara su m atriz ya q u e la postu lació n d e leyes universales no


239

neg ab a la existencia de expresiones particulares. M uy p o r el contrario, las p re su p o n ía . En

efecto, uno d e los rasgos m ás significativos de su pensam iento fue el de m an ten er u n a tensión

en tre lo particu lar y lo universal, a u n q u e e n d eterm in ad as circunstancias ésta se desh izo en u n a

u o tra dirección334. Por eso A lberdi p o d ía plantear en ese discurso que ya era tiem p o de

"interrogar a la filosofía la senda que la nación argentina tiene designada para cam inar al fin

co m ú n de la hum anidad" (p. 132). Este interrogante resum e en buena m edida el program a

propiciado por los jóvenes rom ánticos, pues su respuesta perm itiría alum brar esa sen d a que su

nación no había podido recorrer a ú n al haber carecido la Revolución y sus herederos de

condiciones com o las que A lberdi y sus com pañeros creían poder contar ahora: u n sistem a

superior de ideas y creencias. A hora bien, q u e se tratara de u n interrogante cuya respuesta debía

ser aú n develada era tam bién consecuencia del hecho que la nación argentina era m ás el nom bre

de u n proyecto que el resultado d e u n a historia pasada: esa senda no sólo debía ser ilum inada sino

tam bién, y en prim er lugar, construida335.

La ausencia de elem entos específicam ente nacionales -d istin g u ib les del resto d e A m érica y

capaces d e au n ar el conjunto d e las provincias del P la ta - fue señ alad o por Echeverría en u n a de

sus últim as intervenciones significativas: la polém ica q u e m an tu v o en 1847 con P ed ro d e

A ngelis. El origen d e esta discusión fue u n a crítica irónica q u e había hecho el n ap o litan o del

Dogma Socialista. En su resp u esta E cheverría no se privó d e utilizar la ironía ni d e m anifestar su

indignación, pero tam bién p rocuró d a r u n a explicación histórica del estado sociopolítico

rio p latense en la q u e lam en tab a u n a vez m ás la falta d e antecedentes nacionales en el p erío d o

colonial sin que éstos tam poco h u b iera n p o d id o ser creados en el revolucionario. P or eso se

p re g u n ta b a retóricam ente si acaso "¿Late p o r v en tu ra sentim iento alguno d e n acio n alid ad en el

corazó n d e ese gigante d e catorce cabezas llam ado R epública A rgentina?"336.

La resp uesta era entonces negativa. H a b ría q u e esp erar vario s años y la existencia d e nuev as

condiciones políticas y discursivas p a ra q u e M itre elaborase u n a n arrativ a capaz d e d ar u n a

resp u esta positiva y e n la que, adem ás, se considerase a la R evolución d e M ayo com o u n

m o m en to decisivo en el proceso d e constitución d e esa n acionalidad. C om o se p o d rá ap reciar a

334 Esta tensión fue enunciada por Echeverría cuando propuso solicitar en su auxilio el pensam iento
europeo bajo ciertas condiciones: “El m undo de nuestra vida intelectual será a la vez nacional y
hum anitario: tendrem os siem pre un ojo clavado en el progreso de las naciones y el otro en las entrañas de
nuestra sociedad", en DS p. 265.
335 Esta cuestión la traté en mi tesis de licenciatura Formas de identidad política v representaciones de la
nación en el discurso de la Generación de 1837, Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Letras-
UBA, Cuadernos del Instituto Ravignani, n° 11, 1998.
j36 "Cartas a Don Pedro de Angelis...", o p .cit., p. 311/2. ■
240

continuación, ese no era el caso d e los escasos relatos referidos a la R evolución escritos

tem p ra n am en te por los rom ánticos.

El dram a d e A lb erd i
C om o ya noté anteriorm ente, y salvo en el caso d e los textos biográficos y testim oniales, fuero n

escasos los relatos sobre los sucesos d e 1810 elaborados d u ra n te esos años. Esto resu lta

llam ativo si se tiene presente el interés q u e d esp e rtab an y la posibilidad d e que su re cu erd o

p u d iera ser utilizado p ara legitim ar ideas, decisiones, intereses o p u n to s d e vista. E ntre esas

excepciones se encu en tra una obrita de teatro escrita p o r A lberdi cuya acción tran sc u rre en la

ciu d ad de Buenos A ires d u ran te los días 24 y 25 d e m ayo y q u e tiene com o p ro tag o n istas a

algunos m iem bros del grupo revolucionario337. A pesar d e tratarse de u n a obra d e escasa

en tid ad literaria y excesivam ente co ndicionada por esa co y u n tu ra en la q u e A lberdi alen tab a el

ap o y o al bloqueo francés, su exam en ig u al resulta de interés p o rq u e perm ite ap reciar las

tensiones y los problem as que se p lan tea b an cu an d o se q u ería p asa r d e u n a in terp retació n

general del proceso revolucionario a relatos referidos al m ism o. Es decir, ¿cóm o d a r form a d e

relato a u n proceso cuyos hechos se sabe inscriptos en u n a leg alid ad que los trasciende y en

cuyo ru m b o no p u e d e n tener d em asiad a incidencia sus protagonistas? Y, adem ás, ¿qué interés

ten d ría hacerlo en ese m om ento?.

E n relación a esto últim o A lberdi hizo explícitos cuáles e ra n su s objetivos en u n aviso inserto en

la rev ista com o anticipo d e la publicación y q u e luego sería e d ita d o com o n o ta in tro d u cto ria d e

la obra. En ese texto, al igual q u e e n u n a n o ta a ñ a d id a al final, destaca q u e su p ro p ó sito era

n a rra r los sucesos revolucionarios d e m o d o tal que p u d ie ra n fo rm ar p arte d e la conciencia del

pueblo, pues consideraba que u n a obra d e esas características h aría factible q u e incluso los

niños y las m ujeres p u d iera n conocer y en te n d e r lo su ced id o e n m ayo. En cu an to a la n ecesid ad

d e esta iniciativa, a A lberdi le parecía obvia d a d a la ausencia d e relatos escritos sobre la

R evolución (pp. 9/10).

T anto su p ropósito d e llegar a u n público am plio com o la ausencia d e n arracio n es sobre los

sucesos de m ayo lo llevaron a reflexionar sobre el género q u e había elegido. E n la n o ta

in tro d u cto ria plan tea que se trata de u n a crónica "p o rq u e es la narración exacta, puesta en boca

de los personajes históricos, de todas las ocurrencias q u e tuvieron lugar en aquellos dos dias

fam osos" (p. 9). Pero poco después, en u n a extensa dedicatoria q u e hace a los revolucionarios

brasileros d e Río G rande, introduce u n nuevo m atiz ya que se refiere a "este repertorio indigesto

'j7 Juan B. Alberdi, La Revolución de Mayo. Crónica Dramática. Bs.As., 1960 rRevista del Plata,
Montevideo, n°4, 18/5/1839 y ss.] •
241

de nom bres, de principios, de sucesos, de recuerdos y votos, m itad históricos, m itad fantásticos,

pero elevados todos, (...)" (p. 17). Esta últim a apreciación que destaca la hibridez de la obra en tanto

incorpora hechos reales y ficcionales en u n a m ism a tram a es p ro fu n d izad a en la nota final. C om o

verem os luego, fueron tam bién razones relacionadas con la interpretación que hacía A lberdi d e la

Revolución las que lo llevaron a optar por esa estrategia narrativa.

C abe n o tar ad em ás que estos paratextos -la nota introductoria, la dedicatoria y la nota fin al- no

sólo fueron utilizados p ara reflexionar sobre los contenidos, los objetivos y la form a de la obra,

sino q u e tam bién le perm itieron p lasm ar sus ideas sobre la R evolución con m ayor claridad q u e

en la p ro p ia obra. La dedicatoria por ejem plo, si bien hace nu m ero sas observaciones

co y u n tu rales tam b ién llam a la atención sobre el hecho que el m ovim iento q u e sacudía el su r d e

Brasil estaba inserto en u n o m ás vasto de alcance planetario y del q u e tam b ién había fo rm ad o

p arte la R evolución d e M ayo. E ntendía entonces q u e su recu erd o p o d ía servir de espejo y

estím u lo a quienes e m p re n d ía n esa lucha q u e actualizaba u n a v ez m ás el eterno com bate en tre

la lib ertad y el despotism o, que era tam bién el que se estaba d esa rro llan d o en las orillas del

Plata p ara p o n er fin al régim en rosista.

E n cu an to a la obra, y d a d o q u e ésta carece d e to d o m érito estilístico o n arrativo, com o era

reconocido p o r su p ro p io autor, su interés radica en sus contenidos q u e p erm iten apreciar lo

q u e A lberdi en ten d ía había sucedido en 1810 o, m ás bien, lo q u e co n sid erab a q u e debía p asa r a

fo rm ar p arte d e la conciencia pública. E ntre sus p rincipales rasgos h ay tres sobre los q u e

quisiera llam ar la atención: el estar ceñida a unas pocas acciones p ro tag o n iz ad as p o r alg u n as

figuras q u e en carn an diversas actitu d es an te la posibilidad d e p o n e r fin al régim en colonial y

p ro clam ar u n n u ev o gobierno; la presencia d e algunos personajes secu n d ario s y d e u n pu eb lo

anónim o q u e ac tú a n com o u n fondo contra el cual se d istin g u e n los principales protagonistas;

y, finalm ente, los anacronism os q u e la recorren y q u e tien en d o s causas: q u e el texto era

tam bién, y quizás en p rim er lugar, u n arm a d e lucha contra el rég im en rosista, y q u e A lberd i

p o n e en boca d e los personajes apreciaciones q u e tienen q u e v er co n su p ro p ia in terp retació n d e

esos sucesos pero q u e difícilm ente h u b iera n p o d id o ser p ro n u n c ia d as en 1810.

El d ra m a está d iv id id o e n dos partes: la Conspiración y la Revolución. Es decir, lo ocu rrid o el día

24 cu an d o los revolucionarios tien en q u e resolver qué h acer frente a la resolución to m ad a p o r el

C abildo d e crear u n a Ju n ta p re sid id a p o r el antiguo V irrey; y los sucesos del 25 c u a n d o se

proclam a el n u ev o gobierno. C ada uno d e los personajes tiene características psicológicas y

reacciones que los d istin g u en entre sí, lo cual le p erm ite a los lectores d e la obra o a sus
242

espectadores tom ar nota d e los diversos estados de ánim o por los q u e h ab ría n tran sitad o los

revolucionarios: del arrojo al tem or, de la ingenuidad a la lucidez, d e la convicción de q u e todo

estaba perdido a u n a confianza ciega en el triunfo. Estas diferencias en v erd ad eran expresiones d e

u n a m ayor: la que había entre m oderados y exaltados. División que sin em bargo no hace mella en

el hecho que todos fueran revolucionarios. Esta disposición perm ite que cada u n o de los actores

p u e d a aportar algo que los dem ás carecen y que resulta necesario en d eterm inado m om ento,

p u d ien d o incluso variar según cuál sea la circunstancia -C hiclana q u e se m uestra irreflexivo y

poco hábil en las discusiones en la casa d e Peña, utilizaría su astucia para lograr la decisiva

adhesión de S aavedra-, De ese m odo no se trataría tanto de figuras históricas, sino de principios,

actitudes, sensibilidades y valores encarnados en esos personajes en cuya construcción A lberdi

aprovechó, eso sí, algunas d e las características que las tradiciones les atribuía a cada uno de ellos.

Las diferencias y los vaivenes sufridos por los revolucionarios aparecen sobre todo el día 24

cuando tienen que decidir qué hacer frente a la m aniobra del C abildo que había creado u n a junta

p resid ida por el ex virrey tras el C abildo abierto del 22 de m ayo. Decisión que, entre otras

consecuencias, le habría perm itido obtener la obediencia de figuras decisivas com o Saavedra,

C om andante del m ayor cuerpo militar. La acción, que a veces recurre a pasos d e com edia,

com ienza en la casa d e Peña que era el centro de la conspiración. La prim era discusión que se

desata es cóm o reaccionaría el pueblo si salieran a proclam ar la necesidad d e la independencia.

Vieites y Chiclana son los m ás exaltados, notando este últim o que confiaba en q u e el pueblo los

aclam aría si decían la v erd ad d e frente. Por el contrario, Larrea y Paso se m u estran m oderados y

con m ayor claridad sobre cóm o actuar. Paso sostiene que d ad a la fidelidad del pueblo al m onarca

debían encubrir sus verdaderos objetivos d u ran te u n tiem po a fin d e no frustrar el m ovim iento

em ancipador colocando el nom bre d e F em ando VII al frente d e todos sus actos y reform as (p.

22/3). A Vieites esto le parece indigno, trenzándose en u n a discusión con Larrea que tiene u n a

visión m ás conspirativa d e lo que debe hacerse, d u d an d o que esté g anada la oficialidad y que se

p u ed a contar con dinero "este m otor suprem o de las revoluciones, este agente im ponderable q u e

d á v id a y m uerte a los tiranos" (25). Por el contrario, Vieites asegura que m il patriotas habían

ofrecido su v ida y fortuna. Introduciendo u n m atiz interlocutivo q u e explica e n p arte las diferentes

posiciones y los rasgos psicológicos d e los personajes, Larrea lo trata com o "m i joven am igo" p ara

hacerle ver que esos brindis son efusiones m om entáneas y que quienes los p ronuncian se suelen

echar atrás. La discusión se encuentra estancada cuando com ienzan a escucharse festejos

realizados en h o n o r al Virrey, creyendo adem ás que vienen p o r ellos. T odo les parece perd id o

hasta que Chiclana, apoyado por Vieites, vuelca la discusión apelando a la fe y al valor. Sin

em bargo, pronto caen en u n nuevo desánim o. Prim ero llega Severo, uno d e los particulares que
243

h ab ían ofrecido su ayuda pero que ahora se m uestra tem eroso y esquiva sus com prom isos. Esto le

sirve a Larrea para reprender a Vieites p o r su ligereza haciéndole ver que era ingenuam ente

optim ista. El clímax se alcanza cuando reciben una nota de otro supuesto patriota excusando su

ay u d a p or estar en cama. Sin em bargo, Belgrano descubre que se trata de una m entira al interrogar

al criado q u e trajo el recado pues éste señala que su am o estaba festejando por el nuevo gobierno.

C u an d o creen que todo está perdido, incluso sus vidas, interviene Larrea contradiciendo su

anterior posición pero m ostrando a la vez m ayor conocim iento de la naturaleza humana: asegura

que no debían tem er ya que u n a vez obtenido el triunfo todos los apoyarían.

Com o se habrá podido apreciar los m ovim ientos son erráticos y reina la im provisación. De hecho

se m uestran m ás preocupados por derrocar el gobierno que por resolver cóm o seguir después.

U na vez m ás es Larrea el que m uestra lucidez al plantear que debe crearse u n nuevo gobierno

inm ediatam ente después d e decretado el cese del anterior pues

"en política esta doble operacion de destrucción y reparación quiere ser casi sim ultanea. El
p o der no p u ed e estar vacante u n m inuto. El poder es la colum na que sostiene la bóveda
social. Si falta u n instante la sociedad sucum be" (p. 42).

Interviene entonces por prim era vez un inspirado Berutti proponiendo los nom bres de quienes

deberían integrar la nueva junta encabezada por Saavedra. Tras u n a breve discusión su propuesta

es aceptada.

T odos acuerdan en la necesidad de contar con el apoyo del Regim iento d e Patricios com andado

por Saavedra, quien aparece en todo m om ento com o u n instrum ento sobre el que es necesario

influir para alcanzar los objetivos propuestos. Para ello se dirigen al cuartel y se encuentran con

q u e todos los oficiales b rin d an por Cisneros y por F em ando VII. Son bienvenidos hasta que

p ro p o n en brindar p o r el cese d e la Junta q u e perpetuaba la servidum bre, causando así u n fuerte

rechazo por parte d e sus anfitriones. Para peor Saavedra, si bien es u n patriota, se m u estra reacio a

derribar la Junta y a q u e había ju rad o fidelidad a las nuevas autoridades y, adem ás, no quiere

tom ar decisiones apresuradas. Chiclana entonces lo halaga y le hace notar que p u ed e presidir la

n u ev a Junta, logrando q u e ceda a las propuestas d e los conspiradores. Es entonces que se

p ro p o n en salir con las arm as cuando llega M oreno en form a casual y le d a dirección al m ovim iento

al pro p o ner que se h ag a u n a petición al C abildo argum entando que la violencia resulta innecesaria

d a d a la im potencia de las autoridades.


244

La acción continua al día siguiente cu an d o tras nuevas vacilaciones que tienen com o propósito

au m en tar la tensión dram ática, el C abildo hace dim itir a la junta y proclam a u n a nueva. El interés

de esta parte no reside tanto en las acciones sino en las referencias políticas tanto en lo que hace al

presente del autor com o a las concepciones que le atribuye a los revolucionarios. Para am bos

propósitos, m uchas veces confundidos entre sí, A lberdi recurre con preferencia a la figura de

Vieites. Por ejemplo, cuando responde a "Una voz" que proclam a "M ueran los gallegos abortados

p o r la España!", señalando que la revolución no será parricida ni fratricida ni u n "m otín estrecho

del espíritu local". Por el contrario, la considera

"(...) u n grandioso episodio de u n a ley que trae su desarrollo desde las repúblicas de Grecia
y de Roma, y propende á dom inar la superficie entera d e la tierra: producto necesario de
todos los progresos hum anos, ella es u n a propiedad de la civilización universal (...)" (p. 110).

Inm ediatam ente Vieites se refiere a la h erm an d ad entre todos los hom bres, algo q u e si bien podían

h aber sostenido los revolucionarios en 1810, resultaba a ú n m ás apropiado en la coyuntura en la

que A lberdi daba a conocer la obra, pues asegura que desde ese día

"(...) nosotros no conocem os estrangeros. N o que el Francés deje de ser Francés, que el Ingles
deje d e ser Ingles, que el A m ericano deje de ser Am ericano en este suelo; sino que el Francés,
el Ingles, el A m ericano sean hom bres y herm anos en Am érica, com o lo son en la n aturaleza y
la verdad. - V ivan p u es todos los hom bres y las naciones d e la tierra!" (p. 111)

A q u í surge u n p ro b lem a p resen te en el texto, o al m enos su lectura perm ite plantearlo, ya que

p a ra A lberdi era ev id en te que la R evolución h abía d a d o a lu z a u n a n u ev a p atria. P ero en la

o b ra no resu lta del to d o claro cuál era esa p atria ni cóm o se identificaban los p ro tag o n istas del

proceso. Es decir, ¿qué co m u n id ad h ab ía p ro d u c id o la R evolución?, ¿quiénes conform aban ese

nosotros?. En esto A lberdi no parecía d iferir d em asiado d e quienes h ab ían p articip ad o del

d ebate en 1826, y a q u e proliferan los gentilicios y los calificativos q u e d an cuenta del carácter

americano o porteño d e los actores y d el proceso revolucionario. Más aún, si hay en tid ad e s

au sentes en el texto éstas son la nació n y la n acionalidad argentina: c u a n d o aparecen las

referencias a patria y pueblo y las m enos ab u n d a n te s a nación, casi n in g u n a tiene com o referente

algo argentino. R esulta notable ad em ás q u e la p rim era m ención a algo argentino recién aparezca

cu an d o la obra está av an zad a, p ero sobre to d o que se trata d e u n a expresión anacrónica referida

al presente m ás q u e al proceso revolucionario. En ese párrafo, el m ás extenso de to d o el texto,

to m a la palab ra V ieites p a ra d irigirse a los m iem bros del n u e v o gobierno: "Pensad q u e el p o d e r

q u e vais á recibir en depósito, n o es y a el p o d er u s u rp a d o d e u n soberano estrangero: tiene

d esd e hoy dos p ro p ietario s esclusivos: D ios en el Cielo, y el P ueblo A rgentino en la tierra" (p.

111/2). Las acciones parecen así situ ad as en el contexto d e 1810. Pero a continuación se refiere
245

en form a explícita a las discusiones en el seno d e la em igración sobre la necesidad d e asociarse

con los franceses q u e bloqueaban Buenos Aires:

"No h a caido u n tirano estrangero p a ra d a r lu g ar á u n tirano nacional: no h a caido un


hom bre, h a caido u n regim en, que u n regim en y n o u n ho m b re n u ev o debe suceder: no
m as tiranos, ni tiranía; española o argentina, to d a tiranía es infernal y sacrilega: si el
argentino es tirano, m uerte al argentino: si el estran g ero es libertador, gloria al estrangero;
(...) "

Estos anacronism os -¿ q u é son sino las referencias a extranjeros libertadores en m ayo d e 1810?-

se refu erzan a lo largo d e la alocución d e Vieytes qu ien , pro/éticamente, alu d e a las g u erras

civiles y a la solución p ro p u g n a d a p o r la Joven G eneración que llam aba a su p erar las divisiones

entre unitarios v federales:

"Solo p o d réis decir q u e está cu m p lid a v u estra m isión, cu an d o po d áis anunciarnos q u e (...)
ya no hay guerras de localidades, an tip atías d e provincias, luchas d e feudalism o y d e
insociabilidad; la p a z y la am algam a se h a n establecido en tre el principio provincial y el
principio nacional" (pp. 113/4).

C om o se p u d o apreciar, la obra d e A lberdi, al igual q u e la to talid a d d e la producción d iscursiv a

d e la G eneración d e 1837, estaba condicionada p o r las luchas facciosas. A dem ás este relato

sobre la Revolución, el único escrito com o tal p o r m iem bros d el g ru p o d u ra n te esos años, no

lo g ra d a r ca rn ad u ra al m arco en el q u e se d esen v o lv iero n los acontecim ientos y a la

interp retación seg ú n la cual se había trata d o d e u n eslabón m ás en la h isto ria d el

d esenvolvim iento progresivo de la h u m an id ad . A u n q u e algunos personajes hacen referencias

en ese sentido, las m ism as son forzadas y tienen u n carácter anacrónico difícil d e ocultar. Es q ue

m ás q u e u n a evidencia q u e se d esp ren d e d e las acciones o d el m o d o e n el q u e se d esarro llan ,

éstas sólo aparecen enunciadas, al igual q u e lo su ced id o en los textos biográficos y testim oniales

y en g ran parte d e aquellos q u e n a rra n los hechos revolucionarios. E n este caso, A lberdi

recu rrió a los paratextos o a los dichos d e algunos p ro tag o n istas in terfirien d o la flu id ez d e las

acciones dram áticas.

Alberdi y su interpretación de la Revolución


A pesar de estas afecciones, vacilaciones y anacronism os, el texto deja en claro q u e la

R evolución había p ro m o v id o u n a ru p tu ra o u n q u ieb re con el an tig u o orden. ¿Pero A lb erd i

tam b ién lo creía así? O, m ás precisam ente, ¿creía q u e ese h ab ía sido el objetivo d e los

revolucionarios y el sen tid o de lo su ced id o el 25 d e m ayo? La o b ra d a u n a respuesta p o sitiv a o

al m enos p u ed e ser así in terp retad a. Sin em bargo A lb erd i parecía en ten d e r las cosas d e otra
246

m anera. En la nota ag reg ad a al final, es decir, d estin ad a a sus p ares y no a los potenciales

esp ectad ores d e la obra, arg u y e q u e la R evolución no po d ía considerarse com o una gesta o una

ep o p ey a a u n q u e así lo creyera el pueblo. Por el contrario, sostiene q u e lo su ced id o esos días

había sido u n a evolución política parlam entaria, un m ero cam bio institucional:

"La R evolución d e M ayo, en la im aginación del pueblo, es u n a epopeya: en la realidad


histórica, no es, p o r su form a, m as que u n a evolucion p arlam entaria, com o las que se
h acen todos los dias en Inglaterra y los Estados U nidos." (p. 126)

P or eso estim a q u e d e haberla p in tad o tal cual fue, habría lucido d escolorida y m archita. Su

tesis era q u e hechos posteriores com o las guerras, la declaración d e la in d ep en d en cia y el

so stenim iento d e u n p o d e r político local, vistieron retrospectivam ente d e esp len d o r a la

R evolución. C on lo cual A lberdi p u e d e incluirse él tam bién en la extensa lista d e au to res q ue

p ro cu raro n d ar cuenta d el proceso revolucionario trazan d o u n a distinción entre dos m o m en to s

q u e d eb en ser valorados d e m uy diverso m odo.

Esta in terp retació n es lo q u e perm ite e n ten d e r su opción narrativa, p u es estaba obligado a

to m ar en cuenta hechos sin m ayor color p ero q u e deb ían ser revestidos d e u n carácter épico. Ya

vim os q ue en los textos introductorios plantea dos versiones distintas sobre la obra. Prim ero

asegura que es todo verídico, pero luego afirm a que m ezcló hechos históricos y ficcionales en una

m ism a tram a. Esta últim a apreciación la retom ó y explicó con m ayor claridad en la nota final: antes

d e p lantear el carácter parlam entario que había tenido el m ovim iento de m ayo afirm a que

"La parte histórica, se h a tom ado casi literalm ente de las actas y de las m em orias: la parte
fantástica d e la tradición popular. N o se puede decir que esta C rónica sea toda verdadera, ni
toda falsa. A ser p u ra realidad no se habría apellidado dramática: y si hubiese sido
enteram ente fantástica, no se habría titulado crónica. Tiene, pues, d e realidad y d e fantasía,
com o esa m u ltitu d d e rom ances y dram as que nos ofrece la literatura de nuestros días. Se ha
convenido en q u e era la mejor form a para iniciar en las cosas serias, á las inteligencias lijeras
y poco capaces d e atención intensa. Faltaba u n escrito d e esta especie para d ifu n d ir en las
nuevas generaciones y en el com ún d e las gentes el conocim iento d e nuestra Revolución. En
los m om entos que se trataba d e renovar, p ara continuar, sus tradiciones, nos pareció que no
carecería d e utilid ad u n trabajo com o este. N ada mas, pues, que con esta m ira d e utilidad
política ha sido concebido y desem peñado" (p. 126).

La n ecesidad d e am p liar el espectro de destinatarios no sólo había llevado a A lberdi a realizar

u n h íb rid o genérico sino tam b ién a d a r form a a u n a versión épica d e la R evolución, a pesar d e

q u e no era ésa precisam ente su in terp retació n d e lo sucedido en m ayo d e 1810. R ecordem os que

en u n artículo p u b licad o d u ra n te esos d ías en la m ism a Revista del Plata, A lberdi le criticaba a

■> Rosas q u e éste sólo p o d ía percibir la R evolución desd e u n p u n to d e vista p arlam en tario e
247

institucional aten u a n d o así el carácter ru p tu rista que había tenido. Sin em bargo, la concepción

d e A lberdi -a s í com o las d u d as que p lan tearía poco tiem po d espués F. V arela o la idea de

P arish según la cual la guerra había sid o pro v o cad a por las a u to rid a d e s españolas que

desconocieron las juntas locales- no parecía alejarse dem asiad o d e la interpretación p ro p u e sta

p o r Rosas en 1836. Q ue la R evolución fuera reco rd ad a p o r sus co ntem poráneos com o u n a


epopeya era lo que en definitiva le hacía sostener otra in terp retació n pública en la obra de

teatro.

A hora bien, ¿se p o d ía n com patibilizar am bas interpretaciones e n u n relato que hacía d e la

filosofía de la historia su clave explicativa? La respuesta no tiene p o r q u é ser necesariam ente

negativa, ya q u e A lberdi p o d ría hab er re cu rrid o a la distinción en tre dos m om entos p ara d ar

form a a ese relato. Sin em bargo se m ostraba m ás interesado en su m ar elem entos de lucha con tra

Rosas que en elaborar u n a narración cap az de integrar los hechos revolucionarios en aquello

q u e h ab ían ten id o d e co ntinuidad y d e ru p tu ra , con u n a interpretación filosófica d e los m ism os

q u e p erm itiera ap reciar su carácter fatal. De ahí q u e la n o ta final concluya haciendo explícitos

sus objetivos políticos q u e eran a la vez p ro d u c ir u n relato d e los hechos revolucionarios, su m ar

prosélitos y arg u m en to s en la contienda contra Rosas y posicionar a la Joven G eneración com o

guía d e esa lucha. En tal sentido aseg u ra q u e el p ro g ram a d e M ayo h ab ían sido m ás bien u n a

profecía q u e u n a conquista" p u es "la libertad es hasta hoy u n a prom esa, la igualdad una

esperanza, la nacionalidad u n deseo" y q u e eran ellos, los jóvenes, quienes estaban llam ados a

renovar la cruzada del progreso p ara recom enzar la revolución y realizar sus designios (p. 129).

El eslab ó n y la cadena
Por el m om ento traté la obra d e A lberdi considerando sus contenidos y el contexto en el que fue

publicada. Pero la m ism a presenta u n interés adicional, pues tam bién perm ite apreciar cóm o se

fueron enlazando a lo largo del siglo XIX los diversos relatos y representaciones sobre la

Revolución. En efecto, y au n q u e no se lo hiciera siem p re explícito, en m uchas ocasiones los

textos referidos a ese proceso ten ían p resen te y en tra b an en diálogo con produccio n es

anteriores. En ese sentido, el texto d e A lberdi p u e d e ser co n sid erad o com o u n eslab ó n

significativo en esa serie d e representaciones p u es p erm itía a n u d a r a varias d e ellas.

Veam os por ejem plo com o trata u n tem a recu rren te y polém ico q u e había cobrado form a en el

C ongreso C on stitu y en te en m ayo d e 1826: el p roblem a d e su autoría. T em a polém ico y

recurrente no sólo por la consideración d e tal o cual nom bre, sino tam bién p o rq u e p onía sobre

el tapete diversas in terp retacio n es sobre el carácter que h ab ía ten id o y sus objetivos. Esto po d ía
248

im plicar diversos niveles d e discusión: la im portancia asig n ad a a los hechos internos y externos;

el p ap el d e Buenos A ires y el interior; su consideración com o obra de u n a m inoría o del pueblo;

la atrib ución d e los sucesos a tal o cual sector d e la elite. La intervención d e A lberdi se sitúa en

este ú ltim o nivel al poner en form a dram ática una in terp retació n que atribuye la au to ría del

m ovim iento revolucionario a una conspiración p ro m o v id a p o r u n g ru p o m inoritario d e la elite

p orteña. C on la p artic u la rid ad de q u e p o r tratarse d e u n relato en el q u e los sucesos son

n a rrad o s p o r lo p ropios protagonistas y ocurren en tiem po presente, la argum entación del au to r

tien d e a expresarse m ed ian te anacronism os. Así, poco antes d e finalizar le hace proclam ar a

French

"G loria eterna á los padres d e nuestra libertad, á los ilustres prom otores d e la revolución de
Mayo, á los espíritus penetrantes y audaces q u e a través de una noche de tres siglos h an
sabido discernir con claridad nuestros destinos inm ortales (...) A su m em oria, señores, y para
su culto, un m onum ento será levantado en esta m ism a plaza, en cuyas lám inas se describirán
con letras d e oro, los nom bres arm oniosos d e Paso, Castelli, Belgrano, Larrea, M oreno,
Vieites, Chiclana, Peña, Saavedra, Irigoyen, y diez nom bres que m i boca, enervada d e
entusiasm o, calla, pero que los lábios d e la fam a h arán resonar en los espacios del porvenir"
(pp. 121/2).

Esta referencia parece rem itir al debate en el C ongreso en 1826 del que probablem ente A lberdi

tuviera recuerdos ya q u e entonces se hallaba en Buenos Aires estudiando y trabajando com o

dependiente. De todos m odos no parece decisivo saber si conocía la discusión o no y, m enos aún,

si form aba parte d e sus recuerdos d e la adolescencia. Es q u e en v erd ad lo que esta m ención

p erm ite apreciar es algo m ás im portante: la circulación d e ideas, representaciones y discusiones

sobre la R evolución que sólo en form a circunstancial lograban plasm arse en textos escritos o

alcanzaban la resonancia del debate de 1826. Es el caso d e la alusión que hace a continuación sobre

las diferencias q u e se trazaban entre quiénes habían concebido la Revolución y quiénes la habían

ejecutado: las palabras d e French son seguidas por la acción d e u n personaje anónim o que trae

laureles "Prim ero p ara las cabezas que h an concebido nu estra libertad, despues p ara todos los q ue

la hem os conquistado" (p. 122/3).

C abe recordar en relación a esto últim o q u e aunque la obra se centra en la acción d e u n grupo

m inoritario, A lberdi pretendía revestir los sucesos d e m ayor esplendor como si se hubiera tratado

d é u n a obra colectiva. Algo de esto se p u ed e apreciar en la nota final cuando m enciona q u e no

h ab ían aparecido com o personajes todos los q u e habían p rep arad o y llevado a cabo la Revolución

sino los que las m em orias y tradiciones consideraban m ás im portantes, cifrando en sus nom bres

las acciones de 1810. Sin em bargo llam a la atención sobre el hecho que ninguna revolución p u ed e

ser hecha p o r una docena d e hom bres, y que en este caso no d u d ab a que habían sido m ás de
249

cincuenta sus autores aunque esta afirm ación no conviniera a algunas reputaciones. De todos

m odos concluye que no nom bró a todos porque no le daba la gana, d an d o a entender q u e no

quería ab u n d ar en explicaciones que pud ieran distraer la acción dram ática (p. 127). C on lo cual

vem os nuevam ente q u e A lberdi no pudo, no quiso o no le pareció im portante plasm ar en la obra

d e teatro su verdadera caracterización de la Revolución.

A hora bien, así com o la obra p u ed e ser leída a la luz de textos y debates q u e le antecedieron,

tam bién p u ed e hacérselo en relación a otros que le sucedieron. Por u n lado, p o rq u e A lberdi

plan teó o retom ó tem as y problem as que seguirían tratá n d o se d u ra n te m u ch o tiem po. P or el

otro, p orque la ausencia d e relatos sobre el proceso revolucionario la constituyó al igual que el

texto de Funes, en u n referente necesario a pesar d e sus escasos m éritos literarios e

historiográficos. Y, finalm ente, porque el haber planteado dos interpretaciones sobre lo sucedido

en 1810 perm itía que fuera retom ado en uno u otro sentido, ya sea que se considerara la acción

dram ática en la q u e los personajes decían estar asistiendo a u n a transform ación histórica o la nota

final según la cual el 25 d e m ayo sólo se había producido u n cam bio institucional.

En el p rim er sen tid o sería recuperado p o r M itre en el Prólogo a la seg u n d a edición d e su Historia

de Belgrano, d o n d e llam ó la atención sobre el contenido y la form a d e la pieza teatral al aseg u rar

q u e ésta tenía "en el fondo m as v erd ad histórica de la que su form a caprichosa haria su p o n er"338.

Esta calificación no era d e M itre sino del propio Alberdi: en su dedicatoria a los revolucionarios de

Río G rande se había referido a "estos recuerdos im perfectos d e nuestra revolución de M ayo,

consignados en u n a form a caprichosa, que m e ha gustado denom inar crónica dramática" (p. 17). En

cuanto a sus contenidos M itre no explica en qué consistiría ese fondo d e verdad, pero es probable

q ue aludiera a la existencia de u n grupo revolucionario cuyas vacilaciones y m ovim ientos erráticos

n o hicieron sin em bargo mella en su intención de em anciparse de España. C on lo cual, hace u n a

lectura que afianza el carácter rupturista que había tenido la Revolución. Sin em bargo, pocos años

m ás tarde M itre se m ostraría m enos benévolo, pues e n su polém ica con Vélez Sarsfield acusaría a

A lberdi de haber tratad o la Revolución com o "u n a gran com edia" cuyos dirigentes carecían de

convicciones, fe, previsión, constancia y hasta conciencia de sus actos339.

Pero el texto de A lberdi tam bién podía ser recuperado en otro sentido. En la sección anterior se

p u d o apreciar cóm o d u ran te la década d e 1850 había com enzado a desarrollarse u n proceso d e

~,j8 B. Mitre, Prefacio de la segunda edición en Historia de Belgrano v de la Independencia Argentina.


Tercera y única edición completa, Bs.As.. Imprenta y Librería de Mayo, 1876, p. 29 [octubre de 1858].
B. Mitre. "Estudios Históricos sobre la Revolución Argentina. Belgrano y Güemes”, en OCM. Vol. XI, p.
276, [Imprenta del Comercio del Plata, 1864], •
revalorización de España y del pasado colonial, entre cuyos exponentes se destacó A. M agariños

Cervantes. Esto p u ed e apreciarse en el capítulo de sus Estudios históricos... referido a la Revolución

de Mayo, donde propone u n a im agen conciliadora o al m enos positiva de los patriotas y de los

realistas tom ando p ara ello com o fuente las Actas de Mayo. Pero no sólo recurre a la fuente hasta

entonces predilecta del rosism o, sino que lo hace caracterizando lo sucedido el 25 de M ayo com o

u n a "v e rd a d e ra evolución p a rla m en taria"340. Y si bien no cita la obra d e A lberdi, resulta m ás

q u e p robable q u e ella sea su fuente, sobre to d o si se considera que p ág in as m ás ad elan te la

m enciona explícitam ente. C on esto q u iero llam ar la atención sobre u n a d e las posibles

consecuencias d e la tesis d e A lberdi que hacía énfasis en el plano institucional, y q u e es la d e

am o rtig u ar el carácter ru p tu rista q u e h ab ían tenido los sucesos d e m ayo. De todos m odos esta

p erspectiva no logró fructificar en esos años: apreciaciones com o las d e M agariños resultaro n

ocasionales sin que lo g raran hacer escuela. Com o verem os a continuación, y a pesar d e que

cad a vez cobraba m ay o r fu erza la necesidad de llevar a cabo u n nuevo exam en del pasad o

colonial, serían otros los tem as d o m in an tes en la década d e 1850 en lo q u e hacía a las

representaciones y los relatos d e la Revolución.

J 0 A. M agariños Cervantes, “La revolución de 1810 en Buenos Aires según las actas capitulares”,
Estudios históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata, tomo I, Colección de clásicos uruguayos,
vol. 35, Montevideo, 1963, p. 117 [París, Tipografía de Adolfo Blondeau, 1854], •
251

Capítulo XI
La década de 1850: viejos problemas, nuevas polémicas.

Las [provincias] que tuvieron que quedar argentinas por sus situación
topográfica, han soportado el P R O T E C T O R A D O intermitente de Buenos
Aires durante cincuenta años, y hoy mismo lo soportan. Es el mismo
PRO T EC T O R A D O A FAVOR DE LA LIBERTAD DE LAS PROVIN CIAS,
decretado por el pueblo de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 y repetido
hasta 1862.
Con razón quiere tanto Buenos Aires ese día, y con razón las provincias
prefieren el 9 de julio, en que se emanciparon de España sin someterse a
Buenos Aires
Juan B. A lberdi, 1864/5

ese grandioso dia que debe ser para los Porteños de tan grata memoria, como
ha sido, y será siempre, el 9 de Julio de 1816, por que si este importa el
juramento de nuestra emancipación política, el 11 de Setiembre es la
continuación de aquel gran pensamiento, interrumpido por las bárbaras
pretericiones de los Quiroga, Rosas, Urquiza, Lagos, gauchos rudos del
desierto que rompieron y airastraron á los pies de sus caballos las bellas
tradiciones de nuestros pueblos
A. J. Blanco, "11 de setiem bre", 1853341.

'41 J. B. Alberdi, “Belgrano y sus historiadores” en Grandes v pequeños hombres del Plata. El
Pensamiento Político Hispanoamericano, tomo VI, Bs. As., De Palma, 1964, p. 232 [escrito entre 1864/5
y publicado en forma postuma]; A. J. Blanco, “ 11 de setiembre” en La Ilustración A rgentina. Semanario
Critico y Literario, Bs.As., Imprenta de Hortelano y Serra, n° 1, 11/9/1853. -
252

Se h a señalado en nu m ero sas ocasiones q u e tras la caída del régim en rosista la v id a pública

rioplatense cobró u n fuerte im pulso renovador. En ese sentido se sostiene q u e ese

acontecim iento m arcó u n antes y u n d esp u és e n su desarrollo cultural, p articu larm en te en el de

Buenos Aires. U no d e los rasgos m ás característicos d e este proceso habría sido el nacim iento de

u n a incipiente labor historiográfica cuyos alcances y lim itaciones ya fueron exam inados en la

p rim era sección. T eniendo en cuenta ese m arco no parece descabellado co n sid erar q u e tam bién

p u d ie ro n h ab er sido ren o v ad as las representaciones y los relatos d e la R evolución. Sobre todo si

se tiene presente q u e tam bién se d iero n otras condiciones que, al m enos a priori, facilitaban esa

revisión: u n a m ay o r distancia tem poral; la presencia d e n u ev o s actores, discursos, prácticas,

instituciones y m edios d e prensa; y la presunción d e que la caída de Rosas había abierto un

nu ev o ciclo desd e el cual se p o d ría rein terp retar la historia previa. A esto se deben añ ad ir

tam b ién algunas condiciones m ás específicam ente historiográficas com o la publicación d e obras

biográficas y testim oniales -a lg u n a s h asta entonces inéditas o d e circulación restrin g id a com o

m an u scritos-; los llam ados en p ro d e u n a revalorización del p asa d o hispánico y colonial; y las

innovaciones conceptuales, discursivas y narrativ as ap o rta d a s p o r la generación rom ántica.

Pues bien, pese a to d o lo antedicho las representaciones y los relatos d e la R evolución no

su friero n m odificaciones sustanciales al m enos h asta fines d e la d écada d e 1850 cu an d o M itre

dio a conocer su biografía d e Belgrano. Sin em bargo, y al igual q u e lo sucedido con el conjunto

d e la p ro d u cció n discursiva pública, la referida a esta cu estió n ad q u irió u n cariz sin g u lar com o

consecuencia d el conflicto en tab lad o en tre B uenos A ires y el resto d e las provincias. Por cierto

que se trataba de u n fenóm eno d e larga data cuyas prim eras m anifestaciones anteceden incluso a

la propia Revolución, siendo adem ás uno de los n u dos conflictivos que recorren la historia d e la

región. En lo que aquí interesa es de notar que aunque el conflicto entre Buenos Aires y el resto de

las provincias había afectado los textos referidos a la Revolución desde sus inicios, sólo en algunas

ocasiones había logrado ocupar u n prim er plano a la hora d e d ar form a a sus representaciones.

A dem ás estas diferencias no siem pre se expresaron del m ism o m odo, pues dependían del

posicionam iento asum ido p o r las dirigencias en cada coyuntura. En ese sentido tam bién se debe

tener presente que no siem pre se enunciaban en form a explícita, pues a veces se lo hacía en form a
tangencial o sutil.

Este sería el caso de la preferencia q u e algunos dirigentes y escritores provinciales parecían

m ostrar p o r u n a fecha com o el 9 de Julio, aniversario d e la independencia, en detrim ento del 25 de

M ayo cuyo recuerdo tendía a ser m onopolizado por Buenos Aires. Si bien no contam os con u n

exam en d e este fenóm eno, existen algunos indicios com o la afirm ación d e A lberdi que encabeza
. 253

com o epígrafe este capítulo -y que d e todos m odos debe ser considerada con cuidado por su

carácter tendencioso-. T am bién p u ed e percibirse en el tratam iento que hacían de esas fechas

algunos gobiernos y m edios d e prensa provinciales, pues en num erosas ocasiones el 25 d e M ayo

era ignorado o se m ostraba escaso interés ante él. Sin em bargo no resulta del todo claro por q ué

sucedía esto, ya que otros años el recuerdo se activaba con gran fuerza. Probablem ente estos

altibajos obedecieran a diversas tradiciones locales y al interés que podía tener u n g rupo dirigente

en particular, pero sobre todo a la existencia de un contexto en el que se privilegiaban otras


cuestiones o que, por el contrario, incitaba a activar ese recuerdo a fin de legitim ar posiciones. Así,

m eses antes de la ru p tu ra entre U rquiza y Rosas u n artículo p u blicado e n u n periódico

en trerriano recordaba el aniversario d e la in d ep en d en cia an ticip an d o lo que sucedería en los

años siguientes al afirm ar q u e "Si el 25 d e M ayo es u n g ra n dia p ara la c iu d ad de Buenos A yres

q u e fue la iniciadora de la gran revolución; el 9 de Julio, es el m as g ran d e de todos p ara el

Pueblo A rgentino"342. En otras ocasiones com o vim os e n el d eb ate de 1826, se o ptaba p o r

d isp u tarle a Buenos A ires el h ab e r sido la iniciadora del proceso, p articu larm en te en Salta cuya

cercanía con Bolivia en m ás de un sen tid o p erm itía reco rd ar que ese "in m o rta l

pro n u n ciam iento" se h ab ía hecho exactam ente u n año d esp u é s d e "la insurrección iniciadora d e

este g ran hecho q u e partió d e C huquisaca y tu v o eco en la P az el 16 d e Julio d e 1809" 343.

Más allá d e las diversas form as q u e hasta entonces había asum ido la representación del conflicto,

en la década d e 1850 éste adquirió u n a centralidad y u n a intensidad inédita com o consecuencia de

la unificación d e las provincias e n u n E stado que pareció capaz d e disputarle al prim acía a Buenos

Aires. De ese m odo, los otros focos de discordia tendieron a q u ed a r desplazados a u n seg u n d o

plano. Esta novedad se com prende m ejor cu an d o se com para lo sucedido en esos años con los

enfrentam ientos suscitados p o r el avance d e la hegem onía rosista en las décadas de 1830 y 1840. Es

q u e éstos tam bién podrían haber sido interpretados com o u n conflicto entre Buenos Aires y el resto

de las provincias, y d e hecho algunos así lo hicieron. Sin em bargo, predom inó u n a representación

en clave facciosa: se estaba a favor o en contra d e Rosas y su régim en, qued an d o así ag rupados los

diversos actores, ideas e intereses. Por ese m otivo, la cuestión d e Buenos Aires procuraba dejarse

en u n segundo plano au n q u e no siem pre lograba hacérselo p u es resultaba difícil d e eludir.

Un ejem plo perm itirá apreciar mejor esta cuestión. El au to r d e u n artículo aparecido en la prensa

salteña a m ediados de la década d e 1850 destinado a recordar la batalla de Salta y su im portancia

“9 de Julio” en El Porvenir de Entre R íos. Periódico Universal, n° 75, Concepción del Uruguay,
Imprenta del Uruguay, 9/7/1850.
J J ‘'El 20 de febrero de 1813” en La Libertad en el Orden Periódico Político, Económico y Literario,
Salta, Imprenta del Comercio,N° 3, 23/2/1859. -
254

p ara salvar la Revolución y la nación, realiza im putaciones a Buenos Aires que con ligeras

variaciones bien podrían haber sido dirigidas años antes hacia Rosas y su régim en. Critica por

ejem plo a esa provincia porque su legislatura le había regalado u n a lujosa espada al General

H ornos tras haber obtenido un triunfo m iserable sobre otros argentinos y porque había votado

dinero p ara repatriar los restos d e Lavalle, digno de recuerdo com o guerrero d e la independencia

pero transform ado luego en ídolo porteño, m ientras q u e llam a la atención sobre el hecho que se

habían olvidado de las cenizas de San M artín y se descuidaban las de Belgrano. En ese m ism o

sentido lam enta que

"(...) en sus fiestas decora colum nas y exhibe alegorías que antes que recordar las grandes
efem érides de la guerra d e la independencia, hacen m em oria al pueblo de la habida entre
h erm anos - Fatal lección que se le d a p ara fom entar su desunión"344.

De ese m odo, lo q u e años antes se im putaba a u n régim en perverso em peñado en desvirtuar el

recuerdo de la R evolución y las guerras d e independencia, ahora se lo hacía a u n a Provincia que

p ara defender sus intereses traicionaba la u n id ad nacional y desconocía sus glorias com unes

privilegiando las locales.

Pero m ás allá d e éstas u otras inculpaciones sim ilares cabe interrogarse por el papel preciso que

podía tener la R evolución d e M ayo com o argum ento polémico. En tal sentido se debe tener

presente que si bien es cierto que todos los tem as po d ían ser percibidos a la luz del conflicto entre

Buenos Aires y la Confederación, m ás a ú n lo era la Revolución ya q u e siguió cifrándose en ella el

rum bo que habían tom ado los pueblos del Plata. De ese m odo dilucidar qué sucedió y cuál fue su

sentido se convirtió en u n a cuestión ineludible cada vez que estallaba algún conflicto o se

planteaba alguna discusión, particularm ente las referidas a la necesidad de fijar reglas p ara

constituir poderes públicos.


/

Esto p u ed e apreciarse ya en el p rim er conflicto d e im portancia producido tras la caída de Rosas y

que en cierto m odo daría inicio a la escisión provincial así com o tam bién dejaría planteados los

argum entos utilizados posteriorm ente en u n o u otro sentido. M e refiero al agrio debate q u e se dio

en la Sala d e R epresentantes de Buenos A ires en junio d e 1852 con m otivo del A cuerdo de San

Nicolás firm ado p o r Vicente López y Planes, el G obernador im puesto por U rquiza a esa provincia.

La razón era q u e dicho acuerdo convocaba a u n C ongreso C onstituyente integrado con dos

representantes p o r provincia y delegaba provisionalm ente el Ejecutivo N acional en U rquiza

q u ed an d o así afectados los intereses d e Buenos Aires. En m edio d e la discusión, y a pesar de haber

-'44 “Veinte de Febrero de 1813” en El C om ercio. Periódico M ercantil, Político y Literario, Salta Imprenta
del Comercio N° 85, 20/2/1856. ’ •
255

trascurrido ya casi m edio siglo, surgió la necesidad de caracterizar lo acontecido en 1810 d ad o que

parte d e la dirigencia porteña defendía las prerrogativas d e su Provincia anteponiéndolas lógica e

históricam ente a las de la Nación. Vicente F. López, hijo del G obernador y defensor del A cuerdo en

la Sala, le preguntó a los D iputados qué significaba P rovincia en térm inos constitucionales y cuál

era la ley que había convertido en tal a Buenos Aires, pues él co n sid erab a q u e la N ación existía

d esd e 1810 y q u e en 1820 se había p ro d u cid o u n a sep aració n tran sito ria q u e no p o d ía d ar lu g ar

a u n derecho provincial com o el que se estaba alegando. Ireneo Pórtela lo interrum pió y no d u d ó

en responderle que esa ley había sido la d e 1810, aunque no dio nin g ú n argum ento en ese sentido

y a sea porque no los tenía o porque le resultó im posible hacerlo p o r la dinám ica de la discusión.

López retom ó la palabra para replicarlo y recurrió a u n suceso sobre el q u e volvería en diversas

polémicas: la respuesta d ad a p o r Juan J. Paso al Fiscal V illota en el C abildo del 22 de M ayo

aseg u ran d o que la capital podía asum ir la representación d e to d o el V irreinato. S egún López el

discurso d e Paso h abía logrado el ap lau so d e los con cu rren tes p o r lo q u e en 1810 no podía

h ab er q u e d a d o co nsagrado n in g ú n derecho provincial, añ a d ie n d o ad em ás q u e el p rim er acto d e

la R evolución había sido d e carácter nacional pues había en v iad o expediciones p ara liberar a las

p ro vincias345.

C laro q ue el envío d e tropas al interior por la Junta po d ía ser considerado d e m u y diverso m odo: si

bien para algunos era u n a clara afirm ación del principio nacional, para otros no cabía d u d a que se

había tratado de la prim era acción tom ada por Buenos A ires p ara asegurar su prim acía. Lo m ism o

p o d ría plantearse e n relación a la intervención d e Paso en el C abildo abierto, pues si bien es cierto

q u e su propósito era encontrar una salida a la chicana jurídica d e Villota q u e quería posponer

cualquier decisión, tam bién lo era que se lo hacía po n ien d o a la ciu d ad d e Buenos A ires por

encim a d e todas las otras del Virreynato. Cabe notar adem ás que en distintas ocasiones, según

cuáles fueran las circunstancias y la posición asum ida frente a ellas, p u e d e n encontrarse a las

m ism as personas o grupos argum entando d e diverso m odo. Pero lo que aquí interesa no es tanto

la justeza de esos argum entos en relación a lo acontecido en 1810 ni la coherencia con su trayectoria

de quiénes los enunciaban, sino la recurrente necesidad de rem itirse a ese m om ento fundacional

que había sido la Revolución, aunque se lo hiciera con escasos fundam entos o, en no pocas
ocasiones com o parecía ser el caso d e Pórtela, con ninguno.

A hora bien, incluso a los m ás acérrim os partidarios d e la separación de Buenos Aires les costaba

m ostrarse contrarios a la unificación d e la nación, a u n q u e las condiciones exigidas la hacían

’45 "Debates en la Sala de RR. De Buenos Aires sobre el Acuerdo hecho en San Nicolás de los Arroyos en
31 de mayo de 1852", en E. Ravignani (ed.) Asambleas Constituyentes Argentinas. Bs.As., Peuser, tomo
IV, 1937, pp. 386/8 [Bs.As., Imprenta Argentina, 1853], -
256

im posible -e n tre otras, el apartam iento de U rquiza y d e los gobernadores que ocupaban ese cargo

desde la época de R osas-. Es por eso que m ás allá d e los argum entos jurídicos e institucionales en

torno a lo sucedido en 1810, lo que cobró m ayor vigor fue la exaltación de la gloria de la ciudad y

de la provincia q u e debía tener un lugar preem inente en ese proceso de unificación, recurriendo

para ello a ideas o im ágenes d e larga data com o el considerarla cuna de la Revolución am ericana.

Este recurso tam bién debe relacionarse con la necesidad d e interpelar a sectores de la provincia

que se m ostraban m ás sensibles a este tipo de representaciones y argum entos que a los

provenientes d e discursos jurídicos o institucionales. En ese m arco deben entenderse num erosos

folletos, artículos periodísticos y libros publicados en esos años que posteriorm ente cayeron en el

olvido con total justicia. Es el caso de u n trabajo publicado en 1861 por Edelm iro De Casas

Redruello cuyo propósito era recordar las glorias d e esa ciudad desde su fundación hasta la

Revolución, asegurando e n relación a ésta q u e Buenos A ires había encabezado el m ovim iento

em ancipatorio sin q u e hubiera podido ser entonces co m p ren d id a por u n interior aletargado p or

siglos d e dom inio colonial. La ciudad se había visto entonces en la obligación d e m an d ar

expediciones p ara p o d er liberarlo, d an d o así inicio a u n a m isión que le había sido encom endada a

su pueblo cuyos hijos n o iban a p o d er descansar h asta q u e todos sus herm anos gozaran d e la

libertad. De ahí q u e tam bién incitara a las provincias herm anas a dejarse guiar por su antigua

capital para deshacerse d e los tiranos que las gobernaban y, así, volver a estrechar lazos346.

Esta superioridad, au n q u e evidente para los porteños, igual procuraba ser explicada, recurriendo

p ara ello a unos pocos argum entos repetidos m achaconam ente. Éstos p u ed e n encontrarse p o r

ejem plo en el program a esbozado p o r M itre tras la revolución del 11 d e septiem bre d e 1852 que

provocó la separación d e la provincia d e Buenos Aires. M itre insistía en que la R evolución de

M ayo a ú n no había concluido ya que no se había logrado d ar form a a la organización nacional.

H asta allí enunciaba u n diagnóstico com partido p o r gran parte d e las elites rioplatenses. Las

diferencias aparecían cuando se trataba d e explicar cuáles eran las razones de esa situación, el

papel q u e cada uno d e los actores tenía en ese d ram a y, desde luego, las soluciones. M itre atribuye

al caudillism o encam ad o en U rquiza y en los antiguos gobernadores federales la im posibilidad de

lograr esa unión. Por eso se com place en anunciar a su público que

"(...) arrastrados p o r la lógica fatal d e la revolución q u e em pezó en 1810 y que todavía no


está cerrada, nos encontrarem os frente a frente con los caudillos irresponsables que afilan sus
lanzas p ara com batim os y sus cuchillos p ara degollam os"347

j46 E. de Casas Redruello, Glorias de Buenos Aires desde su fundación hasta 1810. Bs.As., Imprenta de la
Revista, 1861, pp. 36 y 45.
' ‘‘Principios y propósitos”, El N acional. Periódico comercial, político y literario, Bs.As., Imprenta
Argentina n° 125, 13/10/1852. .
257

El caudillismo se constituyó así en un tópico recurrente en el discurso d e los políticos y publicistas

porteños, quienes para ello debían pasar por alto o tergiversar d e m odo b u rd o la experiencia

rosista. Pero este juicio crítico era en verdad tan sólo u n aspecto d e una presunción que le era

previa: la que le atribuía a la provincia d e Buenos Aires una superioridad innata sobre las otras, y

que en m uchas ocasiones se circunscribía a la ciudad. Presunción q u e tam bién p u ed e encontrarse

en gran parte de la producción discursiva porteña e, incluso, en la de los provincianos que

adherían a su proyecto com o Sarm iento quien no se cansó d e identificar la ciudad con la propia

nación y con sus m ás altos valores, afirm ando por eso q u e consideraba

"(...) p orteños a todos los am igos del progreso y la civilización argentina, que hay an
nacido en San Ju an o en Jujuy. Buenos Aires sufre y p ad ece p o r los principios; por
sostenerlos incólum es está sep a rad a de sus h erm an o s (...) N o hay reconstrucción de
n acionalidad posible q u e no tenga p o r base a Buenos A ires, p o rq u e B uenos A ires no es un
hom bre, ni es u n partido, ni es u n a provincia p re p o n d e ra n te sobre las otras. Buenos A ires
es a la R epública A rgentina lo q u e P arís a la F rancia -e l co razó n y la cabeza a la vez, del
cuerpo social. (...) p a ra hacerse porteño, es decir arg en tin o p a rtid a rio d e las instituciones,
lo único que se requiere es sacu d ir las preocupaciones d e barrio y las influencias d e
gauchos"348

Por cierto que d o n d e el autor de Facundo alude a los m ás altos valores, principios e instituciones,

m uchos encontraban u n a m ás prosaica defensa de intereses. Pero no sólo lo hacían sus opositores:

vastos sectores d e la Provincia consideraban que tras la R evolución d e M ayo el resto del país sólo

había querido aprovecharse de sus recursos y bienes. Esto p u ed e apreciarse p o r ejem plo en lo

sucedido con u n periódico po p u lar -se g ú n el editor Benito H ortelano había alcanzado la

im presionante sum a de 3600 suscriptores- que se había m ostrado prourquicista tras la caída de

Rosas pero cam bió d e posición cuando com enzó a plantearse la posibilidad d e dividir la provincia

p ara hacer capital nacional a la ciudad. En ese contexto publicó u n a carta firm ada por " u n imbécil"

destacando que se h a creado " u n clube" [sic] fo rm ad o p o r co m p ad rito s p re o cu p ad o s p u es

" tra ta n d e capar a b uelta" la Provincia, n o tan d o ad em ás que

"N osotros los co m p ad rito s som os anfivios, p o rq u e ni som os paquetes, ni cagetillas, ni


som os gauchos d e chiripá y bolas: y etc., nos aqui, q u e q u ed a ríam o s com o los ju d io s
errantes, ó com o Q u evedo q u e ni subia ni bajaba. P ero som os p o rteñ o s m achos señora, y
no querem os q u e nós capen á buelta, y com o p a rte in term ed ia [pero fuerte] tratam o s de
u n im o s a los p orteños q u e estén p o r no p erm itir q u e se d esm em b re n u e stra provincia,
q u e fue la cu n a d e la L ibertad y q u e h asta hoy h a sido siem p re la baca lechera (.. .y '3*9

^4S “La Cuestión de la Nacionalidad”, en OCS. t. XVII, pp. 42/3 ÍE1 Nacional. Bs.As., 1/12/1856].
' La Avispa. Publicación a vapor. Palo de ciego al que no ande derecho n° 50, p. 4, Bs. As., 12/5/1852.
258

Del m ism o m odo, pero apelando a un tono que se correspondía con su posición, Luis D om ínguez

com entaría desde Rosario tras la batalla d e P avón que

"Los provincianos, amigo, no nos quieren, está visto, sino para robarnos y degollam os
cuando pueden. D udo m ucho que h ay an d ad o u n paso desde el año 16 hasta hoi"3D°.

Por supuesto que difícilm ente hubiera podido encontrar en esas circunstancias otra predisposición.

Sin em bargo expresa bastante bien una idea presente no sólo e n los círculos dirigentes porteños,

quienes insensiblem ente deslizaban su crítica al caudillism o hacia u n a crítica a las provincias y sus

habitantes. De ahí la oscilación entre suponer que los caudillos oprim ían los pueblos por ellos

gobernados y considerar que en verdad eran sus m ás fíeles representantes. Por cierto que las

prem isas po d ían ser diversas, pero sus consecuencia y a no lo eran: en u n caso las provincias serían

liberadas y en el otro conquistadas, pero en am bos la g u erra o la ru p tu ra definitiva aparecían com o

únicas soluciones posibles. Lo que no parecía dejar lugar a d u d as es que esos conflictos eran

tam bién legado de u n a R evolución que había logrado derribar el antiguo orden pero no crear uno

nuevo com o consecuencia del atraso en el que estaba su m id a la sociedad.

D esde el gobierno nacional el problem a n o se p lan teab a d e m uy distinto m odo, a u n q u e se

in v ertían los roles. Así, frente a quienes d esd e Buenos A ires alegaban q u e sus au to rid a d es y los

go b ern adores no hacían m ás q u e co ntinuar el estilo político d e Rosas, se sostenía q u e q u ien en

v e rd a d lo co ntinuaba era la dirigencia p o rteñ a que d efen d ía las p rerro g ativ as e intereses d e su

provincia. En ese sen tid o u n artículo p u b licad o en el periódico oficial d e la C onfederación n o ta

q u e "L a cuestión no es, pues, entre caudillo é instituciones, es entre los intereses locales y los

nacionales". Intereses que, según el articulista, h ab ría n sido d efendidos p o r la d irigen cia

p o rteñ a d esd e los orígenes m ism os de la R evolución y que sólo había acarread o

d esg arram ientos y divisiones, siendo culpable p o r eso d e la separación d e P araguay, las

provincias alto p eru an as y U ruguay . Y p a ra q u e q u e d a ra e n claro q u e esa política injusta no era

tan to u n legado colonial com o el re su ltad o del accionar p o rteñ o en pos d e ap ro p iarse de los

bienes p ro m o v id o s p o r la R evolución, afirm aba que

"B uenos A ires q u erie n d o co nstituirse en m etrópoli, a u n antes de esp u lsad o s los
Españoles, sublevó y debió su b lev ar en to d as p artes las resistencias d e las provincias, las
q u e bajo el m ism o coloniaje h ab ían co nservado su au to n o m ía puesto que sus
gobernadores eran n o m b rad o s d irectam en te p o r el Rey d e E spaña"

j5° L. Dom ínguez a V. F. López, Bs.As., 23/10/1861, en A G N Sala VII, Archivo y Colección los López,
legajo n° 2372, doc. n° 4788. •
259

A certada o no, esta apreciación d a cuenta del vínculo que se establecía entre el proceso

revolucionario y los conflictos que le h ab ían sucedido. De todos m odos se d eb e tener p resen te

q u e artículos com o éste m ás que tener la m ira en el p asa d o la tenían en el futuro, y no sólo en lo

q u e hacía a la conform ación d e pod eres políticos sino tam bién a las posibilidades de progreso

socioeconóm ico. Es que la discusión estaba d estin ad a tam bién, y quizás en p rim er lugar, a u n

público externo ante las necesidades de legitim ar los respectivos E stados y d e p ro c u rar crear un

m arco atractivo para captar inm igración y capitales351.

Q uien con m ayor claridad y persistencia planteó estas cuestiones fue A lberdi, m ostrándose

infatigable a la hora de culpabilizar a Buenos Aires por haber traicionado la Revolución al

m onopolizar los recursos de la N ación q u e ésta debió haber puesto a disposición de toda su

población a partir de 1810. De hecho sus escritos, glosas d e ellos o las ideas por él expuestas, fueron

u n insum o utilizado por toda la prensa d e las provincias y la nacional. Al m enos lo era en lo q u e

hacía a la relación d e Buenos Aires con el resto d e la nación y al origen d e la m ism a q u e rem itían a

la propia Revolución pues resultaban convincentes a los ojos de u n a parte considerable de las elites

provinciales. Esto no im plicaba en m odo alguno que todas sus ideas fueran com partidas,

particularm ente en lo que hacía a la adhesión sin fisuras al liberalism o económico. Es por eso q u e

al celebrar el 25 d e M ayo de 1860 el G obernador de Salta no p odía sino lam entar que

"(...) si hoy som os libres é in d ep en d ien tes políticam ente d e la España, som os m ucho m as
d ep en d ien tes in d u strialm en te d e to d a E u ro p a y d e la h erm a n a m ay o r del N o rte " 352

De todos m odos apreciaciones com o éstas eran enu n ciad as en form a esporádica pues au n q u e el

problem a no podía dejar de ser percibido, se lo asociaba a las políticas dictadas p o r Buenos A ires

q ue se suponía serían m odificadas cuando ésta se integrara a la nación. Es por eso que el

G obernador salteño podía m ostrarse esperanzado, a te n u a n d o así esa nota crítica q u e en el fu tu ro

afectaría en form a decisiva las interpretaciones sobre la Revolución.

C abe notar adem ás que estas diferencias o m atices no eran sólo consecuencia d e las posiciones

asum idas por diversas dirigencias provinciales, sino tam bién de la existencia d e determ inad as

coyunturas que perm itían enfatizar aú n m ás el vínculo entre ese conflictivo presente y lo suced id o

en el proceso revolucionario. En ese sentido resulta d e particular interés el exam en de la prensa en

los m om entos en los que se p rodujeron conflictos arm ados. En octubre d e 1859, m ientras se

351 Es por esa razón que el autor considera necesario discutir que Buenos Aires hubiera progresado tanto
como afirmaban sus publicistas, notando en cambio que el interior sí lo había hecho. “ Los dos cam inos”
en El Nacional Argentino. Paraná, Imprenta del Nacional Argentino n° 423 15/1/1857.
' La Libertad en el Orden Periódico Político, Económico v Literario, Salta, Imprenta del Comercio. n°
126,2/6/1860. ' .
reu n ían las fuerzas que pocos días m ás tarde se enfrentarían en Cepeda, u n periódico correntino

notaba que Buenos Aires había traicionado la R evolución pues en 1810 se había tenido presente los

intereses generales del país basados en la justicia y en la igualdad dem ocrática d e los pueblos,

que, mas tarde, debían organizar bajo -una m ism a bandera la República Arjentina". La

co n trapartida era que todas las provincias habían au n ad o sus intereses y habían tenido la m ism a

participación, incluso en u n episodio sobre al que a pocos le cabía du d a que pertenecía a las glorias

d e Buenos Aires com o era las invasiones inglesas353. Más aún, a partir del núm ero siguiente

publicaron u n a serie de artículos destinados a alabar las glorias locales desde la Revolución en

cuya prim era fila se destacan los generales correntinos A lvear y San Martín, nacidos en las M isiones

y Y apeyú respectivam ente. C abría entonces im aginar que al recordarse un nuevo aniversario de la

Revolución m edio año m ás tarde, el periódico insistiría en estas cuestiones. Sin em bargo, y al igual

que en otras ocasiones, esa fecha pasó casi inadvertida p u es los redactores parecían estar

preocupados obsesivam ente por la reciente asunción de M itre com o G obernador d e Buenos Aires
m ás que por el recuerdo de ese pasado glorioso354.

En sum a, a u n q u e tendía a acordarse en las críticas hacia el papel que había tenido y aú n tenía

Buenos Aires, tam bién po d ían plantearse diversas caracterizaciones o representaciones del proceso

revolucionario. En esto confluían tres fenóm enos que se retroalim entaban entre sí: la existencia de
diversas tradiciones locales, la presencia de facciones e intereses que dividían a los grupos

dirigentes, y la necesidad de posicionarse en función d e éstos ante cada coyuntura, lo cual podía

im plicar en ocasiones u n acercam iento con Buenos Aires. Es p o r eso que estas diferencias m uchas
veces resultan difíciles d e sistem atizar.

N o es el caso d e las divergencias al interior d e la dirigencia porteña, pues en ella se distinguió con

m ay o r claridad u n sector q u e hacía hincapié en privilegiar la separación de la provincia legando

p a ra u n futuro indeterm inado la unificación, y otro q u e pro p o n ía utilizar los recursos d e ésta para

acelerar ese proceso poniéndose a su cabeza y cuyo principal exponente fue Mitre. Entre otras

razones coyunturales, esto perm ite en tender p o r q u é cu an d o accedió a la gobernación d e la

Provm cia en 1860, y contra lo esperado p o r m uchos, se produjo una distensión en la relación con

las au to rid a d es nacionales. En ese m arco se m odificó la C onstitución con la participación de la

Provm cia d e Buenos Aires, circunstancia q u e le perm itió sostener q u e ahora sí se estaba asistiendo
al cierre de ese ciclo que h abía abierto la Revolución

“Integridad nacional” en La_Unión Arjentina. Periódico Político, Literario v Comercial, Corrientes


Imprenta de la Unión Argentina, n° 30, 2/10/59.
J P C [¿Pablo Cousseau?] “Corrientes”en id., n° 31, 6/10/59. '
261

"H oy recién, d esp u és d e m edio siglo d e afanes y d e luchas, de lágrim as y d e sangre,


vam os a cu m p lir el testam ento d e nu estro s padres, ejecutando su ú ltim a v o lu n tad en el
hecho d e constituir la nacionalidad argentina, bajo el im perio de los principios"355.

Sin em bargo, lo q u e todos tem ían y m uchos anhelaban no tan secretam ente, finalm ente sucedió:

pocos m eses d esp u é s se produjo la batalla d e P avón q u e term inaría con la C onfederación y

colocaría a M itre e n la Presidencia d e la nación, sin q u e todavía hubiera p o d id o constituirse u n

o rd e n estatal cuyo p o d er fuera incontestable en to d o el territorio. Este reinicio d e los

en frentam ientos, que se prolongarían hasta 1880, hizo que d u ra n te varios años siguiera

co n sid erán d o se a la R evolución com o p u n to d e p artid a d e ese presente cuyo ru m b o parecía

incierto, a u n q u e algunos políticos y escritores com o el p ro p io M itre confiaban en q u e estab a

d án d o se v u elta u n a p ág in a en la historia d e los pueblos del Plata que finalm ente p o d ría n

asu m ir su destino. C onfianza que, m ás allá d e su certeza com o diagnóstico, alentó la

elaboración d e algunos trabajos que lo g raro n p ro d u c ir u n a reinterpretación del proceso

histórico local com o p o d rá apreciarse en el siguiente y últim o capítulo.

' 55 Cit. en R. Levene (ed.) Lecturas históricas argentinas, tomo 2, Bs.As, Editorial de Belgrano. 1978, p.
322. ■ •
262

Capítulo XII
La intervención de Mitre

(...) el autor recibió, con las charreteras de general, la orden de acudir,


abandonando la pluma del historiador, a contener con la espada del
soldado, el desquicio de la República, que puso fin al noble papel de
Belgrano en la guerra de la Independencia, con el alzamiento de caudillos
provinciales, que desconociendo todo vinculo nacional y encerianuo su
política y sus ambiciones en los estrechos limites de la comarca que
acertaban a dominar, paralizaron por tantos años la acción colectiva de
las Provincias Unidas en la gloriosa lucha de la Independencia. Asi la
interrupción de este libro viene a ser todavía después del lapso de treinta
años, continuación de los sucesos que siguieron a la desaparición de
Belgrano de la escena.
D om ingo F. Sarm iento, Corolario d e la Historia de Belgrano, 1859

Sarratea ha recibido la H IS T O R I A DE B E L G R A N O por Mitre, la que he


leído con mucho gusto. Dn. Bartolomé debía esclusivamente dedicarse a
ese jénero de trabajos y abandonar los campos de batalla para los que no le
da el naipe
G regorio Beeche a J.M. G utiérrez, 1860356.

j56 D. F. Sarmiento, Corolario de la Ira. ed. de la Historia de Belgrano, en B.M itre, Historia de Belgrano
y de la Independencia Argentina. Bs.As., Anaconda, 1950, p. 7 [Bs.As., 1859]; G. Beeche a J. M.
Gutiérrez, Valparaíso, 14/1/1860, en AE, t. VI, p. 27. ■
263

El p ro blem a del sujeto revolucionario

A lo largo de la tesis señalé en varias ocasiones que la Biografía del general Belgrano d e 1858 y su

seg u n da edición de 1858/9 titulada Historia de Belgrano, produjeron una transform ación cualitativa

en los relatos y representaciones de la Revolución. Las razones son varias, pero hay tres que

m erecen ser destacadas. En prim er lugar porque se trató d e u n relato de m ayor aliento que los

realizados hasta entonces y en el que las representaciones e ideas de su autor dejaron d e ser

planteos abstractos o generalizaciones para cobrar m ayor carnadura. En segundo lugar porque esa

m ism a originalidad lo convirtió en u n trabajo im posible de obviar, incluso p ara aquellos que

disentían con M itre pero que igual se vieron en la necesidad de rebatirlo. En tercer lugar, y

relacionado con lo anterior, porque logró cam biar los ejes sobre los cuales se discutía a la hora de

exam inar el pasado revolucionario, particularm ente en lo referido a la existencia d e continuidades

entre el período colonial y el republicano. Este a p a rtad o está dedicado a trata r esta ú ltim a

cuestión y, m ás precisam ente, u n a innovación que resultó decisiva p ara reinterpretar la

Revolución así com o tam bién lo sería m ás tarde para p o d er afirm ar que ésta había sido expresión

d e la nacionalidad argentina. En verdad esta innovación no es del todo tal, pues retom a un

problem a ya fatigado com o lo era el de la autoría. Sin em bargo, su tratam iento resultó novedoso,

p u es M itre postuló en form a insistente que el m ovim iento había sido dirigido por u n sujeto

revolucionario conciente d e sus actos, procurando dejar atrás las interpretaciones q u e hacían

énfasis en la crisis im perial com o principal factor explicativo.

Este sujeto tenía tam bién dos cualidades q u e perm itían dotarlo de m ayor densidad e interés. Por

u n lado el haber sido apoyado por el pueblo que acicateaba a su dirigencia cuando ésta desfallecía
o p erdía el rum bo. Esta singular relación le perm itía entonces postular la existencia d e una

com unidad vigorosa, m ad u ra y conciente de sus derechos cuyos m iem bros luchaban p o r u n a

m ism a causa. Por otro lado, el haber m ad u rad o sus ideas y sus planes en el cénit d e la sociedad

colonial, fenóm eno que am eritaba u n a reconstrucción histórica de la Revolución y d e la

com unidad que la había protagonizado de m ayor aliento que las hasta entonces vigentes pues,

recordem os, éstas solían arrancar con las invasiones inglesas y eso en el m ejor de los casos.

A dem ás, esto tam bién ay u d ab a a resolver uno de los problem as que aquejaban a los liberales

hispanoam ericanos, pues su crítica de la sociedad colonial com o una totalidad opresiva enturbiaba

cualquier explicación q u e postulara que de su seno habían surgido m ovim ientos revolucionarios.

Si bien las percepciones que tienen los autores de sus obras no siem pre resultan u n a b u en a guía

p ara examinarlas, es im portante n o tar que M itre considera explícitam ente q u e uno d e sus m ayores

m éritos fue hacer públicos los trabajos que habían precedido los sucesos revolucionarios, h asta
264

entonces desconocidos o form ando parte de una difusa tradición oral. En ese sentido sostiene q ue

los prejuicios contra la m adre patria no sólo habían im pedido conocer la labor de los futuros

revolucionarios sino tam bién de todo aquello que hubiera constituido u n aporte para la grandeza y

el progreso de la sociedad colonial, com o puede apreciarse en la crítica que hizo al Elogio Fúnebre

q u e V alentín G óm ez había dedicado a Belgrano. Es que en su panegírico, el religioso había descrito

u n a sociedad cuya naturaleza opresiva im pedía todo progreso p o r falta de estím ulo. Esto lo habría

llevado a desdeñar la actuación de Belgrano previa a la R evolución por considerarla irrelevante.

Para M itre esto no hacía m ás que evidenciar la incom prensión del personaje pero tam bién de la

época en la que había actuado, pues aú n en caso de no haberse producido la Revolución, Belgrano

igual hubiera sido u n a personalidad notable y, p o r lo tanto, m erecedora de recuerdo. Claro que las

razones que aduce resultan u n tanto pueriles: la creación d e la A cadem ia de Dibujo y d e la Escuela

d e Náutica.

Pero M itre no sólo debió ro m p er con las apreciaciones realizadas p o r la generación revolucionaria

cuya aprensión hacia el período colonial resulta com prensible. T am bién debió hacerlo con algunas

ideas caras a la G eneración d e 1837. Recordem os que veinte años antes sus hermanos mayores

h ab ían trazado u n balance del proceso independentista dep lo ran d o q u e éste hubiera invertido el

o rd e n natural d e las revoluciones, pues se había p ro d u cid o la em ancipación m aterial sin que

hu b iera estado precedida p o r la moral. De ese m odo, según sugestivas palabras de Alberdi,

h ab rían sido violadas las leyes del tiem po y del espacio a diferencia de lo ocurrido en Francia y en

Norteam érica. M itre sin em bargo no coincidía con esta idea, p u es entendía que la Revolución había

sido resultado del "desarrollo arm ónico de las fuerzas m orales y d e las fuerzas m ateriales, de los

hechos y d e las ideas, del individuo y de la sociedad"357. C on lo cual no sólo no habría sido violada

ley alguna, sino q u e se habían cum plido cabalm ente aquellas que guiaban a la h u m an id ad y a cada

pueblo en la senda del progreso m aterial y m oral.

A hora bien, el m ayor logro d e M itre no fue haber realizado esas u otras aseveraciones sem ejantes,

sino su capacidad p ara dotarlas d e espesor bajo la form a d e u n relato histórico que con el correr de

los años lograría am pliar h asta llegar al proceso m ism o d e conquista. De ese m odo lograría

dem o strar históricam ente que los pueblos el Plata estaban destinados desde la conquista a

constituirse en u n a nación republicana y dem ocrática. Pero e n sus prim eras dos ediciones, que son

las q u e aquí estoy exam inando, su relato sólo logra tom ar com o p u n to de p artid a a las últim as

décadas del siglo XVIII. Y si p u ed e parecer exiguo para d otar d e sustancia histórica a sus juicios, en

ese entonces resultaba u n a proeza casi excepcional, hecho q u e p u ed e apreciarse fácilm ente con

357 BB, p. 101.


265

sólo contrastar esta biografía con las que integran la Galería de Celebridades. Es que lo q u e M itre

p retendía hacer era algo que iba m ucho m ás allá de u n a sim ple biografía laudatoria: tam bién era

u n exam en d e las fuerzas que anim aban el pasado tardo-colonial y revolucionario a fin d e q u e

éstos q u ed aran u nidos en u n m ism o curso histórico.

Es p o r eso que al iniciar la segunda parte del libro que se centra en el período revolucionario,

p u ed e repasar sintéticam ente las transform aciones sufridas p o r el Virreinato haciendo n otar que la

R evolución en v erd ad ya se había consum ado y sólo necesitaba ser proclam ada com o tal. Le

recuerda entonces al lector que en la prim era parte éste había

"(...) visto progresar las ideas económicas, al m ism o tiem po que el pueblo se enriquecía p o r
el trabajo; fortalecerse el poder m ilitar d e la localidad, al m ism o tiem po que se desenvolvía el
espíritu público en los nativos; generalizarse las ideas d e bu en gobierno, a m edida que se
conquistaban m ayores franquicias políticas y m unicipales; surgir teorías revolucionarias d e
gran trascendencia del hecho de la desaparición del m onarca; afirm arse el im perio de la
opinión a m edida que el pueblo se ilustraba p o r la irradiación lum inosa de las ideas; y
sobreponerse definitivam ente los am ericanos a los europeos, el día en que, con la conciencia
de su poder, adquirieron la plena conciencia de su derecho. Esto explica cómo, al em p ezar el
año d e 1810, la revolución argentina estaba consum ada en la esencia de las cosas, en la
conciencia d e los hom bres, y en las tendencias invariables de la opinión, q u e hacían
converger las fuerzas sociales hacia u n objeto determ inado. Ese objeto era el establecim iento
de u n gobierno propio, em anación de la v o luntad general y representante legítim o d e los
intereses d e todos. Para conseguir ese objeto era indispensable pasar por u n a revolución, y
esa revolución todos la com prendían, todos la sentían venir." (p. 102)

De ese m odo, podía afirm ar q u e el proceso revolucionario n o sólo y a había sido consum ado antes

q u e fuera proclam ado, sino que tam bién había resultado transparente a los ojos d e sus

protagonistas. Y si había sido así, esto se debía a q u e ese progreso socioeconómico, político y

cultural no podía considerarse com o u n m ero usufructo d e la crisis m onárquica: tam bién había

sido consecuencia del accionar d e una m inoría dirigente y d e u n pueblo que había cobrado

conciencia de sus derechos en form a progresiva. Lo cual nos conduce de lleno al problem a del

sujeto revolucionario. Pocas líneas m ás adelante M itre añ ad e q ue

"C om o todas las grandes revoluciones que, a pesar d e ser hijas de u n propósito deliberado,
no reconocen autores, la revolución argentina, lejos d e ser el resultado de u n a inspiración
personal, de la influencia de u n círculo o de u n m om ento d e sorpresa, fué el p rodu cto
espontáneo d e gérm enes fecundos por largo tiem po elaborados, y la consecuencia inevitable
d e la fuerza de las cosas. U na m inoría activa, inteligente y previsora dirigía con m ano
invisible esta m archa decidida d e todo u n pueblo hacia destinos desconocidos" (p. 102).

En sus prim eras dos ediciones apenas lograba ubicar esos "gérm enes fecundos" a fines del

setecientos, por lo que habría que esperar hasta su tercera edición d e 1876/7 para que p u d ieran
266

cobrar m ayor antigüedad. N o es el caso de esa m inoría a la que retrata exhaustivam ente,

retom ando para ello apreciaciones que ya habían sido desarrolladas en los años anteriores com o la

necesidad d e dilucidar quiénes habían sido los m iem bros del g rupo revolucionario. En tal sentido

señala que se había form ado u n a sociedad secreta integrada por siete individuos cuyos nom bres

rescata, destacando adem ás sus rasgos psicológicos y tendencias al igual que lo había hecho

A lberdi veinte años antes. Sin em bargo algunos son caracterizados d e diverso m odo com o Vieytes,

a q u ien tilda de prudente. C laro que no son estas cuestiones puntuales las que lo diferencian de

A lberdi, sino su intención d e m ostrar la cabal conciencia de ese g rupo a pesar de algunas actitudes

erráticas, y la de ofrecer u n panoram a m ás am plio que perm ite considerarlo ya no com o u n a

m inoría solitaria sino com o la cabeza visible o im pulsora de u n m ovim iento m ás vasto que incluía

a otros sectores de la elite pero tam bién al pueblo.

E n cuanto a los prim eros, M itre le d a m ayor entidad a quiénes fueron decisivos en la resolución

au n q u e no form aran parte d e ese grupo anim ado por ideas liberales e ilustradas. Es el caso d e

Saavedra, a quien A lberdi había retratado com o u n tim orato incapaz d e tom ar decisiones que sólo

se había resuelto a favor d e la R evolución cuando lo convencieron que la m ayoría así lo quería y

q u e él saldría favorecido. M itre no desconoce su carácter m oderado, pero tam bién m uestra su

activa participación desde tiem po antes: ya en 1809 se había decidido por u n cam bio d e gobierno,

au n q u e quería esperar que se produjeran condiciones m ás favorables. Y el 18 de m ayo d e 1810

había acom pañado a Belgrano p ara solicitar la convocatoria a u n C abildo abierto con el fin de

contrarrestar u n llam ado e n ese sentido hecho por Cisneros (p. 107). De ese m odo no p u ed e

considerarse su actuación com o tard ía ni com o efecto d e u n a sim ple m anipulación com o lo hacía

Alberdi.

M ás significativo parece a ú n el interés d e M itre por recuperar el papel del pueblo. En efecto,

p lantea u n a suerte d e relación dialéctica entre pueblo y dirigencia que se requieren, ap o y an y

orientan el uno al otro. Por eso señala e n form a insistente q u e la m inoría fue la p rim era que su p o

q u é hacer y la que orientó y le dio form as regulares a la R evolución "sin dejar por esto de

representar u n solo instante las necesidades y las aspiraciones colectivas d e la m ayoría, que a su

vez le com unicaba su im pulso y le inoculaba su espíritu varonil" (p. 103). De algún m odo esto ya

había sido enunciado e n otras ocasiones, pero lo que M itre hace ahora es convertir ese enunciado

en u n relato en el q u e los lectores p u e d e n apreciar cóm o se desplegó ese "espíritu varonil". Así, ese

pueblo q u e ya había participado en las invasiones inglesas, reem plazado a Sobrem onte por Liniers

y aseg u rado la preponderancia d e los nativos sobre los peninsulares, m ostró su im portancia en la
267

sem ana de m ayo pues su presencia en la plaza fue decisiva p ara que el C abildo diera m archa atrás

en su decisión de crear u n a ju n ta con Cisneros a la cabeza.

Para en tender mejor el sentido d e esta últim a aseveración resulta útil contrastarla con un texto

publicado pocos años antes p o r el General G uido, quien recordaba que en esa ocasión "La

m u ltitu d atraida m as bien p o r la curiosidad, que por la tendencia á innovaciones que no

com prendía, servia grandem ente á los ajentes revolucionarios, para im poner con su presencia, al

propio tiem po que seguidos d e corta clientela trataban de escitarla con sus instigaciones"358. En

apariencia nada m ás lejano a lo que proponía Mitre, quien incluso afirm a en referencia a ese

pueblo que había nacido " u n nuevo actor del dram a revolucionario" constituyéndose en "la gran

reserva de la revolución" (p. 115). Sin em bargo no se aleja tanto si se considera que para M itre el

pequeño grupo revolucionario había decidido hacerse de esa fuerza con el fin de transform arla en

u n a "palanca irresistible d e las nuevas ideas". Para ello debió m u tar de m inoría activista en partido

revolucionario confundiéndose con ese torrente popular para poder darle dirección ( p .l l 7). C on lo

cual el pueblo, si bien había actuado por un im pulso autónom o, term inó siendo guiado p o r los que

G uido trataba com o "ajentes revolucionarios", aunque en su relato M itre pretendía q u e am bos

sectores estaban consustanciados.

C on esto quiero llam ar la atención con u n problem a que surge recurrentem ente de la lectura de la

biografía y que es consecuencia d e la intención d e su autor de considerar todas las fuerzas

convergiendo en u n a m ism a dirección: la necesidad d e realizar constantes reajustes por lo que sus

aseveraciones o descripciones p u ed e n ser a veces entendidas de diverso m odo. A esto debe

añadirse algo que resiente su relato: en varias ocasiones sus afirm aciones no coinciden del todo con

lo que narra. C om o sobre esta cuestión m e extenderé con m ayor detalle luego, aquí sólo quisiera

m ostrar u n ejem plo q u e perm ite ilustrarla. El relato plantea el progresivo desarrollo d e la

conciencia de u n pueblo cada vez m ás com penetrado d e sus derechos que, por eso m ism o, sentía

estar en condiciones de p o d er gobernarse a si mismo. Ese pueblo recibe a m ediados d e m ayo de

1810 las noticias d e E spaña referidas a la caída de las autoridades peninsulares, convocándose a

tales efectos a u n C abildo abierto para el día 22 que, sin em bargo, logra una concurrencia apenas

su p erio r a la m itad d e quiénes habían sido invitados. Esto que hubiera m erecido al m enos algún

com entario o explicación, sim plem ente es señalado. Lo cual hace honor a M itre com o alguien

respetuoso de la verdad, pero p o r eso m ism o tam bién fácil d e ser afectado por ella.

.-58 j q u¡(j0_ “Resefía histórica de los sucesos de Mayo'5 en El Plata Científico v Literario. Bs. As.,
Imprenta de Mayo, 1855, tomo VI, p. 155. ■
268

Pero M itre no siem pre pasa por alto aquello que p u ed e em pañar sus juicios. A veces, po r el

contrario, insiste en sus afirm aciones una y otra vez a fin de su tu rar todo aquello que no logra ser

bien integrado en su relato y q u e no es consecuencia sólo de tratarse d e una biografía en la que

difícilm ente se p u ed a d ar cabida a algunas cuestiones. En ese sentido, y antes d e avanzar, resulta

necesario exam inar las causas por las cuales eligió u n a biografía para d ar form a a su concepción

del pasado nacional, y particularm ente, de la Revolución. Este interrogante podría resolverse

rápidam ente recurriendo a las concepciones sobre ese género q u e ya fueron exam inadas en el

p rim er capítulo. Sin em bargo esto no resuelve del todo la cuestión: tam bién debe explicarse p o r

q ué eligió a Belgrano.

R esponder este interrogante requiere tener presente varias cuestiones, algunas de ellas incluso d e

carácter circunstancial. En el Prólogo a la segunda edición M itre afirm a que se trataba de u n trabajo

em p rendido contra su voluntad, pues si bien es cierto q u e desd e hacía años que estaba com pilando

docum entos sobre Belgrano su destinatario era A ndrés Lam as qu ien a m ediados de la década d e

1840 se había p ropuesto escribir su biografía. ¿Por qué fue entonces que M itre la escribió? Lo

señalado e n el capítulo seg u n d o sobre la Galería de Celebridades perm itirá aclarar la cuestión.

O riginalm ente, y así aparece anunciado en su carátula, sus editores habían pensado publicar unos

rasgos biográficos d e Belgrano escritos p o r el G eneral Á lvarez Thom as. Pero ante u n a consulta q ue

le hicieron a Juan M. G utiérrez debieron cam biar de opinión, p u es éste descalificó el texto p o r su

escaso valor. Cabe conjeturar q u e Ledoux y Vignal ya contaban con las litografías d e Belgrano o

enten d ieron q u e su figura no podía dejarse d e lado en esa em presa, p o r lo que se vieron urgid o s a

encontrar a alguien capaz d e escribir su biografía. M itre parecía la persona indicada: p o r u n lado

p o rque estaba com prom etido con la obra desde q u e había aceptado darle u n a orientación al

redactar su Introducción; p o r el otro, porque contaba con los docum entos necesarios y se m ostraba

interesado en el personaje. A hora bien, esto perm itiría en ten d er p o r qué escribió la Biografía de

General Belgrano, pero no las causas p o r las cuales ésta fue creciendo y m u tan d o e n sucesivas

ediciones. A quí deben entrar en consideración otros factores: la aceptación q u e tuvo la obra pero

tam bién las objeciones que recibió, las m odificaciones d e su pensam iento e, incluso, los cam bios en

el ord en político tras su paso p o r la presidencia -recordem os que la decisiva tercera edición la

escribió en la cárcel d e Luján tras el fracaso de la revolución d e 1874-. De ese m odo po d ría

concluirse que la biografía le sirvió com o u n m olde en el q u e fue estilizando su p ropu esta

historiográfica en respuesta a nuevos desafíos políticos e intelectuales.

Todo esto es cierto o, al m enos resulta plausible a la hora d e explicar el proceso d e producción d e

la biografía. H ay sin em bargo una razón adicional q u e p u d o no haber estado en el origen del

i
269

encargo pero que resultó del todo adecuada a la interpretación que hacía M itre de la historia local:

si bien casi siem pre en un segundo plano, Belgrano había tenido actuación pública tanto a fines del

p eríodo colonial como en el revolucionario, por lo que u n seguim iento de su trayectoria facilita la

construcción de u n relato que p u d iera explicar y describir el pasaje entre am bos m om entos sin q ue

éste resultara traum ático. Esta suave transición obedecía a dos fenóm enos que d e algún m odo

po d ían ser ejemplificados con la v ida d e Belgrano: el esbozo de prácticas e ideas liberales que

habían preparado o alentado la Revolución y prefigurado algunas características distintivas de la

República A rgentina; y la progresiva adquisición que hicieron los nativos desde fines del siglo

XVIII de una m ayor conciencia d e sus derechos, así com o tam bién de poder político y m ilitar tras

las invasiones inglesas en las que Belgrano, com o tantos otros, había recibido su bautism o militar.

En cuanto a la prim era cuestión, M itre sostiene que la revolución m ercantil había precedido a la

política, sobre todo porque no sólo fue resultado del desarrollo de intereses, sino tam bién d e la

divulgación de nuevas ideas p o r parte d e Belgrano, Castelli, M oreno y Vieytes (p. 32). Éstas habían

sido adquiridas por Belgrano en España d u ra n te el reinado de C arlos III, lo cual perm itía abonar su

hipótesis según la cual la R evolución no había sido consecuencia d e factores en to d o extraños a la

sociedad que la había im pulsado. El problem a es q u e M itre sólo cuenta con indicios sobre la

form ación intelectual de Belgrano, por lo que debe apelar a u n condicional "debieron serle

familiares los escritos de M ontesquieu y d e Rousseau, así com o los d e Filangieri" (p. 33). Por no

decir que incluso en ese caso tam bién debe reconocer que se habrían tratado d e estudios

incom pletos que se profundizaron y cobraron m ayor sentido tras la Revolución Francesa. Y que,

p o r cierto, los cobraría a ú n m ás cuando entrara en crisis el o rd en colonial. M enos d u d as plantea el

accionar de Belgrano com o Secretario del C onsulado u n a vez instalado en ese cargo por iniciativa

de u n a C orona q u e se m ostraba interesada en m odernizar sus dom inios. M itre cuenta con algunos

docum entos que le perm iten afirm ar q u e su biografiado procuraba prom over el librecambio,

chocando así con las acciones d e com erciantes m onopolistas com o los A nchorena (p. 36). Esto lo

había llevado a adecuarse a esas circunstancias, sin dejar por eso de desarrollar algunas iniciativas

m odem izadoras y d e difundir esas nuevas ideas que cada v ez tenían m ás prosélitos. Es el caso de

Francisco de Escalada, de quien dice rescatar del polvo del olvido u n docum ento d e 1797 cuya

"elocuencia sencilla" y "nervio" harían h onor a sus pares norteam ericanos q u e habían preparad o

su revolución, presagiando adem ás

"una nación fu tu ra en esos arranques vehem entes del patriotism o que la calienta, y esos
estallidos súbitos d e la indignación contra los abusos, que harían creer que es un docum ento
forjado, sino fuese tan fácil probar su autenticidad" (p. 45)
270

E n cuanto a la segunda cuestión, M itre considera que si bien debe prestarse atención a la

progresiva adquisición de poder político y m ilitar a la par que se debilitaba el de las autoridades

peninsulares, esto era consecuencia de una tom a de conciencia de los am ericanos, por lo que no

p o día considerarse que se trataran d e hechos azarosos. Por eso destaca la influencia que tuvo la

Estrella del Sur, el periódico publicado por los ingleses en M ontevideo d u ran te los m eses que

estuvo bajo su posesión, pues ésta había sido m ayor incluso que la d e sus com erciantes. Y por eso

creía tam bién q ue en 1807 había term inado p ara Belgrano su vida d e colono: ya había com enzado a

aspirar a la independencia y los hechos posteriores sólo vendrían a verificar esas ideas:

"La historia d e la revolución em pieza desde este día, en que ella se opera en las conciencias
de los hom bres que debían acaudillarla, m ucho antes d e que se m anifieste por hechos
m ateriales." (p. 74)

Podría continuar glosando la biografía, pero con lo visto se p u ed e apreciar que M itre procuró d ar

form a a u n relato en el que se p u ed e seguir el surgim iento de u n a com unidad im buida d e nuevas

ideas e intereses en el seno de la sociedad colonial. Y de hecho así fue reconocido y saludado no

sólo p o r un público local, sino tam bién por historiadores com o los chilenos Barros A rana o Vicuña

M ackenna quiénes m anifestaron públicam ente la im portancia d e la obra en ese sentido. P ero eso

no es todo, pues tam bién logró hacer confluir en u n m ism o m ovim iento factores que hasta

entonces se consideraban p o r separado: la crisis de la C orona no antecede ni lógica ni

históricam ente al proceso de constitución d e u n sujeto revolucionario que, adem ás, representa los

intereses d e u n a región q u e estaba m ad u ra n d o en sus aspectos sociales, políticos económ icos y

culturales. Si bien con distintos ritm os y en diversos m om entos, todos estos fenóm enos tienden a

confluir en el relato o, al m enos, es lo que M itre pretende. En esto resultó decisivo otro tipo de

convergencia pues, recordem os, los textos preexistentes no lograban integrar del todo la narración

d e los sucesos y la interpretación q u e hacían del proceso revolucionario, m ientras que M itre se

m u estra especialm ente p reocupado porque el relato m ism o sea tam bién una explicación y no tan
sólo u n a descripción.

Pese a todo el texto no siem pre resulta del todo coherente, hecho q u e p u ed e apreciarse incluso en

algo q u e le era tan caro a M itre com o el uso d e los docum entos. En efecto, en varias ocasiones las

citas lo desm ienten, lo cual resulta difícil de obviar p o r al m enos dos razones: p o r un lado, p orq u e

los docum entos están citados e n el cuerpo del texto y no com o notas; p o r el otro, porque m uchos

de éstos provienen del propio Belgrano. A dem ás, estos desajustes n o se p roducen sólo al tratarse

cuestiones m arginales, sino que afectan el corazón m ism o d e la biografía y de las tesis d e Mitre. Es

p or eso que la m ayor debilidad d e la obra se encuentra precisam ente en lo que tam bién constituye
271

su m ayor aporte: la postulación de la existencia d e u n sujeto revolucionario conciente de sus

acciones y del sentido del proceso que protagonizaba.

A pesar de los esfuerzos y los indudables logros d e Mitre, no son pocas ni irrelevantes las

ocasiones en las que le.resultaba difícil retratar así a Belgrano y sus allegados. En ese sentido

resulta d e especial interés el tratam iento q u e hace de la trayectoria de Belgrano tras las invasiones

inglesas, cuando se había hecho evidente la im potencia de las autoridades coloniales a la p ar q ue

los criollos increm entaban su poderío político y militar. P ara retratar el estado de la conciencia de

la dirigencia revolucionaria, M itre retom a u n diálogo m antenido en 1807 entre Belgrano y el

G eneral C raw ford quien lo había incitado a prom over la em ancipación bajo la tutela británica,

obteniendo por respuesta que los am ericanos querían al am o viejo o a ninguno. Esto había llevado

al oficial inglés a plantear que la independencia de las colonias españolas debería esperar un siglo

aún, y así lo creía Belgrano tam bién. Este episodio resulta decisivo para Mitre, pues m uestra cóm o

a la vez q u e se había ido creando conciencia sobre los derechos del pueblo y sobre el poder que

éste había adquirido, a ú n resultaba lejana la posibilidad de pensar en la em ancipación. P or cierto

que esto no afecta gravem ente su interpretación. En todo caso lo que hace es m ostrar q u e esa

conciencia no era plena ya que estaba condicionada por las circunstancias y sólo podía adquirirse

d e m odo progresivo. Pero poco después inserta una reflexión escrita por Belgrano años m ás tard e

en la que recordaba asom brado cóm o tras las invasiones inglesas y sin que los patriotas hubieran

hecho n ad a p ara lograr la independencia, ésta se produjo com o consecuencia de los sucesos de

Bayona y la invasión francesa que pusieron en crisis el dom inio colonial. De ese m odo, com o notó

m aliciosam ente Alberdi, el propio Belgrano desm entía a su biógrafo en lo que hacía a la

explicación de las causas d e la Revolución.

Por supuesto q u e M itre tenía en claro este problem a, p o r eso exactam ente antes de citar a Belgrano

explica q u e desde las invasiones inglesas se había ido revelando a la m inoría dirigente la

posibilidad d e ser árbitro de sus destinos, por lo q u e el día en que lo com prendieron del todo

estalló la Revolución. C laro que eso recién sucedió tras la invasión francesa, cuando m ás que

revelarse el p o d er propio, se reveló la im potencia de la m etrópoli. En ese sentido considera que

"Belgrano, que com o los dem ás precursores de la revolución, envueltos en el torrente de los
acontecim ientos, no se d ab a cuenta racional de todo esto, lo atribuía a las m iras inescrutables
d e la Providencia" (p. 74)

M itre resuelve entonces la contradicción entre su interpretación sobre las causas de la Revolución y

el testim onio de Belgrano, asignándole a éste una suerte d e falsa conciencia en relación al proceso
272

q ue estaba protagonizando. Pero esto afecta no sólo el hecho p u n tu al que atribuye determ inado

nivel de conciencia a la dirigencia criolla representada por su biografiado, sino tam bién la prem isa

según la cual debía existir u n a relación transparente entre sujeto, proyecto y Revolución. En efecto,

y au n q ue esto atentaba contra su pro p ia tesis sobre cóm o se había desarrollado el proceso

revolucionario, Mitre parecía decir él tam bién que son los hom bres los que hacen la historia,

au n q u e éstos nunca saben q ué historia es la q u e están haciendo.

Esto puede apreciarse en el hecho que tras las invasiones inglesas Belgrano se había sum ado a

diversas y sinuosas opciones sin lograr acertar un rum bo preciso. El ejem plo m ás claro en ese

sentido es su insistencia en coronar a la Infanta C arlota com o salida a la crisis d e gobernabilidad en

el Virreynato. P ropuesta que m antuvo su adhesión incluso después que las tropas com andadas

p o r Saavedra se hubieran im puesto en enero d e 1809, haciendo fracasar el intento d e Álzaga que

quería desplazar al Virrey Liniers y to rn an d o incontestable el predom inio m ilitar criollo. ¿Q ué

conciencia, qué claridad podía tener Belgrano de la dirección q u e debía im prim irse al m ovim iento,

cuando el propio M itre nota que ante el inm inente arribo de Cisneros su biografiado siguió

insistiendo en esa coronación com o única salida? Frente a eso, sólo p u ed e alegar q ue

"Este fue el últim o paso que dio Belgrano en este cam ino errado. Los sucesos le hicieron
variar de dirección, corrigiendo sus ideas políticas y precipitándole en el ancho cam ino que
debía conducirle a la inm ortalidad" (p. 90)

De ese m odo, term ina reconociendo que son los hechos los q u e m otorizan el proceso guiando a los

revolucionarios y no su conciencia sobre qué debía hacerse. En ese sentido sólo le q u ed a insistir en

q ue esa conciencia se reducía a la necesidad de alcanzar la independencia y la libertad,

entendiendo que quizás habían recurrido a m edios inadecuados. Pero su biografiado parecía

porfiado en desconocer qué estaba pasan d o y cuáles eran las posibilidades reales q u e tenían: pocas

líneas m ás adelante m uestra que la llegada de Cisneros hizo desfallecer a los patriotas y cobrar

nuevo valor a los españoles, por lo q u e Belgrano se m archó a la B anda O riental (p. 92).

M itre apela entonces a un nuevo recurso q u e le perm ite salvar el proceso en curso d e las acciones

erradas de sus protagonistas. En efecto, n o sólo le atribuye u n a falsa conáenría a los sujetos, sino

que tam bién apela a la astucia de la historia. En tal sentido m uestra que cuando el proceso

revolucionario no podía avanzar ya sea p o r el fortalecim iento d e sus enem igos o el

desfallecim iento de sus prosélitos, la historia despliega su astucia para d ar cum plim iento a su

m andato. Así com o el levantam iento d e Á lzaga para asegurar el predom inio d e los españoles no

había hecho m ás que afirm ar el poderío criollo, sería C isneros el q u e daría cohesión a los patriotas
273

que carecían d e u n centro com ún, pues le encargó a u n desanim ado Belgrano la redacción d e un

periódico -el Correo de Comercio- que perm itió difundir nuevas ideas y reunirse sin despertar

sospechas. De ese m odo, situaciones desfavorables p ara la Revolución, term inan siendo factores

que finalm ente la prom ueven pues "Las causas destinadas a sucum bir encuentran siem pre

hom bres, que pretendiendo salvarlas, no hacen sino acelerar su caída" (p. 93).

Parecían entonces estar dadas todas las condiciones para poner fin a la sujeción colonial. Faltaba el

pronunciam iento de los jefes militares, pero éstos se retrajeron ante el pedido de Saavedra de

esp erar q u e las autoridades peninsulares fueran finalm ente derrotadas por los franceses. ¿Q ué hizo

Belgrano entonces? Se retiró a gozar de unos días de cam po. M itre alega puerilm ente que lo hizo

sabiendo que de ahí en m ás no conocería sino fatigas, pero razonablem ente puede considerarse

q u e una vez m ás Belgrano carecía d e claridad sobre lo que estaba sucediendo. De hecho debieron

ir a buscarlo de apuro y sacarlo d e su retiro cuando com enzaron a Llegar esas ansiadas noticias de

España. Y es aquí cuando M itre no p u ed e sino reconocer que m ás allá del accionar de ese grupo

revolucionario, del apoyo recibido por el pueblo o del progreso socioeconómico y m oral de esa

co m unidad que ya no podía seguir viviendo com o una colonia, la R evolución había sido

consecuencia d e la crisis im perial pues "ya no había autoridad, ya no había m etrópoli, y las

colonias españolas podían considerarse libres e independientes de hecho y de derecho" (pp.


104/5).

Esto perm ite entender m ejor por q u é p ara M itre la R evolución ya estaba consum ada y sólo debía

ser proclam ada, q u e es lo que sucedió cu an d o se destituyeron las autoridades coloniales el día 22,

y se creó u n nuevo gobierno el d ía 25 tras u n vano intento d e los españoles por m antenerse en el

poder. Esta caracterización le perm ite adem ás retom ar una idea presente en las representaciones

de la Revolución d u ran te todo el siglo XIX, según la cual ésta se h abría distinguido por su carácter

pacífico y m oderado. C laro que a diferencia de P edro de Angelis q u e citaba u n bando del Cabildo,
M itre optaba por hacerlo con M ariano M oreno para concluir que

Esta actitud digna y m oderada d e los patriotas en 1810, es la que ha im preso a la revolución
d e M ayo ese sello d e grandeza q u e la distingue de todas las dem ás revoluciones. Ejecutada
sin bayonetas y sin violencias, p o r la sola fuerza de la opinión; triunfante por su razón en el
terreno de la ley y de la conveniencia pública, la transición se operó sin convulsiones, sin
ap arato de tropas, sin persecuciones, sacudiendo el pueblo con dignidad sus cadenas, y
tom ando su actitud d e soberano con u n aplom o y una m oderación de que la historia del
m u n d o presenta m u y pocos ejem plos" (p. 105)

La R evolución p u ed e presentarse entonces com o el corolario de u n proceso arm onioso y ya no

com o consecuencia de la crisis que había sacudido a la sociedad. En ese sentido, y recurriendo a un
274

precioso oxím oron, plantea que el C abildo del 22 de m ayo había sido u n a "revolución pacífica y

legal" (p. 119). N o parece irrelevante preguntarse qué clase de Revolución es esa que se define p o r

dos cualidades que niegan d e plano su carácter revolucionario; sobre todo si se tiene presente que

figuras com o Alberdi, Varela, d e Angelis o Rosas tam bién habían atenuado su carácter rupturista.

Sin em bargo M itre le otorga otro sentido, pues para él la Revolución ya había sido consum ad a

previam ente, por lo que la continuidad q u e postula no puede ser la m ism a que la de sus

predecesores. Su innovación en ese sentido es notoria y decisiva: si bien en la Revolución está el

origen de la nación, hay u n a historia previa q u e perm itió su consum ación y que, p o r eso m ismo,

debe ser recuperada.

Esta idea m ostraría su fertilidad de ahí en m ás pues perm itiría ir incorporando en esa historia

actores, hechos, fenóm enos o procesos cada vez m ás lejanos en el tiem po, com o lo haría el propio

M itre pocos años después en su tercera edición d e 1876/7. De ese m odo dejó sentadas las

condiciones intelectuales y narrativas para que p u d iera iniciarse un nuevo ciclo de

representaciones sobre la R evolución y sobre el pasado local en general. La tesis podría entonces

concluir aquí. Sin em bargo hay u n a cuestión m ás q u e m erece ser exam inada pues fue una

condición necesaria p ara q u e su interpretación lograra afinarse e im ponerse: el balance crítico que

hizo de las representaciones del pasado preexistentes y las respuestas que recibió.

El balance crítico d e M itre


El análisis realizad o e n el a p a rta d o an terio r p erm ite e n te n d e r p o r q u é la biografía q u e M itre le

d ed icó a B elgrano provocó u n cam bio sustancial e n la serie d e representaciones y relatos

referidos a la R evolución d e M ayo. C om o p u d o apreciarse en el capítulo tercero, esto tam b ién

fue consecuencia del hecho q u e su obra em p ezó a ser co n sid erad a p o r m uchos com o u n

v e rd ad ero trabajo histórico y, com o tal, con m ay o r cap acid ad in terp re tativ a q u e las realizad as

h asta entonces. P ero m ás allá d e las percepciones d e M itre, sus allegados o d e qu ien es lo

co n stituirían en el p a d re fu n d a d o r d e la historiografía argentina, este posicionam iento no fue

sólo consecuencia d e u n talento su p erio r q u e su p o hacerse d e m ejores h erram ien tas

h erm en éuticas y d e u n cúm ulo docum ental que fue increm entándose p ara regocijo de su au to r en

cada nueva edición o polém ica. Para ello tam bién fue decisivo, y quizás en prim er lugar, el haber

logrado situarse en u n a posición exterior a las obras precedentes que som etió a juicio crítico p o r

considerarlas erróneas o parciales. Es p o r eso q u e a estas cuestiones les dedicó casi tanta atención

com o a d a r form a y sustento a su interpretación, pues entendía que este balance era u n a condición

necesaria para q u e p u d iera im ponerse la suya.


275

Esto no im plicó en m odo alguno que M itre hiciera tabla rasa y desdeñara los trabajos que

precedían al suyo; m uy por el contrario los reunió, clasificó, reinterpretó y corrigió. En ese

sen tid o p o d ría considerarse q u e si el Bosquejo del D eán Funes in au g u ró u n a serie d e

interpretaciones, representaciones y relatos sobre la R evolución, M itre la clausuró al

resignificarlas e integrarlas en su propia obra. Esta o p eración provocó varias m utaciones en el

sen tid o d e esos textos, entre las cuales hay dos que re su lta n especialm ente significativas. En

p rim er lugar las d e carácter discursivo q u e eran consecuencia d e su consideración desd e una

p erspectiva q u e se p re te n d ía historiográfica. C on lo cual, testim onios o recuerdos com o la

Autobiografía de Belgrano o las Memorias d e S aavedra q u e h asta entonces solían ser considerad o s

en pie de ig u ald ad con interpretaciones o relatos sobre la R evolución com o la obra teatral de

A lberdi, p asa ro n a ser tratad o s com o fuentes docum entales. En seg u n d o lugar, y m ás

im p o rtan te aún, las referidas a sus contenidos. Es q u e M itre no preten d ió desconocer las

diferencias personales, ideológicas, d e intereses, facciosas o regionales q u e afectaron tanto al

m o vim iento revolucionario com o a sus representaciones; p o r otro lado h u b iera re su ltad o

im posible obviarlas ya q u e en ese caso su relato h ab ría carecido d e toda verosim ilitud. Lo q u e

hizo fue algo m ucho m ás astuto: ubicó a esos conflictos en u n plan o secundario al co n sid erar

que, con m ayor o m enor conciencia, todos los p ro tag o n istas d e la R evolución hab ían sid o

agentes d e u n a m ism a causa q u e M itre encontraba p re a n u n c ia d a en m il signos ya a fines del

siglo XVIII: la d e la in d ep en d en cia y la lib ertad ex p resad a p o r u n a revolución rep u b lican a y

d em ocrática q u e había ven id o a d ar form a d e nación a los p u eb lo s asentados en el Plata.

Esto perm ite entender p o r qué m ás allá de aspectos m etodológicos com o el uso d e fuentes, se suele

considerar que su m ayor aporte historiográfico fue hab er d a d o form a al decurso histórico de la

nacionalidad argentina cuyas raíces procuró rastrear hasta el m om ento m ism o de la conquista.

Claro q ue com o ya advertí, quizás en dem asiadas ocasiones, esto se ajusta a su tercera edición de

1876/7, pero todavía no a las que aquí estoy exam inando cuya m ayor innovación fue plantear la

existencia de u n sujeto revolucionario. En relación a esto hay u n pasaje sobre el que quisiera volver

y q ue es el que d a fin a la parte referida al período colonial p a ra d ar paso al revolucionario. En ese

tram o trata las consecuencias de la llegada e n m ayo d e 1810 d e las noticias sobre la caída d e la

Ju n ta C entral en E spaña q u e desen cad en aría la R evolución. M itre asegura q u e ésta igual estaba

d estin ad a a producirse, p ero no sólo p o r el cu m p lim ien to d e designios p rovidenciales o d e leyes

históricas. A u n q u e no d esd e ñ a del to d o el recurso a explicaciones d e esta índole, las deja en u n

seg u n d o plan o an te la presencia y la acción d e u n g ru p o esclarecido q u e orientaba los sucesos

e n esa dirección. D e ese m o d o colocó n u ev a m e n te en u n p rim e r p lano el problem a d e la au to ría

d e la Revolución, pero ah o ra iba m ucho m ás allá de la n ecesidad d e d eterm in a r la participación


276

d e tal o cual personaje, p ara plantear la existencia d e un sujeto revolucionario conciente d e sus

actos. En tal sentido nota que ya le había llegado su hora a las au to rid a d es españolas, p u es m ás

allá d e los sucesos d e España su caída había sido d ec retad a p o r los p atrio tas reu n id o s en ju n tas

secretas. Por cierto q u e esto no era suficiente, ya q u e tam b ién debía explicar p o r q u é ese

proyecto recién p u d o realizarse cu an d o se p rodujo el d e rru m b e del gobierno m etro p o litan o .

C on lo cual debió enfrentarse con u n p roblem a y a exam in ad o q u e es el de la existencia d e

hechos difíciles d e obviar pero que no se ad e cú an del to d o bien a su interpretación. En este caso

su solución fue considerar q u e se trata b an d e circunstancias q u e sólo hab ían re ta rd a d o ese

desenlace, sin q u e fuera afectada su p resunción sobre su carácter inevitable.

Más allá d e los problem as provocados p o r esa inadecuación en tre m ateria histórica y las

hipótesis con las cuales las q uería m odelar, esto p erm ite en te n d e r por q u é M itre sentía q u e

estaba en condiciones de p o d e r contradecir a quiénes h ab ían catalogado la R evolución "com o

u n a aventura sin plan y sin vistas ulteriores, im provisada en vista del estado de la España" (p. 99).

De hecho ésta sería una d e sus críticas m ás insistentes pues d e haber sido así, el carácter

contingente de los hechos im pedía o dificultaba que p u d iera considerarse a la R evolución com o el

resultado del accionar d e un m ovim iento con protagonistas concientes d e sus acciones. Es p o r eso

q u e en el Prefacio agregado pocos m eses m ás tarde a la seg u n d a edición procuró establecer con

m ayor precisión a quiénes se refería en sus críticas y cuáles eran sus posiciones. En tal sentido

lam entaba que la R evolución no hubiera logrado hasta entonces u n a narración acorde con su

dignidad, lo cual no hacía m ás q u e confirm ar el atraso sufrido en m ateria d e estudios históricos.

Esto le parecía particularm ente grave p u es había provocado que algunos escritores hub ieran

llegado a negarle a los revolucionarios la "trascendencia d e sus ideas". Este era el caso d e Florencio

Varela de quien recordaba sus expresiones sobre las v erd ad eras intenciones de los revolucionarios

p or lo que sostenía q u e quizás hubiera m uerto d u d a n d o del pensam iento de M ayo. P or el

contrario, asegura que después de leerse en su trabajo cóm o se había desarrollado la idea

revolucionaria ya nadie podría poner en d u d a q u e los proceres d e 1810 habían pensado constituir

u n a patria libre e independiente359.

Un lustro m ás tarde trazaría u n a versión m ás com pleta y com pleja de este balance m ientras ejercía

la presidencia de la nación en la discusión que m antuvo con su ex M inistro d e Econom ía, el

cordobés D. Vélez Sarsfield. La polém ica se había originado com o consecuencia d e unos artículos

periodísticos en los que éste había im p u g n ad o e n form a anónim a algunos asertos sobre Belgrano,

G üem es y el estado d e la opinión pública en las provincias hacia 1812, pues estim aba q u e M itre no

j59 “Prefacio de la segunda edición", op.cit, pp. 29/30.


277

había valorado correctam ente el papel d e los pueblos y sus caudillos. Estos cuestionam ientos

tuvieron entre otras consecuencias la de obligar a M itre a precisar m ejor su lectura del pasado en

clave nacional, que redundaría e n la escritura definitiva d e la Historia de Belgrano y de la

Independencia Argentina360. Entre estos ajustes se destaca su intento por sistem atizar las

interpretaciones dom inantes de las causas y el desarrollo de la Revolución de Mayo. Afirm a en ese

sentido que existían dos corrientes que apenas m erecían el nom bre de escuelas históricas pues

estaban form adas por ensayos incom pletos y m eras opiniones producto de la intuición y no del

estudio d e los hechos: a) la que atribuía todo el m érito a las m inorías dirigentes, "lo que equivale a

negar la existencia de las fuerzas sociales al servicio d e la idea"; y b) la que se lo atribuía al pueblo

com o ente colectivo, es decir a la m ultitud, "negando a los pensadores iniciativa y alcance en las

ideas, lo que es lo m ism o que negar el p o d er y la idea que gobierna y aplica las fuerzas sociales".

T am bién sostiene que entre estas versiones extrem as existían otros juicios form ados por el análisis

parcial d e los acontecim ientos y por el uso d e docum entos que eran necesarios exam inar mejor. En

p rim er lugar el d e Varela que había d u d a d o "hasta d e la m ism a revolución de Mayo, y no se

atrevía a pronunciarse, entre si los revolucionarios d e aquella época tuvieron en vista la

em ancipación del país d e la tutela peninsular, o si sólo se p ro p u siero n im itar el ejem plo de la Junta

d e M ontevideo, instalada en 1809 bajo la inspiración de Elío y en odio a la revolución y a los

am ericanos!". En segundo lugar el d e la obra d e teatro de A lberdi a la que considera com o una

com edia protagonizada por dirigentes carentes d e convicciones que negaba a "nuestros

p rohom bres hasta la previsión, hasta la constancia, hasta la conciencia d e las cosas que iniciaron y

llevaron a cabo acaudillando o dirigiendo los pueblos!". En tercer lugar el d e Sarm iento, qu ien

creía q u e se había tratado d e u n a revolución sin pueblo dirigida p o r m inorías que debían luchar

contra la inercia reaccionaria de las m asas. Y finalm ente el d e Vélez, al que acusa d e recurrir a

todos esos argum entos según su conveniencia p ara d ar form a a u n sistem a contradictorio (pp.
275/6).

Pero M itre no sólo estiliza esas diversas posiciones. T am bién les atribuye u n a entidad que no

tenían, sobre todo en el caso d e aquellos q u e su p u estam en te le adjudicaban u n excesivo

protagonism o al pueblo. Es que esta interpretación apenas logró ser enunciada en el período

j6° Por ejemplo cuando insiste en que “Este libro, al cual parece reprochársele sacrificar la influencia
eficaz de los pueblos a la acción aislada de las individualidades históricas, fue precisamente escrito para
despertar el sentim iento de la nacionalidad argentina, am ortiguado entonces [1858] por la división de los
pueblos. Por eso nos em peñam os en estudiar en sus páginas los orígenes del sentimiento nacional y el
modo com o la idea de independencia se vino elaborando desde fines del siglo pasado, primeramente en
las cuestiones sobre la libertad de comercio, y más tarde en el desarrollo progresivo de la fuerza de la
nación, dando así a aquel sentimiento una sola raíz genealógica”, “Estudios Históricos sobre la
Revolución Argentina. Belgrano y G üem es”, en OCM. vol XI, Bs.As., 1942, p. 363 [Buenos Aires,
Im prenta del Com ercio del Plata, 1864], •
278

exam inado, pues fueron contadas las voces que pusieron en cuestión que se había tra ta d o d e

sucesos pro tag o n izad o s p o r u n a m inoría o, en to d o caso, p o r u n pu eb lo sin v o lu n ta d o

d eterm inación p ro p ia g u iad o por ésta. P ara peor, quienes creían esto últim o tam b ién le

atrib u ían a este hecho g ra n parte d e los m ales sufridos p o r la sociedad. Es por eso q u e m ás allá

de la existencia real o no d e esas dos corrientes o escuelas, y d e la entidad que po d ían tener las

ideas d e Alberdi, Varela, Sarm iento o Vélez, lo q u e a M itre en v erd ad le interesaba era posicionarse

com o aquel capaz de p o d er apreciar el aporte parcial de cada u n a de ellas. Para eso llam a la

atención sobre la necesidad de introducir u n enfoque m ás am plio capaz de valorar en form a

positiva el accionar d e las m asas y de las m inorías dirigentes au n ad as en pos d e un m ism o

objetivo. Y esto no sólo por su conocim iento sobre lo sucedido, sino m ás bien porque todas

aquellas apreciaciones parciales contradecían las reglas de la lógica, por lo que las creía erradas

incluso abstrayéndose del caso exam inado ya que

"(...) es contrario a la naturaleza h u m an a u n a larga y dolorosa revolución llena d e peripecias,


de energía, d e grandes esfuerzos y d e sacrificios colectivos y deliberados, sin q u e en tren en
ella por algo al m enos, las fuerzas sociales y la pasión d e las masas. Del m ism o m odo, es
absurdo suponer la nulid ad d e los hom bres de acción y d e los hom bres d e pensam iento que
dirijan esa revolución, cuando se desenvuelven en ella planes políticos y m ilitares
sabiam ente m adurados, y cuando se v en brotar d e la cabeza d e sus pensadores a m anera de
chispas lum inosas, grandes y fecundas ideas q u e se convierten en hechos, apasionan las
m ultitudes e inoculan en ellas la fuerza m oral, revelando el fuego interno del alm a y la
influencia del trabajo inteligente en el desarrollo revolucionario" (p. 277)

Por eso, y tras descalificar la interpretación d e Vélez, concluye q u e a veces eran las m inorías las

q ue dirigían la acción dom inando al pueblo p o r la razón, la fuerza o el ejemplo. O tras, cuando los

dirigentes flaqueaban, el pueblo los corregía y los alentaba, m ás por instinto q u e por razón. Y, con

frecuencia, con pueblos y gobiernos em peñados en perderse, se cum plían en form a fatal algunos

hechos espontáneos y providenciales que encauzaban o salvaban el proceso revolucionario. De u n

m odo u otro la causa de la revolución nacional, la causa d e la independencia y d e la libertad,

siem pre lograba encontrar quien la llevara a bu en térm ino cu an d o alguno d e sus agentes

desfallecía. Esta interpretación posibilitaba de algún m odo su tu rar todo aquello q u e en la prim era

edición no podía ser explicado o aparecía contradicho p o r los m ism os hechos. A dem ás se adecúa

perfectam ente al talante progresista y optim ista que anim aba a M itre en su labor intelectual y

política. Este rasgo le perm itía hacer una interpretación positiva de fenóm enos q u e p ara otros

políticos o publicistas resultaban naturalm ente aborrecibles, o al m enos se perm itía el lujo d e

intentar com prenderlos. Tanto es así q u e cuando lo consideraba necesario po d ía acercarse a

posiciones populistas: a pesar de las objeciones d e Vélez, que igual se refieren a los pueblos del

interior hacia 1812, su biografía d e Belgrano es u n a clara m uestra d e ello. Vale com pararla en ese
279

sentido con textos anteriores com o el d e Alberdi. En una escena d e su obra de teatro, y ante las

d u d as que aquejaban a los revolucionarios reunidos en la casa d e Peña, interviene un inspirado

Berutti proponiendo los nom bres de quiénes debían integrar el nuevo gobierno obteniendo la

aprobación d e sus contertulios. M itre tam bién le atribuye a Berutti la elaboración d e esa lista, pero

traslada la acción al día siguiente, en otro escenario y ante otros interlocutores: la aprobación no la

obtiene de ese g rupo m inoritario y conspirativo, sino del pueblo que aclam ó ese rapto de

inspiración m ientras esperaba la resolución del Cabildo para que cesara la Junta presidida p o r

Cisneros (p. 127).

El debate entre Mitre y Vélez que se dio prim ero a través de la prensa y luego en un libro que

recopila los artículos de am bos, m erece ser considerado tam bién en u n m arco m ás am plio pues

retom a cuestiones en discusión desde hacía años y dio tam bién pie a otros escritos. Q uizás la

respuesta m ás conocida sea la d e Alberdi, aunque ésta haya tom ado estado público en form a

postum a. Entre 1864 y 1865 A lberdi escribió u n trabajo q u e exam ina con gran agudeza y acidez la

polém ica pero m ás aú n la propia Historia de Belgrano, deteniéndose para ello en sus aspectos

conceptuales, estilísticos, docum entales, fácticos y políticos. En tal sentido argum entaba por

ejem plo que le parecía ridicula la b ú squeda d e fenóm enos q u e hubieran alentado el desarrollo del

librecam bio en el período colonial, pues éste fue producto d e la Revolución, señalando, a su vez la

inconsecuencia d e Buenos Aires y de M itre para con esos principios361. Por otro lado le parece

ocioso indagar si el sujeto revolucionario había sido el pueblo o u n a m inoría dirigente, si al fin y al

cabo la independencia había sido consecuencia de factores exógenos: el avance d e fuerzas

com erciales e industriales en busca d e nuevos m ercados. Por eso se p erm ite iro n izar q u e n o debía

lam en tarse la m uerte d e los soldad os d e la independencia, y a q u e éstos e ra n en v e rd a d los

intereses d e am bos m u n d o s q u e a ú n v iv ían y eran cad a día m ás sólidos. P or cierto q u e el único

q u e parecía trata r en form a tan cru d a a los revolucionarios era A lberdi, qu ien se ofuscaba ante

lo que percibía com o intentos p o r forjar leyendas p ara encanto d e u n público im presionable. Es

que incluso quienes creían q u e la R evolución h ab ía sid o obra d e la P rovidencia o la

m anifestación d e leyes históricas fatales, estim aban necesario d a r cu en ta d e sus p rotagonistas. Y

d e hecho así lo había considerado el p ro p io A lberdi e n su ju v en tu d . C óm o no hacerlo ad e m á s si

se tratab a d e u n acontecim iento fu n d a d o r, d e u n v e rd a d e ro m ito d e orígenes y del único

fenóm eno histórico que m erecía reivindicación unánim e.

j61 “A qué atribuir a un consulado colonial, ni al secretario colonial, ni a sus trabajos realistas y coloniales, la
instalación del libre cambio, que florece hoy día como conquista entera y pura de la Revolución, cuando hoy
mismo, a los 54 años del 25 de mayo de 1810, todavía Buenos Aires mira de mal ojo la libertad de comercio
entera y para todas las provincias”. J. B. Alberdi, “Belgrano y sus historiadores” op.cit., p. 209.
280

Pero el texto d e Alberdi no fue el único inspirado en la Historia de Belgrano y en el debate con Vélez.

En ese sentido se debe considerar que si uno de los aspectos novedosos introducidos por M itre fue

su rastreo del accionar de la m inoría dirigente antes del siglo XIX atribuyéndole adem ás u n a clara

conciencia de su papel; m ás aú n lo era atribuirle un rol relevante al pueblo. En efecto, entre las

elites prevaleció durante todo el siglo XIX la presunción q u e la R evolución había sido obra de una

m inoría dirigente. De capital im portancia fue en ese sentido la obra d e Sarm iento, particularm ente

el Facundo que logró una im portante influencia en vastos sectores dirigentes sobre todo del interior.

Esto p u ed e apreciarse por ejem plo en u n artículo publicado por u n periódico cordobés a m ediados

d e la década de 1850, cuyo autor estiliza esos argum entos y los funde con otros provenientes de

autores com o Félix Frías para quien los sucesos de 1848 habían hecho aú n m ás tem ibles a las

m asas. El articulista considera que la Revolución de M ayo sólo había tenido una parte de la

sociedad a su altura capaz de com prenderla y llevarla adelante, m ientras que la gran m ayoría

siguió a sus caudillos sin saber por qué lo hacían y sin preparación alguna. Es p o r eso q u e el día

q ue se cansó de esa obra a la q u e m archaban sin convicción o q u e u n m alvado la sublevó, dio

com ienzo a la lucha entre los partidarios d e la civilización y la barbarie362.

U no d e los m ás fervorosos apologistas d e Sarm iento y d e sus ideas d u ran te esos años fue Nicolás

A vellaneda, un joven tucum ano que sería su M inistro de Educación y sucesor en la Presidencia. Al

igual que m uchos d e sus contem poráneos, A vellaneda estim aba q u e el m érito d e Sarm iento era

haber logrado acertar con u n a explicación p ara las g uerras civiles y el estado social rioplatense que

dejaba atrás los planteos m orales de Frías o Zuviría, prestan d o m ayor atención a las fuerzas

sociales y a sus contradictorios intereses y form as de vida.363. Sin em bargo, esto no obstó p ara que

pocos años después diera a conocer u n trabajo que desm entía en gran m edida las tesis del

sanjuanino sobre el proceso revolucionario y sobre la experiencia histórica reciente. En 1864, el

m ism o año que se produjo la polém ica entre M itre y Vélez, A vellaneda publicó en form a

incom pleta u n trabajo referido al C ongreso d e T ucum án del q u e rescata la declaración de la

independencia, péro abjura de los proyectos m onárquicos y d e la C onstitución d e 1819 realizados a

espaldas del pueblo y d e las provincias del interior cuyas acciones habían im pedido q u e se

consagrasen com o hechos. Sus argum entos parecen sintonizar con los vertidos en la polém ica entre

M itre y Vélez producida ese m ism o año. Por ejem plo cuando asegura que

"La historia su p lan tad a por la biografía, el detalle íntim o, la im presión individ u al
subordinando á su capricho los hechos históricos, el gran conjunto del m ovim iento social
q u e desaparece, el individuo que abarca la escena: -h e ahí el origen d e aquellas extrañas

'’w "Educación Pública", en Orden y Progreso. Córdoba, Imprenta del Estado, n° 4, 29/11/55
' 6j N. Avellaneda, Carta al Doctor Vallejo, Bs.As., 1859 en Escritos y discursos, t. 1, Bs.As., Compañía
Sudam ericana de Billetes de Banco, 1910, p. 10. •
281

opiniones sobre las causas que h an contribuido al desenvolvim iento grad u al d e la


Revolución, haciendo desaparecer al pueblo p ara enaltecer á sus pro-hom bres, y presentarlos
com o los únicos actores en el gran teatro d e nuestra historia (...) cóm o este d ram a d e la vida
libre con sus cien mil voces, con su escenario abierto á todos los intereses, á todas las ideas, á
todas las pasiones, vaya á abism arse e n u n monólogo!"

En consecuencia concluía p reg u n tán d o se "¿D ónde está la fuerza m otriz d e n u estro s

acontecim ientos históricos?"364. Posiciones com o ésta no p asa rían d e ser fo rm u lad a s com o

in terro gantes o com o sim ples enunciados a los que n o se les d aría u n tratam iento p ro fu n d o y
sistem ático al m enos h asta fines del siglo XIX, p articu larm en te en la obra de José M aría R am os

Mejía, au n q u e recién cobrarían im portancia en el XX al confluir el revisionism o histórico y el

p o p u lism o peronista. Es im p o rtan te destacar sin em b arg o q u e uno d e los saldos q u e dejó la

biografía d e Belgrano y la polém ica con Vélez es precisam ente la afirm ación sobre la existencia

d e u na m u y particular relación entre pueblo y dirigencia. Relación a la q u e se le iría

en co n tran d o antecedentes cada vez m ás lejanos q u e h ab ría n p re fig u rad o la R evolución y la

N ación argentina. Esto sólo perm ite visualizar las p o sib ilid ad es discursivas y n arrativ as

abiertas p o r la intervención d e M itre, algunas de ellas incluso contradictorias con las ideas

ex p u estas en su s trabajos que, sin em bargo, serían im posibles d e obviar d e ahí e n m ás p a ra to d o

aq u el q u e quisiera av en tu rarse en el pasad o d e la región.

j64 “El Congreso de Tucum án” (fragmento) en id., pp. 43/4 fEl Correo del D om ingo. 1864]
282

CONCLUSIONES

Ya que la modestia democrática nos veda tallar el mármol y levantar


monumentos a la gloria humana, hagamos que el invento de Gutemberg,
más consistente que el granito, salve para siempre del olvido a nuestros
antecesores en el dulce y civilizador comercio con las musas. Anudemos el
presente a lo pretérito para que el progreso sea sano, y legítimo el desarrollo
de nuestro constante mejoramiento (...)¿Qué es un pueblo ignorante de lo
que fue? Un ciego perdido en el caos de los hechos presentes que no
comprende ¿Qué podrá ser un pueblo sin Historia escrita, sin celebridades
aceptadas, sin conmemoración de grandes hechos, sin dolores conocidos para
latnentarlos en común
Juan M. G utiérrez a A lejandro M agariños Cervantes, 1858365

',6' J.M. G utiérrez a A. M agariños Cervantes, Rosario, 17/10/1858, en E. Morales (ed.), Epistolario de
Juan María G utiérrez. B sA s., Instituto Cultural Joaquín V. González, folio 70. •
283

La tesis tu v o com o propósito in d ag ar las vinculaciones que la sociedad rioplatense estableció

con su p asa d o entre 1830 y 1860. P ara ello se exam inaron dos grandes núcleos tem áticos: los

m ed io s a través de los cuales se buscó d ar form a al conocim iento histórico y las

representaciones del pasado que co b raro n form a en el discurso d e las elites. Estas págin as
finales tien en com o objetivo destacar los principales ap o rtes realizados, así com o tam b ién
alg u n as d e sus proyecciones en lo q u e hace a una m ejor co m prensión de la v id a pública del

p erío d o y su posterior deriva. En tal sen tid o m e p erm itiré p a rtir u n a vez m ás de un peq u eñ o

ep iso d io en el que aparecen a n u d a d a s algunas d e las cuestiones tratadas.

A com ienzos d e 1859, m ientras recrudecía el conflicto en tre Buenos Aires y la C onfederación

q u e se hallaba e n estado crítico p o r el agobio económ ico y p o r las divisiones provocadas an te la

in m in en te sucesión de U rquiza en la presidencia, V icente F. López le escribía a M arcos Paz

m an ifestándole su desencanto ante esa situación cuyos posibles desenlaces se le o cu rrían todos

igu alm ente insoportables. Este estad o d e ánim o, que se basaba en dato s al alcance d e cualqu ier

o bserv ador, era tam bién consecuencia d e la m arginación política sufrida p o r López tras su

fallida defensa del A cuerdo d e San N icolás e n junio de 1852. D icho trasp ié había m o tiv ad o su

decisión d e v o lv er a residir en M ontevideo, ciu d ad d esd e la cual le envió esa carta al entonces

G o b ern ad o r d e T ucum án p lan teán d o le que

"Quiero n o escribirte m ás sobre el presente: estoy desen g añ ad o , n a d a espero sino n u ev o s


escándalos. (...) Mi m ay o r deseo es a p a rta r la vista d e este espectáculo, y servir á m i p ais
escribiéndole su historia, p o r qe. solo asi p o d rem o s llegar a u n fallo sobre los h om bres y
las m iras con qe. h a n obrado; solo asi p o d rem o s salvar el criterio m oral con q u e debem o s
ser ju zg ad o s (...) creo qe. no h ab rá A rgentino- qe. al saber qe. yo m e contrahigo a escribir
la H istoria d e la p atria, no m e ay u d e com o p u ed a; p u es el Ínteres es vital. En m edio de los
trasto rn o s y descalabros e n qe. m archam os, llevam os riesgo d e qe. no nos conozcan ni
n u estra s p ro p ias generaciones, y qe. vivam os al acaso sin trad ició n ni brujula com o y a lo
estam os p alp an d o . U na historia qe. d é u n id a d a la raza, qe. consagre la so lid arid ad d e la
N ación es cosa indispensable"366

L ópez evalu ab a q u e en esa co y u n tu ra aciaga lo m ejor q u e p o d ía hacer era p ro fu n d iz ar sus

estu d io s históricos. Más precisam ente m anifestaba su intención d e escribir en uno o dos años

"La H istoria d e n u estra Revolución". Este anuncio no debió so rp re n d er a Paz: hacía veinte años
q u e L ópez lo venía haciendo en form a periódica, a u n q u e recién cobraría form a d e obra dos

d écad as m ás ta rd e en u n m arco político y cultural q u e ya sería irrem ediablem ente otro. N o

p o d ría decirse entonces q u e su interés p o r el p asa d o fu e ra circunstancial, así com o tam poco lo

era el d esprecio q u e sentía p o r la v id a pública local y p o r sus principales protagonistas.

' 66 V. F. López a Marcos Paz, M ontevideo, 16/3/1859, en Archivo del Coronel Doctor Marcos Paz, t. 11,
(1858-1862), UNLP, 1961, pp. 49/50. .
284

La carta anuncia tam bién u n m ovim iento q u e parece típico en u n letrado d esp lazad o del poder:

" a p a rta r la vista d e este espectáculo". Pocas líneas m ás ad elan te refuerza esta in ten ció n al

ase g u rar que "esta em presa va á form ar el consuelo y el aliento d e m is fuerzas m entales p ro n tas á

desm ayar al am argo espectáculo de nuestro horizonte patrio" (p. 50). Por cierto q u e no fu e el

ú nico ni el prim ero d e los hom bres públicos del perío d o en pro n u n ciarse d e ese m odo. Pocos

años m ás tard e el tucum ano Salustiano Z avalía se quejaría am arg am en te pues en ten d ía que

"A travesam os u n tiem po de anarquía en las ideas; las pasiones h an cam biado h asta el sen tid o

d e las palabras y lo d o m inan todo", añ a d ie n d o ad em ás q u e " e n esta confusión q u e ab ru m a los

esp íritu s lo m ejor es el silencio y el retiro"367. A hora bien, las causas del hastío y la retórica

u tiliza d a p a ra expresarlo p o d ían ser sem ejantes, pero las reacciones q u e an u n c ia b an y a no lo

eran. Es que el "a p a rta r la vista" d e L ópez no p u ed e ser h o m ologado al "silencio y el retiro "

p ro m o v id o p o r Zavalía. N o se trata d el repliegue a la v id a dom éstica d e u n ho m b re público

h arto d e luchas estériles; ni el d e u n alma bella d esp ech ad a q u e se refugia en la in terio rid ad

in co n tam in ad a del poeta o del filósofo; y ni siquiera el d e u n eru d ito q u e busca d eleite o

consuelo recreando el pasado. M uy p o r el contrario, L ópez se p ro p o n ía "servir" a su país. Si

b uscaba alejar la m irad a d e su p resen te no era sólo p ara p reserv arse d e los disgustos q u e éste

p o d ía ocasionarle, sino p ara centrarla m ejor y, así, p o d e r entenderlo: en el p asa d o d e su p atria

e sp erab a hallar el o rig en y las causas d é los m ales q u e la aquejaban. C on lo cual, y m ás allá d e

o tras posibles m otivaciones q u e no p u e d e n d esd eñ arse com o sus inclinaciones intelectuales y su

in ten to de prestigiarse, resu lta evid en te q u e esa operación historiográfica era e n p rim er lu g ar

u n a em presa política.

D esde luego q u e n ad ie creía q u e fuera u n h isto riad o r q u ie n p u d ie ra resolver el d ra m a q u e

aquejaba a los pueblos d el Plata, es decir, la creación de u n o rd e n sociopolítico estable q u e se

institucionalizara, gozara d e legitim idad y p u d iera p o n er fin a los conflictos q u e en so m b recían

la reg ión desde hacía décadas. Pero m uchos políticos y publicistas co n sid erab an com o L ópez

q u e era de vital im portancia la elaboración d e u n relato cap az d e estilizar la experiencia

histórica local sin el cual estarían co n d e n ad o s a seguir v iv ien d o "al acaso sin trad ic ió n ni

brújula". El histo riad o r n o p o d ía d a r u n a solución práctica p ero sí delinear u n a explicación d e

los acontecim ientos y d e las leyes q u e reg ían su rum bo. Su intervención era decisiva p a ra p o d e r

d ilu cid ar la tram a secreta q u e unía pasado, p resen te y fu tu ro . De ahí q u e la necesidad d e u n a

"b rú ju la" p ara orientarse en el caos d e los acontecim ientos, y la d e d ar form a d e relato escrito a

~’67 S. Zavalía a Juan M. Gutiérrez, Cruz Alta, 9/9/1863, AE, t. Vil, p. 237.
285

la "trad ición" p ara saber quiénes eran, d e d ó n d e venían y cuáles eran las causas d e los m ales

q ue los aquejaban, fueran en v e rd ad dos caras d e u n m ism o problem a.

H asta aquí u n diagnóstico, u n a argum entación y u n a exigencia q u e en la p lu m a d e López

p o d ían a d q u irir tonos dram áticos pero q u e no eran sólo d e él. En ese sen tid o invitan a

in terro g ar u n a v ez m ás las vinculaciones q u e las elites rioplatenses establecieron con el pasad o

d u ra n te esos años.

C om o n oté en la Introducción, existen n u m ero so s trabajos q u e se refieren a esta cuestión,

algunos d e ellos de g ra n valor p o r su cap acid ad in terp retativ a o por sus ap o rtes em píricos. Sin

em bargo, sus enfoques re su ltan in ad ecu ad o s o insuficientes p a ra in d ag ar el carácter y el sentid o

q u e tu v iero n el conocim iento, la representación y la difusión del pasado. En p rim er lugar,

p o rq u e m uchos au to res parecen contentarse con señalar la influencia del historicism o rom ántico

sin p lantearse la necesidad d e an alizar cuáles fu ero n sus expresiones concretas. E n seg u n d o

lugar, p o r el cariz teleológico con el q u e se exam ina el perío d o y que, en este caso, lleva a tra ta r

a esas expresiones e n fo rm a anacrónica com o antecedentes d e la historiografía nacional

arg en tina y u ru g u a y a co n stitu id a entre fines d el siglo XIX y m ed iad o s del XX. En tercer lugar,

p o rq u e se privilegia p arte d e la obra de u nos pocos au to res, com o si éstos sólo hub ieran

in teractu ad o en tre sí y com o si sólo h u b ie ra n p ro d u c id o algunos textos d e ren o m b re d estinad o s

a fo rm ar u n canon. Este señalam iento no im plica en m o d o alg u n o su p o n er q u e esas

aproxim aciones re su lten in ad ecu ad as p a ra otro tipo d e indagaciones, pero sí q u e lo son p ara la
aquí p ropuesta. C on el p ropósito d e su p e ra r estas lim itaciones, en la tesis se p lan tearo n

sucesivas .aproxim aciones q u e p erm itiera n d a r cuenta d e los p ro b lem as p lan tea d o s y, a la vez,

q u e co n stitu y eran u n a p o rte al conocim iento d e la v id a pública del período. A tales fines se

am plió el cam po d e indagación ex am in an d o u n conjunto textual am plio y heterogéneo y se

an alizaron las prácticas, instituciones y discursos ten ien d o p resen te su s condiciones d e

p ro d u cció n y su s rasgos singulares. E n las siguientes líneas se rep asa b revem ente el tratam ien to

q u e se hacía de los dos núcleos señalados y el p lan tea d o en la tesis a fin d e p o d e r precisar m ejor

sus aportes.

En relación a los m edios con los cuales se procuró d a r form a al conocim iento histórico, suele

arg ü irse que la recepción del historicism o rom ántico a p a rtir d e la d écad a d e 1830 había

p ro m o v id o u n p rogresivo interés por el p asa d o m anifestado en iniciativas com o la creación d e

Institutos H istóricos, la publicación d e obras sobre la historia reciente y la edición d e

colecciones docum entales. Al m ism o tiem po se señala q u e estas em p resas sufriero n


286

restricciones q u e dificultaron o im p id iero n la concreción d e sus objetivos. Bien consideradas,

am bas afirm aciones re su ltan paradojales: se destaca el v ig o r y el influjo d e u n a corriente

cu ltu ral a la v ez q u e se reconoce la debilidad que tuv iero n las q u e debieron ser sus expresiones

distintivas. Esta paradoja, q u e podría ser enunciada com o la d e u n a cultura histoñcista sin

historiografía, tendía sin em bargo a pasar desapercibida. Las causas son varias, pero hay dos q u e

m erecen destacarse p o rq u e son consecuencia d e los enfoques em pleados. Por u n lado, el

exam en superficial q u e se hace d e los fenóm enos ligados al conocim iento histórico cuyos rasgos

precisos y sen tid o no parecen d esp ertar dem asiado interés salvo e n algunos estu d io s pu n tu ales.

P or el otro, la valoración teleológica que se hace del período, cuya cu ltu ra es m ay o rm en te

co n sid erad a u n escenario en el q u e se desarrolló u n a ep o p ey a p ro tag o n iz ad a p o r pioneros q u e

lu ch ab an d en o d a d am en te contra la precaried ad del m edio: ausencia de recursos m ateriales;

em p resas d e v id a efím era; escritores con ocupaciones m últiples y co n stan tem en te req u erid o s

p o r las circunstancias; u n a v id a pública conflictiva q u e alentaba las diferencias personales y la

d eb ilid ad institucional.

E n el caso d e López p o d ría arg u m en tarse q u e fue ese contexto poco favorable el q u e provocó la

d em o ra d e casi m edio siglo entre sus prim eros acercam ientos al p asa d o local y la publicación d e

sus obras m ayores. De hecho él m ism o parecía considerarlo así en sus periódicas m u estras d e

fastidio p o r carecer d e la tran q u ilid ad y d e los ingresos necesarios p ara realizar esa tarea. O tros

d e los condicionam ientos p u e d e n apreciarse en la resp u esta q u e P az le envió u n m es m ás ta rd e

al recibir su carta. Es q u e L ópez n o sólo lo había p u esto al tan to d e su proyecto, sino q u e

tam b ién le había solicitado su colaboración p a ra hacerse co n d ocum entos d e las provincias del

n o roeste ya q u e otros p e d id o s suyos h ab ían q u ed a d o en la n a d a p o r la d esidia d e quien es

h ab ían recibido el encargo. La resp u esta d el G obernador d e T u cu m án parecía prom isoria: hab ía

d a d o con catorce cajones d o n d e estaban m ezclados p apeles d e la provincia y del ejército

p atrio ta d e los cuales alg u ien cap az e inteligente p o d ría sacar algo útil. Pero quienes cu m p lían

con esas condiciones no ib an a aceptar el trabajo p o r n in g ú n d in ero ya q u e ten ían ocupaciones

m ás im portantes. De hecho es lo q u e le su ced ía al p ro p io Paz, qu ien por eso le hacía n o tar a

López q u e no p o d ía p ro m eterle el envío d e esos m ateriales368. P o d ría concluirse entonces q u e

estas restricciones q u e afectaron la vida cultural en general fueron las q u e d ificu ltaro n el

desarrollo d e u n a pro d u cció n historiográfica significativa a pesar d e su co n stan tem en te

p ro clam ad a necesidad.

j68 M. Paz a V. F. López, Tucum án, 28/4/1859 en AGN, Sala VII, Archivo y Colección los López, Legajo
n° 2371, doc. n° 4690. ' ” •
. 287

E sta es u n a interpretación sobre cuyas líneas generales no p u e d e m enos q u e coincidirse. El

pro b lem a es q u e así p lan tead as las cosas q u ed a n opacadas las m o d alid ad es m ed ian te las cuales

se p ro curó conocer el pasado, m ayorm ente tratadas en el m arco de las biografías d e sus

p ro tag onistas y v alo ra d as com o antecedentes lejanos y heroicos d e las historiografías arg en tin a

y u ru g u a y a del siglo XX. En la tesis se encaró el problem a d e otro m o d o ya que se an alizaro n las

activ idades ligadas al conocim iento y la difusión del p asa d o p ro c u ran d o d ilu cid ar sus

características y el sen tid o q u e tenían en el m om ento de su realización y no lo q u e debieron

h ab er sido o lo que hab rían anticipado. Este exam en ocupó los prim eros cuatro capítulos

ded icados a los géneros en los q u e cobraron form a las representaciones del pasado, prácticas

com o la edición d e colecciones docum entales y biográficas, instituciones d ed icad as al

conocim iento histórico, y los sujetos a los que se les reconocía capacidades p a ra p o d er

desarrollarlo. Las principales características q u e tuv iero n estas em presas, aquellas q u e perm iten

considerarles com o hilos d e u n a m ism a tram a sociocultural, p u e d e n ser sin tetizad as en los

siguientes p u n to s. E n p rim er lugar, su consideración com o actividades literarias o rien tad as p o r

fines pragm áticos, ya sean políticos, cívicos, económ icos, territoriales o d e prestigio p erso n al o

fam iliar. En seg u n d o lugar, el hecho d e m o strar m ay o r interés en la concreción d e la iniciativa

q u e en sus contenidos y en el conocim iento que p o d ía aportar. En tercer lugar, y en estrecha

relación con lo anterior, la valoración q u e se hacía d e su n ecesid ad p ara vincularse con centros

culturales, p erso n alid ad es y asociaciones prestigiosas que, a su vez, p o d rían legitim ar a los

actores y sociedades locales. En cuarto lu g ar, la im p o sib ilid ad d e sustraerse d e la conflictiva

v id a pública que, su m ad o a la d eb ilid ad institucional y a la falta d e condiciones m ateriales,

p erm iten explicar su carácter trunco, incoherente y precario.

E n estos capítulos se exam inó tam bién u n tópico recurrente en el período: el historiador futuro.

La p o stulación d e esta fig u ra socioprofesional en u n fu tu ro in d eterm in ad o resu lta d e gran

interés p o rq u e cifra la tensión q u e provocaba la n ecesid ad d e d esarro llar el saber histórico y el

reconocim iento d e la existencia d e obstáculos q u e im p e d ía n concretarlo. De ese m o d o p erm ite

in d ag ar en dos planos el carácter y el sen tid o q u e ten ían las m anifestaciones ligadas al

conocim iento del pasado: p o r lo q u e era n y p o r lo q u e se su p o n ía d ebían ser. E n sum a, a y u d a a

precisar m ejor las condiciones q u e se su p o n ía deb ían d arse p ara su existencia: u n a v id a pú blica

m enos conflictiva y m ás institu cionalizada; la p o sib ilid ad d e contar con ingresos q u e le

p erm itieran afrontar con tran q u ilid ad su labor; la creación d e ám bitos p ara p o d e r d esarro llar

intercam bios con sus p ares leg itim an d o u n espacio d e saber con cierta autonom ía; u n m ay o r y

m ás fácil acceso a las fuentes. T odas estas cuestiones ya fu e ro n señaladas, pero hay u n a m ás q u e

resu lta decisiva y q u e se p u e d e e n ten d e r m ejor en las invocaciones hechas al historiador fi.<turo: la
288

ausencia d e una p erspectiva o de un p u n to d e vista inequívoco q u e p erm itiera articular esa

labor. Tal com o se esbozó en varios pasajes, esto tam bién p u e d e apreciarse si se confronta la

experiencia rioplatense con la d e otras áreas com o C hile y Brasil. Es q u e la existencia de

diferen tes condiciones culturales, políticas e institucionales crearo n en esos países u n contexto

favorable p ara el desarrollo de em presas q u e p ro m o v iera n el conocim iento y la d ifu sió n d e sus

respectivas historias. Estas diversas condiciones p erm iten e n te n d e r ad em ás p o r q u é p o d ían

co ntar a m ed iad o s d e siglo con historias nacionales, lo cual nos lleva al seg u n d o d e los núcleos

tem áticos tratad o s en la tesis que es el d e los contenidos d e las representaciones del pasado.

En relación a éstas se su ele destacar q u e el eje d e las indagaciones históricas en ese p erío d o era

el proceso de constitución d e la nación y la nacio n alid ad arg en tin a y u ru g u a y a. De hecho las

p alab ras d e López p rom oviendo “U na h istoria qe. d é u n id a d a la raza, qe. consagre la

so lid arid ad d e la N ación" avalarían esa in terp retació n que, a fu erza d e ser re p etid a y d e

po ten ciarse p o r la tensa relación q u e tu v o con la obra y con la figura d e M itre, se tornó en u n a

ev idencia con la cual se busca ilu m in ar la pro d u cció n historiográfica d e las ú ltim as décadas del

siglo XIX y d e g ra n p arte de la del XX. P ero p a ra d a r cu en ta d e los in terrogantes aq u í

p lan tea d o s esta evidencia resulta u n obstáculo epistemológico p u es dificulta la co m prensión d e las

rep resentaciones d el p asa d o q u e les eran p recedentes y q u e no tenían p o r q u é d a r cuenta del

d esarro llo d e la nacio n alid ad o la id e n tid a d nacional argentina. D e hecho, los relatos históricos

elab o rados en el p e río d o exam inado e stán p ro tag o n iz ad o s p o r figuras, facciones, valores,

prin cip ios o configuraciones socioculturales, p ero en m o d o alg u n o p o r naciones definidas p o r

rasgos idiosincrásicos o p o r alg u n a o tra fo rm a de c o m u n id a d política com o p o d ría n ser las

ciu d ad es o las provincias. Las p alab ras d e L ópez p u e d e n ser entonces en ten d id a s en dos m arcos

in terp retativ o s q u e si bien no son necesariam ente incom patibles re sp o n d en a diversos

in terro gantes. El p rim ero, in teresado e n su biografía política e intelectual o en el proceso d e

construcción d e u n a historiografía nacional, las tom aría com o u n anu n cio d e su obra futura. El

seg u n d o, q u e es el aq u í plan tead o , las co n sid era com o u n señalam iento d e la ausencia d e esas

h istorias nacionales y, e n ese sentido, com o u n acicate p a ra in d a g a r q u é representaciones del

p asa d o se p ro d u jero n en esos años. In terro g an te q u e con stitu y ó el p u n to d e p artid a d e la


p resen te tesis.

El hecho d e q u e no se h u b iera n elaborado relatos históricos nacionales p lan tea o tra parad o ja

q u e fue tra ta d a en el cap ítu lo q u in to y q u e p o d ría en u n ciarse com o la d e u n romanticismo sin

historia nacional. Este fenóm eno suele atrib u irse a las dificultades p ara sin g u larizar la

experiencia histórica local del resto d e la d e H isp an o am érica y al desinterés o el desprecio p o r el


289

p asa d o indígena y colonial cuya influencia buscaba ser d esterrad a p o r considerársela nefasta.

E n ese sentido se h a señalado que u n a d e las p articu larid ad es del rom anticism o rioplatense fue

h aberse m o strad o m ás atento al futuro q u e a un p asa d o q u e sólo parecía m erecer repudio, lo

cual resulta de p o r sí m ás q u e suficiente p a ra afectar cualquier intento por elaborar narrativ as

históricas d e en v erg ad u ra. A estas apreciaciones se h an añ a d id o otras que llam an la atención

sobre la am bigua valoración q u e se hacía del legado revolucionario y, fu n d am entalm ente, sobre

la ausencia de un o rd e n político e institucional que d e m a n d a ra u n relato de esas características

p ara legitim arse y, m ás aún, que perm itiera articular u n a persp ectiv a capaz d e d o tar de u n

o rd e n a los hechos históricos. Este vacío, potenciado p o r los conflictos que d esg a rrab a n la

sociedad, tam bién afectó a las em presas ligadas al conocim iento histórico. De ahí que al

p ro m o v er la fu n d a ció n del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata, M itre se contentara

con p o n er alg ú n o rd e n en los docum entos existentes ante la falta de un "sano criterio" q u e

p erm itiera exam inarlos con provecho. De ese m ism o m o d o se h abía p ro n u n ciad o López u n m es

an tes cu an d o notó q u e "El p ro fu n d o caos en qe. estam os com o e n tid a d política es causa d e qe.

sea im posible arm o n izar las ideas, cada u n o lucha pr. la suya y no h ay criterio pa. lo b u eno"369.

E n sum a, lo q u e estab an p lan tea n d o los fu tu ro s padres fundadores d e la historiografía argentina,

era q u e h asta tan to no p u d ie ra n ord en arse los acontecim ientos d el presente tam poco p o d ría

hacérselo con los del pasado.

La tesis buscó p ro fu n d iz a r esta línea d e indagación p ero p ro p o n ien d o u n a interpretació n

d iferente d e sus causas. Es ese sen tid o se arg u m en tó q u e el p ro b lem a no era tanto la falta d e u n

o rd e n estatal q u e d e m a n d a ra relatos históricos p ara legitim arse y q u e p ro v ey era d e u n p u n to

d e vista q u e p erm itiera o rd e n a r las actividades ligadas a su producción. El problem a era el

estad o d e indeterm inación provocado p o r la coexistencia d e diversas altern ativ as d e

org an ización consideradas viables, n in g u n a d e las cuales se fu n d a m e n tab a en la preexistencia

d e u n a co m u n id ad d efinida p o r rasgos distintivos q u e se h u b ie ra n ido conform ando a lo largo

d el tiem po. D ebe tenerse presente ad em ás q u e d a d a la existencia d e conflictos cru zad o s y d e

circunstancias cam biantes q u e se p restab an a alquim ias q u e hoy p u e d e n resultar ab su rd as pero

q u e entonces se co n sid erab an seriam ente, eran pocos los q u e se anim ab an a hacer

pro n u n ciam ien to s definitivos sobre cóm o debían constituirse los pueblos asen tad o s en el

territo rio del an tig u o V irreynato y, m enos aún, quienes ac tu ab an en form a consecuente. Este

estad o d e cosas es el q u e finalm ente perm ite explicar la ausencia d e una perspectiva político-

’69 B. Mitre “Preliminar de las Bases Orgánicas del Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata”
en R. Levene. Mitre y los estudios.... op.cit., p. 296 [Discurso pronunciado en la Biblioteca Pública con el
objeto de promover á la asociación el 3/9/1854, Bs.As., Imprenta Argentina de La Tribuna, 1856]; V. F.
López a J. M. Gutiérrez, Montevideo, 18/8/1854, en A Et. III, p. 66. •
290

co m u n itaria inequívoca d esd e la cual p u d iera trazarse el ru m b o del que ese o rd e n institucional

sería su desenlace histórico, pero tam bién su p u n to d e p artid a lógico.

La p reocupación recu rren te q u e m ostró la historiografía por en co n trar en el perío d o elem entos

d e indagación e n to m o a lo nacional, había llevado a dejar d e lado u n a cuantiosa producción

textual referida al p asa d o local que no p o d ía encuadrarse en ese m arco interp retativ o o, en todo

caso, se le d ab a u n tratam ien to anacrónico a fin de q u e p u d iera ajustarse al m ism o. En la tesis se

dejó d e lado esta preocupación, p ro cu ran d o dilucidar los contenidos y el sentido que tenían las

representaciones del p asa d o en el m om ento d e su elaboración y circulación. P ara ello exam iné

una serie discursiva co m p u esta p o r textos heterogéneos que, a pesar de sus diferencias

enunciativas, form ales y m ateriales, com parten el hecho d e tem atizar el pasad o local en u n

m arco sociocultural co m ú n así com o tam bién el propósito d e legitim ar posiciones e intereses:

correspondencia; artículos y polém icas periodísticas com o la en tab la d a en tre M itre y Bilbao o

en tre R ivera In d a rte y P edro d e Angelis; debates p arlam en tario s com o el d el C ongreso d e 1826;

discursos com o los p ro n u n c ia d o s e n el Salón Literario o p o r S arm iento en el Ateneo del Plata;

reg lam entos y bases d e sociedades d ed icad as al estudio d el pasad o ; biografías, m em orias y

textos testim oniales com o los d e la Galería de Celebridades o los d e Saavedra, N ú ñ e z y Paz;

m an u ales com o los d e López, d e la Sota y M anso; notas in tro d u cto rias o aclaratorias de

d o cu m entos com o las d e las colecciones dirig id as p o r V arela, A lsina y d e A ngelis; obras d e

teatro com o las d e A lberdi y B erm údez; ensayos y relatos históricos com o los d e Funes, López,

M agariños C evantes, D om ínguez y M itre; estu d io s históricos y geográficos com o los d e

A renales, Q u e sa d a y Parish.

P ara exam inar las representaciones del p asa d o presentes en esa serie discursiva se ensayaro n

sucesivos acercam ientos no m enos heterogéneos q u e los elem entos q u e la com ponen. Esto

p erm itió d ar cu en ta d e u n am plio arco d e representaciones y, a la vez, d e sus vinculaciones con

la v id a pública del período. En ese sen tid o p u d e verificar, explicar, d o tar d e m ayor precisión e

in d ag ar las consecuencias d e algo q u e y a era sabido: la existencia d e dos tipos d e actitudes en

relación al p asa d o que, en m ay o r o m enor m edida, eran co m p artid o s p o r los distintos sectores.
P or u n lado el rechazo y la negación del m u n d o indígena y la experiencia colonial. Por el otro,

su contracara, la reivindicación del proceso revolucionario com o el origen d e u n a n u ev a historia


e n la región.

E n relación al p asa d o in d íg en a se destaca su tratam ien to abstracto y generalizador, ya sea a

m o d o d e reivindicación retórica com o la p lan tead a en el discurso revolucionario o el d o m in an te


291

d u ra n te las décadas siguientes que, por el contrario, m anifestaba un total desinterés por esos

p u eblos a los q u e se consideraba d estin ad o s a desaparecer. En relación al p asa d o colonial

tam bién se destaca su tratam iento com o u n a totalidad abstracta q u e sólo p o d ía m erecer repu d io

y q u e actuaba com o la contracara de u n p resen te o fu tu ro q u e se creía prom isorio. La valoración

crítica de ese pasado era ta n fuerte q u e tam b ién alcanzó a aquellos sectores que, com o la N ueva

G eneración o el rosism o, p o d ría n hab er m o strad o u n m ayor interés p o r reivindicarlo o p or

trata r de dotarlo de alg ú n espesor. Recién en la década d e 1850 se p ro d u jero n intentos p or

revisar esos juicios que, sin em bargo, no lograron traducirse en relatos capaces de d otar de

espesor a esa experiencia y, m enos aún, integrarla en u n a m ism a línea histórica con el proceso

revolucionario y la sociedad republicana.

La valoración del proceso revolucionario no sólo fue divergente, sino q u e im plicó tam bién la

elaboración de representaciones d e m ay o r d en sid ad y com plejidad. La R evolución era el

m irad o r privilegiado d esd e el cual se exam inaba la experiencia histórica local, pues era

co n sid erad a en form a casi u n án im e com o u n a ru p tu ra q u e había d a d o inicio a u n a n u ev a etap a

en la h istoria local. En ese sen tid o se trató d e u n v erd ad ero mito de orígenes co m p artid o por los

d istintos sectores q u e b u scab an ap ro p iarse d e su legado sim bólico. La u n án im e reivindicación

del proceso revolucionario perm ite e n te n d e r q u e se h ay a con stitu id o en u n a constan te

referencia para legitim ar prácticas, discursos, instituciones o actores en el m arco de los

conflictos personales, facciosos, políticos y regionales, com o p u d o apreciarse en la d isp u ta en tre

el rég im en rosista y su s diversos opositores, así com o tam b ién las q u e se d iero n en la décad a d e

1850 entre Buenos A ires y la C onfederación. A hora bien, esta reivindicación no p o d ía ocultar

ciertas aprensiones p ro v o cad as por la certeza de q u e tam bién h abía d a d o inicio a u n proceso

conflictivo d e final incierto tras hab er p ro v o cad o la caída del an tig u o o rd e n sin hab er lograd o

acertar en la erección d e u n o nuevo.

En cu anto a sus causas, la R evolución solía ser co n sid erad a com o el re su ltad o de hechos

azarosos o circunstanciales en m arcad o s en la crisis d e la M onarquía española. De todos m o d o s

ten d ía a in terp retarse estos hechos en clave providencial, p u es se tratab a de u n proceso

trascendental cuyo fin era lograr la in d ep en d en cia y la in stau ració n d e la libertad. U na

consecuencia de esta in terp retació n es la escasa incidencia q u e h ab ría n tenido los actores locales

quiénes sólo p o d ía n ir a la zag a d e los acontecim ientos. De ahí q u e p a ra d a r cu en ta del proceso

q u e desem bocó en la R evolución se u tiliz a ra n m etáforas o im ágenes q u e rem iten a fenóm enos

n atu rales e incontrolables p o r el hom bre. Esto aten tab a contra la p o sib ilid ad d e d arle u n

carácter épico al proceso revolucionario, problem a q u e solía resolverse m ed ian te la distinción


292

entre d os m om entos: por u n lado la crisis m onárquica y, por el otro, la lucha por la

in d ep en d en cia y la erección d e u n nuevo o rd e n e n los q u e habría tenido m ay o r incidencia la

v o lu n tad y la conciencia d e los actores. U n m atiz e n relación a esta cuestión aparece en los

relatos biográficos y testim oniales que enfatizan la participación d e sus p ro tag o n istas en el

proceso revolucionario a u n q u e sin ofrecer u n a interpretación global alternativa. O tro aspecto

llam ativo son las dificultades existentes p a ra darle form a d e relato histórico a los sucesos

revolucionarios com o p u d o apreciarse en la obra de teatro d e A lberdi. Sería recién M itre con su

Biografía del General Belgrano q u ien lograría articular u n relato que, con contradicciones y vacíos

significativos, p u d o p o stu lar que la R evolución estuvo p ro tag o n iz ad a p o r u n sujeto conciente

que, adem ás, había sido expresión d e las transform aciones sufridas p o r la región a fines del

setecientos. De ese m o d o dejó abierta la posibilidad d e realizar interpretaciones que, sin

desconocer el carácter ru p tu rista q u e h ab ía tenido la Revolución, p o d ría n incluirla en u n a

historia d e m ayor aliento, p u d ie n d o cu m p lir así el p ro g ram a en u n ciad o p o r la N uev a

G eneración dos décadas antes.

Éstas fu e ro n en g ra n d es líneas las principales conclusiones a las q u e arribé en la tesis. Pero antes

d e concluir quisiera v o lv er sobre u n aspecto d e las relaciones que las elites establecieron con el

p asad o q u e m erece su b ray arse p o r su carácter general, p ero sobre to d o p o rq u e p erm ite revisar

algunas caracterizaciones q u e se hacen d e la v id a pública del período. M e refiero a la existencia

d e condiciones d e p ro d u cció n m ateriales, políticas e institucionales q u e afectaron a todos los

sectores com o p u d o apreciarse en las colecciones docum entales, los Institutos H istóricos y los

textos biográficos y testim oniales, cuyas m o d alid ad es y sentido no p u e d e n ser explicados

solam ente p o r la adscripción política o ideológica d e sus autores. P ero hay algo m ás en relación

a esto q u e quise destacar: la existencia d e u n h o rizonte ideológico y discursivo co m p artid o p o r

sectores q u e en general sólo se los p u e d e percibir d e sd e el antagonism o. Estas interpretacio n es

dicotóm icas, m uchas veces teñidas p o r juicios m orales, resu ltan hab itu ales en la p ro d u cció n

h istoriográfica local pero tam b ién en la realizad a p o r investigadores extranjeros. Es el caso d e

Joseph B arager, q u ien hace m ed io siglo p ro p u so u n exam en d e la historiografía rioplatense en

el m arco d e dos líneas político-ideológicas irreductibles cifradas e n las figuras d e Rosas y

S arm iento: una liberal, cosm opolita, urb an a y anticlerical; otra del interior, clerical e hispanista370.

Este esquem a recibió varios em bates en los últim os años. Sin em bargo continúa siendo utilizado,

au n q u e en algunos casos se aggiornò com o efecto de la renovación prom ovida p o r los estudios

culturales. Esto p u ed e apreciarse por ejem plo en el exam en de las "ficciones orien tad o ras"

' 70 J. Barager. "The Historiography o f the Río de la Plata Area Since 1830". en Hispanic American
Historical Review, vol. XXXIX, n° 4, noviembre 1959. •
293

p ro p u esto por N icolás S h u m w ay p ara d ar cuenta d e la v ida pública decim onónica, no m enos

dicotóm icas e irreductibles q u e las líneas político-ideológicas p lan tead as p o r sus antecesores,

a u n q u e quizás m ás atractivas p ara nu ev as cam adas d e lectores371.

D esde luego q u e las diferencias políticas e ideológicas existieron, así com o tam b ién los

en frentam ientos en cuyo m arco cobraron form a y sentido. M ás aún: resu ltan im posibles d e

o b v iar e n cualquier exam en q u e p re te n d a en ten d e r la v id a pública del período. El p roblem a d e

este enfoque dicotóm ico es que aten ta contra la com prensión d e algunos fenóm enos q u e no se

ad e cú an del todo bien a ese m arco interpretativo. Es p o r eso que juzgué m ás propicio

co n siderar las cosas de otro m odo: sin desconocer esas diferencias procuré d estacar aquellos

enfoques, ideas, valoraciones o representaciones co m p artid o s p o r diversas figuras, sectores o

form aciones políticas e ideológicas. Es probable q u e algunas apreciaciones m erezcan ser

m atizad as a la luz de otros trabajos, pero d e todos m odos, y m ás allá d e tal o cual p u n to preciso,

el exam en d e las representaciones del p asa d o hizo ev id en te la necesidad de revisar alg u n as

caracterizaciones estereotipadas.

La necesidad d e esta revisión se hizo p aten te p o r ejem plo e n el caso de Florencio Varela, cuya

condición de unitario, ilu strad o y neoclásico no le im p ed ía co m p artir num erosos juicios, ideas y

representaciones con los jóvenes rom ánticos y con los publicistas del rosism o. P ero es este

ú ltim o sin d u d a el q u e requiere ser in d ag ad o d e otro m odo, tarea q u e e n v e rd a d ya fu e iniciada

p o r distintos investigadores que, en tre o tras m otivaciones, se p ro p o n e n su p e ra r los juicios q u e

lo co n sideran u n a anom alía del to d o extraña a la v id a pública posrevolucionaria. Lo cual,

insisto, no im plica e n m o d o alguno desconocer su sin g u larid ad , p ero sí llam ar la atención sobre

la existencia de rasgos co m p artid o s con otras form aciones políticas e ideológicas q u e m uch as

veces p asan desapercibidos com o consecuencia d e los enfrentam ientos facciosos y regionales y

p o r la polarización q u e provocó la política seg u id a p o r el ejecutivo po rteñ o d u ra n te los

m an d ato s d e Rosas. U no d e los aportes d e la tesis en ese sen tid o fue el exam en d e las

representaciones del p asa d o elab o rad as p o r los publicistas d el régim en, cuyas inflexiones

sin g u lares sólo resu ltan com prensibles en el m arco d e u n h o rizo n te en co m ú n d a d o p o r la

crítica del ord en colonial y la reivindicación d e la R evolución. Esto po d ía ser p o r convicción,

necesid ad o interés, pero incluso a u n q u e h u b iera sido p o r alg u n a d e estas dos últim as razones,

ig u al d a cuenta d e lo ex ten d id a q u e estab an esas valoraciones y la necesidad d e adecu arse d e

alg ú n m odo a las m ism as p a ra to d a aquella form ación política q u e quisiera actu ar con éxito. Lo

m ism o p o d ría plan tearse p o r ejem plo en relación a P ed ro Ferré quien, recordem os, defen d ía la

'’71 N. Shumway, La invención de la Argentina. Historia de una idea, Bs.As., EMECE, 1993.
294

necesidad d e tom ar m ed id as proteccionistas pero sin atreverse a recusar al liberalism o

teóricam ente, por lo q u e sólo le q u ed ab a criticar a B uenos A ires p o r ejercer u n " liberalismo mal

entendido"372.

Precisam ente, uno de los núcleos de ese h o rizo n te ideológico-discursivo es el consenso en torn o

al legado revolucionario y republicano, p ero tam bién a la legitim idad del liberalism o. U n

liberalism o que, al igual q u e otros que le eran contem poráneos, debió ad a p ta rse a u n a sociedad

q u e en b u en a m ed id a conservaba una fisonom ía del an tig u o régim en y en la que se considerab a

necesario q u e el E stado tu v iera u n papel activo en su regulación y desarrollo p u d ie n d o llegar a

co artar incluso algunas libertades en caso d e considerarse necesario. U n liberalism o del que

ad em ás sería ocioso buscar u n a form ulación p u ra pues debió coexistir en el discurso d e los

políticos y publicistas con im ágenes, conceptos e ideas d e tradiciones diversas com o las

p ro v en ientes d e la ilustración tardía, el iu sn atu ralism o o el republicanism o.

Más allá d e las precisiones q u e se p u e d a n h acer al respecto y q u e exceden las posib ilid ad es d e

este trabajo, esta im p ro n ta ideológica tam b ién resu lta d e interés p o r su s proyecciones en el largo

plazo. Si bien en la tesis insistí en la n ecesid ad de exam inar la sin g u larid ad del período, este

consenso p erm ite p lan tea r tam b ién algunos interrogantes en torno a la existencia d e líneas de

co n tin u id ad significativas d a d a la cen tralid ad que tu v ie ro n el legado revolucionario y el

liberalism o e n la cu ltu ra y la política arg en tin a y u ru g u a y a d e los siglos XIX y XX. En el caso de

la R evolución resu lta fácil percibir q u e su reivindicación co n stitu y e u n o d e los rasgos p eren n es

d e la v id a pública local, incluso en el caso d e quienes p ro c u raro n considerarla en el m arco d e

tradiciones com o la neoescolástica española con el fin d e atrib u irle u n a genealogía q u e la alejara

d e la ilustración y el liberalism o. Pero a p esa r d e estos em bates, b astante tardíos por cierto, el

liberalism o tam bién constituyó u n a trad ició n sólidam ente a rraig ad a e n la c u ltu ra política local,

al m enos h asta m ed iad o s d el siglo XX. Este hecho p u e d e apreciarse m ás q u e en la existencia de

u n p artid o o u n m ovim iento p roclam ado com o tal, en su ad o p c ió n no siem pre conciente p o r las

m ás v aria d as form aciones políticas e ideológicas d e izq u ierd a a derech a373.

372 P. Ferré, “Cuestiones nacionales. Contestación al Lucero ó los falsos y peligrosos principios en
descubierto. Con la refutación a los autores escondidos bajo el título de Cosmopolita y Porteño, por el
Gobierno de Corrientes”, en E. Ravignani (ed.) Documentos para la Historia Argentina, tomo XVII,
apéndice segundo, Bs.As., Casa Jacobo Peuser, 1922, pp. 275 y 281 [Corrientes. Imprenta del Estado,
1832/3],
j73 Para un examen de esta cuestión en las formaciones políticas de derecha, puede consultarse el trabajo
de F. Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia. Bs.As.,
Siglo XXI, 2002. ■
295

C om o h ab rá no tad o el lector, las tres secciones de la tesis concluyen con las intervenciones d e

M itre a fines d e la d écada de 1850 y principios de la d e 1860 q u e dieron com ienzo al cierre d e un

ciclo en lo que hacía a las representaciones del p asa d o y a las m o d alid ad es q u e asu m ió el

conocim iento histórico. M itre fue tam b ién qu ien m ejor su p o recoger el legado republican o ,

revolucionario y liberal en u n a n arrativ a histórica q u e term inó d e cobrar form a en su s obras d e

m ad u rez. Este relato del curso al que estaba d estin ad o la región desd e sus m ism os orígenes se

convertiría en la m atriz d o m in an te d e la in terpretación que la sociedad arg en tin a h izo d e su

p asad o d u ra n te el siglo XX, incluso en el caso de aquellos q u e abjuraban d e sus co n ten id o s y,

p o r eso, p ro p o n ían u n a galería alternativa de proceres y fenóm enos a reivindicar. D e hecho,

alg unos d e estos contenidos alternativos ya p u e d e n encontrarse en la obra de su contrincan te

V icente F. López o en la que Francisco B auzá estaba llevando a cabo entonces d e sd e la o tra

orilla del Río d e la P lata cuyo trazad o tam bién m ostraría su v italid ad d u ra n te d écad as en la

v id a político-cultural u ru g u ay a. .

R esulta difícil exagerar la im portancia q u e d u ra n te m ás d e u n siglo tu v iero n éstos y otros

relatos h erederos d e esos esquem as, p u es fue a través d e ellos q u e la so cied ad arg en tin a
ap ren d ió a reconocerse. Sin em bargo, y com o quiso m o strar este trabajo, hace y a tiem p o q u e

estas n arrativ as resu ltan inad ecu ad as p a ra u n a historiografía q u e se plan tea in terro g an tes q u e

no p u e d e n seguir siendo satisfechos en ese m arco. P ero m enos ad ecu ad as parecen a ú n p a ra u n a

sociedad que difícilm ente p u e d a seguir creyendo q u e su d estin o providencial, ese destin o q u e

se su p onía inscripto en su m ism o origen, la había co n d e n ad o al éxito.


296
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
FUENTES
I. Inéditas

ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (Buenos Aires). SALA VII:


Archivo Casavalle (correspondencia y documentos varios).
Archivo de Pedro de Angelis (correspondencia y documentos varios).
Archivo y Colección los López (correspondencia y documentos varios).
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Documentos de la Biblioteca Nacional (“Colección de Apuntes y Noticias sobre todas materias” por
V.A., Bs.As., 1831 y “Acontecimientos los mas notables de la vida del finado Sr. Dn. Felipe
Senillosa”, Bs.As., 1858)
Documentos del Museo Histórico Nacional (correspondencia y documentos varios).

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Anales de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1846-1863.

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1851.

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La Avispa. Publicación a vapor. Palo de ciego al que no ande derecho Bs.As., 1852 (faltan algunos
números).

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El Comercio, Corrientes, Imprenta del Estado, 1854-1856.

El Comercio. Periódico Mercantil, Político y Literario, Salta, Imprenta del Comercio, 1855/6

Comercio del Plata, Montevideo, Imprenta del Comercio del Plata, 1845 a 1855.

El Cometa Argentino. Diario político, literario y mercantil, Imprenta Republicana e Imprenta Argentina,
1832.

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Corrientes Confederada, Corrientes, Imprenta del Estado, 1848.

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1852.

. Diario de intereses generales, 2da época, Bs.As., Imprenta Argentina, 1857/8.


297

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números)

I.a Diana de Salta, Salta, Imprenta de la Patria, 1831.

Diario de la Tarde. Comercial, político y literario, Bs.As., 1830-1852 (se consultó una muestra).

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I.a Gaceta Mercantil, Bs.As., 1830-1852 (se consultó una muestra).

La Ilustración Argentina. Ciencias, Industria, Política y Literatura, Mendoza, 1849.

La Ilustración Argentina. Semanario Crítico y Literario, Bs.As., Imprenta de Hortelano y Serra, 1853.

La.Ilustración Argentina. Museo de Familias, Bs.As., Imprenta Americana, 2da. época, 1853/4.

La Ilustración. Diario Político Literario y Comercial, redactado por una sociedad de ciudadanos libres e
independientes que no reciben sueldo del Estado, Bs.As., 1854.

F.l Iniciador. Periódico de todo y para todos, Montevideo, 1838/9.

La. Libertad en el Orden Periódico Político, Económico y Literario, Salta, Imprenta del Comercio,
1859/60.

EL Lucero. Diario político, literario y mercantil, Bs.As., 1829 a 1833.

La Moda. Gacetín semanal de música, de poesía, de literatura, de costumbres, Bs.As., Imprenta de la


Libertad e Imprenta de la Independencia, 1837/8.

Museo Literario, Periódico semanal de Literatura en General, Teatro y Modas, Bs.As., 1859.

El Nacional, Montevideo, Imprenta de El Nacional, 2da. Época, 1844/5.

El Nacional. Periódico comercial, político y literario, Bs.As., Imprenta Argentina, 1852.

El Nacional Argentino, Paraná, Imprenta del Nacional Argentino, 1854-1861 (se consultó una muestra)

El Nacional Correntino, Corrientes, Imprenta del Estado, 1841/2.

La Nueva Era, Montevideo, 1846.

La Opinión. Periódico Político, Literario y Comercial, Corrientes, Imprenta de la Opinión, 1857


ido y sigue su numeración).

i, Bs.As., Imprenta del Orden, 1855/8 (se consultó una muestra).

Orden y Progreso, Córdoba, Imprenta del Estado, 1855-6.

El Paraná, Bs.As. Imprenta Americana, 1852

La Patria, Bs.As., Imprenta del Orden, 1860.

El Patriota Bonaerense, Bs.As., Imprenta de la Libertad, 1833.


298
La Paz, Bs.As., 1859/60.

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Economía-Política, Ciencias Naturales y Literatura, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1854/5.

F.l Porvenir de Entre Ríos. Periódico Universal, Concepción del Uruguay, 1850.

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, Córdoba, Imprenta de la Universidad, 1830 (se consultaron algunos números)

El Republicano, Bs.As, Imprenta Republicana, 1831.

F,1 Restaurador Federal, Córdoba, Imprenta de la Universidad, 1841/2 (se consultaron algunos números)

La Revista de 1834, Montevideo, Imprenta de los Amigos, 1834.

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La Revista del Nuevo Mundo , Bs.As., Imp. YI.it.. J. A. Bemheim. 1857.

Revista del Paraná. Periódico mensual de Historia, Literatura, Lejislacion, y Economía Política, Paraná,
Imprenta Nacional, 1861.

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1839.

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El Semanario de Buenos Avres, Periodico puramente literario y socialista; nada político, Bs.As., 1836,
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El Semanario de Santiago, Santiago de Chile, Imprenta de La Opinión, 1842 (se consultaron algunos
números).

El Serrano, Sancala (Córdoba), 1830, Imprenta de la Universidad, Semanario dominical (se consultaron
algunos números).

Sud América, Santiago de Chile, 1851.

La Trihuna, Bs.As., Imprenta de la Tribuna, 1853-1860 (se consultó una muestra).

La Unión Arjentina. Periódico Político, Literario y Comercial, Corrientes, Imprenta de la Unión


Argentina, 1859/60.

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299

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del Instituto Ravignani, n° 11.
344

INDICE

pg-

AGRADECIMIENTOS 1

ABREVIATURAS 3

INTRODUCCIÓN 4
Tesis 7
Historia y el conocimiento histórico en el siglo XIX 8
Alternativas en la búsqueda de un nuevo orden:
el Río de la Plata entre 1830 y 1860 14
El historicismo romántico rioplatense y su historiografía 22
Aspectos teóricos y metodológicos 28
Estrategia expositiva y organización de la tesis 29

PRIMERA PARTE. EL CONOCIMIENTO DEL PASADO 32


Cap. 1 Representaciones del pasado, conocimiento histórico y
géneros discursivos 34
El Corpus 35
Textos biográficos y testimoniales 37
Estudios históricos y geográficos 45
Ensayos 53
Historia, política y literatura 57
Cap. 2. Prácticas sin discurso 61
Colecciones documentales 62
La Galería de Celebridades Argentinas 69
Cap. 3. Los historiadores: un presente de ausencia, un futuro de promesas 75
Un presente de ausencias 76
La escritura del pasado 77
Sobre el historiador futuro, el caótico presente y el pasado incierto 80
Cap. 4 Los Institutos Históricos y Geográficos 86
Cap. 5 El romanticismo rioplatense y la Historia Nacional 97
El principio de las nacionalidades y los procesos de formación estatal 99
Historia, narración e identidad 101
Las historias provinciales 104
La Historia Nacional y sus límites . 105
Sarmiento, Mitre y la Historia Nacional Argentina 108

SEGUNDA PARTE. LA NEGACIÓN DEL PASADO.


EL M UNDO INDÍGENA Y LA SOCIEDAD COLONIAL 117
Cap. 6 Los indígenas y su m undo 119
Variaciones sobre una abstracción: los indios 120
Miradas a uno v otro lado de la Cordillera
j . 126
De la India al Plata: el debate entre Mitre v Bilbao
j
134
Los charrúas y el debate por la identidad oriental 137
345

Cap. 7 La sociedad colonial 145


La madre de todos los males 149
El régimen rosista: ¿Una restauración del pasado colonial? 156
Un lago monótono y sin profundidad 170
Hacia una nueva valoración de España y el período colonial:
alcances y limitaciones 177

TERCERA PARTE. LA CREACIÓN DE UN NUEVO PASADO.


LA REVOLUCIÓN DE MAYO COMO MITO DE ORÍGENES 187
Cap. 8 "Todavía arden estas pasiones": los primeros relatos
y representaciones sobre la Revolución 190
El Bosquejo del Deán Funes 191
El Debate en el Congreso Constituyente de 1826 196
Una memoria conflictiva 206
Cap. 9 El régimen rosista, las luchas facciosas y la R evolución de Mayo 214
La Arenga de Rosas 215
La Arenga en el discurso del régimen rosista 217
Florencio Varela y su interpretación de la Revolución 221
La Revolución en el debate faccioso 222
Cap. 10 La Generación de 1837: la Revolución como mandato inconcluso 230
El "Pensamiento de Mayo" 232
Filosofía y Revolución 234
Las leyes del tiempo y del espacio 238
El drama de Alberdi 240
Alberdi y su interpretación de la Revolución 245
El eslabón y la cadena 247
Cap. 11 La década de 1850: viejos problemas, nuevas polém icas 251
Cap. 12 La intervención de Mitre 262
El problema del sujeto revolucionario 263
El balance crítico de Mitre 274

CONCLUSIONES 282

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 296


Fuentes 296
Bibliografía 313

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