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eee ony e i i : ae TROTSKY Y LAS ORQUIDEAS SILVESTRES Si hay algo de verdad en la idea de que la mejor posicién intelectual es aquella acacada con igual vigor por inquierda y derecha, entonces estoy en buena forma, A menudo los guar- dianes de la cultura conservadora me citan como uno de esos intelectuales relaciviscas, irracionalistas, desconstruccionistas y Ilenos de desprecio cuyos escritos estén debilitando ks fibra moral de nuestros jévenes. Neal Kozody, escribiendo en el bo- letin mensual del Committee for the Free World, una organi- zacion bien conocida por su vigilancia de los sintomas de de- bilidad moral, denuncia mi «punto de vista cinico y nihilista» y dice que «para él [Rorty) no es bastante que los estudiantes cstadounidenses sean tontos, sino que los movilizatfa activa- mente hacia la tonteria», Richard Neuhaus, un tedlogo que duda que los ateos puedan ser buenos ciudadanos, afitma que «el vocabulario ironistay que recomiendo «no puede proveer tun lenguaje puiblico para oe cludadanos de una democracia, ni competir intelecrualmente contra los enemigos de la demo- ccracia, ni trasmitié a la siguiente generacidn razones pata apo- yar la democracia». Mis criticas al libro de Allan Bloom The Closing of American Mind, han hecho escribir a Harvey Mans- field (cecientemente nombrado por el presidente Bush micm- bro del National Council for the Humanicies) que she aban- donado a los Estados Unidos» y que incluso me las he arreglado »para cmpequefiecer a Dewey», (Mansfield ha des- tito recientemente a2 Dewey como «un. “malefactor” me- diano»), Su colega en el Council, el fildsofo John Searle, cree que los estindares de la educacion superior estadounidenses s6lo pucden ser restaurados si se abandonan fos puntos de is ata .! 28 RICHARD RORTY vista sobre la verdad ef conocitmiento y la objetivic jue ye hago lo posible por inculcar. Jeunes Hablando desde la izquierda, Sheldon Wolin ve una gran semejanza entre Allan Bloom y yo mismo: ambos, dice, son inclecuals esnobs que tinicamente se preocupan por la elite calla y ociosa a 7 ‘que pertenecen. Ni Bloom ni yo tendrfamos nada que decir a los negros 0 a otros grupos que han sido rele sgades por la sociedad estadounidense. Esta opinion se rope en Terry Eagleton, un rclevante pensador matxista britdnico. Eagleton afirma que «en la sociedad ideal de Rorty los intelec. tuales serdn ironistas que practican una actitud displicente y relajada hacia sus propos valores mientras las masa, pats log cuales {a autoironia podria ser un arma en exceso subversiva, o la enaturaleza humana» 0 «ser hijos de Dios» 0 «el conocimiento de Ia Ley Moral» ni cual- Quier otra cosa distinta de la habilidad de simpatizar con el do lor de otros. No existe ninguna razén particular para esperar que tu sensibilidad a ese dolor y nus amores idiosin va yan a encajar dentro de un gran modelo omniabarcante y con fisemte No hay, pues, demasiadas razones para espeiar ea imagen nica que fui 2 buscar a la universidad Esta es la historia de como llegué ; mo llegué a los puntos de vista que aantengo. Como dije al principio, a mayoria de la gente en: | | 40 RICHARD RORY cuentra esos puntos de vista repelentes. Mi libro Contingencia consiguié un par de buenas criticas que fueron ampliamente superadas por aquellas que afirmaban que el libro era frivolo, confuso ¢ irresponsable. La esencia de las eriticas de izquierda y derecha que recibf es bastante parecida a la esencia de las eri- ticas dirigidas a Dewey por los tomistas, los straussianos y los ‘marxistas en la década de los afios treinta y cuarenta. Dewey pensaba, como yo ahora, que no existe nada mayor o més per- manente 0 més digno de confianza cras nuestro sentido de la obligacién moral hacia aquellos que sufren, que ciercos fené- menos histéricos contingentes (la extensién gradual de la idea de que el suftimiento de otros importa sin atencién a si son 0 no miembros de la misma familia, tribu, color, religién, na- cién o tienen la misma inteligencia que nosotros). Esta idea, pensaba Dewey, no puede demostrarse verdadera mediante la Ciencia o la religién o fa filosofia (al menos si «demostrarsex significa «capaz de hacerse evidente a cualquiera sin atencién a st backgrosinds). De hecho sélo puede hacerse evidente ante personas a las que no es demasiado tarde para aculcurar en fnuestra forma de vida particular, ardiamente surgida e hist6ri- camente contingente E] punto de vista deweyniano implica una visién de los seres humanos como hijos de su tiempo y lugar sin ningtin limite significativo, biolégico o metafisico, a su plasticidad. Esto significa que el sentido de obligacién moral ¢s un asunto de condicionamiento més que de penetracién intelectual. ‘También implica que la nocién de penetracién intelectual (en cualquier dra la Fen tanto como la tc) entendids como sreepcién de lo que est hf, al margen dle cualquier necesi- dad ¢ deseo humane, no es Coherente. Como decfa Wiliam James: «La huella de Ta serpiente humana se encuentra por do- quicr, Més especificamente, nuestra consciencia 0 nuestro gusto estético son igualmente productos del ambiente cultural en el que crecemos. Nosotros, los liberales humanitarios de- centes (representantes de la comunidad moral ala que mis lec- tores y yo pertenecemos) no somos més inteligentes o pene- trantes que los matones contra los que luchamos, sino simplemente més afortunados. TROTSKY ¥ LAS ORQUIDESS SILVESTRES 41 Este punto de vista es considerado a menudo como mero acelativismo cultural», Pero no lo es en absoluto si por re- lativismo entendemos que cualquier perspectiva moral es tan buena como cualquier otra. Creo firmemente que nuestro punto de vista moral es mucho mejor que ninguna visidn al- ternativa, aun cuando hay mucha gente a la que nunca serd posible convertir al mismo. Una cosa es decir, falsamente, que no hay nada que elegir entre los nazis y nosotros. Otra es alir- mar, correctamente, que no existe un terreno neutral y comin al cual un experimentado filésofo nazi y yo podamos reeuttir para solventar nuestras diferencias. Ese nazi y yo siempre nos atacaremos poniendo en cuestién cuestiones cruciales y argue mentando circularmente, a Sécrates y Platén sugirieron que si nos esforzdbamos lo su- ficiente encontrarfamos finalmente lo que tado el mundo con sidera intuitivamente plausible y que entre lo que encontrita. ‘mos habria creencias cuyas implicaciones, cuando cobriramos conciencia clara de ellas, nos convertirian en virmosos asi como en capaces de conocer. Para pensadores como Allan Bloom (del lado de los straussianos) y Terry Eagleton (del la- do de los marsises) tales creencias deben exist debe aber un gfe seguro que determine la respuesta a la pregunta: «Qué Iternativas politicas y morales son objetivamente validas Para pragidticos deweynianos como yo la historia y la an. tropologia nos muestran suficientemente que no existen ta- les ejes Seguros y que la bisqueda de objetividad es solamente uun asunto de conseguir tanto acuerdo intersubjetivo como sea posible. En los debates filosdficos sobre si la objetividad es algo m aque a incersubjtvidad, nada ba ‘cambiado mucho deve que ia I unvenidad 0, prefer deade que Hegel fue a e- minario, Actualmente los filésofos hablamos de «lenguaje mo- maby en ver de haceslo de «experiencia morals y sobre steorias concextualistas de la referencia» en lugar de sobre els clacton entre sujeto y objeto». Pero esto es sélo la espumma en la superfi- Mis razones para alejarme de los puntos de vista antide- ‘weynianos que se imbufan en Chicago son pricticamente las. mismas razones que tenia Dewey para abandonat el cristia- 2 RICHARD RORTY nismo evangélico y el pantefsmo neohegeliano de sus veinte afios. Y son pricticamente las mismas razones que impulsaron a Hegel a alejarse de Kant y a decidir que tanto Dios como la Ley Moral debfan ser contextualizadas temporal ¢ histérica- mente para ser crefbles. No creo tener més penetracién intelec- tual hoy en los debates sobre nuestra necesidad de absolutos de la que posefa cuando tenia veinte afios, pese a todos los libros que he leido y todos las discusiones que he tenido en estos cua- renta afios. Lo que todos estos afios de leceura y discusién hi- cieron fue permitirme expresar mi desilusién con Platén —mi conviccién de que la filosofia no es de ayuda para tratar con nazis y o:ros matones— con més detalle y ante una mayor va- riedad de audiencias diferentes. En este momento existen dos guerras culturales en los Es- tados Unidos. La primera de ellas es la descrita en detalle por si colega James Davidson Hunter en su amplio e informativo libro Culsunal Wars: The Seruggle to Define America. Esta guetta entre los que Hunter llama aprogresistas» y «ortodoxos» es im- portante porque decidir si nuestro pais continéa la trayecto- ria definida por kz Declaracién de Derechos, las enmiendas constitucionales, los apoyos econdmicos a la ensefianza uni- versitaria, el suftagio femenino, el New Deal, el caso Brown versus Consejo Educativo, la construccién de universidades, la legislacién sobre derechos civiles de Lyndon Johnson, e} movi- miento feminista y el movimiento gay. Continuar esta trayec- toria significaria que Estados Unidos seguirfa siendo un ejem- plo de progresivo incremento de tolerancia ¢ igualdad. Pero es posible que esta trayectoria sélo pueda continuar si la media de renta real sigue aumentando. Asf, el afio 1973 puede haber sido el principio del fin: cl fin tanto de las expectativas econ6- micas de crecimiento como del consenso politico que emergié del New Deal. El futuro politico estadounidense puede ser -una serie de variaciones paulatinamente més agresivas y exito- sas del spot de Willie Horton, I libro de Sinclair Lewis Jt Can't iapee Here puede convertirse en un escenario mas plausible. Al contrario que Huntes, no siento necesidad alguna de sex juicioso y equilibrado en mi actitud ante los dos fados "TROTSKY Y LAS ORQUIDEAS STLVESTRES 8 de este primer tipo de guerra cultural. Tiendo a ver alos worto- doxos» (gente que cree que cazando y expulsando a los gays del ejércto se promueven los valores familiares tradicionales) ‘como la misma gente honesta, decente, con anteojeras y desas- «rosa que voré por Hitler en 1933. Tiendo, en cambio, a ver a los «progresistas» definiendo al tinico Estados Unidos que me importa ‘La segunda guerra cultural se produce en revistas como Critical Inguiry y Salmagundi, revistas con altas cotas de sus- ctiptores y circulacién muy baja. Esta guerra es entre aquellos {que contemplan a la sociedad liberal Como fatalmente defec- tuosa (los que por comodidad se denominan posmodernos) y los tipicos profesores demécratas de izquierda, como yo mismo, que contemplamos a nuestra sociedad como aquella en la que la tecnologia y las instituciones democricicas pue- den, con suerte, colaborar para producir un incremento en la igualdad y un decremento del suffimiento. Esta guerra no es muy importante. Pese a los columnistas conservadores que pretenden que existe una vasta conspiracién (que englobaria tanto a posinodernos como a pragméticos) para politizar las humanidades y corromper a fa juventud, esta guetta es tan sélo una disputa diminuta dentro de lo que Hunter denomina las filas de los eprogresistas>. Los del lado posmodemno en esta disputa tienden a com- ir el punto de vista de Noam Chomsky sobre los Estados Inidos segiin el cual nuestro pais esta regido por una clite co- rrupta cuyo objerivo es enriquecerse a costa de la miseria del tercer mundo. Desde esta perspectiva, no es que nuestzo pais esté en peligro de deslizarse hacia el fascismo, es que siempre ha sido enasifascista. Los posmodernos piensan que nada cam- biaré a menos que nos deshagamos del chumanismo», el in; Vidualismo liberal» y el «tecnologismos. La gente que opina ‘como yo no ve nada malo en estos sismos», ni en Ia herencia politica y moral de la Hustracién, formada con el denomina- dor comin de Mill y Marx, Trotsky y Whitman, William Imes y Vaclav Havel. Nosotros los deweynianos somos senti- mentalmente patridticos sobre los Estados Unidos, decididos a admitir ef riesgo.de que podria deslizarse hacia el fascis- 4 RICHARD RORTY mo, pero orgullosos de su pasado y cautelosamente esperanza- dos con su futuro. La mayoria de la gente que estd de mi lado en esta se- gunda y pequefia guerra cultural han renunciado al socia- lismo en vista de la reciente historia de las empresas naciona- lizadas y la planificacién centralizada en el este y el centro de Europa. Estamos dispuestos 2 admitir que el Estado de bie- nestar capitalista es lo mejor que podemos esperar. La mayo- ria de nosotros que fuimos educados como trotskistas nos sentimos ahora obligados a reconocer que Lenin y Trotsky hi- cieron més mal que bien y que Kerensky fue falsamente res- ponsabilizado los tiltimos setenta afios. Pero todavia nos con- sideramos fieles a todo lo que de bueno tuvo el movimiento socialista. Nuestros adversarios, sin embargo, todavia insisten fen que nada cambiard a menos que haya una revolucién total de alguna clase. Los posmodernos que se consideran posmar- xistas todavia quieren preservar una pureza de corazén como le que Lenin cemia echar a perder si escuchaba demasiado Beethoven. ‘Tanto el lado «ortodoxor de la guerra importante, como el lado «posmoderno» de la guerra poco importante, desconfian de mi porque creo que los «posmodernos» estén en lo cierto fi- los6ficamente, pero son politicamente insensatos, mientras los sortodoxos» estin filoséficamente equivocados y son politica- mente peligrosos. En contra de ambos, no me parece que se puedan valorar los puntos de vista de un filésofo relativos a la verdad, la objerividad y la posibilidad de una vision unificada descubriendo su politica 0 su irrelevancia para la politica. Asi, no creo que cuente a favor de la tcorfa pragmatica de la verdad de Dewey el hecho de que fuera un ferviente socialdemécrata, ni contrz las criticas de Heidegger a las nociones platénicas de objetividad ef que fuera nazi, ni contra la teoria de Derrida so- bre el significado lingiiistico el que su aliado estadounidense mis influyente, Paul de Man, escribiera un par de articulos an- isemitas cuando era joven. La suposicién de que se pueden evaluar los puntos de vista filoséficos de un autor mediante una referencia a su utilidad politica me parece una mala ver- sién de la incorrecta idea platOnico-straussana segdn la cual TROTSKY ¥ LAS ORQUIDEAS SILVESTRES 45 no tendremos justia hasta que fos fteoos sean reyes 0 ls reyes estudien filosofia. Pero ortodoxos y posmodernos atin desean una conexién fuerve entre la politica y los puntos de vista teéricos (ceolégi- cos, metafisicos, epistemolégicos, metafiloséficos). Algunos posmodernos que creyeron inicialmente que mi entusiasmo por Derrida significaba que clebia estar de su lado politico de- idieron, al apercibirse de que mi posicién politica se hallaba cerca de la de Hubere Humphrey, que yo me habia vendido, Los ortodoxos tienden a pensar que la gente como los posmo- dernas 0 como yo, que ni creen en Dios ni en ningsin susti- tuto adecuado, deben enconces creer que todo esté permitido y que todo el mundo puede hacer lo que quiera. Asi, nos dicen que o bien somos inconsistentes 0 bien nos autoengafiamos al afirmar nuestros puntos de vista morales 0 politicos. ‘Yo creo que sta prictica unanimidad de mis crfticos de- muestra que la mayoria de la gente —incluso gran cantidad de los supuestos posmodernos liberados— todavia afiora algo si- milar a fo que yo deseaba cuando tenia quince afios: una ma- nera de mantener unidas en una tinica imagen tealidad y justi- cia. Mas especificamente, quiezen unificar su sentido de la responsabilidad moral y politica con el conocimiento de los dererminantes tiltimos de nuestro destino. Quieren que amor, poder y justicia estén profundamente unidos en la naturaleza de las cosas 0 en el alma humana o en la estructura del len- guaje o en algin sitio. Desean una suerte de garantia de que su agudeza intelectual, y esos momentos extticos y especiales que tal agudeza proporciona a veces, sea de alguna relevancia para sus convicciones morales. Todavia piensan que conoci- miento y virtud estin ligados de algtin modo, que estar en lo

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