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Lic. Ricardo E. Maquieira. Teorías y sistemas psicopedagógicos contemporáneos.

RELACION SUJETO-OBJETO SEGÚN VON BALTHASAR.

Mapa del objeto.

Supongamos que el dibujo siguiente - un rectángulo - es un objeto reaL

Hasta aquí no habría dificultad alguna, salvo que para Von Balthasar (VB), este objeto real de
existencia independiente, no hace más que ofrecerse al conocimiento de un sujeto que, a su vez, quiere
conocerlo:

“Todo ser en cuanto tal siempre está develado en tanto que, en general, puede salir del oculto
aislamiento en la nada y en el misterio del decreto divino y ofrecerse en la existencia en la cual es
entregado, como esencia revelada, a la mirada del conocimiento. Por tanto, en la medida en que es
cognoscible, el ser está ya develado en cuanto tal (Von Balthasar, 1955:145) 1”.

Entonces, este objeto pierde su ingenuidad rectangular y, paulatinamente, adquiere en el análisis


de esta relación, una complejidad distinta.
Con las limitaciones que implica todo esquema, trataremos de comprenderla.
Como primera medida, al objeto lo podríamos concebir como surcado por una línea imaginaria
que separa lo que es atemporal y fundamental, de lo que existe en el tiempo y en el espacio, determinando
dos caras inseparables de su realidad: su esencia y su existencia. Esto es aquello que Dios, como sujeto
creador, potente, conoce originariamente del objeto.
Pero VB no se queda aquí y sugiere otra línea, que cruza a la anterior y divide al objeto, en dos
partes: una íntima y otra pública.
Así, diferenciamos dos nuevas áreas. Primero, la superior izquierda, que es la apariencia del objeto, como
expresión de su fundamento, cuyo único sentido es manifestar su esencia. La apariencia en la existencia es lo que el
objeto confiesa de sí.

“...su esencia desde siempre se ha mostrado en la apariencia y puede ser captada en ésta" (141).

Antes de avanzar en la descripción del área final, diremos unas palabras sobre este último meridiano que irrumpe en

1
Von Balthasar, H. (1955): La esencia de la verdad. Buenos Aires: Sudamericana. En adelante, todas las
citas de este artículo corresponderán a este libro, por lo que lIevarán en el texto el número de página, sin
nota al pie.
el mapa del objeto, ya que, como el de Greenwich, tiene nombre propio: misterio.

"El misterio del ser, lo dijimos, es un misterio esencial, insuprimible, un misterio tal que sólo
destella victoriosamente, en la total revelación de la verdad develada. Es el misterio de la profundidad de
la interioridad, del inestimable valor del ser" (233).
“Las cosas están no sólo develadas: siempre y hasta el último momento están esencialmente
encubiertas. Tal encubrimiento significa sin duda una limitación de su develamiento, pero no
necesariamente una limitación de su verdad”. (231)
El misterio es el límite pudoroso e impreciso en el objeto, entre lo develado y lo oculto, lo
público y lo profundo. Es a la vez seducción del objeto y exigencia del sujeto que quiere conocer. Puede
ser amorosamente ofrecido por el primero e insinuado lo que está detrás y, de la misma forma, develado
por el segundo.
"No es posible amar algo sin misterio; ese algo seria a lo sumo una cosa de la que se ~la disponer
pero no una persona hacia la cual podríamos mirar respetuosamente" (232).
Entonces, pretender quitar el misterio, no es conocer el objeto sino violar su profundidad esencial...
"Ningún conocimiento progresivo, ni aún en el amor, puede quitar el último velo del amado (232-
33).
Hasta aquí llega la enumeración de elementos del objeto que le son propios. Sin embargo, este
mapa está incompleto. Porque no es en el objeto sino en la actividad del sujeto donde encontraremos los
elementos faltantes. Es que para VB, el objeto se completa solo en la relación con el sujeto.
La primera coincide con la apariencia y es su correlato: las imágenes, el primer punto de contacto entre
ambos.

"El primer punto de contacto entre objeto y sujeto son las imágenes que aparecen. En ellas se
muestra el objeto. Las imágenes son lo absolutamente manifiesto. Las cosas no pueden ser tan simples
como las imágenes."
“Sugieren la idea de la esencia y de la existencia pero no tienen a ninguna de ambas. Están
suspendidas en sí mismas, sin clara referencia a un objeto o a un sujeto. No son una nada pues ellas
existen como las imágenes. Pero no son tampoco lo que el sujeto que las aprehende designa como ser o
existencia". (141).

La segunda es una novedad en el mapa. En la zona inferior, banda de la izquierda, dentro de lo


atemporal se encuentra la idealización. Esta es una zona del objeto que solo se actúa gracias a la
mediación del sujeto.

"En el acto del conocimiento, el sujeto puede tener la tarea de ayudar al objeto en su verdad.
"Desearía ser contemplada con una visión espiritual ante la cual podría mostrarse desnuda sin
prejuicio, lo mismo que un paciente se desnuda ante su médico. Esta especial mirada que solo es posible
en la amorosa entrega del sujeto, es una mirada tanto objetiva como idealizadora. Que estas dos
propiedades sean compatibles es la gran esperanza de lo conocido. A la idealidad que en sí mismo no
puede realizar espera alcanzarla en el ámbito de otro ser. Pero para desplegarlas necesita alguien que crea
en ellas, más aún, que en su estado de oculto las vea ya existiendo concretamente, objetivas, pero visibles
sólo para aquél que tiene por posible su realización, aquél por tanto que cree y que ama. También es
posible que sólo el amante descubra en el amado, con su mirada misteriosa y creadora, posibilidades que
a quien las posee sean totalmente desconocidas y hayan parecido increíbles."(118)

Es un movimiento hacia la esencia del objeto, por lo tanto, objetivo. Es “creador” de un objeto
real posible, por lo tanto subjetivo. Hablando correctamente, más que crear, el sujeto construye una
imagen ideal del objeto que descubre una potencia real ignorada. Con una mirada amorosa, intuye su
profundidad y penetra en el misterio, permitiéndole al objeto desplegar más fielmente su esencia en su
existencia, identificando cada vez más su apariencia con su fundamento.

"La imagen que quien conoce amorosamente lleva en sí de lo conocido es tanto subjetiva como
objetiva. Es subjetiva no por no corresponder a la verdad: es subjetiva porque su verdad alcanza una
verdad real y objetiva sólo gracias a un sujeto, así como un fruto puede madurar únicamente en un
determinado clima." (199).
Así, quedaría completo el mapa:

LO QUE EL OBJETO CONFIESA DE SÍ

LO M LO
QUE EL APARIENCIA I EXISTENCIA QUE
SUJETO S DIOS
T
CONOCE CONOCE
E
DEL DEL
R
OBJETO IDEALIZACIÓN I ESENCIA OBJETO
O

PÚBLICO ÍNTIMO

Sin embargo, este esquema, así planteado, no nos sirve para comprender en su totalidad la
relación sujeto-objeto. Aún no nos permite ver el proceso que lleva al sujeto a conocer el fundamento, sin
destruir el misterio. Si el sujeto conoce solo las imágenes y la idealización del objeto, entonces Platón,
por ejemplo, tenía razón al decir que el hombre conoce la apariencia y no la esencia, y Kant también, al
decir que el conocimiento transforma al objeto.
Tenemos que ubicar en este mapa las corrientes y sus direcciones, existentes en la relación.
El objeto, en cuanto se abre ontológicamente, se hace accesible para el conocimiento del sujeto.

"Al término y final del acto está la apariencia como lo expresado: en él el ser ha tomado su
medida, se ha objetivado, en él es comprensible porque se ha iluminado interiormente "(p.24243).

Fenomenológicamente podríamos decir que existe un movimiento de expresión del ser que, si
bien es manifestación de la esencia, nace en la existencia y a través de la apariencia se dirige al sujeto.
En el sujeto, este libre autodevelamiento amoroso de la verdad del objeto, es acogido por su
estado de siempre abierto. Y aunque el objeto haga valer el misterio, enmudeciendo, debe ser fiel a lo
revelado
“Esta propiedad del sujeto fue destacada al comienzo con toda claridad, en tanto que subjetividad
significa ámbito siempre abierto hacia afuera, siempre apoderado de objetos cuya espontánea abertura,
vendría siempre rezagada ante la primaria condición de abierto del sujeto”.
Este punto de partida del conocimiento, que hace del sujeto una especie de albergue y lugar de
despliegue de las cosas, subsiste también en todo lo que sigue.
"El sujeto, finalmente, no es libre de pensar como quiere. No tiene la libertad del objeto que
puede revelarse o encubrirse enmudeciendo. El sujeto tiene que regirse en su aprehensión según la ley de
lo revelado. El regalo esencial que le toca en suerte al sujeto en el conocimiento es el de aprehender en sí
mismo las cosas como son." (III).

Sin embargo, también es libre para "decidir dirigirse cognoscitivamente a aquellas cosas que
quiere aprehender". (p. 112). El conocimiento es un acto voluntario que se dirige del sujeto hacia el
misterio, que envuelve la verdad, siempre renovado en el amor. No existe verdad sin amor para VB, como
no hay conocimiento sin voluntad. Solo el que ama conoce la verdad. En el amor, el sujeto renuncia a su
propia subjetividad y se abre, haciendo justicia a la manifestación del objeto.

El sujeto renuncia a la palabra propia para oír la voz de las cosas. Está dispuesto a no interrumpir
el discurso de las cosas que quieren expresarse. Se ha propuesto hacer justicia a las cosas. Amor que
antepone el bien extraño y la verdad extraña al bien propio y a la verdad propia (l 16).

Pero el sujeto no se queda en la mera objetivación, en un espejo que devuelve una imagen exacta
pero empobrecida de vitalidad existencial.

"La primera posibilidad de libre dedicación al objeto (la justicia) podría, en caso de no sobrevenir
la segunda, trocarse en cualquier momento en una fría objetividad, en una especie de silencio que se
impone por medio y en el cual la voz de los objetos resonaría desamparada y perdida. Las cosas estarían
ante este conocimiento como un acusado ante las barreras del tribunal, del cual él sabe solo una cosa
positiva: que es imparcial." (117).

Por el amor, el sujeto se entrega en una mirada idealizadora que contempla al objeto,
anticipándolo en una realización más plena.
El sujeto hace justicia al fundamento cuando lo descubre misteriosamente presente en la
apariencia e idealizando al objeto, lo completa en sus posibilidades existenciales, acercándolo al
conocimiento originario y creador de Dios.

"Un conocimiento que no sea copia sino arquetipo de la realidad, que no contenga la verdad
medida por las cosas sino la verdad que mide a las cosas mismas, es propio, fundamentalmente, solo de
Dios. El conocimiento humano jamás puede afirmar en sentido absoluto la verdad original. Pero en la ley
de la analogía ontológica y de la causalidad segunda está establecido que Dios distribuye también a la
criatura en el dominio de la verdad algo de su fuerza creadora.
"Puesto que Dios ve las cosas así, ellas deben ser tal cual él las ve. Sólo en Dios un hombre puede ver a
otro hombre tal cual él debe ser. Sólo desde Dios él puede presentarle la imagen ideal. Sólo referido a Dios puede
infundirle ánimo para ajustarse a esta imagen. Si él hiciera todo esto sin Dios, su supuesta ayuda sería sólo
arrogancia y fatuidad: se jactaría de ser mejor y más inteligente que su prójimo; exigiría de éste una atadura a un
ideal, atadura que le prescribiría completamente esta imagen, y él, como hombre finito, no tendría la
fuerza y la autoridad para exigir a otro hombre algo tan absoluto" (l24-25).
"Para eso tenemos que haber aprendido, o mejor dicho, haber recibido de Dios, la gracia de amar y
considerar a los hombres en Dios, en quien coinciden originariamente la imagen del conocimiento y la imagen del
amor”. (125).
Así podemos representar el movimiento del sujeto con su propia dirección, que cierra la corriente del
conocimiento en el mapa del objeto (ver esquema en la hoja siguiente).
De esta manera, el sujeto descubre que la única forma de penetrar el misterio es ver al objeto con
el mismo amor con que fue creado. Nunca termina de abarcarlo, pero ingresa en su profundidad porque su
acogida lo invitó a revelarse...

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