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Para no llegar a una abstracción infecunda, en principio, vamos a partir del contexto en que
se puede localizar al autor, luego del mismo modo haremos lo propio con la obra
seleccionada a la luz de algunos ejes conceptuales, sobre los cuales podremos entender su
aporte al pensamiento; sabiendo que cada intérprete y lector en el afán de traducir las ideas
de modo apropiado, se puede transformar en un traidor, a pesar de las mejores intenciones.
De modo que comprender la obra y entrar en la subjetividad para interpretar las ideas y lo
escrito por ellos, conlleva cierta responsabilidad a la hora de transmitir ese conocimiento.
Jean-Paul Sartre nació en Paris a comienzos del siglo XX (1905-1980). Siglo complejo en
el que se avizoran problemáticas expuestas en los acontecimientos. Por ejemplo los
modelos político-económicos que tiñen el momento en un mundo partido al medio, una
concepción binaria de la realidad se anticipó a los procesos históricos. En la primera mitad
se han dado prácticamente dos guerras y Europa fue el centro del desarrollo de dicha
beligerancia. Dividido el mundo en ésta bipartición de frentes, cuya consecuencia ha sido el
Comunismo-Capitalismo, se entiende este binomio como coordenadas para comprender a
muchos de los autores que se comprometen con esa causa, en mayor medida si su propio
país tiene un lugar importante como lo fue durante la segunda guerra mundial, para ello el
caso de Sartre.
1
Para 1928, Sartre se titula de agregado en filosofía, comenzando a participar de la vida
intelectual, relacionándose con Maurice Merleau-Ponty, Levi Strauss, E. Mounier entre
otros.
Dado su evidente compromiso social y político en 1944 escribe sus “Reflexiones sobre
sobre la cuestión judía”. En 1945 funda “Les temps moderns” una revista en la que se
manifiesta su grandeza literaria. Pensamiento ligado al pensamiento de Karl Marx, de quién
sigue su pensamiento analítico y dialéctico. En 1959 La Iglesia inscribe la obra de J.P.
Sartre en los libros prohibidos de imprimir, “Index Librorum Prohibitorum”.
Su pensamiento vinculado al Marx lo lleva a una de sus obras que lo expone en una etapa
adulta en su pensamiento y escritura, 1960 En la “Crítica de la razón dialéctica”;
definiendo una antropología filosófico existencial.
Con una postura político social clara, el 1961, hace el prólogo a “Los condenados de la
tierra” de Frantz Fanon1. En el prefacio, evidencia su postura en contra de la colonización,
preocupación y apoyo social a la construcción de lo que ya se vive como despliegue del
“tercer mundo”. Neocolonialismo, en contra de lo que enuncia: “¡Indígenas de todos los
países subdesarrollados, uníos!”.2 Y citando al autor, adhiere la mirada que tiene sobre el
pueblo africano: “aquí se detienen Fanon. Ha mostrado el camino: vocero de los
combatientes, ha reclamado la unión la unidad del Continente africano contra todas las
discordias y todos los particularismos” expone, antecediendo a “Los condenados de la
tierra”.
1
Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, FCE, México, 2007.
2
Ibidem. P.9.
2
En 1964, La Academia Sueca consagra a Sartre como ganador del Premio Novel de
literatura; premio que rechaza en virtud de su compromiso social y crítico aduciendo eso
precisamente en el periódico “Le monde”. De todos modos su decisión ha sido
controvertida, más allá de su negativa, en 1975 se publica en las memorias de uno de los
miembros de la Academia, (Lars Gyllensten), que el filósofo ha intentado cobrar el dinero
del premio con la negativa de la institución.
Habrá que notar, el efecto de la influencia del pensamiento de J.P. Sartre, en lo que en 1968
fue el “Mayo Francés”, movilización de estudiantes y trabajadores, tomando La Sorbona,
requiriendo una universidad popular, al grito de “la imaginación al poder”, donde los
obreros, sindicatos reclaman por las condiciones laborales, en contra del gobierno de
derecha abriendo una etapa de abierta manifestación a sus ideas de Izquierda.
Desde 1975 comienza una etapa de deterioro en su salud, perdiendo la vista aunque quedara
obra por presentar más allá de su imposibilidad por la lectura y la escritura de la que se va
apartando lentamente. El 15 de abril de 1980, fallece consecuencia de una enfermedad
2. Esencia o Existencia
En la historia del pensamiento podemos ver el despliegue de dos modos conceptuales sobre
los cuales hace pie la filosofía. El pensamiento clásico griego, el cual por las condiciones
culturales, jamás hubiera pensado que el punto de partida pudiera ser la existencia, dado
que en el plano del conocimiento se fundamenta en la razón y sobre ella el fundamento de
lo conceptual, Platón y su teoría sobre las ideas o Aristóteles y su proceso de abstracción.
Para Platón el mundo de las esencias y apariencias ya habla claramente sobre el problema
de permanecer en el mundo sensible dado que se degrada y por ello es lo corruptible; ese
tipo de conocimiento no verdadero sino una apariencia que solo engaña. Aquí ser y parecer
no pueden tomar parte del máximo modo de conocer. La historia que se funda en el
pensamiento occidental tiene esa característica central. Siglos ha llevado al hombre pensar
lo complejo y paradójico que se despliega entre lo finito y la infinitud, lo contingente y lo
trascendente. Aún la medievalidad ha llevado ese sayo que solo responde por la fe, aquello
que aún permanece como contradicción. Un Dios que muere y resucita, jamás hubieran
comprendido los griegos, que se han mofado del propio Pablo cuando llega a Atenas.
3
“existencialismo”. Ambas perspectivas tienen su apoyo en el cómo se van dirimiendo
esencia y existencia respectivamente, por lo que el desarrollo en el contexto histórico es
importante, dado que comprender el modo de pensar es comprender el modo de vivir de
una comunidad determinada por sus propios condicionamientos culturales.
Una vez más se observa que la consecuencia histórica es apartarse del cristianismo como
pensamiento religioso en que se prioriza como consecuencia lo inmutable o determinable
de las realidades culturales. Del mismo modo sostiene la mirada crítica sobre la cultura
griega que “naturaliza” (es decir determina). Si hay determinismo, entonces no se puede
comprender al hombre como quién puede crear lo novedoso, por lo tanto modificar la
figura de mundo.
Esa libertad de la que habla el autor es la que angustia, donde el mismo hombre podría
experimentar la soledad más plena, la conciencia de una subjetividad creadora, que implica
3
J. P. Sartre, El existencialismo es un humanismo.
4
el arrojo humano en la profundidad de lo que puede llegar a ser en el uso de su facultad
fundante. No es posible pensar desde este lugar en un determinismo, cuando estamos
precisamente hablando de un momento creador, lo que el hombre no es aún, por lo tanto esa
experiencia de la nada en el ejercicio de la libertad.
… “Si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la
esencia…”4 existente antes de poder ser definido. Claramente habla del hombre mismo, la
realidad humana. Éste es el momento en el que comprendemos esa característica antes
mencionada de ser el hombre “creador”, sin ser definido define con posterioridad a su
propia existencia, por lo que antes de definir se caracteriza por ser Nada; solo será después.
Entonces deviene de la Nada, la posibilidad, la potestad, el momento en que se despliega lo
que Nietzsche expresaría como “voluntad de poder”, en dónde el hombre “es” en cada
momento posterior al despliegue de esa libertad. La conclusión que se puede hacer, al
comprender que el hombre se va constituyendo después del ejercicio de la libertad, es que
antes de ella hay un ser “dispuesto”, es decir, existente desde un lugar dónde se comprende
a sí mismo, (para sí), es conciencia existente con poder por desplegar. Pura posibilidad.
De ello se sigue el clásico principio existencial, “el hombre no es otra cosa que lo que él se
hace”, que pone en el punto central el ejercicio de la libertad, como un elemento creador,
subjetivo, pero que lleva consigo la cadena más dura de llevar, la propia responsabilidad
como consecuencia del obrarse.
Si entendemos que el hombre se define por su propia acción, con anticipación al hecho,
nada hay que pueda definirlo, en todo caso el mejor modo de decirlo es que el hombre
4
Ibídem.
5
comienza por ser nada, dado que solo será después, porque no hay naturaleza humana que
lo defina, como tampoco hay Dios para concebirla”5.
A lo largo de la historia del pensamiento, es interesante observar como los sistemas son
claros modos en los que se busca imponer categorías, bajo las cuales no solo expliquen una
realidad cultural, sino claramente dirimir una situación de poder. Es desde nuestra
interpretación, que Sartre termina elaborando una serie de conceptualizaciones, casi como
una denuncia al pensamiento de la época. Por ello en relación a lo que venimos analizando,
cuando hablamos de un naturalismo dentro de esa concepción hay una claro
posicionamiento de poder frente a la realidad. Hablar de esta mirada naturalista en la
antigüedad, era comprender que lo establecido socialmente estaba determinado por ella
misma, como lo podemos observar en la misma Política de Aristóteles.
No es raro pensar que el rol de la filosofía, siempre tuvo el lugar de incomodar frente a lo
que se presentaba como una situación de poder. Es aquí que el carácter alienante de una
determinación lleva a reducir las posibilidades, en torno a una situación de poder efectivo.
Es lo que para el propio Sartre se distingue entre un político de un intelectual. No solo son
distintos, sino que en ellos, claramente hay una diferencia en su situación de poder. En el
intelectual no hay un poder real, al intelectual solo le cabe la denuncia. Denunciar la propia
contradicción, por lo que no despliega un poder efectivo – real, sino como quién se expone
en el hecho mismo del pensamiento. Aquí el rol de la filosofía explicita, evidencia y
denuncia una situación de poder.
Lo anterior, nos deja al pie, la posibilidad de distinguir dos modos de comprender el poder,
denuncia hecha por distintos autores en otros tiempos y espacios, sin embargo, el propio
Sartre encuentra la necesidad, que su proprio contexto le otorga, de retomar esta cuestión
antropológica. Estamos en un tiempo que justifica el por qué reflexionar el desarrollo
efectivo de situaciones de poder, que exponen al mundo entero en la capacidad de obrarse
bajo modos opresivos, que seguramente han dejado vigente ésta misma reflexión. El siglo
releído en períodos de guerras, las consecuencias que generan las mismas, lo que se
vivencia política e ideológicamente como la guerra fría, la categorización de primer
5
Ibídem.
6
mundo, segundo y tercer mundo, como concepto en sí; dan cuenta de la violencia en
distintos modos de comprenderla. Situaciones en que el poder, solo es comprendido en una
asimetría dominante.
7
de ser aceptando un mundo que se impone como dado. Naturalizar esto, es renunciar a la
capacidad de hacerse en el marco de una construcción identitaria, que implica elementos
distintos a la violencia, al dominio, o alienación del hombre, ésta sería el segundo modo de
significar el concepto poder, entendiendo como posibilidades por desplegar que requieren
del ejercicio de la libertad para definirse como posibilidad concreta, como acontecer del
mundo.
Pensar entonces Naturalismo o libertad, sin dudas que se relacionan significativamente con
los conceptos que anteceden a éste párrafo, el naturalismo es la consecuencia de
comprender una realidad desde la esencia, con ello la necesidad de universalizar y de dejar
de lado la concreción de los mundos, como producto del ejercicio de la libertad. Lo que
para los griegos era apariencia, en el caso de Platón por ejemplo, está vinculado a aquello
que tiene un orden contingente, concreto, pasajero, por lo que no puede universalizarse ni
conocer de modo absoluto. Es claro, evidenciamos en la tradición del pensamiento a la
Grecia clásica y en lo que se ha extendido históricamente, influyendo en el conocimiento
como posibilidad. Platón ha trabajado y fundamentado desde su teoría del conocimiento, la
diferencia entre “realidad y apariencia8”.
Es considerado el fenómeno como un elemento negativo del cual se requiere negar por que
se manifiesta como error, ilusión. Eso es la Nada, aunque para hablar de nada, es hablar del
ser como carencia, de modo que no se entiende la nada sin el ser.
La existencia es vivencia del sujeto espacio temporal, que se manifiesta en relación a lo que
él mismo produce, consecuencia de su libertad.
4. La nada
El mundo de la afirmación del ser, es el mundo que deviene de la tradición occidental del
pensamiento, afirmar el principio de las cosas posibilita el ingreso a la racionalidad de algo
que debe sostenerse, como búsqueda de algo que no se tiene pero es antes de su
manifestación. Las cosas mismas son manifestación de aquello que implica un solo camino,
el parmenídeo, dónde el ser es el único camino a la verdad, de modo que otro camino
8
Platón, La república, Eudeba Ed. Buenos Aires, 1963.P. 505.
8
distinto nos desviaría de ella por lo tanto del conocimiento de las cosas. Parménides afirma
y sostiene el camino del ser.
Comenzamos desde éste lugar al análisis sobre el concepto de “la nada”, de modo que
comprendamos como podemos interpretar la posibilidad en una tradición que la ha negado.
Uno de los modos en que se puede abordar éste concepto, es comprender que en la historia
del pensamiento lo que prevalece es el despliegue del mundo occidental, con lo que en
nuestra constitución, comprendemos que hay una “lógica occidental que se despliega”, y en
la afirmación, el concepto es manifestación de poner fin a la ambigüedad, por lo que antes
de la esencia, Nada es.
Cuando Sartre piensa en la afirmación de la esencia del mundo conceptualista, el único que
despliega su ser en gerundio, es el hombre, que en la acción se hace y redefine por la misma
libertad que “manifiesta”, en la posibilidad de crearse significativamente, crea “su mundo”.
Entonces la libertad es el recurso de su propia creación, antes; nada es. Esto es
precisamente punto opuesto al que la tradición filosófica se propone en el mundo de las
esencias. Para Sartre no hay naturaleza determinante en el hombre, no hay esencia a la que
el hombre deba ajustarse por ser tal. Por eso entendemos que el rol de la Libertad es
fundante, por un lado, porque el hombre es el único ser que puede determinarse por ella,
aunque la naturaleza humana responda a un bios, la libertad trasciende esa naturaleza
misma, de modo que en el hombre, hay algo que permanece pero algo que cambia como
producto del ejercicio de esa libertad creadora. El condicionante es la espacio temporalidad
en la que estamos arrojados, desde la cual nos creamos.
Otra mirada que puede darnos datos sobre la Nada, es comprender que el ateísmo aún en el
siglo XVIII, no posibilita salir del esencialismo. Se arrastra la priorización de la esencia por
sobre la existencia. Se comprende ese esencialismo, como la “Naturaleza Humana”, es
propio de la modernidad, resalta la figura del hombre – sujeto, con la posibilidad de
comprenderlo desde un postulado universal. Se resalta la figura del sujeto como individuo.
9
por lo que antes de su existencia Nada podemos decir de lo que el hombre sea, puesto que
su libertad constitutiva solo crea desde la existencia del mismo. Nada antes, Nada después,
puesto que la libertad es propia de la existencia.
La Nada entonces es correlato del ser, por lo que no se la puede comprender sino como
carencia, en la misma carencia hay algo que se afirma, por lo que siguiendo el argumento
desarrollado en su obra, la Nada no puede ser concebida sino desde el ser. Allí mismo, dice
“para nihilizarse es necesario primero ser, pero la Nada no es, podemos hablar de ella
porque posee una apariencia de ser”9, Interesante modo de comprender o interpretar tal
vez como el mismo Parménides lo plantea como caminos distintos, dónde solo uno conduce
a la verdad.
Nuevamente tomamos una respuesta posible; en ella se puede observar como postulado la
idea de segmento, en el cual posicionamos nuestra existencia. Antes de lo que se pueda
comprender como Vida, es Nada. Luego de lo que pensemos como consecuencia de la
finitud; es Nada. Sartre pone en un rol contundente al hombre, tanto que no podemos hablar
de hombre sino de un quién, y a mi entender esa conciencia (Para sí), es identidad. La
finitud, termina con la posibilidad por desplegar, de un quién que ya no existe. La
contundencia, es que su centro es el hombre libre, que se distingue en el factum de su
existir, consecuencia de su libertad. Luego de eso Nada es posible. Aquí podría pensarse un
nihilismo sartreano. Más cuando observamos que postular la nada como posibilidad tiene
su sentido como negación de una totalidad, es decir que en el acontecer de la particularidad,
cuando algo es “esto”, deja de ser esa totalidad para ser nada en relación a ella misma. La
situación, el hombre concreto se puede concebir como nada en tanto opuesto a la totalidad
que implica el ser, dado que un quién, es un sujeto en su mundo concreto, opuesto a la
abstracción.
Daniel Dei, frente a la respuesta anterior denomina al hombre como un quién situado10.
Desde aquí afirmamos al hombre en la construcción significativa de su vida. Ser un quién,
es Existir, pero de un modo más contundente, Ser me universaliza, Existir me identifica.
“Somos una alteridad que contiene la identidad como condición de su más íntima
posibilidad de cambio”11, dirá el autor citado.
En ambos autores queremos resaltar el concepto de trascendencia. Puesto que con Sartre
podríamos decir que no se puede comprender al hombre atado a la idea de trascendencia;
toda referencia a lo que se puede comprender como En sí, parte del Para sí; hablar del ser
9
J.P. Sartre, el ser y la Nada, Losada Ed., Buenos Aires, 2013.p.64.
10
H.D. Dei, La cuestión del hombre, Prometeo Ed. Buenos Aires, 2008. P. 41.
11
H.D. Dei, La cuestión del hombre, Prometeo Ed. Buenos Aires, 2008. P.42.
10
es consecuencia, de modo que posiciona como primado al hombre mismo en sus
capacidades, cualquier cosa que podamos comprender desde el conocimiento es porque
primero es conciencia de sí. Lo trascendente solo tiene asidero en la primacía del hombre.
Trascendencia en términos religiosos, no podría comprenderse, el hombre es sujeto creador
desde ahí, la vida entendida como ejercicio de la libertad, culmina con el acontecimiento de
la muerte.
Si somos para la muerte, es una afirmación en la que podemos sostener desde Sartre, que la
misma muerte es parte de la vida, “no hay otro lado de la vida, y la muerte es un fenómeno
humano, es el fenómeno último de la vida”12 Entendemos que la mirada del autor está
completa de un realismo vital, es decir que fuera de la vida Nada se puede decir o sostener,
de modo que la muerte misma representa un elemento de la vida y como tal debe aceptarse
como condicionamiento, finitud, ya que éste elemento nos constituye.
5. Ateísmo o determinismo
12
J.P. Sartre, El ser y la Nada, Losada Ed. Buenos Aires 2013. P. 720
13
Ibídem.
11
hace”. La idea de Proyecto y porvenir son claves elementales para sostener que, Nada
precede al hombre, dado que éste es producto de su constituyente libertad. El hombre será
ante todo, lo que habrá proyectado, sostiene en su Existencialismo es un humanismo.
En el acto de constitución, per se, hay un carácter moral que esgrime y afirma el valor de lo
que elegimos por ello es que lo consideramos un deber. En esa caracterización hay una
responsabilidad que deviene del acto de hacerse, la misma no es solo responsabilidad de sí,
sino de todos los hombres. Afirmar un valor, es ser responsable en el acto mismo de uno y
de los otros. El valor está comprometiendo a la humanidad en el contexto que implica al
que se proyecta. Elegir, siempre es elegir bien, de modo que todo acto constitutivo es
bueno, en la construcción personal como en la consideración colectiva. De modo que
responder la construcción proyectiva en el hombre, como lo entiende por ejemplo Daniel
Dei14, puede comprenderse en dos perspectivas, personal y colectiva, entendiendo que la
expresión colectiva de un acto constitutivo deviene cultura y ella es una configuración de
sentido comunitaria. Es un Orden de sentido.
Sin perder de vista que en este punto analizamos un argumento que explica el ateísmo
sartreano, hay un elemento importante para comprenderlo, para ello debemos ingresar en la
mirada del autor sobre lo que significa en su pensamiento el acontecer de la libertad.
Hablábamos anteriormente de afirmar el valor de lo que elegimos, ese acto de “elegir” nos
compromete. De forma personal y a toda la humanidad, de modo que la concreción de la
voluntad nos implica. En ello respondemos por nosotros mismos y por los demás. El
hombre se convierte en legislador, (carácter moral evocado anteriormente), o podemos
afirmar también que dispone un orden significativo.
Pero para lograr esa constitución, antes de cualquier cosa que el mismo piense sobre su
porvenir, no está aferrado a nada. Vive el desamparo de lo inconsistente, o mejor dicho, de
lo que pueda consistirlo. Nada es antes de su acto creador. Por lo que entender la idea de un
dios preexistente implica una idea de bien, una moralidad, un elemento determinista que lo
aferre. Contrario a eso, el hombre experimenta el desamparo, la angustia de su propia
inconsistencia. Dios no puede comprenderse, dado que el hombre experimenta una libertad
que lo desespera.
14
Dei Daniel, La cuestión del hombre, Ed Prometeo, Buenos Aires, 2008.p 23-24.
12
El argumento claro de su ateísmo, estriba en que la angustia adviene como causa de no
estar aferrado a nada más que su propia capacidad de constituirse. Un Dios, otorga la
seguridad de la determinación, de un orden previsto que tira por la borda la experiencia
existencial de la libertad. Momento creador antropológico.
Elegir tiene un carácter universal, en tanto que estoy obligado a realizar actos que se
presenten como un Orden.
6. Filosofía optimista
En el punto anterior venimos observando como hilo de nuestro análisis, la importancia que
tiene sostener que no hay determinismo posible frente a la multiplicidad de posibilidades
que se representa en el hombre, al momento preciso anterior a elegir el camino. No hay
determinismo que impida al hombre determinarse. En ese acto se manifiesta la grandeza
primigenia con la cual el hombre crea. Creando su destino, elimina el determinismo o
“quietismo” de modo que caracterizando el existencialismo sartreano, a su decir, “El
existencialismo no es una filosofía del quietismo, puesto que el hombre se define por la
acción”.
Inventar es propio del hombre sartreano, condición elemental para pensar su vida como
proyecto o porvenir. Ambas palabras no tendrían sentido en un pensamiento condicionado
o determinado.
13
Dentro del pensamiento, se encuentran elementos que nos podrían vincular con la crítica de
Nietzsche a la casta de los sabios y sacerdotes. Elaborando su argumento en relación a que
los sacerdotes, para Nietzsche, buscan un modelo de feligresía que solo crea en su Dios, fe
que condiciona la acción de quien cree, esperando en un Dios liberador, el hombre queda
quieto con sus cadenas. “Felices los pobres (en espíritu) porque de ellos es el reino de los
cielos”15, es la expresión un actor omnisciente y un espectador fideísta. Quien solo cree no
vive, espera que otros hagan por ellos, justificándose en el acto de creer. Es claro que para
Sartre creer no sería una acción creadora en el hombre, crítica en relación a la libertad
acorde al mismo Nietzsche, sino justificación de la inacción; esto es consecuencia de lo
que se denomina como inversión de los valores en la moral.
“¡los miserables son los buenos, los pobres, los impotentes, los bajos son los únicos
buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes son también los únicos
piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existe bienaventuranza, -en
cambio para ustedes, los nobles y violentos, ustedes son, por toda la eternidad, los
malvados, los crueles, los lascivos, los insaciables, los ateos, y ustedes serán también
eternamente desventurados, los malditos y condenados!”16
Proyectar para Sartre es tener esa característica central: ser libre creador e inventor, lo
contrario a un pensamiento pesimista, ello es comprender que la condición humana está
determinada en su capacidad de “proyectar”, tanto como entrar dentro del esquema
naturalista griego, dónde el oráculo profiere el destino, de modo que lo que sentencia
ocurrirá indefectiblemente. El caso de Edipo rey, es propicio para comprender lo que
queremos decir, Tanto Layo como Edipo han querido salirse de la predestinación, y la
tragedia elemental es que lo que debía ocurrir, su sentencia, ocurrirá.
En éste ejemplo es claro que no se puede hablar de optimismo, aunque uno pudiera
preguntarse, ¿qué es lo que empuja a los personajes principales en intentar salir de su
círculo cultural?
Pesimista el resultado del que conoce la tragedia, pesimismo saber que lo que debe ocurrir
ocurrirá.
15
Mt.5:3.
16
F. Nietzsche, genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 5 Ed. Pp.38-39.
14
En el caso de plantear un pensamiento optimista y en particular nuestro autor analizado, la
capacidad de pensar en un aspecto más favorable de la realidad, podría comprenderse, con
el ejemplo anterior; el poder salir de algún modo, de esa naturaleza determinista absoluta.
Para Edipo salir de lo que es una sentencia del oráculo.
¿Cuál es la diferencia entre Edipo y el existencialista sartreano que proyecta su vida como
lo que vendrá? El concepto de Libertad, frente al de naturaleza esencial; Lo que sigue al
acto de existir, que es ir definiéndose mediante la libertad misma, o ser aquello que por
esencia es de modo absoluto y determinado, aún la historia como eterno retorno de lo
mismo.
Optimismo es también comprender que aún en la responsabilidad, hay una posibilidad real
de cambio, de ir más allá de los límites de tiempo y espacio, o aún de la historia misma, con
la íntima posibilidad de crear o inventar algo distinto. Pensar más allá, en el porvenir, arroja
el dato sustantivo de ser optimista, como quién tiene la esperanza metafísica, de trascender
en el proyecto lo que detiene el tiempo y el espacio. Aunque ellos sean condiciones de
posibilidad en la existencia humana.
7. Condición o naturaleza.
En las primeras ideas que hemos compartido, distinguir esencia de existencia, tiene como
objetivo poder visualizar como el pensamiento esencialista está inmerso en nuestra
estructura de pensamiento; de modo que hay varios conceptos que en esa distinción cobran
sentido, no solo desde el desarrollo histórico sino desde el modo en que nosotros tenemos
de pensar las cosas, aún a nosotros mismos como es el caso de la antropología filosófica.
15
comprendido en el potencial, sino en la jerarquía que estructura el mismo paradigma de
pensamiento. Poder, es determinante de la condición. Por ello al decir del estagirita, “A una
mujer le sirve de joya el silencio”17. Hoy no solo sería provocador frente al desarrollo del
rol de la mujer en el siglo XXI, sino que determinar en relación al tiempo y espacio en que
se afirma dicha frase, toma sentido como la naturaleza otorga al ciudadano la característica
de hombre naturalmente político, es decir de injerencia en la polis, con el elemento
sustantivo que es la palabra, como el silencio a las mujeres que no están en la escena
pública sino privada y en el hogar.
La idea afirma que Naturaleza implica, determinación, con ella la característica esencial
que hace que cada cual tenga un rol, jerarquía y que el paradigma se sostenga en el
determinismo esencial.
Dicho el contrapunto del cual partimos, nos queda comprender el concepto de “condición”
al que, el mismo autor denomina como “conjunto de límites a priori, que bosquejan su
situación fundamental en el universo”18
Al partir del concepto Condición, en el hombre se ponen en juego dos aspectos interesantes
desde el autor, uno de ellos responde a que la condición es a priori, es decir, estructural por
el hecho de ser hombres, de modo que en ella misma todos participamos de una
universalidad en la condición de proyectar, ejercer la libertad. Ahora la pregunta que podría
sostenerse por consecuencia es; ¿ésta condición es posible de ser comprendida como parte
esencial en el hombre, dada la universalidad de la misma? Para esto voy a tomar como
recurso conceptual el aporte de un filósofo contemporáneo argentino ya citado, H. Daniel
Dei, quién sostiene para comprender lo antropológico, en la radicalidad humana, la
“paradoja ontológica” es el modo en que todos los hombres sostenemos nuestra vida
significativamente19.
En Sartre, esa condición de la que estamos hablando, se visualiza en los límites que en el
hombre dibuja su situación. En Dei, ese límite es la propia vivencia de la contingencia, que
si bien en el hombre solo se hace consciente en determinadas situaciones, ser contingente,
finito, o limitado es estar dentro de un tiempo y espacio en el marco de dos momentos en
los que el hombre no puede ejercer su libertad, el nacimiento y la muerte.
17
Aristóteles, La política, Altaya Ed. Barcelona, 1993. Pp. 65.
18
J.P. Sartre, El existencialismo es un humanismo, Edhasa, España, 1999.
19
H Daniel Dei, La cuestión del hombre, Prometeo Editorial, Buenos Aires, 2008. Pp. 11.
16
Los límites, como lo aclara cuando habla sobre el existencialismo, constan de dos fases,
una objetiva y otra subjetiva. La primera se encuentra en todos; la segunda es vívida, no
puede escapar de la experiencia personal, de modo que se podrían comprender como
situación histórica.
En cuanto a la fase objetiva, uno podría sostener que hay una universalidad de la condición
de proyectar; como si fuera parte del aspecto necesario en el hombre, universal o
trascendente de ir más allá de los condicionamientos espacio temporales a los que estamos
arrojados por esta constitución antropológica. Ahora hay algo que en esa universalidad se
enriquece, al modo de un universal concreto; el hecho de que seamos sujetos histórico-
temporales, significa que estamos atravesados por esas coordenadas en las que se encarna
nuestra propia vida, el ámbito subjetivo de la condición, es el que le otorga riqueza desde la
singularidad que implica la vivencia histórica, en cuanto que existimos elaborando nuestra
identidad. Desde cada una de las singularidades, “todo proyecto, tiene un valor universal”20
En un orden más general, podemos llevar el planteo a una concepción acorde al tiempo, de
modo que aun sosteniendo el absoluto de la elección, somos sujetos históricos, tiempo y
espacio son nuestras condiciones. Respondiendo a la libertad, creo, invento, me realizo, en
un tipo de humanidad.
8. Antropología existencial.
20
Sartre J.P, El existencialismo es un humanismo, Edhasa, España, 1999.
21
D.Dei, La cuestión del hombre, Prometeo Ed. Buenos Aires, 2008. P. 43.
17
influencias importantes en la estructura de su pensamiento. Por eso mismo podemos
afirmar que el despliegue que el autor hace con posterioridad a su texto “El ser y la Nada”
dónde elementalmente nos encontramos con su concepción antropológica, cuando luego de
varios años escribe “Crítica de la razón dialéctica”, en dónde despliega una antropología
existencial. Ambas obras son importantes en términos de su pensamiento, pero más allá de
esa obviedad constituyen su intención de incluir el concepto de dialéctica, que parte de la
intelectualidad marxista.
Es necesario comprender que el marxismo para Sartre, es la única filosofía que se presenta
como liberadora, por lo que en su Crítica de la razón dialéctica, es el modo en que, con una
mirada sobre sí mismo, entiende que es necesario un pensamiento práctico e histórico.
Sostiene que la única revolución posible es la que propone el marxismo, que suma a su
mirada antropológica desplegando su Ser y la Nada, para que no recayera en un aislado
solipsismo antropológico. Desde éste lugar podemos entender que su obra es el modo de
conjugar su filosofía de la libertad con el pensamiento marxista dónde la dialéctica
represente el devenir de la historia unido a su aporte. Así llegamos a lo que se puede
comprender como antropología existencial.
Luego del prólogo nos encontramos en relación con lo anteriormente compartido, con las
Cuestiones de método22; Elaborando en los puntos subsiguientes de la misma la relación
entre el Existencialismo como su doctrina y el marxismo como el punto en dónde se vuelve
práctica su especulación filosófica. En ésta relación sobre la que comienza pensando el
Existencialismo de Kierkegaard, junto al pensamiento de Hegel, análogamente, entiendo se
expone como existencialista en relación al marxismo como respuesta acorde a su contexto y
pensamiento. Tiempo complejo incluso en su relación con el marxismo ortodoxo que critica
su obra, siendo consiente Sartre de no caer en el pensamiento aburguesado teórico, q pesar
de que luego le caen con esa misma crítica.
En su relación con los marxistas, llena de críticas en ambos sentidos, la Crítica de la razón
dialéctica, representa para Sartre la posibilidad de releer el marxismo de un modo
agiornado, en la relación del existencialismo como lugar de reinterpretación del desarrollo
de la dialéctica. En respuesta a la CRD, le responden que Sartre pretende “endilgarnos el
existencialismo con la excusa de perfeccionar el existencialismo”23
9. Literatura sartreana.
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centrales en lo filosófico, o por ellos mismos luego, recrear nuevas historias. El ejemplo en
La náusea, novela que aparentemente fue comenzada en 1931, pero que tiene su fecha de
edición en 1938. Su personaje principal, Antoine Roquentin, es la humanidad misma que
vive la contingencia cotidiana, elevada a carácter universal en sus ideas filosóficas. Refleja
un hombre sin exacerbaciones colectivas, un individuo atravesado por su existencia. Con
posterioridad Sartre escribe El Ser y la Nada, tal vez, La Náusea, sea la motivación junto
con la lectura de El Ser y el tiempo de Heidegger.
Por ello afirmo líneas arriba que el carácter pre reflexivo de la existencia, es lo que
posibilita la posterior racionalización, vivencia de la común humanidad, que por su propio
contexto requiere ser elevada por la razón a la reflexión más antropológica. La contingencia
así comprendida, también es la vivencia nihilista de un tiempo que posee principio y fin.
Que la contingencia sea el elemento a universalizar, tanto como la Duda o el Asombro han
sido el origen24 del pensamiento cartesiano o aristotélico respectivamente.
Pensando en los contextos vividos, para Sartre como para el compositor argentino Enrique
Santos Discépolo, la vida les ha dado la posibilidad de sentir primero y pensar después,
vivencia de un estar primario en la construcción de lo que el tiempo posibilita ser en la
historia. Para Discépolo, la vida se divide entre los que muerden y los que son mordidos,
sin embargo nos podemos encontrar con una experiencia de la contingencia que podría
interpretarse muy cerca del nihilismo sartreano…”El hombre nace para vivir y la vida es
un premio. Pero la vida hace del hombre una víctima sencilla. Debe cumplir con historias,
sostener presentes… y labrar porvenir… y entonces el hombre entra en una teoría de
obligaciones dramáticas que lo llevan a la más absurda negación… Se llena de
obligaciones que lo empequeñecen para la lucha y lo entristecen para la ambición. Y se va
negando… deshaciendo… enfriando…”25
Si hay algo en común a parte de la humanidad entre éstos autores, el relato de La náusea, tal
vez sea la necesidad de expresar esa contingencia para conjurarla, en Roquentin, en
Cambalache, o Uno. Lo cierto es que Sartre como Discépolo han optado por mirar
políticamente la vida adulta, hacer de sus vivencias, una antropología existencial.
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En su comienzo, Sartre plantea dos modos de ver la realidad, quienes escriben creyendo
que se puede abstraer al hombre universal, y quienes comprenden que el hombre está
arraigado, sin perder aquello irreductible que es su condición de ser “libre”, de aquí que
quién escribe, tiene un compromiso con si tiempo y espacio; por consiguiente, confiere en
éste despliegue existencial, que el rol de la literatura es eminentemente social.
…”Nosotros, que, sin ser materialistas, no hemos distinguido nunca el alma del cuerpo ni
conocemos más que una realidad que no puede descomponerse – la realidad humana-, nos
colocamos al lado de quienes quieren cambiar a la vez la condición social del hombre y la
concepción que el hombre tiene de sí mismo” 26
“El hombre es un absoluto, pero en su hora, en su medio, sobre su tierra”… sino por haber
combatido apasionadamente en nuestra época, por haberla amado con pasión y por haber
aceptado morir totalmente con ella.
Desde sus propios supuestos antropológicos, el autor reflexiona sobre el rol del escritor
frente a una sociedad que sale de la guerra. A partir de su situación elabora un análisis en
tres preguntas centrales ¿Qué es escribir? ¿Por qué escribir? Y ¿Para quién se escribe? en
ellas va devanando sus ideas y exponiendo su mirada respecto de la literatura burguesa, el
rol de los comunistas frente a la realidad y su mirada personal, en la que se afirma una
literatura “antropológica”, que ponga al hombre en la dignidad de su compromiso libre con
su comunidad.
Tal vez al decir de muchos, como dato biográfico, el texto cuya pretensión es hacer una
autobiografía, no sea del todo más que el relato de lo que el propio Sartre quería decir de sí
para que se lo comprendiera en el presente. El relato de la constitución de su núcleo
familiar, el niño bueno burgués que presenta, la ausencia temprana en la muerte de su
padre, sean tal vez una parte de la cara que el propio Jean Paul Sartre quiera mostrarnos.
Atribuye a la muerte de su padre la posible carencia de un súper yo, corroborada por la falta
de hijos también. Posiblemente el concepto de libertad hecho carne en él mismo, tenga que
ver con la ausencia de parámetros paternos, límites que lo condicionen para ser quien fue
hacia 1964. La figura de su madre y su abuelo, aparecen como importantes en su vida, tal
vez quienes han completado, aquello que sea ser hombre, por el simple hecho de vivir y
observar el propio límite de la vida; en el desconocimiento de su padre sin embargo afirma
algo que expone su mirada existencial…“sin embargo aún quiso vivir, se vio morir, eso
basta para hacer a todo un hombre”27…
26
Sartre J,P., ¿Qué es la literatura?, Ed. Losada, Buenos Aires, 2016, p.13.
27
Sartre J.P., Las palabras, Losada Ed.
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En éstos breves párrafos se han citados algunas de las obras de Sartre, con la intención de
poder comprender como su narrativa es acompañada por el pensamiento filosófico, por ello
obviamos hacer un abordaje exclusivo sobre su narrativa literaria, pero cabe sin dudas citar
obras que siguen dando que hablar como Las manos sucias, (19489 y el dilema que se
despliega en los personajes frente a un asesinato político o pasional, el hacerse cargo de las
decisiones que implican el ejercicio de la libertad, el deber ser y la contingencia humana,
aún en el escenario confuso que presenta la obra sobre el motivo.
A modo de conclusión.
En los conceptos dispuestos sobre J.P. Sartre, vale destacar en primer lugar que el autor es
hijo de su tiempo y espacio, su pensamiento tiene un contexto al cual responde desde su
pensamiento. En el orden Filosófico, nos encontramos con un existencialista que se hace
cargo de toda la tradición, pero de forma crítica, asume el existencialismo de un modo
elocuente tanto que su estructura sistemática aún lleva a interpretar grandes teóricos como
K. Marx, en clave existencial. Prueba de ello es su “Critica de la razón dialéctica”.
El lugar en que Sartre pone al hombre, es primordial para sostener una antropología
existencial, diríamos vitalmente realista. El concepto de Nada, troncal a la crítica del
esencialismo, ha sido su modo de comprender y sumar en la lectura del “Ser y el tiempo”.
La libertad, elemento sustantivo, que caracteriza al hombre como Creador o inventor, aún
más, lo que posibilita pensarlo como proyecto y provenir. En síntesis de lo que aportamos
en el análisis, Sartre lee el siglo XX en clave existencial, adentrándose al hombre mismo,
en un momento en que lo exalta de cara a las posibilidades que le permite el ejercicio de su
libertad constitutiva.
La selección de textos ha tenido un claro enfoque filosófico, aún en esta perspectiva hemos
citado algunas de las obras de su narrativa literaria solo con el fin de poder observar como
hay un interesante trabajo filosófico en el discurrir de sus novelas, obras de teatro o
ensayos. Sin dudas este es otro abordaje interesante por hacer, la narrativa literaria en clave
filosófico existencial, de modo que más allá de las prioridades para quien lea o escriba,
seguramente siempre arribará a la conclusión de la implicancia entre literatura y filosofía
como modo de leer la vida de J.P. Sartre.
21
Bibliografía
H.D. Dei. La cuestión del hombre, Prometeo Ed. Buenos Aires, 2008.
H.D. Dei, Discépolo todavía la esperanza, Ediciones de la UNLa, Buenos Aires, 2014.
J.P. Sartre, Crítica de la razón dialéctica, Losada Ed, Buenos Aires, 2004.
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