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Sobre la importancia de erradicar el 

bullying o acoso escolar de nuestras


sociedades

La palabra bullying —tomada en préstamo del inglés— ya no le es ajena a nadie: ni a


quienes lo sufrieron antes, con otros nombres, o inclusive sin ellos, ni a quienes hoy en día
dedican sus esfuerzos a erradicarlo. Se trata de un fenómeno vergonzosamente común en
nuestras sociedades modernas, a pesar de que sus efectos en la psique individual y
colectiva sean terribles, como ocurre con casi toda forma de violencia.

El bullying o acoso escolar, si hace falta definirlo, es una conducta sostenida e implacable
de agresión hacia un individuo o un pequeño conjunto de ellos, que ocurre en el ámbito de
la escuela. Sus manifestaciones pueden ser muy diversas: palizas, insultos y humillaciones
constantes, el fomento del desprecio grupal, el robo o la destrucción de útiles escolares, la
“ley del hielo” (exclusión social selectiva), e incluso el abuso sexual.

Sean cuales sean los límites personales que cruzan estas conductas tóxicas escolares,
tienen siempre en común la crueldad y el sometimiento implacable de los débiles y la
erradicación de las nociones de solidaridad, de tolerancia y de respeto que, en teoría, la
escuela se esfuerza por promover.

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