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LAS QUE HABLAN DEMASIADO.


OBSTACULOS PARA LA PARTICIPA-
CION POLITICA DE LAS MUJERES.

Britt-Marie Thurén
Depto. de Antropología Social
Universidad de Estocolmo

Este texto fue posteriormente publicado, junto con ”¿La mujer es de la casa y el hombre
de la calle?” en Britt-Marie Thurén y Secretaría de Mujeres Vecinales: ¿Mujeres en
casa, hombres a la calle? Biblioteca Básica Vecinal, Debate nr 5, Conferederación de
Asociaciones de Vecinos del Estado Español, Madrid, 1997.
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Indice:

PRIMERA PARTE .................................................................................. 3


Introducción ................................................................................. 3
Ejemplo: Benituria ........................................................................ 3
El barrio ............................................................................. 3
La asociación de vecinos ................................................... 4
La presidenta ..................................................................... 5
Las técnicas de dominación .......................................................... 7
1. Invisibilización .............................................................. 9
2. Ridiculización ............................................................... 9
3. Ocultación de información .......................................... 10
4. Castigo doble ................................................................11
5. Culpabilización ............................................................ 11
Otros obstáculos .......................................................................... 13
Definición de esferas sociales ......................................... 14
¿Participar puede ser femenino? ......................................15

SEGUNDA PARTE ................................................................................ 17


División de tareas ........................................................................ 17
Familia versus individuo ............................................................. 19
Obstáculos de clase versus obstáculos de género ....................... 21
Socialización para complacer ..................................................... 22
Uso del lenguaje ......................................................................... 22
Anti-jerarquía versus eficacia ..................................................... 23
No reproducir las pautas represivas ............................................ 24
Espacio/tiempo ........................................................................... 27
Los precios a pagar ..................................................................... 29
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Para las primeras jornadas de la Comisión de la Mujer de la CAVE, en Madrid en enero


de 1991, fui invitada a dar una charla. La primera parte del texto que sigue aquí es esa
charla, más o menos tal como la di. La segunda parte consiste en unos capitulitos que
había preparado pero que tuve que dejar fuera, porque el conjunto resultó demasiado
largo para una charla.

PRIMERA PARTE

Introducción

Tengo entendido que uno de los problemas a tratar en estas jornadas es el de la


participación de la mujer. A lo mejor la participación en la vida social en general, fuera
de la casa y la familia. O a lo mejor más específicamente la participación en la vida
asociativa.
Voy a hablar de ésta última, contando una experiencia personal, que creo que
vais a reconocer más o menos. La experiencia es de una asociación de vecinos en un
barrio de Valencia, que se parecerá a lo que sucede en otras asociaciones de vecinos en
algunos aspectos y habrá diferencias en otros aspectos. Lo que hace que creo que lo que
diga sea una contribución a estas jornadas es que yo no era una vecina del todo
corriente. Soy antropóloga y soy sueca de origen, aunque llevo la mayor parte de mi
vida en España. Estuve en Valencia haciendo lo que los antropólogos llamamos trabajo
de campo – es decir, estar en un sitio un año o dos y estudiarlo a fondo. Estudié la
situación de la mujer de ese barrio en general, y uno de los sitios donde participé fue la
asociación de vecinos. Es más, fue el primer sitio donde me acerqué y donde empecé a
conocer la gente del barrio. Lo hice, porque ya había participado en una asociación de
vecinos en Madrid, allí sí como una vecina corriente.

Ejemplo: Benituria

El barrio
El barrio donde estuve es uno de por lo menos una docena de barrios de Valencia muy
parecidos entre sí – barrios que han sido antes pueblos, pero que se convirtieron en
barrios cuando la ciudad empezó a crecer, hace unos veinte años, y sobre todo durante
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toda la década de los 70. Llegaron los inmigrantes de todas partes. El barrio – vamos a
llamarlo Benituria, por llamarlo algo – es ahora una mezcla tremenda, todo el estado
español en un espacio pequeñito. Los valencianos de nacimiento son menos de la mitad.
Muchos de los inmigrantes hacen esfuerzos por adaptarse, participan en la fiesta anual
del barrio – antes la fiesta del pueblo – e incluso en las comisiones falleras. Pero esos
lugares siguen siendo más bien de los autóctonos. Por otro lado crean los inmigrantes
sus propias asociaciones, claro. La asociación de vecinos es de los pocos espacios del
barrio que, según podía ver yo, es de los autóctonos y de los inmigrantes de una manera
equilibrada, más o menos mitad y mitad.

La Asociación de Vecinos
La asociación de vecinos fue una de las primeras de Valencia y ha sido siempre
bastante activa, a pesar de que ha pasado por altibajos como todas. Cuando estuve yo,
en 1982-83, se estaba justo recuperando de una época de enfrentamientos entre partidos
políticos, que por poco termina con la asociación. Para volver a ponerse en marcha
cambiaron de local y eligieron una nueva junta directiva, teniendo bastante cuidado
para que dominaran los independientes y que la gente de los partidos fuera más o menos
por partes iguales de los dos partidos principales del conflicto, el PC y el MC. En un
momento así, era muy importante quién iba a ser presidente – presidenta, porque la
elegida fue una mujer.
Ahora nos acercamos al tema que nos interesa, pero he contado toda esta
prehistoria para decir: sí, la presidenta fue una mujer, pero fue bastante casualidad, y la
elección fue dictada por la necesidad política de encontrar un candidato que 1) fuera
independiente de los partidos políticos, 2) pero fuera aceptable para el PC, y 3) también
fuera aceptable para el MC. Nada fácil. La presidenta elegida era independiente, pero su
marido simpatizaba públicamente con el PC, y ella misma era valenciana de fuerte
convicción nacionalista, lo cual la hacía simpática a ojos del MC. Además era muy
trabajadora, se tomaba muy en serio la tarea de recuperar la asociación. Así que era una
candidata ideal, y no tenía prácticamente competidores, no había nadie más que
cumpliera los requisitos.
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La presidenta

Llamémosla Amparo. A las reuniones Amparo llegaba siempre la primera y nos


regañaba a los demás por llegar tarde. Durante la reunión hablaba poco. Y cuando decía
algo, casi siempre alguien, normalmente un hombre, decía algo como riéndose de ella.
"Sí, sí, mujer, ya sabemos que piensas así... sí, claro, cómo no iba a decir Amparo
eso..." Y ella se desesperaba y tomaba aspirinas y se quejaba de que nadie le hacía caso.
Pero sí le hacían caso – cuando se plantaba y amenazaba con dimitir. Lo cual sucedía
bastante a menudo.
Yo creo que sus amenazas iban siempre en serio, porque lo pasaba mal, y creo
que los demás se daban cuenta de que iban en serio, porque en el momento que decía
que si no se hacía tal cosa ella dimitía, pues nada, todos de acuerdo inmediatamente: se
hace tal cosa y no se hable más. Amparo era una pieza en el juego que nadie podía
arriesgarse a perder. Pero a sus espaldas la gente se reía de ella, cariñosamente,
diciendo que era una histérica, siempre con sus jaquecas y úlceras, y siempre con sus
amenazas vacías; cómo va a dimitir, si todos sabemos que se toma la asociación más a
pecho que nadie; nada, nada, ni caso, esas amenazas son su forma de castigarnos, como
si fuera la maestra y nosotros los chiquillos desobedientes...
A lo mejor exagero un poco. Pero en seguida vais a ver por qué cuento esto.
Estoy convencida de que uno de sus problemas era que era mujer. Nadie le decía
eso, por supuesto. Y de hecho la mitad de la junta directiva eran mujeres. Pero claro, los
hombres, es decir la mitad de los presentes normalmente, ocupaban tres cuartas partes
del tiempo del debate aproximadamente. (De eso tengo datos – hice apuntes detallados
de muchas reuniones.)
Normalmente los asuntos a tratar en las reuniones de una asociación de vecinos
no tienen que ver con las mujeres como tal, o con relaciones entre mujeres y hombres.
Bueno sí, tienen que ver más con las mujeres que con los hombres en el sentido de que
las mujeres que son amas de casa se pasan la vida en el barrio, mientras que muchos
hombres sencillamente comen y duermen allí. Las mujeres conocen mejor el barrio.
Eso, estoy convencida, es una razón fundamental por qué tantas mujeres participan en
las asociaciones de vecinos. Pero los asuntos a tratar no suelen tener que ver
específicamente con la diferenciación de la humanidad en dos sexos. Tratan de mejoras
para el barrio, cosas que necesitan todos, mujeres y hombres, y están allí como vecinos,
vecinos en neutral, sin diferenciación según sexo. Pero de vez en cuando surgen temas
que hacen que se dividan los presentes según sexo, y la gente se da cuenta de eso.
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Por ejemplo cuando hablábamos del tema del parque. El barrio no tenía ningún
parque, ningún sitio donde pudiesen jugar los niños pequeños que no fueran las mismas
calles.
Esto era un tema muy importante para las mujeres. Para los hombres también –
decían. Porque también se preocupaban por el bienestar de sus hijos, claro que sí. Pero a
la hora de la verdad se dejaban convencer por los representantes del ayuntamiento, que
no querían hacer un parque en Benituria. Y que argumentaban que había otras
necesidades más apremiantes, y otros barrios que en tal caso tenían más necesidad que
Benituria de un parque. "Vale, no hay parque en Benituria, pero hay uno muy grande y
bonito en el barrio de al lado y además Benituria está en la periferia de la ciudad, la
huerta queda también cerca." Decían.
Cuando el ayuntamiento argumentaba así, los hombres no sabían qué contestar.
Las mujeres sí. Las mujeres decían que no puedes soltar a los críos en la huerta, porque
destrozan los cultivos, y porque ya no quedan casi caminos para andar, sino son
carreteras con tráfico, encima carreteras muy estrechas, y con acequias que las bordean,
por lo que no te puedes casi apartar cuando llega un camión, y además hay accidentes
cuando los críos se caen en las acequias... Y con los niños pequeños no te puedes ir al
parque del barrio de al lado, porque si andan solos, se cansan demasiado y tardan
eternidades, y cuando llegas allá ya tienes que volver porque llegan los hermanos
mayores del cole; y si son pequeñitos, y van en cochecito, tampoco puedes ir, porque
cuando llegas allí, ya tienes que volver porque toca darles el pecho o porque se han
dormido. Cuestiones de tiempo y espacio y psicología infantil, en otras palabras, que
están al alcance de cualquier ser humano, no son difíciles de entender, pero hay una
diferencia de experiencia que hace que a los hombres no se les ocurre pensar en ellas,
usarlas para argumentar.
Cuando las mujeres decían estas cosas, los hombres probablemente pasaban algo
de vergüenza por no haberse dado cuenta. Yo por lo menos prefiero pensar eso, que
tenían que encubrir su vergüenza, que no tener que pensar que actuaban por mala idea.
Porque de hecho se ponían casi siempre en plan sarcástico. "Ya, tráfico en las carreteras
de la huerta – mujer, ¡si quien tiene miedo a los camiones eres tú, y no tus hijos!" O :
"¿Que no da tiempo llegar al parque del barrio X? ¡Por Dios, si yo llego en diez
minutos! Si el niño anda despacio, pues nada, métele en el cochecito,¿no? Lo que pasa
es que os da pereza. Y preferís quedaros en vuestra propia calle, para comentar con las
vecinas. Hay que ver en mi calle, hay una esquina donde siempre hay vecinas de pie...
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Yo creo que lo de sacar a los nanos es una excusa, son las madres las que quieren
pasarse el día con las vecinas..."
En otras palabras, y resumiendo – cuando la presidenta era trabajadora, es que
era una exagerada, y cuando intentaba mediar en los conflictos es que se portaba como
una maestra, y cuando se cansaba de tanta responsabilidad que le adjudicaban, y
protestaba, y además protestaba de la única manera que era realmente eficaz, lo único
que les hacía escucharla, amenazando con dimitir, entonces la llamaban histérica y se
reían de ella y hacían como si jamás se creyeran sus amenazas. Cuando las mujeres
hablaban de dificultades reales en la vida diaria – que era su vida profesional, porque la
mayoría eran amas de casa y madres – entonces los hombres no se podían creer que se
trataba de dificultades reales, sino se imaginaban que se trataba de deformaciones
ridículas de la psicología esencial de las mujeres. Cosas de la naturaleza, que no hay
nada que hacer, las mujeres son así...
Repito que estoy exagerando. En general el ambiente de las reuniones era
agradable, yo lo pasé muy bien. Lo que cuento, lo cuento un poco caricaturizado para
que lo reconozcáis. Y para decir que éstas no son casualidades. No se debe a que la
presidenta, Amparo, era de esta manera o de tal otra, o a que teníamos un par de
hombres con mucho talante sarcástico justo en Benituria... No. Lo que pasa es que hay
una pauta. No es culpa de nadie. Pero hay que comprender qué es lo que pasa. Creo que
lo que he contado os puede sonar familiar. Pasan cosas parecidas, aunque con matices
diferentes, en todas partes. En toda España y en otros países también.

Las técnicas de dominación

¿Qué es lo que pasa, pues?


Muchas cosas. Pautas sociales y culturales muy complejas.
Quiero concentrarme en algo que una socióloga noruega1 ha llamado las cinco
técnicas de dominación de los hombres. Las veo en Suecia y las veo en España. Son
cosas que hacen callarse a las mujeres y hacen que manden los hombres, y esto aunque
nadie quiera que sea así. Resulta así. Inconscientemente hacemos cosas, tanto los
hombres como las mujeres, que dan estos resultados. Entonces, para cambiarlo no es

1Berit ÅS: Kvinnor tillsammans. Handbok i frigörelse. (=Mujeres juntas. Manual de emancipación.)
Gidlunds, Estocolmo, 1982.
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suficiente denunciar lo que vemos que pasa, sino hay que intentar comprender qué pasa
por debajo de la superficie observable de lo que sucede.
Creo que esto de las cinco técnicas de dominación es un resumen muy útil. No
explica por qué los hombres dominan en todas las sociedades occidentales. Pero sí
describe qué pasa en las situaciones cotidianas y concretas, por ejemplo en una reunión
de la asociacion de vecinos, y si comprendemos mejor lo que pasa en este tipo de
situaciones, donde participamos directamente, podemos intentar cambiarlo. Es algo
concreto, cercano, algo en lo que podemos hincar el diente en seguida.
Y no es nada insignificante. Las consecuencias son enormes. Sabemos que son
muchísimas las mujeres que participan en el movimiento vecinal, casi más mujeres que
hombres a nivel de barrio. (Y eso tiene sus explicaciones, claro.) Pero a pesar de esto,
ya a nivel de federaciones hay muchas menos mujeres, y a nivel de la confederación me
imagino que menos todavía. Lo mismo vemos en cualquier estructura política del país.
Supongo que conocéis las deprimentes proporciones de mujeres en el parlamento, y en
cualquier otro organismo donde se toman las decisiones gordas que nos afectan a todas.
Empresas, tribunales... Y si las mujeres no están donde se toman las decisiones
importantes, claro, los puntos de vista especiales de las mujeres no se van a tener en
cuenta. Tenemos que meternos. Y eso empieza por no dejarnos aplastar por los hombres
en las reuniones nuestras de cada día.
Voy a contar, pues, las ideas de Berit Ås acerca de las cinco técnicas de
dominación. Ha analizado lo que suele ocurrir en la interacción entre mujeres y
hombres en reuniones políticas. También suceden cosas parecidas en empresas y en el
mundo universitario, por ejemplo. Habla de Noruega, pero yo creo que pasan cosas muy
parecidas aquí. Las he visto. Las mujeres necesitamos reconocer estas técnicas, para
defendernos contra ellas. Y los hombres que no quieran oprimir a las mujeres deben
saber reconocerlas también, para dejar de usarlas, porque estoy convencida de que no lo
hacen a posta, son casi como reflejos, son cosas de la cultura del país. En cada país
tienen sus formas específicas.
Las cinco técnicas son: invisibilización, ridiculización, ocultación de
información, castigo doble y culpabilización. Voy a poner un ejemplo de cada una,
ejemplos de aquí, de este país.
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1. Invisibilización

Una mujer, digamos Pepita, ha sido elegida representante de su AVV para la federación
de la zona. Va a una reunion de la federación por primera vez.
Le late con fuerza el corazón, está muy nerviosa, pero aun así, llegado el
momento oportuno, pide la palabra. El hombre que habla antes de ella está relajado, se
le nota. Pronuncia bien, se toma su tiempo, pone ejemplos, subraya lo más importante
de su argumento alzando más la voz e incluso en un momento dado dando un puñetazo
en la mesa. Nadie duda de que sabe de qué habla.
Ahora le toca a Pepita. Dice lo que tiene que decir lo más de prisa que puede.
No quiere ocupar demasiado tiempo, el tiempo valioso de los demás. Además, que no
se diga que las mujeres hablan por hablar. Pepita tiene bien pensado lo que quiere decir,
así que va a demostrar que aunque es mujer, sabe organizar sus pensamientos y decirlo
de una manera clara y eficaz. Pero se da cuenta de que su voz no es tan fuerte como
convendría. En parte será por nerviosismo, en parte será por el mero hecho de tener voz
de mujer.
Ya ha terminado de hablar. A ver ahora, ¿qué van a decir los demás?
Nada. Nadie reacciona. La reunión continúa como si Pepita no hubiera dicho
nada.
Y Pepita se pregunta: ¿qué pasa? he metido la pata, pero ¿cómo? ¿qué había en
lo que he dicho que estaba tan mal? Vale, estuve nerviosa, pero lo que dije estaba bien
pensado. Los que estén de acuerdo, deberían darse cuenta de eso, y si alguien estuviera
en contra, debería sentir la necesidad de argumentar en contra. Pero nada. Qué cosa tan
rara.
Y más raro todavía: Un poco más tarde, un hombre pide la palabra y va y dice
prácticamente lo mismo que había dicho Pepita. Pero sin referirse a ella. Lo dice como
si fuera idea suya propia. Y ahora sí hay reacciones, unos se entusiasman y apoyan con
más argumentos, otros se enfadan y hacen lo que pueden para rebatir la idea.
Invisibilización es cuando los hombres continúan con sus cosas, pasando por
alto lo que dicen o hacen las mujeres presentes. Esto hace a las mujeres sentir que no
pueden, que no valen. Que mejor sería callarse.

2. Ridiculización
Otra mujer, Carmen, ha ido a las jornadas de la CAVE para la mujer. Y ya vuelve a su
AVV.
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Le preguntan cómo le ha ido. Maravilloso, exclama ella, he aprendido un


montón, ha sido una inspiración, estuvimos como cien mujeres...
Y ya le están interrumpiendo. Los hombres se ríen: ¡Cien mujeres! ¡Qué
gallinero! Carmen vuelve a intentar contar de qué se trató, qué temas se hablaron, pero
le vuelven a interrumpir con comentarios "graciosos".
Al final se enfada: "Pues nada, no cuento nada porque no me queréis escuchar."
Entonces todos cambian de actitud: "Pero mujer, no te lo tomes así, ¿no sabes entender
un chiste o qué te pasa? pero si no había mala intención, por favor... "
Ridiculización es cuando no se toma en serio el trabajo de las mujeres y se
hacen comentarios discriminatorios, por ejemplo comparándolas con animales (gallinas,
zorras, perras). O llamándolas histéricas. O generalizando sus características en plan
negativo. Como cuando se dice que las mujeres hablan demasiado, que nunca se ponen
de acuerdo, que las primeras en discriminar a las mujeres son las mismas mujeres, o que
las mujeres que se dedican a la política son unas frías, egoístas, a lo mejor lesbianas,
por lo menos seguro que unas frustradas... O cuando son eficaces e insisten en que los
demás también lo sean, se les compara con maestras rígidas, como le pasó a Amparo.
Este tipo de etiquetas no se suele poner a los hombres, y menos para caracterizar su
trabajo político.

3. Ocultación de información
Ha terminado la reunión en el sindicato. Uno de los hombres dice: Vamos a tomarnos
una caña. Que sí, dicen todos.
Pilar suspira. Hoy es ella la única mujer que ha ido a la reunión. Le apetece ir al
bar, pero tiene que ir corriendo a casa a preparar la cena. O a lo mejor no le apetece ir al
bar, porque sabe que se van a poner a hablar entre sí, sin hacerle caso a ella, hablar de
fútbol a lo mejor. Pero sabe que debería ir. Porque en el bar lo que se hace no es
meramente tomar una caña, sino es intercambiar opiniones e información. Si no vas, te
pierdes algo que puede influir en lo que suceda en la próxima reunión.
Ocultación de información es cuando los hombres se dirigen a otros hombres,
como la cosa más natural, y probablemente sin ninguna intención de excluir a las
mujeres, pero lo hacen de una forma masculina, de su propia subcultura de hombres,
digamos, de modo que el resultado es que las mujeres no tienen el mismo acceso a la
información necesaria para participar en igualdad de condiciones. También se ocultan
las razones por qué una mujer no puede tener ese acceso en las mismas condiciones que
los hombres – por ejemplo que no tiene tiempo de ir al bar por sus responsabilidades en
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casa, o porque los bares se definen como territorio de los hombres, con lo cual una
mujer se siente incómoda y no puede estar allí con la misma naturalidad que los
hombres. Por lo menos no lo pasa igual de bien si va, con lo cual para ella supone un
desgaste más, en vez de un relajo para reponer energías.

4. Castigo doble
Eva llama por teléfono a su madre para pedirle que se venga a darle la cena a sus hijos,
porque ella tiene que ir a una reunión. Sí, ya sabe que no debería ir, hoy es el día que su
marido va a la reunión de su partido y por eso Eva no suele salir los lunes. Pero resulta
que es una reunión extraordinaria de la vocalía de la mujer, ha sucedido una cosa, una
violación en el barrio, es importantísimo que vaya precisamente ella, porque tiene
información de otros casos similares...
Su madre dice: "¿No te parece que vas a muchas reuniones? Si casi no ves a tus
hijos." Y esto lo dice casi cada vez que habla con Eva. Su padre lo dice menos pero
piensa igual. Y muchas vecinas también. Opinan que Eva es una mala madre.
A pesar de todo se va a la reunión. Allí le piden que se apunte a una comisión
que se va a reunir un miércoles sí y otro no. "Lo siento, no puedo," dice Eva. "He
prometido a mi familia que por lo menos los miércoles cenaré siempre en casa, porque
entre una cosa y otra es casi el único día de la semana que estamos todos." Al terminar
la reunión, Eva oye a unas compañeras comentarlo entre sí. "Cenar con mi familia" le
imita una con sorna. "¡Qué cosa tan típica! Así no vamos a ninguna parte las mujeres."
Castigo doble es cuando se le critica a una mujer por lo que hace y por lo que
no hace. Por ejemplo cuando se dice que las mujeres feministas tienen la culpa de
todos los divorcios o de todos los jóvenes drogadictos o de los abortos, y acto seguido
se les culpa también por no participar lo suficiente en la vida política o económica.
Hagamos lo que hagamos, parece que nunca hacemos lo suficiente, y que lo que
hacemos está mal hecho.

5. Culpabilización
Otra reunión de la asociación de vecinos del barrio, y están los de siempre, que son
pocos y no dan abasto para todo lo que hay que hacer, y además entre los presentes
siempre son los mismos que más hablan.
A Tere se le ocurre proponer que se organicen algunas reuniones de una manera
nueva. "Podríamos pasarlo mejor, por ejemplo si hacemos algunas de las reuniones sin
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tanta formalidad, sin orden del día, y podríamos por ejemplo turnarnos en traer unos
bocadillos o algo."
Juan se enfada. "¡Por favor! No venimos aquí para merendar ni para pasarlo
bien. ¡Tenemos un trabajo serio que hacer!" – "Sí," dice Tere, "pero precisamente para
hacerlo mejor, porque mira, no es que lo hagamos de la forma mejor posible ahora,
deberíamos atraer a más gente, y pensando en los que a lo mejor no se atraven a
participar, he pensado que si hiciéramos como un experimento..." Juan le interrumpe:
"No es culpa mia ni de nadie si no hablan todos. ¡Que se vayan a cursillos de hablar en
público, en ese caso! ¡Esto no es una guardería para críos! Y por traer unos bocadillos
no vas a conseguir que se acerquen los que no se interesan por el barrio, que para eso ya
tienen los bares."
Los demás le apoyan a Juan. Tere piensa que ha metido la pata, que su idea era
una tontería.
Culpabilización es cuando se les dice a las mujeres que lo que hacen no vale,
que no saben resolver los problemas, aun cuando se reconozca que un problema que
mencionan sea realmente un problema. En vez de verlo como algo creativo, cuando
viene de una mujer parece que es porque ella no entiende. Que no se ha preparado como
debía.

Hasta aquí las cinco técnicas de dominación. Son obstáculos para la


participación de la mujer en la política, y también en otros contextos. Son obstáculos
culturales. Porque esta manera de reaccionar de los hombres, y de las mismas mujeres,
viene de ideas que tenemos profundamente arraigadas. Incluso las que nos llamamos
feministas, y que por lo tanto conscientemente rechazamos este tipo de ideas, podemos
caer en la trampa y reaccionar de estas formas, porque las ideas son fuertes.2

2 No resisto la tentación de contar que cuando di la charla, las mujeres presentes hicieron muchos
comentarios al efecto de que se identificaban con esas mujeres imaginarias y reconocían las situaciones.
Escuché estos comentarios un buen rato antes de confesar: En realidad me había inspirado en un folleto
publicado por una organización feminista sueca, "Kvinnofronten". Había adaptado los ejemplos del
folleto para que parecieran ejemplos españoles, pero lo esencial de cada ejemplo era lo mismo en mi
versión que en el folleto. Es curioso. Yo no creo en absoluto que las dificultades de las mujeres suecas y
las mujeres españolas sean las mismas – pero evidentemente tienen lo suficiente en común para que el
análisis de las cinco técnicas de dominación sea válido en los dos países, y este "experimento" mío lo
acababa de mostrar.
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Otros obstáculos

Insisto: Todo esto que cuento no se debe a la maldad congénita de los hombres o a la
debilidad psicológica de las mujeres. No creo que haya muchas diferencias congénitas
entre mujeres y hombres – y de hecho, cuanto más estudiamos las cuestiones de género
(sistema de género lo llamamos, los que nos dedicamos a estudiar estos temas), menos
cosas parecen dadas por la naturaleza. Casi todo depende de la sociedad y de la cultura.
De cómo nos organizamos en colectivo, y qué ideas tenemos acerca de lo que hacemos
en estas sociedades. Eso varía mucho de una sociedad a otra – por eso se puede ver con
claridad que no es natural, porque si fuera cuestión biológica, claro, sería igual en todas
las sociedades humanas.
No, si los hombres hacen esto y las mujeres lo otro, si las mujeres son así y los
hombres asá, es porque hay unas pautas. Pautas que aprendemos desde pequeñitos y
que por eso tenemos muy metidas dentro, en nuestro mismo ser. Hablando de mujeres y
hombres a veces se suele llamar los "roles". Pautas muy fuertes. Pero pautas creadas por
los seres humanos y por lo tanto pautas que podríamos cambiar los seres humanos.
Ahora, el que no sean necesarias e inevitables, por no ser de la naturaleza sino
inventos humanos, no quiere decir que sean fáciles de cambiar. Son profundas. Están
entrelazadas entre sí, así que si logras cambiar alguna cosa que quieres cambiar, a lo
mejor también cambian algunas otras cosas de una manera imprevista y que no coincide
con lo que querías... Además duele siempre cambiar de ideas y de organización social.
Hay que reconocerlo y prepararnos para ese dolor. Y el dolor es más fuerte cuando se
trata de cosas profundas, que tocan cosas íntimas y emocionales, como las relaciones
entre mujeres y hombres.
¿Por qué existen estas técnicas de dominación? Y sobre todo – ¿cómo es que
funcionan? ¿Cómo pueden colarse de forma tan traicionera en las situaciones
cotidianas, en nuestras acciones, sin que queramos? Por eso, porque las ideas son
fuertes.
Debería, y me gustaría, explicar ahora toda una serie de pautas culturales que
hay detrás de los obstáculos obvios visibles, que hacen tan difícil la participación de la
mujer en los asuntos públicos y políticos. Hay obstáculos evidentes materiales, que
tienen que ver con la división de tareas – que las mujeres nos encargamos del trabajo
doméstico, del cuidado de los niños, los viejos y los enfermos etc. Hay también
obstáculos no tan evidentes, en la organización social. Y los obstáculos culturales, que
suelen ser los más difíciles de reconocer y los más difíciles de cambiar.
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No hay tiempo para mí de daros toda una lista de estas cosas. Pero sí quiero
mencionar uno, una idea, o tal vez en realidad son dos. Que es una cosa muy profunda
en las culturas mediterráneas, y en las norte-europeas también aunque no tanto.

Definición cultural de esferas sociales


Me refiero a que en España hay una idea cultural que define la política como algo que
es de los hombres, algo que no es propio de las mujeres.
Hice preguntas en Valencia sobre opiniones políticas y religiosas. Dos preguntas
entre muchas en un cuestionario. Primero de opiniones políticas, luego de opiniones
religiosas. Pero para muchas mujeres la segunda pregunta ya estaba contestada con la
primera. Decían por ejemplo, "No, mi marido vota socialista, pero yo soy más bien
católica aunque no practico mucho." O "Mi padre era anarquista pero mi madre era muy
religiosa, de misa diaria, y yo como mi madre." Es decir, contestaban las dos preguntas
como si fueran la misma. Un solo espacio de ideas, tanto religiosas como políticas, pero
se definían las opiniones de los hombres, fueran de derechas o izquierdas, como
políticas, mientras que las opiniones de las mujeres generalmente se describían en
términos religiosos (menos unas pocas excepciones, de mujeres excepcionalmente
dedicadas a la vida política).
Siendo así las cosas, hay que comprender que cualquier actividad que se defina
como política atraerá poco a las mujeres. A lo mejor no es que no se interesen o que no
tengan confianza en su capacidad o que no se atrevan a hablar en público – sabemos
muy bien que las mujeres tienen confianza y capacidad y valor cuando se trata de
manifestaciones para pedir un semáforo o un colegio, ¿verdad? Es más bien una idea
muy arraigada, que todo lo que se llama político no es su espacio. "No es para mí." No
una valoración de capacidad ni nada por el estilo, sencillamente una definición. La
política no es para mí – ahora, pedir un semáforo para que el tráfico no mate a mi hijo,
eso no es política, eso es defender la familia, eso sí es terreno mío.
El hecho de que muchas mujeres participen a nivel de base en las AAVV puede
tener que ver, creo yo, con que las AAVV no se definían como políticas cuando
empezaron a existir y crecer y multiplicarse. Eran tiempos franquistas, y se prohibía
todo lo político, así que los que organizamos AAVV entonces teníamos mucho cuidado
en definir la actividad como apolítica, aunque tuviéramos conciencia clara para
nosotros, puertas adentro, de que sí era política. Pero las mujeres que acudían a las
reuniones, manifestaciones etc. no siempre lo veían así.
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Si las mujeres participan en la AVV por lo menos en parte porque no lo ven


como una actividad política, por lo tanto de hombres, sino como otra cosa que por lo
tanto puede ser de ellas también – en el momento que se eligen representantes para ir a
otros contextos, por ejemplo la federación de AAVV de la zona, ya se considera una
actividad algo más política, algo más pública.
(También, es verdad, aumentan los obstáculos prácticos para las mujeres – es
mas fácil dejar a los niños solos un ratito entre la merienda y el baño para ir al local de
la asociación del barrio, que dejarlos solos desde la merienda hasta después de cenar,
como probablemente tendrás que hacer si te tienes que desplazar fuera de tu barrio.)
Cuando alguien representa a alguien más que a sí mismo ante unos cuantos
otros, desconocidos, aquello es muy claramente algo público. Las mujeres se han
definido no solamente como "no de la politica", sino también "no de lo público", sino
de lo privado, de la casa. Entonces se pueden representar a sí mismas o a sus hijos. O
posiblemente, pero casi no, a su familia, incluyendo al marido. (Las mujeres que
representan a su familia en las reuniones de la junta de vecinos de una casa, por
ejemplo, suelen tener mala fama de mandonas.) Pero no deben representar a más gente,
ante círculos más amplios que la propia familia. Eso ya es público, es decir no
femenino, según esta definición de lo femenino.
Entonces, mientras no cambie esta definición de lo femenino, por muchas
mujeres que participen en las AAVV, habrá una tendencia a que elijan uno de los
hombres, siempre que los haya, para ir a la federación, y no digamos ya a la
confederación de todo el estado, que hay que salir fuera ya no del barrio sino de tu
ciudad y representar a mucha gente, incluyendo gente de otros barrios.

¿Participar puede ser femenino?


Para terminar: Alguien me dijo el otro día: "¿Se puede participar en política sin dejar de
ser femenina?"
Mi respuesta: Tal vez no, si por femenino queremos decir lo que
tradicionalmente ha definido nuestra cultura mediterránea como lo femenino: entre
otras cosas dedicarse exclusivamente a la familia, lo inmediato. No hablar en público.
Ser mujer buena era igual a ser de la casa. La mujer que salía mucho era de la calle, y
una mujer pública, ya sabemos lo que es.
Pero no hay nada esencialmente femenino o masculino. Todo depende de cómo
la cultura a la que perteneces lo defina. Entonces, lo que debemos hacer es cambiar la
cultura. Que se defina lo femenino de otra manera. A partir de allí por supuesto que
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participar puede ser femenino. Tenemos la libertad mental y política de definir lo


femenino como nos parezca. ¿Que queremos participar en política? Nada, definir lo
femenino para que incluya eso. En teoría es muy fácil, y las que de hecho participamos
sin intentar parecernos a los hombres, ya lo hemos hecho. A nivel individual. Pero muy
otra cosa es que ese cambio de definición agarre en la sociedad, sea ampliamente
reconocida.
Creo que muchas de las dificultades con las que se enfrentaba Amparo, la
presidenta de la AVV de Benituria, y con las que se enfrentaban las mujeres en los
ejemplos que puse, y con las que nos enfrentamos todas las mujeres que intentamos
participar en actividades fuera de casa, tienen que ver con la definición de la mujer
como un ser de la casa, de lo privado, de lo no-público.
Por eso es tan fácil ridiculizar o hacer invisible a la que sale de casa y se mete en
la asociación de vecinos o lo que sea. Siempre es fácil reírse de lo que se sale de su
lugar, su lugar culturalmente definido. Eso no puede ser serio. Lo serio es lo que parece
real, es decir lo que se puede entender, es decir lo que sigue las pautas establecidas.
Por eso las que queremos cambiar las pautas establecidas nos necesitamos unas
a otras. Tenemos que comparar experiencias, para ver si hay pautas en lo que nos
sucede, y para no echar la culpa a personas o cosas que no la tienen, y para tomar
medidas eficaces, que no nos perjudiquen a nosotras mismas. Y nos necesitamos unas a
otras para apoyarnos en esta lucha dura, que tantas veces quema a la gente.
A veces pienso en las estructuras paralelas que hay en algunas sociedades.
Algunas sociedades africanas tradicionales, por ejemplo, tienen poderes públicos
separados para mujeres y para hombres. Un rey con sus consejeros hombres que
mandan sobre los asuntos de los hombres, y una reina con sus consejeras mujeres que
mandan sobre los asuntos de las mujeres. Claro, es difícil saber en estos casos si las
estructuras son realmente paralelas o si una domina sobre la otra. En cualquier caso, no
creo que se pudiese implantar en nuestra sociedad. Aquí, para mandar algo las mujeres,
tenemos que entrar en las estructuras públicas, que hasta hace poco han sido
principalmente de los hombres. Pero dentro de esas estructuras podemos montar
nuestros rincones de apoyo y estudio, sólo para mujeres, para no dejarnos aplastar por
los obstáculos, que son formidables.
Ahora bien, España está en un momento histórico interesante, muchas cosas
cambian, y profundamente; por eso todo es confuso, difícil, sí, pero hay unas
oportunidades excepcionales para proponer definiciones nuevas de las cosas. Las viejas
no son tan fuertes como han sido. Oponen resistencia, ya lo creo, pero menos que en
17

épocas más estables. Así que nada, ánimo, a empeñarnos, a demostrar con actos y con
palabras que queremos definir lo femenino de otra manera. Si no lo proponemos
nosotras, las mujeres que sí salimos de casa, ¿quién lo va a hacer?

SEGUNDA PARTE

Hasta aquí el texto de la charla que dí en las jornadas de enero de 1991, tal como la di.
Pero había preparado un texto más largo que no daba tiempo leer. Aquí siguen esos
capítulos, que tratan de otros obstáculos para la participación. Obstáculos culturales,
sociales y materiales... no es fácil distinguir tipos de obstáculos porque unos aspectos
enlazan fuertemente con otros y se entremezclan.
Como esta segunda parte no ha sido elaborado como charla, tal vez sea un poco
más difícil de leer, un poco más pesada, un poco más "académica". Pero mi intención es
la misma que en la primera parte – describir obstáculos, sí, pero no solamente para
constatarlos y suspirar de pena, sino para que podamos vencerlos.

División de tareas

El obstáculo principal para cualquier actividad "no tradicional" de la mujer es la


división de tareas.
Eso, división de tareas, es precisamente lo que normalmente queremos decir
cuando pronunciamos la palabra un tanto traicionera: "tradicional". Esa palabra puede
significar muchas cosas, pero generalmente queremos significar con ella una
organización social en la que las mujeres hacen unas cosas y los hombres otras, y en la
que se piensa que el hombre pierde virilidad si hace cosas "femeninas" y la mujer
igualmente corre el riesgo de ser menos mujer si hace cosas "masculinas".
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Si en una familia el marido trabaja fuera y la mujer trabaja dentro de casa – que
es el caso en la inmensa mayoría de las familias españolas, no lo olvidemos – puede que
él diga que no le importa que ella vaya a reuniones. Y eso ya es de agradecer, porque
sabemos que aun en familias de izquierdas de toda la vida hay hombres que piensan que
la mujer es de la casa, y que eso significa que él pierde su virilidad si ella participa
fuera de casa. Pero en el caso más normal, en el que él dice no oponerse, suele pensar y
decir que eso sí, que ella esté de vuelta para bañar y acostar a los hijos y servirle la cena
a él. Eso es el acuerdo, para eso se levanta él a las siete de la mañana y se va a la fábrica
a deslomarse todo el día.
Bien, ella probablemente lo vea así también. Sólo que él, por duramente que
trabaje, tiene tiempo libre. Un rato cada tarde, y todo el domingo y probablemente todo
o parte del sábado. Más vacaciones. Ella tiene tiempo libre cuando pueda organizarse
para tenerlo. Pero como el trabajo de la casa es infinito – siempre se puede hacer mejor,
si te da tiempo – cada minuto de tiempo libre que se toma le produce mala conciencia.
Salir de casa para participar en una reunión tiene un coste psicológico más fuerte para
ella, aunque no piense para nada que lo político sea cosa de hombres. Pensará que la
familia va a tener que cenar huevos fritos en vez de tortilla de patatas, por su culpa.
Pensará que hoy no debería ir, justo cuando el pequeño parece tan acatarrado, y si
resulta que tiene fiebre...
Y hay veces que materialmente no puede ir. Según sea su familia de grande y su
casa de grande o bien provista de electrodomésticos y según qué edades tengan los hijos
y qué cosas hayan sucedido esa semana, etc., etc., su jornada laboral es más corta o más
larga. Hay veces que no puede salir de casa, por mucho que haya prometido entregar
esta semana la información que recogió del delegado de urbanismo, porque no puede
dejar a los hijos solos, y el marido hace horas extras y no llegará hasta las tantas, y no
puede dejar los platos sin fregar, porque luego no hay platos para cenar, y como ha
tenido un día de tanto lío, ahora son las siete de la tarde y aun están sin fregar, y la ropa
sin tender, y tiene que planchar por lo menos tres camisas, porque si no qué se van a
poner mañana el marido y los hijos... No puede.
Es decir ella, lo mismo que su marido, hace horas extras porque se le ha
acumulado el trabajo. Pero a diferencia de su marido, las horas extras no se compensan
ni con dinero ni con reconocimiento de que ha hecho algo especial. Ni siquiera se le
compensa con unas horas extra de descanso, después. Y mientras que las horas extras
de un empleo se pueden planificar, más o menos, y por lo menos en teoría te puedes
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negar a hacerlas, las horas extras del trabajo doméstico son bastante imprevisibles, y no
se pueden posponer ni rechazar, porque los perjudicados son los seres que más amas.
Podemos sugerir que es cuestión de organizar el trabajo doméstico de otra
manera. Se puede repartir entre marido y mujer, etc. Vale, sería mejor. Pero no es un
argumento válido para echarle en cara a la pobre vecina que no ha cumplido con la
asociación, por ejemplo. Porque de momento el trabajo está organizado de la manera
que está, y ella no puede salir si se le ha acumulado el trabajo. Tendrá que aguantar las
regañinas de los compañeros de la asociación, sufrirá, pero no puede actuar de otra
manera. Y así los compañeros, hombres y mujeres, todos los que hayan acudido a la
reunión, tendrán una ocasión más de murmurar que desde luego, cómo son algunas
mujeres, no te puedes fiar nunca, mira que ella dijo la semana pasada que hoy sin faltar,
y ahora qué hacemos, si Pepe hubiera ido a ver al delegado, ya podríamos seguir
adelante, pero ahora...
¡Y tienen razón! Mientras las mujeres estén encargadas en exclusiva de un
trabajo difícil, imprevisible, casi imposible de planificar bien, y con una responsabilidad
moral y emocional muy grande, nadie se puede fiar de una mujer en otros quéhaceres.
Es así de triste. Pero la conclusión no debe ser que se encarguen los hombres de todo lo
que haya fuera de casa, sino que se organice esa responsabilidad tremenda dentro de
casa de otra manera.

Familia versus individuo

El contexto es siempre importantísimo. Para comprender la situación de un individuo


hay que ver todo lo que le rodea. Además de comprender las responsabilidades
laborales, hay que ver otros aspectos de la organización social de los géneros.
En Benituria, por ejemplo, hay dos tipos de asociaciones de las que admiten
mujeres. En uno participa la mujer como parte de la familia, y los hombres mandan, las
mujeres son más bien decorativas y claramente subordinadas. Son las comisiones
falleras y las comisiones que organizan la fiesta tradicional del barrio/pueblo. Allí, las
juntas directivas consisten casi exclusivamente de hombres, y las mujeres tienen sus
grupos aparte, donde se reúnen sólo mujeres. Son asociaciones de ambiente familiar –
así que las solteras, las separadas, las viudas, no suelen participar. Si lo hacen es con
una sensación de culpa o por lo menos una sensación de estar socialmente cojas – les
falta lo esencial, un marido.
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En el otro tipo se es socio como individuo, no como familia. En Benituria eran


la asociación de vecinos, los APAs de los colegios, y un par de asociaciones culturales.
Allí participan más mujeres y puede haber mujeres presidentas, etc. Además puede
participar una mujer aunque no lo haga su marido, cosa que no ocurre casi nunca en el
primer tipo.
Lo que quiero decir con esto es que en Benituria, y diría que en España en
general, hay una tensión entre la familia y el individuo. Esta tensión, muy profunda en
nuestra cultura, tiene consecuencias más graves para la mujer que para el hombre.
Aunque el hombre también la sufre, claro está.
Tenemos una idea que lo que cuenta es el individuo, es así para las mujeres y
para los hombres. Y tenemos una organización social en la que la familia es
imprescindible, por lo tanto los hombres y las mujeres tienen responsabilidades
familiares. Hasta allí hay equilibrio entre mujeres y hombres. Pero la diferencia está en
que el mundo de los hombres está organizada de manera que el hombre puede ser
individuo en algunos contextos y padre de familia en otros. Mal que bien puede
compaginar las dos cosas. La mujer no. En la interpretación tradicional, por lo menos,
la mujer forma siempre parte de una familia, no participa en la sociedad
individualmente. Cuando hace algo como persona suelta, ella sola, Juanita Pérez, se la
ve como algo raro, algo que no encaja bien.
Por otro lado, hoy día, si no hace nunca nada como individuo, ella vivirá toda su
vida con una sensación de no hacer todo lo que podría, de no poder o de no saber
cumplir con su destino como ser humano.
Creo que es muy significativa la frase del movimiento feminista: "La mujer
también es persona." ¿Qué quiere decir esa frase? Creo que quiere decir que la mujer
tiene el mismo derecho que el hombre de ser individuo. Aunque siga siendo también
madre de familia. Una de dos: O concedemos los mismos derechos a mujeres y
hombres a dividir sus vidas en esferas distintas, donde en una eres persona/individuo, y
en la otra funcionas según las necesidades de tu familia; o nos organizamos de otra
manera, una revolución más profunda, para que no exista esa tensión entre el individuo
y la familia. Lo que resulta claramente injusto es que sigamos viviendo de manera que
haya una contradicción importante que todo el mundo sufra en su vida diaria y en lo
más íntimo de su corazón, y que para los hombres haya una solución que más o menos
ofrezca un paliativo del dilema, y que para las mujeres no.
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Obstáculos de clase versus obstáculos de género.

El hombre de clase obrera se encuentra también con muchos obstáculos para participar
en la política, qué duda cabe. Falta de preparación, poca confianza en su capacidad
delante de gente con más estudios, etc. – limitaciones de clase que comparte con la
mujer. (Es decir, si vamos a comparar según clase, en vez de según sexo, no hay que
olvidar que la mitad de la clase obrera son mujeres.) Y además posiblemente tenga un
trabajo físicamente cansado, llega a casa roto, con muchas más ganas de tomar una caña
en el bar y echar una partida con los amigos que irse de reunión.
Aunque de esto hay cada vez menos. La mayoría de los hombres hoy día pocas
veces tienen que usar tanto los músculos como tiene que hacer un ama de casa. Exige lo
suyo sujetar, por ejemplo, un niño de tres años que pesa veinte kilos, y son veinte kilos
que gritan y patalean. Por ejemplo. Algunos hombres sí, usan mucho los músculos, pero
ya no es eso lo que diferencia el trabajo de los hombres del de las mujeres/amas de casa,
y va camino a ser casi al revés, que los hombres, también los de clase obrera, vayan a
manejar alguna máquina o sentarse en un escritorio, mientras que las mujeres siguen
levantando niños y bolsas de compra y moviendo muebles y agachándose para fregar el
wáter...
Bueno, pero pensemos por un momento en un hombre que llega a casa
realmente cansado, a lo mejor más cansado que su esposa – no tiene los mismos
obstáculos materiales que tiene ella. (Y a la larga su esposa se desgastará más que él,
probablemente, por la falta de domingos y festivos y vacaciones.) El hombre, por
muchas cosas que haya que puedan hacer que no quiera salir, siempre puede salir. Y
eso se ve en las estadísticas, que en total hay más hombres en casi cualquier actividad
fuera de casa, no sólo en las cosas políticas sino en asociaciones culturales, deportivas,
lúdicas de todo tipo. En España, eso es así en cualquier nivel económico, en todas las
clases sociales.
Hay que concluir que aunque hay obstáculos para la participación política que
tienen que ver con la clase social, no por eso todos los obstáculos son de clase. Los hay
de género también. Y esos obstáculos afectan a la mayoría de las mujeres, pero a las de
clase obrera más.
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Socialización para complacer

Un obstáculo cultural nada desdeñable es la socialización de la mujer que nos enseña a


dejar sitio al hombre y hablar humildemente. El hecho de que las técnicas de
dominación funcionen tan bien como funcionan tiene que ver con esto – la mujer no
aprende a enfrentarse con el hombre. Hay que mantenerle de buen humor, no irritarle,
permitir que se sienta superior. Porque si no, su frágil autoestima puede dañarse, o
porque como es más poderoso que tú es mejor no tenerle de enemigo, etc.
Resultado: que no nos dan puestos de importancia – aun en los casos
excepcionales que queramos y nos atrevamos a pedirlos – porque resultamos borrosas.
Ante nosotras mismas incluso. No decimos lo que queremos y pensamos, sino que
envolvemos todo lo que decimos en cuidados, quizáses, suavizaciones, etc.

Uso del lenguaje

Y esto a su vez está relacionado con algo que todas hemos observado. Las mujeres y los
hombres usamos el idioma de maneras ligeramente diferentes.
Varios estudios internacionales3 han mostrado que las mujeres usan menos
afirmaciones y más frases como "me parece", "¿no pensáis también vosotros así?",
"¿verdad?" etc. Las mujeres decimos "pienso que", "creo que", "si os parece podríamos
hacer esto"... mientras que los hombres dicen, "es": "lo que sucede es" "lo que tenemos
que hacer es". Resultado: que tanto hombres como mujeres piensan que los hombres
son más inteligentes, más seguros de sí mismos, más capaces de saber qué hay que
hacer en cada situación. Son mecanismos inconscientes o semi-conscientes – y
precisamente por eso son muy eficaces. No nos damos cuenta, pero sucede así, y así no
hay quien se defienda.
Otro tema relacionado con el lenguaje – ¿hablan más las mujeres o los hombres?
Hay quien dice que las mujeres hablamos menos, nos concentramos mejor,
organizamos mejor nuestros pensamientos antes de hablar en público. Posiblemente.
Pero si es así, mucho me temo que es por temor. Ya sabemos que si metemos la pata se
van a reír de nosotras. Una mujer tiene que valer lo doble que un hombre para conseguir
lo mismo. Así que tenemos mucho cuidado para no meter la pata. Con lo cual a veces

3 Por ejemplo, el más conocido: Robin LAKOFF: Language and Woman´s Place. Harper & Row, Nueva
York, 1975. Un resumen en castellano de este tipo de estudios, escrito por Violeta DEMONTE, se
encuentra en M. Angeles DURAN: Liberación y utopía. Akal, Madrid, 1982.
23

nos callamos cuando debíamos hablar. O hablamos, pero resumiendo tanto que lo que
decimos resulta poco convincente, incluso poco inteligible.
Además sucede que por mucho que nos esforcemos, los hombres, y muchas
mujeres, seguirán diciendo que las mujeres hablamos mucho. Porque ése es el
estereotipo. Es la definición cultural: los hombres deben hablar en público, las mujeres
no. Visto así, sí que hablamos demasiado – si la definición cultural de la mujer es de un
ser que debería estar callado, por cuatro palabras que diga, ya son cuatro palabras de
más. En Benituria me contaron de algunos edificios donde se les había prohibido a las
mujeres participar en lo que llamaban las reuniones de los hombres, es decir la junta
anual de copropietarios. Las mujeres podían encargarse de todo el trabajo durante el
año, hacer "reuniones de mujeres" para ponerse de acuerdo para pintar la escalera entre
todas, o cosas así, – es decir, para trabajar. Pero en la reunión anual, cuando se
aprobaban las cuentas y se elegía la junta directiva, – es decir a la hora de tomar
decisiones importantes – no se permitía a las mujeres participar, "porque hablan
demasiado y así no terminamos nunca."

Anti-jerarquía contra eficacia

Esto tiene alguna relación con la idea de algunas feministas que las mujeres haríamos
una política más suave, más humana, más democrática, menos jerárquica, menos
agresiva... si nos dejaran.
Pero no nos dejan mientras no actuemos según las pautas de los hombres. Es un
dilema. Si actuamos, mal, y si no actuamos, mal.
Creo que hay que diferenciar. Posiblemente la socialización que se da a las
mujeres, para ser madres, nos hace realmente más responsables, menos dadas a
construir jerárquías y buscar el prestigio vacío y el poder por el poder. Eso sería, en tal
caso, un valor a conservar celosamente. Si pudiéramos hacer prevalecer este tipo de
valores en la vida política, eso sería una revolución cultural con consecuencias
imprevisibles, probablemente positivas. Y no sería necesariamente una manera de
actuar menos eficaz, que nunca tendría éxito mientras exista el otro estilo, masculino.
Pero sí que existe el riesgo de caer en la ineficacia y nunca llegar a posiciones desde las
que podríamos fomentar esta nueva cultura política.
La inseguridad, la tendencia a dejar paso a los hombres, y tal vez a todo el
mundo, nos hace actuar de forma poco clara. Somos borrosas. Y eso sí conlleva
ineficacia. Y conflictos innecesarios, muchas veces. "Pero si yo te dije... no, lo que tú
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me dijiste fue... serás marrana, tergiversas mis intenciones... cómo iba yo a leerte los
pensamientos, si lo que dijiste... pero tú deberías haber comprendido que lo que yo
quería decir era..." Intercambios de este tipo he oído miles de veces en diferentes tipos
de asociaciones, entre mujeres, y seguro que a vosotras también os suenan. Total, que
no sé dar ninguna solución, sólo sé señalar un problema, para que lo veamos como un
problema cultural en vez de dificultarnos todavía más las cosas dedicando mucha
energía a distribuir culpas personales. Nadie tiene la culpa personalmente de cómo son
las cosas. Pero todas podemos intentar buscar nuevas maneras de actuar.
Y lo que no podemos permitirnos es quedarnos estancadas en el dilema. Si no se
puede elegir entre dos cosas, porque las dos son malas, hay que trascender, hay que
buscar lo tercero, lo nuevo que permita la salida.

No reproducir las pautas represivas

Lo que acabo de decir enlaza con el gran debate acerca de quién tiene la culpa de la
opresión de la mujer y cómo podríamos terminar con ella y cómo queremos que sea la
sociedad no-patriarcal.4
Las mujeres tenemos que defendernos contra las críticas injustas de los
hombres, el desprecio que es discriminación. Pero también tenemos que defendernos
contra la tentación de simplemente valorar lo que somos y lo que hacemos porque es
"nuestro". Lo nuestro, desgraciadamente, es en gran parte resultado de unas estructuras
sociales y culturales que nos oprimen, por lo tanto no es tan nuestro, y además
posiblemente forma parte del proceso de reproducción de esas mismas estructuras. De
hecho se reproducen, si no no existirían. Tenemos que analizar muy cuidadosamente lo
que conviene hacer para dejar de reproducirlas. Tenemos que diferenciar con minucioso
cuidado entre lo que hay que rechazar, para no seguir reproduciendo la opresión
nosotras mismas, y lo que hay que salvaguardar e incluso cultivar para construir un
mundo diferente.
Claro que tenemos que valorarnos a nosotras mismas, para contrarrestar el
desprecio oficial del patriarcado, eso es el primer paso. Si no podemos decir con orgullo
"soy mujer", ni nos defenderemos. Pero no podemos dar por hecho que todo lo que es

4 En realidad yo abogaría por reemplazar el término "patriarcado" (=gobierno de los padres) por el de
"androarcado" (=gobierno de los hombres) y así lo hago en lo que escribo con fines académicos. Sería
etimológicamente más correcto. Pero aquí prefiero seguir el uso más corriente.
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de mujer es lo contrario al patriarcado. El patriarcado es muy fuerte, influye en todo y


es el patriarcado que ha configurado gran parte de lo que supone ser mujer.
Y además tenemos que valorar cuidadosamente lo que tenemos que reivindicar
en cada momento. Como nuestra dignidad: por ejemplo jamás reírnos cuando cuentan
chistes denigrantes de mujeres, no colaborar jamás en las técnicas de dominación...
Tenemos que tener dignidad, porque sin ella damos todo por perdido antes de empezar.
Tenemos que distinguir entre esas necesidades absolutas de contestación, por un lado, y
por otro lo que podríamos tal vez guardar en una cajita cerrada por algún tiempo, por
razones estratégicas. Hay cosas que podemos pasar por alto de momento, cosas que
pueden esperar hasta más adelante, para concentrarnos en lo más urgente primero. Y
hay cosas que son valiosas pero que no siempre sirven, como por ejemplo nuestra
tendencia a ser suaves y comprensivas y dejar paso a los demás, lo cual puede ser muy
bonito, pero lo cual no sirve en una lucha dura. Y creo que nuestra lucha es dura.
Una de las tareas de esta lucha, por lo tanto, es estudiar con esmero qué es qué.
Definir prioridades. Aprender a distinguir lo esencial, lo que hay que conseguir a toda
costa para poder seguir luego con lo demás.
Un ejemplo: En los debates populares se dice a menudo que las feministas se
equivocan, porque no son los hombres que oprimen a las mujeres sino las mismas
mujeres.
Este argumento es una trampa peligrosa. No porque esté equivocado, sino
porque en parte, pero sólo en parte, dice la verdad. Hay que distinguir las partes y
definir las prioridades. Yo analizaría el argumento así:
Primero, no todas las feministas echan la culpa a los hombres como individuos.
Ser feminista es defender a las mujeres de las injusticias que sufren en la sociedad,
vengan de donde vengan. Defender a la mujer no es igual a atacar al hombre. Hablar
mal de quienes defienden a la mujer sí que es participar en la opresión de la mujer. Esta
parte del argumento supone algo de ridiculización. Quien quiera criticar a las
feministas, que aprenda primero qué clases de feminismos hay y quién defiende qué
ideas.
Segundo: La sociedad es una cosa muy grande, viene de lejos, consiste en
estructuras complejas, pautas arraigadas. No la ha fabricado ningún individuo, ni
ninguna categoría de individuos. Echar la culpa es un error. Nadie tiene la culpa.
Tercero: Eso no quiere decir que nadie haga nada malo. Todos participamos en
la reproducción de la sociedad. No existiría si no fuera porque entre todos la vivimos, la
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creamos a diario. Todos. Por lo tanto las injusticias contra las mujeres las reproducimos
tanto mujeres como hombres; raro sería si no.
Cuarto: Es más, en la medida que las mujeres han sido encargadas, por nuestra
división de tareas, de gran parte de la reproducción, ellas participan más que los
hombres también en la reproducción de esas injusticias. Son efectivamente las madres,
más que los padres, que hacen a las niñas sentirse femeninas cuando aprenden a ceder y
a los niños sentirse masculinos cuando aprenden a dominar, porque son las madres que
educan a los hijos de los dos sexos. Educan a los hijos lo mejor que pueden, lo cual
suele ser siguiendo las pautas establecidas de su sociedad. Por lo tanto reproducen las
injusticias, si las hay, pero no las han inventado, ni podrían normalmente hacer otra
cosa.
Quinto: Pero los hombres también reproducen las injusticias, en la medida que
están incrustadas en las estructuras de cuya reproducción suelen estar encargados los
hombres. Por ejemplo, suelen ser hombres los abogados y jueces que interpretan las
leyes, suelen ser hombres los políticos que las crean, suelen ser hombres los
empresarios que dan empleos y toman otras decisiones económicas... Según la división
de tareas tradicional, son los hombres, más que las mujeres, que dan forma a las
estructuras sociales y materiales que ponen límites a lo que pueden hacer los individuos,
mientras que las mujeres, más que los hombres, influyen en lo que quieren hacer los
individuos.
Sexto: Si comparamos los efectos de las injusticias que reproducen las mujeres y
las que reproducen los hombres, veremos que es difícil decir qué sexo hace más daño a
las mujeres, y sobre todo veremos que hay que cambiar las dos clases de reproducción
simultáneamente, porque si una cosa no cambia, tampoco puede cambiar la otra. Son
engranajes de una misma maquinaria.
Séptimo: En conclusión, el argumento de que las mismas mujeres son quienes
oprimen a las mujeres resulta vacío y parcial. Convence, porque encierra una verdad,
pero nos conduce a pensar de una forma poco útil. Nos conduce a encerrarnos en
amarguras y culpabilizaciones estériles. Quien esgrime tal argumento, en realidad
participa en la reproducción de las injusticias que aparentemente ataca. Las mujeres no
debemos dejarnos manipular para enfrentarnos unas con otras, ni tampoco para cometer
injusticias contra los hombres que luego se nos serán echadas en cara para quitarnos
legitimidad. Debemos sentirnos unidas en contra de lo que nos oprime, lo cual es un
conjunto de ideas y cosas heredadas que podemos llamar patriarcado o androarcado. No
se puede admitir que se eche la culpa a las mismas víctimas de lo que les ocurre.
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Pero eso no quiere decir que vamos a creernos ingenuamente que todas las
mujeres son santas. Ni todos los hombres diablos. Tampoco vamos a creer que todo el
mundo actúa como robots, encerrados en sus pautas culturales sin posibilidad de
participar en la creación de pautas nuevas. Ni tampoco vamos a creernos que todo el
mundo puede cambiar de ideas sólo con proponerselo. Hay que ser un poco más
inteligentes que todo eso.

Espacio/tiempo

Una de las razones por las que las mujeres participan más en las asociaciones de
vecinos que en otras organizaciones políticas (partidos, sindicatos) tiene que ver con la
organización del trabajo en nuestra sociedad y con la definición de la mujer. Y de cómo
esas dos cosas crean diferencias entre mujeres y hombres en cuanto a su uso del espacio
y del tiempo, y en cuanto a qué significa el espacio y qué significa el tiempo para ellas
y para ellos.
En Benituria, para seguir con el ejemplo, una inmensa mayoría de las mujeres
son amas de casa. Alrededor del 85%. Es decir, su vida profesional se centra en su casa
y sus alrededores. Lavan, compran, guisan, acompañan a los niños al colegio...
Se dice que la calle es de los hombres y la casa de las mujeres. Bien, ésa es la
definición cultural corriente, pero en realidad depende. Depende entre otras cosas de la
hora del día. En Benituria, a partir de aproximadamente las nueve de la tarde, hay pocas
mujeres en la calle. Eso supone muchas desventajas. Por ejemplo, para que las mujeres
puedan participar en reuniones quizá, objetivamente analizado, la mejor hora sería
después de cenar, después de acostar a los hijos y dejar al marido cenado y tranquilo
delante de la tele... pero a esa hora, las mujeres de Benituria no quieren salir, tienen
miedo.
Por eso hay que reconquistar la noche. Si todas saliéramos de noche, no
tendríamos que tener miedo. Pero ése es otro tema. Lo que quería decir es que de noche
la calle es de los hombres, por ahora, cierto – ¡pero de día no! De día las calles de
Benituria son de las mujeres, y más concretamente de las amas de casa. Los hombres y
las mujeres con empleo se han ido, los niños están en el colegio; hay algunos
repartidores y algunos viejos tomando el sol, pero la inmensa mayoría del gentío que se
mueve por las calles, trajinando, cumpliendo con su trabajo diario, son mujeres. Van a
comprar la comida, van a buscar a los niños a la salida del colegio, van a acompañar a
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la abuela al médico, bajan a que el pequeño juegue un poco al aire libre y mientras tanto
charlan con las otras vecinas que han salido por lo mismo...
Pensemos en situaciones concretas. Si hay un accidente de tráfico o un intento
de robo – ¿quiénes serán los testigos probables? Mujeres, claro. Si una mujer tiene que
ir al centro por algún recado, ¿qué tipo de personas estarán con ella esperando el
autobús? Otras mujeres, sus colegas. Y allí, en la parada del autobús, o en la panadería
o en la carnicería, incluso en el bar, donde sólo hay hombres por la noche pero donde
ahora puede ser que se reúnan algunas amigas a tomarse un café a media mañana... ¿de
qué se habla? De cosas de mujeres. Y por cualquier cosa que suceda en el barrio, ¿quién
va a dar la interpretación de lo que significa lo que ha pasado y qué se debe hacer al
respecto? Las mujeres.
No nos engañemos – esta presencia, estos conocimientos, suponen poder.
Por eso, en la asociación de vecinos, por mucho que haya obstáculos culturales
para que las mujeres se expresen como mujeres, a veces lo hacen, y a veces con mucha
fuerza y convicción. Eso, a los hombres muchas veces les extraña, o les pone nerviosos,
incómodos. No entienden de dónde sacan esos seres, esas mujeres que deberían estar
calladas o como mucho deberían intentar salirse con la suya por medio de técnicas
"femeninas" de persuasión, mano izquierda... ¿de dónde sacan de repente tanta fuerza
de argumento? Pero es que allí, en la asociación de vecinos, se habla del barrio, es decir
se habla de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres. No solamente
la conocen mejor, sino que ya han comentado entre sí, entre las vecinas, lo que está bien
y lo que está mal y lo que se debería hacer.
En esto, claro, las mujeres con empleo tienen la misma desventaja que los
hombres. No están en el barrio durante el día. Pero sí entienden mejor que los hombres
el punto de vista de las mujeres amas de casa, porque en alguna medida, la mayoría de
las mujeres que tienen un trabajo fuera de casa, también trabajan dentro de casa, por lo
tanto tienen experiencias en común con las amas de casa. Esto en añadidura a la
experiencia cultural, que compartimos todas, de pertenecer a una categoría discriminada
en la sociedad.
Con esto no quiero decir que está bien que las mujeres sean amas de casa. Creo
que no. Creo que mientras tengamos mundos separados de hombres y mujeres, vamos a
tener dificultades para entendernos, y eso no está bien, eso conduce a conflictos e
injusticias. Pero de momento, mientras no cambien estas cosas, lo que sí podemos hacer
es intentar jugar con ventaja, aprovechar las ventajas que nos ofrece la situación actual.
Ya que son pocas, no pasemos por alto las que sí hay. Y una ventaja que tienen las
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mujeres es un conocimiento más profundo, más realista, que los hombres, de la vida
diaria del barrio y por lo tanto de las necesidades del barrio. Cuando vamos a la
asociación, debemos acordarnos de eso. Para que no nos hagan callar con alguna de las
técnicas de dominación.

Los precios a pagar

El resultado del conjunto de obstáculos que he esbozado aquí es que pocas mujeres
participan en política, y las que lo hacen pagan un precio más alto que los hombres, en
forma de mala conciencia, sobrecarga de trabajo, crítica de las personas que las rodean,
especialmente las que más aman, por eso también muchas veces dudas íntimas, etc. etc.
Entre las dos cosas – primero, pocas mujeres que participan, y segundo, muchos
obstáculos para las que lo hacen, por lo que muchas veces lo hacen realmente peor que
los hombres – se refuerza la idea de que la mujer no es de fiar y sobre todo que no sirve
para la política. Es un círculo vicioso.
Hay mucha injusticia en esto. No solamente que es injusto de por sí pensar que
la mujer no sirve para la politica. Sino que es injusto pensar que no es de fiar
precisamente porque tiene tanto sentido de responsabilidad que cumple con lo que la
sociedad le encarga, el trabajo doméstico, a casi cualquier precio. Sacrifica su
autoestima, sus relaciones sociales, sus deseos y actividades... Se llega a mutilar a sí
misma, por ser tan responsable, y encima la llaman irresponsable.
Además es tremendamente injusto que sus obligaciones domésticas le impidan ir
a participar en actividades politicas, porque así continúa el círculo vicioso. Queda
excluida de los contextos políticos porque sufre de una situación estructural injusta, y
mientras no participe en esos contextos, poco podrá hacer para cambiar esa situación
estructural injusta. Por mucho que se queje.
No son hipócritas, como a veces se dice, las mujeres que se quejan en la
panadería de su situación y luego siguen igual, sin cambiar la organización de su vida.
Criticarlas por eso es no haber entendido nada de los obstáculos. Que son reales. Hay
limitaciones sociales, materiales y culturales. No son absolutas, pero las mujeres que se
escapan de ellas, normalmente es más por suerte que por otra cosa: por tener menos
hijos, o por tener un marido tolerante o no haberse casado, por tener dinero para tener
asistenta, por tener una tia soltera que le encanta quedarse con los niños todas las
tardes...
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En la asociación de vecinos de Benituria vi eso. Casi ninguna mujer de las que


eran muy activas era la mujer prototipo, ama de casa, con hijos, con marido de
opiniones corrientes e ingresos corrientes... Y si había alguna, ella sí que era una
heroína de proporciones descomunales.
La participación tiene un precio. Una cierta soledad forma parte de ese precio.
Te tienes que acostumbrar a las críticas y a ser la excepción entre las vecinas y los
familiares. Es duro.
Pero ya no tan duro como hace unos años – ya somos más. Y eso nos da la
compañía de las demás que están en lo mismo. Podemos ayudarnos unas a otras, y de
allí la importancia de tener organizaciones aparte para mujeres. No para aislarnos de los
problemas y tareas que tenemos en común con los hombres, pero para apoyarnos unas a
otras en los problemas específicos que sufren las mujeres que rompen con esquemas
culturales fuertemente arraigados. Para que resistamos, para que no nos rindamos. Y
para comparar experiencias; para darnos cuenta de que lo que nos pasa no es siempre
porque una u otra sea débil o tonta o torpe, sino porque las circunstancias, el contexto,
la sociedad y la cultura que nos rodea, hace que sucedan estas cosas.
Tenemos que tomar la palabra, para hablar de todo. Y si hablamos en coro, las
técnicas de dominación no funcionarán bien. Nos tendrán que oír. Personalmente, el
precio que ya no quiero pagar es quedarme callada. No hablamos demasiado. Si en
alguna medida tenemos la culpa de lo que nos pasa, es más bien por no hablar lo
suficiente.

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