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Descripción:
La vida puede cambiar en cualquier momento, de eso Emma tiene toda la certeza.
Perdió a sus padres en un abrir y cerrar de ojos, cuando menos se lo espero y desde
entonces todo cambió. Su alma está rota, pide una explicación lógica para tal
perdida, pero que no la obtuvo de la policía y que buscará por su cuenta.
Sumergida en su objetivo central, Rusher se cruza en su camino logrando despertar
en ella emociones contradictorias y amenazándola con revelar su plan si no lo deja
formar parte de la investigación. Con su ayuda y en el proceso ambos van sintiendo
más que odio, fastidio o desagrado por el otro y en sus corazones se va creando un
hilo con un tal vez infinito que solo ellos pueden descifrar.
¿Podrá ella llegar a la verdad que se esconde detrás de la muerte de sus padres?,
¿Su tal vez se convertirá en realidad o solo vivirá en sus miradas?
Capítulo 1:
Termino de ducharme, enrollo mi cuerpo en una toalla y toma otra para mi cabello;
abro la puerta que me conduce al guardarropa y de las gavetas tomo mi ropa
interior de encaje negra, una licra corta del mismo color y la percha con mi
uniforme.
Seco mi cuerpo, deslizo mi ropa interior, me coloco la licra, tomó el uniforme que
consiste en una blanca camisa manga larga, una falda plisada gris de cuadros y
una corbata gris. Me visto, peino mi cabello y aplicó colonia.
Me admiro en el espejo de cuerpo completo satisfecha con mi apariencia sin una
gota de maquillaje y optó por seguir así. Tiendo las toallas en el perchero de la
pared y salgo a mi habitación. Me siento en la cama, me pongo las medias y por
último mis botines negros. Guardó mis útiles escolares, mi cargador y el teléfono;
tomo mi saco del perchero a un lado de la puerta y me encaminó escaleras abajo.
Cuando estoy en la primera planta mi estómago ruge de hambre, pero las voces
de mi tío y su familia provenientes de la cocina hacen que ignore aquel rugido y
continúa con mi recorrido hasta la salida al porche de la casa. Una vez afuera
subo a mi Mercedes, enciendo el motor y conduzco hasta la cafetería que me
queda de camino al instituto, parqueo afuera del local, compro un capuchino con
un cruasán. Tomó mi orden, ocupó una mesa y con toda la tranquilidad del mundo
NUESTRO TAL VEZ
disfruto de mi pequeño desayuno puesto que aún faltan algunos minutos para
entrar a la escuela.
Al llegar me estacionó, tomo mis cosas y con la cabeza en alto salgo del carro. Es
difícil estar aquí después de pasar los últimos seis meses encerrada en mi
habitación resolviendo mis actividades académicas sin la necesidad de venir. Lo
que antes se sentí normal ahora se siente totalmente incómodo.
Las miradas se posan en mí y mi interior se remueve con fastidio; antes no me
importaba tener las miradas fijas en mí de cierta manera me gustaba ser el centro
de atención, pero ahora es diferente. No soporto que me miren con lástima,
compasión o pesar por lo que pasó. Si mi vida cambió o no es asunto mío no de
ellos y el simple hecho de que haya cambiado no les da el derecho de mirarme
como un si estuviese indefensa.
– Emma, lamento lo de tus... –la fulminó con la mirada.
– No lamentes nada, ninguno de ustedes lo haga –los observó detenidamente y
elevo el volumen de mi voz –. No necesito de su lástima o compasión, ahórrense y
ahórrenme la molestia y el fastidio de solo pensarlo.
Paso por su lado y continuo mi camino dejando un centenar de murmullos detrás
de mí. He cambiado, de eso no había duda alguna, pero después de la muerte de
mis padres. Es entendible el hecho de que me enoje el solo pensamiento de que
me tienen compasión o el simple hecho de que quieran tan siquiera cuidarme,
puedo hacerlo sola y darme ánimo sola, no necesito de nadie y no confió en nadie
a excepción de la rubia enfrente de mí.
– ¿Qué fue eso, Em? –pregunta con tono cansado.
– No necesito que me tengan pesar y lo sabes –sigo moviendo mis pies haciendo
que ella me siga a regañadientes.
– Solo quería hacerte saber que lamentaba lo de tus padres, no era la manera de
reaccionar, Em –su mano toma mi muñeca derecha y me detiene–. No es lástima,
es acompañamiento.
– A la única persona que permito que lo haga es a ti y lo sabes perfectamente, no
quiero ni necesito que los demás vengan a demostrarme su hipócrita compañía,
Isa –clavó mis ojos en los suyos-. A la primera oportunidad van a hablar a mis
espaldas de mí y de mi dolor, así que mejor alejados que cerca.
Me zafo de su agarre y continuó caminando por los pasillos hasta llegar a mi
casillero, lo abro, tomo lo que necesito, dejo lo que aún no voy a utilizar y lo cierro.
Acompañó a Isa al suyo para luego encaminarnos a nuestra aula correspondiente
mientras hablamos.
NUESTRO TAL VEZ
Me volteo para verlo directamente y cuando mi mirada se cruza con la suya una
extraña sensación me recorre completamente y el pensamiento de que lo he visto
antes me aborda, sin embargo, no logro descifrar de donde o cuando.
– Señor Cooper es un gusto tenerlo con nosotros, señorita Emma Collins –desvía
la mirada del chico hacia mi–. Le presento al señor Rusher Cooper –el
mencionado extiende su mano en mi dirección.
– Un gusto –besa el dorso de mi mano derecha y extiende la suya a la espera de
un apretón con la mía.
Ese nombre, ¿Dónde lo he escuchado antes? Sus ojos azules me observan
curiosos, como si quisiera saber que hay en mi cabeza o que estoy pensando en
estos momentos.
– ¿Rusher? –pregunto sumergida en mi mundo, donde intentó recordar qué
relación aguarda ese nombre conmigo que su sola mención me provoca irritación.
– Sí, ese es mi nombre –afirma y es todo lo que necesito para saber la razón.
«¡Rusher! Vámonos, no quiero estar aquí», él es el imbécil que me tumbo en la
playa y no le importo ni un poco.
Clavo mis ojos en los suyos intentando indagar si tan siquiera me relaciona con
aquel incidente o tan solo siente la necesidad de disculparse por interrumpir mi
paz y tranquilidad, pero lo único que encuentro es una mirada de inspección
viéndome de pies a cabeza con detenimiento. Aprieto su mano de mala gana por
una mini fracción de segundos.
– Bueno chicos ya pueden regresar a su salón –nos indica el director y antes de
que pueda tomar el pomo de la puerta habla–. Señorita Collins, espero que se
lleve bien con el señor Cooper ya que sería una pena lo contrario tomando en
cuenta de que deberán trabajar juntos hasta graduarse y señor Cooper usted
recibirá un pequeño tour antes de integrarse con los demás.
¡Maldición!
Capítulo 2:
*Flashback
Las olas golpean con fuerza la orilla mojando los dedos de mis pies, la brisa
acaricia mi rostro y baila mi cabello a su antojo. Centro mi vista al frente
admirando la inmensidad del mar, la infinitud que lo construye en su totalidad.
NUESTRO TAL VEZ
Dejo de abrazar mis rodillas y colocó las palmas de mis manos en la arena,
haciéndolas lentamente puños percibiendo sus pequeñas partículas moldearse a
mí mano. El fresco de la tarde me cautiva a seguir un rato más aquí, sentada en la
ribera del mar para sentir esta paz que me aborda cada que vengo.
Los recuerdos vividos con mis padres me aturden tan rápido y de manera tan
fascinante que pierdo la noción del tiempo por un momento. Era en esta playa
donde más solíamos venir para pasar tiempo juntos y crear recuerdos para toda la
vida, vida que perdió sentido sin ellos.
Transcurren los segundos casi minutos cuando siento la necesidad de volver a
casa. Me levanto, le echó el último vistazo al mar y antes de que pueda voltearme
un cuerpo choca con el mío enviándome de cara al agua.
¡Maldición!
Disgustada, enojada y con la frustración a mil, giro mi rostro en busca del
causante de dicho desastre y lo único que soy capaz de ver es su espalda amplia.
Goteando agua por mi cuerpo, cabello y rostro me pongo sobre mis pies con la
intención de gritarle a la cara hasta que ardan mis pulmones.
-¡Rusher! –exclama para llamar su atención–. Vámonos, no quiero estar aquí -grita
la chica que se encuentra a unos cuantos pasos de nosotros y que hasta ahora
veo antes de que pueda hablar.
El chico cuyo nombre es Rusher sin inmutarse un poco ante mí caída, camina
hacia la chica la toma entre sus brazos para besar sus labios y seguir caminando
por la playa como si nada hubiese pasado, como si no hubieran interrumpido mi
momento de paz y tranquilidad.
Fin de flashback*
Imbécil, eso es.
Camino a paso apresurado, sintiendo sus pasos detrás de mí a una distancia
prudente y requerida entre ese idiota y mi persona. Estoy por pisar el primer
escalón de las escaleras cuando siento su mano moldear y cerrarse en mi muñeca
deteniendo mi proceder.
Rechino mis dientes y me volteo para hacerle ver con mi mirada el desprecio que
me produce su tacto o tan solo su cercanía en mi espacio personal, pero aquellos
ojos azules se clavan en los míos y de alguna manera, no sé cómo me hipnotizan
por un instante haciéndome olvidar mi objetivo principal.
¡Maldito!
NUESTRO TAL VEZ
Capítulo 3:
Imbécil.
– Por fin haces algo por los demás.
– Pero sea lo que sea estoy dentro y tendrás que responder a cada una de mis
preguntas –ruedo los ojos al cielo frustrada.
¿En qué momento llegue a pensar que este idiota me ayudaría sin nada a
cambio?
– Corrección sigues siendo un maldito que solo ve por él y para él, que no puede
hacer algo por alguien más sin algo a cambio –sonrió falsamente–. Te diré lo que
considere necesario que sepas y no estas dentro de nada.
– Creo que a los hombres que te siguen les puede interesar que no estoy aquí
para verte –desvía su mirada de mi para mirar por encima de mi hombro.
Barro el lugar con la mirada en busca de otra persona, pero para mí desgracia
solo hay chicas alrededor de nosotros, ¿Y los chicos?
– Bien –respondo resignada.
– ¿Bien? –su mirada denota burla y maldigo para mis adentros por lo que diré a
continuación.
– Estas dentro y sabrás lo que preguntes –bramó molesta–. ¿Viniste en carro?
– Si.
– Bien porque tenemos que irnos a un lugar más privado.
Una sonrisa amplia y maliciosa se dibuja en sus labios.
– Tan rápido no me gusta, bonita.
Ruedo los ojos y lo miro con disgusto.
– No seas imbécil, quieres respuesta pues aquí no te las pienso dar es demasiado
arriesgado y ya me arriesgué mucho al decirte que estabas dentro de algo.
– Bien.
Me libera de sus brazos, se posiciona a mi lado y entrelaza nuestras manos antes
de empezar a caminar. Sus pasos son largos comparados con los míos por lo que
tuve que dar zancadas más cortas y seguidas para llevarle el ritmo. Mi pecho
subía y bajaba levemente debido a la agitación, estaba casi corriendo.
Avanzamos en total silencio por el centro comercial hasta la salida, una vez afuera
andamos unas cuantas cuadras a pie hasta un BMW M4 negro parqueado al
frente de una cafetería. Abre la puerta del copiloto y con un gesto me indica que
NUESTRO TAL VEZ
entre, lo hago y al ver el interior quedo fascinada; los asientos están tapizados en
cuero negro y algunos detalles en rojo resaltan al ojo, la fragancia amaderada de
su perfume recibe mis fosas nasales haciendo el ambiente más agradable.
Rodea el auto, entra y mira en mi dirección, se aproxima y pasa su brazo izquierdo
hasta alcanzar el cinturón y abrocharlo, repite la misma acción con él; enciende el
motor y se introduce en la autopista. Por alguna extraña razón aquel simple gesto
acelero los latinos de mi corazón y mis manos de un momento a otro empezaron a
sudar, las coloco en mi regazo abriendo las palmas y limpiándolas sutilmente en
mi pantalón.
– Considero que podemos empezar el cuestionario ahora, ¿No? –rompe el silencio
después de unos segundos de estar conduciendo.
– Llévame a la playa donde me tumbaste, allí te diré todo –informo con voz glacial
mientras veo por la ventana.
– Con gusto –se limita a decir.
Al cabo de unos minutos ya nos encontrábamos en la playa.
Me quito mis zapatillas y las dejo en el interior del carro antes de bajar; al salir el
dulce fresco de la brisa golpea con suavidad mi piel, Rusher se posiciona a mi
lado con la vista fija en el mar. Siento como cada partícula de mi cuerpo se alivia y
relaja de inmediato: este es el efecto de este lugar sobre mí.
Mis pies empiezan a moverse hacia el mar sintiendo la arena moldearse debajo de
este, Rusher me imita hasta que estamos a centímetros de la orilla.
– Este lugar es sagrado para mí –bisbiseo con la vista al frente–. Desde hace unos
meses solo consigo la paz y tranquilidad aquí y ese día tu perturbaste eso –me
dejo caer hasta quedar sentada con las rodillas pegadas a mi pecho–. Te invito a
sentarte para poder empezar.
Se sienta a mi lado dejando sus largas piernas a lo largo y sus brazos apoyados
detrás de su espalda, quedando así levemente inclinado hacia atrás.
– En primer lugar, lamento haber alterado tu clama ese día–guarda silencio unos
minutos–. Y, en segundo lugar, ¿Por qué te seguían esos hombres?
– La historia es larga ahora que lo pienso con serenidad –me giro a verlo–.
¿Deseas escucharla desde el comienzo?
– Sí –replica con voz ronca.
– Recuerdo que una noche antes de que mi vida cambiara había hablado con mi
padre por teléfono durante una hora y media, me contaba de su viaje y de que se
NUESTRO TAL VEZ
– ¡Basta! –lo corto al escuchar la mención de mi padre–. ¡Ni tú, ni nadie que no
posea la misma humildad y nobleza pude nombrar su nombre o tan solo decir lo
que él hubiese querido! –exclamo sintiendo la rabia recorrer mi cuerpo.
– Quizás tienes una visión errada del mismo hombre que yo conocí, es más es
posible que te mostrara ser una persona distinta a lo que en realidad era mi
hermano, Luis –contraataca sin miramientos.
– No había persona que lo conociera mejor que yo, de eso estoy segura –replico
con los ojos inyectados en furia.
– Nunca se llega a conocer a las personas realmente, Emma –hago una mueca de
desagrado y él sonríe con malicia–. Por lo visto tu padre te mantuvo apartada de
todo lo que en realidad pasaba a su alrededor.
– ¿Qué carajos quieres decir? –su sonrisa se vuelve victoriosa ensanchándose en
su rostro.
Ganó, logro sembrar una duda estúpida, pero latente en mi respecto al hombre
que me engendro, que aporto su granito de arena para convertirme en la mujer
que soy hoy en día.
– Puede que no te dijeran la verdad de tu origen y otras cosillas más, pero ese no
es mi problema.
– ¡Mentira, todo lo que sale de tu boca es mentira! –bufo molesta y con un leve
atisbo de duda que, aunque no quiera se ha adherido a mi–. No ensucies el
nombre de mi padre.
Le dedico una mirada fulminante antes de salir del despacho cerrando la puerta
detrás de mí con un portazo.
Capítulo 4:
Todo es un jodido dolor de cabeza que parece no terminar nunca, ha sido una
semana realmente estresante. Tengo unas ojeras maravillosas producto de mi
escaso sueño debido a mi insomnio y mi humor solo parece empeorar con el
pasar de los minutos.
La sola idea de pensar que en una realidad alternativa mi padre era otra persona y
que además andaba en malos pasos quema y frustra todo en mí; no lo veo
haciendo eso, era demasiado bueno para ser una mentira. Y para colocarle la
cereza al pastel en el Instituto todo parece venirse abajo, he estado lo
NUESTRO TAL VEZ