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NUESTRO TAL VEZ

Descripción:
La vida puede cambiar en cualquier momento, de eso Emma tiene toda la certeza.
Perdió a sus padres en un abrir y cerrar de ojos, cuando menos se lo espero y desde
entonces todo cambió. Su alma está rota, pide una explicación lógica para tal
perdida, pero que no la obtuvo de la policía y que buscará por su cuenta.
Sumergida en su objetivo central, Rusher se cruza en su camino logrando despertar
en ella emociones contradictorias y amenazándola con revelar su plan si no lo deja
formar parte de la investigación. Con su ayuda y en el proceso ambos van sintiendo
más que odio, fastidio o desagrado por el otro y en sus corazones se va creando un
hilo con un tal vez infinito que solo ellos pueden descifrar.

¿Podrá ella llegar a la verdad que se esconde detrás de la muerte de sus padres?,
¿Su tal vez se convertirá en realidad o solo vivirá en sus miradas?

Capítulo 1:
Termino de ducharme, enrollo mi cuerpo en una toalla y toma otra para mi cabello;
abro la puerta que me conduce al guardarropa y de las gavetas tomo mi ropa
interior de encaje negra, una licra corta del mismo color y la percha con mi
uniforme.
Seco mi cuerpo, deslizo mi ropa interior, me coloco la licra, tomó el uniforme que
consiste en una blanca camisa manga larga, una falda plisada gris de cuadros y
una corbata gris. Me visto, peino mi cabello y aplicó colonia.
Me admiro en el espejo de cuerpo completo satisfecha con mi apariencia sin una
gota de maquillaje y optó por seguir así. Tiendo las toallas en el perchero de la
pared y salgo a mi habitación. Me siento en la cama, me pongo las medias y por
último mis botines negros. Guardó mis útiles escolares, mi cargador y el teléfono;
tomo mi saco del perchero a un lado de la puerta y me encaminó escaleras abajo.
Cuando estoy en la primera planta mi estómago ruge de hambre, pero las voces
de mi tío y su familia provenientes de la cocina hacen que ignore aquel rugido y
continúa con mi recorrido hasta la salida al porche de la casa. Una vez afuera
subo a mi Mercedes, enciendo el motor y conduzco hasta la cafetería que me
queda de camino al instituto, parqueo afuera del local, compro un capuchino con
un cruasán. Tomó mi orden, ocupó una mesa y con toda la tranquilidad del mundo
NUESTRO TAL VEZ

disfruto de mi pequeño desayuno puesto que aún faltan algunos minutos para
entrar a la escuela.
Al llegar me estacionó, tomo mis cosas y con la cabeza en alto salgo del carro. Es
difícil estar aquí después de pasar los últimos seis meses encerrada en mi
habitación resolviendo mis actividades académicas sin la necesidad de venir. Lo
que antes se sentí normal ahora se siente totalmente incómodo.
Las miradas se posan en mí y mi interior se remueve con fastidio; antes no me
importaba tener las miradas fijas en mí de cierta manera me gustaba ser el centro
de atención, pero ahora es diferente. No soporto que me miren con lástima,
compasión o pesar por lo que pasó. Si mi vida cambió o no es asunto mío no de
ellos y el simple hecho de que haya cambiado no les da el derecho de mirarme
como un si estuviese indefensa.
– Emma, lamento lo de tus... –la fulminó con la mirada.
– No lamentes nada, ninguno de ustedes lo haga –los observó detenidamente y
elevo el volumen de mi voz –. No necesito de su lástima o compasión, ahórrense y
ahórrenme la molestia y el fastidio de solo pensarlo.
Paso por su lado y continuo mi camino dejando un centenar de murmullos detrás
de mí. He cambiado, de eso no había duda alguna, pero después de la muerte de
mis padres. Es entendible el hecho de que me enoje el solo pensamiento de que
me tienen compasión o el simple hecho de que quieran tan siquiera cuidarme,
puedo hacerlo sola y darme ánimo sola, no necesito de nadie y no confió en nadie
a excepción de la rubia enfrente de mí.
– ¿Qué fue eso, Em? –pregunta con tono cansado.
– No necesito que me tengan pesar y lo sabes –sigo moviendo mis pies haciendo
que ella me siga a regañadientes.
– Solo quería hacerte saber que lamentaba lo de tus padres, no era la manera de
reaccionar, Em –su mano toma mi muñeca derecha y me detiene–. No es lástima,
es acompañamiento.
– A la única persona que permito que lo haga es a ti y lo sabes perfectamente, no
quiero ni necesito que los demás vengan a demostrarme su hipócrita compañía,
Isa –clavó mis ojos en los suyos-. A la primera oportunidad van a hablar a mis
espaldas de mí y de mi dolor, así que mejor alejados que cerca.
Me zafo de su agarre y continuó caminando por los pasillos hasta llegar a mi
casillero, lo abro, tomo lo que necesito, dejo lo que aún no voy a utilizar y lo cierro.
Acompañó a Isa al suyo para luego encaminarnos a nuestra aula correspondiente
mientras hablamos.
NUESTRO TAL VEZ

– ¿Qué vas a hacer en tu cumpleaños número dieciocho? –indaga curiosa, con


sus ojos verdes fijos en mí.
– Nada, primero necesito poner en orden varias cosas e investigar algunas otras –
objeto con desdén mientras tomo mi lugar en el pupitre de dos y ella hace lo
mismo a mi lado.
– ¿Sigues con la idea de huronear en los asuntos de tu tío? –cuestiona curiosa.
– Voy a llegar a la verdad de la muerte de mis padres y sobre todo sabré por fin
que manejo le está dando a las empresas, Patricio -argumento seria y firme a lo
que ella se limita asentir.
– ¿Puede ser peligroso? –sus ojos expresan preocupación.
– No lo sé, Isa –la miro seriamente–. Pero de esto no se puede enterar nadie, solo
lo sabemos las dos –mi voz es neutral.
– Entiendo, no diré nada –le dedicó una amplia sonrisa.
Entre tanto dolor, en medio de la oscuridad absoluta que me consumía ella jamás
me dejo, nunca soltó mi mano aun cuando yo deseaba hacerlo y echarme a morir.
Ella me dio el rayito de luz que necesitaba para huir de ese hueco al que fui
lanzada después de la partida de mis padres, sin su presencia todo sería tan
miserable y sombrío.
La miro de reojo y me alegra contar con su apoyo, saberla mi amiga... no mi amiga
no, mi hermana de otra madre que está aunque sea fría y indiferente. La quiero
tanto y daría tanto por ella.
– Gracias Isa –la abrazo y aun cuando la toma por sorpresa me lo devuelve.
Es lo único bueno que tengo en mi vida desde hace ya más de seis meses.
El profesor de matemáticas llega con una gran sonrisa en los labios, deposita su
maletín en la mesa y nos mira a todos con alegría en sus ojos. Centra su vista en
mí y sé lo que viene a continuación, Isa sujeta mi mano y me susurra un "tranquila,
solo agradece y ya está"
– Señorita Collins, es un gusto tenerla de vuelta con nosotros –esbozo una sonrisa
fingida y él prosigue-. Lamento lo de sus padres, sé que es difícil perder un ser
querido y más si son dos, pero ánimos.
Lo mismo de siempre, no tendrán otro diálogo para estos momentos o es que se
les fríe el cerebro de solo pensarlo.
Suspiro y fingiendo una sonrisa hablo–. Gracias por sus palabras profesor, no
sabe lo acertadas que son.
NUESTRO TAL VEZ

Si con acertadas deducimos que sin inútiles.


– No hay de qué. Cambiando de tema el director la solicita en rectoría así que por
favor –me hace una seña para que salga.
– Si señor.
Me levanto de mi lugar y camino con rumbo a la dirección, me toma unos minutos
en estar frente a la puerta de la misma, tocó suavemente la puerta con mis
nudillos y un "pase" se escucha del otro lado.
Entró en la oficina, sigue igual a como la recordaba; el director me hace una seña
para que tome asiento y continúa hablando por teléfono unos segundos más antes
de colgar y fijar su atención en mí.
– Señorita Collins, es un gusto tenerla en nuestras instalaciones nuevamente –
sonrió ante lo dicho y de antemano se lo que viene a continuación–. Sé que estar
aquí de nuevo requiere mucha fuerza de voluntad para usted y aprecio ese hecho.
– Muchas gracias director -siento un gran alivio recorrer todo mi cuerpo al
escuchar esas palabras y no las típicas que he venido escuchando desde hace
meses.
– También deseo felicitarla porque, aunque se encontraba en un momento muy
difícil para usted, mantuvo sus calificaciones a pesar de tomar clases en línea por
lo cual me tomo el atrevimiento de agruparla con nuestro nuevo estudiante para
que lo guía en el proceso de formación de este último año escolar –me informa y
me remuevo en mi asiento incómoda, esto no me lo esperaba.
– ¿Y con quién estará Isabella? -indago con la esperanza de que se cambie de
opinión.
– Ella hará grupo con el mismo chico con que terminó el año pasado debido a su
ausencia –argumenta y maldigo para mis adentros por ello.
– ¿Y quién sería mi compañero? –cuestionó y antes de que pueda recibir
respuesta tres toques en la puerta resuenan por el lugar.
– Acaba de llegar –me mira alegre y algo dentro de mí me dice que no me va a
gustar en lo absoluto–. Pase.
El sonido de la puerta siendo abierta llega a mis oídos seguido de unos pasos que
se quedan a una corta distancia de esta.
– Con permiso –su voz es tan ¿varonil, hipnótica?, no lo sé.
NUESTRO TAL VEZ

Me volteo para verlo directamente y cuando mi mirada se cruza con la suya una
extraña sensación me recorre completamente y el pensamiento de que lo he visto
antes me aborda, sin embargo, no logro descifrar de donde o cuando.
– Señor Cooper es un gusto tenerlo con nosotros, señorita Emma Collins –desvía
la mirada del chico hacia mi–. Le presento al señor Rusher Cooper –el
mencionado extiende su mano en mi dirección.
– Un gusto –besa el dorso de mi mano derecha y extiende la suya a la espera de
un apretón con la mía.
Ese nombre, ¿Dónde lo he escuchado antes? Sus ojos azules me observan
curiosos, como si quisiera saber que hay en mi cabeza o que estoy pensando en
estos momentos.
– ¿Rusher? –pregunto sumergida en mi mundo, donde intentó recordar qué
relación aguarda ese nombre conmigo que su sola mención me provoca irritación.
– Sí, ese es mi nombre –afirma y es todo lo que necesito para saber la razón.
«¡Rusher! Vámonos, no quiero estar aquí», él es el imbécil que me tumbo en la
playa y no le importo ni un poco.
Clavo mis ojos en los suyos intentando indagar si tan siquiera me relaciona con
aquel incidente o tan solo siente la necesidad de disculparse por interrumpir mi
paz y tranquilidad, pero lo único que encuentro es una mirada de inspección
viéndome de pies a cabeza con detenimiento. Aprieto su mano de mala gana por
una mini fracción de segundos.
– Bueno chicos ya pueden regresar a su salón –nos indica el director y antes de
que pueda tomar el pomo de la puerta habla–. Señorita Collins, espero que se
lleve bien con el señor Cooper ya que sería una pena lo contrario tomando en
cuenta de que deberán trabajar juntos hasta graduarse y señor Cooper usted
recibirá un pequeño tour antes de integrarse con los demás.
¡Maldición!

Capítulo 2:

*Flashback
Las olas golpean con fuerza la orilla mojando los dedos de mis pies, la brisa
acaricia mi rostro y baila mi cabello a su antojo. Centro mi vista al frente
admirando la inmensidad del mar, la infinitud que lo construye en su totalidad.
NUESTRO TAL VEZ

Dejo de abrazar mis rodillas y colocó las palmas de mis manos en la arena,
haciéndolas lentamente puños percibiendo sus pequeñas partículas moldearse a
mí mano. El fresco de la tarde me cautiva a seguir un rato más aquí, sentada en la
ribera del mar para sentir esta paz que me aborda cada que vengo.
Los recuerdos vividos con mis padres me aturden tan rápido y de manera tan
fascinante que pierdo la noción del tiempo por un momento. Era en esta playa
donde más solíamos venir para pasar tiempo juntos y crear recuerdos para toda la
vida, vida que perdió sentido sin ellos.
Transcurren los segundos casi minutos cuando siento la necesidad de volver a
casa. Me levanto, le echó el último vistazo al mar y antes de que pueda voltearme
un cuerpo choca con el mío enviándome de cara al agua.
¡Maldición!
Disgustada, enojada y con la frustración a mil, giro mi rostro en busca del
causante de dicho desastre y lo único que soy capaz de ver es su espalda amplia.
Goteando agua por mi cuerpo, cabello y rostro me pongo sobre mis pies con la
intención de gritarle a la cara hasta que ardan mis pulmones.
-¡Rusher! –exclama para llamar su atención–. Vámonos, no quiero estar aquí -grita
la chica que se encuentra a unos cuantos pasos de nosotros y que hasta ahora
veo antes de que pueda hablar.
El chico cuyo nombre es Rusher sin inmutarse un poco ante mí caída, camina
hacia la chica la toma entre sus brazos para besar sus labios y seguir caminando
por la playa como si nada hubiese pasado, como si no hubieran interrumpido mi
momento de paz y tranquilidad.
Fin de flashback*
Imbécil, eso es.
Camino a paso apresurado, sintiendo sus pasos detrás de mí a una distancia
prudente y requerida entre ese idiota y mi persona. Estoy por pisar el primer
escalón de las escaleras cuando siento su mano moldear y cerrarse en mi muñeca
deteniendo mi proceder.
Rechino mis dientes y me volteo para hacerle ver con mi mirada el desprecio que
me produce su tacto o tan solo su cercanía en mi espacio personal, pero aquellos
ojos azules se clavan en los míos y de alguna manera, no sé cómo me hipnotizan
por un instante haciéndome olvidar mi objetivo principal.
¡Maldito!
NUESTRO TAL VEZ

Trato de apartar mi piel de la suya moviendo en repetidas ocasiones mi brazo,


pero su agarre se intensifica y avanza un paso en mi dirección. Me mantengo en
mi posición sin retroceder un solo paso, si piensa que con eso me va amedrentar
se equivoca y mucho. Avanza nuevamente quedando a escasos centímetros de
mí y su aroma amaderado embriaga mis fosas nasales casi al instante,
provocando que cierre los ojos brevemente.
Cuando reacciono de tal idiotez y los abro lo primero que veo es una sonrisa
burlona tirando de sus labios, zafo mi muñeca de su agarre y lo empujo tan lejos
como me es permitido. Intento seguir con mi camino al salón, pero su brazo se
envuelve alrededor de mi cintura atrayéndome hacia él y acorralándome en la
pared; lo miró desafiante y al mismo tiempo con todo el odio que puedo sentir por
todo el mundo.
– ¿Qué carajos pasa contigo, imbécil? –espeto molesta, no molesta no, furiosa por
su cercanía.
– ¿Cuál es tu rabia, bonita? –intenta acariciar con la yema de sus dedos mi rostro,
pero lo esquivo-. Ni siquiera me conoces y ya te caigo mal, que divertido será
trabajar contigo.
– Si fueras un tanto educado las cosas no serían así, es más me atrevo a decir
que intercambiar palabras contigo no sería tan molesto para mi –lo miro con mis
ojos inyectados en rabia–. Si no hubieses sido un completo idiota ese día que me
tumbaste en la playa te aseguro que ni tomaría en cuenta tu existencia.
– Así que tú eras esa chica con la que tropecé y que no le di importancia –en sus
labios se dibuja una sonrisa–. Ya decía yo que ese aroma dulce que desprendes
se me hacía familiar.
Acerca su rostro al mío, mirándome fijamente y baja su cabeza hasta el espacio
que queda entre mi hombro y cuello aspirando mi fragancia profundamente.
Su acción me produce asco y fastidio.
– ¿Qué haces idiota? –cuestionó mientras intento apartarlo.
– Esa peculiar esencia con notas de vainilla, ámbar y rosas –vuelve a posar su
brazo en mi cintura, pegándome a su cuerpo–. Tan característica de ti, ¿No es así,
bonita?
– ¿Qué te importa, imbécil? –cuestionó irritada.
Me remuevo incontables veces, tratando de soltarme de su agarre; mis manos en
su pecho empujándolo con toda la fuerza que tengo, sin embargo, no retrocede ni
medio centímetro.
NUESTRO TAL VEZ

– Ese día en la playa no me importaba en lo más mínimo ayudarte a levantar, eras


afortunada por el simple hecho de chocar conmigo como para tener que fingir que
me importaba –esboza una sonrisa de oreja a oreja–. ¿Por qué tanto fastidio por
una estúpida caída?
– ¡Déjame en paz, infeliz! –grito exasperada y con el enojón el mil.
– Lamento informarte que eso no será posible -su mano libre toma mi barbilla
obligándome a verlo directamente-. Algo me dice que estaremos tan cerca como
sea posible el uno del otro, bonita.
– Ni en tus sueños –golpeó su entrepierna con mi rodilla.
Su rostro demuestra genuina confusión, su agarre pierde intensidad, lo cual
aprovechó para escabullirme y subir casi corriendo las escaleras que me dejan en
el pasillo que me conduce al aula correspondiente. Antes de tocar la puerta, pego
mi espalda en la pared y tomó varias bocanadas de aire con la intención de
normalizar mi agitada respiración, una vez tranquila mis nudillos hacen contacto
con la madera de la misma y segundos después la abren.
No soporto su cercanía, me fastidia el solo hecho de pensar que respira el mismo
aire que yo, pero al mismo tiempo y por razones totalmente desconocidas para mí,
sus cielos me deleitan. Es como ver una guerra entre estas dos sensaciones que
por obvios motivos gana el fastidio.
***
Me terminó de vestir, observo mi aspecto en el espejo y sonrió orgullosa de mi
elección. Toma la gorra negra con aros y la deslizó en mi cabeza completando mi
outfti, agarró el bolso sobre mi cama, verificó que este todo y me encaminó a la
salida.
Cuando estoy a unos cuantos pasos de lograrlo sin que nadie pregunte para
donde voy, la voz de Lucía la mujer de mi tío resuena en mis oídos.
– ¿Para dónde, Emma? –me giro sobre mis talones dándole la cara.
– Voy al centro comercial -me mira con desconfianza–. Es que un chico me invitó y
ya sabes.
Bajo la mirada buscando que en ella se vea como nerviosismo o pena cuando en
realidad no lo es.
– Está bien, vuelve temprano –finjo una sonrisa de oreja a oreja y levantó la
mirada.
– ¡Gracias! –sonríe ante mi falso entusiasmo.
NUESTRO TAL VEZ

– Anda, no lo hagas esperar.


Retomo mi andar hacia la salida con una sonrisa victoria que segundos después
se esfuma al recordar que Damián me dijo que hoy estaría ocupado y aunque no
lo estuviese los empleados de mi tío lo conocen así que él no era una opción. Ni
modo una vez allí, veré a quien utilizo para deshacerme de ellos y convencer a
Patricio de que no voy a insistir en hablar con el señor Williams.
Iré dos pasos más adelante que ustedes tío.
Tomo un taxi y en cuestión de segundos ya estemos a una cuadra del centro
comercial, miro mi teléfono por enésima vez en busca de un mensaje del abogado,
pero no hay nada lo que me hace suponer que todo está en marcha.
– Por favor déjeme en el parqueadero subterráneo –pido y el conductor asiente
mientras sigue con la vista al frente.
El auto se detiene justo donde le pedí, pago el servicio y bajo del carro sin esperar
los vueltos. Miro el reloj en mi muñeca y faltan dos minutos, apresuró el paso y
subo al ascensor, presiono el botón para que suba y antes de que las puertas se
cierren el señor William aparece bien cubierto para que no lo reconozcan.
Ya reunidos, presiono el botón que hace detener w ascensor y lo miro antes de
aclarar mi garganta y hablar.
– Gracias por venir.
– Dígame señorita Collins, ¿Qué necesita? cuestiona al instante.
– Estoy a dos meses de cumplir los dieciocho y usted me dijo que ante tales
fechas yo podía solicitar una auditoría en la empresa a lo que Patricio no podría
negarse, ¿Estoy en lo cierto? –asiente–. Entonces quiero que me ayude en eso y
que también me colabore en la investigación que planeo llevar a cabo para
descubrir la verdad que esconde la muerte de mis padres.
Sus ojos se abren como platos, traga duro y afloja un poco su corbata.
– Señorita eso es muy arriesgado, su papá tenía leves sospechas de que andaba
en malos pasos... –lo interrumpo.
– Señor Williams el tiempo se acaba y no escucho una respuesta de su parte –lo
miro detenidamente–. Voy a llegar a esa verdad, aunque tenga que arriesgarme a
mil peligros y le recuerdo que por el solo hecho de verse conmigo también lo
incluye a usted, no lo tome como algo personal.
– Está bien señorita, pondré en proceso lo de la auditoría cuando antes –sonrió
victoriosa.
NUESTRO TAL VEZ

Vuelvo a hundir el botón y el ascensor se pone en marcha hasta llegar arriba y


abrir sus puertas. Barro el lugar con la mirada en busca de los niñeros que tengo,
pero aún no los visualizó; aprovecho para irme al baño y darme un retoque antes
de salir campante a encontrar el chico que me servirá para despistar a mi tío.
Una vez afuera veo a mis tormentos y mi inquietud por no saber que hacer ahora
me golpea de llano, inspección el lugar y la única persona que encuentro es la
menos deseada. Reflexión por unos microsegundos mis opciones y al estar
segura de que no hay otras solo él actuó.
Es por necesidad y conveniencia así que hazlo bien. Sugiere la voz en mi
cabecita.
– ¡Rusher! –lo llamo y él detiene su andar girándose en mi dirección asombrado.

Capítulo 3:

– ¡Rusher! –lo llamo y él detiene su andar girándose en mi dirección asombrado;


camino hasta él con una amplia sonrisa–. Te estaba buscando –lo abrazo y en
tono bajo menciono cerca de su oído–. Sígueme la corriente y luego te explico lo
que necesites saber.
Siento una extraña corriente recorrer mi cuerpo al sentir sus manos en la piel
expuesta de mi cintura.
– ¿Qué ganó si lo hago? –me envuelve en sus brazos pegando su cuerpo más al
mío.
– ¿No puedes hacer un favor sin esperar nada a cambio? –cuestionó irritada.
– Me golpeaste hace unas cuantas horas, ¿se te olvida, bonita? –indaga con tono
burlesco.
– No, pero para ese entonces te lo merecías –le recuerdo.
– ¿Quiénes te siguen? –juega con sus dedos en mi espalda baja y otra corriente
barre mi cuerpo.
– Trabajadores de mi tío, ¿Feliz? –contesto de mala gana mientras intento alejarlo
un poco–. No es necesario estar tan cerca y mucho menos demorar tanto
abrazados.
Se aleja un poco, aun sujetando mi cintura con sus manos.
– Bien, te ayudaré –me mira con complicidad.
NUESTRO TAL VEZ

Imbécil.
– Por fin haces algo por los demás.
– Pero sea lo que sea estoy dentro y tendrás que responder a cada una de mis
preguntas –ruedo los ojos al cielo frustrada.
¿En qué momento llegue a pensar que este idiota me ayudaría sin nada a
cambio?
– Corrección sigues siendo un maldito que solo ve por él y para él, que no puede
hacer algo por alguien más sin algo a cambio –sonrió falsamente–. Te diré lo que
considere necesario que sepas y no estas dentro de nada.
– Creo que a los hombres que te siguen les puede interesar que no estoy aquí
para verte –desvía su mirada de mi para mirar por encima de mi hombro.
Barro el lugar con la mirada en busca de otra persona, pero para mí desgracia
solo hay chicas alrededor de nosotros, ¿Y los chicos?
– Bien –respondo resignada.
– ¿Bien? –su mirada denota burla y maldigo para mis adentros por lo que diré a
continuación.
– Estas dentro y sabrás lo que preguntes –bramó molesta–. ¿Viniste en carro?
– Si.
– Bien porque tenemos que irnos a un lugar más privado.
Una sonrisa amplia y maliciosa se dibuja en sus labios.
– Tan rápido no me gusta, bonita.
Ruedo los ojos y lo miro con disgusto.
– No seas imbécil, quieres respuesta pues aquí no te las pienso dar es demasiado
arriesgado y ya me arriesgué mucho al decirte que estabas dentro de algo.
– Bien.
Me libera de sus brazos, se posiciona a mi lado y entrelaza nuestras manos antes
de empezar a caminar. Sus pasos son largos comparados con los míos por lo que
tuve que dar zancadas más cortas y seguidas para llevarle el ritmo. Mi pecho
subía y bajaba levemente debido a la agitación, estaba casi corriendo.
Avanzamos en total silencio por el centro comercial hasta la salida, una vez afuera
andamos unas cuantas cuadras a pie hasta un BMW M4 negro parqueado al
frente de una cafetería. Abre la puerta del copiloto y con un gesto me indica que
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entre, lo hago y al ver el interior quedo fascinada; los asientos están tapizados en
cuero negro y algunos detalles en rojo resaltan al ojo, la fragancia amaderada de
su perfume recibe mis fosas nasales haciendo el ambiente más agradable.
Rodea el auto, entra y mira en mi dirección, se aproxima y pasa su brazo izquierdo
hasta alcanzar el cinturón y abrocharlo, repite la misma acción con él; enciende el
motor y se introduce en la autopista. Por alguna extraña razón aquel simple gesto
acelero los latinos de mi corazón y mis manos de un momento a otro empezaron a
sudar, las coloco en mi regazo abriendo las palmas y limpiándolas sutilmente en
mi pantalón.
– Considero que podemos empezar el cuestionario ahora, ¿No? –rompe el silencio
después de unos segundos de estar conduciendo.
– Llévame a la playa donde me tumbaste, allí te diré todo –informo con voz glacial
mientras veo por la ventana.
– Con gusto –se limita a decir.
Al cabo de unos minutos ya nos encontrábamos en la playa.
Me quito mis zapatillas y las dejo en el interior del carro antes de bajar; al salir el
dulce fresco de la brisa golpea con suavidad mi piel, Rusher se posiciona a mi
lado con la vista fija en el mar. Siento como cada partícula de mi cuerpo se alivia y
relaja de inmediato: este es el efecto de este lugar sobre mí.
Mis pies empiezan a moverse hacia el mar sintiendo la arena moldearse debajo de
este, Rusher me imita hasta que estamos a centímetros de la orilla.
– Este lugar es sagrado para mí –bisbiseo con la vista al frente–. Desde hace unos
meses solo consigo la paz y tranquilidad aquí y ese día tu perturbaste eso –me
dejo caer hasta quedar sentada con las rodillas pegadas a mi pecho–. Te invito a
sentarte para poder empezar.
Se sienta a mi lado dejando sus largas piernas a lo largo y sus brazos apoyados
detrás de su espalda, quedando así levemente inclinado hacia atrás.
– En primer lugar, lamento haber alterado tu clama ese día–guarda silencio unos
minutos–. Y, en segundo lugar, ¿Por qué te seguían esos hombres?
– La historia es larga ahora que lo pienso con serenidad –me giro a verlo–.
¿Deseas escucharla desde el comienzo?
– Sí –replica con voz ronca.
– Recuerdo que una noche antes de que mi vida cambiara había hablado con mi
padre por teléfono durante una hora y media, me contaba de su viaje y de que se
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divirtieron a pesar que de yo no estaba –mi vista empieza a humedecerse y mi voz


a sonar apagada–. No lo sabía, pero era nuestra última charla y me quedaron
cosas sin decirle a él y a mamá... –un nudo se forma en mi garganta
impidiéndome hablar–. A la mañana siguiente la noticia de que habían tenido un
accidente fue lo primero que oí y sentí mi mundo colapsar, corrí al hospital tan
rápido como mis pies me lo permitieron, no los pude ver –mi voz se quiebra y para
ese entonces las lágrimas ya recorrían mi mejilla una tras otra–. Llegaron mal
heridos, pero vivos a emergencias... –suspiro y obligo a mi voz a salir–. No me
dejaron verlos ni despedirme de ellos por razones que aun no entiendo –un
sollozo gutural brota desde lo más profundo de mi garganta–. Según me dijeron
fueron sometidos a cirugía y estaban en recuperación cuando ambos sufrieron un
paro respiratorio fatal, desde allí todo empeoro.
– Siento lo de tus padres, Emma –su mano alcanza la mía y le proporciona un leve
apretón que se me antoja reconfortante.
Sus palabras suenan sinceras, sin una pisca de burla.
– Me entregaron sus cenizas luego de que mi tío firmara la autorización para que
los cremaran sin pedir mi opinión, las regué aquí –susurro entre sollozos débiles–.
Días después leyeron el testamento, todo quedo en mis manos, pero al ser menor
de edad mi tío tomaría total control de la herencia hasta mis dieciocho –guardo
silencio por unos instantes–. El último informe del estado de las empresas mi
padre lo compartió conmigo empapándome del tema, desde que Patricio tomo
posición de estas, sus informes no concuerdan y hay dinero justificado
ilógicamente –mi voz es áspera–. Mis padres murieron en extrañas condiciones
para mí, debido a que papá era muy precavido al conducir; la entrada de dinero
mal justificado en las empresas, la vigilancia que me tienen para ver si me
encuentro con el señor Williams; todo es muy sospechoso.
– En efecto –concuerda conmigo–. ¿Te viste con ese señor en el centro
comercial?
– Así es, el ascensor es un punto ciego que me sirve por el momento mientras
consigo donde vernos, que sea más seguro.
***
Rusher detiene el coche delante de mi casa, desabrocho el cinturón y antes de
descender lo miro.
– Gracias por lo de hoy, después de todo resultaste tener corazón y no ser solo un
gilipollas –esboza una sonrisa ladeada.
– Tu también lo cual me sorprende –manifiesta viéndome fijamente–. ¿Bonita?
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– ¿Sí? –el azul de sus ojos me hipnotiza.


– Vamos a llegar a la verdad de todo, lo prometo –una leve sonrisa se dibuja en
mis labios.
– No prometas cosas que no puedes cumplir –suspiro–. Hasta luego.
– No estoy prometiendo algo que no se pueda cumplir, solo confía en que lo
haremos –sus ojos azules me miran fijamente–. Descansa, bonita.
Avanzó hasta la entrada, introduzco la llave y antes de que pueda girarla la puerta
es abierta desde adentro dejándome ver el rostro de una Lucía con cara de pocos
amigos.
– ¿Qué son estas horas de llegar, Emma? –inquiere al instante, su mirada busca
detrás de mí.
No me espera a mí sino a su hija.
– No la he visto, así que no la busques –intento pasar a su lado, pero me lo
impide.
– Tu tío te espera en el despacho –anuncia antes de darse la vuelta y perderse de
mi vista.
Un suspiro resignado escapa de mis labios y a paso despreocupado me dirijo al
despacho, abro sin siquiera tocar la puerta y la figura de mi tío sentando detrás del
escritorio mirando unos papeles me recibe.
– ¿Me querías ver?
– Se saluda, Emma –desvía la mirada de los documentos a mí–. Necesito unos
papales que tenía tu padre aquí, pero como tú has decidido guardar todo bajo
llave en la que era su habitación no tengo acceso a ellos.
Un atisbo de rabia se percibe en su voz.
– Te deje aquí todo lo que poseía el logo de la empresa, así que no creo que
estén allá, sin embargo, revisare si se me paso alguno.
– Déjame hacerlo a mí, yo los puedo buscar.
– Nadie que no sea yo pisa esa habitación; pensé que estaba claro, Patricio –
alego en tono cansado.
– Mi hermano hubiera...
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– ¡Basta! –lo corto al escuchar la mención de mi padre–. ¡Ni tú, ni nadie que no
posea la misma humildad y nobleza pude nombrar su nombre o tan solo decir lo
que él hubiese querido! –exclamo sintiendo la rabia recorrer mi cuerpo.
– Quizás tienes una visión errada del mismo hombre que yo conocí, es más es
posible que te mostrara ser una persona distinta a lo que en realidad era mi
hermano, Luis –contraataca sin miramientos.
– No había persona que lo conociera mejor que yo, de eso estoy segura –replico
con los ojos inyectados en furia.
– Nunca se llega a conocer a las personas realmente, Emma –hago una mueca de
desagrado y él sonríe con malicia–. Por lo visto tu padre te mantuvo apartada de
todo lo que en realidad pasaba a su alrededor.
– ¿Qué carajos quieres decir? –su sonrisa se vuelve victoriosa ensanchándose en
su rostro.
Ganó, logro sembrar una duda estúpida, pero latente en mi respecto al hombre
que me engendro, que aporto su granito de arena para convertirme en la mujer
que soy hoy en día.
– Puede que no te dijeran la verdad de tu origen y otras cosillas más, pero ese no
es mi problema.
– ¡Mentira, todo lo que sale de tu boca es mentira! –bufo molesta y con un leve
atisbo de duda que, aunque no quiera se ha adherido a mi–. No ensucies el
nombre de mi padre.
Le dedico una mirada fulminante antes de salir del despacho cerrando la puerta
detrás de mí con un portazo.

Capítulo 4:

Todo es un jodido dolor de cabeza que parece no terminar nunca, ha sido una
semana realmente estresante. Tengo unas ojeras maravillosas producto de mi
escaso sueño debido a mi insomnio y mi humor solo parece empeorar con el
pasar de los minutos.
La sola idea de pensar que en una realidad alternativa mi padre era otra persona y
que además andaba en malos pasos quema y frustra todo en mí; no lo veo
haciendo eso, era demasiado bueno para ser una mentira. Y para colocarle la
cereza al pastel en el Instituto todo parece venirse abajo, he estado lo
NUESTRO TAL VEZ

suficientemente distraída como para no rendir en lo absoluto, si no fuera por


Rusher y su ayuda en ese aspecto de mi vida todo sería un maldito caos.
Paso las manos por mi melena castaña lacia una vez más en menos de diez
minutos y mi cabeza parece querer explotar de tanto pensar y analizar mis
diecisiete años de vida para ver si he pasado por alto alguna señal, pero mis
recuerdos son solo eso: recuerdos de un hombre excepcional que hacia el bien
sobre todo pronóstico. Nunca lo vi hacer el mal ni cuando merecían ser
castigados, en su corazón solo había amor, bondad y perdón para todo aquel que
lo dañara.
– ¡Es mentira, conozco mi origen, sé quiénes eran mis padres! –susurro para mí
en un intento desesperado por borrar todo rastro de duda en mí. Fracaso–.
¡Maldición!
Me dejo caer en la cama frustrada, con miles de preguntas que posiblemente
jamás obtengan respuestas porque quién podría responderlas está muerto.
Pequeñas lágrimas cálidas y amargas empiezan a desbordarse de mis ojos,
nublado todo y haciendo todo aún más difícil y doloroso.
Quiero gritar, hacerlo hasta que mis pulmones no puedan más, sacar de mi
sistema todo está mierda que me consume y roba el sueño. Simplemente quiero
saber cómo lidiar con todo lo que pasa a mi alrededor sin que parezca un desafío.
Cierro mis ojos en un intento por conciliar el sueño, lágrimas siguen brotando de
ellos y sorpresivamente la pastilla que me tome momentos antes empieza hacer
efecto, mis parpados empiezan a pesar y después de una semana lentamente me
quedo dormida.
A la mañana siguiente mi humor no mejora. Mis dudas y miedos de descubrir
mentiras vestidas de verdad me agobian profundamente volviendo todo un maldito
desastre. Me quedo acostada en la cama con la vista en el techo donde yacen
pegadas estrellas fluorescentes de diferentes tamaños, mismas que un día mi
padre trajo para mí.
Y de repente, sin previo aviso todo me golpeo con tanta fuerza que el dolor fue
inevitable.
*Flashback
– ¡Hija, ya estamos aquí! –anuncia mi padre desde la planta baja y acto seguido
se escucha el sonido de la puerta al cerrarse.
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