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En Europa, se produjo el hundimiento de los Imperios Centrales (el Imperio Alemán, el Austro-
Húngaro) y de su aliado, el Imperio Otomano o Turco; la desaparición de tres monarquías, y una
revolución proletaria triunfante en Rusia. La guerra significó la pérdida de hegemonía de Europa
sobre el resto del mundo. En orden de importancia fue reemplazada por los Estados Unidos, que
terminaron la contienda con un gran saldo comercial y sin haber sufrido pérdidas en su propio
territorio; los préstamos otorgados a los países beligerantes lo convirtieron en una nación acreedora y
la propia Inglaterra quedaba endeudada con los Estados Unidos. El trazado de nuevas fronteras dio
lugar al nacimiento de nuevos Estados-nación europeos, que se desprendieron del Imperio Ruso y del
Imperio Austro-Húngaro. Todos los eslavos del sur fueron integrados a un estado y formaron la
nueva Yugoslavia, que incluía a Serbia fusionada con Eslovenia (antiguo territorio austríaco) y
Croacia. Rusia, alejada de la guerra debido a la Revolución Bolchevique, perdió territorios que se
convirtieron en países independientes (Estonia, Lituania, Letonia y Finlandia); también surgieron,
Polonia y Checoslovaquia. La desintegración del Imperio Turco consolidó la presencia de los países
vencedores de Europa en Medio Oriente, a través de los protectorados británico y francés en sus
territorios.
LA REPUBLICA DE WEIMAR
Ni los comunistas ni la derecha radical aceptaron la República; esta contó con escasos adeptos
realmente convencidos, la socialdemocracia fue su más decidido sostén. El gobierno provisional fue
obligado por las potencias victoriosas a firmar una paz que los alemanes vivieron como humillante.
Para muchos alemanes, la derrota en la guerra fue más una “puñalada por la espalda” de la dirigencia
republicana que consecuencia del fracaso en los campos de batalla. El régimen republicano dejó
intactos los pilares de la Alemania imperial: la burocracia, los jefes y oficiales del Ejército, la
Magistratura, el cuerpo policial. En las elecciones de enero de 1919 para constituir la Asamblea
Constituyente los comunistas no se presentaron, la socialdemocracia obtuvo el 38 % de los votos y
los socialistas independientes cerca del 8 %. La mayoría de la población optó por partidos burgueses.
Alemania era un país políticamente moderado y los partidos de centro-derecha tenían un peso
destacado en electorado. La presidencia quedó a cargo del socialista Ebert hasta su muerte en 1925,
cuando fue elegido el mariscal Paul von Hindenburg con la activa movilización de la clase media.
Contó con varias dificultades, una de ellas fue la cuestión de las indemnizaciones que Alemania
estaba obligada a pagar a los vencedores de la Gran Guerra (unos 132.000 millones de marcos-oro a
pagar en 30 años). La interrupción del pago de esas cantidades dio lugar a la invasión de la cuenca
del Ruhr por un ejército franco-belga. La resistencia pasiva alentada por el gobierno alemán y la
asunción de su coste por el Estado desencadenaron un proceso de hiperinflación que puso en serios
aprietos la economía alemana. Además de las indemnizaciones, ricos territorios en yacimientos
minerales y muy industrializados pasaron a manos de los vencedores, otra dificultad fue su
incapacidad para ganar el apoyo de los ciudadanos. Su política industrialista generó el resquemor de
los sectores agrícolas; por su parte, las clases medias, muy perjudicadas por el bache económico de la
posguerra y la crisis de 1929, también le volvieron la espalda.
Un sector de la clase obrera más radical, la representada por el Partido Comunista (KPD),
simpatizante con el izquierdismo bolchevique, acusó a los gobiernos republicanos en general y a los
socialdemócratas en particular, de defender exclusivamente los intereses de la burguesía y
protagonizó una revolución comunista en Berlín (1 de enero de 1919), capitaneada por Rosa
Luxemburgo y Karl Liebknecht. La revolución Espartaquista fue duramente reprimida por el
gobierno del presidente Ebert, quien se valió de la ayuda de antiguos militares imperiales y de grupos
de extrema derecha, los "freikorps". Los grandes grupos industriales y capitalistas expresaron la
necesidad de un Estado fuerte capaz de garantizar sus intereses económicos y plantar cara a las
fuerzas sindicales y al “peligro bolchevique”.
La República se derechizó y cada vez fue más tolerante con los sectores golpistas nazis, permitiendo
actuar con relativa impunidad a las milicias paramilitares de las SA y las SS. Finalmente, el crac de
1929 y la consiguiente Gran Depresión destruyeron el escaso prestigio que gozaba la institución
republicana. El desempleo se cebó en amplios sectores de la sociedad, alcanzando la cifra de los casi
8 millones de desocupados en 1931.
El CORPORATIVISMO
Es una corriente ideológica que surge en Europa en el periodo de entreguerras. Su formulación inicial
fue obra de pensadores conservadores antiliberales y tuvo su primer impulsor en la Iglesia Católica,
se caracterizó por: la supresión de la libertad sindical, la intervención del Estado en una gran parte de
los asuntos económicos y sociales, un régimen autoritario y derechista de signo tecnocrático. Dice
Hobsbawm: Para designar este sistema se utilizaban a veces los términos democracia o participación
«orgánica», que se suponía superior a la democracia sin más, aunque de hecho siempre estuvo
asociada con regímenes autoritarios y estados fuertes gobernados desde arriba, esencialmente por
burócratas y tecnócratas. En todos los casos limitaba o abolía la democracia electoral, sustituyéndola
por una «democracia basada en correctivos corporativos»,
La Sociedad de Naciones impuso sanciones a Italia en noviembre. Mussolini respondió con la salida
de la delegación italiana de dicho organismo. La débil reacción de las potencias democráticas y el
apoyo de Alemania animaron al dictador italiano a consumar la conquista del territorio y Haile
Selassie se vio obligado a abandonar la capital Addis Abeba, que cayó en manos italianas el 5 de
mayo de 1936. Tras la conquista de Abisinia, Mussolini proclamó el nacimiento del Imperio Italiano,
del que también formaría parte el Dodecaneso griego (perteneciente al Imperio Turco, y ocupado por
Italia en 1912).
LA TERCERA INTERNACIONAL
En marzo de 1919, Lenin inauguró en Moscú el congreso que aprobó la creación de la Tercera
Internacional invocando a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, los líderes del comunismo alemán
asesinados ese año. La Comintern elevó al partido bolchevique a la categoría de modelo a imitar por
todos los partidos comunistas del mundo y reconoció a la dictadura del proletariado como el único
camino hacia el socialismo: las promesas de la democracia eran solo un falso espejismo para
preservar la dominación de la burguesía. Entre 1920 y 1921 se crearon importantes partidos
comunistas en Alemania, Francia e Italia, y también hubo partidos comunistas de masas en Bulgaria
y Checoslovaquia. En el resto de Europa, los partidos comunistas fueron marginales. La mayor parte
de los dirigentes de los partidos socialistas tomaron distancia de los bolcheviques y permanecieron en
las filas de la Segunda Internacional. No obstante, en casi todos estos partidos, parte de sus
militantes, los más jóvenes, los más decididos a entregar su vida a la causa de la revolución, crearon
nuevos partidos comunistas. La división del campo socialista tuvo un profundo impacto en el rumbo
político del período de entreguerras, y efectos permanentes en el siglo XX. La existencia de la
Tercera Internacional se prolongó hasta 1943 cuando fue disuelta por Stalin para afianzar su alianza
con las democracias de Estados Unidos y Gran Bretaña en la guerra contra la Alemania nazi.
FORDISMO.
En 1914 Ford introdujo la línea de montaje o producción en cadena. El automóvil
podía ensamblarse en forma rápida, si previamente se producían sus partes y se uniformaban las
piezas. Este sistema ya se utilizaba en la fabricación de armas, bicicletas
y máquinas de coser. Los obreros de Ford tuvieron que especializarse en pequeñas tareas y adoptar
un ritmo determinado, para lo cual debían someterse a la intensidad o velocidad de la cinta
transportadora, que se movía continuamente. La gran expansión del automóvil en el mercado
norteamericano fue acompañada por la baratura del combustible, el crecimiento de la industria del
acero, el plomo, el caucho y la construcción de carreteras por parte del gobierno.
Las innovaciones de la empresa automotriz fueron tan extraordinarias que el modelo
fordista se desarrolló en otras ramas de la industria. Otras características del fordismo fueron el
crecimiento de ciudades dominadas por una sola industria, como Detroit, en EE.UU., y Turín, en
Italia, por la producción de automóviles y la residencia de la clase obrera en la misma localidad; y el
crecimiento del consumo por parte de los obreros.
Ford también multiplicó sus inversiones: adquirió la propiedad de minas de carbón,
bosques y un ferrocarril. Y, con el propósito de garantizar la provisión de caucho, en
1928 inició sus propias plantaciones en el norte de Brasil.
Durante 1928, las acciones de las principales compañías americanas, habían subido rápidamente su
valor, esto constituyó una fuente de inversión que permitió lanzar al mercado cifras récord de
millones de títulos. Circulaban rumores sobre las fortunas adquiridas en la Bolsa y parecía imposible
perder dinero con estas operaciones. Pero algunos inversionistas habían comprado acciones a crédito,
especulando con su reventa cuando subían los valores. Los bancos también especulaban y
extendieron sucursales por todos los Estados. El 24 de Octubre de 1929, «el jueves negro», se
produjo un pánico financiero en la Bolsa de Nueva York, que para esa fecha tenía unos cien años de
existencia. Comenzaron a caer las cotizaciones y los poseedores de acciones intentaron venderlas
desesperadamente antes de que siguieran perdiendo su valor. Los efectos del crack de la Bolsa se
propagaron rápidamente y convirtieron en una grave y prolongada crisis, conocida como la Gran
Depresión, que se extendió durante toda la década de 1930. La crisis de 1929 provocó una
desarticulación del sistema económico internacional, la recuperación no fue general hasta el
comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939) y las economías capitalistas tuvieron que buscar
soluciones alternativas al liberalismo para salir de la crisis. Luego del colapso de la Bolsa de Nueva
York siguió una ola de quiebras de bancos en todo el país, los depositantes hacían colas interminables
para retirar sus ahorros y miles de sucursales tuvieron que cerrar. Los agricultores endeudados no
pudieron pagar sus hipotecas, perdieron las tierras o sus casas fueron a remate. Ademas se generalizó
el desempleo masivo.
Roosevelt puso en práctica programas y organismos estatales para estimular la economía
estadounidense, a través de una legislación y una serie de reformas conocidas como el New Deal, que
fue la intervención del Gobierno Federal en la economía que, hasta ese entonces, era un ámbito
exclusivamente privado de los hombres de negocios.
El New Deal consistió en una serie de reformas o medidas intervencionistas para regular los
mercados y los efectos de la crisis; las principales fueron:
El control del Gobierno sobre la emisión de acciones de la Bolsa.
El control de la banca privada y la creación de una Agencia Federal para asegurar
los depósitos bancarios.
La Ley de Reajuste Agrícola, que compensaba con subsidios a los agricultores que
accedían a disminuir las superficies cultivadas, para mejorar los precios de las
cosechas.
La refinanciación de las hipotecas, para que los agricultores endeudados no perdieran sus tierras.
La Ley de Recuperación Industrial, que obligaba a las empresas a establecer códigos
de «buena competencia» y de precios «justos».
La Seguridad Social que incluyó seguros de desempleo.
El New Deal significó una ruptura con el liberalismo económico y la adopción de una
postura keynesiana. Según esta teoría elaborada por John Maynard Keynes, «el Estado
debe intervenir activamente en la economía» para fomentar el empleo, estimular las
inversiones y regular. Esta doctrina tuvo una influencia decisiva en la política económica
seguida por los países capitalistas durante la Gran Depresión y fundamentalmente al
terminar la Segunda Guerra Mundial.
LA INDUSTRIALIZACION FORZOSA
Los problemas económicos internos y las tensiones en el escenario internacional fueron
percibidos por el partido como claras señales de que había llegado la hora de que la
industrialización planificada fuera la prioridad. Cuando se puso en marcha la NEP, la industria
alcanzaba su más bajo nivel. La tarea principal consistió en poner en condiciones fábricas y
maquinaria, y hacia finales de 1926, la producción en general había recobrado los índices de antes de
la Revolución. En diciembre de 1925, el partido aprobó la industrialización como su principal meta, y
a partir de 1926 se dio curso a grandes proyectos para la producción de energía y tractores. Pero aun
entonces no se fijó una tasa de industrialización intensiva y se continuó suponiendo que la industria
avanzaría a un ritmo que no exigiría el esfuerzo desmedido del campesinado. La conjunción de dos
hechos: la inseguridad en el plano de las relaciones internacionales y la caída en el abastecimiento de
granos, cada uno con su impronta particular, desembocó en la aprobación del primer plan quinquenal
a favor de la industrialización acelerada y en la colectivización forzosa en 1929. Respecto del primer
factor, una serie de situaciones conflictivas deterioró la relación del
régimen soviético con gobiernos del ámbito capitalista, especialmente el británico. El temor de que
hubiese una nueva agresión a la patria del comunismo por parte de los Estados
capitalistas concentró la atención en la necesidad de poner en marcha una rápida industrialización
para sostener un posible esfuerzo de guerra.
LA ITALIA FASCISTA
El surgimiento del movimiento fascista, en Italia durante la década del 1920 significó un retroceso
respecto del liberalismo político europeo. Este regímen fue esencialmente autoritario y hostil a las
instituciones políticas liberales: la Democracia, los Parlamentos y el Sistema de Partidos.
Algunas características del fascismo:
El anticomunismo y antiliberalismo.
La exacerbación del nacionalismo.
El Estado como la encarnación de minorías selectas con derecho a gobernar con un
sistema de partido único (es decir, prohibiendo a los demás partidos).
La autoridad personalizada en un jefe único carismático y el culto al líder (Mussolini
era el Duce o conductor).
Exaltación de la acción directa y violenta de milicias activas encuadradas en el
Estado (grupos armados y uniformados).
La movilización de las masas con discurso obrerista y popular.
El corporativismo que sustituye a la democracia liberal por la representación de los
grupos de intereses económicos y profesionales. El sistema corporativo fomenta la
asociación de los obreros y empresarios, encuadrados en sus respectivas organizaciones incorporadas
al Estado.
Se trató de un movimiento esencialmente contrarrevolucionario, que con el mito de
una sociedad sin lucha de clases, pretendían armonizar los intereses, disciplinando
a la clase obrera y restando autonomía a sus sindicatos. En la Italia de Mussolini el
derecho a huelga quedó eliminado, y las organizaciones obreras pasaron a depender
del Ministerio de las Corporaciones.
El avance del fascismo durante la década de 1930, puede considerarse en primer lugar como una
respuesta a los peligros de la revolución social que había triunfado en Rusia.
Pero fue indudablemente la Gran Depresión la que fortaleció y dio impulso al fascismo
en Europa. La crisis económica de 1930 contribuyó a que estas experiencias totalitarias
se consolidaran.
EL ASCENSO DE HITLER
Alemania había quedado endeudada por generaciones y humillada por las potencias
vencedoras (Francia, Inglaterra y Estados Unidos). Su población estaba agotada por
la crisis económica, desde el término de la guerra en 1918 hasta 1923; la economía
alemana sufrió un período de elevada inflación y desempleo. Al salir de la cárcel, Hitler reorganizó el
partido en un sentido que le posibilitó contar con poderes absolutos. Aunque a partir de ese año la
afluencia de créditos exteriores –sobre todo estadounidenses– impidió que la economía se
derrumbara, la crisis mundial que se desencadenó en 1929 en Estados Unidos significó la fuga
masiva de estos capitales y la cifra de desempleados alcanzó a seis millones de trabajadores. Estas
circunstancias extraordinarias permitieron el ascenso del nazismo; el partido de Adolf Hitler (el
Nacionalsocialista), sosteniendo una propaganda que anunciaba el resurgimiento alemán, Fue
básicamente en el marco de la crisis que el nazismo pasó al centro del escenario político. Sin
embargo, el derrumbe económico no fue el que condujo en forma lineal e inevitable al ascenso de los
nazis. Más importante fue la fuerte movilización política de diferentes sectores de la clase media, que
lo hicieron abandonando y cuestionando a los partidos tradicionales para reivindicar la acción directa
y un nuevo modo de hacer política de tono populista. El triunfo electoral de los nazis a partir de 1930
fue posible porque –en el marco de la crisis de los principales partidos y de la intensa activación
ciudadana– fueron los que mejor supieron interpretar y representar las
demandas de justicia social y rehabilitación del orgullo nacional de gran parte de la sociedad.
El ascenso de Hitler al gobierno fue facilitado también por los sectores poderosos de la
sociedad –negocios, Ejército, grandes terratenientes, funcionarios de alto cargo, académicos,
intelectuales, creadores de opinión–, que nunca habían aceptado la República. obtuvo 107 Diputados
en las elecciones de 1930. En 1933 fue designado Canciller. Pronto el Partido Nacionalsocialista fue
declarado partido único. Se prohibieron los demás partidos y organizaciones sindicales, y el régimen
parlamentario fue reemplazado por un Estado de neto corte autoritario. Hitler emprendió su programa
de gobierno que rechazaba todas las disposiciones del Tratado de Versalles. Inició el rearme alemán
y postuló la teoría de la conquista del espacio vital para la Nación Alemana, es decir, la idea de
ocupar los vastos recursos y territorios de Europa del Este, habitada por pueblos eslavos a los que
consideraba inferiores. Se proyectó entonces la idea de una Nación fuerte que no estaba dispuesta a
limitarse a las fronteras estipuladas en Versalles; la Gran Alemania ejercería su hegemonía en Europa
con la fundación del llamado Tercer Reich.
Para suprimir el paro (desempleo) y recuperar la economía, el nuevo régimen estructuró
una alianza con los grandes de la industria pesada, reactivada por el rearme (como la
fábrica de armamentos Krupp).
REPRESION Y ANTISEMITISMO
Los adversarios políticos más activos fueron detenidos o huyeron del país. El primer campo
de concentración se abrió en marzo de 1933 en Dachau, bajo la dirección de las SS, como
centro de detención, tortura y exterminio de los militantes de izquierda. En mayo, después de la
conmemoración del Día del Trabajo, fueron disueltos los sindicatos. A mediados de 1933 ya habían
sido prohibidos o bien decidieron disolverse todos los partidos políticos.
Al llegar al gobierno Hitler no dejó de afirmar, frente a los militares y los organismos
encargados de dar respuesta al problema del desempleo, que el gasto militar era prioritario:
“todos los demás gastos tenían que subordinarse a la tarea del rearme”. Este objetivo agradó al alto
mando del Ejército y junto con la expansión de la obra pública hizo descender el desempleo. Las
enormes ganancias derivadas del auge de los armamentos y el aplastamiento de la izquierda
consolidaron la relación entre los industriales y el gobierno. El programa despegó con fuerza en
1934; sin embargo, conducía a graves cuellos de botella: las divisas asignadas a los insumos
destinados a satisfacer la industria de armamentos eran retaceadas a las industrias de bienes de
consumo, que veían reducida su capacidad de importar y de satisfacer las demandas del mercado
interno. Las tensiones afloraron en el primer estancamiento económico importante, a partir de 1935.
Con la llegada de Hitler al gobierno, las principales acciones de carácter antisemita fueron
impulsadas por las presiones de los activistas del partido, del bloque SS-Gestapo, de las
rivalidades personales e institucionales y de los intereses económicos deseosos de eliminar la
competencia judía. La política nazi se manifestó de dos formas paralelas: por una parte
medidas de corte legal destinadas a excluir a los judíos de la sociedad, privarlos de sus
derechos civiles y llevarlos a la ruina económica; y simultáneamente campañas discriminatorias y
acciones violentas dirigidas a forzarlos a emigrar de Alemania.
Desde el ascenso de Hitler al poder hasta la expansión del Tercer Reich, la metodología
del proceso que llevó al genocidio siguió distintas etapas.
Una primera etapa «legalista» anti-judía: las leyes de Nüremberg de 1935 sobre los
ciudadanos del Reich y sobre «la protección de la sangre y el honor alemanes».
Se prohibieron los casamientos y las relaciones sexuales entre arios y judíos.
Los judíos alemanes fueron privados de sus derechos civiles, excluidos de los empleos públicos,
universitarios y judiciales.
Se les prohibió ingresar al ejército alemán y ejercer la medicina.
En 1938 tuvo lugar la «Noche de los cristales rotos», cuando se multiplicaron los
saqueos a comercios, los ataques a las tiendas judías en las calles de las ciudades
alemanas y los incendios y demoliciones de sinagogas (templos judíos).
El poderío creciente del Tercer Reich ofrecio condiciones propicias para avanzar sobre
Austria. Después de Versalles, el corazón del imperio de los Habsburgo quedó reducido a una
pequeña república con graves problemas económicos y políticos y con un profundo
resentimiento por la pérdida de territorios. La unión con Alemania contó con un destacado
apoyo entre los austríacos, pero fue prohibida por los vencedores. El ascenso de Hitler
acentuó las divisiones en el interior de Austria entre socialistas, católico-conservadores y
pangermanistas, y solo estos últimos siguieron reclamando la unión. En 1934 Hitler, que no
había dado su aprobación a la medida de fuerza, dispuso –ante la reacción del Duce– que se diera
marcha atrás. Cuatro años después, desde Berlín se presionó al gobierno
encabezado por el social-cristiano Kurt von Schuschnigg para que el dirigente nazi Arthur
Seyss-Inquart fuese nombrado ministro del Interior, cargo que aseguraba el control de la policía y un
amplio margen de acción a los nazis. Los directivos de las industrias siderúrgicas lanzaban miradas
envidiosas a los yacimientos de mineral de hierro y otras fuentes de materias primas. Finalmente el
canciller austríaco, ante la amenaza de una invasión alemana, renunció a su Cargo. Aunque Hitler
solo tenía previsto la unión federal
de Alemania y Austria, ante el júbilo con que fue recibido por amplios sectores de la población
austríaca resolvió la incorporación de ese país al Tercer Reich. Con la exitosa anexión de Austria el
líder nazi confirmó que podía contar con Mussolini y que el gobierno británico no se encontraba
dispuesto a luchar.
LA GUERRA EN MANCHURIA
En Asia, con la ocupación de Manchuria en septiembre de 1931 como reacción al “incidente
de Mukden” –la explosión en septiembre de 1931 de un ferrocarril con tropas japonesas–, el
Imperio japonés dio el primer paso en la escalada que conduciría a la guerra, sin que la
Sociedad de Naciones ejerciera algún tipo de freno efectivo frente al invasor. Japón, un país
superpoblado y con escasas materias primas, había sufrido especialmente la contracción del
comercio mundial. El giro a favor del rearme ayudó a la recuperación económica experimentada
desde 1932, luego de tres años de una profunda recesión derivada de la crisis mundial de 1929. El
ingreso en Manchuria fue una decisión unilateral de los efectivos militares de Kuantung. Las órdenes
del gobierno destinadas a detener la intervención fueron ignoradas. Tokio impuso en Manchuria un
gobierno títere encabezado por Pu-Yi, el emperador chino destronado con la instalación de la
República. El gobierno japonés estaba decidido a dominar el Pacífico, y en marzo de 1933 abandonó
la Sociedad de Naciones.
En el plano interno, la existencia de partidos débiles, de gobiernos no parlamentarios y el
deterioro institucional se combinaron con luchas facciosas en el interior del propio ejército. El
episodio más evidente de esta situación tuvo lugar el 20 de febrero de 1936. Al día siguiente de las
elecciones generales en las que el partido Minseito resultó ganador, un importante número de jóvenes
oficiales identificados con la fracción ultranacionalista, se embarcó en un golpe de Estado, y
asesinaron a ex jefes del gobierno y otras conocidas figuras. El levantamiento no prosperó y el
emperador dispuso que los dirigentes sediciosos fueran ejecutados. Sus integrantes, militares
nacionalistas y decididamente favorables a la expansión territorial de Japón, se mantuvieron al
margen del proyecto golpista. A mediados del año siguiente, los incidentes que se produjeron en las
afueras de Pekín entre tropas chinas y japonesas que contra todo derecho se desplazaban por la zona,
dieron inicio a la guerra chinojaponesa que se prolongó en la Segunda Guerra Mundial.
El autoritarismo en Japón no estuvo asociado al fortalecimiento de partidos de derecha que
combinaran la violencia, las elecciones y la movilización de amplios sectores de la sociedad.. Japón
era un país con menor juego democrático, y además no se dio allí un partido de masas con sus
propias fuerzas paramilitares que tomara el control del aparato estatal. En este país fue el ejército
quien se hizo cargo del gobierno y puso en marcha la acción bélica con fines expansionistas