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El agua vale más que el oro, megaminería y repercusiones socioterritoriales

Benjamín Portillo Muñoz

El ser humano, aquella caprichosa especie que tras su peculiar desenvolvimiento


ha garantizado su existencia a través de los tiempos, es también responsable de la
grave crisis ambiental que está destruyendo la biodiversidad del mundo sin tomar
hasta ahora decisiones pertinentes que eviten el punto de no retorno. El sistema
económico capitalista cuya lógica ambiciona el crecimiento infinito en un pl aneta de
recursos finitos está causando daños jamás antes vistos en un tiempo
considerablemente corto y que mientras mantiene en la miseria a muchos, posiciona
en la riqueza despilfarradora a unos pocos en un panorama de desigualdad
anómico.

Latinoamérica ha sido escenario de injusticias y saqueos perpetrados contra las


civilizaciones nativas y la bonancible naturaleza de nuestra tierra con grandes
riquezas en todo su territorio que a los ojos de la ambición se mostró como una
fuente de enriquecimiento maleable para beneficio del régimen colonial en un
dominio desmedido ocurrido desde hace ya cinco siglos; en ese periodo el
continente fue introducido al mercado mundial en un temprano fenómeno de
globalización que, a diferencia del desarrollo de las metrópolis europeas, siempre
se caracterizó por mantener a la región ultramarina como exportadora de materias
primas que favorecían en mayor medida al enriquecimiento y crecimiento de las
naciones imperialistas a costa de la miseria de los demás.

Durante la época colonial, la explotación de metales preciosos fue fenómeno que


representó buena parte de las actividades económicas e ingresos de los territorios
subyugados, en virreinatos como la Nueva España o el Perú la minería fue un
importante elemento en la economía. Sin embargo, en tiempos recientes el dominio
europeo ha sido sustituido por un nuevo tipo de intervencionismo ejecutado por los
países del norte americano, EUA y Canadá, quienes han continuado con la
explotación de los recursos latinoamericanos en un claro ejemplo de
neocolonialismo que trata de ser ocultado por falacias sobre la idea de desarrollo.
Por lo que el proceso histórico de la colonia sentó las bases para el desarrollo del
sistema económico actual.

En el periodo comprendido entre 1930 y 1980 las naciones iberoamericanas


siguieron un modelo de desarrollo regional que motivaba la participación del Estado
en la economía para evitar caídas financieras como la acaecida en EUA en 1929,
impulsaba la industrialización y procuraba la creación de empresas nacionales en
sectores estratégicos como la explotación de recursos metalúrgicos o las
comunicaciones; el sector minero no estuvo desligado de esta tendencia y prueba
de ello es que se buscó mexicanizar a la industria minera asegurando que al menos
el 51% del capital invertido fuese de origen mexicano, además del proteccionismo
a la producción nacional que quedó asentado en la Ley Minera de 1961.

Sin embargo, el modelo implementado décadas atrás se vio entorpecido por malas
decisiones financieras tomadas por los gobiernos en turno tales como el
endeudamiento extremo con organismos como el Fondo Monetario Internacional y
el Banco Mundial con deudas que acaparaban los ingresos del erario público. Así
pues, hechos como el Consenso de Washington de 1988 obligaron a los gobiernos
latinoamericanos a ajustar sus políticas internas en materia fiscal e incentivaron a
los países de la región a la adopción del sistema neoliberal, el cual apostaba por la
mínima intervención del gobierno en la economía con “el mercado hasta donde sea
posible y el Estado hasta donde sea necesario”1, así como el impulso al libre
comercio sin restricciones aduanales.

En México, la política de adopción neoliberalista en favor del sector minero puede


rastrearse en tres momentos coyunturales: en primer lugar, el impulso a la llegada
de capital extranjero y las facilidades abiertas al sector metalúrgico ocurrido durante
la presidencia de Miguel de la Madrid; posteriormente la venta de empresas
estatales (entre ellas varias mineras) para su privatización durante el gobierno de
Carlos Salinas de Gortari; así como la puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN) con modificaciones sustanciales a la normatividad
mexicana, entre ellas la promulgación de la Ley Minera de 1992 que favorecía a las

1 Plan Nacional de Desarrollo (Departamento Nacional de Planeación de Colombia, 2011).


firmas trasnacionales y hacía de México un país donde existían amplias facilidades
para la explotación minera a gran escala sin regulaciones eficientes en materia
medioambiental y de protección a la autodeterminación de las comunidades rurales
e indígenas.

Lo endeble de las leyes mexicanas hicieron que desde la última década del siglo
XX y hasta la actualidad existiera un gran auge en el sector minero, donde la
participación de capital extranjero es abrumadora y que además se encuentre
concesionado el 11.2% del territorio nacional en manos de algunas cuantas
corporaciones a través de 33, 306 títulos de concesión minera otorgados hasta el
presente con una duración de 50 años pero prorrogable por otro periodo; el subsuelo
mexicano y su soberanía han sido entregados para su explotación por un siglo en
favor de particulares extranjeros en un proceso de refeudalización territorial. Del
total de empresas mineras que trabajan en México hoy en día 65% son de origen
canadiense, 13% son estadounidenses y 9% mexicanas, de las cuales las mayores
corporaciones mineras están directamente ligadas con las personas más ricas del
país, en orden descendente Carlos Slim, Germán Larrea y Alberto Bailléres. Las
políticas neoliberales han beneficiado directamente al sector empresarial mexicano
que se ha enriquecido enormemente de la mano de prácticas que acaban con la
vida de poblaciones enteras con prácticas inhumanas de despojos como en
Salaverna, Zacatecas (Minera Frisco de Carlos Slim) y con repercusiones naturales
catastróficas tales como el derrame con desechos tóxicos en la zona del Río Sonora
(Grupo México de Germán Larrea).

Esta nueva forma de imperialismo ha traducido sus prácticas en un salvaje


extractivismo que ha condenado a centenares de poblaciones latinoamericanas a la
desolación en el afán de explotar recursos naturales sin piedad alguna. El consumo
desmedido de productos enmarcado en la necesidad de obtener mayores minerales
en todo el mundo ha desembocado en esta rapaz e injusta lucha entre comunidades
rurales contra corporaciones trasnacionales que son respaldadas por los gobiernos
locales, colocando a los pobladores nativos en un claro escenario de desprotección.
En América Latina existen 284 conflictos mineros2, 58 se encuentran en México y 3
de ellos en la Sierra Norte de Puebla, un a región que se ha caracterizado por la
defensa de su territorio, tales problemátias ocurren en los municipios de Zautla
(Proyecto “La Lupe” de la empresa china JDC Minerals), Tetela de Ocampo
(Proyecto Espejeras de la subsidiaria Minera Frisco propiedad de Grupo Carso) y
especialmente en Ixtacamaxtitlán (Proyecto Ixtaca de la firma canadiense Almaden
Minerals) en cuyo territorio el conflicto se ha intensificado y prestaremos especial
atención.

Ixtacamaxtitlán es un municipio ubicado al norte del Estado de Puebla, cuenta con


una gran extensión territorial pero con población escasa, del total de sus habitantes
el 81.3 % vive en pobreza y el 25.1% en pobreza extrema 3. La mayor parte de las
personas dependen de la agricultura de temporal (el agua es un recurso escaso que
apenas puede solventar el consumo doméstico) y viven en poblaciones rurales
donde comparten importantes lazos simbólicos con el territorio que ahora se
encuentran amenazados. Históricamente la región ha sido ambicionada debido a la
riqueza de minerales que posee, tan solo a inicios del siglo XIX se decía que “los
cerros de dicho Yxtacamaxtitlan todos son minerales de oro, plata, cobre, plomo y
alcaparrosa”4, pero la memorable lucha de los ixtacamaxtlitecas en distintos
periodos ha evitado la explotación minera a gran escala en una región tan
asombrosa que ha sido conservada hasta la actualidad a pesar de los acechos
extractivistas que la amenazan.

A principios del siglo XXI arribó al municipio personal de Almaden Minerals para
hacer exploraciones en el suelo tal como lo hacen las mineras trasnacionales: sin
consultar a la población nativa, engañando y sobornando a fin de lograr sus
objetivos. En 2003 y 2009 el gobierno federal otorgó a la empresa dos concesi ones
por 14,000 hectáreas abarcando territorio de otros municipios aledaños como Tetela
de Ocampo, Zautla y Aquixtla; en una oficina administrativa de la Ciudad de México
se firmó la sentencia de muerte para los habitantes de la región de Ixtacamaxtitlán

2 Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL).


3 Censo de Población y Vivienda del INEGI, 2010.
4 Descripción de la Intendencia de Puebla hecha por el Intendente Conde de la Cadena, 1806.
quienes a partir de un hecho burocrático estarían desde ese momento a merced de
un verdugo extranjero al que le fue otorgada la facultad de explotar la tierra, aquella
tierra donde así como yo mis antepasados han habitado, cuidándola y trabajándola,
porque la tierra es lo único que vale.

A medida que la minera incrementaba sus actividades en la zona (especialmente


durante la fase de exploración que comenzó en 2010) la vida de las comunidades
cambió drásticamente. La mal llamada “responsabilidad social empresarial” que la
trasnacional presume no ha sido más que una técnica para incidir en los núcleos
agrarios y promover acciones que causen división en la población para ganar
adeptos a su causa al tomar el papel de un Estado ineficiente que no cubre las
necesidades más básicas de la población (infraestructura, comunicaciones,
servicios de salud), todos estos “regalitos” que tienen el firme propósito de mostrar
que su proyecto traerá "desarrollo y crecimiento", tales falacias no son vislumbradas
como tales en un entorno social marginado que encuentra en la megaminería la
salida rápida a su pobreza.

En las comunidades donde agentes externos como las mineras se insertan, los
resultados próximos son la ruptura del tejido social y de cooperación colectiva, el
forzamiento a cambiar estilos de vida tradicionales para integrarse a una realidad
externa que los proyectos extractivistas traen consigo, la pérdida de la soberanía
alimentaria debido a la imposibilidad de seguir utilizando tierras para la agricultura
o ganadería puesto que están ocupadas por infraestructura minera, el despojo de
propiedades particulares a habitantes locales en un acto cobarde de
desplazamiento, el impulso a la proletarización de la población nativa, la llegada de
inseguridad y crimen organizado, la criminalización de ambientalistas y opositores
al proyecto (con hechos que van desde amenazas verbales, daños a la propiedad
privada, amenazas de muerte, desapariciones forzadas y asesinatos) que viven en
un ambiente de presión social provocado por la división entre vecinos, los cambios
al paisaje obtenidos por los trabajos de explotación que alteran el equilibrio de la
orografía local, los daños a la salud por la utilización de sustancias tóxicas y la
presencia de metales pesados en el ambiente, así como las incalculables
afectaciones a la flora y fauna locales (que son impunemente desprotegidos por la
legislación mexicana) en tanto que las consecuencia medioambientales también
afectan cuerpos de agua poniendo en riesgo la vida de más población aledaña al
proyecto minero.

Ante el panorama desolador que se augura para las poblaciones locales surge como
última herramienta de resistencia que presenta la población unida contra las
iniciativas mineras. Los movimientos antimineros en los últimos años han mostrado
resultados favorables y se han constituido como verdaderos episodios de valentía
en la defensa de la naturaleza contra la destrucción ambiental. En Ixtacamaxtitlán
la lucha en defensa del territorio (comprendido como el espacio físico social con
fuerte pertenencia identitaria donde grupos humanos desarrollan sus vidas
manteniendo un delicado equilibrio con la naturaleza y que por ende son bastante
frágiles ante el arribo de agentes externos) ha tenido resultados destacables como
que a principios de 2022 la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya resuelto
cancelar las concesiones que Almaden Minerals tenía en el municipio en favor de
las comunidades campesinas de Ixtacamaxtitlán 5 puesto que la empresa violó su
derecho como pueblos indígenas a la consulta libre, informada y culturalmente
adecuada antes de otorgar cualquier permiso para la realización de un proyecto de
gran impacto6 como una mina a cielo abierto; este es un rayo de esperanza para
otras comunidades agrarias del país que enfrentan los mismos problemas. El caso
de Ixtacamaxtitlán ilustra un caso cercano de extractivismo vivido desde la minería
intensiva que, a la vez, ha mostrado aguerrida resistencia en favor de la vida.

La ilusión de "prosperidad y desarrollo” que promueven las mineras para justificar


su ecocidio y epistemicidio debe ser debatida a profundidad por las autoridades
nacionales de los países de nuestra América para evitar que más personas
padezcan las consecuencias del extractivismo salvaje que añora riquezas naturales
sin importarle la subsistencia digna de las poblaciones locales y la conservación del
medio ambiente. Las autoridades han sido cómplices de las corporaciones

5 Tras ganar un juicio de amparo interpuesto por la comunidad nahua y ejido de Tecoltemi en 2017.
6 Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
trasnacionales que han vendido el bienestar territorial para satisfacer intereses
económicos particulares.

La racionalidad ecológica es la última via que tiene la humanidad para evitar que la
catástrofe ambiental que está ocurriendo no tenga marcha atrás y ponga en peligro
el desarrollo no solo de la especie humana sino de la gran biodiversidad que existe
en el planeta.

Históricamente América Latina ha sido escenario de ultrajes sistemáticos ejercidos


por agentes colonialistas que han causado daños irremediables al tejido biosocial,
el dominio imperialista evidenciado a partir de la adopción del neoliberalismo como
fase anómica y antiética última del sistema económico actual basado en la
acumulación indiscriscriminada de capital con sociedades ampliamente desiguales
debe ser motivo de reflexión colectiva.

E1 - Introducción

2 - Neoliberalismo en LATAM,

3 – Extractivismo

4 - Ixtacamaxtitlán antecedentes, características caso

5 - Ixtacamaxtitlán resistencia

6 - Conclusión

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