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| ANTONIO CORNEdIUO POLAR Escribir en el Aire ENSAYO SOBRE LA HETEROGENEIDAD SOCIO-CULTURAL EN LAS LITERATURAS ANDINAS GENTROA DE ESTUDIDS LITERARIOS “ANTONIO GORNEJG ff LATINOAMERICANA EDITORES w Obras completas de Antonio Cornejo Polar Volumen TIT ISBN 0-9704923-8-3 © 2008 Centro de Estudios Literarios “Antonio Cornejo Polar”. 28. Edicion (CELACP) - Latinoamericana Editores Cardtula: Juan Salazar Koster” Avenida Benavides 3074 - La Castellana Lima 18 - PERU Tel (S1-L) 216-1029; 449-0381 - FAX (51-1) 448-6353 e-mail: celaep@wayna.rep.net.pe http:/leelacp.perucultural.org.pe Direecion en USA: 2125 California St Berkeley, CA 94708-1472 TeVFAX (510) 888-9443 e-mail: acorpol@soerates herkeley.eda. Lima, PERU - Berkeley, USA Capitulo primero El comienzo de la heterogeneidad o=-——-en las literaturas andinas: (Voz y letra en el “Didlogo” de Cajamarca‘ ae ) Sin duda la exigencia de comprender la literatura latinoameri- cana como un sistema complejo hecho de muy variados conflictos y contradicciones obliga a examinar, en primer término, el problema basico dela duplicidad de sus mecanismos de conformacién: la ora- lidad y la eseribura-que-os previo pHs PROT ee ee a la materialidad misma de los discursos, del que surge de situa- ciones propias del bi o multilingiiismo y de las muchas formas de la diglosia. Es obvio que la oralidad y la escritura tienen en la produccién literaria g) ‘Opies cédiges, sus propias historias y que inclusive remiten a ‘dos racionalidades} fuertemente diferenciadas!, pero no lo es egvmenos ntre Una y otra Hay-una~-ancha-y complicada franja de interacciones2. Todo hace suponer que en América Latina “La primera versién de este capitulo aparecié en la Revista de Critica Literaria Latinoamericana, XVII, 33, Lima-Pittsburgh, 1991 y su tema fue materia de cursos, conferencias y ponencias desde 1988. La versién actual fue terminada a finales de 1991. Después sdlo se han afiadido algunas pocas referencias bibliograficas. 1 Cf. Walter G. Ong, Oralidad y escritura, Teenologias de la palabra (México: Fondo de Cultura Econémica, 1987). Ong pone énfasis en las diferencias, sobre todo cuando se trata de “oralidad primaria’/ escritura. Dentro del contexto del drea andina Martin Lienhard sefiala que “no existe ninguna simetria, ninguna cquivalencia en el modo de manifestarse, en la socializa- cidn de las practicas literarias escritas y las orales”, “Arte verbal quechua e historiografia literaria en el Pert”, [Bullotin de la] Société Suisse des Amé- ricanistes. 52, 1988, p. 47. En su trabajo mayor sobre el tema matiza suti mente esta posicién y anota que uno de sus objetivos es estudiar pre: samente “el traslado —por ‘filirado" que sea~ del universo oral a la escri- tura’. Le voz y su huella (Habana: Casa de las Américas, 1989), p. 19. 2 Tomando como referencia la literatura griega, Eric Havelock ha descrito y explicado convincentemente las estrechas relaciones entre oralidad y escri- tura, aunque reconoce que “rimane sempre una barriera insormontabile per la comprensione dell’oralita” (p. 58). Debo a Beatriz Gonzdlez haberme hecho reparar en este libro y proporcionarme su traduccion al italiano: La Musa impara é serivere, (Roma: Laterza, 1987). Para el medioevo es indis- 20 Escribir en el aire esa franja es excepcionalmente fluida y comploja, especialmente cuando se asume, como debe asumirse, que su literatura no sdélo es la que escribe en espafol o en otras lenguas europeas la élite le- trada —que, por lo dem4s, muchas veces resulta ininteligible si se mutilan sus entreverados vinculos con la oralidad3. Ciertamente es posible determinar algunas 0 muchas formas basicas de la relacién entre la literatura oral y la escrita, varias de las cuales tienen un tratamiento exhaustivo en la filologia, sobre todo en lo que toca a la conversién de discursos orales en textos es- critos (los poemas homéricos por ejemplo}4, aunque en otros casos, como el de las literaturas amerindias, el arsenal de los instrumen- tos cldsicos de la filologia parece ser insuficiente®. Crénica de Cajamarca Pero ghora-me interesa examinar Jo que bien podria denominar- se el“grado cero” de esa interaccién; o si se quiere, el punto en el cual I vrakdad 3 la escritura no solamente Taran sus diferencias sind que hacen evidente su mutua ajenidad y'su reciproca y agresiva repulsion. Ese punto de friccién total esta en Ia historia y hasta en la andina— tiene una fecha, unas circunstancias y unos personajes muy concretos. Aludo al “didlogo” entre el Inca Atahuall- pa y el padre Vicente Valverde, en Cajamarca, Ja tarde del sébado 16 de noviembre de 1532. pensable el libro de Paul Zumthor, La letra y la voz (Madrid: Catedra, 1989). Cf. también Jan Vansina, La tradici6n oral (Barcelona: Labor, 1966) y aunque relative a un caso especifico, es sugestivo el estudio de Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos segtin un molinero del siglo XVI (Barcelona: Muchnik, 1981). 3 Las interacciones entre oralidad y escritura en México colonial han sido estu- diadas brillantemente por Serge Gruzinski, La colonisation de Vimaginaire. Sociétés indigenes et occidentalisation dans le Mexique espagnol. XVI-XVII siécle (Paris: Gallimard, 1988). Un caso especifico, el de Guaman Poma de Ayala, ha sido analizado desde similar perspectiva, aunque centréndose en el aspecto grafico, por Mercedes Lépez-Baralt en su imprescindible libro Icono y conquista: Guamdn Poma de Ayala (Madrid: Hiperidn, 1988). 4 aludo a los estudios de Parry y sus seguidores. Cf. los capitulos pertinentes del libro de G.S. Kirk, Los poemas homéricos (Buenos Aires, Paidés, 1968). 5 Anétese al respecto la atractiva propuesta relativa a la reconstrucci6n de textos orales quechuas cuyas “huellas” serfan perceptibles en ciertas obras escritas en espafiol. Edmundo Bendezu, La otra literatura peruana (Méxi- co: Fondo de Cultura Econémica, 1986). Lore Terracini considera que el corpus de ésta o similar naturaleza “inevitabilmente privilegia in noi una Jettura attualizzante su una impossibile lettura filologica”. [ codict del st- lenzio (Torino: Del?Orso, 1988), p. 14. Debo a Antonio Melis el conocimiento de este libro. Capitulo Primero 21 No constituye el origen de nuestra literatura, que es més anti- guo en cuanto nos reconocemos en una historia que viene de muy lejos y traspasa por largo el limite de la Conquista§, pero si es el c mienzo mas visible de la heterogeneidad que caracteriza, desde 61 tonces y hasta Hoy, la produccion literaria peruana, andina y en buena parte— latinoamericana?. Obviamente en otras dreas de América se encuentran situaciones homélogas a la que protagoniza- ron Atahuallpa y Valverde en Cajamarca. Desde la perspectiva que ahora me interesa se pueden obviar por el momento los comentarios acerca de la inevitable incomunica- cin de dos personajes que hablan distintos idiomas y tampoco tiene mayor relieve analizar, en este punto, la funcién bien o mal cumpli- da por Felipillo ( 9 Martinillo), uno de los primeros intérpretes de los conquistadores- Tnteresa’en cambig el choque entre la oralidad, que _on este caso estttformializad rema del Inca, y la escri- n Ta voz sup Cr , que igualmente en este episodio queda encarnada en ef libro de Occidente, la Biblia, o en algun subsidiario de ella, todo lo cual —no es necesario aclararlo— pone en movimiento un vastisimo y muy complicado haz de hechos y significados de variada indole. Haré primero unddescripcién del acontecimientd, tal como apa- rece en las crénicas8;y luego examinaré brevemente su huella en algunas danzas y canciones rituales y —con mas detenimiento— en “textos “teatrales” cay la ejecucion te Atahuallpa pero_ que, con muy pocas excepciones, incluyen, fragmentos relativos al 6 Estudio el tema en mi libro La formacién de la tradici6n literaria en el Perit (Lima: CEP, 1989), Alli analizo cémo compiten en todo momento varias interpretaciones de 1a historia do la literatura nacional y de qué manera hacia 1920-30 se hace hegeménica, pero no tnica, la que estableco que su origen es prehispénico 7 En sentido amplio, la heterogeneidad es previa a la conquista europea en la medida en que dentro de una sola 4rea, como la andina, interactuaban cul- turas diversas y distintas. Deo esta aclaracién a Edgardo Rivera Mer- tfnez. 8 Me ha sido muy titil para contextualizar el problema el estudio de Walter Mignolo, “Cartas, crénicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”, en: Luis Ifigo Madrigal (coord.), Historia de Ia literatura hispanoame- ricana, Tm. I: Epoca colonial (Madrid: Cétedra, 1982) y el libro de Beatriz Pastor, Diseursos narratives de la conquista: mitificacion y emergencia (Hanover: Norte, 1988), 2* edicién. En las pdginas siguientes recurro a otros estudios de Mignolo y tome en consideracién algunos de los comentarios que amablemente me hizo llegar en referencia a la primera versién de este capitulo. Agradezco la inaprociable ayuda que me brindé Juan Zevallos en todo lo concerniente a las crénicas y a los generosos consejos de José Durand, de cuya temprana muerte no nos consolamos, y de Franklin Pease. Ambos leyeron y anotaron la version inicial de este capitulo, enriqueciéndolo notablemente. Mis propias limitaciones me impidieron aprovechar a fondo las sugerencias de los colegas mencionados en esta nota. 22 Escribir en el aire tema que especificamente intento estudiar. Previamente necesito, sin embargo, aclarar por qué otorgo importancia decisiva a un he- cho que en principio no parece tener otra relacién con la literatura que la de haber sido referente de muchas crénicas y de otros textos posteriores. ——__ a \ Ididea central esté avalada por un concepto ampliado de litera- tura que-asume el circuito-completo-de-ta produccién literaria, “inélayendo el horizonte de Ja recepcién, y trata de dar raz6n de la problematica de Ja_oralidad9, para mencionar sélo dos puntos “pdsicos; pero, sobre todo, tiene que ver con algo mucho més importante que continia marcando hasta hoy la textura més profunda de nuestras letras y de toda la vida social de América Latina: con el destino histérico de dos conciencias que desde su primer encuentro se repelen por la materia lingiifstica en que se 9 La propuesta de Walter Mignolo y Rolena Adorno relativa a la sustitucién del término “literatura colonial” por “discurso colonial” tiene una de sus razo- nes en la necesidad de construir un objeto que incluya manifestaciones orales y otras propias de la escritura no alfabética que siendo especialmen- te valiosas en ese periodo quedarian fuera, desde su perepectiva, del campo acotado por el concepto de “literatura”. Para ambos “literatura” se refiere a una experiencia cultural europea o eurceéntrica ~y ademas tardia— que no puede desligarse de la escritura; por consiguiente, aplicarla a otro espacio y en otro tiempo, sobre todo cuando se trata de manifestaciones orales, seria tergiversar la especificidad de ese objeto distinto. Sin entrar en este debate, que excede largamente los Ifmites de este estudio, opto por preservar el uso de Ia categoria “literatura” en una acepcién ampliada, pero remito a los estudios de Rolena Adorno, “Nuevas perspectivas en los estudios literarios coloniales hispanoamericanos”, Revista de Critica Literaria Latinoamericana, XIV, 28, Lima, 1988; y de Walter Mignolo, entre otros muchos otros aportes, a Jos siguientes: “La lengua, la letra, el territorio (0 la crisis de los estudios literarios coloniales)”, Dispositio, XV, 28-29, 1986; “La historia de la escritura y la escritura de la historia”, Merlin Forster [y] Julio Ortega (eds.), De la cronica a la nueva narrative mexicana (México: Oasis, 1986); “Anahuac y sus otros: la cuestién de la letra en el Nuevo Mundo”, Revista de Critica Literaria Latinoamericana, XIV, 28, Lima, 1988. “Literacy and Colonization: the New World Experience”, René Jara [y] Nicholas Spadachini (eds.), 1492-1992: Re- discovering Colonial Writing (Minneapolis: Prisma Institute, 1989); “Teorias renacentistas de la escritura y la colonizacién de las lenguas nativas”, separata del I Simposio de Filologia Tberoamericana, Sevilla, 1990. No me ha sido posible incorporar su tltimo y notable estudio, que esclarece y rectifica en parte algunas posiciones anteriores: “La semiosis colonial: la dialéctica entre representaciones fracturadas y hermenéuticas pluritdpicas”, en Beatriz Gonzdlez [y] Lucia Costigan (eds. 7), Critica y descolonizacién: el sujeto colonial en la cultura latinoamericana (Caracas: ‘Academia Nacional de Historia, 1992). Aunque la discusién tiene otro sentido, es importante la sutil critica a estos planteamientos de Neil Larsen, “Contra la des-estetizacién del ‘discurso’ colonial”, Revista de Critica Literaria Latinoamericana, XTX, 37, Lima/Pitisburgh, 1993. Igual- mente, en la misma fuente, la reflexion epistemolégica de Ricardo J. Ka- liman, “Sobre la construccién del objeto en la critica literaria latinoame- ricana”_ Capitulo Primero formalizan, lo que presagia la extensién de un campo de enfi mientos mucho mas pmhiniee y_dramaticos, pero tamb: Complejidad de denisos y confusos procesos dé imbricacion tr: tural, A la larga, * de | cul a el “didlogo” de Cajamarca estan in nuce’los . ‘grandes discursos que de inco siglos tanto expresan como “constituyen la abismada condici ‘a parte del mundo y Tas inevitables disonancias y contradicciones dé las varias litératura: que aqui se producen. — En otros términos, los gestos y las palabras de Valverde y Ata- hyallpa no ser&n parte de la literatura, pero comprometera-su-ma>— eria misma en el nivel decisorio que distingue la voz de la letra, con lo que constituyen el origen de una compleja institucionalidad literaria, quebrada desde su mismo soporte material; y bien podria decirse, mas especificamente, que dan ingreso a varios discursos, de manera sobresaliente al contenido en la Biblia, que no por universal deja de tener una historia peculiar en él intertexto de la literatura andina, como también_al discurs hispdénico imperial (de muy extensa duracién) de _entonces Bay Te 4 dobalizarse como “indio” étnica: con=sus significados de derrota, resistencia y vindicta. Es como si contuvieran, acumulados, los gérmenes de una historia que no acaba, . mene. icices = fox Esta es la razén por la que concentran la memoria histérico-sim- bélica de las dos partes del conflicta y reaparecen reproducidas con — rta frecuencia en los imaginarios de sus liter la vez, tuyen algo asi como el emblema de una muy pertinaz preocu- >, pacién latinoamericana: la de la pertinencia (0 no) del lenguaje con / L que se dice a Si.misma, que bien puede entenderse como una va- riante dé Ta obsesién primaria rélativa al reconocimiento de una -identidad en cuyas fibras mas fhtimas siempre aparece, como fuer: za desestabilizante, pero no necesariamente negativa, la figura del otro. a Quedan posiastimonios Ye quienes estuvieron presentes en Cajamarca. Todos Som; 0 es obvio, del lado hispanico. Transcribo algunos: ¢ Entrando hasta la mitad de la plaza, reparo alli, y salié un fraile do- minico, que estaba con el gobernador a hablarle de su parte, que el gobernador le esperaba en su aposento, que le fuese a hablar, y dijole cémo era sacerdote y que era enviado por el Emperador para que les ensefiase las cosas de la fe si quisiesen ser cristianos, y dijole que aquel libro era de las cosas de Dios; y el Atahuallpa pidié el libro y arrojéle en el suelo y dijo: “Yo no pasaré de aqui hasta que déis todo lo que habéis tomado en mi tierra; que yo bien sé quién sois vosotros y en lo que andais” 10 10 Hernando Pizarro, “Carta de [...] a la Audiencia de Santo Domingo”, en: 24 Escribir en el aire Visto el Marqués don Francisco Pizarro que Atahuallpa venia ya, envid al Padre Fray Vicente de Valverde, primer obispo del Cuzco, y Her- nando de Aldana, un buen soldado, y a don Martinillo, lengua, que fue- sen a hablar a Atahuallpa y a requerirle, de parte de Dios y del Rey, se sujetase a la ley de Nuestro Seftor Jesucristo y al servicio de Su Ma- jestad, y que el Marqués le tendria en lugar de hermano, y no con- sentirian le hiciesen enojo ni dafio en su tierra. Llegado que fue el Padre a las andas en donde Atahuallpa venta, le hablé y dijo a le que iba y predico cosas de nuestra Santa Fe, declaréndoselas la lengua, Llevaba un breviario el Padre en las manos, donde leia lo que le predicaba. ‘Atahuallpa se lo pidig, y él se 1o dio cerrado, y como lo tuvo en las manos no supo abrirlo, arrojéio en el suclo [...] Pasado lo dicho Atahuallpa les dijo que se fuesen para bellaces ladranes, y que los habia de matar a todos! Y un fraile de la ordén de Santo Domingo con una eruz en la mano, que- riéndole decir las cosas de Dios le fue a hablar y le dijo que los cristianos eran sus amigos y que el sefior gobernador le queria mucho que entrase en su posada a verlo. HI cacique respondié que él no pasarfa mas adelante hasta que le volviesen los cristianos todo lo que le habian tomado en toda la tierra y que después é] harfa todo lo que le viniese en voluntad. Dejando el fraile aquellas platicas con un libro que traia en las manos, le empez0 a decir las cosas de Dios que le convenian, pero él no las quiso tomar y, pidiendo el libro, el padre se lo dio, pensando que lo queria besar. ¥ él lo tom6 y lo eché encima de gente y el muchacho que era la lengua, que alli estaba diciéndole aquellas cosas, fue corriendo luego y toms el libro y diélo al padre; y el padre se volvi6 luego dando vooes, diciendo: “salid, salid cristianos, y venid a estos enemigos perros que no quieren las cosas de Dios jque me ha echado aquel cacique en el suelo el libro de nuestra santa ley!"12. El gobernador que esto vio dijo a Fray Vicente que si querfa ir a hablar a ‘Atahualipa con un faraute: él dijo que sf y fue con una cruz en la mano y con una biblia en la otra y entré por entre la gente hasta donde Atahuallpa estaba y le dijo por el faraute: \ , “Yo soy sacerdote de Dios, y ensefio a los cristianos las cosas de Dios, ¥ asi mismo vengo a ensefiar a vosotros. Lo que yo ensefio es Io que Dios nos hablé, que esta en este libro. Y por tanto de parte de Dios y de los cristianos te ruego que seas su amigo, porque ast lo quiere Dios, y venir- te ha bien de ello, y ve a hablar al gobernador que te esta esperando”. Atahuallpa dijo que le diese el libro para verlo y él se lo dio cerrado, y no acertando Atahuallpa a abrirle, el religioso extendié el brazo para lo Raul Porras Barrenechea, Los cronistas del Pert (1523-1650), (Lima: San Marti, s/f) p. 76. Fue escrita en 1533. En éste y en los casos posteriores he modernizado parcielmente la ortografia. 11 Pedro Pizarro, Relacién del descubrimiento y conquista del Pert. Edicién critica y consideraciones preliminares de Guillermo Lohmann Villona. No- tas de Pierre Duviols (Lima: Universidad Catéliea, 1978) pp. 37-38. El texto original data de 1571. 12 Cristobal de Mena, La conquista de! Pert, llamado la Nueva Castilla en Raul Porras Barrenechea, op. cit., p. 82. La primera edicion es de 1534. Hoy hay duda sobre la autoria de osta crénica, Cf. Franklin Pease, “La conquista ospadtola y la percepeién andina del otro”, en Historica, XIIL, 2, Lima, 1989, p. 174 (nota).

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