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La serpiente de Kekulé

 
EL PAÍS August Kekulé.

El sueño es un proceso irracional que completa y resuelve tareas intelectuales. Una


labor mágica que nos convierte, parafraseando a Borges, en intérpretes de un
sueño dirigido por otro sueño.

Pero dejemos la literatura a un lado. La ciencia ha descubierto que mientras


dormimos vamos alternando las fases NREM y REM de forma cíclica. Durante la fase
REM, la actividad neuronal se pone en marcha y es, en esta fase, cuando se
producen los sueños.

El caso que aquí nos ocupa es significativo en lo que respecta a dicha fase, pues el
químico alemán August Kekulé (1829-1896) descubrió la estructura de la molécula
del benceno gracias a un sueño. Hasta entonces, los estudios científicos al respecto
se aproximaban a las moléculas de carbono, intuyendo que, al igual que estas, las
moléculas del benceno eran lineales. Pero cuando Kekulé soñó con una serpiente
que se mordía su propia cola, tuvo una revelación, y fue así cómo descubrió la
forma de anillo de la molécula del benceno.

Hay que recordar que el benceno fue descubierto en 1825 por el químico
británico Michael Faraday. Lo consiguió por un encargo de los propietarios de la
fábrica de gas para el alumbrado de Londres, cuando le pidieron una solución para
que el gas no perdiera su llama durante los inviernos. Hasta entonces, el gas para el
alumbrado se obtenía a partir de la grasa de las focas, pero, durante el invierno,
con la llegada de las bajas temperaturas, la tendencia del gas era condensarse al
fondo de las botellas donde se guardaba. A partir de este hecho, Faraday, llevado
por su intuición científica, consiguió aislar la molécula del benceno.

Volviendo de nuevo a la literatura, Hemingway aseguraba que trabajaba


durmiendo. El sueño, según él, era reparador, no sólo para su salud, sino también
en lo que respecta a sus escritos. El autor norteamericano completaba durmiendo
lo que había dejado sin hacer en estado de vigilia. Era con el sueño cuando su
inconsciente trabajaba.

Algo así le sucedió a Kekulé con su serpiente, pues el químico llevaba trabajando
largo tiempo en la molécula del benceno y, con su sueño revelador, descubrió al
mundo una estructura molecular de aspecto intrigante. Lejos de encontrar señales
mágicas en esto —tan solo las necesarias— cabe apuntar que cualquier otra
persona que hubiese soñado con una serpiente que se muerde la cola, no lo
hubiera interpretado de la misma manera que el científico. Kekulé llevaba mucho
tiempo trabajando en ello.

El enigma del sueño está aún sin resolver. Con todo, podemos afirmar que no es
proceso pasivo, sino activo, por el cual conseguimos el equilibrio físico y psíquico.
Por ello, vivir sin dormir lleva al desajuste, al divorcio entre el cuerpo y la mente

El enigma del sueño está aún sin resolver. Con todo, podemos afirmar que no es
proceso pasivo, sino activo, por el cual conseguimos el equilibrio físico y psíquico.
Por ello, vivir sin dormir lleva al desajuste, al divorcio entre el cuerpo y la mente.
Luego viene el análisis de los sueños, inaugurado en 1899, con la publicación de La
interpretación de los sueños, donde Sigmund Freud interpretó los sueños como
símbolos del subconsciente. A partir de entonces, el desarrollo de la teoría
freudiana del subconsciente ha fortalecido los aspectos literarios de la ciencia. El
misterio de las imágenes oníricas que todas las personas tenemos, se puede
reconocer en el antiguo Egipto, donde los sueños se explicaban como si fueran
realidades premonitorias.

Para terminar, en estos días de verano, donde la siesta se convierte en práctica


reparadora del organismo, una sugerencia lectora: la antología dedicada al sueño
recopilada por Roger Caillois y publicada por Atalanta; un volumen que arranca con
antiguas narraciones chinas dedicadas a los sueños para seguir con Apuleyo, Allan
Poe, Théophile Gautier, Ambrose Bierce, Rudyard Kipling, Borges o Julio Cortázar;
autores que consiguen hacernos creer que el mundo onírico es más real de lo que
parece, sobre todo si atendemos a lo paradójico que a veces resulta.

Tanto como la imagen de una serpiente que muerde su propia cola y que acaba
comiéndose absolutamente todo su cuerpo; un símbolo que nos lleva a plantearnos
la siguiente pregunta: ¿Dónde estaría la serpiente, si está dentro de su estómago,
que a su vez está dentro de ella? Una paradoja difícil de resolver en estado de
vigilia.

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