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Maité Guida 31174/9

Escribir un informe de lectura a partir de la siguiente tensión:

“Un programa de evaluación constituye siempre una articulación entre


requerimientos de orden político y necesidades pedagógicas” (L.Basabe, E. Cols, S.
Feenney "La evaluación escolar: de los lemas a los problemas")

Cuando nos enfrentamos al concepto de evaluación se presentan diferentes concepciones y


usos de la misma. Pero ¿Qué es evaluar? La respuesta más laxa podría ser emitir un juicio
de valor sobre la resolución de determinada problemática en determinado contexto, es decir
una valoración sobre un abordaje de la realidad. Al mismo tiempo que se recogen datos a
fin de leer un estado de situación y acreditar los conocimientos exigidos.
En el caso de la evaluación educativa considero que quedarse solo con esa respuesta
puede hacer caer a la práctica docente en ciertos tecnicismos, que son los que la
proyección de una educación popular y emancipadora no busca. En este sentido, la
evaluación no puede pensarse como un juicio neutral, ni siquiera en su concepción
tecnicista, toda evaluación tiene un objetivo y está mediada por los contextos por dentro y
fuera del aula, existiendo una mediación cargada de significación entre evaluador y
evaluado. El éxito de una evaluación va a variar según donde se ponga el foco de la misma,
entendiendo que la misma va más allá de la evaluación al alumnado.
Entonces ¿Para qué evaluar? Para responder esto me parece necesario aclarar que
entiendo a la evaluación como una relación de poder, pero su uso y concepción fue
variando en cómo utilizar ese “poder”.
En el primer capítulo del texto “La génesis de las prácticas de evaluación: la prehistoria del
campo” Carlino, nos hace un recorrido histórico por la función de las prácticas evaluativas,
desde las primeras sociedades primitivas donde se enseñaban las reglas de subsistencia y
convivencia en las tribus, pasando los conocimientos de padre a hijo, o de anciano a jefe de
tribu, siendo su evaluación el éxito en la práctica enseñada.
Esto puede pensarse como la antesala de la educación institucionalizada, cuando las
sociedades fueron creciendo, el conocimiento práctico comenzó a quedarse corto,
existiendo la necesidad de una plataforma donde se acumule ese conocimiento, pasando de
ser un conocimiento rudimentario a una necesidad pedagógica. Esto trajo, además, una
tendencia endogámica de la educación donde no todos accedían a los conocimientos por
igual. Situación acrecentada con la aparición de las primeras universidades, cuyo objetivo
era formar eruditos aptos para que continúen la formación de otros.
En la Universidad de París, tomada por la autora, los mismos educadores elegían a los
estudiantes, los formaban ellos mismos y ellos decidían si eran aptos o no, tendiendo a un
control cerrado sobre el conocimiento. Además, la evaluación representaba un
disciplinamiento y castigo al error, con el fin de ejercer poder y control. Durante muchos
siglos la universidad estuvo concentrada en europa, reflejando la endogamia y
eurocentrismo de nuestra historia.
Sin embargo, la evaluación como la conocemos, tecnicista y calificativa, es bien del siglo
XX, donde se necesitaba disciplinar al estudiantado para serle funcional al capitalismo en
auge, siendo el claro ejemplo de la evaluación como instrumento de poder, político,
psicológico y social. Sin mencionar que hoy en día el imaginario que se tiene sobre la
evaluación es meritócrata y muchas veces hasta punitivo, por eso su concepción es
multidimensional y roza o articula entre la necesidades pedagógicas y el orden
político/social.
Maité Guida 31174/9

Cols, Feeney y Basabe, en el texto “La evaluación escolar: de los lemas a los problemas”,
nos permite reflexionar sobre algunos conceptos claves en torno a la educación como lo es
el error.
Anteriormente menciono que la evaluación puede ser hasta punitiva, generando muchas
veces “miedo” a desaprobar, teniendo la evaluación un impacto emocional. Es fundamental
que para pensar en la educación constructivista entendamos al error como una ventana de
los procesos cognitivos, como reflejo de la eficiencia de la práctica educativa/docente y de
los problemas que lo atraviesan como humano. Así como también, alejar el foco únicamente
del estudiantado sino hacer énfasis en todo el proceso que hace a la educación de manera
integral, es decir, a les docentes y su formación, a la institución y por supuesto a la
currícula.
También se debe poner en tensión el rol del educador. Evaluar el proceso educativo dentro
del aula conlleva una tarea donde el docente no puede ser un iluminado sino entender la
concepción freireana y formativa de la educación. Es importante entender que queremos
formar sujetos críticos, que puedan participar del tránsito evaluativo a través de diálogos
con el docente, que puedan cuestionarse y entender por qué estudian lo que estudian, que
la educación es dentro del aula pero por fuera de ella también. Para esto es fundamental
que la figura del docente sea una figura empática que se retroalimente del estudiantado,
que realice un proceso de prealimentación sobre la situación base del mismo, para poder
ejercer la docencia teniendo en cuenta la currícula prescrita así como también todo lo que
queda por fuera de la misma.
También vale preguntarse ¿Qué reflejan los resultados de una evaluación? ¿Una mera
nota o una problemática? El docente también debe proyectar a través de esos resultados, y
no ver solo una calificación sino hacer énfasis en las fortalezas y debilidades de un grupo a
través de esos resultados. También es importante que cuente con la creatividad para
promover proyectos que innoven la currícula, que sepa aggiornarse a la coyuntura y
entender las necesidades que exige el presente y el estudiantado.
En caso de ser así, el mero impulso de un proyecto educativo no basta, sino que debe
tenerse en cuenta la evaluación del impacto de las mismas, que se aprehendan y mejoren
las condiciones para el estudiantado y la institución.
A modo de conclusión, es fundamental que el docente entienda la herramienta de poder
que significa tanto la currícula como la evaluación educativa, una educación/evaluación
comprometida es una herramienta de poder, pero no el poder que promulga el
neoliberalismo, que brega por una sociedad segmentada. Sino tener la concepción de la
construcción de poder popular como máxima, que la evaluación funcione como un
termómetro de los intereses y conocimientos del estudiantado y permita al docente e
institución devolverle a la sociedad sujetos críticos y comprometidos, que sean conscientes
de su ciudadanía y sus derechos.

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