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r on apenas 25 años, Isaac Newton inventó el

Cubierta: Angd Uñarte


cálculo integral, formuló la ley de la gravitación
universal y descubrió la composición de la luz. ¿Cómo
es posible que una sola persona hiciera esos
descubrimientos, uno solo de los cuales sería suficiente
para catapultarlo a la’fama? MAUR1ZIO MAMIANI
expone el desarrollo de las ideas y experimentos de
Newton desde sus años de estudiante, haciendo
comprensible la génesis del genio. Pero la
INTRODUCCIÓN A NEWTON hace mucho más.
Enseña que la ciencia de Newton es inseparable de sus
teorías religiosas, alquimistas, metafísicas y teológicas.
La concepción antitrinitaria de Dios y la idea de
Jesucristo como hombre están ligadas a su visión
neoplatóníca de una materia animada por el espíritu y a
sus investigaciones de las interacciones a distancia
entre átomos. Del mismo autor en Alianza Editorial:
«El sistema del mundo» (LB 980) y «Principios
matemáticos de la filosofía natural» (AU 511,512).
Obras sobre Newton: «La revolución newtoniana», de
í. B. Cohén (AU 360) y «El nacimiento de una nueva
física» (AU 609).

ISBN 84-206-0744-4

El libro de bolsillo
Alianza Editorial 9 788420 607443
ganzl912

Maurizio Mamiani;
Alianza
Introducción a Neinton;
Editorial; Madrid; 1995.

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Capítulo 1
Vida en familia y primeros estudios en Grantham

El 25 de diciembre de 1642, en una casa de piedra gris


conocida como W oolsthorpe M annor, en Lincolnshire,
nació Isaac N ew ton. Para la Europa católica que había
adoptado la reforma gregoriana del calendario, era el 4 de
enero de 1643.
Del padre de Isaac, m uerto tres meses antes del naci­
miento de su hijo, no se sabe mucho más que el nombre:
Isaac. La madre, I lannah Ayscough (o Askew), pertenecía
a una antigua y respetable familia de gentlemen. Hannah
se volvió a casar tres años más tarde con el reverendo Bar-
nabas Smith y se marchó a vivir a la parroquia de N orth
Witham, de la que su marido era rector.
El reverendo Smith disponía de una renta anual de 500
libras además de los beneficios eclesiásticos y de los diez­
mos, una considerable suma para aquellos tiempos. La
madre de Isaac consiguió, como condición matrimonial,
obtener para su hijo algunas propiedades rurales pertene­
cientes al padrastro y el pequeño fue confiado a su abuela
9
10 Maurizio Mamiani

materna, un modo más bien expeditivo de librarse de un


hijo que se había hecho incómodo pero al que, no obs­
tante, se le aseguraba una importante herencia.
La pérdida de la madre —porque así debió vivir aquella
experiencia un niño de sólo tres años— fue sin duda un
acontecimiento traumático que influyó, no sabemos cuán
profundamente, en el carácter y la vida de Isaac.
Newton asistió a las escuelas primarias de Skillington y
Stoke Rochford, aldeas a las que se podía ir a pie desde
Woolsthorpe. Hacia los doce años fue enviado a la King’s
School de Grantham, que distaba más de diez kilómetros
de Woolsthorpe. Un tal Clark, farmacéutico de la ciudad,
le alojó en régimen de pensión.
La casa del boticario Clark, y su buhardilla llena de li­
bros, contribuyeron, sin duda, a hacer germinar su gusto
por el saber, tanto como la Grammar School dirigida por
Henry Stokes, donde aprendió latín, un poco de griego
(en el último curso) y, tal vez, hebreo, realizando sus pri­
meros estudios bíblicos.
En las Grammar Schools inglesas de la época, la meta
principal era el aprendizaje del latín, una opción mucho
más práctica de lo que hoy pudiera parecer, ya que el la­
tín era el único medio de acceder a la cultura superior eu­
ropea. El estudio de la Biblia, leída en lenguas clásicas, era
un soporte indispensable para quienes se formaban en un
país protestante. El currículum no contemplaba estudios
de matemáticas o filosofía natural.
En la escuela de G rantham había estudiado también
H enry More, quien se convertiría en uno de los más emi­
nentes representantes de la escuela platónica de C am brid­
ge, y que todavía estaba en Grantham cuando llegó N ew ­
ton en 1655. N o sabem os si su amistad com enzó
entonces, aunque parece mucho más probable que N ew ­
ton le conociera al año siguiente cuando More, de visita
en Grantham, se alojó en casa de Clark.
Introducción a Newton 11

Sobre la infancia y la adolescencia de N ew ton hemos


de atenernos al testimonio de William Stukeley, origina­
rio también del Lincolnshire. Stukeley, que fue amigo de
N ew ton en su edad tardía, recogió en G rantham todos
los testimonios que pudieron ofrecer

cuantos conocieron a Sir Isaac u oyeron hablar de el cuando


asistía a la escuela local. Muchos de esos testimonios hablan de
la fecundidad de su ingenio cuando era niño, de sus extraños in­
ventos y de su extraordinaria inclinación y habilidad para los
trabajos mecánicos. Que cuando volvía de la escuela, en tugar de
jugar con los demás muchachos, prefería entretenerse constru­
yendo artilugios de codo tipo y maquetas en madera de diversos
géneros. Con este fin se había procurado pequeñas sierras, des­
trales, escalpelos y toda una variedad de instrumentos ’.

Este interés por las labores artesanales iba acompañado


del interés por los libros y la pasión por el dibujo. Stuke­
ley refiere que había llenado las paredes de la buhardilla
en la que vivía de dibujos a carboncillo de pájaros, anima­
les, hombres, naves, plantas y figuras matemáticas. Una
restauración de la casa natal de Newton, llevada a cabo en
1940, confirma sus aptitudes artísticas: en su habitación se
encontraron figuras geométricas ocultas por las rasillas de
relleno de una ventana y otros dibujos salieron a la luz al
quitar el empapelado decim onónico de los pasillos y el
com edor1.
Hannah enviudó de nuevo en 1653 y regresó a W oolst­
horpe con los tres hijos —un niño y dos niñas— nacidos
de sus segundas nupcias. En 1659 llamó al joven Isaac
para que se ocupara de las tierras de la familia. Como re­
sultado de sus dos matrimonios, Hannah disponía de un
patrimonio que le aseguraba una renta anual que Westfall

1 Stukeley, 1936, pág. 38.


1 Véase Wojtcuk, 1988, pág. 262.
12 Maurízio Mamiani

estima en 700 libras; no fue, por tamo, la necesidad lo que


le hizo reclamar al N ewton de diecisiete años, sino más
bien su avaricia. Lo cierto es, según parece, que el joven
mostró tan pocas aptitudes para el trabajo agrícola que o
su tío, William Ayscough, o H enry Stokes — probable­
mente ambos— convencieron a la madre de Isaac de que
le hiciera continuar sus estudios. En 1660 N ew ton estaba
de nuevo en G rantham porque Stokes, para vencer las úl­
timas reticencias de la madre, abonó la tasa de 40 chelines
que tenían que pagar los no residentes. Allí el joven se
preparó para el gran paso: el 5 de junio de 1661 ingresará
en el Trinity College de Cambridge.
Exceptuando las anécdotas referidas por Stukeley, po­
seemos escasos testimonios del periodo de Grantham.
Parece ser que N ew ton construyó una reproducción
que funcionaba de un molino de viento que había visto
edificar en los alrededores de G rantham . C o n stru y ó
igualmente relojes mecánicos accionados mediante pesas
y un original reloj de agua, sirviéndose de una cajita de
madera de abeto. Así lo describe Stukeley:

Tenía una forma muy similar a la de otros relojes: una caja de


cerca de cuatro pies de altura, una esfera pintada por él mismo
con figuras y una aguja de madera que señalaba la hora. La agui­
ja era movida por una pieza perpendicular de madera que se al­
zaba cuando el agua llenaba la cisterna -—supongo— o mediante
una cremallera —como se la denomina— o por una cuerda que
se enrollara en torno a un eje Este reloj estuvo siempre en
la buhardilla en la que vivía; cada mañana se ocupaba de añadir
la cantidad apropiada de agua y la familia acudía, cuando lo ne­
cesitaba, para saber qué hora era, permaneciendo el reloj en la
casa hasta mucho tiempo después de que él se marchase a !a uni­
versidad J.

1 Stukeley, 1936, pág. 40.


Introducción a Newton 13

También grabó en una piedra del m uro de la casa el


cuadrante de una meridiana, aunque esbozado sin más, y
la piedra se conserva ahora como pieza de museo en la
Royal Socíety.
Los biógrafos citan estos episodios como ejemplos de
su precocidad, pero Andrade señala que «en todo esto
nada hay que haga pensar en un genio excepcional
Probablemente lo máximo que se hubiera podido decir
acerca de él habría sido que se trataba de un muchacho
despierto, con un verdadero talento para las maquetas y
el dibujo» L El mismo Andrade cita los casos de algunos
grandes hombres que han mostrado precozmente sus do­
tes intelectuales extraordinarias: Pascal, Galois, Hamilton
y Maxwell. N o es sorprendente que, según una tipología
hoy bien conocida, la precocidad de estos hombres se re­
velara en las matemáticas. Pero no ocurrió así con el jo­
ven Newton. Com o subraya el mismo Andrade, y docu­
menta un cuadernillo de N ew ton perteneciente a los años
1659-1961, actualmente conservado en la Morgan Library
de Nueva York, fue un libro de John Bate, The Mysteryes
o f N ature and A rt (Londres, 1634) [Los Misterios de la
Naturaleza y el Arte] —una recopilación de curiosidades
que contiene descripciones de máquinas simples, como el
reloj de agua, instrucciones para fabricar fuegos artificia­
les, para dibujar y pintar, para mezclar colores, para pre­
parar tintas de colores, junto a recetas médicas y descrip­
ciones de juegos de prestidigitación— el que inspiró
muchas de las «precoces» obras del joven Newton.
Una vez que éste se hizo famoso, los biógrafos andu­
vieron a la búsqueda de indicios de su genialidad, y la
precocidad infantil siempre ha sido considerado como
uno de éstos. Afortunadamente para él, N ewton fue un
niño normal, con algún problema afectivo y alguna difi-

1 Andrade, 1965, pág. 30.


14 Maurizio Mamiani

cuitad en el plano de las relaciones humanas, que disfru­


taba jugando solo y que probablemente construía meri­
dianos con el mismo espíritu con que fabricaba cometas,
farolillos, muebles para las muñecas y carretillas.
En los estudios no fue especialmente precoz, e incluso
cuando obtuvo el Bacbelor o f Arts en 1665, no destacó de
modo singular. No es raro, por otra parte, hallar en sus
escritos juveniles faltas ortográficas y errores gramaticales
o de sintaxis, tanto en inglés como en latín, indicio indi­
recto — y no sorprendente— de que la Grammar Scbooi
de Grantham era lo que era, una buena escuela de provin­
cias. El secreto de su genio (o de su éxito) ha de buscarse
en otra parte, y el mismo Stukeley —que p o r lo demás
magnificó los episodios de la adolescencia de N ew ton
para vislumbrar una excepcionalidad que no existía— re­
coge un aspecto que caracterizará la actividad entera de
N ew ton durante toda su vida y que basta para com pren­
der su gran fuerza innovadora:

Los niños son siempre imitadores, y sin duda el hecho de ha­


ber crecido en la casa de un farmacéutico podría haberle trans­
mitido el gusto por herborizar. Pero, en realidad, él había naci­
do filósofo; el estudio, la ocasión y la laboriosidad presentaron a
su mirada sagaz unas pocas verdades, simples y universales, que
con tiempo y reflexión él gradualmente elaboró, unas a de otras,
siempre superando la anterior, hasta desvelar la economía del
macrocosmos5.

Esta aguda observación de Stukeley es más útil para


com prender la capacidad creadora del pensam iento de
N ew ton que todas las anécdotas, p o r ciertas que sean,
que recoge acerca de su infancia.
Ante rodo, el estudio. C uando N ew to n ingresa en

4 Stukeley, 1936, pág. 55. Cursivas añadidas.


Introducción a Newton 15

Cam bridge en 1661, ha leído pocos libros; cuatro años


después, el bagaje de sus lecturas — aun cuando se tenga
tan sólo en cuenta las obras de las que reseña extractos en
su Cuaderno de C am bridge6— es imponente, lis proba­
ble que eso que llamamos fortuna —o mejor, cierto as­
pecto de eso que denominamos fortuna— no haya tenido
gran relieve en los descubrimientos newtonianos. Estos
fueron principalmente teóricos y no se fundamentaron de
manera esencial en la adquisición de nuevos datos empíri­
cos. Este aspecto de la actividad de N ew ton fue, además,
el que dio lugar al mayor número de controversias acerca
de la prioridad. En algunos casos el historiador puede en­
contrarse en una situación embarazosa ante la utilización
sin prejuicios, por parte de N ewton, de sus fuentes, como
en el caso de las acusaciones de plagio hechas por Hooke.
El mismo Boyle es sistemáticamente saqueado por N ew ­
ton, y no de otro modo utiliza a Descartes, Galileo o K.e-
pler. Mas un dato se im pone por encima de cualquier
duda: en todos estos casos N ew ton llega a conclusiones
sensiblem ente distintas a las de sus contem poráneos o
predecesores. Él veía más lejos, pero, sobre todo, extraía
de cualquier posición teórica que aceptara o refutara, las

* University Library, Cambridge, MS. Add. 3996. Transcrito y co­


mentado en McGuire, Tamny, 1983. De ahora en adelante denominare­
mos a este manuscrito «Cuaderno del Trinity», e indicaremos los demás
cuadernos con sus signaturas. Para una relación completa de las obras
leídas, anotadas, o de las que N ew ton extrae fragmentos en este perío­
do, véase McGuire, Tamny, 1983, págs. 20-25.
Los textos que más influyeron en su pensamiento son, entre otros, los
siguientes: R, Descartes, Opera Pbilosaphica, Amsterdam, 1656 (no con­
tiene los escritos de geometría); R. Boyle, N ew Experimems Pbysko-
Mechanicali, tauebing tbe Spring o f tbe Air, Oxford, 1660; Experimenta
and Considerations Touching Colours, Londres, 1664; N ew Experi­
menta, and Observations Touching Coid, Londres, 1665. G, Galilei,
Syiteme o f tbe World: in Four Dialogues, en Matbematical Collectiom
and Translations i» Two Tomes, a cargo dcT . Salusbury, Londres, 1661.
16 Maurizio Mamiani

consecuencias más rigurosas. De este modo mantuvo una


unidad temática y metodológica profunda, gracias a la
cual logró dar a la investigación física un ordenamiento
casi definitivo.
La fidelidad a lo que Stukeley llama unas pocas verda­
des simples y universales — reunidas, como veremos, bas­
tante pronto y de modo casi contem poráneo— constitu­
ye e! auténtico motivo conductor de toda la actividad de
Newton.
En cuanto a su laboriosidad, podría bastar con un sólo
dato: la ingente cantidad de manuscritos inéditos. En su
larga vida N ewton nunca estuvo en reposo, never at rest1.
En Grantham N ewton se enamoró (es el único episo­
dio amoroso de su vida y Andrade lo ha puesto en duda)
de una compañera de juegos que vivía en casa del farma­
céutico Clark. Stukeley no nos refiere el nom bre de pila,
sino sólo su apellido: Storey. Sin duda hasta el apellido es
erróneo. La niña era probablemente hermana de Edward
y A rthur Storer y los tres vivían con su padrastro Clark,
el boticario, que había desposado a su madre en segundas
nupcias. Q uizá N ewton hizo proyectos de matrimonio,
después abandonados, bien por dificultades financieras
(sobre las que faltan, sin em bargo, pruebas objetivas),
bien por no obstaculizar su carrera universitaria (pero
N ew ton enseguida pidió, y obtuvo, la dispensa al celibato
tradicionalmente asumido por los fellows de un college).
Stukeley refiere que en G rantham N ew ton prefería la
compañía de las niñas a la de los niños. Westfall hace no­
tar que el «rom ance de un adolescente que prefiere la
compañía de las niñas es Improbable que d u re» 78 quizá in­
sinuando una sospecha de escasa virilidad por parte del

7 La frase, extraída de una cana de N ew ton a Nathaniel Hawes, es


utilizada aquí en un contexto sensiblemente distinto.
* Westfall, 1980, pág, 59.
Introducción a Newton 17

joven, o de homosexualidad latente. Por ahora no existe


prueba alguna al respecto, a menos que se considere tal el
hecho de que, incluso hoy, los alumnos del Trinity le ha­
gan objeto de sus calumnias estudiantiles. Es cierto que el
carácter del N ew ton adolescente se resintió de las frustra­
ciones emocionales de la primera infancia, por ta ausencia
del padre y el segundo matrimonio de la madre, y cierta­
mente nunca quiso a su padrastro Barnabas Sinith. Un
singular docum ento de 1662 proyecta una luz bastante
inquietante acerca del estado emocional del joven; se trata
de una confesión de los propios pecados que escribió en
una especie de taquigrafía. U no de ellos había ocurrido
nueve años antes, pues su padrastro murió en 1653: «Ha­
ber amenazado a mi padre y mi madre Smith con que­
marles y hacer arder la casa sobre ellos»
Los biógrafos de Newton han subrayado con insistencia
su carácter casi patológicamente huraño, su dificultad para
hacer amistades, su naturaleza solitaria, interpretándolos
curiosamente como signos de su superioridad intelectual.
De la lista de 1662 emerge un cuadro un tanto distinto.
Así, llegamos a saber que había robado cerezas a Edward
Storer, negando haberlo hecho; que se había enojado con
Clark por un pedazo de pan con mantequilla. Uno de los
pecados más graves fue aquél, confesado directamente a
Dios, «de haber metido un alfiler en el sombrero de John
Keys, en tu día, para que se pinchara» 10. C onduitt relata
también la anécdota de una pelea mantenida con un chico
hasta que éste se rindió y, para humillarle aún más, N ew ­
ton le había refrotado la nariz contra la pared de la iglesia.
Se trataba probablemente de A rthur Storer, ya que uno
de los pecados recordados en 1662 es, justamente, el de
«haber sacudido a A rthur Storer».

* Westfall, 1980, pág. 53.


10 Ibid. D á e . 59.
18 Maurízio Mamiani

En 1659, habiendo vuelto de G rantham , sus «pecados»


son: desobedecer a su madre (se negó a acercarse por el
corral de las ovejas), llegar a las manos con muchos, dis­
cutir con su hermanastra y darle un puñetazo, buscar ca­
morra con los criados, llamar «vieja fea» —no sabemos si
con razón o sin ella— a una tal D erothy Rose.
Estos episodios atestiguan, en realidad, lo contrarío de
lo que con frecuencia se dice: N ew ton tuvo una adoles­
cencia marcada por las habituales turbaciones, ansiedades,
rivalidades, crisis de soledad, que acompañan a todos esta
época de la vida. Además, era ligero de manos, penden­
ciero y mordaz, todo lo cual pudo haber contribuido a
determ inar su legendaria soledad bastante más que los
malos humores del genio incomprendido.
Capítulo 2
En Cambridge. N ew ton estudiante

Cuando llegó a Cambridge, el bagaje cultural de N ew ­


ton no era especialmente vasto: tan sólo poseía dos libros,
una edición grecolatina de Píndaro y las Metamorfosis de
O vidio. Ambos libros fueron adquiridos en 1659, a! aca­
bar en la Grammar School, cuando todavía no estaba claro
sí Isaac iba a ser agricultor o iba a estudiar. En 1661, antes
de ser admitido en Cambridge, adquirió otros dos libros:
un diccionario grecolatino y una edición grecolatina del
N ovum Testamentum (Londres, 1653), en los que anotó,
como en ios anteriores, su nombre, el precio y la fecha:
#Isaac New ton buius libri veras est possesor. Pretium £ 0 s
3 dO, Aprilis 3 die A n ° D ni 1661»,
D urante el prim er ano en Cam bridge adquirió ocho
nuevos libros; ni una obra de matemáticas, pero, eso sí, el
Logicae artis compendium de R oben Sanderson (Oxford,
1631), la única obra, entre las adquiridas en esta época,
perteneciente al curriculum de sus estudios; ningún libro
de física, pero sí el D e naturae philosopbia, seu Platoms,
19
20 Maurizío Mamiani

& Aristotelis consenstone de Sebastian Fox Morcillo (París,


1560); una edición latina de H omero, un diccionario de
nombres propios y cuatro libros de teología, de modo que
los intereses teológicos parecen dom inantes respecto a
cualquier otro. N o es sorprendente, p or tanto, que N ew -
ton atravesase en 1662 una crisis religiosa que le condujo a
aquel examen de conciencia del que nos ha quedado una
lista de «pecados». Algunos de éstos ya han sido mencio­
nados por revelar ciertos aspectos del carácter de Newton.
Pero la lista en su conjunto es indicativa de su especial re­
ligiosidad.
Com o ha señalado Manuel \ la mayor parte de las au-
toínculpaciones de N ew ton tienen que ver con faltas de
poca entidad que aparentemente no justifican un senti­
miento de culpa tan duradero como para hacerle recordar
pequeñas desobediencias o mentiras ocurridas bastantes
años antes. La infracción más recurrente, la no observancia
del descanso del Sábado («Haber hecho pasteles el sábado
por la noche», «Haber ayudado a Pettit a construir su re­
loj de agua a las 12 de la noche del Sábado», «Haber rega­
do en Tu día», «Haber tomado un baño en una tina en Tu
día», etc.), parece indicar una religiosidad arcaica con una
fuerte impronta veterotestamentaria. Las autoacusaciones
relativamente más graves (el deseo de quemar a sus proge­
nitores en su casa, cuando apenas terna diez años; el deseo
de suicidarse; pensamientos, palabras, acciones y sueños
im puros, bastante normales en un chico de dieciocho
anos) son puestas en el mismo plano que la utilización de
la toalla de un compañero para reservar la propia.
La intransigencia moral de N ewton, que íe hacía asumir
al pie de la letra el decálogo y todos los mandamientos bí­
blicos, produjo en él —según Manuel— un incurable sen­
timiento de culpa y, por tanto, la concepción de un dios1

1 Manuel, 1974, págs. 15-16.


Introducción a Newton 21

inflexible y punitivo, cuya característica más sobresaliente


era e! poder. M ucho después será precisamente ésta la con­
notación divina que defenderá en el Scolio general de ios
Principia2.
N ewton se matriculó en Cambridge como subsizar, es
decir, como estudiante pobre. W estfall1 observa que en
Oxford estos estudiantes se llamaban con el nombre menos
ambiguo de «servidores». Es posible que esta humillante
condición incrementase el carácter huraño de Newton, ya
de por sí bastante desarrollado, y aumentara en él el deseo
de revancha a través del estudio. La crisis religiosa, además,
contribuyó a aislarle en un ambiente muy otro que severo,
cual era el de los colleges durante la Restauración (la mayor
parte de los estudiantes mayores se dedicaba más a ¡a cer­
veza, al juego y a las jovencitas que al estudio).
El cuaderno de N ew ton demuestra, sin embargo, que
no se encontraba en absoluto en una situación de penuria
y mucho menos que llevara una vida particularmente aus­
tera. En este cuaderno, actualmente conservado en el Fitz-
william Museum de Cambridge, se relacionan los dispen­
dios en la taberna (22 de abril de 1667: «En la Taberna
muchas otras veces, etc. 1 esterlina», «En la Taberna dos
veces. 3 chelines y 6») y en el juego («Perdidos a las cartas
en dos ocasiones 15 chelines»). N ew ton prestaba, además,
ciertas sumas (de un chelín a una libra y 6 chelines) bien a
los pensionados, bien a los sizars, recabando, casi con se­
guridad, algún interés4, aunque sin duda su escrupulosa
conciencia se lo reprochara.

t «Es a causa de su poder por lo que el señor dios se suele llamar


Pantoaator (es decir, Emperador universal). De hecho dios es una pala­
bra relativa y referida a los siervos; y la deidad es el dominio de Dios, no
sobre el propio cuerpo, como sostienen aquellos para quienes dios es el
alma del mundo, sino sobre los siervos». Principia, 1972, pág, 760.
! Westfall, 1980, pág. 71,
4 Cfr. Harrison, 1978, pág. 7. Westfall, 1980, pág. 76.
22 Maurizio Mamiani

Curiosam ente encontram os unidos en el corazón de


N ew ton el amor al dinero con el amor al saber y a un, no
mejor precisado, placer: «De poner mi corazón en el dine­
ro, el saber, el placer, antes que en Tí* dice exactamente
otra autoinculpacíón en la lista de 1662. Sin embargo,
N ew ton continuó prestando con usura, pese a estar expre­
samente prohibido en las normas del college, y, afortuna­
damente, continuó poniendo su corazón también en el sa­
ber, cosa seguram ente no vetada p or los reglam entos
universitarios, aunque realmente poco alentada.
Finalmente, otro cuaderno, conservado en la actualidad
en el Trinity College de C am bridge5, contiene ya los pri­
meros vestigios de una pasión más duradera que el juego o
la taberna: los libros. Com o se ha dicho, N ew ton tenía su­
ficiente dinero para adquirir libros, aunque casi siempre de
segunda mano. Por un chelín compró el De quatuor mo~
narcbiis (no se sabe en qué edición; en la biblioteca de
N ew ton se encontraba una edición posterior, Cambridge,
1686) de Johann Sleidan, por cinco chelines y cuatro peni­
ques adquirió el Lexicón mannale GraecoLattnum et Lati-
noG raecum (Lugduni Batavorum , 1657) de C ornelius
Schrcvelius. Es probable que sus adquisiciones vinieran
dictadas o en razón de su interés por el contenido o, más
bien, de su buen precio. Más tarde N ew ton anotará sus
mejores negocios: una copia de la Historia ConríliorHm
generalium (Colonia, 1680) de Edm ond Richer lleva la
anotación «1682, pret. 6' 6d, valet 101» y la Historia Sara-
cenica (Lugduni Batavorum, 1625) de Elmacinus, «Pret 91,
valet 2 ís».
N o obstante, la bibüofilia de N ew ton no logra ocultar
sus intereses preeminentes, y podríamos con todo derecho

* Trinity College MS. R. 4. 48'. El cuaderno está firmado en la ta­


pa «Isaac Newton, Marti t, }6S9* y contiene anotaciones de 1661 en ade­
lante.
Introducción a Newton 23

considerar su biblioteca un espejo suficientemente fie! de


su cultura.

1. La biblioteca de Newton

Un análisis cuantitativo de los temas, como el realizado


por Harrison, nos depara verdaderas sorpresas. Citamos
ios datos en la página siguiente.
La biblioteca fue para él, sin duda, un instrumento de
trabajo y, con toda la cautela interpretativa que estos datos
requieren, ciertamente no resulta chocante que el 37% de
los títulos pertenezca a las áreas teológica y alquímica. Si a
éstos se añaden los del área histórica (8,3%), obtendremos
un porcentaje de más del doble del correspondiente al de
los títulos de todo el área «científica» (20,5%). Basándonos
en estos datos es, por tanto, ridículo seguir sosteniendo,
aún sin recurrirá los manuscritos, ia marginalidad del inte­
rés de N ewton por unos estudios teológicos, cronológicos
y alquímicos a los que habría dedicado sus ratos de ocio.
Puede, sin embargo, hacerse una consideración mucho
más importante para interpretar de modo históricamente
correcto la composición de la biblioteca de N ew ton: la
subdivisión por temas propuesta por Harrison se adecúa a
los confines de las disciplinas actuales, pero no a los de las
vigentes en aquella época. Así, bajo el término de filosofía
natural se puede unificar todos los temas científicos —in­
cluidas las ciencias matemáticas6 y los viajes, por su cone­
xión con la geografía—; el grupo sumaría el 25% del total.*

* Sobre este punto Newton se alejaba de las opiniones comunes, di­


fundidas, sobre todo, entre los cartesianos; pero existen indudablemente
testimonios, que serán después mencionados, de su convicción — proba­
blemente inducida a partir de la lectura de Galileo— de que las ciencias
matemáticas (astronomía, geografía, navegación, óptica y mecánica) for­
man parte de la filosofía natural.
24 Maurizio Mamiani

Biblioteca de Newton: análisis de los temas de los 1752 títulos7

Títulos %
A. Libros científicos
1. Alquimia, 138, y química, 31 169 9,5
2. Matemáticas 126 7
3. Medicina y anatomía 57 3,3
4. Física (y óptica, 15) 52 3
5. Astronomía 33 1,6
6. Otros (entre los cuales, obras generales, 28;
historia natural, 18; zoología, 7; botánica, 6;
mineralogía, 3) 101 5,6

B, Libros no científicos
1. Teología (entre los cuales, obras generales,
205; biblias, testamentos y estudios bíbli­
cos, 99; padres de la iglesia, 61; historia de
la iglesia, 28; controversias religiosas, 28;
ritos y costumbres hebraicos, 24 477 27,5
2. Clásicos griegos y latinos 149 8,6
3. Historia, 114 (general, 5; antigua, 19; mo-
derna, 90), cronología, 22 y biografía, 7 143 8,3
4. Obras de consulta y periódicas (de las cua-
les, diccionarios, 43; gramáticas, 11; penó-
dicas, 18) 90 5,3
5. Viajes, 46; geografía, 30 76 4,5
6. Literatura moderna (de los cuales, inglesa,
40; latina, 10) 58 3,3
7. Filosofía (antigua, 9; moderna, 24) y lógica, 6 39 2
8. Derecho, 22; política, 15 37 2
9. Economía (y valores, 10) 31 1,6
10. Otros (entre los cuales, antigüedades,!8;
numismática, 10; medallas, 6) 114 6,5

1 Harrison, 1978, pág. 59.


Introducción a Newton 25

Bajo el término de metafísica estarían incluidas muchas


obras teológicas y aquellas consideradas sin más como
«filosofía», término que en la época de N ew ton no poseía
el significado actual. Un tercer grupo, el histórico, debería
contener también la historia de la Iglesia y de las religio­
nes, ia hebraica incluida. Finalmente, el grupo literario
completaría el cuadro de la biblioteca newtoniana; queda­
rían fuera unos pocos temas menores.
La biblioteca resulta así predominantemente dedicada a
la filosofía natural y a la metafísica, como era normal en un
filósofo del siglo diecisiete. La erudición históríco-literaria
también formaba parte del cuadro cultural del siglo: en
toda Europa las disciplinas históricas iniciaban el proceso
de transformación que muy pronto las diferenciaría de la
literatura moralista y de ficción. N ew ton, lo cual no es
sorprendente, poseía libros de Mabillon, Bacchini y Mura-
tori.
Por otra parte, la pasión científica de Newton conoció
periodos creativos relativamente breves, aunque intensos,
seguidos de largas pausas de sistematización y reflexión.
Además, las que serían las áreas principales de estudio du­
rante toda su vida se delinearon, de forma casi simultánea,
ya en los primeros años de su estancia en Cambridge (de
1661 a 1670, cuando se convierte en profesor lacasiano 8
de matemáticas).
Su interés por la historia está docum entado en un
Common Place Book, actualmente en el King’s College
de Cambridge El primer folio de este manuscrito con­
tiene una lista de autores, algunos de los cuales llevan
además la signatura de la biblioteca del Trinity College

a Procedente de] nombre de H. Lucas, cuyo legado financiaba la cáte­


dra.
’ Kcynes MS. 2.
26 Maurizio Mamianí

que, según la estimación de H arrison, contenía entonces


entre 3.000 y 4.000 volúmenes.
Una especial dedicación a la matemática aparece docu­
mentada relativamente tarde, cuando N ew ton contaba ya
22 años:

Consultando una lista de mis gastos en Cambridge en los


años 1663 y 1664, encuentro que en el año 1664, un poco antes
de Navidad, siendo entonces sénior Sophister [estudiante de ter­
cer año], compré las Misceláneas de Schooten y la Geometría de
Descartes (habiendo leído esta Geometría y la Clavis de Ough-
tred hacía más de seis meses) y tomé en préstamo las obras de
Wallis, y, en consecuencia, se explican estas anotaciones de
Schooten y Wallis del invierno de 1664 a 1665. En aquel tiempo
hallé el método de las series infinitas10,

En 1664 N ew ton comienza, además, a dedicarse a la


óptica y la mecánica (es decir de la filosofía de la natura­
leza), escribiendo las voces del C om m m on Place Book
con el título de Qu[a]e$tiones quaedam Philosoph[i]cae,
contenidas en el más importante de sus cuadernos, el MS,
Add. 3996. Este cuaderno, empezado el año en que N ew ­
ton ingresó en Cambridge, y terminado hacia 1665, es un
extraordinario testimonio que permite seguir paso a paso
tos descubrimientos científicos newtonianos, mostrando
claramente su génesis. Y ello, además de proporcionarnos
una descripción de su método de trabajo, al que permane­
ció fiel a través de los años y que, en esencia, corresponde
al juicio, ya mencionado, de Stukeley. También el interés
por la alquim ia data de los anos juveniles: en abril de
1669, N ew ton adquirió materiales e instrumentos alquí-
micos junto al Theatrum chem iatm en seis volúmenes, de
Lazarus Zetzner (Argentorati, 1659-61).

10 University Library, Cambridge, MS. Add. 4000, f. 14v. El memo-


randum está fechado el 4 de julio de 1699.
Capítulo 3
En Cambridge. Primeros intereses

El curriculum de los estudios había perm anecido en


Cambridge prácticamente inalterado desde la Edad Me­
día. El núcleo estaba constituido por la filosofía aristoté­
lica: se comenzaba con la lógica, a la que complementa­
ban la ética y la retórica. Los ejercicios académicos
preveían discusiones en forma silogística (la quaestio di$~
putata medieval). D urante el siglo XVI, la corriente huma­
nística había ampliado los estudios literarios, que se aña­
dían a la retórica y continuaban la educación de las
G ram m ar scbools. El tutor de N ew ton, Benjamín Pu-
lleyn, le guió en sus primeros pasos: las notas sobre esas
lecturas, que N ew ton no llevaría a térm ino, aparecen
consignadas en el C uaderno del Trinity.
W aílace ha in terp retad o recientem ente esas notas,
pertenecientes a los años 1662-64, y extraídas principal­
mente de los Pbysiologiae peripateticae libri sex (Cam ­
bridge, 1642) de Johannes Magírus y de los Axiom ata
pbilosophica sub titulis X X (Cambridge, 1645) de Daniel
27
28 Maurizio Mamiani

S t a h I N o se puede pensar seriamente que estas breves


notas de N ew ton representaran —como afirma Walla-
ce— «su deuda para con Aristóteles y los "peripatéti­
cos”» 2. Me resulta poco convincente poner en el mismo
plano un ejercicio escolar, probablem ente penoso, con
las libres y entusiastas lecturas que N ew ton empezó a
hacer apenas se dio cuenta de que su tu to r no le vigilaba
mucho. El mismo Westfall, que invita a «no infravalorar
la importancia de la filosofía aristotélica» J en la vida de
N ew ton, reconoce que nunca llegó a term inar ni el libro
de Magirus ni el de StahI. N o existe ninguna prueba de
que N ew ton hubiera hecho de las obras de Aristóteles
un objeto de estudio sistem ático. En su biblioteca no
aparece ninguna obra de éste, mientras sí lo hace la ope­
ra omnia de Platón, en la interpretación de M. Ficino
(Francfort, 1602) y una edición veneciana de la Repttb-
blica, de 1626. La posición de N ew ton ante Aristóteles
y los peripatéticos se ilustra claramente en un pasaje del
MS. Add. 4002:

Lo que los peripatéticos han enseñado acerca de los colores,


aun si fuese cierto, no tendría valor alguno para nuestro propó­
sito, ya que no han colegido en absoluto el modo en que se ge­
neran, ni las causas por las que son tan diferentes. De hecho,
discutiendo sobre los orígenes y sobre las diversas especies de
las cosas, en lugar de causas han asignado diversas formas, de las
que han derivado la existencia y la separación de las cosas mis­
mas; mas no han tratado en absoluto sobre la causa particular de
una forma cualquiera, ni de la razón por la cual difiere de las
otras. Y así renuncian a aquellas cosas cuya explicación parece
ser la más elevada tarea de los filósofos; o lo que es mejor, a las
únicas cosas que podrían satisfacer a una mente ávida de conoci­
mientos naturales. Sin embargo, a fin de que no pareciera que*1

1 Wallace, 1988, págs. 25-34.


1 Ib id , pág. 23.
J Westfall, 1980, pág. 85.
Introducción a Newton 29

habían transmitido una filosofía incompleta, hicieron que inves­


tigaciones de este tipo fueran consideradas sumamente absurdas
y ridiculas porque supondrían extraer forma de forma y cuali­
dad de cualidad*.

Este pasaje fue escrito en 1669 o 1670 e indica clara­


mente una tota! condena de la filosofía peripatética, justa­
mente acusada de afrontar los problemas físicos «sólo de
palabra», o lo que es más, en algunos casos (y Newton
cita en griego la definición de Aristóteles de los colores,
extraída del De sensu el sensibilibm: «El color es el límite
de lo transparente en un cuerpo determinado») ni siquie­
ra de palabra, de manera que —añade N ew ton— «no es
preciso refutar estas opiniones con diligencia, ya que no
parecen ser de gran importancia» s.
La filosofía peripatética es, p o r tanto, una filosofía
«imperfecta» a la que no merece la pena ni refutar ya que
«renuncia» a la explicación de las causas y se coloca en un
plano meramente verbal que hace que cualquier nueva in­
vestigación sea «absurda y ridicula». Ni en Galileo, ni
mucho menos en Descartes, encontram os una condena
tan general y directa del aristotelismo.
La posición asumida en 1670 frente al aristotelismo no
se verá modificada, sino que, al contrario, alimentará al­
gunos de los conceptos metodológicos fundamentales del
pensamiento m aduro de N ewton, como he dem ostrado
en uno de mis lib ro s*6. Cierto es, sin embargo, que New­
ton continuará utilizando la term inología escolástica
aprendida en estos primeros años, durante algún tiempo,
por motivos que son fáciles de intuir, aunque cambiando
la metodología y, sobre todo, modificando profundam en­

* University Library, Cambridge, MS. Add. 4002, f.20.


1 Ibid.
6 Mamíani, 1976.
30 Maurizio Mamiani

te los conceptos expresados mediante dichos términos 7.


Por lo demás, el mismo Wallace al rememorar la anota­
ción más importante de N ew ton a Stahl, subraya su ro­
tunda toma de posición en contra de la explicación aristo­
télica de la caída de los cuerpos. El pasaje, que
probablemente pertenece a 1663, atestigua sin duda el co­
mienzo de la reflexión de N ew ton acerca del problema de
la gravedad, en una forma todavía poco elaborada, pero
que, sin embargo, revela ya su tendencia a resolver los
problemas medíante la observación, antes que mediante la
palabra. Conviene citar el pasaje, ya que confrontado con
otros posteriores proporciona una inesperada prueba do­
cumental del modo en que N ew ton alcanzó a desvelar, a
partir de unas pocas, simples verdades, con el tiempo y la
reflexión —como Stukeley afirma— la economía del ma­
crocosmos.

1. Prim eras reflexiones acerca de la gravedad

El axioma citado por Stahl, es el siguiente: nada actúa


sobre sí mismo. Parece darse una excepción:

Se produce, sin embargo, una acción de roda cosa sobre sí


misma: así, los cuerpos graves y los ligeros se mueven por sí
mismos hacia lo alto y hacía lo bajo; en efecto, el generante no
proporciona el movimiento —puesto que aun no existiendo ge­

7 Es el caso, por ejemplo, del término vis ínsita, de dispositw, de quan­


tum in se est, etc. En la Nueva teoría de la luz y de los colores (1672),
N ew ton precisa en una nota haber utilizado los términos peripatéticos
cualidad, sujeto, sustancia, cualidades sensibles y los términos «mecáni­
cos» cuerpo, modos, acciones para discutir mejor acerca de las controver­
sias existentes entre las dos filosofías. N ew ton recalca haber utilizado los
términos relativamente a una u otra de las filosofías, pero no estar de
acuerdo con ninguna de las dos porque desea dejar indeterminado el gé­
nero de las acciones (o de las cualidades) que está indagando.
Introducción a Newton 31

nerante, se mueven— sino solamente la potencia próxima al


movimiento, esto es, la gravedad y la ligereza

Com o cualquiera puede constatar, se trata de una ex­


plicación más bien oscura, relacionada vagamente con la
experiencia, en la que «la potencia próxima al movimien­
to»- que debería explicar el fenómeno, es justamente aque­
llo que requeriría ser explicado,
N ew ton se aparta pronto de este tipo de explicaciones
y recurre a la analogía con otros fenómenos de la expe­
riencia:

Por el contrario yo sostengo algo distinto: puesto que cierta­


mente el centro (como el imán al hierro) tira de toda cosa hacia
sí, de unas —las más pesadas— con una fuerza mayor, de otras
—las más ligeras— con una fuerza menor, ese centro causa que
las cosas pesadas (como la piedra o el aire) se muevan hacia aba­
jo, y así, aquello que es más grave, presionando hacia abajo (ha­
blamos del aire) hace que lo más ligero, como el fuego o el
humo, ceda y tienda hacia arriba, aun cuando tendería hacia
abajo y hacia el centro si el aire, que es más pesado, no lo obsta­
culizase y constriñese a salir. Ejemplos, El aceite en un vaso
tiende hacia abajo impulsando al aire hacia arriba, fuera del
vaso, porque es más pesado que el aire, mientras que, vertida el
agua, que es más pesada que el aceite, éste es empujado hacia
arriba, Este ascenso hacia lo alto, pues, no deriva del aceite, sino
del agua que lo empuja hacia arriba*9.

Estas primeras consideraciones de N ew ton tienden a


excluir que el peso sea una propiedad ínsita en los cuer­
pos (la propiedad de moverse hacia arriba o hacia abajo) y
a relacionarlo con una fuerza de atracción mayor o me­
nor. El peso deviene así, una propiedad relativa, y la rela-

' Universicy Library, Cambridge, MS, Add, 39%, f. 57f.


9 Ibid.
32 Maurízio Mamíaní

ción ligero/pesado puede ser interpretada en el seno de


un modelo mecánico que es, en esencia, el de flotación.
Esta vía no habría llevado muy lejos a Newton sí sus su­
cesivas reflexiones sobre los estudios de Galileo relativos
a la caída de los graves por píanos inclinados y sobre las
explicaciones cartesianas de la gravedad no le hubieran
guiado hacia una nueva solución. ¿Cómo podría, en efec­
to, la fuerza que atrae a los cuerpos ser mayor para los
pesados y menor para los ligeros si se tratase simplemente
de una fuerza mecánica análoga a la magnética?

2. La carrera académica

N ewton abandonó muy pronto el curriculum escolásti­


co y empezó a leer a Descartes. En efecto, dos páginas de
apuntes extraídos de las Meditaciones del filósofo francés
interrumpen bruscamente las notas aristotélicas del C ua­
derno del Trinity.
En el ínterin su posición en el seno del college había
cambiado: el 28 de abril de 1664 obtuvo un scbolarsbip,
una especie de beca de estudios que puso fin a su humi­
llante condición de subsizar y le proporcionó la esperan­
za de una residencia permanente en Cambridge, en cali­
dad de fellow. Efectivamente, el fellowsbip en el Trinity
estaba supeditado a la obtención previa de uno de los 62
scbolarships que el college ponía a disposición de los un-
dergraduates.
Es muy probable que el scholarship concedido a N ew ­
ton fuese el resultado de un fuerte respaldo académico
(W estfall10 sugiere que el sponsor de N ew ton fue el influ­
yente H um phrey Babington), más que de sus propios
méritos escolares.

10 Westfall, 1980, pág. 103.


Introducción a Newton 33

Los intereses de N ew ton eran, efectivamente, en buena


medida poco ortodoxos respecto al curriculum tradicio­
nal evaluado en Cambridge. Es en este periodo cuando
N ewton se dedicó al estudio apasionado de la matemática
(leyendo la segunda edición latina de la Geometría de
Descartes con los comentarios de Schooten, las Miscella-
nee de este último, las obras de Viete, el álgebra de O ugh-
tred y la Aritbmetica infinitorum de Wallis) y de la filoso­
fía mecánica (con la tercera edición en Am sterdam , de
1656, de la Opera philosopbica de Descartes, el Dialogo
de Gal ¡leo, la Physiologia de C har letón y, probablemente,
el Syntagm a de G assendi, además de Boyle, H obbes,
More),
Por otro lado, además, las cosas estaban cam biando
lentamente en Cambridge. En 1663 había sido instituida
la cátedra lucasiana de matemáticas, y el primer profesor
en ocuparla fue Isaac Barrow, quien comenzó sus leccio­
nes en marzo de 1664. Es probable, aunque no seguro,
que N ewton asistiese a dichas lecciones.
C onduitt recoge una tardía confidencia de N ew ton re­
lacionada con su examen para la obtención del scbolars­
bip, realizado ante Isaac Barrow:

Cuando aspiraba a convenirse en scholar, su tutor [Benjamín


PuNcyn] le envió ante el Dr. Barrow, entonces profesor de ma­
temáticas, para que le examinase. El doctor le examinó sobre
Euclides, a quien sir I. había descuidado y de quien sabía poco o
nada, y no le interrogó, en cambio, sobre la Geometría de Des­
cartes, que sí dominaba. Sir I. era demasiado modesto para ha­
cer alguna alusión al tema por sí mismo, y el Dr. Barrow no po­
día imaginarse que alguien hubiera podido leer aquel libro sin
dominar antes a Euclides, de modo que, aunque fue nombrado
scholar, ei Dr. Barrow se formó una opinión más bien indiferen­
te de él

,l Keynes MS. 130.10, f. 2".


34 Maurizio Mamiani

La anécdota no es del todo creíble. Según el ya citado


m emorándum de 1669 l2, N ew ton leyó la Geometría de
Descartes y el álgebra de O ughtred seis meses antes de la
Navidad de 1664, después, por tanto, de haber obtenido
el scholarship (el 28 de abril de 1664); en lugar de ello, es
m ucho más plausible que sólo una fuerte protección le
salvara entonces de la débade. El am or p ropio herido
pudo hacer el resto.
Lo cierto es que 1664 marcó un giro decisivo en los es­
tudios de N ew ton, quien a partir de entonces siguió por
entero sus propios intereses. Autodidacta p o r necesidad,
y probablemente por inclinación, superó en poco tiempo
los límites de una preparación universitaria atrasada y
formal. El scholarship de 1664 dio además el empuje ini­
cial a la carrera académica de Newton: en 1669 fue elegi­
do fellow y, por mediación de Barrow, obtuvo la cátedra
lucasiana de matemáticas; ningún resultado de su estudio
había sido, sin embargo, hecho público.
N o obstante, también en 1664, había escrito gran parte
de las voces de las Quaestiones del Cuaderno del Trinity,
que contiene el primer esbozo de su nueva teoría de los
colores y un im portante descubrimiento sobre la grave­
dad. Y no sólo eso: en ese mismo año logró sentar los
fundamentos del nuevo análisis.1

11 Cfr. noca 10 del capítulo II.


Capítulo 4
Los descubrimientos matemáticos

En el verano de 1664 —como se ha dicho— Newton


se dedicó al estudio de la segunda edición latina de la
Geometría de Descartes comentada por Schooten, del ál­
gebra de Viéte y de la Opera M athem atica de Wallis.
Acometió estas lecturas con el celo y la voracidad de un
autodidacta carente de una sólida preparación en geome­
tría clásica; sin duda fue por esto —afirma W estfall1—
por lo que com prendió la im portancia del análisis con
m ayor claridad que sus mismos fundadores. Así, la re­
presentación de las curvas medíante ecuaciones algebrai­
cas ya no es para N ew ton un artificio para facilitar la
construcción geométrica; curva y ecuación se correspon­
den, y la segunda expresa perfectamente la naturaleza de
la primera.
N ew ton se ejercitó, además, en la construcción de có­
nicas de varios modos, extrayéndolas de Schooten, aun-

’ Westfall, 1980, pág. 107.

35
36 Maurizio Mamiani

que con mucha frecuencia descubriéndolas p or sí mismo


o perfeccionando las de Schooten.
La lectura de la Arithmetica infinitorum de Wallis re­
sultó determinante. Las notas de lectura, entresacadas de
Wallis, dan testimonio de que N ew ton aprendió pronto
el método de las series infinitas y de que ya en el invierno
de 1664 dominaba el método de las cuadraturas —hoy di­
ríamos de la integración— de aq u él1. El siguiente paso
fue hacer general el método de Wallis, introduciendo en
las operaciones del análisis las potencias con exponente
indeterminado. La primera parte del método de N ewton
—como él mismo lo explicaba casi cincuenta años des­
pués, en el anónimo Account o f the Commercium epistolí-
cum 3— consistía en resolver las ecuaciones finitas en
ecuaciones infinitas, cuadrando —es decir, integrando—
de este modo las figuras curvilíneas. N ew ton entiende
por «ecuaciones infinitas» aquellas que contienen una se­
rie de térm inos convergentes, o sea, que al infinito se
aproxim an cada vez más al valor verdadero. De este
modo, continuando la suma de ios términos de la serie, el
verdadero valor difiere menos que una cantidad cualquie­
ra asignada de tal modo que, admitiendo que la suma siga
hasta el infinito, la diferencia se desvanece.
Por ejem plo, sea x = 1 + 1/10 + 1/100 + 1/1000 +
t/10000 +...; el verdadero valor de esta serie es igual, en
una primera aproximación, a 1; en una segunda aproxi­
mación, a 1 + 1/10, es decir, l ’l; una aproximación mejor
sería 1 + 1/10 + 1/100, esto es, l ’l l , y así hasta el infinito.
Entonces, ¿qué significa sumar todos los términos de la
serie? Solamente puede significar que el grado de aproxí-

1 lbid„ pág, 113.


’ «An Account of the Book cntituled Commercium epistolicum»,
Phihsaphicat Trmsactions o f the Royai Society, 29, 1714.6, págs. 173-
77.
Introducción a Newton 37

mación difiere menos que una cantidad cualquiera asigna­


da, por pequeña que sea; es decir, que la aproximación es
igual a cero.
En el caso de la serie antes señalada, esto equivale a de­
cir que el verdadero valor —esto es, no aproximado— de
x es exactamente 1 + 1/9. El camino inverso mostraba, en
efecto, que I ■+ 1/9 es igual a 10:9, es decir, 1,1111..., que
tiene un desarrollo de longitud infinita.
La solución resultaba clara sólo si se aceptaba la idea de
que un desarrollo infinito pudiese ser conceprualmente
equivalente a un único número finito. Al tiempo, era ne­
cesaria además una nítida distinción entre infinito e inde­
finido. La serie convergente podía ser considerada infini­
ta, pero no indefinida; por ende, equivalente a un número
definido.
Existen pruebas de que N ew ton embistió estos proble­
mas en su aspecto filosófico antes que matemático, o, en
cualquier caso, no por separado.
En las Quaestiones la voz O f Quantity, escrita en 1664
en dos fases distintas, muestra claramente que su interés
principal es la naturaleza de la extensión (el hecho de que
sea infinita en sí misma, o más bien indefinida respecto a
nosotros, como quería Descartes), antes incluso que su
medida.
En esta voz —que no podemos aquí analizar en deta­
lle— N ew ton trata los infinitos —o aquello que él consi­
dera números infinitos— como números con los cuales es
posible realizar operaciones, es decir, como números de­
finidos. A modo de inciso, los números en cuestión, del
tipo 2/0 ó 1/0 y 0/1 ó 0/2, no tienen significado matemá­
tico, como afirmaba el misino Wallis, a quien Newton es­
taba leyendo. Se trata —diría Galileo— de «infiniti non
quanti», según su famosa solución a la paradoja de la rota
Aristotelis, N o tenem os, sin em bargo, pruebas de que
N ew ton conociese, en este periodo, los Discorsi de Galí-
38 Maurizio Mamiani

leo, como para poder afirmar que la analogía en su modo


de pensar no constituya una de ellas.
Los núm eros del tipo a! 0 indican, según N ew to n ,
una cantidad m ayor que un núm ero cualquiera. N e w ­
ton está pensando en el cero com o en la ausencia de
una dimensión espacial; en este sentido, el punto es el
cero, pero tam bién la línea bídím ensional es cero res­
pecto a la superficie, y ésta lo es respecto a un sólido;
de esta manera es posible que dos líneas (o dos superfi­
cies) sean la una el doble que la otra aún cuando ambas
estén compuestas por un núm ero infinito de puntos (o
de líneas), y es exactamente eso lo que N ew ton quiere
expresar al afirmar que 2/0 es doble que 1 /0 4*.
El razonam iento de N ew to n es totalm ente análogo
al de G alileo en la solución de la paradoja de la rota
Avistóte lis:

Como líneas finitas añadidas en número infinito a líneas fi­


nitas dan lugar a una línea infinita, así los puntos infinita­
mente añadidos entre puntos son equivalentes a una línea fi­
nita.
Todas las superficies guardan la misma proporción res­
pecto a una línea, aunque una superficie puede ser mayor que
otra (se puede decir lo mismo de los cuerpos respecto a las
superficies), lo que sucede en razón de que una superficie es
infinita respecto a una línea, y así, si bien todas las extensio­
nes infinitas guardan la misma proporción respecto a una fi­
nita, una extensión infinita puede ser mayor que otra*.

C om o en Galileo, tam bién en N ew to n la intuición


sobre la que descansan estos razonam ientos concierne a
la naturaleza del espacio y, por consiguiente, excede la
matemática en sentido estricto. El objetivo polémico de

4 MS. Add, 3996, f. 9Q\ M cGuire, Tam ny, 1983, págs. 346-4?.
s MS. Add, 3996, f, 90r, Ib id ., págs. 344-45.
Introducción a Newton 39

N ew ton es la concepción cartesiana del espacio indefi­


nido, es decir, indeterm inado. Ahora, una cantidad in­
determ inada no puede tener ningún significado físico;
la distinción entre infinito e indefinido suprim e cual­
quier contradicción en la concepción de un mundo in­
finito.
N ew ton se distancia de Wallis en su concepción de la
matemática, debido a que sus intereses predom inantes
son de naturaleza filosófica. Este planteam iento d is­
tin to puede resultar m enos evidente en el desarrollo
que más tarde iba a hacer del análisis; sin em bargo,
llega a ocuparse de los problem as del cálculo para
afrontar la cuestión de la indefinida divisibilidad de la
materia. La larga voz O f A ttom es de las Quaestiones,
escrita antes de sus lecturas m atem áticas, o al mismo
tiem po, lo atestigua sin resquicio de duda. Allí, N ew ­
ton establece un parangón entre los átom os, las partí­
culas indivisibles de los cuerpos, y los números *. Esto
explica la poco o rto d o x a concepción del cero que
N ew ton posee cuando desarrolla la voz O f Q uantity;
pero explica, asimismo, su nuevo m odo de abordar las
cuadraturas. Si el cero representa la ausencia de dim en­
sión física, ya no es posible pensar en la cuadratura de
un área como una suma estática de elementos inlinitesi-
males. Al término de sus consideraciones sobre fraccio­
nes con denom inador o num erador cero, N ewton cons­
tru y e una figura que representa la relación entre
puntos, líneas y superficies, com o una relación entre
magnitudes finitas. Pero, puesto que un cuerpo es infi­
nito respecto a una superficie, y ésta !o es respecto a
una línea, la cual a su vez lo es respecto a un punto, es,
por tanto, posible pensar en la suma de estos infinitos 6

6 MS. Add. 3996, f. 89r. !b id ., págs. 342-43.


40 Maurizio Mamiani

com o un m ovim iento que se increm enta u n ifo rm e­


mente:

Como el punto a a la línea ab, así la línea ac al paralelogramo


abcd :: paralelogramo d b ef: el paralelepípedo bg7.

N ew ton aprendió de Wallis que el cálculo de las áreas


podía ser comúnmente resuelto en la suma de series apro­
ximadas; el mismo Wallis había dado la regla para inte­
grar, o cuadrar, muchas superficies limitadas por curvas
que podían ser representadas por ecuaciones en las que la
ordenada venía expresada en función de la abscisa. En
1665, N ewton dominaba ya las tres reglas** en que se fun­
damenta su método de las cuadraturas, del que hablará en
el C om m eráum epistolicum. Las primeras dos reglas es-

7 MS. Add. 3996, í. 90'. ¡bid., págs. 346-47. En el m étodo de la cua­


dratura N ew ton indicará con el térm ino «m om ento» c) punto respecto a
la linca, y la línea respecto a la superficie, entendiéndolos no com o «in­
divisibles», sino com o cantidades finitas que tienden a cero.
* Prim era regla: la cuadratura de x ml" es igual a n x ía" nV"/(m + n); segun­
da regla: la adición o sustración de áreas cuando la ecuación y tiene dos
o más térm inos; tercera regla: el desarrollo en series infinitas de las frac­
ciones, de los radicales y de las raíces, elevados a una potencia. Cfr. «An
A ccount of the Book entituled C om m erciu-m epistolicum », ya citado.
Introducción a Newton 41

tán en esencia derivadas de Wallis, y la tercera, que hace


el método general y susceptible de múltiples aplicaciones,
se inspira abiertamente en las sugerencias proporcionadas
por éste’.
La ortginalidaad de N ew ton ha de buscarse, principal­
mente, en la consideración filosófica distinta del cálculo,
y en su conciencia crítica ante la matemática como instru­
mento de conocimiento.
En cuanto a la primera, ya se ha dicho que sus intuicio­
nes matemáticas estaban en conexión con los problemas
filosóficos que estaba afrontando en las Quaestiones: la
divisibilidad de la materia, la posibilidad de los átomos, la
naturaleza de la extensión, la relación finito/infinho y,
sobre todo, el problema del m ovim iento*10.
La consideración de tas cantidades «evanescentes» de la
superficie curva como el producto de un movimiento que
crece de modo uniforme respecto at tiempo, es decir, del
área como «fluente», de la ordenada en un punto dado
como «fluxión» y del incremento infinitamente pequeño
como «momento», refleja de modo no superficial la simi­
litud entre cantidades físicas y números; es de esta simili­
tud de donde nace la «cinemática» del método de las flu­
xiones.
En cuanto a la filosofía de las matemáticas de Newton
—a la que ciertamente no puede separarse del resto de sus
convicciones filosóficas— constituye un aspecto, en cier­
to modo, sorprendente de su personalidad. N o debe re­
sultar chocante que, tras la intensa fase de creatividad li­
gada a la puesta a punto del cálculo, se interesara cada vez
menos por las matemáticas.
En 1666, N ew ton es el matemático más avanzado de

* W estíail, 1980, pág. 123.


10 Cfr. la voz O f M o tio n en las Q u a estto n ei, MS. Adii. J996, ff. 92",
117', M cGuire, Tam ny, 1983, págs. 352-53, 418-19,
42 Maurizio Mamiani

Europa, sin embargo, no publica nada; pocos amigos (Ba-


rrow y John Collíns) tenían conocimiento de sus descu­
brimientos matemáticos en el campo del análisis. Cuando
en 1670 obtuvo la cátedra lncasia.no. de matemáticas, que
había sido de Barrow, N ewton dedicó sus lecciones a la
óptica, otorgando una gran importancia a la teoría de los
colores, que no pertenecía a la tradición de la óptica ma­
temática. Aun no tomando en serio la salida de N ew ton,
referida por Whíston años después, de que «ningún viejo
(excepto el Dr. Wallis) ama las matemáticas**" , hay bue­
nas razones para dudar de que N ew ton las considerase
como una forma de conocimiento dotada de una certeza
privilegiada. Estas razones están relacionadas con sus des­
cubrimientos físicos y con la elaboración de su método
científico, en el que la polémica contra los matemáticos
«puros» es directa y explícita.1

11 En Wesifal!, 1980, pág. 139.


Capítulo 5
«Quaestiones»

Las Qu[a]estiones quaedam Pbilosopcae (el error está


en el manuscrito original; algunos intérpretes tienden a
leer philosophicae, otros philosopbiae) son un common-
place book contenido en el C uaderno del T rin ity . La
práctica de los commonplace books estaba muy extendida
entre los estudiantes. Se trataba, en esencia, de una técnica
para tom ar apuntes durante la lectura. El cuaderno venía
encabezado p o r un cierto número de voces o lemas y, en
el intervalo, páginas en blanco en número proporcional a
la importancia que se daba a la voz; bajo los lemas se re­
gistraban citas o notas de lectura. Al finalizar la lectura de
uno o más libros de contenido similar, el estudiante esta­
ba en posesión de un índice analítico por temas que le
permitía dom inar temáticamente, y en modo sucinto, li­
bros incluso m uy largos.
N aturalm ente, la técnica era aplicada libremente por
cada estudiante. N ew ton, en particular, no se limitaba a
registrar pasajes de relieve, citando unas veces la fuente y
43
44 Maurizio M amían i

omitiendo otras la referencia, sino que en la mayoría de


los casos afrontaba críticamente la materia, planteaba pre­
guntas (quaestiones) e intentaba darles respuesta (algunas
de éstas constituyen puntos clave en torno a los cuales
trabajó durante toda su vida).
El rasgo más sobresaliente de las voces de las Quaestio­
nes es la desprejuiciada crítica que se manifiesta al idear
contraejemplos a las teorías sometidas a discusión. New-
ton parece poco aficionado a creer en las teorías que ex­
plican demasiado.
Tomemos como, muestra una de las primeras voces es­
critas por é!, con el título Cohesión de los cuerpos Ésta
se inicia con el siguiente interrogante: «Si la cohesión de
los cuerpos deriva de la quietud». La pregunta retoma la
teoría de la cohesión de la materia como era expuesta en
ei artículo LV de la segunda parte de los Principia philo-
sophiae de Descartes.
El joven N ew ton responde: «N o, porque entonces la
arena podría ser ligada más rápidamente por la quietud
que por un horno, etc.*.
N ew ton intenta tam bién dar una respuesta positiva.
Después de haber excluido, siguiendo los experimentos
de Boyle, que la cohesión de la materia dependa de la pre­
sión del aire, plantea de forma hipotética que una fuerza
m ayor podría ser ejercida por la «más pura materia del
vórtice, entre el Sol y nosotros, que se aleja del centro»
porque «la presión de toda la materia situada entre el Sol
y nosotros, producida en razón de su esfuerzo [de aleja­
miento] del Sol, al ser mucho mayor [que la del aire] (y
puede ser cualquier otra fuerza por la que la materia se
mantiene unida) cuando dos, tres, o más pequeños cuer­
pos se tocan de tal modo que no admiten ninguna otra

' U nívcrsity L ibrary, Cam bridge, MS, A dd. 3996, f, 9 0 \ M cG uirc,


T am ny, 1983, págs. 348-49.
Introducción a Newton 45

materia entre ellos, éstos deberán mantenerse unidos con


gran tenacidad» z.
N ew ton probablemente no conoce todavía los Discorsi
de Galileo que hacen frente al mismo problema.
Su respuesta tiene, no obstante, una singularidad: él re­
futa la teoría cartesiana de la cohesión de la materia, basa­
da en el principio de inercia, pero utiliza la concepción
del mundo de Descartes (la «materia más pura del vórti­
ce») para eleaborar una explicación alternativa. Newton
prefiere una solución dinámica a la puramente cinemática,
inspirándose en Descartes al tiempo que le corrige.
En este caso, en realidad, las objeciones de N ewton son
más bien débiles; la explicación cinemática cartesiana de
la cohesión de la materia no debería ir separada de la di­
námica. En un mundo pleno, como el cartesiano, las par­
tes en reposo de los cuerpos coaligados requerirían, en
efecto, para ser separadas, una fuerza proporcional a la
presión ejercida en ese caso por la materia etérea sobre el
propio cuerpo. N ew ton no obtiene, pues, con sus obje­
ciones, nada más que una correcta interpretación del pen­
samiento de Descartes.
Pero las cosas no iban a ser siempre así. En esta voz
N ew ton acepta, evidentem ente, el m undo pleno y ios
vórtices de aquél, en tanto que idóneos para explicar la
cohesión de los cuerpos. ¿Eran igualmente idóneos para
explicar la gravedad de éstos?
N ew ton volverá sobre este punto, como veremos, y
obtendrá resultados a primera vista desconcertantes, pero
prem onitores de uno de sus más importantes descubri­
mientos.
Las Quaestiones son pues un documento excepcional
para entender el proceso de m aduración intelectual de
Newton, quien, en el lapso de poco más de un año, some-1

1 Ibid.
46 Maurizio Mamiani

tió a crítica toda la filosofía de la naturaleza de su tiempo


y elaboró un nuevo método de investigación definitivo, a
la vez que puso los fundam entos de nuevos d e s c u b ri­
mientos sobre la luz y la gravedad.
Reproducimos aquí el índice origina] de las Quaestio-
nes para dar una idea más precisa de la extensión del cam­
po de la filosofía natural en el siglo xvi (un asterisco mar­
ca las voces de las que nos ocuparemos):
A er Coid
aire frío
Anítpathy *Colonrs
antipatía colores
Asperity Corruption
aspereza corrupción
* A tto m s Crearían
átomos creación
Attraction Magnet, Eiectricaí Condensarían
atracción magnét. y eléctrica condensación
*Bodys Conjunction Density
cohesión densidad
Coméis DuciiUty
cometas ductilidad
Dreames Ia Matter
sueños materia primera
Earth Motion
tierra movimiento
Eternity Memory
eternidad memoria
fluidity Meteors
fluidez meteoros, fenóm. celestes
flexibility Mineralls
flexibilidad minerales
Figure Oyles
figura aceites
Fire Odors
fuego olores
Flux ó Reflux Opacity
Introducción a Newton 47

flujo y reflujo opacidad


Filtracon Orbes
filtración órbitas
Fantasy Place
fantasía lugar
God Planees
dios planetas
*Gravity perspicmty
gravedad transparencia
Hardnesse *Philo$opby
dureza filosofía
Humidity ^Quantity
humedad cantidad
Hebetude Quality
opacidad cualidad
Heate Rarefaction
calor rarefacción
Imagina coñ Reflection
imaginación reflexión
Invention Refraclion
invención refracción
Levity Soule
ligereza alma
*Light Sleepe
luz sueño
Starres & Sunnes Sympatby
estrellas y soles simpatía
Stability & Siccity Time
estabilidad y sequedad tiempo
Softness Tractility
morbidez ductilidad
Subtility Toucb
sutileza tacto
Smooíhnesse Vacuum
tersura vacío
Salí Vortex
sal vórtice
Semacon Undularon
48 Maurizio Mamiani

sensación ondas
Sound Vision
sonido visión
Sapors Vevitables
sabores vegetales

El autor más profusamente citado en las Qttaestiones es


Descartes, que es también a quien N ew ton plantea el ma­
yor número de objeciones. Anteriormente se ha mencio­
nado el modo en que N ew ton trabaja con sus fuentes. N o
es, por tanto, sorprendente que tome de Descartes los
puntos de partida para sus reflexiones, poniendo a prueba
las teorías de éste. En una conversación con Conti, N ew ­
ton reconocerá mucho después haber sido «al principo»
cartesiano. He aquí el testimono de A ntonio Conti:

Hoy (21 de mayo de 1715) vino el Sr. Newton a visitarme;


hablamos de casi todo cuanto tiene que ver con la filosofía y la
metafísica. Yo le dije: los cartesianos recomiendan las experien­
cias, la matemática, las reglas del método; mientras tanto prefie­
ren las ¡deas que mantienen a las experiencias, no hacen uso al­
guno de la matemática y no suspenden el juicio como prometen
en las reglas de su método. El Sr. Newton me dijo: Cartesio fue
un gran hombre en su tiempo y a! principio yo era cartesia­
no

Y en cierto sentido N ew ton fue cartesiano durante


toda su vida, si entendemos por el término «cartesiano»
no ta pasiva aceptación de las teorías del filósofo francés,
sino la vocación de realizar una gran síntesis físico-cos­
mológica que estuviese a la par con los sistemas de los an­
tiguos. Esto no significa subvalorar el papel fundamental
desempeñado por Galileo y Boyle y, en m enor medida,
por More y Gassendi, en la formación de lo que Bernard
Cohén ha llamado el «estilo científico» newtortiano.3

3 A, C onti, Prosc e poesie, t. II, Venecia, 1756, pág. 26.


Introducción a Newton 49

El modo característico en que a partir de las primitivas


concepciones cartesianas N ew ton logra innovaciones de
importancia fundamental se puede captar en las voces O f
G ravity 6- Levity y O f Colours.

1. La gravedad

Ya se ha visto en el comentario a Scahl que N ewton no


se muestra particularmente satisfecho con la explicación
tradicional de la gravedad. Guiado por la analogía con el
imán y con los fenómenos de flotación, piensa en la gra­
vedad como en la acción de una fuerza centrípeta no me­
jo r determinada. Es ciertam ente interesante ver que su
más primitiva idea sobre la gravedad es la de una fuerza
atractiva mayor o menor en función del peso de los cuer­
pos, una idea todavía muy confusa; en efecto, la fuerza
atractiva no determinaría el peso de los cuerpos, que po­
sitivamente debe pertenecer!es, sino que simplemente lo
revelaría.
Leyendo a D escartes4, N ew ton aprende que el peso no
pertenece al cuerpo en sí mismo, sino que es el efecto de
una fuerza ejercida p o r una materia sutil, el éter; dicha
materia empujaría a los cuerpos hacia el centro, siendo la
causa de Ja diversidad de sus pesos. Esta era, en síntesis, la
teoría cartesiana.
Las objeciones que N ew ton plantea hacen referencia al*

* La voz O f G ra v ity & L e v ity com ienza con una cita de Descartes,
Principia, TV, 22, y todo su desarrollo subsecuente, a semejanza de m u­
chas otras, está elaborado com o una serie de reflexiones, objeciones y
reet abo raciones libres del p unto inicial de partida. N ew ton procede de
este m odo —eo ra o se ha dicho— en la voz Conjurtctiart o f body$ y en
muchas otras. El prolijo com entario de M cGuire y T am ny resulta com ­
pletam ente descaminado por la ausencia de reconocim iento de la fuente
cartesiana.
50 Maurizio Mamiani

tipo de acción ejercida por esa materia, antes que a ia p ro ­


pia materia. Para Descartes era indudable que se trataba
de una acción mecánica, pero la concordancia de su teoría
con la experiencia no le preocupaba en absoluto. Como
dirá Comí a N ewton, para los cartesianos eran más apre­
ciables las ¡deas que las experiencias.
Newton, en realidad, no opone ninguna experiencia a
la teoría cartesiana, se limita a pensar experimentalmente.
Si la materia sutil, descendiendo hacía la tierra, causa la
gravedad, «debe volver a subir de forma diferente a como
desciende, pues de otro modo habría una fuerza para ele­
var los cuerpos igual a aquélla para impulsarlos hacia aba­
jo y, de ese modo, no habría gravedad»5.
Para que esto no suceda, habrían de añadirse hipótesis
suplementarias; diversa forma de las partículas del éter, su
distinta velocidad, etc. Mas también éstas deben dar cuen­
ta de la experiencia. C onsiderando los casos posibles,
N ew ton llega, efectivamente, a conclusiones absurdas.
Las partículas del éter, por ejemplo, podrían «causar un
ascenso con mayor fuerza con que las otras producirían
el descenso»6. Pese a estas dificultades, totalmente conje­
turales, N ewton no abandona la teoría, sino que continúa
examinándola, sugiriendo una serie de experimentos in­
troducidos con las palabras «Try whether (o if).,.» [Pro­
bar si]. Muchos de estos experimentos postergados ten­
drán consecuencias impredecibles; los más im portantes
descubrimientos de N ew ton nacerán de esta forma, aun­
que no estarían inspirados en los experimentos, conside­
rados en sí mismos. En N ew ton no encontramos largos
elencos de experimentos carentes, o casi, de un contexto
teórico, como pueden encontrarse en Boyle; él prefiere
utilizar el experimento como contraejemplo de una teoría *4

4 MS. Add. 3996, f. 97r. M cGuire, Tam ny, 1983, págs. 362-63.
4 Ibid.
Introducción a Newton 51

cualquiera, sea para ponerala a prueba en sentido positivo


o negativo, sea, sobre todo, para extraer consecuencias
prácticas o teóricas.
Podemos com prender claramente su modo de proce­
der, contando algunos experimentos inspirados en la teo­
ría mecanicista cartesiana de la gravedad:

Probar sí es más pesada una pesa de plomo o su polvo espar­


cido, sí lo es más una lámina colocada en horizontal, o de cos­
tado'.

Si efectivamente la fuerza mecánica del éter fuese la


causa de la gravedad, actuaría en proporción a las superfi­
cies de los cuerpos y sus partículas; aun teniendo, como
suponía Descartes, la misma velocidad, debería imprimir
una fuerza muy distinta a la pesa de plomo y a su polvo,
o a la lámina en horizontal y de costado. En consecuen­
cia, el polvo debería tener un peso distinto al de la pesa de
plomo deí que ha sido extraído, y lo mismo debería suce­
der con la lámina puesta de costado. C ualquier fuerza
mecánica constante, o uniform em ente variable, habría
producido estos resultados. N o es necesario insistir en
que para realizar estos experimentos bastaba una balanza.
O tra consecuencia sería que los graves no caerían reco­
rriendo espacios iguales en tiempos iguales. Pero N ew ­
ton, que cita el Diálogo de Galileo pocas líneas antes de
esta anotación, sabe de sobra que las cosas no son así. La
fuerza de gravedad, sea lo que sea, no puede ser propor­
cional a la superficie de los cuerpos.
Impresionado por la analogía entre la materia etérea y
la luz, N ew ton plantea también la hipótesis de una radia­
ción gravitatoria y se pregunta si. los «rayos» do gravedad

' lb id ,, f. 121'. M cG uire, Tam ny, 1983, págs. 430-31.


52 Maurizio Mamiani

tendrán las mismas propiedades que los de la luz y si,


como éstos, se podrán reflejar o refractar:

Probar sí los rayos de gravedad pueden ser detenidos, refle­


jándolos o refractándolos. Si así fuese, un movimiento perpetuo
podría ser producido de uno de estos dos modos*:

De estos dos aparatos experimentales lo único que pue­


de decirse es que pertenecen al reino de los sueños. El se­
gundo parece una especie de turbina compuesta por m u­
chos prism as triangulares. Pero, ¿qué m ateria podría
tener la propiedad de refractar la radiación gravitacional?
También el prim er experimento era bastante problem áti­
co: ¿qué cuerpo podría reflejar totalm ente los rayos de
gravedad si estos atraviesan los poros?
N ew ton podría, naturalmente, haber supuesto que un
cuerpo más denso reflejaría un mayor número de rayos,
provocando una diferencia de gravedad suficiente sobre
la rueda inferior, com o para ponerla en m ovim iento y
mantenerla así perpetuamente.
Pero este aparato sólo tendría la posibilidad de funcio­
nar si una lámina en horizontal resultara ser más pesada
que la misma lámina sostenida verticalmente respecto a la1

1 Ibid,
Introducción a Newton 53

tierra. La radiación de la materia gravitacional implica­


ba una proporcionalidad directa con la superficie de los
cuerpos.
Al térm ino de la voz O f G ravity & L evity N ewton
niega dicha proporcionalidad y, con una nota sorpren­
dente, refuta implícitamente la teoría cartesiana de la gra­
vedad, inaugurando la gran física que le llevará hasta los
Principia. La anotación, escrita con tinta más remarcada
que las anteriores, e inserta en el escaso espacio dejado al
margen de las dos figuras de las máquinas de movimiento
perpetuo, fue añadida como para sellar definitivamente la
serie de reflexiones allí contenidas. Se trata, en efecto, de
una conclusión que pone un punto final a la indagación
de N ew ton acerca de la gravedad, iniciada con las anota­
ciones a Stahl. Nunca sabremos cuándo insertó esta ano­
tación en el cuaderno, pero su itinerario mental resulta
transparente. La lámina tiene el mismo peso de plano que
de costado; la pesa de plomo el mismo que sus partículas
separadas. Tenida en cuenta la resistencia del aire, des­
cienden —com o Galileo había descubierto— espacios
iguales en tiempos iguales:

La gravedad de los cuerpos es proporcional a su solidez, por­


que todos los cuerpos descienden espacios iguales en tiempos
iguales, una vez tenida en consideración la resistencia de! aire, etc.'*

El término solidez significa efectivamente masa, o den­


sidad, en relación al espacio ocupado por el cuerpo *10, es

* ¡b u l
10 Véanse los excelentes com entarios de M cG uire y Tam ny sobre el
significado de densidad y de masa en esta fase del pensam iento de N ew ton
(M cG uire, Tam ny, 1983,pág. 283). Desgraciadamente am bos historiado*
res se equivocan al añadir que las conclusiones de N ew ton dependen es­
trictam ente del D iálogo de Galileo, en concreto de la idea de que el peso
de un cuerpo está en proporción a tas partes que lo integran. Galileo usa
este argum ento para refutar la teoría aristotélica de la caída de los cuerpos.
54 Maurizio Mamiani

decir, la cantidad de materia sólida impenetrable de un


cuerpo determinado. £1 hecho, demostrado por Galileo,
de que cuerpos de distinta «solidez» desciendan espacios
¡guales en tiempos iguales, excluye que la gravedad sea
una acción mecánica sobre sus superficies (la resistencia
del aire, por ejemplo, es una de ese tipo, lo que obstaculi­
za la exacta comprensión de la acción de la gravedad). Las
diferencias en el peso no pueden derivar de la aceleración
producida por una fuerza mecánica. La gravedad de un
cuerpo es, por ende, la suma de las aceleraciones, siempre
iguales, producidas sobre cada una de las partículas. En
último análisis, la gravedad está en proporción a la canti­
dad de materia sólida de un cuerpo determinado, y de ahí
que el peso sea proporcional a la masa. De hecho, la fuer­
za que acelera del mismo modo (y esto significa exacta­
mente que los cuerpos descienden espacios iguales en
tiempos iguales) cuerpos de masa distinta, debe estar en
proporción a la cantidad de materia que resulta acelerada.
Esta conclusión trae consigo diversos corolarios: la dis­
tinción entre peso y masa, la concepción "atómica de la
materia, la existencia de poros vacíos —que poseen, por
tanto, peso nulo— en cuerpos que tienen la misma masa
y, por ende, e! mismo peso aunque distinta densidad. Es­
tos corolarios serán posteriormente desarrollados en los
Principia.
Pero la anotación de N ew ton sobre la gravedad posee
además una relevancia distinta, más filosófica que científi­
ca, pues es el testimonio de la construcción de un concep­
to que expresa una acción recíproca entre los cuerpos, in­
dependientemente de la causa física que produzca dicha
acción. N ew ton, efectivamente, no conoce la naturaleza
de la gravedad, pues llega a su conclusión poniendo entre
paréntesis la concepción cartesiana de la radiación gravi-
tatoria, o sea, de la materia que causaría dicha gravedad.
Este resultado ejercerá un influjo decisivo en el des-
Introducción a Newton 55

arrollo del «estilo de pensamiento» newtoniano. Veremos


a continuación los resultados, no siempre carentes de os­
cilaciones y contradicciones.
Pese a que no es posible saber con certeza — por el ca­
rácter mismo del commonpla.ce book 11— cuándo añadió
N ewton la anotación sobre la proporcionalidad del peso
y de la masa —uno de los elementos conceptuales funda­
mentales de la futura ley de la gravitación— lo más im­
portante es el hecho mismo de que la anotación fuera
añadida como una consecuencia, y casi el sello, de las re­
flexiones sobre la gravedad ames expuestas. La afirm a­
ción, en sí misma, era fácilmente recabable en los escritos
de Galileo, pero sólo adquirió relevancia filosófica en
contraste con la teoría cartesiana de la radiación gravita-
cional.
Hay, sin embargo, motivos para sostener que esta ano­
tación pertenezca a una fase de investigación posterior a
las Quaestiones, Éstas, de hecho, dieron lugar a dos direc­
ciones principales de investigación: la primera desarrolló
los temas ligados a la gravedad, al equilibrio de los fluidos
y a las leyes del movimiento; la segunda, a la nueva teoría
de los colores. Los resultados de estas investigaciones se
tradujeron en ía redacción de breves tratados —que per­
manecieron incom pletos— com puestos verosímilmente
en 1665-66. Uno de ellos, sin título y escrito en latín, es
conocido con las palabras iniciales De gravitatione et ae-
quipondio flaidorum (U niversity Library, Cam bridge,
MS. Add. 4003). M is tarde tendremos ocasión de volver a1*

11 M cGuire y Tam ny, basándose en las variaciones de la ortografía,


un criterio sum am ente discutible en este caso, intentan una datación de
las voces y, a veces, de las sucesivas anotaciones en b misma voz. Se
puede juzgar cuán fiable resulte esto arendiendo ni hecho de que ellos
sitúan en 1664 la voz O / H e a t a n d C oid, que contiene extractos de los
N e w E xp erim en ts a n d O b serva tio n s ToHching C o id de Boyle, apareci­
dos en 1665.
56 Maurizio Mamiani

hablar de este manuscrito que ilustra un giro fundamental


en la orientación filosófica de Newton. En él no encon­
tramos todavía afirmada la proporcionalidad del peso y
de la masa; N ewton se limita a mencionar una medida de
la gravedad ya usada por Galileo y común en la Mecáni­
ca: «La cantidad de gravedad es aquella que resulta de la
gravedad específica y del volumen (mole) del cuerpo gra­
vitante»12.
Esta definición estática de la gravedad puede ser fácil­
mente reducida a la dinámica (P = m.g) que sigue al des­
cubrim iento de la proporcionalidad entre peso y masa,
pero no hay modo de pasar de la primera a la segunda sin
mudar sensiblemente de modo de pensar. La primera de­
finición tiene que ver con problemas prácticos relativos a
los pesos de las diversas sustancias, la segunda tiene que
ver, en su lugar, con la naturaleza de la fuerza de la grave­
dad, en relación con la estructura de la materia, es decir,
con un problema filosófico y no mecánico. Es, por tanto,
probable, que la anotación sobre la proporcionalidad en­
tre peso y masa de las Quaestiones sea posterior al De
Gravitatione. Ésta representaría un momento fundamen­
tal en el distanciamiento de la física cartesiana ocurrido
tras la lectura de Galileo y después de que, en el mismo
De G ravitatione, la concepción del espacio del filósofo
francés hubiera sido refutada m ediante un larguísim o
examen filosófico13.
Es bien sabido que la proporcionalidad entre el peso y
la masa constituirá uno de los elem entos conceptuales
más relevantes de los Principia (1687). Al final del com en­
tario a la primera definición, precisamente de la masa o
cantidad de materia, leemos:*15

,l Hall, Boas Hall, 1978, pág. 115.


15 Véase Mamiani, 1980, págs. 125-64.
Introducción a Newton 57

Tal cantidad [la masa] se hace manifiesta mediante el peso de


cualquier cuerpo: de hecho, he hallado que es proporcional al
peso por medio de experimentos muy exactos con péndulos,
como después se mostrará u.

Com o se ha visto, N ew ton no ha encontrado la p ro ­


porcionalidad entre peso y masa por medio de experi­
mentos sobre péndulos (con los cuales, más bien, !a con­
firmará), sino mediante experimentos mentales sobre una
supuesta acción recíproca entre cuerpos y materia etérea,
a consecuencia de los cuaies había llegado a conclusiones
absurdas. Además, sólo reflexionando sobre la ley de caí­
da de Galileo había podido llegar a la nueva conclusión.
Este descubrimiento acabará adquiriendo una im portan­
cia cada vez m ayor a los ojos de N ewton, aunque sólo sea
p o r el límite que parecía asignar a las explicaciones de
tipo mecanicista. Por ello, encontramos una alusión ex­
plícita en el Escolio general de la segunda edición de los
Principia (1713), que constituye el comentario filosófico a
toda la obra:

Esta fuerza [U gravedad] [...] actúa, no en proporción a la


cantidad de las superficies de las partículas sobre las que actúa
(como suelen hacer las fuerzas mecánicas), sino en proporción a
la cantidad de materia sólidal!.

Casi cincuenta años después, la aparentemente apresu­


rada anotación de las Quaestiones se convirtió en la con­
clusión última de !a investigación experimental sobre la
naturaleza de la gravedad.*1

14 Principia, 1972, pág. 40. Pág. 121 de la traducción española de Eloy


Rada, M adrid, Alianza Editorial, 1987 [N.T.].
11 Ibid„ pág. 764. Pág. 785 de la traducción española [N. 7*,J.
58 Maurizio Mamiani

2. Los colores

El 31 de agosto de 1726, John Conduitt, sobrino políti­


co de N ewton, y su confidente en sus años de vejez, daba
esta versión de cómo había sobrevenido el descubrimien­
to de la nueva teoría de los colores:

En agosto de 1665, Sir [.[saacj, que todavía no tenía 24 años,


compró en la feria de Stourbridgc un prisma para hacer algún ex­
perimento del libro de los colores de Descartes, y cuando llegó a
casa oscureció la habitación, hizo un agujero en la persiana y
puso su prisma entre éste y la pared, descubriendo que en lugar
de un círculo, la luz formaba ( ) con lados rectos y extre­
mos circulares, etc., lo que inmediatamente le convenció de que
Descartes se había equivocado, y así descubrió su propia hipóte­
sis de los colores, si bien no podía demostrarla a falta de otro
prisma, por el que esperó hasta ia siguiente feria de Stourbridgc y,
entonces, demostró lo que ya antes había descubiertol6.

W estfall17 señala que en 1665 N ew ton ya había dejado


Cambridge antes de que tuviera lugar la feria de Stour-
bridge, por lo demás suspendida, com o la del año si­
guiente, por el azote de la gran peste de Londres.
La apología de C onduitt, porque de una auténtica y
verdadera apología se trata, condensa, en realidad, un lar­
go proceso de reflexión sobre los colores iniciado con las
anotaciones de la voz O f Colours de las Quaestiones. Esta
voz, a la que N ew ton había dedicado at preparar el com-
monplace book sólo una página en blanco, se verá amplia­
da en dos remisiones sucesivas a otras páginas, hasta ocu­
par m ayor espacio que cualquiera de las otras.
Com o en el caso de la gravedad, también ahora N ew ­
ton borda de fantasía un fenómeno cuya descripción y14*

14 C am bridge, Librarv of King’s College, Keynes MS. 130.10, ff. 2,'-3.


W estfall, 1980, pági 157.
Introducción a Newton 59

explicación estaba contenida, entre otros, en el pasaje VI


de la D ioptrique [Dióptrica] de D escartes. Se trata de
aquella ilusión óptica, utilizada en la técnica pictórica,
por la cual los colores oscuros parecen más lejanos que
los claros. Los pintores se servían de ella para dar con el
claroscuro una sensación de profundidad a sus cuadros.
N ew ton describe brevemente el fenómeno, pero no la
explicación que de él da Descartes en el sexto discurso de
la Dioptrique, y prefiere anticipar otra hipótesis explica­
tiva:

Que los colores oscuros parezcan más lejanos que los lumi­
nosos puede provenir de lo siguiente: que los rayos pierden
poco de su fuerza al reflejarse en un cuerpo blanco, por no ser
fuertemente rechazados, pero un cuerpo oscuro, a causa de la
disolución de sus partes, deja entrar un poco de luz y la refleja,
aunque débilmente. Y así las reflexiones procedentes del blanco
alcanzarán más rápidamente el ojo. O también porque el blanco
envía los rayos con más fuerza hacia el ojo y lo golpea con fuer­
za mayor1*.

Com o se ha señalado, Descartes no da esta explicación,


claramente mecanicista, del fenómeno, sino que prefiere
recurrir a un dato fisiológico, el reflejo de la pupila que se
retrae para evitar el exceso de luz. Pero la conjetura de
N ewton es, sin embargo, genuinamente cartesiana; de he­
cho, para explicar el fenómeno, se remite a otra afirma­
ción de Descartes según la cual el movimiento de la luz es
similar al de una bala que «pierde más m ovim iento al
chocar con un cuerpo blando que con uno d u ro » *19.
N ew ton se limita, pues, a generalizar la doctrina carte-

11 MS, Add. 3996, f. 105'. M cGuire, Tam ny, 19S3, págs. 388-89. Véa­
se, asimismo, Mamiani, 1986, pág. 52.
19 R. D escartes, O pere sc ten tifkh e , editadas por E. Lojacono, vol. II,
T urín, 1983, pág, 219; O eu vres, A T, VI, pág, 103.

I
60 Maurizio M amia ni

siana, afirm ando que los rayos de luz perderían poca


fuerza al reflejarse en un cuerpo blanco, una vez que se
admita que éste opone una mayor resistencia; los colores
blancos o luminosos estarían, así, caracterizados p or la
m ayor fuerza de los rayos que los producen. Además,
esta conclusión concuerda por com pleto con Descartes,
quien había mantenido:

esto se deduce además del hecho de que los cuerpos blancos o


luminosos, y generalmente todos aquellos que poseen mucha
fuerza para mover el sentido de la vista, parecen siempre un
poco más cercanos y mayores que aquél que parecería poseer
menos fuerza10.

Consideraciones totalmente similares valen para los co­


lores oscuros.
Se puede afirm ar que las dos conjeturas hechas por
N ewton, esto es, que: 1) los rayos más luminosos tienen
mayor fuerza que los otros, y que, por ende, 2) son más
veloces que los demás, están ambas presentes en la Diop-
trique de Descartes, con excepción del «por ende». N ew ­
ton ha efectuado una conexión entre dos pasajes distintos
de esa obra y ahora posee una explicación de la ilusión
perceptiva de profundidad que no se fundam enta en el
sujeto perceptor, como era la propuesta originaría de
Descartes, sino en el comportamiento mecánico de los ra­
yos de luz.
N ew ton llegó a esta conclusión p o rq u e junto a la
Dioptrique, estaba leyendo la Experim ental H istory o f
Coiours de R oben Boyle. Boyle había propuesto esta ex­
plicación del color negro:

suponer que la estructura en los cuerpos negros sea tal que, o


porque ceden a los rayos de luz, o por cualquier otro motivo,

M i b i d , págs. 267-68; AT, VI, pág. 145.


Introducción a Newton 61

hacen que éstos estén como atenuados, e impiden que sean re'
flejados hacia e! exterior copiosamente, o sea, con considerable
fuerza o movimiento*21.

Boyle había extendido ete tipo de explicación también


al blanco:

los cuerpos blancos no reflejan tan copiosamente aquellos mis­


mos corpúsculos procedentes del exterior, pero los reflejan vi­
vazmente 12.

Sin embargo, Boyle, que en esto se inspira directamen­


te en Descartes, no utiliza sus conjeturas para dar cuenta
de la ilusión perceptiva de profundidad, y es N ew ton,
justam ente porque había hecho dicha conexión, quien
puede pensar que los cuerpos blancos y negros actúan so­
bre la luz, antes de que ésta alcance el ojo, de un modo
diferenciado, variando la velocidad de los rayos.
El negro y el blanco eran sólo variaciones en la veloci­
dad de la luz, pero ¿y los otros colores? La teoría tradi­
cional de mayor prestigio (aceptada tanto por Descartes
como por Boyle) sostenía que nacen de las sombras mez­
cladas con la luz, habiéndose traducido en la teoría de
una mayor o menor reflexión de la luz por parte de los
cuerpos. Ahora todo ello resultaba inaceptable si el blan­
co y el negro eran realmente variaciones en la velocidad
de la luz, lo que en última instancia era consecuencia de
una m enor o m ayor reflexión en la que no se tenía en
cuenta tanto la cantidad de los rayos, cuanto su fuerza
impulsora o cantidad de movimiento. Mezclar negro y
blanco significaba, en esencia, mezclar más o menos luz.
N ew ton encontraba en Boyle una decidida negación, en

21 Boyle, 1664, pág. 704.


21 ¡bid., pág. 708,
62 Maurizio Mamisni

el terreno de la experiencia, de que los colores pudieran


obtenerse mezclando el blanco y el negro; pero acerca de
las consecuencias teóricas de este hecho, Boyle se había
mantenido indeciso. N ew ton rechaza dilaciones y refuta
la teoría de los colores al uso en sus dos versiones (som ­
bras entremezcladas con luz, o reflexiones más fuertes o
más débiles):

Ningún color surgirá de la mezcolanza de! negro puro y del


blanco", porque entonces las imágenes trazadas con tinta esta­
rían coloreadas, o las estampadas parecerían coloreadas a una
cierta distancia, y los contornos de las sombras lo estarían, y el
negro humo y el blanco España producirían colores. Así pues,
no pueden surgir de una menor o mayor reflexión de la lu2, o
de las sombras mezcladas con la luz14.

C om o en el caso de las series infinitas, leyendo a Wa-


llis, o en el de la gravedad al leer a Descartes y Gatíleo,
también con tos colores, leyendo a D escartes y Boyle,
N ewton se encuentra de improviso en los límites de la in­
vestigación y enfrentado a territorios inexplorados. N o
tiene ninguna guía que seguir, lo cual es un resultado
realmente imprevisible para un joven de 22 años que está
tomando apuntes para estudiar. Efectivamente, se puede
—como hacen ciertos historiadores— ensalzar la geniali­
dad de N ew ton, pero desgraciadamente no sabemos bien
qué quiere decir genialidad. La única conclusión que me
parece puede obtenerse de los apuntes de N ew ton es ésta:
quiere com prender lo que lee. N o hace ninguna distin­
ción entre las etéreas explicaciones de los aristotélicos y
las claras y distintas teorías cartesianas; no acepta ninguna *24

" Sobre el origen bgyleano de este arg u m en to , véase, in frtt, n o ­


ta 25.
24 MS. Add. 3996, f, 105". M cG uire, Tam ny, 1983, págs. 388-89, Véa­
se, asimismo, Mamiani, 1986, pág. 66.
Introducción a Newton 63

convención cultural, fuente de prejuicios; el m undo de


papel que vehicula las ideas de los hombres no le atrae
más que el mundo real. Así, su misma ignorancia de las
disciplinas que afronta por primera vez le revela la fragili­
dad de los constructos teóricos sobre los cuales se han
edificado. Newton redescubre el uso crítico de la razón y
la experiencia.
La voz O f Colours es continuada por N ewton con una
primera remisión, que sigue a la refutación de la teoría de
los colores como mezcolanza de luz y sombra. La nueva
anotación se abre con un experimento muy simple que no
se encuentra en ninguna de sus fuentes. N ewton observa
—usando un prisma a modo de lente, delante del ojo—
una tablilla, mitad blanca, mitad negra (o también, medio
a la sombra). Evidentemente, se espera que finalmente,
tras la refracción del prisma, aparezcan los colores, colo­
res que, por el contrarío, no aparecerían de la simple
mezcla por reflexión de la luz y la sombra (del blanco y el
negro). El experimento pudo haberle sido sugerido por
este pasaje de Boyle, que seguramente es también la fuen­
te de su anotación precedente:
No he hallado que de una mezcla cualquiera de blanco y au­
téntico negro (porque hay un negTO azulado que muchos con­
funden con el genuino) se pueda producir un azul, un amarillo o
un rojo, por no hablar de otros colores, y desde el momento en
que hallamos que estos colores pueden ser producidos en el pris­
ma de vidrio y en otros cuerpos transparentes con ayuda de las
refracciones, parece que la refracción ha de ser tomada en consi­
deración en la explicación de los colores en cuya generación pa­
rece concursar, bien realizando una ulterior o distinta mezcla de
la sombra con la luz refractada, bien por cualquier otro procedi­
miento del que ahora no estoy en condiciones de hablar*5.
Pero si la mezcla no genera colores mediante la refle-15

15 Boyle, 1%5, vol. I, pág. 694. Cursivas añadidas.


64 Maurizio Mamiani

xión, ¿por qué habría de producirlos p or refracción,


como parecía aceptar Boyle?
Por otro lado, ¿qué ocurriría durante la refracción si al­
gunos rayos fueran más veloces que otros, como el mis­
mo Boyle había sugerido y N ewton planteado hipotética­
mente para explicar la ilusión de profundidad?
N ew ton hace explícita la respuesta: «Obsérvese que ra­
yos movidos lentamente son más refractados que los más
veloces»
La refracción, pues, no podía mezclar ulteriormente los
rayos de luz, sino que exactamente igual que la reflexión
(¿los colores luminosos y los oscuros no resultan distin­
tos tras sus diversas reflexiones, de m odo que producen
una sensación de profundidad distinta?}, debía separarlos,
Es justamente lo que sucede en el experimento de la ta­
blilla: los azules y los púrpuras aparecen apenas p o r enci­
ma de la línea de separación entre la sombra y la luz, si la
parte iluminada está abajo; invirtiendo la posición de las
partes, aparecen los rojos y los amarillos.
N ew ton ha encontrado así, la clave de su descubri­
miento:

MS. Add. 3996, f. 122“. M cGuire, Tam ny, 1983, págs. 432-33. Véa­
se, asimismo, M amiam, 1986, págs. 78-82.
Introducción a Newton bb

De suerte que cuando el rayo que se mueve lentamente es se­


parado a causa de la refracción de los veloces, surgen dos tipos
de colores, esto es, de los lentos, el azul, color cielo, y el púrpu­
ra, y de los veloces, el rojo y ei amarillo; y de aquellos que no se
mueven ni muy velozmente, ni muy lentamente, surge el verde;
mas de los rayos movidos lenta y velozmente, mezclados, sur­
gen e! blanco, el gris y el negro17.

Esta conclusión era extremadamente osada, no implica­


ba sin más la realización de cautos retoques, más o menos
profundos, a la teoría tradicional dominante, como Des­
cartes y Boyle habían hecho, sino que ía subvertía desde
sus cimientos. En efecto, todo quedaba trastocado: los
colores no eran ya una mezcla de luz y sombra, sino la
luz y la sombra, una mezcla de colores.
Para su descubrimiento N ew ton se había servido de la
propiedad mecánica atribuida a los rayos por Descartes, y
de una constatación fáctica extraída de Boyle: la imposibi­
lidad práctica de producir los colores mediante el blanco y
el negro.
N ewton obtiene, pues, la primera confirmación de que
se está moviendo en una dirección prometedora, con un
experimento muy simple que es independiente de su hipó­
tesis mecanicista, aunque sea congruente con ella:

Que los rayos que producen el azul están más refractados


que los que producen e) rojo, resulta de este experimento: si
una mitad del hilo abe es azul, y la otra roja, y un cuerpo ne­
gro, o que está a la sombra, es situado detrás de él, entonces,
mirando a través de un prisma, una mitad del hilo a b e
aparecerá más alta que la otra, y no ambas en línea recta, a
causa de las refracciones desiguales de los dos colores distin­
tosJS.

17 Ibid.
w Ibid.
66 Maurizio Mamiani

Así, resultaba claro por qué íos prismas de vidrio y


otras superficies transparentes producían colores.
Pero, ¿y los colores que se generan por reflexión? A ho­
ra N ewton puede extender la explicación ya planteada hi­
potéticamente para el blanco y el negro: los cuerpos ro ­
jos, amarillos, etc. son aquellos que detienen los rayos
lentos, reflejando los veloces sin alterarlos, y viceversa.
De este modo, los rayos son separados como en las rera-
fracciones. Para el blanco y el negro la hipótesis de N ew ­
ton para explicar la ilusión de profundidad, era ahora vá­
lida: los cuerpos blancos reflejan todos los rayos de luz, y
los negros los absorben en gran parte, reflejándolos todos
aunque débilmente.
Llegado a este punto de su descubrim iento, N ew ton
muestra algunas vacilaciones, ya que tiene a su disposi­
ción varias hipótesis de tipo mecánico. Además de la ve­
locidad de los rayos, podía tom ar en consideración su
movimiento y, en tal caso, las diferencias entre los colores
podrían venir dadas por las masas de los corpúsculos, y
no por su velocidad. E! factor decisivo, en este caso, serí­
an los poros del cuerpo.
Sería menester, además, tener en consideración la elas­
ticidad de los cuerpos y, por tanto, también la de los co r­
púsculos. N ewton se encuentra, así, atrapado en hipótesis
mecánicas enteramente indecidibles en el terreno experi­
mental. Por ejemplo, si la velocidad de los rayos consti­
tuía el carácter distintivo de los colores ¿cómo podía tam ­
bién serlo de la m ayor o m enor lum inosidad? ¿Cóm o
decidir si el movimiento de los distintos rayos surgía del
m ovim iento de corpúsculos con distintas masas pero
idéntica velocidad, o de masa igual pero distinta velo­
cidad?
El joven N ew ton hace una relación de un cierto núm e­
ro de hipótesis claramente influenciadas p or su lectura de
Descartes y sólo en el punto 10 volvem os a encontrar
Introducción a Newton 67

anotaciones extraídas de la Experimental History o f Co-


loun de Boy le. El punto 12 resulta crucial para el poste­
rior desarrollo de su nueva teoría. M encionando varias
experiencias de mezcla de colores prismáticos realizadas
por Boyle, concluye:

Debería probarse qué colores produciría la mezcla que acon­


tece con dos prismas

Este experimento estaba en condiciones de decidir, en


efecto, qué colores eran simples y cuáles com puestos.
Además, permitiría, probablemente, confirmar si la hipó­
tesis del blanco como mezcla de colores era fundada.
H abría bastado proyectar un «arco iris prismático»
—como Boyle lo llamaba— sobre otro, de modo que el
azul de uno intersecase el rojo del otro. Hacían falta dos
prismas y, evidentemente, en 1664, N ewton no los tenía,
aunque sabe, o cree saber, lo que sucederá. Por ello anota
en la parte superior del folio con el que inicia la voz esta
predicción:

Prueba si dos prismas, cuando el uno proyecta el azul sobre


el rojo proyectado por el otro, no producirían un blanco50.

De ahora en adelante, el estudio experimental de las re­


fracciones mediante prismas se hará predom inante res­
pecto a las hipótesis mecánicas, y esta opción adquirirá
cada vez más un valor metodológico general en el des­
arrollo del pensamiento de Newton, hasta llegar al famo­
so Hypotheses non fingo de 1717.
Una descripción indirecta del que fue su intenso traba­
jo posterior sobre los colores fue hecha por el mismo *10

w Ibtd., í. 124v, M cG uire, T am ny, 1983, págs. 440-41.


10 Ibid., í. 122'. M cGuire, Tam ny, 1983, págs. 430-31.
68 Mau ri zio M am ia ni

N ew ton en 1672, en una carta de respuesta a algunas ob­


jeciones de Huygens:

Me parece que el Señor Hugens [sic] asume un modo impro­


pio de examinar la naturaleza de los colores desde el momento
en que procede componiendo aquellos colores que ya están
compuestos, cómo lo hace en la primera parte de su carta. Sin
duda quedaría más satisfecho resolviendo la luz en los colores,
en la medida en que esto puede ser hecho medíante el arte, exa­
minando después, a parte, las propiedades de dichos colores y, a
continuación, intentando obtener los efectos de la reunión de
dos o más, o de todos estos colores, y, finalmente, separándolos
codos de nuevo para examinar qué cambios ha producido en
ellos la reunión. Esto resultará una tarea enojosa y difícil de ha­
cer como debe hacerse, pero yo no podría quedar satisfecho
hasta que fio io hubiese investigado a fondo. No obstante, yo
solamente lo propongo y dejo que cada cual siga su propio mé­
todo31.

Pero, ¿cuál era el método de Newton?

31 Correspondence, 1959, vol. I, pág. 264. Para un relato com pleto de


¡a disputa, véase Mamiani, 1976, págs. 187-94.
Capítulo 6
El método de la filosofía

De 1664 a 1665 N ew ton lleva a cabo un programa de


investigación que parece increíble. Él solo, con la única
ayuda de unos cuantos, no muchos, libros escogidos, asi­
mila los resultados científicos de todo un siglo, encon­
trándose, casi de repente, al límite de todos los campos de
investigación. C on una intuición casi milagrosa, determi­
na las líneas de desarrollo más provechosas y plantea nue­
vas soluciones a problemas que siempre habían ocupado a
la humanidad. Así, el relato que cincuenta años más tarde
—cuando se halla enzarzado en la desagradable contro­
versia sobre el cálculo— hizo el mismo N ew ton de
sus primeros años de trabajo, parece sustancialmente co­
rrecto:

A comienzos del año 1665 encontré el Método de aproxima­


ción de las series y la Regla para reducir cualquier exponente de
un Binomio cualquiera a tales series. El mismo año, en mayo,
encontré el método de la Tangente de Gregory y Sluse y, en no-
69
70 Maurizio Mamíani

viembre, tenía el método directo de las fluxiones, y al año si­


guiente, en enero, la Teoría de los colores y, el mayo siguiente,
estaba en posesión del método inverso de las fluxiones. En el
mismo año comencé a pensar en la gravedad que se extiende a la
órbita de la Luna y, habiendo descubierto cómo calcular la fuer­
za con que un globo en rotación dentro de una esfera hace pre­
sión sobre la superficie de dicha esfera, de la Regla de Kcpler de
los tiempos periódicos de los Planetas que están en la propor­
ción de 3 a 2 respecto a las distancias a los centros de sus órbi­
tas, deduje que las fuerzas que retienen a los Planetas en sus ór­
bitas deben ser recíprocas a los cuadrados de sus distancias a los
centros en torno a los que rotan y, así, comparé la fuerza reque­
rida para mantener a la Luna en su órbita, con la gravedad en la
superficie de la Tierra, y encontré que se correspondían casi por
completo. Todo ello aconteció en los dos años de la peste, L665
y 1666, debido a que en aquellos días estaba en la flor de la edad
creativa y me ocupaba de la Matemática y de la Filosofía más de
lo que después lo haya hecho

Por relatos como éste, que se entremezcla con la famo­


sa anécdota de la manzana, contada por C onduitt, y por
otras tres fuentes independientes, parece reforzarse el
mito del genio creador sorprendido por súbitas ilumina­
ciones. Pero las cartas manuscritas de N ewton, quien no
por ello merece una menor admiración, cuentan una his­
toria muy diferente. Éstas dan testimonio de un trabajo
constante y m inucioso, frecuentem ente interrum pido,
con ensayos y errores, caminos equivocados, hipótesis
abandonadas, dificultades dejadas de lado y, a veces,
ocultadas.
Las obras hechas públicas casi no conservan trazas de
ese intenso trabajo, y menos aún revelan las convicciones
metodológicas y filosóficas de su autor. Sin embargo, fue­
ron justamente éstas las que hicieron fecundas las ideas1

1 L niversíty Library, Cam bridge, MS. Add. 3968, f. 85. Véase Ma-
miani, 1976, pág. 24.
introducción a Newton 71

creativas de N ewton. La proporcionalidad del peso y de


la masa es un simple corolario de la ley de caída de Gali-
leo; la teoría de los colores es, al principio, una hábil
combinación de explicaciones cartesianas y experiencias
boyleanas; el cálculo es la generalización y demostración
de los métodos de Wallis.
La expresión que N ew ton usó para referirse a sí mismo
como aquel que ha visto más tejos porque se hallaba so­
bre los hombros de gigantes1, posee, sin duda, un signifi­
cado más literal que simbólico. Pero sobre dichos hom ­
bros se encontraban muchos otros y ninguno vio tan
lejos.
Por brillantes que fueran sus ideas iniciales, e ingenio­
sas sus conjeturas, los extraordinarios descubrim ientos
newtonianos se deben principalmente a su método de tra­
bajo. Com o se ha visto en la carta a Huygens, Newton
más que defender directamente su propia doctrina de los
>■ colores, prefiere describir el método correcto de investi­
l gar la naturaleza. Propone, pues, a Huygens adoptar un
método y llevarlo hasta el final. Realmente resulta singu­
lar que sea él quien recuerde a un cartesiano el método de
análisis y síntesis que el mismo Descartes había propues­
to y minuciosamente descrito en el célebre Disconrs (Dis­
curso del Método}.
Los descubrimientos de N ew ton acompañan a la elabo­
ración de un método unitario de investigación y justifica­
ción del conocimiento adquirido. El éxito que envuelve a
sus resultados científicos ha dejado en la sombra este as­
pecto, al que no dedicó ninguna obra. Hay quien ha visto
en esta actitud un cierto gusto por el hermetismo, casi un
reflejo de la antigua tradición alquímica que custodiaba el1

1 C arta a H ooke de 5 de febrero de 1675/6, en C orrespondente, vol. I


pág. 416. N ew ton se refiere a Descartes y a H ooke, C o n d u itt cuenta
que, de viejo, N ew ton solía repetir esta frase (Keynes MS. 130, 6).
72 Maurizio Mamiani

secreto de los propios métodos para hacer más sorpren­


dentes los resultados1. Pero los motivos son, sin duda, más
complejos. En realidad, N ew ton esbozó ocasionalmente,
empujado sobre todo por las polémicas, una descripción de
sus propios métodos y, en la segunda edición de los Princi­
pia, con las famosas Regulae phiiosophandi, proporcionó
un compendio de sus convicciones; también en las Qaeries
de la Opticks se encuentran algunas digresiones m etodoló­
gicas. El prefacio a los Principia de 1687 contiene ya una
completa discusión del «método de filosofar» de N ewton,
y en la conclusión de la reseña del Commercium epistoli-
cum viene descrita, con claridad y muchos ejemplos, la «fi­
losofía» mantenida por él, en contraposición a la de Leib-
niz, indicándose con el término «filosofía» indistintamente
procedimientos metodológicos y creencias metafísicas.
Pese a todo, sigue siendo sin embargo cierto que mu­
chos aspectos de la metodología newtoniana permanecen
implícitos en su obra y que sólo mediante los manuscri­
tos inéditos es posible reconstruir la historia y com probar
su consistencia.
Todo comienza con una breve anotación bajo la voz
Philosophy en las Quaestiones:

La naturaleza de las cosas se deduce más segura y natural­


mente de las operaciones de una sobre otra que [de sus opera­
ciones] sobre nuestros sentidos. Y cuando por medio de experi­
mentos con las primeras liemos encontrado la naturaleza de los
cuerpos, por medio de experimentos con las segundas podemos
bailar más claramente la naturaleza de nuestros sentidos. Mas en
tanto seamos ignorantes, bien de la naturaleza del alma, bien de
la del cuerpo, no podremos distinguir claramente en qué medida
un acto de sensación procede del alma, o de! cuerpo, etc.**4

1 Preti, 1950, pág. 32.


4 MS. Add. 3996, f. 10*. M cGuire, Tam ny, 1983, págs. 376-77. Este
pasaje es considerado por M cG uire y Tam ny una cita literal de H obbes
Introducción a Newton 73

Este pasaje, como otros de las Quaestiones, parece re­


flejar la lectura conjunta de Descartes y Boyle. La parte
inicial muestra una estrecha afinidad con un pasaje de los
N e w Experim ents a n d O bservations Touching Coid
(1665) de R o b ert Boyle, muchas veces citados en las
Quaestiones:

Porque aun cuando es cierto que el frío en su noción prima­


ria y más obvia es una cosa relativa a nuestros órganos de los
sentidos, sin embargo, efectúa también notables operaciones so­
bre diversos cuerpos distintos al nuestro; y ya que algunos de
ésos parecen más sensibles a sus variaciones, y otros son afecta­
dos con menor incertidumbre, sería conveniente tomar en con­
sideración los efectos del frío sobre otros cuerpos en la estima­
ción que hagamos de sus grados5.

La parte final de la anotación parece, por el contrario,


una viva crítica a Descartes. En la respuesta a las cuartas
objeciones a sus Meditaciones, el filósofo francés había
mantenido que poseemos una idea clara y distinta de la
naturaleza del cuerpo y de la mente.
N ew ton, por lo tanto, acepta el programa experimental
de Boyle y rechaza la idea clara y distinta de Descartes, a
la que considera como éste había considerado al conoci­
miento sensible: incierta.
El problema de las cualidades primarias y secundarias,
ya afrontado por Galileo, se le presenta sobre el trasfon­
do de la práctica experimental de Boyle. Se trata de sepa­
rar las operaciones recíprocas entre los cuerpos de aque­
llas que éstos efectúan sobre nuestros sentidos. En el

y, concretam ente, de los E le m e n n o f Philosophy, T h e First Section, con-


c e m in g B o d y , Londres, J656, págs. 52-54. Sin em bargo, ni con la m ejor
buena voluntad hemos logrado reconocer una analogía precisa entre la
anotación de N ew ton y el pasaje de H obbes m encionado.
’ Boyle, 1965, vol. II, pág. 481.
74 Maurizto Mamiani Introducción a Newton 75

primer caso, las relaciones de causa y efecto pueden ser fondo muchísimos de sus fenómenos, y por ello su uso ensegui­
medidas con certeza, en el segundo, no. Si existiese alguna da comienza a resplandecer máximamente y por tanto la certeza
esperanza de conocer la naturaleza de nuestros sentidos, de sus principios es confirmada, no me molestará incluso ¡lus­
trar abundantemente las proposiciones con experimentos, de
ésta dependería de la posibilidad de conocer la de los
modo tal, sin embargo, que este género de discusión más libre,
cuerpos. dispuesta en escolios, no se confunda con lo anterior, tratado
La confianza de N ew ton en el experimento como ins­ por los Lemas, proposiciones y corolarios6.
trumento cognoscitivo va acompañada de una confianza
pareja en el conocim iento sensible. D e nuevo N ew ton Este pasaje puede ser considerado una inteligente inter­
baraja las cartas y mezcla libremente las sugerencias que pretación del modo de proceder de Galiíeo en los Discorsí
le llegan de la lectura de Descartes, con las que le ofrece e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze,
Boyle. pero sobre el joven N ew ton influyen también las lecturas
Este aspecto «cartesiano» de la filosofía científica de de las obras experimentales de Boyle y, cada vez más, sus
N ewton es mucho menos conocido que el otro, el de la fe dudas acerca de las explicaciones hipotéticas de Descartes.
experimental, junto al cual, no obstante, e indudablemen­ La distinción entre los dos métodos, el matemático y el
te, nació. Así, las abstracciones de las cualidades sensibles experimenta], correspondía a la clásica separación entre
se convierten en condiciones del conocimiento cierto: co­ ciencias matemáticas y filosóficas: las primeras, ciertas,
noceremos de forma tanto más segura, cuanto más nos li­ aunque no verdaderas (no concordantes con el mundo),
beremos de las sensaciones, que son modos de nuestra las segundas, verdaderas —al menos program áticam en­
mente. Y hay dos vías para abstraer a partir de la cualidad te—, aunque no ciertas, puesto que se basan en hipótesis.
sensible: las matemáticas, y el experimento basado en las Es significativo que N ew ton insista en la certeza de los
operaciones recíprocas entre los cuerpos. principios geométricos, pero es algo extraño que manten­
N o mucho después de las anotaciones de las Quaestio- ga que pueden ser confirmados.
nes, N ew ton comienza a escribir el tratado D e gravitado - ¿Qué significa confirmar una certeza? Significa, como
ne et aequipondio fhtídorum (MS. Add. 4003), que que­ después veremos, sobrepasar los confines de la matemáti­
dará inacabado. Éste es el breve prólogo que ilustra el ca, atribuyendo a sus principios un valor filosófico.
método seguido por el joven Newton: El punto de partida de N ew ton es la orientación p re­
dom inante en la interpretación de Copérnico, especial­
Conviene tratar la ciencia de la gravedad y del equilibrio de
los fluidos y de los sólidos en fluidos, con dos métodos. En la mente en Italia. Bruno y Galileo no se habían dejado en­
medida en que pertenece a las ciencias Matemáticas, es justo que gañar p o r el prefacio de Osiander al D e revolutionibus;
yo abstraiga cuanto sea posible a partir de la contemplación Fí­ Galileo, sobre todo, había demostrado en los Discorsí, el
sica. Por este motivo, he decidido demostrar rigurosamente camino a recorrer.
—more Gcometrarum— cada una de sus proposiciones, a partir N ew ton escoge un aspecto común a los dos métodos,
de principios abstractos y suficientemente conocidos para el lec­
tor. A continuación, puesto que esta doctrina se considera, de
algún modo, afín a la Filosofía natural, por aplicarse a estudiar a 6 Hall, Boas Hall, 1978, pág. 90.
76 Maurizio Mamiani

que les hace afines y complementarios: la abstracción de


las cualidades sensibles, mayor en las ciencias matemáti­
cas, menor en las filosóficas. Así, puede afirmar que:

[...] el cuerpo es propuesto aquí a! pensamiento no en tanto es


una sustancia física dotada de cualidades sensibles, sino en cuan­
to es un quid extenso, móvil e impenetrable y, por tamo, no lo
he definido al uso filosófico, sino que haciendo abstracción de
las cualidades sensibles (que también los filósofos deben sin
error abstraer y atribuir a la mente como diversos modos del
pensamiento, excitados por los movimientos de los cuerpos), he
propuesto solamente las propiedades que resultan del movi­
miento local7.

Dos «géneros de discusión» derivan: uno directamente |


demostrativo (el mos Geometrarum) que hace uso de le­
mas, proposiciones y corolarios, el otro, «más libre» (la­
xáis), dispuesto en escolios. Éste será el modo en que
N ewton escriba los Principia. Pero uno no debe dejarse
engañar por la disposición del contenido; en realidad, en
los cerca de veinte años trancurridos entre el De gravita-
tione y los Principia, las reflexiones de N ew ton sobre el
método de la filosofía y sobre la naturaleza de! conoci­
miento matemático y experimental, sufrieron una notable
evolución, gracias, ante todo, a sus investigaciones ópticas.
Las anotaciones sobre los colores de las Quaestiones
abrieron otra línea de investigación que permitió a N ew ­
ton un acercamiento distinto a los mismos problemas me­
todológicos que había resuelto provisionalmente en el De
graviíatione. La brillante idea sobre la naturaleza de los
colores y de la luz de las Quaestiones encuentra un prim er
desarrollo y una primera sistematización en un opúsculo, [
O f Colours (MS. Add, 3975, ff. 1-22), todavía dependiente : ¡-

7 f b i d pág. 91,
¡i
introducción a Newton 77

de las observaciones de Boyle, y terminado a comienzos


de 1666 (a él se refiere sin duda N ew ton en el memorán­
dum , antes mencionado, en el que afirma que en enero de
1666 estaba en posesión de la teoría de los colores). En
realidad, el breve tratado no muestra ningún progreso en
el terreno teórico (todas las hipótesis sobre las propieda­
des mecánicas de los rayos y sobre sobre la naturaleza de
la luz blanca, presentes en las Quaestiones, son aquí aban­
donadas), pero atestigua un imponente desarrollo experi­
mental. Los experimentos con el prisma ocupan la casi to ­
talidad del tratado y encontram os, entre otros, el
experimento descrito por C onduitt en el que la luz proce­
dente de la ventana atraviesa el prisma y proyecta el espec­
tro sobre la pared, junto a la observación de que el espec­
tro debería haber sido circular, y no oblongo, si todos los
rayos incidentes sobre el prisma hubieran sufrido la mis­
ma refracción. C iertam ente ésta no es la observación
—como quiere C onduitt— de la que N ew ton extrajo su
nueva hipótesis acerca de los colores, sino una confirma­
ción de ésta, basada en las propiedades mecánicas de los
rayos, que ya había sido adelantada en las Quaestiones.
Newton abandona ahora las hipótesis mecánicas; busca
—y encuentra— una evidencia experimental de su intui­
ción. Para eliminar cualquier duda acerca de que la forma
del espectro fuese consecuencia de una dilatación proyecti-
va de los diversos ángulos de incidencia de la luz sobre el
prisma, N ewton coloca, entre el agujero de la ventana y el
prisma, una pequeña pantalla con un orificio del mismo
diámetro (1/8 de pulgada, unos 3 mm.), de modo que sea
seguro que los rayos llegan paralelos a la superficie del
prisma. N ew ton está elaborando de manera abstracta los
datos experimentales, tomando nota con exactitud de las
propiedades, y no se preocupa ya de las diferencias físicas
entre los rayos, aunque ciertamente está convencido de que
las diferencias de refracción derivan de una causa física.
78 Maurizio Mamiani

El opúsculo contiene, además, todos los experimentos


de descomposición y recomposición de los colores con
dos o más prismas (la «tarea» dejada en suspenso en las
Quaestiones), en una secuencia que recuerda m ucho al
método de investigación descrito en tono crítico a H uy-
gens, Entre ellos está la descripción sumaría de lo que se
convertirá en el famoso experimentum crucis de la memo­
ria del 6 de febrero de 1672 (la primera exposición públi­
ca de la teoría de los colores de Newton):

R e fra c ta n d o los ra y o s a tra v é s d e u n p ris m a [...] y te n ie n d o


o tr o p rism a a 5 ó 6 y a rd a s del p r im e ro p a ra re fra c ta r d e n u e v o
los ra y o s, h e h allad o : p r im e ro , q u e los ra y o s az u le s s u fre n u n a
m a y o r re fra c c ió n en el se g u n d o p ris m a q u e lo s ra y o s ro jo s; y ,
en s e g u n d o lu g a r, q u e lo s r a y o s , r e f r a c ta d o s p o r el s e g u n d o
p rism a , ro jo s p u ro s, n o p r o d u c e n o tr o c o lo r, sa lv o el ro jo , n i los
p u r a m e n te az u le s o tr o c o lo r e x c e p to el a z u l 8.

Conviene hacer dos consideraciones acerca de este ex­


perimento; la primera, y más enojosa, tiene que ver con la
deuda de N ewton para con Boyle. Boyle describe un ex­
perimento completamente análogo, aunque en un contex­
to teórico diferente9, y el hecho de que Boyle nunca haya
acusado a N ew ton de plagio, como sí hará, en cambio,
H ooke, solamente indica que era, o muy despistado, o
muy liberal. La segunda tiene que ver con la evolución
del método de N ewton. El experimentum crucis expuesto
públicamente en 1672, sólo subraya distintas característi­
cas de refracción de los rayos, haciendo abstracción de
sus colores;

La g ra d u a l e lim in a c ió n d e d u d a s m e c o n d u jo fin a lm e n te al

! U .L.C . MS. Add. 3975, f. 12. McGuire, Tanm y, 1983, pág, 478. Véa­
se también, Mamiani, 1986, págs. 124-36.
9 Véase Mamiani, 1976, págs. 88, 125-26; y Mamiani, 1986, pág. 124.
Introducción a N ew ton 79

experimentum crucis, que fue como sigue: tomé dos tablillas y


coloqué una de ellas justo detrás del prisma situado junto a la
ventana, de modo que la luz pudiese pasar a través de un peque­
ño orificio practicado a este fin e incidir sobre la otra tablilla, a
la que coloqué a una distancia de cerca de doce pies, habiendo
antes practicado un pequeño agujero también en ella para que
pasase a su través parte de esa luz incidente. Después coloqué
otro prisma detrás de esta segunda tablilla, de modo que la luz
que atravesara ambas tablillas pudiese también pasar por él y ser
de nuevo refractada antes de llegar a la pared. Hecho esto, sujeté
con la mano el primer prisma y lo giré lentamente hacia uno y
otro lado, en torno a su propio eje, de tal modo que las distintas
partes de la imagen, que caía sobre la segunda tablilla pasasen
sucesivamente a través de su agujero, de forma que se pudiese
observar en qué zonas de la pared la había refractado el segundo
prisma. Y vi, por las variaciones de esos lugares, que la luz que
tendía hacia el extremo de la imagen en el que se verificaba ¡a re­
fracción del primer prisma, recibía en el segundo prisma una re­
fracción considerablemente mayor que la luz que tendía hacia el
otro extremo. Y así, encontré que la verdadera causa de la elon­
gación de esa imagen no era otra que ésta: que la luz consiste en
rayos diferentemente refrangibles, los cuales, sin relación alguna
con una incidencia diferente, eran transmitidos hacia distintos
lugares en la pared, según sus grados de refrangibilidad10.

La prosa de N ew ton resulta expresamente enrevesada


para evitar atribuir a los rayos las características de los
colores. H e aquí en plena acción un intento de abstrac­
ción de las cualidades sensibles que no estaba presente en
las Quaestiones, ni tampoco en el opúsculo O f Colours,
pero que corresponde a la desconfianza hacia el conoci­
miento sensible expresada en la voz Pbilosophy y al m éto­
do descrito en el D e gravitatione. ¿Qué había sucedido
en el ínterin?
Además de proseguir sus investigaciones ópticas en el

10 Correspondence, vol. I, págs. 94-95.


80 Maurizio Mamiani

terreno experimental, N ew ton había emprendido, casi al


mismo tiempo, registrándolas en su cuaderno (MS. Add,
4000, ff. 26c-33v), investigaciones matemáticas acerca de la
refracción y se había interesado por el pulido de lentes no
esféricas, en conexión con las conocidas sugerencias car­
tesianas contenidas en la Dioptrique para perfeccionar la
visión en los telescopios.
En la Optica promota (1663) del gran matemático y as­
trónom o escocés James G regory, N ew ton había encon­
trado la descripción de un anteojo (que G regory había
hecho construir a Reive —un célebre artesano de L on­
dres— durante un viaje de Escocía a Italia en el que tam ­
bién pasó por París dejando una copia de la Optica pro­
mota a Huygens) que utilizaba como objetivo un espejo
cóncavo perforado (A-E) para transmitir la luz, después
de que ésta fuera reflejada por un segundo espejo cónca­
vo colocado delante del primero (F), hacia una lente ocu­
lar (L) situada en línea recta con aquél.

ic ¡acopla tic O regary

N ew ton enseguida com prendió (lo más verosímil es


que después de haberlo construido) que el aparato anula­
ría las irregularidades de las refracciones evidenciadas
mediante los prismas, y se convenció de que los intentos
de construir lentes no esféricas estaban condenados al fra-
Introducción a Newton 81

caso, no por problemas técnicos, sino por motivos teó­


ricos.
C onstruyó el instrum ento con sus propias manos, re­
vistiendo el espejo de metal con una aleacción especial de
cobre, estaño y arsénico, y modificó el diseño de G re ­
gory colocando la lente ocular (F) al lado del tubo en lu­
gar de en medio; com o consecuencia de ello, inclinó a
45° el segundo espejo (C -D ) para que enviase los rayos al
ocular.

Ti

Telescopio de Newton

La prim era referencia de N ew ton a su telescopio se en­


cuentra en una carta a un amigo, cuyo nombre nos es des­
conocido, del 23 de febrero de 1669, en la que, aunque de
modo indirecto, alude a su teoría de los colores. Después
de afirmar estar persuadido de que su telescopio resulta­
ría superior a cualquier otro dotado de lentes, aun cuando
éste tuviera la mejor forma jamás diseñada por un geóme­
tra (Descartes), añade: «Aunque ésta pueda parecer una
afirmación paradójica, es, sin embargo, consecuencia ne­
cesaria de algunos experimentos que he realizado acerca
de la naturaleza de la luzu .»
El instrum ento que N ew ton construyó era mucho más1

11 lb id .t págs. 3-4,
82 MaurizioMamiani

corto, en comparación con un anteojo galileano normal


de la misma amplitud focal, y fue precisamente ésta la ca­
racterística que interesó a los miembros de la Roy al So-
ciety, muy inclinados a valorar los resultados prácticos de
la investigación, cuando tuvieron conocimiento de él en
1671, A finales de ese año, Barrow les hizo llegar el ins­
trum ento de N ewton.
La carta que O idenburg escribió a N ew ton el 2 de ene­
ro de 1672 pone al desnudo la preocupación de la insigne
Sociedad por que los «extranjeros» se apropiaran del ad­
mirable invento. O idenburg sugería escribir una carta ofi­
cia! a París, a H uygens — quien poseía una copia de la
Optica promota desde 1664— , con la descripción y el pla­
no del instrumento. Al muy poco, no obstante, Jean De-
nis reivindicó de parte de Cassegrain la invención de un
telescopio de reflexión similar al de N ew ton, pero plus
spirituel [más brillante].

El mismo N ew ton reconocerá a G regory la prioridad


en el diseño del instrumento, en el que se había inspirado,
y que era muy similar al de Cassegrain. Pero N ew ton y
Oidenburg fueron informados de que el diseño de G re­
gory retom aba diseños análogos de M arín M ersenne,
repetidamente publicados (1636, 1639, 1644), a su vez to-
Introducción a N ew ton 83

mados del Specchio ustono (1632) ¿de Bonaventura Cava-


lieri?t2.
N unca lo sabremos con certeza. Es un hecho que en
este periodo el carácter público de la tradición científica
está en abierta contradicción con los «secretos» de la tra­
dición artesana (por no hablar de la alquímica). C ierta­
mente, la posición de N ew ton al respecto no es muy cla­
ra. C om o señala W estfall 1*l314, en la O pticks N ew ton no
logra evitar el dar lecciones a los artesanos de Londres
acerca de los secretos de su arte y, clara y minuciosamen­
te, expone cómo pulimentar los espejos (cosa que proba­
blemente no resultó de su agrado).
Por otra parte, una curiosa carta de 1669 a Aston, que
se encontraba en un largo viaje por Europa, prueba una
indudable inclinación de N ew to n hacía la «piratería»
científica: «En H olanda está un tal Borri, que fue encar­
celado p o r el Papa por haberle robado algunos secretos
[...], C reo que acostumbra a vestir de verde; por favor,
trata de averiguar de él cuanto puedas» M.
La carta de Oidenburg, en que también le comunica la
propuesta de Seth W ard de presentarle como candidato a
miembro de la Royal Society, ofrece a N ew ton la oportu­
nidad de salir de la sombra. Él le manifiesta creer, y con
razón, que tiene algo mucho más importante que com u­
nicar que el telescopio.
En 1670 N ew ton había escrito las Lectiones Opticae
(MS. Add. 4002), revisadas y ampliadas probablemente al
año siguiente (MS. Dd. 9. 6 7 )IS. Estas lecciones están es-

11 A propósito del origen italiano del telescopio de reflexión, véase S.


R otta, «Sulla costruzione e díffusione in Italia dei tclcscopi a riflessio-
ne», L e m achine, 2-3,1968, págs. 3-15.
u W estfall, 1980, pág. 233.
14 C orrespondence, vol. I, pág. 11.
IJ Véase la transcripción en I. N ew ton, T h e O ptica! P apen, editados
p o r A. E. Shapiro, Cam bridge, 1984.
84 Maurizio Mamiam

critas en latín, lo que ya es de por sí un indicio, si no fue­


ra por otros testim onios, de que N ew ton pretendía su
publicación. Barrow había hablado con John Collins un
poco antes de la Navidad de 1671 y le había dicho que
N ew ton estaba ocupado en extender el método general
de las cuadraturas y en preparar para la imprenta 20 lec­
ciones de dióptrica. En estos dos tratados, finalmente aca­
bados (las obras em prendidas hasta entonces, tanto de
matemáticas — 7o resolve problems by m otion—, como
de mecánica — De Gravitatione, The Lawes o f Motion—
habían quedado inacabadas) N ew ton no expone tanto su
nueva teoría de los colores, cuanto somete a crítica las
principales orientaciones culturales de su tiempo, propor­
cionando un nuevo método de investigación.
Mientras en el De gravitatione habla de dos métodos
distintos (el mos geométricas y el mos pbilosopbictts) que
pueden presentar alguna afinidad, en las Lectiones Opti­
cas N ewton denuncia que los cultivadores de la geome­
tría generalmente aceptan, tácitamente, hipótesis físicas:
en el caso de la luz, su simplicidad. Así pues, incluso la
geometría requiere confirmar, mediante el experimento,
los principios físicos que incorpora. Y viceversa, la filoso­
fía puede extender sus propios principios mediante razo­
namientos matemáticos.
Los experimentos sobre los colores y el estudio mate­
mático de las refracciones le han convencido de que existe
un único método para construir un conocimiento cierto,
el uso conjunto del experimento y la matemática, lo que
hace caer la distinción entre ciencias matemáticas y filo­
sóficas:

Pero a fin de que no parezca que he traspasado los límites de lo


debido al disponerme a tratar la naturaleza de los colores, a los
que puede considerarse en absoluto pertinentes a la matemática,
no sera inútil recordar de nuevo la razón de este intento [...]. En
Introducción a Newton 85

efecto, del mismo modo que la Astronomía, la Geografía, la Na­


vegación, la Óptica y la Mecánica son consideradas ciencias mate­
máticas aun cuando en ellas se trata de cosas físicas [...], así tam­
bién si los colores pertenecen a la física, su ciencia debe ser
considerada, sin embargo, matemática, en la medida en que son
tratados con razonamientos matemáticos. Así, puesto que una
ciencia exacta de éstos parece estar entre las más difíciles que un
filósofo puede desear, espero, casi como ejemplo, mostrar de
cuán utilidad es la matemática en filosofía natural y, por ende, ex­
hortar a los cultivadores de la geometría a atenerse a un examen
más minucioso de la naturaleza, y a los amantes de la ciencia na­
tural a dominar primero la geometría, a fin de que los primeros
no desperdicien enteramente su tiempo en especulaciones en
modo alguno útiles para la vida humana, y los segundos ocupa­
dos desde hace mucho con un método inadecuado, no pierdan
para siempre la esperanza, sino que filosofando los geómetras y
ejercitando la geometría los filósofos, en lugar de conjeturas y co­
sas probables, que abundan por doquier, obtengamos una ciencia
de la naturaleza confirmada finalmente con la mayor evidencia A

Esta propuesta de un método más adecuado para ía fi­


losofía va unida al rechazo de las conjeturas del tipo de
las utilizadas por Descartes. Pero N ew ton, además, p ro ­
pone a los matemáticos cambiar de método, ya que los
principios de su ciencia provienen de la naturaleza, y la
pura especulación es vana sí no puede aplicarse a aquélla.
Esta perspectiva, que N ew ton m antendrá tanto en la
Opticks como en los Principia, constituye la más genuina
interpretación del pensamiento de Galileo que se ha dado
en la historia. N ew ton, como Galileo, no reduce la física
a la matemática, o al menos, no más de lo que reduce la
matemática a la física; pensaba en una nueva ciencia de la
naturaleza que no coincide ni con la física de los filósofos
—fueran éstos aristotélicos o cartesianos— ni con la geo­
metría de los matemáticos.

MS. Add. 4002, f. 23.


86 Maurizio Mamiani

El método para establecer conocimientos ciertos es, por


tanto, único, aunque puedan seguirse dos vías: partir de los
principos físicos mediante experimentos y después recurrir
a las demostraciones matemáticas, o partir de ios principios
matemáticos y utilizar después los experimentos para con­
trastar con los fenómenos las consecuencias extraídas ma­
temáticamente de los primeros.
En las Lectiones Opticae, por tratar de los colores, ob­
jeto hasta entonces de la física filosófica, N ew ton sigue la
primera vía:

Dije, en verdad, que la ciencia de ¡os colores era matemática y,


por tanto, cierta como cualquier otra parte de la óptica; pero
¿quién no sabe que la óptica y muchas otras ciencias matemáticas
se fundamentan tanto en principios físicos, cnanto en demostra­
ciones matemáticas?, ¿y que la absoluta certeza de una ciencia no
puede sobrepasar la certeza de sus principios? Ahora bien, la evi­
dencia con la cual aseveré las proposiciones de los colores [...]
deriva de los experimentos y, así, es sólo física; de donde las pro­
posiciones mismas pueden ser consideradas sin mis principios fí­
sicos de ttna ciencia. Y si estos principios fueran tales que un ma­
temático pudiera fundamentar en ellos todos los fenómenos de
los colores que pueden ser causados por las refracciones su­
pongo que la ciencia de los colores será reconocida como mate­
mática y, por tanto, cierta como cualquier parte de la óptica ]T.

En el prefacio (1686) a la primera edición de los Princi­


pia, N ew ton reitera la incompletud de la geometría («Y la
geometría se gloria de que con tan pocos principios to ­
mados de otro sitio, logre tantas cosas» 1718) justificando así
el uso filosófico de los principios matemáticos. Al co-

17 C orrespondence, vol, I, págs. 187-88. N ew to n a O ldenburg, 11 de


junio de 1672. Cursivas añadidas.
ls Principia, «Auctoris praefatio ad lectorem»; pág. 98 de la traducción
española. Véase M amiani, 1976, págs. 225-39 para un a discusión más
amplia de la cuestión.
Introducción a Newton 87

mienzo del tercer libro de dicha obra, una breve premisa


remite a su convicción de la convergencia real de mate­
mática y física: «En los libros precedentes he ofrecido
principios de filosofía, aunque no tanto filosóficos, cuan­
to meramente matemáticos, sobre cuya base, como resul­
ta fácil ver, se puede discutir sobre asuntos filosóficos» í?.
En el mismo periodo en que llevó a cabo los experi­
mentos con los prismas sobre ios colores, descubriendo
poder determinar sus propiedades matemáticamente me­
diante las refracciones, N ew ton resuelve geométricamen­
te el problema de extraer y calcular la fuerza centrífuga de
un cuerpo que se mueve con movimiento uniforme a lo
largo de una órbita circular. Utilizando la ley de caída de
los graves de Galileo y la tercera ley de Kepler, N ew ton,
en efecto, halla que las aceleraciones producidas por las
fuerzas centrífugas de los planetas son inversamente p ro ­
porcionales al cuadrado de sus radios, es decir, de sus dis­
tancias al Sol20.
Este resultado matemático le proporcionará la clave
para la interpretación física del sistema del m undo.
¿Cómo podía plantearse, pues, alguna duda acerca de la
fecundidad del método de N ewton?
Com o en matemáticas, también en filosofía natural el
modo más adecuado de afrontar los problemas eran los
experimentos y razonamientos matemáticos. De los pri­
meros se extraían conclusiones generales por inducción,
rechazando tom ar en consideración hipótesis físicas, pero
eso sí, procediendo mediante razonam ientos m atem áti­
cos. O bien, se pueden establecer principios matemáticos
y mediante éstos explicar los fenómenos, demostrando las
proposiciones, bien experimentalmente, bien como teo­
remas.*10

19 Principia, 1972, pág. 549; pág. 613 de la traducción española,


10 Véase Mamiani, 1976, págs. 213-219.
88 Maurízio Mamiani

Newton denomina a la ciencia que adopta este método


Filosofía experimental, simplificando la expresión ya usa­
da por Boyle («Experimental Natural Philosophy» [Filo­
sofía Natural Experimental]). Tanto en la Opticks, como
en los Principia, recurre, pues, al término aristotélico de
inducción para indicar cómo se obtienen conclusiones ge­
nerales a partir de los experimentos y de las observacio­
nes. N ewton es consciente de que este modo de razonar
no es demostrativo, de que p o r tanto no logra la certeza
absoluta de las conclusiones generales, pero, afirma, es el
m ejor modo de razonar que la naturaleza de las cosas
permite.
En torno a la inducción nacerá, por obra de Hume, una
larga querelle filosófica que no puede darse por concluida
ni en nuestros días. En realidad, el método newtoníano
no posee mucho en común, salvo el nombre, con la lógica
inductiva y sus problemas. Com o en el caso de «atrac­
ción», término que originó idénticas disputas filosóficas
extravagantes, N ewton no tuvo una feliz idea con la elec­
ción del término «inducción», que arrastraba consigo una
larga ristra de problemas irresueltos y de ambigüedades.
Pero N ewton no afronta en absoluto estos problemas en
el plano lógico. La cuarta de las Regulae philosophandi,
añadida en la tercera edición de los Principia (1726), re­
presenta su ultima palabra al respecto:

En la filosofía experimental, las proposiciones obtenidas por


Inducción a partir de los fenómenos, deben, pese a las hipótesis
contrarias, ser tenidas por verdaderas de manera exacta o muy
aproximada, hasta que se disponga de otros fenómenos, por
cuya causa pasen a ser más exactas, o sujetas a excepciones21.

Esta regla es la conclusión de una larga trayectoria in-

Jt Principia, pág. 555; pág. 618 de la traducción española.


introducción a Newton 89

telectuai, iniciada en la voz Philosophy de las Quaestiones,


en la que se da prioridad cognoscitiva a los procedimien­
tos experimentales. En un segundo momento, N ew ton,
influido por Boyle12, adopta el método de las generaliza­
ciones —que es aquel que luego denom inará de induc­
ción— para evitar las hipótesis determinantes. Un claro
testimonio de su posición se encuentra en una carta a O l-
denburg del 11 de junio de 1672:

Mas yo sé que las propiedades de la luz que he expuesto eran,


en cierta medida, susceptibles de ser explicadas mediante
muchas [...] hipótesis mecánicas. De ahí que haya escogido
abandonarlas todas y hablar de la luz en términos generales,
considerándola abstractamente como algo sin determinar
qué sea dicha cosa n.

Com o se ha visto en el De Gravitatíone, este método


de la generalización (experimentar y generalizar) corres­
ponde al uso de la matemática en filosofía natural, es de­
cir, a la abstracción de las cualidades sensibles. La regla de
la inducción es, pues, una regla anti-hipotética justamente
porque las hipótesis son explicaciones de las cualidades
sensibles; ésta es, además, la justificación de la eficacia de
la matemática en la investigación de la naturaleza.
Cuán poco tiene que ver el término «inducción» con la
terminología tradicional resulta claro gracias a un pasaje
del Escolio general de los Principia., en el que para indicar el
mismo proceso expuesto en la Cuarta regla, usa el término
«deducir»: «[,..] cualquier cosa que no se deduce de los fe­
nómenos debe ser llamada hipótesis, y las hipótesis, sean
metafísicas o físicas, referidas a las cualidades ocultas, o
mecánicas, no tienen cabida en h filosofía experimental» u .

u Véase Mamiani, 3986, págs. 20-23.


n Correspondence, vol. I, pág. 164. Cursivas añadidas.
14 P rincipia , pág, 764; pág. 785 de la traducción española.
90 Mauricio Mamianí

Puede reprobarse ei escaso rigor term inológico de


Newton, pero éste ha incidido bien poco en la eficacia y
la coherencia de su pensamiento. La experiencia sensible
común, con la que frecuentemente es confundido el tér­
mino «fenómeno», y que todavía era para Descartes el
punto de referencia de la explicación física propuesta hi­
potéticamente, ya no posee ninguna relevancia cognosci­
tiva. Así, la luz y sus rayos no son, hablando con propie­
dad, de colores; el color es sólo uno de sus efectos sobre
los sentidos, del cual no puede deducirse con seguridad
ninguna correspondencia con su naturaleza y sus propie­
dades reales. Del mismo modo, ta gravedad es una atrac­
ción, pero en general, sea lo que fuere lo que esto signifi­
que, es un impulso o una fuerza de tipo desconocido.
El aspecto paradójico de esta posición de N ew ton es su
origen genuinamente cartesiano. En efecto, la carencia de
semejanza entre las sensaciones y las cosas, o sea, el re­
chazo de la especie sensible como forma de conocimien­
to, es uno de los puntos fundam entales de la física de
Descartes. De todas formas, es una constante en N ew ton
el uso de argumentos cartesianos contra la doctrina mis­
ma de Descartes.
El método newtoniano es una síntesis brillante de te­
mas conceptuales extraídos de Descartes, Boyle y Gali-
leo. A pesar de la eficacia con la que lo aplicó, el método
no estaba exento de trampas. La primacía reconocida a
los experiementos acentuó la Im portancia de los datos
fácticos, los cuales fueron a menudo interpretados por el
propio N ew ton como componentes últimos de la reali­
dad, es decir, como cualidades inmutables y esenciales.
Así fue como N ew ton interpretó los colores, la exten­
sión, la dureza, la im penetrabilidad, la m ovilidad y la
fuerza de inercia. En los casos en que esto no resultaba
posible, como en la gravedad y la electricidad, el método
newtoniano permitía dos posibilidades: la cautela Ínter-
Introducción a New ton 91

pretativa y el recurso a las causas finales. N ew ton adoptó


ambas. Además, privilegiando el razonamiento matemáti­
co en la elaboración de los datos experimentales, se em­
pobrecía drásticamente la gran riqueza y variedad de la
tradición de la historia natural y su potencial cognosciti­
vo. La aversión por las hipótesis tendía a alejar toda ten­
tativa de explicación de los fenómenos no reconducible a
constataciones fácticas, si bien N ew ton admitía las conje­
turas bajo la forma de cuestiones (querieí, quaestiones, o
«preguntas» en sentido propio) propuestas para ser exa­
minadas por medio de experimentos. Se conseguía cierta­
mente una gran simplicidad y eficacia, al precio de la p ro ­
pensión al empobrecimiento teórico. El riesgo mayor era
el del distanciamiento entre el conocimiento científico y
el filosófico; el primero, más objetivo, empírico y preciso,
el segundo, más subjetivo, arbitrario y vago. Y fue justa­
mente esto lo que sucedió. La reacción de Berkeley y
Hume, seguida de la de Kant, aisló la ciencia newtoniana,
separándola de la filosofía, es decir, del saber al que N ew ­
ton creía haber dotado al fin de un método adecuado.
Capítulo 7
La «nueva teoría sobre la luz y los colores»

La N ueva teoría sobre la luz y los colores de N ew ton


fue presentada a los miembros de la Royal Society el 8 de
febrero de 1672 y publicada, con pocos pero significati­
vos recortes, el 19 de febrero del mismo año (Philosopbl-
cal Transactíons, 80, págs. 3075-87). Se ha hablado de su
carácter oportunista, y del hecho de que N ew ton se apro­
vechó de la buena acogida que la Sociedad había dispen­
sado a su telescopio de reflexión. M uy probablem ente
N ew ton pensaba que la memoria prepararía el terreno
para las Lectiones Opticae, un auténtico tratado en senti­
do estricto, ya listo para la publicación.
El 15 de febrero de 1672 H ooke escribió un informe
sobre la memoria de N ewton. Inmediatamente surgieron
las prim eras disensiones. H ooke juzgaba el trabajo de
N ewton en un tono altivo e irónico; encontraba bonitos
y curiosos los experimentos, pero en absoluto convincen­
te la teoría, sobre todo porque N ew ton tenía el descaro
de presentarla como si fuese tan cierta como las demos­
92
Introducción a Newton 93

traciones matemáticas. La memoria que leyó H ooke con­


tenía, en efecto, una breve alusión a la ciencia matemática
de los colores y una crítica al método hipotético de los fi­
lósofos. Este pasaje fue eliminado de la publicación en las
Pkilosophical Transactions; dudo que la omisión respon­
diese al deseo de N ew ton, pues era consciente de la nove­
dad y de la importancia de su método, como lo demues­
tran las Lectiones Opticae. Además, en su respuesta a
H ooke (11 de junio de 1672), intenta aclarar qué entiende
por «ciencia matemática de los colores» Resulta induda­
ble que él concedía la misma importancia a las nuevas im­
plicaciones metodológicas de su teoría de los colores que
a la teoría misma.
La ironía de H ooke llega a su culmen a propósito de la
ingenua concepción sustancialista de los colores conteni­
da en la memoria:

Pero admitida su primera proposición de que la luz es un


cuerpo, y que existen tantos tipos distintos de cuerpos, cuantos
colores o grados haya, los cuales, reunidos, formarían el blanco;
concediéndose además que todos los cuerpos luminosos están
compuestos de tales sustancias condensadas, y que, mientras és­
tos relucen, expiden continuamente una indefinida cantidad de
éstas en todas direcciones in orbem, que en un momento se dis­
persan hasta los extremos y más indefinidos límites del univer­
so; admitido todo esto, digo, supongo que no será difícil de­
mostrar el resto de su curiosa teoría, sí bien, a pesar de todo,
creo que todos los cuerpos de colores del mundo reunidos en
composición, no formarían un cuerpo blanco, y estaría encanta­
do de ver un experimento de este tipo2.*1

1 Véase la nota 16 y el texto al que corresponde en el capítulo ante­


rior,
1 C orrespondente, vol. I, pág. 114. H ooke a O ldenburg, 15 de febrero
de 1672.
94 Maurizio Mamiani

Estas implicaciones sustancialistas estaban, efectiva­


mente, presentes en la memoria de N ewton, y el experi­
mento que solicitaba H ooke era, obviamente, imposible.
H ooke no consigue com prender con su concepción me-
canícista la necesidad de considerar realmente compuesta
a la luz blanca. SÍ ésta era un movimiento rectilíneo uni­
forme podía perfectamente estar compuesta por millares
de otros movimientos, según el modelo de lo que Descar­
tes había propuesto para explicar la refracción. Pero éste
era un recurso matemático y H ooke no veía la necesidad
de trasponerlo al plano físico.
La N ew Theory del 6 de febrero de 1672, que a menudo
ha sido considerada el prototipo de memoria científica, era
en realidad de dificultosísim a com prensión. Redactada
apresuradamente {Newton la anuncia a O ldenburg el IB de
enero de 1672) y remitiéndose a las Lectiones Opticae, la
memoria se abre con un preámbulo histórico que única­
mente tiene una función retórica. El orden de los experi­
mentos descritos y de las hipótesis sugeridas sigue un des­
arrollo claro y narrativo que no corresponde en absoluto a
aquél —anteriormente reconstruido— del que dan testi­
monio los manuscritos. N ew ton ordena el contenido de
manera que éste resulte una refutación de la teoría carte­
siana de los colores. Haciendo suyas, con un notable artifi­
cio retórico, las posiciones del adversario, sin nombrarlo,
Newton las elimina una a una refutándolas, hasta proponer
el famoso expenm entum crucis. En esta primera parte se
examinan únicamente las refracciones de los rayos de luz,
sin hacer referencia alguna a los colores. Se mencionan, por
tanto, las investigaciones matemáticas sobre la refracción
(MS. Add. 4000) interrumpidas para construir el telescopio
de reflexión. N ewton guarda silencio sobre el hecho de ha­
ber visto el dibujo de Gregory y de haberlo modificado,
circunstancia que sólo recordará tres meses más tarde, des­
pués de la reclamación de Cassegrain.
Introducción a Newton 95

Se suceden posteriormente trece proposiciones, deriva­


das de experimentos, que tratan de los colores. Finalmen­
te se describe un experimento de recomposición de la luz
blanca mediante el uso de un prisma y una lente, y se dan
algunos consejos para intentar otros.
Tres notas, algo sibilinas por el uso equívoco de térm i­
nos peripatéticos y cartesianos, acompañan a la afirma­
ción de que la luz es una sustancia o un cuerpo. En estas
notas N ew ton afirma su desconfianza hacia las cualidades
sensibles, tal com o viene expresada en la voz «Philo-
sophy» de las Quaestiones y en el De Gravitatione. N ew ­
ton cita a H ooke, pero no a Boyle, de quien había obteni­
do inspiración para muchas de sus proposiciones (véase,
por ejemplo, la cuarta).
La memoria de N ewton es innovadora en muchos aspec­
tos, y no sólo por su contenido. Hace un uso discreto de re­
cursos retóricos, al tiempo que se presenta simplemente
como la historia de un descubrimiento filosófico (no como
verdaderamente sucedió, sino como podría haber sucedido);
confía la mayor parte de su poder de convicción a una serie de
proposiciones extraídas de experimentos, admirablemente
simplificados e insertos en un contexto argumentativo.
N ew ton razona de manera experimental. N ada pareci­
do, ní siquiera de lejos, se encuentra en Boyle, quien re­
colecta experimentos en un orden casual y se niega a «es­
pecular» sobre éstos. N ada similar en Descartes, que usa
los experimentos como ilustraciones de sus hipótesis y,
por consiguiente, unas y otros no nacen juntos.
El estilo de N ew ton es enteramente nuevo, y también
lo son sus convicciones metodológicas, que no se traslu­
cen en la memoria. N o tiene por qué asombrar, por tanto,
la general incom prensión de los estudiosos de la época
frente a un descubrimiento que implicaba profundas mo­
dificaciones de ios métodos comúnmente aceptados en la
investigación física.
96 Maurizio Mamiani

H ooke en primer lugar, seguido de Pardies y Huygens,


considera las proposiciones de N ew ton, hipótesis, no
conclusiones directas y positivas de los experim entos.
Naturalmente, ellos tenían razón. N ew ton había acortado
mucho la distancia entre hipótesis teórica y resultado ex­
perim ental, sirviéndose hábilm ente de cadenas experi­
mentales que ocultaban los presupuestos teóricos. El
efecto era casi hipnótico. La teoría parecía nacer de los
hechos y todo el trabajo preliminar, hecho de ensayos in­
seguros y de aproximaciones sucesivas —tal como se ve­
rifica en las Quaestiones— desaparecía.
Hooke, que se sustrajo durante más tiempo que cual­
quier otro al poder hipnótico de la teoría de N ew ton,
leyó un memorándum ante la Royal Society el 19 de ju­
nio de 1692 *, en el que afirmaba haber repetido algunos
experim entos new tonianos, encontrándolos correctos,
pero no reconociéndoles la capacidad de confirm ar de
modo inequívoco la teoría de Newton.
En una carta a Lord Brouncker, H ooke toca el verda­
dero quid de la cuestión. Refiriéndose a las desdichadas
palabras de la memoria de N ew ton en las que se afirma
taxativamente que la luz es un cuerpo, H ooke correcta­
mente concluye:

A p a r tir d e esta e x p o s ic ió n c o n fie s o h a b e r s u p u e s to q u e el Sr,


N . c re ía d e v e r d a d q u e la lu z es u n a g re g a d o h e te r o g é n e o d e
c u e rp o s . Si n o era é s ta su in te n c ió n , n o te n g o n a d a m ás q u e d e ­
c ir. P e r o si lo e ra , n o v e o n in g u n a n e c e s id a d en a b s o lu to d e
c u a n to h a y a p o d id o d e c ir h a s ta a h o r a , p u e s to q u e el a s u n to
p u e d e se r e x p lic a d o sin h a c e r u s o d e esa s u p o s ic ió n d e m o d o
m ás c o m p re n s ib le q u e h a c ié n d o la *3.

* Evidentem ente, se trata de una errata en el original. La fecha de la


lectura es 19 de junio de 1672 (JV, de la T).
3 I b id ., pág. 200, H o o k e a L ord Brouncker, junio de 1672.
Introducción a Newton 97

En consecuencia, N ew ton se ve obligado a retractarse,


al menos en parte, precisando que la sustancialidad de la
luz no era una suposición fundamental, sino una conse­
cuencia admisible, y no la única, de su teoría. «Por esto
—añade N ew ton contradiciéndose— he decidido aban­
donarlas todas y hablar de de la luz en términos gene­
rales» \
N ew ton cambia, por tanto, las cartas que estaban sobre
la mesa y revela un aspecto de su método, lo que no p o ­
día parecer a H ooke sino la revelación de que le había
vencido en la discusión. Ambos contendientes obran de
buena fe; cierto es que N ew ton recurre a la abstracción y
a la matemática por la dificultad de determinar las hipóte­
sis plausibles que, sin embargo, no renuncia a sugerir;
pero también es cierto que H ooke no tiene suficientes
elementos para comprender y le enfurece que el otro afir­
me algo, lo publique, y después lo niegue: «Siento haber
malinterpretado la hipótesis de N ew ton, pero creo que
cuantos la han escuchado la han m alinterpretado»*5 —es­
cribe, no sin razón, a Lord Brouncker.
La oposición de H ooke podría haber truncado para
siempre la carrera científica de N ewton, quien se encerró
en una actitud altanera, incluso respondiendo con fuerza
y determinación a las objeciones. Declaró no querer dedi­
carse más a la filosofía y renunció a publicar las Lectiones
Opticae. Pero aunque de mal grado, N ewton, apremiado
por O ldenburg —que detestaba a H ooke— hubo de es­
cribir una segunda mepioria en la que discute las hipóte­
sis corpuscular y ondulatoria, precisando con mucha cla­
ridad su m étodo de generalización. La memoria (An
Hypothesis explaining the Properties o f Light discoursed
o f in m y severalL Papers [Una hipótesis explicando las

* Ib id ., pág. 174. N ew ton a O ldenburg, 11 de junio de 1672.


5 Ib id ., pág, 199. H o o k e a Lord Brouncker, junio de 1672.
98 Maurizio Mamianí

propiedades de la luz expuestas en varios de mis escritos])


se leyó en las sesiones de la Royal Society del 9 de di­
ciembre de 1675 al 10 de febrero de 1676.
Un lector moderno con preparación científica que le­
yese esta segunda memoria después de haber leído la pri­
mera, sufriría probablemente una gran impresión. New-
ton habla del éter, de efluvios eléctricos y magnéticos, del
cuerpo flemático del aire, del alma y de los espíritus ani­
males, de Dios como autor de movimientos incomprensi­
bles, etcétera. Mientras para nosotros la primera memoria
resultaba totalmente clara y aceptable, la segunda exige
un conocimiento más profundo de los complejos y obso­
letos contenidos de la ciencia del siglo XVII, y el lector de
hoy no puede sino alegrarse del hecho de que N ew ton re­
curriese a la generalización, que ponía, en lo posible, todo
esto entre paréntesis. Pero es probable, más bien seguro,
que para un lector del siglo XVII, el efecto fuese completa­
mente el opuesto.
La memoria estaba dividida en dos partes: la primera
discutía la hipótesis sobre la naturaleza de la luz; ía se­
gunda, titulada Discourse o f observations, estaba integra­
da por proposiciones muy precisas y particulares. Esta
segunda parte, que más tarde N ew to n integraría en la
O pticks, contiene algunas proposiciones (las prim eras
cinco de la tercera parte) que constituyen reelaboraciones
de apuntes, entresacados diez años antes, de la Micro-
grapbia de H o o k e6.
Esta vez Hooke, que era evidentemente menos distraí­
do que Boyle, acusa a N ew ton de plagio, sosteniendo que
lo esencial de la memoria estaba ya contenido en su Mi-
crographia, y que el profesor lucasiano lo había desarro­
llado sólo en algunos detalles.
La acusación de H ooke es al mismo tiempo fundada y

6 Véase Mamíani, 1986, págs. 157-58.


Introducción a Newton 99

exagerada. N ew ton hace, efectivamente, uso de las obser­


vaciones de H ooke, así como había usado los experimen­
tos de Boyle, pero introduce unas y otros en contextos
teóricos diferentes e innovadores. Podemos recriminarle
el hecho de no haber citado sus fuentes, pero ésta era una
práctica más bien común en el siglo xvn. Es cierto que la
sensibilidad estaba cambiando; los descubrimientos cien­
tíficos, sobre todo aquellos que originaban nuevas aplica­
ciones técnicas, comenzaban a ser reivindicados, como se
ha visto, no sólo por los individuos particulares, sino
también por los países. El contraste era inherente a las
dos tradiciones distintas que confluían en aquella época:
los secretos de las artes no encajaban fácilmente con el ca­
rácter público del saber matemático y filosófico.
La respuesta a H ooke es enérgica: acusado de apode­
rarse de las ideas ajenas, N ew ton se ve obligado a enume­
rar lo que H ooke ha «tom ado prestado» de Descares;
¡mucho más —sostiene N ew ton— que lo que él mismo
había tomado prestado de Hooke! N ew ton revela en esta
respuesta una nueva sensibilidad: él sabe, o estima, que la
labor científica es, o debe convertirse en, algo colectivo, y
que el trabajo experimental de cada cual está en realidad a
disposición de otros, que lo usarán de la forma que crean
conveniente. Dicho esto, y alejando la sospecha de mez­
quindad moral del autor de los Principia, es preciso decir
también que N ew ton se mostró a menudo distraído y se
cuidó muy poco de reconocer los méritos ajenos.
H ooke respondió el 20 de enero de 1676 con una carta
en la que denunciaba las «perversas artimañas» de quien
quería sem brar cizaña (alusión indirecta a O ldenburg),
reconocía a regañadientes el valor de la investigación de
Newton («Yo aprecio justamente vuestras excelentes dis­
quisiciones y me complace enormemente ver impulsadas
y perfeccionadas aquellas nociones que hace mucho ini­
cié, pero no tuve tiempo de completar. Y considero que
100 Maurizio Mamiani Introducción a Newton 101

habéis ido mucho más lejos en este campo de cuanto yo diferente masa) había llevado a Newton a subrayar la co­
lo haya hecho [...]») 7, y proponía una correspondencia rrespondencia entre el grado de refrangibilidad (abstracta
privada («Este modo de discutir creo que es más filosófi­ y, p or tanto, matemáticamente considerado) y el color, y a
co [■■■»'• . .... . la subsiguiente propuesta de abandonar las hipótesis y
La respuesta de N ewton es igual de conciliadora —si es considerar la ciencia de los colores, matemática. El méto­
que no más— y contiene la famosa frase «si he alcanzado do de N ew ton seguía siendo malinterpretado.
a ver más lejos es porque estaba sobre los hombros de gi­ Pero el aspecto más paradójico de la respuesta de N ew ­
gantes». ton es otro. Dejando a un lado la idea corpuscular de las
Pocos días después, N ew ton recibe una carta de O l- Quaestiones (los glóbulos de Descartes), p o r influencia de
denburg (perdida) en que le informa acerca de la reunión H o o k e (los impulsos ondulatorios), N ew ton hace una
de la Royal Society del 3 de febrero, en la que se habían contrapropuesta, que es ésta:
discutido las Observations. De la respuesta de N ew ton se
desprende que durante la sesión se había planteado esta Pienso que es mucho más natural suponer que los impulsos
cuestión: «si no se podría razonablemente decir que los son igualmente veloces y que difieren sólo en tamaño ( « b ig -
rayos de luz que, aun cuando inciden de igual modo so­ n e s s» ), puesto que así sucede en el aire, y las leyes de la ondula­
bre el mismo medio, muestran, empero, colores distintos, ción son sin duda las mismas en el éter que en el aírel0.
realicen esa exhibición de diferentes colores, debido a los
diferentes grados de velocidad de sus impulsos, antes que Traducido en términos modernos, este pasaje tiene un
—como piensa el Sr. N ew ton— a distintos grados de re­ sólo significado: los impulsos de la luz coloreada tienen la
frangibilidad innatos en los propios rayos. El Sr. H ooke misma frecuencia (son igualmente veloces por unidad de
era de la opinión de que el primero de esos modos era su­ tiempo), pero diversa amplitud de onda (tamaño). Pero se
ficiente para proporcionar una buena explicación de la di­ trata sólo de una hipótesis.
versidad de los colores»’.
¡La Royal Society, y con ella Hooke, habían llegado fi­
nalmente, remontándose hacia atrás, a la hipótesis de la di­
ferente velocidad de los rayos que, en 1664, en las Quaes-
dones, había llevado a N ew ton a su descubrim iento!
Justamente la dificultad de justificar esta hipótesis (junto a
la de atribuir a los corpúsculos la misma velocidad, pero *1

' Corrcspondencc, vol. 1, pág. 412. H ooke a N ew ton, 20 de enero de


1676.
1 Ib id ., pág. 413.
’ ¡bid,, pág. 420. C ita procedente de Bírch, The H isto ry o f tbe R o ya l
Society o f L a ndon , vol. III, Londres, 1756-57, pág. 295, 10 Ibid,,, pág. 419.
Capítulo 8
Los «Philosophiae naturalis principia mathematica»

En septiembre de 1677 muere Oldenburg. Desde hacía


varios meses la correspondencia con N ew ton se había in­
terrumpido. H ooke es elegido secretario de la Royal So-
ciety. N ew ton se dedica a la teología y a la alquimia y co­
mienzan para él años de silencio, en voluntario exilio de
la comunidad científica.
E) 24 de noviembre de 1679 H ooke le invita a retomar
el contacto con la Sociedad, y le pide opinión sobre una
hipótesis, concerniente a los m ovim ientos planetarios,
formulada al final de su Attem pt to Prove tbe Motion o f
the Eartb [Intento de probar el m ovim iento de la Tierra]
de 1674, recién reeditado en sus Lectiones Cutlerianae
[Lecciones Cutlerianas], H ooke había supuesto que los
planetas se mueven con un movimiento rectilíneo unifor­
me, pero que éste era desviado por una fuerza, de atrac­
ción o gravitación hacia el centro, que les hacía describir
un círculo, una elipse o cualquier otra línea curva. H ooke
suponía igualmente que los centros atraen, como sucede
102
Introducción a New ton 103

en la Tierra, no sólo a las partes más cercanas, impidiendo


que se alejen volando, sino tam bién a todos los demás
cuerpos celestes; además, estimaba que esta fuerza au ­
menta al disminuir la distancia al centro. H ooke recono­
cía no haber verificado experimental mente en qué medida
sucedía todo esto.
N ew ton, que había regresado a Cambridge el 27 de no­
viembre (durante el verano había fallecido su madre, por
lo que había permanecido en W oolsthorpe durante unos
meses), responde a H ooke al día siguiente. La prisa le jue­
ga una mala pasada. Aun afirmando que su Interés p o r la
filosofía se había disipado, y sin afrontar directamente la
hipótesis que le había propuesto H ooke, N ew ton sugiere
un experimento para demostrar la rotación diurna de la
Tierra y traza un esbozo de la trayectoria que seguiría un
cuerpo que cayese, por efecto de la gravedad, sobre la
Tierra en rotación: una espiral que termina en el centro
de la Tierra.
H ooke corrigió esta opinión de N ew to n afirm ando
que, en ausencia de resistencia, un cuerpo que cayese so­
bre la Tierra en rotación no se dirigiría hacia el centro,
sino que proseguiría indefinidamente a lo largo de una
órbita parecida a una elipse. A unque quedó profunda­
mente herido por lo sucedido, N ew ton reconoció rápida­
mente su error, negando, sin embargo, que la figura de la
trayectoria de un cuerpo que cae con gravedad uniforme
fuese una elipse. H ooke aceptó la corrección, añadiendo:
«Pero mi suposición es que la atracción está siempre en
una proporción duplicada recíproca [inversamente pro­
porcional al cuadrado] a la distancia al centro» ’.
N ew ton no respondió; hacía más de diez años que él
había encontrado la relación del inverso del cuadrado sus-1

1 Correspondence, vo!. II, pág, 308. H ooke a N ew ion , 13 de diciem ­


bre de 1679.
104 Maurizio Mamiaru

tituyendo simplemente los valores de la tercera ley de Ke-


pler en la fórmula de la fuerza de alejamiento del centro12.
El problema de H ooke era el de encontrar qué trayec­
toria seguiría un cuerpo atraído por una fuerza propor­
cional al inverso del cuadrado de la distancia, problema
que H ooke no llegará nunca a resolver. Escribiendo de
nuevo a N ew ton le dejó vía libre: «N o dudo que con
vuestro excelente método descubriréis fácilmente cómo
debe ser esa curva y cuáles sus propiedades, sugiriendo
una razón física de esta proporción3.»
En un manuscrito titulado On motion o f ellipses (MS.
Add, 3965, ff. 1-4), cuya datacíón ha dividido en dos bandos
a los estudiosos4, encontramos la solución al problema plan­
teado por Hooke. El manuscrito consta de tres proposicio­
nes precedidas por tres hipótesis (las dos primeras formulan
la ley de la inercia, la tercera el paralelogramo de las fuerzas);
la segunda proposición viene seguida por tres lemas. N ew ­
ton le ha dado la vuelta al problema de Hooke; afirma, y de­
muestra, que un cuerpo en movimiento rectilíneo uniforme,
sujeto a una atracción continua hacia un centro inmóvil, se
moverá constantemente en el mismo plano describiendo
áreas iguales en tiempos ¡guales. La órbita recorrida será una

1 Véase ia nota 20 al capítulo VI y el texto al que corresponde.


* C orrespondente, vol. II, pág. 313. H ooke a N ew to n , 17 de enero de
1680.
4 Hcrivcl y Westfall sostienen que el m anuscrito es de 1680; los Hall
y W hiteside m antienen que es posterior a los Principia, habiéndose en ­
contrado una copia fechada «Mar 89/90» entre las cartas de Locke. Véa­
se, Westfall, 1980, págs. 387-88, N o hay razón, sin em bargo, para d udar
de que la solución al problem a de H oo k e se rem onte a 1680, aunque las
versiones existentes de aquella dem ostración sean posteriores. Se sabe
que Locke leyó los Principia, quizás m ientras estaba en H olanda, y una
anécdota — no se sabe si muy fiable— cuenta que pidió a H uygens ga­
rantías sobre ¡a exactitud de la geom etría de N ew ton. D e vuelta a Ingla­
terra en febrero de 1689, Locke conoció a N ew to n y obtuvo de él las
dem ostraciones de las propiedades del movim iento elíptico.
Introducción a Newton 105

elipse y la atracción inversamente proporcional al cuadrado


de la distancia del cuerpo a los focos de la elipse.
N ew ton generaliza de este modo la relación que había
encontrado en 1666 para las órbitas circulares. En ambos
casos N ew ton pasa de una geometría de la discontinuidad
(«Sea A el centro hacia el cual el cuerpo es atraído [véase
la figura] y supóngase que la atracción actúe no de modo
continuo, sino por impulsos discontinuos hechos a inter­
valos de tiempo iguales, a los que consideraremos como
momentos físicos»5) a una geometría del continuo («Su­
póngase ahora que los momentos de tiempo hayan dismi­
nuido en duración y hayan aumentado en número hasta
el infinito, de tal form a que los impulsos, o las fuerzas
impresas p or la atracción puedan convertirse en co n ti­
nuas, y la línea BCD EFG , por el infinito número y la in­
finita pequenez de sus lados BC, C D , DE, etc., pueda
convertirse en una línea curva») con un razonam iento
análogo al de Galileo en la solución de la paradoja de la
rota Aris tote lis propuesta en los Discorsi.

M
106 Maurizio Mamiani

N ew ton jamás com unicó su solución a H ooke. N i


existen pruebas de que estuviese interesado en continuar
por ese camino, a pesar de que le confirmase de manera
tan precisa sus convicciones metodológicas sobre la con­
vergencia de la matemática y la filosofía.
N ew ton estaba cansado de la filosofía, desinteresado
hasta el punto de compararse con un comerciante que se
preocupa de sus asuntos y no de los de los demás, o con
un campesino. Es reluctante a perder el tiempo sin satis­
facción propia o beneficio para los demás. Las discusio­
nes sobre ios cotores (el golpe de gracia le había llegado
de Linus, un belga bastante tosco que no lograba volver a
hacer sus experimentos) habían generado en él la impre­
sión de haberse vuelto un esclavo de la filosofía. Estaba
arrepentido de haber hecho públicos sus descubrimientos
porque después de la publicación de éstos, como escribía
a Collins ya en 1672, no podía ya gozar de su tranquila li­
bertad anterior.
Com o muchas personas introvertidas, Newton se batía
entre el deseo de dedicarse a la investigación siguiendo sus
propias inclinaciones, y el de hacer valer frente a los demás
los méritos propios. N o es difícil adivinar el entusiasmo en
las palabras escritas a Oldenburg para anunciarle el envío
de su memoria sobre los colores: «Tengo la intención de
proponer, con el fin de que sea tenido en cuenta y discuti­
do, el informe sobre un descubrimiento filosófico que me
indujo a la construcción [...] del telescopio, y que no dudo
resultará mucho más apreciado que la comunicación de
aquel instrumento, siendo a mi juicio la más extraordinaria,
si no la más considerable, revelación, que se haya hecho
hasta el presente, de tas operaciones de la naturaleza» 6. La

6 C orrespondence, vo). I, págs. 82-83, N ew ton a O ld en b u rg , 18 de


enero de 1672.
Introducción a Newton 107

desilusión debió ser proporcional a la alta expectativa de


reconocimiento abrigada.
Durante cuatro años, N ew ton se dedica a otros estu­
dios: erudición, historia, teología, alquimia. Fue Edm ond
Halley, el gran astrónomo, quien le sacó de su estado de
letargo. C om o le encantará repetir más tarde, él fue el
Ulises que produjo aquel Aquíles.
H alley se había encontrado a principios de 1684 con
H o oke y con el m atem ático y arquitecto C risto p h er
Wren. La conversación giró en torno a la mecánica celes­
te. Los tres hombres, cada uno por su cuenta, habían lle­
gado a la conclusión de que la fuerza de atracción hacía el
Sol debe disminuir en proporción al cuadrado de la dis­
tancia de los planetas. Posiblemente Halley llegó a esta
conclusión sustituyendo la tercera ley de Kepler en la
fórmula para la fuerza centrífuga publicada, hacía poco,
p o r Huygens, haciendo por tanto de nuevo el mismo re­
corrido que el N ew ton estudiante, quien, sin embargo,
había obtenido dicha fórmula por su cuenta. Wren, a su
vez, había pensado determinar los movimientos celestes
componiendo el descenso de los planetas hacia el Sol con
un movimiento impreso sobre éstos. Y H ooke —como
sabemos— desde 1674 había presentado la misma hipóte­
sis, preguntando más tarde a N ew ton si la ley del inverso
del cuadrado era compatible con las órbitas planetarias.
El problem a en cuestión tiene en realidad sus raíces en
una hipótesis de Gatileo contenida en los Diálogos, y atri­
buida a Platón, en la cual se plantea el origen del sistema
planetario recurriendo al movimiento de caída7. Esta hi-

' N ew ton cita explícitam ente el pasaje de Galíleo en los S co lü ciassia


(véase Casini, 1981, pág. 36) y por tanto más bien tarde, ya que estos
scolii datan de ios años noventa. Pero N ew ton conocía el D iálogo desde
1664, com o lo dem uestran una cita de Gaiileo en las Q u a esu o n es (Mc-
Guire, Tam ny, 1983, pág. 428) y la figura, extraída de la misma obra ga-
lileana, en el m anuscrito en que N ew ton determ ina el valor de la fuerza
IOS Mauricio Ma mían i

pótesis era en aquel tiempo la única a la que podía recu-


rrirse como alternativa a la explicación cartesiana de los
vórtices.
Durante la conversación, H ooke había afirmado poder
demostrar las leyes de los movimientos celestes valiéndo­
se de la relación de la inversa del cuadrado de la distancia
de los planetas al Sol.
Tanto Halley, como Wren, no lo habían logrado en sus
intentos, y Wren ofreció un libro de cuarenta chelines a
quien, en el plazo de dos meses, le hubiese presentado
una demostración del problem a y añadió que el honor
conseguido por el ganador sería bastante m ayor que el
premio. H ooke continuó sosteniendo estar en posesión
de la dem ostración, pero querer mantenerla en secreto
con el fin de que otros, después de haber intentado en
vano obtenerla, valorasen con toda justicia su descubri­
miento. La historia no le dio la razón.
En agosto de ese mismo año, no sabemos por qué mo­
tivo, Halley se encontraba en Cambridge y visitó a N ew-
ton, a quien había conocido en 1682. El relato de lo que
se dijeron nos ha sido transm itido por A braham D e-
Moivre:

[...] después de llevar un rato juntos, el Dr, [Halley] le pre­


guntó cuál pensaba sería la curva descrita por un planeta, supo­
niendo que la fuerza de atracción hacia el Sol fuese recíproca al
cuadrado de su distancia a aquél. Sír Isaac respondió inmediata­
mente que sería una elipse. El Doctor, lleno de alegría y sorpre­
sa, le preguntó cómo lo sabía. Porque la he calculado —le res­
pondió. Tras lo cual, el Dr. Halley le pidió el cálculo sin más
demora. Sir Isaac buscó entre sus papeles y, al no conseguir en­
contrarlo, le prometió volver a hacerlo y después mandárselo...8.*9

centrífuga (ca. 1666). T anto la figura, com o la cita de las Q uaestiones, se


refieren a pasajes del D iálogo que respaldan el «altísimo pensamiento»
de Platón tras d que se esconde el propio Galileo.
9 C itado en Westfall, 1980, pág. 403.
Introducción a N ew ton 109

Pero N ew ton hizo más. En noviembre envió a Halley


un breve tratado titulado D e motu corporum in gyrum .
Halley comprendió la originalidad del trabajo de N ew ton
e intuyó su importancia para una nueva sistematización
de la mecánica celeste. Casi inmediatamente, H alley in­
form ó a la Sociedad del tratado, y decidió convencer a
N ew ton de que expusiese de forma completa sus descu­
brimientos.
N ew ton, por su parte, cautivado por la belleza del p ro ­
blema, dejó a un lado los estudios teológicos y aiquímicos
y se dedicó a la tarea con una intensidad que asombró a
su nuevo compañero de habitación en el Trinity, H um -
phrey N ewton, que le hacía las veces de secretario y es­
cribiente. SÍ otorgamos fe a su testimonio, Isaac N ew ton
estaba literalmente fuera de sí:

Tan absorto, tan inmerso en sus estudios, que come con gran
parquedad, es más, a menudo se ha olvidado por completo de
comer, de tal forma que al ir a su habitación he encontrado su
plato intacto. Cuando se lo hacía notar, respondía, «ya como»,
y acercándose a la mesa comía uno o dos bocados de pie [...].
Las rararas veces en que quería comer en el refectorio, daba la
vuelta a la izquierda y salía a la calle, donde se paraba, cuando se
daba cuenta de su error, y volvía corriendo, aunque a veces en
vez de ir al comedor, regresaba de nuevo a su habitación
Cuando alguna vez paseaba [en e! jardín], se paraba de repente,
se giraba y corría por las escaleras gritando eureka, como otro
Alquímedes [sic], se precipitaba a escribir en la mesa quedándo­
se de pie, sin darse tiempo para acercar una silla y sentarse \

Después de dos años de intenso trabajo, durante los cua­


les N ew ton consultó a Flamsteed para obtener los resulta­
dos de las más recientes observaciones celestes, el manus­
c rito del p rim e r libro de los Philosopbiae natu ra lis

’ Keynes, MS. 135.


n o Maurizio Mamiani

principia mathematica, escrito a m ano p o r H um phrey


Newton, estaba preparado, y el 28 de abril de 1686 fue en­
viado a fa Roy al Society. Al año siguiente serían entregados
el segundo y el tercero. Halley informó a N ew ton que él
mismo asumía los gastos de publicación (la Sociedad lo res­
paldaba, pero no tenía fondos). Halley tuvo que decirle a
Newton también, que H ooke exigía un reconocimiento de
su participación en el descubrimiento de la ley de la inversa
del cuadrado, pues le había comunicado esta hipótesis en
las cartas de 1679/80, aunque reconocía a N ew ton la de­
mostración de la curva generada de acuerdo a esta ley.
Newton respondió primero de manera muy conciliadora,
juzgando que podía conseguir un buen acuerdo con H o-
oke, pero poco después su reacción se hizo muy violenta.
H ooke exigía que se hiciese justicia y estaba muy nervioso.
Newton se puso a rebuscar entre sus viejos papeles para
demostrar que conocía la ley del inverso del cuadrado antes
que Hooke. Com o afirma con gran acierto Westfall, N ew ­
ton no se lució, precisamente, en el incidente. Su reacción
(amenazó con no publicar todo el tercer libro, el dedicado
al sistema del mundo) fue algo pueril; tacha en su manus­
crito, por ejemplo, con firmes trazos de pluma, todas las
manifestaciones de cortesía hacía H ooke (el «muy distin­
guido Hooke» se convierte en un escueto «Hooke»), más
tarde se lo piensa y elimina por completo el pasaje. Westfall
piensa que el incidente no deja en buen lugar tampoco a
Hooke, quien no se habría dado cuenta de que sus preten­
siones sobre la ley del inverso del cuadrado y sobre la
forma de la Tierra, tomadas aisladamente, no poseían gran
valor, frente a un sistema m atem ático general del un i­
verso 10. Implícitamente hace suya la opinión del científico
francés Clairaut, quien verá en el caso de H ooke un ejem­
plo de la diferencia que existe entre una verdad intuida y*

* W estfall, 1980, pág, 4 5 i.


Introducción a Newton líl

una demostrada. En este sentido es aceptable la tesis de


Westfall de que el incidente es irrelevante para comprender
el descubrimientb de la gravitación universal, y que sola­
mente puede interesar por la luz que arroja sobre la perso­
nalidad atormentada de N ewton. De ahí a unos anos des­
pués, el científico, en efecto, caerá en una fuerte depresión,
manifestando síntomas de desequilibrio mental y manías
persecutorias.
Pero hay otra manera de interpretar el conflicto que
tiene menos que ver con la psicología de los personajes im­
plicados y que concierne, en cambio, al significado general
de la ciencia y de la filosofía, además de a los respectivos
métodos de investigación. Ya en 1672, el enfrentamiento
entre H ooke y N ew ton sobre la teoría de los colores había
puesto sobre el tapete la verdadera clave de la cuestión.
H ooke se había negado a tomar en serio la afirmación de
N ew ton según la cual la ciencia de los colores era tan cierta
como las demostraciones matemáticas. H ooke reclamaba
la autonomía del saber filosófico, respecto al matemático,
y, en la ya citada carta a Lord Brouncker, apelaba a la auto­
ridad de Bacon. Su concepción de la filosofía experimental
se decantaba unilateralmente del lado de la tradición de la
historia natural, que también Boyle cultivaba. H ooke era
víctima del antiguo prejuicio según el cual las matemáticas
eran como máximo un instrumento útil que no puede aspi­
rar a alcanzar la verdad. El conocimiento filosófico era un
conocimiento hipotético, basado en experimentos («Nada
hay que conduzca tanto al progreso de la filosofía, como el
examen de las hipótesis mediante los experimentos, y la in­
vestigación de los experimentos mediante las hipótesis, y
cuento con la autoridad del incomparable Verulamio que
me avala» "), para la obtención del cual era necesario un 1

11 C orrespondence, vol. I, pág. 202. H ooke a Lord Brouncker, junio


de 1672.
512 Maurizio Mamiani Introducción a Newton 113

ingenio sutiJ y dialéctico, no el pedante esfuerzo del mate­ da. Y N ew ton debería estar satisfecho, sobre todo, por
mático. haber demostrado con el tercer libro «cuál es el valor de
N ew ton, como hemos visto, era de la opinión total­ la matemática para la filosofía natural» ’3 al cual no había
mente contraria: ya su proyecto de fundar una ciencia estado dispuesto a reconocer su valor en la doctrina de
matemática de los colores suponía la propuesta de un los colores.
nuevo método de investigación filosófica, que, entre otras La reacción furiosa de N ew ton en su enfrentamiento
cosas, no reconocía ningún valor a las hipótesis. La ferti­ con H ooke denuncia explícitamente la situación de mino­
lidad de este m étodo recibía ahora una im presionante ría intelectual en que hasta entonces, incluso los filósofos
confirmación con la publicación de los Principia. mecánicos, habían confinado el trabajo de los matemá­
La contraposición, que no era sólo la de dos hombres, ticos:
sino que implicaba a toda la sociedad científica de la épo­
ca, se revela con claridad, tanto en 1672 como en 1686, ¡Qué bonito! Los matemáticos que descubren, resuelven y
tras el hastío, los desdenes y las amarguras personales. hacen todo el trabajo han de contentarse con no ser más que ári­
El rol del matemático y el del filósofo estaban entonces dos y aplicados calculadores, y otro, que no hace nada pero pre­
(y seguirán estándolo posteriormente) totalmente separa­ tende aprovechar todo, arrampla con todas las invenciones, tan­
to las que le han precedido, como las que le seguiránl4.
dos, y es justam ente H alley quien señala el verdadero
quid de la cuestión cuando invita a N ew ton a desistir de
H ooke había tirado a dar, y no sólo: había hecho algo
su intención de no publicar el tercer libro (el libro «filo­
aún más mezquino publicando con su propio nombre la
sófico»):
hipótesis de Borelli (¿acaso no había hecho lo mismo con
Señor, debo de nuevo rogaros que no permitáis que vuestro la teoría cartesiana de ía luz?). La verdadera dificultad en
resentimiento sea tan grande que nos prive de vuestro tercer li­ el caso de la ley del inverso del cuadrado no consistía tan­
bro, en el que la aplicación de vuestra doctrina matemática a la to en enunciarla (cualquier matemático podría haberlo
teoría de los cometas, y diversos curiosos experimentos, que, hecho después de la publicación p or Huygens de la fór­
como deduzco de lo que escribís, deberían hacerse, lo hará in­ mula para calcular la fuerza centrífuga), cuanto en de­
dudablemente aceptable para aquellos que se autodenominan fi­ mostrarla. N ew ton no ve ninguna diferencia cualitativa
lósofos sin matemáticas, que son, con mucho, ía mayor parte12. en una hipótesis: ésta es siempre arbitraria, hasta no ser
demostrada; pero entonces no es ya una hipótesis.
Halley, que muestra no saber exactamente qué conten­ Sus reflexiones metodológicas habían hecho entrar a
drá el tercer libro, se da cuenta, sin embargo, que éste es N ew ton en conflicto con uno de los aspectos más com ­
el verdadero objetivo de la doctrina matemática expuesta partidos de la ciencia de su tiempo. Huygens, que reco­
en los dos primeros libros, y que sin él, la fuerza innova­ nocerá el valor matemático de los Principia, juzgará «ab-
dora de los descubrimientos de N ew ton quedaría mutila­

1J Lecciones O pticae, MS. Add. 4002, f. 23.


13 Correspondence, vol. TI, pág. 443, 14 C orrespondence , vol. II, pág. 435.
114 Maurizio Mamiani

surda» la hipótesis de la atracción. N ewton es más radi­


cal: todas las hipótesis, en cuanto tales, son «absurdas» y,
por tanto, una vale tanto como otra cualquiera.
La atracción no es una hipótesis, en el sentido de los fi­
lósofos mecánicos, sino una cuestión matemática general,
que hace abstracción de la determinación física de la fuer­
za misma. T odo esto era consecuencia del m étodo de
Newton, descrito, sin embargo, sólo entre líneas. Nadie
se tomó la molestia de descifrarlo. Nadie lo tomó en se­
rio; a los mejor dispuestos les parecía un astuto expedien­
te para evitar el com prom iso de una disputa filosófica.
Por consiguiente, nadie, ni los filósofos, ni menos aún los
matemáticos, lo entendió.
N o hay por tanto que extrañarse de que el recensor de
los Principia en el «Journal des Savants» reconozca que la
obra es el tratado sobre mecánica más perfecto que se
pueda imaginar, pero sostenga también que ¡a obra, aun­
que dem uestra muchas propiedades mecánicas, no d e­
muestra en absoluto la hipótesis central, es decir, que la
atracción exista. Lo que es tanto como decir: gran mate­
mática, pobre filosofía.
La reacción del erudito periódico científico francés será
el paradigma recurrente con que el Continente, salvo pocas
excepciones, juzgará la obra cuyo título parece incluir in­
congruentemente la palabra philosopbia. El mismo Kant se
dirá convencido que no es posible establecer principios
matemáticos en filosofía, al igual que no es posible lo con­
trario. H ooke fue, como afirma Westfall, «desintegrado»
por la reacción de N ewton, pero llevó a cabo su venganza
de manos de la ignorancia de contemporáneos y venideros.
Por el momento H ooke se limitó a escribir en su diario: «El
interés no tiene conciencia; aposse ad esse non valet Come-
quentia» [del poder al ser no vale la consecuencia],s.IS

IS C itado en Westfall, 1980, págs. 451-52.


Introducción a Newion 115

Los Pbilosophiae NaturaUs Principia Matbematica se ter­


minaron de imprimir, gracias a los asiduos cuidados de Ha-
lley, a los que dedicó todo su tiempo, el 5 de julio de 1687.
La obra venía precedida por un prefacio bastante críti­
co, que conectaba con las ideas de las inéditas Lectiones
Opticae de 1670. En él N ew ton sostiene la tesis de la con­
vergencia real de matemáticas y filosofía natural, con la
posibilidad de demostrar matemáticamente las propieda­
des de los objetos físicos y de ampliar los confines de la
matemática mediante la observación y el experimento.
Curiosamente, el prim er aspecto de la tesis, con la con­
siguiente condena de las hipótesis, no es desarrollado,
sino que la atención de N ew ton se centra en la geometría,
para someter a critica su secular aislamiento aristocrático.
Los principios de la geometría no son geométricos, sino
físicos (una tesis defendida con gran energía precisamente
al comienzo de las Lectiones Opticae) y, concretamente,
mecánicos. Pero la mecánica de los antiguos se limitaba a
las potencias manuales y N ew ton pretende dedicarse a las
naturales, es decir, a la filosofía de la naturaleza, expo­
niendo los principios matemáticos de la filosofía y am­
pliando, p or ende, los límites en los que estaban usual­
mente confinadas la geometría y la mecánica.
Antes que atacar directamente el método de los filóso­
fos, N ew ton prefiere acentuar la denuncia de la escasa au­
dacia de los matemáticos (en las Lectiones, en cambio,
hace ambas cosas). Seria deseable que el mismo método
fuese igualmente eficaz para explicar el microcosmos (ios
enlaces de las partículas entre sí, el espíritu eléctrico, la
fermentación, la vida, etc.), como ha revelado serlo para
el macrocosmos (si la naturaleza es simple y siempre con­
cordante consigo misma, quizás sea posible explicar me­
diante las mismas fuerzas tanto los movimientos de los
cuerpos pequeños, como los de los grandes). De hecho,
los filósofos continúan buscando en vano la naturaleza
116 Maurizio Mamíani

del microcosmos, como en vano buscaron anteriormente


la del macrocosmos (en las Lecciones sugiere que esto se
debe a lo inadecuado de su método). Los Principia son,
por consiguiente, un modo diferente de filosofar, respec­
to al cual sin duda existirá algún otro aún más verdadero
(aunque ciertamente no los del pasado, ni el hipotético de
los cartesianos).
Es necesario, sin embargo, precisar que el resumen del
prefacio que acabo de exponer ha sido interpretado con
gran esfuerzo gracias a las aclaraciones contenidas en pa­
sajes conceptual mente similares de las Lecciones Opticae¡
en un borrador manuscrito del propio prefacio, y en una
proyectada conclusión16.
N ew ton escribe el prefacio de forma tan elíptica que
casi parece que esté conversando consigo mismo. Se ha
afirmado a menudo que N ew ton buscaba la dificultad y
oscuridad de los Principia (como él mismo sostiene) para
evitar disputas con filósofos de diversas tendencias o con
diletantes de las matemáticas. Es probable que ésta sea so­
lamente una justificación a posteriori. Por otra parte, la
novedad de ia obra no consistía sólo en su contenido,
sino también en el método propuesto. Éste era más difícil
de comprender que de seguir; tanto un matemático como
un filósofo acababan reteniendo sólo lo que atañía a su
formación específica. La recensión del «Journal» es a este
respecto significativa; pero incluso Locke, que también
recensionó los Principia ’7, probablemente sin dominar las
demostraciones matemáticas, orienta la cultura filosófica
en una dirección en que la propuesta de N ew ton pierde
vigor y eficacia,
La obra de N ew ton es una gran síntesis de la revolu­
ción científica del siglo xvn, una genial sistematización de

14 Véase, Hall, Boas H all, 1978, págs. 302-305,321-33.


17 B ibltolhhque U n iv e n e lle et H iíto riq u e , 8, 1688, págs. 436-50.
Introducción a Newton 117

los principios fundamentales que habían llevado a la de­


cadencia a la física aristotélica. Al mismo tiempo, es tam­
bién el ejemplo de un método que, según N ewton, el co­
nocim iento filosófico debía asum ir y m antener. El
resultado del prim er aspecto del trabajo de N ewton lleva­
rá a la construcción del edificio al que se ha solido deno­
minar física clásica. El segundo aspecto se convertirá en la
metodología científica dominante, de la cual bien pronto
la filosofía se liberará (o viceversa, como a menudo se ha
afirmado). El resultado será la separación entre ciencia y
filosofía, un resultado ciertamente no deseado por N ew ­
ton, pero que es igualmente cierto que derivó de su obra.
Los Prinápia comienzan con la enunciación de las le­
yes del m ovim iento, suponiendo que todos los m ovi­
mientos tienen lugar en un espacio vacío que no opone
resistencia. Las leyes del movimiento, a las que N ew ton
denomina también «axiomas», vienen precedidas por una
serie de definiciones que constituyen los principios de la
mecánica clásica. Después de las definiciones y ios axio­
mas se inserta el célebre escolio (fiel a! método expuesto
de manera aproxim ada en el juvenil D e G ravitatione,
N ew ton introduce en los escolios sus comentarios filosó­
ficos) sobre el espacio y el tiempo. De manera muy con­
cisa, N ew ton condesa aquí las numerosas páginas que de­
dicó a! problema en el D e gravitatione. El espacio y el
tiempo son los dos conceptos que principalmente elabora
desde un punto de vista filosófico. En el escolio de los
Principia la discusión se reduce en gran medida: N ew ton
recurre sustancialmente a su método de la generalización
y —tema que ya hemos encontrado además en la voz Phi-
losopby de las Quaestiones— a la separación entre la na­
turaleza de las cosas que la filosofía debe investigar, y los
actos de la sensación. El tiempo relativo, aparente y co­
mún, es una medida sensible (exacta o inexacta) de una
duración cualquiera; el espacio relativo, aparente y co-
118 Maurizio Mamiani

mún, es una dimensión normalmente definida p o r nues­


tros sentidos. Así, dada la falta de certeza del conoci­
miento sensible (tema constante en N ew ton y de clara as­
cendencia cartesiana), en lugar de los lugares y de los
movim ientos absolutos, es decir, verdaderos, usamos
aquellos relativos a nuestros sentidos, lo que no plantea
inconvenientes en las cosas humanas, pero «en las filosó­
ficas debe hacerse abstracción de los sentidos»1®. Por ello
es conveniente distinguir el espacio y el tiempo absolutos,
ciertos y matemáticos (aunque no los podamos percibir
con nuestros sentidos), de sus medidas relativas y sensi­
bles. De hecho, el movimiento verdadero se puede distin­
guir del relativo sólo con respecto al espacio y tiempo ab­
solutos.
A quí N ew ton introduce el fam oso experim ento del
cubo suspendido que debe demostrar la presencia, en el
movimiento circular cierto, de fuerzas de alejamiento de]
eje, fuerzas que son nulas en el movimiento circular es­
trictamente relativo. El argum ento de N ew ton, al igual
que el experimentum crucis sobre los colores refractados,
está en gran medida construido desde un punto de vista
retórico y produce un efecto de convicción casi hipnóti­
co. Aún con todo, el problema del movimiento, ya afron­
tado por Descartes y Galileo sofisticadamente, se desvía
bruscamente con N ew ton hacia los bretes de una concep­
ción esencialista: existe un movimiento verdadero y abso­
luto, contrapuesto al m ovim iento aparente y relativo.
Newton, además, no logra diferenciar bien «relativo» res­
pecto a nuestros sentidos, y «relativo» respecto a las rela­
ciones espaciales. El movimiento circular no siempre es
relativo respecto a nuestros sentidos, pero sí lo es respec­
to al centro.
Las proposiciones del primer libro demuestran, basán-1

11 Principia., 1972, pág, 49.


Introducción a Newton 119

dose en las definiciones y los axiomas propuestos, las le­


yes del movimiento planetario de Kepler, recurriendo a
una fuerza central que actúa según la inversa del cuadra­
do de la distancia. Desarrollando la idea de la proporcio­
nalidad entre peso y masa, N ew ton entiende por fuerza
de atracción la suma de las atracciones de las partículas
singulares que constituyen la masa de un cuerpo, y de­
m uestra que una esfera que ejerciese una atracción se
comportaría como si toda su masa estuviese concentrada
en el centro.
En el segundo libro se afronta el problema del movi­
miento en los medios que ofrecen resistencia, como el
movimiento de los cuerpos en fluidos o sobre éstos; estu­
dia también la forma de los cuerpos que ofrecen una mí­
nima resistencia, y realiza un análisis del movimiento on­
dulatorio. La parte final del libro está dedicada a la
refutación de la hipótesis cartesiana de que los planetas
son transportados p o r vórtices corpóreos. N ew ton de­
muestra que las leyes de Kepler, en ese caso, no se respe­
tarían. En consecuencia, concluye que la causa del movi­
miento de los planetas no es de origen mecánico, ya que
la gravedad actúa en proporción a la masa de los cuerpos
y no a la de su superficie.
En el tercer libro expone, basándose en los principios
establecidos en los libros precedentes, el sistema del mun­
do. Se describen los movimientos de los satélites de Júpi­
ter y de Saturno, ios de la Tierra y los de los planetas si­
tuados en torno al Sol. Se indica la manera de calcular la
masa del Sol y de los planetas, conociendo la masa de la
Tierra, cuya densidad se calcula entre cinco y seis veces
superior a la del agua. La forma de la Tierra es matemáti­
camente calculada y se encuentra el valor de la variación
de la dirección del eje de la Tierra por efecto de la fuerza
de torsión ejercida por la gravitación hacia el Sol. N ew ­
ton calcula también las irregularidades del movimiento
120 Maunzio Mamiani

lunar y explica las mareas como un efecto de la acción


gravitacional conjunta de ta Luna y del Sol. Realiza, ade­
más, un sorprendente trabajo sobre los cometas: demues­
tra que éstos son integrantes del sistema solar y pone a
punto un método para calcular su órbita mediante apro­
ximaciones sucesivas. Junto al imponente aparato demos­
trativo matemático, los Principia contienen, además, mu­
chas partes experim entales (los experim entos con
péndulos se encuentran entre los más refinados).
En una conclusión que fue después suprim ida, pero
que debía integrar la prim era edición de los Principia,
N ewton afirma haber explicado el mundo visible, pero
no el invisible. Este último depende del movimiento de
partículas diminutas que escapan a los sentidos, pero cu­
yos efectos son patentes: el calor, la fermentación, la p u ­
trefacción, la vida, la sensibilidad animal. N ew ton sospe­
cha incluso que en el microcosmos actúan fuerzas afines a
las del macrocosmos, del tipo de la gravitación, del mag­
netismo y de la electricidad. Su sospecha se funda en la ya
muy antigua idea de que la naturaleza es simple y siempre
acorde consigo misma. Pero —sostiene N ew ton— «no
comencé a cultivar la filosofía por este motivo, salvo en
una mínima parte»
En la conclusión N ew ton trazaba, para los contem po­
ráneos y sucesores, el programa de investigación en este
campo y no cabe duda de que pensaba que la tarea estaba
al alcance de la mano.
En otro borrador manuscrito, esta vez del prólogo —y
también suprim ido—, afirma: «En efecto, si todos los
movim ientos naturales, tanto de los cuerpos menores
como de ios mayores, se pueden explicar mediante fuer­
zas de tal género, no quedará más que investigar las cau-

t!l MS. Add. 40005, f. 25. Hall, Boas Hall, 1978, pág. 521.
Introducción a N ew ton 121

sas de la gravedad, de la atracción magnética y de las de­


más fuerzas»20.
N o es, sin embargo, cierto que N ew ton no se hubiese
dedicado a investigar el microcosmos. Su interés por la al­
quimia, documentable desde los años de juventud, da tes­
timonio de ello. La historiografía reciente a menudo ha
subrayado, con desatino, el significado de la actividad al-
qutmica de N ew ton (a la que dedicó, en efecto, gran parte
de su tiempo), oponiéndola a la científica. Sabido es que
Keynes, cuando adquirió en subasta algunos de los ma­
nuscritos alquímicos de N ew ton, exclamó encontrarse
ante el último de los magos, no el primero de tos cientí­
ficos.
N ew ton extrae de la alquimia una sugerencia que casa
con sus concepciones atomistas: la materia de todas las
cosas es una sola y se transforma mediante operaciones
naturales en las innumerables clases de cuerpos. En la pri­
mera edición de los Principia introdujo esta convicción
bajo la forma de hipótesis 21, que posteriorm ente supri­
mió en las siguientes ediciones. La huella que queda en
las obras impresas de su actividad alquímica puede pare­
cer modesta, pero se funde con los informes acerca de sus
experimentos, como ocurre en las Qtteries de la Opticks.
Si puede considerarse a N ew ton un maestro del método
experimental, no hay duda de que su maestría también se
formó entre los alam biques y los atanor. Aún más, es
muy probable que su interés por la actividad manual, a
menudo una exigencia de la experimentación tanto como
de la alquimia, constituyese la principal fuente de satis­
facciones de su vida.*1

!0 MS. Add. 3965, í. 620. Ib id ., pág. 304.


11 «H ipótesis III. T odo cuerpo puede ser transform ado en un cuerpo
de cualquier o tro género y revestirse a continuación de todos los grados
intermedios de las cualidades», Principia, 1972, pág. 550.
122 Maurízio Mamiani

De los manuscritos alquímicos que se conservan, y que


todavía quedan en gran parte por analizar, surge un con­
cepto fundamental, el de fermentación, en torno al cual
volvió N ew ton varias veces. La fermentación es la clave
de la transformación de unos cuerpos en otros. Ésta actúa
en los cuerpos vivos y en num erosos otros fenómenos
químicos, Si verdaderamente N ew ton había creído en la
Gran O bra —y no existen motivos para dudarlo— , más
tarde se convenció de que obtener oro a partir de otros
metales no era posible, precisamente porque éstos no p o ­
dían fermentar.
De este modo se reforzaba su convicción de que existí­
an otras causas, además de las mecánicas; no sólo la atrac­
ción gravitacional actuaba de manera distinta a como sue­
len hacerlo las causas mecánicas. En la polém ica con
Leibniz emerge claramente su orientación antimecani-
cista, una componente no secundaría de su anticartesia­
nismo.
N ew ton no consiguió de todas formas extraer de sus
investigaciones alquímicas más que la exigencia de afir­
mar que existen todavía causas desconocidas de los fenó­
menos físicos. Lo cierto es que ni Lazarus Zetzner ni el
resto de los alquimistas con una abultada presencia en la
biblioteca newtoniana, eran «gigantes», e hízarse sobre
sus hombros no permitía ver muy lejos.
Después de la publicación de los Principa, N ew ton,
que había reanudado su dedicación a la alquimia, pasó
por una mala época. 1693 fue su año negro; no dormía,
no comía, escribía cartas ofensivas a los amigos: p o r
ejemplo, escribió una a Samuel Pepys —que fuera presi­
dente, sin mérito alguno, de la Royal Society— en la que
daba por concluida su relación con él, u otra a Locke en
la que le acusaba de tram ar a sus espaldas enredos con
mujeres.
Su carácter empeoró, si es que aun podía hacerlo. Al-
Introducción a Newton 123

gún intérprete reciente ha pensado, basándose en los sín­


tomas indicados por N ewton, que se trataba de una into­
xicación crónica por mercurio, cuyo uso en los experi­
m entos alquím icos era frecuente y abundante. Sin
embargo, N ew ton se repuso m uy pronto, cosa im proba­
ble de haberse tratado verdaderamente de un envenena­
miento. Lo más plausible es que fueran una serie de desi­
lusiones, entre ellas la frustración por un estatus social
que consideraba inferior, en gran medida, a sus méritos,
lo que provocara la crisis.
Poco después N ew ton volvió a dedicarse de lleno a su
teoría lunar y mantuvo un intercambio de corresponden­
cia con el astrónomo Flamsteed (la pelea fue inevitable) y,
mientras tanto, había dado nueva forma a sus investiga­
ciones en óptica, que más tarde publicaría.
Pero, en su opinión, el mundo académico había perdi­
do ya todo valor. U n amigo, Charles Montagu, hábil po­
lítico y, prácticamente con toda seguridad amante de su
sobrina Catherine Barton, le consiguió en marzo de 1696
el puesto de director de la Casa de la Moneda en Londres.
N ew ton ingresó así en la burocracia estatal; tres años más
tarde sería ascendido a gobernador, el cargo más alto de
la casa. El trabajo estaba bien remunerado, pero es difícil
creer que éste fuera el único motivo de su decisión; des­
pués de haber pasado 35 años en Cambridge, verosímil­
mente estaba cansado de ver cómo sus colegas acaparaban
todos los beneficios eclesiásticos sin producir nada para la
universidad. Por lo que sabemos, no escribió nunca, ni si­
quiera una carta, a los colegas que había dejado en el T ri­
ni ty 2Z.

a Westfall, 1980, pág. 550.


Capítulo 9
En Londres. La «Opticks». Metafísica y religión

El cargo en la Casa de la M oneda muy pronto reveló


ser todo !o contrario a una sinecura para N ew ton. El si­
glo llegaba a su fin y la física y sus métodos ya no eran los
mismos; pero el autor de este cambio de dirección inte­
lectual se encontraba ahora ocupado en dar caza a falsifi­
cadores y cercenadores de monedas. La plata era el metal
de curso legal; las monedas eran delgadas, sin troquelado,
y era muy fácil cercenarlas con cizallas. La Casa de la
Moneda, justo cuando entró N ew ton, estaba adoptando
medidas para remediar el hecho de que el peso medio del
chelín se hubiese reducido a la mitad: acuñó nuevas m o­
nedas y retiró las viejas. Los cercenadores, en consecuen­
cia, cambiaron de ocupación y se convirtieron en falsifi­
cadores. Entonces, se agravaron las penas: desde 1697
todo el que acuñase monedas, construyese o reparase ins­
trum entos con este objeto, era considerado culpable de
alta traición y castigado con la horca.
N ew ton intentó en vano sustraerse a la obligación
124
Introducción a Newton 125

(«vejatoria y peligrosa» como escribió) de perseguir falsi­


ficadores, pero, al no conseguirlo, se empeñó en ello con
su fervor habitual. El director de la Casa de la M oneda te­
nía la obligación de capturar a los falsificadores, recoger
las pruebas en su contra y testificar en el tribunal. Todo
lo que N ew ton consiguió con sus protestas fue un segun­
do ayudante. Pero esto no bastó para evitarle frecuentar
las tabernas y lugares de mala reputación, así como las
prisiones —como la de Newgate— para recoger pruebas
contra los falsificadores. En dos meses recogió unas 58
declaraciones, y existen pruebas de que en sus primeros
años el departamento de N ew ton persiguió a más de cien
falsificadores
El mundo que N ew ton descubrió en Londres le era to­
talmente extraño y podemos pensar, con razón, que éste
le absorbió la m ayor parte del tiempo. N ew ton recogía
las notas de los testimonios de los procesos en grandes
cajas y sabemos por C onduitt que él mismo ayudó a su
ilustre allegado a quemar unas cuantas; podemos imagi­
nar el contenido. Com o administrador de justicia, fuese
divina o hum ana, N ew ton debió sentirse totalm ente a
gusto.
Finalizada la sustitución de moneda y convertido en
gobernador, N ew ton tuvo más tiempo libre a su disposi­
ción. Pero la época creativa ya se había pasado. En 1703
se convirtió en presidente de la Royal Society y, una vez
muerto H ooke, se decidió a publicar la Opticks —que es­
taba lista, al menos en parte, desde los años noventa—
junto a dos tratados matemáticos escritos mucho tiempo
antes.
La Opticks es una obra maestra de filosofía experimen­
tal, aunque a los contemporáneos Ies impresionase menos
que los Principia. En ella, N ew ton organiza de la forma

1 Westfall, 1980, pág. 569.


126 Maurizio Mamíani

que considera más convincente, es decir, more geom é­


trico, sus descubrimientos acerca de los colores y del con­
cepto de heterogeneidad de la luz. Retoma con obstina­
ción el discurso sobre el método de la investigación física
y se las ingenia para eliminar cualquier vestigio, por vela­
do que fuera, del carácter hipotético de sus tesis.
En el apéndice del libro, N ew ton propone queries, es
decir verdaderas preguntas. Es aquí donde van a parar las
hipótesis, planteadas de manera muy distinta a las verda­
des comprobadas y demostradas. Se trata, en efecto, de
conjeturas propuestas para ser examinadas mediante ex­
perimentos. En ellas N ew ton vuelve a encontrar el placer
aventurero del pensamiento creativo, haciendo una répli­
ca, quizá inconscientemente, del modelo de las ya lejanas
Quaestiones de su juventud. Ya en 1706, en la edición la­
tina a cargo de Ciarke, N ew ton introdujo nueve qttaes-
tíones, y hace otro tanto con las ediciones posteriores,
como se ilustra en el esquema de la página siguiente.
En la tercera edición se vuelven a numerar y se amplían
notablemente las queries de 1706; se añaden además ocho
queries sobre el éter. Las variaciones son significativas.
N ewton esboza una concepción no mecanicista del éter,
y el espacio vacío ya no es tal, en sentido absoluto: está
vacío de materia, pero en él actúan las misteriosas fuerzas
etéreas que obedecen a leyes todavía no conocidas. Sin
duda este éter ya no tiene nada que ver con el de D es­
cartes.
En las Queries N ew ton se dedica a casi todo: estudia la
polarización de la luz, sugiere la sospecha de que las fuer­
zas que mantienen unidos a los átomos son de naturaleza
eléctrica, retoma experimentos alquímicos, especula sobre
las cualidades ocultas, sobre las causas mecánicas, sobre
Dios y sobre la relación de la filosofía de la naturaleza y
la filosofía moral. Los años de madurez de N ew ton pare­
cen un intento de perseguir y reencontrar la perdida crea-
128 Maurizio Mamiani Introducción a Newton 129

tividad juvenil. De todas maneras, contrariam ente a lo sultar de utilidad leer las páginas dedicadas a N ew ton por
que se piensa, el intento no fracasó en absoluto. En las el erudito alemán Brucker en su Historia critica philosop-
Queries, y en otros borradores manuscritos, encontramos hiae (Leipzig, 1744)L
intuiciones de gran Interés sobre la naturaleza de la elec­ En el Escolio general N ew ton expone sus concepcio­
tricidad y sobre la teoría atómica de la materia. El micro­ nes metafísicas sobre Dios, sobre la naturaleza, y sobre
cosmos ejercía en ese momento sobre él la misma fascina­ las relaciones entre ambos. En él se aventura en la metafí­
ción que el macrocosmos en su juventud. sica cartesiana, como en libros anteriores había hecho con
En esta época se intensificaron de nuevo las controver­ la física. N ew ton niega el dualismo cartesiano entre pen­
sias: primero con Flamsteed, después la conocidísima con samiento y materia, porque lo considera un astuto expe­
Leibniz, sobre la que ya se ha dicho codo cuanto podía diente para asegurar la autonomía de esta última y porque
decirse. de este modo, el pensamiento de Descartes, como el de
Para la segunda edición de los Principia (1713), New- Leibniz con su «armonía preestablecida», dejan al mate­
ton preparó un Escolio general que expone directamente rialismo el camino libre y lo legitiman. El concepto de
sus concepciones metafísicas, retomándose algunas de és­ naturaleza de D escartes3 es rechazado: el caos y las leyes
tas en el Commercium epistolicum. El Escolio pudo pare­ de la naturaleza no son suficientes para dar forma al m un­
cer a los contemporáneos una especie de añadido postizo, do. N ew ton afirma:
pero no lo es. Sus raíces ahondan en la personalidad de
N ew ton y se sueldan a sus concepciones religiosas. Lo De una ciega necesidad metafísica, que es idéntica sin duda
que N ewton hizo público es solamente un aspecto de su siempre y en cualquier parte, no nace una variedad de cosas.
intensa actividad de investigación, y posiblemente, para Toda la diversidad de las cosas, ordenada según los lugares y los
tiempos, solamente pudo nacer de las ideas y de la voluntad de
él, no el más importante. Esto no nos autoriza a conside­
un ente necesariamente existente4.*
rarle una especie de esquizofrénico — como con frecuen­
cia se ven obligados tácitamente a asumir los intérpretes
m odernos—, dividido entre las denom inadas ciencias
exactas, las cuestiones religiosas, la alquimia y la adminis­ 1 Véase, M. Mamiani, «Studi sul concetto di spazio in etá moderna:
tración de la Casa de la Moneda, problem i di m éto d o e linee di ricerca», R iv ista d i filo so fía , 14, 1979,
N ewton fue un filósofo del siglo xvn, y el campo en el págs. 269-80.
que ejerció su reflexión no es ni menos amplio, ni muy * «Considérese pues, en prim er lugar, que p o r naturaleza no entiendo
alguna divinidad o algún o tro tipo de potencia imaginaria, sino que u ti­
diferente de aquel en que se movió Descartes. El motivo lizo esta palabra para indicar la materia misma, en tanto dotada de todas
por el cual actualmente encontramos en los manuales de las cualidades qu e le he atribuido, todas ellas reunidas, y con la condi­
historia de la filosofía a Descartes y raramente (o de fo r­ ción de que D ios continúe conservándola del m ismo m odo en que la ha
ma breve) a N ew ton es tan complejo, tan ligado a los su­ creado. P orque sólo de ahí, que continué conservándola, se sigue nece­
sariamente que los diversos cambios que deberán darse en sus partes, no
cesos históricos posteriores que llevaron a la separación podrán atribuirse a la acción de Dios, puesto que ésta no cambia, sino
entre ciencia y filosofía, que aquí ni siquiera empezaré a que se atribuirán a la naturaleza», Descartes, 1983, pág. 53.
discutirlo. A quien quiera buscar las razones le puede re­ H Principia, 1972, vol. II, pág. 763; pág, 784 de la traducción española.
130 Maurizio Mamiani

Es por tanto éste el motivo por el que N ew ton no cree


que las explicaciones mecanicistas puedan dar cuenta de
toda la realidad. El orden no puede ser el resultado de
fuerzas ciegas, de colisiones y rebotes. El orden del m un­
do puede ser descrito de ese m odo hasta cierto punto,
pero ya la fuerza de la gravedad, con su misteriosa pro­
porción respecto a la masa de los cuerpos, se sale del cua­
dro mecanicista. El orden no puede derivar de una situa­
ción anterior que no sea a su vez ordenada. La aporía del
caos resulta así evidente: el desorden del m undo no puede
de ninguna manera ser un elemento del orden del mundo.
El orden es un carácter externo a la materia y pertenece a
Dios. La posición de N ew ton parece evocar un momento
de la reflexión galileana en el Dialogo: o el caos o el o r­
den. Pero si el orden viene dado, como cree indudable­
mente N ewton, entonces éste nace del designio y del do­
minio de un ente inteligente y poderoso.
La conclusión está también claramente expresada en un
pasaje de la query 31 de la Opticks:

No es filosófico intentar encontrar un origen cualquiera del


mundo, distinto (de la creación de un agente inteligente], o pre­
tender que este puede haber surgido del caos por medio de las
simples leyes de la naturaleza5.

La última frase es una clara referencia a Le monde de


Descartes; el «no es filosófico» parece hacer eco al «no es
geométrico» escrito muchos años antes en una copia de la
Geometría del filósofo francés.
N ew ton pretendía también añadir a los Principia una
nutrida serie de escolios histórico-filosóficos (los llama­
dos Scolii classici publicados por Paolo Casini b) en los

5 O pticks, 1952, pág, 402; pág. 347 de la edición española a cargo de


Carlos Solís, M adrid, Alfaguara, 1977.
' Casini, 1981.
Introducción a N ew ton 131

que buscaba en la prisca sapientia, anterior a las ficciones


filológicas — más que filosóficas— de los pensadores
griegos, una huella de su propio pensamiento.
La característica del dom inio es la que califica a la ac­
ción de Dios sobre el mundo. Dios es un señor, un rey.
Este carácter, aparentem ente veterotestam entario, de
Dios, implica su presencia real en el mundo. Un rey en el
exilio, como el Dios de Descartes, no podría ejercer un
dom inio eficaz. La om nipresencia de Dios la entiende
N ewton en sentido literal; en varias ocasiones, incluido el
Commercium epistolicum, cita una afirmación de San Pa­
blo («En Él vivimos y nos movemos y tenemos nuestro
ser»), junto a un nom bre que los judíos daban a Dios,
m akom , es decir, lugar. Sin em bargo, N ew ton afirma
contundentemente que Dios no es el alma del mundo y,
por tanto, que su concepción no es panteísta.
Es un poco ingenuo preguntarse, como hace Manuel
si estas implicaciones religiosas se originaron en N ew ton
a partir de sus descubrimientos científicos, cuando resulta
mucho más interesante otra cuestión —que el mismo Ma­
nuel se plantea—: ¿cuál fue el efecto de su método cientí­
fico sobre sus investigaciones teológicas?
A la primera pregunta responde Manuel implícitamen­
te citando, aunque con otra intención, la primera versión
de un pasaje del Escolio general: «Uno y el mismo soy yo
durante toda la vida en cada órgano de los sentidos; uno y
el mismo es Dios siempre y en cualquier lugar** s. A de­
más, en el mismo Escolio N ew ton escribe que correspon­
de a la filosofía natural (en una versión anterior había es-

7 M anuel, 1974, pág. 9.


* Ib id ., pág. 19. Principia, vol, II, pág. 762; pág. 783 de la traducción
española. Esta identidad de D ios consigo mismo, y con su obra, es cier­
tamente el fundam ento metafísico de la regla, también citada p o r N cw -
ton, de que la naturaleza es simple, siem pre conform e a sí misma, y que
nunca actúa en vano.
132 Maurizio Mamlani

criro incluso «experimental») hablar de Dios ex phaeno-


menis, que es como decir que la ciencia se ocupa con todo
derecho de D ios, y que los descubrim ientos científicos
tienen, entre otras, implicaciones religiosas. Es significati­
vo que S. Horsley, el editor dieciochesco de la obra com ­
pleta newtoniana, introdujera un punto después de la pa­
labra «deo», como sí las versiones anteriores de los
Principia tuviesen una errata de im prenta, y el sentido
fuese: «Estas cosas acerca de Dios. H ablar de lo que se
deriva de los fenómenos corresponde indudablemente a
la filosofía natural».
Para responder adecuadamente a la segunda pregunta,
sería necesario adentrarse en ese más de un millón de pa­
labras que N ewton dejó como testimonio de sus investi­
gaciones en el campo religioso. Es posible, de todas for­
mas, dar una respuesta bastante precisa, examinando el
texto de un abultado manuscrito de 550 páginas, sobre la
interpretación del Apocalipsis, que tiene muy poco que
ver con las páginas remendadas y publicadas postum a­
mente en 1733 por un codicioso sobrino de N ew ton,
Benjamín Srmth.
El tratado en cuestión forma parte de los manuscritos
religiosos adquiridos en la subasta de Sotheby, en 1936,
por A. S. Yahuda y actualmente conservados en Jerusa-
lén. Una vez se los mostraron a Afbert Einstein, que es­
cribió a Yehuda una carta de saludo, m ostrando su interés
por aquellas cartas que introducían al lector en la geistige
Werkstatt de Newton, en su «laboratorio espiritual». Esta
expresión de Einstein recoge, quizás m ucho más de lo
que él pensó, el sentido genuino de toda la actividad in­
vestigadora de N ewton.
¿Por qué, entonces, N ew ton no publicó ninguno de
sus escritos religiosos? Es cierto que tam bién muchos
otros escritos científicos suyos no se publicaron jamás,
pero con frecuencia se trataba de obras incompletas, por
Introducción a N ew ton 133

las cuales había perdido el interés. ¿Acaso no es cierto


que sus primeros escritos matemáticos siguieron durante
años siendo manuscritos y solamente se editaron por la
insistencia de los amigos?
En el caso de los escritos religiosos se puede conjeturar
razonablem ente que las numerosas transcripciones, co ­
rrecciones y copias a limpio, con un grado de esmero en
la escritura no inferior al de las obras científicas, irían di­
rigidas a una impresión que después no se hizo. N o pare­
ce muy convincente el motivo señalado por John Craig
—amigo de N ew ton— de que éste temiese implicarse en
discusiones a causa de sus poco ortodoxas ideas. Ésta fue,
probablemente, la explicación que él solía dar a los ami­
gos, quienes no la encontrarían incongruente con la vida
de un hombre transcurrida, y no sólo por culpa de los de­
más, entre continuas controversias.
En la introducción «al lector» (¿qué lector, si no pre­
tendía publicar la obra?) del tratado sobre el Apocalipsis,
al que ya nos hemos referido, encontramos palabras que
dejan traslucir una labor mucho más compleja, de cuya
solución puede depender la clave para com prender por
qué N ew ton no hizo públicos los resultados de sus inves­
tigaciones teológicas:

Habiendo buscado [y por la gracia de Dios, habiendo obteni­


do] el conocimiento de las escrituras proféticas, he creído estar
obligado a comunicarlo para beneficio de los demás, recordando
el juicio de quien guardó su talento en un cajón [...]. No me
gustaría que nadie se echase atrás por la dificultad y el fracaso
que hasta ahora han encontrado ios hombres en sus intentos.
Esto es exactamente lo que necesariamente había de ser. De he­
cho, le había sido revelado a Daniel que las profecías referidas a
los últimos tiempos deberían estar ocultas y selladas hasta el
momento del fin; pero entonces los sabios comprenderían y el
conocimiento crecería. Dan. 12,4, 9, 10. Y por ello, cuanto más
tiempo han permanecido los hombres en la oscuridad, mayores
134 Maurizio Mamiani

esperanzas existen acerca de la inminencia del tiempo en que


aquéllas serán manifestadas. Si no deben ser comprendidas ja­
más, ¿con qué fin las ha revelado Dios?9.

Estas asombrosas afirmaciones de N ew ton son tan cla­


ras que dejan escaso resquicio de duda acerca de sus más
profundas convicciones. Él se sentía moralmente obliga­
do a comunicar el verdadero significado de las profecías
(recuérdese la parábola de los talentos ocultos). Las difi­
cultades y los fracasos de los demás no le desaniman. D u­
rante siglos las profecías de Daniel han estado envueltas
en la oscuridad; ¿no había ocurrido lo mismo con la causa
de los colores y con las leyes del universo? En el fondo,
todo ello era necesario. Daniel había revelado que las
profecías del Apocalipsis estarían ocultas hasta el fin, sólo
entonces los sabios com prenderían. N ew ton se sentía,
evidentemente, uno de éstos, un elegido de Dios. Por tan­
to, los tiempos estaban maduros y estaba próximo el fin
del mundo. Tanto más próxim o cuanto más cerca se ha­
llaba N ew ton del conocim iento de las escrituras profé-
ticas.
En espera del advenimiento de las profecías había sido
edificada la Iglesia misma para la se habían revelado esas
verdades. Pero ¿qué Iglesia? N o las iglesias históricas,
afirma Newton:

Por ello entiendo no todos los que dicen ser cristianos, sino
¡os demás, personas sueltas que Dios ha escogido, que sin que el
interés, la educación o la autoridad les guíe, pueden ponerse sin­
cera y ardientemente a la búsqueda de la verdad10.

Com o todos los fanáticos religiosos, N ew ton es radical

9 Jcw ish N ational and U niversity L íbrary, Jerusalén, Y ahuda MS,


Var. l,f . 14\
10 fbid.
Introducción a Newton 135

y destructivo. La elección de Dios es perentoria, no acep­


ta compromisos ni con el interés, ni con las costumbres,
ni con la autoridad humana. La Iglesia de los elegidos es
una Iglesia ideal que se distingue por la búsqueda de la
verdad. Cada cual es libre de juzgar en qué medida puede
estar reflejado en estas concepciones el carácter receloso y
solitario de N ew ton, pero un hombre de tales conviccio­
nes debía encontrarse ante un dilema insoluble: no hacer
público el conocimiento adquirido por la gracia de Dios
podía parecer un grave acto de omisión y de desobedien­
cia a los planes divinos; pero ¿y si la voluntad de Dios
fuese precisamente la de manifestar el significado de las
profecías únicamente a los sabios y a los instruidos, es de­
cir, no a cuantos se llaman cristianos, sino a los otros, a
los elegidos?
Cuando la voluntad de Dios se expresa a través de la de
un solo hombre, cualquier decisión que éste tome puede
atribuirse a Dios. N ew ton decidió no publicar. Evidente­
mente ésta era la voluntad de Dios.
Pero, ¿cómo había llegado a descifrar N ew ton el signi­
ficado de las profecías? El lenguaje de éstas provenía de
Dios al igual que el de la naturaleza. Para comprender el
primero era necesario, por tanto, el mismo método que le
había permitido comprender el segundo. N ew ton estaba
seguro de que el método utilizado para la búsqueda de la
verdad del mundo también servía para interpretar las p ro ­
fecías, que constituían a su vez un sistema de significado
regido por leyes. Las analogías que le guían son las partes
de una máquina, es decir de un mecanismo orientado a un
fin, y las del lenguaje humano:

En efecto, así como ame una máquina construida por un ex­


celente artesano un hombre enseguida piensa que sus distintas
partes están colocadas correctamente cuando las ve entrelazarse
adecuadamente las unas con las otras, aunque se las pueda for-
136 Mauricio Mamíani Introducción a Newton 137

zar a otra disposición, y así como una persona acepta lo que un siguiente en dignidad, y las estrellas, al resto de la Corte.
autor trata de decir por intrincado que esto sea cuando ve las La Tierra y el Mar indican la condición de los hombres
palabras construidas u ordenadas según las leyes de la gramáti­ de bajo rango. Una montaña representa a una ciudad, es­
ca, a pesar de que exista la posibilidad de forzar las palabras a pecialmente cuando destaca en el bien o el mal, como Je-
otra construcción cualquiera más discordante, así una persona rusalén y Babilonia. El Tem plo de Salomón, en una
debería, por idéntica razón, aceptar la construcción de estas estructura visible, daba expresión a esta admirable p ro ­
profecías cuando ve sus partes ordenadas según su conveniencia
porción, exactamente como los antiguos templos egipcios
y según las características impresas en ellas con este fin11.
lo hacían. El Tabernáculo es un símbolo de los cielos, y el
fuego, en medio del pritaneo, una alegoría del Sol: «Éstos
N o hay duda de que estas palabras se pueden aplicar
[los antiguos] reconocían que todo el cielo era e) verdade­
igualmente para describir el método científico de N ew-
ro y real templo de Dios» í2.
ton, su propuesta de utilizar la razón y los experimentos
como un todo único. Aquí, pues, N ew ton presenta una Com o en un juego de espejos que reproducen la misma
imagen hasta el infinito y, dilatándola o constriñéndola, la
réplica de la estructura m etodológica de los Principia,
hacen sublime o grotesca, así el Reino se encarna y se
adaptándola al objeto profético: reglas de interpretación,
definiciones, proposiciones. Y probará estas últimas exac­ hace visible también en animales como el León, el O so o
el Dragón:
tamente como en la O ptkks, de dos maneras: mediante
las reglas y las definiciones (equivalentes a los principios
poniendo sus cabezas, más de una, para representar otras tantas
matemáticos), y haciendo referencia directa al texto sa­
partes de éste [el Reino o e! universo], colaterales o sucesivas;
grado (equivalente a la confrontación con los fenómenos, ios Cuernos sobre cada Cabeza, los Reyes o Reinos subordina­
a los experimentos). dos que pertenecen a esa cabeza. Los ojos [representan] habili­
Al principio de su tratado sobre el Apocalipsis, N ew ton dad política o previsión; la boca, el poder de mandar y de hacer
enumera una serie de 69 definiciones, que constituyen el leyes; los dientes, los Capitanes y otros Comandantes, Los Pies,
vocabulario del lenguaje figurado de las profecías. Las re­ los Ejércitos; la Cola, también los ejércitos siempre que sea en
glas son la gramática. En las definiciones N ew ton hace forma de serpiente de modo que la bestia pueda combatir con
explícitos sus conceptos teológicos fundamentales, algu­ ella, si no, [indica] solamente un séquito de siervos; y el cuer­
nos de los cuales están presentes en el Escolio general de po, el resto del reino que es custodiado y gobernado por estas
partesl3.
los Principia y en el C o m m e r c i u m epistolicum.
Encontramos, pues, un desarrollo notable de la idea de
Esto p o r lo que respecta a las definiciones. La analogía
Dios como rey y señor. El universo es como un reino: las
es la guía principal para determinar el significado de los
partes del primero corresponden a las del segundo en una
símbolos tras los que se esconden las profecías, del mis­
proporción determinada y cognoscible. Así, el Sol repre­
mo modo que sucede con los fenómenos que caen bajo
senta, en las profecías, al Magistrado Supremo; la Luna, al

Yahuda MS. 41, f. 6'.


n Yahuda Ms. Var. 1, f. 25'.
138 Maurizio Mamíaxii

nuestros sentidos. El uso de la anlogía en la construcción


de la ciencia newtoniana es una constante, como viene
ejemplificado en la segunda Regula de los Principia: efec­
tos análogos tienen la misma causa, como la respiración
en el hombre y en el animal, la caída de las piedras en E u­
ropa y en América, la luz en el hogar y en el Sol, la refle­
xión de la luz sobre la Tierra y en los planetas.
La regla fundamental para la interpretación de las pro­
fecías es también la misma que tanto éxito había tenido en
la construcción del sistema del mundo:

Elegir aquellas construcciones que reducen las cosas, sin for­


zarlas, a la mayor simplicidad [...]. La verdad se debe encontrar
siempre en la simplicidad, y no en la multiplicidad y en la con­
fusión de las cosas. Así como el mundo, que a simple vista
muestra una gran variedad de objetos, parece muy simple en su
constitución interna cuando es contemplado por un intelecto fi­
losófico, y tanto más simple cuanto mejor se comprende, así
ocurre con estas visiones. Se debe a la perfección de las obras de
Dios el que todas hayan sido hechas con la mayor simplicidad.
Él es el Dios del orden, no el de la confusión14.

Este Dios del orden es también, en efecto, quien garan­


tiza la armonía del universo, y es muy difícil distinguirlo
del delineado en el Escolio general de los Principia. Sin
embargo, como para Pascal, el Dios de N ewton no es el
dios de los filósofos y los científicos; cierto es que se trata
del autor de lo creado, y que puede ser conocido median­
te las causas finales, que son el orden y la belleza, pero no
hay ninguna necesidad de ello. Él es el señor, el rey: lo
que da también puede arrebatarlo. N o se puede aislar la
necesidad de la naturaleza de Dios, de la libertad de su
voluntad. El mundo no tiene una perfeccción intrínseca,
está destinado a acabar. La simplicidad del mundo es so-

14 íbid., f.14r.
Introducción a Newton 139

lamente un reflejo de la perfección de la voluntad divina


que persigue el bien. Del mismo modo, en las profecías
contenidas en el Apocalipsis, Dios «que sabía cómo crear­
lo sin ambigüedades, lo entretejió como una norm a de
fe» 15.
Está fuera de duda, pues, que N ew ton tenía una con­
cepción unitaria de lo que el hombre puede y debe cono­
cer. La tendencia hacia la objetividad es una constante de
su pensam iento que se manifiesta tanto en su aversión
por las hipótesis como forma de incertidumbre cognosci­
tiva y arbitrariedad moral, como en su continuo derribo
de los límites disciplinares.
Matemáticas, filosofía, religión, alquimia, cronología:
todos, aspectos que se resumen en una sola verdad des­
plegada tanto en el macrocosmos como en el microcos­
mos. Dos son ciertemente los caminos de acceso al cono­
cim iento del Dios-verdad: el estudio del m undo físico
creado como objeto de su dominio y teatro de sus accio­
nes, y el de sus palabras en las Sagradas Escrituras. Estos
dos mundos tienen ambos derecho a la plena objetividad
porque su causa es una sola: la libre voluntad de Dios. La
corrupción de la verdad es también una corrupción del
bien moral. Si en los Scolii classici N ew ton atribuía a la
prtsca sapientia un conocimiento velado, pero real, de las
leyes, en la última query de la Opticks, atribuye a N oé y
sus descendientes el conocimiento del bien moral. La p er­
fección de la filosofía natural debería alcanzarse cuando
estos dos aspectos de la verdad se reúnan de nuevo si­
guiendo el método propuesto por Newton:

Y sí la filosofía natural en todas sus partes, siguiendo este mé­


todo será al final perfecta, igualmente se ampliarán los límites de
la filosofía moral, ya que cuanto más podamos conocer con la

,s lbid.
140 Maurizío Mamiani

filosofía natural acerca de cuál es la causa primera, qué poder


tiene ésta sobre nosotros y qué beneficios recibimos de ella, más
se nos aparecerá a la luz de la naturaleza nuestro deber para con
ella, como el de cada uno para con los demás. Y, sin duda, si el
culto a tos falsos dioses no hubiese cegado a los paganos, su fi­
losofía moral habría procedido de las cuatro virtudes cardinales
y, en lugar de enseñarnos la transmigración de las almas, y a ve­
nerar al Sol y la Luna y a los héroes muertos, nos habría enseña­
do a venerar a nuestro verdadero Autor y benefactor, como hi­
cieron sus padres, bajo la guía de Noé y sus decendientes antes
de que se corrompiesenls.

N o mucho antes de su muerte, parece ser que N ewton,


en una conversación con C onduitt, se manifestó con estas
brillantes palabras acerca del significado de toda su exis­
tencia:

No sé qué le puedo parecer al mundo, pero, en lo que a mí


respecta, creo haber sido sólo como un chico que juega a la ori­
lla del mar, divirtiéndome al encontrar de vez en cuando un gui­
jarro más liso o una concha más bonita de lo normal, mientras
el gran océano de la verdad se extendía completamente ignoto
frente a m í1’.

N o es cuestión de som eter a discusión esta anécdota


que, por muchas razones, expresa un aspecto genuino de
la actividad de N ewton, pero se puede ver en ella el eco
de algo que estaba en su conciencia más profunda. N ew ­
ton sabía que e) chico de la orilla del mar había tenido la
gran ambición de descubrir de una vez por todas el «gran
océano de la verdad», y sabía que no lo había conseguido
del todo; pero debía ser también consciente de que su in-*17

'* Opticks, 1952, págs. 543-44; pág. 350 de la edición española. C ursi­
vas añadidas.
17 E. T u m or, Coiiections for the History [...} of Grantham, Londres,
1806, pág. 173.
Introducción * N ew ton 141

tentó de construir una gran síntesis filosófica, mayor que


la de Descartes, no sería reconocido por el mundo. N ew ­
ton no era, ciertamente, el tipo de persona que se confor­
mara con un guijarro cualquiera y con cualquier concha:
la anécdota tiene un sabor más amargo de lo que parece.
El gran éxito de lo que N ew ton había encontrado ensom ­
breció la forma en que lo había hecho, hizo olvidar, sobre
todo, el vasto diseño filosófico que él había ideado para
hacer coherente con el todo la verdad de una parte, el
mundo.
Cronología de la vida y de las obras

1642 El 25 de diciembre (según el calendario juliano) Isaac


Ncwton nace en Woolsthorpe, en las cercanías de
Grantham, Lincolnshire,
Í655 Comienza a asistir a la King's School de Grantham y se
aloja en casa del boticario Clark.
1661 Es admitido en el Trinity College de Cambridge como
subsizar.
1662 Crisis religiosa. Hace una lista de sus pecados.
1664 Lee las obras filosóficas de Descartes, los Dialoghi de
Galileo y las obras de Boyle. Escribe las Qufajestiones
quaedam philosopbfijcae en un cuaderno escolar (un
commonplace book), esboza una nueva teoría de los co­
lores y descubre la proporcionalidad del peso y la masa.
El 28 de abril obtiene un scholarsbip en el Trinity Co­
llege después de un examen decepcionante sobre sus
conocimientos matemáticos ante Isaac Barrow, Ad­
quiere las Míscellanee de Schooten y la Geometría de
Descartes. Toma prestadas las obras matemáticas de
Wallis y encuentra el método de las series infinitas.
142
Introducción a Newton 143

1665 Consigue el Bachelor o f Arts. Estalla la peste y se retira


a Woolsthorpe hasta 1667. Calcula la fuerza con que un
globo en rotación dentro de una esfera presiona sobre
ia superficie de Ea esfera, y deduce, a partir de la tercera
ley de Kepler, que las fuerzas que retienen los planetas
en sus órbitas son inversamente proporcionales a los
cuadrados de sus distancias a los centros en torno a los
cuales rotan. Escribe el tratado inacabado De gravita-
tione et aequtpondio fluidorum.
1668 Construye un telescopio de reflexión. Posiblemente ha­
bía escrito ya el opúsculo O f colours, que contiene una
elaboración muy avanzada de la nueva teoría de los co­
lores.
1669 En abril adquiere materiales y aparatos alqutmicos. Es
elegido feltow y obtiene la cátedra lucasiana de mate­
máticas que Barrow deja libre para dedicarse a la ora­
ción y a los estudios teológicos, aunque llegará a ser
Master del Trinity College en 1672.
1670 Comienza un curso sobre óptica. Primer texto de las
Lectiones Opticas, en el que propone un nuevo método
de filosofar que derriba los límites entre la matemática
y la filosofía.
1671 Segundo texto de las Lectiones Opticae.
1672 Es nombrado miembro de la Royal Society. El 6 de fe­
brero presenta la memoria New theory o f light and co-
lours.
1675 Después de las polémicas que suscita la primera memo­
ria, Newton compone una segunda titulada An Hypot-
hesis explaining the Properties o f Light discoursed o f in
my severall Papers, leída ante la Royal Society del 9 de
diciembre al 10 de febrero de 1676. Acusación de plagio
por parte de Hooke. Propuesta de una hipótesis ondu­
latoria para explicar la diferente refrangibilidad de los
rayos de color.
1677 Muere Oídenburg; Hooke es elegido Secretario de la
Royal Society. Newton se dedica a la teología y a la al­
quimia.
1679 Hooke, después de un intercambio de cartas sobre los
144 Maurizio Mamiani

movimientos planetarios, pide la opinión de Newton


sobre la hipótesis de que la atracción entre los planetas
sea inversamente proporcional al cuadrado de la distan­
cia al centro. Newton no responde.
1680 Probable composición de Ó« motíon in ellipses, que
contiene la solución al problema de Hooke.
1684 En agosto Halley se encuentra con Newton, quien le
envía en noviembre el breve tratado De motu corporum
in gyrum, que contiene una nueva sistematización de la
mecánica celeste basándose en la ley del inverso del
cuadrado.
1686 Nueva acusación de plagio por parte de Hooke.
1687 El 5 de julio sale la primera edición de los Philosophiae
N aturalis Principia Matbematica. Newton reanuda los
experimentos alquímicos.
1689 Es nombrado miembro del Parlamento en representa­
ción de la Universidad de Cambridge. Conoce a Locke
y 1c regala una copia de la demostración de las propie­
dades del movimiento elíptico.
1692-3 Crisis depresivas y síntomas de enajenación.
1696 En marzo es nombrado director de la Casa de la Mo­
neda y deja Cambridge por Londres.
1699 Gobernador de la Casa de la Moneda.
1703 Elección a Presidente de la Royal Society.
1704 Primera edición de la Opticks.
1705 Discusión con Leibniz sobre la prioridad en el descu­
brimiento del cálculo infinitesimal. Es nombrado Sír.
1706 Edición latina de la Opticks, con importantes añadidos.
1712 Aparece el Commercium epistolicum que dirime la con­
troversia sobre el análisis.
1713 Segunda edición de los Principia, con el Escolio gene­
ral.
1717 Segunda edición de la Opticks, con añadidos, vuelta a
imprimir al año siguiente.
1721 Tercera edición de la Opticks.
1726 Tercera edición de los Principia.
1727 Muere el 20 de marzo en Kensington.
Historia de la crítica

La fortuna de N ew ton fue inmensa durante todo el si­


glo xvm , y todavía hoy es objeto de estudios especializa­
dos (véase en la Bibliografía, 4.6, el ensayo de P. Casini,
New ton e la coscienza europea). La caída de la filosofía de
N ew ton comienza con Kant, que es el prim ero en negar,
en la Crítica de la Razón Pura, que se puedan dar princi­
pios matemáticos a la filosofía. Bien conocida es la aver­
sión de Hegel por el método newtoniano (la «peor forma
de reflexión» —como lo define en la Enciclopedia de las
ciencias filosóficas), como conocidas son las acusaciones
de mala fe lanzadas por Goethe contra la teoría de los co­
lores newtoniana. La Naturphilosophie idealista se opone
radicalmente al método newtoniano, que era considerado
como algo ajeno a la filosofía. La separación entre ciencia
y filosofía en el siglo XIX y la afirmación del positivismo
ciertam ente no beneficiaron la com prensión del pensa­
m iento de N ew ton. Entre los estudios decim onónicos,
poseen, sin embargo, todavía gran importancia:
145
146 Maurizio Mamiani

S. P. Rigaud, A n Historical Essay on the First Publica-


tion o f the Principia, O xford, 1838;
W. W. Rouse Ball, A n Essay on N ew ton's Principia ,
Londres-Nueva York, 1893; en el apéndice aparece el De
Motu, Existe una reedición facsímil a cargo de I. Bernard
Cohén, Nueva York, 1972;
F. Rosenberger, Isaac N ew ton und seine physikalischen
Prinzipen, Leipzig, 1895.
Separada del contexto filosófico en el que se había for­
mulado, la física newtoniana se convierte, sobre todo por
su propuesta del carácter absoluto del m ovim iento, en
objeto de crítica por parte de Ernst Mach en Die Mecha-
nik in ihrer Entw icklang historisch-kritisch dargesteílt,
Leipzig, 1883.
L. Bloch presenta una interpretación positivista de la
obra de N ew ton en La philosophie de N ew to n , París,
1908.
Independientem ente del estudio de Bloch, el positi­
vismo ha perm eado las interpretaciones de N ew ton al
menos en lo que respecta al predominio otorgado al plan­
teamiento mecanicista de los Principia sobre todos los de­
más aspectos de la actividad new toniana, la óptica in­
cluida. Este punto de vista científicista ha sobrevivido
tranquilamente a las numerosas investigaciones recientes,
sobre todo por la incapacidad de los historiadores de la
ciencia para liberarse de los condicionam ientos prove­
nientes de los diferentes desarrollos de la denominada fí­
sica clásica. A esta actitud responde un extendido desinte­
rés de los historiadores de la filosofía, quienes, a su vez
víctimas con frecuencia de prejuicios idealistas, han aban­
donado e! terreno.
Y, sin embargo, N ew ton fue un filósofo del siglo xvn
y el significado más genuino de su obra depende to tal­
mente de la filosofía de su tiempo, de la que fue uno de
los representantes más innovadores y, desde este punto
Introducción a Newton 147

de vísta, menos afortunados. Esto explica p o r qué una


obra tan importante como la de E. A. Burtt, The M etap-
hisical Foundations o f Modern Physical Science (Nueva
York, 1925), que termina con un inteligente análisis del
pensamiento newtoniano, expresa el malestar ante, sobre
todo, la ausencia en las obras publicadas de N ew ton, de la
filosofía y de las reflexiones metodológicas. El éxito de la
ciencia newtoniana fue a la par con el fracaso de su filoso­
fía, aunque realmente se tratara de las dos caras de una
misma moneda.
El fracaso de la filosofía de N ew ton se lee entre líneas
en la conclusión del extenso estudio de E. J. Dijksterhuis,
D e M echanisering van het W ereldheeld (A m sterdam ,
1950):

Si bien el mecanicismo riguroso del siglo XVII había llegado a su


cumbre con Huyghens [jíc], es a Newton a quien se considera el
fundador de la imagen mecanicista de! mundo propia de la cien­
cia clásica. Sólo después de que éste extendiera y transformara ia
idea fundamental de esta filosofía de la naturaleza, fue posible
su gran desarrollo. Si se toman en consideración las ideas reli­
giosas y el objetivo apologético de los Principia, resulta super-
fluo decir que este desarrollo no fue en absoluto llevado a cabo
con el espíritu con que él esperaba que hubiera tenido lugar
(pág. 656).

La conclusión, históricamente correcta, muestra clara­


mente su paradójica ambigüedad: N ew ton dio un funda­
mento científico a la imagen mecanicista del m undo de
Huygens, esto es, la de Descartes; que es como decir que
la filosofía de Descartes prevaleció y asumió como p ro ­
pios los resultados de la ciencia newtoniana. Pero aún hay
más: N ew ton no extendió ni transformó el mecanicismo,
sino que lo combatió en profundidad, por su aspecto in­
trínsecamente hipotético, contraponiéndole el uso filoso- '
148 Maurizio Mamiani

fico del método matemático. Para entender la compleja


relación de N ew to n con el m ecanicism o es necesario
afrontar el problema de la influencia de Descartes sobre
el joven N ew ton. Así no sólo serían sus ideas religiosas
las que no se habrían desarrollado, sino toda la filosofía
experimental tal como él la concebía. El naufragio de esta
filosofía, como se ha señalado, está irreversiblem ente
marcado por la obra de Kant (véase el artículo de M. M a­
miani, Kant e la scienza newtoniana, en prensa, Zaniche-
11i, Bolonia).
En Italia, G iulio Preti, con una larga in tro d u cció n
(págs. 1-145) a una antología de escritos new tonianos
(Newton, Milán, 1950) hace frente a las dificultades filo­
sóficas más importantes planteadas por la obra de N ew ­
ton. Pese a la insuficiencia de la base textual, Preti especi­
fica con p ro fu n d id a d e sp e c u la tiv a m u ch o s de los
problemas que todavía hoy la crítica anglosajona es inca­
paz de afrontar. El libro de Preti no tuvo continuadores
en el plano de la discusión filosófica.
Mayor fortuna tuvo, sin embargo, el enfoque histórico
de Paolo Casini con su L ’universo-macchina (véase, Bi­
b lio g ra fía I), que valiéndose de los resultados de la nueva
corriente de historiadores anglosajones (los Hall, Herivel,
Bernard Cohén, Whiteside, Westfall), ha podido profun­
dizar en las relaciones entre tiempo, espacio y ley de la
inercia, señalando la matriz cartesiana en los orígenes de
la filosofía newtoniana, junto a los vínculos con la co­
rriente empirista, metafísica y platonizante «que demolió
la física cartesiana desde un punto de vista gasendista y
galileano, aun utilizando en gran medida el marco meca-
nicista» (pág. 14).
Mientras tanto habían aparecido los «Études N ew to-
niennes» de A. K oyré en los Archives Internationales
d ’Histoire des Sciences, recogidos posteriorm ente en el
volumen N ew tonian Studies (Cambridge, Mass., 1965),
Introducción a Newton 149

obra de gran nivel, también filosófico, que mantiene una


buena visión comprensiva de los problemas, aún en los
más minuciosos análisis. Koyré vuelve a poner sobre el
tapete, entre otras cosas, la relación entre N ew ton y Des­
cartes. Igualmente importante es el artículo escrito en co­
laboración con Cohén «N ewton and the Leibniz-Clarke
Correspondence», en Archives Intemationales d ’Histoire
des Sciences, 15, 1962, págs. 52-126.
D urante los años sesenta, un cambio de tendencias pone
en crisis la interpretación positivista del pensamiento de
N ew ton y se multiplican como moscas los estudios cada
vez más especializados. Teniendo como guía un breve es­
tudio de John M aynard Keynes, sugerente, aunque sin
duda superficial («Newton, the Man», en New ton Tercen-
tenary Celebrations, Cambridge, 1947 —ha aparecido una
traducción de A. D e Rosa de un manuscrito de Keynes no
previamente señalado, en Astronomía, 65, 1987, págs. 6-
13, 16), se inició un proceso de reinterpretación con la
pretensión de m ostrar la otra cara de la obra newtoniana,
devolviéndole una imagen históricamente más correcta.
En realidad, habría sido mucho más complicado justificar
el absoluto desconocim iento de N ew ton en la cultura
tanto alquímica, como erudita y teológica de su época.
Un artículo de J. E. M cGuire y P. M. Rattansi, «N ew ­
ton and the Pipes of Pan», Notes and Records o f the Ro-
yal Society o f London, 21, 1966, págs. 108-43, tiene el mé­
rito in d u d a b le de h ab er p la n te ad o la cu estió n . Los
estudios posteriores han exagerado esta línea, volviéndose
francamente unilaterales. Por otra parte, la literatura crí­
tica mas reciente derrocha unilateralidad, ya que cada as­
pecto particular de la obra de Newton, científica o no, es
desarrollado por los especialistas en menoscabo de cual­
quier otro aspecto.
La obra de Westfall, 1971 (cfr. Bibliografía, 4.1), una
im portante contribución a la historia de los conceptos
150 Maurizio Marmani introducción a Newton 15J

fundamentales de la dinámica, desde Galíleo hasta New- dos y p o r haber intentado ofrecer una síntesis completa.
ton, con capítulos dedicados a H uygens y Leibniz, re­ En mí opinión, no lo consiguió p or dos motivos: el «es­
sulta también de gran interés para los historiadores de la tilo newtoniano» de que habla Cohén se presenta como
filosofía. una característica literaria (estilística o retórica, como un
Una excelente síntesis histórica, también de R. S. West- cliché de género), más que filosófica; en consecuencia, la
fall, se presenta en la im ponente biografía de N ew ton, idea de que exista un «método» filosóficam ente cons­
N ever at Rest, C am bridge, 1980. La obra de W estfall, ciente en la obra de N ew ton es combatida hasta el punto
avalada por una extensa colección de manuscritos inédi­ de que C ohén se niega a considerar la Optica como un
tos, representa uno de los puntos más elevados y convin­ tratado matemático «legítimo». Mis trabajos (Mamiani,
centes alcanzados por la historiografía científica anglosa­ 1976, 1986) y los de Shapiro, 1984 (véase Bibliografía,
jona. U na obra de planteamiento diferente es la atractiva 4.2) alegan pruebas, directa o indirectamente contrarias a
biografía de N ew ton escrita por Frank E. Manuel, A por- esa tesis.
trait o f Isaac Newton, Cambridge, Mass,, 1968. Manuel El gran fervor de los estudios newtonianos en los años
adopta el análisis freudiano con N ewton, pero mantiene más recientes no parece que vaya a apagarse, pues todavía
siempre un excelente rigor histórico y documental. hay numerosos manuscritos inéditos, y no se puede decir
O tra biografía amplia, anterior a estas dos, es la de | que la comprensión histórica del pensamiento de N ew ton
L. T. More, Isaac N ew ton, Nueva York— Londres, 1934 esté acabada. Además, la comprensión de la ciencia m o­
(reedición anastáltica en 1962), que se sirve de numerosos derna y de sus problemas no puede sino beneficiarse de la
manuscritos. En el siglo pasado, el biógrafo de N ew ton ■ cada vez más profunda investigación acerca de una de las
más acreditado fue Sir David Brewster, quien escribió en figuras que más han contribuido a separar las luces de las
primer lugar una breve biografía, Life o f Sir I. N ew ton, sombras.
Londres, 1831, y posteriormente las amplias Memoirs o f
the Ufe, writings and discoveries o f Sir I. N ew ton (2 vols.),
Edim burgo, 1855, reeditadas anastálticam ente con un
prólogo de R. S. Westfall (Nueva Y ork-Londres, 1965).
Brewster pudo disponer de los manuscritos de la Ports-
m outb collection antes de que fuese dividida (véase Bi­
bliografía, III. Fuentes manuscritas).
Entre los estudios más recientes, el volumen de Hall,
1980 (véase Bibliografía, 4.3), reconstruye de m anera
ejem plar la disputa L eibniz-N ew to n sobre el análisis,
siendo una contribución que debería poner punto final al
tema.
El extenso libro de Cohén, 1980 (véase, Bibliografía,
4.1) se distingue por la vasta gama de los problemas trata-
Bibliografía

t. Reseñas bibliográficas

Existe un repertorio bibliográfico moderno dedicado a New-


ton titulado Newton and Newtoniana 1672-1975 elaborado por t;
Peter y Ruth Waltis {Folkestone, 1977). Se trata de un proyecto '
para una b¡o-b ib! ¡ografía histórica hecho con criterios científi­
cos, completo y fiable; incluye una descripción de los libros
enumerados y su ubicación en las bibliotecas de todo el mundo.
Se encuentran también reseñas de la literatura newtoniana en ;
el apéndice de los principales estudios sobre Newton y, en par­
ticular, en las numerosas biografías. Señalaremos la contenida en
I. Bernard Cohén, ¡ntroduction to New ton's •Principia» (Cam­
bridge, Mass., 1971, págs. 355-68). En italiano, véase el Apén- ;{
dice bibliográfico de P. Casini en L'universo-maccbina. Origini ;
della filosofía newtoniana (Bari, 1969, págs. 279-90), ,!
También de utilidad:
C. Pighetti, «Cinquant'anni di studi newtoníaní (1908- j
1959)», en Rivista critica di storia della filosofía, 2, 3, 1960, págs.
181-203,295-318. ¡
152
Introducción a Newton 153

I. Bernard Cohén, «Newton in the light of recent scholars-


hip», en Jsis, IL, 1960, págs. 489-514.
D.T.Whíteside, «The expandíng world of Newtonian re-
search», en History o f Science, 1,1962, págs. 16-29.

2, Ediciones y traducciones de las obras

No existe ninguna edición crítica de las obras publicadas de


Newton. De los Principia está disponible una edición anastáltica
de la tercera edición (1726) que presenta un aparato crítico ba­
sado en el manuscrito presentado a la imprenta (no el escrito a
mano por Newton) de las variantes respecto a las dos ediciones
impresas anteriores (1687) y (1713), y en las cuatro copias im­
presas en posesión de Newton y anotadas de su puño y letra
(Trinlty Coliege Library, University Library, Cambridge):
ísaac Newton ’s Philosopkiae Naturalis Principia Mathematica, a
cargo de A. Koyré e I. Bernard Cohén, con la ayuda de A.Whit-
man (2 vols., Cambridge, Mass., 1972). La obra cuenta con diez
apédices que presentan entre otros los borradores del prefacio
de Newton a la tercera edición, y numerosas variantes manus­
critas más, además de las aportaciones de Cotes y Pemberton a
la segunda y tercera ediciones. El apéndice VIII (preparado por
William B. Todd) se dedica a una bibliografía de los Principia,
incluidas las traducciones a varias lenguas (págs. 851-83).
Al lector italiano puede interesarle la traducción inglesa de
A. Motte (1729), revisada por F. Cajorí (2 vols., Berheley-Los
Ángeles, 1966), que presenta en su apéndice la traducción in­
glesa del De mundi systemate, y un comentario explicativo de F.
Cajorí (págs. 627-80). Son poco fiables tanto la traducción fran­
cesa de Madame du Chasteilet (París, 1756), varias veces reedi­
tada, incluso recientemente (París, 1966), como la italiana a
cargo de A. Pala, (Turín, 1966). También en el caso de la traduc­
ción inglesa la comparación con el texto latino se hace indispen­
sable, porque este último resulta con frecuencia más claro y, so­
bre todo, más preciso. El mismo comentario puede hacerse con
respecto a muchas obras filosóficas y científicas, pero en el caso
de los Principia, la dificultad del texto plantea problemas a los
154 Maurizio Mamiani

tr a d u c to r e s , c u y a s o lu c i ó n r e s u lta a m e n u d o in s a t is f a c t o r ia ,
ta n to d e sd e el p u n to d e v ista lin g ü ís tic o , c o m o h is tó r ic o .
E n tre las e d ic io n e s m ás r e c ie n te s d e la Opticks, d e sta c a m o s: la
e d ic ió n c o n p r ó l o g o d e A . E i n s t e i n e in t r o d u c c ió n d e E .T .
W h itta k er (L o n d r e s , 1 9 3 1 ), la e d ic ió n a c a r g o d e I. B ern ard C o ­
h é n ( N u e v a Y o r k , 1 9 5 2 ) y ¡a d e la U n iv e r s id a d d e C h i c a g o
(C h ic a g o , 1952).
T a m b ié n para las tr a d u c c io n e s d e esta o b r a re su lta n v á lid a s
las c o n s id e r a c io n e s h e c h a s r e s p e c to a las d e lo s Principia, si se
e x c e p tú a la e d ic ió n fr a n c e sa d e P ierre V a r ig n o n (P a r ís, 1 7 2 2 ).
É sta in c lu y e d ib u j o s p r e p a r a d o s e x p r e s a m e n t e p ara e lla p o r
N e w t o n , q u ie n ta m b ié n s u p e r v is ó el te x to . U n fa c sím il d e esta
e d ic ió n , c o n in tr o d u c c ió n d e M . S o io v in e fu e r e c ie n te m e n te p u ­
b lic a d o (P a r ís, 1 9 5 5 ). L a tr a d u c c ió n ita lia n a e stá in c lu id a en
Scritti di ottica, a c a r g o d e A . P ala (T u r ín , 1 9 7 8 ), q u e ta m b ié n
p resen ta u n a tr a d u c c ió n p arcial d e las Lectiones Opticas — en
gran m ed id a n o m u y fia b le y n o c o n tr a sta d a c o n el t e x to m a ­
n u sc r ito — a d em a s d e la tr a d u c c ió n d e la Nueva teoría sobre la
luz y los colores y de a lg u n a s cartas a O ld e n b u r g , e n tr e la s q u e
figu ra la M e m o r ia d e 7 d e l d ic ie m b r e d e 16 7 5 .
D , T , W h ite s id e se e n c a r g ó d e la r e p r o d u c c ió n fa c sím il e n d o s
v o lú m e n e s d e las o b ra s m a te m á tic a s d e N e w t o n , The Mathema-
tical Works of Isaac Newton ( N u e v a Y o r k -L o n d r e s , 1 9 6 4 -6 7 ).
La r e c o p ila c ió n c o n tie n e tr a d u c c io n e s in g le s a s d el s ig lo x v n d e
las c o r r e s p o n d ie n t e s e d ic io n e s la tin a s d e N e w t o n . E l tr a b a jo
m ás im p o r ta n te , e im p o n e n te , d e D . T . W h ite s id e es la r e c o p ila ­
c ió n d e las o b r a s in é d ita s d e te m a m a te m á tic o , q u e a v e c e s s o n
m ás c o m p le ta s q u e la o b ra im p r e sa c o r r e s p o n d ie n te , c o m o e n el
c a s o d e la Arithmetica Universalis. La r e c o p ila c ió n , en o c h o v o ­
lú m e n e s , c o n t ie n e ta m b ié n l o s t e x t o s la t in o s y s e titu la The
Mathcmatical Papers o f Isaac Newton (C a m b r id g e , 1967, 19 6 8 ,
1969, 1971, 1 9 7 2 , 1974, 1 9 7 6 , 1 9 8 1 ). W h ite s id e s u p e r v is ó a d e ­
m ás la r e im p r e sió n fa c sím il d el M S . A d d . 4 0 0 2 , The unpublished
fírsl versión of Isaac Newton Y Cambridge lectures on Optics,
1670-72 (C a m b r id g e , 1973).
U n a r e c o p ila c ió n d e n o ta b le s o b ra s c ie n tífic a s in é d ita s e s tu v o
a c a r g o d e A . liu p e r t H a ll y M a r ie B o a s H a ll , Unpublished
Scientific Papers O f Isaac Newton ( C a m b r id g e , 1962, 1 9 7 8 ), Se
Introducción a N ew ton 155

trata de una selección de la Portsmouth Collection, la colección


más importante de manuscritos científicos newtonianos, con­
servada en la University Library de Cambridge (con la signa­
tura MS. Add[irÍonal]., seguida de un número). El libro está di­
vidido en seis partes —cada una precedida por una exhaustiva
introducción— dedicadas respectivamente a la matemática (en la
que se transcribe el juvenil To resolve problems by Motion), a la
mecánica (que contiene entre otros e! fundamental De gravita-
tione et aeqtttpondio fluidorum), a la teoría de la materia (De
Aere et Aethere), a los Principia (con varios borradores del Es­
colio general), a la educación {en la que se presenta un curioso
opúsculo sobre la educación de la juventud en la universidad), a
las notas de lectura (en la que se transcriben las importantes
anotaciones de Newton a la Micrographia de Hooke).
Los trabajos de mecánica de Newton hasta la composición de
los Principia, son presentados por J. Herivel en The background
to Newton’s Principia (Oxford, 1965).
Otra recopilación de textos editados, ya antigua, pero sin em­
bargo útil, fue la elaborada por I. Bernard Cohén y R.E. Scho-
field, Isaac Newton ’s Papers and Letters on Natural Philosophy
(Cambridge, Mass., 1958). Contiene entre otras las Memorias de
óptica de 1672 y 1675 y las cartas polémicas relativas a ellas
(editadas por T. S. Kuhn), escritos sobre la estructura de la ma­
teria (editados por M. Boas Hall) y las cartas de Newton a
Bentley (editadas por P. Miller).
El Cuaderno de Cambridge (MS. Add. 3996, ff. 87'-135') ha
sido transcrito y ampliado (a la inglesa del XVII se añade una
«traducción* al inglés moderno) por J. E. McGuire y M. Tamny
en Certain Philosophical Questions. Newton’s Trinity Notebook
(Cambridge, 1983); en apéndice aparece el opúsculo O f Colours
(MS. Add. 3975, ff. 1-22), por suerte no ampliado. La transcrip­
ción viene precedida por un comentario de 325 páginas, riquí­
simo en útiles referencias, pero cuya interpretación filosófica es,
en opinión de quien escribe, muy discutible.
La publicación de otros inéditos se debe a McGuire: «New-
ton’s «Principies of philosophy»: an intended preface for the
1704 «Opticks» and a related draft fragment» en The Sritish
Journal for the History of Science, 18, 1970, págs. 178-86 (con la
156 Maurizio Mamiani

tr a n sc r ip c ió n d e lo s M SS, A d d . 3 9 7 0 , ff. 4 7 9 t”', 4 8 0 v) y « N e w t o n


o n P la ce, T ím e and G o d ; an u n p u b lis h e d S o u r c e » , en The firi-
tish Journal for the History of Science, I I , 1 9 7 8 ( c o n la tra n s­
c r ip c ió n d e lo s M S S , A d d . 3 9 6 5 , ff. 5 4 1 r-5 4 2 ', 5 4 5 '-5 4 6 r, u n p r o ­
b ab le e s b o z o d e a lg u n a s id ea s c o n te n id a s e n el E s c o lio g en er a l).
I m p o r ta n te e s e l p rim er v o lu m e n d e lo s The Qptical papers,
e d ita d o s p o r A . E, S h a p ir o (C a m b r id g e , 1 9 8 4 ), la ú n ic a e d ic ió n
cr itica d e las o b ra s in é d ita s d e te m a ó p t ic o b a sa d a en lo s m a n u s­
cr ito s. Su a m p lia in tr o d u c c ió n señ a la el c a m b io en la in te r p r e ­
t a c ió n d e la g é n e s is d e l m é t o d o n e w t o n i a n o p r o p u e s t a p o r
M am ian i (1 9 7 6 ) q u e a tr ib u y e a lo s e s c r ito s s o b r e ó p tic a q u e p r e ­
c e d e n a la M e m o r ia d e 1672 u n p a p e l m e t o d o ló g ic o fu n d a m e n ­
tal re sp e c to al p o s te r io r d e s a r r o llo d e las in v e s tig a c io n e s n e w to -
n ian as, in c lu id a s las d e m ec á n ic a .
U n a fu e n te in e stim a b le es la c o le c c ió n c o m p le ta , en sie te v o ­
lú m e n e s, d e las cartas n e w to n ia n a s — y d e a lg u n o s fr a g m e n to s
m a n u s c r it o s , a v e c e s im p o r t a n t e s — , The Correspondence of
Isaac Newton, a c a r g o d e H . W . T u r n b u ll ( C a m b r id g e , 1 9 5 9 ,
1960, 1961); a ca r g o d e J. F. S c o tt ( Ibidem , 1 9 6 7 ); d e A . R u p e r t
H a ll y L. T illin g {Ib., 1 9 7 5 , 1 9 7 6 , 1 9 7 7 ).
U n a e x c e le n te e d ic ió n d e lo s Scolii classici (M S S . G r e g o r y ) es
la rea liza d a p o r P a o lo C a sin i, c o n u n a d e n sa n o ta in tr o d u c to r ia ,
en « N e w t o n : gfi s c o lii c la s s ic i» , Giornale critico della filosofía
italiana, 1 , 1 9 8 1 , p á g s. 7 -5 3 .
S o b r e e s te m ism o tem a , v é a s e M . M a m ia n i, « N e w t o n le tto r e
d ei classici: a p r o p o s it o d i d u e a b b o z z i n e w to n ia n i in e d iti su lla
“ p r isc a p h i l o s o p h i a ” », e n A A .V V ., Sapienza antica ( M ilá n ,
1985, p ágs. 3 5 8 -6 3 ).
U n a r e c o p ila c ió n d e in é d ito s d e te m a r e lig io s o fu e p u b lic a d a
p o r H . M c L a c h la n , Theological Manuscripts (L iv e r p o o l, 1 9 5 0 ).
La o b ra se lim ita a lo s m a n u sc r ito s K e y n e s , q u e re p r e se n ta n u n a
parte m u y p e q u e ñ a y d e p o r s í p o c o sig n ific a tiv a e n tr e las o b r a s
in éd ita s te o ló g ic a s .
La r e c o p ila c ió n m á s c o m p le t a d e lo s m a n u s c r ito s r e lig io s o s
Y ah u d a M SS. (v é a se ínfra), fu e u tiliz a d a p o r M a n u e l (1 9 7 4 ) (v é a ­
se infra), q u ie n h a p u b lic a d o s ó lo lo s s ig u ie n t e s fo lio s : M S . 1,
ff. l ' - 1 9 r y M S . 6 , ff. 12f- 1 9 r. O tr a s cita s s e e n c u e n tr a n e n W e s t-
fall (1 9 8 0 ).
Introducción a Newton 157

3. Fuentes manuscritas

Los manuscritos de Newton quedaron, a su muerte, bajo la


custodia de John Conduitt, marido de Catherine Barton, so­
brina de Newton. Durante algo más de 150 años estuvieron en
posesión de sus descendientes, que en el ínterin se habían con­
vertido en condes de Portsmouth. Samuel Horsley, que preparó
la edición de las obras de Newton (1779-85), los vio y, no cre­
yendo lo que veían sus ojos, cerró horrorizado de golpe la tapa
del arcón que los contenía. En 1855, Davis Brewster también
pudo examinarlos, pero utilizó poquísimos. El conde de Ports-
mouth confío en 1872 la colección completa a la Universidad de
Cambridge; una cornisón examinó su contenido, publicando A
catalogue of the Portsmouth collection of hooks and papers writ-
ten or belonging to Sír 1. Newton (Londres, 1888).
El conde de Portsmouth regaló los manuscritos científicos a
la Uníversity Library de Cambridge y el resto volvió a estar en
sus manos. En 1936 esta parte fue subastada por Sotheby en
Londres. E! principal adquiriente fue lord Keynes, quien donó
después los manuscritos a la Uníversity Library y al King’s Co-
llege de Cambridge, donde pueden ser consultados.
El vizconde de Wakefield adquirió el material concerniente a
la Casa de la Moneda, a la cual lo donó.
Otra parte importante, sobre todo de contenido teológico,
fue adquirida por el prof. Yahuda, y dejada a la Universidad de
Jerusalén.
Muchos otros manuscritos se desperdigaron y no se conoce
su exacta ubicación; únicamente algunos han sido identificados
(véase Westfall, 1980, págs. 876-877).

3.1. La Portsmouth collection en la Uníversity Library


de Cambridge

Se trata del fondo más completo en lo que se refiere a la mate­


mática, la mecánica, la óptica y la correspondencia. Considera­
bles porciones han sido publicadas por Whiteside, los editores
de la Correspondence> los Hall, McGuire y Sh apiro (véase supra,
15S Maurízio Mamiani

II. Ediciones y traducciones de las obras). Muchos otros ma­


nuscritos permanecen, sin embargo, inéditos todavía.

3.2. La Portsmouth collection en la Jewish National


& Universíty Ltbrary, Jerusalén

Se trata de un fondo, a disposición de los estudiosos, cuya


importancia no se ha valorado suficientemente. A excepción de
algunos folios publicados por Frank Manuel (véase suprd), per­
manece completamente inédito. A continuación indicamos de
modo sumario su contenido.
Yah. MS. Var.
1. Profecías. Contiene un amplio tratado en inglés, incom­
pleto, sobre el Apocalipsis, en varias versiones. El tema es similar
al Keynes MS. 5 (K.C.C.) y al Yah. MS. Var. 9, pero el conte­
nido es muy distinto al de ambos. Resulta de sumo interés para
entender la verdadera relación entre la obra científica y la teoló­
gica de Newton.
2. Amplios fragmentos, en su mayor parte en latín, sobre la
corrupción de la Iglesia primitiva. Hay también esbozos sobre
el Templo de Salomón.
3. Profecías. Una Introductio continens Apocalypseos ratio-
nem generalem, de 21 páginas en latín.
4. Profecías. Recopilación y catálogo de variaciones en los
textos griegos del Apocalipsis.
5. Profecías e historia de la Iglesia. De annis praedicationis
Christi. Dos obras incompletas sobre la naturaleza de Cristo y
sobre laTrinidad.
6. Profecías, Synchronism o f the three parts o f the prophetic
interpretation.
7. Profecías. Borradores y capítulos completos sobre Da­
niel. Notas y borradores sobre el Apocalipsis. Amplios fragmen­
tos sobre esa misma obra, con notas.
8. Profecías. Notas y fragmentos sobre Daniel, el Apocalip­
sis, ta historia de la Iglesia.
9. Profecías. Un tratado incompleto sobre la Prophecy and
the Apocalypsé, de dos libros y un tercer fragmento más breve.
Introducción a New ton 159

10. Profecías. Contenido similar al MS. 8.


11. Historia de la Iglesia. Comienzo (proemio, libro I, cap. 1)
de un tratado sobre la corrupción de la Iglesia cristiana, en latín.
12. Religión. Fidei vera formula.
13. Varia. Extractos y notas de Ireneo y Matmónides. No­
cas sobre la mitología pagana y sobre la astronomía antigua.
14. Varia. Notas y extractos de obras teológicas y de la pa­
trística. Notas sobre la historia romana y bárbara. Notas sobre
el Templo de Salomón con una descripción suya.
15. Historia de la Iglesia. Fragmentos sobre la historia de la
Iglesia.
16. De los paganos. Cinco capítulos en latín de un tratado
con el título de Theologiae Gentilis Origines Philosophicae.
17. De los paganos. Notas dispersas.
18. Iglesia primitiva. Siete páginas, en inglés, sobre la apos-
tasía.
19. Historia de la Iglesia. Un tratado en latín, incompleto,
sobre la historia de la Iglesia primitiva.
20. Correcciones autógrafas a una obra sobre la trinidad.
21. Un tratado incompleto sobre la verdadera religión y la
idolatría.
22. Profesiones de fe católica romana.
23. Una anotación sobre el papado y sobre el misterio de la
iniquidad.
24. Calendario juliano. Consideraciones sobre la corrección
del calendario juliano y sus ventajas respecto al gregoriano. Bo­
rradores de cartas al obispo de Worcester.
25. Cronología. Borradores de una obra sobre la cronología
que no coinciden con la impresa.
26. Cronología. Como el MS. 25.
27. Cronología. Borradores de los Remarks on the observa-
tions made on a chronological Índex of Sir Isaac Newton, trans-
lated into French by the Observer and published in Paris ma­
nuscritos por Newton. Se trata de las observaciones de Newton
contra la publicación de la cronología, publicadas en las Philo-
sophical Transactions, 1725, 33, pág. 315.
28. Anotaciones sobre los reinos bárbaros, sobre el Templo
de Salomón, etc,
160 Maurizio Marman!

29. Historia de la Iglesia. Páginas de un tratado no identifi-


cable sobre la Iglesia primitiva.
30. Alquimia. Extractos, en inglés, de La Lamiere sortant
des Tenebres.
31. Borrador de una carta a John Lacey acerca de un pro­
blema de geometría de sólidos, con notas sobre la cronología,
las profecías, etc.
32. Sobre el clero en Oxford.
33. Mitología. Una página de notas sobre la mitología con el
borrador de una carta sin fecha.
34. Lista de los gastos de Newton en Cambridge.
35. Casa de la Moneda. Obligaciones de Newton como Go­
bernador de la Casa de la Moneda.
36. Traducciones del Andria y del Eunuco de Terencio.
37. Fragmentos del manuscrito de la Historia coelestis de
Flamstced.
38. Alquimia. Extractos del De igne sophorem et materia
quam calefacit.
39. Iglesia. Un folio de un tratado sobre la historia de la
Iglesia y la verdadera religión.
40. Árbol genealógico de Newton.
41. Religión. El capítulo segundo, en diversas versiones, del
The origina/ o/ religions.
259. Alquimia. Extractos de diez obras alquímicas con una
lista de sus contenidos.
260. Alquimia. Un cuaderno (commonplace boak) con los
encabezamientos (voces y subtítulos), dejados en blanco.

4. Estudios

Es necesario hacer una distinción entre los estudios sobre


Newton anteriores a los años cincuenta y los que han acompa­
ñado y seguido a la publicación de los textos inéditos, de los
que se ha hablado antes. Los estudios de A. Koyré en la década
de 1950-60 se sitúan en la zona intermedia y han planteado una
serie de problemas críticos que estudios posteriores han reto­
mado.
Introducción a Newton 161

Resulta útil dividir la literatura más reciente por temas, y de


por sí es indicativa de la suerte de este o aquel aspecto del pen­
samiento newtoniano (las biografías de Newton se han señalado
en la Historia de la crítica).

4.1, Mecánica y astronomía

Aitón, E. J., «Newron’s aether-stream hypothesis and the in­


verse square law of gravitation», Annals o f Science, 25, 1969,
págs. 255-60.
Capek, M., «What survives from the classical concept of absolute
time», en Newton’s scientific andphilosophical legacy, editado
por P. B. Scheurer y G. Debrock, Dordrecht-Boston-Lon-
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Cardwell, D. S. L., «Some factors in the eariy developments of
the concepts of power, work and energy», British Journal for
the History of Science, 3,1966, págs, 209-24.
Castillejo, D., The expanding forcé in New ton’s Cosmos, Ma­
drid, 1981.
Cohén, I. Bernard, Introducción to Newton ’s Principia, Cam­
bridge, 1971. Obra fundamental para cualquiera que quiera
leer los Principia con alguna esperanza de entenderlos.
Id., The Newtonian revolution, Cambridge-Londres-Nucva
York, 1980,
Id., «The Principia, universal gravitation and the “Newtonian
stylc” in reíation to the Newtonian revolution», en Science in
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Dordrecht-Boston-Londres, 1982, págs. 21-108.
Id., «Newton's third law of universal gravity», en Newton’s
; scientific and philosophical legacy, editado por P. B. Scheurer
! y G. Debrock, Dordrecht-Boston-Londres, 1988, págs. 25-
53-
Eríicson, H., «The Leibniz-CIarke controversy; Absolute ver­
sus relative space and time», American Journal of Physics, 35,
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162 Maurizio Mamiam Introducción a Newton 163

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págs. 1-67. Science, 1, 1970, págs. 3-58.
Guerlac, H., «Francis Hauksbee, experimentaren r au profit de Id., «Existence, actuality and necessity: Newton on space and
Newton», Archives intemationales d'histoire des Sciences, 16, time», Annals of Science, 35,1978, págs. 463-508.
1963, págs. 113-28. Id., «Space, infíníty, and indivisibility: Newton on the creation
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History of Ideas, a cargo de Ph. Wiener, 4 vols., Nueva York, por Z. Bechler, Dordrecht-Boston-Londres, 1982, págs. 145­
1973, vol. III, págs. 378-91. Breve pero fundamental contri­ 90.
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Hattiangadi, J., «The vanishing context of discovery: Newton’s the History of Exact Sciences, 2, 1965, págs. 365-86.
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en Newton and the new direction in Science, editado por G.
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V. Coyne, S. ]., M. Hcller, J. Zycinski, Proceedings o f the
Weinstock, R., «Newton’s Principia and the external gravitatio-
Cracow conference, Ciudad del Vaticano, 1988, págs. 55-63.
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Koyré, A., «La gravitation universeíle de Kepler á Newton*, rican Journal o f Physics, 52, 1984, págs, 883-90.
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Kutschmann, W., Die Newtonsche Kraft. Metamorphose eines Whiteside, D. T., «Newton’s early thoughts on planetary mo­
wtssenschaftlicben Begriffs, Wiesbaden, 1983. tion: a fresh look», The British Journal for the History of
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Sciences, 3, 1966, págs. 206-48, ment», Vistas in Astronomy, 19, 1975-76, págs. 317-28,
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164 Maurizio Matniani

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4,2. Óptica

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lorir d isp e rsió n : a s u g g e s te d in te r p r e ta tio n » , Archive for His-
tory of Exact Sciences, 1 1 ,1 9 7 3 , p á g s. 1 -3 7 .
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d ad d e n o recalcar la d ife r e n c ia d e m é t o d o e n tr e lo s Principia
y la Opticks) m e d ia n te a r g u m e n to s , e n m i o p in ió n , c o m p le t a ­
m e n te e q u iv o c a d o s . L o s d o s « m é t o d o s » s u p o n d r ía n a m b o s
u n a rea cció n a la filo s o f ía n atu ral y a la m eta física ; el p r im e r o
h ab ría te n id o é x it o p o r ser a d e c u a d o a la fís ic a m a te m á tic a ■-
(q u e n a ció d e s p u é s d e N e w t o n , m ie n tr a s q u e a n tes era f i lo s o - I
fica ) y n o a la ó p tic a m ix ta ( q u e ta m b ié n n a c ió d e s p u é s d e '
N e w t o n , s ie n d o a n te s o f ilo s ó f ic a o m a te m á tic a ), H a k f o o r t
d e m u e str a c o n o c e r m á s a C o h é n y K u h n q u e a N e w t o n y su \
tie m p o .
Introducción a New ton 165

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166 Man riz io M am ian i

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4.3. Matemática

Boyer, C. B., The concepts of íhe calculas: a critical guide and


historical discussion of the derivative and the integral, Nueva
York, 1939.
Casini, P., «Ncwton, Leibniz e l’anaíísí: la vera storia», Rivista
di filosofía, 73, 1982, págs. 397-408.
Hall, A. Rupcrt, Philosophers at war. The quarrel hetween
Newton and Leibniz, Cambridge, 1980. Obra de gran interés
histórico, no sólo por lo que respecta a la disputa en sí misma,
sino también para comprender correctamente el transfondo
filosófico y cultural en que ésta tuvo lugar.
Scriba, C. J., «The inverse method of tangents: a dialogue bet-
ween Leibniz and Ncwton (1675-1677)», Archive for History
of Exact Sciences, 2, 1963, págs. 113-37.
Id., «Neue Dokumente zur Entstehungsgeschíchte des Prío-
ritáts-streites zwischen Leibniz und Newton um die Erfín-
dung der Infinitesimalrechnung», en Akten des Intemationa-
len Leibniz-Kongresses, vol. II, Wiesbaden, 1969, págs. 69-78.
Whiteside, D. T., «Pattcrns of mathematieal thought in the later
Scventeenth Century», Archive for History of Exact Sciences,
1, 1961, págs. 179-388.
Id., «Newton’s discovery of the general binomial theorem»,
Mathematieal Gazette, 45, 1961, págs. 175-80.
Id., «The mathematieal principies underlying Newton’s Princi­
pia Mathem atica», Journal for the History o f Astronomy, I,
1970, págs. 116-38.
Introducción a N cw ton 167

Id., «Newton’s mathematieal method», Bulle tin of the Imitin te


of Mathematics and its Applications, 8, 1972, págs. 173-78.
Id., «Newton the mathematicían», en Contemporary Ne-wto­
man research, editado por Z. Bechler, Dordrecht-Boston-
Londres, 1982, págs. 109-27.
Estos artículos, aunque breves, son fundamentales para la
comprensión de la matemática de Newton.

4.4. Alquimia y química

Dobbs, B, J. T., The foundatiom o f Newton’s alchemy or The


hunting o f the Green Lyon, Cambridge-Londres-Nueva
York, 1975, Es el estudio más vasto sobre la alquimia de
Newton, con amplios extractos de inéditos.
Id., «Alchemische Kosmogonie und arianische Theologie bei
Isaac Newton», en Díe Alchimie in der europdischen Kultur-
und Wissenchaftgeschichte, editado por C. Meinel, Wiesba-
den, 1986, págs. 137-50.
Figala, K., «Zwei Londoner Alchemisten um 1700: Sir Isaac
Newton und Cleidophorus Mystagogus», Physis, 18, 1976,
págs. 245-73.
Id., «Newton ais Alchemist», History o f Science, 15, 1977, págs.
102-37.
Id., «Die exacte Alchemie von Isaac Newton», Verhandlungen
der Naturforschenden Gesellschaft Basel, 94, 1984, págs. 157-
228.
Heimann, P. M., McGuire, J. E., «Newtonian forces and Loc-
kean powers: concepts of matter in Eighteenth Century
thought», Historícal Studies in the Physical Sciences, 3, 1973,
págs. 233-306.
Hornix, W. J., «Chemical affinity in the 19th Century and
Newtonianism», en Newton’s scíentific and philosophical le-
gacy, editado por P. B. Scheurer y G. Debrock, Dordrecht-
Boston-Londres, 1988, págs. 201-15.
Kubbinga, H. N., «Newton’s theory of matter», en Newton’s
scíentific and philosophical legacy, editado por P. B. Scheurer y
G. Debrock, Dordrecht-Boston-Load res, 1988, págs. 321-41.
168 Maurizio Mamíam

Rattansi, P. M., «Newton’s alchemical studies», en Science, me­


dicine and society in the Renausance, editado por A. G. De­
bus, Nueva York, 1972, págs. 167-82.
Thackray, A., Atoms and poioers: An essay on Newtonian mat-
ter-theory and the developments of Cbemistry, Cambridge,
Mass., 1970. Este estudio resulta mucho más interesante en
los capítulos no dedicados a Newton (todos, salvo los dos
primeros) que en estos últimos. Thackray sostiene, de manera
aparentemente plausible, que «el curso de la química poste­
rior estuvo determinado y condicionado por aquellas afirma­
ciones de Newton que habían sido publicadas, o al menos
eran ampliamente conocidas, y no por las ideas ignoradas
hasta para sus más íntimos conocidos». Y puesto que Thac­
kray no se encuentra, por supuesto, entre los conocedores de
dichas ideas, y el «verdadero» Newton no le interesa, muchas
de sus observaciones resultan mal enfocadas tanto desde un
punto de vista histórico, como filosófico. Resulta una banali­
dad afirmar que las ¡deas de Newton ignoradas por sus con­
temporáneos y sucesores no pudieron ejercer sobre ellos nin­
guna influencia: desgraciadamente no sabremos nunca nada
más acerca de ellas, al menos mientras no sepamos hasta qué
punto estas ¡deas, desconocidas incluso para amigos íntimos
de Newton —admitiendo que los hubiese—, influyeron en
sus obras impresas, y hasta qué punto se vislumbran en ellas y
pudieran resultar comprensibles a quienes hubieran leído los
mismos libros que Newton «secretamente» anotaba.
Id., «"The business of experimental philosophy”. The early
Newtonian group at the Roya! Society», Actes da X l l e
CIHS, vol. III, París, 1971, págs. 155-59.
Westfall. R. S„ «Newton and alchemy», en Occ«/f and scientific
mentalities in the Renaissance, editado por B. Vickers, Cam­
bridge, 1984, págs. 315-35.

4.5. Religión, cronología, historia

Austin, W, H., «1. Newton on Science and religión», Journal of


the History of Ideas, 31, 1970, págs. 521-42.
Introducción a Newton 169

Christianson, G. E., In the presence o f the Creator: L Newton


and his times, Nueva York-Londres, 1984.
Guerlac, H., «Theological voluntarism and btological analogies
in Newton’s physical thought», Journal o f the History of
Ideas, 44,1983, págs. 219-29.
Guerlac, H., Jacob, M. C., «Bentley, Newton, and Provídence»,
Journal o f the History o f Ideas, 30,1969, págs. 307-18.
Hammer, F., «Newtons Bedeutung für den Díalog zwischen
Naturwissenschaft und Theologie», Philosophia naturalis, 20,
1983, págs. 3-13.
Manuel, F. E., Newton historian, Cambridge, 1963.
Id., The religión o f Isaac Newton, Oxford, 1974. Ambas obras
son indispensables para comprender el contexto erudito y
teológico en que Newton desarrolló sus propias ideas; la do­
cumentación es excelente y se citan textos raros y manuscri­
tos inéditos,
Westfall, R. S., Newton’s theological manuscripts, en Contempo-
rary Newtonian Research, editado por Z. Bechíer, Dor-
drecht-Boston-Lo odres, 1982, págs. 129-43.

4.6, Varios

Bork, A, M., «Logical structure of the first three sectíons of


Newton’s Principia», American Journal o f Physícs, 35, 1967,
págs. 342-44.
Boss, V., Newton and Russia. The early influence, 1698-1796,
Cambridge, Mass., 1972.
Casini, P., Newton e la coscienza europea, Bolonia, 1983.
Contemporary Newtonian Research, editado por Z. Bcchler,
Dordrecht-Boston-Londres, 1982.
Craig, J., Newton and the Mint, Cambridge, 1946.
Id., «Isaac Newton, crime ¡nvestigator», Nature, 182, 1958,
págs. 149-52.
Id., «Isaac Newton and the conterfeiters», Notes and Records of
the Royal Society of London, 18, 1963, págs. 136-45.
Harrison, J. R., The library o f I. Newton, Cambridge, 1978.
170 Maurizio Mamiani

Heitbron, J., Physics at the Royal Society during New ton ’j presi-
dency, Los Ángeles, 1985.
Hunter, M., The Royal Soáety and its fellows, 1660-1700, Pres­
ión, 1982.
Jacob, M. C., The Newtonians and the Engtish revoluüon,
1689-1720, Hassocks, 1976.
Let New ton he! A New perspective on his lije and works, edi­
tado por J. Fauvel, R. Flood, M. Shortland, R, Wilson, Ox­
ford, 1988.
New ton and the new dirección in Science, editado por G, V.
Coyne, S. J., M. Hcller, J. Zycinskí, Proceedings o f the Cra-
cow conference, Ciudad del Vaticano, 1988.
Newton’s scientifie and philosophical legacy, editado por P. B.
Scheurer y G. Debrock, Dordrecht-Boston-Londres, 1988.
North, J., Isaac Newton, Oxford, 1967.
Palter, R., The «Annus M irabilis» o f Sir Isaac Newton, Cam­
bridge, Mass., 1970.
Schnetder, I., Isaac Newton, Munich, 1988.
Vavilov, S. I., Isaac Newton, trad. italiana, Turín, 1954. Estudio
de gran inteligencia crítica y filosófica, ya citado en la docu­
mentación sobre las fuentes, pero interesante aquí por la pro­
puesta de una concepción unitaria de la obra de Newton.
índice de las referencias bibliográficáS

Andrade, Edward Neville da C o sta :


1965 Isaac Newton. La vita e Topera, Bolonia (título origina)
Sir Isaac Newton, Nueva York— Londres, 1954).

Boyle, Robert:
1965 The Works, editado por T. Birch, 2 vols. Hildesheim.

Casini, Paolo (Ed.):


1981 «Newton: gli scolii classid», Giornale critico della filoso­
fía italiana, I, págs. 7-53.

Correspondence,
1959 y ss. The Correspondence of Isaac Newton, editado por
H. W. Turnbull, J. F. Scott, A. Rupert Hall, L. Tilling,
7 vols-, Cambridge.

Descartes, René:
1983 II mondo ovvero trattato della luce e Tuomo, editado
por M. Mamiant, trad. ¡tal. de A. L. Mertani, Roma.
171
172 Maurizio Mamiani

Hall, Rupert A., Boas Hall, Marie:


1978 Unpublished Scientifk Papers o f Isaac New ton, Cam­
bridge.

Harrison, John:
1978 The library of Isaac Newton, Cambridge.

Mamiani, Maurizio:
1976 Isaac Newton filosofo della natura. Le lezioni giovanili
di ottica e la genesi del método newtoniano, Florencia.
1980 Teorie dello spazio da Descartes a Newton, Milán.
1986 II prisma di Newton, Roma-Bari.

Manuel, E. Frank:
1974 The Religión o f Isaac Newton, Oxford.

McGuire, J. E. y Tamny, M. (Eds.):


1983 Certain Philosophical Questions: Newton’s Trinity No-
tebook, Cambridge.

Optics
1952 Isaac Newton, University of Chicago, Chicago.

Preti, Giulio:
1950 Newton, Milán.

Principia
1972 Isaac Newton ’í Philosophiae Naturalis Principia Mathe-
matica, The third editíon with variant readíngs, editado
por A. Koyré y I. Bcrnard Cohén, 2 vols., Cambridge,
Mass.

Stukeley, William;
1936 Memoirs o f Sir Isaac Newton ’s Life: 1752; Being some
accounts of His Family and Chiefly of the Júnior Part of
His Life, Londres.
Introducción a Newton 173

Wallace, William A.:


1988 «Newton’s early writings: beginnings of a new dirección
in Newton, and the new dirección in science*, editado
por G. V. Coyne, S. J-, M. Helier, J. Zycinski, Procee-
ding o f the Cracow conference, Ciudad del Vaticano.

Westfall, Richard $.:


1980 Never at resL A biography o f Isaac Newton, Cambridge.

Wojtcuk, Albert J.:


1988 «Newton’s CHildhood» en Newton and the new ¿irec-
tion in science, editado por G. V. Coyne, S, J. M. Helier,
J. Zycinski, Proceedings o f the Cracow conference, Ciu­
dad del Vaticano.
índice

Capítulo i. V ida e n familia y primeros estu ­


dios EN G R A N T H A M ........... 9

Capítulo 2. E n C a m b r i d g e . N e w t o n e s t u ­
d i a n t e ..................... 19
1, La biblioteca de N ew ton................. 23

Capítulo 3. E n C a m b r i d g e .P r i m e r o s i n t e ­
reses ...................... 27
1. Primeras reflexiones acerca de la
gravedad.......................................... 30
2. La carrera académica......... 32

Capítulo 4. Los descubrimientos m a t e m á ­


ticos ...................... 35

Capítulo 5. «QUAESTIONES»............................ 43
1. La gravedad........................................ 49
2. Los colores...................................... 58
175
176 Maurízio Mamiani

Capítulo 6. El m é t o d o d e l a filosofía ..... 69

Capítulo 7. La «nueva teoría sobre la luz y


LOS COLORES*........................................ 92

Capítulo 8. L o s «P h il o s o p h ia e n a t u r a l is
PRIN CIPIA M A TH EM A TIC A » ..................... 102

Capítulo 9. E n Lo n d r e s .La «O pticks». M e t a ­


física Y RELIGIÓN.............. 124

C ronología de la vida y de las o br a s ............ 142

H istoria de la c r ític a .............................................. 145

B iblio g rafía ................................................................. 152

ÍNDICE DE LAS REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS..... 171

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