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La casa de mis papas y mi hermanos, mi casa familiar siempre ha sido para mi un lugar

lleno de afecto y amor, donde me siento segura y tranquila. Por fortuna tengo una
hermana mayor con la que hablo y comparto cosas de mujeres. desde pequeñas nos
enseñaron a cocinar y a hacer los oficios de la casa, labores que debíamos cumplir
después de terminar las clases y que a veces nos impedian hacer otras cosas como
practicar un deporte, asistir a clases de música o cualquier otra actividad que quisiéramos.
Por el contrario, mis padres han sido más flexibles con mis hermanos y los oficios de la
casa nunca han sido un obstáculo para realizar sus actividades favoritas. incluso, parece
que la cocina solo fuera un espacio delegado a las mujeres de la casa porque tanto mi
padre como mis hermanos nunca han cocinado. No fue sino hasta años después que mi
hermana y yo expresamos esta inconformidad y decidimos hacer un horario para que
todos pudiéramos colaborar con las tareas de la casa, sin embargo la cocina continúa
siendo un espacio de mujeres.   

Cuando fui a la Universidad y salí de casa de mis padres fue una experiencia muy
enriquecedora para mi. Allí entre otras cosas, conocí el feminismo, por medio de clases
de género y por mis compañeras, que me hicieron reflexionar y hacerme muchas
preguntas, una de ellas fue sobre la feminidad, porque en ese tiempo era una mujer poco
femenina para la mirada de los demás, pues llevaba cabello corto, usaba camisas y no
me maquillaba. Comprendí entonces que la feminidad era solo un estereotipo y que era
libre de experimentarme ser mujer. También conocí las historias de otras mujeres que me
permitieron conocer otras realidades o que me hicieron sentir acompañada.

La calle para mi ha significado riesgo y posibilidad. Nunca me he sentido completamente


segura caminando sola o en compañía de otras mujeres y el miedo aumenta si es por la
noche. El transporte público también es un lugar que no me genera confianza además de
peligroso para muchas mujeres que hemos experimentado el acoso. Una situación que
muchas veces nos llena de rabia e impotencia. Pero que también me enseñó a
desnaturalizar los piropos y el acoso. Y es un espacio de posibilidad porque allí también
me he encontrado en marchas con otras mujeres para alzar nuestras voces para
denunciar y defender nuestros derechos.

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