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Cae la primera nieve y ya

pensaba en ti, en ti y tú cabello


de oro ensortijado
en mil hilos dorados divididos
yaciendo en la cama esparcidos.

Tu brillo, desnuda, que el roble envidia


quise entonces soñar
y ando por la tierra con los ojos
altos clamando a tanta altura
que vivir puedo sin saber morir.

Así me aqueja
este infausto buscar,
este bien fiero,
que buscando sin fe,
de fe muero.

Te deje, allá, lejos,


pensando en muchas cosas.
Ojalá pienses sólo un poco en mí,
en este breve caminar a la muerte
que es la vida.

Y ya nos acompañamos,
poco a poco,
de nuevo,
imaginándonos allá
otra vez juntos, lejos,
viajando, viviendo, viviendo.

Emiliano Llano Díaz

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