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(ISMAEL ENRIQUE)
Amor arrepentido,
ave que quieres regresar al nido
al través de la escarcha y las neblinas;
amor que vienes aterido y yerto,
¡donde fuiste feliz... ya todo ha muerto!
¡No vuelvas... Todo lo hallarás en ruinas!
Los nocturnos
(JOSE ASUNCION SILVA)
Nocturno I
A veces, cuando en alta noche tranquila,
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas a otros lugares,
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares,
y en gótico castillo donde en las piedras
musgosas por los siglos, crecen las yedras,
puestos de codos ambos en tu ventana
miramos en las sombras morir el día
y subir de los valles la noche umbría
y soy tu paje rubio, mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
mientras que el viento afuera suspira y llora!
¡Cómo tendéis las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan sus manos!
Nocturno II
¡Poeta!, ¡di paso
los furtivos besos!…
¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
allí ni un solo rayo… Temblabas y eras mía
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda…
La selva negra y mística fue la alcoba sombría…
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda…
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
entre las nieblas pálidas la luna aparecía…
¡Poeta, di paso
los íntimos besos!
¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, do la tapicería
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos
desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda…
Apenas alumbraba la lámpara sombría
los desteñidos hilos de la tapicería.
¡Poeta, di paso
el último beso!
¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
El ataúd heráldico en el salón yacía,
mi oído fatigado por vigilias y excesos,
sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,
la llama de los cirios temblaba y se movía,
perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
un crucifijo pálido los brazos extendía
y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!
Nocturno III
Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,
Una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra
fina y lángida
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban.
Y eran una
y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas,
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
¡entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
Era el frío de la nada…
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de
lágrimas!…
Constelaciones
(José María Rivas Groot)
EL HOMBRE
Amplias constelaciones que fulguráis tan lejos,
Mirando hacia la tierra desde la comba altura,
¿Por qué vuestras miradas de pálidos reflejos
Tan llenas de tristeza, tan llenas de dulzura?
LAS CONSTELACIONES
¡Oh soñador, escúchanos! ¡Escúchanos, poeta!
Escucha tú, que en noches de obscuridad tranquila
Nos llamas, mientras tiemblan con ansiedad secreta
La súplica en tu labio y el llanto en tu pupila.
Escucha tú, poeta, que en noches estrelladas
Cual bajo augusto templo descubres tu cabeza,
Y nos imploras, viendo que están nuestras miradas
Tan llenas de dulzura, tan llenas de tristeza.
¿Por qué tan triste? Oye: nuestro fulgor es triste
Porque ha mirado al hombre. Su mente y nuestra lumbre
Hermanas son. Por siglos de compasión, existe
En astros como en almas la misma pesadumbre.
Por siglos hemos visto la Humanidad errante
Luchar, caer, alzarse... y en sus anhelos vanos,
Volver hacia nosotras la vista suplicante,
Tender hacia nosotras las temblorosasmanos;
Y ansiar en tal desierto, ya lánguida, ya fuerte,
Oasis donde salten aguas de vida eterna;
Ya llega, llama -y sale con su ánfora la Muerte
Brindando el agua muda de su glacial Cisterna.
Tronos, imperios, razas vimos trocarse en lodo;
Vimos volar en polvo babélicas ciudades.
Todo lo barre un viento de destrucción, y todo
Es humo, y sueño y nada... y todo vanidades.
Es triste ver la lucha del terrenal proscrito;
Es triste ver el ansia que sin cesar le abrasa;
El ideal anhela, requiere lo infinito,
Crece, combate, agítase, llora, declina y pasa.
Es triste ver al hombre, que lumbre y lodo encierra,
Mirarnos desde abajo con infinito anhelo;
Tocada la sandalia con polvo de la tierra,
Tocada la pupila con resplandor del cielo.
Poeta, no nos llames conduele tu lamento;
Poeta, no nos mires nos duele tu mirada.
Tus súplicas, poeta, dispérsanse en el viento;
Tus ojos, ¡oh poeta! se pierden en la nada.
Con íntima tristeza miramos conmovidas,
Con íntima dulzura miramos pesarosas,
Nosotras -las eternas- vuestras caducas vidas,
Nosotras -las radiantes- vuestras obscuras fosas.
EL HOMBRE
¿Todo es olvido y muerte? Pasan gimiendo a solas
El mar con sus oleajes, la tierra con sus hombres;
¿Y al fin en mudas playas deshácense las olas,
Y al fin en mudo olvido deshácense los nombres?
¿Y nada queda? ¿Y nada hacia el eterno sube?
Decid, astros, presentes a todo sufrimiento:
La ola evaporada forma un cendal de nube.
¿Y el alma agonizante no asciende al firmamento?
¡No, estrellas compasivas! Hay eco a todo canto;
Al decaer los pétalos, espárcese el perfume;
Y como incienso humano que abrasa el fuego santo,
Al cielo va el espíritu, si el cuerpo se consume.
Vendrá noche de siglos a todo cuanto existe
Y expirarán, en medio de hielos y amargura,
Los últimos dos hombres sobre una roca triste,
Las últimas dos olas sobre una playa obscura.
Y moriréis ¡oh estrellas! en el postrero día...
Mas flotarán espíritus con triunfadoras palmas:
Y alumbrarán entonces la eternidad sombría,
Sobre cenizas de astros, constelaciones de almas.
Canción de vida profunda
(Porfirio barba)
MONTAIGNE
Ciudad nativa
(Luis Carlos)
Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...
Los camellos
(Guillermo valencia)
Lo triste es así...
Peter Altenberg
Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.
LA TORMENTA DE VERANO
(Rafael Pombo)
Al terrado subí buscando en donde
Asistir a la espléndida tormenta,
Fiesta lustral que ansiaba la sedienta
Tierra en la faz mustia y abatida fronde.
Rafael Pombo
(Bogotá, 1833 - 1912) Poeta colombiano. Máximo representante del
romanticismo en su país y una de las principales figuras de la lírica romántica
en lengua española, la relevancia de Rafael Pombo en la historia literaria del
continente ha quedado parcialmente oscurecida por el éxito de sus fábulas y
cuentos destinados al público infantil, que han conservado intactas su
frescura y popularidad hasta nuestros días.
Julio Flórez
(Julio Flórez Roa; Chiquinquirá, 1867 - Usiacurí, 1923) Poeta colombiano, el
más popular de los de su tiempo, romántico y becqueriano tardío. De
naturaleza enfermiza y de temperamento bohemio y aventurero, frecuentó
en Bogotá la Gruta Simbólica, cenáculo bohemio de artistas múltiples. Pasó
algún tiempo en Caracas, fue declarado "ciudadano de honor" en México y
estuvo en Madrid como agregado a la Legación de Colombia en España.
Publicó nueve títulos, dos de ellos en España: Fronda lírica (Madrid, 1908)
y Gotas de ajenjo (Barcelona, 1909). Fue coronado poeta nacional poco antes
de morir, en su retiro de Usiacurí.
León de Greiff
(Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Haeusler; Medellín, 1895 - Bogotá,
1976) Poeta colombiano que se distinguió por su lirismo simbólico,
sarcástico, imaginativo y musical, uno de los más originales que ha dado
Colombia. Popular entre los poetas e ignorado por el lector común, vivió casi
siempre en Bogotá, donde frecuentó sucesivas generaciones de bohemia y
de vanguardias. El barroquismo y la singularidad de su estilo lo situaron entre
los más influyentes vanguardistas de América.
Luis Carlos López
(Cartagena de Indias, 1883-1950) Poeta colombiano. Llamado
popularmente el Tuerto López, a causa de su estrabismo, su obra se sitúa en la
órbita del posmodernismo.
Guillermo Valencia
(Guillermo Valencia Castillo; Popayán, 1873 - 1943) Poeta y político
colombiano, uno de los nombres fundamentales de la generación modernista.
Considerado junto con José Asunción Silva la más prominente figura del
modernismo colombiano, su poesía frecuenta la evocación griega y está
dotada de una impecable precisión formal, así como de musicalidad y de un
dominio armonioso de la imagen. Por su perfección, casi geométrica, se
convirtió en uno de los iconos de la lírica hispanoamericana.