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Andrés Felipe Martínez López. C.

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Vehículos autónomos:

En el marco de la puesta en marcha de vehículos autónomos y en aras de


analizar su impacto actual y futuro en la sociedad, es menester empezar
por tratar de definir un vehículo autónomo.
La Dirección General de Tráfico de España en su Instrucción 15/V-1134
de 13 de noviembre de 2015, define el vehículo autónomo como “todo
vehículo con capacidad motriz equipado con tecnología que permita su manejo o
conducción sin precisar la forma activa de control o supervisión de un conductor,
tanto si dicha tecnología autónoma estuviera activada o desactivada, de forma
permanente o temporal”
Según Cristina Lozano Amóstegui, 2020. “los vehículos autónomos,
mediante el empleo de tecnologías digitales, proveen al conductor de una
serie de ayudas que, en ciertos casos, permiten que algunas o todas las
funciones de conducción puedan transferirse a un sistema informático”
En este orden de ideas tenemos que un vehículo autónomo es un
automotor dotado de los elementos tecnológicos para que un sistema
informático en cierta medida, decida las acciones positivas a
materializarse durante el movimiento de un vehículo, situación
trascendental en la forma actual de concebir la movilidad humana. Una
gran parte de la población humana utiliza vehículos automotores de
manera diaria en el desarrollo de sus actividades diarias, la actividad y
temperamento del conductor del vehículo tiene una gran incidencia en la
manera de movilizarnos, al respecto, si nos topamos con un conductor
enfadado y que conduce de manera agresiva tendremos una mayor
probabilidad de sufrir un accidente, situación que, entre otras, propone
remediar la implementación de vehículos autónomos, mientras que en un
caso de funcionamiento óptimo de sistemas de conducción autónoma
seguramente la existencia de accidentes de tránsito sería nula.
La autonomía de los vehículos en su conducción implica pasar por un
proceso de digitización en el que se reemplaza el volante y pedal
desplazado de manera análoga iniciado por un toque humano hacia un
proceso digital en que varios sensores captan X información, se procesa
la información y se accionan los componentes requeridos para poner en
marcha una acción de conducción determinada por parte del sistema de
conducción autónoma.
De igual manera esta tecnología pasa por un proceso de transformación
digital mediante la captura, análisis y conversión de datos en el que lleva
inmerso un gran valor agregado para sus clientes: la eliminación del
margen de error humano y costos de personal que opere el vehículo.
El uso de esta herramienta propone retos interesantes hacia el futuro:
Está por decidirse el caso del vehículo equipado con Autopilot de Tesla,
que a finales del 2019 se vió involucrado en el homicidio de dos personas
en California, en este caso el ocupante del tesla está siendo acusado de
homicidio culposo. Al mismo tiempo la Administración Nacional de
Seguridad del Tráfico (NHTSA) implementó un protocolo para vehículos
autónomos sin controles manuales.
De igual manera surgen preguntas interesantes: En el evento de un
accidente, y, desde la óptica de la responsabilidad civil, ¿Quién estaría
llamado a responder por el daño que sufra un tercero ocasionado del
movimiento de un vehículo autónomo? En el Reino Unido se propone que
la compañía desarrolladora del software de I.A que “conduzca” el vehículo
sea responsable. Si el mismo evento de daño tuviera ocasión en Colombia
hoy, seguramente estaría llamado a responder quien estuviese sentado
en el puesto del conductor en razón a tener a su cargo el dominio de la
actividad en el régimen de actividades peligrosas, aún cuando esté en
entredicho la existencia del dominio de la actividad, de igual manera
pasaría para la evaluación del riesgo en el sector seguros.
El impacto de esta tecnología en la sociedad está en sus primeras etapas
y surgirán múltiples prerrogativas que deberán reajustarse a una nueva
realidad, el cambio en la manera de desplazarnos llegó para quedarse.

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