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Siglos XVI al XVIII se caracterizó por el

llamado Naturalismo Psiquiátrico


Los desórdenes del comportamiento humano empiezan a
buscarse en la naturaleza misma y no en hechos externos a
ella y de difícil credibilidad.
Antigüedad:Los modelos Se produce, por tanto,una evolución importante en las
concepciones médicas que inician una modificación de actitud
demonológicos: con respecto a las personas ʺenfermas mentalmenteʺ. Este
Conducta humana que se desviaba de la norma. cambio también está relacionado con los avances habidos en
el pensamiento humano a través de las aportaciones de
filósofos anteriores a este período, como Bacon (1214‐1292),
y las propias de Descartes (1588‐1610) y Locke (1632‐1704).

Edad Media
A las personas con algún déficit se las consideraba
poseídas por el demonio o como espíritus infernales,
sometiéndolas a exorcismos y en algún caso a la
hoguera.
El retraso mental se consideraba intratable por toda
una serie de razones físicas y astrales.
Antigüedad: Los modelos demonológicos: conducta humana que se desviaba de la norma.

Más tarde, durante la Edad Media, comienza a gestarse una comprensión más amplia, pero aún limitada, del retraso
mental. Se consideraba intratable por toda una serie de razones físicas y astrales. A las personas con algún déficit se
las consideraba poseídas por el demonio o como espíritus infernales, sometiéndolas a exorcismos y en algún caso a la
hoguera.

Entre los siglos XVI al XVIII se caracterizó por el llamado naturalismo psiquiátrico. En este momento empieza a
desaparecer la idea de trascendencia presente en años anteriores, para dar paso a una noción de naturaleza que se
basta a sí misma y se rige por sus propias leyes. A partir de esta nueva concepción,los desórdenes del
comportamiento humano empiezan a buscarse en la naturaleza misma y no en hechos externos a ella y de difícil
credibilidad. Se produce, por tanto,una evolución importante en las concepciones médicas que inician una
modificación de actitud con respecto a las personas ʺenfermas mentalmente ʺ. Este cambio también está relacionado
con los avances habidos en el pensamiento humano a través de las aportaciones de filósofos anteriores a este
período, como Bacon (1214‐1292), y las propias de Descartes (1588‐1610) y Locke (1632‐1704).
Será a finales del siglo XVIII cuando, como consecuencia de la Revolución Francesa(1848), se aborde la reforma de las
instituciones que propició que se empezara a prestar asistencia a las personas recluidas en ellas y se tuviesen en
cuenta sus anomalías, dándoles un trato más humanitario. Dentro de esta nueva corriente también cabe destacar la
influencia de la filosofía de Rousseau (1712‐1778) que, con su obra, Emilio,tuvo un gran impacto en la Pedagogía.

Sin embargo, será en el siglo XIX cuando se produzcan cambios importantes. El movimiento científico y cultural que se
inició a finales del siglo XVIII va a culminar con el movimiento de la Ilustración que dará lugar a insignes avances
científicos. Po‐ demos identificar en este momento los primeros atisbos de lo que sería la Educación Especial, ya que
empiezan a crearse instituciones dedicadas a la atención y a la enseñanza de personas ciegas, sordomudas y con
retraso mental como respuesta al problema que suponía su escolarización en los centros públicos ordinarios

Los primeros pasos de la Educación Especial tienen lugar gracias a los avances significativos acontecidos en el campo
de la Medicina sobre las enfermedades menta‐ les a través de las aportaciones de figuras tales como Pinel (1745‐
1826), Esquirol (1772‐ 1840), Itard (1774‐1838) y Séguin (1812‐1880), en Francia; Arnold (1742‐1816) en Ingla‐ terra; y
Chiaruggi (1759‐1820) en Italia. También se ha de destacar las figuras de Pesta‐ lozzi (1746‐1827) y Fröebel (1782‐
1858), quienes dieron gran auge a la educación de los niños ʺnormales y anormalesʺ, principalmente a los sordos y
ciegos. Ambos enfatiza‐ ron el método de la educación intuitiva, natural y activa con la infancia abandonada. Esta
situación trajo consigo un mayor conocimiento y comprensión del retraso mental y la aparición de tratamientos
caracterizados por una atención médico‐pedagógica a la infancia anormal. Otras contribuciones importantes fueron
las de Binet y Simon cuyas aportacio‐ nes dieron lugar a la Psicometría, introduciendo con ella un modelo
psicopedagógico en el estudio de los deficientes. La definición que hacen de la inteligencia, concebida como una
capacidad compleja o global del individuo, se introduce en el naciente ám‐ bito de la Educación Especial. Para medir
esta capacidad, apareció la primera prueba de inteligencia diseñada en 1905 por Binet (1973), con la finalidad de
descubrir desde los primeros años de vida a aquellos sujetos demasiado limitados para seguir la edu‐ cación ordinaria.
Y otro hecho importante fue la aparición del concepto de cociente intelectual o C.I. formulado por Stern en 1912, el
cual fue aceptado universalmente de manera in‐ mediata. A partir de este momento, la corriente de evaluación
psicométrica fue ex‐ tendiéndose, dando lugar a la aparición de numerosas pruebas para evaluar la inteli‐ gencia entre
las que cabe destacar: Factor G de Catell (1947), Stanford‐Binet (1960) y Wechsler (1955, 1967, 1974). Esta forma de
medir la inteligencia favoreció la clasifica‐ ción y etiquetación de las personas sea cual fuere la dimensión de su
inteligencia. 16 También reforzó la ya establecida separación médica entre lo normal y lo patológico y se dio carta
blanca, en aras de la cientificidad, para establecer una total separación entre las personas normales y anormales.
Según su C.I. lo indicara, se adscribían a escuelas regulares o especiales. Si bien todas estas aportaciones
contribuyeron notablemente a la consideración e inicio de la educación de las personas con deficiencias, por el
contrario, el movimien‐ to social de la eugenesia que se produce en los Estados Unidos en esta misma época
desarrolló actitudes y creencias negativas hacia las personas con retraso mental, con‐ tribuyendo definitivamente a su
institucionalización.

Un hecho importante que se produjo en el contexto europeo y de América del Norte, a finales del siglo XIX y principios
del XX, fue el establecimiento de la Obliga‐ toriedad de la Enseñanza, acontecimiento que tendría una importante
repercusión en el ámbito de la Educación Especial. Su consecuencia más inmediata fue la necesidad de crear
numerosas escuelas que acogieran al elevado número de alumnos que em‐ pezaba a acudir a ellas. Por consiguiente,
niños con alguna deficiencia, sobre todo ligera en el caso del retraso mental, que tradicionalmente habían estado en
sus casas o en asilos, pasaron a recibir enseñanza junto al resto de los niños de su entorno

Conforme la educación obligatoria escolarizaba más alumnos, la presencia de personas deficientes era mayor y se
iban complicando y diversificando sus problemas de aprendizaje. En un intento de sistematizar los mismos, se
empezaron a aplicar diferentes clasificacio‐ nes sobre las personas anormales, estableciendo sus distintos grados y
tipos. Se pen‐ saba que esto ayudaría a mejorar su educación.
Como consecuencia de la clasificación de los alumnos que se producía tras su diagnóstico, se pensó que la
especialización de los servicios educativos era la mejor 17 opción para su educación. Así, se fueron creando centros de
educación especial y emplazando a los alumnos en ellos, mediante agrupaciones en las aulas lo más homogéneas
posibles. La información básica la proporcionaba el C.I. obtenido tras la medición psicométrica. Para la instrucción se
establecieron programas, métodos y servicios diferentes para cada uno de los subgrupos identificados. Esto condujo a
la aparición de distintos tipos de centros especializados por deficiencias (centros para sordos, para ciegos, para
deficientes mentales).

El proceso de clasificación, etiquetación y segregación de las personas con algún déficit estaba en marcha. De este
modo, la obligatoriedad de la enseñanza, que pre‐ tendía que todos los alumnos estuvieran escolarizados dentro del
sistema ordinario, el único existente (García Pastor, 1988; Prudhommeau, 1976), derivó en la segrega‐ ción a un
sistema especial paralelo al ordinario de aquellos alumnos que presentaban alguna deficiencia y, consecuentemente,
en la aparición cada vez mayor de progra‐ mas y técnicas especializadas

La llamada Era de la Institucionalización está en marcha y se extiende desde me‐ diados del XIX hasta mitad del siglo
XX. En este periodo se observan dos actitudes sociales claramente contrapuestas hacia la persona deficiente: por una
par te, se piensa que hay que proporcionarle custodia, ayuda y educación; pero, por otra, se considera que su
conducta es anormal y constituye por ello un peligro para la sociedad. No obstante, ambas actitudes conducen a que
las personas deficientes sean emplazadas en instituciones especializadas, separadas y segregadas del resto de la
sociedad. A pesar de estas características, esta época debe ser considerada como de pro‐greso ya que por primera vez
se piensa que las personas deficientes son susceptibles de educación. Como consecuencia de ello, se inicia el paso de
tratamientos meramente asistenciales a tratamientos médico‐psicológico‐educativos. Se establece así un puente
entre el ámbito médico y el pedagógico, aunque la supremacía del modelo médico es evidente todavía. A la vista de
todos estos acontecimientos, la Educación Especial se configura como una disciplina dirigida hacia los alumnos
deficientes, con la finalidad de tratar su déficit de manera diferenciada del resto de los alumnos, en centros
específicos y en clases especializadas. Desde esta perspectiva, establece sus propios objetivos, técnicas especializadas
y demanda el rol de un docente especializado para atender a estos alumnos.

Tomlinson (1982), socióloga de la educación, en el análisis que realiza sobre los beneficios de los aspectos
humanitarios de la Educación Especial desarrollados en la era de la institucionalización, alude a que fueron los
intereses sociales y económicos los que guiaron la segregación implícita en el modelo médico‐psicológico. En su
opinión, y desde un punto de vista social, la revolución industrial que tuvo lugar en el siglo XIX requería cuerpos
dóciles y personas productivas. Si desplazamos la mirada hacia instituciones tales como los manicomios y las cárceles,
comprobaremos que su funcionamiento fue heredado por las instituciones educativas. A partir de este momento,
como nos indican diferentes analistas sociales (Álvarez‐Uría, 1996; Foucault, 1967), las escuelas pasan a tener un
papel central en el mantenimiento del orden social, puesto que garantizan la producción de sujetos “normales”,
adaptados, sumisos, dóciles y útiles requeridos por los intereses de las modernas sociedades industriales. Así se
comprende que las instituciones adquieran un papel nuclear y no marginal como cabría esperar, y que a la Educación
Especial, recién nacida, se le otorgue un papel relevante en el ámbito de la pedagogía escolar. A su vez, la segregación
de los alumnos deficientes mentales en las escuelas es‐ peciales proporcionó a las aulas regulares, entre otros, un
trabajo más tranquilo, y permitió que la homogeneidad se enarbolara como bandera fundamental y básica para una
buena educación, así como un derecho de los no discapacitados. Esta defen‐ sa todavía no ha terminado en la
actualidad, y sigue siendo primordial para muchos padres y profesores, especialmente, en la etapa de la Educación
Secundaria. Desde un punto de vista económico, el fin de la educación era calmar la ansie‐ dad de las clases
trabajadoras y conseguir una clase culta capaz de ampliar las fronte‐ ras comerciales. Se trataba de lograr que fueran
“productivos tantos discapacitados como fuera posible y al mismo tiempo mantener el coste de cualquier iniciativa
edu‐ cativa bajo mínimos, de modo que los gobiernos central y local no tuvieran que gas‐ tar demasiado del dinero de
los contribuyentes” (Tomlinson, 1982, p. 38). La educa‐ ción se utilizaba como un mecanismo de control y el término
deficiente se convirtió en sinónimo de personas non gratas, problemáticas que provenían de clases trabaja‐ doras que
no daban “la talla” según el estándar nacional. La Educación Especial “se veía como una industria que podía producir
beneficios siempre y cuando el coste de la educación de estos niños (los discapacitados) se mantuviera al mínimo”
(Vlachou, 1999, p. 29).

Por este motivo, Rieser y Mason (1992) afirman que la historia social de la discapacidad se caracteriza por los
discursos morales que establece respecto del peligro que suponen las personas discapacitadas para la sociedad. Pero,
a pesar de que defiende una moral que presenta la segregación como una forma de reconocimiento y de protección
de las necesidades de los deficientes, encubre fines económicos y políti‐ cos de control social.

Las críticas aparecidas en torno a la institucionalización de las personas con dis‐ capacidad, muy evidentes en la
década de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, hicieron cada vez más insostenible que los centros de
educación especial fueran la única opción para su escolarización. El ambiente de estos centros carecía de los es‐
tímulos suficientes para el aprendizaje y la socialización de las personas con alguna deficiencia, ya que muchas veces
estaban más dedicados a su cuidado que a su ense‐ ñanza, al creerse que su inteligencia y sus competencias eran
inferiores a lo que real‐ mente correspondía a sus capacidades (Bautista, 1993; Fierro, 1987; Ingalls, 1982).

Los padres se cuestionaban la razón por la que sus hijos estaban segregados del medio familiar y tenían que ir a
escuelas diferentes de las de sus hermanos y amigos (Ortiz, 1995), y decidieron tomar medidas para cambiar esta
situación.

Se empieza, por tanto, a gestar un cambio ante esta situación.


Gracias a su influencia, de los años sesenta a los ochenta, se multiplicaron las clases especiales en las escuelas
ordinarias, no sólo para los niños más prometedores, sino inclusive para los que apenas se podían capacitar y para los
gravemente retrasados, ganando en los juzgados muchos casos para que esto suce‐ diera.

La preocupación por la protección de los derechos humanos y el reconocimiento de los derechos de las personas
deficientes, determinó que la Asamblea General de las Naciones Unidas (1957) especificara en su artículo 5º que: “El
niño deficiente físico, mental o social debe recibir el tratamiento, la educación y los cuidados especiales que necesite
su estado o situación”. Será en 1971 cuando la misma organización, en la Declaración de los Derechos Fundamentales
del Deficiente, especifique que éste tiene, entre otros derechos, el de recibir atención médica y tratamientos físicos
adecuados; derecho a una instrucción, formación y readaptación, así como a las orientaciones que puedan ayudarle a
desarrollar al máximo sus capacidades y aptitudes. Como consecuencia de ello, en 1968 el informe realizado por
expertos de la UNESCO planteaba que su objetivo era definir y hacer una llamada a los gobiernos sobre la necesidad
de una dotación suficiente de servicios para los niños minusválidos, facilitando la igualdad de acceso a la educación y
a la integración de todos los ciudadanos en la vida económica y social de la comunidad. A partir de 1969, el concepto
de normalización, y su puesta en marcha a través de la integración escolar, se extendió por América del Norte, Canadá
y el resto de Euro‐ pa, gracias a las reuniones y aportaciones de la UNESCO publicadas en 1977 (Fine, 1996; Kivirauma
y Kivinen 1996; O’Hanlon, 1995; Richardson y Parker, 1996; Tropea, 1996). El desarrollo de la integración en los
diferentes países va a estar en estrecha

El informe Warnock hace referencia a los programas dedicados a niños con discapacidad haciendo hincapié en el
sector de la educación especial y las necesidades educativas especiales.

Siendo una de sus premisas principales el hecho de que todos los niños tienen el derecho a ser educados.
Este informe pretende además fomentar un modelo de educación,donde las instituciones dedicadas a la misma,sean
formadas en educación especial.Para ,de este modo,poder brindar servicio a aquellas personas que presenten
dificultades en el aprendizaje.Al mismo tiempo ,este informe pretende eliminar las diferencias existentes en la
educación.Entendiendo que las necesidades educativas son comunes a todos los niños.Y es la escuela que debe
adecuarse a la necesidad individual de cada uno de ellos .Además se centra en la idea de que la escuela debe ser un
lugar de educación y al mismo tiempo un centro de apoyo

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