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Antígona: En la mitología griega, Antígona (en griego: Ἀντιγόνη) es hija de Edipo y Yocasta, y

hermana de Ismene, Eteocles, y Polinices.


En el marco del episodio mítico de Los siete contra Tebas, se produce el enfrentamiento mortal de
Eteocles y Polinices, ambos hermanos de Antígona, durante el asedio a Tebas. Ambos mueren,
pero el primero, fiel a Tebas, ha sido enterrado con los debidos honores fúnebres mientras que el
cadáver del segundo yace insepulto por orden de su tío, el rey tebano Creonte, como castigo por
su traición a la ciudad. Antígona se resiste a cumplir la ley humana por respeto a la superior ley
divina y decide enterrar a Polinices. Creonte se entera de la desobediencia de Antígona y la
condena a ser encerrada viva en una tumba. Durante su encierro, ella decide darse muerte a sí
misma ahorcándose.
Esto da paso a otras dos muertes, la de Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona, que
cuando va a rescatarla y la ve muerta se suicida (no sin antes intentar dar muerte a su padre), y la
de Eurídice, madre de Hemón y esposa de Creonte, que al enterarse de la muerte de su hijo se
hiere de muerte con una espada.
Eteocles y Polinices: En el mito, los dos hermanos varones de Antígona se encuentran
constantemente combatiendo por el trono de Tebas, debido a una maldición que su padre Edipo
había lanzado contra ellos. Se suponía que Eteocles y Polinices se iban a turnar en el trono, pero,
en algún momento, Eteocles decide quedarse en el poder después de cumplido su turno, lo que se
desencadena una guerra. Ofendido, Polinices busca ayuda en Argos, una ciudad rival, arma un
ejército y regresa para reclamar lo que es suyo. La guerra concluye con la muerte de los dos
hermanos en batalla, cada uno a manos del otro, como decía la maldición.
Creonte, hermano de Yocasta y tío, por tanto, de los hijos e hijas de Edipo, se convierte entonces
en rey de Tebas y dispone que, por haber traicionado a su patria, Polinices no será enterrado
dignamente y será dejado a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros (este
mito es contado en la tragedia de Esquilo Los siete contra Tebas).
Los honores fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no
era enterrado estaba condenada a vagar por la tierra eternamente, sin ser admitido en el Hades.
Por tal razón, Antígona decide enterrar a su hermano y realizar sobre su cuerpo los
correspondientes ritos fúnebres, rebelándose así contra Creonte, su tío y suegro (pues estaba
comprometida con Hemón, hijo de aquel).
Muerte: La desobediencia lleva a Antígona a su propia muerte: es encerrada viva en una tumba, y
termina ahorcándose. Por otra parte, Hemón, al ver muerta a su prometida, tras intentar matar a
su padre, se suicida en el túmulo, abrazado a Antígona; mientras tanto, Eurídice, esposa de
Creonte y madre de Hemón, se suicida al saber que su hijo ha muerto. Las muertes de Hemón y
Eurídice provocan un profundo sufrimiento en Creonte, quien finalmente se da cuenta de su error
al haber decidido imponer su soberanía por encima de las leyes divinas, acarreando su propia
desdicha.

Edipo, Rey.
De las tres obras tebanas de Sófocles que se han conservado, y que tratan la historia de Edipo,
Edipo rey fue la segunda en escribirse. Sin embargo, en términos de cronología interna de los
acontecimientos descritos en las obras, sería la primera, seguida por Edipo en Colono y luego
Antígona.
Antes del comienzo de Edipo rey, Edipo se ha convertido en rey de Tebas al mismo tiempo que, sin
querer, cumplía una profecía de que mataría a su padre, Layo (el rey precedente), y se casaría con
su madre, Yocasta (a quien Edipo tomó por reina después de resolver el enigma de la Esfinge). La
obra nos presenta a Edipo en su momento de mayor esplendor, como rey de Tebas y esposo de
Yocasta. Para salvar a la ciudad de la peste que la asola, comienza a investigar la muerte del rey
anterior: Layo. Poco a poco se descubre la verdad: Edipo es el asesino que busca. Layo era su
padre. Y su esposa, Yocasta, es al mismo tiempo, su madre. Yocasta se suicida colgándose y Edipo,
horrorizado por el parricidio y el incesto, se ciega a sí mismo desesperado; pide a su cuñado
Creonte que le deje partir al destierro y se quede con sus dos hijas, ya que sus dos hijos son
hombres y sabrán cómo actuar.
Argumento. Peste en Tebas: Edipo, rey de Tebas, se dirige a una muchedumbre encabezada por
un sacerdote, que se ha congregado ante el rey para pedir un remedio a la peste que asola la
ciudad de Tebas. Para conocer las causas de esta desgracia, el propio Edipo ha mandado a su
cuñado Creonte a consultar el oráculo de Delfos. Creonte regresa para contar que la peste es el
resultado de una contaminación religiosa, puesto que el asesino del anterior rey, Layo, no ha sido
atrapado: su sangre derramada amenaza con dar muerte a todos los habitantes de la ciudad hasta
que el asesino sea ejecutado o exiliado.
Edipo jura encontrar al asesino y lo maldice por causar la peste. Pronuncia un bando solemne en el
que pide a todo el pueblo tebano que colabore en el esclarecimiento del crimen. Tanto el asesino
como el cómplice podrán, si se entregan, conservar la vida, aunque tendrán que partir al exilio;
cualquier testigo que haya visto lo sucedido debe decirlo sin temor y Edipo le recompensará. Pero
si el culpable no se entrega, a todo el que sea responsable de ello se le prohibirá participar en la
vida de la ciudad, por lo que Edipo pide a los dioses que él y los suyos mueran de la peor manera
posible.
Acusaciones contra Creonte: Entre los ancianos tebanos cunde la duda por las confusas palabras
de Tiresias. Creonte aparece indignado ante las acusaciones que ha hecho Edipo de conspiración
para usurpar el trono. Él señala que resulta inexplicable que Tiresias, que estaba en la ciudad en el
momento del asesinato de Layo, no declarara entonces lo que sabía, y haya esperado hasta ahora
para acusarle de aquel crimen. Creonte replica que, como cuñado y amigo de Edipo, ya tiene
suficiente poder en Tebas y que nunca desearía las preocupaciones y problemas que debe afrontar
un rey. Además, señala a Edipo que no se debe acusar sin pruebas y que si no cree que lo que ha
dicho el oráculo de Delfos sea cierto, puede ir él mismo a comprobarlo. También le dice que si
Edipo tiene pruebas de que él se ha confabulado con el adivino Tiresias, él mismo se condenará a
muerte. El rey exige que Creonte sea ejecutado; sin embargo, el coro le convence de que deje vivir
a Creonte.
Edipo cuenta su historia: Yocasta, confusa, le pregunta a Edipo qué es lo que ocurre. Edipo relata
a Yocasta cómo sus padres fueron Pólibo y Mérope, reyes de Corinto. Hace muchos años, en un
banquete en Corinto, un hombre borracho acusó a Edipo de no ser el hijo de su padre. Edipo se
fue a consultar el oráculo de Delfos y le preguntó al oráculo sobre su linaje. Apolo no respondió
sus dudas y en cambio le dijo que algún día asesinaría a su padre y se acostaría con su madre. Por
ello había abandonado Corinto, para tratar de evitar el cumplimiento de esa profecía no
regresando jamás. Más tarde, en sus andanzas, había tenido un incidente en el mismo cruce de
caminos donde fue muerto Layo, y encontró un carruaje que intentó sacarlo de la carretera. Se
desarrolló una discusión y Edipo mató a los viajeros, incluyendo a un hombre cuya descripción
casaba con la que Yocasta hizo de Layo. La esperanza que tiene Edipo de no ser el asesino de Layo
es que el único testigo había afirmado que Layo fue asesinado por varios ladrones. Si el pastor
confirma que Layo fue atacado por varios hombres, entonces Edipo no es el culpable.
Noticias de Corinto: Yocasta manda llamar al testigo y también se presenta como suplicante ante
el templo de Apolo para que resuelva sus males.
Mientras, llega un mensajero inesperado que trae noticias de Corinto: Pólibo ha muerto y quieren
proclamar a Edipo como rey de Corinto. Yocasta, tras oír las noticias, trata de hacer ver a Edipo
que tampoco el oráculo según el cual iba a matar a su padre se había cumplido y por tanto ya no
debería de temer el otro oráculo que decía que se casaría con su madre. Edipo, para sorpresa del
mensajero, queda feliz por las noticias, porque prueba que la mitad de la profecía era falsa, ahora
jamás podrá matar a su padre. Sin embargo, aún teme que pueda de alguna manera cometer
incesto con su madre. El mensajero, ansioso de tranquilizar a Edipo, le dice que no se preocupe,
porque Mérope no es su verdadera madre.
Surge entonces el hecho de que este mensajero fue anteriormente un pastor en el monte Citerón,
y que le entregaron un bebé, que entonces fue adoptado por Pólibo, quien carecía de hijos. El
niño, explica, se lo dio otro pastor de la casa de Layo, a quien le habían dicho que se deshiciera del
niño. Edipo pregunta al coro si alguien conoce quién era este hombre, o dónde podría estar ahora.
Le responden que es el «mismo pastor» que fue testigo del crimen de Layo había entregado a
Edipo, cuando este era un bebé, al mensajero, a quien Edipo ya había mandado a buscar.
Resolución de los enigmas: La reina Yocasta, tras oír el relato completo del mensajero, ha
comprendido todo el profundo misterio y desesperada, le ruega a Edipo que deje de hacer
preguntas. Pero él se niega, y ella corre a meterse en el palacio.
Por fin llega el testigo del crimen. Edipo y el mensajero lo interrogan y al principio se resiste a dar
respuestas, pidiendo que le dejen irse sin responder nada. Sin embargo, ante las amenazas de
Edipo de torturarlo o ejecutarlo, revela que el niño que le habían entregado para que lo
abandonara en el monte Citerón era hijo del rey Layo y la reina Yocasta y que lo habían entregado
para que muriera, impidiendo que se cumpliera un oráculo funesto, la profecía que Yocasta dijo
que nunca se había hecho verdad: que el niño mataría a su padre. Sin embargo, él lo había
entregado al mensajero por piedad.
Edipo comprende que Yocasta y Layo eran sus verdaderos padres y que todas las predicciones de
los oráculos se han cumplido. Edipo se maldice a sí mismo y al destino, antes de abandonar el
escenario. El coro lamenta cómo incluso un gran hombre puede caer por el destino, y después de
esto, un criado sale del palacio para hablar de lo que ha ocurrido dentro. Cuando Yocasta entró en
la casa, corrió al dormitorio del palacio y ahí se ahorcó. Poco después, Edipo entró furioso,
llamando a sus criados para que le llevaran una espada de manera que pudiera cortar el vientre de
su madre. Cuando, furioso, recorre la casa, descubre el cuerpo de Yocasta. Gritando, Edipo la baja
y le quita largas agujas de oro que mantenían su vestido, antes de clavárselos en sus propios ojos,
desesperado.
Edipo sale del palacio con los ojos ensangrentados y pide ser desterrado, tan pronto como sea
posible. Dice que ha preferido cegarse porque no puede permitirse ver, después de sus crímenes,
a sus padres en el infierno, a los hijos que ha engendrado, ni al pueblo de Tebas.
Entra Creonte, que asume el poder, pide a los tebanos que se apiaden de Edipo y lo hagan entrar
en el palacio. A continuación dice que consultará de nuevo al oráculo para saber lo que tiene que
hacer con Edipo. Este dice que no tenga piedad con él, pide ser desterrado. Las dos hijas (y medio
hermanas) de Edipo, Antígona e Ismene, son llamadas y Edipo lamenta que hayan nacido en una
familia maldita. Le pide a Creonte que cuide de ellas y Creonte se muestra conforme, antes de
enviar a Edipo de vuelta al interior del palacio.
En un escenario vacío, los últimos versos del corifeo son una especie de conclusión o máxima
griega, de que ningún hombre debe considerarse feliz hasta que está muerto

Doble movimiento de la ética; Dialéctica de lo particular y lo universal-singular. Juan Jorge


Michel Fariña.
La ética y su primer movimiento: de la intuición moral al estado del Arte en materia de ética
profesional. Es decir, una operación que nos impone un movimiento. Remite al estado del
conocimiento sobre un tema, a los acuerdos que una comunidad científica ha establecido sobre
una cuestión en particular.
En ese vasto panorama, ingresan los criterios éticos para la publicación de casos basados en
tratamientos bajo nuestra responsabilidad. Y entonces, cuando el Lic. Rolón fue tentado por la
productora televisiva para llevar a las pantallas sus Historias de Diván, entendimos que era buen
momento para poner a prueba esta metodología. ¿Qué dice el estado del Arte en materia de
publicación de casos?
1) Ante todo, ficcionar los casos de manera tal que, sin perder verosimilitud clínica, se minimicen
los datos que puedan llevar a identificar a los pacientes.
2) con el material así ficcionado, solicitar no obstante el consentimiento informado de los
pacientes, a quienes se entrega el texto para que den su aprobación –estando dispuesto el
terapeuta a retirar el caso frente a una negativa o incluso ante una duda o vacilación de su
paciente. Pregunta: me pregunto por qué tomarnos todo este trabajo. ¿No sería más sencillo
decirle al Lic. Rolón que se abstenga de dar a conocer sus casos?
3) asegurar que todos los derechos sobre el material queden en manos del profesional, quien
sigue siendo responsable frente a los pacientes en cuyo testimonio clínico se inspiró para sus
creaciones;
4) supervisar el dispositivo ético-clínico llevado adelante, posibilitando un espacio en el que la
situación pueda ser permanentemente problematizada.
Bastaría con tener a mano las normativas, mantenernos actualizados en ellas, y aplicarlas
convenientemente en cada situación dilemáticas que se nos presente. Pero las cosas son más
complejas, y por ello hemos anunciado este módulo como del “doble movimiento de la ética
contemporánea”. Doble movimiento, que como dijimos da cuenta de la dialéctica entre lo
particular y lo universal-singular.
PARADOJA, INFINITO Y NEGACIÓN DE LA NEGACIÓN. Reconstrucción de la clase teórica del
10/02/04 dictada por Ignacio Lewkowicz, dando un nuevo giro a las categorías de Particular,
Universal, Singular.
¿Con qué conceptos lógicos es posible pensar una ética que quiebra un horizonte?... Estamos
hablando de un horizonte constituido por la moral. Podemos pensar en las categorías lógico-
formales: universal, particular, singular. Se trata entonces de conceptos lógicos para pensar la
ética. Se quiebra el horizonte moral y adviene la Dimensión Ética.
La Ética es una disciplina del pensamiento, no de conocimiento. El pensamiento en tanto es una
actividad libre de un sujeto condicionado por esquemas lógicos. Pensamos entonces por medio de
esquemas lógicos, a partir de ellos organizamos el pensamiento. Los esquemas intuitivos de
pensamiento son los que más utilizamos, pero para pensar la Ética hacen falta esquemas lógicos
más formales.
El problema de la ética es que para situarla no basta con los esquemas intuitivos del pensamiento.
Saber algo es no tener que pensar en eso. El pensamiento aparece cuando la dimensión de saber
flaquea. Se hace necesario pensar cuando el saber no asiste. La Ética como disciplina de
pensamiento aparece cuando el saber deja de existir. En la dimensión moral estamos en la
dimensión de saber, por tanto, la Ética se abre como dimensión cuando el saber moral no lo asiste
para poder tratar una situación.
Lo Universal, singular y particular: Un ejemplo, Un hombre quiere acceder a la santidad, para ello
la única regla es: no matar. Para este hombre el universo se conforma: Acciones no matar (-M)
Acciones matar (M). Por lo tanto, Evitando las “acciones matar” y practicando las “acciones no
matar” se accede a la santidad.
Ante una situación límite en la que no queda otra que matar o dejarse matar. Matar o morir. ¿Qué
hacer? El hombre está por dejarse matar, el costo es elevado pero la santidad es un beneficio, sin
embargo, el hombre piensa, dejándose matar permite que se produzca un asesinato, por tanto
matando o dejándose matar se transgrede la regla. La prescripción es transgredida por las dos
acciones posibles, la que la ejecuta y la que la omite. Se desvanece la consistencia del espacio en el
que se maneja este tipo que quiere ser santo. Impedir cualquier figura de asesinato, éste es el
imperativo. La ley moral de no matar colapsa. El hombre no debe hacer nada, por acción u omisión
incurre en el pecado. Tiene un horizonte que se le quiebra, tiene que pensar. Ésta es la paradoja.
El principio del tercero excluido es la matriz lógica del pensamiento binario, no hay una tercera
posibilidad, la lógica aristotélica es: A o no A (A -A), en ella se sostiene la estructura del saber. Hay
situaciones en que este principio no rige por tanto esto acarrea el desvanecimiento subjetivo. El
pensamiento que supone consistencia lógica busca en cualquier paradoja un error o truco. Eso se
le pide al mundo: que sea consistente. En la paradoja no hay nada que sea A o no A, por tanto, si
un saber moral entra en paradoja, si entra en un tercero excluido, quiere decir que no es
exhaustivo.
Entonces hasta aquí tenemos:
1. En un primer momento el sujeto moral colapsa
2. En un segundo momento un acto que instaura algo. No hay un alguien todavía, pero hay algo.
3. En un tercer momento un sujeto con el universo ampliado. Se instala un nuevo universo a partir
de ese algo.
La Paradoja del Barbero de Russell : Particular, Universal, Singular. En un regimiento ordenan a
un barbero (Gómez) afeitar únicamente a todos los soldados que no se afeitan a sí mismos, ahora,
él mismo es soldado y no se afeita a sí mismo, ¿qué debe hacer Gómez y por qué? ¿debe afeitarse
o no debe hacerlo? Pensemos: si decide no hacerlo no estaría obedeciendo la ley, ya que él mismo
no se afeita a sí mismo, la orden es clara al respecto. Si lo hace tampoco estaría cumpliendo con el
mandato, ya que si se afeita dejaría de formar parte del grupo de aquellos que no se afeitan a sí
mismos. La paradoja es la insuficiencia del lenguaje para saber todo lo que la situación tiene. Esta
paradoja tacha el principio de razón suficiente, Gómez no es A ni no A. La ley moral era un
universal, la ley del regimiento tenía hasta entonces valor de lo universal, pero universal siempre
excedido por lo que contiene, dando lugar a una singularidad, término que para la ley del
universo no es ni A ni no A.
En cualquier universo hay al menos un elemento que no se puede decidir que pertenece o no
pertenece. La pertenencia es una relación exhaustiva, total. Una singularidad no es ni A ni no A.
¿Qué hace Gómez con esta singularidad? Su singularidad es de la lógica de la situación y no de él.
La singularidad no es la individualidad, es un elemento de la situación. Depende de la estructura
lógica de la situación, no tiene nada que ver con Gómez, es parte de la estructura del universo. La
comprensión de la ética exige desindividualizar. Ahora bien, El eje ético une el universal-singular
e intercepta lo particular. La dimensión ética une un singular con un universal y corta el eje
particular. Una singularidad si se conserva como pura excepción no tiene existencia y desaparece.
Si a un universo se le declara una singularidad deja de ser universo, con el Principio de Tercero
Excluido deja de ser universal, este singular dice que la estructura del universo deja de ser
consistente (A -A). Si el universo destituido no asume esta destitución tenemos que un particular
pretende para sí un rango de universal. Declarada la singularidad el universo deviene particular. El
universo no admite el accidente que lo ha destituido. Si no cabe en el universo un nuevo término
entonces no es universo, es restringido, por tanto, es particular. Esto es un particularismo: cuando
una parte del universo pretende imponer su regla particular como ley del todo.

Ética, un horizonte en quiebra. Michel Fariña Qué es esa cosa llamada ética. Capítulo II y III
El carácter singular se evidencia en las circunstancias irrepetibles de la experiencia. No existe lo
universal sino a través de lo singular y recíprocamente, el efecto singular es una de las más
infinitas formas posibles de realización de lo universal.
La dimensión universal-singular de carácter indisoluble de sus términos, dimensión sobre la que se
comenzará a dibujar el horizonte de la ética.
Lo particular no puede comprenderse separado de lo universal-singular y, a su vez, eso que hemos
llamado universal-singular no existiría sin lo particular. Ante todo, lo particular es un efecto de
grupo. En otras palabras, un sistema de códigos compartidos. Si lo universal-singular denotaba lo
propio de la especie, lo particular será el soporte en que se realiza ese universal-singular.
La dimensión ética se despliega en el circuito universal-singular, sosteniéndose (de manera
siempre provisoria) en el campo de lo particular, del que toma prestado se carácter de código.
El efecto particularista es distintivo de la falla ética y se verifica en la pretensión de que un rasgo
particular devenga condición universal.
Mientras que la moral remite a cierta contingencia, la ética va más allá.
Más estrictamente, la pauta moral se corresponde con los sistemas particulares (culturales,
históricos, de grupo), mientras que el horizonte ético, si bien puede soportarse en tales
imaginarios, siempre los excede. De allí la afirmación que asigna a la dimensión ética alcance
universal. Pero lo universal-singular de la ética no puede ser colmado por ningún sistema moral
(particular).
El doble movimiento de la ética, un método de análisis.
Primer movimiento • De la intuición a los sistemas de pensamiento acerca del obrar humano •
una pluralidad que engloba desde intuiciones, representaciones sociales, estereotipos culturales,
costumbres regionales hasta teorizaciones, sistemas axiológicos y reflexiones filosóficas. • Origen
histórico de la Ética.
Segundo movimiento • El conocimiento no antecede a la situación, es la situación misma la que
inaugura el conocimiento. • El nuevo conocimiento no es ni opuesto, ni complementario sino
suplementario. • Se presenta una singularidad que interpela la existencia del conocimiento previo.
Lo U-S se apoya en lo particular • La pauta moral se corresponde con los sistemas particulares
(culturales, históricos, de grupo), mientras que el horizonte ético, si bien puede soportarse en
tales imaginarios, siempre los excede. • Lo universal-singular de la ética no puede ser colmado por
ningún sistema moral (particular).
Particular • Lo particular no puede comprenderse separado de lo universal-singular y, a su vez, eso
que hemos llamado universal-singular no existiría sin lo particular. • Lo particular es un efecto de
grupo, un sistema de códigos compartidos. • Si lo universal-singular denotaba lo propio de la
especie (ej: lo simbólico), lo particular (el lenguaje) será el soporte en que se realiza ese universal-
singular (el habla) • Lo particular como categoría supone una lógica de conjunto.
Cada sistema particular incluye los pares de opuestos (A y -A), cada sistema particular cuando
funciona es como un universo que cae cuando aparece una singularidad. La singularidad de una
situación que viene a cuestionar la totalidad y homogeneidad del universo disponible hasta el
momento para ampliar sus límites. El universo ahora es más amplio; la singularidad incorpora una
nueva dimensión ética a ese anterior antagonismo A; -A.
Singular • Podremos hablar de singularidades sólo cuando algo que se presenta hace desfallecer
las capacidades clasificatorias de la lengua de la situación, cuando ese algo no se deje contar como
un individuo por ninguna de las propiedades discernibles (estructurantes) de la situación. • El
término será singular si no pertenece al universo en que irrumpe, si su presentación hace
tambalear las consistencias previamente instituidas. • Lo singular quiebra el universo desde ese
punto de inconsistencia que el universo desconocía.
Situación - Universo • Una situación es, en principio, un universo (restringido como todos) que es
ciego a la restricción que lo funda. • El lenguaje ordena simbólicamente, en ninguna circunstancia
podría armar un todo coherente sin exclusiones. • Su coherencia depende de las exclusiones. Pero
esas exclusiones no son discernibles de antemano, no derivan de un gesto explícito de apartar
deliberadamente tales o cuales términos indeseables para luego asegurar la consistencia de los
términos admitidos. Estas exclusiones se instauran implícita y ciegamente con el acto mismo de
instituir un universo, una situación, una ley o un lenguaje. • El universo, situación, ley o lenguaje
ignora radicalmente lo que excluyen. Lo que está excluido simplemente, no existe, sin más. Por
eso el advenimiento singular suplementa realmente el universo de lo existente.
Nominación • La singularidad requiere de una intervención subjetiva que la produzca
(nominación). No es concebible una singularidad de por sí, dispuesta ahí enfrente como un objeto
a ser reconocido o conocido. • Las singularidades no son objetividades dispuestas para el
conocimiento de un sujeto puesto enfrente sino intervenciones subjetivas que producen una
novedad en la inmanencia de la situación. De ahí que una de las condiciones de posibilidad para
que existan singularidades es la posibilidad de intervención. De ahí que, una singularidad sólo lo es
para la situación en la que irrumpe y sólo si existe el trabajo subjetivo de lectura, producción y
nominación. • Lo singular es algo nuevo que no puede ser nombrado por ese universo anterior. Se
exige un acto de nominación intervención subjetiva. El universo se ensancha. Si una singularidad
impacta el universo hay una trastocación, universalización. • La singularidad provoca una
universalización para esto es necesario el acto de nominación.
Particularismo • Si a un universo se le declara una singularidad deja de ser universo, este singular
dice que la estructura del universo deja de ser consistente. Si el universo destituido no asume esta
destitución tenemos que un particular pretende para sí un rango de universal. Declarada la
singularidad el universo deviene particular. El universo no admite el accidente que lo ha
destituido. Si no cabe un el universo un nuevo término entonces no es universo, es restringido, por
tanto, es particular. Esto es un particularismo: cuando una parte del universo pretende imponer su
regla particular como ley del todo. En el particularismo no se admite la marca de una ley superior,
ni la marca que hace caer una ley. El particularismo no admite marca alguna, o sea lo singular. • El
devenir particular deviene particularista si se niega la singularidad. Es más fácil negar la
singularidad si esta se niega por sí misma. Para que se niegue una singularidad debe haber un
universal que siga reivindicando su valor universal y una singularidad que niegue su valor de
singularidad cayendo en un particularismo.
MODULO 2
La singularidad en los códigos de ética. María Elena Domínguez
La Deontología profesional será aquella sección de la ética encargada de estudiar y compilar las
reglas, normas y deberes que rigen la “buena” conducta en el ejercicio de las profesiones. El
fundamento supremo ordenador de dichas conductas.
Los ideales terapéuticos del deber-hacer pertinentes en el marco deontológico serán
suplementados por la emergencia de una singularidad. La ética se presentaría, de este modo, al
igual que lo hace respecto de su contraparte la moral, como suplementaria de la deontología al
producir un exceso respecto de las totalizaciones dadas, mientras que la deontología sería
producto y reflejo de la moral social.
Si hablamos de suplementaria ello implica dejar caer la ilusión de un saber totalitario.
Efectivamente “se trata de soportar que hay un suplemento que no puede reducirse al Saber
general o al consenso universal”. De este modo, si bien los principios que rigen a la comunidad
psicológica son eco de la moral reinante en el universo social, la suplementariedad no será un
complemento en la búsqueda de una unidad-norma ni una oposición a este, sino un plus, un
exceso a dicho universo grupal.
Definición: llamaremos éticas a “las singularidades en que se ponen en juego los universales que
exceden cualquier ley particular”. Primeramente, será preciso que definamos que entendemos por
particular. Situaremos allí aquellos usos, costumbres y valores que comparte un grupo
determinado en un lapso histórico dado. El universo de discurso compartido y consensuado, el
código que haga de común medida para regular las relaciones referidas al ejercicio de la práctica.
Llamaremos éticas a aquellas singularidades que produzcan un quiebre respecto de ese universo
de discurso del cual emergen, siendo advertidas como “«algo» incalificable para el lenguaje de la
situación”.
A modo de conclusión diremos entonces, que los códigos de ética con sus pautas deontológicas se
nos presentan como un nuevo texto que nos es ofrecido a la lectura y ante el cual debemos tomar
posición en resguardo de la singularidad. Se tratará de leer el saber que transmiten para el
ejercicio de la práctica como un eje ético de intervención. Este corpus deontológico,
sistematizado, será una herramienta de transmisión de la experiencia, en el seno de la comunidad
cuya práctica regula.
Así ética y deontología, conciliadas en la transmisión del deseo del analista, contendrán lo
instituyente de la experiencia y producirán enseñanza y transmisión alrededor de un indecible: el
deseo. Recortado como un exceso respecto del universo normativo previo. Entonces, más allá de
la estructura cristalizada presente en el texto normativo, nuestro acento estará puesto en la
lectura que de él se haga. Lectura que sosteniendo la incompletud de saber de la letra produzca
un salto cualitativo al saber-hacer en acto: allí dónde la estrategia del lector sostendrá su deseo.

Responsabilidad profesional: las perspectivas deontológica, jurídica y clínica Gabriela Z.


Salomone.
Los códigos deontológicos resguardan los derechos de las personas; las normas protegen los
derechos de aquéllos sobre los que se dirige la intervención psicológica, estableciendo en
coincidencia los deberes profesionales. Las normativas deontológicas plasmadas en los códigos de
ética profesional se organizan en relación a diferentes temáticas (competencia, idoneidad, secreto
profesional, investigación, docencia, etc.), y se fundamentan en los principios generales
establecidos por los propios códigos.
Respecto de la Declaración de Principios, el propio código informa que: “El Código de Ética de la
Federación de Psicólogos de la República Argentina (Fe.P.R.A.), hace suyos los siguientes Principios
Generales, acordados por los países miembros y asociados del Mercosur en la ciudad de Santiago
de Chile. 7 de noviembre de 1997”. El primer principio que establece se titula Respeto por los
derechos y dignidad de las personas: “Los psicólogos se comprometen a hacer propios los
principios establecidos por la Declaración Universal de los Derechos Humanos (…).” El Código ético
del psicólogo establecido por la Sociedad Mexicana de Psicología8 inicia también su declaración de
principios con Respeto a los derechos y dignidad de las personas: “…Este principio ético es el de
mayor importancia en el proceso de toma de decisiones éticas, toda vez que hace hincapié en los
derechos humanos (…)”.
Responsabilidad Profesional y Mala praxis. Si los códigos resguardan los derechos de los
pacientes en tanto sujetos de derecho, y esto trasunta en los códigos en términos de obligaciones
profesionales, entonces existirán modos correctos y modos incorrectos de sostener esa obligación
jurídica. Los modos incorrectos redundarán en lo que se denomina “mala praxis”. Refiere a las
conductas que ponen en riesgo o dañan directamente aquellos bienes jurídicos tutelados por las
leyes y, en consecuencia, también por las normas deontológicas. Los bienes jurídicos no refieren
necesariamente a bienes materiales; por ejemplo, tal como lo mencionáramos anteriormente, el
deber de confidencialidad, de consentimiento informado, las regulaciones respecto de las
transgresiones de los límites profesionales, etc. tienden al resguardo de los derechos a la
intimidad, autonomía, autodeterminación, respectivamente.
La mala praxis se configura en relación a la noción de responsabilidad civil que, como ciudadano,
le compete al psicólogo en relación al contrato de prestación de servicios (jurídicamente
hablando) que establece con el paciente o, para decirlo de un modo más general, con el
destinatario de su labor. Se trata de la responsabilidad civil derivada de las obligaciones civiles y
profesionales que se establecen en el Estado de Derecho.
En este sentido, el propio profesional debe responder en ese campo en tanto sujeto de derecho.
Desde la perspectiva jurídica, la responsabilidad se contrae al incumplir una obligación; en otros
términos, la responsabilidad significa asumir las consecuencias de un daño, causado por acción u
omisión. La responsabilidad civil, entonces, consiste en la obligación que recae sobre una persona
de reparar el daño que ha causado a otro, sea en naturaleza o bien por un equivalente monetario
(pago de una indemnización).
Tal incumplimiento de las obligaciones puede resultar de un propósito deliberado (dolo) o bien,
por negligencia, imprudencia, impericia, o inobservancia de los reglamentos. art. 902 establece
que “Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor
será la obligación que resulte de las consecuencias posibles de los hechos”.
La Imprudencia es entendida como falta de tacto, de mesura, de cautela, falta de precaución, de
discernimiento y del buen juicio debidos por parte del profesional de la salud, lo cual lo lleva a
asumir riesgos innecesarios. Es un acto positivo, que se realiza sin contar con todos los elementos
requeridos. França-Tarragó la define en los siguientes términos: “…osadía desproporcionada en la
que incurre un psicólogo al usar métodos que, estando dentro del conjunto de conocimientos o
prácticas de la profesión, requerirían un entrenamiento específico no recibido por un determinado
psicólogo. También podría ser imprudencia el uso de procedimientos o prácticas complejos,
inciertos –y al límite de su capacidad y con resultados dudosos”. La Asociación Argentina de
Psiquiatras define a la imprudencia como: “…falta de sensatez para elegir la alternativa terapéutica
que resulte más conveniente, con descuido de las precauciones necesarias”. Por ejemplo, indicar
la externación de un paciente cuando todavía no está en condiciones de afrontar esa maniobra
terapéutica. En suma, podría definirse como hacer más de lo debido.
La Negligencia es entendida como la falta de cuidado y abandono de las pautas ya estudiadas,
probadas e indicadas de tratamiento. Es un acto negativo; un psicólogo podría ser acusado de
negligencia si no realiza la interconsulta pertinente con un médico cuando sea necesario para, por
ejemplo, descartar el origen orgánico del cuadro (organicidad) a tratar y así arribar a un
diagnóstico adecuado. Sintéticamente, podría definirse como hacer menos de lo que se debería
hacer.
La Impericia significa la falta o insuficiencia de conocimientos sobre los procedimientos básicos o
elementales para la atención de un caso, que se presumen y se consideran adquiridos por la
obtención del título profesional y el ejercicio de la profesión. Es un elemento negativo (por
ejemplo, equivocar un diagnóstico y basar el tratamiento sobre ese diagnóstico errado).
La Inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo (apartamiento de la normativa legal
aplicable). Es también un hecho negativo que casi siempre es acompañado por una actitud de
indiferencia o de negación respecto de las disposiciones dictadas por una norma o por un
reglamento a cumplir.
Respecto de la responsabilidad penal, se debe tener en cuenta que la mala praxis no está
tipificada como delito. En cambio, sí se sancionan las consecuencias de una mala praxis, por
ejemplo, los homicidios o lesiones culposas. El artículo 84 del Código Penal Argentino establece,
que será reprimido con prisión de 5 a 10 años e inhabilitación especial en su caso, por cinco a diez
años, "el que, por imprudencia, negligencia, impericia, en su arte o profesión o inobservancia de
los reglamentos o de los deberes a su cargo, causare a otro la muerte". Mientras que el artículo 94
pena con prisión de un mes a dos años o multa e inhabilitación especial de uno a cuatro años, "al
que, por imprudencia o negligencia, por impericia en su arte o profesión, o por inobservancia de
los reglamentos o deberes a su cargo, causare a otro un daño en el cuerpo o en la salud”.
Otras figuras contempladas en el código penal son aquellas de “Abandono de Persona” y
“Omisión de Auxilio”. El Abandono de persona es establecido por el artículo 106 del Código Penal
Argentino: “El que pusiere en peligro la vida o la salud de otro, sea colocándolo en situación de
desamparo, sea abandonando a su suerte a una persona incapaz de valerse y a la que deba
mantener o cuidar o a la que el mismo autor haya incapacitado, será reprimido con prisión de seis
meses a tres años. La pena será de reclusión o prisión de tres a seis años, si a consecuencia del
abandono resultare un grave daño en el cuerpo o en la salud de la víctima. Si ocurriere la muerte,
la pena será de tres a diez años de prisión”.
La Omisión de auxilio se define en el artículo 108: “Será reprimido con prisión... o multa..., el que
encontrando perdido o desamparado un menor de diez años o a una persona herida o inválida o
amenazada de un peligro cualquiera, omitiere prestarle el auxilio necesario, cuando pudiere
hacerlo sin riesgo personal o no diere aviso inmediatamente a la autoridad”.
Responsabilidad Profesional y dimensión clínica: Este término no se refiere exclusivamente al
trabajo clínico (el ámbito de la psicoterapia, el psicodiagnóstico, etc.), sino que, en sentido amplio,
supone la referencia al campo de la singularidad –específico de nuestra formación y práctica–,
constituyendo un modo de lectura y abordaje sustentado en la categoría de lo singular. Por el
contrario, el campo normativo configurado sobre una lógica de lo general recorta los problemas
desde una perspectiva particular. Campo normativo y dimensión clínica dan cuenta de diferentes
aspectos de la responsabilidad profesional. Mientras el campo normativo se fundamenta en el
sujeto del derecho, la dimensión clínica nos ubica frente al sujeto del sufrimiento psíquico, y la
responsabilidad profesional nos compele a decisiones que tengan en cuenta ambas dimensiones.
El encuentro entre la dimensión clínica y el campo normativo (deontológico-jurídico) constituye
puntos conflictivos que generan dilemas éticos. En este punto, y en función de la complejidad de la
responsabilidad profesional, el psicólogo no puede eximirse de la responsabilidad a la que una
decisión en sentido pleno lo compromete: “Los códigos [son] guías para la práctica, pero que
nunca podrán sustituir el discernimiento del profesional que se encuentra en la situación y, por lo
mismo, nunca reemplazarán su responsabilidad en la toma de decisión”.
El principio de neutralidad y la regla de abstinencia: la perspectiva freudiana* Gabriela Z.
Salomone.
Sabemos que la Regla de Abstinencia es el fundamento de la cura psicoanalítica. Denegar las
satisfacciones sustitutivas propicia la pregunta por el deseo, causando al sujeto que es convocado
a responder. Hay dos tipos bien diferenciados de indicaciones técnicas: uno, corresponde a la
Regla de Abstinencia, y el otro, al Principio de Neutralidad.
Es posible extraer tres objetivos básicos que perseguiría la Regla de abstinencia:
1‐ la frustración que impone el analista procura en el paciente cierto grado de padecer que
funciona como "fuerzas pulsionantes del trabajo analítico";
2‐ exponer al paciente a cierto padecer objetivo mediante frustración en el campo de la
transferencia vuelve actuales conflictos pulsionales que son así pasibles de influencia analítica.
3‐ la denegación de la satisfacción pulsional permite alcanzar el "propósito analítico" que Freud lo
define en 1914, en diferentes lugares, en los siguientes términos:
...Para él [el médico], el recordar a la manera antigua, el reproducir en un ámbito psíquico, sigue
siendo la meta...Se dispone a librar una permanente lucha con el paciente a fin de retener en un
ámbito psíquico todos los impulsos que él querría guiar hacia lo motor, y si consigue tramitar
mediante el trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por medio de una
acción, lo celebra como un triunfo de la cura
...Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total
derrota para la cura...Ella habría conseguido...actuar, repetir en la vida algo que sólo deben
recordar, reproducir como material psíquico y conservar en un ámbito psíquico...
...Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran
a reproducirse...
En este sentido, imponer la frustración a la satisfacción es la estrategia fundamental de la técnica
analítica. Impedir las satisfacciones sustitutivas persigue el objetivo principal de hacer de la
transferencia la vía regia de la elaboración, el motor de la cura, evitando que se convierta en el
campo de la satisfacción.   En Recordar, Repetir y Reelaborar, Freud hace hincapié en la relación
entre transferencia y repetición: “Volvemos esa compulsión inocua y, más aún aprovechable si le
concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito: le abrimos la transferencia como la
palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que
escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica
del analizado...
Y en Sobre la dinámica de la transferencia de 1912 dice:   ...los fenómenos de la transferencia...nos
brindan el inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas
y olvidadas de los pacientes; pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia.
Principio de Neutralidad: Por tentador que pueda resultarle al analista convertirse en maestro,
arquetipo e ideal de otros, crear seres humanos a su imagen y semejanza, no tiene permitido
olvidar que no es esta su tarea en la relación analítica, e incluso sería infiel a ella si se dejara
arrastrar por su inclinación...
Entonces, mientras que debido a la Regla de Abstinencia el analista es compelido a impedir la
satisfacción pulsional del paciente, es en la observación del Principio de Neutralidad en lo que
quedará impedido de buscar las propias satisfacciones en los tratamientos que conduce. Es decir,
el Principio de Neutralidad es una imposición de abstinencia para el analista.
Por otra parte, los desarrollos en relación a la Atención Flotante también se vinculan íntimamente
a la posición de neutralidad.
...Por tanto, no se hace excepción a la regla de tomar siempre lo primero que al enfermo se le pase
por la mente, aún a costa de interrumpir la interpretación de un sueño ...esa técnica es muy
simple...consiste meramente en no querer fijarse (merken) en nada en particular y en prestar a
todo cuanto uno escucha la misma "atención libremente flotante"... uno fija (fixieren) un
fragmento con particular relieve, elimina en cambio otro, y en esa selección obedece a sus propias
expectativas o inclinaciones. Pero eso, justamente, es ilícito [...] Mientras uno toma apuntes o
traza signos taquigráficos, forzosamente practica una dañina selección en el material, y así liga un
fragmento de su propia actividad espiritual que hallaría mejor empleo en la interpretación de lo
es‐ cuchado...
La experiencia mostró pronto que la conducta más adecuada para el médico...era que él mismo se
entregase, con una atención parejamente flotante...evitase en lo posible la reflexión y la
formación de expectativas consientes...Por cierto este trabajo de interpretación no podía
encuadrarse en reglas rigurosas y dejaba un amplio campo al tacto y a la destreza del médico; no
obstante cuando se conjugaban neutralidad y ejercitación se obtenían resultados confiables...
El sujeto autónomo y la responsabilidad Gabriela Z. Salomone.
La responsabilidad jurídica: En 1925 Freud nos alertaba sobre la diferencia entre la responsabilidad
entendida en términos jurídicos y aquella que compromete al sujeto del inconsciente: “El médico
dejará al jurista la tarea de instituir una responsabilidad artificialmente limitada al yo
metapsicológico.” Se trata entonces de establecer la diferencia entre el concepto de
responsabilidad que se configura en el campo normativo y la noción de responsabilidad subjetiva.
La noción de responsabilidad de la que se trate estará directamente vinculada a una determinada
noción de sujeto: mientras que la responsabilidad subjetiva interpela al sujeto más allá de las
fronteras del yo, asentándose en la noción de sujeto del inconsciente, la responsabilidad jurídica
se plantea en función de la noción de sujeto autónomo, la cual restringe la responsabilidad al
terreno de la conciencia, al ámbito de la intencionalidad consciente.
El sujeto autónomo entonces, es el sujeto de la voluntad y la intención. Veamos de qué forma se
articula la noción de sujeto autónomo en los fundamentos del discurso jurídico. El artículo 30 del
Código Civil de la República Argentina define a la persona jurídica de la siguiente manera: Son
personas todos los entes susceptibles de adquirir derechos, o contraer obligaciones. El término
Sujeto de Derecho connota a aquél sobre el cual el derecho habla. “El sujeto de derecho es el que
es puesto en función por el texto del derecho; es, de alguna manera, el producto del texto
jurídico”.
Es decir, Sujeto de Derecho es un conjunto de derechos, obligaciones, y eventualmente
responsabilidades por el no cumplimiento de las obligaciones o el mal uso, el mal ejercicio de los
derechos. Debido a esta noción, cuando la persona no muestra estar en dominio de sus facultades
mentales por razones afectivas y/o intelectuales, pierde su cualidad de autónomo, y así se
considera que no está en condiciones de gozar de la libertad de manifestar una intención
voluntaria. Por ello, se entiende que su responsabilidad ha quedado restringida o anulada. “Los
hechos que fueren ejecutados sin discernimiento, intención y libertad, no producen por sí
obligación alguna.” El sujeto ya no considerado autónomo es eximido de su responsabilidad
jurídica.
Es decir entonces que el sujeto de derecho, entendido en tanto sujeto autónomo, es el sujeto
imputable por definición: es aquél capaz de responder por sus actos. De allí que la responsabilidad
en el discurso jurídico se dirima en términos de imputabilidad-inimputabilidad (en el ámbito penal)
o de la capacidad-incapacidad jurídica (ámbito civil).
Causas psiquiátricas de inimputabilidad: la insuficiencia de las facultades mentales (defectos en el
desarrollo o perturbaciones profundas), sus alteraciones morbosas y los estados de inconsciencia.
Causas psicológicas: la no comprensión de la criminalidad del acto y el no dirigir sus acciones. La
presencia de cualquiera de estas dos causales es motivo suficiente para la declaración de
inimputabilidad.
El artículo 34 del Código Penal establece asimismo causas de justificación (incisos 2º al 7º) que
también serán fundamento para la exención de responsabilidades. El derecho contempla
situaciones, excepcionalmente, en las que declara no punible al que realice una acción tipificada
como delito, es decir, una acción que lesiona un bien jurídico.
Para que resulte exitosa la defensa en virtud del argumento del estado de necesidad como causa
de justificación, se deberá demostrar que han concurrido todos los requisitos que configuran tal
estado de necesidad (siempre en el sentido de la necesidad lógica): 1. el mal mayor a ser evitado
debe presentarse como inminente (se presenta cierta urgencia que condiciona al actor); 2. el mal
causado (tipificado como delito) debe configurar la única forma de evitar el mal mayor (con lo cual
el mal causado es calificado de inevitable, necesario, persiguiendo el objetivo de evitar el mal
mayor); 3. el mal mayor efectivamente se puede evitar cometiendo el mal menor (es decir, que en
virtud de las circunstancias, la causación del mal menor es entendida como el medio adecuado
para evitar el mal mayor); y por último, 4. el mal evitado es mayor que el causado.
Retomemos entonces las nociones de causa de inimputabilidad y causa de justificación. La
diferencia entre ambos tipos de motivos para librar de responsabilidad radica en que, mientras
que las causas de justificación se refieren a motivaciones de la acción externas al sujeto, las causas
de inimputabilidad radican en el sujeto (diagnóstico de insanía, emoción violenta, etc.). Pero,
curiosamente, la inimputabilidad también conlleva la idea de un “fuera de sí”, se asienta en
motivos que exceden la égida de la conciencia. En ambos casos, –causas de inimputabilidad y
causas de justificación– se supone una acción determinada por condiciones ajenas a la persona;
motivo por el cual funcionan como eximentes de responsabilidad.
La paradoja es que el campo normativo sustenta la idea de un sujeto autónomo, dueño de su
voluntad e intención; pero, al mismo tiempo, a ese sujeto considerado autónomo se le otorga el
derecho de responsabilizarse o se le quita. Las causas de inimputabilidad y justificación establecen
los límites a la autonomía del sujeto, admitiendo una serie de circunstancias que se supone
restringen su voluntad e intención, operando como determinación absoluta de la acción. De allí la
exención de responsabilidades.
¿Cuál es la lógica de la acción y el sujeto entonces? La idea es que se configura una situación tal
que tanto la acción como la situación misma le son ajenas al sujeto, cuyo discernimiento, libertad,
voluntad e intención han sido obstaculizados. Circunstancias adversas y externas al sujeto (incluso
las referidas a motivos psiquiátricos y psicológicos); y el sujeto externo a la situación, enajenado
de su propia acción. En otro terreno, la historia familiar, los avatares de una infancia difícil, el
determinismo social, entre otros, pueden funcionar como eximentes de responsabilidad, a
condición de que se los piense como campo de determinación absoluta.
En cambio, en el campo de la responsabilidad subjetiva, los motivos de la acción responsabilizan al
sujeto. En este sentido, diremos entonces que la categoría de inimputable –al relevar de la
obligación de responder– fomenta el desconocimiento del sujeto sobre las motivaciones
inconscientes de la acción, propiciando su desresponsabilización sobre aquello que le pertenece.
Los efectos de desimplicación en el acto son en general de alto costo subjetivo.
Freud responsabiliza al sujeto de aquello que desconoce de sí mismo, aquello de lo que el sujeto
considerado autónomo no puede dar cuenta. Sin embargo, no imputa al sujeto en el campo moral
por aquello que se juega en lo inconsciente. Este aspecto es crucial en lo atinente a distinguir los
diferentes tipos de responsabilidad. No debemos confundir la responsabilidad moral, social o
jurídica con la responsabilidad subjetiva. En todo caso, la responsabilidad jurídica conllevará una
dimensión de responsabilidad subjetiva, y será desde una posición ética que el sujeto esté
dispuesto a confrontarse a ella. Pero no toda responsabilidad subjetiva es judiciable.
Nuestra responsabilidad profesional, en este punto, se centrará en propiciar un más allá de la
responsabilidad jurídica. Se trata de impedir que la sanción social, el castigo, le permita al sujeto
parapetarse en el campo de la responsabilidad moral únicamente, y le sirva de refugio para
sustraerse a la responsabilidad subjetiva, la cual lo confronta al campo de la verdad que lo
determina.
¿Cómo entran estos 2 discursos en discusión? ¿cómo se resuelven? Con el consentimiento
informado principalmente y el secreto profesional. Muchas veces el secreto nos posiciona frente a
dilemas. Hay dos salidas posibles para resolver un dilema: lo que esta bien o lo que está mal, de
forma binaria. Se vuelve ético el dilema cuando alguien pondera esa situación. Se puede obedecer
el dilema de esta forma: levanto el secreto profesional, o no lo levanto. O pondero esa situación y
traer la dimensión clínica a la situación paradójica. Al juzgar la situación tomando mi pensamiento
y tomando la palabra, debo re responsabilizarme por el acto que he de decidir (acto ético);
implicarse y traer la singularidad en situación que puede ser leída, producida y nominada. El acto
ético, además implica una resolución que considere aspectos humanos desde el daño o no
subjetivo para todos los sujetos de derecho implicados. Se evalúa el fundamento por encima de
todo.
MÓDULO 3. Caso Milgram.
VIDEO INTRODUCCIÓN: 
A través de su exp Milgran (1961 - 1962) pone en descubierto los lazos sociales basados en la
obediencia, la fascinación hacia la superioridad, la violencia.  Por sus fallas metodológicas, más
adelante se reformó el código de ética y se reformuló el experimento para volverlo a hacer. 
Pregunta central: porque un sujeto en ciertas coordenadas es capaz de obedecer órdenes que
implican efectuar violencia hacia otro sujeto. Ej referencia: relaciones en campos de
concentración. 
Recordar la unión de palabras que le van presentando, si se equivoca le dan un castigo.
Supuestamente se investiga si el castigo o no mejora el aprendizaje.  Discurso del “científico”: irá
reforzando el carácter imperativo de sus oraciones a lo largo del experimento.
PROBLEMAS METODOLÓGICOS: -No se comunica a los participantes la verdadera naturaleza del
experimento. Engaños en la selección. Sin embargo, luego replicaron el experimento paso a paso
en un programa de televisión y los resultados se repitieron. Al estar planteado como
entretenimiento no tuvo que cumplir protocolos éticos. Esto implica que los resultados del
experimento no son problema de época porque ah digo muy similares con 30/ 40 años de
diferencia de aplicación.
Resultados: el 65% de los sujetos que participaron como “maestros” en el experimento
administraron el voltaje máximo de 450 voltios a sus “alumnos”. Ninguno de los participantes que
se negaron administrar las descargas finales solicitaron que el experimento terminara; tampoco
fueron al cuarto a revisar el estado de salud d ellos “alumnos”.

CRÍTICAS ÉTICO-METODOLÓGICAS
1. no hubo consentimiento informado debido al engaño.
2. administración de consignas engañosas.
3. no hubo cuidado de la integridad psicofísica del sujeto de la experimentación.

→ conflicto entre consentimiento informado y consignas engañosas 


SOLUCIÓN DE BURGER
Recrea el experimento en 2006 pero teniendo en cuentas los recaudos ético-metodológicos
siguiendo el código de ética profesional, salvando los problemas del experimento original:
1. consentimiento (se firma uno al comienzo y al final) 
2. se informan las consignas que había tenido el anterior (se les informa apenas a finalizar el
experimento sobre la realidad)
3. realizan evaluaciones del estado emocional de los profesionales y ponen como límite 150
voltios (límite de daño emocional) 
Se les informa en el consentimiento que se pueden retirar en cualquier momento. Los 150 voltios
es un punto importante de inflexión: el 70% de aquellos que llegan a los 150 voltios son quienes
suelen llegar al punto máximo, lo cual sirve para evitar la etapa más cruda del experimento que
puede generar el daño psicofísico (para el alumno y maestro). Les administra una pequeña
descarga a todos los participantes de 15 voltios para que sepan de qué trata, mientras que
Milgram lo hacía con 45.

El experimento de Stanley Milgram: cuestiones éticas y metodológicas  


Gabriela Z. Salomone & Juan Jorge Michel Fariña
El código de la American Psychological Association, por ejemplo, establece los recaudos éticos
para el uso de consignas engañosas (APA, 2003): 

(a) Los psicólogos no llevan adelante un estudio que involucre consignas engañosas a menos que
hayan determinado que el uso de las técnicas engañosas está justificado por el eventual y
significativo valor científico, educativo o aplicado y que no es posible utilizar procedimientos
alternativos eficaces que no sean engañosos. 
(b) Los psicólogos no engañan a los futuros participantes acerca de una investigación que
razonablemente les pudiera causar dolor físico o un severo malestar emocional. 
(c) Los psicólogos dan a conocer a los participantes las técnicas engañosas utilizadas como parte
integral del diseño y aplicación de un experimento tan pronto como sea posible, preferentemente
al término de su participación y nunca después de la finalización de la recolección de datos,
permitiéndoles a los participantes retirar los suyos.

Como se desprende de los puntos precedentes, las pautas éticas que rigen actualmente el uso del
engaño en la investigación no harían posible la realización de la experiencia de Milgram, tal como
éste la implementó 50 años atrás: el diseño no contempla los requisitos previstos en los acápites
(b) y (c)
La discusión de las conclusiones teóricas del experimento debe estar acompañada de un
tratamiento de las cuestiones éticas involucradas, las cuales no son un mero requisito formal
metodológico, sino que se revelan como inherentes al núcleo conceptual de la experiencia misma.
En sus escritos pioneros, Milgram estableció que uno de los factores que contribuían a la
obediencia ciega era la figura de la autoridad –policía, profesores, científicos, jueces. Los
candidatos de Derren Brown fueron engañados y participaron creyendo que se trataba de una
investigación científica; pero, una vez confrontados con la verdadera naturaleza de la experiencia
e informados de que sus resultados iban a ser exhibidos en televisión, aceptaron la situación a
cambio de una retribución económica. ¿No estamos en presencia de un nuevo factor de alienación
del sujeto, expresado no en las figuras clásicas de la autoridad, sino en el magnetismo mediático
mercantil.

Eichmann y la responsabilidad 
Carlos E. F. Gutiérrez
Partamos de las palabras del fiscal en su consideración del acusado: 
“Señoras, señores, honorable Corte. Ante ustedes se encuentra el destructor de un pueblo, un
enemigo del género humano. Nació como hombre pero vivió como una fiera en la jungla. Cometió
actos abominables, actos tales que quien los comete no merece ya ser llamado hombre. (…) ¡Y
solicito a la Corte que considere que actuó por propia voluntad, con entusiasmo, ardor y pasión
hasta el final!”
Destaquemos que se señala al acusado como una “fiera en la jungla”, por fuera del campo de lo
humano. Ahora bien, el interrogatorio a Eichmann demuestra en gran medida lo contrario: que no
era una fiera sangrienta como pudieron haberlo sido los enjuiciados en Nüremberg. Eichmann era
un oficial de segunda línea. No diseñaba ninguna política del III Reich. Ninguna decisión
importante del régimen pasaba por él. Era sólo un engranaje, un simple agente de transmisión. Un
alto empleado administrativo del III Reich y burócrata sumamente eficiente para resolver
inmensos problemas de orden práctico tales como el censo de la población judía, la confiscación
de sus bienes, su concentración en los guetos de cada ciudad y el posterior traslado en los trenes
que los llevarían hacia el Este. Su tarea tenía un alcance difícil de medir. Se trataba de cientos de
ciudades involucradas, miles de trenes utilizados y millones de personas trasladadas hacia la
muerte. En este enorme problema de tipo práctico, él era reconocido como un especialista.
Ante este discurso de obediencia ciega, un integrante del tribunal le dice: “Si uno hubiera tenido
más coraje civil, todo habría ocurrido de otra manera. ¿No le parece?” (pág. 151). Eichmann lo
acepta y da luego una respuesta asombrosa: "Por supuesto, si el coraje civil hubiera estado
estructurado jerárquicamente" (pág.151). Eichmann lleva al extremo absoluto de la sumisión esta
lógica de la obediencia a la estructura jerárquica, aun en los casos en que no existe o no está
impuesta.
Es notorio cómo "ejecución" y "procedimiento administrativo" se encuentran íntimamente
ligados. Es decir, cómo el lenguaje burocrático se superpone a la tarea de eliminación.
Todo demostraba que Eichmann había sido un engranaje de la maquinaria. Pues bien, aquí estaba
el problema ya que la obediencia a las órdenes superiores no es pasible de castigo en términos
jurídicos. Por ello, resultaba necesario para la acusación salir del terreno de la obediencia. Así es
como se lo inculpa como si se hubiera tratado de una “fiera en la jungla”, alguien "que actuó por
voluntad, con entusiasmo ardor y pasión" para provocar daño.
Para los acusadores, toda confesión es una mentira, y toda exposición de hechos verdaderos, un
engaño. Ahora bien, esto es posible a despecho de sus declaraciones. Esto es, desentendiéndose
de lo que dice se consideran a sus palabras sin veracidad alguna para ubicar a Eichmann como
plenamente responsable; es decir, con intención deliberada y conciencia clara de hacer el mal,
factores subjetivos esenciales del pensamiento jurídico. Así, para la Corte se había "demostrado
que el reo había actuado sobre la base de una identificación total con las órdenes y una voluntad
encarnizada de realizar los objetivos criminales." (pág. 23, destacado nuestro) Mediante este
malabarismo retórico basado en consideraciones psicológicas de Eichmann, se forzó un nexo entre
la orden y la voluntad: al plantear una identificación con las órdenes criminales, compartía la
voluntad de aquellos a quienes se había identificado.
El problema reside en que el derecho escamotea la verdadera cuestión: la obediencia no es ajena
a la responsabilidad. En las órdenes criminales, no todo se reduce a la ejecución de un acto
criminal sino que la cuestión central reside en que la obediencia es el crimen. La responsabilidad
del sujeto reside exactamente allí, al ofrecerse como instrumento de la maquinaria. Eichmann dice
no tener nada que ver con el exterminio, como si ese exterminio hubiera sido posible sin todas las
pequeñas y grandes tareas de cada uno de los que contribuyeron de un modo decisivo para lograr
ese resultado. 
Él intenta desoír esa interpelación que se le dirige por haber sido él –y no otro– el que hizo lo que
hizo. Eso sucedió porque él decidió prestarse para que eso tenga lugar a través de sí mismo; si era
necesario contar con alguien para que eso suceda, contar con los engranajes para que la
maquinaria funcione, él decidió ser parte, decidió que se contara con él y no con otro.
Ahora bien, si a pesar de estas argumentaciones el derecho no logra ubicar la responsabilidad de
Eichmann (y se resuelve en oscuras consideraciones psicológicas para obtener la condena) es
porque no logra situar el crimen del que se trata. Se busca a la “fiera sangrienta” en los lugares
conocidos y resulta que no se encuentra al criminal en el sitio esperado. El verdadero criminal está
exactamente donde es insospechable para la lógica del derecho. El crimen del que se trata no es
otro que "el crimen burocrático, cuyas armas son la estilográfica y el formulario administrativo,
cuyo móvil es la sumisión a la autoridad…" (pág. 22) En esta excelente definición es imprescindible
detenerse en lo que ahí es nombrado móvil del crimen: la sumisión.
Sujetos “comunes” pueden realizar actos crueles sino por personas que quieren alcanzar el éxito
en sus tareas, cualquiera puede llegar a los 450 volteos con tal de ser reconocido en su labor,
debido a que el 65% llega a impartir todas las cargas eléctricas frente a la obediencia y no
necesariamente con los estímulos verbales de obediencia. No es necesario ser un dictador para
impartir ese tipo de castigos, daños, torturas. El sujeto que obedece es doblemente responsable:
hacer daño y ser obediente frente a una orden de hacer daño porque ha decidido obedecer.
La distancia social: distancia entre el “maestro y alumno”, es la estrategia de separarlos para que
no pudiesen verse, pero sí oírse. Esa distancia facilita el hecho de dar descargas. A más proximidad
más disposición a la obediencia y hacer daño.
Acción secuencial: implica pasos suaves (de 15 a 30 volteos, por ejemplo) para acatar la orden de
daños. El negarse a hacer la próxima acción, el continuar dando descargas implica que siempre
estuvo mal darlas y hacérselas con eso.
La moralización de la tecnología: La gratificación de la tarea “yo hice bien mi tarea” y eso me
otorga la gratificación de quien me dio la orden. Es paradójico porque, estadísticamente, esto tuvo
más peso que la norma moral de no hacerle un mal a otro ser humano.
Responsabilidad Flotante: se genera una cadena en la que delegan las diferentes tareas por un
superior lo cual hace que se disipe un poco la responsabilidad. Se fragmenta la tarea como un
efecto de des- responsabilidad. Todos son responsables, pero nadie lo es a la vez. Finalmente se
concluye con que todos son responsables.
Concentración del poder: da cuenta la posición de obediencia es más efectiva cuando se trata de
un solo factor de poder autoritario. Milgram descubre que la respuesta de obediencia más pura
sólo se obtiene cuando se da una autoridad única que opera en un campo libre, sin otras presiones
compensatorias que las protestas de las víctimas.

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