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Edipo, Rey.
De las tres obras tebanas de Sófocles que se han conservado, y que tratan la historia de Edipo,
Edipo rey fue la segunda en escribirse. Sin embargo, en términos de cronología interna de los
acontecimientos descritos en las obras, sería la primera, seguida por Edipo en Colono y luego
Antígona.
Antes del comienzo de Edipo rey, Edipo se ha convertido en rey de Tebas al mismo tiempo que, sin
querer, cumplía una profecía de que mataría a su padre, Layo (el rey precedente), y se casaría con
su madre, Yocasta (a quien Edipo tomó por reina después de resolver el enigma de la Esfinge). La
obra nos presenta a Edipo en su momento de mayor esplendor, como rey de Tebas y esposo de
Yocasta. Para salvar a la ciudad de la peste que la asola, comienza a investigar la muerte del rey
anterior: Layo. Poco a poco se descubre la verdad: Edipo es el asesino que busca. Layo era su
padre. Y su esposa, Yocasta, es al mismo tiempo, su madre. Yocasta se suicida colgándose y Edipo,
horrorizado por el parricidio y el incesto, se ciega a sí mismo desesperado; pide a su cuñado
Creonte que le deje partir al destierro y se quede con sus dos hijas, ya que sus dos hijos son
hombres y sabrán cómo actuar.
Argumento. Peste en Tebas: Edipo, rey de Tebas, se dirige a una muchedumbre encabezada por
un sacerdote, que se ha congregado ante el rey para pedir un remedio a la peste que asola la
ciudad de Tebas. Para conocer las causas de esta desgracia, el propio Edipo ha mandado a su
cuñado Creonte a consultar el oráculo de Delfos. Creonte regresa para contar que la peste es el
resultado de una contaminación religiosa, puesto que el asesino del anterior rey, Layo, no ha sido
atrapado: su sangre derramada amenaza con dar muerte a todos los habitantes de la ciudad hasta
que el asesino sea ejecutado o exiliado.
Edipo jura encontrar al asesino y lo maldice por causar la peste. Pronuncia un bando solemne en el
que pide a todo el pueblo tebano que colabore en el esclarecimiento del crimen. Tanto el asesino
como el cómplice podrán, si se entregan, conservar la vida, aunque tendrán que partir al exilio;
cualquier testigo que haya visto lo sucedido debe decirlo sin temor y Edipo le recompensará. Pero
si el culpable no se entrega, a todo el que sea responsable de ello se le prohibirá participar en la
vida de la ciudad, por lo que Edipo pide a los dioses que él y los suyos mueran de la peor manera
posible.
Acusaciones contra Creonte: Entre los ancianos tebanos cunde la duda por las confusas palabras
de Tiresias. Creonte aparece indignado ante las acusaciones que ha hecho Edipo de conspiración
para usurpar el trono. Él señala que resulta inexplicable que Tiresias, que estaba en la ciudad en el
momento del asesinato de Layo, no declarara entonces lo que sabía, y haya esperado hasta ahora
para acusarle de aquel crimen. Creonte replica que, como cuñado y amigo de Edipo, ya tiene
suficiente poder en Tebas y que nunca desearía las preocupaciones y problemas que debe afrontar
un rey. Además, señala a Edipo que no se debe acusar sin pruebas y que si no cree que lo que ha
dicho el oráculo de Delfos sea cierto, puede ir él mismo a comprobarlo. También le dice que si
Edipo tiene pruebas de que él se ha confabulado con el adivino Tiresias, él mismo se condenará a
muerte. El rey exige que Creonte sea ejecutado; sin embargo, el coro le convence de que deje vivir
a Creonte.
Edipo cuenta su historia: Yocasta, confusa, le pregunta a Edipo qué es lo que ocurre. Edipo relata
a Yocasta cómo sus padres fueron Pólibo y Mérope, reyes de Corinto. Hace muchos años, en un
banquete en Corinto, un hombre borracho acusó a Edipo de no ser el hijo de su padre. Edipo se
fue a consultar el oráculo de Delfos y le preguntó al oráculo sobre su linaje. Apolo no respondió
sus dudas y en cambio le dijo que algún día asesinaría a su padre y se acostaría con su madre. Por
ello había abandonado Corinto, para tratar de evitar el cumplimiento de esa profecía no
regresando jamás. Más tarde, en sus andanzas, había tenido un incidente en el mismo cruce de
caminos donde fue muerto Layo, y encontró un carruaje que intentó sacarlo de la carretera. Se
desarrolló una discusión y Edipo mató a los viajeros, incluyendo a un hombre cuya descripción
casaba con la que Yocasta hizo de Layo. La esperanza que tiene Edipo de no ser el asesino de Layo
es que el único testigo había afirmado que Layo fue asesinado por varios ladrones. Si el pastor
confirma que Layo fue atacado por varios hombres, entonces Edipo no es el culpable.
Noticias de Corinto: Yocasta manda llamar al testigo y también se presenta como suplicante ante
el templo de Apolo para que resuelva sus males.
Mientras, llega un mensajero inesperado que trae noticias de Corinto: Pólibo ha muerto y quieren
proclamar a Edipo como rey de Corinto. Yocasta, tras oír las noticias, trata de hacer ver a Edipo
que tampoco el oráculo según el cual iba a matar a su padre se había cumplido y por tanto ya no
debería de temer el otro oráculo que decía que se casaría con su madre. Edipo, para sorpresa del
mensajero, queda feliz por las noticias, porque prueba que la mitad de la profecía era falsa, ahora
jamás podrá matar a su padre. Sin embargo, aún teme que pueda de alguna manera cometer
incesto con su madre. El mensajero, ansioso de tranquilizar a Edipo, le dice que no se preocupe,
porque Mérope no es su verdadera madre.
Surge entonces el hecho de que este mensajero fue anteriormente un pastor en el monte Citerón,
y que le entregaron un bebé, que entonces fue adoptado por Pólibo, quien carecía de hijos. El
niño, explica, se lo dio otro pastor de la casa de Layo, a quien le habían dicho que se deshiciera del
niño. Edipo pregunta al coro si alguien conoce quién era este hombre, o dónde podría estar ahora.
Le responden que es el «mismo pastor» que fue testigo del crimen de Layo había entregado a
Edipo, cuando este era un bebé, al mensajero, a quien Edipo ya había mandado a buscar.
Resolución de los enigmas: La reina Yocasta, tras oír el relato completo del mensajero, ha
comprendido todo el profundo misterio y desesperada, le ruega a Edipo que deje de hacer
preguntas. Pero él se niega, y ella corre a meterse en el palacio.
Por fin llega el testigo del crimen. Edipo y el mensajero lo interrogan y al principio se resiste a dar
respuestas, pidiendo que le dejen irse sin responder nada. Sin embargo, ante las amenazas de
Edipo de torturarlo o ejecutarlo, revela que el niño que le habían entregado para que lo
abandonara en el monte Citerón era hijo del rey Layo y la reina Yocasta y que lo habían entregado
para que muriera, impidiendo que se cumpliera un oráculo funesto, la profecía que Yocasta dijo
que nunca se había hecho verdad: que el niño mataría a su padre. Sin embargo, él lo había
entregado al mensajero por piedad.
Edipo comprende que Yocasta y Layo eran sus verdaderos padres y que todas las predicciones de
los oráculos se han cumplido. Edipo se maldice a sí mismo y al destino, antes de abandonar el
escenario. El coro lamenta cómo incluso un gran hombre puede caer por el destino, y después de
esto, un criado sale del palacio para hablar de lo que ha ocurrido dentro. Cuando Yocasta entró en
la casa, corrió al dormitorio del palacio y ahí se ahorcó. Poco después, Edipo entró furioso,
llamando a sus criados para que le llevaran una espada de manera que pudiera cortar el vientre de
su madre. Cuando, furioso, recorre la casa, descubre el cuerpo de Yocasta. Gritando, Edipo la baja
y le quita largas agujas de oro que mantenían su vestido, antes de clavárselos en sus propios ojos,
desesperado.
Edipo sale del palacio con los ojos ensangrentados y pide ser desterrado, tan pronto como sea
posible. Dice que ha preferido cegarse porque no puede permitirse ver, después de sus crímenes,
a sus padres en el infierno, a los hijos que ha engendrado, ni al pueblo de Tebas.
Entra Creonte, que asume el poder, pide a los tebanos que se apiaden de Edipo y lo hagan entrar
en el palacio. A continuación dice que consultará de nuevo al oráculo para saber lo que tiene que
hacer con Edipo. Este dice que no tenga piedad con él, pide ser desterrado. Las dos hijas (y medio
hermanas) de Edipo, Antígona e Ismene, son llamadas y Edipo lamenta que hayan nacido en una
familia maldita. Le pide a Creonte que cuide de ellas y Creonte se muestra conforme, antes de
enviar a Edipo de vuelta al interior del palacio.
En un escenario vacío, los últimos versos del corifeo son una especie de conclusión o máxima
griega, de que ningún hombre debe considerarse feliz hasta que está muerto
Ética, un horizonte en quiebra. Michel Fariña Qué es esa cosa llamada ética. Capítulo II y III
El carácter singular se evidencia en las circunstancias irrepetibles de la experiencia. No existe lo
universal sino a través de lo singular y recíprocamente, el efecto singular es una de las más
infinitas formas posibles de realización de lo universal.
La dimensión universal-singular de carácter indisoluble de sus términos, dimensión sobre la que se
comenzará a dibujar el horizonte de la ética.
Lo particular no puede comprenderse separado de lo universal-singular y, a su vez, eso que hemos
llamado universal-singular no existiría sin lo particular. Ante todo, lo particular es un efecto de
grupo. En otras palabras, un sistema de códigos compartidos. Si lo universal-singular denotaba lo
propio de la especie, lo particular será el soporte en que se realiza ese universal-singular.
La dimensión ética se despliega en el circuito universal-singular, sosteniéndose (de manera
siempre provisoria) en el campo de lo particular, del que toma prestado se carácter de código.
El efecto particularista es distintivo de la falla ética y se verifica en la pretensión de que un rasgo
particular devenga condición universal.
Mientras que la moral remite a cierta contingencia, la ética va más allá.
Más estrictamente, la pauta moral se corresponde con los sistemas particulares (culturales,
históricos, de grupo), mientras que el horizonte ético, si bien puede soportarse en tales
imaginarios, siempre los excede. De allí la afirmación que asigna a la dimensión ética alcance
universal. Pero lo universal-singular de la ética no puede ser colmado por ningún sistema moral
(particular).
El doble movimiento de la ética, un método de análisis.
Primer movimiento • De la intuición a los sistemas de pensamiento acerca del obrar humano •
una pluralidad que engloba desde intuiciones, representaciones sociales, estereotipos culturales,
costumbres regionales hasta teorizaciones, sistemas axiológicos y reflexiones filosóficas. • Origen
histórico de la Ética.
Segundo movimiento • El conocimiento no antecede a la situación, es la situación misma la que
inaugura el conocimiento. • El nuevo conocimiento no es ni opuesto, ni complementario sino
suplementario. • Se presenta una singularidad que interpela la existencia del conocimiento previo.
Lo U-S se apoya en lo particular • La pauta moral se corresponde con los sistemas particulares
(culturales, históricos, de grupo), mientras que el horizonte ético, si bien puede soportarse en
tales imaginarios, siempre los excede. • Lo universal-singular de la ética no puede ser colmado por
ningún sistema moral (particular).
Particular • Lo particular no puede comprenderse separado de lo universal-singular y, a su vez, eso
que hemos llamado universal-singular no existiría sin lo particular. • Lo particular es un efecto de
grupo, un sistema de códigos compartidos. • Si lo universal-singular denotaba lo propio de la
especie (ej: lo simbólico), lo particular (el lenguaje) será el soporte en que se realiza ese universal-
singular (el habla) • Lo particular como categoría supone una lógica de conjunto.
Cada sistema particular incluye los pares de opuestos (A y -A), cada sistema particular cuando
funciona es como un universo que cae cuando aparece una singularidad. La singularidad de una
situación que viene a cuestionar la totalidad y homogeneidad del universo disponible hasta el
momento para ampliar sus límites. El universo ahora es más amplio; la singularidad incorpora una
nueva dimensión ética a ese anterior antagonismo A; -A.
Singular • Podremos hablar de singularidades sólo cuando algo que se presenta hace desfallecer
las capacidades clasificatorias de la lengua de la situación, cuando ese algo no se deje contar como
un individuo por ninguna de las propiedades discernibles (estructurantes) de la situación. • El
término será singular si no pertenece al universo en que irrumpe, si su presentación hace
tambalear las consistencias previamente instituidas. • Lo singular quiebra el universo desde ese
punto de inconsistencia que el universo desconocía.
Situación - Universo • Una situación es, en principio, un universo (restringido como todos) que es
ciego a la restricción que lo funda. • El lenguaje ordena simbólicamente, en ninguna circunstancia
podría armar un todo coherente sin exclusiones. • Su coherencia depende de las exclusiones. Pero
esas exclusiones no son discernibles de antemano, no derivan de un gesto explícito de apartar
deliberadamente tales o cuales términos indeseables para luego asegurar la consistencia de los
términos admitidos. Estas exclusiones se instauran implícita y ciegamente con el acto mismo de
instituir un universo, una situación, una ley o un lenguaje. • El universo, situación, ley o lenguaje
ignora radicalmente lo que excluyen. Lo que está excluido simplemente, no existe, sin más. Por
eso el advenimiento singular suplementa realmente el universo de lo existente.
Nominación • La singularidad requiere de una intervención subjetiva que la produzca
(nominación). No es concebible una singularidad de por sí, dispuesta ahí enfrente como un objeto
a ser reconocido o conocido. • Las singularidades no son objetividades dispuestas para el
conocimiento de un sujeto puesto enfrente sino intervenciones subjetivas que producen una
novedad en la inmanencia de la situación. De ahí que una de las condiciones de posibilidad para
que existan singularidades es la posibilidad de intervención. De ahí que, una singularidad sólo lo es
para la situación en la que irrumpe y sólo si existe el trabajo subjetivo de lectura, producción y
nominación. • Lo singular es algo nuevo que no puede ser nombrado por ese universo anterior. Se
exige un acto de nominación intervención subjetiva. El universo se ensancha. Si una singularidad
impacta el universo hay una trastocación, universalización. • La singularidad provoca una
universalización para esto es necesario el acto de nominación.
Particularismo • Si a un universo se le declara una singularidad deja de ser universo, este singular
dice que la estructura del universo deja de ser consistente. Si el universo destituido no asume esta
destitución tenemos que un particular pretende para sí un rango de universal. Declarada la
singularidad el universo deviene particular. El universo no admite el accidente que lo ha
destituido. Si no cabe un el universo un nuevo término entonces no es universo, es restringido, por
tanto, es particular. Esto es un particularismo: cuando una parte del universo pretende imponer su
regla particular como ley del todo. En el particularismo no se admite la marca de una ley superior,
ni la marca que hace caer una ley. El particularismo no admite marca alguna, o sea lo singular. • El
devenir particular deviene particularista si se niega la singularidad. Es más fácil negar la
singularidad si esta se niega por sí misma. Para que se niegue una singularidad debe haber un
universal que siga reivindicando su valor universal y una singularidad que niegue su valor de
singularidad cayendo en un particularismo.
MODULO 2
La singularidad en los códigos de ética. María Elena Domínguez
La Deontología profesional será aquella sección de la ética encargada de estudiar y compilar las
reglas, normas y deberes que rigen la “buena” conducta en el ejercicio de las profesiones. El
fundamento supremo ordenador de dichas conductas.
Los ideales terapéuticos del deber-hacer pertinentes en el marco deontológico serán
suplementados por la emergencia de una singularidad. La ética se presentaría, de este modo, al
igual que lo hace respecto de su contraparte la moral, como suplementaria de la deontología al
producir un exceso respecto de las totalizaciones dadas, mientras que la deontología sería
producto y reflejo de la moral social.
Si hablamos de suplementaria ello implica dejar caer la ilusión de un saber totalitario.
Efectivamente “se trata de soportar que hay un suplemento que no puede reducirse al Saber
general o al consenso universal”. De este modo, si bien los principios que rigen a la comunidad
psicológica son eco de la moral reinante en el universo social, la suplementariedad no será un
complemento en la búsqueda de una unidad-norma ni una oposición a este, sino un plus, un
exceso a dicho universo grupal.
Definición: llamaremos éticas a “las singularidades en que se ponen en juego los universales que
exceden cualquier ley particular”. Primeramente, será preciso que definamos que entendemos por
particular. Situaremos allí aquellos usos, costumbres y valores que comparte un grupo
determinado en un lapso histórico dado. El universo de discurso compartido y consensuado, el
código que haga de común medida para regular las relaciones referidas al ejercicio de la práctica.
Llamaremos éticas a aquellas singularidades que produzcan un quiebre respecto de ese universo
de discurso del cual emergen, siendo advertidas como “«algo» incalificable para el lenguaje de la
situación”.
A modo de conclusión diremos entonces, que los códigos de ética con sus pautas deontológicas se
nos presentan como un nuevo texto que nos es ofrecido a la lectura y ante el cual debemos tomar
posición en resguardo de la singularidad. Se tratará de leer el saber que transmiten para el
ejercicio de la práctica como un eje ético de intervención. Este corpus deontológico,
sistematizado, será una herramienta de transmisión de la experiencia, en el seno de la comunidad
cuya práctica regula.
Así ética y deontología, conciliadas en la transmisión del deseo del analista, contendrán lo
instituyente de la experiencia y producirán enseñanza y transmisión alrededor de un indecible: el
deseo. Recortado como un exceso respecto del universo normativo previo. Entonces, más allá de
la estructura cristalizada presente en el texto normativo, nuestro acento estará puesto en la
lectura que de él se haga. Lectura que sosteniendo la incompletud de saber de la letra produzca
un salto cualitativo al saber-hacer en acto: allí dónde la estrategia del lector sostendrá su deseo.
CRÍTICAS ÉTICO-METODOLÓGICAS
1. no hubo consentimiento informado debido al engaño.
2. administración de consignas engañosas.
3. no hubo cuidado de la integridad psicofísica del sujeto de la experimentación.
(a) Los psicólogos no llevan adelante un estudio que involucre consignas engañosas a menos que
hayan determinado que el uso de las técnicas engañosas está justificado por el eventual y
significativo valor científico, educativo o aplicado y que no es posible utilizar procedimientos
alternativos eficaces que no sean engañosos.
(b) Los psicólogos no engañan a los futuros participantes acerca de una investigación que
razonablemente les pudiera causar dolor físico o un severo malestar emocional.
(c) Los psicólogos dan a conocer a los participantes las técnicas engañosas utilizadas como parte
integral del diseño y aplicación de un experimento tan pronto como sea posible, preferentemente
al término de su participación y nunca después de la finalización de la recolección de datos,
permitiéndoles a los participantes retirar los suyos.
Como se desprende de los puntos precedentes, las pautas éticas que rigen actualmente el uso del
engaño en la investigación no harían posible la realización de la experiencia de Milgram, tal como
éste la implementó 50 años atrás: el diseño no contempla los requisitos previstos en los acápites
(b) y (c)
La discusión de las conclusiones teóricas del experimento debe estar acompañada de un
tratamiento de las cuestiones éticas involucradas, las cuales no son un mero requisito formal
metodológico, sino que se revelan como inherentes al núcleo conceptual de la experiencia misma.
En sus escritos pioneros, Milgram estableció que uno de los factores que contribuían a la
obediencia ciega era la figura de la autoridad –policía, profesores, científicos, jueces. Los
candidatos de Derren Brown fueron engañados y participaron creyendo que se trataba de una
investigación científica; pero, una vez confrontados con la verdadera naturaleza de la experiencia
e informados de que sus resultados iban a ser exhibidos en televisión, aceptaron la situación a
cambio de una retribución económica. ¿No estamos en presencia de un nuevo factor de alienación
del sujeto, expresado no en las figuras clásicas de la autoridad, sino en el magnetismo mediático
mercantil.
Eichmann y la responsabilidad
Carlos E. F. Gutiérrez
Partamos de las palabras del fiscal en su consideración del acusado:
“Señoras, señores, honorable Corte. Ante ustedes se encuentra el destructor de un pueblo, un
enemigo del género humano. Nació como hombre pero vivió como una fiera en la jungla. Cometió
actos abominables, actos tales que quien los comete no merece ya ser llamado hombre. (…) ¡Y
solicito a la Corte que considere que actuó por propia voluntad, con entusiasmo, ardor y pasión
hasta el final!”
Destaquemos que se señala al acusado como una “fiera en la jungla”, por fuera del campo de lo
humano. Ahora bien, el interrogatorio a Eichmann demuestra en gran medida lo contrario: que no
era una fiera sangrienta como pudieron haberlo sido los enjuiciados en Nüremberg. Eichmann era
un oficial de segunda línea. No diseñaba ninguna política del III Reich. Ninguna decisión
importante del régimen pasaba por él. Era sólo un engranaje, un simple agente de transmisión. Un
alto empleado administrativo del III Reich y burócrata sumamente eficiente para resolver
inmensos problemas de orden práctico tales como el censo de la población judía, la confiscación
de sus bienes, su concentración en los guetos de cada ciudad y el posterior traslado en los trenes
que los llevarían hacia el Este. Su tarea tenía un alcance difícil de medir. Se trataba de cientos de
ciudades involucradas, miles de trenes utilizados y millones de personas trasladadas hacia la
muerte. En este enorme problema de tipo práctico, él era reconocido como un especialista.
Ante este discurso de obediencia ciega, un integrante del tribunal le dice: “Si uno hubiera tenido
más coraje civil, todo habría ocurrido de otra manera. ¿No le parece?” (pág. 151). Eichmann lo
acepta y da luego una respuesta asombrosa: "Por supuesto, si el coraje civil hubiera estado
estructurado jerárquicamente" (pág.151). Eichmann lleva al extremo absoluto de la sumisión esta
lógica de la obediencia a la estructura jerárquica, aun en los casos en que no existe o no está
impuesta.
Es notorio cómo "ejecución" y "procedimiento administrativo" se encuentran íntimamente
ligados. Es decir, cómo el lenguaje burocrático se superpone a la tarea de eliminación.
Todo demostraba que Eichmann había sido un engranaje de la maquinaria. Pues bien, aquí estaba
el problema ya que la obediencia a las órdenes superiores no es pasible de castigo en términos
jurídicos. Por ello, resultaba necesario para la acusación salir del terreno de la obediencia. Así es
como se lo inculpa como si se hubiera tratado de una “fiera en la jungla”, alguien "que actuó por
voluntad, con entusiasmo ardor y pasión" para provocar daño.
Para los acusadores, toda confesión es una mentira, y toda exposición de hechos verdaderos, un
engaño. Ahora bien, esto es posible a despecho de sus declaraciones. Esto es, desentendiéndose
de lo que dice se consideran a sus palabras sin veracidad alguna para ubicar a Eichmann como
plenamente responsable; es decir, con intención deliberada y conciencia clara de hacer el mal,
factores subjetivos esenciales del pensamiento jurídico. Así, para la Corte se había "demostrado
que el reo había actuado sobre la base de una identificación total con las órdenes y una voluntad
encarnizada de realizar los objetivos criminales." (pág. 23, destacado nuestro) Mediante este
malabarismo retórico basado en consideraciones psicológicas de Eichmann, se forzó un nexo entre
la orden y la voluntad: al plantear una identificación con las órdenes criminales, compartía la
voluntad de aquellos a quienes se había identificado.
El problema reside en que el derecho escamotea la verdadera cuestión: la obediencia no es ajena
a la responsabilidad. En las órdenes criminales, no todo se reduce a la ejecución de un acto
criminal sino que la cuestión central reside en que la obediencia es el crimen. La responsabilidad
del sujeto reside exactamente allí, al ofrecerse como instrumento de la maquinaria. Eichmann dice
no tener nada que ver con el exterminio, como si ese exterminio hubiera sido posible sin todas las
pequeñas y grandes tareas de cada uno de los que contribuyeron de un modo decisivo para lograr
ese resultado.
Él intenta desoír esa interpelación que se le dirige por haber sido él –y no otro– el que hizo lo que
hizo. Eso sucedió porque él decidió prestarse para que eso tenga lugar a través de sí mismo; si era
necesario contar con alguien para que eso suceda, contar con los engranajes para que la
maquinaria funcione, él decidió ser parte, decidió que se contara con él y no con otro.
Ahora bien, si a pesar de estas argumentaciones el derecho no logra ubicar la responsabilidad de
Eichmann (y se resuelve en oscuras consideraciones psicológicas para obtener la condena) es
porque no logra situar el crimen del que se trata. Se busca a la “fiera sangrienta” en los lugares
conocidos y resulta que no se encuentra al criminal en el sitio esperado. El verdadero criminal está
exactamente donde es insospechable para la lógica del derecho. El crimen del que se trata no es
otro que "el crimen burocrático, cuyas armas son la estilográfica y el formulario administrativo,
cuyo móvil es la sumisión a la autoridad…" (pág. 22) En esta excelente definición es imprescindible
detenerse en lo que ahí es nombrado móvil del crimen: la sumisión.
Sujetos “comunes” pueden realizar actos crueles sino por personas que quieren alcanzar el éxito
en sus tareas, cualquiera puede llegar a los 450 volteos con tal de ser reconocido en su labor,
debido a que el 65% llega a impartir todas las cargas eléctricas frente a la obediencia y no
necesariamente con los estímulos verbales de obediencia. No es necesario ser un dictador para
impartir ese tipo de castigos, daños, torturas. El sujeto que obedece es doblemente responsable:
hacer daño y ser obediente frente a una orden de hacer daño porque ha decidido obedecer.
La distancia social: distancia entre el “maestro y alumno”, es la estrategia de separarlos para que
no pudiesen verse, pero sí oírse. Esa distancia facilita el hecho de dar descargas. A más proximidad
más disposición a la obediencia y hacer daño.
Acción secuencial: implica pasos suaves (de 15 a 30 volteos, por ejemplo) para acatar la orden de
daños. El negarse a hacer la próxima acción, el continuar dando descargas implica que siempre
estuvo mal darlas y hacérselas con eso.
La moralización de la tecnología: La gratificación de la tarea “yo hice bien mi tarea” y eso me
otorga la gratificación de quien me dio la orden. Es paradójico porque, estadísticamente, esto tuvo
más peso que la norma moral de no hacerle un mal a otro ser humano.
Responsabilidad Flotante: se genera una cadena en la que delegan las diferentes tareas por un
superior lo cual hace que se disipe un poco la responsabilidad. Se fragmenta la tarea como un
efecto de des- responsabilidad. Todos son responsables, pero nadie lo es a la vez. Finalmente se
concluye con que todos son responsables.
Concentración del poder: da cuenta la posición de obediencia es más efectiva cuando se trata de
un solo factor de poder autoritario. Milgram descubre que la respuesta de obediencia más pura
sólo se obtiene cuando se da una autoridad única que opera en un campo libre, sin otras presiones
compensatorias que las protestas de las víctimas.