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nos recuerda que debemos seguir avanzando sin rendirnos ante el cansancio, la fatiga, las penas o

los pecados de esta vida. Caminar siempre, avanzar siempre para alcanzar la felicidad eterna que,
de algún modo, ya ha iniciado en esta tierra por la fe en Cristo Jesús. Es también una invitación a
no rendirnos ante el tedio de la vida, sino a asumir con paz que el camino de la felicidad pasa por
la Cruz, pero no por cualquier cruz, sino aquella que se vive por Cristo, con Cristo y en Cristo.

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Al terminar la Misa los fieles se llevan las palmas benditas a su hogar. Se acostumbra colocarlas
detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro Rey y que
debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre
una superstición pensando que por tener una palma bendita, no van a entrar ladrones en nuestra
casa y que nos vamos a librar de la mala suerte.

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El Domingo de Ramos: Significado


de las Palmas.
Domingo de Ramos | Pixabay.com

El Domingo de Ramos: significado de las


Palmas
Con el Domingo de Ramos damos inicio a la Semana Santa o «Semana
Mayor». Con él recordamos la entrada triunfal de Cristo, el Señor, en
Jerusalén, para consumar su misterio pascual: “La gente, muy
numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban
ramas de los árboles y las tendían por el camino” (Mt 21,8). El
Evangelio que corresponde, según el ciclo, describe precisamente lo que
celebramos y recordamos. Miles y miles de cristianos se congregan este día
con sus ramos o palmas para aclamar, como en Jerusalén, a Cristo, como
el Mesías, el Rey que viene a redimirnos. Pero, ¿Qué significan esos ramos
o palmas?.

Después de ser bendecidos, muchos cristianos colocan esos ramos en un


lugar especial en sus casas para ser usados como sacramental. Pero hay
también gente que les atribuye poderes mágicos y los usan como
«amuletos» para ahuyentar malos espíritus o con fines curativos (una
práctica que se aleja mucho del sentido cristiano).

Esas palmas benditas nos recuerdan las palmas y ramos de olivo que la
gente en Jerusalén batía y colocaba al paso de Jesús, escena que recuerda
la entronización de Salomón como rey y sucesor de David. El nuevo rey
toma la mula de su padre David y se dirige al lugar de la unción. En ese
gesto todos reconocen a quién pertenece la realeza (cf. 1 Re 1,38-40).
Tender mantos y esparcir ramas en el camino era un signo de homenaje
real (cf. 2 Re 9,13). Así lo canta el Sal 118,27: «Formen una procesión con
ramos hasta los ángulos del altar» (Cf Comentario Bíblico Latinoamericano,
Nuevo Testamento, pág. 481).
En Jerusalén fue recibido como Rey. Con nuestras palmas o ramos nosotros
también lo recibimos como nuestro Rey. Por eso muchos con esas palmas
adornan sus pequeños altares en sus hogares o los colocan en los crucifijos
para darle la bienvenida al Rey de Reyes y Señor de Señores a sus casas.

Lo recomendable es que, al finalizar la Semana Santa, esas palmas o ramos


sean regresadas a la iglesia, pues con ellas se elabora la ceniza que se
usará el siguiente año en el Miércoles de Ceniza.

Con esta celebración litúrgica iniciamos la Semana Santa. Así como


aclamamos hoy a Jesús, como el Mesías, el Rey, estamos llamados a
acompañarle durante toda la semana en su pasión y muerte, para
participar también de su gloriosa resurrección. Que ese gesto de recibirle
con palmas y ramos nos sirva para tenerle siempre como el Rey de
nuestras vidas.

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