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¡CRISTO VENCIÓ LA MUERTE!

He visto que cristianos hay muchos y de muchas clases, pero los más fuertes y poderosos son
aquellos que tienen una relación genuina con ese Dios no muerto, no histórico, sino una relación
diaria con Jesucristo resucitado.

Y cuando digo, “Jesucristo resucitado”, estoy hablando de aquel que venció el poder más grande
que había contra nosotros. Hasta Cristo, la muerte tenía victoria, pero desde Cristo hasta ahora la
muerte es una circunstancia pasajera.

Yo no tengo ninguna duda, ni albergo temor alguno, sino que he puesto mi fe y mi esperanza en
Jesucristo. He creído en las promesas de Jesús, y sé que cuando cierre mis ojos aquí en la tierra, los
voy a abrir en el cielo y lo veré a Él.

Veo muchas veces que la impotencia y la angustia se apoderan de los cristianos y parecería que no
tuvieran a Cristo.

Pareciera que Cristo no es el Todopoderoso, pero lamentablemente lo que sucede es que no


tenemos conciencia de que ese Jesucristo, Todopoderoso, es más fuerte que todas nuestras
dificultades, más poderoso que nuestros problemas y aún es más fuerte que la misma muerte.

Haremos una recorrida en la Biblia para recordar el primer domingo de resurrección. El primer día
de la semana en que Jesús resucitó.

Juan 20 1-9 dice: “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana siendo aún oscuro,
al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro
discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos
dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos
juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose
a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el
sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no
puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entro también el otro discípulo,
que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura,
que era necesario que él resucitase de los muertos”

¡Era necesario que Él resucitase de los muertos!

 SI VENCIÓ LA MUERTE, PUEDE VENCER EN TODO LO DEMÁS


La impotencia que los discípulos de Jesús tenían, se fue cuando entendieron y creyeron que
Jesucristo había resucitado. Un poder sobrenatural se apoderó de ellos, de manera que el imperio
Romano no pudo detenerlos, ni tampoco la religión enquistada pudo. Les amenazaron con
encarcelarlos y azotarlos, pero ellos contestaban: “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y
oído”.

Es impactante la vida de Jesús, es impactante su amor, es impactante ver los milagros y las
sanidades que hizo. Las entrañas de Jesús se conmovían por algunas personas que estaban en
dificultad, pero eso no sería nada si Cristo no hubiese resucitado de los muertos. El apóstol Pablo
dice que, si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe. El gran poder transformador del
mundo es el poder que levantó de los muertos a Jesús de Nazaret. ¡La muerte ha sido vencida! Y
esa es la fuerza, la gloria y el poder que envuelve a la iglesia; pues ella no será vencida… ¡Las
puertas del hades no podrán contra la iglesia!

Estoy cansado de ver cristianos fracasados que no tienen victoria frente a las dificultades, frente al
pecado. Dudan que puedan salir adelante, dudan que Cristo los oiga y les responda.

No saben que Dios tiene oídos para oír, no saben si Dios está enojado o no. Es que no tienen
conciencia de que Jesucristo resucitó para vivir en nuestro corazón. Y si venció la muerte, ¿qué otra
cosa no podrá vencer?

Algunos dicen: “¡No puedo!” Pero aquellos que tienen un encuentro con el Cristo resucitado,
tienen un encuentro con el poder.

Cuando Cristo resucitó, dijo: “Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. ¡El gran
poder está en la resurrección!

Cuando los creyentes no entienden, no conocen las escrituras o no creen en ellas, les pasa como a
los discípulos: ¡Fueron a la tumba para ungir el cuerpo de Jesús muerto! Y cuando encontraron la
piedra movida se asustaron. El relato bíblico nos dice que los discípulos dudaban, no entendían, no
creían.

María Magdalena fue la que encontró la tumba abierta y vacía, según se relata a partir del
versículo Juan 20:11 “Pero María Magdalena estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras
lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que
estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido
puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé
dónde le han puesto”

Jesús les había dicho que iba a resucitar al tercer día. Es que se puede creer en Jesús, pero se
puede creer mal. Él había dicho que le era necesario resucitar al tercer día, pero a ellos no se les
pasó por la cabeza que tal vez Jesucristo había resucitado.

Luego dice Juan 20:14: “Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; más no
sabía que era Jesús”. 

Hay gente que entra a la iglesia, ve al pastor que está predicando, pero no ve a Jesús. Pueden
disfrutar de un ambiente alegre y familiar, y sentirse a gusto, pero no ven a Cristo. La solución para
tu vida es que conozcas a Jesucristo resucitado, ¡que tengas un encuentro con Jesús!

María Magdalena vio a Jesús, pero no sabía que era Él, y esto le paso a unos cuantos. La palabra
“vio” es un verbo que en griego significa que “lo observó prolongadamente, lo miro con interés y
con admiración”. 

Juan 20:15 “Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el
hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, y yo lo llevaré”. 

¡Todavía se imaginaba a Jesús muerto! ¡Ya no era un ser vivo, sino que era una cosa! 

Juan 20:16 “Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)”

Es muy distinto oír de Jesús o saber de Él, a tener un encuentro cara a cara con Jesús y conocerlo.
El evangelio es poder y potencia de Dios, para salvación de todo aquel que cree, pero requiere de
una convicción profunda y un conocimiento de Cristo; no de los hechos históricos, sino un
encuentro profundo con Jesús de Nazaret. ¡¡Él es el que puede cambiar tu existencia!!

Juan 20:19-21 continúa diciendo: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la
semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo
de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús
les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió al Padre, así también yo os envío”.

Para los discípulos, Jesús, estaba muerto. Habían escuchado rumores de que las mujeres fueron a
la tumba pero no le habían encontrado.

Mientras ellos pensaban en un Cristo muerto encerrados en un local por miedo a los judíos, con las
puertas cerradas, Jesús entró, (quién sabe cómo) se paró donde ellos estaban, y les dijo: “Paz a
vosotros”. ¡Es Jesús! Y para que se quedaran tranquilos de que era Él, les mostró las manos y el
costado.

¡Allí comenzó la revolución del cristianismo! Porque desde ese momento, aquellos que habían
tenido una experiencia con el Cristo vivo, comenzaron a ser tocados en su interior. Ese Cristo vivo
les dijo a sus discípulos: “Así como el Padre me envió, yo los envío a ustedes”. 

En otras palabras, les estaba diciendo: “La obra que yo tengo que hacer, ahora la van a hacer
ustedes, y la gloria con la que yo me he movido aquí en la tierra, es la gloria que ustedes tienen.
¡Los poderes y dones espirituales que yo usé para bendecir a la gente, ahora los van a tener
ustedes y los van a usar!”

Cuando Jesús dijo: “Así como el Padre me envió, yo los envío”, utilizó un verbo que sugiere que no
envió cualquier persona, sino que envió una eminencia; está refiriéndose a enviar dignatarios
plenipotenciarios o embajadores con plenos poderes. Jesús estaba desafiando a los discípulos a
que por medio de la fe en Él, hicieran su obra, y entendieran que Él ya no iba a estar más en la
tierra, pero en su lugar iban a estar ellos, es decir, sus discípulos. Si tú eres un creyente y un
discípulo de Jesús, tú estás en la tierra cumpliendo la función de Jesús. ¡Tú eres el cuerpo de Cristo,
y Él es la cabeza!

 SI TIENES A CRISTO, TIENES EL ESPÍRITU DEL PADRE Y ERES SU HIJO


Juan 20:22 continúa diciendo: “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. 

En Génesis 2:7 también observamos idéntico actuar, por parte de Dios el Padre:  “Entonces Jehová
Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un
ser viviente”. 

Dios el Padre forma al hombre y sopla en su nariz aliento de vida, o sea vida anímica, y vino a ser el
hombre un ser viviente. Ahora en la nueva dispensación, en la era de Cristo resucitado, Jesús junta
a sus discípulos y sopla sobre ellos el Espíritu Santo.

Si en la antigüedad el Padre sopla aliento de vida, y el hombre viene a ser un ser viviente, ahora
Cristo sopla el Espíritu Santo, y el hombre viene a ser hijo del Dios Altísimo.
Cristo sopla sobre el creyente aliento de vida, sopla el aliento de Dios, el Espíritu y la sustancia de
Dios. Nace una persona que es hijo o hija del Dios Altísimo, y tiene el ADN de Dios, tiene su gloria y
es su heredero.

Unos días antes Jesús les dijo a sus discípulos: “No estén tristes porque yo me voy, porque a
ustedes les conviene que yo me vaya. Porque cuando yo me vaya, vendrá sobre ustedes el Espíritu
Santo. El Espíritu que les va a guiar a toda verdad. Espíritu que el mundo no puede recibir y que el
Padre ha dado que los hijos tengan”. Si tienes a Cristo en tu corazón, tienes el Espíritu del Padre.
Por lo tanto, ya no eres una criatura, ni eres meramente un ser viviente, ahora eres hijo de Dios, y
hay eternidad dentro de ti.

La palabra de Dios dice en San Juan 1:12-13 “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. 

A los que creen, Dios tiene el derecho de darles la potestad de ser sus hijos. Así que ya no es Cristo
el único, sino que después de haber resucitado, se reproduce y lleva muchos hijos al reino, al
Padre.

se trata de creer, se trata de una vivencia en Cristo Jesús. ¡¡El creyente ha sido llamado por Dios a
vivir una vida única, una vida de poder!! Hoy celebramos que gracias a la resurrección de
Jesucristo, tenemos vida eterna. ¡Él venció la muerte!

Luego dice Juan 20:24-25: “Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos
cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no
viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi
mano en su costado, no creeré”.

“Ocho días después”,  continúa diciendo el versículo 26, es decir, al siguiente domingo. Nosotros
nos reunimos los domingos porque el primer día de la semana es el día del Señor. La palabra
“domingo” viene del latín Dominus, que significa Señor.

Los domingos nosotros celebramos el día del Señor. Los que amamos a Cristo, los que hemos
entendido y los que tenemos una relación con el Señor, apartamos el día del Señor. Los judíos
guardaban el día sábado.

El día sábado Jesús estaba muerto, pero el domingo resucitó, y se reunieron todos. Juan 20:26-29
dice: “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús
estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon
aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo,
sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me
has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.

¡Somos más bienaventurados que Tomás los que no hemos visto las heridas, los que no hemos
metido nuestra mano en su costado! No hemos visto, pero hemos creído.

Hay mayor gloria en creer que en ver. Cristo estableció el otro principio: ¡Creer para ver! Es lo que
le dijo a Marta: “¿No te he dicho que si crees veras la gloria de Dios?”
Cuando uno hace del cristianismo una rutina, pierde de vista que Jesucristo está al lado nuestro y
está resucitado. ¡¡Dejamos de hablar con Jesús y perdemos de vista el gozarnos y disfrutar de Él!!
La conversión y las vivencias pasadas terminan siendo una linda historia. ¿No te gustaría tener una
experiencia con él hoy mismo? ¿No quisieras vivir una experiencia con Cristo cada día? ¡Te cuentan
de Cristo, pero tú no tienes una vivencia con Él!

La religión mata a Cristo, porque ella cree que Cristo está muerto, ausente o perdido. ¡La religión
es muerte, pero Cristo es vida! ¡Tenemos que terminar con la ignorancia y la miopía! ¡No puede ser
que veamos a Jesús y lo confundamos con el hortelano! ¡No puede ser que teniendo una fuente de
poder y energía tan grande (porque Jesucristo recibió toda potestad) yo tenga que privarme de ese
poder, porque creo que Él no me oye y que está enojado! Eso es porque no le conozco, ni tengo
una relación genuina con Él. ¡Jesucristo está a tu lado! ¡Él puede transformar tu existencia ahora!
¡Jesucristo puede darte vida! ¡Puede soplar ahora su Espíritu Santo sobre ti! ¡Él puede llenarte!
¡No es una historia bien contada, es una realidad para vivir!

La religión no muestra a Cristo resucitado, sino que lo muestra crucificado. Los espiritistas usan un
cuadro con la cara de un Cristo flaco, moribundo, con una corona de espinas y cabizbajo. Parece
que a algunos les encanta, mientras más feo sea el Cristo, sienten más pasión.

Algunos tienen un cuadro que le llaman “el sagrado corazón”. Miran al sagrado corazón y le hacen
una oración. ¡Perdónenme, pero ese no es Cristo! ¡Cristo es el que está sentado a la diestra del
Padre, intercediendo por nosotros! ¡Es el que tiene toda potestad y toda autoridad! ¡Es el que
levanta a los muertos, el que sana las enfermedades, quien da aliento al cansado y multiplica las
fuerzas del que no tiene ninguna! ¡Algunos tienen un Cristo al que te dan ganas de ayudarlo! Van y
le besan los pies, ¡pero Cristo ni se mueve!

Decía Pablo: “Si Cristo un hubiese resucitado, vana es nuestra fe”. ¡Nuestra fe está puesta en un
Cristo vivo! ¡Resucitado! ¡Que sopla su Espíritu Santo sobre su pueblo!

Los que han estudiado todo el relato bíblico de la resurrección de Jesús, hacen referencia al
atuendo que tenía su cuerpo muerto, que era con el que se envolvía a los muertos. Dice la Biblia
que José de Arimatea junto con Nicodemo, quienes habían comprado unos productos aromáticos,
le envolvieron y le pusieron eso productos; es como que esos productos dejaban tieso el lienzo y
en la cabeza tenía como un turbante.

Los que han estudiado el texto bíblico dicen que la manera en que encontraron el lienzo y el
turbante era como que Cristo hubiera desaparecido de ahí adentro.

¡La muerte no lo pudo retener! ¡Venció la muerte! Lo hizo por mí. Él no necesitaba vencer la
muerte porque era eterno, pero lo hizo para que mi fe esté fundada en un hecho real.

Él resucitó de entre los muertos para darle evidencia al mundo, que hay un poder más grande que
el poder de la muerte. Dice la Biblia que Jesucristo venció el imperio de la muerte, que era el
problema más grande que había en la tierra. ¡Era el problema insalvable de la humanidad!

Mira que hay hambre, hay pestes, enfermedades, toda clase de problemas, pero ese problema que
nos enfrentaba con lo imposible era la muerte. ¡Ya no! ¡Jesucristo venció! Le quitó al diablo el
poder que tenía.
La muerte es una cárcel, una condenación, un poder espiritual, algunos le llaman “san la muerte”.

Se trata de un demonio que encierra a las personas en cárceles que nunca jamás serán abiertas,
cárceles de oscuridad, de condenación eterna.

¡Cristo fue y abrió las puertas de esa cárcel! ¡Cristo venció el poder de la muerte, le arrebató al
diablo las llaves del hades y de la muerte! Y si la muerte fue vencida, ¿qué otro problema no podrá
ser vencido?

Dice la Biblia que el Padre nos amó tanto que dio a su Hijo por nosotros, y dice el apóstol
Pablo: “¿Cómo no nos dará juntamente con su Hijo todas las cosas?”  (Romanos 8:32).

CONCLUSIÓN 
La iglesia necesita tener una vivencia genuina, real, con Jesucristo y con su poder. Hay demasiada
tibieza y muy poca consagración en la iglesia.

Hay muy poca convicción y falta de fe. Que tus ojos sean abiertos, que tu corazón sea abierto y
pueda entrar Jesucristo con poder en tu vida.

No camines por el mundo como si fueras sólo tu y tus problemas. Estás tú, tus problemas y Cristo
al lado tuyo. “He aquí, yo estoy con vosotros, todos los días hasta el fin del mundo”.  (Mateo
28:20).

No está crucificado, no está en la tumba. ¡Está vivo! ¡El reino de los cielos tiene que manifestarse
con poder en tu vida!

Estoy convencido que hay creyentes que son más infelices que algunos incrédulos, porque hay
incrédulos que no tienen conciencia de la condenación, no tienen conciencia del pecado; ellos
creen que todo se termina en el cajón.

Pero hay creyentes que viven bajo la autoridad de la muerte y la autoridad de demonios, dicen que
son creyentes, ¡pero viven como los incrédulos! Es más, los incrédulos disfrutan de los pecados de
una manera que el creyente no puede disfrutar.

¡Necesitas tener un encuentro con Jesucristo vivo! ¡Necesitas que el reino de Dios entre con poder
en tu vida y juntamente con ese reino entre el Rey! A pesar de que dices creer en Cristo estás
indefenso frente al poder del pecado. A pesar de que Jesucristo ha resucitado vives como si
Jesucristo no estuviera en tu vida. ¡Esto debe cambiar hoy! Si necesitas a Jesucristo, pídele que,
entre ahora en tu vida, pídele ahora que perdone tus pecados. ¡No sigas viviendo la clase de vida
que estás viviendo! ¡No vivas en la impotencia!

Dios nos ha transformado en embajadores plenipotenciarios de su reino. Estamos estableciendo el


reino de los cielos en los corazones. ¡Que tú seas el próximo! No te quedes con una historia linda
sino con un Cristo poderoso.

Señor, ¡cuántos hay que necesitan pedirte perdón por sus pecados! ¡Cuántos hay que necesitan la
victoria y no la tienen! Son presos de enfermedades, de turbaciones, de iras. Venga tu Espíritu
Santo ahora. Sopla como lo hiciste a tus discípulos. ¡Sopla y engendra vida Señor! Te lo pido en el
nombre poderoso de Jesús.
Haz una oración sincera y dile: “Padre, gracias. Te abro mi corazón, establece tu reino en mí, y
venga Jesucristo a reinar en mi vida. Cúbreme con la sangre preciosa de Jesús y revísteme del
poder y la autoridad de tu Espíritu Santo. Quiero vivir una vida entregada, consagrada y en
comunión; no con un Cristo muerto, sino con Jesucristo mi amado Señor, mi Salvador.

En el nombre de Jesús hago esta oración y recibo perdón, vida eterna y llenura del Espíritu Santo,
para tu gloria Señor, amén”.

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