Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Como esposa, ¿no es su mayor temor mostrarse respetuosa pero que su esposo
le dé menos amor que nunca? Usted ha aprendido el nuevo lenguaje del respeto,
que hasta ahora le era extraño, al apreciar el esfuerzo que él hace en su trabajo,
su deseo de ser protector y de proveer para su familia, de servir y de dirigir, de
brindarle su visión de las cosas. Usted también ha intentado darle una amistad
hombro a hombro y más intimidad sexual. A pesar de todo esto, él sigue sin
demostrarle amor. De buena fe, usted dio el primer paso, como la persona
madura de la pareja, pero su esposo no ha cambiado.
Cuando Jesús hablaba de los juicios y las tribulaciones que los creyentes
tendrían que atravesar a causa de él, mencionó que «los enemigos del hombre
serán los de su casa» (Mateo 10.36). Usted puede estar sintiendo exactamente
esto. ¿Debería decir simplemente: «Esto del amor y el respeto no funciona»?
Cuando usted ama o respeta incondicionalmente, está siguiendo a Dios y su
voluntad para su vida. En última instancia, su cónyuge y su matrimonio no tienen
nada que ver con eso. Usted simplemente está demostrando su obediencia y
confianza ante una mujer que no se hace amar o un esposo que no se gana su
respeto. El amor y el respeto incondicionales serán recompensados. Yo
llamo a esto el Ciclo Gratificante. Jesús dijo: «Porque si amáis a los que os
aman, ¿qué recompensa tendréis?» (Mateo 5.46). Jesús podría haber tenido
en mente los problemas de su matrimonio cuando dijo esto.
«No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan,
porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición» (1 Pedro
3.9, NVI).”
Creo que Pablo también puede haber tenido en mente su matrimonio cuando
exhortó a los Efesios: «Sirvan de buena gana, como quien sirve al Señor y no
a los hombres, sabiendo que el Señor recompensará a cada uno por el bien
que haya hecho, sea esclavo o sea libre» (Efesios 6.7–9, NVI). En el contexto
inmediato, Pablo se refiere a cómo los esclavos pueden servir a sus amos, pero
note que termina el pasaje diciendo que también se aplica a las personas libres.
En otras palabras, esta idea es para todos los creyentes. Si sigue su línea de
pensamiento algunos versículos hacia atrás, verá que menciona el mismo
principio para los niños y sus padres (ver Efesios 6.1–4), así como para los
esposos y esposas (ver Efesios 5.22–33). Pablo está diciendo que todo lo que
hagamos como para el Señor, lo recibiremos de parte de él. En el matrimonio,
todo lo que usted haga, cuenta, ¡aunque su cónyuge lo ignore! De eso se
trata el Ciclo Gratificante
Todas las parejas deben estar atentas. Los que crean estar firmes, pueden caer
fácilmente. Tantos matrimonios parecen estar llevándose muy bien, y de repente,
¡puf! Las ruedas se salen del carril. Si apartamos la mirada de Cristo (o nunca
ponemos nuestra mirada en primer lugar en él), construiremos sobre arena, y
cuando llegue la tormenta, podríamos ser arrastrados (ver Mateo 7.24–27).
Otro beneficio adicional del Ciclo Gratificante para un buen matrimonio es que
usted podrá entender por qué trata al otro como lo hace, y podrá equiparse mejor
para explicar la Conexión de Amor y Respeto a otras parejas. Y a medida que
otras personas conozcan la Conexión entre Amor y Respeto, las recompensas
se incrementarán exponencialmente. ¿En qué consisten esas recompensas?
Obtenemos algunas de ellas aquí en la Tierra, pero obtendremos una
recompensa increíble en el cielo.
Jesús nos está preparando para escuchar ese «Bien hecho». Él desea decir
«¡Lo hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo
de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!» (Mateo 25.21, NVI).
¿Ha pensado alguna vez en lo que significa «compartir la felicidad de nuestro
Señor»? Será un gozo sin medida. Imagínese el día de su graduación, o de su
boda o cumpleaños, el cumpleaños de su hijo, las vacaciones, un ascenso, la
jubilación, ratos agradables con amigos, la valoración por parte de sus padres,
llevar a toda la familia a Cristo, la buena salud. ¿Qué sucedería entonces si cada
hora de cada día experimentáramos la gloria y el gozo de todos estos eventos al
mismo tiempo y en su mayor intensidad? Piense que cuando usted «comparta la
felicidad de su Señor», todo este gozo será un trillón de veces más grande.
¿Son conscientes de que aun así, el mayor ¡Ah! de nuestra vida nos espera más
adelante? El Señor lo está observando de cerca y lo va a recompensar. «Cada
uno recibirá su alabanza de Dios» (1 Corintios 4.5). Para tener en mente lo
que se nos tiene reservado «sirvan de buena gana, como quien “sirve al
Señor y no a los hombres, sabiendo que el Señor recompensará a cada uno
por el bien que haya hecho, sea esclavo o sea libre» (Efesios 6.7–8, NVI).
Imagínese la escena cuando los creyentes asciendan al cielo y se encuentren
ante Cristo. Él le dice a un esposo: «Bien hecho. Le has mostrado amor a tu
esposa irrespetuosa. Estas por recibir la retribución por todo acto de amor que
hayas tenido hacia ella». A la esposa, él le dice: «Bien hecho. Le has mostrado
respeto a tu esposo desamorado. Te he observado. Serás recompensada por
cada uno de tus actos de respeto».
Puede ser que para el mundo no tenga sentido que una esposa trate con respeto
a un marido que es hosco y desamorado. No tiene sentido que el esposo trate
amorosamente a una mujer despreciativa e irrespetuosa. Pero para Dios sí tiene
sentido. Estos esfuerzos que parecen infructuosos le importan a Dios, porque son
la clase de servicio que él recompensa. Lo que es sabiduría para Dios es locura
para el mundo (ver 1 Corintios 3.19).
Me gusta visualizar esto como si hubiera un efecto de «clink-caja» en el cielo
cada vez que los creyentes hacen lo que el mundo llama estúpido. Es como si un
billón de ángeles estuviera sosteniendo una manija gigante. Cada vez que usted
hace algo amoroso o respetuoso con su cónyuge, los ángeles jalan esa manija.
Un tesoro secreto cae dentro de una vasija dorada colosal y, ¡clink-caja! El ángel
líder exclama «¡Lo hizo otra vez, le mostró amor a su despreciativa mujer!». «¡Ella
lo volvió a hacer! ¡Le mostró amor a su patético esposo!, De acuerdo, ¡todos jalen
una vez más! ¡Clink-caja!».
Algunos dicen que las recompensas no son importantes; pero Jesús dice:
«¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa y le pagaré a
cada uno según lo que haya hecho» (Apocalipsis 22.12, NVI).
Sí, habrá momentos en los que usted fallará, pero Proverbios 24.16 dice que
siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará.
El esposo maduro admite: «Me equivoqué enormemente. Estuve mal. Otra vez no
pude mostrar amor. Tengo problemas que debo tratar». La esposa madura dice:
«Sabes, sigo deshonrándote y faltándote el respeto. Sigo pensando que solo se
trata del amor, pero me cuesta recordar la otra palabra igualmente simple:
respeto».
Dichosamente, existen muchas otras mujeres que sí aprenden y aplican la
palabra respeto. Una mujer descubrió que su incrédulo esposo estaba teniendo
un romance, y su respeto por él se desplomó. Tiempo después, él llegó a Cristo,
se reconciliaron, y él está intentando crecer en el rol de líder espiritual del hogar,
mientras que ella intenta ser la mejor esposa posible.
Sí, usted no logra brindar amor o respeto perfectos, pero eso no significa que no
ame a Cristo. De hecho, es su amor por Cristo lo que le permite comenzar otra
vez. Usted se arrepiente, confiesa y se da cuenta de que no pretende que su
cónyuge llene todas sus expectativas. Pero en última instancia, todo lo que usted
haga por su cónyuge por medio del amor o el respeto, no será para motivarlo a
salir del Ciclo Alienante, ni para motivarlo a que satisfaga sus propias
pretensiones. En definitiva, usted practica el amor y el respeto porque, por encima
de su cónyuge, ve a Jesucristo, y porque puede prever el momento en que esté
frente a él en el juicio final, y tome conciencia de que su matrimonio fue solo una
herramienta y una prueba para profundizar y demostrar el amor y reverencia
hacia su Señor.
Cada vez que usted se brinda por medio de su amor o respeto, el cielo lo
observa. Aquellos billones de ángeles jalan una gran palanca y, ¡Clink-caja!
¡Clink-caja!
Hay un principio básico que podemos extraer de esta parábola: aquello que
hago por mi cónyuge, eso mismo estoy haciendo también por Cristo. El
amor incondicional de un esposo por su esposa revela su amor por Cristo. El
esposo que ama a Dios debería también amar así a su esposa. Si usted no está
amando a su esposa, entonces debería preguntarse: «¿Estoy amando realmente
a Jesucristo?».