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Este documento discute la axiología jurídica y la deontología jurídica. La axiología jurídica estudia los valores jurídicos fundamentales como la prohibición de la pena de muerte. La deontología jurídica se refiere a los deberes éticos de los profesionales del derecho. También compara estas dos disciplinas, señalando que la axiología estudia valores en general mientras que la deontología prescribe códigos de conducta para profesiones específicas.
Este documento discute la axiología jurídica y la deontología jurídica. La axiología jurídica estudia los valores jurídicos fundamentales como la prohibición de la pena de muerte. La deontología jurídica se refiere a los deberes éticos de los profesionales del derecho. También compara estas dos disciplinas, señalando que la axiología estudia valores en general mientras que la deontología prescribe códigos de conducta para profesiones específicas.
Este documento discute la axiología jurídica y la deontología jurídica. La axiología jurídica estudia los valores jurídicos fundamentales como la prohibición de la pena de muerte. La deontología jurídica se refiere a los deberes éticos de los profesionales del derecho. También compara estas dos disciplinas, señalando que la axiología estudia valores en general mientras que la deontología prescribe códigos de conducta para profesiones específicas.
Axiología. Los valores jurídicos: Axiología: axio: prefijo que significa lo digno, lo de valor; logía expresa conocimientos, estudio. Es la teoría filosófica de los valores en general (estéticos, éticos, religiosos, etc.) pueden ser buenos (sentido positivo) o malos (sentido negativo). Su objeto de estudio es la naturaleza de los valores, su aceptación y jerarquización. También se la llamó “teoría de los valores”. Axiología jurídica: trata el problema de los valores jurídicos. Es decir, dilucida sobre cuáles sean los valores que harán correcto un modelo de derecho o que primarán a la hora de elaborar o aplicar el derecho. Así, en los ordenamientos europeos no existe la pena de muerte; el valor consistente en que “el Estado no mate” es fundamental; tiene tanta importancia que algunos autores designan a la axiología jurídica como Teoría de la Justicia. En España fue abolida la pena de muerte por la Ley Orgánica en 1995. Aunque el art. 15 de la Constitución de 1978 sancionada por el Rey Juan Carlos I el 27 de diciembre en su art. 15, dice que la excepción para su aplicación la pueden disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra. En 1998 los Estados miembros de las Unión Europea (UE) decidieron intensificar su actividad en el ámbito de la lucha contra la pena de muerte y aprobaron principios rectores al respecto. Por consiguiente, la UE decidió intensificar sus iniciativas en los organismos internacionales, a los fines de suprimir completamente la pena de muerte.
La deontología jurídica: análisis conceptual.
Deontología: Se ocupa de los deberes morales siempre tratando de obrar bien para todos. Etimológicamente es la ciencia del deber Deon, deontos: significa obligación, deber. Logía expresa conocimientos, estudio. El objeto de estudio de la Deontología son los fundamentos del deber y las normas morales. Dicho propiamente la deontología profesional se refiere al conjunto de deberes reconocidos dentro de una profesión, es decir, las normas a seguir de un medio profesional. Estas normas determinan los deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el desempeño de su actividad. Siendo estas exigencias de orden moral puesto que regulan el comportamiento interno del sujeto y apelan a la conciencia y buena voluntad de este. Esto sugiere una de las intenciones de la redacción de los códigos deontológicos: explicitar la dimensión estrictamente moral de una profesión, aquellos comportamientos exigibles a los profesionales, aunque no estén delimitados jurídicamente. La deontología jurídica, proviene del griego y significa "lo obligatorio, lo justo, lo adecuado". Es la rama de la filosofía jurídica que tiene como finalidad específica la determinación de cómo debe ser el derecho y cómo debe ser aplicado. La deontología es la disciplina que se ocupa de los deberes de los profesionales. En el caso de los abogados se trata de una multiplicidad de deberes como son aquellos consigo mismo, con la sociedad, con la profesión, con los clientes, con los colegas, con los jueces, con la entidad gremial. Es aquella parte de la ética profesional que se ocupa de los deberes morales de los abogados, de los deberes de estos servidores del derecho. La deontología es la disciplina que se ocupa de la prescripción de códigos, como los códigos profesionales. En ellos se prescriben conductas que aparecen como obligatorias desde el punto de vista moral para el ejercicio de una profesión, por ejemplo.
Análisis comparativo entre axiología y deontología:
La axiología estudia los valores en general, estéticos, éticos, religiosos, etc., en sentido positivo –buenos-, ej.: la virtud, la admiración, la justicia, o en sentido negativo –malos-, ej.: el resentimiento, la venganza, la corrupción, estéticos, éticos, religiosos, etc.… no sólo los valores éticos. La ética axiológica, como la de Max Scheler o Hartmann, se basan en valores y no hacen hincapié, para fundar la moralidad, en los deberes. En cambio, la ética kantiana es una ética deontológica, porque explica la moralidad en función del cumplimiento del deber que se impone a la razón como la necesidad de actuar por respeto a la ley moral. Resulta oportuno expresar el imperativo categórico o ley moral descripta por Immanuel Kant: “obra de modo que la norma de tu conducta pueda erigirse en norma de conducta universal”. La deontología, tal como fue expresado, es la disciplina que se ocupa de la prescripción de códigos, como los códigos profesionales. En ellos se prescriben conductas que aparecen como obligatorias desde el punto de vista moral para el ejercicio de una profesión, por ejemplo. Indudablemente, los dos “pilares” sobre los que se construye la moralidad son la capacidad de descubrir valores (axiología) y la capacidad de normar conductas (deontología). Estos serían los aspectos axiológico y deontológico, respectivamente, de nuestra moralidad. También es cierto que, si bien estos aspectos son distintos, también se relacionan. Nicolai Hartmann, precisamente, dice que a todo hombre se le imponen deberes a su conciencia, pero preguntarse “qué debo” lo conduce a preguntarse “qué es lo que vale la pena hacerse” o “qué es lo valioso”. Hartmann, está reconociendo la dimensión deontológica de la vida humana y, simultáneamente, nos dice que esa dimensión deontológica nos conduce a la dimensión axiológica. Reflexión final: la axiología es la disciplina filosófica que estudia los valores en general, o sea, los valores estéticos, éticos, religiosos, etc., de una persona y la deontología es la teoría o tratado de los deberes, es decir, del deber ser, en el ejercicio de determinada actividad o profesión. Entonces, podría decirse que la deontología (o el deber ser) es la axiología (o valores en general, estéticos, éticos, religiosos, etc.), aplicada a determinada profesión o actividad, en cuanto al modo de obrar y al de ejercerla. O, dicho de otra manera, la deontología es el deber ser o buen obrar respecto de determinada actividad, en función a los valores en general, estéticos, éticos, religiosos, etc., que le proporciona la axiología.
Categoría de las normas deontológicas según su origen:
a) Normas deontológicas que resultan del ordenamiento legal: 1) En el ordenamiento jurídico encontramos precepto de contenido deontológico hasta en la misma Constitución Nacional. Su Preámbulo ya nos anuncia que uno de los objetivos esenciales del Congreso General Constituyente es “afianzar la justicia”, como así también “consolidar la paz interior”. El abogado, como que es un auxiliar de la justicia, asume la obligación en cuanto al papel que desempeña en la comunidad, de colaborar en el afianzamiento de la justicia, tanto en lo que se refiere al valor supremo que ella representa como al poder encargado de resolver los conflictos jurídicos. Y la interpretación de todas las Declaraciones, Derechos y Garantías de la Constitución Nacional, si son controvertidos, sólo pueden efectuarlos cabalmente quienes posean la calidad de abogados ya sea en su condición de defensores particulares (profesión), ya sea en su carácter de jueces. Cuando al abogado lucha por el derecho y la justicia, cuando defiende la libertad de la acción lícita y del pensamiento del hombre y el respeto de la persona humana y de sus derechos, cuando con su actividad conciliadora, previene litigios y cuando con su labor, ya sea profesional o doctrinaria, promueve el perfeccionamiento del derecho, no realiza otra cosa que propender a la paz social. Asimismo, entendemos que en la interpretación “a contrario sensu” del artículo 19 de la Constitución Nacional encontramos resumidas la raíz, extensión y contenido de todas las normas deontológicas, sean legales o no, del comportamiento o reglas de conducta del abogado. Está obligado a hacer lo que manda la ley y puede ser juzgado por sus acciones (profesionales o privadas) que ofendan al orden, la moral pública o perjudiquen a terceros. 2) El Código Civil y Comercial de la Nación también nos aporta algunas precisiones sobre el comportamiento y obligaciones del abogado. Si se considera que la profesión se rige por las leyes que reglan el mandato, tal como establece el artículo 61 de la ley nº 5177 de la Provincia de Buenos Aires, aceptado el poder conferido, el abogado asume todas las responsabilidades que las leyes imponen a los mandatarios (artículos 372 y 1324 del Código Civil y Comercial de la Nación). Cuando se trata de simples consultas, la actividad abogadil, según el citado dispositivo legal debe ser considerada como una locación de servicios (artículo 1251 y siguientes del Código Civil y Comercial de la Nación). Cabe destacar en este punto, que las responsabilidades del abogado en su ejercicio profesional, no son las mismas para quien actúa como letrado patrocinante, que para quien actúa como apoderado. Dicho, en otros términos, el letrado que patrocina en un escrito a una persona no tiene necesariamente la obligación de actuar en el juicio como si actuase el propio actor, demandado, imputado o víctima. En sentido contrario, quien tiene Poder judicial o notarial instituido por la propia persona interviniente en determinado juicio, tiene la obligación de actuar representando permanentemente a dicha persona y velando por sus intereses, más allá del resultado final del juicio, y en el que puede resultar vencida o ganar el litigio. Razón por la cual, en el caso de tener el abogado un Poder de su cliente para actuar en el juicio, de producirse negligencias en dicho juicio inherentes a su inactividad, el mismo cliente puede iniciarle juicio al abogado que lo tenía como apoderado, por daños y perjuicios causados, ya que por su culpa –v.g.: inactividad-, la persona perdió el litigio. Tal circunstancia no ocurre con el abogado que circunstancialmente actuó respecto de dicha persona como letrado “patrocinante”, ya que su responsabilidad se limita sólo a la actuación profesional en relación al escrito presentación en la que acompañó a determinada persona. 3) En el Código Penal existen disposiciones es que no sólo dan pautas genéricas sobre los delitos cometidos por todos los habitantes del país, sin distinción de la condición de la persona ni de la profesión que profesa, sino que también incluye normas específicas a la actividad abogadil (por ej.: el artículo 271 que reprime al abogado que defendiere a partes contrarias en el mismo juicio); o el artículo 115 que dispone que las ofensas contenidas en los escritos o manifestaciones de los litigantes y apoderados en los tribunales y concernientes al juicio, que no sean dadas a publicidad, quedarán sujetas únicamente a las correcciones disciplinarias, etc.; y a los profesionales en general, entre los cuales, lógicamente, debe incluirse al abogado (por ej.: violación del secreto profesional, articulo 156). 4) En la Capital Federal –y lo mismo podemos decir con relación a las otras jurisdicciones-, el ejercicio de la profesión de abogado, según reza el artículo 1º de la ley nº 23.187, se rige “por las prescripciones de la presente ley y subsidiariamente por las normas de los códigos de procedimientos nacionales y demás leyes que no resulten derogadas por ésta”. Al exigírsele a la persona que desee ejercer la profesión de abogado que, en primer término, posea el título académico –amén de los otros requisitos formales- nos está diciendo la ley que quien se encuentre habilitado para profesar dicha labor, desde el punto de vista técnico, debe tener los conocimientos propios de la profesión. Pero, además, su actuación en juicio o en actuaciones administrativas no sólo debe sujetarse a las reglas procedimentales establecidas al efecto, sino también su comportamiento debe atenerse a normas de conducta que, muchas veces, dichos códigos, determinan con cierta precisión. Así, a título de ejemplo, podemos poner de resalto que si bien, en el desempeño de su profesión, el abogado debe ser asimilado a los magistrados en cuanto al respeto y consideración que debe guardársele (artículo 58 del Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Nación, al igual que los códigos provinciales que han observado en sus fuentes), se lo considera cuando se declara que su conducta en el juicio ha sido temeraria o maliciosa (artículo 45), o demora la devolución o pérdida de expedientes (artículos 128 y 130), o se lo hace responsable por costas causadas por su exclusiva culpa o negligencia (artículo 52) o por la redacción impropia de oficios (artículo 400). Por fin, las facultades disciplinarias otorgadas a los jueces para mantener “el buen orden y decoro en los juicios “ (artículo 35) están prácticamente dirigidas a los letrados, pues, si se manda testar una frase injuriosa o redactada en términos indebidos u ofensivos; si se excluye de las audiencias a quienes perturben su curso, o si se aplican correcciones disciplinarias autorizadas por el Código Procesal, la ley orgánica y el Reglamento para la Justicia, sus destinatarios, en la mayoría de los casos, son los propios abogados. 5) Por último, desde el punto de vista del ordenamiento estrictamente jurídico, la conducta del abogado debe, necesariamente, ajustarse a los términos de la ley que regula la profesión en la jurisdicción, donde ejerce su profesión, y en caso de violación será pasible de sanciones disciplinarias. Así, los abogados bonaerenses, quedan sujetos a punición (artículo 28) por causas diversas, como son las contempladas en el artículo 25, o por violación de las obligaciones y prohibiciones establecidas en los artículos 59, 61 y 62 de la ley nº 5177, y los abogados capitalinos (artículo 45) por las causales que enumera el artículo 44, por vulneración de las prohibiciones contenidas en el artículo 3º, y por la inobservancia de los deberes especificados en el artículo 6º y de las prohibiciones que detalla el artículo 10º, todos de la ley nº 23.187.
b) Normas deontológicas no legislativas.
Aunque en realidad podría ser materia de controversia llegar a la conclusión si las reglas de éticas contenidas en los códigos elaborados por los colegios profesionales cuando éstos han sido autorizados por ley para ello, integran o no el ordenamiento jurídico, preferimos soslayar esta problemática, para distinguir a aquellas de las que resultan de leyes (la Ley Magna incluida) en sentido formal. Decimos lo anterior, por cuanto se advierte que cuando la colegiación de los abogados ha adquirido el carácter de obligatoria por haber sido constituida por ley, entre las atribuciones conferidas a los nucleamientos legales se incluyó expresamente la potestad disciplinaria, facultándolos también a confeccionar o dictar las Normas de Ética Profesional. Así, refiriéndonos en primer término a la Provincia de Buenos Aires por su primacía en el tiempo, del texto del inciso 8 de la ley nº 5177 resulta que tales Normas de Ética Profesional debían ser dictadas por el Colegio de Abogados de la Provincia, lo que fue ratificado por el artículo 32 inciso b) del Decreto Reglamentario 5410/49. A tal efecto se constituyó una Comisión Especial que tuvo a su cargo la redacción del proyecto que, con pequeñas modificaciones que no alteraron su valor ordinario, fue aprobado por el Colegio de la Provincia de Buenos Aires con fecha 25 de febrero de 1954, comenzando a regir a partir del 1º de agosto del mismo año. Es decir que no existió una intervención legislativa, aunque si la facultad de dictarla provino de una ley. Lo mismo ha ocurrido en la Capital Federal, ya que, creado el Colegio Público de Abogados de esa jurisdicción, conforme con lo dispuesto en el artículo 32 inciso b) de la ley nº 23.187, la Asamblea de Delegados aprobó en su sesión del 31 de marzo de 1987 el Código de Ética para ser aplicado a los matriculados en ese Colegio en el ejercicio de la profesión de abogados en la ciudad de Buenos Aires y/o ante los Tribunales Federales. En el orden internacional, cabe citar al Código Deontológico Común que rige las cuestiones éticas de la abogacía de la Comunidad Europea, a partir de su aprobación producida en Estrasburgo en septiembre de 1988. Tuvo su origen en una iniciativa de la Unión Internacional de Abogados, mediante la cual se formó un Consejo de los Colegios de la Comunidad Europea que, con el transcurso del tiempo, se convertiría en un organismo consultivo formal para tratar los asuntos y cuestiones vinculados a la profesión y a sus organizaciones con la denominación de “Conseil des Barreaux de la Communauté Europenne” (COBE). Este Código Internacional no deroga en modo alguno las reglas nacionales o locales vigentes, ni las que se adopten ocasionalmente. Sin tener los alcances de los estatutos anteriores en virtud de que todavía no ha sido adoptado por los Colegios o Agrupaciones de Abogados de los países iberoamericanos, debemos citar el proyecto de Código de Ética Profesional de la Abogacía Iberoamericana cuya aprobación y difusión fue recomendada en el VI Congreso de la U.I.B.A. celebrado en Mar del Plata en noviembre de 1984, y que se lo conoce y cita como “Declaración de Mar del Plata”, lo que fue ratificado en el IX Congreso de la U.I.B.A. realizado en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en octubre de 1990. En cuanto a la conveniencia de un código unificado para los abogados del país, estimamos que es posible y, a todas luces, ventajoso que los abogados argentinos cuenten con un Código de Ética Único, cuyas normas serían aplicables en todos los Colegios o Agrupaciones de Abogados del país, sin perjuicio de las reglas locales vigentes y las que se aprobaran en lo futuro. Si se concretara este anhelo sería, más tarde, el primer paso para que se elabore un cuerpo unificado al que estarían sometidos, primero, los abogados iberoamericanos tal como lo proclamara la “Declaración de Mar del Plata”, y si fuera posible, después, los profesionales letrados de todo el mundo. Por lo pronto ya hemos visto –y quizá nos sirva de ejemplo- que los abogados de la Comunidad Europea han obtenido la aprobación de un Código Deontológico Común.