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La metáfora del ajedrez en Wittgenstein

Eduardo Bermúdez Barrera


Universidad del Atlántico
eduardobermúdez@mail.uniatlantico.edu.co
René J. Campis C.
renecampis@mail.uniatlantico.edu.co
Osvaldo Orozco
osvaldoorozco@gmail.com

“¿Dice también el solipsista que solamente él juega ajedrez?”


Ludwig Wittgenstein, Observaciones Filosóficas

Para el caso de Wittgenstein se ha hecho la interpretación de


que sus trabajos en filosofía del lenguaje derivan de la influen-
cia que recibió de su estancia en Inglaterra, particularmente
en la Universidad de Cambridge desde los años treinta en ade-
lante. Sin embargo, en un trabajo ya clásico de Allan Janik y
Stephen Toulmin,1 se controvierte esta tesis, y se retoman los
hilos que unen los planteamientos de Wittgenstein a la tradi-
ción centroeuropea afincada en la Viena finisecular. Una de
las influencias fuertes que queremos mencionar inicialmente
aquí, es la de la obra de Fritz Mauthner.2 Sin embargo, el valor
que le dan los mismos autores a la obra de Mauthner en el

1 JANIK, Allan y TOULMIN, Stephen. La Viena de Wittgenstein. Taurus,


Barcelona, 2003.
2 MAUTHNER, Fritz. Beiträge zur Kritik der Sprache. En tres tomos, 1901-
1902.
15
pensamiento de Wittgenstein hace suponer que éste tuvo una
mayor influencia en Wittgenstein que la que él mismo admi-
te: “el lenguaje es solamente convención, al modo de la regla
de un juego… De todos modos, su tarea no es la de alterar el
mundo real.”3 Tanto para Mauthner como para Wittgenstein el
lenguaje es una actividad que ordena la vida humana tal como
una regla ordena un juego.
Pero no es solamente nuestra intención mostrar la tra-
dición filosófica vienesa que influye en Wittgenstein, sino
también, el punto de vista de los grandes teóricos del ajedrez
que publicaron obras ya clásicas en Viena. Me refiero a auto-
res como Ricardo Reti, quien publicó allí libros como, Nue-
vas ideas en ajedrez (Viena, 1922) y el celebrado Los grandes
maestros del tablero (1930).
La utilización de la metáfora del ajedrez por parte de Witt-
genstein no es un simple recurso didáctico, sino que hace parte
integral de su pensamiento, o mejor, de su filosofía del lenguaje,
la cual está íntimamente vinculada con su pensamiento lógico.
La afición de Wittgenstein por el ajedrez está, sin duda, relacio-
nada con el ambiente en el cual creció en su niñez y juventud
por su origen vienés. Es sabido que en Viena, desde mediados
del siglo XIX hasta los tres primeros decenios del siglo XX, se
desarrollaron diversos torneos internacionales (Viena 1873,
1882, 1898, 1914, 1922) que la convirtieron en el centro de la
actividad ajedrecística de Europa. No es de extrañar entonces
que dentro de este ambiente el joven Wittgenstein se aficionara
al ajedrez, como lo testimonia la siguiente cita del diario de
David Pinset sobre su viaje a Islandia: “Llovió e hizo un terri-
ble viento durante toda la noche (…) Para darle al tiempo una
3 MAUTHNER, F. En JANIK A. y TOULMIN, S. Op. Cit. P. 159.
16
oportunidad de aclarar, pasamos la mañana adentro leyendo y
jugando ajedrez”.4 Hay constancia de que también jugaba con
cierta frecuencia dominó, lo que sugiere que ambas aficiones
sirvieron de insumo para su tratamiento del concepto de re-
glas y seguir reglas.
Para reforzar la importancia del ajedrez en Viena, tenemos
que decir ahora que allí se fundó, por ejemplo, en 1857 el uno
de los más antiguos del mundo. También se publicó una de
las revistas de ajedrez más afamadas en la historia del juego, el
Wiener Schachzeitung, que aunque comenzó a publicarse por
Ernst Falkbeer en 1855, sólo adquirió regularidad mensual
desde 1898, y hacia 1914 su editor principal, Georg Marco,
hizo que se convirtiera, por aquellos años, en la mejor publi-
cación mundial dedicada al juego ciencia. Se considera que
el ajedrez austriaco alcanzó su cenit hacia la época de cierre
de la dinastía Habsburgo, principalmente entre los torneos de
1873 y 1914. Allí se radicaron grandes jugadores y teóricos
de renombre que contribuyeron a la construcción de la teo-
ría general del juego, como Reti, Tartakower, Marco, Vidmar,
Nimzowitsch, etc.
A primera vista, esta información podría parecer exagera-
damente centrada sobre el tema del ajedrez, si no fuese porque
dentro de este contexto crece y se desarrolla intelectualmente
el último de los vástagos de la familia Wittgenstein, nacido en
1889 en el número 16 de la calle Alleegasse, ahora llamada
Argentinierstraβe. Esta casa era uno de los centros musicales
de Viena. Se sabe que músicos como Johannes Brahms, Cla-
ra Schumann, Gustav Mahler, Richard Strauss y hasta Pablo
4 VON WRIGHT, C. G., Retrato del joven Wittgenstein. Taurus, Madrid,
2004. P. 60.
17
Casals frecuentaban las noches musicales de la familia Witt-
genstein. “Los invitados (científicos, diplomáticos, artistas,
escritores y compositores) eran tan distinguidos como los
músicos que amenizaban las veladas”.5 Se dice que uno de los
más fuertes elementos de cohesión entre los padres de Ludwig
Josef Johann y el resto de sus hijos fue la música. De la metáfo-
ra con ella también se sirvió para expresar sus conceptos sobre
el lenguaje. Y seguramente allí, también a una edad tempra-
na, justamente en el periodo de mayor esplendor del ajedrez
vienés, aprendió las reglas del juego que más tarde utilizaría
como metáfora fundamental e indispensable para mostrar sus
concepciones filosóficas, hoy ya clásicas, sobre el lenguaje.
La metáfora del ajedrez ha sido utilizada por muchos filó-
sofos y científicos antes que lo hiciera Wittgenstein. Entre ellos
podemos señalar a Thomas Huxley, quien hacia mediados del
siglo XIX afirmaba metafóricamente: “el tablero es el mundo;
las piezas son los fenómenos del universo; las reglas del juego
constituyen lo que conocemos como leyes de la naturaleza.”6
En este mismo sentido se pronunciaron otros científicos como
Henri Poincaré, quien también hizo significativas referencias
al juego ciencia para ilustrar sus puntos de vista científicos.
Más recientemente, se ha dado a conocer un video en el cual
Richard Feymann hace uso de la metáfora del ajedrez para ex-
plicar las leyes de la física.
Pero el caso más importante como antecedente directo en
la relación lenguaje-ajedrez proviene de Ferdinand de Saussu-
re, quien en su libro Curso de lingüística general relaciona la
5 WAUGH, Alexander. La familia Wittgenstein. Random House Mon-
dadori, 2009. P. 52.
6 HUXLEY, Thomas. A Liberal Education and Where to Find it. Collected
Essays III. 1869.
18
forma en que opera el lenguaje con el juego del ajedrez. La me-
táfora ajedrecística en las teorías de De Saussure es un ataque
directo a los lingüistas de su tiempo, quienes consideraban
que la forma de analizar el lenguaje consistía en utilizar las eti-
mologías para explicarlo y el análisis del lenguaje en describir
la evolución de estas. En contraposición a esto, De Saussure
afirmaba en su Curso de lingüística general que:
“En una partida de ajedrez, cualquier posición que se
considere tiene como carácter singular el estar libera-
da de sus antecedentes; es totalmente indiferente que
se haya llegado a ella por un camino o por otro; el que
haya seguido toda la partida no tiene la menor ventaja
sobre el curioso que viene a mirar el estado del juego en
el momento crítico; para describir la posición es per-
fectamente inútil recordar lo que acaba de suceder diez
segundos antes.”7

De Saussure mantuvo que el hablante no conoce casi nunca


la lengua que emplea, lo que le interesa es el modo como se
sirve de ella. Igual en ajedrez, muchos jugadores no necesi-
tan conocer la historia general de las ideas ajedrecísticas, ni la
7 SAUSSURE, Ferdinand, Bally, C., Sechehaye, A., & Riedlinger, A. Cours de
linguistique générale. Paris: Payot, 1967, p. 126. “Dans une partie d’échecs,
n’importe quelle position donnée a pour caractere singulier d’etre atTranchie
de ses antécédents; il est totalement indifférent qu’on y soit arrivé par une
voie ou par une autre~ celui qui a suivi toute la partie n’a pas le plus léger
avantage sur le curieux qui vient inspecter l’état du jeu au moment critique;
pour décrire cette position, il est parfaitement inutile de rappeler ce qui
vient de se passer dix secondes auparavant”. Movimientos extraordinarios
como captura al paso y el enroque serían excepciones. Ver también WEBER,
Jonathan. “El ajedrez en la filosofía moderna.” Entrada de la Enciclopedia
del Ajedrez, dirigida por Harry Golombek, Instituto Parragón Ediciones,
Barcelona, 1980.
19
historia particular de una partida, para encontrar una jugada
en una posición. Bástales con suficiente práctica experta para
seleccionar la jugada apropiada. Del mismo modo, un hablan-
te no necesita conocer la historia de la palabra que va a decir
en un contexto determinado. Con ello, De Saussure construyó
la teoría filosófico-lingüística que se conoce hoy como estruc-
turalismo, la cual puso en evidencia que lo que pretendían los
partidarios de la historia de la lengua y las etimologías era tan
absurdo como reconstruir una partida de ajedrez desde el ais-
lado punto de vista de cada pieza.
Ilustremos lo anterior con un ejemplo (Levitsky – Marshall,
Breslau, 1912):

20
En esta posición, un jugador con el nivel de maestro, o experto
al menos, reconocerá que la jugada que gana de inmediato es
colocar la dama negra en la casilla g3, y para ello no necesita
saber que esta partida fue jugada por Stephan Levitsky y Frank
Marshall en el Torneo Internacional de Breslau en 1912, ni
que, en la primera movida se jugó 1.d4, y la partida derivó,
por transposición, hacia una defensa francesa, ni que la juga-
da que sigue luego del diagrama es la número 23… negra. Ni
que a Marshall le arrojaron monedas de oro los aficionados
alemanes8 en señal de admiración, ni que por mucho tiempo
esta se consideró “la más bella movida jamás jugada”, etc. Nada
de eso necesita saber el jugador experto o maestro para hallar
el desenlace más rápido en esta posición. Lo mismo ocurre
en el caso del lenguaje, decimos una vez más: un hablante no
necesita conocer la etimología de una palabra para usarla de
manera adecuada.
Pero sigamos ahora con Wittgenstein. En el llamado, por
algunos de sus estudiosos, período intermedio, y particular-
mente en los textos publicados bajo el título de Gramática Fi-
losófica, Cuadernos azul y marrón, Escrito máquina (1933) y
Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena (Friedrich Wais-
mann), encontramos un sinnúmero de referencias a las metá-
foras y símiles como “palabras” - “piezas del ajedrez” y “len-
guaje” - “reglas del ajedrez”. Nos atrevemos a firmar que en el
fondo es la metáfora del ajedrez porque Wittgenstein muchas
veces no explica, sino que solo muestra, solo insinúa, cual
poeta que se dirige solo a lectores poetas.
8 Tampoco necesita saber el lector que Breslau era en 1912 una ciudad ale-
mana, y que desde 1945 pasó a ser polaca tras la caída de la misma ante el
avance del ejército soviético para comprender la posición.
21
Una muestra de ello es la siguiente:
“¿No empieza la comprensión sólo con la proposición,
con una proposición completa? ¿Puede comprenderse
la mitad de una proposición? –La mitad de una propo-
sición no es una proposición completa. Pero tal vez po-
damos entender lo que esta pregunta quiere decir de la
manera siguiente: supongamos que el movimiento del
caballo se realiza siempre mediante dos movimientos
de la pieza, uno recto y uno perpendicular. Podríamos
entonces decir que ‘en el juego de ajedrez no existe la
mitad de un movimiento del caballo’, queriendo decir
con ello que la relación entre la mitad del movimiento
del caballo y un movimiento completo no es la misma
que la que existe entre la mitad de un panecillo y un pa-
necillo entero. Queremos decir que no es una diferencia
de grado.”9

Mientras que la mitad de un pan sigue siendo todavía pan,


la mitad de un movimiento de caballo no tiene sentido den-
tro del sistema de reglas del ajedrez, es decir, no existe tal
cosa como la mitad del movimiento de caballo. Lo mismo
vale para el peón, o cualquier otra pieza del juego. En alguna
de sus conversaciones con Waismannn se puede leer que “el
peón es la suma de las reglas, según las cuales se mueve […]
lo mismo que en el lenguaje son las reglas de la sintaxis lo
que determina lo que hay de lógico en la palabra.”10 Es decir,
el peón, el caballo o cualquier otra figura del ajedrez no son
9 WITTGENSTEIN, Ludwig. Gramática Filosófica. México, Universidad
Autónoma de México, 1992. F. El destacado es nuestro. P. 71.
10 WAISMANN, Friedrich. Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena.
FCE, México, 1973. P. 119.
22
precisamente objetos físicos de madera, pasta o cualquier otro
material. Son la suma de las reglas según las cuales se mueven.
De otro modo, no se podría jugar el ajedrez a la ciega, que
muestra que éste no se juega propiamente con objetos físicos,
sino con reglas y relaciones entre reglas.
Wittgenstein quiere comprender el lenguaje, quiere pensar
lo que significa “comprender” y “no comprender” una propo-
sición. Y para ello apela una y otra vez a la metáfora del aje-
drez. No es Wittgenstein, como ya vimos por el caso de De
Saussure, quien inventa la metáfora del lenguaje y el ajedrez.
Desde el campo del juego ciencia podemos citar una tradición
que también compara al ajedrez con un lenguaje. Uno de los
más grandes teóricos, como lo fue Ricardo Reti, nos dice lo
siguiente en Los grandes maestros del tablero:
“Lo que más sorprende incluso en un estudio superfi-
cial del juego de Capablanca, es su gran seguridad, su
casi ausencia de descuidos y de falsas interpretaciones
de la posición. Es indudablemente la consecuencia de
haber aprendido a jugar siendo un niño de cuatro años.
En cierto sentido, el ajedrez es su lengua nativa… com-
parándolo con Rubinstein, quien aprendió el ajedrez
cuando tenía 18 años y nunca dominó totalmente las
dificultades del medio juego… es como un orador que
hablara una lengua extraña, aprendida de mayor, de tal
manera que, a pesar de sus profundas ideas, no siempre
encuentra la palabra más apropiada. Por el contrario,
Capablanca, cuando juega al ajedrez, habla su lengua
nativa y concibe su pensamiento en términos exactos.
Las reglas de la técnica significan para el ajedrez lo que

23
las de la gramática para el idioma. Pero en nuestra len-
gua nativa es innecesaria la gramática, que es reempla-
zada por nuestra práctica del lenguaje…”11

Mucho antes que Peter Strawson se refiriera al hecho de que el


dominio de una práctica (por ejemplo, el ajedrez, o el apren-
dizaje de una lengua) no conlleva un dominio explícito de la
teoría de esa práctica, y que “las gramáticas se aprendieron
implícitamente mucho antes de que se las escribiera explíci-
tamente”,12 ya el gran teórico del ajedrez Ricardo Reti había
señalado que para el aprendizaje de la lengua nativa es innece-
sario el aprendizaje teórico-gramatical de esta.
“Aron Nimzowitsch y Ricardo Reti publicaron sus revo-
lucionarios trabajos en los 1920s. Die neuen Ideen im
Schachspiel de Reti salió en 1922, mientras que las edi-
ciones de Mein System de Nimzowitsch comenzaron
en 1925 en Berlín. Estos dos libros dejaron una hue-
lla indeleble en los siguientes decenios. Ellos sentían
que el centro inmóvil limitaba el alcance para el juego
imaginativo, dirigiendo los planes hacia patrones muy
trillados. Ellos también rechazaron el énfasis puesto en
las ‘reglas’ en enseñanzas previas. En un esfuerzo por
hacerlo de ese modo, introdujeron conceptos comple-
tamente nuevos. Su visión del centro fue especialmente
significativa”.13

11 RETI, Ricardo. Los grandes maestros del tablero. Fundamentos, Madrid,


2001. P. 161. El destacado es nuestro.
12 STRAWSON, Peter. Análisis y metafísica. Paidós, Barcelona, 1997. P. 48.
13 MAROVIC, Drazen. Dynamic Pawn Play in Chess. Gambit Publica-
tions, Reino Unido, 2001. P. 16.
24
Otro de los teóricos clásicos del juego ciencia quien compara
las reglas del ajedrez con la gramática de un lenguaje es Reu-
ben Fine:14
“Las reglas en el ajedrez pueden ser mejor compara-
das, quizás, con la gramática de un lenguaje. Cuando
llegamos a aficionarnos, obedecemos las reglas del aje-
drez sin pensarlo, y en nuestra lengua nativa, hablamos
gramaticalmente, aunque en ambos casos la mayoría
de nosotros, de ser requeridos, no podríamos hacer un
enunciado formal de los principios que estamos apli-
cando.”15

El citado Fine (1914-1993) no fue un gran maestro más en el


ajedrez, pues aparte de ganarle más de una vez a Alexander
Aljechin, quien fuera campeón mundial (1927-1935 y 1937-
1946), fue psicoanalista y gran lector de filosofía, destacán-
dose para este caso, su conocimiento de la obra de Bertrand
Russell.
Por otro lado, el teórico inglés Gerald Abrahams nos dice
en su libro The chess mind que “el hecho de que el jugador de
ajedrez esté controlado por reglas lo hace a él comparable al
usuario de un lenguaje con gramática más que con aquellos
que explícitamente usan reglas y fórmulas deductivamente.”16

14 Con motivo del centenario de Fine en octubre de 2014, Magnus Carlsen,


campeón mundial de ajedrez en ese momento dijo: “Yo podría compararme
actualmente con un americano: Reuben fine, quien era muy fuerte, pero
dejó el ajedrez muy temprano. […] Ahora se me ocurre que lo que él estaba
haciendo en ajedrez es similar a lo que yo estoy haciendo.
15 FINE, Reuben. “Rules and Regulations.” En The world´s a chessboard.
Dover Publications, 1948.
16 ABRAHAMS, Gerald. The Chess Mind. Pellegrini & Cudahy, New York,
1952.
25
Cuando Wittgenstein quiere explicar el significado de una
palabra nos dice que este consiste “en el «lugar» que ella tiene
en un «sistema gramatical».” Decía también, si hemos de creer
en la referencia que hace G. E. Moore, que “el significado de
una palabra está determinado por las reglas gramaticales de
acuerdo con las que se usa.”17 A renglón seguido, Moore nos
dice que no ha logrado hacerse una idea clara de lo que quería
decir Wittgenstein cuando afirmaba que para que una pala-
bra tenga significado debe pertenecer a un “sistema”. Y esto lo
dice una y otra vez en el transcurso de su texto sobre las con-
ferencias de Wittgenstein (Cambridge, 1930-1933). Nos dice
además que se siente turbado con el problema de las reglas
gramaticales y dice, frecuentemente, no entender cabalmente
la constante comparación de ellas con las reglas del juego del
ajedrez.
Esto último fue lo que nos produjo la inquietud de analizar
con más detalle la metáfora lenguaje-ajedrez en Wittgenstein,
pues Moore más adelante en su reseña, cuando hace referen-
cia a la noción de multiplicidad lógica en Wittgenstein dice
textualmente: “No obstante, dudo que [Wittgenstein] estu-
viese en lo cierto respecto de lo que quería decir al afirmar
“Lo característico del ajedrez es la multiplicidad lógica de sus
reglas”, cuando ya antes había dicho de ese concepto “signifi-
que esto lo que signifique”, señalando claramente que no sabía
muy bien lo que esto significa. Luego, cuando intenta aclarar
la noción y asume que Wittgenstein se equivoca, dice:
“Más creo que se equivocaba si por «las reglas del aje-
drez» quería decir (lo que considero muy probable) las
reglas que rigen los movimientos que se pueden realizar
17 MOORE, G. E. “Conferencias de Wittgestein de 1930-33”. En Defensa del
sentido común y otros escritos. Orbis, Barcelona, 1983. Ps. 260-261.
26
con piezas de diferente tipo (por ejemplo, con los peo-
nes y los alfiles), y sugería que la «multiplicidad lógica»
de las reglas que rigen los movimientos posibles de un
peón y un alfil bastan para distinguir un peón de un
alfil.”18

Aquí es donde parece que se confunde Moore, porque él asu-


me que cuando Wittgenstein habla de reglas se refiere a las
reglas que rigen los movimientos legales de las piezas. Pero, un
conocedor más a fondo del juego, como en mi opinión lo era
Wittgenstein –y no parece ser el caso de Moore–, entenderá,
como veremos en la siguiente cita de Reuben Fine, que por
reglas en ajedrez también se debe entender, las que sirven para
orientarse hacia el objetivo estratégico de la partida.
“Al principiante en ajedrez le han sido arrojadas doce-
nas de reglas ante él. ‘Captura hacia el centro’; ‘Desa-
rrolla los caballos antes que los alfiles’; ‘En posiciones
restringidas, libérate cambiando piezas’; ‘Coloca las to-
rres detrás de los peones pasados’ (‘Enroque tan rápido
como pueda’) están entre las mejor conocidas. Seme-
jantes reglas son la ruta más corta para alguien que ape-
nas está empezando a formularse ideas sobre el juego.”19

La anterior descripción de reglas corresponde, sin duda, al


modo como el joven Wittgenstein aprendió a manejar, de ma-
nera experta, el lenguaje ajedrecístico:
“Nadie negará que el estudio de la naturaleza de las re-
glas de los juegos debe ser útil para el estudio de las
18 MOORE, G. E. Op. cit. P. 292.
19 FINE, Reuben.
27
reglas gramaticales, porque sin duda existe alguna se-
mejanza entre ellas. Lo correcto es dejar que sea el ins-
tinto, seguro de que existe una afinidad, el que nos guíe
y considerar las reglas de los juegos sin juicios precon-
cebidos ni prejuicios acerca de la metáfora entre gramá-
tica y juegos.”20

En el ajedrez moderno, encontramos varios ejemplos de ju-


gadores que han aplicado teorías que ilustran el concepto de
multiplicidad lógica de las reglas. Tomemos por ejemplo el
caso de Bent Larsen: en su partida con piezas negras contra
el entonces campeón mundial Tigran Petrosian en Santa Mó-
nica 1966, nos brinda su análisis concreto de la posición en la
jugada 28:
“la superioridad del negro puede describirse de varias
maneras: más espacio, mejor estructura de peones, pie-
zas más activas, muy importante, el alfil dama blanco es
malo, y ya no podrá obtener ningún papel destacado;
de hecho, se halla reducido a la pasividad hasta el fin de
la partida. En relación con el centro estático de peones,
el alfil dama negro, también es malo, pero si se atiene
a sus posibilidades a lo largo de la diagonal a6-f1, es
difícil calificarlo así.”

Vemos aquí, en este análisis, un tema recurrente en el modo


ajedrecístico de pensar de Larsen y es referente a los alfiles
“buenos” y los alfiles “malos”. Para ampliar este punto, podría-
mos citar adicionalmente, un par de partidas suyas jugadas en

20 P. 367 G. F.
28
el Interzonal de Leningrado, 1973, enfrentando a los Grandes
Maestros Uhlmann y Smejkal. Sus comentarios nos enseñan
que en ocasiones, el alfil “malo” no es tan malo, y el alfil “bue-
no” no es tan bueno, como se cree dogmáticamente para algu-
nos esquemas de la defensa holandesa. Ello ilustra de manera
clara que las reglas de conducción estratégica de la partida, no
son unívocas, es decir, tienen una multiplicidad lógica.
Es de anotar aquí que la lógica del ajedrez es de un tipo
especial. Ya David Bronstein, quien es para el desarrollo de la
teoría ajedrez lo que Wittgenstein es a la teoría del significado,
nos sugería que el ajedrez tiene su propia lógica. En una en-
trevista con motivo de su aniversario 80, dijo: “…no diga que
soy un genio, ni cosas por el estilo. Diga simplemente que yo
entendía LA LÓGICA DEL AJEDREZ, y con esto me habrá
definido perfectamente”.
Pero volvamos una vez más a Bent Larsen y citemos un
ejemplo más de su original juego práctico y de su pensamien-
to antidogmático e imbuido de la multiplicidad lógica de las
reglas. Demos un vistazo su partida contra el GM Quinteros,
en Orense, 1975. Allí, durante las primeras quince movidas,
sólo tres piezas blancas se colocaron en juego: un caballo en
c3, la dama en d2, y un alfil en e3. El resto de las primeras
quince movidas (doce en total), es decir, el 80% de las movidas
restantes de apertura fueron de peones y… ¡ninguno de ellos
está en su casilla de salida!
Ilustremos este segundo ejemplo con un diagrama para
mejor comprensión:

29
La regla general que aquí se trasgrede es: “En la apertura no
se deben hacer demasiadas movidas de peones”; pero en este
caso, todo ello está bien fundamentado en una estrategia de
restricción que resulta de lo más apropiada a la posición y que
recuerda la noción de independencia a las reglas como es des-
crita por el teórico del ajedrez John Watson, miremos en deta-
lle esta importante definición:
“Muchos cambios han tenido lugar en el ajedrez mo-
derno, por ejemplo, con respecto a nuevas ideas sobre
las debilidades, la fuerza relativa de las piezas menores,
el valor de la calidad, y consideraciones sobre el tiem-
po y el dinamismo. Pero el antecesor, y en algún senti-
do también precursor de estos cambios, ha sido cierto

30
concepto filosófico, ahora tan incorporado a nosotros,
que casi ni lo notamos. A esto lo llamo ‘concepto de
independencia a las reglas’, a falta de una denominación
más fácil de entender. Simplemente, es el despojo por
parte de los ajedrecistas de las múltiples generalidades,
reglas y principios abstractos que dirigían el ajedrez clá-
sico, y que aún dominan nuestros libros de enseñanza.
Además, ha tenido lugar el rechazo al mismo concepto
de ‘regla’, en favor de una investigación pragmática de
las situaciones particulares. El intenso estudio de un
gran número de posiciones, combinado con un dra-
mático crecimiento en la frecuencia de juego por parte
de la mayoría de jugadores profesionales, ha llevado a
una nueva manera de ver el conocimiento ajedrecístico.
Esta manera podría ser descrita en términos de ‘princi-
pios inconscientes’, o bien pautas sutiles y verbalmente
no expresables, que son continuamente modificadas y
medidas para afinar la valoración de las diversas posi-
ciones. Se desarrolló un ‘sentido’ por el ajedrez posicio-
nal, tal como en los viejos tiempos, pero que abandona
(del todo o considerablemente) el dogma. He aquí la
independencia a las reglas.”21

21 WATSON, John. “Independencia a las reglas.” En Los secretos de la es-


trategia moderna en ajedrez. Avances desde Nimzowitsch. Gambit Publica-
tions, Londres, 2002. Original: 1998.
31

32
Los diagramas anteriores tomados de una partida del ajedrez
actual (Jussupow-Christiansen, Las Palmas, 1993) muestran
la independencia a las reglas en el sentido de que el ajedrez
clásico de la época de Tarrasch, Bogoljubow y otros, enfati-
zaba como regla dogmática en que los caballos deberían sa-
lir en sus iniciales jugadas hacia el centro del tablero. Aquí se
muestra que ambos caballos blancos salen hacia las bandas
del tablero, como lo demuestra el análisis técnico detallado de
Watson, la estrategia es correcta independientemente de las
reglas consideradas como clásicas. Podemos considerar que
en el ajedrez contemporáneo hay miles de ejemplos más que
verifican la noción de independencia a las reglas.
Pero, ¿qué es lo que nos permite relacionar la noción de
Watson de independencia a las reglas con la de Wittgenstein
de multiplicidad lógica de las reglas? Aquí hemos de volver a
los enunciados de la denominada Escuela Hipermoderna de
ajedrez, de la cual se considera responsables a Nimzowtisch y
a Reti. Éste último afirmaba que la meta de la Escuela Hiper-
moderna “no es considerar a cada posición de acuerdo con
una ley general, sino más bien de acuerdo al principio inhe-
rente a la posición.”
Veamos tres citas de Wittgenstein para ilustrar este con-
cepto:
“…Hablamos del fenómeno temporal y espacial del
lenguaje; no de un absurdo intemporal y no-espacial.
Pero así hablamos de él como de las figuras del juego
de ajedrez, mientras que determinamos reglas de juego
para ellas, no describimos sus propiedades físicas. La
pregunta ‘qué es una palabra’ es un análogo de ‘qué es
una pieza de ajedrez (como la del rey)’.”22
22 WITTGENSTEIN, Ludwig. Gramática filosófica. Universidad Autóno-
ma de México, 1992. §77, Página 234.
33
“…El juego del ajedrez no consiste en mover trebejos
de madera… La esencia del ajedrez no son las piezas de
madera. Lo que es característico del ajedrez es la multi-
plicidad lógica de las reglas…”

“…No importa el aspecto que tenga un peón, pues el


conjunto de reglas del juego quien da su lugar lógico al
peón. El peón es una variable, como lo es la x en lógi-
ca.”23

Desde nuestro punto de vista, el concepto de independencia


de la regla de Watson es muy útil para intentar aclarar y com-
prender el concepto de multiplicidad lógica de Wittgenstein.
Antes, hemos citado en extenso, algunos apartes de la teoría
ajedrecística actual, con la idea de sugerir que la noción de
multiplicidad de reglas entendida por Wittgenstein y aplicada
por él como metáfora de las reglas de la aritmética y las reglas
de la gramática está muy bien orientada. Aquí se corrobora
la equivocada interpretación de Moore ya que por reglas de
ajedrez, ningún conocedor del juego entiende solo las reglas
de los movimientos legales de las piezas, sino más bien se en-
tiende por ello las reglas de la estrategia para conducir una
partida.

23 WAISSMAN, Friedrich. Op. cit. Páginas 91-92.


34
Esta imagen nos sirve para ilustrar lo que el propio Wittgens-
tein muestra con el uso profuso de la metáfora del ajedrez, y
que estaba fuera del alcance de la comprensión de G. E. Moo-
re. Para un experto conocedor del juego del ajedrez, esta posi-
ción tiene un par de sinsentidos:
1) Hay una torre y un peón en la casilla e2, eso es un sin-
sentido para las reglas de ajedrez.
2) ¿El caballo blanco del flanco dama está ubicado en cuál
escaque, b3, c3, b4 o c4?
Esto lo dice en el §19 del Big Typescript24 que titula: Las
reglas gramaticales determinan el sentido de las proposiciones

24 En la versión castellana: Ludwig Wittgenstein. Escrito a Máquina.


Trotta, Madrid, 2014, p. 108.
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y si una combinación de palabras tiene sentido o no. “¿De qué
clase son las reglas que enuncian que tales y tales combinacio-
nes de palabras no tiene ningún sentido? ¿Son de esa clase de
regulaciones que dicen que dos piezas en una misma posición
o una pieza en el límite de dos cuadros, etc., no son ninguna
posición en el juego de ajedrez?
Por consiguiente, para los estudiosos de la filosofía del len-
guaje de Wittgenstein resulta indispensable el conocimiento
básico-experto del juego de ajedrez; de otro modo, se perde-
rán, infortunadamente, muchos matices y refinamientos de
la teoría del significado de este pensador. Ya se ha dicho que
uno encuentra numerosísimas veces la metáfora del ajedrez
como vehículo para expresar conceptos e intuiciones que de
otra manera no hubiera podido decir o mostrar. Para destacar
la importancia que le conceden los estudiosos de la filosofía
de Wittgenstein al tema de las reglas gramaticales y las del aje-
drez, encontramos, por ej., autores como P. M. S. Hacker y G.
P. Baker, quienes, aun cuando no profundizan en ajedrez, si
identifican la importancia del tema y dedican un capítulo25 al
tema de seguir reglas, mencionando por supuesto, la metáfora
que nos ocupa.
Finalmente, a modo de ejercicio, tomemos un párrafo de
la Gramática filosófica, cuando Wittgenstein compara las ma-
temáticas con un juego, y acude una y otra vez a la metáfora
para ilustrar las semejanzas y diferencias entre la aritmética y
el juego del ajedrez. El ejercicio consiste en hacer notar que el
traductor al castellano propone una traducción limitada por
desconocimiento de las reglas básicas del ajedrez; el hecho de
25 BAKER, G. P. y HACKER, P. M. S. Wittgenstein. “Following rules, mas-
tery of techniques and practices.” En Rules, Grammar, Necessity. Blackwell
Publishers, 1985, 1988.
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tener conocimientos básicos en el juego ciencia nos permite
detectar algunas construcciones absurdas en las traducciones
al castellano. Estas han sido cotejadas con expertos bilingües
alemán-castellano.
El original en alemán (pág. 574 en la edición de la UNAM:)
dice “Konstatiert nun die Regel etwas, die sagt: “wer zuerst sei-
ne Steine im Feld des Andern hat, hat gewonnen”? Wie lieβe
sich das verifizieren? Wie weiβ ich, ob Einer gewonnen hat?
Etwa daraus, daβ er sich freut? Diese Regel sagt doch wohl: Du
muβt versuchen, Deine Steine so rasch als möglich etc.”
La traducción de la UNAM (pág. 575) dice: “¿Constata algo
la regla que dice: ‘quien tenga primero sus piezas en la mi-
tad opuesta gana’? ¿Cómo podría verificarse algo de ese tipo?
¿Cómo sé si alguien ganó? ¿Tal vez porque se alegra o algo pa-
recido? Lo que la regla dice realmente es: debes intentar llevar
tus piezas tan pronto como sea posible, etcétera.”
Para empezar, sugerimos que se reemplace “quien tenga
primero sus piezas en la mitad opuesta gana” por “quien tenga
sus piezas primero en el campo del otro ha ganado”; también
cambiar “¿Cómo podría verificarse eso?” por “¿Cómo podría
verificarse algo de ese tipo?”. Y otra mucho más significativa
en términos de matices sería la de reemplazar “debes intentar
llevar tus piezas tan pronto como sea posible” por “debes in-
tentar movilizar (desarrollar) tus piezas.”
Por último, queremos reiterar la idea central de este tex-
to, cual es que: la teoría ajedrecística en general y aún la más
reciente confirma la riqueza de la metáfora ajedrez-lenguaje
(reglas del lenguaje - reglas del ajedrez) utilizada por Witt-
genstein, y desvirtúa las sugeridas interpretaciones de Moore
cuando dice respecto del concepto de multiplicidad lógica de

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las reglas “sea lo que sea que esto signifique.” Significación es
lo que quiere darle Wittgenstein al lenguaje. Y para su intui-
ción de lo que son las reglas gramaticales, el ajedrez constituyó
una inmejorable metáfora. A nuestro modo de ver, es casi in-
dispensable, para quienes intenten profundizar en la filosofía
del lenguaje wittgensteineana, el conocimiento básico de la
estrategia ajedrecística.
Indem die Sprache das Werk des Gedankens ist, so kann
auch in ihr nichts gesagt werden, was nicht allgemein ist.
Was ich nur meine, ist mein, gehört mir als diesem besonde-
ren Individuum an; wenn aber die Sprache nur Allgemeines
ausdrückt, so kann ich nicht sagen, was ich nur meine. G.W.F.
Hegel. Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften im
Grundrisse.§20.26
Sobre esta última frase debemos decir que muchas de las
nociones de Wittgenstein sobre el lenguaje, tal como la in-
terpretamos nosotros, dicen más de lo que él mismo hubiera
querido decir, cuando hizo uso de la metáfora del ajedrez. Su
intención, muy consistente con su ideario filosófico, era más
bien la de mostrar nociones que no siempre se pueden decir
con el lenguaje proposicional articulado, sino insinuar con la
metáfora entre reglas gramaticales y las reglas del ajedrez. No
está de más finalizar aquí, este capítulo, diciendo que, la me-
táfora (seguramente) tendrá sus limitaciones, pero un análisis
más profundo de ella será labor para otros capítulos en el es-
tudio de este tema.

26 “En tanto que el lenguaje es la obra del pensamiento, así tampoco puede de-
cirse en él nada que no sea general. Lo que yo quiero decir, es mío, me pertenece
como este individuo específico; pero si el lenguaje solamente expresa lo general,
así no puedo decir lo que sólo yo quiero decir”. La traducción es nuestra.

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