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En esta posición, un jugador con el nivel de maestro, o experto
al menos, reconocerá que la jugada que gana de inmediato es
colocar la dama negra en la casilla g3, y para ello no necesita
saber que esta partida fue jugada por Stephan Levitsky y Frank
Marshall en el Torneo Internacional de Breslau en 1912, ni
que, en la primera movida se jugó 1.d4, y la partida derivó,
por transposición, hacia una defensa francesa, ni que la juga-
da que sigue luego del diagrama es la número 23… negra. Ni
que a Marshall le arrojaron monedas de oro los aficionados
alemanes8 en señal de admiración, ni que por mucho tiempo
esta se consideró “la más bella movida jamás jugada”, etc. Nada
de eso necesita saber el jugador experto o maestro para hallar
el desenlace más rápido en esta posición. Lo mismo ocurre
en el caso del lenguaje, decimos una vez más: un hablante no
necesita conocer la etimología de una palabra para usarla de
manera adecuada.
Pero sigamos ahora con Wittgenstein. En el llamado, por
algunos de sus estudiosos, período intermedio, y particular-
mente en los textos publicados bajo el título de Gramática Fi-
losófica, Cuadernos azul y marrón, Escrito máquina (1933) y
Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena (Friedrich Wais-
mann), encontramos un sinnúmero de referencias a las metá-
foras y símiles como “palabras” - “piezas del ajedrez” y “len-
guaje” - “reglas del ajedrez”. Nos atrevemos a firmar que en el
fondo es la metáfora del ajedrez porque Wittgenstein muchas
veces no explica, sino que solo muestra, solo insinúa, cual
poeta que se dirige solo a lectores poetas.
8 Tampoco necesita saber el lector que Breslau era en 1912 una ciudad ale-
mana, y que desde 1945 pasó a ser polaca tras la caída de la misma ante el
avance del ejército soviético para comprender la posición.
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Una muestra de ello es la siguiente:
“¿No empieza la comprensión sólo con la proposición,
con una proposición completa? ¿Puede comprenderse
la mitad de una proposición? –La mitad de una propo-
sición no es una proposición completa. Pero tal vez po-
damos entender lo que esta pregunta quiere decir de la
manera siguiente: supongamos que el movimiento del
caballo se realiza siempre mediante dos movimientos
de la pieza, uno recto y uno perpendicular. Podríamos
entonces decir que ‘en el juego de ajedrez no existe la
mitad de un movimiento del caballo’, queriendo decir
con ello que la relación entre la mitad del movimiento
del caballo y un movimiento completo no es la misma
que la que existe entre la mitad de un panecillo y un pa-
necillo entero. Queremos decir que no es una diferencia
de grado.”9
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las de la gramática para el idioma. Pero en nuestra len-
gua nativa es innecesaria la gramática, que es reempla-
zada por nuestra práctica del lenguaje…”11
20 P. 367 G. F.
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el Interzonal de Leningrado, 1973, enfrentando a los Grandes
Maestros Uhlmann y Smejkal. Sus comentarios nos enseñan
que en ocasiones, el alfil “malo” no es tan malo, y el alfil “bue-
no” no es tan bueno, como se cree dogmáticamente para algu-
nos esquemas de la defensa holandesa. Ello ilustra de manera
clara que las reglas de conducción estratégica de la partida, no
son unívocas, es decir, tienen una multiplicidad lógica.
Es de anotar aquí que la lógica del ajedrez es de un tipo
especial. Ya David Bronstein, quien es para el desarrollo de la
teoría ajedrez lo que Wittgenstein es a la teoría del significado,
nos sugería que el ajedrez tiene su propia lógica. En una en-
trevista con motivo de su aniversario 80, dijo: “…no diga que
soy un genio, ni cosas por el estilo. Diga simplemente que yo
entendía LA LÓGICA DEL AJEDREZ, y con esto me habrá
definido perfectamente”.
Pero volvamos una vez más a Bent Larsen y citemos un
ejemplo más de su original juego práctico y de su pensamien-
to antidogmático e imbuido de la multiplicidad lógica de las
reglas. Demos un vistazo su partida contra el GM Quinteros,
en Orense, 1975. Allí, durante las primeras quince movidas,
sólo tres piezas blancas se colocaron en juego: un caballo en
c3, la dama en d2, y un alfil en e3. El resto de las primeras
quince movidas (doce en total), es decir, el 80% de las movidas
restantes de apertura fueron de peones y… ¡ninguno de ellos
está en su casilla de salida!
Ilustremos este segundo ejemplo con un diagrama para
mejor comprensión:
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La regla general que aquí se trasgrede es: “En la apertura no
se deben hacer demasiadas movidas de peones”; pero en este
caso, todo ello está bien fundamentado en una estrategia de
restricción que resulta de lo más apropiada a la posición y que
recuerda la noción de independencia a las reglas como es des-
crita por el teórico del ajedrez John Watson, miremos en deta-
lle esta importante definición:
“Muchos cambios han tenido lugar en el ajedrez mo-
derno, por ejemplo, con respecto a nuevas ideas sobre
las debilidades, la fuerza relativa de las piezas menores,
el valor de la calidad, y consideraciones sobre el tiem-
po y el dinamismo. Pero el antecesor, y en algún senti-
do también precursor de estos cambios, ha sido cierto
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concepto filosófico, ahora tan incorporado a nosotros,
que casi ni lo notamos. A esto lo llamo ‘concepto de
independencia a las reglas’, a falta de una denominación
más fácil de entender. Simplemente, es el despojo por
parte de los ajedrecistas de las múltiples generalidades,
reglas y principios abstractos que dirigían el ajedrez clá-
sico, y que aún dominan nuestros libros de enseñanza.
Además, ha tenido lugar el rechazo al mismo concepto
de ‘regla’, en favor de una investigación pragmática de
las situaciones particulares. El intenso estudio de un
gran número de posiciones, combinado con un dra-
mático crecimiento en la frecuencia de juego por parte
de la mayoría de jugadores profesionales, ha llevado a
una nueva manera de ver el conocimiento ajedrecístico.
Esta manera podría ser descrita en términos de ‘princi-
pios inconscientes’, o bien pautas sutiles y verbalmente
no expresables, que son continuamente modificadas y
medidas para afinar la valoración de las diversas posi-
ciones. Se desarrolló un ‘sentido’ por el ajedrez posicio-
nal, tal como en los viejos tiempos, pero que abandona
(del todo o considerablemente) el dogma. He aquí la
independencia a las reglas.”21
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Los diagramas anteriores tomados de una partida del ajedrez
actual (Jussupow-Christiansen, Las Palmas, 1993) muestran
la independencia a las reglas en el sentido de que el ajedrez
clásico de la época de Tarrasch, Bogoljubow y otros, enfati-
zaba como regla dogmática en que los caballos deberían sa-
lir en sus iniciales jugadas hacia el centro del tablero. Aquí se
muestra que ambos caballos blancos salen hacia las bandas
del tablero, como lo demuestra el análisis técnico detallado de
Watson, la estrategia es correcta independientemente de las
reglas consideradas como clásicas. Podemos considerar que
en el ajedrez contemporáneo hay miles de ejemplos más que
verifican la noción de independencia a las reglas.
Pero, ¿qué es lo que nos permite relacionar la noción de
Watson de independencia a las reglas con la de Wittgenstein
de multiplicidad lógica de las reglas? Aquí hemos de volver a
los enunciados de la denominada Escuela Hipermoderna de
ajedrez, de la cual se considera responsables a Nimzowtisch y
a Reti. Éste último afirmaba que la meta de la Escuela Hiper-
moderna “no es considerar a cada posición de acuerdo con
una ley general, sino más bien de acuerdo al principio inhe-
rente a la posición.”
Veamos tres citas de Wittgenstein para ilustrar este con-
cepto:
“…Hablamos del fenómeno temporal y espacial del
lenguaje; no de un absurdo intemporal y no-espacial.
Pero así hablamos de él como de las figuras del juego
de ajedrez, mientras que determinamos reglas de juego
para ellas, no describimos sus propiedades físicas. La
pregunta ‘qué es una palabra’ es un análogo de ‘qué es
una pieza de ajedrez (como la del rey)’.”22
22 WITTGENSTEIN, Ludwig. Gramática filosófica. Universidad Autóno-
ma de México, 1992. §77, Página 234.
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“…El juego del ajedrez no consiste en mover trebejos
de madera… La esencia del ajedrez no son las piezas de
madera. Lo que es característico del ajedrez es la multi-
plicidad lógica de las reglas…”
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las reglas “sea lo que sea que esto signifique.” Significación es
lo que quiere darle Wittgenstein al lenguaje. Y para su intui-
ción de lo que son las reglas gramaticales, el ajedrez constituyó
una inmejorable metáfora. A nuestro modo de ver, es casi in-
dispensable, para quienes intenten profundizar en la filosofía
del lenguaje wittgensteineana, el conocimiento básico de la
estrategia ajedrecística.
Indem die Sprache das Werk des Gedankens ist, so kann
auch in ihr nichts gesagt werden, was nicht allgemein ist.
Was ich nur meine, ist mein, gehört mir als diesem besonde-
ren Individuum an; wenn aber die Sprache nur Allgemeines
ausdrückt, so kann ich nicht sagen, was ich nur meine. G.W.F.
Hegel. Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften im
Grundrisse.§20.26
Sobre esta última frase debemos decir que muchas de las
nociones de Wittgenstein sobre el lenguaje, tal como la in-
terpretamos nosotros, dicen más de lo que él mismo hubiera
querido decir, cuando hizo uso de la metáfora del ajedrez. Su
intención, muy consistente con su ideario filosófico, era más
bien la de mostrar nociones que no siempre se pueden decir
con el lenguaje proposicional articulado, sino insinuar con la
metáfora entre reglas gramaticales y las reglas del ajedrez. No
está de más finalizar aquí, este capítulo, diciendo que, la me-
táfora (seguramente) tendrá sus limitaciones, pero un análisis
más profundo de ella será labor para otros capítulos en el es-
tudio de este tema.
26 “En tanto que el lenguaje es la obra del pensamiento, así tampoco puede de-
cirse en él nada que no sea general. Lo que yo quiero decir, es mío, me pertenece
como este individuo específico; pero si el lenguaje solamente expresa lo general,
así no puedo decir lo que sólo yo quiero decir”. La traducción es nuestra.
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