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Teología Ecuménica “Unitatis Redintegratio”


"UNITATIS REDINTEGRATIO"
DECRETO SOBRE EL ECUMENISMO
PROEMIO1

1. Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los principales propósitos
del Concilio ecuménico Vaticano II. Porque una sola es la Iglesia fundada por Cristo Señor; muchas
son, sin embargo, las Comuniones cristianas que así mismas se presentan ante los hombres como la
verdadera herencia de Jesucristo; todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto
y siguen caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido 2. Esta división contradice
abiertamente a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la
predicación del Evangelio a todos los hombres.
Pero el Señor de los siglos, que sabia y pacientemente continúa el propósito de su gracia sobre nosotros
pecadores, ha empezado recientemente a infundir con mayor abundancia en los cristianos desunidos
entre sí el arrepentimiento y el deseo de la unión. Muchos hombres en todas partes han sido movidos por
esta gracia, y también entre nuestros hermanos separados ha surgido un movimiento cada día más
amplio, por la gracia del Espíritu Santo, para restablecer la unidad de todos los cristianos. Participan en
este movimiento de la unidad, llamado ecuménico, los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesús
Señor y Salvador; y no sólo cada uno individualmente, sino también congregados en asambleas, en las
que oyeron el Evangelio y a las que cada uno llama Iglesia suya y de Dios. Sin embargo, casi todos,
aunque de manera distinta, aspiran a una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente
universal y enviada a todo el mundo, a fin de que el mundo se convierta al Evangelio y de esta manera
se salve para gloria de Dios.
Este Concilio, por tanto, mira con alegría todas estas aspiraciones; y, después de haber expuesto la
doctrina acerca de la Iglesia, movido por el deseo de restablecer la unidad entre todos los discípulos de
Cristo, quiere proponer a todos los católicos los medios, los caminos y las formas con los que puedan
responder a esta vocación y gracia divinas.

CAPITULO I
PRINCIPIOS CATÓLICOS SOBRE EL ECUMENISMO
Unidad y unicidad de la Iglesia

2. El amor de Dios para con nosotros se manifestó en que el Padre envió al mundo a su Hijo unigénito
para que, hecho hombre, regenerara a todo el género humano con la redención y lo congregara en
unidad3. Cristo, antes de ofrecerse a sí mismo como víctima inmaculada en el altar de la cruz, rogó al
Padre por los creyentes, diciendo: Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en tí, para que
también ellos sean uno en nosostros; a fin de que el mundo crea que tú me has enviado (Io 17,21); e
instituyó en su Iglesia el admirable sacramento de la Eucaristía, por el cual se significa y se realiza la
unidad de la Iglesia. Dio a los suyos el nuevo mandamiento del amor mutuo 4 y les prometió el Espíritu
Consolador 5,que, Señor y dador de vida, permanecería con ellos para siempre.

1 Pasados 30 años de la Unitatis Redintegratio, el Papa Juan Pablo II en la Encíclica “Ut Unum Sint”
realiza un balance encomioso de la tarea ecuménica impulsada a partir del Conc Vat II. Es importante
leer ambos documentos vinculándolos para valorar el trabajo realizado y los resultados alcanzados hasta
el presente. Sobre este punto considerar UUS 1-14.
2 1Cor 1,13.
3 1Jn 4,9; Col, 1,18; Jon 11,52.
4 Jn 13,34
5 Jn 16,7
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Después de levantado en la cruz y glorificado, el Señor Jesús envió el Espíritu que había prometido, por
medio del cual llamó y congregó al pueblo de la Nueva Alianza, que es la Iglesia, en la unidad de la fe,
de la esperanza y de la caridad, como enseña el Apóstol: Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como
habéis sido llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo (Eph 4,4-5). Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de
Cristo... Porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gal 3,27-28gr.). El Espíritu Santo, que habita
en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable unión de los fieles y tan
estrechamente une a todos en Cristo, que es el Principio de la unidad de la Iglesia. El es el que obra las
distribuciones de gracias y ministerios6, enriqueciendo a la Iglesia de Jesucristo con variedad de dones
para la perfección consumada de los santos en orden a la obra del ministerio, a la edificación del Cuerpo
de Cristo (Eph 4,12).
Para establecer esta su santa Iglesia en todo el mundo hasta el fin de los siglos, Cristo confió al Colegio
de los Doce el oficio de enseñar, gobernar y santificar 7. Entre ellos eligió a Pedro, sobre el cual, después
de la confesión de fe, decretó edificar su Iglesia; a él le prometió la llave del reino de los cielos 8 y le
encomendó, después de la profesión de su amor, el confirmar a todas las ovejas en la fe 9 y el
apacentarlas en la perfecta unidad10, permaneciendo eternamente Jesucristo mismo como piedra angular
definitiva11 y pastor de nuestras almas12.
Jesucristo quiere que por medio de los Apóstoles y de sus sucesores, esto es, los Obispos con su
cabeza, el sucesor de Pedro, por la fiel predicación del Evangelio y por la administración de los
sacramentos, así como por el gobierno en el amor, operando el Espíritu Santo, crezca su pueblo; y
perfecciona así la comunión de éste en la unidad: en la confesión de una sola fe, en la celebración
común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios.
Así, la Iglesia, único rebaño de Dios, como estandarte levantado ante las naciones 13, peregrina en
esperanza hacia la meta de la esperanza celeste 14 comunicando el Evangelio de la paz a todo el género
humano15.
Este es el misterio sagrado de la unidad de la Iglesia en Cristo y por Cristo, obrando el Espíritu Santo
la variedad de las funciones. El supremo modelo y supremo principio de este misterio es, en la trinidad
de personas, la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo.

RELACIÓN DE LOS HERMANOS SEPARADOS CON LA IGLESIA CATÓLICA


3. Ya desde los comienzos surgieron escisiones en esta una y única Iglesia de Dios 16, las cuales
reprueba gravemente el Apóstol como condenables17; y en siglos posteriores nacieron disensiones más
amplias, y Comunidades no pequeñas se separaron de la plena comunión de la Iglesia católica, a veces
no sin culpa de los hombres de una y otra parte. Sin embargo, quienes ahora nacen en esas
Comunidades y se nutren con la fe de Cristo no pueden ser acusados de pecado de separación, y la

6 1Cor, 12, 4-11


7 Mt 28,18-20 comparado con Jn 20, 21,23
8 Mt 16,19 comparado con Mt 18,18
9 Lc 22, 32
10 Jn 21, 15,17
11 Ef 2,20
12 1Ped 2,25. Conc Vat I ses 4 (1870); Const. Pastor Aeternus: Coll Lac 7,48 2 a.
13 Is 11,10-12
14 Ef 2,17-18 comparado con Mc 16,15.
15 1 Ped 1,3-9
16 1 Cor 11,18-19; Gal 1,6-9; 1Jn 2,18-19
17 1 Cor 1,11ss y 22
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Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor. Porque éstos, que creen en Cristo y recibieron
debidamente el bautismo, están en una cierta comunión con la Iglesia católica, aunque no perfecta. Es
cierto que, por discrepancias existentes de varios modos entre ellos y la Iglesia católica, tanto en
materia doctrinal y a veces también disciplinar como en lo referente en la estructura de la Iglesia, se
oponen no pocos obstáculos, a veces bastante graves, a la plena comunión eclesiástica, los cuales
intenta superar el movimiento ecuménico. Sin embargo, justificados en el bautismo por la fe 18, están
incorporados a Cristo y, por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos, y los hijos
de la Iglesia católica los reconocen, con razón, como hermanos en el Señor19.
Además de los elementos o bienes que conjuntamente edifican y dan vida a la propia Iglesia, pueden
encontrarse algunos, más aún, muchísimos y muy valiosos, fuera del recinto visible de la Iglesia
católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y otros dones
interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles: todas estas realidades, que provienen de Cristo y a
El conducen , pertenecen por derecho a la única Iglesia de Cristo.
Los hermanos separados de nosotros practican también no pocas acciones sagradas de la religión
cristiana, las cuales de distintos modos, según la diversa condición de cada Iglesia o Comunidad,
pueden, sin duda, producir realmente la vida de la gracia, y hay que considerarlas aptas para abrir el
acceso a la comunión de la salvación. Por ello, las Iglesias y Comunidades separadas 20, aunque
creemos que padecen deficiencias, de ninguna manera están desprovistas de sentido y valor en el
misterio de la salvación. Porque el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse de ellas como medios de
salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad que fue confiada a la Iglesia
católica.
Sin embargo, los hermanos separados de nosotros, ya individualmente, ya sus Comunidades e
Iglesias, no disfrutan de aquella unidad que Jesucristo quiso dar a todos aquellos que regeneró y
convivificó para un solo cuerpo y una vida nueva, y que la Sagrada Escritura y la venerable Tradición
de la Iglesia confiesan. Porque únicamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es el auxilio
general de salvación, puede alcanzarse la total plenitud de los medios de salvación. Creemos que el
Señor encomendó todos los bienes de la Nueva Alianza a un único Colegio apostólico, al que Pedro
preside, para constituir el único Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual es necesario que se incorporen
plenamente todos los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios. Este pueblo, durante su
peregrinación terrena, aunque permanezca sometido al pecado en sus miembros, crece en Cristo y es
guiado suavemente por Dios, según sus secretos designios, hasta que llegue gozoso a la entera plenitud
de la gloria eterna en la Jerusalén celestial.

EL ECUMENISMO

4. Como quiera que hoy, en muchas partes del mundo, por inspiración del Espíritu Santo, se hacen
muchos esfuerzos con la oración, la palabra y la acción para llegar a aquella plenitud de unidad que
Jesucristo quiere, este santo Sínodo exhorta a todos los católicos a que, reconociendo los signos de los
tiempos, participen diligentemente en la labor ecuménica.
Por "Movimiento ecuménico" se entienden las actividades e iniciativas que, según las variadas
necesidades de la iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad
de los cristianos. Tales son, en primer lugar, todos los esfuerzos para eliminar palabras, juicios y

18 Conc Florentino, ses 8, Decr Exultate Deo: MANSI, 31, 1055A


19 San Agustín, In Ps 32, enarr 2,29; PL 36,209
20 Conc Lateranense Iv (1215) const 4: MANSI, 22,990; Conc Lugdunense II (1274) Profesión de fe de
Miguel Paleólogo: MANSI 24,71 e; Conc Florentino, ses 6 (1439) definic Laetentur caeli: MANSI,
31,1026E
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acciones que no respondan, según la justicia y la verdad, a la condición de los hermanos separados, y
que, por lo mismo, hacen más difíciles las relaciones mutuas con ellos; en segundo lugar, en las
reuniones de los cristianos de diversas Iglesias o Comunidades organizadas con espíritu religioso, el
diálogo entablado entre peritos bien preparados, en el que cada uno explica con mayor profundidad la
doctrina de su Comunión y presenta con claridad sus características. Porque, por medio de este diálogo,
todos adquieren un conocimiento más auténtico y un aprecio más justo de la doctrina y de la vida de
cada Comunión; además, consiguen también las Comunidades una mayor colaboración en aquellas
obligaciones que en pro del bien común exige toda conciencia cristiana, y, en cuanto es posible, se
reúnen en la oración unánime. Finalmente, todos examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la
Iglesia y, como es debido, emprenden animosamente la tarea de renovación y de reforma.
Todas estas cosas, cuando son realizadas prudente y pacientemente por los fieles de la Iglesia católica
bajo la vigilancia de los pastores, contribuyen al bien de la justicia y de la verdad, de la concordia y de
la colaboración del espíritu fraterno y de la unión; para que por este camino, poco a poco, superados
los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se congreguen, en la
única celebración de la Eucaristía, para aquella unidad de una y única Iglesia que Cristo concedió
desde el principio a su Iglesia, y que creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y
esperamos que crezca cada día hasta la consumación de los siglos.
Es evidente que el trabajo de preparación y reconciliación de todos aquellos que desean la plena
comunión católica se diferencia por su naturaleza de la labor ecuménica; no hay, sin embargo,
oposición alguna, puesto que ambas proceden del admirable designio de Dios.
Los católicos, en la acción ecuménica, deben, sin duda, preocuparse de los hermanos separados,
orando por ellos, tratando con ellos de las cosas de la Iglesia y adelantándose a su encuentro. Pero,
antes que nada, los católicos, con sincero y atento ánimo, deben considerar todo aquello que en la
propia familia debe ser renovado y llevado a cabo para que la vida católica dé un más fiel y más claro
testimonio de la doctrina y de las normas entregadas por Cristo a través de los Apóstoles.
Pues aunque la Iglesia católica se halle enriquecida con toda la verdad revelada por Dios y todos los
medios de la gracia, sin embargo, sus miembros no viven con todo el fervor que tales riquezas exigen;
tanto que el rostro de la Iglesia resplandece menos ante nuestros hermanos separados y el universo
mundo y se retrasa el crecimiento del reino de Dios. Por tal motivo, todos los católicos deben tender a
la perfección cristiana21 y, según la condición de cada cual, esforzarse para que la Iglesia, que lleva en
su cuerpo la humildad y la mortificación de Jesús22, se purifique y se renueve cada día más, hasta que
Cristo se la presente a sí mismo gloriosa, sin mancha ni arruga23.
Conservando la unidad en lo necesario, todos en la Iglesia, según la función encomendada a cada uno,
guarden la debida libertad, tanto en las varias formas de vida espiritual y de disciplina como en la
diversidad de ritos litúrgicos e incluso en la elaboración teológica de la verdad revelada; pero
practiquen en todo la caridad. Porque, con este modo de proceder, todos manifestarán cada vez más
plenamente la auténtica catolicidad, al mismo tiempo que la apostolicidad de la Iglesia.
Es necesario. por otra parte, que los católicos reconozcan con gozo y aprecien los bienes
verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentran entre nuestros
hermanos separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las obras de virtud en la
vida de otros que dan testimonio de Cristo, a veces hasta el derramamiento de sangre: Dios es siempre
maravilloso y digno de admiración en sus obras.
No debe olvidarse tampoco qu todo lo que la gracia del Espíritu Santo obra en los hermanos
separados puede contribuir también a nuestra edificación. Todo lo que es verdaderamente cristiano,

21 Sant 1,4; Rom 12,1-2


22 2 Cor 4,10; Fil 2,5-8
23 Ef 5,27
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jamás se opone a los genuinos bienes de la fe; por el contrario, siempre puede conseguir que se alcance
con mayor perfección el misterio mismo de Cristo y de la Iglesia.
A pesar de todo ello, las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia realice la plenitud de
catolicidad que le es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente
por el bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso le resulta bastante más
difícil a la misma Iglesia expresar la plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad de
la vida.
Este sagrado Concilio advierte con gozo que la participación de los fieles católicos en la labor
ecuménica aumenta a diario y la recomienda a los Obispos de todo el mundo para que la
promuevan diligentemente y la dirijan con prudencia.
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CAPITULO II
LA PRACTICA DEL ECUMENISMO

5. La preocupación por el restablecimiento de la unión es cosa de toda la Iglesia, tanto de los fieles
como de los Pastores, y afecta a cada uno según su propia capacidad, ya sea en la vida cristiana diaria,
ya en las investigaciones teológicas e históricas. Este cuidado evidencia ya de alguna manera la unión
fraterna que existe entre todos los cristianos, y lleva a la plena y perfecta unidad según la benevolencia
de Dios.

LA REFORMA DE LA IGLESIA

6. Toda renovación de la Iglesia 24 consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación;


por eso, sin duda, se explica por qué el movimiento tiende hacia la unidad. La Iglesia peregrina en este
mundo es llamada por Cristo a esta perenne reforma, de la que ella, en cuanto institución terrena y
humana, necesita permanentemente; tanto que si algunas cosas, por circunstancias de lugar y tiempo,
decayeren de su debida observancia en las costumbres, en la disciplina eclesiástica o incluso en el
modo de exponer la doctrina - el cual debe distinguirse con sumo cuidado del depósito mismo de la fe -,
deberán restaurarse a tiempo en la forma y orden debidos.
Esta renovación tiene, por tanto, extraordinaria importancia ecuménica. Los diferentes aspectos de la
vida de la Iglesia, por medio de los cuales se está llevando ya a cabo esta renovación - como son los
movimientos bíblico y litúrgico, la predicación de la Palabra de Dios y la catequesis, el apostolado
seglar, las nuevas formas de la vida religiosa, la espiritualidad matrimonial, la doctrina y la actividad
de la Iglesia en el campo social -, han de considerarse como otras tantas garantías y augurios que
presagian felizmente los progresos futuros del ecumenismo.

LA CONVERSIÓN DEL CORAZÓN25

7. El auténtico ecumenismo no se da sin la conversión interior. Porque es de la renovación interior 26,


de la abnegación propia y de la libérrima efusión de la caridad de donde brotan y maduran los desos de
la unidad. Por ello debemos implorar del Espíritu divino la gracia de una sincera abnegación, humildad
y mansedumbre en el servir a los demás y de un espíritu de liberalidad fraterna con todos ellos. Yo,
prisionero por amor al Señor - dice al Apóstol de las Gentes -, os animo a llevar con humildad y
bondad una vida digna de la vocación que habéis recibido, sobrellevándoos mutuamente con caridad
paciente y solícitos por conservar la unidad del espíritu por medio del vínculo de la paz (Eph 4,1- 3).
Esta exhortación se dirige principalmente a aquellos que han sido elevados al orden sagrado para
continuar la misión de Cristo, quien entre nosotros no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20,28).
A las faltas contra la unidad se pueden aplicar también las palabras de San Juan : Si decimos que no
hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está en nosotros (1 Io 1,10).
Humildemente, por tanto, pedimos perdón a Dios y a los hermanos separados, así como nosotros
perdonamos a quienes nos hayan ofendido.
Recuerden todos los fieles que tanto mejor promoverán e incluso practicarán la unión de los
cristianos cuanto mayor sea su esfuerzo por vivir una vida más pura según el Evangelio.

24 Conc Lateranense V, ses 12 (1517) const Constituti; MANSI 32,988 B-C.


25 UUS 15-17
26 Ef 4,23
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Porque cuanto más estrecha sea su comunión con el Padre, el Verbo y el Espíritu, más íntimamente y
más fácilmente podrén aumentar la mutua hermandad.

LA ORACIÓN UNÁNIME27

8. Esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones públicas y privadas por la
unidad de los cristianos, han de considerarse como alma de todo el movimiento ecuménico y con toda
verdad pueden llamarse ecumenismo espiritual.
Es cosa habitual entre los católicos reunirse con frecuencia para aqeulla oración por la unidad dee la
Iglesia que el mismo Salvador, la víspera de su muerte, dirigió enardecido al Padre: Que todos sean
uno (Io 17,21).
Es lícito, e incluso deseable, que los católicos se unan con los hermanos separados para orar en
ciertas circunstancias especiales, como son las orecioes "por la unidad" y en las asambleas ecuménicas.
Estas oraciones en común son medio extremadamente eficaz, sin duda, para impetrar la gracia de la
unidad y expresión genuina de los lazos que siguen uniendo a los católicos con los hermanos separados:
Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20).
Sin embargo, no es lícito considerar la comunicación en las funciones sagradas como un medio que
pueda usarse indiscriminadamente para restablcer la unidad de los cristianos. Esta comunión depende
principalmente de dos principios: de la significación obligatoria de la unidad de la Iglesia y de la
participación en los medios de la gracia. La significación de la unidad prohibe la mayoría de las veces
esta comunicación. La necesidad de procurar la gracia la recomienda a veces.La autoridad episcopal
local determine prudentemente el modo concreto de actuar, atendiendo a todas las circunstancias de
tiempo, lugar y personas, a no ser que la Conferencia episcopal, según las normas de sus propios
estatutos, o la Santa Sede determinen otra cosa.

EL CONOCIMIENTO MUTUO DE LOS HERMANOS28

9. Hay que conocer la disposición de ánimo de los hermanos separados. Para lo cual se requiere
necesariamente un estudio que ha de realizarse según la verdad y con espíritu benévolo.
Los católicos debidamente preparados deben adquirir un mejor conocimiento de la doctrina y de la
historia, de la vida espiritual y cultual, de la psicología religiosa y de la cultura propia de los hermanos.
Para lograr tal conocimiento ayudan mucho las reuniones de entrambas partes para tratar de cuestiones
principalmente teológicas en un nivel de igualdad, con tal que los que participan en tales reuniones,
bajo la vigilancia de los Prelados, sean verdaderos peritos. De este diálogo brotará un conocimiento
más claro del verdadero carácter de la Iglesia católica. Por este camino se llegará a un conocimiento
más exacto de la mentalidad de los hermanos separados, y éstos, a su vez, obtendrán una exposición
más adecuada de nuestra fe.

LA FORMACIÓN ECUMENISTA.

10. Es necesario que las instituciones teológicas y las demás disciplinas, especialmente las históricas,
se enseñen también bajo el aspecto ecuménico, para que respondan con mayor exactitud a la realidad.
Es de gran importancia que los futuros Pastores y sacerdotes dominen la teología elaborada según
este criterio con toda exactitud, sin espíritu polémico, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones de

27 UUS 21-27
28 UUS 28-39
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los hermanos separados con la Iglesia católica. Porque la necesaria instrucción y formación espiritual
de los fieles y de los religiosos depende sobre todo de la formación de los sacerdotes.
También es necesario que los católicos que se dedican a la acción misionera en territorios en los que
trabajan otros cristianos conozcan, principalmente hoy, los problemas y los frutos que del ecumenismo
se derivan en su apostolado.

LA FORMA DE EXPRESAR Y DE EXPONER LA DOCTRINA DE LA FE29


11. La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, en modo alguno, en
obstáculo para el diálogo con los hermanos. Es de todo punto necesario que se exponga claramente
toda la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la
doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido.
Pero, al mismo tiempo, la fe católica hay que exponerla con mayor profundidad y con mayor
exactitud, con una forma y un lenguaje que la haga realmente comprensible a los hermanos separados.
Aparte de esto, en el diálogo ecuménico, los teólogos católicos, afianzados en la doctrina de la
Iglesia, al investigar con los hermanos separados sobre los divinos misterios, deben proceder con amor
a la verdad, con caridad y con humildad. Al comparar las doctrinas, recuerden que existe un orden o
"jerarquía" en las verdades de la doctrina católica, ya que es diverso el enlace de tales verdades con el
fundamento de la fe cristiana. De esta manera se preparará el camino por el que todos, animados por
esta fraterna competencia, se estimularán para un conocimiento más profundo y una exposición más
clara de las irrastreables riquezas de Cristo30.

LA COOPERACIÓN CON LOS HERMANOS SEPARADOS31


12. Todos los cristianos, ante todas las gentes, profesen la fe en Dios Uno y Trino, en el Hijo de Dios
encarnado, Redentor y Señor nuestro; y con esfuerzo común den testimonio, en mutua estima, de
nuestra esperanza, que no confunde. Como en la época actual se está imponiendo por todas partes la
colaboración en el campo social, todos los hombres sin excepción están llamados a una empresa
común, y con mayor razón los que creen en Dios, y de modo muy particular todos los cristianos, por
estar honrados con el nombre de Cristo. Esta cooperación de todos los cristianos expresa con viveza la
unión que ya los vincula entre sí y expone a más plena luz el rostro de Cristo siervo. Esta cooperación,
vigente en ya no pocas naciones, debe ir perfeccionándose cada vez más, sobre todo en las regiones que
están viviendo la evolución social o técnica, en la recta estimación de la dignidad de la persona
humana, en la promoción del bien de la paz, en la aplicación social continuada del Evangelio, en el
desarrollo de las ciencias y de las artes con espíritu cristiano, y también en el uso de toda clase de
remedios contra las desgracias de nuestra época, como son el hambre y las calamidades, el
analfabetismo y la miseria,la escasez de viviendas y la injusta distribución de los bienes. Por medio de
esta cooperación, todos los que creen en Cristo pueden aprender con facilidad la manera de conocerse
mejor los unos a los otros y de apreciarse más y de allanar el camino a la unidad de los cristianos.

29 UUS 18-20
30 Ef 3,8
31 UUS 40
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CAPITULO III
LAS IGLESIAS Y LAS COMUNIDADES ECLESIALES SEPARADAS DE LA
SEDE APOSTÓLICA ROMANA

13. Nos fijamos en las dos principales clases de escisiones que afectan a la túnica inconsútil de Cristo.
Las primeras ocurrieron en Oriente, por la negación de las fórmulas dogmáticas de los Concilios de
Efeso y Calcedonia, y posteriormente por la reptura de la comunión eclesiástica entre los Patriarcados
orientales y la Sede Romana.
En Occidente acaecieron las otras, después de más de cuatro siglos, a causa de los sucesos
comúnmente conocidos con el nombre de Reforma. A partir de entonces muchas Comuniones, ya
nacionales, ya confesionales, quedaron separadas de la Sede romana. Entre aquellas en las que las
tradiciones y estructuras católicas continúan subsistiendo en parte, ocupa lugar especial la Comunión
anglicana.
Sin embargo, estas diversas separaciones difieren mucho entre sí, no sólo por razón de su origen,
lugar y época, sino, sobre todo, por la naturaleza y gravedad de los problemas que se refieren a la fe y a
la estructura eclesiástica.
Por todo lo cual, este Concilio, sin infravalorar las diversas condiciones de los distintos grupos
cristianos y sin pasar por alto los lazos que persisten entre ellos a pesar de la división, determina
proponer las siguientes consideraciones para llevar a cabo una acertada acción ecuménica.

I Consideración peculiar de las Iglesias orientales32

CARÁCTER E HISTORIA PROPIA DE LOS ORIENTALES

14. Las Iglesias de Oriente y de Occidente, durante muchos siglos, siguieron su propio camino, unidas,
sin embargo, por la comunión fraterna de la fe y de la vida sacramental, siendo la Sede romana, por
común consentimiento, la que resolvía cuando entre las Iglesias surgían discrepancias en materia de fe
o de disciplina. El Concilio gustosamente recuerda a todos, entre otras cosas muy importantes, que en
Oriente hay muchas Iglesias particulares o locales florecientes, entre las que ocupan el primer lugar las
Iglesias patriarcales, y muchas de las cuales se glorían de tener su origen en los mismos Apóstoles. Por
esto prevaleció y prevalece entrelos orientales la preocupación y el interés por conservar las relaciones
fraternas en la comunión de la fe y de la caridad, que entre las Iglesias locales, como entre hermanas,
deben tener vigencia.
No debe olvidarse tampoco que las Iglesias de Oriente tienen desde su origen un tesoro, del que la
Iglesia de Occidente tomó muchas cosas para su liturgia, su tradición espiritual y su ordenamiento
jurídico. Y se ha de estimar como es debido el hecho de que los dogmas fundamentales de la fe
cristiana sobre la Trinidad y el Verbo de Dios encarnado de la Virgen María hayan sido definidos en los
Concilios ecuménicos celebrados en Oriente. Las Iglesias orientales han sufrido y sufren mucho pos
conservar esta fe.
La tradición transmitida por los Apóstoles fue recibida de diversas formas y maneras. Por esto,
desde los mismos comienzos de la Iglesia fue explicada diversamente en cada sitio por la distinta
manera de ser y la diferente forma de vida. Todo esto, además de las causas externas, por falta también
de mutua comprensión y caridad, dio ocasión a las separaciones.

32 UUS 50-63. En estos capítulos se realiza una importante evaluación de los frutos del diálogo
ecuménico con los cristianos orientales en favor de la unidad en la única Iglesia de Cristo.
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Por ello, el sagrado Concilio exhorta a todos, y de modo principal, a quienes quieren consagrarse a
la instauración de la deseada plena comunión entre las Iglesias orientales y la Iglesia católica, a que
tengan la debida consideración de esta peculiar condición de las Iglesias que nacen y crecen en Oriente
y de la índole de las relaciones que entre éstas y la Sede romana existían antes de la separación, y a que
se formen una recta opinión de todas estas materias. Observar esto cuidadosamente servirá en gran
manera para el diálogo que se pretende.

LA TRADICIÓN LITÚRGICA Y ESPIRITUAL DE LOS ORIENTALES

15. Todos conocen también con cuanto amor realizan los cristianos orientales el culto litúrgico,
especialmente la celebración eucarística, fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la futura gloria, por
la cual los fieles, unidos con el Obispo, al tenr acceso a Dios Padre por medio de su Hijo, el Verbo
encarnado, que padeció y fue glorificado, en la efusión del Espíritu Santo, consiguen la comunión con
la Santísima Trinidad, hechos participes de la divina naturaleza (2 Petr 1,4). Así, pues, por la
celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de
Dios33, y por la concelebración se manifiesta la comunión entre ellas.
En este culto litúrgico, los orientales ensalzan con hermosos himnos a María, siempre virgen, a quien
el Concilio ecuménico de Efeso proclamó solemnemente Santísima Madre de Dios, para que Cristo
fuera reconocido verdadera y propiamente Hijo de Dios e Hijo del hombre, según las Escrituras; y
honran también a muchos santos, entre ellos a los Padres de la Iglesia universal.
Y como estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, por la
sucesión apostólica, el Sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen todavía a nosotros con vínculo
estrechísimo, no solamente es posible, sino que se aconseja alguna comunicación con ellos en las
funciones sagradas, dadas las circunstancias oportunas y con la aprobación de la autoridad eclesiástica.
También se encuentran en el Oriente las riquezas de aquellas tradiciones espirituales a las que dio
expresión sobre todo el monaquismo. Porque allí, desde la época gloriosa de los Santos Padres, floreció
la espiritualidad monástica, que se extendió luego a los pueblos occidentales. De ella procede, como de
su fuente, la institución religiosa de los latinos, que aún después tomó nuevo vigor del Oriente. Por lo
cual se recomienda encarecidamente que los católicos acudan con mayor frecuencia a estas riquezas
espirituales de los Padres del Oriente, que levantan a todo el hombre a la contemplación de los divino.
Tengan todos presente, que el conocer, venerar, conservar y favorecer el riquísimo patrimonio
litúrgico y espiritual de los orientales es de la máxima importancia para conservar fielmente la plenitud
de la tradición cristiana y para conseguir la reconciliación de los cristianos orientales y occidentales.

DISCIPLINA PROPIA DE LOS ORIENTALES

16. Las Iglesias del Oriente, además, desde los primeros tiempos, seguían las disciplinas propias
sancionadas por los Santos Padres y por los Concilios, incluso ecuménicos. Como a la unidad de la
Iglesia no se opone una cierta variedad de ritos y costumbres, sino que ésta más bien acrecienta su
hermosura y contribuye al más exacto cumplimiento de su misión, como antes hemos dicho, el sagrado
Concilio, para disipar toda duda, declara que las Iglesias orientales, recordando la necesaria unidad de
toda la Iglesia, tienen la facultad de regirse según sus propias ordenaciones, puesto que éstas son más
acomodadas a la idiosincracia de sus fieles y más adecuadas para promover el bien de sus almas. No
siempre, es verdad, se ha observado bien este principio tradicional, pero su observancia es condición
previa absolutamente necesaria para el restablecimiento de la unión.

33 San Juan Crisóstomo, In Joanem Hom 46. PG 59,260-262


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Teología Ecuménica “Unitatis Redintegratio”


CARÁCTER PROPIO DE LOS ORIENTALES EN LA EXPOSICIÓN DE LOS
MISTERIOS

17. Lo que antes hemos dicho acerca de la legítima diversidad, nos es grato repetirlo también de la
diversa exposición de la doctrina teológica, puesto que en el Oriente y en el Occidente se han seguido
diversos pasos y métodos en la investigación de la verdad revelada para conocer y confesar lo divino.
No hay que admirarse, pues, de que algunos aspectos del misterio revelado a veces se hayan captado
mejor y se hayan expuesto con más claridad por unos que por otros, de manera que hay que reconocer
que con frecuencia las diversas fórmulas teológicas ,más que opuestas, son complementarias entre sí.
En cuanto a las auténticas tradiciones teológicas de los orientales, hay que reconocer que están
arraigadas de modo manifiesto en la Sagrada Escritura, se fomentan y se vigorizan con la vida litúrgica,
se nutren de la viva tradición apostólica y de las enseñanzas de los Padres orientales y de los autores
espirituales, tienden hacia una recta ordenación de la vida; más aún, hacia una contemplación cabal de
la verdad cristiana.
Este sacrosanto Concilio, dando gracias a Dios porque muchos orientales, hijos de la Iglesia
católica, que conservan este patrimonio y ansían vivirlo en su plena pureza e integridad, viven ya en
comunión perfecta con los hermanos que practican la tradición occidental, declara que todo este
patrimonio espiritual y litúrgico, disciplinar y teológico, en sus diversas tradiciones, pertenece a la
plena catolicidad y apostolicidad de la Iglesia.

CONCLUSIÓN

18. Bien considerado todo lo que precede, este sacrosanto Concilio renueva todo lo que han declarado
los sacrosantos Concilios anteriores y los Romanos Pontífices, a saber: que para el restablecimiento y
mantenimiento de la comunión y de la unidad es preciso no imponer... ninguna otra carga más que... la
necesaria (Act 15,28). Desea, asimismo, vehementemente, que en adelante se dirijan al logro paulatino
de esa unidad todos los esfuerzos en los varios institutos y formas de vida de la Iglesia, sobre todo con
la oración y con el diálogo fraterno acerca de la doctrina y de las necesidades más urgentes de la
función pastoral en nuestros días. De igual manera recomienda a los pastores y a los fieles de la Iglesia
católica que mantengan relaciones con quienes pasan la vida no ya en Oriente, sino lejos de la patria,
para incrementar la colaboración fraterna con ellos en el espíritu de la caridad, dejando todo ánimo de
controversia y de emulación. Si llega a ponerse toda el alma en esta empresa, este sagrado Concilio
espera que, derrocado el muro que separa la Iglesia occidental y la oriental, se hará, por fin, una sola
morada, asentada en la piedra angular, Cristo Jesús, que hará de las dos una sola cosa.34

II. Las Iglesias y Comunidades eclesiales separadas en Occidente 35

CONDICIÓN PROPIA DE ESTAS COMUNIDADES

19. Las Iglesias y Comunidades eclesiales que se separaron de la Sede Apostólica Romana, bien en
aquella gravisima crisis que comenzó en el Occidente ya a finales de la Edad Media, bien en tiempos
posteriores, están unidas con la Iglesia católica por una particular relación y afinidad a causa de haber
vivido mucho tiempo en siglos pasados la vida cristiana en la comunión eclesiástica.

34 Conc Florentino. Ses 6 (1439) definición Laetentur caeli: MANSI, 31,1026 E.


35 UUS 64-76. En estos capítulos se hace conocer el fruto del diálogo ecuménico con estos cristianos de
occidente en favor de la unidad de la Iglesia.
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Puesto que estas Iglesias y Comunidades eclesiales, por la diversidad de su origen, de su doctrina y
de su vida espiritual, discrepan bastante no solamente de nosotros, sino también entre sí, es tarea muy
difícil describrilas cumplidamente, cosa que no pretendemos hacer aquí.
Aunque todavía no es universal el movimiento ecuménico y el deseo de paz con la Iglesia católica,
abrigamos, no obstante, la esperanza de que este sentimiento ecuménico y el mutuo aprecio irán
imponiéndose poco a poco en todos.
Hay que reconocer, ciertamente, que entre estas Iglesias y Comunidades y la Iglesia católica hay
discrepancias muy importantes, no solo de índole histórica, sociológica, psicológica y cultural, sino,
ante todo, de interpretación de la verdad revelada. Más para que, a pesar de estas dificultades, pueda
entablarse con mayor facilidad el diálogo ecuménico, en los siguientes párrafos trataremos de ofrecer
alguno puntos que pueden y deben ser fundamento y estímulo para este diálogo.

LA CONFESIÓN DE CRISTO

20. Nuestra atención se dirige, ante todo, a los cristianos que confiesan públicamente a Jesucristo como
Dios y Señor y Mediador único entre Dios y los hombres, para gloria del único Dios, Padre e Hijo y
Espíritu Santo. Sabemos que existen graves divergencias con la doctrina de la Iglesia católica aun
respecto de Cristo, Verbo de Dios encarnado, y de la obra de la redención, y, por consiguiente, del
misterio y ministerio de la Iglesia y de la función de María en la obra de la salvación. Nos gozamos, sin
embargo, viendo a los hermanos separados tender hacia Cristo como fuente y centro de la comunión
eclesiástica. Movidos por el deseo de la unión con Cristo, se ven impulsados a buscar más y más la
unidad y también a dar testimonio de su fe delante de todo el mundo.

ESTUDIO DE LA SAGRADA ESCRITURA

21. El amor y la veneración, y casi culto, a las Sagradas Escrituras conduce a nuestros hermanos al
estudio constante y solícito de la Biblia, pues el Evangelio es poder de Dios para la salud de todo el
que cree, del judío primero, pero también del griego (Rom 1,16).
Invocando al Espíritu Santo, buscan en las Escrituras a Dios, como a quien les habla en Cristo,
preanunciado por los profetas, Verbo de Dios encarnado por nosotros. En ellos contemplan la vida de
Cristo y cuanto el Divino Maestro enseñó y realizó para la salvación de los hombres, sobre todo los
misterios de su muerte y resurrección.
Pero cuando los cristianos separados afirman la autoridad divina de los sagrados Libros, sienten -
cada uno a su manera - diversamente que nosotros en cuanto a la relación entre las
Escrituras y la Iglesia, en la cual, según la fe católica, el magisterio auténtico tiene lugar peculiar en la
exposición y predicación de la Palabra de Dios escrita.
Sin embargo, las Sagradas Escrituras son, en el diálogo mismo, instrumentos preciosos en la mano
poderosa de Dios para lograr aquella unidad que el Salvador presenta a todos los hombres.

LA VIDA SACRAMENTAL

22. Por el sacramento del bautismo, debidamente administrado según la institución del Señor y recibido
con la requerida disposición del alma, el hombre se incorpora realmente a Cristo crucuficado y glorioso
y se regenera para el consorcio de la vida divina, según las palabras del Apóstol: Con El fuisteis
sepultados en el bautismo, y en El, asimismo, fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que los
resucitó de entre los muertos (Col 2,12)36.

36 Rom 6,4
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El bautismo, por tanto, constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre todos los que por
él se han regenerado. Sin embargo, el bautismo por sí mismo es sólo un principio y un comienzo,
porque todo él tiende a conseguir la plenitud de la vida en Cristo. Así, pues, el bautismo se ordena a la
profesión íntegra de la fe, a la plena incorporación a la economía de la salvación tal como Cristo en
persona la estableció, y, finalmente, a la íntegra incorporación en la comunión eucarística.
Las Comunidades elesiales separadas, aunque les falte esa unidad plena con nosotros que dimana del
bautismo y aunque creamos que, sobre todo por la carencia del sacramento del orden, no han
conservado la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico, sin embargo, mientras conmemoran
en la santa Cena la muerte y la resurrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se
significa la vida, y esperan su glorioso advenimiento. Por esto, la doctrina sobre la Cena del Señor,
sobre los demás sacramentos, sobre el culto y los misterios de la Iglesia, debe ser objeto del diálogo.

LA VIDA CON CRISTO

23. La vida cristiana de estos hermanos se nutre de la fe en Cristo y se robustece con la gracia del
bautismo y con la palabra de Dios oída. Se manifiesta en la oración privada, en la meditación bíblica,
an la vida de la familia cristiana, en el culto de la comunidad congregada para alabar a Dios. Por otra
parte, su culto presenta a veces elementos valiosos de la antigua liturgia común.
La fe con la que se cree en Cristo produce frutos de alabanza y de acción de gracias por los beneficios
recibidos de Dios; únesele también un vivo sentido de justicia y una sincera caridad para con el
prójimo. Esta fe activa ha producido no pocas instituciones para socorrer la miseria espiritual y
corporal, para cultivar la educación de la juventud, para humanizar las condiciones sociales de la vida,
para establecer la paz en el mundo.
Pero, si muchos cristianos no entienden siempre el Evangelio en su aspecto moral de igual
manera que los católicos, ni admiten las mismas soluciones a los problemas más complicados de la
sociedad moderna, no obstante quieren, como nosotros, seguir la Palabra de Cristo, como fuente de
virtud cristiana, y obedecer el precepto del Apóstol: Todo cuanto hacéis, de palabra o de obra, hacedlo
en el nombre del Señor Jesucristo, dando gracias a Dios Padre por El (Col 3,17). De aquí puede partir el
diálogo ecuménico sobre la aplicación moral del Evangelio.

CONCLUSIÓN

24. Expuestas brevemente las condiciones en que se desarrolla la acción ecuménica y los principios
por los que ha de regirse, dirigimos confiadamente nuestros ojos al futuro. Este sagrado Concilio
exhorta a los fieles a que se abstengan de toda ligereza o celo imprudente que puedan perjudicar el
progreso de la unidad. Porque la acción ecuménica de los fieles tiene que ser plena y sinceramente
católica, es decir, fiel a la verdad que recibimos de los Apóstoles y de los Padres, y conforme a la fe que
siempre ha profesado la Iglesia católica, y tendiendo al mismo tiempo hacia la plenitud con que el
Señor desea que se perfeccione su Cuerpo en el decurso de los tiempos.
Este sagrado Concilio desea ardientemente que los proyectos de los fieles católicos progresen en
unión con los proyectos de los hermanos separados, sin poner obstáculos a los caminos de la
Providencia y sin prejuzgar los impulsos futuros del Espíritu Santo. Además, se declara consciente de
que este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la una y única Iglesia de
Cristo excede las fuerzas y la capacidad humana. Por eso pone toda su esperanza en la oración de Cristo
por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, en la virtud del Espíritu Santo. Y la esperanza no
quedará fallida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, por la virtud del Espíritu
Santo, que nos ha sido dado (Rom 5,5). Todas y cada una de las cosas que en este Decreto se incluyen
han obtenido el beneplácito de los Padres del sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad
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apostólica entregada a Nos por Cristo, todo ello, juntamente con los venerables Padres, lo aprobamos en
el Espíritu Santo, decretamos y establecemos, y ordenamos que todo lo sancionado así conciliarmente
sea promulgado para gloria de Dios.

Roma, en San Pedro, 21 de noviembre de 1964.


Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia católica.

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