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Capítulo I
Marco teórico: de movimientos sociales y feminismos

El fin de siglo trae visiones de un mundo cambiante, donde el optimismo hacia viejas y
nuevas formas de solidaridad se mezcla con el más absoluto pesimismo. La destrucción del
ecosistema, la globalización de la pobreza, la caída de viejas utopías, el surgimiento de nuevas
y la concretización de un nuevo proyecto de dominación geopolítico y militar, se mezclan en
un mar de imágenes masmediáticas; en las cuales, paradójicamente, aires de libertad se
entrelazan con una sociedad en la que el riesgo, el miedo y mecanismos más eficaces y
sofisticados de control social conforman nuevas relaciones y nuevas formas de entender la
modernidad. En este contexto, los movimientos sociales son una de las expresiones más
evidentes de las contradicciones de este proyecto modernizador, ya que forman parte de la
lucha de miles de personas que buscan día a día, a partir de la realización de acciones
espectaculares o de pequeñas revoluciones en la vida cotidiana, construir un mundo
alternativo, más justo e igualitario.

Pero los movimientos sociales contemporáneos muestran profundas diferencias en sus


ideologías, proyectos políticos, formas organizacionales y tipo de acciones o estrategias que
utilizan para la consecución de sus fines. Por esta razón, se convierten en fenómenos difíciles
de aprehender desde las ciencias sociales. La multiplicidad de teorías o enfoques que han
surgido en los últimos treinta años para explicar estos fenómenos es quizás la mayor prueba de
este hecho. Estas van desde las que proponen una explicación basada en la existencia de
sentimientos de frustración en los individuos (privación relativa); el cálculo racional de
intereses de sus integrantes (elección racional); la utilización que hacen de sus recursos las
organizaciones sociales (movilización de recursos); los cambios en los contextos políticos
(oportunidades políticas); el peso de determinados factores estructurales, como las relaciones
de producción o las estructuras de clase (marxismo); o las más recientes, que analizan los
procesos de construcción de su identidad colectiva (teorías o enfoques de los nuevos
movimientos sociales).
2

Una de las particularidades de estos enfoques es que la mayor parte de ellos han
surgido o se han desarrollado en Estados Unidos y Europa, no en América Latina. Esto se debe
a que la teoría social latinoamericana se ha centrado más en la crítica a los paradigmas
existentes que en la producción de un bagaje teórico-metodológico construido desde las
especificidades de la región. Igual tendencia han seguido los estudios sobre movimientos de
mujeres. Por esta razón, previo a la exposición de los enfoques teóricos a partir de los cuales
voy a analizar las dos organizaciones objeto de mi estudio, consideré imprescindible analizar
críticamente algunos de los principales enfoques y discusiones que se han realizado hasta la
fecha para el estudio de los movimientos sociales.

Quizás la forma más adecuada de presentar mi marco teórico hubiera sido justo la
contraria: primero la descripción de las teorías que voy a utilizar y después una reflexión sobre
su desarrollo. Sin embargo, consideré que invirtiendo este orden, la lectora o el lector, al llegar
a las teorías específicas que utilizo para el análisis de los datos empíricos; podía medir con
sentido crítico y con más exactitud las dimensiones y límites de estas teorías para el análisis de
los movimientos de mujeres.

Los apartados en los que se divide este capítulo son los siguientes:

1. ¿Qué teoría para cuál movimiento social? Introducción a los enfoques para el
estudio de los movimientos sociales
1.1. Enfoque de los nuevos movimientos sociales, la movilización de
recursos y las oportunidades políticas. Su desarrollo en Europa y Estados
Unidos
1.2. El estudio de los movimientos sociales en Latinoamérica
2. Teoría feminista y movimientos de mujeres
3. Propuesta de análisis
3.1. El contexto, los recursos y la estructura organizativa
3.2. Los “framing processes” o “marcos de referencia”8

8
Aunque la traducción literal de “framing processes” es “procesos de alineamiento de marco”, en este trabajo
voy a emplear la expresión de “marcos de referencia” utilizada como traducción de la primera.
3

3.3. La identidad colectiva


1. ¿Qué teoría para cuál movimiento social? Introducción a los enfoques para el
estudio de los movimientos sociales

Dentro de los enfoques que han surgido en las últimas décadas para explicar la génesis,
características y limitaciones de los movimientos sociales contemporáneos, tres de los que han
tenido más recepción son: los enfoques de los nuevos movimientos sociales, la movilización
de recursos y las oportunidades políticas.

Aunque estos enfoques surgen en Europa y Estados Unidos para tratar de dar una
explicación acerca de las nuevas formas de acción colectiva 9 que emergen en estos lugares
desde finales de la década de los sesentas, el constante intercambio y discusión de las ideas en
los medios académicos y la relativa homogeneización de los discursos y las prácticas sociales,
ha permitido que éstas hayan tenido una amplia aceptación en Latinoamérica. Sin embargo, las
notables diferencias entre los movimientos sociales del Primer y Tercer Mundo provocaron
que la utilización de estas teorías en América Latina fuera acompañada —aunque no siempre
—de una revisión crítica de las premisas y alcances de estos enfoques. En las siguientes
páginas, voy a describir brevemente, en un primer apartado, el desarrollo de estos enfoques en
Europa y Estados Unidos; y en un segundo, el desarrollo diferenciado de los mismos en
América Latina.

1.1. Enfoque de los nuevos movimientos sociales, la movilización de recursos y las


oportunidades políticas. Su desarrollo en Europa y Estados Unidos

Los acelerados cambios que acaecieron en el primer mundo a partir de finales de la


década de los sesentas y principios de los setentas del siglo XX fueron los detonantes del giro
radical que dio el pensamiento social en ese momento. Las diferencias en los contextos socio-

9
En este trabajo el término acción colectiva alude a la conducta intencional, propositiva e instrumental de las
acciones de los movimientos sociales. Para más información sobre este concepto y su desarrollo ver Federico
Javaloy. Comportamiento colectivo y movimientos sociales. Un enfoque psicosocial. (España: Pearson
Educación S.A. 2001) pp. 47.
4

políticos en Europa y Estados Unidos provocaron que las respuestas que se dieron a estos
fenómenos fueran radicalmente distintas.
En el caso de Europa, la prosperidad económica que estaban experimentando la mayor
parte de sus países, el declive de los “viejos” movimientos sociales, la emergencia de los
“nuevos” y la crisis de la izquierda posibilitaron el surgimiento de reflexiones teóricas que,
partiendo de una crítica radical al marxismo, pero nutridas del mismo, proponían nuevas
formas de construcción del relato sociológico. En este contexto surgen los enfoques de los
nuevos movimientos sociales10.

Algunas de las premisas fundamentales de estos enfoques son: 1) parten del supuesto
de que el bienestar económico y social que se produjo en Europa después de la Segunda
Guerra Mundial permitió el surgimiento de movimientos sociales portadores de valores
“posmateriales”, que ya no buscaban la satisfacción de necesidades materiales básicas sino
una mejor “calidad de vida”, expresada en valores como la autodeterminación o el cuidado de
la naturaleza11; 2) los referentes identitarios de los «viejos» movimientos sociales (izquierda/
derecha, liberal/ conservador, clase obrera/ clase media, pobre/ adinerado, población rural/
urbana, etc.) son abandonados por referentes que se codifican más bien a partir de categorías
procedentes de los planteamientos del universo, tales como el sexo, la edad, el lugar, etc. 12; 3)
aunque su punto de partida es el análisis de las transformaciones en las estructuras sociales,
enfatizan el estudio de la identidad colectiva y la forma como ésta se construye al interior de
los movimientos sociales13; 4) acorde con esta hipótesis, estos enfoques destacan el papel de
las ideas y de los procesos culturales en la formación de los movimientos contemporáneos 14;
5) el estudio de la clase social como el eje articulador de las nuevas formas de acción colectiva
pierde centralidad. Por ejemplo, Alain Touraine afirma que “el concepto de clase social
10
Se acostumbra nombrar a los enfoques o teorías de los nuevos movimientos sociales en plural debido a que en
las últimas décadas han surgido distintas perspectivas que aunque con diferencias notables, tienen en común
que parten de la premisa fundacional de que la década de los 70’s vio nacer nuevas formas de acción colectiva,
en algunos aspectos radicalmente distintos a los movimientos sociales que poblaban el escenario social previo a
esa fecha.
11
Ronald Inglehart. “Valores, ideología y movilización cognitiva en los nuevos movimientos sociales”, en
Russell J. Dalton y Manfred Küechler, Los nuevos movimientos sociales. (Valencia: Edicions Alfons El
Magnanim, 1992) pp. 71-99.
12
Claus, Offe. Partidos Políticos y Nuevos Movimientos Sociales. (Madrid: Editorial Sistema, 1988) pp. 180.
13
Hank Johnston, Enrique Laraña y Joseph Gusfield. Identidades, ideologías y vida cotidiana en los nuevos
movimientos sociales. pp. 6 y sig.
14
Enrique Laraña. La construcción de los movimientos sociales. (Madrid: Alianza Editorial, 1999) pp.136.
5

correspondió a un cierto pensamiento historicista y que hoy en cambio debemos substituirlo


por nociones que analicen las situaciones atendiendo actores y relaciones sociales (...), de
forma tal que el concepto de movimiento social debe reemplazar al de clase social” 15; y por
último, 7) su énfasis en las denominada “micropolítica”, que hace referencia a dos aspectos: la
utilización de estrategias políticas más basadas en pequeñas acciones, como la conformación
de grupos de autorreflexión o la incidencia política (o cabildeo) hacia el Estado.

Otro enfoque que ha tenido mucha aceptación en Europa es el de las oportunidades


políticas, que parte de la premisa de que lo que permitió el surgimiento de estas nuevas formas
de acción colectiva fue el proceso de democratización que se gestó después de la Segunda
Guerra Mundial en la mayor parte de los países del viejo continente. Según este enfoque, la
apertura del sistema político permitió un cambio en las estrategias de acción de los
movimientos sociales, que ya no buscaban la “toma del poder” o la transformación radical de
los sistemas sociales, sino la inclusión de los grupos históricamente excluidos de los
beneficios que generó la época de la posguerra. Basándose en esta afirmación, agregan que las
manifestaciones multitudinarias, como la principal estrategia de acción de los movimientos
sociales, fueron substituidas por el “cabildeo” o a las “acciones de incidencia política”; debido
sobre todo a la ampliación de las posibilidades efectivas de incidir por estos medios en las
decisiones público-estatales. Es en este punto donde este enfoque se entrelaza con los análisis
basados en la ciudadanía, ya que suponen que las “aperturas democráticas” que se dieron en
ese momento permitieron la ampliación de la ciudadanía política, o que fueran efectivas las
reglas de participación ciudadana.

En el caso de Estados Unidos, la inexistencia de una izquierda fuerte, la casi completa


desaparición de las formas corporativas de acción colectiva que hasta entonces habían
predominado y una tradición filosófica anclada en las raíces del individualismo liberal,
provocaron respuestas radicalmente distintas a las europeas. Uno de los primeros intentos para
explicar los nuevos movimientos sociales que surgieron en la década de los sesentas se realizó
desde las denominadas teorías de la “elección racional”. Estas parten del supuesto de que la
maximización de la utilidad y la evaluación racional de los costes y beneficios efectuadas por
15
Touraine, Alain. Crítica de la Modernidad. (México: Fondo de Cultura Económica, 2000) pp. 240.
6

los individuos son los móviles que impulsan a las personas a organizarse16.

De este enfoque se desarrolla uno de los más ampliamente aceptados en la teoría social
estadounidense: el de la movilización de recursos. Algunas de las premisas más importantes de
este enfoque son: 1) lo que determina los límites y alcances de la acción colectiva no son los
valores, los idearios o el proyecto utópico de las personas que integran estos grupos o
movimientos sociales, sino la valoración efectiva que hagan de los recursos disponibles, que
pueden ser financieros, administrativos, logísticos, etc.; 2) supone que la insatisfacción
política y la conflictividad social son inherentes a toda sociedad, y que por lo tanto, la
construcción de los movimientos sociales depende no de la existencia de intereses por cambiar
estos hechos sino de la creación de organizaciones para movilizar este potencial; 3) enfatiza el
estudio de las organizaciones que conforman los movimientos sociales y no las causas que
provocan o motivan la acción colectiva 17. Aunque también el enfoque de las oportunidades
políticas es cada vez más aceptado en la tradición sociológica anglosajona, es el enfoque de la
movilización de recursos el que continúa teniendo más aceptación.

Las críticas que se hacen a estos enfoques son de una naturaleza distinta. A los de los
nuevos movimientos sociales se les cuestiona su excesivo énfasis en los elementos más
“micro” de la acción social, y que cataloguen las luchas de los nuevos movimientos sociales
como “posmaterialistas”, cuando en muchos casos sus propuestas pueden ser consideradas
como críticas radicales a las consecuencias perversas del capitalismo, sean estas económicas o
culturales. Al de las oportunidades políticas, se le cuestiona la supravaloración que hace de los
mecanismos democráticos de participación política. Y al de la movilización de recursos, se le
critíca que no toma en cuenta el papel de los idearios y utopías en la construcción de los
movimientos sociales. También, a todos ellos se les cuestiona que no permiten analizar
algunos de los denominados “novísimos” movimientos sociales, como el movimiento anti-
globalización; y que no son útiles para estudiar las alianzas que se dan entre los nuevos y los
16
Alain de Remes. “Elección racional, cultura y estructura: tres enfoques para el análisis político”. Revista
Mexicana de Sociología, Número 1, Vol. 63. Enero-marzo de 2001. (México: UNAM, Instituto de
Investigaciones Sociales) pp.42-43.
17
Russell J. Dalton y Manfred Küechler y Wilhelm Bürklin. “El reto de los nuevos movimientos sociales”, en
Russell J. Dalton y Manfred Küechler. Los nuevos movimientos sociales. (Valencia: Edicions Alfons El
Magnanim, 1992) pp. 27.
7

viejos movimientos sociales.

Como se va a poder observar en el aparatado siguiente, en el caso de América Latina


esta discusión ha seguido un trayecto distinto. Esto se debe sobre todo a los contextos socio-
históricos específicos en los cuales han surgido y se han desarrollado los movimientos sociales
en esta región.

1.2. El estudio de los movimientos sociales en Latinoamérica

En América Latina, el auge y fuerza de los “viejos” movimientos sociales, la aparición


tardía de los “nuevos” y la predominancia del estructuralismo provocaron que el estudio de los
movimientos sociales siguiera un camino distinto al de Europa y Estados Unidos. Para el caso,
hasta la década de los ochentas el marxismo fue el paradigma dominante en el análisis de la
acción social, momento en el que se empieza a extender el uso de los enfoques de los nuevos
movimientos sociales, las teorías de la participación ciudadana (una variante de la las
oportunidades políticas) y el enfoque de la movilización de recursos.

Algunas personas que estudian el tema afirman que uno de los problemas que surgen
en la utilización de estos enfoques ha sido la poca reflexión sobre su viabilidad para el análisis
de los movimientos sociales en Latinoamérica, en especial, en el caso de los enfoques de los
nuevos movimientos sociales. Por ejemplo, Daniel Camacho señala que la utilización de estos
enfoques ha provocado “un trasplante artificial y una copia acrítica de los enfoques teóricos y
de los temas de los países centrales”18. De igual forma, Sergio Zermeño señala que “la idea de
los nuevos movimientos sociales, tal y como nos llega de las sociedades desarrolladas, tiene
poco que ver con la imagen de ruptura, de cambio drástico que asumen estos movimientos en
América Latina”19. En este mismo sentido se pronuncia Grüner, cuando afirma que “hay una
tendencia en el pensamiento posmoderno de la acentuación —perfectamente legítima— de
aquellas identidades particulares a costa —lo que ya no es tan legítimo— de la casi total

18
Daniel Camacho. “Los movimientos sociales en la sociología latinoamericana reciente”; en Sistemas Políticos.
Poder y sociedad. Nueva Sociedad N° 117, mayo-junio 1992. Caracas. pp. 150.
19
Sergio Zermeño. La sociedad derrotada. (México: Siglo XXI, 1996) pp. 222.
8

expulsión de la categoría “lucha de clases” fuera del escenario histórico y sociocultural... Por
detrás de ese cuestionamiento a la “lógica de clase” está el éxito que en los últimos años han
conocido las reflexiones mas o menos foucoltianas sobre “la microfísica del poder”, así como
la promoción teórica y política de los llamados “movimientos sociales”, articulados según
otros intereses y demandas...”20.

Estas posiciones se ubican en el centro de un debate más amplio: si el estudio de los


movimientos sociales se debe realizar desde perspectivas que tomen en cuenta los factores
estructurales o de contexto (económico, político y cultural) y en su caso, cuáles de ellos deben
ser incluidos; o si debe privilegiar el análisis de los factores más micro (como la identidad
colectiva). En la actualidad, parece haber consenso en la región en cuanto a la necesidad de
que el análisis de los movimientos sociales se realice desde perspectivas que incluyan tanto
elementos de la estructura social como elementos provenientes de la subjetividad de los
actores sociales21. Sin embargo, continúan existiendo discrepancias en cuanto a que elementos
de la estructura social deben ser tomados en cuenta, y en especial, si debe ser incluido en este
análisis lo relacionado con las estructuras de clase.

Con respecto a este tema, hay dos posturas claramente diferenciadas. Una postura
rechaza el análisis de clase por su imposibilidad de verificación empírica. Así lo expresa
Francisco Calderón, cuando afirma que “la clase social es un concepto que sirve para describir
la estructura social en términos analíticos, pero que difícilmente puede ser observado como tal
en la realidad empírica que nos toca analizar” 22. En contraposición, otras personas objetan el
origen de esta exclusión y consideran imprescindible incluir el análisis de clase en los
movimientos sociales, como Guido Béjar, que señala que “el tema de los nuevos actores y de
las nuevas identidades es utilizado en diversos discursos como justificación del abandono o
relegamiento del estudio de las clases (...) resultado de la “realización” del discurso
20
Eduardo Grüner. “Una introducción alegórica a Jamenson y Zizek”, en Eduardo Grüner, Frederic Jamenson y
Slavok Zizek, en Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. (México: Editorial Paidós, 1998)
pp 34-35.
21
Jaime Osorio. Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento. (México: Fondo de
Cultura Económica, 2001) pp 77 y sig;
22
Francisco Calderón. “Los movimientos sociales frente a la crisis”, en Teotonio Dos Santos y otros, Los
movimientos sociales ante la crisis. (Buenos Aires: Universidad de las Naciones Unidas, CLACSO e
IISUNAM, 1986) pp.333-335.
9

democrático-liberal, que se ha preocupado de disolver el rol y la significación política de las


clases como referente de acción y conciencia social” 23. Aunque estas opiniones se refieren
exclusivamente al análisis de clase, se puede decir que la discusión transciende la misma, ya
que cuestiona directamente las premisas teóricas más amplias de las que parten los enfoques
centrados en el estudio de las identidades, o las que privilegian el análisis micro en la acción
social.

Otro de los puntos de conflicto está relacionado con las características de los procesos
democráticos en los cuales emergieron muchos de los nuevos movimientos sociales y las
consecuencias de esto en sus dinámicas y estratégicas. Para el caso, se afirma que en América
Latina el carácter excluyente y empobrecedor de las nuevas democracias y la revitalización
que se dio a partir de la décadas de los setentas de los aportes de Gramsci sobre la sociedad
civil y el Estado, provocaron que las reflexiones se realizaran desde perspectivas diferentes a
las utilizadas en Europa o Estados Unidos. Por ejemplo, Willem Assies señala que “en
América Latina la sociedad civil —espacio por antonomasia de los movimientos sociales— se
concibió como un campo de conflicto en el que se negocia el contenido de los derechos
humanos y ciudadanos, y no como una arena neutral en la que todos los actores están ubicados
en un plano de igualdad”24.

A modo de conclusión de este apartado, puedo decir que en América Latina el debate
sobre la necesidad de incluir en el análisis de los movimientos sociales los factores macro,
estructurales o de contexto y los factores subjetivos o de la identidad, continúa vigente. Desde
mi perspectiva, lo valioso de esta discusión es permite seguir cuestionado el valor explicativo
de enfoques teóricos producidos desde contextos ajenos a este continente. Además, permite
que la teoría sea en sí misma un instrumento crítico para analizar los alcances de la acción
social de los movimientos sociales latinoamericanos, al servir de referente para la
interpretación de realidades concretas. Para el caso, como voy a demostrar tanto en mi
propuesta teórica como en el análisis de los datos empíricos, considero que es imprescindible

23
Guido Béjar. “El juicio al sujeto”, en Guido Béjar y otros, El Juicio al Sujeto. Un análisis global de los
movimientos sociales. (México: FLACSO, 1990) pp. 102 y 145.
24
Willem Assies. “Apuntes sobre la ciudadanía, la sociedad civil y los movimientos sociales”, en Ciudadanía,
Cultura Política y reforma del Estado en América Latina. pp. 158.
10

analizar las dinámicas de los movimientos sociales desde perspectivas que combinen tanto
elementos macro como micro de la acción social. Esto es especialmente relevante en el caso
específico de mi objeto de estudio, ya que en el analizo cuál fue el efecto de los cambios del
contexto —en este caso, la crisis provocada por el Huracán Mitch— en las estructuras
organizativas, ejes de trabajo, estrategias e identidad colectiva del movimiento feminista en el
país.

Ahora bien, y con relación a mi objeto de estudio: ¿Cómo se ha abordado el análisis de


los movimientos de mujeres y feministas? ¿Cuáles han sido los enfoques teóricos que han
prevalecido? ¿Cuáles de los argumentos esbozados en los apartados precedentes son
aplicables? En las siguientes páginas voy a hacer un breve recorrido por el desarrollo y
características de la reflexión que desde el feminismo se ha efectuado sobre los movimientos
sociales, para finalmente concluir con una propuesta de análisis que trate de combinar lo
expuesto en la segunda y tercera parte de este capítulo.

2. Teoría feminista y movimientos de mujeres

El estudio de los movimientos de mujeres en América Latina ha seguido un camino


similar al desarrollado para el análisis del resto de los movimientos sociales, con dos grandes
diferencias: 1) la utilización de premisas y elementos teórico-conceptuales de la teoría
feminista25; y, 2) comparado con los estudios sobre los demás movimientos sociales, la
aparición relativamente tardía de estos trabajos. Si bien es cierto hasta antes de finales de la

25
Según Keohane Nannerly, por teoría feminista puede entenderse “la teoría que replantea las explicaciones,
reconceptualiza conceptos históricos, económicos, religiosos, biológicos, artísticos y antropológicos”; a lo que
yo agregaría además que tiene como objetivo fundamental el estudio y cuestionamiento de las formas como se
construye la opresión de las mujeres en las sociedades. También considero útil agregar la definición de Carme
Castells, que combinando la dimensión del feminismo como teoría y como movimiento social, lo define como
“un pensamiento y una práctica múltiple en el que se abarcan diversas elaboraciones intelectuales y variadas
propuestas de intervención... por lo que se puede decir que en el feminismo se mezclan dimensiones diferentes:
teórico-analítico, práctica, normativa prescriptiva, política, etc., que producen pensamiento y práctica”. Para
más detalles sobre las definiciones citadas ver Keohane Nannerly (1982, p.VII) citada por Sara Sharratt,
Feminismo y ciencia: una relación problemática, Cuadernos de Ciencias Sociales, Facultad Latinoamericana
de Ciencias sociales (Costa Rica: FLACSO. 1993) pp. 15; y Carme Castells, Perspectivas feministas en teoría
política (Barcelona: Ediciones Paidós, 1996) pp.10.
11

década de los ochentas —momento en el que emergen con fuerza los movimientos feministas
en su versión contemporánea— ya se habían realizado algunos estudios sobre la participación
política de las mujeres en los movimientos populares, es hasta bien entrada la década de los
noventas cuando se empiezan a realizar de forma sistemática reflexiones sobre la participación
política de las mujeres en los movimientos sociales.

Esto se debe a dos hechos: es hasta cuando el feminismo cobra fuerza en la región
cuando se empieza a construir un relato histórico más completo sobre los movimientos de
mujeres, lo que sucede hasta principios de la década de los noventas; y a que los movimientos
de mujeres (en especial, el movimiento feminista) para surgir y consolidarse tuvieron primero
que asegurarse su razón de ser. Tuvieron que justificar por qué tenían derecho a sus propios
espacios, ante la mirada propia y de los demás (masculina). Por estas razones, y a pesar de la
larga historia de partición de las mujeres en los movimientos sociales, el estudio de los
movimientos de mujeres se fue postergando hasta que el feminismo se consolidó como
ideología y como práctica política. Antes de este momento, la reflexión sobre la participación
de las mujeres en los movimientos sociales ocupó un lugar secundario.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que mucho antes de la aparición de estudios
sobre los movimientos de mujeres, ya se habían realizado algunos trabajos sobre la situación y
condición de las mujeres y sobre su participación en los movimientos sociales. Gran parte de
los “Estudios de la Mujer” —como se les llamó a estos trabajos pioneros —buscaban analizar
las especificidades de la subordinación de las mujeres en el contexto latinoamericano.

Estos estudios se llevaron a cabo desde perspectivas más “micro”, como las historias
de vida, a través de las cuales se buscaba desentrañar las relaciones socio-culturales que dan
lugar a la subordinación de las mujeres; o desde perspectivas más “macro”, dentro del que se
inscriben los análisis sobre la feminización de la pobreza, la participación de las mujeres en
los programas de desarrollo, los estudios sobre mujer y trabajo, etc. Se puede decir que, en
este primer momento, los trabajos feministas giraban en torno a la necesidad de conocer los
factores culturales, históricos, sociopolíticos y económicos que habían incidido en su situación
subordinada.
12

En este primer momento, la reflexión sobre las dinámicas de los movimientos de


mujeres ocupó un lugar secundario. En los pocos estudios que se realizaron en esta época se
podían observar dos tendencias claramente definidas: los que versaban sobre la historia de los
movimientos sufragistas, y los que analizaban la participación de las mujeres en los
movimientos campesinos, obreros, urbanos, etc.26. Una de las características de estos estudios
es que muchos se realizaron desde el marxismo, por lo que existía la tendencia a evaluar los
resultados de estas luchas en la medida en que resultaran funcionales para la construcción de
proyectos socialistas.

Un segundo período en el análisis de los movimientos de mujeres se dio a partir de la


década de los noventas, y coincide con el auge de los movimientos feministas en la región. Ya
en este momento, se hacen evidentes las diferencias entre los movimientos de mujeres y los
movimientos feministas, y se empieza a sentir la necesidad de reflexionar sobre los factores
que limitan la construcción de un sujeto colectivo unificado que agrupe las distintas
expresiones de los movimientos de mujeres. Por otro lado, se hace también evidente que una
de las estrategias para medir con sentido crítico los avances y retrocesos del movimiento
feminista es conocer su historia.

Una de las características de las reflexiones de este momento es que gran parte de ellas
se realizan bajo las premisas de los enfoques teóricos que dominaban el ambiente académico
en ese momento: las teorías de los nuevos movimientos sociales o “teorías de la identidad”,
descritas en el apartado anterior. Esto se debió sobre todo a tres hechos: 1) la centralidad que
ha tenido en el desarrollo de una epistemología feminista la deconstrucción de conceptos
identitarios asociados a la supremacía del yo masculino27; 2) el inicio de los análisis sobre los
movimientos de mujeres coincide con el auge que estaban teniendo estos enfoques en el
26
Para más datos sobre los estudios realizados en este primer momento ver Teresita De Barbieri y Orlandina De
Oliveira, “La presencia política de las mujeres: Nuevos sujetos sociales y nuevas formas de hacer política”, en
Teresita De Barbieri, Orlandina De Oliveira, Celia Amorós Puente y Judith Astelarra. Presencia política de las
mujeres, Cuadernos de Ciencias Sociales N° 40 (Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO), 1991) pp. 12
27
Para más datos sobre este tema ver Sara Sharrat. “Feminismo y ciencia: una relación problemática”, en
Cuadernos de Ciencias Sociales N° 65. (Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO), 1993)
13

análisis de otros movimientos sociales; y, 3) la importancia del estudio de la identidad en la


construcción de categorías centrales del feminismo como lo son el género o los sistemas sexo-
género.

Con respecto a este último punto, en un sentido amplio, el género y los sistemas sexo-
género son “los conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales
que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anátomo-fisiológica entre los
hombres y las mujeres...”28. Ahora bien, y más relacionado con los procesos colectivos de
construcción de identidades, hay algunas definiciones de identidad de género que enfatizan la
importancia de la toma de conciencia de los sujetos (en este caso, las mujeres) de su
subordinación en la estructuras sociales29. Es por esta razón que, tanto desde la teoría como
desde la práctica feminista, el estudio y la creación de mecanismos efectivos para que las
mujeres adquieran una “conciencia” o “identidad” de género que les permita subvertir las
condiciones que propician su subordinación, ha sido una tarea central para el feminismo.

Este énfasis en los aspectos más “micro” de la acción colectiva ha permitido mucha
afinidad entre la propuesta feminista y los conceptos de identidad colectiva de los enfoques de
los nuevos movimientos sociales. Por ejemplo, para Ana Aguilar “el concepto de identidad
colectiva es fundamental para la comprensión de un movimiento social, por cuanto explica por
qué los individuos deciden unirse a un movimiento” 30. Y agrega que “si bien la identidad
colectiva depende de los factores de la oportunidad política y de las redes organizacionales,
puede de manera independiente promover la generación de un movimiento social a través del
reclutamiento de los miembros”31. En el mismo sentido, para Virginia Vargas “la mayoría de
los trabajos sobre los movimientos de mujeres en los últimos años se ubican en el contexto de
lo que se ha denominado como “nuevos movimientos sociales”, ya que son eficaces para
analizar movimientos como el feminista que están manifestando la presencia y las
28
Teresita de Barbieri. Sobre la categoría género. Una introducción teórico-metodológica. Ediciones de las
Mujeres N° 17 (Santiago de Chile: Isis Internacional, 1992) pp. 114.
29
Marta Lamas. “Usos y posibilidades de la categoría de género” en Ivonne Sui Bermúdez, Wim Dierckxens y
Laura Guzmán (comp.) Antología Latinoamericana y del Caribe. Mujer y género. Período 80-90, Tomo II.
(Managua: Editorial Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA), 1999) pp. 35.
30
Ana Aguilar. “Movimientos sociales y feminismo”; en Ana Aguilar y otras, Movimiento de Mujeres en
Centroamérica. (Managua: Programa Regional La Corriente, 1997) pp. 27.
31
Idem. anterior.
14

reivindicaciones de amplios sectores y categorías sociales tradicionalmente excluidas del


discurso y de la acción política institucional”32.

Aunque en efecto estos enfoques pueden resultar sumamente útiles para el análisis de
los procesos de construcción de identidades colectivas en los movimientos de mujeres,
algunos de los problemas que presentan es que limitan el análisis de la acción social a sus
elementos más micro o subjetivos, y que tienden a dicotomizar las identidades (“culturales” o
de “clase”; “nuevas” o “viejas” identidades; representan valores “materialistas” o más “post”,
etc.). Por esta razón, a pesar de que la mayor parte de las definiciones de género elaboradas
desde América Latina reiteran que el género es una categoría que toma en cuenta diferencias
étnicas, de clase, históricas, etc.33; desde mi perspectiva, la tendencia ha sido más bien la de
fragmentar estas dimensiones del ser social, dando prioridad a unas sobre otras, lo que es
acorde con las teorías desde las cuales se analizan. En el caso específico de los movimientos
de mujeres, esta tendencia ha provocado que el análisis los movimientos de mujeres y la
distinción de las vertientes que lo conforman se haya efectuado a partir de la separación
analítica (y también práctica) entre la identidad de género y otros tipos de identidades, como la
de clase.

Uno de los ejemplos más claros de la separación entre estas dos categorías es la forma
como se han descrito las características de los movimientos de mujeres frente a los feministas.
En este sentido, hay dos grandes formas de analizar las diferencias entre ambos movimientos:
a partir de la prevalencia en sus luchas de las denominadas “necesidades prácticas o
estratégicas de género”; y desde la centralidad del género frente a la clase. Voy a exponer
brevemente cada una de estas propuestas y algunas de las principales críticas que se les han
hecho.

32
Virgina Vargas. “Movimiento de mujeres en América Latina: un reto para el análisis y la acción”; en Ivonne
Sui Bermúdez, Wim Dierckxens y Laura Guzmán (comp.) Antología Latinoamericana y del Caribe. Mujer y
género. Período 80-90, Tomo II. (Managua: Editorial Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA),
1999) pp. 473.
33
Lola Luna y Mercedes Villalonga. “A propósito del género”, en Lola Luna y Mercedes Villalonga (comp.)
Desde las orillas de la política. Genero y poder en América Latina (Barcelona: Universitat de Barcelona,
Seminario Interdisciplinar Mujeres y Sociedad (SIMS), 1996) pp. 25.
15

La primera forma de diferenciar ambos movimientos se basa en la propuesta de


Maxine Molineaux sobre la diferenciación entre las necesidades prácticas o estratégicas de
género. Para esta autora, las primeras son “las que hacen referencia a «necesidades inmediatas
como vivienda, salud, trabajo productivo; y las estratégicas, las que se formulan a partir del
análisis de la subordinación de las mujeres con relación a los hombres, y que incluyen temas
como la abolición de la división sexual del trabajo, la igualdad política, la adopción de
medidas contra la violencia masculina, entre otros”34. En base en esta diferenciación, Ana
Aguilar afirma que el movimiento amplio de mujeres se caracteriza “por dirigir sus
reivindicaciones hacia la satisfacción de las necesidades prácticas...; y en contraposición, los
movimientos feministas son los que buscan la satisfacción de necesidades estratégicas o la
subversión de la subordinación genérica”35.

Uno de los mejores argumentos que objetan esta interpretación se refiere a la dificultad
de precisar los límites y el contenido de las acciones de ambos movimientos. Por ejemplo,
Amy Conger señala, refiriéndose a las reivindicaciones de los movimientos de mujeres
configurados alrededor de demandas socioeconómicas, que “el desarrollo de proyectos
productivos por parte de las organizaciones de mujeres no solamente debe ser visto como la
búsqueda de mejorías en las condiciones de vida, ya que la construcción de una identidad
colectiva basada en el género sugiere que las necesidades básicas no están solamente ligadas a
la sobrevivencia sino a la construcción de identidades y relaciones de poder”36.
Con respecto a las identidades de clase y de género, un ejemplo clásico de la distinción
que se hace entre los movimientos de mujeres y los feministas es la explicación que da Sofía
Montenegro sobre el surgimiento de ambos. Para esta autora, “el movimiento feminista surge
cuando el género toma posición frente a la de clase; o sea, cuando se da la movilización de
mujeres en razón de necesidades comunes y específicas derivadas de su condición de mujer,
34
Maxine Molineaux. “Movilisation withouth Emancipation: Women´s interest, State and Revolution in
Nicaragua”. 1985, Feminist Studies. Citada por Kate Young. “Enfrentar las necesidades de las mujeres”, en
Virgina Guzmán, Patricia Portocarrero y Virginia Vargas (comp.) Una nueva lectura: Género en el desarrollo.
(Santo Domingo: CIPAF, 1992) pp. 23-28
35
Ana Aguilar y otras. Movimiento de Mujeres en Centroamérica. (Managua: Programa Regional La Corriente.
1997) pp. 13.
36
Conger A. “Power, Gender and Development: Popular Womens´Organizations and the politics of Needs in
Ecuator”, en Escobar y Alvarez (edits.) “The making of Social Movements in Latin América”, pp.147-148.;
citado por Rina Villars: Para la casa más que para el mundo: Sufragismo y Feminismo en la Historia de
Honduras. (Honduras: Editorial Guaymuras, 2001) pp. 513.
16

independientemente del sector o clase social a la que pertenecían”37.

Desde mi perspectiva, este tipo de afirmaciones han encontrado eco en las reflexiones
feministas porque el feminismo, al surgir de las entrañas mismas de los movimientos
populares basados en la clase social, necesitó producir un tipo de conocimiento teórico que, de
alguna forma, refrendara la “escisión vital” que acompañó el proceso de separación de las
feministas de los movimientos populares38. Este hecho provocó que la explicación tanto del
surgimiento del feminismo como de sus diferencias con el movimiento de mujeres se haya
efectuado desde una perspectiva que superpone una identidad de género por encima de una
identidad de clase.

Aunque esta explicación es acertada en la medida en que el machismo y la cultura


patriarcal imperante en los movimientos de izquierda impidió que dentro de estos
movimientos las mujeres pudieran luchar y hacer valer sus derechos, considero que hay otros
elementos del contexto que obligan a no centrarse en este tipo de hipótesis para explicar el
surgimiento y desarrollo de los movimientos de mujeres. Por ejemplo, la emergencia de los
movimientos feministas en América Latina no puede entenderse al margen de los cambios en
la esfera política provocados por las transiciones democráticas, ni tampoco fuera del papel que
jugó el feminismo internacional en este hecho.

Sobre la base de los argumentos y contra-argumentos presentados: ¿Cómo debe


entonces abordarse el estudio de los movimientos de mujeres? Desde mi perspectiva, hay tres
elementos que deben tenerse en cuenta al momento de estructurar un marco teórico para estos
fines:

Primero: los movimientos de mujeres y feministas difícilmente pueden ser


considerados como “nuevos” movimientos sociales, por dos motivos. Uno de ellos es que, en
37
Sofia Montenegro. “Característica del movimiento de mujeres en Centroamérica”; en Ivonne Sui Bermúdez,
Wim Dierckxens y Laura Guzmán (comp.) Antología Latinoamericana y del Caribe. Mujer y género. Período
80-90, Tomo II. (Managua: Editorial Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA), 1999) pp 545.
38
Para más referencias sobre este tema, ver Maria Teresa Blandón (coord.) Encuentro Centroamericano de
Mujeres. Historia de género. Una nueva mujer, un nuevo poder. (Managua: Centro Editorial de la Mujer, 1993)
pp. 95.
17

sentido estricto, los movimientos de mujeres no son “nuevos”, ya que existe una larga
tradición organizativa de las mujeres, tanto en espacios más tradicionales (como los viejos
movimientos sociales) o en espacios propios, como es el caso de los movimientos sufragistas
que surgen desde mediados del siglo XIX. Es por este motivo que Judith Astelarra señala que
“el movimiento femenino no puede considerarse como un nuevo movimiento social, ya que
esto obedecería a una concepción ilustrada de la historia lineal (...) El movimiento de mujeres
tiene antecedentes remotos”39.

Segundo: especialmente en América Latina, las demandas de los movimientos de


mujeres y feministas difícilmente pueden entrar en la categoría de “posmaterialistas”(premisa
teórica central de las teorías de los nuevos movimientos sociales). Desde diferentes
planteamientos, la mayor parte de ellos estructura sus luchas desde una combinación de
demandas que buscan cambios en las estructuras económicas y reivindicaciones cuyo objetivo
principal son producir cambios en las relaciones culturales que producen y legitiman la
posición subordinada de las mujeres en de los sistemas sociales. Por esta razón, aunque
considero necesario seguir ahondando en la discusión sobre las diferencias entre los
movimientos de mujeres y los feministas basadas en el género y en la clase, pienso que debe
hacerse desde una postura que realmente ubique ambas dimensiones en un mismo nivel
analítico. Por ejemplo, y desde un punto de vista muy personal, considero que el diferenciar
ambos movimientos a partir de la dicotomía género-clase contribuye a consolidar las
preconcepciones que se tienen sobre ambos movimientos, e impide que sus diferencias y sus
retos se aborden desde otras perspectivas.

Tercero: teniendo en cuenta estos argumentos, considero que es imprescindible


analizar las dinámicas de los movimientos sociales desde perspectivas que tomen en cuenta
tanto los factores macro como los micro que inciden en la acción social. Utilizar este tipo de
enfoques puede resultar sumamente útil para comprender cómo el contexto moldea las
acciones, las estrategias y la identidad colectiva de los movimientos de mujeres. Al mismo
tiempo, permite entender y analizar cómo los procesos subjetivos, relacionados con la
39
Judith Astelarra, “Las mujeres en América Latina: una aproximación necesaria”, en Regina Rodríguez (edit.),
Las mujeres en América Latina: Una aproximación necesaria. (Madrid: Fundación CIPIE/ Departamento de
Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1990) pp. 15.
18

transformación del mundo de lo privado y con los procesos identitarios, son también parte de
la resignificación del contexto y de la definición de sus mecanismos de lucha.

Tal vez por la dificultad de dar respuestas a todas estas interrogantes planteadas es que,
en la actualidad, se observa la tendencia de abandonar estas viejas dudas desde nuevos
planteamientos. Uno de los ejemplos más claros de este hecho es la importancia que han ido
tomando en los últimos años, desde Beijing, los análisis basados en la ciudadanía. A partir de
este momento, la reflexión sobre las diferencias entre los movimientos de mujeres y los
feministas basadas en la pertenencia a una clase social o en la jerarquización de las
necesidades estratégicas o prácticas, se dirige hacia la formulación de estrategias para lograr
hacer efectivos los derechos consignados en la mayor parte de las legislaciones.

El debate se traslada de la necesidad de diferenciar claramente las identidades y las


luchas en ambos movimientos a la preocupación por construir una ciudadanía que tome en
cuenta las diferentes expresiones de los movimientos de mujeres, o una ciudadanía
“diferenciada”40. Pareciera ser que las viejas discusiones están dando paso a reflexiones que,
en lugar de centrarse en las diferencias entre ambos movimientos, parten de la necesidad de
empezar a imaginar que éstas son cada vez menores y que avanzamos lentamente hacia una
nueva etapa en la que domina la cohesión y no la ruptura. Quizás esto se deba a que las
mujeres somos cada vez más conscientes de que en la unión está la fuerza y que sólo de esta
manera podremos lograr cambios radicales en la sociedad.

Se está llegado a la conclusión de que es necesario buscar un punto en común, una


universalidad que respete las diferencias. Sin embargo, y como señala Montserrat Sagot, “este
proceso no ha sido fácil, y en algunos momentos ha supuesto la generación de conflictos de
poder al interior del movimiento, los cuales han resultado muchas veces en una lógica y una
práctica excluyentes en relación a ciertos grupos de mujeres, a otros movimientos sociales, al
40
Resumiendo, el concepto de ciudadanía diferenciada para esta autora hace referencia a “la necesidad de
desarrollar una teoría democrática participativa, basándonos no en la asunción de una humanidad
indiferenciada, sino en la asunción de que existen diferencias grupales y que algunos grupos están, potencial o
realmente, oprimidos o en situación de desventaja”. Para más detalles ver Iris Young, “Vida política y
diferencia de grupo; una crítica del ideal de ciudadanía universal”, en Carme Castells (comp.) Perspectivas
feministas en teoría política. (Barcelona: Editorial Paidós Ibérica, 1996) pp. 111.
19

Estado y a los partidos políticos”41. Desde mi perspectiva, en la actualidad las diferencias entre
ambos movimientos se deben más a problemas de poder que a las diferencias en sus ideales,
luchas o proyectos emancipatorios. Esto no significa negar que las diferencias existan. Las hay
y son parte de las múltiples formas como las mujeres experimentamos la opresión,
dependiendo de nuestro lugar en el mundo. Significa que es posible superarlas si empezamos a
hablar y a considerar a la otra como mi igual aunque tengamos ideas diferentes de lo que es el
feminismo y de la forma como podemos llegar a construirlo.

Considero que estas últimas reflexiones constituyen un avance significativo en la


comprensión de las dinámicas de los movimientos de mujeres en Latinoamérica. Sin embargo,
creo que es necesario continuar reflexionando sobre el contenido y valor explicativo de los
enfoques que utilizamos para la comprensión de nuestra historia, a fin de poder ir
construyendo un conocimiento específico desde el feminismo sobre los movimientos sociales
y de mujeres.

3. Propuesta de análisis

De conformidad con lo expuesto en las páginas precedentes, un primer elemento que es


necesario tener en cuenta en este trabajo es que aborda las dinámicas de los movimientos
sociales en épocas de crisis. Esto necesariamente obliga a utilizar una perspectiva que tome en
cuenta la influencia del contexto en la acción social y en las estrategias de los movimientos
sociales. Sin embargo, y como expongo a lo largo de las páginas anteriores, considero
necesario analizar estos procesos desde enfoques que permitan entrar en el mundo de lo
subjetivo, de las vivencias personales de quienes fueron protagonistas de estos procesos.

Para estos efectos, voy a estructurar mi marco teórico a partir de propuestas que
integren elementos de las teorías de la oportunidad política, de la movilización de recursos, y
de los enfoques de los nuevos movimientos sociales. Como mencionaba con anterioridad,
como los análisis sobre los movimientos sociales latinoamericanos, más que preocuparse por

41
Monserrat Sagot. “Introducción. De la exclusión a la participación política de las mujeres”, en Linda Berrot
(comp.) Las mujeres y el poder. (Costa Rica: Editorial Mujeres, 1997) p. 14.
20

la construcción de una teoría sobre la acción social han utilizado los recursos analíticos de
teorías producidas en Europa y Norteamérica, me veo obligada a construir mi marco teórico
sobre la base de los autores que produjeron estas teorías en el primer mundo, pero completadas
con la riqueza de las reflexiones sobre este tema en América Latina.

La utilización conjunta de diversos enfoques enmarca mi propuesta dentro de lo que se


ha denominado como “pluralismo teórico” en el estudio de los movimientos sociales 42, que
parte de la necesidad de combinar diversos enfoques metodológicos para lograr aprehender las
dinámicas de los movimientos sociales en toda su complejidad. Las ventajas de la utilización
de esta metodología para el análisis de los movimientos sociales se derivan básicamente de la
posibilidad de salvar las limitaciones o sesgos analíticos que provoca la utilización
individualizada de uno solo de estos enfoques.

Con respecto a la teoría feminista, desde mi perspectiva y sin negar el valor de sus
reflexiones en el estudio de los movimientos de mujeres, éstas se han preocupado más por
develar y resolver algunos temas urgentes en el futuro del movimiento que por generar un
conocimiento específico desde el feminismo sobre los movimientos sociales y de mujeres. Por
esta razón, aunque utilizo como marco de referencia muchas de las categorías y conceptos
elaborados desde la teoría feminista, me veo obligada a completarlas con otras provenientes de
los enfoques mencionados.

Teniendo en cuenta estos puntos, en este trabajo voy a utilizar los siguientes enfoques:

3.1. Para el nivel macro: la propuesta de Dieter Rucht, que incopora elementos de las
teorías de las oportunidades políticas y de la movilización de recursos; y que
permite analizar de forma conjunta el contexto político, la estructura organizativa
y las estrategias de los movimientos sociales.
3.2. Para el nivel intermedio: las teorías de los “framing proceses” (o procesos de
alineamiento o de creación de marcos), que se sitúan en un nivel intermedio entre
42
Juan Manuel Ramírez Sainz. “Pluralismo teórico y metodologías combinadas para el análisis de la acción
colectiva”, en Durand Arp-Niesen, Jorge (comp.) Movimientos sociales. Desafíos teóricos y metodológicos.
(México: Universidad de Guadalajara, 1999) pp. 60-61.
21

teorías macro y teorías más micro. Esta parte se va a desarrollar con los aportes
de Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N. Zald.
3.3. Para el nivel más micro, la propuesta de Melucci relacionada con la construcción
de la identidad colectiva en los movimientos sociales.

En forma de gráfico, puedo establecer la relación de estas variables de la siguiente


manera:

Nivel macro Factores estructurales o del contexto


económico, político y cultural

Procesos de alineamiento de marco y


Nivel intermedio definición de estrategias
Estructura organizativa

Identidades colectivas
Nivel micro

3.1. El contexto, los recursos y la estructura organizativa

Dieter Rucht43, propone un modelo causa-efecto que parte de la necesidad de analizar


el contexto o campo de acción de los movimientos sociales desde un proceso de doble vía:
contexto ↔ estructura interna de los movimientos sociales. Según esta propuesta, la estructura
del movimiento funciona como factor intermedio entre la estructura de contexto y las

43
Esta parte fue desarrollada a partir del articulo de Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales en la
estructura de los movimientos sociales. Una comparación regional”, en Doug McAdam, John D. McCarthy,
Mayer N. Zald, Perspectivas comparativas en Movimientos sociales. pp. 185 y sig. (Título original: Dieter
Rucht, “The impact of national contexts on social movement structures: A cross-movement and cross-national
comparison”, in Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N. Zald, Comparative Perspectives on Social
Movements. Political Opportunities, Mobilizing Structures, and Cultural Framings. Cambridge: Univesity
Press, 1996).
22

estrategias, la movilización y los resultados eventuales. A modo de esquema conceptual, puedo


presentar esta relación de variables de la siguiente forma:

Estructura del
contexto Estructura del movimiento
Bases organizacionales.
Recursos con los que cuenta el
movimiento.
Cultural
Tipo de movimiento
Social
Político

Estrategias
RESULTADOS

 La estructura del contexto.

El contexto en el que se desarrolla la acción colectiva está conformado por la


conjunción de tres dimensiones: lo social, lo cultural y lo político. El cultural incluye las
actitudes y los comportamientos de los individuos que proveen soporte a los movimientos
sociales a través de la participación en eventos de protesta o ayuda organizacional (dinero,
recursos logísticas, etc.). El contexto social está constituido básicamente por las condiciones
materiales de la sociedad y por su estructuración en clases. Con relación al contexto político,
afirma que se conforma a partir de las siguientes variables:

 Acceso al sistema de partidos y a las decisiones políticas, incluidos los canales


formales e informales para influenciar las decisiones vía participación directa o
indirecta (lobbyng o litigios).
 La capacidad de influencia o de implementación de políticas: es el poder de lograr
que las autoridades implementen o adopten las demandas de los actores
sociales.
23

 Las alianzas de estructura: es la configuración de uniones que proveen soporte


simbólico al movimiento.
 La estructura de conflicto entre las elites que detentan el poder.

 La estructura del movimiento

Está conformada por las bases organizacionales, los mecanismos que sirven a la
colectividad y los recursos de los que disponen los movimientos sociales para concretar sus
demandas. La combinación de estos elementos da lugar a tres tipos de movimientos sociales:

 El modelo de los movimientos populares: se caracterizan por ser informales, con


estructuras descentralizadas y porque privilegian la realización de protestas
políticas radicales.
 El modelo de los “grupos de interés”: se definen por su énfasis en las políticas de
influencia (o las acciones de lobby o cabildeo).
 El modelo de “orientación a los partidos políticos” (party-oriented): ponen énfasis
en los procesos electorales y en los partidos políticos.

Estos dos últimos modelos se caracterizan además por poseer estructuras organizativas
más formales y estables, con roles y funciones claramente diferenciados entre sus miembros.
Desde esta perspectiva, la “estructura del movimiento” puede ser considerada como un factor
intermedio entre la estructura de contexto y las estrategias, la movilización y los resultados
eventuales.

 Las estrategias

Las estrategias son “una concepción general consciente, a largo plazo, planificada e
integral de la conducta de un actor social en un conflicto, que se basa en el contexto global y
que pone un énfasis especial en los factores de fuerza y debilidad del principal oponente”.
Forman parte de lo que se conoce como “repertorios de acción”, que designan “el conjunto de
tipos concretos de acción desarrollados por un actor colectivo determinado en el ciclo de un
24

conflicto, cuya duración puede ser de varios años o de varias décadas; y son producto de la
evaluación racional que hace el autor de los de costes y beneficios de su acción 44. Otro de los
aportes interesantes de este autor es la relación que establece entre las estrategias y el
contexto. Para él, la meta subyacente de los movimientos sociales y su estrategia general
vienen configuradas en gran medida por estas estructuras, que “forman una especie de pasillo
que limita el abanico de estrategias concretas, los tipos de organización y las acciones que
pueden elegirse”.

3.2. Los “framing processes” o “marcos de referencia”45

Una de las ventajas de esta propuesta, elaborada por Doug McAdam, John McCarthy,
Mayer Zald, es que permite analizar la relación entre el contexto, los recursos disponibles y
los procesos subjetivos a través de los cuales las personas que integran los movimientos
sociales dan sentido, unidad y coherencia a sus acciones. Según estos autores, los “framing
processes” o “marcos de referencia”, “son los esfuerzos estratégicos y consientes que los
grupos hacen para entender el mundo y darle legitimidad y motivación a su acción
colectiva”46. En forma de gráfico, se puede representar la relación de variables de la siguiente
forma:

“Marcos de Recursos
Contexto referencia” disponibles

Resultados
44
Esta parte va a ser desarrollada a partir del artículo de este
Planes, mismo
agendas autor “Estrategias y formas de acción de los
y proyectos
nuevos movimientos”, en Russell J. Dalton, Manfred Kuechler (comp.)
viables y susceptibles de ser Los nuevos movimientos sociales.
(Valencia: Ediciones Alfonso el Magnánimo, 1992) pp. 57 y
materializados.sig.
45
Aunque la traducción literal de “framing processes” es “procesos de alineamiento de marco”, en este trabajo
voy a emplear la expresión de “marcos de referencia” utilizada por otros autores.
46
Esta parte se elaboró a partir del texto de Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N. Zald “Introducción:
Oportunidades, estructuras de movilización y procesos de alineamiento de marco. Hacia una síntesis
comparativa de las perspectivas en movimientos sociales”; en Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N.
Zald, Perspectivas comparativas en Movimientos sociales. pp. 185 y sig. (Título original: Doug McAdam, John
D. McCarthy, Mayer N. Zald. “Introduction: “Opportunities, mobilizing structures, and framing processes —
toward a synthetic, comparative perspective on social movements”; in Comparative Perspectives on Social
Movements…
25

Como se puede observar, esta teoría incorpora elementos de enfoques más estructurales
o de contexto, elementos de las teorías de la movilización de recursos, y elementos más
“micro” o subjetivos. De acuerdo a este esquema, los marcos de referencia se ubican en un
punto intermedio entre los factores de contexto y los recursos de los que dispone la
organización o movimiento social.

Otra variante de esta propuesta, útil para los efectos de este trabajo, es la de William A.
Gamson y David S. Meyer47. Para estos autores, es necesario además distinguir entre los
elementos estables y volátiles de los sistemas políticos y sus efectos en la acción colectiva.
Señalan que los elementos relativamente estables son útiles para comparar la incidencia y
éxito de los movimientos sociales en diferentes situaciones; y los elementos volátiles para
entender la relación entre la apertura o cierre de los espacios políticos y las decisiones
estratégicas de los movimientos sociales. Este último argumento resulta útil para el análisis
que pretendo realizar, ya que permite analizar cómo influyó la apertura del espacio político
que se dio a raíz del Mitch en la definición de las estrategias de las dos organizaciones objeto
de este estudio.

Otra variante de este enfoque que va a ser utilizada es la de Scott Hunt, Robert Benford
y David Snow48. Según estos autores, el marco de referencia “es un esquema interpretativo que
simplifica y condensa el «mundo exterior», al señalar y codificar selectivamente los objetos,
las situaciones, acontecimientos, experiencias y las acciones que se han producido en torno al
presente o al pasado de cada individuo”49. Así mismo, afirman que los marcos de referencia
47
William A. Gamson y David S. Meyer, “Enmarcando las oportunidades políticas”; ambos en Doug McAdam,
John D. McCarthy, Mayer N. Zald, Perspectivas comparativas en Movimientos sociales... pp. 277 y sig. (Título
original: William A. Gamson y David S. Meyer “Framing political opportunities”, in Comparative Perspectives
on Social Movements…
48
Esta parte va a ser desarrollada de acuerdo al artículo de Scott Hunt, Robert Benford y David Snow, “Marcos
de acción colectiva y campos de identidad en la construcción social de los movimientos”, en Hank Johnston,
Enrique Laraña y Joseph Gusfield Cultura e Identidad en los nuevos movimientos sociales... pp. 228 y sig.
49
Idem. anterior.
26

permiten que los actores sociales “concentren su atención en una situación particular
considerada como problemática, produzcan una atribución para su responsabilidad a
determinadas personas o hechos y articulen propuestas alternativas, entre las que se incluyen
aquellas que los actores deben realizar para conseguir el cambio deseado”. Señalan que hay
tres tareas que los movimientos sociales deben llevar a cabo para crear estos marcos de
referencia:

 La creación de “marcos de diagnóstico”: los actores identifican algunos


acontecimientos o situaciones como problemáticas y necesitadas de cambios e
identifican los agentes responsables.
 La definición del “marco de pronóstico”: consiste en el establecimiento de un plan
para corregir esa situación problemática y la definición de las tácticas y estrategias
a seguir.
 La generación de un “marco de motivación”, que implica un proceso de
construcción social y el reconocimiento de los motivos e identidades de los
protagonistas.

Por último, también va a ser tomando en cuenta para el análisis de mi objeto de estudio
la propuesta de Dieter Rutch, que interrelaciona la creación de marcos de referencia, las
oportunidades políticas, las estrategias y las estructuras organizativas 50. Según este autor, una
situación se convierte en “oportunidad” cuando es definida como tal por un grupo de actores.
Por esta razón, insiste en que en el análisis de la apertura o cierre de las oportunidades
políticas es necesario tener en cuenta dos elementos:

 La relación entre los procesos de creación de marco y los tipos de cambios políticos
que facilitan la emergencia o la acción de un movimiento social.
 La relación entre la creación de marcos de referencia y la estructura organizativa de
un movimiento social. Para él, la creación de estos marcos fomenta la movilización,
es decir, es un elemento clave en la organización de las personas para luchar contra

50
Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales en la estructura de los movimientos sociales… pp. 185 y
sig.
27

la ilegitimidad y vulnerabilidad del sistema. Pero, al mismo tiempo, afirma que las
estructuras organizativas previamente existentes condicionan estos procesos.

Por estas razones, este autor afirma que las oportunidades políticas son más un
producto de la interacción del movimiento con el sistema que resultado de una simple
reflexión de los cambios ocurridos dentro de él.

Como se puede observar en la exposición de estas teorías, aunque enfatizan lo relativo


a los factores “macro” que inciden en la acción colectiva, contienen algunos elementos que
permiten también analizar cuál es el peso de las percepciones o de la valoración del contexto
que hacen los miembros de una organización o movimiento social en la definición de sus
acciones. Esto sumamente importante para el análisis de mis datos empíricos, ya que aunque
muchos de los cambios en los programas, estrategias y proyectos políticos en ambas
organizaciones a raíz del Mitch obedecieron a factores más estructurales, a medida que se iba
“normalizando” la situación, la profundización de estos cambios fue resultado de los procesos
reflexivos que se dieron en su interior y de la valoración o apreciación subjetiva de las
oportunidades y de los resultados obtenidos.
3.3. La identidad colectiva

Según Melucci, la identidad colectiva es un concepto que hace referencia a “una


definición interactiva y compartida producida por un número de individuos (o grupos)
relacionada con las orientaciones de los actores y el campo de oportunidades y límites en los
que esta acción tiene lugar”51, siendo sus principales componentes:

 Definiciones cognitivas concernientes a los fines, significados y al campo de


acción (rituales, prácticas, artefactos culturales).
 Relaciones activas entre los actores que interactúan, se comunican, se influencian
mutuamente, negocian y toman decisiones.

51
Este concepto y los esquemas y definiciones que serán presentados a continuación fueron tomados del texto de
Alberto Melucci, Códigos desafiantes: la acción colectiva en la era de la información. pp. 70 y sig (Título
original: Challenging codes: collective action in the informational age. (Cambridge: Great Britain at the
University Press, 1996)
28

 Un cierto grado de “compromiso afectivo” es requerido en la definición de la


acción colectiva.

En forma de mapa conceptual, esta definición y sus componentes puede ser presentado
de la siguiente forma:
Metas y objetivos del movimiento
Jerarquización de necesidades/
estrategias
Componentes de la identidad colectiva. Formulación de planes y proyectos

Definiciones cognitivas concernientes a:

a. Los fines
Definición de sí mismo
b. Significados Sentido de pertenencia
Conceptualización, contenido y
c. Campo de acción significación de temas específicos

Relaciones activas entre los actores que interactúan


Compromiso o componentes afectivos
Estructuras

Otros elementos de su propuesta que resultan útiles para el análisis de la identidad


colectiva en los movimientos sociales están relacionados con:
1. Procesos y formas que definen la identidad colectiva:
 La continuación del sujeto, las variaciones en el tiempo y su adaptación al
ambiente.
 La delimitación del sujeto respecto a los otros.
 La habilidad de reconocerse y ser reconocidos.
 La habilidad de los actores de reconocer los efectos de sus acciones y de
atribuirse estos efectos a ellos mismos. Esta definición presupone:
- La habilidad de de reflexionar sobre sí mismos y de producir orientaciones
simbólicas y significados que puedan reconocer.
- Implica que tienen la noción de causalidad y pertenencia; es decir, que
tienen capacidad para atribuirse los efectos de las acciones a ellos mismos.
- La habilidad de los actores de percibir duración, que los capacita para
establecer relaciones entre el pasado y el futuro de sus acciones y sus
efectos.
29

2. La dimensión relacional de la identidad colectiva


Los movimientos sociales desarrollan su identidad colectiva en una relación
circular con el sistema de oportunidades/ constreñimientos.
3. Identidad y conflicto
Todo conflicto que transgrede reglas correspondientes a recursos materiales o
simbólicos es también un conflicto de identidad.

4. Identidad colectiva a lo largo del tiempo


Aunque la identidad es un elemento relativamente estático, puede ser
reestructurada en tiempos de crisis de acuerdo a las nuevas orientaciones, o dividir
en compartimientos sus esferas de acción, y aún así preservar cierta coherencia,
tanto dentro como fuera de dichas esferas.

5. La des-reificación de la identidad colectiva

En los movimientos sociales modernos, particularmente los centrados alrededor de


objetivos culturales, se vuelve más notable que la identidad colectiva es producto
de la acción conciente y de la autorreflexión, y, en correspondencia, pierde su
status basado en características estructurales.

Antes de proceder a la descripción de mi estrategia metodológica, quiero hacer algunas


aclaraciones con respecto a la utilización de estos enfoques en el análisis y presentación de
mis datos:

Primero: la utilización conjunta de estos enfoques me va a permitir realizar mi trabajo


de conformidad con lo que es quizás mi premisa teórica fundamental: la necesidad de integrar
en el análisis de los movimientos sociales tanto elementos objetivos o estructurales como
subjetivos. Considero que esta propuesta tiene la ventaja de que permite establecer
interrelaciones entre cada uno de estos niveles, pero deja abierta la posibilidad de estudiarlos
por separado. Por esta razón, y cuando lo considero necesario, en algunos casos voy omitir
alguno de estos niveles, a fin de simplificar el análisis o para lograr una mayor claridad en la
exposición de los datos.
30

Segundo: en la mayor parte de los casos primero expongo las causas que influyeron en
los cambios que se gestaron en ambas organizaciones y después describo los cambios. Sin
embargo, en algunos casos voy a invertir este orden, cuando considere que de esta manera
puede ser más fácil comprender los factores causales que incidieron en estos hechos.
31

Capítulo II
Estrategia metodológica

1. El problema de investigación

El problema de esta investigación, planteado en términos teóricos, es cuál es el efecto


que los cambios en los contextos políticos y socioeconómicos en una coyuntura determinada
producen en la dinámica, estructura organizativa, estrategias, proyecto político e identidad
colectiva de los movimientos sociales. Puede graficarse de la siguiente forma:

Desastre Cambios en la Procesos


natural estructura Estructura autoreflexivos
social organizativa Identidad
y social
(Mitch/ post colectiva
Mitch

Cambios en las
estrategias, programas,
estructuras organizativas
e identidad colectiva

Este trabajo se inscribe dentro de los estudios que analizan el comportamiento de los
movimientos sociales en épocas de crisis. Aunque este concepto y el de coyuntura son quizás
dos de los que generan mayores problemas en el análisis de los movimientos sociales, ya que
no se ha logrado un acuerdo sobre su contenido, parto de la premisa de que ambos pueden ser
entendidos como la delimitación de un espacio temporal en el que se condensan fenómenos,
manifestaciones y problemas sociales que tienen raíz en las estructuras sociales y que son
potenciados por algún evento o fenómeno particular.
32

2. Delimitación temporal del objeto de estudio.

De conformidad con los objetivos de mi investigación, mi trabajo abarca los siguientes


momentos o períodos:

Momento 1 La decisión de comenzar mi estudio en 1997 radica en que consideré necesario


Período Pre-Mitch empezar en un momento previo al Mitch, a fin de contar con un parámetro de
(1997-1998) comparación y poder evaluar los cambios acaecidos.

1998
Huracán Mitch

La delimitación de este segundo momento se basa en que 1999 y el 2000 forman parte
Momento 2 del denominado período de “emergencia”. Durante estos años, la reconstrucción de la
Período Post-Mitch
infraestructura física del país y la satisfacción de los problemas más inmediatos
inmediato
(1999-2000) (como vivienda y alimentación) marcaron la dinámica tanto del Estado como de las
organizaciones sociales. Aún no había definición de planes y estrategias a más largo
plazo.

Momento 3
Período Post-Mitch
posterior El 2001 marca el momento en el que surgen, tanto del Estado como desde la sociedad
(2001-2002) civil, propuestas de reconstrucción a más largo plazo, que ya no sólo buscaban dar una
respuesta inmediata a la crisis desatada por la emergencia.

Un problema con el que me enfrenté al momento de ordenar, presentar y analizar mi


evidencia empírica fue que, en muchos casos, la frontera entre los dos últimos momentos se
desdibujaba o se traslapaba. Concluí que esto se debía a dos razones: los cambios descritos no
siempre se llevaron a cabo en el mismo momento ni al mismo ritmo, y en muchos casos ni los
informes de trabajo ni las respuestas de las entrevistadas definían claramente el momento
exacto en el que éstos se llevaron a cabo. Por esta razón, la distinción entre estos tres períodos
es más evidente en algunos capítulos que en otros. Sin embargo, considero que, en algunos
casos, la distinción de estos tres momentos resulta útil para efectos de una mayor claridad en
la exposición y análisis de los datos. Además, permite identificar qué cambios obedecieron a
la necesidad de hacerle frente a los efectos más inmediatos de la crisis y cuáles de ellos
respondieron a estrategias de más largo plazo.
33

3. Dimensiones analíticas del objeto de estudio

De conformidad con el problema, las preguntas de investigación y mi marco teórico,


las dimensiones o niveles de análisis de mi estudio son las siguientes:

Cambios en el contexto:
Aumento de la pobreza
Primer Apertura del espacio político (aumento de los niveles organizativos de
las organizaciones y movimientos sociales)
nivel Cambios en las agendas estatales
Cambios en las agendas de la cooperación internacional

Con relación a:
Con respecto a: La participación ciudadana y la
Segundo Estructura incidencia política
nivel organizativa La lucha contra la violencia
Cambios en Programas, La pobreza
las estrategias proyectos y ejes Las relaciones con el movimiento de
de trabajo mujeres
Las relaciones con los demás
movimientos sociales
Las relaciones con el Estado.
Creación de marcos de
referencia

Fines de las
estrategias

Tercer
nivel
Cambios en la identidad colectiva o proyecto político

Como se puede observar en este gráfico, al igual que en la descripción de los enfoques
teóricos que voy a utilizar en este trabajo, expuesta en la página 20, el análisis parte de un
nivel más macro hasta uno más micro. Además, debido a la naturaleza de los cambios
ubicados en cada uno de estos niveles, considero que este modelo me permite partir de lo más
general a lo más particular, y utilizar los cambios acaecidos en el primer nivel como evidencia
para los demás.
34

4. Operacionalización de las variables más generales de la investigación

Son el conjunto de las acciones desarrolladas por un actor en


un tiempo determinado, producto de la evaluación racional que
hace el autor de los de costes y beneficios de su acción.
Estrategias
También pueden conceptualizarse como las acciones definidas
a más largo plazo para hacerle frente a una situación
determinada.
Está conformada por: las bases organizacionales (los grupos o
Estructura
asociaciones) que conforman un movimiento social y los
organizativa
recursos con los que cuentan para realizar sus acciones.
Conjunto de actividades interrelacionadas y coordinadas que
Proyectos permite materializar un plan de actividades dentro de los
límites de recursos y tiempo determinados.
Conjunto de proyectos relacionados y coordinados entre sí que
Programas
versan sobre un objetivo común.
Son los temas específicos alrededor de los cuales una
organización o movimiento social definen su quehacer o su
Ejes de trabajo trabajo. También pueden definirse como los lineamientos
generales a partir de los cuales se estructuran las actividades,
planes, programas y proyectos en una organización.
Es una definición interactiva y compartida producida por un
número de individuos (o grupos) relacionada con las
Identidad colectiva
orientaciones de los actores y el campo de oportunidades y
límites en los que esta acción tiene lugar.
Es el conjunto de elementos ideológicos y utópicos que
definen los idearios y las estrategias a más largo plazo de las
Proyecto político organizaciones y movimientos sociales. En el caso específico
del movimiento feminista, su proyecto político está constituido
por el feminismo.
35

5. Preguntas de investigación

1. ¿Cuáles fueron los cambios en las estrategias de ambas organizaciones en torno a:


el combate a la pobreza, la lucha contra la violencia, la incidencia política hacia el
Estado, la forma de relacionarse con el movimiento amplio de mujeres y con los
demás movimientos sociales?
2. Estos cambios en las estrategias: ¿Tuvieron algún efecto en sus estructuras
organizativas?
3. ¿En qué medida influyeron en las estrategias que adoptaron ambas organizaciones
después de la crisis los cambios que se produjeron en el contexto relacionados con:
la apertura del espacio político, el aumento de la pobreza, los cambios en las
agendas del Estado y de la cooperación internacional?
4. ¿Cómo se llevaron a cabo a lo interno de ambas organizaciones los procesos de
reflexión en torno estas oportunidades y cambios? ¿Cuál es el peso de los estos
procesos en las decisiones que tomaron?
5. ¿Se puede afirmar que hubo un cambio en su proyecto político, o en su identidad
colectiva?
6. ¿Cómo pueden interpretarse estos cambios a la luz de las teorías existentes para el
análisis de los movimientos sociales?

6. Hipótesis

1. De conformidad con los estudios que se han realizado sobre los movimientos
sociales en épocas de crisis, estos reaccionan dependiendo de la magnitud de los
cambios en los contextos y de la capacidad que tienen para enfrentarse a nuevas
situaciones. Debido a que como expongo en la introducción a este trabajo, el Mitch
ha sido uno de los fenómenos naturales y sociales que más ha cambiado la historia
del país, es posible que los cambios que se dieron en ambas organizaciones a raíz
de la tragedia hayan sido de tal magnitud que modificaron profundamente sus
estrategias, ejes de trabajo y la forma como hasta entonces habían estructurado la
lucha contra la subordinación de las mujeres.
36

2. La pobreza en la que quedó sumida la mayor parte de la población también


provocó cambios profundos en las estrategias que hasta entonces ambas
organizaciones habían estructurado para esta lucha. Una de las más importantes se
relaciona con la búsqueda de nuevas estrategias de sobrevivencia para las mujeres
afectadas, como la construcción de viviendas o la conformación de microempresas.

3. Según los estudios que se han realizado en el país sobre los movimientos de
mujeres y feministas en Honduras52, uno de los elementos que ha definido no sólo
el quehacer institucional sino también la identidad colectiva del movimiento
feminista en el país, ha sido la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Desde
mi perspectiva, ante la fuerza de los cambios que se dieron en el contexto del país,
en especial, en el momento más inmediato a la crisis, puede ser que se haya dado
una nueva jerarquización de esta lucha en los objetivos estratégicos de ambas
organizaciones. Es posible que haya perdido la importancia que tradicionalmente
ha tenido en las agendas de ambas organizaciones, frente a la urgencia de otros
temas como la pobreza o la participación en los espacios de discusión pública.

4. Otro de los posibles cambios en sus estrategias puede tener que ver con un cambio
en las formas como tradicionalmente se habían relacionado con el movimiento de
mujeres. Según la bibliografía anteriormente citada, una de las características de las
relaciones entre el movimiento feminista y el movimiento de mujeres del país es
que estas han sido tensas, dominadas por los conflictos y las luchas por el poder.
Sin embargo, y de conformidad con lo expuesto en mi marco teórico 53, en épocas
de crisis los movimientos sociales tienden a construir alianzas entre sí, a fin de
imprimirle más fuerza a sus propuestas. Esta necesidad y la búsqueda de estrategias
para lograr que las demandas de las organizaciones del movimiento amplio de
mujeres fueran incluidas en los planes de desarrollo, pueden haber provocado un
52
Breny Mendoza, Sintiéndose mujer, pensándose feminista. La construcción del movimiento feminista en
Honduras. (Honduras: Editorial Guyamuras/ Centro de Estudios de la Mujer, 1996); y Rina Villars, Para la
casa más que para el mundo: Sufragismo y Feminismo en la Historia de Honduras. (Honduras: Editorial
Guaymuras, 2001).
53
Ver Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales en la estructura de los movimientos sociales...
pp.185 y sig.
37

mejoramiento sustancial en las relaciones entre ambos movimientos, y que poco a


poco se fueran abriendo espacios de diálogo entre ellos.

5. Otra hipótesis que manejan las personas que estudian los movimientos sociales es
que en épocas de crisis aumenta la participación de éstos en los espacios políticos
(entendidos, en sentido restringido, como los espacios donde se negocian las
decisiones que atañen a la colectividad) 54. Basándome en esta premisa, otro de los
posibles cambios en las estrategias de ambas organizaciones puede estar
relacionado con el aumento de la participación del movimiento en las instancias
colectivas que surgieron en ese momento para negociar el contenido y los alcances
de los planes de emergencia y reconstrucción, propuestos desde el Estado.
Posiblemente, esto incidió en que ambas organizaciones hayan afianzado la
estrategia del “cabildeo político”, como una de las herramientas más eficaces para
lograr cambios en las políticas públicas y en las leyes que buscan hacer efectivos
los derechos de las mujeres.

6. De conformidad con lo que señalan algunas estudiosas de la historia de los


movimientos feministas en Latinoamérica, en las últimas décadas se ha verificado
una creciente dependencia de estos movimientos a los fondos erogados por las
agencias de la cooperación internacional55. En base a estos argumentos, otra de mis
hipótesis de trabajo es que los cambios que se dieron en las agendas de la
cooperación internacional, a raíz de la tragedia, tuvieron mucha influencia en las
dinámicas y acciones que desarrollaron ambas organizaciones para hacerle frente a
la crisis; en especial, los relacionados con la creciente importancia de la lucha
contra la pobreza y la participación ciudadana.

54
Para más información sobre este tema ver Marta Fuentes y André Gunder Frank. Diez tesis acerca de los
movimientos sociales. (Madrid: Alfoz Editorial, 1988) pp. 54-55.
55
Ana Leticia Aguilar. “El movimiento feminista y en enfoque de género en las instituciones nacionales e
internacionales”. Balances y desafíos; en Edda Gaviola Artigas y Lissette Gonzales Martínez. Feminismos en
América Latina (Guatemala: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), 2001) pp. 77.
38

7. Aunque los cambios en ambas organizaciones están en relación directa con los
cambios en el contexto, estos procesos también se vieron acompañados de
profundas reflexiones sobre las estrategias que hasta entonces habían definido para
hacer efectivos sus proyectos políticos. Esto se debe a que en este trabajo se parte
de la premisa de que, si bien es cierto el contexto moldea y delimita las acciones de
los movimientos sociales, la interpretación y resignificación que hacen sus
integrantes de los mismos es también un factor de peso en el diseño de nuevas
estrategias frente a una coyuntura o situación determinada.

8. Finalmente, en cuanto a los posibles cambios en su identidad colectiva, sostengo


que es posible que muchos de los cambios que se dieron en sus estrategias, ejes de
trabajo y estructura organizativa hayan provocado modificaciones en la identidad
colectiva de ambas organizaciones; especialmente en lo relacionado con la pérdida
de centralidad de la lucha contra la violencia en sus proyectos institucionales y los
cambios en las estrategias para el combate de la pobreza.

7. Unidades de observación

Las unidades de observación para realizar este trabajo son: el Centro de Estudios de la
Mujer-Honduras (CEM-H) y el Centro de Derechos de Mujeres (CDM). Esta selección se basó
en el hecho de que por su trayectoria histórico-política, son quizás dos de las organizaciones
de mujeres más representativas del feminismo en Honduras. Otro criterio sobre la base del
cual las seleccioné es que son de las que tienen más sistematizado su trabajo, lo que en vista
de la brevedad del tiempo asignado para el trabajo de campo resultaba de enorme importancia.

8. Unidad de análisis

Aunque las unidades de observación de este trabajo son dos organizaciones, la unidad
de análisis de esta investigación es el movimiento feminista en Honduras. Justifico esta
decisión sobre la base de la que es una de las permisas más importantes de mi marco teórico:
las organizaciones que conforman un movimiento social son como “unidades operativas” a
39

partir de las cuales se concretan y se hacen efectivos los idearios utópicos de los mismos.
Desde mi punto de vista, esta opción teórico-metodológica permite analizar los cambios en
ambas organizaciones más allá del peso de su estructura organizativa y de los recursos de los
que disponen; ya que permite adentrarse en elementos más relacionados con la definición de
sus proyectos políticos.

9. Fuentes

Las fuentes que se utilizaron para la realización de este trabajo son de dos tipos:

 Documentales: memorias e informes de las organizaciones seleccionadas desde


1995 hasta el 2002.
 Entrevistas semi-estructuradas a integrantes de las dos organizaciones objeto de mi
estudio, a miembras de otras organizaciones feministas y a personal clave. Estas se
realizaron durante el mes de junio del 2003.

La decisión de incluir integrantes de otras organizaciones se debió a dos razones. La


primera, está relacionada con algunas dificultades que me encontré en la recolección de los
documentos de una organización que incluí originalmente en este trabajo, pero que por
motivos que expongo más adelante, finalmente no pude incluir en esta investigación. Sin
embargo, decidí siempre utilizar estas entrevistas como insumos para mi trabajo. Una segunda
razón tiene que ver con la riqueza que se podía obtener de miradas “desde afuera” de los
procesos y organizaciones que describo en mi trabajo.

Los documentos

La información documental primaria a partir de la cual se realizó este trabajo son las
memorias e informes de trabajo que ambas organizaciones elaboran al final de cada año56.

56
Para el listado de los documentos ver Anexo 1.
40

Un primer problema al que me enfrenté en la recolección de los documentos fue que


pude acceder a ellos hasta después de las entrevistas a las Directoras, casi al final del tiempo
establecido para el trabajo de campo. Un segundo problema fue que no pude obtener los
informes del CDM de abril a diciembre de 1999, ni los que corresponden al año de 1997. Esto
se debió a que no se pudo encontrar este documento en las oficinas de la organización. Un
tercer problema surgió con otra organización que había decidido incluir originalmente en mi
trabajo: el Colectivo Mujeres Universitarias, organización que tuvo un papel protagónico
durante la crisis, desde el trabajo que realizaron a través de la Convergencia de Mujeres.
Únicamente pude acceder a dos pequeños informes de sus proyectos, por lo que no pude
realizar un análisis exhaustivo de su trabajo en el período de estudio, como si hice con las
otras dos organizaciones. Pero las entrevistas que realicé a las integrantes de esta
organización, al igual que las de las demás feministas que entrevisté, me fueron útiles como
contrapunto para completar el panorama del movimiento en el período seleccionado.

Las entrevistas

Las múltiples tareas que realizan las mujeres a las que entrevisté y sus agendas
excesivamente cargadas, ocasionaron que en algunos casos me costara mucho trabajo
conseguirles un momentito de su tiempo. Sin embargo, la cooperación y la buena voluntad de
atenderme fue la dinámica que prevaleció.

El número de entrevistas realizadas por organización fue: del CEM-H: cinco


entrevistas; del CDM: tres; y entrevistas a personal clave: cinco 57. En total, se realizaron 13
entrevistas. Aunque puede considerarse que son muy pocas, desde mi punto de vista, para los
objetivos de mi investigación y para el tipo de información requerida, bastaba con entrevistar a
las coordinadoras o representantes de algunos de los programas más importantes de ambas
organizaciones.

57
Para el listado completo de las personas entrevistadas ver Anexo 2.
41

La pauta de las entrevistas58 fue diseñada de tal forma que, más que preguntas que
buscaban respuestas exactas, tuviera un esquema que me permitiera realizarlas en forma de
conversaciones, por lo que pude ahondar en algunos aspectos que si bien es cierto no estaban
previstos en los objetivos originales de la investigación, resultaron sumamente importantes
para entender la dinámica y trabajo de estas organizaciones.

Una de las dificultades con que me encontré al realizar las entrevistas fue que, al tocar
mi investigación algunos puntos sumamente delicados y sensibles en la discusión feminista,
como lo relacionado con la clase y el género, las respuestas fueron quizás más escuetas de lo
que yo esperaba o necesitaba. Igual pasó con las preguntas que tenían que ver con las
relaciones entre el movimiento feminista y el de mujeres, o las que versaban sobre la historia
personal de las entrevistadas. Era frecuente que algunas de las mujeres con las que conversé
me dijeran, en medio de la entrevista: ¿Y esto lo estás grabando? ¿Por qué no apagas un ratito
la grabadora? O en muchos casos, la tristeza que dejaban ver sus rostros me impedía continuar
con el ritmo normal de la entrevista. Sin embargo, puedo afirmar que la honestidad, la apertura
y la sinceridad en las respuestas, a pesar de lo espinoso de muchas de ellas, fue lo que
prevaleció en las entrevistas.

10. Mi historia personal

Para mí, realizar esta investigación ha significado involucrarme en la vida, desafíos y


futuro de uno de los movimientos sociales que permiten creer que un mundo mejor es posible;
un mundo donde la igualdad y la equidad sean parte de nuevas formas de relaciones humanas.
Las preguntas que les hice a todas estas mujeres son además interrogantes que me hago a mí
misma. Son parte de mi propia búsqueda personal, de mi cuestionamiento como feminista,
como mujer, y como persona que, al igual que tantas, anhela realidades diferentes.

Por ejemplo, un día que estaba elaborando una parte de mi marco teórico sobre la
pobreza frente a mi computadora en un barrio de San José, leí que en algunos países de Asia la
riqueza se mide en base a la cantidad de cigarros que las personas se fuman al día. Y yo, en
58
Ver la pauta de las entrevistas en el Anexo 3.
42

medio de mi nerviosismo, me he vuelto cada vez más adicta al tabaco. Cuando leí esto, decidí
apagar mi computadora, cerrar mis libros y mis ojos, sintiéndome terriblemente culpable.
Entonces, soñé que estaba caminando por una vereda lodosa, oscura y quebrada de una colonia
marginal de Tegucigalpa. A lo lejos, se escuchaba el rumor de un río, fuerte, potente,
devastador, como se escuchaban los ríos de mi tierra durante el Huracán. Tenía mucho miedo.
De repente, vi una luz a lo lejos, y sin pensarlo dos veces, corrí en busca de ayuda.

Entonces, vi a dos mujeres muy humildes al lado de un fogón, que conversaban y


echaban tortillas. Inmediatamente me acerqué a ellas y les dije: “miren, tengo miedo, tengo
dinero, les pago lo que me pidan, pero quiero irme de aquí”. Las mujeres me miraron con
recelo. Después de cavilar entre ellas y de reírse suavecito tapándose la boca, como se ríen las
mujeres de mi país, una de ellas me dijo: “Mire, si usted quiere irse de aquí, lo que tiene que
hacer es quedarse un tiempo con nosotras; vestirse como nosotras, hablar como nosotras, vivir
como nosotras”. Y me desperté sintiendo una gran angustia y vergüenza.

Aunque mi trabajo no aborda directamente el tema de la composición de clase de los


movimientos feministas, esta pregunta (o el señalamiento de que las feministas somos “clase
media”, y que por eso nunca nos hemos comprendido los problemas de las mujeres pobres)
estaba de alguna manera siempre presente, ya que uno de los temas que analizo en mi tesis son
los posibles cambios en el discurso y estrategias movimiento feminista en Honduras frente a la
pobreza. Sobre este tema, una de las hipótesis que manejan las personas que han estudiado el
tema, como Breny Mendoza y Rina Villars59 es que los movimientos feministas han dejado de
lado la lucha contra la pobreza porque están constituidos mayoritariamente por intelectuales de
clase media, y que finalmente este hecho ha incidido en el relegamiento de esta lucha frente a
otro tipo de reivindicaciones como las relacionadas con los derechos sexuales y reproductivos,
la violencia, etc.

Este era mi punto de partida en las entrevistas, y lo planteaba de esta manera. Pero para
mi sorpresa, la mayor parte de las respuestas que recibí durante las entrevistas mostraban con

59
Breny Mendoza, Sintiéndose mujer, pensándose feminista…pp. 116; y Rina Villars. Para la casa más que
para el mundo… pp. 250 y siguientes.
43

seguridad que este no era un problema para ellas. Entonces, me di cuenta que este conflicto era
quizás más mío, más interno. Por esta razón, puedo decir que muchas de las dudas planteadas
en las entrevistas y en este documento me pertenecen. En este trabajo no solo analizo las
percepciones de las mujeres que entrevisté con respecto a los temas abordados, pienso y
escribo también las mías. Por ello, la línea divisoria entre las dudas, culpas, sueños y
realidades propias y ajenas es difusa.

Por último, este trabajo no quiere ser un espejo donde se refleje “la” realidad. Es mi
visión sobre los hechos. Esto no significa que la objetividad, como criterio de validez y como
regla metodológica no esté presente en mi trabajo. Implica aceptar que todo análisis teórico
debe leerse también desde la subjetividad de la persona que investiga. Por este motivo, afirmo
que mi trabajo no termina aquí. Va a terminar cuando devuelva los frutos de este esfuerzo a las
organizaciones y a las mujeres aquí retratadas, cuando completen con sus preguntas y críticas
estas páginas, que de por sí no pueden con los sueños aquí contados.
44

Capítulo III

Construyendo mundos posibles: el Centro de Derechos de Mujeres y

el Centro de Estudios de la Mujer

La intensidad de la crisis provocada por el paso del Huracán Mitch por tierras
hondureñas fue tal que provocó cambios profundos en las estructuras políticas, económicas y
sociales de todo el país. En palabras de Mirta Kennedy, investigadora del Centro de Estudios
de la Mujer (CEM-H):

“El Mitch nos representó como la caída del muro de Berlín. Es un hito en la
historia de Honduras”.

A pesar de toda la muerte y desolación que dejó a su paso, permitió la recomposición


de las fuerzas sociales, permitió que la esperanza —una vez más— se hiciera cargo del futuro.
En este contexto, los movimientos de mujeres y feministas del país se encargaron de
evidenciar que entre todas las personas que habían dejado parte de sus vidas y sueños debajo
de las aguas turbulentas del Huracán, eran quizás las mujeres las más afectadas. Por esta
razón, estos movimientos dirigieron sus esfuerzos y sus luchas a la búsqueda de soluciones a
corto y a largo plazo que contrarrestaran los efectos de la tragedia en la vida de las mujeres
hondureñas.

Ahora bien: ¿Cuáles fueron los factores que condicionaron las distintas acciones y
estrategias que desarrollaron las dos organizaciones objeto de mi estudio para lograr estos
objetivos? De conformidad con lo expuesto en mi marco teórico, las acciones de los
movimientos sociales dependen de una combinación de factores del contexto, su historia
previa, su estructura organizativa y elementos de naturaleza más subjetiva, como su identidad
colectiva o los procesos a través de los cuales los agentes valoran sus capacidades o su
posibilidad de incidencia (los marcos de referencia).
45

En este capítulo, voy a exponer la historia del movimiento feminista en Honduras y a


analizar cuáles eran las características de la estructura organizativa, los ejes de trabajo y la
identidad colectiva de ambas organizaciones al momento de la llegada del Mitch, a fin de
poder definir cuáles eran sus ventajas o limitaciones al momento de la crisis provocada por el
Mitch. Para estos efectos, voy a dividir este capítulo en los siguientes apartados:

1. Historia del movimiento de mujeres y feminista en Honduras


1.1. Feminismo y movimientos de mujeres en Centroamérica
1.2. El movimiento feminista en Honduras
2. Historia del Centro de Derechos de Mujeres (CDM) y del Centro de Estudios de la
Mujer (CEM-H)
2.1. El Centro de Derechos de Mujeres
2.2. El Centro de Estudios de la Mujer
3. Su estructura organizativa
3.1. Descripción de su estructura organizativa
3.2. Factores del contexto que incidieron en el desarrollo de su estructura
organizativa y estrategias
 El contexto cultural
 El contexto político
 El contexto social
3.3. Características de su estructura organizativa
4. La identidad colectiva

1. Historia del movimiento de mujeres y feminista en Honduras

De conformidad con mi marco teórico, hipótesis y preguntas de investigación, uno de


los factores que determina las reacciones de los movimientos sociales ante las crisis es el
contexto en el cual surgen o se desarrollan sus proyectos colectivos. Por esta razón, leer en
clave histórica la vida de los movimientos sociales puede resultar de gran utilidad para
comprender su dinámica ante cambios en las estructuras o frente a fenómenos coyunturales,
como es el caso del paso del Huracán Mitch por tierras hondureñas.
46

Por esta razón, en las siguientes páginas voy a relatar algunos hechos importantes en la
historia del movimiento feminista en Honduras, a fin de que se tenga una idea exacta de sus
ventajas y debilidades al momento de la tragedia. Como se va a poder observar, a pesar de los
errores cometidos y de los olvidos imprudentes, es la historia de la construcción de la
esperanza para miles de mujeres que viven en una de las regiones más pobres del hemisferio.
Desde sus luchas, se han ido transformando las vidas de muchas hondureñas que cargan con
el peso milenario de costumbres y leyes patriarcales que ocultan su voz, que cooptan sus
sentidos, que inhiben sus pasiones, y que las convierten en seres incapaces de sentir y de vivir
con la plenitud que nos corresponde a todas por el hecho de ser mujeres.

Este apartado se elaboró a partir de los estudios que se han realizado en el país, en
Centroamérica y en América Latina sobre los movimientos de mujeres. Puede ser considerado
como el punto de partida desde el cual voy a definir las características y la estructura de las
dos organizaciones objeto de mi análisis. Así mismo, sirve como insumo para completar los
procesos históricos, la estructura organizativa, las estrategias y las acciones desarrolladas por
el CDM y el CEM-H. Los únicos documentos detallados sobre la historia de estas
organizaciones son las memorias de trabajo elaboradas por ellas mismas, que no permiten, por
su propia naturaleza, hacer una caracterización más exhaustiva de su proceso de surgimiento y
consolidación60.

1.1 Feminismo y movimientos de mujeres en Centroamérica

Comparado con el resto de América Latina, en Centroamérica, con excepción de Costa


Rica, el feminismo surge de forma tardía, ya que es hasta finales de la década de los ochentas
y principios de los noventas cuando estos movimientos entran con toda su fuerza y presencia a
la escena política. Antes de esta fecha, existían en la región una multiplicidad de

60
Como indico en la bibliografía, del CDM únicamente pude obtener un pequeño documento mimeografiado de
14 páginas sobre su historia, escrito en 1994 por Gilda Rivera, actual coordinadora de la organización. En el
caso del CEM-H, hasta donde pude averiguar, no hay un documento de este tipo, aunque la Memoria de los
diez años de vida de la organización, publicada en 1998, contiene algunos datos y reflexiones interesantes
sobre su proceso de surgimiento y consolidación.
47

organizaciones de mujeres, conformadas por campesinas, obreras, pobladoras, clubes de amas


de casa, grupos de derechos humanos, mujeres militantes en organizaciones revolucionarias de
izquierda, etc.; y una serie de ONG´s que ejecutaban programas de desarrollo con mujeres.

A pesar de las diferencias entre ellas, compartían dos rasgos comunes: su vinculación
activa, aunque subordinada, a los movimientos populares y la centralidad de la lucha contra la
pobreza en sus demandas61. Esto se debe a dos hechos: que surgieron en medio de las llamadas
“transiciones democráticas”, y a que emergieron en medio de la crisis económica heredada de
la denominada “década perdida”, que dejó sumergida a la región en la más inimaginable
pobreza. En ese momento, se verifica muy poca articulación entre las organizaciones de
mujeres existentes, y es difícil afirmar que las pocas que trabajaban temas específicos de las
mujeres tenían un sentido claro del significado del feminismo, como es evidente en las dudas y
preguntas planteadas por las centroamericanas en los encuentros feministas de la época.

En este contexto, el feminismo desarrollado en otras zonas del continente encuentra


muy poco sentido y recepción. A las primeras feministas –generalmente mujeres de sectores
medios con estudios universitarios62— se les acusaba de traer un discurso importado que no
respondía a los intereses de las mujeres. Además, se les criticaba que habían dejado de lado la
lucha contra la pobreza, al enfatizar temas como los derechos sexuales y reproductivos,
violencia, etc. Por esta razón, la mayor parte de las integrantes del movimiento amplio de
mujeres no encontraron en este feminismo una identificación y una razón para involucrase
activamente en su lucha.

Pero a medida que el feminismo iba ganando espacio y legitimidad, algunas mujeres
que formaban parte de estos movimientos empezaron a cuestionar cuáles debían ser los
intereses o las luchas que debían privilegiar, y poco a poco se fueron distanciando y marcando
límites con los movimientos populares y de mujeres. Sin embargo, este proceso no se vio
61
Para más detalles sobre la organización y participación de las mujeres en movimientos sociales y
revolucionarios ver Ana Isabel García, Enrique Gomáriz. Mujeres Centroamericanas. Efectos del Conflicto.
Tomo II. (Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Universidad para la Paz,
Consejo Superior Universitario de Centroamérica (CSUCA), 1989) pp. 203 y sig.
62
Teresita de Barbieri, Orlandina de Oliveira. “La presencia política de las mujeres: nuevos sujetos sociales y
nuevas formas de hacer política”…pp. 12.
48

desprovisto de conflictos. La fragmentación, las diferencias ideológicas y las luchas por el


poder fueron los rasgos que dominaban el panorama de los movimientos de mujeres cuando se
celebra el Encuentro Latinoamericano en Taxco, México, en 1987; y cuando en 1990 se decide
en Argentina que el próximo Encuentro Latinoamericano se llevaría a cabo en 1993 en Costa
del Sol, El Salvador.

La urgencia de “hacer nacer” al movimiento feminista en la región obligó a realizar


una serie de encuentros nacionales y a la celebración del primer y único Encuentro
Centroamericano de Mujeres: “Historia de género. Una nueva mujer, un nuevo poder”, en
Managua, en 199263. En esta ocasión, las mujeres centroamericanas se sentaron a hablar de sus
problemas, limitaciones y esperanzas. En este encuentro, también se evidenció la
heterogeneidad, pluralidad y las diferencias de los movimientos de mujeres, así como la
debilidad y desorganización de las organizaciones feministas que en ese momento existían en
la región.

Los temas que se abordaron en todos estos encuentros respondían a esta situación.
Algunos de los que más se discutieron versaban sobre la “doble” militancia o la “escisión
vital” de las mujeres que participaban en los movimientos populares, y sobre el significado del
término feminismo. Con relación a este último tema, se afirmó que el feminismo
centroamericano era “vivencial y popular”: vivencial porque estaba construido sobre la base
de las experiencias cotidianas de las mujeres organizadas y no a partir de profundas
reflexiones teóricas o epistemológicas sobre el significado y contenido del feminismo; y
“popular”, porque prevaleció la propuesta de que el feminismo no podía desligarse de la lucha
contra la pobreza, ni de de las luchas de los movimientos populares64.

Estas diferencias se hicieron aún más notables en el encuentro celebrado en El


Salvador, en 1993. En él, se hizo visible la inexistencia de un movimiento feminista autónomo
y cohesionado en Centroamérica, pero también se sintió la necesidad de generar espacios de

63
Para más detalles sobre este tema ver Maria Teresa Blandón (coord.) Encuentro Centroamericano de Mujeres.
Historia de género. Una nueva mujer, un nuevo poder (Managua: Centro Editorial de la Mujer, 1993) pp. 95.
64
Norma Vásquez. “Recuperar el feminismo para entender el género”; en Edda Gaviola Artigas, Lissette
Gonzáles Martínez. Feminismos en América Latina. … pp. 170-175.
49

conciliación entre todas estas organizaciones65. Sin embargo, la construcción de “un”


movimiento feminista que fuera capaz de entender y conciliar las diferencias fue visto en
aquel momento como una dura tarea a emprender. A pesar de que el diálogo, la cooperación y
la sororidad fueron predominantes a lo largo del encuentro, no pudieron evitarse los
enfrentamientos, las acusaciones, las rencillas y la desconfianza. Se puede decir que este
encuentro marcó la pauta de las relaciones y de los diferentes caminos que siguieron ambos
movimientos en la región centroamericana, con las diferencias específicas de cada caso.

1.2. El movimiento feminista en Honduras

Cuando en 1992 se celebra en Honduras el Primer Encuentro Feminista en Honduras


“Clementina Suárez”, previo a la realización de los Encuentros en Nicaragua y en El Salvador,
el movimiento de mujeres en Honduras presentaba las mismas características que el resto de
estos movimientos en América Latina. Según Breny Mendoza, “la heterogeneidad, la
fragmentación y las luchas por el poder provocaron que el encuentro se llevara a cabo en
medio de una lucha feroz entre feministas, integrantes de las organizaciones de mujeres,
diputadas y mujeres ligadas a la organización internacional que financiaba el Encuentro” 66.
También, señala que en ese encuentro se hizo evidente el poco conocimiento del feminismo de
la mayor parte de las mujeres que asistieron 67. Una de las razones de este hecho es que, antes
de esa fecha, no existían en el país organizaciones feministas fuertemente consolidadas.
Aunque ya había nacido el Visitación Padilla, el CDM y el CEM-H, además de algunas ONG
´s que luchaban por la inclusión de las mujeres en los planes del desarrollo, ninguna de ellas
tenia claridad en cuanto a qué era el feminismo y cuáles debían ser sus estrategias para
combatir la subordinación de las mujeres.

Los antecedentes de este tipo de organizaciones en Honduras se pueden rastrear hasta


principios del siglo XX. Las que existían en ese momento eran de dos tipos: de beneficencia y

65
Maria Teresa Blandón (coord.). Memorias del VI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. El
Salvador 1993. (Nicaragua: Centro Editorial de la Mujer, 1994) pp. 117.
66
Breny Mendoza, Sintiéndose mujer, pensándose feminista… pp. 116.
67
Boletín Mujer. Órgano de divulgación del Centro de Derechos de Mujeres (CEM-H) N° 7. Memoria del
Primer Encuentro Feminista “Clementina Suárez”. (Honduras: Centro de Derechos de Mujeres, 1992) pp. 17.
50

de carácter político-reivindicativo. Las primeras fueron organizaciones como la Cruz Roja o la


Liga Antialcohólica de Mujeres, conservadoras y asistencialistas. Entre las del segundo tipo,
algunas de las más importantes eran la Sociedad Federada “Mujer Hondureña”, La Sociedad
“Bella Honduras”, el Sindicato Femenino “La Fraternidad”, y la Sociedad Cultura Femenina 68.
Estas últimas presentaban como característica común un marcado carácter antiimperialista y
una fuerte vinculación a los movimientos de clase.

La ausencia de ideas o reivindicaciones en pro del sufragio era otra de las


características comunes de ambos tipos de organizaciones. Por esta razón, no es sino hasta
mediados de la década de los 40’s que surgen las primeras organizaciones de mujeres
reivindicando el derecho al sufragio. Todas ellas formaron en 1950 la Federación de
Asociaciones Femeninas de Honduras (FAFH)69, que encabezó la lucha por la consecución del
voto, aprobado finalmente en 195470.

El momento posterior a la consecución del voto inaugura otra etapa en la historia de las
organizaciones de mujeres, marcada por dos tendencias claramente diferenciadas. Una
representada por la FAFH, constituida preferentemente por mujeres de clases medias y
articulada en torno a la consecución de cambios en las estructuras jurídicas que beneficiaran a
las mujeres. Aunque ya se podían observar algunos planteamientos feministas en el discurso
de esta organización, se puede decir que éstos no tenían fuerza ni eran elementos centrales en
sus luchas71. La otra tendencia estaba conformada por un nuevo movimiento de mujeres
articulado en torno a demandas de clase, como los movimientos campesinos, obreros y los
Clubes de Amas de Casa. La mayor parte de estas organizaciones eran abiertamente

68
Rina Villars. Para la casa más que para el mundo: Sufragismo y Feminismo en la Historia de Honduras… pp.
250 y siguientes.
69
Leticia de Oyuela. Mujer, Familia y sociedad. (Honduras: Editorial Guaymuras, 2001) pp.175.
70
Para más detalles acerca del papel de esta organización en la aprobación del voto femenino en Honduras ver
Maria Luisa Soto de Bertrand Anduray. Historia de la Mujer Hondureña (Época Independiente). (Honduras:
Editorial Guaymuras, 1992) pp. 19.
71
También, es necesario tener en cuenta que esta organización, al igual que muchos otros movimientos
sufragistas de la región, después de la consecución del voto entraron en una frase de “latencia” o de
disminución de su potencial de convocatoria y de acción. Para una historia de los movimientos sufragistas en
Latinoamérica ver Teresita de Barbieri, Orlandina de Oliveira. “La presencia política de las mujeres: nuevos
sujetos sociales y nuevas formas de hacer política…pp. 10; y Urania Ungo. Para Cambiar el mundo: Política y
Pensamiento del feminismo en América Latina. (Panamá: Instituto de la Mujer, 2000) pp. 13 y sig.
51

antifeministas y poseían una dependencia orgánica e ideológica a los movimientos populares


de la época.

Fue hasta en 1978 cuando surge la primera organización campesina de mujeres, la


Federación Hondureña de Mujeres del Campo (FEHMUC). A partir de este momento, se
empiezan a multiplicar este tipo de organizaciones. Algunas nacen de divisiones internas de la
FEHMUC, como la Asociación Hondureña de Mujeres Campesinas (AHMUC), que surge en
1991; y el Consejo para el Desarrollo Integral de la Mujer Campesina (CODIMCA), que nace
en 1998. Otras nacen del seno de organizaciones mixtas, como la Asociación Nacional de
Mujeres Campesinas (ANAHMUC), fundada en 1982 72. El caso de los sindicatos es similar,
aunque debido a que han sido espacios aún más masculinos, la participación de las mujeres ha
sido menos significativa.

No es sino hasta mediados de la década de los ochentas cuando emergen algunas


organizaciones de mujeres que plantean, aunque diluidas en otro tipo de reivindicaciones,
demandas feministas. Una de las primeras fue el Comité de Mujeres por la Paz “Visitación
Padilla”, que surgió en 1984. Aunque esta organización nace con el objetivo fundamental de
luchar contra la ocupación militar estadounidense, fue una de las primeras en incorporar temas
como la violencia doméstica contra las mujeres. Sin embargo, fue hasta 1986 cuando empieza
a gestarse en el país un “pre” movimiento feminista.

Algunas de las primeras feministas eran mujeres de clase media, exmilitantes de la


izquierda, que después de haber participado en organizaciones clandestinas, ya sea dentro o
fuera del país, regresaban a Honduras dispuestas a reproducir las experiencias que habían
conocido en el exilio, en su contacto con otras feministas latinoamericanas. Con un enorme
cansancio en el corazón, en la piel y en los ojos, y con la creencia de que el feminismo podía
ser el nuevo frente de lucha a partir del cual podían reconvertir sus fuerzas, estas mujeres se
involucraron de lleno en la construcción de un movimiento feminista en Honduras. En este
momento surgen en el país un sinnúmero de organizaciones con planteamientos feministas: en
1986 surge “SOLIDARIAS” Mujeres para el Desarrollo; en 1987 el Centro de Estudios de la
72
Rina Villars. Para la casa más que para el mundo... pp. 472-503.
52

Mujer (CEM-H); en 1988 una sección del Comité Latinoamericano para la Defensa de los
Derechos de la Mujer (CLADEM), del cual se desprendió posteriormente el Centro de
Derechos de Mujeres, en 1991; y en 1990 la Colectiva de Mujeres Hondureñas (CODEMUH),
conformada en su mayoría por trabajadoras de las maquilas.

A partir de la década de los noventas se verifica un aumento sustancial del número de


organizaciones de mujeres en el país. Surgen nuevas organizaciones, como el Movimiento de
Mujeres de la Colonia López Arellano (MOMUCLAA), Colectiva de Mujeres Universitarias
(CMU), Enlace de Mujeres Negras (ENMUNE), Asociación de Mujeres Campesinas Yoreñas
(AMCY), Acción para el Desarrollo Poblacional (ADP), Asociación Andar, Unidad de Apoyo
y Servicio a la Mujer (UNISA), Asociación de Mujeres Contra el SIDA (AHMC-SI).
También, surgen otras organizaciones que trabajan temas relacionados con los derechos de las
mujeres: la Asociación Hondureña para el Desarrollo de la Juventud y la Mujer Rural
(AHDEJUMUR), el Centro de Estudio y Acción para el Desarrollo (CESADEH-H), el
Consultorio Jurídico Popular (CJP), el Centro de Investigación y Promoción de los Derechos
Humanos (CIPRODEH), entre otras. Después de la tragedia, cobran fuerza muchas redes y
organizaciones de mujeres, en especial en las áreas rurales, como es el caso de la Asociación
de Mujeres de la Colonia Cruz Roja, Casa Luna, la Casa de la Salud de la Mujer, Las
Hormigas, la Red de Mujeres contra la Violencia en Choluteca, etc.73.

Todas estas organizaciones, a pesar de que tienen en común la lucha por mejorar la
condición y/o situación de las mujeres en el país, presentan algunas diferencias en cuanto a la
jerarquización de sus objetivos y las estrategias diseñadas para conseguirlos. Sin embargo, los
límites entre ambos tienden más bien a ser difusos, por lo que su pertenencia a uno u otro
73
Debo aclarar que por falta de información disponible no puedo especificar el año exacto en el que surgieron
estas organizaciones. La última investigación detallada sobre los movimientos y organizaciones de mujeres en
Honduras es el de Rina Villars, citado en las páginas anteriores, y no están incluidas muchas de las
organizaciones que menciono en este párrafo. Como se señala en la memoria del CEM-H del 2002, la mayor
parte de estas experiencias no están sistematizadas. Yo agrego que ni siquiera existe en el país un registro
exacto del número y tipo de organizaciones de mujeres existentes en el país. El listado que presento en este
párrafo fue tomado de dos fuentes que hacen una mención rápida de algunas de las más importantes. La
primera es la Memoria Institucional del Centro de Estudios de la Mujer del 2002, pp. 7-8; y la segunda
corresponde al Informe Final de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional (ASDI) y del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), Mapeo y caracterización de la Sociedad Civil en Honduras, también del
2002. Por lo tanto, debo admitir la mención de estas organizaciones no agota la totalidad de las organizaciones
de mujeres que existen en el país.
53

movimiento resulta difícil de establecer, tanto desde la teoría como desde la práctica. Debo
señalar que es probable que esta afirmación sea aplicable para el estado actual de los
movimientos de mujeres en el país y no sólo para sus comienzos. Como expongo al comienzo
del segundo apartado, a principios de la década de los noventas las diferencias y los conflictos
entre ambos movimientos eran profundos.

Pero las diferencias entre ambos movimientos van más allá de ser históricas. Marcan la
pauta del desarrollo diferenciado que ambos presentan en la actualidad en lo referente a sus
proyectos políticos, su estructura organizativa y su identidad colectiva. Como voy a exponer
en el capítulo siguiente, estas diferencias definieron, en gran medida, lo que es hoy el
movimiento feminista en Honduras.

2. Historia del Centro de Derechos de Mujeres (CDM) y del Centro de Estudios de la


Mujer (CEM-H)

2.1. El Centro de Derechos de Mujeres

El Centro de Derechos de Mujeres (CDM) surge en 1991 de la desintegración en


Honduras del Comité Latinoamericano para la Defensa de los Derechos de la Mujer
(CLADEM)74. Según Gilda Rivera, actual coordinadora del CDM, la organización atravesó
tres momentos claramente definidos75:

74
Esta organización nace en 1987, después de que un grupo de mujeres latinoamericanas que participaron en
1985 en la tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas, en Nairobi; decidieron formar una red
autónoma, cuyo objetivo fundamental era “buscar respuestas alternativas en el campo de los derechos de la
mujer e implementar las recomendaciones del Foro Mujer, Derecho y Desarrollo de Nairobi”. Para más detalles
sobre esta red ver Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer
(CLADEM). Memoria 1998-2002. (Perú: CLADEM, 2002) pp. 5-6.
75
Este apartado va a ser desarrollado de conformidad con lo expuesto por Gilda Rivera en El Centro de
Derechos de Mujeres: Una propuesta de construcción colectiva comprometida con los derechos de las
Mujeres. Tegucigalpa, 1994. (Material Mimeografiado).
54

 1987
En este año se inaugura la sección del CLADEM en Honduras. En este momento, las
fundadoras del CDM comparten este espacio con otras organizaciones de mujeres,
como la FAFH, Solidarias, Asociación Andar, el Visitación Padilla, CODIMCA, y
algunas instituciones gubernamentales.

 1987-1991
En este período, siempre dentro del CLADEM, las fundadoras del CDM empiezan a
cuestionar los ejes de trabajo de esta organización. Como ellas mismas afirman: “se
vieron en la necesidad de reconceptualizar el trabajo con y desde las mujeres,
cuestionando el enfoque maternalista que prevalecía en los proyectos”. También,
señalan que en esta etapa no hay seguridad en cuanto a definirse públicamente como
feministas, ya que tenían muy interiorizado el mensaje de que “el feminismo divide la
lucha popular”. En momento, reciben los primeros financiamientos internacionales y
definen sus ejes de trabajo: la búsqueda de cambios la legislación que beneficiaran a
las mujeres, la formulación de propuestas educativas y la lucha contra la violencia.

 1991 hasta la actualidad


En 1991 finalmente rompen con el CLADEM y fundan el Centro de Derechos de
Mujeres. Este último momento de la organización se caracterizó por el crecimiento
institucional, la reflexión interna y redefinición de sus líneas políticas. Se abre la
Escuela de Promotoras Legales y el Servicio de Atención y Acompañamiento Legal
para mujeres con conflictos familiares, violencia doméstica y sexual.

1.2. El Centro de Estudios de la Mujer-Honduras

Surge en 1987 a iniciativa de un grupo de mujeres profesionales. Según la memoria de


los diez años de trabajo de la organización, ésta ha atravesado por cuatro etapas76:
 1986-1991
76
Los datos que van a ser presentados en este apartado fueron tomados de Centro de Estudios de la Mujer
(CEM-H) Memoria 1996. Trabajando entre mujeres, transformando la vida. Centro de Estudios de la Mujer, X
aniversario 1987-1997. pp. 10-14.
55

1986 es el año del surgimiento de la organización. En este momento, sus fundadoras


deciden separarse del movimiento popular, pero establecer alianzas con organizaciones
de mujeres. Afirman que el objetivo fundamental de la organización era “investigar,
difundir y brindar asesoría a grupos, instituciones, organizaciones de la sociedad civil y
personas que estén preocupadas por mejorar la condición social, económica y cultural
de la mujer hondureña”. En este período, reciben los primeros financiamientos
internacionales y se consolida el equipo de coordinación.

 1991-1993
Este es el momento de definición de sus estrategias institucionales y ejes de trabajo,
siendo el principal “la eliminación de todas las formas de discriminación y de violencia
hacia las mujeres”. Sin embargo, su prioridad era la construcción “del” movimiento
feminista, por lo que señalan que en ese momento “la estrategia del CEM-H estuvo
centrada en el activismo hacia fuera, en la constitución del movimiento feminista en
espacios de coordinación colectiva y en el apoyo a organizaciones de mujeres
autónomas o mixtas”. Participan en la creación de la Red Contra la Violencia Hacia la
Mujer. En 1992 abren el Programa Casa de la Mujer, uno de los más importantes de la
organización.

 1993-1995
Este período marca un momento importante en la historia de la organización. En
palabras de sus protagonistas “es cuando se da un proceso de reflexión interna de la
identidad institucional y se reconoce al CEM-H como un espacio legítimo por sí
mismo dentro de la sociedad civil, la orientación hacia un proyecto político cultural
alternativo y la búsqueda de enfoques teóricos que integren esta perspectiva en una
concepción holística de la realidad, donde el análisis de las relaciones de género pueda
verse integrada con otras categorías como la clase, etnia, medio ambiente, sexualidad,
edad, etc.” En este momento, la organización establece de forma definitiva sus límites
con el movimiento de mujeres.

 1995 hasta la actualidad.


56

1995 es cuando finalmente la organización consolida su proyecto político. Ya se


perfilan las características organizativas y las estrategias que van a definir el trabajo de
esta organización hasta hoy.

Como se puede observar en esta breve exposición, ambas organizaciones tienen una
historia similar. Su surgimiento y consolidación se vio acompañado de las mismas dudas,
especialmente con respecto a cómo debían ser sus relaciones con las demás organizaciones de
mujeres y los demás movimientos sociales, y en cuanto a qué intereses o luchas debían ser
centrales en sus proyectos políticos.

A continuación, voy a analizar la estructura organizativa y la identidad colectiva que


desarrollaron ambas organizaciones, a fin de comprender a cabalidad algunos de los aspectos
relacionados con estos dos factores que han determinado algunas de las características de su
proyecto político, hasta antes del Mitch.

3. Su estructura organizativa

De conformidad con lo expuesto en mi marco teórico, la estructura organizacional es


uno de los componentes de los movimientos sociales que permite su continuidad en el tiempo,
la concreción de sus objetivos y la planificación de sus formas de acción 77. Por ello, la
construcción de organizaciones estables y permanentes es uno de los objetivos fundamentales
de todo movimiento social, especialmente en su etapa de surgimiento. Ahora bien: ¿Cuáles
fueron los factores que intervinieron en la conformación de las estructuras organizativas que
desarrollaron ambas organizaciones? ¿Cuáles son las principales características de su
estructura organizativa? ¿Qué relación existe entre ésta y las estrategias que desarrollaron para
hacer posible su proyecto político? ¿Cuáles son sus ventajas y limitaciones? A continuación,
voy a responder a estas preguntas.

3.1. Descripción de su estructura organizativa


77
Federico Javaloy. Comportamiento colectivo y movimientos sociales... pp. 268.
57

Una de sus principales características desarrolladas por ambas organizaciones es su


constitución como un “grupo de interés”, que según Dieter Rutch, se caracterizan por su
énfasis en las políticas de influencia y su confianza en las organizaciones formales 78. De
conformidad con este modelo, se puede decir que la estructura organizativa de ambas se
conformó a partir de tres grupos claramente diferenciados:

 El grupo de soporte primario: conformado por las mujeres que integran los equipos
de coordinación y las que trabajan en los programas. Se encarga de la
administración de los recursos disponibles y de la concreción de los objetivos más
específicos del movimiento. Generalmente, son mujeres de clase media con altos
niveles educativos que se encargan de dirigir los programas y proyectos de la
organización y de administrar los fondos disponibles.
 El grupo de resonancia: constituido por las mujeres beneficiarias de los programas
y por los “grupos de base”, conformados por organizaciones del movimiento
amplio de mujeres con las que realizan algún tipo de trabajo. Más adelante voy a
reflexionar acerca de la pertenencia de estos dos grupos a las estructuras
organizativas de ambas organizaciones.

A pesar de las ventajas ilustrativas de esta diferenciación, este modelo no permite


entender el tipo de relaciones que se establecen entre estos dos grupos. Además, la palabra
“resonancia” tiene el problema de que no permite analizar las interacciones que se generaran
entre ellas a partir de las características o diferencias organizativas, políticas, o ideológicas
entre ambos grupos. También, esta perspectiva, al estar construida en base a las premisas del
enfoque de la movilización de recursos, no permite analizar cuál es el elemento ideológico o
de pertenencia que permite que ambos grupos puedan ser considerados como parte de una
estructura unificada o de un proyecto político más amplio, como lo es el movimiento
feminista.

78
Dieter Rucht “El impacto de los contextos nacionales en la estructura de los movimientos sociales..pp.185 y
sig.
58

Por esta razón, considero que otros enfoques como el de redes, una variación de los de
los nuevos movimientos sociales, puede brindar algunas pistas para responder a la pregunta
anteriormente planteada. Según este enfoque, los movimientos sociales contemporáneos
pueden ser considerados como “manifestaciones de redes socioespaciales latentes, cuyo
elemento aglutinador son las comunidades de valores, y que se caracterizan por tener una
naturaleza reticular; es decir, por estar constituidos por redes de interacciones informales entre
una pluralidad de individuos, grupos y organizaciones79.

Volviendo a la diferenciación entre grupos de soporte primario y los grupos de


resonancia, desde esta perspectiva el elemento aglutinador o cohesionador de ambos grupos, el
que —en última instancia permite entender, o por lo menos justificar la posibilidad de
considerar estos dos grupos como parte de una estructura organizativa más amplia— sería que
comparten una comunidad de valores o un proyecto político. Por lo tanto, se puede decir que
la existencia de un movimiento social no sólo depende de la incorporación de los grupos de
resonancia en las estructuras formales de un movimiento social, depende además de la
posibilidad de compartir un proyecto colectivo. En el caso del movimiento feminista y el de
mujeres, se puede decir que, a pesar de las diferencias en la jerarquización de sus demandas,
ambos tienen en común un sueño compartido: la de luchar por cambios en las condiciones o
situaciones que dan lugar a la exclusión de las mujeres, ya sea en la distribución de la riqueza
o en otros ámbitos o espacios.

3.2. Factores del contexto que incidieron en el desarrollo de la estructura organizativa


y estrategias

De conformidad con mi marco teórico, los factores del contexto que inciden en el
desarrollo de la acción colectiva y de la estructura de los movimientos sociales pueden ser de
tres tipos: sociales, culturales políticos. Voy a analizar a continuación estos tres factores.

79
Manuel Castells, La era de la Información. Economía, sociedad y Cultura. El poder de la identidad. Volumen
3 (Madrid: Alianza Editorial S.A., 1998) pp. 401
59

 El contexto cultural

Uno de los elementos del contexto cultural que más influyó en la estructura
organizativa que desarrollaron muchas organizaciones feministas fue el rechazo que los demás
movimientos sociales (mixtos y de mujeres) manifestaron hacia el feminismo. En nuestro país,
al igual que en la mayor parte del mundo, el feminismo era (y es aún hoy) una palabra
prohibida, cargada de connotaciones negativas. Como expongo en apartado 1 de este capítulo,
todo esto provocó que en Honduras, al igual que en el resto de Latinoamérica, el movimiento
feminista no surgiera como un movimiento de masas, lo que al final influyó en la construcción
de una estructura organizativa como la descrita en el apartado anterior.

 El contexto político

Hay dos factores del contexto político que tuvieron mucha influencia en la estructura
organizativa que desarrollaron ambas organizaciones: el que surgieran en medio de las
“transiciones democráticas” que se verificaron en América Latina desde mediados de la
década de los ochentas y principios de los noventas; y la influencia del feminismo y de la
cooperación internacional al momento de su nacimiento.

En cuanto a las transiciones democráticas, para las personas que estudian los
movimientos sociales una de las consecuencias de estos procesos fue que produjeron cambios
en las reglas de la participación política y en las estrategias de incidencia de los actores
sociales. Señalan que uno de los cambios más importantes fue que la presión callejera y las
grandes manifestaciones dieron paso al afianzamiento del “lobby” o cabildeo para incidir en
las decisiones estatales; que según Ian Roxboroug consiste en la negociación estratégica que
realizan los actores colectivos con las instituciones estatales para el logro de sus fines 80. Ahora
bien: ¿Qué efecto tuvo esto en la estructura organizativa de muchos movimientos sociales?
Uno de los más evidentes es que condujo a que los grupos de soporte primario de los
movimientos sociales se conformaran a partir de profesionales con altos niveles educativos,
80
Ian Roxboroug. “Las posibilidades de las prácticas sociales bajo el neoliberalismo”, en Revista Mexicana de
Sociología, N° 4, marzo- abril de 1994. (México: UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales) pp.85.
60

capaces de negociar o de “incidir” en el Estado bajo estas nuevas condiciones. De alguna


manera, esto permitió que muchas organizaciones se convirtieran en una especie de
“mediadoras” entre grupos de mujeres y el Estado, lo que al final llevó a la constitución de
estructuras organizativas centralizadas, con el objetivo de hacer más efectiva la estrategia del
cabildeo.

Sobre la influencia de la cooperación internacional en el desarrollo de ambas


organizaciones, y de acuerdo con mi marco teórico, existe una relación directa entre las
estructuras organizativas y los recursos con los que cuentan los movimientos sociales. Esto
también es acorde con una de las premisas centrales del enfoque de la movilización de
recursos, que afirma que “lo que determina los límites y alcances de la acción colectiva no son
los valores, los idearios o el proyecto utópico de las personas que integran estos grupos o
movimientos sociales, sino la valoración efectiva que hagan de los recursos disponibles, que
pueden ser financieros, administrativos, logísticos, etc.”81. Sin tener en cuenta las críticas y
debilidades de este enfoque expuestas en mi marco teórico, considero que puede ser
sumamente útil para comprender una de las más grandes debilidades de muchos movimientos
sociales contemporáneos, especialmente en América Latina: su excesiva dependencia, para
subsistir y funcionar, a los fondos de la cooperación internacional.

Desde mi perspectiva, en el caso de las dos organizaciones objeto de mi estudio, tanto


sus ejes de trabajo como sus estructuras organizativas fueron definidas y consolidadas a partir
de su necesidad de ser consideradas “aptas” para ser receptoras del financiamiento de las
agencias de cooperación internacional. Esto provocó una excesiva especialización en un sólo
tema o eje de trabajo (la violencia contra las mujeres) y el desarrollo de estructuras
organizativas estables, permanentes, conformadas por profesionales especializadas en temas
relacionados con los derechos de las mujeres. Otra consecuencia fue que adoptaron el modelo
de las ONG´s u Organizaciones no Gubernamentales, que en Honduras reciben el nombre de
“Organizaciones sin fines de lucro”. Este modelo, por sus características, resulta funcional
para la concreción de los objetivos planeados por ambas organizaciones.

81
Russell J. Dalton y Manfred Küechler y Wilhelm Bürklin. “El reto de los nuevos movimientos sociales”, en
Russell J. Dalton y Manfred Küechler. Los nuevos movimientos sociales… pp. 27.
61

 El contexto social

De conformidad con la propuesta de Dieter Rütch, el contexto social está constituido


por las condiciones materiales de las sociedades y por las estructuras de clases 82. Entonces:
¿Cómo influyó en la estructura organizativa del CEM-H y del CEM-H que surgieran en uno
de los países más pobres de la región? La respuesta a esta pregunta es compleja. Una posible
respuesta puede ser que, como expongo en la historia del movimiento feminista en Honduras,
una de las causas por las cuales el feminismo encontró muy poca recepción entre las
organizaciones del movimiento amplio de mujeres fue que dejaron de lado la lucha contra la
pobreza. Sin entrar a discutir (de momento) la veracidad de esta afirmación, y partiendo de la
hipótesis preliminar de que así ha sido83; es posible que esto tuviera como consecuencia la
poca masividad del movimiento y el desarrollo de una estructura organizativa como la descrita
en las páginas anteriores.

Si partimos de esta hipótesis, lo aducido por muchos teóricos de los nuevos


movimientos sociales —que afirman que fueron las mejoras en las condiciones de vida de las
personas las que permitieron el surgimiento de nuevos movimientos sociales, construidos
alrededor de demandas “posmateriales”84— en el caso específico del movimiento feminista en
Honduras, esta premisa no se cumple. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el grupo de
soporte primario sí esta efectivamente constituido preferentemente por mujeres de clase
media. Más adelante voy a ahondar en esta discusión.

82
Dieter Rucht “El impacto de los contextos nacionales... pp. 185
83
Los dos estudios más completos que se han hecho hasta la fecha sobre el movimiento feminista apoyan esta
afirmación. Para más detalles ver Breny Mendoza. Sintiéndose Mujer... pp. 144; y Rina Villars. Para la casa
más que para el mundo... pp. 609.
84
Ronald Inglehart. “Valores, ideología y movilización cognitiva en los nuevos movimientos sociales”, en
Russell J. Dalton y Manfred Küechler, Los nuevos movimientos sociales… pp. 71-99.
62

3.3. Características de su estructura organizativa

A partir de estos elementos, puedo decir que algunas de las características


organizativas que desarrollaron ambas organizaciones son:

 Una forma organizativa como la descrita al principio del apartado 3.1., constituida
por el grupo de soporte primario, el grupo de resonancia, y los grupos de base, pero
cohesionada a partir del funcionamiento y existencia de redes más amplias.
 Una estructura organizativa centralizada, con una división clara de los roles y
funciones de sus integrantes.
 Flexibilidad relativa en la ejecución de sus programas. Esto se puede observar en el
hecho de que, aunque pudieron adaptar su trabajo y reorganizar sus actividades en
el momento inmediato al Mitch, los cambios más profundos que se dieron con
posterioridad en sus programas y proyectos requirieron de más tiempo85.
 Autonomía relativa en la definición de sus objetivos. Aunque dependen en gran
medida del financiamiento internacional, gozan de cierto margen de libertad, por lo
menos en la operacionalización y puesta en marcha de sus programas y proyectos.

El desarrollo de este modelo organizativo tuvo consecuencias positivas y negativas en


el trabajo de ambas organizaciones. Las positivas son:

 Permitió su acceso al financiamiento internacional y el desarrollo de programas


para la atención directa a la violencia. Estos programas son quizás uno de los
principales aportes de estas organizaciones en la lucha contra la subordinación de
las mujeres en Honduras, ya que en ese momento no existía en el país ninguna
institución gubernamental o privada que brindara este tipo de servicios.
 Permitió la consolidación de sus proyectos institucionales y su permanencia en el
tiempo.

85
Gilda Granda, “Las Organizaciones no Gubernamentales, su génesis, desarrollo y actuales tendencias y su
relación con la ayuda oficial al desarrollo” en Gilda Granda. y otros. Nuevas formas de cooperación para
España. El potencial de las Organizaciones No Gubernamentales y de las Empresas. (Madrid: Fundación
Banco Exterior, 1987) pp.18.
63

 Posibilitó que las demandas de las mujeres fueran incorporadas a la legislación


vigente y al sistema de políticas públicas. Dicho de otra manera, les permitió
dotarse de cierta “legitimidad” para ser interlocutoras entre el Estado y las
organizaciones de mujeres.

Por otra parte, algunos de los aspectos negativos de su modelo organizativo son:

 Su estructura centralizada las obligó a focalizar su trabajo en el área urbana. En el


caso de las dos organizaciones objeto de mi estudio, antes del Mitch tenían
únicamente oficinas en Tegucigalpa y San Pedro Sula, las dos ciudades más grandes
del país.
 Provocó la creciente dependencia de ambas organizaciones a los fondos de la
cooperación internacional. Esto ha tenido como resultado que condicionaran sus
agendas a las prioridades y estrategias de la ayuda externa86.
 Profundizó las diferencias con el movimiento de mujeres. Según Ana Leticia
Aguilar, esto se debió sobre todo a la competencia y clientelismo que se generó
entre muchas organizaciones de mujeres por acceder a los fondos de la cooperación
internacional87.
 Provocó que muchas de sus acciones y estrategias se centraran en la “incidencia
política” hacia el Estado, en especial, en lo referente a los cambios en la legislación
y en las políticas públicas. Según la autora anteriormente citada, una de las
consecuencias de esta “angustia” por incidir en las políticas publicas sin construir
paralelamente un sujeto político vigilante e interpelador está teniendo
consecuencias desmovilizadoras y despolitizantes para el movimiento”88.
 Se convirtieron en “prestadoras de servicios”, lo que provocó su especialización en
una sola área temática: la violencia contra las mujeres.

86
Alberto Gonzáles-Tablas, “Cooperación, Historia y caracterización” en Gonzáles-Tablas, A. (Coord) Visión
global de la cooperación para el desarrollo. La experiencia internacional y el caso español. (Barcelona:
ICARIA Editorial S.A. 1995) pp. 64.
87
Idem anterior, pp. 79.
88
Ana Leticia Aguilar. “El movimiento feminista y en enfoque de género en las instituciones nacionales e
internacionales… pp. 77.
64

 Impidió que se involucraran y desarrollaran otro tipo de acciones, como por


ejemplo, las relacionadas con macroeconomía, desarrollo, etc.

4. La identidad colectiva

En el 2001 se realizaron en Nicaragua las Jornadas Feministas Centroamericanas,


organizadas por La Corriente89. Uno de los temas centrales abordado en estos cuatro días fue
el de la identidad colectiva de las feministas. Las ponencias e intervenciones que se hicieron
dejaron ver la multiplicidad de acepciones y significados de esta palabra, sus diferentes
connotaciones, y sobre todo, las posibilidades constructivas y disruptivas que son imaginadas
desde el campo de las identidades.

Las palabras vida, colectiva, personal, memoria, mujer, negra, indígena, conciencia
crítica, pobre, conflicto, solidaridad, etc. fueron algunas de las que se nombraron. Sin
embargo, una de las más mencionadas fue la palabra política, algunas veces complementada
con la de sujeto. Esto se debe a que, para la mayor parte de las mujeres que participaron en
este encuentro, la construcción del feminismo pasa por un proceso individual y colectivo que
busca la consolidación de un sujeto político-feminista que una a mujeres diversas, que les
permita recuperar su memoria y construirlas como conciencia crítica de la sociedad.

¿Por qué este tema despierta tanto interés entre las feministas? Además de las razones
que menciono en mi marco teórico, es necesario agregar una más: es sumamente útil para
comprender como se entretejen las concepciones subjetivas de estas mujeres sobre sus
vivencias personales (o sobre su “ser feminista”) y el contexto o marco político en el cual
desarrollan sus acciones.

Volviendo al análisis de las dos organizaciones objeto de mi estudio, como se


desprende en la historia relatada por ellas mismas expuesta en el apartado 2 de este capítulo, la
definición de una identidad colectiva propia, autorreferente, fue un objetivo central en los

89
Programa Feminista Centroamericano La Corriente. Jornadas Feministas Centroamericanas. (Nicaragua:
Programa Feminista Centroamericano La Corriente, 2001) pp. 86-122.
65

primeros años de vida de ambas organizaciones. Como señalan, en este momento, “la
búsqueda de las definiciones cognitivas concernientes a los fines, significados y al campo de
acción” —el primer componente descrito por Alberto Melucci de la identidad colectiva 90—
fue central en el proceso de constitución de ambas organizaciones como un sujeto colectivo.
Voy a realizar a continuación un breve análisis de estos tres elementos.

 Los fines

En el momento de consolidación de sus proyectos institucionales, ambas


organizaciones establecen como su meta primordial la lucha por los derechos de la mujer; o
“enfatizar la toma de conciencia de las mujeres de su subordinación en la estructura de las
relaciones sociales desde una perspectiva de género”91. Esto llevó a que establecieran como
primordiales entre sus estrategias la educación en derechos de las mujeres, la ciudadanía, la
investigación y búsqueda de cambios la legislación y la lucha contra la violencia. Sin
embargo, es esta última la que más ha definido la identidad colectiva de ambas
organizaciones.

 Significados y definición de sí mismas

La definición de sí mismas o la búsqueda de un significado o de un “nombre” a la


lucha que estaban emprendiendo como feministas pasó por un largo proceso, no exento de
conflictos y de culpas. En los primeros momentos de vida de ambas organizaciones, sus
fundadoras tuvieron que luchar contra los prejuicios (propios y ajenos) que en ese momento
permeaban el ambiente. Como expongo en el apartado referido a la historia de los
90
Según este autor, los fines de los movimientos sociales se definen por: 1) las Metas y objetivos del
movimiento, 2) La jerarquización de necesidades/ estrategias, 3) la formulación de planes y proyectos. Y en
cuanto a los significados, estos se construyen a partir de: 1) la definición de sí mismo, 2) el sentido de
pertenencia, 3) la conceptualización, contenido y significación de temas específicos. Y por último, el campo de
acción se define a partir de las estructuras en las cuales surgen y se desarrollan los movimientos sociales. En
este apartado no voy a desarrollar lo concerniente al campo de acción, ya que fue desarrollado en el apartado
anterior a partir de enfoques que considero más completos y que hacen referencia al contexto o campo de
acción en el surgen y se desarrollan los movimientos sociales. Para más detalles de esta propuesta ver Alberto
Melucci, Challenging codes:… pp. 70 y sig.
91
Marta Lamas. “Usos y posibilidades de la categoría de género” en Ivonne Sui Bermúdez, Wim Dierckxens y
Laura Guzmán (comp.) Antología Latinoamericana y del Caribe. Mujer y género. Período 80-90, Tomo II.
(Managua: Editorial Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA), 1999) pp. 35.
66

movimientos de mujeres en Centroamérica y Honduras, este proceso pasó por la definición de


límites precisos con los demás movimientos sociales y de mujeres, ya que en un principio,
muchas de las integrantes de lo que es hoy el movimiento feminista engrosaban las filas de los
movimientos populares. Por esta razón, no fue sino hasta casi cinco años después del
surgimiento de ambas organizaciones cuando finalmente definen con claridad su proyecto
institucional (o su identidad colectiva); es decir, cuando asumen el feminismo como su
proyecto político.

La búsqueda de un espacio propio se dio de forma diferente en ambas organizaciones.


El CDM se separa de los movimientos populares desde 1991, en cambio en el CEM-H la
separación final se da hasta en 1995. Esto se debe a que desde su surgimiento el CDM definió
su proyecto institucional alrededor del la lucha por los derechos específicos para las mujeres 92;
lo que incidió en que su separación del movimiento amplio de mujeres se realizara en un
período relativamente corto. En el caso del CEM-H, hasta 1995 centró muchos de sus
esfuerzos en la construcción de un proyecto político que permitiera que “confluyeran los
intereses de las mujeres con los del movimiento popular”93. Es decir, su separación del
movimiento amplio de mujeres se realizó en un período mucho más largo.

A modo de conclusión, puedo decir que el proceso de construcción de la identidad


colectiva de ambas organizaciones estuvo mediado por: su definición como feministas, por el
establecimiento de límites precisos con los demás movimientos sociales y por la consolidación
de la lucha contra la violencia doméstica como el principal eje discursivo y práctico alrededor
del cual estructuraron gran parte de su trabajo.

Como se desprende de estas páginas, el análisis del surgimiento y dinámicas de los


movimientos sociales desde las teorías enfoques de la identidad colectiva puede resultar
sumamente útil, ya que permite evitar “el énfasis excesivo en los elementos sistémicos o
estructurales que intervienen en la acción colectiva, a costa del sacrificio del análisis de los
elementos micro en los cuales se privilegian los procesos internos subjetivos que dan sentido y

92
Rina Villars. Para la casa más que para el mundo… pp. 573.
93
Idem. Anterior, pp. 570-571.
67

unidad a los movimientos sociales94. Sin embargo, explicar el surgimiento de algunos


movimientos sociales a partir de algunas de las premisas más “duras” de estas teorías, como el
esquema binario que proponen para el estudio de las identidades (identidad de clase =
movimientos de mujeres, identidad de género = movimientos feministas), no permite
reflexionar acerca de los demás factores que incidieron en la definición de sus proyectos
políticos. Esto se debe sobre todo a que esta teoría fue diseñada (a pesar de las pretensiones
explicativas más amplias que se le atribuyen) para el análisis de los elementos más subjetivos
que intervienen en el desarrollo de la acción social, ya que entra en el rango de las teorías que
analizan los componentes culturales de los movimientos sociales95.

Por esta razón, es necesario utilizar otros enfoques para el análisis de los demás
componentes de los movimientos sociales, como su estructura organizativa, las estrategias
desarrolladas, o la relación entre ambas y la identidad colectiva. Además, estas perspectivas
impiden analizar los cambios producidos por los movimientos sociales sobre las estructuras
existentes”96, imprescindible en el caso específico de este estudio.

Conclusiones

La estructura organizativa que desarrollaron ambas organizaciones es producto de una


combinación de factores del contexto (las transiciones políticas y la cooperación internacional)
y factores subjetivos, que en este caso sería el proceso a través del cual estas mujeres se
apropiaron y redefinieron los fines y metas del feminismo.

94
Para más detalles sobre este tema ver Hugo Zemelman, “La esperanza como conciencia. (Un alegato contra el
bloque histórico imperante: ideas sobre sujetos y lenguaje)”, pp.17; y Enrique de la Garza, “Estructuralismo y
positivismo en tiempos de la posmodernidad”, pp.94; en Hugo Zemelman (coord.) Determinismos y
alternativas en las ciencias sociales en América Latina. (Venezuela: Editorial Nueva Sociedad, 1995)
95
Juan Ramírez Sáinz. “Pluralismo teórico y metodologías combinadas para el análisis de la acción colectiva”,
en Jorge Durand Arp-Niesen (comp.) Movimientos sociales. Desafíos teóricos y metodológicos. (México:
Universidad de Guadalajara, 1999) pp. 59-68.
96
Enrique Rajchenberg. “El cambio social en la teoría social latinoamericana: Revolución y actores en tres
movimientos”, en Bajo el Volcán, Revista del Postgrado de Sociología de la Universidad de Puebla. N° 2, 1er
semestre del 2001. (México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y
Humanidades, 2001) pp. 164.
68

De los factores externos, quizá uno de los que tuvo más peso fue la cooperación
internacional. La necesidad de contar con financiamiento fue uno de los elementos que definió
su estructura organizativa y su proyecto político. A fin de ser consideradas aptas para recibir
fondos de la cooperación internacional, ambas organizaciones desarrollaron una estructura
organizativa centralizada, urbana, y adoptaron el modelo de las ONG´s. En cuanto a los
factores internos, uno de los elementos que definió su estructura organizativa y su identidad
colectiva fue la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Ambas organizaciones, a través de
la consolidación de programas para mujeres víctimas de violencia, forjaron una identidad
colectiva que les permitió definirse y ser identificadas como feministas.

Aunque la estructura organizativa que desarrollaron les permitió acceder a los fondos
de la cooperación internacional y negociar con el Estado, tuvo como consecuencia su
dependencia excesiva de la ayuda internacional. También provocó que se centraran más en
acciones de incidencia política y en la prestación de servicios que en la construcción de un
movimiento social amplio.

Como voy a exponer en las páginas siguientes, la estructura organizativa que


desarrollaron ambas organizaciones, las estrategias definidas y su identidad colectiva fueron
factores claves en la definición de las acciones y estrategias que ambas desarrollaron para
hacerle frente a la crisis del Mitch.
69

Capítulo IV
¿Fuera de las ciudades?
Feminismo y participación ciudadana de las mujeres en lo local-comunitario

Hay una imagen del Mitch que se quedó grabada en mi mente. En uno de los diarios
del país, aparecía la fotografía de un hombre subido en las ramas de un árbol ya sin hojas por
la fuerza del viento, sosteniendo una pequeña gallina. Pero lo más espeluznante era que hasta
donde alcanzaban los límites de la foto, que supongo fue tomada desde un helicóptero, no se
veía más que agua. Un enorme cerco de agua cercenaba el horizonte y la vida de este
campesino. Fue tomada en la zona norte del país.

Aunque la tragedia golpeó también las zonas urbanas, especialmente Tegucigalpa y


San Pedro Sula, fueron las zonas rurales las que sufrieron con más fuerza los embates del
Huracán. El aislamiento de muchas comunidades rurales impidió que la ayuda humanitaria se
hiciera presente. Además, antes de convertirse en Huracán, el Mitch tenía ya una semana de
haberse instalado como tormenta tropical en la zona norte.

La devastación, la muerte y la desolación que estaba produciendo desde ese momento


en esta región del país habían pasado desapercibidas a los ojos de la mayor parte de la
población, ya que todos los años, durante el invierno se sucedían las mismas inundaciones, las
mismas tragedias. Sin dejar de lado que fue uno de los peores desastres de nuestra historia, el
Huracán tuvo que llegar a la capital para hacerse visible.

Se puede decir, entonces, que una de las consecuencias del paso del Huracán Mitch por
tierras hondureñas fue que puso en evidencia la vulnerabilidad de las zonas rurales ante los
desastres naturales, los altos índices de pobreza que imperan en estas regiones y la falta de
estrategias de desarrollo a más largo plazo para contrarrestarla. Por estas razones, las
respuestas del Estado, de la cooperación internacional y de los movimientos sociales se
dirigieron sobre todo a lo que sería la piedra angular de muchas de las acciones que se
realizaron para contrarrestar los efectos del Huracán: el fortalecimiento de lo local-
70

comunitario. Esta estrategia se implementó a través de medidas que iban desde dotar de una
mayor autonomía funcional, administrativa y financiera a las corporaciones municipales, hasta
acciones más relacionadas con la participación ciudadana.

En las siguientes páginas, voy a analizar cuál fue el papel de las dos organizaciones
objeto de mi estudio en este proceso, cuáles fueron los factores que incidieron en la mayor
importancia del trabajo en el ámbito local-comunitario en sus agendas después del Mitch, y el
contenido y alcance de la estrategia que adoptaron para estos efectos: la participación
ciudadana. A fin de lograr una mayor claridad en el análisis y exposición de los hechos, decidí
dividir el abordaje de este tema en dos capítulos.

Antes de empezar, quiero presentar gráficamente cómo, desde mi perspectiva, se


gestó todo este proceso:

Contexto
Aumento y mayor visibilización de la
pobreza en el área rural
Cambios en la cooperación
internacional y en el Estado: la
descentralización municipal

Mayor atención
a lo rural, local
ESTRATEGIAS y comunitario

PARTICIPACIÓN
Estrategia general CIUDADANA

Cambios en
la estructura Apertura de nuevos proyectos
organizativa Descentralización de los programas

Cambios en las Aumentar los niveles organizativos de las mujeres


estrategias de
acción

Fines u objetivos
El empoderamiento
La lucha contra la violencia
Ampliación de Lucha contra la pobreza
la ciudadanía Aumentar la incidencia política en las
municipalidades

En este capítulo se van a desarrollar los siguientes puntos:


71

1. La centralidad de la ciudadanía en el feminismo. El CDM y el CEM-H y su


propuesta de construcción ciudadana
2. Factores del contexto que incidieron en los cambios en los programas y estrategias
de participación ciudadana después del Mitch
2.1. La mayor importancia de las estrategias estatales de la descentralización
administrativa y del desarrollo local
2.2. Los cambios en la cooperación internacional
3. La organización de redes y grupos de mujeres como una de las principales
estrategias de la participación ciudadana
3.1. Sembradoras de esperanzas: El surgimiento de redes de mujeres durante el Mitch
3.2. La organización de redes y grupos de mujeres
4. La estructura organizativa y lo local como estrategia

1. La centralidad de la ciudadanía en el feminismo. El CDM y el CEM-H y su


propuesta de construcción ciudadana

Uno de los temas centrales que se discutieron en La IV Conferencia Mundial sobre la


Mujer, celebrada en Beijing en 1995, fue cómo diseñar mecanismos efectivos para la que las
mujeres disfruten plenamente de sus derechos ciudadanos97. Se puede decir que, a partir de
este momento, el discurso y práctica sobre la ciudadanía irrumpe con más fuerza en el trabajo
de muchas organizaciones y movimientos de mujeres, y se convierte en uno de sus principales
ejes centrales de trabajo.

Antes de exponer los fines de esta estrategia y la forma como fue implementada por
ambas organizaciones, voy a desarrollar el contenido teórico y las diferentes acepciones que el
término participación ciudadanía genera en su uso y comprensión; y la forma como las dos
organizaciones objeto de mi estudio han hecho suya esta palabra. Considero que responder
estas preguntas resulta fundamental para los objetivos de mi análisis, ya que me permite

97
Maria Teresa Blandón. “Para un milenio de las mujeres”, en Malabares, Revista Centroamericana de La
Corriente (Managua: Programa Feminista Centroamericano La Corriente, 1995) pp. 14.
72

definir cuáles eran los fines o los objetivos de los cambios que se gestaron en ambas
organizaciones con relación a este tema.

Un primer acercamiento a la definición de la participación ciudadana se puede efectuar


desde un concepto de ciudadanía que incluya la participación y la pertenencia a una
comunidad política como uno de sus elementos fundamentales. Desde esta perspectiva, la
ciudadanía es “el conjunto de derechos y deberes que hacen de un individuo miembro de una
comunidad política, a la vez que lo ubican en un lugar determinado dentro de la organización
política y que finalmente inducen un conjunto de cualidades morales (valores) que orientan su
actuación en el mundo público”98.

Una segunda aproximación parte de los elementos constitutivos de la ciudadanía.


Siguiendo la definición de Thomas Marshall, la ciudadanía se constituye a partir de tres
grandes dimensiones: la civil, la social y la política. La civil está conformada por los derechos
necesarios para la libertad individual, como la libertad de expresión, de pensamiento, de
religión, de propiedad, de establecimiento de contratos y el derecho a la justicia; la política por
el derecho al ejercicio del poder político (el derecho a elegir y a ser elegido); y la social por el
derecho a la seguridad y a un mínimo de bienestar económico99.

Según esta definición de la ciudadanía, su dimensión política estaría restringida al


ámbito de lo público-estatal, al estar delimitada al derecho a elegir y a ser electo. Sin embargo,
la equiparación de lo político a lo público-estatal no permite definir como políticas muchas de
las acciones realizadas por los movimientos de mujeres que quedan fuera de este ámbito,
como las que se llevan a cabo desde la vida cotidiana (“lo personal es político”), o desde los
movimientos sociales o “sociedad civil”.

A fin de continuar acotando (o ampliando) el concepto de ciudadanía, es necesario


dilucidar un elemento más: qué se entiende por “participación”. Según Rodrigo Borja, la
participación es “el acto que convierte a los individuos en protagonistas de diversos procesos
98
Cecilia Bobes. “Ciudadanía”; en Laura Baca Olamendi y otros (comp.) Léxico de la política. (México:
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Fondo de Cultura Económica) pp. 50.
99
Thomas Marshall. Ciudadanía y clase social (Madrid: Alianza Editorial, 1998) pp. 37.
73

sociales (…) La vida pública ofrece muchas opciones y posibilidades de participación, y puede
implicar interactuar con el Estado o no”100.

Sobre la base a estos últimos argumentos, puedo decir que la participación ciudadana
se refiere a la participación de las mujeres en los diferentes espacios de la vida pública, ya
sean estatales o formales (nacionales o locales, partidos políticos, instancias gubernamentales,
etc.), o de la sociedad civil (grupos, asociaciones o movimientos sociales); que tienen como
objetivo hacer efectivos determinados derechos o demandas.

A fin de no excluir el ámbito de lo privado de lo político, también considero necesario


partir de un concepto de participación ciudadana que si bien es cierto, enfatice la participación
de las mujeres en el ámbito de lo público, incluya también los procesos que se gestan en lo
privado o lo subjetivo. Por ejemplo, como el propuesto por Mirna Flores.

Esta autora se refiere a la ciudadanía como la “democratización de la vida cotidiana”


como “una de las experiencias múltiples de democracia que se construyen en la vida cotidiana,
y que comprende ámbitos como la comunidad, la vecindad, le escuela, la familia, etc.; cuyos
campos de autonomía entre unos y otros no están claramente demarcados” 101. Considero que
esta definición de la participación ciudadana me permite comprender el fin último de la
propuesta feminista de la ciudadana: el empoderamiento de las mujeres, tanto en el ámbito de
lo público como en el de lo privado.

Ahora bien: ¿Cuál es el contenido de la ciudadanía? ¿Por qué la palabra “ampliación”


se vuelve clave? La respuesta a esta pregunta se encuentra en otra palabra esencial para las
nuevas mujeres que queremos ser: igualdad. Pero igualdad que respete las diferencias,
igualdad que signifique libertad.

100
Rodrigo Borja, “Enciclopedia de la Política”, citado por Braulia Tillet, Mujeres y percepciones políticas
(Guatemala: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), 2001) pp. 102.
101
Mirna Flores. “Participación ciudadana, democracia cotidiana y cultura política”, en Taller: “Mujeres,
participación política y ciudadanía” (Costa Rica: Universidad de Costa Rica (UCR), 1996) pp. 34.
74

El feminismo ha hecho suya esta palabra, pero desde la disidencia a otras de sus
acepciones, cargadas de exclusión. Esto se debe a que, como señala Amelia Valcárcel, “el
feminismo es “un hijo no deseado de la ilustración, ya que cuestiona la fundamentación
filosófica, ética y política de las teorías contractualistas sobre las cuales se definió una
ciudadanía excluyente diseñada para y por los hombres, en especial, en lo que se refiere al
principio de la igualdad”102.

El feminismo construye una teoría crítica de la ciudadanía liberal, fundamento estas


teorías excluyentes, ya que parte de:

1) La necesidad de reconocer que este principio liberal impide conceptualizar la


ciudadanía desde una perspectiva que tome en cuenta la subordinación y la
opresión de las mujeres, ya que no toma en cuenta las diferencias entre los sexos
derivadas de la estructuración de la sociedad en función de roles sexuales y
patrones patriarcales;
2) Que esta perspectiva de la ciudadanía es ciega a las diferencias individuales o
grupales103 y que impide la formulación de derechos diferenciados o derechos
específicos de las mujeres, como el derecho a una vida no violenta, los derechos
sexuales y reproductivos, etc.;
3) La necesidad de deconstruir la dicotomía público-privado contenida en las
concepciones liberales de la ciudadanía, ya que no permite considerar los derechos
de las mujeres (relegados tradicionalmente al mundo de la “privado”, como el
hogar) como derechos políticos104.

Desde esta perspectiva, se puede decir que la ciudadanía es “el desarrollo de la


capacidad de autodeterminación, de expresión, y representación de intereses y demandas, y de
pleno ejercicio de los derechos individuales y colectivos” 105. Esta definición amplia de
102
Amelia Valcárcel, La política de las mujeres (Madrid: Editorial Cátedra, 1997) pp. 53.
103
Carme Castells “Perspectivas feministas en teoría política” (Barcelona: Ediciones Paidós, 1996) pp.10.
104
Carole Pateman. Criticas feministas a la dicotomía público / privado. (Barcelona: Ediciones Paidós, 1996)
pp. 33.
105
Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la
Mujer, Programa de Acción Regional para las Mujeres de América Latina y el Caribe (Chile: Comisión
75

ciudadanía permite incluir dentro de las demandas u objetivos de la lucha por la ciudadanía
derechos que pueden ser considerados como “privados” (como los derechos sexuales y
reproductivos), y los relacionados con la actuación de las mujeres en el mundo “público” (la
participación política y las acciones de incidencia hacia el Estado).

Dejo las palabras público y privado entre comillas porque, de acuerdo con lo expresado
antes, una de las tareas fundamentales del feminismo ha sido politizar el mundo de lo privado,
darle a estos actos el carácter de una lucha política por la identidad y el cambio social. Desde
esta perspectiva, la lucha por la ciudadanía incluye también las luchas que llevan a cabo las
mujeres en sus espacios más íntimos, como el cuerpo, el hogar, la casa, la familia, que son
quizás los lugares donde se inicia el proceso de expropiación de sus derechos.

Estos argumentos son también la base de la propuesta de construcción ciudadana


esgrimida por las dos organizaciones objeto de mi estudio. Para el caso, en la memoria de los
primeros diez años de vida del CEM-H, se menciona la participación ciudadana y la
ampliación de la ciudadanía como dos de los ejes fundamentales en el trabajo de la
organización106. Y en el caso del CDM, en los informes y documento que tengo antes del
Mitch la lucha por los derechos de las mujeres es central107.

Hasta antes del Mitch, este trabajo era realizado desde los distintos programas que
buscaban educar o capacitar a las mujeres en el conocimiento y ejercicio de sus derechos; en
especial, desde los de Educación, Comunicación, Investigación y Revisión del Derecho. Pero,
como voy a demostrar en las páginas siguientes, después del Mitch se redefine la posición y
lugar de la lucha por la ciudadanía de las mujeres en los intereses y estrategias institucionales
de ambas organizaciones. Antes de abordar este punto, voy a analizar algunos de los
principales factores del contexto que incidieron en todo este proceso.

Económica para América Latina y el Caribe, Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer,
1995) pp. 11.
106
CEM-H. Memoria 1987-1997. pp. 1 y 21.
107
Gilda Rivera, El Centro de Derechos de Mujeres: Una propuesta de construcción colectiva comprometida
con los derechos de las Mujeres... y CDM, el Informe de julio-diciembre de 1997.
76

2. Factores del contexto que incidieron en los cambios en los programas y estrategias
de participación ciudadana después del Mitch

Algunos de los factores que incidieron en estos cambios son:

2.1. La mayor importancia de las estrategias estatales de la descentralización


administrativa y del desarrollo local

Una de las estrategias diseñadas desde el Estado para hacerle frente a la grave crisis
socio-económica desatada por la tragedia fue darle un mayor impulso a los procesos de
descentralización municipal, que se estaban ejecutando en el país desde antes del Huracán.
Este mayor énfasis a lo local, definido desde las estrategias que se adoptaron durante la
emergencia y en las políticas públicas que se implementaron después del Mitch, provocó que
muchas organizaciones y movimientos sociales redefinieran sus ejes y estrategias de acción, a
fin de lograr que sus demandas fueran incluidas en esta nueva estrategia de participación y de
desarrollo local propuesta desde el Estado.

Esto fue también lo que sucedió en el caso de las dos organizaciones objeto de mi
estudio. Así lo señalan las del CDM, cuando afirman que “partimos de reconocer que el
proceso de modernización del Estado demanda de la descentralización del gobierno y de la
autonomía de los municipios”108.

Sobre la base de estos argumentos, y de conformidad con lo expuesto en mi marco


analítico sobre la relación entre los cambios en el contexto y las estrategias que adoptan los
movimientos sociales109; los cambios que se dieron relacionados con la creciente importancia
en los planes estatales de las estrategias de descentralización municipal, fue un factor clave en
los cambios que se dieron en las agendas de ambas organizaciones con respecto a la
participación ciudadana.
108
CDM. Informe de enero-diciembre del 2000. pp. 13.
109
Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales… pp. 185
77

2.2. Los cambios en la cooperación internacional

Otro factor que incidió en la creciente importancia de la participación ciudadana fue la


centralidad de este tema en las agendas de la cooperación internacional después del Mitch.
Con respecto a esto, Nora Miselec, coordinadora del Programa de Participación Ciudadana del
CDM, decía que antes el Mitch, y casi desde 1990:

“... Algunas (agencias internacionales) amenazan con retirarse (...) Creo que a
partir de entonces ha sido más difícil llamar la atención. El Mitch hizo que se
pospusiera ese peligro… Creo que estábamos en un momento de mucho peligro.
No es secreto para nadie que los movimientos sociales han pasado tiempos
difíciles, y de pronto, hay más apoyo para ciertas cosas, como por ejemplo para
lo legal. Ahorita, participación ciudadana está teniendo mucha respuesta,
cuando hasta hace poco algunas organizaciones que trabajábamos
participación ciudadana hemos tenido dificultades para seguir nuestros
programas...”

Como expongo en el capítulo anterior, muchas organizaciones de mujeres, incluyendo


el CDM y el CEM-Hombres, desarrollaron una fuerte dependencia a los fondos de la
cooperación internacional. En el contexto específico del Mitch, ésta dependencia fue un factor
clave en los cambios que se gestaron y en las estrategias que se adoptaron para hacerle frente a
la crisis.

3. La organización de redes y grupos de mujeres como una de las principales


estrategias de la participación ciudadana

Todos estos cambios en el contexto fueron configurando la que quizás sería una de las
principales estrategias adoptadas por ambas organizaciones para lograr cambios radicales en la
vida de las mujeres: la organización política de las redes y organizaciones de mujeres que
78

surgieron o se rearticularon a raíz del Mitch. Voy a describir como dio inicio este proceso y
como se desarrolló.

3.1. Sembradoras de esperanzas: El surgimiento de redes de mujeres durante el Mitch

La corrupción de los funcionarios del gobierno y su evidente ineficacia para atender


estructurar un plan de emergencia eficaz provocaron que, desde las mismas comunidades,
surgieran iniciativas que buscaban satisfacer las necesidades más inmediatas de la población.
Las personas se organizaron para tratar de distribuir lo poco que habían logrado rescatar de las
turbulentas aguas de los ríos, y para hacer llegar su voz, tanto al gobierno como a las ONG´s
que trabajaron durante la reconstrucción. Por esta razón, se puede decir que uno de los efectos
inmediatos del Mitch fue que incrementó los niveles organizativos en las comunidades. Sobre
este hecho, Suyapa Martínez, actual administradora del CEM-H, que trabajó con muchas de
estos grupos durante la emergencia, afirmaba que:

“Comunidades que nunca estuvieron organizadas después del Mitch


empezaron a organizarse. Porque vieron que sin organización no llegaban a
ningún lado, no iban a conseguir proyectos de vivienda, ni proyectos para sus
comunidades. Entonces, se vieron en la necesidad de organizarse”

Sin embargo, fueron las mujeres las que —en especial en los días inmediatos al paso
del Huracán— participaron de forma más activa en la búsqueda de estrategias para hacerle
frente a la crisis. Mujeres con o sin experiencia previa en procesos organizativos, se dieron a la
tarea de formar grupos de presión para exigir la atención del gobierno y de la cooperación
internacional. Esto llevó al surgimiento o a la rearticulación de numerosas redes y grupos de
mujeres, que empezaron a hacerse visibles en los espacios públicos. Sin embargo, como
siempre ocurre, gran parte de estas mujeres se olvidaron de sí mismas y se preocuparon más
por garantizar la supervivencia de sus familias que por tratar de solventar sus propias
necesidades.
79

Un interesante estudio realizado por el CEM-H en tres comunidades afectadas, arroja


algunos datos interesantes. Este trabajo señala que al momento de la tragedia, al ser las
mujeres las encargadas tradicionalmente de la sobrevivencia y de la satisfacción de las
necesidades básicas de la familia, fueron las que desde su rol de reproductoras asumieron las
riendas de esta tarea; lo que finalmente influyó en que se organizaran para conseguir
alimentos, ropa, vivienda, etc.110. Sobre este tema, Suyapa me relataba que:

“(El incremento de los niveles organizativos)...en las mujeres no surge porque


los hombres les ayudaron a organizarse, o porque quisieran darles un espacio,
sino porque la necesidad misma del desastre hace que los hombres se olviden
de su misión histórica de proveedor; y empieza la mujer a incorporarse a nivel
organizativo. Por un lado, los hombres estaban más preocupados por
conseguir casa, porque se quedaron en la calle, y las mujeres viendo como
conseguían comida, agua, la sobrevivencia, lo de hoy.”

La identificación de este problema por parte de las integrantes de ambas


organizaciones, desde el trabajo que realizaron con ellas en el momento inmediato a la
emergencia, fue otro de los factores que incidió en lo que seria una de las estrategias más
importantes del trabajo que llevaron a cabo ambas organizaciones después de la tragedia: el
apoyo organizativo a estas redes y grupos de mujeres.

110
CEM-H/ Fundación Ford. Investigación: “El impacto del Huracán Mitch en las condiciones de vida de las
Mujeres Hondureñas y las experiencias de Participación Ciudadana”. (Material Mimeografiado) (Honduras:
S/E, 2001)
80

3.2. La organización de redes y grupos de mujeres

Si bien es cierto, muchas de las acciones que se realizaron en el momento más


inmediato fueron puntuales, con objetivos claramente delimitados, fueron el paso previo que
les permitió articular nuevas estrategias de intervención. Una de las más importantes fue el
apoyo organizativo a redes y grupos de mujeres que surgieron o se reactivaron a partir del
Mitch.

Una de las primeras preguntas que me surgieron fue si estas redes o grupos de mujeres
habían surgido a raíz del Mitch o tenían una historia organizativa previa. Ante esta pregunta,
Mirta, del CEM-H, me dio una respuesta sumamente interesante: que en este proceso
surgieron nuevos liderazgos y nuevas redes de mujeres que, de alguna forma, son herencia de
los Clubes de Amas de Casa que desde la década de los 60’s existen en el país:

“(Las redes de mujeres)... surgen un poco a propósito de la crisis que produce


el Mitch. El Mitch provoca más iniciativas locales que, si bien es cierto, se
afincan en organizaciones que ya existían previamente. Así, se fueron
conformando redes, aparecieron nuevos liderazgos... De alguna manera,
entonces, se reciclan los Clubes de Amas de Casa”.

Con respecto a los Clubes de Amas de Casa, aún cuando su propósito inicial era
impulsar programas con mujeres pobres para el mejoramiento de la economía familiar y
comunal, desde su función tradicional de madres y esposas111; en muchos casos rebasaron sus
propósitos iniciales, ya que se convirtieron en uno de los primeros espacios de reflexión para
las mujeres hondureñas sobre sus problemas. Uno de los únicos casos documentados sobre los
Clubes de Amas de Casa en Honduras, el de las mujeres de la Nueva Esperaza, expone como,
desde estos espacios, muchas mujeres fueron poco a poco transformando sus identidades y

111
Teresa Valdez y Enrique Gomáriz. Mujeres Latinoamericanas en Cifras, Tomo Comparativo (Chile:
Instituto de la Mujer de Chile, Ministerio de Asuntos Sociales Español, y Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales (FLACSO), 1995) pp. 178.
81

conciencias, hasta el punto de que algunas de ellas se separaron de la Iglesia y hasta fueron
excomulgadas112.

Sin negar la fuerza y valor de estos clubes y de otros grupos de mujeres que surgieron
o cobraron fuerza a partir del Mitch, como mencionaba en el apartado anterior, uno de los
problemas que identificaron ambas organizaciones fue que ni las mismas mujeres que
conformaban estos grupos se preocupaban por sus necesidades específicas. Al respecto, María
Elena Méndez, actual coordinadora del CEM-H, señala que esto se debió a que la experiencia
organizativa de muchas de ellas había sido en espacios mixtos; y que debido a este hecho,
desconocían de la perspectiva de género. Ante la pregunta que le hice respecto a la historia
organizativa previa de los grupos de mujeres que se reactivaron durante el Mitch, decía que:

“…Venían de gremios profesionales, clubes de amas de casa, organizaciones


tradicionales sin ninguna perspectiva de género. Luchaban por agua, por la
construcción de un centro comunal, por reconstruir una escuela, pero los temas
de violencia, derechos sexuales y reproductivos y la pobreza estaban ausentes.
Entonces, sí estaban organizadas, pero en espacios muy tradicionales”

De igual forma, Nora, al relatar el trabajo que realizó el CDM en el macro-albergue El


Mogote, relataba que:

“...Se trató y se luchó para que dentro de las coordinaciones hubiera más
mujeres... Nosotras colaboramos con varias colonias, pero específicamente en
el Mogote. Se trató de trabajar con la Junta Directiva, que era solo de
hombres, tratando de establecer algunas normas en la distribución de recurso.
Involucramos directamente a las mujeres, intentando que siempre participaran
en la distribución...”

112
Para una historia más detallada del surgimiento de esta organización y su historia hasta la década de los
90’s ver Rocío Tábora. Democratizando la vida. La propuesta metodológica de las mujeres del PAEM.
(Honduras: COMUNICA, 1992)
82

Los informes y memorias de la época confirman estas aseveraciones. Por ejemplo, en


el informe del CDM de 1998, se afirma que “aunque las actividades estaban
fundamentalmente dirigidas a satisfacción de las necesidades inmediatas de las mujeres, una
de las prioridades identificadas fue la potenciación de la organización de las poblaciones más
afectadas por el Mitch”113. Sin embargo, las actividades de emergencia y acompañamiento en
los albergues, en el caso específico del CDM, fueron poco a poco bajando de perfil.

Las del CEM-H son todavía más claras al definir los objetivos que se perseguían con el
apoyo a los procesos organizativos. Por ejemplo, en la memoria de 1998 se afirma que “a
partir del Mitch, el trabajo organizativo con las mujeres se coloca en un primer plano, como
una estrategia fundamental para hacer frente a la crisis del desastre” 114. Estas acciones las
llevaron a cabo con grupos de mujeres con y sin organización previa. De conformidad con los
informes, en las comunidades de La Guacamaya, La Finca, y La Montañuela, ya existían tres
organizaciones de mujeres: PROFESAC, ANAHMUC y MOMUCLAA, respectivamente; y
en las restantes (El Mogote y la Colonia Cruz Roja) no habían organizaciones o los niveles
organizativos eran muy bajos.

Yo tuve la oportunidad de ir a visitar una de las comunidades en las que el CEM-H


trabajó: la Nueva Esperanza.

Un día, mientras entrevistaba a Mirta en la sede de la organización, le dije que quería


acompañarla a su visita a la comunidad. Al día siguiente, y después media hora de camino,
llegamos finalmente al Kilómetro 9 de la carretera que va desde Tegucigalpa al sur del país.
Aunque esta comunidad está relativamente cerca del caso urbano, puedo decir que por sus
características, ya es parte de la zona rural. Empezamos a subir un serpenteante camino de
tierra. Yo sentía que cada vez nos alejábamos más de la ciudad. Finalmente, algunas casas de
las que denominan “modelos básicos” (de una sola pieza, muy pequeñas, construidas de
bloques de cemento) nos anunciaron la llegada a la comunidad. Había unas cuantas mujeres en

113
CDM. Informe de julio-diciembre de 1999. pp. 4-11.
114
CEM-H. Memoria de 1998. pp. 3.
83

las puertas de las casas y en las calles. Al vernos, inmediatamente se acercaron al carro y
saludaron con mucha alegría a Mirta. Y entramos al Centro de Capacitación.

Lo primero que me llamó la atención fue lo acogedor del lugar. Había un grupo de
jóvenes y otro de mujeres mayores conversando. Y pensé: “que lindo, a pesar de toda la
tragedia que vivieron estas mujeres, tienen un lugar donde reunirse, donde hablar, donde ser
felices a pesar de todo lo que sufrieron”. Además, sabía que de muchas de las casas que había
visto y el Centro de Capacitación fueron construidos en parte por la labor del CEM-H durante
la emergencia, y que muchas mujeres eran sus propietarias.

Mirta me decía que, en la inauguración de esta colonia, una de las mujeres que
participó en el Proyecto de Reconstrucción del CEM-Hombres, a través del cual gestionaron
fondos para la construcción de sus viviendas, le había dicho:

“«Agradezco al Mitch», después de agradecerle a Dios... Para que te hagas


una idea de la significación que tuvo las circunstancias de la emergencia y la
reconstrucción. Hasta es posible decir que el Mitch benefició a muchas
mujeres, aunque en un primer momento produjo un deterioro de la calidad de
vida. Todo ese proceso tan duro y exigente desde las condiciones materiales
representó para ellas un crecimiento en la apropiación de sus derechos y su
ciudadanía y en la construcción de procesos organizativos. Y sobre todo en la
construcción de una esperanza, de un proyecto”

La construcción de esta esperanza inició con una tragedia, como todos los hechos que
relato en este trabajo, cuando en la colonia donde vivían antes estas mujeres...

“Una noche fatídica, mientras la lluvia no paraba, una parte del cerro donde
vivían se derrumbó y 23 personas murieron. 451 familias perdieron sus casas...
Ellas amarran alambre, acarrean material, toman talleres, denuncian la
violencia contra sí mismas y sus compañeras, se inscriben en las planillas. Las
mujeres de todas las edades que protagonizaron este proyecto tienen mucho
84

que decir, todas ellas: las que esperan el momento de ocupar su casa, las que
llegan a la comunidad a trabajar con ellas, las que leen los informes
financieros... Si agudiza usted el oído y escucha más allá de cualquier fórmula
que aquí se plantea, se asomará a la autoridad de la voz femenina, a la
participación como acción diaria, al cambio y precisamente a la construcción
no del cemento y la cal sino de la vida, la que siempre está en construcción.
Venga, a eso le invitamos...”115

Las palabras de Miriam Suazo, psicóloga y trabajadora del CEM-H, también dejan ver
como una tragedia puede convertirse en esperanza:

“...Si bien es cierto que el Mitch les hizo vivir una tragedia de horror, en esa
zona murieron 23 personas y 454 familias quedaron sin nada, perdieron cosas
materiales y familias, muchas reconocen que el Mitch también ha sido una
oportunidad. Porque de repente, muchas nunca hubieran tenido una casa.
También, muchas mujeres rompieron un montón de cadenas. Ahora ellas
recuperaron sus liderazgos, tienen conciencia de participación, y saben que sin
las mujeres la comunidad no va a avanzar”

Creo que no hay palabras más claras que estas para describir lo que sucedió en esa
pequeña comunidad después de la tragedia. Todas estas acciones tuvieron hondos efectos en la
estructura organizativa de ambas organizaciones, como voy a exponer a continuación.

115
Centro de Estudios de la Mujer-Honduras, CEM-H, Solidaridad Internacional de España, Sistematización.
Proyecto Centro de Capacitación para Mujeres y Servicios Múltiples. Segunda fase. (Material
mimeografiado) (Honduras: S/E, 2001) pp.1 y 7.
85

4. La estructura organizativa y lo local como estrategia

Uno de los efectos más inmediatos del trabajo que realizaron ambas organizaciones en
los espacios locales, tanto urbanos como rurales, fue que se reestructuraron los programas y
proyectos de ambas organizaciones. Por ejemplo, por primera vez en la historia de estas dos
organizaciones, funcionan programas y/o proyectos cuyo objetivo específico es el trabajo en
derechos ciudadanos de las mujeres en los ámbitos locales.

Para el caso, en 1999 el CEM-H abre, dentro del Programa de Educación, el Proyecto:
“Participación Ciudadana e Incidencia Política de las Mujeres en los Gobiernos Locales para
la Reconstrucción Nacional”. Y en 1999, el CDM reorienta el programa de Educación y
Sensibilización a un nuevo programa de Participación Ciudadana. Ambos programas se llevan
a cabo con distintas comunidades rurales a lo largo del país.

Aunque antes del Mitch también realizaban trabajo fuera de los ámbitos urbanos, éstas
eran más acciones más puntuales, como talleres de capacitación en derechos humanos, y en
algunos casos, acompañamiento organizativo a grupos de mujeres. Pero el trabajo estaba
centralizado en las dos ciudades más grandes del país: Tegucigalpa y San Pedro Sula.

La intensidad de estos cambios en la estructura organizativa fue distinta en cada una de


las dos organizaciones, al igual que la valoración que hicieron sus integrantes de los mismos.
En el caso del CEM-H, sus integrantes coinciden en considerar el trabajo en lo local y
comunitario como uno de los cambios más importantes que se dieron en su organización
después del Mitch. Por ejemplo, Daysi Flores, que fue coordinadora del Programa de Jóvenes
de esta organización, afirmaba que:

(El CEM-H) “Era una organización que hacía muy poco trabajo extramuros.
Hacía trabajo extramuros, pero no era parte fundamental en la organización...
Con el Mitch, me parece que ese fue el cambio más fundamental. La
organización se traslada afuera, se va”
86

La organización “se va”, o se “sale del nidito”, como dice Suyapa, también integrante
del CEM-H. Estas son quizás dos de las frases que resumen de forma más clara lo que sucedió
a raíz del Mitch. Pero, ¿cuáles fueron los cambios que se dieron en su estructura organizativa
para hacer efectiva esta nueva estrategia de trabajo? Uno de los más importantes fue la
“descentralización” del trabajo que llevaban a cabo. Como señala también Suyapa:

“Se descentralizó el trabajo de la organización. Ya no sólo se trabaja con


Tegucigalpa y San Pedro Sula, se empieza a trabajar con comunidades
rurales... Se abrieron programas de desarrollo local como el de la Nueva
Esperanza, Maraita, La Venta y Nacaome”

El listado de las comunidades con las que esta organización trabajó es elocuente:
Choloma, El Rancho, Urraco, La Lima, Santa Bárbara, Yoro, Nueva Esperanza, Morocelí,
Montanuela, Guanacaste, Colón, La Compasión, El Progreso, La Guacamaya. Estos son
algunos de los nombres de las comunidades y ciudades en las cuales se hizo presente el CEM-
H al momento de la crisis. Aunque mucho de este trabajo se abandonó después de la
emergencia, la necesidad de continuar trabajando en las áreas rurales siguió siendo una
prioridad para la organización, como es evidente en la apertura del nuevo programa de
participación ciudadana, dirigido sobre todo a las áreas rurales.

Pero el efecto de la descentralización del trabajo del CEM-H fue más allá de la
apertura de nuevos proyectos. Cambió su esquema organizativo y la forma como hasta
entonces se habían establecido los límites, objetivos y funciones de cada uno de los proyectos.
Al respecto, Mirta Kennedy, integrante del equipo de coordinación, y actual encargada del
programa de investigación, decía que:

“Nosotras tuvimos un esquema muy estructurado que se quebró a partir del


Mitch. Nosotras estábamos organizadas en programas... pero con el Mitch
hubo un quiebre de este modelo... Hemos estado trabajando en un modelo
mucho más descentralizado... y ahora trabajamos por áreas de intervención”
87

El trabajo por “áreas de intervención” implica no sólo que las acciones ya no se


realizan bajo la estricta definición de funciones y de objetivos de cada uno de los programas.
Aunque en la actualidad continúan funcionando cuatro de los cinco proyectos que la
organización tenía al momento de iniciar esta investigación (ya no funciona Casa de la Mujer),
se da más prioridad a los objetivos generales definidos desde estas áreas de intervención que a
los objetivos específicos de cada uno de los programas. Por ejemplo, es interesante que desde
el 2000 cambia el esquema de presentación de las memorias. Ya no se dividen en capítulos por
programas, sino por áreas de intervención116.

El caso del CDM es relativamente distinto, ya que ellas desde antes del Mitch ya tenían
trabajo fuera de Tegucigalpa y San Pedro Sula. Es quizás por esta razón que la valoración que
hacen sus integrantes de los cambios que se dieron es distinta, aunque hay discrepancias entre
ellas con respecto al efecto que éstos tuvieron en la organización. Por ejemplo, Gilda afirma
que la mayor atención a lo rural no necesariamente implicó un cambio radical en las estrategias
de la organización, y mucho menos en su estructura organizativa:

“Aunque nos hemos centrado en Tegucigalpa, no podríamos decir que no


teníamos esa mirada al trabajo con mujeres de zonas rurales. Es más, siempre
lo teníamos, pero no de manera sistemática; pequeños acercamientos con
organizaciones campesinas... (Después del Mitch) el CDM logra darle
continuidad a un trabajo que venía haciendo, un trabajo puntual, por ejemplo
con las mujeres de Marcala, especialmente en el nivel de asistencia al
programa de radio”

Ella hizo esta afirmación en base al trabajo que el CDM venía realizando desde el
Programa de Promotoras Legales 117 y desde el proyecto “Mecanismos de Aplicación de la Ley
Contra la Violencia Doméstica desde el poder local” que funciona desde 1998 en Choluteca y
Olancho, (zona sur y oriental del país)118. Pero según Nora, estos cambos sí tuvieron

116
CEM-H. Memoria de 1999. pp. 4.
117
Recuérdese que este es uno de los programas más antiguos del CDM, ya que funciona desde 1991, época
del surgimiento de la organización.
118
CDM. Informe de enero-junio de 1998. p. 12.
88

consecuencias profundas en el trabajo del CDM. Ante la pregunta que le hice sobre el
seguimiento a los trabajos que realizaron a raíz del Mitch en algunas colonias urbano-
marginales de Tegucigalpa, comentaba que:

“Este trabajo no se continuó, porque una de las cosas que vimos fue la
necesidad de abrir trabajo hacia las zonas rurales. Entendimos que hay zonas
más marginadas que otras, y el CDM vio la necesidad de proyectarse hacia el
campo... En la zona urbana queda nada más la proyección a nivel de la
atención y prevención de la violencia de género contra las mujeres, que es el
área de asistencia psicológica y legal que tenía el CDM. También se mantiene
el área jurídico-social, que es la de la revisión crítica del derecho”

Lo que si queda claro en ambos testimonios es que, después del Mitch, el


trabajo en las áreas rurales empezó a hacerse de una forma más sistemática; se abrieron
más programas y proyectos dirigidos a estas zonas, como es el caso del programa de
participación ciudadana.

Conclusiones

La definición de lo local-comunitario en el trabajo de ambas organizaciones y la mayor


atención a las zonas rurales, son quizás dos de los cambios más importantes que se han dado
en la historia de ambas organizaciones, ya que las obligó a efectuar reestructuraciones
profundas en sus estrategias y en su estructura organizativa.

En el caso del CEM-H, la forma como estaba organizado el trabajo dentro de la


organización pasó de un esquema estructurado por programas a uno más flexible, definido a
partir de ejes de trabajo y no desde una delimitación clara de las funciones de cada proyecto.
En el caso del CDM, los cambios están relacionados con el aumento del trabajo en las zonas
rurales y la apertura de nuevos programas.
89

Todos estos cambios responden en gran medida a los cambios que se verificaron en la
estructura económica, política y social del país después de la tragedia. De ellos, el que más
peso tuvo fue la creciente importancia en las estrategias del Estado y de la cooperación
internacional de la descentralización municipal para hacerle frente a la crisis.

Sin embargo, y de conformidad con mi marco analítico, estos cambios también fueron
producto de reflexiones internas de las integrantes de ambas organizaciones. En este proceso,
ellas valoraron las oportunidades que tenían para participar de forma activa en la
reconstrucción, evaluaron el trabajo que realizaron durante la emergencia, (especialmente el
que llevaron a cabo con las redes de mujeres del interior del país), y decidieron las estrategias
a adoptar. Sin embargo, es quizás la dependencia de ambas organizaciones de los fondos de la
cooperación internacional el elemento clave que definió que su trabajo se llevara a cabo
principalmente desde la estrategia de la participación ciudadana.

Como se va a observar en el capítulo siguiente, los fines de la participación ciudadana


están directamente relacionados con muchos de los cambios que se dieron en la estructura
organizativa y en los ejes de trabajo de ambas organizaciones. Desde mi perspectiva, y
adelantando algunas de las conclusiones, puedo decir que de los principales cambios que se
dan es que a partir de estas nuevas estrategias el empoderamiento deja de ser una palabra
retórica para convertirse en un hecho. No es que antes no lo fuera. Es que todos estos cambios
están permitiendo que sean las propias mujeres beneficiarias de los programas y de las
acciones de ambas organizaciones las que lideren sus propios procesos.
90

Capítulo V
Para las mujeres más que para el feminismo:
Fines de la participación ciudadana

El objetivo más general de todos los cambios que se produjeron en los programas de
ambas organizaciones tenían un fin último: el empoderamiento de las mujeres. Los cambios
que se dieron en sus proyectos, ejes de trabajo y estructura organizativa buscaban potenciar las
capacidades de las mujeres para que fueran ellas las artífices de sus propios procesos, las que
decidieran cuales eran las estrategias más adecuadas para satisfacer sus necesidades. Todo este
proceso, desde mi punto de vista, implicó que las organizaciones feministas objeto de mi
estudio reconocieran los límites de su proyecto político, sus debilidades.

Por esta razón que decidí utilizar como nombre de este capítulo el título de uno de los
libros más completos sobre la historia de los movimientos de mujeres que se han escrito en
Honduras, el de Rina Villars: “Para la casa más que para el mundo, Sufragismo y Feminismo
en la Historia de Honduras”119. Desde mi perspectiva, muchos de los cambios que sufrieron
los programas de atención a la violencia buscaban, además de empoderar a las mujeres,
ampliar los límites del proyecto feminista, darle un sentido capaz de ser comprendido por otras
mujeres que hasta entonces no habían sido más que espectadoras, no protagonistas.

En este capítulo, voy a exponer las principales estrategias implementadas por el CDM
y el CEM-H para la concreción de estos objetivos. Para estos efectos, voy a dividirlo en los
siguientes apartados:

1. La ampliación de la ciudadanía de la ciudadanía para las mujeres: fin y causa de las


estrategias de participación ciudadana
2. Estrategias de participación ciudadana: La incidencia política en las
municipalidades

119
Rina Villars. Para la casa más que para el mundo…
91

3. Empoderamiento, ciudadanía y lucha contra la pobreza


4. La lucha contra la pobreza
4.1. ¿Ha luchado el feminismo contra la pobreza?
4.2. El Mitch y los cambios en el abordaje de la pobreza
 La creación de microempresas
 Conclusiones: los cambios en la lucha contra la pobreza después del
Mitch

1. La ampliación de la ciudadanía de la ciudadanía para las mujeres: fin y causa de las


estrategias de participación ciudadana

Ahora bien: ¿Qué es lo que se perseguía con las nuevas estrategias de acción que se
implementaron en los ámbitos locales-comunitarios después de la tragedia? La respuesta a esta
pregunta se encuentra en la relación entre el contenido del concepto de ciudadanía propuesto
por ambas organizaciones y su estrategia de participación ciudadana.

Con respecto a este tema, de conformidad con lo expuesto en el primer apartado de


este capítulo, la participación política (o participación ciudadana) es sólo un componente de la
ciudadanía, ya que esta última abarca toda la gama de derechos civiles, sociales, culturales y
derechos políticos, dentro de los que se incluye la participación ciudadana. Estas definiciones
son acordes con lo expuesto en las memorias e informes de ambas organizaciones, en las que
se afirma que las luchas por la ciudadanía van desde “la apropiación del cuerpo hasta el
derecho a ejercer cargos de decisión a nivel público” 120; hasta “potenciar la capacidad
propositiva y negociadora de las mujeres en lo local; promover el ejercicio de la ciudadanía,
prevención y atención de la violencia de género y salud sexual y reproductiva; y el apoyo al
esfuerzo de las mujeres encaminados a su autonomía económica”121. Se puede decir, entonces,
que ambas organizaciones manejan un concepto amplio de la ciudadanía, ya que incluyen en
él tanto los derechos acotados en el ámbito de lo privado como los que pertenecen a lo
público.

120
CEM-H, Memoria de 1998. pp. 33.
121
CDM. Informe del 2000. pp. 13-19.
92

Hay dos elementos más que es necesario tener en cuenta: ambas organizaciones parten
de que la ciudadanía es un proceso inconcluso, inacabado, y establecen una relación directa
entre la ciudadanía y la democracia. En las memorias e informes de ambas organizaciones es
evidente que parten de la premisa de que la ciudadanía es un instrumento efectivo no sólo para
lograr el ejercicio real de los derechos de las mujeres, sino también para ampliar los límites de
las democracias. La “ampliación de la ciudadanía” es la piedra angular de las reflexiones
feministas sobre la democracia, definida como “un aumento de la capacidad de las mujeres de
participar en los procesos políticos, en la vida ciudadana de las comunidades, pero además en
una ampliación de la representación y participación en los poderes del Estado y de las
instituciones políticas y sociales”122.

Esta forma de conceptualizar la ciudadanía es lo que permite afirmar que, en el caso de


Honduras y el resto de América Latina, el debate se ha centrado sobre todo en “cómo” hacer
efectivos los derechos ciudadanos consignados en la mayor parte de las legislaciones, más que
en “el que” o el contenido de la misma. Es por ello que las feministas le han dado mucha
importancia a temas como la definición de estrategias para participar en el mundo público, el
papel de los movimientos de mujeres en este proceso y la importancia del trabajo dirigido
hacia el Estado123.

Esto ha conducido a que la reflexión se haya centrado también en el cuestionamiento


de las formas como se han construido las democracias en nuestros países, más allá del hecho
de que haya sido el sistema político en el que se han conseguido más avances en lo que
respecta a los derechos de las mujeres. Por esta razón, se puede decir que el feminismo
latinoamericano ha aportado mucho al debate sobre la legitimidad y la viabilidad de las
democracias y sus deficiencias, especialmente en lo referente a la representatividad y a la
participación de la sociedad civil en la toma de decisiones políticas124.
122
Braulia Thillet de Solórzano, Mujeres y percepciones políticas… pp.57.
123
Line Barreiro y Jean Clough-Riquelme. “Nuevas voceras de la ciudadanía plena”, en Ivonne Sui Bermúdez,
Wim Dierckxens y Laura Guzmán (comp.) Antología Latinoamericana y del Caribe. Mujer y género.
Período 80-90, Tomo II. (Managua: Editorial Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA), 1999) pp.
302.
124
Line Barreiro y Natacha Molina. “Igualdad, Democracia y Ciudadanía. Pre-Informe”. En Ediciones de las
Mujeres N° 21. De Nairobi a Beijín. Diagnósticos y propuestas. (Chile: Isis Internacional, 1995) pp. 35 y
sig.
93

Todo esto me permite justificar la siguiente afirmación: la participación ciudadana


propuesta por ambas organizaciones es al mismo tiempo un medio y un fin. Un medio porque
es la estrategia diseñada para fortalecer los procesos organizativos que se empezaron a gestar o
a reactivar con el Mitch y para ampliar la participación de las mujeres en los procesos de
descentralización municipal. Un fin porque sus objetivos finales son el empoderamiento de las
mujeres y la búsqueda de estrategias para mejorar la calidad de vida de las mujeres. En los
siguientes apartados voy a desarrollar brevemente cada uno de ellos.

2. Estrategias de participación ciudadana: La incidencia política en las municipalidades

Uno de los objetivos centrales de los programas de participación ciudadana era lograr
que las mujeres participaran de forma activa en los procesos de descentralización que estaban
siendo impulsados desde el Estado. Esta estrategia tenía dos objetivos más específicos: lograr
que las mujeres pudieran ser beneficiaras de los cambios que se estaban dando en la gestión de
los recursos estatales a nivel municipal; y abrir nuevos espacios de participación política para
las mujeres.

Así lo señalan las del CEM-H en la memoria de 1999, cuando afirman que uno de los
objetivos centrales de este proyecto era: “lograr que las mujeres tomen conciencia de su
participación ciudadana, para que incidan en los gobiernos locales, para que sus necesidades y
demandas sean consideradas en los planes de desarrollo, y con ello, lograr cambios
sustanciales en los espacios de poder donde se toman las decisiones”125. Y en el informe del
CDM del 2000, se afirma que uno de los objetivos fundamentales de este Programa era
“fortalecer la participación ciudadana de las mujeres, potenciando su capacidad de propuesta e
incidencia en el poder político local”126.

Como menciono en el capítulo anterior, detrás de esta nueva estrategia hay un factor
del contexto que tuvo un enorme peso en su desarrollo y consolidación: el impulso que desde
125
CEM-H. Memoria de 1999. pp. 37.
126
CDM. Informe de enero-diciembre del 2000. pp. 13.
94

el Estado se le empezó a dar a la descentralización municipal. Así lo señalan las del CDM,
cuando afirman que “partimos de reconocer que el proceso de modernización del Estado
demanda de la descentralización del gobierno y de la autonomía de los municipios”127.

Sin negar lo efectiva que puede resultar esta nueva estrategia, creo que es necesario
preguntarse hasta qué punto el trabajo de incidencia política en las municipalidades no es una
forma más de validar las estrategias del gobierno para hacerle frente a la crisis. Esta es una
provocación abierta. Voy a presentar algunos argumentos para justificar esta afirmación.

Primer argumento. Desde mi perspectiva, hay un hecho que resulta contradictorio en


toda esta nueva estrategia. Como se va a observar en el capítulo referente a las relaciones del
movimiento con el Estado, hay un descrédito cada vez mayor y una crítica cada vez más
radical a las acciones que está realizando el gobierno para contrarrestar los efectos de la crisis.
Sin embargo, estos programas de participación ciudadana buscan que las mujeres participen
igualmente en las instancias estatales, aunque en este caso, desde los ámbitos municipales.

Segundo argumento. Este argumento está construido sobre la base de una de las
entrevistas que más disfruté. No sólo por lo mucho que aprendí de la sabiduría y de la fuerza
de las palabras de esta mujer, sino porque fue una de las que me permitió ahondar más en lo
que considero uno de los puntos neurálgicos y más controversiales del presente y futuro del
movimiento feminista: cómo utilizar los mecanismos participativos establecidos desde el
Estado de forma tal que representen una opción para las mujeres en la conquista de sus
derechos, a pesar de ser consientes del origen de ellos y de algunos efectos perversos que éstos
han generado en las luchas de los movimientos sociales.
Así empieza la historia. En 1990 el gobierno de Honduras aprueba la “Ley de
Municipalidades”, que deroga la antigua Ley de Municipalidades y del Régimen Político, del 1
de abril de 1927. Esta ley establece, en el Artículo 25 numeral 9, dentro de las facultades de las
municipalidades: “Celebrar asambleas de carácter consultivo en cabildo abierto con
representantes de organizaciones locales, legalmente constituidas, como ser: Comunales,

127
Idem. anterior.
95

sociales, gremiales, sindicales, ecológicas y otras que por su naturaleza lo ameriten, a juicio de
la Corporación, para resolver todo tipo de situaciones que afecten a la comunidad”128.

Así continúa. Nora, del CDM, me relató como había sido uno de los procesos más
importantes que había llevado a cabo su organización después del Mitch: la realización, por
primera vez en la historia de Honduras, de un cabildo abierto convocado y conducido por
mujeres en una municipalidad. Este cabildo fue resultado de la labor conjunta de las mujeres
del municipio de Marcala, situado en el centro-occidente del país, y de las acciones realizadas
por el CEM-H desde el programa de Participación Ciudadana. En las respuestas de Nora, así
como en los datos contenidos en el informe del CDM del 2002, pude encontrar algunas claves
para tratar de responder la pregunta que esbocé al principio de este apartado.

Con respecto al origen de la Ley de Municipalidades anteriormente mencionada, marco


legal dentro del cual se realizó esta acción, Nora me comentaba que:

“...Desde hace años, especialmente a partir de 1990, nos informan de que ya


llegó la paz... A partir del noventa hay negociaciones entre países, en los
cuales la izquierda logró algunos espacios y logró obligar a los gobiernos a
negociar, a establecer nuevas formas de participación. Surte su efecto en este
país, y no es casualidad que en 1990 surja la Ley de Municipalidades, que
recoge algunas formas de participación como el cabildo abierto, el plebiscito y
otros instrumentos que siempre fueron necesarios, y por los cuales murieron
tantas personas en este país. Tantas otras fueron desaparecidas, no sabemos en
qué circunstancias, donde se encuentran. Las circunstancias las conocemos,
sabemos que habrán sido torturados hasta morir, escondidos sus cadáveres,
una herida abierta que tenemos todavía...”

Además, agrega un comentario que me parece sumamente interesante, relacionado con


la función política de este tipo de mecanismos y con el cambio en las estrategias que supuso
128
Congreso Nacional de la República. Ley de Municipalidades. Decreto Nº 48-91, de fecha 7 de mayo de 1991,
publicado en el Diario Oficial La Gaceta Nº 26445 del 23 de mayo de 1991.
96

para todos los movimientos sociales la consignación en la Ley de Municipalidades de esta


estrategia:

“Bueno... Nos delimitan a través de esa ley la forma en que la sociedad civil
puede participar. Al mismo tiempo, limitan una de las formas más efectivas que
teníamos en la lucha, que era la presión callejera. Ya no se justifica que nos
vayamos a la calle a presionar por algo, y se preguntan: ¿Por qué no pedimos
un plebiscito? ¿Por qué no pedimos un cabildo abierto? Pero son mecanismos
que están establecidos en la ley, que se cumplen solo de manera formal, en los
cuales tenemos pocas posibilidades de negociar de vos a vos como sociedad
civil y gobierno”

Y ante la pregunta sobre si algo de todo esto había cambiado con el Mitch, respondió
que:

“Creo que sí. Según nuestra experiencia, si queremos un cabildo abierto para
las mujeres, en un momento para comprometer públicamente a las autoridades.
No hay tal negociación. Un cabildo abierto supone que vamos a ese espacio
público a negociar. Cuando solicitamos por escrito el cabildo abierto, con
firmas de las mujeres, nos piden que les enviemos lo que queremos, cuál es el
objetivo del cabildo, qué es lo que vamos a solicitar. Empezamos a negociar
fuera del cabildo, antes de que nos digan sí o no, que es lo que vamos a
aceptar, al momento del cabildo. De lo que se trata es de un show. Ya está todo
negociado afuera. Entonces, de lo que se trata es de recibir lo que aceptaron,
el producto de la negociación fuera del espacio abierto en el cual se supone
que deberíamos negociar frente a todo mundo, sociedad civil y gobierno. Sin
embargo, ahora estamos empezando a rescatar esos espacios públicos.

Todo este interesante testimonio me permite llegar a una conclusión: que aunque
muchas de las integrantes de estas organizaciones conocen el origen y los objetivos ocultos en
97

algunos mecanismos de participación propuestos desde el Estado, y las limitaciones de este


tipo de estrategias, consideran que puede ser al mismo tiempo un instrumento efectivo para
lograr cambios en la vida de las mujeres. Aunque reconocen que los municipios pueden ser
considerados como “una expresión local del Estado, la forma territorializada del poder
hegemónico estatal129; también saben que el trabajo en estos espacios puede convertirse en “un
núcleo de poder institucionalizado más accesible a las clases populares, ya que permite que la
municipalidad se presente como una posibilidad mucho más real de actuación y gestión
popular”130; o que puede tener como resultado “la apertura de nuevos espacios sociales dentro
de la dinámica de la democratización”131.

Por esta razón, su discurso y práctica sobre la participación ciudadana en lo local y lo


comunitario no se estructura como un discurso aséptico, sino como un instrumento de lucha
para que su aplicación vaya más allá de la retórica de los discursos y propuestas que se
formulan desde el Estado. Sin embargo, es necesario preguntarse qué punto estas acciones
efectivamente no legitiman las propuestas gubernamentales, que se escudan en el discurso del
desarrollo local y de la descentralización municipal como la panacea que nos va a sacar de la
pobreza y el subdesarrollo.

Ahora bien: estas acciones, el apoyo a los grupos y mujeres que surgieron o se
reactivaron en el país a raíz del huracán, y los cambios que se dieron en la estructura de los
programas de ambas organizaciones tienen un fin último, que es la base y objetivo primordial
de todas estas acciones: empoderar a las mujeres para que sean artífices de sus propios
procesos. Pero, ¿Qué entienden por empoderamiento? ¿Qué relación tiene éste con la lucha
contra la pobreza? En las siguientes páginas, voy a dar respuesta a estas dos preguntas.

3. Empoderamiento, ciudadanía y lucha contra la pobreza

129
Roy Rivera, Descentralización y gestión local en América Latina (Costa Rica: Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales (FLACSO), 1996) pp. 27.
130
Idem anterior, pp. 35.
131
Mack Echeverría. Ejes de tensión y agregación de la acción colectiva en el nivel municipal guatemalteco.
(Material Mimeografiado) (Guatemala: S/E, S/F) pp. 5
98

EMPODERAMIENTO. Maravillosa palabra. Suena como a cántaro roto, a manos con


alas, a libertad. En Latinoamérica, casi desde que surge el feminismo esta palabra pasa a
formar parte de no sólo de nuestro vocabulario, sino también de nuestros sueños. ¿Qué sentido
le han dado las dos organizaciones objeto de mi estudio a esta palabra?

Según un documento del CDM de 1994, “el empoderamiento de las mujeres,


concebido como autonomía, poder de decisión sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, es una
parte fundamental de nuestra estrategia”132. Y agregan, citando a Virginia Vargas, que la
autonomía es “un proceso colectivo que expresa la capacidad de defender los intereses
compartidos como miembros del sexo femenino, cuidando de que la lucha de las mujeres sea
considerada prioritaria y actual y no subordinada y postergable” 133. Desde esta perspectiva, el
empoderamiento es una parte fundamental del proyecto político feminista para lograr que las
mujeres, desde sus propias iniciativas y vivencias, logren impulsar cambios fundamentales en
sus vidas, ya sea a través de la apropiación del cuerpo, la participación política, etc.

“Propias” y “vivencias” son entonces dos las dos palabras centrales del concepto de
empoderamiento. Ambas pueden traducirse como el principio de que deben ser las propias
actoras y beneficiarias de los programas las que deben planificar las estrategias para hacerlos
efectivos. Esto es sumamente importante, ya que permite incluir otro de los fines del
empoderamiento: capacitar a las mujeres para que desde ellas surjan alternativas para luchar
contra la pobreza. En este sentido se expresa Maria Elena, del CEM-H, cuando afirma que:

“Como CEM, el Mitch nos permitió desarrollar una serie de capacidades y


liderazgos de las mujeres. Nos hizo ver que la pobreza y todas las
vulnerabilidades de las mujeres solo podía ser combatido desde el
empoderamiento de las mujeres en sus derechos...”

En el mismo sentido, Gilda del CDM, con respecto a la estrategia diseñada por ellas
para combatir la pobreza, afirma que:

132
Gilda Rivera. El Centro de derechos de Mujeres... pp. 7.
133
Idem. anterior, pp. 7.
99

“Nuestra opción de trabajo es siempre tratar de fortalecer la organización de


mujeres, tratando de fortalecer sus capacidades gerenciales, aunque esta es
una línea de trabajo mucho más débil. Nosotras creemos que es fundamental
impulsar acciones que les permitan a las organizaciones de mujeres potenciar
sus recursos, sus capacidades, y ver como logramos que las mujeres accedan a
proyectos que les generen ingresos, pero además poder de decisión”

Teniendo en cuenta estos testimonios: ¿Cuáles son los elementos o componentes de la


propuesta del empoderamiento de ambas organizaciones? Uno de ellos es que el
empoderamiento busca desarrollar una serie de capacidades y liderazgos de las mujeres. Es
decir, puede ser entendido como “la capacitación en el desarrollo humano y habilidades, las
reuniones entre diferentes grupos, los programas de ayuda legal, y la acción y la movilización
colectiva en torno a cuestiones sociales”134.

El otro componente de la propuesta del empoderamiento, que es al mismo tiempo una


estrategia, es la organización de las mujeres para que potencien sus recursos, sus
capacidades, su acceso a proyectos que les generen ingresos y su poder de decisión”.
“Organización” es entonces la otra palabra clave del empoderamiento. De conformidad con mi
marco teórico, la conformación de estructuras organizativas es un medio y un fin para los
movimientos sociales. Un medio porque permite dotar al movimiento de capacidades
logísticas y de movilización para concretar sus proyectos políticos, la utilización racional de
los recursos y la organización de las tareas y funciones entre sus integrantes; y un fin porque
es parte de un objetivo fundamental más amplio: lograr la estabilidad a largo plazo del
movimiento social y funcionar como una especie de “mediadora” entre el contexto, las
estrategias y los resultados eventuales.

Además, en el caso de los movimientos de mujeres, la organización de grupos y redes


sociales cumple otra función, directamente relacionada con los contenidos y fines del

134
Naila Kabeer. Realidades Trastocadas. Las jerarquías del género en el pensamiento del desarrollo.
(México: Editorial Paidós Mexicana y Universidad Nacional Autónoma de México, 1998) pp. 254.
100

feminismo: funcionar como un espacio en el cual las mujeres pueden construir una conciencia
que les permita luchar contra la opresión que experimentan en sus vidas. Los cambios en la
subjetividad y en las identidades individuales y colectivas son entonces otro fin de las
organizaciones y movimientos sociales. Por ello, Batliwala, afirma que “el empoderamiento es
el control sobre los recursos (físicos, humanos, intelectuales, financieros y de su propio ser) y
control sobre la ideología (creencias, valores y actitudes)135.

Ahora bien, y relacionado con las estrategias definidas para el combate de la pobreza,
se puede decir que el empoderamiento de las mujeres, a través de la organización de grupos y
redes sociales y el incremento de su participación en los ámbitos locales comunitarios tiene
otro fin: que las mujeres logren acceder a los recursos productivos. Es por esta razón que Elsa
Moreno afirma que “el empoderamiento de las mujeres se logra a través de la articulación y
organización de grupos y redes de mujeres tanto en el ámbito rural como urbano, ya sean
campesinas, obreras, amas de casa, profesionales, etc.; y es visibilizado como una de las
estrategias más eficaces para la lucha contra la subordinación genérica y la pobreza en las
mujeres136.

Entonces: ¿Cuál es la relación entre el empoderamiento, la ciudadanía y la lucha contra


la pobreza? Según Irma Arriaga, “el enfoque del empoderamiento y ejercicio de la ciudadanía
social supone que para el mejor desarrollo y eficiencia de los programas dirigidos hacia las
mujeres y otros grupos (etnias, clases, castas) se requiere comprometer en la elaboración y
ejecución de los programas a los propios afectados, fortaleciendo sus capacidades por medio
de la organización, el aumento de la autoestima, el acceso a recursos materiales y la
ampliación de la ciudadanía”137.

135
Batliwala, citada por Gita Sen. “El empoderamiento como un enfoque a la pobreza”, en Irma Arriagada y
Carmen Torres (edit.) Género y Pobreza. Nuevas dimensiones. EDICIONES DE LAS MUJERES N° 26,
julio 1998. (Chile: Isis Internacional, 1998) pp. 122.
136
Elsa Moreno. “Los retos de la participación política de las mujeres en Centroamérica. De cara al nuevo
milenio”, en Linda Berrot (comp.) Las mujeres y el poder… p. 14.
137
Irma Arriaga. “Introducción”, en Irma Arriagada y Carmen Torres (edit.) Género y Pobreza. Nuevas
dimensiones… pp. 12.
101

Y de conformidad con las memorias e informes, la lucha contra la pobreza, aunque es


un objetivo que va más allá de los programas de participación ciudadana, es quizás uno de los
principales fines de esta estrategia. Por ejemplo, en la memoria del CEM-H, se consigna que
uno de los principales objetivos de la participación política de las mujeres es “la incoporacion
de las necesidades específicas de las mujeres en los planes de desarrollo”138. Y agregan que
“estas estrategias buscan el mejoramiento de la calidad de vida de las mujeres, a través de su
participación ciudadana en los diferentes espacios de incidencia política a nivel local, nacional
e internacional”139. En los informes del CDM, también se contempla, dentro de los objetivos
de la participación ciudadana, el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres”140

Teniendo entonces en cuenta las definiciones y componentes del empoderamiento


expuestos en los párrafos anteriores, se puede decir que el incremento de los niveles
organizativos de las mujeres, a través de la participación ciudadana y el empoderamiento son
las principales estrategias establecidas por ambas organizaciones para luchar contra la
pobreza.

Pero queda por responder la pregunta inicial con la que comencé este apartado:
¿Cambió la forma de abordar la pobreza a raíz del Mitch? Una respuesta superficial sería que
no, ya que el empoderamiento era parte central del proyecto político de ambas organizaciones
desde antes de la tragedia. Como se desprende de los conceptos de empoderamiento
presentados, hasta antes del Mitch, al parecer este concepto estaba ligado más a cambios en
los aspectos subjetivos de la subordinación de las mujeres que en su autonomía económica. Es
decir, aunque puede inferirse que esta última era también un fin del empoderamiento, no era
quizás su objetivo fundamental.

Sin embargo, puedo afirmar que después del Mitch la lucha contra la pobreza pasa a
ser un objetivo central del empoderamiento. Aunque esto es también evidente en el contenido
de las estrategias de apoyo organizativo a las comunidades y el incremento de la capacidad de
incidencia política de las mujeres en las municipalidades, hay un tipo de acción que realizaron
138
CEM-H. Memoria de 1999. pp. 5
139
Idem. anterior.
140
CDM. Informe enero-junio 2001. pp. 10.
102

ambas organizaciones que permite afirmar que si cambian tanto los fines del empoderamiento
como la lucha contra la pobreza: la creación de microempresas.

En el siguiente apartado, voy a describir esta nueva estrategia y sus consecuencias en


las formas como hasta entonces había sido abordada la lucha contra la pobreza en ambas
organizaciones al momento del Mitch. Pero antes, voy a exponer como había sido abordada
esta lucha en ambas organizaciones antes del Mitch.

4. La lucha contra la pobreza

Antes de analizar estas estrategias y las reflexiones de las integrantes del CDM y del
CEM-H con respecto a la forma como abordaron la pobreza de las mujeres a partir del Mitch,
voy a tratar de responder una pregunta que, como menciono en el capítulo referente a la
historia de los movimientos feministas en América Latina, ha sido quizás uno de los grandes
nudos irresueltos del proyecto político del movimiento feminista del país: si el movimiento ha
luchado o no contra la pobreza, y cómo lo ha hecho.

4. 4.1. ¿Ha luchado el feminismo contra la pobreza?

Creo que tengo que empezar siendo honesta conmigo misma y con ustedes. Cuando
inicié esta investigación y empecé a leer más a fondo sobre la historia del movimiento
feminista en Honduras, lo que yo leía en los libros confirmaba algo que yo antes ya había
sentido: que el feminismo no se había preocupado por luchar contra la pobreza. Esa pobreza
tan visible, demasiado evidente, tan dolorosa. Los dos estudios más importantes que se han
hecho en el país sobre el movimiento feminista, el de Breny Mendoza y el de Rina Villars,
cuyas reflexiones voy a exponer a continuación, aumentaron mis sospechas.

Breny Mendoza, relata en su libro que una mujer que entrevistó de una organización
del movimiento amplio de mujeres, le decía que: “Las feministas deben sentir el olor de los
pobres, deben denunciar la pobreza... nosotras podemos eventualmente (dependiendo de las
circunstancias) relacionarnos con grupos feministas que trabajan sólo por asuntos de mujeres,
103

pero nos damos cuenta de que nuestro feminismo provoca malestar a otras feministas... ”141. Y
en base a éste y otros testimonios similares, concluye que: “las feministas, de alguna manera,
dejaron de lado la lucha contra la pobreza al enfocarse exclusivamente en temas como la
violencia contra las mujeres142. Esta entrevista la hizo en 1992.

De igual forma, Rina Villars trascribe la opinión de otra integrante del movimiento
amplio de mujeres, que en 1995 afirmaba que: “El Visitación Padilla no está participando de
esa visión (feminista local)... porque no somos únicamente feministas, siempre nos hemos
declarado antiimperialistas y clasistas... Las feministas hondureñas deberían tener presente que
están trabajando con una mujer específica, una mujer que no sabe leer, que es desnutrida,
multidimensional. En América Latina no se puede ser feminista al estilo de Estados Unidos y
Europa”143. Esta autora concluye que “aunque en las agendas de las organizaciones feministas
se privilegia el trabajo con las mujeres pobres, sus estrategias políticas no siempre apuntan
hacia una lucha por la eliminación de las jerarquías de género y de clase que, como un todo
integral, definen la lucha contra la subordinación de las mujeres. La lucha contra la
“subordinación de género” las hace obviar a veces los problemas económicos que
cotidianamente enfrentan las mujeres...”144.

Lo expuesto por estas autoras, y mi suspicacia, sirvieron de base para mis hipótesis de
investigación y para la pauta de las entrevistas. Por esta razón, tengo que admitir que al
preguntar en las entrevistas a las integrantes de las organizaciones que estudié sobre la forma
como habían luchado contra la pobreza durante y después del Mitch, llevaba lista también la
duda. Por eso, después de que me respondían a esta pregunta, inmediatamente continuaba la
entrevista con otra pregunta: “Pero... ¿Qué piensa entonces usted de lo que opinan Breny y
Rina Villars, que las feministas han dejado de lado la lucha contra la pobreza?” Las respuestas
que recibí, tengo que admitirlo, cambiaron mi forma de ver este tema, y me obligaron a
pensarlo desde otra perspectiva.

141
Breny Mendoza. Sintiéndose mujer, pensándose feminista… pp. 141.
142
Idem. anterior, pp. 144.
143
Entrevista a Alba de Mejía, (1995) en Rina Villars. Para la casa más que para el mundo… pp. 614.
144
Idem. anterior, pp. 608.
104

Entendí que ellas, al igual que la mayor parte de los movimientos sociales de hoy y de
las personas que quieren luchar por un mundo mejor, tienen las manos atadas. No sólo por el
presente, sino también por un pasado que les ha dejado hondas huellas en la piel, dolorosos
recuerdos en el alma. Yo conocía la historia de algunas de ellas antes de entrevistarlas. Sabía
que muchas habían sido perseguidas y encarceladas durante la época de represión. Y aunque
de esto no me hablaron mucho en las entrevistas, encontré en sus palabras muchas respuestas a
mis dudas. Y sobre todo, aprendí a no juzgarlas. Esto no significa no admitir lo que, desde mi
perspectiva, continúa siendo todavía un gran problema: la búsqueda de estrategias más
efectivas para luchar contra la pobreza.

Ahora bien: ¿Cómo reaccionaron las mujeres que entrevisté cuando les preguntaba, en
base a estas afirmaciones, si efectivamente la lucha contra la pobreza había estado ausente de
las agendas feministas? La riqueza de las respuestas que recibí ahondaron en uno de los puntos
que, aunque sí se abordan en los estudios anteriormente mencionados, desde mi perspectiva, lo
hacen de forma muy superficial: porqué las feministas opinan que sí lo hacen y de qué manera
dicen que lo hacen.

Empiezo con las disidentes. Por ejemplo, Regina Fonseca, integrante del equipo de
coordinación del CDM, cuando le pregunté que opinaba sobre la afirmación de que las
feministas habían dejado de lado la lucha contra la pobreza, respondió que:

“Yo creo que eso es parte de un proceso. Muchas de las feministas de este país
salen de movimientos de clase. Yo lo miro como parte de la reflexión de que
este tipo de luchas no mejoran necesariamente la situación de las mujeres. A mi
me parece que es parte de la reflexión feminista”

Y como la respuesta no me satisfizo, le pregunté de nuevo: ¿Pero para vos se ha


relegado la pobreza o ha estado siempre presente?

“Lo que sucede o como yo lo miro, es que en un contexto histórico específico


fue necesario desligarse de eso. Eso no es criticable, al contrario, nos
105

posiciona en lo que tenemos ahora. La visibilidad que tenemos fue por haber
logrado estos espacios propios. Evidentemente no podemos obviar que unas
son mas iguales que otras, no podemos negar las especificidades, pero tampoco
podemos llegar a un discurso escencialista que te puede paralizar...”

Pero Nora, de la misma organización, decía que:

Yo difiero en este sentido. Yo creo, aseguro, afirmo, más bien que el


movimiento feminista surge en Honduras desde la lucha de clase que tiene que
ver específicamente con la pobreza; solamente que se politizó nuestra lucha, en
el sentido de aprender a visibilizar la manera específica en que esa pobreza
nos afecta a las mujeres y a hombres. Nunca hemos negado que hay pobreza, y
a partir de eso parte nuestra lucha. Creo que fue desde la lucha contra la
discriminación por clase en nuestro país que precisamente vamos visibilizando
que las mujeres somos más pobres entre los pobres. Vamos politizando.
Entonces no estaría de acuerdo con la afirmación de que hubo ese vacío. Creo
que al politizar tuvimos que partir de lo íntimo, al ver que nos es lo mismo ser
hombre o mujer a parte de ser pobre...”

En el mismo sentido, para Mirta, del CEM-H:

“Nosotras, en todo momento, nos planteamos que aunque no estábamos dando


respuesta a la pobreza desde el punto de vista económico, si estábamos
respondiendo desde la calidad de vida, a la pobreza, desde la forma que
nosotras abordábamos el tema de la violencia de las mujeres, la ciudadanía,
los derechos, y que todo eso es parte de la lucha contra la pobreza. Así que la
pobreza no es solo un problema de recursos materiales, es un problema de
recursos mentales, culturales, políticos a los que podes apelar. En esa medida,
nosotras identificamos muy claro cual era nuestro papel. Entonces, casi desde
el surgimiento de las organizaciones feministas el tema de las mujeres pobres
siempre estuvo presente”
106

¿Qué primera conclusión se puede sacar de estas dos afirmaciones? La primera y


quizás la base de las demás, es que no hay acuerdo entre las feministas si se han desligado de
la lucha contra la pobreza o no. Sin embargo, muchas de las respuestas que recibí afirman, de
alguna manera, que aunque la lucha contra la pobreza estaba presente en las luchas feministas
desde el surgimiento de ambas organizaciones, lo que sucede con el Mitch cambia la posición
estratégica de esta lucha dentro del proyecto feminista y la forma de abordarla.

4.2. El Mitch y los cambios en el abordaje de la pobreza

Por ejemplo, Daysi, del CEM-H, ante la pregunta que le hice sobre si había habido
algún cambio en su organización con respecto a la lucha contra la pobreza, respondió que:

“...Mirá, yo creo que el tema antes del Mitch se abordaba desde otra
perspectiva y que no era un eje fundamental para la organización. La
organización tenia ejes claros, pero que la pobreza no era un eje fundamental.
Se abordaba de diferentes formas, con diferentes caras... La única fórmula que
se podría pensar que la organización antes del Mitch abordaba la pobreza era
en los talleres de capacitación laboral, que era como ofrecer una alternativa a
las mujeres para que pudieran afrontar la vida... La pobreza se nos vino así
encima con el Mitch, todo lo que el Mitch provocó”

Y Regina, del CDM, decía al respecto que:

“...Entonces el Mitch era la oportunidad para salir de la pobreza. Yo creo que


eso permitió que muchas organizaciones reorganizaran sus programas, su
accionar y mostrar de alguna manera un interés inusitado, no visto nunca antes
en sus planteamientos y discurso, alrededor de esta población en
vulnerabilidad. Entonces, yo creo que eso fue un punto de ruptura”
107

Con respecto al mismo tema, María Elena, del CEM-H, cuando le pregunté cuáles eran
para ella los cambios fundamentales que había vivido su organización a raíz del Mitch, decía
que:

“Si, cambian los ejes temáticos. Ahora están los temas de gobernabilidad y
participación ciudadana y pobreza que antes no estaban. Pero ya antes del
Mitch había trabajos previos en relación a la pobreza, como el Encuentro del
96 sobre género y economía. Pero no lo habíamos trabajado con la
profundidad que lo estamos haciendo ahora, desde el punto de vista de generar
debate, propuestas de sobrevivencia en las comunidades donde estamos
trabajando, y desde la incidencia a nivel gubernamental”

Pero la respuesta más contundente fue la de Miriam, del CEM-H. Ella decía que:

“Mirá, antes del Mitch la pobreza no era un tema político. Era más el tema de
género, de la igualdad, de los derechos”

¿Que conclusiones se pueden obtener de todas estas respuestas? Primera: no hay un


consenso entre las entrevistadas sobre si las feministas han o no incluido la lucha contra la
pobreza en su proyecto político.

Segunda: las opiniones que sostienen que efectivamente se ha dejado de lado esta
lucha se basan en la tesis de que, efectivamente, en el proceso de constitución del feminismo
como movimiento social la lucha contra la pobreza ocupó un lugar secundario; y relacionan
con esto con el tema de la clase y el género dentro del feminismo.

Tercera: las que sostienen que el feminismo sí ha abordado la pobreza lo hacen desde
una tradición que afirma que es necesario tener en cuenta que ésta afecta de forma
diferenciada a los hombres y a las mujeres; y que toda acción que se emprenda por mejorar las
condiciones de vida de las mujeres, necesariamente debe ser acompañada por procesos de
cambio de los patrones sociales que ubican a las mujeres en una posición de desventaja frente
108

a los hombres. Esta última postura es la que encuentra en la actualidad más eco entre las
feministas, ya que la experiencia acumulada desde programas de desarrollo destinados a
mejorar las condiciones de vida de las mujeres ha demostrado que, si estas acciones no se
combinan con otras que busquen subvertir las relaciones de género, no redundan al final en
mejoras sustanciales para las mujeres.

Las que defienden que sí se ha luchado contra la pobreza, afirman que lo que hizo el
feminismo fue politizar la lucha contra la pobreza. Utilizan este término para hacer referencia
al que es uno de los puntos de partida del feminismo como teoría y como movimiento social:
que las relaciones de género, tradicionalmente incluidas dentro del mundo de lo privado,
tienen un carácter público y por lo tanto, político. Por esta razón, afirman que estaría de
acuerdo con la afirmación de que hubo ese vacío… Creo que al politizar tuvimos que partir
de lo íntimo, al ver que nos es lo mismo ser hombre o mujer a parte de ser pobre. Pero
muchas sostienen que es hasta con el Mitch cuando realmente se politiza esta lucha, por
ejemplo, cuando afirman que antes de este momento no era un tema político, era más el tema
de género, de la igualdad, de los derechos.

Cuarta: sin embargo, son claras también al afirmar que la lucha contra la pobreza se
había realizado desde otra perspectiva (al definirla no sólo desde la carencia de recursos
materiales sino desde la calidad de vida, el real ejercicio de los derechos, la ciudadanía, etc.).
Pero también agregan que esta lucha no era un eje fundamental para la organización, no lo
habían trabajado con la profundidad que lo están haciendo ahora.

En el siguiente apartado, voy a exponer una de las estrategias que adoptaron en base a
las cuales las integrantes de ambas organizaciones justifican muchas de estas afirmaciones, y
que pueden ser incluidas dentro de lo que ellas denominan como propuestas de sobrevivencia:
la creación de microempresas. Independientemente del éxito o fracaso de este tipo de acciones,
su sola realización implicó un cambio profundo en las estrategias que hasta entonces habían
definido para luchar contra este flagelo.

 La creación de microempresas
109

A partir del Mitch, ambas organizaciones se involucraron de lleno en un trabajo que


nunca habían realizado antes: la creación de microempresas. Para el caso, en el contexto de la
crisis, el CEM-H financió 18 microempresas desde el Proyecto del Centro de Capacitación y
Servicios Múltiples145; y brindó apoyo a una organización para conformar una microempresa
en una de las colonias afectadas146.

Las del CDM también se involucraron en la organización de una microempresa en una


de las comunidades con las que trabajaron a raíz del Mitch, y sirvieron de enlace en otra
comunidad para que las mujeres accedieran a créditos y conformaran microempresas 147. Sin
embargo, estos esfuerzos, que se realizaron casi al momento mismo de la crisis, lentamente
fueron perdiendo fuerza. Por ejemplo, Gilda del CDM me decía, con relación al proyecto de
formación de microempresas que empezaron:

“Nosotras hemos trabajado en el control de los ingresos que se generen, pero


es una línea débil desde el programa de participación ciudadana con mujeres
cooperativistas en Marcala, en Choluteca. Pero no hemos tenido la capacidad
de apoyarlas a un más, más allá de que reconocemos que es un aspecto vital
den la vida de las mujeres.

Y Suyapa, del CEM-H, cuando le pregunté sobre las microempresas que habían
financiado, respondió que:

“El programa de micro créditos nació para morirse. Un año fue lo más que
duró. Un año después el Mitch no lo pudimos sostener. Surgió porque las
mujeres dijeron y sí, nos están capacitando, pero nosotras necesitamos dinero
para vender. Entonces nosotras empezamos a gestionar como 8 mil dólares,
menos, como 5 mil; y eso fue lo que les prestamos”

145
CEM-H. Memoria de 1999, pp.51.
146
Idem. anterior, pp. 28.
147
CDM. Informe de julio-diciembre de 1998.pp. 25.
110

¿Cuáles fueron las causas que impidieron que estos proyectos continuaran? Gilda, del
CEM-H, en una de las respuestas quizás más honestas que encontré, respondió que:

“... Yo siento que una limitación institucional tiene que ver con esta herencia
de cargar siempre con el tema de la violencia doméstica o sexual. La
institución sí tiene esa identidad, y es una imagen que la hemos vendido tan
bien que a cualquier parte que vayas se te busca por eso. Además,
internamente (inconsciente) creo que hay ciertos niveles de resistencia de
meterse a otros temas como este”

Suyapa, del CEM-H, decía que una de las causas por las cuales los proyectos de
microempresas no habían funcionado era que:

“Es que para la cooperación internacional con la que nosotros trabajamos el


micro financiamiento por ejemplo no les gusta. Porque sienten que no tiene
sostenibilidad y porque no teníamos experiencia. No éramos ONGs usureras
que habían trabajado históricamente con microcréditos. Y fue demostrado
porque lo aplicamos y fracasamos.
111

Además, agrega otro elemento que me parece sumamente importante:

“Por otro lado, nosotras mismas no creemos en el microcrédito, lo hicimos


como emergencia, y no les dijimos se lo regalamos, pero sí se los dimos
diciéndolo que no lo pagaran. Entonces no creíamos en el microcrédito, porque
creemos que más bien hace más pobres a las mujeres. Sí, te prestan mil pesos,
pero tenés que pagar más de lo que te prestaron, es difícil. Actualmente, hemos
vuelto a revivir las microempresas pero bajo otra dinámica. Porque a casi a
tres años del Mitch las mujeres siguen pobres... Entonces creamos tres
microempresas, una de adultas y dos de chavas. La de adultas es la de pintar
casas, otra de vender útiles escolares, y otra de hacer manualidades Aunque no
les da mucho, es por lo menos para pagarse el transporte. Estos no son
préstamos, sino que nosotros les compramos las cosas, de ellas va a depender
si levantan las empresas”

Una de las primeras conclusiones que se pueden obtener de estas palabras es que,
aunque había voluntad institucional en ambas organizaciones de apoyar más de lleno estos
programas de microcréditos, las limitaciones derivadas de la poca experiencia que han tenido
en este tipo de acciones, y la carga de una identidad colectiva definida a partir de la lucha
contra la violencia, impidieron que estas acciones fueran exitosas y que se les diera
continuidad.

La primera limitante está directamente relacionada con lo expresado por Suyapa, que a
la cooperación internacional el micro financiamiento no les gusta, porque sienten que no
tiene sostenibilidad y porque la organización no tenía experiencia en este tipo de acciones o
programas. Este es otro de los ejemplos de como las agendas e intereses de la cooperación
internacional definen y delimitan el tipo de acciones y estrategias de muchas organizaciones y
movimientos sociales.

Con respecto a la limitación derivada de su identidad colectiva, como expongo en el


capítulo III, uno de los elementos que la ha definido es la lucha contra la violencia hacia las
112

mujeres, tanto desde la jerarquización de sus estrategias como desde la conceptualización y


contenido de este tema específico. Y según mi marco analítico, aunque la identidad colectiva
no es estática, ya que varía a lo largo del tiempo dependiendo del contexto y de otros factores,
es también uno de los componentes de los movimientos sociales que les permiten su
continuidad en el tiempo148.

En el caso específico de las dos organizaciones objeto de mi estudio, la identidad


colectiva definida desde la lucha contra la violencia les ha permitido, además, cohesionar su
estructura organizativa y servir como vehículo para relacionarse con las demás organizaciones
de mujeres. Teniendo en cuenta estos elementos, la afirmación de Gilda de que la identidad
institucional construida alrededor de la lucha contra la violencia limitó la realización de
acciones diferentes a las que hasta entonces habían emprendido, como es el caso de la
creación de micro-empresas; nos deja ver como en muchos casos ésta actúa como una especie
de “marco de acción”, al servir de referencia y de punto de partida para la concreción de sus
proyectos políticos149.

Entonces, si la estrategia de creación de microempresas no fue finalmente exitosa:


¿Cuál es entonces la alternativa planteada por ambas organizaciones para luchar contra la
pobreza? ¿Cambió la forma de abordar la pobreza a raíz del Mitch? En el siguiente apartado
voy a responder a esta pregunta.

 Conclusiones: los cambios en la lucha contra la pobreza después del Mitch

Retomando la pregunta con la que concluí el apartado anterior, una respuesta


superficial a la misma sería que no cambiaron las estrategias para la lucha contra la pobreza,
ya que después del Mitch, el empoderamiento continua siendo la piedra angular de esta
estrategia, como ya lo era desde antes de la tragedia. Pero, ¿Cómo pueden interpretarse
entonces los intentos que hicieron por desarrollar micro-empresas?

148
Alberto Melucci, Challenging codes: collective action in the informational age... pp. 70 y sig.
149
Idem. anterior, pp. 70 y sig.
113

Si se volvemos a lo dicho por Mirta, del CEM-H, de que aunque no estaban dando
respuesta a la pobreza desde el punto de vista económico, si estaban respondiendo desde la
calidad de vida, a la pobreza, desde la forma que nosotras abordábamos el tema de la
violencia de las mujeres, la ciudadanía, los derechos; se puede decir que no hubo un cambio
en cuanto a la definición de la pobreza, ya que continúan manejando un concepto de la misma
que va más allá de la falta de acceso a los recursos materiales, al incluir en su definición lo
relacionado con los derechos humanos de las mujeres, la calidad de vida, el empoderamiento,
un verdadero ejercicio de la ciudadanía, etc.

En cuanto a las estrategias, aunque el empoderamiento de las mujeres para que accedan
a los recursos productivos continua siendo la base de su estrategia para luchar contra la
pobreza, hay dos elementos que me permiten afirman que también se dieron cambios en las
estrategias definidas para esta lucha: los intentos que se llevaron a cabo para la creación de
microempresas y la importancia jerárquica de esta lucha en sus proyectos colectivos.

Independientemente del éxito o fracaso de la creación de microempresas, estas


acciones pueden considerarse como la búsqueda de soluciones más rápidas y a corto plazo
para combatir la pobreza de las mujeres; a diferencia de la estrategia del empoderamiento, que
debido sobre todo a que incluye cambios en las relaciones culturales o en las identidades que
ocasionan la subordinación de las mujeres, los resultados se pueden conseguir a más largo
plazo.

Sin embargo, el cambio fundamental de ambas organizaciones, en cuanto a las


estrategias definidas para luchar contra la pobreza, se produce en la nueva jerarquización de
este objetivo en sus proyectos políticos. También, puedo concluir que cambian las
percepciones de las integrantes de ambas organizaciones con respecto a la necesidad de
combinar en sus proyectos colectivos la lucha contra la subordinación de género con la lucha
contra la pobreza. Esto permite también que ellas empiecen a cuestionarse desde donde han
construido su propuesta de lucha contra la pobreza. Por ejemplo, para Miriam, del CEM-H:
114

“Nosotras como feministas podemos decir que desde nuestras necesidades


podemos hablar de las mujeres de los barrios, pero yo voy a hablar de mi
feminismo. Mis retos con respecto a la pobreza son diferentes a los de las
mujeres de los barrios”

Y para Maria Elena, de la misma organización:

“A partir del Mitch creemos que no podemos hablar de los derechos de las
mujeres si no tienen resueltas sus necesidades mínimas”

Daysi, también del CEM-H, comparte estas opiniones, aunque las elabora desde la
diferenciación entre necesidades prácticas y estratégicas:

“…Sobre todo con el Mitch, la práctica de ver cómo podes establecer los
límites entre las necesidades prácticas y las estratégicas creo que no es verdad.
Yo tengo mis reservas al respecto. En todas las necesidades prácticas hay
necesidades estratégicas y en las estratégicas hay prácticas. Me parece que las
dos cosas deben ir juntas. Que a mí no me digan que comer no es una
necesidad estratégica para estas mujeres cuando hemos visto que hay gente
que no come”

De igual forma se expresa Zoyla Madrid, coordinadora de la Colectiva de Mujeres


(CODEMU):

“La clase, en lugar de potenciar nuestra agenda, lo que hace es irrumpir en


forma negativa. Pero no porque sea un discurso de clase, sino por la actitud
que tomamos las feministas de clase media, intelectuales. No se puede negar
que este movimiento se articula desde la clase media, con mujeres de
formación universitaria, con carro, con casas de campo, etc. Eso signa una
identidad y un discurso colectivo. Seguimos creyéndonos Mesías, no ponemos
115

nuestro cuerpo ni nuestra primera persona en el debate feminista. Son aquellas


las que son violentadas, son aquellas las pobres, las que sufren violencia, etc. Y
no nosotras. Además ha habido utilización de las mujeres pobres del
movimiento para las agendas feministas. No ha habido un debate ético honesto.
Si realmente queremos construir un movimiento feminista tenemos que
plantearnos un feminismo diferente”

La admisión de que sus retos con respecto a la pobreza son diferentes a los de
las mujeres de los barrios, y que no se puede hablar de los derechos de las mujeres si no
tienen resueltas sus necesidades mínimas, pueden ser tomados como dos indicadores de
cambio en las formas como hasta entonces habían conceptualizado la relación entre las
necesidades estratégicas o de género. También, la admisión de que el movimiento está
conformado por mujeres de clase media, que esto signa una identidad y un discurso
colectivo y que ha habido utilización de las mujeres pobres del movimiento para las
agendas feministas; permite además estructurar una conclusión final con respecto a este
apartado: todos los cambios y las experiencias que ambas organizaciones realizaron para
combatir la pobreza han venido a cuestionar la forma como hasta entonces ellas habían
jerarquizado sus necesidades e intereses estratégicos.

Ahora bien: ¿en qué medida todos estos cambios modifican su identidad
colectiva? Aunque es difícil admitir que hay un cambio en su identidad colectiva, lo que
sí es posible afirmar es que empieza a haber un cuestionamiento radical a la forma como
hasta entonces se había construido. Desde mi perspectiva, talvez todo esto incida
finalmente en la construcción de un feminismo que sí sea capaz de articular las
necesidades de todas las mujeres, al margen de las diferencias entre sus distintas
expresiones.

Conclusiones de ambos capítulos

Empoderamiento. Esta es la palabra clave que explica el sentido y los alcances de los
cambios que se dieron desde los programas de participación ciudadana. La descentralización
116

de los programas y la creación de nuevos, su trabajo organizativo en las comunidades, la


búsqueda de mejores estrategias para incidir en los ámbitos municipales, su propuesta de lucha
contra la pobreza, etc.; todo esto tiene un fin fundamental: impulsar procesos a través de los
cuales las mujeres puedan luchar contra la pobreza y liderar sus propios procesos.

Hay un factor del contexto que tuvo un gran peso en todo este proceso: la mayor
importancia del trabajo en lo local-comunitario en las agendas de la cooperación internacional
y en las del Estado. Pero, considero es el cambio en las agendas de la cooperación
internacional el factor clave para entender los cambios que se dieron en el trabajo de ambas
organizaciones con respecto a la participación ciudadana.

Esto lleva obligatoriamente a reflexionar sobre la autonomía de estas organizaciones y


sobre el peso de la cooperación internacional en la definición de las estrategias de muchos
movimientos sociales. El ejemplo de los proyectos de microempresas que realizaron es
elocuente.

Aunque la intención de ambas organizaciones, especialmente en el caso de las del


CEM-H, era continuar apoyando este tipo de acciones, por falta del apoyo de la cooperación
internacional no lo siguieron haciendo. Y aunque las del CDM no hacen una afirmación de
este tipo, puedo suponer que también las ata esta misma cadena.

Otro de los factores que incidieron en las estrategias que se adoptaron (o en el fracaso
de algunas de ellas), fue su identidad colectiva. Como muy bien lo señalan ellas, una identidad
colectiva construida en base a la lucha contra la violencia limitó el desarrollo de otras posibles
estrategias para afrontar los efectos de la crisis, en especial, las relacionadas con la pobreza.

Con respecto a la lucha contra la pobreza, e independientemente del éxito o fracaso de


algunas acciones que se realizaron para contrarrestarla; puedo afirmar que lo que sucede es
que, aunque no cambia la definición de la misma, sí cambian la jerarquización de esta lucha en
los proyectos políticos de ambas organizaciones. También, cambian las estrategias definidas
para combatirla. Esto nos lleva a reflexionar sobre otra de las discusiones con las que comencé
117

este trabajo: la afirmación de que la identidad colectiva del movimiento feminista se ha


construido en base a la exclusión de la lucha contra la pobreza. Aunque considero que aún es
muy temprano para resolver esta pregunta, ya que los cambios en las identidades colectivas
generalmente son más visibles después de un tiempo, voy a atreverme a dar una respuesta.

Si tomamos en cuenta la propuesta de Melucci 150, la mayor importancia que adquirió la


lucha contra la pobreza después del Mitch y la búsqueda de nuevas estrategias para
combatirla, produjeron cambios en una de las esferas o compartimientos de su identidad
colectiva151: la relacionada con la jerarquización de las necesidades estratégicas o de género y
las necesidades prácticas (o el género y la clase).

Desde mi punto de vista, tanto la creación de microempresas, como la nueva posición


de la lucha contra la pobreza en el proyecto político de ambas organizaciones, son elementos
que, de alguna forma, por lo menos cuestionan la identidad colectiva que ambas
organizaciones habían construido sobre la base de la jerarquización de las necesidades
estratégicas o de género. Esto se observa de forma más clara en lo relacionado con la lucha
contra la violencia hacia las mujeres, como voy a exponer en el capítulo siguiente.

Estas afirmaciones me permiten concluir con respecto a otro tema: el peso que los
procesos reflexivos tuvieron en todos estos procesos de cambio. Al igual que en el caso de la
identidad colectiva y la formación de microempresas, otro efecto de las reflexiones que se
generaron en ambas organizaciones desde la crisis del Mitch fue la revalorización del trabajo
de muchas organizaciones de mujeres en el contexto de la emergencia.

150
Recordando la propuesta de Alberto Melucci, expuesta en mi marco teórico, uno de los componentes de la
identidad colectiva, relacionado con los las definiciones cognitivas de los movimientos sociales
concernientes a los fines, esta conformado por: las metas y objetivos del movimiento, la jerarquización de las
necesidades y estrategias y la formulación de planes y proyectos. Para más detalles ver Alberto Melucci,
Challenging codes: collective action in the informational age… 70 y sig.
151
Según este mismo autor, Aunque la identidad es un elemento relativamente estático, puede ser
reestructurada en tiempos de crisis de acuerdo a las nuevas orientaciones, o dividir en compartimientos sus
esferas de acción, y aún así preservar cierta coherencia, tanto dentro como fuera de dichas esferas. Idem.
anterior.
118

Desde mi perspectiva, las acciones que realizaron con redes y grupos de mujeres que
emergieron o se reactivaron con el Mitch, en especial las de las zonas rurales, provocaron
cambios profundos en la forma como hasta entonces las feministas habían valorado las
capacidades de las organizaciones de mujeres para ser gestoras de sus procesos de
empoderamiento.
119

Capítulo VI
¿Mi cuerpo es todavía mío?
Cambios en los programas de atención directa a la violencia

“Mi cuerpo es mío” es uno de los slogans más conocidos de las campañas del CEM-H.
En estas cuatro palabras, se resume la que ha sido quizás la lucha más importante de muchas
organizaciones feministas del país: la lucha contra la violencia. Aunque ésta es sólo una de las
estrategias empleadas por el patriarcado para garantizar la subordinación y opresión de las
mujeres, es quizás una de las más efectivas. La violencia engendra dolor, sufrimiento, nos ata
a cadenas irreconciliables con el amor y la felicidad, limita nuestras posibilidades de
construirnos como nuevas mujeres, fuertes, valientes, preparadas para asumir los retos de
nuestro propio crecimiento. Por estas razones, una de las preocupaciones centrales del
feminismo, tanto desde la teoría como desde la práctica, ha sido develar las causas y los
mecanismos a través de los cuales la violencia se ejerce. Al mismo tiempo, se ha preocupado
por diseñar estrategias adecuadas para subvertir las relaciones socio-culturales que fomentan y
legitiman la violencia hacia las mujeres.

Pero esta lucha va más allá de cambios en la esfera de lo cultural. No sólo porque el
feminismo desde el principio de que “lo personal es político”, ha sacado a la luz pública y ha
politizado una de las formas más terribles de sometimiento, subordinación y agresión contra
las mujeres; sino porque además ha sido uno de los principales instrumentos utilizados por los
movimientos feministas latinoamericanos para ampliar la cobertura de su proyecto político.
Desde esta perspectiva, la lucha contra la violencia es a la vez un fin y una estrategia. Sin
embargo, desde mi punto de vista, a raíz de la crisis desatada por el Mitch esta lucha empezó a
perder importancia y centralidad en las agendas de ambas organizaciones.

En las siguientes páginas, voy a analizar cuáles fueron los factores del contexto que
incidieron en estos cambios, qué efectos tuvieron en su estructura organizativa y en qué
medida estos cambios afectan o modifican su identidad colectiva. Para desarrollar estos
puntos, voy a dividir este capítulo en los siguientes apartados:
120

1. La centralidad de la lucha contra la violencia en el movimiento feminista en


Honduras. Su definición y estrategias antes el Mitch
2. Cambios en los programas de atención directa a la violencia después del Mitch
2.1. Cambios en el CDM
2.2. Cambios en el CEM-H
3. Factores del contexto que incidieron en los cambios en los programas de atención
directa a la violencia
3.1. El funcionamiento de las instancias estatales para la atención de la violencia
3.2. La cooperación internacional y los recursos disponibles
4. Factores subjetivos que incidieron en estos cambios

1. La centralidad de la lucha contra la violencia en el movimiento feminista en


Honduras. Su definición y estrategias antes el Mitch

Como menciono en el capítulo III, muchas organizaciones feministas de


Centroamérica y Honduras han definido sus programas, estrategias e incluso su identidad
colectiva a partir de la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Esto se debe sobre todo a
cuatro factores:

 Al carácter conservador de las sociedades latinoamericanas, que ha permitido que


la violencia contra las mujeres sea un hecho social y culturalmente aceptado,
además de extendido152.
 La influencia del feminismo internacional en el surgimiento de los movimientos
feministas en América Latina.
Al momento de la emergencia de los movimientos feministas en Latinoamérica, el
derecho de las mujeres a una vida sin violencia ya había sido consignado como un
derecho humano inalienable e imprescriptible153. Esto, aunado a la influencia del
152
Para una breve referencia sobre la violencia las mujeres y los derechos sexuales y reproductivos ver
Elizabeth Jelin, “Los derechos y la cultura del género”, en Eugenia Hola y Ana Maria Portugal (edit.) La
ciudadanía a debate. (Chile: Isis Internacional, 1997) pp.80.
153
Para más datos sobre este tema ver Horda Copelón. “Terror íntimo: la violencia doméstica entendida como
tortura”, en Rebecca J. Cook. (edit.) Derechos humanos de la mujer. Perspectivas nacionales e
internacionales. (Colombia: Editorial PROFAMILIA, 1997) pp. 134-136.
121

feminismo internacional (entiéndase estadounidense y europeo) en el surgimiento


de los movimientos feministas de la región, permitió que el discurso sobre la
violencia haya penetrado con fuerza en la mayor parte de estas organizaciones.
 Es un tema que se negocia con relativa facilidad en el ámbito de lo público-estatal.
Para Virginia Vargas, la centralidad de la lucha contra la violencia se debe en gran
medida a que las feministas, al centrase en la estrategia de la incidencia política
hacia el Estado como uno de los mecanismos más efectivos para luchar contra la
subordinación de las mujeres, han trabajado más los temas que facilitan la
negociación en lo público estatal154, como es el caso de la violencia contra las
mujeres.
 Es quizás uno de los únicos puntos en común con el movimiento amplio de
mujeres155.
Esto se debe a que los demás derechos incluidos dentro de los de “cuarta
generación” (como el derecho al aborto, a la escogencia de la opción sexual)
suscitan un amplio rechazo en las organizaciones de mujeres, debido sobre todo a
que muchas de ellas continúan ligadas a la Iglesia Católica.

En el caso específico de las dos organizaciones objeto de mi estudio, aunque ambas se


preocuparon casi desde su surgimiento por denunciar la violencia contra las mujeres, ésta se
vuelve central a partir de su segunda etapa de vida, cuando ya se habían separado de los
movimientos populares y cuando tenían claro su proyecto institucional. (En 1992 el CEM-H
abre Casa de la Mujer y en 1991 el CDM abre el Programa de Jurídico-Legal. Ambos se
concretan casi cinco años después del surgimiento de ambas organizaciones). Se puede decir
que la lucha contra la violencia se vuelve central para ambas cuando ya habían afianzado
algunos de los principios o elementos de su identidad colectiva, y cuando ya habían logrado
cierta estabilidad en sus estructuras organizativas.
Hasta antes del Mitch, ambas organizaciones concretaban la lucha contra la violencia a
partir de dos grandes áreas:

154
Virginia Vargas. “Las búsquedas y los nuevos derroteros feministas en su tránsito al nuevo milenio”. En
Edda Gaviola y Lissette Gonzáles (comp.) Feminismos en América Latina…pp. 242.
155
Rina Villars. Para la casa más que para el mundo... pp. 608.
122

 La atención legal, a través de la cual se brindaba orientación a las mujeres sobre los
recursos legales disponibles, las instancias a las cuales podían recurrir, etc.; en caso
de ser víctimas o sobrevivientes de violencia. En muchos casos, estas
organizaciones hasta asumían la defensa y representación legal de estas mujeres.
 La atención psicológica, que se realizaba a partir de la conformación de “grupos de
autoayuda” y del seguimiento individualizado de los casos atendidos, con visitas
periódicas a las casas de las usuarias que abandonaban el programa. En los grupos
de autoayuda, las mujeres hablaban de sus experiencias, del efecto de la violencia
en sus vidas y trabajan en su recuperación emocional para lograr romper con los
círculos de violencia156. Sin embargo, los objetivos de estos grupos van más allá de
éstos, ya que otro de sus fines fundamentales es la construcción de nuevas
identidades de género, que les permitan a las mujeres reiniciar sus vidas, la
recuperación de la confianza en sí mismas y la valoración de sus capacidades157.

Aunque ambas organizaciones desarrollaban su trabajo de forma muy parecida, tenían


metodologías diferentes para el tratamiento de la violencia. Para el caso, el CDM
proporcionaba una atención más puntual, dirigida sobre todo a brindar apoyo legal a mujeres
víctimas y sobrevivientes de violencia. En el caso del CEM-H, aunque también realizaba este
tipo de trabajo, el seguimiento a los casos había sido una preocupación fundamental, razón por
la que la formación de “grupos de autoapoyo” había sido una de sus principales estrategias.

156
Según Cristina Sánchez Muñoz, Elena Beltrán Pedreira y Silvina Álvarez, estos grupos tienen su origen en
los grupos de autoconciencia desarrollados por las feministas radicales en Estados Unidos en la década de los
70’s. Para más detalles ver Cristina Sánchez Muñoz, Elena Beltrán Pedreira y Silvina Álvarez, “Feminismo
liberal, radical y socialista”, en Elena Beltrán y Virginia Maqueira, Feminismos, Debates teóricos
contemporáneos. (Madrid: Alianza Editorial, S.A., 2001) pp. 80-81.
157
Según Marcela Lagarde, hay tres tipos distintos de identidades de género: la asignada, que es la identidad
de clase, de género, de raza, que la sociedad impone a las mujeres; la autoidentidad (autoconciencia), que es
la que se da cuando las mujeres internalizan y hacen suyas las identidades asignadas; y la identidad optada,
producto de procesos en los cuales las mujeres deciden romper con las identidades asignadas y las
autoidentidades, en la búsqueda de formas menos opresivas de ser mujeres. Teniendo en cuenta esta
clasificación, en este párrafo hago referencia a las identidades “optadas”. Para más detalles ver Marcela
Lagarde, “Metodología del trabajo con mujeres”, en Ivonne Sui Bermúdez, Wim Dierckxens y Laura
Guzmán (comp.) Antología Latinoamericana y del Caribe. Mujer y género. Período 80-90, Tomo II.
(Managua: Editorial Universidad Centroamericana de Nicaragua (UCA), 1999) pp. 35.
123

También, ambas organizaciones han luchado contra la violencia hacia las mujeres a
través de las siguientes acciones y programas:

 Actividades de incidencia política dirigidas al Estado, que buscan: reformas


legislativas en materia de violencia; la creación de un marco institucional adecuado
para hacer efectiva la lucha contra la violencia, como Juzgados, Consejerías de
Familia, unidades operativas dentro de las distintas Secretarías de Gobierno,
fiscalías espaciales, etc.; y la formulación y ejecución de políticas públicas sobre el
tema.
 Desde los programas de Comunicación: se han realizado numerosas campañas de
concientización sobre este problema dirigidas a la población en general y a las
mujeres en particular.
 Desde los programas de Educación: se han llevado a cabo actividades y proyectos
que buscan que grupos específicos conozcan sobre el tema. En el caso del CDM,
esta labor se ha realizado también desde el Programa de Promotoras Legales,
dirigido a mujeres sindicalistas. Además, han trabajado con funcionarios de las
entidades gubernamentales que se encargan de aplicar las leyes sobre violencia.
 Desde los programas de Investigación: se han realizado estudios sobre la violencia
contra las mujeres. Algunos de los más importantes son “La ruta crítica de las
mujeres afectadas por la violencia Intrafamiliar” (1996) y los Informes Nacionales
de la Violencia Contra las Mujeres.

En la actualidad, la lucha contra la violencia aún ocupa un lugar importante en los


objetivos de ambas organizaciones. Sin embargo, la llegada del Mitch provocó modificaciones
profundas no sólo en las formas como hasta entonces se había estructurado la lucha contra la
violencia. Cambió el lugar estratégico que esta lucha había ocupado en la definición del
proyecto político de ambas organizaciones, como voy a demostrar en las páginas siguientes.

2. Cambios en los programas de atención directa a la violencia después del Mitch


124

Uno de los efectos inmediatos del Mitch en el quehacer de ambas organizaciones fue
que todos los programas, incluidos los de atención directa a la violencia, cesaron
temporalmente sus actividades. Todas las mujeres que trabajaban en estas organizaciones, las
coordinadoras generales de los programas, las trabajadoras sociales, las psicólogas, las
encargadas de los centros de documentación, las que se encargaban del aseo, se volcaron de
lleno a actividades de ayuda humanitaria para tratar de solventar las necesidades y carencias
más inmediatas de tantas mujeres que perdieron parte de su vida esa noche fatídica de octubre.
Este trabajo se llevó a cabo, sobre todo, con mujeres con las que ya tenían relaciones previas:
usuarias de los programas de atención directa a la violencia e integrantes de algunas
organizaciones del movimiento amplio de mujeres con las que tenían algún tipo de trabajo
previo.

Esto se debió a que, de todos los problemas que surgieron en las comunidades
afectadas, uno de los primeros identificados fue el incremento sustancial o la mayor
visibilización de la violencia contra las mujeres, sobre todo en los macro-albergues que se
construyeron en las ciudades más grandes del país. Una investigación realizada sobre la
situación de las mujeres durante la crisis, señala que aunque muchas de estas mujeres ya eran
víctimas de la violencia antes del Mitch, la emergencia agudizó esta situación 158. En el mismo
sentido, Suyapa, del CEM-H, afirma que:

“Lo que hizo el Mitch fue visibilizar lo que ya estaba. Ya estaba la violencia
doméstica, pero en los albergues a flote, salió a lo público, porque siempre
había estado en lo privado. En esos macro-albergues, esos cubículos están tan
pegados unos a otros, que hizo que se visibilizara el problema de la violencia.
No es que se incrementara, sino que se visibilizó. También, como la gente vivía
en una sola revoltura, se dieron muchos casos de abuso sexual. Se incrementa
el abuso sexual, especialmente en niñas menores. También en niños”
Y Nora, del CDM, al referirse a la situación de las mujeres en los macro-albergues,
señala que:

158
Fundación Ford/ CEM-H. Investigación: “El impacto del Huracán Mitch en las condiciones de vida de las
mujeres hondureñas y las experiencias de participación ciudadana”. (Honduras, S/E, 2001) pp.32.
125

“Había un mayor riesgo porque la violencia doméstica pasaba a ser un tanto


más visible. Había que trabajar la responsabilidad social, romper con la
indiferencia de los vecinos, como testigos de la violencia. Se visibiliza más la
violencia en la pareja, la violencia sexual”

Por esta razón, ambas organizaciones deciden empezar a brindar atención directa a las
mujeres que fueron “reubicadas” en estos albergues. Es decir, trasladan sus equipos de trabajo
a los lugares más afectados por la tragedia.

En el caso del CEM-H, empezó a funcionar el modelo que denominan como de


“atención ambulante”. Según Daysi, del CEM-H, en este modelo:

“El personal de Casa de la Mujer se trasladaba cada quince días a las zonas
afectadas para dar asesoría legal a las mujeres que lo necesitaban”

Este cambio es sumamente importante, ya que sentó las bases de los cambios que
finalmente culminaron en trasformaciones mucho más radicales al programa de Casa de la
Mujer. En el caso el CDM, los cambios en los programas de atención directa fueron mucho
menos radicales. Al igual que el CEM-H, en un primer momento decidió trasladar la atención
directa a las comunidades (rurales y urbanas) donde estaban trabajando en el momento de la
emergencia. Sin embargo, decidieron dejar de realizar estas acciones. La principal causa
aducida fue que la demanda de atención a esta problemática se incrementó en sus oficinas 159. Y
agregan que más bien esto provocó el fortalecimiento del programa de atención centralizado en
las zonas urbanas160. Sin embargo, me parece sumamente interesante (y hasta cierto punto
contradictorio con estas afirmaciones), que ya desde antes del Mitch, en 1998, habían abierto el
proyecto “Mecanismos de Aplicación de la Ley Contra la Violencia Doméstica desde el Poder
Local” en dos ciudades en el sur y en el oriente del país (Choluteca y Olancho); cuyo objetivo
fundamental era “impulsar la creación de estructuras e coordinación entre la sociedad civil y

159
CDM.Informe de 1999. pp. 2 y 5.
160
Idem. Anterior.
126

las instancias gubernamentales encargadas de la aplicación de la ley” 161. ¿Por qué entonces no
siguieron implementando más programas específicos sobre violencia en las áreas rurales, o
fuera de Tegucigalpa y San Pedro Sula? Desde mi perspectiva, la respuesta se encuentra en la
creciente importancia de los programas de participación ciudadana en los ámbitos locales-
comunitarios, que tienen objetivos más amplios que la lucha contra la violencia.

Ahora bien: ¿Cuál fue el efecto de estos cambios en las estrategias y en la estructura
organizativa de ambas organizaciones? Debido a que éstos son radicalmente distintos en
ambas organizaciones, voy a presentar por separado los cambios acaecidos en cada una de
ellas.

2.1. Cambios en el CDM

Los cambios que se dieron en el programa de atención a la violencia en esta


organización son de dos tipos: la disminución del número de casos atendidos y la redefinición
de los ejes de atención. Con respecto al número de denuncias atendidas: en el año 2000 ¡hay
una disminución radical del número de casos atendidos por violencia! Para el caso, en 1998 se
atendieron 718 mujeres, y para el 2000, 460162. La disminución de los casos fue en un 35%,
casi una tercera parte del total163. Ya en el 2002, esta cifra llegó casi a ser casi igual a la del
año 2000 (592 casos atendidos)164, lo que significa una reducción final del 21% de los casos
atendidos165.

La redefinición de los ejes de atención se dio desde 1999. En este año, en Tegucigalpa
ya que no se atendían casos relacionados con derecho de familia; y en San Pedro Sula ¡se
dejaron de atender denuncias sobre violencia!, ya que decidieron atender únicamente
denuncias relacionadas con los derechos laborales de trabajadoras de las maquilas. Algunas de
las razones internas aducidas son: la necesidad de mejorar la calidad de la atención y la

161
CDM. Informe enero-julio de 1998. pp. 12.
162
CDM. Informe del 2000. pp. 5.
163
Datos propios.
164
CDM. Informe del 2002. pp. 4.
165
Datos propios.
127

restricción a los horarios de atención, debido a los compromisos adquiridos en el programa de


Educación166 (¡en el programa de Participación Ciudadana!) 167. También se observa que hay un
cambio en el nombre del programa: pasa de llamarse Programa Jurídico-Social a “Programa
de Prevención y Atención a la Violencia de Género contra las Mujeres”. Según la memoria de
este año, el cambio se debió a “la necesidad de visibilizar y profundizar en el tema de trabajo
principal del programa, especializar los ejes de atención y ampliar su cobertura hacia temas de
violencia contra las mujeres no abordados anteriormente”168.

Aunque estos cambios introdujeron modificaciones importantes en la jerarquización de


los intereses u objetivos de esta organización, fueron mucho más profundos en el caso del
CEM-H, ya que además incidieron en su estructura organizativa.

2.2. Cambios en el CEM-H

El proceso que comenzó con la atención directa de mujeres víctimas o sobrevivientes


de la violencia en los macro-albergues y en las comunidades finalizó, en el 2003, ¡con el
cierre definitivo de Casa de la Mujer! Cuando a mí me contaron, sentí mucha tristeza. En
Tegucigalpa, Casa de la Mujer funcionaba en unas salitas en la sede del CEM-H. Y era un
lugar muy acogedor. Los colores, el ambiente, todo dejaba ver que era un espacio donde se
podía sanar el alma. Durante muchos años, fue un lugar al que las mujeres acudieron cuando
finalmente decidían romper el silencio, cuando ya no toleraban más la violencia en sus vidas.

Uno de los cambios inmediatos que se llevó a cabo en el programa de atención a la


violencia del CEM-H fue la creación del “modelo de atención ambulante”, mediante el cual
las integrantes de ambas organizaciones brindaban atención directa en los albergues y las
comunidades a las mujeres víctimas o sobrevivientes de violencia. En el 2002, éste dio paso al
de “atención directa”, que según la memoria del CEM-Hombres, consiste en “el trasplante de

166
CDM. Informe de 1999.
167
Como voy a exponer más adelante, en el 2000 el programa de Educación y Sensibilización se “reorientó” a
al nuevo programa de participación ciudadana. El programa de Educación pasó a ser una unidad operativa y
ya no un programa. Para más detalles ver CDM, Informe del 2000. pp. 3.
168
CDM. Informe del 2000. pp. 5.
128

los grupos de autoayuda a los espacios locales y la construcción de redes sociales,


comunitarias y nacionales, en un enfoque de salud mental y comunitaria, que busca potenciar
las acciones de las mujeres y la población, a partir de sus iniciativas y recursos”169.

Resulta interesante que en ninguna de las memorias del CEM-H se afirma claramente
el cierre de Casa de la Mujer. A lo sumo, en el desglose de los programas de la memoria del
2003 ya no aparece este programa170. En esta misma memoria, también agregan que “aunque
ya no cuentan con un equipo profesional permanente que proporcione información y atención
a las mujeres que deciden recibir atención especializada, mediante un trabajo de voluntariado,,
la institución da apoyo emocional a las mujeres en caso de que necesiten una ayuda emocional
y asesoría legal para poder enfrentar y salir del círculo de violencia”171.

Por estas razones, se puede decir que el efecto más visible de estos cambios fue en la
estructura organizativa. Sin embargo, las consecuencias de este cambio van más allá de la
desaparición de uno de sus programas. La sustitución de un modelo centralizado, conformado
por profesionales especialistas en la atención legal y psicológica de la violencia, por un
modelo más flexible y descentralizado, implica cambios importantes en las percepciones que
tenían sobre su propio trabajo y sobre las estrategias definidas para la atención de la violencia.
Sobre este particular, una de las opiniones que más me llamó la atención fue la de Suyapa, que
al referirse a lo que le sucedió a Casa de la Mujer durante los primeros días posteriores al
Mitch, decía que:

“...Salió Casa de la Mujer de este nidito que tenía al barrio, sale con
prevención de violencia...”

El “salir del nidito” implica dejar la comodidad de la casa, el calor del fogón, la
frescura de la hamaca. Ahora bien: ¿Cuáles son los factores o causas que están detrás de estos
cambios? ¿En qué medida estos cambios fueron producto de la reflexión interna de sus

169
CEM-H. Memoria del 2001. pp. 23
170
CEM-H. Memoria del 2003. pp. 20.
171
CEM-H. Memoria del 2003. pp. 27.
129

integrantes? ¿En qué medida son también producto de los cambios en la cooperación
internacional? ¿Qué otros factores o causas están detrás? ¿Cuáles son las consecuencias de
estos cambios en su proyecto político? Voy a responder estas preguntas en el siguiente
apartado, ya que sus respuestas son, en gran medida aplicables a ambas organizaciones.

3. Factores del contexto que incidieron en los cambios en los programas de atención
directa a la violencia.

Hay dos factores del contexto que tuvieron mucho peso en los cambios que se dieron
en los programas de atención a la violencia en ambas organizaciones: al momento del Mitch
ya funcionaban las instancias estatales creadas para la atención de la violencia, y los cambios
que se dieron en las agendas de la cooperación internacional con respecto a la violencia.

3.1. El funcionamiento de las instancias estatales para la atención de la violencia

Con respecto a este tema, Mirta, del CEM-H, me decía que:

“...Pero a partir del Mitch, cuando nos encontramos, primero con una Fiscalía
de la Mujer que recibe denuncias, entendimos que no podíamos quedarnos con
ese modelo institucionalizado...”

De igual forma, en la memoria del 2000, las del CDM afirman que uno de los
factores externos que influyó en la reducción de los casos de violencia fue “la mayor
captación de casos, a partir del trabajo de las organizaciones de mujeres, por la Fiscalía
Especial de la Mujer, los Juzgados, la Dirección General de Investigaciones Criminales y la
Policía Preventiva”172.
Desde mi perspectiva, aunque no se puede negar el enorme avance que ha supuesto la
aprobación de la Ley Contra la Violencia Doméstica y la creación de Fiscalías y Juzgados
especializados en la lucha contra la violencia, la violencia contra las mujeres continúa siendo
un problema irresuelto. Dos de los obstáculos que se siguen presentando son: las trabas
172
CDM. Informe del 2000. pp. 7.
130

impuestas desde los mismos sistemas legales, que aunque consigan estos derechos no
establecen estrategias adecuadas para su aplicación; y segundo: en muchos casos, tampoco
desde los movimientos sociales se formulan estrategias para lograr que sean aplicables o
exigibles. Voy a desarrollar brevemente cada uno de estos puntos.

Con respecto al primer punto, aunque estos derechos tienen el estatus de “normas
jurídicas”; de hecho son considerados más como “principios normativos” que como
“normas”173. Según la filosofía del derecho, la diferencia radica en que los principios son una
especie de “mínimos racionales” que sirven de guía y fundamento moral de los principios
legales y de los sistemas de aplicación de justicia 174. En contraposición, las normas vendrían a
ser la concreción de estos principios en sistemas jurídicos formales; es decir, incluyen la
posibilidad de ser exigidos bajo los medios coactivos contemplados en la misma ley. Por
ejemplo, a pesar de que en la mayor parte del mundo los derechos de las mujeres forman parte
de sus sistemas de derecho positivo, para efectos prácticos siguen siendo principios
normativos.

Con relación al segundo punto, para muchos movimientos sociales la inclusión de


demandas o derechos en las legislaciones se ha considerado como un fin y no como un medio
para el logro de la aplicación efectiva de estos derechos. Por ejemplo, en un interesante
estudio sobre la aplicación de la Ley Contra la Violencia Doméstica en Honduras, Margarita
Puerto expone como los movimientos de mujeres y feministas, después de que lograron que
finalmente en 1997 se aprobara la ley, no lograron hacer sostenibles sus esfuerzos e incidir en
la aplicación correcta de esta ley. Para ella, esto se debió a que “la visión política parece
concentrarse en una ley, política o agenda determinada; es decir, en un aspecto normativo y
formal de la situación, y difícilmente, trasciende los aspectos ligados a la ejecución e
implementación de la misma”175. Y agrega que: “Así mismo, la falta de un marco teórico-
173
Para más detalles acerca de esta diferencia y su relación con los sistemas de derechos humanos ver Alberto
Calsamiglia, “Sobre el Principio de la Igualdad” en Muguerza J. y otros (Edición Preparada por Gregorio
Peces-Barba Martínez) El fundamento de los Derechos humanos ( Madrid: Editorial Debate, 1999) pp. 98.
174
Según Cassese, los mínimos racionales estarían constituidos por “el respecto a ciertos derechos humanos
esenciales y al derecho del autogobierno”. Para más detalles ver Cassese A. Los Derechos Humanos en el
mundo contemporáneo (Barcelona: Editorial Ariel, 1991) pp. 59.
175
Margarita Puerto. Necesidades, Tiempos y Realidades. Estudio exploratorio de la Ley Contra la Violencia
Doméstica en Honduras. (Honduras: Editorial Guymuras, 2002) pp. 35.
131

conceptual claro y de una agenda política coherente, dificulta la visión estratégica y la


consolidación de procesos de este espacio de acción a mediano y a largo plazo”176.

Ambos factores han provocado que muchos de estos derechos no sean más que “papel
mojado”. Por esta razón, y sin negar el valor de estas luchas, se puede decir que ha prevalecido
una concepción más formal y menos instrumental de los derechos de las mujeres. Esto,
finalmente, ha incidido en que gran parte de los esfuerzos se hayan dirigido hacia la búsqueda
de leyes que beneficien a las mujeres y no hacia el establecimiento de mecanismos efectivos
para su aplicación.

A modo de conclusión de este apartado, puedo decir que, desde mi perspectiva, la


existencia de leyes a favor de los derechos de las mujeres y el funcionamiento de instancias
estatales para la lucha contra la violencia no son factores de peso en los cambios que se dieron
en los programas de atención a la violencia en ambas organizaciones.

3.2. La cooperación internacional y los recursos disponibles

Las respuestas que recibí en torno a este tema fueron de dos tipos:

 Las que afirman que los cambios en los programas de atención a la violencia están
en relación directa con los cambios en las agendas de la cooperación internacional.

En este sentido se pronuncia Suyapa, del CEM-H, cuando afirma que la prioridad que
estableció la cooperación internacional para la ayuda de emergencia frente los programas de
atención a la violencia tuvo como efecto que:
(Durante la emergencia...) “Todos los programas de prevención de violencia se
perdieron... la cooperación no quería financiar salarios para las personas que
trabajaban en el tema de la prevención de la violencia”

Y Nora, del CDM, sobre este mismo tema, señala que:


176
Idem. anterior.
132

(La cooperación internacional)... “está priorizando lo que yo pensaba hasta


hace poco que iba a desaparecer. Está priorizando la participación ciudadana,
pero la atención legal no tiene financiamiento”

Otra opinión similar a estas es la de Gilda, del CDM. Sin embargo, para ella estos
cambios no obedecen a la pérdida de importancia de este tema en las agendas de la
cooperación, sino a cambios ocurridos en el contexto mundial con respecto a la ayuda
internacional. Cuando le pregunté sobre este tema, comentaba que:

“Es obvio que después del Mitch se cambian algunas cosas, y se destinan más
fondos a la emergencia. Pero esto es una tendencia a nivel global. No se podría
decir que fue por causa del Mitch, ya que es un fenómeno que está ocurriendo
no sólo en Honduras, lo podes ver también en algunos países de América del
Sur donde no hubo Mitch, y tiene que ver con una derechización de las políticas
internacionales... Ahora ha habido una disminución bastante significativa de
los recursos destinados a programas de mujeres”

 Las que afirman que estos cambios fueron producto más bien de reflexiones
internas en las organizaciones.

En este sentido se pronuncia Mirta, del CEM-H, cuando afirma que:

“El cierre de Casa de la Mujer no tuvo que ver tanto con falta de recursos, sino
con el entendimiento de que ese no era el modelo correcto, ya que teníamos que
salirnos en los municipios, en las comunidades”
Sin embargo, hay algunas afirmaciones contenidas en las memorias de esta institución
que me permiten sostener lo contrario. Por ejemplo, en la memoria de 1999, en la sección
correspondiente al “fortalecimiento de la sostenibilidad institucional”, se afirma que una de
las nuevas estrategias de la organización es “el desarrollo de mayores grados de autonomía
133

administrativa de Casa de la Mujer”177. Y por “sostenibilidad institucional” debe entenderse


también, de conformidad con los informes, la administración de los recursos financieros de la
organización.

 Y por último, las que afirman que muchos de los cambios acaecidos en los
programas de atención a la violencia están relacionados con la creciente
importancia de la participación ciudadana, pobreza y gobernabilidad en las agendas
de la cooperación internacional.

Por ejemplo, Suyapa comentaba que:

“Es necesario volver a poner en el debate público el tema de los derechos


sexuales y reproductivos, porque es otra cosa que se nos viene abajo. Porque
como se viene la cuestión de la temática de la participación ciudadana y
política a nivel de las mujeres, entonces debemos tratar de ver como las
mujeres insertamos dentro de ese discurso de participación ciudadana lo de la
violencia y los derechos sexuales y reproductivos”.

Independientemente de la opinión disidente de Mirta, es claro que, para las integrantes


de ambas organizaciones, los cambios acaecidos en los programas de atención a la violencia
están en relación directa con los cambios en las agendas de la cooperación internacional. Lo
que varía son las percepciones de sus integrantes con respecto al alcance y las causas de estos
cambios.

4. Factores subjetivos que incidieron en estos cambios

Estos cambios también fueron resultado de hondos procesos de reflexión interna de las
integrantes de ambas organizaciones, a través del cual revaloraron las capacidades de las
mujeres (y de las usuarias de los programas) de ser artífices de sus propios procesos, desde sus
177
CEM-H. Memoria de 1999. pp. 5.
134

vivencias personales. Desde mi punto de vista, esto tiene origen sobre todo en el trabajo que
realizaron en las comunidades y albergues durante la emergencia. Sobre esto, Daysi decía que:

(Antes del Mitch) “...Las mujeres venían y tenían atención; o sea, el fuerte de la
organización estaba en la organización. Con el Mitch que me parece que ese
fue el cambio más fundamental... Cambia la visión de que las mujeres vienen a
pedir asistencia... Antes del Mitch me parece que era un poco asistencialista, la
visión de ilustrar a las mujeres en las cosas que podían hacer me parece que
por sí misma era asistencialista...”

Relacionada con esta opinión, hay una frase en las memorias que resume el fin de los
cambios que se han descrito a lo largo de este capítulo: politizar la lucha contra la violencia.
En sus propias palabras: “estos cambios obedecen a la necesidad de que las acciones de la
organización trasciendan los servicios, y así lograr rescatar o imprimir a nuestras acciones un
mayor contenido y carácter político”178.

¿Cómo puede interpretarse esta frase? ¿Es que antes del Mitch la violencia no era un
tema político? Desde mi perspectiva, lo que sucedió fue que el Mitch puso en evidencia que
los modelos de atención hasta entonces implementados no permitían que las mujeres
replicaran estas acciones en sus comunidades; por lo que en sí, los resultados de los
program1as de atención a la violencia se limitaban a cambios profundos y radicales en la vida
de estas mujeres, pero sólo en la de ellas, no en la de las demás.

Puedo afirmar, entonces, que uno de los principales objetivos de estos cambios era
lograr que la lucha contra la violencia fuera un instrumento eficaz para la construcción de un
sujeto político feminista. O dicho de otra manera, estos cambios en los programas contra la
violencia buscan ampliar la membresía del movimiento feminista, romper sus límites. Todo
esto no implica no reconocer lo valioso de su labor ni olvidar los rostros de tantas mujeres que
han logrado rehacer su vida después de asistir a estos programas. Implica aceptar que estas

178
CDM. Informe del 2000. pp. 4.
135

mujeres que han sido capaces de reconocer sus propias limitaciones, y en base a ellas,
transformar sus instrumentos de acción para que sean más efectivos.

Otra de las razones por las cuales decidieron cambiar su estrategia para la atención de
la violencia fue que, durante la emergencia, pudieron constatar que pese al gran esfuerzo
realizado por ellas y por otras organizaciones del movimiento feminista, la violencia
continuaba siendo un problema grave. Talvez sintieron que ya no tenían la misma fuerza para
continuar su lucha de la forma como hasta entonces lo habían hecho. Quizás por esta razón,
Mirta, del CEM-H, al referirse a las causas de la desintegración de Casa de la Mujer, afirmaba
que:

(Casa de la Mujer) “Fue un modelo que funcionó muy bien, pero con mucho
costo emocional para las personas que trabajábamos en él, con mucha
inestabilidad, pero con mucha riqueza. Es un modelo que ha sido replicado, y
que tuvo una validez en un momento dado...”

Hay otra opinión que quiero transcribir, ya que me parece también clave para entender
más el proceso que precedió al cierre de Casa de la Mujer. Esta es la de Suyapa, también del
CEM-H, que al explicarme cuales eran las causas del cierre de Casa de la Mujer, decía que:

“Si... Casa de la Mujer casi desapareció después del Mitch, porque el Mitch en
primer lugar... Bueno, no hubo interés de la institución en levantar el
programa. Además, no encontramos una persona que pudiera levantar el perfil
del programa... El Mitch vino a aplastar todavía más la cosa, porque antes
todavía alguna de nosotras creía en el programa...”
Esta última opinión me permite ver un aspecto que no había contemplado: que otro de
los factores que están detrás de este cambio es la falta de interés de la organización por
levantar el programa. Extraoficialmente, personas que conocen de la historia de Casa de la
Mujer me decían que el cierre de este programa se dio porque a las coordinadoras de la
institución ya no les interesaba más, por diversos motivos, continuar trabajando este tema.
Esto me lleva además a reflexionar sobre otro hecho: a pesar de que supuestamente el modelo
136

organizativo que desarrollaron estas organizaciones tiene como una de sus más grandes
ventajas la “democratización” de las decisiones que se toman, es posible que esto no se dé del
todo, y que las grandes decisiones institucionales continúen estando en manos de sus
principales miembras o coordinadoras. No hay ningún lugar ni en las entrevistas ni en las
memorias que refrenden estas palabras.

Independientemente de está ultima reflexión, lo expuesto en este último apartado deja


ver como, si bien es cierto los cambios en el contexto condicionan las estrategias adoptadas
por una organización o movimiento social para hacerle frente a un problema determinado, los
procesos reflexivos a través de los cuales las personas que los integran deciden llevar a cabo
una acción son también un factor de peso en la definición de nuevas estrategias.

Conclusiones

En un primer momento, la atención de la emergencia impidió el funcionamiento


normal no sólo de los programas de atención a la violencia, sino de todos los demás. Sin
embargo, considerando la importancia de esta lucha en las agendas de ambas organizaciones y
del movimiento feminista en general, fueron quizás estos programas los que —en un primer
momento— sufrieron de forma más directa las consecuencias de la crisis. Desde esta
perspectiva, se puede decir que la estructura del contexto, que en este primer momento está
conformada por la situación de emergencia y por la visibilidad de la violencia en los
albergues, jugó un papel fundamental en los primeros cambios que se dieron en las estrategias
de lucha contra la violencia en ambas organizaciones. El traslado de los programas de atención
directa a las comunidades en ambas organizaciones obedeció a estos factores.

Sin embargo, en un segundo momento los cambios que se dieron en ambas


organizaciones fueron producto de una combinación entre los demás factores del contexto, la
137

estructura del movimiento (que incluye los recursos con los que cuentan las organizaciones) 179
y los procesos subjetivos o los “marcos de referencia” creados por ambas organizaciones180.

Con respecto a los cambios en el contexto, uno de los más importantes está relacionado
la nueva jerarquización de los intereses estratégicos de las agencias donantes; que empiezan a
mostrar mayor interés por lo que tiene que ver con participación ciudadana. A pesar de que no
hay consenso entre las integrantes de ambas organizaciones sobre el peso de este factor en sus
programas de atención directa a la violencia, desde mi perspectiva, estos están directamente
relacionados con la pérdida de intereses de la cooperación de continuar financiando este tipo
de programas. Todo esto obliga a preguntarnos si se puede hablar de una verdadera autonomía
de ambas organizaciones en la definición de las agendas e intereses, teniendo en cuenta su
enorme dependencia de los recursos de la cooperación internacional.

En cuanto al peso de los factores subjetivos, se puede decir que los cambios en los
programas de atención a la violencia también fueron producto de la reflexión interna de las
integrantes de ambas organizaciones. La creación de un sentido sobre estos cambios 181 (en el
caso del CEM-H: la implantación de modelos que permitan el empoderamiento de las mujeres;
y en el caso del CDM, la ampliación de los objetivos de sus programas de atención a la
violencia) fue también un elemento clave para su final concreción.

El resultado o los cambios en las estrategias y estructura organizativa fueron diferentes


en ambas organizaciones. En el caso del CEM-H, se dieron cambios radicales en su estructura
organizativa (que culminaron con el cierre de Casa de la Mujer) y cambios en las estrategias
(de la atención directa pasaron a un modelo de empoderamiento). En el caso del CDM, los
179
Como lo desarrollo en mi marco teórico, para Dieter Rütch existe una relación directa entre el contexto, la
estructura del movimiento y las estrategias. Y según su “modelo causa-efecto”, la estructura del movimiento
funciona como factor intermedio entre la estructura de contexto y las estrategias, la movilización y los
resultados eventuales. Para más detalles ver Dieter Rucht “El impacto de los contextos nacionales en la
estructura... pp.185 y sig.
180
Según Doug McAdam y otros, los marcos de referencia se ubican en un punto intermedio entre los factores
de contexto y los recursos de los que dispone la organización o movimiento social. Para más detalles ver
John D. McCarthy, Mayer N. Zald “Introducción: Oportunidades, estructuras de movilización... pp. 185 y
sig.
181
Agregando a la definición anterior de los marcos de referencia, estos autores afirman que estos son “los
esfuerzos estratégicos y consientes que los grupos hacen para entender el mundo y darle legitimidad y
motivación a su acción colectiva”. Idem. anterior.
138

cambios no tuvieron ningún efecto en su estructura organizativa, pero sí en sus estrategias para
la lucha contra la violencia, ya que redefinen las áreas de intervención.

Ahora bien: ¿Cuál fue el efecto de todos estos cambios en el proyecto político de
ambas organizaciones? ¿Qué efectos tiene en la identidad colectiva de ambas organizaciones?
Desde mi perspectiva, con relación a la primera pregunta, estos cambios sí produjeron
transformaciones en su proyecto político, a pesar de que en las memorias de informes de
ambas organizaciones se afirma constantemente que ninguno de los cambios que se dieron en
ellas afecto su proyecto institucional. Por esta razón, creo que esta afirmación puede ser una
de las más discutibles de mi trabajo.

¿A que se debe este desacuerdo? Una respuesta tentativa puede ser que la admisión de
un cambio tan radical como el que yo propongo implica un cuestionamiento frontal al trabajo
que ha sido el eje definitorio de su quehacer institucional desde su surgimiento; sobre todo,
después de la centralidad que tomó la participación ciudadana en las agendas de ambas
organizaciones. Al igual que en lo expuesto en las conclusiones en el capítulo anterior, el que
la lucha contra la violencia hacia las mujeres haya pasado a un segundo plano, puede
interpretarse como un cambio en otra de las esferas de su identidad colectiva: la relacionada
con los fines y metas de su proyecto feminista.

Queda aún una última pregunta por responder. Todos estos cambios: ¿contribuyen de
manera efectiva a erradicar la violencia contra las mujeres? ¿Son las estrategias más
adecuadas? Considero que aún es demasiado temprano para responder a esta pregunta. Pero,
desde mi perspectiva, el Estado aún no cuenta con una estructura formal capaz de brindar ni
siquiera la atención mínima que requieren las mujeres que se encuentran en esta situación,
mucho menos para idear estrategias o acciones a más largo plazo.

Sin embargo, no hay que dejar de lado los efectos positivos de todos estos cambios.
Considero que todo este proceso trajo como resultado el reconocimiento por parte del CEM-H
y del CDM de las capacidades y de la fuerza de las mujeres que hasta entonces eran
únicamente beneficiarias de los proyectos. A partir de estos cambios, ellas pasan a ser las
139

gestoras de sus propios procesos. Empiezan verdaderamente a politizar la violencia, a


reconvertirla desde un nuevo feminismo impregnado de otros colores, sabores y olores.
140

Capítulo VII
Allá afuera… el Estado y el movimiento amplio de mujeres

Hasta el momento, he descrito y analizado algunos de los cambios más importantes


que se dieron en las dinámicas de ambas organizaciones. En este capítulo, voy a analizar como
todos estos cambios y otras estrategias incidieron en la forma de relacionarse de ambas con
dos de los que han sido tradicionales referentes de su trabajo: el Estado y el denominado
movimiento amplio de mujeres.

A fin de abordar este tema, decidí dividir este capítulo en dos partes:

1. El Estado y el movimiento feminista.


1.1. El movimiento feminista, la incidencia política y el Estado antes del Mitch
1.2. La apertura del espacio político: causa y fundamento de la importancia de la
incidencia política hacia el Estado
1.3. Y el Estado no responde…
2. Yo, ella, ¿Juntas? Las relaciones entre las feministas y el movimiento amplio de
mujeres
2.1. Los espacios colectivos de mujeres. Debilidad y fraccionamiento del
feminismo en Honduras
 El Estado, la conformación de espacios colectivos y la búsqueda de alianzas
entre los movimientos de mujeres
 El Colectivo Contra la Violencia
 La Convergencia de Mujeres
2.2. Las relaciones con el movimiento amplio de mujeres
 El carácter urbano del conflicto y las redes de mujeres que surgen a raíz del
Mitch
 Las “bases” del movimiento feminista
141

1. El Estado y el movimiento feminista

En este apartado, voy a abordar lo que concierne a las relaciones entre el Estado y las
dos organizaciones objeto de mi estudio, en el contexto de la crisis generada por la tragedia.
Como he mencionado a lo largo de estas páginas, las medidas implementadas por el Estado
para contrarrestar los efectos del Huracán se centraron sobre todo en la reconstrucción de la
infraestructura vial y productiva del país y no en la implementación de un modelo de
desarrollo que permitiera combatir el incremento de la pobreza a raíz del Mitch. Estas medidas
tampoco contemplaban la satisfacción de las necesidades específicas de las mujeres, por lo que
uno de los objetivos fundamentales de las organizaciones, redes y movimientos de mujeres fue
lograr que las demandas de las mujeres fueran incluidas en los planes de reconstrucción.

Pero antes de desarrollar cuales fueron las estrategias implementadas para el logro de
estos fines, y sus efectos en las formas de relacionarse de ambas organizaciones con el Estado,
quiero exponer brevemente algunas reflexiones acerca de dos temas que han sido centrales en
la discusión feminista: cuáles son los mecanismos más efectivos para luchar contra la opresión
y la subordinación de las mujeres; y si dentro de éstos, las acciones de incidencia política
hacia el Estado son las más efectivas.

1.1. El movimiento feminista, la incidencia política y el Estado antes del Mitch

El “repertorio de acción”182 del movimiento feminista, contiene un amplio catálogo de


acciones, que van desde la transformación de las identidades y de la subjetividad femenina
hasta acciones que buscan incidir en los espacios desde los cuales se toman las decisiones que
atañen a una comunidad política. Sin embargo, la definición de las estrategias para concretar
estos objetivos no han estado exentas de conflictos, en especial, en lo que se refiere a la
participación de los movimientos de mujeres es espacios políticos más tradicionales, como el

182
Como expongo en mi marco teórico, los “repertorios de acción”, designan “el conjunto de tipos concretos
de acción desarrollados por un actor colectivo determinado en el ciclo de un conflicto, cuya duración puede
ser de varios años o de varias décadas; y son producto de la evaluación racional que hace el autor de los de
costes y beneficios de su acción”. Para más detalles ver Dieter Rütch, “Estrategias y formas de acción de los
nuevos movimientos”… pp. 185 y sig.
142

Estado, los partidos políticos o los movimientos sociales mixtos. Pero es quizás la
participación con el Estado la que ha ocasionado más debate.

Por ejemplo, algunas feministas (sobre todo, las latinoamericanas) afirman que no se
debe establecer ningún tipo de relación con el Estado, debido al carácter neoliberal y
excluyente de su proyecto democrático183. Otras afirman que el excesivo énfasis en la
incidencia política hacia el Estado puede traer como consecuencia la despolitización del
movimiento o impedir la construcción de los movimientos de mujeres como un sujeto social
autónomo y confrontativo184. Y por último, otra posición sostiene que ésta es una estrategia
fundamental para lograr cambios efectivos en la situación de las mujeres.

En el caso específico del movimiento feminista hondureño, casi desde su surgimiento


reafirmaron que uno de los mecanismos más efectivos para lograr cambios en la situación de
las mujeres era la consecución de reformas legales, administrativas e institucionales. Por esta
razón, definir mecanismos de “incidencia política” hacia las instancias estatales ha sido una de
sus preocupaciones centrales.

Ahora bien: ¿Cuál es el alcance de este concepto? Una posible respuesta se encuentra
en el único concepto de incidencia política contenido en los documentos y entrevistas, en la
memoria CEM-H de 1987-1997. En ella, se define la incidencia política como “las acciones
que se realizan para lograr cambios efectivos en las relaciones de género a favor de las
mujeres. Esas acciones se orientan sobre todo a la población femenina y a la sociedad civil en
su conjunto, para contribuir a los cambios de valores y construir una cultura de respeto de los
derechos de las mujeres, no violencia, inclusión y ampliación de la ciudadanía de las mujeres,
en un sentido amplio, y no solamente en relación al Estado”185.

183
Mirta Kennedy. “Movimiento feminista y participación política en Honduras”, en (autoras varias). Las
mujeres y el Poder… pp. 293.
184
Ana Leticia Aguilar. “El movimiento feminista y el enfoque de género en las instituciones nacionales e
internacionales”. Balances y desafíos; en Edda Gaviola Artigas, Lissette Gonzales Martínez (comp.)
Feminismos en América Latina… pp 89.
185
CEM-H. Memoria del 1987-1997. pp. 21.
143

Hay dos elementos más en esta definición que quiero recalcar y que me parecen útiles
para definir el contenido y alcance del concepto de incidencia política propuesto por ambas
organizaciones. Primero: me parece muy interesante que en esta definición se recalque que la
incidencia va más allá de las acciones de presión hacia el Estado, y no que se defina
únicamente a partir de su “contenido positivo”, por decirlo de alguna manera. Segundo:
forzando un poco más este argumento, puedo decir entonces que la incidencia política se ha
ubicado tradicionalmente en el campo de lo público-estatal, por lo que consideran necesario
incluir (tanto en su definición como en la práctica) otras posibles esferas dentro de las cuales
puede ser incluida la incidencia política.

En cuanto a las acciones de incidencia política hacia el Estado, éstas se han dirigido
sobre todo a la consecución de reformas en los sistemas legales y hacia la aprobación de
políticas públicas con equidad de género. Entre los logros obtenidos en los sistemas legales se
encuentran: las reformas al Código Penal de 1984, la Ley Contra la Violencia Doméstica en
1996, y la incorporación en la Ley de la Modernización Agrícola de 1992 de medidas
destinadas a corregir las desigualdades de género en lo relativo a la tenencia de la tierra
contenidas en la Ley de Reforma Agraria de 1966.

En el caso de las políticas públicas, aunque las luchas por su aprobación y ejecución
datan desde 1990, fue hasta en el 2000 cuando se logra la aprobación de la Política de Equidad
de Género en el Agro. Antes de este momento, la única política pública que fue aprobada en
Honduras, relacionada con los derechos de las mujeres, fue la Política Nacional de la Mujer,
de 1989, que nunca llegó a ser operacionalizada186.

Sin embargo, como voy a demostrar a lo largo de este capítulo, la incidencia política
hacia el Estado fue una estrategia central para ambas organizaciones en el contexto de la crisis.
Las reflexiones que voy a transcribir en las siguientes páginas sobre su participación con el
Estado dejan ver, una vez más, la capacidad de estas mujeres para ser críticas con su propio
trabajo.

186
Idem anterior.
144

1.2. La apertura del espacio político: causa y fundamento de la importancia de la


incidencia política hacia el Estado

Según las personas que estudian las dinámicas de los movimientos sociales en épocas
de crisis, uno de los efectos inmediatos de las mismas es que éstos aumentan su capacidad de
influencia, tanto en la sociedad civil como en el Estado 187. Como se pudo observar en el caso
de la crisis desatada por el Huracán, uno de los efectos más inmediatos de la misma fue la
reactivación de redes, organizaciones y movimientos sociales. Sin embargo, y de conformidad
con lo planteado en el capítulo anterior, la participación de ambas organizaciones en estos
espacios puede considerarse como una continuación del trabajo de incidencia política que ya
desde antes estaban realizando. Por esta razón, Regina, del CDM, señalaba que:

“El Mitch no vino a aumentar la participación de la organización en la


elaboración y discusión de políticas públicas, ya que esta participación puede
rastrearse hasta Belen Do Pará, las iniciativas para la Ley Contra la Violencia
Doméstica y las reformas al Código Penal, a la Ley para la Modernización
Agrícola y a la Ley para la Reforma Agraria”

Pero esta no es la opinión mayoritaria. Por ejemplo, sobre este tema, María Elena, del
CEM-H, opina que:

“Todos los procesos que se generaron a partir del Mitch (Estocolmo, las
consultas para la Estrategia) abrieron los espacios de participación del
movimiento de mujeres y de la organización, específicamente”

Desde mi perspectiva, con base a esta opinión y a los informes, considero que el Mitch
sí abrió espacios de participación para las mujeres. Por ejemplo, durante todo este período,
participaron en instancias colectivas que surgieron desde la sociedad civil, como el Foro
Ciudadano, Interforos, FOSDE, las Mesas de Participación de Cáritas, etc. También,
187
Marta Fuentes y André Gunder Frank. Diez tesis acerca de los movimientos sociales… pp. 54-55.
145

participaron de forma activa en las comisiones que se abrieron desde el Estado, como la
Comisión Interinstitucional para el seguimiento de la Ley Contra la Violencia Doméstica, las
comisiones para la elaboración y ejecución de Políticas Públicas y para la creación y
funcionamiento del INAM, y en las mesas de participación para la discusión del Plan de
Reconstrucción188. También, en 1999 presentaron a los candidatos a la Presidencia del nuevo
gobierno “Las propuestas de las Mujeres de Honduras: La Equidad de Género: Condición
fundamental para la reconstrucción y transformación social”.

Pero, ya desde 1999 (casi inmediatamente después del Mitch) se puede observar que
aunque siguen siendo parte de estas instancias, crece el descontento y la insatisfacción de estas
mujeres con respecto a los resultados de su participación en estos espacios. Opinan que el
Estado está “tratando que las organizaciones civiles substituyan y realicen las labores que le
corresponden”189... y que ha trasladado la responsabilidad a la sociedad civil de enfrentar y
resolver problemas tales como salud, educación, vivienda y violencia, entre otros”190.

Estas afirmaciones son muy importantes por dos motivos: reflexionan sobre cuáles
deberían ser las funciones del Estado en este nuevo contexto; y por otro lado, hay un
cuestionamiento a las funciones que han desempeñado las organizaciones de la sociedad civil
frente a las responsabilidades que el Estado debería asumir. Es decir, cuestionan su papel
como “substitutas” del Estado.

Ya para el año 2000, los cuestionamientos sobre las relaciones entre el Estado y el
movimiento son mucho más radicales. Y en consecuencia, hay una disminución de la
participación de las organizaciones en estos espacios. Por ejemplo, Gilda, del CDM, señala
que:

“En este momento, la institución se está cuestionando muchísimo la relación


con el Estado. Hay un sentimiento entre nosotras de que se nos están llamando
a todos esos espacios; sin embargo, sabemos que las decisiones ya están
188
CDM. Informe de enero-junio de 1998.
189
CDM. Informe de 1999, pp. 4.
190
CEM-H. Memoria del 2000, pp. 6.
146

asumidas o ya se sabe que es lo que se va a ser. Entonces, estamos más bien


sirviendo de aval a muchas cosas que no nos parecen”

Y con relación a la participación del movimiento, Regina, de la misma organización,


afirma que:

“La participación del movimiento en la discusión de políticas públicas


disminuyó durante este gobierno, por considerar que ya no era una prioridad
institucional, y que «todo eso era como un circo»”

Otras de las críticas más fuertes se dirigen hacia el desempeño del Instituto Nacional de
la Mujer (INAM). Aunque en un primer momento su creación fue considerada una de las
mayores conquistas del movimiento, Gilda, mencionada con anterioridad, opina que:

“A solo dos años de la creación del INAM, lo que ha ocurrido más bien es que
fragiliza a las organizaciones de mujeres, ya que al convertirse en
“competencia”, ha provocado casi la desaparición de muchas organizaciones
de mujeres que trabajaban con derechos sexuales y reproductivos”

También, sobre este mismo tema, en las memorias se señala que el INAM “se ha
convertido en un «organismo ejecutor de proyectos», ya que se ha alejado de los fines para los
cuales fue originalmente creado... además de que ha mostrado una tendencia a sustituir el rol
de las organizaciones sociales de mujeres, y compite por los recursos que desde antes de su
creación han sido canalizados hacia las organizaciones de mujeres”191. A pesar de todos estos
hechos, es en este período cuando se aprueban más políticas públicas en la historia de
Honduras: la de Equidad de Género en Recursos Naturales y Medio Ambiente, la de la
Secretaria de Finanzas, y finalmente, la Política Nacional de la Mujer. Además, en este
período se aprueba una de las leyes que más controversia ha generado en el país, la Ley de
Igualdad de Oportunidades para la Mujer, que contempla el establecimiento de las cuotas de
participación política para las mujeres.
191
CEM-H. Memoria del 2000. pp. 6.
147

¿A que se ha debido este interés repentino del Estado por incorporar la


“transversalidad de género” en sus planes y acciones? Una posible respuesta es que es la
presión de la cooperación internacional la que está detrás de todo esto. Por ejemplo, para Nora,
de la misma organización:

“El Estado utiliza el género como un «eslogan», ya que lo hace desde cierta
obligatoriedad que tienen respecto al apoyo internacional”.

En este mismo sentido se pronuncia una integrante de una organización de mujeres,


Gladis Lanza, coordinadora del Movimiento de Mujeres “Visitación Padilla”, cuando afirma
que:

“Las instancias de discusión que se han abierto no son más que mecanismos
que utilizan los organismos financieros internacionales para justificar la
participación de la sociedad civil, sin ningún resultado. Por esta causa, los
sectores que forman parte del Consejo Consultivo (entre ellas el CDM y el
CEM-H) están pensando en retirarse”.

Esto se debe a que muchas de las “ayudas” y préstamos internacionales se dan


condicionados a la obligatoriedad, por parte de los Estados, de incluir la perspectiva de género
en sus planes y proyectos. La “euforia” por la aprobación de políticas públicas que se dio
después del Mitch, aunque es producto en gran medida de largas luchas de los movimientos de
mujeres, obedece también al peso que tiene la cooperación internacional en la estructuración
de las agendas gubernamentales.
148

1.3. Y El Estado no responde...

Ya para el año 2002, la desconfianza del movimiento feminista con relación a la


voluntad política del Estado de ejecutar con efectividad las políticas públicas y los planes de
reconstrucción es evidente. Una de las medidas del gobierno que más críticas ha despertado es
la Estrategia para la Reducción de la Pobreza, aprobada hasta tres años después del Mitch.
Gladis Lanza, que además de ser miembra del Visitación Padilla, es también presidenta de la
Comisión de Mujeres y Familia para el Consejo Consultivo de la Reducción de la Pobreza,
comentaba que:

“Con relación a esta última (la Estrategia para la Reducción de la Pobreza), sí


bien es cierto se creo a partir de una presión que ejercieron los pueblos del
tercer mundo en relación al pago de la deuda externa, los resultados no fueron
eso. El Banco Mundial muy hábilmente se inventa esta estrategia y la impone a
los países. Se la sacó de la manga de la camisa, y allí estamos entreteniéndonos
con la estrategia mientras se negocian los TLC y el ALCA. Utilizaron muy bien
esta plataforma para poder tranquilamente y sin ningún tropiezo imponernos
estos nuevos mecanismos de dominación. Los gobiernos de los países ricos
planifican a largo plazo, nosotros planificamos para el día siguiente... Los
pobres allí no tenemos posibilidad de provocar un cambio. Estamos allí para
legalizar una situación, no para mejorar las condiciones de vida de los
pobres... Es en realidad una trampa para los sectores sociales”

El cuestionamiento de la forma como se habían relacionado todos estos años con el


Estado es además combinado con un análisis crítico hacia el papel que éste ha tenido en la
resolución de la crisis. Esto se puede observar en algunas afirmaciones sobre este tema
contenidas en el informe del CDM del 2002-2003: ¿Es posible incidir en las políticas
públicas? ¿Cómo enfrentamos o conciliamos los avances formales alcanzados, por ejemplo la
oficialización de la Política Nacional de la Mujer versus las medidas macroeconómicas,
reducción del gasto público, entre otros aspectos impulsados por el gobierno, y que en el plano
149

concreto están significando un incremento de la pobreza en los hogares, y que nos afecta a las
mujeres de manera significativa?192.

En todas estas opiniones se puede observar que hay una crítica cada vez más radical a
la participación de las mujeres en las consultas y acciones emprendidas por el Estado. Sin
embargo, para Zoyla, coordinadora de la Colectiva de Mujeres, esto no ha sucedido. Así,
señala que:

“El movimiento feminista no ha cuestionado desde donde participa en las


discusiones y estrategias contra la pobreza que se han generado después del
Mitch. No ha puesto su punto crítico, ya que lo que ha hecho es sumarse a
hacer propuestas y a formar parte de los comités, siempre peleando por las
representaciones”

Otra opinión interesante es la de Rocío Tábora, feminista independiente. Para ella, el


retiro de las organizaciones de mujeres de los espacios abiertos por el Estado no sólo es
producto de los factores antes indicados. Señala que esto se debió sobre todo a:

“Las fracturas que se dieron entre las organizaciones, a la poca capacidad del
movimiento en incidir en temas macro y a la falta de una tecnocracia
feminista”

Aunque ambas organizaciones continúan participando activamente en los espacios


existentes, se puede observar un cambio en la forma como hasta entonces habían articulado su
estrategia de incidencia política, ya que empiezan a concentrar más sus esfuerzos de incidencia
en los ámbitos locales. Como mencionaba en el capítulo referente a la participación ciudadana,
aunque esta tendencia ya se observaba aún antes del Mitch, a cuatro años de pasado el desastre
esta estrategia se afianza como uno de los mecanismos más efectivos para lograr cambios
reales en la situación y condición de las mujeres.

192
CDM Informe del 2002-2003. Pp. 22.
150

2. Yo, ella, ¿Juntas? Las relaciones entre las feministas y el movimiento amplio de
mujeres

Tengo que admitir que esta es una visión parcial de los hechos, ya que sólo se analiza
analizan las opiniones de una de las protagonistas de todos los sucesos que voy a describir a
continuación: las feministas. Esto se debe a que, desde el momento en el que diseñé mi
investigación, mi intención era analizar cómo ambas organizaciones describen su interacción
con los grupos de mujeres hacia los que han sido y son dirigidos gran parte de sus acciones: el
movimiento amplio de mujeres. Pero, por la sinceridad de las respuestas que encontré, tanto en
las entrevistas como en las memorias e informes, pude darme cuenta de que es posible que
refleje también el sentimiento de las demás mujeres que forman parte de los movimientos de
mujeres del país.

2.1. Los espacios colectivos de mujeres. Debilidad y fraccionamiento del feminismo en


Honduras

En este apartado, voy a exponer brevemente las diferentes etapas por las que
atravesaron las relaciones de las dos organizaciones objeto de mi estudio con el movimiento
amplio de mujeres durante la tragedia. Como se va a poder observar, en él se percibe el que es
quizás uno de los rasgos fundamentales del pasado y presente de los movimientos de mujeres
en el país: su dificultad para conformar un proyecto colectivo común.

 El Estado, la conformación de espacios colectivos y la búsqueda de alianzas entre


los movimientos de mujeres

Uno de los efectos inmediatos de la crisis fue la reactivación de los movimientos


sociales y la conformación de espacios de discusión colectivos que buscaban incidir en las
decisiones que se estaban tomando desde el Estado para hacerle frente a la crisis. Los
movimientos de mujeres se incorporaron a estos espacios desde dos mecanismos: desde una
participación individualizada y desde instancias colectivas de mujeres. Por esta razón, la
búsqueda de alianzas del CDM y del CEM-H con otras organizaciones feministas, y con
151

organizaciones del movimiento amplio de mujeres, se convirtió en una estrategia clave para
incrementar la incidencia del movimiento en los planes de reconstrucción propuestos desde el
Estado.

Por ejemplo, en el informe del CEM-H de 1999 se afirma que una de las principales
estrategias de esta organización es “…el fortalecimiento de los espacios organizativos de los
diversos sectores con los que el CEM-H tiene relación, potenciando la participación de las
mujeres en los espacios de concertación del movimiento de mujeres, como el Colectivo Contra
la Violencia, el Grupo de Participación y Acción Ciudadana para la Equidad de Género, y
otros”193. Aunque en la memoria el CDM no hay referencias a este tema, puedo afirmar que
este objetivo era también importante para la organización.

 El Colectivo Contra la Violencia.

Al momento de la llegada del Mitch, el único espacio colectivo que existía entre las
feministas y las organizaciones del movimiento amplio de mujeres era Colectivo Contra la
Violencia; que surge en 1992 bajo el nombre de Red para la Prevención y Erradicación de la
Violencia Contra la Mujer194. Aunque los objetivos fundamentales del Colectivo eran lograr
reformas en los sistemas judiciales sobre la violencia doméstica, sus alcances han ido más allá
de estos, ya que ha funcionado como un espacio de relacionamiento entre el movimiento
feminista y el momento amplio de mujeres.

Sin embargo, en el contexto de la crisis del Mitch, no logró continuar cumpliendo esta
función. Aunque sí permitió que muchas de las demandas de las mujeres se realizaran desde
esta instancia colectiva, los problemas de poder entre las feministas impidieron que las
acciones realizadas desde este espacio fueran mucho más efectivas. Por ejemplo, los informes
y memorias de ambas organizaciones señalan que el colectivo, desde 1999, ya había bajado su
nivel, y que únicamente se había activado en momentos coyunturales 195. Es posible que una de

193
CEM-H. Memoria de 1999. pp. 4.
194
Rina Villars. Para la casa más que para el mundo… pp. 608.
195
CDM. Informe del 2000. pp. 31.
152

las causas del decaimiento del colectivo haya sido la conformación de Convergencia de
Mujeres.

 Convergencia de Mujeres

Convergencia de Mujeres surge en 1999 y está conformada por representantes de


diversas organizaciones de mujeres, ONG´s, organizaciones mixtas, y feministas
independientes196. Cristina Martínez, integrante del Colectivo Feminista Mujeres
Universitarias, organización que actualmente coordina la Convergencia 197, comentaba que
aunque Convergencia surge en 1999, en el contexto de la crisis del Mitch, esta iniciativa se
había gestado desde mucho tiempo atrás, desde la preparación de la Conferencia de Beijing.

Es interesante que, para ella, una de las causas que incidió en el surgimiento de la
Convergencia fue la especialización del Colectivo en el eje violencia, y en consecuencia, su
poca capacidad funcionar como espacio de discusión de otros temas como la pobreza. Así, al
relatar la historia de Convergencia, afirmaba que:

“Cuando finalizó la Conferencia de Beijing, nos dimos a la tarea de socializar


los resultados, los compromisos adquiridos de esta conferencia. Nos dimos a la
tarea de informar a mujeres urbanas, campesinas, artistas, etc. Allí no
existíamos como Convergencia, sino como Colectivo Contra la Violencia. Pero
decíamos: el Colectivo ya tiene un eje establecido que es la violencia, y
nosotras queríamos ampliar nuestras posibilidades, retomando otros temas
fundamentales como la pobreza, salud, educación. Incluso, eran los temas que
se estaban priorizando a nivel centroamericano. Entonces, nuestro interés era
además desarrollar una instancia que diera cuenta del proceso de seguimiento
a Beijín. Lo otro era como generar un espacio que nos sea en detrimento del
196
Colectivo Feminista Mujeres Universitarias. Boletín Mujer 2000. Agosto 1999, año 1, número 2. p. 6.
197
Según un Boletín que edita esta organización, el Colectivo Feminista Mujeres Universitarias surge en 1992
del Primer Encuentro de Mujeres Universitarias; pero es hasta que en 1997 obtienen finalmente su personería
jurídica y reciben los primeros fondos de la cooperación. Para más detalles ver: Colectivo Feminista Mujeres
Universitarias. Boletín Mujer 2000… p. 12.
153

otro, que era la instancia de seguimiento a Beijín. En eso estábamos cuando


ocurre el Mitch.”

Y Blanca Dole, actual coordinadora del Colectivo de Mujeres Universitarias, afirma


que:

“Después del Mitch, lo que hacemos es retomar los acuerdos Estocolmo, de la


Cuarta Conferencia de la Mujer y la Cumbre de Copenhague. Nos dimos a la
tarea de propiciar una instancia a nivel nacional que es Convergencia de
Mujeres. Porque no había en ese momento una instancia nacional que
respondiera a todas las necesidades que se habían visibilizado después del
Mitch. Había un Colectivo contra la Violencia, pero un Colectivo con una
limitación muy seria que es la limitación en una temática de violencia, con ese
sesgo, de que un análisis macro, político, que realmente diera propuestas al
tratamiento de las mujeres en esta situación...”

Sin embargo, hay otras opiniones que señalan que el surgimiento de Convergencia se
debió a otros factores. Por ejemplo, para Gladis Lanza, actual coordinara del Comité de
Mujeres por la Paz “Visitación Padilla”, organización que forma parte de la Convergencia, el
nacimiento de esta instancia se debió sobre todo a los diferentes puntos de vista, o a los
diferentes “feminismos” que existían en los movimientos de mujeres. Sobre este tema,
afirmaba que:

“El Mitch más bien nos vino a partir, ya que antes estábamos todas en el
Colectivo... como hay muchas visiones del feminismo... con esas visiones, hubo
una separación en plena crisis del Mitch. Por eso nos retiramos unas y nace la
Convergencia...”

En el mismo sentido, Zoila Madrid, cofundadora de la Colectiva de Mujeres


Hondureñas, organización que tiene trabajo con obreras de la zona norte del país, decía que:
154

“Para mí, el problema sigue estando localizado en las relaciones de poder. Es


un pleito para ocupar cuotas de poder, que no cuestiona realmente que tipo de
poder es al que estamos apuntando”

En la actualidad, las relaciones actuales entre la Convergencia y el Colectivo no


parecen mejorar. Sobre este tema, y ante la pregunta de cómo eran las relaciones entre el
Colectivo y la Convergencia en la actualidad, Cristina del CMU, comentaba que:

“(Las relaciones) Son cordiales, pero distantes. Hicimos el intento de


acercarnos, de forjar alianzas. Nuestra postura política es distinta, respetamos
a las compañeras, no podemos desconocer todo el trabajo sobre la violencia
que han realizado. Desde Convergencia hemos tratado de acercarnos,
quisiéramos que fuera diferente, pero no es el momento para las compañeras.
De repente para nosotras sí, pero no para ellas”.

A modo de conclusión, puedo decir que la apertura del espacio político a raíz del
Mitch, aunque posibilitó el surgimiento de nuevas instancias colectivas al interior del
movimiento de mujeres, como es el caso de la Convergencia; fue un factor que provocó la
ampliación de las brechas y de las luchas por el poder al interior del movimiento.

Las consecuencias de todo este doloroso proceso, sin embargo, no son del todo
negativas. Por ejemplo, para Mirta, del CEM-H, estos problemas fueron también un factor
clave en el proceso de descentralización que llevó a cabo su organización. Al respecto, me
decía que:

“En Tegucigalpa, con las organizaciones tradicionales del movimiento


feminista, el Mitch amplió el divisionismo interno. Por una lado, Convergencia
tratando de hacer su propio trabajo, y por otro lado el Colectivo. Y el resto de
las organizaciones que no participan o lo hacen de manera muy marginal. Por
eso es que nosotras, a partir del Mitch, tomamos la estrategia de hacer un
155

trabajo más descentrado en Tegucigalpa, cómo nos conectábamos con las


redes en los municipios y las comunidades en Tegucigalpa”

Una de las lecciones que se pueden aprender de todo esto es que debemos buscar
estrategias que permitan que la búsqueda del poder no sea un obstáculo para la construcción
de un movimiento feminista amplio, cohesionado. Como voy a exponer en las páginas
siguientes, los efectos de este conflicto van más allá de las fronteras de este movimiento, ya
que inciden en la percepción negativa que muchas organizaciones del movimiento amplio de
mujeres tenían desde antes sobre el feminismo; y en consecuencia, dificultan los procesos de
construcción de alianzas y del fortalecimiento del movimiento de mujeres en su conjunto.

2.2. Las relaciones con el movimiento amplio de mujeres

Como expongo en el capítulo sobre la historia del movimiento feminista en Honduras,


uno de los grandes problemas a los que se ha enfrentado el movimiento, desde su surgimiento,
tiene que ver con la posibilidad de conformar un movimiento amplio, que logre aglutinar las
diversas expresiones organizadas de mujeres que existen en el país. Sin embargo, los dos
estudios que he venido citando sobre la historia del movimiento feminista, señalan que ya
desde 1992 las diferencias que tradicionalmente han marcado la historia del movimiento y que
han provocado que las relaciones entre ambas sean tensas, conflictivas, poco a poco empiezan
a cambiar.

Por ejemplo, Breny Mendoza señala que “a pesar de las diferencias, la colaboración
entre ambas ha sido mayoritaria y no el conflicto abierto ”198. Y Rina Villars, afirma que
“actualmente, parece que las rivalidades que han normado las relaciones entre las diferentes
organizaciones de mujeres están cediendo paso al entendimiento; y que el sectarismo y el
vanguardismo, aunque todavía persisten, esta siendo superado al menos formalmente”199.

198
Breny Mendoza, Sintiéndose mujer, pensándose feminista... pp. 137.
199
Rina Villars, Para la casa más que para el mundo... pp. 617.
156

Esta misma autora señala que las diferencias entre ambos movimientos “son más bien
«retóricas» que al nivel de movilización y articulación de planes estratégicos, y que los límites
entre ambos movimientos son más bien imprecisos”200. De igual forma, Blanca Dole afirma
que el trabajo de las feministas en las organizaciones de mujeres ha provocado que “resulte
difícil diferenciar espacios entre el movimiento de mujeres y expresiones feministas.
Prácticamente somos las mismas que estamos en uno u otro espacio, con diferente intensidad
en el planteamiento, en la concepción y en la práctica, pero interactuando de manera
simultánea en los dos espacios”201.

Debido a que no existen en el país estudios sobre organizaciones del movimiento de


mujeres, los testimonios aquí retratados reflejan la realidad desde una de sus caras. Desde una
opinión muy personal, no creo que ambos movimientos sean “prácticamente lo mismo” como
señala Blanca Dole. Si partimos de la hipótesis que manejan las dos autoras anteriormente
citadas, de que la principal causa de tensión entre ambos movimientos se debe a la
jerarquización que hacen en sus proyectos políticos de la clase y/o el género, o de las
necesidades estratégicas y/o prácticas; aunque las pugnas por el poder siguen siendo una causa
fundamental de estos problemas, no son la única hipótesis válida para explicar el origen y
causa de los mismos, como explico en mi marco teórico.

Sin embargo, creo que otro de pocos efectos positivos del Mitch haya sido que — a
pesar de lo descrito en el capítulo III y en este apartado— muchas organizaciones feministas y
de mujeres han empezado realmente a trabajar juntas en la búsqueda de mejores estrategias
para cambiar la vida de las mujeres. Parte de este posible cambio está relacionado con el
trabajo que algunas organizaciones feministas realizaron después del Mitch y con los cambios
de estrategias en las formas de relacionarse con las organizaciones de mujeres. Voy a empezar
con lo que es quizás la piedra angular de este cambio: el reconocimiento del carácter urbano
del movimiento feminista.

200
Idem. anterior, pp. 621.
201
Blanca Dole. “Un movimiento de mujeres naciente. Honduras”, en Aguilar Ana y otras: Movimiento de
Mujeres en Centroamérica. (Managua: Programa Regional La Corriente, 1997) pp. 206-207.
157

 El carácter urbano del conflicto y las redes de mujeres que surgen a raíz del Mitch

En la lectura de los informes y en las entrevistas pareciera quedar claro que las causas
de la ruptura entre el movimiento feminista y el de mujeres no tienen mucho que ver con la
clase o el género, o con la acusación de que el movimiento feminista no ha abordado la
pobreza. Más bien, son recurrentes las afirmaciones de que los problemas se originan sobre
todo en el carácter urbano del movimiento; y que las luchas por el poder y la representación,
que se hicieron aun más evidentes entre las feministas durante el Mitch, es otra de las causas
por las cuales las organizaciones del movimiento amplio de mujeres no se parte integradas al
movimiento feminista.

Por ejemplo, las del CEM-H, en la memoria del 2002, al referirse a los conflictos entre
el Colectivo Contra la Violencia y Convergencia, señalan que: “desde las miradas de las
mujeres hondureñas que no son de Tegucigalpa, ambas instancias de concertación expresan y
representan organizaciones de mujeres de Tegucigalpa, y en estas redes participan desde hace
años las mismas caras, sin que haya habido renovación de liderazgos... Mientras en
Tegucigalpa el Colectivo Contra la Violencia y la Convergencia de Mujeres compiten por el
liderazgo del movimiento auto-representado en esas mismas organizaciones, en el resto del
país, incluyendo San Pedro Sula, el movimiento de mujeres se ha diversificado en un enorme
número de grupos, redes, organizaciones, gremios, comités y muchas otras iniciativas”202.

Como mencionaba con anterioridad, uno de los efectos del Mitch fue la reactivación de
redes de mujeres o la conformación de nuevas. La visibilidad que adquirieron estos grupos
provocó no sólo que muchas organizaciones feministas aumentaran su trabajo con ellas; logró
además que reconocieran la capacidad de estas mujeres para constituirse como sujetos de
cambio social.

Por ejemplo, en la misma memoria del CEM-H citada antes afirman que “es de hacer
notar que experiencias como las de Casa Luna de Tocoa, Colón, la Casa de la Salud de la
Mujer en Santa Bárbara, la Organización de las Hormigas en Intibucá, y las redes locales de
202
CEM-H. Memoria del 2002. pp. 18.
158

mujeres como la Red Contra la Violencia en Choluteca, la Red de Mujeres en Nacaome y en


Danlí entre otras, son experiencias que aún no han sido sistematizadas ni suficientemente
divulgadas, y que sin embargo, experimentan otras formas de organizarse y funcionar, que
divergen de los tradicionales verticalismo y liderazgos jerárquicos en la mayoría de los
movimientos de mujeres”203.

Todo esto lo expone también Mirta, del CEM-H, cuando expresa que:

“Con respecto al movimiento feminista… ahora está completamente dividido, o


sea que para el resto de la sociedad civil, a cuatro años, los resultados no
fueron a largo plazo. Sin embargo para el movimiento de mujeres yo diría que
sí, en la medida en que aceleró el proceso de descentralización de Tegucigalpa
hacia afuera. En Tegucigalpa, con las organizaciones tradicionales del
movimiento feminista, el Mitch amplió el divisionismo interno. Por una lado,
convergencia tratando de hacer su propio trabajo, y por otro lado el colectivo.
Y el resto de las organizaciones no participan o participan de manera muy
marginal. Por eso es que nosotras a partir del Mitch tomamos la estrategia de
hacer un trabajo más descentrado en Tegucigalpa, como nos conectábamos
con las redes en los municipios y las comunidades en Tegucigalpa”

Las experiencias que ambas organizaciones tuvieron con mujeres de las comunidades
durante la emergencia, el trabajo que continúan realizando con muchas de estas
organizaciones desde los programas de participación ciudadana, y el inicio de un hondo
proceso reflexivo sobre el movimiento amplio de mujeres les permitió a las integrantes de
ambas organizaciones reflexionar sobre del papel y el tipo de relaciones que hasta entonces
habían mantenido con ellas. Desde mi perspectiva, aunque estas reflexiones se limitaron sobre
todo a los problemas al interior del movimiento feminista, de igual forma tratan de entender
porqué las organizaciones del movimiento amplio de mujeres no se sienten representadas por
ellas, pero no cuestionan del todo la legitimidad de esta representación.

203
CEM-H. Memoria del 2000. pp. 18.
159

Por ejemplo, siguen partiendo de la idea de que las organizaciones del movimiento
amplio de mujeres son las “bases” del movimiento feminista. Pero...

 Las “bases” del movimiento feminista.

No voy a negar que esta palabra me produce muchos problemas. ¿Las bases de qué?
¿Es que acaso el movimiento amplio de mujeres es “la base” del feminista? ¿Pueden
establecerse relaciones menos jerárquicas si uno de los movimientos es la base del otro? ¿Qué
implicaciones tiene esta percepción para el desarrollo de relaciones más proactivas entre las
feministas y las organizaciones del movimiento amplio de mujeres? Tengo que admitir que
estas preguntas no fueron directamente formuladas a las integrantes del CDM y del CEM-H.
Sin embargo, encontré muchos comentarios en las entrevistas y en los informes que me
permiten responderlas.

Comienzo por dar respuesta a la primera pregunta: cuáles son las bases del
movimiento. Aunque no pude obtener una respuesta exacta a esta pregunta, si puedo decir que
las entrevistadas entienden por las bases a todas las mujeres con las que, de una u otra forma,
mantienen relaciones a través de sus programas o de sus acciones de incidencia política.
Aunque tampoco encontré ninguna reflexión demasiado crítica con respecto a esto, si observé
por lo menos la preocupación por tratar de que las mujeres con las que trabajan sí formen
parte de su proyecto colectivo. Por ejemplo, Suyapa, del CEM-H, señalaba que:

“...Después del Mitch, el CEM-H incrementa su nivel organizativo, no tenía


organizaciones de mujeres de base. Nosotras casi siempre nos habíamos
manejado a nivel de investigación, a nivel de centro de documentación, a nivel
de Casa de la Mujer, los grupos de apoyo…pero no teníamos un trabajo de
barrio organizado, y de municipios”

Otro tema presente en es el de la representatividad. Como menciono en el capítulo III,


ambas organizaciones han funcionado como intermediarias entre algunas organizaciones de
mujeres, la cooperación internacional y el Estado, debido sobre todo al tipo de estructura
160

organizativa que desarrollaron. De alguna forma, este hecho les ha permitido convertirse —
por lo menos desde su propia perspectiva— en “representantes” de las organizaciones de
mujeres. Sin embargo, a raíz del Mitch comienzan a cuestionarse la forma como se ha hecho
efectiva esta representación, aunque no su legitimidad.

Por ejemplo, en la memoria del CEM-H del 2002, las integrantes de esta organización
señalan que: “el centralismo del movimiento en Tegucigalpa, y las viejas rencillas por el poder
y el control del liderazgos no son respondidos ni comprendidos por las redes locales de los
nueve departamentos donde están integradas, ni en las múltiples organizaciones de base,
urbanas y rurales, que no se sienten representadas ni comprenden el enfrentamiento que
sucede en Tegucigalpa... Las mujeres organizadas fuera de Tegucigalpa se movilizan ante la
convocatoria de cualquiera de los bloques que dicen representarlas, y participan siguiendo
agendas políticas, sin importar si la convocatoria proviene del Colectivo o la Convergencia,
buscando expresar sus propias agendas...”204.

Pero, para algunas de las entrevistadas, como Daysi, del CEM-H, a partir del Mitch se
empieza a dar un cambio en cuanto a este punto. Ella señala que esto se nota no sólo en el
hecho de que a partir de la tragedia muchas organizaciones de mujeres empiezan a
autodenominarse como feministas, sino además en que:

“…Como surgen nuevas organizaciones, hay nuevas personas dentro del


Colectivo. Este ya no sólo está formado por las directoras de las
organizaciones mujeres de organizaciones feministas, está formado por la
representantes de la Red de Mujeres del Bajo Aguán, por la representante de la
red de... empiezan a integrase, piensan que es necesario que su voz sea
escuchada”

Todos estos testimonios reflejan que la preocupación por ampliar las bases del
movimiento no sólo tiene que ver con la ampliación de su proyecto político. Dejan ver que hay
un cuestionamiento profundo al trabajo que ha hecho. Y sobre todo, nos deja ver que ha

204
CEM-H. Memoria del 2002. pp. 7
161

empezado un proceso reflexivo que conduce a que comprendan que, mientras no acepten las
diferencias entre ellas, los diferentes feminismos que las alimentan, no se van a lograr avances
en la construcción de un movimiento realmente amplio de mujeres. Esta es la opinión de
Miriam, del CEM-H:

“Creo que uno de los retos es empezar a trabajar desde las bases, en el área
rural, a capacitar y a organizar mujeres. Yo creo que si ellas no empiezan a
organizarse no va a pasar nada... Bueno, ha habido algunas personas que han
tocado el tema de la masividad del movimiento... Mira, desde la experiencia de
las mujeres de los barrios, desde su feminismo han aprendido que realmente
son ellas, en esa recuperación de voz, si no empiezan a demandar en sus
comunidades, no va a pasar nada, porque son realidades diferentes”

Pero hay opiniones menos optimistas, como la de Zoyla Madrid, coordinadora de la


Colectiva de Mujeres (CODEMU), que comenta:

“...Quizás lo que el Mitch cambió fueron las formas de relacionarse del


movimiento con estas redes, aunque al final continúan las mismas relaciones
jerárquicas. Yo creo que uno de los retos más grandes es la parte organizativa
del movimiento, y aunque hubo un acercamiento de las ONG´s con los
movimientos de base, esto ya no se da...”

¿Que conclusiones se pueden obtener de estas opiniones? ¿Cuáles son los principales
obstáculos y riesgos (presentes y futuros) que enfrenta el movimiento de cara a las nuevas
estrategias de participación ciudadana, que buscan ampliar las bases del movimiento? Aún es
muy temprano para responder a estas preguntas. Sin embargo, y desde una perspectiva muy
personal (o quizá desde mis propias ilusiones), puedo decir que se está avanzando en la
construcción de nuevas formas de relacionamiento, talvez menos verticales, talvez más
incluyentes, por lo menos con el movimiento de mujeres. Además, considero que el
cuestionamiento del carácter urbano de los conflictos al interior del movimiento y la admisión
de que muchas de sus luchas no han logrado ampliar los límites del feminismo, son los
162

primeros pasos para lograr cambios aún más radicales en sus concepciones acerca de las
relaciones entre ellas y con el movimiento de mujeres. Es por esta razón que Nora, del CDM,
expresa que:

“... Yo creo que habría que hablar con las bases. Cuantas de las bases de estos
movimientos feministas se consideran feministas. A veces en una misma
dirigencia podemos encontrar diferencias. Creo que hay un marco riquísimo
para ir construyendo muchas cosas, pero que todavía no podemos hablar de
unidad del movimiento, ni dentro de una misma institución u organización, si
al interior de una misma organización hay diferencias radicales respecto a los
temas fundamentales que nos afectan a las mujeres”

Conclusiones

Las relaciones del movimiento con el Estado

El aumento de la participación de ambas organizaciones en los procesos de consulta y


de ejecución de los planes de reconstrucción fue resultado, en gran medida, de la apertura del
espacio político que se dio a raíz de los esfuerzos (aparentes) del gobierno de incluir a diversos
sectores sociales en estos planes. Pero esto debe entenderse como un proceso de doble vía, ya
que también es producto de largas luchas de los movimientos sociales para ganar espacios de
concertación con el Estado.

Aunque en un primer momento esto repercutió en un mayor involucramiento de ambas


organizaciones en este proceso, casi de forma inmediata fue creciendo entre las integrantes de
ambas organizaciones la percepción de que sus demandas únicamente eran utilizadas por el
Estado para legitimar su discurso, y para responder a las demandas de la cooperación
internacional. Es por esta razón que, aunque sus demandas fueron incorporadas a las Políticas
públicas, a los planes de reconstrucción y a la Estrategia para la Reducción de la Pobreza,
consideran que no se establecieron mecanismos adecuados que garantizar su correcta
aplicación. Además, afirman que no existe una verdadera voluntad política por parte del
163

Estado de hacerlas efectivas. Por este motivo, y aunque continuaron participando en estas
instancias, poco a poco fueron reduciendo sus actividades de incidencia política hacia el
Estado. Todo esto incidió directamente en un cambio en las estrategias del movimiento frente
al Estado: se empezó a trabajar más activamente en los ámbitos locales y comunitarios.

Ahora bien: ¿Cómo puede interpretarse todo esto a la luz de las teorías de los
movimientos sociales? Según A. Gamson y David S. Meyer, citados en mi marco teórico, dos
de los elementos “volátiles” que forman parte del contexto político que moldean las acciones y
demandas de los movimientos sociales son: el acceso al sistema de partidos y a las decisiones
políticas, incluidos los canales formales e informales para influenciar las decisiones vía
participación directa, o indirecta, que implica lobbying o litigios; y la capacidad de influencia
o de implementación de políticas: es el poder de lograr que las autoridades implementen o
adopten políticas, a pesar de la resistencia externa o interna 205. En el caso del movimiento
feminista, ambas condiciones se cumple con exactitud, ya que el paso del Huracán Mitch por
tierras hondureñas abrió canales de participación para todos los movimientos sociales.

En el caso específico de los movimientos de mujeres, esta tendencia se vio reforzada


por las exigencias de la cooperación internacional con respecto a la obligatoriedad de incluir la
“transversalidad de género” en los planes y proyectos del gobierno. Desde esta perspectiva,
puedo concluir que en la etapa inmediata posterior al Mitch la participación de los
movimientos de mujeres se puede entender en el marco de las oportunidades que se abrieron
en un momento de crisis socio-política.

Pero: ¿Cómo se puede explicar el hecho de que estas organizaciones se hayan ido
lentamente retirando de estos espacios? ¿Fue por efecto de que las oportunidades políticas se
cerraron, una vez pasada la crisis? ¿Sucedió esto, o fue consecuencia de otros factores? La
hipótesis que yo manejo, es que no se restringió el espacio político abierto por la crisis. Lo que
sucedió, desde mi perspectiva, es que se pasó del momento de formulación de las estrategias a
seguir —como es el período de aprobación de las políticas públicas mencionadas y de la
aprobación de la Estrategia para la Reducción de la Pobreza— a la ejecución de las mismas; y
205
William A. Gamson y David S. Meyer, “Enmarcando las oportunidades políticas…Pp. 277 y sig.
164

que en este momento, la capacidad y las estructuras del movimiento no estaban preparadas
para hacerle frente a este nuevo reto.

Aunque no debe descartarse la importancia que tienen en la lucha por el mejoramiento


de la vida de las mujeres estos esfuerzos, quizás el movimiento ha supravalorado la estrategia
de la incidencia política hacia el Estado como uno de los mecanismos más efectivos para
lograr cambios en los sistemas, políticos, económicos y culturales. Por este motivo, los
cuestionamientos contenidos en las últimas memorias con relación a este tema dejan ver que
dos de los retos más importantes para el movimiento, de cara a las nuevas condiciones que se
generaron en el país después de la emergencia, van a ser: cómo articular una estrategia de
incidencia política hacia el Estado que sea a la vez crítica de su papel en la reconstrucción
nacional, y cómo lograr que estas políticas sean implementadas de forma efectiva, para que
vayan más allá de la tinta y sean instrumentos eficaces en la construcción de su proyecto
político.

Los cambios en las relaciones con el movimiento amplio de mujeres

¿En que medida estos cambios cuestionan lo que hasta la fecha se ha escrito sobre las
relaciones entre el movimiento feminista y el de mujeres? Una de las primeras conclusiones a
la que puedo llegar es que, según las integrantes de las dos organizaciones con las que trabajé,
la jerarquización del género y la clase, o las necesidades estratégicas y/ o prácticas de género
no han sido la causa de los conflictos entre ambas organizaciones. Más bien, para ellas
pareciera que el problema no son las relaciones con el movimiento de mujeres, sino las
relaciones entre las feministas.

Por esta razón, las reflexiones contenidas tanto en los informes como en las entrevistas
giran más en torno a los problemas que existen al interior del movimiento feminista que entre
ellas y las organizaciones del movimiento amplio de mujeres. Es por esta razón que, en los
informes, los problemas que surgieron entre el Colectivo Contra la Violencia y Convergencia
de Mujeres son abordados con tanta amplitud.
165

Otro de los temas presentes en sus reflexiones es el carácter urbano que hasta antes de
la tragedia había tenido el movimiento feminista en Honduras. La visibilidad que adquirieron
muchas organizaciones de mujeres desde el Mitch, y el trabajo que el CDM y el CEM-H
desarrollaron con ellas en el contexto de la crisis, les permitieron además empezar a
reflexionar sobre el tipo de trabajo que hasta entonces habían realizado y sobre los alcances o
la “masividad” del movimiento.

En este sentido, la preocupación por mejorar la “calidad” de las relaciones con el


movimiento amplio de mujeres, (como por ejemplo, desde las estrategias implementadas
desde los programas de participación ciudadana en los ámbitos rurales, o desde los cambios en
los programas de atención a la violencia) puede interpretarse como un cambio en las
estrategias que hasta entonces habían utilizado para relacionarse con el movimiento de
mujeres. Al mismo tiempo, la preocupación por la “cantidad” de las organizaciones que
conforman el movimiento (visible en su preocupación por fortalecer las alianzas entre ellas y
las organizaciones de mujeres, y en el cuestionamiento sobre la pertenencia de sus “bases”);
pueden ser indicativos de que ahora, verdaderamente, empiezan a sentir la necesidad de
ampliar la cobertura de su proyecto político, de hacer del feminismo un proyecto más
accesible y aceptable para un mayor número de mujeres.

Sin embargo, considero que se debe seguir ahondando en otros posibles factores o
causas que impiden que se establezcan relaciones más proactivas y verticales con las
organizaciones del movimiento amplio de mujeres; en especial, los relacionados con el género
y/o la clase o las necesidades prácticas y/o estratégicas. Desde mi perspectiva, a pesar de los
cambios que se dieron en la lucha contra la pobreza, expuestos en el capítulo anterior, es
posible que éste continúe siendo un punto de conflicto entre ambas.
166

Capítulo VIII
Conclusiones

¿Cómo medir con sentido crítico y con la perspicacia que me otorga el “derecho” de
aplicar un método científico la inconmensurable labor de estas mujeres? ¿Cómo impedir que
la emoción nuble mi objetividad y que se llene de alegría mi subjetivo corazón, cuando veo en
todas las páginas de sus informes y en sus testimonios la palabra ESPERANZA?

Con estas palabras empiezo las conclusiones de mi tesis. Porque quiero dejar
constancia de que todo lo que leí, escuché y aprendí sobre ellas me impide declararme a favor
de la desesperanza, tan actual y posmoderna; y no creer que un mundo distinto es posible. Sin
embargo, esto no me impide tratar de medir con sentido crítico los alcances y debilidades de
las acciones que el CDM y el CEM-H realizaron en el contexto de la crisis. Al contrario,
considero que me da legitimidad para hablar desde un lugar no poblado por malos entendidos.

En las siguientes páginas, voy a dar las conclusiones finales de mi trabajo sobre los
temas abordados. La presentación y el contenido de cada uno de los apartados fueron
definidos a partir del diseño de mi investigación y sus tres niveles de análisis, expuesto en la
página 35; y las preguntas e hipótesis definidas desde el proyecto de investigación, expuestas
en las páginas 34 y 35, respectivamente. Debido a que mi intención es presentar los hechos
desde un esquema más global, no voy a detenerme en la descripción detallada de los cambios
y de los procesos que se gestaron en el período de estudio.

1. PRIMER NIVEL: Los cambios en el contexto y la crisis del Mitch

De conformidad con mi marco teórico, el contexto o la estructura social es lo que en


última instancia define o delimita las acciones de los movimientos sociales frente a una
situación determinada, que puede ser coyuntural o producto de elementos más “estables” de
las estructuras sociales206. En el caso específico de mi objeto de estudio, hay un elemento del
206
Ciro F.S. Cardoso y Hector Perez Brignoli, después de exponer la complejidad de las definiciones de
coyuntura y estructura en las investigaciones históricas, concluyen que el uso más frecuente de la noción de
167

contexto que definió los restantes y las acciones de los actores sociales que participaron en la
reconstrucción: la visibilidad y el aumento de la pobreza que se dio el país a raíz de la
tragedia. Este fenómeno provocó cambios profundos en las estrategias del Estado, de la
cooperación internacional y de los movimientos sociales para hacerle frente a este viejo
flagelo, que con el Mitch, adquirió nuevas dimensiones.

Aunque el aumento de la pobreza afecto a toda la población en general, muchas de las


acciones contempladas dentro de los planes de reconstrucción fueron dirigidas a las zonas
rurales. Esto se debió a que el Mitch puso en evidencia: la vulnerabilidad del campo frente a
los desastres naturales; a que Honduras continúa siendo un país básicamente agrícola, por lo
que se contempló que la reactivación de la economía necesariamente debía pasar por la
reestructuración del agro; y por último, a que con la tragedia fue evidente que el aislamiento
geográfico de muchas zonas rurales impediría atender de forma eficiente las necesidades más
urgentes de la población, en el caso de que ocurriera de nuevo un desastre similar al Mitch.

En este contexto, una de las estrategias diseñadas desde el Estado y desde la


cooperación internacional fue la descentralización administrativa y política de los municipios.
El fortalecimiento de los espacios locales-comunitarios, desde una nueva estrategia de
prevención de desastres que buscaba fortalecer las capacidades de los municipios para hacerle
frente a futuras contingencias de este tipo, fue la piedra angular de los procesos de
reconstrucción que se implementaron después de la tragedia 207. Aunque esta estrategia ya
estaba siendo implementada desde 1992, se puede decir que la crisis aceleró todo este proceso.

estructura, especialmente en la historia económica, a sido en contraposición al de coyuntura, y definen la


primera como “las permanencias económicas, o aquello que en una economía dada sólo cambia muy
lentamente”. También, agregan que el concepto de estructura está íntimamente ligado al de coyuntura, que
puede entenderse como los elementos menos estables y más variables de los sistemas sociales. Aunque estos
autores se refieren a la historia económica, estas definiciones han sido también muy utilizadas en las ciencias
sociales. Para más detalles sobre este tema ver Ciro F.S. Cardoso y Hector Perez Brignoli. Los métodos de la
historia, Introducción a los problemas, métodos y técnicas de la historia demográfica, económica y socia l.
(Barcelona: Editorial Crítica, S.L., 1999) pp. 49-51.
207
Allan Lavell y Manuel Argüello Rodríguez. Gestión de riesgo: un enfoque prospectivo. Las Naciones
Unidas y su respuesta ante el Mitch. (Tegucigalpa: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), 2003).
168

Aunque hay otros factores del contexto que tuvieron también un efecto directo en la
dinámica de las dos organizaciones objeto de mi estudio, considero que estos dos son los que
más peso tuvieron en las estrategias que ambas diseñaron para hacerle frente a la tragedia. A
continuación, voy a exponer los efectos de estas nuevas estrategias en las agendas de dos de
los actores o agentes sociales del contexto que más peso tienen en la definición de la acción
social de los movimientos sociales contemporáneos: el Estado y la cooperación internacional.

1.1. La apertura del espacio político y los cambios en las agendas estatales

Como expongo a lo largo de todo este trabajo, las estrategias de los planes de
reconstrucción diseñados desde el Estado enfatizaron lo relativo a la recuperación de la
infraestructura vial y productiva del país. La reducción de la pobreza y la reconstrucción del
tejido social, a pesar de estar también incluidos en esta estrategia, fueron los grandes ausentes
de los planes de la reconstrucción.

En este contexto, los movimientos y organizaciones sociales diseñaron y pusieron en


marcha diversas acciones y estrategias para lograr que estos temas fueran incluidos en los
planes de reconstrucción. Una de ellas fue la creación o el fortalecimiento de instancias
colectivas, conformadas por diversos movimientos sociales (INTERFOROS, las mesas de
participación de Cáritas, el Colectivo Contra la Violencia, Convergencia de Mujeres, etc.).
Desde estos espacios, los movimientos sociales lograron que sus propuestas fueran incluidas,
al menos formalmente, en los planes de reconstrucción. Aunque hay antecedentes de este tipo
de acciones en el país, después del Mitch esta se convirtió en una de las principales estrategias
de los movimientos y organizaciones sociales para lograr que las demandas de los grupos
tradicionalmente excluidos fueran incorporadas en los planes gubernamentales.

Ahora bien: ¿Cuáles son los factores que posibilitaron este tipo de acciones? Uno de
ellos fue la apertura del espacio político que se dio en el país con motivo de la tragedia 208.
208
Esto es sostenido por Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N. Zald, para quienes los cambios en el
contexto político pueden crear nuevas posibilidades para los movimientos sociales; y por Marta Fuentes y
André Gunder Frank, que afirman que las crisis pueden tener como resultado colateral el incremento de los
169

Desde mi perspectiva, en Honduras la crisis del Mitch produjo una reorganización de las
esferas o los espacios de toma de decisiones y cambios profundos en las reglas de
participación política. Esto permitió que muchas organizaciones y movimientos sociales
diseñaran nuevas estrategias de incidencia hacia el Estado, y que incrementaran su
participación en la toma de decisiones en los espacios de discusión colectiva que se abrieron o
se reorganizaron a raíz del Huracán, como se va a observar en las siguientes páginas.

1. 2. La cooperación internacional

Como expongo en el capítulo III, el desarrollo histórico del movimiento feminista en el


país vino aparejado de una creciente dependencia de muchas de sus organizaciones a los
fondos de la cooperación internacional. En el caso de las dos organizaciones objeto de mi
estudio, este hecho también influyó en las características de la estructura organizativa que
desarrollaron y en la especialización temática de sus ejes de trabajo, evidente en la centralidad
que la lucha contra la violencia ha tenido en las agendas de ambas organizaciones.

Sin restarle peso a los demás factores del contexto que han influido en el desarrollo de
los movimientos sociales, se puede decir que los recursos con los que cuenta una organización
o un movimiento social son quizás uno de los elementos que más peso tienen en la definición
de las estrategias y de acción de muchos movimientos sociales. Por esta razón, muchos autores
incluyen los recursos dentro de la estructura organizativa de los movimientos sociales209.
Desde esta perspectiva, se puede concluir que otro factor que determina los límites y alcances
de la acción de los movimientos sociales es la valoración efectiva y la importancia que le den
los miembros de una organización a los recursos disponibles, que pueden ser financieros,
administrativos, logísticos, etc.210.

niveles organizativos y de la capacidad de incidencia de los movimientos sociales en los procesos de toma de
decisiones. Para más detalles ver Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N. Zald “Oportunidades,
estructuras de movilización y procesos de alineamiento de marco… 185 y sig.; y Marta Fuentes y André
Gunder Frank. Diez tesis acerca de los movimientos sociales… pp. 54-55.
209
Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales en la estructura de los movimientos sociales… pp.
185 y sig.
210
Russell J. Dalton y Manfred Küechler y Wilhelm Bürklin. “El reto de los nuevos movimientos sociales…
pp. 27.
170

En el caso específico de la crisis provocada por el Huracán, se puede decir que la


dependencia desarrollada por ambas organizaciones a la cooperación internacional continuó o
se hizo más evidente. La necesidad de seguir contando con recursos para desarrollar sus
programas y proyectos las obligó a adaptarse a los nuevos intereses de la cooperación y a
modificar sus agendas, a fin de ser beneficiarias de los recursos destinados por éstas a la
reconstrucción del país. Estos nuevos intereses pueden ser resumidos en cuatro puntos: la
importancia que adquirió el trabajo en lo local-comunitario, el apoyo a los procesos de
descentralización municipal, el combate a la pobreza y la participación ciudadana.

Como se va a observar en las páginas siguientes, esta nueva jerarquía de los ejes de
trabajo de la cooperación produjo cambios de gran magnitud en las agendas de ambas
organizaciones. ¿Se puede entonces hablar de autonomía de las organizaciones feministas del
país, entendida como la posibilidad de definir desde sus propias necesidades e intereses sus
objetivos, planes y agendas de acción? Desde mi punto de vista, y de conformidad con la
evidencia empírica presentada, la dependencia de muchas de sus organizaciones de los fondos
de la cooperación internacional, como es el caso del CDM y del CEM-H, impide considerarlas
como organizaciones completamente autónomas e independientes. La incapacidad de
gestionar su propia sostenibilidad económica las hace muy dependientes de la ayuda externa.
Condiciona sus ejes de trabajo y sus estrategias. Define, en gran medida, cuales de los
componentes de su proyecto político son viables.
171

2. SEGUNDO NIVEL: Las estrategias, la estructura organizativa y la creación de


marcos de referencia

2.1. Las estrategias

Como expongo en mi marco teórico, en este trabajo parto de la premisa de que hay una
relación directa entre el contexto y las estrategias definidas por los movimientos sociales.
Primero, porque el contexto funciona como “una especie de pasillo de acción que limita el
abanico de estrategias concretas, los tipos de organización y las acciones pueden elegir los
movimientos sociales”211. Segundo, porque de acuerdo con esta premisa, las estrategias son
entonces “una concepción general consciente, a largo plazo, planificada e integral de la
conducta de un actor social en un conflicto, que se basa en el contexto global y que pone un
énfasis especial en los factores de fuerza y debilidad del principal oponente”212.

Desde esta perspectiva, modificaciones importantes en el contexto tienen su correlativo


en cambios en las estrategias definidas por los movimientos sociales para concretar sus
idearios o sus proyectos políticos. En los siguientes apartados, voy a exponer algunos de los
principales cambios en las estrategias de ambas organizaciones producto de los cambios que
se dieron en el contexto del país a raíz de la tragedia. La evaluación del peso de los factores
subjetivos en estos procesos se va a realizar en el apartado 3.

 La participación ciudadana

Uno de los primeros cambios en las estrategias de ambas organizaciones tiene que ver
con la que ha sido quizá una de las principales características del trabajo de ambas
organizaciones y del movimiento feminista en general: el carácter urbano de sus acciones.
Como expongo en el capítulo IV, hasta antes del Mitch, el trabajo de ambas se limitó a las
áreas urbanas o a las dos ciudades más grandes del país: Tegucigalpa y San Pedro Sula. Pero

211
Dieter Rücht “Estrategias y formas de acción de los nuevos movimientos… pp. 57 y sig.
212
Idem. anterior.
172

en el contexto inmediato de la crisis, ambas organizaciones amplían su margen de acción y


empiezan a realizar acciones en las zonas rurales.

Participación ciudadana fue el nombre que adoptaron estas estrategias. Aunque desde
antes del Mitch la ampliación de la ciudadanía de las mujeres ya formaba parte de sus
objetivos, con la crisis esta estrategia cobra nuevas fuerzas, e incluye otros objetivos que antes
no eran contemplados. Una de ellos era aumentar la capacidad de incidencia de las mujeres en
los espacios locales de toma de decisiones, a fin de que fueran incluidas en los planes de
desarrollo que se estaban impulsando desde el Estado y la cooperación internacional. A través
del apoyo a las redes y grupos de mujeres que se surgieron o se reactivaron a raíz del Huracán,
y de cambios profundos en sus estructuras organizativas, ambas organizaciones consolidaron
los nuevos objetivos de la estrategia de participación ciudadana.

 La lucha contra la violencia

La creciente importancia de la participación ciudadana, y los cambios que se dieron en


las agendas de la cooperación internacional con respecto a la importancia de este tema,
tuvieron un efecto directo en las estrategias diseñadas para concretar uno de los principales
objetivos del proyecto político de ambas organizaciones y del movimiento feminista en
general: la lucha contra la violencia. Desde mi perspectiva, se dieron dos cambios importantes
en el trabajo de ambas organizaciones relacionados con este objetivo: la pérdida de centralidad
de la lucha contra la violencia en sus agendas, y cambios profundos en las estrategias diseñadas
para concretarla.

Como expongo en el capítulo VI, en ambas organizaciones, la lucha contra la violencia


pasa a un lugar secundario, como es evidente en la reducción de los horarios de atención y de
los casos atendidos en los programas para la atención de la violencia que tenía el CDM; y en el
cierre del programa Casa de la Mujer en el CEM-H. Sin embargo, la intensidad de los cambios
fue mayor en esta última organización, ya que además de que cambian las estrategias diseñadas
para combatirla (a partir del Mitch se busca que sean directamente las mujeres de las
173

comunidades las que realizaran las funciones de atención y acompañamiento legal y emocional
a las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia), y se dan también cambios profundos en
su estructura organizativa.

 La lucha contra la pobreza

Al margen de las diferencias en las opiniones de las entrevistadas con respecto a este
tema, desde mi perspectiva, a raíz del Mitch se producen dos cambios fundamentales en las
estrategias definidas por ambas organizaciones con respecto a este objetivo: la dimensión de la
pobreza relacionada con la falta de acceso a recursos productivos cobra más importancia, y la
lucha contra este flagelo tiene otro lugar en la definición jerárquica de los objetivos
estratégicos de ambas organizaciones.

Una de las estrategias en la que más se evidencia estas afirmaciones es en la


preocupación de ambas organizaciones por desarrollar mecanismos alternativas de
sobrevivencia para las mujeres, como es el caso de la creación de microempresas. Con
independencia del hecho de que estos proyectos hayan fracasado, éstas y otras acciones que se
realizaron (como la activa participación de ambas organizaciones en las discusiones para la
definición de la Estrategia para la reducción de la pobreza), dejan ver que, a partir del Mitch, la
satisfacción de las necesidades básicas de las mujeres (o las necesidades prácticas de género)
tiene más centralidad que en el pasado en los objetivos de ambas organizaciones.

 La incidencia política hacia el Estado

La “apertura del espacio político” que se dio en el país con motivo de la crisis, permitió
el aumento de la participación de muchas organizaciones o movimientos sociales en los
procesos de toma de decisiones políticas, desde iniciativas individuales o desde espacios
colectivos. En un primer momento, ambas organizaciones participaron de lleno en estos
espacios. Sin embargo, poco a poco fueron dejando de lado esta estrategia, debido a que
consideraron que sus demandas no estaban siendo incorporadas a los planes de reconstrucción.
174

Por esta razón, ya en los últimos años empieza a haber un cuestionamiento radical de las
estrategias de incidencia política hacia el Estado, y empiezan a retirarse de estos espacios.

En la actualidad, aunque de alguna forma continúan participando en este tipo de


espacios, sus esfuerzos se centran en otra estrategia de incidencia política hacia el Estado: la
participación de las mujeres en los procesos de descentralización municipal impulsados desde
el gobierno y la cooperación internacional. Aunque no hay que negar las mayores posibilidades
de incidencia que esto puede suponer para los movimientos de mujeres en el país, considero
que es necesario preguntarse que efectos puede tener esta nueva estrategia en el alcance de las
propuestas de cambio de ambas organizaciones.

Desde mi punto de vista, uno de los problemas que presenta esta estrategia es que las
organizaciones sociales, al “microlocalizar” sus acciones, también reducen su efectividad para
lograr que estas demandas sean incorporadas a las políticas y reformas de carácter macro-
estructural. También, considero que cabe preguntarse si es políticamente correcto que las
estrategias de participación ciudadana en los ámbitos locales comunitarios sean el centro de las
acciones para lograr cambios en la vida de las mujeres. Desde mi perspectiva, muchas de estas
acciones contribuyen a legitimar las propuestas gubernamentales que se escudan en el discurso
del desarrollo local y de la descentralización administrativa como la panacea que nos va a sacar
de la pobreza.

 Las relaciones con el movimiento de mujeres

La apertura del espacio político permitió a su vez que, en el contexto inmediato a la


crisis, se empezaran a gestar cambios sustanciales en las estrategias que hasta entonces ambas
organizaciones habían utilizado para relacionarse con el movimiento amplio de mujeres.
Ambas empezaron a comprender que quizás la única estrategia para lograr que las demandas
de las mujeres fueran incluidas en los planes de reconstrucción era a través de la creación o el
fortalecimiento de instancias colectivas, capaces de reunir las diversas expresiones de los
movimientos de mujeres existentes en el país.
175

Esto provocó, en un primer momento, que la estrategia del fortalecimiento de alianzas


con los movimientos de mujeres se volviera central. El Colectivo Contra la Violencia, del cual
forman parte ambas organizaciones, pasó a convertirse en la instancia desde la cual se elevaba
de forma colectiva las demandas de las mujeres. Sin embargo, las luchas por el poder y la
representación que se dieron entre organizaciones feministas que formaban parte del Colectivo
condujeron a que algunas de sus integrantes decidieran separarse y conformar la Convergencia
de Mujeres. A partir de este momento, se agudizan las tensiones entre las feministas y entre
éstas y organizaciones del movimiento amplio de mujeres. Como voy a exponer en el apartado
3, todo esto tuvo también consecuencias positivas en las formas como hasta entonces las
feministas se habían relacionado con el movimiento amplio de mujeres.

2.2. Cambios en la estructura organizativa

Ahora bien: todos los cambios en el contexto y en las estrategias, descritos en las
páginas anteriores, provocaron cambios en la estructura organizativa de ambas organizaciones.
Esto se debe a que, de conformidad con mi marco teórico, la estructura organizativa funciona
como una especie de “mediadora” entre el contexto, las estrategias y los resultados de las
acciones de los movimientos sociales213. Desde esta perspectiva, los cambios que se dieron en
sus estructuras organizativas obedecen a la necesidad de establecer mecanismos efectivos para
concretar las nuevas agendas o planes estratégicos que ambas organizaciones definieron para
hacerle frente a la crisis del Mitch.

Aunque los cambios más evidentes en ambas tienen que ver con la apertura o cierre de
programas y proyectos, es necesario profundizar en los efectos que estos cambios tuvieron en
la forma como hasta entonces habían estructurado sus estrategias y sus proyectos políticos.
Esto es mucho más relevante en el caso del CDM. Como expongo a lo largo de todo mi
trabajo, los cambios que se dieron en la estructura organizativa de esta organización no fueron
tan profundos como los del CEM-H, aunque puede decirse que tenían objetivos similares.

Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales en la estructura de los movimientos sociales. Una
213

comparación… pp. 185 y sig.


176

En el caso de esta organización, el cambio más evidente tiene que ver con que el
programa de Educación se convierte en un proyecto y se abre un nuevo programa de
participación ciudadana, dirigido a las zonas rurales. El caso del CEM-H es un poco más
complejo. Aunque también se dan cambios en sus programas y proyectos, como el cierre del
programa de atención directa a la violencia y la apertura de un nuevo proyecto (también de
participación ciudadana), los cambios más importantes están relacionados con la modificación
de los límites y funciones de los programas y proyectos que continuaron funcionando después
del Mitch.

En esta organización, la estructura de los proyectos pasa de un modelo “centralizado” a


un modelo basado en “áreas de intervención”. Este cambio se traduce en que las líneas de
trabajo de los programas y los grupos meta ya no son definidos a partir de los objetivos
específicos de los programas, sino desde los objetivos más generales del proyecto político de la
organización.

Quizás uno de los ejemplos más claros de este hecho se observa en los cambios que se
dieron en la estructura y estrategias del programa para la atención directa a la violencia. De
conformidad con las entrevistas y los informes, este programa pasa de un modelo de atención
centralizado en Tegucigalpa y San Pedro Sula a uno que denominaron como “modelo de
atención ambulante”, en el cual personal de Casa de la Mujer se traslada a las comunidades. Y
de éste, pasan a un modelo que denominan como de “atención directa”, que consiste en el
trasplante de los grupos de autoayuda a las comunidades.

Ahora bien: ¿Cuáles eran los objetivos que se perseguían con estos cambios? ¿Qué
relación tienen con los cambios en sus estructuras organizativas, anteriormente descritos? La
respuesta a estas preguntas se encuentra en una de las principales estrategias que ambas
organizaciones adoptaron como respuesta a la crisis: el trabajo en las zonas rurales o en los
ámbitos locales-comunitarios.

El efecto de este nuevo objetivo en los planes estatales y de la cooperación


internacional fue la descentralización administrativa y funcional de los programas y proyectos.
177

Antes del Mitch, ambas organizaciones funcionaban en base a un modelo centralizado, con una
clara diferenciación de los objetivos de cada uno de los programas, y concentrados en las áreas
urbanas. Después de la tragedia, e independientemente de los diferentes procesos que se dieron
en ambas organizaciones, tanto el CDM como el CEM-H empiezan a funcionar a partir de un
modelo descentralizado, que busca ampliar los alcances y la cobertura de sus proyectos
políticos en las zonas rurales.

Lo expuesto en este apartado y el anterior me permiten llegar a una conclusión con


respecto a la interdependencia entre el contexto, las estrategias y la estructura organizativa: los
cambios en el contexto o “marco de acción” en el que se mueven los movimientos sociales
condicionan y definen los cambios en las estrategias y en la estructura organizativa de los
movimientos sociales. Sin embargo, y también de conformidad con mi marco analítico, ningún
cambio en el contexto produce por sí solo cambios en los movimientos sociales. Para el caso,
puede decirse que las crisis son permanentes en Latinoamérica, y como se ha demostrado en
numerosos estudios, no siempre producen cambios sustanciales en los movimientos sociales.

¿Cuáles son entonces los elementos o condiciones que median entre el contexto y los
cambios en los movimientos sociales? Una respuesta sencilla podría ser que la profundidad de
los cambios en los movimientos sociales depende de la intensidad de las crisis. Otra hipótesis
podría ser que los cambios coyunturales de gran magnitud son los que provocan cambios más
radicales en los movimientos sociales.

Sin negar la validez de este tipo de afirmaciones, considero que hay un elemento más
que es necesario tener en cuenta en el análisis de este tipo de fenómenos: la valoración que
hacen los actores sociales de las oportunidades y constreñimientos de los contextos en los que
desarrollan su acción (o la creación de “marcos de referencia” o “framing procecess”). O dicho
de otra manera, es necesario también estudiar las percepciones y los procesos subjetivos que se
desarrollan al interior de los movimientos sociales para poder determinar en qué medida estos
responden a los cambios en el contexto, son producto de sus propias necesidades o
expectativas, o son resultado de una combinación de ambos.
178

2.3. La creación de marcos de referencia

De conformidad con mi marco analítico, hay una serie de elementos que median entre
el contexto, las estrategias y los procesos más micro o identitarios: los marcos de referencia o
“framing processes”. Estos pueden ser definidos como “los esfuerzos estratégicos y consientes
que los grupos hacen para entender el mundo y darle legitimidad y motivación a su acción
colectiva”214.

Se puede decir, entonces, que este nivel de análisis remite al estudio de los
condicionantes de la acción colectiva de los movimientos sociales que tienen que ver con: 1).
La comprensión de los cambios en los contextos o marcos de acción en los que se
desenvuelven, 2) La comprensión de los alcances y límites de sus acciones, 3) La legitimidad
que atribuyen a las mismas (entendida como la adecuación de sus acciones a un contexto
determinado), 4) La motivación de sus integrantes para participar en las acciones de los
movimientos sociales. Ahora bien, todos estos procesos subjetivos que se gestan al interior de
una organización o movimiento social tiene un objetivo determinado: darle coherencia y
sentido a las acciones que realizan los movimientos sociales en un momento histórico
determinado.

Aunque no se puede negar el peso que tuvieron en los cambios que se gestaron en
ambas organizaciones los cambios en las agendas del gobierno y de la cooperación
internacional a raíz de la crisis, este proceso no debe ser entendido como unilineal, o como una
regla de aplicación infalible para el análisis de los movimientos sociales. Primero, porque no
todos los cambios en el contexto modifican las estrategias de los movimientos sociales; y
segundo, porque la adopción de nuevas estrategias también pasa por procesos subjetivos en los
cuales las o los integrantes de un movimiento social evalúan los posibles resultados de estos
cambios y su adecuación a su proyecto o identidad colectiva.

214
Esta parte se elaboró a partir del texto de Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N. Zald “Introducción:
Oportunidades, estructuras de movilización y procesos de alineamiento… pp. 185 y sig.
179

Desde esta perspectiva, se puede decir que los cambios en el contexto no provocan por
sí solos modificaciones en las estrategias de los movimientos sociales, ya que entre ambos
media la creación de estos marcos de referencia, que funcionaron como una especie de
“soporte subjetivo de valoración” a través de las cuales las integrantes de ambas
organizaciones midieron o interpretaron los cambios en el contexto y realizaron los cambios
necesarios en sus estrategias y estructura organizativa.

En el caso de las dos organizaciones objeto de mi estudio, todo este proceso pasó por
tres fases claramente definidas: la creación de marcos de diagnóstico, de pronóstico y de
motivación215. En este apartado, voy a exponer por únicamente las dos primeras fases. La
última va a ser expuesta hasta en el apartado sobre la identidad colectiva, ya que, según Scott
Hunt, Robert Benford y David Snow, autores que definieron la propuesta teórica que utilizo en
este apartado, la generación de “marcos de motivación”, está directamente relacionado con la
identidad colectiva.

 La creación de “marcos de diagnóstico”

Aunque en el momento inmediato a la crisis las acciones y los cambios que se dieron en
las estrategias y ejes de acción de ambas organizaciones respondían más al propósito de dar
una respuesta inmediata a algunas de las necesidades más evidentes de la población
damnificada (como es el caso de las acciones de ayuda humanitaria); poco a poco se fueron
dando cuenta que eran quizás las mujeres las que más estaban sufriendo los efectos del
desastre. Es en este momento cuando se da la creación de “marcos de diagnóstico”, que según
mi marco teórico, es el proceso a través del cual los actores identifican algunos
acontecimientos o situaciones como problemáticas y necesitadas de cambios y se identifican
los agentes responsables216.

En el contexto inmediato a la crisis, ambas organizaciones identifican como


problemáticas la falta de atención a los problemas específicos de las mujeres, el incremento de

215
Scott Hunt, Robert Benford y David Snow, Marcos de acción colectiva y campos de... pp. 228 y sig.
216
Idem. anterior.
180

la violencia contra las mujeres en los lugares de la tragedia, y que las mujeres estaban siendo
literalmente excluidas de los procesos de toma de decisiones y de los planes de desarrollo. Este
fue quizás el primer paso de la creación de marcos de diagnóstico que ambas organizaciones
realizaron en el contexto de la crisis.

Uno de los factores del contexto que está detrás de todo esto está relacionado con el
trabajo que ambas organizaciones realizaron con grupos y redes de mujeres en la etapa
inmediata a la emergencia. Este trabajo permitió que las integrantes de ambas organizaciones
valoraran la capacidad y la fuerza de las organizaciones de mujeres que existían en el país; y
que cambiaran sus estrategias para relacionarse con quienes conforman los grupos meta o el
“grupo de resonancia” del movimiento feminista: las organizaciones del movimiento amplio de
mujeres.

Otro de los factores del contexto que en este primer momento fue objeto de profundas
reflexiones por las integrantes de ambas organizaciones fue la apertura del espacio político que
se dio a raíz de la tragedia y el aumento de la participación de ambas organizaciones en los
espacios público-estatales. Sin embargo, este aumento en la participación no fue sólo
consecuencia de las oportunidades que desde el gobierno y la cooperación internacional se
brindaron para estos efectos; fue también resultado de la valoración que ambas organizaciones
realizaron con respecto a las mismas. Es decir, los cambios en el contexto político únicamente
se convierten en una “oportunidad” cuando es definida como tal por un actor o grupo de
actores217.

Como se desprende de los análisis y memorias, en un primer momento, esto permitió el


incremento de la participación de ambas organizaciones en los espacios en los que se estaban
discutiendo las estrategias a seguir para la emergencia y la reconstrucción. Este fue el segundo
paso en la creación de los marcos de diagnóstico que ambas organizaciones utilizaron para
definir sus futuras estrategias.

217
Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales en la estructura de los movimientos sociales… pp.
185 y sig.
181

 La definición del “marco de pronóstico”

Una vez identificados los principales problemas, en un segundo momento se produce lo


que en mi marco analítico se denomina como la creación de “marcos de pronóstico”, que
consiste el establecimiento de un plan para corregir esa situación problemática y la definición
de las tácticas y estrategias a seguir218. Estas acciones ya no son resultado de la necesidad de
dar respuestas inmediatas a la crisis del Mitch; son producto de la valoración de los límites y
oportunidades que se abrieron en el contexto a raíz de la tragedia, y de la realización de
pronósticos sobre los posibles resultados de la implementación de nuevas estrategias. Ya en
este segundo momento, las integrantes de ambas organizaciones han podido revisar el trabajo
que realizaron en el contexto inmediato a la crisis, y cuentan con los elementos necesarios para
poder estructurar nuevas estrategias de acción, sobre la base de la experiencia acumulada y la
valoración subjetiva de la misma.

Uno de los resultados más inmediatos de esta valoración de las oportunidades del
contexto fue la definición de la participación ciudadana en los ámbitos locales y comunitarios
como una de las principales estrategias para lograr cambios a más largo plazo en la vida de las
mujeres. Sin embargo, y como expongo en los capítulos IV y V, los fines, objetivos y alcances
de esta nueva estrategia van más allá de el incremento de los niveles participativos de las
mujeres en los espacios locales. A partir de estas experiencias, empezaron también a cuestionar
la forma como hasta entonces habían estructurados sus luchas con relación a otros problemas,
como ser, la lucha contra la violencia, la pobreza y la incidencia política hacia el Estado.

Con respecto a la lucha contra la violencia, y en especial, en el caso del CEM-H, según
lo expresado por las integrantes de ambas organizaciones en las entrevistas e informes, lo que
sucede con el Mitch es que las integrantes de esta organización se dan cuenta de que el
mantenimiento de programas de atención directa a la violencia no resulta del todo funcional
para los objetivos de su proyecto institucional: hacer del feminismo un proyecto político para
muchas mujeres del país. Es por esta razón, que politizar la lucha contra la violencia, a través

218
Dieter Rücht “El impacto de los contextos nacionales en la estructura de los movimientos sociales… pp.
185 y sig.
182

de la implementación de estrategias que permitieran que fueran las propias mujeres las que
lideraran esta lucha, se convierte en uno de los principales fines de los cambios que se
introdujeron en las estrategias para combatir este problema. Aunque hasta el momento me he
referido sólo al caso del CEM-H, considero que esta hipótesis es aplicable al CDM, debido a
que también ellas modificaron los alcances y límites de estos programas, aunque con menor
intensidad.

Desde mi perspectiva, la experiencia que las integrantes de ambas organizaciones


tuvieron en los barrios urbanos y en las comunidades rurales que fueron afectadas con la crisis,
les permitieron ver que la violencia de género no ha disminuido, y que las mujeres con las que
han trabajado desde los grupos de autoayuda y los programas de atención directa no son
capaces de replicar estas acciones a las demás mujeres de sus barrios o comunidades. Se dan
cuenta de que el efecto de sus acciones es limitado, y que necesitan nuevas estrategias para
combatir este flagelo.

Ya en este momento, ambas organizaciones habían incursionado en los espacios más


macro en los que se discutieron los planes y estrategias de reconstrucción; y ya se habían dado
cuenta de que esta no es quizás la mejor estrategia para lograr cambios efectivos en la vida de
las mujeres. El cuestionamiento del papel que tuvieron en todo este proceso, expuesto en el
capítulo IX, deja ver como su retiro paulatino de estos espacios fue más bien producto de la
valoración de la efectividad de estas acciones que del cierre del espacio político, que desde mi
perspectiva, no se dio en ninguno de los momentos de mi período de estudio.

Esto también me permite llegar a una segunda conclusión con respecto a la apertura de
los espacios políticos: la estructura de las oportunidades políticas es más un producto de la
interacción del movimiento con el sistema que una simple reflexión de los cambios ocurridos
dentro de él219.

219
Doug McAdam, John D. McCarthy, Mayer N. Zald “Introducción: Oportunidades, estructuras de
movilización y procesos de…pp. 13.
183

El caso de la lucha contra la pobreza es similar. El visible incremento de la pobreza en


el país a raíz del Huracán, y producto de esto, el cuestionamiento de la forma como hasta
entonces habían estructurado la lucha contra la misma; les permite empezar a cuestionarse el
lugar jerárquico que había ocupado esta lucha en sus objetivos estratégicos, y definir nuevas
estrategias de intervención. Les permite hacer de la lucha contra la pobreza una lucha político-
feminista, al incluirla como uno de sus principales objetivos en las nuevas estrategias que se
diseñaron a raíz de la crisis.

Por esta razón, considero que los intentos que ambas organizaciones realizaron para la
creación de microempresas deben interpretarse más allá de la simple búsqueda de estrategias
de sobrevivencia para las mujeres afectadas por la crisis. Desde mi perspectiva, constituye una
de los principales ejemplos de cómo las integrantes de ambas organizaciones valoraron y
cuestionaron la forma y el lugar que hasta entonces esta lucha había ocupado en sus prioridades
institucionales.

Ahora bien: ¿Cuál era el fin último de estas nuevas estrategias? Desde mi punto de
vista, y sin dejar de lado los demás fines, uno de sus objetivos principales era ampliar la
pertenencia o la membresía del movimiento feminista en el país. Desde mi perspectiva, la crisis
del Mitch les permitió evaluar los alcances de las acciones que hasta entonces habían realizado
y sus efectos en la cobertura de su proyecto político.

El que el empoderamiento y la participación ciudadana de las mujeres se hayan


convertido en las dos principales estrategias de ambas organizaciones para hacerle frente a la
crisis del Mitch, deja ver como, desde procesos subjetivos internos, las integrantes de ambas
organizaciones reflexionan sobre el lugar desde el cual han concretado el proyecto feminista, y
sobre sus capacidades para ser las que lideren el proceso de construcción del movimiento
feminista como un movimiento social amplio, capaz de dar cabida a las diferentes expresiones
del movimiento de mujeres.
184

3. TERCER NIVEL: Los cambios en la identidad colectiva

De conformidad con el esquema general de mi marco teórico, la identidad colectiva es


el nivel de análisis más micro desde el cual se puede estudiar las acciones y dinámicas de los
movimientos sociales. Esto se debe a que este concepto hace referencia a los elementos más
subjetivos de la acción social, como ser las definiciones cognitivas y afectivas que los
miembros de una organización o movimiento social generan para darle sentido a sus
acciones220.

Antes de exponer los posibles cambios en la identidad colectiva de ambas


organizaciones, creo que es necesario aclarar dos puntos: por qué voy a utilizar nueva
evidencia empírica en este apartado, y por qué utilizo como sinónimos las palabras “misión y
visión”, “proyecto político” e “identidad colectiva”. Con respecto al primero, consideré que
podría ser más útil exponer hasta en las conclusiones lo concerniente a la valoración general
que las integrantes de ambas organizaciones hacen sobre los cambios que vivieron; ya que, de
alguna forma, estos testimonios permiten hacer una valoración general de las estrategias que
pusieron en marcha a raíz de la tragedia.

Con respecto al segundo punto, aunque ni en las entrevistas ni en los informes hay
muchas referencias a la identidad colectiva, considero que puede establecerse una analogía
entre lo que ellas denominan como su “misión y visión” y el proyecto político; y entre estos y
la identidad colectiva. En cuanto a los primeros dos conceptos, de acuerdo con las entrevistas,
ambos remiten a los fines de su propuesta utópica: el feminismo. De conformidad con lo
expuesto por Melucci, los fines son también parte de la identidad colectiva. También, la
utilización de estas palabras hace referencia al problema de la “permanencia” de la misión y
visión a lo largo del tiempo; que según mi marco teórico, es también uno de los objetivos o
fines de la identidad colectiva221.
220
Alberto Melucci, Challenging code… pp. 70 y sig.
221
Según este mismo autor, otra de las funciones de la identidad colectiva es permitir la “continuación del
sujeto” o la permanencia en el tiempo de los movimientos sociales, a través de la adaptación de su identidad
o proyectos políticos a los cambios en el contexto. Y directamente relacionado con este hecho, otro
componente de la identidad colectiva que define es la habilidad de los actores de percibir duración y de
establecer relaciones entre el pasado y el futuro de sus acciones y sus efectos. Idem. anterior.
185

Doy comienzo entonces al análisis de la valoración que hacen las integrantes de ambas
organizaciones de los cambios que se dieron en ellas a raíz de la crisis.

3.1. Los cambios en su proyecto político o identidad colectiva desde la percepción de


sus integrantes

Una de las cosas que más me llamó la atención en las entrevistas e informes es que
pude observar que hay una preocupación constante por afirmar que todos estos cambios no
produjeron modificaciones fundamentales en sus ejes de trabajo. Por ejemplo, en la memoria
del CEM-H de 1998, afirman que lo que sucedió fue que “el Mitch las obligó a revisar la
estrategia institucional, la estructuración de los programas y la capacitación del personal de
acuerdo a las estrategias de intervención que demanda las nuevas situaciones sociopolíticas y
las necesidades de las mujeres en una dimensión de ser protagonistas en el escenario de
reconstrucción y transformación nacional; pero sin modificar la misión y la visión del CEM-H,
desde la perspectiva de los derechos humanos en toda su plenitud” 222. En el mismo sentido,
Maria Elena, del CEM-H, afirmaba que:

“El Mitch nos vino a renovar. Digo renovar porque su misión y visión sigue
siendo la misma. No hay cambios fundamentales. Lo que vino fue a revisar
nuestras estrategias... no sólo en los centros urbanos, sino que vino a
descentralizar el movimiento... lo que sí cambian son los ejes temáticos. La
misión y visión sigue casi igual. Ahora están los temas de gobernabilidad y
participación ciudadana y pobreza que antes no estaban”

Y en el caso del CDM, Gilda Rivera, ante la pregunta de que si el Mitch provocó
cambios radicales en su organización Gilda, del CDM, me decía que:

“... Siempre nuestra propuesta se mantuvo a nivel de lo político... No, el CDM


siempre mantuvo su línea política. Tú puedes ver, antes del Mitch casi la misma

222
CEM-H. Memoria de 1998. p. 1.
186

estructura de programas, la misma visión política... Entonces no podríamos


decir que hubo un cambio”

Y Regina, de la misma organización, decía que:

“Para nosotras, institucionalmente no hubo cambios en nuestros programas.


Finalmente, no hubo cambios en nuestro proyecto político, en nuestras
estrategias de trabajo. Fue más bien un momento de reorientar en el momento
de emergencia nuestras acciones, y luego volver a lo nuestro. Claro, con un
discurso más nutrido, donde vemos no solamente nuestra condición social por
razones de género sino que también hay otras cruces, variables, situaciones
como la pobreza de nuestra población, la corrupción, la posición de desventaja
de un país pobre y corrupto. Entonces nosotras no nos salimos
institucionalmente de lo que estábamos haciendo...”

¿Por qué es tan importante para ellas reafirmar que no cambió su proyecto político?
Una posible respuesta es que para ellas admitir la posibilidad de que los cambios fueron tan
intensos que pueden haber modificado su misión y visión, o su proyecto político, puede poner
en peligro la identidad, el sentido y la coherencia de sus acciones y de la forma como hasta
entonces han concretado su propuesta política. Una respuesta más prudente sería afirmar que
lo que sí cambiaron fueron las estrategias para hacerle frente a la nueva situación, pero no su
proyecto político ni su identidad colectiva. Debido a que ya respondí a la primera pregunta en
las páginas anteriores, voy dar argumentos para la primera hipótesis.

3.2. Cambios en las esferas de la identidad colectiva

Hay dos cambios en ambas organizaciones que me permiten argumentar que si se


dieron cambios en algunas esferas o componentes de la identidad colectiva de ambas
organizaciones: la pérdida de centralidad de la lucha contra la violencia y la nueva
jerarquización de la lucha contra la pobreza en sus proyectos institucionales.
187

Con respecto a la lucha contra la violencia, la centralidad de este tema en las agendas
no sólo de estas organizaciones sino del movimiento feminista hondureño en su conjunto,
permite afirmar que este es quizás el fin que más define la identidad colectiva de estas
organizaciones. Entonces: ¿Pueden ser considerados los cambios que se dieron a raíz de la
crisis en los programas de atención a la violencia como indicadores de posibles cambios en la
identidad colectiva? Desde mi perspectiva, la nueva jerarquización de este objetivo en los
proyectos institucionales de ambas organizaciones (a favor del aumento de la importancia de
la participación ciudadana) si permite afirmar que, por lo menos, se reestructuró uno de los
compartimentos o “esferas de acción” en los que se divide la identidad colectiva.

El caso de la lucha contra la pobreza es similar, pero un poco más complejo. Esto se
debe a que tiene que ver con lo que continúa siendo uno de los nudos irresueltos del
feminismo: si la lucha por la satisfacción de las necesidades prácticas de género (o de clase)
está al mismo nivel o importancia que la lucha por las necesidades estratégicas. Partiendo de la
validez de la hipótesis manejada por la mayor parte de las autoras que han estudiado la historia
de las organizaciones de mujeres en el país, sobre la ausencia de la lucha contra la pobreza en
las agendas feministas: ¿Cómo pueden interpretarse los cambios que se dieron en las
estrategias para luchar contra la pobreza, relacionados con la creciente importancia de esta
lucha en las agendas de ambas organizaciones, con la creación de microempresas; y con la
reflexión que hacen sus integrantes sobre estos temas? Desde mi perspectiva, ambos cambios
permiten aducir que hay al menos un cuestionamiento del proceso de consolidación de la
identidad colectiva de ambas organizaciones, desde el cual efectivamente se excluyó la lucha
contra la pobreza (o contra las desigualdades de clase) de sus proyectos políticos.

Entonces, y a modo de conclusión de este apartado: ¿Se puede afirmar que se dio un
cambio en la identidad colectiva de ambas organizaciones? Desde mi punto de vista, lo que
sucedió fue que no se modificó la totalidad de la misma; ya que la “misión y visión” de ambas
organizaciones, o su proyecto político (el feminismo), continúa siendo el elemento definitorio
de su identidad colectiva. Pero, los cambios que se dieron en algunos de fines más específicos,
o en la jerarquización de sus necesidades y estrategias, me permiten afirmar que sí se
reestructuran algunas de las “esferas de acción” de la identidad colectiva. Esta conclusión es
188

acorde con lo expuesto por Alberto Melucci223, que sostiene que auque la identidad es un
elemento relativamente estático, puede ser reestructurada en tiempos de crisis de acuerdo a las
nuevas orientaciones, o dividir en compartimientos sus esferas de acción, y aún así preservar
cierta coherencia.

También, como se observa en los testimonios anteriormente transcritos, es posible los


cambios que vivieron les permitieran a sus integrantes valorar la capacidad de adaptación de
sus organizaciones a los cambios en el contexto, lo que a su vez incidió en la generación de
“marcos de motivación”, a través de los cuales ellas reafirman su identidad como feministas y
se reconocen como parte de un proyecto político más amplio. Todo esto, finalmente, les
permitió continuar con su trabajo, pero renovadas, con nuevas expectativas y más consientes
de las limitaciones y ventajas de su propuesta colectiva.

* *
*

Aunque aún falta mucho camino por recorrer, las lecciones aprendidas dejan ver que
aunque se abrió una herida profunda, que quizás nunca va a ser sanada, también se abrió un
nuevo camino. Se renovó la esperanza.

Cuando en una de las entrevistas yo sentí que todos los planes y los proyectos que me
relataba una de estas mujeres eran imposibles, que nada de lo que me estaban diciendo podía
ser concretado, cuando me dejé llevar por la pesadez de un futuro no tan promisorio, no tuve
más palabras para cerrar la entrevista que “sigamos soñando entonces...”. Pero Miriam, del
CEM-H, me respondió que: “sí, sigamos soñando, pero construyendo esos sueños”. Esta es
quizás una de las lecciones más grandes de mi vida. Aprendí que no se puede dejar de creer,
de esperar, de soñar, pero sobre todo, de luchar. Por ello, quiero terminar las últimas páginas
de este trabajo con palabras de esas mujeres valientes, maravillosas, humanas, de las que tanto
aprendí:

223
Alberto Melucci, Challenging code… pp. 70 y sig.
189

“Hay que continuar con pasión, en medio de esa madeja de hilos, a encontrar
las puntas de ese lazo para seguir logrando espacios, seguir humanizando,
seguir en medio de eso humanizando la vida de las mujeres, democratizando la
vida del país. Las mujeres somos fuertes”
190

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