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A L:.G:.D:.G:.A:.D:.U:.

El Leon y la Granada

Es la granada olorosa

un cielo cristalizado.

(Cada grano es una estrella,

cada velo es un ocaso.)

Cielo seco y comprimido

por la garra de los años.

La granada es como un seno

viejo y apergaminado,

cuyo pezón se hizo estrella

para iluminar el campo.

Es colmena diminuta

con panal ensangrentado,

pues con bocas de mujeres

sus abejas la formaron.

Por eso al estallar, ríe

con púrpuras de mil labios…

La granada es corazón

que late sobre el sembrado,

un corazón desdeñoso

donde no pican los pájaros,

un corazón que por fuera


es duro como el humano,

pero da al que lo traspasa

olor y sangre de mayo.

La granada es el tesoro

del viejo gnomo del prado,

el que habló con niña Rosa

en el bosque solitario.

Aquel de la blanca barba

y del traje colorado.

Es el tesoro que aun guardan

las verdes hojas del árbol.

Arca de piedras preciosas

en entraña de oro vago.

La espiga es el pan. Es Cristo

en vida y muerte cuajado.

El olivo es la firmeza

de la fuerza y el trabajo.

La manzana es lo carnal,

fruta esfinge del pecado,

gota de siglos que guarda

de Satanás el contacto.

La naranja es la tristeza

del azahar profanado,

pues se torna fuego y oro

lo que antes fue puro y blanco.

Las vides son la lujuria

que se cuaja en el verano,

de las que la iglesia saca,

con bendición, licor santo.

Las castañas son la paz

del hogar. Cosas de antaño.


Crepitar de leños viejos,

peregrinos descarriados.

La bellota es la serena

poesía de lo rancio,

y el membrillo de oro débil

la limpieza de lo sano.

Mas la granada es la sangre,

sangre del cielo sagrado,

sangre de la tierra herida

por la aguja del regato.

Sangre del viento que viene

del rudo monte arañado.

Sangre de la mar tranquila,

sangre del dormido lago.

La granada es la prehistoria

de la sangre que llevamos,

la idea de sangre, encerrada

en glóbulo duro y agrio,

que tiene una vaga forma

de corazón y de cráneo.

¡Oh granada abierta!, que eres

una llama sobre el árbol,

hermana en carne de Venus,

risa del huerto oreado.

Te cercan las mariposas

creyéndote sol parado,

y por miedo de quemarse

huyen de ti los gusanos.

Porque eres luz de la vida,

hembra de las frutas. Claro

lucero de la floresta
del arroyo enamorado.

¡Quién fuera como tú, fruta,

todo pasión sobre el campo!

Federico García Lorca (1920)

Derivado de múltiples referencias, para los Francmasones la granada simboliza la armonía


perceptible en la familia masónica en la que todos sus miembros están unidos por el espíritu
de la orden y de la fraternidad, constituye al gran número de sus miembros. Las granadas, a la
entrada de la Logia, encima de las columnas, separan al mundo profano y los trabajos
realizados en el interior, la reflexión, lo oculto y sagrado de los ritos, la doble personalidad del
adepto: su vida interior y el reflejo de ésta hacia el exterior.

Para los Francmasones, la granada evoca la coherencia de la Logia que, solamente los golpes
repetidos venidos del exterior, pueden romper. Ensamblaje de granos, la granada simboliza la
armonía perceptible en la familia masónica en la que todos sus miembros están unidos por el
espíritu de la orden y de la fraternidad.

Las granadas, a la entrada de la Logia, encima de las columnas, asumen la transición entre el
mundo profano y los trabajos en el interior, dejando penetrar la sensibilidad, la emoción del
masón que no debe dispersarse a lo largo de la tenida y domeñando y sometiendo esta
sensibilidad y emoción al examen de la razón. La presencia de las granadas, a la entrada de la
logia, sobre las columnas, ¿no nos confirma la importancia que debemos dar al mundo
profano? ¿No nos invita a establecer el lazo de unión entre la Logia y el Templo de la
Humanidad por construir? Inseparables de las columnas J y B, las granadas ofrecen al
francmasón un bello motivo de meditación y de conocimiento. La corteza resistente de la
granada, que esconde una pulpa deliciosa, ¿no simboliza a la vez la oposición entre la
apariencia de los seres y su realidad profunda, el lazo que les une, y la necesidad de un trabajo
sobre sí mismos para llegar a su realidad?

La granada en la antigüedad se cultivaba en lo huertos caseros para deleitar a las familias y


aunque en la actualidad no es un fruto de consumo masivo, ocupa sitiales insospechados en el
universo simbólico, en especial en el templo masónico, donde se le considera como el fruto de
la vida, que es germen y sustancia a la vez, representando además, la necesaria armonía social
que emerge de pequeñas semillas interrelacionadas, unidas que exponen su luminosidad hacia
el exterior.

La granada fue el instrumento utilizado por Hades, Señor del mundo subterráneo, para
conseguir que su joven y bella esposa, Perséfone, permaneciera a su lado, pese a haber sido
raptada por el oscuro Dios: en adelante podría abandonar el mundo de las sombras siempre
que no hubiera tomado alimento alguno. Desgraciadamente, la divina dama había ingerido
varios granados de una jugosa granada.

En el templo masónico la granada descansa en lo alto de los pilares recordándonos los


elevados ideales que persigue nuestra institución. Cada grano simboliza a todos los masones
de la tierra, que llevan en sí el néctar y la semilla dispuesta a germinar a favor del bien de la
creación. Su jugo rojo de sabor agridulce representa las alegrías y pesares de la vida.
La delgada cáscara de la granada resiste los golpes de la naturaleza y conserva dentro el sabor
de un néctar delicioso. Al igual que la Masonería resiste los ataques de quienes son contrarios,
conservando la sustancia que da vida. Se le representa abierta, dejando a la vista de toda la
estructura organizada, semejante a las logias dispersas por la tierra y reunidas en la masonería
universal.

Los masones estamos unidos al igual que los granos de la granada y continuaremos estándolo
mientras en nuestras filas exista la armonía y el amor que comprende. Nuestra obra no podría
llevarse a cabo sin el entendimiento que permite que al interior de nuestros templos exista la
diversidad religiosa y política; pero esta camarería y signo de confianza son necesarios,
también en nuestras vidas diarias con todo el universo.

En la representación que encontramos en el templo, las granadas, además de abiertas, lucen


adornadas por la flor de la azucena, que corona la cúspide de los capiteles. Esta flor simboliza
el candor y la pureza, que significa que la meta del Masón es el idealismo, enmarcado en la
pureza de sus sentimientos y el cultivo y práctica de sus virtudes. La azucena se identifica con
el lino o flor de lis, que la tradición heráldica ha escogido como emblema de la paz y la
concordia; tales postulados son fundamentos masónicos en la convivencia social.

Así, la Granada y Lirio unidos representan el candor y la pureza junto a la armonía que reina en
la Masonería que, por muy multiplicado que sea, constituye una y la misma familia, porque así
como las semillas apoyadas recíprocamente en la granada es que toma su verdadera forma.
Como las semillas, dentro de nuestras logias somos las semillas: mayores, menores, de
apariencias diversas, de aspectos diferentes, de pensamientos propios, profesando distintas
creencias o pensamientos políticos, pero siempre unidos por el mismo propósito, unidos por el
sentimiento, por idéntico espíritu que la savia nutritiva de vida masónica que está
representada en el jugo de la granada.

Se dice que los primeros en manifestar su veneración por estas frutas fueron los sacerdotes
egipcios, que las utilizaban en sus liturgias de iniciación y en sus escuelas esotéricas,
manteniendo en secreto el simbolismo sagrado. Los Masones la adoptaron como el símbolo de
la abundancia, por su fruto abultado y repleto de semillas.

Estas granadas sobre los capiteles, se encuentran abiertas para representar la fertilidad y la
unidad que debe existir entre todos los seres de la creación, especialmente entre los hombres
que forman parte de la Francmasonería. En estas columnas estaban ocultas el antiquísimo
principio de correspondencia que afirma, ‘como es arriba es abajo’; como en todos los detalles
de su construcción, también ellas eran consideradas una autentica representación del mundo
terrestre y del mundo celeste.

Las flores del granado cerrado, tienen TRES pétalos carnosos, después de abrirse se
convierten en CINCO pétalos y por último en pleno desarrollo, ya en vías de fenecer y cuando
la granada surge entre ellos, en SIETE pétalos formando un Sol con sus rayos. Y en esto se
encierra el secreto de las edades dela masonería simbólica.

Los granos representan la estrecha unión de todos los masones del mundo, y al hombre como
ser vivo, porque tiene tres sustancias: carne, jugo y hueso o sea carne, sangre y esqueleto.

Los granos apretados se asemejan a un panal de abejas, simbolizando que, como las abejas los
masones trabajan sin descanso, recogiendo de flor en flor lo más preciado, depositándolo en
sus panales, así el hermano Masón lucha contra sus costumbres profanas, recogiendo la sabia
sublime de la luz masónica depositándola en su alma, procurando con su laboriosidad
enaltecer la masonería, trabajando sin descanso en el Taller, para la construcción del templo
de la moral y de la ciencia, sin excusarse por sus faltas a las tenidas como abeja y no como
zángano que deja a sus hermanos la labor de pulir la piedra bruta.

La cortina o membrana blanca que cubre los granos de la granada, simboliza el mandil que los
masones emplean como símbolo del trabajo, representando por su color la pureza, por su
significado el trabajo, que el Hermano como obrero construye el templo de la ciencia, la virtud
y la moral.

Sus granos: representan la estrecha unión de todos los masones del mundo. Sus granos son
brillantes, unidos, útiles y separados, cada uno ocupando su lugar armónicamente en el
espacio que se le ha reservado.

El fruto tiene dos cámaras en su interior. Las dos Cámaras del fruto: representan lo justo y lo
perfecto; la Tolerancia y la Virtud, los dos egos humanos, el interior o psíquico y el exterior o
antrópico, que solamente por medio de la virtud, la perseverancia, y la moral el hombre
alcanza la cámara alta donde mora el CONOCETE A TI MISMO y las dos columnas, fuerza y
belleza.

La cámara alta tiene cinco celdas que representan a las aulas: Conocer y analizar; La eterna
verdad; Lo real; Lo justo y lo moral; Lo perfecto y armonioso.

También representa las cinco razas principales sin distinción de credos y colores; a las cinco
edades del Ser humano, edad embrión, edad inocente y feliz, edad de aprendiz, edad
constructiva y edad Oriente.

La cámara baja del fruto, con tres celdas representa los tres grados simbólicos de la masonería:
la alta, la del medio y la baja. En la primera celda los aprendices, en la segunda los compañeros
y en la alta los maestros.

Las tres substancias del hombre, sangre, carne y esqueleto. El hombre templo, al hombre altar
y al hombre alma.

Las tres luces, el venerable y los dos vigilantes. También simboliza la luz que el masón recibe al
proclamarlo hermano, la luz que ilumina el camino del compañero, y la luz de la sabiduría que
alumbra con sus rayos la mente del venerable maestro, para orientar a sus hermanos hacia el
camino de la verdadera luz.

A la trilogía del génesis, la Trinidad: Padre, Madre e Hijo.

Su forma redonda, al infinito, a la masonería, al GADU, la creación del mundo y la caridad


porque emana de lo divino y no tiene fin.

A la masonería porque es infinita su belleza y su ciencia, el cielo, el mundo y el alma.

Su corteza exterior: contiene tres colores: Verde: reino vegetal; Amarillo: reino mineral; Rojo:
reino animal.

La superficie lisa del fruto simboliza la construcción del Templo Espiritual, que dentro de él se
encuentran los talleres de las almas, las almas lisas porque representan la tolerancia y el amor
al prójimo, liso y llano sin obstáculos.
Al hermano que usando el mazo y el cincel simbólicamente, hace desaparecer las anomalías de
la superficie de su alma, queriendo por igual a sus hermanos y perdonando sus defectos.
Simboliza también como el GADU cubrió con la corteza a la granada, así el masón cubre con el
hermoso traje de la virtud el altar de su alma.

La Corona de triángulos: a la Virtud, a la Fraternidad, a la Ciencia y al Sol.

Simboliza la corona de la Virtud, la del sacrificio, la de la ciencia, de la fraternidad, del amor al


prójimo y la corona de espinas del Hijo del Hombre.

Desde tiempos inmemoriales hasta más allá de los primeros siglos del cristianismo, los reyes
usaron coronas de triángulos, el Rey y Profeta David, el sabio Salomón, Carlomagno y otros.

También simboliza el Sol con sus rayos brillantes iluminando el Oriente masónico, la vida del
taller que germina bajo la sabia dirección del Venerable maestro, que premia a los hermanos
con la corona de la Virtud.

La flor simboliza el contacto del hermano con la naturaleza que lo rodea, gloria del GADU que
ha construido lo bello entre lo bello. Es la nodriza del fruto, su protectora, la Flor absorbe en el
día el calor de los rayos solares, y en la noche cierra sus pétalos, protegiendo el fruto, en la
madrugada despierta abriendo sus pétalos presta a la vida.

Es como una antorcha encendida que cada uno de nosotros transmite al hermano,
manteniendo la llama siempre viva, es la vida misma, el génesis, la flor de la procreación del
hombre, simboliza al padre que entrega la antorcha de la vida al hijo, y éste al otro hasta el fin.

Sus pétalos abiertos al sol representan los números tres, cinco y siete, inconfundiblemente
eternos componentes de una logia.

Así como el cántaro es llevado al pozo para traer agua, y el sediento viajero se acerca para
satisfacer su sed, así la masonería ofrece al sediento que toca a sus puertas, agua viva, agua de
la verdad, sacada del pozo de la eterna sabiduría: Para que el que busca encuentre; Para que el
que pida reciba; Para que el que llama sea atendido. Si el viajero llama a la puerta, pidiendo
agua, que busca afanosamente, le será concedido.

Otra visión paralela amplía detalles significativos: “Fruto granado de cáliz coronado por
Naturaleza, las granadas son para los masones el símbolo de la Unidad que subyace en lo
múltiple. Se hallan presentes en la Logia sobre los capiteles de las dos columnas J y B, situadas
a la entrada del Templo. En cada capitel suelen ponerse tres en forma triangular. En la Biblia
aparecen decorando las columnas del Templo, formando guirnaldas junto a las azucenas (lirios
blancos).. Como dice Oswald Wirth “las granadas representan a la familia masónica en donde
todos los miembros están armoniosamente religados por el espíritu de orden y de fraternidad’.
Orden o armonía que se interpreta como expresión o emanación de un Principio Creador que
para la Masonería es conocido como Gran Arquitecto del Universo. Aunque en algunos talleres
o logias las granadas se sustituyan por dos esferas, la una aludiendo al cielo y la otra la tierra,
es frecuente, sin embargo, verlas representadas en antiguos cuadros de Logia sobre los
capiteles de las dos columnas, o mencionadas en algunos rituales y mementos de la Orden.
LA VIRGEN DE LA GRANADA BOTICELLI 1487

Las granadas son, asimismo, símbolo de abundancia y de generosidad. Representan los frutos
de la tierra, donados por sus diosas fecundadoras, como Deméter para los griegos o Ceres
entre los romanos. Su situación sobre las columnas, donde los masones reciben su salario,
alude a la generosa gratificación destinada a recompensar el esfuerzo de los obreros que
construyen en armonía el edificio de la Masonería. Vemos la misma enseñanza simbólica en la
leyenda de Hércules, quien tras haber cumplido 11 de sus 12 trabajos logra llegar al jardín de
las Hespérides dónde obtiene el fruto áureo de sus esfuerzos, y con él consigue superar la
última prueba en el camino de reintegración al Sí Mismo.

En la sociedad contemporánea, llegar a ser uno mismo requiere grandes dosis de


confianza y valentía. Es casi un acto revolucionario. Por lo general, la mayoría de los
seres humanos atravesamos un primer estadio evolutivo conocido con el nombre de
«camello» u «oveja». Al no saber quiénes somos, nuestra forma de pensar y de
comportarnos se asemeja mucho al del grupo social y cultural al que pertenecemos.
No tenemos identidad propia. Vivimos tiranizados por el miedo y la inseguridad. Y nos
infravaloramos. Debido a esta falta de autoestima, somos obedientes y sumisos,
conformándonos con el modo de vivir establecido por el statu quo.

En este estadio evolutivo vivimos como esclavos que ignoran su esclavitud. Y ésta
consiste en creer ciegamente en la manera en la que hemos sido adoctrinados. No
cuestionamos las directrices que nos llegan desde afuera. Al comportarnos como
camellos u ovejas seguimos al rebaño sin hacernos demasiadas preguntas. Nos
adaptamos al canon impuesto por la mayoría. Anclados en la resignación, llevamos una
existencia monótona y carente de sentido. En general nos dedicamos a trabajar, a
consumir y a divertirnos. Y terminamos por acostumbrarnos a un estilo de vida que no
nos satisface, pero que por lo menos nos permite ser aceptados como individuos
normales por la sociedad.

En el camino que nos conduce al descubrimiento de nuestra verdadera esencia, el


siguiente estadio evolutivo se conoce con el nombre de «león». De pronto nos
permitimos sentir nuestro vacío interior. Y éste nos conecta con la necesidad y la
inquietud de averiguar quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo. Y para
lograrlo, rompemos las cadenas que nos atan al colectivo social y cultural en el que
hemos sido educados. Lenta pero progresivamente vamos ganando confianza en
nosotros mismos. Empezamos a despertar y nos damos cuenta de que no estamos
viviendo nuestra propia vida, sino la que otros nos han dicho que teníamos que vivir.
Ya no nos contentamos con llevar una existencia normal. Nos volvemos
inconformistas, y este inconformismo nos motiva a buscar nuestra propia verdad.

Al sentirnos inadaptados, no nos queda más remedio que aprender a disfrutar de la


soledad. Así es como conectamos con la fuerza suficiente para rebelarnos contra las
directrices que nos han sido inculcadas desde afuera, cuestionando los fundamentos
sobre los que hemos construido nuestra existencia. Poco a poco vamos creando
nuestra propia identidad. Pero al sentirnos inseguros, nos mostramos arrogantes,
reaccionando contra los que piensan de manera diferente a nosotros. Esta es la razón
por la que en el estadio de león solemos luchar y entrar en conflicto con los demás y
con el mundo. De hecho, solemos estar en contra del sistema. Queremos un cambio y
creemos que éste radica en cambiar la realidad externa. Si bien somos libres de la
sociedad, todavía no hemos descubierto de qué manera encauzar esta libertad de
forma útil y creativa.

De la misma forma que un péndulo se mece de un extremo a otro hasta quedar


estático en un punto de equilibrio, los seres humanos también encontramos nuestro
centro al alcanzar el estadio evolutivo conocido con el nombre de «niño». Al ser
verdaderamente libres de nuestro condicionamiento, ya no seguimos las pautas
marcadas por la mayoría, ni tampoco nos rebelamos contra ellas. De ahí que no
seamos ni pro ni antisistema. Más bien adoptamos una postura neutral. En paralelo y
como consecuencia de este proceso evolutivo, agradecemos la adversidad que ha
formado parte de nuestra vida. Valoramos con más intensidad lo que tenemos. Y
disfrutamos plenamente de nuestra existencia tal y como es. Así es como descubrimos
que no hay mayor alegría que la que nos proporciona el simple hecho de estar vivos.
En el estadio de niño practicamos la atención plena, que nos permite vivir de forma
consciente, responsable y constructiva. Y nos mostramos humildes, pacíficos y
asertivos al interactuar con los demás. Al no estar apegados a nuestra identidad,
respetamos todos los puntos de vista y aprendemos de cada persona y de cada
circunstancia con la que nos encontramos. Al conocer nuestra verdadera esencia,
somos felices por nosotros mismos. Confiamos plenamente en la vida y procuramos
dar lo mejor de nosotros en cada momento. Al sentirnos conectados y unidos a la
realidad, verificamos que el único cambio necesario es el nuestro, el cual se realiza por
medio de la comprensión y la aceptación. Y que al cambiar nosotros, empieza a
cambiar todo lo demás.

Apuntes de Inst:. Col:. Sur

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