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El jibarito en mi interior

Todas las formas de expresión artística, se encuentran constantemente nutriéndose y


enriqueciéndose entre sí, como sucede con la construcción de historias y relatos en la
danza, el teatro, la pintura, y en el rostro de aquellos agobiados pueblerinos dibujados en un
poema, y coloreados por las simpáticas y nostálgicas notas de un bolero puerto riqueño, de
un Lamento Borincano.
Puerto Rico se respira en los localismos del poema, haciendo mucho más difícil el poder
diferenciar los lamentos del texto, y los lamentos del jibarito que nos narra su tragedia. Sin
embargo, el jibarito no solo lleva consigo una carga material; sobre él, se posa todo un
pueblo lleno de locura por la alegría, y de lamentos por la desdicha, una humilde familia que
por encima de cualquier miga de pan y cualquier gota de agua, espera con ansias el cálido
abrazo de un agotado padre, las huellas que abrazan la arena camino a la ciudad, y las
lágrimas que se mezclan camino a casa, un jibarito que canta sus desdichas, o cualquier
persona que quiera regalar alegría a quienes ama.
Caminando un sendero similar al que camino nuestro protagonista, podremos darnos
cuenta de que todos tenemos un jibarito alegre y desdichado dentro de nosotros. El jibarito
en mi interior, disfruto nostálgicamente del texto a blanco y negro que leyó, pero regaló una
pequeña y sutil lagrima al aire cuando escucho una de las tantas voces agobiadas que tiene
el poema, la de Daniel Santos. Si se quiere escuchar cada uno de los pasos que dio el
jibarito hasta la ciudad, optaremos por leer esta corta y dulce historia, pero si lo que
queremos, es respirar y compartir la desdicha del relato, bailar al compás de un intérprete
tan magnífico es lo mejor.
Yo no sé qué opinar, eso tan solo es lo que dice sentir el jibarito en mi interior.

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