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El verdadero Bautista daría su propia vida para ganar un alma para Cristo; pero no daría ni
su dedo meñique para obligar a todo el mundo a entrar al Reino, porque él sabe que el
Reino no viene por la fuerza.
Pero excepto de aquellos que carecen de información, ¿quién ha oído de «La Iglesia
Bautista del Sur?» No existe tal cosa. Es correcto hablar de «las iglesias Bautistas del Sur»,
porque así se expresa la política y el genio de la denominación que considera la iglesia local
como la unidad de organización. Nos gusta también hablar del «pueblo Bautista», lo cual se
limita a lo individual; pero aún así se extiende para comprender toda el área de la influencia
Bautista.
Pero ellos creen que la iglesia local independiente debe cooperar con las demás iglesias de
la misma fe y orden en la edificación del Reino. Por esto, se organizan en asociaciones de
distrito, en convenciones de estado y Convenciones generales, como la del Sur y la del
Norte y la Alianza Bautista Mundial.
Los Bautistas no son anti fraternales en relación con los demás Cristianos. Donde no está
comprometida la esencia de las doctrinas Bíblicas, ellos encadenan sus manos y sus
corazones con todos aquellos que profesan amar al Señor.
En otras palabras, los bautistas sostienen que todos los creyentes son iguales ante Dios,
quien no hace acepción de personas. Es el camino de la humildad el que viene a ser el
camino del honor. Todos los miembros de una iglesia Bautista están a la misma altura ante
la iglesia y ante Dios.
No aceptan credos los cuales funden ciertas verdades en un molde humano y las endurecen
hasta la inflexibilidad o quizá las osifican y las segregan. Los Bautistas consideran el
Nuevo Testamento como la única y suficiente regla de fe y práctica. Tales artículos de fe,
como ellos los arreglan, son meramente interpretativos y sin autoridad, estos no son credos,
en el verdadero sentido de este término.
Ellos no creen en un ciego e impotente fatalismo el cual impele a los extremos no bíblicos
de la doctrina de elección sobre la base de la presencia divina; tampoco en el lavatorio de
pies como una ordenanza de la iglesia, la cual ellos consideran como un incierto
literalismo; tampoco en una comunidad abierta que permita que cualquiera se una a la
iglesia sin ser antes bautizado; ni en ninguna especie de unión entre la Iglesia y el Estado,
aunque ellos profesen y ejerciten el derecho de petición; ni piensan que ellos sean los
mejores, si no los únicos Cristianos en la tierra, aunque ellos magnifiquen sus doctrinas y
sus acciones y sostengan que nunca el hombre ha oído un evangelio más puro que el
mensaje Bautista para el mundo.
EL ATALAYA BAUTISTA
Octubre 14 de 1920