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—Él... ¿Qué?
Las antorchas del reino estaban encendidas gracias a que era ya bien
entrada la noche, la luna brillaba en el cielo oscuro y el rubio se sintió
aun más molesto por la tranquilidad que los rodeaba.
—No la necesito.2
💢1
Excepto esa.
Y no le gustó en absoluto.
La joven -y desequilibrada- princesa del reino norte, Himiko Toga, le
sonrió desde el otro lado de la habitación y sus turbios ojos ocre
relucieron al divisarlo.3
Izuku la recordaba bien. La había visto por primera vez el día que el rey
Todoroki ofreció una fiesta para los monarcas vecinos y la rubia se
acercó a él para hablar, dejando que el joven caballero se percatara de lo
retorcida de su mente, algo totalmente fuera de lugar en la futura
gobernante de uno de los reinos más poderosos de la provincia.
—¡Hola, Midoriya, soy yo, Himiko Toga! —Se movió rápido, su vestido
color crema balanceándose agraciadamente. —¿Me recuerdas? ¡Porque
yo sí!
—Umh, ¿princesa? —La llamó, nervioso. —N-no creo que sea correcto...
e-es decir-
—¡Cállate!
Logró apañárselas para volver a empujar a la rubia, esta vez con una
patada y se puso de pie tan pronto como pudo, sintiéndose aliviado
cuando los movimientos de la mujer se detuvieron en seco.
—¡Kacchan!
Midoriya decidió que esa charla ya había tomado demasiado tiempo, que
él no estaba de humor para esperar más tiempo y que ya quería que el
rubio lo estrujara en sus brazos luego de dos semanas sin verse, así que
se removió debajo del cuerpo de la princesa y gimoteó el nombre del
rubio.
Lo siguiente que supo, fue que Katsuki estaba frente a él, sosteniendo
por la muñeca a la rubia y que esta estaba tratando de liberarse mientras
intentaba alcanzarlo con las tijeras.
—No puedo evitarlo. —Infló las mejillas, jadeando cuando el alto puso el
sello sobre la herida. —Además, no puedes quejarte por ello, cuando te
conocí también estaba metido en problemas.3
—Hm.
El cenizo gruñó guturalmente y apretó las caderas del pecoso entre sus
manos para después comenzar a moverlo lentamente sobre su regazo,
haciendo notorio el comienzo de su erección.1
Apretó bajo sus manos los hombros del alto, sintiendo como su
temperatura -que de por si ya era bastante elevada gracias a su
naturaleza híbrida- subía paulatinamente.
—No puedo creer que hayas dejado que te tocara. —Gruñó guturalmente
contra el cuello níveo del caballero para después succionar con fuerza.
—Yo no quería.
Midoriya lamió sus labios y miró al cenizo, quien tenía su mirada clavada
en su rostro; su corazón latió con fuerza en su pecho conforme llevaba
su mano derecha hasta la hinchada extensión, sintiendo al instante bajo
las yemas de sus dedos el calor y la dureza que hicieron que su boca se
hiciera agua.
Santa mierda.
—¿Lo hice bien, Kacchan? —Preguntó con la voz ligeramente más ronca
de lo normal, aguardando esperanzado la aprobación del rubio, quien
carraspeó, saliendo de su embelesamiento.
—Te enseñé bien, Deku. —El de ojos jade sonrió, eso era lo más
cercano que obtendría a un cumplido por parte del cenizo. —Ahora ven
acá.
A Kacchan también le gustaba jugar con sus pezones, había sido así
desde una de las primeras veces que tuvieron sexo, cuando descubrió
que podía volverlo loco con un simple toque y desde entonces dedicaba
también una fracción de su tiempo a entretenerse con ellos, dejándolos
erectos y adoloridos antes de ir a la siguiente etapa.
Lo tomó por la cintura y se echó hacía atrás para apreciar como los -
ahora- enrojecidos capullos florecían agraciadamente sobre el pecho
níveo del muchacho, húmedos y brillantes por los restos de saliva que el
dragón dejó sobre ellos orgullosamente.
Podía decir lo que quisiera, pero le encantaba ser tratado así, le gustaba
que Kacchan lo dominara, le diera lo que quería sin pedir nada a cambio,
siempre listo para cuando apareciera, pero, sobre todo, le gustaba él.
Amaba eso de él, su capacidad para seguir siendo tan puro incluso
después de haber sido profanado de tantas maneras, eso y su
personalidad condescendiente siempre lo mantenían satisfecho.
—¡Kacchan~, aun n-no! —Gimoteó con voz rota, no se sentía listo para
tomarlo todo, aunque quería hacerlo desesperadamente.
Repitió el mismo movimiento un par de veces, cada vez con más fuerza y
con menos autocontrol. Joder, ese chico iba a ser su perdición.
—¿Te gusta eso, eh, Deku? —El de cabellos rizados asintió y el rubio dio
una embestida más fuerte. —Respóndeme con palabras.
Con cada una de sus palabras una nueva embestida llegó, cada una más
potente que la anterior, haciendo que la cama crujiera y que sus pieles
llenaran la sala de ecos eróticos que harían que cualquier persona se
sonrojara.
Se detuvo.
—¡Kacchan!
Giró su cuerpo con una facilidad envidiable, logrando tener al chico sobre
su espalda, con las piernas abiertas para él, listo para continuar. Sujetó
los lechosos muslos del bajito y los empujó para tenerlos contra su
pecho, dándole una muy buena vista de su entrada húmeda y goteante,
cosa que le hizo la boca agua, pero no, se dijo mentalmente, no era el
momento para eso.1
—Saca la lengua.
—Te ves tan sucio, Deku. —Habló con tono profundo, ese tono que hacia
que Izuku se sintiera húmedo cada que lo usaba. —Amas todo lo que
hago contigo, ¿no es así?
—No importa que te llame por apodos o que te haga llorar, lo amas.
Deku asintió rápidamente, mientras Bakugou lo llevaba directo al paraíso,
quería responderle, de verdad que quería, pero de su boca no salían
nada más que sonidos obscenos y el apodo cariñoso que le había
asignado al rubio.
—Me alegra que estés aquí, —Susurró, aun cansado. —y que me hayas
encontrado.
Retrocedió un poco para permitir que su longitud saliera del interior del
pecoso y sintió su cuerpo calentarse otra vez al ver como su semen
escurría lentamente de la entrada irritada del más bajo.