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Parte única

Bakugou no pudo evitar que la ira nublara su vista y sus puños se


cerraran con tanta fuerza que causó que sus nudillos se volvieran
blancos cuando apenas entró al recinto y una agitada Uraraka
acompañada de Kaminari se acercaron con expresiones perturbadas y
pronunciaron las palabras que causaron que su día se fuera a la mierda
junto a su buen humor.1

—Se llevaron a Midoriya.3

No se detuvo a escuchar la explicación de por qué eso había pasado o


por qué el imbécil de Todoroki permitió que eso pasara cuando se dio la
vuelta y salió echando humo de la vieja posada perteneciente a la familia
Asui, asegurándose de azotar la puerta bien fuerte al salir.

Fuera, el bastardo mitad-mitad e Iida Tenya, su caballero de confianza,


se encontraban a punto de entrar, la expresión del heterocromático no
cambió al verlo acercarse con furia.

—¡Explícame que jodidos pasó antes de que te explote la maldita cara!


—Amenazó, tomando al joven príncipe por las solapas de su elegante y
caro ropaje.

—¡Bakugou, basta! —Lo llamó el de cabello índigo, siendo


completamente ignorado por el par.

—Midoriya tomó el encargo por voluntad propia. —Gruñó el de cabello


bicolor. —Nadie pudo haber previsto lo que pasaría, dragón.

—¡¿Quiénes fueron?! —Volvió a demandar. —¡Voy a matarlos!


Kirishima se acercó desde detrás, intrigado por el temprano alboroto que
Bakugou había ocasionado apenas llegaron al pueblo, Kaminari, quien
había salido de la posada, le hizo señas para explicarle la situación.

—Creemos que se trata de una princesa. —Explicó Iida, siendo, como


siempre, el pacifista entre el grupo. —Himiko Toga, del norte, quien envió
a sus caballeros por Midoriya.

—¡¿Qué carajo quiere esa perra con Deku?!

—¿Qué piensas tú que quiere? —Inquirió Todoroki, su semblante tan


sereno como siempre. —No invitarlo a cenar, de seguro.

La vena posesiva del rubio brotó en su frente con fuerza. El iba a ir y


traer a Deku de vuelta de las garras de esa zorra y le daría una probada
de lo que pasa cuando alguien se mete con el líder de los dragones.

—Bien. —Aceptó el reto. Se dio la vuelta, dispuesto a partir de inmediato,


pero Kirishima lo detuvo.

—Tranquilízate, no puedes irte así. —Intentó llegar al sentido común del


rubio, sabiendo a la perfección que Bakugou no era bueno controlándose
cuando algo involucraba a Midoriya.

—¡Mírame hacerlo! —Retó, empujando al pelirrojo hacía un lado.

—¡Espera, Bakugou! —Intervino Uraraka, dando un paso al frente y


haciendo crujir la madera bajo sus botas. —Déjame preparar algo.

—No necesito nada de ti, hechicera. —Escupió con molestia. Él sabia


que la tipa era famosa entre los reinos por su inusual habilidad para crear
conjuros perfectos, sin embargo, no confiaría en ella tan fácilmente, no
después de haber descubierto que no le agradaba ni un poco por
haberse robado el corazón del nerd antes que ella.
—No es para ti. —Masculló, molesta. —Es para Midoriya, él fue herido.1

—Él... ¿Qué?

La castaña tragó saliva, intimidada por la mirada penetrante dirigida en


su dirección y Kaminari se apresuró a defenderla al ver también la
expresión sombría del dragón.

—E-ellos estaban juntos cuando pasó. —Se apresuró a explicar. —


Midoriya la protegió, por eso fue herido.2

El cenizo tuvo unas enormes ganas de golpear a ese par de cobardes


hasta hartarse, pero supuso que a Deku no le gustaría enterarse de que
golpeó a la mujer que él protegió, por lo que se abstuvo, no sin antes
enviarles una de sus ya clásicas miradas furiosas.

—Bien, pero apresúrate. —Accedió, sintiendo como una parte de su


dignidad se iba también y la castaña corrió de inmediato dentro de la
posada, causando con su partida que todos permanecieran en silencio, o
por lo menos así fue hasta que al idiota de Todoroki se le ocurrió abrir la
boca.1

—En cuanto lo encuentres, tráelo de regreso, este es el lugar en donde


debe estar. —Demandó, haciendo que la furia volviera a encenderse en
los ojos carmín del otro.

—¡Y una mierda, bastardo! ¡En cuanto lo encuentre lo llevaré conmigo y


no lo dejaré irse hasta que se me dé la gana!

—Sabes que él no te permitirá eso.

—Ya veremos. —Gruñó bajo desde su pecho, su dragón al borde de su


cuerpo, buscando transformarse y defender lo que era suyo.
Uraraka apareció luego de un buen rato, cargando una pequeña hoja de
papel amarillento garabateado con runas negras y se la entregó al rubio
con dedos temblorosos.

—Cuando lo tengas, coloca esto sobre la herida y permite que se


manche de sangre para activarla. —Instruyó con una mueca seria.
Bakugou examinó la pieza de papel y la guardó en uno de sus bolsillos
para después darse la vuelta, Kirishima fue detrás de él.

Las antorchas del reino estaban encendidas gracias a que era ya bien
entrada la noche, la luna brillaba en el cielo oscuro y el rubio se sintió
aun más molesto por la tranquilidad que los rodeaba.

—Quiero que te quedes aquí y cuides a la cara redonda y al imbécil de


Kaminari. —Ordenó, no tenía idea de si el reino del norte buscaba iniciar
una guerra o solo estaban interesados en el idiota de cabello verde.

—Entendido. —Accedió el pelirrojo detrás de él, leal a sus ordenes como


siempre. —Buena suerte.

Bakugou sonrió, malicioso antes de permitir que la metamorfosis se


apoderara de su cuerpo.

—No la necesito.2

💢1

Izuku soltó un quejido temeroso al ver a dos enormes guardias


adentrarse en su celda de nuevo, retrocedió sobre el frío suelo de piedra
gris y se quejó cuando lo obligaron a levantarse, lastimando la herida en
su brazo en el proceso.

No tenía idea de lo que estaba sucediendo. Había sido secuestrado por


un grupo de esos tipos durante la mañana y había sido transportado una
larga distancia hasta que finalmente lo arrojaron dentro de ese calabozo
y lo obligaron a cambiarse el atuendo de caballero por ropajes de civil,
aunque pasando por alto su herida sangrante en el brazo derecho.

Se preguntó cual era el propósito de todo ello. ¿Tratarían de sacarle


información sobre la familia Todoroki? ¿O planeaban convertirlo al lado
oscuro? Todas y cada una de las posibilidades llegaron a su mente.1

Excepto esa.

Fue arrastrado hasta una lujosa habitación y fue encadenado a una


pesada bola de hierro sólido que le impedía moverse con libertad. La
puerta fue cerrada con un portazo y él se estremeció, girándose a cargar
la bola para poder moverse, aunque resultó que el objeto pesaba más de
lo que parecía, por lo que tuvo que rodarla para poder avanzar hasta la
enorme ventana del otro lado de la habitación.

Movió la suave cortina de seda rosa y se percató de que ya era de


noche. Su corazón se achicó en su pecho al recordar que él tenía una
cita con Kacchan unas horas atrás.

Se asomó hacía abajo, descubriendo que la habitación en donde se


encontraba estaba suspendida en el aire y que, si por alguna razón
intentaba saltar, caería por un precipicio que estaba cubierto por agua
salada en el fondo.

¿Kacchan se habría dado cuenta ya de su desaparición? ¿Iría a


buscarlo? Le gustaba pensar que sí.4

La puerta se abrió, interrumpiendo su línea de pensamiento y se giró de


prisa para conocer finalmente la causa por la que estaba ahí.

Y no le gustó en absoluto.
La joven -y desequilibrada- princesa del reino norte, Himiko Toga, le
sonrió desde el otro lado de la habitación y sus turbios ojos ocre
relucieron al divisarlo.3

Izuku la recordaba bien. La había visto por primera vez el día que el rey
Todoroki ofreció una fiesta para los monarcas vecinos y la rubia se
acercó a él para hablar, dejando que el joven caballero se percatara de lo
retorcida de su mente, algo totalmente fuera de lugar en la futura
gobernante de uno de los reinos más poderosos de la provincia.

—¡Hola, Midoriya, soy yo, Himiko Toga! —Se movió rápido, su vestido
color crema balanceándose agraciadamente. —¿Me recuerdas? ¡Porque
yo sí!

—H-hola, princesa. —Titubeó. —Es un placer... v-verla de nuevo.

—¡Ah, me alegra tanto que estés aquí! —Gimoteó alegremente, sus


turbios ojos brillando. —¡Y de esta manera!

Izuku retrocedió un paso, haciendo que la cadena tintineara y produjera


un eco escalofriante. La herida fresca en su brazo ardió y la mujer olfateó
el aire profundamente.

—¡He estado esperando esto por mucho! —Celebró, comenzando a


acercarse al joven caballero. —¡Divirtámonos!

La princesa dio los pasos suficientes para tener al de cabello verdoso


acorralado contra la pared y dando una enorme sonrisa, sacó un par de
tijeras bien afiladas de entre sus ropajes.

—Quiero que vayas a la cama. —Ordenó, dejando de lado su tono


aniñado y divertido.1

Midoriya tragó duro.


—N-no creo que sea lo correcto, majestad...

—Hazlo. —Levantó las tijeras, amenazante y el de cabellos verdosos


obedeció, preocupado por los límites que la mujer parecía no tener.

Se encontró frente a la cama con dosel luego de arrastrar el grillete y sus


manos temblaron mientras sus ojos buscaban desesperadamente una
salida, se giró para mirar a la princesa, quien había dado un par de pasos
más cerca de él.

—Umh, ¿princesa? —La llamó, nervioso. —N-no creo que sea correcto...
e-es decir-

—¡Cállate!

Izuku detuvo su cháchara y se estremeció. Él definitivamente no era débil


y podía fácilmente librarse de la joven sin lastimarla físicamente en el
proceso, pero el grillete limitaba demasiado su movilidad y no conocía los
alrededores, como para poder efectuar un buen escape.

Soltó un quejido cuando la chica se colgó de su cuello, aun sosteniendo


las tijeras y olfateó el aire de nuevo.

—¡Me gusta tu olor! —Aduló, sonriente. Izuku intentó retroceder, pero el


borde de la cama detrás de él le indicó que había quedado
completamente acorralado.

Tragó saliva, el sentimiento de verse frente a esa mujer, sin opción de


escapatoria hizo que su estómago se revolviera y su boca supiera
amarga. A continuación, sintió como la delgada mano de la princesa se
aferraba a su herida y encajaba sus uñas largas en la piel irritada,
haciéndolo gruñir justo antes de que la empujara con fuerza para
apartarla de él, causando que cayera al suelo.
Abrió los ojos un poco más ampliamente cuando cayó en cuenta de sus
acciones y quiso disculparse, pero Himiko ya se había puesto de pie y
había empuñado las tijeras, empujándolo sobre la cama y colocándose
sobre él con la clara intención de apuñalarlo, furiosa.

Aunque estaba débil por el dolor en su brazo, fue capaz de detener el


movimiento de la princesa con ambas manos, manteniendo la punta de
las tijeras a pocos centímetros de su garganta.

Logró apañárselas para volver a empujar a la rubia, esta vez con una
patada y se puso de pie tan pronto como pudo, sintiéndose aliviado
cuando los movimientos de la mujer se detuvieron en seco.

A continuación, un furioso rugido que Izuku conocía bien rompió el


silencio y el castillo se sacudió violentamente al tiempo que el dragón
dorado se posaba en una de las torres aledañas. El cristal que cubría las
ventanas se resquebrajó ante la vibración y el de cabellos verdosos
comenzó a arrastrar el grillete hacia la ventana.

—¡Kacchan!

Himiko se levantó, saliendo de su estupor momentáneo y se las arregló


para volver a empujar al caballero sobre el suelo, quedando a horcajadas
sobre él y empujando la punta de las tijeras contra la mejilla pecosa de
este.

—¡No va a funcionar, Midoriya! —Se burló, sonrojada al tiempo que la


silueta del rubio se adentraba por la ventana. —¡Intenta acercarte,
pruébame!

Izuku se tensó al percibir la poderosa aura de Bakugou adentrarse cada


vez más en la habitación.
—Suéltalo antes de que decida matarte, zorra. —Ordenó lentamente; el
pecoso supo que estaba tan molesto que incluso hablar le suponía un
esfuerzo titánico.

—¡Es mío! —Gruñó la rubia. Bakugou dejó salir algunas chispas de la


palma de su mano -uno de los dones que le habían sido otorgados por
ser un cambia formas-, distrayendo a la joven, quien despegó la punta de
las tijeras del rostro del bajito.

Midoriya decidió que esa charla ya había tomado demasiado tiempo, que
él no estaba de humor para esperar más tiempo y que ya quería que el
rubio lo estrujara en sus brazos luego de dos semanas sin verse, así que
se removió debajo del cuerpo de la princesa y gimoteó el nombre del
rubio.

Lo siguiente que supo, fue que Katsuki estaba frente a él, sosteniendo
por la muñeca a la rubia y que esta estaba tratando de liberarse mientras
intentaba alcanzarlo con las tijeras.

—¡Voy a matarte, perra! —Gruñó, apretando visiblemente la muñeca


delicada de la princesa. —¡Cuando termine contigo tendrán que usar
magia para reconstruir tu cuerpo!2

—¡Kacchan, basta! —Lo llamó Izuku. A pesar de todo, él no quería que el


rubio asesinara a la chica, no porque la apreciara o algo parecido, sino
porque si algo le pasaba, una guerra se desataría entre los reinos. —
Solo vámonos, por favor.

Bakugou gruñó antes de empujar a la princesa y tomar la cadena que


aprisionaba el tobillo de el de cabello verdoso para romperla con ayuda
de una ligera explosión. Lo sujetó por el brazo izquierdo y lo ayudó a
ponerse de pie, todo en cuestión de segundos.
Tomó al pecoso por la mano y caminó hasta la ventana, quitándose su
capa raída y colocándola cuidadosamente sobre los hombros del bajito,
girándose de último momento para mirar a Himiko, quien permanecía en
el suelo, mirándolos con furia.

—Si vuelves a intentar tocar algo que es mío, no tendré piedad.5

Acto seguido, dio paso libre a su dragón para salir a la superficie y


esperó a que Deku subiera a él para alzar el vuelo, perdiéndose entre las
nubes oscuras.

La luna estaba en su punto más alto en el cielo cuando llegaron al


palacio de Bakugou.

A Izuku el lugar siempre le había parecido maravilloso y le encantaba


visitarlo cada que tenía la oportunidad, lo cual no era muy seguido
gracias a la rivalidad entre el rey Todoroki con el antiguo gobernante de
los Dragones, el rey Yagi; rivalidad que se había preservado incluso
después de la muerte de este último.

Bajó del dragón con un salto, ya acostumbrado a ese tipo de viajes y se


acercó para acariciar al enorme dragón dorado quien soltó un sonido
muy parecido al ronroneo de un gato.

Había aprendido que, aunque Kacchan y el dragón estaban unidos en un


solo cuerpo, eran individuos separados, pero que ambos adoraban que
les diera caricias, no obstante, uno de ellos jamás lo admitiría en voz alta.

La mítica criatura bajó la cabeza para dar paso al cambio, permitiendo al


humano salir a la superficie. Izuku lo miró con sentimientos mezclados.
Kacchan parecía molesto, como siempre, pero no supo si era con él o
con el resto del mundo por lo que se abstuvo de preguntar y comenzó a
caminar detrás de él en silencio, conociendo bien a donde estaban
dirigiéndose.

Atravesaron un montón de salas y pasillos antes de encontrarse frente a


la puerta de la habitación del cenizo, quien se apartó para dejarlo pasar
primero.1

—Quítate la camisa. —Ordenó apenas la puerta estuvo cerrada y


desapareció en la habitación contigua.

Midoriya obedeció, siseando cuando la tela empapada rozó su herida y


miró hacia el rubio, quien cargaba una jarra de porcelana con agua fría y
un trozo de tela.

—Odio que siempre estés metiéndote en problemas. —Masculló,


empujando al chico delicadamente para hacerlo sentarse en la cama y
sacó de su bolsillo el sello que la tipa cara redonda le había entregado.

—No puedo evitarlo. —Infló las mejillas, jadeando cuando el alto puso el
sello sobre la herida. —Además, no puedes quejarte por ello, cuando te
conocí también estaba metido en problemas.3

—Hm.

Ambos observaron con atención como el dichoso sello se empapaba de


sangre lentamente y después se adhería a la piel cremosa del bajito.
Izuku apretó los labios mientras sentía como la herida se cerraba
lentamente.

—¿Duele? —Preguntó Bakugou, sosteniendo su mano.

—No, solo se siente extraño. —Respondió con simpleza.


La herida tardó tres minutos en cerrarse por completo y solo entonces el
rubio decidió deshacerse del sello para dedicarse a limpiar los restos de
sangre del cuerpo del joven caballero.

—Siento mucho no haber estado para nuestra cita. —Murmuró el mas


bajo cuando el cenizo terminó de recoger los restos de tela y sangre.

—Está bien. —Aceptó. Su ira ya estaba desvaneciéndose. —Ven acá.

Deku se sonrojó al ver como el otro palmeaba sus muslos, indicándole


que quería que se sentara sobre él y asintió temblorosamente.

Colocó ambas manos sobre los amplios hombros de Katsuki y se


acomodó con las mejillas sonrojadas, de pronto, ya nada más importaba.

—Te extrañé. —Confesó. No le gustaba para nada esa condición que el


rey había establecido para él, esa que solo le permitía a Kacchan
acercarse al reino dos veces por mes, pero no tenían más remedio que
obedecer.1

El cenizo gruñó guturalmente y apretó las caderas del pecoso entre sus
manos para después comenzar a moverlo lentamente sobre su regazo,
haciendo notorio el comienzo de su erección.1

—Kacchan... —Gimoteó sorprendido, sabia que iban a terminar de esa


forma eventualmente, pero no imaginó que sería tan pronto; sabia
igualmente que esa era la manera que tenía el más alto para
decirle También te extrañé.4

—Abre la boca. —Ordenó con voz ronca sin detener el movimiento de


sus brazos. Deku obedeció de inmediato, uniendo sus labios y
permitiendo pasivamente que el rubio colara su lengua dentro de su
boca, sintiéndose de pronto muy acalorado.
Su piel se erizó en todo su cuerpo y se aferró con ambos brazos al cuello
del otro, soltando quedos jadeos entre el beso que el más alto había
vuelto sucio y profundo en cuestión de segundos. Se separó
repentinamente cuando el aire en sus pulmones se terminó y respiró
ruidosamente, embriagado por la esencia natural que el cuerpo del
dragón producía.

Viéndose alejado de la boca de cereza del pecoso, Bakugou decidió


dirigirse a su cuello de inmediato, dando primero una larga lamida sobre
el lugar por el cual su sangre corría aceleradamente para después
morder sin llegar a causar un daño real, pero logrando dejar una marca
rojiza que lamió luego de observar por unos segundos.

Izuku no se quejó, de hecho, gimoteó al tiempo que movía sus caderas


rítmicamente; ya estaba acostumbrado a esos gestos salvajes por parte
del rubio, eran algo así como una parte de él, algo que no podía ocultar
por mucho que lo intentara.

Apretó bajo sus manos los hombros del alto, sintiendo como su
temperatura -que de por si ya era bastante elevada gracias a su
naturaleza híbrida- subía paulatinamente.

—No puedo creer que hayas dejado que te tocara. —Gruñó guturalmente
contra el cuello níveo del caballero para después succionar con fuerza.

—Yo no quería.

—Cierra la jodida boca, Deku. —Bramó, su voz ronca causando estragos


en el cuerpo sensible del más bajo en conjunto con sus manos
acariciando su espalda desnuda. Izuku jadeó, había pasado un tiempo
desde la última vez y cada encuentro se sentía como el primero gracias a
lo impredecible del rubio. —De rodillas.
El de cabellos esmeralda obedeció casi de inmediato, su sistema motriz
parecía haber tenido un cortocircuito puesto que sus piernas temblaban y
sus movimientos se sentían descoordinados.

—Asegúrate de hacerlo bien. —Recordó el cenizo con tono más suave


que el anterior; acariciando el cabello rizado del contrario, sus ojos lucían
hambrientos, ansiosos por devorar cada parte del cuerpo del humano.

Midoriya asintió, sus pecosas mejillas sonrojadas y sus ojos jade


brillando. Extendió una mano para alcanzar la pretina del pantalón que el
otro llevaba puesto y lo jaloneó hacia abajo, aun inseguro de como debía
proceder a pesar de ya haber tenido ese tipo de experiencias en el
pasado, pero de nuevo, se trataba de Kacchan, el rey de los dragones,
aquel con fama de tomar lo que quería cuando lo quería y que Izuku
había comprobado de primera mano.

—Estabas ansiando esto, ¿verdad, Deku? — Farfulló. —Estabas ansioso


por llevarte algo a la boca.1

No iba a admitirlo, pero Katsuki también estaba ansioso, durante esas


dos semanas no había pensado en nada más que no fuera la sensación
de Izuku tomando en su boca su erección, deslizándose sobre la
extensión, con sus labios cereza estirándose para cubrirlo todo,
empujando en su garganta y haciéndolo lloriquear mientras se
atragantaba.

Estaba ansioso por correrse en su bonita cara, por verlo cubierto de


sudor y con la voz rota, por follárselo tal y como merecía ser follado, verlo
a sus pies una vez más, entregándose solo a él.8
Enredó sus dedos gruesos entre los mechones rizados y guio los
movimientos del chico, dándole valor cuando este logró deshacerse de
las prendas que estorbaban.

Midoriya lamió sus labios y miró al cenizo, quien tenía su mirada clavada
en su rostro; su corazón latió con fuerza en su pecho conforme llevaba
su mano derecha hasta la hinchada extensión, sintiendo al instante bajo
las yemas de sus dedos el calor y la dureza que hicieron que su boca se
hiciera agua.

—¿Recuerdas lo que te enseñé, Deku? —Preguntó, impaciente. Izuku


asintió. —Entonces hazlo.

El pecoso asintió de nuevo y ahora con más convicción, escupió en la


palma de su mano para después llevarla a la erección contraria. Bombeó
un par de veces y casi gimió al ver como una aperlada gota de pre-
semen emanaba del glande, sus mejillas se sonrojaron con anticipación y
él sacó la lengua, llevando su rostro más y más cerca.2

Lamió la gota y el sabor explotó en su boca, lloriqueó antes de volver a


lamer, esta vez yendo de la base hasta la punta y repitiendo el proceso
hasta tener la extensión bien lubricada con su saliva.

Envolvió el glande con sus labios y chupó, su erección estaba goteando


dentro de sus pantalones y cada vez le era más difícil moverse sin
generar fricción en su sensible cuerpo, pero no dejó que eso lo detuviera.

Separó aun más lo labios y engulló la extensión todo lo que pudo,


llegando a la mitad en su primer intento, sintiéndose motivado al
escuchar el jadeo ronco que Katsuki soltó.
Volvió a meterlo en su boca, ayudándose con la mano derecha para
bombear lo que él no podía cubrir con sus labios y sintiendo como se
endurecía cada vez más.

—Abre bien la boca. —Indicó el cenizo luego de un rato, su voz estaba


lejos de su tono normal, estaba más ronca y parecía tener más efecto
sobre el pecoso quien obedeció de inmediato y sin replicar.

Bakugou se encargó de sostener su bonito rostro con ambas manos


antes de comenzar a embestir dentro de su boca, imponiendo el ritmo
que le entró en gana, descargando toda la frustración de esas dos
semanas con cada embate.3

Jadeó pesadamente cuando sintió que estaba acercándose al borde


peligrosamente. La cálida boca de Izuku siempre hacía maravillas sobre
él. Apretó aun con más fuerza las mejillas del chico justo antes de sacar
su extensión palpitante con un pop húmedo y correrse copiosamente
sobre su pecosa mejilla.

Izuku pareció desconcertado por un segundo, después de todo, Bakugou


nunca antes se había corrido en su cara, sin embargo, dejó muy en claro
al mas alto que dicha acción le había gustado cuando sacó la punta de
su lengua rosada para lamer una gota de semen que yacía sobre la
comisura de sus labios.

Santa mierda.

—¿Lo hice bien, Kacchan? —Preguntó con la voz ligeramente más ronca
de lo normal, aguardando esperanzado la aprobación del rubio, quien
carraspeó, saliendo de su embelesamiento.
—Te enseñé bien, Deku. —El de ojos jade sonrió, eso era lo más
cercano que obtendría a un cumplido por parte del cenizo. —Ahora ven
acá.

El entusiasta chico obedeció, regresando a su antigua posición sobre los


muslos del contrario y esperando pacientemente por el siguiente
movimiento.

Bakugou llevó su boca a su cuello de inmediato, parecía tener una


fascinación por ese lugar en especial, ya que cada que se encontraban
se dedicaba a besar y morder esa zona por largos periodos de tiempo,
separándose solo cuando Izuku estaba tembloroso y atontado por la
placentera sensación.

Succionó su clavícula y apretó su cintura con ambos brazos, impidiendo


que se moviera, como si temiera que fuera a desaparecer si lo
descuidaba por un solo segundo.

Izuku sintió el cálido aliento del cenizo contra su pecho y su espalda se


tensó, sabía lo que venía.

A Kacchan también le gustaba jugar con sus pezones, había sido así
desde una de las primeras veces que tuvieron sexo, cuando descubrió
que podía volverlo loco con un simple toque y desde entonces dedicaba
también una fracción de su tiempo a entretenerse con ellos, dejándolos
erectos y adoloridos antes de ir a la siguiente etapa.

Primero depositó un beso suave sobre uno de ellos mientras rodeaba


con sus dedos el otro, después, comenzó a lamerlo, riendo entre dientes
al sentir como este se endurecía.
—N-no muerdas~ —Rogó lastimeramente, sabía que al día siguiente
tendría que volver a sus labores en el palacio de los Todoroki, y no era
para nada conveniente estar físicamente sensible todo el día.1

—Cállate, yo hago lo que quiero, llorón. —Refunfuñó contra el rosado


botón antes de volver a lamerlo, Izuku gimoteó, echando la cabeza hacia
atrás y llevando ambos brotes más cerca de la boca del cenizo.

Succionó la rosada protuberancia con fuerza antes de morder,


ganándose un jadeo lastimero para después ir al otro y repetir sus
acciones hasta que los muslos del caballero temblaron ante el placer.

Lo tomó por la cintura y se echó hacía atrás para apreciar como los -
ahora- enrojecidos capullos florecían agraciadamente sobre el pecho
níveo del muchacho, húmedos y brillantes por los restos de saliva que el
dragón dejó sobre ellos orgullosamente.

—Kacchan~ es demasiado... n-no puedo~ —Gimoteó, aferrándose al


cuello del rubio.

Podía decir lo que quisiera, pero le encantaba ser tratado así, le gustaba
que Kacchan lo dominara, le diera lo que quería sin pedir nada a cambio,
siempre listo para cuando apareciera, pero, sobre todo, le gustaba él.

—Ahora vayamos al acto principal, Deku. —Sonrió mientras jaloneaba


los restos de la ropa del otro para quitarla del camino de una vez por
todas, ya después le conseguiría más.

El bajito fue empujado contra la mullida superficie cubierta con ese


masculino aroma que ya conocía tan bien y sus muñecas fueron
atrapadas contra esta, aun rodeadas por la -en comparación- gran mano
del rubio.
Sus rodillas pasaron a soportar todo el peso de su cuerpo y Kacchan
fingió una embestida contra su trasero, empujándolo unos cuantos
centímetros gracias a la fuerza y él se quejó ruidosamente.

—¡Kacchan, por favor~! Q-quiero correrme... —Giró su rostro en un


ángulo incómodo para mirar al más alto, y este gruñó por lo bajo al
percatarse de sus pupilas dilatadas al máximo.

Bien, ya había sido suficiente juego.

Llevó dos de sus dedos a la boquita entreabierta del pecoso y los


presionó con parsimonia, sintiendo la humedad rodeándolos tal y como lo
habían hecho minutos antes con su erección.

Apreció la sensación por unos pocos segundos antes de retirarlos igual


de violentamente como los había introducido.

—Separa las piernas.

Escuchó un gemido ahogado justo después de su orden y sintió su


sangre hervir por la lujuria, su hombría había comenzado a hincharse de
nuevo solo con ver el lascivo cuerpo de su Deku, tan dispuesto. Observó
como su mandato era obedecido con una inmediatez envidiable y sin
esperar más, empujó ambos dedos contra la fruncida entrada rosada del
chico escuchando como ese jadeaba su nombre una y otra vez.

Amaba eso de él, su capacidad para seguir siendo tan puro incluso
después de haber sido profanado de tantas maneras, eso y su
personalidad condescendiente siempre lo mantenían satisfecho.

Embistió con sus dedos, no atreviéndose a ir más profundo al ver como


el cuerpo debajo de él temblaba, pero decidido a hacer que dicho cuerpo
le cediera el paso. Bordeó con el índice la rosada entrada, fingiendo
embestidas cada cierto tiempo, buscando relajarlo.

Tardó solo un par de minutos antes de lograrlo, ahora sus dedos


recorrían fácilmente el camino dentro y fuera y su longitud había
respondido a ello efusivamente.

—Ahora voy a darte lo que quieres. —Acarició su espalda con lentitud. —


Voy a joderte como la sucia puta que eres.8

No dio tiempo alguno a Izuku para responder, presionó la punta de su


erección y empujó, logrando introducir la cabeza y parte del tronco antes
de que el aterciopelado interior del pecoso se contrajera casi
dolorosamente.

—¡Kacchan~, aun n-no! —Gimoteó con voz rota, no se sentía listo para
tomarlo todo, aunque quería hacerlo desesperadamente.

—Las perras como tu no tienen derecho a dar órdenes, Deku. —Sonrió,


sujetando la cadera del chico y embistiendo de repente, esta vez
llegando al fondo.

—Ah~, ah-no, esper-ah —Su piel se erizó y sus ojos se llenaron de


lágrimas. Sentía como su cuerpo se adaptaba a la intrusión lentamente,
permitiéndole sentir cada pulsación como si fuera suya pero aun dejando
entrever punzadas de dolor.

—Mírate. —Habló, dando una embestida, sus pieles crearon un sonido


obsceno que resonó entre los muros altos de la habitación. —Estabas
tan ansioso que incluso comenzaste a llorar.3
Usó sus dedos para separar el trasero del chico y así poder apreciar
desde una posición privilegiada como su longitud era engullida por la
necesitada entrada del chico.

Izuku se aferró a las sabanas con fuerza, sintiendo como Bakugou


respiraba irregularmente a sus espaldas; la posición se había vuelto
difícil de mantener, así que ahora su pecho estaba presionado contra el
colchón y su espalda arqueada, dejó salir un gemido lastimero al sentir
como Katsuki sacaba su gruesa extensión casi por completo de su
cuerpo.

—K-Kacchan... ¡ah~! —Lloriqueó cuando sintió como el mayor empujaba


dentro de nuevo.

Repitió el mismo movimiento un par de veces, cada vez con más fuerza y
con menos autocontrol. Joder, ese chico iba a ser su perdición.

—¿Te gusta eso, eh, Deku? —El de cabellos rizados asintió y el rubio dio
una embestida más fuerte. —Respóndeme con palabras.

—Ah~, ¡s-si...mph! —Gimió-gritó, abrumado, separando sus muslos un


poco más, así su propia erección rozaría con las sábanas y le daría un
poco del alivio que necesitaba tan desesperadamente mientras Bakugou
seguía follándoselo con fuerza. —Tan, tan profundo... Kacchan~

Presionó una de sus pecosas mejillas contra la sábana y permitió que


sus gemidos salieran libres mientras Katsuki rodaba su cadera contra su
trasero, causando que su erección se moviera muy profundo en él,
tocando todos los puntos correctos y haciendo sus muslos temblar
incontrolablemente.
—Estás actuando como toda una puta. —Una sonrisa sardónica se formó
en sus labios y jaloneó el cabello esmeralda del chico. —¿Qué pensarían
tus amigos si te vieran así?11

Con cada una de sus palabras una nueva embestida llegó, cada una más
potente que la anterior, haciendo que la cama crujiera y que sus pieles
llenaran la sala de ecos eróticos que harían que cualquier persona se
sonrojara.

—¡Ahí, ah~... ¡por favor! —Gimoteó ruidosamente, sintiendo como las


lágrimas en el borde de sus ojos finalmente se derramaban conforme el
cenizo seguía abusando de su punto dulce con el bestial vaivén. —No
pares~

Midoriya estaba ya en el borde del clímax, listo para sentir su liberación


azotando su cuerpo sin piedad para dar paso al glorioso limbo que solo el
rubio era capaz de darle, sus palabras estaban siendo silenciadas por la
sábana y sus dedos estaban fuertemente clavados en el colchón y de
pronto...

Se detuvo.

—¡Kacchan!

—Deja de quejarte. —Bramó; él tampoco quería parar, pero encontró que


sería más satisfactorio ver como el rostro del joven caballero se contraía
en placer cuando tocara la cima.

Giró su cuerpo con una facilidad envidiable, logrando tener al chico sobre
su espalda, con las piernas abiertas para él, listo para continuar. Sujetó
los lechosos muslos del bajito y los empujó para tenerlos contra su
pecho, dándole una muy buena vista de su entrada húmeda y goteante,
cosa que le hizo la boca agua, pero no, se dijo mentalmente, no era el
momento para eso.1

Presionó la punta de su erección contra la sonrosada abertura y decidió ir


lento esta vez para ser capaz de apreciar todas las expresiones que el
lascivo rostro de Izuku tenía para ofrecer. Murmuró algo inentendible al
sentir el calor familiar recibiéndolo y volvió a sonreír.

Midoriya lo observaba con los ojos entrecerrados, las pupilas dilatadas y


los labios separados, gimiendo quedamente; sin poder evitarlo, soltó uno
de los muslos del chico para sostener su mandíbula con fuerza,
obligándolo a separar los labios aún más.

—Saca la lengua.

Izuku obedeció, tembloroso y el cenizo lo besó, muy sucio y profundo,


como ya era costumbre para después separarse y permitir que una
pequeña cantidad de saliva se acumulara en su lengua, dejando que esta
se derramara sobre los labios rojizos del pecoso quien recibió la acción
pasivamente, gimiendo alto y agudo.

Era tan sucio, tan malo y le gustaba jodidamente mucho.

—Te ves tan sucio, Deku. —Habló con tono profundo, ese tono que hacia
que Izuku se sintiera húmedo cada que lo usaba. —Amas todo lo que
hago contigo, ¿no es así?

Nuevamente alcanzó la próstata del chico, comenzando ahora a dirigir


todos los embates contra ese punto en especial, haciendo que el pecoso
lloriqueara vergonzosamente y soltara pequeños maullidos de placer.

—No importa que te llame por apodos o que te haga llorar, lo amas.
Deku asintió rápidamente, mientras Bakugou lo llevaba directo al paraíso,
quería responderle, de verdad que quería, pero de su boca no salían
nada más que sonidos obscenos y el apodo cariñoso que le había
asignado al rubio.

Quería tocarse, pero sabía que el otro no lo permitiría, a él le gustaba


hacerlo correrse sin tocarlo, hacerlo llegar a la cima con nada más que
sus embestidas y poder jactarse de ello después.

Kacchan sujetó su cadera, sus ojos pasando de un punto de su cuerpo a


otro, yendo desde sus ojos luminosos hasta sus labios rojos, a sus
pezones erectos y a su goteante erección que punzaba dolorosamente
producto de la falta de atención.

—Ah, por favor~... d-déjame correrme, Kacchan~ —Pidió


desesperadamente, enterrando sus uñas en la espalda del mayor y
sintiendo como los músculos en sus extremidades comenzaban a
tensarse. Cerró los ojos y abrió la boca para permitir que su gemido
saliera con libertad cuando finalmente alcanzó su nirvana, que llegó
como una relajación repentina que erizó su piel, arrancó lágrimas de sus
ojos y contrajo su interior.

Bakugou no tuvo ni siquiera que preguntarlo, sabía que él tenía la


autoridad para hacer lo que le entrara en gana con el cuerpo del humano,
por lo que dio aceleró el ritmo, sintiendo como su propio clímax iba
construyéndose rápidamente conforme más se movía, proporcionó la
última embestida antes de correrse con un sonido gutural que hizo vibrar
su pecho y a continuación se inclinó para besar al agotado pecoso.

Los acelerados latidos de sus corazones fueron disminuyendo poco a


poco hasta regresar a la normalidad, pero ahora latiendo en sincronía,
Deku sonrió tiernamente y acarició el cabello del rubio quien estaba
besando suavemente su pecho.

—Me alegra que estés aquí, —Susurró, aun cansado. —y que me hayas
encontrado.

—Por supuesto que iba a encontrarte, nerd de mierda. —Respondió de


inmediato, incorporándose y sujetando los muslos del contrario,
empujándolos de nuevo contra su pecho.

Retrocedió un poco para permitir que su longitud saliera del interior del
pecoso y sintió su cuerpo calentarse otra vez al ver como su semen
escurría lentamente de la entrada irritada del más bajo.

—¿Kacchan? —Lo llamó. —Estoy cansado, quiero dormir, mañana debo


caminar todo el trayecto de regreso al pueblo.

—No lo harás. —Gruñó, acostándose a un lado del otro. —Le dije al


bastardo doble cara que ibas a quedarte conmigo unos días.

—Ah, ¿voy a quedarme? —Preguntó con una amplia sonrisa.

—Y no me importa si quieres o no. —Masculló, apegándose al cuerpo del


otro, rodeándolo con posesividad. —Ahora duerme.

Los ojos de Izuku se iluminaron al tiempo que asentía.

—También te quiero, Kacchan.

—Hmm. —No habló, pero su corazón acelerado latiendo contra la


espalda de Midoriya le dio la respuesta al pecoso.

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