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ENERO, ACL J BoE REVISTA DE SEVILLA ADMINISTRACION Y — CORRESPONDENCIA, ALVAREZ QUINTERO, 57 D. Componen ‘‘ALJIBE‘: BERNARDO VICTOR CARANDE JUAN COLLANTES DE TERAN AQUILINO DUQUE GIMENO ANTONIO GALA VELASCO ANGEL MEDINA DE LEMUS NUMERO voy oesegreeinl sige buearbe Festa cludad de En rslo| ni destino - Ney contigo v 03 od Todo pase; yo pase Hor tv frente, el rio pase, suelo, fo perfotan Felis como lends Yee es, Slot gpers qué quiero Sin las cosas do Biosé Vemos gdesde qué siglast rio arribo, Ja ciudad se nos abre entre la manos ‘como una gran enémono; femerger de unc toza en el alfélzor ‘contra fa luz turqul que se nos Yamos-ol menos yo, me lleVa el ci @ recortar paisojes y ventanas: ara quardarlos como mariposas' Elavados en el album del recuerdo Casa y casa, cancela por cancel, in seereto y egua sobre el marmol, jz dest Ya estén en nuestras horas glo Yo rezuma su escarcha nuestro ‘como un limén partido en dos mitades. gua azul a ‘on lon gronadoy Spray nies de espno y rssleds, ube ena antigua ive de los olives, ‘Ay aquiénes - ojos, manos, gavioyés - me hoblaron de tu voz entre mis labios himedo aljibe ya, de lluvia y légrima® 2Quiénes, Dios mio, me decian siempr que rio arriba ibos, nina antigua, navegando en un barco de nostalaias or velas los visillos de tu clcobas CESAR VALLEJO TRASPIE ENTRE DOS ESTRELLAS Hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera fiaton cuerpoycsantative a pele, el modo,aroa, SS ‘ ‘ho me busques, la mula del olvido, parecen sslir del aire, sumar suspiros mentalmente, oft Elaros azotes en sus palabras 0 de su piel, scéndose ol sarcéfago on que nacen Yy suben por su muerio de hera en hora ¥ can, alo largo do su alfabeto gélido, hasta el suelo. Ay de tanto !ay de tan poco !ay de ellas! AY en mi cusrte, oyéndeles con lentes | ‘Ayen mi iorex, cuando compran trajes | ‘AY de mi mugre blanca, en su hez mancomunada ! Arad can ls oss schon ps eet ee eae mado ol desconocids y su soir, tl projime con mangas,cuello' ojos! Amado sea aquel que tiene chinche: @1 quo leva zapato roto bajo la Iw el que vela el cadaver de un pan cor el que io on una puerta, el gue no tiene cumpleatios, el que perdié su sombra en ‘un incendio, lenin, ol gue parece un fog, el que parece un hombre, el pobre rico, el puro miserable, ol pobre pobre! ‘dos cerillas, Amado sea el que tiene hambre 6 sed, paro no tiene ymbre con qué saciar toda su sed, ni sed con qué saciar todas sus hambros| Amado sea el quo trabaja al dia, al mes, a In hora, al que ruda de'pena 6 do vorgions ‘igual que.va, por orden do 305 ma ef quo paga conto quale fle, el que duerme de espaldas, sl que ya no reouerda su nifiez; amado sea Sl eave tn sombrero, ol fusio sin espinas, a fears sin "esa aU tl que llova rolo}'y ha visto Dios Sl due tieve un nobory ne fallecet 3s, al cinema, Amado sea el nifio, que cae y atin Hora ¥ el hombre que ha caido y ya no Hora, Ay de tantol Ay de tan poco! Ay de ellos! tema aaa VALERY Y MALLARME Tienen, Mallarmé 48 y Valéry 19 aflos, cuando cambian éstas sus primeras cartas. 24 Octubre, 1890 Querido maestro, un joven perdido enel fondo de su provincia, a quién raros fragmentos, desoubiertos por casua- lidad en las revistas, han permitido adivinar y amar el se- creto esplendor de vuestras obras; osa presentarse. Cree que el arte, solo puede ser una estrecha ciudad donde reina la belleza solitaria. Desea unirse, juntarse, con su suefio per- sonal, aalgunos amantes de la castidad estética. Uno de ellos, el sefior P. Louis, ya os ha hablado de él... Para darse @ conocer con pocas palabras, debe afirmar que prefiere los poemas cortos, concentrados por una explosion final, en los que los ritmos son otros tantos escalones del altar que coro- na el ultimo verso. Lejos esta de alabarse de haber realizado éste ideal; pero si, profundamente penetrado de las sabias doctrinas del gran E. A. Poe, acaso el més sutil artista de este siglo. Bastaré este nombre para mostraros de qué natu- raleza es su poética. Aqui se detiene para dejar sitioa versos que os somete, esperando consejos escritos de la mis- ma letra que en Hérodiade deslumbra y desespera. Paut Vai 5 rue Urbano. Montpelier, (Los dos poemas que envia, son: El joven Sacerdote y La suave agonta) S. Mallarmé contesta, desde su casa en Paris, rue de Rome. 28 octubre 1890 Mi querido poeta, ya posedis el don de sutil analogta, con ta musica adecuada. Esto es ciertamente todo. Se lo dije a nuestro amigo, el seflor Lonis y lo repito ante ouestros dos, breves y ricos poemas. En cuanto a consejos, sélo la soledad los da, y yo os la envidio, acordéndo- me de las horas de provincia y de juventud, alld abajo, donde estdis, que inca mds volveré a encontrar. n (Henri Mondor, de ta Academia Francesa, ”Viede Mallarmé”, Paris 1941, paginas 652-583) JOSEFINA DE LA TORRE SERENIDAD A fo largo de mis ais esterites, hijo, Zeuanto he pensado en ti! He apretado ta frente de suefios 4 he estrujado el pobre desconsuelo de tu cuerpo peqieno, lus primeras sonrisas tu primera palabra, He pensado, hijo mio, ‘quel serias la razén de mi vida, Ini compaiero, el intimo secréto de mi lucha, ‘cl regalo para misoledad y tambien mi inguietad Chao ioe tires madres que guardan su silencio sobre pequenas frentes, ie Compre el ore desanparo pee meters Wig feel ne here, tae hen orate erlarmente WP enido el tenor de los at Ieetdds OL PO EdE Los afc que psa sin haberte encontrado, Nore eae tee alsenll tantra. Pero hijo mio, ‘hoy te pido pérd6n por esta paz que es mia. Tii, por quien he sovtado, Sabes niejor que nadie de esta anchura det mundo. ¥ aella me he asomado. Hoy no te ansio, jo, materia, everpo, sangre. iLuchar por tt, atenazar la vida, Posie fertar de amor por tu ategria, ter florecer ta fama, ‘toi tide nuevo! 4, depronto iando eharbo te cobs los sueios iNet ‘Mejor ha sido ast. Hoy tu desoelo ya dejo de inguictarme, Ocurrié en el instante ‘en que todo eran flores en mis manos, fa tarde parecta transparente . En el aire habia cruces enlazadas del cielo descendia un aroma arosas muertas , ANGEL MEDINA PROMETIDA A oscuras y segurag” San Juan de la Cruz El tiempo es afluencia hacia tu nombre, signo alzado que goza del espacio, palabra a la deriva de las rosas seguras del destino de su cauce. Yo no tengo més cauce que tu nombre, la verdad que se oculta en la espesura de mis suefos en vilo, y es bastante para reconocerte a mi fracaso de querer penetrar a primavera. Yo voy en desventaja cen los dias, pero te encuentro en la llovida luna sobre el pleno jardin {ntimo. Creo que se me ofrece tu figura entonces, detrés del signo de tu nombre en aire, JULIO MARISCAL MONTES HOMBRES Un hombre sube por la tarde. Todavia el cuerpo le hace sombra, lo sostiene; puede morder Ia hierba con rocio, escuchar las lagunas del silencio, 6 sentarse a la orilla de las cosas y sentirse el mailana, por la sangre. Y él va asi, con la boca bien abierta al campo de la vida. Con los ojos, puros como el aliento de un recien nacido, ignordndolo todo. Porque lo ignora todo; hasta que el paso suyo, un leve movimiento, tina gotita Ge tiempo despreciable, lo va empujando hacia la muerte. ‘Mirémoslo pasar: sonrie, canta, le pican las avispas de! deseo; y nlo sabe que ya se vd volviendo arcilla que en los pomulos Je amarillea el hueso descarnado, y que los brazos. fuertes para el’ amor, con cada luna se le van deshojando fatalmente. iQue es mas ceniza yd que hombre que pasa! Y vienen otros hombres, se miran, se sontien; se quitan el sombrero, y sube Mayo al labio para volcarlo en la mujer que pasa, © buscan trampolin en la impaciencia con que saltar el tiempo hasta la cita. Unos y otros van y vienen, suben, subastan al reloj sus ilusiones, se adornan para un tragico minuetto de flores contrahechas y las cintas con purpurina y lagrimas de arrope. . . Yo os aseguro que es terrible en estas horas lenias del crepisculo encontrar tanta vida y tanta muerte emboscada en la rosa, en la palabra, en la brisa duleisima del chopo. . . JULIO AUMENTE SONETO A SAN JUAN EVANGELISTA El cuajado coral, carmin sangriento, El dulce labio del suspiro lave, Amoroso remero en real nave Delicia bebe en ella y su alimento. Nave divina que cediendo al viento Por voluntad del Timonel suave Corre a la muerte sobre la onda grave Desplegando su regio paramento. {Manceko terrenal, gala sombria.! Flor de granada y nardo, su hermosura A tu trasunto rinden celestiales. En la violenta palidez del dia, La Sierpe quiebra su corona obscura Agonal paraiso‘ los mortales. BERNARDO VICTOR CARANDE TROZO DE JUEVES coe Decosse do comer, casi solos los dos: él y su madre, y tomando almendras de postr, Ilamé per toléfo- no. Habia necosidad de pedir una contral y luego ‘comunicar a la telefonista ol niimoro exacto, que era muy chico. Oyé hablar @ ella. Ella se lamaba igual que su madre, hablaba répida, y decia: no, no, no, ¥ 6k i, sf, sl. ¥ parecta que su labio se afe~ sraba norvioto al toléfono, procurando que la voz ofda no se escapase y quedase para siempro con 41, ¥ se decidieron: Ia iria a buscar. Quedése luego sobre el in amplio leyendo un almanaque para nifios que Is habfa regalado el hombre del puesto do periédicos, poro sélo rocordando ella. Une hora después, o més -so habfa vostido lentamente ya cada momento mirndose en ol ospojo del armario ‘materno - salié a Ja calle y lloviznaba. Llevaba su gabardina planchada y corrié un poco, tomé un taxi y éste so dirigié por una carretera muy em= barrada. Unicamente les cruzé un coche. A la de- recha un torreén hiimedo estaba rodeado de bres para tender la ropa y pinzas, Al entrar en la calle buscaron na casa verde, sserfa aquella? par rafon. No, no era. Siguieron adelante y ante el nie mero cierto, ante la cara de ella, habfa un puesto de caramelos y cigarrillos, y pregunté él yo supo ‘ye, que allé, en aquel portén estaban las baldosas quo ella pisaba todos los dfes y los hiertos de la ‘verja, a los quo a lo mejor ella, elguin df, excita da, con prise, 19 agarré tirando do la campanille. Al acercarse el taxi; para decir que esperase un ‘momento, se ennobliné la nube mucho, Ya lovia més, Semojé més luego, cuando despidié al taxi, que ya no hacia falta, sin la gabardina que habia dojado en su sillén, dentro, Paro antes habfa llema- do a la cancela y le abrieron; y habia reconocido el patio, come si fuese el do su amigo. Pasé a una sala, con un estante de libros y cristalera, en donde: sobre un sillén dojé la gabar giin retrato de familia de aquellos antiguos, como, ina, y desoé vor al los que conocia del campo, y no habia ninguno. Entzé lle, diciendo que porqué habia venido: le parecia una tonteria, y estaba vestida de verde o azul verdoso y sin pintar, con unos ojos azules grandes, Elle ensofé ol reloj de su abuclo y ella Ie trajo una caja do corilles para encender los ci- garrillos de la pitillera, quea él habfan regalado, So sontaron minutos on dos sillones oscuros, y= antes de que la vor se apagese, decidieron ya ise, Velvié a ponerse Ia gabardina y conocié a la pro- fesora de los hermanos de ella; y ella, al salir, iba delanto, y él cogié su pareguas pequefio para pro- curar no se mojara, La acera ascendié de nivel, do pronto, y ella quedése arriba, sobre una alcanta- tilla, y él abajo, Sontieron. Liovia menos. Tomaron un tranvia, el de a seis, iba leno de gente y pasando un puonte discutioron, si el rio si pasaba, ono pasaba por allé debajo, Hablaron de una ami- g2, que poco se conoelan, y recordé él Gil Blés de Santillana, y ella a un poeta triste, conocido, El cobrador les vino a dar billetes y él miréndola a los ojos, le pregunté, cuante costaba el vi JUAN COLLANTES DE TERAN LA VOZ DE LA NINA (Balada de Enero) Este cielo parcial, puerto para tu mano anclada por donde van y vienen mis pentamientos, Qué guardo de ti? La huella de tres noches obandoncdas, y corte de amor, emer, la plaza. Tres anuncios de sombra ‘onuncioron ty llegada, Si ol viento tuviera vor... En la nifiez de los érboles desnudos me esperan abiertas todas las madrugedes; Yo iré por el camino més corto que von trenzando mis palabras. Enero, le guardo como un nifio en las ojivas de mis manos orrebotadas, con tres noches en las estrellas, con tres anuncios de sombra, que ya no anuncian tu llegada. Siel viento tuviera voz... FERNANDO QUINONES RAFAEL ALBERTI En los finos cristales de cualquier alba crema olverds, caballero de un viento conmovido, con todo el peso enorme de tus ojos det fondo 4 dos verdes maletas de versos y pescados. Tat vez, indiano rubio, no te conozca nadie, No habré un aire de espera ni un mirar a to taj0s, pero el collar del agua se rizard de golpe mientras altos veleros restallan sus amarras, « José Luis, en ta huerta, por los filos del sueno, sentird en las pestafias un alerta tgnorado las dormidas paginas de tus primeros libros volardn, para verte, de las estanterias. 1Ay de tu euelta a sorbos nostalgiando tas playas ‘con ef contorno madre de tu presencia antigual 1Y qué temblor de nieve, qué goz0 derramado Por las costas en vilo de Céidlz a Santicar! Tu corazdn cansado sembrart de resoles Jas campanas del dia, tas riberas, las algas. Serdin contigo - jentoncest- la torre y fa marea. Habra en tu pecko al aire un titiar de sigios. ¥ al oro de la tarde, cuando 21 sol dore el rio, brisas recién venidtas que no sabrén tu nombre te encontrardn Uorando por las calles del Puerto, 0 teadido de bruces sobre cualquier salina, JOAQUIN ALBALATE POEMA NUESTRO ee acuerdas? Fué a principios de curso en ta ciudad, la Universidad me estaba grande, Estrechamos las manos en el hall de aquella Residencia. ‘Supieron las palabras a amistad recién nueva y hablabamos de mi poema nino, de ayer y de mafana, Derecho casi virgen y hasta metafisic Nos volyimos aver al otro dia, yen el. de mas all, re las clases de aquel catedrético tan puntual, ja asignatura marchitada de apuntes, con una broma para colorear horas sin flombre de os entrecursos. A veces comentébamos més serios. de lo que no se tienen palabras suficientes, © nos quedabamos mirando el paisaje hermosamente urban del cielo sobre arbol de 1a aveni hasta que un automovil desconsideradamente nos devolvia. con bocina al rio de Ia acera. En la esquina de vientos tratabamos de encender un cigarrillo, para terminar de hacerlo en cualquier puerta escondida a los nortes de las bocacalles. Y otras; por las tardes muy nuestras como cuando fuimos a tu casa. para proyectar la revista que on el poema de todos, ‘quizas el que leimos con sorbos Se case yun pintar tu aire con nuestros 6 en esperar ese tranvis Gaye we nacid con retraso 5 ios =n Sa digz personas. Después ellos se fueron al cine -y nosotros a darnos a los ‘Tras el jardin, una paz amorosa de penumbra, {y en su aroma tibio del incienso quemadamente antiguo, vida interior. Por la noche fen el bar, riendo Ia calle del paseo con presagio a mujer en los perfumes, Y aquello tuyo de antibisticos, 'y mucho de cerveze con calamares, paramos despues asta el parque de marmot en nocturno, a amar dlamos que morian, tun poco, cada tarde de niebla, junto al rio, sofiéndonos sus aguas bajo el puente de hierro, Y asi un dia, y otro por las aulas diarlas, Jas conferencias trascendentes a las ocho, Jos conciertos en teatro elegante, como un invernadero para desempolvar la primaveras, os tiempos de Chopin, los recitales en ef Club con un sabor @ America en sus muros de corcho yy cuadros de marinas frente aa chimenea por donde pasaron Aleixandre y Guillén ‘con los versos de todos, Y lag misas retrasadas de dor y el tomar el sol de aperitive por la amiga calle pretenciosa de ocias, 6 sofiar realidades por la tarde en el cine de los amigos, con una cinta partida de descensos para esperar que mire aquella muchacha Ge Los ojos como dos noches, Y suba el corazdn a la garganta, gos Asi hasta la primavera en vilo de examenes. Luego alborotos los patios, ¥y sonreir a todos los bedeles de uniforme, un jAdios Eon alegria abierta hacia el verano ‘Yun dejarnos tin poco de nosotros hasta Octubre. Bi fue un at, como este de ahora iera sigaio hablendo sovieticos y Yan Toque occidental yteldn de acer — y todas esas cosas, para que sefores obesos puedan perder su vida en los casinos, mds para nosotros no pasé nada alld de nuestros émbitos, pero aprendimos a mejor olvidamos en los otros Y aunque no hubo éxito rotundo ni fracaso final, Jo sé que has de acordarte de estos dias Porque fueron todos de realidad de Vida profunda nuestra, nuestra, ANTONIO GALA VELASCO POEMA DEL ULTRAJE AL CUERPO A Bernardo Victor Carande Estoy harto de mi ramaje caleinado, del paciente sustentador de frondas iniitiles. Estoy harto de saberme de memoria este cuerpo terriblemente mio. En los tremedales de mis costados se petrificaron los ayes de un estanque herido y mis dientes estan siempre dispuestos a descargar la miserable tolva. Estoy harto de mi. De mis dos manos que s6lo saben tenderse en un gesto de cuenco. De mi nariz, condenada a estar vacia como un. recipiente invertido. De mi boca, que podria ser llama, que podria ser pétalo, que podria ser sangre, si quisiera. Estoy harto de la acucia de mis dedos que anhelan deslizarse ‘micamente y que se turban cuando es necesario apretar, agarrarse, ser raices. Estoy harlo de mis brillantes ufas que no hacen otra cosa sino calmar la desaz6n de los insectos, y de las yemas de mis dedos devolviendo caricias a caricias. Oh ya no puedo soporiar a mis ojos, que sdlo sirven para que en ellos se reflejen las cosas. Oh ya no puedo soportar a mis oidos, agazapados y en acecho, como valvas atentas: a mis ofdos emboscados, que sélo interrumpen el camino de las palabras sabias y repletas. Estoy harto de mis rodillas, que son como un fésil de naranjas amargas, y quisiera ser asi como el drbol: crecido sin dobleces ni pliegues, alzado crudamente y valeroso. Estoy harto de mis piernas gemelas, que para avanzar han de estar en discordia y de las almendras cobijadas de mis tobillos y de las callosas plantas de mis pies que se aterran del suelo y se le esconden. Estoy harto de mis cabellos, que hay que cortar y nunca se renuevan. Estoy harto de mi frente dormida, Ja auriga, la arquera, la dulce atirantadora de mis cejas, y de mis cejas, que descuidan cumplir su menester de hermano lego. Estoy harto del pedinculo de mi cuello, hecho para ser dividido por el dalle de una siega gigante y olvidada. Y de mis hombros esclavos, que soportan Ja inmensidad ciega del aire. Y de mis brazos, que ni ain tienen la fuerza de las soberbias grias acodadas. Las resistentes caderas que me permiten caminar erguido no saben mas que soltar los deseos, como a la liga en el arroyo los pajarillos alocados. Ya estoy harto de mi carne y de mis huesos, Ya estoy harto de mi, de mi figura, de mi apretada y tragica figura, Ay quién me diera un poco de descanso. Quién me diera el descanso de no verme. ALBERTO DE LA HERA VENTANAL Cuando uno de vosotros me mire desde cerca, que me hable del arroyo de fuego de mi vida; cuando uno de vosotros se pare a contemplarme, que siga la llamada de mi senda, hasta el limite. El cauce va tan seco que se pudren las flores crispadas en un gesto de color sin futuro; los tallos que se vueloen de espaldas al arroyo, valen mds que la muerte que nunca les espera. Y yo, con mi destrozo, transfiguro mi carne haciéndola un espejo, un aire, casi un agua, Y hay un aima mds nueva, allt dentro, y mds libre, que salta y que triunfa contra todos tos drboles. La flor sigue mas blanca. Lo sabes ti y fo quieres. Vémonos a tu cuerpo. Alli, sin que lo sepan los hombres que no aman, entregaré mis labios y Td serds mi olvido. ¥ cuando me despojen seré mds invencible. Seguid vosotros siempre bebiendo en ese arroyo, cada noche mds seco, cada sol més cristal. Y cuando busquen oro detras de mi caddver se habra glorificado toda mi sangre en oro. Y querrdn preguntarme tu secreto, y ml sangre desbordaré una estela de reflejos dorados. Yo sabré mds entonces, avanzaré mds rapido, inundaré la tierra sencilla en mis mareas, pondré junto a mi vida ta luz de aquel espejo, de aquel mar, de aquel dia, de aquel amor de nifto. ESCRISEN EN ESTE NUMERO, AQUILINO DUQUE, CESAR VALLEJO, PAUL VALERY, STEPHANE MALLARME, JOSEFINA de la TORRE, ANGEL MEDINA, JULIO MARISCAL MONTES, JULIO AUMENTE, BERNARDO VICTOR CARANDE, JUAN COLLANTES DE TERAN, FERNANDO QUINONES, JOAQUIN ALBALATE, ANTONIO GALA VELASCO, ALBERTO de la HERA. ILUSTRAN, HIGINIO CAPOTE, SANTIAGO DEL CAMPO PLORES-SEVILLA

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