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La gran Transformación: Crítica del Liberalismo

Económico

Presentado por: xxxx


INDICE

Introducción .................................................................................................................................. 3
Grandeza y decadencia de la economía de mercado: El trabajo y la tierra como mercancía ...... 6
La moneda como mercancía: La quiebra del Sistema Monetario Internacional y sus
consecuencias ............................................................................................................................. 11
Conclusión: Qué es la libertad en una sociedad compleja .......................................................... 14
Bibliografía .................................................................................................................................. 15
Introducción
“El historiador pertenece a su época y está anclado a ella por las condiciones de la existencia
humana1”. Creemos que “La gran transformación, la crisis del estado Liberal”, la gran obra de
Karl Polanyi, ni hace sino reafirmar la aseveración de Edward Carr. Polanyi, nacido en el seno
de una familia judía acomodada en la Viena decimonónica, educado en Budapest y refugiado
en Inglaterra como consecuencia de la ascensión del nazismo, ve pasar ante sus ojos los
principales hechos que marcaron el tránsito de la Europa desde el siglo XIX hasta la primera
mitad del siglo XX.

La ruptura de los equilibrios europeos consagrados en su origen en el congreso de Viena y que


permiten disfrutar a Europa de los cien años de paz, el fracaso de la utopía del “mercado
autorregulado”, concepto sobre el que se basa y se legitima la expansión del capitalismo
británico, la quiebra del patrón oro “en tanto que símbolo de una organización única de la
economía mundial2”, y por último la quiebra del estado liberal como institución de
organización política son los cuatro aspectos sobre los que fundamenta Polanyi su crítica sobre
el credo liberal. Obvia señalar, que la quiebra del estado liberal tiene como corolario su
reemplazo por una institución política de neto corte totalitario como el nazismo o el fascismo.
La crítica que efectúa Polanyi en su obra al dogma liberal, no se circunscribe a una condena de
índole moral, sino que se basa en el siguiente fundamento: la sociedad adopta medidas de
autoprotección en circunstancias excepcionales para no verse aniquilada por la acción del
mercado autorregulador, frente a la idea de mercantilización de todas las cosas3.

El origen de la concepción del mercado autorregulador, según Polanyi “la fuente y la matriz del
sistema4”, se sitúa en la Inglaterra del siglo XVIII con el nacimiento de la Revolución Industrial,
y la aportación conceptual de la Ilustración escocesa. Según nuestro juicio, (y en este sentido
muy de acuerdo con las tesis de Polanyi) ”la Revolución industrial no es simplemente una
aceleración del crecimiento económico, sino una aceleración del crecimiento determinada y
conseguida por la transformación económica y social 5“, transformación que se consigue a
costa enorme dislocación social. Para Polanyi, la Revolución Industrial no se limita a un mero
incremento de la productividad y de las condiciones materiales que disfruta un determinado
grupo de la población por mor de la introducción de nuevas mejoras técnicas, sino que se
fundamenta en el triunfo de un nuevo modelo teórico de progreso material que tiene como
objetivo legitimar la asimetría de poder entre las clases propietarias y las desposeídas.

Reinterpretando las tendencias naturales del ser humano6 y elaborando nueva visión de la
historia, los científicos sociales ingleses (Bentham, Malthus, Ricardo, Adam Smith, Hume)

1
Carr, Edward, “Qué es la historia”, Barcelona, Ariel, 1984, pág. 33.
2
Polanyi, Karl, “La gran transformación, Critica del Liberalismo económico”, Madrid, Las Ediciones de la
Piqueta, 1989, pág. 25.
3
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 389.
4
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 26
5
Hobsbawn Eric, “Industria e Imperio Historia de Gran Bretaña desde 1750 hasta nuestros días”,
Barcelona, Crítica, 2011, pág. 15
6
A este respecto, las obras de David Hume, “Tratado de la Naturaleza Humana” y de Adam Smith
“Teoría de los sentimientos morales” son muy representativos del pensamiento ilustrado escoces. Según
Adam Smith, el ser humano es egoísta por naturaleza, lo que confluye con la línea de pensamiento
expuesta por Thomas Hobbes en su “Leviatán”
contribuyeron concienzudamente a la elaboración de un nuevo marco normativo que deja a la
sociedad a expensas de los vaivenes provocados por el afán de lucro de las clases dominantes
y de un orden social en el cual “la tierra, los hombres y el dinero se vieron fagocitados por el
mercado y convertidos en simples mercancías para ser compradas y vendidas7”. Frente a esta
situación donde cualquier atisbo de solidaridad social y soporte humano es eliminado (por
ejemplo los enclosures o las leyes de los pobres, con intentos de mitigación como las “Factory
Acts”), la sociedad reacciona refugiándose el seno de sistemas que le garanticen una cierta
protección frente a la intemperie que reina en el estado de la naturaleza. Y lo hace, aun
cuando se trate de sistemas de neto corte totalitario que anulan cualquier atisbo de preservar
la individualidad humana y gobernar con acuerdo a la preeminencia de la razón.

La grandeza de la obra de Polanyi reside en su intento de desmitificar los axiomas sobre los
que se sustenta el credo del Estado Liberal:

1. Un orden social basado en el egoísmo como motor de transformación (el homo


oeconomicus) no es socialmente viable: “La verdadera crítica que se puede formular a
la sociedad de mercado no es que se funde en lo económico… sino que su economía
descanse en el interés personal”8
2. La tendencia natural del hombre no es el trueque, tal y como sostienes los
economistas liberales, sino a la cooperación y a la redistribución: “El hombre actúa, no
tanto para mantener su interés individual de poseer bienes materiales, cuanto para
garantizar su posición social, sus derechos sociales, sus conquistas sociales. No
concede valor a los bienes materiales más que en la medida en que sirven a este fin9”
3. El mercado que hasta entonces había tenido un rango menor en la vida económica y
social, pasa a desempeñar un papel preponderante como mecanismo de interacción
social, todo ello por expreso interés de las clases dominantes: “La historia económica
muestra que los mercados nacionales no surgieron en absoluto porque se emancipase
la esfera económica progresiva y espontáneamente del control gubernamental, sino
que, más bien al contrario, el mercado fue la consecuencia de una intervención
consciente y muchas veces violenta del Estado, que impuso la organización del
mercado en la sociedad para fines no económicos10”.
4. La reacción ante la destrucción de los mecanismos de solidaridad social o de
instituciones basadas en la cooperación por parte de una de índole económica
sustentada sobre el egoísmo y que proclama a la libertad como su fundamento de
base, se manifiesta en la irrupción de instituciones sociales y políticas orientadas
restablecer los nexos de unión previamente existentes, incluso si ello implica eliminar
a la libertad como resorte social: “La planificación, la reglamentación y el dirigismo que
( los liberales)… querían ver desterrados, por considerarlos un peligro para la libertad…
(serán) utilizados por los acérrimos enemigos de la libertad para destruirla11”.

7
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 18
8
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 392
9
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 87
10
Polanyi, Karl, op. Cit, pág. 393
11
Polanyi, Karl, op. Cit, pág. 403
5. Por último, su análisis de la libertad en la sociedad compleja es lo que lo lleva a la
conclusión que el único proyecto social viable que podría conjugar las necesidades
sociales con los recursos disponibles es la búsqueda de un proyecto de corte socialista
en el cual prime un control político sobre la economía, la cual, a su vez, debe estar
orientada a defender totalmente la supervivencia de la humanidad12.

12
La profecía de Polanyi no sólo aplica a la Europa de la Entreguerras. También el resurgimiento de los
movimientos fascistas y neonazis en la Europa de los albores del siglo XXI, son una clara constatación de
su clarividencia
Grandeza y decadencia de la economía de mercado: El
trabajo y la tierra como mercancía
Como punto de partida de nuestro análisis intentaremos esbozar cuales son las claves del
proceso que posibilitan el tránsito desde una sociedad de corte agrícola a una de tipo
industrial. En una sociedad de corte agrario, el incremento de la productividad de la tierra
debido a la utilización de un nuevo tipo de maquinaria o mejora técnica puede dar lugar a la
generación de excedentes de producción, los cuales pueden ser canalizados hacia los
mercados locales. Si bien en determinadas circunstancias puede ser el agricultor que sea quien
transporte sus escasos excedentes al mercado local, el incremento masivo de la producción
agrícola más allá del límite de la subsistencia podría traer aparejado la aparición de un nuevo
agente en el proceso de distribución de los excedentes agrícolas. Esta nueva figura, el
comerciante, será capaz de llevar a cabo esta tarea de en la medida en que obtenga una
recompensa por su trabajo. Visto desde otro punto de vista, el comerciante intentará
desarrollar y mejorar sus procesos de compra de venta, en la medida que éstos conlleven una
expectativa real de ganancias. Asimismo, el agricultor será capaz de continuar produciendo
alimentos, en la medida que disponga de las materias primas necesarias para la continuidad de
su actividad. En caso contrario el proceso productivo podría verse afectado, y la producción de
alimentos necesarios para aprovisionar a la población de las ciudades en vías de crecimiento,
se vería interrumpida.

Por otro lado, y en la medida que la maquinaria utilizada por el agricultor en su proceso
productivo sea más compleja (y previsiblemente más cara), su utilización resultará rentable en
la medida que su participación en el proceso productivo implique no sólo la posibilidad de
obtener una mayor producción, sino también le permita reducir los costes asociados al
proceso productivo, entre ellos los costes de mano de obra. Dicho de otro modo, la mejora del
proceso productivo debido a la introducción de nuevas técnicas de producción (a superficie
agrícola constante) implica que el número de personas que participan en dicho proceso
productivo disminuya. Como resultado de este proceso, muchas de estas personas se verán
desplazadas, y deberán buscar nuevos medios de subsistencia. En no pocas ocasiones, se verán
obligadas a desplazarse de su lugar de residencia e intentar vender su fuerza de trabajo en
aquellos sitios que requieran nuevos trabajadores. En el contexto histórico que nos situamos
serán fábricas que producen bienes de inversión y de consumo situadas en los grandes núcleos
urbanos, las que, debido a una necesidad de incrementar la producción, estarán necesitadas
de mano de obra, y serán al fin y al cabo las que absorban a la población rural desposeída y en
búsqueda de nuevos medios de subsistencia

Ahora bien, las condiciones para que se produzca este el proceso, no se generan de forma
espontánea, sino que son consecuencia de una serie de cambios ocasionados por una nueva
distribución en el equilibrio de poderes existente. Por ello, si analizamos el contexto inglés en
el cual va a producirse la Revolución Industrial, podremos observar que las mutaciones
sociales, políticas y económicas acaecidas en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, fueron el
resultado de un largo proceso de transformación, que comenzó con un proceso revolucionario
que se extendió entre los años 1640 a 1660.

“Con la abolición de las tenencias feudales en 1646, se abrió el camino para etapa de
desarrollo capitalista en la agricultura, que, sumada a la expansión comercial, sentó las bases
que harían posible la eclosión de la revolución industrial un siglo más tarde13”. Dicho conflicto
de intereses entre la aristocracia feudal y el resto de las capas sociales entre los que destacaba
la burguesía culminaría con la “solución pactada14 “de 1688, en el cual se establece como
régimen de gobierno una monarquía constitucional y una sociedad civil constituida por los
“hombres de la propiedad15”. Esta transformación política vino acompañada por una serie de
transformaciones económicas, que, si bien tuvieron su origen en el siglo XV, cobraron un
mayor auge y tuvieron mayor impacto en la primera mitad del siglo XVII: Los campos abiertos
(Open Fields) explotados hasta entonces colectivamente por pequeños agricultores, fueron
cercados y parcelados (“Enclosures”), en virtud de la ley de cercamiento de campos y parcelas
(Enclosure Acts). La visión feudal de la tierra como bien de uso compartido por el señor y sus
vasallos, daría paso a la concepción burguesa, según la cual, la tierra tiene un propietario, el
cual la puede enajenar en cualquier momento. Es en este sentido podríamos considerar que
las enclosures constituyen “una revolución de los “ricos contra los pobres…: Los señores y los
nobles cambiaban completamente el orden social y quebrantaban los viejos derechos y
costumbres, utilizando en ocasiones la violencia y casi siempre las presiones y la
intimidación16”. Todo ello en aras de un incremento de la productividad agrícola necesaria para
suministrar alimentos a una población en aumento, y en consecuencia la tierra pasa de ser un
bien que es señal de riqueza para convertirse en una mercancía más dentro del proceso
productivo.

Esta modificación en la a estructura de la tierra generó una enorme masa de desposeídos


válidos para trabajar, pero necesitados de medios para su subsistencia17, lo cual generaba
grandes problemas (tanto económicos como sociales) en la Inglaterra Isabelina. La Antigua Ley
de Pobres promulgada en 160118 pretendía amortiguar los efectos colaterales asociados a
dicha reforma. De acuerdo con esta legislación, el pobre considerado como apto para ganar su
sustento, debía realizar un trabajo, cuya remuneración estaba asegurada por la parroquia
donde residía, la cual obtenía los fondos necesarios para remunerar a los trabajadores
“pobres” en base a unos gravámenes a los cuales estaban obligados todos los propietarios y
arrendatarios residentes en esa parroquia19. Es en las parroquias, donde los primeros
empresarios manufactureros comienzan a utilizar a los aprendices de parroquia como mano de
obra no cualificada. Pero indudablemente, las crecientes necesidades de una industria
manufacturera en pleno desarrollo exigen la adopción de medidas de mayor calado.

Recordemos que la estructura de trabajo de acuerdo con el modelo gremial vigente en las
ciudades era lo suficientemente rígida como para permitir la movilidad laboral, cuestión básica
en el modo de producción de una sociedad de corte industrial. Para salvar esta barrera fueron
necesarios dos cambios: Por un lado, la abolición de la estructura gremial como factor
regulador del mercado de trabajo, y por otro la disponibilidad de una enorme masa de
trabajadores dispuestos a satisfacer las demandas de una industria en pleno auge requiriendo

13
Fontana, Josep, “Análisis del Pasado y Proyecto Social”, Barcelona Crítica, 1982, pág. 78
14
Fontana Josep, Ibidem, pág,80
15
Fontana Josep, Ibidem, pág,80
16
Polanyi, Karl, op.cit, pág. 71
17
Polanyi, Karl, op.cit, pág. 78
18
Polanyi, Karl, op.cit, pág. 151
19
Polanyi, Karl, op.cit, pág. 142
escasas remuneraciones. Para ejemplo de este caso de éxito, podemos citar al desarrollo de la
industria textil de Manchester, no sujeta a las regulaciones gremiales20.

A pesar de que el sistema de Speenhamland21 no resultó en principio contrario a los intereses


de los manufactureros textiles (los primeros artífices de la industrialización inglesa), éste se
pudo mantener mientras las arcas públicas no se resentían. En efecto, los industriales ingleses
consideraban en sus inicios a los subsidios familiares regulados por los magistrados de
Berkshire como un suplemento de ingresos para los nuevos trabajadores industriales, lo que
necesariamente redundaba en su propio beneficio vía la reducción de los costes unitarios. Sin
embargo, y en la medida que esta ayuda se extiende de forma masiva, los ingresos necesarios
para mantener estas ayudas aumentan, y el aumento exigido por el erario debe ser sufragados
por la vía impositiva22. De ahí la movilización de los principales ideólogos de la ideología liberal
(Bentham, Malthus o Ricardo23) a promover la segunda ley de pobres, mucho más restrictiva
que la primera y así forzar a los pobres a lograr su sustento, utilizando métodos menos
onerosos que el sustento parroquial o el sistema de Speenhamland. Se trataba de eliminar
cualquier incremento en los costes asociados a la actividad industrial, por lo que este tipo de
ayuda, financiada por la vía impositiva, colisionaba con los intereses de las clases dominantes.
En este caso, mermando las ganancias obtenidas por mor de una exacción de corte impositivo.

Pero no sólo se debía actuar en el ámbito normativo, también se debía actuar sobre la esfera
de las ideas, y construir una nueva una nueva cosmovisión del mundo, que sea aceptada tanto
por las clases dominantes como por las dominadas. Y a ello se dedicó la escuela histórica
escocesa representadas por pensadores como Adam Smith, David Hume, Andrew Ure o
Edward Gibbon. Sus obras son la fundamentación teórica sobre la que se apoyan la
legitimación del orden establecido, “en el cual se ofrecen un futuro lleno de promesas a
cambio de su conformidad con el presente24”

Una vez ordenado modificada la estructura del mercado del trabajo, procederemos a abordar
otro aspecto que Polanyi intenta desmitificar en su obra como elemento clave del proceso
industrializador inglés: el rol de las innovaciones técnicas.

Hemos de recordar que, sobre finales del siglo XVIII, la gran parte de las naciones en la Europa
Occidental, aspiraban a desarrollar una política económica que impulsase un progreso
económico basado en un desarrollo industrial. Hasta finales del siglo XVIII, no existe una
división tajante entre ciencias “teóricas”, es decir aquellas orientas a la conceptualización de
los fenómenos de la naturaleza, y las ciencias “aplicadas”, es decir aquellas orientadas a
optimizar los procesos productivos. Los avances de la química (necesarios para mejorar los

20
Polanyi, Karl, op.cit, pág. 225
21
El sistema de Speenhamland fue un sistema de claro corte asistencial creado en 1795 por los jueces y
personas de orden del distrito de Berkshire, como medio de socorrer a la población sin recursos frente a
la hambruna generalizada como consecuencia del aumento de precios de la alimentación básica. Su
importancia radica ya que la visión inglesa de la remuneración del trabajo siempre fue contraria al
establecimiento de un salario mínimo. Polanyi aborda este tema de forma muy detallada en el capítulo 7
de su obra
22
Polanyi, en su obra señala: “Por qué convertir a los pobres en una carga pública y hacer de su
manutención una obligación parroquial si, a fin de cuentas, la parroquia se descarga de su obligación
poniendo a los pobres útiles en manos de los empresarios capitalistas”. Polanyi Karl, op.cit, pág. 195.
23
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 145
24
Fontana Josep, op.cit, pág. 82
métodos de fabricación realizados por los talleres e industrias), o el avance de las matemáticas
(de cara a mejorar los conocimientos en navegación marítima) son un buen ejemplo de este
nuevo enfoque de la aplicación del conocimiento adquirido25. La profunda convicción que
tanto el racionalismo económico como el método científico estaban inexorablemente
asociados al aumento de la riqueza material impregna a las clases económicamente más
aventajadas: Los grupos de comerciantes y financieros, los fabricantes, los futuros
empresarios, los profesionales liberales y la clase media educada. Por ello, no es de extrañar
que surgiesen todo tipo de sociedades, cuyo objetivo era potenciar la mejora del conocimiento
de la naturaleza. La “Académie Royale des Sciences” en Francia y la Royal Society en Inglaterra
(ambas fundadas a finales del siglo XVII) no constituyen sino la punta de lanza de los gobiernos
francés e inglés en su carrera por obtener la supremacía en la adquisición del conocimiento
técnico, lo que a su vez se traduce en una mayor cuota de poder político y económico. Sin
embargo, mientras Francia se inclina por incentivar el conocimiento teórico y su superioridad a
este respecto es considerable, los ingleses se inclinaban hacia conocimientos más aplicados a
los procesos productivos, principalmente en el campo de la mecánica básica, la psicología
humana o la economía, entre los que descollaban los representantes de la escuela escocesa.

En las primeras etapas del industrialismo, tal y como lo sugiere Hobsbawn26, gran parte de las
inversiones e innovaciones técnicas necesarias para emprender una actividad industrial no
exigían ni grandes inversiones de capital, ni sofisticadas máquinas (en su acepción técnica) por
lo que la superioridad técnica no constituía un factor determinante en el desarrollo de la
transformación del tejido productivo. La producción podía comenzar a pequeña escala, y
aumentar progresivamente en función del éxito de las comercializaciones de la producción,
razón por la cual el desarrollo industrial estaría al alcance un número considerable de
pequeños empresarios y tradicionales artesanos cualificados. Éstos podrían financiar la
continuidad de su actividad con los beneficios acumulados y contribuir así al desarrollo
económico global. A título de ejemplo podemos citar lo ocurrido con la aparición e
implantación de aquellos nuevos inventos que revolucionaron la industria textil: las máquinas
de hilar, los usos mecánicos y, posteriormente los telares, tenían un coste asumible y un
retorno sobre la inversión bastante elevado. Así planteado, este el modelo de negocio
convertía a la inversión en la industria textil en extremadamente atractiva para aquellos
pequeños empresarios que empezaban con unas cuantas libras prestadas27. Por lo tanto, y a
pesar que los avances técnicos obtenidos por los ingleses fuesen muchos más modestos que
los de sus homólogos franceses, el éxito de Inglaterra en la exportación de su modelo
productivo radica menos en el avance técnico de las máquinas necesarias para producir
mercancías, que en la materialización de tres factores que consideramos fundamentales. En
primer lugar, la implantación del conjunto de normas, procedimientos, modelos organizativos
que permitan racionalizar la producción. En segundo lugar, contar con la disponibilidad
absoluta de todos los medios que intervienen en el proceso productivo, principalmente la
mano de obra en una cantidad suficiente que permita abaratar los costes de producción.

En este campo, los científicos sociales ingleses eran excelentes conocedores de las necesidades
de mano de obra por parte de la Industria y teorizaron profusamente sobre cómo utilizar a los

25
Hobsbawn Eric, “La Era de la Revolución 1789-1848”, Barcelona, Crítica, 2011.
26
Hobsbawn Eric Hobsbawn, “Industria e Imperio”, pág. 59
27
Hobsbawn Eric, “La Era de la Revolución 1789-1848”, pág. 28
pobres e indigentes como mano de obra no cualificada para industria necesitada de obreros.
Desde Adam Smith, hasta Townsend, pasando por Bentham, todos eran conscientes de la
necesidad de educar y disciplinar a los nuevos proletarios. Polanyi, se extiende ampliamente
sobre este tema28. Así, Polanyi escribe: “Bentham cree que la pobreza forma parte de la
abundancia. «En el más elevado estado de prosperidad social, escribe, la gran masa de los
ciudadanos poseerá probablemente escasos recursos al margen del trabajo cotidiano y, por
consiguiente, estará siempre próxima a la indigencia...».” En general, y así lo recalca Polanyi a
lo largo de su obra, la industrialización inglesa se debió más a la obra de los científicos sociales
que de sus ingenieros. El mito según el cual fue la superioridad técnica inglesa la que los
catapultó a liderar la Revolución Industrial, queda parcialmente desmontado. No sólo fue la
innovación técnica la que propulso a la industrialización inglesa, sino por sobre todo la enorme
disponibilidad de mano de obra a ínfimo coste y su gran capacidad para controlar el ciclo
completo de la producción de las manufacturas producidas: Control total del abastecimiento
de las materias primas necesarias para el proceso de fabricación, centros de producción
fácilmente escalables, costes de producción completamente controlados. Todo ello, unido al
dominio británico de los mercados de ultramar contribuyeron al espectacular despegue de la
industrialización británica29.

28
Los capítulos 8 y 9 de su obra profundizan sobre este tema.
29
Polanyi, Karl, op.cit, pag.196
La moneda como mercancía: La quiebra del Sistema
Monetario Internacional y sus consecuencias
La obtención de los recursos geográficamente localizados bien para satisfacer las demandas de
una industria en expansión (como podría ser el algodón necesario para el desarrollo de la
industria textil europea), bien para colmar las demandas de la pujante clase media europea
(como podría ser el caso del té, el azúcar o el café) puede materializarse de tres modos. Una
primera variante es la voluntariedad y la libertad de elección de todos los participantes en la
transacción, donde la coacción está completamente ausente. En el externo opuesto, se sitúa la
conquista por la fuerza del territorio donde se sitúan los recursos deseados y su obtención por
medios violentos. Sin embargo, por una cuestión de equilibrio de poderes, el uso exclusivo de
la coerción y el sometimiento como factores para la obtención de los recursos deseados, se
encontraban desde tiempos muy remotos al alcance de muy pocos. El uso exclusivo de esta vía
llevada a su extremo presenta un enorme riesgo: la autodestrucción. Por ello, desde tiempos
muy remotos, se buscó una vía intermedia, los tratados entre las diferentes potencias, y cuyo
objeto sería el regular mediante tratados, la esfera de influencia de cada una de ellas, tanto
en lo político como en lo económico. Obsta señalar que la existencia de pactos, alianzas o
tratados nunca fue óbice para que estallasen guerras de diferente intensidad a mayor o menor
escala.

Sin embargo, tal y como expone Polanyi en el primer capítulo de su obra, “En el siglo XIX se
produjo un fenómeno sin precedentes en los anales de la civilización occidental: los cien años
de paz comprendidos entre 1815 y 1914.30”, lo cual no significa que no estallasen conflictos
armados locales tanto externos (la guerra de Crimea o la guerra franco prusiana), como
internos ( los alzamientos de 1848), pero que sin embargo se saldaban con un mismo
resultado: La búsqueda de la paz por aquellos que más se beneficiaban de ella31 . Si durante la
primera mitad del siglo XIX, la Santa Alianza combatía la libertad en nombre de la paz, a lo
largo de la segunda mitad del siglo, los banqueros tomaron su relevo.

El rol de la banca en la financiación de los diferentes conflictos, así como su interrelación con
el poder político nacional es objeto de profusos debates32. Sin embargo, este no es el foco
sobre el que intenta poner luz Polanyi. Su intento es analizar el rol de las finanzas
internacionales “como el elemento de unión principal entre la organización política y la
organización económica mundiales” y como “esta institución proporcionó los instrumentos de
un sistema de paz internacional que fue construido con la ayuda de las grandes potencias pese
a que éstas, por sí solas, no habrían podido crearlo ni mantenerlo” y que mantenían un
estrecho contacto, e incluso una interrelación que llevaba a confundir los intereses políticos
con los económicos. En palabras de este autor, “el secreto del mantenimiento de la paz
general residía, sin ninguna duda, en la posición, la organización y las técnicas de las finanzas
internacionales33”.

Incluso cuando financiase guerras en países exóticos y apoyase programas de rearme


nacionales para Polanyi (y a ello dedica todo el primer capítulo de su obra), lo trascendental

30
Polanyi, Karl, op.cit, pag.28
31
Polanyi, Karl, op.cit, pag.29
32
Polanyi Karl, op. Cit, pág. 32
33
Polanyi, Karl, op.cit, pag.35
del rol de esta institución de neto corte económico es su papel en la conversión de la moneda
en mercancía. Y ello afectaba a todas las naciones europeas desde mediados del siglo XIX a las
primeras décadas del siglo XX. Tal y como argumenta Polanyi, “las finanzas … jugaron el papel
de un poderoso moderador en los consejos y en las políticas de un cierto número de pequeños
Estados soberanos”, ya que “los préstamos y su renovación, dependían de sus créditos, y éstos
de su buena conducta34”. Habida cuenta que esta buena conducta tiene su reflejo en el
cumplimiento de un presupuesto, el respeto de las líneas fundamentales de este programa
económico, otorga al Estado-Nación una mayor o menor capacidad de endeudamiento, lo
que se traduce en una mayor o menor valoración a su moneda. Siendo el interés de las
finanzas internacionales el maximizar el beneficio del capital prestado y el garantizar la
devolución de la deuda, la moneda convertida así en mercancía debe reducir al máximo sus
fluctuaciones con respecto al resto de ellas. Por ende, el valor de cada una de ellas en el
mercado internacional debe ser medido con acuerdo a un patrón común. Ese patrón de
medida es el patrón oro, el cual debería reflejar la cantidad de oro atesorada por cada Estado-
Nación.

Este mecanismo, que sirvió para atraer y financiar inversiones en los lugares más recónditos
del planeta, así como para lubricar la economía expansiva de las grandes potencias industriales
y funcionó en tanto y cuanto existió un grado de cooperación entre las autoridades monetarias
de los países que adoptaban este mecanismo de cambio. La certidumbre en el tipo de cambio
siempre fue una cualidad que apreciaron los mercados financieros, y por ello era necesario
que la moneda fuese más que un medio de pago. Sin embargo, este sistema estaba expuesto a
un peligro siempre latente: “una guerra general entre las mismas grandes potencias35”. De
producirse esta situación, las grandes potencias se verían abocadas a un endeudamiento
extraordinario, lo cual tensionaría indefectiblemente el sistema monetario internacional con
su consiguiente riesgo de quiebra.

Polanyi sitúa a principios del siglo XX las tensiones inherentes al sistema monetario
internacional, cuando las rivalidades imperiales entre las grandes potencias europeas no hacen
más que aumentar, estallando la tensión con la primera guerra mundial. Los tratados de
Versalles no hacen más que aumentar la debilidad del sistema monetario internacional, en
tanto y cuanto se imponen draconianas condiciones a las potencias perdedoras, lo que
dificulta considerablemente la recuperación del comercio internacional y el fortalecimiento de
un sistema internacional de pagos. Lo que para los economistas liberales “era una institución
puramente económica36”, para Polanyi es por una parte mecanismo de aseguramiento de la
paz global, razón por la cual considera que “Woodrow Wilson parece haber sido el primero
entre los hombres de Estado de la época que se dio cuenta de que la interdependencia
existente entre la paz y el comercio garantizaba no sólo el comercio, sino también la paz37”.

Las tensiones internas que sufren las potencias europeas durante los años 20 contribuyen
también a incrementar la debilidad del sistema. La estabilización de la moneda pasa a
convertirse en el principal eje sobre el que se fundamenta la política económica del “Estado-

34
Polanyi, Karl, op.cit, pag.41
35
Polanyi, Karl, op.cit, pag.42
36
Polanyi, Karl, op.cit, pag.51
37
Polanyi, Karl, op.cit, pag.54
Nación”, ya que la depreciación de su valor implica desatar el mecanismo de inflación , con el
consiguiente estallido de revueltas sociales, por lo que las poblaciones europeas consideran
que una moneda estable podría ser la garantía de la estabilidad y la paz social. Tal y como
señala Polanyi, “Tanto en el interior como en el exterior el debilitamiento de las monedas
significaba la dislocación38” o el reconocimiento implícito que “los fundamentos de la moneda
podían depender de factores políticos situados más allá de las fronteras nacionales39”. Con
ello acabó la ilusión liberal que era posible una soberanía financiera dentro de un sistema
altamente interdependiente. El abandono de Gran Bretaña del patrón oro, no hizo más que
dinamitar el sistema. Las consecuencias son demasiado conocidas: Cuando el bienestar de la
población está sujeto a los vaivenes del mercado, el retorno a sistemas que garanticen una
total protección de sus ciudadanos (aún a costa de renunciar a la libertad) es una reacción de
autoprotección fácilmente predecible. La llegada de los regímenes totalitarios que asolaron
Europa durante los años 30, no fueron que la reacción social frente a dichos vaivenes.

“El fascismo, como el socialismo, estaba enraizado en una sociedad de mercado que se negaba
a funcionar40”, afirma Polanyi. Las consecuencias en ambos casos, trascendieron claramente la
esfera económica para incrustarse en todos los ámbitos de la actividad humana, y dieron
lugar a la creación de una enorme transformación de carácter social. “De hecho, el papel
jugado por el fascismo ha estado determinado por un único factor: el estado del sistema de
mercado41”, concluye Polanyi.

38
Polanyi, Karl, op.cit, pag.57
39
Polanyi, Karl, op.cit, pag.58
40
Polanyi, Karl, op.cit, pag.375
41
Polanyi, Karl, op.cit, pag.379
Conclusión: Qué es la libertad en una sociedad compleja

Esta obra de Polanyi, se publica en 1944, un año antes de la conferencia de Yalta, donde las
grandes potencias triunfantes de la segunda guerra mundial se disponen a redefinir sus zonas
de influencia, con el consecuente reparto de los recursos existentes en cada una de ellas.
Todo ello mediante la implantación de instituciones políticas y económicas acorde al marco
conceptual que las guía a cada una de ellas. Así, las potencias occidentales impulsan el libre
mercado dentro de su ámbito de influencia, y por el contrario la Unión Soviética impone la
economía planificada de estado dentro de su órbita de actuación. Sin embargo, para Polanyi,
hay un común denominador entre ambos sistemas: Ninguno de los dos compatibiliza la
libertad con la justicia social. Si el liberalismo económico prima la libertad individual y
mercantiliza las relaciones sociales, el comunismo soviético (sobre todo en la época de Stalin),
a pesar de creer en la libertad la elimina, en detrimento de una potenciación de su progreso
material, instrumentado a través de un programa de industrialización asimilable a la
emprendida por el estado liberal de finales del siglo XIX. Su recelo a una cooperación a gran
escala, es decir obviando las diferencias conceptuales entre dos sistemas económicos
antagónicos, merece la crítica ( a nuestro entender muy justificada) de Polanyi. La Unión
Europea, el gran proyecto de la Europa de la Postguerra, que pretendía compatibilizar ambos
valores primando sobre todo “el deseo de los hombres de preservar la sociabilidad42” a través
de un proyecto de identidad común, ha virado hacia una concepción de “mercado
autorregulador”, por mor de los intereses de las potencias regionales dominantes. Tal, y
como vio con enorme clarividencia Polanyi, la reacción no se ha hecho esperar. El surgimiento
de movimientos de neto corte autoritario, algunos de los cuales han alcanzado el poder en sus
Estado-Nación , nos retrotrae a las imágenes de los años 30.

La propuesta de Polanyi, descartada la propuesta liberal, y partiendo de la base que tanto el


poder como la coacción son consustanciales al funcionamiento social ( en línea con los
postulados weberianos), se acerca a las posturas owenianas, cuya fuerza reside “en que era
eminentemente práctica, y en que, al mismo tiempo, sus métodos partían de una valoración
del hombre considerado como un todo…. puesto que insistía en restaurar valores y métodos
que trascendían la economía de mercado43.”. Por lo tanto, cualquier aproximación global para
modelizar lo que debe ser la libertad en una sociedad compleja , exige desmercantilizar las
relaciones sociales, y extraer del ámbito económico los tres factores que Polanyi analiza en su
trabajo : La tierra, el trabajo y la moneda. Sólo ello nos permite esbozar un modelo de
interacción social, en el cual exista un equilibrio entre la libertad y la justicia social, y, por ende,
el conjunto de la humanidad pueda vivir en paz.

Ni la libertad ni la paz pueden estar subordinadas a la creación de beneficios económicos, ya


que entonces la reacción de autoprotección social destruiría los logros que tanto esfuerzo nos
ha costado.

42
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 12.
43
Polanyi, Karl, op. cit, pág. 270
Bibliografía

Fontana, Josep, “Análisis del Pasado y Proyecto Social”, Barcelona Crítica, 1982.

Hobsbawn Eric, “Industria e Imperio Historia de Gran Bretaña desde 1750 hasta nuestros días”,
Barcelona, Crítica, 2011.

Hobsbawn, Eric, “En torno a los orígenes de la Revolución Industrial”, Madrid, Siglo XXI, 2009.

Hobsbawn Eric, “La Era de la Revolución 1789-1848”, Barcelona, Crítica, 2011.

Polanyi, Karl, “La gran transformación, Critica del Liberalismo económico”, Madrid, Las
Ediciones de la Piqueta, 1989.

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