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cia. Ocurre también muchas veces que nos sentimos atraídos la amistad .....

stad ..... Si una (de las dos personas) posee una cosa
por personas que no se nos parecen, y precisamente por eso. que la otra no tiene, pero que desea tener, en ese hecho se
Estos hechos son, en apariencia, tan contradictorios, que
encuentra el punto d~ ~artida para un atractivo positivo» {I).
siempre han dudado los moralistas sobre la verdadera natu- Así ocurre que el teonco de espíritu razonador y sutil tiene
raleza de la amistad y se han inclinado tanto hacia una como con frecuencia una simpatía especial por los hombres prácti-
hacia otra de las causas. Los griegos se habían planteado ya cos, de sentido recto, de intuiciones rápid~; el tímido por
la cuestión. «La amistad, dice Aristóteles, da lugar a muchas las gentes decididas Y resueltas, el dábil por el fuerte, y recí-
discusiones. Según unos, consiste en una cierta semejanza, y procamente. Por muy bien dotados que estemos, siempre nos
los que se parecen se aman: de ahí ese proverbio de que las
falta alguna cosa, Y los mejo~el_de entre nosotros tienen ol
buenas y,u,tas Dios las cria y tilas st ;untan, y algunos más sentimiento de su insuflcienc~r eso buscamos entre nu:-
por el estilo. Pero, según otros, al contrario, todos los que se tros amigos las cualid~ue nos faltan, porque, uniéndo-
parecen son modeladores los unos para los otros. Hay otras nos ellos, partici amos en cierta at
explicaciones buscadas más alto y tomadas de la considera- nos sentimos entone os incom letos. Fórmanse así pe-
ción de la naturaleza. Asi, Eurípides dice que la tierra dese-
queñ · iones de amigos en las que cada uno des-;
cada está llena de amor por la lluvia, y que el cielo sombrío, empeña su papel de acuerdo con su carácter, en las que hay
cargado de lluvia, se precipita con furor amoroso sobre la tie- un verdadero cambio de servicios. El uno protege, el otro
rra. Heráclito pretende que no se puede ajustar más que consuela, éste aconseja, aquél ejecu~ isión de
aquello que .se opone, que la más bella armonía nace de las funcion para e e na. . . .~esió n coñsagrada, esa
düerencias, que la discordia es la _ley de todo lo que ha de 1V1Sión del trabajo, la que determina tales relaciones de
devenir» ( I) . amistad. -
Esta oposición de doctrinas prueba que existen una y otra Vémonos asi conducidos a considerar la división del tra-
amistad en la naturaleza. La desemejanza, como la semejan-
bajo desde un nuevo aspecto. efecto, los servicios ~conó1
za, pueden ser causa de atracción. Sin embargo, no bastan a micos que puede en ese caso proporcionar, valen poca cosa
producir este efecto cualquier clase de desemejanzas. No en- l lido del efecto moral ue produce, su ra función
contramos placer afguno en encontrar en otro una naturale- es crear entre dos o más ersonas un sentimiento d o dari• ¡
za simplemente diferente de la nuestra. Los pródigos no bus- ~ - ea cual fuere la manera como ese resultado se obtuvie-
can la compañía de los avaros, ni los caracteres rectos Y re, sólo ella suscita estas sociedades de amigos y las imprime
francos la de los hipócritas y solapados; los espíritus amables su sello.
Y dulces no sienten gusto alguno por los temperamentos du-
ros Y agrios. Sólo, pues, existen diferencias de cierto género La historia de la sociedad conyugal nos ofrece del mismo
que mutuamente se atraigan; son aquellas que, en !ugar de fenómeno un ejemplo más evidente todavía.
oponerse Y excluirse, mutuamente se completan. «Hay, dice No cabe duda que la atracción sexual sólo se hace sen-
M. Bain, un género de desemejanza que rechaza, otro que tir entre individuos de la misma especie, y el amor supone,
atrae, el uno tiende a llevar a -la rivalidad, el otro conduce ª con bastante frecuencia una cierta annonía de pensanlien-
- - -- '
(t) Etki?Ut a Me., VIII, 1, 11~5 a, 32. (t) E.IJtitnU u Voú,,,té, París, Alean, pág. 135.

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cia. Ocurre también muchas veces que nos sentimos atraídos
por personas que no se nos parecen, y precisamente por eso. la amistad ..... S~ una (de las dos personas) posee una cosa
Estos hechos son, en apariencia, tan contradictorios, que que la otra no tiene, pero que desea tener, en ese hecho se
siempre han dudado los moralistas sobre la verdadera natu- encuentra el punto de partida para un atractivo positivo,. (I).
raleza de la amistad y se han inclinado tanto hacia una como Así ocurre que el teórico de espíritu razonador y sutil tiene
hacia otra de las causas. Los griegos se habían planteado ya
con frecuencia una simpatía especial por los hombres prácti-
la cuestión. cLa amistad, dice Aristóteles, da lugar a muchas cos, de sentido recto, de intuiciones rápid~; el tímido por
las gentes decididas y resueltas, el débil por el fuerte, y reci-
discusiones. Según unos, consiste en una cierta semejanza, y
procamente. Por muy bien dotados que estemos, siempre nos
los que se parecen se aman: de ahí ese proverbio de que fas
falta alguna cosa, y los mejoreLde entre nosotros tienen _;l
buenas pntas Dios las cria y ellas se ;untan, y algunos más
sentimiento de su insuflcienci~r eso buscamos entre nues-
por el estilo. Pero, según otros, al contrario, todos los que se
t r9s amigos las cuaJid~ue nos faltan, porque, uniéndo-
parecen son modeladores los unos para los otros. Hay otras
nos ellos, partici amos en cierta at
explicaciones buscadas más alto y tomadas de la considera-
nos sentimos entone os incom letos. Fórmanse asi pe-
ción de la naturaleza. Asi, Euripides dice que la tierra dese-
cada está llena de amor por la lluvia, y que el cielo sombrío, quen · 10nes de amigos en las que cada uno des-}
empeña su papel de acuerdo con su carácter, en las que hay
cargado de lluvia, se precipita con furor amoroso sobre la tie-
un verdadero cambio de servicios. El uno protege, el otro
rra. Heráclito pretende que no se puede ajustar más que
consuela, éste aconseja, aquél e j e c u ~isión de

-
aquello que .se opone, que la más bella armonía nace de las
funcion para e e na---e3tpresión- consagrada, esa
diferencias, que la discordia es la .ley de todo lo que ha de
devenir,. (1).
Esta oposición de doctrinas prueba que existen una y otra
~ .stad.::, ------
tvtsión del trabajo, la que determina tales relaciones de

..- Vémonos asi conducidos a considerar la división del tra-


amistad en la naturaleza. La desemejanza, como la semejan-
bajo desde un nuevo aspecto. f_n efecto, los servicios ~conó1
za, pueden ser causa de atracción. Sin embargo, no bastan a
micos que puede en ese caso proporcionar, valen poca. cosa
producir este efecto cualquier clase de desemejanzas. No en- 1 fado del efecto moral ue produce, su ra función
contramos placer afguno en encontrar en otro una naturale- es crear entre dos o más ersonas un sentimiento d o 1dari• 7
za simplemente diferente de la nuestra. Los pródigos no bus- J.!!@. ea cual fuere la manera como ese resultado se obtuvie-
can la compañía de los avaros, ni los caracteres rectos Y re, sólo ella suscita estas sociedades de amigos y las imprime
francos la de los hipócritas y solapados; los espíritus amables su sello.
Y dulces no sienten gusto alguno por los temperamentos du-
ros Y agrios. Sólo, pues, existen diferencias de cierto gé111ero La historia de la sociedad conyugal nos ofrece del mismo
que mutuamente se atraigan; son aquellas que, en !ugar de fenómeno un ejemplo más evidente todavía.
(
oponerse y excluirse, mutuamente se completan. e Hay, dice No cabe duda que la atracción sexual sólo se hace sen-
M. Bain, un género de desemejanza que rechaza otro que tir entre individuos de la misma especie, y el amor supone,
atrae el uno tie d ll . ' con bastante frecuencia, una cierta armonía de pensamien-
' n e a evar a •la rivalidad el otro conduce ª
---- '
(1) Etkl(JUe a Nz'c., VIII, 1, IIH a, 32. (1) E""'ti"'" et Volmtl, París, Alean, pág. 135.

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tos y sentimientoslNq_ es menos cierto que lo que da a esa envolvimiento del individuo reproduce, resumiéndolo ,.el de
inclinación su carácter específico Y lo que produce su par- la especie, hay derecha a conjeturar que la misma homoge-
ticular energía, no es la semejanza, sino la desemejanza de neidad se encuentra en los comienzos de la evolución hu-
naturalezas que une.}Por diferir uno de otro el hombre y ta mana, y a ver en la forma femenina como una imagen apro-
mujer, es por lo que se buscan con pasión. Sin embargo, ximada de lo que originariamente era ese tipo único y común,
como en el caso precedente, no es un contraste puro y sim- del que la variedad masculina se ha ido destacando poco a
ple el que hace surgir esos sentimientos recíprocos: sólo di- poco. Viajeros hay que, por lo demás, nos cuentan que, en
ferencias que se suponen y se completan pueden tener esta algunas tribus de América del Sur, el hombre y la mujer
virtud. En electo, el hombre y la mujer, aislados uno de otro, presentan en la estructura y aspecto general una semejanza
no son más que partes diferentes de un mismo todo concre- que sobrepasa a todo lo que por otras partes se ve (1).
to que reforman uniéndose. En otros términos, la división En fin, el Dr. Lebon ha podido establecer directamente y con
del trabajo sexual es la fuente de la solidaridad conyugal, y una precisión matemática esta semejanza original de los dos
por eso los psicólogos han hecho justamente notar que la se- sexos por el órgano eminente de la vida física y psíquica,
paración de los sexos había sido un acontecimiento capital en el cerebro. Comparando un gran número de cráneos es-
la evolución de los sentimientos; es lo que ha hecho posible cogidos en razas y sociedades diferentes, ha llegado a la
la más fuerte quizá de todas las inclinaciones desinteresadas. conclusión siguiente: «El volumen del cráneo del hombre y
Hay más. La división del trabajo sexual es susceptible de la mujer, incluso cuando se comparan sujetos de la mis-
de ser mayor o menor; puede o no limitarse su alcance a los ma edad, de igual talla e igual peso, presenta considerables
órganos sexuales y a algunos caracteres secundarios que de diferencias en favor del hombre, y esta desigualdad va igual-
ellos dependan, o bien, por el contrario, extenderse a todas mente en aumento con la civilización, en forma que, desde
las funciones orgánicas y sociales. Ahora bien, puede verse el punto de vista de la masa cerebral y, por consiguiente, de
en la historia cómo se ha desenvuelto en el mismo sentido la inteligencia, la mujer tiende a diferenciarse cada vez más
exactamente y de la misma manera que la solidaridad ~on- del hombre'.1La diferencia que existe, por ejemplo, entre el
yugal. término medio de cráneos de varones y mujeres del París
Cuanto más nos· remontamos en el pasado-más_se _redl!- contemporáneo es casi el doble de la observada entre los
ce la división del trabajo sexual. La mujer de esos tiempos . cráneos masculinos y femeninos del antigl!Q _tl:gíQg>> (2). Un
lejanos no era, en modo alguno, la débil criatura que -después antropólogo alemán, M. Bischoff, ha llegado en este punto
ha llegado a ser con el progreso de la moralidad. Restos de a los mismos resultados (3).
osamentos prehistóricos atestiguan que la diferencia entre la Esas semejanzas anatómicas van acompañadas de seme..J;.-
fuerza del hombre y la de la mujer era en relación mucho janzas funcionales. En esas mismas sociedades, en efecto,
más pequeña que hoy día lo es (1). Ahora mismo todavía,
en la infancia y hasta la pubertad, el esqueleto de ambos se- ( 1) Ver Spencer, Essais scientijques, tN1d. fran., París, Alean, pagi-
xos no difiere de una manera apreciable: los rasgos domi- na 300, -Waitz, en su Anthropolopl dtr Naturoó/li.er, 1, 76, da cuenta
nantes son, sobre todo, femeninos. Si admitimos que el des- de muchos hechos de la misma clase.
(2) L'HO##IU et les Sot:iltls, 11, 154.
(3) Das Gelurngewicht des Menschen, eine Studie, Bonn, 1880.
( 1) Topinard, Anthropologie, pág. 146.
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las funciones femeninas no se distinguen claramente de las un ti~~limit~do (_1 ). La fidelidad conyugal no se exige
funciones masculinas; los dos sexos llevan, sobre P<>C9 [!lás •todav1a. El matrimoruo, o lo que así llamen, consiste única-
0 menos, la misma existencia. Todavía existe un gran núme- mente en ob 1gaciones de extensión limitada, y con frecuen-
ro de pueblos salvajes en que la mujer se mezcla en la vida cia de corta duración, que ligan al marido a los padres de la
política. Ello especialmente se observa en las tribus in- mujer; se reduce, pues, a bien poca cosa. Ahora bien, en una
dias de América, como las de los Iroqueses, los Natchez (1), sociedad dada, el conjunto de esas reglas jurídicas que cons- _
en Hawai, donde participa de mil maneras en la vida de los tituyen el matrimonio no hace más que simbolizar el estado
hombres (2), en Nueva Zelanda, en Samoa. También se ve de la solidaridad conyugal. Si ésta es muy fuerte, los lazos
con frecuencia a las mujeres acompañar a los hombres a la que unen a los esposos son numerosos y complejos, y, por
guerra, excitarlos al combate e incluso tomar en él una parte consiguiente, la reglamentación matrimonial que tiene por
muy activa. En Cuba, en el Dahomey, son tan guerreras objeto definirlos está también muy desenvuelta. Si, por el
como los hombres y se baten al lado de ellos (3). Uno de los contrario, la sociedad conyugal carece de cohesión, si las re-
atributos que hoy en día distingue a la mujer, la dulzura, no laciones del hombre y de la mujer son inestables e intermiten-
parece haberle correspondido primitivamente. Ya en algunas tes, no pueden tomar una forma bien determinada, y, por.
especies animales la hembra se hace más bien notar por el consiguiente, el matrimonio se reduce a un pequeño número
carácter contrario. de reglas sin rigor y sin precisión. El estado del matrimonio
Ahora bien, en esos mismos pueblos el matrimonio se en las sociedades en que los dos sexos no se hallan sino débil-
halla en un estado completamente rudimentario. Es incluso mente diferenciados, es testimonio, pues, de que la solidari-
muy probable, si no absolutamente demostrado,-que ha habido dad conyugal es muy débil.
una época en la historia de la familia en que no existía ma- Por -el contrario, a medida que se avanza hacia los tiem-
trimonio; las relaciones sexuales se anudaban y se rom- pos· modernos, se ve al matrimonio desenvdvers..:JJ:a red
pían a voluntad, sin que ninguna obligación jurídica ligase de lazos que~crea se extiende cada vez más; las obligaciones
a los cónyuges. En todo caso, conocemos un tipo familiar, que sanciona se multiplican. Las condiciones en que puede
que se encuentra relativamente próximo a nosotros (4), celebrarse, y aquellas en las cuales se puede disolver, se de-
y en el que el matrimonio no está todavía sino en estado de limitan con una precisión creciente, así como los efectos de
germen indistinto: la familia maternal. Las relaciones de la esta disolución. El deber de fidelidad se organiza; impuesto
madre con sus hijos se hallan muy definidas, pero las de ao;i- primeramente sólo a la mujer, más tarde se hace recíproco.
bos esposos son muy flojas. Pueden cesar en cuanto las par- Cuando la dote aparece, reglas muy complejas vienen a fijar
tes quieran, o, aún más bien, no se contratan sino por los derechos respectivos de cada esposo sobre su propia for-
tuna y sobre la del otro. Basta, por lo demás, lanzar una
ojeada sobre nuestros Códigos para ver el lugar importante
(1) Waitz, btlvopo/ogi,, lll, 10 1-102. que en ellos ocupa el matrimonio.' La unión de los dos es~-
(2) Id., ob. cit., VI, 121. sos ha dejado de ser efimera; no es ya un contactQ_extenor,
(3) Spencer, S«ioloiie, trad. fran., París, Alean, III, 391.
(4) La familia maternal ha existido indudablemente entre los gcnna·
nos.-Véasc Dargun, M1'tterr«ht ws Rtnl/,11,e ;,,, Ge,,.a,,;sclu,, R«/dl• (1) Véase principalmente Smilh, Marriage a,ul Kmshij in Early
Breslau, 18S3. A.rana. Cambridge, 1885, pág. 67.

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pasajero y parcial, sino una asociación í~ti ma ,_durable, con grandes conocidos, el término medio de las femeninas se cla-
frecuen cia incluso indisoluble, de dos ex1stenc1as completas. sifica entre los cráneos más pequeños observados, muy por
Ahora bien, es indudable que, al mismo tiempo , el tra- bajo del cráneo de las chinas, y apenas por encima del crá-
bajo sexual se ha dividido cada vez más. Limitado en un neo de las mujeres de Nueva Caledonia• (1).
principio únicamente a las funciones sexuales, poco a poco En todos esos ejemplos, el efecto más notable de Ja divi- ¡
se ha .extendido a muchas otras. Hace tiempo que la mu-
jer se ha retirado de la guerra y de los asuntos públicos,
y que su vida se ha reconcentrad:> toda entera en el interior
rsión. del tr~b.aj? no que aumente el rendimiento de las
funciones divididas, sino que las hace más solidarias. Su pa-
pel, en todos esos casos, no es simplemente embellecer o
de la familia.Q>osteriormente su papel no ha hecho sino es- mejorar las sociedades existentes, sino hacer posibles socie-
pecializarse más. Hoy día, en los pueblos cultos, la mujer dades que sin ella no existirían. Si se retrotrae más allá de
lleva una existencia completamente diferente a la del hombre. un cierto punto la división del trabajo sexual, la sociedad

l
Se diria que las dos grandes funciones de la vida sí uica se , conyugal se desvanece para no dejar subsistir más que rela-
han como 1socia o, ue uno s ha aca arado las ciones sexuales eminentemente efímeras; mientras los sexos
· I otro las funciones intelectuales. Al · no se hayan separado, no surgirá toda una forma de la vida
ver, en ciertas clases, a las mujeres ocuparse e arte y lite· social. ~ posible que la utilidad económica de la división del
ratura, como los hombres, se podría creer, es verdad, que trabajo influya algo en ese resultado, pero, en todo caso, sobre-
las ocupaciones de ambos sexos tienden a ser homogéneas. pasa infinitamente la esfera de intereses puramente económi-
Pero, incluso en esta esfera de acción, la mujer aporta su propia cos, pues consiste en el establecimiento de un orden social y
naturaleza, y su papel sigue siendo muy especial, muy diferen- moral s"i generis. Los individuos están ligados unos a otros,
te del papel del hombre. Además, si el arte y las letras comiefü y si no fuera por eso serían independientes; en lugar de des -
zan a hacerse cosas femeninas, el otro sexo parece abandonar- envolverse separadamente, conciertan sus esfuerzos; son_so-
las para entregarse más especialmente a la ciencia. Podría, lidarios, y de una solidaridad que no actúa solamente en los
pues, muy bien suceder que la vuelta aparente a la homoge- cortos instantes en que se cambian los servicios, sino que se
neidad primitiva no hubiera sido otra cosa que el comienzo extiende más a llá. La solidaridad conyugal, por ejemplo, tal
de una nueva diferenciación. Además, esas diferencias fun· ·como hoy día existe en los pueblos más civilizados, ¿no hace
cionales se han hecho materialmente sensibles por las dife- sentir su acción a cada momento y en todos los detalles de
rencias morfológicas que han determinado. No solamente la la vida? Por otra parte, esas sociedades que crea la división
talla, el peso, las formas generales son muy diferentes en el del t rabajo no pueden dejar de llevar su marca. Ya que
hombre Y en la mujer, sino que el Dr. Lebon ha demostrado, tienen este origen especial, no cabe que se parezcan a las que
ya lo hemos visto, que con el progreso de la civilización el ce- determina la atracción del semejante por el semejante; deben
rebro de ambos sexos se diferencia cada vez más. Según este constituirse de otra manera, descansar sobre otras bases, ha-
observador, tal desviación progresiva se deberla, a la vez, al cer llamamiento a otros sentimientos.
desenvolvimiento considerable de los cráneos masculinos Y Si con frecuencia se las ha hecho consistir tan sólo en
ª un ~stacionamiento o incluso una regresión de los cráneos el cambio de relaciones sociales a que da origen la división
femeninos. «Mientras que, dice el término medio de las gen·
tes mase r , , , (1) Ob. cit., 154.
u mas de Pans se clasifican entre los cráneos mas
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del trabajo, ha sido por desconocer lo que el cambio implica y Vémonos así llevados a preguntarnos si la división del
lo que de él resulta. Supone el que dos seres ~ependan mu- trabajo no desempeñará el mismo papel en grupos más ex-
tuamente uno de otro, porque uno y otro son mcompletos, y tensos; si, en las sociedades contemporáneas en que ha
no hace más que traducir al exterior esta dependencia mu- adquirido el desarrollo que sabemos, no tendrá por función
No es, pues, más que la expresión superficial de un· es- integrar el cuerpo social, asegurar su unidad. Es muy legi-
tado interno y más profundo. Precisamente porque este 1 timo suponer que los hechos que acabamos de obser:v.ar..s~ ,
estado es constante, suscita todo \ln mecanismo de imáge- reproducen aquí, pero con más amplitud; que esas grandes
nes que funciona con una continuidad que nQ varfa. La ima-
1
~ociedades políticas no pueden tampoc@ mantenerse en
gen del ser que nos completa llega a ser en nosotros equilibrio sino gracias a la especialización de las tareas;
mismos inseparable de la nuestra, no sólo porque se asocia que la división del trabajo es la fuente, si no única, al menos •
a ella con mucha frecuencia, sino, sobre todo, porque es principal de la solidaridad social. En este punto de vista
su complemento natural: deviene, pues, parte integrante y se había ya colocado Comte. jDe todos los sociólogos, den-
permanente de nuestra conciencia, hasta tal' punto que no tro de lo que conocemos, es el primero que ha señalado
podemos pasarnos sin ella y que buscamos todo lo que pue- en la división del trabajo algo más que un fenómeno pura-
da aumentar su energía. De ahí que amemos la sociedad de mente económico. Ha visto en ella «la condición más esencial
aquello que representa, porque la presencia del · objeto que para la vida social>, siempre que se la conciba cen toda su
expresa, haciéndolo pasar al estado de percepción actual, le extensión racional, es decir, que se Ja aplique al conjunto de
da más relieve. Por el contrario, nos causan sufrimiento to- todas nuestras diversas operaciones, sean cuales fueren, en
das las circunstancias que, como el alejamiento o la muerte, lugar de limitarla, como es frecuente, a simples casos mate-
pueden tener por efecto impedir la vuelta y disminuir la viva- riales> .\ Considerada bajo ese aspecto, dice, cconduce inme-
cidad. diatamente a contemplar, no sólo a los individuos y a las cla-
Por corto que este análisis resulte, basta para mostrar ses, sino también, en muchos respectos, a los diferentes pue-
que este mecanismo no es idéntico al que sirve de base a los blos, como participando a la vez, con arreglo a su propia ma-
sentimientos de simpatía cuya semejanza es la fuente. Sin nera y grado especial, exactamente determinado, en una obra
duda, no puede haber jamás solidaridad entre otro y nos• inmensa y común cuyo inevitable desenvolvimiento gradual
otros, salvo que la imagen de otro se une a la nuestra. liga, por lo demás, también a los cooperadores actuales a la se-
Pero cuando la unión resulta de la semejanza de dos imáge- rie de sus predecesores, cualesquiera que hayan sido, e igual-
nes, consiste entonces en una aglutinación. Las dos repre- mente a la serie de sus diversos sucesores. La distribución con-
~ent~ciones se hacen solidarias porque siendo indistintas tinua de los diferentes trabajos humanos és la que constituye,
principalmente, pues, la solidaridad social y la que es causa
totalmente o en parte, se confunden y no forman más que
elemental de. la extensión y de la complicación creciente del
una, Y.no son solidarias sino en la medida en que se con-
funden. P_o r el contrario, en los casos de división del tra· organismo social> ( I ).
bajo, se hallan fuera una de otra y no están ligadas sino por·
q~e son distintas. Los sentimientos no deberían, pues, sér los (1) C1Nr1 d1 1illlm111,i, jolilÍrJI, IV, 425.-ldeu análogas se en-
cuentren en Schaeffie, Bau 111111 L1/Je11 du 1o&ialm KaerJ,r1, U, 1u1i#1, y
DUSm~s en los dos casos, ni las relaciones sociales que de ellos
se derivan. Clém,nt1 Sci111&11ociaü, 1, .135 y aigs.

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Si esta hipótesis fuera demostrada, la división del trabajo tal, y para eso es indispensable comenzar por clasificar las
desempeñarla un papel mucho más impo~te que el que de diferentes especies de solidaridad social.
ordinario se le atribuye. No solamente servirla para dotar a
nuestras sociedades de un lujo, envidiable tal vez, pero su-
Pero ~ daridad social es un fenómeno completamente
moral que, por sí mismo, no se presta a observación exacta
1
perfluo; seríaiiffiicondición de su_yxistencia. Gracias a ella ni, sobre todo, al cálculo. Para proceder tanto a esta clasifica-
0
, cuando menos, pnnc1palmente a ella, se asegurarla su co- ción como a esta comparación, es preciso, pues, sustituir el
hesión; determinarla los rasgos esenciales de su constitucióñ: hecho interno que se nos escapa, con un hecho externo que
Por eso mismo, y aun cuando no estamos todavía en estado le simbolice, y estudiar el primero a través del segundo.
de resolver la cuestión con rigor, se puede desde ahora entre- Ese símbolo visible es el derecho. En efecto, allí donde
ver, sin embargo, que, si la función de la división del trabajo es la solidaridad social existe, a pesar de su carácter inmaterial,
realmente tal, debe tener un carácter moral, pues las necesi- ,. no permanece en estado de pura potencia, sino que mani-

1
dades de orden, de armonía, de solidaridad social pasan ge-
neralmente por ser morales.
fiesta su presencia mediante efectos sensibles. Allí donde es
fuerte, inclina fuertemente a los hombres unos hacia otros,

'
Pero, antes de examinar si esta opinión común es fun- les pone frecuentemente en contacto, multiplica las ocasiones
dada, es preciso comprobar la hipótesis que acabamos de que tienen de encontrarse en relación. Hablando exacta-

1
emitir sobre de la divisió de traba·o. Veamos si, en
efec o, en las sociedades en que vivimos es de ella de quien
esencialmente deriva la solidaridad social. ,
mente, dado el punto a que hemos llegado, es dificil decir si
es ella la que produce esos fenómenos, o, por el contrario, si
es su resultado; si los hombres se aproximan porque ella es
enérgica, o bien si es enérgica por el hecho de la aproxima-
ción de éstos. Mas, por el momento, no es necesario dilucidar
la cuestión, y basta con hacer constar que esos dos órdenes
11 I de hechos están ligados y varían al mismo tiempo y en el
mismo sentido. Cuanto más solidarios son los miembros del
¡;:,,, ¿cómo procederemos para esta comprobación? U_!!a.J._ociedad, ói'á s- relaciones diversas sostienen , bien unos
~enemos solamente que investigar si, en esas clases de con otros, bien con el grupo colectivamente tomado, pues,
sociedades, existe una solidaridad social originaria de la divi- si sus encuentros fueran escasos, no dependerían unos de 1
sión del trabajo. Trátase de una verdad evidente, puesto que otros más que de una manera intermitente y débU! Por otra
la división del trabajo está en ellas muy desenvuelta y produ- parte, el mimer,o de esas relaciones es necesariamente propor-
f ce la solidaridad. Pero es necesario, sobre todo, determin~r en cional al de las reglas jurídicas que las determinan. En efec-
qué medida la solidaridad que produce conttibuye a la mte- to, la vida social, allí donde existe de una manera permanen-
, graclón general de la sociedad, pues sólo entonces sabremos te, tiende inevitablemente a tomar una forma definida y a
Lhasta qué punto es necesaria, si es un factor esencial de la co- orgl\nizarse, y el derecho no es otra cosa que esa organiza-
hesión social, o bien, por el contrario, si no es más que una ción, incluso en lo que tiene de más estable y preciso (1). La
vida general de la sociedad no puede extenderse sobre un
~ndición accesoria y secundaria. Para responder a esta cues-
tton es preciso, pues, comparar ese lazo social con los otro s ,
(1) Véue más adelante, libro Ill, cap. l.
a fin de calcular la parte que le corresponde en el efecto to-
SS
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punto determinado sin _que la vid~ jurídica se extienda al costumbres; pero es que carecen de importancia y de conti-
mismo tiempo y en la misma relacion. Podemos, pues, estar nuidad, salvo,. bien entendido, los casos anormales a que
seguros de encontrar refl!'jadas_en, el derecho todas las varie- acabamos de referimos. Si, pues, es posible que existan tipos
dades esenciales de la solidaridad social. de solidarid~d social que sólo puedan manifestar las costum-
Ciertamente, se podría objetar que las relaciones sociales bres, ciertamente, son muy secundarios; por el contrario, el
pueden establecerse sin revestir por es~ una forma jurídica. derecho reproduce todos los que son esenciales, y son éstos
Hay algunas en que la reglamentación no llega a ese grado los únicos que tenemos necesidad de conocer.
preciso y consolidado; no están por eso indeterminadas, pero, ¿Habrá quien vaya más lejos y sostenga que la solidari-•
en lugar de regularse por el derecho, sólo lo son por las dad social no se halla toda ella en esas manifestaciones
costumbres. El derecho no refleja, pues, més que una parte sensibl~ ¿Que éstas no la expresan sino en parte e imper-l
de la vida social y, por consiguiente, no nos proporciona f;¡-amente? ¿Que más allá del derecho y de la costum-
más que datos incompletos para resolver el problema. Hay bre encuéntrase el estado interno de que aquella pro-
más; con frecuencia ócurre que las costumbres no están de cede y que para conocerla de verdad es preciso llegar hasta
acuerdo con et derecho; continuamente se dice que atempe- ella misma y sin intermediario?-Pero no podemos conocer
ran los rigores, corrigen los excesos formalistas, a veces científicamente las causas sino por los efectos que produ-
incluso que están animadas de un espíritu completamen- cen, y, para mejor determinar la naturaleza, la ciencia no
te distinto. ¿No podría entonces ocurrir que manüestaren hace más que escoger entre esos resultados aquellos que
otras clases de solidaridad social diferentes de las que exte- son más objetivos y se prestan mejor a la medida. Estudia el
rioriza el derecho positivo? calor al través de las variaciones de volumen que producen
Pero esta oposición no se produce más que en circuns- en los cuerpos los cambios de temperatura, la electricidad a
tancias completamente excepcionales. Para ello es preciso través de sus fenómenos fisico-quimicos, la fuerza a través
que el derecho no se halle en relación con el estado presente del movimiento. ¿Por qué ha de ser una excepción la solida-
de la sociedad y que, por consiguiente, se mantenga, sin ra- ridad social?
zón de ser, por la fuerza de la costumbre. En ese caso, en ¿Qué subsiste de ella, además, una vez que se la des-
efecto, las nuevas relaciones que a su pesar se establecen poja de sus formas sociales? Lo que- le proporciona sus caracte-
no dejan de organizarse, pues no pueden durar si no buscan res específicos es la naturaleza del grupo cuya unidad asegura;
su consolidacion. Sólo que, como se hallan en conflicto con el por eso varia según los tipos sociales. No es la misma en el
antiguo derecho que persiste, no pasan del estado de cos- seno de la familia y en las sociedades pollticas; no estamos
tumbres y no llegan a entrar en la vida jurídica propiamente ligados a nuestra patria de la misma manera que el romano
lo estaba a la ciudad o el germano a su tribu. Puesto que
dicha. Así es como el antagonismo surge. Pero no puede pro-
esas diferencias obedecen a causas sociales, no podemos ha-
ducirse más que en casos raros y patológicos que no pueden
cernos cargo de ellas más que a través de las diferencias que
incluso durar sin peligro. ~ m!!!!_e las costum_!>res_ n~
ofrecen los efectos sociales de la solidaridad. Si desprecia-
0 P.e!!_e.!!, al derecho, sino que, por el contrario, constituyen
rnos, pues, estas últimas, todas esas variedades no se pueden
-~e. Es ver4ad que a veces ocurre que nada se le; distinguir, y no podremos ya percibir más que lo común a to-
vanta sobre esta base. Puede haber relaciones sociales qu das, a saber, la tendencia general a la sociabilidad, tendencia
sólo toleren esa reglamentación difusa procedente de las
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. y en todas partes la misma, y que no está ti- eso es muy raro que en los análisis de pura psicología no
que 51empre ,es tipo social en particular. Pero este residuo
· no se encuentren mezclados algunos puntos de vista sociológi-
gada ,a niogun 1 • biliºdad , cos. Así, por ejemplo, algunas palabras aluden a la influencia
una abstracción, puec; a SOC1a en s1 no se
es mas que . del 1stado gregario sobre la formación del sentimiento social
tra en parte alguna. Lo que existe, y realmente vive,
encuenl formas particulares de la solidaridad, la solidaridad en general ( I ); o bien se indican rápidamente las principales
son , ast· · al 1 lid "d d · .. 1 relaciones sociales de que la solidaridad depende de la ma-
domes 1ca, la solidaridad profes1on , . a so an a nac1on · -, nera más manifiesta (2 ). Sin duda que esas consideraciones
la de ayer, la de hoy, etc. Cada una _tiene su naturaleza pro-
. . or consiguiente, esas generalidades no deberían, en complementarias, introducidas sin método, a título de ejem-
p1a, P , li "ó plos y siguiendo los azares de la sugestión, no son suficien-
todo caso dar del fenómeno mas que una exp caci n muy
tes para dilucidar bastante la naturaleza social de la solida-
incomple~ puesto que necesariamente dejan escapar lo que
ridad. Pero, al menos, demuestran que el punto de vista
hay de concreto y de vivo.
sociológico se impone incluso a los psicólogos.
El estudio de la solidaridad depende, pues, de la Sociolo-
.gía. Es un hecho social que no se puede conocer bien sino
Nuestro metodo hállase, pues, trazado por completo. Ya
por intermedio de sus efectos sociales. Si tantos moralistas y
que el derecho \eproduce las formas principales de la solida-
( ' psicólogos han podido tratar la cuestión sin seguir este mé- ridad social, no tenemos sino .que clasificar las diferentes
todo, es que han soslayado la dificultad. Han eliminado del
especies del mismo, para buscar en seguida cuáles son las
fenómeno todo lo que tiene de más especialmente social para
diferentes especies de solidaridad social que a aquéllas co-
no retener más que el germen psicológico que desenvuelve.
rresponden. Es, pues, probable que exista una que simbolice 1
Es cierto, en efecto, que la solidaridad, aun siendo ante todo
esta solidaridad especial de la que es causa la división del \
un hecho social, depende de nuestro organismo individual.
trabajo. Hecho esto, para calcular la parté de esta última, bas-
Para que pueda existir es preciso que nuestra constitución
tará comparar el número de reglas juridicas que la expresan
física y psíquica la soporte. En rigor puede uno, pues, con-
con·el volumen total del derecho.
tentarse con estudiarla bajo este aspecto. Pero, en ese·caso,
Para este trabajo no podemos servirnos de las distincio-
no se ve de ella sino la parte más indistínta y menos especial;
nes utilizadas _por los juristas. Imaginadas con un fin prác-
propiamente hablando, no es ella en realidad, es más bien lo
tico, serán muy cómodas desde ese punto de vista, mas la
que la hace posible.
· ciencia no puede contentarse con tales clasificaciones empi-
No sería muy fecundo todavía en resultados este estudio ricas y aproximadas. La más extendida es la que divide el
abstracto. Mientras permanezca en estado de simple predis- derecho en derecho público y derecho privado; el primero
posición de nue$tra naturaleza fisica, la solidaridad es algo tiene por misión regular las relaciones entre el individuo y el
demasiado indefinido para que se pueda fácilmente llegar a Estado, el segundo, las de los individuos entre sí. Pero cuan-
ella. Trátase de una virtualidad intangible que no ofrece un do se intenta encajar bien esos términos, la línea divi-
0_bj~to a la observación. Para que adquiera forma compren-
sible es preciso que se traduzcan al exterior algunas conse-
( I) Bain, E111otions et Volonté, págs. 117 y sigs., París, Alean.
cuencias sociales. Además, incluso en ese estado de indeter-
(2) Spencer, Príncipes de Psyclwlogie, VIII parte, cap. V. París,
minación, depende de condiciones sociales que la explican Y Alean.
de las cuales, por consiguiente, no puede ser desligada. Por
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. parecía tan clara a primera vista, se desvanece.
sona, que t·d d . en poner las cosas en su sitio, en el restablecimiento de rela-
Todo el derecho es privado en eI sen 1 o e que siempre y
s partes se trata de individuos, que son los que actúan; ciones perturbadas b,i.j o su forma normal, bien volviendo por
en toda 'bl. la fuerza el acto incriminado al tipo de que se había desviado,
pero, sObre todo , todo . el derecho es pu 1co en. e1 .senti- bien anulándolo, es decir, privándolo de todo valor social. Se
do de ser una función social, y de ser todos los individuos,
aunque a título diverso, funcionarios de la sociedad. Las deben, pues, agrupar en dos grandes especies las reglas jurí-
dicas, según lesº correspondan sanciones represivas organiza-
funciones maritales, patémas, etc., no están delimitadas ni
organizadas de manera diferente a como lo están las funcio- das, o solamente sanciones restitutivas. La primera com-
prende todo el derecho penal; la segunda, el derecho civil,· el
nes ministeriales y legislativas, y no sin razón el derecho
derecho mercantil, el derecho procesal, el derecho adminis-
romano calificaba la tutela de'"'""" ,ublicum. cQu6 es, por
trativo y constitucional, abstracción hecha de las reglas pena-
lo demás, el Estado? eDónde comienza y dónde ·termipa?
les que en éstos puedan encontrarse.
Bien sabemos cuánto se discute la cuestión; no es científico
Busquemos ahora a qué clase de solidaridad social co-
apoyar una clasificación fundamental sopre una noción tan
rresponde cada una de esas especies.
obscura y poco analizada.
Para proceder metódicamente necesitamos encontrar al-
guna característica que, aun siendo esencial a los fenómenos
jurídicos, sea susceptible de variar cuando ellos vatjan. Ahora
bien, todo precepto jurídico puede definirse como una regla
de conducta sancionada. Por otra parte, es evidente que las
sahcioqes cambian según la gravedad atribuida a los precep-
tos, el lugar -:¡ue ocupan en la . conciencia pública, el papel
que desempeñan en la sociedad. Conviene, pues, clasificar
las reglas juridicas según las diferentes sanciones que a ellas
van unidas.
Las hay de dos clases. Con=s.:.:
is:.;.te;,;n¡;¡,..¡e.s,ia;en
...
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un dolor, o, cuando menos, en una disminución que se oca-
siona al agente; tienen por objeto perjudicarle en su fortuna,
o en su honor, o en su vida, o en su libertad, privarle de
alguna cosa de que disfruta. Se dice que son represivas; tal
es el caso del derecho penal. Verdad es que las que se hallan
ligadas a reglas puramente morales tienen el mismo carácter;
sólo que están distribuidas, de una manera difusa, por todas
partes indistintamente, mientras que las del derecho penal no
se aplican sino por intermedio de un órgano definido; están
organizadas. ~n.cuanto a la otra clase, no implican necesaria-
m~ ~- sufnm2_ento d~ agente, sino que consisten tan sólo

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