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La Persona en el Derecho Romana Antigua.

“La palabra persona designaba, en el sentido propio, la máscara de la cual se servían en


escena los actores romanos dando amplitud a su voz (personare). De aquí se empleó en el
sentido figurado para expresar el papel que un individuo pueda llegar a representar en la
sociedad: por ejemplo, la persona del jefe de familia, la persona del tutor. Pero estas
personas solo interesan a los jurisconsultos en el sentido de los derechos que puedan tener y
obligaciones que les sean impuestas. En otra significación más extensa, se entiende por
persona todo ser susceptible de derechos y obligaciones”.
 
Los jurisconsultos romanos distinguían dos divisiones de las personas:
 
1.  La primera, que es la más extensa, distingue los esclavos y las personas libres. Aparte de
algunas diferencias en detalle, los esclavos tienen en derecho, poco más o menos, la misma
condición. Las personas libres, por el contrario, se subdividen, por una parte, en ciudadanos
y no ciudadanos, y por otra, en ingenuos y libertinos.
 
2.  La segunda división se aplica a las personas consideradas en la familia. Las unas son
alieni juris, o sometidas a la autoridad de un jefe; las otras, sui juris, dependiendo de ellas
mismas.
 
“El concepto de personas para el Derecho Romano, no comprende únicamente a los
hombres, sino también a los seres morales o de razón (personas jurídicas o sociales) que,
personificadas por la ley, son susceptibles de tener derechos y obligaciones (Estado, ciudad,
fisco, corporación). En sentido inverso no todos los hombres son para el Derecho Romano
personas; los esclavos no tienen, al menos por derecho antiguo y relativamente a sus
dueños, ni derechos ni obligaciones; forman parte de las cosas, de los objetos sobre que se
establecen derechos. Por esta razón los jurisconsultos ya dividan a las personas en físicas y
sociales”.
Conceptos y Clases de Personas.
La capacidad para tener propiedad, créditos, derechos y deudas, es lo que llamamos en Derecho
privado capacidad jurídica. Quien goza de ella recibe, en el lenguaje técnico de nuestra ciencia, el
nombre de "persona". Persona es, pues, un sujeto de derechos potencial; es decir, capaz de
tenerlos, aunque de hecho y por el momento no los posea.

Existen –en Derecho privado– dos clases de personas: las naturales y las jurídicas. Es persona
natural todo hombre capaz de derechos; persona jurídica, todo sujeto capaz de derechos privados,
que no sea hombre; por ejemplo: el Estado o un Municipio.

El nervio de la capacidad jurídica privada lo forma la capacidad patrimonial. En realidad, las dos
clases de personas que distinguimos representan sendas clases de patrimonios.

El patrimonio de las personas naturales, o sean los hombres aisladamente considerados, está al
servicio de los fines individuales; es patrimonio individualista y exclusivo de uno solo, patrimonio
privado, en la plena aceptación de la palabra; tan sólo existe para un individuo, y es ajeno a todos
los demás. Por eso el concepto de la persona natural determina necesariamente la institución de
la propiedad privada, objeto de constante impugnación –"la propiedad es el robo"–. Es un error
pensar que la propiedad privada sea contraria a los intereses colectivos. Lejos de esto, los
fomenta, devolviendo centuplicado a la sociedad lo que recibe. Es el terreno jurídico en que
germinan las libres personalidades. Alcanzar personalidad es el fin genuino del hombre; crearlas,
el sentido de la historia humana. En los hombres libres de cada pueblo reside la fuerza expansiva y
ascensional que arrastra a todos. La propiedad individual contribuye a crear esta atmósfera de
libertad, sin la cual no sería posible el desarrollo de las energías morales, espirituales y económicas
del individuo, del que, a su vez, depende el progreso de toda la nación.

El patrimonio de la persona jurídica, tal como es en realidad, no presenta esa fisonomía


individualista que caracteriza al patrimonio del hombre aislado. Puede decirse que es la sociedad
quien adopta la modalidad de persona jurídica –Estado, Municipio, Universidad–, con objeto de
aplicar un patrimonio a fines colectivos. Las personas jurídicas de Derecho público implican la
existencia de patrimonios sociales reunidos en beneficio de todos; no son, por su función
económica, patrimonios privados, bienes particulares, a la manera como lo son los que poseen los
individuos. El patrimonio de las personas jurídicas puede, pues, ofrecer un carácter público, lo que
no ocurre con el de las personas naturales, que es siempre y necesariamente privado.

Es imposible que el individuo, confiado a sus fuerzas exclusivas, abarque y monopolice en su


totalidad el mundo económico. Además, hace falta suavizar un poco las negras sombras que sobre
la vida del pueblo proyecta la propiedad privada de los individuos, por el reparto forzosamente
desigual –aunque no inmutable– de los bienes económicos, logrando que una parte del
patrimonio, en cada pueblo, pertenezca como inalienable a la sociedad, a la colectividad y a
cuantos la integran; la historia es la encargada de determinar, como fruto de las luchas sociales de
cada época, el alcance de esta distribución. He aquí la misión de la persona jurídica, en
concurrencia con la natural.
Es la sociedad, que reacciona contra el monopolio del individuo, oponiendo al principio
individualista, para contrarrestarlo, el sentido socialista y colectivo, y complementando el
patrimonio privado mediante el público. Esta necesidad legítima la existencia de las personas
jurídicas al lado de las naturales.

Bibliografía:

BCN.CL

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