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Existen –en Derecho privado– dos clases de personas: las naturales y las jurídicas. Es persona
natural todo hombre capaz de derechos; persona jurídica, todo sujeto capaz de derechos privados,
que no sea hombre; por ejemplo: el Estado o un Municipio.
El nervio de la capacidad jurídica privada lo forma la capacidad patrimonial. En realidad, las dos
clases de personas que distinguimos representan sendas clases de patrimonios.
El patrimonio de las personas naturales, o sean los hombres aisladamente considerados, está al
servicio de los fines individuales; es patrimonio individualista y exclusivo de uno solo, patrimonio
privado, en la plena aceptación de la palabra; tan sólo existe para un individuo, y es ajeno a todos
los demás. Por eso el concepto de la persona natural determina necesariamente la institución de
la propiedad privada, objeto de constante impugnación –"la propiedad es el robo"–. Es un error
pensar que la propiedad privada sea contraria a los intereses colectivos. Lejos de esto, los
fomenta, devolviendo centuplicado a la sociedad lo que recibe. Es el terreno jurídico en que
germinan las libres personalidades. Alcanzar personalidad es el fin genuino del hombre; crearlas,
el sentido de la historia humana. En los hombres libres de cada pueblo reside la fuerza expansiva y
ascensional que arrastra a todos. La propiedad individual contribuye a crear esta atmósfera de
libertad, sin la cual no sería posible el desarrollo de las energías morales, espirituales y económicas
del individuo, del que, a su vez, depende el progreso de toda la nación.
Bibliografía:
BCN.CL