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Acto de fe

Jesús, verdad eterna, creo que estás realmente presente en la Eucaristía, con tu cuerpo, sangre, alma y
divinidad. Oigo tu invitación: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo». «Tomad y comed; esto es mi
Cuerpo». Creo, Señor y Maestro, pero aumenta mi débil fe.

- Creo, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios vivo que has venido a salvarnos.
- Creo que estás presente en el augusto Sacramento del Altar.
- Creo que estás, por mi amor, en el Sagrario noche y día.
- Creo que has de permanecer con nosotros hasta que se acabe el mundo.
- Creo que bendices a los que te visitan, y que atiendes los ruegos de tus adoradores.
- Creo que eres el viático de los moribundos que te aman para llevarlos al cielo.
- Creo en Ti, y creo por los que no creen.

 Acto de esperanza
Jesús, único camino de salvación; tú me invitas diciéndome: «Aprended de mí»… y, sin embargo, ¡qué
poco me asemejo a ti! Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra tuya bastará para
sanarme. Tú, Jesús, complaciste al Padre; eres mi modelo. Atráeme a ti y dame la gracia de imitarte,
especialmente en la virtud que más necesito.
 Acto de caridad
Jesús Maestro, tú me dices: «Yo soy la vida»; «el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna». En los sacramentos del Bautismo y de la Reconciliación me has comunicado esta vida, y en la
Eucaristía la alimentas haciéndote mi comida. Toma mi corazón; libéralo de los bienes, placeres y
vanidades de la tierra. Te amo con todo el corazón y sobre todas las cosas, porque eres bien infinito y mi
felicidad eterna.
 
Acto de adoración
Te adoro presente en la Eucaristía, Palabra encarnada, Hijo unigénito e imagen del Padre, nacido de
María. En unión con María te ofrezco al Padre: contigo, por ti y en ti, sea por siempre la alabanza, la
acción de gracias y la súplica por la paz de los hombres. Ilumina mi mente, hazme discípulo fiel de la
Iglesia; que yo viva de fe; que comprenda tu Palabra; que sea un auténtico apóstol. Haz, Maestro divino,
que la luz de tu Evangelio llegue hasta los últimos confines del mundo.

Por esto, R/: te alabamos y te adoramos

- Vengo, Jesús mío, a visitarte. R/


- Te adoro en el sacramento de tu amor. R/
- Te adoro en todos los Sagrarios del mundo. R/
- Te adoro, sobre todo, en donde estás más abandonado y eres más ofendido. R/
- Te ofrezco todos los actos de adoración que has recibido desde la institución de este Sacramento
y recibirás hasta el fin de los siglos. R/

 Acto de Contrición
¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.

R/: Oh, Jesús, ¡ten piedad de mí!


- Por las desobediencias, pequeñas y grandes a Tu ley, R/.
- Por los deberes descuidados o mal cumplidos, R/.
- Por el bien que pude hacer y no hice, R/.
- Porque dejé triunfar muchas veces en mí las malas inclinaciones del orgullo, de la vanidad y del
egoísmo, R/.
- Porque no practiqué el mandamiento de caridad, como Tú lo ordenaste, R/
- Porque dejé estériles en mí tantas gracias, R/.
- Por la tibieza con que practiqué mi vida de piedad, R/.
- Por la indiferencia y frialdad con que respondí a los dones de Tu amor, R/.

Acto de petición
Te amo, Jesús, mi vida, mi alegría y fuente de todo bien. Quiero amarte cada día más, a ti y a los
hombres redimidos con tu sangre. Tú eres la vid y yo el sarmiento: quiero estar siempre unido a ti para
dar frutos abundantes. Tú eres la fuente: dame gracia cada vez más abundante para mi santificación. Tú
eres la cabeza; yo, uno de tus miembros: comunícame tu Espíritu Santo con todos sus dones. Venga a
nosotros tu Reino, por María. Conforta y salva a las personas que amo. Acoge en tu Reino a los difuntos.
Multiplica y santifica a los llamados al apostolado. Bebemos en el cáliz de la santidad. Líbranos por
siempre del mal. Recibiremos con reverencia tu Cuerpo santísimo, nos saciaremos de tu dulzura, Señor.
Nos has dado el pan del cielo: el hombre ha comido el pan de los ángeles. Amémonos los unos a los
otros, porque Dios es caridad. El que ama a su hermano ha nacido de Dios y lo contempla, en él es
perfecta la caridad. Padre santo, da paz a los sacerdotes, que reparten el Cuerpo de Cristo; da la paz a los
gobernantes y al pueblo, que reciben el Cuerpo de Cristo. Amén.
 Acto de gratitud
Eterno Padre, yo te agradezco porque Tu infinito Amor me ha salvado, aún contra mi propia voluntad.
Gracias, Padre mío, por Tu inmensa paciencia que me ha esperado. Gracias, Dios mío, por Tu
inconmensurable compasión que tuvo piedad de mí. La única recompensa que puedo darte en retribución
de todo lo que me has dado es mi debilidad, mi dolor y mi miseria.
Contemplo mi vida sembrada de alegrías y dolores y comprendo que todo en ella ha sido amor. Todo, oh
mi Dios, porque de Tu Corazón amante no puede salir nada que no sea gracia y amor.
Por todo esto, R/: Te doy gracias, Dios mío.
- Por las alegrías que me has permitido gozar, así como por los dolores y las pruebas con que has
sembrado mi camino, R/.
- Por las gracias conocidas y por las desconocidas, R/.
- Por los favores del pasado y los del futuro, R/.
- Por todo lo que has hecho en mí y por mí, y por todo lo que todavía querrás hacer en el futuro,
R/.
- Sobre todo, por haberme llamado al conocimiento de Tu Amor y a consagrarme a él, R/.
- Por la luz y la alegría Tuyas, que estoy tan lejos de merecer, R/.
- Por la luz y la alegría que el conocimiento de Tu Amor trajo a mi vida, R/.
- Por la posesión de Tu amor que Te hace mío y a mí me hace Tuyo, R/.
Eucaristía 1
EUCARISTÍA, MISTERIO DE AMOR

G. Señor, Tú eres el pan bajado del cielo, el pan de la vida.


T. Oh sagrado banquete, en el que Cristo es nuestra comida, se perpetúa el memorial de su Pasión,
nuestra alma se llena de gracia y se nos da la garantía de la gloria futura.
G. Oremos.
T. Dios, que en el misterio eucarístico nos has dado el verdadero pan bajado del cielo, haz que vivamos
siempre en Ti, con la fuerza de este alimento espiritual, y en el último día resucitemos gloriosos a la vida
eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
L1. De la primera carta de San Pablo a los Corintios (11, 23-26)
Por lo que a mí me toca, del Señor recibí la tradición que les he trasmitido, a saber, que Jesús, el Señor,
la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi
cuerpo entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía”. Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz
y dijo:
“Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; cuantas veces beban de él, háganlo en memoria
mía”. Así pues, siempre que coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta
que él venga.
G. Jesús, Redentor del hombre, Tú que te has hecho alimento y bebida de salvación, haz que,
participando a tu mesa, nos fortalezcamos de amor a Ti y a todos los hombres.
T. Jesús, salvador de la humanidad, que mandaste a tu Iglesia celebrar el misterio pascual, haz que el
memorial de tu pasión y resurrección nos transforme en testigos del Evangelio.
G. Jesús, pan vivo bajado del cielo, Tú que dijiste: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece
en mí y yo en él”, renueva en nosotros el deseo de vivir en profunda comunión contigo.
T. Jesús, que en la Eucaristía te das a nosotros como pan de vida y de esperanza, concédenos, en los
momentos de desánimo, crecer en la fe, animados por la certeza que Tú, vivo y resucitado, actúas
incesantemente en nuestro corazón.
L2. De la exhortación apostólica Sacramentum caritatis (nº 1)
Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo,
revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre.
En este admirable Sacramento se manifiesta el amor «más grande», aquel que impulsa a «dar la vida por
los propios amigos» (cf. Jn 15,13). En efecto, Jesús «los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Con esta
expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en
la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos.
Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos «hasta el extremo», hasta el don
de su cuerpo y de su sangre. ¡Qué emoción debió embargar el corazón de los Apóstoles ante los gestos y
palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el
Misterio eucarístico!
G. Jesús, que continúas tu presencia invisible en el sacramento eucarístico,
T. aumenta en nosotros la fe y el gusto por las realidades celestiales.
G. Jesús, viviente en la Eucaristía como fuente de agua viva, y “crisol de amor”, (Scritti, IV, pág. 320)
T. danos la gracia de saber obtener de Ti la fuerza que sostiene nuestra voluntad de hacer el bien y la
caridad que anima nuestro corazón, para hacer de nuestra vida una ofrenda de sacrificio a Dios y a los
hermanos.
L1. De los Escritos de San Leonardo Murialdo (III, ppág. 289-290)
El misterio de nuestra santa religión, que debe atraer toda nuestra admiración, que merece nuestra más
viva gratitud y que exige el más profundo y ferviente amor es ciertamente el de la Santísima Eucaristía.
Es el augusto y divinísimo Sacramento, por el cual Dios se comunica totalmente al hombre, haciéndose
con él casi una sola cosa, tanto que llega a ser un templo animado por la divinidad.
En la comunión recibimos verdaderamente un pan celestial: pan que viene del cielo, pan que contiene al
Señor del cielo, y hasta forma el mismo cielo, pan que nos fortalece en la virtud.
Recibimos a aquel Dios que es omnipotente, eterno, infinito, santo, al que creó con una palabra el cielo y
la tierra. Recibimos a aquel Dios que es infinita sabiduría y suma bondad. Recibimos aquel mismo
cuerpo y sangre que el Espíritu Santo formó en la purísima sangre de la Virgen María; aquel cuerpo que
fatigó y sufrió en este mundo; aquel cuerpo que por nosotros fue flagelado, lacerado, crucificado.
Oh, pudiese yo tener el corazón de un Serafín y los labios de un ángel para poder hablar dignamente de
este misterio tan elevado para apasionar sus corazones del santo amor a Jesús Sacramentado.
G. Señor Jesús, que en la Eucaristía nos has amado hasta la locura, te agradecemos porque has querido
quedarte junto a nosotros para ser fuente de vida y de salvación, y te pedimos inflamar nuestro corazón
de tu caridad.
T. Señor Jesús, que nos redimiste en el misterio pascual, haz que la participación en la Eucaristía nos
haga atentos en el servicio a los hermanos, con la misma disponibilidad de la que Tú nos has dado el
ejemplo. Amén.

Eucaristía 2
EUCARISTÍA PAN DE VIDA

G. “En verdad les digo: no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino es mi padre quien les da el
verdadero pan del cielo”. (Jn 6,32)
T. Señor, danos siempre de este pan de vida eterna.
G. “Yo soy el pan de vida; quien viene a mi no tendrá más hambre y quien cree en mi no tendrá más
sed”. (Jn 6,34)
T. Señor, danos siempre de este pan de vida eterna.
G. Oremos.
T. “Dirige, Señor, tu mirada sobre nosotros, Tú que deseas que tus fieles se alimenten de tu cuerpo y
lleguen a ser tu cuerpo.
El sacramento eucarístico sea para nosotros fuente de misericordia.
El sustento divino, con tu bendición, nos obtenga que la carne sea sometida al espíritu, y, en la paz y
armonía, obedezca sin rebelión.
Te lo pedimos a Ti, que con el Padre y con el Espíritu Santo, vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén”. (De la Liturgia galicana)

L1. Del Evangelio según San Juan (6,48-58)


Yo soy el pan de vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron. Éste es el
pan que ha bajado del cielo para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El
que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del
mundo.
Esto provocó una fuerte discusión entre los judíos, los cuales se preguntaban: “¿Cómo puede éste darnos
a comer su carne?”.
Jesús les dijo: “Yo les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no
tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el
último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe
mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre que me envió posee la vida y vivo por él, así también el
que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el pan que comieron sus
antepasados y murieron. El que coma de este pan, vivirá para siempre.
G. “Te damos gracias, Cristo Señor: Tú diste tu Cuerpo y tu Sangre por la salvación del mundo y por la
vida de nuestras almas.
T. Te damos gracias, Padre omnipotente, por habernos preparado la Iglesia como puerto seguro y templo
en el que glorificar a la Santísima Trinidad.
G. Te damos gracias, Cristo nuestro Rey: Tu Cuerpo y Sangre preciosa nos han dado la vida. Otórganos
el perdón y la misericordia.
T. Te damos gracias, Espíritu Santo, que renuevas la santa Iglesia. Guárdala pura en la fe en Dios
Trinidad, hoy y hasta el fin de los siglos.
G. Te damos gracias, Cristo nuestro Señor, porque nos alimentas continuamente en esta mesa y nos
preparas el banquete eterno, en el cual te alabaremos con el Padre y con el Espíritu Santo, por los siglos
de los siglos. Amén. (De la Liturgia oriental)
L2. De la exhortación apostólica Sacramentum caritatis (nº 7)
En la Eucaristía, Jesús no da «algo», sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega así
toda su vida, manifestando la fuente originaria de este amor divino. Él es el Hijo eterno que el Padre ha
entregado por nosotros. En el Evangelio escuchamos también a Jesús que, después de haber dado de
comer a la multitud con la multiplicación de los panes y los peces, dice a sus interlocutores que lo habían
seguido hasta la sinagoga de Cafarnaúm: «Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Porque el
pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo» (Jn. 6,32-33); y llega a identificarse él
mismo, la propia carne y la propia sangre, con ese pan: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo»
(Jn. 6,51).
Jesús se manifiesta, así como el Pan de vida, que el Padre eterno da a los hombres.
G. Oremos.
T. Señor, nuestro Dios, fuente de todo bien, que en tu Palabra nos has dado el agua viva que apaga la
sed, y sumergiéndonos en el agua del bautismo nos has hecho pasar de la muerte a la vida, no nos
olvides en esta tierra de exilio: aliméntanos con tu Eucaristía, pan de vida y de salvación, para que el
amor llegue a ser perfecto en nosotros.
Te glorificamos ahora, Cristo nuestro Dios, por este don que nos une a Ti y nos abre a la acogida y al
compartir de los hermanos, para glorificarte luego en eterno en la mesa celestial de tu reino.
G. “Sea mil veces bendito el benéfico y amoroso Señor que nos quiso dar el gran regalo de la
Eucaristía”. (Scritti, III, pág. 293)
T. Bendigamos al Señor: a él honor y gloria por los siglos. Amén.

Eucaristía 3
EUCARISTÍA, FUENTE
DE UNIDAD Y CARIDAD

G. “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.


T. El que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida
del mundo.
G. Quien come de mi carne y bebe de mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
T. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Quien come de mi carne y bebe
de mi sangre vive en mí y yo en él”. (Jn 6,51.54-55)
G. Oremos.
T. Dios fiel, que alimentas a tu pueblo con amor de Padre, reaviva en nosotros el deseo de Tí, fuente
inagotable de todo bien, y haz que, sostenidos por el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo, vivamos
en acción de gracias y proclamemos con las obras las maravillas de tu salvación.
L1. De la Constituciones, art. 38
La celebración de la Eucaristía, centro y fuente de la vida consagrada, sea el momento principal de la
jornada para cada comunidad y para cada hermano.
En la Cena del Señor, signo de unidad y vínculo de caridad, la comunidad se realiza plenamente como
reino de Dios que crece y camina al encuentro del Padre con una renovada voluntad de entrega a Dios en
el servicio a los jóvenes.
G. “Porque hay un solo pan, nosotros, aunque somos muchos, somos un solo cuerpo:
T. y todos participamos de un único pan”. (1Cor 10,17)
L2. De la exhortación apostólica Vita consecrata (nº 95)
La Eucaristía es el corazón de la vida eclesial y también de la vida consagrada. Quien ha sido llamado a
elegir a Cristo como único sentido de su vida en la profesión de los consejos evangélicos, ¿cómo podría
no desear instaurar con Él una comunión cada vez más íntima mediante la participación diaria en el
Sacramento que lo hace presente, en el sacrificio que actualiza su entrega de amor en el Gólgota, en el
banquete que alimenta y sostiene al Pueblo de Dios peregrino? Por su naturaleza la Eucaristía ocupa el
centro de la vida consagrada, personal y comunitaria. Ella es viático cotidiano y fuente de la
espiritualidad de cada Instituto.
En ella cada consagrado está llamado a vivir el misterio pascual de Cristo, uniéndose a Él en el
ofrecimiento de la propia vida al Padre mediante el Espíritu. La asidua y prolongada adoración de la
Eucaristía permite revivir la experiencia de Pedro en la Transfiguración: «Bueno es estarnos aquí». En la
celebración del misterio del Cuerpo y Sangre del Señor se afianza e incrementa la unidad y la caridad de
quienes han consagrado su existencia a Dios.
G. Te damos gracias, Padre bueno, por tu santo amor que permanece en nuestros corazones, y por el
conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has revelado por medio de tu hijo Jesús.
T. Te glorificamos, Señor de la vida, porque creaste todas las cosas para gloria de tu nombre, y has dado
a los hombres comida y bebida espiritual y la vida eterna por medio de tu siervo Jesús.
G. Te bendecimos, Padre santo, porque en tu providencia ofreces a los hombres un banquete que los
alimenta y los sostiene en el camino que lleva a Ti.
T. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia: presérvala de todo mal, hazla perfecta en tu amor y reúnela de los
cuatro vientos en tu reino que le has preparado.
G. Sostén, Señor, a nuestra comunidad que, en la participación de la mesa del Cuerpo y Sangre de tu
Hijo, fortalece su unidad y robustece su caridad.
T. A ti, Padre omnipotente, elevamos nuestra acción de gracias por los dones de salvación que, en
Cristo, nos ofreces en el banquete de la Eucaristía, “fuente y eje” de nuestro vivir en común.

L1. “En la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amados y el amar a los otros. Una
Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma.

Y viceversa —como hemos de considerar más detalladamente aún—, el «mandamiento» del amor es
posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser «mandado» porque antes es dado”.
(DCE 14).

G. Te damos gracias, Señor Jesús, porque nos has amado comunicándonos el amor infinito con el que el
Padre te ama.
T. Ayúdanos a vivir el mandamiento de la caridad para que nuestras jornadas sean verdaderamente
eucarísticas, testimonio de tu amor oblativo en el cual estamos involucrados en la celebración de tu
misterio de muerte y resurrección.
L2. “Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la
caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse. Dándose a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y
nos hace capaces de arraigarnos en Él”. (CIC 1394)

G. Te bendecimos, Señor Jesús, que, en tu bondad, nos has dado tu Cuerpo y tu Sangre, “sacramento de
amor”, para que vivamos santos e inmaculados en tu presencia.
T. Dirige nuestros pasos en el camino de tu voluntad, ayúdanos a ser fuertes contra las seducciones del
mal, sostén nuestro deseo de comunión entre nosotros y haz que, alimentados de ti, lleguemos a ser pan
de vida y de esperanza para nuestros jóvenes. Gloria, honor y gracias a ti, Señor Jesucristo, ahora y por
todos los siglos. Amén.

Eucaristía 4
EUCARISTÍA PRESENCIA DE GRACIA

G. Señor Jesús, te adoramos.


T. Mi Señor y mi Dios.
G. Señor Jesús, creemos en ti.
T. Mi Señor y mi Dios.
G. Señor Jesús, esperamos en ti.
T. Mi Señor y mi Dios.
G. Oremos.
T. Danos, Padre, la luz de la fe y la llama de tu amor, para que adoremos en espíritu y en verdad, a
nuestro Dios y Señor, Jesucristo, presente en el santo Sacramento. Él vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
L1. De las Constituciones, art. 38
El culto eucarístico, vivido en la Misa, se manifestará también con la adoración personal y comunitaria
de la Eucaristía, manteniendo viva así una de las tradiciones más preciosas de la Congregación.
G. Señor Jesús, que dijiste: “Quien come de mí, vivirá por mí”,

T. te damos gracias porque te has dignado hacernos partícipes de tu cuerpo y de tu sangre.


L2. Del Ritual del culto eucarístico (nn. 88-89)
Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia deriva del
sacrificio y tiende a la comunión, sacramental y espiritual. Con la oración delante de Cristo Señor
presente en el Sacramento, los fieles amplían la íntima unión de la comunión y renuevan esa alianza que
los estimula a expresar en la vida lo que han recibido en la celebración de la Eucaristía, con la fe y el
sacramento. Procuren, por tanto, sostenidos por la fuerza del alimento celestial, pasar toda su vida en
acción de gracias, partícipes realmente de la muerte y resurrección del Señor. Cada uno esté atento y
solícito para cumplir obras buenas buscando el agrado de Dios, proponiéndose animar el mundo con
espíritu cristiano y hacerse testigo de Cristo delante de los hombres, en toda situación.
G. Señor, Tú eres el pan bajado del cielo, el pan que da la verdadera vida.
T. “Señor, Tú bendices a los que te bendicen y santificas a los que confían en ti. Salva a tu pueblo y
bendice tu herencia.
No nos abandones a los que estamos alrededor de tu altar y que ponemos en ti nuestra esperanza.
Dígnate dar la paz al mundo, a tu Iglesia, a los sacerdotes, a los consagrados, a los gobernantes y a todo
el pueblo. Al Padre de todas las cosas, a ti, su único Hijo, al Espíritu Santo, damos alabanza, adoración,
gloria, ahora y por los siglos. Amén”. (De la Liturgia bizantina)
G. Señor, Tú eres la verdadera vid: sólo quedando en ti damos mucho fruto.
T. “Jesucristo, Señor y Dios nuestro,
Que por amor a los hombres bajaste hasta nosotros, y en la abundancia de tu gracia y de tu bondad
quisiste humillarte, te glorificamos.
Tú que nos has concedido de participar de tu Cuerpo y de tu Sangre y de adorarte en estos santos
misterios,
Protege y marca a tus adoradores con tu diestra invencible.
Guárdanos sin pecado por todos los días de nuestra vida.
Haz que no volvamos nunca a las culpas de la carne y del espíritu, sino confírmanos en ti, para dar gloria
eterna a ti, al Padre y al Espíritu Santo. Amén. (De la Anáfora de los Doce Apóstoles)
L1. De la Encíclica Ecclesia de Eucharistia (nº 25)
El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia.
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor
infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el « arte de
la oración », ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en
adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?
La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la
Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia.
G. Señor Jesús, cordero inmolado por nosotros, haz que, adorando el misterio de la Eucaristía, recibamos
los beneficios de tu redención.
T. Cristo Jesús, que te has elevado visiblemente al cielo para prepararnos un lugar en la casa del Padre, y
continúas tu presencia invisible en el sacramento eucarístico, agranda en nosotros la experiencia de la fe.
G. Cristo Jesús, que estás vivo en la Eucaristía, consolida nuestra esperanza en el camino hacia el
banquete eterno del reino de los cielos.
T. Señor Jesús, que estás presente en la Eucaristía como “brasero de amor” (Scritti IV, pág. 497), y
fuente de agua que mana hasta la vida eterna, reaviva en nosotros el amor a ti y a todos los hombres.
L2. De las Declaraciones (pág. 30-31)
En la adoración a Jesús sacramentado, nuestra pequeña Congregación fortalecerá su espíritu y su fervor.
Por lo tanto, reconocerán a Jesús en la Eucaristía como el verdadero dueño y superior de nuestras
comunidades, y a él acudirán directamente con filial confianza.
G. Te bendecimos, Señor Jesús, porque te quedas siempre con nosotros y nos das la gracia de vivir en
comunión contigo.
T. Te bendecimos, Señor Jesús, porque, con el Sacramento de tu amor, das fuerza a nuestro compromiso
de santidad “rociando nuestros corazones con esa íntima experiencia de tu amistad, la única que puede
dar sentido y plenitud a nuestra vida consagrada”.
L1. “Permaneciendo cerca de Cristo Señor en la Eucaristía, los fieles gozan de su íntima familiaridad y
delante de él abren su corazón para sí mismos y para todos sus seres queridos, y oran por la paz y la
salvación del mundo”. (Ritual del culto eucarístico 88)
G. Oremos.
T. “Señor Jesús, Tú estás con nosotros, vivo y verdadero, en la Eucaristía.
Señor, acrecienta nuestra fe.
Señor, danos una fe que ama.
Tú que nos ves, Tú que nos escuchas, Tú que nos hablas: Ilumina nuestra mente para que creamos más;
¡Calienta nuestro corazón para que te amemos más!
Tu presencia, admirable y sublime, nos atraiga, nos atrape, nos conquiste.
Señor, danos una fe más grande, Señor, danos una fe más viva”. (San Juan Pablo II)

ENVIA, SEÑOR, OBREROS A TU MIES

G. Dios Padre, Señor de la mies,


T. envía obreros a tu Iglesia y a nuestra Congregación.
G. Cristo Jesús, pastor eterno,
T. envía obreros a tu Iglesia y a nuestra Congregación.
G. Espíritu Santo, fuente de todo don,
T. envía obreros a tu Iglesia y a nuestra Congregación.
L1. Del Evangelio según San Mateo (9, 35-38)
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia y sanando
todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y desorientados como ovejas sin pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante pero los obreros son pocos. Oren por tanto al dueño de
la cosecha que mande obreros a recogerla”.
G. Oremos.
T. Señor Jesús, en la gratuidad de tu amor, Tú llamas a seguirte a quien quieres y cuando quieres: da a tu Iglesia
y a nuestra Congregación numerosos y generosos obreros para que colaboren contigo en la salvación de muchos
jóvenes que buscan valores auténticos y plenitud de vida.
L2. De las Constituciones, art. 56
Cada hermano josefino ore y trabaje para que el Padre envíe obreros a su mies. Ayude a los que aspiran a la
vida consagrada y anime a quienes sean llamados. El testimonio personal y comunitario de una vida josefina
alegre y la oración incesante son indispensables para colaborar con Cristo, que constantemente llama a seguirle.
G. Señor Jesús, que nos mandaste orar al Padre para que su mies sea rica de obreros, continúa llamando de entre
los jóvenes a aquellos que deberán anunciar tu palabra y continuar tu misión.
T. Señor Jesús, que pides nuestra colaboración, afianza nuestro empeño de acompañar a los jóvenes en su
camino de crecimiento vocacional.
G. Señor Jesús, que nos has elegido para seguirte en comunión con nuestros hermanos, haz que el testimonio
gozoso de nuestra vida comunitaria se transforme en tu voz que invita a los jóvenes a donarse a Ti, en el
servicio de los hermanos.
T. Señor, que obediente a la voluntad del Padre, has abrazado la virginidad y la pobreza como elección de vida,
haz que muchos jóvenes te sigan a Ti para ser tu presencia en el mundo, sobre todo entre la juventud, siguiendo
el ejemplo de San Leonardo Murialdo.
L1. Del Directorio, art. 48
Cada hermano se comprometa a fomentar en las obras un clima de intensa vida cristiana y a promover
asociaciones y grupos que se caractericen por un fuerte compromiso de oración y de apostolado, condiciones
favorables para que surjan vocaciones.
Según la tradición, los hermanos acogerán y acompañarán con especial atención a los jóvenes abiertos a una
perspectiva de vida consagrada y sacerdotal.
En su ministerio cada hermano presente a los jóvenes la vocación josefina como una posibilidad concreta de
compromiso en la promoción humana y de colaboración al crecimiento del reino de Dios. En esta labor se
implique a los padres, los profesores, los educadores y a la asociación de las madres apostólicas.
G. “Queridos hermanos, cada día digamos: Señor, manda obreros a tu mies” (Scritti IX, pág. 72)
T. Padre, providente y santo, que reconciliaste el mundo en Cristo, sacerdote eterno de la nueva alianza, prepara
los corazones de los jóvenes a quienes has elegido para seguir las huellas de tu Hijo, para que respondan
generosamente con su “sí” en la libertad del amor.
G. “Oremos al Señor que multiplique el número de los miembros de esta familia suya; oremos para que el Señor
mande obreros a su viña, y que sobre todo la llene de sus espirituales bendiciones”. (E., pág. V, 2156)
T. Cristo Jesús, que en la orilla del lago de Galilea llamaste a los apóstoles y los constituiste signos y portadores
de tu salvación, manda nuevos obreros a tu mies e infunde en todos nosotros perseverancia y santidad.
G. “Pidamos fervientemente al Señor vocaciones para nuestra Congregación”. (Scritti IV, pág. 369)
T. Espíritu de amor, que en el bautismo consagras a la humanidad redimida del pecado, continúa eligiendo entre
los jóvenes, misioneros para tu Iglesia y para nuestra Congregación.
L2. Del documento Vida fraterna en comunidad (nº 28)
La paz y el gozo de estar juntos siguen siendo uno de los signos del Reino de Dios. La alegría de vivir, aun en
medio de las dificultades del camino humano y espiritual y de las tristezas cotidianas, forma ya parte del Reino.
Esta alegría es fruto del Espíritu y abarca la sencillez de la existencia, el tejido banal de lo cotidiano. Una
fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga. Muy pronto sus miembros se verán tentados de buscar en
otra parte lo que no pueden encontrar en su casa. Una fraternidad donde abunda la alegría es un verdadero Don
de lo alto a los hermanos que saben pedirlo y que saben aceptarse y se comprometen en la vida fraterna
confiando en la acción del Espíritu.
Este testimonio de alegría suscita un enorme atractivo hacia la vida religiosa, es una fuente de nuevas
vocaciones y un apoyo para la perseverancia. Es muy importante cultivar esta alegría en la comunidad religiosa:
el exceso de trabajo la puede apagar, el celo exagerado por algunas causas la puede hacer olvidar, el continuo
cuestionarse sobre la propia identidad y sobre el propio futuro puede ensombrecerla.
G. Oremos
T. Señor Jesús, que llamaste a los apóstoles para hacerlos pescadores de hombres, atrae todavía a Ti a muchos
jóvenes generosos para que prolonguen en este mundo tu misión de salvación.
Guíalos en su camino formativo para que lleguen a ser sal de la tierra y luz del mundo con la riqueza de su
espiritualidad, con la generosidad de su entrega al prójimo y con la alegría de su vocación.

Señor Jesús, concédenos tu gracia de santidad, para que con la palabra y con el testimonio de nuestra vida
consagrada podamos transmitir a otros jóvenes la invitación a seguirte más íntimamente, en el espíritu de San
Leonardo Murialdo.
G. María, madre y reina de los apóstoles
T. Ruega por nosotros.

Por las vocaciones

1.Espíritu Santo,

fuego ardiente de luz y calor,


danos la pasión
por una profunda intimidad con el Señor
para que permanezcamos en su amor.
Como los discípulos de Jesús
que se intercambiaron
el anuncio alegre y asombroso
del encuentro con Él,
dona a cada uno de nosotros
un corazón transparente
para que narremos, con gratitud y admiración,
lo que supimos, vivimos y amamos de Él.
Que nuestro humilde testimonio
marcado por la opción de la cruz
y acogida en la esperanza del gozo pascual,
sea signo de fecundidad y oportunidad preciosa
para que los jóvenes puedan reflexionar
sobre la propia vocación
con sencillez, confianza y plena disponibilidad.
Virgen María, Madre de la Iglesia,
custodia con ternura
cada pequeño inicio de vocación
para que pueda hacerse un árbol en plenitud,
lleno de frutos para el bien de la Iglesia
y de toda la humanidad. Amén.
(Benedicto XVI)

2.¡Señor Jesús!, Pastor de nuestras almas,


que continuas llamando con tu mirada de amor
a tantos y tantas jóvenes
que viven en dificultades en el mundo de hoy,
abre su mente para oír entre tantas voces
que resuenan a su alrededor,
tu voz inconfundible;
suave y potente, que también repite hoy:
“Ven y sígueme”.
Mueve el corazón de nuestra juventud
a la generosidad
y hazla sensible
a las esperanzas de los hermanos
que piden solidaridad y paz, verdad y amor.
Orienta el corazón de los jóvenes
hacia la radicalidad evangélica
capaz de revelar al hombre moderno
las inmensas riquezas de tu caridad.
¡Llámalos con tu bondad, para atraerlos a Ti!
¡Préndelos con tu dulzura, para acogerlos en Ti!
¡Envíalos con tu verdad,
para conservarlos en Ti! Amén.
(San Juan Pablo II)

3.Jesús, Buen Pastor,


acoge nuestra alabanza
y nuestro humilde agradecimiento
por todas las vocaciones
que, por medio de tu Espíritu,
concedes continuamente a tu Iglesia.
Asiste a los obispos, presbíteros, misioneros
y a todas las personas consagradas:
haz que den ejemplo de vida
verdaderamente evangélica.
Hazlos fuertes y perseverantes en su propósito
a quienes se preparan para el sagrado ministerio
y para la vida consagrada.
Multiplica los trabajadores del Evangelio
para anunciar tu nombre en la humanidad.
Protege a todos los jóvenes de nuestras familias
y de nuestras comunidades:
concédeles disponibilidad
y generosidad para seguirte.
Dirige, también hoy, tu mirada sobre ellos
y llámales.
Concede a todos los llamados
la fuerza para abandonarlo todo
para elegirte solo a Ti que eres el amor.
Perdona la falta de correspondencia
y las infidelidades de los que elegiste.
Escucha, Cristo, nuestras invocaciones
Po
r intercesión de María Santísima,
Madre tuya y Reina de los Apóstoles.
Ella, que creyó, y respondió con generosidad
siendo causa de nuestra alegría,
acompañe con su presencia
y con su ejemplo a quienes llamas
al servicio total del reino. Amén.
(San Juan Pablo II)

ENVIA, SEÑOR, OBREROS A TU MIES

G. Dios Padre, Señor de la mies,


T. envía obreros a tu Iglesia y a nuestra Congregación.
G. Cristo Jesús, pastor eterno,
T. envía obreros a tu Iglesia y a nuestra Congregación.
G. Espíritu Santo, fuente de todo don,
T. envía obreros a tu Iglesia y a nuestra Congregación.
L1. Del Evangelio según San Mateo (9, 35-38)
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia y sanando
todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y desorientados como ovejas sin pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante pero los obreros son pocos. Oren por tanto al dueño de
la cosecha que mande obreros a recogerla”.
G. Oremos.
T. Señor Jesús, en la gratuidad de tu amor, Tú llamas a seguirte a quien quieres y cuando quieres: da a tu Iglesia
y a nuestra Congregación numerosos y generosos obreros para que colaboren contigo en la salvación de muchos
jóvenes que buscan valores auténticos y plenitud de vida.
L2. De las Constituciones, art. 56
Cada hermano josefino ore y trabaje para que el Padre envíe obreros a su mies. Ayude a los que aspiran a la
vida consagrada y anime a quienes sean llamados. El testimonio personal y comunitario de una vida josefina
alegre y la oración incesante son indispensables para colaborar con Cristo, que constantemente llama a seguirle.
G. Señor Jesús, que nos mandaste orar al Padre para que su mies sea rica de obreros, continúa llamando de entre
los jóvenes a aquellos que deberán anunciar tu palabra y continuar tu misión.
T. Señor Jesús, que pides nuestra colaboración, afianza nuestro empeño de acompañar a los jóvenes en su
camino de crecimiento vocacional.
G. Señor Jesús, que nos has elegido para seguirte en comunión con nuestros hermanos, haz que el testimonio
gozoso de nuestra vida comunitaria se transforme en tu voz que invita a los jóvenes a donarse a Ti, en el
servicio de los hermanos.
T. Señor, que obediente a la voluntad del Padre, has abrazado la virginidad y la pobreza como elección de vida,
haz que muchos jóvenes te sigan a Ti para ser tu presencia en el mundo, sobre todo entre la juventud, siguiendo
el ejemplo de San Leonardo Murialdo.
L1. Del Directorio, art. 48
Cada hermano se comprometa a fomentar en las obras un clima de intensa vida cristiana y a promover
asociaciones y grupos que se caractericen por un fuerte compromiso de oración y de apostolado, condiciones
favorables para que surjan vocaciones.
Según la tradición, los hermanos acogerán y acompañarán con especial atención a los jóvenes abiertos a una
perspectiva de vida consagrada y sacerdotal.
En su ministerio cada hermano presente a los jóvenes la vocación josefina como una posibilidad concreta de
compromiso en la promoción humana y de colaboración al crecimiento del reino de Dios. En esta labor se
implique a los padres, los profesores, los educadores y a la asociación de las madres apostólicas.
G. “Queridos hermanos, cada día digamos: Señor, manda obreros a tu mies” (Scritti IX, pág. 72)
T. Padre, providente y santo, que reconciliaste el mundo en Cristo, sacerdote eterno de la nueva alianza, prepara
los corazones de los jóvenes a quienes has elegido para seguir las huellas de tu Hijo, para que respondan
generosamente con su “sí” en la libertad del amor.
G. “Oremos al Señor que multiplique el número de los miembros de esta familia suya; oremos para que el Señor
mande obreros a su viña, y que sobre todo la llene de sus espirituales bendiciones”. (E., pág. V, 2156)
T. Cristo Jesús, que en la orilla del lago de Galilea llamaste a los apóstoles y los constituiste signos y portadores
de tu salvación, manda nuevos obreros a tu mies e infunde en todos nosotros perseverancia y santidad.
G. “Pidamos fervientemente al Señor vocaciones para nuestra Congregación”. (Scritti IV, pág. 369)
T. Espíritu de amor, que en el bautismo consagras a la humanidad redimida del pecado, continúa eligiendo entre
los jóvenes, misioneros para tu Iglesia y para nuestra Congregación.
L2. Del documento Vida fraterna en comunidad (nº 28)
La paz y el gozo de estar juntos siguen siendo uno de los signos del Reino de Dios. La alegría de vivir, aun en
medio de las dificultades del camino humano y espiritual y de las tristezas cotidianas, forma ya parte del Reino.
Esta alegría es fruto del Espíritu y abarca la sencillez de la existencia, el tejido banal de lo cotidiano. Una
fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga. Muy pronto sus miembros se verán tentados de buscar en
otra parte lo que no pueden encontrar en su casa. Una fraternidad donde abunda la alegría es un verdadero Don
de lo alto a los hermanos que saben pedirlo y que saben aceptarse y se comprometen en la vida fraterna
confiando en la acción del Espíritu.
Este testimonio de alegría suscita un enorme atractivo hacia la vida religiosa, es una fuente de nuevas
vocaciones y un apoyo para la perseverancia. Es muy importante cultivar esta alegría en la comunidad religiosa:
el exceso de trabajo la puede apagar, el celo exagerado por algunas causas la puede hacer olvidar, el continuo
cuestionarse sobre la propia identidad y sobre el propio futuro puede ensombrecerla.
G. Oremos
T. Señor Jesús, que llamaste a los apóstoles para hacerlos pescadores de hombres, atrae todavía a Ti a muchos
jóvenes generosos para que prolonguen en este mundo tu misión de salvación.
Guíalos en su camino formativo para que lleguen a ser sal de la tierra y luz del mundo con la riqueza de su
espiritualidad, con la generosidad de su entrega al prójimo y con la alegría de su vocación.

Señor Jesús, concédenos tu gracia de santidad, para que con la palabra y con el testimonio de nuestra vida
consagrada podamos transmitir a otros jóvenes la invitación a seguirte más íntimamente, en el espíritu de San
Leonardo Murialdo.
G. María, madre y reina de los apóstoles
T. Ruega por nosotros.

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


(de San Agustín)

Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente.


Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente.
Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas.
Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas.
Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas.

ORACION AL ESPIRITU SANTO


Cardenal Verdier
Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo,

Inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia Santificación.

Espíritu Santo,
Dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.

Dame acierto al empezar


dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén.

TU QUE LO ACLARAS TODO


Espíritu Santo, Tu que me aclaras todo,
que iluminas todos los caminos para que yo alcance mi ideal.
Tú que me das el don Divino de perdonar y olvidar el mal que me hacen y que en todos los instantes de mi vida
estás conmigo.
Quiero en este corto diálogo agradecerte por todo y confirmar que nunca quiero separarme de Ti, por mayor que
sea la ilusión material.
Deseo estar contigo y todos mis seres queridos en la gloria perpetua.
Gracias por tu misericordia para conmigo y los míos.
Gracias Dios mío.

Ven Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo,


Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Oración:
Oh Dios,
que llenaste los corazones de tus
fieles con la luz del Espíritu
Santo; concédenos que,
guiados por el mismo Espíritu,
sintamos con rectitud y
gocemos siempre de tu consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

CANCIONERO.

1.María, mírame
María, mírame
Si Tú me miras
Él también me mirara

Madre mía, mírame


De la mano llévame
Muy cerca de Él
Que ahí me quiero quedar

María, cúbreme con tu manto


Que tengo miedo, no sé rezar
Que por tus ojos misericordiosos
Tendré la fuerza, tendré la paz

María, mírame
María, mírame
Si Tú me miras
Él también me mirara

Madre mía, mírame


De la mano llévame
Muy cerca de Él
Que ahí me quiero quedar

Madre, consuélame de mis penas


Es que no quiero ofenderle más
Que por tus ojos misericordiosos
Quiero ir al cielo y verlos ya

María, mírame
María, mírame
Si Tú me miras
Él también me mirara

Madre mía, mírame


De la mano llévame
Muy cerca de Él
Que ahí me quiero quedar
En tus brazos quiero
Descansar

2. Alma Misionera
Salve (Oswaldo y Arce)

Señor
Toma mi vida nueva
Antes de que la espera
Desgaste años en mí

Estoy
Dispuesto a lo que quieras
No importa lo que sea
Tú llámame a servir

Llévame donde los hombres


Necesiten Tus palabras
Necesiten Tus ganas de vivir
Donde falte la esperanza
Donde falte la alegría
Simplemente
Por no saber de ti

Te doy
Mi corazón sincero
Para gritar sin miedo
Lo hermoso que es Tu amor

Señor
Tengo alma misionera
Condúceme a la tierra
Que tenga sed de Dios

Llévame donde los hombres


Necesiten Tus palabras
Necesiten Tus ganas de vivir
Donde falte la esperanza
Donde falte la alegría
Simplemente
Por no saber de ti

Y así
En marcha iré cantando
Por pueblos predicando
Tu grandeza, Señor

Tendré
Mis brazos sin cansancio
Tu historia entre mis labios
Y fuerza en la oración

Llévame donde los hombres


Necesiten Tus palabras
Necesiten Tus ganas de vivir
Donde falte la esperanza
Donde falte la alegría
Simplemente
Por no saber de ti

Llévame donde los hombres


Necesiten Tus palabras
Necesiten Tus ganas de vivir
Donde falte la esperanza
Donde falte la alegría
Simplemente
Por no saber de ti

Simplemente
Por no saber de ti

3. Entre tus manos


Está mi vida, Señor
Entre tus manos
Pongo mi existir
Hay que morir
Para vivir
Entre tus manos
Confío mi ser

Si el grano
De trigo no muere
Si no muere
Sólo quedará

Pero si muere
En abundancia dará
Un fruto eterno
Que no morirá

Entre tus manos


Está mi vida, Señor
Entre tus manos
Pongo mi existir

Hay que morir


Para vivir
Entre tus manos
Confío mi ser

Y si vivimos
Para Él vivimos
Y si morimos
Para Él morimos

Si avivamos
O que muramos
Somos del Señor
Somos del Señor

Entre tus manos


Está mi vida, Señor
Entre tus manos
Pongo mi existir
Hay que morir
Para vivir
Entre tus manos
Confío mi ser

4. Milagro de Amor
Jesús, aquí presente en forma real
Te pido un poco más de fe y de humildad
Quisiera poder ser digno de compartir
Contigo el milagro más grande de amor
Milagro de amor tan infinito
En que tú mi Dios te has hecho
Tan pequeño y tan humilde para entrar en mi
Milagro de amor tan infinito
En que tú mi Dios te olvidas
De tu gloria y de tu majestad por mi
Y hoy vengo, lleno de alegría
A recibirte en esta eucaristía
Te doy gracias por llamarme a esta cena
Porque aunque no soy digno
Visitas tú mi alma
Milagro de amor tan infinito
En que tú mi Dios te has hecho
Tan pequeño y tan humilde para entrar en mi
Milagro de amor tan infinito
En que tú mi dios te olvidas
De tu gloria y de tu majestad por mi
Gracias señor
Por esta comunión

5. Junto a Ti Maria
Junto a ti María
Como un niño quiero estar
Tómame en tus brazos
Guíame en mí caminar

Quiero que me eduques


Que me enseñes a rezar
Hazme transparente
Lléname de paz

Madre, madre
Madre, madre

Madre, madre
Madre, madre
Gracias, madre mía
Por llevarnos a Jesús
Haznos más humildes
Tan sencillos como tú

Gracias, madre mía


Por abrir tu corazón
Porque nos congregas
Y nos das tu amor

Madre, madre
Madre, madre

Madre, madre
Madre, madre

6. Que Detalle Señor

Que detalle Señor has tenido conmigo


Cuando me llamaste, cuando me elegiste
Cuando me dijiste que Tú eras mi amigo
Que detalle Señor has tenido conmigo

Que detalle Señor has tenido conmigo


Cuando me llamaste, cuando me elegiste
Cuando me dijiste que Tú eras mi amigo
Que detalle Señor has tenido conmigo

Te acercaste a mi puerta y pronunciaste mi nombre


Yo temblando te dije: "Aquí estoy Señor"
Tú me hablaste de un Reino, de un tesoro escondido
De un mensaje fraterno que encendió mi ilusión

Que detalle Señor has tenido conmigo


Cuando me llamaste, cuando me elegiste
Cuando me dijiste que Tú eras mi amigo
Que detalle Señor has tenido conmigo

Yo dejé casa y pueblo por seguir tu aventura


Codo a codo contigo, comencé a caminar
Han pasado los años y aunque aprieta el cansancio
Paso a paso te sigo, sin mirar hacia atrás

Que detalle Señor has tenido conmigo


Cuando me llamaste, cuando me elegiste
Cuando me dijiste que Tú eras mi amigo
Que detalle Señor has tenido conmigo

Que detalle Señor has tenido conmigo


Cuando me llamaste, cuando me elegiste
Cuando me dijiste, que Tú eras mi amigo
Que detalle Señor has tenido conmigo

¡Que alegría yo siento, cuando digo tu nombre!


Que sosiego me inunda cuando oigo tu voz
Que emoción me estremece, cuando escucho en silencio
Tu palabra que hábita mi silencio interior

Que detalle Señor has tenido conmigo


Cuando me llamaste, cuando me elegiste
Cuando me dijiste que Tú eras mi amigo
Que detalle Señor has tenido conmigo

Alma de Cristo
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

Pasión de Cristo, confórtame.


¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

7. Ante Tu Presencia
Señor me tienes ante tu presencia
Con dulce voz a ti yo clamaré
Escucha buen señor mi oración
Que te ofrezco
En ti me gozaré Señor, Jesús
A ti mi vida entera rendiré
Tu gloria y tu poder me alegrará
Para siempre

Oh, Señor, Jesús úngeme


Y hazme dócil como tu quieras
Tómame y dame fuerzas
Para seguir tu camino

Oh, Señor, Jesús úngeme


Y hazme dócil como tu quieras
Tómame y dame fuerzas
Para seguir tu camino

Señor, me tienes ante tu presencia


Con dulce voz a ti yo clamaré
Escucha buen Señor mi oración
Que te ofrezco

En Ti me gozaré Señor Jesús


A ti mi vida entera rendiré
Tu gloria y tu poder me alegrará
Para siempre

Oh, Señor, Jesús úngeme


Y hazme dócil como tu quieras
Tómame y dame fuerzas
Para seguir tu camino

Oh, señor Jesús úngeme


Y hazme dócil como tu quieras
Tómame y dame fuerzas
Para seguir tu camino

8 / Vive Jesús el Señor /4


Él vive, vive, Él vive, vive, vive Jesús el Señor.
/ Reina Jesús el Señor /4
/ Él reina, reina, Él reina, reina, reina Jesús el Señor /2
/ El Señor /2

9. Tu Reinarás
¡Tú reinarás! Este es el grito que ardiente exala nuestra fe
!¡Tú reinarás, oh Rey bendito! Pues tú dijiste: "reinaré"

Reine Jesús por siempre, reine su corazón


En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación
En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación
¡Tú reinarás! Dulce esperanza, que al alma llena de placer
Habrá por fin paz y bonanza, felicidad habrá doquier

Reine Jesús por siempre, reine su corazón


En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación
En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación

!Tú reinarás! Dichosa era, dichoso pueblo con tal Rey


Será tu Cruz nuestra bandera, tu amor será, ya, nuestra ley

Reine Jesús por siempre, reine su corazón


En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación
En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación

!Tú reinarás! En este suelo, te prometemos nuestro amor


Oh buen Jesús, danos consuelo en este valle de dolor

Reine Jesús por siempre, reine su corazón


En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación
En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María la nación

10. Jesús Amigo

Hoy te quiero contar Jesús Amigo,


que contigo estoy feliz,
Si tengo tu amistad lo tengo todo,
pues estás dentro de mí,
Después de comulgar
me haces como Tú,
me llenas con tu paz,
En cada pedacito de este Pan,
completo estás y así te das.

Estás ahí por mí, porque conoces


que sin ti pequeño soy,
De ahora en adelante,
nada nos separará ya lo verás.

Te escondes en el Pan
y aunque no te pueda ver,
te puedo acompañar,
es mi lugar preferido.
Hoy quiero comulgar
abrirte mi corazón,
y así de par en par
eres mi mejor amigo.

Dos mil años atrás a tus amigos,


invitaste a cenar,
ahí les prometiste que con ellos,
por siempre ibas a estar.
Y ahora cada vez que el sacerdote
eleva el Pan en el altar,
me pongo de rodillas porque sé
que en esa Hostia Tú estás.

Te escondes en el Pan
y aunque no te pueda ver,
te puedo acompañar,
es mi lugar preferido.

Hoy quiero comulgar


abrirte mi corazón,
así de par en par
eres mi mejor amigo,

Me vuelves a salvar
como lo hiciste en la cruz,
y en cada Misa Tú repites tu sacrificio.

Jesús., mi amigo...

11. OH BUEN JESÚS


¡Oh Buen Jesús!, yo creo firmemente,
que por mi bien, estás en el altar;
que das tu cuerpo y sangre, juntamente,
al alma fiel, en celestial manjar.
Al alma fiel, en celestial manjar.
Indigno soy, confieso avergonzado,
de recibir la santa comunión.
Jesús que ves mi nada y mi pecado,
prepara, tú, mi pobre corazón.
Prepara, tú, mi pobre corazón.

Pequé, Señor, ingrato te he ofendido;


infiel te fui, confieso mi maldad;
contrito ya, perdón, Señor, te pido,
eres mi Dios, apelo a tu bondad.
Eres mi Dios, apelo a tu bondad.

Espero en ti, piadoso Jesús mío,


oigo tu voz que dice ven a mí.
Porque eres fiel, por eso, en ti confío,
todo Señor, espérolo de TI.
todo Señor, espérolo de TI
12. De rodillas, Señor, de rodillas
Y en el polvo inclinada la frente,
Hoy venimos a ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.
Con amante y con fiel corazón.
Aquí estamos, Señor, aquí estamos
Anegados en llanto los ojos;

Hoy venimos a ti, Dios clemente,


Que se acaben, Señor, tus enojos,
Pues que somos tus hijos al fin.
Que se acaben Señor tus enojos,
Pues que somos tus hijos al fin.

De rodillas, Señor, de rodillas


Y en el polvo inclinada la frente,
Hoy venimos a ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.
Hoy venimos a ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.

Que si un tiempo yo ingrato olvidara


Por el mundo tu amor y tus glorias,
Lamentando tan tristes memorias,
Hoy, humilde, te pido perdón.
Lamentando tan tristes memorias,
Hoy, humilde, te pido perdón.

De rodillas, Señor, de rodillas


Y en el polvo inclinada la frente,
Hoy venimos a ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.
Hoy venimos a ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.

Por tu amor, alentados venimos


Que si Tú eres Señor de señores,
También eres, Jesús, Dios de amores,
Infinito en amar y sufrir
También eres, Jesús, Dios de amores,
Infinito en amar y sufrir

De rodillas, Señor, de rodillas


Y en el polvo inclinada la frente,
Hoy venimos a ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.
Hoy venimos a ti, Dios clemente,
Con amante y con fiel corazón.

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