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SIN RENCOR A HENRY

MILLER Y OTROS
CUENTOS

©Emanuel Reyes Cotera, 2015

1
ÍNDICE

Los libros del general………………………………………………………………….3


La traición infinita…...…..…………………………………………………………....12
Sin rencor a Henry Miller………………………..…………………………………..23
A cualquier lugar fuera del destino………………………………………………..43
La muerte de Farés Lujan ………………………………………………………….59
Túneles, suripantas y guerrilleros…………………………………………………..68
Curro…………………………………………………………………………………..79
Pale Moon………………………………………………………………………….....94
El mago de la colina verde………………………………………………………...103
Una fábula de amor pintada de azul……………………………………………...136

2
Los libros del general

Todos los ambientes del segundo piso de aquella casa eran restringidos, las

tres horas que permanecíamos allí transcurrían rápido; primero hacíamos las tareas,

luego jugábamos y finalmente tomábamos té con galletitas caseras mirando los

Gobots. Eso ocurría siempre, después de aquella tarde de la conmoción nada volvió

a ser igual, de repente dejamos de ir a la casa de Alberto Martínez… Para mí no

sólo fue una trivialidad infantil sino algo que marcaría para siempre mi vida, un

trastoque mágico tras esa puerta, condensado por el tiempo en un sólo espacio, con

el aroma dulce que se combinan de las hojas de los libros y la madera de los

anaqueles.

La casa quedaba en la esquina de San Martín y Gálvez, estaba derruida

pero su imponencia arquitectónica de híbrida: colonial y republicana la alejaban de

ser tétrica y sombría. Alberto llevaba la llave del portón de cedro –en un collar de

pabilo– pendiendo del cuello. Tanto el portón, la cerradura y la llave eran presas

codiciables de anticuarios que venían muy seguido de Lima. El patio era empedrado

de guijarros pequeños con simétricas incrustaciones de mármol de Carrara,

alrededor y a dos niveles se encontraban los distintos ambientes, a ambos lados del

vestíbulo se hallaban dos escaleras que subían al segundo piso, los balcones eran a

la vez corredores con balaustradas torneadas que servían de barandas y eran

sostenidas por columnas de madera tallada.

Todo era parsimonioso, el sol destellaba sus últimos resplandores y

terminábamos de jugar, cada uno de nosotros tenía un muñeco articulado de nuestro

robot favorito. Doña Rosa, la abuelita de Alberto nos llamaba con el lonche listo y el

televisor prendido para ver a nuestros robots en acción.

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Siempre éramos los mismos: el gordo Marto, el flaco Regules, el conflictivo

Alberto Reguero, yo y el hombre de la casa Alberto Martínez. Y siempre un ruido

lejano pero a la vez cercano, del segundo piso, terminaba llamándonos la atención

mientras jugábamos en el patio. Parecían sonidos dispersos de tundentes arpegios

emitidos por un gramófono. Nos preguntábamos que es lo que había arriba; y

fantaseábamos con las posibilidades arcanas que ocultaban aquellos ambientes. Era

el mejor amigo de Alberto Martínez y le defendía constantemente del abusivo de su

primo Alberto Reguero que siempre le andaba molestando, incluso me vi en la

obligación de defender la intimidad de su hogar inventando historias con seres

fantásticos de la mitología andina: Malos espíritus, Cabezas voladoras y

Condenados, incluso yo mismo me lo creía y quedaba paralizado con un espanto

pueril.

En el primer piso se encontraba el salón principal, con muebles de ebanistería

francesa que permanecían vigorosos al paso del tiempo, un pequeño altar se

levantaba en una esquina, en otra una vitrina con medallas y otros objetos de valor

de la familia, un practico gabinete con libros en otra; frente a la puerta, encima de

una consola RCA, daguerrotipos con marcos de pan de oro con personajes de

cabellos y bigotes delineados y en trajes militares.

En la tarde me encontraba con Macarena (la mamá de Alberto) y me

encargaba protegerlo porque ella volvía al trabajo. El té lo tomábamos allí frente a un

televisor portátil, yo me iba a ver los libros del gabinete. A esa edad no sabía que se

tenía que leer a Verne, Salgari, Dickens o Twain para decir que uno lee desde muy

niño.

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Una tarde llego Alberto Reguero más obstinado que nunca: –Por fin hoy

descubriremos a los fantasmas –dijo.

–Los fantasmas entran en actividad a las doce de la noche –aseguro Regules.

Ninguno de nosotros quiso participar en tal barrabasada, sin embargo Alberto

Reguero tenía un plan B. Como a las cuatro de la tarde y muy ansioso fue hacia el

portón a mirar a la calle, de repente regreso con José Cortéz, quien hacía mucho

tiempo quería entrar a nuestro muy cerrado club, en principio no le aceptamos por

qué no tenía a ninguno de los Gobots, y por qué en la escuela todos le llamábamos

Pepebastardo.

–El bastardo subirá por nosotros –afirmaba con un brillo perverso en la

mirada.

Aceptamos cuando nos dijo que él era muy valiente y no le temía a los

fantasmas y estaba allí por propia voluntad. Alberto Martínez fue a apearse a la

ventana de la recamara para espiar los movimientos de su abuela y alertar cualquier

contratiempo, lo mismo hizo Regules que se fue al zaguán y los demás nos

quedamos en un lugar estratégico para dirigir a Pepebastardo. Escalera arriba sus

pasos eran raudos, con una agilidad felina que no dejaba rastro sonoro en ninguna

de las tablas del corredor balcón. Se acercó a la primera puerta y nada, a la segunda

y nada y así en las demás, nunca nos habíamos percatado que todas tenían

candado.

– ¡Que hago! –Nos dijo confundido–, no tienen las llaves –susurraba.

– ¡Mira la del medio! –indicaba Alberto Reguero con un brazo en alto y el otro

haciéndole sordina la voz– ¡mira la del fondo!

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La puerta del salón principal del segundo piso estaba libre de candado.

¿Quizá Alberto Reguero siempre lo supo? ¿Quizá por eso la certidumbre de que ese

día sabríamos la verdad?

Temí lo peor, trate de frenar que Pepebastardo fuera víctima de alguna

patraña de Alberto Reguero, recuerdo que ya se encontraba paralizado y algo

desconcertado, el miedo le hizo detener y mojar los pantalones, me miraba, le dije

que volviera que ya no importaba. Su parálisis menguo, su respiración profunda le

devolvía la confianza. Vi a Alberto Reguero que tenia la mirada desbordante y

enajenada sobre Pepebastardo. Todos tratamos de disuadirlo una vez más, se

acerco a la puerta, tanteo la fuerza del empellón que usaría para abrirla, me eche

escalera arriba y ya era muy tarde. Sus gañidos llegaron hasta la calle llamando la

atención de algunos vecinos que entraron minutos después.

Mientras trataba de abrir la puerta, alguien del otro lado la abrió

violentamente. De repente una sombra alta, enjuta y demasiadamente pálida se

planto frente a él. Cuando pude verle quede igual paralizado y me di cuenta de que

se parecía mucho a Hitler. Trataba de levantar a Pepebastardo que yacía

desmayado sobre las tablas.

– ¡Carajo ayúdame a levantarlo! –me dijo, el brutal impacto de su mirada me

desplazo a colaborarle.

Detrás de la puerta pude observar una interminable sucesión de estanterías

repletas de libros, long plays de treintaitres y cuarentaicinco revoluciones por

minuto, y otras reliquias de intelectualidad. Rápido apareció doña Rosa. Alberto

Reguero, Regules y Marto partieron a la carrera al disipar la identidad del fantasma

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que no era más que el abuelo Martínez, dejaron la puerta abierta y entonces

aparecieron los vecinos preocupados por tal alarido.

José Cortéz nunca más volvió para que jugara con nosotros, su pretensión de

ingresar a nuestro club jamás se concreto, luego también empezó a ver explosiones

en los bancos y un apagón de varias semanas nos dejo sin ver los capítulos finales

de los Gobots. Al poco tiempo terminamos la primaria, de aquella travesura cuando

niños ya sólo queda el recuerdo.

Por suerte coincidí, con Alberto, en el San José en el turno de tarde, en

algunas asignaturas necesitábamos revisar libros de texto e incluso algunas

enciclopedias. Doña Rosa por aquellos años había enviudado. Aquel hombre de

rostro anguloso, de perfil ario y aspecto nazi era uno de los militares de los

daguerrotipos. El mismo que por alguna razón había perdido la conexión con el

mundo social donde era respetado por su labor castrense, su valor intelectual y

sobre todo sus virtudes artísticas.

Era el tataranieto de Alejo Martínez Lira, el prócer de la independencia, que

una tarde enchapada en ceniza, conoció al General Bolívar en Pativilca, al regresar

de una campaña de aprovisionamiento de pertrechos y otros menesteres de guerra.

Había enrumbado a su séquito hacia Huaraz. Allí le encontró envuelto en unas

mantas embarradas de estiércol, le ofreció ayuda incondicional, y Bolívar lo nombró

teniente coronel del batallón de infantería cívica de Jauja.

La ubicación estratégica de Jauja permitía la logística y la comunicación que

marchaban de Lima hacia el Alto Perú y viceversa.

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Alejo Martínez fue herido de muerte en una batalla, pasó unas semanas de

fiebre y postración, al volver en sí, encontró al libertador hospedado en su casa que

había sido destruida por los realistas. Bolívar y Sucre estaban discutiendo sobre una

ley del congreso colombiano, por razonamiento político prohibían que él, el

presidente de Colombia y generalísimo de los ejércitos del Perú iniciara los preludios

libertarios y terminara su obra en Ayacucho. Esa tarde que partían las huestes

libertadoras, Alejo Martínez y Sucre quedaron atónitos: Aquel hombre que ha leído a

Voltaire, Rousseau, Diderot estaba hincado a los pies de la virgen del Rosario.

Alberto conocía aquella historia, se trataba de una épica familiar. Un escepticismo

inocente se empezaba a tornar como parte esencial de mi personalidad y dude de

aquella historia, sobre todo por los errores cronológicos y la poca documentación.

Todo empezó como una asignatura de colegio, nos pedían investigar la

independencia de Jauja y hacer una monografía.

–Alejo Martínez era un hombre comprometido con la causa –decía Macarena

con cierta solemnidad y orgullo–: aprehendía desertores, recogía enfermos que se

curaban acá, porque era una especie de hospital de campaña, y también se batía a

sable; en Junín por poco y lo matan...

Las anécdotas enriquecían más la investigación e incluso me ayudaron a

descubrir mi pasión por la historiografía, no dude incluso en hacer un artículo y

publicarlo en “El Josefino”. Con el permiso de doña Rosa ingresamos a la gran

biblioteca, cuartel de invierno del abuelo Martínez. Para desmantelar mis dudas

Macarena se dirigió hacia una estantería con puertas de vidrio y candados de

seguridad. Dentro había incunables, libros con tapas duras forradas en cuero, toda la

estantería estaba repleta. Saco un libro, en las primeras páginas se hallaba escrito

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en tinta china y con fina estilográfica: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad

Bolívar y Palacios, una caligrafía no tan perfecta ni impactante como se puede

asociar a su personalidad.

–Con esto no te debe quedar ninguna duda, una carta de Bolívar:

Lima, 17 de febrero de 1825


Mí querido amigo:
Me apresuro en escribirle estas líneas don Alejo con fervor y firmeza que demandan la admiración que le tengo por su
labor no menos filantrópica que enaltecen su valor y la trayectoria de sus ideales de constructor de su patria. Que ahora
queda el más arduo de los trabajos, de organizarlo en función de una patria joven que emerge del más cruento de los
esfuerzos por librarlo del tirano español, bien decía Montesqueiu: Es más difícil sacar a un pueblo de la servidumbre que
subyugar uno libre. A pesar de este convencimiento estoy seguro no defraudarlo con mis ingenuas apreciaciones.
Es cierto, que el virreinato del Perú fue sin duda el más sumiso y el que más vidas cobro a sus hermanos de Quito, Chile y
Buenos Aires, quienes iniciaron su libertad. Que fueron los hijos limeños los que más apoyo dieron a sus señores porque
temían que los privilegios terminaran y empezaran, los esclavos y pardos libertos, a perseguirlos. Temían a la democracia y
preferían estar privados de la tiranía activa e incluso del poder administrase por sí solos. Todo eso quedo atrás felizmente,
hoy los caminos del Nuevo Mundo están echando sus primeros pasos, Venezuela erigió una constitución para un gobierno
democrático federal con poderes equilibrados y leyes a favor de la libertad civil, Colombia reorganiza y valida al poder
ejecutivo para mejorar su exagerado federalismo y sigue con uniformidad los establecimientos políticos, de Buenos Aires y
Chile no se mucho por su distancia y las noticias inexactas y pocos documentos que llegan. Yo deseo más que ninguno que
América sea la más grande nación del mundo no por su tamaño y riqueza, más bien por su libertad y gloria.
Quisiera pedirle encarecidamente que perdone el atrevimiento de enviarle con el coronel don Mariano Castro cinco
baúles con libros para que los cuide los meses que me lleve hacer asuntos fuera del Perú. Estoy seguro que el gran amor que
le tiene a los libros y el buen clima de Jauja mantendrán la virtud de sus hojas fuera de alimañas acá en Lima. Le
agradezco de anticipado.
Adiós mi querido Alejo Martínez, su amigo que le ama de corazón.
Simón Bolívar.

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Las circunstancias económicas que priman más que la suerte o el destino me

distanciaron de Jauja y de mi amigo Alberto Martínez al acabar la secundaria, yo me

fui para estudiar una carrera universitaria, lo mismo hicieron Marto y Alberto

Reguero. Recuerdo que la noche de la fiesta de promoción doña Rosa me regaló la

carta de Bolívar para que me diera suerte, era un gesto grande que yo valore mucho,

al punto que guarde celosamente aquel, sabiendo que algún día seria de gran

utilidad.

Una tarde me llegó un mensaje de Macarena donde me anunciaba que Alberto

estaría viajando a Lima donde unos parientes suyos y postularía a la facultad de

Derecho. También me comunicaba que vendería algunos libros del general para

costear la carrera de Alberto. En un intento desesperado por evitarlo devolví la carta

pensando que podrían encontrar una jugosa suma de dinero. Había escuchado que

buscaban la correspondencia dispersa para por fin compilarlo en un libro, pero era

tanto y tantos los lugares por donde pasó.

Alberto llegó una tarde a mi facultad, conversamos y me agradeció el gesto que

tuve y me devolvió la carta, “lo regalado, regalado queda” dijo doña Rosa. Sólo por

curiosidad se la dieron al tasador bibliófilo.

–Y como cuánto valdrá uno de estos papeles –preguntó Macarena– es una carta

de puño y letra del mismo Simón Bolívar.

–Sin duda lleva el sello indiscutible del estilo epistolario –respondió el tasador–,

no creo que consigan mucho.

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De una impúdica subvaluación empezó a subir su oferta, al ver que por ningún

precio la venderían adujo que si la fecha era correcta la caligrafía no pertenecía al

general, que quizás se lo dictara a uno de sus amanuenses porque ya la tuberculosis

lo extenuaba hasta por escribir.

Por los libros indiscutiblemente siempre había buenas ofertas. Me contaron que el

abuelo Martínez había llevado a Lima algunos, con la rúbrica que delataba a quién

perteneció, consiguió el dinero para que uno de sus hijos se fuera a los Estados

Unidos, todo eso antes de que Alberto naciera. A ello se debía el constante acecho

de los intermediarios de rapiña para ver si algún libro estaba listo para el mercado

negro o algún coleccionista privado.

Por eso no me sorprendía que cada vez que visitaba el salón principal del

segundo piso faltase uno o varios. Dudé mucho que esos libros valieran tanto por sí

mismos. Ya que trataban extensas y tediosas memorias en volúmenes de ilustres

criollos que sí fueron absueltos de la historia, aquellos poemarios de renombrados

bardos que no se salvaron de la indiferencia y la amnesia de la literatura

hispanoamericana, o incluso esos libros folletinescos de chismografías escritas en

jerga decimonónica; de no ser por el estigma que les dejo Simón Bolívar pagarían

pocos soles por cada uno.

Dejé de lado la nostalgia, al fin al cabo sólo me toco ser testigo. No podía

mantenerme indiferente al porvenir de Alberto, ni mucho menos pretender que mi

amigo dejara de vivir la experiencia universitaria y se labrara un destino.

–Al menos quedarán suficientes libros del general para otro hombre de la casa –

bromeó.

Jauja, octubre del 2005.


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La traición infinita

Una tras de otra se deforman las volutas de humo al expirarlas, un pulmón

colapsado, “enfisematoso con pérdida gradual de la capacidad respiratoria” dijo el

médico del seguro universitario, una tos de “perro viejo” me destruye sin piedad y no

me deja preparar el examen cancelatorio de Lógica proposicional. Tras la ventana la

bruma es densa y fría, pero no lo siento, lo adivino.

„No debo fumar‟, „(Fumo tabaco negro y estoy muy enfermo)‟, „(Cuatro mil sustancias

tóxicas legales o cincuenta alcaloides terapéuticos ilegales)‟, „(Si fumo yerba,

entonces invierto más dinero)‟, „(No tengo mucho dinero si y sólo si se trata de la

salud vale la pena invertir)‟, „(Ni me va hacer daño ni me va nublar para seguir

estudiando)‟, „(O bien fumo algo para amortiguar el desvelo, o bien me acuesto

ahora resignado a reprobar)‟, bajo el escritorio oculto El Socialismo del siglo XXI, el

libro que leo en paralelo a este curso que es fácil, sólo que no sé como llegue hasta

este punto de poder desaprobarlo. Busco en la cómoda el sobre con los fondos

intangibles, total faltan pocos días para cobrar mi beca Javier Prado, busco un

abrigo, me anudo el cabello con una liga de espárragos que encontré tirado por ahí,

un par de toques de pachulí, le digo a mi casera que he perdido la llave y que no

tardo en volver. No corre viento, la humedad se sujeta de mis hombros y me

acompaña.

Quizá no les cuadre a mis compañeros por qué vivo en la zona residencial y tengo

que atravesar la ciudad para llegar al otro extremo de la balanza: la zona marginal.

Voy pensando en la antagónica vida de los seres humanos, en la injusticia social, en

la lucha de clases y el cómo así, sin más explicación haya tenido suerte que me

acepten y me dejen entrar a la elite intelectual de la facultad, sabiendo que no es

fácil, tienen la metodología más eficiente para captar adeptos y desanimar a los
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advenedizos. Pero yo estaba allí hablándoles con cierta ingenuidad de El Anti-

Dühring o citándoles con memoria incierta los postulados filosóficos de El Capital o

exponiéndoles con la seguridad virtuosa de buen guevarista el desarrollo histórico de

la Revolución Cubana.

Paso por las principales avenidas y mí vista esta empañada: “procura hacerte medir

la vista y ponte lentes lo más pronto posible”, las luces de los coches se estiran y

son como largas y flamígeras luciérnagas que estrepitosas evaden la pista. Mi vida

transcurre básicamente de noche, por eso siempre llego al medio día a las clases,

antes, voy al comedor universitario; ahí, en el centro neurálgico de la universidad

conocí a un montón de gente de intelectualidad: “Terrucos, no, no lo son, son gente

que piensa de otra forma, no tiene nada que ver que sean marginales y procuren

que la administración del comedor lo puedan hacer los propios alumnos; y bueno sí,

tienen su ideología pero no es la del pensamiento Gonzalo”. José Meléndez y Gorki

Saravia, idealistas locos, me echaron en cara de que me empeñara en tener la figura

de un pelucón aprofetado y la reputación de un intelectual bohemio; sin ayudarles ni

a rechazar los valores de la sociedad de consumo que genera el neoliberalismo y

peor aún no apoyarles a organizar sus marchas de provocación a la burguesía;

sobre todo por mi mesada, y disculpen la sinceridad, triplicaba la mesada de

cualquiera de ellos; me vetaron por burgués del comedor universitario; mas mi

condición de alumno regular era irrebatible...

Estoy a una cuadra de la plaza de armas y la niebla se funde al aroma brutal casi

atrincherado de distintos bálsamos de comida chatarra, siento no haber podido

administrar bien mi dinero, siento haber olvidado tomar la ranitidina y siento que una

ulcera terminará por descuajarme el estómago, aún no he fumado nada y estoy

paranoico, hipocondriaco, me siento como en una comedia autobiográfica; muero de

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hambre y veo a las parejas sentadas en los bancos, ellos susurrándoles quien sabe

a los oídos de ellas: “realmente crees que mi punto G está en mi oído”, también

siento mucho vació y una soledad carnicera. El hecho de que Mierin haya vuelto

hace poco a su país me dejo así, sin más que seguir preparándome y

sumergiéndome, fascinado en el anarco socialismo o extasiándome en la cordura de

la socialdemocracia; para cambiar el sistema de una buena vez, porque tengo veinte

años y mi desiderata, mi tantra, es tomar el fusil del comandante caído en Bolivia y

paralelo a Marcos, allá en México, reivindicar yo, a los pueblos andinos, porque le

hice creer sinceramente y no bordea la ingenuidad o el delirio, que otro mundo es

posible, que tantas vidas no podían haberse apagado en vano, que aún hay

hombres valientes y que podemos hacer un mañana mejor y bla, bla, bla.

José Meléndez me llevó unos libros sobre el Desarrollo quinquenal del Partido

Bolchevique, y bueno, no le di mis obras completas de Nietzsche, que me había

enviado mi ausente enamorada por razones obvias: casi nunca presto libros porque

casi nunca los puedo recuperar. Había entrado al comedor universitario con la

intención de ahorrar dinero y comprar objetos que contribuyeran a mi ilustración.

Gorki también cree en mí cuando le digo que lo primero es conocer bien la causa

que defendemos, analizar la historia y perfeccionar la candona, desde los años de la

concepción utópica hasta la inverosímil extinción de los que cantaban la

internacional. Gorki era y sigue siendo un imbécil, pero por motivos políticos

llevamos la fiesta en paz, una tarde me vio comprando un cajón, al peso, lleno de

revistas Sputnik, el contenido de sus novelas cortas y otros artículos soviéticos me

parecían interesantes, cuando le obsequié algunos de los números empecé a ganar

su aceptación al punto de despojarse del sentimiento de repulsión que yo le

correspondía, sólo que le tenía ventaja en cuanto a la lectura concienzuda de El

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Príncipe. Una tarde, no hace mucho mientras hacía cola con la charola en las manos

y tratando de flirtear con una chica de segundo semestre, se acerco a invitarme a

una reunión de aspirantes, simpatizantes y demás acérrimos de las distintas

facciones de la izquierda progresista. Me comprometí a no faltar: “Si hermano allí

estaré” , “Si por qué conocerás gente muy interesante”, y fue así como pase a formar

parte del lado oscuro de la política del país, fue así como me descalificaron para ser

hombre de acción, más, sino, hombre de idea, hombre que va en la vereda correcta,

como ahora que voy por la avenida principal, sin peatones, con la corriente del fluido

automotor que lleva obreros a sus casas en el sector marginal, populoso y con vista

panorámica de la ciudad desde sus chozas de estera y caña chancada. A José le

expliqué si vivo en un barrio residencial no es porque mis ínfulas de izquierdista

caviar lo necesiten y sí, más bien, la familia a la que pago la renta, que tiene

necesidad y obtienen un pequeño ingreso mensual a cambio de que me den libertad

de poder pasar a quien quiera a mi desordenada habitación, que también echa de

menos a Mierin, maldición no dejo de pensar en ella y todo el mundo que me dejado

al revés...

Antes he caminado bastante y conozco palmo a palmo esta zona, no tengo la

certeza de poder decir soy conocido y aceptado por sus barrios, sus calles y sus

recovecos. Siempre camino con cuidado, listo para echar a correr si es necesario;

antes de llegar al ingreso de la zona clase emprendedora, con la salvedad de este

eufemismo, hay un puente amplio que ayuda a cruzar el canal de riego en los meses

de verano, obligadamente tengo que pasarlo para llegar hasta el Causita que tiene la

mejor grifa de todo la ciudad y pienso cómo así me logre involucrar con este asunto

de la política universitaria, parece que aquí el frío se dispersa con facilidad; y sí,

antes de esta noche, ayer para mayor exactitud; aplique la lógica proposicional para

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analizar todas las ventajas y desventajas que traerían ser miembro del consejo de

facultad, me tenían en ascuas, pero finalmente me lo comunicaron, no me dijeron

“anda piénsalo”, simplemente las cosas son como el Gran Guía lo designa, sería el

número cinco en la lista de candidatos. Entro a un callejón, unos hijos de puta me

silban no sé si por joder o porque me confunden por la coleta, sigo y los del callejón

me reconocen, no dicen nada, el Causita está ahí, no hay charla previa ni al culminar

la transa, salvo: “gracias” y “chau”. De regreso a casa es como si todo lo que

concierne a la pobreza que me rodea me obligara a pensar en imágenes que se

proyectan como documentales de historia de un cine incipiente y evolutivo: {Todo se

inicia en la Revolución Francesa, François Babeuf contempla como le cortan la

cabeza a María Antonieta, un hombre de buen traje y con un abdomen que colapsa

el cincho está observando desde lo que parece un trono: a miles de obreros

huesudos y tristes, la imagen se suspende y unas palabras detallan: Revolución

industrial, un hombre no sé si se parece a Robert Owen gesticula palabras y unas

muecas de mimo: el proletariado es una clase independiente, unas edificaciones

similares a lo largo de muchas cuadras, a lo largo de todo un pueblo alberga a gente

feliz, madres fregando ropa en lavaderos centrales en patios donde los niños juegan

felices, vestidos y peinados al unísono de la monotonía en serie, dudo que sea

Charles Fourier el que los contempla orgulloso desde lo alto de una de las

edificaciones: Falansterios. Un torbellino de imágenes de blanco y negro van

tornando otros colores, uno a uno va apareciendo en este mi festival de cine interior

denominado: La Comuna de Paris, Los Soviets Rusos, Las colectividades en

España, Yugoslavia, Polonia, Los consejos obreros húngaros, Las comunas Chinas,

Argelia, La primavera de Praga, La zafra cubana, La teología de la liberación, El

mayo francés, finalmente yo en la primera Internacional del Siglo XXI, haciéndole la

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overtura a Buzgalin, el gran teórico del Socialismo de este siglo. Todo esto lo puedo

ver en tecnicolor y sonido estéreo} De repente el chillido de un cachorro me devuelve

a este instante, al puente que me aleja de la zona marginal... No parece que este

cachorro se le haya caído a alguien, lo acabo de patear y esta como suplicando que

lo ayude, nuevamente la niebla se sujeta de mis hombros, tardo unos segundos en

darme cuenta que bajo el puente hay una camada de cachorros solitarios, apenas y

tienen los ojos abiertos, recojo al pequeño y salto para juntarlo con los demás, por

un instante pienso en llevármelos, por un instante preveo que su madre volverá, que

su destino no está zanjado por la muerte, siempre hay esperanza, al menos uno de

ellos quiere cambiar su destino, pero con mucha suerte no lo atropellara un carro, no

puedo llevármelos soy consciente; vuelvo al puente de un impulso, de repente un

carro con las luces potentes por poco y me coge. Sólo intento protegerme

cubriéndome el rostro, para en seco, lo único que me faltaba, ser arrollado ad portas

de mi cancelatorio final y por un carro que me gustaría tener.

Quizá algún reaccionario académico que me sigue los pasos vio en esta

oportunidad la mejor manera de impugnar mi candidatura, quizá sospechen en la

universidad que me fumo un porro de vez en cuando y me lo increpen por amoral.

Caigo en cuenta de que soy un imbécil, aún nadie sabe que postulo, no tengo

enemigos, enserio estoy neurótico y aún soy un neófito en cuestiones de política

universitaria. El chófer del carro no me insulta como sería una reacción normal,

apaga el motor, abre la puerta, sigo sin entender porqué no empieza con su afán de

sermonearme, me pongo de pie, siento la presencia del chofer al pararse frente a mí.

–Te encuentras bien.

Me dice con un tono de prepotencia que se hace familiar.

–Disculpe, felizmente no hubo heridos, así que no hay problema (su cara su

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voz su tamaño, me da la impresión de que se parece a mí, pero no, a la vista se ve

que es un tecnócrata de mierda, buena ropa, olor a fragancia no comercial, un carro

de puta madre; sólo trata de blindarse, así que mejor le corte el floro en una).

– ¡Querías suicidarte!, ¿qué hacías a ese lado del puente?

–Trataba de ayudar a un... ¡Epa! Maestro bájeme el tono de voz.

Se aparta un poco y confundido murmulla: “Definitivamente esto no fue un sueño”,

–Bueno, creo que estás pensando que soy un burgués conchesumadre, un

maldito capitalista a quién tanto odias…

–Pensar qué, disculpe no quiero parecerle grosero, le agradezco el gesto que

tuvo de no atropellarme, y bueno me tengo que ir...

–No espera. Sé que en los próximos minutos estarás confundido.

–Mire caballero, no sé de dónde saca usted esa seguridad de que estaré

confundido (aunque debo reconocer que tiene razón me da temor y cierta curiosidad,

se parece a mí, sólo que tiene como unos cuarenta).

–En este instante estás calculándome la edad y sí, estás en lo cierto tengo el

doble de tu edad actual...

–La verdad no sé de qué me está hablando a que se refiere y a dónde quiere

llegar.

–Yo sé todo lo que piensas en este momento, porque yo lo pensé tal y como

tú lo estás haciendo ahora, cada palabra, cada frase, cada insulto... lo recuerdo tal

cual...

Echo la marcha a toda prisa,

– ¡No tengas miedo!, ¡soy tú y tú eres yo! Te explico, este momento yo lo viví

desde tu posición, tú eres mí pasado en este presente y yo tu futuro en este

presente...

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– ¡Maestro déjese de pendejadas y siga su camino! ¡No tengo ningún motivo

para seguir escuchando sus sandeces! (miro el reloj son como las 11 de la noche, el

hombre se sube a su Chrysler y me sigue colgado desde la ventanilla, ya no estoy

confundido, ¿estoy asustado?, ¿quizá es un maldito maniático?, pero algo me

impide correr).

–Haber Chespirito, lo que te quiero explicar y entiendas es que este puente es

la puerta exacta de dos espacios temporales simultáneos o dos universos paralelos

y este momento un suceso predestinado, me ocurrió a mi hace mucho tiempo en tu

posición y te ocurrirá a ti de acá a un tiempo en mi posición. Tengo que hacerte una

advertencia y más que eso un consejo con respecto a una decisión que tendrás que

tomar y de ello depende tu porvenir... Mi estado actual.

– ¡No me interesa! ¡Déjeme en paz maldita sea!

–¡¿No me crees verdad?!¡Haber!, ¡empecemos por la caja de los secretos! En

el cajón del escritorio tienes el libro el socialismo del siglo veintiuno del ruso a punto

uve punto Buzgalin de una publicación en español de la editorial Guanabo impresa

en Venezuela de ciento sesenta páginas que costó 10 soles y a ti te la obsequiaron

en el congreso del „alba‟ hace poco.

– ¡Así, pues eso lo sabe todo el mundo!

–Éramos un bebe de dos años que empujaba una banca con una escobilla y

un trapo y lustrabas zapatos a los clientes del restaurante a un cheque, menudo

lustrabotas con terno blanco y todos te decían doctor. De niño te cortaste la cornea

con la estrellita del distintivo de tercer grado y usaste lentes una buena temporada,

ibas a la iglesia de los testigos de Jehová y tu compañerito Sérvulo Gutarra que se

sentaba a tu lado te abrió la puerta de su casa para que le predicaras la palabra y

terminó delatándote en el salón de clase del profesor Castro Benito quien te puso la

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chapa: “Hermano”, que muy pocos lo recuerdan y tú detestabas al punto de que

renegaste de la religión ¡o no, marxista posero! Estabas templado de Evita y ella te

había dejado por un imbécil y eso te hacia sufrir. Papá había dejado la llave de la

camioneta en la pecera de Iván y tú sacaste la camioneta en neutro para que no se

dé cuenta el tío Isidoro, y no fuiste tú quien lo choco, definitivamente no somos

malos conductores.

– ¡Vete a la mierda...!

– ¡¿Quieres que siga?!

– ¡No jodas!

Entiendo la situación, estoy fumando marihuana últimamente casi todos los

días y bueno algún efecto residual me puso sobre-estón, colgado, colocado al

extremo y este momento es producto de la negligencia a mi salud. Aquel hombre,

aquel carro no existen. Esta vez sí estoy a punto de irme corriendo

–Sí, sí, claro aplicando tu discernimiento. ¡Serás, soy el segundo compromiso

de Mierin!

– ¿Qué? –me quedo paralizado.

– ¿Hablar de eso te interesa más que saber de tu futuro inmediato?

–Vamos diga lo que sabe de ella...

–Después ahora que tengo tu atención quiero que sepas que te van a dejar de

lado apenas y la mayoría de tu grupo político ingrese a la asamblea universitaria.

–No, eso no ocurrirá.

–Aún eres muy ingenuo y no conoces la verdadera naturaleza humana, habrá

una segunda ronda electoral definitiva en la cual tú tendrás que presentarte con

algunos de tus compañeros de año y echar tu voto para el otro bando, aunque no me

creas tu decisión será muy importante para el bienestar de toda la universidad

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–¿Votar por Ortiz Cofer?, no sea malo, el que todo lo quiero concesionar, el

que quiere hacer una gran reforma que va a joder a todo mundo porque al gran

señor le da la gana de que la educación universitaria sea cada día más inaccesible a

las clases no privilegiadas...

–Al final será la mejor decisión que habrás tomado, políticamente hablando, lo

más correcto.

–Lo más correcto, me dice que lo más correcto es que traicione a mi grupo,

que traicione a mi ideología y que me traicione a mí mismo.

–Te recuerdo que yo sentí lo mismo: indignación, asco, furia, autocompasión

pero desde que te hallé aquí en el puente entendí que eso era mi trabajo, el de

mantener la historia coherente, ser el artífice de esta paradoja en la línea del

tiempo, y recordarte que todo momento presente es el pasado o el futuro de algo

que solo tiene continuidad...

–Nada tiene sentido, que si es mi futuro, es mejor que no hablemos, que

podemos alterar el tiempo como en las películas.

–Todos estos eventos tienen coherencia, hoy desperté con la intención de

releer un libro, no sé por qué tenía que traerlo, pero date cuenta todo concatena.

Baja del coche y trae un libro de edición de bolsillo:

–Toma: otro pensamiento para el siglo veintiuno.

– ¡Camino de servidumbre!

–Lee esto cuando puedas, porque lo dejaras tirado por allí, esa pereza

romperá la regla del anacronismo y la prueba de que esto no es un sueño.

El libro es real y aquel hombre también, ya no hay que insultar tanto a la

inteligencia propia:

– ¿Qué se siente vivir manchado por la perfidia, que se siente que a uno le

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llamen traidor por el resto de la vida?

–No nada, es más te sentirás orgulloso de lo que harás, la memoria de la

gente es frágil y tan pronto veas los frutos de tu acción te olvidaras de este momento

creyendo que fue un estado onírico e inconscientemente estudiaras la física cuántica

para que escribas un cuento y sepultes este tema en tu mente y yo, lo habré visto

todo y lo creo recién.

– ¡Realmente esto es un sueño inconcebible! Traicionarme yo, no, eso nunca

sucederá... Definitivamente tengo que dejar de fumar esta vaina.

Me alejo, siento que el motor del Chrysler arranca, pero no, traicionar a mi

grupo eso si que no… (Me trata de decir algo del examen final, pero no le escucho):

– ¿Y Mierin porqué seré su segundo compromiso?

–Porque te pagaran el favor político colocándote en un puesto clave al

terminar la universidad, y porque hay un Paris que te espera con ella.

–Ahora está contigo.

–Eso ya lo tienes que averiguar por ti mismo...

Enciende el motor y se va, me deja solo en la avenida y tengo que caminar de

vuelta a casa, se que dejare definitivamente la yerba y aún tengo que estudiar pese

a que estoy cansado, no mejor llego y escribo una chuleta, mejor escribo las

formulas a tras luz sobre la calculadora...

Chincha mayo del 2004

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Sin rencor a Henry Miller

(Folletín)

1. El hombre que almacenaba sus emociones en papel.

Me alistaba para definitivamente partir de la pensión cuando llegó tu carta.

Pasaba muchas noches en vela tratando de tomar una decisión adecuada para

aliviar mi carga, una cruz voluntaria o involuntaria que no elegí y no puedo dejar

atrás. Y no me refiero a la reputación de traficante, terrorista y brichero. No, es

una marca indeleble que me da el destino por buscar conscientemente

reemplazar tu amor Mierin.

Todo los pertrechos en cajas: discos de vinilo, compactos y casetes, un

estéreo, el viejo tornamesa Phillips, una Olympia portátil, una Fender

electroacústica, álbumes y fotografías sueltas, un poster de la mejor banda del

mundo, un saco, seis levis 501, ocho polos, dos camisas, unos botines centromin,

unas adidas, una colección de trofeos de guerra y demasiados libros…

Finalmente una carrera universitaria abandonada a la mitad.

Firmo el acuse del recibo, con tu carta llega un paquete con tres libros:

Plexus, Nexus y Sexus. Debería emocionarme pero los dejo de lado por la prisa

de terminar de empacar mis cosas; finalmente busco la caja de zapatos dónde

guardo mi epistolario completo, porque lo atesoro con tiento y recelo de una

memoria que sólo comparto contigo.

Doña Magdalena me mira con tristeza y hace otro intento de convencerme para

seguir quedándome en casa, le digo que ya no vale la pena quedarse en un lugar

plagado de recuerdos, contaminado de espectros que lo único que hacen es

despertarme por las noches en medio de un estupor terrible, tras unas pesadillas

que sólo me hacen llorar hasta la madrugada, cómo cuando tú ya no estabas.

Subo al taxi y toda la familia de la pensión me hace adiós, de repente está tu


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imagen Mierin ingresando, resignada, a la sala principal del Jorge Chávez.

Los libros de ediciones clandestinas en Europa y sobre todo el epistolario

va en mi maleta de mano para empezarlo a releer en el viaje, “lee cada rato”

escribiste en una de tus cartas; y no solo empecé por los libros que leímos juntos

en nuestro sofá, leí muchos... Y ya no existe el alma del poeta que dejaste,

busquemos un culpable o asumamos que la realidad cambia y las personas que

pasan por nuestra vida terminan por modificar la personalidad, la vocación, todo.

“Oye tú rompe esquemas” escribiste. Me recuesto para esperar la marcha del

vehículo detenido por el tráfico. La tarde es tan gris y no puedo alejar mis culpas y

menos tus ojos verdes engarzados con piedrecitas de miel, tus ondeados

cabellos castaños, tu sonrisa de alegría infinita y tu pequeña y esbelta silueta,

esperando juntos el bus que iba a Lima, para pasar nuestros mejores fines de

semana en los museos, cines, teatros, “Bendito retraso peruano” decías “los

peruanos no conocen la puntualidad”. No sólo el bus te hacia esperar, también lo

hacía yo en nuestras primeras citas clandestinas en el Cesar‟s.

Tus tutores no tardaron en darse cuenta de nuestras miradas cómplices,

de nuestras manos sujetadas bajo la mesa y de nuestras primeras caricias

prohibidas. Yo sólo pagaba por la comida, y tan pronto terminara tenía que irme

para no molestarte, padecías de unas migrañas y así lo habías pedido tú, no sé

cómo pude creer, me aleje de ti. Sin embargo esa patraña nos ayudo a

acercarnos más, “bueno también dales las gracias a Lily y Pegy que nos

ayudaron” me escribiste en una carta. “No te olvides que yo estaba destinada

para Arequipa”. Que entrometidos eran en nuestra relación, tú llegaste como

voluntaria del AFS a una escuela de ciegos y sordomudos, la familia que te

recibió era muy tradicional, rígida, opus dei. Recuerdas que pegaron el grito al

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cielo cuando descubrieron que nos besábamos aquella vez cuando volvíamos de

la Huacachina. Con una jugada maestra hice que quedaran atrapados, entre la

gente, en la parte posterior del bus y ambos quedamos en la parte anterior y fuiste

tú la que dijo “teamoteamoteamo” por primera vez en medio de esa vorágine de

nuestros labios.

Pero igual nos vieron y tuve que pedir permiso formalmente para ser tu

enamorado, de inmediato advirtieron las reglas de la casa y todo lo prohibido:

nada de viajes clandestinos al Muelle viejo o San Andrés, nada de toqueteos,

nada de besos subiditos de tono y nada de escarceos… Estoy sonriendo,

recuerdas ahora toda la inteligencia y toda la martingala para vencer la vigilancia

redoblada y darle tregua a nuestro amor consumado en ese hotelito detrás del

grifo a las afueras de la ciudad, ¿cuánta creatividad?, una carcajada y el taxista

me mira por el retrovisor, trato de disimular para que no crea que estoy loco, al

menos no quiero eso en mi partida, al menos tengo que diluir está melancolía.

“Te amo. Hoy ha sido un día difícil. Hable contigo en la


mañana para decirte que llegué bien, y era muy triste después,
felizmente mis padres entienden que extraño el Perú un montón.
Ahora son las 2 de la mañana (madrugada), así que realmente ya no
es 20, sino 21. Pero no tengo sueño. Te extraño mucho. Quisiera
abrazarte. Sentir como tú eras. Te amo mucho”.

Recuerdo la primera vez que te vi chapurreando tu castellano, tejías un suéter

beige, leías una novela en noruego y veías la televisión; lo único cuerdo que atiné

en decir para entablar conversación fue algo acerca de los Beatles, polemizamos,

discutimos y no llegamos a la conclusión de quién es la mejor banda del mundo,

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preferías a los Rolling Stone. A los tres meses hablabas como una nativa de estas

latitudes, “y porque no puedes aprender el inglés y el francés” escribiste. Te hice

caso, para empezar el segundo año de carrera iría al instituto de idiomas de la

universidad, mis ambiciones de políglota te la debo a ti y también a la literatura.

Pasa una señora con un termo de café y unos sándwiches por el crucero

peatonal, la previsión del trabajo y lo esforzado que es la vida para algunos te

llamaron la atención. “¿Me entiendes? Es bonito estar de vuelta, pero quisiera

tenerte aquí. O tal vez al revés. Estar en Perú pero con todo estas comodidades”.

Finalmente el taxi se desplaza con rapidez, recuerdo que te llegó una carta del

novio con quién tuviste que romper para estar conmigo, te recordaba algo sobre el

honor, que estaba por encima de todo, e incluso sobre el amor, maldito momento

de que no te convencí de lo contrario. Es cierto, los de estas latitudes hablamos

mucho y no siempre somos consecuentes con lo que hacemos, terminaste

conmigo antes de que cumpliéramos un mes, me importo poco por que iba a la

defensiva, sabía perfectamente que lo nuestro era un amor de “verano”, ¿en las

arbitrariedades del amor se puede medir cuanto das? Y es que no somos

pragmáticos como ustedes, maldita sentimentalidad la nuestra o simplemente la

mía. “Tu carta llegó, me hiciste llorar de nuevo, pero aún así me siento bien

porque siento que me amas”, me contestaste. Disuadí tu honor y te lleve en

secreto a mi pensión, fue el error más grande que cometí, tus tutores no te

dejarían ir conmigo a Jauja a que conocieras a mi familia y a mis amigos. Salvo

que viajáramos con tu tutora. Te enfadaste, tal como había condiciones impusiste

las tuyas, que si viajábamos los tres seria que tú y yo nos sentaríamos juntos y

ella no al costado sino delante o atrás; al menos merecíamos esa intimidad.

Viajamos tanto Mierin, región tras región por toda esta patria salvaje y

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subdesarrollada y previniste: “Si esto de los cuatro suyos resulta mal nos sacan

rápido a todos los voluntarios”. José el amigo que vivía en tu casa me dijo que la

tutora echaba dos gotas de triazolan a su té para dormir. Por seguridad le echaba

cinco gotas o seis, y las noches la pasábamos juntos hasta poco antes del

amanecer, “sin exagerar” decías “mañana hay mucho por conocer”. Fueron

muchas las ciudades que conocimos y muchos los hoteles en que dejamos rastro

de nuestro amor, al punto que tuve que volver a cada uno de ellos buscando eso

a lo que llaman el eterno retorno. Tras tu retorno a Noruega me deje crecer el

cabello y decidí no cortarlo hasta que regresaras, parte del trato, de tantas

promesas que hicimos, de muchos planes para un futuro juntos, que se quiebra

como un espejo: –Seria en París –decías– en Saint Germain des pres.

–Me imagino un otoño viviendo en París –me tomaste de la mano y era tan

contagiante la ilusión.

–Vamos hazlo, imagínate viviendo en una chambre de bonne.

–No creo que ambos podamos vivir de la literatura, tu tendrías que trabajar

y mantenerme –bromee.

–Sueña por un momento, tú escribiendo los cuentos que inventas para mí

de la saga del Quilishpatakunan y yo mi novela que se llamara Las moscas.

El taxi para cerca de la estación de bus para descargar mis cajas; recuerdo

que empecé a ser un hippie desarrapado y Lucho nuestro amigo de la universidad

me invitó a tocar en su banda; “hazlo no hay problema. Total también compones

melodías” escribiste en unas de tus cartas. Recuerdo que una tarde de ese otoño

tocaba unas canciones en secreto y me preguntaste de quién eran; te dije que

“Jesús verbo no sustantivo” y “El breve espacio en que no está” los había

compuesto: la primera inspirado en las costumbres ultraconservadoras de tu

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familia tutora y la segunda inspirado en tus intermitentes ausencias. Yo no tenía

nada creativo que ofrecerte, salvo que plagiara algunas canciones. El cabello me

crecía rápido y cambie mi estilo de vida, dejé de leer libros de aventuras y

fantasía que me enviabas con cada carta: “la literatura tú mismo te lo puedes

enseñar. Vuela solo, lee, escribe y estudia por tu cuenta” y seguí tu consejo,

descubrí a Burroughs, Celine, Boucosky y sobre todo a Henry Miller. Y gracias a

este último la libertad de fornicar no sólo con una sino con varias mujeres sin

amarlas, la libertad de amanecer en varios días simultáneos y la libertad de vivir

conscientemente un mundo sin restricciones o ataduras: “ese tipo de literatura

pornográfica, morbosa. Oye, amor ¡no fumes marihuana! No quiero que te mueras

o te pones loco, te afecta, te hace admirar a un escritor tan negativo”.

Compro el boleto de bus y registro mis cajas para un turno que sale dentro de

una hora; esa noche, la última de tu tiempo acá, ambos rememoramos la primera

vez que nos besamos bajo esa suave garúa en la escuelita especial, tantas cosas

que habíamos vivido y la noche se esfumaba mientras alistábamos tus cosas, en

la televisión presentaban “Henry y June” y creo que ahí se me quedó Trópico de

Cáncer como materia pendiente… Mis compañeras de la universidad eran las

primeras víctimas de los efectos henrymiller. Y a tus advertencias, amenazas y

suplicas a tantos meses sin responderte una carta, escribí: “no lo hago por

venganza, pero dime como puedes resistirte a esas imágenes húmedas tirando

bajo los puentes o resistirte simplemente al lenguaje vulgar de los libros caóticos y

malditos”. Luego para hacerte daño te conté detalladamente las aventuras que

empecé a tener en el Cusco: “Se llama Thea (escribí) es de las Islas Feroe y es

guapa e inteligente. Ella está unos meses acá en la capital del imperio, tiene unos

ojos verdes con piedrecitas de miel como los tuyos”, duró un par de semanas.

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Segunda novia escandinava “Audrie es mortalmente callada y de una parsimonia

larga, es de Islandia, tiene un hermoso cabello castaño y es suave y serpenteado,

me gusta porque es muy expresiva con el silencio, fuimos a pasar un fin de

semana a Iñapari...”, llego la temporada de Junio y “Carol es finlandesa, perfume

de frasco pequeño como tú, es una periodista muy incisiva y la más escandalosa

que me he tirado, es rara duerme poco, parece insaciable, se fuma gran parte de

mi yerba aduciendo escribir mejor sus crónicas de viaje. Dice que me publicitara

como brichero, ¿tú qué opinas?…” Y es con quien viaje hasta Colombia trazando

una ruta de ayahuasca. “Maleen es una artista sueca, le gusta la pintura tanto

como hacer el amor, un día vino un vecino a tocarnos la puerta, yo salí semi

desnudo mientras ella cubría su desnudez con el sleeping, „mire huayquicha ya

sabemos que usted tira todos los días pero acuérdese que estamos en otros

tiempos y compartir es humano‟. Mi ego levitaba fuera de mi cuerpo, se lo conté y

ella cayó en una tremenda carcajada, su sonrisa me recuerda mucho a ti…”

Y las encontraba en los bares que circundan la atmósfera bohemia del Cusco

nocturno, camino a San Blas las besaba por cada esquina, las llevaba al cuarto

donde pasaba los días de temporada. Y así llegaron muchas de distinta

nacionalidad: Mary, Dakota, Sara, Grieté, Estela. Mi cabello largo y azabache, mi

barba rala y delineada, mis ojos negros de pestañas duras y caídas me daban un

semblante risueño, al verme así escribiste: “pareces un Jesucristo mestizo, tus

cursilerías derriten a las pobres gringas”, “me alegra que te acuestes con todas

esas mujeres. Sé que aún me amas y por eso me buscas en ellas y sólo

encuentras una sola cosa, no todo… A no ser que ya las estés matando y

coleccionando en trocitos cual Dr. Frankenstein. Malditos celos, maldito imbécil,

eres un cerdo arrogante, maldito tú y maldito Henry Miller. Me arrepiento de todo

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allá en Perú”.

Aún tengo para rato esperando al bus. Pasó un tiempo y dejamos de

escribirnos ¿Nos alejamos epistolarmente todo ese tiempo? No lo sé, verdad no

lo recuerdo. Hasta que un buen día: “Hola que tal, me jode tu silencio. Therin es

bueno y me comprende, aunque a veces dice y hace cada cosa. Prometiste que

nunca dejarías de escribirme”, la carta incluía una foto con un grupo de gente, tras

una sala de ensueños tú y Therin. No me quede atrás y te envíe una carta y una

foto, “me corte el pelo, allá las promesas que se lleva el diablo ¿verdad? Sí, por

poco olvido, la chica que abrazo por la cintura es Milagros, creo que ya te hable

de ella…”

–Los pasajeros del bus cinco con cuarenta abordar por favor –eran las

cinco y cincuentainueve. Y aquella vez el silencio fue más prolongado.

2. Una vela se apaga, una vela se enciende.

Una ojera brutal marcaba mi rostro de anocheceres perpetuos y

naufragios negligentes; pensé en tomar algo en la cafetería. De repente ella

estaba ahí: su rostro era de facciones delicadas, su mirada diluía ternura, su

cabello largo con tono de manzanilla reflejaba una luz deicida que llamaron

mucho mi atención; estaba abrumada por un pesar recóndito, y yo sólo le

contemplaba desde la mesa más próxima. No sé si me odiaba desde aquella

tarde en el auditorio que contradije su candidez ideológica con respecto a la

acreditación de nuestra facultad y las reformas que se harían.

Inteligente, audaz y sobre todo hermosa; manipulaba y desalentaba a los

que trataban de flirtear con ella, y me caía mal porque me ganó la delegatura de

nuestra base. Pero está ahí, tan solitaria y triste como la luna a pleno día, “jamás

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se fijara en mí”. Saco mi libro Trópico de Capricornio para leer algunas líneas

mientras pasaba pequeños sorbos de café y aprovechaba mis últimos minutos de

estón para ver su perfil acariciado por los escasos rayos de sol de esa mañana

tan triste, al menos para mí, por los recuerdos de otros otoños que empezaríamos

a desvanecer desde aquel momento.

Había pasado una de las mejores vacaciones de mi vida en el Cusco,

aunque fue descomunal la estadía, regrese con un vacío tan grande de tanto ver

continuar su camino las amantes, que no podía pasar desapercibido. Sentí que

ambos caminábamos por las mismas aflicciones, el mismo desosiego y esa

carencia de afecto verdadero. Yo trataba de leer sin conseguirlo; Lucho llegó para

decirme que esa noche ensayaríamos con la banda, caminó hasta la mesa de

Milagros con quien tenía mayor confianza, a la vez ella era amiga de Chris, la

enamorada de Lucho; apenas y se sentó frente a ella y su estado de ánimo

cambió, una sonrisa amable se proyectó para mi amigo, y eso me llenó de una

esperanza ambigua.

No tuve que pedírselo, esa noche Milagros, Chris y Lucho llegaron para el

ensayo, me entusiasmaba la idea de verla viéndome tocar; mis acordes volvieron

a tener la misma cadencia y mis arpegios destellaban una melodía implacable. Sé

que no debo confesarlo pero era como si la magia de Mierin volviera a través de

los ojos de Mila, como empecé a llamarla después de que salimos los cuatro a

cenar y dejamos en claro que no había rencor entre ambos.

Algunas tardes después nos encontrábamos –sinceramente la esperaba–

en los pasillos del instituto de idiomas, alegué tener dificultades con the past

perfect; urdí toda esa patraña para poder acercarme a ella, y no me negó su

ayuda; algunas veces adivinaba que mi concentración se enfocaba en sus ojos y

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no en la lección. Una tarde mientras sorbía su pepsi me miró de costado y con un

rictus de seriedad me pregunto: "¿yo te gusto?". Quedé paralizado al verme

descubierto, luego una sonrisa implicada me dio la seguridad de estar

sintonizando una misma frecuencia y de estar adentrándome a un terreno firme;

"oye y tu enamorada extranjera" preguntó y le conté la verdad y le pregunte por el

suyo, me dijo que lo había eyectado de sus pensamientos y sus sentimientos. Un

año de soledad liberal frente a dos meses de casta ruptura no nos pareció

prematuro como para empezar una nueva relación. Antes me confesó que tenía

miedo de que yo la utilizara para sacarme el clavo atravesado por Mierin; lo negué

sínicamente y no quedamos en nada.

Antes de la fiesta de la primavera, Lucho que es bajista, yo y toda la banda

ensayamos para una presentación en la fiesta que organizaba la promoción

saliente. No anticipé a nadie que me acompañe, Mila llegó con un tipo

desconocido esa noche; empezamos a tocar y las demás chicas del semestre se

encontraban cerca del escenario, MiIa se acercó con su acompañante y yo la

miraba desde arriba, me jodia la vida verla con otro. Entendí que había un

sentimiento más sensato en mi corazón; después de muchas horas de

incertidumbre nos cruzamos un par de veces disimulando no vernos; planeé

improvisar una aventura con una compañera de cierta reputación, vino Lucho:

"Mira causa escuche hablar a Chris y Milagros... lo único que quiero que sepas es

que no seas imbécil en dejar pasar esta oportunidad" y entendí el mensaje; nos

cruzamos por tercera vez, la tomé de la mano y le dije si bailaba; y realmente

quería estar junto a mí. Planeamos deshacernos de nuestros acompañantes,

luego nos juntamos con Chris y Lucho para pasar desapercibidos bailando:

–Tú te arrepientes de lo que haces –preguntó Mila mirándome fijamente a

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los ojos–, respóndeme con sinceridad.

– ¡Nunca si vale la pena! –Respondí escrutándola con intriga–. ¿Qué

quieres decir con eso?

–Entonces perdona lo que voy hacer –y se abalanzó a mis labios, tomó la

iniciativa y una felicidad irremediable se apoderó de mí; no sé dónde quedó esa

fuerza masoquista de amar a Mierin que ya no lo sentía en los labios de Milagros.

Después no hubo tardes vacías, me corte el cabello y empezamos a

coleccionar fotos en los atardeceres de la playa, tomados de la mano y de

innumerables reuniones en grupo. Se quedaba en mi pensión a escuchar mis

discos de Arjona y Milanes, a ver mi colección de filmes: Bigas Luna y Tinto

Brass que en parte ayudaron a romper sus prejuicios. Su cepillo de dientes y otros

artefactos femeninos empezaron a quedarse en mi baño y compartimos dentífrico

y enjuague bucal, y no sólo quedaban residuos de su piel en mis sábanas sino

que se quedaba conmigo hasta el amanecer, apenas e iba a su departamento

para echarlo de menos.

La primera vez que lo hicimos fue cuando veníamos caminando y casi en juego

la arrincone en una esquina vacía, su lengua se introducía a mi boca buscando

algo recóndito, llegamos a la pensión y sin despegar nuestros labios, apenas y

logramos cerrar la puerta y sin encender las luces y la ropa a medio quitar nos

amamos de pie; en el descanso empezaba a contarme sobre ella y su padre viudo

que vivía en Lima y era pastor de una congregación cristiana, de cómo fue su

niñez huérfana de mamá y otras anécdotas graciosas que automáticamente la

ayudaban a cambiar de ánimo. Llevaba a Mila por dos años y mostraba mayor

seriedad por nuestra carrera y no se cansaba de reprocharme el interés que cada

vez yo perdía; se sorprendía de la cantidad de libros que empecé acumular y le

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molestaba sobre todo que me desvelara leyendo; le hable de Henry Miller y lo

mucho que me había influenciado, se rió y atinó a decirme que era un loco por no

leer a Coehlo, Osho, Chopra y toda esa parafernalia de los libros de autoayuda

que intercambiaban en la universidad.

Un día que despertó temprano le dio por ordenar el cuarto, hurgando en el

armario descubrió mi caja de zapatos con mi tesoro sentimental: mis fotos con

Mierin en distintas locaciones, mi colección de pipas de cerámica, mis trolls y mis

cartas de amor que al despertar la encontré leyéndolos. Fue la primera pelea

fuerte que tuvimos, tarde dos semanas en recuperar su atención, algunas noches

la buscaba empecinado en darle mis razones y explicarle que celaba a un

fantasma. Finalmente prometí escribirle una carta a Mierin explicándole que se

abstuviera de escribirme porque había comenzado una nueva y buena relación y

tácitamente de que su sombra impedía que terminara de enamorarme

profundamente de Mila. Le volvía dar al asunto: "el honor está antes que el

amor". Y durante todo ese año no recibí correspondencia. Milagros y su carácter

inestable le daban demasiados altibajos a nuestra relación, como para cambiar de

atmósfera la lleve conmigo a Jauja, para el cuarto aniversario de La Naturaleza,

eso nos llenó de energía para terminar de aceptarnos ambos, yo la empecé amar

como ella se lo merecía, al menos así lo quiero creer.

3. Cuando quieras, donde quieras

–Joven disculpe, las bodegas de éste bus están repletas –me dice el

encargado de embarcar mis cajas, mi equipaje sentimental, mi memoria total.

Mientras voy esperando el nuevo bus con bodegas disponibles: "Recuerdas

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lo de mis migrañas y las pastillas que me recetó el matasanos como lo llamabas,

1. Dolviran contiene el mismo sustancia como heroína y puede hacerme adicta, 2.

Tranquinal medicina contra pánico, acá uno necesita que el psiquiatra te da este

medicina, 3. Socian yo nunca estuve deprimida en Perú, ni acá tampoco, 4. un

otro que era contra migraña y al fin el Valpalcine que me va curar. Mi médico me

miraba un rato, y después me preguntó si yo pensaba que el neurólogo había

pensado que yo era muy enferma psiquiátricamente ¿tú crees?". De que estabas

algo loca no lo dudo, pero recuerdo que muchas veces me quedaba en silencio

contemplándote y escuchando tus teorías filosóficas y tu amplio conocimiento del

cine de culto. Empezamos a trasponer la línea que separa el bien del mal por pura

diversión y de eso yo me encargaba, “la bendita criollada como sello de fábrica de

los peruanos”.

Te acuerdas en Trujillo y Georgia la australiana que no dejaba de

tentarnos con la mezcalina, recuerdas que en Puno compramos una frazada de

alpaca que nos cubrió en el bus Desaguadero-Ilo, “ya es un año Chespirito"

escribiste haciendo una efemérides a la hazaña de desnudarte y hacértelo en

pleno viaje: -¡Pasajeros de Moquegua!

– ¡Fuck!

–Vístete rápido –te dije mientras ajustaba mi correa, resuelto por todo lo que se

hace en nombre del amor.

– ¡Mierda! Mis sandalias –exclamaste y me eché al piso a recogerlos, estaban

algunos asientos más abajo.

–Ya chicos doblen esa frazada –dijo la tutora que iba adelante, me clavó una

mirada inquisitiva –. Tienes un olor a vagina en las palabras.

Ella sabía lo que ocurría en los viajes y al final terminó por convertirse en

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nuestra celestina o con el lenguaje henrymilleriano: en nuestra alcahueta.

Recuerdas Arequipa que fue allí dónde le confesaste que ya empezabas a

travesear en mis brazos.

"Creo que exageras con la marihuana, y no ayudas ni a tus padres ni a ti

mismo fumando tanto. Espera hasta que lleguemos a Ámsterdam. Te extraño un

montón, y manda saludos a tus amigos y diles que ya no tengo cinco años y que

no te puedo olvidar, así que son muy equivocados". Mis amigos me reprochaban

lo ingenuo que fui de enamorarme así de ti, una chica que volvería a su país en

un tiempo definido, las razones eran sencillas, ella no me hacía sentir que lo

nuestro era una amistad estrecha con derecho de amantes, no, me hacía sentir

que yo era su hombre, me abrió un espacio muy intimo de su mundo y eso se

acoplo al mío, jamás había pasado por eso en mis relaciones anteriores.

Lucho venía por las mañanas a pasarme la voz y nos fumábamos un porro

para el desayuno y faltábamos a la universidad, colgados en la nube de

musicalidad del tornamesa Phillips... Milagros una vez nos sorprendió y me dio un

sermón que supero a mi madre en tenacidad y elocuencia. Y tenía razón lo deje

porque me hacía daño, empecé a tener falsas percepciones o se agudizaba tanto

mis sentidos. Una noche que venía de comprar marihuana, tuve una rara

experiencia, un hombre que se parecía a mí, pero era mayor, me entregó un libro

de Hayek y decía que venía del futuro.

No sólo fueron mis lecturas de Henry Miller:

"Me he encontrado con Therin. Fui a visitarlo en la tarde.


Pero me sentí incómoda. Como si algo era mal. Y pensaba en
ti. Quería llorar, pero no lo hice. Prométeme que así no va a
ser cuando yo vuelva al Perú. Es horrible eso de los
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resentimientos, al menos por un tiempo no quiero estar sola
ahorita.
TE AMO ¿sabes?"

En su debido espacio y tiempo me torturo, ahora al releerlo no creo sentir

nada. La lectura no era suficiente, ni el alcohol, ni los alcaloides, ni el frenesí.

Conocí a un grupo trashumante que me enseñó a parchar artesanía urbana. Para

la temporada de junio yo les alcanzaría en el Cusco. Conseguí un cuarto en

anticresis por la calle Huaynapata en San Blas al cual noblemente le llamé “El

rincón de la mafia”; mi inglés embrionario en los bares y tabernas fue ganando

vigor, un día llegué completamente estón y de repente reconocí a Mierin sobre un

taburete.

–Hello, how are you, how long time, you remember me –le hable.

–Forgive but I think it is wrong to –ella me queda mirando confundida y entre

una sonrisa pusilánime respondo:

–Sorry lady reminds me so much to a woman I met some years ago.

Derrotado estoy por volver a mi asiento y ella me dice que puede ser

Mierin si es que le invito un joint.

Me quedé un par de meses en el Cusco, cazando extranjeras solitarias

que querían drogarse y tener aventura; volví a Chincha como siempre para el

otoño sólo a recoger las cartas que llegaban. El tono romántico en declive, tu

amor se iba y no podía hacer nada para retenerlo, ahora es más evidente eso que

dilucidabas: “Más fuerte son las escrituras en el arena que las promesas de

amor”, ahora que vuelvo a leer: que Therin por acá que Therin por allá. Lloraba

en la soledad de mi cuarto y contra todo aquel orgullo machista, te escribí

37
rogándote que terminaras con él, "sabes que no lo hare, te repito que no quiero

estar sola. Quieres que te mienta, me confundes más, te amo y amo a Therin,

sólo resiste el tiempo".

Basta de humillaciones dije, pasaba gran parte de los meses en el Cusco,

rondando como un fantasma bohemio en las tascas donde las lenguas del mundo

se confundían como en Babel y es el inglés la única posibilidad de entendernos,

inicialmente me involucraba con mujeres escandinavas y luego todas las que

habían sido influenciadas por el libro de Elisabeth Gilbert. Mis cartas empezaban

a contener ironía y fidelidad a los hechos de mi acontecer; "ya ves que leer te

ayuda a desarrollar la ficción" escribiste, al ver las fotos y el sello postal del Cusco

empezó tu silencio, yo tenía que ocultarte todo, pero no lo hacía, me vengaba. Y

tu respuesta tenía razón, me duele aceptarlo pero es que nos conocimos tanto

ese año, yo buscaba algo de ti en ellas, ya sean tus ojos, tu sonrisa, tu

personalidad, tu silueta.

Al volver peligré en los cursos más difíciles de ese año; la disciplina de

Mila me llevó por bueno camino. Es cierto cuando la conocí –el alma más pura

que ví en mi vida– dejé de lado a mis amantes y de tres a seis se quedaba

conmigo a darme ternura y esa filosofía de vida que tanta falta me hacía. Se ganó

todo el cariño de la familia de la pensión y me decían: es una gran chica y no

hagas nada estúpido para perderla. Estoy llorando, no me atrevo a voltear la cara

a los lados, no tengo nada para secar estas lágrimas, "mi chespirito, mi arjona, mi

henrymiller" me decía, extraño esas palabras con voz de niña y ternura de mujer.

Casi termino de leer las cartas, no sé si están todas pero si tengo la

certeza de que al terminarlas de releer las quemare para dejarte ir Mierin.

Una tarde doña Magdalena me esperaba con una carta que recién había

38
llegado, la penúltima que la memorice tal cual: "Hola, te recuerdo que una vez

prometiste que nunca dejarías de escribirme y estarías pendiente de mí pase lo

que pase. ¿Recuerdas? También quiero cumplir mi promesa y darte el mejor

regalo de tu vida: Yo… Te envió pasaje a Santiago, un giro bancario a tu nombre

y está dirección: Prat de Llobregat 314, cerca al arco de entrada del cerro Santa

Lucia, es el tiempo, Quiero que sepas algo. P.D. Por favor ven".

La carta me dejó paralizado, creí que se trataba de una broma, el sello

postal era de Santiago de Chile. Fui al cuarto de Lucho a pedirle que volviera a

leer la carta, "mierda cholo, el pasaje al menos parece real", nos fuimos raudos al

banco, mostré mi documentación y había quinientos dólares a mi nombre, Lucho

bromeo:

–Nos lo gastamos yendo a Quilca y dejas plantada y sola a esa enana –le

entendí la broma pero igual lo mire duro, continuo:

–Creo que ésta oportunidad no se volverá a presentar en tu vida o al

menos ahora, o a lo mejor ya está sola y quiere decírtelo ahí, no sé.

–La conozco y no es eso y no es por lo de la oportunidad, me refiero a

Mila, como así le digo que me voy a Chile a verme con mi ex.

Quedamos que ni ella ni nadie lo sabría, yo desaparecería sin decir nada a

nadie, era cruel lo sé, pero también necesitaba verte, llevé la mochila de lana de

ovino que compramos en Santiago de Chuco, unas mudas de ropa, unos afeites

de limpieza y mi nunca estrenado pasaporte. 10.30 a.m. vuelo con destino a

Chile, finalmente llegué al Comodoro Arturo Merino, un taxi: "me lleva a esta

dirección por favor", "como no" me dijo, reconocí su dejo mapocho, "primera vez

en Santiago" me vuelve a hablar porque estoy viendo todo a mi alrededor. Me

dejó en la dirección, bajé y toqué el timbre, era un barrio elegante. "Usted es..."

39
me dice un muchacho de bigotes, "... le dejó este sobre, pasé, debe de estar

cansado, yo soy hermano de Violeta, cuñada de Mierin...", todo eso me dio mala

espina, abrí el sobre y una nota con más indicaciones: "Sorpresa, ven hasta

Temuco, tierra de Neftalí Reyes tu poeta favorito, de allí procura llegar hasta

Puerto Montt, vale la pena viajar". El hermano de Violeta me llevó hasta la

estación de buses, una inmensa faja desértica envuelve la carretera, de Temuco a

Puerto Montt cambia la geografía; era una mañana de lluvia en el muelle, llegue al

lugar indicado y otro sobre y otras indicaciones, sentí que te estabas burlando de

mi, compré un boleto para un trasbordador que me llevaría hasta Chacao, el

principal puerto de Chiloé, por el mar del sur con su brisa salitrosa y antártica. Y

estabas allí Mierin cuando desembarque.

Nos abrazamos y nos desquitamos de toda esa ausencia, lloraste y yo

sólo te besaba las mejillas sorbiendo tus lágrimas; me presentaste a tu cuñada,

una mujer chilote de rasgos andaluces y unas rubicundas mejillas como las tuyas,

vivía en Molde y había aceptado ser tu cómplice cuando le contaste nuestra

historia. Violeta conducía el auto, traté de contarte todo en ese instante, "calla,

ahora sólo bésame como en los viejos tiempos" dijiste. Llegamos a Ancud,

comimos algo ligero y les platique de lo fascinado que estaba con el territorio

enemigo, Violeta se rió: "las cosas del pasado hay que dejarlo ahí, verdad Mierin"

te dijo y me miraste con tus astros verdes, después de mucho los volví a

contemplar a mi regalado gusto; continuamos rumbo a Castro. La Familia de tu

concuñada tiene un rancho de caballos mampato y de cultivo de papas nativas. El

clima era templado, llovía casi siempre, contigo paseamos en esos pequeños

caballos, cerca del rancho existe un bosque de arrayanes donde te amé sin

reparos; fueron quince días maravillosos, la última noche en Chiloé te pusiste a

40
llorar, pensé que era por el licor de oro, pero me equivoqué como siempre;

volvimos a Santiago y allí en la verdadera última noche me confesaste que te

casarías con Therin al volver, que ya tenías todo listo y sólo faltaba que yo te

diera mi bendición. Tenía esa certidumbre, "no lo sé" te respondí cuando me

preguntaste si es que también me iba a casar con Milagros, "crees que a los

veinticinco años voy casarme", le dije, "si la amas sí" respondió. Me llevaron al

aeropuerto, sentí una gran alivio de terminar con honor nuestro idilio y sentí una

gran satisfacción porque comprendí y estoy seguro para siempre que no todos los

grandes amores de la vida terminan juntos, felices y con hijos. Nos despedimos

sólo con un beso en las mejillas y un inmenso abrazo. Antes de pasar a la sala

principal del aeropuerto te dije: "¡Sin rencor a Henry Miller!", y te sonreí como tú

antes a mí, con esa sonrisa basta de alegría y esperanza.

Llegué a Lima al amanecer, volví a Chincha como al medio día. Estaba

plácido y sereno, no había inventado nada para excusar mi ausencia ante Mila,

¿diría la verdad? No dejo de llorar, otra garúa de invierno me acompaña, llegué a

la pensión, me abrió la puerta don Guillermo, empezaba una tarde sombría que se

filtraba por las cortinas de la sala, doña Magdalena salió con el rostro espetado,

enarcó la mirada primero y con una severidad letal me pregunto dónde había

estado, su mirada me hacía daño pero tan pronto aparentaba más dureza se le

desvanecía en acuosidad los ojos; "dónde has estado" me reprochó, pero el

llanto la ahogaba en un resabio amargo; me quede paralizado sin dar actitud a

respuesta evasiva o rebatir, y a quemarropa: "Anteayer enterraron a Mila".

Tan pronto desaparecí, Mila llegó al cuarto y me esperó hasta el día

siguiente creyendo que llegaría de madrugada, ebrio o en alguna otra situación

henrymilleriana; nadie le daba razón de mí y eso la preocupo, dejó encargado a

41
doña Magdalena que iba para una reunión familiar a Lima y que la llamara tan

pronto apareciera porque tenía algo importante que decirme; "lo siento tuve que

viajar así de pronto", Milagros intento llegar el domingo en la mañana, “llamó sólo

una vez para ver si apareciste”, ella volvía en el auto de sus primos, la densa

neblina se desgranaba bajo el cielo grisáceo de este invierno sin sol; sobre la

Panamericana todos los vehículos se paralizan, apenas podían distinguir entre la

bruma y un maldito camionero les cerró el paso y se estrellaron con otro auto.

Todos los amigos de la base y de otros años fueron para ver que la enterraban

junto a la tumba de su madre. Una guadaña destajó mi corazón, el cielo y todo se

cayó sobre mí. No supe que hacer; ella siempre llegaba los domingos por la tarde

para verme morir y revivir en sus brazos, no pude dormir muchos días, no tenía

apetito, la compañía de los amigos me hundía en un remordimiento terrible, su

rostro era lo único que podía ver en mis fatigadas noches de insomnio. Un

hombre no escoge sus espectros: ocurren ciertos designios que laceran tanto que

le conducen, locamente, a negar la realidad y querer huir lejos.

–Pasajeros del bus de seis con quince abordar de inmediato.

De repente el padre de Milagros me detiene:

–Señor Maldonado

–Vine a entregarle esto... La invitación de su novia a pasar unos días juntos.

– ¿Cómo?

–Basta de cinismos, que ella lo supo todo.

Sólo atino a agacharme y resignarme a recibir más reproches, cualquier

golpe, cualquier vejación, cualquier cosa

–Usted sabía que lo único que Milagros quería en la vida más que nada era

ser madre, o acaso no sabía que estaba embarazada.

42
A cualquier lugar fuera del destino
Sus pasos no exageraban ni en destreza ni en velocidad; el vestíbulo del

aeropuerto Berlín-Schönefeld estaba repleto de personas, todas las vías de

comunicación habían colapsado por la inclemencia del crudo invierno; las grandes

láminas de vidrio inspiraban cierta tranquilidad: ya no traslucían la caída de los

copos de nieve. De inmediato anunciaban que todos los vuelos suspendidos

podrían iniciarse. La tormenta calmaba unas horas para tomar aliento y dar

pequeñas muestras de benevolencia; toda la gente que esperaba alrededor de ocho

horas empezaba a movilizarse creando un caos de felicidad, desplazándose con sus

maletas en todas direcciones, con sus ansias de llegar pronto a sus destinos final. El

calor que reinaba dentro de las salas de espera y el abrupto entusiasmo hizo que

Ilse aprovechara un pequeño descuido.

Diestra, veloz, se desplazaba esquivando a la gente, nunca se volvió para

atrás, sabía que así podría escapar de aquella norna de palidez mortal y casi

transparente, con ese azul cambiante de sus ojos árticos, de aquel hado de fatalidad

que siempre estuvo asediando su camino; de repente y sin perder la marcha desvía

hacía la sala de espera de primera clase. Apenas y es un grupo minúsculo de

personas que hacen fila; sobre ellos el gran panel con los vuelos que aún ofertan y

parten de inmediato, los leyó de un solo pasar de vista, Ilse había salido con la férrea

convicción de viajar a cualquier lugar fuera del destino.

Ilse Dorfmann nació en 1934, el mismo año el Führer disuelve el Reichstag.

Su padre era un eminente ingeniero agrícola que militaba desde joven en los

43
camisas pardas, con entusiasmo por reconstruir la Alemania de entreguerras que

toda esa filosofía nacionalista que motivaba a los nazis. Vivía con toda su familia en

Riesa; un fértil valle junto al Elba donde dirigía el programa de cultivo de remolacha y

patatas a gran escala, miles de acres de cultivo reverdecían en primavera y era

seguido por un dulce invierno de anocheceres tempranos; repantigados en unas

mecedoras junto al crepitar de la leña de la chimenea, Ilse y sus pequeños

hermanos se deleitaban escuchando a su mamá contar bellos cuentos de hadas de

los hermanos Grimm o escuchando encantadoras sonatas de Haydn y Mozart en el

gramófono. Todo era grandioso, pese a los tiempos difíciles, para aquella niña de

cuatro años mitad aria y mitad judía.

Una tarde mientras Harald Dorfmann se hallaba en Berlín, llegó una orden de

la Gestapo para que se divorciara de su esposa, una ley nazi había sido promulgada

en contra de los judíos, la maquinaria carnicera de los campos de concentración

empezaba a cobrar su mano de obra; desde aquel entonces el dolor y la amargura

enveneno la vida de Harald, luego le obligaron a duplicar la producción del valle

construyendo invernaderos para el invierno a cambio de la vida de sus hijos que

eran mitad semitas; el mal humor rebasaba sus límites y siempre eran los

campesinos, traídos de otros países en calidad de esclavos, los que asumían las

consecuencias.

Ilse entendía plenamente lo que sus pequeños hermanos no podían entender,

en las noches oscuras descubre su propia existencia frente al ambiente paradójico

del mundo exterior que le había mostrado su fealdad, que le tornaba en el corazón

una melancolía creciente, y obtiene esa capacidad grande para ocultar, tras una

afectuosa sonrisa, la desdicha: «al menos ellos no se dan cuenta y pueden ser

felices» piensa.

44
Finalmente el Leviatán desencadeno su poderío antropófago en Europa, los

programas armamenticios ocupaban al máximo a los obreros, Checoslovaquia era

invadida por los nazis a vista y paciencia de las demás potencias; Ilse no se

imaginaba la magnitud de lo que acontecía, cada noche antes de acostar a sus

hermanos, rezaba para que nada malo les sucediera a ellos y a los que más quería.

Los días pasaban y un optimismo vigoroso reinaba en todo Alemania, las radios de

galena emitían boletines a cada hora; 8:30 a.m. hora Berlín anunciaba: “Hoy 3 de

septiembre Inglaterra y Francia acaban de declarar la guerra a nuestra nación… la

victoria nos espera”; era finales del verano y ese año las escuelas no abrirían, toda

la educación recaía sobre las mujeres del hogar. Y era claro que a ésta criatura

sensible e inteligente, en el seno mismo de su inocencia, le habían dejado la

responsabilidad de educar a sus hermanitos sin más herramientas que la fantasía y

la alegría de compartir su suerte.

2 p.m. hora Berlín 1939

“…el Blitzkrieg, estrategia militar altamente eficaz a permitido el avance por

Luxemburgo y Bélgica… y muy pronto Francia será ocupada y abdicara…”

Había que priorizar el racionamiento de las galenas, sólo se escuchaba radio

en las mañanas y en las noches; los alimentos eran básicos e insustituibles, había

una gran escasez de carnes y grasas, “Muy pronto llegaran” decía el padre de Ilse a

los vecinos que no tenían los mismos privilegios del hogar Dorfmann.

9 a.m. hora Berlín

“…nuestras fuerzas intensificaron el bombardeo aéreo en Inglaterra, por otro

lado Italia miembro del Eje se empeña en dominar su ofensiva en Sudán, Somalia y

Libia y cubrir el canal de Suez…, De Gaulle en un desesperado clamor desde

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Londres llama a la resistencia de los patriotas franceses a que continúen la

guerra…”

El optimismo que reinaba en Riesa muy pronto se transformo en

incertidumbre, las mujeres cada vez dudaban del destino de sus maridos, hijos,

hermanos y otros parientes que luchaban en los distintos frentes jugándose a

cincuenta y cincuenta las probabilidades de vivir o morir; Riesa se encuentra en el

extremo este; aparentemente no hay peligro porque están lejos de los ataques

aliados; Ilse piensa en su padre, apenas y lo ven llegar algunas noches, lo extrañan

pero el rigor de las exigencias nazi apenas y le dejan tiempo para manifestar afecto

a sus hijos; algunas noches contempla a Ilse, tan valiente, tan bella como la madre;

el foco con un tenue resplandor ilumina las camas con los pequeños durmiendo,

recoge con el dedo índice las lágrimas que brotan cuando recuerda a su esposa, los

parpados ya no pueden permanecer en vigilia y piensa: “geh schlafen miene kleine

und tapfere Ilse” (Duerme mi pequeña y valiente Ilse).

6:30 p.m. hora Berlín 1941

“…nuestras tropas ocuparon Grecia, Yugoslavia y Creta con escasa ayuda de

Italia…, pacto de no agresión con URSS se precipita, Wehrmacht ataca hoy 22 de

junio a las tropas soviéticas…”

Pues lo que se temía finalmente llegó, Harald piensa en la suerte que tendrán

que correr, la Wehrmacht quedo paralizada en su travesía rumbo a Moscú, dejando

la posibilidad de una contraofensiva y un bombardeo aéreo a las dispensas

alemanas del Elba. Una fría mañana de invierno el ingeniero agrícola reúne algunas

mudas de ropa, caramelos y chocolates, para que un vehículo venga por ellos, para

llevarlos a un refugio subterráneo de mujeres y niños, Ilse se muestra tranquila ante

sus hermanos que se aferraban a los brazos de su padre, éste le dio un beso en la

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frente a cada uno de ellos y a Ilse le entregó un relicario con una foto de la madre a

un lado y con la foto de él al otro lado, ambos tenían los ojos azules inundados por

cristalinas lágrimas que terminaron descollándose dentro del ambiente de llanto que

les rodeaba, al despedirse con unos adioses de manos, los pequeños miraban como

su padre quedaba lejos, les aflige la separación y una mujer de rostro enjuto los

sostiene para que no intenten volver, no perdía de vista a Ilse que recuperaba el

semblante, su mirada deslumbra un haz de esperanza para su padre; esta vez tiene

la certeza que volverá a verle.

El refugio era húmedo, tétrico y aburrido; el tiempo parecía detenerse, los días

que Ilse y sus hermanitos pasaban allí les daba la sensación de ser muchas

semanas, habían perdido la noción del tiempo, si era de día o era de noche, la radio

con buenas o malas era la única distracción; “No debemos temer, ganaremos la

guerra, así anunció el Führer ayer…” dijo una mujer rolliza que estaba a cargo de la

disciplina. Todos la miraban con cierta vacilación. Ilse veía a sus pequeños

hermanos jugar con los demás niños del refugio; una mujer de mediana edad no

tardó en comprender que esa niña de rostro triste tiene un panorama distinto de lo

que sucede y su observación hacia los demás y los múltiples contactos la

enriquecían en su razonamiento, en su análisis y en su percepción.

6:07 p.m. hora Berlín 1941

“…Japón luego de sus magnificas maniobras en la ocupación de Indochina

ayer 7 de diciembre destruyó la flota norteamericana de Pearl Harbor…”

Al acabarse las provisiones del refugio un grupo de valientes mujeres salieron

a buscarlos, los bombardeos eran constantes pero una vez que culminaban podían

dejar el lapso de un mes en reanudar, Ilse volvía a casa llevando de las manos a sus

hermanitos, Harald tenía el doble de acción viajando de pueblo en pueblo para

47
solucionar el problema de abasto y otros inconvenientes que dejaban los constantes

e inesperados bombardeos soviéticos sobre el valle del Elba. Cada vez que la

alarma sonaba Ilse cubriendo a sus hermanitos lograba subir al mismo vehículo que

los llevaba y siempre les ayudaba a subir la misma mujer de mirada fría y

penetrante. Un buen día de esos el más pequeño de sus hermanos la abrazó y le

dijo; “Feliz cumpleaños”, había pasado otro año y apenas lo recordaba. Las galenas

tienen que racionarse cada vez más, las provisiones no llegaban hacía meses, la

radio se prende sólo algunas mañanas:“…y parece que Japón no dará apoyo al Eje

en atacar a la Unión Soviética por tener planes de extender sus operaciones por

China, Birmania, Filipinas…, nuestras fuerzas submarinas están debilitando al

poderío naval inglés…, en el norte de África Rommel y Montgomery disputan el

dominio de la región…, los americanos dan ayuda a los soviéticos para la resistencia

de Stalingrado…”, las noticias no ayudan mucho a la gente del refugio, ahora dudan

realmente de ganar la guerra. Terminaba el luctuoso 1942.

Las raciones escaseaban cada día y no parecían llegar de ningún lado; Ilse

también se preocupaba, las que había ocultado en un rincón de la cabaña se

terminaban. Una tarde que salían del refugio volvió a ver a la mujer alta y rolliza, su

optimismo y su moral ya no era perceptible por ningún lado; las galenas de la radio

apenas y tenían energía, la guerra psicológica de los aliados iba diezmando la moral

alemana, la BBC incremento sus potentes ondas hertzianas.

6:10 a.m. hora Londres

“…la contraofensiva soviética viene reduciendo el poderío de el

Wehrmacht…, aliados liberan Túnez que es estratégico para el desembarco de

Sicilia y Calabria…, Italia se rinde incondicionalmente y los americanos aperturan el

frente de Birmania…” Era evidente que el Führer por una cuestión de honor prohibió

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que trasmitieran las derrotas sucesivas que venían sufriendo por todos los frentes,

en 1944 el avance de los aliados era inevitable, tras Normandía y el avance a París

nada parecía tener arreglo, los soviéticos liberaron ambiguamente a los países del

este, Japón quedó solo en la contienda y resistía, en 1945 tras capitulaciones

parciales los aliados lograron la rendición de Alemania. ¿Qué vendría ahora? ¿Les

parecía bien que sean los soviéticos los que ocuparan Riesa? ¿Cuándo llegaría

Harald Dorfmann a buscar a sus hijos? Fueron 10 días, después del 8 de mayo, que

llegó con un semblante espectral y una barba montés a buscar a Ilse y sus pequeños

hermanos, envueltos en una desesperante aflicción porque para ellos él era un

hombre distinto, un desconocido. Finalmente la guerra terminó con la repartición de

Alemania.

Al huir al oeste, hacia Frankfurt, Harald volvió al negocio de los invernaderos

para la producción de tulipanes y jacintos, si nunca volvió a ser el de antes, sentía

cierta resignación al saber que todos los que participaron en crímenes de lesa

humanidad contra los judíos habían muerto, o eran juzgados en Núremberg. Ilse

crecía y cada vez era más bella, su rostro rozagante con un rubor natural, sus labios

firmes reflejaban una sonrisa lozana y su cuerpo espigado irradiaba nobleza;

además es brillante en la preparatoria, su tutor en matemáticas creyó en todo

momento en ella, porque planteó otra solución de la isócrona, interpretó a la

perfección la teoría de las envolventes, y también destacaba en otras materias. En

1952 el país se recuperaba a pasos agigantados en todos los aspectos, atrás quedó

aquella nación en ruinas, de industrias desarticuladas y de administración desecha.

Ilse se encontraba lista para la universidad; de Frankfurt a Bonn no había mucha

distancia, así que no sería dura la separación, ella siempre pensó que ese momento

49
llegaría, tendría que dejar a sus hermanos y buscar su felicidad, desplegar las alas y

ser libre.

Era una tarde de sol fulgurante en el campus de la universidad renana de

Bonn, llevaba tres años en la Medizinische Fakultät; Ilse vivía enamorada de los

títeres desde que iba con sus hermanos a la feria titiritera de Frankfurt donde todo

los sueños se fundían en color, técnica, música y poesía; esa tarde llegarían los

juglares y saltimbanquis más importantes como los de España, de Francia, de

Bohemia, los Burattino de Italia; todos reunidos para manifestar desde su puesta en

escena la liberación de la República Federal Alemana que ya era inminente. Ella reía

a carcajadas con sus demás compañeras, de repente Piccoli la marioneta principal

del elenco italiano invita a Ilse a acercarse al escenario, ella confundida, indecisa,

sus amigas la empujan y se acerca, Piccoli le obsequia una rosa roja y le da un

beso en la mejilla. Antes del anochecer los telones cerraron, Ilse se despedía de sus

compañeros cuando Igor Burattino se le acercó, el corazón de ella quedo inquieto; él

era alto, de complexiones atléticas y una sombra de barba etrusca que marcaba de

un anacronismo jovial su sonrisa, Ilse y su escepticismo al amor a primera vista no

parecían estar con los pies firmes ese instante, Igor con su inglés chapucero le dice:

Picolli me envió para saber si te puede invitar un café alguna vez. Y ella sonrió

enamorada.

Y bebieron muchas tazas de café en interminables horas de tertulia, eran los

años del canto del cisne del amor consumado después del matrimonio, tras las

miradas evidentes y las sonrisas delatoras llegaron los besos furtivos y las caricias

prohibidas. Igor vivía en una vieja pensión del sector industrial junto al Rin, ambos se

mostraban cada vez más afecto; Ilse se dejaba llevar; «Ya nada importa», pensó, un

calor pulsátil incinero su vientre.

50
Unos meses antes de que la RFA recobrase su autonomía, Ilse tenía muy

bien planificada su especialización; fue Karl Jasper en una visita a la universidad

quien le amplió las fronteras del existencialismo, le dejó clara su vocación por la

psiquiatría, y no ambicionaba nada más que llegar a comprender la psicopatología

de las distintas locuras y poder ayudar a quienes la padecieran. Una tarde fría de

otoño, mientras releía Los himnos de la noche de Novalis, llegó una mujer de mirada

fija y penetrante a entregarle un telegrama de Frankfurt; fue a buscar a Igor a la

habitación donde vivía, estaba afligida, sus cabellos rubios mojados por la lluvia y

sus ojos azules mojados por su dolor; Igor la abrazó con toda la ternura que pudo

dar, respiró de entre sus cabellos y la consoló con palabras suaves y sabias; el

telegrama decía: Papá murió ven pronto.

Ambos hermanos ya eran hombres, habían ayudado a que el negocio familiar

creciera a unos cuantos centenares de acres que valían poco en la posguerra y

después se volvieron a valorizar. Tras el suicidio de Harald ninguno de ellos

pretendió quedarse con todo aquello, ambos irían a buscar su destino siguiendo el

ejemplo de Ilse que había encontrado la estela de la felicidad junto al titiritero que la

acompañaba. Ilse tenía la certeza de que los espectros de la guerra aún no la

dejarían ni siquiera ahí al pie de la tumba de su padre. Decidieron que rentarían la

finca y ella en corto plazo iría a vivir a Italia con Igor que viajaría antes de que ella

se graduara de psiquiatra.

A fines de 1956 nació Ingrid en Roma. Tenía las facciones aristocráticas de

Ilse, al amamantarla se percató de que tenía una belleza no terrenal y una fragilidad

previsible que sólo una madre intuye sobre el destino de los hijos. Trató de aplacar

esa sensación, era rara pero nueva, nunca pudo sentir el futuro tan próximo. «Nichts

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böses wird dir zukommen», pensó, trato de ser coherente: “Nada malo te pasara mi

pequeña”. Igor se encontraba en una feria de títeres al sur de Italia.

Así pasaron los primeros años de vida entre pequeñas intermitencias de

felicidad y dificultades económicas, espaciadas por la ausencia laboral y las

costumbres extremadamente machistas de la sociedad italiana, no permitía que las

mujeres ocuparan puestos médicos en sus distintos nosocomios, Ilse tuvo muchos

problemas; vivían en un suburbio romano, apenas podían alcanzar el pago del

alquiler, tampoco podían seguir a Igor en sus giras largas e incomodas. Todo esto

fue eclipsando la felicidad del hogar, se tornaban discusiones cada vez más

violentas, hasta una tarde en que Igor la golpeó, Ilse estaba dispuesta a olvidar la

afrenta por el bienestar de Ingrid. Los viajes de Igor se prolongaban por varios

meses y la situación de ambas era difícil, a través de la embajada de Alemania pudo

conseguir un puesto como voluntaria en un centro psiquiátrico de Roma. Y al poco

tiempo abrirse campo mostrando eficiencia para poder trabajar como profesional

imprescindible y salariado. Con los meses que Igor no daba señales de vida pensó

que algo le había pasado, luego llegó una carta con algunas liras; Ilse pudo hacerse

de un permiso como para viajar hacia Nápoles. Igor vivía desde algún tiempo con

otra mujer, Ilse no se humilló en pedirle que dejara a esa mujer y se fuera con ellas

de vuelta a casa, tampoco le reprocho los cinco años de vejaciones que tuvo que

soportar, aceptó de forma civilizada los designios de su destino, en la estación de

tren que las llevaría devuelta a Roma reinaba un ambiente atroz por el calor del

verano, al voltear para ver a Ingrid que no entiende porque su papi no vuelve con

ellas, Ilse se percata que una mujer de rostro extraño tiene la mirada fija sobre

Ingrid; suben y el viaje de retorno le ayuda a tomar la decisión de volver a Alemania,

para poder educar a Ingrid; “Al menos hay alguien por quien salir adelante”, piensa,

52
Ingrid está durmiendo en su regazo, y todo esa filosofía kantiana se le viene a la

cabeza, «¡cumple con tu deber aunque el universo se venga abajo!»

Ingrid también era dueña de una gran personalidad, una belleza adriática

cautivante y una inteligencia sagaz. Ilse trabajaba con bastante éxito en un

manicomio de Berlín, con una dedicación exclusiva que la orillaba e una rutina

polvorienta, a inocularse la soledad claustral y perder ese barniz natural de su rostro;

a veces tenía que interrumpirlo para poder dedicarle el otro espacio de su tiempo a

Ingrid, que cada vez era más independiente. Ilse y las horas que transcurría en

recorrer los pabellones donde centenares de humanoides inertes eran

diagnosticados como pacientes psicopáticos, esquizofrénicos y maniacos

depresivos. Había un hombre pequeño con una flacura irreparable y unas ojeras

que daban cuenta nunca dormir, padecía de una ansiedad crónica con ataques de

temblor en el cuerpo, palpitaciones adversas y sudoraciones. Al leer su historial

clínico, pudo ver que había quedado afectado al saber que moriría rodeado, más de

once mil aviones dejaban caer tropas en paracaídas detrás de las líneas de defensa

nazi. Otro hombre de apariencia normal no podía estar fuera de su habitación tras el

medio día porque la sola proyección de su propia sombra le aterraba, fatigándole en

un nerviosismo fóbico que podía durar semanas, tal y como le pasó en la penumbra

aciaga de los refugios anti bombardeos. Lo mismo sucedía con una mujer ya entrada

en años que corría a ocultarse de los alemanes hacia un ático creyendo ser Ana

Frank y dejar seguro su diario y luego salir con la inflexible convicción de ser Eva

Braun, para finalmente terminar siendo ella misma y bailar desnuda bajo la luna que

suele ser su amante en las noches de claridad completa.

53
Su dedicación, había dejado de creer en el modelo médico de diagnóstico y

psicoterapia, junto a otros científicos de la gestalt desplazaron gradualmente los

enfoques psicológicos convencionales y aplicaron la genética, la neuroquímica y la

medicación que más tarde fue la base y llenó los compendios de trastornos mentales

del apartado F del Manual de clasificación de las enfermedades, que aún es el más

utilizado en Europa y una tarde fría de invierno Helmut Schmidt le daría la gran cruz

de la república alemana, máxima condecoración por su aporte a la ciencia.

Ese mismo año de 1985 con un grupo de amigos de la Freie Universität

Berlin, Ingrid planeó ir de viaje rumbo a Ibiza, “Por carretera hasta Valencia y

nadando hasta esa isla y pasar el mejor verano de mi vida mamá”, bromeaba e Ilse

empezó con unas corazonadas paranoicas nuevamente.

Primer telegrama: Futwagen

Viaje bien, Selva Negra hermosa

La idea de ir todo el grupo, en motocicletas, fue la de un compañero

norteamericano aficionado a las rutas largas, quién había hecho uno de esos

circuitos en su país; Ilse no pudo frenar el entusiasmo de Ingrid quien le pidió que le

comprara una motocicleta, ni mucho menos prohibírselo.

Segundo telegrama: Berna

Feliz, reloj para ti Suiza maravilloso

¿Existe la felicidad realmente? ¿Por qué fluctúa con tanta rapidez? ¿Hay que

perseguirla y atraparla de alguna manera? Esas cavilaciones la disipaban del

trabajo, siempre meditaba acerca del espíritu pragmático de las nuevas

generaciones.

54
Tercer telegrama: Valencia

Moto averiada sin peligro siempre bien

La última tarde que recibió el telegrama, Ilse se encontraba conduciendo su

auto en el centro de la cuidad, tras la luz roja encuentra una mirada conocida que la

ve fijamente por unos segundos, es el rostro afilado de una mujer magra que cruza

con rapidez el espacio peatonal, un presentimiento sombrío se apodera de ella,

sentía que algo malo le iba a pasar a Ingrid, esa misma noche tomo un vuelo

comercial a Barcelona y de allí hasta las islas Baleares. Ingrid muy lejos de

sospechar los verdaderos motivos de Ilse, lleva contando con detalles toda la

aventura que vivió durante la ruta, mientras volvían en otro vuelo comercial a

Alemania. Y se pregunto si realmente no era una paranoica al dejarse llevar por

cosas así ya que el escepticismo científico la alejaba de los misterios ocultos de la

religiosidad.

El verano culminó, las hojas de los abetos formaban alfombras difusas, un

nuevo año se comenzaba en la facultad de biología y las fiestas de reencuentro se

celebraban en distintos lugares de la ciudad; Ingrid al volver de Barcelona encargó a

un servicio de currier que le llevarán la motocicleta a Berlín para que pudiera

desplazarse de un lugar a otro, porque una pasión desbordante se apoderaba de

ella al sentir ese zumbido voraz y las violentas caricias del viento en su rostro. De

repente alguien precavió que faltaba tabaco negro y sería bueno tener un

contingente extra de tragos por si llegaban algunos amigos más.

Ingrid y otros muchachos iban por las calles estrechas y llenas de vehículos

que van a todas direcciones, tenían que llegar al centro comercial a las afueras de la

ciudad, alguien tuvo la brillante idea de llegar más rápido a través de la autopista; de

repente Ingrid sintió un fuerte golpe por el lado izquierdo de la moto.

55
Ilse levantó el teléfono como a la media noche, la llamaban para que

identificara el cuerpo exangüe de una joven que había sido investida por un camión

que iba a excesiva velocidad a la salida de la autopista.

Sus hermanos llegaron de Frankfurt para apoyarla, Igor llegó desde Italia con

la premura que siempre tuvo para ver a Ingrid que le prodigaba un amor fuera de

reproches y resentimientos; y todos los compañeros de la universidad asistieron a

las exequias. Las ganas de vivir se le fueron a Ilse, la sedaban para una cura de

sueño que duró más de dos meses porque temían que intentara suicidarse, también

solicitaron una licencia indefinida para que aquel ambiente de insania mental no la

perturbara y terminara trastornándola. Ilse llevó una vida anacoreta durante medio

año, todo ese tiempo le ayudó a recuperarse del transe y tomar la decisión de huir

de allí, de escapar a algún lugar sin decirle nada a nadie.

Cogió una mochila y la llenó de sólo lo necesario, retiro sus ahorros del banco

y emprendió el viaje rumbo a la ciudad de Schönefeld al sur este de Berlín, en el tren

iba pensando en el destino, en sus posibilidades del futuro, llevando un dolor tan

grande en su presente y unos recuerdos entre claroscuros de su pasado, Ilse está

segura de que hay ciertas decisiones que ayudan a construir el destino, interpreta la

teoría de la causalidad y que la predestinación es una patraña, “Alguien me

observa”, siente y dice en voz desvaída, esta vez la reconoce por esa mirada

penetrante y fría, por el rostro huesudo y cuerpo espetado; tropieza con la certeza

de que siempre estuvo tras de ella en los ajetreos por correr al camión que los

llevaba al refugio en los bombardeos, la tarde que personalmente vino a entregarle

el telegrama que anunciaba la muerte de su padre, también la asechaba a la salida

de la maternidad y miraba fijamente a Ingrid recién nacida y el día que se le cruzó

frente al carro para augurarle su muerte; recordó que cuando niña su mamá le

56
contaba la historia de las Nornas que eran fatídicas y agoreras en la mitología

germana. «Toda acción conlleva una reacción, dos acciones iguales tendrán la

misma reacción», piensa al bajarse del tren, Ilse teme y no lo deja entrever, ni

mucho menos que ya se había dado cuenta de que la norna estaba detrás de ella.

El invierno había llegado antes de tiempo, todos los caminos de acceso al

aeropuerto habían quedado atascados por la proporción de la nieve sobre las vías y

lo mismo en las pistas de aterrizaje que paralizaba los vuelos por espacio de varias

horas, Ilse percata un ligero descuido de la norna y huye de ella en una acción

violenta; del destino a dónde iría y que había pensado durante esos seis meses de

encierro tuvo que variarlo en seis segundos y esa fue su segunda acción forzada.

Aquella noche del 12 de diciembre de 1986 un Tupolev Tu-144 se estrello causando

la muerte de setentaidos de los ochentaidos ocupantes del avión.

Felizmente Ilse optó por un viaje de Lufthansa a Buenos Aires con una escala

en Caracas y otra en Lima; al menos tendría una tercera acción de contingencia al

quedarse en cualquiera de esas ciudades.

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Cronología exacta de Ilse

1934 18 de mayo nace en Riesa

1938 Se llevan a un campo de concentración nazi a Margot Dorfmann

1939 1 de setiembre Ilse descubre la verdad. Alemania ocupa Polonia

1952 Cumple 18 años y es aceptada en la universidad por ser destacada

1954 Harald Dorfmann se suicida de un tiro en la sien

1955 RFA es libre y el optimismo reina por todos lados

1956 Nace Ingrid el 7 de setiembre en Roma

1961 Descubre la bigamia de Igor y decide regresar a Berlín Occidental

1977 Ingrid es admitida en la facultad de biología de la Freie Universität Berlin

1985 Ingrid viaja por gran parte de Europa en motocicleta

1986 Ingrid muere en un accidente de tránsito el 30 de marzo

Ilse decide quedarse en Lima el 14 de diciembre

1987 Enero, conoce Machu Picchu y allí escucha hablar del área de psiquiatría del

hospital Domingo Olavegoya en Jauja y en marzo ingresa como voluntaria pero

destaca y la contratan.

1989 Celebra la unificación de su país y la caída del bloque soviético con otros

exilados de Alemania del este.

1997 Le dan un grupo de adolecentes que se hacían llamar “La Naturaleza” por

problemas de mala conducta y consumo de drogas y traba amistad con uno de ellos

que tiene aptitudes literarias

2006 Éste amigo le cuenta lo de su proyecto cuentístico, ella le narra la historia de

su vida y le muestra un relicario para que sirva de estructura de un testimonio.

Jauja abril del 2006.

58
La muerte de Farés Lujan

Despertaste casi al medio día, una violenta reseca te torturaba, felizmente

mamá te había dejado una jarra de agua, unas aspirinas y una nota que indicaba

que el almuerzo estaba en el horno de la estufa. Cada pensamiento inquietaba tu

tranquilidad, querías no hacerlo, pero era imposible dejar de pensar. ¿Tratabas de

recordar la noche anterior? Alguien te había dicho que la albúmina de la clara del

huevo ayudaba a componer aquellas lagunas etílicas, media docena de yemas y

cáscaras desperdigadas en la mesa mas no recuerdas nada. Un resolano de

angustia te llegó de repente y decidiste salir de casa.

Fuiste a la casa de Sylvia, salió su hermana y dijo que ya se había ido, que

partió tan temprano como regresó, que había llegado llorando y no dejaba de

hacerlo y por eso tuvo que viajar con su madre, por los gestos de incomodidad, las

palabras duras y la mirada que tornaba desprecio, temiste lo peor. ¿Qué era? ¿Por

qué tanta incomodidad?, decidiste ir a buscar a Gabriel, esa noche partiría a Lima y

de ahí a Boston a gastarse una beca; también había estado contigo la noche

anterior. Él te puede ayudar a recordar todo. Te ofreció algo de beber, sólo

aceptaste los cigarrillos y algo de música a bajo volumen y te contó que él y

Berenice, Sylvia y tú compartieron mesa y que tuvieron que irse porque ambos

estaban algo inquietos, de repente una reminiscencia espontánea aparece en tu

mente: “bebamos algo” yo siento una emoción palpitante, quisiera confesarle lo

mucho que la adoro, llevó unas copas de más y ella no se entera de mi leve

embriaguez “entonces elijo por ti” correspondo a su sonrisa, percibo una delgada

película de saliva en sus labios “realmente te extrañé bastante” me dice, una discreta

sombra parece abrumarla, “igual” le susurro, sus labios parecen invitarme a besarla

“tengo que decirte algo”; era la imagen panóptica por dónde intentarías reconstruir tu

59
memoria.

Casi todos andaban en los ajetreos del 23 de enero y también otros amigos

esperaban a Gabriel para despedirle. Caminaron por la calle San Martín, antes de

doblar la esquina con Grau rumbo a la plaza tú ibas caviloso y abismado, no

reparaste en contestar el saludo del chuto que jovial se acercaba a darles la mano a

Gabriel y a ti; tras los agujeros de la careta de badana logras percatarte que se trata

de Fares Lujan, por sus ojos verdes y por su tono aguardentoso, trataba de hacerles

la habitual parodia del personaje para ver si conseguía algo de ustedes, le prestaste

poca atención.

Gabriel había cruzado la pista, evitaba todo contacto con Fares Lujan desde

aquella tarde de lluvia que decidieron quebrar su amistad. Ambos habían trajinado

en correrías cínicas de amor, en descomunales faenas de fornicación e ingentes

borracheras. Alguna noche Gabriel descubrió hecha mujer a Berenice, una de las

hermanas de Fares. Y poco antes de la tarde de lluvia Fares no soportó la idea de

que su pequeña hermana anduviera enamorada de un mujeriego irreparable como

Gabriel. La tarde que Fares los sorprendió besándose en un viejo umbral de la calle

Gálvez, la rabia le incinero por dentro, cruzó la pista y en un acelerado jalón de

hombro empezó a golpear a Gabriel sin darle espacio para que reaccionara, Fares

no paraba de propinarle una paliza a su amigo, el rostro le sangraba y los gritos de

Berenice terminaron por llamar la atención en plena calle.

Esa misma tarde Gabriel había planeado decirle todo, que se había

enamorado sinceramente de su hermana, que creía en el respeto y el amor. Cuando

llegó al hospital la madre de Gabriel vio el rostro de su adorado querubín

completamente magullado, no dudó en ir a asentar una denuncia, Gabriel le rogó

tanto que terminó desistiendo de ir a la comisaría. Aquella relación tuvo que vencer

60
la clandestinidad, los motivos de Gabriel eran suficientes para demostrar que era

otro; las cosas entre ambos amigos no recobraron la vieja complicidad, si es que

había un tanto de rencor y un tanto de hipocresía era justo para ambos.

Cortaste en seco la hilaridad de Fares, contigo no tenía problemas pero no

confiabas en él, tal vez si le preguntabas algo y repentinamente: “tú sabes que

nunca te oculte nada y que siempre perdonaría por amor” delata alguna trastienda,

la miro sin entender muy bien a dónde quiere llegar; “¿bailamos?” y me arrastra de la

mano, “Sylvia que hay” digo, busco el ángulo perfecto de su cerviz, nuestras miradas

confluyen exactamente en la pupila del otro, “quiero que me cuentes, no entiendo”,

no me importa nada sólo quiero decirle que son ocho meses y la amo, entonces la

beso, un resabio amargo se empozó en tu boca y echaste un escupitajo al piso y

Fares con un tono extraño te dijo que no sabía nada. No le gusto que le cortaras

bruscamente, te extendió la mano y se fue.

La tarde era completamente despejada, por ningún extremo del cielo se veía

nubarrones que amenazaran con lluvia, el melodioso sonido de las orquestas

columbraban al ritmo fragoroso de los trajes, el murmullo de la gente se ocultaba,

algunos partían, algunos llegan y se hacía más desesperante tu afán por recordar.

Ubicaron a los demás amigos Flavio, Esteban y Juan; llevaban tomando casi seis

botellas de cerveza. Habías pretendido no tomar ningún trago, pero la botella llegó a

tus manos y no pudiste hacer un desplante, me aparta sus labios, me lleva al final de

la barra; “no te entiendo Sylvia; que te pasa”; se sienta, recojo sus cabellos tras de la

aurícula de su oído; “qué tienes que decirme”, insisto y un amigo en común la saca a

bailar; en aquel vacío de incertidumbre inmensa aprovecho en beber: “maldito

momento”, estabas ensimismado, atrapado en un mundo subjetivo que te alejaba de

la realidad, ese tormento de Sylvia dibujando una tierna sonrisa, sus dientes

61
parejos, su mirada picara y su cabello suelto acariñando sus hombros. ¡Carambas

hombre que pasa!, un brusco despertar, tener que volver al dilema tortuoso de la

cerveza que te empieza a saber a orines. El vaivén insólito de los furtivos visitantes

que repletan el toldo de la institución, Flavio te tocaba el codo, te pasaba el vaso,

tenía la mirada frenética clavada sobre Fares Lujan que entraba al mismo toldo

soliviantando los ánimos con su actitud desafiante.

Flavio le mira. Llegaba siempre para el mes de enero, era un gran amigo que

todos apreciábamos mucho, había terminado con honores en la escuela militar de

Chorrillos y dirigía una base contrasubversiva en la Amazonía, su foja de servicio era

impecable: “un buen inicio y prometedor” decían sus inmediatos superiores. Desde

adolescente siempre puso en claro su vocación castrense, a diferencia de Fares

Lujan que también tenía vocación y además familia con mucha influencia en los

círculos militares; no se cansaba de alardear y restregar esa ventaja sobre Flavio.

Una noche en una fiesta que organizaban unas chicas carmelinas, Fares empezó a

ofender la modestia de Flavio, no tardaron en liarse a golpes y alborotar la reunión;

Flavio tenía una mejor preparación física y mental, esquivo dos golpes y encajo un

uppercut a la boca del estómago y conecto dos jabs en el rostro de su contrincante y

lo redujo al piso; cuando la riña parecía haber culminado Fares sacó una victorinox

automática y apuñalo a Flavio; felizmente la herida no fue profunda y no pasó a

mayores. Al terminar ambos postularon simultáneamente a Chorrillos, los que dieron

por hecho que Fares Lujan ingresaría y Flavio no, terminaron chasqueados porque a

veces el destino es inaudito y nos juega malas pasadas: a Fares le falto puntuación

en conocimientos generales las veces que postulo, eso le alejó de toda intención de

ser militar; Flavio ingresó encabezando el cuadro de mérito; si bien el tiempo pasa y

ayuda a cicatrizar heridas, al contrario, ambos hacían por mantenerlas abiertas.

62
Gabriel compró cigarrillos y te convido uno; lo enciendes con un fósforo “ya

volví” me sonríe, la desplanto con la rigidez pétrea de mi rostro; “te iba diciendo que

antes me hicieron mucho daño y pienso que tú también lo harás” calla y me adelanto

a pensar que es una patrañas para ocultar ciertos remordimientos, pero no creo eso

“tú sabes que no lo hare” y más imágenes coloidales van apareciendo, armando un

rompecabezas, definitivamente no las inventa tu mente para justificar nada.

Tarambana llegó con un grupo de tunantes, Esteban le llamó, jalo una silla

para que se sentara a beber y brindara con todos la partida de nuestro amigo.

Tarambana bailaba de chupaquina, un personaje femenino de abundantes fustanes

y un pectoral ataviado de monedas de plata y quintos de oro, cubierto por una manta

sujetada por un prendedor de bronce. Todos atentos sirviéndole como si fuera una

dama realmente los vasos de cerveza, se inspiraban en darle cumplidos elegantes,

propuestas indecentes e improvisadas declaraciones de amor: finalmente me atrevo

a decirle por primera vez que la amo “desde aquel momento hace dos años” y que

siempre fue mi asignatura pendiente, por un momento queda muda, sepulta la

mirada en mis zapatos, “quieres seguir bailando”, “vamos” digo; ya no creo en esa

bruma cristalina de su mirada, tampoco en sus enternecidos gestos y menos aún en

sus suaves caricias en mi mejilla, seguías sumergido como un linnólogo sin

escafandra, buscando pieza a pieza tus recuerdos en ese inmenso lago.

Esteban observa a Fares Lujan que estaba haciendo unas piruetas zumbonas

para unas alicradas impulsoras de cerveza. También se había dado cuenta que la

camisa que traía era a cuadros, probablemente piensa: “pobre idiota”; Esteban era

primo de Fares, desde pequeños hasta la juventud: el lacertoso quijote y el fachoso

sancho. Cuando llegaron a la pubertad ambos acudían a las fiestecitas de discoteca

matinal, como es natural Esteban terminaba bailando poco o a veces nada a

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diferencia de Fares que le decía que más que la pinta era el floro y Esteban jamás

perdió una clase de baile de su primo, él le llevaba de la cintura luego le discurría la

mano hacia abajo, Esteban protestaba y en florituras al oído le decía que era un

ejemplo. Cuando Esteban conoció a Gisel, de ojos claros, cabellos castaños y

cuerpo que despegaba a la plenitud, quedó prendado de ella así de simple. Esteban

y Fares haciendo las de Cyrano pudieron hacerse amigos de Gisel. Se acercaba fin

de año, la fiesta de promoción era muy importante en la vida de esta generación,

Fares pudo llenar de valor a Esteban para que pidiera a Gisel ser su pareja. Que

radiante se veía, la madre de Esteban no dejaba de atosigar con el flash de la

cámara a la pobre.

Esteban ya no podría ayudar en los exámenes de aplazados a Fares, iría a

estudiar a Lima, la tarde que Esteban se le declaro a Gisel, Fares ya había logrado

zanjar el quinto año gracias a su primo; Gisel le rechazo a quemarropa, jamás

estuvo enamorada específicamente de él y jamás le confió a nadie el secreto; esa

noche viajo sintiéndose estafado, burlado y amando como nunca y para toda la vida

a Gisel. Al poco tiempo se entero que Fares era enamorado de Gisel, no le

sorprendió la noticia y compadeció a la chica de sus sueños, con el tiempo los

amores platónicos se esconden tras la mistad.

Tras una paliza que Fares propino a Gisel, Esteban vio la oportunidad que

esperaba, Fares reacciono de tal forma que gritó, ofendió y humilló a Esteban

subestimándole, también vociferaba causar un efecto masoquista en ella, al punto

de confesar con desparpajo que no era la primera vez que la golpeaba. Esteban

decidió jugarse las de ganar, se la llevaría lejos, a un lugar dónde Fares no los

encontraría. Esperó alrededor de cinco horas, nunca llegó ella, se le acercó un

portero y le dijo que ya cerraban, felizmente andaba de sueño y con linterna que no

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distinguió que Esteban estaba llorando, y lo notas nervioso siento una angustiante

desesperación, le susurro al oído que olvide lo que me tiene que decir, pero esa

endemoniada intranquilidad que ella tiene hace que perdamos tiempo sin besarnos,

“o me dices lo que te traes o te vas al carajo de una buena vez” amenazo, no puedo

ceder terreno, sus dedos se entrelazan a los míos como aforrándose, dejo caer la

colilla del cigarrillo, “al menos sigue besándome” me rehusó y de repente una

maquina echa un vapor denso, cáustico, penetrante con olor a formaldehido dulce

que me irrita los ojos y la mucosa nasal, disimula su intranquilidad comentándote

sobre el color de la camisa que no es de la usanza de los chutos, se burla y acota

que los puristas del arte lo echaron a patadas de la cuadrilla posiblemente.

La noche se colocaba inevitablemente por todos lados, las luminarias

resplandecen un desvaído haz de luz, el viento agitaba y las orquestas arrancaban

sollozos a Gabriel y también a los demás que siguen bebiendo más cerveza, se

ponen más habladores, más susceptibles, y tú sigues ocupado en reconstruir tu

memoria; también Tarambana está ebrio, ha perdido el prendedor de bronce y todos

le ayudan a buscar, te das cuenta que todos, borrachos ineluctables inician la

interferencia de sus memorias consientes por el efecto del alcohol, pero menos la

tuya que se volvía más lúcida, en sentido inverso en tu segundo día de borrachera,

las luces a trompicones destellan ráfagas multicolores que me marean, miro a Sylvia,

pronto me aferro a ella, se entera de que estoy embriagado y odiando como nunca,

estoy bordeando el desmayo, lucho por no caer, respiro hondo; “abrázame por favor”

implora y me besa, la dejo hacerlo para no caer, su aliento me da un soplo de vida.

Juan buscó debajo de las sillas, interrogó a algunos y nada con dar con el

prendedor, Fares estaba sentado en una banca más ebrio que todos, Juan le

insulta. Era noble y algo ingenuo a veces parlanchín pero sobre todo manipulable,

65
nunca ataba ni desataba, y Fares sacó provecho de esa lasitud de carácter. Los

padres de Juan llevaban un prospero comercio y las pingües propinas financiaban

las juergas para ambos, ya que Fares le hacía parte de sus aventuras, y Juan

apreciaba bastante a Fares, en otros tiempos.

Un día los padres de Juan le encargaron que llevara una cuantiosa suma de

dinero a depositar al banco, por desgracia suya se encontró con Fares, éste le

convenció de que había un par de amigas muy buenas para aquel instante y que

llevara todo el dinero para impresionarlas; gastaremos poco, le decía, y lo que

gastemos lo recuperamos en el tragamonedas. Fares vivía solo en un pisito de los

edificios de Motto Vivanco; su estilo de vida y genialidades para la estafa le

ayudaban a pagarlo. Las amigas aparentaban ser chiquillas, como a las pocas

horas se mandaron mudar, la noche se les quedó corta tratando de llamar a otras

amigas; Juan se dio la melopea de su vida. Alrededor de las once de la mañana

estaba solo en el pisito, hastiado por el vodka y el agua tónica; llegó a su casa metió

la mano al bolsillo y el dinero no estaba en su billetera, volvió al edificio y Fares

Lujan se había mandado mudar, volvió en la noche, volvió a tres turnos durante una

semana y no le hallaba, felizmente que no se había largado con todos sus bártulos y

solo él para darse la gran juerga de su vida hasta gastar el último centavo. Juan no

podía con semejante culpa, había sido timado y eso le avergonzaba tanto ante sus

padres quienes siempre le inculcaban pragmatismo y recelo para sus prójimos.

Carlita la hermana menor confesó que también había sucumbido a los encantos de

Fares, no sólo le financiaba la fiesta sino que también la billetera. Tampoco le

denunciaron los padres de Juan porque la vergüenza es un peso más cruel, sobre

todo para Carlita por su candorosa ilusión de tener de enamorado a Fares y para

Juan que le serviría para recordarlo toda su existencia como una brutal lección de

66
vida; tan pragmático él que les recordó que ya eran las diez de la noche. Gabriel

advirtió que ya eran las últimas cervezas, Tarambana se resigna a dar por perdido

su prendedor, Fares Lujan estaba durmiendo en la entrada del toldo; se puso de pie

y tambaleando para llegar al baño, se levantó la careta para respirar mejor, miraba y

le miraban con desprecio, "cúando me dirás, ¿es tan oscuro tu secreto?", respiro

hondo; resisto y no me fio en el resplandor filamentoso de sus mejillas, Sylvia llora,

yo vivo una rara sensación, sé que estoy entre el umbral de la ecuanimidad y el

umbral de la ebriedad, lo asumo y me dejo llevar; "te traicione con..." y no entiendo,

toda la concupiscencia de flanquear los umbrales me deja amnésico… Ese instante

sentiste el último destello de las reminiscencias, la motivación de la memoria ya no

tiene sentido para ti. ¿Para qué recordar? ¿Qué, si decides olvidar?, posiblemente

ya no la besaste en lo que quedó de la noche, de eso estás seguro porque al

despertar ésta mañana no sentiste el sabor de sus labios traicioneros, al punto que

se te extraviaron en esa marejada temulenta.

Atrás del toldo había una especie de baño para varones con sillicos donde

orinar, encima unos pasamanos dónde apoyarse, Gabriel, Flavio, Esteban, Juan, tú y

todo el mundo entra a orinar, terminaron las últimas cervezas y ya era tiempo de

embarcar a Gabriel. Al rato cuando apenas quedaban pocos en el toldo alguien

gritaba desesperado. A Fares Lujan le habían matado, su cuerpo se mantenía

erguido en uno de los pasamanos, un gran charco de sangre se acumulaba a sus

pies; le habían apuñalado con un imperdible de bronce en la nuca.

Mayo del 2006

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Túneles, suripantas y guerrilleros

La tarde del 16 de noviembre de 1997 mientras el cargador frontal venía

removiendo las tuberías antiguas del desagüe para la nueva pista asfaltada del

perímetro de la plaza, ocurrió un suceso trascendental que no sólo transmuto una

vieja leyenda urbana a una realidad tangible, sino demostraba que nuestra vieja

ciudad contaba con galerías y pasajes subterráneos que conducían secretamente a

distintos sentidos de la ciudad.

Mostré mi acreditación de reportero y me dejaron pasar cuando casi toda la

cuidad estaba a los alrededores; una franja policial cuidaba sin dejar que nadie

entrara. El túnel discurría de la catedral y por toda la calle Grau. Los que conocían

aquella historia sacaron a relucir las teorías apócrifas de que los curas la usaban

para ingresar clandestinamente al otrora hospicio El Carmen, a consumar amores

prohibidos con las monjas carmelitanas, incluso contaba con un sistema de

catacumbas que servía para ocultar a los frutos mórbidos de esos amores

execrables. Los más cuerdos decían que se trataba de estructuras de escape que

siempre hubo en los viejos tiempos para la fuga oculta de los primeros españoles

asentados en la ciudad, que era lo que yo también creía, porque me permitieron

ingresar y recorrerlo unos cuantos metros; no sabían a ciencia cierta a dónde

conducía y si había peligro inminente de derrumbe; escribí unas notas, tomé unas

fotos y me retire para contarle al director de El Porvenir que habían hallado el circuito

arqueológico más importante de Jauja.

Enrique Bonilla Huamán firmaba sus editoriales como Enri-Boni, su estilo era

satírico, mordaz y caricaturesco; constantemente usaba: churupacos, huasharimas,

jachacaras, jalapupos, lathashsiqui, lutipucos, manapinjacus, mancasiquis,

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patasapas, entre otros localismos quechuas del vocabulario de los huatrilas y chutos

decentes. Una tarde se dio el afán de explicarme que significaba cada palabra para

que yo pudiera usarlos y darle ése son de jaujinidad a nuestro diario, le dije

sinceramente que me parecían ridículos y algo huachafos; pero definitivamente no

quitaban la objetividad de su periodismo ni mucho menos opacaban su técnica

puntual al momento de contar la noticia o manifestar su opinión en sus editoriales.

Había aprendido el periodismo de Pedro Beltrán, por aquellos años las

nuevas modalidades de hacer periódicos en los Estados Unidos llegaron al Perú y

Enrique se agencio las armas necesarias para aprender bien el oficio; con un

profundo temor terminó confesándole al director de La Prensa que Doris Gibson del

recientemente fundado Caretas necesitaba de su colaboración.

-No quiero que lo tome como un abandono por una mejor oferta de sueldo o

como una afrenta a la lealtad que usted se merece –dijo el joven periodista,

expurgando una timidez característica de los serranos honestos-. Me voy para ver y

aprender cómo se hace una revista.

- ¡Bueno vete ya! –le dijo en tono fustigo, pero una sonrisa cómplice se

apoderó del rostro de Beltrán-, no te olvides que ahí la cosa más importante es la

parte gráfica y no el texto.

Como todo buen tunante llegó para un 20 de enero y empezó su periplo por la

vida, encontró al amor de su vida en un palco en plena festividad; cuando me la

describía poco le faltaba una biblia o un libro de salmos que le ayudara a entonar y

describir la belleza seráfica de su dulcinea.

Yo había terminado el colegio y mi contribución a El Josefino me dejó ciertas

aptitudes periodísticas y sobre todo mis primeros pinitos como articulista; gracias a la
69
paciencia y labor encomiable de algunos docentes que hacían posible una edición

bimensual que incluían los clásicos crucigramas josefinos, pude editar un artículo

sobre los libros de Bolívar que heredó a una familia amiga y otro artículo sobre el

Señor de Huarancayo y el milagro que le había hecho a mi vecina Lida Espíritu. Esa

tarde salí de la academia pensando lo que tendría que decirle para que publicara un

manojo de poemas que incipientemente me atreví a escribir sin mayor mérito que la

tenacidad e influencia que me dieron Pablo Neruda y Miguel Ángel Buesa. Las

oficinas de El Porvenir quedaban al lado de Radio Difusora del Centro, subí sus

escalaras con las palabras aprendidas casi de memoria por el nerviosismo de mi

adolescencia que me podía jugar una mala pasada cuando estuviera frente al

director.

Su rostro cetrino de facciones pétreas, con esa nariz de rigidez ganchuda y

sus pómulos saltones me dieron confianza, le mostré mis recomendaciones, le dije

que buscaba la forma de publicar al menos un par de artículos o poemas de los que

llevaba en el fólder, estiro la mano para que les pudiera dar una mirada y soliviantara

mis juveniles inquietudes, los miro con recelo y empezó:

–Son narraciones…, carecen de ritmo, desconoces la métrica y la musicalidad

de la poesía y te falta leer más para desarrollar la verbalidad –sentenció, su mirada

de roedor taimado me hizo temer lo peor–. En conclusión esto no lo lee ni un chiuche

de tranca-la-olla.

– ¿Cómo? –todo era un lenguaje técnico ajeno a mí.

–Mira hagamos una cosa, yo necesito un reportero que se movilice tras de la


noticia, técnicamente contribuiría a la formación de tu estilo literario; has escuchado
hablar de Hemingway.

70
–Si el que escribió El viejo y el mar, pero aún no lo he leído –mi atención era
desbordante, me parecía demasiado golpe de suerte no sólo el aprender a escribir
sino el de haber encontrado trabajo.

Busque espacios de tiempo en las tardes de la academia o simplemente

desertaba de las clases anestésicas de la semana y me iba rumbo a las oficinas de

redacción a escribir en una maquina Remington planillera algunas notas locales de

ciertos eventos no tan importantes, ser reportero me fascinaba con una alegría y

una pasión inexplicable que mande al carajo las clases de trigonometría y física de

los lunes a primeras horas. Mi primera misión fue la de ir al recibimiento del nuevo

párroco que oficiaría una misa, se demoro alrededor de cuarentaicinco minutos,

tiempo suficiente para que las viejecitas de primera fila se echen una modorra de

padre y señor mío gracias al auspicio de su nuevo conductor de almas, que era

nada menos que un cura colombiano con unos ademanes de delicadeza que

llamaron mucho la atención. Enri-Boni me ayudo con la redacción, empecé tal y

como sucedió la misa luego lo aderezamos con una descripción sarcástica de sus

ademanes amujerados, finalmente lo rubrique con un seudónimo. Me arrepentí de

haberlo hecho así porque a los días de su publicación llegó el párroco acompañado

de un grupo de hermanas de la caridad a meter bulla al diario, Enrique asumió la

culpa alegando la infatigable labor de hacer llegar la verdad a toda la ciudadanía

jaujense –según él la verdadera acepción gentilicia del jaujino– por ende la aspereza

de las noticias; el grupo de oración dijo que eso no se quedaría así y el cura

descuartizo con la mirada a Enrique. Desde aquel momento trabamos una conexión

maestro-pupilo y me recomendó que no descuidara mi preparación y que no faltara a

clases, que ya veríamos la forma de que cubriera algunos acontecimientos, pero sí

tendría la cazuela del Colonial gratis para una columna de crítica de cine y me prestó

un libro: Un oficio del siglo XX.

71
Una tarde me llegó una nota: Jalapupo ándate volando al chongo y hazte

hombre escribiendo una crónica putañera. La historia había comenzado un mes

antes cuando unos delincuentes, aduciendo ser clientes redujeron a los vigilantes y

encañonando a las suripantas las estupraron repetidas veces, robándoles el dinero

acumulado de la semana. La madama del lugar intentó fallidamente evitar que

sustrajeran la caja con las fichas, venta de cervezas y entradas en general, y la

golpearon brutalmente hasta dejarla inconsciente por varios días en el hospital.

Al llegar al sitio de tolerancia encontré a Enri-Boni. No era para poco lo que

había sucedido realmente. ASESINAN Y CORTAN MIEMBRO VIRIL A INCAUTO

PARROQUIANO: “Anoche Pascual…, urgido por una nefasta arrechura fue a dar

una visita al bulín intentando regatear la tarifa y sin conseguirlo, porque en realidad

le faltaban unos soles, decidió irse sin más consuelo que las imágenes guardadas

para cuando llegara a su soledad. Entonces el guardián y actual pareja sentimental

de la matrona le dijo que pagara la entrada que por un descuido de éste no había

cobrado, el difunto se resistió pagar alegando no haber ocupado turno alguno, el

guardián trató de atarantarlo para ver si decidía pagar, el sujeto se exaltó e intento

salir como pudo, una de las meretrices, por culpa de la poca luminosidad que suelen

dar los focos rojos, lo confundió con uno de los otrora agresores, las mujeres

salieron en tropel para vengar su anterior violación y le golpearon con tal sevicia que

el hombre sólo atinó a dar insultos procaces que terminó llamando la atención de la

mami quien salió con un cuchillo de matarife para atravesarlo de lado a lado y dejarlo

inerte en el patio de la casa de citas. Llenas de una fraternidad cómplice las

suripantas le cortaron el pene y decidieron echar el cuerpo a las puertas del poder

judicial que quedaba muy cerca; alguien, no se sabe, llamó a la policía. Antes que

pudieran perpetrar su impunidad las sorprendieron infraganti delito, de inmediato se

72
llevaron preso a la matrona quien adujo estar mal de la cabeza desde aquella noche

en que la dejaron inconsciente”.

Como nunca agotamos el tiraje de esa edición, cosa que teníamos que celebrar,
nos fuimos a beber unas cervezas a Nava, me sentí a gusto porque yo ya bebía
como adulto con los de mi grupo “La Naturaleza”. Me contó su vida pero
primordialmente el porqué se quedó en Jauja y no ante ese futuro prodigioso que le
esperaba en la capital y de posibilidades para escribir su nombre en la historia del
periodismo peruano junto a sus coetáneos Alfonso Grados Bertorini, Arturo Salazar
Larraín, Sebastián Salazar Bondy…
–Si tú la hubieras visto –me dijo, chispeaba un brillo especial en sus ojos que

luego asocie a instantes eternos que viven siempre en uno–, la pureza de sus ojos

color miel, esa hermosura que te hincaba a rezar, airosa como una azucena, sus

labios de carmín natural y sus blandos rizos que competían de igual a igual con las

lluvias de enero.

–Definitivamente las faldas tienen más argumentos –sentencié.

El tenía el traje de chuto impecable de tongo a botas, y la vio sentada en la

primera fila del palco de un toldo, la luminosidad que rezumaba la tarde junto al

esplendor de ella, le daban un halo angelical que él y todos sus camaradas

quedaron parodiando escenas fatídicas de amor a primera vista y penetraciones

forzadas de flechas arteras de un Cupido que subía y subía a pedir unos cuantos

billetes en el prendedor, que luego sería el fondo etílico del corro de chutos, y en una

de esas subidas, el Cupido de tela llegó a las delicadas manos de Flor de Rocío

Iriarte Mayor, el chuto ilustrado subió a recoger el Cupido y la saeta fue una sonrisa

gentil que hacia nardos y verbenas de un sortilegio mortal.

Enrique la adoro desde aquel instante, escribió una sarta de poemas cifrados,

acrósticos y mensajes de amor conjurado, y eran publicados sin ninguna restricción

73
por el director de El Porvenir que era amigo suyo. Enri-Boni tenía la certeza de que

la intuición femenina de ella, la ayudaban a adivinar para quien eran al leerlas.

Pasó un mes y la madre de Enrique empezó a preguntar el porqué no partía

con la misma celeridad de antes, las excusas cada vez eran menos creíbles, de

colaborador paso a columnista fijo, de las crónicas policiales a las amenidades y de

ahí a corrector de pruebas; era el hombre orquesta de El Porvenir, con la experiencia

de La Prensa y Caretas y con la colaboración de otros intelectuales jaujinos le dieron

mayor dimensión a las ediciones que no tardaron en ganarse merecidamente la

connotación de “Diario decano de Junín”.

Una tarde que llevaba una editorial al despacho encontró una invitación de

don Ignacio Iriarte, padre de Pochita Iriarte. Le invitaba a su casa para felicitarle por

asumir la dirección del diario y para darle sus impresiones de la ocupación soviética

a Checoslovaquia. No podía creer lo que sus ojos leían, un sueño hecho realidad.

Desde medio día estuvo paseando como mil veces el peine de queratina por su

cabeza, como unas cien veces quitando la pelusa de su traje de lanilla inglesa y

unas diez veces repuliendo sus corfan de charol.

Pochita salió a abrir la puerta, como a las 3:30 soñaba con esa imagen pera

fue la criada la que salió a abrirle; ingreso y los portales del cielo se le abrieron en el

corazón, esperaba que la angelical presencia de Pochita bajase a darle la

bienvenida, pero nuevamente esa imagen fugaz desapareció cuando don Ignacio le

estrecho la mano y empezaron con su amistad.

-Usted es joven Enrique, no vio de cerca la verdadera izquierda peruana –le

dice el caduco hombre de leyes-, si la cacería de Odría casi los extingue es porque

estaban divididos.

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-Para mí la verdadera izquierda de acción es ésta la de Lobatón y De la

Puente Uceda.

-Disculpe que le corte pero acá viene mi hija y quiero que la conozca –y mira

a Pochita que estaba más arrolladora que nunca, Enrique estaba paralizado de la

emoción.

Las tardes de tertulia fueron muchas, algunas veces Pochita participaba

acaloradamente, era una mujer muy culta e ilustrada por la severidad enciclopédica

de su institutriz alemana. Algunas veces ambos cedían a la casquivana tenacidad de

don Ignacio y su memoria flexible que confundía conceptos y paradigmas del

materialismo dialéctico y que a la larga los unía en una complicidad que cedía a las

confusiones por un acto de benevolencia. Las tardes en que don Ignacio se hallaba

extenuado, Pochita y Enrique platicaban de poesía vanguardista y terminaban

recitando versos a dos voces para que finalmente el amor terminara anidando en

sus corazones. Una tarde don Ignacio los sorprendió dándose un beso apasionado,

fingió no haber visto nada; para la próxima visita tanto él como Pochita no se

encontraban en casa, repetidas veces al punto que Enri-Boni cayó en la

desesperación de no ver a su amada.

Las epístolas por intermediarios compinches sirvieron de aliciente a su

perseverancia de enamorado eterno; después fueron muchas cartas sin respuesta,

hasta que una mañana sin sol llegó una nota de Pochita donde le explicaba el

porqué no podía ser lo suyo.

–Fueron las primeras y únicas lágrimas de amor que derrame –dijo mientras

bebía más cerveza para que amortiguara el bulto que tenía en la garganta–, el viejo

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era prejuicio so, no le importo que yo también sea blanco como ellos, sino el hijo

bastardo de un encumbrado jaujes con una mujer de polleras.

-Mire como es la vida –atine en decirle ante tal confesión.

Aunque sabía que Pochita le amaba, sólo que ante la autoridad paterna de

aquellas épocas no podía transgredir agravio alguno, y por ello la esperanza que

albergo durante años dejando de lado todo. Comprendí que los hombres de esa

progenie jamás renunciaban a sus ideales románticos.

Una transnacional energética construiría una hidroeléctrica en la selva jaujina,

la noticia entusiasmo a toda la provincia por los jugosos dividendos que dejarían con

el canon, yo me encontraba en la fase final de mi preparación preuniversitaria,

Enrique tuvo su primera caída en cama de hospital por unos problemas hepáticos

que jamás se manifestaron y que tras la biopsia se revelaría; le fui a visitar:

–Maldito cura –me dijo– finalmente se vengó de nosotros.

–No le entiendo, a qué se refiere.

–Nuestra hemeroteca y archivo general se hallaba en la iglesia, aduciendo

que necesitaba el espacio los mando quemar a orillas del río Yacus, ya te imaginas

la bilis que destile carajo.

–Sabe no es por nada pero estoy pensando ser lo que usted me dijo.

– ¿Agnóstico?

–Si –le confesé y nos reímos como nunca en vez de echarnos a llorar ante

semejante barbaridad.

76
Me encargo que fuera a Uchubamba a cubrir la noticia de lo que acontecía

allí, que buscara a su amigo Zenón González, el mítico líder uchubambino que me

daría las facilidades del caso en mi estadía por ese lugar. Los pobladores de Chimay

alentados por unos sediciosos agitadores de algún tentáculo del capitalismo

energético habían enfrentado con armamento –sin mayores consecuencias– a éstos

con los comuneros de Uchubamba, mientras esto la hidroeléctrica fraguaba sus

cimientos sin demostrar bien el impacto ambiental que causarían en dicha cuenca.

Cuando llegué ya la armonía reinaba por parte de ambas comunidades,

Zenón González y sus huestes recrearon sus maniobras por el lugar donde operaron

y pude inventar nuevamente la noticia; quedé maravillado por el paraje, una mañana

muy temprano nos fuimos hacia los baños termales y al regreso volvimos

conversando y apenas hizo comentarios de lo que sucedió con Vallejos y su

frustrada revolución, me di cuenta de que estaba conversando con el mismo

personaje del Huajaco y de Historia de Mayta, no lo dude y me quedé unos días más

contra el permiso de mis padres.

Los mosquitos no dejaban de devorarme esa mañana que una mujer con un

quipi en la espalda nos ofreció granadillas para el desayuno. Saqué mi cuaderno de

notas y empezó a relatarme sus hazañas: Vallejos, Alejandro Mayta, Héctor

Delgado, Pedro Rodríguez, Fabián Mucha, Miguel Pineda, Alberto Flores, Jacinto

Rentería (el infiltrado), Joaquín Salguero, Miguel Pizarro, un total de 18 guerrilleros,

hacienda Aina primer dueño familia Torín, segundo dueño PUCP, los mejoreros se

levantan pidiendo tierras al estado el 16 de abril de 1962 y toman la hacienda, Zenón

Gonzales va al penal San Luís, conoce a Vallejos, en mayo de 1962 estalla una

revolución con la toma del penal, asaltan los principales bancos y anulan los

sistemas telefónicos, son abatidos por un escuadrón de la policía, Dongo ejecuta a

77
sangre fría a Vallejos y Alejandro Mayta, pasa a la comisaría de Huancayo, cárcel

pública de Huancayo, Sexto, Frontón, no había leyes para juzgar subversivos… Y

notas así que apunte mientras me contaba la historia de su vida. También me contó

que el Che Guevara llegó a Uchubamba trazando un mapa de acción guerrillera más

o menos a los días de agosto de 1966, no dude, sus palabras fluían con una lucidez

que no dejaba quicio a una invención suya o delirio geriátrico.

Lo primero que hice al volver fue ir a ver a Enri-Boni al hospital, camine por

los pasillos al aire libre, alrededor del pabellón había un ambiente raro, me acerque

despacio y no oía nada, las imágenes de la canción “La cama vacía” se me

proyectaron de inmediato. Mi maestro no estaba, un dolor agudo nublo mi

entusiasmo, me senté sobre la cama a lamentar su deceso, le iba a decir que no

estudiaría periodismo, mi madre quería que sea dentista… Se apareció la enfermera,

me dio un gran alivio al decirme que Enrique había cambiado de cuarto.

–Me imagino que bien –me dice el gran Enrique–, con todos los detalles de
Uchubamba.

–Con una gran crónica para cerrar el año, pero como está usted.

–Problemas en la vesícula, nada grave.

–Bueno aparte le traigo material como para escribir un libro.

–Eso ya te corresponde a ti, las historias eligen a sus compiladores, eso ya te


lo explique, tú lo escribirás.

Todo era claro, unas flores en un jarrón, un aroma de toque femenino en el

ambiente y el brillo eterno de hombre correspondido en los ojos, no tenia que

preguntarle quién le había visitado.

78
Curro

–Los he reunido para acontecerlos de una gran noticia que me acaba de

llegar –explica el barbero a sus interlocutores–: Mi amigo, el poeta universal, aceptó

presidir el jurado de los juegos florales de este año, demás está decirles la

confidencialidad del tema.

–Eso será un gran acontecimiento que dará noticia para mucho tiempo –dice

Chicho Espinoza con la cara inundada de alegría–. Que uno de los bastiones de la

generación del 27 este aquí...

–Enserio cada día me sorprendes más, ¿y cómo así lograste convencerlo Curro?

– interviene Enrique Bonilla–, a su edad ya no creo le sea fácil estar de acá para

allá.

–No, estás equivocado, ese hombre está lleno de vida –conjetura Chicho–. La

poesía es la fuente de la juventud...

–A santo de que no importa, con su llegada espero que venga ese influjo de

energía cósmica que necesitan nuestros jóvenes poetas , eso de que nuestra ciudad

sea el próximo epicentro de la poesía mundial y escape a las leyes de la lógica para

revelarse al idioma español y deje una huella imperecedera con uno, diez, cien

poetas que atraigan la mirada como lo hizo el renacimiento italiano o el siglo de oro

español, esa cantidad de poesía que llega al periódico Enrique, esa cantidad de

declamadores que vienen a la radio Chicho, eso es por algo, no sólo es un sueño, a

veces las cosas más improbables y el azar hacen mejor ese trabajo.

Al Curro cada vez que se le escucha hablar se le da toda la atención posible, es

un intelectual autodidacto con preparación completa, lee muchas horas al día.

Además, desde que llegó es el portavoz de la opinión pública de toda la ciudad,

sobre él se dice que fue patriota allá en su Cádiz natal, agitador social en la

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Argentina, sindicalista minero en Chile y guerrillero heroico en Bolivia. Sus

anécdotas son fabulosas. Sus más allegados explican que Curro es el hipocorístico

de Francisco, y que fueron ellos quienes respondieron las cartas abiertas que éste

enviaba pidiendo información sobre lo que ocurrió allá por el mayo de 1962 con el

asunto de la revolución de Vallejo. Curro estaba en Chuquicamata y encontró la

noticia en El Mercurio: En la mítica y olvidada Jauja había estallado un movimiento

marxista-leninista que, dirigido por un alférez de la Guardia Republicana pretendía,

igual que Fidel Castro en Cuba, convertir al Perú al socialismo...

Quizá sea el detonante principal para quien ve con otro entusiasmo esta

historia; la de un hombre que siente el regocijo de haber hallado un lugar donde

establecerse, donde poder comenzar de nuevo, algo en cual no tuviese que invertir

mucho porque en realidad no tenía nada, menos esplendor físico, los casi treinta

años buscando realizar ideales utópicos le demandaban una jubilación sin tantos

esfuerzos ni avatares. Además su memoria remonta un tiempo mucho más lejano e

irrepetible: la Guerra Civil Española.

La última noche que cenaron juntos: Curro, su padre y su tío Recadero, él aún

no era adolescente, huérfano de mamá desde muy pequeño había recibido la visita

del tío materno que vivía en Barcelona como anarquista. De repente en la radio:

“Sevillanos a las armas, la patria está en peligro, para salvarla unos cuantos

hombres de corazón, unos cuantos generales hemos asumido la responsabilidad de

ponernos al frente de un movimiento salvador que triunfa en todas partes, el ejercito

de África se apresta a trasladarse a España para tomar parte de la tarea de aplastar

éste gobierno indigno que se ha propuesto destruir España para convertirlo en una

colonia de Moscú –el que interrumpió la programación de radio Unión era Queipo de

Llano que se había levantado contra el gobierno del Frente Popular–; sevillanos la

80
suerte está echada y decidida por nosotros, es inútil que la piara resista y produzca

esa algarabía de gritos y tiros que oíd por todas partes, tropas del cerco irregular se

encuentran ya en camino a Cádiz y en cuanto lleguen los alborotadores serán

casados como alimañas. ¡Viva España! ¡Viva la República!

–El gobierno aplastara este golpe como la hizo otras veces –dice Recadero

López lleno de convicción–, los militares no se saldrá con la suya, ninguno de esos

hijoputas.

–Sin Cádiz, ese destacamento de Sevilla se agotara de inmediato, como van

a pasar a los de la legión sin pasar por acá, sin Cádiz los subversivos no tienen piso

–analiza el padre de Curro.

En años previos a este suceso, los ideales de toda España era dividido y

variopinto, las banderas políticas se enarbolaban en nombre de Dios: la monarquía,

la tradición conservadora burguesa y el fascismo. En nombre de Marx: el socialismo,

el comunismo, el anarquismo y sobre todo la masonería. Pocas horas antes del 17

de julio de 1936, se dispuso el acuartelamiento de todos los efectivos para apoyar a

la causa de los sublevados; el comandante militar no confiaba en ellos, había

rumores de que muchos de los carabineros apoyaban ciertas actitudes a favor de la

república.

Que equivocado Francisco Bazaga, a los dos días dominaron Cádiz y se

publicaron sendas listas de afiliados a la masonería, y él había sido aceptado como

el hermano Platón en la logia Fraternidad Nº 8 del Grande Oriente Español. Por lo

tanto era un proscrito para los rebeldes y había que eliminarlo. Su barbería quedaba

en el 171 de Góngora y Argote. Luego del procedimiento del cual Recadero, por ser

extraño y cuñado del requisitoriado, fue dispuesto para llevarlo a un interrogatorio del

cual logro escapar. A Francisco nada más se le pudo imputar, los demás informes

81
sobre su buena conducta moral, pública y privada, metódico en su ritmo de vida, de

carácter correcto, afable, reservado, viudo y buen padre de nada sirvieron.

Muchos familiares esperaban afuera, el Curro desesperado y sin comer ya

varios días, con los ojos estropeados de tanto llorar esperaba verle salir, una de

esas lúgubres tardes llegó a la casa y encontró a su tío Recadero que lo esperaba

con los bártulos hechos.

– ¿Y creíste que yo no volvería? –La noticia le compungió el rostro, azorado

por una premonición, tomó a Curro de los hombros–: Prométeme que será muy

valiente, que siempre luchara por un mundo mejor... ¡Y ahora tenemos que irnos!

–Qué me dice tío y mi papá, tengo que esperarlo.

–Tu papá nos encontrara, iremos dejándole rastro y ya verá como nos da

alcance.

El camino hasta Barcelona era largo y con muchas dificultades por sortear,

Recadero le enseño el arte del pasar desapercibido y los juegos de camuflaje por

los distintos frentes de batalla. Los paseos nocturnos, las venganzas personales, los

juicios sumarios y los fusilamientos al amanecer dejaban, a lo largo del camino,

centenares de muertos: campesinos, obreros y profesionales eran ejecutados para

no dejar rojos en la retaguardia e iban quedando regados por el paisaje, en los

abismos, en los escombros y en los ríos; sobre toda España el cielo era nublado, la

desolación, el llanto y la miseria era flagrante.

Recadero era un cuadro anarquista en Barcelona y tenía la convicción de que

esta guerra era la oportunidad definitiva de ser libertaria. Enseño a luchar a Curro en

las barricadas de defensa contra los fascistas que venían entrando en diagonal por

las laderas de las montañas. Era un día soleado, un día que parece ser bueno pero

termina siendo aciago, los tanques resplandecían a la luz del sol, una visión

82
aterradora que iba apoderándose de toda la ciudad, los jóvenes de la resistencia

huían hacia la frontera como podían.

Tuvieron la suerte de cruzar La Junquera antes de que esta cerrara el

derecho de asilo. A Recadero le ficharon por su importancia política y a Curro lo

enviarían a un refugio para menores; la separación no fue inmediata, se prolongo

unos días mientras una avalancha de más de medio millón de refugiados resistía la

oscuridad y el frío.

– ¿Sólo un salvoconducto? –reprocha Recadero–, ¡Mi sobrino viene conmigo!

–Los del sere consideran solo a los dirigentes y administrativos, para los

familiares es seguro quedarse en el interior de Francia –explica el agente–, hay

más de quince mil personas en el puerto de Alicante esperando salir a África y unos

tres mil combatientes varados en barcos en condiciones desastrosas, creedme si os

digo que tenéis suerte de ir a América.

Convencer al sobrino de un viaje que emprendía los extremos del Atlántico no

era nada sencillo, convencerle de que él buscaría a su padre y luego se reunirían

allá era la única esperanza y fortaleza. La tarde en Marsella era triste, los agent

douanier pedían documentación en regla, la carta estaba firmada por Recadero

cambiando su lugar con la del sobrino.

El Mendoza zarpo al medio día, en él: estudiantes, profesores, obreros,

campesinos y héroes de la guerra perdida cruzaban la mar obligados a un destino

errante, antes de perecer en los campos franceses de concentración –cuando Curro

llegaba a esta parte de la historia se le ahogaba la voz, sus ojos tornaban lágrimas y

sus manos buscaban aire para mitigar el tormento de no tener la certeza de que su

padre fue a dar a los fosos de Puerta de Tierra, ni el destino de su tío, si fue a dar tal

vez a la Legión extranjera, a la Línea Maginot, o a Leningrado–, verse sólo en el

83
mundo, sin niñez, sin familia. Todo quedaba en aquel Cádiz del albedrío, de las

utópicas conspiraciones y las románticas logias masónicas. Se despedía de Europa,

como a dos pasos de él la sombra de un hombre alto, robusto con perfil de poeta

universal, rezaba unos versos: “Oro puro, oro de España marcha a la América en

este viejo barco”. Y partir de entonces el inicio de una amistad que perduraría a

través de años y el exilio.

En Buenos Aires empezaba una década terrible, un gobierno democrático

sería volteado por un golpe militar. Curro era el gachupín de los periódicos en la

esquina, de los recados en los negocios y demás oficios que le permitiera

granjearse la vida, su amigo el poeta le ayudo con lo de su educación nocturna.

Vivía entre La Boca y Barracas en un paisaje lumpen que le recordaba esas

películas de gánsteres que veía en el cine, con ollas populares, miseria generalizada

pero a la vez el mundo fascinante de los obreros. Trabajaba en una plaza donde

todas las mujeres con boinas y carteras emparentaban con maleantes. En ese

ambiente de tango y lupanar conoció a Juan de Dios Filiberto, y al otro lado de la

plaza un hermano de Filiberto tenía una peluquería a la que iban a alisarse las caras

y engominarse el cabello los mortales comunes.

–No pero este tal Perón es un tipazo –asegura un dirigente obrero–, muy

inteligente y salomónico en la conciliación de los trabajadores y empresarios...

–Todo estos cafiolos son la misma joda, no hay que confiarse de ningún

militar –dice el peluquero Filiberto– que qué carajo va saber de previsión un coronel

del ejército.

–Ni creas, él decía: “Producir más para vivir mejor” –años de bonanza

económica traía mucho entusiasmo en la Argentina, no se lo imaginaba Curro, que

84
llevaba como cinco minutos esperando volcar su atención–: Disculpe vengo por lo

del aviso de ayudante de barbería.

Empezó barriendo el local, lavando toallas y asentando navajas, en poco

tiempo demostró lo innato de la peluquería y término enseñando secretos del arte

del afeitado. Sobre todo fueron años de suma importancia para sus anécdotas de

agitador: se desplazaba del cordón suburbano al cinturón industrial de Buenos Aires

llevando recados de los líderes sindicales, proclamas de convenios de trabajo y

escudriñaba en todos los reductos laborales los nombres de los patrones que no se

mostraban de acuerdo en otorgar licencia y otros beneficios a los sindicatos.

Cuando a Perón se lo llevaron preso a la isla Martín García, Curro ya era un

joven seguro, animal político larvario y feroz, volcó su esfuerzo mayor de hacer

posible que se oyera su voz en un barrio obrero: “Un grupo de militares que veían

peligroso a Perón lo obligaron a renunciar de sus cargos para luego encarcelarlo.

Ahora nos queda pedir, exigir que lo dejen libre. Porque ya dejamos de ser esa masa

oscura y olvidada, hay que dar testimonio de nuestra presencia y hacerles entender

de una vez que ya no podemos seguir siendo excluidos de la vida del país”.

Aquella jornada del 17 de octubre de 1945 en la Plaza de Mayo con grupos de

gente nutrida de valor, ensoberbecidos de fraternidad llenaban cada vez más el

frontis de la Casa Rosada para clamar la presencia de su líder, fue el primer paso de

Curro a la promesa hecha a su tío Recadero y a la memoria de su padre. Pocos

meses después se fundó el Partido Laboralista con la candidatura del coronel Perón,

“toda una promesa, lastima” decían los dirigentes que se apenaban de que no fuera

argentino. Su trabajo en la barbería seguía con normalidad, de vez en cuando le caía

por ahí su amigo el poeta que le persuadía de ir a la universidad a graduarse de

Abogado apenas y acabara el bachillerato. Los tiempos cambiaban y todo lo que

85
hacía ver que vivían una bonanza perpetua fue desmoronándose, las exportaciones

de alimento cada vez era menor; una nueva crisis agudizaba el descontento popular.

Curro vivía sus primeros años de universidad y sus primeros grandes momentos de

amor. Una tarde celebraban el sexto aniversario del partido y de repente conoció a

una joven muy bella llamada Tamara. Desde que le escucho su gracioso acento

argentino y andaluz no dejo de fascinarse por su personalidad. A ese aplomo de

hombre revolucionario y célibe idealista le temblaba el cuerpo cuando la chica le

dotaba de una sonrisa fugaz o le miraba con ese enigmático refulgir de mujer

platónica.

No fue más que una dosis de sentimientos contrariados, la chica se fue a

Alemania a finales de ese mismo año, y no sabría nada de ella hasta después, en

otro lugar y en otra circunstancia. Poco después la crisis toco su punto neurálgico y

detonó una seudo Revolución Libertadora. Los militares nuevamente arrestaron a

dirigentes políticos, sindicales y estudiantes con la excusa de combatir la subversión,

echando abajo las conquistas de los obreros y sus organizaciones de base. Curro

todavía iba a mitad de carrera cuando la nueva crisis le obligo a desempolvar sus

zapatos de exiliado.

Adivinaba la suerte de su destino, camaleónico, ligero, logro cruzar la frontera

de Chile dejando siempre el rastro para su padre. Las cosas no mejoraban para

Curro, conseguía algo de comida y alguna banca donde pernoctar, la situación se

tornaba más penosa, Chile atravesaba una década incierta por una sórdida

dominación imperialista. A finales del 55 la Central Única de Trabajadores Mineros

estaban en pos de lucha contra el gobierno, muchos líderes mineros se encontraban

en la capital, habían sido llevados a una trampa. Curro ya no quería ser sólo un

agitador, el valor indomable de los líderes sindicales que luchaban desde las

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cárceles le inspiraban en una admiración total, esta vez no sólo sería un pasivo

observador sino se proponía ser un líder minero, trabó amistad con varios de estos

dirigentes en la clandestinidad, la mayoría de ellos venían de la zona minera del

norte.

–Tendría que vivir la realidad –le explica uno de ellos.

–Allá hay una guerra declarada al imperialismo yanqui –está seguro el Curro.

¿Podría ser útil en los campamentos mineros de Chuquicamata?, el Curro

estaba flaco y con una madures forzada en el rostro. Siempre con la mirada llenaba

de esperanza cualquier corazón, otros líderes sindicales, sus amigos, le

consiguieron un puesto clave para que pudiera desenvolverse en pos de su nuevo

objetivo. Pero lo rechazo de inmediato, quería desempeñar el trabajo de un minero

común y corriente.

–Lo primero es curtir las manos –argumentaba–. Hay que ganar el capital

humano con esfuerzo en su misma condición, sólo así se identifican con sus líderes

y le dan respaldo y respeto.

Aprendió muy pronto a manejar el barreno, su elocuencia y su oído para

adoptar los tonos locales le hacían ganar adeptos, sus compañeros le mostraban

confianza, en ningún lado veían ambigüedad en su actitud ni mucho menos

inspiraba temor a que se les infiltrara un espía que luego los delatara.

Un nuevo año comenzó en Chile, las expectativas electorales aumentaban,

por su condición de indocumentado y ser un paria español no podía participar en lo

que vendría a ser la contienda electoral. Tanto los sindicatos como los corporativos

norteamericanos fraguaban amistades tripartitas con Alessandri, Frei y Allende. Las

huelgas mineras se sucedían una a otra, las condiciones de vida del común obrero le

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jodian la vida a Curro, nunca paraba de reclamar al punto que ya era detestado por

los capataces y superintendentes mineros.

Una mañana triste y ceniza sobre el tajo abierto, ocurrió un hecho

trascendental, tres de sus compañeros de cuadra murieron en un derrumbe y la

indemnización a sus familiares fue tan ridícula y miserable que derivo a una huelga

relámpago organizada por Curro:

–Te tienes que ir en este instante –le advertía un compañero que había

escuchado a uno de los norteamericanos hablándole a un servil capataz sobre él–,

mañana llega un grupo de carabineros a sacarte de acá porque dicen que eres un

agente ruso.

–Estás seguro de lo que dices.

–Cada cierto tiempo se llevan estos miserables a hombres valientes como

usted–responde el amigo de Curro–. Si se va para el norte le darán rápido alcance y

si se va para el sur es como entregarse a la boca del lobo.

Mucho antes del amanecer Curro estaba camino a las minas de azufre allá en

las serranías chilenas, donde los desahuciados del sistema laboral dejan de ser

perseguidos, nadie le preguntaría que es lo que hacía por allí y menos se detendrían

a preguntar de dónde es. Una mañana de sus quehaceres se encontró con

Moisés Guevara, un boliviano muy fraterno y puro en su ideología marxista, le confío

el secreto mejor guardado desde hace ya unos años.

En Bolivia se iba a producir un acontecimiento que iba a cambiar el rumbo de

América Latina. Curro pasaba las noches en vela pensando, soñando, en que ahora

sí tendría un mayor papel en el desarrollo de sus prototipos de vida; veía sus pasos

con un destacamento guerrillero de combatientes de distintos países, ganando

palmo a palmo una causa revolucionaria. Cuando llegó a las proximidades del Río

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Grande, en la provincia de Cordillera, conoció a Ramón y a sus 51 compañeros,

reconoció en Tania a Tamara. E inicio sus cavilaciones teóricas sobre el azar y como

juega con nuestras vidas, reafirmando que el mundo es tan pequeño y las

circunstancias infinitas. Los meses de preparación para el combate de guerrillas eran

arduos y penosos, la densa vegetación, el clima humano, las tensiones del ambiente

derivaban a sendas pugnas entre ellos. Eso a Curro jamás le desanimo, menos que

la gente les demostraran cada vez más desconfianza y les negaran la ayuda con

aprovisionarlos.

–Acá las condiciones para la revolución son tan adversas –le dice un

compañero cubano.

–Qué te puedo decir, que toda mi vida estuve rodeado de adversidad –

responde el Curro–. Tú estuviste allá en la lucha frontal cubana, la situación era

distinta.

–La gente no es consciente de su propia voluntad, de sus necesidades, que

coño les pasa por la cabeza, acaso no quieren salir de la esclavitud, no tienen

cojones, no tienen nada...

–No tienen hambre, recuerda esto entonces, si un pueblo humillado tiene la

barriga contenta no tiene por qué despertar la cabeza, el pensamiento.

–Cobardes, eso es lo que son.

–Mientras no mueran de hambre no tienen porque morir, es fácil darse cuenta

de esa situación.

Muy pronto el gobierno de Barrientos Ortuño intercepto un envío de barriles

de combustible cuyas entrañas camuflaban fusiles, destruyo el puente de

comunicaciones entre La Paz y Santa Cruz y comenzó el entrenamiento de un

grupo especializado de rangers que irían a aniquilarlos. Tanto en los vados, los

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abismos y terraplenes, iban cayendo en emboscadas: bolivianos, peruanos,

cubanos. La ayuda del partido comunista boliviano jamás llego; Monje en su arrebato

por no liderar el frente, dejó a su suerte a los guerrilleros, en julio de 1967 cayó una

de las columnas y en octubre capturaron a Ramón, la foto que le mostraba muerto

reveló finalmente que era El Che Guevara.

Al combatiente de sobrenombre “El Gaditano” le detuvieron el 20 de abril,

torturándole y condenándole a 30 años de prisión, y la misma suerte para Régis

Debray. Por tratarse de dos europeos la amnistía les llego en el año 1970 gracias a

la gestión de Sartre, Malraux y Cortázar, entre otros intelectuales.

Jesús Espinoza y Enrique Bonilla le conocieron por fin ya casi cuando el sol

centellaba su luz final y tiñe de un ámbar viril todos los ambientes de la estación

del tren; se acerco a una de las paredes y dejo un rastro. No era mucho lo que

portaba o quizá el único equipaje desde que salió de su natal Cádiz, a la que no cree

volver jamás. Después inauguro una refinería masculina en un lugar de movimiento

comercial, su llegada concito todo un suceso, al poco tiempo se caso y tuvo dos

hijas. Cuando le preguntábamos por su pasado poético nos dijo que del vivir había

hecho su obra principal. Él fue el primer presidente del jurado para los primeros

Juegos Florales; en 1979 su amigo el poeta universal venía ofreciendo recitales y

conferencias por todo el mundo y realmente fue todo un suceso que se reflejo

también en los registros de nacimiento del año siguiente con unas veintisiete

combinaciones aleatorias de nombres como: Rafael Eduardo, Rafael Martín, Rafael

Arturo y otros como Froilan Alberti, Víctor Alberti, Mitchel Alberti

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–Junto a la carta de aceptación –dice Curro a sus interlocutores– me envió

esto: El estatuto masón de Bolonia redactado en mil dos cientos noventa, de allá

cuando las logias eran absolutas y no contemplaban medias tintas...

– ¡Disculpe, aún atiende! –Interrumpe de pronto un joven dirigiéndose a

Curro, llevaba como cinco minutos esperando volcar su atención–, me es urgente

que me iguale las patillas y me dé una entresacada.

Se sienta, le extiende la capa sobre el cuello, le ofrece el periódico local, el

joven pliega la mirada sobre su propio reflejo y también sobre los amigos del Curro

que disimulan el embarazo y dan cuerda para hablar de otros asuntos; del televisor

de la plaza de armas que le cayó un rayo y se malogro definitivamente o de algún

tema político de actualidad como el avance de la redacción de la nueva carta magna

que dará inicio otra vez a la democracia o la tasa media de crecimiento de la barba,

temas así de casuales se puede conversar en la barbería, y un tema puntual:

Poesía. Que es “el terreno común de todas las artes” como aseveraba Curro.

Allí reposa todo como si el tiempo se escapara del espacio y dejara una huella

imperceptible en las esquinas de los azogues de los espejos, en los sillones, en la

lengua de cuero que sirve para asentar la navaja, en las maquinas Oster y Norelco

de distinto calibre, en la bombilla de alcohol y en la vitrina donde duerme una

excéntrica colección de bacías de preparar espuma, brochas, hojas de afeitar:

Gillette, Lord, Láser, Krip´s, Bic, Wilkinsom, Feather y aparatosamente como unos

mil quinientos ejemplares, varias de éstas que ya no existen, también hay jabones y

after shave como el Genuine Floid que llena la atmósfera de esta historia, pero todo

eso es aparataje del arte tonsorial. Roberto Gutiérrez tiene muchas dudas sobre

formas poéticas, esa es la verdadera intención que le trajo a la cuadra 11 de Junín, a

la refinería de caballeros “El Curro”.

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–Disculpe la curiosidad –interrumpe Roberto algo tímido–. Usted me puede

corregir estos versos...

Adivino el problema del muchacho desde que le vio colgando el saco (unos

papeles y un bolígrafo en la solapa).

–Así que tú también eres poeta...

–Bueno intento serlo –responde inseguro.

–Ser poeta es nacer con ese don, no intentar serlo.

Finalmente Roberto pudo captar la atención de los mayores, su inteligencia,

soltura y naturaleza de juglar silvestre le daban por añadidura algo más que el Curro

capto para su fuero interno, el joven quiso explayarse en las formas poéticas

arcaicas como el gliconio, epanortosis y paragoge...

–Acá sólo se habla de versificación española –le cortaron en seco los tres al

mismo tiempo–, deja de lado lo griego o lo latino, eso ya murió –acotó el Curro–,

haber enséñame lo que traes y recítame de memoria esos versos –Roberto fue por

sus páginas y el barbero le echo una mirada rauda–. Mira tus sonetos son

irregulares, eso, atribuido al descuido, tu acentuación: pésima, eso a tu falta de oído,

la regularidad de tus estrofas un caos, lo bueno es que mantienes el ritmo a pesar de

tus aliteraciones, usas rimas consonantes, tienes talento eso es lo que importa

más...

Nadie sabe que tras la barbería y la vivienda de Curro hay una quinta

inmensa con corredores laberínticos y con más de una puerta de entrada, la única

que se conoce es la que ingresa por Francisco Pizarro. En una de esas viviendas se

rinde un culto pagano a la generación del 27 español, una especie de logia

masónica de poetas perversos, muy secreta y muy selecta, que se reúne en las

noches de luna llena para convocar versos que llegan de lo más sublimes meandros

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del alma y para luego publicarlos en El Porvenir o enviarlos anónimamente para que

se emitan en el programa radial La Universidad al Aire.

Aquella noche despuntaba un frió estival y la luna era perfecta para un bautizo

simbólico y formar parte de la sociedad secreta. Entre las manos del joven Roberto

se cierne el vapor que resopla para calentarlos, tiene una nota con indicaciones que

tienen que cumplirse de tal manera: cubrirse los ojos, colocarse una soga al cuello,

desnudar el pie y el hombro izquierdo. Un hermano perverso viene por él, a través

de los pasillos le conduce a la cámara de reflexión, allí estaba sólo, escribiendo

sobre un papel sus mejores endecasílabos y en otro sus propósitos, su compromiso

de ser útil y ser una piedra más del edificio. El hermano perverso va a otro habitáculo

que es el templo y se acerca al altar y se lo entrega al venerable maestro que da

lectura de las intenciones del iniciado. Un golpe en el suelo anuncia las votaciones,

todas son bolas blancas. El hermano terrible va por él, llama a la puerta

ruidosamente.

–A la puerta del templo llaman profanamente venerable maestro.

–Ved quién llama de ese modo.

– ¿Quién va?

–Soy el hermano perverso que conduce a un aprendiz, el cual desea ingresar

a nuestros augustos secretos.

La puerta se abre y todos los hermanos dan luz para el recién nacido poeta-

masón, la espada fría posa sobre el hombro desnudo, el venerable maestro le coge

la mano derecha y le levanta, le descubre la vista, todos aplauden y Roberto sonríe .

Cañete, octubre de 2009.

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Pale Moon

El sol abrasaba la arena del desierto, el bus se deslizaba veloz sobre la

interminable cinta de asfalto; el bochorno que circulaba por el cuerpo hacía más

extenuante el viaje, Éste año no te harás el importante y vendrás ¿no?, hacía un

mes que le había llamado Paolo para invitarme a la fiesta de los pescadores. Hacía

mucho tiempo que le venía invitando y nunca podía ir; miraba por la ventana y

pensé en los años de la universidad, pensó en todos sus trajines académicos, en

mis avatares amorosos y sobre todo en aquella mañana (día después de la última

fiesta de los pescadores que asistió) dónde contaba a los amigos más cercanos, a

cambio de una taza de café, un capítulo más del joven de la triste estampa en una

aventura con una noble dama madura, porque sabía que si lo narraba con

personajes estridentes y rocambolescos, con una trama simbólica más que

anecdótica le creerían y sería justa la paga.

Hasta entonces creía férreamente que se trataba de un sueño, un sueño

húmedo, inverosímil con dilaceraciones desfallecientes y orgásmicas; con aquella

mujer que conocí en la fiesta, ¿Cuántos años tendría ahora?, pensabas. Habían

pasado muchos años y aún no había dejado de pensar en ella, un fantasma de

solipsismos; mi musa lujuriante que vivió para siempre en mí, no un amor platónico

porque los amores consumados son los que cuentan y dejan tranquilo de por vida.

El bus llegaba a su destino final, Me lleva a la Villa del pescador por favor.

Divisó desde algunas cuadras antes: la misma fachada de paredes verdes y

relucientes, las buganvillas que sobrepasan las cornisas y el imponente alfeizar de

la puerta; Paolo me invitaba a pasar algunos fines de semana y otros días feriados

en su casa. Llegué cerca de las 5 de la tarde y te habían preparado la misma

habitación de siempre, piso de cerámica ajedrezado, una cama de dos plazas que

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hacía juego con el velador y el armario de caoba y sillones de mimbre; traté de

hacer siesta, recordabas los infinitos instantes de insomnio que seguramente

perduraban en aquella habitación. No había encontrado a Paolo ni a nadie de su

familia, una de las empleadas me acomodó, traté de esperar despierto pero

finalmente quedaste dormido.

Abrí los ojos, un ligero rumor de gente se filtraba por debajo de la puerta,

¡maldita sea!, pensaste; esa implacable timidez cortejó tu estado de ánimo. La

puerta sonó despacio tres veces, algo impávido restregando mis mejillas y mis

ojos, abrí. Que tal hermano, Bien, Que alegría que pudiste venir, Ya descanse

suficiente como para otra amanecida, ¿Son tantos años verdad?; y bajaron.

Habían llegado algunos invitados, las copas tintineaban, carcajadas de un

improvisado chiste rosa se abría entre la música, toda la crema y nata de la Villa

del pescador reunida en un solo lugar, los enardecidos caballeros empezaban a

sacar bailar a las damas deseosas de hacerlo, las suelas de los zapatos de charol,

tafetán y cuero guante repujaban sobre el lustroso piso de parquet del salón

principal, bandejas repletas de copas con pisco y vino iban para algunos

infiltrados, vodka y whisky para los más refinados y cocteles de fantasía para los

abstemios. Aún faltaban algunos invitados importantes y como a la media noche

llegarían los santos patrones en sus embarcaciones acopladas a unas andas,

traídos por los mismos pescadores de las caletas aledañas, la fiesta aún no llegaba

a la efervescencia máxima; me acerque a saludar a los padres de Paolo, apretones

de mano, abrazos y besos en las mejillas, giras para no dar la espalda a nadie y

procurar reconocer a otros conocidos de antaño; nuevos rostros y de repente

estaba ella.

Antes de la media noche de algunos años antes

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De alguna manera pensaba sacarla a bailar y preguntarle su nombre; no se lo

había escuchado a dos individuos menesterosos que hablaban de ella como si la

conocieran, aunque me pusieron al tanto de que en la fiesta había una hembra

brava de frondoso cabello azabache y dueña de una majestuosidad sicalíptica.

Era la primera vez que asistía a aquella fiesta, Paolo te llamó a un lado para

que conocieras a una de sus primas; no pude contener las ganas de saber si él

sabía algo de aquella mujer, Paolo rió sardónico, inquisidor; sabía que yo era un

muchacho desbraguetado, Como te encantan las que tienen cara de pendejas, te

dice tratando de extinguir cualquier atisbo de libido, Y cómo así es que está en tu

casa pregunte, Es una broma sé que es la viuda de un empresario pesquero. Algo

de eso noté en su rostro, ella no paraba de bailar, no podía decir no a los

conspicuos caballeros que le solicitaban una pieza. Seguía empeñado en adivinarle

el nombre, pensaste que la única manera de saberlo era también sacándola bailar,

la veías sin dejar de hacerlo, sonreía sólo por corresponder a los lascivos intentos

de pegársele más al cuerpo; un quicio de tristeza definitivamente azoraba su rostro,

de eso no te equivocaste empezabas a conocer muy bien a la tristeza.

11p.m.

Había cambiado imperceptiblemente, algunas líneas se le habían acentuado

con alguna vaguedad en el rostro, su mirada de mujer romántica y orgullosa estaba

intacta y conforme como aquella noche calcinante y de luna pálida.

Betania al verme casi al mismo tiempo que la vi, disimulo la sorpresa de que

también te hallaras en el mismo lugar, aunque me dejó la diáfana sensación de que

no tenía las mismas expectativas de volverme a ver. Esta vez no necesitaba de

tragos previos, la observas y ella también lo hacía, y notabas la mirada entrometida

de Paolo, que con gesto ambiguo parecía leerme la mente; Te acuerdas de esa

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mujer, Claro la mujer con la que bailaste esa noche; tras la misma sonrisa mordaz

te contó que ella aún no se había vuelto a casar: Como que te está esperando

¿no? Éste último comentario me dejo de una pieza; ¿cómo era posible que supiera

algo?, pensé y sin mayores ambages preguntaste: Sabes algo de lo que pasó entre

esa mujer y yo, La verdad sí. Y te contó que uno de los vigilantes te vio

acompañado en el jardín, Y como eres amigo de la familia te dejó tranquilo…; pero

había pensado que se trataba de una de sus primas y sólo ahora se daba cuenta, Y

nunca me contaste que te habías tirado a semejante hembra. Nunca se lo contaste

por que al día siguiente Paolo no fue a la universidad, no pago su taza de café y tú

creías estar sumergido en los tumbos de un sueño que te autorizaba repetir la

hazaña.

Media noche de algunos años antes

La miraba con cautela y pretendía que también ella lo hiciera, bailaba sin

descansar, era remota la posibilidad de acercarte sin que fuera notoria tu intención;

todos alrededor bebían y bailaban. La procesión de los patrones de la pesca y la

noche, estaba cubierta por ese aroma denso de sahumerio y pólvora de los

camaretazos que se acercaban; también bailaba por la premura con que las primas

de Paolo me solicitaban. Al inicio te incomodaba tener que decirles que no

bailabas, pero los tragos iban circuyéndome en un marasmo voraginoso, de alguna

manera alternaba el baile con la mirada aviesa de un voyeur. No sé en qué

momento pude detectar también la mirada que tenía puesta sobre mí, con todo el

valor que te auspiciaron los ya incontables tragos que habías tomado, decidí que

necesitaría la ayuda inocente de una de las primas de mi amigo; pues de alguna

manera trataría de ubicarme del lado de aquella mujer. ¿Pero con qué excusa

tratarías de encaramarla en tus brazos y rozar esas carnes opulentas y respirar ese

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ya imaginado aroma de mujer madura? Tenía el valor necesario para hacerlo,

tendrías que alardear tus dotes de metoposcopia para seducirla.

Finalmente la oportunidad se presento, la sacaste a bailar, me correspondió

con una sonrisa, te respondió que se llamaba Betania, le dijo que a pesar de la

lozanía de su semblante había algo que lo eclipsaba, que era imperceptible para

los demás y que para mí no lo era, por que conocía a la tristeza en todas sus

formas; ante la realidad de verse descubierta íntimamente, pretendiste ser

inteligente, enigmático; la dejé desconcertada, a pesar de un rictus de seriedad era

agradable, su aroma estaba envuelto con el de la pólvora y el pisco, formando una

mixtura afrodisiaca para mí.

A modo de táctica le agradecí la gentileza que tuvo de bailar conmigo y la

dejaste sentar para que nadie te odiara ese instante, ¿realmente estaba intrigada?,

lo confirme porque casi con obstinada frecuencia me echaba una mirada. Hubo una

segunda tanda de baile; viraría por completo mi táctica, esta vez haría comentarios

graciosos disfrazados de una desenvuelta galantería; las miradas malintencionadas

de la gente hacían tambalear mis intenciones, te entro un repentino pesimismo

como quien gasta salvas inútilmente, el silencio que ella guardaba reafirmaba que

al menos lo intentarías y así quedaría una brecha amical por donde redimir las

intenciones; que desaliento, Un despilfarro de carisma, piensas; de repente una

sonrisa se dibujo donde parecía un glaciar. Un suave gracias cosquillo dentro de mi

oído, también su aliento de fuego crepitante enardecía impetuoso, pensé que a la

tercera tanda de baile seria más seductor y directo, ser más obstinado para concluir

mi affaire, otra vez la dejo sentarse agradeciendo su ya altruista gentileza.

1 a.m.

Me acerqué a saludar y darle mis recuerdos a Betania con toda la prudencia de los

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años transcurridos, cómplice perfecta de un pecado secreto, pensaste en lo bien

que se veía a los cuarenta; con el perfil de mujer madura intacta, con ese barniz

bronce, altiva y orgullosa feminidad que ocupa un mágico recuerdo en mi mente. Y

ella contemplándote, quizá porque has cambiado, porque ya no soy aquel

mozalbete que farfullaba frases cursis e incoherentes, que pretendía ser tierno y

agradable en sus poses de experto seductor… Quizá pensaba eso, pero ahora

entrado a una madures con más experiencia y dominio del arte amatorio fugaz,

¿qué sucedería ahora?, pensé. Los años no dejan rastro sobre usted…,

nuevamente piensas en echar tu consuetudinario esquema de tres tandas de baile,

y te recuerda que la edad de ella no importa, es coquetería no decirlo; Betania

parecía tan resuelta en sus respuestas.

La banda con sus ecos de fatiga encalan sobre la fiesta, los santos patrones llegan

con sus embarcaciones. Ella contempla a la gente que rodean a la procesión; Y

como me recordabas, me dice y tropiezo con la certeza de que también pensó en

mi de alguna manera, La recordé como aquella noche, Que bueno recuérdame así

siempre; y no tardaste en comprender que esa noche dominarían tus instintos

básicos, Supongo que ira para la procesión, le digo como aferrándome a su cintura,

de repente me mira entre mordiendo el labio inferior, su gesto de cooperación y la

arenga tácita de su declive: Ésta debilidad es cosas del diablo.

2 menos 15 a.m. de la noche de algunos años antes

El jardín quedaba tras de la casa, era amplísimo, rodeando una piscina semi

olímpica, a un lado una gruta dónde pernoctan, los días de fiesta, los santos

patrones de los pesca; entre las gardenias, las petunias, las rosas y los girasoles,

los abedules ocupaban un mejor lugar.

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Estabas acelerado con las copas de pisco, de vez en vez le plantabas un

beso atrevido en el cuello a Betania. No sé de dónde salió esa cursilería de que su

belleza exótica semejaba con intensidad especial al de los abedules; y aceptó tu

invitación de ver lo hermosas que eran, casi jugando nos acercamos a lo más

alejado de la casa, un corredor que improvisaba una alameda era iluminado

esplendorosamente por el astro nocturno, se tomaron de la mano mientras

caminaban; la aventajaba por un paso y siempre arrastrándola por que se detenía

perpleja con todo el panorama de la mansión, tú ibas escuchando sus débiles

palabras que más parecían solecismos que invocaban a los demonios lujuriantes:

tranquila está la noche/ todo es silencio y calma/ han tendido su velo/ la diosa de la

paz./ Allá en el firmamento,/ su destello/ un astro solitario anuncia su destello… Lo

entendías con claridad, tenía un tono de vals; nos detuvimos para que le mostraras

los abedules y confrontaras arbitrariamente las dos bellezas, su rostro estaba

demasiado cerca del tuyo, su aliento calcinaba, tú eras un ebrio estuprador y ella

una posesa lunaria, un ferviente sonido salía de algún recoveco urgente, sus labios

se frotaban junto a los tuyos por iniciativa unánime, nuestras salivas se mezclaban

para amortiguar la fricción, la furia; sentía su lengua que escarbaba bajo la mía, el

frenillo, el paladar, los dientes no eran obstáculos ni límites. Mi respiración

agolpaba su ritmo cardíaco, el aire era un combustible denso, ella se desesperaba,

apretujabas sus nalgas, ella se aprisionaba enredando sus brazos en mi nuca, tus

dedos agiles se deslizaban por debajo del vestido que envolvía como pétalos su

talle, desplacé sus braguitas a mitad de sus muslos; ella sin perder tiempo recogía

entre sus manos la turgencia de tu falo y lo llevó a que entrara a su sexo húmedo,

caliente, con aroma a salinidad marina, a olas que revientan en un risco, a pétalos

marchitos por el salitre; algo estorbaba no lo sé, la urgencia con que la penetrabas

100
era apremiante y se ajustaba a su necesidad; maldecías mil veces lo que abajo

estorbaba, sus gemidos parecían a baja voz decirte Gracias, gracias, gracias y eso

te alentaba; finalmente arrancaste lo que abajo estorbaba, mis últimos maromas

coitales lo hice viendo fijo a la anémica luna y tocaba el cielo, las nalgas y los

pechos, y alguien venia pero ella se vino antes: Que rico estuvo, creíste haber

escuchado, yo me venía con los ojos cerrados. Se acomodó el vestido y se

escarmeno el cabello que se había desordenado en las faltriqueras del amor, de

eso no estoy seguro por que para cuando oímos pasos, perdón, oí pasos abrí los

ojos y estaba completamente solo con algo de sudor en la frente y con la bragueta

cerrada entre mordiendo un retazo de camisa. No pasa nada, le dijiste al vigilante y

te quedaste en el jardín, encendí un cigarrillo y contemplaste el infinito, al menos la

luna pálida te acompañaba ¿o te había embrujado?

Muy de mañana de algunos años antes

El despertador sonó y amaneciste con la certeza de que habías tenido un sueño

húmedo aún despierto, pero recordaba el olor a salinidad marina, al ver el tiempo te

sobresaltaste, había clases en la universidad, no recordaba muy bien lo que

sucedió, dormí fuera de las sábanas con el traje aún puesto y tendría que viajar con

el por que el tiempo no me alcanzaba para guardarlo en su envoltura; te lavaste la

cara y perfumaste tu aliento y dejando una nota de agradecimiento, a Paolo, me fui.

Ya en la facultad viéndome aún trajeado y con una mala noche a cuestas a cambio

de la historia de mi sueño alguien ofreció pagarme una taza de café; cuando quedé

solo y con la intranquilidad que me daba la sensación de haber recurrido a viejas

costumbres que quedaron en la temprana adolescencia descubrí algo en mi

bolsillo, recordé que yo no cargaba pañuelo. Era una braga blanca con encajes

101
desbaratada por un lado, pensaste que esa consumación carnal requería ciertos

recaudos de velocidad.

1 y 10 a.m.

Sólo necesite de unos minutos para sonsacarle sonrisas, sus ojos acumulaban

una luminosidad que me transportaba a otra época, ese coloidal aroma de su

temprana madurez no distaba del actual: su intermedia madures. Te advirtió que

estaban agotando la tercera tanda de baile, Betania sonrío y te preguntó si la

invitarías nuevamente a ver los abedules; Claro si es que aún las cultivan, Por qué

nunca más me buscaste después de aquella noche, me decía a modo de reproche,

Fuiste tú la que desapareció, Tú te quedaste como loco con los ojos cerrados.

Betania sonreía nuevamente, te decía que era bueno volverse a encontrar, ahora tú

también entrado en madurez; la luna celestina destellando hechizos, las flores, las

manos que se buscan mientras caminan, Lo que cantabas esa noche era un vals

de Pinglo verdad, Sí, y advirtió: Espero que esta vez no sólo te quedes con uno de

mis calzones como trofeo de guerra sino que te quedes con el cuerpo del delito; y

rieron.

102
El Mago de la Colina Verde
(The wizard of the green hill)

1. Cuando la recepcionista colgó el auricular, Max e Ismael sabían que se trataba de

un chivatazo sobre alguna noticia sensacional, ella les miró adivinando tras sus ojos

de párvulos reporteros que el asunto es importante, sobre todo con Max Espinoza

que además de ser periodista es poeta.

–Te acaba de llamar Noé Mayta.

– ¿Y qué quería?

–Que vayas al río Yacus cerca del puente Roosevelt.

– ¿Así y para qué?

– ¡Eso tú lo tienes que averiguar papito!

Ismael Reaño no es periodista, escribe artículos musicales sobre el grunch y

brit-rock de moda, es cronista, devoto de bandas sesenteras y setenteras y sobre

todo es un friki rollingstoniano; no le importa que los lectores de su columna sean

apenas: sus amigos y sus familiares, y no reciba un cobre por ello.

La tarde estaba dominada por un sol mortecino que se filtra por las ventanas

de la redacción. Max le dice a Ismael que le aportara combustible si le da un aventón

hacia las afueras de la ciudad, total es agradable ir a respirar eucalipto viendo la

majestuosidad escarlata del crepúsculo en los meses de estío.

El poeta Noé Mayta esperaba impaciente a Max, tenía en las manos una foja

de periódicos oxidados, algunos enteros, otros devorados a media por el fuego y

otros desvaídos por el agua del caudal del río. La noticia no radicaba en que un

desquiciado párroco había enviado quemar la hemeroteca y archivo central de “El

Porvenir”, que ocupaba un lugar en la iglesia, eso ya era vox populi. Ismael se

mostró ofuscado ante el amigo de Max que no anda muy actualizado.

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–Miren lo que encontré –ha dicho el maduro poeta, su expresión era la de un

poseído– poemas, una colección de poemas… –sus manos vibraban por sólo no

tratarse de una simple ventura, más bien de un milagro, la providencia de las musas.

Desplegaron cada hoja, pertenecían a la sección cultural del diario, diversas

composiciones poéticas, distintos bardos locales, Max sostiene una hoja con

aletargada actitud: –Observen este poema:

–Aquí hay otros escritos en inglés –ha intervenido Noé, todos los papeles

habían corrido la misma suerte y no habían datos del autor.

En la mente de los dos poetas presentes se moldea una estela de

pensamientos: “torrente de voz, panteísmo e invención metafísica, aliento heroico y

104
violencia verbal”: –De algo estoy seguro –ha acotado Noé– de que este poeta trata

de explotar una pasión individual, hacerlo colectivo, en conclusión…

–…en conclusión hay algo de pagano o maldito en sus versos –ha dicho

Max– aflora el lado oscuro de su ser, lo terrible o malo o lo mezquino.

–Sí, como si fuese una apología al desacato, al levantamiento, hay blasfemia

y borrachera sexual –Noé lo cataloga como el lirico más procaz de lengua extranjera

que ha tenido la mala suerte de topar, Max cree que un poeta posmoderno y

vanguardista como aquel tiene una serie de estudios académicos sobre su obra.

Ismael siente aguarles la poesía y los vuelve a la realidad.

– ¡Pero de quién estamos hablando sinceramente señores!

–Es aquí donde entramos a tallar con el oficio de la investigación periodística

–ha dicho Max.

– ¿Entramos? Suena plural, si quieres jugar a los detectives salvajes no

cuentes conmigo…

Desde tiempos inmemoriales a Jauja la conocían como la Atenas Andina y su

gente era celebre por amar tanto la poesía, de todas las décadas que componen la

centuria veinte, muchas generaciones de poetas debían de haber escuchado aquella

voz satánica:

–No recuerdo que alguien escribiera versos en inglés –no ha vacilado en

afirmarlo Pablito Zamudio, el más culto y arrogante de los pesos pesados del arte

mayor, cualquier referencia histórica o arrebato editorial tenía que contar con su

venia–. No sé, debe de haber sido en el lapso de tiempo que me destacaron fuera de

la ciudad…

105
–…ya revisaron la biblioteca municipal, la Ricardo Palma de la Unión

Artesanos, la Julio Espejo tal vez, la Clodoaldo Espinoza de Huertas, etcétera –

Genaro Garrido es un bohemio poeta surrealista, trabajaba clasificando libros y

documentos en los distintos estamentos públicos de la provincia–, en las logias de

poetas, vayan a la Quinta Camarena allí hospedaban a convalecientes artistas de

otros países. Quizá…

–…es muy difícil recordar, ha pasado tanto tiempo, lo peculiar de esto no se

trata de que sea en inglés, también publicamos en francés, italiano, alemán, japonés,

incluso hebreo –así ha recordado Aurelio Elcorrobarrutia, emblemático poeta

ciego, otrora director de la sección cultural El Trino del Zorzal para la poesía, y

portador de toda una galería de preseas–, todo lo que recibíamos era de calidad, era

muy difícil curar tanto material, felizmente no hubo represalias ni suicidios, escuche

por ahí que Noé compilara todo lo que rescató…

Mario Allauca conocido en los círculos del indigenismo mágico como el “Poeta

Xauxa”, los recibió con alegría. Cuando escucho el poema leído por Max una sonrisa

impugnable se apodero de su rostro y revelo:

– ¡Koko! Sin duda es Koko O‟Breiner. Yo no tuve mucha amistad con él, pero

sí con su mamá que era una inglesa fascinada por nuestra cultura. De Koko que les

puedo decir, estaba más loco que una cabra de tanta droga, recuerdo que su mamá

le fue a convencer de que volviera a casa, empecinado en los rituales de la

pachamama se había mandado mudar a Puyhuan.

Cuando Adeline dio a luz a un robusto bebé varón, allende el mar no tenían la

menor idea de que ella estuviese embarazada. Alumbro en el sanatorio de Jauja

como pudo haberlo hecho en el sanatorio suizo de Val-Mont, donde inicialmente sus

106
padres pensaron que se curaría de los pulmones. Pero aquel lugar no era seguro,

no porque se libraría la segunda guerra mundial alrededor, sino más bien porque

alguien podría caer en cuenta de que ella era la heredera O‟Breiner y la reputación

de la familia estaría en boca de toda aquella artificiosa aristocracia londinense.

Pero la noticia de que centenares de tuberculosos iniciaban un éxodo en los distintos

puertos de Europa rumbo a los Andes llegó muy pronto a los oídos de Mrs.

O‟Breiner.

Como cualquier familia llena de tragedias, madre e hija no se soportaban, la visión

conservadora de la progenitora asfixiaba a la joven, mientras el padre un hombre de

pensamiento progresista, creía ciegamente en el libre albedrio femenino. Mrs.

O‟Breiner había arreglado el matrimonio de su hija con un oficial aéreo de mediana

edad. Hablar sobre si el bebé fue concebido con amor o sin el, seria especular, lo

cierto es que redime importancia por su prematura muerte en una escaramuza que

libraba con unos aviones nazis antes de que George naciera.

Adeline tardó más de un año en hacérselo saber a sus padres, bautizó a su hijo con

el nombre de George en honor a su progenitor y se quedó con el apellido materno

por una cuestión práctica de los funcionarios del consulado británico en Jauja. Pocos

recuerdan cuando llegó con su criada tras de ella y su docena de maletas de viaje

que descargaban de la estación del tren, el cónsul, que era amigo de su padre le

había hecho un comité de recepción, la paginas sociales repercutieron este

acontecimiento aseverando: “Un ángel de belleza arribó a nuestra ciudad”. Su

estadía no podía ser más acogedora, el paisaje que circuía la pequeña urbanidad

cosmopolita la hechizó desde aquel primer momento. Sus tardes de poesía y música

allá en su pronta adolescencia, volverían con mayor delicia.

107
“Miss O´Breiner, ya me encargue personalmente de enviar las esquelas de

invitación a las personas que me indicó su merced” decía el hombre que tañe las

funciones de un mayordomo en la casa que alquila Adeline, dentro del sanatorio.

“Muchas gracias tenga usted amable Sabino” le respondió con un español

chapucero. La casa no tardó en ser visitada por todos los libres pensadores y la

distinguida intelectualidad jaujense, creó su propio corte como en su lejano barrio

londinense del Kensington. Las semanas pasaban y ella ya era conocida como

mecenas de más de medio centenar de poetas marginados, los meses pasaban y

su vientre ganaba espacio.

Así llegó al mundo George O´Breiner el 19 de enero de 1942, una rama que brotaba

en el yermo árbol genealógico de una de las familias más tradicionales de Inglaterra,

sus primeros recuerdos los llevaba grabados al silencio de imágenes andinas y

símbolos británicos que se fundían en los ambientes de su hogar. Todos los

rapsodas lo engreían acariñando su rubia melenita y jugaban con él a la era

industrial. Años más tarde cuando un periodista empezó a recopilar su biografía

apuntó éste hecho, como la influencia capital de su carácter, la piedra angular

donde comprender casi el total de su obra. A los cinco años era un hermoso niño

vivaz, de rizos rubios y grandes ojos brillantes; su prematuro aprendizaje a leer le

forjaría su envidiable cultura poética. De repente se encontraba, rodeado de las

invitadas de su madre a la hora del té, recitando a John Donne tan apasionado que

robaba los aplausos y los mimos más exquisitos que le servían como estimulo para

seguir con más poemas que su mamá amaba tanto. Adeline cuidaba de su

educación pero el mundo que lo rodeaba en Jauja le era tan útil como los libros. Casi

siempre salía a jugar a los jardines o a la pequeña arboleda del sanatorio con una

niña llamada Tamya Huala, que era nieta de su nodriza. De ella pudo captar la

108
nostalgia del quechua y el amor inocente y mágico de su niñez que se vio

interrumpida a los ocho años cuando Mrs. O´Breiner vino por él.

Hubo muchas cartas atravesando el atlántico, las razones de lord O´Breiner eran

muy ciertas, la amabilidad, la sobriedad y los modales que hacen al englishman no

puede aprenderse fuera de la isla, más, si va ser el heredero del estandarte

heráldico de una familia y una cuantiosa fortuna. Y esos argumentos a ella le

parecían suficientes para ceder al pedido de su padre; Adeline no aceptó volver a

Inglaterra, sabiendo a su madre egoísta y dura de corazón, árida de emociones;

quizá ella también había heredado eso, porque dejó ir a su hijo sabiendo que aún él

le necesitaba, cuando George se fue, desde la ventana del tren observó que las que

más lloran su partida, eran la criada y su nodriza que lleva de la mano a Tamia

Huala.

Al constatar que Adeline O'Breiner tenía un bello mausoleo a la entrada del

cementerio general y sin esperanza de conseguir más datos que ayudaran a la

investigación, Ismael se sentía atado por esa solidaridad que conlleva la amistad:

–Al menos llegaste a saber su nombre, de no haberlo hecho te iba a sugerir

llamarlo el mago poeta, felizmente todo concluyo bonito, en la noche hay una tocada

que organiza Pedro, nos encontramos allí para brindar con unas cervezas.

–Sabes que esto no puede quedar aquí, por mi parte seguiré hasta el final,

acá no sólo hay un interés personal, quienes encaran tales temas tienen relieve

universal, “pobre aquellos a quien no ama el mundo pero a quienes llora después”,

te agradezco mucho por tu paciencia.

Max no asistió al concierto, Ismael se encontró con algunos amigos y

decidieron prolongar la noche hasta muy entrada la mañana. Entre las anécdotas y

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los diversos temas que franquean la curda, Ismael contó la investigación resiente,

sin más retribución que el deleite que obtiene un orador de sus interlocutores. Sin

embargo, un macguffin virará la historia hacia un panorama más amplio, que lo

sumerge también a él como recompensa.

–Claro –ha respondido Rosendo– Koko O'Breiner el amigo de Mick Jagger.

– ¿Cómo has dicho? ¿Tú lo llegaste a conocer?

–De vista, por la diferencia de edad no fui su amigo, pero quienes más lo

trataron y eran sus secuaces son el Colirio, el Caritas y Quique.

Ismael pensó que tras la relación de amistad entre el poeta y la mega estrella

de rock, había una crónica llena de detalles maravillosos, y la gloria del escritor

publicando en las revistas especializadas más famosas. Se aseguró de llamar a Max

y comunicarle que había encontrado una nueva pista.

– ¿Lo conoces?

–Sí, trabaja en el poder judicial, me pasó alguna vez un dato –ha dicho Max.

Llegaron a las puertas del poder judicial, esperaron a que Jorge Luís Lumbreras

saliera almorzar, cuando le divisaron desde las lunas del auto, salieron y le

interpelaron haciendo ademanes policiacos, "contigo queremos hablar".

–Kokito, sí, él era mi hermano, lo conocí en la infancia, mi madre era amiga de

la gringa O‟Breiner.

–Él se fue a los ocho años de Jauja, eso ya lo sabemos, ¿tú sabes cuándo

volvió y cuánto tiempo se quedó después?

– ¿Tú sabes Colirio, la historia de amistad que tiene con Mick Jagger?

110
–Muchachos no me abrumen, conozco muchos detalles de su vida, pero eso

no se los podre referir así de golpe.

–Colirio tu sabes algo más sobre sus poemas, sabes algo de "La mañana de

los magos".

–Alguna vez supe de memoria ese poema -en sus ojos abiertos a su máxima

expresión se inyectaban de un chorro de sangre como si algún demonio se

apoderara de él– ese poema es una obra maestra.

– ¿Ese poema tiene que ver con Mick Jagger?

Colirio sólo recordaba el final de otro poema: "Quebrar las antiguas tablas de

los valores/ y liberarnos de los ídolos creados. / Es nuestra voluntad". Hablaron de la

influencia de Nietzsche y su credo fervoroso sobre el nihilismo en esos poemas.

¿Cuántos poemarios más había escrito? ¿A quiénes llamaban los magos? ¿Estaba

vivo George O'Breiner? Jorge Luís se quedo callado, él no tenía esas respuestas,

aquello estaba en Inglaterra. Aquí era otra la leyenda:

–Entiéndase muchachos que no sólo los alquimistas, místicos o religiosos

eran considerados magos, también lo eran los filósofos, pensadores y

revolucionarios. Todos buscaban algo en que creer que no sea un dios imaginario,

se iban al norte de África o al Asía, y Mick Jagger era como el flautista de Hamelin,

los jóvenes iban a dónde él iba, Koko le metió la idea de buscar esas respuestas acá

en el Puyhuan, acaso no sabes Ismael que los Rolling Stone estuvieron en el Perú

buscando eso...

Volvió a Jauja enfermo, había envejecido prematuramente y sus pulmones

habían colapsado, reposo en una cama suave bajo el cuidado de una enfermera. Su

recuperación fue lenta, su salud era muy frágil. Vivian en la calle La Mar cerca de la

111
Samaritana. Ya recuperado salía a hacer un pequeño recorrido, sus trajes y su capa

transilvana hacia que todos le miraran con curiosidad. Paseaba por la plaza de

armas, de allí por Junín hasta el puente, cuando sentía la necesidad de socializar

iba a Pánfilo a conversar temas de actualidad con las personas que allí encontraba.

La mañana que se encontró con Jorge Luís este iba aprisa a recoger los diferentes

periódicos para llevarlos al poder judicial, George hablaba un poco de español, al

mirar a Colirio le llamo mucho la atención, como si sólo hubiera transcurrido unos

días de separación ambos se reconocieron de inmediato como si nada hubiese

cambiado en su fisonomía. Se estrecharon las manos y un abrazo incesante los

volvió a unir como viejos cómplices. "El fuego de la poesía" ha dicho Colirio "Así que

lo dejaste todo", George le explico que había vuelto a la vida y que quería

comenzar de nuevo. Sus últimos trabajos como periodistas le habían dejado un

proyecto que se sustenta en una serie de pesadillas que quieren transformarse en

una especie de sueño de salvación.

Colirio le presento a toda persona grata de su círculo amical. Al

restablecérsele la salud paralela a ella se le restableció la pluma poética. Escribió

algo distinto, un destello pletórico lleno de motivaciones fantasmagóricas que le

cubrían de un manto mortuorio cuando recitaba sus versos, los poetas de Jauja

quedaron hechizados por el influjo de su poesía, nada hacia contrario la posibilidad

de que él ganaría la flor natural de los juegos florales de aquel año, por el reflejo

temático de sus sonetos, por su vibrante tema de la resurrección y del optimismo por

la vida.

Adeline pertenecía a una secta naturalista que practicaba liturgias ancestrales

de gratitud a la pachamama y otros rituales a los respectivos astros de un calendario

pagano. Las noches plenilunarias de Puyhuan, que es una colina herbosa de un

112
verde deslumbrante, serpenteada de un sinuoso camino empedrado que conduce a

la cima donde hay una pacarina (o puerta dimensional de la creencia andina),

alrededor una gran cadena de montañas que en los meses más crueles de estiaje

su verdor resplandeciente prevalece. George queda perplejo, el escenario de sus

peores pesadillas le queda revelado, siente una energía que estremece su cuerpo,

siente una vitalidad desbordante, no sólo física sino poética. Adeline encuentra

regocijo al verlo lleno de un entusiasmo expectante por aprender todo referente a

una religión casi extinta y diezmada a una pequeña legión de cofradía.

–Colirio aquí uno encuentra las verdades sólidas, la esencia de lo frágil y

efímero de nuestro tiempo, que el siempre es pronto, que uno es uno mismo, que tú

eres quien eres, que nada es gratis y que la realidad puede cambiar.

–Kokito, entonces tú crees realmente que el camino a Puyhuan es una ruta de

peregrinaje.

–Exacto, te imaginas a miles de jóvenes buscando respuestas e iluminasión

para seguir cambiando el mundo. Necesitamos conseguir vehículos para conectar su

sensibilidad con el medio espiritual de Puyhuan.

– ¿Vehículos?

–Todo destino mágico o místico tiene un nombre, tiene a grandes estrellas de

rock como iniciadores, no hay una ruta rollingstoniana propia…

Cuando los Rolling Stone consolidaron su carrera como paradigmas infernales

de la juventud con su Sympathy for the devil, un pastor anglicano repetía un

estribillo desde un pulpito: "No sacrifiquéis vuestra alma a la música y a la droga, la

gente como vosotros amontonadas en conciertos de estruendosa blasfemia

desarregláis el mundo. Más biblia y menos Rolling Stone". Mick Jagger se divinizo al

113
nivel de Baco y el idioma universal de millones de jóvenes era el rock, por tanto

sustentar una base religiosa era algo más complicado.

Encontraron a un colaborador más: Caritas, porque habían incluido en la lista

de vehículos los estupefacientes naturales que tendrían que intervenir en aquel

transe quimérico, en la casa de este último montaron un laboratorio con pizarras

llenas de formulas químicas y ecuaciones algebraicas, alambiques, matraces y tubos

de ensayo conteniendo la transubstanciación del San Pedro, el Floripondio y el

Murmuncho. De sus sutiles clasificaciones botánicas a una lista del menú de

estupefacientes inocuos para los peregrinos del Puyhuan. Por ese tiempo también

Quique Anticona había llegado de Europa casado con una alemana, ambos habían

frecuentado la jet set europea, él se encargaría de montar una casa hotel y buscar

contactos en Lima para facilitar la logística. Cuando un cronista musical investigaba

los pormenores de esta empresa llego a la conclusión de que no ha habido intereses

personales de por medio ni mucho menos intereses de lucro económico, al contrario,

las bases de esta locura era de las intensiones más sanas, llena del entusiasmo

puro de la juventud idealista de los años sesenta.

George O'Breiner volvió a vestir una indumentaria extravagante, en su visita

definitiva trazo una figura en la cúspide y preparado para una ignición final se mudo

del todo a Puyhuan, vivió allí una rara forma de purificación durante cuarenta días y

cuarenta noches: “No voy a abandonar esté círculo, no voy a salir de aquí hasta que

me hables, ninguna señal, ningún dolor, háblame sencillamente con palabras

humanas, cualquiera que sea el camino que tú me indiques yo lo tomare… Y si

quieres que me quede acá y muera también lo hare, o si quieres otra cosa tienes

que decírmelo”. Sin embargo cuando recordaba o volvía a las esferas habituales de

sus pesadillas, él hablaba un idioma extraño, dentro de esas extrañas palabras,

114
encontraba un significado prevalente. Adeline subió preocupada por el estado mental

de George, a convencerle de que olvidara esa locura. No le hizo caso permaneció

allí cobijado bajo el rigor despiadado del sol y las lluvias y las noches de frio estival.

El día cuarenta descendió envuelto en una facha penosa como el regreso titánico de

un hombre aferrado a la vida.

A la media noche del 15 de enero de 1969 arribaron al Perú Mick Jagger,

Keith Richards y su novia Anita. El poeta les esperaba en el aeropuerto, su visita era

clandestina, nadie, absolutamente nadie sabía de su arribo. Tuvieron una serie de

inconvenientes en los hoteles Crillón y Bolívar. Eso despertó suspicacias y llamaron

la atención de la prensa. Y propalaron la información de que "tres integrantes de la

banda más degenerada de todas las generaciones, (hasta entonces y confundían a

O'Breiner con uno de los Rolling Stone) se encontraban en la capital", la noticia no

causo revuelo, los medios de comunicación masiva estaban bajo control de la

dictadura militar; todo lo que las estrellas de rock declaraban era nocivo para la salud

mental de la juventud de aquel entonces. Mick declaro sobre su arribo: "para ver de

cerca el efecto destructor de la cultura europea sobre otra tan elevada y avanzada

como los Incas", Keith declaro "estamos muy interesados en la magia tanto la blanca

como la negra, la vamos a practicar en este viaje con un mago al cual para abreviar

su nombre le decimos Bananas…" Quique Anticona tenía muy buenas relaciones

con la plutocracia limeña, llevo a las majestades satánicas al balneario de Ancón y

había previsto todo detalle, inclusive las juergas de yate en alta mar.

“Eh! Tío probad esto”, “De la mejor calidad”, “Joder tío, no siento mi nariz”,

“Mejor que agujerarte el brazo”. Hacía bastante tiempo que no querían saber nada

de drogas, lo mismo la novia de Keith que quería sacar adelante su embarazo. Hubo

un momento que George y Mick se fueron hasta la proa a charlar un poco: “Chaval

115
estás como nunca” ha dicho Mick, “Que te puedo decir tío, toque fondo… Creo que

ya estoy bien”, “Ahora te has dado de lleno a ser un gurú, un guía espiritual”, “Todo

lo que estamos haciendo Mick es cojonudo y veréis como todo resulta bien, no la

encontrasteis, no sabéis nada de ella”. Trataron de todas las cosas pendientes, de

las deudas liquidadas en Londres, de los lugares comunes y de los amigos que

estaban purgando condena en la cárcel y otras padeciendo una serie de infortunios

debido a los chantajes y las venganzas resultado de la codicia, la envidia y el

egoísmo. Luego Keith arrastro a George a la popa, saco un sobrecillo, una jeringuilla

y su vena cefálica se encontraba dilatada por el estimulo visual, pero necesitaban

mezclarla y fundirla, así que no se atrevieron a más. George se mantuvo firme pese

a que un bochorno tibio cubrió los poros de su piel, se quedo ahí respirando brisa

marina, meditaba acerca de la actitud de su organismo al transe de inocularse aquel

toxico, temía zozobrar y nuevamente sumergirse a la tormenta infernal de su

adicción. Sin embargo los jóvenes rebeldes de los prodigiosos años sesenta del

Perú encontraron un vehículo más extremo para viajar al umbral onírico de los

despiertos. La base libre o pasta básica de cocaína entro de moda, se podía fumar

amalgamándola a la marihuana para encontrar efectos sinérgicos delirantes.

“Eh George, no tenéis que temerle”, “Vamos tío, sólo una calada”.

Cedió, la toxina llegó a sus pulmones de allí se distribuyó por todo su

organismo, dilató sus pupilas, consternó todo su cuerpo, la visión del mundo se

trastocó de colores nuevos, millones de palabras venían a su conciencia y confluían

con imágenes coloidales en cuestión de segundos, lord O'Breiner aparece tras de

una cortina verde llena de cicatrices llena de margaritas llena de dientes de león de

repente un niño corre y el cielo se abre azul destella unas gotas que refresca el

rostro del anciano ahí se posan las mariposas y beben engendrando otras que

116
inundan la sonrisa de una mujer y cuánto amor se prodigan más niños salen de

capullos y ellos se buscan y se toman de las manos de su alianza nace el arco iris

de la esperanza y rondan tras el juego inocente y doloroso de crecer los senos y los

pubis éxtasis y pasión se unen en una trágica y mortal yuxtaposición las gotas de

sudor hacen nacer plantas de espinos que ahorcan todo marchitan el mundo mismo

huyen a ocultarse del tormento de la vergüenza del declive de un mundo perfecto los

colores mueren estrangulados por el lúgubre manto de un muro que cae para todo

volverse una cárcel desbaratado en una secuencia de acontecimientos horripilantes

el color del caos es oscuro lo genera una mujer avejentada de cuyo sexo nacen

batracios y ofidios que se apoderan de todo destruyen todo lo que tocan, esa imagen

se congeló en su pupila, quedó colgado.

“Eh tío estás bien”. Esa noche desapareció, nadie, absolutamente nadie sabía

cómo había podido volver a Lima, años más tarde cuando Quique Anticona logró

encontrarse con gente que estuvo aquella noche, le revelaron que O'Breiner vagaba

por la panamericana y lo confundieron con un autoestopista y lo dejaron en Lima. La

madrugada que Mick, Keith y Anita se presentaron a la estación de Desamparados,

a las seis de la mañana, para tomar el tren que los iba a traer a Jauja, Anita empezó

a sangrar, "No ni manera de viajar así" dijo Keith, Quique andaba muy preocupado

por George, así que cuando le dijeron que si podían ir en avión les dijo que sí en

efecto, pero a Jauja no había vuelos comerciales y les vendieron boletos a Cusco.

Le buscaron por espacio de varias semanas, la tierra se lo había tragado y

nunca más se volvió a mencionar su nombre en la faz de la tierra. El tiempo de su

recuperación escribió un sétimo poemario: “Los despojos”, que tenía un tiraje

mediano y trataba sobre la necedad humana por la autodestrucción, la búsqueda de

la felicidad y el equilibrio sin ese vínculo maldito, maléfico y malsonante. Aquellas

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pequeñas prosas poetarías perfeccionaron y armonizaron un nuevo lenguaje.

Jamás llegó a presentarlo, si sus salmos deleitan al rey del averno, el tiempo no

sepultaría en el olvido su decadente romanticismo ni su diatriba provocadora, Max

llevaba meses escribiendo un ensayo sobre la poética de Rainer María Rilke,

Wallace Stevens, Giorgos Seferis, Allen Ginsberg, Haroldo de Campos, Paúl Valéry

y también George O‟Breiner compartiría ese panteón de malditos.

2. –Aló…, sí –ha respondido Max, fastidiado porque estuvo a punto de salir del

trabajo cuando le pasaron la llamada: “es de larga distancia” le ha dicho la

recepcionista–. Mire no estoy para tomaduras de pelo…

–…Sometimes in the dim light of a flash / beings looked up melancholy /find

the strong than magic / their off spring it the drum. // There pressed,banished, the

annihilated. / Hatred appeased them necrophilia / may not all fall andresurgence, / its

white light slowly dissipates the fog: // The radiance of free domiswon, no matter how

/ cruel darkness crumbles wamp. / The wizards walk and beast sarede feated, / its

melody, its range, its power comes. // Old witch, ishumiliatedon his entrance. / Living

with ghost sand poison harmless. / Condemn the condemned to live. / To pay his

guilt watching the new morning.

…A veces en la tenue luz de un destello / los seres melancólicos levantan la mirada / encuentran la fuerza de la magia y /
sus vástagos golpean el tambor. // Los reprimen, los destierran, los aniquilan. / Aplacan en ellos un odio necrófilo / no
podrán con todos, caen y resurgen, / su luz blanca disipa lenta la niebla: // El fulgor de libertad se gana, no importa cuánto /
resquebraja la oscuridad cruel del pantano. / Los magos caminan y las bestias corren derrotadas, / su melodía, su gama, su
facultad llega. // Vieja hechicera, humillada queda en su portal. / Convive con fantasmas y veneno inocuo. / Los magos la
condenan a seguir viviendo. / A pagar sus culpas mirando la nueva mañana.

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–No entiendo, como lo conseguiste o como así se te da por hacerme esta

broma –ha comprendido Max que se trataba de lo que falta de aquel poema.

–Tranquilo Max, recuerda que aquí son como las diez y media de la noche y

me va salir cara esta llamada…

Ismael había ido al Reino Unido a visitar a su ex enamorada que se

encontraba estudiando un doctorado en literatura inglesa. En Oxford Street hay

alrededor de medio centenar de pubs, alternado de estancos de libros de segunda

mano. En la mampara de uno de los pub había un collage con posters de los Rolling

Stone, The Who, Graham Bond, Georgie Fame, Yardbirds y los Hermans Hertmits,

que le encantó mucho a Ismael; entraron y el ambiente era agradable, la mayoría de

personas que se encontraban allí era gente cordial y alimentaban con chelines a la

jukebox a cambio de canciones que Ismael conocía muy bien. Luego de varios

bocks de cerveza, Ismael y otros amigos de su ex enamorada se fueron para el

retrete, al volver se percató que en la pared principal del local había un sinfín de

fotos y objetos empotrados que hacían alusión a los años sesenta y setenta y no

sólo reconoció lo mejor de la invasión británica sino también el amor y paz del

Flower Power de los Estados Unidos. Ismael estaba paralizado observando cada

detalle del decorado cuando halló enmarcado en un cuadro la versión completa de

“La mañana de los magos” en la posición central de la pared, como si el núcleo de

aquel universo de reliquias atesoradas, fuese aquel poema. Lo escrutó, le parecía

conocido y no tardó unos minutos en tropezar con la certeza de que era aquel donde

empezó toda ésta historia, miro su reloj, cogió su tarjeta de llamadas internacionales

y fue al rellano del pub para hablar con su amigo.

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Su ex enamorada Dori Arons le encontró despidiéndose, colgó, ambos se

fueron para ver el hallazgo, ella se puso a leer el poema y tuvieron una pequeña

discusión en plan de Juego (Dori decía que lo más exacto al castellano sería „el

amanecer‟ y no „la mañana‟). Y de repente una mujer bonita ya entrada en madurez

se les acerco a preguntarles con una afable curiosidad si conocían aquel “conjuro” o

si necesitaban alguna otra cosa. Su inglés es perfecto ha pensado Ismael que no ha

entendido el acento cockney de su interlocutora.

–No gracias –ha respondido Dori.

–Ese poema que habéis leído chavales representa toda una época –ha dicho

la mujer del pub–como podéis apreciar el motivo del local es retener una época

irrepetible.

Ismael sigue sin entender a la mujer que habla aprisa, Dori como quien no

quiere la cosa se lo explica en español.

–Disculpe señora –ha dicho en su inglés fetal con acento americano– usted

conoció a George O‟Breiner.

La mujer quedo pasmada, el tiempo se paralizo en ella, su mente se lanza a

un raudal de sensaciones, recuerdos, paisajes y personas. La mujer le queda

mirando, a leguas se ha dado cuenta de que Ismael es latinoamericano, sus

emociones se han combinado a la más implacable curiosidad. Él observa en sus

ojos un aniego de lágrimas que representan la añoranza de los tiempos mejores.

Hay algo que llaman el azar electivo, Gwineth Holmwood cree en ello, Ismael

empieza a creerlo y Dori aún no tiene idea que también ella es parte de ese sin

razón de la casualidad, sirviéndoles de intérprete a ambos.

120
Gwineth vivía en el 739 del Kings Road en Chelsea, tenía un departamento

muy elegante, acorde a la propietaria de una serie de negocios en Gran Bretaña.

–Cómo creéis la cara de George –ha dicho Gwineth a Ismael.

–No lo sé, lo imagino como el inglés promedio, quizás como uno de los

Stones…, sinceramente nunca he tratado de ponerle un rostro.

En la pieza que era su estudio había un gabinete lleno de cintas VHS,

sacó dos de ellas y las puso en la mesa de centro de su sala, luego se fue para el

ático a buscar un reproductor. Dori e Ismael observaron ambas cintas, una era

Rolling Stone Rock and Roll Circus y la otra Stones in the Park.

–Jean Luc Godar tenía la manía de enfocar y dejar que la cámara se

acercara a la gente del público. Mirad aquí está George –ha dicho manipulando el

control remoto y congelando la imagen.

–Sí que es guapo –intervino Dori.

–Creo que también usted aparece acá –ha dicho Ismael. Gwineth

descongela la imagen y pone la otra cinta de video y dice–: Sí, estamos allí, aquí

George y yo ya no estábamos juntos, ya estábamos fuera de la órbita Rolling

Stones. Creo que George estaba en el Perú cuando ocurrió este concierto.

La imagen que sale del televisor es la de Mick Jagger jovencísimo sobre

un escenario en el Hyde Park Corner: “Voy a leer algo que escribió O‟Breiner y creo

que es apropiado…” los movimientos de sus gruesos labios denostaban un

exagerado y provocador énfasis revulsivo en los versos de “La mañana de los

magos”, salidos de aquel simulaban un conjuro irredento ante más de trescientos mil

catecúmenos.

Gwineth ganó plenamente la confianza de los dos jóvenes, antes de

contarles su papel en la vida de O‟Breiner hablaron como fue toda esa época

121
convulsa de la música, las bandas, la escena y del problema social que empezó a

revelarse con el uso de las drogas y los nuevos rituales del amor libre de los

hippies. Ella quedó encantada de hablar con Ismael que sabia tanto de música y

detalles de cierta información privilegiada sobre los Rolling Stone.

–Si a mí me hubieran dado a elegir la época de mi nacimiento –ha dicho


Ismael para que Dori lo interpretara– sin duda hubiese sido en los cuarenta junto a
toda esa gente que propulso este cambio cultural.
–Podédselo creer muchachos, todo era tan jodido, las mujeres de mi
generación sacamos adelante las minifaldas, y los que gobernaban, los políticos
eran violentos, intrigantes y rencorosos, así era la Inglaterra con la que había que
luchar – ha dicho Gwineth–. Más bien sueño que por fin inventan la máquina del
tiempo…, viajaría constantemente al pasado os aseguro.
– ¿Revivirías todo lo vivido? –Preguntó Dori.
–No –ha respondido optimista–. A corregir muchos errores en mi vida.

La era sicodélica de los hippies se abría en el Tottenham Court Road con

celebraciones musicales, artes populares y espectáculos callejeros, George llevaba

el cabello rubio moderadamente largo y fino como la seda, sus ojos azules

luminosos, grandes y penetrantes, su nariz larga y recta, su boca expresivamente

hermosa, pálida y exangüe, en su rostro se apesadumbraba un misterio quizá

tristeza quizá melancolía, y lo más encantador en él, no era su porte erguido y

aristocrático, más bien era sus modales y su elegancia que no seguía el patrón de

una moda, al contrario tenía un estilo propio. Si alguien tipificaba la magnificencia

hedonista y la sutileza humana, era él, que seguía peldaño arriba su propia

perfección poética. Fue en medio de nubes de pachulí y la luz de la primavera

cuando George y Gwyneth coincidieron con sus miradas y una catástrofe de lujuria y

éxtasis a primera vista los envolvió.

122
El amor casto y redentor que sintió por sus anteriores musas no le inspiró ningún

ciclo femenino en su poesía. El niño bonito misógino ahora de la mano de La

Emperatriz, glorificada por sus turbios amores con un sir británico, una fuente de

escándalos por su libertad promiscua, una gran vocación autodestructiva por su

adicción a pastillas de nitrato amílico y a la heroína, sin ella los poemas de amor de

“La mañana de los magos” no habrían existido. Todos le llamaban a George: The

wizards of Swinging London y en una de las celebraciones de su cumpleaños,

Gwyneth le regaló una cabra blanca a la que bautizaron con el nombre de la bruja

Razia, le ponían una capa negra similar a la de su amo y se le veía muy graciosa en

las fotos.

Llego 1965 y la maquinaria rollingstoniana dominaba la escena e iba deglutiendo

en su manto lisérgico a toda la juventud. La dirección general de inteligencia del

Scotland Yard a mediados de enero de 1967 envió un informe en el que se

denunciaba al poemario “La mañana de los magos” y al álbum de los Rolling Stone

“Their Satanic Majesties Request” como desafíos a la moral y la religión. La orden

era sacarlos de circulación, había que matar literalmente a todo aquel que se hacía

llamar mago.

“La cacería de brujas” fue una hermosa noche de invierno en la mansión de Keith

Richards, “Tíos así me gustáis todo mundo flipado”. El rey de los ácidos había

llegado para organizar la fiesta donde Mick se iniciaría por ese camino, veinte

efectivos de la policía irrumpieron en el aquelarre del LSD, registraron a todo mundo,

George tenía unas pastillas de colores extraños que contenían heroína y que

hábilmente dijo que eran las que le había recetado su médico. En ese momento no

paso nada. Tal vez el juicio le hubiera dado a O‟Breiner fama trascendental como

ocurrió con sus amigos.

123
El estado británico contra Mick y Keith, la sentencia de George quedo anulada

pero a la familia se le impuso un pago de cuarto millón de libras esterlinas. Las

facultades mentales de lord O‟Breiner habían disminuido. La abuela le había

permitido muchos excesos: la poesía, el hipismo y nunca las drogas, menos aún

que dejara los estudios para dedicarse lleno a ser él mismo. Y aprovecha esta

oportunidad para convocar un consejo familiar y luego obtiene una orden del

juzgado, este somete a George a la tutela de un fideicomiso, al menos en cuanto a

gastos se refiere, a partir de entonces y hasta el final recibirá una cantidad fija que

apenas basta para no caer en miseria. “No querías dejar esa vida mundana, dijisteis

que te alejarais de ese gente, acaso no ves que tenéis un porvenir distinto, podéis

llegar a primer ministro” “Necesito la pasta abuela, acaso no lo ves” “Os queréis el

dinero para seguir colgado en las drogas”.

Su obra capital ya estaba hecha. Junto a Gwyneth contactaron con un grupo de

gente que se iba para Kurekchetra en busca de iluminación espiritual en la llanura

del Ganges, ambos aprendieron la meditación trascendental ahí. Caravanas

multicolores pasaban por la India, Afganistán, Katmandú y Nepal ¿Huían de la

sociedad occidental? George al volver de uno de los viajes aprovechó en visitar a

Mick en prisión: “He tío todos esos lugares son extraordinarios, hubieseis visto a los

líderes espirituales… Te traje este libro de la cultura Quechua, no tiene nada que ver

pero en fin tengo una idea”.

Gwyneth no podía controlar sus adicciones, cada vez la situación se salía de

control y se iba de la casa por varios días una vez enganchada en la heroína,

George no sabía qué hacer, ella aparecía y desaparecía, cada uno asumía un

camino disímil de autodestrucción, con su toxicómana musa su producción poética

se había quedado paralizada a unos escasos poemas de tumbas, esqueletos y

124
hechiceros. La humillación, la miseria y la heroína dejan un rastro visible en el quinto

poemario llamado Una arista de la Atlántida, el primer manuscrito fue devorado por

Razia antes de ser entregado a una edición clandestina. En ese trance Gwyneth

salió una tarde y no volvió más, y el invierno más duro de soledad empezó, George

tenía un aspecto terrible de abandono marcado en los ojos, salía vestido con sus

mejores harapos de seda, siempre con su capa transilvana y la fiel Razia, y todas

sus amistades empezaban a sentir lástima de él, y lejos de brindarle ayuda le dieron

la espalda.

Estaba más rodado que una piedra cuando enterraron a lord O‟Breiner y así

no lo comprendió su abuela, creyó que él era más que un ingrato, ruin, y eso lo

sumió al más pestilente vertedero de drogadicción. Preso de una grave crisis

depresiva intenta suicidarse, un ser tan sensible e indefenso, quizá anunciaba la

angustia de la madurez. A sus 27 años su rostro estaba poblado de arrugas

prematuras, los traficantes que le facilitaban los estupefacientes cada vez dejaban

vacía la casa, muy pronto quedo sin nada más que trocar. Sacudido por el síndrome

de abstinencia y unos cuajos de pulmón que empezó a escupir por una enfermedad

hereditaria, escribió una dramática carta en cuyo final aparece esta suplica: “En

nombre de papá ten piedad de mi y sálvame de la destrucción”, sin un penique en

ese instante de lucidez encontró a Razia muerta por inanición y esa escena le

desgarro el alma. De haber seguido el camino deseado por la mezquina y cruel

abuela nada de esto hubiese ocurrido pero el camino ya estaba trazado a terminar

con una sobredosis.

La calle era más abrigada que la casa del Cheyne Walk, aparece en su vida

Elizabeth Greenberg, ella le conocía de los ambientes del West End por su

reputación infernal de poeta. “El chaval O‟Breiner es un adicto”, “Tío no sacáis nada

125
siendo un yonqui, os admiraba”, “Guapita de cara necesito que me ayudes a buscar

un camello, no puedo seguir con este dolor, vamos ayudadme a conseguir un chute”,

“Serás capullo O‟Breiner”. El empeño y la tenacidad de ella ayudaron a recuperar a

George. A pesar de las horas que pasaban juntos no llegaron a entrelazar

sentimientos. Elizabeth era una mujer madura llena de lucidez y bondad. Se

presentó dónde Mrs. O‟Breiner para constatar de que no se trataba de un personaje

dickensiano y ver que en el fondo de su corazón sintiera alegría de saber a su nieto

limpio.

Ya todos sus poemas diurnos y nocturnos estaban escritos y nada hacía

presagiar que cualquier momento tendría una recaída. Preso de una serie de

pesadillas reales que le condenaban a quedar en vela, quizá el tormento de su

propia magia negra o el símbolo de su poder perdido. Eso le hizo concebir un

proyecto alocado de partir en busca de un lugar, no sabía dónde, y hablaba de

dioses paganos y de cosas que referían sacrificios humanos. Elizabeth de educación

puritana, de rígidas costumbres anglicanas, termina por hacer una sima cada vez

más infranqueable en la fe de recuperar su alma. Es posible que fuera ella quien

financió el proyecto de George y su viaje al Perú para deshacerse de él.

El paquete turístico de Ismael solo incluía tres días en el Reino Unido. Buscó

los lugares del epicentro del Swinging London, reconoció el Soho, imaginó en el

Marquee a Mick Jagger exhortando, invocando, cantando en ese aspecto de sermón

diabólico con sus aposturas andróginas y engañosas de honorable amoralidad. Pero

fracasó en su intento de reconquistar a Dori. Terminó de recorrer Europa y volvió al

Perú sin embargo contento de haber trazado una brecha. Max era reconocido en el

Perú como un intelectual de primera fila, obtuvo la beca Guggenheim (fue el primer

126
latinoamericano que desembolso el total en libras esterlinas) para poder terminar su

tesis paralizada y sin esperanza de verse materializada y titularse: “Malditos del siglo

XX”.

Gwineth se encargó del protocolo contactando amigos de aquel entonces,

dispuestos a dar testimonios y claves de la vida y obra de O‟Breiner, trazó el

itinerario previo a las entrevistas y organizó todo detalle que colaborara al rigor

ensayístico de recuperar o preservar su propia generación. Max y Dori se

desplazaban en double deckers y black cabs por la impresionante masa compacta

de Londres, del edificio del consejo municipal al Westminster, por las enormes moles

comerciales del Piccadilly, los muelles y los barcos en Greenwich, en la estación

subterránea de Charing Cross, las dársenas cerca del Big-Ben y finalmente la

British Library.

Sobre el Swinging London se había escrito demasiado:

–No es justo que apenas y le den mención por algunos de sus poemarios

–ha dicho Dori contrariada, revisando referencias bibliográficas, revistas y gacetas

literarias de los últimos cincuenta años–. No es justo realmente.

–Olvidas que los servicios secretos del gobierno británico –ha respondido

Max con una afirmación contundente– ejecutaba artística y moralmente a todo aquel

que afrentaba la rigidez iconoclasta de las costumbres.

–Claro, O‟Breiner se ganó el infierno de los proscritos y la maldición eterna

del olvido, Harold Wilson primer ministro, Semolina Pilchard jefe de una brigada

anti-magos del Scotland Yard y otros cucufatos ingleses de hecho que dieron

escarmiento ejemplar a todos los referentes de esta revolución.

–Sorprende tu erudición Dori.

127
–Todo eso se lo escuche a Ismael…, sabes Max todo este rollo me fue

envolviendo y lo sigue haciendo. Cuenta con mi ayuda hasta el final para que

O‟Breiner comparta el pedestal de los místicos poetas ingleses –Max encontraba un

destello vehemente en los ojos de Dori y la quedo contemplando con agrado

mientras pactaban el objetivo final estrechándose las manos.

Sobre los dos primeros poemarios no había indicio real de haber sido

publicados, así que en su bitácora trazo un espacio: Etapa mitológica. Pero su

instinto de poeta le dictamino la necesidad de examinar las raíces de O‟Breiner,

encontrar lo más profundo de su inocencia, aquello que pierde, vive, ve y ama.

Encontraron a un amigo del colegio llamado Phillip Laing que aseguraba haber

compartido la misma carpeta en la niñez: “Os aseguro que si existen” decía, “su

propio abuelo los financiaba”, también aseguraba haber compartido algunos tóxicos

en la juventud: “En su casa del Cheyne Walk atesoraba sus libros, sus papeles, sus

diarios, pero esta casa se la compró Jagger y este a su vez se la vendió a otro…”,

Max condensaba azufre cuando escuchaba la sola mención del hechicero del rock,

no le despreciaba pero para él, Mick personificada la avaricia, el narcisismo y la

superficialidad. Gwineth le recordó que el testimonio de aquel sería clave para su

estudio, por tanto ya había contactado con Jane Rose, ejecutiva de la corporación

Rolling Stone, el trámite había sido complicado como si se tratara de entrevistar al

mismísimo Lucifer. Aquel atajo sería lo último, con la presencia de Ismael y mientras

había que agotar los caminos largos.

Volvieron con riguroso ímpetu a recorrer librerías de ejemplares de

segunda mano, anticuarios, boutiques y mercados de pulgas con objetos que

pertenecieron a estrellas de rock o a fines. Max vuelve a tropezar con la certeza de

que en la biblioteca O‟Breiner terminaría la búsqueda de aquellos dos poemarios.

128
Llegaron a la mansión victoriana del Kensington Road. Hacía ya varios

años que la abuela había pasado a mejor vida. Consiguieron el permiso de una

pariente que era albacea del imperio económico O‟Breiner, aquella no podía dar

detalles o datos de su primo George, pero permitió el ingreso de Max y Dori

escoltados por dos personas sin perderlos de vista. Suntuosos corredores con

mobiliario de moda, objetos valiosos y cuadros:

–Mira esas esculturas y esos retratos, esta gente se pudre en plata –ha

dicho Max–. Mira ese retrato –señala al de una bella joven, la imagen de colores

vivaces tan reales, que sus ojos no pierden de vista a los visitantes.

–Debe de ser la abuela de George –ha preguntado Dori.


–No, ella es Adeline O‟Breiner, la mamá.
–La llegaste a conocer –ha preguntado Dori en español porque ha visto un
gesto de incomodidad en el hombre que parece ser el mayordomo.
–No, la enterraron en Jauja, desde que fue para curarse de la tuberculosis
nunca más volvió para acá, en su epitafio hay unos versos en inglés que no
recuerdo ahora, pero si quien lo rubrica.
–George quien más.
–No, El Mago de la Colina Verde.
Entre los libros personales de lord O‟Breiner encontraron los siete

poemarios publicados, además había cartas y telegramas de aquella infranqueable

amistad, postales y fotografías en distintas etapas de la vida de su único nieto varón.

–Nada de esto podéis llevaros.


–Mire amigo –le interpelo con la mirada Max– la señora Anna nos
facilitaría el material hallado, sólo me interesan dos poemarios entre otras cosas.
–Os ruego me disculpéis, posiblemente haya cambiado de parecer –un
silencio mortal se apesadumbro en la gigantesca biblioteca–. Conocí muy bien al
joven George, rezo cada noche porque todo le vaya bien, les facilitare fotocopias…
– ¿Reza para que todo le vaya bien –ha intervenido Dori–, entonces él
está vivo? ¿Usted lo conoce desde la infancia?

129
Vio en su abuelo la figura paterna y lord O‟Breiner se regocijaba viéndole

crecer. Londres le parecía una ciudad de otro mundo y eso le daba miedo, nada le

recordaba el paisaje serrano. Y los distintos humores de esa gente le sumergen en

la más profunda incomunicación en la escuela a que asiste. Apenas e intercambia

palabras con los más débiles de la clase, quienes no se atreven a llamarlo

“Bananas”, y casi siempre está sumido en la misteriosa tarea de recolectar flores,

dibujar y escribir sus primeros versos con su mejor letra y atesorarlos para Tamia

Huala. Disponía de dinero pero fue marcado por una infancia triste. Mrs. O‟Breiner

se pasa la vida inculcándole que sea muy seguro de sí mismo y sobre todo

ambicioso. Pone toda la fuerza de sus quince años en su vocación con la

complicidad de su abuelo y (Arthur Seward) el mayordomo. Es curioso su destino,

lleva las más románticas líneas a algunas jovencitas de cierto elegante colegio

femenino camino al colegio masculino de George, y cuando él pasaba por ahí las

chiquillas le buscaban la mirada y entre el rumoreo y sonrisas abiertas de las más

agraciadas le hacían ganar admiración entre sus demás compañeros. Los chicos

más populares le invitaban a platicar y abrumarlo, intrigados “de cómo lo hace sino

destaca en rugby u otros deportes de proeza física”. Sus lecturas de poemarios

clásicos le servían para moldear su arcilla insipiente de simbolismos y las

correlaciones que vinculan al hombre con el mundo, la naturaleza, Dios y Luzbel.

Pero sobre todo es el romanticismo moderno que lo marca trazándole la madurez

sentimental. Su comportamiento cambio radicalmente, la poesía le da seguridad en

sí mismo y en el Harrow School se muestra más anárquico y lo empiezan a ver como

a un desadaptado en potencia. La abuela ya había trazado un camino para él, ¿tal

vez el de un prestigioso abogado o un financista que dirigiera la fortuna familiar? La

130
declaración de guerra empezó cuando él, le confesó que con su permiso o sin el

sería un poeta.

George pertenece a la dorada juventud de familias de la burguesía privilegiada,

pero sus estudios en el London School of Economics le hacían codearse con las

demás clases sociales de la estratificada Inglaterra. Dentro del ámbito estudiantil le

tomaban por extravagante y algunos no concebían la compatibilidad de la poesía

con las finanzas. Michael era como él, distinto, se identificaba con la música de los

negros norteamericanos y cantaba para la banda “Los incorporados del Blues” que

tocaban en los suburbios de bajo fondo, George tuvo la osadía de cancelar a los

músicos que había contratado su abuela para llevar a estos granujas a su fiesta de

presentación en sociedad. Toda esa gente anticuada que era la lista muy selecta de

Mrs. O´Breiner queda ofendida, disimulando apenas su incomodidad. “¡Parad esa

música! Están haciendo puñeta mis oídos.” “Eh tíos así suena el rhythm and blues

en el Mississippi, bueno casi así.” “Calmad tíos, no veis que los chavales disfrutan de

estas melodías.” No sólo era la música, también lo eran algunos invitados amigos de

George, su carácter expansivo apenas estaba formándose. Esta escena fue la

victoria pírrica que anulo cualquier intento de alto al fuego con su abuela, no sólo

era la ignominia pública en la fecha clave de su vida, sino el agotar los intentos por

ganárselo y moldearlo a su gusto. A partir de ese momento Mrs. O´Breiner se

mostro más dura y despiadada.

George se mudo del todo a una suite en el Claridge, con la publicación de su

segundo poemario “Acá dónde empieza el mundo y otras lamentaciones” fue

construyendo su propia leyenda de niño rico rebelde. De vez en cuando el abuelo le

llevaba a que conociera un poco de los casi cincuenta negocios que tenia con otras

compañías norteamericanas, “tomad el tiempo que queráis”, ha dicho lord O´Breiner,

131
“terminad de estudiar, vivid, no hay prisa, total todo esto es tuyo”. Una generosa

cantidad de dinero se le otorgaba mensualmente, se movilizaba en un Lincoln

manejado por un chófer que le llevaba a donde le placiera, algunas noches llegaba

al Marquee donde Michael que ahora era Mick tocaba con su nueva banda los

Rollin´ Stones, también llegaba gente interesante, representativa del arte pop, la

música, la moda y la extravagancia sofisticada, gente con los ojos irritados por los

estimulantes, los cigarrillos y el café expreso.

Las guitarras rollingstonianas llevaban su tartamudeante y coprolálico vocabulario

sexual de a la lujosa suite del hotel y casi siempre los expulsaban por el escándalo

que conlleva los excesos cometidos, los porros de yerba y las platinas de ácidos

sicodélicos empezaban a tomar su mayor efecto de influencia. Aunque ciertos

indicios demuestran que George era más espectador que participante, tenia temor a

las drogas duras y padecer algún efecto colateral o negativo que le dejaran majareta,

pero la tentación de cruzar sus puertas y tener al alcance un mundo periclitado y

misterioso como nueva musa de inspiración. Una tarde de aquellas cuando Mrs.

O´Breiner llego al vestíbulo del hotel encontró a George que iba con Mick de salida,

llevaba un traje multicolor y rudimentario, con una camisa de esmoquin y pantalones

de mezclilla acampanados, envuelto en una capa transilvana y calzado de un

sombrero capirote de mago. Ella le reprocha aquella facha y él, conteniendo una

ráfaga de improperios, se aleja y dice: “I´m free, to do what I want… any ol´time”. Y

en el hotel, cansados de los escándalos, le dan el ultimátum de dejar la suite en la

brevedad posible.

“Dejaros que os vaya como caballo desbocado por la vida haciendo lo que le venga

en gana, señor O‟Breiner, – ha dicho la abuela–, que haga pira un cuarto de hotel y

lo detengan. No, estás chalado si le dejas hacer todo eso”. “Joder señora O‟Breiner

132
– ha respondido el abuelo con ese acento prístino e inconfundible del inglés

británico– dejemos que el muchacho viva su vida, que aprenda, ya no es un

chavalito, está enfermo de literatosis y ya sanara”.

Desde aquel entonces un pacto secreto unió al nieto y al abuelo. Dejaron de

mencionar la poesía en presencia de la abuela, y su figura, más que la de un padre

amoroso y consentidor, era la de un amigo mayor. Cuando una tarde lejana, George,

le conto que unas chiquillas se le acercaron para conocerle y saber sobre su “Allá

dónde quedo mi mundo y otros poemas” (todos compuestos antes de los dieseis

años, con un vocabulario dulce e infantil), el abuelo cae rendido a la cavilación de

que una pequeña ayuda siempre es necesario para producir: efectos no sólo

emocionales a George sino también terapéuticos en él, pero la enfermedad

degenerativa progresa debilitándolo más. Arthur Seward servía de enlace entre

ambos cuando dejo de caminar y Anna O‟Breiner y la abuela tomaron el control de

todo, después ya lo poco que sabía de George no eran más que escándalos y a

veces que lo encontraba drogado, por allí llego a enterarse que ya no estaba en

Inglaterra. La versión que sabía de su aparición en Lima fue que Tamia Huala lo

había visto mendigando algo de comida, luego le siguió hasta un fumadero, ya

hecho un despojo. Luego Adeline recibió una cantidad generosa para llevarlo a una

clínica de rehabilitación. Tal vez el plan infinito de la desdicha, después de todo no lo

quería muerto.

Ismael se encontró con Colirio, quien le tenía una buena nueva, Tamya Huala

había vuelto de Estados Unidos. La encontraron en su casa de Bruno Terreros,

tocaron la puerta y ella misma salió atenderlos, Colirio le dijo si se recordaba de él,

pero ella abría y ceñía las cejas tratando de reconocerle. Después de salir de la

133
desconfianza, Ismael le explicó que un amigo suyo se encontraba en Londres

redactando una tesis poética, sin embargo ella les aclaró que su esposo sí era un

inglés pero trabajaba de contable en una oficina en Wyoming. Colirio tenía la

certidumbre de que ella no decía la verdad, de que ella protegía a George, tal vez de

sus viejas influencias, tal vez de sus viejos espectros de la drogadicción o tal vez de

toda esa magia corrupta que arrastró al abismo al poeta.

–Tamya por favor dígale a Koko O‟Breiner que no renuncie al origen de su

naturaleza, toda su poesía es una obra de arte y necesita ser juzgada como tal –ha

dicho Colirio y se fueron alejando.

– ¡Colirio! –ha llamado Tamya.

Ismael comprendió que necesitaban confidencialidad, así que se quedó

parado allí. Luego volvió y le dijo que Koko volvería porque necesitaba llegar a

Puyhuan y quien sabe estaría encantado de conocer a Max y quizá poderle ayudar.

–Y por qué volver a Puyhuan si al final todo fue un fiasco.

–Es algo muy complicado de explicarte, aquel lugar es una fuente de

iluminación, es como un tótem protector para quienes fueron ofrendados al apu

desde que nacieron, creí que eso te lo había explicado Max. Apropósito de que es el

lazo común que tienen ambos.

–Sinceramente creo que sí, pero comprenderás Coli que yo tengo una

carrera científica y me es difícil creer en todas estas cosas.

–La magia, quiere demostrar la existencia de una o varias deidades o fuerzas

que tienen poder sobre un destino, quien ordena, es servido y honrado.

Básicamente, la praxis mágica consiste en la transacción entre el ser humano y

estas potencias para torcerlas a su favor. No sólo es metafísica, es una forma de

pensar que permea la ciencia, quizá simplemente elegir un camino o una vocación,

134
las cosas suceden por algo, por eso quizá nunca llegaron los Rolling Stone a

Puyhuan.

–No jodas Colirio, ya vas a empezar con tus memoriosos discursos de

gnosticismo, que Lemurias, que Atlántidas, que cantos numéricos. Mejor porque no

te recitas “El amanecer de los Magos” –miro su reloj, calculo el tiempo y ha dicho–.

¡Pucha…!, mejor nos vamos a llamar a Max y terminamos con este asunto de una

buena vez.

Epílogo

Después Ismael Reaño no sólo recopilo información sobre la estadía de los

Glimmer Twins en Lima, sino que como buen cronista de rock logro encontrar

pistas, testimonios y fotografías de sus pasos por la capital del imperio: Cusco.

Creyendo por una confusión, que de allí llegarían por sus propios medios a Puyhuan.

En el anverso de la moneda, Max Espinoza se caso con Dori Arons y son

profesores invitados en la Universidad de Boston, desde allí contactaron con

grandes estudiosos de la poesía contemporánea que editaron una antología (New

European Poets) con lo mejor de una generación de poetas de cuarenta idiomas

que empezaron a publicar entre 1960 y el 2000, en el capítulo de poetas británicos

(England: About the poets) figura el nombre de George O'Breiner entre los de Mimi

Khalvati, Denise Riley, Jo Shapcott, Glyn Maxwell, Simon Armitage, Mark Ford,

Selima Hill, entre otros poetas para nada malditos. Y hacer de esas piezas que

recomponen un mundo: el ascenso y la caída de un gran mago o mejor dicho un

gran poeta… en fin total son lo mismo.

135
Una fábula de amor pintada de Azul

Fermín te dejo, no nos busques


más, No gastes tu tiempo sino es
para buscar la felicidad, Ni tú ni
yo juntos poseemos ese don.

Sally

Finales de los 90’s

El aviso era claro y contundente en el Cat: No se permite menores de edad. Para

los “Naturales” no hay restricciones, la mayoría ha alcanzado su estatura definitiva,

se rasuran y usan colonia masculina T-Rex de largo alcance. Así que ingresan y se

acomodan en un lugar estratégico cerca de la barra, cerca de los taburetes dónde

las beldades de la ciudad se exhiben y todo mundo busca excusa para llegar hasta

allí.

Piden tragos cortos y en jarra porque además de ser efectivos y darle imagen de

chicos rudos, son más económicas, y fuman cada cigarrillo después de otro llenando

el ambiente de un denso humo que compite con el vaporizador de hielo seco.

Ismael está ahí con los otros Naturales que no tienen mucho éxito con las chicas,

recibe la jarra con el cuba libre y por desgracia le toca el último trago.

– ¡Epa Pillín, la ley de la ballena está corriendo esta noche!

136
Camina a la barra porque no quiere que vean la cantidad de dinero que lleva en la

billetera, saluda a la señora Chabuca para que atienda de inmediato su pedido, y

como quién no quiere saca de la casaca un Underjoint para que le vean fumando,

voltea y exhala por la nariz el humo de su seguridad y de repente ve a Sally que está

ahí con una Cristal pequeña en las manos, rodeada de sus tres amigas

inseparables. Todas ellas departiendo con los nuevos alféreces del ejército

destacados en la localidad. Ella le mira y le guiña un ojo, Ismael no está seguro si

es para él aquella expresión, sin embargo, levanta la mano y lo mueve con la

ambigua indiferencia de un “Hola” y ella con otro gesto de mano: “Ven aquí niño

ahora”. Escéptico, incrédulo camina, sabe que sus camaradas le están viendo.

–Hola, tú eres al que llaman “Doc” ¿verdad?

–Así parece –le responde con cierta arrogancia y denostando intriga en el rostro.

– ¿Me puedes invitar uno de tus cigarrillos?

–Claro –le dice y ella muestra una sonrisa blanca y lozana de niña bonita y él mira

dónde están sus amigos y ellos están ocupados en sus asuntos–: Bailaras conmigo

o sólo bailas con tus amiguitos.

–No tengo con quién bailar, los militares me caen de pedo.

–En tal caso me tendrás que soportar unas cuantas piezas.

–Sí de hecho, es más está canción me fascina –mientras se acercan a la pista de

baile Ismael finge que aún no sabe quién es ella:

–Realmente no me recuerdas, nos conocimos en el mirador la noche de luna llena,

había eclipse, hablamos bastante, aunque creo que estabas mareado, te computaste

chaman y bañaste de aguardiente a todo el mundo…

–Tú eres la hermana de Alfredo… Sí ya te recuerdo.

137
Conversan muy cerca como si se susurraran a los oídos, de pronto Ismael mira en la

dirección dónde están sus amigos y ellos le miran diciendo: “concha-tu-mare manda

el puto trago”, en fin ellos entienden lo que sucede, pero la mancha no se puede

perjudicar y eso lo saben muy bien cualquiera de ellos. También las amigas de ella:

Thereza, Antonya y Nataly la miran como diciendo que haces acaparada por ese

mocoso, tal vez tengan razón y Sally se da su lugar y le dice que después seguirán

bailando, total la noche es joven y le gustaría seguir conversando con él.

Ismael revienta de felicidad, sabe que si le confiesa que desde aquella noche no ha

parado de pensar en ella, se subirá a un pedestal y quién sabe, tratará de sacar

ventaja o simplemente le sumará a la lista de un club fans.

Las luces de la discoteca llenan todo el ambiente de un chisporroteo sideral y los

Naturales están celebrando el cumpleaños del Choche Ledesma, gran parte del

carburante etílico es financiado por él mismo y la mayoría de ellos está de cacería,

porque hay chicas pululando alrededor, queriendo afanar a un Natural. Los galanes

de La Naturaleza están con sus enamoradas. Ismael ya no está de cacería, o quizá

sí, emocionado sueña con Sally, que sigue ahí codeada por sus amigas que le

reprochan lo aburrida que se muestra frente a tales amistades; pasa un buen rato e

Ismael piensa que ya es tiempo de irla a buscar, pero no tiene el valor.

Dos naturales se habían ido al baño: el negro Monín y el Pecas, tras de ellos

viene un hombre a quien conocen como el “Chuzado”, popular por ser beligerante,

toda La Naturaleza se pone alerta, aquel tipo empieza a mentarles la madre: que sus

mamás para acá y sus mamás para allá y todo mundo con la paciencia colmada.

Como a tres mesas al fondo de la pista de baile está la mancha de aquel jodido

crápula que les reclama el desparpajo que habían tenido por haberse puesto en el

sitio de aquellos, total que vienen como dos cretinos más de ese grupo a provocar,

138
los Naturales no pueden mostrar ningún ápice de cobardía. Ismael que es un tipo

diplomático y tiene cierta amistad con uno de ellos, trata de calmar los ánimos, pero

resulta que aquel tío también es un hijoputa. Todo mundo está observando, entre el

transe de la música y las luces difusas, lo que sucederá. Se agotan los insultos y

empieza la pelea, los de seguridad que rondan por ahí no pueden controlar la

gresca. A Ismael le cae un puñete en la quijada, zafa de otro puñetazo y mira a la

barra con la esperanza de que Sally no haya visto el ñeque; sorpresa, ya no está.

Cuando corría por los pasillos del Museo del Prado, su mochila hacia un

bamboleo extraño, tal vez por la prisa del retraso, tal vez por el peso del contenido:

tubos de oleo, aceites minerales y aditivos esenciales para los colores que se le

presentan en la restauración de cuadros, sin embargo era su mochila favorita porque

cuando asistía a los retiros espirituales de la congregación religiosa de su colegio,

siempre las monjas le decían que llevar la insignia de las carmelitanas en la mochila

las ayudaba a identificarse entre ellas en distintos países, ya que era una gran

fraternidad femenina. Desde que ganó la beca para irse a Madrid por su talento en

rehabilitar obras de arte, nunca dejó de asistir y menos llegar tarde a un vernissage.

De repente alguien reconoce la insignia de la cruz y los brazos cruzados.

–Mi madre también estudio en un colegio carmelitano.

–No tienes ni puñetera probabilidad de haber estudiado tú allí.

–No, no, me refería a mi madre.

Sally se molesta de sobre manera que un desconocido haya tenido la soltura,

mejor dicho la frescura de hablarle así, a ella que ya empieza a tener renombre

como artista de restauración. Sin más le da la espalda y hace como si nada,

aparecen los demás restauradores y los que organizan la exposición, están a punto

139
de develar un cuadro, sacar el cobertor, Sally voltea para ver dónde quedó aquel

atrevido, cae la tela y una pintura de Sorolla es reestrenada y todo mundo aplaude

semejante labor de todo el equipo, las copas de champagne tintinean suavemente.

Fermín se le cruzó tres veces por el camino, pero las circunstancias eran

definitivamente claras para que ella no piense que la están acosando, sin embargo

de vez en cuando ella le buscaba con la mirada.

Casi todos sus compañeros de la escuela de arte tenían una vida muy

desordenada, bohemia, y los que parecían inofensivos no tenían el grado de sex

appel que desbordaran sus emociones, negar la naturaleza femenina de encontrar

protección en unos brazos que la cobijaran, y estar en medio de una gran ciudad

completamente vacía la hacían sentirse vulnerable, temerosa y sobre todo un

naufrago en esa mar de soledad. Pensaba en todo aquello mientras se dirigía a

tomar el tren. La noche no era ni abrigada ni fría y la luna apenas y dibujaba su

presencia, o quizá iba más nostálgica que nunca y eso le hacía un regocijo dulce en

el corazón mientras sube al vagón, y piensa en porqué siempre se muestra soberbia

y llena de ostentaciones… Los instantes que existen para dos seres humanos se

conjugan en un designio de orden astrológico: Ilusión y curiosidad por un hombre

que apenas ha visto y cruzado un par de palabras y de repente esa persona está allí

cerca, preguntándose por dónde andaría la chica de la insignia en la mochila.

Ángela

Y Darío había quedado en encontrase apenas y ella llegara a Lima. Él se había

anticipado dos semanas porque su proyecto había culminado con antelación,

quedaron que él ganaría tiempo haciendo algunos preparativos para la boda.

–Te voy a extrañar no sabes cuánto bebita

140
–Y yo a ti bebé… Procura convencer a tu jefe de que te alquile su casa en

Chacarilla.

–Usare mis mejores argumentos amor, tú tienes un gusto por los detalles… –le

amarraba con los brazos la cintura y no dejaba de darle besos ligeros en los labios.

El sistema de comunicaciones tenía un horario limitado y muchas veces se

colgaba por las dificultades del clima e incluso se averiaba, y demoraban un día

entero mientras lo reparaban. Darío no respondía las llamadas de Ángela, en el

campamento los otros colegas no sabían nada y menos lograban comunicarse con

su novio. Se acercaba el fin de su misión y algo no iba bien con ella, no sólo

encontraba malos sabores en la comida o le ocurrían cosas fuera de lo habitual, que

los asociaba a malos augurios tanto como para su familia o a su amado Darío.

Llamaba a su casa y su hermanito estaba muy bien, lo mismo papito y mamita o los

abuelitos allá en el pueblo; desde niña supo que el don de la intuición lo tenía muy

desarrollado, así que descartadas las demás posibilidades sólo quedaba que a Darío

algo malo le había pasado. Aún faltaba marcar pocos días en su calendario de Hello

Kitty, y quién espera desespera ante el día cero, felizmente la misión de ella

terminaría con una semana de antelación y acabaría con esa extraña premonición.

Una mañana mientras tomaba el desayuno olvido el celular en su cabaña, al volver

en la noche registraba varias llamadas perdidas, todas de Darío, como era de noche

el sistema de comunicación del campamento estaba apagado y todas esas cosas

que advierten desgracias no pasan de ser meras falencias de lo predecible, tamaña

sorpresa le daría a Darío, en fin aprovecharía en ver los detalles del traje de él ya

que los de ella no tenían ningún ornamento más, la precisión de la elegancia y la

sobriedad para ese momento con que sueñan la mayoría de mujeres desde que son

niñas. Incluso tendría tiempo de elegir la música y ensayar unos pasos de vals.

141
Cuando el avión llego a Lima e intento llamar insistentemente a Darío, fue hasta su

casa y la mamá del chico quedo más sorprendida que Ángela cuando le explicó la

cronología de los acontecimientos:

– ¿Cómo que salió antes que tú?

– ¿Señora usted trata de hacerme una broma verdad?

–Darío no está en casa, quizá se arrepintió y escapo…

–Su hijo no es tan hipócrita como usted.

Pero si era estúpido, apareció un día antes de la supuesta llegada de su prometida.

Ángela por pura deducción lógica llega a la certitud de que la mayoría de hombres

no son predecibles sino animales de ceremonias, liturgias y rituales monótonos, llegó

hasta un resort en Chaclacayo dónde solían pasar los mejores momentos de su

romance, Darío estaba ocupando su nidito de amor con otra chica que

definitivamente no era ella, no sé preocupo en hacer ningún problema, ni mucho

menos interrumpir su despedida de soltero, rápidamente tomo una decisión y no

había que gastar energía en vano más que para soportar la humillación y la soledad

que se le venía encima.

Sally e Ismael

Coincidieron en Jauja semanas antes de la navidad, rodeados de amigos en común

en la inauguración de un nuevo restaurante, ambos sintieron ser arrastrados por la

misma ola de entusiasmo, hacía muchos años que no se habían visto, ella seguía

así de guapa y espectacular, tenía la madurez plena de mujer entrada a la tercera

década en su vida; y él seguía siendo el mismo imbécil que se procuraba un porte

erguido y una elegancia al caminar, que le enseño su padre del estilo del mítico John

Wayne y los modos y maneras de tratar a una dama del manual de Carreño, cosas

142
que lo hacían un espécimen raro y las mujeres despertaban su curiosidad hacía él.

No había oportunidad de que quedaran solos. De repente Ismael salió a responder

una llamada del celular y bueno supongamos que Sally también hacía lo mismo, él le

pasó la voz con un gesto pueril y antes de que el vuelva para adentro, ella le tomo

del brazo y le dijo:

–Ismael acompáñame a la plaza.

–No sería algo complicado que nos vieran juntos.

–Y por qué no, que por cuatro esquinas hablen de nosotros –expande los labios y

aquella sonrisa que le hechizaba desde la adolescencia vuelve con el mismo influjo.

–Si yo pudiera algún día remontarme a las estrellas conmigo te llevaría a dónde nos

vieran.

–Porque es muy vergonzoso no saber amar.

En el tiempo de su amistad en esos lejanos abriles, cuando él no tenía la suficiente

seguridad en sí mismo, le decía versos de canciones del repertorio latinoamericano y

con el tiempo, en el recuerdo de ambos, se volvió un juego muy intimo, un juego que

como una galimatías iniciaran los preludios de los sentimientos que ya no se pueden

disimular y menos evitar, ella había vuelto a su ciudad natal para nuevamente

aprender a estar sola, tal vez empezar de nuevo, y él, el buen Ismael, vivía siempre

a la huida, habitaba demasiadas camas de hotel y jamás asumía responsabilidades

sentimentales, así que atisbo en esta oportunidad consumar una asignatura

pendiente. Caminaron y la noche era fría, con el trabajo de salir de la inauguración

desapercibidos, Ismael olvido su cámara digital. ¿Quién no se podría enamorar de

un gran viejo amor?, hablaron de todo un poco, sobre todo del debacle amoroso del

matrimonio ella, de sus desventuras para encontrar el verdadero amor él, el tropezar

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siempre con mujeres llenas de conflictos emocionales y otras taras que repercuten

en un sinfín de empezar y acabar nuevamente.

–Las mujeres duras van bien conmigo –le dice echando la mirada al piso en plan de

mozonada.

–Entonces yo encajo bien a tu prototipo femenino.

–Eso lo sé desde hace mucho –.Se quedaron mirando y esas miradas remontaban el

tiempo de cuando ella lo veía como su amiguito favorito y él el objeto de sus deseos.

Los minutos son crueles y pasan atropellando la noche y arrastrando el nuevo albor,

Sally tiene que volver a casa e Ismael argumenta que volverá al trabajo muy lejos

de ahí y que es mejor amarse ahora porque más adelante sería tarde.

Recorrieron el centro comercial, vieron una película infantil porque les hacía gracia

sentarse en la última fila y no llegar a ver nada por la premura de besarse, salieron

románticamente cogidos de la mano, encontraron un café apacible como para seguir

platicando, ordenaron dos margaritas, otras dos más y fueron como media docena

que sirvieron de pábulo y total ambos eran un caldero de hormonas.

Volvieron a Jauja y encontraron la fiesta de la Virgen del Rosario, estaba la

procesión y bastantes artefactos pirotécnicos instalados en todo el perímetro de la

plaza, no se habían percatado de la hora y felizmente no había gente que les

reconocieran, había una especie de cuenta regresiva que agotaba los segundos,

ellos se discurrían abriéndose paso entre la multitud que gritaba cuatro, tres, dos…

y de repente un volcán chisporroteante se activó e iluminó todo el cielo, las chispas

doradas por la gravedad hacían una cascada que termino por iluminar

magníficamente todo, e Ismael revive instantes e imágenes de otra mujer, porque

Sally va corriendo y lle- No había tiempo para preguntarle nada, la forma como
le apretaba la mano delataba un pavor tremendo, Mierin
le condujo a protegerse bajo los arcos coloniales de la
plaza, aferro su rostro a su pecho y no habría los ojos
144
para nada, él contemplaba el esplendor del momento y
esa seguridad de que nunca olvidaría aquel instante, la
música de la tropas de sicuri y las tunas en San Lázaro
se filtraba también al final de la cascada, era la escena
vándole de la mano, práctica-

mente arrastrándole. Hay fo-

bias, en todo caso traumas co-

munes en la mayoría de muje-

res. En la huida de Sally llegaron a guarecerse en la puerta del hotel Santa Rosa,

puso su rostro en el corazón de Ismael que latía a mil, sin querer tropiezan con

la necesidad de una margarita más y suben al bar del hotel, ella dice que está mal

todo lo que están a punto de hacer, sin embargo se besan y sienten ser presas de

ese instinto primario, él siente que los labios de Sally están más turgentes, cálidos,

inclina un poco la cerviz hacia el ángulo perfecto de la pasión y ella siente la

salinidad que discurre entre sus labios y la fricción, él está llorando por los viejos

tiempos y eso la emociona a ella.

–Qué tal como está.

–Supongo que bien.

–De seguro que le afecto la humedad.

–A decir verdad mire que no.

–Cómo que Madrid es otro clima y aquí el invierno es húmedo.

–No, soy un hombre físicamente capacitado para cualquier situación.

Los dos hombres hablaban lacónicamente, midiéndose, de repente el pequeño

Fermín sale al encuentro de su padre, le abraza y hace un ademán de querer

estrangularle de felicidad. Tras del niño aparece Sally, para equilibrar el cuadro va y

abraza a Ismael, Fermín padre los mira y para rematar el asunto Sally le planta un

pico a Ismael y Fermín hijo le reprocha a su padre que le haya dejado de prestar

atención.

145
–Volvemos en un momento –dice Sally llevando de la mano al pequeño Fermín.

–Te espero –responde Ismael.

–Vale –responde Fermín.

Hay un pequeño espacio de silencio, dónde los dos hombres no saben que tema

tratar para disipar su incomodidad.

–Sé todo lo que ha hecho por mi Fermín.

–La verdad que no es nada, el niño es encantador, al inicio fue un poco dificultoso

ganármelo.

– ¿Ganárselo?

–Claro, yo sólo pretendo ser su amigo y me acepte como la nueva pareja de su

madre.

–Mire Ismael voy a ser muy sincero con usted –.Llena de aire el pecho para

agrandarse un poco más y ponerle énfasis en lo que dice a continuación–: Yo he

venido a recuperar a mi familia.

–Recuperar lo que perdió hace mucho Fermín, cuando yo encontré a Sally ella era

una mujer atormentada de dolor, de dudas, de inseguridades por todas las cosas

que ¡tú!, le hiciste, mírala ahora como está, no quiero decir que soy lo mejor que le

pudo haber pasado, pero mi presencia en su vida le ayudo a salir de la depresión.

–Se que hice muchas cosas negativas para perderla, pero créame que no me iré sin

ellos.

–No malgaste su tiempo y confórmese con lo que obtuvo de su desamor, ella ahora

es otra persona, más segura de sí misma, más optimista por salir adelante, ha vuelto

a la pintura de creación, por eso nos mudamos acá a Barranco.

–La madre de Sally cree que usted no es bueno para ella, menos como figura

paterna de mi hijo.

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–Ya le dije, no pretendo ser padre de Fermín, ya lo tiene, eres tú, yo sólo soy su

amigo y quiera o no pareja, amante, de su madre –algo de sorna había en su voz– y

todo marcha muy bien, en cuanto a la mamá de Sally… Que ella me vea como una

influencia negativa, yo lo dudo, lo que ella apela es que Sally no sea madre soltera y

haga crecer a su hijo con un padrastro, en fin el pensamiento de la señora es algo

arcaico.

Ambos hombres se liquidaban con las miradas, posiblemente de seguir por este

mismo caudal la conversación, hubiese llegado a un torrente de violencia, felizmente

Sally y Fermín hijo ingresan para domeñar la situación.

–Sally tenemos que hablar –le dice Fermín– ¡En privado!

–Aquí está Ismael, este departamento es de ambos, lo que me quieras decir lo dices

ahora y acá.

“Unas niñas con sus cestitas van dejando un sendero de pétalos tras de sí, las dos

hileras de bancas con flores laterales y papel caramelo que adornan y acogen a una

infinidad de invitados, tras el tul su mirada va reconociendo a sus mejores amigas, a

la patota universitaria, parientes y demás extras que ayudan a completar la escena,

del brazo de su papito recibe ligeras ancladas, ella sabe que no son para volver a

marcar la marcha, sino para que instantes previos al cadalso, de su brazo a torcer y

salga corriendo de la iglesia, no importa cuánto costó y el tiempo que demando

organizar todo, sigue su marcha nupcial sin trastabillar, ¿amor u orgullo? El

reverendo en el ara sabe que este matrimonio durará poco, por eso no se muestra

optimista, de los lados escucha algún comentario sobre su diadema de flores

blancas y como se enternecen con los niños que le llevan la cola de su vestido, eso

la enorgullece y sabe que está por encima de cualquier ofensa o diatriba, sin

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embargo las murmuraciones son más perceptibles, se acerca al altar y el novio sigue

de espalda, hubiese preferido que le sonriera viéndola ingresar, sube los tres

peldaños, aún tiene tiempo de echarse a correr como en las películas, sigue y los

murmullos se hacen vivas voces, rechiflas y risas sarcásticas, se desprende del

brazo de su padre y cuando está por enlazarse al de su novio y este gira, resulta que

no es él, podría ser cualquiera menos Darío…”

Llevaba Ángela varias noches repitiendo esta quimera inclasificable, el sabor

agridulce del argumento no le remontaban a sueño o pesadilla. Sin embargo las

ilusiones de su boda que tuvo desde muy pequeña había sido tirado al piso y roto en

mil pedazos, como su corazón, y el llanto que se le tornaba cada intervalo de tiempo.

Presa de un arrebato irreparable renuncio a la corporación minera, cambio el número

de su móvil y rompió todo nexo que la evocara al otrora coprotagonista de sus

ilusiones.

Como treinta noches sin dormir, unas ojeras de oso panda y herida y el orgullo

astillado hasta la asfixia, decide ir a pasar una semana con los abuelitos al pueblo.

Hace una maleta detallada de mujer citadina que se va a un retiro espiritual a la

lóbrega soledad de la montaña, lleva el libro que está leyendo lo más a la mano que

pueda del equipaje: “El secreto”, y decide llevar suelto a Rosco (el oso de peluche

que no tiene nada que ver con el crápula de Darío y su manía de subsanar sus

errores regalando peluches, pobres, terminaron en la hoguera con las fotos, las

cartitas y tarjetitas de amor, entre otros detalles de más de dos años de relación),

aniquilar los espectros y guardarlos en la caja de pandora de la memoria es su

consigna.

Llega, los abuelitos están en el umbral de la puerta esperándola, de repente se cuela

un viejo fotograma por su mente de su drama personal y recuerda que ella y Darío

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estuvieron allí minando la casa de besos furtivos que los abuelos miraban con cierta

desaprobación, pero en fin comprendían que la niña Ángelita ya era toda una

mujer… No puede aplacar todo ese efluvio de emociones, pero resiste, no quiere

llorar frente a los abuelos y ellos ya están al tanto de todo lo sucedido, sin embargo

un sollozo la traiciona, y los abuelos dicen, “Oh mi pequeña”, ella no sabe cuando la

caja de pandora se puede develar.

Sally estaba ahí sentada en la estación de bus esperando a Ismael, él llega y la ve,

ella no muestra emoción, salen de la estación, toman un taxi y piden que los lleve a

Barranco, no se percata de nada, viene a su lado y apenas y puede esbozar una

sonrisa, el secreto para sí misma es impenetrable a cualquier afecto, Ismael está

eufórico no sólo porque viene cargado de buenas noticias y cosas positivas que le

sucedieron en su viaje de trabajo, que ahora sí le vendrá el ascenso y cosas así, él

está como poseído hablando y hablando y no sabe o no se ha percatado de que

Sally está inquieta, angustiada, que se siente culpable y que apenas y agranda los

ojos o hace un gesto de aprobación fingiendo escuchar, el taxi se detiene frente al

edificio, bajan para ingresar a lo que es o dejara de ser su nidito de amor…

Varias semanas después

– ¡No vuelvas a mencionar que mi mayor carencia fue la figura paterna! –Le dice

Sally con humor de mil diablos– ¡Deja de ser mi maldito sicoanalista! No sabes nada

de nada de las mujeres, no sabes cómo somos de verdad y sólo un papanatas cree

saber cosas de cosas de la que no sabe nada…

– Hay cosas que rehúsas hablar –Ismael creía haber deleznado todos sus secretos,

haber adivinado cada uno de sus temores, haber vulnerado los refugios de su alma,

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prácticamente decir que él conocía muy bien a Sally, poder predecirla en cada

momento–. He tratado de crear una atmosfera de confianza en nuestra relación de

que nada faltara, de que nada entorpeciera lo que queremos cada uno…

–Es que no sé qué es lo que quiero realmente –Sally da unos pasos para alejarse,

empieza a caminar en círculos– de lo que sí estoy segura es de que ni tú tienes

seguridad de lo quieres.

– ¡Oh, sí! –responde Ismael sarcástico–. Pensar que nos entendíamos y no saber lo

que queremos nos aleja de lo que deseamos con tanto anhelo.

–Lo más importante del dar no son las cosas materiales sino el de lo

específicamente humano, dar de sí mismo, de lo más precioso que tenemos, dar

alegría, interés, comprensión, conocimiento, humor, tristeza, de su propia vida…

Acaso crees que no me doy cuenta de que vives atado al fantasma de esa mujer

que amaste cuando eras más joven.

–Ya no se que responderte, nos conocemos y no nos conocemos.

–Realmente no sé…

Entro a su taller tirando con violencia de la puerta tras de sí, cada vez que sentía la

angustia abatida o mortificada o simplemente quería estar sola, ponía en la

compactera sus discos de Fany McNamara para perderse en la azul tristeza de sus

versos y ahondarlo en ese letargo dulce del martirio. Ismael conoce y comprende

aquella ceremonia, no entiende lo que le pasa a Sally, aunque en el fondo siente que

ella tiene razón, las cosas materiales no son siempre del todo absolutas y aseguran

la dicha y la felicidad.

Sally había viajado a Jauja para dejar al pequeño Fermín con su mamá, mientras

tomaba otra decisión importante en su vida.

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Unos meses después

La fiesta de enero se aproximaba e Ismael logro hacerse de un fin de semana para

poder viajar. Nada parece salir de la normalidad, se encontró con gran parte de sus

amistades, los chistes, las chanzas y la cháchara en general mantenía esa alegría

multicolor que suele haber en los toldos con el rigor infaltable de los litros y litros de

cerveza deglutida. A Ismael le pasan la voz un grupo de amigas que se encuentran

en el palco del segundo piso, luego de los convencionalismos del protocolo amical,

llega un tipo carismático que tiene como hechizadas a todas las mujeres, de

inmediato se lo presentan, el hombre en un derroche de gracia se acerca a darle un

abrazo, las mujeres ríen y murmuran entre dientes algo que Ismael no puede

entender porque se da cuenta que el tipo es argentino, de repente siente ese aroma

del Aletalgia femenino, tan familiar impregnado en aquel tipo, la premeditada

alevosía de la tristeza le da ventaja en la mente. Y la separación, la distancia, le

sepultan en una mazmorra interior de aislamiento. Sally se apodera de aquel

instante en su cabeza, con sus gestos, su 14 de abril, con sus cuadros, su piel de

marfil y ese gran sentido del humor. Al desamor le viene el reproche de haberse

enfrascado tras el éxito, la riqueza y finalmente el poder. Todos esos días

conviviendo con la usencia de Sally, le habían ayudado a comprender aquellas

pequeñas cosas que hacen a un gran amor: los detalles, las cursilerías de las

palabras mágicas del „te necesito‟, „te quiero‟, „te amo‟ y „te adoro‟ en fin, él era un

hombre práctico que basaba sus relaciones al dominio del Kamasutra y al mapeo de

las zonas erógenas… Sin embargo en el corazón elucubraba una débil expectativa

de volver a tenerla entre sus brazos. No la llego a ver en todo aquel espacio de

tiempo que lo anhelaba con fervor. Fue a su casa a sacar su vieja mochila de viaje,

cuando empezó esa lenta y viva caricia de la lluvia, alguna esperanza de que aquella

151
le ayude a espantar los espectros que le rodean, así que decide caminar a la

estación donde parten los buses, como a tres pasos de un grupo de gente está Sally,

de la mano de aquel argentino bonachón, él tiene la certeza de que ella le ha visto y

cruza para mejorarle el panorama, y él hace como que no ha logrado ver aquella

escena, sin embargo un puñal de crueldad insoportable le atraviesa la esperanza de

lado a lado. Siguió caminando con más rapidez, quiere largarse de Jauja de una

buena vez para dejar todo en aquel lugar.

Se sienta en su lugar, pasillo por que tiene el número de su natalicio, él va pensando

en las cosas de la vida, que no siempre son de leche y miel, cuando alguien le pide

permiso para ir en el asiento de al lado. Al verla queda como golpeado por una

nueva ola de emociones y la chica queda afectada por el aroma a tabaco que

abunda en él y piensa que aquel instante es la cereza que faltaba al pastel. Procura

mirarla de refilón cada momento, de repente el móvil de uno de ellos empieza a

sonar y ambos apresuradamente buscan en sus bolsillos, lo encuentran y

sincronizadamente sacan a relucir que ambos tienen el mismo modelo de celular y el

mismo tono de timbre, después de constatar aquellos detalles se miran a los ojos

directamente, él mira que hay un fondo cristalino líquido en la mirada de la chica, y

era a ella a quien llamaban, al poco rato él no tenía que seguir siendo el anónimo

compañero de viaje, ni mucho menos, ella la bella desconocida de al lado. Él estira

la mano.

–Hola, soy Ismael.

–Yo soy Ángela

Se estrechan las manos y luego se ponen a conversar como si alguna flecha artera,

los dejara heridos de amor nuevamente.

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Satipo, febrero del 2012.

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