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La generación de los hipersensibles

Los jóvenes de hoy se ahogan en un vaso de agua. Pese a que son mucho más preparados, se
derrumban fácilmente y no toleran críticas. Esto dicen los expertos sobre este fenómeno.

Son más preparados, tienen más títulos y parecen muy dispuestos a luchar por sus ideales en
un mundo lleno de retos. De hecho, los jóvenes de hoy son más independientes en lo político
y abrazan la diversidad. Pero son vulnerables, se derrumban ante cualquier problema. Hoy en
día un gran sector de la población mundial, pertenecen a esta tendencia. De hecho, un estudio
de Pew Research reveló que esta es la generación que menos valora la libertad de expresión,
pues cerca del 40 por ciento se inclina por censurar discursos que puedan ser ofensivos.
Según Claire Fox, directora del Instituto de Ideas en el Reino Unido y autora del libro I Find
That Offensive!, muchos en esa generación no pueden lidiar con puntos de vista distintos a los
suyos, y no toleran las críticas a pesar de que sean válidas. “Reaccionan agresivamente porque
creen que tienen derecho a hacerlo y además exigen disculpas si llegan a sentirse ofendidos”,
afirma la autora. Ellos buscan luchar por el respeto a la individualidad, a la aceptación de las
diferencias, y en ese contexto las críticas pueden percibirse como una agresión a la libertad.
“Esto los hace hipersensibles a cualquier observación sobre sus comportamientos y muestra
una exigencia a veces exagerada de recibir un trato de igual a igual”, dice la psicóloga María.

Este fenómeno ha sido particularmente visible en las universidades de los países del primer
mundo. Las instituciones más tradicionales han prohibido a varios profesores opinar sobre
temas políticos, de raza o género porque es preferible proteger a los alumnos de supuestas
agresiones. Por ejemplo, Andy Martin, profesor de la Universidad de Cambridge, fue víctima
de esta generación de hipersensibles. Un día hizo en clase un chiste de doble sentido y varios
estudiantes salieron a protestar. Algo parecido ocurrió en la Universidad de Oxford, donde
varios alumnos crearon una campaña en Twitter con el hashtag #RhodesMustFall, para derribar
la estatua de Cecil Rhodes, pues la presencia en el campus de un monumento en honor de ese
personaje racista resultaba ofensiva.

Chris Patten, rector de Oxford, definió el fenómeno como una situación preocupante que va en
contra de la idea misma de universidad. “Está claro que debe haber límites como no promover
el odio y la violencia, pero es incomprensible que los estudiantes y algunos profesores quieran
protegerse de las visiones que no les gustan mediante la censura y la intolerancia al debate”,
dice.
En Colombia y América Latina no se conocen casos tan extremos, pero en redes sociales sí hay
manifestaciones de jóvenes que en Facebook y Twitter expresan con mucha frecuencia. Esto
muchas veces no genera un debate sano, sino una lucha basada en la agresión. Debido
precisamente a la intolerancia y la hipersensibilidad de la mayoría, que los hace ver como
personas políticamente correctas. No en vano esta generación se caracteriza por ser muy
individualista y el uso constante de las redes sociales potencia ese egocentrismo. Algunas
investigaciones hablan de un narcisismo exagerado donde “la imagen que proyectan en sus
cuentas de Facebook, Twitter e Instagram son muy importantes. Las selfis y los ‘likes’ son
criterios para medir su aceptación y reconocimiento”, dice López.
Pero también son muy vulnerables a frustrarse por cualquier revés del destino y todo les duele
el doble. Ante lo más mínimo. Los expertos creen que los grandes culpables son los padres,
pues educaron a sus hijos en medio de una burbuja en la que nada les falta y en donde no tienen
que esforzarse demasiado. Esto los vuelve alérgicos a los fracasos y las críticas, y los hace
sentir especiales, delicados y únicos. Ben Machell, columnista del diario The Times de
Londres, dice que además creen que cada sentimiento y capricho es válido, y que los no
deberían experimentar desilusiones o contradicciones en un mundo lleno supuestamente de
‘malas opiniones’.
Lo anterior se debe también a que los papás perciben el mundo como un lugar cada vez más
inseguro y deben darles cuidado extra a sus hijos. Esto provoca un nivel de sobreprotección
bastante grande. Por eso quizás los jóvenes son menos resilientes, o en otras palabras, son más
débiles ante las adversidades y les cuesta más superar las dificultades. Probablemente “estos
patrones de crianza están asociados a esquemas de educación más abiertos y, en muchos casos,
más laxos”, dice López.
Esto se suma a que los jóvenes de hoy tienen demasiadas presiones encima. Deben estar muy
bien preparados a nivel académico para ser exitosos y en su apretada agenda está también
convertirse en activistas contra el cambio climático, el racismo y la discriminación de género,
entre otras cosas. Esa vulnerabilidad, dice Fox, también se debe en buena medida a que son la
primera generación que no puede escapar a los problemas de estar hiperconectados a los
celulares y al modo de vida del siglo XXI. “Deben manejar una identidad alterna en las redes
sociales donde puedan comunicarse y discutir durante horas sobre X o Y situación. Terminan
exhaustos”, dice la autora Susanna Schrobsdorff.
El fenómeno ha producido una epidemia de ansiedad y depresión. Así lo advirtieron varios
psicólogos en el artículo de portada del número del 27 octubre de la revista Time. Allí explican
que esta generación llena de contrastes ha vivido como nadie los veloces avances de la
tecnología, la apertura y la globalización, pero también de las crisis de violencia política y
religiosa, la corrupción, las brechas sociales y el cambio climático. “El hecho de vivir estas
transformaciones debería hacerlos más fuertes, pero no parece ser así. Muchos se muestran más
vulnerables y sensibles a estas amenazas para la sociedad que además les generan miedo e
incertidumbre”, dijo López a SEMANA.
Ante este panorama, los expertos se preguntan si esta generación es mejor o peor que las
anteriores. Todos coinciden en que no es fácil dar una respuesta clara al respecto, pues como
las demás tiene sus pros y contras. No cabe duda que los mileniales tienen un potencial para
ser unos lideres genuinos de un mundo mejor para todos, pero les falta ser más
condescendientes e imponer sus modos de pensar de forma democrática y respetuosa. También
recomiendan que en las casas y en los colegios se promuevan clases o lecciones de resiliencia,
pues está comprobado que quienes desarrollan esta habilidad tienen mayor equilibrio frente a
situaciones difíciles.

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