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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

SARAH MCCARTY

LAS
PROMESAS
DECIDEN
Promesas 5

~1~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Para mi madre. La única persona que conozco que me responderá con impertinencia hasta
hacerme razonar cada vez que me acerco a ella esgrimiendo tontamente el concepto de
"abandonar". Ella es tanto mi caja de resonancia como mi inspiración. Siempre lo ha sido.

Te amo, MAMÁ.

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Sarah McCarty

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ARGUMENTO

Cuando Jackson Montgomery atraviesa la última


cadena montañosa rumbo a su casa después de cobrar una
recompensa particularmente difícil, no está deseando otra
cosa que no sea una buena comida, una bebida fuerte y tal
vez algo de compañía femenina. Pero cuando pasa por la
casa de Bentley, no puede resistirse a echarle un vistazo al
que había sido tan tonto como para comprar el desastre
que Bentley había creado. Con seguridad, espera ver un
novato, porque solo un novato compraría un lugar tan mal
ubicado y tan pobremente construido como Bentley‘s
Folly.
Él no está muy errado.
Mimi Banfield pensó que su vida había terminado
cuando cayó en el pozo lleno de serpientes de cascabel. Su
salvador posee todas las habilidades de supervivencia que
a ella le faltan, y es exactamente el hombre que necesita
para arreglar su nuevo hogar. Como la tutora de tres niños
huérfanos, ciertamente podía sacar provecho de una
mano. Jackson está tan intrigado por Mimi, como lo está
por la oferta de trabajo de ella. Él acepta quedarse, sin
saber que Mimi tiene un secreto mortal. Pero cuando ella
confiesa, puede que sea demasiado tarde para salvarse.

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Uno

Vaya. Alguien había sido lo suficientemente tonto como para comprar la casa de
Bentley después de todo. Jackson detuvo el caballo y estudió la delatora columna de
humo que se elevaba sobre los pinos en la hondonada. Bentley había intentado en
vano desembarazarse de ese lugar durante años. Y no era de extrañar. El lugar era un
testamento viviente de la reputación de Chapuza Bentley de nunca completar ningún
trabajo que pudiera quedar a medio terminar. Demonios, su reputación incluso se
había extendido a lo largo de más de treinta kilómetros hasta el hogar de Jackson en
Cattle Crossing, Wyoming. Costaba mucho destacarse en esa ciudad de excéntricos,
pero Bentley lo había logrado. Tanto, que cada vez que un individuo hacía menos de
lo necesario, se ganaba el apodo de Bentley.
La yegua sacudió la cabeza en señal de protesta. Quería su avena casi tanto como
Jackson quería su cama. Esta última recompensa había sido agotadora. Bucktooth
Bart lo había llevado a una alegre persecución a través de una de las regiones más
duras del país, pero al final lo había atrapado y llevado su trasero al sheriff de Dover
para que lo juzgara. En retrospectiva, la recompensa no parecía lo suficientemente
grande como para la cantidad de esfuerzo que había necesitado. Pero siempre era así.
Una vez que se ponía en camino, no importaba el monto de la recompensa, solo
logarlo. Jackson suspiró y palmeó la bolsita de dinero en el bolsillo de su camisa.
Realmente necesitaba trabajar en ese enfoque demasiado estrecho. Él no era tan joven
como solía ser. Cumplir veintiocho el mes pasado le había hecho reflexionar sobre
muchas cosas. Incluyendo el hecho de que la emoción de la persecución no se
aferraba a su sonrisa como solía hacerlo. En lugar de sentirse victorioso después de
esta última recompensa, en este momento estaba muy cansado y deseando descansar
un par de días y después regresar a trabajar con el ganado de los McKinnley. Algo

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que rara vez lograba hacer. Por razones que tenían más que ver con esa inquietud
interior que con la falta de tiempo.
Jackson suspiró. La verdad era que debería estar trabajando con su propio ganado
en el Lazy M, pero la vida parecía haber abandonado el lugar al morir su madre.
Como si también llevara luto la risa que alguna vez fue el corazón de su hogar. No
culpaba a su padre por irse a perseguir a un nuevo amor. Jackson también había
huido. Simplemente había sido más fácil cazar recompensas y trabajar en el rancho
McKinnley que reformar el Lazy M alrededor del agujero dejado por la ausencia de
sus padres. Oh, él pagaba para que alguien cuidara la casa y cuando estaba en la
ciudad hacía lo que se necesitaba del mantenimiento básico, pero no se quedaba
mucho tiempo. Una parte de él seguía esperando que Big Jake regresara y continuara
donde lo había dejado, pero últimamente Jackson comenzaba a preguntarse cuánto
tiempo más podría dejar que el Lazy M languideciera. Había una impaciencia en sus
entrañas por sacarlo del luto, separar su hacienda de la de los McKinnley y… volver
al hogar. Un verdadero hogar. Si Big Jake había encontrado la felicidad en California,
entonces Jackson tenía que tomar una decisión: vender el Lazy M o seguir el ejemplo
de sus amigos y vecinos, los McKinnley, y devolverle al Lazy M la prosperidad.
Palmeando el cuello de la yegua, preguntó:
—¿Qué piensas, Little Lady? ¿Te gustaría ayudarme a hacer brillar el Lazy M de
nuevo?
La sacudida de su cabeza podría haber significado cualquier cosa. Él se rio entre
dientes.
—Mientras obtengas tu ración de avena, no te importa, ¿verdad?
Ella desestimó el comentario con una zambullida de su cabeza. Sin embargo, una
vez que el pensamiento entró en su cabeza, no se iría.
Los McKinnley se estaban ganando la reputación de tener no solo caballos bien
entrenados, sino también un don para convertir lo salvaje en algo viable. No era una
hazaña pequeña lograrlo con algunos de los caballos. El ejército los tenía en su
nómina, lo que le proporcionaba un buen trabajo a Jackson cuando no estaba
buscando recompensas. Y, a decir verdad, no había nada que a él le gustara más que
trabajar con caballos. Pero podría hacerlo por su cuenta. Había suficiente demanda

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para que todos pudieran ganarse la vida. Y antes de la muerte de su madre, él había
planeado hacer exactamente eso.
Apartó una rama de su rostro mientras aguijoneaba a Lady y se corregía a sí
mismo. Hacer el amor con una mujer se clasificaba como su pasatiempo favorito,
pero en este momento no era de suma importancia ni entrenar caballos ni hacer el
amor a las mujeres, porque el que trajera el chisme del fiasco de Bentley con un
nuevo dueño iba a estar muy solicitado en Cattle Crossing. Diablos, Jackson podría
conseguir un pastel gratis en el restaurante de Millie por ese bocadito. Un hombre no
deja pasar la oportunidad de un pastel gratis. Especialmente uno de Millie.
La yegua volvió a sacudir la cabeza cuando la apartó del camino. Él le dio unas
palmaditas en el cuello. El polvo se elevó en el aire para bailar en los rayos de sol de
finales del verano.
—Lo sé, Little Lady, pero no hay forma de que podamos dejar pasar la
oportunidad de echar un vistazo al tonto que se tragó la mentira de Bentley.
Poniendo las riendas contra el cuello de Lady y presionando con su rodilla
derecha, la condujo hacia la hondonada. La yegua resopló, sacudió la cabeza y se
plantó, manteniendo la nariz apuntando en dirección a su hogar.
—No seas temperamental, cariño. Sabes que hay una cucharada extra de avena
para ti.
Como si entendiera la reprimenda, la pequeña yegua se encabritó, agregando
brincos a su paso. Fue el espíritu de esos brincos lo que le llamó la atención cuando la
dejaron en la casa de Clint McKinnley como parte de una remuda dañada. No había
existido nada especialmente llamativo en la pequeña alazana. No se había visto
mejor que el resto de los caballos mal cuidados entregados a Clint como pago de una
deuda de juego con un vaquero del lugar. Eso fue hasta que el vaquero intentó usar
su caballo más grande para llevar a Little Lady al corral. Entonces, esa bonita y
pequeña cabeza se había levantado y su cola se había bamboleado con una barrida
desdeñosa antes que, de manera impecable, marcara el hocico del caballo más grande
con sus cascos, haciéndolo retroceder. Y entonces, con otro cabeceo, había entrado
pavoneándose al corral como una princesa. Un pedacito desharrapado de realeza, sin
duda, pero una princesa, a pesar de todo. Jackson había tomado la decisión de
reclamarla allí mismo.

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Lo único que se había interpuesto entre él y su objetivo había sido la naturaleza


iracunda de Clint. Clint era un hijo de puta tan duro como su primo Puma. Jackson
no sentía más que respeto por ambos. Eran luchadores letales y hombres honestos, y
con el paso de los años habían construido una profunda amistad, pero esa amistad
estaba condimentada con una afable rivalidad. Parte de esa rivalidad era ver quién
podía conseguir el mejor trato del otro haciendo trampas.
Clint no había querido vender la valiente yegua. Había planeado cruzarla con su
semental pura sangre, pero Jackson no era de los que renunciaban a lo que quería.
Siendo ese el caso, cuando Clint rechazó su pedido inicial, bajo la forma de “cuando
recen en el infierno”, Jackson le había dado cuerda a Clint, rechazando el pago por
favores, hasta que la deuda se había elevado lo suficiente para pesar a favor de
Jackson y Clint se había cansado de escuchar el inevitable “Ahora bien, con respecto
a esa yegua…”
Las tácticas de Jackson podrían haber sido un poco solapadas, conociendo el
profundo sentido del honor de Clint, pero Little Lady había valido la punzada de su
conciencia. La yegua tenía espíritu. Del tipo que no se daría por vencida. Del tipo que
podría sacar a un hombre del infierno. Jackson le dio una palmadita en el cuello otra
vez, sonriendo. Ahora, si tan solo pudiera encontrar a una mujer tan dulce como
Lady con ese mismo brinco, sin temor a nada, en su andar, la atraparía y al diablo
con su condición de soltero. Afortunadamente, tal criatura no existía. Él sonrió
mientras atravesaba el bosque. Ser soltero tenía algunos poderosos beneficios
adicionales como la viuda de Cheyenne que disfrutaba de la sensación de peligro
que, según ella, se aferraba a él.
El viento sopló desde la casa, trayendo consigo el hedor del humo. Demasiado
humo. Del tipo que provenía de la quema de madera verde. Lo cual no lo sorprendió.
Cualquiera que mirara la propiedad de Bentley y viera una promesa tenía que ser un
principiante. Oh, era un lugar bastante bonito, pero el suelo era demasiado rocoso
para el cultivo, demasiado arbolado para el pastoreo, y la casa no tenía un ángulo
recto. Si bien todo eso era malo, no era lo peor. Lo que hacía del rancho Bentley un
desastre invendible era que estaba ubicado en un cauce que llevaba los desechos de
las montañas. Una gran tormenta en las tierras altas y los ingenuos nuevos
compradores podrían despertarse una noche y encontrar una inundación llamando a
su puerta.

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Jackson suspiró, preguntándose cuán tontos debían ser los nuevos dueños. Una
mirada al pozo debería haberles informado sobre los problemas que se estaban
comprando. Era demasiado poco profundo como para ser agua buena, y hacerlo más
profundo en la tierra rocosa tomaría más músculo de lo que la mayoría quería poner
en el trabajo. Sin duda, más de lo que Bentley había querido poner en él. El llamado
pozo tenía solo seis metros de profundidad y se alimentaba más por los desechos de
la montaña que por un suministro limpio y subterráneo. Jackson sacudió la cabeza y
apartó otra rama de su camino, volviéndola a sacudir cuando su largo cabello rubio
le entró en la línea de visión. Lo mejor que les podía pasar a los nuevos propietarios
era que el pozo estuviera seco, porque de lo contrario, era probable que enfermaran
gravemente por el agua que extrajeran de él.
Él soltó la rama. Ésta silbó volviendo a colocarse en su lugar detrás de él, crujiendo
al chocar contra otra. Metió la mano en el bolsillo del chaleco y sacó una tira de
cuero. Lady se movió nerviosamente cuando las riendas anudadas cayeron sobre su
pescuezo. Él recogió rápidamente sus cabellos y los ató. Realmente debería cortarlo.
El comentario que había empezado a propagar todos esos años desde hacía mucho
tiempo había dejado de punzar, pero había descubierto que la diversión podía ser tan
inspiradora como el resentimiento. Y se reía de la sorpresa en los rostros de los
hombres que tumbaba, que pensaron que era más un chico bonito que una amenaza.
El sonido agudo de las voces de niños aterrorizados cabalgó sobre el viento y el
humo. Él agarró las riendas. ¿Qué carajo? ¿El tonto que había comprado la tierra
tenía hijos? Mierda. Eso iba a complicar su plan “echa un vistazo-y-márchate-
corriendo”. Jackson tenía muchas cosas sobre su conciencia, pero dejar niños como
blancos fáciles para el desastre no era una de ellas. Con una maldición, urgió a Lady
a avanzar.
Tan pronto como salió de entre los árboles, él vio la fuente de la conmoción. Dos
niños y una niña muy pequeña daban vuelta por la tosca pared de piedra sobre el
pozo. Mientras observaba, la pequeña trepó por el costado, el golpe de algo metálico
en su mano contra la roca dura fue transportado en la tranquilidad de la tarde
mientras se inclinaba sobre el borde. Un instante más tarde, los niños estaban en la
misma posición, mirando dentro del pozo. Sin duda, habían perdido un juguete allí
abajo. Jackson negó con la cabeza. Deberían tener mejor idea que inclinarse así. Sin
contar cuán estable era esa pared. No importa lo preciada que fuera la posesión, no
valía la pena romperse el cuello. Aunque se libraran de las fracturas, había otros

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peligros. A las serpientes les encantaba un pozo seco, y seguro que cualquier pozo
excavado por Chapuza Bentley no retendría agua en la reciente sequía.
Jackson puso a Lady en un paso sostenido. Mientras lo hacía, los niños agarraron a
la niña por los tobillos y, para su horror absoluto, la bajaron por el borde.
—¡Hijo de puta! —¿Estaban locos?
Hubo un chillido.
—¡Se está resbalando!
El corazón de Jackson le saltó a la garganta cuando la falda de la niña voló sobre
su cabeza, dejando al descubierto sus piernas flacas. Los niños aferraban
desesperadamente la parte de atrás de su descolorido vestido azul. Jackson rezó para
el material aguantara. Algo tan pequeño no debería caer tan lejos. Lady cargó por el
claro. Jackson saltó de la silla de montar tan pronto como se acercó, sacando a los tres
niños precariamente encaramados del borde del pozo. El tintineo del vidrio roto
siguió su movimiento. Dejó que los niños cayeran al suelo, sus gritos de sorpresa
resonaron en sus oídos. La pequeña niña se aferró a su pecho, protegiéndola de la
peor parte de la caída. Se preparó para el gemido de la niña, pero en cambio,
increíblemente, ella soltó una risita.
Maldita sea.
Se puso de pie, sacudiéndose la parte de atrás de los pantalones con la mano libre,
manteniendo a la niña apretada con la otra.
—¿Qué carajo estabais haciendo?—ladró.
Los tres niños lo miraron pestañeando, entonces el muchachito del medio, un niño
de unos siete u ocho años, lo miró furiosamente a través de un mechón de pelo rojo
brillante. Apoyándose sobre sus codos, y puso morritos.
—¡Voy a buscar el jabón!
Jackson tardó un minuto en entender qué quería decir el chico. Y cuando lo hizo,
le tomó todo lo que tenía contener una sonrisa.
—Querrás crecer un poco más antes de ir amenazando con lavar mi boca con
jabón.

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La beligerancia del niño no se cedió cuando se puso de pie. La pequeña niña que
colgaba en el agarre de Jackson susurró en voz muy alta para un secreto:
—Mimi lo hará.
El chico de pelo oscuro se acercó más, la tensión y la frustración saliendo como un
zumbido de él.
—Silencio, Melinda Sue—ordenó con una voz sorprendentemente profunda.
—¿Mimi?—preguntó Jackson, bajando a Melinda Sue. Inmediatamente fue a
pararse junto a sus hermanos.
Melinda Sue asintió, su largo cabello rubio estaba enredado alrededor de su cara.
La mancha de tierra en la mejilla solo hacía que sus ojos parecieran más azules. Él
frunció el ceño y miró a su hermano. Sus ojos eran verdes, y los del mayor, marrones.
Eran un grupo desparejo, con seguridad.
—Ella puede hacer que cualquier persona haga cualquier cosa—declaró Melinda
Sue con un tono de superioridad moral.
Interesante.
—¿Dónde está Mimi? —Además, ¿dónde estaban sus padres?
Los tres niños miraron al pozo.
Mierda.
—¿Mimi está en el pozo?
Al unísono, los niños asintieron. El labio inferior del pilluelo rubio tembló.
—¿Qué está haciendo en el pozo?
—Quería ver dónde estaba el agua.
El agua estaba a unos diez metros más abajo y probablemente en otro lugar
completamente diferente, pero Jackson no dijo eso. Estudió el área que rodeaba el
pozo, su mente trabajando en la mejor forma de sacar a la niña.
—¿Y ella se cayó?
El chico mayor asintió con la cabeza. Su piel y su cabello eran más oscuros que sus
hermanos más blancos. Jackson supuso que tenía alrededor de diez años.

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—¿Cuál es tu nombre, hijo?


—Tony.
Jackson extendió su mano.
—Encantado de conocerte, Tony.
Tony ignoró su mano ofrecida, contrarrestando con:
—¿Cuál es el suyo?
—Jackson Montgomery.
Tony inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Se supone que ese nombre signifique algo para mí?
—No. —No si una persona no era de esta zona. Jackson cambió el tema a lo
relevante—. Entonces, Tony, ¿Mimi se lastimó cuando cayó al pozo?
Él se encogió de hombros.
El pilluelo habló.
—Ella no lloró.
Diablos, eso podría significar cualquier cosa, desde que estaba muerta hasta
simplemente aterrorizada.
—Supongo que es una chica valiente, entonces.
El pelirrojo con actitud belicosa intervino:
—Nadie es más valiente que Mimi. Ella se atreve a todo.
Probablemente por eso había aterrizado en el pozo. ¿Dónde carajo estaban los
padres? Fingiendo una indiferencia que no sentía, Jackson se limpió las manos.
—Bien, bien, entonces no deberíamos tener ningún problema para sacarla.
Melinda Sue lo miró de pies a cabeza.
—¿Vas a sacarla?
Maldito si no detectó escepticismo en su mirada.
—Sip.

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—No eres muy grande.


No era la primera vez que le habían dicho que su metro setenta y siete de altura no
daba la talla.
—Suficientemente grande.
Ella ladeó la cabeza hacia un lado.
—Tienes un cabello bonito.
¿Se suponía que eso lo haría sentir mejor o peor?
—Gracias. ¿Qué dejaste caer al pozo cuando me acerqué a caballo?
—Una linterna para que ella pudiera ver.
—¿Ver qué?
—Donde estaban las serpientes.
Doble mierda.
—¿Hay serpientes allá abajo?
La pequeña asintió y se apoyó en su hermano mayor. Por su vida, Jackson no
podía ver un parecido familiar.
—Realmente feas.
—Las serpientes no son feas—replicó el niño del medio—. Sólo les tienes miedo.
—No.
—SÍ.
—Cállate, Kevin—dijo Tony sin inflexión.
Jackson le lanzó una mirada a Kevin mientras se dirigía a donde Lady esperaba
pacientemente las instrucciones.
—Cualquiera sería inteligente si fuera cauteloso con las serpientes por aquí, chico.
—Mimi odia a las serpientes—dijo Tony en una declaración tranquila, carente de
emoción—. Le dimos la linterna para que no pudieran acercarse a ella.
Jackson recordó el sonido de cristales rotos justo antes de que hubiera levantado
en sus brazos a los niños. Echó un vistazo al pozo. No se elevaba humo.

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—¿No la has encendido?


Melinda Sue negó con la cabeza.
—No tengo permitido tocar azufres.
Y eso era una buena cosa, también. Dejar caer una lámpara encendida por el
agujero hubiera sido como arrojar fuego. Todo allí abajo se habría quemado cuando
se derramara el queroseno.
—Es bueno saber que puedes seguir algunas reglas.
Tony lo fulminó con la mirada. Él lo ignoró. Señalando los escalones del porche, le
dijo a la duendecilla:
—Ve a sentarte allí.
Ella puso un pequeño morrito, pero se alejó del pozo. Un pequeño paso. Miró al
niño mayor mientras sacaba la cuerda de la silla de Little Lady.
—Te agradecería si llevaras a Lady al arroyo y le dieras de beber.
El chico no se movió, solo miraba fijamente a la yegua.
—No tenemos un caballo.
¿Cómo carajo alguien no tenía un caballo aquí?
—Bueno, estoy seguro de que a Lady le encantará ser el centro de atención. —
Jackson le tendió las riendas. Estaba tratando de evitar mirar dentro de ese pozo el
mayor tiempo posible. Odiaba a las serpientes, también. El chico se adelantó. Por
toda la emoción en su rostro, fue cauteloso al tomar las riendas. ¿Inexperiencia con
los caballos o una mala experiencia? Jackson supuso que no importaba. El chico
debería conquistar ese miedo. Un hombre estaba muerto aquí sin su caballo.
—No te preocupes. No muerde. De hecho, si le rascas la mancha por encima de su
hocico, será tu amiga de por vida.
—¿Ella también será mi amiga?—preguntó Melinda Sue.
—No respondas a eso a menos que quieras que ella moleste a tu caballo todo el
tiempo—advirtió Tony.

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Jackson miró a la niña. Ella personificaba a un saltamontes a la altura de la rodilla.


Y ciertamente no la quería cerca del caballo sin él allí. Little Lady era amable, pero
cualquier caballo podía asustarse.
—Bueno, ahora, si me dejas presentarte, imagino que le gustarás mucho, pero
hasta que crezcas un poco, solo podrás acariciarla cuando yo esté cerca.
Ella inmediatamente asintió con la cabeza.
—Está bien.
Él no se creyó ese acuerdo ni por un segundo. En cuanto tuviera oportunidad,
Melinda Sue estaría al lado de Lady. Jackson metió la mano en el bolsillo y sacó un
grueso palo de menta. Era su último palo, pero a veces un hombre tenía que
sacrificarse, y ésta era una de esas veces.
—¿Por qué no tomas esto y vas a sentarte en el porche?
Sus ojos se agrandaron como una moneda.
—¡Eso es caramelo de los frascos!
¿Nunca antes había comido caramelos?
—Sip.
Ella casi se lo arrebató de las manos. Antes de que pudiera llevárselo a la boca,
Tony dijo:
—Cuida tus modales, Melinda Sue, y dile gracias.
Los ojos del niño permanecieron mucho tiempo en el caramelo en su mano, pero
no pidió uno. Jackson sintió la opresión. La ropa de los niños estaba raída, y
quienquiera que los estuviera cuidando se había tragado, el anzuelo, la línea y la
plomada, lanzada por Bentley, lo que no hablaba bien de su aptitud para los
negocios. A la familia probablemente nunca le sobraba un centavo. Demonios,
¿alguno de ellos alguna vez había comido caramelos?
Melinda Sue miró ceñudamente a su hermano, tomó el caramelo entre sus puños,
y gruñó. Solo medio prestando atención, Jackson ató un gancho en el extremo de la
cuerda. Con un bufido, Melinda Sue le dio un golpe en el brazo y le arrojó el
caramelo.
—¿No lo quieres?

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Ella frunció el ceño.


—Quiero que lo partas.
Él no tenía tiempo para esto.
—Solo chupa en un extremo.
Ella cruzó los brazos sobre su pecho.
—No puedo.
Tenía incluso menos tiempo para discutir. Él tomó el caramelo.
—¿Cuántos pedazos?
El hermano mayor parecía incómodo, el del medio, esperanzado, y la niña
decidida.
—Dos—dijo el mayor.
El labio del chico medio sobresalió.
—Tres es lo justo.
Jackson aprobó el sentido de sacrificio del mayor y el sentido de juego limpio del
hermano del medio. Quien criaba a estos niños estaba haciendo un gran trabajo.
—Tres.
Rompió el palo en tres pedazos, lo cual fue algo bueno, porque el estudio que le
dio la niña no era nada comparado con el estudio que le dio a esos pedazos. Tenía la
sensación de que habría asistido a un sermón si no hubieran salido más o menos
iguales.
—¿Qué hay de Mimi?
La niña negó con la cabeza.
—A ella no le gustan los dulces.
No existía un cuerpo vivo al que no le gustaran los dulces.
¿Ella era la mayor, entonces?
—Bien entonces. Ve a sentarte en los escalones de allí y cómelo mientras saco a
Mimi del pozo.

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Como si hubiera tirado de su cadena, el labio de la niña tembló. El palo de menta


se enganchó en la comisura y se manchó la mejilla con rojo.
—Está muy lejos.
—Pero soy un hombre maduro con un largo alcance.
Era una medida de su edad que ella creyera esa tontería. Se dejó caer en los
escalones y le sonrió.
El niño mayor dijo desde el arroyo:
—No eres tan grande.
—¿Tienes un apellido, niño?—preguntó Jackson, dirigiéndose a un arce
adecuadamente grueso.
En lugar de un apellido, consiguió una sacudida de cabeza del niño. No una
respuesta inusual aquí. Mucha gente se mudaba al oeste para ocultar su pasado y un
hombre respetaba eso. Pero la mayoría de ellos tenían algunos años más que este
niño.
—Bueno, Tony, tienes razón. —Arrolló un extremo de la cuerda alrededor del
tronco y lo ató—. El tamaño no lo es todo, pero he descubierto que si lo respaldas con
un poco de inteligencia y una gran cantidad de músculos puedes lograr casi
cualquier cosa.
—¿Incluso sacar a Mimi del pozo?
Él revisó el nudo. Un hombre podría lograr cualquier cosa con un poco de
inteligencia aplicada y músculo. El truco era no ponerse sofisticado.
—Sí—dijo, dirigiéndose al pozo demasiado tranquilo, desplegando la cuerda
detrás de él, con una sensación de malestar en el estómago—. Incluso sacar a Mimi
del pozo.
Solo esperaba que la niña todavía estuviera viva.
Se inclinó sobre el áspero muro de piedra que rodeaba el agujero y miró hacia
abajo. El pozo era lo suficientemente profundo para que un poco de luz llegara al
fondo. Apenas pudo distinguir una forma sombría acurrucada a un lado.
—¿Mimi?

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El silencio saludó su llamada.


—No necesitas tener miedo, Mimi.
Aún sin respuesta.
—A Mimi no le gustan los extraños—ofreció Kevin.
Bueno, a ella iban a tener que gustarle. Al menos durante el tiempo que tardara en
sacarla. Desenrolló lo último de la cuerda y gritó:
—Sé que soy un extraño, pero estoy aquí con la cuerda y el músculo para sacarte.
—Apreciaría más si tuvieras una pistola y un cuchillo.
La voz era temblorosa pero inequívocamente femenina. Madura. No era una niña
la que estaba en el pozo. Un profundo suspiro de alivio lo atravesó.
—Te tienen rodeada, ¿eh?
—Sí. —La suave sílaba temblaba de miedo.
—Bien, tranquila, estoy empacando ambos.
—Gracias a Dios. —Otro áspero suspiro seguido rápidamente de exclamaciones.
Jackson no especuló sobre qué inspiró ese jadeo. Su imaginación ya era bastante
frondosa. En su experiencia, concentrarse en los hechos inmediatos mantenía a un
hombre en mejor rumbo que adelantarse al futuro.
—¿Lastimada?
—No seriamente, aunque mi pie parece ser bastante atractivo para los moradores
de aquí.
Mierda.
—¿Puedes ser más específica sobre ese 'no seriamente'?
—Mi brazo. No sé qué tan mal.
Con su suerte, probablemente estaba quebrado.
Podía ver los restos de la escalera de madera apoyada contra el costado del pozo.
Los laterales estaban llenos de podredumbre. Solo un novato habría pensado que eso
era robusto. Para mantenerla distraída más que por la necesidad de saber, preguntó:
—¿La escalera se rompió cuando la pisaste?

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—Sí. —Luego—. Date prisa.


Podría ser su imaginación agregándole color al momento, pero ese miedo
equivalía a más de una serpiente allá abajo. Como para probar su punto, empezaron
los cascabeles, primero uno y luego otro, hasta que surgieron de las profundidades
en un estribillo discordante. Deslizó el nudo corredizo que había atado al final de la
cuerda sobre su cabeza y hombros. Por una vez, se alegraba de que las habilidades de
excavación de Bentley fueran tan mediocres. Tenía suficiente cuerda para llegar al
fondo.
—No te muevas. Estoy bajando.
Jackson miró a los niños mientras balanceaba una pierna sobre la pared, poniendo
tanta amenaza como podía en la mirada feroz, porque maldita sea, había algo en la
forma en que lo miraban que lo ponía nervioso.
—No importa qué, no tratéis de venir aquí. Quedaros allí.
Como uno, asintieron con la cabeza, pero el tintineo en su estómago no se
conformó.
—Lo digo en serio.
—Te oímos.
El acuerdo total de Tony no calmó sus nervios en absoluto.
—Bueno.
Cuando pasó por encima de la pared, su última impresión fue que los tres niños
avanzaban. Eso en cuanto a su actitud amenazante.
—Os dije que os quedarais quietos—gritó.
Solo uno de los niños se molestó en responder. Con una voz tan dulce como el
caramelo que él le había dado, Melinda Sue volvió a decir.
—Tienes un cabello muy bonito.
Maldita sea, eso lo resolvió. Tan pronto como llegara a casa, estaba visitando al
barbero. Se descolgó rápidamente en la oscuridad, la piel crispándose mientras la luz
se desvanecía y el olor húmedo del moho crecía junto con los sibilantes sonidos de
advertencia. Quizás entonces podría infundir terror en los corazones de tres niños
indefensos.

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Promesas 5

Dos

A casi dos metros de profundidad, envolvió la cuerda alrededor de su muñeca y


apoyó con cuidado los pies en la pared de madera. La tierra se deslizó hacia las
profundidades detrás de la endeble barrera. Los cascabeles tomaron el ritmo de
staccato que cada criatura viviente reconocía instintivamente como una advertencia.
Un silencioso
—Ten cuidado— salió de la oscuridad.
Él inyectó un poco de tranquila diversión en su voz.
—Siempre tengo cuidado, dulzura.
El siguiente sonido podría haber sido un bufido. No estaba seguro, pero la
posibilidad lo divirtió.
—Si ese fuera el caso, no estarías colgando sobre un nido de serpientes.
—Eso podría tener más que ver con mi estado mental que con mi naturaleza
cautelosa.
El siguiente sonido fue definitivamente un bufido, seguido rápidamente por un
jadeo.
—¿Las serpientes se activaron?—preguntó.
—Sí.
Definitivamente era hora de sacar a la mujer de allí. Él continuó descolgándose.
—Bueno, agárrate fuerte, la ayuda está en camino.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Date prisa.
Lo estaba intentando. Una mirada hacia abajo no reveló nada. Su sombra
bloqueaba la poca luz que había. Lo que significaba que Mimi tenía que tener el
temperamento estable de Tony, porque iba a necesitar su cooperación.
—Avísame cuando mis pies estén justo encima de tu cabeza.
Su “¿Cómo?” fue inestable. Él fingió que no se había dado cuenta, solo mantuvo
su voz tranquila y firme mientras el olor húmedo del pozo lo rodeaba.
—¿Te arrojaron los niños algunos fósforos?
—No sé dónde aterrizaron.
Eso podría haber sido una bendición, teniendo en cuenta la lámpara rota.
—No es un problema.
Fue más profundo, esperando contra toda esperanza que la lámpara no hubiera
estado alimentada con queroseno.
—Con mucho cuidado, coloca tu brazo bueno sobre tu cabeza.
—¿Por qué?
—Estoy llegando a eso. —Se detuvo cuando juzgó que debería estar justo encima
de ella. El olor a grasa de cerdo rancia penetró en el hedor mohoso del pozo. Nunca
pensó que estaría agradecido por las maneras baratas de Bentley, pero la grasa de
cerdo no era tan inflamable como el queroseno. Eso era una bendición. Podrían
encender un fósforo. Él sacó su pie en la dirección de su voz.
—¿Estás levantando la mano?
—Sí.
—Bueno. Ahora, quiero que tantees, con mucho cuidado, sobre tu cabeza
buscando mi bota.
Escuchó el susurro de la tela cuando ella cambió de posición. Fue acompañado por
un bullicio de cascabeles.
Le tomó todo lo que tenía mantener su voz tranquila cuando quería maldecir y
largarse. Malditas serpientes.
—No muevas nada más que tu brazo.

~20~
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Promesas 5

—No puedo sentir nada.


—Espera.
Se descolgó un poco más.
—Inténtalo de nuevo.
Esta vez, sintió un tirón en su pie. El tirón fue a la derecha.
—Bueno. Ahora agárrate y no te sueltes hasta que te lo diga.
—No es un problema.
Sonrió ante la imitación femenina de su propia respuesta seca.
—¿Dónde estoy posicionado en relación contigo?
—Hacia afuera y un poco a la izquierda.
Aproximadamente donde él había estimado.
—Bueno, eso es casi perfecto.
—¿Para qué?
—Para jugar a corre que te pillo.
—La locura no es lo que pedí cuando recé para que me rescataran—murmuró
Mimi tan bajo que apostaba que se suponía que no debía escuchar.
—Bueno, eso es una pena, porque hago mi mejor trabajo en los momentos menos
estables.
—Como si estuviera en condiciones de juzgar.
Ella tenía una mente rápida. A él le gustó eso.
—Puedes juzgar por ti misma en un minuto.
Su agarre en su bota se tensó.
—¿Te estás uniendo a mí?
—No.
—Oh.

~21~
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Promesas 5

La exclamación suavemente susurrada pinchó su conciencia. Él buscó en su


bolsillo.
—Voy a arrojarte algunos azufres.
—¿Y molestar a las serpientes?—jadeó ella.
—Bueno, por la forma en que vamos a hacer esto, no vamos a perturbar el ruido
de sus escamosas colas.
—No entiendo.
—Voy a tirar estas cerillas en tu regazo.
—Pero las serpientes…
—Van a dormir durante toda el tiempo.
—No veo cómo.
Obviamente.
—Eso es porque piensas que tienes que hacer algo.
—¿Y no tengo?
—No, solo necesitas sentarte allí bonita como una pintura mientras tiro los azufres
en tu regazo.
—¿Puedes ver?
—No.
—¿Entonces cómo sabes que soy bonita?
—De la misma manera como voy a saber dónde tirar estos azufres. Por tu voz.
—Mi voz podría ser lo único bonito de mí.
—Bueno, ahora, descubrir esa verdad va a ser mi inspiración. —Sacudió la caja—.
¿Estás lista?
Su mano en su bota tembló con su miedo. Tenía que admirar su habilidad para
fingir calma. Ni siquiera había un temblor en su voz cuando ordenó:
—No falles.
—Nunca fallo.

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—Bueno, no conviertas ésta en la primera vez.


Su risa lo tomó por sorpresa, al igual que el arranque de interés que su descaro le
inspiró.
—No soñaría con eso. Ahora, solo quédate quieta y déjame soltar estos. Si fallo, no
los agarres.
—¡Dijiste que nunca fallas!
Él arrojó los azufres hacia abajo.
—No lo hago.
Él tenía que darle crédito. Tenía que ser muy difícil sentarse en la oscuridad con
serpientes reptando a tu alrededor y no atrapar salvajemente esos azufres.
—¿Los tienes?
—Sí.
—Te dije que nunca fallo.
—Es descortés jactarse.
—Eso he oído, pero si no me echo flores, ¿quién lo hará?
—Si me sacas de aquí, yo lo haré. Por los próximos cincuenta años, al menos.
—Bueno, entonces, seguro que te sacaré. —Los azufres tintinearon en su lata
cuando los recogió. Apoyando los pies contra la pared para tener una buena visión
de la situación cuando encendiera el fósforo, ordenó—. Ahora, quiero que enciendas
uno con cuidado y lo sostengas en alto. Lejos de mi pie—agregó rápidamente. Lo
último que necesitaba era que sus pantalones comenzaran a arder.
Hubo un raspón y un siseo, y el pozo se inundó con una luz débil. Lo que reveló
no era bonito. Cinco serpientes se enrollaban nerviosamente en el suelo alrededor de
una mujer joven. Obviamente, cascabeles, y todas lo suficientemente grandes como
para que una mordedura pudiera matar a un hombre de su tamaño. Con seguridad
podrían acabar con la mujer de huesos finos que lo miraba con grandes ojos y un
obstinado gesto en su delicada mandíbula. Se preguntó de qué color serían sus ojos.
Los destellos de luz del fósforo bailaban a través de sus facciones, dando una ilusión
de temporalidad. Un escalofrío bajó por su espalda. Olvídalo. Él no la iba a dejar
morir.

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Promesas 5

—Bueno, hola, ¿señorita…?


Ella parpadeó.
—Banfield. Mimi Banfield.
—Encantado de conocerla, señorita Banfield.
—Llámeme Mimi.
Él examinó atentamente el espacio. Era estrecho. Tanto que no había forma de que
pudiera descolgarse más sin crear caos. Esas eran unas serpientes muy nerviosas.
Echó un vistazo a Mimi.
—Puedes llamarme Jackson.
—Gracias.
Esa fue una ligera e imperceptible inclinación de cabeza de buenas costumbres.
Estaba tan nerviosa como las serpientes. Un movimiento equivocado y una serpiente
y la mujer parecían listas para lanzarse. Eso no podía suceder.
Observó que su brazo izquierdo descansaba torpemente contra su costado,
obviamente herido. Añadió esa complicación a la amenaza de las serpientes, la
distancia de regreso a la cima y el chisporroteo agonizante del fósforo. Sacarla no iba
a ser tan fácil como había esperado.
—Te encuentras en una situación difícil aquí, Mimi—comenzó a hablar.
—Lo sé.
Ese brillo extra en sus ojos podría ser lágrimas.
—Por suerte para ti, soy bueno en situaciones difíciles.
Su sonrisa vaciló junto con la llama del fósforo.
—Suerte la mía.
—Sí. ¿Tu brazo está roto?
—No creo.
—Bien. —Pero probablemente la haría más lenta. Él asintió con la cabeza hacia el
fósforo casi consumido—. Sopla ese y enciende otro.

~24~
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Promesas 5

No necesitaba decirle que tuviera cuidado. El sonido de advertencia de los


cascabeles de la serpiente más cercana lo hizo por él. Durante unos segundos, el pozo
volvió a estar sumergido en la oscuridad, dejando a Jackson sin nada en qué
concentrarse, salvo el recuerdo de su rostro y la dura realidad de su respiración. Con
seguridad, su voz no era lo único atractivo de ella. Tenía una cara bonita, de forma
ovalada, con una linda nariz, un ligero mohín en los labios y hermosos ojos redondos
y expresivos. Apostaría a que esos ojos serían aún más bonitos cuando no estuvieran
llenos de preocupación. El fósforo llameó. Ella aún se mantenía tranquila. La
admiración se hizo amiga del interés.
Mantuvo la voz tranquila cuando dijo:
—Tengo malas noticias para ti.
Su barbilla cayó un poco. Hubo un largo silencio. Ella miró a la serpiente más
cercana.
—No puedes sacarme.
Diablos, ¿ella pensó que la dejaría?
—Oh, te sacaré, pero necesito dejarte por un segundo para hacerlo.
Ella se lamió los labios, miró hacia la luz del día que brillaba tan arriba, y luego de
vuelta a él, su mirada bajando hasta que se posó en el cuchillo envainado en su bota.
—Déjame el cuchillo al menos.
—Volveré, Mimi.
El azufre se estaba quemando peligrosamente cerca de sus dedos. Ella no lo apagó.
Estaba tan claro como el día en que ella no le creía.
—Por favor.
—Primero, apaga ese fósforo y enciende otro.
Ella vaciló. Él sabía por qué. No había tantos azufres en la caja.
—Maldita sea, mujer, te juro por Dios que voy a volver y sacar tu trasero de aquí.
Un trío de jadeos se filtró desde arriba. ¿Nadie seguía órdenes?
—¡Os dije que os quedarais atrás, niños!
—Pero… —protestó Kevin.

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—¡Haz lo que se te dice!—espetó Mimi.


Una serpiente siseó. Otro jadeo, después débiles sonidos de pasos que retrocedían
se filtraron cuando el fósforo se apagó de un soplo. La oscuridad regresó en una
manta opresiva. Jackson se desató la funda del cuchillo alrededor de la pantorrilla
mientras el siguiente fósforo se encendía. La mirada ansiosa de Mimi se encontró con
la de él. Él asintió hacia su regazo.
—Igual que hicimos con los fósforos. Déjame tirarte el cuchillo. Va a ser pesado.
Hagas lo que hagas, no saltes.
Él dejó caer el cuchillo enfundado en el centro de su falda. Ella chilló cuando
aterrizó, pero no saltó. El deslizamiento de una serpiente sobre la roca suelta sonó
anormalmente fuerte en el tenso silencio.
—No lo uses a menos que sea necesario—le advirtió—. Estás un poco excedida en
número.
Ella agarró firmemente el cuchillo en la mano y asintió.
—Regresaré en cinco minutos, entonces te sacaremos de aquí.
—¿Lo prometes?
—Sobre la tumba de mi madre. Ahora, mantén la calma y comienza a contar.
Su
—¿Hasta cuánto? —lo detuvo en seco.
Ella quería algo concreto a lo que aferrarse. Levantó la vista e hizo algunos
cálculos rápidos.
—Hasta mil.
—Bien, pero será mejor que regreses cuando llegue a novecientos noventa y
nueve.
Sonrió ante la amenaza y comenzó a subir la cuerda.
—¿O qué?
—Llega tarde y te enteraras.
Él sonrió. Una pequeña cosa dulce como ella no tenía mucho para respaldar una
amenaza, pero apostaba a que sería ingeniosa en el intento.

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—Tientas a un hombre, dulzura.


Sonriendo ante su bufido, comenzó a subir. Solo había llegado a la mitad cuando
otro sonajero, demasiado cerca como para ser solo un eco, sonó. Se detuvo. La
oscuridad hacía imposible saber dónde se originaba, pero era una apuesta bastante
segura que había un bordillo cerca y una serpiente de cascabel enrollada en éste,
enojada por tener su siesta perturbada. Mierda.
Mimi llamó desde abajo.
—¿Estás bien?
Tan bien como alguien esperando una mordedura de serpiente podría estar.
—Fresco como una lechuga.
Tomando aliento, siguió escalando, esperando sentir una mordedura letal en
cualquier momento. No llegó. Con una arremetida saltó los últimos centímetros y se
arrastró por el borde. Se desplomó en el suelo, el miedo y el alivio descomponiendo
su estómago.
Los niños saltaron sobre él antes de que pudiera respirar.
—¿Dónde está Mimi?
—Esperándome.
—No la sacaste—declaró Tony rotundamente.
Jackson se puso de pie.
—Mi plan original debe ajustarse.
—Dijiste que la sacarías—acusó Melinda Sue, con el labio inferior temblando. A su
lado, Kevin estaba de pie, su expresión pétrea con el esfuerzo de no llorar.
—Y voy a sacarla. —Yendo hacia el árbol, Jackson desató la cuerda. Hizo un gesto
a Tony—. Trae a Lady aquí.
Tony no dudó. Mientras le entregaba las riendas a Jackson, le dijo:
—La salvarás.
No fue dicho como una pregunta y Jackson no lo tomó como una.
—Sí, y Lady me va a ayudar.

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Tiró de la cuerda sobre sus hombros. El otro extremo lo ató al cuerno de la silla de
montar. Lo probó dos veces, poniendo todo su peso detrás de eso. Mimi y él eran
comida de buitres si los nudos o la cuerda cedían. Cuando estuvo satisfecho, le dio
unas palmaditas en el pescuezo a Lady y entregó las riendas a Tony.
—Esto es muy importante, Tony. Cuando grite, quiero que la alejes del pozo, a
paso lento pero seguro. Sin detenerse para nada. Solo mantén una caminata firme y
pareja. ¿Crees que puedes hacerlo?
Tony asintió.
Hizo un gesto a Kevin.
—Ven aquí, hijo.
A él le gustó la forma en que el niño no dudó.
—Párate junto al pozo. Cuando diga adelante quiero que te asegures de decirle a
Tony que tire. Si digo parar, rápido como un rayo, le dirás a Tony que se detenga.
¿De acuerdo?
Ambos muchachos asintieron solemnemente.
La duendecilla habló.
—¿Que hay de mí?
—Tú, quiero que observes y hagas ruido si alguien viene.
La niña asintió. Él no confiaba en ella ni por un instante.
—Es muy importante que te pares en el porche y esperes ayuda. En caso de que la
necesitemos.
Ella asintió con la misma determinación que sus hermanos y corrió hacia el
porche. Debería haber pensado en darle un trabajo antes. Lady volvió la cabeza y le
lanzó un bufido. Él le rascó su nariz justo por encima de la brida.
—Un buen momento para mostrarme ese descaro sería cuando te diga que tires—
masculló, frotando su nariz aterciopelada, pensando en Mimi sentada entre esas
serpientes—. Esto es demasiado importante para que seas terca.
Lady sacudió la cabeza e hizo la cabriola que hacía con los pies cuando se sentía
bien. Tony saltó.

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Promesas 5

—No te preocupes, chico. Eso solo significa que ella está lista para trabajar.
Tony no parecía convencido.
Jackson ignoró su incertidumbre.
—¿Todos listos?
Desde sus respectivas posiciones, asintieron. Jackson le dio una palmada en el
hombro a Tony.
—Entonces saquemos a Mimi.
El peso de las expectativas de los niños lo siguió mientras deslizaba la cuerda
suelta nuevamente por el borde y balanceaba una pierna sobre la pared. Anhelaba
con todo su ser que el muro de piedra no se derrumbara, que las serpientes no los
mordieran, y que la cuerda no se rompiera. Como si sintiera su duda, Kevin
preguntó:
—¿Estás seguro de que esto funcionará?
Forzó una sonrisa mientras tomaba la cuerda y se descolgaba.
—Sip. Lo tengo todo planeado.
Jackson sostuvo la sonrisa hasta que no pudo ver más la cara de Kevin y entonces
la dejó ir, su piel crispándose de nuevo. Odiaba a las serpientes y odiaba los espacios
pequeños, y aquí se enfrentaba a ambos, y todo porque había ido a curiosear.
—No es inteligente, Jackson—masculló para sí mismo, bajando poco a poco—. No
es inteligente en absoluto.
Pasó el punto donde había asumido que estaba la saliente sin que se disparara un
solo cascabel de advertencia. Tal vez había sido un eco después de todo.
—¿Sigues sentada ahí abajo, Mimi?—preguntó en voz baja.
Su:
—Regresaste— fue una exhalación de aire entrecortada.
—Te dije que lo haría.
—Sí, lo hiciste.
—Siempre cumplo mi palabra.

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Promesas 5

—Recordaré eso.
—Bien. —Se bajó un poco más—. Avísame cuando esté justo encima de tu cabeza.
Un minuto después, sintió un golpe en su bota.
—Alto.
—Quiero que enciendas otro fósforo para mí, dulzura. —Ella lo hizo. Poniendo su
peso en el lazo que había hecho en la cuerda, ordenó—. Ahora sostenlo en alto.
La tenue luz reveló dos grandes cascabeles demasiado cerca para su comodidad y
las otras a unos pocos metros de distancia.
—¿Es esto lo suficientemente alto?
Sacó su revólver de la funda.
—Es perfecto.
Él amartilló el arma.
—Durante los próximos dos segundos, sugeriría no moverte.
Sus ojos se agrandaron.
—¿Qué estás haciendo?
Apuntó a la serpiente que estaba al otro lado de ella.
—Voy a liquidar a unas cuantas de estas criaturas. Va a ser ruidoso. Muy ruidoso.
—¡Podrías dispararme en su lugar!
Eso provocó una sonrisa.
—He fallado una o dos veces en mi vida, pero no siento como que hoy sea una de
esas veces.
—¡Oh, cielos!
—Reza todo lo que quieras, pero hagas lo que hagas, no tires ese fósforo y no
saltes.
Él disparó. Ella gritó. La serpiente de cascabel reventó. Mimi gritó de nuevo. Una
segunda serpiente liquidada. Él le voló la cabeza justo antes de que mordiera. Su cola

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Promesas 5

se sacudió en un espasmo de muerte, llenando el pozo con su malvado sonajero. La


cuerda se sacudió con fuerza, lanzándolo hacia la derecha.
—Espera, ¡maldita sea!—gritó desde el pozo.
Un segundo después, a través del zumbido en los oídos, escuchó a Kevin repetir:
—¡Espera, maldita sea!
La cuerda se sacudió una vez más y se estabilizó. Las serpientes reptaron
aterrorizadas los cuerpos se deslizaban sobre los cuerpos mientras mordían y
luchaban, buscando al enemigo. Como si la muerte no estuviera por todos lados,
Jackson sonrió a Mimi.
—¿Ves, dulzura? Muy fácil.
Mimi lo miró sin comprender y entonces hizo un gesto hacia sus oídos.
—No puedo oírte.
No necesitaba escuchar para saber lo que significaba cuando tendió su mano.
Mimi colocó la suya en ella con la tranquila dignidad que había notado antes. Su
mano era delicada y femenina, sin callos, pero había algunas protuberancias que
apostaba eran ampollas.
—¿Lista para irte?—murmuró, poniéndola de pie.
Observando las serpientes nerviosamente, ella asintió.
—Pon tus brazos alrededor de mi cuello.
Ella vaciló. Las serpientes aprovecharon la vacilación para llenar el espacio vacío a
su alrededor. Era solo una cuestión de segundos antes de que atacaran.
—Date prisa, dulzura.
—¿Nos sostendrá a ambos?
—No veo por qué no. —Si él descartaba su peso combinado, y la aspereza de la
pared frotando contra la soga, estaban seguros. Y si ignoraba la posibilidad de una
serpiente sentada en un saliente a mitad de camino lista para morder, podrían salir
de aquí. Dando forma a las palabras con claridad, ordenó—. Ahora, pon tu pie sobre
el mío y dejemos que estas serpientes se diviertan.

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Su pie cubrió el de él y el brazo bueno le rodeó el cuello. Olía a madreselva, Jesús.


Sin darle oportunidad de cambiar de opinión, le rodeó la cintura con un brazo y dijo:
—Adelante, Tony.
La orden fue repetida La cuerda se sacudió. Ellos se balancearon. Las serpientes
atacaron. Sintió que sus colmillos golpeaban sus gruesas botas antes de caer
inofensivamente hacia atrás. Jackson utilizó su pierna libre para hacerlas rebotar
contra la pared. La cuerda se deslizó un poco más rápido. El tiempo avanzaba
despacio mientras eran arrastrados, dejándole nada para hacer excepto tener
esperanza. Tener esperanza de que la cuerda no estuviera siendo demasiado roída
por la pared. Tener esperanza de que esa maldita serpiente a mitad de camino
hubiera sido simplemente un eco. Solo la idea de esos colmillos hundiéndose en la
carne suave de Mimi lo ponía enfermo. Ella nunca sobreviviría. Él envolvió sus
brazos alrededor de ella, metiendo sus hombros, protegiéndola lo mejor que pudo. Si
Dios estuviera prestando atención, no habría una serpiente.
Un minuto después, sabía que Dios no estaba prestando atención. La serpiente
más grande que jamás había visto estaba a dos centímetros de su rostro, sobre un
saliente demasiado pequeño para sus gruesos cascabeles. Una sombra más oscura en
medio de la oscuridad. Y no se veía feliz. Lentamente, se detuvo en un apretado
anillo.
—¡Maldita sea!
—¿Qué es eso?—preguntó Mimi, estirándose.
—Toma la soga por encima de mi cabeza con tu brazo bueno, y, por el amor de
Dios, no la sueltes.
Ella hizo lo que él dijo, y el movimiento acercó su cara incluso más a la de él. A
pesar del peligro, no pudo evitar notar que tenía labios muy besables. Sin dejar de
mirar a la serpiente, gritó:
—Rápido, Kevin. Dile a Tony, rápido.
—Pero dijiste lento.
La serpiente se enroscó más apretada, la cabeza erguida, la cola sacudiéndose tan
rápidamente que los cascabeles sonaba como un estruendo constante. Y eran blancos
facilísimos.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—¡Adelante!
La cuerda se sacudió cuando fueron levantados al nivel de la serpiente y luego se
detuvo. ¡Mierda! Jackson vio la intención de la serpiente de cascabel un segundo
antes de que atacara. Pateando la pared, los giró para que su espalda quedara hacia
la serpiente.
En ese segundo, en esa fracción de segundo en la que el tiempo se redujo a un
macabro reptar y su atención se concentró en las mejillas sucias de la suave mujer
con labios rojos y llenos y una actitud descarada, Jackson se dio cuenta de que no
quería morir con sus botas puestas y una heroica sonrisa del tipo que-sea-lo-que-
Dios-quiera. No, decidió cuando los ojos de Mimi se abrieron par en par y sus labios
llenos soltaron un jadeo mientras miraba por encima de su hombro. Él no quería eso
en absoluto. No cuando podía arreglárselas con una realidad más dulce que sus
sueños incumplidos. Los ojos de Mimi se posaron en los suyos. Azules. Sus ojos eran
de un profundo azul cielo de verano.
Bonitos.
La serpiente atacó. Fue difícil distinguir el primer impacto del segundo. Jackson ni
siquiera lo intentó. Aceptando su destino, se inclinó y robó su último beso.

~33~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Tres

Parecía que volaban sobre el muro, unidos por la fuerza del brazo de su
salvador, por el deseo de vivir, por la esperanza de un milagro. Mimi sintió cada
golpe cuando la piedra golpeó la espalda de Jackson tal como sintió la sacudida de su
cuerpo cuando la serpiente atacó con ese horrible sonajero. La expulsión de su aliento
golpeó su alma. Piel arrastrada sobre roca en un siseo tan cruel como el de la
serpiente. La luz del sol brillaba y desaparecía mientras giraban. Él fue mordido.
Estaban condenados. Y entonces…
Golpearon el suelo con otro golpe cruel que expulsó el aliento de su cuerpo.
Jackson no se movió después de eso, y ella tenía miedo de hacerlo. Así que yacían
allí, sin moverse y sin hablar. Lo que era muy extraño porque el hombre no se había
callado desde que lo había conocido. Pero ahora estaba callado. Todo estaba en
silencio. Morbosa y completamente silencioso, como si incluso la naturaleza tuviera
miedo de tomar el siguiente aliento por temor a lo que pudiera revelar. Solo el sol
mostraba vida, quemando la parte posterior de su blusa como el cielo al borde del
infierno. Porque todo iba a ir mal en un minuto cuando la conmoción desapareciera.
Ella lo sabía. Jackson era fuerte, pero nadie era tan fuerte. Y siempre había un precio
que pagar por lo heroico. Todo lo que tenía que hacer era esperar. Ella odiaba
esperar.
Ni siquiera podía sentir el dolor en su brazo por el dolor en su alma. Tenía mucho
miedo de que Jackson estuviera muerto. Eso era completamente inaceptable. El día
que había escapado de la guarida de iniquidad de Mac había jurado que, de ahí en
adelante, solo iba a ser responsable de que sucedieran cosas buenas. Ella se liberó de
la cuerda, dejándola donde cayó alrededor de sus piernas.

~34~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Aparentemente, esa promesa había durado un año, porque aquí estaba Jackson,
este hombre que ella ni siquiera conocía, que se había negado a dejar que se rindiera.
Que había desafiado a las serpientes y a un hoyo fangoso en el suelo para salvarla.
Que estaba a punto de morir, y ella ni siquiera le había dado las gracias. Pero ella
había logrado hablarle con descaro. Menospreciar sus esfuerzos. Porque odiaba
parecer débil. Caramba.
—¡Mimi! ¡Mimi! —Gritos de su nombre rompieron el silencio. Los niños. ¿Cómo
pudo haber olvidado a los niños? Apoyando su brazo bueno debajo de ella, se
impulsó hacia arriba, presionando su herida. El dolor del codo se enroscó sobre ella.
Su visión se nubló.
—¿Mimi?
Parpadeando rápidamente, ella reunió una sonrisa. Forzando una inspiración que
se sentía tan inestable como su sonrisa, calmó la preocupación de Kevin.
—Estoy aquí.
Kevin derrapó deteniéndose a su lado.
—Pensamos que te habíamos perdido.
—Os prometí que no os dejaría.
Hubo un momento en que sintió el peso del miedo del niño más intenso que su
mirada. Entonces él asintió.
—Lo sé.
Pero él no la creía. Todavía.
—¿El hombre bonito está bien?—preguntó Melinda Sue, dejándose caer a su lado.
Tony puso su mano en el hombro de la niña, evitando que se lanzara a los brazos
de Mimi. Su mirada solemne la recorrió.
—¿Estás bien?
—Creo que sí, a excepción de mi codo, pero no estoy segura sobre el señor
Jackson.
—Su nombre es Montgomery, y no se ve bien—dijo Kevin, dando otro paso
adelante.

~35~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Le sale sangre de la cabeza—intervino Tony, como si ella misma no pudiera


verlo.
—Creo que se la golpeó contra la pared. —Ella tiró de la cuerda en la cintura de
Jackson. Con una sola mano, estaba desvalida—. Tony, ayúdame a desatar este nudo.
Él lo hizo inmediatamente. Tony nunca dudaba en ayudar. Era, con diferencia,
demasiado responsable. Ella daría cualquier cosa por verlo comportarse mal. Sólo
una vez.
—No se desata.
No, no se desataba.
—Solo déjalo. —Con su hombro bueno ella se apartó el pelo de la cara. Tenía que
pensar. Tenía responsabilidades—. Kevin, regresa y sujeta a esa yegua.
Era una medida de la turbación de Kevin que actuara en lugar de discutir. A veces
ella se desesperaba de que la vieran como la madre que se suponía que debía ser. Tal
vez era porque no se sentía mucho mayor que ellos. Tal vez era por la forma en que
se conocieron. O tal vez era porque no era tan maternal.
Suspiró aliviada cuando el caballo fue asegurado. Si el hombre no viviera,
necesitarían el caballo. Era un pensamiento horrible y práctico en medio del caos,
pero ella no podía dejar ir al animal. No podía dejar ir a Jackson. No podía hacer
nada más que seguir adelante. Su rumbo había sido establecido meses atrás cuando
decidió que iba a vivir la vida que quería en lugar de la que le habían dado.
El hábito la hizo estirarse para apartarse el pelo de la cara. El dolor en el codo la
hizo lamentarse. Gimiendo de nuevo, bajó la cabeza y admitió la realidad. Estaban en
un apuro. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea.
—¿Estás herida?
No tenía sentido mentir al niño en la cara.
—Un poco.
El más suave de los besos tocó su hombro. Melinda Sue era una gran creyente en
que besar las cosas las mejoraba. Mimi deseó poder reunir una sonrisa para
acompañar sus palabras.
—Gracias, Mellie.

~36~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Decidió dejar la cuerda por ahora. Girando, se arrodilló al lado de Jackson,


volviendo a girar cuando sus faldas tiraron de sus piernas. Iba a tener que darle la
vuelta para quitarle la chaqueta y ver la gravedad de la mordedura. Su impresión
inicial de que no era un hombre enorme cayó en picado cuando le empujó el hombro.
Iba a necesitar más fuerza de la que tenía para darle la vuelta. Era macizo. Ella le dio
un golpecito en el hombro.
—Tenías que ser todo músculo.
Él no respondió. Naturalmente.
—Todavía está sangrando.
—Puedo ver eso, Mellie.
Melinda Sue se metió el pulgar en la boca.
—En la cabeza.
—Lo sé. —Sin embargo, no era el sangrado de la herida de la cabeza lo que la
inquietaba. Era la mordedura de serpiente que no podía ver—. Necesitamos sacarle
este abrigo. Creo que una serpiente lo mordió.
Tony se agachó y comenzó a tirar de la esquina del material de cuero, solo para
descubrir lo que ella ya había sabido.
—Está atascado. —De pie, le dio al dobladillo otro tirón. No se soltó—. Es
demasiado pesado.
—No tenemos mucho tiempo—dijo Kevin desde donde estaba—. El libro dice que
tienes que darte prisa antes de que el veneno se esparza.
Kevin era un gran fan de las frívolas novelas del oeste. Las devoraba como otros
devoraban dulces. Estaba tan enamorado de las historias de grandes aventuras, que
no era quisquilloso con respecto a si tenía el dinero para costear su hábito o no. Si
quería un libro, simplemente lo tomaba. El robo era un hábito terrible para un niño.
Se preguntó si el beneficio que ellos obtendrían de eso en este caso justificaba el
pecado. Ella esperaba que sí.
—¿Cuánto tiempo lleva eso?
Él frunció el ceño y sus ojos verdes se entrecerraron.
—Unas pocas páginas.

~37~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Esa no es una respuesta—se burló Tony.


—Lo es—le respondió Melinda Sue. A los ojos de Melinda Sue, Kevin no podía
hacer nada mal. Mimi esperaba que fuera porque el chico tenía un espíritu de
aventura que lo convertía en su cómplice perfecto para el crimen.
El hombre comenzó a temblar con estremecimientos apenas perceptibles.
—¿Decían esas historias cuántas mordeduras de serpiente se necesitaban para
matar a un hombre?—preguntó Mimi, luchando contra el miedo en aumento.
—Dicen que el veneno de las serpientes de cascabel es tan fuerte que una
mordedura puede acabar con el más grande de los hombres.
No tenía que comunicarlo con tanto gusto. Reuniendo su coraje, Mimi se hizo
cargo.
—Kevin, agarra esa yegua.
Sin importar lo que pasara, la iban a necesitar. Ella comprobó el nudo en la cuerda
sucia que rodeaba al hombre. Estaba apretado. Sus entrañas se sentían igual de
apretadas. Y tal vez, pensó mientras tomaba la cuerda con una mano igualmente
sucia, igual de sucia. No importa cuántos kilómetros había puesto entre ella y el
“error”, la mala suerte se aferraba a ella. Había sido tan tonta.
—¿Está muerto?
Ella miró a Kevin. El horror y la fascinación en su voz corrían desenfrenados por
su expresión. Ella nunca entendería a los hombres, sin importar la edad que tuvieran.
—No. —Sacando bruscamente la fastidiosa maraña de faldas de debajo de sus
rodillas, se acomodó de nuevo, diciéndose que estaba mejor. No lo estaba.
Kevin suspiró.
—Oh.
—Cielos, Kevin. No suenes tan decepcionado—masculló Tony.
—Tony, ayúdame a darle la vuelta—interrumpió Mimi antes de que pudiera
comenzar una pelea.
Kevin resopló.
—Soy fuerte, puedo...

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Promesas 5

—Puedes sujetar fuerte a ese caballo—espetó Mimi—. No podemos darnos el lujo


de perderlo.
—Pero…
Cuando Tony se arrodilló a su lado otra vez, le lanzó una mirada furiosa a Kevin.
—No habrá “peros”, jovencito. Harás lo que yo diga.
Tony agarró el hombro del hombre. Una vez más, instintivamente extendió la
mano izquierda. Una vez más, ella lo lamentó. Tres pares de ojos se abrieron en su
dirección cuando jadeó. Ella rápidamente cambió de brazo. Todavía no era fácil. El
hombre era todo peso muerto.
A Tony no le estaba yendo mejor. Su mano resbaló. Afirmándose antes de caerse,
murmuró:
—No lo está haciendo fácil.
Mimi tenía la sensación de que Jackson no tenía la costumbre de facilitar nada.
Ella siguió tirando.
—Solo tenemos que ponerlo de lado, liberar los brazos y entonces podremos ver.
—¿Qué?
—Si fue mordido. —Ella sabía que lo había sido, lo había sentido, pero una parte
de ella seguía esperando estar equivocada.
—No olvides que tienes que chupar el veneno de la mordedura—dijo Kevin, aún
sonando demasiado emocionado por el evento.
Dios querido. Por favor, que no necesite hacer eso.
—¿Estás seguro? —Ella miró a Kevin y luego a Tony.
Este último se encogió de hombros y se afirmó.
—Kevin es el que sabe.
—Te dije que lo leí en mi libro—se quejó Kevin.
Ella empujó más fuerte. Desafortunadamente, también lo hizo Tony, lo que los
hizo trabajar uno contra el otro.

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Las Promesas Deciden


Promesas 5

—¿Crees que todo lo que lees es verdad? —Forzó la pregunta entre los dientes
apretados y cambió la dirección de tirar.
—¿Por qué lo escribirían si no lo fuera?
Kevin tenía más insolencia de la que era saludable. Desafortunadamente, ella no
tenía el conocimiento o la confianza para refutarlo con éxito.
—No lo sé.
—Seguro que su cabeza está sangrando mucho—observó Tony.
Kevin se animó.
—La mordedura de serpiente hace sangrar más a un hombre.
—Maravilloso. —Miró a Tony—. A las tres, ¿de acuerdo?
—¿Lo giro hacia tu lado o el mío?
Ella era más fuerte.
—Volvámoslo hacia mí. Tú empuja. Yo tiraré.
Él asintió. Mimi respiró y clavó los dedos en el abrigo del hombre.
—A la una. A las dos. A las tres.
Incluso con los dos tratando de maniobrar su cuerpo, él simplemente se retorció y
se dejó caer como una persona consciente no lo haría. Y ella estaba severamente
impedida por su brazo dañado. Justo cuando estaba a punto de comenzar a maldecir,
Jackson se puso boca arriba. Ni siquiera gruñó.
—¿Está muerto?—dijo Melinda Sue con el mismo morbo que Kevin.
—No. Y te quedas allí, jovencita.
Mimi bien podría haber estado hablando sola, porque dos segundos después las
puntas raspadas de los zapatos de Melinda Sue aparecieron en su visión periférica.
—Todavía es bonito.
—Los hombres no son bonitos—se burló Kevin.
Pero éste lo era. De una manera puramente masculina. El sol, generalmente tan
cruel con los demás resaltando implacablemente las imperfecciones, parecía besar los
planos y las aristas de su perfil, aumentando aún más la impresión de un ángel

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Sarah McCarty

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Promesas 5

malvado. Si uno descontaba el chorrito de sangre que se deslizaba desde el corte


sobre su pómulo. Mimi no pudo contenerse y lo tocó con el pulgar. La sangre
embadurnó la suciedad de su piel. Un indicio de barba raspó su piel. Hacía apenas
una hora había estado montando su caballo de camino a algún lugar. Tal vez a casa.
Tal vez a una mujer. Probablemente anticipando un cálido saludo y una comida
caliente. Y ahora estaba aquí, en su patio delantero, mordido por la serpiente, sucio,
sangrando, confiando en sus habilidades para sanarlo. Ella le sacó la manga derecha
y entonces lo empujó para que Tony pudiera sacar la otra.
Tony la miró cuando terminó.
—¿Que hacemos ahora?
—Necesitamos meterlo a la casa, sacarlo de esta suciedad.
Para que ella pudiera conseguir un cuchillo y chupar el veneno. Se le revolvió el
estómago al pensarlo.
Tony agarró un brazo. Ella fue por el otro. Melinda Sue se levantó de un salto.
—Él puede dormir en mi cama.
La cama de Melinda Sue era un pequeño colchón improvisado en la habitación
que compartía con Mimi.
—Es muy amable de tu parte.
Melinda Sue frunció el ceño.
—Mamá decía que solo las buenas personas son amables.
—Bueno, eso te deja afuera—le espetó Kevin.
La boca de capullo de rosa de Melinda Sue inmediatamente hizo un puchero,
dándole el aspecto de un querubín con sus rizos y mejillas redondas. Realmente era
adorable.
—No es justo. Solo fui mala una vez.
—Sí, lo fuiste—respondió Tony suavemente.
Sin embargo, él no miró a nadie cuando lo dijo, porque era un embuste. Si las
circunstancias no hubieran sido lo que eran, Mimi volvería a hablar con él sobre la

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Promesas 5

necesidad de la honestidad, incluso cuando intentabas ser amable. Pero Mimi no


tenía tiempo para eso en este momento. El hombre se estaba muriendo.
Miró a Kevin, lo más cercano a un experto que tenían sobre las realidades de la
vida en el Oeste.
—¿Hay algo más en esos libros que lees sobre lo que uno puede hacer por las
mordeduras de serpiente?
Kevin negó con la cabeza con un entusiasmo desalentador y volvió a dar su único
consejo.
—Tienes que chupar el veneno.
—¿Cómo exactamente se supone que debo hacer eso?
—Cortas una X sobre la mordedura y chupas. —Sus mejillas succionaron cuando
lo demostró. Su estómago dio otro vuelco cuando él le hizo un gesto para que se
acercara—. Se supone que debes hacerlo tan pronto como sea posible después de la
mordedura.
Por supuesto que sí. Él podría haber dicho eso antes. Ya habían pasado cinco, tal
vez diez minutos. ¿Era demasiado tarde?
—Kevin, consigue un cuchillo limpio de la cocina. Tony, ayúdame a darle la
vuelta.
Kevin corrió a la casa mientras Tony tomaba el brazo del hombre. Ella agarró el
otro. Sus dedos resbalaron.
Ahora que se estaba apresurando, su única mano buena era absolutamente torpe.
No pasaron dos segundos antes de que Melinda Sue anunciara:
—Está atascado.
Lo estaba. Allí mismo en la tierra delante de ella. Y dependía de ella para salvarlo.
Su resolución tembló ante la idea de chupar sangre y veneno de una herida que
primero tenía que infligir.
Contrólate, Mimi Banfield.
A Melinda Sue le dijo:
—Silencio.

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Promesas 5

A Tony le dijo:
—A las tres. —Justo como antes.
El procedimiento fue más suave de lo que había anticipado, lo que la preocupó
porque cuando algo iba bien, siempre había un precio que pagar. Kevin regresó justo
cuando tenían al hombre equilibrado sobre un hombro. Cuando él comenzó a
resbalar, Kevin dejó caer el cuchillo en la tierra y agregó su fuerza a la mezcla. El
hombre rodó al suelo de cara en la tierra. Ella agradeció que él no estuviera
consciente en este momento.
—¡Lo hicisteis! —Melinda Sue aplaudía alegremente. Kevin soltó un grito de
alegría. Tony solo la miró con esos viejos ojos suyos antes de girar la cara del hombre
hacia un lado.
Mimi miró el cuchillo en la tierra y suspiró antes de recogerlo. Tendrían suerte si
no tenía una infección. Comenzó a cortar la descolorida camisa azul del hombre.
—¿Qué tan pronto necesitamos hacer esta cosa de 'chupar', Kevin? ¿Mencionó el
libro detalles específicos?
¿Como cuando sería demasiado tarde?
Kevin frunció el ceño.
—Sólo pronto.
Entonces no habría tiempo para volver a lavar el cuchillo. Maravilloso.
Simplemente maravilloso. Apartando la camisa, ella expuso la herida. Dos marcas de
pinchazos espaciados uniformemente habían sido rodeadas rápidamente por piel
inflamada y de color púrpura. Ella parpadeó ¿Sólo dos? Tocó la piel caliente,
recordando las sacudidas de su cuerpo contra el de ella cuando la serpiente o las
serpientes habían atacado, una vez, dos veces, haciendo una mueca con cada
recuerdo. Ella había estado muy segura de que había sido mordido más de una vez,
pero ¿solo una serpiente había atravesado su ropa? ¿Y ésa solo había logrado una
mordedura de refilón? El optimismo rozó su horror. Si es así, Jackson podría tener
una oportunidad. Ella inspiró un aliento vigorizante. Él no le había fallado. Ella no le
fallaría.
Presionando el filo del cuchillo contra la piel, rezó en un jadeo incontrolado de
desesperación.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Por favor. No dejes que sea demasiado tarde. No me dejes cortar demasiado profundo. No lo
dejes morir.
La marca se profundizó, pero la piel no se cortó. Su estómago se revolvió. Ella se
atragantó. Junto a ella, Tony siguió su ejemplo.
—Puedo hacerlo—ofreció Kevin.
No había forma de que Mimi dejara que un niño de ocho años hiciera lo que ella,
una mujer adulta, debería poder manejar. Excepto que ella nunca había hecho algo
así antes. Lo más cerca que había estado fue cortando la carne del carnicero. Sin
embargo, la habilidad era aplicable. Ella le debía a este hombre su vida. No podía
pagarle con cobardía. No lo haría.
—No. Yo lo haré.
Respirando hondo y chupándose el labio inferior entre los dientes, presionó más
fuerte, deslizando el cuchillo a través de la herida mientras lo hacía. La sangre brotó.
También lo hizo su garganta. No estaba hecha para esto. El pensamiento debilitante
cruzó por su mente. Con la misma rapidez, lo apartó. Para lo que no había estado
hecha era para la vida de penitencia que su madre le había propuesto. No sabía para
qué estaba destinada, pero sabía que quería más que una vida arrodillada pidiendo
perdón por su existencia. Su madre había hecho una mala elección con el hombre que
había amado. Él la cortejó, le prometió la luna, la sedujo, la dejó embarazada y la
abandonó a una vida de mala reputación. Mimi no entendía que, como hija ilegítima,
fuera su responsabilidad expiar el pecado de su madre. Ella había dejado de
intentarlo. Especialmente después de que se encontrara recorriendo el mismo
camino, repitiendo la historia de su madre en una continuación retorcida de un
destino que no tenía fin, incluso dando un paso más al terminar como la esposa del
dueño de un burdel.
Negó con la cabeza. Sin embargo se había liberado del patrón que su madre había
fijado. Y se había llevado a Kevin, Tony y Melinda Sue con ella. Se había dicho que
tampoco era necesario que pagaran por el accidente de sus nacimientos. O tal vez
solo quería ser una heroína más que una mártir. Cualquiera que fuera la verdad que
la impulsó, estaban donde estaban, haciendo lo que tenían que hacer. Hizo el
segundo corte a través de la herida, esta vez con más competencia. A veces, la vida
era así.

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Además, ¿quién sabía y a quién le importaba qué fuerza los unía a los niños y a
ella? Ahora eran una familia. Ella era su madre. Lo que fuera que necesitaran
aprender, lo aprenderían juntos. Podrían tropezar, podrían caer, pero se levantarían
juntos. Y ella les daría el mejor futuro que pudiera. Sin culpa. Sin hacerles sentir que
necesitaban disculparse por su existencia con nadie, y menos con la sociedad. Miró la
fea herida que acababa de hacer, la sangre que brotaba. Tenía que chupar veneno de
ese desastre. Su estómago se revolvió más violentamente. No por primera vez, pensó
que no tenía la fortaleza para vivir en la frontera.
—Puedo hacerlo. —Tony volvió a ofrecerse.
Ella suspiró mentalmente. Despreocuparse podría ser muy difícil para Tony.
Parecía llevar naturalmente la responsabilidad del mundo sobre los hombros, pero si
ella podía atemperar eso, sería un buen hombre. Un hombre feliz.
—Puedo hacerlo, pero necesito que cuides de Melinda Sue. Es demasiado joven
para ver esto.
Como si fuera una señal, Melinda Sue jadeó de nuevo.
—¿Se está muriendo?
La niña era demasiado perspicaz.
Tony tomó la mano de Melinda Sue.
—Mimi lo sanará.
—¿Qué puedo hacer?—preguntó Kevin, sin dudar ni por un segundo que ella
pudiera hacer milagros. Mientras que ella no era más que escepticismo. Pensaba que
su educación había sido dura. Pero desde que salió rumbo al Oeste se había dado
cuenta de lo afortunada que había sido.
Se puso en una mejor posición.
—Solo quédate aquí e intenta recordar todo lo que has leído sobre el tratamiento
de la mordedura de serpiente.
Parecía tan preocupado como ella se sentía.
—Está bien.
No había nada que hacer entonces, sino bajar la boca a la herida. Cuando lo hizo,
un sabor amargo a cobre llenó su boca. Se imaginó que podía probar el veneno que

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Sarah McCarty

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Promesas 5

filtraba la vida. Lo escupió tan rápido como lo tomó, estremeciéndose internamente,


pero chupando y escupiendo lo más rápido que pudo hasta que el flujo de sangre se
convirtió en un goteo y ya no podía sentir la diferencia entre la vida y la muerte. Se
secó la boca con la manga, se sentó sobre los talones y miró a Kevin.
—¿Ahora qué hago?
Kevin se encogió de hombros y se mordió el labio.
—No lo sé. ¿Esperar?
Señor, ella odiaba esperar.
—Está bien.
—Creo que deberíamos revisar su cabeza—dijo Tony desde el porche.
Como siempre, Tony era la voz de la razón. La herida en la cabeza del hombre
todavía estaba sangrando, pero no tenía idea si la cantidad era demasiado o normal.
Le separó el cabello cautelosamente, revelando la herida justo arriba de su sien. Era
de aproximadamente cinco centímetros de largo. Los bordes se veían limpios. El
sangrado era lento. Probablemente necesitaba puntos de sutura, pero ella ni siquiera
sabía si tenía algo apropiado con lo que coser. Sabía que un hilo común no serviría.
Sentándose, apoyó el codo en su mano y se mordió el labio. Su cabeza comenzó a
atender el latido en su codo. No estaba calificada para tomar ninguna de estas
decisiones, pero tenía que llevarlas a alguna parte.
—Creo que esa herida solo necesita ser cubierta.
Tony y Kevin asintieron. Melinda Sue se unió a ellos.
—¿Vamos a dejarlo aquí?
—No. —Ella no iba a dejarlo en la tierra. Simplemente no estaba segura de cuál era
la alternativa. Hasta que la yegua relinchó. Entonces tuvo una idea. Puede que ellos
no tuvieran la fuerza para moverlo, pero el caballo sí.
—Si empeora y muere, sería mucho más fácil si empezara a apestar aquí fuera—
dijo Kevin con una lógica infalible.
—Kevin—gruñó Tony.
Kevin tuvo la cortesía de parecer avergonzado, pero no se echó atrás.

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Promesas 5

—Bueno, lo sería.
Tony se erizó y apretó los puños. Poniéndose de pie y liberándose de la cuerda,
Mimi interrumpió antes de que pudiera estallar una pelea.
—Este hombre arriesgó su vida para salvarme. —Sujetándose el brazo, ella atrapó
la mirada de Kevin—. En esta familia, no pagamos a las personas dejándolas morir.
Kevin miró hacia otro lado. Ella pudo ver su boca moverse, antes de que
mascullara:
—No sé lo suficiente como para mantenerlo vivo.
Su corazón se rompió. A veces olvidaba lo jóvenes que eran.
—Oh, cariño, yo tampoco, y es una pena, pero no vamos a entregarlo a la muerte.
—¿Qué vamos a hacer, entonces?—preguntó Tony.
Para eso, ella tenía una respuesta.
—Vamos a luchar.
—¿Cómo?
Un paso a la vez. Miró la cuerda que todavía estaba atada alrededor de él.
—Primero, Kevin irá a buscar ese caballo, y entonces veremos cómo podemos
hacer para usarlo para meterlo en la casa.
***

Meter a Jackson en el porche no fue tan difícil como tratar sus heridas. Se las
habían arreglado para subir al hombre al porche amarrándolo al costado de la silla,
donde colgaba como un saco de grano, arrastrando los pies y colgando la cabeza. La
yegua se había resistido a los escalones, pero con un poco de tentación en la forma de
un puñado de hierba, ella se abalanzó hacia el porche, arrastrando al hombre con
ella. Si no hubiera sido por la rapidez de Kevin, todo habría terminado, pero él había
subido los escalones saltando y agitado los brazos. La yegua se había lanzado a un
lado. Mimi apenas logró evitar que fuera aplastado agitando los pastos en la cara del
animal. Difícil de creer que la idea de comida pudiera calmar todo ese pánico, pero
una bocanada de miel y ella pisoteó con su casco, arrebató los pastos de la mano de
Mimi y procedió a masticar. Mimi no perdió un segundo cortando las cuerdas. Sintió

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Sarah McCarty

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Promesas 5

que respiraba por primera vez en años cuando Jackson se desplomó sobre la madera
gastada. Después de eso solo fue cuestión de ponerlo en una manta y arrastrarlo a la
casa, donde ahora descansaba, directamente en el centro de la sala de estar. Un
desafío vivo de una expectativa que ella debía enfrentar y, superar o fracasar. Se alisó
las faldas raídas. Había terminado con el fracaso.
—¿Qué hacemos ahora?—preguntó Tony, sus palabras entrecortadas por el
esfuerzo que había requerido meter al hombre en la casa.
No lo sabía. No era doctora, y Rivers Bend, el pueblo más cercano, no tenía uno.
Tendría que ir hasta Cattle Crossing para encontrar un médico, y eso era un viaje de
tres horas, suponiendo que no se cayera del elegante caballo de Jackson y se
rompiera el cuello. Para entonces, podría ser demasiado tarde. Suspiró y miró a
Jackson de nuevo. Su brillante cabello rubio estaba apelmazado, las ondas aplastadas
y el color apagado. Sus gruesas pestañas eran casi invisibles contra la suciedad que
cubría su piel bronceada. Su ropa olía a polvo de moho y algo subyacente que no era
desagradable. Ella podría haberlo llamado bonito, excepto por el conjunto cuadrado
de su mandíbula y el hecho de que, incluso inconsciente, irradiaba esa fuerza que
exigía atención. Había algo… tocable en el hombre. Apostó que las damas lo amaban.
—Lástima que estés atrapado conmigo, hombre bonito.
Y estaba atrapado. Ella tenía diecinueve años, era una mujer adulta, pero no tenía
ni idea de cómo tratar a los enfermos o heridos. Enrollando su manga derecha,
estudió la figura larga y delgada de Jackson, la forma en que su pecho subía y bajaba
con respiraciones superficiales. Podría estar muriendo por la mordedura de
serpiente, la herida de la cabeza o algo en el lío de suciedad que apelmazaba su
cuerpo. O simplemente podría estar durmiendo. Todo le parecía igual a ella.
—¿Qué hacemos?—volvió a preguntar Tony.
Ella torpemente enrolló su manga izquierda, tirando del borde cuando se atascó
sobre el botón, mordiéndose el labio contra el dolor.
—Hervimos algo de agua. —Sin importar lo que ocurriera, sus heridas necesitaban
ser limpiadas.
—Yo puedo hacer eso.

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—Lo sé. —El botón cedió, y con la rendición se fue una parte de su nerviosismo. Si
no hacía nada, él moriría. Si hacía algo, él todavía podría morir, pero lo habría
intentado.
—¿Qué hago?—preguntó Kevin mientras Tony corría por la pequeña habitación
hacia la estufa barrigona ligeramente oxidada y agarraba la cafetera fría de la parte
superior.
Colocando la olla, Tony anunció:
—El fuego está apagado.
Maldita sea.
—Haz uno nuevo.
—No tenemos madera.
¿Por qué los malos días solo tienen que empeorar?
Su:—Por supuesto que no —fue un suspiro resignado.
—Lo siento—susurró Kevin—. Tenía la intención de conseguir madera, pero…
Se había distraído. Porque era un niño.
—No quise que tú escucharas eso. Fue solo mi frustración hablando.
Sus hombros se encorvaron.
—Pero era mi trabajo.
—Lo puedes hacer ahora.
Melinda Sue dio pisotones con su pie.
—Yo también quiero un trabajo.
—Puedes ayudar a Kevin a buscar leña para el fuego.
Kevin puso mala cara y sacudió la barbilla hacia la improvisada cama de paja.
—Quiero ayudar con él.
Estaba claramente prendado con el hombre.
—Necesito agua caliente para limpiar sus heridas. Si no lo hacemos, la infección lo
contagiará. Conseguir esa madera podría salvarle la vida.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Kevin se enderezó.
—¿Cuánta?
Rápida para imitar, Melinda Sue corrió directamente hacia él.
—¿Cuánta?
—Toda la que podáis encontrar sin vagar demasiado lejos.
—No traigas pedazos demasiados grandes. Y asegúrate de que no esté verde—
advirtió Tony—. Necesitamos que encienda rápido.
—Y daros prisa. —Los dos niños salieron disparados de la habitación. Mimi
recuperó sus tijeras.
Lo habían acostado en la cama en el suelo sobre su vientre para que ella pudiera
tener acceso a la herida en su espalda. Las tijeras afiladas cortaron el suave algodón
como si fuera mantequilla. El material se deslizaba hacia un lado con cada corte,
revelando una piel bronceada, estirada prietamente sobre los músculos lisos y viejas
cicatrices arrugadas. El cuerpo de un guerrero. Un guerrero que se había sacrificado
por ella. Mimi vaciló. No podía comprenderlo.
Tony miró su rostro, frunció el ceño y se mordió el labio antes de decir:
—Puedo ir a buscar un médico.
—No hay. Y ese carnicero al que llaman médico en la ciudad simplemente lo
mataría.
—¿Importa, si va a morir de todos modos?
—No va a morir.
—Solo porque que lo digas no lo hace realidad.
Ella comenzó a cortar de nuevo.
—Dije que te iba a sacar de la casa de Mac, ¿no?
—Sí.
Las tijeras se engancharon en la costura del hombro. Esto sería más fácil si ella
pudiera usar dos manos.
—Dudabas de mí allí.

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Promesas 5

—Sí.
Volviendo a colocar las tijeras, ella masculló:
—Te equivocaste.
—No creo que me equivoque aquí.
Él tenía que estar equivocado. Poniendo más presión sobre las tijeras, cortó la
costura. Finalmente se separó. Le dolía el brazo. Le dolía el corazón. ¿Cuándo iban a
ser las cosas más fáciles?
—Va a vivir, Tony.
—¿Cómo lo sabes?
—Instinto.
El instinto se había convertido en su nuevo grito de guerra. Cada vez que se
proponía hacer algo que no creía poder hacer, se aferraba a esa pequeñísima
esperanza de que tal vez fuera posible, lo llamaba instinto y se lanzaba hacia
adelante. Como filosofía, había funcionado hasta ahora.
Apartando la camisa a un lado, un poco de su creencia vaciló. La mordedura de
serpiente se veía fea. Toda oscura, hinchada y pútrida. Como si quizás Jackson ya
estuviera muerto y la mordedura estuviera esperando a que el resto del cuerpo la
alcanzara.
—Eso no se ve bien—dijo Tony.
No, no se veía.
—Voy a poner paños calientes en ella. A ver si puedo sacar más veneno. —Era lo
que su madre había hecho con la infección. Tal vez funcionara para el veneno.
¿Quién lo sabía?
Como si escuchara su duda, Tony preguntó:
—¿Va a funcionar?
—¿Cómo diablos se supone que sepa eso?
La cabeza de Tony se levantó bruscamente y su cara se puso blanca. Todos los
músculos de su cuerpo se tensaron. No era difícil averiguar por qué. Él dependía de
ella para mantenerlo a salvo de Mac. Todos dependían. Si ella se enfadara y los

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Sarah McCarty

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Promesas 5

abandonara, probablemente morirían de hambre. O terminarían de nuevo en otra


casa de putas, esta vez como prostitutas en lugar de hijos de prostitutas. Se apartó el
pelo de la cara con la mano buena. Ella era su madre ahora. Era su trabajo darles
confianza. No podía permitirse estos momentos de pánico.
—Lo siento.
Tony no dijo nada por un momento, pero luego él también se disculpó. La
disculpa salió brusca y torpemente. Como ella, no sabía qué creer. El pegamento que
los mantenía unidos era su temor a que Mac los encontrara. Mac robaba a todos con
impunidad. Nadie le robaba. Ella tenía algo que él nunca dejaría ir.
Ella puso su mano sobre la de Tony brevemente.
—Vamos a tener que hacer que esto funcione, Tony. Y para hacer eso vamos a
tener que mantener a este hombre Jackson con vida.
—¿Por qué? ¿Por qué es tan importante que viva?
Miró el arsenal de armas apiladas junto a la chimenea que habían sacado del
caballo de Jackson y de su persona. La colección empequeñecía la demasiado
pequeña repisa sobre la enorme chimenea.
—Porque creo que él podría ser el que podría sacar a Mac de nuestras vidas para
siempre.
Tony miró al hombre y después a ella. Sus preocupaciones eran claras en su
expresión.
—Mac es un hombre grande.
Tenía que estar de acuerdo en que Jackson no se veía tan duro en su condición
actual, desparramado en el suelo, magullado y sangrando, pero en el burdel había
visto a muchos hombres más pequeños ganar una pelea a pesar de una desventaja de
tamaño.
—Pero éste es duro.
—Mac es malo.
Mimi se tocó la mejilla, recordando la primera lección de él sobre la maldad.
—Lo sé.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

El recuerdo del estallido de dolor cuando Mac la había abofeteado no había


disminuido mucho en los últimos dos años. Ni tampoco la sensación de traición.
Había sido una tonta al ver la fuerza de un matón como la fuerza de un hombre, pero
ahora no lo era. Ahora era una mujer con responsabilidades. Una líder.
—Puedo encargarme de esto, Tony, ¿por qué no vas a comprobar a Kevin y
Mellie? Sabes lo fácilmente que se distraen.
—Puede que me necesites—dijo, a pesar de sus puños apretados y esa mirada
atormentada que siempre tenía cuando el fantasma de Mac era demasiado grande.
Era un niño bueno que había sido demasiado herido.
—Te llamaré si te necesito.
—Pero…
— Jackson morirá sin esa madera—señaló inexorablemente.
Tony se puso de pie y vaciló.
—¿Realmente crees que él nos puede ayudar?
Ella sonrió mientras extendía la mentira.
—Realmente lo creo.
Mimi mantuvo esa sonrisa hasta que la puerta se cerró suavemente detrás de
Tony. Solo entonces dejó escapar un lento y deliberado suspiro. Ser el adulto era
duro. Ser responsable era duro. Avanzar cuando todo lo que ella quería era hacerse
una bola y rendirse era aún más duro. No había sido criada con altas expectativas. La
verdad sea dicha, había sido criada para fallar.
—Pero no te voy a fallar—le dijo a Jackson.
No había ninguna señal de que la escuchara. Cambiando de posición hasta que
estuvo cómoda, Mimi colocó su mano en el hombro de Jackson por encima de la
herida. El calor que emanaba de su piel era tan alarmante como la fuerza bajo su
palma era calmante. Era un hombre en su mejor momento. Obstinado. Inclinándose
hacia adelante, ella rozó sus labios contra su oreja.
—Vas a vivir, Jackson Montgomery. No tienes elección. Vas a vivir. Porque si no lo
haces, bajaré al infierno a traerte de regreso.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Cuatro

Jackson sabía tres cosas antes de que incluso abriera los ojos. Dolía como un oso,
estaba tan frío como el infierno, y estaba siendo observado. Yacía perfectamente
inmóvil, controlando la respiración mientras reunía tantos hechos como podía. Una
contracción de sus dedos reveló el grueso tejido de lo que probablemente era una
manta, y debajo de eso, algo aún más duro. No fue un gran salto asumir que estaba
tendido en el suelo, y debido a la sensación de estar inclinado mientras estaba
acostado, tenía que estar en la casa mal hecha de Bentley, lo que solo dejaba la
pregunta de quién lo estaba mirando.
Tensar la espalda envió un dolor desgarrador por su columna vertebral.
Inmediatamente, recordó todo lo que había sucedido: el olor húmedo del pozo, la
suavidad de un beso y el horror punzante de los colmillos hundiéndose en su carne.
Con la misma rapidez, empujó ese último recuerdo, controlando la respiración
cuando su corazón se aceleró. Joder, odiaba las serpientes.
Tendido allí, sacó el segundo recuerdo. Era mucho más dulce enfocarse en un
ángel de ojos azules con tendencias de sirena. La mujer era una luchadora. En
muchos sentidos, le recordó a su madre. La gracia inherente y la calma eran rasgos
que su madre había tenido. En otros aspectos, Mimi era únicamente ella misma.
Descarada. Fuerte. Serena. Era una mezcla muy intrigante. El dolor latía desde su
espina dorsal. Contuvo un gemido y abrió los ojos. Necesitaba una distracción. No
había una sirena a la vista, pero había un querubín rubio. Melinda Sue estaba sentada
con las piernas cruzadas junto a su rodilla derecha. La cortina de su enagua dejaba al
descubierto un rasgón en sus calcetines tejidos. Por los hilos oscuros que colgaban,
estaba claro que no era la primera vez que sufrían un desgarrón. Sentada allí con un

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Promesas 5

plato en su regazo, parecía demasiado inocente para involucrarse en cualquier cosa


que pudiera deshilachar un calcetín, pero él era más inteligente. La niña tenía más
entusiasmo que lo que era saludable. Al igual que su hermana, Mimi. Melinda Sue
tomó su cuchillo y tenedor y cortó el trozo de patata en su plato. Era un triste estado
de cosas que su boca comenzara a hacerse agua al ver esa patata. La patata rodó del
plato. Ella la atrapó en su falda con una maldición que ningún querubín debería
pronunciar.
Se aclaró la garganta. Melinda Sue dejó caer la patata en el plato y le dirigió una
gran sonrisa.
—Estás despierto.
Le tomó todo lo que tenía contener un gemido mientras asentía y deslizaba el
brazo detrás de la cabeza.
—Lo estoy, y tu hermana te va a lavar la boca con jabón.
Ella le frunció el ceño, claramente no feliz con su declaración. Apuñaló la patata
con el tenedor y murmuró:
—Mimi dice que no debes moverte.
—Mimi no está acostada sobre el suelo duro. —Se estremeció ante el áspero
sonido de su voz.
—No pudimos llevarte a la cama. —Agitando el trozo de patata, continuó como si
estuviera hablando racionalmente—. Al caballo no le gustó la habitación y eres
demasiado pesado.
Eso era incomprensible.
—¿Metisteis mi caballo en la casa?
Ella asintió, las coletas rebotando.
—No había otra manera de subirte al porche. Eres demasiado pesado—repitió ella,
como si su tamaño fuera un crimen.
—Ya veo. —Las imágenes que poblaron su mente podrían explicar algunos de sus
moretones. Una cosa era segura: ciertamente habían sido inventivos—. ¿Dónde está
mi caballo ahora?
—Kevin la ató al árbol de enfrente. Yo recogí su hierba.

~55~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Lady iba a necesitar más comida que la hierba que un niño podría recoger.
—Gracias.
La patata se agitó de nuevo. Él tuvo la sensación de que a ella le gustaba el énfasis
que le daba. Por supuesto, no podía apartar los ojos de ésta. Como en el momento
justo, su estómago retumbó.
—Mimi dice que casi te mueres.
Se frotó un punto sensible en la parte posterior de la cabeza. ¿Cuándo se había
golpeado? ¿Saliendo del pozo o cuando lo habían arrastrado con el caballo?
—Eso parece.
—¿Te duele la cabeza?
Él la miró con los ojos entrecerrados.
—Un poco.
—¿Te duele la espalda?
Se movió y gimió. Como el mismísimo diablo.
—Solo cuando me muevo.
Ella le dio un mordisco a la patata.
—Mimi dijo que no debías moverte.
Al parecer, la palabra de Mimi estaba junto a la de Dios.
—Eso dijiste.
La observó masticar. Su estómago roía su columna vertebral con el mismo ritmo.
¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?
—¿Tienes hambre?
Él asintió. Ella miró la patata y luego a él.
—Ésta es nuestra última patata.
Dio un mordisco ligeramente más agresivo, comiéndola como a una manzana en
un palo. Al parecer, ella no iba a compartirla.
—¿No se supone que debes usar el cuchillo, también?

~56~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Melinda arrugó la nariz.


—Eso es difícil.
—No vas a mejorar si no practicas.
Ella suspiró.
—Se supone que no debo desperdiciar comida.
Tal vez todavía estaba confuso, pero no podía entender eso.
—¿Cómo practicar puede ser desperdiciar?
La mirada que le dio fue de pura lástima.
—Sigue rodando fuera del plato y no se me permite comer comida sucia.
Otro edicto Mimi, estaba seguro.
Melinda Sue ladeó la cabeza y miró su patata.
—Tony lo hace, sin embargo. Él dice que no se va a morir de hambre por un poco
de suciedad.
Tenía un recuerdo de cabello oscuro, brazos delgados y ojos demasiado viejos.
—¿Tony es tu hermano mayor?
Ella asintió.
—Suena como una persona sensata.
Ella asintió de nuevo. La patata se bamboleó. Él contuvo el aliento.
—Mimi dice que es la persona más sensata que ha conocido. Kevin dice que
también es sensato, pero yo no creo que lo sea.
—¿No?
Se deslizó hacia adelante, revelando un agujero en la suela de su botín cuando se
arrodilló. Inclinándose hacia adelante, le ofreció un bocado.
—Se enfada demasiado rápido.
Un hombre mejor no hubiera dado un mordisco. Nunca se había esforzado por ser
mejor. Y maldita sea, una patata nunca había sabido tan bien. Saboreó el manjar. No
podía estar tan cerca de la muerte si tenía hambre.

~57~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Gracias. ¿Kevin es el que tiene el cabello siempre cayendo en sus ojos?


Ella asintió.
—Se mete en muchos problemas.
Jackson apostaba a que lo hacía. Ese tenía actitud.
Melinda Sue frunció el ceño ante el resto de patata en el tenedor antes de mirarlo
acusadoramente.
—Comiste un gran bocado.
—Lo siento, pero tú horneaste una buena patata.
Ella inclinó la cabeza, se debatió y entonces dijo la verdad suspirando.
—Mimi la cocinó.
—Bueno, gracias a las dos. —Jackson probó cautelosamente el otro brazo para ver
si podía moverlo. Podía, pero estaba rígido como el infierno. Le dolía la espalda
como si hubiera sido arrastrado a través de un agujero que deja un nudo de la
madera y había un duende malvado golpeando un tambor en su cabeza. Por toda
esta miseria, esperaba vivir.
—¿Dónde está Mimi ahora?
La patata se movió hacia la ventana.
—Ella y Tony fueron a cazar.
Una mujer y un niño en el bosque, novatos los dos, tratando de hacer el trabajo de
un hombre. Jackson solo negó con la cabeza.
—¿Y Kevin?
—Kevin se supone que debe estar cavando una letrina.
—¿Pero?
Suspiró dramáticamente y se terminó la patata.
—Probablemente esté cazando ranas. Le gusta encontrar ranas.
—Las ranas son buenas para comer.

~58~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Melinda Sue lo miró como si acabara de brotarle una segunda cabeza. Con los ojos
redondos de horror, ella jadeó:
—¡No puedes comerte las ranas!
—¿Por qué no?
—Porque, ¿y si son un príncipe?
—¿Un príncipe?
Ella asintió.
—Yo las beso.
Mierda. Él reprimió un estremecimiento.
—Por el amor de Dios, ¿por qué?
—Mimi lo dijo.
Él dudaba mucho de eso. Puede que no conociera bien a Mimi, pero sabía muy
bien que no era del tipo que besaba a las ranas.
—Entiendo.
Melinda Sue se entusiasmó con su historia.
—Como en el libro, voy a encontrar a mi príncipe y él me va a llevar lejos.
Era algo extraño para que dijera una niña tan pequeña.
—¿A dónde?
Una vez más, él recibió esa mirada compasiva, como si se hubiera quedado corto
de inteligencia.
—A Princeland.
—¿Y qué harás en Princeland?
Toda su cara se iluminó como un amanecer y sus brazos se abrieron de par en par,
abrazando la idea.
—Voy a bailar, perseguir mariposas y comer pastel de manzana por siempre
jamás.
Pastel de manzana para siempre era un propósito digno.

~59~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—¿Qué hay de tu príncipe? ¿Él también estará allí?


—Si es bueno.
Así que su paraíso tenía condiciones.
—¿Y si se vuelve irascible?
Ella se encogió de hombros.
—Entonces lo besaré de nuevo y él volverá a ser una rana.
—Y tú te quedarás en Princeland.
—Sip.
—Lo tienes todo resuelto.
Ella asintió. Su coleta izquierda se estaba soltando. Se deslizó, dándole un encanto
asimétrico.
—Mimi dice que una mujer siempre necesita un plan.
Mimi aparentemente era una sirena encantadora con un plan que tentaba con el
más dulce de los besos. Otra razón más para levantarse del suelo. Intentó rodar sobre
su costado. Fue, sorprendentemente, difícil.
Retrocediendo, se concentró en respirar rítmicamente mientras la cabeza
amenazaba con estallarle de adentro para afuera.
Mientras yacía allí, se dio cuenta de que tenía otro problema. Tenía ganas de
orinar. Muchas ganas. Un rápido chequeo debajo de la manta y suspiró de alivio.
Todavía llevaba los pantalones. No creía que pudiera manejar las contorsiones que le
habría costado vestirse antes de encontrar la letrina, pero seguro que no se iba a
orinar encima. Apretando los dientes, se esforzó por conseguir un tono uniforme.
—Bueno, Melinda Sue, tengo que ver qué está haciendo Kevin allí fuera con esa
letrina.
Melinda Sue negó con la cabeza vehementemente y recogió un poco de patata del
tenedor.
Lo último de la última patata desapareció con una lamida de sus dedos.
—Mimi dice que no debes moverte.

~60~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Difícil. Estoy moviéndome.


Se puso de rodillas. La habitación giraba en un loco arco desequilibrado. Mierda.
Es decir, si no se desmayaba primero. Inspirando lentamente varias veces, esperó.
Mientras estaba arrodillado allí, le gritaba el hombro, le dolía la cabeza y cada uno de
los moretones a lo largo de la espalda y las piernas se apretaban. Cerrando los ojos,
gimió por lo bajo. Esto no iba a ser fácil.
—¿Te estás muriendo?
La niña estaba obsesionada con la muerte.
—No. Solo preparándome para encontrar la letrina.
Melinda Sue se puso de pie. Mirando de reojo, vio que su vestido se asentaba
contra sus piernas. El pequeño movimiento de los ojos volvió a comenzar los giros.
—Te mostraré dónde está.
Había demasiado entusiasmo en su voz y demasiada elasticidad en el paso para
su gusto mientras se dirigía a saltos hacia la puerta. Ella había salido antes de que él
pudiera incorporarse, lo cual era bueno, ya que le ahorró la vergüenza de que ella
viera a un hombre adulto a punto de llorar. Joder, le dolía.
Un segundo después, Melinda Sue apareció de nuevo por la puerta. La luz del sol
se derramó por ella, asaltando sus ojos. El estremecimiento dolió tanto como la luz.
—¿Vienes?
—Sip. Pero mucho más lento que tú—masculló en voz baja.
Con sombría determinación, comenzó a arrastrar los pies, ¡a arrastrar los pies!,
hacia la puerta. La brisa de la tarde se deslizaba sobre su pecho desnudo en una
caricia pegajosa. El morboso pensamiento de que estaba a medio camino de su
tumba, se entrometió en su determinación mientras miraba alrededor. Su camisa y su
abrigo no estaban a la vista. La manta estaba en el suelo. Justo allí a sus pies. De
ninguna manera en el infierno iba a agacharse por eso.
—¿Me haces un favor, Melinda Sue? Pásame esa manta.
Ella frunció el ceño desde la puerta.
—Está justo ahí.

~61~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Lo sé. ¿Me la podrías dar? —Después de mirarlo un segundo, ella la recogió y se
la entregó. Él la lanzó torpemente sobre su hombro. Cuando su aliento silbó, ella se
mordió el labio y miró con atención desde su cadera a su espalda.
—La serpiente te mordió. Vi tu pupa.
Maravilloso.
—Gracias. ¿Cómo se ve?
—Muy mal. —Ella hizo un círculo con su dedo—. Igual que esto con negro en
todas partes.
Genial. No era de extrañar que doliera como un hijo de puta. Torpemente se subió
la manta sobre el hombro. Sin decir una palabra, Melinda Sue tomó la esquina y la
tiró hacia el frente. Él la agarró antes de que ella pudiera apretarla demasiado.
—Gracias.
Ella asintió solemnemente y se dirigió hacia la puerta. La siguió un poco más
despacio, preguntándose durante los primeros dos pasos si iba golpear su cara contra
el suelo. En el cuarto paso, la habitación no estaba girando tan locamente.
Recuperando el equilibrio en el respaldo de una silla, se detuvo mientras unos
cuchillos apuñalaban su cerebro. Frotándose la frente vendada, hizo una mueca de
dolor. Entonces gimió. Más daño. Indagar le reveló un chichón debajo del vendaje.
Debió haberse golpeado la cabeza dos veces.
—¿Vienes?—preguntó Melinda con impaciencia.
—Sip.
Tan pronto como averiguara de qué manera. Mientras Jackson estaba allí luchando
por mantener el equilibrio, se dio cuenta de lo primitiva que se veía la habitación.
Los tablones en el suelo eran ásperos y sin lijar. Había grandes huecos entre las juntas
de las tablas, permitiendo que cualquier cosa se metiera entre ellas. La luz del sol se
filtraba a través de todo, excepto las ventanas, que estaban rotas y cubiertas con
persianas que bloqueaban toda la luz. Todo estaba al revés, hasta el ramo de flores
marchitas en una taza sobre la mesa. Como si fueran notas alegres, fracasando
abismalmente. El lugar era un basurero. No era un lugar para una querubín princesa
y su familia.

~62~
Sarah McCarty

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Promesas 5

El escalón del porche crujió. Se dio la vuelta, el instinto ahogando la cautela. El


tratar de alcanzar su arma fue tan reflexivo como la represión de la agonía. Tomando
el brazo de Melinda Sue, la tiró detrás de él mientras juraba por lo bajo. ¿Dónde
estaba su arma?
—¡Oye!
Una sombra asomó por la puerta.
—Tranquila.
—¿A dónde cree que va?
Se relajó al instante. Conocía esa voz. Había atormentado sus sueños, lanzándolo
entre la ira y la intriga sin preocuparse por lo que él quería. Había creído que era una
ilusión, pero ahora lo sabía. Mimi lo había mantenido vivo después de la mordedura
de serpiente. La mujer estaba llena de sorpresas. Se quedó en la puerta, iluminada
por el sol, sin dejar nada de sus curvas a la imaginación. La mujer tenía un cuerpo
que haría babear a un hombre, pero no era su cuerpo lo que él quería ver. Quería
poner una cara a esa voz, porque el ángel que recordaba del pozo no podía ser la
misma sirena que lo había atizado y aguijonado a través del infierno hasta el
último… Mierda. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado inconsciente.
—¿Y bien?—le preguntó Mimi.
Parpadeó a través de la bruma persistente. Oh, sí. Ella le había preguntado a
dónde iba.
—Voy a ayudar a Kevin con la letrina.
Sus faldas susurraron cuando entró corriendo en la habitación.
—Oh, no, no lo hará.
Su cabeza se levantó cuando ella se acercó. Él podría estar enfermo. Podría estar
sufriendo. Puede estar muy lejos de su estado normal, pero el infierno se congelaría
antes de que recibiera órdenes de nadie.
Se enderezó.
—Lamento que te sientas así respecto a eso.
Su determinación no vaciló, pero su fuerza se desplomó. La habitación giraba.
Agarrando el respaldo de la silla, respiró hondo y cerró los ojos. Al instante

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Sarah McCarty

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Promesas 5

siguiente, sintió que un brazo se deslizaba por su cintura y un hombro bastante


delicado y ligeramente huesudo se clavaba en su costado.
—La bravuconada no le llevará muy lejos—masculló Mimi.
Él bajó la mirada hacia la parte superior de su cabeza. Llevaba el cabello liso y con
raya al medio. Su trenza estaba igual de prolija.
—¿Estás pensando en sostenerme?
—Sí.
—Aprecio el pensamiento, pero si me caigo, quedarás aplastada como un insecto.
—Y estaba bastante seguro de que iba a caerse.
Ella no se movió.
—No soy tan pequeña y usted no es tan grande.
No pudo evitar un movimiento de sus labios a través de la náusea. Recordaba eso
de ella. La mujer tenía mucho descaro.
—Creo que piensas que eres un poco más grande de lo que realmente eres.
—Soy lo suficientemente grande. Lo metí en la casa, ¿verdad?
Tuvo cuidado de no apoyarse en ella.
—Con la ayuda de mi caballo.
—¿Cómo sabe...? —Ella resopló cuando lo comprendió—. Melinda Sue no tiene
sentido de la discreción.
—¿Ella tiene cuántos? ¿Tres?
—Cuatro.
—No muchos niños de cuatro años consideran importante la discreción.
—Eso estoy aprendiendo.
¿Aprendiendo? Sintió la contracción que atravesó su hombro. Interesante.
—Cada niño es diferente.
Lo apostaba. Pero no solían ser tan diferentes como la familia de ella. Había una
historia aquí, y cuando su cerebro dejara de arañar su cabeza, la averiguaría.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Su hombro se presionó contra su costado y su palma presionó contra su espalda.


—Lo que necesita es volver a la cama.
—Lo que necesito es ayudar a Kevin.
—Kevin probablemente ni siquiera está allí.
—Entonces voy a inspeccionar su trabajo.
—Pero... —Hubo una pausa. Ella levantó la vista y él tuvo una visión clara de su
rostro. Era intrigante como siempre, con su mezcla convincente de suavidad
femenina, ángulos fuertes y completa compostura, pero sus ojos eran lo que él quería
ver, y eran sus ojos los que la tenue luz le ocultaba. Mientras la miraba, ella
parpadeó. La comprensión amaneció con un sonrojo y una ligera dificultad en su
aliento—. Hay un orinal en la otra habitación.
Sacudió la cabeza y dio un paso, tropezando hacia adelante y arrastrándola con él.
La mano femenina atrapó la jamba de la puerta una fracción de segundo antes de
que su mano se estrellara contra la jamba encima de la de ella.
—No voy a usar un maldito orinal.
Melinda Sue se quedó sin aliento e inmediatamente saltó del banco en el que se
había sentado.
—Voy a buscar el jabón.
—No importa el jabón—le espetó Mimi a Melinda Sue, antes de apretar su agarre
en su cintura—. Bueno, no voy a luchar para que suba esos escalones de nuevo.
Él se resistió a su tirón.
—¿Quién te lo pidió?
—Su terquedad me obligará a obligar a Lady otra vez. Confíe en mí, eso no es
bonito.
—Lady no debe estar en la casa.
—Bueno, los héroes no deben estar en tierra—respondió bruscamente.
Héroe. El término hizo chirriar sus nervios. No quería ser un héroe para esta
mujer. Los héroes eran intocables.
—No soy un maldito héroe.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—¿Entonces qué es?


—Soy un hombre. —Hizo una pausa y luego añadió de manera significativa—. Un
hombre con la necesidad de visitar la letrina.
Debido a que todo estaba tan fuera de control y no podía permitirse el
malentendido, agregó:
—Mucha necesidad.
Él tenía que concedérselo. A pesar de que el color inundó sus mejillas, se mantuvo
en sus trece. Con más presión en su cintura, ella intentó maniobrarlo hacia la cama de
paja.
—Sé que es un hombre y entiendo su problema, pero no creo que entienda lo
enfermo que está. Ha estado recuperando y perdiendo la consciencia desde ayer.
—Estoy bien ahora.
—No soy doctor. Ni siquiera soy una enfermera, pero sé que eso es un montón de
sandeces.
Para no quedarse atrás, Melinda Sue le agregó dos granitos de arena.
—Sí. De sandeces.
La risa lo tomó por sorpresa. El dolor no tanto. Pero era manejable ahora que
estaba acostumbrado y podía predecirlo mejor. Se tocó la herida de la cabeza a través
del vendaje.
—¿Me cosiste?
—Sí.
—¿Alguna vez has hecho eso antes?
—No. ¿Lo hice bien?
La herida se sentía sensible al tacto, los puntos de sutura parejos.
—Parece que sí.
—Bueno.
Él bajó la vista a tiempo para sorprenderla estudiándolo, con sus finos dientes
blancos hundidos en esos labios llenos. El deseo que él no tenía ningún derecho de

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

sentir lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Junto con la comprensión. Ella


ocultaba muy bien sus sentimientos, pero si él miraba de cerca, había una tensión en
los rabillos de sus ojos y en las comisuras de su boca. Quería aliviar esa tensión con
un roce de sus dedos. Sus labios. Maldita sea.
—Realmente no sabes qué demonios estás haciendo, ¿verdad?
—Ni lo más mínimo. —Ella se encogió de hombros—. Todo es solo un gran
experimento, principalmente.
Maravilloso.
—Bueno, mientras estás experimentando, experimenta con la idea de que no me
dices qué hacer, ¿de acuerdo?
Eso le consiguió una ceja levantada.
—Prefiero pensar en ello como hacer sugerencias sensatas.
Él desenredó su brazo alrededor de su cintura.
—Ajá. Apuesto que sí.
Cruzando los brazos sobre su pecho, ella preguntó:
—¿Cree que por pura fuerza de voluntad podrá volver a subir los escalones?
—Sip.
Ella levantó las manos.
—¡Señor, sálvame de tontos e idiotas!
Apretando los dientes, se tambaleó a través de la puerta.
—¿No fue suficiente salvarte de las serpientes?
—Estoy descubriendo que soy una mujer de muchas necesidades.
—Maravilloso. —La luz del sol que golpeó sus ojos acababa de enviar a la banshee
a gritar en su cabeza nuevamente, lo que aumentó su náusea, lo que aumentó su
mareo, lo que aumentó su vértigo.
—¿Es eso un problema?
—Aún no lo he decidido. —Dos pasos más y llegó al borde del porche. Agarrar la
barandilla evitó que rodara por los escalones. Inspiró tres veces lentamente,

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

luchando contra las náuseas. Definitivamente, éste iba a ser un viaje de pura fuerza
de voluntad. Se quedó allí un segundo, reuniendo su determinación.
Desde la puerta, Mimi se preocupó.
—Iré con usted.
Él se dio la vuelta.
—Ni de coña.
—Yo también—dijo Melinda Sue.
—Regresa dentro de la casa, Mellie.
Melinda Sue puso mala cara y golpeó el suelo con el pie.
—Puedo ayudar a atraparlo.
Mimi señaló.
—Adentro.
Melinda Sue entró a la casa dando pisotones, su puchero marcando el camino.
Cuando una silla golpeó contra el suelo, señalando su fracaso en la protesta
silenciosa, Mimi se puso las manos en las caderas.
—Ahora no tiene a nadie que lo atrape si se cae.
La caída era más probable que improbable. Comenzó a bajar los escalones. Uno.
Dos. Y un tres muy inestable.
—Entonces regresaré mi culo a la casa.
Su escéptico:
—Ajá— sonó muy parecido al suyo.
Él enarcó una ceja mientras ella lo seguía por los escalones.
—¿Te das cuenta de que no siempre estaré tan débil?
Se quitó un mechón de pelo de la mejilla.
—¿Se da cuenta de que siempre seré tan sensata?
En la luz de la tarde, podía apreciar la fina textura de porcelana de su piel, el
suave color marrón de sus cabellos matizados con un toque de rubio, el arco de sus

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

cejas, esa maldita boca besable y esos ojos azules sorprendentemente inocentes. Y por
debajo de todo eso, esa entereza. Cuando levantó la barbilla y enarcó las cejas, le
recordó la primera vez que había visto a Lady. Todo fuego y paso delicado. A pesar
del dolor, a pesar de las náuseas, a pesar de la ignominia de estar demasiado
mareado para acercarla y saborear el descaro en sus labios, sonrió.
—“Sensata” no es la palabra que usaría para describirte.
—No me sorprende. Parece que no tiene un buen conocimiento de lo que significa.
No era la primera vez que le decían eso.
—Voy a hacer esto. Sin escolta—agregó, en caso de que ella no creyera que lo
decía en serio.
—Bien. —Otra bocanada de aire y entonces cruzó los brazos sobre su pecho—.
Pero si cae a la mitad del camino, no voy a arrastrarlo de nuevo. Ha sido un día
largo, estoy cansada y todavía tengo que preparar la cena, así que haga lo que quiera.
Giró sobre sus talones y subió las escaleras. Apreciaba la vista. La mujer tenía un
buen culo. Cuando llegó a la parte superior de los escalones, él preguntó:
—¿Qué tenemos?
—Consiga regresar y entérese.
***

Permanecer de pie nunca había sido tan duro. Lo habían golpeado en la cabeza
lo suficiente como para saber cómo se sentía, pero esto era más que eso. Y se
preguntó, mientras se abría paso a través del patio, ¿era así como la mordedura de
una serpiente mataba a un hombre? ¿El veneno simplemente se filtraba a través de su
cuerpo a un ritmo lento y gradual hacia la nada?
El retrete estaba más adelante. Como todo lo demás en la casa de Chapuza Bentley,
no tenía un ángulo recto, por lo que la puerta no se cerraba del todo bien, pero eso no
era algo malo, considerando lo mal que olía. Cuando terminó, miró a su alrededor.
No vio ningún agujero recién hecho y no vio a Kevin. El niño estaba escabulléndose
de sus obligaciones. Negó con la cabeza. Mimi necesitaba corregirlo. A los niños
pequeños no les gustaba el trabajo, pero el trabajo a una edad temprana enseñaba
una responsabilidad del cuerpo que se trasladaba a la virilidad.

~69~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Dejar el retrete fue como dar un paso fuera de la cornisa. No estaba seguro de si su
pie iba a tocar tierra firme o si se desplomaría. Pero dio el primer paso. Concedido,
sus rodillas estaban un poco temblorosas, pero lo logró. Dio otro paso. La yegua
relinchó suavemente. Le dio unas palmaditas en el flanco cuando pasó a su lado,
luego lo reconsideró y se quedó allí un minuto, recostado contra ella. Su olor era
familiar. Estabilizador. Habían pasado por muchas cosas juntas.
—Gracias por sacarme de la tierra, hermosa.
Ella sacudió la cabeza y resopló. Él sonrió y volvió a darle palmaditas.
—Sí. No te lo pediré de nuevo.
Notó un pequeño montón de semillas en el suelo, probablemente restos de la
hierba que Melinda Sue había traído al caballo. Little Lady se merecía más que eso.
Recordó el comentario de Melinda Sue acerca de que la patata era la última.
Demonios, todos merecían más que eso, pero incluso si no era demasiado tarde para
plantar cultivos, éste no era el lugar para establecerse. Su belleza era engañosa. Las
primeras grandes lluvias en las montañas lo demostrarían. Por mucho que Mimi y su
familia quisieran echar raíces, no podían quedarse aquí. Esta tierra los mataría. Él no
podía permitir eso.
Rascó a la yegua detrás de las orejas.
—No creo que vayan a querer escuchar la verdad sobre este lugar, Lady.
La yegua le embistió con la cabeza y resopló en su bolsillo, buscando su regalo
favorito. Palmeándole la mejilla, suspiró.
—Lo siento cariño. Estoy lleno de malas noticias hoy.

~70~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Cinco

Jackson estaba a unos cinco pasos del colapso, pero Little Lady necesitaba
atención. Aunque había sido alimentada y abrevada, nadie se había molestado en
desensillarla. Él pasó su mano sobre su cruz calentada por el sol, apoyándose
pesadamente contra ella, respirando los aromas familiares a caballo y cuero. Era casi
como volver a casa. Como si ella sintiera lo mismo, Little Lady se inclinó hacia atrás
antes de estirarse y morderle la cadera como siempre hacía cuando él descuidaba su
cuidado o comida.
Él apartó su cabeza.
—Ahora no.
Ella sacudió la cabeza y resopló. Jackson suspiró y miró hacia la casa. Dos mujeres
temperamentales que no necesitaba.
—No te pongas difícil ahora, cariño. Sé que las cosas no han sido como a las que
estás acostumbrada, pero ahora estoy aquí.
Su respuesta fue un chasquido de su cola. Había esperado que Mimi al menos
hubiera salido y lo hubiera revisado, para asegurarse de que no se había caído, pero
no lo había hecho. Ella había respetado sus deseos, dándole exactamente lo que había
exigido. Maldición.
Lady volvió a quejarse. Jackson no podía culparla. La silla tenía que ser irritante.
Negó con la cabeza y agarró la parte posterior de la silla para mantenerse firme
mientras avanzaba. En verdad, no creía que Mimi le debiera nada. Él se habría
metido en ese pozo por cualquiera. Así era como era, cómo lo habían criado sus
padres. Pero disfrutaba bastante con su alboroto.

~71~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Enrolló el estribo en el cuerno de la silla.


—Mimi me llamó fanfarrón ¿verdad, Lady?
Little Lady golpeó el suelo con la pata.
Jackson no podía recordar la última vez que una mujer lo había llamado fanfarrón.
Demonios, no podía recordar la última vez que una mujer se había alejado de él. Tal
vez estaba demasiado acostumbrado a salirse con la suya; tal vez estaba demasiado
mimado. Tal vez su madre tenía razón. Tal vez él era su peor enemigo cuando se
trataba de asentarse. Jackson negó con la cabeza. No lo sabía. Volvió a echar un
vistazo a la casa. Y hasta hacía poco, a él no le hubiera importado.
Hubo algunos movimientos detrás de la ventana. ¿Un postigo abriéndose una
rendija? Un cosquilleo de algo positivo se mezcló con el dolor. Ella lo estaba
mirando. Se apoyó contra el cuerpo de la yegua, tratando de no apoyarse demasiado
obviamente en ella para sostenerse.
—Haz que me vea bien, Lady. Nuestra reputación está en juego en los próximos
tres minutos.
La yegua se mantuvo firme, pero incluso con su apoyo, conseguir el efecto palanca
para soltar la cincha, lo hizo gemir en voz alta. Esta vez, cuando Lady le dio un
cabezazo en el muslo, fue por simpatía.
Él le frotó las orejas.
—¿Te he dicho hoy que eres mi novia?
Ella sacudió la cabeza. La brida produjo un sonido discordante con sus nervios.
Inspiró profundamente para tranquilizarse. El metro ochenta y tres centímetros hasta
la cabeza de Lady eran otro ejercicio de resistencia de contar y medir la respiración.
Aferrándose a la brida en la mejilla de la yegua, se detuvo antes de revisar la
situación. El nudo que alguien había atado en las riendas entraba y salía de foco.
Estaba sudando para cuando lo deshizo. Volviendo al trabajo, bajó el estribo y
comenzó a contar. A las cinco levantó la silla. Normalmente la silla de montar se
soltaba en un movimiento fluido. Esta vez se deslizó torpemente del lomo de Lady y
se desplomó. Lo único que salvó su orgullo fue que en el último segundo, fue capaz
de girarla hacia un lado para que aterrizara en el tocón de cortar madera.

~72~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Al menos estaba despegada del suelo. Eso tendría que servir por ahora. Se encorvó
allí por un segundo mientras el dolor se apoderaba de él. No podía controlar su
respiración, el dolor ni su equilibrio. El mundo giraba de nuevo. Si Mimi no hubiera
estado observando, se habría sentado, pero ella estaba mirando. Él podía sentirlo.
Forzándose a enderezarse, se alegró de que la distancia disfrazara lo irregular de
su respiración. Se quedó allí el tiempo suficiente. Lady le dirigió una mirada. Él
descartó su desprecio y masculló:
—Como si no hubieras tenido un semental brincando una o dos veces para llamar
tu atención.
Con toda la desenvoltura que pudo lograr y que esperaba fuera mucho más de lo
que parecía, pasó la mano por el lomo de la yegua, terminando con una palmadita en
el flanco. Ella comenzó a vagar, mordisqueando la hierba más allá del árbol. Él
suspiró, sacudió la cabeza y ató la cuerda alrededor de su pescuezo antes de hacer un
lazo en el otro extremo. Una cosa acerca de Little Lady, podría ser testaruda hasta el
punto de que no se tomaba demasiado en serio el quedarse en el lugar. Como la
mayoría de las mujeres, le gustaba empujar sus límites.
Asegurándose de que tuviera suficiente distancia, dejó caer el lazo sobre el tocón,
anclándola efectivamente al área. Debería haber un montón de hierba para que ella
comiera. El agua en el cubo abollado junto al tocón parecía fresca. Por la mañana
tendría que pensar en otra cosa, pero por el momento eso tendría que funcionar.
Cuando Lady se centraba en su cena, él respiró profundamente y soltó lentamente el
aire. Dándose la vuelta, captó otro movimiento detrás de la ventana. Mimi había
cerrado el postigo.
Él sonrió y arrastró la manta sobre sus hombros. Y gimió. Le dolía, de los pies a la
cabeza. La espalda especialmente, y luego estaba este letargo del que no podía
deshacerse. Simplemente seguía arrastrándose a través de su organismo, ganando
velocidad y fuerza como un lento alud de lodo consumiendo cada pizca de su
resolución a su paso.
La casa estaba muy lejos. Sus piernas querían renunciar justo donde estaba
parado. Honestamente, no sabía si podía arrastrar su doloroso trasero por el patio, y
mucho menos subir los desparejos escalones del porche, pero maldita sea, odiaba
perder un desafío. Incluso uno que se había hecho a sí mismo.

~73~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Una evaluación rápida al meollo del asunto. O bien se acostaba en la tierra aquí o
se acostaba en la casa. Todo dependía de él. Bueno, tal vez no del todo. Sus padres
siempre decían que la oración como último recurso era una afrenta al Señor, pero el
reverendo Brad decía que Dios siempre estaba abierto para un poco de conversación.
El reverendo podría ser el predicador menos convencional que había conocido, pero
era uno de los más compasivos. Ex pistolero y bandido, había encontrado su lugar en
Cattle Crossing predicando la Biblia, el sentido común y la responsabilidad personal
y tomado por esposa a la bella pero igualmente excéntrica Evie Washington. Si el
buen Dios pudiera reunir a dos de las personas más abiertas y poco convencionales
en una dichosamente feliz unión convencional, Jackson estaba dispuesto a aceptar la
definición del reverendo. Mirando hacia el cielo, masculló:
—Podría necesitar un poco de ayuda, Señor.
No estaba seguro de que alguien estuviera escuchando mientras daba ese primer
paso, muy cerca de abrir una zanja en el patio con su cara. Se detuvo y maldijo,
sintiendo todo en juego. El orgullo de un hombre era algo frágil. Le habían dicho eso
antes, pero nunca había estado tan consciente de ello como ahora, cuando dio esos
quince pasos temblorosos hacia el porche. Un sudor húmedo y frío goteaba por su
rostro. Las bisagras de la puerta chirriaron cuando se abrió. Enderezando la manta
alrededor de sus hombros, mostró sus dientes en una sonrisa fácil que se desperdició
en los dos chicos que lo miraban.
—¿Te gustaría un poco de ayuda?—preguntó Tony.
Mimi era una mujer inteligente enviando a los niños como mediadores.
—Mimi dice que la cena está casi lista—agregó Kevin como si necesitara más
ímpetu para aceptar.
—Creo que puedo lograrlo, pero no rechazaría una mano de ayuda.
Ambos chicos bajaron para flotar a su lado. Tony fue el que expresó su
preocupación.
—No suficientemente rápido. Si no estás sentado cuando la cena llega a la mesa, te
quedas sin cenar.
—Le salvé la vida.
Kevin negó con la cabeza.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Eso no salvará nuestra comida.


Nuestra. Mierda. No podía ser responsable de que dos niños se perdieran la cena.
Levantó los brazos.
—Entonces será mejor que nos movamos.
Cada niño deslizó un brazo alrededor de su cintura, Tony más vacilante que
Kevin. Ninguno de los dos era particularmente fuerte o alto, pero había algo sobre
tenerlos a ambos lados, dispuestos a apoyarlo, que marcó la diferencia. Juntos,
llegaron a la cima.
Cuando entraron en la casa, Mimi estaba poniendo un plato de huevos en la mesa.
Ella levantó la vista. Una sonrisa asomó por las comisuras de su boca mientras
observaba su situación. Para su crédito ella no se regodeó.
—La cena esta lista.
Dos pares de manos en medio de su espalda lo empujaron hacia adelante. Se
sujetó en el borde de la mesa.
Melinda Sue intervino mientras él se tambaleaba.
—Mejor sentaos. La cena se está enfriando.
Era claramente una frase que escuchaba a menudo.
—Y sabéis cómo me siento al respecto—agregó Mimi.
Los chicos corrieron hacia sus sillas. Jackson hizo un progreso mucho más
tranquilo hacia el barril vacío junto a Melinda Sue. Mientras tomaba asiento, Mimi se
puso de pie. Cuando él también se puso de pie, ella levantó la mano. Su expresión
decía: Quédate sentado antes de que te caigas, pero todo lo que dijo fue:
—Le traeré un poco de agua para lavarse.
No había nada que decir, excepto gracias. Ella estaba de vuelta con un tazón lleno
de agua, un pedacito de jabón tan pequeño que no sobreviviría a este uso, y una
toalla. Debía haberlo tenido preparado. Cuando terminó y le entregó la toalla,
Jackson creyó ver un reticente respeto en sus ojos. Eso apaciguó la irritación que
hervía dentro de él.
Dejó el cuenco junto a la palangana, tomó asiento y colocó un huevo en su plato.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Espero que le gusten los huevos de perdiz.


—Me encantan los huevos. —Y él probablemente podría haberse comido todo el
plato y luego la misma cantidad de nuevo, pero, mirando alrededor de la mesa,
levantó la mano antes de que ella pudiera poner una segunda cucharada.
—¿Está seguro?
Miró fijamente a los niños con sus mejillas demasiado delgadas antes de decir:
—Mi estómago no está muy feliz en este momento.
Su sonrisa suavizó su expresión.
—Gracias.
—¿Por qué le das las gracias?—preguntó Kevin, metiéndose la comida en la boca.
—Por nada.
—¿Te importa que pregunte cómo te topaste con este lugar en venta?—preguntó
Jackson.
La cara de Mimi se iluminó en lo que probablemente fuera la primera sonrisa
sincera que había visto ofrecerle.
—Fue muy afortunado. Nos…
—¡Nos dirigíamos hacia el oeste!—interrumpió Melinda Sue.
Mimi le sonrió a la niña con indulgencia.
—Sí. Eso.
—¿Y terminaste aquí?
—Acabamos de pasar la sierra y vimos la casa. —Mimi se encogió de hombros—.
Se veía tan bonita con el sol brillando en el arroyo.
Apostaba que lo hacía.
—¿Te dijo Bentley que el agua sube bastante cuando vienen las lluvias?
—Estamos en una ubicación con pendiente hacia el arroyo.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Ellos no sabían nada acerca de las inundaciones repentinas, eso estaba claro. Antes
de que Jackson pudiera darles la noticia de que tendrían que estar fuera de este
hueco para estar a salvo, Tony lo interrumpió.
—¡Llegamos justo a tiempo!
Jackson levantó una ceja hacia ellos.
—¿En serio?
Mimi asintió.
—El señor Bentley acababa de reunirse con otro comprador. Tuvimos la suerte de
atraparlo aquí. Él no ha vivido aquí desde que murió su esposa.
Mierda. Así era como Bentley agregaba una pena a una venta. Bentley nunca se
había casado.
—¿Pero él aceptó un trato contigo en cambio?
—Mimi tuvo que negociar muy duro—se jactó Kevin.
Jackson apostaba a que ella lo hizo. Bentley siempre amaba una buena partida. No
era particularmente tranquilo, pero si podía encontrar a una ansiosa novata para
convencer, lo hacía bastante bien. Lejos de los caminos más frecuentados como
estaba este lugar, no pasaban muchos novatos. Debió de estar saltando en sus botas
cuando Mimi llegó.
—¿Así que lo compraste?
Mimi asintió.
—Me costó todo lo que tenía, pero tenía suficiente.
—Apuesto que sí.
—No— interrumpió Melinda Sue—. Mimi todavía tiene el...
El oh de Melinda Sue coincidió con un traqueteo de la mesa. Una rápida mirada
mostró a Melinda Sue frotándose la pierna, Kevin la fulminaba con la mirada y Tony
parecía demasiado inocente. La expresión de Mimi estaba cuidadosamente en blanco.
—Espero que hayas conservado un poco para las emergencias.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—No soy tonta. —La mirada severa que le dio a Melinda Sue, además de las
reacciones de los niños, hizo que los pelos de su nuca hormiguearan. Algo más
estaba pasando aquí.
Tomó un bocado de huevo y lo masticó lentamente, haciéndolo durar. Los niños,
que los habían devorado, lo miraban atentamente.
—Entonces, ¿cuáles son tus planes?—preguntó.
Era solo morbosa curiosidad. Sin importar cuáles fueran los planes de Mimi,
mientras giraran en torno a este lugar, estaban en un callejón sin salida.
Apuñaló otro trozo de huevo. Todos los ojos lo vieron llevar la comida a su boca.
Tony se lamió los labios. Kevin se frotó los dedos con el tenedor. Captando sus platos
vacíos, Jackson dejó su tenedor con un suspiro mental.
—¿Pasa algo malo?—preguntó Mimi.
Negó con la cabeza y se puso una mano en el estómago.
—Simplemente no me siento muy bien.
No era mentira. Si su estómago pudiera cometer un asesinato, sería un hombre
muerto.
—Pasadme los platos niños. No tiene sentido dejar que la buena comida se
desperdicie.
Mimi le dirigió otra mirada cautelosa.
—Necesita comer.
—Estoy seguro de que mi estómago me pedirá comida mañana.
—¿Y esta noche?
Sosteniendo la manta en el lugar con una mano, dividió su porción entre los niños.
Resultó ser una porción del tamaño de un dólar de plata por niño. Maldita sea.
—Esta noche, dormiré un poco. —Y mañana iría a cazar y pondría algo de carne
en la mesa. Las segundas porciones desaparecieron tan rápidamente como las
primeras. Esta vez, cuando miró a Mimi, ella no se encontró con su mirada. Él podía
entender eso. Merecida o no, la vergüenza era una pesada carga.
—Entonces, ¿cuáles son tus planes para el lugar?—preguntó de nuevo.

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Promesas 5

—Tengo esperanzas de conseguir cultivar algunas hortalizas. Tal vez pruebe con
algunas patatas.
Él negó con la cabeza.
—Es un poco tarde para cultivar patatas, por no mencionar las sequías.
Ella terminó el último bocado de sus huevos y colocó el tenedor delicadamente
arriba del plato. Notó inconsciente que trataba de alcanzar la servilleta inexistente.
De donde venía, le habían enseñado buenos modales.
—Tengo la esperanza de que llueva.
Suspiró internamente. La lluvia solo abriría otro conjunto de problemas.
—¿Tienes patatas de arranque?
Ella se mordió el labio. Fue sorprendentemente sexy ver sus dientes masajear la
carne rosada.
—Estoy trabajando en ello—respondió ella después de una pausa.
Él agarró la manta antes de que pudiera deslizarse.
—Ya veo.
Por la forma en que cuatro pares de ojos se clavaron en él, no había ocultado bien
su escepticismo. Todos de diferentes colores y formas, pero unidos en la esperanza
rebosando en su interior. Mierda. Estaba demasiado cansado para contrariar las
esperanzas esta noche. Mañana era lo suficientemente temprano para decirles que
este lugar era una trampa mortal y que tendrían que irse. Optó por una respuesta
neutral. No fue una mentira.
—No va a doler conseguir algunas patatas de arranque.
Mimi lo miró con recelo.
—Es lo que pensaba.
Mirando por la ventana, cambió de tema.
—Aunque puedo ver por qué compraste el lugar. Es un bonito pedazo de tierra.
Mimi se relajó y sonrió, revelando esos hoyuelos. Maldita sea, un hombre podría
volverse adicto a esa sonrisa.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—No podía creer que tuviéramos la suerte de conseguirlo. —Miró alrededor del
edificio en ruinas con todos sus ángulos torcidos y boquetes incómodos—. Es un
sueño hecho realidad.
Melinda Sue se inclinó para apoyarse contra su hombro y se metió el pulgar en la
boca.
—Aquí estamos a salvo.
Él tomó un sorbo de agua. Tenía el sabor plano de ser hervida. El cansancio
generalizado pesaba sobre sus hombros como una tonelada de ladrillos.
Probó otra puñalada a la razón.
—No estoy seguro de que sepas en lo que te estás metiendo.
Mimi se levantó y recogió los platos.
—Estoy segura de que estaremos bien. Solo necesitamos reunir suficientes
alimentos para que no nos muramos de hambre este invierno.
Al menos ella tenía el juicio para saber eso.
—Sí. Eso sería bueno.
Ella recogió su plato y miró a Melinda Sue.
—Alguien está lista para ir a la cama.
Jackson le dio a Mimi el plato de la niña.
—Sip.
—Yo no. —Melinda Sue bostezó.
Mimi puso los ojos en blanco y luego hizo un gesto con la barbilla.
—Tendré que limpiar esa herida y revisar esos puntos de sutura después de que
acueste a Melinda Sue.
—Estoy bien.
Ella volvió a poner los ojos en blanco.
—¿Alguna vez alguien le ha dicho que eres irritantemente predecible en su
terquedad?

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Él reprimió su sonrisa.
—Estaré bien.
Los platos de metal traquetearon cuando los colocó en la palangana.
—Bueno, ya que es mi primer paciente, entenderá mi exceso de precaución e
incredulidad.
Eso llamó su atención.
—Me he estado preguntando, ya que nunca has cuidado a nadie antes, ¿estabas
asustada?
Se secó las manos en el delantal y se encogió de hombros.
—Un poco, pero tengo que confesar, fue emocionante de una manera bastante
sombría pero desafiante.
Y ella lo había disfrutado. La elevación en su voz y la luz en sus ojos no dejaban
duda de eso. Maldita sea. Aunque no sabía por qué estaba sorprendido. Una mujer
que cruzaba el país con tres niños a cuestas no era una violeta que se encogía de
miedo.
—Bueno, me alegro de poder mantenerte entretenida.
Una sonrisa burlona provocó su boca.
—Ha animado mi noche.
El humor lo atrapó por sorpresa. Ella siempre lo sorprendía. La imprevisibilidad
lo mantenía en estado de alerta y prestaba un poco de aventura a cada conversación.
—No tengo nada que decir a eso, sino gracias por el cuidado.
Alisó su delantal.
—Ya era hora de que dijera eso.
—Estaba un poco distraído antes de ahora. —Tomó otro sorbo de agua para aliviar
la escofina en su voz—. ¿De dónde vienes?
Kevin abrió la boca. Mimi se la cerró con una mirada.
Interesante. Esa era la segunda vez que uno de ellos le iba a decir algo para ser
silenciado. Aquí había algunos secretos.

~81~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Esta vez la sonrisa de Mimi no era genuina.


—Del este.
Lo que podría estar en cualquier parte.
Colocando a Melinda Sue de nuevo en su propio asiento, Jackson apretó los
dientes, se aseguró de que la manta todavía estaba segura y se apartó de la mesa.
Estaba rígido, dolorido, hambriento y cansado. Pero no estaba desvalido. Tomó
concentración ponerse de pie. Esfuerzo para no gemir mientras estiraba los
músculos. Todo el tiempo se esforzó por parecer normal. Mimi y los niños
observaban cada movimiento. Justo cuando se estaba felicitando por lograrlo, Mimi
dijo:
—Déjeme ayudarle a volver a la cama.
Maldita sea. Eso en cuanto a sus habilidades para la actuación.
—Puedo hacerlo.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Volvemos a eso otra vez?
—No sabía que lo hubiéramos dejado nunca.
—Es un bebé grande.
Ni de coña.
—No, no lo soy—espetó—. Sería un error pensar que sí.
Si no la hubiera estado observando con tanto cuidado, podría haberse perdido esa
sutil inhalación, pero la estaba observando. La había estado observando desde el
momento en que la conoció. Maldita sea. Lo que dejaba una pregunta. ¿Eso era
miedo o excitación? El sentido común decía miedo. Una parte perversa de él quería
que fuera excitación.
Ella se apretó con fuerza la parte superior de los brazos, creando pálidas
hendiduras con forma de media luna. Con la misma rapidez ella se relajó. Él tomó
nota del traicionero gesto. Dejando escapar un largo suspiro y agitando su mano,
Mimi explicó:

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Se lastimó salvándome. ¿No puede ser un buen paciente y permitirme expresar
mi gratitud?
Podía mentir y decir que sí, pero la verdad era que no podía. Él no quería su
compasión o gratitud. Quería que ella lo viera no como paciente sino como un
hombre. Quería impresionar a esta mujer. Quería abrazarla, defenderla, causarle
buena impresión... Mierda. ¿Qué demonios estaba mal con él? Eran extraños.
—No.
Una pequeña mano se deslizó en la suya. Había estado tan atrapado en Mimi, que
ni siquiera se había dado cuenta de que Melinda Sue se había levantado de su silla.
Maldición. La mujer le estaba haciendo perder su habilidad.
—Tienes que hacer lo que te dicen—susurró, como si todos no pudieran escuchar.
—No siempre—le susurró de vuelta.
Sus coletas se balancearon mientras asentía con la cabeza.
—Ajá.
Ésta claramente no era una discusión que fuera a ganar.
Mimi se arrodilló frente a Melinda Sue y le retiró el pelo rubio de la cara.
—No estamos peleando, cariño. Simplemente estamos decidiendo cómo llevar al
señor Montgomery a la cama.
Los chicos se quedaron a un lado, sin saber cómo manejar esto, pero listos para
saltar si fuera necesario. Apreciaba su apoyo.
Melinda Sue deslizó el brazo alrededor de su muslo, atrayendo su atención.
—¿Qué estás haciendo, repollito?—preguntó él, cogiendo la manta antes de que
pudiera ser arrancada.
Ella se rió del nombre e intentó levantarlo.
—Estoy ayudando.
—Bueno, gracias. —Alborotando su cabello, le tendió la mano—. ¿Por qué no
guías el camino?
—Muy bien.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Fue difícil cooperar con su ayuda y no derribarla. Sentarse lo había dejado rígido.
—Llévalo a mi habitación, Melinda Sue—dirigió Mimi, dando vuelta a la derecha.
La mirada que le dirigió no dio lugar a malos entendidos. No me estás engañando.
¿Y sacar a Mimi de su cama? Lo dudaba mucho. Su padre no solo lo tendría detrás
de la leñera por un comportamiento tan poco caballeroso, sino que volverían a todo
el problema de preocuparse por su hombría. Jackson dejó que Melinda Sue lo ayudara
hasta su cama de paja. Allí frenó.
—Estoy más cómodo en el suelo.
Mimi estaba negando con la cabeza antes de que terminara.
—No voy a escuchar sobre eso.
Y un cuerno que no lo haría.
—Melinda Sue, tapa los oídos de tu hermana. Las cosas están a punto de ponerse
coloridas.
La niña se rió y saltó hacia Mimi.
Mimi apartó las manos de Melinda Sue.
—Basta, Mellie.
—Pero él dijo…
Mirándolo ceñudamente, ella dijo bruscamente:
—El señor Montgomery dice muchas cosas que no escucho. No hay necesidad de
taparme los oídos.
Jackson ni siquiera se molestó en ocultar su exasperación.
—Serías más feliz si escucharas más.
—Creo que está confundiendo escuchar con cooperar. Le he escuchado, pero
simplemente no estoy de acuerdo. En nuestra casa, los invitados no duermen en el
suelo.
Jackson la estudió. El conjunto de sus mandíbulas y hombros decía que ella no iba
a cambiar de opinión. Bueno, tampoco él.

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—No veo dónde vas a tener opciones. ¿A menos que estés pensando en traer mi
caballo de vuelta aquí dentro?
Hubo una pausa. Esas yemas de los dedos se hundieron nuevamente en la parte
superior del brazo. Las uñas estaban rotas en los bordes. Era una mujer demasiado
delicada para manejar una granja sola.
—No pero…
—Entonces, está decidido, pero hablando de mi caballo… —Indicó a los chicos
que se acercaran—. Necesito que vosotros dos vayáis a traer a Little Lady…
—¿Tu caballo?—preguntó Tony como si no pudiera creer en su suerte.
—Sí, mi caballo. La solté en la hierba antes, así que su barriga debería estar llena.
Tráela de vuelta al granero. Dale agua fresca.
—Conseguiré el agua—dijo Kevin.
Jackson levantó una mano antes de que Kevin pudiera lanzarse.
—Enjuaga el cubo primero. Asegúrate de que no haya heces en él. No queremos
que se enferme. Si hay algo de avena, dale un poco.
—No hay nada—dijo Tony, volviendo a su habitual solemnidad, como si no
quisiera que Jackson notara su aparente amor por los caballos.
Jackson asintió.
—Eso pensé. —Agregó avena a su lista mental de compras—. Entonces solo
acércate a ella y dale unas buenas palmadas. Podría estar nerviosa. Uno de los dos
que traiga mi silla.
Tony levantó la mano.
—Yo lo haré.
Jackson asintió de nuevo.
—Gracias. Ponla sobre un pesebre vacío o algo así. No la tires al suelo. Las sillas
de montar se arruinan de esa manera. Las alforjas puedes traérmelas aquí.
Ellos lo miraron fijamente.
—¿Entendisteis todo?

~85~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Tony se subió los pantalones.


—Yo sí.
—Yo también—intervino Kevin, para no ser dejado de lado.
—De acuerdo, entonces. Solo tomaros tiempo y hacedlo bien. La primera regla de
todas es que un hombre cuida de su caballo. ¿Entendido?
Ambos asintieron.
—Bien. —Realmente necesitaba acostarse—. Estaré aquí esperando un informe
cuando terminéis.
Los niños salieron pavoneándose, llenos de importancia sobre sus
responsabilidades. Él negó con la cabeza. ¿Alguna vez había sido tan joven? Cuando
la puerta se cerró detrás de ellos, fue muy consciente de los ojos de Mimi sobre él. Sin
embargo, no se podía evitar. Tenía que mantener su jactancia. El único problema era
que el resto de su cama de paja estaba muy abajo. A una gran distancia.
—¿Todavía quiere ser terco?—preguntó Mimi.
—Se llama ser galante. Y sí. —Suponiendo que pudiera hacer que sus músculos
rígidos se flexionaran lo suficiente para arrodillarse. Dejando que la manta se
deslizara por su brazo, se mantuvo en sus trece—. Pero si quieres ayudar, podrías
arreglar la cama. Estoy prácticamente en el extremo de “recostarme o caerme” de mi
resistencia.
Ella miró a todas partes, excepto a su pecho desnudo mientras tomaba la manta.
Por un momento, él sintió una punzada de conciencia. Normalmente no descubría su
pecho frente a las mujeres. La verdad era que no había estado pensando. Solo
necesitaba acostarse. Mimi tomó la manta. Desafortunadamente, ella fue en la
dirección equivocada. Antes de que él pudiera cuestionarlo, desapareció en el
dormitorio. Un minuto después, regresó con un par de mantas más gastadas y una
almohada de aspecto maltratado. Empujando el paquete en sus brazos, ella ordenó,
—Sostenga esto.
Estaba teniendo mucho cuidado de no mirar su pecho desnudo. ¿Porque estaba
avergonzada o porque estaba intrigada? No tenía una respuesta. Sonrojándose, ella
agarró la manta de arriba y la extendió en el suelo.

~86~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Sólo por curiosidad, ¿qué pasó con mi camisa?


El rubor se acentuó.
—Tuve que cortarla. Estaba sucia, así que la lavé. La arreglaré cuando se seque.
¿Creía ella que la estaba criticando?
—Gracias.
—No hay problema.
Después de tomar la almohada, la arrojó a un extremo de la cama. Tiró la siguiente
manta sobre la otra con una fuerza innecesaria. Estaba molesta. Cuando se arrodilló
para alisarla y doblar la parte superior, él admiró la vista. Ella era una mujer muy
atractiva.
—Ahí. Su cama está hecha.
Extendió la mano.
—Gracias.
Después de una breve vacilación, ella puso la palma en la suya. Sus dedos se
curvaron suavemente alrededor de los de él. Se sentían pequeños y delicados.
Correctos. Sacudió la cabeza ante el pensamiento fantasioso. Debía estar hirviendo de
fiebre. Con un tirón, la puso de pie. El dolor le abrasó la espalda. Su cara borrosa
fuera de foco. Su piel se puso húmeda y fría. Mimi chocó contra su pecho con un
torpe tropiezo.
Su jadeo le acarició el pecho. Algo cálido y húmedo le resbalaba por la espalda. En
la brumosa realidad del momento, comprendió que había abierto la herida.
—Sospecho que estaré tan fresco como una lechuga una vez que duerma un poco.
Deseaba desesperadamente dormir. O desmayarse. Ya no le importaba, siempre y
cuando estuviera en el suelo cuando sucediera.
—Como una lechuga podría estar exagerando —masculló ella con disgusto,
estabilizándolo mientras se balanceaba.
—No soy un hombre mentiroso.
—Sólo uno delirante.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Probablemente no se suponía que escuchara eso. Sus rodillas se doblaron. Se


hundió, sabiendo que le estaba dando una visión completa de su debilidad.
Algunos días simplemente no valía la pena levantarse de la cama.

~88~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Seis

Se despertó con el estómago rozándole la columna vertebral y una erección


intentando perforar el suelo. Esto último, con seguridad era culpa de Mimi. La mujer
parecía tener una habilidad insidiosa para escabullirse por debajo de sus barreras.
Puede que no le importara tanto su intrusión si pudiera recordar los detalles de uno
de esos sueños, pero todo lo que tenía era un sentimiento de pasión y una conciencia
vívida de perder algo bueno. Suspirando, rodó sobre su espalda. Esperó a que
comenzaran los giros. No comenzaron. Esperó a que el dolor desgarrador lo
atravesara. En lugar de eso, latía un dolor soportable, centrado en espalda y cabeza
en lugar de abarcar todo su cuerpo. Liberando su temor con un largo suspiro, se
permitió enfocarse en otras cosas. Como lo duro que era el suelo contra su dolorida
espalda.
Era temprano, así que tan silenciosamente como pudo, se puso de pie. Apretando
los dientes contra el tirón de la herida y el golpeteo en la cabeza, dio un paso. Una
astilla se alojó en su pie. Jurando por lo bajo, buscó sus cosas. Sus botas, su petate y
sus alforjas estaban amontonadas encima de la repisa. Sus armas no estaban a la
vista. Con los músculos protestando a cada centímetro del camino, se dirigió de
puntillas a la repisa, negando con la cabeza ante lo absurdo. No había andado de
puntillas alrededor de la casa de una mujer desde que tenía dieciocho años y
demasiado alcohol y calentura le habían llevado a la cama de la viuda Myer.
Le hubiera gustado cambiarse de ropa, pero las de sus alforjas estaban tan sucias
como la que llevaba puesta. Tendría que lavarlas. Recogiendo las alforjas, frunció el
ceño. Estaban demasiado livianas. Una búsqueda rápida reveló que la ropa había

~89~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

desaparecido. Lo que solo podía significar una cosa: Mimi las había tomado. Sin
duda para lavarlas.
Normalmente no le gustaba que la gente tocara sus cosas, pero le gustaba pensar
en las manos de Mimi sobre su ropa, lavándolas y acondicionándolas para él. Sacó
los mocasines, sonrió y miró la segunda alforja. Su oro estaba allí. Así como sus balas.
Cualquier cosa que estas personas fueran, no eran ladrones. Cerró las alforjas y las
colgó sobre su hombro. Recogiendo los mocasines, se dirigió hacia la puerta de
entrada en busca de sus armas. No se sentía desnudo sin su camisa, ¿pero sin sus
cuchillos y pistolas? Ese era un asunto completamente diferente.
La puerta chirrió ligeramente cuando la abrió. Haciendo un movimiento para
silenciar la ruidosa bisagra, salió a hurtadillas y la cerró suavemente detrás de él.
Apoyándose contra la jamba para sostenerse, se puso los mocasines, los ató y se
enderezó.
De pie en el porche, respiró hondo y disfrutó de la luz del sol filtrándose poco a
poco en la niebla de la mañana. La mañana siempre había sido su hora favorita del
día. Amaba la tranquilidad, el olor de la tierra húmeda y las suaves llamadas de los
pájaros recién despertados. Había tanta promesa en la mañana. Su madre siempre
había dicho que si podían aprovechar esa promesa, la vida sería más fácil para todos.
Él sonrió mientras una abeja zumbaba alrededor del trébol. Había pasado muchas
mañanas cuando era un niño tratando de aprovechar la promesa de la mañana.
Realmente había querido hacer del mundo un lugar más fácil en ese entonces. Ahora,
veintidós años después, había ido en la dirección opuesta, ganándose la vida
haciendo la vida más difícil para algunos de los peores criminales del estado. Era
extraño cómo la vida a veces tomaba los sueños y les daba la vuelta.
Respiró hondo y se apartó de la jamba. Nada como una mordedura de serpiente
para hacer que un hombre aprecie su vida. Después de detenerse en la letrina, eso
realmente necesitaba cavarse de nuevo, se dirigió hacia el granero. Pensó que Mimi
tenía que haber escondido sus armas en algún lugar fuera del alcance de Melinda
Sue. Esa niña era pura travesura y curiosidad. El granero era el lugar más probable.
La puerta del granero rechinó más fuerte que la de la casa cuando la abrió. Se
atascó inesperadamente a mitad de camino, casi golpeándolo en los dientes. Eso
necesitaba ser arreglado. Little Lady resopló tan pronto como entró.
—Apuesto a que tienes hambre, ¿verdad, cariño?

~90~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Parada en el extremo de la caballeriza, la yegua sacudió la cabeza. Su sedosa


melena de color marrón le cayó sobre los ojos cuando bajó los ollares y le resopló.
Sonriendo, se acercó y le frotó la testuz. Era su ritual matutino, excepto que él no
tenía un terrón de azúcar. A Lady le gustaba su azúcar, pero se había acabado un par
de días atrás.
—Cuando lleguemos a la ciudad, te conseguiré algunos dulces.
Ella lo golpeó con la cabeza. Él le rascó las orejas.
—Lo prometo.
Esta vez ella dio pisotones y mordisqueó su abrigo. A Lady no le gustaba aceptar
un no por respuesta.
—Lo siento. ¿Qué tal si nos vamos de paseo más tarde?
Podría ser su imaginación, pero Lady pareció animarse.
La puerta del granero rechinó una breve advertencia. Se volvió y vio una silueta
familiar. El aroma fresco de la mañana barrió el olor rancio del granero cerrado.
—¿Qué está haciendo?—preguntó Mimi.
—Estaba revisando a Little Lady.
Ella le entregó su camisa, lavada y remendada, junto con su sombrero.
—¿Supongo que pronto querrá sus armas?
Había mucha beligerancia en esa declaración. Se frotó el hombro cerca de donde la
serpiente había atacado, flexionando la zona rígida antes de ponerse torpemente la
camisa.
—Realmente me gustarían ahora.
Ella se encogió de hombros. Un rayo de sol que se expandía desde un agujero en la
pared la abrazaba mientras se adentraba en el establo. La luz destacaba la curva de
su mejilla y la cremosidad de su piel, y él se dio cuenta de lo joven que era. Su cabello
caía en una delicada trenza por su espalda. Un largo chal a cuadros estaba envuelto
alrededor de sus hombros, cubriendo la mayor parte del camisón blanco debajo. Los
flecos del chal se balanceaban alrededor de sus muslos. El camisón rozaba el suelo
sucio. En sus pies, llevaba lo que antes habían sido zapatos resistentes, pero ahora
eran estropeadas sombras de su antiguo ser. Caminó hasta una larga y ancha repisa

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situada en la parte superior izquierda de la puerta. Cuando se agachó para agarrar


una caja de madera, el camisón se tensó alrededor de sus nalgas como para
desmentir su noción de ella como una niña. La mujer tenía una buena figura.
Sin darse cuenta de su atención, ella arrastró la caja hasta debajo de la repisa. Un
ratón se escabulló cuando la caja rozó la pared. Mimi gritó y saltó hacia atrás.
Con la misma rapidez, Jackson saltó hacia adelante, atrapándola cuando ella
tropezó en el suelo desigual. Ella volvió a gritar, girándose hacia él, con el puño
levantado.
Acunando sus hombros, puso fin al ataque.
—¡Alto ahí!
Ella parpadeó y ese miedo desapareció detrás de una máscara de calma. Todavía
podía sentir los finos y temblorosos restos del miedo debajo de su piel. Ella bajó
lentamente el puño. El chal se le había deslizado del hombro, dándole un vistazo del
pulso palpitando en el hueco de la garganta y la delicada línea de la clavícula. Él
aflojó la presión. Ella se lamió los labios.
—Lo siento. Es solo que…
—Odias los ratones—terminó por ella.
Ella asintió. A través del fino algodón de su camisón, él podía sentir la curva de su
hombro y el calor de su piel. Él tiró del chal suavemente hacia arriba. Tomando su
mano la puso sobre los bordes. Ella los apretó reflexivamente mientras lanzaba una
mirada ansiosa alrededor.
—No te preocupes, ese ratón ya no está.
Ella no parecía convencida.
—¿Estabas buscando mis armas?
Ella asintió.
—¿Dónde están?
Señaló la repisa. Él la soltó. El estante que era demasiado alto para ella era solo un
estirón para él.

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—Tenga cuidado—advirtió ella mientras él pateaba la caja a un lado y buscaba las


armas—. Podría haber arañas.
Por la forma en que dijo eso, parecía que las arañas eran más temidas que los
ratones. Él sonrió y tanteó a lo largo del largo estante. Su mano aterrizó en su rifle.
—Gracias.
Fue igual de fácil localizar el cinturón de su pistola y los cuchillos. Los bajó uno
por uno, inspeccionándolos obedientemente para detectar arañas mientras lo hacía.
Colocándose el cinturón de la pistola alrededor de la cintura, lo abrochó
rápidamente, antes de meter un cuchillo en la vaina de la cadera. Se acomodó allí con
la familiaridad de un viejo amigo. Costó un poco más de trabajo poner el otro en su
pierna. El rifle lo apoyó contra la pared. A pesar de todo, ella se quedó allí
observándolo, con los brazos cruzados sobre el pecho, abrazando el chal con fuerza.
No podía decir si todavía estaba sudando por el ratón o preocupándose porque sus
armas le generaban dudas sobre a quién había invitado a su casa. Bajando la pernera
del pantalón sobre el mocasín, Jackson dijo:
—Aprecio que las alejaras de las manos curiosas.
Sus dedos se apretaron sobre el chal.
—Espero que estén bien.
—Los gatillos pueden ser sensibles, pero las armas en sí no son tan delicadas.
Haciendo un gesto al cuchillo en su pierna, ella le preguntó:
—¿No le preocupa que se resbale y le corte la pierna?
—La funda me protege.
—¿Y si se sale?
—Hay una correa para sujetarlo.
—Oh.
—La única razón para dejar un arma suelta es si estás esperando problemas.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Esperaba problemas cuando llegó aquí?
Jackson se encogió de hombros.

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—Bentley no ha vivido aquí en muchos años. No sabía quién se había instalado.


Ella se relajó y negó con la cabeza. Un indicio de una sonrisa coloreaba su voz.
—Así que está diciendo que tenía curiosidad.
Él sonrió.
—Bastante. —Haciendo una mueca ante el movimiento, ajustó el cuchillo en su
espalda—. ¿Qué hay de ti? ¿Tienes un arma?
—No.
¿No? Se bajó la camisa lentamente.
—Seguramente se te ocurrió que los problemas podrían venir tan lejos.
—Sí. Seguramente.
—Y sin embargo, no tienes un arma.
Después de una ligera pausa, ella admitió:
—Me pareció prudente aprender a disparar primero.
Él parpadeó mientras sacaba el revólver de la funda.
—¿Qué demonios pretendías hacer si aparecían problemas mientras tanto?
Ella se apretó el chal y se encogió de hombros.
—Ofrecerles la cena y rezar por lo mejor.
—Eso no es un gran plan.
—No. No lo es.
Su aceptación eliminó al fanfarrón de su sermón. Enfundó el revólver y sacó el
segundo.
—Quiero darle las gracias una vez más antes de que se vaya.
El atasco en su aliento lo hizo levantar la mirada. Sus ojos eran muy azules en el
sol de la mañana. Brillaban con lágrimas contenidas como flores silvestres después
de una lluvia de verano. Ella estaba molesta.
—¿Quién dijo que me iba?
Con un gesto de su mano ella indicó sus cosas.

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—Está recogiendo sus pertenencias.


Él revisó el arma.
—Eso no significa que me vaya.
—¿Qué más podría significar?
—Bueno, mi pequeña sirena de sol, significa que tengo hambre. Así como imagino
que tú también. Siendo ese el caso, pensé que podría mover mi trasero y conseguir
algo de carne. —Levantando una ceja hacia ella, mencionó—. Las armas son buenas
para otras cosas además de la autodefensa.
Mimi tragó convulsivamente, como lo hacía una persona cuando había pasado
mucho tiempo sin comer y su boca está inundada de saliva. Sus dedos agarraron
reflexivamente el chal. Su respeto por ella aumentó cuando protestó:
—No puede. Está herido.
—Con seguridad estoy lento, pero he estado peor. —No mucho, pero era cierto
que si no conseguía algo de comida, ninguno de ellos iba a sobrevivir. La imagen de
Melinda Sue con esa patata le molestaba. Mimi le dirigió una mirada que hablaba con
elocuencia de su duda.
—Si no fuera por los niños, debatiría el estado de su salud con usted.
El revólver estaba bien. Lo enfundó.
—Si no fuera por ti y por los niños, te lo permitiría.
Su gracias vaciló con el peso de la realidad. Ella no podía permitirse el lujo de
exigir que se recuperara antes de aventurarse. Una vez más, se preguntó qué había
traído a la familia aquí. Claramente no estaban hechos para esta vida.
Si fuera del tipo entrometido, habría preguntado, pero había tiempo suficiente
para las explicaciones.
—De nada.
Eran sólo unos pocos pasos hasta las alforjas. Su mirada pesaba sobre él con cada
paso que daba. En cualquier momento, esperaba que ella soltara una explicación o le
pidiera ayuda, pero abrió las alforjas sin interrupción. Sacando la bolsita de
monedas, sacó unos dólares, haciéndolos sonar en la palma de la mano mientras
debatía antes de agregar un par más. La familia no podía quedarse aquí, pero

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necesitaban comer entre ahora y entonces. Mimi todavía lo estaba estudiando cuando
se paró delante de ella. Tampoco dijo una palabra cuando él tomó su mano y puso
las monedas en ésta, pero se tensó.
—Mientras estoy cazando, quiero que te lleves a Little Lady y vayas a la ciudad...
—No puedo montar.
Casi puso los ojos en blanco. Por supuesto que no podía. Otra pieza que
agrandaba el acertijo que era esta familia. Él dobló sus dedos sobre las monedas.
—Guíala, entonces, pero ve a la ciudad y consigue provisiones.
—No puedo tomar su dinero.
—¿Puedes hacer pan de maíz?
—Sí.
—Entonces toma mi dinero.
Ella lanzó las monedas en su mano hasta que tintinearon discordantemente. Su
terquedad empezaba a irritarlo.
—¿Por qué?
—Mi boca está preparada para un guiso de venado con una gran porción de pan
de maíz y un poco de leche fresca, si puedes encontrarla.
—Para eso no necesito un caballo.
Ella estaba siendo deliberadamente obtusa.
—Dije que quería que consiguieras suministros. Los suministros son harina,
patatas, verduras, harina de maíz, azúcar y las especias que se necesitan para que
todo tenga un sabor delicioso. Y por el amor de todo lo sagrado, quiero café. Café de
verdad.
Ella hizo esa cosa de tragar de nuevo. Él apresuró su ventaja.
—Vamos, ahora, ¿no te gustaría una taza de café caliente y humeante por la
mañana? ¿Tal vez condimentado con un poco de crema y una o dos cucharadas de
azúcar?
El aleteo de sus pestañas fue otra fractura en su compostura. También la lamida de
los labios. Ella anhelaba ese café, así que fue un shock cuando tomó su mano como él

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había tomado la suya, le dio la vuelta y le devolvió el dinero. Apretando el chal con
más fuerza alrededor de su cuerpo, dio un paso atrás.
—No necesitamos su caridad.
Maldita sea, la mujer era terca. No deseaba humillarla, pero la verdad tenía que
enfrentarse, y estaba demasiado dolorido y cansado para luchar por tonterías. Señaló
hacia la casa.
—He visto las caras de esos niños y están más que un poco delgadas.
Ella se estremeció pero se mantuvo firme.
—Estaremos bien.
El infierno lo estarían.
—No estoy diciendo que no hayas hecho lo mejor que pudieras, pero las cosas
están en el punto en que lo que importa son Kevin, Tony y Melinda Sue.
Jackson no la mencionó porque sabía que ella se resistiría, pero ella estaba igual de
alta en su lista. Ella levantó la barbilla.
—Estaremos bien. Solo tengo que encontrar algún trabajo.
¿Qué clase de trabajo pensaba ella que encontraría aquí? ¿Una mujer joven y
hermosa con tres hijos y, aparentemente, sin habilidades reales?
—Tienes que comer de aquí a entonces.
Su mandíbula se tensó.
—No somos un caso de caridad.
Hijo de puta. Pasándose los dedos por el pelo, se esforzó por tener paciencia.
—Mira, no estoy tratando de pisotear todo tu orgullo, pero cuando los tiempos
son difíciles, tomas lo que se te ofrece y pagas a los que te ayudaron más tarde.
Durante un largo minuto, ella lo miró, los nudillos de los dedos blancos en el chal,
el orgullo luchando con la necesidad. ¿Estaba llegando al final?
Él extendió la mano.
—Maldición, mujer. Toma el maldito dinero.
Con un brusco

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—Gracias—lo hizo. Las monedas aterrizaron en su palma con suaves tintineos.


Lentamente, ella cerró los dedos alrededor de ellas.
—Le devolveré el dinero.
—Espero que lo hagas.
Su barbilla volvió a subir. Él se preparó para otra batalla.
—Esto no significa que le deba nada… más.
Él enarcó una ceja.
—Una dama por lo general espera hasta que se lo pidan.
Ella ni siquiera parpadeó antes de replicar:
—Estoy sorteando la petición por la garantía del entendimiento.
—Entonces deja caer tu escudo. Tenemos un entendimiento.
En lugar de irse, como él esperaba, ella se quedó mirándolo de pies a cabeza, como
si fuera un tipo de bicho particularmente extraño.
—No entiendo por qué está haciendo esto.
Él agarró el rifle.
—Te lo dije, tengo hambre.
Ella negó con la cabeza y giró sobre sus talones.
—Usted es un hombre muy extraño, señor Montgomery.
Su aroma flotó a su alrededor en un tentador recordatorio de los sueños que no
podía recordar pero en los que quería revolcarse. Después de agarrar el lazo, la
siguió a un ritmo mucho más lento. Estaba rígido, dolorido y más débil de lo que
quería admitir. Los dos primeros síntomas se aliviarían con el movimiento. El último,
solo con comida.
—¿Pensé que habíamos decidido que me llamaras Jackson?—dijo. Eso podría
haber sido solo una sonrisa en sus labios cuando se detuvo para dejar que la
alcanzara. Pensó que era dulce que ella extendiera la cortesía, pero con dolor o no, si
hubiera querido alcanzarla, la habría alcanzado.
—Estoy siendo grosera, ¿verdad?

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Él no había esperado que ella lo admitiera.


—Un poco, pero muchas personas son irritables por la mañana.
Otro ademán de su mano.
—No es eso. Es solo…
Una brisa sopló un mechón de pelo sobre su cara.
—Has descubierto que las personas pueden hacer mucho mal con el pretexto de
ser amables—terminó por ella.
Ella se lamió los labios.
—Sí.
Como Bentley, aunque todavía no sabía lo suficiente para prepararse para ese
golpe. Ella se sobresaltó cuando él levantó la mano.
—Tranquila… —dijo él—. Yo… —Él rozó ligeramente el dorso de sus dedos por
su suave mejilla, retirando el cabello de sus labios. Éste cayó a un lado en una onda
suave—. No golpeo, Mimi.
Aunque alguien en su pasado claramente lo hacía.
Su barbilla se levantó aún más.
—No insinué que lo hiciera. Sólo estaba…
Alarmada. Asustada. Jackson colocó un dedo sobre sus labios, silenciando la
explicación.
—Solo quería que quedara entendido entre nosotros. —Tiró del chal por encima
de sus hombros y apretó los lados juntos. Podía sentir su pulso contra el dorso de su
dedo. Era más rápido de lo normal. Como su respiración—. Estás a salvo conmigo,
Mimi.
Las emociones atravesaron de prisa su rostro. Sorpresa. Desconfianza. Y por
último, tal vez, ¿aceptación? Por ahora era suficiente. Él cambió de tema.
—Hazme un favor cuando estés en la ciudad. Compra más jabón y todo lo que
necesites para bañarte.
Sus ojos se agrandaron y ella le apartó la mano de una bofetada.

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—¿Está infiriendo que apesto?


—Para nada. Hueles tan dulce como un día de verano, pero esos chicos se están
poniendo un poco olorosos.
Sus labios se torcieron en una sonrisa.
—Actúan como si bañarse fuera un pecado mortal. Todos los sábados por la
noche, dejo de aceptar excusas y comienzan las batallas. Han estado observando ese
jabón que desaparece como una bendición.
Pecado mortal era un término católico. Otro dato para la caja del rompecabezas.
Soltó el chal lentamente. A decir verdad, él no quería dejarla ir. Le gustaba su aroma.
Su sonrisa. El sonido de su voz.
—La mayoría de los chicos lo hacen, pero tengo un olfato muy fino.
A pesar de que ella claramente no podía decir si él hablaba en serio o no, sonrió.
Tenía una hermosa sonrisa que convertía su cara de serena a pilluela. Era casi tan
seductora como su voz.
—¿Es eso así?
—Palabra de honor.
Sus manos se retorcieron en el chal antes de alisarlo. Era un gesto tan
encantadoramente femenino que sacó a relucir todo lo masculino en él. Es curioso
cómo las largas expediciones por el desierto pueden hacer que un cuerpo olvide lo
tentadora que puede ser la inocencia. Lo refrescante. Porque eso era lo que veía
cuando la miraba. Dulce inocencia atemperada por la confianza y una corriente
subyacente de pasión no despertada. Le metió un mechón de cabello detrás de la
oreja. Se suponía que era un gesto breve, pero sus dedos se demoraron. Ella tenía la
piel muy suave. Y ni idea de qué decir. Se apiadó de ella, llenando el incómodo
silencio.
—Si haces algún tipo de postre con la cena, me encargaré de que esos muchachos
se bañen.
Los suaves labios de Mimi se suavizaron en una curva de puro encanto. La
respiración de él se atascó. Otra señal de que podría estar en problemas aquí.
Ella le tendió la mano.

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—Trato hecho.
Envolviendo sus dedos alrededor de los de ella, Jackson lo sacudió suavemente,
antes de responder irónicamente:
—Me di cuenta de eso.
Ella fue la que terminó el apretón de manos. A él le gustó pensar que lo hizo más
lento de lo normal. La huella de su toque duró mucho más allá del punto en que
terminó el contacto. La pausa que siguió estaba cargada de emoción. De ella hacia él
y de él hacia ella.
El ruido de su estómago rompió el silencio.
Pasándose la mano por la falda, dijo:
—Parece que es hora de que los dos nos ocupemos de nuestras tareas.
—Estoy pensando que tienes razón.
Recogiendo el rifle y arrojándolo sobre su hombro, Jackson se encaminó hacia el
bosque. Avanzó tres metros antes de que el susurro de Mimi lo alcanzara.
—Tenga cuidado.
La advertencia se acurrucó debajo de su guardia y en ese lugar vulnerable en su
corazón que juró que nadie alcanzaría. Ser vulnerable no le sentaba bien. Con otro
gesto de la mano reconoció la preocupación y siguió caminando. Una cosa era
segura: tan pronto como se recuperara y la familia se estableciera, necesitaba salir de
aquí o sucumbiría a la tentación. Mimi era el tipo exacto de mujer para cambiar la
cabeza de un soltero empedernido.
***

Caminando a través del campo, Jackson desabotonó los primeros botones de la


camisa que acababa de abotonarse. El día se estaba calentando rápidamente. Por
todas las señales podría convertirse en un día abrasador. Mirando hacia el cielo,
midió el tiempo. Un poco tarde para empezar, pero con el río justo en el camino,
debería haber alguna presa. Tal vez no fuera un ciervo, pero habría una pieza de
caza. Jackson estaba contento de no tener que ir demasiado lejos. Un hombre no
sobrevivía mucho tiempo aquí fuera si no conocía sus limitaciones, y él estaba

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Sarah McCarty

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herido, débil y casi al final de su resistencia. Y aún tenía que acarrear lo que matara a
casa.
Unos pocos metros dentro del bosque en la curva del río, los pelos de la nuca se
levantaron. Detrás de él venía el inconfundible sonido de algo o de alguien más en el
bosque. Estaba siendo seguido.
Agachándose justo detrás de un árbol parcialmente rodeado por un espeso
matorral de arbustos, esperó. El ruido de pasos vino más rápido. Uno, dos conjuntos
de pasos. Solo había una conclusión lógica. Kevin y Tony lo habían seguido.
Definitivamente necesitaban una lección de sigilo. Con tanto ruido ahuyentarían la
presa y todos morirían de hambre. Los olió antes de verlos. Definitivamente
necesitaban lavarse. Esperó hasta que pasaron, completamente ajenos a su presencia,
antes de preguntar:
—¿A dónde vais tan temprano en la mañana?
Obtuvo una pequeña satisfacción cuando ambos saltaron y giraron. Tuvo que
darle crédito a Kevin por su rápida recuperación.
—Vamos contigo.
—¿A hacer qué?
El desafío desconcertó a Kevin, pero Tony simplemente se mantuvo firme y dijo:
—Lo que sea que estés haciendo.
—Pensé que iba a cazar algo para comer.
—Entonces vamos a ayudar.
El no estaba en sus labios, solo para ser silenciado por el anhelo en los ojos de
ambos niños. No pudo evitar recordar la primera vez que su padre lo había llevado a
cazar. Había tenido la edad de Kevin. Recordó la sensación de aventura y el deseo de
poder proveer como un hombre. De hacer lo que hacía su padre. La emoción de
hacer cosas de hombres. Hizo un gesto a los niños para que se acercaran.
—Si queréis ayudar, lo primero que debéis hacer es reducir la velocidad y caminar
en silencio. No pisar ramas.
—¿Cómo ves una rama debajo de las hojas?—preguntó Tony con seriedad.
—Intenta tantear con los dedos de los pies.

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Tan pronto como lo intentaron, vio el problema. Sus zapatos eran de suela dura,
mientras que él tenía mocasines que le permitían sentir mejor el suelo.
—Solo hacedlo lo mejor que podáis.
Los niños asintieron de nuevo, la emoción irradiaba de ellos en oleadas.
—Una cosa que necesitáis entender si venís conmigo. Es un asunto muy serio
abastecer para tu familia. Hay que hacerlo bien. Un hombre no deja que las mujeres y
los niños mueran de hambre, así que debéis hacer tal cual digo, sin dudar.
Más entusiastas asentimientos de cabezas. Tenía la sensación de que le
prometerían sus próximas cinco comidas para acompañarlo.
—Es probable que solo tengamos un disparo, así que es importante que nuestro
objetivo sea verdadero, pero es igualmente importante que tengamos la oportunidad
de hacer ese tiro, lo que significa que debéis guardar silencio. Calladitos. ¿Lo
entendéis?
—Sí.
—Sí.
Él asintió.
—Bien. Escuchad, entonces. No voy a repetirlo más tarde.
No podría haber pedido una audiencia más devota mientras explicaba el plan a los
niños. El viento cambió de dirección y volvió a olerlos, recordándole la promesa que
le había hecho a Mimi. Tendría que ocuparse de eso más tarde. Cuando estuvo
satisfecho de que ambos muchachos conocieran el plan, sacudió la cabeza hacia el
camino.
—Entonces vamos a buscarnos algo para desayunar.
Kevin se levantó tan rápido que se tropezó. Jackson lo agarró del brazo. Tony era
aparentemente más cauteloso.
—Recordad, quedaros detrás de mí, cerca y lo más silenciosos posible. —Los
labios se apretaron con tanta fuerza que casi desaparecieron, Kevin asintió con la
cabeza y el cabello le cayó sobre los ojos. Claramente ya estaba sintiendo la tensión
del silencio. Jackson le dio una palmada en el hombro. Él revolvió el cabello de Tony.
El chico era demasiado estoico con diferencia—. Buen trabajo.

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Avanzando a velocidad constante y a favor del viento por el sendero de ciervo que
había notado viniendo, se colocó detrás de un espeso matorral, apoyó el rifle y se
sentó en cuclillas. Los chicos lo miraron. Frunció el ceño en cuanto abrieron la boca.
Cerrando la boca, también se agacharon. El estómago de Tony gruñó ruidosamente.
Tony se apretó el estómago y palideció. ¿Qué demonios le había pasado al niño que
una infracción tan pequeña lo hubiera aterrorizado? Jackson se inclinó y susurró:
—Yo también tengo hambre.
Tony se relajó y logró una débil sonrisa, Kevin se hizo eco. Juntos se sentaron y
esperaron. A los chicos les fue bien al principio, pero en unos veinte minutos pudo
sentirlos retorciéndose. Él sintió empatía. La parte más difícil de la caza era la espera,
pero si uno esperaba, daba sus frutos. Un ligero susurro de hojas lo alertó. Se llevó
un dedo a los labios y señaló el camino. Un ciervo joven caminaba por el sendero,
con la cabeza en alto y las orejas moviéndose con cautela. Los niños asintieron.
Jackson apuntó con cuidado. Unos pasos más cerca, un par más de cabeceadas, y
Jackson apretó el gatillo. El arma ladró. El ciervo cayó. Los niños saltaron y cayeron
hacia atrás. Unos cuantos pájaros graznaron, y luego el bosque quedó en silencio.
Kevin y Tony lo siguieron hasta la presa, saltando alrededor emocionados.
—¿Viste eso?—aplaudió Kevin—. Lo mataste con un disparo. Sólo un tiro.
Jackson escondió su sonrisa.
—Las balas son caras.
Su entusiasmo disminuyó cuando llegaron al animal. El ciervo todavía se crispaba,
lo último de su vida se desvanecía de sus ojos. La excitación se atenuó ante la
realidad de la muerte. En lo alto un cuervo graznó. Lanzando torpemente su rifle por
encima del hombro, Jackson puso una mano en el hombro de cada niño, apretando
ligeramente.
—Esta, mis amigos, es la parte de la caza donde rezamos.
—¿Para qué?—preguntó Kevin, sin apartar la mirada del ciervo. Toda la excitación
había desaparecido del tono de su voz.
—Para agradecer por nuestra recompensa. Tomar cualquier vida no es poca cosa.
Cuando terminó la oración, fue Tony quien preguntó esta vez:

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—¿Por qué?
—Mi padre me dijo que todos tienen derecho a vivir, y cuando tienes que hacer un
intercambio, su vida por la tuya, debes ser respetuoso con su sacrificio.
Tony no miró al venado, pero Kevin no podía apartar la vista. Jackson puso su
mano en el hombro del niño otra vez. Lo que salió de la boca de Kevin no fue lo que
Jackson esperaba.
—¿Tuviste un pa?
¿Creían que su madre lo encontró debajo de una pila de hojas?
—Todos lo tienen.
Fue Tony quien respondió.
—Nosotros no.
Maldita sea. Bajo su mano, Kevin se puso rígido. No podía imaginar no saber
quién era su padre. El padre de Jackson lo había sido todo para él: su guía, su
mentor, la persona que lo disciplinaba, su amigo. Todavía lo era.
—Lo siento, hijo. Eso no era asunto mío.
Kevin se encogió de hombros, todavía mirando al ciervo.
—No importa.
Pero claramente importaba. Una vez más, Jackson tuvo que preguntarse qué había
reunido a los niños y a Mimi. No eran parientes, eso era seguro.
—No pensé que la cacería sería tan triste—susurró Kevin. Hizo un gesto al
cuerpo—. Solo quería tomar un poco agua y lo matamos.
Jackson también podía recordar ese sentimiento después de su primera presa.
—Lo sé. Y tenemos que comer. Es la vida, hijo, y es por eso que tienes que
honrarla incluso cuando tienes que tomarla.
—No quiero comerlo—declaró enfáticamente.
Tony susurró:
—Yo tampoco.

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Más cuervos graznaron, el susurro de sus alas interrumpió la mañana cuando se


asentaron en las ramas más altas. Ellos no iban a ser escrupulosos con una comida.
—La vida es dura, muchachos, llena de muchas decisiones difíciles. A menos que
hayas matado a este animal por deporte, debes empezar a quitarle la piel y llevarlo a
casa para la cena. De lo contrario, su muerte no tiene sentido.
—Y tampoco las de Mimi y Melinda Sue—susurró Kevin, mirando hacia arriba—.
Se morirán de hambre sin comida.
Eso respondió a la pregunta si los niños comprendían la gravedad de su situación.
—Exactamente. —Jackson apoyó su rifle y el lazo contra un árbol cercano—. Si
nosotros, como hombres, no proveemos, nuestras mujeres no sobrevivirán y eso no lo
permitiremos.
Kevin tragó saliva.
—No quiero que se mueran de hambre.
—Ni yo tampoco. Es por eso que hacemos las paces con las decisiones difíciles.
Tony tocó la oreja del ciervo.
—Leí que los indios creen que cuando matas algo y luego lo comes, su espíritu
entra en tu corazón. De alguna manera se convierte en parte de ti.
Kevin levantó la vista, un mechón de su pelo rojo cayó sobre sus ojos. Quería
confirmación. Jackson estaba más que feliz de dársela.
—En general, los indios creen que somos parte de todo. Que no vivimos separados
de nada.
—¿Así que vivirá en nosotros?—preguntó Kevin.
—Sip.
Kevin sonrió.
—Me gusta eso.
—A mí también—coincidió Tony.
Extendiendo la mano a su espalda, Jackson sacó el cuchillo del cinturón.

~106~
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Promesas 5

—Bueno. Entonces está resuelto. Vamos a llevar carne de venado a casa para la
cena.
Los ojos de Kevin se molestaron al ver la hoja.
—¿Qué vas a hacer con eso?
—Vamos a desollarlo y luego a quitar el cuero de la carne.
—¿Y después de eso?—preguntó Tony.
—Después de eso lo despedazamos, pero ahora debéis prestar atención. La cacería
solo comienza el proceso. Hay ciertas cosas que deben hacerse correctamente
después de eso o, en lugar de alimentar a las personas que amas, las envenenarás.
Era la primera vez que Jackson había visto a Tony realmente desconcertado.
Dándole el cuchillo, Jackson le aseguró:
—No te preocupes. Te enseñaré cómo hacerlo bien.
Sorprendentemente, Jackson disfrutó de la experiencia de transmitir el
conocimiento que le habían transmitido. Había una atemporalidad en ello. Un
consuelo y fortaleza. Lo tomó con calma, mostrándoles dónde cortar, qué nudo atar,
qué rama de árbol utilizar. El proceso fue pacífico de una manera que Jackson nunca
había sentido antes, y descubrió, mientras traspasaba las lecciones que le habían
enseñado, por qué su padre siempre decía que la alegría del conocimiento solo
cobraba vida cuando se compartía.

~107~
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Promesas 5

Siete

Jackson no había contado con dar lecciones cuando había calculado el tiempo de
la caza; como resultado, el sol estaba alto en el cielo cuando estaban listos para
regresar a casa. Sentía cada minuto extra mientras se recostaba contra un árbol y
esperaba a que los niños cargaran los trozos de carne sobre la piel de ciervo, que
usarían como trineo para transportarla a la casa. Estaban llenos de nueva confianza,
comparando sus habilidades de despiece mientras acomodaban la carga. Era bueno
verlos trabajar hombro a hombro.
—Eso es suficiente, ahora—ordenó Jackson antes de que pudieran tomar más
carne—. Es hora de atarlo.
Tony levantó la vista de donde estaba empacando otra porción.
—Pero queda mucho.
Dejar todo eso era un desperdicio, pero estaba a punto de desmayarse. La náusea
había levantado su fea cabeza una hora antes, y la debilidad había aparecido sobre
sus talones, dejando sus rodillas con un temblor poco masculino.
—No hay más remedio. Ya será bastante difícil arrastrar lo que tenéis allí.
Kevin, siempre optimista, habló.
—Podemos hacerlo.
El chico era todo entusiasmo. Jackson negó con la cabeza y agitó la mano.
—Pruébalo, entonces. Solo toma una esquina y tira.

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Promesas 5

Él hizo. La piel apenas se movió. Parecía sorprendido. Se sacó el pelo de los ojos y
miró fieramente al montón.
—No puedo.
Tony también le dio un tirón, con un poco más de éxito, antes de retroceder.
—Guau. No parece tan pesado.
—No, es por eso que no puedes actuar a base de suposiciones. Tienes que planear
por adelantado. En este caso, debes tener en cuenta el peso de la piel, el peso de la
carne y la aspereza del terreno. Y tienes que equilibrar eso con la cantidad de
músculo que posees para hacer el trabajo.
Kevin puso sus manos en jarras.
—Somos tres.
Jackson dejó escapar un suspiro.
—Me temo que sólo vais a ser vosotros dos. Me siento un poco débil.
Eso llamó la atención de Tony, seguido de una declaración poco halagüeña.
—Te ves como esos cadáveres apoyados afuera en la funeraria.
El
—Gracias—de Jackson fue cortante.
—Cállate, Tony—murmuró Kevin mientras recogía la cuerda—. Ven y ayúdame a
atar esto.
Tony y Kevin siguieron las instrucciones de Jackson sobre cómo envolver y atar la
cuerda alrededor de la piel para que pudieran llevar la carne a casa sin peligro.
Después de hacer una rápida inspección de sus nudos, Jackson asintió con
aprobación.
—Bien, eso es un trabajo bastante decente.
Y lo era. Los chicos lo habían hecho bien. Habían seguido indicaciones. No
tuvieron la fuerza de la muñeca para una parte de eso, pero se habían puesto a
trabajar y no se habían quejado. Admiró eso, porque no era un trabajo fácil y
claramente no era nada que hubieran hecho antes. Seguro que tendrían ampollas,
pero también había un aura de satisfacción con ellos cuando se lavaban en el arroyo

~109~
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Promesas 5

y se preparaban para arrastrar la carne de regreso a la casa, una confianza que no


había existido antes. Jackson estaba orgulloso de ellos.
—¿Listos?—preguntó, secándose las manos a los lados de los pantalones y
recogiendo el rifle.
Ambos chicos asintieron. Arriba, la bandada de cuervos graznó en una ruidosa
cacofonía, claramente queriendo un turno en el cadáver.
—Entonces salgamos de aquí y dejemos que esos cuervos consigan su festín.
—No puedo esperar hasta que tengamos nuestro festín—declaró Tony, agarrando
uno de los extremos de la cuerda atada alrededor de la carne envuelta en el cuero.
Kevin agarró el otro y comenzó a tirar.
—Yo tampoco. ¡Tengo mucha hambre!
—¿Mimi es una buena cocinera?—preguntó Jackson, gruñendo mientras levantaba
el bulto sobre un arbusto.
—Mimi es buena en todo.
El sudor frío y pegajoso estalló en su frente mientras tiraba el bulto hacia adelante.
—Más razón para apresurarse.
Con júbilo, los chicos avanzaron. El bulto rebotó sobre el suelo. O tal vez eso fue
solo su visión nublándose. Por un momento, Jackson no estaba seguro de no
desmayarse.
—¡Vamos, señor Montgomery!—llamó Tony.
—¡La cena está esperando!—agregó Kevin, con una cantidad repugnante de
entusiasmo.
Apretando los dientes, Jackson dio un paso adelante. Y luego otro, la pura bravura
manteniéndolo en movimiento.
—Justo detrás de vosotros.
Nadie pareció darse cuenta de lo débil que fue la afirmación.
***

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Los muchachos irrumpieron a través de los árboles en el prado, gritando y


chillando. Ellos estaban a un cuarto del camino a la casa antes de que Jackson dejara
atrás los árboles. Llegó justo a tiempo para ver a Mimi salir corriendo de la casa, su
mano protegiéndose los ojos contra el sol del mediodía. Jackson inmediatamente
tuvo esa peculiar sensación de puñetazos en el estómago que siempre tenía al verla.
Había algo… perfecto respecto de la mujer. Algo calmante y excitante al mismo
tiempo. Los chicos saludaron y gritaron un poco más. Ella devolvió el saludo y
sonrió. Incluso desde aquí podía ver cómo se iluminaba su rostro. Se veía hermosa
como una foto con un vestido azul claro con un cuello redondo adornado con encaje
y su cabello recogido en una trenza. Ella bajó los escalones del porche, avanzando a
trompicones y deteniéndose bruscamente en la parte inferior.
Un segundo después, la razón de eso se reveló en la forma de Melinda Sue. Ella
empujó a Mimi. Las coletas rebotando, las enaguas ondulando y ella gritó su nombre.
En su apuro, tropezó y cayó de rodillas. Antes de que Mimi pudiera alcanzarla,
Melinda Sue se levantó y se sacudió. Antes de que Mimi pudiera atraparla, estaba
corriendo otra vez.
—Señor Jackson ¡Señor Jackson!
La niña era toda energía, mientras que Jackson necesitaba todo lo que tenía para
mantener un pie delante del otro. Quería vomitar. Desmayarse. Comer. En ese orden.
—¡Señor Jackson!—gritó Melinda Sue otra vez cuando se acercó lo suficiente como
para lanzarse hacia él. La atrapó de la cintura y la colocó en su cadera, gruñendo por
el dolor. Aunque no paró de caminar. Si lo hiciera, nunca volvería a empezar.
—Hola, repollito.
—¿Cómo es que no me llevó?—preguntó Melinda Sue, con su rostro angelical
retorcido en un ceño fruncido completo. ¿Cómo demonios eso la hacía aún más
adorable?
—Mellie, no seas grosera—reprendió Mimi.
—Está bien—dijo Jackson con voz tensa. A Melinda Sue le explicó—. Estabas
durmiendo.
Melinda Sue frunció el ceño aún más.

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Promesas 5

—¡La próxima vez me despierta!


—Melinda Sue! —Mimi negó con la cabeza. La niña era imposible. Cada día era
una lucha agotadora por el control. Había días en que simplemente no se sentía
capaz de hacer la tarea.
Jackson solo se rió y revolvió el cabello de Melinda Sue.
—Sin duda alguna.
Haciendo señas al paquete de piel de ciervo envuelto en una cuerda, Mimi
preguntó:
—¿Qué es eso?
—¡Trajimos el desayuno!—se jactó Kevin, deteniéndose.
—¡Cazamos un ciervo!—intervino Tony, dejando caer su extremo de la cuerda.
—¿Un ciervo? —Mimi parpadeó. ¿Habían cazado un ciervo? ¿Sus dos hijos de la
ciudad habían cazado un ciervo?—. Eso es impresionante.
Melinda Sue se contoneó en los brazos de Jackson cuando él se acercó a ella.
—Quiero ver.
Esta vez Mimi estando tan cerca no pudo evitar escuchar el gemido de Jackson. El
ala baja de su sombrero ocultaba sus ojos, pero estaba pálido. Estaba tratando de
actuar con normalidad, pero estaba sufriendo.
—No hay nada que ver todavía—respondió Tony.
Kevin golpeó el paquete. El polvo voló.
—Pero habrá una vez que Mimi comience a cocinar esto.
Mimi sonrió ante el entusiasmo de los chicos.
—Habrá, ¿eh?
Se veían tan felices. Tan alegres. Mimi no podía recordar cuando había visto a los
niños tan despreocupados. Tan orgullosos. ¿Y por qué no lo estarían? Habían
provisto para su familia. Eso era algo que hacían los hombres. Algo que ni siquiera
estaba segura de que hubieran visto antes, al crecer en la casa de putas como lo
habían hecho, pero en sus mentes de ocho y diez años, reconocieron la importancia

~112~
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Promesas 5

de aquello. Tal vez porque habían visto a través de sus luchas lo difícil que era
proveer.
—Sip.
—¿Y si lo quemo?
A Kevin se le cayó la mandíbula.
—No puedes.
Ella le dio un codazo en el hombro, burlándose de él.
—No, no puedo porque tengo más hambre que tú.
—Imposible.
—Oh, es posible.
A su lado, Jackson estaba en silencio, una leve sonrisa curvaba sus labios, pero su
respiración era tensa. Mientras los niños lidiaban con el bulto, ella tocó su antebrazo.
Su piel se sentía húmeda y pegajosa. Ella susurró demasiado bajo para que los niños
oyeran:
—¿Va a llegar a la casa?
Él susurró en respuesta:
—Sí. O morir en el intento.
Esa no fue una respuesta tranquilizadora.
—Por favor. Ahórrenos eso.
El lado izquierdo de su boca se curvó en una media sonrisa. Él le dirigió una
mirada. Incluso inyectados en sangre, sus ojos eran hermosos.
—Te estás encariñando conmigo, ¿verdad?
Ella lo estabilizó cuando él se tambaleó.
—Algo, pero también existe, para considerar, la onerosa tarea de enterrarlo si la
palma.
Su risa era poco más que un tono áspero. Realmente podría no llegar a la casa.
—Caray, simplemente tírame en el pozo con las serpientes.

~113~
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Promesas 5

—Lo único que quiero tirar en ese pozo es un vagón de dinamita.


—Pensamos parecido.
Un eufórico:
—¡Sí! —La hizo girar.
Los chicos estaban subiendo la carne hacia la puerta de entrada.
—¡Melinda Sue, sal de esa piel sucia!
Melinda puso morritos y cruzó los brazos sobre su pequeño pecho.
—Quiero montar.
Por supuesto que quería. Tony la sacó antes de que Mimi pudiera agarrarla.
—Te daré un paseo a cuestas más tarde—prometió mientras ella luchaba.
—No.
Mimi extendió las manos.
—Dámela.
Melinda Sue negó con la cabeza.
—Quiero al señor Jackson.
Antes de que Mimi pudiera detenerla, Melinda Sue se acurrucó en sus brazos. No
tenía más remedio que agarrarla o dejarla caer. Un estremecimiento lo sacudió de los
pies a la cabeza. Si era posible, se puso aún más ceniciento. Interceptando la mirada
que les disparó a los chicos, ella entendió. No quería que lo vieran así. Acariciando
sus dedos sobre su mano, ella llamó a los niños.
—Tan feliz como estoy de tener desayuno, pensé que habíamos acordado que me
lo diríais antes de largaros. —Ella frunció el ceño a los niños, desviando su
atención—. ¿El señor Montgomery os llevó a cazar?
Los chicos dejaron de sonreír.
—Estáis en problemas—se regocijó Melinda Sue.
Mimi la silenció con una mirada.
—Silencio, Melinda Sue.

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Promesas 5

Jackson frunció el ceño a los niños, que tuvieron la gracia de parecer culpables.
—¿No le dijisteis a vuestra hermana a dónde os dirigíais?
—No, no lo hicieron. No tenía idea de dónde estaban.
—Yo sí—cacareó victoriosamente Melinda Sue antes de darse cuenta de su error.
Poniéndose las manos sobre la boca, los miró fijamente, horrorizada. Mimi tuvo que
reprimir una sonrisa.
—Porque se suponía que tú debías decírselo, mocosa—gruñó Tony.
Melinda Sue retiró sus manos el tiempo suficiente para abrirlas ampliamente, casi
golpeando a Jackson en la nariz mientras lo hacía.
—Lo olvidé.
—Cuidado.
Melinda Sue fue ajena a la tensión en la voz de Jackson. Mimi rozó sus dedos
sobre su mano otra vez.
—No era su trabajo decírmelo—corrigió Mimi—. Era vuestro.
—Tú no eres mi madre—espetó Tony, agarrando la cuerda.
La verdad dolió. Antes de que Mimi pudiera responder, Kevin señaló al paquete
con el otro extremo de la cuerda.
—¡Deja de pelear y mira! Tenemos mucha, mucha, mucha carne. Vamos a comer a
lo grande hoy.
La distracción funcionó para todos menos para Jackson. En una voz que no
admitía ninguna protesta, preguntó:
—Tony, ¿de qué hablamos mientras cazamos?
—No lo recuerdo—masculló Tony, mirando hacia otro lado.
Mimi reconoció la mentira. Por el arco de las cejas de Jackson, estaba claro que él
también.
—La primera regla de un hombre es respetar siempre a quienes lo rodean. —
Mirando fijamente a Mimi, agregó—. Eso incluye a tu hermana.
La disculpa que Tony ofreció fue dada a regañadientes, pero Mimi la aceptó.

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Promesas 5

—Gracias, Tony.
Obviamente, sintiendo que demasiada atención estaba siendo desperdiciada en
otra parte, Melinda Sue apoyó las manos en el hombro de Jackson y se echó hacia
atrás para poder ver su rostro.
—Quería ir a cazar.
Kevin fue rápido para refutar.
—Eres muy pequeña.
—¡No lo soy!
Jackson movió a Melinda Sue a su cadera derecha. Inmediatamente se tambaleó.
Mimi cambió su agarre a la mitad de su espalda. Miró hacia abajo como para sugerir
que ella estaba fuera de lugar. Su orgullo, sin duda.
Como si a ella le importara su orgullo. Si se desmayaba, tendría que arrastrarlo y
ya habían pasado por eso. Cambió su agarre e hizo una mueca de nuevo.
—¿Está seguro de que está bien?
Era una pregunta estúpida. El hombre estaba listo para caerse. Ella no sabía por
qué lo había preguntado.
—Sí.
Con un suspiro, Mimi arrancó a Melinda Sue de sus brazos y la bajó.
Inmediatamente, la niña se fue corriendo a acosar a los niños. Con las manos en las
caderas, Mimi se volvió hacia Jackson.
—Usted, señor Montgomery, es un pésimo mentiroso. —A los niños les ordenó—.
Terminad de llevar esa carne a la casa. Estaré allí en un minuto.
Tan pronto como ella se volvió, él dijo:
—Me llamo Jackson y estoy trabajando en la mentira.
Al menos la honestidad encajaba con su imagen de él como un ángel.
Con un levantamiento de la barbilla, señaló a Melinda Sue.
—Gracias por rescatarme. Tan adorable como es esa niña, estoy casi extenuado.
Dijo esto último como si fuera algún tipo de secreto.

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—Por supuesto que lo está. Hombre loco. Recién salido de su lecho de enfermo y
está cazando. —Ella negó con la cabeza—. Nunca debí haberlo permitido.
Ella de repente tuvo toda su atención. Su dedo debajo de su barbilla levantó su
rostro hacia él en un gesto puramente masculino que ella había experimentado antes.
A su ex amante-pareja-tal-vez-marido Mac le había gustado la práctica.
—No me permites hacer nada—declaró Jackson en esa voz arrastrada
engañosamente tranquila.
—Ahora—señaló ella amablemente—, cuando está a punto de caer de bruces,
probablemente no sea el mejor momento para ponerse todo machote.
—Y sin embargo, estoy insistiendo en que tengamos esto claro entre nosotros. Soy
el hombre. Tú la mujer. Lo que significa que yo doy las órdenes. —Su dedo se frotó
delicadamente debajo de la barbilla, haciendo que se pusiera la piel de gallina en sus
brazos.—Y me gusta de ese modo.
A lo lejos, los niños charlaban, la brisa soplaba y los pájaros cantaban, pero ella no
podía apartar la mirada. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, mezclándose con la
piel de gallina. Tomando su muñeca, ella la sostuvo mientras su mundo se mecía.
Nunca había tenido esa reacción con Mac. Le tomó un momento encontrar la voz.
Cuando lo hizo, salió frívola y alta. No del todo lo que ella quería.
—Bueno, a mí también. ¿Qué tiene eso que ver con que esté a punto de
desmayarse?
—Ni una maldita cosa.
Mimi no sabía qué hacer con eso. Le soltó la muñeca. Había estado loca por
agarrarlo en primer lugar. El hombre siempre la estaba desequilibrando, pero al
mismo tiempo había algo en él que la mantenía firme. Era desconcertante. Era
reconfortante. Él la retuvo solo un segundo más. Un segundo que se extendió
eternamente en su mente. Olía a sudor y sangre, pero también, debajo de eso, a algo
más elemental. La masculina mano le acarició el brazo con comodidad.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí de pie?—preguntó ella.
—Porque se siente bien.
Estaba tan lleno de tonterías. Un hombre hermoso y experimentado, como
Jackson, no perdía el tiempo en toques sutiles.

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—O tal vez es porque realmente no cree que pueda llegar a la casa después de
todo.
—Oh, puedo hacerlo.
Con las manos en las caderas, ella exigió:
—Pruébelo.
Con un gesto de la mano, él la hizo avanzar. Ella podría fácilmente haberlo
superado, pero en lugar de eso anduvo al paso de él, caminando como si la velocidad
de un caracol fuera completamente normal, caminando lo suficientemente cerca para
atraparlo si él tropezara. Y para que la piel de gallina brotara cada vez que su mano
rozaba la de ella accidentalmente.
Para cuando llegaron a la casa, los niños tenían el paquete abierto y la carne
expuesta al pie de los escalones.
—Tenemos filetes—exclamó Kevin cuando se acercaron lo suficiente como para
ver.
—Filetes mariposa—aclaró Tony para Mimi—. El señor Montgomery dice que son
los mejores de todos, ¡se derriten en tu boca antes de que tus dientes tengan tiempo
para masticar!
—¿En serio?—preguntó Mimi.
—Tienes que ser rápido si quieres que tus dientes se hundan—confirmó Jackson.
Ella negó con la cabeza, pero estaba sonriendo.
—Tendré cuidado al cocinarlos, entonces.
El estómago de Jackson retumbó ruidosamente.
—Lo apreciaría.
—Eso oigo.
Se quitó el rifle del hombro.
—Nunca hice un secreto del hecho de que tenía hambre.
Melinda Sue tiró de la falda de Mimi.
—Yo también tengo hambre.

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—Nosotros también—intervino Tony.


Ella también.
—De acuerdo, entonces. Supongo que será mejor que encienda la estufa.
Recogiéndose las faldas, subió los escalones, con el rifle metido en el hueco de su
brazo como si supiera cómo usarlo.
—Entre a la casa. Puede hacer una siesta mientras cocino.
El sonido que hizo Jackson pudo haber sido una risa o una maldición. O peor aún,
una última gárgara antes de desmayarse. Ella había escuchado a la gente hacer
sonidos extraños antes de caer inconscientes. Se dio la vuelta. Él no se había movido.
Se quedó allí, con las piernas ligeramente extendidas, el sombrero echado hacia atrás,
comprobando a todo el mundo como un ángel caído enojado.
—¿Una siesta, mujer? ¿Qué tengo, cuatro años?
Por su expresión y tono de voz, ella concluyó que él necesitaba encontrar más
adultos con quienes hablar. Dirigir a los niños todo el día estaba afectando sus
habilidades de conversación.
—Lo que es, es un hombre enfermo que ha curado demasiado pronto y se va
provocar una recaída.
—No voy a dormir una maldita siesta.
Se sintió aliviada al ver que él usaba el pasamanos para subir los escalones.
—Por supuesto que no. —Ella esperó hasta que él estuvo en la casa antes de
agregar—. Pero un descanso podría ser una buena idea antes del almuerzo.
***

Jackson no sabía cuánto tiempo durmió, pero cuando se despertó, estaba rodeado
por el delicioso aroma del estofado cociéndose a fuego lento. Respirando hondo y
saboreando el aroma, hizo un inventario de su estado. Sus heridas se hacían
escuchar, pero en ningún caso tan fuerte como su estómago. Se estaba muriendo de
hambre.
Levantándose sobre los codos, vio a Mimi parada junto a la estufa. Todavía
llevaba el vestido azul claro de la mañana, el que hacía que sus ojos fueran de un

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azul tan vívido. Todavía se veía pulcra. Le gustaba eso de ella. Que de alguna
manera, sin importar cuán agitadas se pusieran las cosas, siempre parecía estar
serena. Los chicos no estaban a la vista. Melinda Sue estaba en la mesa, haciendo algo
con un trozo de carbón y una corteza de abedul. Tiró la manta hacia atrás.
—Bueno, buenas tardes—dijo Mimi sobre su hombro.
—Buenas tardes. —Frunciendo el ceño, notó la luz que se desvanecía.
—¿Qué hora es?
—Es casi el atardecer.
Maldición, había dormido todo el día. Desplazando su peso de su hombro malo,
respiró profundamente.
—Huele como si hubieras ido a la ciudad esta tarde.
De repente se concentró en revolver el estofado.
—No.
—¿Por qué no?
—No era necesario. Tenía algunas especias en el armario, y los niños encontraron
algunas patatas y verduras en el viejo huerto.
Eso no explicaba por qué ella estaba evitando su mirada.
—¿Hay algo que necesites decirme?
Su sobresalto habría sido imperceptible si él no la hubiera estado observando. Un
hombre tenía que admirar tanto control.
—De ningún modo. Simplemente no me sentí cómoda marchándome con usted
recién salido de su lecho de enfermo. —Ella se encogió de hombros, dándole la
espalda—. Por si acaso.
Otra excusa.
—Estoy bien.
Ella lo miró por encima del hombro.
—Ha estado diciendo eso desde el momento antes de que se desmayara. Tendrá
que perdonarme si no lo tomo en serio.

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Sarah McCarty

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—Sé cómo me siento.


—Y sé que no confío en su evaluación.
Jaque mate.
—¿Dónde están los niños?
—Afuera. Tenía miedo de que lo despertaran. Melinda Sue lo intentó, pero usted
estaba muerto para el mundo.
Al oír su nombre, Melinda Sue levantó la vista de su dibujo. Él la saludó.
—Hola, repollito.
Ella saludó y volvió a lo que estaba haciendo, tarareando una canción infantil.
—Ella le está haciendo un regalo—explicó Mimi.
Estaba emocionado. Podía escuchar a los chicos discutiendo afuera. Algo que
normalmente lo habría despertado, pero había dormido durante la preparación del
almuerzo, Melinda Sue y los niños. Ella tenía razón. Probablemente no habría sido
una buena idea que fuera a la ciudad.
—Normalmente tengo un sueño ligero.
—Eso pensé. —Ella asintió con la cabeza a la izquierda—. Puse sus armas en el
armario por ahora.
—Gracias.
—Va a ser complicado por aquí con esas armas. Melinda Sue está fascinada. Y
también los chicos.
—No las tocarán.
Mimi colocó bruscamente la cuchara de madera junto a la cazuela.
—Estoy segura de que le dirá que no lo hagan, pero no sé qué tan segura será esa
estrategia.
¿Le molestaban sus armas?
—Éste no es alguna bonita ciudad del este, Mimi. Es el oeste. Aquí, saber
defenderse te salvará la vida.
—Es importante en el este, también.

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Sarah McCarty

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Había esa tensión otra vez. Y, una vez más, se preguntó qué había sido lo que
había enviado a la capitalina en dirección al oeste con tres hijos a cuestas.
—Hablando del Este, ¿qué fue lo que te trajo aquí?
Mimi dejó la cuchara al lado de la olla, se volvió y se limpió las manos en el
delantal. Sus mejillas estaban enrojecidas por el calor de la estufa. Las hebras de
cabello color miel que habían escapado de su trenza colgaban alrededor de su cara.
Sus labios prensados en una línea apretada.
—Ahora no es el momento de discutir eso.
En la mesa, Melinda Sue dejó de tararear. El carbón cayó al suelo y mientras éste
rebotaba, Melinda Sue susurró:
—Debido a los monstruos.
Jackson se animó.
—¿Qué monstruos?
Apoyándose contra la encimera, Mimi lo fulminó con la mirada.
—Silencio, Melinda Sue.
Y Melinda Sue, la intrépida niña que no temía a nada, palideció y se calló.
Interesante.
—¿Te importaría decirme cuándo sería un buen momento?—preguntó Jackson,
manteniendo el mismo tono de voz.
—Tal vez nunca. —Quitándose el pelo de la cara, dijo bruscamente—. No voy a
preguntarle por sus asuntos.
—Estoy seguro de que lo harás.
Su mano cayó a un lado y se apretó en un puño.
—Y si lo hago, estoy segura de que puede responderme o no.
—Bastante cierto.
—¿Lo está admitiendo?
Se puso de pie y se sacudió la suciedad de los pantalones.
—No miento.

~122~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Pero ella sí, aunque nunca sin problemas o con confianza. Obviamente era una
habilidad recién adquirida. Se sentía mugriento. Los niños no eran los únicos que
necesitaban un baño.
—¿Tienes jabón?
Ella parpadeó ante el cambio de tema.
—Sí.
—Necesito un baño.
Ella no disintió.
—También necesita un cambio de ropa. Las de sus alforjas están colgando en la
cuerda.
La tensión aún estremecía su voz. No habían terminado con el tema de los
monstruos por mucho tiempo, pero por ahora, lo había dejado pasar.
—Gracias.
Hizo un pobre trabajo doblando la manta. Al menos era más fácil moverse ahora.
Reuniendo toda la ropa de cama, la puso en una silla en el rincón. Mientras lo hacía,
notó otro boquete en el suelo. Sólo una persona desesperada consideraría este lugar
un regalo del cielo.
—¿Cuánto tiempo tenemos antes de la cena?
Ella se relajó con el cambio de tema.
—Probablemente otra hora. Hay algunos filetes en la mesa para sacarle del apuro.
—Agarraré algo a la salida, pero…
Ella alzó las cejas.
—Todavía necesito el jabón.
—Lo sé.
—Estoy sintiendo cierta reticencia.
Con un suspiro, entró en su dormitorio. Un minuto después salió con algo
envuelto en tela encerada. El jabón, supuso. Ella lo abrió con cuidado. Dentro había

~123~
Sarah McCarty

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un pequeño óvalo de color beige. Un olfateo y volvió a pensar en días de verano


calurosos, perezosos e infinitas posibilidades. Madreselva.
—¿La razón por la que no quieres dármelo es porque es lo último o porque te
opones a que un hombre huela a flores?
Eso le consiguió un atisbo de su sonrisa.
—¿Me creería si dijera lo último?
—Nah. Sé lo parciales que son las mujeres con respecto a sus lujos.
—En este caso, el jabón no es un lujo. —Se lo entregó—. Usted apesta.
Él no lo agarró.
—Me conformaré con el jabón de lavar hasta que podamos llegar a la ciudad.
Ella empujó el jabón en sus manos.
—No le quedará nada de piel. Sólo agárrelo.
Lo hizo, inspirado por la forma en que ella arrugó la nariz y retrocedió
rápidamente. Probablemente estaba apestando tanto como los niños.
—Lo reemplazaré cuando vayamos a la ciudad mañana.
Su “Gracias” fue claramente poco entusiasta. ¿Qué demonios? A las mujeres les
encantaba ir de compras y a la ciudad.
Jackson agregó esa idiosincrasia a su creciente lista de contradicciones que era
Mimi. Antes de que él llegara a la puerta, ella preguntó:
—¿Podría ver si puede conseguir que Kevin y Tony por lo menos se salpiquen un
poco de agua encima?
Agarró su Stetson del clavo junto a puerta y lo colocó sobre su cabeza. Dando un
tirón al ala, preguntó:
—¿No te lo prometí?
***

Encontró a los niños discutiendo al costado de la casa, cortando madera. Más o


menos, porque corrían más peligro de cortarse el pie que de partir un tronco. Podía

~124~
Sarah McCarty

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Promesas 5

decir por la forma en que estaban balanceando el hacha que no tenían experiencia
con ella. ¿No necesitaban un fuego los habitantes en el Este? Tony se balanceó con
fuerza. Jackson contuvo el aliento. Golpeó el tronco con un ruido sordo. Y el hacha se
atascó. El lenguaje que saludó ese desastre habría conseguido sus bocas lavadas con
jabón si su madre los hubiera escuchado.
Levantaron la mirada cuando él se acercó. Kevin inmediatamente fingió confianza,
mientras que Tony dio un paso atrás y esperó. Ambas acciones eran signos de
nerviosismo. Toda la maldita familia estaba nerviosa.
—Veo que estáis consiguiendo madera.
Ellos asintieron.
—Mimi dice que se necesita mucha madera para cocinar y calentarse. Pensamos
que comenzaríamos con eso—ofreció Kevin, parándose delante del hacha atascada.
—Buen plan.
Tony extendió las manos. Las palmas estaban salpicadas de marcas rojas y el
comienzo de las ampollas.
—Mis manos no están lo suficientemente curtidas todavía.
—Se endurecerán, pero si estáis interesados, podría compartir un truco que lo
haría más fácil.
Siempre ansioso, Kevin se animó.
—Estoy interesado.
El más cauteloso Tony preguntó:
—¿Hay un truco?
—Oh, sí. Siempre hay un truco.
Kevin se alejó del tocón para hachar.
—¿Incluso para esto?
—Incluso para eso.
Girando el tronco de lado y sujetándolo con su pie, Jackson aflojó la punta del
hacha con unos golpes sólidos en el mango.

~125~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Por lo general—dijo mientras enderezaba el tronco y soltaba el hacha—es solo


una cuestión de aplicar la palanca correcta.
—Y la fuerza—masculló Tony mientras Jackson se tomaba un momento para
controlar el dolor. Ese pequeño alarde le había costado.
—Y la fuerza—estuvo de acuerdo él—. Pero no siempre vas a ser el más grande,
así que a veces tienes que ser el más inteligente.
Mientras los muchachos rumiaban eso, él colocó la madera.
—Si tienes suficiente fuerza que te respalda, tu hacha está afilada y no es una
pieza de madera demasiado terca, puedes intentar partirla con el hacha directamente.
Más asentimientos.
—Pero no importa cuánta fuerza tengas, si la hoja de tu hacha no está afilada. —
Pasó el dedo por el borde—. Y ésta está tan desafilada como un cuchillo de
mantequilla. Todo lo que vas a hacer es clavar la hoja.
—Lo hemos estado balanceando para siempre.
Olían como si hubieran estado trabajando duro.
—¿Sabéis si hay una rueda de amolar en el granero? —Era una pequeña esperanza
que murió cuando los niños negaron con la cabeza.
—No.
Suspiró y dejó el hacha a un lado.
—Lo llevaremos con nosotros cuando vayamos a la ciudad mañana y lo
afilaremos. —Tenía una pequeña piedra de afilar que usaba para su cuchillo, pero el
borde del hacha estaba tan mellado y dañado, que se necesitaría una rueda de amolar
para arreglarlo.
Tony y Kevin lo miraron como si le hubiera brotado una segunda cabeza.
—¿Qué?
—Nunca vamos a la ciudad.
—¿Alguna razón en particular para eso?
—A Mimi no le gusta estar ahí.

~126~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—¿Por qué?
No fue una pregunta ilógica. Ciertamente, no una que debería tenerlos cerrando la
boca y esquivando la mirada.
Repitió la pregunta. Kevin mantuvo su mirada desviada. Tony se encontró con la
suya. Cuando se trataba de Mimi, el chico no tenía cautela.
—Ella tiene sus razones.
Él apostaba a que ella las tenía.
—Bueno, a menos que alguien me dé una buena razón para que morir de hambre
sea una mejor opción que ir a la ciudad, mañana iremos allí.
Él esperó. Ninguno de los dos niños ofreció una razón.
—Es lo que pensaba.
—No lo sabes todo—masculló Tony.
—Sé que necesitamos un hacha afilada, avena para Lady, y—hizo un sonido de
olfateo exagerado—, jabón para vosotros dos.
Los chicos hicieron una mueca. Él no era totalmente antipático. Había odiado los
baños a su edad.
—Y tal vez, si nos sobra dinero, atacaremos al comerciante y obtendremos un poco
más de caramelo.
Eso mostró un poco de entusiasmo.
—Pero hay un problema en nuestra excursión. Vosotros, muchachos, no podéis ir
a la ciudad oliendo a zorrillos.
Se les cayó la mandíbula.
—Me dirijo al río. Necesitáis venir conmigo. Tenéis que lavaros.
—No tenemos jabón.
—Mimi me dio un poco.
Como uno dieron un paso atrás.
—Eso huele a flores.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Kevin belicosamente cruzó los brazos sobre el pecho.


—No voy a oler a flores.
—Yo tampoco—lo imitó Tony.
—Bueno, ahora mismo hueles lo suficiente como para alejarme de mi comida, y
confiad en mí, muchachos, eso no va a ocurrir. Así que seguidme.
Se detuvieron en el tendedero antes de dirigirse al río. Se necesitaron más
amenazas para conseguir que los niños se desnudaran y se dirigieran al agua. Estaba
preparado para arrojarlos, olían muy mal, pero finalmente optaron por entrar en el
agua con sus propios medios. Kevin en una carrera loca, Tony mucho más lenta. No
parecía saber dónde colocar sus manos, tratando de cubrir sus partes. Ningún chico
había sido tan tímido en la experiencia de Jackson, pero a medida que Tony se
acercaba, la comprensión se hizo evidente. Alguien había golpeado al niño, mucho.
Hasta el punto de que habían dejado cicatrices en todo su cuerpo. Mierda.
Jackson lo acercó con una mano en su hombro. Tony levantó la barbilla.
—El hombre que te golpeó, ¿aún vive?
Tony se encogió de hombros y miró al frente.
—Mírame, hijo.
Finalmente lo hizo, la vergüenza guerreando con la ira en su expresión. Desde el
agua, Kevin observaba.
—Quiero una respuesta. ¿Quién te hizo eso aún vive?
Los labios de Tony formaron una delgada línea. Sus ojos cobraron esa expresión
demasiado vieja.
—Me dijeron que me lo merecía.
—Nadie se merece eso.
Kevin salió del agua y apretó los puños.
—Déjalo en paz.
Jackson lo detuvo con un levantamiento de su mano.
—No te estoy pidiendo que te avergüences, hijo.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Tony se erizó.
—No soy tu hijo.
—No, no lo eres, porque si lo fueras, el hombre que te lastimó estaría muerto.
—Debería estar muerto—susurró Kevin, acercándose.
Así que todavía estaba vivo.
Tony se escurrió de las garras de Jackson y tomó el jabón.
—Cállate Kevin.
Mientras Tony y Kevin se dirigían al agua, Jackson dijo arrastrando las palabras
con una deliberada negligencia:
—Si alguna vez quieres vengarte, Tony, házmelo saber.
Los chicos se miraron. Kevin ignoró el ceño fruncido de Tony.
—Son demasiados.
—¡Cállate!
Jackson sonrió y dejó que la rabia consiguiera el propósito.
—No iría solo.
—Necesitarías un ejército—agregó Kevin, con un toque de esperanza en su voz.
Jackson pensó en Clint, Puma, el reverendo Brad y Asa. Ex cazarrecompensas,
bandidos y alguaciles. Hombres de ojos fríos cuyos nombres infundieron terror en
los corazones de los que cazaron. Él asintió.
—Tengo uno.
—No me conocen—susurró Tony, sumergiéndose en el agua—. ¿Por qué me
ayudarían?
—Porque les pediré que lo hagan. —Era tan simple como eso.
Los ojos de Kevin se abrieron de par en par; los labios de Tony se apretaron más;
pero ninguno dijo una palabra. Terminaron de bañarse en tenso silencio. Mientras
regresaban por el sendero a la casa, con Kevin a la cabeza y Jackson en la retaguardia,
Tony se detuvo, apretó los puños y miró por encima del hombro, sin encontrar la
mirada de Jackson.

~129~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—¿Querías decir lo que dijiste?


—Nunca hay un momento en que no lo haga.
Una pausa y entonces:
—¿Y tus amigos? ¿Son buenos?
—Muy buenos.
Los chicos intercambiaron una mirada. Kevin fue el que habló.
—¿Lo suficientemente buenos para matar a alguien?
Ambos niños lo miraron fijamente. ¿Y por qué no? Ellos pensaban claramente que
sus vidas dependían de la respuesta. Se bajó el sombrero sobre la frente.
—Sin pestañear.
Con un asentimiento, Tony volvió a caminar.
—Pensaré en ello.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Ocho

La oscuridad había caído cuando los niños finalmente se durmieron,


amontonados en las camas de paja en el suelo de la habitación de Mimi, toda esa
energía finalmente agotada por un duro día. Y el aburrimiento. Mimi afirmó que no
tenía suficiente aceite de lámpara para quemar por la noche, dejando a los niños sin
nada que hacer más que sentarse en silencio. Pronto dijeron que estaban cansados.
Jackson tenía la sospecha de que era un truco para conseguir algo de paz y
tranquilidad. Si es así, fue un éxito.
Sentándose en el escalón más alto del porche, Jackson respiró profundamente el
aire fresco. Se acercaba el otoño. No habría muchas más noches como ésta. La casa
estaba en silencio. La noche estaba en calma. La luna aún no había salido. Un búho
en la distancia enfatizaba los chirridos de los grillos. Jackson se sentó en los
escalones, afilando su cuchillo en la pequeña piedra de afilar que llevaba consigo,
dejando que la paz se apoderara de él.
La puerta se abrió lentamente. El perfume de Mimi atormentó su nariz con la
promesa de verano, risas y momentos felices.
—Siempre me gustó el perfume de la madreselva—mencionó, sin mirar por
encima del hombro. Escuchó esa traicionera inspiración que indicaba su sorpresa, y
luego escuchó la sonrisa en su respuesta.
—¿Lo sabía?
Sus faldas susurraron cuando se sentó en el escalón justo encima de él. Su absoluta
feminidad le atraía en muchos niveles. Pero ¿dónde se sentaba? Eso tendría que
cambiar. No le gustaba que ella se escondiera de él.

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Promesas 5

—O voy a tener que subir o vas a tener que bajar.


—¿Oh? ¿El gran Jackson Montgomery no quiere una mujer sentada más alta que
él?
Mantuvo el cuchillo moviéndose en pequeños círculos sobre la piedra.
—Un hombre tiene que proteger su reputación.
Su risa fue más una expulsión de aliento.
—Es bastante deslenguado, ¿verdad?
No es que él lo admitiera.
—Te hice sonreír, ¿verdad?
—Lo hizo.
Durante unos minutos solo hubo un suave roce de metal sobre piedra. Con un
suspiro, Mimi se deslizó por un escalón, manteniendo una distancia discreta entre
ellos, metiéndose sus faldas alrededor mientras se acomodaba. Estaba descalza. Tenía
tobillos muy bonitos y dedos lindos.
—¿Está seguro de que deberíamos ir a la ciudad mañana?
Era la cuarta vez que había sacado a colación ese tema. También era la más directa.
—Estoy seguro. —Probó el filo de la hoja. Casi estaba—. ¿Estás segura de que no
quieres decirme qué te pone tan nerviosa acerca de ir a la ciudad?
Ella se encogió de hombros.
—Nunca me han gustado mucho las ciudades.
—Dulzura, eres tan de la ciudad como ellos. No tienes entrenamiento con
enfermos, ni con animales, ni en la granja. Demonios, apenas sabes cocinar.
Fue eso último fue lo que la hizo envararse.
—Sé cómo cocinar bien cuando tengo todas mis especias.
—Bueno, ahora, eso tendré que verlo.
Ella se erizó.
—La comida suave nunca mató a nadie.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Dejó el cuchillo y la piedra en el suelo.


—Mujer, está claro como el día, estás acostumbrada a caminar por la calle y
comprar lo que necesitas.
—¿Y qué? No es un crimen.
—No, no lo es, pero hace que uno se pregunte qué te llevó a salir de tu pequeña
ciudad segura y dirigirte al gran desierto.
Se puso el chal alrededor de los hombros cuando la brisa se levantó.
—Las ciudades no son tan seguras como le gusta creer.
—No me imagino que lo sean, pero son lo que conoces y te fuiste, arrastrando a
tres niños. Pienso que tiene que ser algo bastante desagradable para hacer que te
largaras.
—No es una historia emocionante, pero como me salvó la vida, se la contaré. Pero
no voy a responder preguntas.
—Gracias.
—Me enamoré del hombre equivocado. Un mal hombre. Muy poderoso. En ese
momento, pensé que él era muy sofisticado. —Ella se encogió de hombros—. Yo no
tenía dinero. Él siempre tuvo suficiente. No me di cuenta de que hizo su dinero en
una casa de mala reputación y en otros negocios turbios hasta que estuve
profundamente metida. Hubo algunos problemas una noche. Agarré a los niños, algo
de dinero y cosas, y me marché.
—Maldita sea.
—Es una historia muy antigua.
—La mayoría de las personas habrían dejado a los niños.
Ella recordó esa noche. Melinda Sue siendo atrapada jugando con el hermoso
collar de “princesa”, la furia de Mac. Él quería matar a la niña. Tenía poco uso para la
descendencia de las putas del establecimiento. Si no hubiera sido por Tony
golpeando a Mac en la cabeza con un jarrón, habría tenido éxito. Sabiendo que solo
tenían hasta que Mac se despertara para salir de allí, sabiendo que necesitaban
dinero, Mimi había agarrado la caja de la caja fuerte. No fue hasta esa noche,
viajando en el tren hacia el oeste, con los niños durmiendo a su alrededor, que

~133~
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Promesas 5

descubrió el libro mayor encriptado. Nunca habría tomado la caja si hubiera sabido
lo que había en ella, pero ya no había vuelta atrás.
Ella se estremeció, recordando la furia de Mac cuando alcanzó a Melinda Sue. No.
No había vuelta atrás. A Jackson, ella simplemente le dijo:
—No, no lo harían.
Por un largo momento, su mirada buscó la de ella. Colocando su mano sobre la de
ella, él asintió.
—Supongo que no.
Él veía demasiado. Ella le dirigió una sonrisa que probablemente no engañaría a
niños, y mucho menos a un hombre adulto, y deslizó su mano por debajo de la de él.
—Y ahora es su turno. ¿Qué lo trae por aquí? Ropa sucia, caballo cansado, sin
jabón, y una bolsa llena de dinero.
—Podría decir que fui bueno robando bancos.
Ella puso los ojos en blanco. Él notó que a ella le gustaba mucho hacer eso.
—Podría.
—Podría decir que soy bueno matando.
Ella no puso los ojos en blanco ante eso.
—Podría.
—Podría decir muchas cosas…
—O simplemente podría decirme la verdad.
—¿Por qué, cuando te estás guardando la tuya?
—Tal vez hay una razón por la que estoy guardándome la mía.
—Tal vez tengo la misma razón.
Ella lo miró de arriba abajo.
—No lo creo.
Eso despertó su interés.
—¿Qué te hace decir eso?

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Promesas 5

***

Si Mimi tenía que adivinar algo sobre alguien, sospecharía que Jackson estaba
acostumbrado a ser respetado. Estaba allí en la forma en que él enfrentaba al mundo
con una mirada directa y los hombros erguidos Estaba allí en su humor fácil y esa
actitud diabólica de tener la última palabra. Llevaba su honor como Mac llevaba su
ira. Como si fuera la parte más importante de él con la que pudieras contar. Mientras
que Jackson era un hombre en toda la extensión de la palabra, Mac era… Mac era
simplemente malvado.
Mimi miró el cuchillo en la mano delgada de Jackson. La hoja brillaba a la débil
luz de la luna. Llevaba sus armas con la misma facilidad.
—Sólo instinto.
Él le dirigió una mirada. Una tira de cuero sujetaba su cabello hacia atrás en la
nuca, dándole una visión clara de su perfil con su fuerte mandíbula y su atrevida
nariz. También le daba una visión clara de su diversión las arrugas en los rabillos de
sus ojos y el surco superficial en las comisuras de su boca.
—¿Qué más te dice tu instinto?
Ella compró un poco de tiempo enderezando los flecos del chal sobre sus rodillas.
Ésta no era una conversación que ella quisiera satisfacer, porque si ella hablara de él,
tarde o temprano, él querría hablar de ella. Y ese era un tema que no podía abordar.
Tenía que ser fuerte. Jackson era del tipo héroe. Un hombre honorable. Del tipo que
Mac, con sus formas retorcidas y su mente cruel, amaría destruir. Si Mac o sus
hombres la encontraran, matarían a Jackson. Probablemente delante de ella. Y reirían
todo el tiempo. Un pedazo de fleco se rompió en su mano. Cerró el puño a su
alrededor. A Mac le gustaba ver sufrir a la gente. Lo que tenía que hacer, si era tan
buena como le había prometido a Dios que sería de ahora en adelante, era hacerle
seguir su camino.
En respuesta a su examen, Jackson enarcó una ceja. Su corazón hizo ese latido
especial que hacía cuando la miraba con esa emoción sin nombre que suavizaba los
planos masculinos de su rostro. No, Jackson no era para ella, pero aunque llegaría el
día en que lo enviara por su camino, ese día no iba a ser esta noche. Esta noche solo
quería sentir que no estaba sola. No importaba la frecuencia con la que se decía que

~135~
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Promesas 5

podía manejar las cosas, que iba a ser más fácil, simplemente parecía hundirse más.
Los pequeños problemas se convirtieron en grandes problemas y los grandes
problemas en desastres, hasta el punto de que ahora estaba enloqueciendo. No podía
ser una madre. No podía ser una líder. No podía ser una pionera. Si necesitaba una
prueba de todo eso, era la casa en la que había gastado todo su dinero. La casa que se
estaba derrumbando alrededor de ellos. La casa con el pozo infestado de serpientes.
El estómago se le revolvió y la bilis le llenó la garganta. Un sabor familiar le llenó
la boca. Ella conocía el sabor. Miedo. Su nuevo mejor amigo. No creía que la gente de
Mac los encontrara aquí, pero incluso si podían, tenía que haber un final para la
huida. Y ella había alcanzado el suyo. Frotándose las manos, lo intentó de nuevo.
—Mis instintos me dicen que no habrá muchas más noches como ésta.
Probando el filo del cuchillo en su dedo, miró por encima.
—¿Cambiando de tema?
Ella se encogió de hombros.
—¿Por qué no?
—Resulta que una barriga llena me hace sentir complaciente. —Puso el cuchillo y
la piedra de afilar en el escalón—. Entonces, ¿de qué te gustaría hablar ahora?
Fue pura curiosidad la que la hizo preguntar lo que no había querido.
—¿A qué se dedica?
—De vuelta a mí, ya veo.
—Bueno, es natural que sienta curiosidad por el hombre que desafió a las
serpientes para sacarme del pozo.
—Tengo noticias para ti. Si hubiera sabido cuántas serpientes había en ese pozo,
no habría bajado.
Pero lo había hecho. La segunda vez.
—¿Por qué ?
—Odio las serpientes. Hay una razón por la que representan todo lo malo en la
Biblia.
—¿Sabe de la Biblia?

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Su cabello recién lavado captó un destello de la luz de la luna, enmarcando su


rostro en una ilusión de luz pálida. Debería haberle hecho parecer femenino. En
cambio, le hacía parecer como un… depredador. Como las melenas de esos leones
que había visto en los libros infantiles ilustrados.
—¿Alguna razón particular por la que no debería?
—No lo sé. Tal vez sean las armas, el pelo, los cuchillos. —Ella extendió las manos,
deseando poder ver su rostro con claridad—. Por alguna razón, nunca lo consideré
un hombre religioso.
—La mayoría de los hombres en la Biblia son guerreros de alguna forma u otra.
Moisés. Sansón.
—Moisés tenía un bastón y Sansón la quijada de un asno.
—Todos tienen sus batallas para pelear y nadie las combate desarmado.
Ella nunca lo había pensado de esa manera.
—Es verdad.
—¿Eres practicante?
—Es seguro decir que pasé mucho tiempo de rodillas cuando era niña. —
Disculpándose por su existencia—. Soy una bastarda.
—¿Y ahora? —Más allá de eso, no reaccionó. ¿Podría realmente no importarle?
—Ya no estoy tan dispuesta a arrodillarme.
—¿Desilusionada con Dios?
Ella negó con la cabeza.
—No, yo creo en Dios. Es la opinión de la iglesia sobre él con la que estoy teniendo
un problema.
Sorprendentemente, se rio entre dientes.
—Deberías conocer al reverendo Brad. Tiene su propia forma de hacer que la
gente vuelva al redil.
—No lo creo.
—Eso es un juicio muy rápido.

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—Es un reverendo. —Ella sacudió los flecos—. Todos son iguales.


Y estaba cansada de fingir lo contrario.
Él agarró el cuchillo.
—Es gracioso, porque pensaba que vosotros dos teníais mucho en común.
Las ramas crujieron cuando sopló la brisa. Apretando el chal alrededor de su
cuerpo, observó las sombras danzar. Cada predicador que ella había conocido, sin
importar la religión, tenía que ver con el pecado y las consecuencias. Le habían dicho
que iba a ir al infierno tantas veces por cosas sobre las que no tenía control, que había
dejado de escuchar.
—A ver, ¿qué lo haría pensar que tendría algo en común con un reverendo?
Apoyando los codos sobre las rodillas, Jackson balanceó el cuchillo en su mano.
—Porque tú, como él, sois únicos.
Su estúpido corazón dio un vuelco. ¿Realmente pensaba que ella era especial?
—¿Tan único es él?
—Su padre era un predicador y casi le sacó la religión a golpes. Fue un forajido.
Cuando llegó a Cattle Crossing, usó la iglesia como tapadera, pero, bueno… —Él tiró
el cuchillo—. El llamado divino de un hombre es imposible de no oír.
—¿Qué pasó cuando todo el mundo se enteró?
—Intentó renunciar, pero la gente de la ciudad tomó algunas armas y lo convenció
de quedarse.
—Eso suena como una historia bastante colorida.
—El reverendo es un hombre colorido y su esposa es igual de interesante. Una
buena mujer, pero obstinada.
—Tendría que estar casada con un hombre así.
—Realmente no tuvo mucha elección. Tanto ella como el reverendo tenían una
escopeta en la espalda.
Maldito sea. Ahora estaba intrigada.
—No va a dejarlo ahí, ¿verdad?

~138~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Eso podría haber sido solo una leve sonrisa en sus labios. Él lanzaba el cuchillo
rítmicamente.
—Bueno, parece que Evie, la esposa del reverendo, es una artista y un poquito
rebelde.
—¿Que hizo?
—Voy a poner esto lo más delicadamente posible. Ella hizo un retrato del
reverendo sin su conocimiento y con todas sus partes… expuestas.
—¿Lo pintó desnudo?
—Completamente desnudo. —Él tiró el cuchillo más alto. Ella contuvo el aliento
cuando bajó. Él lo atrapó hábilmente, lanzándole una mirada y una sonrisa cuando
ella jadeó.
—Se rumorea que la pintura no era muy halagadora, era una inocente y todo eso.
Cuando su padre la encontró y el reverendo la vio, hubo muchos gritos. Pero por
razones totalmente diferentes.
Ella cubrió su risa con el chal.
—¿Y él era un forajido?
—Uno muy exitoso.
—Pero es tu reverendo.
—Tienes que entender a Cattle Crossing. No conseguimos que muchos
predicadores lleguen y nunca son del tipo comprensivo como el reverendo Brad, así
que no nos complacía que nos lo arrebatasen.
—Aunque tenía un pasado.
Se encogió de hombros. La hoja destelló.
—Todos los que vienen aquí tienen un pasado.
La pregunta salió de sopetón.
—¿Usted también?
—Yo nací aquí. Mi pasado es un libro abierto. —El cuchillo hizo un ruido sordo
cuando lo colocó suavemente en el escalón. El algodón susurró contra el algodón
mientras se acercaba—. ¿Cuál es tu excusa, Mimi? ¿Qué secretos escondes?

~139~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Aléjate. Aléjate.
Pero ella no lo hizo. Se quedó quieta, conteniendo el aliento mientras sus dedos le
rozaban la sien. Inclinándose mientras un escalofrío tembloroso bajaba por su espina
dorsal y rebotaba hacia arriba, antes de extenderse a sus pechos. Mantuvo la mirada
hacia adelante por pura fuerza de voluntad.
—No estoy escondiendo nada.
Su pulgar rozó su mejilla.
—Creo que estás mintiendo.
Los hormigueos seguían pinchando a lo largo de su piel. Su aliento seguía
atrapado en pequeñas notas y, en su mente, estaba empezando un pequeño susurro.
Más.
Susurró aún más fuerte cuando la mano de él se apartó.
Ella sabía lo que era, esta sensación que la acechaba. Su madre le había advertido
sobre esto. Desde que podía recordar, su madre le había contado todas las formas en
que los hombres le robarían la inocencia y los principios y la dejarían en un abismo,
entre los engendros del diablo. Esto era lujuria.
Excepto que esto no se sentía mal. Esto se sentía bien y correcto. Apretando los
dedos en su regazo, se volvió y lo miró. Era difícil distinguir gran parte de su rostro a
la luz de la luna, pero su cabello atrapaba cada pálido brillo, y de nuevo tuvo la
impresión de que un arcángel venía a visitarla.
—¿Tiene una mujer, señor Montgomery?
—Bueno, dulzura, si estás preguntando por mis mujeres, ¿no crees que hemos
llegado al punto en que podemos llamarnos por nuestro nombre?
Cómo explicar que no parecía apropiado usar su nombre de pila cuando estaba
considerando dar un gran paso, como hacerle proposiciones sexuales.
—No ha respondido a mi pregunta.
—No, no tengo una mujer. Y voy a insistir en que me llames Jackson. Señor
Montgomery es el nombre de mi padre.
—¿Su padre todavía está vivo?

~140~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Sí, y está muy bien.


—¿Y su madre?
Hubo un momento, y luego:
—Ella falleció algunos años atrás.
La simpatía le dio una excusa para tocarlo. Los músculos de sus muslos eran
duros debajo de su palma. Sólidos. Como él.
—Lo siento. Debe extrañarla.
—Lo hago. Pa fue infeliz durante años, pero últimamente se ha mantenido
ocupado cortejando a una mujer que conoció el otoño pasado.
Ella parpadeó
—¿A su edad?
Sus dientes brillaron blancos cuando se rió. Volvió a poner la piedra de afilar en su
bolsa. Se estaba yendo.
—Dulzura, ¿qué te hace pensar que hay una edad en que un hombre deja de ser
hombre?
—Asumí… —No había una buena manera de terminar esa declaración. Ninguna
buena manera para conservar la mano en su muslo. Ninguna buena manera para
retenerlo aquí, solo un poco más.
—Bueno, te equivocarías. —Recogiendo sus posesiones, se puso de pie—. En este
momento, está yendo a California para traerla de vuelta a casa.
—¿Tiene que entrar ahora mismo?
—¿Estás buscando algo de compañía?
¿Estaba?
—Sí. Por favor. Solo por un momento.
Volvió a sentarse. Un poco más cerca que antes.
—Está bien.
Cerrando los ojos, dejó que el silencio de la noche la rodeara con su calma. Y, por
primera vez en un año, ella se relajó. Tocando su mano, susurró:

~141~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Gracias.
—De nada.
***

—¿ Nunca te advirtió tu madre que era peligroso sentarse a la luz de la luna con
un extraño?—le preguntó Jackson unos minutos después.
Oh, queridos cielos, la tenía. Mimi suspiró e inclinó la cabeza hacia atrás para
poder ver su rostro.
—Constantemente.
Sus cejas se alzaron, y de nuevo recordó la interminable dicotomía que él
presentaba, pecador y salvador. Esa combinación contrastante que la tentaba. Tenía
la sensación de que incluso si él no hubiera bajado a ese pozo en busca de ella, estaría
en problemas con Jackson Montgomery.
—Y sin embargo, aquí estás a la luz de la luna conmigo.
—Técnicamente, la luna aún no está del todo levantada.
Su risita flotó sobre ella, cavando un poco más profundo, tironeando un poco más
fuerte de su reserva, liberándola un poco más de la rígida concha en la que había
encerrado sus sueños.
—Claramente no has sido cortejada mucho si crees que ese pequeño detalle hace
una diferencia.
Imitando su confianza, ella levantó las cejas hacia él. Era una pena que él
probablemente no pudiera verlo, sentada como ella estaba a la sombra del pilar.
—¿Oh?
Le rodeó los hombros con un brazo.
—No hay luz de luna significa que no hay testigos.
Ella pensó que allí era donde él iba. Ella se apoyó en su costado.
—Gracias a Dios que es un hombre honorable.
—¿Y crees que el honor es suficiente para protegerte?

~142~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Creo que, si no lo es, nada lo será.


—Maldita sea, mujer, usar el honor de un hombre contra él es francamente
mezquino.
—Prefiero pensar en eso como ser honesto.
—¿Y eso es lo que quieres? ¿Mis manos atadas honestamente?
Ella sonrió ante la forma en que él expresó eso. Y en la forma en que el arrastre de
sus palabras se extendió a través de la penumbra y la rodeó en un dulce abrazo que
probablemente solo existía en su mente, pero que no obstante era dulce. Ella acunó
su codo, recordando la oscuridad y la humedad del pozo. Y en ese momento había
visto su sonrisa. Y la repentina sensación de que podía respirar. La había hecho
sentirse segura. Cuando se dio cuenta de la realidad, percibió que todavía se sentía
segura. Y tal vez un poco valiente. Esta vez su descaro no venía del… miedo. Venía
de adentro. De ella. Era una sensación única. Liberación.
—Creo que, por ahora, es una buena idea.
—Esa es una forma interesante de expresar las cosas.
—Podría ser que sea un hombre interesante.
—¿O?
—Podría estar tan cansada que no sé lo que sale de mi boca.
Su risita fue un suave preludio a su otro brazo rodeándola. Debería haberlo
esperado. Después de todo, lo había guiado. Cuando él tiró y la acercó, sus manos se
cerraron en puños.
La mano masculina cubrió su puño.
—Es un abrazo, Mimi. No es una batalla. No hay necesidad de puños.
Entonces, ¿por qué se sentía más vulnerable que nunca en su vida?
—No pedí un abrazo.
—Lo sé.
Pero ella estaba recibiendo uno de todos modos y se sentía muy, muy bien.
Demasiado bien. Tan bien que no pudo evitar que su mejilla encontrara su hombro.
Ni el suspiro escapando de su pecho.

~143~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Ha sido un largo camino para ti, ¿verdad?—preguntó él.


Ella asintió y trató de mirar hacia la casa para asegurarse de que los niños no
estuvieran mirando, solo para correr hacia la valla protectora de su hombro y la
comodidad de la mano de él contra su mejilla. Se sentía bien.
—Pero los niños y yo estamos bien ahora—susurró—. Tenemos nuestra casa.
—Ajá.
—Fue pura suerte que tropezáramos con este lugar. —Miró a su alrededor el patio
pisoteado. Los restos de lo que había sido un huerto—. Se necesita algo de trabajo.
—Sí. Sobre todo eso.
Ella volvió a suspirar.
—Pero va a tener que esperar. Las reparaciones cuestan dinero y cualquier cosa
por encima de un centavo es una fortuna en este momento.
—¿Estás tan arruinada?
—No estaba mintiendo cuando dije que me costó todo lo que tenía comprar este
lugar.
Jackson suspiró. Se imaginó que Chapuza Bentley descargaría el lugar en el único
comprador que Jackson no podía dejar librado a su suerte.
—Pero tenemos nuestro comienzo ahora—continuó, ajena a la posición en la que
lo estaba forzando—. Tengo algo reservado para ayudarnos a sacarnos del apuro con
la caza y la pesca hasta que podamos conseguir un huerto en la próxima primavera.
—¿Cuánto es algo?
Ella se puso rígida.
—No le busques las cinco patas al gato. No estoy buscando tu dinero.
—Supongo que eso fue una tontería, considerando ese atado que empujaste en mi
cara antes.
—Yo no empujé.
—Entusiastamente presentado, entonces. ¿Cómo queda eso?
Él podría conformarse con eso.

~144~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Mejor.
Con lo que no podía conformarse era con ella alejándose de él. Le gustaba la suave
presión de sus senos contra su pecho. La forma confiada en que se apoyaba contra él.
Demonios, le gustaba ser responsable de la relajación que se apoderaba de sus
músculos. Lo que con seguridad era una señal de advertencia. Tan seguro como él
sabía eso, sabía que iba a ignorarla. Porque en este momento había paz. Ese tipo de
paz que había visto en las caras de Puma y Clint, sus mejores amigos, después de
haber encontrado a sus mujeres. Del tipo que había hecho echar raíces al Reverendo.
Nunca lo había comprendido, nunca lo quiso, pero tenía la sensación de que si
pudiera pararse y mirarse a sí mismo en este momento, vería la misma expresión de
satisfacción en su rostro.
Él negó con la cabeza.
—¿Qué?—preguntó Mimi, buscando en su expresión.
—Nada.
—Tienes esa extraña expresión en tu cara.
—Extraños golpes feos.
Ella resopló.
—Sabes muy bien que eres un hombre muy guapo.
Él se echó hacia atrás, apartando la sombra de su cara.
—¿Qué tan guapo?
—Ya sabes.
El suave brillo de su sonrisa era el complemento perfecto para el rincón tranquilo
que habían tallado en la noche. Él no podía apartar los ojos de sus labios.
—Bueno, cuando un hombre está cortejando a la luz de la luna, espera conseguir
un poco más que “Ya sabes”.
Él sintió el pequeño salto que escondió detrás de su sonrisa. Jackson estaba
empezando a creer que había muchas cosas que Mimi escondía. Por muchas razones,
quería descubrirlas todas.
—¿No hay réplica?

~145~
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—¿Querías una?
Curiosamente, quería.
—Una buena batalla de ingenios enciende la sangre.
Sus labios, esos labios deliciosos, besables, se fruncieron.
—¿Necesitas ayuda con eso?
Sus ojos eran luminosos. Los iris más oscuros de lo normal, ensombrecidos por el
misterio que solo la luna podía lanzar, atrayéndolo.
—No. De ningún modo.
La mirada femenina bajó a su boca. Su aliento se detuvo en un suave jadeo. Sus
labios se entreabrieron. Su polla se endureció. Demonios, no, él no necesitaba ayuda
para ponerla dura. Pero la necesitaba a ella y a esa energía que formaba un arco entre
ellos. Él necesitaba esa conexión que prometía más. Más excitación. Más pasión. Más
placer. Deslizándole el dedo por el cuello, él le acunó la nuca en la palma de su
mano. Su cuello era delicado. Sus labios llenos y deliciosos. Tenía que probarla. Saber
si ella era tan dulce como había imaginado.
Con una presión del pulgar, se acercó a su barbilla. La cabeza de ella cayó hacia
atrás naturalmente. Él la sostuvo de buena gana. Simplemente tomó un nuevo
ángulo, un nuevo acercamiento, y el aliento de ella era el de él. Su boca era suya. Su
beso era suyo.
Ella besaba como un sueño que había tenido una vez antes de saber que había
maldad en el mundo. Como la fruta prohibida. Como el cielo imaginado.
—Abre la boca.
Ella lo hizo esperar mientras sus pestañas revoloteaban contra su mejilla en un
preludio tentador, pero luego envolvió los dedos alrededor de su antebrazo,
anclándose, anclándolos, y separó los labios, todo ese delicioso calor fue suyo. Suyo
para saborear, suyo para saquear. Suyo.
El pensamiento seguía haciendo eco en su mente mientras la acunaba más cerca.
Dulce. Tan dulce.
Suya.
—Jackson…

~146~
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La súplica en su boca era un canto de sirena, arrastrándolo más profundamente


en la oleada de deseo. Su control se deshizo en un gruñido de necesidad. La inclinó
hacia atrás, sujetándola con el muslo, presionándola contra las escaleras, ignorando
el dolor en su hombro mientras se esforzaba por acercarse más, por conseguir más.
—Dulce. Tan dulce.
—Sí.
Su lengua atormentó la de él. Lo tentó. Se acopló a él, estocada por estocada.
Caricia por caricia. Arrastrándolo más profundamente. Pasión impregnada de
inocencia. Ella se le subió a la cabeza como whisky. Suave con una quemadura
persistente. Adictiva. Satisfactoria. Él la necesitaba más cerca.
—Más cerca, dulzura. Acércate.
Se sentía tan bien contra él, la suavidad de sus pechos, la curva de su cadera.
Deseaba todo de ella. Él se retorció para acercarse más.
El dolor se disparó por su espalda, devolviéndole el sentido común. Estaban a la
intemperie; cualquiera de los niños podría salir en cualquier momento. Él se retiró.
Ella lo miró parpadeando sin comprender. Nunca había visto nada tan sexy como
Mimi aturdida de pasión. Pasando el pulgar sobre sus labios, él la devolvió a la
realidad.
—Lo siento. Éste no es el momento ni el lugar.
—¿Para qué?
Él la ayudó a levantarse.
—Para nosotros.
—No hay nosotros.
—Aún. —Cuando un hombre encontraba a una mujer que llamaba a la parte más
profunda de él, no la dejaba ir. No antes de que descubriera todo lo que podía haber,
lo cual, mirándola ahora, podría llevar un tiempo.
Se sentó y tiró de su vestido, manoseando los botones y palmeando la falda.
—Oh, por el amor de Dios, eres demasiado viejo para creer que un beso conduce a
un para siempre.

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—Nada que debatir al respecto.


Ella no lo miró a los ojos mientras se apartaba el cabello de la cara.
—Se está haciendo tarde.
Demasiado tarde si ella planeaba huir.
—Y tenemos el viaje a la ciudad mañana—estuvo de acuerdo él. De pie, le tendió
la mano y la ayudó a levantarse—. Planeo salir temprano.
Ella se puso rígida de inmediato.
—Uf.
¿Qué tenía la mujer contra a la ciudad?
—Relájate. Es solo un viaje a la ciudad. ¿Qué puede salir mal?

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Nueve

— Pienso que vivir sola en el bosque ha deformado tu mente, cariño.


Mimi miró a la desastrada pelirroja, apodada de manera poco imaginativa, Roja,
sentada en la cocina espartana de la nueva casa de mala reputación de Cattle
Crossing y suspiró para sus adentros.
—Lo creas o no, he tenido ese mismo pensamiento.
Al menos dos veces antes de que incluso hubiera salido el sol. Y no solo por esa
insensatez con Jackson la noche anterior. Odiaba ir a la ciudad por la sencilla razón
de que una mujer sola con un pasado cuestionable y tres hijos a remolque llamaba la
atención. Ella no necesitaba llamar la atención. Especialmente aquí en Cattle
Crossing, que era más grande y por lo tanto tenía más tráfico. Rivers Bend, que era
pequeño y estaba alejado de las rutas más usadas, era lo suficientemente arriesgado,
pero no tenían lo que Jackson necesitaba, así que viajaron la hora adicional y
aterrizaron en Cattle Crossing. Y tan pronto como Mimi vio el atestado salón, se dio
cuenta de que tampoco tenía lo que ella necesitaba. Mujeres con un gran interés en
atraer a una variedad de hombres para su sustento.
—Por supuesto, debes pensarlo otra vez si crees que tenemos dinero para vestidos
elegantes—espetó la otra mujer en la mesa que se había identificado como Sunny, y
echaba una increíble cantidad de azúcar en su café.
Esto no iba bien. Mimi le dio un fuerte tirón a las faldas e hizo una mueca cuando
escuchó el ligero rasgón. Su ropa se estaba gastando y ninguna cantidad de trueque
iba a arreglar eso. Pero el trueque podría ayudar a los niños. Necesitaban ropa.
Necesitaban comida. Y al llegar el otoño, necesitarían educación. Ella quería que se

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Promesas 5

mezclaran con sus compañeros, no que se sentaran como marginados. Eso significaba
que ella necesitaba dinero, y la única habilidad que tenía para vender era con una
aguja e hilo. El único activo que tenían era lo que había en la caja que había robado,
pero no podía tocar eso. Incluso si pudiera encontrar a alguien con los conocimientos
necesarios para comprender su contenido, no podría venderlo sin alertar a Mac sobre
dónde estaba ella.
Un estremecimiento la atravesó ante esa posibilidad. La cara de Mac, como la
había visto por última vez llenó su mente, fría y dura, su papada temblando mientras
la sujetaba, la estrangulaba, la imagen de su puño retrocediendo y entonces el mundo
colapsó en ese horrible negro. No, ella no iba a tocar la caja pronto. Eso era el futuro
de ellos, la única seguridad que tenían y, como todos los tesoros, tenía el poder de
salvar o destruir. Además, no estaba lo suficientemente familiarizada con cómo uno
vendía un tesoro para revelarlo sin exponerse ella ni los niños a los depredadores.
—No diseño vestidos.
Su intento de crear anticipación fracasó por completo. Con un resoplido, Roja se
recostó en su silla y cerró su envoltorio.
—Cariño, son las nueve de la mañana del sábado. He estado despierta toda la
noche. Los vaqueros y los trabajadores estarán entrando en tropel al atardecer. Tengo
mucho que hacer antes de que finalmente pueda dormir. No tengo tiempo para
tonterías.
—Especialmente porque esta noche es nuestra noche más ocupada—ladró la
rubia, como si estuviera perdiendo la paciencia con un imbécil.
Como si Mimi no supiera que se estaba quedando sin tiempo. Ella había tenido la
suerte de atrapar a estas dos levantadas todavía.
—Me disculpo. Habría estado aquí antes, pero juro que es más fácil arrear gatos
que sacar a tres niños por la puerta.
Roja miró por la puerta hacia donde Melinda Sue y Tony eran visibles, sentados en
la parte de atrás, lanzando una pelota de un lado a otro con Kevin. La curiosidad
iluminó su rostro cansado cuando volvió a mirarla.
—Eres un poco joven para tener una familia tan grande.
—Cualquier tonto puede decir que no son parientes—resopló Sunny.

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Promesas 5

—Créeme, somos una familia.


Sunny hizo un gesto vago con la mano.
—Lo que tú digas.
Nadie jamás entendería lo que esos niños le dieron.
—Mejor es que dejes de echar azúcar, Sunny—advirtió Roja cuando la rubia
alcanzó otra cucharada de azúcar—. Sabes que Nina se ha estado quejando de
nuestros gastos.
Sunny resopló.
—Tengo que tener algo de placer.
—Tu placer no es lo que llena su cartera.
Mimi suspiró. Ella necesitaba tener el control de esto. Si se distraían con una
discusión, nunca conseguiría la venta.
—No estaba hablando de vestidos elegantes.
Roja se limitó a mirarla.
—Bueno, entonces, no estoy realmente segura sobre qué estás hablando.
Mimi estudió a las mujeres más de cerca. El cabello de Roja todavía era vibrante,
pero el gris aparecía en sus sienes. Sunny tenía patas de gallo apareciendo en los
rabillos de sus ojos. Ninguno de las dos era joven. Y se había hablado en el comercio
de que habían traído a un par de chicas nuevas. Chicas jóvenes. Carne fresca.
Competencia. Roja y Sunny tenían que estar nerviosas. Descartando su anterior idea
de persuasión, Mimi fue directamente a matar.
—Escuché que un par de mujeres más jóvenes llegaron a la ciudad la semana
pasada.
—Más joven solo significa hambre, no es bueno—soltó Sunny las palabras entre
sus dientes apretados con una mirada aguda que comprendía la falta de años de
Mimi.
La única área en la que Mimi no tenía inseguridad era en su talento. Ella podría
hacer que un saco de forraje se viera bien. Y en base a lo que llevaban estas mujeres,
solo un mínimo de sus habilidades aumentaría sus ganancias.

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Promesas 5

—Sería un error usar mi edad en mi contra.


—Dices…
—Sí, señorita Sunny. Dime.
Roja tomó un sorbo de café y miró a Mimi de pies a cabeza. Su túnica desaliñada
se abrió, revelando un escote muy impresionante. Una imagen apareció en la cabeza
de Mimi de una ropa interior que fluía. Encaje con parches de color colocados
estratégicamente.
—Soy costurera. Una costurera muy talentosa con muy buen ojo para… —¿Cuál
era la mejor manera de decir esto?—. Mejorar la íntima generosidad de una mujer.
Sunny resopló.
—¿Generosidad?
Roja dejó su taza sobre la mesa.
—Ningún traje de fantasía va a apartar los ojos de un hombre de la juventud y la
belleza.
—El mío lo hará. —Su madre las había mantenido como costurera. Hasta donde
Mimi podía recordar, ella había estado cosiendo ropa. Comenzando por acortar los
dobladillos y pasando a cosas más complicadas. Ajustando los vestidos cuando la
proporción no era la adecuada, atreviéndose gradualmente a crear sus propios
diseños. Con sorprendente éxito. Antes de que conociera y se enamorara de Mac,
había planeado abrir su propia tienda. Después de conocer a Mac, descubrió su
talento innato para diseñar prendas íntimas hechas a medida. Vivir en una casa de
putas se había convertido en una verdadera experiencia de expansión de horizontes.
—¿Trajiste alguna muestra?
—No. —Ella cruzó los dedos mientras mentía—. Las espero cualquier día, pero les
prometo una fantasía visual que atraerá a los hombres a kilómetros de distancia.
—¿Y cuándo lleguen aquí, señorita costurera?
—Mi nombre es Mimi.
—¿Y cuándo lleguen, Mimi?

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—Entonces pones sobre la mesa lo único que tienes sobre esas chicas jóvenes…
todos esos años de experiencia en complacer a un hombre.
—Mierda—masculló Sunny—. No se necesita mucho para complacer a los
hombres.
Mimi miró a Sunny.
—Puede que no lo parezca, pero no nací ayer.
—Pero estoy dispuesta a apostar a que tampoco eras una chica trabajadora—
respondió Roja.
—No, pero soy la mujer que puede transformarte en la fantasía andante que los
hombres desearán. —Con una inclinación de cabeza, ella agregó—. Una y otra vez.
Roja la miró de arriba abajo.
—Esa es una gran charla para una dama cuyas faldas están raídas.
Era demasiado esperar que no se hubieran dado cuenta.
—Y son gris monótonas—añadió Sunny.
O eso.
—Tengo tres hijos. —Ella se encogió de hombros—. Mi dinero va a ellos.
—Bastante justo. —Roja le hizo un gesto para que continuara—. Dime como qué
tipo de fantasía me ves.
—Una mujer muy sensual de misterio y pasión por la que vale la pena luchar para
conseguir.
Roja intentó parecer disgustada, pero Mimi pudo ver que estaba contenta.
—Burt no le hará feliz que haya peleas en su local.
Ella descartó eso con un gesto de la mano.
—Él puede cobrar a tus pretendientes por el gasto.
—¿Pretendientes?
—No tiene sentido crear una fantasía de puta.
Ella había usado la palabrota deliberadamente. Las quería cómodas con ella.

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Promesas 5

—Amén a eso.
—¿Qué hay de mí?—exigió Sunny—. ¿Qué tipo de fantasía soy?
Mimi estudió a Sunny, y su ojo interior la vio envuelta estratégicamente en capas
de gélido azul jugando a las escondidas con su cuerpo.
—Una diosa inalcanzable para ser cortejada.
Hubo una larga pausa, entonces Roja dijo:
—¿Fuego y hielo?
Mimi sintió un arrebato de esperanza.
—Sí.
Sunny golpeó el brazo de Roja.
—¿Oíste eso, Roja? ¿Seré una diosa?
—Por supuesto.
Roja se puso de pie. Era una mujer impresionante, alta y con grandes huesos. Su
bata era quince centímetros demasiado corta, quitándole sus encantos en lugar de
enfatizarlos.
—Sabes que si no lo logras, patearé tu flaco trasero de aquí al siguiente territorio,
¿verdad?
Mimi desestimó la amenaza con un movimiento de sus dedos.
—Desde luego.
Si fallaba, merecería que le patearan el trasero.
—Ve a vestirte, Sunny—ordenó Roja.
—¿Para qué? —La otra mujer hizo un puchero.
Roja puso los ojos en blanco.
—Así podemos ir al establecimiento para elegir el material antes de que la esposa
de Clemit lo hostigue para que vaya a la iglesia.

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Promesas 5

—Por la santa tierra—resopló Sunny—. A veces desearía que Clint McKinnley no


hubiera hecho tragar los dientes al último tendero por abofetear a su hijo. La falta de
escrúpulos puede facilitar la vida de una mujer.
La silla de Roja raspó el suelo.
—Bueno, éste tiene algunos, así que vamos a movernos.
Las mujeres se dirigieron a las escaleras traseras, arrastrando la bata de Sunny por
las ásperas tablas del suelo. La confianza de Mimi tembló mientras subían las
escaleras. ¿Qué pasaría si se dejaran seducir por sus camas y no volvieran a bajar?
Tan pronto como Mimi tuvo el pensamiento, el peso de todo lo que estaba
intentando decidió por ella. De lo que ella se había convertido. Solía ser tan
apropiada antes de conocer a Mac y renunciar a todo por la seguridad de la vida que
él había colgado delante de sus narices como un señuelo. Todo lo que Roja la había
acusado de ser. Y ahora, aquí, ella estaba parada en medio de una casa de putas con
su mejor traje de domingo, con la esperanza de privar a un hombre de su salvación
para que ella pudiera ir de compras esta mañana con dos palomas sucias. Frotándose
las manos por los lados del vestido, sonrió.
Las cosas estaban mejorando.
***

—¡ Señor Montgomery! Seño Montgomery! ¡Venga rápido! ¡Venga rápido!


—Parece que alguien quiere tu atención—dijo Puma desde donde estaba apoyado
contra la barandilla de la pequeña, tradicional y encalada iglesia.
—Y también con una maldita prisa—dijo el reverendo Brad en su forma
claramente poco reverenda.
Jackson se dio la vuelta, mirando al chico correr hacia él. ¿Qué demonios pasaba
ahora?
—Ese es Tony.
—¿Y los dos que vienen rápido detrás de él?
Jackson suspiró.
—Kevin y Melinda Sue.

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Promesas 5

—¿Alguna razón en particular por la que te llamen como si fueras la segunda


venida de Cristo? —Puma se apartó de la barandilla. Era una figura impresionante.
Más alto que el promedio, con hombros anchos, piel oscura que anunciaba su
ascendencia india y un aire salvaje que era realzado por las pieles y los mocasines
que llevaba. Cuando se enderezó en toda su estatura, su largo cabello negro cayó
sobre sus hombros, lanzando sombras más oscuras sobre sus ojos oscuros.
—Probablemente sea por la misma razón por la que volviste a dejarte el cabello
largo. —El Reverendo echó hacia atrás su sombrero negro y entrecerró los ojos contra
el sol de la mañana. No era tan alto como Puma, pero tenía la misma naturaleza
salvaje que el clerical cuello blanco no podía ocultar—. Tiene que ser una mujer.
Puma sonrió.
—A Mara le gusta mi cabello.
Jackson resopló y entrecerró los ojos. Los pelos en su nuca cosquillearon al ver la
expresión de Tony.
—Ella es la que te pidió que te lo cortaras.
—Y la que me pidió que volviera a dejarlo crecer. —Él sacudió la barbilla,
señalando a los niños—. Entonces, ¿cuál es su nombre?
Jackson bajó a la calle.
—Mimi Banfield.
Detrás de él escuchó a Brad mascullar:
—Sabía que tenía que ser una mujer.
Con la misma claridad con que pudo imaginar la sonrisa sardónica de Puma
cuando dijo:
—Tenía que suceder en algún momento.
Tony estaba corriendo tan rápido que levantaba polvareda con los pies.
—Nada está sucediendo—respondió Jackson. Incluso para sus oídos sus palabras
carecían de convicción.
—Ajá.

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—¡Señor Montgomery! —jadeó Tony, acercándose a él y agarrando la manga de su


camisa.
Jackson puso su mano sobre la de Tony.
—Recupera el aliento, hijo, y dime qué pasa.
—Tiene que venir.
Antes de que pudiera preguntar por qué, Puma y el Reverendo lo rodearon. Tony
se puso rígido, retrocedió un paso de Reverendo, se dio cuenta de que eso lo había
acercado a Puma y se quedó helado. Su tez palideció. Jackson no podía culparlo.
Puma era un hombre grande con un rostro bien anguloso que compelía con la
ferocidad de su tocayo. El color marrón dorado de sus ojos solo sumaba a la
apariencia de un depredador esperando para atacar. El único otro hombre que
Jackson sabía que podía igualarlo en esa impresión de depredador a la caza era el
primo de Puma, Clint.
—¿A dónde?—preguntó Puma de manera sucinta.
—Mierda, lo estás asustando, Puma.
—Tal vez debería estar asustado.
Tony se hizo a un lado. Puma lo agarró del brazo. El niño se quedó sin aliento. Eso
fue todo lo que Kevin necesitó. Se lanzó contra Puma.
—¡Suelta a mi hermano!
Melinda Sue buscó la mano de Puma, la agarró y la mordió con la ferocidad de un
tejón, las más feroces expresiones saliendo de su garganta.
—Carajo.
Puma agarró a Melinda Sue por la parte de atrás de su vestido, levantándola del
suelo.
—¡Bastardo!—gruñó Tony.
Jackson agarró a Tony antes de que pudiera unirse al ataque. Puma cambió su
agarre en la gruñidora Melinda Sue, moviéndola hacia su cadera y tomando su mano
cuando fue por sus ojos. Bloqueó la patada de Kevin con el muslo.
—Bueno, hijo, Mara tendría un ataque si me castras.

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Promesas 5

Tony escupió una palabrota tan asquerosa que incluso el Reverendo parpadeó. Sus
uñas desgarradas se clavaron en el agarre de Jackson. Su cuerpo temblaba de rabia
mientras se abría paso hacia Melinda Sue.
—Si la lastimas, te mataré.
Puma y el Reverendo se calmaron. Por encima de la cabeza de Tony, sus miradas
se encontraron con las de Jackson.
Jackson lentamente soltó a Tony.
—Es muy temprano en el día para el asesinato, hijo.
El niño se quedó allí, con los puños apretados y los pies bien plantados.
—Entonces haga que la deje ir.
—Hazlo, Jackson—repitió Kevin.
—¡Sí, hazlo!—se unió Melinda Sue a él, agitando un pequeño puño.
—No hay un alma alrededor que pueda hacerme hacer nada—dijo Puma
arrastrando las palabras.
—Déjala ir, Puma.
—Rompería el corazón de Jenna ver esto—dijo el Reverendo negando con la
cabeza.
—El de Mara, también.
—No lastimo a las niñas pequeñas, muchacho. —Puma puso a Melinda Sue en pie.
Ella corrió al lado de Jackson y se aferró a su pierna, con el pulgar clavado en su
boca, viéndose de nuevo tan imposiblemente angelical que el corazón de Jackson se
enterneció.
—Tony, Kevin y Melinda Sue, estos son mis amigos. —Con un gesto de la mano,
señaló a los hombres—. Aquí está Puma McKinnley, y ese es el reverendo Brad.
Tony observó el pelo rubio de Brad, su sombrero negro, su buen aspecto y su arma
atada a las caderas.
—No parece un predicador.
El reverendo se echó el sombrero hacia atrás y sonrió.

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Promesas 5

—Así me dijeron.
—Caballeros—continuó Jackson—ésta es la familia de Mimi.
—¡Mimi!—se quedó sin aliento Tony, girando y agarrando el brazo de Jackson
mientras recordaba—. Tiene que venir. ¡La van a matar!
***

La escena cuando llegaron a la tienda era un caos total. Dos mujeres luchaban en
la esquina de un pasillo, mientras que otra alentaba a alguien que no podía ver.
Clemit estaba en la otra esquina con las manos levantadas, mirando como si no
pudiera decidir si quería ponerse manos a la obra o correr.
—¡Vamos, entra allí!—gritó una pelirroja.
Puma miró a Jackson.
—¿La tuya está ganando o perdiendo?
Las mujeres tropezaron con una mesa de exhibición. El barril se tambaleó y se
volcó. La harina estalló por todas partes.
—¡Oh, demonios no!—gritó Clemit.
—Todavía no estoy seguro.
—Esto no augura nada bueno.
—Bueno, quienquiera que ella sea, esto te va a costar un dineral—observó Brad.
—Él tiene razón—gruñó Clemit, oyendo.
—Cállate, Clemit.
El sitio era un desastre. Las mujeres también. Por lo que Jackson podía decir, Mimi
estaba defendiéndose.
—¿Vas a parar la pelea—preguntó el reverendo.
—Todavía no. —Era demasiado fascinante, ver a su ceremoniosa y correcta sirena
perder su decoro tanto que estaba peleando.
—Ella tiene una gran derecha—advirtió Puma.
—Definitivamente material de esposa—observó el reverendo.

~159~
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Promesas 5

—Alto. —Jackson levantó la mano—. Nadie dijo nada acerca de una esposa.
Incluso Clemit le dio una mirada compasiva.
—Ningún hombre paga por los daños de alguien con quien no está involucrado.
—Estoy estableciendo una nueva tradición.
El reverendo atrapó un proyectil perdido. Era un tarro de mermelada.
—Solo ten en cuenta que ha habido una serie de compromisos últimamente. Evie
dice que la iglesia está casi completamente reservada para el verano.
—Siempre hay suspensiones—ofreció Puma demasiado servicialmente.
—Y siempre podrías callarte.
Clemit gimió cuando el barril de pepinillos se volcó. El olor a vinagre llenó el
interior.
—Esto realmente te va a costar.
Jackson cubrió las orejas de Melinda Sue.
—Maldita sea.
Los insultos volaban tan rápido como los objetos. “Ignorante” y “gorda” fueron
los que él mejor pescó. Y entonces:
—¡Oh, Dios mío! ¡Eres demasiado estúpida para respirar!
—Esa es la mía.
—Ella no es mucho más grande que Mara—observó Puma, con los brazos
cruzados sobre el pecho.
No, no lo era. Mimi lanzó otro sólido puñetazo.
—Alguien debería decirle eso para que no se meta en problemas.
Oh, definitivamente no.
—Me gusta tal como es.
Y sorprendentemente le gustaba.
—Sí. —El reverendo puso el frasco sobre el mostrador—. Él está en las últimas.
Puma asintió. Jackson le dio un codazo en las costillas.

~160~
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Promesas 5

La rubia sacó un cuchillo de la funda en su pantorrilla.


El reverendo agarró a Melinda Sue de Jackson.
—Es hora de parar esto.
Jackson saltó sobre el mostrador. Puma estaba justo detrás de él. Envolviendo su
brazo alrededor de la cintura de Mimi, la arrastró hacia atrás. Puma enganchó a la
otra mujer por la parte de atrás del vestido y la levantó del suelo. Ambos seguían
moviéndose.
—Maldición—dijo la pelirroja—. Justo cuando esto se estaba poniendo interesante.
Podría haber sido la primera vez que Sunny perdiera una pelea.
Quitando el cuchillo de la mano de Sunny, Puma le ordenó que se calmara.
El cuchillo cayó al suelo.
Jackson escuchó que el reverendo ordenaba a los niños que salieran. Mimi se
retorció en su agarre.
—Tú también necesitas calmarte.
Ella intentó darle un cabezazo.
—Un cuerno lo haré.
—Un cuerno no lo harás.
Al otro lado del pasillo, Sunny se giró y fue por la cara de Puma con sus afiladas y
rojas uñas. Un simple:
—Yo no lo haría—la detuvo en seco. Jackson no estaba sorprendido. Cuando
Puma sacaba ese gruñido bajo, la gente escuchaba.
Apartando su cabello del rostro, Sunny echó un vistazo a quien la sostenía y de
repente se derritió en sus brazos.
—Bueno, hola.
Mimi resopló de disgusto.
—Oh, por el amor de Dios.
Jackson no pudo evitar reír.
La pelirroja lo resumió todo.

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Promesas 5

—Señor, ten piedad, Sunny. No tienes ni un poco de sentido común.


Puma negó con la cabeza.
—Escucha a tu amiga.
—No puedes culpar a una chica, Roja. —Sunny pasó un dedo por el brazo de
Puma—. Un buen hombre como éste no viene a esta ciudad con demasiada
frecuencia.
—Vengo muy a menudo.
—Simplemente no se detiene en el salón—explicó Jackson.
Roja bufó.
—¿Nunca prestas atención a nada, Sunny? Es uno de los hombres McKinnley.
Sunny miró a Puma y sonrió de manera atractiva.
—McKinnley, ¿eh?
—No lo hagas—advirtió Puma.
Sunny deslizó su mano seductoramente por su antebrazo, sus bíceps, su hombro.
Puma la dejó caer sobre su culo.
Roja negó con la cabeza.
—Te dijo que no lo hicieras.
Sunny se frotó el trasero.
—Una mujer tiene que intentarlo.
—¿Cuántas veces te dije que supieras con quién estás tratando antes de hacer un
movimiento?
—¿Supongo que sabes quién es él?
—Déjame presentarte. Ese tipo de aspecto angelical que sostiene a Mimi es Jackson
Montgomery. —Señaló a Brad—. Conoces al reverendo.
El reverendo la ayudó a levantarse.
—Buenos días, Sunny.
—Buenos días.

~162~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—En caso de que aún no entiendas—continuó Roja—, ese es Puma McKinnley.


Sunny palideció.
—Todos viajan juntos, y supongo que la pequeña señorita Mimi está bajo su
protección.
Sunny tragó saliva.
—No quise decir nada. Ella me llamó gorda...
—¡No lo hice!
—Para que conste—intervino con calma Jackson—, no me importaría cómo te
llamó. Si la hubieras lastimado, me lo tomaría personalmente.
Mimi se volvió para mirarlo ferozmente.
—No necesito tu protección.
Había una mancha roja en su mejilla. Probablemente sería un moretón.
—Difícil.
—Me estaba defendiendo.
—No lo vi así—ofreció Roja, agarrando una barra de menta de un frasco caído.
—Y pensar que quería ayudaros—gruñó Mimi.
—No querías ayudar en nada. Estabas haciendo un trato comercial.
—¿Un trato comercial? —Jackson aflojó su agarre y miró a su alrededor el desastre
en la tienda—. Espero que vaya a ser lucrativo.
—No estoy pagando por esto. —Mimi señaló a Sunny—. Ella sacó un cuchillo
contra mí.
El reverendo asintió a Sunny.
—¿Alguna razón para eso?
—Ella me llamó gorda.
Mimi golpeó sus manos en sus caderas.
—Por última vez, dudar de las medidas indicadas no es una declaración de
gordura.

~163~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Espera—interrumpió Puma—. ¿Por qué querías sus medidas?


Le quitó las palabras de la boca a Jackson.
—Tenemos un trato comercial.
—Tenía un trato comercial.
—Ella todavía lo tiene conmigo—dijo Roja alrededor de su barra de menta—. Si la
mujer puede coser algo como pelea, me debería hacer ganar un dineral.
—Vas a hacer negocios con... —Jackson se detuvo y cambió su redacción—. ¿Estas
damas?
Puma se cruzó de brazos y se recostó contra el mostrador.
—Parece que tu mujer le va a dar a la del reverendo una dura competencia en no
convencionalidad.
—No soy su mujer.
—Ella no es mi mujer.
Lo dijeron al mismo tiempo. Nadie parecía convencido.
Desde la puerta llegó una alegre revelación.
—Los vi besarse.
—Vuelve afuera, Melinda Sue.
—Pero los vi.
El reverendo tomó cuatro palos de menta y los llevó a la puerta.
—¿Qué tal si comemos algunos dulces mientras los adultos hablan?
Los ojos de Melinda Sue se agrandaron. Cuando él salió, ella lo siguió justo detrás.
Tan pronto como salieron por la puerta, Puma observó:
—Me doy cuenta de que nadie la llamó mentirosa.
Mimi dio un paso atrás y desechó el desafío.
—¿Qué pasa con los hombres que piensan que un beso es un reclamo?
—¿Vas por ahí besando a mucha gente?—preguntó Puma.

~164~
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Promesas 5

—No, no lo hago, así que le agradeceré que mantenga esa expresión fuera de su
cara.
Jackson supo por la curva de su ceja que Puma se estaba divirtiendo.
—¿Y cómo planeas hacer que eso suceda?
Mimi señaló a Jackson.
—Al parecer, ese es el trabajo de él.
Puma se rió entre dientes.
—Me gusta ella, Jackson.
—Me alegra oírlo.
—Es maravilloso que seas feliz, pero ¿y yo?—se quejó Sunny. Extendió las faldas,
revelando las manchas de harina y los rasgones—. ¡Mi vestido está arruinado!
Mimi disparó con los puños apretados:
—El mío también.
Sunny frunció el ceño.
—El mío era más caro.
—El mío era más necesario. ¿Cuál es tu argumento?
Jackson le agarró la mano en caso de que decidiera lanzar el puñetazo que estaba
preparando.
—Tengo la sensación de que las dos podríais discutir esto todo el día.
Roja se dirigió a la otra esquina de la tienda donde se exhibían las telas. El único
rincón de la tienda que estaba intacto. Abrió un armario y sacó una pieza de tela roja
brillante.
—Me parece que estás discutiendo sobre algo que se arregla fácilmente.
—Nada se está arreglando—interrumpió Clemit—, hasta que me paguen por todo
este daño. —Miró directamente a Jackson.
—Yo lo cubriré.
—Entonces iré por la escoba. —Él hizo eso.

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Promesas 5

El reverendo volvió al edificio.


—Así que ahora que las cosas se han calmado, ¿quieres presentarme a tu amiga
Jackson?
—Mimi, este es el reverendo Brad. Rev, ésta es Mimi Banfield.
El reverendo inclinó su sombrero como si la mujer que lo miraba no fuera solo un
par de globos oculares llenos de harina.
—Encantado de conocerla. —Extendió la mano.
Mimi a regañadientes le dio la de ella.
El reverendo miró alrededor de la tienda destruida.
—Ahora que los ánimos se han calmado, ¿qué se necesita para sacar a las finas
damas de la tienda antes de que a Clemit le estalle un vaso sanguíneo?
La mandíbula de Mimi se apretó.
—Necesito las medidas de Sunny.
—Te dije…
Mimi levantó las manos bruscamente. La harina voló por todas partes. Jackson
estornudó. Puma se echó a reír y el reverendo se alejó del polvo.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué no puedes entender que no importa cuáles sean tus
medidas? Cuando termine de crear tu lencería, te verás hermosa y nadie podrá
quitarte los ojos de encima, así que, ¿qué te importa lo que dicen los números? Todo
lo que necesitas esperar es la magia que voy a crear con la belleza que posees.
—Supongo…
—Diosa, ¿recuerdas?
Mientras Mimi miraba a Sunny, Puma miró a Jackson. Jackson miró al reverendo.
Todos miraron a Mimi, pero Roja fue la que lo resumió.
—Y esa, caballeros, es una mujer que puede hacer que esta ciudad se escandalice.

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Promesas 5

Diez

No había sido su plan conocer a nadie en Cattle Crossing con un ojo hinchado,
un vestido rasgado y envuelta en tanta harina que caía con cada paso. Ciertamente,
no había sido su plan conocer algunos de los amigos más cercanos de Jackson en ese
estado. Y era absolutamente algo de pesadilla estar sentada desnuda en una bañera
llena de fragantes burbujas en el piso de arriba de la cómoda casa de Clint
McKinnley mientras las esposas de esos amigos se sentaban a su alrededor
haciéndole preguntas.
Pero lo era, y todo era culpa de Jackson que ahora estuviera sujeta a una
inquisición muy entusiasta y con buenas intenciones. Si él hubiera estado satisfecho
con la carreta disponible en Rivers Bend, ella no estaría sentada aquí ahora mismo,
deseando que un agujero se abriera en el suelo y se la tragara.
—¿Así que Jackson solo se acercó a tu casa un día y te salvó de un pozo lleno de
serpientes?
Ella creía que la que hablaba era Mara, la esposa de Puma. Era difícil imaginar a
esta mujer pequeña y vivaz de ojos marrones, cabello cobrizo y una constitución
delicada con el Puma de aspecto feroz, pero no había duda de que su gran esposo la
adoraba. Y que ella lo adoraba a su vez. Sin embargo, era asombroso. Y no porque
Mimi no creyera realmente en el amor. Sino porque no podía imaginar un amor tan
grande.
—Sí.
Mara suspiró y puso su mano en su estómago muy embarazado.
—Eso es tan romántico…

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Mimi apilaba discretamente las burbujas alrededor de su pecho.


—En realidad, fue completamente aterrador.
—Lo siento, eso fue insensible. El embarazo me emociona. ¿Te hiciste daño?
—Mi brazo y mi orgullo recibieron una gran paliza. Jackson se llevó lo peor. Si esa
serpiente hubiera metido los colmillos de lleno en lugar de una mordedura de
refilón, estaría muerto.
—Pero no fue así y ahora estáis aquí. Juntos.
Sonaba romántico cuando Mara lo decía de esa manera.
—Acabando con el mercante local —agregó Evie, la esposa del reverendo,
secamente.
Mimi gimió.
—Tal vez nunca pueda recuperar la buena reputación.
—¿Recuperar la buena reputación? —Mara jadeó—. ¡Demonios!, espero que lo
superes.
La puerta se abrió y una mujer alta, imponente y rubia entró cojeando en la
habitación. Mimi sonrió. Había algo inherentemente acogedor sobre Jenna
McKinnley. Ella solo irradiaba amabilidad. Todo lo contrario de Evie. Mientras que
Jenna era dulce y tranquila, Evie era ingeniosa, optimista y con una percepción
inquieta. Mimi podía ver cómo encajaba tan bien con el reverendo. Igual que podía
ver por qué Clint amaría a Jenna.
Dejando la bandeja de té sobre la mesa, Jenna negó con la cabeza a Mara.
—Pensé que habíamos acordado entrar con calma en estas conversaciones. Vais a
asustar a Mimi antes de que tengamos la oportunidad de convencerla de que Jackson
merece la pena.
¿Estaban haciendo de casamenteras?
—Sería más fácil de convencer si el hombre no insistiera en llevar todo ese pelo
rizado —se quejó Mara.
Jenna se pasó la mano por el cabello cuidadosamente enrollado.
—Me encantaría tener su cabello. El mío es tan recto como un palo.

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Promesas 5

Vertiendo té en las cuatro tazas, le entregó una a Mara.


Mara puso los ojos en blanco.
—Ese es el problema. Parece que pertenece a una mujer.
—Oh, por favor —intervino Evie cuando Jenna colocó una taza frente a ella—.
Ninguna cantidad de cabello podría ocultar la masculinidad de ese hombre.
Por alguna razón, Mimi se sintió obligada a defender a Jackson.
—Su cabello le queda bien.
Evie aplaudió.
—Oh Dios. ¡Alguien de mi lado!
Mimi parpadeó.
—¿Tenemos lados?
—Ciertamente los tenemos. —Tomando las pinzas de la bandeja, Evie añadió un
terrón de azúcar a su té—. He estado tratando de convencer a ese hombre para que se
siente para un retrato, pero cada vez que menciono el tema, él amenaza con ver al
barbero.
—¿Por qué no puedes pintarlo con el pelo corto?
Evie estaba negando con la cabeza antes de que la pregunta terminara.
—Eso no funcionará en absoluto. Quiero capturar toda esa dicotomía del hermoso
cabello ondulado y la masculinidad absoluta. Es muy singular.
Sí, lo era, y él también, pero ser único no le obligaba a sentarse para un retrato.
—Pero Jackson no quiere que se haga su retrato.
—Evie no acepta eso —explicó Mara.
—Eso es porque es ridículo. —Evie colocó elegantemente su taza y el platillo sobre
la mesa—. Su retrato sería fabuloso.
Jenna ocultó una sonrisa y también colocó su taza sobre la mesita.
—Evie no entiende que no todos quieren ser inmortalizados.
Evie resopló.

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Promesas 5

—Repito. Porque eso es ridículo.


—¿Ya es hora de cambiar de tema? —preguntó Mara, moviéndose hacia atrás en
su silla, tratando de sentirse cómoda. Con un gruñido, se reclinó y apoyó la taza
sobre su vientre.
Jenna apoyó a un lado la bandeja de madera. En el medio había un plato cubierto
de tela.
—Por supuesto.
—Entonces, Mimi, ¿cuál fue tu primer pensamiento cuando viste a Jackson en ese
pozo?
—Mara —reprendió Jenna—. Mimi podría no querer discutir su relación con
Jackson.
—No tiene que responder si no quiere.
—Mara tiene razón—respondió Evie—. Entonces, ¿tienes ganas de contarlo, Mimi?
Sorprendentemente, ella lo hacía.
—Cuando Jackson bajó a ese pozo y encendió ese fósforo, pensé por un segundo
que Dios había enviado a uno de sus arcángeles en mi rescate. Pero entonces… —Ella
suspiró dramáticamente—. Jackson abrió la boca.
Evie resopló y tomó una servilleta. Mara y Jenna se rieron junto con ella.
Cuando recuperó el aliento, Jenna se limpió la boca.
—Eso fue bueno.
—Hablando de bueno… —Evie se asomó por debajo de la servilleta en la bandeja.
—¿Qué? —preguntó Mara, luchando por levantarse de la silla—. ¿Qué más trajo?
—Silencio. —Sin dejar de sonreír, Jenna les indicó que se callaran—. Preparé un
pastel hoy, pero si no bajas la voz, Clint estará aquí y tendremos que luchar por ese
pastel.
Todas se agruparon alrededor de la bandeja. Todas excepto Mimi. Estaba atrapada
en medio de sus burbujas que desaparecían rápidamente en la bañera resbaladiza.
—¿Hay pastel? —Habían pasado años desde que ella había tenido pastel—. ¿De
qué?

~170~
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Promesas 5

Mara se colocó a un lado y se estiró hacia la servilleta. Con la punta de su dedo se


las arregló para echar un vistazo.
—Es su pastel de chocolate con café y nueces.
Un gemido colectivo recorrió la habitación.
—Pero solo hay un trozo.
Otro gemido siguió al primero. Pero éste fue de decepción.
Jenna se encogió de hombros.
—Clint y Puma entraron a la cocina cuando estaba acostando a Bri para su siesta.
Sin embargo, es un trozo grande. —Mara se estiró un poco más, claramente
inclinándose para probarlo. Jenna le dio una palmada en la mano—. Y es para Mimi.
Mara miró a Mimi escrutadoramente.
—No querrías privar de pastel a una mujer embarazada, ¿verdad?
Tal generosidad probablemente le haría ganar un lugar con estas mujeres, y Mimi
podría haberlo considerado, pero en ese momento Jenna levantó la servilleta del
pastel y vislumbró el premio que estaría entregando. La gruesa rebanada que
descansaba en ese plato blanco mostraba no una, sino cuatro gloriosas capas de
decadente chocolate.
—Es una causa perdida.
Los hermosos ojos marrones de Mara se arrugaron en los rabillos antes de intentar
la expresión más patéticamente triste de la historia humana.
—Pero estoy embarazada. La privación podría llevarme a un parto prematuro.
—Me arriesgaré.
Evie se aclaró la garganta.
—Has estado gimiendo durante una semana por estar pasada de término y lista
para estallar. De hecho, corre el rumor de que estabas considerando seducir a tu
esposo solo para que te provocara el parto.
Mara no se veía culpable en absoluto.
—Seducir a un hombre es solo un pecado si uno no está casado.

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Promesas 5

—Es cierto, pero estoy bastante segura de que tratar de disuadir a Mimi de ese
pedazo de pastel lo es.
Mara cambió de táctica.
—¿Aceptarías un soborno?
—No.
—Bueno, maldita sea.
Jenna recogió la olla grande del fuego y se dirigió hacia el pie de la bañera para
agregar más agua. Mimi inmediatamente se sintió culpable. A pesar de que Jenna le
había explicado que la cojera era por una lesión antigua, aún se sentía incómoda.
Jenna desestimó su preocupación.
—Si te hace sentir mejor, imagina cuánto va a gemir Clint cuando descubra que
falta ese trozo. Según dicen él ha estado escondiendo el pastel de Gray. Sin embargo,
ha estado desapareciendo trozo a trozo.
—Y ahora se ha ido. —Evie se rió.
Las señoras se rieron. El calor se arremolinó alrededor de los dedos de los pies de
Mimi. Era celestial Nunca había sido tan mimada. Y a pesar de su nerviosismo,
nunca había estado tan divertida. Tampoco había estado tan incómoda. Las amigas
no eran algo que le hubieran alentado a tener al crecer. Este tipo de camaradería era
nuevo. Y escalofriante. Y tentador. ¿Por qué todo lo prohibido siempre tenía que ser
tan tentador?
Jenna resopló.
—Es la competencia lo que disfrutan. —Trajo el trozo y se lo entregó a Mimi junto
con un tenedor—. No nos tomes a ninguna de nosotras demasiado en serio, Mimi.
Simplemente estamos muy felices de que Jackson finalmente haya encontrado a
alguien.
El vapor se arremolinó cuando Mimi alcanzó el plato. El aroma del chocolate flotó
hasta provocar sus sentidos. La saliva inundó su boca y su estómago retumbó.
Cualquier esperanza que tuviera de que nadie se diera cuenta murió con el siguiente
comentario de Mara.

~172~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—No te preocupes, todos reaccionamos de esa manera a la cocina de Jenna. Ella


tiene un restaurante en la ciudad y se está volviendo muy famosa por sus productos
horneados.
Fue el turno de Jenna de sonrojarse.
—No es nada.
Mimi dio el primer bocado. Puede que no hubiera tenido pastel durante años, pero
sus papilas gustativas recordaban cómo se suponía que debía saber, y esto superaba
con creces el más fantástico de los recuerdos. Cuando todo ese glaseado de
mantequilla y chocolate se derritió en su lengua en una perfecta sinfonía de sabor,
tuvo que estar en desacuerdo.
—Esto es fabuloso.
—¿Vale la pena ser el centro de los chismes en Cattle Crossing durante los
próximos meses? —preguntó Mara con esperanza—. El embarazo ha estropeado
tanto mi diversión…
—Oh, sí. —Jenna volvió a su silla. Cuando se sentó, preguntó—: ¿Realmente te
peleaste con una prostituta?
—Simplemente la estaba midiendo.
—¿Para qué? —Preguntó Mara—. ¿Un ataúd?
El pastel era maravilloso. La risa aún más.
—Soy costurera.
—La que reparte ojos negros —se quejó Evie—. Escuché que Sunny no podrá
trabajar durante al menos una semana.
Mara sonrió.
—Realmente me vas a gustar.
—Por fin, alguien que será más notoria que yo —agregó Evie.
—Y yo —intervino Mara.
—Y yo —repitió Jenna antes de continuar diciendo—: Lo cual es solo otra señal.
La suposición de las mujeres de que ella y Jackson eran pareja hizo que Mimi se
sintiera como un fraude.

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Promesas 5

—No hay nada entre Jackson y yo.


Jenna enarcó las cejas.
—Melinda Sue dice que has sido besada.
Melinda Sue tenía una boca enorme.
—¿Todas os casasteis con los hombres que habéis besado?
Todas menos Jenna dijeron “no”, lo que hizo que todas a su vez la miraran
inquisitivamente. Jenna inmediatamente se sonrojó y se frotó el muslo. Como
empezó a notar Mimi, ser el centro de atención hacía que Jenna se sintiera incómoda.
Todas hablaron a la vez.
—¿Estás diciendo que tu primer marido nunca te besó?
—¿Clint es el único hombre que has besado?
—Oh, Jenna. —Mara se acercó y la abrazó—. Lo siento mucho.
Jenna claramente estaba en desacuerdo.
—¿Por qué lo sientes? —preguntó con serenidad—. Me emociona hasta lo
indecible que puedo darle eso a mi esposo. Adoro a ese hombre.
—¿Él te adora? —La pregunta solo salió. No es que una mujer amando a un
hombre fuera algo inusual en el mundo de Mimi, sino el que un hombre amara a una
mujer hasta el punto en que ella se derritiera al pensar en él, Mimi nunca había visto
nada parecido.
La sonrisa de Jenna era una combinación impresionante de confianza y felicidad.
—Con cada aliento. —Ella quería ser amada así, se dio cuenta Mimi. Quería
sonreír así. Saber desde lo alto de su cabeza hasta las plantas de sus pies que era
adorada. Por quién era, como era, porque solo ese tipo de amor podía poner esa
expresión en el rostro de una mujer.
—Me alegro.
—Maldita sea. —Mara se frotó los ojos—. Ahora voy a llorar de nuevo. Lo juro, si
este bebé no viene pronto, voy a ser un desastre mental.
—¿Qué dice el doctor sobre el parto? —preguntó Evie.

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Promesas 5

—¿Qué sabe el doctor?


—Al parecer, un montón de cosas más de lo que estás compartiendo.
Mara se cubrió el vientre protectoramente.
—Voy a estar bien y el bebé también. —Miró a las tres mujeres—. Y si alguna de
vosotras le dice una palabra a Puma que insinúe lo contrario, voy a hacer agujeros en
todas vuestras bragas cada vez que las colguéis en la cuerda.
El siguiente trozo de pastel se atascó en la garganta de Mimi al atragantarse de la
risa. Ella podría imaginarse eso.
—Vamos, Mara. Sabes que solo estamos preocupadas. Lo pasaste tan mal antes...
La atmósfera cambió. El humor desapareció para ser sustituido por la
preocupación. Mara levantó la mano.
—Por favor, no lo digas. Me gafarás y me niego a ser gafada. —Mara se frotó la
barriga—. Le daré un hijo a Puma esta vez.
Jenna le apretó la mano.
—No te hagas esto a ti misma. No lo hagas todo o nada en tu cabeza. Todo lo que
Puma quiere es a ti.
Mara negó con la cabeza.
—Todo hombre quiere un hijo.
—Tu hombre te quiere.
Mara se mordió el labio mientras ponía cara larga. Girándose hacia el hombro de
Jenna, susurró:
—Pero quiero su hijo.
El dolor contenido en esa expresión llenó la habitación, uniéndolas en un instante
de lucha común. El corazón de Mimi se encogió.
—Oh, Mara —susurró Jenna.
Mimi volvió la cara. Ella no debería estar aquí. Ser parte de esto. No era su lugar.
Le pasó el pastel a Evie, tomó el frasco de champú y se hundió. Sumergirse bajo el
agua le proporcionó al menos una ilusión de distancia. Por encima de ella
retumbaron sus voces, continuando la conversación con esa camaradería íntima que

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Sarah McCarty

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Promesas 5

tentaba aunque intimidaba. Ella no sabía cómo pertenecer aquí. A ningún sitio. Era la
forastera. La que miraba desde lejos y tejía fantasías sobre cómo podía ser. Nunca fue
el centro de atención. Al menos no del tipo feliz.
Se quedó debajo más tiempo del necesario, sosteniendo el frasco de manera poco
elegante sobre ella porque no había pensado en nada más que alejarse de esa
incomodidad. Finalmente, no tuvo más remedio que salir a la superficie. Como
temía, cuando lo hizo, todas estaban mirándola fijamente. El agua goteaba en sus
ojos. Parpadeó para quitarla.
—Lo siento. —La disculpa tonta solo salió, ganando más atención y más
incomodidad.
Jenna suspiró y tomó el frasco de su mano.
—No, somos nosotras las que lo sentimos. No nos conoces, y todo lo que hemos
hecho es acosarte y bombardearte desde que Jackson te hizo pasar por la puerta.
—Y llorar encima de ti —agregó Mara irónicamente.
—Está bien, pero creo que debería tener el pastel.
— Todas lo compartiremos.
—Siéntate —ordenó Jenna, moviéndose detrás de ella.
—Oh —dijo Mimi sobre su hombro derecho—. Puedo hacerlo.
“Podría” estar lavándose el pelo, pero bien podría estar hablándole a las paredes.
Le cayó crema fresca en la cabeza.
—Calla. Me estoy disculpando.
¿Lavándole el pelo?
—Um, gracias.
Jenna fue minuciosa y eficiente. Mimi se clavó las uñas en las palmas, contando
hasta cien para evitar saltar del agua tibia. La bañera era demasiado pequeña, la
habitación estaba demasiado llena. Sus emociones demasiado en carne viva. Sus
defensas, como las burbujas que desaparecían con un silencioso desprecio por sus
preferencias.
—¿Jenna? —observó Evie.

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Promesas 5

—¿Qué?
—Estás haciendo que Mimi se sienta incómoda.
—Oh.
¿Qué se suponía que Mimi debía decir ahora? Sosteniendo la toalla en su pecho,
confesó.
—Me he estado bañando durante mucho tiempo.
Jenna dio un paso atrás, su cojera le dio a sus pasos un ritmo extraño que sacudió
aún más los nervios de Mimi.
—Lo siento.
Evie recogió la pila de toallas y las colocó cerca de la bañera.
—Apuesto a que también lo has hecho en privado.
¿Qué podría decir, excepto la verdad?
—Sí.
—¡Maldita sea, Evie! —maldijo Mara, luchando por levantarse de la silla—. ¿No
podrías haber tenido esta revelación antes de que me sentara de nuevo?
—Aparentemente no. —Evie extendió las manos—. Vamos, Moby Dick. Te
ayudaré a levantarte.
—No creas que no sé qué me estás llamando ballena. Leí ese maldito libro.
—¿Y te gustó?
Mara resopló.
—Estoy guardando eso para la discusión del libro. Pero es seguro decir que creo
que Acab necesitaba una patada en el culo.
—Mara siempre brinda una perspectiva interesante al club de libros —le susurró
Jenna a Mimi mientras volvía a poner el corcho en el champú.
—¿Ha leído Moby Dick, Jenna? —preguntó Mara por encima del hombro, mientras
Evie medio la incentivaba, medio la empujaba por la puerta.
Jenna enarcó las cejas. Mimi negó con la cabeza.

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Promesas 5

—No.
—Debería leerlo. Apuesto a que ella también querría darle una patada a Acab en el
culo.
Mimi no pudo evitar una sonrisa por la forma en que Mara emitió ese decreto.
—Solo quieres que alguien debata de tu lado por una vez cuando hablamos de
motivación —provocó Evie
—Solo por eso, me llevo este pastel conmigo, por cierto.
Continuaron discutiendo mientras salían de la habitación.
—Tendrás que perdonar a Mara por su entusiasmo —se disculpó Jenna mientras
sus voces se desvanecían—. El médico la ha puesto en reposo en cama por las
complicaciones. Además de eso, tiene que quedarse aquí en la ciudad con Evie, por si
acaso algo sale mal de nuevo.
¿De nuevo?
—No me ofendí.
—Bien. Separarse de Puma y verse obligada a quedarse quieta son las dos peores
cosas para ella en el mundo, y tiene que lidiar con ambas al mismo tiempo. —Jenna
se mordió el labio y se frotó el muslo—. La exaspera.
—Lo entiendo. Tampoco soy yo misma. —Eso fue un eufemismo.
Eso le consiguió una mirada larga y reflexiva.
—Puedo entenderlo. —Con un último roce de su muslo, Jenna se dirigió a la
puerta. Se detuvo cuando la alcanzó, con una mano en la jamba. Mimi se preparó
para lo que se avecinaba—. Sé que el agua se está enfriando y no quieres nada más
que enjuagar ese champú de tu cabello. También sé que esto no es asunto mío, pero
Jackson me salvó la vida una vez y la de Clint más que eso. Su felicidad significa
mucho para mí. Entonces, si realmente piensas en él como “un hombre al que alguna
vez besaste”, por favor no le des falsa esperanzas.
Como si ella supiera cómo hacerlo.
—Jackson es un hombre adulto.
Jenna se irguió a su altura máxima. Sus dedos tamborileaban sobre la madera.

~178~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Que está enamorado de ti.


Mimi no sabía qué hacer con esa información. ¿Debería creerlo? ¿Huir de eso? Su
vida era tan complicada en este momento que Jackson cuidando de ella era solo una
cosa más para hacer malabares cuando ya sentía que tenía demasiadas pelotas en el
aire. Ella ni siquiera se podía enfadar. Pero quería enfadarse un poco. Algo. Estaba
tan cansada…
—Lo tendré en cuenta.
Jenna vaciló un segundo más, como si hubiera algo más que quisiera decir, pero
con un último toque en la jamba, se conformó con:
—Gracias.
La puerta se cerró detrás de ella con un suave clic, dejando a Mimi sola con sus
pensamientos. Y sus miedos.
***

El salón estaba desierto a esta hora del día.


—Parece que podemos escoger mesa —dijo Brad—. La que está en la esquina
trasera se ve bien.
—Me lees la mente. Lo suficientemente lejos del hedor de la escupidera y aun así
ofrece una vista excelente de los ocupantes y la puerta.
Al pasar frente a la barra, Jackson tomó una botella de whisky del mostrador y le
hizo un gesto al barman por cuatro vasos.
—¿Echas de menos esa lujosa vida tuya?
—Ni por un minuto.
—¿Eres feliz siendo predicador?
—Siempre fui predicador. Solo que utilizaba diferentes métodos de persuasión.
Eso tuvo que cambiar.
—Las balas tienen talento para reducir la congregación.
Los labios de Brad se inclinaron en una media sonrisa.

~179~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Exactamente.
Jackson sacó una silla.
—¿Van a venir Puma y Clint?
—Justo después de que terminen en el banco. —Brad negó con la cabeza—. Aún
no puedo creer lo respetables que se han vuelto esos dos.
—¿No es eso un poco como la olla que dice que la caldera es negra? —preguntó
Jackson—. No hace mucho tiempo que eras la recompensa más abundante por aquí.
—Mi lema siempre ha sido si vas a pecar, peca a lo grande.
—Y ahora eres el reverendo Brad Swanson.
Brad sonrió, revelando unos parejos dientes blancos y el encanto que le había
permitido escapar de ser capturado todos esos años como proscrito.
—Y ahora soy el reverendo. Lo que solo prueba que Dios trabaja de maneras
misteriosas.
Jackson sacó el corcho de la botella.
—Y bebe.
Brad se rió entre dientes y asintió.
—Y bebe.
—Mucho.
La luz del sol destelló cuando las puertas batientes se abrieron, iluminando el
interior sombrío. Dos hombres entraron en el salón, sus siluetas inconfundibles en
similitud de estatura y anchura de hombros. Jackson colocó los otros dos vasos antes
de llenar los cuatro. Cuando Puma y Clint llegaron a la mesa, se inclinó el sombrero.
—Buenas tardes, caballeros.
—Buenas tardes.
—Hola.
Clint se sentó al fondo en diagonal con el reverendo. Puma tomó una silla de la
mesa vecina, la giró y se colocó a horcajadas.
—Entonces, ¿qué estamos celebrando y quién está pagando?

~180~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Dejando las gafas en la mesa, Clint anunció:


—No sé lo que estamos celebrando, pero las bebidas hoy van de mi cuenta.
Puma sonrió.
—En ese caso, tomaré dos.
El primer brindis, como siempre, fue silencioso, un vaso levantado en memoria de
los que habían muerto. El segundo por los que quedaron. Era una larga tradición
entre ellos, el ritual tan vinculante como la emoción. La vida aquí era difícil, donde
los amigos solían ser pocos y los enemigos abundaban. La gente buena y los buenos
amigos eran respetados tanto en la muerte como en la vida.
—Así que, escúpelo. ¿Dónde encontraste a la mujer? —preguntó Clint, tomando
un sorbo de su whisky.
—Lo creas o no, en el fondo de un pozo.
—Eso tiene todos los ingredientes de una historia interesante—dijo Brad.
Haciendo girar el whisky restante en su vaso.
Lo tenía. Jackson simplemente no estaba seguro de cuánto quería compartir. Había
algo diferente en Mimi. Algo inexplicablemente atractivo en su sonrisa. Algo adictivo
sobre su risa. Algo devastador sobre sus lágrimas. No era que él fuera un hombre
insensible en sus peores días. Era solo que, con Mimi, todo era más agudo. Más
intenso. Más…
—¿Vas a soltarlo o nos harás adivinar? —preguntó Puma.
En la mesa de al lado, un jugador jugaba al solitario para pasar el rato antes de que
la multitud de la noche se amontonara. Las puertas batientes se abrieron una vez
más. Un borracho entró tambaleándose. Su bamboleante entrada combinaba
perfectamente con la actitud errática de las emociones de Jackson. Terminó su bebida
y se sirvió otra.
—Así, ¿verdad? —preguntó Puma, extendiendo su vaso. Jackson lo llenó hasta
arriba.
—Cuando crucé la montaña, noté que salía humo de la casa de Chapuza Bentley.
Me dirigí a comprobarlo.
—¿Y?

~181~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Los niños estaban frenéticos. Mimi se había caído al pozo, y estaba lleno de
serpientes de cascabel. Cuando llegué allí, estaban a punto de dejar caer una
lámpara.
—Es un milagro que no la quemaran viva.
—No estaba encendida, pero sí.
—¿Estaba herida?
—En el brazo.
—¿Y tú?
—Nada de lo que no me pueda recuperar.
—Ajá. —Brad se recostó en su silla—. Kevin estaba impresionado por la forma en
que te enfrentaste a todas esas serpientes. Alrededor de cien, según dice.
Jackson hizo rodar el hombro.
—Kevin tiene una imaginación activa.
—¿Qué estaban haciendo una mujer y unos niños ahí en primer lugar?
—Bentley se la vendió.
Clint frunció el ceño.
—Voy a tener que hablar con Bentley. Tenía que saber que vender ese lugar a una
mujer y a sus hijos era un asesinato.
Jackson obligó a que sus dedos se relajaran sobre el vaso.
—Tendrás que ponerte a la cola.
Con un gesto de asentimiento, Clint reconoció que tenía razón.
Puma le hizo una seña al camarero para que fuera a buscar otra botella antes de
observar:
—Por lo que he visto, Mimi es peleadora.
—¿Y eso es malo?
—Demonios, no. —Puma hizo un gesto con la cabeza al cantinero agradeciéndole
la botella. Se sirvió una copa—. Se necesitaría una peleadora para seguirte el ritmo.

~182~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Tal vez no quiero que nadie me siga el ritmo.


Brad se bebió el whisky de un trago.
—Bueno, seguro que no quieres a nadie a quien tengas que arrastrar.
Tal vez no. Tal vez sí. A decir verdad, no le había dado mucha importancia a qué
tipo de pareja quería en la vida. Acababa de darse cuenta de que estaba cansado de ir
sin rumbo.
—Honestamente, no sé lo que quiero.
—Si ese es el caso, no tienes nada que hacer con una mujer que es responsable de
tres hijos.
Tomó un sorbo de whisky. Haciéndolo rodar por la boca, considerando antes de
tragar.
—Lo sé.
Puma lo estudió con los ojos entornados.
—Pero no vas a dejarla sola.
Jackson giró el vaso en un círculo lento, sopesando su conciencia contra sus
deseos.
—Probablemente no.
—Maldición, Jackson.
—Lo sé.
—Jen y yo podemos acoger a los niños —le ofreció Clint.
—Ella nunca los dejaría. —Y él no estaba seguro de que quisiera que lo hiciera.
—Es joven para tanta responsabilidad —dijo Brad.
—Es joven para todo.
Brad negó con la cabeza.
—No es demasiado joven para ti, si eso es lo que estás tratando de insinuar, pero
definitivamente tengo la impresión de que está sobrepasada.
—Yo también. Y está huyendo de algo.

~183~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—O de alguien. —Eso vino de Clint.


Jackson levantó la vista. Clint era la imagen de su primo Puma. Si mirabas de
cerca, su rostro era un poco más suave en los ángulos. Pero ese era el único lugar
donde diferían. Ambos McKinnley eran duros.
—¿Qué te hace decir eso?
—No pensé mucho en ello, pero hace una semana un par de hombres hicieron
preguntas sobre una mujer con niños. Afirmaron que estaban tratando de alcanzar a
una caravana de carretas.
—¿No les creíste?
Clint se encogió de hombros.
—No parecían hombres de familia.
—¿Siguen estando cerca?
—Se fueron hace unos días.
—¿Dejaron una dirección o manera de ser alcanzados?
Clint buscó en su bolsillo y sacó un trozo de papel. Se lo entregó a Jackson.
—Podrías tomar un trago antes de abrirlo.
Jackson no quería beber. Quería la verdad. El papel crujió cuando lo desdobló. Un
boceto en negro desplegado junto con letras. Un diseño familiar para un hombre con
su ocupación. Miró a Clint.
—¿Se la busca?
—Por el tamaño de la recompensa, diría que bastante.
Mierda.
Jackson alisó el panfleto sobre la mesa. No era la mejor imagen, pero el artista
había clavado los ojos y la boca. Esa besable y provocativa boca.
—¿Una recompensa de cinco mil dólares por robo? ¿Qué hizo, robar al Papa?
—Lo que hiciera, hizo enfadar a alguien.
Brad extendió la mano.

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—¿Puedo? —Leyó en voz baja—. Reconozco el nombre que está pagando la


recompensa.
—¿Y?
—No le entregaría una serpiente de cascabel a él, pero ese no es el peor de tus
problemas.
—Escúpelo, Reverendo.
Brad dio un golpecito en el papel.
—Ella no está solo siendo buscada por este hombre, también está casada con él.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Once

Era gracioso cómo dos días podían sacudir la vida de una persona y hacer
picadillo todos sus planes. De pie en el porche blanco encalado de Evie, con una
bolsa llena de ropa donada y otros artículos de Jenna y Mara a sus pies, Mimi esperó
a que Jackson trajera el nuevo carro.
La visita espontánea había terminado. El Reverendo y Evie habían sido anfitriones
generosos, pero se iban a casa. Desde el patio lateral, podía escuchar la risa de los
niños mientras jugaban a pilla-pilla. El sol brillaba y soplaba una brisa refrescante.
Debería estar feliz, pero las últimas cuarenta y ocho horas pesaron sobre su espíritu
como el plomo. Habían pasado dos días desde la pelea con Sunny. Dos días en los
que ella había rebotado entre el disfrute y el temor.
No era culpa de nadie más que suya el no poder llegar a una sola emoción. Había
levantado los muros a lo largo de los años y se escondía detrás de ellos, sin entender
que había estado construyendo no un refugio sino una prisión. Pero ahora lo
comprendía. Comprendía muchas cosas ahora. Solía decirse que no tenía suficiente
experiencia viviendo con otras personas para llevarse bien con ellas y por eso
prefería su propia compañía. Pero la realidad que había descubierto era que lo que le
faltaba no era la experiencia, sino la confianza. Simplemente no confiaba en nadie.
Le preocupó cuando Jenna invitó a los niños a su casa que estuviera robándole su
amor. Cada vez que Jackson salía de la habitación, le preocupaba que él no regresara.
Le preocupaba que si se relajaba y disfrutaba de sus nuevos amigos, no tuviera la
fuerza para hacer lo que se necesitaba hacer.
No dejaré que te lastime más.

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Más que nada, le preocupaba no tener lo que se necesitaba para cumplir la


promesa que había hecho a los niños con respecto a las amenazas de Mac.
Toda su vida había sido preocuparse y mantener el control. Al haber crecido como
una bastarda, una marginada de la sociedad, un sacrificio arrepentido de la religión
de su madre, no tenía otra opción. Esa necesidad de control estaba tan arraigada en
ella que se convirtió en una forma de arrogancia. Ahora podía verlo. Se había vuelto
tan autosuficiente que ni siquiera podía confiar en sí misma. No hacer lo correcto, de
todos modos.
Cuando se dijo que había aprendido lo suficiente sobre el engaño y la traición
durante su tiempo con Mac para crear un lugar seguro para esos niños, para darles
todo lo que sus padres no le habían dado, se había engañado y terminó
llevándoselos. Pero la suerte estaba echada. No había nada más que hacer que
avanzar.
Antes de que ella viniera a Cattle Crossing, probablemente podría haber seguido
engañándose sobre que era capaz de todo lo que se había propuesto hacer. Que lo
tenía todo bajo control. Pero ahora que había experimentado tener la carga que había
puesto sobre sus hombros levantada brevemente por los amigos de Jackson, no sabía
cómo volver.
Y luego estaba Jackson. El hombre que la llamó sirena, que besó sus labios,
capturó su imaginación, le salvó la vida. Jackson, quien supuestamente estaba
enamorado de ella. Jackson, que había dejado de buscar su compañía. Jackson, que
inexplicablemente se convirtió en un extraño respetuoso, perfectamente educado.
La puerta principal se abrió con un chirrido. Evie salió, viéndose tan fresca como
un día de verano con su vestido amarillo adornado con blanco.
—Jackson estará aquí en cualquier momento con el carro. ¿Estás segura de que lo
tienes todo?
Mimi forzó una sonrisa.
—Estoy segura.
—Desearía que me dejaras envolver esa tela en un paño encerado para protegerla.
Estás haciendo una gran inversión.

~187~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Estoy más preocupada por el aceite arruinando la tela que de cualquier lluvia.
Además, solo es un viaje de tres horas. Deberíamos estar bien.
Con un mínimo de fanfarria, el carro y la mula rodearon la esquina. Little Lady
estaba atada en la parte trasera. Por la forma en que estaba haciendo cabriolas,
parecía que no estaba muy contenta de ser relegada al segundo lugar.
Mimi forzó otra sonrisa.
—Aquí está él.
—Espera, entonces. Tengo algo para ti.
—Ya has hecho suficiente.
—Solo un minuto.
Evie volvió a entrar en la casa y salió con otra bolsa.
—Espero que no te importe, pero también recogí algo de ropa para los niños.
—Compré algo de tela.
—Sé que lo hiciste, pero coser lleva tiempo. Y necesitas cada minuto libre para
entregar el primer pedido.
El hecho de que Evie tuviera razón o de que Mimi estuviera agradecida no
disminuyó el aguijón de la caridad. Ella agitó su mano hacia las bolsas.
—Estoy segura de que hay otros en la ciudad que lo merecen más.
Evie suspiró.
—Temía que te sintieras de esa manera.
—¿Entonces por qué lo hiciste?
—Porque necesitas ayuda. —Dejó caer la bolsa a los pies de Mimi—. Y porque me
gustas.
Sería tonto rechazar el regalo.
—Tú también me gustas. Y gracias.
Evie le dio un rápido abrazo.
—Y deja de ser tan distante e invítame a visitarte pronto.

~188~
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Promesas 5

Abrazándola, Mimi prometió:


—Lo haré.
El chirrido se hizo más fuerte cuando el carro se acercó. Jackson estaba sentado en
el asiento delantero, con el sombrero sobre los ojos y el pelo recogido en la nuca. Su
boca formaba una línea recta. Si su expresión le dejaba dudas de su estado de ánimo,
la rigidez de sus hombros las disipó. Estaba molesto. Como había estado durante los
últimos dos días. No tenía ni idea de por qué.
Llamando a los niños, Mimi forzó otra sonrisa.
—Tan pronto como estemos instalados, haré los arreglos para que vengas.
Era una mentira, pero para cuando Evie se diera cuenta, Mimi ya se habría ido.
Esa era la otra cosa que esta visita le había enseñado. Quedarse en un solo lugar no
era una opción. La gente se volvía demasiado curiosa. Hacía demasiadas preguntas.
Chismorreaba demasiado. Con el dinero de la venta de la lencería podría comprar
billetes de tren. No les llevaría lejos, pero sería un comienzo para desaparecer.
—Bien. —Evie sonrió y saludó a Jackson con un gesto—. Hola, Jackson.
Jackson le dio a Evie una sonrisa que provocó un núcleo de celos puros en el
corazón de Mimi. Ella extrañaba sus cálidas sonrisas.
—Hola.
Jackson detuvo el carro.
—¡So!
La mula, actuando como si todo estuviera sucediendo demasiado temprano,
caminó lentamente hasta detenerse. Lady, por el contrario, brincaba con impaciencia
irritada en la parte de atrás. Los niños vinieron corriendo por la esquina. Melinda
Sue, que se veía adorable con un vestido rosa nuevo con volantes y cintas a juego en
su cabello, saltó hacia la mula. Kevin, al que nunca se podía dejar de lado, estaba
justo detrás de ella.
—No te acerques demasiado, Mellie —advirtió Mimi, apresurándose a bajar los
escalones.
Como de costumbre, para cuando salió la advertencia ya era demasiado tarde para
la cautela. Melinda Sue ya estaba dentro del alcance de los mordiscos. La mula

~189~
Sarah McCarty

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Promesas 5

inclinó la oreja hacia la emocionada niña y luego permaneció de pie plácidamente y


dejó que ella le rascara la nariz. Cuando dejó de rascarla, la mula bajó la cabeza por
más.
—Voy a llamarlo Samantha —anunció Melinda Sue.
—No puedes llamar Samantha a un chico —se burló Kevin, rascando detrás de la
oreja de la mula. Melinda Sue puso morritos.
—Sí que puedo.
—Todas las otras mulas se burlarán de él. Samantha es nombre de chica.
Evie se rió entre dientes y negó con la cabeza ante el intercambio, tomándolo con
calma. Mimi quería tener la misma despreocupación que Evie y la misma actitud
despreocupada que los niños, pero eso no era posible. Ella era su madre ahora. Eran
su responsabilidad.
—No creo que tengamos que estar peleando por el nombre de la mula en este
momento. —Tomando la mano de Melinda Sue, la apartó de la mula—. Tenemos que
cargar el carro para podernos ir a casa.
Melinda Sue se puso terca.
—Pero...
Jackson cortó la protesta.
—Ve por tus cosas, Melinda Sue. —Como siempre, cuando Jackson habló, Melinda
Sue escuchó. Mimi deseó poder embotellar ese tono suyo que hacía que
desapareciera la resistencia. Volando por los escalones, Melinda Sue desapareció en
la casa. Volvió con su muñeca y su sombrilla. Detrás de ella iba Tony cargando su
bolsa.
—¿Dónde están mis cosas? —preguntó Kevin.
—Adentro —replicó Tony—dónde las dejaste.
Kevin dijo algo que Mimi se alegró de no poder escuchar antes de entrar.
Jackson saltó del carro. Como era su costumbre últimamente, todo lo que le dio a
Mimi fue una mirada. Evie, observando la interacción, frunció el ceño. Sacudiendo la
cabeza, Mimi desvió la silenciosa pregunta.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Dame las bolsas, hijo —dijo Jackson. Con esa gracia fácil con la que lo hacía
todo, Jackson las arrojó sobre el carro cargado, antes de ir a buscar la de Mimi. La
mirada que le lanzó al pasar era tan inescrutable como su comportamiento.
Tony miró la pila.
—Seguro que nos vamos a casa con mucho más de lo que vinimos.
—Te llevará días desempacar, eso es seguro —coincidió Evie, claramente tratando
de aliviar la tensión.
Jackson gruñó en conformidad mientras arrojaba la bolsa de Mimi en el carro.
—Estamos perdiendo la luz del día aquí. ¿Tienes todo? —le preguntó a Mimi.
—Tengo lo que importa.
La cabeza de Jackson giró bruscamente. Mimi no se molestó en explicarse mejor.
Ella podía jugar a este juego tan bien como él.
—Entonces, sube y vámonos.
Kevin subió primero y se acomodó sobre la bolsa de avena.
—Tú eres la siguiente, pequeña —dijo Jackson, extendiendo los brazos.
Con una risita, Melinda Sue saltó. Jackson la atrapó y la subió al carro. Al mirarla,
Mimi se preguntó si alguna vez había sido tan joven. Hubo días en que sentía como
si tuviera noventa años. Después de que Tony subió, no le quedó nada a Mimi sino
tomar la mano que Jackson le tendió.
—Gracias. —Cuando él la ayudó a subir al carro con el toque de un extraño, ella
no pudo evitar recordar esa noche en los escalones y cómo sus dedos habían
aprendido la textura de su piel, sus labios la forma de su boca, su beso el sabor de su
alma. Mordiéndose el interior de la mejilla, mantuvo las lágrimas a raya.
—No olvides plantar esa albahaca tan pronto como llegues a casa. Morirá si las
raíces se secan —dijo Evie, protegiéndose los ojos del sol.
—No lo haré.
—¿Y, Jackson? —agregó Evie.
—¿Sí?

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Trata de no ser un grano en el culo más de lo que sueles ser. No todos pueden
ver el mundo como tú lo haces.
***

No fue hasta mucho más tarde que Mimi tuvo la oportunidad de enfrentarse a
Jackson. Primero fue aguantar el viaje a casa. Luego descargar el carro. Después de
eso, había que preparar la cena, los animales necesitaban ser atendidos. Y por último,
bañar a los niños y las discusiones habituales acerca de acostarse para dormir.
Pero al fin, cuando la luna estaba alta, Mimi fue capaz de bajar la lámpara de
aceite a un suave resplandor, escabullirse de su habitación de puntillas y salir al
porche. Jackson estaba allí, como sabía que estaría. Sentado en el mismo escalón que
antes. Afilando su cuchillo como antes. Todo estaba como antes, excepto por su
actitud. Mimi tenía la loca idea de que él pensaba que si lo hacía de nuevo, podría
borrar lo que era.
Permaneciendo en la parte superior de los escalones, Mimi cruzó los brazos sobre
el pecho.
—¿Cuándo te vas?
Ni un solo movimiento de él reveló alguna sorpresa ante la pregunta, pero ella
estaba aprendiendo a leerlo, y la rotación del cuchillo sobre la piedra de afilar fue un
poco más lenta. Un poco más controlada.
—¿Qué te hace pensar que me voy?
—Bueno, si los últimos días han sido tu forma de hacer que te quiera por aquí,
tengo que decirte que estás fallando abismalmente.
—¿En serio?
—Sí, y estoy harta de eso. —Ella podía decir por el ángulo de su sombrero que él
la estaba mirando, pero los detalles de su expresión estaban perdidos en la sombra.
—Yo también.
Clavándose las uñas en los brazos, se aferró a su tono tranquilo por pura fuerza de
voluntad.
—Podrías haberme engañado.

~192~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Él puso la piedra de afilar a su lado. Igual de deliberadamente, colocó el cuchillo


encima.
—He estado luchando con algunas preguntas durante los últimos dos días.
—Me di cuenta, pero ya no me van a tratar así.
—Solo por curiosidad, ¿cómo pretendes evitarlo exactamente?
—Esa nueva pala puede romperse.
El sonido que él hizo podría haber sido una risita. También podría haber sido de
exasperación.
Ella negó con la cabeza.
—Ya no te entiendo.
—Pero no me estás culpando.
Ella reconoció el sarcasmo.
—No. Conozco mis defectos.
Esperaba que él dijera algo. Cualquier cosa. Su parte tonta incluso esperaba que
dijera que no tenía ninguno. Que la mirara como Clint miraba a Jenna. De la forma
en que el reverendo miraba a Evie. Que Puma miraba a Mara.
En vez de eso, dio unas palmaditas al escalón a su lado.
—Ven aquí.
Ella suspiró internamente y dejó caer sus manos.
—No quiero.
—Eso no fue una petición.
Él usó esa pronunciación lenta, acero envuelto en terciopelo. Era increíblemente
eficaz. Ella se dejó caer en los escalones junto a él. No porque estuviera intimidada,
sino porque no podía dejar de tener esperanza.
Él no dijo nada de inmediato. Sólo se sentó allí a escasos centímetros de distancia.
Tan cerca que ella podía olerlo. Siempre olía muy bien. Como a hombre, cuero y
cielo. Su arcángel personal, que había perdido el gusto por salvarla.
—¿Cuándo ibas a decirme que estabas casada? —preguntó.

~193~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Su corazón se hundió. De todas las preguntas que no quería responder, esa era la
número uno. Ella se lamió los labios.
—¿Qué te hace pensar que lo estoy?
La mirada que le lanzó de reojo cortó su mentira.
—¿Lo estás?
Ella intentó un ángulo diferente.
—¿Por qué importa?
—No persigo mujeres casadas. ¿Y por qué no has respondido a mi pregunta?
Porque era complicado. Y ella tenía mucho que perder.
—¿Y? —Insistió. —¿Cuándo ibas a decirme que estabas casada?
Estaba sentado completamente tranquilo, pero debajo de la superficie ella podía
ver la tensión enroscada dentro de él, esperando explotar.
—No lo sé. Con suerte, ¿nunca?
Estaba muy cerca. Todo lo que tenía que hacer era mover su mano un centímetro y
podría estar tocándolo. Quería tocarlo para recordarle lo bien que se había sentido la
última vez que estuvieron aquí. Los besos. La pasión. Lo que la detuvo fue saber que
él podría no devolverle el beso.
No se creyó sus evasivas. Se movió para mirarla, su mirada tan aguda como su
tono.
—¿No lo sabes? ¿Cómo puedes no saberlo? En algún momento, iba a ser relevante.
Su escepticismo la hirió profundamente.
—¿Quieres saber la verdad?
Un músculo en su mandíbula se apretó.
—No tiene sentido agregar más mentiras a la mezcla.
No, no tenía sentido. La respuesta salió en un suspiro.
—La verdad es que no lo había pensado en absoluto. En un minuto, caída en un
pozo me estoy preparando para morir, preocupada por cómo van a sobrevivir los
niños sin mí, pensando: “Oh, Dios mío, ¿qué he hecho?” Y entonces, cuan5do estoy a

~194~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

punto de rendirme, apareces tú, como un ángel que desciende del cielo. Cuando me
besaste mientras salíamos de ese pozo, ¿esperabas que recordara a un hombre con el
que puedo o no estar casada?
—Alto ahí. —Su mano se posó bajo su barbilla, volviendo su rostro hacia él,
manteniéndola inmóvil. Ni siquiera podía decir si era el miedo o el deseo lo que
hacía que su corazón se acelerara. Probablemente ni siquiera importaba—. Repite esa
última parte.
—¿Cómo esperas que recuerde algo cuando me susurras cosas dulces al oído?
Nunca he conocido a un hombre como tú.
Un débil brillo reveló su sonrisa.
—Esa parte la puedes repetir más tarde. Quiero escuchar sobre este hombre que
puede o no ser tu esposo. ¿Estás casada o no?
—No lo sé.
—Otra vez, ¿cómo que no lo sabes?
—Mi madre dijo que este hombre se acercó a ella para cortejarme. Mayor.
Establecido. Era un buen partido para alguien como yo.
—Explica “alguien como yo”.
—Nací fuera del matrimonio.
—Entiendo. —Su pulgar la frotó ligeramente bajo la barbilla.
Dudaba que lo entendiera. Las cosas eran diferentes para los hombres. Tenían
opciones que no estaban disponibles para las mujeres.
—Continúa.
Ella se encogió de hombros.
—Él comenzó a cortejarme. Me sentí halagada. Al principio, mi madre insistió en
ir de carabina, pero entonces él pidió permiso para invitarme a cenar. A solas. —Esto
era muy embarazoso. Ella luchó por recuperar el aliento. Tragando saliva, luchó por
recobrar la voz. Su pulgar acarició los apretados músculos de su garganta. Su voz
salió débil. Por más que carraspeara no la fortalecería—. Estaba muy emocionada.
Nunca antes había comido en un restaurante. Practiqué mis modales durante horas
antes de que él viniera. No quería avergonzarlo.

~195~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Mimi…
Ella odiaba la lástima que escuchaba en su voz. No quería su lástima. La ira le
devolvió la fuerza que había perdido.
—La cena fue deliciosa. Tomé vino. Realmente no me gustó, pero me gustó lo
sofisticada que me sentía con ese vaso en la mano.
—Cristo. ¿Cuántos años tenías?
—Catorce. —Y tonta. Muy tonta.
—¿Cuántos años tienes ahora?
—Diecinueve.
—¿Cuántos años tenía él?
—Cuarenta y dos.
—Maldición.
Ella fue traicionada por una lágrima, filtrándose más allá de su orgullo,
resbalando por su mejilla. No necesitaba su lástima. Levantando la barbilla, le retó a
que dijera algo.
No fue la lágrima lo que conmovió a Jackson. No, él podía manejar a una mujer
llorando. Era el orgullo con el que soportaba la grieta en sus defensas. La vergüenza
que reprimía por algo sobre lo que no tuvo control. Mierda, ella sólo había tenido
catorce años. ¿Qué posibilidades tenía una jovencita de catorce años contra un
hombre adulto? Jackson suspiró y se giró, tirando de Mimi a sus brazos. Ella luchó. A
él no le importó. Había terminado de ser un imbécil.
—No.
El susurro le llegó al corazón.
De ninguna forma iba a respetar ese “No”. No cuando el dolor de Mimi se
extendía tan palpable entre ellos. No cuando sabía cómo iba a terminar esta historia.
No cuando ella le necesitaba.
—Ven aquí, cariño.
—No.

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Jackson resolvió la disputa levantándola y sentándola en su regazo. Ella no se


relajó. No le importó. Tenía sus brazos a su alrededor. Por ahora, él podría estar
satisfecho con eso.
—¿Quieres escuchar el resto? —preguntó ella sin ninguna inflexión detectable.
—Sí. No quiero más secretos entre nosotros.
—Es bastante simple y probablemente ya lo hayas adivinado.
—Dímelo de todos modos.
Ella se lamió los labios.
—Una copa de vino condujo a dos. Tal vez tres. No lo sé. A la mañana siguiente
me desperté en su cama. Estaba dolorida. Había sangre en las sábanas. Y él tenía un
papel que decía que estábamos casados.
La ira fría se asentó en sus entrañas.
—Te violó.
—Un esposo no puede violar a su esposa. Lo sé, lo comprobé.
No estaba sorprendido. Mimi podría ser joven, pero era decidida e ingeniosa.
—Lo que nos lleva a cómo es que no sabes si estás casada o no.
Otro suspiro.
—El año pasado me dijo que yo era demasiado mayor y que se iba a casar con otra
persona. Cuando le pregunté cómo era posible ya que yo era su esposa, me dijo que
no fuera tonta. No había forma de que un hombre de su posición se hubiera casado
con alguien como yo.
—¿Lo mataste? —Él ya sabía la respuesta.
—No.
Enredando sus dedos en su cabello, inclinó su cabeza hacia atrás. La tenue luz de
la luna destacaba la fragilidad de sus rasgos, el dolor en sus ojos. La vergüenza.
—¿Quieres que lo mate?
Hubo la mínima duda.
—No te quiero cerca de él. Es un hombre muy peligroso.

~197~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Yo también.
Ella no le creyó. Él no podía culparla por eso. Su esposo había tenido años para
convencerla de su invulnerabilidad, mientras que ella solo conocía a Jackson hacía
menos de dos semanas.
—No te hará daño ni a ti ni a los niños otra vez.
Su “gracias” fue claramente un golpe para su orgullo. Él puso los ojos en blanco.
—Sólo quiero mantenerme lo más lejos posible de él.
Jackson pensó en el panfleto en su bolsillo.
—Estoy a favor de eso.
Los dedos de Mimi se abrieron sobre el corazón de Jackson.
—Necesitas mantenerte alejado de él, también. Si viene a buscarnos, prométeme
que te mantendrás alejado.
—Cariño, tengo la intención de ser la primera persona en darle la bienvenida a la
ciudad.
Ella se echó hacia atrás.
—¡No digas eso!
—Puedo cuidarme, Mimi. Yo...
Ella puso su mano sobre su boca.
—No contra Mac. Es grande y despiadado y conoce a mucha gente. Es como una
serpiente en la hierba. Siempre acercándose sigilosamente cuando menos te lo
esperes.
Quitando su mano, le besó la palma antes de colocarla sobre su hombro.
—No le tengo miedo a Mac, Mimi.
Sus uñas se clavaron en su cuello.
—Tienes que tenerlo.
—¿Por qué?
—Él vendrá detrás de mí.

~198~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Esas uñas se clavaron más profundamente.


—Dijiste que se había ido. Escogió otra esposa.
Hubo una pausa.
Él le levantó la barbilla. Sus ojos eran enormes, sombreados por algo más que la
luz de la luna.
—¿Por qué, Mimi?
—Le robé algunas cosas.
—¿Qué?
—Los niños. Algo de dinero. Un collar. Y un libro.
Al menos ahora él sabía por qué ninguno de ellos se parecía.
—Interesante colección.
—No pareces sorprendido.
Deslizando los dedos por su brazo, los curvó alrededor de los de ella y le quitó las
uñas clavadas en su piel.
—Yo lo habría matado. Me parece que se escapó fácilmente con un pequeño robo.
—Él no lo cree así.
—Qué mal.
—Es un hombre malvado. Tiene conexiones en todas partes.
—En todas partes es un lugar grande.
Ella cerró las manos en puños contra su cuello.
—Lo digo en serio. Gobernadores, senadores, policías, él tiene control sobre todos
ellos. Está todo en el libro. Creo. —Ella sacudió la cabeza—. Siempre lo estaba
consultando. Los nombres están codificados pero no los hechos. O los pagos.
—Lo tomaste como reaseguro.
Ella negó con la cabeza.
—Tomé el collar para financiar nuestra fuga. No sabía que el libro estaba allí.
Eso debió haber sido un shock.

~199~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—¿Por qué no lo tiraste?


Ella se estremeció.
—Mac no estaría satisfecho con eso.
No, él no lo haría.
—Podrías devolvérselo por correo.
—No confiaría en que no haya hecho una copia.
—Probablemente no.
Jackson estaba obteniendo una imagen bastante buena de Mac. Y tuvo que estar de
acuerdo con la evaluación de Mimi. Los hombres ricos y poderosos que se abrían
camino hacia el estatus sobre los cuerpos de sus competidores tendían a ser
despiadados para mantener esos esqueletos enterrados. Mac tendría que lidiar con
ello.
—¿Entonces solo has estado huyendo?
Su concesión fue un suspiro muy fuerte.
—Para siempre, parece.
—Sería más fácil sin los niños.
—Lo sé.
Pero a ella nunca se le había ocurrido dejarlos atrás, él lo sabía.
—¿No se quejaron sus madres?
Ella negó con la cabeza. Un rubor manchó sus mejillas.
—Ellos eran… —Ella agitó su mano—. Los niños fueron abandonados. Se les
mantenía hasta el momento en que se volvieran útiles. Yo estaba sola cuando llegué
allí. Aburrida. Ellos también estaban solos. Empecé a enseñar a los niños a leer. —
Ella se encogió de hombros—. Las cosas se desarrollaron desde allí. Pero cuanto más
entendía cómo funcionaban las cosas en ese lugar, más me daba cuenta de la suerte
que estaba esperando a Melinda Sue. Los hombres ya la estaban mirando… —Ella se
estremeció de nuevo. Los ojos con los que le miró estaban llenos de horror—. Es sólo
un bebé.

~200~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Sí. —Un bebé hermoso cuya inocencia podría ser vendida por una considerable
ganancia. Él le levantó la barbilla de nuevo—. Tienes razón. Mac es un bastardo.
—No sé qué planeaba para los niños, pero no pude dejarlos.
—Hiciste lo correcto y ¿Mimi?
—¿Qué?
—No vais a huir más.
Se suponía que el comentario la haría sentir segura. Él suspiró cuando ella
escondió el rostro en su cuello. Su gruñido resultante podría haber significado
cualquier cosa. Dudaba que fuera un acuerdo. Estaba demasiado asustada para ver
las cosas de otra manera. Apoyando la barbilla en la parte superior de su cabeza,
admitió:
—No eres la única que ha estado huyendo.
—¿Perdón?
—¿No te diste cuenta de que he estado en Babia el último par de días?
—No.
—Mentirosa.
Ella se encogió de hombros.
—Estaba tratando de averiguar cómo iba a vivir conmigo mismo por tomar a la
esposa de otro hombre.
—No entiendo cómo lo supiste. —Echándose hacia atrás, estudió su expresión con
los ojos entornados—. ¿Quién te dijo…?
No iba a ocultarle la verdad.
—Hay un cartel de “Se busca” tuyo. No es la mejor imagen, pero eres tú.
El color desapareció lentamente de su rostro, finalmente tragó saliva con
dificultad.
—¿Mac?
Él asintió.
—Eso es lo que pienso.

~201~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—No me extraña que hayas estado actuando tan extrañamente. Estabas tratando
de encontrar una manera de salir de tu promesa.
—Y una mierda. —Él negó con la cabeza ante su parpadeo, y bajando la voz, se
explicó mejor. Esto necesitaba quedar claro entre ellos—. Lo que es mío sigue siendo
mío. —Otro parpadeo—. Nunca fue una cuestión de dejarte ir. Solo tenía que
aprender a vivir con mi conciencia, viendo que eras la esposa de otro hombre.
—Puede que lo sea.
Trató de imaginarla a los catorce años. Fue demasiado fácil. Tan fácil como era
imaginar a Mac aprovechándose de ella. Había conocido a muchos Mac a lo largo de
su carrera.
—No lo estás.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque los hombres como tu “esposo” no hacen ese tipo de compromiso cuando
una mentira funcionará.
—Tú no...
Fue su turno de poner la mano sobre su boca. Ella parpadeó. Sus labios se
movieron contra su palma en un suave cosquilleo. Él negó con la cabeza, cortando su
protesta. Retirando su mano continuó.
—Piénsalo. Si se hubiera casado contigo, cuando te volviste demasiado vieja, la
única forma de volverse a casar sería divorciarse de ti o matarte. El divorcio cuesta
dinero. Tiempo. Escándalo. Sería mucho más fácil matarte.
—Pero él dijo que me estaba echando.
—Eso fue probablemente un truco. Pienso que si no hubieras huido, el único lugar
al que te hubieses encontrado yendo hubiera ido hacia una tumba prematura.
Ella se quedó tan quieta como un conejo atrapado a la intemperie cuando lo
entendió. Contra su cuello, sus pestañas revolotearon. Su susurro fue igual de
inestable.
—Iba a matarme.
—Sí. —De eso no tenía ninguna duda.

~202~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Ella respiró lentamente.


—Nunca pensé en eso.
Él sí. Desde que había visto ese cartel de “Se busca”, no había pensado en otra
cosa. Por eso había tenido que prepararse y luego sacarla de la ciudad. Con una
recompensa tan alta y aparentemente un objetivo tan fácil, cada cazarrecompensas en
el Oeste la estaría cazando. Algunos experimentados. Algunos no. Eran los
inexpertos los que le preocupaban. Un par de hombres excitables con armas
cargadas, y los accidentes a menudo ocurrían. Había hablado con Puma sobre sus
preocupaciones, y él y los demás habían estado de acuerdo. En este momento, lo
mejor que podía hacer era acomodar a Mimi y los niños en la cabaña de Bentley y
rezar para que el cielo se mantuviera seco.
—¿Realmente no me ibas a abandonar?
—No.
—¿Por qué?
—Porque lo que es mío sigue siendo mío.
Ella se quedó inmóvil en sus brazos. No rígida como antes, pero aun así, como un
conejo frente a un lobo. Contra su brazo, sus costillas se expandieron y se contrajeron
con un breve suspiro, y supo que si la luna fuera más brillante y la vida más amable,
podría ver ese ligero rubor en sus pómulos y ese hambre traicionero en sus ojos. Pero
la vida no era amable, y él no podía ver, pero podía sentir, y ella estaba más tensa
que la cuerda de un violín.
—Relájate.
—¿Por qué?
—Para poder aprovecharme de ti mientras estás confiada y vulnerable, por
supuesto.
Su risa fue débil pero estaba allí.
—Haz eso otra vez.
—¿Qué?
—Ríe.

~203~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—No puedo hacerlo porque me lo ordenen.


—Qué pena. Tienes una risa muy bonita.
Y muy bonitos ojos y pechos y caderas. Pero más atractiva que todo eso era su
mente.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por hacerme sentir especial.
—Lo eres.
Mimi se volvió en su regazo. Tuvo que sentir su polla dura contra su muslo. Ella
no se resistió y él no empujó. Sólo esperó. No tuvo que esperar mucho. Después de
exhalar suavemente, echó la cabeza hacia atrás y su mirada se encontró con la de él.
Sombreada de misterio y con una emoción indefinida, sus ojos lo mantuvieron
cautivado incluso cuando sus manos se deslizaron lentamente por su pecho y sobre
sus hombros. Tan lentamente que contuvo el aliento, la anticipación abrazó su deseo
tan delicadamente como sus brazos abrazaron su cuello. Era fantástica, su Mimi.
Dulce. Inteligente. Apasionada. Ella se pasó la lengua sobre los labios, dejándolos
brillando en tentación rosada. Maldita sea, él quería probarla. Esta vez, cuando sus
uñas se hundieron en su piel, enviaron pequeños mordiscos de fuego que se clavaron
en su columna vertebral.
—Haz que me sienta especial esta noche, Jackson —susurró—. Por favor.
Esos mordiscos de fuego se convirtieron en brillantes brasas de pasión.
—¿Por qué?
Ella parpadeó.
—Porque no puedo ser tonta otra vez. Tengo que saber si esto es real.
—No eres tonta.
Sus ojos, esos hermosos ojos, se entrecerraron.
—No sabes cómo me siento.
Pero él lo haría. Quitándole el pelo de la cara, fue su turno de susurrar.
—Muéstrame.

~204~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Su torso se movió contra el de él en una lenta e íntima caricia. Sus pechos, suaves y
llenos debajo de su ropa, se arrastraron eróticamente contra su pecho. Podía sentir
sus pezones debajo de su blusa. Quería abrirle la blusa, bajarle la camisola y cubrirlos
con la boca. Mostrarle cómo le hacía arder. Hacerla arder a cambio.
—Me siento salvaje —gimió ella.
Él también.
—Bien.
Eso le hizo fruncir el ceño.
—No me gusta.
A ella le gustaría. Él se aseguraría de que le gustara, porque no había nada más
importante que este vínculo entre ellos. Esta locura. Colocando sus manos en sus
caderas, él la acercó más.
—Entonces me gustará lo suficiente por los dos y esperemos que lo pilles.
Su recompensa fue un estallido de risa. Con un golpecito, ella le quitó el sombrero.
Pasándole los dedos por el pelo, encontró el lazo de cuero. Con tres tirones, ella lo
soltó.
—¿Por qué te lo atas atrás?
—Por la misma razón que tú.
La sonrisa de ella acarició su garganta mientras Mimi salpicaba con pequeños
besos su mandíbula.
—De alguna manera, no creo que te preocupe que te consideren una mujer
promiscua.
Fue su turno de reír.
—No. Simplemente soy demasiado perezoso para peinar los nudos.
—Eso lo creo.
—Ven aquí y deja de atormentarme, mujer.
—¿Quieres decir así? —Más de esos besos de mariposa espolvorearon su
mandíbula.

~205~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Exactamente así. —Tomando sus caderas, la levantó y la giró para que ella se
sentara a horcajadas sobre él. Su polla colocada contra su coño. Su satisfacción se
expresó en el gemido que susurró sobre su mejilla. Envolviendo sus dedos en su
cabello, él inclinó su cabeza hacia atrás—. Ahora bésame como si me hubieras echado
de menos.
Esa fue la orden más fácil que Mimi había seguido. A Mac no le gustaba besar. O
acariciar. No le había gustado nada suave. Nunca había echado de menos a Mac,
pero Jackson era diferente. Le añoraba.
Así, eran casi de la misma altura, y era fácil inclinar su cabeza lo suficiente,
separar sus labios lo suficiente, inclinarse hacia adelante lo suficiente. Para provocar.
Para seducir. No solo a él, sino a ella misma. Había esperado tanto para esto… Casi
se sentía demasiado bien para ser verdad.
—Hazlo.
La orden susurrada en su boca se mezcló con su deseo empujándola más alto,
atrayéndola, forzando la conexión. Completando la unión. Completándoles.
Su gemido hizo eco del suyo. Mimi giró la cabeza, o tal vez él lo hizo por ella. No
estaba segura. No importaba. Todo lo que importaba era este beso. Este hombre. El
fuego formaba un arco de él hacia ella y de ella hacia él. La luz bailaba sobre su piel,
quemándola desde afuera hacia adentro, toda esa intensidad enfocándose en los
puntos donde se tocaban. Sus labios, sus pechos, su coño.
—Te deseo.
Las palabras fueron arrastradas desde su corazón, respiradas en su boca. Sentidas
en su alma. La viril respuesta fue un gruñido. O tal vez fue un sí. Ella lo tomó como
un sí, tirando de los botones de su camisa, gimiendo de frustración cuando no
quisieron ceder, gimiendo de satisfacción cuando sus dedos encontraron una piel
cálida.
—Sí. Así. Gime para mí.
Cuando su gran mano tomó su seno, ella se olvidó de respirar. Cuando su pulgar
rozó la punta sensible, Mimi encontró de nuevo la respiración, fuerte y dulce.
Con un gruñido, él la arrastró con fuerza sobre su polla, meciendo su coño contra
su longitud tan fuerte que casi dolía. Ella trató de retirarse. Él no la dejaría.

~206~
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Promesas 5

—No luches contra eso. Siénteme. Qué duro estoy por ti.
—No puedo...
Antes de que pudiera terminar el pensamiento, la incomodidad se convirtió en
placer. Fuego. Oh, Dios mío, él era fuego.
—Nunca me había sentido así antes.
Su gruñido “Bien” se mezcló con la pasión.
Ella se restregó más enérgicamente. Él también. No fue lo suficientemente rápido.
Lo suficientemente fuerte. Necesitaba sentirle. Solo él. Hombre a mujer. Piel con piel.
Ella dejó de tirar de los botones y en vez de eso, comenzó a arrancarlos. Sus manos
atraparon las de ella.
—Disminuye la velocidad.
—Te deseo.
—Y me tendrás. Solo espera.
Sus manos estaban entre ellos, tirando. Ella no quería esperar. Le mordió el
hombro por pura frustración.
Él se rió. E incluso eso fue bueno. De repente, sus manos estaban entre sus muslos,
frotando y tirando.
—De prisa.
—Levántate.
Lo hizo, y entonces tuvo su deseo. Piel con piel. Duro a mojado. Polla a coño. Fue
una bendición.
—Síííí.
—Mírame.
La mano en la parte posterior de su cuello no le dio otra opción. La mano en su
cadera tampoco. Con una firme estocada, la abrió.
Debería haber estado asustada. Había pasado mucho tiempo, y él era grande,
mucho más grande que su marido. Pero no lo estaba. Ella se regodeó en la
quemadura, en la posesión.

~207~
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Promesas 5

—Más.
—Tranquila. Tenemos tiempo.
Ella no deseaba tiempo. Lo deseaba a él.
—Ahora.
Doblando sus rodillas, ella le forzó a entrar más profundamente. Su carne cedió
bajo la fuerza. La sorpresa la atravesó con un estremecimiento.
—Maldita sea.
A ella no le importó.
—No me importa.
Él estaba dentro de ella, estirándola. El dolor era parte de la finalización. Lo
necesitaba para limpiar el pasado. Necesitaba a Jackson.
—No te muevas.
Ella no podría aunque quisiera.
—No tenía por qué ser así.
Sí. Tenía que ser así.
—Lo deseaba.
—Ábrete el vestido.
Lo hizo, con dedos torpes. Con un movimiento brusco de la barbilla, él ordenó:
—Saca tu pecho.
El aire de la noche era frío sobre su carne sobrecalentada. Su pezón convertido en
un pico. Ella sabía que él la estaba mirando.
—Ponlo más duro —ordenó.
Hizo rodar el pezón entre el pulgar y el índice hasta que dolió. La mano de
Jackson se deslizó bajo sus faldas. Separando sus labios resbaladizos con lenta
deliberación, centró su pulgar en ese punto palpitante que pedía atención. Mimi
podía notar como él observaba su reacción mientras dibujaba círculos lentos sobre la
sensible protuberancia. Ella lo sabía y se deleitaba en ello. No ocultó nada.

~208~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Ofrécemelo.
Su voz era sensual y rasposa. Su lengua el tormento perfecto. Calor ardiente y
húmedo rodeaba su pezón. Las chispas chisporroteaban a lo largo de su piel. La
excitación aumentó. El nudo en su estómago se enroscó más y más fuerte. La presión
se construyó. Era demasiado. No era suficiente.
—Más —susurró ella.
—Sí —gimió él a su vez. Su pulgar siguió trabajando ese punto sensible mientras
movía sus caderas a un ritmo lento. Abriéndola más. Preparándola.
—Por favor.
—Tranquila.
No. Mimi no sabía lo que necesitaba, pero estaba cerca. Muy cerca. Lo necesitaba.
Ella le necesitaba… Clavando sus uñas en su pecho, le rogó.
—Ahora.
—Sí, ahora. —Inclinándose hacia atrás, él la balanceó sobre su polla, movió las
manos hacia sus caderas. La levantó. Su polla se deslizó por sus sensibles tejidos. Ella
no podía soportarlo.
—Tan bueno…
—Sí.
Volvió a introducirse en su interior. Una vez. Dos veces. Y luego una y otra vez.
Con cuidado al principio, pero luego más fuerte mientras su control se deslizaba y
era su turno de gruñir.
—No te detengas.
—Demonios, no.
La espiral era apretada y caliente. Muy apretada. Ella necesitaba algo. Era
demasiado.
—Jackson.
Inclinándose hacia adelante, él gruñó seductoramente en su oído. Un ángel oscuro
exigiendo lo que le correspondía.
—Ruégame.

~209~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Escalofríos se precipitaban por su columna vertebral. Su centro se estremecía. Su


pulgar se movía sobre su punto sensible tan fuertemente como su polla se movía
dentro de su coño. Oh Dios. Oh Dios. Ella necesitaba más. Solo un poco más.
—¡Jackson!
Pasando las uñas por su pecho, ella también gruñó.
—Por favor, Jackson. Te necesito. Por favor.
—Hijo de puta.
Su pulgar dejó su clítoris. Los dedos de Jackson se clavaron en sus caderas. Él la
levantó y la dejó caer. Embistió su coño de la misma manera que embestía su boca.
Total y completamente, sin retener nada. Fue salvaje. Loco. Casi perfecto.
—Córrete para mí. Déjalo ir.
Ella no pudo formar las palabras, describir la sensación.
—No sé...
Con un “yo sí” él bombeó fuerte y rápido, atrapando el clítoris entre sus dedos
pulgar e índice, atormentando y acariciando a ritmo hasta que se quedó sin
respiración y estuvo colgando al borde de un precipicio.
Justo cuando pensó que ya no podía más, la espiral estalló y ella se convulsionó.
Fue solo la mano de él sobre su boca lo que contuvo su grito, pero nada podía
contener el placer que latía en su interior, aferrándole con cada estocada. Tres
estocadas más y él palpitó fuerte dentro de ella, inundándola con su placer,
atándolos con satisfacción. Lentamente, ella bajó de la espiral. Con la misma lentitud
que él retiró la mano de su boca.
Mimi deslizó los brazos alrededor de su cuello. Él rodeó su cintura con los suyos.
Su frente cayó sobre la de ella.
—Maldita sea, mujer.
—Maldita sea, hombre.
—Creo que podríamos estar en problemas aquí.

~210~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Doce

Los problemas les encontraron una semana después. Cuatro hombres oscuros
llegaron furtivamente por el bosque. Llegaron de la manera en que lo hacen los
problemas, sin previo aviso.
Tony notó a los jinetes primero. En mitad del juego del pilla-pilla, se detuvo en
seco y gritó:
—¡Jinetes!
Dejando a un lado la sábana que estaba colgando, Mimi buscó a los niños. Sabían
qué hacer si se acercaban extraños. Lo habían practicado. No solo por Mac, sino
porque, aquí, los desconocidos a menudo significaban peligro.
Tony estaba de pie en medio del patio. Kevin y Melinda Sue se perseguían cerca.
Cuando captó la advertencia de Tony, Kevin se detuvo tan rápido que Melinda
Sue se estrelló contra su espalda.
Sin tener en cuenta el peligro potencial, ella cantó:
—¡Pillado! Te toca. Te toca.
Kevin podría haber sido más lento en darse cuenta de que algo estaba mal, pero
fue más rápido en reaccionar.
—Vamos, Melinda Sue, corre.
Salió corriendo hacia la casa. Justo como lo habían practicado. Melinda Sue se
quedó atrás.
—¡Tony! De prisa.

~211~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Mimi dejó caer la ropa y gritó


—¡Jackson!
Pero Jackson estaba cazando. Llamarlo era tan inútil como la campana que habían
comprado para pedir ayuda. Estaba en el suelo junto a los escalones, demasiado
pesada para levantarla. No habían tenido tiempo de colocarla, porque cubrir el pozo
había sido una prioridad mayor, o eso pensaban en ese momento.
Estaban por su cuenta. Levantando sus faldas, corrió hacia la casa, gritándole a
Tony que corriera mientras lo hacía.
Él permanecía congelado en medio del patio, mirando a los hombres que se
acercaban. Ella no podía dejarlo allí. Cambiando de dirección, se subió las faldas más
arriba y corrió más rápido. Tenía que llegar a Tony primero. Podía escuchar a
Melinda Sue gritándole a Tony. Ella podía verla tirando de su brazo. Podía ver a los
jinetes venir con fuerza, pero no podía moverse lo suficientemente rápido. Todo lo
que ella hizo fue muy lento. Muy, muy, muy lento.
Ella gritó el nombre de Jackson de nuevo como un talismán. Desesperadamente
esperando que tal vez, tal vez estuviera lo suficientemente cerca para escuchar. Que
volvería y haría de este un mal sueño. Imaginando su rostro, lo mantuvo cerca en su
mente, manteniendo sus gritos en el interior ahora porque no tenía el aliento que
perder. Tenía que llegar a Tony.
Por la gracia de Dios, ella llegó primero a Tony. Agarrándolo por el brazo, le hizo
girar.
—Escúchame, Tony. Tienes que salir. Tienes que llevar a Melinda Sue a la casa. —
Él se quedó allí. Ella lo abofeteó en la cara. El niño parpadeó.
Por favor. Deja que esté aquí conmigo ahora.
—Entra en la casa, Tony. Cierra las puertas con llave, como practicamos.
La huella de su mano se destacó en su mejilla.
—Mimi…
—¡Solo corre!
Asintiendo, agarró a Melinda Sue y, medio arrastrando, medio cargando, corrió
hacia la casa. Mimi se dio la vuelta. Los jinetes estaban casi sobre ellos. Vio los cascos

~212~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

que golpeaban, las caras barbudas con los ojos pequeños y las armas. Oh, Dios mío,
tantas armas.
Los jinetes se extendieron a su alrededor. Corrió delante de ellos, agitando los
brazos, tratando de asustar a los caballos para ganarles tiempo a los niños. Los
caballos estaban demasiado bien entrenados para espantarse. Los hombres muy
controlados. Todo lo que podía hacer era permanecer allí agitando los brazos en una
distracción inútil y rezar para que los niños llegaran a la casa.
De pronto sonó un disparo. Se giró tan rápido que sus faldas se enroscaron
alrededor de sus piernas, haciéndola tropezar. Ella se golpeó contra un caballo. El
impacto la tiró hacia adelante. Cuando recuperó el equilibrio, vio a Kevin de pie en el
porche, con uno de los revólveres de Jackson en la mano. Tony y Melinda Sue
estaban casi en la casa.
—¡Kevin, no!
O no podía escucharla o estaba demasiado enfadado como para preocuparse. Los
jinetes detuvieron los caballos. El de delante sacó su pistola y apuntó. Ella siguió la
trayectoria. Dios mío, iba a dispararle a Kevin. ¿Qué tipo de hombre le disparaba a
un niño? Giró en círculo, buscando cualquier cosa. Al ver una roca, la agarró y la tiró
tan fuerte como pudo. Golpeó al pistolero en el costado de la cabeza. El tiro salió a lo
loco.
Llevando sus manos alrededor de su boca, ella gritó:
—Entra en la casa, Kevin. ¡Entra en la casa!
Tony llegó a los escalones. Lanzando a Melinda Sue contra Kevin, tomó el arma de
su mano y lo empujó hacia la puerta. Luego comenzó a correr. Hacia ella.
—No, no, no, no, no.
De detrás de ella vino un pequeño consejo.
—Si no le quieres muerto, entonces te sugiero que le digas que baje el arma. —
Mimi no se giró para mirar al hombre que estaba hablando. No se atrevió a romper el
contacto visual con Tony.
—Tony, baja el arma. —Mimi no creía que él lo hiciera. Tenía esa misma mirada
salvaje en los ojos que había visto antes en Mac. Era sed de sangre.

~213~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Bájalo, Tony. Nos matarán si no lo haces.


No bajó el cañón.
—Nos matarán si lo hacemos.
Mimi extendió los brazos como si, por pura fuerza de voluntad, pudiera mantener
a los hombres armados detrás de ella y a Tony a salvo.
—No, no lo harán. Al menos no hasta que obtengan lo que vinieron a buscar.
—Chica inteligente.
Y así de rápido, se acordó de él. Era uno de los lacayos de Mac. Un don nadie en
su negocio. Ella se volvió brevemente hacia el líder.
—Cállate, Rob.
El cañón vaciló. Tony lo estaba considerando, al menos.
—Por favor, Tony.
El sonido metálico de amartillar el percutor se hizo eco en su oído, y la presión fría
de hierro golpeó la parte posterior de su cabeza. Se quedó muy, muy quieta.
—Hazlo, hijo, o le volaré los sesos aquí mismo.
—Por favor, Tony. —No podían morir así—. Por favor.
Tony puso el arma en el suelo. Se parecía mucho a Mac en ese momento con ese
odio en sus ojos. Si alguna vez dudó de los rumores de que Tony era el hijo de Mac,
ya no lo hacía. Ella mantuvo el tono de voz tranquilo, pero no podía hacer nada
acerca de cómo su voz temblaba.
—Ve a la casa ahora, Tony.
—Quédate justo donde estás.
Tony la miró en busca de dirección. Con un movimiento de su mano ella le indicó
que se quedara. Uno de los jinetes tomó posición junto a Tony. El otro cabalgó por la
parte de atrás de la casa.
Mimi se giró hacia los dos que la flanqueaban y señaló al hombre. Ella no
reconoció a ninguno de ellos.
—¿A dónde va?

~214~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Sólo se asegura de que no haya sorpresas.


—No hay nadie aquí, excepto nosotros. —Ella pensó que él sonrió. Era difícil de
decir detrás de la barba sucia—. No tengo ninguna razón para mentir —le dijo.
Él apoyó el brazo sobre el cuerno de la silla. Incluso para su ojo inexperto, Mimi
podía decir que el hombre cuidaba mucho mejor sus armas que su apariencia. Su
manga estaba manchada y sucia.
—No tienes exactamente una razón para decir la verdad.
—¿Qué es lo que quieres?
Él la miró de pies a cabeza.
—Creo que ambos sabemos lo que quiero.
Hablaba de la profundidad de su terror el que esperara que él estuviera aquí solo
para violarla. Esa esperanza duró poco.
—Me has hecho perder el tiempo. Francamente, es una vergüenza que hayas
logrado llegar tan lejos.
—No deberías sentirte avergonzado por las cosas que no puedes evitar. O naces
inteligente o no.
El golpe llegó tan rápido que ella no lo vio, y mucho menos tuvo la oportunidad
de evitarlo. Hubo una sensación de impacto, dolor, y luego una red de estrellas
estalló detrás de su ojo derecho. Agarrándose la mejilla, tropezó hacia atrás, pero no
cayó. Ni loca se caería.
—¡Mimi! —Tony dio un paso adelante.
Con los ojos llorosos, ella le hizo retroceder con un gesto de la mano.
—Estoy bien. Solo quédate allí.
Él se tambaleó por indecisión.
Bob golpeó el cañón de su revólver en el hierro del cuerno de la silla. Una vez dos
veces. Tres veces.
—No estarás bien por mucho tiempo si no le das a Mac lo que le pertenece.
—No sé de qué estás hablando.

~215~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Puede que mintieras a Mac y te salieras con la tuya, pero yo soy más listo.
Siguió golpeando ese cañón. Una y otra vez. El clic metálico resonó en su cabeza
como una cuenta regresiva.
El latido en la mejilla de Mimi no era nada comparado con la ira en su corazón.
Ella había estado recibiendo mierda de hombres como este durante toda su vida.
—No sabes nada sobre mí.
—Sé qué vas a estar muerta si no me dices lo que quiero saber.
Ella quería escupirle en la cara. Quería tomar esa pistola que él seguía moviendo
como una amenaza y volarle los sesos.
—Según tu lógica, cuanto más tiempo aguante, más probable es que viva.
El otro hombre se inclinó hacia delante en su silla y escupió.
—Por mi parte, espero que ella dure mucho tiempo.
Él hizo que su piel se erizara, con sus pequeños y lascivos ojos y sus dientes
irregulares.
—Vete al infierno.
—Supongo que ella te lo ha ordenado. —El líder sonrió. Su rostro entero
desapareció dentro de la suciedad de su barba cuando lo hizo. Mimi reprimió su
estremecimiento a través de sus risas. Cada vez que sus caballos se movían, ella
también se movía, tratando de mantenerse entre ellos y Tony, pero había tres de ellos
y solo uno de ella, y eventualmente ella y Tony estaban rodeados.
¿Jackson escuchó los disparos? ¿Estaba de camino?
—¿Mimi? —preguntó Tony.
—Solo quédate detrás de mí, Tony. Resolveremos esto.
Una serie de estrépitos vinieron de la casa, seguidos de un grito agudo.
—¡Mellie! —Ella se dio la vuelta—. Diles que la dejen en paz.
—Dudo que me escuchen desde aquí.
Apretando sus manos en puños, ella tragó el pánico.
—Por favor.

~216~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Rob se encogió de hombros y siguió golpeando el arma.


—Puedes terminar todo esto. Solo dime dónde está la caja.
Darle la caja no le aportaría nada. Lo que ella le había dicho se sostenía. Su mejor
oportunidad de supervivencia estaba en alargar esto. O farolear. Siempre había
faroles.
Más estrépitos vinieron de la casa. ¿Qué estaban haciendo allí?
—No tengo la caja aquí.
—¿Dónde está?
Ella se lamió los labios.
—No te lo diré hasta que vea a Melinda Sue y Kevin y me asegure de que están
bien.
—Es tu propia piel la que deberías estar cuidando.
Ella se encogió de hombros.
—Si algo les sucede a los niños, no voy a querer vivir.
Él no respondió de inmediato. Sólo siguió golpeteando ese cañón. Su caballo
pateó. Una mosca zumbó. El tiempo se arrastró.
—Todas dicen eso.
—Todas no son yo.
—Lo reconsiderarás, igual que ellas —se burló Dientes irregulares.
Ignorándole, mantuvo su mirada fija en la de Rob. Ella había aprendido de Mac
que el secreto de un buen farol era la resolución con la que lo apoyabas.
Rob resopló e hizo retroceder a su caballo un par de pasos.
—Bien. —Poniéndose la mano en la boca, gritó—: Donald, trae a esos niños aquí.
Pareció una eternidad antes de que un hombre viniera por el lado de la casa a
caballo, Melinda Sue, sujetada frente a él. Ella estaba retorciéndose y pateando, pero
sus pequeños músculos no eran rivales.

~217~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Kevin caminaba al lado del caballo, con la ropa rasgada y el pelo cayendo en sus
ojos, pero su cabeza todavía estaba alta y su mirada aún era firme. No lo habían
derrotado. Le correspondía a ella mantenerlo así.
—Están bien. Respirando y todo.
Jackson, ¿dónde estás?
***

El eco de un disparo rebotó a través de las colinas. El ciervo que Jackson tenía en
la mira saltó a la izquierda y desapareció en el arbusto. Otro disparo siguió a ese. Era
difícil decir de dónde venían los disparos, pero un cazador no realizaba disparos
espaciados de esa manera, y esos ruidos eran de diferentes armas. No había nada
entre aquí y la ciudad, excepto la casa de Bentley.
Mierda.
Dando la vuelta, Jackson volvió sobre sus pasos, corriendo hacia Lady. Las ramas
le abofeteaban la cara y las zarzas rasgaban su ropa. Saltó sobre troncos y salpicó a
través de los arroyos, un pensamiento lo impulsaba.
Mimi.
Little Lady estaba de pie justo donde la había dejado, comiendo hierba. Cuando él
irrumpió en el claro, levantó la cabeza.
—Arre.
Ella sacudió la cabeza y trotó hacia él.
Agarrando la rienda y el cuerno con una suavidad practicada, saltó a la silla de
montar, manteniendo el rifle libre. La pequeña yegua estaba en movimiento antes de
que incluso tuviera la oportunidad de apretar con las rodillas. Y se dirigía a casa.
—Buena chica.
Acostado sobre su cuello, él la instó a seguir, maldiciendo cuando el terreno la
obligaba a ir más despacio, tirando de las riendas cuando se acercaron al borde del
bosque. Saltó, dejando caer la rienda izquierda, sabiendo que Lady esperaría porque
la había entrenado de esa manera. Metió la mano en la alforja y sacó su catalejo. Los
tres metros hasta el borde del bosque se sentían como dieciséis kilómetros.

~218~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Apoyando el rifle contra el tronco de un árbol, Jackson abrió el catalejo en silencio.


Manteniendo la lente sombreada en el follaje para evitar los reflejos, inspeccionó la
casa. Las figuras indistinguibles en la distancia adquirieron una claridad repugnante.
Cuatro hombres bien armados, a caballo, vestidos con ropa oscura rodeaban a Mimi,
Kevin y Tony en el patio. Por el brillo de la luz del sol sobre el acero, supo que las
armas estaban desenfundadas. Un jinete corpulento sostenía a Melinda Sue delante
de él. Ella pateaba y se balanceaba a más no poder.
Aparecer cabalgando no era una opción.
Mantén la calma, Mimi.
Hasta ahí la conexión entre ellos. Mimi de repente se balanceó hacia el hombre que
estaba sosteniendo a Melinda Sue. Oyó gritar a la niña. Vio a Mimi caer en un lío de
faldas. Los blancos de sus enaguas destellaban bajo las piernas del caballo. Ella
podría haber tropezado. Podría haber sido pateada.
Realmente no importaba. Estos hombres iban a pagar.
Los gritos de los hombres se sumaron a los gritos de Melinda Sue. Se produjo el
caos. Por un instante los caballos se hicieron a un lado. Kevin estaba en el suelo. Tony
estaba luchando contra el agarre que Mimi tenía en sus brazos. Siguió la trayectoria
de la mirada del niño. Un arma yacía en el suelo un poco a la izquierda y delante de
él.
—No lo hagas. —Pero su susurro no se transmitió. Con un tirón, Tony se liberó.
Dejando caer el catalejo, Jackson tomó su rifle, lo apoyó en una rama y apuntó. En
una oración que se convirtió en una maldición, apretó el gatillo. Uno de los hombres
cayó. Más gritos a medida que los hombres giraban sus caballos en busca de la fuente
del disparo. Moviendo el arma hacia el hombre flaco con el sombrero hongo marrón,
Jackson apretó el gatillo. En el último segundo, su objetivo se movió. El hombre se
sacudió pero no cayó. El hijo de puta que sostenía a Melinda Sue dio un tirón a su
caballo en dirección a Jackson, sosteniendo a Melinda Sue como un escudo ante él.
Jackson espetó.
—Bastardo.
Y entonces las cosas se pusieron feas. Tony tenía la pistola y estaba apuntando al
bandido del sombrero marrón.

~219~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Maldita sea, hijo —susurró.


Cualquier duda de que Tony apretaría el gatillo terminó en el siguiente segundo.
El hombre del sombrero hongo se sacudió y se cayó del caballo. El estallido vino una
fracción de segundo más tarde. No había posibilidad de elegir otro objetivo. No sin
arriesgarse a alcanzar a Melinda Sue. En vez de eso, Jackson lanzó una ofensiva de
fuego rápido, confiando en la intimidación en lugar de la precisión para dispersar a
los bandidos.
Quienquiera que fueran los bandidos, tenían experiencia. No se asustaron. En vez
de eso, lanzaron una lluvia de balas propias. Saltando detrás de un tronco, Jackson se
cubrió la cabeza. Un par de balas se acercaron, una rompió la corteza del tronco. Tan
pronto como las balas se detuvieron, saltó. Justo a tiempo para verlos irse al galope,
Melinda Sue colgando de un lado como un diminuto escudo humano. Mimi y Kevin
corrieron gritando tras ellos. Tony se quedó allí con el revólver en la mano, tan
indefenso como Jackson. Agarrando su rifle y su catalejo, Jackson saltó a la silla y
salió.
El único uso que la pandilla tendría para Melinda Sue era como escudo. Lo más
probable es que tan pronto como llegasen a lo que creían que era una distancia
segura, la dejaran, sabiendo que cualquier grupo que siguiera se vería obligado a
recogerla, dándoles el tiempo que necesitaban para escapar. Era un buen plan, pero
no los salvaría.
Nadie tocaba a su familia y vivía.
***

Estaba oscuro cuando Jackson regresó a la casa. La luz se filtraba de las grietas
en el edificio, derramándose en el patio vacío. Por el aspecto de las cosas, todas las
lámparas de la casa estaban encendidas. Apoyando las palmas sobre el cuerno de la
silla, estiró los músculos cansados. Little Lady se dirigió hacia la casa. Era un
indicativo del ritmo agotador que habían establecido el que ella no estuviera
bailando ante la idea de avena y un compartimento cómodo. Y todo fue para nada.
Los jinetes no eran aficionados. Ellos sabían cómo confundir un rastro. Y no habían
descartado a Melinda Sue. Solo había un par de razones por las que no la hubieran

~220~
Sarah McCarty

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Promesas 5

dejado a un lado del camino. Sólo una tenía sentido. Melinda Sue era una ficha de
negociación.
—Mierda.
Lady agitó las orejas. Golpeando un mosquito en su cuello, Jackson lo dijo de
nuevo. Y de nuevo, porque, maldita sea, esa pequeña niña estaba allí a merced de la
escoria, probablemente asustada, probablemente hambrienta, aplastó otro bicho,
probablemente comida viva, y no podía hacer nada al respecto esta noche. Porque no
sabía lo que debería haber hecho. Porque se había distraído con unos grandes ojos
azules, una inclinación por el descaro y una naturaleza apasionada. Porque no había
tomado en serio la amenaza que Mac planteaba.
La barra pesada raspó contra la puerta cuando fue levantada. Con un giro de sus
ojos, detuvo a Lady en la talanquera1. Ahora Mimi tomaba precauciones. Demasiado
poco y demasiado tarde. Con un profundo suspiro, desmontó. La puerta se abrió y la
luz se derramó en el patio. Mimi, Kevin y Tony se diseminaron junto a ella, corriendo
hacia el porche, deteniéndose en lo alto de los escalones, donde se acurrucaron.
Nadie puso en palabras la pregunta que podía ver en sus rostros.
Mientras sostenía el estribo sobre el cuerno, aflojó la cincha. Lady gimió de alivio.
—¿Qué hicisteis con los cuerpos? —preguntó con cansancio.
—Levantamos la tapa del pozo y los arrojamos —respondió Kevin con gravedad.
Eso era apropiado. Las serpientes debían morar con las serpientes.
—Tendremos que volarlo o harán que apeste.
Mimi sostuvo una linterna en alto. La luz proyectaba sombras espantosas en su
rostro. Su mejilla derecha estaba hinchada, negra y azul, distorsionando su
expresión.
—¿Dónde está?

1
Palenque en Argentina. Hablamos de esto.
.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—No lo sé.
Si el poste no hubiera estado allí para atraparla, ella se habría caído. Inclinándose
pesadamente, preguntó:
—¿Cómo puedes no saberlo?
La pregunta tembló bajo el peso de su miedo. Él arrancó la correa de la cincha del
cuerno en la silla de Lady. El cuero siseó y golpeó cuando se liberó.
—Vamos a tener que hablar de eso.
Tony bajó los escalones.
—Puedo cuidar de Lady.
Después de un segundo, Jackson colocó las riendas en la mano del niño.
—Gracias. —Antes de que Tony pudiera alejar a Lady, Jackson le puso una mano
en el hombro y lo detuvo—. Fue un buen disparo esta tarde, hijo.
Tony no lo miró.
—No salvé a Melinda Sue.
—No, no lo hiciste, pero yo tampoco.
Eso le hizo levantar la cabeza. Había círculos oscuros bajo sus ojos. Los bordes
estaban hinchados. Había estado llorando.
—Aprenderás, hijo, que no todas las batallas se ganan en un minuto. Lo
importante es que hoy no murió nadie aquí, y mañana tenemos que ajustar las
cuentas.
—Pero Melinda...
—Estará bien. —Él se aseguraría de eso.
—Pero ellos la tienen.
—Y yo discutiré eso con ellos en breve.
—Voy a ir contigo cuando lo hagas —gruñó Kevin, con las manos apretadas en
puños. No había llorado.
—No. Tú no irás.

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Promesas 5

Kevin solo apretó la mandíbula. Mimi se adelantó y silenciosamente puso su brazo


alrededor de sus hombros. Había un silencio antinatural en ella. Del tipo que
mostraban algunos soldados después de la batalla.
—¿Cómo los encontrarás? —preguntó Tony.
Jackson le lanzó una mirada a Mimi. Estaba contemplando la noche, como si
Melinda Sue pudiera aparecer en cualquier momento.
—Tengo la sensación de que no voy a tener que hacerlo.
—Pero…
—Kevin —interrumpió Jackson—, ve a ayudar a Tony a cuidar de Lady.
Asegúrate de frotarla y darle una porción extra de avena. Ha hecho algunos
kilómetros hoy. Y dale a esa nueva mula un poco de avena, también.
Kevin no se movió.
Mimi parpadeó y luego le puso la mano en la espalda.
—Haz lo que te dicen, Kevin.
En lugar de moverse, la miró por encima del hombro. Dándole un pequeño
empujón, ella añadió:
—Estaré bien.
Después de otra vacilación, se unió a Tony.
Cuando los dos muchachos llevaron a la cansada yegua hacia el establo, Jackson
dejó de fingir. Tomando el brazo de Mimi, la ayudó a subir los escalones.
—Tú y yo tenemos que hablar.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Trece

Jackson soltó a Mimi tan pronto como llegaron a la cocina. Con una patada, cerró
la puerta. El aire húmedo de la noche se desvaneció con el olor hogareño de estofado
y cera de abeja. Ella no se dio la vuelta. Mientras estaba allí debatiendo sus opciones,
dijo ella en voz baja:
—No voy a pelear contigo.
Él quería pelear con alguien. Quería ganar. Melinda Sue estaba en algún lugar,
enfrentándose a él no sabía qué. Se quitó el sombrero de la cabeza y lo arrojó sobre la
silla. Aterrizó en el pomo derecho del respaldo, limpio como una patena. Esta noche,
eso no le dio ninguna satisfacción. Pasándose la mano por el cabello, dijo
bruscamente:
—Escogiste un momento increíble para ser cooperativa.
—Lo siento.
Se frotó la mano en la nuca.
—¿Reconociste a alguno de ellos?
—El líder, Rob. Era alguien que hacía recados para el capataz de Mac. Nadie
importante.
Permaneció allí, girada hacia Jackson, con los hombros inclinados y los brazos
rodeándose la cintura, preparándose pasivamente para aceptar cualquier castigo que
decidiera repartir. Él quería golpear algo. No porque ella no le fuera a dar una pelea,
sino porque se veía tan… condenadamente derrotada.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Ven aquí.
Ella no se movió.
Y de repente él tuvo algo que hacer. Solo era un paso tomarla en sus brazos. Pero
era un gran paso, porque no podía recordar un momento de su vida en el que
hubiera sentido el dolor de alguien tan agudamente que sobrepasara todas las demás
emociones. Su frustración, su ira, su resentimiento…Y su dolor, se dio cuenta, porque
en algún lugar desde el principio, había pensado que había tenido su confianza.
Mimi se quedó rígida en sus brazos, sin resistirse. Sin alentar. Sólo de pie allí.
Probablemente porque ella no sabía lo que él había planeado, y honestamente, si le
hubiera preguntado qué pensaba hacer, él no habría tenido una respuesta. Pero una
vez que estuvo en sus brazos, fue la cosa más natural del mundo girarla, meterla en
su pecho y simplemente… abrazarla.
Apoyando su barbilla sobre su cabeza, él suspiró.
—La recuperaré.
El movimiento de sus hombros podría haber sido un sollozo o un encogimiento de
hombros. Él no sabía cuál. Realmente no importaba.
—Sé que lo intentarás.
Él inclinó su cara hacia arriba con el dorso de la mano. Acariciando suavemente su
mejilla magullada con el pulgar, preguntó:
—¿Qué dije?
Las lágrimas llenaron sus ojos, deteniéndose en sus pestañas.
—¿La traerás a casa igual que estaba antes?
Ella le estaba pidiendo que le dijera que no le harían daño a Melinda Sue. Quería
mentir, pero todo lo que tenía era la triste verdad.
—No puedo prometer eso.
Ese era un sollozo. Un espasmo profundo y desgarrador que le convulsionó los
hombros.
Las lágrimas se derramaron, manchando sus mejillas antes de juntarse entre el
pulgar de Jackson y su barbilla, extendiéndose, sellando su unión.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Cariño. No estoy jugando a héroe. Antes de volver a casa, me detuve en Rivers


Bend y telegrafié para pedir ayuda. Puedes creerme. La recuperaré.
Dando un paso atrás, ella negó con la cabeza. Si negaba la realidad o negaba su
capacidad para manejarlo, él no lo sabía.
—Por favor. —Agitando sus manos, como si tuviera la esperanza de alejarlo, se
ahogó—. Por favor, no.
¿No qué? ¿Qué no dijera la verdad? ¿Qué no la abrazara? ¿Qué no la consolara?
¿Qué no le importara? Él ya hacía mucho que había pasado por esos noes.
La atrajo hacia sí.
—Demasiado tarde. Ya lo estoy haciendo.
Presionando su cara contra su pecho, ella susurró:
—Le fallé, Jackson. —Sus dedos se cerraron en un puño contra su pecho—. Tiene
que estar tan asustada...
—Ella es una cosita dura.
Mimi negó con la cabeza.
—No lo entiendes. Es muy frágil.
Envolviendo su trenza alrededor de su mano, Jackson tiró de su cabeza hacia
atrás. Mimi todavía no le miraba a los ojos. La vergüenza no era propia de ella.
—¿Estamos hablando de la misma niña?
—Sé cómo la ves ahora, pero apenas está empezando a adaptarse y tengo mucho
miedo de que esta vez no pueda volver.
—¿Esta vez?
—Ella se ve a sí misma como mala.
—¿Cómo es eso posible? Tiene cuatro años.
Las lágrimas goteaban de los rabillos de sus ojos. Sus mejillas estaban enrojecidas
y manchadas, sus ojos rojos e hinchados. El moretón estaba empezando a
descolorarse. Ella no lloraba con gracia. A él no le importó.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Ellos están aquí por ella. Por lo que hizo. Pero es solo una niña y estaba siendo
una niña.
—Cualquiera lo sabría. —Jackson le secó una lágrima con la yema del pulgar.
—No Mac. Mac nunca lo entenderá. —Ella negó con la cabeza con vehemencia. Se
frotó las mejillas y juró—: Tuve que llevármelos. Mac los habría matado. Sólo por
despecho.
Mac era un hombre verdaderamente encantador.
—¿Hace cuánto tiempo fue eso?
—Un año.
¿Había estado huyendo por un año con tres niños?
—La mayoría de los hombres ya se habrían rendido.
—Mac es un hombre posesivo.
—Y él cree que te posee.
No era una pregunta.
—Sí. —Ella apartó la mirada—. Está así de loco.
Eso le pareció fácil de creer. Cualquier hombre que tuviera a Mimi y se deshiciera
de ella era un tonto.
—Así que salvaste a los niños de él.
Ella asintió.
—Pero no sé lo que estoy haciendo. Pensé que sería diferente. Pensé que podría
ser diferente. —Se secó las mejillas, limpiando las lágrimas, antes de susurrar—.
Pensé que yo sería diferente.
—¿Cómo?
—Pensé que trabajaríamos juntos. Nosotros cuatro contra el mundo. No me di
cuenta de que habría tantas decisiones que tendría que tomar sola o que tendrían
tantas necesidades.
—Son niños.
Ella asintió y se mordió los labios.

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Promesas 5

—Fue más fácil en Boston. Las cosas estaban más… organizadas.


Ella lo miró con el corazón destrozado en los ojos.
—Una madre no los hubiera dejado llevársela, Jackson.
—Una madre haría exactamente lo que hiciste. Sobreviviría para poder luchar otro
día.
Ella estaba negando con la cabeza antes de que él terminara.
—Debería haberlos detenido.
—Si yo no pude detenerlos con un rifle lleno de balas, ¿qué podrías haber hecho?
Ella solo lo miró, sus labios temblando, las lágrimas goteando, sacudiendo la
cabeza sin poder hacer nada.
—Te lo dije, no sé cómo hacer esto, y ahora esos hombres tienen a Melinda Sue y
ella nunca va a ser la misma.
Él le limpió suavemente las últimas lágrimas de las mejillas, teniendo cuidado de
evitar el moretón.
—Todavía no lo entiendes, ¿verdad? Voy a recuperarla, o voy a morir en el
intento. Siendo ese el caso, ¿no crees que debería saber en qué me estoy metiendo?
Ella dio un paso atrás. Él la dejó, pero solo hasta que ella corrió hacia la barrera de
sus manos unidas. Dobló las palmas en una posición de oración y presionó la punta
de los dedos contra sus labios. Sus ojos se cerraron lentamente.
—Yo también la quiero, ya sabes —le informó cuando ella abrió los ojos.
—Ni siquiera la conoces.
—Sé que se parece mucho a ti. Llena de luz y sonrisas.
Ella parpadeó y se enderezó, sus labios se separaron con sorpresa.
—¿No puedes pensar que ella es…que soy…? Quiero decir, no nos parecemos en
nada.
Él desechó esa tontería con un gesto de su mano.
—Sé que no es tuya, pero me gustaría saber por qué cree que es mala.

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Promesas 5

—Mac tenía muchas amigas y a él le gustaba prestarles joyas para usarlas. Cuanto
más feliz estaba con ellas, más brillantes eran las joyas.
—No es del tipo fiel, ¿eh?
Su boca se torció.
—No. En absoluto.
Ella buscó una silla a su espalda.
—Necesito sentarme.
Estaba pálida. Él la ayudó a sentarse.
—Dime lo que pasó, Mimi, ese día que tomaste la caja y decidiste huir.
—Ese día, no estoy segura de cómo, Melinda Sue se metió en la caja fuerte. No sé
cómo o cuándo descubrió la combinación, probablemente por espiar a Mac, pero ella
la abrió.
Jackson podía ver a Melinda Sue haciendo eso. El encanto de querubín
enmascaraba la mente de un maestro ladrón.
—Ella es una cosita inteligente.
El asentimiento de la cabeza de Mimi era distraído, estaba claramente centrada en
esa noche.
—Quería probarse el collar. —Le miró—. Le gustaba jugar a la princesa.
Él asintió, y Mimi continuó.
—Sin embargo, una vez que abrió la caja fuerte, me dijo que había oído algo en la
habitación de al lado. —Apartándose el pelo de la cara, Mimi explicó—. Era Mac.
Estaba furioso. —El horror al recordar dio a su voz un tono fantasmal—. Escuchamos
los gritos de Melinda Sue, pero luego se detuvieron.
Jackson apretó los puños. Si Mac no venía a buscar a Mimi, Jackson iría a buscarlo.
El bastardo había lastimado a Mimi. A Melinda Sue. A los niños. Él no lo dejaría allí
como una amenaza.
—¿Y?
—Cuando llegamos a la habitación, pudimos ver por qué. Mac la estaba ahogando
y maldiciendo, sacudiéndola como una muñeca de trapo. Traté de liberarla, pero él

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Sarah McCarty

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Promesas 5

era demasiado fuerte. Pero Kevin agarró un gran jarrón y le golpeó en la cabeza. —
Lamiendo sus labios, su mirada se encontró con la de él otra vez—. Se cayó y no se
levantó.
—Bien.
—Sabía que solo teníamos un poco de tiempo, pero necesitábamos dinero, así que
agarré la caja de la caja fuerte y…—se encogió de hombros— corrimos.
—Así como así.
Ella asintió.
—Así como así.
—Mierda. —¿Una joven vulnerable y tres niños solos en el oeste? Era un milagro
que no hubiera sido violada y asesinada—. Tuviste suerte.
—Ya no. —Agarrando la mesa, ella susurró—. Tan pronto como Mac reciba el
libro, nos matará.
—¿Dónde está?
Soltó la mesa.
—¿Qué te hace pensar que lo tengo aquí?
Jackson le tendió la mano. Ella colocó la suya en la de él. Su piel era pálida y
delicada contra la suya bronceada. Suave donde él tenía cicatrices y callosidades. La
ayudó a levantarse.
—No dejarías nada tan importante lejos de tu vista.
—Me conoces demasiado bien.
Ella no parecía muy feliz por eso.
—¿Eso te molesta?—preguntó él mientras ella se dirigía a la esquina trasera
izquierda de la cabaña.
Sin mirarlo, dijo:
—Todavía no lo he decidido.
Ella no lo había decidido…
—Bueno, avísame cuando lo hagas.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Sacudiendo la cabeza, se arrodilló. Esperaba que ella levantara la tabla del suelo.
En vez de eso, deslizó uno de los tableros de la pared lateral, vaciló, y luego buscó
debajo del suelo y sacó algo. Dándose la vuelta, limpió algo cuadrado envuelto en un
paño marrón.
—Antes de las serpientes y el pozo, no hubiera vacilado en llegar allí.
—A veces, hay mucho que decir sobre la ignorancia.
—Sí. La echo de menos.
—Bueno, me alegro por ti, yo nunca la tuve para echarla de menos. —Él extendió
la mano. Ella le dio la caja, pero no la soltó.
—Ser intrépido te consiguió una mordedura de serpiente.
—Y una mujer bonita. —Le dio un pequeño tirón—. Puedes soltarla ahora.
Lo hizo, todavía se veía nerviosa.
—No sé por qué estoy tan renuente, pero la maldita cosa me ha estado
aterrorizando durante mucho tiempo, siento que estoy renunciando a una parte de
mí.
Él deslizó un dedo por su mejilla, trazando un rastro de lágrimas.
—Te dije en ese pozo, Mimi, que te mantendría a salvo.
Juntando sus manos frente a ella, ella se apoyó en su mano.
—Lo sé.
—Intenta creerlo.
Su respuesta fue una sonrisa temblorosa.
—Trabajaré en ello.
—Lógralo.
Ella puso los ojos en blanco. Jackson desenvolvió la caja. Era una cosa de aspecto
bastante inocuo. De madera, cerca de nueve centímetros de lado, con pintura
desconchada negra. Abrió la tapa. Un largo y bajo silbido se le escapó. Levantó el
collar de la caja. Los diamantes eran de tal calidad que incluso con esa poca luz
cobraron vida. El colgante central prácticamente definía el fuego.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Es fácil ver por qué tomó esto. Es una hermosa pieza.
Lo era. Mimi lo había admirado a menudo en el cuello de las amantes de su
marido.
—Sí. Cada vez que Mac se lo daba a una nueva amante, Melinda Sue hacía un
puchero. Lo quería para cuando jugaba a la princesa.
Jackson lo dejó caer de nuevo en la caja de madera negra con un absoluto
desprecio por su valor. Trató con mucha más deferencia el pequeño diario de cuero
marrón.
—No parece mucho, ¿verdad?
—Mmm. —Él estaba completamente absorto. Mimi tuvo que asumir el hecho
porque Jackson leyó las primeras páginas y saltó al medio antes de dirigirse
rápidamente al final para entender lo que estaba mirando. Cerró el libro con un
chasquido—. Mac debe querer esto mucho.
—Sí.
Él tocó la portada.
—Esta información lo convertiría en un hombre muy rico durante mucho tiempo.
Le daría poder ilimitado.
—Es una lista de chantajes, ¿no?
—De algunas personas muy importantes, estoy seguro. Estos son algunos secretos
condenatorios.
Frotándose la frente, ella luchó contra un sollozo.
—Y él tiene a Melinda Sue.
Él levantó la vista.
—¿Mac?
—Sí.
Jackson negó con la cabeza.
—No creo que la tenga.
—¿Qué? —Ella jadeó—. Él debe tenerla.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Era inconcebible que Rob se hubiera llevado a Melinda Sue por cualquier otra
razón que no fuera un rescate. Saber que Rob necesitaba a Melinda Sue con vida para
hacer un intercambio era lo único que mantenía a Mimi cuerda.
Jackson levantó el libro.
—Mac no se arriesgaría a dejar que esto cayera en manos de un intermediario. Su
poder proviene del hecho de que él es el único que sabe cuáles son estos secretos,
pero cualquiera que posea este libro tendrá toda la ventaja que él tiene.
—No pensé en eso. —Frotándose los brazos, ella susurró—. Él siempre ha sido
muy poderoso. Nadie lo desafía jamás.
—Un hombre en su posición siempre está siendo desafiado. Mantenerse con vida
es un delicado equilibrio en su juego particular.
—No es un hombre muy culto, pero es muy, muy astuto. —E infame. Brutal y
horriblemente cruel.
Jackson asintió.
—Conozco el tipo.
El horrible vacío interior amenazaba con hundirla en el abismo. Sus manos se
sentían pegajosas. Su piel extrañamente fría.
—Entonces, si Rob no se llevó a Melinda Sue para obtener el libro, ¿por qué se la
llevó?
Jackson volvió a colocar el libro en la caja y sacó el collar. Brillaba a la luz de la
lámpara.
—Supongo que por esto.
La comprensión llegó lentamente.
—No están al tanto del libro.
—No lo creo. Mac no anunciaría la existencia del libro. Es demasiado valioso. Pero
podría ofrecer una recompensa por quienquiera que pudiera traerle a ti y al collar.
Ese sería un acuerdo razonable para conseguir lo que él quiere.
Ella se lamió los labios.
—Porque solo Mac y yo sabemos que el libro y el collar estaban juntos.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Exactamente.
Ella se animó.
—Así que podemos darles solo el collar a cambio de Melinda Sue.
—Podríamos hacer eso.
Maldita sea. Él siempre le aguaba la fiesta. Cruzando los brazos sobre su pecho,
espetó, enfadada porque esto no podía ir de manera sencilla.
—¿Por qué escucho un “pero”?
—Probablemente porque hay uno.
No le llevó a Mimi sino un segundo averiguarlo.
—Él conoce a Mac y lo vengativo que es. Sabe que nunca dejará de buscarnos,
pero si logra encontrarnos y le contamos que Rob se llevó el collar, entonces sabrá
que fue traicionado. —El frío vacío se hundió más profundamente, junto con la
comprensión. Ella retrocedió un paso. Jackson le cogió la mano, estabilizándola. Su
expresión era pétrea mientras absorbía su miedo.
—Rob nos va a matar, pase lo que pase, ¿no es así?
—¿Quién nos va a matar?—preguntó Kevin desde la puerta. Detrás de él, Tony
estaba de pie, la única indicación que había escuchado era la palidez de su tez.
Oh, querido Dios. Ella se puso de pie
—No quise que escucharais eso.
—¡Siempre nos ocultas cosas! —gritó Kevin, sus ojos verdes se entrecerraron con
ira—. Y mira lo que pasó. —Hizo un movimiento cortante con su mano—. Todo es
un desastre, y ahora Melinda Sue se ha ido y nos matarán.
Ella no tenía nada que decir al respecto. Pero quería. Quería decir mucho. Quería
tanto tener las respuestas... Al final, hizo lo único que podía hacer. Abrió los brazos.
Después de unos segundos, Tony entró en ellos. En el camino, agarró el brazo de
Kevin y lo arrastró.
—No seas idiota.

~234~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Mimi los abrazó con fuerza. A ella no le importaba que Kevin se quedara tan
rígido como una tabla y que solo Tony la abrazara. Intentó no pensar en el espacio
que estaba vacío donde debería estar Melinda Sue. Por ahora, esto era lo que tenían.
Kevin susurró:
—No quiero morir.
Ella lo apretó con más fuerza.
—Yo tampoco.
—Nadie va a morir.
Jackson dijo eso con tanta convicción que Mimi casi le creyó. Casi. El hombre
simplemente inspiraba fe.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Tony.
Jackson sonrió y le revolvió el cabello.
—¿Sabes cómo cuando estás jugando a las canicas y la gran ágata está en riesgo?
¿Y estás apostando alto porque sabes que puedes lograr ese disparo? ¿Porque eso es
a lo que te dedicas?
Tony asintió.
—Bueno, hijo, esto es a lo que me dedico.
—Pero eres solo un hombre —murmuró Mimi. Su amante. Su amiga.
Jackson sonrió con esa sonrisa del demonio, enganchó su mano detrás de su
cabeza, la hizo ponerse de puntillas y, justo allí, frente a los niños, la besó hasta que
se le doblaron los dedos de los pies.
Cuando él terminó el beso en una lenta liberación del torbellino de emoción,
susurró:
—Qué va.
Tomando su plato de la mesa, se dirigió a la olla de estofado. Mimi sabía que
debía moverse, pero todo lo que podía hacer era mirarlo mientras Tony y Kevin la
miraban fijamente.
—Guau—dijo Kevin.

~235~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Sí.
Eso lo resumía.
***

La explicación para ese “Qué va” llegó a la mañana siguiente bien temprano en
la forma de cuatro hombres, todos cubiertos de metal. Pistolas de metal, rifles de
metal, balas de metal y cuchillos de metal. Iban en serio. Y cuando Jackson salió del
establo, con el pelo rubio brillando a la luz, también iba en serio. Parecía un ángel
vengador. Secándose las manos en el delantal ella saludó a sus visitantes
—Buenos días, Clint y Puma.
Ella asintió con la cabeza a los dos hombres que no reconoció.
—Buenos días, caballeros.
Puma inclinó el sombrero.
—Buenos días, Mimi. Estos dos caballeros aquí son Asa MacIntyre y Elijah. Se
ofrecieron como voluntarios para ayudarnos a resolver este pequeño asunto.
Asa tenía los ojos grises más fríos pero una sonrisa cálida.
—Encantado de conocerla.
—Igualmente.
Quien dijo que los ojos verdes eran amigables nunca se había encontrado con
Elijah. El hombre era gélido de la cabeza a los pies. Más allá de un gesto de su
cabeza, no le respondió. Ella no le preguntó su apellido.
—¿Por qué no nos preparas un poco de café, Mimi?
Ella ni siquiera podía ofenderse por la sugerencia de Clint. Estos hombres habían
venido a rescatar a Melinda Sue, listos para morir si era necesario. Habían venido
porque Jackson les había pedido que lo hicieran. Vinieron porque ella los necesitaba.
—Lo tendré listo en un minuto.
Miró por la ventana tan pronto como entró. Los hombres estaban absortos en la
conversación. Claramente, habían estado esperando que ella entrara a la casa para
meterse en faena. ¿Les preocupaba que ella se desmayara si escuchaba sus planes?

~236~
Sarah McCarty

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Promesas 5

¿Realmente pensaron que a ella le importaba lo que implicaban sus planes, siempre y
cuando trajeran a Melinda Sue a casa?
***

— Entonces, ¿cuántos crees que hay? —preguntó Clint.


—Creo que solo quedan dos —contestó Jackson—. No puedo verlos querer
compartir las ganancias más de lo que tienen que hacerlo.
—Tiene sentido —dijo Asa. Jackson lo veía del mismo modo, Asa había sido un
agente de la ley el tiempo suficiente para saberlo.
Con un gesto de la mano, Elijah señaló la tierra.
—¿Dónde les perdiste? Dibújame un mapa.
Elijah conocía esta área como la palma de su mano. Había vagado durante años
después de que su esposa muriera. Y más, antes de que él la conociera, cuando vivía
como un proscrito. Si hubiera un lugar para esconderse en las cercanías, Elijah lo
sabría. Jackson dibujó rápidamente el área donde había perdido todo rastro de los
secuestradores.
Elijah tomó el palo y se dirigió a la curva del río.
—Aquí hay una cueva. Apenas un sótano de poca altura atrapado entre algunas
rocas, pero es un buen lugar para esconderse. El agua cubre tus huellas, y no es
visible a menos que sepas dónde mirar.
¡Hijo de puta! Jackson se pasó la mano por el pelo.
—¿Quieres decir que estaban justo debajo de mis narices?
Elijah no sonrió y no se burló.
—Probablemente. Realmente no hay ningún otro lugar para esconderse en un
kilómetro.
Era difícil creer que alguna vez hubo un momento en que Elijah era el primero en
sonreír y el que reía más. Su esposa sacaba lo mejor de él, y cuando ella murió, se
llevó consigo su alegría.
—Entonces, ahí es donde se esconden.

~237~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Dudo que todavía estén allí. El lugar es totalmente abrupto. Ya estarán a la


intemperie. Probablemente aquí en este claro. —Hizo una marca al otro lado del río
estrecho.
—Arañando sus culos —agregó Asa con un humor sombrío.
Los labios de Elijah esbozaron una sonrisa.
—Sí. —Jackson también habría sonreído, pero si se estuvieran arañando, Melinda
Sue también.
—¿Cómo sabes que estarán allí? —preguntó Puma.
Elijah se encogió de hombros.
—Es donde yo estaría.
Jackson se echó hacia atrás.
—Eso es suficiente para mí.
—¿Tenemos un plan? —preguntó Puma—. ¿O simplemente vamos a improvisar?
Clint miró a su primo.
—No vamos a hacer nada. Vas a escoltar a Mimi y a los niños a Cattle Crossing.
Puma retrocedió y negó con la cabeza.
—Y una mierda lo haré.
Jackson quería a Puma como a un hermano y entendía que su impulso estaba en
medio de la acción, pero esta vez él iba a tener que quedarse fuera.
—Y una mierda que no lo harás. Tienes una esposa a punto de dar a luz. Ella te
necesita. No puedes permitirte ponerte en riesgo en este momento.
Elijah asintió.
Jackson tomó el gruñido de Puma como un asentimiento.
—Además, necesito a alguien como tú para asegurarme de que lleguen a Cattle
Crossing de manera segura.
Puma enarcó una ceja a Jackson.
—¿Como yo?

~238~
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Promesas 5

—Duro y mortal.
—¿Estás esperando problemas? —Era típico de Puma animarse con la perspectiva.
—Sí.
—¿Alguna posibilidad de que estos tipos estén trabajando con Mac y simplemente
esperando que aparezca?
—No. —Estaba seguro de eso a un nivel visceral—. Mac no confiaría en nadie con
ese libro mayor.
Puma sonrió y acarició su cuchillo.
—Es una pena. Tenía muchas ganas de conocerlo.
—No más ansioso que yo. —Cada vez que Jackson pensaba en las cicatrices en la
espalda de Tony, su sangre hervía—. Tengo la sensación de que él es la persona que
azotó a Tony.
—¿Qué coño dices? ¿Golpeó a ese chico?
—No —corrigió Jackson—. Él azotó a ese chico.
Clint maldijo. Elijah tiró el palo en la tierra. Asa negó con la cabeza.
—Algunas personas solo necesitan una muerte lenta.
—Amén.
—¿Alguien tiene alguna idea de cómo queremos manejar esto?
—Tengo algunas.
Elijah era siempre el primero en hablar cuando se trataba de venganza. Y,
afortunadamente, la venganza era algo sobre lo que era una autoridad.
Jackson tomó un sorbo de su café.
—Estamos escuchando.
***

Salieron una hora después, cuatro hombres fuertes armados hasta los dientes
decididos a rescatar a una niña pequeña. Rodeándose con los brazos, Mimi abrazó

~239~
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Promesas 5

sus temores con fuerza, evitando gritarle a Jackson que regresara. Evitando correr
tras él. Esta incertidumbre paralizó su optimismo habitual.
¿Y si Melinda Sue ya estaba muerta? ¿Y si no lo estaba? ¿Y si solo algunos de ellos
volvían? ¿Y si ninguno de ellos lo hacía? ¿Cómo podría enfrentarse a sus esposas?
La confianza fácil con la que viajaban la hizo querer abofetearlos. Hacer lo correcto
no siempre era suficiente. Ser fuerte no siempre aseguraba el éxito. Y a veces el bien
no siempre ganaba al mal.
Puma salió de la casa con su bolso. Como siempre, cuando él se acercó, ella dio un
paso atrás. No era que le temiera; era solo que era tan grande, tan intenso, tan
intimidante... Más allá de enarcar una ceja, él no aceptó la distancia.
—¿Estás lista para irnos?
Ella dedujo.
—¿Tienes el libro?
Él levantó el bolso.
—¿Estás seguro de que está lo suficientemente seguro allí?
—Es tan seguro allí como en cualquier lugar. Los atacantes no tienen miedo de
registrarte o a tus posesiones.
—Simplemente me pone nerviosa.
—Puedo entender por qué.
Ella miró a Jackson de nuevo. A pesar de sus esfuerzos por mantenerlo a la vista,
el bosque se lo tragó.
—¿Van a estar bien?
—Saben lo que están haciendo.
No fue una respuesta. Ella se mordió el labio.
—¿Estás realmente seguro de que no quieres ir con ellos?
—Tengo que admitir que la idea de una pelea garantizada es tentadora, pero como
eres tan importante para Jackson, voy a resistirme y concentrarme en llevarte a casa.
Ella miró hacia la casa construida con torpeza.

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Promesas 5

—Pensé que esto era una casa.


Puma se burló.
—Eso no es una casa. Aquí es donde te ocultaste
—Traté de convertirlo en un hogar.
Negando con la cabeza, él le hizo un gesto para que le precediera. Los muchachos
salían del establo con la mula.
—Una cosa que Mara me enseñó es que el hogar no es un lugar. Es una sensación,
y tengo la sensación de que tu hogar se acaba de ir.

~241~
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Promesas 5

Catorce

Los secuestradores estaban justo donde Elijah predijo que estarían. Esperar al
alba para atacar había dejado a Jackson con un temperamento irritable y sed de
sangre, pero ahora que había llegado el momento, nada más que una determinación
fría y tranquila regía sus acciones. Jackson se acercó un poco más al borde de la
saliente en la que estaba acostado e inclinó el catalejo para ver a través del follaje.
Estaba equivocado en una cosa. Había más de ellos. Dos más, para ser exactos. El
sonido de una torcaza se mezcló con los chirridos de petirrojos y el estridente grito
de los arrendajos azules. Sonidos comunes del bosque que se mezclaban con el cálido
sol, la brisa ligera y las nubes suaves y esponjosas. Solo unos pocos reconocerían la
señal de que un depredador estaba en el lugar. Clint repitió la señal.

Mirando al grupo, Jackson se preguntó si todas estas precauciones eran necesarias.


Por la forma en que estaban descansando, estaba claro que no esperaban problemas.
¿Creían que su posición era segura? Incluso el guardia, apoyado contra un árbol,
estaba prestando más atención a la tierra bajo sus uñas que a un potencial ataque.
No había nada que Jackson apreciara más que el enemigo facilitara su trabajo.
Teniendo cuidado de no mover ninguna roca, Jackson barrió el área nuevamente.
No vio a Melinda Sue por ningún lado. Su estómago se tensó. En el tercer barrido, un
poco de azul fuera de lugar llamó su atención. Se centró en ello.
Allí estaba ella, tendida en el suelo, apretujada debajo de un tronco, con los pies y
las manos atadas. No podía estar seguro de esto tan lejos, pero por su lenguaje

~242~
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Promesas 5

corporal estaba bastante seguro de que estaba llorando. ¿Y por qué no debería? La
pobre niña tenía apenas cuatro años. En las últimas veinticuatro horas, había visto
matar a dos hombres, había visto aterrorizada a su familia y había sido arrastrada
por los hombres que habían atacado a su familia. Ella tenía todo el derecho de llorar.
Pero no por mucho. Pronto estaría sana y salva.
Jackson imitó a un cuervo que graznaba cuatro veces para alertar a la pandilla
sobre cuántos enemigos había. Esperó cinco segundos y siguió con uno más. Ese era
el importante. Ese anunciaba que Melinda estaba viva. Cerrando sus ojos por un
segundo, dejó que el alivio fluyera a través de él. Estaba viva. Asa respondió con el
parloteo de una ardilla.
El líder, Rob, levantó la cabeza. ¿Sospechaba algo? La señalización no era tan
infrecuente para los indios o cualquier otra persona acostumbrada a trabajar juntos.
Un conocedor de la naturaleza podía detectar la ligera diferencia entre la imitación
humana y la llamada real. Jackson se enorgullecía de su imitación de cuervo, pero la
ardilla de Asa podía ser mejorada. Cuando esto terminara, él se burlaría por eso. Eso
debería valer unas cuantas cervezas y unas risas. A pesar de sus maneras relajadas,
Asa era el hombre más nervioso que Jackson conocía cuando se trataba de hacer las
cosas bien.
Después de un par de minutos de deambular inquietamente, el tipo se calmó. Otra
señal llegó. Esta vez la llamada de una codorniz. ¡Maldita sea!
Al girar el catalejo a la izquierda y luego a la derecha, Jackson descubrió el motivo
de la advertencia. Un mini ejército de ocho estaba recorriendo el bosque conducido
por un hombre corpulento, de rostro rubicundo, pelo oscuro y manos robustas. Él
empequeñecía el caballo que montaba. Rob se incorporó atropelladamente. Estaba
claramente nervioso. Si el jinete era Mac, la teoría de Jackson se desbarató por
completo.
Jackson barrió el perímetro de nuevo. Tardó un minuto largo y tenso en
encontrarlos, pero los recién llegados no habían llegado desprotegidos. El tipo
grande había traído al menos dos francotiradores. Esta no era una visita amistosa.
Esos hombres en el perímetro estaban aquí por negocios. Y Melinda Sue estaba
directamente en la línea de fuego.
Mierda. Ésta era una complicación que no habían esperado.

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Promesas 5

Elijah señaló una vez. No era una de las señales predeterminadas. ¿Qué demonios
estás haciendo, Elijah? No había nada que hacer más que esperar para averiguar y
proporcionar cobertura cuando fuera necesario.
Aguanta ahí, Melinda Sue.
El tipo grande entró en el campamento. Su séquito se desplegó.
El campamento explotó en acción. Los guardias gritaron y sacaron sus revólveres.
Fue muy tarde. Los secuaces del hombretón tenían ventaja sobre ellos. Voces
cabreadas llegaron hasta arriba. El líder de los bandidos estaba gesticulando
enfáticamente. Lo que sea que estuviera diciendo, el tipo grande no lo estaba
creyendo. Con un gesto y una orden de tono, puso fin a las protestas de Rob. Un
tenso silencio se instaló en el claro. Incluso los pájaros se callaron.
Observando la interacción, Jackson casi se perdió un movimiento abajo cerca del
tronco que albergaba a Melinda. Cambiando de posición para poder verlo mejor,
distinguió la silueta de hombros anchos de Elijah arrastrándose por el suelo del
bosque. ¡Hijo de puta!
Melinda Sue se puso rígida, con el pulgar metido en la boca. Él sabía que Elijah
estaba hablando con ella. ¿Elijah con la voz fría y los ojos fríos tratando de hablar
dulcemente a una niña aterrorizada? Jackson agarró su rifle y silenciosamente lo
amartilló, colocándolo a su lado antes de volver a levantar el catalejo. Si Melinda Sue
entraba en pánico y gritaba, estallaría el infierno.
Escúchale, repollito.
Para su sorpresa, ella no gritó, en realidad pareció prestar atención. Con un
pequeño asentimiento, se sacó el pulgar de la boca y comenzó a alejarse un poco del
tronco, su progreso obstaculizado por sus ataduras. Cada pocos segundos, ella se
detenía y desaceleraba, siguiendo claramente las órdenes. Dios bendiga a Elijah y sus
maneras taimadas.
Ahora, todo lo que necesitaban era tiempo. La tensión era alta. Giró hacia el
hombre grande. Por la forma en que le miraba por encima del hombro, estaba claro
que no tenía ningún respeto por Rob. En cuestión de segundos las balas iban a volar.
Una rápida comprobación reveló que los francotiradores seguían con sus rifles
apuntados hacia los secuestradores. No estaban prestando atención a dónde se

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Promesas 5

refugiaba Melinda Sue, pero eso no duraría. El movimiento siempre llamaba la


atención. El tipo grande desmontó.
Vamos, repollito. Sigue avanzando.
Poco a poco ella se arrastró hacia el pie del tronco, sin cambiar su lenguaje
corporal, solo arrastrándose, deteniéndose periódicamente cuando Elijah señalaba.
Vamos.
Un grito llamó su atención. La calma se había convertido en un enfrentamiento
agresivo. Lo siguiente en la cola después de los insultos eran las balas.
Vamos, Elijah. ¡Sácala de allí!
Señalando su intención al resto de su grupo, Jackson localizó con la mira a los dos
francotiradores. Clint tendría que manejar el campamento. Se posicionó, la mira en
su objetivo, seleccionando al tirador cuyas acciones eran más propensas a disparar en
la dirección de Melinda Sue. Moviendo su rifle, apoyó el cañón en la saliente de roca
y apuntó con cuidado. Con el dedo en el gatillo, otra vez silenciosamente instó a
Melinda Sue a darse prisa.
¡Vamos!
Estaba casi al final del tronco. Lo más difícil que había hecho era no apretar el
gatillo. La necesidad de intervenir batallaba con la prudencia de mantener su
posición en secreto. La atención del centinela estaba en los hombres que discutían.
Solo un poco más, repollito…
En el siguiente segundo, todo el infierno se desató. Rob fue por su arma. Él fue
sorprendentemente rápido, pero el hombretón fue más rápido, quitándola de una
patada de su mano. Rob tenía otra, pero antes de que pudiera disparar, una mancha
roja floreció en su pecho. El sonido vino una fracción de segundo más tarde. Desde lo
alto de las colinas, los francotiradores intervinieron. Gritando, los hombres cayeron o
se lanzaban para cubrirse.
La batalla estaba en marcha, con Melinda Sue en medio.
¡Mierda!

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Promesas 5

Antes de que Jackson pudiera disparar, su objetivo cambió de posición.


¡Maldición! Comprobó a Melinda Sue de nuevo. Llegó justo a tiempo para verla
llegar al final del tronco. Elijah agarró su pie y la arrastró por la esquina.
Joder, ese hombre era frío. En medio de un tiroteo, él yacía allí en el suelo, cortó
con calma las ataduras de la niña y luego le mostró cómo arrastrarse. Y lo hizo todo
como si las balas no estuvieran salpicando el aire y el suelo a su alrededor. Jackson
cubrió su retirada, listo para eliminar cualquier amenaza, sin relajarse hasta que se
hicieron indistinguibles con el follaje. Luego volvió su atención a la batalla.
El tiroteo había terminado. Una ejecución breve y limpia y los secuestradores de
Melinda Sue estaban muertos a excepción de uno. El único sobreviviente estaba
arrodillado en el suelo, con los dedos entrelazados detrás del cuello, la sangre
goteando de una herida en su cabeza. Se intercambiaron palabras. El tipo grande se
acercó. El prisionero hizo un gesto con la cabeza hacia donde Melinda Sue había
estado tendida. Sin mirar, el tipo grande negó con la cabeza. Sacando su cuchillo, el
hombretón agarró el cabello del tipo, inclinó la cabeza hacia atrás y sostuvo el
cuchillo contra su cuello mientras el sobreviviente soltaba un respingo y suplicaba,
antes de, finalmente, cortarle la garganta. La sangre hizo un arco en el aire y se
derramó por la camisa del hombre. El tipo grande sonrió.
Con el pie en el pecho del moribundo, lo empujó. El hombre yacía donde había
caído, retorciéndose dos veces antes de finalmente quedarse quieto.
Jackson había visto muchos asesinos de sangre fría en su época, pero esto era
diferente. Principalmente porque no era frío. El tipo grande había saboreado
claramente el terror de su víctima. Cada vez más, Jackson estaba empezando a creer
que el gigante era Mac. Le sorprendió que Mimi hubiera estado encadenada a él.
Jackson no podía imaginar a la Mimi optimista, feliz y protectora con un bruto de
corazón frío como este.
Observando al hombre limpiar su cuchillo en los pantalones del hombre muerto,
era demasiado fácil imaginarle azotando a Tony, aterrorizando a Kevin o abusando
de Melinda Sue.
Después de la masacre, los hombres caminaron hacia el claro, hablando,
bromeando, fumando, generalmente relajados. Jackson contó diez en total. Mac no
viajaba con poco equipaje, pero tampoco viajaba de manera inteligente. Esto no era
Boston, donde controlaba a las autoridades y las repercusiones eran más previsibles.

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Promesas 5

Por aquí nadie estaba a salvo. Especialmente después de un tiroteo. Los disparos
atraían a los carroñeros. Hombres que querían beneficiarse de la muerte o de un
cadáver. La única cosa que nadie hacía después de un tiroteo era bajar la guardia.
Hacer eso era un error de novato. Uno que él y los otros se asegurarían de
aprovechar al máximo. Colocando su rifle en la funda de la silla y tomando balas
extra para sus revólveres, Jackson comenzó a abrirse camino hacia el claro, teniendo
cuidado de permanecer fuera de la vista.
A pesar de que no podía ver, supo el momento exacto en que se descubrió la huida
de Melinda Sue. El grito fue inmediato, seguido rápidamente por una maldición. Él
asumió que todos se estaban apuntando con el dedo y echándose la culpa. El
siguiente paso sería la búsqueda. Jackson se desvaneció de nuevo en la maleza.
Probablemente Clint y Asa estaban haciendo lo mismo.
Los hombres de Mac se desplegaron en busca de la niña. Jackson palmeó su
cuchillo. Esta pelea iba a ser personal. Bajando hacia el barranco, zigzagueó entre los
árboles como un fantasma.
El calor lo golpeó mientras se abría camino a través del bosque. Alrededor de él,
los hombres llamaban a Melinda Sue, utilizando términos afectuosos que iban desde
“cariño” hasta “niña querida” y “dulzura”. Fue una pérdida de tiempo. Elijah tenía a
Melinda Sue a salvo. Pero fue amable de parte de ellos revelar sus posiciones.
Se encontró con su primer objetivo. Jackson le pasó el cuchillo por la garganta,
sujetándolo con fuerza a través de la sorpresa, y luego soltándole cuando llegó la
aceptación.
Tomando las armas del hombre muerto, las colocó en silencio a un lado. Metió el
cuchillo en su propia cintura. Pasando por encima del cuerpo, continuó. Uno abajo,
quedaban muchos más. Fue conveniente para todos que se presentaran así. Algunos
dirían demasiado conveniente, pero él creía que el diablo se ocupaba de los suyos. Y
si un hombre no pensaba demasiado de qué lado estaba luchando, el trabajo había
terminado.
El tipo grande era como un toro entrando en una tienda de porcelana, abriéndose
camino por el bosque. La voz monótona que usaba para convencer a Melinda Sue de
que saliera de su escondite hizo que la piel de Jackson se erizara.

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Promesas 5

—¿Dónde estás, niña? Soy yo, Mac. Me recuerdas, ¿no? He venido a salvarte. —Su
tono se redujo a suplicar—. Siempre fuiste mi favorita, Melinda Sue. —Hubo una
pausa. Luego—, tengo esos dulces que te gustan aquí en mi bolsillo.
Bastardo.
Jackson esperó hasta que el hombre pasó antes de ponerse detrás de él. Jackson
cambió el peso a la punta de sus pies.
—Hola, Mac. —Mac giró, con las manos a los lados, buscando a todo el mundo
como un gran oso.
—¿Quién diablos eres?
—Mi nombre es Jackson Montgomery. —Se subió la manga derecha.
Mac escupió a un lado con desprecio.
—Sal de aquí antes de que llame a mis hombres.
Una ardilla parloteó. Una torcaza cantó.
Jackson sonrió.
—Adelante—dijo Jackson alentadoramente, subiéndose la manga izquierda—.
Llámalos.
Mac lo hizo. No pasó nada.
—Ya ves. —Jackson sonrió—. También tengo amigos.
Observó cómo la comprensión destelló en los ojos de Mac. Estudió su cambio de
posición hasta quedarse encorvado con las piernas abiertas.
—¿Crees que voy a luchar contigo?
—Un chico bonito como tú no tendría ninguna posibilidad. —Escupiendo en su
palma, Mac se frotó las manos.
Jackson sonrió.
—Eso me han dicho. No tiene sentido competir sin un premio. —Estirando la
mano hacia su bolsillo, Jackson sacó el collar. Incluso a la luz del sol veteada del
bosque, brillaba como la felicidad.
—Ese es mi collar.

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Promesas 5

—Es mío ahora.


—Y una mierda.
Jackson dejó caer el collar en su bolsillo.
—¿Lo quieres? Ven, quítamelo.
Con un gruñido, Mac se lanzó hacia delante. Jackson se mantuvo firme, dejándolo
cargar, esperando hasta el último segundo para girar hacia un lado y salir de su
camino. Mac tropezó. Jackson se acercó, bajando el codo en medio de la columna
vertebral justo abajo de su cuello. Mac cayó y se dio la vuelta, poniéndose de rodillas.
—¿Cómo se sintió, Mac? —Se burló Jackson—. ¿Bien? ¿Mal? ¿Ha pasado tanto
tiempo desde que perdiste una pelea que has olvidado lo que se siente perder? ¿Ser
el ratón en lugar del gato?
Mac se puso de pie con dificultad.
—Te mostraré quién es el gato.
Con un movimiento de su brazo, Mac dejó caer un cuchillo de aspecto malvado en
su mano. Lanzándose hacia delante, lo condujo hacia el estómago de Jackson.
Jackson apenas evadió el golpe. Mac era más rápido de lo que su volumen
supondría.
Tirando el cuchillo de una mano a otra, Mac gruñó:
—Ven aquí, bastardo.
Esas llamadas de Petirrojo que vinieron en sucesión eran señales. Desde el conteo
hasta el momento, quedaban a lo sumo dos. Clint y Asa podrían manejarlos. Mac era
todo suyo.
—Dime algo, Mac—lo provocó Jackson, deseando que el otro hombre estuviera
tan enfadado que le explotaría un vaso sanguíneo—. ¿También les quitas las alas a
las moscas y te jactas de todas las peleas que has ganado cuando llegas al salón?
—¿Por qué no vienes aquí y lo descubres, niño bonito?
Jackson sonrió. No le importaba cuando los hombres lo subestimaban por su
apariencia.
—¿Te gusta mi aspecto? Bueno, lo siento. No eres mi tipo.

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Promesas 5

—No me gusta nada sobre ti. ¡Dame mi collar!


Manteniendo a Mac a la vista, sacó el collar de su bolsillo y lo colgó de una rama
de árbol a su izquierda.
—Ven a buscarlo.
Jackson no creía que fuera posible que la cara del hombre se pusiera más roja.
—Jódete.
Él cargó de nuevo. Jackson saltó hacia atrás. Como les había dicho a los niños, no
siempre era el tamaño lo que importaba en una pelea. La rapidez, la agilidad y la
estrategia a menudo triunfaban.
La lucha fue cruel, pero breve. Mac nunca puso una mano sobre él. Cuando Mac
estaba respirando con dificultad y jadeando, Jackson pateó el cuchillo para quitárselo
de la mano. Salió volando. La incredulidad en el rostro de Mac cuando aterrizó en los
arbustos le hizo sonreír.
Jackson lo rodeó, balanceándose de puntillas, listo para la estocada que
seguramente vendría. Mac luchaba como un hombre que había estado en la ciudad
demasiado tiempo. Sus músculos se habían suavizado y se habían vuelto blandos.
No duraría mucho en este calor. Ya estaba sin aliento.
—¿Cómo te sientes? —Se burló Jackson—. ¿Te estás asustando, hombre grande?
—¿Quién demonios eres? —dijo Mac con voz áspera.
—Te lo dije. Soy Jackson Montgomery.
—¿Qué quieres?
—Vine a ajustar cuentas.
Respirando pesadamente, Mac se enjugó la frente y dejó de lado el comentario.
—Dame mi collar.
—Dame mi venganza —gruñó Jackson a su vez.
—¿Por qué?
El primer puñetazo de Jackson aterrizó en el estómago de Mac, hundiéndose
profundamente y doblándolo.

~250~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Por Tony.
El siguiente golpe le alcanzó en un riñón.
—Por Kevin.
El tercero se dirigió hacia el otro riñón.
—Por Melinda Sue.
El último golpe fue a su garganta, aplastando su tráquea. Cuando el hombre
grande se desplomó en el suelo, con los ojos muy abiertos, tratando de jadear
buscando un aire que nunca iba a llegar, Jackson lo miró a los ojos.
—Por Mimi Banfield.
Mac se sacudió y se agarró la garganta. Su boca se movía y su pecho se alzaba. Sus
ojos se hincharon y su rostro se puso de un espantoso tono azul. Con total
desapasionamiento, Jackson observó cómo la vida dejaba el cuerpo de Mac.
—Teníamos tiempo. Podrías haberle hecho sufrir más.
Jackson se dio la vuelta para encontrar a Elijah observando al hombre muerto con
su impasibilidad habitual. Sacando el collar de la rama, Jackson se encogió de
hombros.
—Podría haberlo hecho, pero solo tenía un tanto de energía para gastar en ese
pedazo de mierda. —Dejó caer el collar en su bolsillo y se lo abotonó—. ¿Dónde está
Melinda Sue?
—Ella está vendando la pupa de Puma.
Jackson levantó una ceja.
—Pensé que habíamos enviado a Puma a casa.
Elijah se encogió de hombros.
—¿Cuándo obedeció las órdenes Puma? Dejó a tu grupo y Pony Express regresó,
cambiando los caballos en el camino para reducir esas tres horas a una hora y media.
Dijo que no confiaba en que nosotros manejáramos esto.
—¿Qué tan mal estaba herido?
—Una espina rasguñó el dorso de su mano. Melinda Sue no se traga su argumento
de que la herida está muy lejos de su corazón.

~251~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Ella tiene carácter.


—Será un buen reto para Gray.
Esos dos juntos eran un gran pensamiento.
—Jenna la quiere.
—Jenna quiere a todos los niños.
—Es una pena que nunca tenga ninguno propio.
—No creo que vea ninguna diferencia entre adoptados y suyos. Esa mujer es todo
corazón. Como Nidia.
Jackson había sospechado durante mucho tiempo que el taciturno Elijah era dulce
con la ex prostituta, ahora dueña de un salón.
—¿Jenna sigue insistiendo en una amistad abierta?
Un pequeño rastro de sonrisa apareció en los labios de Elijah.
—Se niega a escuchar a Nidia cuando dice que una amistad entre ellas no puede
ser. Que una antigua propietaria de un burdel y una mujer respetable no deberían
relacionarse.
—Nidia salvó a Brenna y a Gray. Jenna le arrancará la cabeza a cualquiera que se
atreva a cuestionar su amistad con la mujer que salvó la vida de sus hijos.
—Dile eso a Nidia.
—¿Por qué no lo haces tú?
La deuda del grupo con Nidia y Elijah era enorme. Jackson le entregó el collar a
Elijah. El otro hombre lo colgó de sus dedos como si estuviera sosteniendo una
serpiente de cascabel. Los diamantes brillaban y destellaban.
—¿Qué se supone que debo hacer con esto?
—Dáselo a Nidia.
—¿Qué va a hacer Nidia con eso?
—¿Romperlo en pedazos? ¿Obtener unos ahorros?
Elijah esperó.

~252~
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Promesas 5

—¿Comprar algo de felicidad? —dijo Jackson.


—Esa mujer está demasiado asustada para comprar felicidad.
Jackson se encogió de hombros.
—Tal vez ella necesita a alguien que le enseñe.
Elijah trató de devolverle el collar.
—Esto es de Mimi y de los niños.
—Mimi no lo quiere.
—Puede cambiar de opinión.
—No lo hará, pero si te preocupa, le preguntaré de nuevo.
Con un resoplido. De exasperación, Clint se acercó y miró el collar.
—Estamos en deuda contigo por el reverendo. Y tú estás en deuda con ella. Toma
esto y da por saldada la deuda.
Elijah negó con la cabeza.
—Me va a retar.
Clint apartó su mano.
—Deberías casarte con ella, ya sabes.
La expresión de Elijah se volvió fría.
—Tengo una esposa.
—Tenías. Murió.
Elijah cerró de golpe la puerta de la conversación con un frío:
—Sí, murió.
Clint frunció el ceño, pero lo dejó pasar. Con un gesto, señaló las manos de
Jackson.
—Un poco enfadado, ¿verdad?
Jackson siguió su mirada. Los nudillos estaban magullados y partidos.
—Un poco.

~253~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Podrías haberte ahorrado los nudillos y simplemente cortarle la garganta.


—Quería que supiera por qué se estaba muriendo.
Elijah resopló.
—Siempre tienes que hacerlo personal, Jackson.
Él se encogió de hombros.
—Porque lo es.
Elijah se guardó el collar en el bolsillo.
—¿Se lo darás a Nidia? —preguntó Jackson.
Él asintió.
—Cuando llegue el momento.
—¿Qué hay de malo en ahora?
—Ella escaparía.
—Podría irse muy lejos y comenzar una nueva vida con eso—intervino Clint.
Elijah negó con la cabeza.
—Tiene que encontrarse a sí misma aquí. De lo contrario, pasará toda su vida
escapando.
Jackson y Clint compartieron una mirada. Elijah era definitivamente dulce con
Nidia.
—¿Qué le pasó a Asa?—preguntó Jackson. Como si su nombre fuera un conjuro,
Asa salió del bosque, con varias alforjas colgadas sobre los hombros.
Clint ajustó su sombrero negro contra el sol brillante.
—Pensé que te habíamos perdido.
—Tenía asuntos que atender.
—¿Qué tipo de asuntos?
Asa tiró las alforjas en el suelo, separando una alforja costosa y elaborada.
—¿De Mac?—preguntó Jackson.

~254~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Sí.
—No me digas que hay otro libro.
Asa negó con la cabeza.
—No.
—¿Qué hay ahí, entonces?
Asa sacó un pedazo de papel y lo agitó de un lado a otro.
—Creo que, caballeros, esto es a lo que nos referimos comúnmente como una
clave.
***

Había una persona que Jackson tenía que ver antes de poder relajarse. Dejando a
los demás para limpiar el sitio, se dirigió de nuevo a donde habían atado los caballos.
La fuerza del sol lo golpeó como un puño tan pronto como entró en el claro.
Quitándose el Stetson, se secó la frente con la manga. Maldita sea, hacía calor. Lady
resopló a modo de saludo. Su brida sonó cuando sacudió la cabeza. Le dio una
palmadita en el cuello y observó el campamento. Puma estaba sentado en una roca.
Melinda Sue estaba de pie frente a él con los restos de su vestido azul, el que a ella le
gustaba tanto, sosteniendo su mano grande y descuidadamente vendada en las
diminutas suyas y, por lo que parecía, diciéndole cómo tenía que ser más cuidadoso
en el futuro.
Jackson tomó aliento. Y luego otra vez. Había pensado que la experiencia la
traumatizaría, pero por lo que parecía se lo había tomado con calma. Él deseaba
poder decir lo mismo.
Puma le dio un codazo al brazo de Melinda Sue y señaló. La niña se volvió. Por un
momento ella se quedó allí, una princesa hecha jirones bañada por la luz del sol, sin
palabras. Sin expresiones.
Alejándose de los caballos, Jackson sonrió.
—Hola, repollito.

~255~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Ella lo miró un minuto más, inusualmente silenciosa. Tal vez dos. Su labio inferior
comenzó a temblar. Las lágrimas brillaron en sus ojos, rebosaron, y se desbordaron.
Se derramaban por sus mejillas. Un sollozo sacudió su cuerpo.
Hijo de puta.
Arrodillándose, abrió los brazos. Ella corrió hacia ellos, con la boca abierta en un
grito silencioso de su nombre. Él la levantó, abrazándola, enterrando su rostro en su
cabello. Sus pequeños brazos se envolvieron alrededor de su cuello. Sus lágrimas le
gotearon sobre la piel, cada una arrancando su corazón. Las niñas pequeñas no
deberían conocer tanto miedo.
—No llores, repollito.
—Me encontraste —susurró ella, como si solo decirlo pudiera hacerle desaparecer.
Apretándola con fuerza, él le dio un abrazo.
—Vine rapidísimo.
Ella asintió.
—Ellos lastimaron a Mimi.
—Lo sé. Está bien.
La niña frotó la mocosa nariz en su camisa. Sacando el brazo derecho, Melinda Sue
bufó.
—También me lastimaron.
Tres moretones en forma de huellas dactilares estropeaban la piel pálida de su
antebrazo. Cada uno hirió su corazón. Era tan pequeña…
—Lo siento.
—El señor Puma dijo que están muertos.
—Lo están. —Su brazo todavía estaba extendido frente a él.
Como si él fuera particularmente lento, ella lo instruyó desde cerca de su cuello:
—Tienes que besarlos para que mejoren.
—Por supuesto. —Él besó obedientemente cada marca. Por encima de su hombro,
podía ver la sonrisa de Puma—. Hecho. ¿Mejoraron?

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Ella asintió. Otra lágrima cayó sobre su pecho.


—¿Entonces por qué las lágrimas?
Hubo un largo silencio antes de que ella confesara.
—Tenía miedo de que no vinieras.
Apartándose, él preguntó:
—¿Por qué piensas eso?
—Porque fui mala. No corrí como dijo Mimi. —La confesión salió en un susurro
apenas audible.
Las palabras de Mimi regresaron para atormentarlo. Hasta ahora, no lo había
entendido. Es muy frágil.
—Repollito, mírame.
Muy lentamente, ella levantó la cara. Las lágrimas habían dejado huellas fangosas
en sus rosadas mejillas. Se las secó con la yema del pulgar. Ella sorbió de nuevo.
—¿Estás prestando atención? Porque esto es muy importante.
Los restos de sus trenzas rebotaron cuando ella asintió.
—Nunca permitiré que nadie te robe. Nunca, por ninguna razón. Podrías ser la
niñita más mala del mundo y siempre te encontraré. Todo lo que tienes que hacer es
sentarte y esperar.
Ella se limpió la nariz con el dorso de la mano, dejando otra mancha.
—¿Incluso si toqué tu cuchillo por accidente?
Él hizo una nota mental para revisar las reglas de seguridad de la casa.
—No importa qué hagas. —Hizo una cruz sobre su corazón—. Lo prometo.
La tensión se escurrió de su cuerpo. Inclinándose hacia adelante, ella se metió el
pulgar en la boca y se acurrucó en su pecho.
—¿Podemos ir a casa ahora?
Jackson se puso de pie, sosteniéndola con una mano en la espalda y otra debajo de
las caderas.

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Promesas 5

—Puedes apostarlo.
Puma recogió su equipo y miró al cielo.
—Tal vez quieras esperar hasta que hayamos descansado y comido algo.
Melinda Sue se chupó el pulgar y asintió. Mientras Jackson intentaba ponerla
encima de Lady, ella se aferró a él, apretándole el cuello con fuerza mientras
susurraba:
—Te quiero, señor Jackson.
Él le dio una palmadita en la espalda y le susurró:
—Yo también te quiero, pequeña.

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Quince

La espera era interminable. Mimi estaba en el porche trasero de la gran casa de


Jenna y Clint y observaba a los niños jugando al aro en el patio. Tony y Kevin
estaban encantados con el nuevo juego y decididos a desarrollar sus habilidades,
mientras que Gray, Jenna y el hijo adoptivo de Clint observaban y daban consejos.
Ella no sabía qué hacer con Gray. No era el gran cuchillo que llevaba en sus
estrechas caderas, claramente una imitación de su padre y su tío Puma, lo que la
ponía nerviosa. Era más esa aura de intensa energía que le rodeaba, combinado con
esos ojos demasiado viejos con los que lo observaba todo. Si ella no supiera que era el
hijo de Jenna, juraría que era un brujo. Lo que no había decidido era si él era un
amigo. Eso la había molestado. Tony y Kevin no habían tenido muchos amigos, pero
habían tenido más que su parte justa de rechazo. Gray tenía el aspecto de un chico
que podría ser bastante cortante. Sus temores resultaron ser por nada.
Tony había encontrado un alma gemela en Gray. Y viceversa. Tenían una edad
similar y se entendían. La forma en que miraban el mundo era compatible, también.
Ambos lo veían como algo para ser conquistado y manejado. Y como ninguno de los
dos sonreía mucho, ninguno de los dos se preocupaba porque el otro estuviera
enfadado cuando solo estaban callados.
Kevin también había encontrado una amiga en la hija adoptiva de Jenna. Brenna
era otra niña única. Pelirroja con grandes ojos verdes. El vínculo entre ella y Gray era
tan fuerte que a menudo parecían comunicarse sin palabras. Y sin embargo, ella se
había unido a Kevin. Mimi no se sorprendió. Había algo en ese chico que la gente
amaba. A ella le gustaba pensar que era su entusiasmo y su espíritu de lucha. Dios

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sabía que lo encontraba atractivo, aunque su entusiasmo por el cuchillo de Gray la


preocupaba. Estaba completamente cautivado con eso, y había intentado poner un
palo en la presilla de su cinturón en imitación. Y solo habían estado aquí un día. Dos
más y él podría estar usando uno de los suyos. Ese era un pensamiento aterrador.
Por otro lado, era bueno verle admirar a alguien. Había tanto de lo que la mayoría
de los niños daban por sentado que los tres suyos no tenían… Padres. Estabilidad.
Una comunidad. Suspirando, se frotó los brazos. Ella los observó correr tras el aro,
persiguiéndolo con un palo, tratando de mantenerlo el tiempo suficiente para
intentar trucos más intrincados. Parecían muy despreocupados, riendo y jugando,
intercambiando sugerencias y estímulos. Por primera vez desde que podía recordar,
solo estaban siendo niños. Una súplica contestada. Con un suspiro, volvió a estudiar
el camino, como había hecho desde que llegaron la tarde anterior. Con una codicia de
la que no se avergonzaba, quería que le respondieran su segunda súplica. Quería a
Jackson y Melinda Sue en casa.
Jenna salió al porche limpiándose las manos en el delantal. Olía a vainilla y azúcar.
Le quedaba bien.
—Bri finalmente se ha quedado dormida para su siesta. Te juro que es injusto que
se quede dormida con una cabeceada con Clint, pero me haga cantar diez canciones
de cuna antes de que siquiera considere cerrar los ojos… —Su voz se fue apagando
mientras su mirada seguía a la de Mimi—. Volverán, Mimi. No habrán tenido la
oportunidad de atacar la pasada noche y arriesgarse a que Melinda Sue quedara
atrapada en el fuego cruzado. Habrán esperado hasta esta mañana.
—¿Cómo supiste lo que estaba pensando?
La sonrisa de Jenna fue dulce.
—Bueno, podría afirmar que tengo habilidades mágicas, o simplemente podría ser
de sentido común que estés mirando el camino con tanta fuerza porque quieres ver a
tu hija y a tu hombre subiendo por él.
Mimi sonrió irónicamente.
—¿Soy tan obvia?
—No más que yo. También extraño a Clint.
Y Clint se había ido a causa de ella. Le debía a esta mujer, a esta familia, tanto…

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—Gracias por dejarnos quedarnos aquí.


—Ha sido un placer.
Mimi puso su mano en el antebrazo de Jenna. Había fuerza en esa suavidad.
—Si hay algo que pueda hacer para retribuirte, házmelo saber.
Un ligero rubor tocó las mejillas de Jenna. Su mirada fija en los niños.
—Escuché que estabas haciendo alguna. . . ropa íntima para Sunny y Roja.
—¿Escuchaste?
—En el restaurante. Estaban presumiendo de cómo estarían hermosas y volverían
locos a los hombres.
—Lo siento.
—¿Por qué? —Ella frunció el ceño y luego se echó a reír—. Oh. No estaba
avergonzada. Es más que estoy intrigada.
Mimi hizo una evaluación rápida.
—Eres una mujer impresionante. Podría hacerte algo hermoso si me lo
permitieras.
—¿Realmente crees que podrías? —Lamiendo sus labios, Jenna confesó—. Nuestro
aniversario se acerca. Me encantaría sorprender a Clint con algo... especial.
Este era un terreno cómodo.
—Quieres decir sexy.
El rubor de Jenna floreció para rivalizar con las brillantes rosas rojas que crecían
desenfrenadas frente al porche.
—Sí. —Ella se frotó el muslo—. Tengo cicatrices…
Clint tenía que haber visto esas cicatrices más de cien veces.
—Y te preocupas ¿porque…?
—No quiero parecer ridícula haciéndome pasar por algo hermoso.
Como si eso pudiera suceder alguna vez.
—Te lo prometo, te verás exuberantemente deseable, y para nada ridícula.

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—¿Estás segura?
Oh, ella estaba segura.
—Muy segura. Este es mi único talento y me enorgullece enormemente.
—Entonces es un trato. —Jenna extendió la mano—. Pero estoy bastante segura de
que no es tu único talento.
Mimi tomó su mano.
—De acuerdo.
Jenna no la soltó de inmediato. Con un apretón y una palmadita, ella añadió:
—Te prometo que volverán.
—¿Cómo lo sabes?
—Cuando estás casada con uno de los McKinnley, esperas y te preocupas mucho.
—No estoy casada con Jackson.
—Todavía no.
El corazón estúpido de Mimi latió con fuerza ante la posibilidad. Exteriormente,
ella puso los ojos en blanco.
—No nos conocemos desde hace mucho tiempo.
Jenna descartó eso con un gesto de su mano.
—Conozco parejas que se conocen desde hace mucho tiempo y otras que
simplemente se levantaron y supieron desde el principio que estaban destinadas a
ser, por lo que no creo que el tiempo tenga mucho que ver con eso.
—Estoy destinada a ser...
Ella no pudo terminar el pensamiento, cuando Kevin vio a Jenna y gritó:
—¡Sita Jenna! ¡Mírame!
Jenna gimió de buena manera.
—Me han descubierto.

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Ella también. Los niños simplemente se iluminaron al verla en el porche. Incluso


Tony sonrió de una manera que nunca le sonreía a Mimi. Sintió una rápida punzada
de celos. Su feliz “¡Sita Jenna!” no alivió la punzada.
Jenna dijo:
—Si todos entráis, tengo galletas. —No tuvo que decirlo dos veces. Vinieron
corriendo.
—Hay leche en la fresquera. Aseguraos de beber un poco.
Gray se acercó a un ritmo más lento. Se detuvo. Su pelo era largo como el de
Puma. Definitivamente era todo indio, con esos intensos ojos de color marrón y la
piel más oscura. Él la miró por un momento antes de continuar subiendo los
escalones. Al pasar, dijo:
—No tienes que preocuparte. Él regresará.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Mimi. Tanta calma en un chico tan
joven era espeluznante. Siguiéndole a la casa, ella le preguntó a Jenna:
—¿Lo sabe, o simplemente está adivinando?
Jenna se encogió de hombros.
—Nunca he sido capaz de darme cuenta de eso, pero él inspira confianza, ¿no es
así?
—Sí.
Jenna sacudió el delantal. Se elevó una nube de harina. Ella la alejó sacudiendo las
manos.
—Tienes suerte de tener hijos tan maravillosos.
Jenna asintió.
—La tengo, pero te diré un secreto: me encantaría tener más. Hay algo en el
sonido de los niños en la casa que me hace feliz.
—A Tony y Kevin les encanta estar aquí.
Jenna la miró.
—Por supuesto que sí. Tenemos galletas y otros niños para jugar. ¿Por qué no les
va a gustar?

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Sarah McCarty

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Mimi suspiró.
—Hay más que eso. Tienes estabilidad. Tienes una casa. Sabes qué hacer...
Frunciendo el ceño, Jenna la interrumpió.
—¿Qué estás tratando de decir?
—No soy una buena madre.
—¿Cómo puedes decir eso? Has estado...
Fue el turno de Mimi de interrumpir. Y cuando lo hizo, fue como si una presa se
rompiera en el fondo y la verdad se derramara en una rápida caída de palabras.
—No lo entiendes, Jenna. No lo disfruto. Me siento como hubiera sido arrojada a
un lugar en el tiempo muy por delante de mí, y estoy en este lugar donde
simplemente estoy luchando y ahogándome. Y no creo que me esté yendo bien. No
creo que lo esté haciendo bien para ellos. No creo que lo esté haciendo bien para
nadie y estoy sola…—Ella alejó la sensación con un gesto rápido—. Solo me estoy
ahogando.
Jenna colocó su mano en el brazo de Mimi y lo apretó ligeramente.
—Oh, Mimi, todos nos sentimos así de vez en cuando.
—Me siento así todo el tiempo.
Hubo una larga pausa. Jenna se alisó el pelo.
—¿Cuántos años tienes?
—Cumplí diecinueve el mes pasado.
—Diecinueve —repitió ella—. ¿Y qué edad tiene Tony?
—Tiene diez años.
—¿Y los otros?
—Kevin tiene ocho y Melinda Sue tiene cuatro.
—Acabas de ser arrojada al extremo profundo del lago, ¿verdad?
—Lo sé. —Ella se lamió los labios. Se sentía muy mal al confesar esto, pero muy
bien, también—. Toda mi vida, he estado pagando por los delitos de otras personas,

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tratando de cumplir con ideales estrictos. Ciertamente, nunca he tenido la


oportunidad de decidir lo que podría deseo ser.
—Y ahora eres madre.
—Esto va a sonar a locura, pero nunca planeé ser madre. Solo quería sacarlos de la
casa de Mac.
—Clint me habló de Mac, pero no de su casa. ¿Es lo que creo que es?
—Probablemente. En ese momento, cuando pensé que estaba casada con Mac, solo
le di muchos nombres elegantes para hacerlo más agradable, pero cuando te refieres
a eso, es simplemente una casa de putas elegante.
Jenna levantó las manos.
—¡Espera! Retrocede. ¿Qué quieres decir con cuando pensabas que estabas casada
con Mac?
Auch. ¿De verdad había dejado que eso se deslizara?
—Es una larga historia.
Jenna no fue disuadida ni una pizca.
—Entonces déjame tomar un poco de leche y galletas y podemos ir al porche y
tomar un tentempié mientras me lo cuentas.
Jenna no le dio tiempo a Mimi para protestar, recogiendo galletas y vasos grandes
de leche fresca en una bandeja, de alguna manera le torció el brazo con sonrisas y
suaves codazos hasta que estuvo sentada en el porche en una de las dos mecedoras,
aceptando un vaso de leche y un plato de galletas.
—Para una mujer tan amable, eres increíblemente persuasiva —murmuró Mimi.
Tomando asiento, Jenna sonrió con suavidad y enarcó las cejas.
—¿De dónde crees que lo consigue Gray? —Recogiendo una galleta, ella le dio un
mordisco. Agitándola en el aire, ordenó—. Ahora, confiesa.
Quince minutos más tarde, la bandeja de galletas estaba vacía y ella lo había
soltado todo. A decir verdad, se sentía más como otra purga, y Mimi ni siquiera
podía decir por qué se sentía mejor por eso, pero lo hacía.
Jenna, miraba a los niños, golpeando sus dedos contra el vaso.

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Promesas 5

—¿Una casa de putas?


—Sí.
—A mí me suena como una casa infernal. Ese monstruo habría condenado a esos
niños a algo que ni siquiera soporto pensar.
—No.
Jenna brindó con ella con el vaso de leche vacío.
—Los salvaste.
—No a propósito. Llevarlos conmigo fue más un impulso de pánico que cualquier
cosa meditada.
Jenna descartó esa idea con un gesto de la mano.
—A veces, hacer lo correcto simplemente sucede. Eso no lo hace menos correcto.
Al menos es lo que dice Clint.
—Supongo. —Era una manera mucho mejor de verlo que la forma en que ella lo
veía.
Jenna se recostó en la silla y la puso en movimiento con un empujón del pie.
Después de un momento, le preguntó:
—Si no fueras madre, Mimi, ¿qué querrías hacer?
—Creo que me gustaría ser cortejada por un buen hombre. Flirtear.
—Te gustaría ser joven.
Muchísimo.
—Sí. Realmente me gustaría tomar una decisión que se base solo en lo que deseo o
necesito o… ni siquiera sé cómo explicarlo. —Ella trató de llenar el espacio en blanco
con un gesto de la mano—. Quiero tener un momento en mi vida donde tome una
decisión porque quiero.
Para su sorpresa, Jenna asintió.
—Realmente puedo entender eso. Antes de casarme con Clint, me casé con un
hombre muy, muy malo. Y antes de casarme con ese hombre muy, muy malo, vivía
bajo el techo de un padre muy, muy estricto. Creo que lo único que sabía muy bien
era cómo tener miedo.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Mimi parpadeó.
—Simplemente no puedo imaginar que tengas miedo.
Jenna sonrió.
—Ese fue el regalo de Clint para mí. Nos casamos por culpa de Brianna. Porque yo
quería mucho a los niños y no podía tenerlos, y entonces alguien la dejó en la puerta
de mi casa. —Su sonrisa fue suave ante el recuerdo maravilloso—. Ella era
claramente mitad india, con este pelo salvaje de punta. Me quedé viuda, lisiada y
manejando mi restaurante. Nadie en su sano juicio me la daría, pero Clint lo hizo
posible. Y luego él me dio más.
Soltando un suspiro, ella negó con la cabeza.
—Yo era un desastre cuando se casó conmigo. Ni siquiera sabía cómo ser yo, pero
he florecido en este matrimonio. Amo a Clint, y amo mi vida, pero llegar aquí no fue
fácil. Le di a Clint algunos momentos amargos. Sin embargo, a pesar de todo, me ha
amado tal como soy, con todos mis defectos, sin pedir nada a cambio, excepto que
me permita amarle como él es.
—¿Y lo haces?
Ella asintió.
—Amar de esa manera, ser amada de esa manera, es el mejor regalo.
Era muy fácil ver por qué Clint amaba a Jenna y era tan ferozmente protector con
ella. Había una inocencia en ella, una pureza de alma que solo exigía protección, pero
también una fuerza inagotable que prometía un refugio emocional.
—Clint es un hombre muy afortunado.
Jenna sonrió descaradamente.
—Sí, lo es. Pero me he desviado de mi propósito. —Jenna suspiró e hizo una
mueca—. Sé lo que quieres decir con respecto a querer estar a cargo de tu vida. Hubo
un momento en el que tuve que tomar una decisión y estaba asustada, pero lo hice.
Fue la primera vez que lo hice, y hasta el día de hoy esa decisión fue la más difícil,
pero la mejor que he tomado.
Los niños salieron y se desplomaron en el porche, con las galletas en una mano y
la leche en la otra. Kevin miró hacia arriba. ¿Por su aprobación?

~267~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—¿Lo estás pasando bien? —preguntó.


Kevin sonrió y asintió. A Jenna, él le hizo saber:
—Me encanta esto.
El corazón de Mimi se detuvo. Ella no podía proporcionarle esto.
Jenna sonrió.
—Y a mí me encanta tenerte aquí.
Y le encantaba. Mimi podía verlo. Jenna era una madre natural. Ella exudaba
calidez, abrazos y felicidad. Estaba cómoda con quién era. Estaba cómoda en ese
papel.
Tony le dio un mordisco a su galleta y luego otro, como si pensara que el primero
no era lo suficientemente grande.
—Melinda Sue se va a enfadar porque se perdió algunas de estas galletas.
—Aparté unas pocas para ella.
Jenna lo dijo con sencillez, como si no tuviera ninguna duda de que Melinda Sue
volvería. Mimi estaba agradecida.
Gray echó un vistazo.
—¿Dónde las escondiste?
—Oh, no, no te lo voy a decir.
Él se encogió de hombros como si no importara.
Jenna fingió indignación.
—Y ni siquiera pienses en descubrirlas.
Con otro encogimiento de hombros, él dijo:
—Siempre podemos hacer más.
Mimi tuvo que admirar su despreocupación.
Jenna negó con la cabeza.
—Sí, podríamos, pero creo que sería bueno tener algo especial para ella cuando
regrese a casa. Ha tenido una gran aventura.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Gray miró hacia la distancia. Con una inclinación de cabeza, declaró:


—A ella le va a gustar.
—Ni siquiera la conoces—dijo Tony con la siguiente galleta en fila para devorar.
Gray lo miró y levantó una ceja.
—¿Qué es lo que no gusta de las galletas?
Tenía razón. Kevin le entregó una galleta. A pesar de que estaba llena, Mimi dio
un mordisco. La rica dulzura se extendió por su lengua. La galleta sabría aún mejor si
Jackson y Mellie aparecieran en el horizonte.
Gray le tocó el hombro. Ella se volvió. Él señaló hacia la derecha.
—Vendrán por este lado cuando regresen.
No había nada que hacer excepto decir “gracias” y cambiar su posición.
***

Esa noche, Mimi estaba de vuelta sentada en los escalones del porche,
escuchando el sonido de los grillos cantando, mirando los murciélagos pasar volando
en sus patrones erráticos, y aplastando a los mosquitos que se aventuraban a salir.
Miró al cielo. Las estrellas eran grandes pero la luna no tanto. Estaba empezando a
menguar, pero todavía era lo suficientemente brillante como para iluminar el paisaje,
por eso estaba aquí, mirando el horizonte mientras intentaba descifrar los nombres
codificados en el libro de Mac.
Una y otra vez pasó un dedo sobre los nombres. Era muy frustrante. Había algo en
la combinación de letras y números que la molestaba. Había un patrón en las
combinaciones. Casi podía verlo…pero justo cuando pensaba que lo tenía,
desaparecía.
Encendiendo el farol a su lado, lo intentó de nuevo. Tan pronto como lo hizo, las
polillas llegaron volando, revoloteando y metiéndose en su cabello. Ella rápidamente
lo volvió a bajar. Leer afuera por la noche era definitivamente un acto de equilibrio.
Los niños estaban jugando al póker con Jenna, usando ramitas como fichas.
Incluso la pequeña Brianna estaba lanzando una carta en la mezcla de vez en cuando.
La invitaron a unirse, pero estaba demasiado preocupada para ser sociable. No tenía

~269~
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Promesas 5

la confianza que tenían todos los demás de que los hombres trajeran a Melinda Sue
de vuelta. ¿Y si Jackson estaba equivocado? ¿Y si Mac la había encontrado? ¿Y si se
hubieran dirigido hacia una trampa? Ella conocía a Mac, lo taimado y cruel que era.
Él le había mostrado demasiadas veces lo mucho que disfrutaba engañando a las
personas y luego haciéndolas sufrir. ¿Y si le hubiera hecho eso a Jackson y sus
amigos? Mac conocía a gente importante en todas partes.
Al oír el chirrido de la puerta principal, se dio la vuelta. Kevin salió a unirse a ella.
—¿Ya terminaste de jugar a las cartas?
Él se encogió de hombros y se dejó caer en la mecedora a su lado.
—Perdí todo el montón.
—¡Pero tenías muchos palos!
—Lo puse todo en una cosa. —Frunció el ceño y apoyó el brazo sobre su rodilla,
con la mano colgando. Con la otra mano hizo un gesto—. Estaba seguro de que iba a
ganar.
—Muchos jugadores se sienten así.
—No me gusta el juego.
—Ya veo. —Fue un alivio saber que había algunos riesgos que Kevin no
disfrutaba.
—Sin embargo, Gray es bueno en eso.
—Gray es mayor y me imagino que Clint le enseñó mucho.
Kevin frunció el ceño y rascó el desgarro en la rodilla de sus pantalones.
Obviamente, tenía algo en mente.
—Gray dijo que Clint y Jenna lo adoptaron.
Se le cayó el alma a los pies.
—Sí.
Él la miró.
—No sé quién es mi padre.
—Yo tampoco sé quién es el mío.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Eso le sorprendió.
—¿Te molesta?
—Antes me molestaba mucho.
—¿Y ahora?
Su primer instinto fue mentir, pero ella le debía algo mejor.
—Para ser honesta, todavía me molesta. A veces, caminaba por la ciudad donde
crecí, mirando a los diferentes hombres para ver si podía ver mi cara en la de ellos.
—¿Cómo es que tu madre no te dijo quién era tu papá?
¿Cuántas veces ella misma se había hecho esa pregunta?
—No lo sé. —Mimi se encogió de hombros—. Ella no es una mujer que pensara
que el pasado importe.
—Pero tu padre es el presente.
Ella se encogió de hombros.
—No había nada que pudiera hacer al respecto, así que, finalmente, simplemente
acepté que si hubiera querido estar en mi vida, habría estado.
Kevin volvió a guardar silencio, apretando la punta de su zapato de cuero
desgastado en las tablas del porche. Mimi esperó pacientemente a que él dijera lo que
pensaba. Finalmente, miró hacia arriba.
—Me gusta estar aquí.
Fue casi un desafío. De nuevo se le cayó el alma a los pies.
—Lo sé.
Otra larga pausa y luego:
—¿Crees que si le preguntáramos amablemente a Jenna y Clint nos adoptarían?
—¿Quieres ser adoptado?
—No solo yo. —Hizo un movimiento circular inclusivo con su mano—. Todos
nosotros. Tú, Tony, Melinda Sue y yo. —La emoción vibraba a través de él—. Todos
podríamos quedarnos aquí. Juntos.

~271~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Oh, Kevin.
—Soy demasiado vieja para ser adoptada.
—Entonces, tal vez puedas casarte con Jackson y simplemente quedarte cerca.
Su corazón dio un vuelco al pensarlo.
—Eso no es probable, pero si lo hiciéramos, ¿no te gustaría vivir conmigo y
Jackson?
Él frunció el ceño.
—No había pensado en eso. Pensé que éramos una familia y que encontraríamos
una familia juntos.
Ella no sabía qué hacer con eso. Aparentemente, él no la veía como a una madre
más de lo que ella se veía a sí misma de esa manera.
—¿Que siente Tony?
—Tony quiere que nos quedemos juntos.
—Ya veo. —Ella estaba tratando de ser una madre para ellos y había fracasado
completamente. Fue una revelación aplastante.
Él frotó el talón por el porche. Preocupado por un poco de polvo en el brazo de la
mecedora.
—¿Crees que encontraron a Melinda Sue?
—Estoy segura de que lo hicieron.
—Entonces, ¿por qué no están aquí?
—Probablemente están esperando a que sea de día para viajar. —Era la mentira
más plausible que podía pensar.
Él la derribó con lógica irrefutable.
—La luna es lo suficientemente brillante.
—Podrían estar demasiado cansados.
Él estuvo de acuerdo, aunque de mala gana, antes de agregar:
—Creo que a Melinda Sue también le gustaría estar aquí.

~272~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Mimi no estaba segura de por qué él estaba presionando tanto para crear su
familia aquí.
—¿Jenna te dijo algo?
—No, pero ella adoptó a Brenna, Gray y Bri. Puede que también le gustemos
nosotros. Melinda Sue puede ser pesada, pero Tony y yo podríamos mantenerla
quieta.
Demasiada angustia contenida en una frase.
—Mantener a Melinda Sue quieta es una tarea difícil.
—Sí. —Él dio una patada y frunció el ceño—. Probablemente ella lo arruinaría
todo.
El corazón de Mimi se retorció ante la aceptación derrotada en la declaración.
—¿Tuviste una familia, Kevin? ¿Ya sabes, antes de que nos conociéramos?
La negativa de su cabeza terminó en un encogimiento de hombros.
—Algo así. Mi tía me cuidó, y ella era, bueno, ya sabes dónde trabajaba.
Desafortunadamente, lo sabía.
—Mi madre está muerta. —Encorvando los hombros como para suavizar el golpe
del recuerdo, continuó—. Antes de que nos fuéramos a vivir a casa de Mac, ella trató
de encontrarme un padre. Trajo algunos hombres a casa, pero... —Golpeó el talón
sobre el peldaño de la silla—. Siempre eran malos, y después de una semana o algo
así, se iban.
—Pero tu tía lo siguió intentando. Ella te quería.
Él asintió.
—Después de un tiempo, deseaba que ella dejara de hacerlo. —Él se encogió de
hombros—. Y entonces lo hizo.
Silencio de nuevo. Esta vez, cuando se abrió la puerta, Tony salió cargado de
galletas. Le entregó una a Mimi antes de sentarse a su lado.
—¿De qué estáis hablando?
Kevin le lanzó una rápida mirada de advertencia.

~273~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Solo de esto y aquello.


Él asintió y le dio un mordisco a la galleta.
—La señora Jenna hace buenas galletas.
—Sí, ella hace muchas cosas bien.
—Me gusta.
—A mí también.
— Sin embargo, el señor McKinnley da un poco de miedo.
—Gray no lo cree así —se burló Kevin.
—Hace más tiempo que Gray conoce a Clint. —Mimi aplastó un mosquito—. ¿Te
gusta esta ciudad, Tony?
—Las personas que conocimos son agradables.
—Quizás cuando las cosas mejoren podamos volver aquí y quedarnos.
Tony la miró.
—Las cosas nunca mejoran.
Era demasiado joven para ser tan pesimista, pero, por otro lado, ¿cuándo se le
había dado una razón para ser optimista?
—Sin embargo, sería bueno poder permanecer en un lugar—admitió Tony.
—Me gustó en la otra casa —dijo Mimi.
—Sí, fue bueno pero aquí en la ciudad hay más que hacer—dijo Tony.
Kevin se animó, obviamente recordando algo.
—La señora Jenna dijo que mañana podemos comer en su restaurante.
—Es la misma comida que aquí—señaló Tony con toda la arrogancia de sus dos
años de ventaja.
—Sí, ¡pero está en un restaurante!
—Me parece emocionante—estuvo de acuerdo Mimi antes de que pudiera estallar
una pelea.
—¿Te gusta estar en la ciudad, Mimi?—preguntó Kevin.

~274~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Sí. Crecí en la ciudad. La tienda estaba a solo una manzana de distancia, y


siempre había alguien con quien hablar, algo que hacer.
—¿Tuviste muchos amigos?—le preguntó Kevin.
—Mi situación era difícil. —¿Realmente nunca habían hablado de esto antes? Ella
adivinó que no. Siempre estaba muy ocupada. Primero tratando de protegerlos en la
casa de Mac, después tratando de sacarlos y luego tratando de mantenerlos con vida.
Después, simplemente no había habido mucho tiempo para conversar—. ¿Recuerdas
cómo era cuando vivíamos en casa de Mac? ¿Cómo las personas solían asumir cosas
sobre ti por el lugar donde vivíamos?
Tony asintió y Kevin se sacudió la parte inferior de los pantalones.
—Sí.
—Bien, yo vivía en una pequeña casa en la ciudad con mi madre, pero todos
sabían que mi madre no había estado casada con mi padre. Eso en sí mismo podría
no haber sido tan horrible, pero mi madre no estaba feliz. A ella no le gustó cómo
resultó su vida, así que le gustaba hacer reglas para que todos a su alrededor la
siguieran. Las personas trataban de ser amigas de ella, pero... no lo sé. —Mimi
extendió sus manos con impotencia—. A veces yo pensaba que ella se molestaba con
ellos por querer ser sus amigos.
—¿Así que tampoco te hablaban?
Ella negó con la cabeza.
—Y si lo hubieran hecho, ella me habría dicho si podía hablar con ellos o no. Fue
difícil. —No había manera de explicar cómo su madre parecía creer que todo el
mundo tenía un motivo oculto y que era mejor que se mantuvieran alejadas del
mundo. Se había sentido muy sola al crecer. Incluso hasta el día de hoy, todavía no
estaba segura de saber hacer amigos.
—Siempre pensé que tener una madre sería divertido, pero no parece que fuera
muy divertido para ti.
Ella extendió las manos de nuevo.
—Creo que la familia es como cualquier otra cosa. Creo que debes saber cómo
hacer que funcione.

~275~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—No sé cómo hacer que funcione—confesó Tony.


—Entonces todos tendremos que hacer lo mismo. Vamos a tener que imitar a las
personas que lo saben. Si copiamos a las personas que saben lo que están haciendo,
entonces no podemos equivocarnos, ¿verdad?
Tony cambió de posición.
—Como la señora Mara y el señor Puma.
—Exactamente.
—Como la señora Jenna y el señor Clint.
—Sí. Ellos realmente saben lo que están haciendo—estuvo de acuerdo Tony antes
de añadir—. Gray, Brenna y Brianna están felices. Gray dijo que el señor Clint le está
enseñando a disparar.
Había envidia en su voz, ¿y qué podía decirle ella? ¿Qué tal vez Clint también le
enseñaría a disparar cuando ella ni siquiera sabía si iban a estar aquí?
—Estoy segura de que tendremos la oportunidad de aprender todas las cosas que
queremos hacer.
Kevin tomó el libro de la mano y pasó las páginas.
—¿Ya lo has descubierto?
Ella negó con la cabeza.
—Creo que debería poder verlo, pero no puedo.
—¿Qué pasa si descubrimos quiénes son las personas en este libro?
—No lo sé.
Tony suspiró y extendió la mano pidiéndole el libro
—Hay muchas cosas que no sabes.
Ella no necesitaba que él le dijera eso.
—Bueno, creo que así es como va a ser por un tiempo. No siempre lo voy a saber y
solo vamos a tener que improvisar.
Ninguno de los dos parecía emocionado, ¿y cómo podría culparlos? Finalmente
probaron lo que se habían estado perdiendo y ahora lo querían para sí mismos.

~276~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Lo resolveremos.
Ambos muchachos asintieron. Tony le devolvió el libro.
—Esperemos que más pronto que tarde.
—Sí. —Mirando por el sendero, esperando contra toda esperanza ver a Jackson
cabalgar sobre Little Lady con Melinda Sue segura frente a él, Mimi sintió el mismo
cansancio e inseguridad reflejados en la voz de Tony.
—Definitivamente más pronto.

~277~
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Las Promesas Deciden


Promesas 5

Dieciséis

No había nada mejor, decidió Jackson, que volver a casa y presenciar cómo tu
mujer se iluminaba como el sol sobre el horizonte cuando te veía.
—Espero que Jenna tenga el desayuno preparado—dijo Elijah, frotándose el
estómago—. Si no como algo pronto, voy a consumirme.
Clint resopló.
—Se necesitaría más de un día sin comida para que desaparezcas.
Elijah gruñó. Clint sonrió. Jackson le dio un codazo a Melinda Sue, que estaba
dormitando en la silla de montar frente a él.
—¿Ves a Mimi, Melinda Sue?
La niña se enderezó.
—¿Dónde?
Él señaló.
—Justo allí en el porche.
Se frotó los ojos, vio a Mimi y comenzó a agitar los brazos.
—¡Mimi! ¡Mimi!
Como si Mimi no la hubiera visto ya allí. Como si no estuviera bajando del porche,
con las faldas levantadas, mostrando un delicioso trozo de tobillo.
—¡Mimi!

~278~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Mimi ya estaba corriendo a través del césped mojado por el rocío hacia él, su
alegría guiaba el camino.
—Bájame —ordenó Melinda Sue, pateando—. Bájame.
La puerta del frente se abrió de golpe. Salieron Kevin, Tony y Gray. Detrás de
ellos, Jenna con una pequeña Brianna retorciéndose. Con casi dos años, era un
terremoto.
—No patees mientras te suelto. Lastimarás a Lady.
Ella cambió de patadas a menearse.
—¡De prisa!
Sosteniendo el brazo de Melinda Sue, la bajó con cuidado al suelo. Lady sacudió
sus orejas ante la conmoción pero mantuvo sus modales. Le debía una cantidad extra
de avena por su paciencia últimamente. Tan pronto como los pies de Melinda Sue
tocaron el suelo, salió disparada, corriendo por la hierba.
—¡Melinda Sue! —Recogiendo a la niña, Mimi le dio un gran abrazo,
sosteniéndola con fuerza, girando en un círculo. Por encima del hombro de la niña,
sus ojos hicieron una pregunta. Él negó con la cabeza y pronunció un “no”. No le
habían hecho daño.
Mimi abrazó a Melinda Sue de nuevo, con lágrimas brillando en sus ojos.
—¡Estaba tan preocupada por ti!
Envolviendo sus piernas alrededor de la cintura de Mimi, acunando sus mejillas
con sus manos y acercando su rostro, Melinda Sue anunció:
—El señor Jackson y yo tuvimos aventuras.
—No puedo esperar a escucharlas. —Satisfecha con la salud de Melinda Sue, Mimi
dirigió su atención hacia él—. Pero primero déjame agradecerle al señor
Montgomery que te haya traído a casa.
Moviéndose de lado, Melinda Sue le sonrió.
—El señor Jackson dice que puedo ser todo lo mala que quiera y que siempre me
traerá a casa.
Eso le consiguió una ceja levantada.

~279~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Lo dijo, ¿eh?


—Ese no fue exactamente el trato.
Melinda puso morritos.
—Lo era. —Y a Mimi le susurró lo suficientemente fuerte como para que todos la
oyeran—. Él me quiere.
Clint y Elijah se rieron a carcajadas.
Jackson tuvo dificultades para contener su propia risa.
—Maldita sea, Melinda Sue, no se supone que debas revelar los secretos de un
hombre de esta manera.
Melinda Sue estaba completamente impenitente.
—Todo está bien. Yo también te quiero.
Mimi rió, sonrió y negó con la cabeza.
Clint empujó su caballo hacia la casa.
—Voy a dejaros con eso. Me estáis dando ganas de saludar a mi esposa.
Instando a su caballo a trotar, chocando las manos con Gray mientras pasaba a su
lado, se dirigió al porche. Con gracia consumada, saltó frente a una Jenna que
esperaba. Ella lo besó con la misma pasión con la que Jackson quería besar a Mimi,
pero Clint y Jenna estaban casados y tenían privilegios que él no tenía. Todavía.
Elijah se aclaró la garganta.
—Me voy a lavar. Si no me equivoco, eso es tocino cocinándose.
Mimi solo negó con la cabeza, y siguió sonriendo al acercarse. Jackson dio un
golpe con la rodilla a Lady, más que feliz de encontrarla a medio camino.
Los chicos la alcanzaron antes que él. Emocionada de ver a los niños, Melinda Sue
chilló y se movió. Mimi se la entregó a Tony, quien la hizo girar y le lanzó preguntas
que la pequeña niña estaba feliz de responder.
Alisándose el cabello, Mimi dio seis pasos más hacia él y luego se detuvo.
Extendiendo las manos en invitación, lanzó la pelota a su cancha.

~280~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Estaba muy hermosa a la suave luz de la mañana. El rubor del esfuerzo resaltaba
el azul de sus ojos y los suaves mechones rubios en su cabello. Ella se quedó allí, con
los pechos ligeramente levantados, los labios entreabiertos, esperando que la
alcanzara. Cuando lo hizo, Mimi puso la mano sobre su muslo y dio un paso. Su
mirada buscó la suya. La de él buscó la de ella.
Ella habló primero.
—Te ves cansado.
—Te ves hermosa.
Mimi abrió la boca, para protestar, él estaba seguro. La cortó.
—Sólo di gracias.
—No puedo dejar de sonreír. Eres tan hermoso.
—Los hombres no son hermosos.
Ella le devolvió sus propias palabras.
—Sólo di gracias.
Incluso muerto de cansancio, la mujer podía hacerle reír.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez, que eres más descarada que diez personas
juntas?
—¿Sólo diez? Debo estar bajando de nivel.
Riéndose, negó con la cabeza.
—Ven aquí.
Extendió la mano. Ella agarró su antebrazo.
Apartando el pie del estribo, ordenó:
—Pon el pie en el estribo.
Ella lo hizo, atrapando su falda y casi deslizándose, pero él la sacó de problemas.
Cuando aterrizó en su regazo, con las palmas apoyadas contra su pecho, ella se echó
a reír. Nunca había habido un mejor sonido para volver a casa que ese.
Él se inclinó.

~281~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Dije que vengas aquí.


Ella se estiró hacia arriba. Jackson saboreó su risa antes de besarla. Dulce alegría,
luego pasión. Pasándole los labios por la frente, él confesó:
—Podría estar en problemas aquí.
Ella le miró, y había tanta emoción en sus ojos, que se volcó en su abrazo.
—¿Intentas romperme las costillas, mujer?
—Me preocupaba tanto que no volvieras a casa… —susurró ella, revisándole para
ver si tenía heridas. Encontró el moretón en su hombro y el que tenía en las costillas.
Él negó con la cabeza ante su ceño fruncido.
—Son solo moretones. Estoy bien.
—¿Y los hombres que se llevaron a Mellie?
—Ya no son un problema.
Sus dientes se hundieron en su labio inferior.
—¿Están muertos?
—Ya no tienes que temerlos.
Como venían los chicos, dejó de informarle sobre Mac. Siempre había tiempo más
tarde. Sonriendo, revolvió el cabello de Kevin y estrechó la mano de Tony.
—Hola chicos. ¿Sostuvisteis el fuerte mientras yo no estaba?
Kevin se enderezó.
—Lo hicimos.
—Es bueno saber que puedo confiar en vosotros.
Ambos muchachos se enderezaron un poco más. No era tan viejo como para no
recordar cómo los elogios podían hacer sentir a un hombre, sin importar la edad.
—Gracias.
Un poco de presión de su rodilla hizo que Lady avanzara.
Los chicos caminaron junto a ellos, lanzándole preguntas.
—¿Hubo una pelea?

~282~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—¿Alguien resultó herido?


Se las arregló para lograr decir un “no” y un “sí” antes de que lo golpearan con:
—¿Mataste a alguien?
El “por supuesto” murió en su lengua cuando Mimi negó con la cabeza.
—¿No deberíais preguntar primero si el señor Montgomery está bien?—dijo ella.
Tony resopló.
—Sé que está bien; de lo contrario, estarías mirando sus heridas.
Jackson no pudo decir si su resoplido cubrió la risa o el disgusto cuando ella se
quejó:
—Me gustaría pensar que esperaría hasta que él se bajara del caballo.
Risa, decidió Jackson. Definitivamente fue la risa.
Kevin fue tan rápido como para replicar
—¡Qué va! No tienes mucha paciencia.
Eso la picó. Él podía verlo.
—Ejem.
—Mimi tiene mucha paciencia cuando la necesita, pero sobre todo ella siempre se
apresura porque todos tenéis cosas que sentís que necesitáis…—imitó el gemido de
Kevin cuando quería algo—…en seguida.
Kevin puso los ojos en blanco.
—No sueno así.
Jackson ocultó su sonrisa otra vez.
—Disculpa.
Melinda Sue se retorció en los brazos de Tony.
—Quiero bajar.
No fue difícil decir por qué. Ella había visto a Gray en el porche. Él permaneció allí
como siempre hacía, con esa aura a su alrededor que la mayoría de las personas
evitaban. Melinda Sue, sin embargo, no. Ella disminuyó la velocidad cuando llegó a

~283~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

un metro de él, caminando hasta que se acercó un poco más, y entonces se detuvo y
lo miró fijamente.
Gray cruzó los brazos sobre su pecho y le devolvió la mirada. Obviamente, tenía la
intención de intimidar a la niña. Ella lo estudió, inclinando la cabeza hacia un lado. Él
inclinó la cabeza hacia atrás, menospreciándola ante su arrogancia. Sin desanimarse,
ella se puso las manos en las caderas y se acercó un par de pasos, con el vestido
manchado, las trenzas casi deshechas y todo. Se quedaron mirando así durante unos
buenos treinta segundos. Fue Melinda Sue quien puso fin a la competencia. Con un
movimiento de cabeza, ella declaró:
—Me gustas.
Gray arqueó las cejas, reuniendo aún más desdén. Bien podría haberse ahorrado el
esfuerzo. Ignorando todo su lenguaje corporal, ella subió las escaleras y se puso
frente a él, y entonces para sorpresa de Gray, lo abrazó. Él desdobló los brazos, ya
fuera para alejarla o abrazarla no estaba claro. Al final, se quedó allí, con los brazos
extendidos y se dejó abrazar.
Eso era más de lo que Brenna podía soportar. Brenna había reclamado a Gray
desde que se habían encontrado detrás del salón hacia un año. Ignorando la sacudida
de la cabeza de Gray, ella se acercó y le exigió:
—¡Para eso!
Si el rojo del cabello de Brenna mostraba su temperamento, el tono de su voz
declaraba una guerra.
Melinda Sue parpadeó sus grandes ojos azules mirando a Gray.
—¿Vas a dejar que ella me lastime?
Gray parpadeó y frunció el ceño a Brenna.
—No.
—¿Puedo hacerle daño?
Esta vez el “no” fue más fuerte. Melinda Sue puso morritos. Gray finalmente
descubrió qué hacer con sus brazos. Él le dio un rápido abrazo. Brenna frunció el
ceño.
Jackson se rio entre dientes y susurró al oído de Mimi.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Esa no será la última vez que dos chicas pelean por ese chico.
Ella asintió.
Aunque él estaba demasiado lejos para escuchar el susurro, Clint obviamente tenía
la misma opinión.
—Vamos a tener las manos ocupadas en los próximos años.
Gray se desenredó de Melinda Sue. Ella no estaba contenta. Hizo un puchero y
anunció:
—De todos modos no quería ser tu amiga. —Y se marchó dando pisotones.
Observándola, Clint sonrió.
—Y tú también.
Jenna salvó el día.
—Melinda Sue, ¿por casualidad te gustan las galletas de mantequilla?
Melinda Sue se detuvo.
—¿Galletas?
Jenna asintió.
—Resulta que tengo un plato de galletas muy especial guardado solo para ti.
Su expresión se serenó.
—¿Solo para mí?
Jenna asintió.
—Solo para ti, e incluso tengo algo de buena leche en la fresquera para
acompañarlas.
La sonrisa de Melinda Sue apareció.
—Me encantan las galletas.
Jenna extendió la mano. Melinda Sue la tomó sin dudarlo.
—Entonces, ¿por qué no vienes conmigo? Hoy, dejaremos que los muchachos
hagan el trabajo mientras vamos a tomar un tentempié.

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Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Por encima de su hombro, Melinda Sue sacó la lengua a Kevin y Tony, que
simplemente pusieron los ojos en blanco. Brenna parecía contenta de que Melinda
Sue se fuera, mientras que Gray simplemente negó con la cabeza y observó:
—Esa se sale demasiado con la suya.
—Mantenerla contenida es algo así como intentar controlar un tornado —dijo
Jackson. Little Lady se detuvo en la talanquera. Los niños tomaron las riendas.
—¿Estás lista para bajar? —Le preguntó a Mimi, que se acurrucaba contenta contra
él.
La cabeza de Mimi asintió, pero su cuerpo dijo que no. En algún lugar a lo largo
de su breve recorrido, las curvas de su cuerpo se habían fundido en los planos de él,
como si fueran uno. No solo se sentía bien, se sentía correcto. En el pasado, había
tenido una idea abstracta de cómo sería que una mujer lo saludara de la forma en que
Jenna y Mara saludaban a sus esposos. Cómo se sentiría tener a alguien iluminarse
como lo hacía Elizabeth cuando veía a Asa. Tener a alguien con quien discutir en la
forma en que Brad hacía con su Evie. Y ahora lo sabía. Ni siquiera había estado cerca.
—Tendrás que soltarlo.
Ella suspiró.
—Eres muy mandón.
Él sonrió y sacó el pie del estribo.
—Agárrate de mi brazo.
—Ya veo. Un mandón.
—Ya veo. —Vio la plenitud de sus pechos tensando el corpiño de su vestido azul
favorito. Vio las manchas debajo de sus ojos que hablaban de falta de sueño. Vio la
palidez de su piel y la preocupación que se aferraba a los bordes de su sonrisa.
—¿Qué ves? —le preguntó mientras la bajaba al suelo.
—Veo que estabas preocupada por mí.
Ella frunció la nariz.
—Tal vez un poco.

~286~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Él sonrió ante la admisión a regañadientes, pasó la pierna sobre la silla y saltó. Tan
pronto como sus botas tocaron el suelo, dijo:
—Tal vez más que un poco.
Elijah, quien había estado detrás y observando, como era su costumbre, llevó su
caballo a la talanquera y desmontó a tiempo para escuchar a Clint bromear:
—Amor de juventud.
Elijah resopló.
—¿Así es como lo llamamos?
Mimi se sonrojó con un rojo brillante.
—Nadie dijo nada sobre el amor —replicó Jackson. Si es posible, el rubor de Mimi
se intensificó. Con un gesto de su mano, Clint les señaló a los dos.
—Eso es porque nadie sintió la necesidad de decir lo obvio.
Elijah se echó a reír.
Mimi gimió.
Y Jackson suspiró. Se había descubierto el pastel. Poniéndose el sombrero en la
cabeza, agarró la mano de Mimi y casi la arrastró escaleras arriba.
—Quiero una galleta.
***

Mimi probó las galletas. También probó el jamón de la cena que Jenna había
preparado. Y ahora, sentada alrededor de la mesa del comedor de los McKinnley,
estaba añadiendo una taza de café a la mezcla en un intento por calmar sus nervios.
Ninguno de sus esfuerzos tuvo éxito. Con los niños a su alrededor, no habían tenido
tiempo para hablar de lo que había sucedido con los secuestradores. Y supo por las
miradas que los hombres estaban intercambiando que algo más había sucedido allí.
Algo más grande que los secuestradores muertos. Si no se lo contaban pronto, iba a
explotar.
—¿Puedes decirme otra vez por qué estamos esperando a Asa?
—Porque Elizabeth querrá participar en esto—explicó Jackson.

~287~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Y no nos está dando una opción—señaló Clint secamente.


—Y necesitamos al reverendo—dijo Elijah, agregando crema a su café—.
Definitivamente necesitamos al reverendo.
—¿Por qué? —¿Por qué, por qué, por qué? La pregunta se repetía en su mente—.
¿Estáis tratando de volverme loca?
La mano de Jackson buscó la suya debajo de la mesa.
—Te lo dije, no tienes nada de qué preocuparte. —Entrelazando sus dedos con los
de ella, apretó suavemente. Mimi quería consolarse con eso, pero no podía. Era como
si todos formaran parte de un club exclusivo con su propio lenguaje especial. Y ella
no era miembro.
—Entiendo que todos vosotros habéis estado juntos por mucho tiempo y que
habéis desarrollado una gran comprensión de cómo funcionáis todos, pero solo os
conozco desde hace tres semanas, y, confía en mí, no es tiempo suficiente para tanta
fe.
Jackson tuvo el descaro de levantar una ceja.
—Estás rompiendo mi corazón.
Ella clavó sus dedos amenazadoramente en su mano.
—Si tuviera un atizador de alfombras en la mano en este momento…
—¿Qué harías?
Ella suspiró y cedió.
—Tendría la casa más limpia de la ciudad.
Y él podría tener un golpe en su cabeza.
Jenna negó con la cabeza mientras Clint se quedaba allí sentada sonriendo. A
través de la ventana, Mimi podía ver a Elijah afuera fumando. En el otro extremo,
Jenna chasqueó la lengua.
—Eres tan mala como Melinda Sue.
Sentada en su silla, ella gruñó:
—Bueno, ¿cuánto tiempo se tarda en llegar aquí?

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—Asa y Elizabeth tienen el bebé.


—Y Evie no puede llegar a tiempo a cualquier lugar para salvar su vida.
Clint asintió.
—Es verdad. Y el reverendo no es mucho mejor. Demonios, el hombre llegó
literalmente tarde a su propio funeral.
—¿Cómo es eso posible?
—Tienes que conocer al reverendo.
Las miradas de complicidad que el grupo compartía la hacían sentir más extraña.
Lo que solo la irritaba más. Golpeteando con sus dedos sobre la mesa, ella murmuró:
—¿Entonces me estás diciendo que solo tengo que ser paciente?
—Es una virtud.
Le lanzó una mirada furiosa a Jackson.
—Puedes decir eso todo lo que quieras; todavía no la va a hacer una de mis
virtudes.
—No todas las sorpresas son malas —señaló Jenna.
— Bueno, es mejor que esta sea extraordinaria.
***

Finalmente, todos estaban aquí, menos Puma y Mara. Incluso si no hubiera


habido complicaciones con su embarazo, Mara estaba demasiado avanzada como
para arriesgarse a saltar por la noche en un carro. Los niños estaban todos en la cama,
y para evitar la posibilidad de ser escuchados, todos se desplazaron al patio
delantero. Clint había encendido un fuego para mantener alejados a los insectos. Era
bastante acogedor sentarse en las sillas que estaban colocadas afuera, viendo bailar el
fuego y escuchándolo crujir. Incluso podría haber sido romántico, excepto por el
hecho de que la ansiedad la estaba carcomiendo.
Finalmente Asa, rompió el silencio.
—¿Qué tan bien conociste a tu marido? —preguntó.

~289~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Hace unos cinco minutos, habría respondido “Demasiado bien”, pero por el
tono de tu voz creo que la respuesta correcta sería “No lo suficiente”.
Brad se echó el sombrero hacia atrás.
—Hice un poco de investigación. Es un hombre interesante. No tenía demasiada
educación, pero su creencia de que todo el mundo quería arruinarle lo hacía muy
hábil en algunas áreas. Ese código que cifra los nombres en su libro es bastante
sofisticado. Pero el hecho de que eligiera proteger esa información en una caja en su
casa fue bastante descuidado.
—¿Qué quieres decir con hice investigación?
—Mi padre era un prominente pastor en el este. Tiene conexiones con mucha
gente. Me envió un telegrama.
Mimi se encogió de hombros.
—No sabía mucho sobre su vida empresarial. A veces tenía fiestas en la casa en las
que yo hacía de anfitriona, pero no sé qué hacía cuando se iba de la casa.
—Aparentemente tu esposo pasó mucho tiempo vigilando a muchas personas con
la intención de chantajearles—dijo Brad.
—Esos hombres son muy poderosos—agregó Jackson.
Mimi asintió.
—Eso tiene sentido. Mac podría salir de la casa con un problema insalvable y
volver dos horas más tarde con la solución. Lo que siempre me sorprendió de eso era
lo despreocupado que estaba sobre los problemas cuando pasaban y cuando se
resolvían.
—Como dije, hombres muy poderosos.
Brad giró su taza de café.
—Normalmente, sería un error chantajear a tantos hombres poderosos. Excepto
que Mac era lo suficientemente inteligente como para escalonar sus demandas.
Parecía tener una habilidad especial para saber cómo obtener lo que quería sin tener
que ejercer demasiada presión.
—Algo así como un ataque leve de gota —explicó Brad.

~290~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Mimi se rió junto con todos los demás. Cuando terminó la risa, sin embargo, el
estrés volvió.
—Todo lo que quiero saber es si sus contactos pueden dirigirse aquí.
—Podrían, pero eso no será un problema.
—¿Por qué no?
Asa sacó un pedazo de papel de su bolsillo.
—Te dejó una herencia.
El papel crujía con la brisa. La realidad golpeó con una agresión paralizante. Ella
no podía respirar, no podía lograrlo.
—¿Está realmente muerto? ¿Estás seguro?
La lenta pronunciación de Elijah se mezcló con el rugido en sus oídos.
—No muchos de los que se meten con lo que es de Jackson viven para lamentarlo.
—¿Jackson?
—¡Oh, Dios mío, atrápala! —exclamó Jenna.
El mundo se inclinó y ella fue lanzada a una rugiente oscuridad. Repentinamente
se enderezó y fue levantada cerca de un pecho duro.
—Ven aquí, dulzura.
Jackson. Gracias a Dios. Algo a lo que aferrarse. Debajo de su mejilla, podía
escuchar el ritmo constante de los latidos de su corazón. Puso la mano sobre él,
anclándose a través del tacto y el sonido. Cerrando los ojos, ella respiró su aroma.
—Jackson. —Obligándose a abrir los ojos, Mimi agarró su brazo y le preguntó de
nuevo.
—Sí.
Ella lo miró a los ojos. La verdad estaba siempre en los ojos de Jackson.
—Deletréamelo.
—Está muerto. Lo maté.
—¿Por qué?

~291~
Sarah McCarty

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Promesas 5

—Por lo que os hizo a ti y a los niños. Porque se lo merecía.


El rugido comenzó a disminuir. Mac estaba muerto. Verdaderamente muerto.
Lamiendo sus labios, ella susurró:
—Gracias. —Y luego—. Estoy libre.
Entrecruzando los dedos, Brad la miró.
—No del todo.
Realmente no importaba qué cosa nueva hubieran ideado para complicar este
problema. Nada podría ser tan malo como Mac.
—No voy a dejarte aguar mi felicidad. Mac está muerto. Es hora de organizar una
fiesta.
—Todavía no.
Asa le entregó el papel. Lo abrió, las letras y los números en él no significaban
nada para ella.
—No entiendo qué es esto.
—Eso —señaló el código—, es la clave de tu libertad. Sin eso, nunca estarías a
salvo.
—Está bien. ¿Pero cómo lo uso?
—Con esa clave podemos descifrar todos los nombres en ese libro. Y con los
nombres, podemos devolver a los legítimos dueños todo lo que tengamos sobre estas
personas.
—Son palabras en una página, ¿cómo podemos devolverlas?
—Primero, de forma anónima. Nadie sabe quién eres. Nadie sabe quién ha leído
ese libro. Y eso es importante. Es por eso que los niños no están aquí. Porque si una
palabra de esto sale, y cualquiera en el libro descubre quiénes somos, podrían decidir
tomar medidas de protección.
—¿Quieres decir matarnos?
¿Alguna vez terminará?
—Tendrán que pasar a través de mí para llegar a ti —dijo Jackson.

~292~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

Ella le dio unas palmaditas en la mano distraídamente, su mente dando vueltas.


—¿Te das cuenta, cuando dices eso, que no es un consuelo? No te quiero muerto.
—Es bueno saberlo.
—No sé cómo puedes bromear en medio de todo esto. ¿Te das cuenta de que al
venir aquí firmé vuestra sentencia de muerte?
Elijah negó con la cabeza.
—Señora, ¿esos del Este? Tienen que ponerse al final de una muy larga fila. No
hemos sido exactamente vagos cuando se trata de recolectar enemigos.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —Ella los conocía lo suficientemente bien como para
saber que tenían un plan.
Fue Brad quien respondió.
—Vamos a tomar la clave y el libro y decodificar todos los nombres. Arrancaremos
las páginas de ese libro y las enviaremos de forma anónima a los propietarios con el
mensaje diciendo que Mac está muerto y que se acabó.
—Pueden considerarlo un regalo de Navidad anticipado.
—Un regalo de Navidad muy anticipado.
—Estoy seguro de que será apreciado.
—¿Por qué no podemos dejarlo simplemente y no hacer nada?—preguntó Mimi—.
Quemar el libro y seguir adelante.
—Porque esos hombres saben que la información está ahí fuera. Es lógico que Mac
mantenga algún tipo de registro. Querrán controlar esa información una vez que
sepan de la muerte de Mac.
—Y la mayoría en esa lista tiene el dinero y la influencia para cazar a cualquiera.
—La mejor oportunidad que tienes es devolverles lo que es suyo. Y devolverles
sus vidas. Dejar claro que eso es lo que está pasando y estar alerta.
—¿Qué pasa si no están satisfechos?—preguntó Mimi, sin querer realmente la
respuesta.
—Entonces trataremos con ellos —dijo Elijah con escalofriante desapasionamiento.

~293~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Pero no creo que llegue a eso. Los hombres de negocios entienden un buen
trato.
—¿Estás bien con esto, Mimi?—preguntó Jenna—. Después de todo, esta es tu
vida.
Ella sopesó sus opciones.
—Sí.
El pulgar de Jackson rozó sus labios en una parodia de un beso. El hormigueo le
bajó por la columna vertebral. Deseó que los demás se hubieran ido.
—¿Está arreglado, entonces? —preguntó Asa.
Ella asintió.
—Sí.
—Bien.
—Bueno, ahora que eso está resuelto—dijo el reverendo—, me gustaría hablar de
otra cosa.
Todos le miraron. Mimi fue la única lo suficientemente tonta como para preguntar:
—¿De qué?
El reverendo se recostó en su silla, observando a todo el mundo como un león
delgado y perezoso. Haciendo un templo con los dedos, miró a Mimi y a Jackson.
—Me gustaría hablar de que tú y Jackson continuéis viviendo en pecado.
El estómago de Mimi dio un vuelco. El pulgar de Jackson se detuvo. El “no sé a
qué te refieres” de ella fue débil incluso para sus propios oídos.
En contraste, el “eso no es asunto tuyo, Reverendo” de Jackson fue frío y duro.
El reverendo solo sonrió.
—No puedo hacer eso legítimamente, Jackson. Se me han acercado las buenas
damas de la ciudad. Están preocupadas por los niños.
Era la pesadilla de su vida. La que no se iría. Mimi apretó sus manos juntas.
—No he hecho nada malo.

~294~
Sarah McCarty

Las Promesas Deciden


Promesas 5

No fue una mentira completa. A los ojos de la iglesia, tal vez ella había pecado,
pero en su corazón, absolutamente no.
Jenna se puso de pie.
—Brad, detén esto.
Elijah arrojó su cigarrillo al fuego.
—No creí que las almas inmortales fueran tu ámbito de experiencia, reverendo.
Jackson puso su mano sobre la de ella. Su pulgar dibujaba círculos calmantes en el
dorso. Mimi estaba agradecida por el apoyo.
Brad arqueó una ceja hacia él. El cabello rubio que caía sobre su frente no lo hacía
lucir como un predicador.
—Como en cualquier profesión, un hombre tiene que comprenderlo desde todos
los ángulos.
Jackson inclinó la cabeza.
—¿Y tienes el pecado cubierto?
—Soy un hombre casado. Ahora tendrías que preguntarle a mi esposa qué tan
bien está mi pecado.
Todos se volvieron hacia Evie. Ella levantó las manos.
—¡Sabéis que no puedo responder una pregunta como esa! Soy la esposa de un
predicador.
Mimi no sabía si reír o llorar. Jackson no parecía tener la misma ambivalencia.
Poniéndose de pie, gruñó.
—No creo que quiera escuchar a dónde se dirige esta conversación.
Todos los demás también se pusieron de pie. La luz del fuego bailaba a través de
sus rasgos. Fuera del círculo de luz, invadía la oscuridad.
El reverendo se bajó el sombrero sobre la frente.
—Se dirige al matrimonio.
—¿De quién?
—Tuyo.

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Promesas 5

—¿Por qué?
—Porque, francamente estamos un poco preocupados de que no tengas el sentido
común para ver lo que hay delante de ti—dijo Brad.
—Entonces, ¿me estáis tendiendo una emboscada?
Mimi no podía decir si Jackson estaba enojado o divertido. Pero ella, estaba
mortificada.
Evie extendió las manos y se encogió de hombros. No hubo una pizca de disculpa
en el gesto.
—Parecía sensato.
—Por si sirve de algo estoy pensando en ello como un estímulo sorpresa—dijo
Elizabeth.
Jackson puso los ojos en blanco.
—Seguro que sí. ¿Alguna vez se le ocurrió a cualquiera de vosotros imbéciles que
no quisiera casarme?
Si el suelo pudiera abrir convenientemente un agujero gigante frente a ella en ese
momento, Mimi se habría lanzado de cabeza. Estaban arrinconando a Jackson.
Obligándole a hacer algo que claramente no quería hacer. Era humillante.
Vergonzoso. Sin embargo, lo bueno de ser toda una persona adulta era que ya no
tenía que sentarse y tolerar ser el blanco de las bromas de la gente.
—Disculpadme. —Girándose, comenzó a caminar.
—¡Mimi! —la llamó Jenna—. No te vayas.
No iba a quedarse. Dejando que la tenue luz de la luna la guiara, se dirigió al
bosque. Un mosquito picó rápidamente su cuello. Ella lo maldijo y lo abofeteó. Vino
otro. Mimi decidió correr. Meterse más profundamente en el bosque. Lejos de la casa.
Lejos de la dolorosa y humillante realidad de que mientras ellos atormentaban a
Jackson, ella patéticamente había estado conteniendo el aliento, esperando que él se
lo propusiera. Esperando que hubiera sido su idea. Queriendo que fuera así.
La única tonta esta noche había sido ella.

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Promesas 5

Diecisiete

—¿ Te has vuelto loco?—preguntó Jackson, pasándose la mano por el pelo,


tomando nota de la dirección en que Mimi se había lanzado.
Brad suspiró.
—Tal vez.
—En su defensa eso no fue en absoluto como habíamos planeado—dijo Elizabeth.
Asa levantó sus manos.
—No tuve nada que ver con eso.
—Yo tampoco —dijo Elijah.
Jackson miró a Brad.
—¿Pero tú sí?
Brad miró a Evie y dejó escapar un suspiro.
—Perdí una apuesta.
No fue necesario un genio para averiguar qué tipo de apuesta había sido. Si tenía
alguna duda, el rubor de Evie la disipaba.
—¿Saboteaste mi propuesta e hiciste escapar a mi potencial esposa hacia la noche,
por una apuesta?
—¿Ibas a proponerlo? —jadeó Jenna.
—Bueno, ¿por qué no dijiste algo? —espetó Evie.

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Promesas 5

—Probablemente porque no era asunto nuestro—intervino Brad, agarrando la


mano de Evie y haciéndola bajar.
—Pero si hubiera sabido que tenía el sentido que Dios le había dado a un
mosquito, no habría interferido—murmuró ella, apoyándose contra su pecho.
Jackson cogió un par de mantas de las sillas.
—Es bueno saberlo, y cuando regrese mañana, puedes explicárselo a Mimi.
—¿Mañana?—preguntó Asa con un arco de su frente.
Jackson se bajó el sombrero y murmuró:
—Después de toda vuestra ayuda, estoy pensando que costará un montón de
persuasión para que me vea como un potencial marido.
***

No fue difícil encontrarla. Había corrido principalmente en línea recta hasta que
se topó con un árbol. Y entonces se desplomó. Todavía estaba derrumbada, sentada
contra la base, con las rodillas apoyadas en el pecho, fingiendo que no sabía que él
estaba allí mirándola.
—¿Vas a hacerme estar aquí toda la noche?
Ella suspiró pero no levantó la cabeza.
—En realidad espero que si te ignoro el tiempo suficiente, te marcharás.
—No va a pasar. —Agachándose frente a ella, Jackson le levantó la barbilla con la
punta de su dedo. Su cara estaba roja y sus mejillas manchadas. Maldita sea. Ella
había estado llorando La próxima vez que viera a Brad iba a patearle el culo—.
Mírame, dulzura.
Le tomó un minuto, pero cuando finalmente lo hizo, la desdicha en sus ojos
rompió su corazón. En voz muy baja, dijo:
—Nunca me rindo.
Ella se lamió los labios.
—Deberías.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

Pasando el pulgar por la piel húmeda, preguntó:


—¿Por qué?
Su encogimiento de hombros era más como un presentimiento.
—Lamento que te hayan hecho eso.
—¿Por qué?
Su cabeza se levantó de golpe.
—¿No puedes encontrar algo más que decir, que “por qué”?
—Sí. —Tenía mucho que decir—. Y tan pronto como respondas a eso, podemos
llegar a ello.
—Tal vez no quiero.
De pie, sacudió una manta.
—¿Qué estás haciendo?
—Instalarme. Parece que se va a necesitar tiempo.
Ella solo lo miró fijamente.
—Estás loco.
—Y soy guapo. —Se sentó en la manta y le pasó un dedo por la nariz—. Es una
buena idea agregar algunos cumplidos a tus insultos.
Ella le dio un manotazo en la mano.
—No es un insulto si es verdad.
Con una palmadita en la mano, señaló la manta.
—Ven aquí.
—No.
Con un tirón, la llevó a su lado. Necesitaba abrazarla.
—Sí.
Ella se sentó rígidamente en sus brazos. Tomando la segunda manta, la envolvió
alrededor de sus hombros y los envolvió juntos.

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Sarah McCarty

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Promesas 5

—No tiene sentido luchar contra esto, sabes. He estado lejos de ti por tres días.
Estoy bastante decidido a abrazarte.
—¿Por qué?
—Porque te extrañé. —Él frotó su barbilla sobre la parte superior de su cabeza—.
¿Ves lo fácil que es responder una pregunta simple?
—Depende de la pregunta.
Volviéndose, se recostó contra el árbol. Tirando de ella con él, la puso sobre su
regazo. Sus caderas llenas acunaron su polla. Sus suaves pechos presionaban contra
su tórax. Su antebrazo se acomodó cuidadosamente en la curva de su cintura. Olía a
vainilla. Echaba de menos la madreselva. Apoyando la cabeza contra el árbol,
saboreó el momento.
—Maldición, te sientes bien.
—Hablar dulcemente no te llevará a ningún lado.
—Entonces no lo intentaré. Es hora de que respondas mi pregunta, Mimi.
—Tus amigos trataron de obligarte a casarte conmigo. No quiero que un hombre
sea humillado para casarse conmigo.
Inclinando la cabeza hacia un lado, estudió su expresión.
—¿Me conoces?
—Esos eran tus amigos.
—Quiénes se encargaron de meter las narices donde no les importaba. Se
disculparán mañana.
Ella dejó caer su cabeza a su pecho.
—¿Esto podría empeorar?
—Dame un minuto, y ya veremos.
Su risa era débil pero estaba allí.
Él podría trabajar con eso.

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Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Dado el interés de que mis planes para esta noche vayan bien, voy a resumir las
cosas. Mis amigos son obstinados pero de buen corazón. Les gustas. Les gusto. A sus
ojos, uno más uno hace dos.
—¿Y a los tuyos?
—No tengo la paciencia para las sumas. Solo sé lo que quiero.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás. La luz de la luna acariciaba su rostro. Ella era tan
bella que dolía.
—¿Y qué es eso?
—A ti.
Ella se congeló.
Él se encogió de hombros.
—El reverendo me quitó el protagonismo.
—No tienes que decir eso.
—Dulzura, no tengo que hacer nada. Soy Jackson Montgomery.
Eso consiguió la sonrisa que buscaba.
—¿Alguna vez eres serio?
—Todo el tiempo. Simplemente nadie parece darse cuenta.
Ella abrió la mano sobre el corazón de él.
—Me he dado cuenta.
—Sí. —Esperó a ver lo que ella haría. Mimi no habló durante un largo momento.
Podrían haber sido segundos o minutos. Parecieron horas. Había un mosquito
zumbando en su oreja. Él no lo golpeó. No quería interrumpir el momento. Sintió el
instante en que tomó una decisión. La tensión en sus músculos disminuyó y ella
exhaló con un prolongado suspiro. Finalmente, dijo:
—Me gusta cómo me siento en tus brazos.
—¿Cómo es eso?
En lugar de responder, ella se apartó de su pecho y se sentó a horcajadas sobre su
regazo.

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Las Promesas Deciden


Promesas 5

—Mejor preferiría mostrártelo.


Él miró sus manos apoyadas en sus hombros.
—¿Estás preocupado de que vaya a resistirme?
—Tienes un lado terco.
—Cierto. —Sus manos se acercaron a los botones de su vestido—. No estoy loco y
solo un hombre loco rechazaría una oferta como esta.
El primer botón se soltó fácilmente. El segundo fue un poco más terco. Cuando el
tercero se separó, él tenía acceso a la piel sensible de su nuca. Lo aprovechó al
máximo, dibujando pequeños círculos sobre la piel expuesta. Su escalofrío fue directo
a su polla.
—¿No estás de acuerdo?
—Sí.
La carne de gallina que surgió después de eso le inspiró.
—Date la vuelta.
—Pensé que yo te estaba mostrando.
—Dame unos dos minutos y me estarás mostrando todo tipo de cosas.
No fue fácil dar la vuelta ante la orden cuando sus faldas estaban envueltas
alrededor de las piernas, un tronco encajado contra su muslo, y el deseo estaba
minando la coordinación de sus músculos, pero Mimi lo logró. No limpiamente, y no
sin reírse, pero al final ella estaba sentada en el regazo de Jackson de espaldas a su
pecho y con las manos apoyadas en las rodillas masculinas.
—En mi cabeza, eso era mucho más suave—confesó Jackson, todavía riéndose.
A Mimi le gustaba eso de Jackson. A pesar de toda esta intensidad podía reírse de
sí mismo. Ella se sacudió el pelo de los ojos.
—En la mía, también. Me temo que no voy a ganarme la vida como una mujer
fatal.
—Si fueras más “fatal”, esto terminaría antes de empezar.
Sí. Sí lo haría. La prueba presionó contra sus nalgas. La pasión que zumbaba entre
ellos vibraba en una conexión tangible. Dondequiera que tocaran, había potencial.

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Promesas 5

Cada vez que se movían, había placer. Entre sus muslos, su polla palpitaba. En su
espalda, los dedos de él rozaron tentativamente mientras le desabotonaba el corpiño.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Qué parece?
—Parece como si estuvieras atormentándome.
—¿Por qué haría eso?
—Porque te gusta escucharme gemir.
—Me gusta. ¿Te gusta esto?
“Esto” fue un ligero arrastre de sus uñas por su espalda.
La carne de gallina surgió a lo largo del recorrido. Su escalofrío fue fuerte y largo.
La risa de él fue baja y profunda.
Lo hizo de nuevo, y esta vez cuando el escalofrío golpeó, sus labios estaban allí
para capturarlo. Cálidos, húmedos y provocadores, reunieron ese placer y lo
extendieron aún más, depositando besos suaves por su espalda, acariciándola
mientras se revelaba un nuevo territorio botón a botón.
No tuvo que decirle que se arrodillara. Ella no tuvo que pedirle que continuara. En
este baile estaban en perfecta sincronización. El deseo alimentaba el deseo. La pasión
impulsaba la necesidad. Y la necesidad…
Oh, se moría de necesidad. Sus pechos se estremecían por su toque, su coño
palpitaba por su posesión, y su piel rogaba por su caricia. Era una tortura
simplemente arrodillarse allí, dejar que pintara su aprecio en su piel con besos
demasiado ligeros, caricias demasiado fugaces para satisfacer. También era dicha.
Ella no quería que se detuviera nunca.
—Hermosa sirena.
—Sí. —Él la hacía sentir hermosa, deseable. La hacía sentir mucho. Ella no sabía
cómo contenerlo. Pero sí sabía cómo mostrarlo.
Las palmas de sus manos le recorrieron la espalda y los hombros antes de
deslizarse por sus brazos. Su corpiño iba con ellas, revelando sus pechos a la noche y
a su disfrute. Sus pezones alcanzaron su punto máximo. Le dolían los pechos.

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Promesas 5

—Jackson —susurró.
Sus labios rozaron su oreja.
—Dime. Dime lo que necesitas.
—Necesito que me toques.
—¿Dónde?
—Aquí. —Tomando sus manos, ella las arrastró hasta sus senos, suspirando de
alivio cuando él tomó las curvas llenas, gimiendo cuando el pulgar y el índice
encontraron las puntas sensibles.
—Sí. Oh, sí.
Rudo y profundo, su “sí” se hizo eco del suyo.
Durante interminables momentos la mantuvo allí con intensa expectación,
haciéndola enfocarse, haciéndola desear, antes de finalmente, pellizcarla muy
ligeramente. Una vez. Dos veces. Y entonces apretó con más fuerza, durante más
tiempo, atrapando esas fragmentadas sensaciones de anticipación y atándolas a los
rayos de placer desgarrador que atravesaron sus reservas. Retorciéndose en su
regazo, ella gimió y tembló, cerrando los ojos para poder sentirlo más. Ella lo quería
todo.
—Más.
—Siempre.
Quería que él le diera todo, y quería devolverlo. La emoción, la pasión, el placer.
El amor. Y, oh, sí, ella quería darle amor. Arqueándose en sus manos, se estiró hacia
atrás y liberó los botones de sus pantalones. Y entonces lo tenía en la mano. Seda lisa
sobre acero duro. Una promesa esperando ser entregada.
Su toque en sus pechos se hizo más áspero. Su mano sobre su polla más suave,
atormentando y tentando, sacando otro gruñido de su garganta, tratando de llevarlo
más allá del punto de no retorno.
Quería que la tomara, fuerte y rudo, tan completamente que no pudiera decir
dónde empezaba él y terminaba ella. Le deseaba. Le necesitaba. Los dientes de él
apretados contra su piel entre su hombro y cuello, se detuvieron. Dejándose caer ella

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Promesas 5

apretó su coño contra su ingle, restregándose contra él, seduciéndolo mientras la


estaba seduciendo.
—Mierda, sí.
Él mordió y ella gritó. La mordedura picó, le quemó la piel y, dentro de ella, la
espiral se tensó.
—¡Jackson!
—Sí.
La mano de él en la base de su cuello la empujó hacia adelante. ¿Cómo podía
hacerle esto? Hacerla volver loca de lujuria, tan necesitada que gimió y arqueó la
espalda cuando él le arrojó las faldas sobre la espalda, ofreciéndole todo con los
muslos extendidos. Con un fuerte desgarrón, él rompió los pololos por la mitad. El
suave tejido se deslizó por sus muslos cuando él vino sobre ella.
Se sentía pequeña, vulnerable y femenina arrodillada ante él, completamente
expuesta. Se imaginó que podía sentir el calor de su piel. El recuerdo de cómo él se
sentía no era nada en comparación con la realidad cuando la punta ancha y gruesa de
su virilidad se acomodó en casa. Ella no pudo evitar ponerse rígida.
—Con calma, ahora. Sabes que puedes tomarme.
Ella asintió.
—Lo sé, pero...
Pero siempre existía un primer momento en el que ella luchaba antes de que el
dolor se convirtiera en placer.
—Sin peros. Te tengo.
Y él lo hizo. Sus dedos separaron sus pliegues, deslizándose a través del calor
resbaladizo hasta que encontraron su clítoris hinchado. Al principio, fue suave,
provocaba y tentaba mientras le acariciaba los pezones, la seducía para que superara
sus miedos y la atraía hacia ese fuego sin mente donde solo quería arder. Con él. Solo
él. Debajo de la superficie, podía sentir la salvaje espera. Y ella la deseaba.
—Jackson.
—Sí.

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Promesas 5

—Por favor.
Con la rodilla, él empujó para abrir más sus muslos. Con su polla la separó aún
más. Sus dedos tiraron del clítoris, estirándolo y retorciéndolo, dándole lo que más
necesitaba mientras el deseo giraba en espiral. La espiral se tensó y la realidad se
desvaneció hasta que existía solo este momento. Esta necesidad.
El azote en su culo la tomó por sorpresa. La picadura se mezcló con el placer. Ella
saltó y él empujó. Sus músculos se rindieron y su polla se abrió paso profundamente.
Ella gritó y por primera vez él la dejó.
—Canta para mí, dulzura.
Y lo hizo. Una y otra vez, montando el vibrante placer, luchando por tomar más,
siempre más, regocijándose cuando él lo dio, dándole la bienvenida más
profundamente hasta que ella sintió que tocaba su alma.
Era demasiado. Enterrando los dedos en la manta, trató de aferrarse, pero no
pudo. Este era Jackson. Estos eran ellos y cuando él tocó ese lugar ahora, y gruñó,
ella se rindió, en cuerpo y alma. Volviendo a gritar mientras él se impulsaba
fuertemente en su interior, su nombre era un susurro áspero en su oído. El de él, una
suave espiración.
Ella se derrumbó sobre la manta. Él la siguió, todavía duro en su interior. Mimi se
movió. Jackson se rió.
—Deja de tentarme, mujer. Tengo una noche sin niños que interrumpan y tengo la
intención de conseguir mi abrazo.
Ella abofeteó a un mosquito en su brazo.
—Tú y los mosquitos.
—Mmm. —Él limpió uno de su hombro—. Estoy empezando a sospechar una
conspiración.
Rodando sobre su espalda, Jackson se palmeó el hombro. Mimi nunca había
recibido una invitación más bienvenida. Moviéndose, ella se acomodó en sus brazos.
Él levantó la manta. Era la cosa más natural del mundo acurrucarse en su costado,
tomar su polla en su mano, escuchar el latido de su corazón. Estar resguardada en
sus brazos. Mimi se quedó allí por un tiempo, y dejó que su mente vagara. Como
siempre hacía, regresaba a su infancia y a la cuerda floja de la culpa sobre la que su

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madre la hacía caminar. Y por primera vez, se dio cuenta de que no importaba. Su
madre había hecho lo que había pensado que era lo mejor, pero Mimi ya no era esa
chica que sentía que tenía que expiar su existencia. Durante el último año, había
encontrado su objetivo
Apoyándose en su codo, Jackson se inclinó sobre ella. Su pelo acarició su pecho; su
pulgar acarició su mejilla.
—Un centavo por tus pensamientos.
Ella no podía ver su rostro, pero sintió su sonrisa.
—Estaba pensando que me gusta aquí.
—¿Aquí en Cattle Crossing o aquí en mis brazos?
—Ambos, pero principalmente lo último.
—¿No extrañas a los niños?
Ella negó con la cabeza.
—Estoy un poco celosa de Jenna, ella hace que la maternidad se vea muy fácil,
pero también estoy empezando a aceptar que no tengo que ser todo para Melinda
Sue y los niños. No soy su madre, pero puedo ser la mayoría de las cosas y todo
estará bien. No su madre, sino algo cercano.
—Así que resolviste eso. Bien.
Ella tocó su sonrisa.
—Aprendo lentamente.
—No voy a discutir eso.
—¿Basado en qué?
—Basado en el hecho de que no puedes ver cuando un hombre está locamente
enamorado de ti.
—¿Qué? —Ella no podría haberlo escuchado bien.
—No parezcas tan conmocionada. —Él acercó su boca—. Te amo. Siendo ese el
caso, Mimi Banfield, ¿me harías el honor de ser mi esposa, mi compañera, mi amor
por el resto de tus días?

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Todos sus sueños se unieron, salpicados de polvo de hadas y tocados con magia.
Pero una joven Mimi no podría haber sabido qué hacer con un hombre como
Jackson. Habría huido, habría luchado, habría dejado que el miedo destruyera todo.
—¿Estás seguro? —le preguntó ella, solo para ser justos—. Los niños también
vienen.
—Siempre estoy seguro, y no lo haría de otra manera.
Porque sonaba tan arrogante ella bromeó:
—Bien. Entonces puedes decirles que están atrapados con nosotros.
—No espero quejas.
—¿Ni siquiera de Kevin?
— No.
—¿Qué te hace estar tan seguro?
—Él te quiere y confía en mí. Además, le prometí un rifle.
—Así que lo sobornaste.
Él enarcó una ceja.
—¿Alguna queja?
Ella negó con la cabeza.
—Ni una.
—¿Qué hay de ti? ¿Estás segura? —preguntó—. ¿Crees que puedes abandonar
Bentley’s Folly para convertirte en la esposa de un ranchero en dificultades?
—No estarás en dificultades por mucho tiempo. —De eso, estaba segura—. Y sí,
estoy deseando que llegue.
—Seremos solo nosotros. A papá le está gustando California.
Ella trató de enarcar una ceja, fracasó, así que se conformó con ladear la cabeza.
—¿Estás tratando de disuadirme?

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Sarah McCarty

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—No. —Con los toques más ligeros, él le acarició la mejilla con un dedo. La caricia
familiar era tan contundente como un beso—. Solo asegurándome de que estés
segura.
Ella se recostó en su toque. Al instante, sus dedos se abrieron, ofreciéndole apoyo.
—¿Segura? No, puedo pensar en un millón de razones por las que estás
cometiendo un error.
—¿Pero?
Volviendo la cabeza, ella presionó sus labios contra su palma.
—Pero si estás decidido a lograrlo, me sentiría honrada de ser tu esposa, tu
compañera y tu amor.
—¿Por qué?
Ella sonrió suavemente y acunó su rostro en sus manos. Este tipo de inseguridad
sabía manejarla, porque él le había enseñado.
—Porque te amo. Te amo con mi cuerpo, mi corazón y toda mi alma. Te he amado
desde que te metiste en ese pozo del infierno soltando ridiculeces, y eso solo ha
crecido desde entonces. Solía asustarme, pero ahora me emociona y no puedo
imaginar el futuro sin ti. —Besándolo suavemente, ella preguntó—. ¿Cómo fue eso?
Enganchando el brazo alrededor de su cuello, él negó con la cabeza y acercó más a
Mimi.
—Parece que estoy hecho para esto.
Ella sonrió y suspiró ante su beso
—Puedes manejarlo.
***

Todos estaban allí. De pie ante el altar con su padrino, Clint, Jackson miró
alrededor de la iglesia, decorada en blanco y verde, y se sintió en paz. Con la
excepción de su padre, que había enviado un telegrama de felicitación, todas las
personas que había conocido en su vida estaban allí. Personas con las que había
desayunado, con las que trabajó, con las que se rió y con las que luchó por un pastel.
Sus amigos y su familia, en la forma de McKinnley, Swanson y MacIntyre. Su vida

~309~
Sarah McCarty

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Promesas 5

contada a través de los rostros de las personas que amaba. Un sentido de continuidad
que apreciaba ahora que estaba agregando otra cara, otra faceta. Era bueno.
El organista comenzó a tocar. La suave música flotó a través del lugar, silenciando
la charla.
Jackson se enderezó.
Brad, sosteniendo su Biblia, se inclinó hacia delante.
—¿Estás seguro de esto?
Nunca había estado más seguro.
—Por supuesto.
—Todavía tienes tiempo para escapar—bromeó Clint.
—Cállate, Clint.
El otro hombre se rio entre dientes. Desde la primera fila, Jenna lo hizo callar. La
música se detuvo. Todos se volvieron expectantes. El organista se lanzó a la marcha
nupcial. Jackson, junto con todos los demás, contuvo el aliento, esperando el primer
vistazo de la novia.
Las puertas dobles en la parte de atrás se abrieron. Melinda Sue entró, pareciendo
un ángel rosa con su vestido nuevo, lanzando pétalos de rosa a derecha y a
izquierda. Detrás de ella, Mimi caminaba por el pasillo, Tony y Kevin, que se veían
incómodos pero elegantes con sus nuevos trajes, uno a cada lado.
Jackson nunca había visto una novia más hermosa. El vestido verde claro abrazaba
la figura de Mimi antes de ensancharse con una falda llena de encaje. Su cabello
estaba recogido hacia atrás en un elegante moño que mostraba la longitud de su
cuello, y una ornamentada trenza con una corona de margaritas le rodeaba la cabeza,
dándole la apariencia de una etérea princesa. Caminó por el pasillo como si no
tuviera ninguna preocupación en el mundo. La cabeza alta, la barbilla nivelada, los
ojos mirando al frente, el ramo de rosas blancas sostenido ligeramente en su mano.
Cuando llegó al altar, él le tendió la mano. Sin dudarlo, Mimi la tomó. Ignorando el
protocolo y todos los que esperaban, él le hizo la misma pregunta que se le había
hecho a él.
—¿Estás segura?

~310~
Sarah McCarty

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Promesas 5

Su sonrisa se enterneció y ella acarició con el pulgar el dorso de su mano.


—Por supuesto.
—Todavía tienes tiempo para escapar—ofreció Clint.
Mimi no dudó.
—Cállate, Clint.
Clint se rió entre dientes.
—Seguro que ella es tu mujer.
Sí, lo era. Llevándose la mano de Mimi a los labios, Jackson le dio un beso en el
dorso y le sonrió a los ojos. Juntos se giraron hacia el reverendo.
—Estamos listos.

Fin

~311~

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