Está en la página 1de 20

1

Huelga

“En la huelga rural, el abuelo Casimiro, que participaba en la Sociedad Obrera, defendió la causa de los trabajadores
del campo y sufrió las consecuencias. Mi abuela Idalidad contaba que a veces llegaba a la casa lastimado y ella lo
cosía, pidiéndole que dejara la actividad gremial”.
(Jaime Alvarez)

“Mamá (Marcelina Zamarripa) estaba por tener a Rodolfo en plena huelga rural y papá no quiso que quedáramos en
el campo por temor a que la partera no llegara, porque los caminos se habían vuelto peligrosos, entonces nos
trajeron a Santa Cruz.
Me acuerdo que nos llevaban a la playa a ver los barcos y los cúters. Atracaban donde antes estaba el frigorífico
Armour y en lanchones, bajaban los pasajeros y las mercaderías.
Cuando los huelguistas soltaron a unos prisioneros, fuimos a verlos porque llegaban de Piedra Buena en un cúter.
Con ellos estaba Ventura Abal, hermano de la tía Sara Abal de Arbilla, que estaba como encargado de la estancia "El
Porvenir". Me acuerdo que íbamos caminando y el tío José Arbilla llevaba de la mano a su hijo "Tito".
Mi hermano Rodolfo nació el 12 de noviembre de 1921, en la casa de los tíos José y Sara.
Unos días después, mis padres quisieron volver al campo y nos fuimos a Piedra Buena, me acuerdo que los
huelguistas cortaron los cables de la balsa sobre el río Santa Cruz, después los balseros los arreglaron como
pudieron y había que cruzar con mucho cuidado. Empezamos a andar y como la balsa no alcanzaba a llegar hasta la
orilla, unos metros antes los balseros nos cargaban en brazos hasta la orilla, después el tío José y papá volvieron con
los balseros para cruzar los coches.
Me acuerdo que a mi hermano Juan Francisco lo pasaron primero y quedó sentadito en la otra orilla esperándonos,
después los balseros le dieron que tenga a Rodolfo, recién nacido y luego cruzaron papá y mamá, a caballito de los
balseros, para evitar mojarse.
El tío José Arbilla llevaba a su hijo "Tito" porque Sarita había quedado con la mamá.
Quedamos en la estancia "Manantial Chico", del tío José Arbilla, esperando que llegaran los carros con las
provisiones que iban a “La Medialuna”. Darío Gorchs fue en su vehículo hasta Piedra Buena y desde ahí viajamos
juntos, encontramos el puente sobre el río Chalía bastante estropeado porque lo habían quemado. Cruzamos
despacio y por fin, llegamos a la estancia.
A nosotros nos llevaron la caballada y rompieron alambres, pero en el casco no hubo daños.
El tío Américo Berrando era corresponsal del diario "La Prensa" de Buenos Aires y cuando los huelguistas leyeron lo
que había mandado al diario se enojaron y fueron a buscarlo. Cuando llegaron a la estancia, se encontraron con su
madre, doña "Pepa" y le dijeron: "Señora, le vamos a destruir toda la estancia, pero no por usted, pero le vamos a
dejar un poco de despensa porque está con los nietos, pero si hubiera sido su hijo, así como le hacemos picadillo la
estancia, le hubiéramos hecho a él".
(Elisa Arbilla)

“En la huelga hubo días en que los mismos gerentes de los grandes comercios de San Julián tuvieron que ir a la
playa para descargar las chatas de los barcos porque los estibadores estaban en huelga. Nosotros, que éramos
pibes, andábamos entre los soldados porque nos llamaba la atención verlos”.
(Fermín Sánchez)
2

“En 1920, Frazer y Patterson le encargaron a mi padre (Nicanor Hernández) que viajara al Chubut a buscar otra tropa
de carros y mulas, comisión que cumplió sin inconvenientes.
Cuando ya había empezado la huelga rural y hubo una revuelta, culparon a mi padre y al tío Domingo, que, "sin
comerla ni beberla", estaban haciendo un flete de lana para Frazer. Resulta que en San Julián se había corrido el
rumor de que “los gallegos" eran los cabecillas, entonces el Ejército salió a buscarlos y tanto le llenaron la cabeza al
capitán Varela, que dijo que si no los podían agarrar iban a pagar diez mil pesos por sus cabezas.
Un tal Mercedes José Hernández (que no era familiar), se enteró de los comentarios y recordó que mi padre y su
hermano andaban por la zona de “Mulak Aike” y fue a avisarles que al día siguiente saldría el Ejército a buscarlos.
Ese hombre llegó a “la compañía” (estancia Coronel), dejó el carro y siguió a caballo hasta que los encontró antes de
llegar a “Mulak Aike”. "Te anda buscando el Ejército, si no ha salido anoche, salió hoy bien temprano. Dicen que vos
sos uno de los cabecillas y en cuanto te agarren, te matan a vos y a tu hermano".
Mi padre pensó que lo mejor era volver cuanto antes al pueblo y le dijo a uno de los empleados más viejos: "Larguen
aquí nomás que yo me voy para el pueblo". Entonces buscó una mula y mi tío otra: "Si nos agarran juntos nos matan,
es mejor que vayamos separados; por lo menos que quede uno. Nos encontramos en el pueblo. Yo me voy por el
cañadón de “la compañía”, vos andá por el otro lado. El que llega primero ubica a mister Frazer y le avisa".
Marcharon todo el día y toda la noche sin comer, llevaban sólo unas tortas en el bolsillo. Ya cerca de San Julián, mi
padre vio una polvareda y pensó que ahí iba la tropa, entonces subió a una cuesta, escondió la mula y desde el
pedrero donde estaba escondido vio pasar la tropa. Más adelante se subió a la mula y poco después llegó al pueblo.
Esto nos lo contaba mi padre, pero ahora algunos tienen otra versión, dicen que cuando papá y el tío estaban en
“Mulak Aike” con las chatas "Facón Grande" los acompañaba y que se escondieron en el galpón, adentro de unos
tambores y los soldados no los encontraron.
En verdad, afortunadamente mi padre pudo llegar a San Julián y llamar por teléfono a mamá, que estaba en “La
Colmena”, para que le pidiera a mister Frazer que viniera al pueblo. “La compañía” y “La Colmena” tenían teléfono y
estaban comunicadas con el pueblo.
Al día siguiente llegó Domingo y se escondió en casa, después Frazer vino a San Julián y le dijo a mi padre que iba a
arreglar todo: ¡Quedate acá en la casa, no te hagas ver, que yo te voy a traer todo lo que precises"!.
Mister Frazer fue a la comisaría y habló con el comisario: "Ninguno de los de mi gente tiene que ver con esto, ellos
solamente vienen cargados de lana para el pueblo", aseguró. El comisario habló con el capitán Varela, que ya había
dado la orden de que los matasen donde los agarraran: "¡Van a matar a dos inocentes que vienen trabajando con las
tropas cargados de lana!", entonces Varela se entrevistó con Frazer y mandó otra comisión, dejando sin efecto la
orden anterior. ¡Se las vieron feas!...
Juan Verdejos era quien hacía el reparto de “La Anónima” con un Ford T. Cuando llegó el Ejército secuestró algunos
vehículos y la firma prestó su camión con la condición de que don Juan fuera el chofer.
Verdejos contaba que, cuando llegaron a la zona de “Mulak Aike”, vio que tenían a los huelguistas atados con
alambre a los postes del corral hasta que los llevaban al pueblo. Como uno de los hombres se escapó, un sargento
acusó a Verdejos de haberlo soltado: "Este fuiste vos ...Yo no me voy a echar la culpa de que se me fue a mí, así que
tengo que decir que fuiste vos y si fuiste vos, ponele la firma de que cuando venga el capitán Varela te mata".
Verdejos le dijo que él no tenía nada que ver, pero el sargento lo amenazó con que lo iba a mandar a atar a un poste
y se asustó tanto que les gritó: "¡A mí me van a matar hijos de una gran puta, pero por la espalda" y se metió en una
laguna cercana.
Había sido una broma de mal gusto de los soldados, a los que él había venido cargando durante el viaje. Después le
rogaban que saliera del agua antes de que llegara Varela”.
(José Hernández, San Julián)
3

“Cuando empezó la huelga papá seguía trabajando en el campo, siempre en la zona de San Julián, y los huelguistas
con los que se encontró quisieron llevarlo, pero como él se negó, insinuaron que le inutilizarían la máquina de
esquila. El les explicó que no estaba involucrado en nada y que solamente estaba para trabajar, que todo lo que tenía
le había costado mucho ganarlo y les pidió que por favor se lo respetaran. El líder de la partida de huelguistas fue
bastante considerado y lo dejó tranquilo.
Un sobrino, Isidoro López Arroyo, vino de España y estaba trabajando en el campo con el amigo de papá, Lázaro
Gonzalo, entonces pasó por la estancia en donde ellos estaban y no los encontró, entró a los dormitorios y sobre las
camas reconoció sus ponchos con las iniciales bordadas. En un primer momento pensó lo peor, que los habían
matado, pero después supo que habían tenido que huir raudamente. Esta fue una época de mucha confusión e
incertidumbre. Cada cual cuidaba su pellejo lo mejor que podía”.
(Luciano Arroyo)

“En otro momento mis padres (Manuel Castro y Francisca Noya) fueron a un puesto de la estancia “La Costa” y con
ellos estuvo un hermano de mamá, Jesús Noya. En la huelga del ´21 la pasaron fea y por miedo a que los
huelguistas o los militares se los llevaran, se escondieron: Jesús en la leñera y papá en el pozo de agua, adonde hizo
en un costado una cueva para esconderse. Un día llegaron los militares y preguntaron por el puestero y mamá dijo
que estaba trabajando en el campo, pero Jesús no aguantó los nervios y salió corriendo. Cuando lo vieron le
dispararon y cayó herido en una pierna; se acercaron, y antes de rematarlo le preguntaron el nombre: "¡Soy Jesús
Noya!" y lo salvó tener el mismo apellido que el estanciero Ibón Noya, todos pensaron que eran parientes.
En esa época mamá estaba embarazada y contaba que pasaban por el puesto preguntándole: "Su marido ...¿de qué
lado está?" y papá le había dicho que les dijera que era "leal", porque los que no se adherían a la huelga eran
llamados "carneros". Ella vivía tan angustiada que su embarazo tuvo complicaciones y quince días después de
nacida la nena, Carmen, ésta falleció y la sepultaron en el campo.
Terminada la huelga y estando mamá embarazada de mí (Elena), decidieron alejarse y viajaron a Buenos Aires. Ese
tiempo lo pasaron "chochos" de la vida y ahí nací yo, pero las changas no alcanzaban y la plata se terminaba.
Pensaron que lo mejor sería volver al sur, donde se ganaba más, entonces vendieron la casa y en 1922 regresaron al
campo. Yo tenía tres meses.
Un tiempo después nos fuimos a la estancia “Los Alamos”, propiedad de los Gilli y que administraba Alfredo
Gutiérrez. Papá carneaba, arreglaba la quinta y el jardín, y mamá trabajó como cocinera, pero solamente en tiempos
de la esquila”.
(Marcelino, Aurora y Elena Castro)

“En la huelga mamá (Dolores Ariztizábal) fue testigo junto a los militares de la firma del primer convenio, entre los
estancieros y los huelguistas, que después no prosperó. Todos estaban en “El Tero” y le pidieron a mamá que leyera
los términos del tratado para tener una opinión y ella dijo: "Esta muy bien... pero esto trae otra"... y después se vino...
Estábamos en “El Tero” donde papá era el capataz y don Juan Clark llevó a las mujeres y a los chicos al pueblo
mientras que papá se quedó en la estancia con el personal. La situación se ponía difícil y un grupo de huelguistas
llegó a la estancia y dijo que al día siguiente iban a llevarse a la gente para que se uniera a ellos, entonces papá se
adelantó y ordenó al campañista que buscara todos los caballos y le dijo al personal que preparara las pilchas.
Todos se fueron a caballo hasta Puerto Natales, incluso José De Diego, que estaba contratado con su esposa y no
sabía montar. Papá siguió a caballo solo hasta Punta Arenas y de ahí pasó a Gallegos y le avisó a Juan Clark que el
alemán Walter Knoll, consejero del personal de “El Tero”, corría peligro y Clark volvió al campo justo a tiempo para
4

evitar que los militares lo fusilaran... ya le habían hecho cavar la fosa”.


(Eusebio y Juan Ríquez)

“Mis padres no querían hablar de la huelga, porque vivieron esa época y la sufrieron. Un día mamá cocinaba para los
huelguistas y al otro día, cocinaba para los militares que estaban de paso. Estaba embarazada y no pudo acostarse
en varios días, contaba que pasaba por su dormitorio y acariciaba la cama.
Mi papá no estaba, porque lo acusaron de anarquista y los militares se lo llevaron a la estancia “Anita”. Poco antes de
los fusilamientos apareció el capitán Viñas pidiendo un chofer y dijo: "Quiero a Severino Camporro". Gracias a este
pedido papá sobrevivió.
En El Cerrito, el tío Armando salvó a un sobrino de Varela de que lo mataran los huelguistas, que lo tenían como
rehén. Un tiempo después los militares capturaron a Armando y lo tuvieron en Paso Ibañez, pero, cuando Varela supo
que lo iban a fusilar, le dio la orden escrita a Baltasar Martínez, que hacía el correo, para que lo buscara: "Traigan a
Camporrito. ¡No me lo toquen!". Era demasiado tarde. Supimos que a Armando lo desnudaron, lo ataron al alambre y
lo quemaron vivo. Eran varios hombres los que corrieron la misma suerte. Unos días después pasó por ese lugar un
estanciero y conmovido ante semejante cuadro, les dio sepultura. Otros dicen que primero lo fusilaron y después lo
quemaron. No sé, pero Armando tenía veintitrés años.
En 1922, después de haber pasado todo esto, mis padres vendieron el hotel de Charles Fuhr y se fueron a Puerto
Natales. Mamá decía que el pueblo estaba dividido en dos: por un lado, las casas de familia y por el otro, los
burdeles.
(Haydee Camporro)

“En 1921 nació su hija Haydee. En Charles Fuhr, el abuelo (GerónimoBerberena) tenía buen trato con toda la gente
de campo y es por eso que a él nadie lo molestó. Es verdad que los huelguistas llevaron víveres del negocio mientras
que el abuelo solamente tomó nota de lo que sacaron. Contaban que cuando alguien llegaba, por seguridad la abuela
María Cruz se encerraba con sus hijas en el sótano”.
(Sañín y Sonia Simunovic)

“Hipólito Mon tenía dieciocho años cuando estaba de encargado de la sucursal de “La Anónima” en Jaramillo. En la
huelga le aconsejaron abandonar el negocio y esconderse porque los huelguistas pasarían por ese lugar, sin
embargo Hipólito desoyó los consejos porque no quería dejar la sucursal sola. Un grupo llegó, pero lo vieron tan
joven que lo dejaron tranquilo y tampoco saquearon el negocio”.
(“Chola” Mon)

“El río Calafate, en diciembre, cuando venía el deshielo de la primavera, crecía como un mar y el agua corría fuerte,
desbordando hacia otro que se formaba al costado. Había un puente precario y el día que llegaron unos militares en
un Ford T, la creciente había trabajado tanto el terreno que uno de los extremos del puente quedó en el aire. El auto
entró al puente y quedó colgado, ellos como pudieron se bajaron y llegaron al hotel.
Mi papá (José Pantín) estaba en Buenos Aires haciendo trámites por el pleito del campo con los Menéndez. Mamá
estaba con nosotros y estaban los peones del hotel: Manuel Neira, Enrique Caraballeda, Manuel Castro, un chileno
que le ayudaba a mamá en la cocina y alguien más. Estos militares enseguida se llevaron a culatazos a los peones
hasta la orilla del puente. Al rato llegaron más soldados en un camioncito Tour Wheel Drive y se pusieron de rodillas
apuntándoles. Esa gente era humilde y trabajadora, no hicieron mal a nadie. Por suerte no fue más un susto,
después los soltaron y los militares se fueron.
5

Un día venían los militares y otro día llegaban los huelguistas. Mamá no los dejó entrar al hotel y les dijo:
“¡Momentito!”, buscó a todos sus hijos y nos llevó a la puerta de entrada: “¡Tiren!” y todos guardaron las armas.
Otra vez vinieron como cuatrocientos huelguistas con las tropillas robadas de las estancias, que dejaban peladas, sin
un solo macarrón. Se alojaron en carpas y pilchas entre los matorrales, tenían hambre y enlazaron hasta nueve
vacunos. Uno de ellos caminaba hasta el animal y le clavaba el cuchillo en el cogote para que se desangrara y
cayera. Eran vacunos de la estancia “Anita”. Nosotros vimos todo eso.
En el hotel estaba el tío Ramón, hermano de papá, que era jovencito, dieciséis años, y los huelguistas le decían:
“¡Che, pibe, vení con nosotros que vamos a la huelga!. Mamá lloraba y le pedía que no fuera, pero él le decía: “¡Yo
también soy hombre!”. Mamá lo sujetó y no se fue. Esto fue a fines de 1920.
Al año se reunieron otra vz unos cuatrocientos hombres en los matorrales. Eran huelguistas que estaban en la zona
del Cerrito, otro grupo venía de “El Tero”, otros de Tres Lagos y de Cañadón León. Ahí otra vez le dijeron: “¡Che, pibe,
por qué no venís que ahora vamos a la pacificación. Soto y Oyarzún van a ir a la “Anita”!”. Esta vez mamá no pudo
retenerlo y Ramón fue con ellos.
En “Anita” ya estaba la tropa preparada y los encerraron en el galpón de esquila. Sabemos que les sacaron todo lo
que tenían y ahí, algunos estancieros y administradores, eligieron a la gente que quisieron, que fueron los únicos que
se salvaron. Al tío Ramón, como a tantos otros, nadie los reclamó y lo fusilaron.”
(“Lekys” y Julia Pantín)

“Mi papá (Hilario Arias) nació en Felechas, León, y emigró a la Argentina porque fue convocado a pelear en Africa y
como ya habían muerto en esa todos los muchachos del pueblo, su madre, Ana María Acevedo, hizo que él
escapara.
Era 1921 cuando vino a Gallegos donde estaba su hermano Eutimio Arias, pero, cuando llegó, los Areces lo
recibieron y le contaron que Eutimio había sido fusilado en la estancia “Anita”, a raíz de la huelga rural.
(Lucía Arias)

“Durante la huelga, los militares al mando del coronel Varela le solicitaron a papá los camiones para transportar las
tropas a distintos puntos del territorio. Ese momento fue traumático, porque muchos de sus compañeros de trabajo
fueron capturados para ser fusilados. Papá contaba que cuando él llegaba a la estancia donde tenían prisioneros a
los hombres de campo, los veía hacer sus fosas. Un día, Varela le dijo: "¿Tiene algún amigo en la fila?..", y papá
señaló a varios y se los llevó.
El no quería hablar sobre este tema, porque le resultaba dolorosa la idea de no haber podido salvar a más hombres”.
(“Nena” Núñez)

“El edificio del hotel (Gallegos Norte) contaba con un altillo. Mamá nos contaba que cierto día, durante la huelga del
año 1921, dos huelguistas aparecieron semidesnudos tocando la puerta del hotel. Mamá estaba sola con sus
primeras hijas, que eran chicas. Se acercó a la puerta y ellos le dijeron: "Por favor señora, escóndanos. Nos viene
persiguiendo el comisario Ritchie". Mamá se apiadó y les dijo que subieran rápido las escaleras y se ocultaran en el
altillo. Al rato apareció en un Ford T, Ritchie, acompañado por algunos policías. El comisario le dijo a mi madre:
"Señora, entréguenos a los huelguistas que deben estar dentro de su hotel". Mamá se plantó firme en la puerta de
entrada y les dijo: "Acá no hay ningún huelguista. Si usted quiere saber algo, pregúntele a mi marido que ahí viene
llegando, en el río. Pregúntele a él, a mí no tiene nada que decirme". Esperaron a mi padre y Ritchie le dijo: "Lo
felicito, tiene una mujer muy valiente" y se fueron enseguida.
6

Los dos hombres bajaron del altillo y mamá les dio de comer en la cocina. Uno de ellos, José Alonso, explicaba
temeroso que había sido capturado junto a otros hombres de campo y llevados a un lugar para cavar la fosa. Los
hicieron desnudar y un plantel de soldados les disparó. Él cayó entre los demás y después se dio cuenta de que
estaban muertos. Había sufrido solamente un rasguño.
Contaba que de noche caminaban escapándose y de día se escondían entre las matas. Decía que un día vieron de
lejos que se acercaban unos vehículos con soldados y desesperadamente se cubrieron con tierra. Uno de los
vehículos pasó exactamente al lado y no los pisó por escasos centímetros. Alonso relataba que durante siete días no
comió bocado y cuando encontró un huevo de avestruz, lo comió con voracidad. A raíz de eso y los nervios, se
enfermó de una dolorosa úlcera... Muchos hombres de campo cayeron sin tener nada que ver con el conflicto”.
(Adolfo Iglesias)

“En época de la huelga papá estaba llevando una tropilla de la estancia donde trabajaba en el lago Argentino y los
militares lo apresaron. Esa vuelta se salvó porque le explicó a un soldado que no andaba más que trabajando y
cuando lo largaron le regaló su reloj y un anillo. Más adelante lo agarraron otra vez, pero en un momento mucho más
peligroso, porque fue a parar al galpón de la estancia “Anita”. Un poblador que estaba con Varela: Alfredo "Quisón"
Fernández, vio a papá entre los huelguistas capturados y le preguntó: "¿Qué haces acá Ulpiano?" y papá le explicó
que lo llevaron a la fuerza con los rurales y que se murmuraba que los iban a fusilar a todos. Fernández le habló a
Varela y se salvó”.
(“Chilín” Alvarez Fueyo)

“En la huelga papá (Salvador Mallo) estaba en la sección “Magán” de “Las Buitreras” y los militares llevaban cuanto
peón encontraban, pero Julia García de Fernández lo tuvo escondido en el entretecho de su casa durante una
semana. Los militares pasaron por el lugar y les pareció extraño que la señora de Manuel Fernández estuviera sola
en el campo, sin embargo, no hicieron más preguntas y se fueron. Con él estaba escondido Jesús Casas, que salvó
su vida de milagro durante un fusilamiento. No murió porque la bala quedó atrapada en el nudo del pañuelo de seda
que llevaba al cuello. Entonces, se hizo el muerto y esperó a que los militares se fueran. El, cuando iba al bar
“Conin”, mostraba como trofeo el pañuelo abierto lleno de agujeros”.
Cuando terminó la huelga, papá dudó de seguir viviendo en Santa Cruz y envió una carta a su primo de Buenos
Aires, José Mallo, diciéndole que no sabía si viajar a Chile o a otra parte, pero finalmente se quedó”.
(José Mallo)

“Me acuerdo que durante los sucesos de la huelga de 1921, la cantina de la pensión permaneció cerrada. Una vez vi
llegar a mi tío Alfredo ensangrentado por defender de la policía a los trabajadores rurales. Y cuando la policía quiso
inspeccionar la pensión, mi tía Matilde se plantó en la entrada y le dijo al comisario Ritchie: "No, no... acá no pasa
nadie", porque en el pozo de agua y en otros lugares, se habían escondido algunos trabajadores asturianos”.
(Argentina Ruiz)

“Mi esposo (Sergio Muñiz) me contó que vino de España a los dieciocho años a la estancia de la viuda de Pello. En la
huelga terminó en “Anita”. Decía que los arrearon como animales. Allí, con Eduardo Llaneza salvaron el pellejo de
los fusilamientos a último momento. Ya les habían hecho cavar las fosas. Más adelante Llaneza pobló “El Lucero”.
(Felicia Pérez)
7

“Uno de mis primeros recuerdos de infancia fue la huelga rural y los comentarios sobre los huelguistas que entrarían
al pueblo en cualquier momento. Un día de verano vino a casa una vecina para alertar a mamá: “¡Doña Esperanza,
ahí vienen los huelguistas! Y sentimos los cascos de los caballos y el motor de los pocos vehículos que tenían. Mi
papá estaba en el campo trabajando y fue detenido por los militares, pero pronto lo dejaron libre, en cambio a su
hermano Marcelino casi lo fusilan y papá logró impedirlo viajando a Gallegos para pedir su libertad. Hubo tiroteos de
un lado y el otro del río Santa Cruz entre huelguistas y militares y en casa mamá pegó los colchones contra las
ventanas y nos llevó a todos los chicos al sótano hasta que pasó la balacera. Mi papá siguió trabajando en el taller,
pero como era considerado sospechoso, un soldado de Marina lo vigilaba”
(José Muñiz)

“En La Esperanza vivimos la huelga del '21 y en la confusión de algunos hechos a papá se lo llevaron del hotel. Fue
conducido a las filas de fusilamiento que formaron en estancia “Anita”, luego nos contaría que en el saco largo que
vestía tenía un revólver y que, de haberlo revisado, tal vez se hubiera complicado su situación, entonces presionó el
arma contra el fondo del bolsillo hasta formar un agujero y dejó caer el revólver entre la tela y el forro del mismo saco.
Gracias a Dios un estanciero lo reconoció en la multitud y le pidió a los militares que lo dejaran en libertad: "Este es
un gringo bueno" y papá logró salvarse.
Mamá quedó muy asustada por esos sucesos y abandonamos el hotel para radicarnos en Río Gallegos. Papá formó
tres comparsas de esquila con las que salía al campo en la temporada y también se dedicó a la mecánica arreglando
todo tipo de maquinarias y motores”.
(Alicia Bull)

“Cuando fue la huelga rural, papá (Gutiérrez) estuvo entre los peones que encerraron en el galpón de la estancia
“Anita”, pero una noche, afortunadamente, pudo escapar. Los que no lo hicieron, después fueron fusilados. Mamá
contaba que en 1921, estando en Gallegos, los policías entraban al hotel para revisar las habitaciones y a golpe de
culata, buscaban huelguistas escondidos entre los colchones de las camas. En 1921 nació nuestro hermano José y al
tiempo, mis padres decidieron regresar al campo, trabajando primero en la sección “Sarmiento”, de la Bajada de
Miguez. Papá guanaqueaba para vender las pieles a los mercachifles que llegaban hasta la zona del Lago. En 1925
mamá viajó a Gallegos acompañada por nuestro hermanito José, para dar a luz a una niña, Piedad, que fallecería
pronto”.
(“Gento” Gutiérrez, Calafate)

“Papá, "Manolo" Ajís, recordaba que durante la Huelga del 21 él tenía siete años de edad y que escuchaba las
conversaciones y sentía la preocupación de la gente que pasaba por el hotel. Recordaba la mañana en que las
tropas militares llegaron en los camiones Four Wheel Drive, que el Ejército tomó de Luis Núñez, pasaron por Cerro
Fortaleza, desayunaron y continuaron viaje a la zona de Lago Argentino”.
Habían quedado estacionados cerca del hotel seis carros cargados de mercaderías que iban camino a estancia
“Anita”; precisaba que tres eran de “Willy” Mc Coll, uno era de Sixto Boillos y otro de Enrique Cozzeti. Decía que los
dueños de los carros los dejaron y se fueron con las caballadas, pero que Cozzeti se quedó en el hotel y que en los
atardeceres, cuando oscurecía, algunos huelguistas se acercaban para sacar víveres de los carros hasta que el
abuelo Nicolás les preguntó cómo comprobaría luego que ellos se habían llevado determinada cantidad de
mercadería, y un cabecilla le contestó: "No se haga problema don Nicolás" y escribió en un papel: "Retiramos de los
carros estacionados en Cerro Fortaleza, mercadería que necesitamos..." y firmó "La Comisión de Huelga".
Afortunadamente en el hotel no pasó ninguna desgracia porque el abuelo Nicolás tenía buen trato con todos y se
8

mantuvo al margen del conflicto”.


(Héctor Ajís)

“En la época de la huelga rural, contaba papá (Guillermo Clark), iban a la escuela y cuando salían veían una gran
polvareda a la altura del antiguo hipódromo que estaba en las afueras. Mucha gente creía que eran los huelguistas y
que pensaban en atacar el pueblo, pero en realidad eran unos pocos que tenían automóviles y estaban corriendo una
carrera, entre ellos, Ibón Noya y Luciano Carrera”.
(“Mito” Clark)

“Mientras fue la huelga del ´20 estaban juntos en el hotel del San Martín los tres matrimonios, los Leyenda, los García
Leyenda y los Vila, aún sin hijos. Ellos sabían que si llegaban los huelguistas dirían: “Tres hombres, tres mujeres,
quedan las mujeres y un solo hombre” y a los demás les daban un caballo y un fusil para pelear con ellos contra el
Ejército. El tío Aureliano-que era el dueño del hotel-se quedó con las tres mujeres mientras que papá y Fabián Vila se
fueron a esconder a orillas del lago San Martín. Estuvieron veinticuatro días escondidos y de noche el tío les llevaba
la comida.
En el hotel pararon los soldados y mamá les preparó la comida. Ella recordaba que Varela siempre daba la espalda a
la pared temiendo un atentado”.
(Armando García Leyenda)

“En la huelga, el barco Almirante Brown estaba anclado frente a la playa y en las noches veíamos el resplandor de un
inmenso reflector que desde el barco alumbraba el poblado, porque se había corrido la noticia de que los huelguistas
tomarían al pueblo por asalto.
En el medio de esos sucesos papá fue detenido por el Comisario Sotullo, para averiguaciones, por orden del Teniente
Varela. Papá tenía buen trato con su personal y hubo quienes pensaron que él estaba del lado de los huelguistas, es
por eso que fue preso y el comisario le pidió una coima de dos mil pesos para dejarlo en libertad y le dijo que, si no
accedía, tenía orden de matarlo. Mamá estaba con nosotros, que éramos chicos, papá reunió el dinero y pagó para
salvar su vida. Finalizada la huelga, Varela fue homenajeado en el Club Social y papá, que era Presidente de la
Sociedad Española y no estaba invitado al banquete, fue hasta el lugar y por escrito le pidió a Varela que frente a su
familia, esposa e hijos y la colectividad española, necesitaba demostrar que era un hombre honesto, honrado y que
no había merecido el mal trato del que había sido víctima. Varela le contestó al pie de la carta que había sido
detenido por su orden, pero que no tenía ningún cargo en su contra”.
(Adolfo Oroz)

“En la huelga del ´21 los huelguistas rebeldes pasaron por el campo, se llevaron los víveres del despacho y
revolvieron toda la casa buscando armas. Ellos querían llevarse como rehén a papá, pero cuando vieron a mamá y a
nosotros tan chicos, que llorábamos desconsoladamente, se compadecieron y lo dejaron. En la estancia estaba el tío
Generoso Alvarez, hermano de mamá, que se escapó a caballo para que no lo llevaran. Los huelguistas se llevaron
víveres, armas y los caballos. Yo tenía tan solo cuatro años de edad y recuerdo aquella escena de forcejeos, gritos y
llantos”.
(“Jano” Mallada)

“En la estancia (“La Pava”) teníamos miedo de que nos atacaran, entonces de noche tapábamos las ventanas para
que no viera la luz del candil, que funcionaba con una mecha y grasa de capón, potro o avestruz. Mamá decía que
9

algunos huelguistas pasaron pidiendo agua o comida y comentaban las noticias de la huelga, pero como estaban
asustados, seguían camino enseguida”.
(Luisa y Manuel Alvarez Costas)

“En la huelga del '20 la gente se reunía en la herrería de mi abuelo Juan (Fernández Peña), donde el que hacía de
orador se subía a algún carro y hablaba a los demás. Como mi abuelo seguía trabajando, lo boicotearon y en el fogón
de la misma herrería le quemaron a propósito unos cuantos elementos de trabajo. Encima era gente conocida a la
que el abuelo antes le había hecho gauchadas”.
(José Luis Fernández)

“El tío Andrés Mon trabajó duro desde muy joven con su padre en la herrería. Nos contaba que en la época de la
huelga, los hermanos mayores se escondieron en una cueva cercana a Las Heras para que los huelguistas no los
llevaran. Hubo mucha preocupación, porque podía pasar cualquier cosa. Mi papá, Ricardo Mon, que tenía catorce
años, era quien les llevaba la comida al escondite.
Andrés era herrero y mecánico”.
(“Chola” Mon)

“Mi abuela tenía a los chicos escondidos en el sótano de la cocina y ahí llevaron colchones para pasar la noche,
porque los huelguistas querían llevarse a Bautista y a Luis, que eran muchachos jóvenes. En el patio había un pozo
de agua al que el abuelo Juan le dejó hecho un doble piso y ahí también estuvieron escondidos.
Otra medida que tomaron en la familia fue sacarle los carburadores a los vehículos nuevos para que no se los
llevaran. Ya el abuelo vendía vehículos.
Contaban que algunos de los huelguistas entraban a la tienda de la casa Watson y salían con ropa nueva puesta y
llevándose víveres, sin pagar nada”.
(Chola Suárez)

“Un hermano de papá, Aurelio García, vino de España y acá era carrero y manejaba un carro que llamó "Falucho". En
la época de la huelga se salvó porque tenía un caballo veloz que saltaba los alambrados y se fue hasta la zona de
Cañadón León (Gobernador Gregores) en donde la familia Merelles lo fondeó. Era un hombre alegre al que apodaron
"Galopito" y hoy el escenario de Gregores lleva su nombre”.
(José García)

“Un día papá (José Ramón Suárez) se vio en Punta Arenas con el ganadero José Montes, que
le ofreció trabajar en una estancia de Santa Cruz. En 1920 vino al territorio con el italiano Luis
Galli, para alambrar la estancia “Pasto Blanco”, que era un campo de cincuenta mil hectáreas.
Un tiempo después lo sorprendió la huelga, escuchó con el correo rumores de que andaban los
huelguistas y con la gente hicieron los pilcheros, llevando comida y se fueron todos a esconder
en las barrancas del Chalía, que es un lugar con grandes cuevas.
El día que volvieron, recién se habían ido los huelguistas del lugar, habían quemado fardos de
lana, dormido arriba de los almácigos de lechuga y se llevaron caballos”.
(Pepe Suárez)
10

“Mis padres se casaron y en 1920 llegaron juntos a Puerto Santa Cruz. Papá tenía veinticinco
años y mamá diecinueve. Él trabajaba como alambrador en las estancias de los lagos Viedma y
San Martín. Mientras tanto, mamá se quedaba en el pueblo, donde en 1921 nació el primer hijo,
Eduardo.
Ese mismo año fue la huelga rural y papá, que estaba en la Pampa Alta, la pasó bastante mal
porque unos huelguistas le sacaron todo lo que tenía y se lo llevaron prisionero a un lugar
cerca de estancia “Anita”, como campañista de unos doscientos caballos robados. Él se había
hecho bastante de a caballo y como conocía algunas marcas de los animales robados,
apartaba los de los amigos, tratando de que no los llevaran. Un buen día se apartó los mejores
caballos, buscó su montura que había dejado escondida y se mandó a mudar después de
varios meses. Él contaba que había otros tres o cuatro campañistas”.
(Alfredo Suárez)

“En el tiempo de la huelga fue tomado como rehén por los huelguistas y llevado siempre a pie
desde el lago Roca hasta Gallegos. Él tenía diecisiete años.
Contaba que en ese trayecto iba viendo cosas espantosas. Una vez que llegaron a la entrada
de Gallegos, lo soltaron, vio un caserío a lo lejos, en medio de las matas y mirándose como
estaba, pensó: "¿Adónde entro?", porque estaba sucio, con la ropa hecha jirones y apenas
tenía quince centavos en el bolsillo.
Esperó a que oscureciera y entró al pueblo, golpeando casa por casa para ver si alguien le
daba cobijo, pero, el que no tenía un pariente escondido, tenía un amigo, además del miedo y
la cautela de toda la gente. Ante la negativa en las primeras casas, siguió caminando y llegó al
Hotel Progreso, propiedad de los Álvarez, que estaba en la calle Entre Ríos, entre Roca y
Zapiola. Entró y dijo que tenía esa poca plata, pero, si le daban de comer, podía trabajar a
cambio y la señora exclamó: "¡Ay, Dios mío!, esa voz!"... “¿de dónde eres niño?". "De Asturias",
respondió papá,"¿y de qué parte?", "de Armatilla". "¿Hijo de quién?", continuó la mujer, "de
Esperanza", "¡ay, hijo mío, eres Arturo!"... Ellos, casual y afortunadamente, eran de la misma
región que la familia de papá. Esta mujer era la mamá de Oliva Álvarez, que se casó con José
Barbado, de la estancia “El Cordero”.
(Paquita Méndez)

“Cuando fue la huelga, en 1921, papá (Nicolás Cozzetti) estaba en "Luchita" y llegó el primer
contingente de huelguistas que venía del lago San Martín. Al frente del grupo estaba un tal
Formiguera, que era conocido de papá.
Cuando llegó a la estancia se reconocieron, conversaron y le preguntó a papá qué quería
hacer, a lo que él respondió: "Si puedo elegir, me quedo". El amigo le dijo que se llevara sus
caballos, eran cerca de ochenta animales, además le dejaron sacar de la pesebrera un sillero,
que era un caballo muy bueno que papá apreciaba mucho.
Con su caballada papá se fue a un lugar llamado "Laguna Azul", que está en campos de "Bi
Aike". Allí se quedó acampando, éstos son lugares abrigados, con desfiladeros de piedra y
11

mucha agua. Así pudo salvar los caballos, que eran su herramienta de trabajo.
Cuando ocurrió la represión del ejército en el sur del territorio, papá comenzó a notar que
mucha gente se escapaba hacia esa zona para refugiarse, entonces decidió retirarse con la
caballada de vuelta a la estancia”.
(Armando Cozzetti)

“Benjamín Concepción después se trasladó a la zona de Lago Cardiel, cerca del Paso de los
Toros y trabajó dos años asociado con Cefero Llaneza, con quien poblaron la estancia "Rincón
de los Toros". El estaba en el Cardiel cuando fue la huelga rural, recordaba que cerca de Piedra
Buena había un pozo y decía: "Quién sabe los que hay enterrados ahí... porque han matado a
mansalva". Papá no tuvo problemas en la huelga, pero del lado del San Martín y Lago
Argentino, recordaba que hubo "grandes carnicerías"
(“Tito” Concepción)

“En la huelga del ´21 el abuelo participó activamente porque era anarquista y uno de los
fundadores de la Sociedad Obrera, terminó preso y se salvó de algo peor porque Zapico del
hotel España-que estaba casado con su hija Olvido Mata-dio buenas referencias de su
persona. El conflicto no había terminado, entonces decidió irse a Chile hasta que todo
terminara”.
(“Pepe” Anglesio)

“Mi papá (Eulogio Alonso) y el tío “Pin” vivieron la huelga del ´21 mientras trabajaban en el
campo y papá fue llevado por los militares. A los de su grupo les dieron a elegir entre un fusil y
un caballo, los que eligieron el fusil fueron luego fusilados y papá fue el único que eligió el
caballo y galopó hasta Gallegos, escondiéndose en la casa de Valeriano Fernández hasta que
todo pasó”.
(Logín Alonso)

“Después de la Huelga del ´21, los abuelos quedaron muy asustados por los terribles hechos
que acontecieron y decidieron regresar a España para radicarse más tarde en Francia donde
vivieron durante dos años. El abuelo Vicente regresó en 1935 a la Argentina para trabajar otra
vez en Piedra Clavada, aunque luego regresó a España”.
(Gloria Maillo)

“Un hombre que trabajaba con papá en “El Chara” se unió a los huelguistas y como sabía que
papá tenía un Winchester, fue a pedirle el arma. Papá se la entregó, el hombre la puso en el
recado y después de darle un chirlo al caballo salió al galope, pero no vio la soga de la ropa y
cayó al suelo. Montó otra vez y se marchó. Mamá siempre nos decía: "Qué pena que no se
lastimó más así no se hubiera podido ir" ...porque fue uno de los que fusilaron. Un tiempo
después los militares le devolvieron el arma a papá”.
12

(Salvador Tejedor)

“En 1921 vivieron en “Buitreras” la famosa huelga donde escondieron a Salvador Mallo que se
escapaba de los militares y cuando llegaron éstos, revisaron todas las habitaciones, pero Mallo
estaba muy bien escondido en el entretecho luego de dejar su caballo en el galpón de esquila.
Los militares preguntaron a mamá por qué no se había ido a Gallegos y ella les contestó que
no tenía dinero para alojarse en un hotel”.
(Eloy Fernández)

“Mamá nos decía que era costumbre que los clientes que se hospedaban en el hotel durante el
invierno dejaran las armas de fuego guardadas en una habitación, bajo llave, hasta que se
marchaban. Este fue uno de los problemas que tuvo mi abuelo Antonio durante la huelga del
´21, porque él no simpatizaba con ese movimiento y los huelguistas lo tenían signado para
matar. El abuelo se escondió durante diez días dentro de una parva de matas en el patio, con
armas y víveres, arriesgándose a que lo descubrieran o lo prendieran fuego.
En el hotel quedó la abuela Dolores con mamá, que era chica y recordaba el día en que
llegaron los huelguistas. Era tarde y como no había luz eléctrica, entraron con velas y revisaron
todas las habitaciones, buscando al papá.
Se llevaron no sólo las armas de los clientes, sino también efectos personales, pero no vieron
un revólver pequeño de mi abuelo, que siempre quedaba colgado de un clavo en la pared,
entonces la abuela Dolores alcanzó a tomar la gorra vasca y colgarla en el mismo clavo,
tapándolo antes de que alumbraran hacia ese rincón. Esa fue la única situación de peligro que
conocemos, después todo volvió a la normalidad”.
(José Luis Fernández)

“Papá nos contó que en el año 1921, durante la huelga rural, los fleteros tenían que
mantenerse alejados, tanto de los huelguistas como del ejército, para que no les sacaran las
chatas ni los caballos. En esa oportunidad papá marchó por una huella donde por suerte no se
encontró con nadie y se mantuvo apartado hasta que todo terminó. Muchos años después, un
tocayo de papá, Francisco Castellano, lloraba cuando se acordaba lo que había vivido en esa
huelga”.
(“Mimi” Samitier)

“En 1921, cuando fue la revuelta rural, los huelguistas llegaron a “La Evelina” cuando
estábamos esquilando y quisieron llevarse las armas. Mi papá las había escondido debajo del
piso de la casa y dejó a mano solamente una escopeta. Pero ellos estaban bien informados:
"Usted tiene un Savage, un revólver 44..." y las tuvo que entregar. Papá era visto como el
"amigo de los poderosos", porque trabajó muchos años para Frazer y con esa excusa
aprovecharon a llevarse no sólo las armas sino que además: víveres, caballos y salieron
vestidos "de domingo", empilchados con toda la ropa nueva.
13

Cuando llegó la tropilla que traía mi hermano Ernesto, mi padre les dijo a los huelguistas:
"Tengan cuidado, porque viene mi hijo y cuando vea tanta gente acá se va a asustar". Eligieron
entre nuestros caballos como si fueran los dueños, estos eran huelguistas, pero ladrones y esa
era una revuelta de ladrones”.
(Elías Fueyo)

“Se llevaron a los esquiladores de la comparsa que era de italianos y dejaron solamente a uno
de ellos, al que astutamente se le ocurrió hacerse el idiota. Este hombre se metió adentro de la
prensa y cuando lo fueron a ver se hacía el zonzo y balbuceaba como si fuera sordomudo”.
(Bernardo Prieto)

“El tío Ventura Carrera, hermano de mi mamá, estaba escondido adentro de un ropero para que
los huelguistas no lo llevaran, entonces, mientras a papá lo tenían enfocado con el revólver, mi
mamá tosía para que no lo escucharan a su hermano. Había un tal Muñiz que trabajaba con mi
papá en “Evelina” y cuando se unió a la huelga decía: "¡A Fueyo hay que cortarle el violín!",
porque decía que se relacionaba con los estancieros poderosos”.
(Elías Fueyo)

“El Ford T estaba escondido en la cueva grande y los huelguistas le ordenaron a mi abuelo
Alfredo que le quitara una pieza del motor y la escondiera, para que, en el caso de que la tropa
llegara a la estancia, no pudieran utilizar el vehículo. Esto lo hicieron porque mi abuela
Consuelo estaba embarazada y le dijeron: "Sacamos la pieza y se la dejamos para que cuando
usted crea conveniente pueda movilizarse, pero a condición de que usted diga que los
huelguistas le inutilizaron el vehículo".
Cuando llegó la hora de ir al pueblo porque Consuelo estaba a punto de dar a luz, mis abuelos
partieron y se les unió otro Ford T que manejaba un mecánico de la comparsa y pasaron por la
estancia “Vega Grande” (propiedad de David Frazer y administrada por Johnson), cerca del
Destacamento Albornoz, en donde estaba el capitán Anaya con la tropa. Era de noche y
primero pasó el mecánico, que no paró cuando gritaron "¡Alto!" y siguió de largo. El abuelo
tampoco se detuvo: "¡Qué alto ni nada!" y la abuela gritó: "¡Somos una familia que va para el
pueblo!" y ante tanto movimiento pararon. Salieron como treinta soldados en calzoncillos y uno
se acercó y les dijo: "Usted, señora, les salvó la vida, porque si no grita que era una familia los
acribillábamos a balazos".
(Bernardo Prieto)

“Estaban sobresaltados porque venían siguiendo a los huelguistas que estaban en Cerro
Mirador. Más tranquilos, en el pueblo, a los pocos días nació mi hermano Alfredo.
Cuando volvieron a la estancia y llegó el Ejército, le dijeron a mi papá que ante cualquier
movimiento raro que viera "metiera bala nomás". Mi papá se iba a la despensa con un Savage
(parecido al fusil 1.909 con una bala más fina y redondeada en la punta) y vigilaba el casco.
14

Cuando los militares tenían a los hombres en los corrales de la estancia “San José”, dejaron
que los estancieros reclamaran al personal que los huelguistas habían llevado por la fuerza. Mi
padre sacó a sus peones y a otros que conocía y que le dejaron llevar, pero el resto... al fusil.
(Elías Fueyo)

“Mi mamá, Enriqueta Mortera Coto, cosía con la señora de Martínez, que fue una modista muy
buena. Mis abuelos tenían en San Julián la fonda "La Aurora", que durante la huelga albergó en
su sótano a algunos huelguistas”.
(Nohry Fueyo)

“Después de estar en “Mulak Aike”, la familia de Fermín Fueyo y Teresa Prieto se trasladó a la
estancia “Los Merinos”, de Angel Gastaldi. En ese lugar vivieron la huelga del ´21, cuando los
huelguistas armados rodearon y tomaron la estancia. Contaban que, en un coche "Overland"
grande y blanco, sin capota, salieron cortando campo con los chicos acostados en el piso.
Manuel-su hijo-recordaba que un huelguista montado en un caballo tobiano los siguió al galope
un largo trecho, disparándoles, hasta quedar atrás.
En 1923 la familia fue a la estancia “María Ester”, de los hermanos Angel y Lorenzo Gastaldi,
pero en 1929 se trasladaron a Asturias ya que añoraban su terruño y en Baiña abrieron un
comercio”.
(Nohry Fueyo)

“En la Huelga de 1921 mi abuelo (Marcial Filgueira) estaba en estancia “Güer Aike” y no
sabemos si fue un grupo de huelguistas o la policía quienes lo golpearon, lo dejaron azul y
llegó al pueblo bastante lastimado. Más tarde volvió y ahí trabajó otra vez como picapedrero
haciendo los secaderos de piedra para la hacienda”.
(Johnny Filgueira)

“Mi papá, Salvador Martín, el "Canario", nació en Canelones, Uruguay, su padre era de las Islas
Canarias y la madre, criolla. Ellos tenían una chacra en la que se dedicaban a la cría de
animales y a la agricultura.
Llegó a Santa Cruz en 1917 y trabajó como ovejero en estancias del lago Argentino, "La
Gerónima" y "Anita", y en tropas de chatas.
Unos años después volvió al Uruguay y regresó a Santa Cruz en 1921, cuando era la huelga
rural. Estuvo con Antonio Soto, uno de los cabecillas de la huelga, y comandó a un grupo de
huelguistas. Contaba que era perseguido y que los militares ofrecieron por su cabeza cinco mil
pesos.
Cuando la situación se puso difícil, se escondió en el puesto del "Centinela", que eran campos
de un tal Orlando. En ese lugar ayudó a muchos hombres a que escaparan a Chile, entre ellos
a Gregorio Mansilla, poco después fue el fusilamiento grande en estancia "Anita".
Contaba papá que Gregorio llegó al puesto muerto de hambre y él le ofreció algo de comer.
15

Comió como un desesperado, hasta que en un momento dijo: "¡Pero que tiran mal estos
huevones!..." y empezó a contarle cómo hizo para escaparse”.
(Martina Martín)

“Miguel Antonio Zurutuza era mi padre. Había nacido en Ataun, provincia de Guipúzcoa, en el
país vasco. El tenía diecinueve años cuando dejó España y se fue adonde estaba un tío, en la
provincia de Buenos Aires, después se embarcó hacia el sur y sé que anduvo por la zona de
Lago Argentino y trabajó en un almacén de El Calafate.
En 1921 estaba poblando con animales, en sociedad con otro español, cerca de Punta Bandera
y se unió a la huelga de los trabajadores del campo. Mi padre fue uno de los que se marchó a
Chile con Antonio Soto, después de que la mayoría de los huelguistas, estando en la estancia
“Anita”, decidiera rendirse a las tropas del teniente Anaya.
Y por ahí anduvo rumbeando, trabajó como jornalero en el puerto de Punta Arenas, buscó oro
en Cabo Vírgenes.”
(Manuel Zurutuza)

“Algunos afirman erróneamente que durante la huelga la imprenta era de los obreros y la
confusión surgió porque Diego León Meneses, que tenía el periódico "El Antártico", simpatizaba
con la huelga. El era quien indicaba a Soto lo que debía decir y hacer.
Meneses no podía salir de su casa porque la Policía y el Ejército lo tenían bien vigilado. Mi
papá era secretario de la Federación Obrera y yo, con ocho años, fui el mensajero entre
Meneses y la Federación, mientras tanto, Soto iba y venía al campo, organizando la huelga.
Había noches en que golpeaban la puerta de casa y cuando papá respondía, los policías
preguntaban: "¿Aquí vive Francisco León?", solamente querían saber si papá estaba en la
Federación o en su casa.
En ese momento la policía vigilaba la casa de Meneses. Como yo iba a jugar allá, con sus hijos
Diego y "Titi", un zapatero español que simpatizaba con la huelga (casualmente también de
apellido Soto), me hizo unas alpargatas y en una suela preparó un espacio donde fácilmente se
podía esconder un papel bien doblado. Esto solamente lo sabíamos el zapatero; Meneses, mi
papá y yo, entonces papá escribía a Meneses contándole lo que pasaba con la huelga en el
pueblo y en el campo, y colocaba el mensaje en la suela de mi alpargata. Yo iba a lo de
Meneses, me revisaban antes de entrar y nadie se daba cuenta. Adentro, Meneses me sacaba
la alpargata, leía el mensaje, escribía lo que pensaba y me mandaba con uno nuevo para
dárselo a papá; ahí estaba escrito lo que había que comunicarle a Antonio Soto.
Había un grupo de hombres contrarios a la huelga que formaban la "guardia blanca" y
circulaban por el pueblo, con poder para hacer lo que quisieran. Un día, yo salí caminando de
casa y me pararon en la esquina de Rivadavia y Libertad, frente a la casa de los Segovia y me
preguntaron adónde me dirigía y les conté que iba a jugar a lo de Meneses, enseguida me
revisaron por todas partes, yo temblaba como una hoja por miedo a que me descubrieran.
Como no encontraron nada, me largaron después de darme unas cachetadas, pero la segunda
16

vez que me vieron caminando por la misma esquina me cachetearon y cuando me estaba
yendo, uno me dio una patada en la cola que me dejó varios días sin poder sentarme. A raíz de
eso, mi papá no me dejó hacer más de mensajero, aunque lo había sido durante más de un
año. Terminada la primera huelga, que dejó a los distintos sectores bastante conformes, Varela
y el Ejército se marcharon y nadie sabía que vendría otra y que faltaba lo peor.
Ese año nació Redimida Victoria "Redy". El nombre lo eligió papá porque, después de la
primera huelga, los obreros se habían sentido "redimidos" y alcanzaron "la victoria.
(“Paco” León)

“Durante la huelga papá contaba que había un muchacho, Domingo García, que recibía por
Correo propaganda de los huelguistas y que, para que no lo descubrieran, enviaba a papá a
retirar el paquete de propaganda y después lo escondía entre unas monturas, en un galpón.
Papá junto a otros muchachos repartían esos folletos en el pueblo”.
(“Bartolo” Estévez)

“En 1935 papá consiguió comprar el campo, supo que el galpón de esquila de “La Montevideo”
había sido incendiado, con animales adentro, por los huelguistas durante la Huelga de 1920 y
1921. Sin galpón, la primera esquila debió hacerse en “El Zorro”. Al año siguiente, 1937, papá
contrató a Benito Tresguerres para que construyera el nuevo galpón”.
(Andrés Tur)

“En la huelga rural pasaron momentos difíciles. Un día entró a la fonda el capitán Anaya y como
un déspota dijo: "¡Preparen comida para la tropa!", entonces el abuelo llevó a las chicas al
galpón y no hubo más remedio que acatar y prepararle la comida.
Igualmente los abuelos estaban del lado de los huelguistas. El abuelo tuvo un encontronazo
grande con el gerente de “La Anónima”. Hacían la olla popular y la abuela mandó a hacer un
horno de barro en el patio y era ella la que preparaba el pan para los huelguistas. El abuelo
compraba harina en “La Anónima” y cuando se quedó sin plata pidió a cuenta. A la tercera vez
no le quisieron dar, entonces fue con dos o tres más, llevando un tambor de nafta y les advirtió
que le dieran harina o quemaba el negocio. Enseguida le dieron harina y siguieron haciendo el
pan.
Cuando vino el socialista Alfredo Palacios a Deseado fue todo un acontecimiento y visitó “La
Leonesa”. Cuando José María Borrero estaba escribiendo su libro sobre la huelga, vino a
Deseado y se hospedó en La Leonesa.
Un día, la abuela Julia me vio con el traje de Boy Scout y enojada me dijo: "¡Si tu abuelo te
hubiera visto con ese traje de milico te echa de la casa!". El abuelo ya no estaba”.
(Marta Gutiérrez, Dora Manildo y Néstor Leme)

“En 1920, con los ahorros que tenía después de haber trabajado en “Varela y Fernández”, papa
(José Ramón Cabral) compró un camión Ford T y aun no lo había estrenado sino que estaba
17

preparando la caja de madera para instalar sobre el chasis cuando imprevistamente se


presentaron autoridades del ejército y le dijeron que necesitaban ese vehículo para el traslado
de las tropas que aplacarían el levantamiento de los huelguistas en varios puntos del territorio.
Una vez que terminara la campaña-dijeron-el vehículo sería devuelto en perfectas condiciones,
lo que después cumplieron”.
(Aniceto Cabral)

“En la huelga papá (Sabino Argüelles) escondió por mucho tiempo a un andaluz de
sobrenombre “Fernandillo” porque lo perseguían los militares. Cuando llegó a Coyle la
marinería dijeron que iban a requisar las casas y el problema era que si encontraban al
muchacho dirían que mi padre era cómplice, entonces de noche lo cruzaron en bote a una
estancia. En otro momento papá venía de Santa Cruz y los huelguistas lo obligaron a llevar un
grupo en el Ford T hasta ese pueblo”.
(Argentina Argüelles)

“En “Paso del Medio” la gente que trabajaba era de confianza y no quiso plegarse a la huelga.
Mi papá (Ibón Noya) defendió sus derechos como el ganadero honesto que era y no iba a dejar
que un grupo de hombres destrozara el esfuerzo de su familia o pusieran en peligro nuestras
vidas. Yo tenía dos años. Como él era corresponsal del diario La Nación avisó a Buenos Aires
que en el territorio había un levantamiento armado y pidió seguridad para los pobladores.
Cuando el ejército llegó a Gallegos también colaboró con vehículos para que los soldados
pudieran movilizarse por las huellas, además se requisaron caballadas para que no se las
llevaran los huelguistas. Mamá quedó con nosotros en la casa de Gallegos y estábamos
preparados para defendernos porque se rumoreaba que nos iban a asaltar. Justo en frente a
casa había un boliche que servía de guarida a unos huelguistas, pero la dueña nos quería
mucho y vino a avisarnos que esa noche tuviéramos cuidado porque se estaban preparando
para asaltarnos. Teníamos armas, con nosotros estaban mis tíos y mi hermano Héctor, que
tenía catorce años y tiraba muy bien. Si se metían iba a haber una lluvia de balas.
Mi papá no lo toleró y cruzó armado al boliche, entró y les dijo: “Vamos a hablar de frente”, pero
nadie se movió.
Un grupo de huelguistas quemó estancias, , cortó alambres, robó y mató, por ejemplo a
nosotros nos quemaron el galpón de esquila y mataron un caballo de carrera.
El objetivo de la venida de los militares era reinstaurar el orden como creo que lo hicieron la
primera vez que llegaron, pero después la situación se desbordó, los militares volvieron y
mataron a mucha gente inocente. Hay que conocer mucho sobre este tema para emitir juicio y
todavía quedan muchas heridas abiertas”.
(Ibón Noya (h))

Enloquecer por la huelga


18

“En 1922 pasó la peor parte de la huelga rural porque los ánimos de todas las partes se
exacerbaron. Cuando las tropas llegaron al hotel del Mitre creyeron que ahí se estaban
escondiendo huelguistas y los militares desataron una balacera que parecía interminable.
Irónicamente, dentro del hotel solamente estaba la abuela Asunción, embarazada y con sus
cinco hijos chicos, Asunción, Cecilio, "Porota", Raimundo y Estrella.
Ella se sintió aterrada, temía que le pasara algo a sus hijos, hasta que no soportó más y salió
del hotel con los chicos envueltos en colchones y frazadas para que los soldados vieran que
adentro no había más gente que ellos. En ese momento la abuela Asunción se trastornó, quizo
cruzar el río para pedir ayuda y nunca más se recuperó.
El abuelo Cecilio y su cuñado, José Pantín, se habían ido del lago porque estaban catalogados
como favorables a la huelga, entonces escaparon a Gallegos y después siguieron viaje a
Buenos Aires.
Unos días después, la abuela Asunción empezó a hacer cosas que no tenían sentido y no hubo
más remedio que viajar a Buenos Aires para internarla. Poco después nació una niña, Victoria,
que a los pocos meses falleció”.
(Luisa Freile)

“Ella era una mujer hermosa, con cabello rubio como el oro. Cuando pasó todo esto mis padres
recogieron a sus sobrinos y los llevaron al hotel de Calafate, donde se criaron con nosotros
para que fueran a la escuela. En las vacaciones iban con su papá al Mitre. A la mesa éramos
una multitud y siempre como hermanos, porque nuestros padres eran hermanos por las dos
ramas familiares.
Muchos años después, papá tuvo una casa en Olivos y llevó a su hermana (Asunción) con él y
más adelante mis primos, sus hijos, la llevaron otra vez a El Calafate adonde vivió muchos
años rodeada de nietos y bisnietos”.
(“Lekys” Pantín)

“Mi papá (Benito Tresguerres) sufrió en buena parte la huelga porque su hermano, Avelino
Tresguerres, era del personal estable de una estancia y en una redada de los militares cayó.
Indiscriminadamente lo llevaron en el conjunto de huelguistas, los hicieron cavar fosas y
ponerse en el borde. En el momento en que estaban por disparar llegó el dueño de la estancia
y lo salvó porque era un buen empleado. Avelino quedó trastornado porque se vio muerto y
nunca más se recuperó. En 1924 papá debió internarlo en Buenos Aires, en el hospicio de las
Mercedes”.
(Artemio Tresguerres)

El boicot en la Huelga

“Mientras fueron las huelgas de 1920 y 1921 el negocio de papá fue boicoteado por los
huelguistas, porque él no estaba de acuerdo con los términos de la huelga. Cuando iba a la
19

playa con el carro a buscar la mercadería que le traían los barcos, llevaba, por seguridad, un
Winchester terciado apoyado sobre sus rodillas.
Como los huelguistas no dejaban que los empleados hicieran el reparto de las compras, papá
salía a hacerlo, además, tenía que hacer guardia toda la noche para vigilar que no le hicieran
nada a su casa ni al negocio, que estaba en el mismo edificio.
El malestar era general y en una cena a la que mi papá concurrió, los mozos no quisieron servir
a los comensales, entonces, uno de los invitados, Correa Falcón, pidió a todos que se
levantaran para servirse cada uno, como en una cena a la americana”.
(Horacio Fernández)

“Mi padre trabajó también como repartidor de “La Anónima” y “La Favorita”. En el tiempo de la
huelga estaba como repartidor de “La Anónima” y los huelguistas boicotearon a la Casa “Varela
y Fernández”, que era un negocio grande. En la calle pegaron carteles: "Boicot a la Casa
Varela y Fernández" y cuando había reparto para ellos ningún repartidor quería ir”.
(Ignacio Fernández)
20

También podría gustarte