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La admiración es sentirse pequeño ante pequeños.

Es la necesaria ilusión de que puedo un poco


más y a la vez la inevitable sensación de no estar a la altura. Rezo en la intimidad del cuarto, y de
mis palmas brotan flores pequeñitas, cuyos nombres sabe mí amiga, aquella que me vio ser agua,
y fluir por última vez. Ahora todo es cirugía mayor, atención certeza, puntos de luz.

Mi oración es silenciosa, desesperada pero estoica. Altiva en su humildad.

Quien sabe mí camino más que mí yo abatido, campo de marte de mis atajos. Luna de marzo, en la
terraza espero tu encanto. Cuando la brea se enfría y el niño filosofa sin pensamiento. La muerte
de mí pasado, el pasado de mi muerte, luna de marzo.

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