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La era del capitalismo de la vigilancia y El capitalismo histórico.

El capítulo 1 de la obra de Zuboff comienza con una reflexión acerca de dos aspectos: el futuro
digital, y lo que es el hogar y cómo todas las criaturas nos orientamos en función de ello. Pone como
ejemplo algunos animales, sus naturalezas y sus estructuras sociales. El hombre hace lo mismo.
Más adelante habla de un proyecto de ingeniería llevado a cabo a principios de siglo, en el cual se
ideó una compleja simbiosis entre el humano y su hogar, lo cual en su momento sacado de una
historia de ciencia ficción. El propósito era que sólo los estudiados obtuvieran resultados de dicho
estudio. Hoy en día los hogares inteligentes son una realidad que raya en los distópico. Por un solo
dispositivo que tengas en uso es recabada información de todos los demás aparatos conectados en
la red. Además de que no sólo la empresa fabricante tiene acceso a dicha información, sino que se
pone a disposición de terceros de los cuales no se conocen las intenciones; también sucede que de
no acatar los términos de uso el artefacto en cuestión podría desembocar en un desperfecto que
parece rayar en al boicot. Entre el año 2000 y el 2018, lo que comenzó como una experiencia para
empoderar a las familias, terminó por convertirlas en un conejillo de indias de todo aquel que esté
dispuesto a pagar por esa big data. Y el “Aware Home” como que terminó por devenir en una suerte
de “Sleeping Human”. Tal como lo expresa la autora: “ese derecho a la privacidad, a los
conocimientos y a la aplicación de estos ha sido usurpado por una audaz aventura de mercado
propulsada por la atribución unilateral de un presunto derecho a disponer de las experiencias de otras
personas y del conocimiento que se deriva de tales experiencias”. Vuelvo a poner sobre la mesa la
apreciación que mencioné al inicio: la realidad superando a la ciencia ficción, según la autora un
sueño digital que se ensombreció y mutó en un proyecto comercial voraz y novedoso, que da t{itulo a
la obra: capitalismo de la vigilancia.
Este capitalismo que nos vigila, se apodera de toda la experiencia humana sin darnos nada a cambio,
bueno, sólo aquello que sirve para mejorar productos y servicios, pero un enorme excedente es
usado para vendernos productos predictivos anticipándose a nuestros futuros deseos, en base a
nuestras presentes conductas. Lo más terrible no es que hagan predicciones sobre nosotros, sino
que moldeen nuestras conductas. Sin ir muy lejos, mientras escribo este control, han llegado a mi
Smartphone varios artículos referentes a la IA y temas afines.
Instrumentarismo: otro concepto que nos da la autora, y que no es más que ese poder que conoce
nuestro comportamiento para luego facilitárselo a terceros. En lugar de armas y ejércitos, el control es
ejercido por una arquitectura informática omnipresente en cuanto dispositivo esté conectado. La
autora menciona a Pokémon Go entre otros ejemplos, pero para contemporaneizarlo aún más
podemos observar como Netflix ha llegado para quedarse, está en todos los continentes con
excepciones en algunos países con las más altas restricciones; en sus inicios lanzaron un concurso
sobre el mejor algoritmo.
Estar conectados ya no es algo prosocial e inclusivo, ni para la democratización del conocimiento, la
conexión digital sirve a los intereses comerciales de otros.
La autora habla de Google, Facebook, Microsoft, Amazon; en 2018 que fue el año de su publicación
aún no existía OpenAI, cuyos tentáculos sólo los hemos intuido.
No somos los clientes, somos el excedente, el cliente son las empresas a quienes se les venden
nuestros datos. Asegura la autora que el capitalismo de la vigilancia predice nuestro futuro, pero no
para nuestro beneficio, sino para el de otros.
Una reflexión que hace la autora es la más impactante: “Del mismo modo que la civilización industrial
floreció a expensas de la naturaleza y amenaza ahora con costarnos a todos la Tierra misma, una
civilización informacional modelada por el capitalismo de la vigilancia y su nuevo poder instrumentario
prosperará a costa de la naturaleza humana y amenaza con costarnos nuestra humanidad misma.”
“No tiene precedentes”, dice también la autora, y es que aunque los seres humanos tendemos a
buscar patrones conocidos cuando de describir se trata, y es que ciertamente esta es una situación
que no queda de otra que calificar de inédita.
En el 2006 comenzó la autora a compilar información y sus apreciaciones, lo cual fue destruido en un
incendio, en 2011 retomó el hilo de su trabajo… ya ese mundo era otro.
“Dependemos de categorías como monopolio o privacidad para rebatir las prácticas
capitalistas de la vigilancia”, también nos dice Zuboff, este régimen posee características más
cruciales e inéditas.
Como en toda práctica carente de ética, el problema no es “el títere”, “sino el titiritero”, aquellos que
mueven los hilos. No es la tecnología, sino cómo se usa y para qué objetivos. El capitalismo de la
vigilancia no es una tecnología, es una acción.
El capitalismo de la vigilancia no se reduce a lo netamente comercial. Inteligencia y gobierno
disponen de nuestros datos gracias a Google.
Tener la tecnología en nuestras vidas es inevitable. Esta es un medio, no un fin.
Hasta Thomas Edison y Henry Ford entendieron la civilización industrial moderna como generadora
de miseria para muchos, y prosperidad sólo para unos pocos. Para Edison hacía falta nuevas
tecnologías, pero que estas deberían ir acompañadas de un nuevo modelo económico y un nuevo
contrato social.
El propósito de esta obra es incursionar en el tema planteado, pero a la vez instar a otros a disertar
sobre ello.
La autora acompaña su discurso con poemas de Auden, cuya obra calza con la suya, de la cual dice:
“una emotiva exploración de la historia mítica de la humanidad, de la lucha eterna contra la violencia y
la dominación, y del poder trascedente del espíritu humano y su incansable reivindicación de un
futuro.”

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