Está en la página 1de 25

7 Capítulo 1 ~

Las diez y cinco


I
17 Capítulo 2
Las once menos veinte

31 Capítulo 3
Casi las once y cuarto

41 Capftulo 4
Las doce menos diez

53 Capítulo 5
Las doce y veinticuatro

65 Capítulo 6
Casi la una menos cinco

73 Capítulo 7
Una y veintiocho

87 Capítulo 8
Las dos y catorce

99 Capítulo 9
Un minuto pasadas las tres

113 Capftulo 1O
Las tres y veinticinco

125 Capítulo 11
Casi las cuatro en punto

141 Capítulo 12
Las cinco menos cinco

153 Capítulo 13
Un minuto para las seis

155 Posdata

157 El autor

'\
Con mi agradecimiento a Piet Chielens del museo In Flanders
Fields en Ypres.

Aunque el título está inspirado en el nombre de una lápida


en Ypres, esta novela es una obra de ficción. Cualquier referen-
cia a personas reales (vivas o muertas}, lugares específicos y
sucesos históricos, es usada únicamente para darle a la ficción
un contexto cultural e histórico apropiado. Los demás nombres,
personajes, lugares e incidentes retratados en este libro son
producto de la imaginación del autor, y cualquier parecido con
personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia.

Para mi querida madrina Mary Niven.


W lb
' - - ,, . . \
-
'
,, '
¡

capítulo 1
Las diez y cinco I

la noche por delante y no


a se fueron y por fin estoy solo. Tengo toda
Y voy a desperdiciar ni un minuto de ella . No la
do. Tampoco la malgastaré soñando. No deb
voy a malgastar durmien-
o hacerlo, porque cada mo-
mento es demasiado valioso.
como fue, exactamente co-
Quiero tratar de recordar todo, exactamente
ayeres y mañanas, y esta no-
mo sucedió. Tengo ya casi dieciocho años de
que esta noche sea larga, tan
che debo recordar tantos como pueda. Quiero
ten hacia el amanecer.
larga como mi vida, sin sueños que la precipi
mi vida, quiero sentirme vivo .
· Esta noche, más que ninguna otra noche de

ome porque sabe que no


Charlie me está llevando de la mano, guiánd
me está ahorcando . Siento las
quiero ir. Nunca antes usé un cuello duro y
bién siento pesado el corazón,
botas extrañas y pesadas en mis pies. Tam
Charlie me ha contado muchas
porque me da miedo el lugar adonde voy.
es lo terrible que es la escuela, sobre el señor Munnings y su tempera-
vec
que cuelga de la pared, encima
mento iracundo y la larga regla para azotar
de su escritorio.
l li~I J() '~11l 111l 1 11 u 'l \1u 11 ' l 1'1 t 1:il.\ 1\ :l. 1 y y11 l.l l :l I ql lt' \ 1: ' ( 1 11 (1 1' : l 11 ·' 111 1111: '
¡

,nucho rn :1yni q111 yl) 1~: 111 c l11 :;11 111.i yu , q111 : 1:l1dll11• y 1111111;.111.11d1 1 , 1 l.i 11 : ,
1

cuulJ. Se quul1 ~1u11 c ,1 s; 1 Cl111111i1111d, y :i 11 s 1u111.1 u11 :.11 i1il11tl 1..1 11l 1111li1 ''N,, 1

1c1n1:i s y l1111oncs" 1 , ri óndosti. ll1u \.lu1J us !;'1s1u111111111:rn11 u11I(). :: 11 111q111 1,1:.L1


ri éndose . Mo oustn1[Q pndo1sc11li111H~ lnl1 1c1 111H1 tJ I M1 11111:;L111i1 p1Hl 11 1 q1u 1
darme en cast1 como él No quiul() i1 cun Cli:11111 : No q1111 11l, 11 ,1 lt1 11::i :11 1:L1
M11 0 hacia atrós. por encinrn cl u 111i l1L11nbro, 11 s pc 1:111clo 1111:1 p1(1110¡¡11, q111 1
mamá venga corriendo po, rnf y rnAllevo t1 cl1s~1 l'uru ull ;11ir1 v1111n1. n1 ¡1111 (1111 1
viene. y la escuela y el señor Mu1111ingg y ~11 ,culo sn iJCUll:u11i:01 11:ud u pu::u.
- ¿Caba llito? - dice Charl, c Ve mi:-; UJOS ll onns dn 1~ur11n;1s y :~~111 11 rl, ,
qué se trata. Ct1arli e siemp, e saberle quó se 1r ;Jt ¡1 lionn t1 ns ni111s m(l s q111 ,
yo, de modo que ha posado por tocl o y lo snhi.: tudo /\du111 ú~: us l11ur11 1, Y
muy bueno para ll evar a cabull1to. Así que síl ltn solJr c ól y 111u nw111u l1J1Hl ll.
llorando detr ás de mi s ojos cerr auos, t1 ot a(l(J o ctr. que 110 S(! usc11cl1 n 11 mi s
1 gemidos. Pero no pu edo contener mi llanto µur mucho ti empo. po1q1H1 s()
I '.
i que esta mañana no es el comienzo de nada . nodu nuevo ni exc itü11l o cun10
dice mamá que es, sino el fin de mi comienzo J\garradn clel cuello , nclo11cl11
de Cllarlie, sé que son los últimos momentos do rn1 vidn on lill0rlílrl. q11c1 11 0
seré la misma persana cuando vu elva t1 casa por lo tJrde
Abro los ojos y veo un cuervo muerto que cue lga de la ce rcíl . con el picu
abierto. ¿Le dispararon. le di spararon en pl eno grito. cuando co men1abn ,1
1
1 ' cantar, apenas entonaba su ronca me lodía? Se balancea, con sus plumas
todav fa al viento a pesar de estar muerto. mi entras su fnmili a y su~ rnnigo s
''
lanzan graznidos de dolor y rabi a desde los al tos olmos que nos rodean. No
' '
.,,, siento compasión por él. Podrfa haber sido él el que espantó a rni pr, ti rr ojn
y se llevó los huevos de su nido. Mis huevos. Habln cinco, vivo s y tibi os lJ é1
jo mis dedos. Recuerdo que los saqué uno por uno y los puse en 1~ pt1ln1 l.1
de mi mano. Los quería para mi lata, para soplarlo s corno lo hricf a Charli o.
- - - - - -- -- - - --- -- - -
"Oranges and lemons" es una canción tr an1cinnill inglesA un lu que su huco 1olt!ru r1ciu iJ
las campanas de varias iglesias de Londres y sus alrcdednrns

8
Soldado Paz

y acomodarlos sobre el algodón junto a los huevos de tordo y a los huevos


de paloma. Pero algo me detuvo, me hizo dudar. El petirrojo me estaba mi-
rando desde el rosal de papá, suplicándome con sus ojos negros y redon-
dos sin pestañear.
Papá estaba en los ojos de ese pájaro . Debajo del rosal, bien abajo, es-
taban todas sus cosas queridas, enterradas en la tierra húmeda, llena de
gusanos. Mamá había puesto la pipa primero. Luego Charlie puso a dormir
sus botas con clavos una al lado de la otra, abrazada una con otra. Big Joe
se arrodilló y cubrió las botas con la vieja bufanda de papá.
-Tu turno, Tommo -dijo mamá . Pero no pude hacerlo. Tenía en las
manos los guantes que él había usado la mañana que murió. Recuerdo que
recogí uno. Yo sabía lo que ellos no sabían, lo que nunca les iba a contar.
Al final, mamá me ayudó a hacerlo, de modo que los guantes de papá
quedaron encima de su bufanda, con las palmas hacia arriba y los pulgares
tocándose. Sentí que esas manos me conminaban a no hacerlo, a no pen-
sarlo siquiera, a no sacar los huevos, a no tomar lo que no era mío. Yno lo
hice. En cambio, observé cómo crecían, vi los primeros movimientos de sus
pequeños esqueletos, el nido de picos abiertos, suplicantes, oí los chillidos
frenéticos a la hora de comer. Demasiado tarde fui testigo, desde la ven-
tana de mi cuarto, apenas despuntaba la mañana, del final de la masacre;
los petirrojos padres miraban como yo, desesperados e indefenso's, mien-
tras los cuervos predadores levantaban vuelo riéndose a carcajadas, cum-
plida su misión asesina. No me gustan los cuervos. Nunca me gustaron.
Ese cuervo ahí colgado de la cerca recibió su merecido. Eso es lo que creo.
A Charlie le está resultando difícil subir la colina que lleva al pueblo.
Puedo ver el campanario de la iglesia, y debajo de él, el techo de la escue-
la. Tengo la boca reseca de miedo. Me agarro más fuerte. _
-El primer día es el peor, Tommo-me dice Charlie, res~ira~do,~on di-
ficultad-. No es tan malo. De veras. -Cada vez que Charl1e dice de ve-
ras", sé que no dice la verdad .

g
lv1 1CH/l.E L IA(j Ri' IJ RG(j

-De todas forma s, yo te voy a cuidar.


Eso sí lo creo, porque él siempre lo hizo . Me está cuidando: rne ba¡a
y
me lleva a través del bullicioso cotorreo del pati o de la escuela, su mano
en
mi hombro, tranquilizándome, protegiéndome .
Suena la campana de la escuela y nos formamos en dos fila s silencio-
1 sas, unos veinte chicos en cada una. Conozco a algun os de la escuela domi
' 1
-
1
nical. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que Charlie ya no está
a mi
,, lado. Está en la otra fila, y me está guiñando un ojo. Le devuelvo el guiño
y
él se ríe . No puedo guiñar con un ojo, todavía . A Charlie siempre le causa
mucha gracia. Luego, veo al señor Munnings parado en la escalera, hacie
n-
do sonar sus nudillos en medio del repentino silencio del patio. Tiene
me-
jillas peludas y una gran panza que asoma por debajo de su chaleco. Tiene
un reloj de oro abierto en su mano . Son sus ojos los que amenazan y sé
que
me están buscando.
-¡Aj á! -exclama, señalándome . Todos se dan vuelta para mira r-.
Un nuevo niño, un nuevo niño para aumentar mis problemas y tribulac
I ',
[1 ,
io-
,1 nes. ¿Un Paz no era suficiente? ¿Qué he hecho yo para merecer otro más?
"I
!:
[1,
Primero, Charlie Paz, y ahora, Thomas Paz. ¿No hay fin para mi infortunio?
' 1,
1, Entienda esto, Thomas Paz, aquí yo soy su amo y señor. Usted hace lo
1
que
yo digo cuando yo lo digo. No hace trampas, no miente, no blasfema
li
:, viene a la escuela descalzo. Y sus manos deben estar limpias. Estos
. No
:1 son
l.
¡.
mis mandamientos . ¿He sido lo suficientemente claro?
'I
¡¡ -Sí , señor-susurro, sorprendido de tener un resto de voz.
1:
:¡ Desfilamos delante de él, con las manos unidas en la espalda . Char
:¡ -
/j
lie me sonríe mientras las filas se separan : "Mojarritas" hacia mi clase
Ji ,
"Tiburones" hacia la suya. Soy el más pequeño de las "Mojarritas"
. La
mayoría de los tiburones son más grandes que Charlie; algunos tiene
n
catorce años . Lo sigo mirando hasta que la puerta se cierra detrás
de él
y ya no está . Hasta este momento nunca supe lo que era estar verd
ade-
ramente solo.

10
Soldado Paz

Los cordones de mis botas están desatados. No puedo atar cordones.


Charlie puede, pero no está acá. Escucho la voz de trueno del señor Mun-
nings tomando lista en la clase de al lado, y me alegro de tener a la se-
ñorita McAllister. Puede que ella hable con un acento raro, pero al menos
sonríe y al menos ella no es el señor Munnings.
-Thomas -me dice-, te vas a sentar ahí, junto a Molly. Ytus cordo-
nes están desatados.
Todos parecen reírse de mí a escondidas, mientras me acomodo. No
quiero hacer otra cosa que escapar, salir corriendo, pero no me atrevo. To-
do lo que puedo hacer es llorar. Bajo la cabeza para que no puedan ver mis
lágrimas.
-Llorar no te va a atar los cordones, ¿sabes eso? -me dice la señori-
ta McAllister.
-No puedo, señorita -le digo.
-"No puedo" no es una frase que usemos en mi clase, Thomas Paz
-me dice-. Tenemos simplemente que enseñarte a atar tus cordones.
Para eso estamos acá, Thoroas, para aprender. Para eso venimos a la es-
cuela, ¿no es verdad? Muéstrale, Molly. Molly es la mayor de mi clase,
Thomas, y la mejor alumna. Ella te va a ayudar.
_Así, mientras ella pasa lista, Molly se arrodilla frente a mí y me ata los
cordones. Ella ata los cordones de una manera muy diferente a la de Char-
lie, muy delicadamente, más despacio, con un gran moño y doble nudo. No
me mira mientras lo hace, ni siquiera una vez, y yo deseo que lo haga. Tie-
ne el cabello del mismo color que Billyboy, el viejo caballo de papá: castaño
dorado y brillante. Me gustaría estirar la mano y tocarlo. Luego ella levan-
ta la cabeza y me mira por fin, y sonríe. Es todo lo que necesito. De pronto,
no quiero volver corriendo a casa. Quiero quedarme aquí con Molly. Sé que
tengo una amiga.
En el recreo, en el patio de la escuela, quiero ir a hablar con ella, pero
no puedo porque está siempre rodeada de una bandada de niñas risueñas.

11
! D f l l l t l i l l l l l l G i ~ W I I N lftJnH&
MI CHA EL MORPURG O

Se la pasan mirándome por encima del hombro y riéndose . Busco a Char-


lie, pero Charlie está jugando conkers2 con sus amigos, todos ellos tiburo-
nes. Me voy a sentar en un viejo tronco. Me desato los cordones y trato de
1 1
atarlos de nuevo, recordando cómo lo hizo Molly. Lo intento una y otra vez.
Después de un rato, descubro que puedo hacerlo. No quedó prolijo, Yestá
'1
!! un poco flojo, pero puedo hacerlo. Y lo mejor de todo es que Molly me ve
1 ''
desde el otro lado del patio, y me sonríe. ·
No usamos botas en casa, salvo para ir a la iglesia. Mamá las usa, por
supuesto, y papá también usaba sus grandes botas con clavos, con las que
murió. Cuando el árbol cayó, yo estaba ahí con él en el bosque, solamen-
te él y yo. Antes de ir a la escuela, él me llevaba a menudo al trabajo, para
que no hiciera travesuras, decía. Montaba con él en Billyboy y lo abrazaba
por la cintura, mi cara apretada contra su espalda. Me encantaba cuando
Billyboy empezaba a galopar. Esa mañana galopamos todo el camino, col i-
na arriba, a través del bosque de Ford's Cleave. Todavía me reía cuando me
bajó del caballo.
-A correr, remolón -me dijo-. Diviértete.
No necesitaba decírmelo. Había cuevas de tejones y zorros para espiar,
huellas de ciervos para rastrear, flores para cortar o mariposas para perse-
guir. Pero esa mañana encontré un ratón, un ratón muerto. Lo enterré bajo
un montón de hojas. Estaba haciendo una cruz de madera para su tumba.
Papá estaba talando, a ritmo continuo, muy cerca, gruñendo y bufando con
cada golpe, como siempre. Al principio sonó como un gruñido más fuerte
de papá. Eso pensé que era. Pero luego, extrañamente, el sonido no-pare-
cía venir de donde él estaba, sino de algún lugar entre las ra·mas más altas.
Al mirar hacia arriba, vi el enorme árbol encima de mí, meciéndose,
mientras todos los otros árboles estaban inmóviles. Crujía, mientras los

2 "Splitting conkers" es un juego tradicional de Inglaterra e Irlanda. Se juega con las semi-
llas del castaño de Indias, a las que se les pasa un hilo. El juego consiste en golpear la semi-
lla del otro con la propia hasta romperla .
Soldado Paz

otros árboles estaban silenciosos. Lentamente me di cuen


ta de que se es-
taba cayendo , y que cuando cayera, lo haría justo encima
de mí, que yo iba
a morir y que no pod ía hacer nada al respecto. Me qu'edé
ahí parado y mi-
rando, hipnotizado por su caída paulatina, mis piernas cong
eladas, incapaz
de moverme.
Escucho a papá gritar:
-¡Tommo! ¡Tommo! ¡Corre, Tommo! -pe ro no puedo. Veo
a papá co-
rrer hacia mí entre los árboles, su camisa al viento. Lo sien
to levantarme y
ponerme a un costado de un solo movimiento, como si fuer
a una gavilla de
trigo. En mis oídos, un rugido atronador y nada más.
Cuando me despierto veo a papá enseguida, veo la suela
de sus botas
con los clavos gastados. Me arrastro hasta donde está tirad
o, aplastado
por la copa frondosa del enorme árbol. Está de espaldas
, con la cara ha-
cia el otro lado, como si no quisiera verme. Un brazo se estir
a hacia mí, su
guante Gaído, su dedo señalándome. De la nariz le sale sang
re y cae sobre
las hojas. Sus ojos están abiertos, pero sé inmediatamen
te que no me ve.
No respira. Cuando le grito, cuando lo zam,arreo, no se des
pierta. Recojo
su guante.
En la iglesia, estamos sentados uno junto al otro en la prim
era fila: Ma-
má, Big Joe, Charlie y yo. Nunca en la vida nos sentamos
en la primera fila.
Ahí se sientan siempre el Coronel y su familia. El cajón está
apoyado en un
caballete, mi papá adentro, con su traje de domingo. Una
golondrina vuela
por encima de nuestras cabezas durante todas las oracione
s, durante todos
los himnos, yendo de ventana a ventana, descendiendo en
picada del cam-
panario al altar, buscando una salida. Y yo sé con certeza
que es papá tra-
tando de escapar. Lo sé porque nos dijo más de una vez
que en su próxima
vida quería ser un pájaro, así podría volar libre siempre que
quisiera .
Big Joe se la pasa señalando a la golondrina. Luego, sin
previo aviso,
se levanta y camina hasta el final de la iglesia y abre
la puerta. Cuando
regresa, le explica a mamá lo que hizo en su acostumbrad
o vozarrón , y la

13
MICHAEL MORPURGO

abuela-lobo. sentada junto a nosotros con su sombrero negro, lo reta y nos


reta a todos nosotros. Supe entonces lo que nunca había entendido antes.
que ella se avergüenza de ser uno de nosotros. No entendí realmente por
qué hasta después, hasta que fui más grande.
I ,· , La golondrina se posa en una viga alta, encima del cajón. Levanta vue-
1 1 lo y sube y baja a lo largo de la nave central hasta que al fin encuentra la
\.
' ' puerta abierta y se va. Y sé que papá está contento ahora en su siguien-
1
1'
te vida. Big Joe se ríe a carcajadas y mamá le agarra la mano. Los ojos de
Charlie se encuentran con los míos. En ese momento, los cuatro estamos
pensando exactamente lo mismo.
El Coronel sube al púlpito a hablar, con su mano apretando la solapa de
su saco. Declara que James Paz fue un buen hombre, uno de los más traba-
jadores que ha conocido, la sal de la tierra, siempre contento en el traba-
jo; que la familia Paz ha trabajado de una forma u otra para su familia por .
cinco generaciones. En sus treinta años de leñador en su hacienda, James
Paz no llegó una sola vez tarde al trabajo, y era un orgullo para su familia y
su pueblo. Mientras el Coronel sermonea, yo pienso en las cosas desagra-
dables que papá solía decir de él -"vie jo podrido" o ''viejo loco y estúpi-
do"- , pero como el Coronel le pagaba el jornal a papá y era el dueño del
techo que nos cobijaba, nosotros, los chicos, debíamos ser respetuosos con
él cuando lo veíamos, sonreír y hacerle la venia, y debía parecer que lo ha- _
cíamos sinceramente, si sabíamos lo que nos convenía.
Después nos reunimos alrededor de la tumba y allí lo bajaron a papá,
mientras el párroco no paraba de hablar. Quiero que papá escuche los pá-
jaros por última vez antes de que la tierra lo tape y no le quede nada más
que el silencio. Papá adora las alondras, adora verlas subir, subir tan alto
que solo puede verse su canto. Miro deseando ver una alondra, y ahí está
un tordo cantando en el tejo 3. Un tordo tenía que ser ... Escucho a mamá

3 El tejo es un árbol conífero, muy resistente y longevo. Los celtas los consideraban árboles
sagrados, probablemente porque al ser tan longevos, parecen eternos.

1
susurrándole a Big Joe que papá ya no está realmente en el cajón, sino en
el cielo, ahí arriba -ella le señala el cielo más allá del campanario de la
iglesia-y que él es feliz, feliz como los pájaros. ·
La tierra golpea y retumba sobre el cajón detrás de nosotros mientras
nos alejamos, mientras lo abandonamos. Caminamos juntos a casa por tro-
chas angostas. Big Joe va recogiendo dedaleras y madreselvas, llenando
las manos de mamá con flores, y ninguno tiene lágrimas para llorar o pala-
bras para decir. Yo, menos que nadie. Porque tengo un secreto tan horrible
en mi interior, un secreto que no puedo contarle a nadie nunca, ni siquie-
ra a Charlie. Papá no tenía que morir esa mañana en el bosque de Ford's
Cleave. Trató de salvarme. Si solo hubiera tratado de salvarme yo mismo, si
hubiera corrido, él no estaría muerto en su cajón. Mientras mamá me acari-
cia el pelo y Big Joe le ofrece una madreselva más, todo lo que puedo pen-
sar es que soy la causa de todo esto.
Yo maté a mi propio padr~.

15
f- (U . )• ·. L ~,..3,.' _.J>i!il . ....

capítulo2
las once menos veinte

o quiero comer. Guiso, papas y bizcochos. Generalmente me gusta el


N guiso, pero no tengo apetito. Mordisqueo un bizcocho, pero no quie-
ro comerlo tampoco. No ahora. Menos mal que la abuela-lobo no está acá.
Ella odiaba cuando dejábamos comida en el plato. "Quien no desperdicia,
no pasa miseria", diría. Pue~. estoy desperdiciando esto, Lobizona, te gus-
,
te o no.

Big Joe comía más que todos nosotros juntos. Todo, cualquier comida
era su favorita: pan con manteca, budín con pasas, pastel de papa, queso y
pepinillos, guiso y ñoquis. Se llenaba la boca con cualquier cosa que mamá
cocinaba, la devoraba. Lo que a Charlie y a mí no nos gustaba, se lo pasá-
bamos a su plato cuando mamá no.estaba mirando. A Big Joe siempre le
fascinó esa pequeña conspiración, y también le encantaba tener más comi-
da. No había nada que no comiera. Cuando éramos chicos, antes de tener
más conciencia, Charlie me apostó una calavera de búho a que Big Joe era
capaz de comer caca de conejo. No podía imaginarme que lo hiciera, por-
que pensaba que Big Joe debía saber cómo era. Así que acepté la apuesta.
MICHAEL MORPUR GO

Charlie puso un puñado de caca de conejo en una bolsa de papel y le dijo


que eran caramelos. Big Joe sacó las bolitas de la bolsa y se las puso en
la boca, saboreando cada una de ellas. Y cuando nos reímos, él también se
1 ' ·•
1 1
rio y nos ofreció una a cada uno, pero Charlie le dijo que eran un regalo es-
pecial para él. Pensé que Big Joe vomitaría después de comerlas, pero no
fue así.
Mamá nos dijo cuando fuimos más grandes que Big Joe había estado a
punto de morir unos días después de haber nacido. Meningitis, le dijeron
en el hospital. El doctor dijo que Joe había sufrido daño cerebral, que no
serviría para nada, aun si sobrevivía. Pero Big Joe sobrevivió y se mejoró,
aunque nunca del todo. Mientras crecíamos, todo lo que sabíamos es que
él era diferente . No nos importaba que no pudiera hablar bien, que no pu-
diera leer ni escribir, que no pensara como nosotros, como pensaban los
demás. Para nosotros era simplemente Big Joe. A veces sí nos asustaba,
cuando parecía escaparse a su propio mundo de sueños, a menudo de pe-
sadillas pensaba yo, ya que se ponía muy nervioso y angustiado. Pero tar-
de o temprano, volvía a nosotros y era el mismo de siempre, el Big Joe que
todos conocíamos, el Big Joe que amaba todo y a todos, especialmente
los animales y los pájaros y las flores, totalmente confiado, siempre ca-
paz de perdonar, aun cuando se enterara de que sus caramelos eran caca
de conejo.
Charlie y yo nos metimos en problemas por eso. Big Joe nunca se hubie-
ra dado cuenta, no por sí mismo. Pero, siempre generoso, fue a ofrecerle
una de las bolitas de caca a mamá . Se enojó tanto con nosotros que creí
que iba a explotar. Le metió un dedo en la boca a Big Joe, sacó la bolita
que estaba todavía ahí y lo mandó a lavarse. Después, nos obligó a Char-
lie y a mí a comer una de las bolitas de caca cada uno, así íbamos a saber
lo que era.
-¿Asqueroso, no es cierto? -nos dijo-. Comida asquerosa para ni-
ños asquerosos. No vuelvan a hacerle algo así a Big Joe nunca más.
7

Soldado Paz

Nos sentim os muy avergonzados de nosotros mismos, al menos por un


tiempo. Desde entonces, cuando alguien apenas menciona conejo s, Charlie
y yo nos sonreímos y nos acorda mos. Me hace sonreír otra vez ahora mis-
mo, de solo pensa rlo. No debería, pero así es.
En ci erta manera, nuestra s vidas en ca sa giraban en torno a Big Joe.
Lo que pensábamos de la gente dependía en buena med ida de la forma en
I
que trataban a nuestro hermano mayor. Era muy simple , en rea lidad: no nos
gustaba la gente que lo despreciaba o lo ignoraba o lo trataba como si fue-
ra estúpido. La mayor ía de la gente que nos rodeaba estaba acostumbrada
a él, pero algunos desviaban la mirada, o peor aun, actuaban como si él no
estuvi era. Eso era lo que más odiábamos. A Big Joe nunca pareció impor-
tarle, pero nosotros nos molestábamos por él, como el día en que le "sopla-
mos frambuesas" 4 al Corone l.
Nadie en casa hablaba bien del Coronel, a excepc ión de la abuela-lo-
bo, por supues to. Cuando ~enía de visita, no permitía una sola palabra en
contra de é~. El la y papá tenían terribles peleas sobre el Coronel. Crecimos
pensando en él más que nada como un vi~jo podrido. Pero la primera vez
que yo mismo vi cómo era realmente el Corone l fue a causa de Big Joe.
Una tarde , Charlie, Big Joe y yo volvíamos a casa subiendo el camino .
Habíamos estado pescando truchas en el arroyo . Big Joe había sacado tres,
haciéndoles cosquillas para que se durmieran en la parte poco profunda y,
luego, levantándolas para depositarlas en la orilla antes de que nos diéra-
mos cuenta de qué había pasado . Era muy hábil en eso. Era casi como si
supiera lo que los peces estaban pensando. Sin embargo, nunca le gustó
matarlos, tampoco a mí. Charl ie era el que tenía que hacerlo .
Big Joe siempre saludaba a los gritos a todo el mundo . Así era él. De
modo que cuando el Coronel pasó a caballo esa tarde, Big Joe lo saludó a
los gritos y levantó su trucha, orgulloso, para mostrársela. El Coronel siguió

4 Traducción literal de "blowing raspberries", expresión que en inglés quiere decir hacer
ruidos con la boca como si se tratara de flatulencias.

19
MICHAEL MORP UR GO

al trote como si no nos hubiera visto. Cuando ya había pasado, Charlie so-
pló una ruidosa frambuesa a sus espaldas, y Big Joe hizo lo mismo porque
a él le encantaban los ruidos groseros. Pero el problema fue que Big Joe
'1
''
, 1 1
se estaba divirtiendo tanto soplando frambuesas que no paró. El Coronel
! '

detuvo su caballo y nos dirigió una mirada muy desagradable. Por un mo-
mento, pensé que vendría por nosotros. Por suerte no lo hizo, pero sí blan-
dió el látigo.
-¡Yo les voy a enseñar, jovencitos sinvergüenzas! -rug ió-. ¡Les voy
a enseñar!
Siempre he pensado que ese fue el momento en que el Coronel empe-
zó a odiarnos, que desde entonces siempre estuvo preparado, de una far- ·
·
ma u otra, para vengarse. Corrimos todo el camino a casa. Cuando alguien
se tira un pedo o sopla frambuesas, siempre pienso en aquel encuentro en
la barranca, en cómo Big Joe siempre se ríe de esos ruidos groseros, se ríe
como si no fuera a parar de reírse nunca . Pienso también en la mirada ame-
nazadora del Coronel y el sonido de su látigo, y cómo Big Joe, por soplarle
frambuesas, habría cambiado nuestras vidas para siempre.
También fue Big Joe la razón de mi primera pelea . Había muchas pe-
leas en la escuela, pero yo no era muy bueno y siempre terminaba con el
labio hinchado o la oreja ensangrentada. Aprendí demasiado temprano
que si uno no quiere que lo lastimen, hay que mantener la cabeza baja y
no contestar, sobre todo si el otro es más grandote. Pero un día descubrí
que a veces hay que hacer frente y pelear por lo que es justo, aun cuan-
do uno no quiera.
Era el recreo . Big Joe venía a la escuela a vernos a Charlie y a mí.
Se paraba y nos miraba desde el otro lado de la reja de entrada . Lo
hacía con frecuencia cuando Charlie y yo empezamos a ir juntos a la
escuela. Creo que se sentía solo en casa sin nosotros. Corrí hacia él.
Big Joe estaba sin aliento, los ojos brillantes de excitación . Tenía al-
go para mostrarme. Abrió sus manos entrelazadas, lo suficiente para

20
Soldado Paz

5
que pudiera ver. Adentro había un lución enroscado . Sabía de dó~de
lo había sacado: del cementerio de la iglesia, su coto de caza favorito .
Todas las veces que íbamos a ponerle flores a la tumba de papá , Big
Joe se iba por su cuenta, a cazar más criaturas para agregar a su co-
. 1:ección. O bien se quedaba parado, contemplando el campanario y can-
. tanda "Naranjas y limones" a toda voz y mirando a los vencejos volar I

y chillar alrededor de la torre de la iglesia. Nada parecía hacerlo más


Jeliz que eso.
· .· Sabía que Big Joe pondría el lución con sus otras criaturas. Las guar-
: daba en cajas, en la parte de atrás de la leñera de casa: lagart_ ijas, erizos,
r-- · toda clase de bichos. Acaricié su lución con mi dedo y le dije que era adora-

. ble, y en verdad lo era. Entonces se fue, bajando por el camino, canturrean-


~

" . do "Naranjas y limones", mirando fascinado a su querido lución.


Lo estoy viendo irse cuando alguien me palmea con fuerza el hombro, lo -
suficientemente fuerte como__para que duela. Es el grandote de Jimmy Par-
sons. Charlie me ha prevenido sobre él varias veces, me aconsejó que me
mantuviera fuera de su alcance. 1

-¿Quién tiene a un lunático por herman·o? -dijo Jimmy Parsons, bur-


lándose de mí.
---
·~·-·· -

Al principio, no pude creer lo que había dicho.


-¿Qué dijiste?
-Tu hermano es un lunático, chiflado, del tomate, le falta un tornillo.
Me abalanzo sobre él, con los puños ·en el aire, gritándole, pero no logro
acertarle una sola trompada. Él me pega en plena cara y me tira al suelo.
Me encuentro de pronto sentado en el piso, limpiándome la sangre de la
nariz y mirando la sangre sobre el dorso de mi mano. Enseguida, él me pe-
ga duro con su bota. Me hago una pelota, como si fuera un erizo, para pro-
tegerme, pero no me ayuda mucho. Él sigue pateándome en la espalda, en

5 El lución es un lagarto sin patas, por lo que frecuentemente se lo confunde con una ·ser-
piente. Tienen el cuerpo cubierto de escamas brillantes, y pueden ser de diversos colores.

21
MICHAEL MORPURGO

las piernas, en cualquier parte que pueda. Cuando finalmente se detiene ,


me pregunto por qué.
Levanto la vista y veo a Charlie agarrándolo del cuello y tirándolo al
suelo. Ruedan para un lado y para el otro, pegándose e insultándose. To-
da la escuela se ha reunido alrededor para mirar y alentarlos. Es entonces
cuando el señor Munnings viene corriendo desde el interior de ·la escuela,
rugiendo como un toro furioso. Los separa, los agarra a cada uno de sus .·
cuellos y los arrastra hasta adentro de la escuela. Para mi suerte, el se-
ñor Munnings ni siquiera se percata de que estoy sentado ahí, sangrando.
Charlie es azotado, y también Jimmy Parsons: seis reglazos cada uno. De .·
modo que Charlie me salva dos veces ese día. Los demás nos quedamos . .
ahí en el patio de la escuela, parados en silencio, escuchando los reglazos
y contándolos. El grandote de Jimmy Parsons va primero, y no deja de gritar
"¡Ay, señor! ¡Ay, señor! ¡Ay, señor!". Pero cuando es el turno de Charlie, lo
único que ofmos son los golpes y los silencios entre ellos. Me siento tan or-
gulloso de él por esto. Tengo el hermano más valiente del mundo.
Molly se acerca, me agarra de la mano y me lleva hacia la bomba de
agua. Moja su pañuelo y me limpia la nariz, y las manos y la rodilla. La san-
gre parece estar en todas partes. El agua está maravillosamente fría y me
alivia, y sus manos son tan suaves. Ella no dice nada por un rato. Me to-
ca muy delicadamente, con mucho cuidado para no causarme dolor. Luego,
de pronto, dice: "Me gusta Big Joe. Es amable. Me gusta la gente que es
amable".
A Molly le gusta Big Joe. Ahora sé con toda seguridad que la amaré
hasta el día de mi muerte.

Después de un rato, Charlie sale al patio subiéndose los pantalones y


sonriendo a la luz del sol. Todos se amontonan alrededor de él.
-¿Te dolió, Charlie?
-¿ Te pegó atrás de las rodillas, Charlie, o en el culo?

22
Soldado Paz

Charlie no dijo una sola palabra . Siguió caminando en med io de todo s, y


vino directamente hacia mí y Molly.
-No lo va a hacer más, Tommo-me dij(}-. Le pegué donde duele, en los
huevos. -Me levantó la barbilla y examinó mi nariz-. ¿Estás bien, Tommo?
-Me duele un poco -le dije.
-Mi culo también -agregó Charlie.
Molly se río , y yo también. Y también Charlie, y toda la escuela . '
Desde ese momento, Molly fue una de nosotros. Era como si de pronto
se hubiera unido a nuestra familia y convertido en nuestra hermana. Cuan-
do Molly nos acompañó a casa esa tarde, Big Joe le dio unas flores que ha-
bía recogido, y mamá la trató como la hija que nunca había tenido. Después
de eso, Molly vino a casa con nosotros casi todas las t·ardes. Parecía que
ella quería estar con nosotros todo el tiempo. No descubrimos la razón has-
ta mucho más tarde. Recuerdo que mamá solía cepillar el pelo de Mo~. A
mamá le encantaba hacerlo/ Ya nosotros nos encantaba mirarlas.

Mamá. Pienso en ella muy a menudo. Y tuando pienso en ella, pienso


en matorrales altos y trochas angostas y en nuestras bajadas al río juntos
al atardecer. Pienso en las reinas de los prados, las madreselvas, las flo-
res de arveja, y las dedaleras y las collejas rojas y los rosales silvestres.
, No había flor salvaje o mariposa que ella no pudiera nombrar. Yo amaba
el sonido de esos nombres en su boca: almirante rojo, pavo real, mariposa
blanca de la col, adonis azul. En mi cabeza, es su voz la que escucho. No
sé por qué, pero puedo oírla mejor que verla. Supongo que era por Big Joe
que ella estaba siempre hablando, siempre explicando el mundo a nuestro
alrededor. Ella era su guía, su intérprete, su maestra.
No aceptaron a Big Joe en la escuela. El señor Munnings dijo que era
retrasado. No era retrasado para nada. Era diferente: mamá,solía decir que
era "especial", pero no retrasado. Necesitaba ayuda, eso era todo. y mamá

23
MICHAEL MORPU RGO

era su ayuda . Era como si Big Joe fÚera ciego de alguna manera. Podía ver ·
perfec tamente bien, pero la mayoría de las veces no podía entender lo que
veía. Y él quería entender con toda su alma. Entonces mamá estaba allí pa-
ra decirle cómo y por qué las cosas eran como eran. Y le cantaba con fre- ·
cuencia, también, porque lo hacía feliz y lo calmaba cuando tenía uno de -
sus raptos y se ponía ansioso o alterado. También nos cantaba a Charlie y a
mf, pero más por costumbre, creo. De todas formas, nos encantaba, adorá -·.
bamos el sonido de su voz. Su voz fue la música de nuestra infancia.
Después de que papá murió, la música desapareció. Había quietud y si- :
lencio en mamá ahora, y la tristeza rondaba la casa . Yo tenía mi terrible ~
secreto, un secreto que raramente podía sacarme de la cabeza. Así, en mi ,.
culpa, me volví más y más reservado. Incluso Big Joe raramente se reía. Du- ;"
rante las comidas, la cocina parecía especialmente vacía sin papá, sin su ~
cuerpazo y su voz llenando el lugar. Su sucio abrigo de trabajo ya no caiga- :·
ba en la entrada, y el olor de su pipa persistía solo débilmente. Él ya no es- :
taba y nosotros hacíamos nuestro duelo silencioso por él a nuestra manera . . ·
Mamá todavía le hablaba a Big Joe, pero no tanto como antes. Tenía •.
que hablarle, porque ella era la única que entendía el significado de los rui- .·
dos y gruñidos que constituían el idioma de Big Joe. Charlie y yo entendía- ·•
mas algunas cosas, algunas veces, pero ella parecía entender todo lo que
él decía, a veces antes de que lo dijera . Había una sombra sobre ella; Char- ;_
lie y yo la percibíamos, y no era simplemente la sombra de la muerte de pa-
pá. Estábamos seguros de que había algo más de lo que ella no hablaba, ·
algo que nos ocultaba . Nos enteramos de lo que era muy pronto.
Estábamos de vuelta de la escuela tomando el té en casa -Mo l ly esta- .
ba ahí también-cuando alguien golpeó la puerta . Mamá supo enseguida
quién era . Se tomó su tiempo para prepararse, planchando su delantal con :
las manos y arreglándose el pelo antes de abrir la puerta. Era el Coronel.
-Quiero hablar, señora Paz -le dijo-. Creo que usted sabe a lo que
he venido .

?A
Soldado Paz

Mamá nos pidió que termináramos el té, cerró la


puerta y salió al jardín
con él. Charlie y yo dejamos a Molly y Big Joe en
la mes
, a, y volamos ha-
cia la puerta de atrás. Saltamos las plantas, corrimo
s a lo largo de la cerca,
!~ nos acuclillamos detrás de la leñera y escuchamo
s. Estábamos lo suficien-
temente cerca para oír cada palabra que decían.
-Puede parecer poco delicado traer a colación
este tema tan pronto
-. después de la triste y extemporánea muerte de I
,;, ~
su esposo -es tab a di-
,. ciendo el Coronel. Al hablar, no miraba a mamá, sino
que miraba su galera
! _ mientras la lustraba con su ma nga -. Pero se trat
··•
a de la cabaña. Hablan-
· :,J do estrictamente, por supuesto, señora Paz., uste
d no tiene derecho a se-
, guir viviendo aquí. Usted sabe muy bien que yo pien
so que esta cabaña le
1
f correspondía, le correspondía por el trabajo de su
esposo en mi hacienda.
Claro que ahora que él no está ...
-Entiendo lo que dice, Coronel -lo interrumpió
. a
mamá-. Usted quie-
-, re que nos vayamos. _,
::¡ -Bu eno , no lo diría en esos términos . No es que
1 quiera que se vaya,
señora Paz, no si podemos llegar a algún arreglo.
-¿Arreglo? ¿Qué arreglo? -preguntó mamá.
-Bu eno -co ntin uó el Coronel-, sucede que
hay un puesto vacante
··· en ta casa que podría convenirle. La dama de com
pañía de mi esposp aca-
ba de darnos el aviso. Y como usted sabe, mi esp
osa no está bien . Pasa la
_ mayoría de sus días en una silla de ruedas: Nec
esita cuidado constante y
: atención los siete días de la semana.
-Pe ro yo tengo a mis hijos -protestó mamá-. ¿Quién va
a cuidarlos?
Pasó un tiempo antes de que el Coronel volviera
a hablar.
-Lo s muchachos ya tienen edad para cuidarse
solos, pienso yo . En
cuanto al otro, está el asilo psiquiátrico en Exeter.
Estoy seguro de que po-
drfa ver si hay lugar ...
Mamá lo interrumpió otra vez, apenas reprimiend
o su furia, su voz fría
pero calma.

25
MICHAEL MOAPURGO

mantener un techo ·
-Nunca haría eso, Coronel. Nunca. Pero si quiero
ar la manera de poder ,:
sobre nuestras cabezas, entonces tendré que encontr
de su esposa. Eso es lo ~:
ir a trabajar para usted como la dama de compañía
,:;
que me está diciendo, ¿no es cierto?
mente, señora Paz. ;:;
-Di ría que usted ha entendido mi planteo perfecta
firmación en una serna- -:
No podría decirlo mejor yo mismo. Necesito su con
condolencias. -~-
na. Buen día, señora Paz . Y una vez más, reciba mis
antes en mi vida la }
Lo vimos irse, dejando a mamá parada ahí. Nunca
sobre el pasto alto, -: '
había visto llorar, pero ahora lloraba. Cayó de rodillas
escondiendo la cara entre sus manos. Fue entonces que
Molly y Big Joe sa- f
ió y se arrodilló a su ,t:-~
lieron de la cabaña. Cuando Big Joe vio a mamá, corr
cantando "Naranjas y--;.
lado, la abrazó y la acunó dulcemente en sus brazos,
limones" hasta que ella empezó a sonreír entre lágr
imas y a cantar con él. t
te, desafiando a que ;f
Enseguida estábamos todos cantando juntos, muy fuer
-~·
el Coronel no pudiera sino escucharnos.
Más tarde, después de que Molly se fue a su casa, Cha
rlie y yo nos sen- 5
reto entonces. Tenía _"J
tamos en la huerta en silencio. Casi le conté mi sec
me volvería a hablar :,
tantas ganas, pero no conseguí hacerlo. Pensé que no
~
otra vez si lo hacía. El momento pasó.
-. Lo voy a matar, ;f
-Od io a ese hombre -di jo Charlie en un susurro
)
Tommo. Un día, de veras, lo voy a matar.
aceptar el trabajo, [
Claro está que mamá no tenía alternativa. Tenía que
lobo. La semana si- ,./
y solo teníamos un pariente a quien recurrir: la abuela-
era nuestra abuela, no -~
guiente, se mudó con nosotros para cuidarnos. No
la tía de mamá, pero /~
realmente; nuestras abuelas habían muerto. Ella era
ue pensaba que "tía ·r~
siempre insistía en que la llamáramos "abuela" porq
o sin duda era ella.
abuela" sonaba como alguien viejo y malhumorado, com
a casa -ta nto por su
A nosotros nos caía mal antes de que viniera a vivir
peor. Conocíamos bien
bigote como por todo lo demás-, y ahora nos caía
Coronel como ama de
su historia: había trabajado en la casa grande para el

26
___ ,,, -
Soldado Paz

llaves, y por alguna razón, la esposa del Coronel no la soportaba. Tuvieron


un fuerte enfrentamiento, y al final ella tuvo que renunciar e irse a vivir al
pueblo. Por eso, ella estaba libre para venir y cuidarnos.
Entre nosotros, Charlie y yo nunca la habíamos llamado ni tía abuela ni
abuela. Teníamos otro nombre para ella. Cuando éramos más chicos, ma-
má nos lefa con frecuencia "Caperucita Roja". Había un dibujo en el libro I
que Charlie y yo conocíamos bien, de un lobo en la cama pretendiendo ser
la abuela de Caperucita. Tenía una cofia negra en la cabeza, como la que
nuestra "abuela" solía usar, y tenía grandes dientes separados, exactamen-
te como los de nuestra "abuela". Desde que tengo memoria, la habíamos
llamado "abuela-lobo", nunca en su cara, claro. Mamá decía que era una
falta de respeto, pero, secretamente, creo que a ella siempre le gustó.
Muy pronto no era solo por el libro que pensábamos en ella como abue-
la-lobo. Enseguida, ella nos mostró quién estaba a cargo ahora que mamá
no estaba. Todo tenía que s~r ..-
perfecto: las manos lavadas, el pelo arre-
glado, no hablar con la boca llena, no dejar nada en .el plato. "Quien no
desperdicia, no pasa miseria", decía. Eso ~o era tan pesado. Nos acos-
tumbramos. Pero no le podíamos perdonar que fuera tan mala con Big Joe.
Le hablaba a él y sobre él como si fuera estúpido o loco. Lo trataba como
si fuera un bebé. Estaba siempre limpiándole la boca, o diciéndole gue no
cantara en la mesa. También le pegaba, todas las veces que no hacía lo
que ella decía, que eran muchas. Él empezaba a hamacarse y a hablar solo,
que era lo que siempre hacía cuando estaba contrariado. Pero ahora ma-
má no estaba ahí para cantarle, para calmarlo. Molly le hablaba, y nosotros
también tratábamos, pero no era lo mismo.
Desde el día en que la abuela-lobo se mudó con nosotros, nuestro mun- .
do cambió. Mamá se iba a trabajar a la casa grande al amanecer, antes de
que saliéramos para la escuela, y todavía no había vuelto cuando regresá-
bamos a casa para el té. En cambio, ahí estaba la abuela-lobo, en la puer-
ta de lo que ahora nos parecía su madriguera . Y Big Joe, a quien ella no

27
MICHAEL MORPUR GO

le permitía salir a dar vueltas como a él siempre le había gustado, venía


corri endo a recibirnos como si no nos hubiera visto en semanas. Hacía lo
mismo con mamá cuando volvía a casa, pero ella estaba tan cansada que,
apenas podía hablarle. Mamá veía lo que estaba pasando, pero no había
nada que pudiera hacer. A todos nos parecía como si la estuviéramos per~
diendo , como si ella estuviera siendo reemplazada y dejada de lado.
Era la abuela-lobo la que hablaba todo el tiempo ahora, incluso indi-
cándole a mamá lo que tenía que hacer en su propia casa. Estaba cons-
tantemente diciendo que mamá no nos había criado como correspondía, .
que nuestros modales eran terribles, que no podíamos distinguir el bien del .
mal, y que mamá se había casado con alguien inferior a su condición.
-Le dije entonces y se lo sigo diciendo -despotricaba ante noso~-
tros-: le podría haber ido mucho mejor de lo que le fue. Pero, ¿me es-
cuchó? Oh, no. Se tuvo que casar con el primer hombre que le llamó la ,
atención, y ese hombre no era más que un leñador. Ella estaba destinada a.
algo mejor, a una persona de más clase. Nosotros éramos comerciantes, te-·
níamos un buen negocio, y les puedo asegurar, teníamos una buena ganan-,
cia. Era un muy buen negocio, se los digo yo. Pero no, ella no lo aceptaba.:
Rompió el corazón del abuelo, eso es lo que hizo. Y ahora miren en lo que :·
se convirtió: una dama de compañía, a su edad. Puros problemas. Su madre .
no ha sido otra cosa que problemas, desde el día en que nació.
Deseábamos que mamá la enfrentara, pero todas las veces terminaba_
cediendo, débil, demasiado agotada para hacer otra cosa. A Charlie y a mí
nos parecía como si se hubiera convertido en una persona diferente. No ha-
bía risa en su voz, ni luz en sus ojos. Yo sabía muy bien, desde el principio,
de quién era la culpa de que todo esto sucediera, de que papá estuviera .
muerto, de que mamá tuviera que ir a trabajar a la casa grande , de que la .
abuela-lobo se hubiera mudado con nosotros y ocupara su lugar.
A la noche , podíamos, a veces, escuchar a la abuela-lobo roncando
en la cama, y Charlie y yo inventábamos historias sobre el Coronel y la

28
1

Soldado Paz

un día iría mo s a la ca sa gra nde y empujaríamos a la


abuela-lobo, cómo
el al lag o y la ah og arí am os . Y, entonces, mamá volvería
., esposa del Coron
con no so tro s y Big Jo e y Mo lly, y todo 'volvería a ser como
·a casa y estaría
Y••

ton ce s el Co ron el y la ab ue la-lobo se casarían y vivirían


•· había sido antes . En
mp re; co mo era n tan vie jos , tendrían un montón de peque-
~- · infeHces para sie
<.
s qu e na ce ría n ya vie jos y arrugados con dientes sepa- I
., ños niños-monstruo o, los niños con mostachos
•.
n big ote s co mo la ab ue la- lob
.. radqs , las niñas co
~; . cómo el Coronel. s de esos niños-monstruos,
ten er pe sa dil las lle na
Recuerdo que solía
re ter mi na ba de la misma manera .
¡ pero sea cual fuere la
de l bo
pe
sq
sa
ue
dilla,
co n
sie
pa
mp
pá y el árbol se estaba cayendo,
y me
.: Estaba en me dio volvía
a grita nd o. En ton ce s Ch arl ie estaba ahí a mi _lado, y todo
. _·. despertab a es-
n otra ve z. Ch arl ie sie mp re hacía que las cosas volvieran
-·J · a estar bie

tar bien.

29

También podría gustarte