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CICUTA

Antes de haber nacido — yo no era yo

Y después de que me haya ido

Tampoco seré el cuerpo que yazca recostado

Qué queda de nosotros en este plano temporal sino las ideas

Incrustadas en la memoria de los que nos oyeron

Como fotografías en la memoria de quienes nos vieron

Por qué la muerte tendría que ser algo que debamos rechazar?

Escapar de ella, alargar indefinidamente

si nada es infinito, ni siquiera Dios!

Que ha tenido tantos nombres según la lengua que lo ha nombrado

Tantos rostros, según quienes lo han esculpido

Y tantas vidas como seres sobre la tierra han caminado

La única certeza que tenemos en esta vida es que no sabemos qué haya

después creemos, anhelamos, imaginamos y, sobre todo, soñamos

¿Por qué huir de la boca del lobo, de la hoz del enemigo?

Puede que en sus fauces se abra una cueva de saber absoluto,

Un sembradío de soles

Qué tal y los religiosos han tenido razón todo este tiempo

Y después de esta espiral de vidas

Nos espera el gran jardín de las delicias,

un tesoro de espejos de jade

O todo un harem de sabiduría

Quién en su sano juicio querría huir de presenciar tan hermosa obra de arte…
De manera súbita se interrumpe aquí el discurso. El dedo que apuntaba hacia lo sagrado ahora
yace colgando hacia el abismo, la dirección del eterno descanso. En las entrañas de la madre de
todas las bestias se reclama el cuerpo del maestro ahora occiso para devorarlo y así, sembrar la
semilla de la duda.

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