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En la última década del XVIII comienza a abrirse camino lo que será la paleontología estratigráfica,

que identifica la antigüedad de los estratos en función de la fauna fósil que contiene. Los
adelantados de esta idea fueron el suizo Jean-André de Luc (1727-1817), el británico William Smith
(1769-1839) y los franceses Georges Cuvier (1769-1832) y Alexandre Brongniart (1770-1847). Los
primeros estratos terciarios estudiados en detalle fueron los de la cuenca de París, sobre los que
Cuvier y Brongniart publicaron un informe en 1811. En Inglaterra Smith estaba usando los fósiles
para identificar los estratos secundarios según su “principio de sucesión de la fauna”. En 1814
publicaba el geólogo escocés Thomas Webster (1773-1844) su estudio de las cuencas de Londres y
Hampshire, que encontró similares en cronología a la de París. Ese mismo año Giovanni Brochhi
publicó un informe sobre los estratos terciarios de Italia. En todas partes los estratos contenían
especies de conchas idénticas a las que vivían en los mares vecinos.

El catastrofista más popular e importante de esta época fue, sin duda, el naturalista francés
Georges Cuvier (1769-1832), cuyo Discurso sobre las revoluciones de la superficie del globo (1812)
tuvo un gran impacto en toda Europa. Daba por hecho que el océano había experimentado
diversos cambios súbitos de nivel, inundando gran parte de las tierras emergidas. Eso explicaba
fenómenos como la extinción de las faunas fósiles, la tremenda distorsión de los estratos de rocas
primitivas originalmente horizontales y el intercalamiento de estratos sedimentarios de aguas
marinas y aguas dulces, hechos que no podían explicarse mediante los fenómenos geológicos
observables en la actualidad. Cuando su colaborador, el naturalista Alexandre Brongniart (1770-
1847), encontró en 1821 fósiles cretácicos en los Alpes de Saboya y fósiles terciarios en los Alpes
Vicentinos y dos años después su hijo, Adolphe Brongniart (1801-1876), mostró que también las
floras fósiles habían sufrido una serie de extinciones sucesivas, el catastrofismo pareció
confirmarse.

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